Villa Petraria

VILLA PETRARIA Síntesis del pasado romano de Petrer Alicante) Fernando E. Tendero Fernández (coord. VILLA PETRARIA. SÍNTESIS DEL PASADO ROMANO DE PETRER (ALICANTE) :.cf t~oRXÓ 0 © de la presente edición: Ayuntamiento de Petrer © de los textos: sus autores Depósito legal: A 970-2015 ISBN 978-84-95254-51-1 Imprime: Gráficas Arenal, s.l. - Petrer FERNANDO E. TENDERO FERNÁNDEZ (COORD.) VILLA PETRARIA. SÍNTESIS DEL PASADO ROMANO DE PETRER {ALICANTE) Concejalía de Cultura y Patrimonio Ayuntamiento de Petrer PRESENTACIÓN E n el año 20 15 hemos podido asistir a dos momentos m uy importantes si ha blamos de nuestro pasado histórico en general y de l romano en particular: la conmemoración de l descubrimiento del mosaico polícromo en la calle Cons titución hace cuarenta años, y la inauguración, una vez consolidado y musealizado, de l horno romano apa recido junto a la pla~a de Baix, concretamente en las cal les Ju lio T ortosa y La Fu ente . Desde el año 1975, con la aparición del mosaico y con las actuaciones patrimo niales y exposiciones llevadas a cabo por el Grupo Arqueológico Petrelense, llamado poster iormente Grupo Arqueológico Dámaso Navarro, los vecinos y vecinas de Petrer comenzaron a conocer un rico pasado romano que estaba oculto en el subsue lo del cen tro histór ico de la población. Además, gracias a estos trabajos, conocieron que Caprala, bancales próximos al IE S Azorín, La Gurrama y Els Castellarets fueron lugares de nuestro término municipal donde también se asentaron los pob ladores romanos. En las décadas siguientes continuaron las intervenciones arqueológicas que poco a poco fueron conformando lo que hoy conocemos como V illa Petraria. Entre los años 2007 y 2008, cumpliendo la Ley 4/ 1998 de Patrimonio Cultura l Va lenciano, se realizó una de las excavaciones más importantes realizadas en Petrer y que dieron como resultado e l descubrimiento de l conjunto de hornos y dependenc ias que co rr espond ían a l taller alfarero de la villa de época altoimperial, llevadas a cabo por la empresa de arqueo log ía Arpa Patr imonio. Ya a pr incipio de 201 5, con financiación de la Dirección General de Cultu ra de la General itat Valenciana, la empresa Alebus Patrimon io Histórico S.L. llevó a cabo e l proyecto de consolidación y musealización del horno que se encontraba en mejor estado de conservación. Unos meses después, la aportación económica del propio Ayuntamiento com pletó la puesta en valor del horno con la ventilación de la sala, la construcción de una rampa móvil para facil itar el acceso a las personas con mov ilidad reduc ida, y el diseño y colocación de un panel de grandes dimensiones representando una escena cotidiana de l alfar en el siglo 111 d . C., cuando estaba en pleno funcionamiento, para completar y hacer entendible el resto arqueológico. También se incluyó otro panel explicando las partes del horno y su modo de uso. Y por último, el Museo Dámaso Navarro preparó una vitri na con varias piezas completas de material de construcción, como e jemplo de las que se fabr icaban en el taller alfarero . Todo ello fue inaugurado en septiembre de ese año, y desde ese momento cualquier persona puede verlo desde el exter ior, a través de los ventana les, o desde el interior acompañados por los guías del museo. Desde la Concejalía de Cultura y Patrimonio debemos felicitarnos de la publica ción de un nuevo número de la colecc ión L’Almorxó en el que se realiza una síntesis del conoc imiento que se t iene sobre el pasado romano de nuestra comarca, centrándose en la importante villa que existió bajo nuestro actual centro histórico y de la que todavía queda mucha información por extraer en futuras intervenciones arqueológicas. Los autores que con sus estudios han permitido realizar la publicación que tienen en sus manos, conocen perfectamente la realidad del periodo romano y nos brindan la oportunidad de conocer diferentes aspectos como la llegada de Roma a nuestras tierras, el poblamiento de nuestra zona, o el paisaje agrícola en este período histórico, así como el descubrimiento, restauración y musealización de nuestra villa romana: el mosaico y el horno. A todos ellos les debemos el agradecimiento y reconocimiento sincero del Ayuntamiento de Petrer por su colaboración. Y a los futuros lectores, les deseamos que tras la lectura de este libro conozcan mejor el pasado de Petrer para poder valorarlo en su justa medida. Fernando D. Portillo Esteve Concejal de Cultura, Patrimonio y Normalización Lingüística del Ayuntamiento de Petrer PRÓLOGO V lla Petrar ia es el yacimiento romano más importante del término mu nicipal de Petrer. Fue bautizado por E. Llobregat quien pensaba que el topónimo de la ciudad derivaría del latino Petrarius, refiriéndose a piedra, pedregal, interpretación que también recogen los lingüistas A. M. Alcover, F. B . Mol l o J. Coromines. Suponía que la villa dio el nombre a la población que en las fuentes árabes sería Bitrir. L a referencia al paisaje pedregoso lo admitió también M. de Epalza que, sin embargo, lo relacionaba con el empedrado de la Via Augusta. En rigor, no ex iste n ingún testimonio escrito para defender e l topónimo latino para la vil la romana, ni que el nombre de Petrer tenga raíces romanas. Es más razonable admit ir un origen bereber, como han señalado otros autore s como T. Pérez, para el origen del nombre de la ciudad. Sin embargo, como registro arqueológico del espacio habitado en época romana es perfectamente válido el de Villa Petraria. El mosaico, cuyo cuadragésimo aniversario de su descubrimiento se celebra este año, formaba parte de esa espléndida villa romana, el lugar de residenc ia y centro de producción agropecuaria de un latifundista que vivió en e l siglo IV e inicios del V d. C. en lo que hoy es el centro urbano de Petrer, aunque el origen de la ocupación se puede remontar al siglo I d. C. El pavimento, realizado con teselas polícromas y de composición geométrica, es prueba de la capacidad adquisitiva del propietario y la inversión en la ornamentación de su casa. Nos seña la una mansión a la altura de las mejores villae de la provincia de A licante y de la misma cronología, como la de Xauxe lles en La Vila Joiosa, la de Algorós en Elche o El Palmeral en Santa Po la. El pavimento, aunque fragmentado, permite suponer que estaba en una habi tación poligonal, tal como indican todos los autores que lo han tratado, entre los que cabe destacar a L. Abad, J. Jover y G. Segura, ya que su borde presenta un ángulo de 150 grados. Asimismo estaba en un espacio calentado mediante un hypocaustum (cá mara bajo el piso sostenido pilares de ladrillo por donde circula el aire caliente ) o junto a una dependencia que contaba con este sistema de calefacción. Ambos detalles, la forma del espacio pavimentado con e l mosaico y el edific io con el sistema termal, nos llevan a una const rucción cercana. Se trata de la habitación 5 de la residencia pr incipa l de Banys de la Reina de Calp, un cubiculum (dorm itorio) de planta octogonal calenta do por un hypocaustum. Esta residencia marítima es una de las más ricas de las tierras meridionales valencianas y nos puede dar una idea de la magnificencia de la villa de Petrer. Pero no es el único elemento que señala una gran propiedad. Además, se han documentado fragmentos de mármo l decorativo que supone inversiones importantes y redes comerciales activas, entre las cua les sobresale por su importancia la que ca nalizó la Via Augusta, que pasaría a poca d istancia al oeste de la villa. La dispersión de los hallazgos relacionados con ella a lcanza una superficie de algo más de 1,2 ha, y algunos son tan significativos como un mausoleo familiar, excavado por M. Benito y C. Navarro. Quizá tengan que ver con este sepu lcro los fragmentos de sarcófago pa leocristiano que se utilizaron como material de construcción en la obra del casti llo y que, por su cronología (s. IV -s. V d. C.) señala, con otros ejemplos cercanos, una comunidad cristiana precoz. Pero algo realmente singular, es un posible acueducto en la rambla de Puc;:a, a poca distancia de donde se halló el mosaico, o el conjunto de la villa. Fue dado a conocer por A. Poveda a partir de unas pocas fotografías, y el paralelo más claro es el del sifón invertido del acueducto de Cádiz. Se trata de un tramo de la conducción, aérea, no subterránea, realizada a base de sillares con perforaciones circulares que se ensamblaban linealmente con conexiones tipo macho-hembra. Las piezas de Petrer son prácticamente idénticas a las gaditanas. Aunque existen sistemas de conducción de agua similares en la Edad Media, como los encañados de piedra de Almunia de los Alijares (Granada), las piezas de piedra de esta obra son talladas exteriormente con sección circular. De confirmarse esta construcción sería uno de los pocos acueductos romanos alicantinos y además de factura extraordinaria, otro argumento para considerar sobresalien te esta residencia, puesto que estaría dotada de unas infraestructuras realmente notables, ya que hay ciudades, como por ejemplo Lucentum, que no dispusieron nunca de acueductos. En Villa Petraria no solo se han hallado instal acione s ornamentales o para el disfrute del otium del propietario, sino que también están aquellas de tipo productivo. Carecemos por ahora de las relacionadas con la agricultura, que constituirían, como transmiten los tratadistas romanos, las dependencias rustica y fructuaria, pero sí se ha documentado un tejar cuyas piezas se cocerían en los hornos hallados en el solar de las calles Julio Tortosa, La Fuente y La Hue rta, uno de los cuales se ha musealizado recientemente , siendo una iniciativa digna de elogio, promovida por Fernando E. Ten dero, director del Museo Dámaso Navarro, y respaldada por la Concejalía de Cultura y Patrimonio del Ayuntamiento de Petrer, que merece ser difundida para que sirva de ejemplo de protección del patrimonio histórico en otros lugares. El mosaico, por tanto, es un testimonio, quizá el más llamativo y espectacular, que nos informa de un orden social y de los modos de producción económica que formó parte de la historia de Petrer y que desde hace años se estudia modélicamen te . Desde que fue extraído hace ya cuatro décadas con la colaboración decisiva del anterior restaurador del MARO Vicente Bernabéu, nos consta de la preocupación por su conservación, y hoy se exhibe como pieza señera en el Museo Arqueológico y Et nológico Municipal Dámaso Navarro. El libro que se publica en la colección L’Almorxó es una ocasión para actualizar estos conocimientos, a través de los distintos trabajos realizados por autores de probada competencia, y difundirlos entre la ciudadanía, transmitiendo además el valor de su patrimonio arqueológico y de lo que a través de él podemos saber de una civilización, la romana, que aún está viva entre nosotros. No podemos más que felicitar al Ayuntamiento de Petrer por esta iniciativa y animar a seguir invirtiendo en cultura, una actividad primordial en el desarrollo integral y equi librado de nuestra sociedad. Manuel Oleína Doménech Director técnico del MARO LOS IBEROS DEL VALLE DE ELDA ANTE LA LLEGADA DE ROMA. EL ORIGEN DE VILLA PETRARIA Antonio Manuel Poveda Navarro Universidad de Alicante/ Museo Arqueológico de Elda antonio.poveda@u a.es e uando el ejército de Roma ocupa y se asienta en Kart Hadasht (Cartagena púnica ), en el año 209 a. C., y las tierras de l sureste ibérico quedan a merced de los intereses militares y económicos de los romanos, se inic ia un efectivo proceso de aculturación ante el contacto directo entre los iberos y los ro mano-itá licos recién l legados. El interior del Valle del Vinalopó (fig. 1) era, por tanto, afectado po r ese largo proceso en el que su población ibérica recibiría un profundo impacto en sus formas de organización territorial, de explotación económica de las tierras y de su cultura, produciéndose una romaniz ac ión o latin ización q ue modificará todas esas formas de vid a indígena. En el cor redor fl uvial de l Vinalopó esa transformación contó con dos núcleos de població n ibérica importantes, e l de lfici (L a Alcudia, Elche ), que se convertirá poco después del comienzo de la segunda mitad del siglo I a. C. en una relevante colonia romana, !lici Augusta, y el de E/ o (El Monasti l, Elda ), que debió funcionar como una civitas peregrina dependiente de la anterior, muy probab lemente bajo la relac ión jur í dica de contributio, que sin duda sirvió de punto de apoyo de la proyecc ión po lítica y económica de dicha colonia sobre el territorio de las cuencas de l V in alopó (fig . 2 ). Pero la población siguió siendo mayoritariamente indígena y conservando todavía muchas de sus característ icas cultura les, a l menos hasta finales del siglo Id. C., si bien pudie ron perdurar algunas hasta las dos centurias siguientes. Figs . 1 y 2. Vistas del valle Medio del Vinalopó desde el yacimiento ibérico Mirador de la Sierra del Caballo (Archivo fotográfico Museo Dámaso Navarro) . Interesa revisar la situación del poblamiento ibérico del Valle Medio del Vinalo pó en los momentos inmediatamente anteriores a la aparición de la denominada Villa Petraria, en el actual centro histórico de Petrer. En este sentido se debe resaltar que El Monastil se había convertido en el siglo 111 a. C. en el principal oppidum o enclave urba no de l interior del corredor del Vina lopó (Poveda, 1988; 1996: 415 -426; 2006: 45-46; 2010: 65 -86), y el pob lamiento ibér ico se había reducido drásticamente, desaparecien do los an tiguos asentamientos de las tierras en tre Ville na y Novelda. Paralelamente los habitantes de El Monastil abandonan la zona de lla nu ra y se encast illan en la parte más elevada del cerro contiguo, construyendo una muralla con al menos dos bastiones o torres, el mejor conservado dividido internamente en dos pequeños espacios, levantado junto a una poterna o pequeño vano de acceso para su defensa, mientras que al final de l tramo más occidental disponía de una puerta que se intuye monumental y princi pal. Las excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en la zona alta permiten documentar que salvo una fase inicial del calco lít ico y la edad de l bronce, no volvió a habitarse hasta ese siglo 111, cuando se levanta una muralla de bloques de piedra, de algo más de 2 m de anchura, con la técnica del emp!ecton. Estas circunstancias explican que cuando algún investigador de la cultura ibérica del País Va lenciano se ocupa de El Monastil, estudiando los materiales hallados hasta los años 70 del pasado siglo, afirma que e l lugar tenía una crono logía de esa tercera centuria (Fle tcher, 1983: 94). Otro há bitat en altura siguió todavía existiendo, 19 km al sur, en el poblado de Aspis (Ce rro del Castillo del Río, Aspe), que por ello también va a conocer el proceso de romanización o de contacto directo con los romanos (Poveda, 2015: 120-130). A partir de ese momento y a lo largo del siglo 11 a. C., parece que se van creando una serie de enclaves en altura o atalayas, que siendo de naturaleza indígena, parecen estar en función del contro l romano del corredor fluvial y vía paralela que permiten comunicar la comarca con la ciudad ibérica de llici, ya bajo ocupación romana. Evi dencia de ello es que se ha podido reconocer un paisaje del territorio (Po veda, 1991: 65-78; Poveda, 2006: 58-62) que de norte a sur cuenta con un enclave en altura que controla la viabilidad en las tierras de Villena , se trata de Salvatierra, en la Sierra de San Cristóbal (Vil lena) (Soler, 1953: 97; 1976: 26; 1989 87-88; Llobregat, 1972 111; Poveda, 1990: 161 ), lugar de reducidas dimensiones que inicia su actividad a finales del siglo 111 a. C. y se abandona hacia el cambio de era, en época de Augusto, si bien se conoce una moneda de Vespasiano (Abad y Abascal, 1991: 199 -200), indicio de que el lugar era todavía frecuentado. La presencia de algunas cerámicas romanas de la clase terra sigill ata itálica, además de dos ejemplares del proyectil de plomo (glande) usado por los honderos y una punta de flecha de hierro (Soler, 1976: 82), indicaría que el lugar pudo estar ocupado por militares romanos durante el siglo I a. C., en pleno pe riodo de las Guerras Civiles que Roma mantuvo, y que derivó en la presencia de tropas sertorianas , pompeyanas y cesarianas. A poco más de 12 km a l sur, en el Castillo de Sax, se localizó un pequeño lote de cerámicas ibéricas, aparentemente de fase tardía, junto a las que habrían aparecido monedas romanas, de las que dos han sido descritas como de plata y una de ellas parece de Augusto (Poveda, 2006: 161-162 ), además se identificó un fragmento de terra sigillata sudgálica, objetos que permiten p lantear una ocupación entre el siglo 11 a. C. y la primera mitad del siglo I d. C. Se trataría de otro lugar rocoso elevado que debió ser usado como atalaya vigía de los romanos con ayuda de indígenas loca les (socit), aprovechando que es un punto estratégico para el control visual en pleno trazado de la principal vía terrestre de la comarca. Descendien do por ella, en paralelo al río Vinalopó se ubica, 8 km al sur, el ya citado oppidum de El Monastil (Elda), el núcleo urbano centra l que jerarquizaba este territorio. La siguiente zona tradicionalmente poblada por iberos es la del triángulo Novelda -Monforte del Cid-Aspe , ubicada 14 km más abajo también en ella surgen puestos vigías de control via rio, uno muy mal conocido, en la elevación donde se loc alizaba el Castillo (Monfor te del Cid), donde junto a cerámicas ibéricas se recogieron otras romanas que ofrecen una datación de los siglos 11 y I a. C. (Llobregat, 1972: 113). A unos 5 km y al suroeste de éste se encuentra el cerro del Castillo del Río (Aspe), pequeño oppidum sobre el río Vinalopó que controla otro de los principales vados que facilitan las comunicaciones en la zona, ello explicaría que tempranamente entrase en re lación con los romanos, de modo que desde los momentos fina les de l siglo 1 11 a. C. y hasta e l final del s iglo 1 a. C., a este asen tamiento ibérico llegaron cerámicas romanas de la c lase de barni z negro campaniense, pero no de la clase terra s igillata, y algunas ánforas D ressel 1, s iendo de des tacar la presenc ia de algunas monedas romanas, dos de época de Cés ar y ot ras ta ntas de Augusto ( Rose lló, 1986: 1 5-16; Alberola y Abasca l, 19 98: 6 5-66; Poveda, 2 015: 12 1 ). Con el camb io de era, imp lantada la paz augustea, e l e nclave es abandonado hasta época bajo imperial. A este con tex to histórico-arqueológ ico tan sólo se puede añadir la existencia de un desconocido y ya destruido asentamiento, el yacimiento de El Charco/ Los Mol inos (Monóvar ) (Poveda, 1985 : 85 -86; Alberola y Abasca l, 1988 75 ), zona llana ubica da ent re la rambla de El Charco y e l río Vina lopó. Se tr ata de un interesa nte enclave amu ra llado por dos recintos que estaba habitado por indígenas pero que pronto, a l me nos desde e l siglo 11 a. C., rec ibe y consume productos romanos, como evidenc ia la ab un da nte presencia de ce rámicas de barniz negro y de te rra sig ill ata, si endo un luga r d ond e c ir cul ó la m oned a rom ana, como il u stra e l ha llazg o en el luga r de u n denari o del 8 1 a. C. y c uatro monedas de Augusto, de finales del s iglo I a. C. (Albero la y Abasca l, 1998: 75). o YACIMI EN TO ’JBfRico ’ m YACIMI ENTO ROM AN0 ! Fig . 3. Término municipal de Petre r con los yacim ientos ibéricos y romanos y su relación con E/o / El Mon astil (Archivo Museo Dám aso Navarro). En resumen, se puede afirmar que en los momentos inmediatamente anteriores a la aparic ión del asentamiento romano de Vil la Petrar ia, és te es el panorama po bla c iona l y cu lt u ral que conoce la pob lación ibérica del interior de l corre do r de l Vi nalo pó. Más concre tamente podemos indicar que e n 8 km a la redonda de l lu ga r donde s urgió dicha vil la romana, hacía mucho tiempo que habían desaparecido los modest os ase n tamientos ibéricos del Mirador de la Sierra del Cabal lo y Hoya de Caprala, así como la posib le área sacra de El Chorril lo, todos el los en el término mun icipal de la actual po blación de Petrer (fig . 3). Cua lquier nuevo asentamiento de pob lación que surgiese en tre el final del siglo I a . C. y los com ienzos del siglo Id. C., ha de expl icarse a partir de la evolución político-económica que se produzca en la comunidad ibérica con presencia romana del núcleo urbano de E/o (El Monastil) (fig. 4), situado a cas i 2 km del solar que ocupará el enclave rural y residencial de Petraria. Por esta razón interesa conocer cuál era la situación de los habitantes mayoritariamente ibéricos del citado hábitat, que se encontraba en avanzado estado de romanización, con una evidente presencia de soldados y comerciantes romano -itá licos, incluso ya con algunas familias llegadas de Italia que serán las que pronto, hacia el cambio de era o comienzos del siglo I d. C., pondrán en exp lotación un parcelario agríco la romano, proyectado desde !lici, y en cu ltivo y activo con miembros de esas familias romanas, que recibirán lotes de tierra de un territorio centuriado en la comarca del Medio Vina lopó, cuyas huellas se han localizado en las tierras de Sax, Petrer, Eld a, Monóvar, Novelda, Monforte del Cid y Aspe ( Llobregat, 1974 91-100; Reynolds, 1993 figs. 9 y 15; Ponce, 1983: 199- 208; Payá, 1990; Moratalla, 2001: 553-558, fig. 2; Poveda, 2002: 91 -93; 2005 170-173) Los intereses económicos de los romanos de la colonia de !lici centrados en la exp lo tación agropecuaria de esa zona, dio lugar a que muchos iberos fueran asentados en las tierras de llanura próximas al río Vinalopó y sus ramblas , convertidos en la mano de obra de unas nuevas explotaciones agrícolas, las villae romanas, que en su mayoría co mienzan su act iv idad en el siglo Id. C., de modo que a partir de Tiberio muchos de los habitantes ibér icos de E/o ( El Monastil), que estaban en claro proceso de latinizac ión, se instalarán en esas villas que centrarán su actividad económica en la producción de aceite y vino (Poveda, 2011 -20 12: 283 -292). Este proceso demográfico -económico es el que explicaría la apa rición de insta lac iones rurales de gran importancia, uno de cuyos mejores ejemplos es el de Vil la Petraria, en el mismo centro histórico de la actua l población de Petrer (Navarro: 1990b; 1993: 13-44; Tendero, 2011: 144-149). Fig. 4. Vista aérea de El Monastil (Archivo fotográfico Museo Arqueológico de Elda). E/o a finales del siglo I a. C. Si bien parece muy probable que en el siglo 11 a. C. ya había presencia de algu nos romano-itálicos en El Monastil, en un ambiente poblacional mayoritariamente ibérico, en el siglo I a. C. no cabe ninguna duda. Durante la primera mitad de esa centuria está documentada la presencia de numeroso material metálico identificable con ar mamento e indumentaria de soldados romanos, relacionados con las guerras civiles entre pompeyanos, sertorianos y cesarianos. Ello explicaría la numerosa presenc ia de materiales cerámicos romanos, especialmente ánforas, vaji llas cerámicas de lujo como los boles helenísticos de relieves, llegados de las costas de Asia Menor; las de barniz neg ro campaniense de las clases B y C, además de lucernas y cerámicas comunes tamb ién importadas de Italia; s in embargo, la mayoría de los materiales sigue sie ndo indígena, sobresaliendo una segura producción local de cerámicas ibéricas con de coración p intada. La evidente presencia de gentes de Roma en plena segunda mitad del sig lo I a . C. es patente con la construcción de algunas estructu ras arquitectón icas, destacando las tres que const ituían una importante alfarería romana, que se dedicó a producir ladrillos romanos y cerámicas finas y comunes romanas, sobresa liendo q ue, en al menos dos de sus hornos, se produjeron lucernas típicamente romanas (Poveda, 1998: 271-293; 1999 481-493; 2010 65 -86; 2012 353-367; 2013: 439-454) E sta industria artesanal se acompaña de un cuarto horno de planta de botella usado para actividades metalúrgicas, principalmente de manipulación de minera l de hierro. Es muy importante el hecho de que entre las cerám icas se hallaron dos, un molde de lu cerna y un fragmento de cerámica común romana, que contienen el nombre de romanos insta lados en E/o ( El Monastil), siendo citados Lucius Eros y Caius Ap( ---). Una importante novedad recientemente constatada es que en esos m ismos hor nos se fabricaron cerámicas ibéricas tardías, muy semejantes a las producidas en !lici, incluso alguna forma y decoración que se creía de esta ciudad, pues he identificado una cerámica ibérica tardía pasada de cocción, quemada, que se hal ló entre los ma ter iales recupe rados en uno de los hornos. Son cerámicas ibéricas p intadas, que junto a las otras romanas, se produjeron aprox imadamente entre los años 30 a. C. y 20/30 d. C. Por lo tanto, en esa misma a lfarería pud ieron también fabricarse algunas de las cerámicas que, en su momento, fueron denominadas del ’maestro de El Monastil’ (Nordstrom, 1 969 69; P oveda y Uroz, 2007 126-127) (fig. 5). Algunos de los romanos instalados junto a los iberos de El Monastil, recib ieron desde la colonia romana de 1/ici repartos de tierra para su benefic io y para que en la centuriación implantada en la comarca se explotasen los campos, especializándose en la producc ión de aceite, vino y cerea les. De este modo, a lgunos habitantes de E/o se fueron diseminando desde e l último cuarto del siglo I a. C. por el nuevo parcela rio agrario, con lo que unos pocos romanos y muchos iberos se desplazan a villas romanas que se crean en este momento, como las documentadas por todo e l Va lle de Elda y todo e l corredor fluvia l de l Vinalopó (Poveda, 2008: 272 -273), siendo un buen ejem plo los enclaves rurales de Capra la y de Petraria, donde junto a mater ia les típicamente romanos, cada vez más mayor itarios, siguen aparec iendo algunos materiales ibéricos, especia lmente cerámicas pintadas. Durante esos momentos, ya bajo gestión y control romana, se sigue consta tando un elevado peso del sustrato y de las tradiciones indígenas ibéricas. La cultura material es el mejor ejemplo de e llo, siendo la mejor evidencia la producción cerámica, que muestra técnicas y decoraciones de clara tradición ibérica, que ahora se puede de finir estilo ilicitano 11, que no solo se importó hasta El Monastil, sino que como hemos dicho se fabricó también en este mismo centro urbano, el que jerarquizó y organizó el poblamiento y la economía de la cubeta septentrional del Medio Vinalopó, donde va a surgir la denominada Villa Petraria . A la vez se documenta la llegada y alto consumo de productos romanos importados de Italia, que son traídas para satisfacer la deman da de las gentes procedentes de la península itálica, pero que al entrar en contacto con ellas, los iberos también irán aceptando y demandando objetos de naturaleza romana. Estas circunstancias son las que nos explican que en las villas romanas creadas entre la segunda mitad del siglo I a. C. y el siglo Id. C., encontremos que junto a una gran cantidad de materiales traídos por los romanos, hay todavía otros claramente indígenas, que siguen produciéndose, incluso en hornos romanos, como se aprecia en El Monastil, y continúan consumiéndose y usándose, como ilustra bien el grupo de cerámicas ibéricas halladas en esta villa romana que surgió en el subsuelo del actual centro histórico de Petrer . Fig.5. Cerámicas tardoibéricas de El Monastil (Archivo fotográfico Museo Arqueológico de Elda). La aparición de Villa Petraria y la presencia de materiales tardoibéricos En las tierras próximas al yacimiento arqueológico de El Monastil (E/o), a poco menos de 2 km de distancia y a su sureste, al otro lado del río Vinalopó y junto a una importante rambla, denominada de Pu c_;a, que desemboca en éste, se instaló alguna familia romana de las existentes en E/o o llegada desde la vecina colonia de !lici, pues habría recibido un lote de tierra de la centuriatio implantada, para iniciar la explota ción económica del lugar, seguramente centrada en la producción de vino, quizá acei te y varios productos agrícolas de una típica explotación de secano, que aprovecharía la presencia de agua de la citada rambla de Puc_;a , nombre de origen latino. El asentamiento romano original eligió para su instalación el piedemonte de la ladera occidental del cerro del castillo, en una vaguada formada entre dicho cerro y el de El Altico. Era una extensión de buen terreno para la agricultura que en su flanco norte terminaba en la ribera del lecho de la referida rambla de Puc_;a, que antaño había sido curso de agua permanente y sobre la que se elevaba cerca de 1 O m; su existencia permitía el abastecimiento para el consumo humano y para el regadío del sector dedi cado a la explotación agraria. La elección del lugar para crear una villa agrícola es fácil de entender por ser un lugar de tierras óptimas para su cultivo, la presencia de agua, la protección geoclimá tica de situarse a los pies del cerro del castillo, su posición en altura respecto al valle que le hacía tener una excelente visibilidad de la comarca, su proximidad frente al núcleo urbano de El Monastil, y ser una zona de buena viabilidad y conexiones viarias al estar junto al ramal de la Vía Augusta que descendía por el corredor del Vinalopó aprovechando una antigua ruta prehistórica e ibérica. La villa es posible ubicarla en la zona urbana actual ocupada por la calle Mayor, plaza de Ramón y Cajal, plac;a de Baix, calle Cánovas del Castillo, Derrocat y calle Constitución en su confluencia con la calle Luis Chorro, constituyendo un terreno rural de cerca de más de 1,2 ha de extensión. Sin embargo, el núcleo primitivo inicial de bía ser reducido en sus dimensiones, con poca población y mayoritariamente ibérica, desplazada al lugar para ser la mano de obra del dominus romano y su familia, propie tarios del original enclave o factoría agrícola. La primera instalación quedaba a lejada del entonces torrente exiguo pero constante de Puc;a, pues entre éste y la extensión que hoy ocupa la plac;a de Baix y la iglesia de San Bartolomé no se han hallado restos ibéricos ni romanos, pues eran las tierras puestas en cultivo. Esta idea viene confir mada también porque todavía hoy hay una calle que se llama la Huerta, que ocupa precisamente el sector que desciende desde la plac;a de Baix hacia la rambla. Otro dato permite defender que en esa zona no hubo arquitectura de hábitat, se trata de que la alfarería romana de época posterior, imperial, que se ha hallado recientemente (Ortega, Reina y Esquembre, 2008: 128-133), con instalación de hornos y por lo tanto fuego, humo, olores, trasiego de materias primas (arcilla, madera, agua, etc.), y distri bución de la producción, requerían su instalación en las afueras de la vil la. L a confirmac ión de esta idea es el área donde se han recuperado materiales tardoibéricos, cerámicas fundamentalmente (Navarro, 1990b), como es el caso de l solar que hoy ocupa el Museo Dámaso Navarro, al sur de la citada plaza, dos solares correspond ientes a la Casa del Roig y la Casa de Maso, en la calle Cánovas del Castil lo (fig. 6), y otro más en la calle Constitución, que respectivamente quedan al suroeste y al oeste de la misma plaza, por lo tanto en zonas interiores, alejadas del cauce de agua y de la zona de cult ivo . Si bien el material cerámico ibérico hallado en ese sector de l actual centro his tórico de Petrer no es numeroso, pues tan solo se han recogido e identificado poco más de cuarenta fragmentos, su contexto estratigráfico y su lugar de recuperación, permiten obtener una importante información cronocultural. En el solar de Casa de Maso, en l a cal le Cánovas del Castillo, se realizaron tres cuadrículas arqueo lógicas en -, -, ’ 1 ~ r= Fig . 