Leed, leed, benditos. Algunas lecturas estivales
No sé para ustedes, pero para mí el verano es uno de los momentos más propicios para la lectura sosegada y prolongada a la sombra de un olivo o del parasol que más nos pueda proteger de la prisa y la vorágine. Un libro, una copa y una buena conversación fueron (no siempre en ese orden) los grandes placeres para un paladar tan exquisito como el del editor y poeta Carlos Barral. Elijan un vino bueno para degustarlo en cualquier momento. Háganlo además acompañados de buenos conversadores, disfrutando de compartir vivencias y experiencias con los demás. Y lean sin apresuramientos cuanto les satisfaga. Por si les puede servir, les informo de algunas posibles lecturas para este verano que, a mi modo de ver, merecen la pena.
Si no la han leído, les recomiendo La metamorfosis, de Kafka, cuando se cumplen cien años de su publicación. Y cuarenta después de aparecer, lean o relean La verdad sobre el caso Savolta, una novela imprescindible y asombrosa, de Eduardo Mendoza. O la bella historia del amor imposible de Santa Teresa por un fraile mucho más joven que ella, Sus ojos en mí, con la que Fernando G. Delgado obtuvo el premio Azorín, en el quinto centenario del nacimiento de la santa. Para los amantes de la novela histórica, Hombres buenos, de Pérez Reverte o Mirada de gato, de la petrerense Verónica Martínez Amat, pueden ser dos buenas elecciones. También Los cuerpos extraños, de Lorenzo Silva, un escritor cuyas novelas negras son cada vez más admiradas. Y dos novelas de dos escritoras jóvenes con mucha proyección: Cicatriz, de Sara Mesa y También esto pasará, de Milena Busquets, ambas en Anagrama.
Para los amantes de la buena poesía, además de los poemarios reseñados recientemente en este mismo blog (libros de Chantal Maillard o Alicia García Núñez), no se pierdan el último texto del Cervantes Caballero Bonald, Desaprendizajes, en su línea de escrutadora exquisitez ni el bellísimo Jade Puro de la gran poeta china del siglo XI Li Qingzhao: orfebrería y delicadeza en estado puro. Vida secreta, de Javier Rodríguez Marcos; Lo extraño, la raíz, de la siempre exigente Menchu Gutiérrez; Personal & político, de Aurora Luque o la magnífica antología A las órdenes del viento, de Raquel Lanseros, publicada en Valparaíso, para quienes quieran conocer la excelente poesía española que también se escribe hoy.
Si les atrae el género ensayístico, es buen momento para releer los Ensayos de Montaigne, en la versión de Javier Yagüe Bosch, publicada en Galaxia Gutenberg. Para solazarse con regusto y sosiego, La vida perenne, con esas enormes y breves reflexiones inéditas de José Luís Sampedro. La personalísima Historia de la escritura de Ewan Clayton, en Siruela o Historia íntima de la humanidad, de Theodore Zeldin, en Plataforma. Y ya para paladares atrevidos y deseosos de profundizar en el tiempo presente, la lista de títulos que el coreano Byung- Chul Han ofrece en la colección de la editorial Herder dirigida por Manuel Cruz: La sociedad del cansancio, la sociedad de la transparencia, El aroma del tiempo o La agonía de Eros, entre otros.
Y por no alargarme en demasía, no se pierdan dos biografías de gran valor literario: Virginia Woolf. La vida por escrito, de Irene Chikiar Bauer, en Taurus. Y La espada y la palabra. Vida de Valle Inclán, de Manuel Alberca, Premio Comillas, publicado en la editorial Tusquets.
Consciente de que esta nómina es tan escasa como subjetiva, permítanme acabar con un pequeño homenaje a mi admirado Eduardo Galeano -fallecido hace un par de meses- recomendándoles este enlace al pdf de su excepcional Libro de los abrazos. Y, ahora sí, les dejo con este fragmento del Himno a la claridad, de Raquel Lanseros, publicado en la antología de toda su obra anteriormente mencionada:
Que nada nos detenga. La llamada
del infinito debe obedecerse.
Soberana inquietud que nos animas,
enséñanos a merecer el néctar
de estos días que nos tocan. Muéstranos
un modo de luchar contra el vacío
de este dulce interludio. Que la fe
en la alegría posible no abandone
ni la razón despierta ni el recuerdo.
Feliz verano. En la mejor compañía. Grato descanso. Lecturas suculentas.
Hasta septiembre.
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”