“Vacaciones en paz”, un paréntesis de diversión para niños del desierto
Por suerte para algunos niños del Sáhara, existe un programa solidario llamado “Vacaciones en paz”, que durante los meses de verano les permite disfrutar de unos días divertidos. En nuestra comarca, tres niños saharauis han podido huir del sofocante desierto y refugiarse en la casa de tres familias de Elda, Petrer y Monóvar. Seid, Mahfud y Cabara se quitaron la arena de los zapatos de su campamento de refugiados en Tinduf (Argelia) para llegar a principios de julio a las vidas de Maribel, Belén y Silvana y de sus familias. Los pequeños tienen entre nueve y diez años y, aunque apenas hablan español, son capaces de comunicar con monosílabos y gestos lo feliz que les hace estar viviendo estos momentos en sus nuevas casas.
A mediados de los 80 se puso en marcha el proyecto “Vacaciones en Paz” de la mano de las diferentes asociaciones Amigos del Pueblo Saharaui. Entre sus objetivos se encontraba permitir que los niños y niñas saharauis escaparan de las duras condiciones del desierto en verano, que llega a alcanzar los 50º, así como proporcionarles un equilibrio nutricional, fomentar el aprendizaje del español, posibilitar que estos refugiados puedan vivir experiencias tanto lúdicas como educativas o dar a conocer la causa saharaui.
Lamira Bomba, presidenta del proyecto “Vacaciones en paz” de Monóvar, es también saharaui y vino a España en el año 1997 de la mano de esta misma asociación. Según ella, esta es una forma de darles la oportunidad de que los niños conozcan “que hay un mundo fuera y un futuro lejos de ese inhóspito desierto. Este programa es una forma de devolverles a esos niños la infancia robada, porque en el Sáhara crecemos antes de tiempo”, afirma. El pequeño Seid, por ejemplo, a su corta edad ya cuida en los campamentos de los animales de la familia como camellos, conejos...
Los padres y madres de acogida aseguran que "estos niños son ya parte de nuestras familias" y no dudan en animar a más personas "a que se sumen a este proyecto", afirma Belén. Desde el refugio que es su casa actual, reciben una adecuada alimentación, revisiones médicas y todas las actividades que un niño merece en estos meses de vacaciones: salidas al parque, juegos en la piscina, escapadas a la playa… No obstante, afirman que les ofrecen algo todavía más valioso: poder soñar con un futuro: “Venir aquí les motiva a estudiar. Les enseñamos que hay una vida mejor, que no solo existen las guerrillas y que de mayores pueden estudiar para ser algo más. Les damos la oportunidad de salir de allí, porque en los campamentos de refugiados no se les permite soñar”, indica Maribel.
El programa acaba para estos niños a los 11 años de edad y hasta entonces ven la oportunidad de venir a España “como un trofeo”, puesto que si sacan buenas notas, tienen más posibilidades de venir en verano, ya que no hay suficientes familias de acogida para toda la demanda que existe. Así que regresan al desierto con la idea de que si se portan bien y estudian mucho podrán volver.
Lola fue la madre de acogida de Seid el verano pasado. Afirma que “nadie elige donde nace” y condena el rechazo que existe hacia los refugiados. Coincide con la presidenta de la asociación de Monóvar -cuenta con la financiación del Ayuntamiento de la ciudad- que “Vacaciones en Paz” es educativo tanto para los niños saharauis como para sus familias españolas y cree firmemente que ayuda a sus hijos a aprender acerca del valor de ayudar, sobre la necesidad de compartir y llevarán consigo el tener siempre “los pies en la tierra”. De hecho, uno de los hijos pequeños de la familia de Maribel asegura: “Yo siento que es un hermano más. Nunca había vivido una experiencia así y ahora sé que son muy duras las condiciones en el Sáhara porque allí a veces no tienen ni luz. La verdad es que no sé qué haría yo allí”, concluye el niño.
A principios de septiembre llegará para todos el momento de los abrazos con fuerza y de girarse por última vez para ver cómo cruzan esa frontera que los separará durante meses o quién sabe si para siempre. “Cuando se vayan es cuando las familias se van a dar cuenta realmente de todo lo que les han dado”, asegura Lola. Con lágrimas en los ojos, los adultos saben que pronto acabará un verano que les ha cambiado la vida y la perspectiva, mientras que para los niños llegará el final de sus vacaciones de la paz y de su refugio de los sueños.