6. Cerámicas ibéricas procedentes de los solares de las antiguas Casa de Maso (CM), calle Cánovas del Castillo, 5; Casa del Roig (CR), calle Miguel Amat, y actual Museo Dámaso Navarro (B), pla~a de Baix, 10 (según Navarro, 1990b) (Archivo Museo Dámaso Navarro). el marco de una excavación de urgencia, en el año 1985 (Navarro, 1990a), se llegaron a alcanzar niveles de profundidad máxima entre 1,50 y 1,60 m, destacando que en el corte A se exhumó un muro de mampostería bajo el que afloraba cerámica romana, distinguiéndose la presencia de terra sigillata itálica y sudgálica, por lo que la estruc tura muraría se habría construido a partir de los años 15/20 d. C., a finales del primer cuarto del siglo I d. C. A este momento pertenecerían un pequeño lote de cerámicas ibéricas de época avanzada (Navarro, 1990b). Son fragmentos informes con restos de decoración pintada, cuyos motivos son geométricos, bandas anchas y finos filetes. En la misma calle, en el solar de la Casa del Roig, se halló otro pequeño grupo de cerámicas pintadas ibéricas, identificándose el motivo de círculos concéntricos. Pero donde más cerámicas ibéricas pintadas se recogieron fue en el solar del actual museo, en el flanco sur de la plac;a de Baix. Entre ellas se observa que son mayoritarias las formas cerradas identificables con ollas, vasos de perfil sinuoso y los fondos de platos con pies anulares; la decoración es simple, de motivos geométricos, filetes paralelos horizontales y círculos concéntricos (Navarro, 1990b; Jover y Segura, 1995: 106) (fig. 6) Las cerámicas se recuperaron en los niveles más profundos de los cortes abiertos y son mayoritariamente objetos domésticos. La última cuestión de interés es aproximarse al momento cronológico en el que se pudo fundar la villa romana, con presencia de iberos que se entiende están relacio nados con los que poblaban El Monastil (Navarro, 1990b; Poveda: 1991 ). La fecha de la creación del enclave hay que buscarla en cerámicas romanas que son mayoritarias y ofrecen una cronología más precisa. Se observa que la terra sigillata itálica es muy escasa, en cambio abunda la terra sigillata sudgálica, que suele distribuirse por los mercados hispanos a partir de los años 10/20 d. C. La presencia de lucernas del tipo de volutas nos lleva también a partir del primer tercio del siglo I d. C. Además, las pocas monedas halladas e identificadas son, la más antigua, un as de época julio-claudia (Abad y Abascal, 1991: 196; Navarro, 1991: 29; Jover y Segura, 1995 107), las demás son de los siglos 11 y 111 d. C. A esta información numismática podemos sumar otra moneda, un as de Tiberio (Llobregat, 1980: 47), posiblemente de la ceca de Bilbilis, hallada en el mismo lecho de la rambla, a menos de 500 m aguas abajo, que con po cas dudas ha sido llevada por el agua hasta esa distancia, la erosión del metal verifica ese recorrido por arrastre. Si sumamos la información aportada por ese diverso material, tanto el cerámico como el numismático, se puede defender que esos materiales ibéricos y las gentes que los llevaron y utilizaron en Villa Petraria, en el mismo momento de su creación, pueden datarse en pleno gobierno del emperador Tiberio, que se concilia bien con las propuestas que yo mismo (Poveda, 1991) y otros investigadores hemos indicado a la hora de fechar la aparición de este centro agrario en el primer cuarto del siglo I d. C. (Navarro, 1990b; Jover y Segura, 1995 100). LA VILLA ROMANA Y LA DIVERSIDAD DEL PAISAJE AGRÍCOLA ROMANO Jaime Malina Vidal Universidad de Alicante 1 jaime.molina@ua.es L as villas itálicas como Settefinestre, las lujosas villas marítimas de la cos ta de Baia en Nápoles o las ricas villas suburbanas, como la villa de los Misterios de Pompeya, forman parte de una construcción científica de la que los historiadores nos servimos para ilustrar la parte más suntuosa de l pobla miento romano (fig. 1). Pero, ¿qué es realmente una villa? ¿Qué tipos de villas existen? ¿Cómo se organizan los territorios romanos? ¿Existe un único modelo de referencia? Detrás de esta confus ión se encuentra un elemento, la villa romana, difícil de caracterizar pues las fuentes de información disponibles son limitadas y el nombre se aplica a estructuras muy distintas, por lo que no resulta senci llo dar una definición cerrada de villa romana. Los intentos por alcanzar una definición teórica aceptable sobre el concepto de villa han sido muy numerosos, tantos como los criterios de caracterización utilizados (sociales, artísticos, culturales o económicos). Ha sido habitual buscar definiciones generales aplicando al término villa un significado amplio adaptable a rea lidades diferentes y marcadas por el grado de suntuosidad de las estructuras -como hacen Mansuel li (1966), Lafaye (1969 ), Gor ges (1979), Fernández de Castro (1982) o Pérez Losada (1987) por citar solo a lgu nos ejemp los-. En esa línea, Gorges (1 979 12) ha propuesto una ficha de pros pección que permitiera d iferenciar los yacimientos, en función de una situación geográf ica adecuada, la extensión de terreno entre 0,5 y 3,5 ha, y la aparición de elementos arquitectónicos y agríco las rele vantes. Leveau (1983: 923) ha señalado que la villa es un modo crono lógicamente defin ible e históricamente evo lucionado de ocupación y puesta en valor del campo. Más novedoso, Pérez Losada (1987 ) ha prof undizado en el tema y ha pro puesto que una villa era una vivienda unifami liar emplazada fuera de la ciudad dedicada a la explotación de un fundus, al tiempo que servía de residenc ia fija o eventual de su propietario. Una definición tan genérica que podría servirnos para casi cualquier establecimiento rural y que, a pesar de su utilidad, no responde a lo que nos describen las fuentes escritas. Harmand (1 951) o Percival (1976) han criti cado la laxitud en la utilización amplia del término villa, seña lando que en origen es un término referido a Italia difícil de identificar en ámbito provincia l, especial mente en áreas poco romanizadas, como Britania. Tratan de huir de definiciones tan genéricas y alejadas de las fuentes y, como hace Prevosti (1984 ) se decantan por proponer una definición basada en los restos mater iales hallados, es decir, a partir de parámetros arqueo lógicos (Molina, 2009: 37 -38). 1 In vestigación desarrollada en el marco de los proyectos de investigación del MINECO (Min isterio de Economía y Competitividad ) HAR2012-37003-C03-02; HAR2012-32881, Minister io de Cultura (IP CE/PERUSA 07-11 ) y Univers idad de Alicante (ACIE08 -07 ). -1 ·- ¡1 _11 ~- ----~1· ~ ~ D ¡p=tt ···· _, 1 l:l.:.J lü --, 8-711 .. ~ bill ’N r. •- ! --•• u«- 2 Fig. 1: Modelos de villa en el ámbito itálico. 1: Villa de Settefinestre (Carandini, 1985); 2: Villa de Plinio el Joven ’In Tuscis’ (Braconi y Uroz, 1999: 39). En el lado opuesto tenemos a autores como Carandini (1985; 1988; 1989) que han presentado una defin ición bastante concreta, c ircunscribiendo la de finición de vi lla al ámbito económico itá lico y a la época imperialista (s 11 a. C. - s. 11 d. C.), sub rayando su carácter predominantemente esclavista. Fiel a las fuentes escritas, esta def inición es tan restrictiva que apenas sería ap licab le a la realidad provinc ial, ni siquiera a la propia Italia. Parece claro que el término v illa es usado en los estudios modernos para referirse a una multip licidad de núcleos, de dimensiones y con ca racterísticas arqu itectónicas, crono lóg icas y func ionales diferentes (Terranato, 2001; Leveau, 2002) La villa rústica en las fuentes escritas Partiendo de las fuentes escritas, podríamos seña la r que la villa rústica es una estructura predominantemente productiva cuyo modelo responde a estructuras de carácter oligárquico suntuosas, monumenta les, con áreas dedicadas al otium, y rica mente ornamentadas. Este tipo de estructuras no solo p resenta una separación entre la parte productiva (rustica, fructuaria) y hab itac ional (urbana), sobre todo a partir de época al toimper ial sino que incluso la parte reservada a la viv ienda del dominus p re senta una división de funciones: representac ión (en torno al atrium y tablinum), priva da (cubicula, triclinia, oeci, etc.), además de las termas y otras áreas de oc io. Tanto las fuentes escritas (Catón, Varrón, Columella, Plinio e/ Joven, ... ), como la predominante tradición filológico-artística de la arqueo logía románt ica, han ayudado a consolidar un paisa je agrario ocupado por grandes y lujosas uillae. Este paisaje ha sido caracterizado por la invest igación de una forma confusa, mezclando vill as de tipo suburbano, es clavistas, de colonato, vi llas estr ictamente de recreo o villas imperiales, explotaciones mercantiles y grandes lat ifundios. Uno de los principales problemas que encontramos es que los autores de las fuentes escr itas son personajes vinculados a la nobilitas romana, de forma directa o indirecta, por lo que nos han dado una imagen sesgada de la ag ricu ltura romana, en la que el pape l de la villa es preponderante. Las fuentes escritas, por tanto, nos ofre cen una visión socia l y geográficamente limitada, por lo que habremos de tener sumo cuidado en las interpretaciones que hagamos a partir de ellas. Su análisis debe tener en cuenta que para el mundo romano, y en otras tantas sociedades hasta la actuali dad, las fuentes escritas son el producto de las actividades, reflexiones y necesidades de un grupo social oligárquico, cuyas orientaciones son estrictamente aristocráticas. Además, en el caso romano, nos encontramos con una sociedad muy conservado ra que, al menos entre sus grupos dirigentes, utilizan formas y pautas morales muy conservadoras, guiadas por reglas ancestrales recogidas en el mos maiorum. La villa aparece en las fuentes, a partir de Catón, a principios del siglo 11 a. C., en un contexto económico nobi liario y mercantil. Sin embargo, una parte importantísima de la pro ducción, incluso en plena época imperialista, era ajena a estos parámetros. Una parte de la producción siguió estando ligada a explotaciones no aristocrática, dirigidas por ciudadanos libres, pequeños campesinos ausentes en las fuentes escritas, que aun pu diendo exportar parte de sus excedentes, dirigían la mayor parte de sus producciones al autoconsumo. Por otra parte, cabe destacar el dilatado arco temporal con el que trabajamos, por lo que extender un término como el de villa a largos periodos, sometidos a im portantes cambios, nos debería hacer reflexionar sobre la dificultad para acometer el análisis de la villa romana de forma unitaria, cuando es un elemento que se mantiene durante un dilatado arco temporal, e inserto en un sistema socioeconómico cambian te. Además, hemos de tener en cuenta que las fuentes escritas hacen referencia a una determinada área geográfica, a una única realidad agrícola, la itálica. Este factor no es secundario porque la investigación reciente pone de manifiesto el creciente protago nismo que tuvieron las agriculturas provinciales en el conjunto de la economía romana de época imperial. Aunque disponemos de referencias sobre las actividades agrícolas, la adminis tración de las explotaciones o las propias villas en distintos tipos de fuentes escritas, las fuentes primordiales de informac ión son los agrónomos. Se podría acudir al Digesto, en e l que hal laremos interesantes referenc ias legislativas e históricas sobre la agri cultura. Asimismo hemos de tener en cuenta a los grómáticos, un tipo de fuente de información bastante tangencial para el tema que estamos tratando, pues se ocupa principalmente de las categorías y repartos de las tierras o sus formae. Su carácter general y la falta de concreción respecto a las villas nos obligan también a darle una consideración muy secundaria en este nive l. En realidad es en los agrónomos, dado además su carácter didáctico original, donde hallaremos un conjunto de referencias, recomendaciones y constataciones fiables acerca de los sistemas de cultivo, especial mente de las uillae rusticae. Aunque el elenco de autores que le dedicaron una aten c ión especia l a la Re rustica en época romana fue mucho mayor (Martín, 1971 ), son pocas las obras de los agrónomos que se han conservado. Destacan M. Parcia Catón (234 - 149 a. C.), M. Terencio Varrón (116 - 27 a. C.), L. Junio Moderato Columela (s 1 d. C.), C. Plinio Cecilia Segundo, Plinio el Joven (61/62 -113 d. C.), y Rutilio Tauro Emiliano Paladio (s. IV d. C.). También hallamos importantes referencias agrícolas en la obra de autores como Plinio el Viejo (23/4 -79 d. C.) o Apiano Alejandrino (s. 11 d. C.), o sobre su arquitectura en M. Vitruvio Polión (s I a. C.) (fig. 2) Catón ( 234 - 149 a. C.), horno nouus vinculado personal e ideológicamente a los grupos más tradicionalistas de la oligarquía romana, es una fuente de referencia sobre la villa y su administración, el tratamiento de los esclavos y el cálculo económico, reflejando el paulatino alejamiento entre la realidad agrícola de la Italia del siglo 11 a. C., orie ntada al desarro llo de las villas dirigidas a la producción mercantil, y la ideolo gía conservado ra y moralista de l círculo político de Catón, más vinculada al pasado. ~LlBRÍ VE·RE : R . STICA, M,. CA TON IS, 1 M .. Terentíí Varronís, L.!uníí Mo.,, . · dcr ací Columdlf ,Palladíí Ru, ( - c ilfü9uorum~ f~m~am_pª’’ , ~n~ fcques 10d1cab1r. Fig. 2. Portada del líbri de re rustica (1529) donde se compilan los textos de varios autores clásicos (fondos digitales de la Universidad de Sevilla on line, [consulta 1-12-2015]). La Rerum Rusticarum de Varrón (116 - 27 a. C.) sirve de guía de la agricultura de la primera mitad del siglo I a . C., detectándose un mayor alejamiento de las labo res propiamente agrícolas respecto a la obra de Catón, dada la época plenamente imperialista y, por tanto, la mayor orientación mercantil de la oligarquía romana y sus explotaciones agrícolas. Mientras que Columela (s. 1 d. C.), mucho más analítico y exhaustivo, nos abre su obra a unas villas con un marcado carácter económico, espe cialmente en la Praefatio del libro l. Asimismo, en el epistolario de Plinio e/ Joven (61/62 - 113 d. C.), hallamos multitud de referencias a la administración de sus propiedades agrícolas, especial mente a sus posesiones In Tuscis, la villa excavada en Colle Plinio en San Giustino (PG ) (Braconi y Uroz, 1999 ) (fig. 1 ). Su conocida carta a Domicio Apolinar (V.6) sobre esta vi lla cercana a Tifernum Tiberinum (Citta di Castello) (IV. 1; X.8) es una de las mejores y más completas descripciones de la parte noble (pars urbana) de una villa. Igualmente importantes para la h istoriografía son sus referencias a los métodos de explotación a través de colonos o aparceros, y a los sistemas de venta de sus productos (111. 19; V.6, 12; Vll.30; Vlll.2; IX.37). Desgraciadamente son escasos los datos acerca de la vida de Paladio, agrónomo del s iglo IV d . C. del que nos han l legado sus obras Opus agricul turae, de la que cabe destacar su p rimer capítulo re ferido a cuestiones generales de la vida agríco la, como el idóneo emplazamiento de la villa. Hacia una definición de villa romana A pesar de las lim itaciones reseñadas, hagamos un esfuerzo por mostrar los e lementos bás icos que def in irían una villa a partir de las fuen tes escritas, conscientes de que se trata de u n mode lo esenc ia lmente itá lico d ifícil de trasladar a las provincias . ¿ Qué es una vi lla? ¿ Cuáles son s us e lementos esenciales, con los que podremos constru ir un marco conceptua l pa ra catalogar núcleos esencialmente semejantes en l as provinc ias? Veamos su s caracte rísticas en las fuentes escritas a pesa r de su escasez y de l dilatado pe riodo de tiempo que ocupan (s 11 a. C. -IV d. C.) L a vil la romana aparece en las fuentes como un estadio nuevo en la evolución de la agr icu ltura. S i ésta comienza s iendo una forma ’artificial’ de domar la naturaleza, l a vill a supone la creación de una estructu ra que va más allá de la mera explotación agr ícola, pues propo ne una especie de tras lación al ámb ito rura l de mode los pseu do -urba nos, s in que tengan que llega r a ser urbs in rure. Los agrónomos sitúan la villa entre la vida urba na y la rúst ica, entre la artificiosidad de las ciudades y la t radicional forma de vivir de los ca mpes inos de ca rácter familiar y básicamente autosuficientes. Se trata de un establecimiento ru ra l que cons ta de una pars urbana para acoge r al dominus y satisface r su s neces idades de otium y de una pars rustica y fructuaria que la hace product iva y rentable. A diferenc ia de las haciendas trad ic ionales, principalmente co mo explotac iones de la nob leza (Columela 1 .1 ), las vil las se dirigen a l comercio, guiadas por unos cálculos que las hagan rentables. E ntre las carac terísticas planteadas por los agró nomos (Carandini, 1989: 104) cabe destacar la presencia frecuente del dominus y su fácil accesibilidad (Catón 1.3; Co lumela 1.2, 1.2 .3, 1.3.3; Varrón 1.16.6; Plin io e/ Joven, Ep., 9.20; 3.19); profe sional idad de la mano de obra con esclavos expertos, preferiblemente soluti mejor que uincti (Caton 65; Varron 1.17; Columela 1.1; 1.7 -8; 1.6.3; Paladio 1.6.18; Plinio 18.32); conducción intens iva opuesta a l latifundio, con prop iedades no demasiado grandes (Catón 1.1.7, 1.12, 1.13; Varron 1.1 1; 1.18; Columela 1.3.8; Pl inio 18.32; Pa ladio 16. 7; 17.2 ); inversión de capita les (Columela 4.3 ); buena administración y el ahorro, con el desarrollo de un secto r en la villa que sea capaz de autoabastecerla (Co lumela 1 . 1-3; Catón 3. 7. ); existencia de áreas de almacenaje para vender en momen tos de prec ios altos (Varrón 1.5.2.; 3 .16.1 1; Caton 1.5.2; Col u mela 1.6.9 ); selección de los productos cultivados, y posición geográfica respecto a los mercados, cerca del mar, r íos navegables o vías terrestres cómodas (Columela 1 .2; Varrón 1 .16 6.). E stá claro que los agrónomos hacen referencia a un t ipo de explotación de ca rácte r nobiliario, propiedad de un dominus absent ista que, aunque debe visitar con cierta frecuencia su fundus, vivía en la ciudad dedicándose a los múltiples asuntos polí ticos. Aqu í las fuentes establecen una difíci l relación en tre la vida u rbana de los domini y sus ob ligaciones como propietarios de las villas: alertan de la excesiva tendencia de éstos hacia la luxuria o las uoluptates urbanae (Columela 1.1 ; Va rrón 2, praef. 3 ) y el consecuente abandono de las tierras; exhortan a combinar la inve rsión (Columela 1.1 .) con el ahorro (Col u mela 1.4.) para obtener buenos beneficios; destacando el ca rácter moral, noble y libre de riesgos de la agricultura, frente al comercio o la guerra, la usura o los cargos públicos (Col u mela 1 .1; Carandini 1988: 23). Aunque al mismo tiempo se insiste en el carácter complementario de las partes fundamentales de la villa (pars urbana y pars rustica o fructuaria), ya que el dominus debe disfrutar de su otium en un complejo confortable, suntuoso y lujosamente decorado, de lo contrario puede dejar de frecuentar sus propiedades. En este punto las fuentes reflejan la propia evo lución de la agricultura itálica cuando observamos que la figura del dominus en Catón resulta una evolución de la antigua figura de l campesino -ciudadano-soldado, con un mayor conocimiento natural de la agricultura, mientras que en las obras de Varrón o Columela se detecta una mayor ignorancia agrícola (Carandini, 1989: 103) hasta el punto que se llega a señalar que son necesarias las escuelas de agricu ltura ya que no había forma de aprender la ruris scentia, denotando el divorcio entre la naturaleza ur bana de los propietarios y sus obligaciones de dirección agrícola (Varrón 1 .3; Col u mela 11 .1.), en parte por eso escriben sus obras los agrónomos. Fig. 3. Retrato de Lucio Junio Moderato Columela de Jean de Tournes, lnsignium icones virorum (1559) procedente de commons.wikimedia.org [consulta 1-12-2015]. Se insiste en el carácter intensivo de sus cultivos (Columela 4.3; 7.3; 11.1; Plinio 18.32; Paladio 16. 7; 17.2.), rechazando el latifundio o el mero autoconsumo, al tra tarse de unas explotaciones concebidas desde una racionalidad propia. De hecho, uno de los factores primordiales es el cálculo económ ico (Catón 2.5; 5.4; 10.11; Col u mela 2.1 O; 11.2; 3.3; Varrón 2; 1.19), ya que hay que esperar los momentos de precios a ltos, lo que dependerá de la cercanía de los mercados ciudadanos (Varrón 1.69.1; 3.16.11; Plinio el Viejo 18.130, 272; Carandini 1988 25). Aunque la villa debe mante nerse en esferas separadas de la ciudad y del comercio, se insiste, por ejemp lo, en que el uilicus debe tener contactos lim itados con la ciudad y nunca debe hacerse mercante (Columela 11. 1) (fig. 3). En consecuencia, si fuéramos estrictos, estaríamos de acuerdo con Carandini, pues el sistema de la villa quedaría limitado a un reducido número de explotaciones, ya que llamamos villa a gran número de yacimientos que, tanto en Italia como en las provincias, responden a realidades diversas. Muchos núcleos no presentan grandes fundi y parecen estar más relacionadas con explotaciones de mediano o pequeño tamaño, lo cual no quiere decir que no debamos denominar villa a este tipo de explo taciones no nobiliarias, relacionadas con poblaciones de nive l medio o, incluso, bajo. Por otra parte, otras estructuras rústicas, estando claramente relacionadas con grupos nobiliarios por su suntuosidad y dimensiones, presentan un predominio absoluto de l as dependencias domésticas, siendo reducidas o inexistentes las áreas vinculadas a la producción o almacenaje (especialmente en época bajoimperial) o en los alrededores de ciudades o áreas marítimas como la Baia o la costa del Lacio meridional. ¿ Quiere eso decir que, a pesar de no contar con una preponderante orien tac ión productiva, debemos considerar este tipo de establecimientos como villas? Respecto a la mano de obra, ¿ qué criter io habríamos de asumir para definir una v ill a? ¿So lo las exp lotaciones esclavistas, que por otra parte se concentran p redomi nantemente en la Ital ia centro meridiona l y en una época determinada, siglos 11 -1 a. C.?, ¿o debemos aceptar el término villa, sin mayores matizaciones, para los grandes latifundios extensivos estando más cerca del pagus o el uicus que de la villa? Visto así la villa se encuentra sometida a una tensión entre lo rústico y lo urbano. No solo porque distingan entre pars fructuaria y rustica por un lado, y urbana, por otro, sino porque sus características la vinculan necesariamente a centros urbanos, de consumo o de fáci l acceso a éstos. Es más, entre los propios agrónomos observamos una evolución que nos muestra un Catón con una mayor experiencia agrícola y más cercano a la figura del campesino-ciudadano-soldado, frente a autores como Varrón, Colume la o no d igamos Plinio e/ Joven, con una mayor ignorancia agrícola y más cercanos a l ámbito urbano (Carandin i, 1989: 103). El origen de la villa y su desa rrol lo va ligado de a lguna forma a la suerte de sus mercados potencia les, especia lmente los núcleos urbanos, de ahí que uno de los elementos principales de la villa sea su ubica ción, cercana a ciudades o vías rápidas de comunicación por diversas razones. Así pues, es necesario que el dominus vaya con una cierta frecuencia a sus prop iedade s (Catón 4), para lo que la residencia patronal debe ser confortable, bien edificada y fácilmente accesib le; de lo contrario, las fuentes nos dicen que el propie tario deberá ceder el control absoluto de la villa a uilici y procuradores (Colume la 1 .6; Varrón 3.6.3), cosa poco recomendable. Pero además es necesaria su correcta ubica ción para acceder fácilmente a los mercados y de esta manera hacer fructuosiorem la vi lla (Varrón 1.16 6) Creemos que ésta es la clave de la v illa, su necesaria o rientac ión mercanti l. El modelo de villa que aparece en las fuentes, a diferencia de las haciendas tradicionales, se presenta como un tipo de explotación de propiedad nobiliaria (Colu mela 1 .1 .) que se dirige al comercio, guiado por unos cálculos que las hagan rentables. Por ello, desde nuestro punto de vista, debemos aplicar el término villa a toda estruc tura agrícola dirigida fundamentalmente a la comercialización de sus producciones, se trataría básicamente de una estructura agrícola-mercantil. A partir de ahí tendríamos múltiples variantes: conducida por distintos tipos de manos de obra (esclava, colonos, población libre, etc); relacionada con distin tos tamaños de explotación (gran propiedad nobiliaria, o explotación de pequeño o mediano tamaño); con diversos grados de suntuosidad (en func ión del tipo de propietario ). Por ello, creemos que habría que dejar al margen, o precisar la cieno mi nación de determinados tipos de estructuras como: los complejos exclusivamente habitacionales sin vinculaciones productivas (villas suburbanas, villas de recreo y ma rítimas, etc.), o las explotaciones dirigidas esencialmente al autoconsumo: alejadas de vías de comunicación, sin instalaciones de almacenamiento significativas (alma cenes, dalia) o sin relación con redes (comerciantes) o contenedores de exportación ( las ánfo ras). Somos conscientes de que se trata de un criterio arbitrario, pero creemos que es el más útil, a la vez que ajustado, a la definición de las fuentes, aunque no cabe duda de que su caracterización y aceptación solo puede producirse en un marco de referen cia determinado que acepte el carácter mercantil del comercio romano y de parte de su agricultura, alejado de los postulados primitivistas y sustancialistas. Estructuras rurales distintas a la villa El concepto de villa rústica ha sufrido una evolución desde una perspectiva puramente literaria y claramente romántica, como modelo de hábitat suntuoso y ocioso de la oligarquía y los emperadores, hasta la más reciente concepción de nú cleo productivo que combinaba funciones productivas y de esparcimiento nobiliario. Desde el punto de vista de la cultura material fue la publicación en 1985 de la Villa de Settefinestre (Carandini, 1985) (fig. 1) la que marcó un hito cambiando de forma paradigmática la visión de l mundo rural romano y de las villas. Carandini (1988) dibujaba un mundo rural de villas con un marcado carácter esclavista y mercantil, estructuras concentradas de grandes dimensiones y con una nítida separación de espacios de hábitat y producción, que han servido de modelo de referencia en las décadas sucesivas. Sin embargo, ésta es una realidad fundamentalmente tardorrepublicana e itáli ca que sufrirá una evolución propia y dará lugar a una multiplicidad de situaciones y modelos (Marzanno, 2007). Pero la economía romana no es só lo itálica, sobre todo a partir de época imperial, por lo que sus modelos no pueden servirnos para caracterizar todo el sistema, y el modelo de la villa perfecta de Varrón difícilmente podremos ha llarlo tal cual en contextos provinciales, como Hispania . Si además tenemos en cuenta que a partir de época augustea el Imperio romano se transforma en un verdadero sistema policéntrico, habremos de relativizar el va lor paradigmático de los modelos de villa que nos ofrecen las fuentes escritas, especialmente si queremos adaptarlo a la realidad de época imperialista en la que conviven dos sistemas económicos: uno cerrado y basado en el autoabastecimiento y otro agrícola-mercantil. La villa se halla claramente relacionada con este segundo, y dicha proyección comercial sería el ele mento que le confiere una verdadera identidad a lo que denominamos villa. Pero para poder extender el mode lo de villa a amplios territor ios periféricos como los hispanos, habríamos de adoptar una visión abierta del concepto de villa, como centro de pro ducción preferentemente orientado a la comercialización. De lo contrario, tendríamos problemas para encontrar en ámbitos provinciales e l mode lo itálico transmitido por las fuentes y defendido por Carandini en la villa de Settefinestre ¿ Qué otras realidades encontramos en el ámbito rural romano? En el ámbito rural no sólo había grandes villas. Los estudios de territorio más recientes no cesan de mostrar una amp lia gama de explotaciones muy compleja com puesta por granjas, villulae, vici, pagi, e incluso diversos tipos de villae. La mayor parte de estas estructuras presentan espacios habitativos funcionales, sin estancias de representación, por lo que frecuentemente carecen de atrium, alae y tablinum dado su carácter aristocrático. Llama la atención el carácter predominante de este tipo de estructuras en el ámbito agrario, especialmente hispano. Sin embargo, su escasa monumentalidad ha generado una tradic ional indiferencia entre la ’arqueolog ía filo lógico-romántica’ y la menor calidad de sus materiales constructi vos ha dificultado la localizaci ón de sus restos. J. T Smith (1997 ) en su estudio sobre la estructura social de las villas basado en casos esencialmente del noroeste europeo, ha puesto de manifiesto la existencia de multitud de estructuras rurales distintas al modelo villa y que responden a dos tipos esenciales: ’hall houses’ y ’row-type houses’. Entre las estructuras lineales y menos simétricas destacan las de menor tamaño (Smith, 1997: 102-105), muchas con tan solo dos o tres estancias, y en otras ocas iones incluso de una sola cella, que □ ~ !