Charo Navalón: "La fábrica de Emérito Maestre es una oportunidad perdida para potenciar el turismo industrial, pero aún se podría recuperar alguna de sus viviendas"
Charo Navalón es profesora titular de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante desde 2001, donde ha desarrollado su docencia fundamentalmente en las titulaciones relacionadas con elTurismo. Además, es coordinadora de la Sede de esta Universidad en Elda desde 2016. En su ponencia recogida en las actas del congreso De la artesanía a la industria, celebrado en Elda, pone de manifiesto el gran potencial que tendrían Elda y Petrer, así como el resto de poblaciones que recorre el río Vinalopó, como lugares visitables turísticamente por sus restos de la actividad industrial del pasado, pero también del presente, con visitas a fábricas, y futuro. Aunque muchos elementos han desaparecido, como la fábrica de Emérito Maestre, quedan en pie otros edificios como las viviendas que este empresario construyó para sus trabajadores.
¿Qué es el turismo industrial?
Hay diversas definiciones para esta modalidad turística, que se vincula al turismo cultural. Para mí, turismo industrial es el conjunto de prácticas turísticas que tienen como motivación principal conocer y comprender el mundo del trabajo (puede ser estrictamente industrial o referirse a otros procesos de transformación), y puede ser tanto del pasado, como del presente, e incluso del futuro, si incorporamos la innovación e investigación referida a la industria. Según esto, el turismo industrial presenta dos orientaciones: por una parte la visita con fines recreativos y turísticos de elementos del patrimonio de la industria que se desarrolló en el pasado. Se habla entonces de arqueología industrial y nos permite comprender cómo se trabajaba, se vivía en aquella época a partir del tiempo del trabajo. La otra orientación, es la visita a las industrias en activo. Es lo que llamamos visitas a industria viva. En este caso interesa conocer los procesos productivos, la tecnología, el cómo se hacen las cosas, la degustación de productos e incluso su compra en el lugar de fabricación.
¿Qué elementos poseen Elda o Petrer que se puedan ofrecer como edificios históricos del turismo industrial?
La verdad es que en el entorno del río Vinalopó, desde su nacimiento hasta su desembocadura, hay mucho más patrimonio industrial del que se conoce y, además, con una notable diversidad que no se da en otros lugares del país. Desde los molinos papeleros de los inicios de la industrialización en España de Banyeres de Mariola, a los lugares vinculados a la producción de vino, aceite, juguete, textil, zapato y marroquinería, piedra, especias, bebidas espirituosas, etc. la variedad es enorme. En cuanto a Elda-Petrer, es cierto que en ambos municipios ha habido un descuido importante que ha hecho que los edificios que pudieran considerarse patrimonio industrial y que pudieran emplearse como ejemplos de este turismo industrial han ido desapareciendo poco a poco. En concreto en estos dos municipios pueden encontrarse elementos vinculados a la industria hidroeléctrica, en la fábrica de la luz en las proximidades del Monastil, a la industria de la piedra, en los refugios canteros de Bateig, a la producción en tiempo de guerra en la Ciudad sin Ley, a la industria de hormas de la fábrica Aguado, otros como el edificio de Kurhapies, la fábrica de Beneit, y, como no, el Museo del calzado que sustituye al desaparecido edificio de FICIA. Además, sería muy interesante también incluir a Inescop, como entidad que innova y que conecta con el futuro del sector del calzado. Pero todos tenemos en mente las demolidas fábricas de Luvi, o la de Emérito Maestre, entre muchas otras como la de Rodolfo Guarinos, que podrían haber sido exponente del patrimonio industrial de estas ciudades.
¿Considera que habría público para ello?
El turismo industrial resulta interesante pues satisface la curiosidad que todos tenemos por comprender nuestro pasado y saber cómo hemos llegado hasta donde estamos. Resulta interesante entender cómo hemos evolucionado y cambiado. Además, nos gusta saber cómo se hacen las cosas, y cuáles son los procesos de producción que ponen en nuestras manos productos cotidianos. Ese es el punto de partida.
Si se abre al público un espacio de la industria, sea del patrimonio histórico o una fábrica en activo, lo más importante es que sea interesante para el visitante. Ello conlleva una planificación consciente para hacer posible que el turista comprenda de forma adecuada cómo se realizaban la producción, cómo era el espacio de trabajo en pasado, cómo funcionaban las máquinas, cómo se trabajaba en esos lugares, qué utensilios de empleaban y cómo se relacionaban los obreros entre sí y con el patrón. Responder a las preguntas de qué, cómo, dónde y cuándo, es cuestión clave. La simple apertura de edificios no es atractiva por sí misma, más allá de una curiosidad inicial. Si se desea atraer a un público potencial, que sí existe, como se puede comprobar en productos puestos en marcha en otras regiones, hay que adecuar los espacios de interés para que sean interesantes para el público. Siempre digo que en Elda-Petrer existen elementos con potencial, que pueden resultan atractivos y convertirse en recursos turísticos. Pero lo que hay que hacer es crear productos, que sean viables y que puedan generar beneficios a medio y largo plazo.
