Nos vemos en la galería. Quedada de vecinas sin saltarse la ley
A Conchi le pesa la soledad. Vive sola en el primero C de un edificio de siete pisos. Llama de vez en cuando por teléfono a Janie, del cuarto piso, para hablar con ella ya que no puede verla como antes. Otras vecinas del este edificio del centro de Elda también echan de menos el trato de tú a tú. A Silvia, la hija de Janie, se le ocurrió que podrían quedar todas a una hora determinada en la galería interior de su edificio. Dicho y hecho, desde entonces las vecinas de la letra C se ven las caras cada día a las 12 horas para contarse cómo están y comentar sus inquietudes. Las viviendas de las letras A y B de este edificio dan a otro patio, por lo que no pueden ver al resto de vecinas, aunque a todas les gustaría.
Todas las vecinas tienen más de 75 años. Dos son viudas y el resto vive con sus maridos y algún hijo adulto. Excepto Rosa y Salvador, que tienen dos hijos adolescentes y son los más jóvenes del bloque. Rosa también sale a la galería. Trabaja como profesora y, aunque está muy atareada, “ahora trabajo más que antes, con las correcciones de los ejercicios, las clases virtuales y el envío de tareas”, asegura, se ha ofrecido para ayudar a sus vecinas si necesitan ir la farmacia o para bajar la basura.
Lejos quedaron los años de la juventud cuando casi todas ellas se instalaron en el edificio, recién casadas allá por el año 1965. En pocos años la escalera se llenó de vida con la llegada de los hijos. Los niños fueron creciendo, se convirtieron en adolescentes y con los años terminaron yéndose. Ley de vida. También se incorporaron nuevos vecinos que se integraron muy bien. En cada casa han vivido momentos buenos y malos, y las vecinas siempre estuvieron allí porque han mantenido muy buena relación, de hecho, nunca ha habido ningún problema serio entre ellas.
Ahora, por el patio de luces, se alegran más que nunca de verse. Hablan de los hijos y los nietos, preguntan dónde residen y cómo están, pues algunos viven fuera y les han perdido la pista. Comentan cómo se encuentra cada una de salud y si conocen alguna persona enferma por el coronavirus. Se alegran enormemente cuando algún paciente sale de la UCI o del hospital, y se entristecen mucho si conocen alguno de los fallecidos. Pero sobre todo, hablan de cosas positivas, “pues de coronavirus y noticias negativas estamos saturadas”, asegura Janie.
Las vecinas quedan todos los días a las 12 del mediodía, pero si hay cambio de planes, tienen que llamarse por teléfono, así que van a ver si se aclaran para crear un grupo de WhatsApp.
La soledad de las personas mayores es uno de los peores efectos colaterales de esta pandemia que nos ha confinado en casa. Poder verse las caras, escuchar voces conocidas y hablar de cómo les va es una buena manera de sentirse acompañadas sin saltarse las medidas establecidas por el gobierno.