99 pliegues

Rafael Carceln (Chinchilla, Albacete, 1961) es articulista en Valle de Elda desde 2008, primero con Entre col y col (una seleccin de cuyos artculos componen su libro Poso a poso, de 2013) y en 2014 con columnas ms breves, Solario mnimo, una seleccin de las cuales componen este libro. Desde 2015, colabora en la versin digital del semanario con el blog Valle sin clan, dedicado a las Letras y la lectura. Como poeta, la Universidad de Alicante public en 2018 una seleccin de sus poemas amorosos, Por amor al arte, traducidos al francs por alumnado de la Facultad de Traduccin de dicha Universidad. Como traductor, colabora con el poeta belga Germain Droogenbroodt, afincado en Altea, en la traduccin de toda su obra, as como de otros muchos poetas de distintos pases, con la publicacin del Poema de la semana en ms de 20 idiomas. Tambin ha realizado, entre otros trabajos referidos a la poesa, la introduccin a una seleccin antolgica del poeta portugus Eugenio de Andrade, una antologa de poetas nicaragenses y otra de poetas argentinos del siglo XX. Ha prologado, entre otros, los libros de tres poetas eldenses: 64 poemas de ajedrez de Pedro Prez, Una luz de relmpagos de Jess Belotto y La mirada intramuros de Antonio Porpetta. Pintura: Jos Miguel Carceln pliegues Rafael Carceln Rafael Carceln Edita: Notivalle Portada: Omar Arrez, Mujer ciega, Kajuraho. Papel, carbn y luz. 140X195 cm. 2014 Retrato del autor en la solapa: Jos Miguel Carceln Garca, Mimi. 2019 Prlogo: Alejandro Jacobo Egea Diseo y maquetacin: Rafael Ban Produccin grfica: Azorn, Servicios Grficos Integrales 3 PRLOGO E scribir un prlogo puede ser un acto fro de erudicin crtica, pero tambin puede convertirse en una experiencia apasionante cuando te lo pide un amigo. Rafael Carceln (Chinchilla, Albacete, 1961), buen compaero de viaje, tuvo la gentileza de confiar en m para escribir estas lneas presentativas sobre el libro que el lector tiene ahora entre sus manos. Ante el arrobamiento que me produjo su peticin no pude menos que acceder con mucho gusto a tal tarea. Noventa y nueve pliegues rene una seleccin de textos escritos por el autor, que previamente se fueron publicando en el semanario Valle de Elda. No es la primera vez que nuestro querido flneur eldense recurre a tal estrategia, pues su anterior publicacin, Poso a poso (2013), anticip esta costumbre suya de aglutinar un cierto nmero de escritos para dotarlos finalmente de plena coherencia y verlos publicados como libro. En este sentido, la propia gnesis de esta obra prefigura lo que el lector encontrar en cada uno de los textos: breves piezas miscelneas, ventanas diversas para asomarse a la realidad y filtrar a travs de ellas todo el poso de una erudicin de lecturas, intereses y experiencias vitales. La indeterminacin genrica es sello distintivo de los textos, y le confiere una consonancia con el mundo contemporneo donde prevalecen el fragmentarismo y la hibridez. En general, los escritos de Carceln se nos presentan como arrugas de la piel que van modelando y transformando la vida as queda ilustrado con la pintura que aparece en la portada, obra del artista eldense Omar Arrez intitulada: Mujer ciega, Khajuraho (2014). 4 En cuanto a su estructura, los textos en general comienzan con la descripcin de una escena que nos da la idea o la clave del tema del que se va a tratar, para que a continuacin el autor nos muestre su digresin sobre dicho tema, el cual, como explicar seguidamente, puede ser moralizante, didctico, filosfico, costumbrista o satrico (irnico). Muchos textos se cierran con un verso, una cita o una sentencia colofn perfecto que se nos presenta como una especie de enseanza magistral. Las modalidades genricas sobre las que la obra se mueve fluctan entre el ensayo, la prosa potica, la reflexin filosfica, el microrrelato o la mera ancdota, por lo que sera muy difcil de encajarlas en un marbete especfico. Participan de todas ellas y al mismo tiempo no se adscriben a ninguna, lo que permite que el lector ponga de s su horizonte de expectativas para desentraar el sentido final del texto, de acuerdo con el aldabonazo emocional que este le haya producido. Asimismo, el lector encontrar aqu referencias al mundo clsico y contemporneo, y a los autores ms egregios del arte, la filosofa y la literatura, introducidos por Carceln casi de forma velada, y sin embargo estas alusiones sern las que doten de sentido a muchos de los textos de esta manera, el autor convierte en materia artstica elementos que son aparentemente triviales de la cotidianidad. En relacin con ello, lo importante a mi modo de ver est en el perspectivismo con el que enfoca los temas, pues si por algo se caracteriza nuestro autor es por poseer un lcido espritu crtico en la manera de contar y suscitar el inters del lector. Nada hay de balad en su escritura. La inteligente prosa de Carceln, que, pese a rezumar conocimientos de diferentes elementos culturales no olvida la llaneza y la pulcritud del lenguaje la mayora de textos se desarrollan como si de una novela o poema en prosa se tratase, cargados de bellsimas figuras retricas, transita por distintos lugares y una amplia pltora de temas y motivos. As, encontramos descripciones minuciosas de la vida cotidiana, la crtica flamgera hacia diversas instituciones y cargos; no pocas veces plantea el autor dilemas morales y ticos, o se detiene a meditar sobre el desgarramiento existencial de las grandes preguntas sin respuesta que desde siempre han inquietado al ser humano; la defensa de la cada vez ms depauperada cultura, pervertida y vituperada por el hiperconsumo y las lacras del neoliberalismo actual, males en 5 definitiva enquistados en la sociedad contempornea. De entre estos temas, quiz la nota ms sobresaliente sea la vena filosfica que el lector puede advertir en ellos, pues Rafael conduce de un modo u otro a que el lector se vea reconocido y reflexione sobre s mismo como un modo de autoconocimiento. Pero a esta virtud, que por s sola justificara la excelencia de este libro, se suma otra que le otorga mayor hondura: Carceln observa, interpreta la realidad y la juzga sin caer en la crtica infundada. Detrs de sus palabras no hay discurso vaco. He ah su genialidad como escritor. En suma, Rafael Carceln ha logrado cristalizar en Noventa y nueve pliegues una parcela vital de su pensamiento ensaystico que ahora revierte sobre su creacin. Ese modo de pensar es el que captar la inteligencia y la simpata de sus lectores. Y si an no lo han sido, estn tardando. Lean. Alejandro Jacobo Egea Elda, septiembre de 2019 pliegues noventa y nueve 9 D e vez en cuando me gusta sentarme, desenchufarme de todo lo que rumia mi cabeza, del estrs y la tensin nerviosa, y simplemente detenerme y ver pasar el mundo. Un parque, una cafetera, una estacin de tren El otro da me sent en la terraza de uno de nuestros ms bellos paseos martimos y, aunque mi intencin era leer algunos poemas de uno de esos libros que como entraable perro fiel siempre me acompaa, me abstuve de toda iniciativa y me sumerg en una laxa contemplacin. Vi pasar a una madre tirando del cochecito del beb y regaando a su otro hijo de apenas cuatro aos para que no se subiera por el estrecho muro que separa el paseo de la arena. A esos jvenes que se acaban de sentar en el mismo muro y, tras besarse apresuradamente, sacan sus mviles y los teclean entre carcajadas como taqugrafos compulsivos de no s qu red social. A ese anciano que se apoya en un bastn y se cuelga con la otra mano de una muchacha latinoamericana que sonre discretamente por algo que acaba de musitarle. Tal vez un chiste verde O a ese seor entrado en canas que discute acaloradamente con su acompaante y que por sus aspavientos bien podran estar hablando de las ltimas medidas planteadas por el gobierno. En la mesa de al lado, un hombre maduro que comparte caf y tostadas con su pareja levanta los ojos del peridico para solazar la mirada con los movimientos tajantes e imprevistos de una inocente cometa. Esa cometa pendiente de un hilo, como tantas cosas valiosas que nos pasan por delante, como este preciso momento, como cualquier insulso instante, y que es sostenida por un diestro, pero despreocupado adolescente. Ese adolescente que tambin fui yo. Y un poco ms all, dentro del agua, apenas tres o cuatro baistas que remojan entre sobresaltos sus bronceadas pantorrillas. Las sobrepasa raudo un joven ataviado de neopreno hasta las cejas sobre una moto de agua que en un periquete se pierde en la inmensidad, entre esa efervescencia bullanguera que la misma moto deja. Como la propia vida. Vuelvo a la portada de mi libro que ni siquiera he llegado a abrir. Pago el caf y camino hacia el malecn. Densas porciones de algodn, las nubes transcurren sin amenazas. Radiante, el sol. Sestea el mar, colmado, sin afanes. Mi querido Leopardi, tambin a m me es dulce naufragar en este mar. Contemplar 11 Asesores C omo a cualquier otro maestro, cuando aprob la oposicin se me asignaron tres asesores. Uno para adaptar la planificacin quincenal del trabajo a la vida diaria en el aula; otro para aprender a mediar con algunos alumnos, con sus familias o con la direccin del centro. Y otro, el ms importante, para elaborarme los discursos llenos de palabros y tecnicismos con los que deslumbrar y aburrir adecuadamente a mis oyentes en toda preceptiva reunin. Mientras fui director se me concedieron dos ms: uno para poder atender y entender las leyes promulgadas por la Consellera, experto tambin en emperifollar los informes remitidos a la inspeccin educativa; y el otro para bregar con los compaeros o las familias y suplantarme temporalmente si la cosa se pona fea. Los recortes nos han dejado hurfanos de estas esforzadas asistencias. Una pena, porque donde usted vea un maestro, sobrevivan al menos cuatro familias. Adems de un gran servicio, dbamos faena al por mayor. Y todo iba sobre ruedas. S, ya s que no se han tragado nada de todo esto; que tales nfulas bien podran ilustrar los sueos de grandeza de algn vetusto maestro aristocrtico. Ni usted ni yo pensaramos jams que para ejercer nuestros trabajos fuesen necesarias tales asistencias. Qu profesor sera el que para ensear con esmero y generosidad necesitase de tres consejeros. O qu mdico el que interpusiera entre usted y l a un experto en mercadotecnia farmacutica. Convendrn conmigo en que un buen profesional no necesita mediadores, asesores ni propagandistas del tipo tres en uno o algo as. Entonces por qu mantienen algunos cargos pblicos incluso a ms de veinte en estos tiempos de supuesta austeridad Ni aunque fusemos ricos se justificara que alguien presuntamente preparado para la funcin encomendada por sus electores, y a la que se present voluntariamente, necesitase un ejrcito de asesores para realizarla. Con mucho ms motivo cuando, mutatis mutandis, se truecan becas por crditos bancarios para los estudiantes. Al 9,5%! Qu vergenza! Y para luego exiliar a sus beneficiarios. 13 De pesca C on movimientos parsimoniosos, relajado el gesto, el hombrecillo saca de la cesta una pequea caja con lombrices vivas. Coloca una de ellas en el anzuelo, repasa las anillas, el corcho y el hilo de su caa que seguidamente lanza a lo lejos mientras se oye el ruido del carrete que lo desenrolla. Abre una silla plegable, se enciende un pitillo y mientras lo saborea sostiene y tantea con su mano la caa que con tanto esmero ha preparado. Y espera. Admiro a estas personas que tienen esa especial capacidad para hacer las cosas sin agobiar a los dems, sin atribularse ni precipitarse. Considerando los tiempos necesarios para que nada se salga de su cauce. Como este pescador que cuidando todos los detalles se sienta a esperar con esa sosegada conviccin de que, antes o despus, los peces mordern el anzuelo. Sabe muy bien lo que depende de l y lo que no: en su arte no hay ms engao que esa lombriz portadora del seuelo. Nunca se le ocurrira sumergirse en el agua para empujar a todo un banco de peces a que mordiesen el cebo. Rememoro esta imagen despus de atender al telfono por ensima vez a un vendedor de lo anodino que me llama a cualquier hora y le da igual lo que me parezca a m su producto: no deja de torturarme con las lindezas de un pack inmejorable que no quiero ver ni en pintura. Por qu no hace como el pescador y tras lanzar su artculo al persuasivo mar de las incertezas espera a que, hbilmente engaados, los consumidores piquemos sin embestidas irrespetuosas Comprendo que l tiene que vender, pero exijo que no sea a costa de mi derecho a comprar o no lo que me intenta meter con calzador. Hartarnos as a los usuarios no me parece lgico para complacer nuestros autnticos deseos Este modo de revolver las aguas para que la pesca sea segura es, adems de una falta de respeto, el camino ms corto para que no lo escuchemos. Acaso no debera regularse este uso invasivo de la privacidad; esta manera de meterse en tu casa como elefante por cacharrera, quieras t o no quieras 15 La caja E ntre mis amigos, alguno hay ajedrecista. Y poeta a la vez. Aunque parezca extrao, el ajedrez y la poesa pisan un territorio neurastnico donde atrevimiento e incertidumbre van de la mano como en pocos resquicios de la vida. Y han de adentrarse, como los antiguos navegantes, por incruentos ocanos de los que sin embargo no siempre saldrn ilesos. Ulises podra ser su referente. Estableciendo un smil curioso, me contaba el otro da que, en cada poca histrica, sobre el tablero, se desarrolla una partida de ajedrez donde unos y otros, blancas y negras, resuelven sus diferencias intentando superar, y sin errar, los envites del contrario. Me pareci interesante. Le ped ejemplos. En nuestro tiempo, me relataba, las blancas concentran sus piezas mayores (la dama y las dos torres) en casillas del parqu lucrativo desde las que hostigar mejor a los peones negros. Adems, el fuego cruzado de alfiles y caballos les impide a estos siervos ocupar escaques fijos por tiempo indefinido. Sus casillas se vuelven eventuales, inseguras y, de desahucio en desahucio, acaban expuestos a las diagonales y columnas insensibles de la ms letal intemperie. Unos peones abandonados a su suerte por el rey negro, ms atento a la estrategia de las blancas que al padecimiento de estos sbditos en el centro del tablero. Y que apenas si obtienen ayuda de sus propios compaeros peones de la retaguardia o de algn alfil acorralado. Unos peones que resisten con tesn el infinito acoso especulativo de las blancas y buscan un rincn, una casilla fuerte desde la que planear mal que bien algn fugaz contraataque. Me pareci fascinante esta forma de explicar los hechos que vivimos. Y cul ser el desenlace, le pregunt ya impaciente. Pues lo de siempre, me dijo, esbozando una pcara sonrisa: al final, todas las piezas reposando juntas en la misma caja. Entonces pude ver cmo, por sus ojos, quien asomaba era el poeta. El Jorge Manrique que en las Coplas a la muerte de su padre nos recuerda que allegados son iguales/ los que viven por sus manos/ e los ricos. 17 Gramatomatn A lguien acaba de salir de su casa. Automticamente, tras cerrar el portal, abre su pequeo paraguas. Se dirige a la oficina. Saca el mvil para contestar una llamada. Es un primo que le pregunta qu tal va todo. Ah vamos, tirando. Se me han pegado las sbanas, llego tarde al trabajo y se pone a llover. Y, mientras camina sorteando los charcos, le va contando esas cosas que slo se le detallan a alguien muy cercano. Apenas acabada su conversacin recibe otra llamada; se trata de una voz robotizada que le espeta: no es adecuado decir que llueve; lo correcto es hablar del previsto vaciamiento de una nube. No lo olvide. Gracias. Que tenga usted un buen da. Tal vez, visto lo visto, llegue a crearse un ministerio de buenos usos semnticos con un servicio personal tecnolgico que nos corrija, como aqu, cuando no nos expresemos con la exactitud que nos requieren nuestros poderes fcticos. Usted sufrir viendo cmo an le queda mes al final del sueldo, pero no ser porque ste haya bajado: el gramatomatn de turno le enmendar diciendo que se trata en realidad de una moderacin en la subida de los salarios. Qu otra cosa cabe esperar en un pas en el que un amigo corrupto es esa persona de la que usted me habla y el problema de la corrupcin unas pocas cosas. Tampoco esta forma de convencer a los sbditos de que lo que ocurre no es exactamente lo que perciben viene a ser novedoso: donde los alemanes vean una invasin en toda regla para expoliar sus territorios y riquezas, el emperador espaol enardeca a sus tropas arengndolas contra la amenaza protestante. La historia est llena de tropelas y fraudes envueltos en brumosas cortinas de humo. Hoy es prioritario no dejar que nos dominen edulcorndonos tanto hedor y tanta penuria con eufemismos. Quizs los ltimos neandertales ya descubrieran la imposibilidad de someter a nadie sin antes encorsetar su visin del mundo: donde ellos apreciaron un ser deforme y grotesco, la degeneracin de la especie, lo que se acercaba a su oficina cavernaria -sorteando los charcos y con un pequeo paraguas abierto- era un sapiens. Qu ingenuos. As les fue. 19 Curiosidad M ientras hablaba por telfono, Jean Dubuffet garabateaba un cuaderno con un bolgrafo de cuatro colores. Quin no lo ha hecho en una soporfera reunin De aquel garabateo inconsciente, el francs obtuvo una gran parte de las pinturas y esculturas informalistas que ms fama le dieron. Igualmente, mientras el profesor de anatoma explicaba cmo observar tejidos en el microscopio, el estudiante Paul Ehrlich (futuro Nobel de Medicina en 1908) coloreaba con distintas tonalidades algunas porciones y despus las observaba, avanzando en lo que luego sera la bacteriologa. Cuando el catedrtico le pregunt por eso en lo que se distraa, l contest que apenas un puro juego con el que curiosear. Tras observar la lente, el profesor le dej continuar con su ldica experimentacin, aparentemente banal. Ni Fleming ni Marie Curie hubiesen llegado tan lejos sin que otros mucho antes hubiesen perdido su tiempo as. De habernos guiado slo por el inters, la utilidad o el afn de lucro, seguiramos pagando un gravamen por utilizar el fuego -un descubrimiento tambin fortuito- como nuestros antepasados prehistricos. Sin la curiosidad, matase al gato que matase, ni la ciencia ni el arte ni ninguna investigacin hubieran sido posibles. Y esos grandes avances que hoy nos permiten una vida ms confortable seran inimaginables. Pero nuestro afn indagador difcilmente responde a parmetros utilitaristas o a estrictas planificaciones. Hubo un pintor chino mantenido por el emperador y que slo tras diez aos de holgazanera creativa realiz en apenas unos minutos el retrato ms bello de toda la dinasta. Quien aprueba leyes educativas y culturales que slo priman la rentabilidad inmediata de los aprendizajes con el punto de mira puesto en la futura mano de obra, y al servicio de un sistema basado en la lgica del beneficio, es que no ha entendido nada de nuestra lenta pero sapientsima evolucin llena de tanta desinteresada curiosidad. De cuanta gratuita aportacin ha agrandado nuestro bien comn. Y sin esa sed que nos mueve a no dejar nunca de explorar, nuestros ros del conocimiento acabarn pudrindose en las aguas fecales que desde siempre desembocaron en la deshumanizacin. 21 En la otra orilla F ue el verano pasado. Visitbamos una ciudad desconocida. Al atardecer, el calor asfixiante nos empuj hasta la orilla de su ro caudaloso en el que, tal vez, el propio Herclito se baara dos mil quinientos aos antes. De repente, sin haberlo previsto, mi hija y yo nos sentamos y nos remojamos los pies bajo sus aguas. Chapoteamos y remos un buen rato hasta que algo como un pellizco fro me sobrecogi de los pies hasta las cejas. Tal si me hubiese alcanzado el anzuelo de un pescador desde la otra orilla, percib sobresaltado que un finsimo hilo me conectaba con ese otro lado donde una pareja joven, cogidos de la mano, sentados y tambin con los pies dentro del agua, hablaban y rean alborozados. Ella, con un sencillo y elegante traje gris marengo, vistoso el broche en la solapa y un velo oscuro de rejilla alrededor de una discreta amapola. l, de riguroso negro, su pauelo de pico en la chaqueta y ese bigote chispeante estilo Clark Gable. Parecen de otro tiempo, me digo. Miran expectantes pero embelesados hacia donde estamos mi hija y yo, aunque no sea seguro que nos estn viendo. Mis ojos se esfuerzan por acercarme a ellos. Tan slo alcanzo a ver en sus rostros, cada vez ms perfilados, menos borrosos, ese gesto serensimo, casi impasible, de quien se ha sobrepuesto ya a todo dolor, a toda incierta mudanza, a la msera imposicin del tiempo. Quizs con su alborozo festejan que tambin al otro lado, el nuestro, la estirpe sigue y que -a pesar de tantos sinsabores que sin duda ellos no desconocen- prosigue el ciclo de la vida, de esos momentos fulgurantes en los que nada nos es ajeno, en los que nos sentimos parte de un todo que nos excede pero que tanto nos impregna, nos alienta, nos acoge. Brota entonces una lgrima propulsada por el pesar y la alegra de comprender que ambos son mi padre y mi madre. Que regresan al da de su boda para contemplarnos finalmente tranquilos, embobados viendo a su nieta desde la otra orilla del ro Leteo. Los veo en mi fugaz ensoacin celebrando que, en nosotros, ellos an siguen vivos. Que tambin nosotros, como ellos, seguimos siendo felizmente imperfectos. 23 Por si U na multitud congregada desde varias horas antes comienza a impacientarse. Atrs, los que van llegando empujan llevados por su inquietud, fruto de la ansiedad y de la incertidumbre. Los de delante, cada vez ms oprimidos y sin aire, gritan despavoridos y, en vista de la asfixiante presin, comienzan a sacar las puertas de las bisagras para poder avanzar, hasta que finalmente cede todo el sistema de contencin y una imparable avalancha invade el ansiado territorio vedado hasta entonces, arrollando a varias personas, una de las cuales muere poco despus. Este fragmento podra ser el comienzo de una novela de accin o de suspense, pero no. Ocurri en unos grandes almacenes de Nueva York cuando una multitud descontrolada accedi a inaugurar las rebajas, hace algn tiempo, pasando por encima de un empleado que finalmente falleci. Pues bien, de nuevo, han llegado las rebajas. Atentos a estas aglomeraciones y atropellos. Porque si la crisis ha reducido nuestros niveles de consumo, los que no han cambiado apenas son nuestros hbitos de consumidores compulsivos. Persiste esa necesidad irrefrenable de comprar, aunque ahora adquiramos productos ms baratos o de peor calidad. De ah la preponderancia, como nunca antes, de los das con altos descuentos (Black Friday) o las rebajas. Jams he comprendido la lgica inherente que las promueve. Qu sentido tiene que un producto que ayer costaba 80 hoy slo cueste 30 Para qu comprarlo cuando es ms caro No sera ms razonable ponerlo a 50 desde el principio No se vendera ms en plena temporada Quizs, entre otros, dos sean los mviles que nos llevan a comprar en rebajas de un modo tan acuciante, cuando realmente no necesitamos ni la mitad de lo que adquirimos: en primer lugar, porque nos sentimos reconfortados al obtener algo supuestamente muy valioso por menos de la mitad de su precio, y ms an por haberlo obtenido antes que nadie. Y, en segundo lugar, por la mecnica del por si: quin no se ha comprado un traje por si pronto tuviese que leer su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua 25 Distancias S i les pidisemos a un hombre multimillonario y a otro pobre que trazasen su modelo de sociedad ideal, seguro que lo descrito por uno sera radicalmente distinto a lo del otro. Mientras aqul difcilmente querra un mundo que redujese sus riquezas y privilegios, ste abogara por un escenario mucho ms equitativo e incluso no descartara suplantar al rico si pudiese. Pero qu ocurrira si les pusisemos como condicin que slo una vez diseado su propio modelo se sorteara el lugar que ocuparan en l O sea: primero definir tu mundo ideal y luego se te asigna el papel de hombre o mujer, rico o pobre, alto o bajo, homosexual o heterosexual... Posiblemente esa incertidumbre previa nos empujara a ser mucho ms cautos, ms condescendientes en nuestros planteamientos y a velar porque las distancias entre unos y otros se acortasen mucho ms. Eso es lo que vino a decir el pensador liberal John Rawls (1921-2002). Lo previsto tras este velo de ignorancia vendra a reivindicar, seas quien seas o el que puedas llegar a ser, dos principios esenciales: la libertad y la igualdad. Y slo en un espacio donde los derechos a las libertades fuesen universales y el reparto de la riqueza resultara ms equitativo y garantizase las oportunidades de todos, se podra hablar de una sociedad en verdad justa. No vea justificado que un ejecutivo llegase a ganar mil veces ms que el trabajador peor pagado. Y, para l, las grandes primas solo seran aceptables si con tal ganancia los desfavorecidos tambin viesen mejorada proporcionalmente su situacin. Quin no se pregunta hoy por qu alguien que trabaja las mismas horas que t gana cien veces ms. Esto, para Rawls, era sencillamente injusto. Pensaba que, por excepcional que fuese un deportista o diestro cualquier trabajador, ello no justificaba esas onerosas ganancias tan distantes de las nuestras. Circunstancias naturales y aleatorias como la fortaleza fsica o la inteligencia no deberan separarnos tanto. Y que, en ningn caso, pueden justificar esta extrema desigualdad en la que hoy vivimos. Qu dira de lo que llegan a percibir ahora algunos futbolistas, banqueros, polticos, ejecutivos 27 Pulpos H ay das que apenas duran minutos. Como hay versos que llenan la eternidad. Piensen en esos das gozosos en los que todo nos viene a pedir de boca, como anillo al dedo. Y que se pasan en un periquete. Lo normal, sin embargo, son esos otros agotadores, de mucho trabajo, de trajn habitual, tantas cosas programadas en la agenda y un largo etctera. Uno quisiera apartar de su vida estos das y no dejar de toparse con aquellos otros. Aunque vivir, madrugar cada maana para tiznarse de rutina, asombro y desconcierto, no siempre sucede como quisiramos. Degustar, percibir, tocar son cosas que llevan su tiempo. Y hay que permitrselo, buscar espacios que los canalicen, momentos de sosegado silencio y escucha de uno mismo. Pero se suceden tantas cosas en un solo da, tanto cansancio, que cuando caemos rendidos apenas repercute nada en nuestros sentidos. Cuntas veces la almohada nos regaa insistindonos que vivir ms deprisa no es vivir ms. O que hacer ms cosas en un mismo da no es hacerlas mejor. Pero qu me dicen de hacerlas todas a la vez: ver la tele, escuchar el iphone, enviar un whatsapp, rerse con una foto de facebook y rellenar un formulario. No lo creen posible Pues yo lo he presenciado. Y cada vez ms. Perplejo ante esta aptitud multitarea, sobre todo entre los jvenes, uno tiende a pensar que los humanos evolucionamos inevitablemente hacia el octpodo. Y me viene a la cabeza aquel simptico personaje de los tebeos de mi infancia, el Pulpo Manotas, capaz de tocar a la vez la guitarra, el saxofn y unos bongos. El pulpo orquesta, vamos. No niego los aportes de una vida tan tentacular, pero considero que tales hbitos acaban por generarnos ms estrs que serenidad y una percepcin dispersa y fragmentaria de la realidad; menos ntegra, profunda e ntima. Csar Coll, que de estas cosas sabe un rato, habla de dos riesgos reales: prdida de la capacidad de concentracin e imposibilidad de profundizar en las mltiples tareas realizadas. Nos colmar ocho veces ms esa vida de pulpo omnipresente Entre mis ventosas, sin embargo, sigue agitndose Montaigne: quien quiere estar en todas partes no est en ninguna. 