Una eldense dona un riñón a su amiga en un caso inédito de trasplante de una persona viva que no es familiar
La palabra amistad se escribe con mayúsculas cuando alguien es capaz de entregar a otra persona su propia salud. María Teresa García López, eldense de 46 años, donó hace un mes uno de sus riñones a su amiga Marisol Villegas Villegas, de 47 años de Aspe, que llevaba dos años sometiéndose a diálisis, lo que le había provocado una grave depresión. El equipo médico del Hospital Universitario La Fe de Valencia hizo posible el trasplante del único caso que conocían en el que el donante de riñón no era familia de la persona enferma.
Marisol padece una enfermedad hereditaria denominada poliquistosis renal. Su padre la transmitió a tres de sus cinco hijos, dos de los cuales han recibido un riñón de una persona fallecida. Sin embargo, en el caso de Marisol no era posible un trasplante porque creó numerosos anticuerpos cuando le extirparon uno de sus riñones hace seis años debido a las transfusiones de sangre. La única solución era someterse a diálisis o recibir el riñón de una persona viva. Su enfermedad se agravó cuando su hija de once años murió atropellada. La niña había heredado la poliquistosis, mientras que por suerte, su hijo Kevin de 18 años, está sano.
Marisol tuvo que dejar su trabajo en el Bingo Central de Elda y someterse a diálisis en el Hospital del Vinalopó de Elche tres veces por semana durante tres horas y media cada vez. Además, su dieta era muy estricta sobre todo en la ingesta de líquidos, que incluían desde el caldo de las comidas hasta el agua. Por otra parte, la diálisis le causaba jaquecas, vómitos y subidas de tensión, así que perdió el apetito. Todo ello desembocó en una depresión que la llevó a decidir su renuncia al tratamiento, lo cual le provocaría la muerte en tres días: “Yo no tenía vida, no podía salir, ni comer, me encontraba muy mal…”, recuerda Marisol. Unos momentos duros en los que la psicóloga Estefanía Valero Estarli la ayudó mucho.
Su amiga María Teresa tomó entonces una decisión valiente y generosa: le donaría uno de sus riñones, “Marisol no me pidió nada, al contrario, un día la recogí del hospital y le dije, vamos a hacernos unas pruebas, y ella se negó porque sabía lo que yo pretendía, pero la obligue a ir”.
María Teresa es ama de casa, está casada y tiene tres hijos, uno de 17 años y mellizos de 12 años. Su marido es constructor y lleva dos años trabajando en el extranjero, en esta ocasión hacía un mes que se había marchado, por lo que no pudo estar en el Hospital durante la operación: “El apoyo de mi familia ha sido fundamental, pues mi marido, mis hijos, mis tres hermanos y sobre todo mi madre, que es la que se ha quedado con los niños cuando yo he permanecido ingresada en Valencia, me han animado en todo momento”. Su hijo mayor le llegó a decir que si ella no era compatible, él se haría las pruebas para ser donante, mientras que su marido la acompañó a los exámenes médicos, “me respondió que era una decisión mía y que si estaba segura siguiera adelante”.
Un largo proceso lleno de dificultades y sorpresas
El camino no ha sido fácil, aunque por fortuna se han encontrado con grandes profesionales sanitarios que les han facilitado el proceso. Uno de ellos es la doctora Eva Cotilla, del Hospital del Vinalopó, quien inició los trámites y envió las analíticas de las dos mujeres al Hospital General de Alicante, pero la respuesta fue negativa: no eran compatibles. Sin embargo, esta especialista no se echó atrás y decidió remitir el caso a Valencia. Allí el doctor David Ramos, nefrólogo del Hospital La Fe hizo posible el trasplante: “A él hay que agradecérselo todo, es el mejor neurólogo que hemos tratado y, además, de una gran calidad humana”, afirman las dos mujeres. En el Centro de Transfusiones de Valencia se sometieron a la prueba de compatibilidad, la cual arrojó un resultado increíble: los riñones de María Teresa no solo eran compatibles con Marisol, sino que tenía sus mismos anticuerpos, “por lo que el propio doctor Ramos quedó muy sorprendido”, indican.
El paso siguiente era comprobar que el estado de salud de María Teresa era óptimo, pues si uno solo de los valores diera alterado, no podría donarle un riñón a su amiga. Tras realizar un nuevo rosario de pruebas en La Fe: ginecológicas, TAC, ecocardiogramas y analíticas -como la extracción de sangre cada 10 minutos durante 4 horas para estudiar cuál de sus riñones funcionaba mejor-, el resultado fue que María Teresa estaba completamente sana.
Otro de los datos sorprendentes fue que a María Teresa, cuando contaba solo 14 años de edad, le habían diagnosticado, en el mismo hospital La Fe, la enfermedad de Von Willebrand, que dificulta la coagulación de la sangre. Esta vez, le dijeron que ni la tenía ni había padecido nunca esta dolencia.
Los médicos debían cerciorarse de que María Teresa tomaba la difícil decisión de donar uno de sus riñones convencida de lo que iba a hacer y, por otra parte, descartar que hubiera un acuerdo económico entre las dos mujeres. En primer lugar, un grupo de tres psiquiatras valoró a la eldense, “me hicieron todo tipo de preguntas para convencerme de que no lo hiciera, pero en realidad querían asegurarse de que estaba preparada, pues si hubiera dudado lo más mínimo, o llorado, no habría sido apta”, afirma. En segundo lugar, una jueza debía determinar que no existía tráfico de órganos: “Me preguntó si yo era creyente y le dije que sí, y que mi madre, Lumi, de la que he aprendido los valores de mi vida, estaba en un grupo de Cáritas de la parroquia de San Francisco de Sales de Elda y visitaba a varios enfermos semanalmente”. El juicio se celebró un miércoles y el lunes siguiente se realizaba la operación.
