Laura Pérez, enfermera: "No hay mejor tratamiento que tender la mano al paciente que lo necesita"
Laura Pérez Gómez es enfermera en el servicio de Medicina Interna del Hospital General Universitario de Elda y escribe sobre cómo le ha cambiado la vida tanto a nivel personal como profesional desde que esta pandemia llegó a España.
“Cuando el 7 de enero del 2020 cumplí mis 25 años, pensé que este año iba a ser diferente ya que era un cuarto de siglo, pero jamás se me pasó por la cabeza que para celebrarlo tuviera que llegar un virus, al que le pusieron de nombre COVID-19, que ha sido capaz de poner el mundo patas arriba.
Desde que tenemos este virus con nosotros mi vida ha dado un giro tanto a nivel personal como profesional, y me gustaría recalcar tanto lo positivo como lo negativo de esto. Voy a empezar por lo negativo, ya que a mí siempre me ha gustado dejar lo mejor para el final.
Lo peor desde el lado profesional ha sido que con este virus todo era nuevo. Sinceramente, muchos de nosotros, por no decir la mayoría, cuando veíamos por la tele que estaba en China e Italia no creíamos que iba a llegar hasta España.
Al principio, cuando nos dijeron que ya teníamos los primeros casos de coronavirus en el Hospital de Elda, tanto a mí como a algunos de mis compañeros se nos hizo un nudo en la garganta por el hecho de que era una novedad en nuestro trabajo. No fue miedo a si podríamos afrontar esta batalla porque confiaba al cien por cien en el equipo tan humano y profesional que hay en Medicina Interna, como me han demostrado desde el minuto uno en que llegué allí el primer día de trabajo, cuando me acogieron como una más y me dieron todo su apoyo y confianza.
Otra de las cosas que nos creaba incertidumbre era que cada día había algo nuevo que aprender, cambios en los protocolos, en cómo teníamos que hacer las cosas, y eso a mí personalmente me creaba un poco de inseguridad porque no sabía si lo haría bien. Mi mayor preocupación eran nuestros queridos EPI (Equipo de Protección Individual), que nos enseñaron a quitarnos con sumo cuidado: llevábamos gorro, gafas, mascarillas, guantes, batas… que gracias a la solidaridad de la gente no nos han faltado nunca, como las pantallas que nos trajeron, que eran más seguras que las gafas porque nos protegían mejor. Además, nosotros mismos hemos aprendido a gestionar sin problemas el material.
Con esta enfermedad se ha establecido una distancia y, con ella, una frialdad desconocida hasta ahora con los pacientes, ya que les es imposible ver la sonrisa que les dedicamos día a día. Otro de los aspectos duros de esta enfermedad es la soledad y el aislamiento, pues los pacientes no pueden tener a sus familiares al lado, que son un pilar fundamental para ellos.
Por otro lado, a nivel personal, una de mis mayores preocupaciones no era tanto contagiarme yo, sino a quienes tenía fuera del hospital porque no quería afectar su salud. Afortunadamente tengo una familia que está muy unida, tanto que de lunes a domingo nos reunimos para comer en casa de mis abuelos desde siempre, y pasar de estar todos los días con ellos, a verlos entre pantallas se me está haciendo duro, la verdad. Pero cuento con todo su apoyo, sé que están ahí, animándome y dándome fuerza para seguir adelante y es con lo que me quedo.
Quiero destacar a mi chico, con quien convivo, que ha seguido a mi lado porque siempre me ha dicho que confía en mí y que si me protejo bien, no tiene por qué pasar nada.
Ahora toca hablar del lado positivo, y muchos os preguntaréis… ¿de verdad este virus ha traído algo bueno al mundo y a nuestras vidas? Pues sí, personalmente creo que sí.
Como sanitaria, esta pandemia ha hecho que por fin se reconozca la labor que hacemos, pero no hablo solo de enfermería que es lo que me incumbe, sino de todo el personal del hospital, tanto médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, personal de la limpieza y el de mantenimiento, porque no hay que quitar mérito a ningún grado ni categoría profesional.
