Makers (Personas que hacen)
Desde siempre hemos creado cosas, las hemos inventado o fabricado en la medida de nuestras posibilidades y necesidades. Es un rasgo atávico de los seres humanos, por decirlo así, perteneciente a su idiosincrasia. En los últimos años se ha dado un salto cualitativo en esta cultura del hacer con cierto impacto en la economía y la sociedad, una tendencia emergente que también cabe relacionar con la educación que responde a sus retos.
El movimiento o cultura maker se ha popularizado en la actualidad como consecuencia de algunos factores propios de nuestro tiempo: disponibilidad de tecnologías y herramientas de diseño y fabricación más accesibles (por ejemplo, las impresoras 3-D), un mundo globalizado y conectado por redes que facilitan la financiación colaborativa (crowdfunding o micromecenazgo), la fabricación en cierta cantidad por encargo y la distribución y comercialización de creaciones.
Conocimientos y medios más accesibles propician muy diversos proyectos a pequeña y mediana escala, desarrollados por lo común con un alto grado de personalización. Se multiplican plataformas y espacios que sirven de caldo de cultivo y de motivación para nuevas creaciones y nuevos creadores y creadoras empoderados y empoderadas, por la tecnología disponible y por la trama de cooperación.
Son en efecto dos pilares relacionados e imprescindibles para este movimiento. No obstante, me gustaría referirme, más que al contexto tecnológico en el que tiene lugar el auge de lo maker, a las consecuencias educativas de esta forma de interactuar con cosas y personas, en sus valores y exigencias. Esto es en gran parte independiente del número de personas implicadas y la profundidad de su implicación. La llamada subyacente a este movimiento es la de un cambio, que también debería propiciarse desde el sistema educativo, hacia la iniciativa, la actividad y el valor de la práctica.
Valores como el emprendimiento bien entendido, la valentía a la hora de afrontar retos, la formación continua en función de una realidad cambiante, el valor de los procesos, la curiosidad y la insatisfacción como motores del hacer y del aprender a hacer.
Una lectura de documentación relativa a este movimiento nos podría llevar a considerar un valor quizás menos evidente a primera vista pero importante como lo es el de la sostenibilidad. Crear algo propio, involucrarse en su fabricación conduce a un especial vínculo con lo creado bastante diferente de la que se tiene hacia lo producido para el consumo en masa y su sustitución a las primeras de cambio, en cuanto una moda fomentada por criterios ajenos lo hace prescindible u obsoleto, incluso aunque todavía pueda utilizarse.
Sin salir de la llamada a educar en una escala humana y no masiva, lo maker nos recuerda el valor de la colaboración en una medida mucho más acentuada que sus referentes pasados. No es tanto el hazlo tú mismo o tu misma en el que el tú mismo o tú misma es una isla, un garaje con las puertas bajadas. Lo que distingue esta cultura de cualquier otra es la mayor posibilidad de encontrarse (ferias, laboratorios, la red...) y apoyar la creación y su proceso. Hoy como nunca ese encuentro puede resultar inesperado y diverso más allá de lo imaginable, lo cual nos remite a la importancia de la inclusividad que haga posible un mayor enriquecimiento.
Lo maker se nos puede presentar como el nuevo paradigma socioeconómico llamado a solucionar nuestros males, una cultura con mayor o menor influencia, una corriente efímera o limitada en tanto que afecte a intereses más poderosos... Se expresan aquí y allá muchas opiniones al respecto y requeriría más tiempo y más espacio debatirlas. En todo caso, creo que lo importante es el hecho de que asistamos a una inquietud ancestral pero en un ámbito (no solo el tecnológico, si bien inexplicable sin él) que revoluciona lo que hemos entendido por hacer, producto y hacedor o hacedora.
Del hacer al ser, al reflexionar sobre lo que queremos ser y lo que necesitamos aprender para ello, al menos, deberíamos prestar atención a estas manifestaciones, más o menos prominentes, pero ancladas en una realidad que se empeña en decirnos algo.
Para saber más
El movimiento maker impulsa un nuevo sistema productivo y de consumo sostenible por Ignasi Clos
Maker Movement, una nueva cultura de invención e innovación por Santiago Arango Sarmiento
Jesús María "Pitxu" García Sáenz (Vitoria-Gasteiz, 1970) es doctor en Filosofía y Letras (sección Filología Hispánica) por la Universidad de Deusto. Como profesor de Secundaria ha trabajado en el IES Azorín de Petrer y en el CEFIRE de Elda, en la asesoría de plurilingüismo y en las de referencia sobre programas europeos y coeducación.