40 años del Colectivo Juvenil de San Francisco de Sales: una utopía hecha realidad
Cada viernes por la tarde se escucha una algarabía de risas y palabras de los numerosos jóvenes que acuden a los salones de la parroquia de San Francisco de Sales de Elda para celebrar su reunión semanal. Empiezan el curso con ganas después de haber vivido un campamento donde han estrechado los lazos de amistad. El Colectivo Juvenil es un espacio educativo desde la fe que el sacerdote Ginés Pardo, junto con un grupo de seglares, puso en marcha en esta parroquia en 1983 para atender las demandas de los jóvenes y adolescentes que se acercaban a la misma. Desde entonces, este «invento» único en España y cuya clave es la apuesta por dar protagonismo a la gente joven, sigue vivo y coleando.
En las últimas cuatro décadas más de un millar de jóvenes han pasado por el Colectivo y muchos de quienes lo conforman en la actualidad son hijos de aquellos que se iniciaron, de la mano del creador de este espacio educativo, Ginés Pardo, sacerdote recién llegado a la parroquia, pues se había hecho cargo de ella en octubre de 1981 para suceder a Francisco Coello.
En los salones parroquiales se reúnen cada semana los grupos del Colectivo, conformado en la actualidad por 45 chicos y chicas de entre 12 y 17 años (desde 1º de ESO hasta 1º de Bachillerato o Módulos), que se distribuyen por edades en cinco niveles, o «convivencias». Aunque este año se han reorganizado en cuatro porque alguna de ellas tenía poca gente.
Cada grupo cuenta con un «acompañante» que es un adulto o un joven mayor que ellos y que acompaña el proceso de las chicas y chicos integrantes.
Manuel Cantó García es el responsable de los acompañantes en la actualidad y afirma que «el Colectivo es un espacio por el que no quieres pasar, sino que quieres que el Colectivo pase por ti, que te toque y te transforme, que sientas que vives de forma distinta tu día a día».
El Colectivo conmemoró su 40º aniversario el pasado mes de junio en un acto que los jóvenes prepararon durante mucho tiempo. Primero celebraron una eucaristía con los sacerdotes que están o han sido de responsables del mismo estos años y, posteriormente, todos juntos, disfrutaron de una fiesta en la que participaron decenas de las personas que han pasado por el Colectivo a lo largo de estas cuatro décadas.
La historia de la parroquia como contexto
La parroquia de San Francisco de Sales se fundó en el año 1963 y desde sus inicios asumió y puso en práctica las ideas surgidas del Concilio Vaticano II.
El propio diseño de su templo, a cargo del prestigioso arquitecto del barrio, Juan Antonio García Solera -artífice del ADDA de Alicante-, habla de un estilo nuevo; a modo de ejemplo, situó la sacristía a los pies del templo para mostrar el espíritu de servicio de los sacerdotes. Las obras que decoran el templo siguen esta línea: el Vía Crucis en bronce del eldense Ramón Candelas, el sagrario del holandés Hans Fai y el gran Cristo de piedra blanca que preside el altar, obra de Vicente Agulló, de Cocentaina. Esta característica fundacional de servicio y modernidad la inició su primer párroco, Francisco Coello, y la han mantenido y promovido todos los sacerdotes que han pasado por la parroquia, incluida la comunidad de Claretianos actual, compuesta por Julio César Rioja y Óscar Romano, que han sido destinados a otros lugares y en septiembre llegará un nuevo sacerdote.
Además de las tareas sacramentales, catequéticas, incluida la conocida Postcomunión para niños, culturales, de formación religiosa, de Cáritas y atención a personas presidiarias, etc., en esta parroquia se reúnen cada semana y es su característica más relevante, decenas de personas en grupos de Acción Católica como JOC, HOAC, así como de las Comunidades Cristianas Populares, y otros interesados en la Doctrina Social de la Iglesia.
Tras un primer año en la parroquia, Ginés Pardo detectó la necesidad de atender a los jóvenes cercanos a la misma, cuyas demandas se hacían presentes de forma espontánea. Estos procedían de varios colegios como las Carmelitas, Emilio Castelar y Pintor Sorolla, así como de los institutos Monastil y Azorín. También se aproximaron los miembros del coro juvenil y del movimiento Junior. Con los años se integrarían otros jóvenes de Petrer. Y es que siempre ha funcionado el boca/oído entre los jóvenes.