29 El origen N uestra infancia finaliza cuando caemos en la cuenta de que la vida no lleg al mundo con nosotros. Que ya antes en el planeta hubo otros y otros antes an y, mucho antes de estos, otros incluso diferentes a nosotros, tambin antecesores nuestros. Y un buen da atardecemos interrogndonos cmo y desde cundo empez todo. O por qu hay algo y no simplemente nada, como se preguntaron los primeros filsofos. Y entre derrotas e indecisiones no deja de sorprendernos desde entonces la maravillosa diversidad de los seres vivos, el flujo de la existencia, la fragilidad de ser. Nuestro origen, el sentido de la vida, el paso del tiempo no hay poeta que de uno u otro modo no se haya adentrado por estas hondonadas. Hasta dar con el tajante no saber adnde vamos ni de dnde venimos del excelso Rubn Daro. Y ciertamente con la edad, la nuestra pero tambin la del planeta, las respuestas son ms problemticas, menos firmes. Pero los aos nunca taponan nuestra capacidad para asombrarnos ante una puesta de sol, el canto del jilguero o el aroma de una rosa. Ocurre muy de tarde en tarde, pero cuando menos lo espera uno quin no se ha extraado de estar aqu y ahora; siguiendo con la mirada el caminar inquieto de las palomas mientras picotean las migas de pan, o el vagar de las nubes deshilachadas un da ventoso Quin no se ha sobrecogido al comprender que durante muchos aos ms las montaas seguirn ah, impertrritas, acogiendo a otros senderistas y entre los que nosotros ya no estaremos En el principio dicen que fue el verbo, o el big bang, o la causa sin causa que invocaban los antiguos. Hoy nos parece ms preocupante el futuro -adnde vamos- que el origen -de dnde venimos-. Pero si fuese cierto que el final y el comienzo acaban coincidiendo en un mismo punto, indagar en nuestro origen nos ayudara a intuir hacia dnde nos dirigimos. Conscientes cada da ms de que nuestro ser es, como quera el poeta, sin rumbo cierto. Pero un ser siempre insaciable en su necesidad de conocer qu hay ms all de lo que simplemente toca. Un ser de lejanas, que dijera Heidegger. A la pregunta del estudiante sobre la procedencia de la tierra, los rboles o las montaas, el maestro zen se limit a decirle: de dnde viene tu pregunta 31 La metamorfosis T e despiertas una maana y un cortante rugido te llega con el aire. Vas a trabajar y te indican que no, que te pases por la oficina contigua para recoger el finiquito. Con tu liquidacin, te informan que si quieres seguir al da siguiente puedes volver pero trabajando algo ms, con un contrato de media jornada y cobrando la mitad de sueldo. Qu! Con cuarenta y tantos aos y una familia que mantener, te ofreces para hacer lo que sea por un salario escaso y ni por esas. Varios meses de abatimiento buscando trabajo, el dinero del despido que se agota, dificultades para pagar la hipoteca el vecindario solidarizndose para que los cros se lleven un bocadillo al colegio, la primera carta de desahucio, escarbando de noche en los contenedores, recogiendo ropa en Critas, comida en un banco de alimentos, dinero de tus suegros cuya paga han recortado Cmo es posible, protestas una noche de insomnio, que sin comerlo ni beberlo t que eres un tcnico informtico que no ha dejado de trabajar para vivir muy por debajo de lo que se merece, que ha pagado sus impuestos religiosamente, que nunca cobr sobresueldos ni especul con nada para que esto se fuese al carajo, est pasando por esta humillacin que raya, te dices, en lo criminal. En La metamorfosis de Kafka, de cuya publicacin se cumplen ahora cien aos, Gregorio Samsa amanece una maana convertido en un repugnante escarabajo. Su familia, desconcertada, acaba dndole de lado y dejndolo morir. A ti, en plena madurez, te han transformado en un precariado ms, en un bicho proscrito y marginal cuyo drama les importa un bledo a los entusiastas de la mejora macroeconmica. Y aunque figures en alguna estadstica, nadie le prestar atencin porque sera insensato que tu realidad o la de todo un pueblo corrigiese esta ficcin cuyo final ya tienen escrito. Sin embargo, no eres t el que ha cambiado; es esta maquinaria de la usura neoliberal, con su apropiacin de lo comn para uso y disfrute de unos pocos, la que se ha transformado en un desalmado depredador que quiere someterlo todo. Desvelado escuchas su rugir punzante en el aire espeso que te martiriza. 33 Tangible S iempre que puedo, despus de comer suelo estirarme en el silln para sumergirme, entre el fuego cruzado de los ruidos digestivos con los del programa anodino de turno en televisin, en una breve pero reparadora siesta. Una vez despierto, si tambin puedo, me encanta zambullirme en alguno de los libros que suelo llevar en danza. Un libro tangible: con lomo, tapas y papel. El otro da, y sin venir a cuento, me despert a m mismo preguntndome por la posibilidad de vivir sin leer, sin sentir la necesidad de adentrarme en las pginas de un libro, como anhelaba irnicamente Jaime Gil de Biedma en su jugoso poema De vita beata como frmula para sobrevivir retirado en un viejo pas ineficiente como el nuestro: No leer/ no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,/ y vivir como un noble arruinado/ entre las ruinas de mi inteligencia. La irona, su juego lcido, reside tambin en el dilogo casi imperceptible que este poema sostiene con el famoso soneto de Quevedo, para quien el retiro feliz se logra precisamente rodeado de libros y de lecturas que le permiten a uno vivir en conversacin con los difuntos, escuchando con los ojos a los muertos. Pues eso, andaba yo en estas disquisiciones tan sabrosas cuando me pregunt a bocajarro por cmo sera mi vida sin libros. Simplemente, es algo que no contemplo. Uno va aprendiendo a convivir con porttiles de todo tipo en los que tambin puede leer, jugar al ajedrez, escuchar msica o ver una pelcula. Pero sin la cercana de los libros, de las estanteras que los albergan; sin la mesa donde amontonarlos para tenerlos ms a mano, sin su vocacin de fiel aliado, no puedo ni remotamente imaginarme. No reniego de los libros digitales ni de cualquier lectura en un soporte porttil, pero cuando salgo a caminar me encanta llevar un librito pequeo en el bolsillo con el que en algn momento sentarme, leerlo y meditar. Poemas, aforismos, pensamientos habitualmente textos de un gnero breve que encienden mi creatividad. Entonces saco un cuaderno menudo y un lpiz y escribo las primeras frases para este artculo somero. 35 Flores E l trabajo os har libres. As rezaba el cnico lema que presida la puerta de entrada a los campos de concentracin; a los campos del terror y de la muerte. Desde no hace tanto, y tras haber triturado los mullidos almohadones del logrado bienestar, nos adentramos por un portn en el que bien podra estar escrito: vivir para trabajar. O trabajar tambin os har pobres. Las jornadas laborales, como hace doscientos aos, vuelven a ser agotadoras; y cada vez ms, enganchados a nuestros mltiples porttiles, la adiccin al trabajo crece. Hasta acabar convertidos en la versin posmoderna del mtico Ssifo, aquel hroe griego condenado a empujar eternamente una gran roca hasta la cima de una montaa y que, a punto de alcanzarla, vea cmo la piedra caa rodando hacia abajo y vuelta a empezar subindola de nuevo. Una tarea penosa y repetitiva en la que algunos han querido ver el absurdo humano y otros la raz de nuestra perenne frustracin. Pero siempre hubo pensadores que promovieron el lema contrario: trabajar para vivir. Con la sana intencin de obtener trabajando lo necesario para subsistir sin penurias y disponer as de ms tiempo para el ocio y la cultura. Recuerden el ideal horaciano del beatus ille (dichoso aquel), expresin del retiro gozoso y sereno, de una vida sencilla alejada del mundanal ruido. Trabajar, se nos viene a decir, es una parte importante de nuestra vida, pero desde luego no la nica, ni posiblemente la mejor. Toms Moro, por ejemplo, habla de jornadas de seis horas (en el siglo XVI!) para los habitantes de la isla Utopa. Dedicando el resto del tiempo a cultivarse, a estudiar, a reunirse o a celebrar festejos. Y si adems de ser saludable, nos satisface el trabajo que hacemos, nuestros das se harn ms cortos y ms larga nuestra vida, vino a decir Diderot. Lejos de ese proceso hacia la humanizacin civilizadora, donde impera un sano equilibrio entre ocio y negocio, el sueo de la infinita produccin siempre acab engendrando monstruos. Mucho antes que Moro y Diderot, Confucio ya dijo: Me preguntas por qu compro arroz y flores Compro arroz para vivir. Y flores para tener algo por lo que vivir. 37 Todava H oy puede ser un gran da, cantaba ufano Serrat. O no. Quin sabe. Recordndola, iniciamos la travesa dejando atrs el viejo algarrobo de las certezas, mientras amanece y ante los ojos van desvelndose las criaturas ms sensibles a la luz. Cala el frescor colmando de aromas cada paso que damos y, entre ellos, el del romero con esa pujante presencia capaz de remitirnos a otro tiempo, a otras tierras, a otros sueos. Fragancia infinita, frtiles matices en los que nunca anida la costumbre, en los que el sol es sola semilla, fruto incierto que sin embargo siempre nos baa con el alba como el ms rotundo s. El s del jadeo cuando la cuesta se empina, cuando el cansancio hace mella y, ajeno el gesto de piedras y maleza, la cima ya se huele, se presiente, se aproxima. Un grandioso tejido es el mundo al verlo desde all arriba. Un lienzo imponente entre macizos, planicies, abismos en el que vaco y plenitud nos invaden por igual. Pero la cumbre apenas si es un sitio en el que estar. En el que aposentarse. Dirase un lugar propicio donde ser. El ingrvido instante de la calma coronada, del brote escasamente duradero en el que somos al fin y a la vez nos percibimos totalmente fugaces y an capaces de palpar la inmensidad. No una estancia, sino el balcn a ese vasto espacio que se extiende abriendo la mirada a las cimas contiguas, escabrosas y afiladas, de lo posible. Sin murallas protectoras, todo en la nada se expande como un mbito sin fin hacia la imprecisin que nos sosiega. Que, como blsamo errante, tanto nos alienta. Cuando ya respiras en lo alto y todo en ti se aligera; cuando al odo te susurra el bisbiseo de la levedad; cuando sientes cmo los impulsos nmadas pellizcan tus piernas, es hora de reanudar la marcha. De bajada, por la senda frondosa de pinos y carrascas, an las nubes ms grises te parecen optimistas. Concienzudo el paso, la mirada radiante, desciendes e iluminas las jaras y el tomillo que en los mrgenes orean. Llegar no es slo volver, de nuevo regresar. La mochila o el alma que vuelven son muy distintas. S. Hoy no es un da especial. Tampoco es un da ms. Como dijera el poeta, hoy es siempre todava. 39 Tales H ay tantas cosas en el mundo. Y tan diferentes entre s, que no parece fcil encontrar qu tengan en comn. Cmo explicar, se preguntaba aquel hombre mesndose su barba lacia, el origen universal o la razn de los objetos y los fenmenos que percibimos. Pens que el agua, sobre la que flotan las tierras (por eso a veces grandes terrenos se mueven como leos a la deriva) es la causa que da sentido al mundo: todo la contiene en mayor o menor proporcin y lo que no la tiene, de algn modo la requiere, la necesita. Todo es agua, sentenci. En esto vagaba su mente cuando la noche se le ech encima y regresaba mirando las estrellas, calculando la distancia entre unas y otras, trazando la figura que varias de ellas conformaban, cuando tropez y cay a un pozo. En efecto, todo es agua, refunfu. Una campesina, al or el sonoro chapuzn, acudi alarmada y le ayud a salir. Al escuchar la causa del tropezn, sonri reprochndole para qu mirar tanto al cielo si no era capaz de ver siquiera lo que tena a sus pies. Como esos nios impertinentes que no dejan de preguntar el porqu de todo: as eran los primeros filsofos. Con esa ingenua curiosidad que nunca se sabe satisfecha. Con ese incansable empeo por encontrar la fuente primigenia, el principio motriz. Si los poetas son, para Jos Agustn Goytisolo, las viejas prostitutas de la Historia, los filsofos han sido desde la antigedad sus ms molestos adolescentes. Nunca renunciaron a cuestionarlo todo, a preguntar por la causa del ltimo porqu. De ah que los apoderados de lo ajeno siempre los mirasen con recelo. Y desdn. An hoy. Cuando Tales de Mileto se repuso de aquel inoportuno remojn posiblemente dedujo que la travesa del pensamiento nunca sera un camino de rosas. Que en su vagar esclarecedor, desbrozando malezas, los filsofos que no se doblegasen al poder ni a los saberes establecidos padeceran innumerables tropezones y autnticas zancadillas en cualquier tiempo y lugar. Desvelar la realidad, desenmascarar sus necedades, les ha costado desde siempre mil encontronazos, pensar entre rejas o alguna que otra hoguera. 41 Prodigio U n da el maestro propuso a sus alumnos que sumasen los nmeros del 1 al 100 y llevasen a clase el resultado al da siguiente. No pocos de ellos desistieron antes de llevar una hora haciendo operaciones. Otros, aplicando la cuenta de la vieja (1+2+3+4+100), tardaron horas en hallar la solucin. Un chico de apenas nueve aos asegur no haber tardado ni diez minutos en solventarlo. Cmo, pregunt el maestro. Sumando el primero con el ltimo -da 101- el 2 con el penltimo -da 101-, el 3 con el antepenltimo -da 101- con lo que rpidamente dedujo que se trataba de 50 pares que suman 101, de modo que 50 X 101 = 5050, resultado exacto hallado casi al instante. Quien sera considerado el prncipe de los matemticos provena de una familia de campesinos muy pobres y analfabetos. Aprendi a leer solo y, sin apenas ayuda, asimil los rudimentos de la Aritmtica. Pronto, su talento hizo ver a los maestros que Karl F. Gauss era un prodigio. Bajo el auspicio del duque de Brunswick (ciudad en la que l mismo naci en 1777) complet estudios superiores y contribuy decisivamente a que se ampliasen los conocimientos en diferentes campos de la Fsica y las Matemticas. Un incansable indagador y cuestionador de los saberes recibidos cuyas aportaciones han influido enormemente desde entonces. Y que nunca, a pesar de una vida azarosa y llena de contrariedades, dej de apasionarse y profundizar en todo lo que haca. Cuntas mentes prodigiosas se habrn perdido en los contenedores de nuestra historia por no haberse cruzado con un mecenas, como en este caso, o por no poder pagar hoy unas tasas inasumibles para los millones de bolsillos humildes que saturan el pas En una de sus ltimas conferencias, el anciano Gauss -a cuyo ejemplo deberan acudir algunos mandamases del actual modelo educativo- reivindicaba no tanto la conquista de un mayor conocimiento como el acto en s de aprender. Un cerebro nico en la cabeza de un hombre sencillo y sin afectacin, ajeno al ruido mostrenco de las vanidades. Y que seguramente hoy trabajara en las antpodas como tantos de nuestros jvenes. 43 Jardn E l primer jardn en el que se meti el hombre con toda la inocencia de la que es capaz, si le hacemos caso al Gnesis, fue para salir malparado. Que la curiosidad le llevara a desobedecer al supremo, y que ste por ello lo deportara del Edn para siempre, dice mucho del escenario hostil al que se habra de ver abocada nuestra existencia. Pocos como El Bosco retrataran ese paisaje tan delicioso como descorazonador de nuestro paso por el planeta. Un territorio adverso frente al cual Epicuro y sus seguidores iban a fundar un humilde Jardn donde crecer y compartir la alegra de vivir entre sus cultivos intelectuales y emotivos tan sobrios como dichosos. Un lugar, alternativo a la academia platnica donde bullan las mentes de la lite ateniense, sobre el que se vertieron todo tipo de infundios y calumnias. Sin embargo los epicreos, en las antpodas de toda secta, y que pasaron a la historia como haraganes hedonistas, vivan ajenos a las trifulcas polticas o al dcil gregarismo, ya por entonces muy extendido. Tal vez por eso pidiera Montaigne que la muerte lo encontrase tranquilamente plantando sus coles, despreocupado de ella y con el huerto ya bien abonado. Como quien recibe la visita de un amigo tras una vida dedicada al cultivo de s mismo. Sus Ensayos son, en este sentido, la prueba fehaciente de esa labor de introspeccin y autoconocimiento con la que se abre la modernidad. Conocerse a s mismo para conocer al hombre, a la humanidad, y para cultivar la autntica amistad, que a su vez le permitan alejarse de cualquier forma de autoengao o de la ms falsa complacencia. El gran Monet, que nos leg infinidad de paisajes cubiertos con flores y plantas iluminados de un penetrante mundo interior, tuvo muy claro que precisamente su jardn sera su ms bella obra de arte. As tambin, para un budista, el jardn -que puede ser un lugar milenario y donde coexisten parcamente plantas, musgo, hierba, grava, arena, agua- es una gozosa manifestacin esttica que favorece la meditacin. Porque no hay lugar ms propicio para el recogimiento apacible: Lejos de tu jardn quema la tarde/ inciensos de oro en purpurinas llamas, nos previno Antonio Machado. 45 Buitres S i los dioses condenasen hoy a Prometeo por robarles el fuego -se interprete como luz de la razn o como llama de la pasin- y ofrecrselo a los humanos, tendran que buscar una pena diferente a la que consisti en encadenarlo eternamente para que un ave carroera devorara su hgado en perpetua regeneracin. Estremece ver el cuadro que Rubens le dedic a la escena. Y es que, lo dice la prensa, el nmero de buitres se estara reduciendo drsticamente en ms de un sesenta por ciento a causa del envenenamiento por el hombre. Con todo lo que ello conlleva de desequilibrio para el ecosistema. Slo cabe pensar que envenenamos buitres para no competir con ellos en esta pugna neoliberal en la que, parafraseando a Hobbes, el hombre ya es un buitre para el hombre. El reportaje informa de extensas zonas africanas donde se acumulan cadveres putrefactos porque los buitres no acuden a limpiar el suelo de carroa. Las autoridades, muy ocupadas en la proteccin de elefantes o rinocerontes, apenas hacen algo por impedir su desaparicin. Lo ms llamativo es cmo, segn parece, los cazadores envenenan cadveres con el fin de matar a las aves que los devoran para que as no alerten con su presencia a los vigilantes de parques naturales. Utilizando un frmaco, el dioclofenaco, que ya los expertos pidieron al gobierno espaol hace ao y medio que se dejase de administrar al ganado para evitarle el dolor pues podra acabar con los buitres salvajes espaoles, un noventa por ciento del total existente en Europa. Terminando la noticia, he recordado el poderoso soneto que Unamuno dedica a su buitre voraz de ceo torvo que le recome por dentro. Y si vi en l simbolizada lo paradjico de la muerte humana o la manifestacin del sentimiento trgico de la vida que el autor trat de desentraar, aprecio al releerlo ahora que no es tanto un ave carroera quien baja desde el cielo a corroernos sino que el bilbano nos habla tambin de un carnvoro que gestaramos en nosotros en la cada vez ms extendida labor de despedazarnos, hasta terminar por ser cada uno el buitre de s mismo. 47 Servidores E n 1601, el duque de Lerma, valido de Felipe III, decide trasladar la Corte madrilea a Valladolid. Seis meses antes haba adquirido varias propiedades en esta ciudad, lo que le supuso un enriquecimiento inmediato al venderlas una vez que el rey se instala all. Con el dinero obtenido de tan suculentas operaciones vuelve a comprar propiedades en Madrid, cuyos precios haban cado en picado despus de salir el monarca en 1601. En 1606 decide que la Corte retorne a la capital con lo que sus propiedades urbansticas se revalorizan lo inimaginable. Dos jugadas maestras que hundieron a muchos inversores pero con las que el duque se forr. Desenmascarada toda la operacin y a punto de trincarlo, fue nombrado cardenal en 1618, permaneciendo intocable. Por eso el pueblo le cantaba aquello de para no morir ahorcado/ el mayor ladrn de Espaa/ se viste de colorado. Muri tranquilamente en su inmensa finca de Lerma en 1625. Cuenta ngel Vias en su ltimo libro que Franco entr en la guerra civil sin un duro y sali multimillonario, acumulando en 1940 el equivalente hoy a casi 400 millones de euros. Una de las operaciones ms llamativas que relata es la del caf, una trama donde se embols los ingresos de un cargamento de 600 toneladas, regalado por el gobierno brasileo, con la que obtuvo el equivalente a unos 85 millones de euros actuales y por la que adems no pag impuestos. Tambin recibi durante aos donativos mensuales de once mil euros de hoy de la compaa Telefnica. La otra cara del caudillo, que as se titula el libro, demuestra los grandes negocios que hizo Franco con la guerra y durante la posguerra. Qu cara la otra cara. Tambin el dictador muri en la cama en 1975. Aadan a estos grandes de Espaa los nombres ms prximos de Roldn, Pujol, Urdangarn, Matas, Molt, Granados, Rato entre muchos otros que conforman el lbum negro de la desvergenza y la corrupcin. Y no les quepa duda de que si hicisemos una lista de servidores de la patria que jams olvidaron llenarse sus bolsillos suizos, todos los mencionados ya forman parte de la champions league de los saqueos. 49 Con pasin M i profesor de Filosofa en COU, un tipo culto, algo redicho pero afable y muy gracioso, nos introdujo diciendo que no hay filosofa si no acompaamos paso a paso al filsofo en su camino razonador. Un da, su traje azul impecable y sin parar de estornudar, sac una copa del maletn, la puso en la mesa y se sent. Andbamos esa semana desmadejando la mayutica de Scrates y tras contarnos la injusta condena del griego por corromper a los jvenes, introdujo unos polvos anaranjados en la copa y dijo: He aqu la cicuta y el momento de tomar la decisin qu hacer, huir al exilio o morir tras su ingestin, nos pregunt. Unos subrayaron la coherencia de tomar el veneno en consonancia con su pensamiento. Otros, insistamos en que ese gesto riguroso resultaba intil si se pretenda reparar la injusticia cometida. Tras un buen rato de argumentos y simplezas, le pedimos su opinin al profesor. Se levant. Se puso serio. Y, con tono grave aunque algo fingido, como quien interpreta un guion, dijo ms o menos algo as: Bienvenidos al oasis de la tica, un lugar repleto de cactus y amapolas accesible slo al sapiens. La eleccin, como en Hamlet, ha de ser vuestra. Y para resolver las dudas atended solo a la conciencia. Suerte. Llen de agua la copa con los polvos y, de un trago, se la bebi. Lvidos, enmudecimos. Permanecimos ptreos, como una ristra de caritides. Nos mir esbozando una pcara sonrisa, y regodendose nos dijo: Es que era la hora de tomarme el frenadol. Qu susto. He recordado esta ancdota leyendo una entrevista con Nuccio Ordine, profesor y autor del imprescindible La utilidad de lo intil. En ella denuncia la burocratizacin de la funcin docente en un modelo mercantilista donde el alumno es mero cliente. Y que seca toda su curiosidad. Necesitamos una escuela que nos proteja de los falsos valores. No hay excelente profesor que no sea a la vez un estudiante apasionado, enfatiza. Y, sobre todo, encender la pasin por aprender en los alumnos. Porque necesitamos profesores con pasin: el profesor que ensea sin pasin est cometiendo un crimen. 51 La Bernia S iempre es excitante conducir adentrndose hacia el amanecer. Apenas rota la maana, con los primeros rayos de luz, divisamos con claridad ese inmenso saurio recostado junto al mar que es la sierra de Bernia. Entre sus ancas orondas, Calpe y Altea son el salpicado contrapunto al mazacote, con esa ligereza propia de la bisutera marina y que tanto hubiera estimulado la pasin serena del ltimo Cezanne. Aparcamos al borde de un camino por el que, tras los preparativos habituales, iniciamos la ruta. Durante un buen trecho caminamos por una pedregosa senda hasta una fuente y divisamos las redondeadas cimas por el norte o cmo al inclinarse la subida nos impregna de costado la brisa del mar. De pronto, sin aviso previo, el Forat: un tnel natural excavado en la roca que atravesamos mochila en mano y en cuclillas. A la salida, como Alicia despus de caer por la madriguera que la lleva a las antpodas, el paisaje nos sorprende hasta extasiarnos. Nada de lo visto al otro lado es equiparable a estas vistas de Altea y su baha, la sierra Helada, Benidorm y toda la extensin de la Marina Baja. Boquiabiertos, fascinados por un lienzo tan diverso, nos sentamos un instante a contemplar. Tras un par de frutas y agua, proseguimos por la senda rocosa al sur de la sierra, sin dejar de ver los imponentes Puig Campana y Ponoig, hasta llegar a una fortaleza derruida. Segn parece la mand construir Felipe II con la doble intencin de prevenir las revueltas moriscas o vigilar y defender la zona del acoso berberisco. Desde all, la vista alcanza hasta el puerto de Alicante si el cielo est despejado. A la izquierda del fuerte, la subida a la cima es corta pero pronunciada. La ventisca nos disuade finalmente de alcanzarla. Regresamos al punto de partida embebidos en unas vistas exuberantes. Tras comer y departir en un restaurante alemn de la zona, volvemos a casa. Conforme nos alejamos se dira que ese enorme saurio que es la Bernia retoma complacido su letargo antediluviano. Absortos, esbozando una cndida sonrisa, los ojos entornados, nos adentramos en el atardecer. En el crepsculo humano de nuestro propio viaje. 53 Aprender C uando Lzaro de Tormes termina de contarnos sus fortunas y adversidades con los amos sucesivos que le van tocando en suerte -o en desgracia, segn se mire- el lector concluye que, para vivir, para ganarse bien el pan, aprender es prioritario. Y formarnos en aquello indispensable para saber ubicarnos en el mundo que nos rodea. En ese hombre maduro en que se ha convertido Lzaro, seguro de s y de su esposa a pesar de las maliciosas habladuras, pululan -como en nubes difusas- el nio que burla al ciego desconfiado, el adolescente que descree del escudero aparente y avaro o ese joven que sirve a un farsante vendedor de bulas. Lo anuncia l mismo en el prlogo: su propsito es que el lector obtenga deleite y provecho leyendo su historia. Que, con ella, aprenda. Me preguntaban no hace mucho si el maestro de escuela nace o se hace. Opino que son innegables las cualidades personales, si no innatas s muy arraigadas, que un profesional de la enseanza debe tener: empata, afecto, paciencia Como necesario es poseer una amplia formacin en todo lo concerniente tanto al hecho en s de ensear (pedagoga, didctica, psicologa evolutiva, etc.) como al contenido de las propias enseanzas. Pero su formacin ha de ser continua, su aprendizaje permanente. Es decir, no dejar de hacerse. Aprender para ensear y ensear para que otro aprenda. En un crculo donde enseanza y aprendizaje conforman el anverso y el reverso de un mismo proceso. Pues cunto se puede ensear hoy a alguien si decidimos dejar de aprender Es un error pensar que las etapas de la vida son compartimentos estancos cuya funcin privativa es aportarnos lo necesario para catapultarnos a la siguiente. As, consideramos que es de nios jugar, de jvenes aprender, de adultos trabajar y de viejos viajar y no incordiar. Como si el juego en el adulto fuese un rasgo de inmadurez o en los ancianos aprender no tuviese valor alguno. Lo dijo de un modo insuperable Eric Hoffer: La sociedad verdaderamente humana es la sociedad del aprendizaje, donde los abuelos, los padres y los nios son todos estudiantes. Porque vivir es no dejar de aprender. 