Un equipo médico excelente
El día 8 de febrero se prepararon dos quirófanos en el hospital La Fe para actuar simultáneamente: el de extracción dirigido por el doctor José Luis Ruiz Cerdá y el de implante a cargo del doctor Enrique Broseta Rico. Pero se presentaron dos problemas imprevistos. El primero fue que los riñones de María Teresa tenían cuatro arterias en lugar de las dos habituales, algo que no había detectado el TAC, pero los médicos actuaron rápidamente anulando las dos más pequeñas. El segundo tuvo que ver con Marisol, pues cuando la operación había terminado y los médicos se estaban quitando las batas, se dieron cuenta de que en los drenajes fluía mucha sangre ya que sufría un derrame, por lo que la tuvieron que volver a abrir en ese momento.
A María Teresa le dieron el alta al tercer día “mi médico no se podía creer lo que veía en la analítica ya que los valores daban tan bien como si tuviera mis dos riñones”. Al cuarto día fue a visitar a su amiga y las dos bailaron de alegría en la habitación del hospital. En una semana, Marisol también regresaba a su casa.
Ambas mujeres no tienen palabras para agradecer la profesionalidad y el trato tan humano del equipo médico de La Fe y están convencidas de que debe ser de los mejores del mundo. Además de los doctores, tienen un recuerdo muy especial para las enfermeras de Nefrología, Marta Moreno y Chus Rubio: “Me lo han hecho muy fácil”, afirma María Teresa, quien recuerda que “venían a la habitación para felicitarme, ya que es el primer caso de trasplante de riñón que conocen donde la donante es una amiga y no un familiar, y cuando pasaban por delante me decían: “¡Valiente!” y me repetían: “Que no nos enteremos que te duele nada”.
Cuando les dieron el alta lo primero que hicieron fue encargarles una placa de agradecimiento tanto a la doctora Cotilla como al doctor Ramos “porque sin ellos habría sido imposible el trasplante”.
Una vida nueva
Hoy Marisol es una mujer nueva, “aún no me lo creo, estoy tan bien y tan contenta…” afirma entre lágrimas, y concluye resumiendo que el trasplante “me ha cambiado la vida”. Ahora espera ir a la playa, a lo que María Teresa añade entre risas que “las amigas vamos a hacer un crucero, pero a Tabarca porque estamos sin un duro”.
Marisol se encuentra perfectamente y debe tomar una medicación de por vida para evitar el rechazo del riñón. Un dato muy positivo es que los trasplantes de personas vivas tienen una supervivencia diez años mayor que los procedentes de fallecidos.
Para María Teresa su mejor recompensa es que su amiga se encuentre bien: “Cuando la veo así, me doy por pagada; solo ver que puede beber agua me hace feliz”. La familia de Marisol no tiene palabras para agradecerle su generosidad, de hecho, su hijo “es de pocas palabras, pero me dio un abrazo y cuando estaba en la habitación me apretaba la mano emocionado”, comenta María Teresa.
Para ella su vida continúa siendo la misma, aunque ahora debe someterse a pruebas médicas semanales y en el futuro a una revisión anual en La Fe: “Se puede vivir con un riñón, como el futbolista Santillana, solo me han pedido que no haga excesos con al alcohol, el tabaco, como ocurre con cualquier persona sana”.
Una amistad sin límites
La amistad entre estas dos mujeres nació hace 16 años, cuando María Teresa se integró en la pandilla de Marisol a través de Lina, una amiga común. Las diez amigas del grupo son en su mayoría de Aspe y están muy unidas, “todas las semanas nos vemos, es como volver a los 15 años, pero con 40: tenemos necesidad de vernos, de evadirnos de los niños, los maridos, gastamos bromas, nos reímos y volvemos a casa nuevas”, comentan.
El resto de amigas de la pandilla se ha volcado con la eldense: “Mientras me recuperaba en casa, me traían la compra de Aspe, otra que es peluquera venía a peinarme; cada una ha dado lo que ha podido”.
Por su parte, Marisol afirma que es necesario que la sociedad se conciencie de la importancia de donar los órganos: “Yo di los órganos de mi hija, menos los riñones que tenía enfermos, y recibí a los dos días la carta de un niño diciéndome que, gracias al estómago que recibió, él podía vivir”. Sin embargo, queda un largo camino por recorrer: “Mucha gente criticó mi decisión y yo no lo entiendo, como tampoco comprendo que existan personas que han recibido un trasplante, y cuando fallecen, sus familiares no quieran donar sus órganos”.
El caso opuesto por su generosidad sin límites es María Teresa, quien ha decidido ser también donante médula y ya se han puesto en contacto con ella desde la Fundación José Carreras, “esto no tendrá repercusión para mi salud, mientras que en la extracción del riñón el médico me dijo que, al contrario cualquier persona, entré sana a un quirófano y salí enferma y esto es difícil de asumir”. Aunque no se queja, el postoperatorio fue doloroso, “pero yo entonces llamaba por teléfono a Marisol y la escuchaba tan contenta, que esa era mi cura”, concluye.