El poblado Ibero-Romano de El Monastil

El poblado Ibero -Romano de El Monastil (Elda, Alicante). Introduccin Histrico -Arqueolgica ANTONIO M. POVEDA NAVARRO Elda. 1988 Seccin de Publicaciones del EXCMO. AYUNTAMIENTO DE ELDA UNIVERSIDAD DE ALICANTE Portada: Detalle pintado sobre cermica ibrica. Fotografas: Fco. Javier Prez Avils Otras ilustraciones: Archivo del autor. Coordinacin de la edicin: EMIDESA. Empresa Municipal de Informacin S.A. Jardn de la Msica, s/n. 03600 ELDA. ISBN. 505-8123-0 Deposito Legal: A-876-1988 INTERGRAF Centro Grafico, S.L. Pol. Ind. Pl de la Vallonga. Cruce calles 13 y 7. ALICANTE INDICE Pginas 1 . INTRODUCCIN 2. HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES REALIZADAS 7 SOBRE EL MONASTIL 13 3. GEOGRAFIA DE LA ZONA DE EL MONASTIL 23 4. EL PERODO PREHISTRICO 33 Los primeros Habitantes del Valle de Elda en las cercanas de El Monastil . La Cultura del Bronce y El Monasti l 5. EL PERODO DE LA CULTURA IBRICA 45 . La aparicin de las gentes de la cultura ibrica en El Monasti l Fase Ibrica I de El Monasti l (ss. V-1 1 1 a.C.) . Fase Ibrica II de El Monasti l (finales s. I I I mediados del s. I a.C.) 6. EL PERODO DE LA ROMANIZACIN 89 Romanizacin de los Poblados Iberos: El Monastil (mediados s. I a.C.-comienzos s. II I d.C.) . ELLO (El Monastil) durante el Bajo Imperio (ss. 1 1 1-1V d.C.) 7. EL PERODO TARDORROMANO Y VISIGTICO (ss. V -V1 1) 123 . Indicios de la primitiva introduccin del Cristianismo en El Monastil (ss. IV -V1) . El Obispado Visigodo de ELO (s. VII) 8. BIBLIOGRAFA 143 INTRODUCCIN Cuando el actual Ayuntamiento de Elda nos propuso la rea lizacin de un breve libro sobre El Monastil a nivel introducto rio y divulgativo, pero riguroso con la historia que en aquel lugar pudo desarrollarse, aceptamos sin dudarlo. Es de agradecer esta iniciativa municipal, que complementa la que est desarrollando para proteger los restos arquelgicos del poblado. Por otro lado, la ayuda prestada por los antiguos miembros de la Seccin de Arqueologa del Centro Excursionista Eldense, ha sido muy importante, pues pusieron a nuestra disposicin sus informes, fotografas, dibujos y conocimientos, que mere ceran ser ms ampliamente estudiados en otra obra de mayor envergadura que versara sobre este yacimiento. Vaya desde aqu nuestro agradecimiento para sus miembros. Nuestro gran inters por escribir sobre los restos y la historia de ese viejo poblado, va ms all de lo puramente cientfico, pues, aunque sin ser pretenciosos e inmodestos, pensamos que podramos lograr que sirviese para intentar recuperar una parte importante del pasado original, de la comunidad humana del Valle de Elda, acercando la misma a los momentos de su nacimiento, de modo que el ciudadano eldense comenzase a amar el medio que le rodea, se sintiera ms seguro en l y entendiese que debe defenderlo, pues ha formado y forma parte de su existencia. En todo ello, El Monastil debe ocupar un puesto clave, por lo que debemos recuperarlo para Elda y sus habitantes, que por otra parte, en su mayora, desconocen su existencia. En la primitiva ciudad que se form en el extremo este de 7 Figura 1.- Situacin del poblado de El Monastil en el sudeste de la Pennsula Ibrica. la Sierra de La Torreta, el primer ncleo eldense, se ha vivido mucho ms tiempo que el que ha pasado desde que se habita el actual solar de Elda. En aquel lugar se desarroll la vida huma na alrededor de dos mil quinientos aos (aunque nuevos des cubrimientos arqueolgicos podran cambiar esta edad). Deseamos que, de.spus de leer esta breve historia, la comunidad eldense conozca un parte de lo que tiene y sepa respetara, por su propio bien y por el del patrimonio cultural . El trmino de El Monastil ha servido siempre para designar una partida rural, que incluye la terminacin rocosa del este de la Sierra de La Torreta. La citada partida rural, al norte del casco urbano de Elda, del que dista un kilmetro, 8 toma su nombre, seguramente, de los restos arqueolgicos existentes en sus tierras, como se desprende de lo escrito en el siglo XIX por Lamberto Amat, quien afirma que en una colinita que domina el citado partido pueden verse vestigios de construcciones primitivas. El las supone de un posible monas terio, pues haba visto en libros viejos del Archivo Municipal de Elda que aquella partida, que en su poca se denominaba del monastil, antiguamente era llamada monasteri. Adems, pen saba que estas ruinas pertenecan a una de las ciudades romanas que se citaban en el itinerario de Antonino, en la mitad del trayecto entre Cartagena y Valencia. Ms recientemente, Alberto Navarro, en su Historia de Elda, afirmaba que todava en la primera parte del actual siglo XX, en los libros del Archivo Histrico se encontraban escritas las formas Monastir o Monestir, de las que Monastil era su deformacin El trmino El Monastil, como topnimo, ha sido interpretado de varias formas. Para Asn Palacios, apoyado en Simonet, tal topnimo sera un mozarabismo o romancismo que vendra del trmino latino monasterium. Tambin, hay autores que consi deran que el topnimo estara recordando, en poca medieval, la anterior presencia de un monasterio heredero de la sede episcopal visigtica (la denominada Elotana), del siglo VII. Esta opinin la abandera E. Llobregat, quien, sin embargo, objeta que hay que tener en cuenta la dificultad lingstica sealada por Sanchis Guarner, que supone al topnimo Monastil traduccin de una Rbida almorvide. Adems, en este sentido, existe una nota del gegrafo rabe Yqt sobre un al-Munastir del que dice est al Este de al -Andalus entre Laqant (Alicante) y Qart9ana (Cartagena)..., que da pie a Rafael Azuar para que opine que no sera 9 descabellado ubicar tal al-Munastir en El Monastil de Elda; de modo que la tradicin oral de la antigua sede elotana se habra transmitido hasta comienzos del siglo XII I. Es probable que las ruinas del poblado fueran denominadas por los rabes del Valle de Elda, que las conocieran (como nos consta por las cermicas rabes all halladas) con el trmino al-Munastir, denominacin que debi perdurar entre los cristianos de la misma zona durante la poca medieval, quienes la transformaran en el Monastir o el Monestir, que nos ha l legado hasta hoy en la forma toponmica el Monastil. Hemos de recalcar que la denominacin correcta es la de El Monastil, es decir, con el artculo mascul ino, y no Monastil nicamente como muchos suelen escribir o pronunciar. Este hecho debe justificarse por el mantenimiento del artculo rabe al, que nos ha l legado en la forma actual el. Es obvio que las caractersticas de estas pginas son claramente divulgativas, pues la naturaleza de la obra asi lo requiere. Sin embargo, en algunos puntos hemos produndizado ms que en otros, ya que la cuestin lo exiga y, sobre todo, porque al ser esta la primera obra monogrfica sobre este poblado, no nos resistamos a dejar por ms tiempo el analizar algunos planteamientos histricos, que estn inditos, defi cientemente tratados, o que simplemente pueden ser interpre tados de otras formas, a la luz de recientes avances de la investigacin. Por todo el lo, es posible que algunos datos puedan servir al estudioso o al investigador. Hasta este momento, sus restos haban merecido citas marginales en el interior de grandes obras de sntesis histrica, dedicadas fundamentalmente a la zona valenciana y las tierras al icantinas. Pero, sobre todo, existe una larga serie de artculos que citan de pasada objetos o circunstancias de este poblado, 10 como unos datos ms de aquel los que son i lustrativos de u.n proceso histrico comn al sudeste peninsular. En los ltimos aos se han realizado y se estn real izando Memorias de Licenciatura y Tesis Doctorales, que tratan con .profundidad y rigurosidad la realidad histrico -arqueolgica de El Monasti l. Adems, cada vez existe un inters mayor de las Universidades espaolas por el mismo. Elda, Febrero de 1988 11 HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES REALIZADAS SOBRE EL MONASTIL Las ruinas del poblado de El Monastil eran conocidas por los eldenses que habitaban el valle de Elda en la Edad Media, sobre todo, porque all encontraban buenos materiales apro vechables para las construcciones que se realizasen en esa poca. Sin embargo, esas ruinas no despertaran el inters de los estudiosos, o investigadores, hastas finales del S. XIX, poco despus de que Lamberto Amat Sempere, el primer verdadero historiador local, se lamentase en su Historia de Elda de que los eldenses incurran en incuria por no haber hecho hasta ahora (1873) alguna excavacin para descubrir la antigedad del poblado. Cuenta, adems, que muchas personas ilustradas conocan la existencia del mismo, donde muchos haban visto escombros de edificio, un molde de piedra que debi servir para la fabricacin de campanas, (que) fue extraido por un labrador de entre aquellas ruinas. Poco despus, desde finales del S.XIX y hasta las primeras dcadas del XX, el culto maestro Juan Vidal Vera iniciaba las excavaciones en El Monastil. Pero de su labor no nos han llegado escritos ni materiales arqueolgicos. En la dcada de los aos 30, Antonio Sempere, otro ilustre Maestro Nacional, desarroll una importantsima labor de investigacin en nuestro yacimiento y en otros del trmino 13 municipal de Elda. Fruto de ella fue la coleccin arqueolgica que reuni, y que donara al centro de las Escuelas Nacionales de Elda, donde se cre un pequeo museo, del que algunos objetos han l legado hasta el actual Museo Arqueolgico Municipal. En cuanto a sus escritos, conocemos uno publicado en 1933, que aporta fotos y comentarios de gran inters. Habla de un recinto amurallado cuyos restos dan idea de la importancia de esta pequea acrpolis que en el itinerario de Antonino, siglo II d.J.C., figura con el nombre de Elo, equivalente a tierra del Sol. La identificacin del poblado con la ciudad romana de Elo, citada en el itinerario nombrado anteriormente, era la primera vez que se real izaba, adelantndose de este modo a especial is tas actuales como F. Mateu i Llopis y E. Llobregat, que en los ltimos aos viene proponiendo esa misma identificacin, que compartimos. Sempere habla de la riqueza arqueolgica de El Monasti l en base a la variedad de pueblos que lo invadieron, de los que ha recogido cermica griega, utensi lios ibricos, pequeas demostraciones cartaginesas, cermica y monedas romanas, dos sarcfagos cristianos del perodo de la decadencia romana y, algo visigodo. Ciertamente fue el primer arquelogo eldense con impor tantes conocimientos arqueolgicos e histricos, y con con ciencia de organizar un museo eldense. Para su poca estaba a un buen nivel de preparacin. En las dcadas de los aos 40 y 50 surgen algunos aficionados a la arqueologa y la historia locales que girarn visita a las ruinas. Hemos de destacar de entre ell9s a Juan Madrona y a Alberto Navarro, que mantenan una interesante 14 relacin con el gran arquelogo villenense Jos Mara Soler. De Madrona no se . conocen escritos sobre El Monastil, aunque siempre ha expresado sus ideas sobre el mismo. Gentilmente nos ense algunas cermicas y monedas ibricas y romanas, recogidas en sus prospecciones sobre el yacimiento. Navarro si que ha escrito un buen nmero de artculos sobre arqueloga eldense y, en particular, de hallazgos producidos en el poblado. Pero su verdadera importancia est en la obra que sobre la Historia de Elda public en 1981, donde se recoge lo esencial de esos artculos y datos de mediados de este siglo, que junto a los dibujos de materiales, convierten a su obra en el primer intento serio de conocer la realidad histrica del citado yacimiento. En el ao 1959 aparece un pequeo grupo de personas muy interesadas por el pasado histrico de Elda, que forma la Seccin de Arqueologa del Centro Excursionista Eldense. Este grupo encabezado sucesivamente por Antonio Martnez Mendiola, Vicente Sanz Vicedo y Juan Rodrguez Campillo, mont varias exposiciones arqueolgicas locales que conta ban, mayoritariamente, con materiales procedentes de El Monastil. Es en este yacimiento arqueolgico donde van a centrar, fundamentalmente, su tarea de recuperar parte del patrimonio histrico de Elda y, crear un museo municipal. Entre 1 966 y 1977 las excavaciones se intensificaron y, la Seccin de Arqueologa descubri gran parte del poblado. Adems de otros escritos menores, confeccionaron dos cientos sesenta y tres informes de trabajos desarrollados all, y con el asesoramiento del director del Museo Arqueolgico Provincial de Alicante, Enrique Llobregat, redactaron la Carta Arqueolgica del Valle de Elda que, publicada en 1972, recoga importantes fotos y datos del poblado. 15 Posteriormente, en 1983, montaron el actual Museo Arqueolgico Municipal de Elda, sobre la base de la anterior Coleccin del Centro Excursionista, en el que casi el setenta por ciento de lo , . ;ateriaies proceden de El Monastil. En el Museo se conservan tambin los informes diarios de trabajos efectuados en el poblado. Constituyen un caudal de informacin, ya que presentan dibujos, croquis, materiales, caractersticas de los hallazgos y de las viviendas, que aparecen numeradas y algunas dibujadas con medidas. Incluso se conservan algunas fotos, que ilustran parcialmente cmo era la situacin del yacimiento cuando se proceda a su excavacin, durante los aos sesenta -setenta. La Seccin de Arqueologa elabor tambin algunos planos del poblado, dibuj algunas piezas y otras muchas fueron res tauradas. Realmente, a este grupo de aficionados se le debe agradecer que podamos contar con un Museo Arqueolgico, el Municipal de Elda, que es casi un monogrfico del poblado de El Monastil. En el verano de 1984, pude realizar una somera excavacin arqueolgica, bajo el patrocinio de la Consellera de Cultura de la Generalitat Valenciana. Los resultados de dicha excavacin, que todava estn en estudio, han aclarado bastantes dudas sobre la extensin temporal y espacial del yacimiento, las distintas fases culturales sucedidas en su poblado, y las relaciones con otros yacimientos contemporneos. Algunas de las conclusiones a las que hemos llegado estn incluidas en las pginas que siguen a este captulo. Esperamos poder publicar, en el futuro, una obra ms profunda y especfica sobre los resultados y conclusiones finales de dicha excavacin. De momento, podemos resumir, a modo de avance lwactividad desarrollada en la pequea excavacin citada. La campaa se 16 centr en la realizacin de dos cuadrculas, en los sectores Ay B, situados, respectivamente, en la parte alta y oriental del poblado, y en la baja y central. Tambin se limpi el sector Z, rea ms elevada y occidental, donde colabor eficazmente el arquelogo ingls Paul Reynolds. En el sector A, la cuadrcula A-1 descubri parte de una vivienda con su salida a la calle. Los muros de la misma eran slidos, de piedras de mediano tamao cogidas con barro. La altura mxima que alcanzan todava es de 080 metros, con 075 de grosor. La jamba oeste est fuertemente almohadillada con piedras cuadrangulares. El interior de la vivienda est acondicionado con algunos rellenos de materiales ibricos y romanos altoimperiales;y con un murete. Tal remozamiento interior