55 Cultivarnos A unque no lo parezca, cultura es una palabra vinculada a la terminologa agrcola desde la antigedad. Tendra que ver, por tanto, con lo que cultivamos o con aquello que es cultivado para crecer y dar frutos. De modo que cultura y fertilidad, produccin de eso tan necesario para una adecuada alimentacin material y espiritual, desde siempre estuvieron unidas. El agricultor echa semillas con la esperanza de que germinen y maduren en las mejores condiciones para as dejarnos unos frutos apetitosos encima de la mesa. Bien sabe que aun despus de tanto esfuerzo y no pocos mimos, la cosecha no siempre ser como l quisiera. Que hay muchas semillas que no cuajan o que un pedrisco o una sequa, siempre inesperados, reducen al mnimo la cosecha. No hay campesino que sepa -antes de abrir el surco- cuntas semillas exactas, sin desperdiciar ni una, van a fructificar. Como el autntico maestro, que nunca deja de alentar el semillero del cerebro en sus pupilos por ms dudas que le asalten sobre la rentabilidad de su tarea. Porque, entre tanta incertidumbre, los cuidados son vitales para cualquier cultivo. Y tener paciencia. Constancia. Y mucha confianza. Justo la que no tienen quienes convierten la cultura en un ministerio que da y quita subvenciones segn obediencias, despus de ser la madre de todos los recortes. Ni quienes la pervierten transformando el cultivo de nuestra humana esencia en el culto a la propia imagen limitndose exclusivamente a salir en la foto. Confundiendo as la lenta y paulatina iluminacin de nuestro interior con esos focos fatuos y sus alhajas deslumbrantes. Lejos de todo espectculo, cultivarnos es imposible sin una labor sosegada, llena de esmero y desinters. Cultivar nuestro jardn, peda Voltaire en Cndido, o el optimismo. Y, claro, donde fructifican la cicatera utilidad y el beneficio ms o menos rpido, hablar de cultura es un insulto a la inteligencia. Y si adems se sustenta sobre un tejido obscenamente clientelar, sectario y espurio, qu cultura termina germinando en un solar tan yermo para la curiosidad o para una tica no sometida a lo rentable 57 Conversar V iernes por la noche. Una pareja entra en una cafetera. Han quedado con unos amigos para cenar y luego tomar unas copas. Le piden al camarero una coca-cola y un agua con gas mientras esperan. Suena el mvil de ella; lo saca del bolso, lo mira, se re a carcajadas y empieza a teclear en la pantalla de un modo acuciante. Suena un pitido avisndole de que tiene respuesta, la lee, se re de nuevo y vuelve a escribir. l, apenas ella se ha puesto a chatear, ha cogido el suyo y observa los mensajes recibidos, twitter, instagram, facebook... hasta que, emulndola a ella, comienza a escribir como quien sufre sacudidas. As, sin mediar palabra durante media hora, hasta que llega la pareja a la que esperan. Pagan las consumiciones, se levantan y salen los cuatro juntos. Hablar cara a cara es ya una rareza. Incluso, hacerlo por el mvil se ha reducido al mnimo. Hoy todo son mensajes digitales, redes de contactos y chateos. Miramos el mvil compulsivamente, cada seis minutos de media, en un acto reflejo y, segn los expertos, el nivel de adiccin crece de un modo exponencial. Lo comprobamos al ver el cabreo que nos genera dejarnos olvidado el mvil en casa. Adems, estos chats instantneos nos estn enmudeciendo, no nos permiten hablar y escuchar con normalidad al interlocutor que tenemos enfrente. Con lo que la tecnologa nos estara provocando un mutismo preocupante. Ya ni siquiera nos sentamos a contarles o leerles un cuento a nuestros hijos: les proponemos que elijan uno en la tableta y lo escuchen con los auriculares puestos mientras nosotros contestamos los correos de hotmail. Recuerdo en mi infancia a una ta abuela que todas las tardes se sentaba a rezar el rosario durante horas. Sin dejar de musitar, de vez en cuando abra el puo para observar y besar el crucifijo. Pienso que si hoy pudiera seguir hacindolo, lo que tendra en la mano sera un mvil. Con la misma finalidad, estar aqu pero hablando con los de all, y el mismo gesto, contemplar absorta un objeto entre sus dedos. Slo ha cambiado el dolo venerado, la religin del culto; porque la fe profesada, sigue siendo la misma. 59 Matrioska A los nios les suelen gustar esas muecas que se encajan unas dentro de otras hasta contenerlas todas en una sola, la mayor. Les encanta ir sacndolas de su matriz e ir colocndolas en fila hasta completar una familia con todos sus miembros. Y volverlas a meter, con esa mirada complaciente al comprobar que las ms pequeas estn seguras y bien cobijadas en el interior de sus progenitores. El sentimiento de pertenencia, saberse acogido y valorado, son claves para nuestra autoestima y la confianza en nosotros mismos. El mimo con el que un nio trata a estas muecas rusas no es sino la proyeccin del cario que recibe y la evidencia de cmo aprende a darlo. Andaba yo embobado contemplando esta escena cuando se me ocurri pensar que a quien realmente representan estas muecas no es a un grupo familiar o de iguales sino a uno mismo. E imagin que cada uno de nosotros somos como esa matrioska que contiene a los que hemos sido: el infante, el nio, el adolescente, el joven, el adulto seamos quien seamos, todos ellos nos acompaan. Y contribuyen poderosamente a que nuestra percepcin de la realidad, de la duracin, del paso del tiempo, vaya otorgndole un sentido, un significado siempre abierto, a nuestra vida. Y cmo la presencia, el valor en el ahora, que cada una de estas muecas tenga en quines somos hoy vara de unas personas a otras. Hay a quien un simple baln le hace sacar el nio que lleva dentro. Nuestras muecas rusas son muy valiosas. Nos ayudan a entender mejor, desde perspectivas cada vez ms amplias, el mundo en el que vivimos. Crecemos al ir integrndolas a todas en uno mismo de un modo armonioso. Y acaba siendo algo muy gratificante. Porque no hay autntico artista que aun en la vejez no mantenga la mirada inocente y encandilada de un nio. O ese entusiasmo, tan propio de la juventud, con el que afrontamos algunos retos mucho despus. Silenciarlas, acelera nuestro proceso de envejecimiento. Y nos distancia del mundo. Cudenlas, estn hechas de afecto delicado. Cuando alguna de ellas se quiebra en nosotros, nuestra mirada se endurece, se fosiliza. 61 Neblina E l sueo alivia pero no elimina los excesos de la cena. Tras ponerme la ropa apropiada al bajn de las temperaturas, salgo dispuesto a caminar durante al menos dos horas. Una espesa niebla me recibe en la calle al abrir el portal del edificio. Y un hiriente helor que enmudece incluso a las entraas. An no ha amanecido. Va llegando esa luz entre rosa y anaranjada que anuncia el amanecer y que, al mezclarse con el amarillo difuso de las farolas y esta bruma fra, expectante, bien nos podra adentrar por el primer captulo de una novela negra. Esto voy pensando mientras ando calle arriba y sopeso cmo alcanzar esa ancha avenida por la que llegar a la falda todava urbana del cerro. Embebido en la niebla, caminar es ir abriendo los ojos, el cuerpo todo, a los desvelos, al disfrute o la zozobra, con cuya interminable chchara va tecleando en el cerebro la conciencia. Largo se le hace el da a quien no ama/ y l lo sabe, dice el poeta y qu cierta resulta la necesidad de integrarse, de entregarse, en este da que an se despereza y ya nos requiere suyos. Qu don, me pregunto entonces, puede invadirnos si no somos capaces de darnos desprendidamente. Dar sin esperar, como dan a luz las madres o como este sol que todava tmido, pero sin reservas, va alentando nuestros devaneos. Alcanzada la angosta senda, ascendemos hasta la cima del cerro. Sosegados, desde ella, vemos cmo esa inmensa nube, diluyndose poco a poco, nos va desvelando la urbe. Qu distinto, qu distante, es todo desde aqu y qu regocijo, me digo, haber pateado esas calles que renglones ahora parecen. Nos penetra, de pronto, la daga de lo efmero, ese estremecimiento que empequeece lo ms grande apenas recin vivido. Y nos altera la nocin de lo duradero. Entre este insurrecto ir y venir de los pensamientos, se hace la hora de bajar e ir al encuentro de los amigos y sentarnos juntos a desayunar. As nace el nuevo da, tan presentido como imprevisible. Con l, como l, un nuevo ao comienza. Y tantos das ms que, con precisa fecundidad, nos siguen esperando. Que su neblina, colmada de sorpresas y no pocas dificultades, jams nos impida reconocernos. 63 A mano R ecuerdo cmo me estremeci tener en las manos, por unos instantes, las cartas originales que Miguel Hernndez le remiti a Josefina desde la crcel: en esa letra pequea, amontonada en muy poco espacio, con sus diminutos pero inquietos surcos a lpiz, poda uno revivir el drama humano que las sustent. Y es que nuestra letra nos delata. Nos distingue. La caligrafa, plasmacin de nuestra personalidad y tambin de una visin esttica del mundo, nos ha dejado a lo largo de los siglos autnticas obras de arte. Entre los chinos antiguos, los maestros calgrafos gozaban de un prestigio reverencial. Y a ellos se les reservaba los puestos ms altos como funcionarios. Y si la imprenta supuso un impacto crucial para la divulgacin secularizada de los saberes y la cultura en general, la aparicin de la escritura, de las fuentes escritas, unos cinco mil aos atrs, est en la base de lo que conocemos como inicio propiamente de nuestra historia. Y al igual que cualquier otro arte, la escritura nace con la intencin de expresar, transmitir y dejar constancia de lo vivido. Por pura necesidad interior de conocernos y manifestarnos, aunque tambin para legar el fruto de nuestros desvelos. Pero escribir hoy a mano es una reliquia. Los mdicos, los escritores que emborronan cuadernos para construir una novela o los grafiteros, pronto sern una especie protegida. Teclear en una pantalla inspida es la norma en nuestras misivas: ya ni siquiera dejamos un post-it en la nevera para indicar dnde est la cena; lo ponemos en un whatsapp. Estudios recientes corroboran que el aprendizaje de la escritura a mano determina nuestro desarrollo cognitivo, motriz y de la personalidad, estimula la actividad cerebral y es bsica para un aprendizaje lector ms fluido. Escribir (subrayando, resumiendo, etc.) nos ayuda tambin a comprender y memorizar lo que estudiamos. No es extrao, por ello, que en Finlandia la enseanza de la caligrafa se proponga como asignatura optativa de relevancia en todas sus escuelas. Y ese indmito escritor que es Snchez Ferlosio afirma rotundamente que los ejercicios caligrficos nos salvan del alzhimer. 65 Farsa S eguro que conocen el cuento El traje nuevo del emperador, de Andersen. Aconsejado por unos sastres embaucadores y sin escrpulos, el monarca se viste con un precioso ropaje supuestamente invisible que todos los ciudadanos alaban para no ser tildados de insensatos hasta que un nio, en pleno desfile, exclama espontneamente: Pero si va desnudo! y al instante todo el hechizo y la parafernalia montada por los sastres estafadores se viene abajo. Como la plvora, la frase corre de boca en boca, hasta que la multitud la grita sin cortapisa. A pesar de reconocer que tienen razn, que la farsa ya no se la traga nadie por ms empeo y teatralidad que ponga en ello, el emperador finaliza el desfile bajo palio y ms altivo an que hasta entonces. Y en efecto, aunque el coro de palmeros polticos y mediticos se empeara en convencer al sumo registrador de que l y sus aclitos son las vctimas de tanto mangante en su propio partido, a ninguno de ellos se le escap jams que el responsable ltimo de los contratos amaados, los sobresueldos, las mordidas, el blanqueo, los sobrecostes, los millones en Suiza o las campaas electorales costeadas con dinero negro no es otro que l mismo. Y, por eso, cada da que pasa resulta ms pattica esta farsa contra toda evidencia. Porque esa legin de aislados corruptos certifica la podredumbre sistmica de todo el cesto. Unos farsantes que acabaron creyndose (por espurios intereses partidistas) su propio sainete. Pero es ms penoso si cabe que creyeran engaar a sus votantes. No seor, los electores siempre han sabido qu es lo que hay detrs de cada sigla. Y evidente ya el expolio, ni se revuelven ni se sonrojan. As pues, conocedores de todo lo hecho y viendo realmente a un mandams putrefacto maquillado tras un plasma, los votantes se sumaron a la farsa, hacindose los tontos, como si no vieran con sus ojos lo que ven el resto de los mortales. Ignorancia colectiva Somos corresponsables de que estas lites extractivas nos hayan robado impunemente. Corresponsables de un saqueo salvaje, persistente, desorbitado. 67 Muebles A la pregunta de cunto necesitamos para vivir, el viejo Digenes de Snope les dira que una tnica, un bastn y un tonel son suficientes. Y ganas, muchas ganas de hacerlo, claro. En nuestras sociedades del hiperconsumo y la acumulacin, donde ha importado ms tener que ser, algo as nunca pas de ser una ocurrencia. Pero esta crisis, los nuevos modos derivados de un consumo ms responsable y las plataformas que aporta internet, parecen orientarnos hacia horizontes inditos como productores y como consumidores. Hoy sabemos que los recursos no son ilimitados; que hemos de cuidar el planeta para garantizar el futuro promoviendo la regularizacin, la sostenibilidad o un modelo alternativo al competitivo vigente. Las redes sociales e internet favorecen la interaccin entre usuarios reforzando sus vnculos comunitarios o que no necesitemos ser propietarios de las cosas para poder acceder a ellas y disfrutarlas permanentemente. Por eso, hoy prima el acceso antes que la propiedad. Un acceso instantneo a la aldea global capaz de brindarnos oportunidades inviables hasta ahora. Hay respuestas extremas, como la del chino Liu Lingchao que, tras quedarse en paro y ser desahuciado, se fabric una casa con elementos de desecho con la que viaja recogiendo materiales reciclables que vende para comer. Este hombre caracol nos recuerda las formas de vida lenta, pausada, ajena a la presin y el estrs imperantes, que reivindica el movimiento slow: comer sin prisa, un ocio menos tecnolgico, conversar en lugar de ver la tv, ms contacto con la naturaleza, coger poco el coche Cuenta la historia que cuando el viajero lleg a la casa del sabio y encontr que all apenas si haba un viejo camastro y un puado de libros le pregunt dnde estaban sus muebles. El anciano, sin inmutarse, le respondi preguntndole dnde estaban los suyos. Yo tan solo estoy de paso, contest el viajero. Con una sonrisa cmplice, el sabio concluy: Yo tambin estoy de paso en esta vida, y mal hara en cargar mi existencia con todos los armarios de mi pasado. 69 Tic y toc N o hace mucho, disfrutando con un amigo en una de esas libreras de viejo que an resisten, nos detuvimos ante una Enciclopedia lvarez del ao 64. Mi amigo, algo mayor que yo, me habl de una infancia donde todo el saber caba en un solo tomo para cada grado. Hoy es impensable el aprendizaje de las cuatro reglas y poco ms para saberse formado y preparado suficientemente. Son otros tiempos. Poco despus le dos informes demoledores sobre la dificultad incluso entre los licenciados para escribir buenos textos o cmo nuestros adolescentes estn por debajo de la media europea en comprensin lectora. Dos competencias, hoy y siempre, bsicas para todo. Es evidente que hay cosas que no se estn haciendo bien o que, en todo caso, no logran el resultado perseguido. En la universidad, que es donde surge el primer informe, se quejan de que el alumnado llega cada vez peor en composicin y comprensin de textos. Para mejorar ambas capacidades, hay Facultades que solo ponen exmenes tipo test. Increble. El profesorado de Secundaria, en general, se queja igualmente de que el alumnado sube de Primaria con muchas lagunas en escritura y lectura comprensiva. Y as vamos descendiendo hasta el origen del rapaz, es decir, las escuelas infantiles. Me parece imprescindible recoger todas estas quejas, sopesarlas, efectuar diagnsticos precisos y, desde luego, coordinar los planes de estudio para que de un modo transversal y coherente ningn alumno acabe su formacin sin haber afianzado algo tan bsico. Ya basta de paos calientes y de echar balones fuera. Es un fiasco que estas cosas sigan ocurriendo y hagamos como si nada. Asumamos que la formacin hoy tiene agujeros muy serios. Mejorar la educacin, nuestro sistema educativo, no consiste slo en cambiar una o diez veces las leyes. Cuestionar el modelo y la metodologa vigentes, ahondar en la concepcin antropolgica de lo que supone ensear y lo que significa aprender, incidir ms en los procesos que en los resultados inmediatos, mostrarse favorable a los cambios o dejar de poner tanto nfasis en las tic (nuevas tecnologas) en detrimento de los toc (el uso de los dedos) son en mi opinin algunas de las tareas inaplazables para no seguir a la deriva, eso s, poniendo cara de qu bien lo hacemos. 71 Blanquear H ubo un tiempo en el que las empresas de detergente estrujaban a los publicistas para que colocaran su producto en prime time e interrumpiesen un telediario para ofrecernos, no el detergente ms blanco y ms limpio, sino el prototipo de blancura. Un empeo higienista que se extendi entre geles y cremas corporales pero que hall en los dentfricos el cauce depurador para todo tipo de hiprboles. Y cuyo auge coincidi con la enfermiza mana de Michael Jackson por aclarar, hasta desteir, el color de su piel. Tambin la economa se ha nutrido de frmulas para hacer del blanqueo uno de sus arietes postmodernos. Ms o menos sofisticados, los procesos para hacer que el dinero ilcito aflore blanqueado y sea de curso legal son hoy moneda comn. Utilizando testaferros, bancos, empresas pantalla, mafias o parasos fiscales. Lo importante es que ese dinero negro, obtenido mediante chanchullos fiscales o comisiones por concesin con dinero pblico de todos, efecte un viaje desinfectante que sirva para depurarlo, regresando pulcro a nuestro bolsillo y listo para comprar obras de arte, un apartamento en Marbella, financiar un partido poltico o pagarle las vacaciones a un juez. En esa aseada lnea, los magnates aprenden a proteger su opulencia con gestos audaces de caridad. En un intento hipermegachic por blanquear su conciencia. Incluso, entre ellos, compiten por ver quin da ms a causas humanitarias, costea fundaciones o se viste de esplndido mecenas. Y todo ello a la vez que pierden juicios por competencia desleal o explotan a sus trabajadores muy por debajo del salario mnimo. Pero, eso s, regalando parte de la ganancia al partido que les garantiza una ley a su servicio. En fin, querido lector, mientras t te cepillas los dientes con ahnco para que no queden grmenes y su blancura deslumbre a la concurrencia, un poltico pone el cazo que luego esconder en Suiza y el magnate con el que trapichea limpia su malsana conciencia dando millones a una ONG mientras paga un euro al da a sus trabajadores en el Tercer Mundo. Cada cual efecta ese blanqueo ms acorde a su condicin. Pero, para cundo un detergente que limpie el mundo de estos manchurrones indecentes. Para cundo. 73 Naufragio P rendado de la bella Europa, el posmoderno Zeus neoliberal termina seducindola y raptndola para saciar su ambicin irrefrenable. Tal podra ser la versin actual de uno de los mitos antiguos ms sugerentes que Ovidio recreara en sus Metamorfosis y que Tiziano retrat con maestra, en una imagen de la muchacha arrebatada a su pesar por un dios convertido en toro y que se dirige no sabemos muy bien a dnde. Vuelto un continente donde el dinero -como somnfero y fortn- importa ms que las personas, pocas imgenes reflejan mejor su decadencia que la del nio ahogado Aylan. Adems de ilegal e inmoral, es inhumano lo que se est haciendo con los refugiados atrapados en Grecia y Turqua; e intolerable alegar dificultades administrativas mientras se les deja morir entre el fango y la insalubridad. Una vergenza sin parangn. En el mismo obsceno territorio cuyo Banco Central es capaz de dar dinero a inters cero a bancos nacionales o grandes empresas para aliviar sus deudas pero que niega prstamos a la ciudadana y toda posibilidad de refinanciar sus crditos o sus hipotecas. Un continente raptado y sometido a la codicia de los ms impdicos negociantes que en la truculenta oscuridad pactan un nuevo tratado de libre comercio entre EEUU y la UE ventajoso para los inversores por encima de los gobiernos democrticos, hasta el extremo de garantizar sus intereses asegurando tribunales privados de arbitraje o abriendo las puertas a una invasin de empresas farmacuticas y petroleras que incumplen la mnima norma de calidad saludable o medioambiental. O con frmulas que facilitan la privatizacin de la sanidad, la educacin y el resto de servicios pblicos. As las cosas, no es extrao que dos artistas hayan realizado un monumental grafiti con el pequeo Aylan ahogado frente a la sede en Frncfort del Banco Central Europeo. Y que refleja bien a dnde va esta Europa que, raptada en el cuadro de Tiziano, sucumbe a los nocivos encantos de la tropa neoliberal: no hacia esa tierra solidaria, fraternal y equitativa que alumbraran los ilustrados sino hacia el opulento cieno del naufragio. 75 Obsolescentes E n nuestro mundo todo tiene fecha de caducidad: los yogures, las sardinas en conserva, los medicamentos Cada vez ms aparatos y dispositivos de los que conviven con nosotros dejan de funcionar al da siguiente de vencida su garanta. Estiramos su agona hasta que, hartos de tanta pifia, y visto que ya nadie repara ni un cortaas, lo cambiamos por uno nuevo. Y otro ciclo de vida til, programado para ser intil cuando dicta el fabricante, nos vuelve a acompaar. Esto es as por la necesidad de no dejar de producir y hacer negocio. Porque si todas las bombillas durasen ms de cien aos encendidas como la que tienen los bomberos en California, qu nos venderan Pero, y el hombre, tambin es hoy un producto ms de la obsolescencia programada Como seres finitos que somos, tenemos fecha de caducidad, nos apagamos, morimos. Pero, al hablar del hombre obsolescente, no aludimos a ese proceso limitado en el tiempo que es nuestra existencia. Hablamos de quien, por ms que lo quisiese intentar, nunca estar a la altura de los rapidsimos avances tecnolgicos con los que convivimos; de quien percibe que, de pronto, empieza a quedarse obsoleto, anticuado, desfasado ante tanta mutacin tecnolgica; del ser humano que, en plena madurez, ya siente dificultades para mantenerse til y tecnolgicamente eficaz con este ritmo infernal. Y se dice a s mismo, resignado: mi mundo no es de este reino. Y, sin ms, se desconecta. No es fcil vernos a los ya en sazn gestionando nuestras compras, las vacaciones o los impuestos utilizando internet. Nos parece innecesario cuando no poco fiable. Desde hace bastantes aos, esta sensacin no remite. Cuando empec como maestro casi nadie utilizaba la mquina de escribir para poner exmenes. Se escriban en la pizarra. Las novedades tecnolgicas se afianzan con la joven generacin que llega, no con la que peina canas. En su libro La obsolescencia del hombre, de 1956, Gnther Anders ya retrat a esta humanidad que se va empequeeciendo con el empuje de la tcnica y que, dcilmente, ha de integrarse en la mecnica del aparato, parte del cual eres o sers. 77 Un invento L as religiones en Roma eran consideradas verdaderas por el pueblo, falsas por el filsofo y tiles por el poltico, dice la cita con la que abre su libro Dioses tiles el historiador y politlogo Jos lvarez Junco. Aunque l se refiera a las naciones y los nacionalismos, hoy esos dioses son tambin Hacienda o los medios de comunicacin: usted y yo pagamos sin demora nuestros impuestos mientras algunos se lo llevan crudo o nos tragamos las noticias que nos cuentan, no las que registran lo que en realidad ocurre. Nos tienen entretenidos mientras malversan, ocultan, blanquean, reprimen... Durante mucho tiempo las religiones fueron el mvil, no el motivo de fondo, que provoc guerras cruentas e interminables. A partir del siglo XIX, la idea de nacin y los nacionalismos la sustituyeron como desencadenante de enfrentamientos (en absoluto sus motivos ltimos) que en el siglo XX nos llevaron a dos armisticios horrorosos. Porque la idea de nacin -sostiene Junco- es algo imaginario que est en nuestras mentes, siendo la pertenencia a ese sujeto imaginario la que acaba justificando un Estado. Es decir, un invento; un dios til con el que se nos hace creer que conformamos una comunidad cultural al compartir una misma lengua, unas tradiciones o lo que sea. Ideas con las que enzarzarnos mientras hay quien se lo pasa todo por el acueducto de sus finanzas. Mis queridos paganinis, ah tienen si no a esos patriotas que con ahnco engrandecen el pas evadiendo su dinero a Suiza, Las Bahamas o Panam. Nos engaan por encima de nuestras posibilidades y, para que no la liemos parda, nos entretienen con algo de pan y mucho, mucho circo. Como a los antiguos romanos. El discurso identitario pasa por ser hoy la golosina ms eficaz del animal gregario. Alguien que se encabrona porque su equipo pierde la liga y se resigna a pagar ms iva mientras hay futbolistas o gerifaltes que se lo llevan a las islas Caimn. Un invento til para unos y, para el resto, un dios con forma de tronco al que agarrarse en medio de este naufragio: eso parece un pas en estos tiempos de cinismo e interminables simulacros. 79 Para caminar H ace quinientos aos, en 1516, Toms Moro ubic la utopa (palabra creada por l) en una isla en realidad no tan extraa. Un lugar en el que, como esa Arcadia feliz de los griegos, reinan la mesura y la sencillez junto a un modo de vida apacible en armona con la naturaleza. La exposicin que el ingls hace de su mundo ideal sirve no slo para mostrarnos una organizacin social basada en los principios del humanismo, puntero en su poca, sino sobre todo para denunciar los desmesurados abusos de poder y las seculares injusticias que seguan vigentes. En ambos aspectos, el ingls se adentr por la senda crtica que ya abriera su buen amigo y confidente Erasmo de Rotterdam. Muri decapitado, tras ser canciller, precisamente por no avalar las excentricidades del ms caprichoso Enrique VIII. Como un presagio del trgico destino que tantas utopas sufriran a lo largo del tiempo. Desde la Nueva Atlntida, la ciudad del sol, la organizacin comunitaria de los socialistas utpicos o las propuestas del mayo del 68, los modelos que han pretendido un mundo mejor no han dejado de azuzar las conciencias, sobre todo la de quienes han padecido durante siglos los efectos de un poder opulento siempre proclive a perpetuar la desigualdad y el inmovilismo. Ciertamente muchos movimientos ungidos con la aureola de la utopa acabaron siendo autnticas algaradas totalitarias. Pero, frente a toda adversidad, nunca hemos desistido de mejorar el mundo injusto que habitamos. Tampoco hoy, por ms que sigan pesando como una losa los privilegios de quienes tanto invierten en impedir cualquier tentativa de cambio. Porque el hombre en s no es un animal sumiso, propenso a la renuncia. Como homenaje a esa isla nada extraa pero desde siempre inalcanzable que Moro nos leg, abran de par en par esta Ventana sobre la utopa del ms lcido Eduardo Galeano: Ella est en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos ms all. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzar. Para qu sirve la utopa Para eso sirve: para caminar. 