~ Li ~ 20m 20m -=-= • • • • • I 1 I m1 H e Hm S ••~•~•’’’’ ~ ’’’’’-’’’’° ’’’’’ 1 ltj ~ ,nd Wacdk 1995 ) e co,,;do, ,od lull b.,;¡d;ng,, SUchrncc 5,B 1 (S, Jolrn Hope 1906 ). d: bu ildings wi1h a projccting rcar wing, Silchcstcr 19,131 11 Hall-rypc scrip buildings. a: singlc-roomcd. S ilchcsrcr 22, B 1 (Sr John Hope 1902 ). b: two-roomcd , Vcrub nium 1,2 (Xlhcclcr and Xl1cc!cr 1936 ). e: with two-roomcd suite to thc rcar, Sikhcsrcr 9, B4 /Fox 1895 ). d: wich a thrcc-roomcd suite ro thc rear, Cacrwcnt 24N (Ashby et al 191 ). e: with an ex tended su ite thc rcar, 5ilches1cr 9, B3 (Fox 1895). f: with shops tO thc from , Hibbalds1ow 3 (Smirh 198 7). g: with a strcct-sidc ponico, Cacrwcru 165 (Ashby et al. 1911 ). h: wi1h inrcrnal scrccn corridors, Lincoln 5t. Marks 2 Ooncs 198!). i: with yards, Cacrwcnt 13N (Ashby 1906 ). j: hall and row build ings, Hcronbr idgc 1 ( Mason 1989 ). ( Fox and SrJohn Hope 1899). e : central corridor buildings, Vindolanda ’Anima Mea’ housc (Birlcy l 977). f: aiskd buildings with open hall, Sappcnon 2 (Simmons 1985 ). g: aiskd buildings with rooms torear, Hibbaldscow 4 (S mith 198 7). 20m -~-= 16 Row-type cown houses. a: small houses with an cncrance porch, Dor chcsrcr, Colliron Park (Drcw and Sclby 1937). b : small houses wilh a rcar rcccplion row 5 ilches1cr 17,4 (Fox and St John Hope 1898). e: Caerwem ’yard’ housc, Caerwem 23N (Ashby e1 al. 1911 ). d: corridor l10use, Watling Court F (Pcrring and Roskams 1991). 17 Row-type 10wn houses with ponicoes or corridors. a: small houses, Verulamium 3, 1 (first phasc ) (Xlhcelcr and Y/ heder 1936 ). b: corridor houses wich rcar reccp tions rooms, Cacrwcnc 24N (fl rs1 phasc) {As hby na/. 1911 ). e: corridor houscs wirh cnlargcd rear reception suites, Verulamium 4,2. d: complex pseudo-w inged houscs, Vcrulamium 6, l {Hhcclcr and Xlhceler 1936). e: Cacrwcm ’yard’ houses, Cacrwent 145 (Ashby et al 1911 ). Fig, 4: Tipos de villas asimétricas del noroeste de Europa según D. Perring (2002, fig. 11, 13, 16, 17) (Molina, 2014: 136, fig. 8), en su conjunto harían referencia a granjas o pequeños establecimientos campesinos, absolutamente alejados del concepto canónico de villa mercantil. Son evidentes las semejanzas formales de algunas de estas estructuras con otras de la misma época en regiones muy alejadas como se ve en Lusitania en el territorium de Ossonoba (Teich ner, 2013: 143-144 ) y Emerita Augusta (Sánchez, 2013: 297) o en otros ejemplos de l os territorios galos de Lorraine (Georges-Leroy et al., 2013). Para Britania D. Perring (2002) también ha evidenciado una gran variedad de tipos y formas de estructuras rurales. Más allá de la perduración de formas claramente indígenas relacionadas con la Edad del Hierro, como las casas de planta circular, cons truidas hasta los siglos 11 - IV d. C., cabe destacar la variedad de casas denominadas romano-británicas. Se constata un importante grupo de casas/granjas adscribib les a los tipos ’strip buildings’ y ’row-type town houses’ que destacan por la disposición lineal y alargada de sus espacios, sin habitaciones centrales distribuidoras (tipo atrio) y por la organización funcional de sus espacios, lo que por dimensiones, estructura, forma y asimetría las aleja de los modelos de villa canónicos (fig. 4), habitualmente de planta alargada y con un limitado número de habitacione s que van de solo tres a un número máximo de seis o siete (Malina, 2014). Podría parecer que este tipo de estructuras son una excepció n de áreas peri féricas del imperio, pero las investigaciones sobre el poblamiento rural romano de la última década ponen de manifiesto la abundancia, si no el predominio de este tipo de asentamientos campesinos, granjas o uil!u/ae. Para la prov incia Tarr aconense tenemos datos recientes sobre el predominio de los establecimientos rurales fre nte a las v illas en plena época romana como se observa en los territorios de Gerunda y Empori ae ( Plana y De Prado , 2013 57); el Ager Tarraconensis (Prevosti et al., 2013 1 05-106), el territorio de Dianium (Grau y Malina, 2013: 63), o los de //ící, Lucentum y A/Ion (Frí as, 201 O). Para la Galia transalpina son muy numerosos los casos en los que predominan estos asentamientos rurales de pequeño tamaño como se observa en los territorios de la Aquitania septentrional (Gandini et al., 2013: 77-78) y meridional (Colleoni et al., 2013: 221); en la Narbonen se, entre Nimes y Latt es (Bermond et al., 2013: 93-95); la Narbonen se oriental y los Alpes marítimos (Bertoncello y Lautier , 2013: 206-208 ), cb ,’ : ~-/ Fig. 5: Granja romana: planta, reconstrucción planimétrica y reconstrucción virtual (realizada por Melina Vida!, J. y Tejerina Antón, D.) (Melina, 2015: 111, fig. 6) o en el norte de Galia ( La P icardie y La Flandre septentrio nal) ( Baya rd y De C lercq, 20 13: 168-169), por no menciona r los crecientes ejemplos documentados en territo rios propiamente itá licos como el ager Cosanus y otros terr itorios de Etruria (Carandin i et al., 2002); val le del Poten za (Percossi et al., 2006) o el va lle del Tíber (ampliamente atestiguado en las innumerables publicaciones der ivadas del Tiber Va/ley Project de la British School a t Rome’s) (Grau y Molina, 20 13) E n este contexto habría que destacar un rec iente ejemplo excavado en el te rritorium de //ici: la granja romana de E l Cabezo -Clot de Galvany (E lx, Alacant ), un núc leo qu e presenta elementos forma les más cercanos a estos mode los marginales que a las uillae rusticae, por lo que es necesario hacer p recisiones terminológicas. Se trata de un núcleo compuesto por un edific io p rin cipal de época imper ial, que presenta planta rectangular d ividida en tres amb ie ntes precedidos de un pórtico en su fachada oriental (fig. 5 ) L a au senc ia de instalaciones de transformac ión especializadas como las ce 1/ae uinariae, dalia o torcularia, indicarían que la producc ión de este estableci m iento no ser ía ni el vino n i el ace ite, y si és ta existiera, so lo podría di rig irse a l autoconsumo a l ca recer de instalaciones de almacenaje y transformación a mayor esca la. Todo el lo junto a la presencia de una p iedra de molino apuntaría a u na producción de cereal y una orientación productiva prefe rentemente autosuf icien te . La base agríco la cerea lista de este asentamiento campesino podría ve rse com p letada con u na pequeña cabaña ganadera que po dría a loj arse en u n cobe rt iz o ane jo (A mb 7) ( Malina, 20 15) ¿ Qué e s una villa ro mana ? Tal y como hemos defendido en otros ámbitos (Mol ina, 2009: 41 ), cons idera mos que el término villa se asocia principa lmen te a estructuras r ura les de ca rác ter agr íco la- mercant il, dir igidas fundame ntalme nte a la producció n ag ra ria come rc ia li zable (aceite y vino principalmen te) y por ello presentan cellae uinariae o torcularia. La villas en muchos casos se asocian a grupos soc iales de carácter ele vado por lo que sus estructuras habitati vas (pars u rbana ) contienen espacio s de representación socia l y d isfrute del ocio (atrios, peristi los, balnea, decoraciones lujosas, jardines o grandes comedores), verda deras urbs in rure. Las grandes uil/ae rusticae cum plir ían a la pe rfec c ión los requisitos básicos del canon vitruviano de utilitas, uenustas y firmitas (Vitruvio 1, 3, 2 ), y muchas de ella s recogerían l os elementos básicos que, según Vit ruv io, conformaban la arquitectura como son l a ordenación, dispo sición, euritmia, simet ría y ornamento. Entonces, cómo habremos de calif icar los ya cimientos q ue no cump le n estos re quisitos, caracterizados por sus pequeñas d imens iones y la o rien tación económ ica p re ferentemente autosufic iente. La h istoriografía rec iente que se ha ocupado de l tema ha con venido en denominar los como asentamientos campesinos (établissements ruraux según la denominación de la historiograf ía francesa ), asimi lable a lo que sería una g ra nj a. Frente a la defin ición de villa podríamos def inir estos ase ntamient os ca mpesi nos como núc leos de orientación económ ica preferentemente a utosuficiente, con una base de producción cerealista (sin cellae uinariae o torcularia ) con escaso margen de comerci aliz ación de e xcedentes, que presentan estructuras hab itativas unifamiliares, de pequeño tamaño, carentes de espacios de representac ión social (atr ios, peristilos, balnea o decorac iones lujosas), por lo que prese ntan una p lanta se cuencial y ext re m a damente funcional. En conclusión, la villa rústica es una estructura agríco la de producción cuya ca racterística básica es e l carácter mercantil, plasmado no solo en su ubicación, cercana a importantes nudos de comunicación (r íos, vías, mar), sino también en los estable cimientos industriales dependientes de las vil las (prensas para vino o aceite, grandes almacenes, hornos de producción cerámica o de metales, etc.) (Molina, 1997: 183). Si queremos establecer un criterio vál ido para definir la villa, manteniendo la fidelidad a l as fuentes escritas y, al mismo tiempo, flex ibilizando sus mode los para poder aplicar los fuera de Italia deberemos, por tanto, considerar el grado de proyección comercial (merc antil) de estas explotaciones productivas. EL POBLAMIENTO ROMANO EN EL MEDIO VINALOPÓ Juan Carlos Márquez Villora Ayuntamiento de Elda -Univers idad de Alicante jcmarquez@e lda.es P ara acercarnos al poblamiento romano en las actuales tierras de l Med io Vinalopó hay que acud ir al marco geográfico, a las comun icaciones y a la ar ticu lación del territorio en la dinám ica h istó rica . En la caracter ización geo gráf ica bás ica (Ponce y Juárez, 1985: 257 -268) sobresa le un clima medite rráneo seco y sem iárido que ha condic ionado notablemente dos elementos clave en la dinámica histórica: e l agua y la vegetación . Físicamente, el val le medio de l Vinalopó está forma do por dos cube tas, conectadas entre sí y jalonadas por el recorr ido transve rsal de este río -rambla en d irección noroeste -sureste ap rovechando una fosa triás ica. Estas cube tas se conforman como pequeñas unidades geográf icas enmarcadas y delimitadas po r los relieves terciarios de las estribac iones nororientales de las cordi lle ras béticas, or ien tados en sentido suroeste -noreste, de jando ent re el las amplios co rredores. A l no rte, e l Va lle de Elda constituye la pr imera de estas unidades. Las sierras de Umbr ía, de Cama ra y de la Torreta, esta últ ima a través de la pequeña ga rgan ta de l Pantano, marcan el lím ite con la cubeta de Vi l lena y Sax, representativa de l Alto Vinalopó y de una realidad / / / ~ / Fig . 1. Clases de suelo en el territorio de 1/ ici se gún Fría s (2 010 : 18 2). física y territorial diferenciada de las tierras de Elda y Petrer. El umbral existente entre los montes Bateig y El Zambo marca el tránsito a la segunda cubeta, correspondiente a Novelda , Aspe y Monforte. Esta cubeta conforma el segmento meridional de la cuen ca media del Vinalopó, delimitado al sur por los relieves y elevaciones de las sierras Negra y del Tabayá, que dan paso, a su vez, a las tierras del Bajo Vinalopó, caracteri zadas geomorfológicamente por el abanico aluvial de la desembocadura del río y el litoral costero. Los valles de Pinoso-Monóvar y de los Hondones, contiguos a ambas cubetas y más alejados del río, marcan el límite occidental de estas tierras, y permiten el contacto con los altiplanos de Yecla y Jumilla. Los fondos de estas dos cubetas geográficas, especialmente las terrazas y llanos aluviales de la cuenca del río, dispusieron de fért iles suelos cuaternarios con una eleva da capacidad de utilización agrícola (fig. 1 ). Esta circunstancia favoreció la instalación de una variada gama de establecimientos rurales que pusieron en explotación estas tierras, tal y como revelan, en primera instancia, los mapas de distribución y empla zamiento de los yacimientos arqueológicos activos durante el período romano (Frías, 2010: 181-189). Paralelamente, algunas estribaciones montañosas y elevaciones, en algunos casos más alejadas de los fondos del valle, estuvieron ocupadas por una tipo logía de asentamientos y enclaves que, estratégicamente, de manera complementaria, controlaron y vigilaron los pasos entre las cubetas y sus tierras aledañas, aprovechando su proximidad relativa al propio río, a las ramblas, barrancos, manantiales y acuíferos, así como a la vía y a la red de caminos secundarios derivados. El Vinalopó no solo aportó agua y tierras aptas para el cultivo. El valle fue, ade más, un camino clave para las comunicaciones desde la Prehistoria (Hernández, 1997) y, lógicamente, también a lo largo del período romano (Roldán, 1975; Llobregat, 1983; Arasa y Roselló, 1995; Morote, 2002; Arasa, 2009). Las diferentes cubetas de esta cuenca hidrográfica, articuladas entre sí, permitieron la configuración de un corredor transversal que, en sentido sureste-noroeste, conectó de manera privilegiada el arco costero contesta no -el antiguo sinus ilicitanus- con las estribaciones de la Meseta sur a través de los relieves béticos. Sobre el escenario natural privilegiado del Vinalopó se instaló una de las principales arterias de la red viaria romana en la península ibérica: la via Augusta (fig . 2 ). Esta calzada, activa desde inicios del Imperio, comunicaba Gades (Cádiz) con Roma, siguiendo un recorrido a lo largo de la costa mediterránea hispana que utilizaba sustancialmente como base un antiquísimo camino previo prehistórico e ibérico. Precisamente el Itinerario de Antonino, a inicios del siglo 111 d. C, señala las paradas -mansiones- más significativas de la ruta hacia el sureste peninsular. La vía, desde Ad Turres (Fuente la Higuera ), tras recorrer unas millas, se internaba en el Alto Vinalopó, pasando probablemente por la actual colonia de Santa Eulalia (quizá la parada o posta citada como Ad Ello) y dirigiéndose desde aquí hacia Ello (El Monastil, Elda ), asentamiento emplazado en un enclave estratégico que controlaba el acceso septentrional al Medio Vinalopó. Ya en el sector central del valle, el tramo principal del camino seguía hacia !lici (La Alcudia, Elche) a través de Aspis (Aspe), quizá situado en el Castillo del Río (Aspe), o tal vez en las aledañas y fértiles tierras de El Campet, en la confluencia de los cursos del Vinalopó, del Tarafa y de la rambla de Orito. Desde !lici, un auténtico eje viario y cruce de caminos de las tierras contestanas, el acceso al mar era rápido siguiendo un camino hacia el Portus !licitanus (Santa Pola), pero la ruta más importante seguía hacia el sur, pasando por la mansio Thiar (San Ginés, Pilar de la Horadada) en dirección a Carthago Nova, la capital conventual y ciudad de referencia en el sureste peninsular bajo el dominio de Roma. Un ramal secundario de la vía, relacionado con la controvertida cita en e l Itinera rio de Celeri o Celeret, se dirigía desde el curso medio del va lle, entre Aspe y Monforte, hacia Lucentum (T ossal de Manises, Alicante) pasando por La Alcoraya y Fon tcalent, pa ra finalmente girar de nuevo y encaminarse hacia !lici, desde donde la ruta volvía a ser la misma en dirección a Carthago Nova. A su vez, la Via Augusta fu e la referenci a clave para la art icula ción e n el valle de una red se cun daria y t ransve rsal de cami no s que conectaban las dos cubetas geográficas con la Hoya de Castalia y el in teri or m ontañoso contestano, por un lado, y con los altip lanos murcianos de Yecla y Jumi lla a través de las actua les tierras de Salinas, Monóvar y Pinoso, por otro. Estos camin os, en muchos casos vías pecua rias y rurales de origen prerromano, aprovecharon los piedemontes y numerosas ramblas existentes en el territor io (Márquez y Poveda, 2006: 61- 62). Portus llicitanus CIUTAT Mansio Vis Augusta Via Augusta . Trac;at pos~iibfe A/tres vies A/tres vies. Trac;at possible Fig. 2. Mapa de las principales vías, ciudades y mansiones romanas de la Comunidad Val enciana, con indicación de la ubicación de Ad Ello y Aspis, en el Medio Vinalopó (adaptado de F. Arasa (2003: 152): ’El territori, vies y centu riacions’ . Romans y visigots a les terres valencianes . Valencia) . Con todo, el río Vina lopó y sus valles fueron algo más que espacios a mitad de camino, o simplemente lugares preferentes de paso o tráns ito. La arqueología nos muestra un poblamiento romano, especialmente concentrado alrededor de la vía, heredero de una rica tradición ibérica. El camino del valle estuvo jalonado por la presencia de asentamientos que actuaron como receptores y focos de romanización, y que fueron claves en el desarrollo económico genera l y en la difusión de ideas y del modo de vida romano. A lo largo de este período, se consolidó la tendencia secu lar que vinculaba el Vinalopó con el asentamiento de La Alcudia de Elche, integrándo se progresivamente en su hinterland natural (fig. 3). La !lici romana y su precedente ibérico fueron el principal referente urbano de estas tierras (Fr ías, 201 O: 181-198), que formaron parte de l territorio ilicitano desde un punto de vista global (económico , político, administrativo y cu ltural). Las fuente s geográficas clá sicas y la investigación arqueológica nos permiten plantear que la estructura territorial interna de este seg mento del valle, en un segundo nivel funcional, por debajo del centro urbano i licitano, se apoyó en dos enclaves loca lizados en modestas elevaciones estratégicamente situa das en las puertas norte y sur del Medio Vinalopó: El Monasti l y e l Casti llo del Río 1 . Al menos durante el período romano, genéricamente, ambos asentamientos formaron parte del ámbito rural, si bien pudieron desarrol lar a lgunas funciones y tareas propias de l mundo urbano, dado su valor e importancia, especialmente en el primer caso, por su condición de referente para las comunidades del valle. Fig . 3. El poblamiento romano en el Medio Vinalopó (elaborado a partir de Frías, 2010: 191, figs. 42-45). 1 El Monasti l se ident if ica con la E llo del Itinerario de Antonino (Ad Ello, 401, 1 ), la Edelle y Eloe del Anónimo de Rávena IV: 42 (304, 11) y V, 3 (343, 3), la Edelle de la Guidonis Geographica (515, 82, 10) y la Ad Elle de Esteban de Bizancio. Se s it úa en un lugar que históricamente, desde la prehistoria reciente, articulaba el acceso por el extremo norte de l valle, controlando la entrada del río Vinalopó por el pasillo existente entre las estribaciones de las sierras de la Torreta y del Caballo. El Castillo del Río controlaba la entrada meridional a este sector del valle a través de la sierra del Tabayá, siguiendo la estela del asentamiento homónimo del Bronce Final. Se vincu la tradiciona lmente al topónimo Aspis (Itinerario de Antonino, 401, 2) o laspis (Ptolo meo, Geografía, 2, 6, 61 ), que también se podría reducir a las contiguas tierras del Campet (Moratalla, 2001 ). El poblamiento en el Medio Vinalopó durante el período republicano: de la conquista romana a las Guerras Civiles La Segunda Guerra Púnica y la conquista romana de la península ibérica provocaron una profunda transformación en los valles del Vinalopó. Los asentamientos ibéricos entra ron rápidamente en la órbita de Roma a partir de la llegada de tropas al sureste peninsular, en una serie de operaciones culminadas con la toma de la capital púnica, Qart Hadasth, futura Carthago Nova, en el 209 a. C. Los lógicos e inevitables episodios de conflicto y resistencia por parte de la población indígena local fueron escasos o poco relevantes desde la perspectiva romana, a tenor del sile ncio de las fuentes escritas grecolatinas. No obstan te, en los últimos años se ha detectado la existencia de episodios violentos y destrucciones en el marco de la conquista de las tierras de Contestania. Estos episodios hacen entrever un escenario de ruptura de la estructura política y territorial preexistente, eventualmente aliada de los cartagineses. Como consecuencia, prácticamente a lo largo de todo el siglo 11 a. C., parece intuirse una cierta atonía de la cultura ibérica local y una indefinición en la jerarquización del territorio contestano, especialmente en lo referente al papel rector de !lici (Oleína y Ximénez de Embún, 2014: 11 O). En cualquier caso, en pocos años, los valles del Vinalopó quedaron encuadrados dentro de la jurisdicción administrativa romana de la provincia Hispania Citerior. Sin em bargo, nos faltan todavía datos precisos para evaluar con precisión el ritmo de la implanta ción romana y los cambios en el modo de vida de las comunidades indígenas, y para per cibir esa implantación a través del mapa del poblamiento. Apenas disponemos de noticias directas o testimonios concretos de actuaciones de Roma en el Vinalopó durante el primer sig lo de su presencia. Se trataba de un territorio sometido, pronto convertido en una le jana retaguardia de otras guerras peninsulares, y aparentemente sin grandes recursos agrícolas y mineros que ofrecer a la depredación económica romana (Márquez y Poveda, 2006: 63-66), más interesada por otros territorios y riquezas vecinas 2 . Como consecuencia del impacto que supuso la llegada de los romanos, los asen tamientos del Medio Vinalopó durante este período experimentaron ciertas transforma ciones. Sin duda detrás de estos cambios hay que buscar las primeras connivencias entre los grupos dirigentes indígenas y Roma, o bien la imposición de ajustes territoriales de acuerdo a los intereses de la nueva dominadora ultramarina. En el Valle de Elda, los ini cios del dominio romano coinciden con un proceso en el que el oppidum de El Monastil ya había consolidado, desde largo tiempo atrás, su tradicional papel central y jerárquico en el Medio Vinalopó (Poveda, 1996 417; 2006b 57-62; 201 O, 67-71 ). El asentamiento experimenta una implantación reconocible en su parte alta (fundamentalmente vivien das y viales) que se podría adscribir a los siglos 11 -1 a. C., tal vez extensible en su origen a la segunda mitad o finales del siglo 111 a. C., a pesar de que su profunda transformación y reocupac ión durante el Bajo Imperio y la Antigüedad Tardía enmascaran su importante crecimiento entre el final del mundo ibérico pleno y la conso lidación de la presencia romana. La muralla podría datarse en esta etapa (Poveda, 2006b: 58-59; 201 O: 66-67), vinculada a la Segunda Guerra Púnica, o tal vez más adelante, asociada a los conflictos civiles romanos del siglo I a. C., si bien faltan datos precisos para verificar ambas hipó- 2 La llegada de los conquistadores, inicialmente sobre todo minoritarios inmigrantes de origen itálico en busca de negocios, privilegios y fortuna, propició la creación de una sociedad híbrida característica del período republ icano en Hispania o, si se quiere, de la fase iberorromana o ibérica final, desde la perspectiva de la investigación a partir de la evoluc ión del mundo indígena local. En esta etapa se observan los primeros re flejos materiales de una romanización incipiente que se manifiesta, sobre todo entre los siglos 11 y I a. C., en la integración en una dinámica económica nueva que dará paso, progresivamente, a un dilatado proceso de asim ilación y aculturación más profunda. tesis. El yacimiento ha proporcionado monetario romano y de raigambre ibér ica, restos de cerámica pintada de tradición indígena del grupo Elche-Archena -entre el los, los del denominado estilo Monastil, de manufactura local-, y de importaciones ce rámicas romanas y orientales (ánforas tirrenas y campanas de vino y aceite, cerámicas de barniz negro y vasos de paredes finas itá licos, boles helenísticos en re lieve), con sus correspon di entes im itaciones loca les (Má rquez y Poveda, 2006 66 -69). Fig. 4 . Vista aérea de El Monastil, en las estribaciones orientales de la sierra de la Torreta (Fotografía Juan Miguel Martínez Lorenzo). El afianzam iento de El Monastil durante el período repub licano, bien como conse cuencia de la prop ia dinámica ibérica contestana previa a la l legada de los romanos, bien por la política romana de control de los oppida y enclaves es tratégicos tras la conq uista, o por la interacción de ambos fenómenos, parece coincid ir con el abandono de algu nos asentamientos indígenas de pequeña entidad y la concentrac ión de la poblac ión en una menor cantidad de lugares. Poveda (1991: 70) ya sug ir ió una re lación entre e l abandono de los modestos asentamientos ibéricos de Hoya de Caprala (Jover y Segura, 1995 60 -90) y el Mirador de la sierra del Caballo (Espinosa, 1991), ambos en Petrer, y el crecimiento paralelo de El Monastil en esta fase 3 (fig. 4). Asimismo, en este mu ndo i bérico final tras la conquista romana hubo, posiblemente, cambios de emplazamien to o creación de nuevos establecim ientos de pob lación en el Medio Vinalopó. Los asen tam ientos rurales en llano de El Chorril lo, Casa Colará y Puente !-Puente 11 (Elda), Pla del Manyar (Monóvar), Camarillas y El Queixa l (Pinoso), El Charco (Monóvar), Campet 2-45 (Novelda), Quincoces (Aspe), y el Castillo de Monforte del Cid, este ú ltimo en una 3 Con la documentación disponible actualmente, no podemos incluir los yacimientos arqueológicos de Bolón y (amara en esta dinámica. Por otro lado, hay que sospechar que El Mirador fue una atalaya o, a lo sumo, un pequeño asentamiento destinado al control visual del territorio, por su posición elevada. En cuanto al enclave ibérico de Hoya de Caprala, pudo tratarse de un pequeño establecimiento campesino que explotaría las modestas riquezas naturales del entorno de la rambla del mismo nombre. pequeña elevación, muestran modestos vestigios cerámicos que se pueden adscribir al período republicano (Frías, 201 O: 190-198), sin que podamos deducir por ello una caracterización o cronología del poblamiento más precisa 4 o, incluso, si alguno de estos lugares tuvieron una posible fase precedente, como tal vez ocurrió con El Charcos. Una situación análoga a la registrada en El Monastil pudo suceder en el Cas tillo del Río, en la cubeta merid ional, donde se observa una posible continuidad de las funciones del antiguo y estratégico oppidum de época ibérica plena durante el período iberorromano. Este asentamiento controló en altura la vía de comunicación que atravesaba la sierra del Tabayá y uno de los principales vados del Vinalopó en la zona. El yacimiento arqueológico ha proporcionado monedas y cerámicas ibéricas de esta etapa, así como cerámica de barniz negro itálico y monedas romanas fechadas entre mediados y finales del siglo I a. C. (Poveda, 2015: 120-121; Moratalla, 2015: 114 -115 ). El lugar se podría interpretar como un ’posible caserío potencialmente fortificado’, con un área extramuros que muestra materiales específica y preliminar mente situados entre fines del siglo 11 y mediados del I a. C., complementado por una posible atalaya en los vecinos Altos de Jaime (Moratalla, 2015 115-117). En ambos casos, El Monastil y el Castillo del Río, falta por definir con mayor precisión el contexto político-territorial y cronológico de su activación, y si obedecen a una consolidación estratégica postconquista, a una recuperación del poblamiento en fechas indetermi nadas del siglo 11 a. C., o a los conflictos romanos del siglo I a. C. Las transformaciones finales de la República, los inicios del Principado y el Alto Imperio Las últimas décadas de la República y los inicios del Imperio constituyen una etapa decisiva para las comunidades del valle. Los enfrentamientos políticos y militares dentro del estado romano se trasladan también a las provincias hispanas. Las Guerras Sertorianas y las Guerras Civiles, finalizadas con el nuevo régimen del Principado y el poder de Augusto, tuvieron unas notables repercusiones en la península ibérica, cla ramente perceptibles en el Vinalopó. En ese contexto turbulento se sitúa la fundación de la colonia romana de llici (Plinio, Nat. Hist, 3, 19-20 ). La deductio colonial, sus privilegios jurídicos y tributarios, y el consiguiente establecimiento de veteranos, con el reparto centuriado de tierras y la distribución parcelaria 6 , reforzaron el secular prota gonismo de 1/ici en el sur de Contestania y en los valles del Vinalopó, consolidando de iure el patrón clásico de la civitas romana, que constaba de un centro urbano (urbs) y su territorio circundante (territorium), como partes integrantes de una misma realidad (fig. 5) La urbe ilicitana centralizó la administración y el cobro de impuestos, funda mental en unos valles donde buena parte de la población vivía en el medio rural 7 , dependiente administrativa y jurídicamente de 1/ici y del conventus Carthaginiensis, la entidad organizativa romana superior (Márquez, 2006: 75-76; Frías, 2010: 177-180) ’ En este sentido, hay que recordar las observaciones de Frías (201 O: 188 -189), de las que se desprende las difi cultades, por la escasez de datos precisos, para aproximarnos a los hipotéticos cambios en la ordenación terri torial y el patrón de asentamientos en el Vinalopó entre la conquista romana y los inicios de la época imperial. 