fue realizado por los habitantes del siglo V d.C., posiblemente los ltimos moradores de la vivienda, como se deduce de los materiales en ella hallados (cermicas negruzcas hechas a mano, lucerna africana, cermica Clara D y restos de nforas africanas y bticas tardas). Los abundantes restos de tgulas y pegotes de cal con huellas de caas y maderas, nos informan de que esta vivienda, al igual que otras, estara cubierta por una estructura de caas y maderas cogidas con cal o yeso, sobre la que se colocaran las tejas (tgulas) tpicas romanas. En el sector B, la cuadrcula A-1 exhum tres tipos de muros, que de mayor a menor profundidad son los siguientes: en el interior de una zanja de cimentacin se levanta un muro de grandes y slidas piedras, de orientacin SO/NE (nico de este tipo hal lado en el yacimiento hasta hoy). El tipo de cermicas aparecidas al excavar este muro (cermicas ibricas, grises antiguas; decoradas con elementos geomtricos simples; platos finos y de borde engrosado al interior, etc.) parecen 17 datarle en el paso del siglo V al IV a. C. Por encima de ese primer muro aparecieron otros dos de orientacin NO/SE, y otro de 0/E. Se levantan sobre un terreno preparado con arena y piedras pequeas. Estos muros estn fabricadol con piedras de mediano tamao, sin trabajar y sin argamasa. Las cermicas que les acompaaban (cermicas grises; nforas ibricas; cermicas pintadas con elementos geomtricos desarrollados y otros de estilo figurado, cermica campaniense, etc.) les parecen fechar en los siglos III y I a.C. Por ltimo, apareci un muro construido con una tcnica distinta a la de los anteriores, y que es el ms superficial. La piedra utilizada es de tamao relativamente grande, dispuesta en dos hi ladas, cogida con alguna argamasa, y entre ambas hay un relleno de piedras pequeas. La orientacin de este muro es N/S y emerge en un nivel arqueolgico muy alterado, donde se mezclan materiales pnicos; ibricos antiguos, plenos y recientes; romanos republicanos, altoimperiales y tardorroma nos. Sin embargo, este muro debe datar del siglo I a.C. y principios del siguiente, segn se deduce de su factura y de algunas cermicas campanienses, nforas itlicas, y cermica sigillata, aretina sobre todo. La limpieza del sector Z demostr la existencia de dos construcciones superpuestas, que tienen un bside muy rstico. La construccin superior emple argamasa y algunas piedras cbicas; parece muy tarda, al igual que la cermica recogida junto a ella (Clara D y comn hecha a mano). Se edific aprovechando una construccin anterior, tal vez de poca altoimperial, que se construy con piedras ms pequeas y sin argamasa. Por otro lado, en las ltimas dcadas han sido bastantes los especialistas que le han dedicado pginas especiales al 18 poblado, o a algunas de sus piezas arqueolgicas ms espectaculares o significativas. De todo esto, damos cumplida noticia en el captulo dedicado a la bibliografa, no obstante, debemos destacar y citar a S. Nordstrom, E. A. Llobregat, D. Fletcher, J. Uroz, A. Ribera, para el estudio de la fase ibrica. Podemos ver referencias al momento altoimperial romano en publicaciones de L. Abad y de Ribera con nosotros. La fase bajoimperial y tardorromana ha recibido la atencin de A. Colmenero, E. A. Llobregat, R. Azuar, P. Reynolds. A estas principales investigaciones hemos aadido personalmente nuevas aportaciones. 19 Figura 2.- Vistas del poblado despus de la excavacin realizada por la seccin de Arqueologa del Centro Excursionista Eldense. 20 Figura 3.- Excavacin de 1984. a. vivienda aparecida en la cuadrcula A-1 del sector A. b. superposicin de construcciones en A-1 sector B. 21 Figura 4.- Vista actual del poblado. GEOGRAFIA DE LA ZONA DE EL MONASTIL Antes de realizar cualquier estudio histrico de un habitat es necesario analizar las bases geogrficas, que suelen ofrecer las claves del por qu se elige un lugar para el asentamiento de una comunidad humana. . En el caso de los primeros habitantes de la Sierra de La Torreta -El Monastil, esas claves seran la fcil defensa, la posicin privilegiada en la red de comunicaciones, la existencia de agua, arcillas, riqueza cinegtica y frtiles tierras. La posicin estratgica de dicha sierra fue decisiva, ya que est ceida al norte, este y sur, por el ro Vinalop, convirtindose en una cortina montaosa que controlaba el acceso al Valle de Elda, que es el camino natural entre el interior de la pennsula y el litoral mediterrneo. Sobre este espoln rocoso se asentaron los primeros habitantes en el perodo Eneoltico y hasta la Alta Edad Media. De modo que, por todo ello, debemos analizar, someramente, el origen y la evolucin de la sierra donde se encuentra El Monastil. El solar que hoy ocupa el mismo, ha permanecido bajo las aguas hasta el Mioceno, hace unos 25 millones de aos, cuando se sucedieron una serie de hechos que produjeron la emersin de las rocas que constituyen el relieve actual de Elda. En la Era Terciaria se produjo un gran movimiento, el Alpino, que form la mayor parte de las cordilleras de Espaa, entre ellas las de los Sistemas Bticos a los que pertenecen la 23 Sierra Torreta-Monastil y los montes de su alrededor, que generalmente se orientan en sentido SO/NE, y que sufrieron algunas fallas o fracturas, como la falla del Vinalop que las corta perpendicularmente, conformndose una va natural de comunicacin. El solar que ocupa El Monastil se ve cruzado por esa falla de direccin NNO/SSE, y otra que cruza el valle de Elda-Petrel ,en sentido OSO/ENE, que cortan el paquete de materiales terciarios y secundarios. Durante la Era Cuaternaria el ro Vinalop comienza a formarse y actuar aprovechando la citada falla. A medida que iba profundizando su cauce debido la fuerte erosin, dej a ambos lados del mismo hasta cuatro terrazas fluviales, locali zadas a 10, 35, 75 y 1 1 0-120 metros, respectivamente, siendo holocena la primera, wurmiense la segunda y de cronologa desconocida las otras dos. En los inicios de esta ltima Era (hace 2 millones de aos), el Monastil estaba junto a una extensa llanura, con poca o ninguna vegetacin, con grandes perodos secos y espordicas lluvias torrenciales. El ro Vinalop no exista como tal, pues las lomas de El Monastil se continuaban hacia la Sierra del Caballo (Petrer);- separando la cuenca de Villena-Sax, muy pantanosa, de la de Elda-Petrer. Finalmente, la erosin origin una amplia red de ramblas que por el norte fue excavando los materiales ms dbiles (arcillas y calizas arenosas), consiguiendo comunicar las dos cuencas, logrando el Vinalop su actual fisonoma. Las calizas terciarias que constituyen la Sierra . Torreta Monastil, se vieron sometidas, en esta fase, a unos procesos erosivos debidos a la accin de las aguas y el viento que han 24 redondeado sus formas. Los materiales arrancados a la sierra y parte de los transportados por el Vinalop, son depositados en las faldas del monte cubriendo en parte las rocas ms antiguas. Esta breve introduccin a la evolucin geolgica de la zona en la que se ubica nuestro yacimiento, permite indicar un vasto perodo cronolgico entre la conformacin de la Sierra Torreta Monastil como la vemos hoy, lo que ocurri hace unos 25 millones de aos, y la aparicin de sus primeros habitantes hace unos 4500 aos. , La ierra Torreta-M,onastil se encuentra dentro del valle de Elda, zona de la cuenca del ro Vinalop limitada por varias unidades de relieve: en el norte, el conjunto Torreta-Monastil (en cuyo punto este se ubica el poblado); en el oeste , la Sierra. de las Pedrizas y de la Umbra; en el este, la Sierra del Cid; y hacia el Sur, los montes de Bateig y de la Mola, tras los cuales se abre la llanura de Novelda-Monforte-Aspe. En el interior del valle hay numerosas lomas y cerros, algunos tan importantes como el del Monte Boln, que estn prximos al ro y su vega, alternando en ocasiones con tierras de cultivo. Las montaas de esta cuenca pertenecen a las ltimas estribaciones de los Sistemas Bticos, y entre ellas, predominan los materiales calizos de origen secundario y terciario. Forman conjuntos dispersos y aislados, con excepcin del norte y noroeste (zona ocupada por la poblacin de Petrer) que es ms montaoso. La zona llana se localiza en el fondo del valle, lgicamente, a ambos lados del Vinalop. Esta formada por sedimentos recientes muy frtiles, que se han convertido, en general, en tierras de cultivo (la actual poblacin de Elda ocupa mayori tariamente esta zona). 25 La ubicacin de la comarca es a sotavento de los vientos del oeste, que son los lluviosos en nuestra latitud. Adems, en este sector mediterrneo, las lluvias se producen por vientos locales del N. y NE. y, por eso, los barloventos son las vertientes N. de las Cordilleras Bticas, y los sotaventos las que dan al sur, donde se localiza el valle, de modo que, ste . st escondido de todos los vientos importantes, por lo que el clima aqu es Ms clido y seco que el normal, y se define por veranos, calurosos e inviernos algo suaves, precipitaciones escasas, y desigual reparto de las lluvias a lo largo del ao. El mes ms fro suele ser Enero (casi 9 C.), a partir del cual las temperaturas se elevan paulatinamente hasta Abril. Desde este mes se asciende ms rpido, culminando la temperatura en Julio y Agosto (cerca de 26 C. de media). El descenso trmico se inicia en Septiembre, agravndose en Octubre y alcanzando en Diciembre los 10 C. La amplitud trmica anual es de 184 C. La media anual de precipitaciones es de 266 mm. La cantidad total de las mismas ofrece grandes variaciones de unos aos a otros. Llueve una media de veinticinco das al ao, de los que solamente 1/3 superan los 10 mm. de precipitacin. En general, se trata de lluvias de corta duracin, muy irregulares y en forma de chaparrones. Las estaciones ms lluviosas son Otoo y Primavera, y la ms seca el Verano. A veces, en Otoo, se dan intensos aguaceros; stos originan espordicas crecidas del ro Vinalop, debido a su gran cuenca y extensa red de ramblas. Hay que destacar tambin los perodos de sequas, que en la antigua economa del valle, de base agrcola, reportaban consecuencias dramticas. La comarca est surcada por multitud de ramblas; muchas de las cuales evacuan en el Vinalop. Son Corrientes de agua 26 de cursos cortos y secos casi todo el ao. Las ms importantes de las que conectan con el ro son las de Caprala, Pussa, Bateig, Sapo, Melva y Derramador. El bosque antiguo de la zona era el constituido por el encinar, del que todava quedan algunas manchas en lugares como Caty la Sierra del Cid, al este del valle. En sustitucin del encinar se propag el pinar, que todava lo encontramos en casi todos los montes de Petrer, y en Camara, en las lomas de Prats y en las laderas de las Barrancadas, en Elda (oeste). El pino ms abundante es el carrasco, (pinus halepensis), aunque, tambin, encontramos el pino pionero (pinus pinea). El matorral de la zona se extiende por suelos poco profundos, est formado por una mezcla de arbustos, que fcilmente alcanzan al metro de altura. Por debajo de los 500 600 m., acompaando en ocasiones al pinar, aparece un matorral bajo, espinoso y poco denso, destacando la coscoja, el enebro, el brezo, el acebuche, el lentisco, el madroo, el romero, el espino negro, la aliaga, etc. Se encuentra, funda mentalmente, al este del valle. En el centro y el oeste, donde la aridez degrada ese matorral, ste es suplantado por una vegetacin de escasa altura y muy dispersa, es el tomillar, junto al que se dan el cantueso, el rabo de gato, la manzanilla, el romero, la coronilla de rey, la ruda, el esparto, la esparraguera, la efedra, etc. Enslas ramblas con cierta humedad es tpico el bosquecillo de la adelfa, y las manchas de juncales y caaverales. Tambin existe la regal iz, pero sobre todo el taray (muy abundante en el rea del Pantano de Elda). En el fondo del valle y glacis de los montes se da la retama, la barrilla, el hinojo, el cardo, la amapola, los linsones, la planta tintorera, y ciertas especies de gramneas. 27 Esta vegetacin posibilita la existencia de una fauna. En la zona del pinar, los animales ms significativos son, adems de algunos reptiles, aves como la urraca, el mochuelo, el buho y el guila; y mamferos como el conejo, la liebre y el jabal. En el matorral encontramos, entre otros, abejas, avispas, reptiles; aves como el verdern, el mirlo, la calandria, el jilguero, la codorniz y la Perdiz; mamferos como el ratn, la rata, el erizo, el conejo y la l iebre. Por ltimo, en charcas y zonas hmedas, abundan los insectos, los reptiles, los anfibios y algunos mamferos. Hasta aqu hemos analizado el medio fsico, el cl ima, la vegetacin y la fauna, pero en base a datos recientes, sin embargo y a pesar de la dificultad, intentaremos aproximarnos al paleohabitat en el que la comunidad humana de El Monastil se desarrollaba. Entre el ao 7000 y el 6000 a. C. aparece en el Levante espaol un perodo climtico caracterizado por unas condicio nes extremadas subdesrticas, y que dura hasta el 5200 a. C., desde este momento el clima se hace ms riguroso, aunque todava imperan las condiciones secas, pero ahora con cambios trmicos estacionales. Tanto las laderas como los valles sern invadidos en las cuevas. El avance de este canchal sobre las laderas es lento, pues comienza en el 5200 a.C. y alcanza el centro de los valles hacia el 3200 a. C. (en el valle de Caprala, al norte de Elda-Petrer). Tales condiciones se alterarn al llegar una nueva variacin climtica, que terminar con la sequa arrastrada durante milenios, de modo que los ros y ramblas, hasta entonces secos, comienzan a excavar sus cauces y dejan colgada la Terraza Baja del Vinalop. Segn A. Cuenca y M. Walker, en el paso del cuarto al 28 tercer milenio antes del presente, las condiciones se invierten drsticamente respecto a los milenios inmediatamente anterio res. La humedad se dispara y los niveles freticos se elevan hasta inundar las zonas bajas de las depresiones endorricas, a la vez que los ros comienzan de .nuevo su actividad. En este momento, las condiciones subdesrticas han remitido y comienza una edafognesis sobre glacis y terrazas que los prepara para el cultivo. Desde entonces los ros, como el Vinalop, comienzan a erosionar los materiales que anterior mente haban rel lenado sus cauces, fenmeno que durara de dos a tres mi lenios a los largo de los cuales, con un rgimen de caudal no muy distinto del actual, se elaborarn los escarpes que hoy l imitan los cauces de avenida. A partir del 4000 a. C., las precipitaciones aumentaron hasta niveles un poco por encima de los actuales y ms regularmente distribuidas a lo largo del ao. Las temperaturas parece que iniciaron a la vez un descenso no excesivo, pero cuyos valores podramos considerarlos l igeramente fros. Estas condiciones perduraron hasta varios siglos despus del comienzo de la Era Cristiana, aunque hay seales de un perodo seguramente ms seco, quiz parecido al actual, hacia el 3000 antes del presente, de corta duracin entre el final de la Edad de Bronce y el inicio del Mundo Ibrico, pero ante la escasez de datos A. Cuenca propone ese perodo como hipottico. Estas nuevas condiciones orogrficas y climticas posibil i taron la aparicin de un habitat aceptable para los asentamien tos humanos. De modo que, hacia el 3000-2500 a. C. ya existira una primitiva comunidad humana en la sierra de La Torreta -El IVIonasti l. Esta breve introduccin a la evolucin geolgica de la zona 29 en la que se bica El Monastil, permite indicar un vasto perodo cronolgico entre la conformacin de la sierra Torreta-Monastil como la vemos hoy, lo que ocurri hace unos 25 millones de aos, y la aparicin de sus primeros habitantes hace unos 4500 aos. Sobre las plantas en cultivo en el Val le de Elda, desde la Edad del Bronce y la poca ibrica, tenemos algunas evidencias arqueolgicas en el Monte Boln, ya que se hallaron semillas carbonizadas de trigo, cebada y bellotas: Tambin estn presentes especies silvestres, como la vivorera y el acebuche. Y sobre todo, siempre ha sido patente, hasta finales del siglo XIX, la abundancia de atochales y de esparto. La arqueologa de El Monasti l nos informa igualmente sobre la existencia de fauna, pues se han documentado el ciervo, el jabal, el cabal lo y algn bvido, adems de los peces de ro y de lagunas, bien atestiguadas en Monte Boln. La fauna representada sobre la cermica ibrica tambin ilustra el tema, pues aparecen guilas y otras aves; liebres, caballos, peces, lobos, etc. Adems, el libro de la caza del infante don Juan Manuel, a cuyo seoro medieval perteneca el valle, nos delata la existencia de anades, garzas y gruyas. Y todava debemos aadir la informacin ofrecida por la Crnica de Pedro IV, que cita la gran cantidad de perdices, liebres y conejos, que han recogido en su descenso por el valle del Vinalop cuando se dirigan a Orihuela. 