81 Espejos S abemos que Shakespeare y Cervantes no murieron el mismo da. Parece ser que entre ambas muertes transcurrieron un par de semanas. Ni siquiera es seguro que el ingls escribiese gran parte de sus obras mayores. Y si bien goz de justo reconocimiento, el autor del Quijote apenas si sabore esos racimos de la gloria en los ltimos aos de una vida dedicada a mltiples tareas aunque su empeo mayor siempre fuese vivir de lo que escribi. As, y a pesar de que los hechos no avalen la celebracin, nos dignifica que los dos compartan honores un mismo da al ao, el Da del Libro, especialmente en este en que se cumple el cuatrocientos aniversario de la muerte de ambos. Un actor, el ingls, y un soldado, el espaol, que compartieron la desazn de vivir en un mundo frustrante en el que imperaban los intereses ms espurios de los codiciosos, unos reyes despticos, las guerras sin sentido, la hipocresa moral o el sometimiento de quienes nacan sin privilegios. Sus obras son arquetpicas vitrinas donde queda retratada, adems y ms all de la poca en la que vivieron, toda una especie de los pies a las entraas. Shylock, Sancho, Hamlet, Macbeth, Don Quijote, Lear, Monipodio siguen an vivos entre nosotros. Demasiado vivos, incluso. Como autnticos espejos donde contina mirndose el alma humana. Y en los que ella misma descubre a la vez sus mundanas miserias y ese inconformismo que le empuja a las aspiraciones ms altas. Hay tres rasgos, para m, que singularizan a estos dos genios de las letras. Por una parte, su inters en centrarse en el ser humano individual, concreto, para desde l alcanzar el arquetipo, lejos de los hroes clsicos o medievales tan mediatizados por los asuntos trascendentales y divinos. Adems, su diseccin de los caracteres, no slo psicolgica que tambin, para mostrar unos personajes tan singulares como universales. Y, cmo no, esa capacidad tan poco usual hasta entonces para trenzar armoniosamente en una misma trama elementos cmicos y trgicos. Porque as es la vida, una sucesin de situaciones a veces graves y otras veces hilarantes, en este gran teatro que es el mundo. 83 Ojos nuevos S in apenas cambios, nunca deja de sorprendernos ese mismo paisaje que escucha el canto/ y ve la muerte de la cigarra, segn el memorable haiku de Matsuo Basho. Porque es en nosotros, no en lo divisado, donde bulle el pasmo de la sorpresa. Qu tiene de raro ver caer una manzana desprendida del rbol Newton sin embrago comprendi, en ese mismo instante, que una fuerza atraa a los cuerpos hacia el suelo. Realmente no vio caer la manzana sino la fuerza que la empuja, invisible para la ciencia hasta entonces. Observar de otro modo el detalle ms nimio es la palanca de todo hallazgo. Mirar con ojos nuevos. Los nios y los artistas lo saben mejor que nadie. Pocos como Lichtenberg, un extraordinario cientfico y escritor alemn del XVIII, fueron tan clarividentes en esto. Miradas nuevas a travs de los viejos agujeros, sostuvo con inslita lucidez en un aforismo que suscribira todo creador. La novedad, la sorpresa, lo que nos asombra, no slo se sustenta en el paisaje sino en cmo lo miramos. Y desde luego, sin capacidad para el asombro, ni el arte ni el pensamiento brotaran en ese huerto frtil, sorpresivo y sorprendente, que es nuestro cerebro. Porque el asombro, lo dice Eloy Snchez Rosillo en un poema reciente titulado as, tiene puertas de par en par que no interrumpen/ el avance en la luz. Y en efecto, asombro significa traer hacia la luz algo oculto bajo las sombras. Iluminar lo extraordinario donde hasta entonces no habitaba sino lo acostumbrado. Maravillarnos al captar un detalle, un matiz, donde slo percibamos un todo cotidiano y gris. Ojos nuevos, como nuevo es el sol, cada maana. Eso es lo que necesitamos para no dejar de descubrirnos ni asombrarnos. Una mirada nueva y los ojos bien abiertos. As de claro lo tena Einstein: La experiencia ms hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emocin fundamental, la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. A quien le resulte extraa esta emocin, quien no se detenga a maravillarse y permanecer absorto de asombro, es tan bueno como un muerto: sus ojos estn cerrados. 85 Mestizaje T omaba mi caf matutino a la sombra de la banalidad y los desastres con que reiteradamente los peridicos nos azuzan, cuando un nio y su madre se sentaron a engullir un rpido vaso de leche con cola cao y media tostada. Ella abra los mensajes en su iphone mientras l, de nueve aos ms o menos, se beba la leche y coloreaba apresuradamente los pases de un mapa de Europa. Como quien pregunta una obviedad, inquiri todo inocente: Mami, por qu hay fronteras No s, pregntale a tu seo. Las fronteras geogrficas son muy recientes en la humanidad y han ido ligadas a la defensa de territorios previamente conquistados, tantas veces por apropiaciones fruto de disputas o a conformaciones modernas como los Estados- nacin. Pero estas divisiones fsicas nunca han impedido las inmensas migraciones de unos espacios a otros y que son la base sobre la que en verdad se ha ido humanizando la especie. Los ltimos avances en paleontologa confirman que Europa nunca perteneci a pobladores de una etnia concreta; que ms bien se trata de un cruce de caminos por el que han transitado homnidos y humanos provenientes de frica, Oriente Prximo y Asia. As, por ms que los integristas y los xenfobos se empeen en negarlo, el mestizaje ha sido la palanca del avance desde siempre. No hay civilizacin que no haya crecido sobre las aportaciones heredadas de sus antepasados, fueran quienes fueran y viniesen de donde viniesen. Por eso la persecucin y la expulsin de algunas etnias jams redujeron su influjo. Y es lgico que ahora, en un mundo global donde la informacin, los turistas o el dinero viajan sin trabas, cualquiera se pregunte por las lneas divisorias del planeta. S. Las que ms pesan hoy son las fronteras mentales. Esas que nos encastillan en nosotros mismos hacindonos creer que somos lo ms y muy superiores a otras culturas. Esas otras que levantan nuestros prejuicios ideolgicos, religiosos, etc. O an las peores, cual rejas de la impiedad, esas que nos impiden acoger a los refugiados que huyen de la muerte y la miseria y que son nuestros hermanos desde el albor de los tiempos. 87 A rastras L a noche ya no da ms de s. Es hora de retirarse. Fue bonito mientras dur. Por ms que quieras permanecer en el coso de la fiesta, tus cabeceos te delatan. El sueo y la torpeza te vencen. No queda nadie en la plaza. La puerta a los chiqueros, de par en par desde el alba, es la nica posibilidad. Pero t no ests en condiciones de salir por puerta alguna, te tendrn que acompaar. Porque tan solo ests, si es que en algo ests, para el arrastre. Te gustara dar otra vuelta ms al ruedo, revivir los momentos ms intensos de la juerga, cmo te escanciaban el licor entre los dientes, el cortejo y la bravura a la hora de embestir, las vernicas con que te tore la camarera, las banderillas que te pusieron las abanderadas o la meada prolongada entre dos coches. Ha llegado la hora de que tus amigos, como esas mulas pacientes y sensatas, te saquen del coso a rastras. Remolcado por quienes bien te quieren, hoy no te harn llorar. Tampoco ellos estn para muchos trotes. Asumen con fraterna diligencia que te tienen que llevar porque t te orientas menos que una brjula en la luna. Aunque, cual morlaco revuelto, resistindose a sucumbir, t no quieres abandonar el lugar de los hechos. Una y otra vez te rebelas contra tu propia gravedad para no doblar las rodillas. Y balbuceas, repitiendo sin parar, retahlas de nombres y lugares donde dices que te gustara viajar. Anuncias que vendes tu casa, tu coche y todo aquello que al otro mundo nunca te podrs llevar. Exiges un ltimo trago, algo que te moje la boca, seca de tanta pirotecnia verbal. Te callas por un instante, cabeceas, pareciera que vas a amainar, pero de nuevo vociferas e increpas a diestro y siniestro y te quejas de que nadie responda a tus envites. Qu ganadera es esta, berreas, que no dice ni mu Dnde estn la fiereza y el trapo de su estirpe De pronto, un ruido entrecortado de motores y chorreos te espabila. Es el camin de la limpieza que con agua a presin arrastra las horas, los vasos y las lunas de limn hasta el borde de la acera. Es ya completamente de da. Regresando de tu niez, cantan los pjaros. Por fin aciertas a abrir. Tropezndote con los recuerdos, entras en tu casa. 89 Parasos N o pareci sentarnos bien la expulsin del edn primero. Desde entonces, como buen animal nostlgico, perseguimos regresar una y otra vez a ese espacio apacible, mtico, prenatal, del que nunca quisisemos haber salido. No hemos dejado de buscar su llave. Y si Milton puso el acento en lo que conllev para el hombre la prdida de ese jardn de las delicias, Baudelaire mostrar nuestra cndida tendencia a crearnos mundos ficticios, beatficos y redentores, cuando nos narra sus devaneos con las drogas. Y bien sabemos hoy que esos parasos artificiales acaban siendo autnticos infiernos naturales. Pero el hombre posmoderno, en ese decadente afn por demorar su irresoluble contradiccin, no ha dejado de buscar esos otros parasos en los que desdoblarse y proyectar un ego tan menesteroso como insaciable. Espacios angelicales, limpios de polvo y paja, donde alojar todo aquello que nos garantice ms pan del necesario. No otra cosa suponen los parasos fiscales, esos lugares invisibles al bistur del auditor, donde algunos depositan el dinero suficiente para veinte vidas, imitando as a los faraones cuando esperaban que el trnsito a la inmortalidad dependiese de sus riquezas. Y cmo ganar el cielo, alcanzar la gloria, sin antes habernos deshecho de las impurezas. De los parasos fiscales a los parasos fecales, nuestra civilizacin se desprende de su propia escoria tecnolgica llenando pases enteros de mviles y ordenadores cuyos componentes tanto contaminan. En China, India, Ghana, Nigeria o Costa de Marfil hay monstruosos estercoleros de basura digital. Esa es nuestra solidaridad con los pases emergentes o con los ms pobres del planeta. Purificamos nuestra ms oscura opulencia saturando de residuos txicos la lejana periferia. Ojos que no ven Ms all del rbol del bien y del mal, expulsado de s mismo, el hombre pos-humano se entretiene en su paraso digital emulando al piloto intergalctico capaz de aniquilar mil planetas con tal de obtener ms vidas y avanzar en el juego. Una caca, de pronto, le enturbia la pantalla. Airado, maldice a la paloma inoportuna: su impacto tan real. 91 Mensaje I magnense un sistema en el que en lugar de tener que escuchar reiterativamente la propaganda electoral, en lugar de soportar una y otra vez esos mensajes retricos, como quien recibe un gran cubo vaco para combatir la sed, fusemos los electores los que les hicisemos llegar nuestros mensajes a los candidatos. Que las urnas recogiesen, no nuestro voto, sino nuestros deseos, las debilitadas esperanzas que an depositamos en ellos. Un tuit o algo as que de algn modo les atase a nuestras expectativas reales. Daos la vuelta. Abrid los ojos. Estamos aqu. Este sera el mensaje que les pondra en la papeleta uno de mis amigos, promotor de esta idea estrafalaria Dado que cuando votamos a un partido este lo toma como un cheque en blanco, acaso no sera ms razonable que les dijsemos claramente lo que queremos, lo que esperamos de ellos, insista para defender su tesis. Al fin y al cabo son ellos los que nos representan y por tanto quienes han de cumplir con nuestro mandato, no a la inversa, remataba encumbrando el argumento con una heineken bien fra en la mano. Me pareci chocante la idea y, como suele ocurrir con estas cosas, inmediatamente empezamos a desvariar hasta el punto de enviar mensajes concretos a cada candidato del tipo qu mal te sienta la corbata o a ver si aprendes a pronunciar. Un delirio, vamos. Entre risas, no acert con una frase breve y contundente como la de mi amigo. Pero ahora, recordndolo, pienso que podra estar bien hacerles llegar esta breve historia: Un renombrado poeta y gobernador de China quiso conocer hace mil aos al viejo maestro Nido de pjaro, llamado as porque siempre meditaba entre las ramas de un rbol. Una vez all, le pregunt por el mensaje esencial que los grandes sabios ensean. Haz siempre el bien. Nunca hagas el mal. Cultiva tu espritu, le respondi el viejo. Contrariado, el gobernador y poeta le dijo que eso ya lo saba l desde que tena tres aos. En efecto -observ el maestro sin inquietarse- un nio de tres aos puede saber esto; pero ni siquiera un hombre con ochenta llega a ponerlo en prctica. 93 Macronmeros cababa de llegar de vacaciones. Saludando a unos y a otros, despus de veinte das en el campo a las afueras con sus padres, sus hermanos y sus hijos, entr en el bar donde algunas maanas sola tomarse el caf. Un solo largo. Con sacarina, por favor. Mientras esperaba que otro cliente terminase de leer el diario deportivo en cuya portada se anunciaba el comienzo de la Liga, empez a hojear otro peridico de informacin general. El titular, el turismo bate todos los rcords este verano, pintaba muy bien. Leyendo la noticia todo resultaba ms extrao. Un 15% de turistas ms que el ao anterior repercuta en un 6% de crecimiento del PIB en el sector, lo que afianzaba la estabilidad de las empresas hosteleras agrupadas en el Ibex 35. En cuanto al movimiento areo, volaron 12 pasajeros por segundo. En coche, 85 millones de desplazamientos, un 5% ms que el ao pasado. 200.000 nuevas matriculaciones de vehculos en el primer semestre. Y como prueba de la indudable mejora, la morosidad del sistema financiero baj a un 9,44% del crdito en junio, frente al 9,84% de mayo. Viento en popa, vamos. Qu alegra!, hubiese exclamado l, de no ser porque no entenda nada. Camarero dos aos ya en el paro, uno de sus hijos en la costa trabajando diez horas con contrato a media jornada durante dos meses de verano por 900 euros, una hermana con sus dos hijos desahuciados desde abril o una madre dependiente sin percibir ayuda alguna, se senta ms desgraciado si cabe oyendo esas gloriosas salvas del diario. Se lo ley a otros clientes y nadie se inmut hasta que uno, con deje andaluz, le explic que as como la leja acaba decolorando la ropa para quitar totalmente las manchas que no queremos ver, con los datos macroeconmicos nos intentan convencer de que la realidad no es la que vivimos sino sa otra impoluta que nos muestran, despus de mil cuentas jabonosas y disolventes, el gobernante de turno o sus economistas quitamanchas. Pues s, se dijo. Perplejo, pag el caf, se despidi de la parroquia y, a la salida, le dej 50 cntimos a un joven sin piernas sentado tras un cartel donde peda lo que fuera para sus tres hijos. 95 Rotonda S i existe un ser supremo, hacedor de todo cuanto ves e imaginas, seguro que alguna vez lo concebiste sentado con su cetro en lo ms alto del astro rey, observando cada da el trasiego de galaxias, nebulosas, satlites y planetas girando a su alrededor. Cansado de repetir, con la determinacin afectuosa de un padre a sus hijos, las mismas cosas a generaciones diferentes y un poco harto de ver cmo tropezamos siempre con los mismos meteoritos. Un anciano interminable, su gesto adusto, pero no exentas las comisuras de cierta bondad y una ternura milenarias. O esa mirada, perdida a veces, donde se alternan ya una gran compasin y la indolencia. Seguro que alguna vez, cuando has mirado las estrellas, pensaste que l te comprenda como nadie pero que nada puede hacer para cambiarle las ruedas a este destino que l mismo ech a rodar. Desde que me instal en esta rotonda he aprendido a compadecerme de los humanos. Asomado por una rendija entre los hierros de la gran escultura metlica en la que vivo, veo juntarse a los que llegan por la Avenida de la Inmolada Decepcin con los que se amontonan provenientes de la calle Indiferencia y la plaza Gris de la Megalomana para tomar la salida a Cuatro Estrs, la autova que lleva a Chabolandia, el vial de los cipreses o el camino viejo a la Isla de Nueva Esperanza. Otros, en sentido inverso, vienen ensimismados de aquella isla y desde aqu, atravesando la medular Avenida de la Decepcin llegan muy desmejorados hasta el Barrio de las Teclas Fras o giran poco antes a la izquierda, por Va Desespero, hacia el Macrocentro Funeral, en el mismo corazn del centro financiero, a dos calles apenas del Gran Teatro del Mundo. Es un lujo estar aqu, verlos ir y venir cada maana de su soledad a sus asuntos. Mirar por un instante esos rostros absortos e inexpresivos que esconden sin embargo cientos, miles de experiencias y relatos que encienden mi imaginacin y llenan de luz todo mi tiempo. Hasta sentirme amo y seor en este astro abarrotado que es la desocupacin. Comprobar en fin que, despus de todo, no hay desahucio que por bien no venga. 97 Ceremonial S e levanta el teln. No es la primera vez que los actores interpretan esta funcin. Pero lo parece. Para el espectador novato la ceremonia es absolutamente real. Rotunda. Convincente. Tal es la habilidad de los virtuosos veteranos: hacernos creer que lo que ocurre en la escena lo es por primera vez. Captar toda nuestra atencin. Meternos de lleno en ella. El pblico versado tambin valora esa gran profesionalidad para hacernos verosmil, congruente y riguroso, lo que previamente ha sido escrito por otro en un guion y ensayado muchas veces. Pero tarda mucho ms en entrar en harina. Su credulidad ya no rezuma frescura. Hay a quien, incluso, todo lo que all sucede le queda muy lejos. Bosteza ante ese gesto de afectacin, las poses previsibles, las palabras rimbombantes, la sonrisa de cartn. O ni se inmuta ante el que sale de la escena. O ante ese otro que se desdice y traiciona a los suyos. Y, como quien sobrevuela el escenario, imagina el trabajo minucioso de los decorados, de los juegos de luces, la combinacin del atrezo... El trabajo en fin de los tramoyistas, crucial para que el melodrama funcione. Cuntos ensayos agotadores, cuntos malos ratos habrn pasado los actores en su vida privada mientras preparaban este ritual de la abstinencia que no refleja nada de lo que realmente piensan aunque tengan que convencernos de todo lo contrario Adis a los das de puo y rosas. Actuar o sobreactuar. Esa es la diferencia entre un comediante genuino y un esforzado aspirante. No siempre es fcil detectar quin es uno y quin el otro. La crtica o los medios, muchas veces, encumbran como grandes intrpretes a autnticos mediocres. Y nos hacen dudar. Porque nos cuesta desinhibirnos y decir qu malo es este to, qu voz tan meliflua, qu poco transmite. Por momentos, incluso pensamos que no puede ser tan aciago, que quizs lo de verdad insulso sea el papel que otros le han asignado. Tampoco es que el resto del ceremonial se aleje del gris y la sordina. Es lo que hay, te dices. Y cae el teln. Aplausos. Se alza de nuevo. Saludos. Ovacin. Vuelve a caer el teln. No habr terceras elecciones. 99 Caperucitismo H ubiese sido tan sugestivo como inquietante. Esa nia, que se escabulle entre saltos y alaridos de las garras de un lobo que no se conforma con engaarla sino que adems la quiere engullir, encaramada en la peana venerable de los inocentes por saber desvelar a tiempo las tretas de los carnvoros infieles. Y cmo no ver en esa mirada cndida la exaltacin de la bondad, la insurreccin de la alegra en todas esas cancioncillas que a las flores les dedica. Qu sera de nosotros si el canibalismo, as a lo bruto, sin finuras ni eufemismos, venciera finalmente. Hubiese sido alentador rendirle culto a esta cra capaz de apartarnos de las fuerzas del mal y todo su squito de brbaros embustes. Sabemos muy bien que la historia no termin as; que de no ser porque unos cazadores acuden a socorrerla, de Caperucita no quedaba ni la capa. Para eso estn los tertulianos, para pontificar desde su vasta erudicin cmo los matices, y las matizaciones de los matices, nos ayudan a entender la realidad ltima de los hechos sin quedarnos con la primera idea -evidente, pero engaosa- que nos venga a la cabeza. Ellos nos hacen ver que, con su salida final del armario, la abuela vuelve purgada y redimida tras no saber detectar, an delante de sus narices, a un ser tan repugnante. Una mrtir porque, sin embargo, padeci el aliento vido y concupiscente de sus fauces. O que su madre, aun sabiendo el peligro que corra, ofreciera a su hija en sacrificio para que la humanidad entera se proteja eternamente de los brutos musculosos u otras promiscuas tentaciones. Que siguen hoy, miren a uno y otro lado, acechando a la vuelta de cualquier esquina. Sera lgico sacar en andas a estas tres mujeres, para rendir honores a una gesta emancipadora y ejemplar. La abnegada. La bondadosa. La mrtir. Consagrndoles alguna plaza para conmemorar aquel encuentro redentor en el bosque, un armario octogenario como reliquia, diez salvas de arcabuceros para recordar a los annimos cazadores y, desde luego, inmortalizarlas con tres das festivos en el calendario. El mundo, celebrando algo as, sera sin duda distinto. Aunque su idolatra no cambiara ni un pice. 101 Google Cunto tiempo tiene que pasar para que un cadver se corrompa Imagnense mi cara cuando un amigo me hizo esta pregunta as, sin avisar, a quemarropa. Debi notarme sobrecogido porque enseguida se apresur a explicarme que no era por nada personal sino que a su hijo se lo preguntaba el profesor de Naturales y l no lo tena nada claro. Pues no s, la verdad. Imagino, dije, que no ms de tres o cuatro semanas. Tal vez algo ms, yo qu s. Pero para eso est Google, resolv con alivio. A ver qu dice el mvil. Las caractersticas del cuerpo (grosor, musculatura...) o las condiciones (calor, fro, etc.) son determinantes en cada caso, pero la descomposicin de la carne al cien por cien en la tumba lleva prcticamente un ao. Eh! Nos sorprendimos de que fuese tanto. El mvil nos ha trado muchas cosas buenas, aunque otras no tanto. En nuestras tertulias cada semana ni nos sirve para convocarnos, ni para compartir fotos ni siquiera tenemos un grupo de whatsapp. Nos impide discutir y enfadarnos unos con otros. Ahora, sin polemizar, todos aceptamos el implacable veredicto de Google, aunque no siempre sea fiable. Qu ms da. Lo importante es que discutimos mucho menos y nos queda tiempo, bastante tiempo, para rernos muchsimo ms. Incluso cuando nos sentimos abatidos porque la cosa no pinta bien y ni la bolsa sona, acudimos a una pgina de chistes que nos aligera compartiendo birras. Les recomiendo la frmula para que cuando se junten en familia no discutan: ah tienen a Google para sacarles de dudas. As, mientras Bill Gates se disputa el olimpo de la riqueza con Amancio Ortega o Carlos Slim, nosotros disfrutamos desenfadados. Pero cunto gana, pregunta alguien. Su fortuna, segn Google, se ha disparado desde 2013. Actualmente gana 5.550 millones al ao; 380 al mes; 13 millones diarios 176 euros cada segundo. Es decir, en menos de un minuto gana el equivalente al sueldo mnimo interprofesional que recibe nuestro amigo Andrs en todo un ao. Ni les cuento la cara que se le qued. Apag el mvil. Pag sus cervezas y, cabizbajo, sali farfullando yo qu s qu. Vaya mal rollo. 103 Reencuentro N o fue fcil reunirnos tantos aos despus de acabada la carrera. Tampoco reconocernos unos a otros. Lo normal en estos casos, se consolaba alguien tal vez para disculparse. Despus de tanto tiempo qu cuerpo sobrevive ajeno a la lija de los das, se jactaba bajo la excelsa cima de su calvicie el ms chistoso de la clase. Yo, sin embargo, reconoc fcilmente a los colegas ms cercanos e incluso me sigue pareciendo guapsima una de mis compaeras. Aunque ella ni siquiera se acordase de m. Los recuerdos iban de un lado a otro de la mesa como el pan y las botellas. Ah acudan la profesora que al explicarnos se tapaba la cara con el libro para no ver qu poco caso le hacamos, el que siempre pasaba los apuntes, las parejas que se fueron formando, las partidas de pquer en la cantina, los petardos y las risas entremezclados con la incomprensin por el trabajo que hacemos, los desplantes de los hijos, algn que otro nieto inesperado, los cambios hormonales, la crisis, el gobierno, la crisis Alguien, con un atrevimiento inusual, lanz a la mesa la pregunta: cuntos platos abarcaran todas nuestras decepciones Uno, que no es muy dado a los recuentos ni se aviene con facilidad a la maceracin de la nostalgia, enmudece ante algo as. Y no fui el nico. Esquivada la pregunta, tras un clamoroso silencio sepulcral, regresamos a los chistes y otras tantas conjeturas puramente evasivas. Hubo un antes y un despus de la incmoda pregunta. Un contenido pavor, un mal disimulado embobamiento, recorran todos los rincones de la mesa. Tal zombi en busca del alma perdida, me sent incapaz de articular palabra que mereciese la pena. Se me hizo largusima, desde ese instante, el resto de la cena. Hasta que el poeta Lus Cernuda, con esa mirada desencantada que luce en las fotografas, acudi a m. Como quien llega para salvarte de un anunciado naufragio. Porque tambin nosotros -me digo-, los de entonces, ya no somos los mismos. Nos despedimos con esa almidonada cortesa, usual entre desconocidos. Nos deseamos lo mejor y nos emplazamos para un reencuentro futuro. Con cena y decepcin incluidas. 105 Sin reconocerse E ntre pasteles y vino, repentinamente Rasputn siente fuertes espasmos estomacales y cardacos. No lo sabe, pero est siendo envenenado con cianuro. Invitado a una fiesta de fin de ao por varios aristcratas y cortesanos, antes de despedirse de la zarina ha pronosticado que si a l le ocurre algo ni su familia ni el zar le sobrevivirn ms de dos aos. Mientras se retuerce y cae al suelo, recuerda a uno de sus hijos al que no ve hace dos dcadas y del que sabe que ha cado malherido por los alemanes en el frente. Moribundo, repta hasta los pies del prncipe Yusupov que, en lugar de socorrerlo, lo remata con un tiro a quemarropa. Es la medianoche del 30 de diciembre de 1916. En Berln, mientras tanto, Albert Einstein no puede conciliar el sueo. Su matrimonio se tambalea, la opinin pblica y parte de la comunidad cientfica cuestionan su recin publicada Teora general de la relatividad, los reconocimientos no llegan (le niegan el Nobel porque sus tesis son incomprensibles y no se lo darn sino hasta 1921 y por otros motivos), el pas se descompone despus de dos aos y medio de guerra cruel e interminable e intuye, desde una actitud pacifista que nadie entiende, que lo peor est por llegar. Siente un hondo cansancio y, sin embargo, no puede dormir. Encuentra alivio al pensar que frente a esos polticos oportunistas y pasajeros, las ecuaciones son eternas. Lejos, en el palacete de una gentil amiga de la nobleza, el poeta Rainer Mara Rilke se repone de su experiencia traumtica en el frente alemn y de sus violentas desavenencias amorosas con la pintora Lasard. La guerra lo aleja de Pars pero lo que le desespera es ese vaco creativo que le impide proseguir sus Elegas, iniciadas en el castillo de Duino cuatro aos antes. Y donde sentenci, sin apenas comprenderlo entonces, que lo bello no es ms que el comienzo de lo terrible. Contenido el sollozo, deja huir su mirada desde la ventana hasta ms all de los nudos negros de la noche. Un siglo despus, desde mi balcn, veo cruzarse en la replaceta de la incertidumbre al ao agnico que se nos va con el impoluto que ya llega. No se miran. No se reconocen. 