5 El asentamiento se emplazó en una modesta loma próxima a la rambla del Charco Amargo, en la salida meridional del Valle de Elda hacia Novelda ( Reynolds, 1993: 73). 6 Estos fenómenos han generado una abundante bibliografía, sintetizada por Frías (201 O: 182-186 ) en sus repercusiones territoriales. 7 Los restos de epigrafía lapidaria, uno de los indicadores básicos del grado de urbanización de un territorio durante el período romano, no son especialmente frecuentes en las tierras del Vinalopó fuera del núcleo urbano ilicitano, como se desprende del estudio de Corell (1999 ). Fig. 5. Fragmento de tabula de bronce de llici. La tabla refleja la asignación de tierras, mediante sorteo, a diez colonos de diversos or ígenes (Fotografía Jaime Mal ina Vidal - Museo Monográfico de La Alcudia, Elche). El fin de una larga etapa de guerras internas y la estabilidad del nuevo régimen contribuyeron, asimismo, a promove r cambios profundos a escala económica y demo gráfica. Paz y estab ilida d, junto a la llegada de un contingente relevante de población s in precede ntes conoc idos, como co nsecuenc ia de una decisión político-mil itar y es tr atég ica, hi cieron que el imp acto roma no en la zona se incremen tara o, al menos, se h iciera más vis ible (Márquez, 2006: 73 -75). Do s fenómenos vinculados entre sí pare cen re lacionar se con esta nueva situació n que, en conjunto, acentuó la romanización de la zona. Por un lado, las parcelaciones catastrales que se vislum bran en diversos lug ares del Vina lopó y su ento rno, signo s de una reorganización de l espacio agrario tradicional. Por otro lado, camb ios profundos en el patrón de los asentamientos, con abandonos o transformacio nes notab les de l os principales lugares de trad ición indí gena y de algunos enclaves menores, y el surgimiento de nuevos establecimientos siguiendo parámetros claramente ro manos que ma rcaron durante todo el periodo imperia l la vida en estos valles. En el primer caso, desde los años setenta diversos inves tigadores han seña lado la exis tencia de trama s ortogona les co rrespondient es a parcelarios de cronolog ía romana en tierras de l Alto y Medio Vinalopó. Estos ind icios, sintetizados de manera analítica recientemente por Frías (201 O: 186- 189 ), aparecen entre Vil lena y Caudete 8 (Rossel ló, 1980 : 8-10 ), Sax 9 (P once, 1983), Monó var 1º (Ll obregat, 1974), Elda y Petrer 11 (Pa yá, 1 990) y la con fluencia de los térm inos municip ales de Novelda, Aspe y Monforte del 8 Donde se perciben cuatro t ramas parcelarias con diferente orientación, en algunos lugares de manera yuxtapuesta. 9 A a mbos lados del Vinalopó, se ha distinguido un espacio de 2488 ha. que formaron parte de una trama centuriada orientada noroeste-sureste, con el kardo maximus en el Camino de los Valencianos. ’º En el térm ino de Monóvar, la revisión de fotog rafías aéreas de las tierras llanas situadas entre la s ierra de la U mb ría y el Rincón de don Pedro permitieron establecer una estruc tu ra de veint icinco centurias, articuladas en torno al camino del Xinorlet hacia la laguna de Salinas como kardo maximus en sentido noreste-suroeste, teniendo como hitos más visibles el Pla del Manyar y el Fondó. 11 Muy esquemáticamente, Payá, haciendo hincapié en los orígenes romanos del catastro petrerense, propuso la existencia de hipotéticas tramas centuriadas, a ambos lados del Vinalopó, entre las ramblas de Puc;a y Bateig, el Vinalopó y e l camino de Salinetes. Dos de estas tramas con una or ientación norte-sur, y la tercera en sentido noroeste-surest e. Cid 1 2 (M orata lla, 2001 ) (fig. 6). V isto s en conjunto , parecen form ar p arte de un pro ceso que, arrancando en e l repar to cen tu riado de los alrededores de !lici ( Gonzá lv ez, 1974 ) fue afectando a la estructura y distribuc ión de las propiedades agr aria s de l Vina l opó fundamentalmente durante el Alto Imperio . Sin embargo, la suma de los i ndi cios, basados e n est udios va liosos pero muy d ispares, no pa rece s ufic iente para confir mar esta idea n i su ho m oge ne idad cro no lóg ica. Frí as a dv ier te que la prese ncia de pa rcela rios no implica n ecesa ria m ente expropiació n y r epa rto de propiedades, si no más bien reorganizació n del territor io con f ina lidad sobre to do económico-fiscal: aumen tar la e x plotac ión agraria de la s tie rras del Vina lopó 13 . En este aspecto , las hipotéticas cen tur iac iones de l Med io y Alto Vinalop ó -q ue, por otra parte , como señ ala esta m isma autora , necesitan u n estud io sis tem ático de conjun to - se podr ían d iferenc iar, en parte o en todo , de los repar tos en las ú ltimas décadas de l sig lo I a. C. (en tre las épocas triun vir a l y augustea ) vincu lados a la fund ación co lonial de !lici. Fig . 6 . Tramas centuriadas identificadas en la cubeta sur del Med io Vin alopó, según Moratal la (2001). E n e l seg und o caso , en tre fi nes del siglo I a. C. y las prime ra s dé cadas de la si guie nte ce nturi a se i ntu ye e l a bandono de a lgunos impor ta ntes e nclaves de tra dició n ibér ica en e l Medio V inalopó, como E l Monasti l (E Ida ) o e l Castillo del Río (Aspe ) (Po ve da , 199 1: 71; 2 015: 122 -1 2 4 ) que ocupaban modestas pero e st ratég ica s ele vaciones 12 Se trata, sin duda, d el análisis más completo y deta llado d e las tramas centuriadas del Vinalopó al norte de 1/ici. Morata lla iden tifica dos catastros con orientaciones lig eramente diferentes, siempre en sentido noroes te-sureste. El catast ro A, fechado entre los sig los I y 11 d . C., con 9943 ha (351 centurias ), y el catastro B, consecuencia de una refo rma o renormatio del siglo 111 d . C., con 14450 ha (51 O centurias ). Las parcelas, de 1 5 x 15 actus, tendrían un menor tamaño qu e las ilicitanas, que siguen e l módulo clásico de 20 x 20 actus. 13 En el estado actu al d e la i nvestigación, Frías (201 O: 188 -189 ) también recuerda las cautelas que se d eben tener ante la tentación de identificar tramas parcelarias diver sas con reformas catastrales, sobre todo si son de amplio a lcance . A esto debemos añadir, a riesgo de qu e sea una obviedad, que no todas las retí culas ortogo nal es dete ctadas tienen por qué ser necesariame nte de época romana impe rial -que, no obst ante, s igue sien do la hi pótes is m ás verosímil -, p udien do cor re sponder, en a lg ún caso, al perí odo ta rdorr epu blic ano o a procesos hi stóri cos postcl ásicos. en los relieves circundantes al valle. Este abandono, con su consecuente redistribución demográfica, se produjo en favor de asentamientos de población a los pies de estos antiguos oppida romanizados, en el llano contiguo y en las mejores tierras de los al rededores para su aprovechamiento, ta l vez como medida de seguridad o, más bien, como consecuencia de un nuevo escenario de estabilidad genera l que favoreció, a su vez, paralelamente, la explotación agraria de su entorno con nuevos asentamientos y una infraestructura productiva. Esta dinámica de abandono de asentamientos tradi ciona les, o incluso su conversión en vicio villae, aprovechó la proximidad de los suelos ricos ubicados en las terrazas del Vinalopó, del Tarafa, y de otros elementos de la red hidrográfica del valle. En El Monastil, los restos materiales posteriores al principado de Augusto en el sector principal y más elevado del poblado son poco significativos, induciendo a pensar en su abandono en favor de las laderas y llanos aledaños. En este sent ido, en el propio yacimiento, pero extramuros, destacan los hallazgos de un área artesanal, con una alfarería activa entre mediados del siglo I a. C. y los inicios del siglo I d. C. (Poveda, 1998; Peidro, 2008: 81-83; Márqu ez et al., 2010), y de estru ctu ras construc tivas de cronología romana, quizá altoimperia les, pero, en cualquier caso, conocidas de manera todavía embrionar ia (Peidro, 2008 83-84; Márquez et al., 201 O) (fig. 7). Fig. 7. Vista general de la alfarería romana de El Monastil, y recreación del trabajo en los hornos de la alfarería en los primeros años del siglo Id. C. (Fotografía del autor y dibujo de Aracelí llamas Alcaraz). Paralelamente, en el entorno geográfico más inmediato de El Monastil, desde fi nales del siglo I a. C. y principios de la siguiente centuria, surgen varios asentamientos y unidades de producción que salp icaron las riberas del Vinalopó durante el período imper ia l (Márquez, 2006: 8 1-88; Peidro, 2008: 84-87; Frías, 201 O: 207 -211). Comenzando por el norte, el paraje de El Chorrillo, junto al río, parece recu perar durante la época imperial una larga tradición de ocupación humana, si bien se puede considerar como parte del dominio geográfico del Alto Vinalopó (fig. 8). Y ya en el Valle de Elda, el más cercano a El Monastil, Casa Colará, pudo tratarse de un modesto asentamiento campesino (s. 1 - s. 11 d. C.) que se transforma notablemente y aumenta de rango a partir del siglo IV d. C. Siguiendo e l curso del río, se localizan Arco Sempere (s. 1 - s. VII d. C.), en la ribera derecha del río, y Puente 1 (s. 1 - s. 111 d. C.), Puente 11 (s. 1 a. C. - s. 111 d. C.) (fig. 9), El Melic (inicios s. 1 d. C. - principios s. 111 d. C.), y Las Agua lejas (s. 1 - s. VI d. C.), en e l margen izquierdo. Sobresalen especialmente los vestigios de El Melic (Segura y Moratalla, 2009), correspondientes a la parte productiva de una vill a, en concreto de una officina olearia o almazara, activa Fig. 8. Vista general del emplazamiento de El Chorrillo desde la sierra de La Torreta. Se destaca la zona con mayor concentración de restos a rqueológicos (Fotografía del autor). entre la época ju lioclaudia y las primeras décadas del siglo 111 d. C. 14 (fig. 10) El Me lic bien podría corresponder a la pars fructuaria de los cercanos restos residenciales (posibles termas, columnas) de Las AgualeJas, 450 mal suroeste, apenas explorados arqueológ icamente pero prometedores. En conjunto, todos los asentamientos de este sector del va lle, con una notable cercanía entre sí, formaron un denso y rico conglomerado residencial y productivo destinado, al menos, al cultivo del olivo y la vid para la elaboración de productos derivados (fundamentalmente aceite y vino), con materiales y estructuras datadas entre el sig lo I y la Antigüedad Tardía. También en la órbita de El Monastil, pero bastante alejados del río, en el margen izquierdo de la rambla de Puc;a y bajo el centro histórico de la actual ciudad, se localizan los restos de la villa romana de Petrer, conocidos comúnmente como Villa Petraria. El asentamiento estuvo activo desde mediados del siglo I d. C. (Navarro, 1993 ), pero destaca, sobre todo, su fase bajoimperia l y tardía, con una documentación arqueo l ógica amplia y variada (fig. 11 ). 14 E l complejo, de unos 800 m2 , muest ra un mínimo de quince departamentos articulados en torno a un am plio patio parcialmente porticada. Se emplaza junto a un antiguo camino situado al este, probablemente preexistente. La excavación permitió documentar los restos de un torcularium, balsas asociadas de opus sig ninum, almacenes y hornos, entre otras dependencias domésticas y productivas. El Melic se ubica, además, a unos 300 m de la modesta infraestructura productiva de Puente 11 (Poveda y Soler, 1999 ), destinada a la producción de aceite y/o vino. 41 Fig. 9. Vista de los depósitos de opus signinum de Puente 11 (Elda), pertenecientes a una posible almazara (Archivo fotográfico Museo Arqueológico de Elda). Fig. 10. Planta general del yacimiento arqueológico El Melic (Elda) (Segura y Moratalla , 2009: 229). Fig. 11 . Localización de las partes identificadas de villa Petraria en el centro histórico de Petrer (A partir de Tendero , 2011: 150) . En tierras de Monóvar y del valle de Pinoso, entre la cuenca centra l del Vi nalopó y las altiplanicies murcianas de Yecla y Jumilla, se observa igualmente la apa rición de estos nuevos asen tamientos rurales ( Frías, 2010: 212 -213, 216 -218). La fase altoimperial del yacimiento de El Charco-Monóvar, en la salida natural sureña del Valle de Elda, podría interpretarse como una villa o inc luso una mutatio de la v ía Augusta (Reyno lds, 1993 : 73). También en el término municipal monovero, al oeste, la posible villa de l Pla del Manyar, con los hallazgos de su entorno inmediato (Tascar, El Hondón-El Fondó y Casa de León) (Esquembr e y Ortega, 2003), parece corresponder a este horizonte altoimperial, con vestigios fechados entre los siglos 1 y 111 d. C. En el caso pinosero (Seva, 1991; Frías, 2010: 216-2 18) destacan los ya cim ientos ubicados en el corredor de Salinas, en e l entorno de ramblas, como las posibles villas de El Queixal y El Prado, con materiales datados entre los siglos I y 111 d. C. O los asentamientos campesinos de Malaño (s. 1 -s. V d. C.), El Paredón (s. 1 -s. I V d. C.) y Camarillas (s 11 a. C. -s. VI d. C.) 15 Volv iendo a la cuenca del Vinalopó y siguiendo su curso, en tierras de Novelda encontramos el asentamiento rural de Morachel , en el margen derecho del río, junto al barranco que le da nombre (Frías, 201 O 215) (fig. 12). 15 El Paredón. ubicado en las inmediaciones de un tramo de calzada con huellas de carriladas, ha sido pro puesto como lugar de emplazamiento de una mutatio o posta de descanso en la vía (Seva, 1991: 71 ). Tanto Camarillas como Malaño muestran materiales que hacen pensar en un posible origen ibérico de ambos asentamientos o, al menos, en una inicial cronología republicana. Fig. 12 . Localización de los asentamientos rurales romanos del Valle de Elda: 1. Casa Colorá. 2. Arco Sempere . 3 . Las Agualejas . 4. Puente 11. 5. Puente l. 6 . El Chorrillo . 7 . Villa Petraria. 8. Caprala. 9. El Monastil. 10 . Marina Española. 11 . Castell de Petrer. 12. Camara. 13. Laderas de Bolón . 14 . Peñón de la Tía Gervasia. 15 . Pont de La Jaud . 16. El Charco. 17. IES Azorín-La Pedrera.* Otros yacimientos arqueológicos (Márquez , 2006: 82 , sobre base cartográfica de A. Cuenca y R. Navalón). Coetáneamente, en el hinterland inmediato del Castillo de l Río parece consta t arse una situación simi lar o con rasgos aparentemente comunes a la que se vislumbra en el entorno de El Monastil. Así, desde el principado de Augus to se produjo una importa nte concentració n de asentam ien tos y unidades de producción en el fértil pa r aje a ledañ o de El Campet, compartido por las pob laciones de Aspe, Monforte de l Cid y No velda, a ambos márgenes del Vinalopó (García, 2008: 94-104; Frías, 201 O : 206-215; Poveda, 2015: 122-124). Destacan singularmente los hallazgos de la villa de Ag ualejas -Waleja (s. 11 - s. VI d. C.), que muestra ve inte dep artame ntos excavados, ves tigios arquitectónicos y decorativos de su pars urbana, así como de la in fraestructura productiva (dalia, balsas de opus signinum y elementos de prensa). Además, hay que recorda r la villa del Camino del Río (s. 11 - s. IV d. C.), con restos funerarios y de estruc turas productivas, y los múltiples hallazgos en diferentes parce las y para jes, como Los B años o Reg alice -La Regali ssia (Campet 21-44 , Cam pet 22 -15, Campe t 22 -26, Cam pet 2-45), vinculados a un hábitat tipo villa. En con junt o, se trata de asentamientos que perduran en su actividad, en muchos casos, durante el Bajo Imper io y el período tardorromano. En el entorno del Castil lo del Río, asimismo, sobresale el asentamiento campesino o villa de Quincoces 16 , con vest igios cerámicos y de producción de impron- 16 Interpretado como posible lugar de la mansio Aspis ( Garc ía, 2008: 96, 154 ) ,o - .,,.-, Fig . 13. Planimetría general de El Monastil (Sección de Patrimonio Arqueológico, Ayuntamiento de Elda). ta romana (dolios) datados, al menos, hasta el s iglo 11 d. C. La Meseguera, en la partida de la Huerta Mayor, se sitúa en la margen derecha del Vinalopó, en su confluencia con el río Tarafa, y muestra materiales datados ent re la segunda mitad del sig lo I y finales del siglo 111 d. C. También junto al Tarafa y en la m isma pa rt ida -de hecho, es posible que pudieran formar parte de una misma unidad-, el yacimiento contiguo Pará Juan Cerdán 103 muestra vertederos con un variado y abundante mater ial de época romana imperial (s. 1 -s. IV d. C. ), vestigios de una almazara (contrapesos de torcularium y fondos de balsas de opus signinum ) perteneciente a la pos ib le parte productiva de una villa, as í como indicios de la parte residencial. En La Nía también se han recuperado restos cerámicos que datan la explotación de este asentamiento campesino entre los s iglos 1-111 d . C. En conjunto, se puede dec ir que la a bundancia de hal lazgos y yacimien tos en El Campet y sus alrededores convierte esta zona en un ejemplo de la intensif icación de la explotación agrar ia de las mejores tierras del Vina lopó en época imperial. Finalmente, más alejados del eje central y las tierras bajas del val le, se encuentran los modestos asentamientos rurales de El Rebalso (Hondón de las Nieves), próximo a la rambla del Lentiscar, y Casa del Moro (Hondón de los Fraile s), en las estribaciones meridionales de la sierra de los Frailes, con materiales que llegan hasta el período tardorromano. Como consecuencia de los fenómenos referidos, parcelaciones y reorganiza ción del poblamiento para el aumento sistemático del aprovechamiento agrario, a lo largo del Alto Imperio se consolida un nuevo paisaje en el Medio Vinalopó. Se pasa del protagonismo relativo de los viejos asentamientos y oppida residuales de estirpe ibérica a un poblamiento más disperso y atomizado, caracterizado por la emergencia de las vil/ae y la prol iferación de una variada gama de establecim ientos probablemente unidos por el común denominador de ser la expresión visible de una explotación ag ro pecuaria más sistemática de los recursos de los valles del Vinal opó, próximos al río y a la vía, como el aceite de oliva ( Poveda, 2011-2012). En este sentido, con las mejoras que experimenta la calzada durante el principado de Augusto a lo largo del Vinal opó (Arasa, 2009: 345-346), continuaron las óptimas comunicaciones 17 hacia el interior meseteño, a través de la ant igua via Heraklea, y hacia el li tora l haci a Carthago Nova y las tierras béticas, especialmente a las principales ciudades y puertos del sur este penin sular, como Lucentum (T ossal de Manises, Alicante) e llici y su Portus llicitanus (Santa Pola), lugar de entrada de productos y mercancías procedentes de la koiné cultural y económ ica de la época imper ia l, y sal ida principal de la producción del ager ilicitanus y las tier ras del Vinalopó (Márquez, 1999; Márquez y Malina, 200 1 ). L a vil la rústica, que corresponde a un modelo y experiencia genuinamente roma na de origen itá lico trasladada y adaptada con múltiples variantes en provincias, fue una de las expresiones físicas y arquitectónicas de este nuevo mapa de población del período imperial pleno. Pero hay que insistir que no todo el poblamiento rura l se plas mó en villae. La realidad territorial era lo suficientemente compleja y variada para per mitir, lógicamente , otros tipos de asentamiento diferentes. Conviene recordar, como ha sintetizado a escala a licantina Frías (201 O), la existencia paralela de otras unidades de producción agrícola, más modestas. Por ejemplo, granjas o pequeñas unidades de exp lotac ión que muestran una continuidad con la tradición indígena, incorporando, a su vez, algunas técnicas y materiales de construcción típicamente romanos, como depósitos de opus signinum y cubiertas de tegulae e imbrices. O asentamientos ubi cados en ramblas y zonas margina les respecto a las tierras bajas y llanas de los fondos del valle, explotando suelos de meno r ca lidad, como Caprala (Jove r y Segura, 1995: 60-90; Márquez, 2006: 88; Frías, 2010: 216), pero emplazados en tierras con una tradición ibérica de aprovechamiento agrícola, forestal y ganadero. El poblamiento romano desde el Bajo Imperio al final de la Antigüedad Desde el siglo 111 d. C., las tier ras occidentales del Imperio Romano, y, con ellas, l as provincias hispanas, fueron experimentando los efectos progresivos de los desequi li brios económicos y políticos del sistema imperial que conducirán, en un largo proce so, a la Antigüedad Tardía y a l tránsito a la Edad Media. As istimos a una dilatada etapa de profundas transformaciones, marcada por los fenómenos concatenados de la crisis 17 E l sorprendente hallazgo del fragmento de m iliario romano en el para je de El Reventón-Loma Badá (Arasa, 2006: 163-166), una de las histór icas salidas del va lle, en el término de Petrer y a escasa distancia de la actual autovía A-31, ha sido una de las principales novedades en el ámbito del estudio sobre las comunicaciones romanas en el val le. y las transformaciones de la ciudad clásica 18 , el crecimiento del estatalismo y los pro blemas financieros y monetar ios del estado, la militarización social, la regiona lizac ión, la rural ización y el trasvase de intereses y población al campo, el crecimiento de la economía natural y el autoabastecimiento, y la consolidación e institucionalización del crist ianismo. En el plano pol ítico y administrativo, el dominio formal de Roma se mantien e hasta la primera mitad del siglo V d. C., cuando la inestabilidad general vin cu lada a las irrupciones de pueblos bárbaros abrió una larga fase de vacío o lejanía de referentes estata les que dio paso, posteriormente, a una secuencia histórica caracteri zada por la inte rvención milit ar bizantina (mediados s. VI -inicios s. VII), la conquista y presencia visigodas (inicios s. V II -pr incipios s. VIII ), y la llegada del Islam (inicios s. VIII). Fig. 14. Vista aérea de El Monastil. Se aprecia la ubicación de la iglesia y la extensión del asenta miento tardoantiguo en la parte alta del yacimiento (Fotografía Juan Miguel Martínez Lorenzo). Estamos lejos de poder percibir el impacto y las repercus iones de este proceso hist órico en el territorio ilicitano, así como algunos de sus fenómeno s, como la crisis del siglo 111. Sospechamos que, con carácter general, llici siguió siendo el centro rector de las tierras del Vinalop ó, al menos en el terreno administrativo 19 . Hay evidencias de 18 Caracterizada por el aumento de la presión fiscal sobre ciudadanos y privilegiados. Este incremento propició el abandono progresivo y dejación de funciones e inversiones de las oligarquías urbanas en los centros urba nos, que hasta el momento habían intentado mantener un preca rio equilibrio entre inversiones, prestigio y promoción personal. Este equilibrio se fue desmoronando durante el Bajo Imperio y la época tardorromana , provocando cambios profundos en la ciudad y en su relación con el territorio propio. En muchos casos, este fenómeno estuvo acompañado por el abandono del núcleo u rbano como luga r efectivo de residencia, y la elección del campo, de villae alejadas de la presión fiscal, que se fueron convirtiendo en células autosuficien tes. Sin embargo, no podemos evaluar y ve rificar con precisión la hipotética ruralización y el trasvase de la ciudad al campo en el ámbito del Vinalopó. 19 Para un análisis de la 1/ici bajoimperial y tardoantigua, Gutiérrez Llore (2004 ) y Lorenzo (2006 ), así como la reciente síntesis de Tendero (2014: 240-242), y las referenc ias de Oleína y Ximénez de Embún (2014: 121123). La ciudad bajoimperial y tardía muest ra síntomas de degradación de los usos urbanos más represen tativos, como el abandono o desuso de las funciones tradicional es, que empiezan a ser vis ib les en el siglo V, y elementos dinámicos, como cierta actividad constructiva y reformas ligadas a la institucionalización del culto cristiano. una reocupación de la parte alta de El Monastil (Poveda 1996; 2006b) (fig. 13 ) y claros indicios en el caso del Castillo del Río (Po veda, 2015 124-128 ; Mejías et al., 201 5: 131-135), que, en ambos casos, con altibajos y ciertas diferencias, parece extenderse hasta los inicios del período emiral. Tras una larga etapa altoimperial de abandono, esta react ivación, dado el papel referencia l tradiciona l de ambos asentamientos, es tratégicos en sus respectivas cubetas geográf icas, hace vislumbrar cambios en la di námica del poblamiento. Estos cambios -que algunos expertos ca lifican de auténtica huida económica y social al ámbito rural-pudieron estar motivados por la inseguridad e inestabilidad general, la presión fiscal, y la crisis y transformaciones del modelo pro ductivo clásico romano, y, posiblemente, se plasmaron en el establecimiento en estas elevaciones de pequeñas comunidades procedentes de los llanos circundantes. Parece que, en conjunto, disminuyó respecto al precedente período altoimperial el número de asentamientos en llanura y terrazas fluviales del Vinalopó (Frías, 201 O: 192 ). Se puede decir que cambiaron, pero no desaparecieron, las relaciones entre la ciudad y su territorio circundante. El resultado fue una nueva estructura demográfica y territorial que se comien za a entrever en la cubeta de E Ida y Petrer, caracter izada por la existencia de un cen tro rector, de algunos modestos asentamientos en altura, y de establecimientos en llano de tradición alt o imperi al (Reynolds, 1993: 9-27, 70-78; Poveda, 1992-1993; Márquez, 2006: 94-96; Peidro, 2008: 86-94). La parte alta de El Monastil se reocupa ya en el siglo IV d. C., adaptándose en algunos casos, y modificando en otros, el há bitat de los siglos 11-1 a. C. abandonado a inicios del período imperial. Tal vez hacia el siglo V d. C. pudo reutilizarse la antigua muralla (Poveda, 1996: 421 -422). Durante las etapas bizantina y visigoda se acentuaron las prestaciones defensivas y militares de este poblado o vicus, posiblemente convertido en un castrum fronterizo, y tam bién las religiosas, en este último caso con la construcción de una iglesia (Poveda et al., 2013), que pudo formar parte de la sede episcopal visigoda de E/o, en virtud de su hipotética relación con los textos conci liares to ledanos de los siglos VII y VII I d. C. (fig . 14) A este período, concretamente a la segunda mitad del siglo VI d. C., se adscribe la cercana y modesta necrópolis del Camino del Monastil (Segura y Torciera, 1999; Po veda, 2006a: 100-104). El papel rector y jerarquizador de El Monastil en el Valle de Elda se apoyó en una serie de modestos asentamientos en altura. Sobre todo a partir del siglo IV d. C., las principales entradas y salidas del valle, cruces de camino, pasos ganaderos y elementos de la red hidrogr áfica (ramblas, acuíferos) estuvieron controlados y vigiladas por encla ves -en nuestra opinión, mayoritariamente atalayas o simples caseríos fortificados, y no propiamente con la categoría demográfica y funcional de los poblados en altura de difícil accesibilidad y fáci l defensa, situados estratégicamente en notab les elevacio nes con un import ante dominio visual. Lejos de las mejores tierras del fondo del valle, estos asentamientos pudieron tener también su papel en el aprovechamiento gana dero, forestal y agrícola de su entorno. Els Castellarets (Petrer ) vigiló el camino interior hacia la costa a través de la Hoya de Castalia, revitalizando el control de la antiquísima ruta prehistórica que, desde la Edad del Bronce, conectaba el litoral centroalicantino con el Alto Vinalopó, en este período jalonado por los enclaves de La Murta (Agost) y Fontcalent (Alicant e). A pesar de su escasa docume ntación arqueológica, en e l sector más elevado de la sierra de Camara (Elda) se pudo ubicar un asentamiento con un elevado control visual, por un lado, sobre las tierras del valle, la laguna de Salinas y la zona limítrof e con el Alto Vinalopó, y, por otro, sobre las tierras interiores de Monóvar Fig. 15. Ortofoto con indicación de yacimientos ubicados en torno al C astillo del R ío . 1.Poblado fortificado almohade /asentamiento tardorromano . 