Més val un vell que estar sense ell

Antes a los más mayores se les tenía mucha más consideración y respeto que hoy. Se les valoraba por su sabiduría, por su experiencia y se les quería, admiraba y respetaba. A los mayores se les hablaba de usted y también se solían dirigir de este modo los hijos a sus padres. Aunque, quizás es verdad, que también en algunas ocasiones los mayores tenían actitudes muy rígidas lo que hacía que lo niños les tuviesen un poco de miedo.
La opinión de los padres y de los abuelos era muy válida y respetada por los hijos y por los nietos. Consultar a los padres a la hora de tener que tomar una decisión o una iniciativa era práctica habitual -incluso cuando los hijos eran mayores-. A los mayores se les escuchaba, se les respetaba y se les obedecía, haciendo realidad el dicho: “No desprecies los consejos de los sabios y los viejos”.

Los padres cuando se hacían mayores casi siempre vivían con los hijos y en el Petrer de aquellos tiempos era casi impensable llevar a un mayor al asilo. Estaba muy mal visto y suponía una bajeza para la familia que lo hacía. Sólo las familias extremadamente pobres -los pobres de solemnidad- o los mayores que no tenían ningún familiar acababan sus vidas en el asilo. Se contaba una especie de historieta que hacía referencia a un hijo que llevaba a su padre al asilo; en el trayecto, a mitad del camino, pararon a descansar y el padre le dijo al hijo: “En este mismo lugar descansé yo cuando fui a llevar a mi padre”. Entonces el hijo recapacitó y dijo: “Aquí nos volvemos”, pensando que algún día podría sucederle a él lo mismo.

Un dicho que solían decir mucho era: “Més val un vell que estar sense ell”. En las casas la mejor silla y el mejor rincón, generalmente junto al fuego del hogar, era para los mayores. Cuando los ancianos iban a la casa de sus hijos a comer, enseguida éstos enviaban a los más pequeños de la casa a las bodegas a traer vino o tabaco para el abuelo con el fin de agasajarlo.

Los nietos, cuando eran pequeños, en la mayoría de las ocasiones se acostaban en la misma cama que la abuela. Los abuelos, al igual que ocurre ahora, consentían mucho a los nietos, pero preferentemente a los más pequeños.
Los ancianos solían ir a tomar el sol al lugar conocido como el cantó del mentirós -actual esquina de la calle José Perseguer con Leopoldo Pardines. Este nombre era debido a que allí los más mayores se juntaban, exageraban e inventaban algunos de los hechos que narraban. También se concentraban en la placeta de La Foia y en el actual inicio de la calle Constitució que lindaba con el Ayuntamiento estando en aquellos años la calle cerrada. Los más mayores siempre buscaban lugares soleados para su esparcimiento. Era frecuente verlos con sus blusas negras o grises, con sus fajas y con sus mecheros de los que pendían mechas amarillas deslizando la llesca sobre la rueda de la que saltaba la chispa que prendía en la mecha para encender así los cigarros de picadura que ellos mismos liaban.

Las abuelas en verano se sentaban a la puerta de su casa a hablar o hacer labores: ganchillo, randa (bolillos) y remiendos. En invierno se reunían junto a la chimenea y hacían rosas (palomitas), contaban cuentos a los niños, mientras los abuelos hacían cuerda (pleita) con esparto.

Esta crónica quiere ser un recuerdo a nuestros mayores que con su sabiduría y con su manera de hacer dotaron de identidad a Petrer. Un merecido recuerdo desde estas líneas a todos los que nos precedieron e inculcaron respeto a “lo nuestro”, además de dejarnos gratos recuerdos. Va por ellos.


M.ª Carmen Rico Navarro cursó estudios de Geografía e Historia en la Universidad de Alicante, licenciándose con Grado con la presentación del estudio sobre la tradición alfarera de Petrer, obtuvo la calificación de sobresaliente por unanimidad (1996).
Desde 1983 es Técnico de Archivos y Bibliotecas del Excelentísimo Ayuntamiento de Petrer. Estudiosa de la historia y los temas de Petrer, su localidad natal, de la que es cronista oficial desde 1994.
Es autora de varios libros y trabajos de investigación entre los que destacan: Del barro al cacharro: La artesanía alfarera de Petrer (1996), Azorín y Petrer (1998), Catálogo del pintor Vicente Poveda y Juan (1998), Apuntes para la historia de Petrer: Vida y obra del presbítero Conrado Poveda (2000), Las calles de Petrer (2002), La lectura en Petrer (2005), Historia de la sanidad en Petrer (en colaboración) (2006), Un siglo de música, publicación que obtuvo el Premio Euterpe (2006), Petrer 1935: Un pueblo en blanco y negro (2007) y El marquesado de Noguera: Un señorío nobiliario en Petrer (en colaboración) (2014). Además ha escrito numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas.
Ha dirigido la revista cultural Festa en distintos periodos (1988-1994, 1997-1998 y 2001) y las colecciones de monografías “Vila de Petrer” y “L’Almorxó”.
Además fue la primera pregonera de las fiestas de la Virgen del Remedio en 2015 y es buena conocedora y una apasionada de las fiestas de San Bonifacio colaborando siempre con todas las directivas.
M.ª Carmen se ha dedicado durante muchos años a investigar y divulgar el patrimonio local. Por todo lo expuesto y porque siempre ha sido una amiga y estrecha colaboradoras de Valle de Elda le damos la bienvenida y os invitamos, a partir de hoy, a leer y a disfrutar de sus Crónicas de Petrer.