107 Respuesta S e me ocurri cuando vi a un grupo de cros, hierticos y serios como no suelen, esperando para entregarles su carta al paje real. Me dije a m mismo por qu no escribirles una carta a sus Majestades a pesar de mi edad. Pens en no pedirles nada material sino esas cosas que tanto enfatizamos: paz, salud, amor pero me pareci una cursilada. Entonces, qu pedir Que no ocurran ciertas cosas, que no vuelvan a ganar elecciones necios del tamao de Trump o que la pobreza desaparezca, por decir algo casi imposible. Me disuadi de hacerlo imaginar por un momento la cara perpleja de Gaspar como dicindome que ser magos no es lo mismo que hacer milagros. En esas estaba cuando baraj instarlos a que fuesen ellos quienes nos escribiesen una carta a nosotros, en este caso a m. Me puse manos a la obra. Deca ms o menos esto: Estimadas Majestades: a pesar de no ser un nio, y no solicitar juguete alguno, les escribo esta misiva para pedirles que nos hagan saber si necesitan algo que les facilite su labor o cualquier otra cosa que sea de su agrado. Y lo hago porque no me consta que alguien lo haya hecho antes, que nadie haya escuchado nunca sus requerimientos si es que proceden. Sin otro particular. Fui a la Plaza Mayor y se la entregu al paje dicindole, cobarde de m!, que era de mi hijo que se encontraba indispuesto. Olvidada ya mi ocurrencia epistolar, el domingo pasado, recogiendo el rbol de Navidad, encontr bajo su base un pequeo sobre cuyo texto deca: Querido amigo, si ha dejado de ser nio, no sabe cmo lo sentimos. Tampoco es el primero que nos pide opinin. En cuanto a nuestras necesidades, de momento nos congratula saber que ustedes tienen los juguetes ms sofisticados, misiles indetectables!, qu pasada!, por si luchamos entre nosotros algn da para ver quin es ms Rey de los tres. Por lo dems, cmo creen que puede comer un camello dentro de un zapato Los Magos. Lo le deprisa, sin pestaear. Quedndome atnito y desconcertado. Poco despus, tras dudar si responderles o no, se me quitaron las ganas. Por irnicos y desagradecidos. 109 Oscuridad S algo a caminar, ya de noche, inmerso el cuerpo en el velo hmedo, fro y voluble de la oscuridad. Desde siempre, la noche supuso esa zona oscura que hemos de atravesar para, una vez purgados, alcanzar la luz limpia del amanecer. Pero tambin un lugar misterioso lleno de presagios que tanto ha nutrido nuestra intuicin. mbito del sueo y del desenfreno, de reencuentros y de entregas, la noche nos sumerge en un trnsito hacia nosotros mismos, hacia el otro y lo otro o hacia todo aquello que an est por venir. Voy hilando estos pensamientos en mi mente agitada tras un da agotador. Siento el relente, su fresca humedad, revitalizando los msculos. Sin esperarla, me sobrecoge una pregunta irrefrenable: cuntos gigas ocupa la oscuridad Y evoco tantos momentos de nuestro ms siniestro pasado; cunta clarividencia (Galileo, Giordano Bruno, Servet) fue ignominiosamente taponada; cuntos humanos murieron por la obcecacin y los ms bajos instintos en guerras, epidemias o hambrunas que nadie trat de evitar. Esa oscuridad en la que siguen viviendo hoy ms de dos mil millones de personas. La cara oculta de nuestro planeta, ese Mr. Hyde que tanta inquietud nos genera todava. Y, desbordada la perplejidad, me pregunto a m mismo cuntos gigas ocupa ya esta crisis. Hijo del Caos, rebos (La Oscuridad) era para los griegos el encargado de traer las brumas oscuras al mundo, preparando as el terreno para el reinado de su hermana Nix (La Noche). Slo su hija, Hemera, poda disolver sus espesas sombras y devolvernos la luz radiante de un nuevo da. Quin la tiene secuestrada hoy Cundo ser liberada y nos permitir vislumbrar la anhelada claridad, reconducirnos hacia ella Entretanto, ya embutido en el pijama y recostado en la paz de mi desierto empeo, rebusco entre los Claros del bosque, de Mara Zambrano, ese pasaje cautivador que me consuela: Hay que dormirse arriba en la luz. Hay que estar despierto abajo en la oscuridad intraterrestre, intracorporal de los diversos cuerpos que el hombre terrestre habita: el de la tierra, el del universo, el suyo propio. Precioso. Pero me vence el sueo. 111 Divagar B uscas una cosa y te topas con otra. Cuntas veces ocurre que vas a por unos pantalones y acabas comprando el jersey que imaginaste tener hace aos, pero nunca lo encontraste El otro da, consultando un libro del pintor y escultor Manolo Valds (parte del Equipo Crnica en los aos setenta) que guardo como oro en pao, para ver una estantera preciosa de 1995 (bajo el ttulo de Libros IV), me entretuve fascinado ante un lienzo del mismo ao titulado Vasijas griegas III y cuyas grandes manchas blancas en el centro, donde en otra vasija se aprecian las figuras de atletas o danzantes, sorprenden tanto como desconciertan. Lo cierto es que pas un buen rato observando el cuadro, divagando sobre su significado, hasta olvidar el porqu de mi visita al libro. Evocas un poema para completar un artculo y te quedas hora y media leyendo muchos otros del mismo autor que ya ni recordabas. Incluso, y esta es la grandeza de la demora, acabas eligiendo otro poema, mucho ms intenso que el que recordaste. En una sensacin tan placentera que no resiste comparacin alguna. Buscas una sinfona en youtube y tropiezas con otra versin que te parece infinitamente mejor: la escuchas una y otra vez, consultas otras piezas del director de orquesta Tu demora va llenando cada minuto que pasa hasta hacerte perder -divagacin abajo- toda nocin del tiempo. He pasado infinidad de horas en estos ralentizados quehaceres. Yendo de ac para all entre autores, libros, cuadros, canciones sin hallar nada concreto que persiguiese pero encontrando todo aquello que, de modo imprevisto, te asalta y capta toda tu atencin. Sin rumbo fijo, la creacin se nutre de estos tiempos intiles para el comn de los mortales. Cuntas asociaciones no surgen en tu cabeza cuando vas, sin prisa ni objetivo, de un lado a otro en esa desorientacin tan gozosa y asertiva Por eso me cuesta entender cmo apresuramos a los nios para que aprendan lo que les decimos, acaben los deberes Y me pregunto qu se puede aprender si no es de este modo personal, dilatado e integrndolo con nuestro bagaje. Es ms, merece la pena 113 Gafas E xplicaba Juan Jos Mills en la conferencia que clausur la vigsimo novena edicin del Otoo cultural en Petrer que no es tan distinto el impulso que mueve a escritor y lector para sentarse ante un texto. Ambos, remarcaba, lo que buscan es entender qu ocurre, comprender la realidad, articular de un modo coherente y con un cierto sentido el cmulo de fragmentos que andan desperdigados tanto en el exterior como en el interior de nosotros mismos. Poder encontrar ese hilo conductor que, como a Teseo, nos lleve al lugar donde desvelar el rostro del minotauro agitador de este mundo. La cuestin, me digo, radicara entonces en saber valorar qu textos literarios y periodsticos son los que nos ayudan a entender y cules no. Y desde luego, l lo insinu, hay textos clsicos que lo hacen ms y mejor que muchas novelas y ensayos publicados ayer mismo. Pero el mayor dilema hoy viene dado porque el periodismo en general nos permite ver en exceso qu cosas ocurren, pero muy poco comprenderlo en una perspectiva de conjunto. Y esto tal vez sea as por no utilizar las gafas adecuadas. En serio se preguntar sorprendido el reticente lector, si es que an sigue aqu. Cuando no vemos bien, lo habitual es que el oculista nos recete unas gafas con lentes especficas para nuestra dificultad de visin. Pues sea cual sea esa dificultad, cuando compramos un peridico ste nos obliga a ponernos las gafas de su grupo editorial. Es decir, que usted ve nicamente lo que le obligan a ver y en la magnitud que esas gafas lo permiten. Slo as se explica, por ejemplo, que el desastre material y moral que est causando la corrupcin se evale de forma distinta segn el medio al que acudas. Dicho de otro modo: lo que terminas comprendiendo despus de ver o leer un noticiario es que eres miope. Un autntico desinformado, porque sin las gafas que ellos te ofrecen no alcanzas a entender nada. Y con ellas, ellos miran por ti. Y t con ellos. A ese laberinto unidireccional del adoctrinamiento y la inmediatez es al que te llevan. No al de Teseo tirando del hilo de la verdad, que dira el filsofo Eugenio Tras. 115 Tontos L os ciudadanos, cada da ms sobrepasados y hastiados por lo que vemos, nada hacemos para que verbos como regenerar, recomponer y repartir acaben siendo de verdad conjugados en nuestra intemperie global. As, si la Constitucin afirma que todos somos iguales ante la ley, ya nadie duda de que es la ley la que no es igual ante todos. Ni hay yodo bastante para tanta herida. O que es quien reparte el que se acaba llevando siempre la mejor parte. O quizs que s haya un mal que cien aos dure. Los tejemanejes para evitar que un colega dimita, mediante presiones a los fiscales que lo acusan o rebuscados malabarismos lingsticos, son inadmisibles. Que los estafadores que han provocado un agujero de sesenta mil millones que pagaremos todos (tal es el precio del rescate bancario segn el propio Tribunal de Cuentas) de momento no estn a la sombra y habr que ver si los responsables financieros son condenados por no evitar esa debacle que conocan mejor que nadie, es insostenible. Y mientras Bruselas afirma que s, que en nuestro pas hay recuperacin pero tambin una brecha ya irrestaable de la desigualdad que deja a ms del trece por ciento en la pobreza extrema y la exclusin, el actual gobernador del Banco de Espaa para remediarlo pide moderacin salarial, jubilarse ms tarde e ir pensando en hacerse planes de pensiones. Y lo dice sin sonrojarse alguien que gana casi doscientos mil euros brutos al ao. Nada de nada: ni regeneracin, ni reparto ecunime, ni mejora. Vivimos en la saturacin y la abulia ms deprimente, inimaginables hace aos. Cada da supone una vuelta de tuerca ms para seguir destensando con balsmicos eufemismos el dao por la corrupcin, la precariedad o la pobreza. Y a ver quin dice que no lo consiguen. Precisamente hablando de estas cosas, me deca un amigo que nos toman por tontos si creen que nos engaan. Bueno, le responda yo, no cabe duda respecto a que logran engaarnos; y en cuanto a lo de tontos, sea porque nos lo hacemos y consentimos o porque realmente lo seamos, el caso es que nos tratan como a tales sin mayor problema. 117 Narciso Quin viaja hoy a Pisa para ver o para fotografiar su torre inclinada, la catedral o la casa natal de Galileo En el imperio de los selfies, lo importante es verme a m mismo sujetndola e impidiendo que la torre caiga, a mis hijos y a m posando ante los relieves o a mis amigos y a m bajo la placa que informa que all naci Galileo en 1564. Emulando al joven Narciso, que acab ahogndose enamorado de su propia imagen reflejada en un lago, el humano de hoy vive subyugado por la propia imagen que de s le ofrecen el mvil, las redes sociales o el espejo cmplice de su cuarto de bao. El culto al yo, el exhibicionismo gratuito ajeno a toda privacidad o la bsqueda del xito agradando a los dems al precio que sea, dominan desde hace mucho. Si Nietzsche decret la muerte de Dios, Blanchot la desaparicin del sujeto y Fukuyama el fin de la Historia, nuestro yo ms egocntrico permanece impertrrito y vivo como nunca ante el colapso de las religiones, del asociacionismo o de las ideologas. El narcisismo no es solo un refugio para este tiempo lquido, de zozobra e incertidumbre. Supone esa segura atalaya del cmo me gusto y en cuyos ventanales uno se mira para retocarse la chaqueta y el flequillo. Incluso esa patologa que llamamos nacionalismo (sea del tipo que sea) no es sino un egocentrismo gregario o, si se prefiere, una forma de narcisismo colectivo. En un mundo donde cualquier imagen vale ms que mil palabras, donde cuenta ms cmo presentamos un discurso que el contenido del mismo, donde la tica queda relegada a pura esttica o en el que intentamos detener quirrgicamente el paso del tiempo, Narciso es el autntico emperador. Un Narciso consumista, maquillado, banal, acelerado, inconsciente que quiere entretenernos mostrndonos esos inanes episodios de su ms trivial ajetreo sea en tv, en el mvil o en cualquier red social que se precie. Lo malo de Trump no es solo que sea xenfobo, maleducado, arrogante, mentiroso rasgos propios de un desorden de personalidad. Es an peor con qu osada se muestra como el gran logro de s mismo, empujndonos a seguirlo al ms rudo narcisismo. 119 Controlado T ermina Julio Cortzar su prembulo para dar cuerda al reloj destacando que no te regalan un reloj, t eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaos del reloj. Pues bien, se podra decir lo mismo de nuestros mviles. No adquieres uno simplemente para comunicarte y contactar con tus amigos y allegados, para estar informado al minuto de lo que circula por las redes o para saber dnde te encuentras o como ir a un museo utilizando el maps. No eres t el que controlas y reduces el universo en el que te desenvuelves a cuatro datos que te hagan sentirte dominador de la situacin. No. Gracias al mvil o a cualquier otro porttil que lleves encima, t eres el controlado. Si hasta no hace tanto los sistemas policiales necesitaban invertir grandes cantidades en medios materiales y personales para tenernos controlados (KGB, Stasi, CIA, etc), ahora t pagas tu propia vigilancia. Porque hoy no hay un espa ms sofisticado que nuestro propio mvil. Informa de con quin hablas, qu dices, dnde ests en cada momento, cundo te paras, si coges el tren o el autobs, etc. Las tarjetas de crdito, las de puntos de los grandes almacenes, las redes sociales o la navegacin en internet delatan nuestras compras, nuestros gustos e intereses, las opiniones y todo aquello con lo que las empresas que acumulan y venden nuestros datos elaboran los perfiles de cada uno, de cada grupo profesional, social, etc. o incluso de todo un pas. Nuestra compaa de telfonos, obligada a guardar todo lo registrado durante al menos dos aos nos podra hacer una radiografa de nuestros actos y movimientos durante ese tiempo. Pero del mismo modo, se lo puede pasar a cualquier otra empresa o institucin. Registrndonos ingenuamente para recibir algo gratuito estamos ofreciendo que nos controlen o permitiendo el trfico de datos. Por no hablar de qu se hace con todas esas imgenes que con tanta candidez subimos de nuestro ltimo evento social. En Vigilar y castigar, Michel Foucault realiz una radiografa muy completa de la era moderna describiendo los modelos presidiarios cada vez ms sofisticados y su trasvase al cuerpo social para disciplinar, reprimir y controlar a los ciudadanos. Hoy, ese control ya no se ejerce desde el gran edificio panptico diseado por Jeremy Bentham. Basta un cachivache de 14 por 7 cm. en tu bolsillo para estar permanentemente controlado. 121 Guernica C ivilizacin y barbarie parecieran haber ido de la mano desde que los humanos nos tenemos en pie. Ah siguen Siria y su tragedia. Si hacemos un repaso rpido a las etapas de nuestra historia, cuesta encontrar algn remanso donde el avance de un pueblo, una cultura, una civilizacin, no haya conllevado la creacin de un imperio y la imposicin frrea de su fuerza y su poder por las bravas. Y cmo los progresos de la tcnica se utilizaron casi siempre para dominar invadiendo y sometiendo a pueblos enteros. De los egipcios a los americanos, es una constante paradoja que los cientficos y los artistas alcanzasen las ms altas cimas en su tarea mientras los ejrcitos de sus respectivos imperios arrasaban territorios y aniquilaban enemigos para agrandar su gloria. Tras el encargo en enero de 1937 del gobierno de la Segunda Repblica a Picasso para que presentara un cuadro a la Exposicin internacional de las Artes en Pars, el pintor no terminaba de encontrar inspiracin. El bombardeo plagado de horror en la pequea villa de Guernica con la consiguiente masacre indiscriminada de civiles se la proporcion: las cinco mil bombas que descargaron sus aviones el 26 de abril en apenas tres horas y que sirvi como laboratorio de pruebas a la Legin Condor alemana, utilizando incluso un gas incendiario que es el antecedente del napalm, es un ejemplo de monstruosidad sin paliativos. Y desgraciadamente no el nico en un siglo XX que vivi varias de las guerras y genocidios ms atroces de nuestra historia. El cuadro no tard en convertirse en una obra representativa del arte de su poca, en el reflejo de una etapa despiadada como no se conoca y en el smbolo de una paz anhelada que sigue sin imponerse. Cuando se cumplen ochenta aos de aquella atrocidad quin no se pregunta por lo que hacemos tan mal para no aprender y continuar reincidiendo en este cruel empeo. Quin no ha desenmascarado ya los bastardos intereses encubiertos con los pomposos discursos en cuantos conflictos armados an bullen hoy. Y quin no huele el peligro, la brutal amenaza de estos trogloditas envestidos de poder y odio hasta las trancas. Quin. 123 8-8-8 A pesar de ser fra la maana, un sol radiante la anima. La nube de contaminacin que cubre la ciudad parece hoy diluida. Es el da de Navidad. Matsuri Takahasi, de 24 aos, escribe una breve nota, Eres la mejor madre del mundo, pero por qu todo es tan difcil, y la deja sobre la mesita de la pequea habitacin que ocupa. Abre la ventana y se lanza al vaco en un intento final por liberarse de una sobrecarga que ya no soporta. Despus de siete meses de trabajo extenuante en una empresa japonesa, con jornadas laborales de hasta veinte horas o noches de dos horas de sueo, y tras haber manifestado en Twitter estar fsica y mentalmente destrozada o simplemente me quiero morir, Takahasi no pudo ms y se suicid. No es el primer caso. En Japn se producen al ao unas diez mil muertes por karoshi (exceso de trabajo) aunque el gobierno apenas reconozca una cuarta parte como tales. Esta cultura del exceso, en una sociedad donde reina el miedo a perder el empleo, lleva a los japoneses a matarse a trabajar literalmente. Es peor an en China, donde las muertes alcanzan casi las dos mil al da. El gobierno nipn empieza a tomar medidas ante un problema ya grave. Trabajar ms de cien horas extra al mes es muy habitual y la causa esencial de estas muertes. Takahasi super las ciento cinco, aunque firmara solo setenta. Tal engao oblig a una indemnizacin millonaria a la familia de la joven. Incluso ms del 20% de los japoneses trabaja 12 horas diarias de media y no pocos de ellos llegan a las 15 y las 18. Querer agradar al jefe para no ser despedido es la causa fundamental de estos excesos. Fatiga prolongada, estrs, falta de sueo, dolores musculares, males cardiacos el exceso de trabajo genera depresin, ansiedad, mala nutricin y antecede a una muerte imparable. No por casualidad se implant la jornada de ocho horas tras los abusos explotadores con la llegada de la revolucin industrial: ocho horas de trabajo, ocho para vivir, ocho para dormir manifest ya el socialista utpico Robert Owen en 1810, cuando las jornadas llegaban a las 18 horas. Una propuesta que se conoce como 8-8-8. 125 Itv C omo cada ao, vas con tu coche a la inspeccin rutinaria de luces, frenos, embrague y, no sin nervios, llegas hasta la oficina en la que el inspector te rellena un cuestionario y te da esa pegatina con la que te despide hasta el ao prximo para que la coloques en el parabrisas como trofeo que informa jubiloso: tantos aos ya y sigo dando la vara. Pero este ao, antes de entregarme el adhesivo, me invit a pasar a una oficina contigua en la que me recibi un seor con bata blanca, sonriente e invitndome a sentarme y a estar tranquilo, sin presin alguna. Tras explicarme el objeto del encuentro, me propuso rellenar un test con preguntas del tipo: De cero a diez cunto disfruta en su trabajo, se siente bien acompaado cuando est entre amigos, compaeros, familiares; disfruta cuando est solo; se suele preguntar por qu hace esto o aquello Y tambin otras como cuntas horas diarias conversa con su pareja; cunto tiempo a la semana dedica a ver cine, tv, leer, escuchar msica; y a pasear; cuntas personas conoce fsicamente de las que trata en las redes sociales Suele meditar, estar en silencio, reflexionar... cunto tiempo al da Cambia sus rutinas cuando descubre que ya no le estimula lo que hace Cunto tiempo semanal dedica al deporte y a la naturaleza... A los cinco minutos de completar el test me dieron la documentacin del coche con la pegatina para lucirla sin problemas y una tarjeta en la que se confirmaban mi justito estado fsico, un buen nivel de interaccin con el medio, una salud emocional necesitada de mejora, una alta contaminacin por estrs y dos cosas que deba reparar para superar la revisin: una precaria salud laboral, a la que cambiar su aceite algo requemado, y la urgencia de recargar la batera de mi tiempo de ocio: estar mucho ms conmigo mismo. Se preguntarn por lo que me he fumado para venir a contarles un delirio as. Intento decir que siendo importante que nuestros vehculos estn a punto para evitar accidentes y males mayores, cun importante no ser revisarnos peridicamente nosotros mismos para conseguir y mantener esa vida buena que ya persiguieran nuestros ms antiguos sabios 127 Inspiracin D e cro, Jorge Oteiza se acurrucaba en el fondo de los agujeros que quedaban en la playa de La Concha despus de que los carros se llevasen la arena. En esos huecos no slo se senta protegido sino que desde su vaca oscuridad abra los ojos a un luminoso azul que junto al paisaje martimo del norte ira conformando una visin del mundo que impregnara toda su obra. Una obra donde el vaco, la luz o la oscuridad, acabaran siendo esenciales. Joan Mir, por su parte, encontr en los desconchados del techo de alguna pensin parisina en la que se hosped -entre la somnolencia y el hambre de sus inicios como pintor- no pocos motivos para su obra futura. Incluso lleg a escribir que cuando el artista se sintiese falto de inspiracin, de materia con la que trabajar, acudiera a la playa a dibujar con una caa sobre la arena o dejase volar su imaginacin con los trazos imprevisibles del chorro de una meada. Y en ese gesto, el de la meada, vena a descubrir el pintor la esencia de todo arte: algo que se lo acabar llevando el viento o diluyndolo el agua, pero cuya realizacin tanto podr repercutir en el espritu humano. Es cierto, como quera Picasso, que lo ideal es que la inspiracin nos coja trabajando. Pero tambin lo es que su llegada no se puede programar. Y que ese arrebato, ese entusiasmo (etimolgicamente, xtasis divino) bajo el que segn Platn se expresan los poetas, no se atiene a planes preconcebidos. Porque ya dijo el msico que se debe componer con el alma, no como un pjaro amaestrado. Bien. Pero hay quien piensa que sin inspiracin tambin se llega a producir una obra de arte. Puede ser. Puede ser Se refera a la combinacin aleatoria de materiales utilizando el ordenador. As se pueden generar poemas e incluso dramas y novelas. O autnticas obras originales a partir de fotografas con programas tipo photoshop. Y llegar a emocionarnos Ah est si no la correspondencia entre arte e industria, tan fructfera en creadores como Warhol. Quizs estemos asistiendo a cambios inimaginables, con lo que la diferencia de los griegos entre creacin y tcnica (poiesis y techn) se acortar tanto que la tradicional distancia entre un Van Gogh y la mejor de sus copias llegue a desaparecer. 129 Granos H enchida, la luna preside una noche cerrada y calurosa como ya no se recuerda. Tiempo de fuegos y pirotecnia, el bochorno nos obliga a beber agua o a remojarnos de continuo. Sentado en la terraza, lejos el rumor de la rutina diaria, releo a William Blake. Esa voz sabrosa, colmada de inocencia y de experiencia, que tanto sedujo a los surrealistas un siglo y medio despus: Para ver el mundo en un grano de arena/ y el cielo en una flor silvestre,/ abarca el infinito en la palma de tu mano/ y la eternidad en una hora. Me detengo y miro a lo alto, hacia el vaco de la noche. Me repito una y otra vez estos versos. Abro las manos, pausadamente las observo. Evoco momentos y lugares en los que fui rotundamente dichoso, inesperadamente feliz. Y un trago de agua me alivia. Cuenta una antigua leyenda que un rey de la India estaba absolutamente deprimido por la muerte de su hijo en una batalla. Alguien se present en la corte y le asegur que con el juego que haba inventado lograra aliviarle la pena. Tras varias sesiones sumergido en el ajedrez, cavilando y disfrutando, el rey se sinti muchsimo mejor y quiso recompensar a aquel hombre con lo que quisiera. ste le pidi solamente un grano de trigo por la primera casilla del tablero, dos por la segunda y as sucesivamente de modo que cada casilla, hasta la 64, ira doblando los granos de la anterior. Al rey le pareci un desprecio pedirle una cosa tan nimia a alguien tan generoso como l. Al da siguiente comprendi su estupidez y la sabidura de aquel hombre cuando los matemticos del reino le informaron que no haba trigo suficiente en el planeta para satisfacer tal peticin. El montante total de granos, todos juntos, sera ms elevado que el Everest. S bien que la sed nunca queda del todo saciada. Que hay mares insondables donde los ojos vagan y, en su errtico desperdigarse, se solazan. Por ms que esta noche la luna se sumerja en mi vaso de agua. La luna, ese grano de luz en lo oscuro que pareciera siempre germinar en un esplendente sol. Ese sol que llega justo para despertarnos, como grano que es promesa, reiterada luz que a la luz nos invita, flamante cada da. 131 Viaje poca de mapas y maletas, con el verano planificar las vacaciones se vuelve ineludible. Elijamos la playa, la montaa, cualquier pas an desconocido o el campo de los suegros, nuestra cabeza se activa programando. No tener horarios, improvisar sobre la marcha o dilatar las horas despreocupado tambin son necesarios para el viajero que anhela esa sensacin de libertad que da a da se nos resiste. Y ubicarnos en el disparadero de la fantasa: qu se ver desde la torre o qu sensaciones nos invadirn bajo las estrepitosas cataratas Previsiones y deseos que nos asoman vertiginosamente a la geografa indmita presentida por ese aventurero que an hoy todos llevamos dentro. Es imposible conocer sin partir Marchar o dejarse ir, ya Ulises nos desvel la necesidad de salir de nosotros, camino a lo desconocido, para crecer y llegar a ser quien se es. Porque no hay viaje cuyo trasunto final no sea llegar a s mismo. El hombre fue nmada y, an despus de conquistar un ajetreado sedentarismo en el neoltico, en sus genes siguen activas las semillas trashumantes: Marco Polo, Coln, Humboldt, Darwin qu conocimiento se ha ido asentando en nosotros si no ha llegado precedido de algn largo viaje Pero ojo, no nos alcanzamos a nosotros mismos ni atravesando un espinoso calvario ni por las quimricas simas de los estupefacientes. Movimiento y quietud: dos ptimos nutrientes para llegar a ser. Ir, descubrir, palpar qu dejaran en nosotros sin ese intervalo para el sosiego, el reposo y la asimilacin de cuanto nos ha deslumbrado Porque hay que empaparse de verdad con los sentidos antes que con los dispositivos (mviles, videocmaras, etc.). Autnticos aventureros, no turistas, el paisaje ha de ir perfilando toda una geografa en el alma, un mapa sensorial de regiones imborrables que ya nunca nos abandonar. Desechando los encuadres prefijados, las guas tan trilladas, los prejuicios culturales o los de jerarqua histrica. Y el recuerdo: qu viaje finaliza sin que nuestra memoria no baile con esas imgenes que tanto nos impregnaron No las del selfi sino las grabadas a fuego en nuestra retina. 