Poder Canijo. ¿Enseñar deleitando?
El pasado domingo se estrenó en La 1 de TVE el programa Poder Canijo, un espacio en el que durante una hora, varios profesores y profesoras exponían experiencias innovadoras llevadas a cabo en el aula. Una corrección: no es que la hora completa se centre en las cuatro intervenciones docentes. A lo largo, y de veras que se alargan, de estos 60 minutos, también pudimos sufrir con la intervención de dos seres llamados Tikis y Mikis, que recuerdan de forma muy sospechosa a los personajes Trancas y Barrancas del programa El Hormiguero, las ocurrencias de unos niños y niñas de primaria, supervivientes de algún implacable casting, y varias intervenciones, no siempre afortunadas, de quienes colaboran.
El programa venía precedido antes del estreno de un inacostumbrado revuelo mediático, tanto por los apellidos de sus promotores (Fundación Telefónica) como por el debate suscitado, sobre todo, en las redes sociales acerca de sus pretendidas bondades o maldades. Toda esta expectación terminó objetivamente en un comienzo flojo con un 5,2 % de cuota de pantalla y alrededor de 665.000 televidentes.
El debate subsecuente en las redes y en bastantes críticas a través de otros medios registra también valoraciones en torno al enfoque, los participantes, los contenidos... pero, sobre todo, el tratamiento de un programa lanzado con el propósito de reconocer el talento de los docentes y su contribución a la transformación del proceso educativo o de constituirse en un escaparate de algunas de las metodologías más innovadoras de docentes en activo, de Primaria y Secundaria, de toda España.
Esto objetivamente. Subjetivamente, supuso perder, mea culpa, la oportunidad de oxigenarme con un paseo dominical, que hubiera contribuido mucho más, por lo que me toca, a la mejora de la educación. No voy a detenerme mucho en lo poco o nada que me gustó el programa, sino en lo que entiendo que suponen estas propuestas, más en la programación de la televisión pública, para la imagen de educación que pueden llegar a formarse quienes, por descuido o por casualidad, más o menos distantes de este ámbito y con mayor o menor conocimiento de él, se dieron de bruces con el engendro.
Una de las ideas que el programa pudo transmitir (no fue así) radica en el reflejo del contexto en el que tienen lugar esas prácticas innovadoras, aspecto fundamental en mi opinión. Las propuestas docentes han recibido críticas en cuanto a si mostraban una versión excesivamente edulcorada y maravillosa de las clases en las que se desarrollaban como caldo de cultivo propicio para el éxito y la innovación. Tal vez sea un reproche justificado. Aunque no fuera así, se echaban de menos actuaciones más globales desde los centros, no solo a partir de la iniciativa de un o de una docente.
No juzgo las propuestas, que pueden tener su mérito ni a las y los profesionales que aparecían, es la perspectiva dañina de que cada maestrilla y cada maestrillo siguen teniendo su librillo, su iPad o su buena idea capaz de despertar por unos segundos la sorpresa o de entretener. Un entretenimiento como el que pretendían algunos experimentos, que no se sabe si eran teloneros o elementos estelares del programa. Un entretenimiento que camufla dinámicas de trabajo más globales, dificultades y demandas profesionales y organizativas mucho más prosaicas pero reales y sobre las que se requiere una actuación urgente.
Si la primera entrega de Poder Canijo tuvo un problema (aparte de la insulsez o la falta de originalidad), fue de concepto, como señala en la antológica frase Manuel Manquiña/ Pazos, en la película Airbag (Mira nena, aquí hay una cuestión: el concepto es el concepto. Esa es la cuestión).
¿Qué se pretendía? No me vale la publicidad previa del programa porque no es consecuente con el producto final. Si se hubieran querido visibilizar metodologías innovadoras y el buen hacer del profesorado, casi mejor podían haber propuesto un reportaje donde este y aquellas hubieran tenido suficiente amplitud y protagonismo y se habría hecho mucho más hincapié en su contexto y en el valor que suponen en y para él.
Más da la impresión de que lo educativo fue, una vez más, un argumento espurio para plantear un programa entretenido, de esos que ven el domingo por la tarde quienes no tienen mucho interés por el fútbol, un programa aproblemático y superficial, plagado de tópicos que se sitúan en las antípodas de la innovación bien entendida.
El mantra de que, hoy en día más que nunca, se habla de la educación esconde las miserias de la falta de calidad de este discurso. Cito de nuevo a Manquiña/ Pazos:
Pero, ¿y el concepto?, ¿eh?, ¿eh? Amiga, a los hechos me repito.
Para saber más:
Jesús María "Pitxu" García Sáenz (Vitoria-Gasteiz, 1970) es doctor en Filosofía y Letras (sección Filología Hispánica) por la Universidad de Deusto. Como profesor de Secundaria ha trabajado en el IES Azorín de Petrer y en el CEFIRE de Elda, en la asesoría de plurilingüismo y en las de referencia sobre programas europeos y coeducación.