30 253 ..5.44 4 KM .5.1( NI1 2o4 _ 4. . ;-;-: .; 1 .. o %%% o .::-. .--77:,;. 0...,..sly4 % 19 . . . . , ..,-...-. -. , .5 j,., -.-:, . lig ty; o 111Vb 0100 nytkl.y.. .,-.- 1 , -.*- o lffl Nli 1 : 1 k 1 O% 0 Y k r. : . -e1.- .. Il -1-1110 1 % O t 11111:.1,7.. -:. 1 1 j -; 7 1 t .70 4 y -.( :-:( ei zst ,1111k ;,11 ii. , . , ,,i .0e g 111:3,, .( ) . 41. ; ..;.;.:-.N,I . -,k -3 - .;-... . . ,Y-. J I1zs,.d ;: pz -0.A4frant,N: .,. 1}L. ..., ); .. 3- . d,41,,,:j7a d r,:;4fi 113 7 . .. iMehke *. ;.;,- II, Y : 7 * ,,i`3, ! k. k Puente Vtrev.I. 7 , 35 25 . , I Figura 5.- El Monastil y otros asentamientos humanos contemporneos prximos: a. E neoltico b. Bronce c. Ibrico d. Romano 1. Cueva de la Casa Color 6. El Puente 2. Terrazas del Pantano 7. C/. Marina Espaola 3. Pen del Trinitario (Mte. Boln) 8. Arco Sempere 4. El Canaln 9. Casa Color 5. Las Agualejas 10. Cmara 31 EL PERODO PREHISTRICO LOS PRIMEROS HABITANTES DEL VALLE DE ELDA EN LAS CERCANAS DE EL MONASTIL. Como ya se ha referido en un captulo anterior, han sido muchos los autores locales que han tratado sobre el poblado de El Monastil, desde los aos treinta. Algunos incluso afirmaban que las primeras gentes que lo habitaron pertenecan al perodo prehistrico Neoltico, por la comparacin de los restos arqueolgicos hal lados en l con los del Pen del Trinitario, en Boln, y como A. Sempere afirmaba que en este ltimo hallnse confundidas manifestaciones neolticas con vestigios de la Edad de los metales, todo aquel que ley a Sempere crey en la existencia de una comunidad neoltica en el Pen del Trinitario, y al observar que en El Monastil haban cermicas y piezas lticas semejantes a las halladas en el poblado del citado Pen, todos, eruditos locales y eldenses en general, pensaron que si un poblado era neoltico el otro tambin lo seri). Tan errnea creencia ha llevado a los eldenses a pensar, practicamente hasta hoy, que los restos histricos ms antiguos del valle de Elda eran los supuestamente neolticos del Pen del Trinitario, y que, por tanto, los primeros habitantes de El Monastil seran neolticos. Ambas cosas son falsas, Sempere crey ver manifestacio nes neolticas que no eran otra cosa que materiales de la Edad del Bronce, que son los que l denomin vestigios de la Edad de los Metales. As pues, de todo esto se deduce que tanto un poblado como el otro acogieron a gentes de la Edad de Bronce. Por otro lado, los primeros habitantes del valle de Elda no 33 estaran en ese Pen de Boln, sino en la Sierra de La Torreta, que es donde se ubica el poblado de El Monastil. A mitad de la ladera sur de La Torreta, en la denominada Cueva de la Casa Color, apareci un enterramiento mltiple de, al menos, tres individuos. Junto a los restos humanos se hallaron dos hachas de piedra pulida, cermicas hechas a mano, un punzn de hueso, otros dos de cobre, uno de seccin circular y otro de seccin cuadrada, y varias piezas de silex (un cuchillo y puntas de flecha). M.S. Hernndez ofrece las fechas que corresponderan a este enterramiento, entre los aos 2500 y 2000 a. C., por tanto, pertenecera al perodo denominado Eneoltico, en su etapa plena -final. A menos de 400 ms. a la derecha de esta cueva funeraria, en la misma sierra de La Torreta, se encuentra El Monastil. Y 200 ms. al norte de la misma cueva, en un picacho de la citada Sierra, hay un reducido poblado de la Edad de Bronce (que hemos denominado El Canaln, por situarse frente a un canaln de agua), todava indito. Adems, en un montculo frente a la Sierra de La Torreta, a su noreste, con la nica separacin del ro Vinalop, tenemos otro poblado del inicio de la Edad del Bronce o algo anterior, es el poblado denominado La Terraza del Pantano y que podra fecharse entre el 2000 y el 1800 a. C. A escasos metros de este poblado, a la altura del muro del Pantano, se hallaron enterramientos en cueva en la . margen izquierda del ro, en la Cuya del Hacha, con tres crneos, un pequeo ajuar y, a 100 ms. de ste, otro crneo en superficie. 34 A este conjunto del Pantano pertenecen microlitos de silex, hachas plidas de fibrolita, punzones seos y metlicos, y cermicas hechas a mano lisas, a excepcin de dos fragmentos decorados con finas incisiones, que corresponde ran al tipo denominado campaniforme. Tambin en el paraje de La Jaud, junto al puente del ferrocarril sobre el ro, hay otro poblado de la Edad del Bronce que presenta restos de fortificaciones y materiales cermicos, lticos y seos, que estn en el Museo de los P.P. Reparadores de Novelda. Resumiendo, en la Sierra de La Torreta, en sus vertientes del centro -este, aparecen las primeras huellas de los hombres hacia el 2500-2000 a. C. (Eneoltico Pleno -Final), que conti nuaron habitando la zona del Pantano entre el 2000 y el 1800 a. C. (Horizonte Campaniforme de Transicin). En un momento de este ltimo perodo, y con seguridad desde el 1 800 a. C. (Bronce Pleno), se constituira el poblado del Bronce en El Monastil, que por los restos arqueolgicos que en l se han hallado, estuvo habitado hasta al menos el 1000 a. C. (Bronce Tardo), o incluso hasta la aparicin de la cultura ibrica hacia el 500 a. C. LA CULTURA DEL BRONCE Y EL MONASTIL En los primeros siglos del II milenio a. C. se observa la aparicin de numerosos poblados, situados en cerros elevados. A lo largo de ese milenio asistimos al desarrollo de la tecnologa del Bronce, primero arsenical y luego el bronce propiamente dicho (con estao). Los objetos metlicos son ahora mucho ms abundantes, y ello gracias a los contactos de 35 Figura 6.- Cueva funeraria de la Casa Colora: restos humanos acompaados de ajuar metlico, litico y seo. 36 04111 a,.., L_ MIL o Figura 7.- Laderas o Terrazas del Pantano: restos humanos e instrumentos metlicos, liticos, seos, y cermicos (algunos son del tipo decorado campani forme). 37 las tierras alicantinas (sin minas) con el Sudeste peninsular, donde se desarrol laba el Bronce Argrico, y de donde era necesario importar el cobre y el estao (de minas murcianas) para fundir en los mismos poblados los adornos y las armas. Debido a esos contactos con los focos metalrgicos del Sudeste, se ven influenciadas por la cultura rgarica reas como la de la Vega Baja del Segura, el campo de Elche y el Vinalop, y alguna otra zona marginal de Alicante. De modo que, en la provincia de Alicante constatamos la existencia de poblados del Bronce Valenciano, pero tambin del Bronce Argrico. Los primeros se caracterizan por ser poblados pequeos (algunos de slo tres o cuatro casas) en lugares de difci l acceso y con murallas, con no demasiados ti les metl icos, y con creencias religiosas que obligan a enterrar a los muertos fuera del poblado, normalmente en huecos naturales de montaa, y de forma individual. Los segundos poblados son ms accesibles, presentan abundancia de metal y enterramientos debajo de las casas. Tambin entre sus instrumentos hay diferencias: cermica, tiles lticos, etc., aunque con las investigaciones se ve ms evidente la existencia de tipos de Bronces comarcales que, a veces, dificultan el poder adscribirles con certeza a uno u otro tipo de Bronce: Serra Grossa (Alicante), Mola Alta de Serelles (Alcoy) y Mas Fel ip (Ibi), son ejemplos de poblados del primer tipo; S. Antn (Orihuela), La Isleta (Campello), Cabezo Redondo (Vi llena), del segundo tipo; y el Tabai, La Horna (Aspe), El Monastil (Elda) y casi todos los del valle del Vinalop del tercer tipo o facies comarcal. Las gentes de este momento son agricultoras, de base cerealstica, como se aprecia en la abundancia de hallazgos de hoces con dientes de silex, molinos barquiformes, morteros, 38 hachas o azuelas, y cereales carbonizados. Tambin es importante la ganadera por suponer un aprovechamiento crnico, lcteo y de cuero para vestidos, que tambin se hacan de lana y quizs con lino. La caza est siendo suplantada por la ganadera, como se observa en el poblado de Cabezo Redondo (Villana), donde el 8843 por ciento de los huesos recogidos son de animales domsticos. Los poblados son de pequeas casas, construidas general mente con piedra y barro, y cubiertas con ramajes calafateados (con barro). La cermica se fabrica a mano y va de la ms basta hasta la pulida de gran calidad. Abundan las pesas de telar y los punzones seos y metlicos. A finales del I I milenio a. C. se aprecian nuevas influencias externas, esta vez procedentes de La Meseta (Cultura de las Cogotas I), que marcan a la fase del Bronce Tardo (1300-1000 a. C.). Desconocemos cmo sera el poblado de El Monastil en esta poca, cuya planta se adaptara a las curvas de nivel del terreno formando terrazas. Las casas y estructuras del poblado fueron arrasadas por las construcciones ibricas posteriores, y la naturaleza de las antiguas excavaciones realizadas nos impide conocer la relacin entre ambas. Los materiales hallados se conservan en el Museo Arqueo lgico Municipal de Elda, y son los tpicos de la Edad de Bronce en el territorio valenciano: cermica hecha a mano de tonos negro -grises o castaos, que incluso se combinan en una misma pieza, el tratamiento de su superficie puede ser basto, alisado y bruido. Las formas son cuencos, vasos carenados y globulares, con o sin cuello, y con borde exvasado o recto. La mayora de objetos presentan apndices ) en el borde o el cuello, son los mamelones, a veces substituidos por asas 39 verticales en el hombro o el cuello. Tambin hay varias hachas pulidas, algunas piezas de silex (puntas de flechas, raspadores y buriles), cuentas de collar de concha de caracol, molinos barquiformes y morteros, punzones seos y de bronce, huesos de jabal, ciervo, cabra y buey. Hemos hallado algunos fragmentos de vasos campa niformes en El Monastil, lo que prueba que el Bronce es aqu muy antiguo, enlazando con el Horizonte Campaniforme de Transi cin (2000-1800 a. C.). Antigedad que encaja con la cronologa aportada con el Carbono 14 en poblados vecinos: Terlinques 185075 a. C., Cabezo Redondo I 1 61355 a. ambos en Villena y Cat Forad 1552150 a. C. en Petrer. La presencia que hemos detectado de cermicas, excisas y de boquique, hablan de una fase del Bronce Tardo en El Monastil, de espordicos contactos con La Meseta (Cultura de Las Cogotas) entre el 1300 y el 1000 a. C. Tambin existen algunas cermicas incisas que hacen pensar en una fase del Bronce final que llegara hasta el 650/600 a. C. Con esta ltima fase las gentes de El Monastil alcanzaran los albores de la Cultura Ibrica (500 a.C.). 40 .7 71 , ro o Figura 8.- Cermicas lisas; de tradicin campaniforme; incisas; y de boquique. 41 a o 5 lo Figura 9.- a. fragmentos cermicos cuya superficie presenta las marcas del entramado de hojas vegetales, que formaban el cestillo en el que se fabric el objeto al que pertenecen dichos fragmentos. b. hacha de bronce. 42 Figura 10.- a. punzones de hueso y de bronce; adorno de piedra. b. instrumentos liticos, de silex. 43 a Figura 11.- a. hachas y azuelas de piedra. b. molinos barquiformes para moler los granos de cereal. c. restos de caballo, ciervo, jabal, y buey. 44 EL PERODO DE LA CULTURA IBRICA LA APARICIN DE LAS GENTES DE LA CULTURA IBRICA EN EL MONASTIL La aparicin de la cultura ibrica es un fenmeno de aculturacin en el que la civilizacin indgena se desarrol la hasta cotas muy altas. En el siglo VII I a. C. aparecen nuevas influencias en las tierras alicantinas; unas llegan desde la Baja Andaluca, rea gel reino de Tartessos, y otras proceden de pueblos mediterr neos dedicados al comercio. A consecuencia de esos contactos, evidentes en la Vega Baja del Segura, aparecen las primeras cermicas a torno, una importante orfebrera, y una serie de innovaciones econmicas. Las excavaciones realizadas en Los Saladares (Orihuela) y en Pea Negra (Crevillente), reflejan una influencia de coloni zadores semitas sobre indgenas del perodo del Bronce Final, que estaban en constante evolucin En torno al 500 a. C. a consecuencia de tales influencias sobre poblaciones indgenas, surge la cultura ibrica. Algunos de sus pueblos y regiones nos son conocidos por los textos clsicos. A nosotros nos interesa la regin de Contestania, que abarcaba, segn E. Llobregat, desde el Jcar hasta el Segura, siendo sus fronteras interiores semejantes a las actuales del Pas Valenciarlo. A este territorio ibero contestano pertenecera el poblado de El Monastil. 45 . La cultura ibrica alcanz un elevado desarrol lo en mltiples niveles; en lo material, comienza a usarse el torno alfarero y la tecnologa metalrgica del hierro, que posibi l it el disponer de herramientas agrcolas y de armamento; en la faceta religiosa se construyen templos y se crea o acepta un mundo fantstico de animales monstruosos, en relacin con sus ideas mitolgi cas sobre el hombre y el mundo; en lo artstico aparecen esculturas y cermicas de extraordinaria calidad; en el terreno urbano destaca la proliferacin de poblados forticados, que continuaban la tradicin de la Edad de Bronce. Tambin destaca la gran cantidad de productos importados que testi monian un intenso comercio con el restodel Mediterrneo y con los pueblos del interior. En la ltima etapa de este momento aparece la moneda en los poblados ibricos de la provincia de Alicante, procediendo el monetario, principalmente, de las cecas de Saitabi (Jtiva), importante centro econmico de las Contestania, de Arse (Sagunto), y de Cartago Nova (Cartagena). En esta poca aparece tambin la escritura. Contamos con numerosos textos en todo el Pas Valenciano, que escritos en ibrico sobre lminas de plomo o cermica, no han podido ser descifrados. Sin embargo, conocemos el valor de casi todos los signos, gracias a las monedas bilinges ibero -latinas y al estudio del profesor Gmez Moreno sobre uno de los plomos del poblado de La Serreta (Alcoy), escrito en jonio, que junto a los alfabetos meridional y oriental, constituyen los tres sistemas de escritura utilizados por los beros. Los poblados se situaban generalmente en zonas altas, dominando las vas de comunicacin y las tierras de cultivo. Son, normalmente, poblados amplios que se fortifican con murallas que pueden presentar torres cbicas. Las casas 46 Figura 12.