Esta epidemia ha conseguido que estemos más unidos que nunca y nos demos cuenta del gran equipo que somos y la labor que hacemos. Este virus tampoco ha influido en la motivación que tenemos para afrontar los retos, que se resume en ayudar a quien te necesita, tenderle la mano y sacarle una sonrisa, pues no hay mejor tratamiento que ese.
Por último, no puedo olvidarme de la gran solidaridad que vemos, todo lo que estamos recibiendo en el hospital, no solo material, el cual es imprescindible, sino alimentos que hacen que nunca nos falte energía para continuar con esta batalla. Por esos aplausos que recibimos cada día a las 20 horas, por vuestro apoyo, por todo el esfuerzo que estáis haciendo, por quedaros en casa. Por todo esto, GRACIAS.
Como conclusión, solo puedo dar las gracias a todos mis compañeros del hospital, en especial al equipo de Medicina Interna, quienes más que compañeros son como una familia. Ellos consiguen que los turnos no sean tan duros, simplemente aportando un poco de humor o aplaudiendo a cada paciente que se recupera y vuelve a casa, algo muy gratificante para nosotros. Y por supuesto, quiero dar la gracias a mi supervisora, una persona que desde el primer momento ha confiado en todos nosotros y nunca nos ha dejado solos en esta lucha. Por ello, tengo que decir que gran parte del equipo que somos es gracias a ella.
No me gustaría despedirme sin decir una última cosa, y esto va para todos: no tenemos que rendirnos, cada día que pasa es un día menos para poder darnos ese abrazo que tanto estamos deseando, y miraremos atrás y estaremos orgullosos porque juntos lo logramos y vencimos esta batalla.
Muestro a continuación una carta que le quiero dedicar a todos los pacientes ingresados por COVID-19:
Querido paciente, soy Laura, tu enfermera, y voy a acompañarte en este largo camino. A partir de ahora vamos a ser compañeros de VIAJE, porque aquí estamos JUNTOS TÚ Y YO.
Llevo días pensando y buscando una manera de poder hacerte ver que no estás solo en este momento que te ha tocado vivir, y al final me he decidido por escribir una carta, con la intención de hacerte llegar todo lo que tu gente, tanto familiares como amigos, te dirían si pudiesen estar a tu lado en este momento.
Esta enfermedad te ha traído hasta el hospital y aquí, entre cuatro paredes, no puedes sentir qué día hace... si hace sol, si está nublado o lloviendo... no puedes recibir el calor de tu familia, de tus seres queridos; pero querido paciente, aquí estoy yo, junto a todos mis compañeros, para decirte que te ayudaremos a salir de aquí, te daremos el calor que hoy tu familia no puede darte y nos reiremos como si lo hicieras con tus amigos, y por ello tienes que ser fuerte y, aunque hoy no puedas verlo, ahí fuera hay mucha gente esperando a que te pongas bien.
Quiero que cierres los ojos y pienses en esas personas y en las cosas que te hacen sonreír, que te hacen feliz, porque eso te va a ayudar para que sigas al pie del cañón, luchando para salir de ésta.
Yo, desde aquí, voy a ayudarte a sacar toda la fuerza que tienes dentro, y además te mando un poco de la mía para que tú no tires la toalla, porque pronto estarás fuera conmigo, con nosotros, y un día más escucharás esas palmas y serán para ti porque todo habrá pasado y tú ya te habrás curado. Y deja que te diga que fuera, a pesar de que ahora mismo todo está patas arriba por este maldito virus, hay mucha gente buena, incluso gente que no te conoce, pero quiere compartir contigo cada momento y quiere que muy pronto puedas salir de aquí.
Así pues, querido paciente, mucho ánimo y mucha fuerza, luchador, porque es lo que eres, un gran luchador. Y que te quede bien clara una cosa... ¡Juntos venceremos esta batalla!”