2.Y acimien to paleo andalus í. 3 .Necrópolis tardo rromana del Castillo (Mejías , Ortega y Esquembre 2015: 135 , figura 6, sobre imagen del Instituto Geográ fico Nacional de Esp aña). y P inoso, hacia las altip lanicies m urcianas. Fina lme nte, el tercer hi to estratégico estuvo l oca lizad o en E l Zam bo (N ovelda), o tro ase ntam iento tardorro mano en altura q ue, des de la cresta de l cerro, cont ro ló la sa lida me ridional del va lle e n dirección a la cubeta de Nove lda, Aspe y Monfo rte de l Cid ( Reyno lds , 1993 70- 78; Poveda, 1992 -1993; J over y Segu ra, 199 5: 90 -97; Má rquez, 2006 9 5-96; Peidro, 2008 86 -92) Otros enc laves se ubicaron e n elevac iones menores, complementando el apoyo de los citados h itos estratégicos con el contro l y vigilancia más directo del llano circun dante (Poveda, 1992-1993: 188- 190). En esta segunda categoría, con menor dominio v isual y cierta cercanía a los fondos de val le, se podrían encontrar estab lecimientos aún más modestos. En la ladera oriental de l monte Balón (El da), el Peñón de la tía Gervasia (siglo V d. C.) dispuso de una ventajosa situación sob re los asentamientos tra d iciona les de su p iedemonte y del río Vinalopó (A rco Sempere y Las Agua lejas). Puente de la Ja ud ( Elda), en las estribac io nes occ identa les de l a sie rr a de Bateig , complementó e l papel de El Zambo a l otro lado de l río, en su margen izquierda. Gurrama (Petrer), a media a lt u ra so bre la rambla de Puc;a y cercano a la Vereda del C id, pudo funcionar como posible descansadero o ab revadero, contr olando la vía pecuaria y el acceso des de el inter ior montañoso hacia el cerro del castillo de Petrer, donde coetáneamente pudo existi r un punto de vigilancia en altura de la vi lla Petraria. E l pob lam iento continuó en los asentamientos del llano, donde no se detecta la creación de nuevos núcleos, más a llá del registro de materia les bajoimperiales y t a rdoantiguos en los yacimientos preexistentes, co mo Arco Sempere y Agua lejas. Casa C olará ta mbién ofrece vestig ios fechados entre los siglos IV y V II d. C., con estructuras a bsidadas, as í como hipotét icos indic ios de ac tivi da d productiva alfarera, y un área fu nerar ia (Márq uez, 20 06 : 8 2- 83). Vi lla Petra ria, bajo el actua l ce ntro histórico de Pe Fig. 16. Tumba 29 de la necrópolis de Vistalegre (Aspe) (Reselló, 2012: 53) (Archivo fotográfico Museo Histórico de Aspe). trer, muestra un notable desarrollo durante este período, convertida en un exponente emblemático de una villa romana en las tierras del Medio Vinalopó (Navarro, 1993; Jover y Segura, 1995 97-107; Márquez, 2006: 86-87; Ortega et al., 2008; Frías, 201 O: 215-126; Tendero, 2011 ). De hecho, su emplazamiento refleja algunas de las condi ciones idóneas que recomendaban algunos agrónomos latinos, como Catón (Oe agri cultura, 1, 1, 3): situación al pie de una pequeña colina con dominio del valle y de las tierras de cultivo, y proximidad a acuíferos y vías de comunicación (rambla de Puc;a). De esta villa romana de Petrer se conservan restos de la parte residencial (mosaico polícromo y vestigios constructivos de unas termas), fechados entre los siglos IV y V d. C. Dispuso de un área funeraria asociada, interpretada como un mausoleo familiar, activa a partir del siglo 11 d. C., con la que se podrían vincular los restos de un sarcó fago paleocristiano de fines del siglo IV d. C. Destaca también su zona artesanal, con almacenes y una alfarería (cuatro hornos y talleres para la fabricación de material de construcción) en funcionamiento posiblemente desde el siglo 11 y hasta el siglo IV d. C., así como un área de vertederos datada entre fines del siglo I y los inicios del siglo VII d. C., marcando el posible final de este asentamiento. En los ámbitos territoriales de Monóvar y Pinoso apenas hay datos reveladores para esta época. Solamente Frías (201 O: 215) apunta a una mayor perduración de los asentamientos campesinos, más modestos, durante el período tardorromano (Cama rillas, Malaño, El Paredón), respecto a las villas (El Prado, Queixal), que aparentemente no sobrepasaron el siglo 111 d. C. En el otro foco de nuestro interés, la cubeta meridional de Medio Vinalopó, también se reocupa el Castillo del Río (Poveda, 2015 124-128; Mejías et al., 2015: 131-135), con su pequeña y homónima necrópolis contigua (García, 2008: 97-100). Interpretado como un poblado tardorromano en la zona superior del cerro, el Castillo del Río, pudo actualizar las funciones estratégicas que ejerció durante el período ibéri co y romano temprano. Estuvo en funcionamiento entre mediados del siglo IV y fines del siglo VI d. C., y fue reutilizado parcialmente durante el periodo emiral (fig. 15). En las tierras llanas de su entorno, tras el siglo 111 d. C. parece producirse una re ducción del número de asentamientos. Únicamente, por el momento, se constata una hipotética fase baJoimperial en La Meseguera -Pará juan Cerdán 103 , hasta el siglo iV d. C. , y una etapa posterior tardía de carácter residual. En El Campet se documenta l a continu idad durante el siglo IV d. C. de la vil la del Camino del Río, y la de Wa le j a -Agualejas hasta el sig lo V I d. C. En tier ras aspenses, signi ficativa y curiosamente, l as necrópol is de Verdegás (s VI - s. VI I d. C.) y , sob re todo, de Vistalegre, fechada recientemente en la segunda mitad del siglo V II (Roselló, 2012), en pleno período visigodo, no se asocian c laramente por el momento a ningún poblado o asentamiento rural conocidos 2º (fig. 16). E n definitiva, como resultado directo de una profunda crisis y transformaciones socia les y económ icas, o en el marco de una inestabilidad política y militar acentuada po r ep isodios bélicos como las incursiones bárbaras o la guerra bizantino -visigoda ( Po veda, 1992-1993 ), o más bien por la interacción de ambos procesos, el caso es que el panorama del poblamiento rura l del Medio Vinalopó, especialmente en el caso del Valle de Elda, varía profundamente a partir del s ig lo IV d. C. La nueva dinámica demográf ica y del pobl amiento estuvo marcada por la coexistencia de algunas vie jas y supervivientes villae del llano, en mayor o menor medida readaptadas, y la red de nuevos enclaves emplazados en los relieves que rodean al valle. Solamente algunos asentamientos de ambos escenar ios -monte y valle- mantuvieron su actividad durante l a época emiral. VESTIGIOS YACIMIENTO MUNICIPIO TIPO CONSTRUCTIVOS Y DATACIÓN PRODUCTIVOS El Monastil Elda O,AA, poblado, muralla, Fase 1: s. 111 a. C. -s. 1 d. C. Camino de l Monastil N alfarería, iglesia Fase 2: s. 111 d. C. -s. VIII d. C. El Chorrillo Elda AC -- s. 1 d. C. -s. V d. C. Casa Colorá Elda V, N muros, estructuras Fase 1. finales s. 1 a . C. -s. 11 d. c. absidadas, mausoleo, Fase 2: s. IV -s. VII d. C. posible horno cerámico A rco Sempere Elda V, N 7 muros, teselas, balsa de ½ s. 1 d. C. -s. VII d. C. -Cerro de las opus signinum Sepulturas Puente 1 E lda V? muros s. 1 -S . 111 d. C. ¿s. IV d. C. -s. V d. (.7 Puente 11 - Elda V7 balsas de opus signinum 2’ ½ s. 1 a. C. -s. 111 d. C. Marina Española y dolia ¿s. IV d. C. -s. VI d. C.? Las Agualejas - El Elda V muros, columnas, s. 1 d. C. -s. VI d. C. Melic posibles termas, molinos, Inicios s. 1 d. C. -principios s. 111 d. C. dolia, almazara Camara Elda AA -- Fines s. IV -½ s. V d. C. Peñón de la Tía Elda AA muros s. Vd. C. Gervasia Po nt de la Jaud Elda AA -- s. IV d. C. -s. V d. C. ’º Ambas necrópolis (Vistaleg re y Verdegás) podrían formar parte de un mismo espacio funerario (Verdasco, 2015: 58). Poveda (2015: 127 ) mantiene una cronología para la necrópolis de Vistalegre situada entre finales del siglo VI y las primeras décadas del siglo VII d. C. García Gandía (2008: 155) sugiere su relación con el asentamiento de El A ljau, pró ximo al río Tara/a. VESTIGIOS YACIMIENTO MUNICIPIO TIPO CONSTRUCTIVOS Y DATACIÓN PRODUCTIVOS Vi lla Petraria Petrer V, N termas, mosaico, dolia, ½ s. 1 d. C. inicios s. VII d. C. alfarería, almacenes Caprala Petrer V prensa y balsa de opus 2’ ½ s. 1 d. C. - s. 11 d . C. signinum Els Castellarets Petrer AA -- Finales s. IV d. C. - finales s. V d. c. ¿s. VI d. c. - s. VII d. C.? Gurrama Petrer AA -- 2’ ½ IV d. C. - 1’ ½Vd. c. Castell Petrer AA -- s. IV d. C. -s. V d. C. El Charco Monóvar V? dalia s. 11 a. C. -s. 11 d. C. Monóvar Monóvar AC opus caementicium, Ibérica y romana quizá balsa de opus signinum Pla del Manyar Monóvar V? co lumna, sillares, opus s. 1 d. C. - s. 111 d. C. caementicium El Queixal Pinoso V muros, opus s. 1 d. C. - s. 111 d. C. caementicium, dalia El Prado Pinoso V? posibles termas s. 1 d. C. - ½ s. 111 d. c. Malaño Pinoso AC -- s. l d. C. s. V d. C. El Paredón Pinoso AC muros s. 1 d. C. - s. IV d. C. Camaril las Pinoso AC -- s. 11 a. C. - s. VI d. C. El Zambo Novelda AA -- s. IV - s. VI d. C. ¿s. VII d. C.? Morachel Novelda AC -- ½ s. 1 d. C. - ½ s. 11 d. C. Campet - Novelda V? muros, columnas, s. 1 d. C. -s. 11 d. C. Regalissia mosaico, balsas Camino del Río Monforte V, N7 muros, balsa de opus s.II d. C. -s. IV d. C. del Cid signinum, dalia, molino Waleja Monforte V. N? muros, teselas, bases s. 11 d. C. -s. VI d. C. Agua lejas del Cid de columna, dalia, elementos de prensa y balsas de opus signinum Castillo Monforte AA -- s. 11 a. C. -s. 1 a. C. del Cid Castillo del Río Aspe O, AA, -- Fase 1: s. 11 a . C. - s. 1 a . C. N Fase 2: s. IV d . C. - s. VI d. C. La Nía Aspe AC -- s. 1 d. C. - s. 111 d. C. Quincoces Aspe AC -- s. 1 a. C. - s. lid. C. Pará Juan Aspe V almazara Fase 1: 1-1 1 d. C. Cerdán 103 - La Fase 2: III-VI d. C. Meseguera Casa del Moro Hondón de AC -- s. 1 d. C. - s. V d. C. los Frailes El Rebalso Hondón de 1 -- s. 11 d. C. - s. IV d. C. las Nieves Tabla resumen con la caracterización básica de los principales yacimientos citados en el texto y sus claves . AA: Asentamiento en altura, AC: Asentam iento campesino, 1 : Indeterminado, N : Necrópolis , O: Oppidum y V : Villa. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN DEL GRUPO ARQUEOLÓGICO: 1975-1999 Conc epción Nav arro Poveda Museo A rqueológico de Novel da a rq ueolog ia@ novelda.net L a historia de los pueblos se va forjando no solo a través de grandes acon tecimientos; en ocas iones un pequeño hecho puede marcar un antes y un después en el sent imiento colectivo del origen e identidad de su asentamiento ter ritoria l en u n marco físico -geog ráfico, lo que determinará el desarro llo y evolución histórica de las gentes a llí asentadas. Septiembre de 1975, t ras varios días de ll uvia la escorrentía de las aguas había dejado a l desc ubierto en la calle 18 de Julio, hoy Constitución, un fragmen to de pav imento forma do po r p equeñas tese las de co lores d iversos: era un mosaico roma no. El sor prendente hal lazgo se real izaba el 1 1 de septiemb re, fecha que debe figurar en los ana les de la h is to ria de Petrer pues los res tos arqueológicos aparecidos nos venían a indicar el origen romano de nuestra poblac ión (fig. 1 ). Hasta ese momento el h ito histór ico de referencia había sido la pequeña forta leza de origen musu lmán que ase ntada sobre un pequeño montículo dominaba gran parte de l te rritor io de l valle medio del Vinalopó, y en sus laderas un conglomerado de calles estrec has y pequeñas plazoletas habían configurado desde la Edad Media la estructura u rbana de una pequeña comunidad dedicada fundamentalmente a las tareas agrícolas y ganaderas. La huella dejada por la sociedad andalusí en el paisaje u rbano y rura l de n uestro e ntorno había sido tan si gnificativa que generación tras ge neración las ge ntes aq uí asentadas, más por t radic ión ora l que por conoc imiento de f ue ntes a rqueológicas o doc umenta les, habían conso lidado la creencia del origen i slám ico de la antigua vi lla de Petrer. Fig. 1. Limpieza del mosaico tras su hallazgo (Archivo fotográfico MARQ). 1.- Mirabuenos (EB) 2.-Puntal del Ginebre (EB) 3.-Alt del Perrió (EB) 4.-Catf Foradá (EB) 5 .- El Chorrillo (18) 6 .- Hoya de Capra la ( IB) 7.- Caprala (RO) 8.-Vi lla Petraria (RO) 9 .- Gurrama (RO) 10.- Els Castellarets (RO /IS ) 11 .- Pu¡:a (IS) 12 .- Petrer ( IS/ME) Fig. 2 . Término municipal de Petrer con los yacimientos descubiertos por el Grupo Arqueológico (Archivo Museo Dámaso Navarro) . El l ugar del hallazgo se situaba a escasos metros de l edi ficio del Ayunta m iento, y por lo tanto, del centro neu rálgico de la c iudad. Su descubridor And rés V icedo, pronto comun icó a las a utor idades locales 1 el ha llazgo, q uienes a su vez pusieron todos los med ios necesarios para que José María So ler d irigiera e in iciara l a excavac ión que dejaría al descub ie rto el mosaico, registrándose tamb ién los fragmentos ce rámicos y es tructuras que iban apareciendo. Tras una p rim era inter vención de urgencia, los t raba jos pasaro n a se r dir igidos por Enr ique Llobregat, co nta ndo con la colabo rac ió n d e los miem bros de l G ru po A rqueoló gico Petr elen se co mo poste rio rmen te ve re m os. L a apa rició n de res tos ro m anos de ntro de la t rama urba na de la po blació n no dejaba de ser so rprendente, aunque tras un prime r momento de so rp resa, se pon ía en va lor anteriores ha llazgos arqueológ icos de época romana encon trados en e l tér m ino mun icipal gracias a las prospecciones realizadas por e l Grupo A rqueo lóg ico de l a localidad. 1 Andrés Vicedo al detectar visualmente un fragmento de pavimento de teselas, sorprendido y lleno de curiosidad como el mismo relataba, sin demora se puso en contacto con Joaquín Martínez Chico de Guzmán, concejal del Ayuntamiento, y con Enrique Amat, quienes tras observar que se trataba de un mosaico, dieron la noticia del hallazgo al alcalde Pedro Herrero y a Hipólito Navarro, erudito e historiador local, y considerando que el descu brimiento era importante, se pusieron en contacto con José María Soler, director del Museo Arqueológico de Villena, comunicándolo también, a Enrique LLobregat, director del Museo Arqueológico Provincial de Alicante, quienes asumieron la dirección de los trabajos arqueológicos realizados posteriormente. Origen y actividades del Grupo Arqueológico de Petrer En los últimos años de la década de los sesenta del siglo XX, un grupo de jóve nes pertenecientes a varias organizaciones juveniles 2 impregnados de ilusión, espíritu aventurero y romanticismo, salían regularmente a prospectar el término municipal tratando de descubrir los restos materiales dejados por otras culturas que habían poblado nuestro territorio (fig. 2). Cargados co n capazos, picos, palas y demás uten silios de excavación, realizaron alguna cata aunque sin destrozar ningún yacimiento. Además de prospectar el término caminando po r va lles y montañas, otra de las fun ciones del grupo consistía en la lectura de libros cuya temática estaba relacionada con la metodología arqueológ ica 3 estudiando las características cu lturales de cada periodo histórico. Asistían también a los cursillos de ’In iciaci ón a la Arqueo logía’ que patro cinados po r la Caja de Ahorros Prov inci al de Alicante impartía Enrique Llobregat, tanto en Petre r como en la vec ina ciudad de Elda (fig. 3). Fig. 3. Miembros del Grupo Arqueológico en la Cueva del Agua de Caprala. De izquierda a derecha : Bonifacio Navarro, Vicente Tortosa, José Planelles, Dámaso Navarro (detrás) y Francisco Bernabeu . Curiosamente, uno de los primeros yacimientos identificados se encontraba en el va lle de Capra la, partida rural situada al noroeste de la población. A los pies de L’ Alt de la Creu y en la margen derecha de la rambla del valle. En esta área de labranza, en los años sesenta, los trabajos de roturación agrícola habían dejado al descubierto un con junto de piedras circulares y sil lares labrados presentando un canal de drenaje, así como un depósito fabricado en opus signinum de grandes dimensiones, unido a cerámicas comunes, un conjunto de terra sigillata y, lo más significativo, cinco ánforas tipo Dressel 2-4, mater iales ident if icados como pertenecientes a época romana de l periodo altoim p er ial (s. 1 d. C) Esta datación fue realizada en un prim er momento por los miembros del Centro Excurs ionista Eldense, entidad que adquirió cuatro de las ánforas para la colección de su museo, quedándose el propietario de la finca con la restante. Posteriormente fueron los miembros del grupo arqueológico quienes realizaron algunas catas y una exhaustiva prospección del territorio, localizando un asentamien - 2 El Grupo Arqueológi co de Petrer estaba formado por miembros del Cen tro Excursionista, OJE (Organización Juvenil Española ) y Club de la Juventud. Eran jóvenes con inquietud es culturales de edades comprendidas entre los 1 5 y los 19 años. 3 Como indica uno de los miembros del grupo, la lectura del libro Arqueología de campo les dejó grabada la enseñanza ’toda excavación implica una destrucción ’. Había que anotar y dibujar todos los momentos de la excavación con una metodología científica que ellos desconocían. Su respeto por el patrimonio ha permitido que los yacimientos prospectados todavía guarden los objetos de cultura material entre sus capas estratigráficas. Fig. 4. Vista de la vertiente sur de La Forada donde se sitúa el yacimiento prehistórico (Archivo fotográfico Museo Dámaso Navarro). to ibérico en la parte sudorienta! del valle, al sur del caserío de Caprala. Aquí se reg istró gran cantidad de mate rial cerámico cuya tipología y decoración permitían catalogar el yacimiento como perteneciente a la época ibérica (s. IV -s. 11 1 a. C.), exis tiendo materia les con paralelos en el poblado de El Monasti l de Elda . El asentamiento fue incluido años más tarde por la arqueó loga sueca S. Nordstrom con la denom ina ción Hoya de Caprala dentro del inventario de yacimientos ibéricos con cerámica pintada ( Poveda, 1991; Jover y Segura, 1995 ). Para que e l grupo funcionara de forma más organizada se reconoció por su persona lidad, inteligencia y carisma, a Dámaso Na varro Guillen como la persona res ponsable del colectivo, siendo motor y guía de las actividades y trabajos realizados por los componentes del grupo. Siempre con el espíritu de respeto hacia el patrimonio y con el objetivo puesto en la creación de un museo arqueológico municipal, se pros pectaban y recogían restos materia les de los yacimie ntos detectados. A través del estudio de los materiales encontrados -cerámicas, mo linos de pie dra de forma barquiforme, utillaje lítico y hachas pulimentadas-, se situaba la prime ra ocupación del territorio en el 11 milenio a. C., en la Edad del Bronce. Se loca lizaron lo s yac imientos de La Foradá, Puntal del Ginebre, Alt del Perrió y Mirabuenos. Asen tamientos situados en a ltu ra que les permitía tener un control visua l de territorio con los pasos natura les de comunicación entre el Vina lopó y los val les inter io res del térm i no. Este es un patrón de asentamiento caracterizado por pequeños poblados ubica dos en las laderas o cimas de los cerros, dedicándose los grupos humanos al lí asenta dos a tareas agropecuarias de subs istenc ia. Cons ideraban, no sin fundamento, que e l yaci miento más importante era e l de la Foradá, denominado también como Catí-Foradá (fig. 4), situado en la zona más orien tal y montañosa de l térm ino, a una altura de 993 m s.n.m ., teniendo una ubica ción eminentemente estratégica, con un amplio dominio del territor io hacia los llanos de Agost y la costa alicantina. El yacim iento fue objeto de frecuentes visitas, recogién dose abu ndante material cerámico, dientes de hoz de sílex, molinos de piedra de forma barquiforme y alguna escoria de bronce. A final es de la década de los años sesenta, el arqueólogo inglés M. J. Wa lke r, acompañado por los miembros del Grupo Arqueológico realizó una pequeña cata de 2 x 1 m, junto a la pared rocosa del yacimiento, alcanzándose una potencia estratigráfica de uno s 15 cm, recogiendo cebada carbonizada (Ho rde um Vulgare L.) cu yo análisis radiocarbónico dio una datación del 3500 + 1 50 B.P. (Walker, 1981), siendo e n esos m ome ntos e l úni co yacimiento de la Edad de l Bronce del va lle med io de l Vin alopó fechado con da tación absoluta. Basándose en esa datación, con posterioridad, el pro fesor F. Gusi incluyó este poblado en su Fase I del Bronce Valenc iano, que abarcaría desde 1900/ 18 50 hasta 1600/1500 a. C. (Jover y Segura, 1995 ). P ertenecientes a l pe riodo cultural ibérico fueron dos los yac imien tos prospecta d o s po r l os com po nentes de l gr upo . Eran yac im ie ntos situados e n áreas ce rcanas a l r ío V ina lopó, rodeados de tierras aptas y de bue n rend imien to para el cultivo. El pri mero se ubica en El Chorri llo, part ida rural situada en las márgen es del río Vinalopó, entre los térm inos mun ic ipa les de Petrer, Sax y Elda. Era conocida la ocupación huma na de esta zona desde la s pr imeras décadas del siglo XX, por la aparición de u na escu ltura zoomór fica de un toro al hacer la cimentación para la co nstrucción de un edi ficio 4 . Fue ron posterio rmente tanto los miembros de la sección de arqueo logía de l Centro Excursionista Eldense como los de l Grupo Arqu eológico de Petrer, quienes prospectaron la zona recogiendo gran cantidad de cerámica pintada, fragmentos de ánforas, objetos de hierro , junto con fragmentos de cerámicas de barniz negro, algu nas con decoración de figuras ro jas . Todo e llo se catalogó como pertenec iente a u n hor izonte cu ltura ibér ico con una crono logía de los siglos IV y 111 a. C. El otro yacimiento denominado Hoya de Capra la se situaba en el valle de Cap ra la, en una ele vación del terreno en la margen derecha de la rambla, entre la Casa de Marcos y el caserío de Caprala. Tras varias prospecciones se había recogido un núme ro s ignificativo de piezas ce rámic as cuya tipolog ía permitía cata logarlas como p latos pin tados con decoración geomét rica, á nforas y fragmentos de ce rám ica común, e ntre otras piezas, con una cronología del s iglo IV a. C. Fig . 5. Restos del depósito de opus signinum desplazado al margen del bancal en Caprala (Arch ivo fotográfico Museo Dámaso Navarro) . • El Chorr illo se encuentra sitiado en las márgenes d el río Vina lopó, al noroeste de la pob lación, lindando con los términos de Sax y E lda. En 1906 en la finca de Vicente Amat, vecino de Petrer, al realizar la cimentación para la construcción de una faábrica de luz, apareció un toro de piedra catalogado en 1908 por M. González S imancas como una escultura ibérica, de la que solo se conserv a el dibujo realizado por B. Herrero Ochoa y publicado en su Historia de Sax, y un par de fotografías del mismo realizadas por González Simancas. Figs. 6 y 7 . Vista general de Els Castellarets y ánfor as Dress el 26 proc ede ntes del yacimiento (Arch ivo fotográfico Museo D ámaso Navarro) . La roman ización de l territor io de los valles de l V ina lopó a pa rt ir de med iados del siglo I a. C., también había dejado su huel la en t ierras petrerinas. Tanto los eruditos l oca les como los componentes de l grupo desconocían las referencias que Josep Mon tes inoss hacía en re lac ión a la existencia de restos romanos en el área de l actual nucleo an tiguo de la pob lac ión. Y sin evidenc ias arqueológicas que nos ind icaran el asentam iento romano, solo se conocía el yacimiento arqueológico de Cap rala cuyos objetos cerámicos como sigillata de importación itálica (Dragendo rff 36, Goudineau 27), su dgá lica ( Dragendo rff 18/31, Dragendorff 24/2 5) y a fricana ( TSAA) Cerámicas co mu nes, án foras vi nar ias ( Dresse l 2-4, D resse l 7-11 ), restos de s illares labra dos y un de pós ito fabri cado e n opus signinum (f ig. 5), nos indicaba n la ex istenc ia de una v illa rústica de dicada a la exp lotación agropecuaria del en to rn o territor ia l, con u na crono l ogía ent re los siglos I y 11 d. C. (Jover y Segura, 1995) Al p eriodo Tardorromano pertenecía o tro de los yacim ientos prospec tados por el gru po a rqueológico como era Els Cas te lla rets (fig. 6). Situado al noroeste de la poblac ión tiene su acceso por la partidas rurales de l’Almadrava y Rabosa. Ubicado en la pa rte a lta del ce rro, a 87 5 m s.n.m., domina visualmente el va lle de Puc;a, y el val le del Vina lopó a través del cast illo de Petrer, y los llanos de Agost con el litora l medite r ráneo. Las prospecciones y algu nas pequeñas catas dieron como resu ltado e l reg istro d e estructu ras constructivas, s in que po r ah ora se haya clas ifica do su funcio nal idad, junto a un conju nto de m ateria l ce rá m ico sumame nte int eresa nte co mo á nfo ras de l t ipo Dress el 2 6 (fig. 7), q ue fueron res ta u radas por los miemb ros de l g rupo, sig illata afr ica na y ce rámicas comunes con decoración de rosetas, asociadas al periodo cultu ra l ta rdor romano, entr e los siglos IV y V d. C. Se recogió también un conjunto de ce rá mi cas que po r su tipología y decorac ión -como jar ritas pintadas o decoradas con i nci siones a pe ine, fragme ntos de tina jas con decoración a bandas en rel ieve y ata ifo res con decorac ión de cuerda seca-, nos s ituaban en una fase del yacimiento pe rte nec iente a un horizonte cultura l islámico (s. X -s. XI). 