- Principales pueblos de Iberia con indicacin de la ubicacin de El Monastil ( mapa segn A. J. Domnguez Monedero, en Lucentum, III, 206). 47 pa LA EScuERA EL MOLAR EZO LUCERO 1~ S CAMPE LLO o5SAL DE MANIsES LA ALeurERETA fois POBLADOS EXCAVADOS PoeLADO5 PROSPECTADOS NEcRopous Filzura 13.- Delimitacin de la Contestania Ibrica, segn Enrique Llobregat. 48 pueden ser de varias habitaciones, con bancos adosados a sus paredes de piedra y adobe o tapial, enlucidos o no, y se distribuyen a lo largo de calles o circundan grandes plazas. En las cercanas de los poblados se encuentran las necrpolis. Los muertos se incineraban y sus cenizas se colocaban en el interior de una urna de cermica, en un hoyo, rodeado o no de piedras. A veces, se depositaban en el interior de una escultura. Frecuentemente, las necrpolis contaban con esculturas ibricas de toros y animales alados o con cabeza humana que se destruyeron, sin causa conocida, hacia mediados del siglo IV a. C. El culto religioso contaba con cuevas -santuarios y con santuarios al aire libre, como el de La Serreta, en Alcoy, que se relaciona con la adoracin de una diosa de la fecundidad. Los fieles ofertaban unos pequeo exvotos de barro, (en otros lugares de bronce), que representaban a la diosa, sola o con otras figuras. Los iberos tenan una economa preferentem ente de base agrcola, especialmente de secano. Se conocen muchos instrumentos agrarios (arados, legones, hoces, yugos, etc.) muy semejantes a los usados hasta hace unos aos. La ganadera tambin jugaba un importante papel en su economa, tal y como lo atestiguan los restos hallados y las representa ciones en cermica y otros objetos, y de los vestigios hal lados en poblados y necrpolis ibricos. Poco sabemos de las actividades industriales. Los produ ctos ms fabricados seran de cermica. Una metalurgia local o comarcal tambn parece destacarse, de modo que, hallamos abundantes objetos de hierro, plomo y bronce. Igualmente, est presente el trabajo de la madera y el hueso. Esta economa ibrica no estaba cerrada al exterior, en los 49 poblados solemos encontrar numerosas piezas llegadas a travs del comercio forneo, sobre todo, griego y pnico. Particularmente importante fue el comercio de objetos menores pnicos, traidos de la colonia de Ibiza, que polarizaba y regulaba tal comercio. A falta de minas, el ibero pudo exportar productos de espar to, lino, lana, cereales, miel y salazones. Poco es lo que sabemos de la sociedad ibrica. Parece que eran tribus que habitaban ciudades cuya organizacin urbana y las tcnicas constructivas usadas, alcanzaron un nivel de desarrollo muy alto. Estrabn escribi sobre esa divisin en tribus y dijo que debido al gran orgullo local nunca se alcanz la unidad poltica de Iberia. En sus ciudades existirv reyezue- los (regulos) y asambleas de gobierno con una aristocracia y una importante estratificacin social: guerreros, sacerdotes, agricultores, pastores, artesanos... Los principales restos de la cultura ibrica alicantino se distribuyen por la Vega Baja del Segura: El Oral, Los Saladares, El Molar, La Escuera, Cabezo Lucero; la zona de Elche: la Alcudia, Pea Negra, Sta. Pola; la zona de Alicante: EITossal de Manises, La Albufereta, la Isleta de Campello: la zona de Alcoy: El Puig, La Serreta; y el Medio Vinalop: Puntal de Salinas, El Monastil. Los procesos tcnicos, culturales, que caracterizaban el momento denominado Preibrico, en yacimientos indgenas como los ya citados de Los Saladares y Pea Negra, desenca denaron una evolucin cultural que se extendi por otros poblados indgenas prximos, es el caso de el poblado de El Monastil, en el valle del Vinalop, que a travs de ste y desde el rea oriolano-crevillentina, recibira las influencias orientales (fenicio -pnicas) que derivarn en la aparicin de la cultura 50 ibrica. En El Monastil es muy probable que ello ocurriera en el paso del siglo V a. C. al IV a. C., como se desprende de los materiales que hallamos en un estrato profundo y antiguo, en la ltima excavacin realizada en el citado poblado, en 1984. El proceso de orgen y desarrollo de la cultura ibrica en El Monastil nos permite distinguir varias fases de la misma. Adentrados en el siglo V a. C. dicha cultura ya estara formada, inicindose a partir de entonces, y hasta finales del siglo I II a . C., la fase de El Monastil que denominamos Iblrico I o Antiguo, que luego di paso, desde esa ltima fecha hasta mediados del siglo I a. C., al Ibrico I I o Reciente, que ser sucedido por la fase de romanizacin que cristaliz en la formacin, de un ncleo romano. Si bien en la alterada estratigrafa de este yacimiento se intuye la,evolucin descrita, de la comparacin de esta estra tigrafa y sus materiales con la propuesta por R. Ramos para La Alcudia de Elche, obtenemos la ayuda precisa para creer que en nuestro poblado se di el mismo proceso evolutivo, aunque con un nivel de vida ms humilde que en La Alcudia. El poblado ibrico de El Monastil se organiza urbanstica mente a partir de una calle larga y central, a cuyos flancos se distribuyen los compartimentos o viviendas. Todo el urbanismo del poblado se adapta a la topografa, a las curvas de nivel del terreno. El poblado que conocemos hasta hoy es fundamentalmente una acrpolis, o ciudadela elevada hasta la ltima estribacin este de la Sierra de La Torreta. Pero al pie de tal estribacin, en terrazas de llanura, hemos localizado recientemente nuevas estructuras; ahora es evidente que el poblado ibrico se extenda, tambin, por las llanuras que desde la falda de la Sierra caen hasta las riberas del ro Vinalop. Precisamente, 51 Figura 14.- Vista area del poblado de El Monastil y la zona de su ubicacin. ( Fotografa cedida por J. M. Humaran, de la Oficina Tcnica del Ayuntamiento de Elda). 52 Sj II 111L_LI J / Figura 15.- Plano actual de El Monastil. A Ex. 1984 una de las nuevas estructuras halladas, la aparecida en el nivel ms profundo (hacia los 180 ms.) de una cata realizada en el verano de 1984, es la construccin ms antigua que conocemos del poblado (al menos del siglo V a. C.). Estas nuevas estructuras quedan fuera de la ciudad alta yde la montaa, de las que aparecen separadas por los restos de una gruesa mural la, hoy muy destruida, que muestra parte de un cubo o torren. Dicha muralla alterna con la propia roca, consiguiendo entre ambas fortificar el . poblado, su parte elevada. Las viviendas se han construido teniendo en cuenta la pendiente existente en la sierra, que se inclina hacia el sur. Adems, se adaptan perfectamente a las irregulares condicio nes del terreno, e incluso aprovechan en algunas ocasiones, la propia roca como un muro ms que, junto a los otros tres muros fabricados con piedras cogidas con barro, constituyen el zcalo de la vivienda, que suele ser de aproximadamente 1 m. de altura sobre el que se construyen las paredes de adobes o tapial. Como cubierta se emple un conjunto de troncos, ramas y barro, que formaban, seguramente, una nica pendiente. El suelo de las viviendas era de tierra apisonada, a veces, con incrustaciones espordicas de cermicas. Las viviendas tienen formas cuadradas o rectangulares, teniendo algunos muros medianeros, comunes entre dos viviendas. Las hay de doble cmara comunicadas por una puerta que en ocasiones presenta slidas jambas. La alineacin de viviendas del flanco norte cuenta con 21 estancias, que tienen entre 6 y 12 ms. cuadrados habitables. Las ms occidentales tienen a la misma roca como muro trasero. 54. Las viviendas distribuidas en el flanco sur suman un total de 25, destacndose dos de ellas con 30 ms. cuadrados habitables. Curiosamente presentan algunas dos puertas, una que da a la calle central, y otra que lleva a la ladera sur, y que est a una cota muy inferior a la anterior, desde la cual se accede a la calle mediante cortas escaleras, normalment excavadas en, la roca. En la zona ms occidental y alta se encuentra un ncleade 5 estancias, que cierra el poblado por esa parte. De modo que la acrpolis de El Monastil posee alrededor de 51 estancias, de las que probablemente un tercio (17) sori de uso impreciso, porto que tendramos 34 viviendas habitables. Si aplicamos el ndice 5, ms o menos ac s eptado, en la relacin habitantes/familia (vivienda) y propuesto por Serra Rafols, nos ofrece la posibilidad de que existieran 170 habitantes en la parte alta. Sirr embargo, los habitantes debieron superar esa cifra en el momento de mxima actividad del poblado (siglos II 1 a. C.), si sumamos los de la cima con los que. habitaran la llanura. La necrpolis de nuestro poblado no se ha descubierto todava. Sin embargo, quizs en relacin con l estara la probable necrpolis de El Chorrillo, a escasamente 2 kms. al norte, en una llanura atravesada por el Vinalop, donde hemos hallado cermica ibrica pintada de estilo geomtrico simple, cermica tica de barniz negro y una campanilla de bronce; y donde apareci a principios . de siglo la escultura del Toro de Sax (lmite de Sax, Petrer y Elda) hoy desaparecida. Todo ello plantea la posible existencia de una necrpolis ibrica del siglo IV a. C., aunque hasta hoy no tenemos noticias de enterramien tos que lo confirmen. Las fuentes escritas antiguas, grecorromanas, no nos informan sobre el nombre de la ciudad ibera de El Monastil, 55 Figura 16.- Plato y urna de cermica iberica decorada con bandas y fi letes pintados en colores sienas. 56 o 5 40 O 5 40 Figura 17.- Fragmento de asa de nfora ibrica sobre la que apreciamos la marca del alfarero. 57 o a te o je Figura 18.- a. Fragmentos de cermica tica de figuras rojas. b. Fragmento del fondo y base de una gran kratera tica. 58 4 r -- 11.1111 1111111r 5 40 5 00 Figura 19.- Objetos de cermica de barniz negro de tipo campaniense; los primeros presentan motivos decorativos pintados en blanco, y los ltimos muestran parte de un grafito en griego y parte de otro en ibrico. 59 a 1111111111 111111111 71 Figura 20.- a y b cermicas ibricas con decoracin im-presa. c. Vasijas de cermica ibrica arcaizante. 60 pero s nos dan la denominacin que tuvo en poca romana: ELLO o ELO. Sin embargo, esta denominacin de poca romana se deriva de la que debi tener en poca ibrica, quiz ILO. A esta hipotesis llegamos en base a la filologa y la opinin de un especialista de la lengua ibera, el profesor Untermann, que defiende para la raz ibera ili-, il- el significado de ciudad. Adems, se apoya en que POMPAELO (la Pamplona romana) es un trmino toponmico compuesto por dos elementos: Pompeyo y Elo, que unidos significan ciudad de Pompeyo, es decir, es igual hablar de Pompaelo que de Pompeyopolis, En cuanto al paso de ILO a ELO, se podra explicar por el hecho de que la inicial en una palabra ibrica suele desaparecer o convertirse en una e-: l liberis, Elbira en Granada; llici, Elice, Elche. Con todas estas mismas reglas filolgicas podramos admitir la secuencia lo, Eloallo, y posteriormente Ella (nombre de Elda en la poca medieval) y Elda (denominacin actual). Para saber hasta qu punto fue importante la cultura ibrica en El Monastil, debemos analizar su cultura material, es decir, los restor arqueolgicos all aparecidos y que conocemos hasta hoy, que estn expuestos o almacenados en el Museo Arqueolgico Municipal de Elda. La importancia de los materiales aparecidos en nuestro yacimiento ha hecho que se escribieran hasta hoy unos pocos artculos de no demasiada relevancia, o que se citaran algunos de sus materiales en obras ms generales pero de importancia. Es por ello que, ahora, trataremos de dar una visin total o de conjunto de materiales arqueolgicos significativos, que ayu den a comprender mejor la evolucin histrica ocurrida en el poblado de poca ibrica. 61 Fase Ibrica I de El Monastil (ss. V-III a.C.) De este perodo es del que menos materiales y restos constructivos poseemos. Sin embargo, en la llanura al pie de El Monastil, hemos localizado recientemente una nueva zona donde realizamos una pequea excavacin que nos inform de la existencia de esta fase antigua. La tcnica constructiva es la de muros fabricados con gruesas piedras cogidas con barro. La orientacin del muro hallado perteneciente a esta fase, es S-W/N-E. Hasta hoy no se han encontrado restos escultricos ni de arquitectura monumental, que son elementos caractersticos de otros poblados de este perodo. A la ciudad de este momento pertenecen los siguientes materiales cermicos: restos de cermicas orientales, la tica de figuras rojas, la de barniz negro y alguna campaniense A antigua, en una de las cuales apreciamos parte de un grafito en griego. En la cermica ibrica destacan unos pocos objetos (platos) decorados de pintura bcroma, el resto de piezas son moncromas, predominando los colores siena, marrn y rojizo o anaranjado. Los motivos decorativos son gemetricos simples, bandas anchas alternando con filetes o finas lneas, semicrculos, segmentos de crculos concntricos, crculos atravesados por una lnea, lneas en zig-zag e incluso alguna serie de eses. Tambin existen en esta fase cermicas bastas indgenas, que recuerdan a las de poca del / Bronce, son las denominadas arcaizantes, algunas de las cuales presentan como decoracin incisiones o impresiones (volutas, eses, etc.), en general son de color gris -negruzco. Las cermicas grises ibricas de mejor calidad tambin se encuentran, son platos de tipologa antigua, con modelos pnicos. Hay nforas 62 ibricas, alguna de tipologa pnica, que presenta marca incisa sobre el asa. La cermica ibrica pintada suele corresponder a vasijas con borde en forma de cabeza nade, y platos con borde engrosado, alguno al interior. Es posible que, algunas cermicas con decoracin pintada zoomorfa, esquemtica e ingenua, sean de este momento. A esta fase ibrica antigua pertenecen dos piezas muy significativas, realizadas ambas en bronce. Se trata de una fbula de doble resorte; y los restos de asas de aguamanil o braserillo, cuyo empleo se relaciona con libaciones sagradas. Es muy interesante la presencia de dos exvotos o idolillos de bronce en El Monastil, y un tercero procedente de Boln, donde existi otro asentamiento ibrico, hasta hdy mal conocido. Este tipo de exvotos no son frecuentes en la provincia de Alicante; slo se conocen los casos del guerrero de Villajoyosa y el jinete y el torito de Mogente. Tales piezas son abundantsimas en los santuarios ibricos de la Alta Andaluca, sobre todo en la provincia de Jan, donde aparecen por millares. De modo que, las piezas de Elda, Mogente y Villajoyosa, podran significar que existan determinados con tactos con el rea de Jan y la Alta Andaluca. Posibilidad nada descabellada, ya que Alicante y Valencia se encontraban bien comunicadas con aquella regin andaluza, a travs de una importante ruta ibrica (luego tambin romana), que desde el rea de Villena-Fuente La Higuera penetraba hacia Castulo y Linares (importantsima zona minera). El exvoto de Boln representa a un oferente, quiz un sacerdote, veStido con una tnica corta y en la cabeza el cerquillo de tonsura. El de El Monastil, mejor conservado, representa una figura femenina, una sacerdotisa. Su represen tacin es esquemtica, con especial detalle en el rostro, de 63 Figura 21.