133 Abrasivo E lda, 15 de septiembre de 2067 AGENCIA HIDRA DE NOTICIAS Comienza a remitir la ola de calor que desde hace cuatro meses asola todo el sureste espaol y especialmente, dadas sus caractersticas bioclimticas, la capital del Medio Vinalop. Con una temperatura media de 41 grados durante el da y noches de hasta 37, los eldenses se han visto obligados a refugiarse durante las horas abrasivas en los pasadizos hiperrefrigerados que, desde hace cinco aos, atraviesan el subsuelo del centro de la ciudad. Provenientes del norte de Francia, la suiza alpina y las ya consumidas ras gallegas, las aeronaves con vveres no han dejado de llegar a Elda durante todo el verano. Tras cortarse el abastecimiento de agua desde las tres desalinizadoras de Alicante, hubo que recurrir a los tanques cisterna que, como viene siendo habitual, la comunidad internacional enva a casi todos los rincones del pas. Aunque no haya que lamentar males mayores, unas mil seiscientas personas fueron atendidas en el hospital comarcal con dificultades respiratorias, quemaduras, golpe de calor, erupciones por sudoracin intensa o extrema deshidratacin. Trescientas todava continan bajo vigilancia en la URI (Unidad de Recuperados Inestables). A ellas se aade el millar de enfermos crnicos a los que se les inyecta suero salino helado en la femoral y se les administra benzodiazepina para mantenerlos en letargo durante los seis meses estivales. Los mdicos insisten en que tanto los ciborgs como los ciudadanos sigan recargando sus tanques de oxgeno lquido fro y no abandonen las mascarillas. Hoy mismo las autoridades han confirmado que, del 19 al 22 de octubre, se celebrar en la ciudad un simposio internacional en torno a la Memoria Bioclimtica y la necesidad de recuperar aquellos espacios biodiversos que con su fauna y su flora autctonas sostuvieron durante siglos el equilibrio en el valle y toda su comarca. Est previsto que a la jornada de clausura asista el flamante visir para el desarrollo de nuevas vas energticas y se anuncia una manifestacin de protesta desde la Asociacin de Negacionistas del cambio climtico. 135 Desquiciados N o slo no es una apreciacin personal. Ni una constatacin estadstica. Si le preguntan por su trabajo a un docente, no se asusten si se turba, se encoge de hombros y se tensa como una pita. Se quejar de la excesiva burocracia, de un currculo con demasiadas materias y contenidos inabarcables, de un sinfn de reuniones o de una funcin evaluadora que debe registrar cada una de las actividades en el aula y fuera de ella. La ingente cantidad de papeles que hay que cumplimentar resta mucho tiempo para la preparacin y la reflexin propias del trabajo diario en clase y genera una sensacin de inoperancia que conduce al desnimo y a la desmotivacin. Como tanta reunin. Sencillamente, abruma. Y enerva. Adems, la incorporacin de nuevas materias cada curso (Tecnologas, Plstica en ingls o valenciano, horas plurilinges) conlleva dos prdidas importantes: la reduccin de horas dedicadas a las reas troncales y el hecho de que las tutoras y tutores permanezcan la mitad o menos del tiempo con su grupo de alumnos, lo que repercute a edades tan tempranas (hablamos de Primaria) en el seguimiento personalizado de cada nio, de cada nia. La extensin cada vez mayor de los temarios, ms la cumplimentacin y el registro de innumerables pruebas, genera una presin y un estrs en los docentes y en el alumnado difcil de imaginar hace unos aos. Cuesta entender el sentido de tanta agotadora labor para ensear en un aula. Una tarea en las antpodas del sosegado maestro que admirbamos en La lengua de las mariposas. Y, claro, la pregunta llega sola: significa todo esto que hoy tenemos una educacin de mayor calidad Ningn docente a quien yo le haya preguntado me ha dicho que s. Incluso, una compaera me describa que la escuela se parece hoy a esa rueda donde un hmster corre y corre sin parar pero sin avanzar siquiera un milmetro, dando ms y ms vueltas sobre s mismo. Algo as como el viaje a ninguna parte. Si entran a una escuela respirarn la prisa y el desasosiego hasta en sus paredes. Hoy, un lugar nada apacible. Ms bien, convulso. Otro espacio metdicamente propicio para acabar desquiciado. 137 Trombos L as enfermedades coronarias son las que ms muertes ocasionan en el mundo. La trombosis es causa esencial del infarto y la embolia. Una buena circulacin sangunea, como el ro limpio y transparente, es clave para una vida saludable. La acumulacin de elementos grasos en su seno puede provocar la disfuncin en el flujo hasta quedar completamente obstruido y acabar en un trombo de consecuencias irreversibles. Lo mismo le ocurre a nuestro alcantarillado. No dejan de producirse atascos de toallitas hmedas y otros desperdicios slidos en los conductos subterrneos de las aguas residuales. En varias ciudades se han llegado a producir tapones de hasta cien toneladas. Colapsar las cloacas de este modo dice mucho de nuestro modo de vida hoy y de cmo descuidamos la urbanidad cuando tiramos al vter todo tipo de slidos cosmticos e higinicos, alimentos grasosos, trapos sin miramiento alguno. Despejar estos colectores lleva su tiempo, como limpiar la sangre de impurezas, e igualmente los daos ambientales en este caso pueden llegar a ser irreversibles. Algo no circula bien por nuestro cerebro cuando somos capaces de tales excesos. Lo que lleva a preguntarse si estos y otros trombos mentales no nos impedirn una visin ms pura, limpia y transparente de la realidad en la que vivimos. Nuestra ubicacin en el mundo desde siempre estuvo mediatizada por esas ideas, valores y opiniones que heredamos de la tradicin o que aprendemos en contextos muy concretos y que, en no pocas ocasiones, nos llevan a ese colapso que genera en nosotros una perspectiva muy distorsionada, sectaria, enferma, del mundo que nos rodea. Cualquier fanatismo, provenga del mbito religioso, ideolgico, poltico, etc. nos produce autnticos trombos mentales que restringen al mximo nuestro campo de visin de la realidad. No digamos ya la xenofobia, la segregacin del tipo que sea o la desigualdad. Necesitamos depurar viscosas impurezas para obtener un pensamiento claro, humanista, digno, responsable. Lo peor de todo llega cuando uno acaba siendo su propio trombo, obstinado y miope, capaz de obstaculizar una mirada limpia, acogedora y paulatinamente ms abierta. 139 Banderas Quin, si yo gritara entre tanto alboroto ensordecedor, percibira en mi voz el ruego roto y desalentado de la identidad Quin, bajo el efecto de qu frmaco, apostara por someterla O quin, que no confunda ciencia con demencia, podra acariciarla Cuntos los mrgenes cenagosos, las fuentes turbias de la informacin, la tinta desperdiciada Bajo su torre abolida, un nio canta aterido entre la multitud. Y aunque nadie lo escuche, desde hace siglos canta y canta, ajeno a tanta solemnidad. En el fondo de un mar de banderas, ondeando como una sola, miles de hombres jalean aquellas viejas consignas de una tribu neandertal. No aceptan que otra bandera, qu ms da los colores, remueva sus lindes, acortando su patria, socavando su fe. Amenazan al adversario -un eterno provocador aunque ni respire- con extender sus hormonas, por Twitter, mail y cable, hasta alcanzar su objetivo: que todo el mundo piense que pensar de nada sirve. Ella, la bandera; o l, el escudo; la sacrosanta imagen venerada, el eslogan, la medalla cualquiera de ellos o todos a la vez cuando hace falta, nutren de quincalla el pensamiento. Porque en el mercado de las bagatelas, donde entretener es lo que impera, no hay cavilacin que valga. Ni sensatez que una hora perdure. Pero decidme, cuerpos vacuos de la audiencia, dnde duerme la idea, en qu inslita isla del cerebro anida En qu lugar sosegado, sin meditico ruido de fondo, amanece el argumento Decidme, aclitos, al dictado de qu sombra se nos quiere adoctrinar Leda la declaracin final, con su sello corporativo de distincin, odo el himno, cuatro vivas y una escueta salva de arcabuz, tras una toma area, la cmara cierra la conexin. Apoyado sobre su bastn, con esa aparente fragilidad sobre un rostro milenario, el anciano baja los ojos de la pantalla y, contrariando su gesto, enmudece. En qu piensas, abuelo, le dice con ternura el chaval que le acompaa. Sealando con el ndice la tele, incapaz de disimular la ms profunda tristeza, pausadamente musita: un hombre, cualquier hombre, vale ms que una bandera, cualquier bandera. 141 Qu decir P asan los das. Como un maltrecho cuerpo, la luna va menguando y asentando su cansancio en las miradas. La corteza corroda deja ver en los rboles las huellas hasta entonces impalpables de la resignacin. Por mucho que hayas pateado el monte jams te has encontrado ante este atroz desfiladero. Y nunca sabes qu decir; cmo dar nimos a una persona que exhiba hasta ayer mismo una fortaleza sin par. Que la has visto rer, disfrutar, compartir sin reservas momentos nicos. Con quien has subido altas cotas o has padecido en das sombros. Ser vivir una constante concesin que haya que acoger agradecidos Porque, cuando menos te lo esperas, emerge una de esas hachas que llevamos dentro presta a talarnos sin piedad; sin miramiento alguno. A ensaarse hasta el sometimiento ms penoso, hasta inocular en nosotros el germen funesto de la desesperanza. O de esa rabia que se agarra en la garganta y pugna con el fatal destino hasta enmudecernos. Hasta extenderse como impotencia que con la sangre va encharcando incluso los recuerdos. Esos nudos ltimos que tanto nos aprietan. Qu le puedes decir a uno de tus amigos cuando un cncer lo aja Qu le puede consolar si ya sabe que su mirada anhelante no traspasar ventana alguna En uno de los bellsimos poemas que Germain Droogenbroodt dedic al poeta holands Hans Faverey, fallecido a los cincuenta y siete aos tras una tumoracin tajante, se lamentaba de que su muerte se produjera precisamente ahora/ que vivir sera tan sencillo/ como nunca antes. Y esa es la sensacin que ms te duele y te taladra: pensar que se trunca una vida que empezaba a tocar los mimbres merecidos de la dicha; a gozar de una serenidad lograda a base de penurias, empeos y no pocos contratiempos; a disfrutar de tantas pequeas cosas que otorgan un sentido ntegro a esos momentos rutinarios y aparentemente insustanciales. Qu decirle a alguien que ha de convivir con un golpetazo as Qu decirle a la muerte cuando se asoma cruel y arrogante por los ojos indefensos de tu amigo Peor an, qu decirle a la vida en ese preciso instante 143 rboles E ntre los encantos del valle en el que vivimos no es menor el de los parajes que lo arropan. Rabosa, Cat, LAvaiol, Camara y muchos otros, son autnticos pulmones que oxigenan toda la comarca. El contacto con ellos nos serena y nos sana. Eso que los japoneses denominan baos de bosque, es decir, convivir e integrarnos cuanto sea posible entre su vegetacin, es una de las terapias ms reparadoras contra el estrs. Las mejoras del estado de nimo, la reduccin de nuestro malestar, del dolor o el reforzamiento del sistema inmunitario as lo atestiguan. Un simple paseo de tres cuartos de hora por cualquier bosque cercano acta en nosotros como un blsamo reparador. Todos los sentidos se activan en l. Se apaciguan los rganos hasta llegar a sentir cmo invade el sosiego nuestro espacio interior. Desde ah, el flujo de la creatividad se activa y se dinamiza mucho ms que entre cuatro paredes. Quizs por esto, cada vez hay ms jvenes y otros no tan jvenes que se plantean la vuelta al campo: ese espacio que la moderna revolucin industrial denost en aras de la productividad y la prisa y de cuyos efectos quin no se lamenta Cumplidos doscientos aos del nacimiento de Thoreau, el primer baluarte moderno del ecologismo y la desobediencia civil, y a la luz de sus escritos, parece pertinente preguntarse qu hemos hecho tan mal para alejarnos tanto de la naturaleza y, con ello y a la vez, de nuestra propia naturaleza. En Walden, el norteamericano describe no slo la belleza indmita de los bosques que rodean el lago que da nombre al libro sino la transformacin que en l mismo se va generando en contacto con ellos. Una experiencia integradora de apenas tres aos que, como l mismo dir, le llev a captar la esencia de la vida y a prescindir desde entonces de todo lo innecesario para realizarla. Nuestra vida siempre es malgastada por el detalle... simplifiquemos, simplifiquemos, escribi. Alguna vez cont Saramago que su abuelo, cuando supo que iba al hospital para morir, sali al huerto de su casa y se despidi abrazndose a todos y cada uno de sus rboles. 145 Cudense E s prescriptivo acabar el ao desendoles salud, entre otras cosas buenas, a nuestros amigos y familiares y procurrnosla nosotros por difcil que resulte. Qu entendemos por salud es cosa muy subjetiva a tenor de lo que cada cual piensa. Hay quien afirma gozar de muy buena salud si no le ha visto la cara al mdico en todo el ao. Para algunos, tener salud consiste en no padecer dolores fsicos (cabeza, articulaciones, espalda, etc.). Para otros, si no hay pastillas diarias en dosis abusivas. Incluso, hay para quien la salud se alcanza con esa sensacin de bienestar, de paz interior y todo ese buen nimo que procuran la ausencia de estrs y de ansiedad, hoy bastante inusuales. La casualidad ha querido que este ao se cerrase para m con una analtica completa para ver la evolucin de algunos niveles algo desajustados seis meses atrs. Acudo a la consulta con ese susto habitual, acogotado entre nubarrones y una mal disimulada entereza, suspirando porque el mdico me apacige. Impresiona saber cuntos medidores de cosas buenas y malas van en nuestra sangre conforme va desgranando tus neutrfilos, eosinfilos, basfilos, monocitos como quien recita la lista de los reyes godos. El colesterol bueno y el malo, la glucosa, el cido rico, los triglicridos Ay, los triglicridos!, qu va a ser de m en estos das, me digo. O peor an, qu alta (y qu ser eso) la creatinkinasa. No entiendo casi nada, pero me abruma. Vindole la cara al mdico, quin no dira que la analtica fuese suya. Y olindome lo peor, de esta no salgo airoso, me descuajaringo. No ha sido este su mejor ao, empieza dicindome: mucho trabajo, prisas, demasiada carga emocional, poco descanso, preocupaciones, incomprensiones, dificultad para sobreponerse, agotamiento mental Y todo eso lo extrae usted de mi analtica, le interrumpo desencajado. No, lo lleva escrito en la cara, en los ojos, en su intranquilidad. La analtica no est mal; pero usted debera cuidarse, pensar en s mismo antes que en todo y en todos los que le rodean. Ya saben. Cudense mucho. Y que el nuevo ao les provea de una vida saludable de verdad. No esta. 147 Aturdimiento F ue gratificante visitar el remozado Museo Arqueolgico Nacional en Madrid tras casi tres aos cerrado. Me impact una concepcin tan didctica y acogedora, con amplios y luminosos espacios, salas bien ordenadas y enormes paneles informativos e interactivos.El mapa y el cronograma audiovisuales que te reciben en el vestbulo resumen en pocos minutos la cantidad de pueblos y civilizaciones que han ido ocupando la pennsula desde los primeros homnidos. Del hombre de Atapuerca hasta hoy, es interminable la lista de ocupantes e invasores que la han habitado. Iberos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, suevos, vndalos, alanos, francos, musulmanes, hebreos, ingleses, franceses y todos, de uno u otro modo, han ido dejando su sello tanto en aspectos de la vida cotidiana como en un arte o una cultura peculiares. Dos sensaciones prevalecen acabados los audiovisuales. Por un lado, que no representamos casi nada entre tantos miles de aos y las culturas que nos han precedido en un mismo territorio comn. Y por otro, cunto sobrecoge pensar que, de todos ellos, autnticos ancestros nos gusten ms o menos, hay algo en nuestra morfologa y en nuestra forma de entender y habitar el mundo. Desde ah, nada ms lejos que la pureza de sangre y de raza o la superioridad como rasgo distintivo de unos sobre otros. Sales de all convencido de que somos un compuesto de mezclas interminables. Que los procesos migratorios, la colonizacin o las invasiones remarcan la primaca en nuestra evolucin como especie, aqu y donde ustedes quieran, del mestizaje, del cruce, de la hibridacin. La naturaleza, escribi Montaigne, nos puso en el mundo libres y desligados. Somos nosotros los que nos encerramos en ciertos lmites. Por eso, hablar de vascos, catalanes, valencianos, espaoles, rusos o mauritanos es un reduccionismo que solo sirve para enfurruarnos unos con otros. En la ya dilatada historia del ser humano, los nacionalismos apenas si suponen un breve aturdimiento de ciento y pico de aos. Que pasar. Como cualquier otro mareo. Esperemos que ms pronto que tarde. 149 Re/ des E n un pas con larga tradicin de conquistadores y conquistas, la ltima tiene trazas de ser insuperable: obtener un trabajo al fin y seguir siendo pobre. Algunos, incluso ms que antes. Esta es la consecuencia previsible de una reforma laboral para flexibilizar reajustando el mercado de trabajo cuando no era sino un reajuste de cuentas: trabajar ms, cobrar menos, con contratos temporales y cotizando la mitad de nada. Y entre tanta precariedad, el presidente -en un alarde neoliberal sin rubor alguno- nos anima a ahorrar para pagarnos nuestras pensiones o la educacin de nuestros hijos. De dnde Mientras los macronmeros de M. Rajoy, como lo llama Brcenas, hablan de recuperacin, de reactivacin econmica o incluso de crecimiento, el pas en el que vivimos los dems lo que presenta con crudeza es ms desigualdad, ms precariedad y ms abatimiento ante un paisaje desolador tras cuyo horizonte nadie quiere asomarse. Tal vez porque la amenaza, a la vuelta de la esquina, es que an pueda ser peor. Basta con ver el auge del autoritarismo en pases europeos, en Oriente prximo, en EEUU o los rumores de una nueva recada -eufemismo de hundimiento- del sistema financiero. Que, frente a casi un 30% de espaoles en riesgo de exclusin social (datos de la Comisin Europea), el nmero de millonarios que aporta la crisis haya aumentado un 60%, llegando a multimillonarios un 24% ms que en el ao 2008, aclara el vergonzoso retrato que nos ofrece la anunciada recuperacin. Espaa es el pas europeo donde ms ha aumentado la desigualdad, acaba de decir la OCDE. Datos que confirman que es el cambio en la redistribucin de la riqueza, escandalosamente ms desigual hoy, y no la crisis, quien deja un panorama devastador. El discurso oficial es re: reformas, reactivacin, recuperacin. Nuestro da a da, des: desproteccin, desigualdad, desnimo. Estas son las re/des en las que vivimos atrapados: la propaganda oficial maquilla una y otra vez con sus mentiras precocinadas una realidad tan cruel como vergonzante, vendindonos como esplendor la miseria que nos imponen. Un neologismo describe bien esta treta: posverdad. 151 Foso M ientras la precariedad se ha extendido como la plvora entre los currantes, en estos aos de crisis las grandes fortunas y el Ibex 35 no han dejado de prosperar. En una espiral que corrobora que ambas cosas van indisolublemente unidas. As, el aumento exponencial de la desigualdad est siendo la piedra angular para hacer que esta estafa que llamamos crisis sea la antesala a una nueva Edad Media global, a un modelo basado en la total dependencia y el sometimiento o, dicho sin rodeos, a la explotacin. La frmula extendida en todo occidente con los brbaros, basada en la estructura jerrquica -seor, vasallos, siervos-, es sustituida hoy por la de un reducido poder financiero, los gobiernos de turno y sus respectivos pueblos. Un modelo todo lo distante y refinado que se quiera respecto a aquel pero igualmente basado en la servidumbre y la coercin. Desde la fortaleza de su castillo, el seor feudal -cuya mirada nunca abarcaba todas sus posesiones- garantizaba seguridad y prosperidad a sus sbditos a cambio de obediencia y sumisin incontestables. Los antisistema de entonces, tipo Robin Hood, ponan en riesgo su vida para defender a los expoliados y fritos a pagar unos impuestos siempre a capricho y para satisfacer la ilimitada codicia de nobles y monarcas, cuyo mayor esfuerzo consista en cmo aleccionar a los desheredados para mantener su estatus sin dar un palo al agua. Y la misma cantinela de ahora: apretarse el cinturn, recortar servicios, ms impuestos y bla, bla, bla Y similares resultados: el currante ni prospera y apenas sobrevive entre macronmeros ininteligibles y adems la culpa, siempre suya. Blindado en su bastin, un gran foso aislaba al seor feudal de un posible asalto por parte del enemigo o de sus propios sbditos. En ese foso, en ese abismo donde habitan hoy los cmplices de la ignominia y los depredadores financieros, es donde van esos votos que depositamos en las urnas. La democracia es la gran sometida a los mandatos buitres del parqu burstil. La bolsa o la vida sigue siendo el dilema de los asaltadores de caminos, hoy de cuello blanco. Pero la historia muestra cmo un da el feudalismo se precipit por ese foso hasta el sumidero de las pocas ms indignas de la humanidad. 153 Elefante H ay un breve texto de Machado en el que nos muestra cmo ante un mismo paisaje la mirada del campesino, la del botnico y la del poeta son totalmente diferentes aunque complementarias, en absoluto contrarias. Ante un mismo espacio geogrfico objetivo el ojo subjetivo del hombre, sea desde parmetros cientficos o desde impresiones esteticistas, puede apreciarlo de muy distinto modo. Es un error anteponer la mirada del poeta a la del campesino o sta a la del botnico porque ninguna integra y explica el alcance de todas las dems: es en esa diversidad de puntos de vista desde donde se ha ido construyendo el autntico conocimiento prcticamente desde el siglo XVII. Y tanto el racionalista Descartes como el empirista Hume mostraron la importancia del camino a seguir para profundizar en los saberes, independientemente del resultado en cada caso. Por eso resulta increble que las materias humansticas (Filosofa, Msica, Historia, Literatura, Historia del Arte, etc.) sean las antiguallas de nuestro sistema educativo y se les considere una prdida de tiempo al lado de las disciplinas cientficas y tecnolgicas del currculum. Anteponer unas por delante de otras es una barbaridad. La funcin de argamasa de las humanidades para compactar y dar sentido a los saberes ms tericos o tcnicos me parece indudable. No creo que haya saber cientfico ni tecnolgico algunos donde la reflexin, la metodologa o la eleccin de criterios no ocupen un lugar destacado. Por no hablar de la tica y los valores en cada caso. La fragmentacin de los saberes para profundizar en sus contenidos y avanzar ms en todos ellos no nos debera hacer perder de vista que la realidad objetiva sobre la que actan es solo una. Cuenta un relato oriental que cuatro ciegos se acercaron a tocar a un elefante: uno palp sus colmillos, otro la trompa, el tercero una pata y el ltimo la cola. La acalorada discusin entre ellos por hacer valer como elefante la parte que cada uno haba tocado era ensordecedora. Si alguno convenci al resto de su punto de vista no lo sabemos. Al que no movieron de sus posiciones ni un pice fue al elefante. 155 Desacelerar C omo cada domingo, si puedo, madrugo y salgo a caminar. Desayuno sin prisas y al aroma humeante de un breve caf hojeo la prensa. Y es entonces cuando me entero de que no son las nueve y cuarto sino una hora despus. Vaya palo, me digo. Y dnde va esa hora que nos roban del reloj el ltimo domingo de cada mes de marzo Tendr que acelerar para regresar a casa y ponerme a escribir esta columna antes de medioda, pues hoy almuerzo en Alicante y no vuelvo hasta la noche. As son ya los das de descanso. Mi enfado aumenta a la misma velocidad que mis pasos durante el regreso. No entiendo qu ventajas tienen estos cambios. Ahorrar energa Si anochece antes, lo ahorrado por la maana lo necesitamos al caer la tarde. Y para nada me parece saludable: las modificaciones en el sueo o la alteracin de los biorritmos nos generan ms cansancio, irritacin, dificultades para concentrarnos y por lo tanto mucho menos rendimiento. Ser ms productivos y obtener ms beneficio: ese sera el motivo ltimo de medidas como esta. Para ello, en nuestra era del turbocapitalismo, acelerar los cuerpos y las mentes es el modo de condicionarnos y desorientarnos (como en esos experimentos con hmsteres) hasta restringir nuestra sensibilidad o funciones bsicas como las de observacin, regulacin o incluso el pensamiento. Pero aceleracin, ansiedad y depresin, como un nefasto tres en uno, engrasan nuestro gran malestar de hoy. Lograr que el tiempo no nos anule. Aunque tal vez no baste con ir despacio y sentarse a esperar sosegadamente. Se hace necesaria una actitud de resistencia frente a esta aceleracin vital que nos lleva. Encontrar ese ritmo que vaya desacelerndonos y sincronizando nuestro reloj personal con el de la naturaleza. Solo si somos capaces de que el tiempo no nos someta como a esclavos narcotizados del consumo y la eficacia gozaremos del instante. Anulando as esa agobiante presin que el tiempo nos impone. Bueno, tranquilo ahora, tampoco me ha ido tan mal adelantando el reloj: la columna est lista. Eso s, ms aprisa que de costumbre. Me voy a Alicante. Desacelerando. A qu hora desecada, blanda, dalinianamente radiante, llegar 157 Enganchados A caba de abrir la puerta de casa. Al tiempo que el peque se lanza a sus brazos y se encarama hasta sus hombros, oye el pitido de un nuevo whatsapp. Deja al crio en el sof y ojea el mensaje, en este caso del boss: Recuerda que no me has enviado el informe de gastos previstos. Envamelo cuanto antes. Buen finde. Un momento, un momento!, le dice al nio que no deja de agitar los brazos queriendo jugar; ahora estoy contigo, le regaa, mientras enciende el porttil y busca con el ratn entre las carpetas, aadiendo en una nueva todo lo que necesita. Mientras la enva por email escucha el pitido de un nuevo whatsapp: Dejaste encendido el ordenador y la mesa llena de papeles confidenciales. Xq no lo cerraste y recogiste antes de irte Ok, lo har yo por ti. Disfruta del finde. El jefe, nuevamente. Enviado ya el informe, es su respuesta, seguido de un y gracias x recogerme la mesa. Reljate. Disfruta del mar y de tu chica. Coge las marionetas -en una mano la del prncipe, la bella dama en la otra- y, con voz grave e impostada, empieza a parlotear a travs de ellas mientras escucha, uno tras otro, un recital de pitidos ininterrumpidos que le obligan a dejar las marionetas y volver al mvil. Qu mierda es esto, lee sorprendido en el whatsapp del grupo de trabajo que le ha escrito el boss. Te pido un informe y me mandas una carpeta con fotos de tas en pelotas No da crdito. Me tomas el pelo o qu Perdona to, se apresura a escribir, me he equivocado. Perdona, insiste. Ahora voy a ello. Vete al carajo, lee al instante que ha escrito el jefe. El lunes hablaremos. Vuelve sobre su hijo, que llora desconsolado al pie de su cama. Recibe nuevamente varios pitidos. No puede evitar mirar los mensajes. Son varios compaeros, con textos cortos y emoticonos, para descojonarse y burlarse de lo ocurrido entre el jefe y l. Decide no contestar a nada. Deja el mvil en la mesita. Mira con pena a su hijo. Le sonre y pone caras, intentando distraerlo, hasta que al final se duerme satisfecho. Apoyado en sus rodillas, se tapa el rostro con las manos. Es l ahora quien llora de rabia. Desconsolado. 