5 Josep Montesinos Pérez. Catedrático de latinidad en Orihuela, en 1795 escribió la obra Compendio histórico ario/ano en veintidós tomos donde recopiló la historia de los pueblos que formaban el obispado de Orihuela. La parte correspondiente a la historia de la villa de Petrer fue transcrita por Hipó lito Navarro en 1993 bajo el título Apuntes sobre la ’Fundación de la Ilustre Villa de Petrer ... ’ Según la crónica de D. Josep Montesinos. Este asentamiento es de gran interés tanto por su s ituación en a ltu ra y dom in io de l territorio como por la secuencia cronológ ica que presentaban los materia les, y siempre fue un yacimiento muy significativo para los componentes del grupo, sirvan las siguientes palabras redactadas por Dámaso Navarro para comprenden su filosofía y respeto que siempre t uvo por el patrimonio arqueológico: ’(. . .) podemos afirmar con plena convicción que los poblados están ahí, sin excavar la mayoría de ellos, guardando los secret os y esperando ser descubiertos por manos expertas y poder ser contemplados en el mismo lugar donde se hallan o en el futuro museo arqueológico de Petrel’ (Navarro , 1977). Yac imiento que todavía hoy espera ser excavado metodo lógicamente para poder conocer el desarro llo de la ocupación humana del cerro en los dos perio dos c u ltur ales ide ntificados, e l ta rdo rroma no y e l islá mico, en toda su mag nitu d. Con todo, hay que indicar que el mate rial cerámico de las diversas etapas sí ha s ido es tu diado por varios investigadores: para el periodo tardorromano por P. Reynolds (1985), A. Poveda (1991) y F. J. Jover y G. Segura (1 99 5), y para el pe riodo is lámico por R. Azuar (1983 y 1994) y C. Navarro (1 988) F inalmente menc ionar que otro punto detectado en las prosp ecciones se lo ca l izaba en la Gu rrama, situado en las estribacio nes su rocc identales de la Ser ra de l Frare, en la o rilla derecha del barranco del Badallet. Aquí se recog ió un conjunto de fragmentos cerámicos cuyos rasgos morfo lógicos y t ipológicos situaban crono lóg ica mente el asentamiento como perteneciente a un momento tardío (s. IV d. C.). Una posterior pros pección y estudio de mate ria les rea lizado por los a rqueólogos Francisco J avier Jover y Gabr iel Segu ra ( 199 5), nos indica que estamos an te un peq ueño asen t a miento de carácter agropecua rio, contro lando el curso de agua y las tierras del val le interior de Pur;a. Así, la presencia de fragmentos de cerámica africana tipo Hayes 50 B y Hayes 67, sitúan la vida act iva de l asentamiento entre la segunda mitad del siglo I V y la primera m itad del V d. C. H ac ien do referencia a los yacim ie ntos prospec tados y dados a conoce r po r el Gr up o A rqueológ ico Petre lense en sus años de andadura juvenil, no podemos de jar de mencio nar el importante asentamiento loca lizado en Pur;a, valle situado al noroeste de l térm ino de Petrer. La tradición oral salpicada por alguna leyenda situaba en este val le bo rdeado por la rambla de Pur;a, un asentamiento antiguo de época musu lma na como e l poblado prece dente a la co nstrucc ió n del casti llo y actua l núcleo urbano de la pob lac ió n de Pet rer du rante la ocu pación del terr itor io en época andalusí. E l abundante material cerám ico reg istrado en las diversas prospecciones como ata ifores vidriados en melado o en verde, jarr itas esgrafiadas pintadas en manganeso, candiles de pie a lto o de cazo leta, fragmen tos de tinajas con decoración geométr ica y ep igráf ica, anafes y alcadafes entre otros mater ia l es, si tuaban el háb itat de es te en clave en un horizonte cu lt ura l pert enecie nte a la é poca almohade (s. XII -s. X III). Desde finales de la década de los años sesenta de l siglo pasado es considerado como el enclave a rqueológico más importante a l aparecer durante los traba jos de labranza en uno de los banca les, varios frisos y fragmentos de yeserías deco radas con mot ivos geométricos de hexágonos. Av isados de tal ha llazgo, estas piezas f ue ron tras ladadas por mie mbros del gr upo a Petre r, entrando a formar pa rt e de los fondos arqueológicos depositados en el Centro Excurs ionista. Estas piezas fueron cons i deras importantes pero sin l legar a saber el valor histórico y patrimonia l que tenían, hasta que años más tarde, cuando estuvo en Petrer el d irector del Museo Arqueo lóg ico Provin cial, Enrique Llobregat, impartiendo un cursillo de iniciación a la arqueología, y pudo ver las yese rías, las clas ificó como perte necientes a la época califal (s. X -s. XI) , periodo anda l usí poco conocido en esos momentos en los valles de l Vina lopó. Tendrían que pasar var ias décadas para que los materiales recogidos en Pu~a empezasen a ser estudiados de manera sistemática por diversos arqueólogos, y aun que continúa sin ser objeto de un proyecto interdisciplinar de excavación, sabemos que nos encontramos ante una a lquería con evidentes signos de ocupación desde finales del periodo califal (s. XI), pero sin que conozcamos su comportamiento estra tigráfico para la horq uilla ocupac iona l que va desde mediados del siglo X I hasta mediados del sig lo XI II, ya en época almohade, momento en e l que se constata una reorganización importante en la ocupación de las tierras de los valles del Vinalopó (Az uar, 1983; Navarro, 1988). No entraremos en esta problemática al no ser el tema que nos ocupa en el presente artículo. Junto a estas actividades arqueológicas no regladas fomentadas a nivel nacional a través del programa de Rad io Nacional de España ’Misión Rescate’ con las que el grupo no tuvo ninguna vinculación, se desarrollaron trabajos de ’restauración’ de las piezas, al tiempo que convencidos de lo importante que era para un pueblo conocer sus raíces históricas, se montó sin apenas recurso pero con gran ilusión, una primera muestra arqueo lóg ica en 1968 en la sede de la OJE , sita en el Paseo de la Explanada, realizando una segunda exposición un año más tarde en la sede del Centro Excursionista, entidad situada en la calle Prim. La acogida que tuvieron estas exposiciones por la pob lación y por las autoridades l ocales, fueron el acicate para que el espíritu e ilusión por la recuperación y con servación de l patrimonio de Petrer continuara latente entre los componentes del grupo. Tras unos años de paréntesis como consecuencia de las obligaciones milita res de var ios de los componentes del grupo, esté vuelve a compactarse bajo la dirección de Dámaso Navarro. Con nuevas incorporaciones retoman ahora, con madurez y mayores conocimientos, las salidas a l campo prospectando el término municipal en busca de las huel las dejadas por nuestros antepasados, con el obje tivo de poder realizar la carta arqueo lógica y conseguir con el apoyo de las auto ridades locales y de eruditos como Hipólito Navarro Villaplana la creación de un museo municipal. Hallazgo del mosaico romano En el transcurso de la década de los setenta del pasado sig lo, nos encontramos con una sociedad dinámica que va experimentando un cambio sociocultural impor tante, no siendo ajeno a ello un sector de la juventud de Petrer con inquietudes cul tura les como era entre otros, e l Grupo Arqueológico, cuyo proyecto más inmediato era, e n ese momento, la recuperac ión del patrimonio histórico de nuestra villa, siendo conscientes de que su función no so lo era la recuperación y conservación de los restos dejados por los grupos humanos asentados en nuestro término en los diversos perio dos históricos, sino que este debía ser expuesto para conocimiento y deleite de toda la población. Con estas premisas se prog ramó la presentación de una exposición arqueológ i ca a celebrar en el mes de octubre de 1975, coincidiendo con la celebración de las fiestas patronales, en la sede social de la comparsa Labradores 6 . Con entusiasmo y dedicac ión , finalizada su jornada laboral, los componentes del grupo arqueo lógico se 6 Anualmente del 5 al 7 de octubre se celebra la fiesta patronal en honor de la Virgen del Remedio . La sede de la comparsa Labradores esta situada en la Pla~a de Dalt. Fig. 8. Trabajos arqueológicos sobre el mosaico dirigidos por el arqueólogo José Maria Soler. reunían diariamente en su sede situada en la calle Cura Barto lomé Muño z, 7 para diseñar y montar la exposición, recibiendo con gran regocijo la noticia del hallazgo fortuito del mosaico. Sin dilación, las autoridades locales al tiempo que contactaban con e l arqueó l ogo villenense José María Soler, daban aviso del hallazgo a los miembros del G rupo A rqu eológ ico 8 , quienes desde el primer momento colaboraron en la excavac ión y registro de los materiales encontrados en toda el á rea excavada. El mismo día del descubrimiento se trajo desde Villena a So ler, quien verificaba que se trataba de un mosaico romano (fig. 8). Sin demora y contando con la ayuda de un grupo de a lbañi les puestos a su disposición por el Ayuntam iento, se p roce dió a descubrir la tota lidad del mosaico comprobándose que sobre el paviment o aparecía una capa fina de ceniza. Partiendo del fragmento visible situado en la parte central de la ca lle, or ientado hacia el oeste, se iniciaron los trabajos dejando al descubierto un mosaico de 2,60 m, de amplitud por una longitud máxima de 4,40 m, estando l imitad o el pavimento por l a parte sur-sureste por un muro de piedra de unos 1 5 cm de grosor, mientras que se comprobaba que por el lado norte había sido cortado por la pala excavadora al haber se realizado la zanja del alcantar illa do. Se trataba de un mosaico que presentaba una forma rombo idal, con decorac ión geométrica y polícroma, siendo la comb inac ión de los co lores de las teselas blanco, negro, rojo y ama rill o. El motivo decorativo estaba formado por una composición de 7 En esta época la sede del grupo así como los fondos arqueológicos se encontraban en las antiguas dependen cias de Cruz Roja. edificio propiedad del Ayuntamiento situado en la calle Cura Bartolomé Muñoz y que hoy ocupa la oficina de Turismo y el Museo Arqueológico y Etnográf ico Dámaso Navarro . 8 Formaban el Grupo Arqueológico de Petrel en ese momento Dámaso Navarro. Francisco Bernabeu, Javier Montesinos, Antonia Payá, Hipólito Navarro, Concepción Navarro, Juan Pérez, Práxedes Bernabé, Remedios Marín y María Luz Fresneda. octógonos seca ntes y adyacentes formando cuadros flanqueados de hexágonos ob longos. A su vez los cuadrados y los hexágonos presentan internamente otro cua drado o hexágono respectivamente de dimensiones más reducidas . Sobre e l pavimen to aparecía una capa de ceniza de unos 6 cm de espesor, registrándose fragmentos de tejas planas y curvas, algunas con decoración digital , y 47 cm de longitud, con a lgunos fragmentos de cerámica común. Este hecho nos hacía pensar que se trataba de las cen izas provocadas por un antiguo incendio . Para comp letar la intervención y comprobar si habían más mosaicos o si estos estaban asociados a alguna construcción, se amplió el perímetro de la excavación rea lizando varias catas en dirección tanto noreste como noroeste. De esta forma se pudo verificar que la mayor parte de l mosaico se lo había l levado la pala excavadora dada la pendiente y desnivel del suelo de la calle y al rea lizar también la zanja del alcantaril lado. Por ello la tierra aparecía muy removida y sin objetos cerámicos. A una distancia de unos 6 m del límite del mosaico afloraban restos de una acequia de riego de época moderna asentada sobre un muro de piedra de época romana asociado a una construcción que interpretábamos como los restos de una pi leta con paredes enlucidas con arcilla , estructura que había sido cortada al realizar la zanja y por la construcción de la acera de la cal le, registrándose gran can tidad de fragmentos de tejas, algunos fragmentos cerámicos, bordes de copas de vid rio y restos de objetos de bronce. La pared del lado Este de la pileta se apoyaba sobre un muro de piedra de 0,50 m de an cho por unos 4 m de longitud, formando un ángu lo de 120 grados con otro muro realizado también con piedra de una longi tud de 1,50 m y 0,50 m de altura, cuyas dimensiones completas se quedaron sin conocer al no realizarse la excavación completa de toda la calle. La continuación de la excavación por lado noreste del mosaico 1, fue muy positiva al dejar al descubierto un nuevo fragmento que fue denominado mosaico 11 (fig. 9). Este tenía unas d imensiones más reducidas de 2,84 x 1,08 m y presentaba también una decoración geométrica y polícroma, aunque se apreciaban dos motivos decorativos diferentes separados por una cenefa trenzada. Por su lado suroeste continuaba la mis ma composición de octógonos y cuadrados del mosaico 1, ya que formaba parte del mismo pav imento que había sido cortado por la pala excavadora. El segundo motivo deco rat ivo estaba formado por círcu los secantes formando cuadrados curvilíneos que contienen otros de dimensione s más pequeñas. Mantenía la misma policromía con la combinación de teselas blancas, rojas, negras y amarillas, estando toda la composic ión decorativa enmarcada por una cenefa de triángulo s isós celes. El mosaico también apa recía cortado al haberse rea lizado la acera de la calle. E l área excavada de unos 22 m 2 dejaba al descubierto junto a los mosaicos muros que por el reducido espacio excavado no permitían definir su función, materiales de cons trucción como eran las tejas planas e ímbrices, cerámicas comunes y algún fragmento de sigil lata africana tipo A, bordes de copas de vidr io y algunos objetos de bronce en regular estado de conservación, siendo todo el conjunto adscrito cultura lmente al periodo roma no, concretamente del s iglo 111 d . C., por Enrique Llobregat Conesa, qu ien a tenor de los objetos hal lados y fundamentalmente por los mosaicos, indicó que estos pertenecían a una villa roman a, denominándol a Villa Petrari a, apoyándose en la evo luc ión filológica del nombre de Petrer . Esta denominación se mantiene en la actua lidad ya que aun habiéndo se rea lizado desde entonces varias excavaciones sistemáticas en el casco urbano de Petrer, ampl iando el área de hábitat de la v illa, no se ha registrado ningún resto ep igráfico que nos indique una determinada denominación de esta villa romana. Figs. 9 y 10 . Mosaico 11 en el momento de su descubrimiento y durante las labores de consolidación y extracción . Indudablemen te este ha llazgo venía a indicarnos el origen romano de la actual villa de Petrer, siendo un e lemento más de motivación para el desarrol lo del trabajo de l Grupo Arqueológico Petre lense, contando con e l apoyo de las autoridades muni cipales, quienes conscientes del valor patrimonial que tenían estos hallazgos para la población, no dudaron en realizar las gestiones pert inentes ante los organismos supe riores como era el Museo Arqueo lógico Provincia l d e A licante, dirigido por Llobregat, para que los objetos encontrados se quedaran en Petrer, asumiendo los costes de la extracción y restauración de los mosaicos y su posterior colocación en una de las paredes del ayuntamiento 9 (fig. 1 O). Estos trabajos fueron realizados por Facundo Roca Ribelles, restaurador del Museo Arqueológico de Sagunto, ayudado por Vicente Bernabeu, restau ra do r del Museo Arqueológ ico Provin cial de Alican te. L a limpieza y catalogación de los materiales recuperados en la excavación nos indicaba que se trataba de una villa altoimperia l de los siglos I y 11 d. C., con un segun do momento o ampliación de su pars urbana en época bajoimperia l (s. 111 - s. V d. C.), atendiendo a la decoración de los mosaicos. E stos pavimentos han sido objeto de estudio por diversos investigadores. En un pr ime r momento José María So ler los databa como pertenecientes a los siglos I y 11 d. C., mientras que Enrique Llobregat los catalogaba dentro de una cronología entre fi nales del siglo 11 y mediados de l 111 d. C., aunque en un posterior estudio los clas ifi caba como pertenecientes a los siglos 111 y IV d. C. Por su parte Lorenzo Abad, cate drático de Arqueología de la Universidad de Alicante, lo databa en época altoimperial, fina les del siglo 11 d. C. Fin almente Antonio Poveda, director del Museo A rqueológico de Elda, cree que es un mosaico del siglo IV d. C., por su composición decorativa y paralelos encontrados. Opinión compartida por los arqueólogos Francisco Javier Jover y Gabriel Segura, quienes analizando la cantidad de mosaicos que se documentan por el ter ritorio peninsula r ent re los siglos 111 y IV d. C., creen que puede fecharse en e l sig lo IV d. C., estando en uso hasta el siglo V d. C., momento en que la villa fue asolada por un incendio (Jove r y Segur a, 1995 ). 9 Tras la extracción y restauración, los mosaicos estuvieron expuestos en una de las paredes del ayuntamiento durante veinte años, siendo trasladados a la Biblioteca Pública situada en la plai;a de Baix en 1995, donde permanecen en la actualidad ya que este edifico alberga el Museo Arqueológico y Etnográfico Municipal Dámaso Navarro desde 1999. Este importante descubrimiento propició que la exposición arqueológica organi zada por el grupo tuviera un notable éxito de público. Se expuso una pequeña porción de mosaico re staurado para tal fin así como dos monedas romanas halladas en el pro ceso de construcc ión del nue vo ayun tamiento, área que sin duda, quedaba dentro de la antigua v illa y que ahora se recuperaban. Se trataba de un sestercio acuñado en R oma en el año 138 d. C., bajo el emperador Antonino Pio . Y la otra moned a era un as, acuñado en Roma entre el 14-68 d. C., bajo la dinastía Julio-Claudia (Navarro, 1991). Junto a los restos de la villa romana se expon ían las cerám icas y objetos de la vida cotidiana dejados por las gentes que habían ocupado este territo rio desde el 11 milenio a. C., hasta nuestros días, pasando por la Edad del Bronce y periodos cu lturales de época ibérica, romana, islámica y bajomedieval crist iana . Las f elicitaci ones fueron múltiples, empezando a tom ar conciencia las au tori da des locales del valor histórico y patrimonial que tenían los objetos arqueológicos recuperados , siendo los fondos de esta colección a rqueológ ica e l ge rmen para la creación de un futuro museo municipal, y a su vez un moti vo de atracción para que va rios jóvenes entraran a formar parte del grupo 1°. Actividades del Grupo Arqueológico Como hemos indicado los restos romanos aparecidos en e l núcleo central del casco urbano de Petrer, venía a marcar un nuevo reto en los trabajos a desarrollar por los componentes del grup o arqueo lóg ico: ahora estarían aten tos ante las nue vas construcciones que se pudieran realizar en el área comprendida entre las ca lles Cáno vas del Castillo, Pla;a de Bai x y Constitución, con la finalidad de documentar l a aparición de restos arqueo lógicos asociados a l horizonte cultural romano, y así pode r conocer el área ocupada por la villa . La tarea no era fácil ya que al so licitar el co nstructo r el perm iso de ob ra al Ayuntamiento, no se le pedía ningún informe arqueo lógico previo, de ahí que teníamos que esta r atentos a l trabajo de la pala excavado ra cuando realizaba el vac iado de tierra para hacer la cimentación . Así ocur rió en la primavera de 1976 al iniciarse los trabajos para la construcción de un nue vo inmueble en la antigua casa del Roig (calle Miguel Amat), colindante con el ayuntam iento. Nada más inici arse los trabajos de vaciado del solar para la realiza ción de la cime ntac ión del nuevo edific io, se dejaba al descubierto un perfil estrati grá fico con el afloramiento de restos cerámicos de tipología romana como era la s igillata, fragmento s de ánforas y tejas de forma plana o curv a, recogiéndose una moneda acuñada bajo el mandato del empe rador Constanc io 11 (3 48-360 d. C.), observándose que la cimentación de l nuevo ayuntamiento de Petrer se asentaba sob re un a lín ea de muro de factura romana. La s gestiones realizad as por Dámaso Navarro , Javier Montesinos e Hipólito Nava rro ante el constructor dieron como resu ltado la paralización de la obra durante unos días, pudiéndose excavar parc ia lmente el solar que ya había sido rebajado como medio metro, en relac ión al nivel de la acera. Se marcaron unas catas teniendo en cuenta donde iban a estar situ adas las zapatas de cimentación. En el cent ro del solar la excavació n nos mostra- ’ Sirva como testimonio del éxito de esta exposición algunas de las leyendas recogidas en el libro de visit as : ’Me parece muy bien esta exposición por que podemos ver cosas muy ant iguas que nosotros no hemos conocido antes. Práxedes Navarro 13 años’; ’Ha sido una sorpresa muy grata la vista de tanto objeto recuperado por estos petrelenses. Les animo a que sigan en su empeño porque todo lo que sea revivir la historia de nuestro pueblo merece nuestro apoyo y estímulo’; ’A nosaltres mos a agradat molt aquesta exposisio a rqueo lógica per lo que representa pera la cultura del nostre poble.’ Elíseo, Vicente Navarro, Agustín y J. Planelles. Fig. 11. Proceso de excavación arqueológica de uno de los delios en Casa del Roig. ba un primer estrato de tie rra de co lor claro con fragmentos cerámicos de cocina, como o llas y cazuelas v idriadas al interior e n tono melado, fragmentos de jarras y jarritas pinta das en manganeso, restos de tina jas y fragmentos de escudillas, cuya tipología nos situa ba en época ba jomedieval y moderna (s XV -s. XV III). El estrato inferior de tierra co lor marrón, registraba fragmentos de un g ran contenedor, por lo que se procedió a abri r en extensión, a una profund idad de 1,50 m, la excavac ión dejo al descubierto dos dalia, situados en posición paralela (fig. 11 ). Uno de ellos se conservaba casi entero, estando la parte supe rior del cuello y borde hundido en su interior, el segundo dolium se encontraba más fragmentado y curiosa mente lañado con grapas de plomo de 12 cm de longitud por 2 cm de grueso, com probándose también, que uno de los fragmentos presentaba un grafito indicativo de l a capacidad de l dolium XXIII sextari. Junto a esto s grandes contenedores cuya fun ción estaba relacionada con el almacenamiento de productos agrarios, se registró un ampl io repertorio cerám ico fo rmado por sigillata africana A y C, cerámica común de pasta de color gris, ollas de borde exvasado, cuellos de jarrita, varios fragmentos de cerámica con decoración a bandas de color siena tipo lóg icamente de tradición ibérica, algunos fragmentos de vidrio, objetos de bronce de difícil identificación deb ido a su mal estado de conservación, algunas tabas y restos de semillas. Sin posibilidad de proceder a la excavación en extensión de todo el solar como debía haber sido, dado la magnitud de los hallazgos registrados, solo se pudo recoger l os objetos a rqueológicos que iban aparec iendo a medida que se realizaba la excava ción de las zapatas de cimentación para la construcción del nuevo inmueble. Se recogieron en la pa rte oriental del solar, med ianera con la plaza del Derrocat, varias clavijas, ladr illos planos con digitaciones y un con junto de más de 50 ladri llos de arci ll a, la gran mayoría (45 ) de forma circular y cuadrangula r oscurecidos por la acción del fuego, q ue formarían parte de las pilas de ladrillos o suspensae de un hipocausto, que e ra el sistema de calefacción de los pavimentos en las termas o baños romanos. Sin duda, estos nuevos hallazgos venían a poner de manifiesto la magnitud de Villa Petraria entre los siglos I y IV d. C., al ser la única villa rustica del vinalopó en la que se había documentado aunque parcialmente, la existencia de baños den tro de la pars urbana. Tras la excavación durante unos meses se desarrolló el trabajo de lavado, inventario y restauración de los dalia, que serían expuestos en una nueva exposición montada en el local social de la comparsa Labradores durante el mes de octubre de 1976 (fig. 12). Como cabía esperar la exposición tuvo una gran acogida por parte la población de Petrer, hacién dose cada vez más evidente la necesidad de contar con un museo municipal. Las actividades del grupo arqueológico con nuevas incorporaciones, continua ban bajo la dirección de Dámaso Navarro, quien periódicamente iba publicando en las revistas locales los nuevos hallazgos, trabajando en la redacción de la Carta Arqueo lógica que sería la base para conocer los puntos de asentamiento de nuestros más antiguos antecesores. Trabajo e ilusiones que se vieron truncados por una penosa enfermedad que nos dejó sin nuestro compañero un frío día de diciembre de 1978, pero su entusiasmo y amor por el conocimiento de la historia de Petrer quedó impreg nado en los demás miembros del grupo, quienes reconociendo su inestimable labor pasaron a denominarse oficialmente Grupo Arqueológico Dámaso Navarro, conti nuando así con el compromiso de conservar y difundir los objetos que habían forma do parte de nuestra historia. Se iniciaba un nueva etapa para el Grupo Arqueológico Dámaso Navarro, al ser conscientes sus miembros de la importancia de conservar los materiales arqueológicos in situ en los yacimientos hasta que estos fueran excavados con metodología científi ca. Por ello pasaron a trabajar en el inventario de los materiales tanto arqueológicos como etnográficos que formaban la colección de los fondos patrimoniales custodia dos, y en una nueva exposición que vio la luz en octubre de 1979. En esta ocasión la exposición mostraba los objetos de alfarería de Petrer, situándose la muestra en la segunda planta de la Casa del Fester. Al inicio de los años ochenta del pasado siglo, con la llegada de los Ayunta mientos democráticos se manifestaban actitudes y compromisos favorables a la recuperación, conservación y puesta en valor del patrimonio por parte de las auto ridades locales; finalizaba una nueva fase de restauración del castillo, sacando a la luz un antiguo aljibe con gran cantidad de graffitis, recuperándose un amplio reper torio de objetos cerámicos de época islámica y bajomedieval con una cronología entre los siglos XII y XVII. También al realizarse el vaciado del solar donde iba a construirse la nueva Biblioteca Pública Municipal, situada en la plac;a de Baix, donde actualmente se encuentra el Museo Arqueológico y Etnográfico Dámaso Navarro, se pudieron documentar varios niveles arqueológicos correspondientes a época bajomedieval e islámica, y por debajo de ellos, a una profundidad de casi dos metros, se documentaba el nivel romano, registrándose gran cantidad de fragmen tos de tejas planas, cerámica sigillata sudgálica y africana tipo A, lucernas y cerámi cas comunes, objetos asociados a un horizonte cultural romano altoimperial (s. 1 -s. 11 d. C.), hecho que nos indicaba el área de expansión de la villa romana. Como ’hormiguitas’ los componentes del grupo iban recogiendo e inventariando todos los materiales para su posterior estudio. Como se ha indicado anteriormente, uno de sus principales objetivos fue la recuperación de los objetos que formaban parte de nuestra historia, y se trabajó activamente en la preparación de la / Mostra Etnográfica i de Costums de Petrer, Fig . 12 . Dolio restau rado por l os miembr os del grupo para la e xposición arqueológica de 1976 . siendo uno de los princ ipales art ífices de la exposic ión V icente Navarro Tomás. La muestra fue presentada en el mes de jun io de 1983 y estaba formada por más de 500 piezas donadas o cedidas por los ciudadanos de Petrer. La exposición ocupó la segun da planta de la Casa del Fester así como todo el espacio abierto de los ba jos de l ayuntamiento. Estas p iezas se rían e l origen de l fondo et nográfico con el que años más tarde se crearía el museo mun ic ipal, que era e l objetivo prior ita rio del grupo. La falta de una normativa lega l que permit iera la real ización de excavaciones como paso prev io a la construcc ió n de un nuevo inmueble fue causa de la desapari ción de restos de época romana en la ca lle M igue l Amat, área considerada como de in fluenc ia de la antigua V illa Pet rar ia. Más fortuna tuvimos, g racias tamb ién a la i ntervenc ión de Hipó lito Navarro, para poder realizar una excavación de urgenc ia en e l solar de la ca lle Cánovas del Castil lo, 5. Nos encontrábamos ante un sola r de unos 1 70 m 2 , situado a unos 50 m, de distancia de la zona donde habían aparecido los restos de un hipocausto. Tras conseguir el pe rmiso de la Direcc ión General de l Patrimon io de la Gene ra l itat Valenc iana, p rocedimos a realizar la excavac ión marcándose dos cuadriculas en l a parte central del so lar que se apreciaba bastante alterado estat igráficamente por la presencia de dos pozos c iegos y un alj ibe. Se excavaron tres cuad ricu las de 4 m 2 , dejando un testigo de 2 m entre e llas . En e l corte A, se l legó a una profundidad de 1 ,50 m, encont rándose una estratig raf ía un poco alterada, documentándose muros de mamposter ía asentados sobre tierra ro jiza donde aparecían ce rám icas de te rra sigil lata sudgá lica (formas Dragendorff 27 y 24/25), lisas o las Dragendorff 29 y 37 decoradas con motivos de festo nes, ovas o perlas, cerámica común, fragmentos de a lpes de tradición ibérica, lucernas de volutas y tejas planas. En el corte B, se l legó a una profundidad de 1,60 m, con una estratigrafía de 5 estratos, con dos n ive les cu ltura les, siendo los est ra tos 111 , IV y V los correspond ientes al nivel romano, reg istrá ndose material diverso como fragmentos de teja plana, pivo tes, asas de ánfora geminadas, fragmentos de ánforas Dressel 14-15, cerámicas de paredes finas, junto con cerámicas de importación norteafricana (formas Hayes 20, 23, 50 y 135), tanto en cerámicas de cocina como en sigillata africana. El corte C vino a confirmar la misma estratigrafía de las dos catas abierta, lle gando a 90 cm, de profundidad, registrándose un número menor de objetos cerámi cos siendo de las mismas característ icas morfológicas, tipológicas y decorativas. En resumen podíamos decir que nos encontrábamos ante restos romanos que formarían parte de V illa Petraria, posiblemente fuera un vertedero cuyos materiales se encuadraban entre los siglos I al 111 d. C. (Navarro, 1986, 1990; Jover y Segura, 1995). A partir de la década de los años noventa la actividad del Grupo Arqueológico Dámaso Navarro se centró en la conservación de la co lección a rqueológica y etnográ fica, co laborando en las excavaciones que se realizaron de forma sistemática en la explanada del castillo de Petrer, dirigidas por la arqueóloga Concha Navarro, a la sazón miembro del grupo, como en la excavación rea lizada bajo la direcc ión de Miguel Benito y Concha Navarro en e l solar de la cal le Mayor, 2 -4, esquina con la p laza de Ramón y Caja!, entre los meses de agosto-septiembre de 1990. Tras practi carse varios sondeos se excavó en extensión, localizándose niveles de ocupación de época bajomed ieva l-m oderna, islámica y romana (fig. 13). Dentro del nivel romano se documentaron diversas estructuras murarías asociadas a un posible mausoleo familiar, con una estancia para niños a tenor de una pequeña c ista construida con grandes tejas planas. La construcción de paredes de abobe asenta ría sobre una línea de muro de piedra con techumbre de teja plana y curva. Se docu mentó un amplio repertorio de cerámicas comunes de cocina, jarritas t ipo Vegas 44, sigi llata africana A, C y D, norteafricanas tipos Hayes 50-A y 50-B, Hayes 3-5-6 y Hayes 73, y objetos de bronce y hueso, siendo de destacar una aguja de hueso perforada en su extremo superior. Todo ello dentro de un parámetro cronológico de los siglos 111 y IV d. C. (Navarro, 1991; Poveda, 1991; Jover y Segura, 1995) Las intervenciones urbanas rea lizadas en el casco antiguo de la población con un número importante de hallazgos de época romana, nos permitían ir conociendo la exten sión de la villa, de cierta importancia a tenor de la dispersión espacial de los hallazgos localizados desde la calle Cánovas del Castillo, Miguel Amat, Constitución, ayuntamiento, solar de la Biblioteca Pública y ca lle Mayor confluencia con la plaza Ramón y Caja!, docu mentándose áreas de la pars urbana de la villa con estancias pavimentadas con mosaicos polícromos, restos de un hipocausto asociado a unas termas, estancias con grandes con tenedores o dolios, de almacenamiento, zonas de vertederos y una posib le área de necró pol is en la cal le Mayor, iniciando su ocupación en e l siglo I d. C., y alcanzando su momen to de máximo desarrol lo entre los siglos 111 y IV d. C. Como cabía esperar unos años más tarde, debido a la amp liación de la calle La Font situada perpendicularmente a la pared norte de la iglesia parroquial de San Bar to lomé, fueron realizados unos sondeos arqueológicos ante la posib lidad de encon trar niveles arqueológicos. La intervención subvencionada por el Ayuntamiento estuvo dirigida por Consue lo Roca de Togores contando con la autor ización de la Dirección General de Patrimonio Cu ltura l de la Generalitat Valenciana. El espacio a sondear tenía una extensión de 41 x 3 m, marcándose 4 cortes. El corte 1, presentaba unas dimensiones de 3 x 4 m, llegándose a una profundidad de 2,57 m sin haberse detectado ningún nivel con materiales romanos. En el corte 2, con unas dimensiones de 3,80 x 4,80 m, se llegó a profundizar hasta 2,93 m, documen tándose a través de sesenta y ocho unidades estratigáficas, niveles de ocupac ión del Fig. 13. Vista de la excavación de la calle Mayor, 2-4 con los restos arqueoló gic os documentados. siglo XIX, bajomedievales e is lámicos, que aparecían superpuestos al nivel de ocupa ción romano. Horizonte cultural romano asociado a materiales de construcción como ladrillos, tejas rectangulares y restos de pavimento de losetas rectangulares de barro cocido, de 23 x 12 cm, registrándose una gran mancha negra con tierra quemada, siendo los fragmentos cerámicos como ollas, sigillata, jarritas, poco representativos, de ahí la dificu ltad para poder precisar la crono logía. Los cortes 3 y 4 fueron poco s igni ficativos a nivel a rqueológico dentro del tema que nos ocupa. (Roca de Togores y Alfosea, 1999) Estas evidencias romanas en esta zona del centro histórico serían el anuncio de los importantes restos arqueológicos documentados durante las excavaciones llevadas a cabo en los años 2007 y 2008 por Arpa Patrimonio, s.1. , en el solar delimitado por l as calles Julio Tortosa, La Fuente y La Huerta. Año tras año el volumen del fondo arqueológico depositado en la planta baja de la Biblioteca Pública Municipal iba incrementándose, los objetos encontrados en l as excavaciones urbanas correspondientes al nivel romano estudiados parcialmente por var ios investigadores, nos indicaban la extens ión e importancia de Villa Petraria, y la creación de l museo arqueológico se había convertido en una necesidad, siendo el objetivo principal del grupo arqueo lógico, realizando continuas demandas antes las autoridades municipales cuyos responsables culturales mostraban gran interés en la recuperación y difusión de nuestro patrimonio arqueológico. Siendo así que finalizan do el año de 1998, el concejal de Cultura del Ayuntam iento de Petrer José Miguel Payá, propuso a los componentes del Grupo Arqueológico Dámaso Navarro el mon taje de una exposición museográfica de arqueología en una de las plantas de la antigua Biblioteca Pública Municipal. Ante este ofrecimiento los componentes del grupo reunidos el 12 de enero de 1999 acordaron: aceptar la organización y montaje de la exposición, la cual podría ser inaugurada a finales de mayo o principios de jun io de 1999. Que el presupuesto económico asignado fuese para el desarrollo del proyecto museográfico con la con tratación de personal cualificado. Que la planta baja del edificio quedaría como zona de almacén, trabajo y sede del grupo. La redacción y firma por ambas partes, Ayun tamiento y Grupo Arqueológico Dámaso Navarro, comprometía al Ayuntamiento a legalizar oficialmente el museo con la creación de una plaza de técnico de patrimonio histórico-arqueológico . El último punto fue que el futuro museo llevase el nombre de Dámaso Navarro. La aceptación por parte del concejal de cultura de todas nuestras propuestas suponía a los componentes del grupo realizar un trabajo serio y responsable que se asumía con ilusión al ver que a corto plazo se iba a conseguir el objetivo por el que tantos años habían luchado. Así, bajo la coordinación de Concepción Navarro Poveda, se preparaba el proyecto museográfico, con la selección y catalogación de las piezas, algunas de las cuales precisaban trabajos de restauración. Se formó el equipo de traba jo dentro del grupo 11, y contándose para el equipamiento de vitrinas con Cristalería Higinio y con la empresa valenciana Darqueo para el diseño y montaje de los paneles expositivos; la restauración de materiales fue realizada por Eva M.’ Mendiola y Vicente Bernabeu, restaurador del Museo Arqueológ ico Provincial de Alicante, no faltando la colaboración de la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Petrer, ni el asesoramien to del departamento de arqueología de la Universidad de Alicante. El museo ocupaba la primera planta del edificio, presentando un montaje y discurso expositivo cronocultural, mostrando al visitante los objetos utilizados por las comunidades asentadas en el termino de Petrer desde época del Bronce hasta época moderna, mereciendo especial atención los mosaicos de época romana, las yeserías is lám icas de Pu~a y los ajuares cerámicos islámicos y bajomedievales cristianos prove nientes de las excavaciones realizadas en la explanada del castillo de Petrer. No podemos dejar de mencionar en relación al montaje del museo municipal que este se componía de dos secciones: la arqueológica y la etnográfica, siendo Vicente Navarro Tomas el responsable del montaje de esta última que ocupaba la segunda planta del edificio. El Museo Arqueológico y Etnográfico Municipal Dámaso Navarro, fue inaugurado el 2 de julio de 1999, dando donación el Grupo Arqueológ ico Dámaso Navarro al Ayun tamiento y por extensión a l pueblo de Petrer, de todos los fondos arqueo lógicos, docu mentos y libros que durante tantos años habían conservado. Los compromisos adquiridos por el Ayuntamiento ante los componentes del grupo se iban cumpliendo. En el mes de junio del año 2001 Francisco Javier Jover Maestre ocupaba la plaza de director del museo y conservador del patrimonio mLJnicipal, y en una resolución del día 15 de noviembre de 2001, se reconocía oficialmente el Museo Arqueológico y Etnol ógico Municipal Dámaso Navarro por parte de la Consel lería de Cultura de la Generalitat Valenciana, como museo de la Comunitat Valenciana (DOGV, 4.167, 14/01/2002 ) En el mes de septiembre de 2002, por decisión mayoritaria, se disolvía el Grupo Arqueológ ico Dámaso Navarro, decisión que fue comunicada al a lcalde-pres idente del Ayuntamiento de Petrer José Anton io Hidalgo López, ya que los objetivos perseguidos durante décadas se habían cumplido, y creíamos que habíamos llegado a la meta, pero esta llegada no habría sido posible sin el apoyo de personas como Hipólito Nava rro, José María Bernabé, Enrique Navarro, Juan Conejero y José Miguel Payá . 11 Eran componentes del Grupo Arqueológico Dámaso Navarro, Juan Pérez Amat, Francisco Bernabeu Ganga, Javier Montesinos Villaplana, Antonia Payá Maestre, Práxedes Bernabé Pérez, Concepción Navarro Poveda, María José Vicedo Amorós, Bonifacio Navarro Poveda, José Vicedo Verdú y Consuelo Mira Ganga. LA ZONA ARTESANAL DE VILLA PETRARIA José Ramón Ortega Pérez Francisco A. Molina Mas Inmaculada Reina Gómez Marco Aurelio Esquembre Bebia ARPA Patrimonio arpapatr imonio@gmail.com -www.arpapatrimonio.com E ntre los años 2007 y 2008 se llevó a cabo una intervención arqueológica de gran entidad en Petrer (Alicante) dentro de la Unidad de Ejecución UZl-18 La Fuente, un solar ubicado entre las calles Julio Tort osa, La Fuente y La Huerta , justo al norte de la iglesia parroquial de San Bartolomé (fig. 1 ). Esta unidad fue promovi da por la promotora Serrella Enisa Promociones S.L. y cuya excavación arqueológica fue ejecutada por ARPA Patrimonio. Tras una fase de seguimiento y excavación arqueológica mecánica entre julio y agosto de 2007, se planificó una excavación en extensión manual entre noviembre de 2007 y marzo de 2008 1 . Todo ello debido a la inclusión de dicha Unid ad de Ejecución dentro del Área Arqueológica Protegida de Villa Petraria recogida en el Plan General del Término Municipal de Petrer de junio de 1997. En relación al solar que nos ocupa la actuación más cercana se realizó en 1998 en la misma calle La Fuente, bajo la dirección de Consuelo Roca de Togores, donde se en contraron evidencias arqueológicas de época moderna, bajomedieval, islámica y romana. Fig. 1. Situación del área de actuación arqueológica dentro de centro histór ico de Petrer. 1 Agradecer la colaboración de los arqueólogos municipales Francisco Javier Jover Maestre y Fernando E. Ten dero Fernández, con el equipo técnico de ARPA Patrimonio a lo largo de la actuación arqueológica, así como la predisposición y buen hacer de la empresa promotora Serrella Enisa Promociones S.L. La intervención arqueológica El estud io arqueo lógico rea lizado en el solar sito en la Unidad de Ejecución UZl- 18 La Fuente, se desarro lló en varias fases: una primera fase de seguimiento arqueo lógico del derr ibo de la vivienda que quedaba en pie, la realización de sondeos me cánicos por toda la superficie del solar y la excavación en extensión de las zonas que dieron positivo a nivel arque ológico. E n el proceso de seguimiento del derribo de la vivienda nos encont ramos que l os muros pr inc ipa les de la misma (fachada, muro de cierre de la ca ra este y media neras principales para le las a la fachada) estaban construidas en tapial (f ig. 2). Al fin de datar estas estructuras se realizaron varias catas murar ías. Hay que destacar que estos muros conser vaban casi todo su a lzado, llegando a lguno a 5 metros de altu ra. En los muros interiores se pudo observar como el a lzado que coinc ide con la planta baja y el primer piso presentaba fábrica de tapial, mientras que el segundo piso era de mampostería. V ivienda derruida que conservaba sus muros o rig inale s de tapial del siglo XV I. Tras el derribo de la viv ienda se llevaron a cabo una serie de sondeo s mecá nicos por toda la superficie del solar, qu e constataron la ex is te n cia de una serie de es tructuras de mampostería tanto de época romana como moderna (Sondeos 2, 3, 4, 9 y 1 O). Así como el hallazgo de un horno de época romana (Sondeo 6) y unos estratos de rel leno también de época romana (Sondeos 7 y 8). Se rea lizaron un total de 1 O sondeos siendo dos de ellos negativos (So ndeos 1 y 5 ), coincidiendo con la zona más septentr ional del solar, que da a la calle La Hu erta y a la Ramb la (fig . 2) SONOEOS ~ .......- 1 - SON DEO 1 SONDE02 ’ 1 _...--l . 1 ~ = ZONA DE AMP LIACIÓN . ÁR EA: 893 m’. - SÓTANO. SONDEO 7 SO NDEO 10 - MUROS DE TAPIAL . - ESTRU CTURAS RO MANAS . ESTRU CTURA MODERNA. 1 1 ~ N.~ Fig . 2 . Sondeos arqueológicos previos, mecánicos y manuales que se realizaron a lo largo del solar, que determinaron la zona de ampliación de la intervención. La excavación en extensión Tras levantar mecánicamente el estrato superficial, comenzamos a descubrir una ser ie de canales hechos con bloques y cantos trabados con tierra que discurrían por toda la mitad norte del solar. Estas canalizaciones tienen una adscripción cronológica bajomedieval/moderna, aunque también se ha localizado superficialmente un cana l de cemento de l sigl o XX, así como un canal general contempo ráneo que traía e l agua hasta una balsa que estaba ubicada en la parte trasera de l Ayuntamiento (fig. 3). A lo largo de todo el solar encontramos una serie de fosas, pozos y’ cubetas’ de factura contempo ránea y moderna, que cortan los estratos romanos y, en ocasiones, el sustrato geológico, concentrándose principalmente en el área centro-sur del sola r. En la zona central de sola r, se localizó una estructura circular de ladrillo relle na de escombro, identificado como un horno de factura contemporánea. Este horno estaría situado en un plano inferior al nivel de uso del momento y está acompañado de una cubeta, de tamaño medio y construida igualmente de ladril los; además el int erior de la misma está impermeabilizada con un revestimiento de mortero de cal. Esta estructura está situada al oeste del horno, probablemente lo abasteciera de agua. Esto s dat os hace n que se identifique como un horno de forja de principios sigl o XX. Fig . 3. Situación del área de actuación en diciembre de 2007, cuando todavía se estaban documentando los niveles de canales y estructuras contemporáneas, modernas y otras medievales . (Fotografía Juan M iguel Martinez Lorenzo) . La zona industrial de la villa romana: hornos y talleres Una vez retirados los estratos y estructuras medievales, modernas y contempo ráne as nos encontramos una serie de niveles romanos cubriendo toda la supe rficie del solar y bajo ellos dos fases constructivas superpuestas de época romana. En l a mitad norte, tras levantar los canales nos encontramos unos niveles de tierra de color grisáceo de desarrollo horizontal, estratos que están cortados por los canales, en donde aparece un material cerámico muy heterogéneo al estar mezclados restos de cerámica moderna, bajomedieval, islámica y romana. Debajo de este nivel, se empezó a localizar teja y ladri llo romano junto con algún resto muy residual de terra sigil lata, cerámica común, dalia y cerámica de cocina. Hay que destacar que esta mitad norte está muy revuelta por toda la actividad que se ha desarrollado en ella, sobre todo en los últimos siglos. Desde la mitad sur del solar hasta la zona central hallamos un estrato de color ma rrón, de gran desarrollo horizontal y que cubre directamente a los muros romanos (UUEE 1016-1029) . Es el estrato de amortización de la segunda fase de época romana y nos ha aportado materiales de mediados del siglo VI d. C. que cubre a los restos constructivos. Por último en la mitad norte del solar encontramos un estrato de color gris que cubre a su vez a los muros UUEE 1026, 1029, 1013, 1031. Estos estratos están cor tados por diversas fosas de diferentes tamaños en las que ha salido material islámico, moderno y contemporáneo. En la zona central del solar se han hallado una serie de muros de época romana hechos de mampostería trabados con tierra en los que podemos distinguir al menos dos fases de uso. La fase más reciente (segunda fase) estaría formada por los muros UUEE. 1004, 1012, 1013, 1016, 1017, 1018, 1019, 1020, 1021, 1022, 1024, 1025, 1026, 1027, 1028, 1029, 1030, 1031 y el pavimento de cal UE. 3003 (figs. 4 y 5). Y la más antigua (pr imera fase) se correspondería con los muros UUEE . 1023 y 1032, el suelo de ladrillos UE . 3004, las cubetas de decantación de arcilla UUEE. 4054, 4068 y 4072 y los hornos. Respecto a la fase más reciente encontramos una serie de muros de mamposte r ía, principales, orientados de norte a sur, que corresponderían a muros exteriores que conforman un área cerrada. A partir de éstos se articulan unos muros con orientación N-S que dividen el área interior en cuatro, posiblemente cinco, naves longitudinales y otros con orientación E-O que conforman las diferentes estancias. Por último, en la zona noreste encontramos al norte el muro UE 1023 que formaría otra estancia, como ampliación de la anterior, junto con otros muros. La nave longitudinal situada al más al oeste estaría formada por los muros 1020, 1024 y 1028. Desde la cara oeste de la UE 1020 saldrían los muros 1021, 1022 y, probablemente, 1004, en dirección E-W, formando las tres compartime ntaciones que existen, apoyándose en la cara este de los muros UUEE 1024 y 102 8. En dirección hacia el este, la siguiente nave la forma rían los muros UUEE 1020, 1019 y 1029 (este muro es la continuación de 1019). Otra nave estaría formada, probablemente, por las UUEE 1019, 1029 y puede que 1017 con una prolongación similar a la del 1019 con 1029 . En esta tercera nave hay que destacar la estancia formada por los muros UUEE 1016-1019 en la zona central del solar, que es la única que se encuentra totalmente cerrada y definida, y que cuenta con unas dimensiones de 16 m 2 . Por último, al este de estos muros, probablemente se situaría una nueva nave formada por 1017, 1012 y 1031, aunque desconocemos si más hacia el este continuaría esta gran estancia com partimentada . Esta segunda fase podemos encuadrarla entre mediados del siglo IV y principios del siglo VI d. C. Se caracteriza por la construcción de una serie de estruc turas habitacionales en un momento en el que ya no están en uso los hornos (ya que a mediados del siglo IV (ya están totalmen te amortizados). Aunque desconocemos el uso real de estas estructuras, que se debe, sobre todo, al alto grado de arrasamiento, sí que podríamos decir que están desvinculadas del uso como talleres o a lmacenes de los hornos. Todo este conjunto constructivo forma un área de 424,25 m 2 (figs. 4 y 5). La fase más antigua está definida por los muros UUEE 1023 y 1032, el pavi mento de ladrillos UE. 3004, las cubetas de decantación de arcilla UUEE. 4054, 4068 y 4072 y los hornos (figs. 6 y 7). Con los escasos datos que poseemos sobre el en tramado urbano de la zona de talleres y almacenes de esta fase hemos extraído la posibilidad de que conformaran un área de 213,39 m 2 . Figs. 4 y 5. Vista aérea con las estructuras romanas superpuestas pertenecientes a los talleres alfareros, con un primer n ivel altoimp erial (siglo II d. C.) y otro tardío (2 ° nivel) del siglo 111-IV d . C. (izqda.) . Estructuras y estancias romanas del 2 ° nivel (dcha.). Respecto a l pav imento UE 300 4, podemos decir que está formado po r tejas pla na s (tegula e) co lo cad as boca aba jo, d e 0,5 0 m de lad o, que se ad osa a la cara este del muro UE 10 23 y conserva unas di men siones tota les de 4,03 m de la rgo y 2, 75 -0, 20 m de anchura máxima y mínima. Está muy deteriorado ya que no se conserva comp le t o deb ido sobre todo a construcciones pos te riores. Probab lemente fo rmara pa rte de l suelo de una es ta ncia de l talle r re lac ionada con las cubetas y la depuración de la a rc illa e mpl eada para la e laborac ión de l produc to que se fabricaba en los hornos (f ig. 7). ’ . ! .J . n • ! Figs. 6 y 7 . Vista aérea de los muros de la 1 ’ fase romana (izqda .) . Parte de los talleres y almacenes excavados, así como los tres hornos para producción de material de construcción, junto a sus fosas y vertederos del p rimer nivel (dcha.). Este pavimento está cubierto por una arcilla de color granate que es e l mismo estrato que hemos localizado justo debajo de los muros citados de la segunda fase, con lo que podemos decir que este nivel arcilloso pudiera servir para nivelar el terreno para la construcción de dichas estructuras o simplemente es el nivel de abandono de la primera fase en esta zona. En la zona central del pavimento de tegulae se constru yeron unas cubetas de decantación de arcilla, las UUEE 4054, 4068 y 4072 (figs. 7 y 8). Las cubetas están realizadas sobre un suelo de cantos rodados, utilizando como paredes las propias tegulae dispuestas en posición vertical. La UE. 4054 es la de mayor tamaño (1,86 m de ancho y 2,82 m de largo) y tien e planta cuadrangular, pero es tam bién la más deteriorada, conservando solo la pared norte y parte de las de los lados este y oeste. Las UUEE 4068 y 4072 son de menor tamaño y de p lanta rectangular (1,41 m de largo y 1,09 m de ancho) y están adosadas la una a la otra, compartiendo la pared norte de separación entre ambas (pared norte de la UE 4068 y pared sur de la UE. 4072 ) (fig. 8) Fig. 8 . Zona en la que se construyeron las cubetas de decantación de arcilla. Esta fase más antigua pertenece a la época en la que estaban funcionando los hornos, por lo menos los denominados UUEE 4045 (horno 1), 4061 (horno 3), es decir, entre los siglos 111 y principios del IV d. C. Esto lo podemos saber ya que los materia les de amo rtizac ión de estos hornos datan de principios/mediados del siglo IV d. C. y también por el estrato que cubre a algunas de estas estructuras (UE 86) . Por tanto nos encon tramos ante el área de trabajo y, probablemente, de almacenamiento, aunque se haya conservado muy parcialmente y no podamos conocer la extensión real de la misma. Del mismo modo, a esta fase pertenecen una serie de fosas de varios tamaños, concentrad as en la m itad sur de l so lar, cerca de los hornos 1 y 3 (UUEE 4029, 4049, 405 1, 4053, 4056, 4057, 4059, 4060, 4062, 4063, 4064) y al norte del pavimento UE 3004. El horno 1 (UE 4045) (figs. 9, 18 y 19 ) es el que presenta un mejor estado de con servación. Está localizado en la zona sur del solar que da a la calle Julio Tortosa y tiene una orientación E-0. La base del laboratorium tiene planta cuadrada con unas dimensiones de 2,80 m de ancho x 2,8 8 m de l argo con un pasillo de acceso rectangular abovedado, reali zado con ladrillos y orientado al oeste (dimensiones: 2,30 m de ancho x 1,92 m de largo). Aunque la parrilla (/aboratorium) no se conserva, e l hypocaustum (cámara de combustión) sí que presenta un buen estado; fue excavada en el terreno natural, sus paredes fueron recubiertas con ladrillos, cubiertos con un enlucido de barro/arcilla, y alberga el sistema de soporte compuesto por cuatro arcos paralelos (arcos de medio punto de ladrillos abovedados tomados con tierra, con unas dimensiones de 2,50 m de largo y 0,45 m de ancho) sepa rados entre sí por canales de una anchura media de 0,20 m, apoyados sobre pilastras también construidas con ladrillos colocados horizontal mente adosados a ambas paredes laterales del hypocaustum, que descansan sobre dos escalones adosados a las paredes laterales de la cámara, quedando un corredor cent ral (con un ancho de 0,64 m ) que atraviesa toda la cámara de combustión. En la entrada de acceso del horno se abre el praefurnium, formado por una fosa excavada en e l subsuelo, de planta alargada, acabad o en una fosa circula r. Cuenta con unas dimensiones de 2,46 m de largo y un ancho máximo de 1,45 m en la zona final (donde se abre en forma circular) y un ancho mínimo de 0,64 m, que coincide con el ancho del corredor central. - LADRILLOS BANCO CORRIDO DE LADRILLOS RECUBIERTOS CON MORTERO DE CAL - ARGAMASA CON MORTERO DE CAL qJN. .... ..,.,. Fig. 9. Plano del horno 1 (UE 4045), con su planta y sus secciones. El corredor de acceso a la cámara de combustión se compone de u na estr uctura excavada en e l subsuelo (de igual forma que el hypocaustum), con las paredes, recu biertas de ladril los y una cúpula abovedada con 2 hi leras de ladri llos de gran tamaño. Tiene adosado en su lado este el cua rto arco de l hypocaustum, y en su lado oeste (en trada) se halla otro arco de similares carcterísticas a los de la cámara de combustión. H ay que destaca r que e l hypocaustum estaba rel le n ado por un v ertido de mo r tero de ca l que sube en pendiente desde la boca de acceso al horno con unos O, 1 O m hasta la pared de cierre en donde alcanza una potencia de unos 1, 1 O m. Probab lemen te este relleno de mortero fue vertido desde el exterior una vez desaparecida la parri lla para re llenar todos los aberturas del hypocaustum e inutil izarlo comp letamente. Sobre el praefurnium se acumu laba n suces ivas capas de carbones , e l derrumbe de la bóveda de l pasi llo de acceso a l hypocaustum y restos de lechadas de ca l. Asimismo, a l norte del horno encon tramos dos fosas de g ran tamaño en las que abundan los carbo nes y cenizas y que probab lemente fueran los vertederos donde se limpiaba este horno (UUE E 4063 y 4064) (f ig. 7). No hay que olvidar que en este horno hal lamos la zona del hypocaustum y del pas illo de acceso re lleno de mortero de ca l y que en e l praefurnium, debajo del derrumbe de la superestructura, no ha llamos restos de cocción. L os rellenos de amortización de este horno nos dan una cronolog ía de princ ipios del siglo IV d. C. Aunque hay que destacar que el mater ia l es muy escaso y más aún el susceptible de ser datado, con lo que aumenta la dificultad a la hora de dar una cronología fiab le. Este problema lo encontramos a la hora de estud iar todas las estruc t u ras romanas, sobre to do en los hornos, que, como en e l caso de los denominados UUEE. 4058 y 406 1, no nos han aporta do ninguna cronología en sus re llenos. El horno 2 (UE 4058) (figs. 1 O y 18) está loca lizado en la mitad noreste de l solar, para lelo a las calles Ju lio Tortosa, La Fuente y La Hue rta, desarrollándose la mitad de d icho horno por e l perfi l este hacia dicha ca lle. Aunque tiene mayores d ime nsio nes que e l anterior, su estado de conservac ió n es mucho peor , ya que está cortado por la estructura moderna. Aun así, hemos podido documentar la mitad oeste de dicho horno, ya que e l lado este se desarrol la bajo la ca lle L a Fuente y desconocemos su estado de conservación . Tiene una orientación noroes te-sureste y unas dimensiones totales de 8 m de largo y un ancho máximo de 2,05 m. P odemos observa r que e l hypocaustum -o cámara de combust ión -está ex cavado en el subsuelo, tiene planta cuadrangu lar y conserva restos de las pi lastras laterales que soportaban la parril la, que descansan sobre un escalón, adosados ambos a la pared lateral de la cámara, quedando un corredor cen tra l que atraviesa toda la cámara de combustión, todo el lo revestido con una capa de arci lla . La pared oeste de adobe tiene un largo de 4,4 1 m, un groso r de O, 14 m. Las pi lastras late ra les son c inco y están construidas con adobe. En la zona más cercana a la pared, en su parte inferior presentan una abertura tubular cegada en la p ilastra situada más a l nor te. Tienen un ancho de 0,50 m y conservan una a ltu ra mínima de O, 20 m y máxima de 0,79 m. E l pasil lo del corredor central es plano, está enlucido y cuenta con un ancho de máximo de 0,7 4 m y mín imo de 0,50 m. La parte conservada del hypocaustum tiene unas di mensiones de 4,4 1 m de largo , 2,05 m de ancho y una profundidad máx ima de 1, 73 m (en la zona del corredo r) y mínima de 0,80 m en la zona de las pilastras latera les. Hacia el sur se abre e l pasi llo de acceso a la cámara de combustió n con bóveda de adobe que se conserva completa en e l punto de unión con e l hypocaustum, mien tras q ue en su desarrollo hac ia el sur só lo se conservan parcia lmente los a rranques de l a pare d oeste. Este pasi llo presenta las paredes vert ica les recub iertas con un en lucí Fig. 10. Vista desde el sur del horno 2 (UE 4058), con el pasillo de acceso en primer plano y el hypocaustum en segundo plano . do de barro/arcilla y conforme avanzan hacia la parte superior se ab ren ligeramente formando el inicio de la cúpula. Tiene 1,50 m de altura en el punto de unión con el hypocaustum, y en su desarrollo alcanza una profundidad de 2,50 m. El suelo está enlucido con mortero de cal y presenta dos escalones, el primero en el punto de unión con el hypocaustum y el segundo hacia la mitad. Al oeste de dicho horno encontramos una gran fosa (UE 4062) con abundantes carbones y cenizas que probablemente estaría en relación con dicho horno (fig. 7). El tercer horno (UE 4061) (figs. 11 y 18) se encuentra ubicado en la zona sureste del solar -está situado al sur del horno 2 y al este del 1- y se caracteriza por un alto nivel de arrasamiento, ya que sólo conserva restos de las paredes de adobe. La cáma ra de combustión es de p lanta rec tangular y tiene una or ientac ión N-S. Con unas dimensiones de 5, 11 m de largo, 1,52 m de anchura, 1,23 m de anchura mí nima y 2,93 m de profundidad máxima. En e l lado sur se abre probablemente el acceso donde se abriría el pasi llo de acceso entre el hypocaustum y el praefurnium con una lige ra rampa. Las paredes de esta zona no son rectas si no que conforme se aproximan a la zona más alta del horno se abren como formando un arco. Por desgracia no se conser van ni el pasillo de acceso a la cámara de combustión ni el praefurnium, y simplemente en la pared sur se abre una fosa de gran tamaño (que probablemente albergara estas dos partes del horno) amortizada como vertedero. En la mitad norte de este horno se abre una fosa c ircular en la pared oeste. Esta abertura de la pared tiene forma alargada y una or ientación E-O con una gran inclinación hacia el exterior. Pod ría tratarse de una sal ida/entrada de aire para el contro l de la temperatura de la cocción. Fig. 11. Horno 3 (UE 4061) visto desde el lado norte. Se aprecia como las paredes van formando un arco al final de la estructura. Los datos que nos aporta el estudio del materia l cerámico extraído de los re lle nos que amortizaban el horno son muy pobres al no poder extraer ninguna cronología debido a que este material se componía bás icamente de restos de adobes, ladrillos, tejas, dolium y cerámica común. Por el contra rio, los rel lenos pertenec ientes a la fosa que se abre en la boca del horno nos ofrecen una cronolog ía de 320-360 d. C., siendo uno de los elementos directores una moneda, un nummus bajoimperial (330-337 d. C.); por lo que el abandono de este horno coincide con e l del horno 1 . Por último, habría que mencionar un horno más, aunque de dimensiones más reducidas (UE 4075 ) (fig. 7 ). Está muy arrasado pero aún conserva el hypocaustum y el pasillo intermedio que conecta con el praefurnium. Se ha conservado la parte inferior de las paredes de adobe con una forma alargada en el pasillo de acceso que en el último tercio sur, coincidiendo con la zona más profunda, se ensancha de forma si nuosa (hypocaustum), pudiendo observar e l arranque de las arcuac iones que crearían pequeñas bóvedas que actuarían como soporte de la pa rri lla. Tiene una s dimen siones tota les de 2,20 m de largo, 0,60-0,45 m de anchura máxima y mínima en la zona del pas illo y en la zona donde se ensancha 1, 1 O m. En general, el material cerámico ha sido muy abundante, aunque en relación a la época romana hay que destacar que la mayor parte del material exhumado ha sido teja y ladri llo (fabricados con gran diversidad de tamaños), siendo menos abundante la aparición de terra sigillata, cerámica común , dolium y cerám ica de coc ina. Esto nos indica claramente la funcionalidad de los hornos hallados: la fabricación de materia les de construcc ión: ladrillos (lateres), tejas planas (tegulae) y tejas curvas (imbric,) . A ra zón de esto podemos observar una especialización de estos hornos en la producción de materia les de construcción si n que existan otros datos que nos hablen de una producción mixta (cerámica común, ánforas, s igillata). Estudio de los materiales recuperados en la excavación Los materiales que analizamos proceden de la pars fructuaria de Villa Petraria, en la que se han identificado zonas de hornos, cubetas de decantación de arcilla, pavimentos de tejas, y algunos muros relacionados con esta parte de la villa, entre los que se encuentra una gran estancia compartimentada. E s de destacar la ingente cantidad de material de construcción hallado, que in dicaría que gran parte de la producción de estos hornos se dedicarían a la fabricación de estos materia les. En total hemos identificado tres mil doscientos sesenta y cuatro fragmentos de teja curva, cuatro mi l quinientos de teja plana y mil doscientos setenta y tres fragmentos de ladrillo (fig. 12) 2 3 ._ . _,._ .r- ,.. [ 4 5 6 Fig. 12. Materiales de construcción: ladrillos (1, 3, 4 y 5) y tegulae (2 y 6). Entre las ánforas de época altoimperial encontramos catorce individuos del con tenedor Dressel 20, dedicado al transporte de aceite (fig. 13) De e llos, cuatro se en cuadrarían en la variante D, mientras que el resto los hemos clasificado como variante C-D (fig. 144). Mientras que la variante C se sitúa entre el 50 y el 70 d. C. (fig. 14.3), la variante D se encuadra entre los años 70 y 11 O d. C. (Berni, 1998 33 -42). Las ánforas Dressel 2-4 es uno de los contenedores de época romana de mayor difusión. Este tipo de ánfora es el que aparece mejor representado en nuestro conjunto. Hemos contabilizado un tota l de setenta y cinco individuos (figs. 14.1 y 14.2), cuya producción se desarrol la desde finales del siglo I a. C. y durante el siglo 11 d. C. en numerosos centros a lo largo del Mediterráneo. El ánfora Dressel 7-11 se encuentra representada por dos individuos. Su producción se sitúa desde el último cuarto del siglo I a. C. hasta inicios del siglo 11 d. C., fundamentalmente en talleres costeros en torno al Estrecho de Gibraltar (García, 1998 76-93), estando destinadas al transporte de distintos productos derivados del pescado (Beltrán, 1970: 415-420). Las ánforas Dressel 28 se encuentran representadas también por dos individuos. Este tipo caracterizado por su borde moldurado y por su fondo pla no, y destinado al transporte de vino, se sitúa desde época augustea hasta aproximada mente época flavia (Miró, 1988: 91-95). El ánfora Beltrán llb, que se encuentra represen tada por un solo individuo, estaba destinada al transporte de pescado y a los derivados de éste . Su producción se sitúa desde inicios del siglo I d. C. hasta finales del siglo 11 d. C. (Beltrán 1970: 448). Tanto este tipo como la Dressel 20 y la Dressel 2-4 se encuentran documentados en Lucentum, llici y El Portus 11/icitanus (Malina, 1995: 74-88). B.11 b Dr. 7-11 Dr. 28 Dr. 2-4 ’ .. ----~· - ....... ,:;;, 1 Dr. 20 K-XXXVB K.XXV - ■ Alto imp. 10 20 30 40 50 60 ■ Bajo im p. 70 B0 Fig . 