- a. exvoto de bronce hallado en Botn, que representa un sacerdote ibrico (dibujo de A. Navarro). b. exvoto de bronce hallado en El Monastil, que representa una sacerdotisa ibrica (dibujo A. Navarro). 64 5 5 Figura 22.- a. fragmento de la parte superior de exvoto de bronce que representa un guerrero. b. Fragmentos de bronce de braserillos. 65 rasgos cuidados. Va vestida con una tnica y cubierta con un velo abierto por delante yen la cabeza ,presenta una alta mitra. El segundo exvoto de bronce representa un guerrero, pero slo se ha conservado su mitad superior. La cabeza aparece cubierta por un simple casquete liso. Muy probablemente vestira una tnica. Sus manos son apuntadas y hacia adelante. Dos correas se cruzan por el pecho y la espalda, que corresponderan al tpico escudo circular ibrico, caetra, o a simples cinturones. La presencia en El Monastil de estos exvotos no significa, en absoluto, que aqu se ubique un santuario ibrico, en contra de lo que en alguna ocasin ha sido afirmado por erditos locales. La ciudad ibrica a la que corresponde el conjunto de materiales enumerados nos es prcticamente desconocida, pero gracias a ellos hemos podido conocer la existencia de tal comunidad ibrica durante los siglos V, IV y finales del III a. C. Sus habitantes son los que se beneficiaran del comercio fenicio -pnico, y en menor grado del griego. Fase Ibrica II de El Monastil (finales siglo 11I -mediados del siglo 1 a. C.). El paso de una fase a otra no lo conocemos bien, sin embargo, en algunas ocasiones vemos ciudades ibricas antiguas que son destruidas en un momento del siglo IV o II I a. C., lo que suele relacionarse con acciones blicas cartaginesas o con revueltas sociales internas, aunque ambas causas pudieron darse y ser complementarias. Posteriormente, a finales del siglo III a. C., parece que se reconstruye El Monastil que mantendr cierta influencia pnica, por la accin comercial 66 con la colonia de Ibiza. Donde mejor se observa la destruccin y reconstruccin de una ciudad ibrica es en La Alcudia de Elche (I lici). Nosotros apuntamos la posibilidad de que suce diese el mismo fenmeno en la ciudad ibrica de El Monastil. Lo hacemos en base a la estratigrafa obtenida en el sector B, cuadrcula A -I, en el transcurso de nuestra excavacin del verano del 1984; aunque es una hiptesis todava dbil, por lo exigo de lo exhumado. En la citada estratigrafa observamos que el estrato ms antiguo, el de la fase ibrica I, presenta restos de una construccin y algunos materiales arqueolgicos que estn separados del estrato que se les superpone por una capa de 25-30 cms. de espesor, compuesta por tierra, piedra y algn resto cermico, sobre el cual se reestructura el terreno con un empedrado que sirve de arranque a nuevos muros de orientacin distinta a la de la construccin ms antigua, ahora es de N/S y W/E. De modo que, parece que se di el final de una fase ibrica, probablemente por destruccin, que con un intervalo de tiempo indeterminado se vi sucedida por una nueva fase de vida ibrica, que es la de su mximo apogeo. Las viviendas de este nuevo perodo ibero son de planta cuadrada o rectangular, construidas con piedras cogidas con barro de dimensiones medianas y grandes, que sirven de zcalo sobre el que edificar paredes de adobe o tapial y cubiertas con ramas y troncos calafateados. Los restos arqueolgicos hallados en las viviendas nos muestran las actividades que ocupaban la vida de los habitantes del poblado. Junto a la caza de animales salvajes y la recoleccin de frutos silvestres, hay una autntica actividad ganadera y agricultora. Son abundantes los restos seos de 67 cabras, ovejas, vacas, jabales y caballos; tambin abundan los molinos de mano, para los cereales y granos en general, que se hal laron en el interior de bastantes viviendas. La pesca en el ro Vinalop no faltara como complemento de la dieta alimenticia. El trabajo del esparto debi ser importante gracias a su abundancia en el val le de Elda (hasta finales del siglo XIX era recogido en los montes eldenses, y daba una importante produccin de objetos diversos). La cordeleria, la cestera y la calzatura, son actividades centradas en el esparto. Enterrada en una vivienda de El Monastil, se hal l una suela de esparto que prueba la existencia del calzado fabricado con esta materia prima. La abundante aparicin de pesas de telar de barro en numerosas viviendas, es muestra de una cierta actividad textil, a la que corresponderan, tambin, las agujas de hueso y las fusayolas de barro. Una pequea actividad de fundicin de metales se deja intuir en la contemplacin del instrumental metlico hallado, especialmente bronce y hierro, y sobre todo en la existencia de acumulaciones de escorias de fundicin y restos de pequeos crisoles. Tambin en la ciudad hubo una importante produccin cermica: piezas para el transporte y almacenamiento de alimentos, piezas de cocina y mesa, y otras de . carcter ornamental, destacando en estas las decoradas con pinturas artsticamente aplicadas. Todas estas actividades se desarrollan de manera artesanal en mdulos familiares; sin embargo, la existencia de algunos excedentes, sobre todo, de productos agrcolas, posibilitara a determinados indgenas de El Monastil que importasen produc tos de otras regiones, a veces lejanas (del Mediterrneo 68 Oriental), a travs de comerciantes pnicos y griegos. Los materiales caractersticos de esta fase final de la cultura ibrica son abundantes y variados. Entre los materiales impor tados cartagineses destacan cuentas de col lar de pasta vtrea, objetos de hueso y marfil, N nforas. Tambin son importadas otras cermicas, la cern, . ,anse AyBy la megrica. Dejando de lado los restos ibricos de espadas (falcatas), cuchillos, lanzas y tiles metlicos cotidianos, sobresalen las cermicas con decoracin pintada que reflejan un simbolismo religioso relacionado con temtics pnicas, apareciendo as nuevos motivos decorativos: figuras humanas, animales, aves, carnvoros, caballos, liebres, peces; y elementos vegetales, flores, tallos, hojas y rosetas. A todos estos motivos hay que aadir elementos geomtricos como los de la fase ibrica anterior que son, sobre todo, semicrculos concntricos y eses. La ciudad ibrica de esta fase ha ofrecido claras evidencias, aunque pocas, del uso de la lengua ibrica. Tanto en metal, bronce, como en cermica existen algunos signos del alfabeto ibrico levantino. Normalmente, se trata de signos de caracter metrolgico, es decir, los tpicos en los sistemas de medidas (capacidad, peso, etc.), que son un instrumento bsico para el comercio y la economa en la Antigedad, en este caso en la cultura ibrica, tal y como se aprecia en algunas piezas de El Monastil. Precisamente, se usaron pesas (pondus) de bronce y plomo, del tipo de las halladas en este poblado. Todo ello manifiesta la existencia de un sistema comercial regular, establecido ya plenamente en esta fase de la cultura ibrica. Este fenmeno es, adems, ratificado por la importante circulacin monetaria, evidenciado por los numerosos hallazgos de monedas en poblados ibricos. En esta fse, en El Monastil, se han recogido monedas ibricas, romanas (republicanas), 69 pnicas y una griega, citadas de mayora menor abundancia, de las cecas de Roma, Nemausus (Nimes, en Francia), Cesse (Tarragona), Celsa (Velilla de Ebro), Bilbilis (Calatayud), Arse (Sagunto), Saiti (Jtiva), Carthago Nova (Cartagena), Ebusus (Ibiza), Sexi (Almuecar), Obulco (Porcuna), Emerita Augusta (Mrida), y Aeolis (Elida, en Asia Menor). La mayora de estas ciudades son costeras, abiertas al importante comercio martimo del momento, y el re s sto estn muy bien comunicadas a las redes viarias naturales ms importantes. De modo que, El Monastil mantendra unos estimables contactos comerciales en su posible relacin con estas ciudades, peninsulares y extrapeninsulares. 70 Figura 23.- Anforas ibricas para transportar y conservar comestibles. 71 - Figura 24.- Anforas ibricas. 72 Figura 25.- Grandes vasijas para almacenar meres 73 Figura 26.- Pequeos platos y vasos caliciformes decorados con motivos pintados geomtricos. 74 a Figura 28.- Cermicas ibricas decoradas con fi guras animales: a. oinochoe sobre el que se ha pintado un guila explayada. b. kalathos sobre el que aparece un lobo que ataca a un caballo. 75 Figura 27.- Vasijas globulares y bitroncocnicas decoradas con motivos geo mtricos y fl orales. 76 Figura 29.- Diversas cermicas decoradas con figuras humanas, animales y vegetales. 77 Figura 30.- ay c cermicas decoradas con guilas. b. posible representacin de la pareja divina ibera. 78 o 40 a e 5 Figura 31.- a. Fragmento del borde de una vasija ibrica cuyo orificio vertedor esta formado por la representacin de la cabeza de un lobo. b. Fragmento de pxide de marfil, en la que se conserva parte de la moldura de la boca y de la cabeza de un cervatillo. c. Fragmento de botella de alabastro y cuentas de collar de pasta vtrea, que son objetos importados en el comercio con los pnicos y gentes orientales. 79 41 1 , 0 4 4:41, 111 POP . e $41 Figura 32.- Pesas y fusayolas o husos de telar, que demuestran la existencia de una importante actividad textil en el poblado. Restos de una plantilla calcinada de esparto, que indica el uso de esta materia para calzarse en aquella poca. 80 Figura 33.- fi bulas o imperdibles de bronce, anzuelo, punzn, aguja, y campanillas de bronce, y pesas de plomo. 81 o o 5 40 1111111 . 40 Figura 34.- anverso y reverso de una pesa de bronce con los signos ibricos GA GA y BI. 82 Figura 35.- a. Diversas armas: falcata o espada ibrica, puales afalcatados. b. glandes o proyectiles de plomo usados en las hondas. 83 Figura 36.- Puntas de lanza. 84 a JEME Ir Figura 37.- a. platos de cermica gris ibrica que imita a la campaniense. b. fragmentos de boles de cermica megrica. c. lucernas o candiles de aceite romanos. 85 a Figura 38.- a -d. monedas de la Repblica de Roma, ases del tipo de Jano bifronte, la proa de una nave, y la leyenda Roma. e. moneda helenstica de la zona griega de Asia Menor, de Aeolis. 86 Figura 39.- a -c. monedas ibricas acuadas en la ciudad de SAITI/SAETABI (Jtiva); en ellas podemos apreciar la caracterstica representacin del jinete ibrico (reverso). 87 EL PERODO DE LA ROMANIZACIN ROMANIZACIN DE LOS POBLADOS IBEROS: EL MONASTIL (MEDIADOS DEL S. I a. C. -COMIENZOS DEL S. III d. C.). Cuando la cultura ibrica estaba en su mximo esplendor, S. III a. C., se vi afectada por una importante guerra entre cartagineses y romanos. Iberia sufri en su suelo y sus gentes las secuelas de la II Guerra Pnica. Los cartagineses ostentaban un preciso dominio del Levante y Sur de la Pennsula Ibrica, que era su fuente de riquezas, alimentos y hombres. Esta circunstancia favorable a Cartago iba a ser cambiada negativamente por Roma. A partir del ao 218 a. C. los romanos, encabezados por los Escipiones, toman militarmente el rea catalana de Ampurias e inician un descenso hacia el ro Ebro, y hacia las importantes ciudades de Sagunto y Carthago Nova. En el 209 a.C. es tomada esta ltima, con lo que el podero romano en Iberia daba un paso fundamental para su consolidacin. De este modo, y en esa fecha, los iberos de Contestania, entre ellos los de El Monastil, quedaban bajo la rbita poltico -cultural de Roma, que comen zara a ir suplantando el dominio de Carthago en territorio ibrico. Desde entonces, y a lo largo de los siglos I I y I a. C., se establecen las bases del proceso de romanizacin o latinizacin del mundo indgena ibero que en el siglo I d.C. reflejar un 89 profundo cambio cutural; algunos iberos actuan ya como romanos de provincia (importante provincia de la Hispania Citerior). A pesar de que llegaron pocos romanos, itlicos principalmente, su influencia sobre los iberos deriv en que stos terminaron por adoptar los usos y costumbres romanas, abandonando sus antiguas costumbres. Es significativo el hecho de que en paca de Augusto, ya han desaparecido muchos asentamientos de iberos,fruto de la poltica augustea, sus gentes tendern a einglobrse en unas cuantas ciudades, algunas romanas, de nueva creacin: Dianium (Denia), Villajoyosa o Lucentum (Benala. Alicante); y otras romanizadas, de iberos que se han romanizado y que incluso han admitido el asentamiento de romanos: llici (La Alcudia, Elche), Tossal de Manises (Albufera de Alicante) o El Monastil (Elda). Al mismo tiempo, otros iberos se asentarn en llanuras aptas para las labores agrcolas. Este hecho origin una ocupacin rural patrocinada por los romanos, que organizaron el campo en unidades de explotacin, las uillae romanas, diseminadas o concentradas en un parcelario ms o menos regular, en las denominadas centuriaciones. Esta organizacin rural romana se aprecia principalmente dentro de la provincia de Alicante, en Denia, Elche, Monvar-El Pinoso, Sax-Elda Petrer (en la llanura contigua al norte de El Monastil), y Villena. El tipo de explotacin rural era de base ganadera y de agricultura de secano, pero con importantes terrenos de regado. La produccin se centraba en los cereales, la vid y el olivo. La industria, ms bien artesanal, contaba con la produccin alfarera, la del vidrio, la del metal, la textil y la de salazones de pescado (esta ltima se ve por casi todas las instalaciones de la costa alicantina). 90 k iouEno GAOES DIVISIONES ADMINISTRATIVAS EN EL ALTOIMPERIO LIMITES DE PROVINCIAS ---- LIMITES DE CONVENTOS JURIDICOS CAPITALES DE PROVINCIA CAPITALES DE CONVENTOS JURIDICOS Figura 40.- Situacin del poblado romano de ELLO dentro de las divisiones de la administracin imperial romana. 