En la parroquia, este joven sacerdote recién llegado encontró un grupo de jóvenes, ya constituido, provenientes del movimiento Junior, que se convirtieron en un elemento referencial para que otros adolescentes empezaran a ver como normal el reunirse en grupo todas las semanas para hablar de su vida y del Evangelio con la asistencia del nuevo párroco, así como un pequeño grupo de adultos (Aurita González y Paco Milán) a quienes buscó para que colaboraran con él en lo que era un proyecto totalmente en nebulosa. Cabe recordar que en esos años 80 estaban también presentes en la sociedad eldense los mismos condicionamientos sociales y educativos que se estaban dando en el mundo juvenil en España.
El embrión del Colectivo
El primer paso fue proponer una actividad en formato de acampada que permitiera a todos estos jóvenes tener una relación entre ellos y que propiciara la posibilidad de constituir un grupo en la parroquia, sin mucho más objetivo que ese planteamiento general: «La respuesta que demandaban los jóvenes era más sobre el sentido de la vida, pero no tanto como planteamiento filosófico, sino en la vida ordinaria, así que nos planteamos cómo conectar con los y las jóvenes y ofrecerles respuestas que sirvieran para vivir su juventud sin recurrir a las salidas que se ofrecían desde el mundo del consumo como la discoteca u otros lugares en aquel momento despersonalizadores», afirma Ginés Pardo, que desde hace 21 años está destinado en la parroquia Virgen del Remedio de Alicante.
En el equipo de colaboradores iniciales que pusieron en marcha la primera acampada en Navalón, junto a Ginés Pardo, estaban las profesoras del colegio de las Carmelitas Pepi Pérez Pastor, Ana María Cantador y la hermana Visitación Bas, junto con María del Mar de Haro, Antoñita Fernández y el joven Pablo Ciurana. La acampada, realizada en agosto de ese 1982, con el apoyo de los citados, fue un logro porque tuvo la respuesta de un grupo de 33 jóvenes y resultó una experiencia de amistad y actividades tan positiva, que de allí surgió el germen de nuevas amistades y experiencias vitales y de fe, que darían lugar al Colectivo.
Visto el deseo de los participantes de dar continuidad a su experiencia, Ginés Pardo planificó un primer encuentro de convivencia: «Surgió de todos ellos la idea de hacer un Espacio Joven que sirviera para que los chicos y chicas de 15, 16 y 17 años -hoy desde los 14 años- se integraran en un colectivo que sirviera para que las experiencias de la acampada pudieran ser vividas y profundizadas en la vida ordinaria. Ninguno de ellos había estado en una situación de acampada, y aquello les hizo descubrir muchos valores con un resultado profundamente positivo, como la amistad, el servicio, la alegría y la fe, como elementos capaces de llenar unos momentos de su vida».
Terminada esa 1ª Convivencia, se crearon los primeros grupos en clave de amistad y con la dinámica de encuentros semanales, donde estuvieron acompañados por Aurita González, cercana a la HOAC, de Paco Milán, Mari Carmen Gil y Pedro Serrano próximos a la JOC, de Miriam Ciurana y del propio Ginés Pardo, quienes conformaron el primer grupo de acompañantes. Este nombre ya quiso ser una referencia de su papel principal en el grupo: acompañar momentos, actividades, debates, reflexión, etc. La denominación que tomarán los tres primeros grupos iniciales será la de Colectivo Juvenil por ser esa generalización, igualmente, la que mejor definía la naturaleza y los lazos que se daban entre todos ellos. Alrededor de 20 jóvenes fueron los primeros que comenzaron a caminar.
Los tres grupos pioneros empezaron a reunirse con el objetivo de no perder lo reflexionado en la convivencia de octubre y que fuera un espacio amistoso, por ello se llamaron «grupos de vida». Cabe recordar que el Colectivo estaba abierto a todos aquellos jóvenes que pudieran estar interesados en reflexionar sobre propuestas para la vida, la fe y la persona. La idea era «vivirlo en serio, no para hacer, digamos, un movimiento tipo excursionista, que no era la posibilidad que nosotros veíamos en aquel momento, sino para buscar otras respuestas», matiza Ginés Pardo. Para ello, el punto de partida eran sus vidas: «En primer lugar teníamos que tener en cuenta su propia realidad juvenil para plantearles cuestiones de aparente y profundo calado; y segundo, el papel de los acompañantes partía de una actitud de escucha por parte de los mayores hacia los jóvenes, es decir, esto os proponemos: que penséis vosotros qué queréis de esa convivencia que organizamos».