La fábrica de Emérito Maestre se derribó hace meses, pero quedan en pie las viviendas que construyó para los empleados, como vestigio de aquella época. ¿Cree que podrían rehabilitarse?
Precisamente este es un ejemplo de una gran oportunidad perdida, pues la fábrica ya no está. Pero, aun así, habría opciones de adecuar algunas de estas viviendas para un uso turístico, y otras dedicarlas a otros fines culturales. Si se tomase alguna de estas viviendas para recuperar la memoria de lo que era ese conjunto de fábrica y viviendas, y se recreara en alguna de ellas el modo de vida de una familia obrera vinculada a la fábrica, en sus inicios, con sus muebles, utensilios, podría resultar interesante. Recordad que el éxito de las casas cueva de Petrer viene simplemente del hecho de observar y reconocer la cotidianeidad de esas casas. Si además el planteamiento fuera más experiencial (aunque fuera pocos días al mes), con algunos personajes que dieran vida a los distintos momentos del día en esas habitaciones podría resultar muy interesante.
¿Elda y Petrer tienen pues, posibilidades de desarrollar el turismo industrial?
No me cabe duda de que podrían ponerse en marcha iniciativas en las dos orientaciones: arqueología industrial e industria viva. Pero, como comentaba, no solo se ha de plantear con la apertura de un recinto o una fábrica al público sin más. Ha de hacerse a partir de una propuesta planificada, en la que se define claramente cómo y quién realiza la atención al público, cuáles son los recorridos, qué se cuenta o qué se permite en cada uno de ellos. No es fácil, pero el potencial es enorme.
¿Qué haría falta para ello? Pues parecen inversiones muy costosas.
En algunos casos, como en los edificios del patrimonio histórico que están en mal estado la inversión para hacer posible la visita lógicamente es muy cuantiosa. A pesar ello, pienso que debería hacerse un esfuerzo por consolidar y recuperar algunos de estos inmuebles, antes de que se vengan abajo. En otros casos, los edificios de la industria están en buen estado y solo hay que plantear nuevas propuestas que mejoren la interpretación del patrimonio material e inmaterial, y que se dinamicen las visitas, a partir de propuestas adecuadas a las necesidades de la demanda. Este sería el caso del Museo del calzado, de la cooperativa agrícola de Petrer, o de algunos pequeños museos como el de hormas Aguado, por ejemplo.
En el caso de visitas a industria viva, dependiendo de las características y naturaleza de las fábricas, se trata de plantear cómo realizar una circulación segura y confortable, tanto para visitantes como para los trabajadores. Por tanto, es cuestión de estudiar espacios, tiempos, y sobre todo, identificar quiénes son los agentes necesarios para hacer posible la visita de forma que sea compatible la producción y la deambulación de turistas.
En su ponencia expone nueve ejes temáticos para establecer rutas, desde el mármol hasta los juguetes, pasando por el calzado, la marroquinería o la artesanía de la fiesta de Moros y cristianos. ¿Algunas localidades llevan la delantera en este sentido?
Si, sin duda hay municipios que ya están trabajando en productos de turismo industrial y que tienen claro cómo avanzar, con proyectos muy potentes para recuperar edificios clave, como es el caso del futuro museo en Villena en el edificio de la Electro-harinera, o el proyecto de harinera en Pinoso. En algunos casos se propone la combinación de la visita de elementos de patrimonio industrial con la industria viva, realmente interesantes, en el caso de la industria juguetera en Ibi, o en bodegas de la Ruta del vino. Aunque queda mucho por hacer. Pinoso, por ejemplo, a partir de su pequeño centro de interpretación, articula propuestas relacionadas con la ruta del vino, puntualmente también visitas a canteras de mármol, e incluso a industria agroalimentaria. Lo mismo hace con rutas puntuales en torno al mármol, las especias o la uva del municipio de Novelda. Villena también tiene algunos productos concretos ya en marcha, por ejemplo, con la miel. La iniciativa de Elda-Petrer 37 grados tenía este punto de partida de turismo industrial pero, a mi juicio, al final quedó en una propuesta más comercial que vinculada al patrimonio del trabajo y la industria del calzado y la marroquinería.
En Elda contamos con el Museo del Calzado, ¿qué papel debería jugar?