91 Tal potencial no deba potenciar un buen nivel exportador, sin embargo, las importaciones de todo tipo de productos, sobre todo cermicas de lujo, s fueron muy importantes, tanto en el Alto como en el Bajo Imperio. La importante numismtica romana de la provincia de Alicante refleja unas importantes cotas de comercio. Y todo ello era posible gracias a las buenas comunicaciones de la poca romana, la va martima contaba con un puerto muy importante para la importacin provincial, el Portus Ilicitanus (Sta. Pola); y la va terrestre era tanto ms importante, pues por los valles del Vinalop y del Bajo Segura discurra una calzada romana, que comunicaba Cartagena con Tarragona, y que desde Cdiz conduca hasta la misma Roma. Con semejantes condiciones el proceso de romanizacin de los indgenas de la actual provincia de Alicante, y en ella de El Monastil, no poda fracasar. La reaccin exacta de los iberos de El Monastil y de la comarca ante la presencia de elementos romanos, no nos es conocida. Se han recogido varios glandes de plomo (proyectiles de honda) que evidencian la existencia de algunas acciones blicas con intervencin de fuerzas romanas, pero como los glandes no presentan datos cronolgicos, no podemos adscri bir esa belicosidad a un acto blico concreto, de los varios que sabemos que ocurrieron a la llegada de los romanos y que afectaron a tierras alicantinas (II Guerra Pnica, guerras sertorianas y cesarianas), aunque tambin pudo existir alguna sublevacin indgena local. Si algo de ello sucedi lo fue en la fase ibrica que se relaciona con el final de la Repblica Romana (finales del S.III a C. hasta mediados del S. I. a.C.); a continuacin, tras los contactos polticos y comerciales, la cultura ibrica ir entrando 92 en la rbita de Roma. A partir de Augusto, ltimo cuarto del S.I. a.C., el proceso de romanizacin comenzaba a dar sus frutos. La ciudad ibrica de El Monastil fue llamada por los romanos Ello (Elo), que le dieron tal denominacin en varias fuentes escritas antiguas, donde recogan rutas importantes como la del Itinerario de Antonino, que cita una partcula y un topnimo latinos: AD ELLO, cuyo significado es hacia (en direccin) Ello; esto se explica por el hecho de que, un importante ramal de la Va Augusta descenda por el valle del Vinalop, para dirigirse a Illici (Elche) y Carthago Nova (Cartagena); y al pasar dicha va cerca de Ello, tendra la misma un desvo que conectara la ciudad con la calzada romana. En otros itinerarios posteriores (Annimo de Ravenna y GeograL phia de Guido) todava se citar ese desvo hacia Ello, aunque con grafas degeneradas: EDELLE y ELOE. Es a este desvo, al que se refieren las citas viarias antiguas. La ciudad de Ello (El Monastil) comenzara un importante comercio con los romanos para adquirir los productos traidos por stos desde Italia. Las clases pudientes ibricas, la lite social que controlaba las claves polticas y econmicas de Ello, para conservar su privilegiado status se aliara con los nuevos jefes dominado res, los romanos. Esta lite ibrica decidira equipararse a los romanos imitando sus modos de vida y sus smbolos de privilegio econmico -social, lo que derivara en la compra de objetos romanos de lujo y otros de claro uso comn en la vida de un romano. Este proceso lo podemos seguir, principalmente, a travs de los productos cermicos importados de Italia y, luego, del resto del Imperio Romano. Como suele ocurrir, el resto de los indgenas trataran de imitar a su vez a la lite social de su comunidad, cuya vida y 93 Sal t igirn Ad Stetuns Ad Turres Ad Are dello Carthogo SPart ha no Sagunturn Volent ia porturn Sucrone S c r ( cp Diciniurn Lucenturn Ad Leones Al lon Figura 41.- ELLO y la red de comunicaciones de poca romana. 94 posicin sera envidiada. Esto trajo consigo que tambin la masa de iberos intentara adaptarse al nuevo sistema de vida, el copiado a los romanos. Sera de este modo como penetraran, en el seno de la poblacin de Ello, las formas y los objetos romanos. El resultado de esta romanizacin es la masiva presencia de productos del Imperio Romano en El Monastil yen las villas romanas surgidas en su territorio. Tanto en la ciudad como en las villas rurales, se instalaran algunos colonos romanos. Una consecuencia importante de este proceso es el progresivo retroceso de la lengua ibrica, y la penetracin de la lengua latina en la comunidad indgena, sobre todo en los ncleos urbanos ms importantes. Este avance del latn se aprecia sobre todo, desde el S. I d.C., que es cuando las lpidas con inscripciones en dicha lengua comienzan a ser frecuentes. Sin embargo, no se ha encontrado todava inscripcin alguna, y slo una villa romana prxima, la de Arco Sempere, ha . aportado restos epigrficos latinos, un fragmento de piedra donde se puede leer el nombre del posible propietario: Gaius Sempronius. Otra consecuencia significativa de la romanizacin es que los indgenas son concentrados en el fondo del valle de Elda y alrededores, abandonan las montaas y se asientan en el llano, en las vil las creadas por los romanos, sobre todo desde el S. I cl. C. En Ello, al igual que ocurri en I lici y en Tossal de Manises, la formacin de la ciudad romana se produce siguiendo los planteamientos ibricos preexistentes, es decir, se mantiene el urbanismo ibrico. La orientacin de los muros de las viviendas de El Monastil siguieron siendo N/S y E/W, como en poca ibrica, pero a veces con un poco de desviacin 95 respecto a los muros iberos, a los que se les superponen los romanos. La tcnica constructiva de los muros continua siendo, fundamentalmente, la de piedra seca, es decir, piedras, trabajadas o no, cogidas simplemente con barro, aunque en excepcionales casos se ha empleado cal como argamasa. En varias viviendas hay un almohadillado parcial, con bloques grandes de piedra, de forma ms o menos cuadrada, que refuerzan las jambas de las entradas de las viviendas, o algn punto del muro. Incluso, hay viviendas cuyos muros presentan una factura casi en opus spicatum (hi ladas de piedras jispues, tas como los granos de una espiga de cereal) muy rudimentario. Tambin hay muros construidos con dos hiladas exteriores de piedras grandes, entre los que hay un relleno de tierra y piedras pequeas. La calidad arquitectnica parece brillar por su ausencia, con la excepcin de una base de columna y algn bloque de piedra bien trabajado, el resto de elementos arquitectnicos son muy simples y rsticos, al menos esta es la tnica de lo hallado hasta la fecha. Si esta circustancia se confirma con el futuro habr que explicarla como cierta pobreza, o bajo nivel de romanizacin. Respecto a la cubierta de las viviendas se usaron tejas, curvas y planas, de las que se hallaron muchas en El Monastil. En esta ciudad no debieron existir apenas edificios pblicos, con lo excavado hasta la fecha, slo podemos intuir la existencia de un edificio o mdulo de edificios de planta rectangular y con algn bside en dos flancos. Estas construc ciones se sitan en una explanada o plaza en la zona ms elevada de la ciudad, en la acrpol is. 96 Figura 42.- Fragmentos de objetos de la lujosa terra sigillata, de barniz rojo, los de arriba son del tipo decorado con relieves, que se fabrica a molde; los de bajo son del tipo liso y presentan las marcas de los alfareros itlicos que fabrican tales piezas. 97 a Figura 43.- a. Fragmento de cermica sin barniz, decorada con parte de una escena de sacrificio muy tpica de los romanos: se sacrifica un toro del que slo vemos su parte trasera, y de los sacerdotes slo aparece el que porta el olpe para las libaciones sagradas. b. Fragmentos de objetos suntuarios de vidrio. 98 El proceso de romanizacin de la cultura ibrica fue lento y progresivo, de modo que, las consecuencias que acabamos de plantear como surgidas en El Monastil, fueron precedidas durante el S. I a.C., de una etapa evolutiva en la que convivan indigenismo y romanismo. De esta etapa de transicin y en funcin del comercio, hay fiel reflejo en la numismtica ibero romana, pero sobre todo en los productos cermicos; ahora comienza a desaparecer la variedad cermica campaniense de barniz negro, y a aparecer otra variedad, la denominada terra sigillata aretina, de barniz rojo. Esto en lo que s refiere a productos tpicos romanos, mientras que como productos indgenas todava en pleno uso, destaca un lote de cermica que tanto en formas como en temas decorativos es bastante distinto de las producciones ibrieas de las dos fases anteriores. La presencia de pervivencias decorativas de esas fases en esta final, muestra su sentido de transicin y evolucin. De modo semejante a como se observa en las cermicas pintadas en La Alcudia (Elche), de este momento, en las de El Monastil vemos, tambin, que las bandas de SSS que anterior mente se empleaban como motivo secundario de decoracin, pasan ahora a ser el tema principal y nico que decora algunos vasos; surgen otros nuevos tipo3 de hojas pintadas a tinta plana; predominan los finos reticuiados como terna principal decorativo; van desapareciendo progresivamente las bandas de semicrculos concntricos. Esta fase de transicin debi alcanzar hasta la poca de Augusto inclusive, ya partir de sta, desde la primera quincena del S. I. d.C., la romanizacin de nuestro poblado y el territorio ibrico al que perteneca (Contestania) deba ser muy significa tiva y evidente, basta con ver la aparicin de centuriaciones, villas rsticas, y nuevas tcnicas constructivas, en la mayor 99 parte de esas tierras. En este fenmeno jugara un papel clave la colonia romana de Illici Augusta, que deba ser el centro civi l y militar administrativo del que pudo depender Ello (El Monastil y su comarca), ciudad que, sobre todo, estuvo bajo la influencia importante de la colonia romana de Carthago Nova, hasta poca de Augusto como mnimo, tal y como se aprecia esa influencia en las actuales provincias de Murcia y Alicante. El Monastil en esta primera fase romana, la del Alto Imperio (27 a.C.-principios del S. 11 1 d.C.), presenta una evolucin negativa. Hay un primer momento de gran esplendor que coincide con el perodo de Augusto y Tiberio (27 a.C.-37 d.C.), y que nos muestra un alto nivel econmico y comercial, evidenciado por el abundante material importado, que desde fines del S. 1 d.C. escasea claramente. Los habitantes hispanorromanos de El Monastil comienzan a sustituir el vino itlico (nforas Dr.1) por el producido en zonas del sur de Francia y Catalua (nforas Dr. 2-4); el uso de lmparas de aceite (lucernas) italianas imperiales supera en nmero a las usadas en la fase anterior; las cermicas romanas importadas de barniz negro, campanienses, de las que se han recogido hasta ahora unos doscientos fragmentos o piezas, son relegadas por las masivas importaciones de cermica romana de barniz rojo, denominada terra sigillata, que proceda mayoritariamente de Arretium (Arezzo), aunque marginalmente se import esta vajilla de lujo de otros centros itlicos, o de sus sucursales francesas del rea de Lyon (Francia). Ms de trescientos fragmentos o piezas de sigillata itlica hallados hasta hoy en El Monastil, muestran un importante poder adquisitivo de sus habitantes. Tambin se importaron algunos objetos delicados y de lujo, caso de los realizados en vidrio. 100 La agricultura sigui siendo la base econmica, ya un nivel familiar, exista una produccin textil, metalrgica y alfarera; especialmente abundantes eran las cermicas comunes de cocina y mesa, hecho lgico de la vida cotidiana que obligaba a mantener una industria alfarera, favorecida por la existencia de buenas arci llas del valle. La numismtica hispanorromana de este buen momento econmico, verifica este esplendor comercial. Aqu se han hallado monedas de ciudades romanas claves en la poca: Carthago Nova (Cartagena), I llici (Elche), Tarraco (Tarragona), Celsa (Velilla del Ebro), y Turiaso (Tarazona). Destacan sobre todo las monedas de Carthago Nova, pues son un total de ocho por una de las otras ciudades. A partir de Claudio (41-54 d.C) comienza a agonizar la vida en El Monastil. nforas y lucernas parecen escasear, al igual que el vidrio. Ello es seal de un decaimiento del comercio importador, lo que a su vez delata cierta debilidad econmica. Pero los mejores datos para seguir la evolucin negativa de esta segunda parte del Alto Imperio, los obtenemos de las importaciones de terra sigillata y de la circulacin monetaria. Las producciones de terra sigi llata de oficinas cermicas itlicas, en poca de Claudio, haban perdido los mercados ms importantes del Imperio Romano. Este se abasteca, ahora, de las fbricas de sigillata glicas (del sur de Francia) que aca paraban el mercado internacional. El centro principal de esta produccin sudglica de sigillata era La Graufesenque (Millau), que envi abundantemente sus productos a los hispanorroma nos del Levante espaol, y entre ellos los habitantes de los valles del Vinalop. En El Monastil tambin se han hallado res tos de terra sigillata de La Graufesenque, pero en muy pequea cantidad, apenas una veintena de fragmentos, lo que contrasta 101 Figura 44.- Lucernas imperiales romanas. 102 Figura 45.- Objetos cermicos romanos de tipo comn. 103 con los tres centenares de fragmentos de sigi l lata itaiiana que se importaron en el perodo augustotiberiano. El brusco descenso de las importaciones de terra sigillata sudgl ica, pero tambin de la hispnica (slo se han hallado treinta fragmentos) y de la Clara A, sucedneo producido en el norte de Africa (representada por apenas veinte fragmentos), demuestra la recesin econmica, y seguramente social, que se experiment en la ciudad desde los aos 50, tendencia que quiz se vera agravada con la importante crisis del ao 69 d.C., que afect al Imperio Romano y principalmente a Hispania, aunque desconocemos sus efectos en estas tierras del Vinalop. Un dato totalmente significativo es que en el perodo que va entre el ao 50 y el 250 d. C., solamente se han recogido en El Monastil setenta fragmentos de cermicas sigillatas importadas, sudglica, hispnica y africana Clara A. Claro que tampoco hay demasiados materiales de produccin local. La numismtica romana de nuestro poblado ratifica los datos negativos del proceso econmico ocurrido a partir de Claudio, que ya hemos seguido en la evolucin de las importaciones de terra sigillata. De la poca de Augusto -Tiberio se han recogido trece monedas, mientras que de la que abarca de Claudio hasta la primera mitad del S. I II d.C., solamente se tienen seis: dos de Claudio, una, posiblemente, de Nern, una de Domiciano, una de Geta y dos indeterminadas. Un descenso tan sustancial de las importaciones cermicas y de la circulacin monetaria en los ltimos doscientos aos del Alto Imperio, nos hacen pensar que la ciudad romana de Ello ha sufrido una fuerte recesin econmica y, muy segura mente, un abandono parcial, pero importante, del poblado, lo que debe responder a unas causas que hoy desconocemos. 104 a o 40 fi b. O 5 40 Figura 46.- Elementos ldicos o de entretenimiento: a. restos de diversos muequitos de barro, alguno de los cuales era articulado. b. especie de dado de piedra con dos tipos distintos de caras. 105 e 411 Figura 47.- a. anillos. b. cucharilla, c. llave. d. agujas de hueso para el pelo y para coser, y estilos del mismo material para escribir sobre tablillas enceradas. .106 Figura 47.- Tejas romanas: la superior es una teja curva o imbrice, y la inferior es la teja plana o tgula. 107 Fitzura 47.- Parte superior de nfora romana imperial procedente de La Betica. 