La curiosa historia de un niño de acogida de la República en Elda
José Luis Suárez González tiene 86 años de edad y es uno de los niños que vinieron a Elda como refugiados huyendo de la Guerra Civil en Asturias. Sus padres de acogida fueron Pedro Galiano, presidente de la banda Santa Cecilia y su mujer Amparo Vidal. Su historia es muy curiosa, pues aunque regresó a su pueblo natal de Turón de Mieres, volvió de nuevo a Elda con 20 años, y desde entonces vive aquí.
La historia de su padre es todavía más peculiar. Fue un minero asturiano que llegó a ser capitán del ejército republicano y se exilió a Méjico en 1940. Desde entonces, su familia le perdió la pista. Sin embargo, hace solo diez años, sus hijos descubrieron que en América había formado una nueva familia, hecho que conocieron porque sus siete hermanos mejicanos habían buscado incansablemente a sus parientes españoles a través de las redes sociales.
Manuela González García, su madre, llegó a Elda en un tren procedente de Asturias con sus seis hijos durante la Guerra Civil. José Luis tenía solo dos años de edad y en la Estación de Ferrocarril de Elda les asignaron, junto al resto de niños que llegaron con ellos, una familia de las que se habían ofrecido voluntarias y que ya les aguardaban. A él lo acogió una pareja que no tenía hijos: Pedro Galiano, más conocido como Perico Cecilia, y su mujer Amparo Vidal, quienes además le dejaron a su madre, que estaba embarazada, su casa de campo en la Jaud para que pudiera vivir con su hijo pequeño, que nació al poco de llegar a Elda. José Luis visitaba a su madre con frecuencia ya que sus padres eldenses no querían que perdiera el contacto con ella.
Su padre biológico, Hilario Suárez Iglesias, visitó a su familia en Elda en contadas ocasiones durante la guerra, pero él era muy pequeño y apenas pudo conocerlo.
José Luis, sus hermanos y su madre vivieron en Elda varios años después de acabar la guerra, pero su madre decidió regresar a su pueblo de Turón de Mieres y José Luis, que tenía ya 10 años, quiso acompañarla porque estaba muy unido a ella, junto con sus cinco hermanos menos Cayo. Perico Cecilia y su mujer lo sintieron mucho, pero respetaron su decisión.
Su hermano Cayo se quedó en Elda con su familia de acogida, y con el paso de los años conoció a una chica y se casó. Fue precisamente con motivo de esta boda, cuando José Luis regresó a Elda con su madre y dos hermanos, uno de ellos eldense. Corría el año 1957 y se establecieron en una casa de protección oficial del grupo de viviendas Luis Batllés.
La doble vida de su padre
El nombre de su padre, Hilario Suárez Iglesias (1989-1971), figura en el archivo de la Fundación Pablo Iglesias. Trabajó en las minas de hulla de Turón, se afilió al Sindicato Minero de la UGT de Asturias con 19 años y durante la Guerra Civil llegó a ser capitán de Infantería. Sus datos están recogidos en los archivos del Ministerio del Cultura como exiliado: partió desde el puerto de Burdeos en Francia y llegó a la República Dominicana en 1940, para pasar a Méjico poco después.
Su familia no volvió a saber de él desde 1940, cuando les envió su primera y última carta desde la localidad mejicana de Rosario. Su mujer le respondió desde Elda diciéndole que no le escribiera más misivas porque las autoridades lo estaban buscando. Ella guardó esta única carta con mucho cariño. Una carta que les leería muchas veces a sus nietas durante años. Su mujer murió sin haber recibido más noticias de él, ignorando que tenía otra esposa y siete hijos mejicanos.
Hilario Suárez falleció en 1971 en la localidad mejicana de Ensenada, en la península de Baja California.
Fueron precisamente sus vástagos mejicanos quienes buscaron a sus hermanos españoles indagando a través de las redes sociales hasta que los encontraron. Hilario Suárez Iglesias se había casado y había tenido otros siete hijos tras establecerse en Méjico, a quienes puso los mismos nombres que a sus hijos españoles curiosamente. Hace diez años, los hermanos mejicanos de José Luis Suárez visitaron Elda para conocer a su familia.
Infancia en Elda
Durante los ocho años de su infancia que vivió en Elda, José Luis asistió a clases en las Escuelas Nuevas, luego llamadas Padre Manjón, pero reconoce que no era un buen estudiante. Le gustaba jugar en el sótano de la casa de la Viuda de Rosas, donde “descubrí un túnel que iba hasta la puerta del Ayuntamiento y de ahí nos íbamos al castillo”, recuerda entre vivencias y fantasías infantiles. En una de sus andanzas, asegura que junto con un tal Carlos Barrabás, encontró en el castillo una espada con dos perlas, que este le entregó al dueño de un bar a cambio de vino.
Su padre de Elda, como él le llamaba a Perico Cecilia, era el presidente de la banda Santa Cecilia y en su casa vivía también el joven director de la misma José Estruch, que llegó desde Castellón con 24 años, y a quien José Luis llamaba hermano.
Sus padres de Elda intentaron que José Luis siguiera estudiando en la academia de Don Eliso, “pero yo era muy travieso y este profesor un día me metió en una habitación donde tenía un esqueleto de los que se utilizan para estudiar, y eso me cambió”, asegura riendo, “aunque yo quería correr, coger nidos y subirme a las cabras como si fueran mi caballo”, afirma.
En Turón de Mieres, trabajó como pastor desde los 10 hasta los 14 años, y seis años más como minero. Regresó a Elda con 20 años y fue zapatero hasta que se sacó el carné de conducir y se colocó como conductor en una fábrica de cajas de Petrer, la de Francisco Pérez García y Francisca Jover.
José Luis recuerda las duras experiencias que vivió durante la posguerra a su regreso a Turón de Mieres, donde su madre tuvo que sacar sola a sus hijos adelante vendiendo pescado en las pedanías cercanas. Pero lo que más siente con lágrimas en los ojos es no haber podido conocer prácticamente a su padre, cuya imagen, ya de anciano, tiene colgada en la pared del comedor de su casa junto a una bandera republicana.
En Elda, José Luis se casó con Rosario Ostolaza García, con la que ha tenido siete hijos. Hoy en día vive con su mujer y una de sus hijas en uno de los bungalós de la Torreta. A pesar de todos los años que lleva aquí, se siente asturiano: “Me gusta Asturias con locura y voy todos los años", dice entre lágrimas, “pero a Elda no la puedo olvidar porque es la que más hizo por mí”.