El Museo del calzado de Elda es un activo que debería recibir mayor atención por parte de todos: administraciones públicas a distintas escalas, centros educativos, sociedad en general y agentes turísticos. Su peculiar situación en cuanto a la propiedad hace más complicado poner en marcha soluciones rápidas. Creo que es una entidad que podría ser polo aglutinador de diversas propuestas vinculadas al patrimonio industrial y a la industria viva. No tengo dudas. Es un edificio potente, con unas dimensiones adecuadas, accesible, visible y conocido en la ciudad. Debería convertirse en lugar de referencia y puerta de entrada al turismo en torno a la industria del calzado; ser el lugar clave de la dinamización de actividades culturales y recreativas en torno a esta industria. Pero también pienso que necesita recursos necesarios para cambiar drásticamente el modelo expositivo, para hacerlo más actual, dinámico y adaptado a las necesidades de los visitantes (de todas las edades).
Parece que los museos también necesitan un cambio de modelo para ser más interactivos.
Sin duda, el modelo de museo como exposición de un sin fin de objetos en vitrinas ya no sirve. Un buen museo no es el que expone más piezas que abarrotan las vitrinas. Los visitantes actuales buscamos comprender las razones por las que una pieza es relevante. Cada elemento debe situarse en un contexto, ser explicado, aludiendo a lo que nos conecta con él. Una correcta interpretación del patrimonio es fundamental. En ocasiones simplemente un dibujo, una cartela bien redactada y con intención, unos lugares que permiten la interacción y la manipulación, nos hacen comprender mucho mejor su valor de los objetos y procesos. Además la comprensión (y diversión) nos lleva a valorar el patrimonio y del aprecio pasaremos a la mejor conservación.
El Museo del Calzado está gestionado por un patronato mixto de fondos públicos y privados, y a veces parece que queda en tierra de nadie y, finalmente, ni las empresas ni las instituciones abordan, no ya su modernización, sino su correcto mantenimiento. ¿Cuál podría ser a su juicio como experta la mejor solución para que fuera el buque insignia del turismo local?
El museo del calzado debería ser público, del municipio o de la Generalitat, pero es evidente que no puede seguir gestionándose del modo actual. Como comentaba, el edificio podría albergar un proyecto que vaya incluso más allá de la actividad museística y que sirva de polo gestor que conecte actividades turístico recreativas y culturales temáticas a desarrollar en todo el territorio zapatero de las comarcas del Vinalopó. El punto de partida es la seguridad de su estatus y la dotación presupuestaria y de personal suficiente. A partir de ahí, se debería desarrollar un proyecto completo con varias líneas de trabajo: un nuevo proyecto museográfico, adecuación de salas y selección de los elementos expuestos, mantenimiento del edificio, una dotación de personal suficiente para atender las visitas y proponer acciones de dinamización, entre muchas otras cosas.
¿Cree que los ciudadanos estamos concienciados sobre el valor del turismo industrial?
No, creo que estamos lejos de poseer una conciencia suficiente sobre el valor del patrimonio industrial. Suele ocurrir que aquello que está próximo y que forma parte de nuestro día a día cotidiano no se valora. Nos pasa con edificios que vemos a diario y que solo apreciamos cuando desaparecen, y entonces ya no tiene remedio. Por eso comentaba que debería trabajarse mejor un discurso que nos haga valorar lo que tenemos, porque nos vincula con el pasado de nuestro pueblo, con la identidad. Se puede hacer con pequeñas cosas, con una buena explicación de los objetos, los procesos de producción, las personas que intervienen.
La industria del calzado es muy intensiva en mano de obra y eso se conoce poco. Para que un zapato llegue a nuestros pies debe pasar por muchas manos. A los eldenses eso no nos sorprende, forma parte de la cultura local, es normal. Pero si le decimos a una persona ajena a la industria zapatera, todo lo que hay que hacer, desde el diseño, la elección de la piel, hasta que llega a las tiendas, le resulta fascinante. Si un turista conoce este proceso valora mucho más la calidad del zapato eldense y comprende mejor el precio, e incluso se fideliza con los productos del lugar que ha visitado y los recomienda. Lo mismo pasa con otros productos de la industria. El turismo industrial, no implica solo el abrir la puerta de un museo o de una fábrica al público, conlleva ser capaz de crear una propuesta completa que explica al visitante que la industria conecta con las personas que trabajan en ese lugar y que los productos resultantes son importantes para un lugar.
Los lugares industriales, que no están acostumbrados a recibir turistas, perciben a los visitantes como algo extraño, que no va con ellos, que le molestan. Por el contrario, si se concibiera el turismo industrial como una tarea que atrae y acoge al visitante para enseñarle el valor del trabajo de un pueblo, que además –si se hace bien- puede convertirles en embajadores de lugar, la cosa cambiaría.
Queda mucho por hacer, pero el potencial de desarrollo que posee es enorme. Solo es cuestión de tomarlo en serio y trabajar en ello.