108 Este fenmeno conllevara una nueva redistribucin del espacio habitado en la comarca del Medio Vinalop. Es muy probable que las gentes descendiesen al llano del Valle, junto a los mrgehes del ro Vinalop, para ampliar la explotacin agrcola, con un mayor nmero de terrenos aptos para el cultivo. Precisamente en ese perodo, mediados del S. I y S. II d. C., es cuando surgen numerosas villas agrcolas romanas a lo largo del Vinalop, en sus dos orillas: Casa Color, Arco Sempere, El Puente I, El Puente I I, Las Agualejas, Puente del Sambo-La Jaud, son las principales villas romanas de las que tenemos noticias hasta hoy, pero tambin las hay en Sax, Petrer, Monvar, Novelda, etc.. En suma, desde mediados del S. III hasta mediados del S. IV, El Monastil estara prcticamente deshabitado, tal y como la arqueologa lo parece indicar, ya que apenas se han hallado restos materiales que reflejen actividad humana en dicho poblado durante el citado perodo. Ello durante el Bajo Imperio El siglo I II d.C. estuvo marcado en el Imperio Romano por una profunda crisis que afect a su sociedad, economa y poltica. La situacin fue catica, sobre todo, al producirse la anarqua militar y la llegada de los grupos brbaros, francos y alamanes fundamentalmente. Bastantes de las destrucciones ocurridas en la Pennsula Ibrica, en ese tiempo (mediados del S.I II d.C.), se atribuyen al paso violento de los francos. En La Alcudia de Elche y en El Tossal de Manises se han constatado tales destrucciones, pero en otros, como en El Monastil, no sabemos exactamente qu ocurri. El S. III es una incgnita total para esta ciudad, en ella apenas se han encontrado dos o tres cermicas africanas (Clara , 109 C), que adems son de la segunda mitad de dicho siglo. Tambin escasean las monedas de este perodo, se han hallado cuatro y son de esa misma segunda mitad, pertenecen a Postumo, Galieno y Claudio II. Es decir, hay un vacio total en la primera mitad del S. I II, que en su segunda parte presenta indicios de una reducida presencia humana. Esta situacin parece que se mantuvo durante el primer tercio del .S. IV, perodo del que slo se hallaron cinco o seis cermicas africanas del tipo Clara D, y una moneda de Maximiano. Gracias a la intervencin de Diocleciano, que modific el gobierno, la administracin y la economa, se produjo un cambio favorable para el Imperio de Roma. Las Hispanias se organizaron en siete provincias: Tarraconense, Btica, Lusitania, Galiecia, Baleares y Tingitania. Ello y las dems tierras hoy alicantinas quedaron englobadas en la Cartaginense, con la que se completan aquellas siete. En general, en el S. IV, se da una recuperacin econmica y un bienestar general. Se produce, tambin, una ruralizacin, se prefiri asentarse en villas campestres ms que continuar en las ciudades; stas fueron reduciendo su permetro y, normal mente, se ubicaron en zonas altas. En El Monastil se aprecian esos mismos fenmenos. Afina les del primer tercio del S.IV, la ciudad, ahora reducida a la parte alta (acrpolis), presenta una gran recuperacin econmi ca, pues la importacin de cermicas norteafricanas alcanza cotas muy altas y la circulacin monetaria parece ser relativa mente significativa. Este nuevo esplendor comercial haca llegar a Ello y su territorio productos norteafricanos, provenzales y orientales. Las nforas de aceite y vino son abundantes, proceden fundamentalmente del norte de Africa, pero algtma es oriental, 110 o tambin btica. Las lucernas naranjas o blancas, las cermicas estampadas (con trboles, palmetas, rombos, volutas, etc.), y. la Clara D, son africanas; tambin hay alguna cermica oriental, como la del tipo Late Roman C; igualmente, es importante la presencia de cermicas grises estampadas, procedentes de Provenza y el rea de Marsella. La existencia de objetos de vidrio y fragmentos de mrmol, importados de Africa, nos hace pensar en una economa importante que puede consumir caros objetos traidos de tierras lejanas. Hay un lote de monedas del S. IV, (quiz un pequeo tesorillo) que parecen ratificar una recuperacin ya a mediados de ese siglo. Son once monedas de Constantino, Constancio, Decencio, Teodosio, y otra indeterminada. Junto a todos estos objetos, alguno de los cuales atestiguan la actividad de El Monastil hasta el S. VI, se han hallado cermicas bastas, locales o regionales, hechas a mano con toscas terminaciones. Son cermicas negras, marrones y rojizas, de formas cbicas, esfricas y en forma de fuentes o bandejas. La importancia de estas cermicas al lado de las importadas africanas, est siendo puesta de relieve por un fundamental estudio del arquelogo britnico Paul Reynolds. Esta recuperacin de Ello se aprecia de forma parecida en su territorio contiguo: en Camara y en el Sambo (Monvar Novelda), se atestigua la existencia de asentamientos humanos de altura que corresponden a esta poca. Sin embargo, villa, bajoimperiales o tardorromanas apenas se han hallado h2s4 hoy, quiz por haber sido destruidas por las labores agrcolas o el crecimiento de las ciudades. Solamente conocemos dos casos, el de Las Agualejas (Elda), que se pudo originar en el S.I. d.C. (hay sigillata sudglica) y llegar hasta el S.VI, constituyn 111 Figura 48.- a. Fragmentos de placas de mrmol para el revestimiento de los muros de algunas construcciones romanas. b. molinos para el cereal y prensa de aceite. 1 1 2 a e Figura 49.- Algunas de las monedas romanas del Alto Imperio. 1 1 3 a d S 410 e Figura 50.- Algunas de las monedas del Bajo Imperio romano. 1 1 4 dose en una importante villa seorial junto al ro Vinalop, que dispona seguramente de unas termas y de construcciones nobles, tal y como lo demuestran los objetos all aparecidos: muros, basas de columnas, cermica Clara D, monedas (de Constantino y Magencio), vidrios, dos piscinas y alcantarillado con bveda. El otro caso es el de la villa de la Casa Color (Elda), que, aunque destruida recientemente, nos ha delatado la existencia de una fase altoimperial, con sigillata itlica y sudglica, que tuvo su continuidad hasta el siglo V d.C., de cuyo momento se obtuvo abundante cermica comn tosca, tarda, cermica Clara D, y un enterramiento en el interior de un bside, nico resto visible de las construcciones destruidas, lo cual nos impide saber la realidad de este asentamiento, ubicado a 300 ms. escasos de El Monastil. En esta poca las viviendas de este poblado se concentran en la parte alta. La calidad de las mismas es mediana o baja, ya que si se construye o reconstruye la vivienda, se hace reutilizando materiales anteriores, as se mezclan buenos sillares antiguos con otras piedras recientes. Tambin se reu tilizaron muchas tejas. En ciertas construcciones se aprecia el empleo de cal o yeso. Los pavimentos suelen ser de tierra api sonada, a veces, mezclada con deshechos cermicos. En general, lo que sucede es que se reutilizan las viviendas de la etapa altoimperial, en las que se hacen pequeas reformas. La economa de los habitantes de esta ciudad seguira siendo ganadera y agrcola. La produccin agraria se centrara en el vino, el aceite, el cereal y el esparto, sobre todo en este ltimo producto. La pujanza econmica posibilit la importacin de productos del norte de Africa, del sur de Francia, e incluso de Asia Menor. 1 1 5 5 5 Figura 51.- Lucernas africanas, naranjas y blancas, de las denominadas paleocristianas. En la penltima vemos parte del sacrificio de Isaac. 1 1 6 *111 11 ` 110 wagrommio Figura 52.- Cermicas africanas del tipo Clara D (a y b). y gran vaso de cermica comn con decoracin incisa. 1 1 7 1C Figura 53.- Cermicas africanas estampadas, rojas, decoradas con motivos geomtricos, vegetales, cruces y cantharos. 1 1 8 a Figura 54.- a. Cermicas paleocristianas grises. b. Feto en el interior de una vasija de cermica comn, hallado bajo el suelo de una vivienda. 1 1 9 Figura 55.- Anforas norte -africanas. 120 Figura 56.- Cermicas comunes hechas a mano. 121 EL PERODO TARDOR ROMANO Y VISIGTICO Esta ltima fase de esplendor de El Monastil se vera afectada, en unos trminos que no tenemos claros, por la llegada de gentes forneas, que entre los siglos V y VII hicieron acto de presencia en el Pas Valenciano. De modo ms o menos intermitente, la ciudad entrara en contacto con algunos vndalos, visigodos y bizantinos. Los visigodos son los que ms solidamente se establecieron en las Hispanias en el S.V., pero sobre todo desde el inicio del S. VI. En un primer momento gobernaran como delegados de Roma, a la que finalmente suplantarn. El Monastil pas de este modo a depender polticamente de los visigodos, los cuales no llegaran a establecerse en estas tierras, pues sus asentamientos fueron en la zona de Castilla la Vieja. Debido a esta lejana del grupo dominador visigodo, los bizantinos de Justiniano encontraron fcil ocupar, a mediados del S. VI, la costa meridional hispana aprovechn dose de las disputas entre los brndos visigodos de Agila y Atanagildo. La presencia de tropas en la costa propici un importante comercio con el Prximo Oriente, sobre todo, con el rea sirio -palestina. Objetos de vidrio, nforas y otras cermicas y piezas diversas, llegaran en estos momentos, tal y como se aprecia en los restos de esa poca hallados en Santa Pola, Elche, Alicante, Elda, etc. El ejrcito bizantino, que haba ayudado a Atanagildo para obtener el trono visigodo, se apropi de una franja litoral que 123 abarcaba del Guadalquivir al Mijares; de tal forma que casi todo el Pas Valenciano estaba ocupado por los bizantinos, que establecieron su capital en Cartagena. Desde ese momento los. visigodos, encabezados por Leovigildo, lucharon por expulsar los, lo que no consiguieron hasta bien entrado el S.VII, siendo I ll ici y Denia las ltimas ciudades de donde saldran los bizantinos. Las campaas de Leovigildo para ganarle terreno a los bizantinos traan, siempre, la creacin de sedes epscopales que marcasen de algn modo hasta donde alcanzaba el dominio visigodo. Una de las sedes creadas a primeros del S.VII, sera la de Elo (antigua ciudad de Ello, El Monastil). Esta circunstancia sera muy importante, pues el obispo de una sede era el jefe poltico y religioso de la ciudad, y del territorio donde se estableciese con su squito. De todas formas, los habitantes de la sede Elotana y sus alrededores, como ocurra en el resto de las tierras valencianas,. seguan siendo mayoritariamente hispanorromanos, ya que muy pocos visigodos recalaran por estas tierras. Por otro lado, no tuvieron mucho tiempo para instalarse aqu, pues apenas transcurri un siglo entre su aparicin efectiva, a primeros del S.VII, y la llegada de los rabes, a primeros del S.VIII, que terminaran por aduearse de la Pennsula Ibrica. Los restos arqueolgicos pertenecientes a estos siglos. finales son casi totalmente inexistentes, se reducen a unos cuantos fragmentos de objetos cermicos, que evidencian escasamente la presencia humana en el poblado, entre el S.VIII y el S.XII I, que debi reducirse a alguna espordica visita al poblado, ya abandonado, quiz para aprovechar algunos de sus restos constructivos. 1 24 Indicios de la primitiva introduccin del cristianismo en El Monastil (SS. IV -VI). la inexistencia de textos que nos hablen de cmo se formaron nuestras primeras comunidades cristianas nos obliga a apoyarnos, bsicamente, en los restos arqueolgicos. Esta circunstancia es delicada, pues en muchas piezas que presen tan smbolos cristianos, stos no son otra cosa que adornos impuestos por la moda oficial del Imperio desde el S. IV d. C. No sabemos qu repercusin tendra, en las tierras alican tinas, la llegada de San Pablo a Tarragona donde estuvo predicando. Despus de los edictos de Constantino el Grande que autorizaban el culto romano, ya en el S. IV, se aprecian evidencias de la presencia de los cristianos en Elda y en la regin valenciana. Pero anteriormente, en la clandestinidad, debieron de aparecer los primeros cristianos en dichas tierras. La existencia de una primitiva comunidad cristiana en Elo, se puede rastrear gracias a algunos materiales arqueolgicos hallados, cuya cronologa abarca los siglos IV al VI. Las piezas que ms nos interesan son, en primer lugar, un fragmento ele sarcfago de mrmol, tres fragmentos de mrmol de un altar y un fraghiento de plomo de una posible cruz; otros objetos de poca paleocristiana, con simbologa cristiana, son piezas de uso cotidiano fabricadas en cermica, lucernas y vajilla de mesa. Todo el loie de piezas se hal l en El Monastil, con la excepcin del sarcfago, recuperado en la cisterna del castillo de Elda que se encuentra, aproximadamente, a un kilmetro de distancia de aquel. En los primeros aos de la actual dcada de los 80, aparecieron dos fragmentos de mrmol blanco que pertenecan 125 Figura 57.- a. Fragmento de tapa de sarcfago decorada con la historia de Jons y la ballena, que apareci en el castillo de Elda, reutilizado como piedra. b. Detalle del fondo central de un plato de Clara D donde se representa a San Daniel en la cueva de los leones. 126 a un sarcfago paleocristiano, concretamente al frente deco rado de su tapa. La -parte que queda tiene 65 cms. de longitud, 36 cms. de altura y 10 cms. de grosor. La decoracin es de escenas bblicas en relieve, concretamente del ciclo de Jons. Esta decoracin es la correspondiente al centro -derecha de la tapa; observamos, de izquierda a derecha, parte de una cartela rectangular con moldura, sin inscripcin, a la que sigue la escena en la que Jons es arrojado al mar, donde un monstruo marino lo engulle. A esta representacin se le yuxtapone el inicio de otra escena del mismo ciclo, en la que el mismo monstruo devuelve a Jons, que a continuacin aparecera durmiendo bajo la calabacera. De todas estas ltimas escenas, slo nos ha quedado la cabeza del monstruo que debe devolver a Jons. Centrndonos en la escena que nos aparece completa, podemos distinguir una embarcacin de vela cuadra que navega entre fuertes olas. Desde la popa hasta la proa observamos cinco personajes: el timonel que sujeta un gran remo, un individuo que est arrojando a Jons, el monstruo marino que lo engulle y un ltimo personaje que se lleva las manos al rostro, seguramente para no contemplar tan dramtica escena. Respecto al monstruo, ste aparece serpentiforme y con fuertes garras semiocultas por las olas. Este sarcfago, por sus representaciones, es el sexto aparecido en la Pennsula Ibrica, hay un par de piezas semejantes en el sur de Francia, y ms de una treintena en Roma y sus alrededores, de donde debe proceder el hallado en Elda, que tiene sus mejores paralelos en los sarcfagos recuperados en Roma y su puerto de Ostia. E. Llobregat, primero en estudiarlo, opina que el sarcfago de Elda se fabricara en Roma, entre el ao 300 y el 330 d.C., de 127 modo que sera un sarcfago cristiano muy primitivo, el ms antiguo del Pas Valenciano, por delante de los sarcfagos aparecidos en Denia y Valencia. Esta pieza no slo es importante, sino costosa, ya que al ser muy pesada y sertrada desde Roma, por va martima, y por sus artsticos relieves, su dueo deba ser un romano muy rico que habitara el valle de Elda, donde formara parte de una muy antigua comunidad cristiana que ya pareca contar con algn personaje adinerado, cuyo nombre nos es desconocido. Con el paso del tiempo, sus descendientes abandonaran el sarcfago que una vez destruido, seguramente al final del Mundo Romano, debi servir como mrmol de primera calidad para construcciones medievales, y de hecho, el fragmento de tapa formaba parte de la bveda de la cisterna del castillo de Elda. En los aos 30, A. Sempere daba cuenta de la aparicin de dos sarcfagos en El Monastil, que desgraciadamente desapa recieron, de modo que desconocemos si eran o no paleocris