jueves, 7 de noviembre de 2024

Un alcalde para la guerra

Gabriel Segura
27 agosto 2018
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Un alcalde para la guerra

Dicen que las personas demuestran su grandeza en los momentos difíciles. Y en las peores circunstancias de la historia de España durante el siglo XX le tocó gobernar el Ayuntamiento a Manuel Bellot Orgilés, alcalde de Elda entre agosto de 1936 y julio de 1938.

Un miércoles 26 de agosto de 1936, reunido en sesión extraordinaria el Consejo Municipal eldense (denominación de los ayuntamientos en la zona republicana durante la guerra civil) Manuel Bellot Orgilés es elegido presidente del mismo. Corporación municipal que venía a sustituir la que había dirigido hasta julio de 1936 el ayuntamiento eldense, presidida por Vicente Gil Navarro, quien, al igual que la mayor parte de autoridades que permanecieron fieles a la República, se vieron superados por los acontecimientos y la violencia desatada por las organizaciones sindicales, a pesar de los intentos del gobierno republicano de impedir asesinatos, saqueos, expolios e incendios de edificios religiosos.

Manuel Bellot, apodado popularmente como “el Mona”, nació en 1902 en el seno de una familia eldense y se formó en las directrices de la Escuela Racionalista, caracterizándose desde muy pronto por la búsqueda de la justicia social. Activo militante anarcosindicalista, su preparación le llevó a ser representante de las agrupaciones de Elda y Monóvar en diversas conferencias y congresos de la CNT.

Su compromiso social, su activismo sindical, su formación y su prestigio entre la clase obrera fueron, sin duda, elementos valorados en su elección para la más alta magistratura municipal eldense en pleno conflicto bélico. Desde su puesto en el ayuntamiento eldense tuvo que hacer frente a la violencia descontrolada de los elementos más radicales, a la llegada de cientos de refugiados desde las zonas del frente, a la carestía y racionamiento de alimentos básicos para una población desabastecida por su carácter industrial, etc.

Como muy bien señala Juan Vera Gil en su excelente y esclarecedora semblanza biográfica “Manuel Bellot Orgilés. Noticias de una alcalde silenciado” (Alborada, 2002), como máximo responsable municipal fue presionado, bajo la amenaza de ser acusado y fusilado, por los elementos más extremistas y violentos para que firmara, contra su voluntad, la demolición de la iglesia parroquial de Santa Ana.

Su humanidad queda patente en las vidas salvadas a personas “desafectas a la República”, caso que ejemplariza el empresario Francisco Vera Santos, quien sería posteriormente primer alcalde de Elda tras el 1 de abril de 1939; o el maestro local Francisco Alba Marzo. Acciones a las que hay que sumar el salvar de la muerte a las monjas del Hospital Municipal, permitiendo que siguieran prestando servicios sanitarios, pero vestidas de milicianas durante toda la contienda. Y cuya seguridad, Manuel Bellot asumió como propia.

Gobernó el municipio desde el 26 de agosto de 1936 hasta el de 1938, cuando fue movilizada su quinta y tuvo que en junio-julio marchar al frente; siendo sustituido al frente del Consejo Municipal eldense por Manuel Vera Rico, otro obrero de la industria del calzado.

Manuel Bellot Orgilés junto a su esposa Bárbara Cortés Vera y sus hijas Walkiría, Anarquía, Aida y su hijo Proteo.

Gabriel Segura
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