159 El desafo M ara est en 2 de Bachiller. An no sabe qu quiere estudiar despus de la PAU. Por una parte, le encanta la Lengua, algo menos la parte de Literatura, pero le chiflan los aspectos filolgicos del lenguaje y la terminologa en particular. Por otra, la Microbiologa, el mundo de las bacterias, los virus... le deslumbra. Tampoco le hace ascos a la Historia de Espaa ni a las Matemticas: los nmeros, el clculo infinitesimal y, sobre todo, esa pasin con que se las transmite su profesora, mostrndoles que nada del mundo matemtico tiene sentido si no se inserta en nuestro da a da. Tomar una decisin y no equivocarse es todo un desafo, les dice a sus padres. Como suele ocurrir en tantos hogares, las opciones se reducen a dos: opta por lo que ms te guste, lo que te haga sentirte bien contigo misma y te ayude a realizarte como persona, o s pragmtica y escoge lo que te permita asegurarte las habichuelas (contable, asesora, le plantea el padre) y en tu tiempo libre te dedicas a lo que de verdad te guste. Ante esto, la madre alega que hoy el futuro laboral es incierto, el trabajo cada da ms precario y no deja tiempo para realizarse en otra faceta. Mejor ser t misma y el sustento ya se ver. El padre, sin duda, no lo ve as. Qu hacer para resolver su indecisin, dice Mara. La madre les propone ver precisamente la pelcula El desafo, de 1997, en la que un multimillonario, tras un accidente areo, sobrevive con dos personajes ms en un rincn perdido de Alaska. Sern sus conocimientos librescos y otros ms mundanos -no sus posesiones ni sus riquezas- adems de un trabajo en equipo, los que les facilitarn la supervivencia, incluso ante un oso terrible. Para Mara, acabada la pelcula, ese oso es la PAU, afirma entre asustada y aliviada. Tambin ella tendr que sobrevivir a l. El desafo, pues, acaba siendo un dilema: ser o estar. Ser t mismo, gozando de sentir el proceso siempre inacabado de autorrealizacin personal, al margen de honores o salarios; o apostar por vivir de un sueldo seguro, aunque no te llene lo que hagas para obtenerlo, pues ya habr tiempo de ser feliz en tu mbito privado y de ocio. Seguro 161 Cadena de perversiones U na maana te levantas algo apesadumbrado y te preguntas a qu se debe. Tu preocupacin aumenta cuando dos das despus sigues igual: tendr una depresin Te convencen de que tu tristeza no es algo pasajero. El mdico te habla de un ligero estado de ansiedad generalizada y, para que no acabe en proceso depresivo, te prescribe un nuevo ansioltico que impida que tu decaimiento vaya a ms. Lo tomas un par de meses y, aunque tu mejora es visible, no te lo puedes dejar de golpe. Te recetan un complejo vitamnico para contrarrestar el efecto de los antidepresivos antes de dejarlos. Tiempo despus ni recuerdas tu tristeza. Te preocupa el aumento de casi siete quilos sin saber exactamente el porqu. El nutricionista te propone una combinacin de ejercicio, dieta ligera y unas pastillas con esencias de nutrientes que reajustarn tu organismo. Pero sin salirte de lo propuesto pues volveras a ganar peso. Finalmente, ajena a tu desesperanza, con tanto orinar, tu uretra acabar por resentirse y coger una infeccin. Esta sobremedicacin hoy habitual forma parte de lo que llamo cadena de perversiones: un estado anmico nada raro es tratado como alteracin y para prevenir un trastorno te generan una dependencia, para librarte de la cual te introducen en otra. Esta mecnica est muy normalizada en las sociedades consumistas: creada tu necesidad (un rifle, un mvil o un medicamento) y despus de venderte los productos que te hacen dependiente hasta volverte un consumidor compulsivo, te venden el tratamiento para desengancharte o desintoxicarte y as, quien se enriquece con tu consumo descontrolado, lo hace tambin liberndote de ese mal ya tan severo. Y todo, todo, lo cocina el mismo. En EE UU, donde la fabricacin de armas supone ms del veinte por ciento de su PIB, quin se resiste a meter miedo y aumentar as la venta de rifles domsticos Seguro que trabajarn por la paz No por azar las industrias farmacuticas, las petrolferas y las de armas son las ms potentes del planeta y actan como lobbys que ejercen una enorme presin para condicionar, cuando no someter, a los gobiernos de medio mundo. 163 Masacre R ecurdalo t y recurdalo a otros. Este verso de Cernuda nos emplaza a esa necesidad de no olvidar las injusticias, los crmenes ms indignos de nuestra historia, repleta de sangre y de rencor. No olvidar los genocidios, las matanzas, los crmenes terroristas, el apartheid, las limpiezas tnicas, el holocausto judo... Y la obligacin de denunciarlos, condenarlos, exigiendo el castigo para los culpables y el resarcimiento de las vctimas. Masacre. As calific en un tuit la periodista Angels Barcel lo que Israel ha hecho en Gaza: acribillar a ms de cien palestinos y dejar a miles heridos en las ltimas manifestaciones. Cuando se cumplen setenta aos de la ocupacin y la expulsin de un milln y pico de palestinos de sus territorios, del incumplimiento israel de infinitas resoluciones de la ONU o cuando se sigue matando impunemente, cmo puede la portavoz del gobierno hebreo argumentar con despiadado cinismo que fueron abatidos porque no era posible meter a tanta gente en la crcel A qu nivel hemos llegado. Cuesta creer que quien representa al pueblo que padeci el exterminio nazi pueda tener una conducta as de ignominiosa. Cuesta creer que, ante esta reiterada actitud criminal, ante la situacin de encierro y absoluto aislamiento en los que viven Gaza y Cisjordania desde hace ya tantos aos, los gobiernos supuestamente civilizados del planeta no hagan nada de nada. Es ms, hay que denunciar la pasividad de todos ellos, cuando no el sustento de la beligerancia y la criminalidad execrables de gobernantes como el israel Netanyahu. Amparados por una comunidad de intereses geoestratgicos y econmicos que lideran tipos tan civilizados como Donald Trump. En este nivel estamos. Tambin cuesta convivir con el clamoroso silencio, peor que cmplice, de los grandes medios y sus canales e informativos. Regreso a la poesa, al poeta palestino Mahmud Darwish, fallecido en 2008, y a su Homenaje a las vctimas de Gaza: Cadveres annimos./ Ningn olvido los rene,/ Ningn recuerdo los separa.... Una masacre, un exterminio que viene ya de muy lejos. Por eso, recurdalo t y recurdalo a otros. 165 En este punto U sted est aqu. Su ubicacin es esta. S. En este punto rojo. Si observa el plano con detenimiento, encontrar ordenados los accesos a los mltiples comercios y el itinerario para llegar a ellos en cualquiera de sus cinco plantas. Pero no slo con las entradas, las subidas, los ascensores, las bajadas qudese, por su bien, con la exacta localizacin de las salidas de emergencia. Es crucial que no lo olvide en caso de evacuacin por incendio. O atentado. O terremoto. Interiorice la sealizacin para no desorientarse, para evitar funestas aglomeraciones en plena estampida. Recuerde siempre que el peligro tambin puede llegar hasta aqu, donde usted est ahora. Y debe saber qu hacer. Usted est aqu. En este texto. Es usted el sujeto de la frase. El verbo, interpelndole, le desvela que quien lee es usted, en este preciso instante, el que est dentro de un gran punto rojo, en uno de los cientos de pxeles imperceptibles que lo constituyen. S, usted est, ahora, en este espacio, no hace una hora ni un mes ni en el siglo prximo, sino que en este segundo irrepetible usted es uno ms de tantos de los que han acudido a esta gran superficie y por lo tanto estn, ahora mismo, en este lugar, aqu. Buscando lo que solo usted sabe. Donde este plano, si usted lo escruta bien, acabar indicndole. Usted est aqu. En este ahora de caminos prefijados, de masivas vanidades, de frvolos escaparates. De una dislocada identidad innumerable. Aqu. En este tiempo lquido, lnguido, fluctuante. A la espera de un qu sin saber muy bien cundo. Ni porqu. En alguna planta est. Y estando aqu, con su circunstancia, usted ya forma parte ocasional de una estructura slida, laberntica, sofisticada, que tambin tiene fecha de caducidad. Usted est aqu. Especulando con el sentido ltimo de una estructura as. Con quin ser el arquitecto que ha concebido esta edificacin del ocio deambulando de caja en caja registradora. Capaz de soportar viejas esperanzas entre perchas y maniques, albergando a la vez tanta mirada ensimismada, tanto impdico deseo, tanto cielo innoble. S. En este planeta. En esta urbe. En este centro comercial Usted est aqu. Dnde 167 Interesante R ecin levantada, se dirige al bao a deponer el fruto de sus sueos y a regenerar sus ojos acartonados. Entre bostezos y desperezos, Aurora va tropezndose con todo por el pasillo. Al encontrar cerrado el aseo, inconscientemente, fuerza la manivela varias veces. Oye un exabrupto descomunal. Segundos despus, se abre la puerta y un fornido joven le grita: Es que a vos nadie te ense a respetar la intimidad de los otros Ms asustada que perpleja, apenas si esboza un gesto de disculpa. A l le parece insuficiente: sos una piba entrometida ingrata y me lo vas a pagar, le espeta ya fuera de s. Viendo esta escena impresentable en uno de esos realitys de audiencia planetaria, uno se pregunta qu artimaas ni qu mrquetin justifican bazofias como esta. O dicho de otro modo, qu inters hay en que resulte interesante lo que no tiene ningn inters Y si para nadie es atractivo verse reflejado en sus devaneos cotidianos (levantarse de la cama, ir al aseo tropezndose), en este caso, la productora ha metido en esa casa a un actor argentino que interpreta a un psicpata para disparar la audiencia. Y lo consigue. Ya sabe: para ser alguien a la altura de las circunstancias ponga un psicpata en su vida. Nada de lo que le ocurra tendr sentido ni ser saludable. Pero habr algo interesante que subir a Facebock con lo que entretener a sus followers cada maana. A quin le preocupar a estas alturas del relato si somos quienes queremos ser, si disfrutamos con lo que hacemos o si nos preocupa seriamente el desahucio en el piso de arriba Lo importante es dejar constancia de que estamos; haciendo lo ms nimio o pueril, pero que estamos. Y t que lo veas. Eso es lo que, a efectos de cuota existencial, hoy cuenta. La creacin siempre supuso un proceso depurativo para deleitar al intelecto con un delicado tarro de esencias imaginativas y estticamente sustanciosas. Por el contrario, la degradacin solo se nutre de cuantos bajos instintos nos retrotraen al homnido ms mostrenco de nuestra cadena evolutiva. Involucionar entretenidos: he ah lo nico ameno e interesante, interesante, para este homo ludens que tanto se aburre hoy. 169 Calma O tro de esos das ajetreados, hiperocupado y a mil por hora, que te dejan grogui. Como ayer. Como probablemente lo ser maana. Sin apenas descanso, atendemos multitud de frentes, resolvemos mil asuntos y nos contaminamos unos a otros sin enterarnos. La mecha del apresuramiento prende con muy poca gasolina. Y corre que se las pela. Al final de la jornada, desencajado y exhausto, uno se pregunta si las cosas han de ser as o podran ser de otro modo. Pero qu espejo nos respondera sin una mirada indolente. Deca Roberto Bolao que si hay algo que nunca nos traiciona es la calma. La serenidad que nos permite adentrarnos en esa luz apacible que ilumina el paisaje y va desvelando sus colores y sus formas, sus mnimas pero radiantes siluetas, proyectando esas sombras que ascienden las paredes encaladas; esos rostros que sonren; esas mascotas quietas que observan la escena distantes, ajenas al tedioso empeo por querer comprender Jams hubo cultura que no ensalzase el valor de una vida tranquila, en calma, alejada del mundanal ruido. En el tpico clsico del beatus ille, feliz aquel, se anhela una vida apartada de las preocupaciones, en contacto con la autntica naturaleza y su ritmo siempre sin ajetreos. En Horacio y en Fray Lus, entre otros, hay ejemplos supremos del tpico. En una de sus Odas, Ricardo Reis, el heternimo clasicista y pastoril de Fernando Pessoa, lo expresa de un modo magistral: Cojamos flores. /Mojemos leves /nuestras dos manos /en los ros calmos, /para que /aprendamos /calma tambin. Del mismo modo, en oriente la calma siempre se consider un valor imperecedero. Lean este poemilla de Rykan Daigu, extraordinario poeta y calgrafo japons, que no tiene desperdicio: En mi choza, entre el bosque denso, /cada ao la hierba es ms espesa. /Ninguna noticia /de los problemas de los hombres. /Alguna vez, el canto lejano de un leador. /Brilla el sol. Remiendo mi vestido. /Al alzarse la luna, poemas budistas. /Amigos, nada tengo que deciros. / Mas si queris entender, dejad /de perseguir tantas cosas. Escrito hace doscientos aos, quin negara que pudo escribirse hoy mismo 171 Amnesia T engo 95 aos, tres hijas, ocho nietos y seis bisnietos; pero no he sido feliz. Una maana, mientras jugaba al futbol con mis amigos, vino mi hermana a buscarme. Esa tarde, mi padre, mi madre, ella y yo intentbamos huir de Varsovia. Fue imposible. Quedamos atrapados en el gueto judo que los nazis implantaron. A los dos aos nos llevaron en tren al campo de Treblinka, donde me separaron de ellos. Jams volv a verlos. Mucho tiempo despus, supe que murieron gaseados al ao de llegar. Cmo te destruye algo as. Acabas siendo un maltrecho superviviente entre insomnes interrogantes: por qu tu familia y no t; cmo pudo ocurrir algo as; sabiendo lo que se saba por qu nadie lo detuvo... Imposible conciliar el sueo desde entonces. No hay consuelo ni reparo alguno para una atrocidad as. Eso mismo me deca un amigo argentino al que conoc en una charla que dio en California hace 20 aos. Tras el golpe de Videla, fueron a su casa a buscarlo a l y se llevaron a su hijo y a su nuera embarazada. Anduvo aos buscndolos hasta que supo que los arrojaron al ocano desde un avin. Desesperado, pero incansable, sigui el rastro a una red de nios robados durante la dictadura y localiz a su nieta, con 23 aos, en Uruguay. En su imagen, me contaba, hall cierto reposo el rostro omnipresente de su hijo. Aunque no haba da que no sintiera la punzada de su ausencia. Imagnese, le dije, yo ni siquiera conservo objeto alguno de ellos. Cuntas veces nos preguntbamos, l ya muri, cmo es posible que despus del Holocausto hubiese matanzas como las de Camboya, Bosnia, Armenia, Ruanda quin dira que hemos aprendido algo. Lo malo siendo terrible, me deca l, no son los lderes psicpatas y genocidas. Es an peor la desmemoria o la connivencia de quienes se benefician o se callan o miran para otro lado. Posiblemente, mis queridos jvenes, nadie os hable ya de estas cosas. No molan. Pero debo deciros ante tanta amnesia que, en momentos como este, cuando en Europa arrecian los fanatismos ultranacionalistas, racistas y autoritarios de hace cien aos, olvidar lo que ocurri puede dejaros un dao, como a m, irreparable. Una monserga de viejo, pensaris. En absoluto. Nunca olvidis que la ignominia se ha perpetuado en el tiempo llenando de sangre casi todas las pginas y los rincones de nuestra historia. 173 Repartir L a distancia entre un paraso fiscal y un abismo fecal es hoy casi inexistente. En nuestra esfera global conviven sin alergia alguna los mayores evasores de dinero con los trabajadores ms precarios desde hace ya demasiado tiempo. En una paradoja que define como pocas nuestra estancia en este planeta, riqueza e indigencia, privilegiados y pobres, poder y mendicidad, en el mundo lquido de hoy -tan dado a lo inmediato, a la cosmtica o a la eventualidad- encajan bien tan extremas disonancias. Me embarg esta reflexin al ver en un diario la fotografa de un joven camarero sirvindole caa y tapa a uno de nuestros mayores evasores, con varios juicios pendientes, pero que an est por ver si pisar la trena. Comparta mesa con una periodista y de cuyo reportaje subrayo en rojo esta perla lapidaria: la autntica riqueza no es la que se genera para ser repartida sino para ser invertida. Un desatino cruel, previsible en un mangante as. Porque posiblemente el camarero pertenezca a ese 20% de jvenes currantes que, a pesar de tener un trabajo, vive en riesgo de pobreza. En este imperio de la precariedad. Eso recoga un informe de Eurostat algunas pginas despus: el aumento de contratos eventuales y en jornadas cada vez ms cortas no garantiza un salario digno a la cuarta parte de los trabajadores. En el mismo pas donde aproximadamente el 12% de su PIB, unos 140.000 millones, est en parasos fiscales. Casualmente, casualmente, la misma cantidad que se destina a las pensiones. O donde un gran holding se queja de perder, con casi 2.000 millones de beneficio en el primer semestre, al no ganar lo previsto. No parece que, ni por arriba ni por abajo (entre los potentados -evadan o no- y entre quienes an tienen mes al final del sueldo), vaya a cambiar algo pronto. La bochornosa reforma laboral, como tantas otras leyes y destrozos neoliberales, sigue sin derogarse. Los parasos fiscales y los infiernos fecales seguirn retroalimentndose con esa fra naturalidad con la que lo ostentoso y lo indigente conviven en esta era global. Pero no siempre fue as ni quizs lo sea maana. Ser clave conjugar sin miedo el verbo repartir. 175 Sobreactuar E xagerar la expresin al actuar ante alguien. Tal es la definicin de sobreactuar para la RAE. Y eso es lo que hace Fernando Fernn Gmez en una hilarante escena de El viaje a ninguna parte cuando interviene -l es actor de teatro- en una prueba para la pelcula Bandoleros de hoy. El cabreo y los exabruptos del director cuando lo ve interpretar varias veces son memorables. Esto del cine es una mierda. No tiene nada que ver con el teatro, dice abandonando el plat un Fernn Gmez decepcionado. Tampoco es ninguna novedad, pero hoy en poltica est normalizada una ms que calculada sobreactuacin. Se exagera, se sobredimensiona la posicin del oponente para hacer ver las propias exageraciones como respuestas ineludibles y ajustadas. O simplemente se soflaman los discursos con ocurrencias, bufonadas de poca monta, medias verdades, salidas de tono, desconsideraciones, insultos, juegos facilones de palabras con el nico fin de captar nuestra atencin al precio que sea y evitar as, adems, cuando no impedir, el flujo dialgico de los argumentos. Nuestra era de la posverdad mantiene un alto nivel de espectculos permanentes con el nico fin de obtener un rdito inmediato, sean ms espectadores, ms clientes o mayor nmero de electores. Esta mecnica del beneficio rpido en los programas de entretenimiento, en la publicidad o en los debates polticos es muy similar. Agotado el recurso o mitigado el impacto de la zafia desmesura, vuelta a empezar. Y si es evidente que esta estrategia es rentable a corto a plazo, por ms votos que ahora d, a nadie se le escapa que la sobresaturacin por tanto exceso nos conduce a la apata y a desentendernos de la cosa pblica. Y a una absoluta banalizacin de la realidad. Se dice que, con su actitud, para nada novedosa, la oposicin se ha echado al monte. Seguramente para recuperar all los votos que le birlan aqu sus parientes ideolgicos allegados. Pero al haber tantsimos ros revueltos all, tal vez este regreso al monte originario del impvido fundador acabe siendo otro viaje ms a ninguna parte. 177 Navegar E l autntico navegante es alguien minucioso y previsor. No suele dejar nada al azar porque sabe muy bien que ste ya se le presentar en la travesa para ayudarle o para dificultarla. Por eso es crucial que todo est en orden, dispuesto y en su punto, antes de partir. Revisa una y otra vez todas las clavijas del sistema, los cables y su tirada, la visibilidad, la pantalla del tripulante o las rutas disponibles. A un lado y otro de su visor, las coordenadas y los puntos de referencia han de quedar perfectamente acotados, por si hubiese que reaccionar ante el peor imprevisto. Conoce lo que hay en juego. Y aunque sea un experto, como red de captura al fondo, sabe de mil peligros siempre al acecho. Sale del territorio costero mientras, qu actual ante sus ojos, se distrae reviviendo la fiesta de despedida, la noche anterior, con todos sus amigos: una sucesin de caras sonrientes, copa en mano, posando en las posturas ms incmodas, estrafalarias, seductoras. Y revisa el correo, nada urgente; los avisos, consabidos y rutinarios En cuanto a la navegacin, las aguas siguen tranquilas. A lo lejos, la baha es apenas una lnea con inquietos puntos sobre ella. Hechizado por otros horizontes, pone rumbo a esa isla donde antiguamente los piratas ocultaban los tesoros desvalijados en alta mar. Cuntas cosas se pueden hacer en estos lugares desconocidos. Tan novedosos para la vista. Cuntas opciones se le ofrecen en ellos al recin llegado: visitas, compras, ocio, largos trayectos vindolo todo como quien mira por vez primera el mundo y, a salvo del calor, el alboroto o las aglomeraciones, se siente libre. Es lo que tiene navegar, no dejar de navegar: en un slo da puedes visitar un Museo de Historia, comprarte un jersey y unos zapatos en el ms vistoso bazar, asistir a un concierto de la cantante de moda, ver la pelcula premiada el ao pasado en Venecia, jugar varias partidas de ajedrez o escuchar a un gourmet desgranando los jugos de ese vino que tanto te trastorna. No quisieras volver pero te reclaman. Entumecidas las articulaciones, sales de Google, apagas el porttil y bajas a cenar. Irreal, la realidad -recibida con fastidio- te arrea. 179 La espera H ubo un tiempo en el que mirar agitado el buzn para leer la carta de tu novia, la de un familiar emigrado a Suiza o la del hijo en el servicio militar eran lo habitual. Impaciencia y esperanza nutran por igual el tiempo de la espera. Quin no estuvo sentado ante el telfono fijo implorando que sonara para poder quedar e ir al cine, a tomar unas copas o a la discoteca S, esperar genera ansiedad, pero su ejercitacin es clave para que maduren en nosotros aspectos esenciales como la paciencia, la verdadera reflexin y, desde luego, cualquier manifestacin creativa. Tal vez el primer autntico aprendizaje en las aulas sea el de la espera. El nio quiere satisfacer inmediatamente, sin demora, su imperiosa necesidad de decirle al resto que el sbado estuvo en la cabalgata con sus padres. Los docentes le conminamos a que espere su turno de palabra. l se enfada, pero es de esa paradoja entre espera y desesperacin, en ese tiempo de excitacin y pausa, de donde irn surgiendo actitudes cruciales para su formacin. Por eso cuesta entender este apresuramiento diario por dar el temario sin respiro, por hacer tantos deberes, por atender solo los objetivos previstos o por exprimir el tiempo para evaluar absoluta y nicamente todo lo programado en clase. Hoy nos cuesta saber esperar a que las cosas maduren, a respetar sus procesos internos. Y nos exaspera que otro tarde en contestarnos cinco minutos un wasap. Ms que atenuarla, esta era de la comunicacin inmediata ha multiplicado nuestra impaciencia. Convendra no olvidar, ante esta incapacidad para la espera, que el genuino saber que hemos ido acumulando con el tiempo siempre se ciment con ese hormign: el filsofo que reflexiona, el cientfico que corrobora y confronta su hiptesis hasta generalizarla o el creador que concibe y pule la obra, no son nada sin una paciente espera. Y qu decir del orfebre, de su precisin en el detalle ornamental, o del campesino que siembra, cuida, confa y espera hasta la cosecha. Lo dijo como pocos Alejandro Dumas: La sabidura humana se encierra por entero en estas dos palabras: Confiar y esperar! 181 Amenaza o mejora E n apenas veinte aos ms de la mitad de los trabajos sern realizados por robots. Y muy pronto ya nos acompaarn por las calles. Aunque segn afirma David Alayn, experto en innovacin y digitalizacin, los trabajos relacionados con la empata, como atender a enfermos o a personas mayores, no podrn ser robotizados. Y su demanda no dejar de crecer. En todo caso, esta robotizacin masiva redundar en un enorme paro estructural. Se dice que aparecern otras tareas vinculadas a las nuevas tecnologas pero en ningn caso, segn las previsiones, superar al nmero de trabajos que desaparecen. El debate gira pues en torno al lugar del hombre en un mundo automatizado. Y al modelo econmico que se derivar de estos cambios tan profundos. Es decir, si la robotizacin supone una amenaza o si su normalizacin traer importantes mejoras. O quizs ambas cosas. El desenlace est a la vuelta de la esquina. Los ms escpticos piensan que este desempleo tecnolgico lo que traer seguro es ms precariedad. Ya cuando se inici el proceso industrializador hace casi trescientos aos, y se incorporaron las mquinas al proceso productivo, se insista en que su aplicacin al mundo laboral permitira mejores condiciones con menos horas de trabajo y ms tiempo para el descanso y el ocio. Pronto se vio que no sera as: las mquinas no liberaron a los humanos de los trabajos ms penosos, con horarios abusivos y sueldos miserables. Por eso, desde esta perspectiva, no parece que la universalizacin de los robots y las nuevas tecnologas conlleve forzosamente una vida mejor para las personas. Por su parte los optimistas, convencidos del aporte tecnolgico, han de responder a una cuestin esencial: cuando la mayora de la poblacin no trabaje, de qu vivir Habr un salario bsico universal como sugiere Bill Gates aportado por la cotizacin de los robots Y quin lo garantizar Y el da que ya solo trabajen las mquinas, la riqueza que se genere se repartir equitativamente entre todos los seres humanos Nadie puede saberlo hoy pero, visto lo visto, quin se atreve a asegurarlo. Quin. 183 Taras J orge y yo estudiamos juntos la carrera. Despus l se licenci en psicologa, imparti cursos a enseantes y durante muchos aos ejerci en la empresa privada obteniendo pinges beneficios y un gran prestigio. La llegada de la crisis lo mand a su casa y lo pas francamente mal. Fruto de su experiencia previa y la imperiosa necesidad, uni dos ideas: convencer a los ciudadanos de la importancia de tratar sus taras para vivir mejor (su premisa es que todos estamos algo tarados) y a la vez generar volumen de negocio, dando adems trabajo a otros, y obteniendo buenas sumas de dinero con ello. O sea, tres en uno: terapia, solidaridad y negocio. Un lema alucinante, de esos que hoy arrasan. Bien. Pero cmo llevar a cabo estas ideas sin sucumbir en el intento Invirti los pocos ahorros que le quedaban ms un pequeo prstamo bancario con lo aportado por un amigo accionista, en un supermercado, TARAMARKET, cuyos productos adquiridos permitiran a sus clientes acumular puntos hasta obtener un tratamiento de una o ms sesiones (segn los puntos) con Jorge, un reputado coach capaz de hacerte ver cmo corregir tus puntos dbiles y reforzar los fuertes para tener una vida fsica y mentalmente saludable. Sus hijos le dijeron que haba perdido el norte, que una cosa as no iba a funcionar. T eres el que necesita tratamiento, le insisti su mujer. Lo cierto es que, tras seis meses vacilantes, la cosa empez a despuntar. Los clientes corrieron la voz de las bondades de un tratamiento que adems no tena coste aadido al meramente alimenticio de la cesta de la compra. Hoy Jorge ha abierto ya una docena de supermercados en varias ciudades prximas, seis gabinetes de psiclogos y dos agencias de distribucin de los productos que comercializa. Con ms de mil trabajadores a su cargo. La demanda de sesiones por tratamiento no ha dejado de crecer, con lo que se fueron aumentando los puntos necesarios por sesin y, por ende, las ventas. El otro da, tomando un caf me contaba todo esto, y cmo su modelo corrobora que vivimos en un mundo cada vez ms tarado. Pues s, asent notoriamente confundido: de locos, dira yo. 185 Reivindicar E l otro da me explicaba un camarero que trabaja unas 60 horas a la semana, cobra 950 euros y su contrato es de media jornada. Y dando gracias, deca, pues conoce a gente en peores condiciones. Su pareja tiene un trabajo eventual por unos 400 euros mensuales y, como es lgico, hacen malabarismos para criar a 2 hijas y llegar a fin de mes. Y no os planteis los jvenes qu hacer para conseguir mejores condiciones laborales, le pregunto. Si te quejas, contesta, enseguida te dicen mirando a la puerta que hay otros 10 esperando y que t vers. Es un abuso, insiste, y si te despiden te dan cuatro chavos. Precisamente este mes de febrero, le digo, hace 100 aos que se implant en Espaa la jornada laboral de 8 horas. Cost lo suyo, meses de huelga, amenazas, enfrentamientos, despidos pero acab reconocindose legalmente 3 meses despus. Hasta lograrlo, las jornadas eran de 12 o 14 horas diarias, incluidos sbados y medio domingo. Con el empuje de trabajadores y sindicatos, se fueron consiguiendo las 40 horas semanales, trabajando 5 5 das y medio, las vacaciones y contratos ms estables. En los ltimos 30 aos se ha ido revirtiendo esta situacin, agravndose con la llegada de la crisis -una coartada perfecta para recortar derechos laborales-, hasta llegar al momento actual. Pero, como vemos, no siempre fue as. De hecho, Espaa fue el primer pas europeo que reconoci legalmente una histrica reivindicacin mantenida durante los 75 aos previos por las asociaciones obreras en todo el mundo. De modo que, si hace un siglo la huelga en la compaa elctrica La Canadiense, iniciada en Barcelona y que acab extendindose por casi todo el pas y sus sectores productivos, logr mejoras laborales luchando mucho, no va a ser posible recuperar hoy lo conseguido entonces Hacen falta, concluamos ambos, varias cosas: unin de los trabajadores, capacidad para negociar y un tesn inquebrantable para obtener logros dignos y razonables. De hecho, en Suecia se acaba de aprobar una jornada laboral de 6 horas cobrando lo mismo! Y un mayor rendimiento productivo. Como ven, s se puede. 