tianos, aunque l afirmaba que eran cristianos. Afortunadamente, se han recuperado tres frawnentos de mrmol blanco, de un ara sigmtica (mesa de altar) labrada a bisel, que dispona de varios alvolos semicirculares. Para te ner una posicin adecuada deba estar colocada sobre una pilastra o columnita. La aparicin de los restos del ara en dos viviendas distintas, es indicio de su reutilizacin en lugares di ferentes de su ubicacin original. La pieza completa sera un semicrculo de mrmol, dividido en varios alvolos rehundidos y separados por molduras. Sus mejores paralelos estn en piezas de Rub (Barcelona), Menorca y, sobre todo, en La Al cuda de Elche. Tambin fuera de Espaa hay piezas semejantes: Delos, Dobrogea, Histria. Las aras de La Alcudia y El Monastil son de tipo oriental, 128 fechadas por Llobregat en el S.V d.C. Ambas pudieron llegar las costas de Alicante gracias a la existencia de un importante comercio con Oriente, que sera apoyado por los bizantinos que posteriormente se asentaron en las mismsimas tierras al icantinas. El ara sigmtica aparecida en nuestro poblado es un claro instrumento litrgico, altar de iglesia, cuyos alvelos conten dran los panes eucarsticos. Sin embargo, Llobregat apunta junto a esta posibilidad otras dos diferentes: que fuese una memoria funeraria, sobre la que celebrar un banquete por el difunto; o que fuese la mesa de altar de una antigua comunidad de monjes. Sin embargo, pensamos que la pieza es un objeto litrgico eclesial, de poca visigtica. Nos interesa destacar tambin la existencia de un fragmento de plomo que parece pertenecer a la punta derecha de una cruz litrgica. Presenta grabada una cruz flanqueada por las letras alpha y omega. Cruces de este tipo, pero ms refinadas, se han hallado en Cullera y han sido fechadas por Llobregat en el S. VI. La posible cruz litrgica de El Monastil quiz fuese algo anterior, de mediados del S. V a principios del VI, ya que es un perodo de mucha vida en el poblado, como se puede deducir de los numerosos hallazgos tardorromanos que en el mismo se han producido. Las lucernas africanas con smbolos cristianos estn tambin presentes. Pero muchas veces, esos smbolos son adornos y no demuestran un sincero sentimiento cristiano. Entre ellos aparecen chrismones, palomas, leones, cruces, etc. En algunas lucernas encontramos representaciones de escenas bblicas, como ocurre en un fragmento donde aprecia mos parte del Sacrificio de Isaac por Abraham (escena muy utilizada en las catacumbas y sarcfagos romanos). De esta 129 lucerna solamente conservamos la parte izquierda del disco decorado; observamos un personaje, Abraham, empuando un pual, un brazo que desciende desde arriba de la escena (brazo del ngel que desea impedir el sacrificio de Isaac), y una oveja, que ser sacrificada; a la derecha de todo este cuadro escnico aparecera el nio Isaac cogido del brazo por Abraham. El mejor paralelo de esta pieza lo encontramos en una lucerna hal lada completa en La Alcudia de Elche, que su excavador, R. Ramos, ha fechado en el S. IV. Esa misma fecha creemos que es la de esta otra lucerna, pues en nuestro poblado aparecieron bastantes lucernas africanas con esa cronologa. La vaji l la cermica de los siglos IV y V tambin presenta decoraciones de simbologa cristiana. Esta cermica de El Monasti l la ha estudiado el arquelogo ingls P. Reynolds, que ha puesto de rel ieve la abundancia de Clara D africana y la existencia de sigillata paleocristiana gris del sur de Francia, y Late Roman C de Asia Menor. Nos interesa destacar, de entre todo ese material cermico, un lote de bandejas o fuentes estampadas de color rojo. Algunas presentan cruces estampilladas de un tipo muy utilizado durante el siglo V en muchos lugares del Mediterrneo. Pero la pieza ms interesante es una fuente de barniz anaranjado, en cuyo fondo hay impresa una escena bblica inscrita en un crculo. La escena representada fue muy frecuentemente empleada en las primitivas catacumbas y en los sarcfagos de Roma; se trata del martirio de San Daniel en el foso de los leones. En la fuente de El Monastil observamos a dos leones apoyados en sus patas traseras y con las delanteras alzadas, en actitud de lanzarse sobre un anciano barbudo, con ropas de pastor, que se encuentra entre ambos leones. Esta fuente se 1 30 import del rea de Cartago, en el norte de Africa, y la podemos fechar entre finales del siglo IV y comienzos del V. La parte ms elevada y al oeste del poblado presenta un pequea explanada en la que hay varias construcciones muy deterioradas. Una de estas tiene un bside y algunos bloques de piedra grandes y bien trabajados; desde el bside y hacia el oeste se proyectan algunos muros casi perdidos. Esta construc cin est reaprovechando otra anterior, de poca probable mente Altoimperial. Junto al bside se hallaron unos pocos fragmentos de piedra tallada, que nosotros interpretamos como pertenecien tes a un cancel visigtico. Uno de esos fragmentos se asemeja en su forma a la del cuerpo de una paloma, como la que se aprecia en el cancel visigtico de la baslica paleocristiana de La Alcudia de Elche (Illici). La existencia de una construccin tal, quiz una rstica baslica, junto a la que se recogieron los citados restos de un cancel, y la presencia en el mismo poblado de otros materiales paleocristianos a los que ya nos hemos referido, nos hacen pensar en la existencia de una importante comunidad cristiana en Elo en fechas muy antiguas, concretamente en los siglos IV y V. A esta comunidad cristiana primitiva pertenecera tambin el rico romano que pudo adquirir el sarcfago romano -cristiano ya citado. Esta circunstancia nos muestra que algunos miembros de la antigua comunidad cristiana del valle de Elda gozaban de una situacin socioeconmica privilegiada. Dicha comunidad sera de las primeras en aparecer en el actual Pas Valenciano, junto a las comunidades de Valencia, Denia y Elche. La existencia de una tradicin cristiana desde antiguo en Elo, que con el tiempo debi alcanzar cierta organizacin, 131 propiciara que los visigodos creasen un obispado a comienzos de la centuria del 600, conocido por las fuentes escritas visigodas como Sede Episcopal Elotana, centrada seguramente en El Monastil y alrededores, donde encontraran una construc cin eclesial y una comunidad cristiana organizada. EL OBISPADO VISIGODO DE ELO (S. VII) Razones histricas, arqueolgicas, geogrficas y filolgico toponmicas, han hecho que especialistas como Llobregat, y Azuar siguiendo al anterior, se decidieran a afirmar que El Monastil es el yacimiento que fuera sede de Ello/Elo (la ciudad romana altoimperial denominada Ad Ello en el itinerario de Antonino) y del obispado visigtico elotano del siglo VII. Tal afirmacin se ha visto recientemente consolidada con nuestra propia memoria de licenciatura, que presenta unos materiales con la importancia adecuada para fundamentar tal interpreta cin. Los Concilios de Toledo reflejan, en la firma de sus actas, la efmera existencia, durante los tres primeros cuartos del siglo VI I, de uni obispado cuya silla episcopal se denominaba Elotana, trmino resultante de unir el topnimo Elo al afijo -tana,con lo que se forma el gentilicio citado.De modo que, los textos conciliares se refieren a una sede episcopal visigoda que se corresponde con la ciudad hispanorromana de Elo, y no con una ciudad denominada Elotana o Elota, como pensaban erroneamente algunso autores (Flrez, Mateu i Llopis, A. Ramos, etc.). El orgen del obispado de Elo estara en relacin con los avances de las conquistas visigodas, en detrimento de los territorios de los bizantinos. 132 a Figura 58.- a. Fragmentos de ara sigmatica. b. Basa de columna que pudo ser el soporte del ara o mesa de altar. 133 a 5 b c Figura 59.- a. Fragmentos de cancel visigtico. b. Lpida de mrmol con inscripcin pintada indescifrable. c. Fragmento de cruz litrgica, de plomo; se trata de la punta derecha, en la que se ha grabado un chrismn, el signo alpha y el omega. 134 Figura 60.- a y b. Restos arquitectnicos decorados con volutas, que pueden pertenecer a alguna entrada de la baslica elotana. 135 o // 4Liikk ~lb Figura 61.- Dibujo de la planta, en su cabecera, de un edificio y su bside, que parece corresponder a una rstica baslica, que nos aparece hoy muy destruida. (dibujo Poveda-Reynolds). 136 Hacia el 600 los lmites interiores entre visigodos y bizantinos, en el territorio murciano -alicantino, se situaban hacia la va Augusta; as, los bizantinos posean Cartagena, Elche y Denia, pero no Elda ni Jtiva, segn la opinin de L A. Garca Moreno. Es en estos momentos cuando se crearon las sedes de Elo (Elda) y Begastrum (Cehegn), que pasaran a regir, respectiva mente, territorios que dependan de las sedes de llici y Carthago Nova, todava en manos bizantinas. La sede de Elo nos aparece por primera vez en el texto del Snodo de Gundemaro, del ao 610, donde signa su obispo: Sanabilis Sanctae Ecclesiae Elotanae Episcopus S.S.: Sanable obispo de la Santa Iglesia Elotana Subscribe. Sanable era el ms novato de todos los obispos que asistieron al Snodo de Gundemaro, pues firm el ltimo. Tal circunstancia indica que era el obispo de la sede episcopal ms recientemente fundada. Dicha sede acab muy pronto. As, despus de Sanable (nico obispo independiente con seguridad), veintitrs aos ms tarde, ya figuraba absorbida por la sede ilicitana. En los tres Concilios de Toledo que siguieron al Snodo del 610, es decir, el IV, el V y el VI, de los aos 633, 636 y 638, respectivamente, no firma ningn obispo elotano. Sin embar go, en el ao 646, en el Snodo VI I de Toledo, aparece un obispo de Elo e llici: Vinibal, Dei miseratione Sanctae ecclesiae Ilicitanae, qui Elotanae, episcopus, haec statua definiens, subscripsi: Ubinibal, por la misericordia de Dios obispo de la Santa Iglesia Ilicitana, y tambin de la Elotana, aprobado y signado en estos cnones. Este obispo reuni ambas sedes en cuatro concilios, el ya citado del 646 (VII), y los de los aos 653 (VII I), 655 (IX) y 656 (X). En el concilio del 137 ao 675 (XI) acude su sucesor Leandro que sigui corrigiendo ambas sedes: Ego Leander, ecclesiae Ilicitanae, qui et Elotanae episcopus, haec gesta synodica a nobis definita subscripsi: Yo Leandro, obispo de la Iglesia Ilicitana, y tambin de la Elotana, subscribo estas decisiones sinodales, definidas por nosotros. Sin embargo, en el siguiente Concilio de Toledo del ao 681 (XII), la mencin de Elo desaparece para siempre sin que sepamos la razn. Probablemente, la desaparicin de la sede elotana ocurrira en el marco del pleito del obispo ilicitano, que deseaba recuperar la titularidad del territorio sobre el que ya tuvo antes de la ocupacin bizantina. Existen entre los materiales del poblado algunas cermicas de pastas blancas, amarillas, grises, claras en general, que estn hasta hoy sin identificar, pero que son seguramente altomedievales. Incluso hemos podido ver algunas cermicas musulmanas, almohades, de los siglos XII -X111, como es el caso de alguna cermica esgrafiada y con pintura en manganeso. La presencia de cermicas del perodo musulmn se ha de interpretar cautamente. No se trata de cermicas abundantes, son espordicos restos que revelan que el poblado, ya abandonado, era conocido y visitado por algunos miembros de la comunidad musulmana de Elda, que muy probablemente visitaban las ruinas para llevarse materiales de construccin con el fin de reutilizarlos en nuevas construcciones, ahora medievales. El abandono definitivo del poblado debi ocurrir entre el siglo VII y VIII, unos aos antes de la llegada de los rabes a las comarcas del sudeste de la Pennsula Ibrica. La poblacin de El Monastil fue paulatinamente abando nando el poblado, desde el S. VII seguramente, momento en el 138 que en base a la arqueologa se aprecia un importante descenso de su actividad. Algunas de las antiguas villas romanas que ocupaban los llanos del fondo del valle comarcal, recibiran parte de sus pobladores, de modo que se iran formando algunas aldeas altomedievales. Tambin pudieron crearse pequeos ncleos de poblamiento de altura en algunas sierras de la comarca. De todo esto apenas tenemos datos, pero todava tenemos menos sobre dnde fue a parar el grueso de la poblacin, puesto que la suposicin de algunos, de que ella se trasladara a los alrededores del castillo de Elda, no tiene por ahora la ms mnima base arqueolgica, ni cientfica en general, hemos de esperar que futuros hallazgos desvelen la incgnita. 1 39 EIRITOI;INL,5. 1 LUCUS +LE10 E UDE ,1.9..L t . 4:1441NSES / 1 , BRACARA % ,PY A1 11 PORTUC E t LAMECUM t 4k. VISEUM t tCONIMBRICA EGIOITANIAt SCALLABIS YSIPONA EMERITA SID6NA 1 (571 4SCONE%,.. nrcum AJ N GUSTA 1 ONAST SERVITAMUM SAE BIS (antes 9) CARTHAdO SPARTARIA 11 MONAST . VICTORI SALAMNTICA TOLETU CORDOBA (572 IIISPALIS ,IOVIA/CIA AGUNTIA A1ALACA N I. pe...* buenfinae t W Itier s ortr . Z11:. 1.715 .70 wt.t.:;z: rzt rzrz Figura 62.- ELO formando parte de las posesiones imperiales bizantinas. (Mapa tomado de L. A. Garca Moreno). 140 RROS 2 .1 . PAITANN (0 72) RCANCIA PES $ 2) LUCUS p PN 2 , (2) ( c 00RZS ( 2 ) Li 2 2 I I . A(,,, y SENABRIA ii NIA P CALAPA ..1.11211ACARAIll A t IPA : I ALJO61110 /SS 02000 4 1 121A .CALIAPRIA umecummon (1) (513) spipaanpapicA 02) (COI t t VISEUM (I) (551) *SEU $21AINIUM ce) MONECIPIO (Coairnbric.) )259 2(083(33 (11)) (582) (551.22) , .. S 1 , N.S v 5 01. S ELIERITA I) ,..i. 4 COSTOSO I 1) ELSOPA (10) PAP A (521.30) CORCUSA O ITALICA (I) DUPLA* Mil) I.) EGASPU1.1(2) PS . N. 11.121E39I9 (U) BAPBI 5122030(i) (51E) /41 r. PALAIONA STAVVI (I) :1 47A, 0Scro uncEu_ CA SU. (1 EASSSA ( 02021A * 22 tTi ni. A (6) 102(ESATIDGUSTA (807 t 1 4 ROA Apta)) C CIERTOS. lSk s. 009009 (0 ) cAvic T MIGA (.9) *VALERIA (6)0) /4, SAErAEll (SA) ELO USO I AST 96A (2) SICASTIV$ MENTESao (2) $ CA pirlo T CCI (5) AGLIN20 (2) ALSNTIA (4) $AUSONA DAS ( 0 ) ENOUP 2on no dominad. por AA2Va O. 7 . 1 . 2 I:=1 Zona de rapecial Penad., de monje. y ...oraba CANTABRIA Provincia cliocamatar o M.o, oreado 854.63 Cacao El.. apacopal o metropolitana (I) Planro ny. pue 11101.11 e Ce.. MI 111.015.11. a... a. 649 Lana Pe p ovi 11. Figura 63.- ELO y su situacin dentro de las divisiones administrativas visigodas de los ss. VI -VII. (Mapa tomado de L.A. Garca Moreno). 141 .... . . /14 Wripik .. At. Ftoa. t Be 4,4,STRVAA e At ta Autexa ALcottA.5 , CAZTHILO o Mo 1/ 4 2.-ARRO 3 J Casrat.toni lu N ro Ro . -Ros.. VA.La Isnt . 0.. .. ... 4 YEC-12 kr 4 . tELO gemr .. HEL , INt :. 0 .... I LI CI Se.r.rtA ro L.t. 1.1. RA. IA M Vikt c..ttevr LVCIWTvM t 5m:15 V154,411-1 gui..u A21.4,14 ntutA, et , movez.v Figura 64.- La sede de E LO y la geografa episcopal visigoda ene! sudeste de la Pennsula Ibrica, en los siglos VI -VII (segn E. Llobregat). 142 BIBLIOGRAFA 1. INTRODUCCIN AMAT SEMPERE, L. Elda. Su antigedad, su historia. Elda, 1873-75 (Valencia, 1983). ASN PALACIOS, M. Contribucin a la toponimia rabe de Espaa.. Madrid, 1944. AZUAR RUIZ, R. Castellologa Medieval Alicantina. Area Meridional. Alicante, 1981 . LLOBREGAT CONESA, E.A. Teodomiro de Oro/a. Alicante, 1973. 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