Un proceso de tres años
El proceso del Colectivo Juvenil se organizó para que durara tres años. Los contenidos los iba diseñando el equipo de acompañantes y se resumían en los enunciados: Cabeza para pensar, que se desarrollaría en actividades lúdicas, de reflexión y acampadas en el primer año; al año siguiente se daba un paso más y el lema de actividades y funcionamiento era el de Corazón para amar; y el tercer año se concretaba en el de Manos para actuar. Todo ello sobre la base de que existiera un conexión amistosa entre ellos y, como música de fondo, los fundamentos teóricos del personalismo de E. Mounier, la pedagogía de la Revisión de Vida de la JOC (ver, juzgar y actuar) y la fe vivida como un redescubrimiento de la persona de Jesús a través de los evangelios.
Al ir pasando los cursos e incorporándose nuevos jóvenes, se puso en marcha una mini estructura que ayudó a la coordinación, el análisis y la evaluación con los participantes de los pasos que se iban dando: era el grupo de responsables conformado por representantes de la gente joven y de los acompañantes.
Con los años, a Ginés Pardo le ayudarían otros sacerdotes que el obispado destinó a la parroquia: Paco Estadella y Pedro Juan serán, tras él, consiliarios del colectivo. Luego llegaron José Luis Abellán, Lucio Arnaiz y Julio César Rioja en la actualidad. Muchos laicos han ayudado y siguen acompañando grupos del Colectivo, tanto adultos como jóvenes que, en su mayoría, han pertenecido previamente al mismo.
El Colectivo Juvenil se ha ido transformando de manera paralela a los enormes cambios que ha sufrido la sociedad a lo largo de casi medio siglo. Sin embargo, se mantienen inalterables sus fundamentos como «que los jóvenes sean protagonistas de sus descubrimientos desde lo más cercano de su vida, como amigos, familia, instituto y su ciudad para poder sintonizar con las nociones de justicia y libertad a través del compromiso», concluye Ginés Pardo.
Una huella en la vida
Juan Carlos Márquez, presidente del Consejo Parroquial de San Francisco de Sales, conocido por su labor como Arqueólogo Municipal, fue miembro del Colectivo y acompañante después. Asegura que «no solo para la parroquia, sino para Elda, el Colectivo es una experiencia importante de 40 años de protagonismo juvenil, más en la Iglesia, porque pone el foco en los adolescentes en una propuesta que aúna el ocio con la fe y el compromiso; no se puede entender la parroquia sin el Colectivo».
En este sentido, asegura que «el verbo fundamental es descubrir, descubrir personas, experiencias, en especial en la adolescencia, donde todo se vive intensamente; como en las largas asambleas en las que había risas, cariño y discusiones interminables, pero donde uno se sentía libre. Mi adolescencia está muy vinculada al Colectivo», afirma.
Como toda organización, el Colectivo ha vivido sus experiencias de crisis, y siempre está en constante construcción. De hecho, se acuñó una frase para motivar a los jóvenes y acompañantes en esos momentos de desánimo: «El Colectivo va bien cuando parece que va mal» en referencia a que es un organismo vivo.
El Colectivo ha sido el escenario de muchísimas historias de amistad, de pareja, personales, que se han vivido en estos 40 años y este cruce de caminos ha creado unas sólidas redes entre las personas.
El papel de los acompañantes siempre ha sido fundamental. En la actualidad, Manuel Cantó García es el responsable de los acompañantes, quienes velan por que se mantenga la esencia: «Al Colectivo lo identifican muchas cosas que lo hacen tan distinto. En primer lugar, es un espacio donde la opinión de los jóvenes importa y se sienten valorados, escuchados y entendidos, no solamente por parte de los acompañantes, sino entre ellos, que es algo fundamental, que aprendan a escucharse y a convivir, pese a que a veces tengan sus más y sus menos. Algo que me llama la atención es que tanta gente quiera venir un viernes a la parroquia, pero al final se sienten en casa, acogidos por la parroquia, un espacio en el que piensan y se valen por ellos mismos, un lugar de ocio alternativo donde aprenden a ver el mundo con otros ojos y, sobre todo, desde el amor como hacía Jesús, porque también tienen en cuenta esto, cómo actuaba y vivía Jesús para llevarlo a su día a día porque quieran cambiar ciertas situaciones que les disgustan o creen injustas desde una mirada que también sea crítica y no conformista».
Juan Carlos Márquez también pone el acento en estos adultos o adultos jóvenes con poca distancia en edad de los que acompañan: «Ser acompañante es algo más que un monitor de ocio y tiempo libre, va más allá, hemos querido a nuestros acompañados y a la inversa. Se crea un ambiente muy especial, con historias muy buenas y otras no tanto», afirma desde el realismo.