187 Edulcorados H oy sabemos que el azcar mata. Lentamente, pero mata. Aunque claro, su produccin genera tantos miles de millones que quin te va a vender sus perjuicios. Si ingerir 50 gramos diarios es el mximo aceptable -no se recomiendan ms de 25- una simple coca- cola ya contiene 36. Imaginen. Vivimos sobresaturados de azcar; en un mundo donde la mayora de los alimentos aportan azcares aadidos y edulcorantes innecesarios para el organismo. Pero que nos hacen cada da ms adictos, ms dependientes de ellos. Como ocurre con el alcohol o con el tabaco. Y es ese excedente, esa sobredosis diaria, la causa del ms alto porcentaje de nuestros males: pregntenle a su endocrino. Pero ya saben, cuanto ms azcar ms dulce, decimos tan convencidos. Enfatizando as el aspecto exterior y unos lazos glamurosos al margen del contenido que haya dentro. Valorando ms la apariencia de un producto que el aporte real de sus componentes. Ante dos puestos de naranjas, unas fumigadas pero aseadas y brillantes y el otro con sanguinas sin fumigar, ms pequeas, menos vistosas, con restos de tierra, la mayora de clientes optaban mayoritariamente por las primeras. La publicidad est llena de productos nocivos envasados con pomposidad. Y qu decir de esos discursos retricos, rimbombantes, que seducen nuestro odo sin que lleguemos a entenderlos. Con la mecnica engatusadora con la que la msica de las tragaperras acaba enganchndonos. Sea lo que sea aquello que nos presenten, lo primero es que nos entre por los ojos. Si huele bien y es agradable a los dems sentidos pues miel sobre hojuelas verdad Todo ello sin saber siquiera lo que hay dentro: ingerimos alimentos, canciones, lecturas, pelculas, programas televisivos pulcramente empaquetados pero despreocupados de lo que contienen, de sus insanos efectos para nuestra salud en el ms amplio sentido del trmino. Y que adems ni nos alimentan ni nos ayudan a entender o a mejorar nada. S. Vivimos en un mundo de consumidores edulcorados, seducidos por el msculo o el maquillaje. Cuntas veces no son ms que un indigesto veneno en capsulas almibaradas. 189 En venta L lam a la puerta y esper examinando el aspecto de la escalera. Se notaban los aos en sus paredes y en la barandilla, pero con una limpieza de cara y algunos pequeos arreglos poda mejorar bastante. Me abri la puerta una anciana sonriente y, con una amabilidad ya en desuso, me fue mostrando las dependencias de la casa y explicndome las inigualables posibilidades que ofreca sobre todo una cocina tan amplia al aadirle la galera y su calidez acogedora tras una gran cristalera. Le pregunt por el precio y me dijo que eso lo llevaba la inmobiliaria por la que yo no pas antes de ir a ver la casa. El agente inmobiliario me explic que el piso estaba a la venta por un 35% menos de su valor de mercado pues se venda con la pareja de ancianos dentro, de ochenta y seis aos ambos. Cmo Y tengo yo que hacerme cargo de ellos Oiga, esto no es serio, remach algo molesto. Con una fingida sonrisa pcara, me relat que se trataba de una frmula de compraventa diferente a la tradicional, habitual en pases europeos, y consistente en que se adquiere el inmueble pero no se puede ocupar hasta que los actuales propietarios fallezcan. Hasta entonces, ellos siguen all, asumen los gastos corrientes (luz, agua, comunidad, etc.) y viven mejor el resto de sus vidas con el dinero de la venta. A su fallecimiento, la propiedad pasa al comprador, no a los herederos. Parece que esta frmula se est extendiendo en zonas cntricas, comerciales y de ocio de algunas grandes ciudades y permite una inversin a medio plazo para adquirir y ocupar o alquilar viviendas en un futuro no muy lejano. Los ancianos del piso que vi deseaban viajar, vivir alquilando por temporadas en el campo o en la playa y, dado que sus tres hijos estaban muy bien situados y no tenan problemas econmicos, queran disfrutar con total desahogo el tiempo de vida que an les quedase. Flip de lo lindo. Realmente me sorprendi la idea pero, al rato, me pareci una alternativa inteligente. Sobre todo si es para disfrutarlo y no por la urgente necesidad de tener que ayudar a los hijos, en paro y amenazados de desahucio, como en algn otro caso que conoc despus. 191 La ltima esperanza P or la Rambla abajo, por la Explanada, coches y viandantes se dirigen raudos hacia el puerto de Alicante. Provienen de pueblos y ciudades de media Espaa y van camino de lo que alguien bautizar como su ltima esperanza para escapar de la tragedia. A media tarde, miles de personas estn hacinadas en el puerto esperando poder subir a un barco. Desoyendo toda amenaza, el capitn del carguero Stanbrook decide dejar subir hasta saturarlo a casi tres mil de ellos (ms del doble de los que caben). Esa noche del 28 de marzo de 1939 zarpa hacia Orn en una travesa difcil que concluir al da siguiente pero quedando retenidos en el puerto, sin poder bajar del barco, hasta un mes despus. Ese mismo da y los siguientes, el flujo de republicanos que acude al puerto para poder coger un barco rumbo al exilio es interminable. Sigue siendo la ltima esperanza. El ejrcito nacional y los falangistas ya han tomado la ciudad. Cercado el muelle por tropas italianas, empiezan a desesperarse al no ver entrar ningn barco de los anunciados. Ellos no lo saben, pero el fuerte bloqueo naval franquista y la indecisin internacional, francesa e inglesa sobre todo, los termina abandonando a su suerte. El desnimo se va transformando en pnico e histeria, provocando incluso varios suicidios. La situacin es dantesca. Tras infructuosas mediaciones por salvar su dignidad, son conducidos al campo de los Almendros del que Max Aub hablar aos despus- y de all a otros enclaves de la ciudad y muchos de ellos al campo de concentracin de Albatera. Ochenta aos despus sabemos que se les impidi salir. Que sufrieron una represin atroz, quienes no fueron ejecutados. Como ya lo describiera J. R. Valero Escandell, a finales de marzo los frentes se desmoronaban, la desbandada era general, la evacuacin ordenada era simplemente imposible y miles de personas trataban de agarrarse a una ltima esperanza en Alicante y algunos otros puertos. Era el final dramtico, absurdo, vergonzante para muchos, del sueo colectivo que haba representado la Repblica Espaola; era el peor escenario posible del final de la guerra. 193 Optimistas E n un relato oriental, tras encontrarse varios aos despus, un antiguo preso le pregunta a otro si an se acuerda de los carceleros: No y t -Yo sigo odindolos con todas mis fuerzas, contesta el primero. -Pues lo siento por ti, porque eso significa que an te tienen preso. Querra esto decir que para ser un optimista hay que vivir en la inopia o en un estado de amnesia permanente Esta actitud decididamente positiva con que el optimista mira hacia delante y encara la vida, su confianza -ms que su seguridad- o su perseverancia, impiden que toda su existencia quede marcada por un hecho negativo, como le ocurre al expresidiario. Por eso, frente al pesimista que se pregunta cabizbajo por qu yo, el optimista se dice a s mismo y por qu no Y no se detiene. Al hilo de esta ancdota, he recordado a Marcos Ana, el preso que ms aos permaneci en las crceles franquistas. En su libro Decidme cmo es un rbol. Memoria de la prisin y la vida, alejado de toda actitud vengativa, relata la dureza que padeci en la crcel y el empuje de su quehacer diario para recuperar la democracia tras ser puesto en libertad en 1961. Poeta comprometido con la causa de la libertad y la justicia social, su optimismo vital nada tuvo que ver con el olvido ni la ingenuidad. Toda su vida contradice ese dicho segn el cual un optimista bien informado es siempre un pesimista. Quizs por eso, y tratndose de una actitud, de una forma de ver las cosas, qu duda cabe que es posible educarla. Pero no se trata de transmitirle a los jvenes que han de vivir en una burbuja paradisaca aunque caigan chuzos de punta, sino de ayudarles a tener una percepcin objetiva y equilibrada de la realidad y a ofrecerles herramientas que les permitan afrontar las adversidades no esquivndolas sino resistiendo y con la esperanza de que, confiando, esforzndonos y sin desesperar, es posible superarlas. Sin conviccin ni tenacidad, instalado en la desafeccin y la apata, no hay optimista que se precie. Ni bienestar que cien aos dure. Ya dijo Chesterton que el optimista vive y alienta creyendo en los dems, en tanto el pesimista solo cree en s mismo. 195 El dinosaurio N uestro cerebro podra compararse a una mueca rusa. Del reptil o primitivo al cerebro racional, pasando por el ms afectivo y emocional, cada uno ha ido conteniendo a los anteriores sin hacerlos desaparecer. As, nuestros instintos, nuestras emociones y nuestros pensamientos ms elaborados coexisten en un mismo espacio, aunque sean vestigios de distintos tiempos. Se dira que el cerebro es la huella ms patente de nuestro proceso civilizador. Y nos reprochamos, desde la razn, esos momentos tan primarios, tan primitivos, en los que somos capaces de malherirnos mutuamente, de un modo irreversible con tanta asiduidad. Y no slo en el caso de las guerras o todo tipo de crmenes y violaciones, sino tambin en esas agresiones y sometimientos psicolgicos que siguen pasndonos tan desapercibidos, incluso en las redes sociales. Nuestro cerebro mecnico y primario nos emparenta con los cocodrilos y los dinosaurios. Y nos remonta a ms de doscientos millones de aos. Hoy sabemos que crecer, madurar, es aprender a vivir, ms all del egocentrismo y los instintos, de un modo ms pleno afectiva y racionalmente. Aunque tantos programas insistan en ganar audiencia removiendo ese barro soez y fisgn que conforma nuestro poso ms instintivo. Del mismo modo, los gobernantes siempre recurrieron a alguno de nuestros cerebros para hacerse entender. Y si nuestros tatarabuelos ilustrados abogaron por la implantacin de lo racional, lo justo y lo solidario, nuestros prceres de hoy apelan al reptil ms exaltado, a esa masa de emotiva sinrazn que todos llevamos dentro. Esta poca de bulos, falsedades sin complejos y un lucro oficializado, se sostiene a base de fervientes llamamientos a nuestro yo ms hormonal, ms primario, menos racional. Hablar de argumentos hoy, ms que un anacronismo, es un completo delirio. Por eso, cualquier da nuestros representantes, cuando acudan al hemiciclo de su autismo marmreo constatarn sin sorpresa alguna, no como el pasmado en Monterroso, que el dinosaurio todava sigue all. Una vez ms. Impertrrito. Histrinico. Vitoreado. 197 Holstico N o debi ser fcil para el hijo ilegtimo de un notario crecer en la Italia del siglo XV. Esa condicin le impedira adquirir una formacin acadmica reglada o acceder a puestos socialmente bien considerados. No obstante, el padre de Leonardo da Vinci siempre se ocup de l y le ayud a entrar en el taller del prestigioso pintor Verrochio, donde poco despus despuntara como el gran artista que acab siendo. Su legado hoy, quinientos aos despus de su muerte, sigue asombrando por el valor tcnico y esttico de su obra, por su capacidad inventiva o por tanta inquietud para interesarse por todo. Esa incansable curiosidad le llev por distintas ramas cientficas y humansticas, no dejando de profundizar en aspectos desconocidos entonces como la ingeniera mecnica o la anatoma. Son admirables la dedicacin y el esfuerzo que debi suponerle acceder a tan altos conocimientos para un autodidacta como l. Labor que no siempre fue bien entendida, y donde no falt la incomprensin de muchos colegas o las desavenencias con el poder establecido. Sin embargo, su genio acab imponindose y muri admirado y reconocido por sus aportaciones esencialmente en el terreno pictrico. En nuestro mundo de la especializacin, de los grandes expertos, en el que sabemos hasta el ms mnimo detalle cuntas vueltas tiene un tornillo, pero obviamos la funcionalidad de la maquinaria en la que se incrusta o los daos que esta pueda producir, Leonardo se sentira como pez fuera del agua. Para un humanista como l, la divisin entre ciencias y letras sera una anomala estril para entender la realidad. Su enfoque holstico, fruto de ese infinito afn por desentraar aspectos mecnicos, cientficos o artsticos de un mundo en continua transformacin, rehsa toda convencin innecesaria, por no decir intil, que fragmente nuestra percepcin de lo real. Ni artes ni ciencias fueron lo mismo tras l. Pero qu son ambas sin tica ni esttica: Aquel cuya ambicin no se contenta con el beneficio de la vida y la belleza del mundo, queda privado de comprender la vida e insensible al valor de esa belleza, sentenci. 199 Reunirse 8 .30: reunin con el jefe de personal. Ajustes. 9.15: chat con varios comerciales. 9.40: caf. 10.10: reunin con coordinadores de campaa. 11.15: atender correo electrnico y llamadas pendientes. 11.50: reunin con gerentes de comercios. 12.45: dentista. 14.00: almuerzo con mi abogado, caf y compras en centro comercial. 16.30: reunin con consultores y equipo de marketing de la temporada. 17.40: visita a dos tiendas en el centro. 18.45: reunin con administrativos. Actualizacin de presupuestos temporada. 19.40: reunin con equipo comercial. Valoracin de ventas y tareas da siguiente. 20.30: gimnasio. 22.00: reunin de la comunidad de propietarios. Cuotas y derramas. Lo anterior es la copia exacta de la agenda, correspondiente a un da de trabajo, de un amigo jefe de ventas de zona en una prestigiosa marca de cosmticos en la capital. Me la mostr para convencerme de que en un da poda reunirse hasta seis o siete veces. Le pregunt si no le resultaba estresante y me desvel que ahora ya no. Y cmo lo has conseguido, insist. Me cont que al principio era desesperante: gente que llegaba tarde, corrillos, interrupciones, mviles, el que monopoliza la palabra, el que siempre le da vueltas a lo mismo, el que quiere acabar rpido, el chistoso de turno reuniones que se prolongaban demasiado para atender muchos puntos, con infinitas interrupciones y propuestas, y al final una tremenda sensacin de prdida de tiempo. Qu desasosiego. Algo haba que hacer. Un da se sent y les reparti a todos un folio con esta frase: El que quiera ser el centro de una reunin, mejor que no acuda. Audrey Hepburn. No es que ahora sea un camino de rosas, me cuenta, pero la cosa ha mejorado mucho: centrarse, hablar, coordinar y decidir. Ir al grano, vamos. Encogindome de hombros, le dej ver mi escepticismo ante la eficacia de un modelo donde parece que reunirse sea la exclusiva garanta de poder llegar a algo. Pues no. Casi nunca se llega a acuerdos claros y concretos y, adems, alcanzado alguno, hay quien los incumple por sistema. Es difcil avanzar sin reunirse. Pero lo usual es reunirse y volverse a reunir sin avanzar. 201 Duende U na tarde cualquiera. Un escenario en penumbra. Una silla de anea y una delgada figura, de riguroso negro, acentuando el peso de la soledad. El foco central que se mueve. Aparece un bailaor. Con su leve garabateo, poco a poco se acerca. Acompasado. Fino. Contundente. Y amanece, desgarrador, el cante. Toda esa voz ancestral, aflojadas las tuercas, sobrias las palmas, repuntando y cayendo, haciendo renacer el ritmo en ti. Vuelve el bailaor sobre sus pasos y te lleva hasta una orilla. Y vas. Y vienes. Con l. Y vibras. Entre hendiduras y luces. Entre sombras y nardos. En ese largo lamento donde gime la ausencia. Al son del zapateao. Con las slabas de la duda, entrecortado el aliento, ntidas aunque sutiles, las ondas de la afliccin. Irreparable sucesin de la herida, de la atvica voz ajada, del ronco quejo que asiente con un susurrante, duradero, ralentizado suspiro. Hasta quedar enhebrado todo en un sbito y sepulcral silencio. Ha llegado su hora. Se queda sola en su doble figura, sostenida sobre un agujero que destila esa esencia saturada de races y desvelos. Sentada sobre su pena, la guitarra extrae su sabidura al duende. Como bebiendo en una fuente ya sabida. Y quin podra, en un instante as, no abrirse al serpenteo interminable de sus aguas Al rasgueo punzante y dcil que reduce a puro ritmo todas las distancias Quin no querra eternamente dormir en ese embrujo de cuerdas que son hilos que son lazos que son alas Y todo est tan cerca que podra tocarnos, limarnos con delicadeza el alma, acariciando los puntos suspensivos de un pulso sin pulso que se desvanece, de una nada instintiva que anonada Que extiende su milenario espesor. Nada depurada: todo. Nadie. Qu ligero es el mundo ah: pesa ms, mucho ms entonces, un minsculo pensamiento. Cesan los dedos: siguen sus pespuntes resonando en ti. Alguien menciona algo que apenas atiendes. Ensimismado, como a un buda silente, la noche te acoge. El embeleso hecho msica, errante meloda, cante tarareado en ti. Y te pliega. Una ancha nave son tus ojos. En tu mirada, todo un mar premonitorio. En sus aguas misteriosas, te disuelves. 203 Basura E l 21 de marzo de 1947 la polica entraba en un edificio de Nueva York que exhalaba un hedor insoportable. Al no poder acceder por sus puertas y ventanas, los bomberos agujerearon la azotea para encontrarse dentro con doscientas toneladas de desperdicios que taponaban las puertas y a los dos hermanos Collyer muertos bajo tantos escombros. Atestar el edificio de cuatro plantas o llenarlo de trampas para impedir el acceso a los delincuentes, fue la labor durante aos de estos ancianos obsesivos y extravagantes. Un hecho triste que bien nos puede servir como metfora de este tiempo tan propicio al consumo descontrolado o a la acumulacin de desechos que no dejamos de producir. Perpetuando esa falsa idea de que vivimos en un planeta con recursos ilimitados. Con lo que lo estamos convirtiendo en un inmenso estercolero. Cada uno de nosotros genera 500 kilos de basura al ao, es decir casi un kilo y medio diario. Esta generacin de residuos ha aumentado un 30% en los ltimos aos. Y la reutilizacin o el reciclaje apenas avanzan: el 90% de nuestros residuos urbanos son enterrados en vertederos o quemados en incineradoras, siendo apenas recuperados el 11% restante. Por no hablar de los autnticos vertederos en que estamos convirtiendo pases enteros en frica o Asia, China incluida, que se rebela contra esta situacin. Lo que, junto a las escasas concienciacin e inversin en mayores medios, agrava an ms si cabe la situacin. Hoy, apenas un 10% del plstico se recicla. Alguien ha dicho que en 2050 habr ms plstico que peces en el mar, que a travs de ellos ingerimos nosotros, y 120 millones de toneladas de basura electrnica si seguimos as. Por eso, reducir la cantidad de basura que generamos es ya inaplazable. La preferencia de productos con envase retornable, la utilizacin de un mismo recipiente para varios usos, evitando as tantas bolsas y cajas, o desechar toallitas y servilletas de papel son, por ejemplo, algunas opciones para reducir la basura. Aunque igual de urgente es que dejemos de pensar en modo kleenex; es decir, que en nuestra mentalidad no primen ni los hbitos ni las ideas de usar y tirar. 205 Silencio H ace un par de semanas fui a Madrid. Viajar en el tren leyendo, trabajando en el porttil o escuchando msica sin or ruido alguno es, ms que improbable, imposible: tienes que tragarte las ms inoportunas conversaciones de alguien por el mvil, los auriculares del viajero de al lado a toda pastilla o la crujiente chocolatina en el asiento de enfrente. Si quieres descansar o ir leyendo en el AVE, lo mejor es hacerlo en el vagn del silencio, que as se llama, aunque tampoco en l se respeten del todo las reglas. Porque hallar el silencio en algn sitio es como encontrar una aguja en un pajar. Hay que proponrselo y planearlo como si de unas vacaciones se tratara. Por eso alguien dijo que adentrndose por los ros ms profundos uno se halla entre los ms silenciosos. En nuestro mundo de hoy no son ninguna broma los niveles de contaminacin acstica que tenemos que soportar. El insomnio, el estrs o la neurosis son los efectos ms habituales provocados por esta exposicin permanente al tan elevado volumen de decibelios. Precisamente en mi viaje de vuelta de Madrid aprovech para leer el magnfico discurso de ingreso en la RAE de nuestro mejor dramaturgo de hoy, Juan Mayorga. Titulado precisamente Silencio, realiza en l un somero recorrido por la historia teatral para ir enfatizando la importancia incluso dramtica del silencio en la escena. Algunas de sus frases son autnticas obras de arte: En el escenario, cuando todo calla, omos el paso del tiempo. El silencio, frontera, sombra y ceniza de la palabra, tambin es su soporte. Si la sigue o la precede un silencio, el valor de una palabra se transforma. Me parece muy oportuno un discurso as en este tiempo de la chchara interminable en cualquier formato y dispositivo, de la palabrera poltica y meditica, o en cualquier red social y que tanto nos intoxican. Por eso, y hablando de teatro, Mayorga me lleva hasta estas palabras que Hlderlin pone en boca de su Hiperion: En el pas de los bienaventurados, quien habita es el silencio. Aprovechen el ms mnimo resquicio para visitarlo y enmudecer en l activamente. Acogidos all, les espera un autntico sosiego creativo. 207 99 pliegues E n los retratos de rostros de Omar Arrez, en su Trama de pliegues, se advierte al instante que en todas esas arrugas converge, quintaesenciada, la experiencia acumulada en un tiempo ya vivido por la persona retratada. Nuestro mundo del culto a la belleza joven no acepta el paso del tiempo y condena a la vejez a la marginalidad, a la invisibilidad. Ensalzar la experiencia y la sabidura que esa vejez o memoria de la piel y su perspectiva conceden al humano frente a la idea infantil por querer retenerlo o maquillarlo a toda costa, y que adora hoy como potencialmente ms valioso el tiempo de la juventud, resulta extemporneo. Por eso, en nuestra era lquida de la inmediatez se echa de menos ese conocimiento sapiencial, fruto del sosiego y de la escucha. Y acaso no va integrando toda autntica cultura esa experiencia acumulada durante milenios En el trabajo de Omar, en sus dibujos escultricos, en sus relieves pintados, la luz y la sombra, la corporalidad y el ensimismamiento conforman, junto a la materialidad y el lirismo, esos rostros saturados de vida y experiencia que los hace tan reconocibles como annimos, tan singulares como universales. Para acabar comprendiendo que en ese territorio laberntico que es cualquier rostro humano, que tambin es el arte, la experimentacin es fruto siempre de la adquisicin e incorporacin de conocimientos que la propia experiencia depura en ese espacio en espiral de avances y retrocesos que va tramando el tiempo, con sus pliegues, en la piel. Un territorio adems donde abstraccin y realidad anhelan ser una y la misma cosa. As, no es extrao que el artista acuda a William Blake, poeta que cant a la inocencia y a la experiencia, para recordarnos que la eternidad est enamorada de los frutos del tiempo. Admiro la obra de Omar, sus procesos, su significado. Y no dudo en constatar su gran valor, su proyeccin en el tiempo. Como admiro y comparto su deseo de no querer estar donde an no ha llegado; y, por tanto, de seguir aprendiendo, de seguir buscando sin saber muy bien adnde pero seguro de ir, respirando a cada paso, mirando al cielo por si cae algo y a la tierra para ver con qu tropiezo. Agradezco Este libro rene 99 de los 213 artculos publicados por m en el semanario Valle de Elda entre 2014 y junio de 2019. Agradezco a su equipo la confianza depositada en mi trabajo durante este tiempo. A Susana Esteve y a Ramn de Haro, especialmente, su apoyo y toda su disposicin para que este proyecto de libro acabase sindolo. A Rafael Ban, su consistente trabajo para disearlo y maquetarlo. Al amigo y doctor en Literatura en la UCAM, Alejandro Jacobo Egea, el prlogo certero y esclarecedor. A ese artista nico de los pliegues que es Omar Arrez, la portada del volumen. A mi hermano Jos Miguel, Mimi, el generossimo retrato de m mismo. Y tantas cosas ms que nos animan y nos unen desde que ambos abrimos los ojos al mundo. A toda mi familia, su apoyo siempre incondicional. A Ludmila Navarro Villanueva, su dilogo inteligente y enriquecedor. A las lectoras y lectores que nunca dejaron de animarme. Sinceramente, a tod@s, muchas gracias. Este libro rene 99 piezas breves, ventanas diversas para asomarse a la realidad y filtrar a travs de ellas todo el poso de una erudicin de lecturas, intereses y experiencias vitales. Instalados en la indeterminacin genrica, y en consonancia con el mundo contemporneo donde prevalecen el fragmentarismo y la hibridez, estos textos fluctan entre el ensayo, la prosa potica, la reflexin filosfica, el microrrelato o la mera ancdota. Encontramos en ellos las descripciones minuciosas de la vida cotidiana; la crtica flamgera hacia diversas instituciones y cargos; importantes dilemas morales y ticos; la meditacin en torno al desgarramiento existencial de las grandes preguntas sin respuesta que desde siempre han inquietado al ser humano; la defensa de la cada vez ms depauperada cultura, pervertida y vituperada por el hiperconsumo y las lacras del neoliberalismo actual. Siempre desde un lcido espritu crtico. Como arrugas de la piel que van modelando y transformando la vida -lo refleja la pintura de la portada, obra del artista eldense Omar Arrez- estos textos permiten que el lector se vea reconocido y a la vez reflexione sobre s mismo como un modo de autoconocimiento. Alcanzando su mayor hondura al observar, interpretar y juzgar la realidad sin caer en la crtica infundada. Ni en el discurso vaco. (Del Prlogo de Alejandro Jacobo Egea)

99 pliegues

Más documentos

Historia de Elda. Tomo I

Casino Eldense. Gaceta del centenario

Memoria Resumida de la Operación ATLAS-71

Corazón de Mujer

Elda: Urbanismo, Toponimia y Miscelánea

Urbanismo y demografía medieval en elda

Cordabarras y Sherpajoëlettes

El mundo del agua, paisaje de vida. Patrimonio Histórico-Cultural del Vinalopó

Bloqueador de anuncios detectado