En este sentido, Manuel Cantó matiza que «todos los acompañantes somos responsables entre nosotros, intentamos ayudarnos y apoyarnos en lo que necesitamos, pero sí que es cierto que los que llevamos más tiempo, yo por ejemplo que llevo cinco años, sabemos (a veces) manejar mejor ciertas situaciones o vivencias y aportar consejos desde la experiencia, por lo que siempre viene bien tener gente que te ayude a ver las cosas con perspectiva, como cuando Santa puede ayudarnos».
José Santa, expresidente de la Mayordomía de San Antón y de la Junta Mayor de Cofradías de Semana Santa, también ha formado parte del Colectivo y ha sido el responsable de varios de sus campamentos. Este profesor considera que «el Colectivo Juvenil de la Parroquia ha sido y es todavía un espacio y una parte fundamental de mi vida por muchos motivos, primero como joven que tuvo ahí un espacio de convivencia con otros jóvenes, muchos de los cuales siguen siendo amigos hoy en día. Además, fue un espacio de análisis de la propia vida y de la realidad que nos rodeaba, de diversión. Como acompañante de grupos de jóvenes, me enseñó a tener responsabilidad, empatía, capacidad de organizar y trabajar en equipo. Ha sido el espacio donde compartir la vida con personas excepcionales, como los sacerdotes Ginés, Pedro Juan, José Luis, Lucio, Julio César… pero también de los acompañantes que he tenido, en especial David Guardiola y de cada una de las personas con las que he compartido allí la vida, siendo el centro de todo el encuentro con Jesús».
El Colectivo hoy
El Colectivo Juvenil cuenta con tres chicos y chicas que ellos eligen para ser responsables del mismo cada año. Carmen de Haro y Candela Maestre son dos de ellas. Se da la circunstancia de que sus padres también formaron parte del Colectivo.
Carmen de Haro tiene 15 años y empieza este año esta tarea tras presentarse a la votación: «El Colectivo es un sitio en el que me siento muy bien, donde hablamos de temas que nos interesan y no se comentan en tu familia como el bullying. Me presenté como responsable porque quiero que se tomen buenas decisiones; yo he estado varios años en la Postcomunión y en el Colectivo y creo que mi opinión puede aportar aspectos positivos para su funcionamiento», afirma.
En el último campamento, celebrado el pasado mes de julio en Agullent, afirma que surgieron algunos conflictos «y los mayores hemos sabido cómo actuar desde el compañerismo, explicando a los más pequeños que no deben burlarse de los demás. Las cosas hay que hablarlas y los mayores tenemos que dar ejemplo», indica.
Candela Maestre termina su proceso en el Colectivo y continuará en la JOC (Juventud Obrera Cristiana). En su papel de responsable, en el último año ha asistido al Consejo Parroquial para informar al Colectivo de temas relacionados con la parroquia y viceversa. Le da pena dejar el Colectivo, «es un sitio donde puedes ver las cosas de otra manera, diferente a tu día a día y todo el mundo da su opinión». Respecto a la fe asegura que «este tema es más complicado de explicar, estamos en un proceso: al iniciar el año hacemos un plan de vida personal donde nos hacemos propósitos con la familia, los amigos, el Instituto, la fe… y lo revisamos cada año».
A Candela también le gustaría continuar vinculada al Colectivo y se ha propuesto para ser acompañante, así que está esperando la respuesta del grupo coordinador porque también dependerá de los grupos nuevos que se incorporan este año.
El Colectivo continúa en marcha después de 40 años en medio de una sociedad cambiante en la que entenderse con los adolescentes y los jóvenes parece una misión imposible. Sin embargo, los chicos y chicas siguen demandando lugares en los que ser protagonistas y hablar de sus propias vidas. En este sentido, los acompañantes y responsables intentan tener en cuenta los procesos personales de los jóvenes porque cada uno es único y lleva su propio ritmo.
En el fondo de la pedagogía del Colectivo late la filosofía del personalismo, que pone a la persona por encima de todo, y la metodología de la revisión de vida, que enseña a los jóvenes a observar la realidad y a vivir su vida desde la mirada de Jesús.
Todo un «invento» que nació de personas inspiradas y serviciales con Ginés Pardo a la cabeza, y que quienes les sucedieron han sabido mantener con cariño y dedicación. Una experiencia que merece la pena que puedan vivir muchos más jóvenes.
Como asegura el actual responsable de los acompañantes del Colectivo Juvenil, Manuel Cantó: «Solo puedo dar gracias por todo lo que he vivido y aprendido durante todos estos años, porque sé que sin el colectivo no sería la persona que soy hoy día y nunca podré devolverle todo lo que este me ha dado a mí», concluye.