13. Gráfico porcentual del número de ánforas por formas y épocas. Las ánforas de época bajoimperial son escasísimas en comparación con las del período precedente, y todas ellas ofrecen una procedencia africana. El tipo Keay XXV se encuentra representado por dos ejemplares, uno de la variante B (fig. 14.5) y el otro de la va riante P. En lo que al contenido respecta, y sobre todo en ejemplares de la variante B, las evidencias indican el transporte de algún tipo de salsa de pes- 1 ._ __ ....,! ... 2 3 · - --~ - 4 . __ ,_ 5 Fig. 14. Ánforas : tipo Dressel 2-4 (1 y 2), tipo Dressel 20 C y C-D (3 y 4), tipo Keay XXVB (5). cado. No obstante, en función de la gran importancia que el aceite de oliva tuvo en la economía africana de este período, se apunta la posibilidad de que la mayoría de las variantes de esta forma estuviesen dedicadas al transporte de este producto. La cronología de esta forma se sitúa entre los años finales del siglo 111 y mediados del siglo V d. C. (Keay, 1984: 193-198, 394) El otro tipo identificado de ánfora africana corresponde a la forma XXXV-B, con un único individuo identificado. Pese a no tener evidencias claras de su contenido se sugiere que estarían dedicadas al transporte de aceite de oliva. La cronología de este tipo se sitúa entre los años 380 y 460 d. C. (Raynaud y Bonifay, 1993 17) TSA-A TSA -ND TSA-C TSA-D LUCENTE TSH tardía TSH TSS 10 1 5 20 25 30 35 40 Fig. 15. Gráfico porcentual del número y tipos de terra sigillata localizadas en la excavación . Entre la vajilla de mesa de importación (fig. 9) la sigillata sudgálica aparece representada por siete individuos. Un ejemplar se enmarca en la copa Dragen dorff 24/25 y presenta sobre su fondo interno la impronta indeterminada de un alfarero. Cuatro individuos pertenecen a la copa de paredes estranguladas Dragendorff 27, uno al plato Dragendorff 15/17, y uno a la copa decorada Dra gendorff 30. Salvo la copa Dragendorff 24/25 que llega en torno a inicios de época flavia, como indica su presencia en el pecio Culip IV (Nieto et a!ii, 1989. 131 , 137), el resto de formas, con un inicio en época de Tiberio, continúan su producción hasta época de Trajano, continuándose alguna de ellas hasta el fi nal de la producción pero ya con una dif usión de carácter local o regional. Las sigillatas hispánicas están representadas por dos individuos. El origen de estos talleres se sitúa hacia el 40-50 d. C., y está en relación con la gran aceptación en los mercados de las vajillas de barniz rojo, que provocó la implantación de numerosos centros de producción de estas cerámicas en la Península Ibérica. El material identificado se reduce a un plato Dragendorff 1 5/17 y una copa deco rada Dragendorff 37 B con decoración a molde indeterminada. Por su parte las hispánicas tardías también están representadas por dos individuos, una copa decorada Dragendorff 37 (fig. 16.2) y un fragmento de cuerpo de una copa decorada indeterminada (fig. 16. 1 ). ’-- 2 3 L --~ 5 6 7 ) L. ’ 9 10 11 ~ ’ ______ -, ··-· ; ~ 13 14 15 16 Fig, 16, Terra sigillata: hispánicas (1 y 2), africanas A (3 y 4), africanas C (5 y 6), africanas D (7 a 16) y lucente (17) , 4 8 / 12 -;,,-· 17 La ce rámica de cocina africana se encuentra representada en el co njunto por un total de nueve individuos. Tiene su or igen en la Tun ic ia septentrional, y sus primeras exportac iones son anter iores a la comercialización de la sigillata africanas A, siendo la primera cerámica de uso común exportada en grandes cant idades por toda la cuenca occidental del Med iterráneo (H ayes, 1972 : 17 -18; Tortorella, 1981: 21 O) Los platos -tapadera se encuentran representados por cuatro individuos: la for ma Ostia 111 fig. 332, con un ejemp lar fechado desde época flavia hasta la segunda mi tad del siglo 11 d. C., y aunque es una forma típica del siglo 11 d. C., se pro longa durante el 111 con pe rdurac iones incluso hasta los sig los IV y V d. C., y el plato-tapade ra Ostia 1 fig. 26 1, está representado por tres individ uos (fig. 17.4) y se sitúa desde la época anton ina, y más frecuentemente desde la época severiana, hasta finales del siglo IV e inicios del sig lo V d. C. (T ortore lla, 1981 212-2 13) Las fuentes están representadas por dos individuos, que se enmarcan en la for mas Lambog lia 9 A y Ostia IV, fig. 1. La primera se documenta desde mediados del si g lo 11 y durante el sig lo 111 d. C., perdurando hasta finales del siglo IV e in icios de l siglo V d. C. L a Ostia IV fig. 1 se documenta desde mediados del sig lo IV d. C. pudiendo llegar a inicios del siglo VI d. C. ( Tortorel la, 1981: 21 5). Por su parte, las cazuelas aparecen representadas por t res ejemplares. Uno corresponde a la fo rma Lamboglia 1 O A, con un so lo ind ividuo contabi lizado, y con una cronología que se sitúa desde la pr imera m itad del siglo 11 d. C. hasta finales del sig lo IV o in ic ios de l V d. C. La cazue la Ostia 111 fig. 108 (fig. 17 .5), caracterizada por una deformación del borde con respecto a la fo rma Ostia 111, fig. 267, aparece atestiguada en la ci udad de Cartago en contextos del 320 al 360 d. C. y del 360 al 440 d. C., y en Ostia en contextos de fina les de l siglo IV o ini cios del sig lo V d. C. (Torto rel la, 1981: 2 18-219) Las sigillatas africanas A, cuya producción se inicia con los flavios en la Tu nicia septentrional, aunque su exportación en el Mediterráneo septentriona l se sitúa en época de Domiciano, se encuentran representadas en el conJunto por diez individuos. De las dos fases que se d istinguen en su prod ucc ión, la primera de ellas se de sarrol la desde é poca flavia hasta fina les de la época antoniniana, e im ita o rec ue rda a formas de sigi llata itá lica y sudgá lica, y se caracter iza por fabricar piezas de óptima ca lidad. En esta fase se inclu irían los tres ejemplares ident ificados de la copa Lamboglia 2a, produc ida en la pr imera mitad del siglo 1 1 d. C., con una posible perduración en la segunda mitad de este s iglo. Datadas en la segunda mitad de l siglo 1 1 d. C., encontra mos dos ind ividuos del p lato Lambog lia 23, un ejemplar de la copa Lamboglia 1 b, y un individuo de la copa Lambog lia 3a (Tortorella, 1981: 25 -26, 32). En los últimos años del sig lo 1 1 d. C. se produce una decadencia en la ca lidad de los vasos, dando paso a la segunda fase de esta producción, la denominada A tardía. A esta fase correspondería u n ejemp lar de la copa Lambogl ia 1 c (fig. 16.3), un ejemp la r de copa Lamboglia 3 b 1, y un e jemp la r del plato Lambog lia 9 a2 (f ig. 16. 4). Todas e llas so n fo rmas típicas ya de l a primera mitad del sig lo 111 d. C., si bien el plato Lambog lia 9 a2 inicia s u producción en la segu nda mitad del sig lo 11 d. C., y la copa Lamboglia 1 c se prolongará a lo largo de todo el siglo 1 11 d. C. (T ortorel la, 1981: 26, 3 1-32) Por último incluir un individuo de adscripción indeterminada la sigillata africana A/ D, de transición entre la A y la D, y con algunas característ icas de la C se sitúa a lo largo del siglo 1 11 d. C., teniendo por origen la Tun icia centra l y me ridional. Con esta producción, de la que hemos identifi cado un fragmento de borde de adscripción indeterm inada se inic ia la fabr icación de platos y fuentes de gran tamaño. Las sigi llatas africanas C (TSAC), originarias de la Tunicia central, se encuentra r ep resentadas po r once e jemplares. Seis corresponden al p lato Lambog lia 40 bis (fig. 1 6. 5), uno a l p lato La m bog lia 42 (fig. 16. 6), y u no al p lato Salomo nson C3, todas con una producc ión situada entre el 230/40 y el 325 d. C. Un ejemplar de plato L ambogl ia 40 se sitúa en torno a la primera mitad del siglo IV d. C., mientras que e l individuo identificado de la forma Ostia 1, fig. 114 se fecha hasta el momento en la primera mitad de l siglo 111 d. C. (Sagui , 198 1: 63 -65). Por ú ltimo encontramos un borde indeterm inado de plato que posiblemente se encuadre en la Lambog lia 42 o en alguna de sus variantes. L a sigi llata africana D (TSAD) se produce en la Tunicia septentrional hacia fina les de l siglo 111 e in icios del IV d. C., fruto de una recuperación productiva gra c ias a la reestructu ración de los ta lleres q ue p rodu cían la sigillata africana A. Este nuevo t ipo ce rá mi co se desa rrolla crono lóg icamente desde los inic ios del siglo IV hasta mediados de l sig lo V II d. C., distingu iéndose fundamentalmente dos fases productivas. La prime ra de e llas recoge la tradición de la sigillata africana A, con una cronología q ue se sitúa desde los in icios del siglo IV hasta el fina l de la produc ción a mediados del siglo VII d. C. La segunda fase productiva se desarrolla entre finales del siglo IV e inic ios del siglo V hasta la segunda mitad del siglo VII d. C. (Hayes, 1972: 29 1-292). D entro de la vajil la de mesa de importación, la s igillata africana D (TSAD), con un total de treinta y cinco individuos, es e l grupo más numeroso de l yacimiento . Los platos y fuentes sin p ie o con pie atrof iado, son los más abundantes del conJunto con vein tisiete eje mplares i ndivi dua lizados. Se inc luyen de ntro de este apartado for mas de dimensio nes cons ide rables, que se caracteriza n po r la carencia de pie. Tradi cionalmente se relacionan con los nuevos hábitos alimenticios de esta época. Estas formas se encuadran cronológicamente en torno a los años 300 y 500 d. C. A este grupo se adscriben tres ejemplares del plato Hayes 58 B datado desde finales del sig lo 111 d. C. hasta inicios del V d. C. (Tor torella, 1981 82). La forma Lamboglia 51, 51 A con doce individuos es la mejor representada, tanto en este apartado como en el total de la sigillata africana D (fig. 16 8). De las dos variantes que distinguió Hayes, la 59 A, en la que incluimos dos de nuestros ejemplares, se caracteriza por presentar la pared exterior del plato decorada por una serie de nervaduras realizadas cuando la arcilla todavía estaba fresca. La variante Hayes 59 B, en la que se enmarcarían el resto de piezas de esta forma, presenta sus paredes exteriores lisas. La datación de l a forma Lamboglia 51, 51 A se sitúa desde el 320 al 400/420 d. C. (Ha yes, 1972: 99- 100 ; Tortorel la, 1981 : 83) También en este apartado se incluye el plato Lambog lia 61 en sus distintas variantes con nueve ejemplares identificados. Se reparten entre los dos indivi duos de Hayes 61, núm. 26 (fig. 16.11 ), el ejemplar de Waagé 1948, IX, 831 k ( fig. 16 .1 O), el ejemplar Lamboglia 54, 54 ter (fig. 16 9), el ejemplar Lamboglia 54, 54 bis, y los tres individuos de Lamboglia 53 bis (figs. 16.12 y 16.13), además de otro individuo que solamente hemos podido clasificar de manera genérica como Hayes 61 B. La cronología que propuso Hayes para esta forma va del 325 al 450 d. C., y más concretamente del 325-380/390 d. C. para el tipo A, del que no hemos identificado ningún ejempla r, y del 380/390-450 d. C. para el tipo B ( L amboglia 53 bis), (H ayes, 1980: 516; Tortorella, 1981 a: 84). Los tipos Hayes 61, núm. 26, Waagé 1948, IX, 831 k, Lambog lia 54, 54 bis, y el tipo Lamboglia 54, 54 ter, de transición del tipo A al tipo B, tendrían una cronología media que se situaría en la segunda mitad del siglo IV d. C. (Sagui, 1980: 496-497, 506). La decoración estampada que suele decorar el fondo interno de estos platos tan so lo se ha conservado en uno de nuestros ejemplares de la var iante Lamboglia 53 bis (fig. 16.13), y consiste en la alternancia de dos motivos, uno vegetal esti lizado (Atlante 143; Hayes 77) perteneciente al estilo A (ii), y un círculo dentado pertenec iente al estilo A (ii) o al estilo A (iii) . El plato de borde indiferenciado Lamboglia 9 A aparece representado por un único individuo (fig. 16.7 ). Lacro nología propuesta para esta forma se sitúa en torno al último cuarto del siglo IV d. C., pero su presencia en un contexto entre el 360 y el 440 d. C. en Cartago podría ampliar su datación (Tortorella, 1981: 86). La forma Hayes 50 , típica de la sigillata africana del tipo C y poco común dentro de la categoría productiva del tipo D, también se encuentra representada por un único individuo de la variante B, que se sitúa del 350 al 400 d. C. De igual forma contabilizamos un ejemplar de la forma Hayes 64 nº 4, que se fecha desde finales del IV hasta mediados del siglo V d. C. (Tortorel la, 19 81: 86-88) . Entre los platos y fuentes con pie también se incluyen generalmente formas de diámetros grandes, pero que presentan la particularidad de poseer pies definidos, de altura y forma variable. Las piezas de este tipo se sitúan en torno a los años 400/450 d. C. y 650 d. C. Dentro de este grupo tan sólo hemos identificado un único individuo que se enma rca en la forma Hayes 103 A, datado entre finale s del V o inic ios del VI d. C. hasta el tercer cuarto del siglo V I d. C. (Ha yes, 1972: 159-160) . Los cuencos y copas sin pie o con pie atrofiado están representados por cuatro individuos. Se trata de vasos de diámetro medio caracterizados por la ausencia de pie, que se sitúan cronológicamente entre los años 350/400 y 650 d. C. En este grupo encontramos un ejemplar de la forma Hayes 80 A (f ig. 16.14 ), copa que en principio fue fechada en la segunda mitad de l siglo V d. C., si bien posteriores estudios han rebajado su cronología hasta situarla a principios del citado siglo (Hayes, 1972: 127 128; 1980: 516). También documentamos un ejemplar de la copa Hayes 8 1 A, con su caracterís t ica ruedecilla en su pared interna y con idéntica cronología que la forma anterior. Por último, incluimos en este apartado tres individuos del cuenco Hayes 9 1. Uno de ellos es un fragmento de vis era que se podría incluir como 91 A o B, y se fecharía entre el 350 y 500 d. C. Los otros dos ejemplares (fig. 16.15) se encuadrarían en la variante C con una cronología que se s ituaría desde mediados del siglo V hasta finales del VI d. C. (Hayes, 1972: 144; Aqu ilué, 1989: 138-138) Los cuencos y copas con pie se en cuentran representados por tan solo dos individuos. A este último grupo pertenecen vasos de dimensiones medias provistos de pie, que se sitúan en el tiempo en torno a los años 400/450 y 650 d. C. Esto dos individuos se enmarca en la forma Hayes 99. Uno pertenece a la variante A o B, sin poder precisar más, que se fecharía entre los años 425 y 580 d. C., mientras que el otro correspondería a la variante C (fig. 16.16 ), con una crono logía que llegaría hasta los primeros años del sig lo V II d. C. (H ayes, 1972: 155) Es de destacar en este último fragmento la presencia de una decoración estampada indeterminada sobre su fondo interno. La decoración estampada, que se encuentra ya en producciones anteriores, es un elemento característico de la TSAD. Aparece en e l fondo interior de las piezas, con unos motivos que van desde los pu ramente ornamentales hasta los figurati vos (Hayes, 1972: 218 -219, 221-222 ). En el conjunto que estudiamos la decoración estampada se encuentra bien representada con seis fragmentos de fondos, además del ya citado. Dos de ellos presentan, res pectivamente, círculos concéntricos indeterminados, y círculos y palmetas tamb ién in determinadas. Uno ofrece una decoración de rama de palma (motivo Hayes 1 a) ! ’ ·~ -----’· 1 2 3 ~:. -~~ L l r j 4 5 Fig. 17. Cerámica de cocina y común: ollas del siglo II d . C. (1 y 2), olla del siglo III d. C. (6), cuenco del siglo II d. C. (3), tapadera y cazuela africana (4 y 5). ) / 6 perteneciente al estilo A(i)-(ii). Otro presenta una rama de palma (motivo Hayes 4 j-k) perteneciente al estilo A(ii), un círculo concéntrico (motivo Hayes 26 e-f) perteneciente estilo A(ii)-?(iii), y una roseta (motivo Hayes 44A f-g) perteneciente al estilo A(i) Otro de los ejemplares presenta una rama de palma (motivo Hayes 19) del estilo A (iii). Y por último, un fragmento de fondo con decoración estampada que presenta círculos concéntricos (motivo Hayes 27 ó 28) perteneciente al estilo A (ii) o A (ii)-(iii). La sigillata lucente se encuentra representada por seis individuos. Este tipo cerá mico, producido en la Galia Narbonense, y con un origen que se sitúa principalmente en la zona de Sabaya, se sitúa desde el siglo 111 hasta mediados del siglo V d. C., siendo el período de máxima difusión los años finales del siglo 111 y todo el siglo IV d. C. Todos los ejemplares identificados se incluyen en la forma 1 /3 de Lamboglia (fig. 16.17). La cronología de esta forma se sitúa desde mediados del siglo 111 d. C. hasta mediados del V d. C., siendo más frecuente durante el siglo IV d. C. (Groupe de travail sur les sigillées claires, 1986: 25, 39-40). En lo que se refiere a las cerámicas toscas tardorromanas, modeladas a mano o a torno lento, parece que la mayoría son de producción local o regional. Hemos identifi cado cuatro individuos que se incluyen dentro de los grupos 4 y 5 de Reynolds (1985: 251-253). Las formas identificadas son la olla Reynolds 4.1 (fig. 17.6), la fuente 4.2 y el cuenco 5.1. La fecha propuesta por este autor para la producción de su grupo 4 se sitúa desde el segundo cuarto del siglo 111 hasta finales del siglo IV o inicios del siglo V d. C. Todos los ejemplares identificados que se incluyen dentro de este grupo se encuentran realizados a torno lento. Las cerámicas del grupo 5 de Reynolds se fechan durante el siglo V d. C., pudiendo su producción prolongarse durante los primeros años del siglo VI d. C. Conclusiones Al levantar los estratos y estructuras más modernas nos encontramos con un nivel de época romana que forma parte de la denominada Villa Petraria, de la cual, en 1975, se localizó a unos 100 m hacia el suroeste del solar que ocupa el presente estudio, parte de la pars urbana (el mosaico), dando a así lugar al inicio del estudio y conocimiento de la vida de los antiguos pobladores ubicados en el actual núcleo urbano de Petrer. En este caso nos encontramos ante una zona industrial, formada por una serie de hornos, para la elaboración de materiales de construcción, en este caso tejas planas y curvas (tegu/ae e imbriCI) y ladrillos (latere) debido al alto porcentaje hallado de este tipo de materiales, y unas estructuras de mampostería, que, aunque algunas tienen un alto grado de degradación, podrían ser utilizadas como almacén. Hay que diferenciar dos fases de uso. La fase más reciente se caracteriza por la existencia de una serie de muros de mampostería principales (con dirección nor te-sur) a partir de los cuales se articulan otros secundarios (dirección este-oeste), formando una serie de habitaciones o estancias de planta más o menos cuadran gular. Destacando, en todo caso, la estancia central, localizada en la zona centro del solar, formada por los muros UUEE 1016-1019. Esta fase tiene una perduración entre principios del siglo IV y principios del siglo VI d. C., produciéndose su amorti zación a mediados del siglo VI d. C. Parece que estas estructuras están en uso en un momento en el que ya no están en funcionamiento los hornos, por lo que debemos descartar su uso como talleres o almacenes relacionados con la producción de los mismos (fig. 18). ■1•FASE El PAVIMENTO □HORNOS D HORNO 3 c.:== Fig. 18. Plano de los dos niveles romanos del barrio artesanal, con la ubicación de los hornos . Esta afi rmac ión se apoya con e l ha llazgo del muro UE 1031 que está loca lizado encima del horno 2 (U E 4058), cortando el último estrato de amortización de l hypo caustum. Así como, el hecho de que en los estratos de amortización de los hornos no haya materia les de l sig lo VI d. C., como así ocurre con el estrato de amortizac ión de la segunda fase. Fig. 19 . Horno 1 , el mejor conservado, del que ha quedado su boca o praefurnium, y la cámara de fuego formada por arcos de ladrillo . De la fase más antigua debemos destacar la aparición de dos muros de mam postería de mejor factura que los de la fase anterior, uno (UE 1023 ) asociado a un suelo de tejas planas colocadas boca abajo y de gran tamaño , sobre los que se su perponen algunos muros c itados anteriormente, y a tres cubetas de decantación de arcilla. Y otro (UE 1032) localizado sobre la cámara de combustión del horno 2 (UE 4058), de lo que se desprende que este horno fue el primero que dejó de utilizarse. Estas estructuras estarían en funcionamiento al mismo tiempo que los hornos y, pro bablemente junto con otras estructuras que no han perdurado, formarían parte de los talleres y de los a lmacenes asociados a dichos hornos. Por último destacar la presencia de estos hornos, dedicados a la producción de tejas y ladrillos. Se han localizado tres hornos de gran tamaño, dos en la mitad sur y uno en la mitad noreste del solar. Además se han localizado restos de un cuarto hor no, éste de menor tamaño, ubicado muy cerca del hypocaustum del horno 2. Destaca e l denominado UE 4045 (horno 1 ) (fig . 19) que, aunque le falta la cúpula, es el mejor conservado. Los hornos 1 y 2 podríamos catalogarlos en el tipo A4 (Coll, 2005 ) o II/b de Cuomo (Cuomo, 1971/72), mientras que los hornos 3 y 4 dado su alto nivel de degradación no podemos adscribir los dentro de ninguna tipología. Hay que decir que estos hornos estarían en funcionamiento a la vez, aunque hemos encontrado indicios de que el horno 2 es el primero que se dejó de utilizar al hall ar sobre los re stos del praefurnium el muro UE. 1032, que hemos dicho que pertenece a la fase más antigua. Por lo que podemos deducir que cuando se creó el complejo artesanal relacionado con l os muros UUEE. 1023 y 1032, con las cubetas de decantación de arcilla y el suelo de tejas, el horno anteriormente citado estaba ya abandonado y amortizado. En conclusión, nos encontramos ante la pars fructuaria de la villa romana con dos momentos de uso. La fase más antigua está compuesta por cuatro hornos, más o menos conservados y unas estructuras de trabajo utilizadas probablemente durante el siglo 111 hasta principios del siglo IV d. C. (figs. 20 y 21) La fase más rec iente está formada por un gran complejo estructural dividido en diversas estancias cuya funcionalidad des conocemos, y que fueron utilizadas durante todo el siglo IV hasta principios del V I d. C. Villa Petraria fue descubierta fortuitamente en 1975 cuando se realizaban unas obras de acondicionamiento del alcantarillado en la actual calle Constitución . En el transcurso de estas obras se produjo el hallazgo de un mosaico de Época Romana, asociado a dos muros que lo limitaban, uno por su parte sur y el otro en posición obli cua por su parte sureste. Estaríamos ante una habitación de planta poligonal, perte neciente a la pars urbana de la villa, pavimentada con un mosaico policromo (blanco, negro, rojo y amarillo), con un diseño geométrico, fabricado en opus tesellatum. Este mosaico se ha fechado en el siglo IV d. C. y parecer ser que estuvo en uso hasta el siglo V d. C., en opinión de E. Llobregat y A. Poveda (Jover y Segura, 1995), momento en el que posiblemente un incendió asoló la villa . A partir de este momento se empezaron a realizar diversos hallazgos en las calles Cánovas del Castillo, n º 5 (1986), plac;a de Baix (1987), solar del Banco Popular, calle Mayor (1990), la explanada del castil lo y calle La Fuente (1998), en donde se lo calizaron diversos estratos, estructuras y parte de la necrópolis (un panteón familiar). Todos estos hallazgos están fechados entre lo s siglos I y IV d. C. Por tanto, esta excavación ha supuesto un salto cualitativo para el conocimiento de la villa, ya que hasta el momento no se había hallado un complejo estructural tan amplio, debido, sobre todo, a las excepcionales dimensiones del solar, que aporta una posibilidad de estudio mucho más concreta de este área de trabajo . Fig. 20. Representación del sector artesanal alfarero de época romana de L’ Almadrava -Els Pobletscerca de Dénia (Gisbert, 2003 : 131 y 133). Nos sirve de ejemplo para hacernos una idea del aspecto del barrio industrial romano de Villa Petraria, que se ha localizado en esta intervención arqueológica. Fig . 21 . Representación de uno de los hornos del taller alfarero de L’Almadrava, semejante al horno 1 localizado en la excavación arqueológica (Gisbert , 2003: 131 y 133). La localización de este barrio artesanal romano entorno a la calle La Fuente, nos aproxima en mayor medida a Villa Petraria. Villa que parece centrarse sobre el actual Ayuntamiento, entre la plac;a de Baix, calles Miguel Amat, Cánovas del Castillo, De rrocat y calle Constitución. Al sur de la iglesia de San Bartolomé también aparecieron en su momento estancias domésticas, que una vez arrasadas fueron utilizadas como área funeraria, interpretadas como un posible mausoleo entre la plaza Ramón y Cajal, y la calle Mayor (fig. 22). Añadir que a partir de marzo de 2008, desde el Museo Arqueológico y Etnoló gico Dámaso Navarro de Petrer y a instancias de la Conselleria de Cultura de la Gene ral itat Valenciana se emitió una propuesta de consolidación y conservación de uno de los hornos mejor conservados, el denominado horno 1, llegándose a un acuerdo entre e l Ayuntamiento y la empresa promotora para conservar in situ dicho horno. Un hecho que se ha materializado rec ientemente, y del que el equipo que realizó la intervención arqueológica nos a legramos enormemente, pasando a ser un elemento patrimonial de primer orden, para explicar la zona artesana l-industrial de Vi lla Petraria. Fig. 22. Vista aérea de la excavación en marzo de 2008, con los niveles romanos a la vista. (Fotografía Juan Miguel Martínez Lorenzo). CONSOLIDACIÓN Y VALORIZACIÓN DEL HORNO ROMANO Eduardo López Seguí Eva M .ª Mend iola Tébar Alebus Patrimonio Histórico S.L . ale bus@a lebusph.com E I hallazgo de un taller de fabricación de materiales de construcción de época bajoimperial en las excavaciones arqueológicas del solar delimitado po r las cal les Jul io Tortosa, La Fuente y La Huerta, (Ortega, Reina y Esquembre, 20 08) permitió documentar un conjunto formado por tres hornos. Uno de ellos presentaba un buen estado de conservación, hecho que, unido a su situación junto a la calle Julio Tortosa y a su orientación paralela a la misma, facilitó la modificación puntual del Plan General que permitió convertir en dotacional pública la zona donde se encuentra este horno. Este proceso culminó con la creación de una sa la de plan ta rectangular de 48 m 2 , integrada en el nuevo edific io construido, en la que se conserva el citado horno. La Concejalía de Cultura y Patrimonio y el Museo Dámaso Navarro 1 pusieron en marcha en julio de 2011 un procedimiento negociado para contratar un conjunto de trabajos encaminados a la creación de una sa la comp lementaria del Museo ded icada a exponer de mane ra d idáctica los elementos recuperados de Villa Petraria. La sala ten dría al horno como elemento más destacado, permitiendo además completar la visión de este yacimiento con la inclus ión de paneles informativos y vitrinas en las que se exhibiese parte de los materiales recuperados. Se incluía en este proyecto el traslado y montaje en la nueva sala de dos grandes fragmentos de mosa ico, pertenecientes a esta villa, encontrados en el año 1975 en la calle Constitución, y expuestos hoy en una pared del museo. Como no podía ser de otra manera, en e l trabajo previsto se inclu ía la restauración completa del horno. Este proyecto no llegó a ejecutarse. En junio de 2014, la Oficina Técnica de Obras y Urbanismo y el Museo Arqueo lógico de Petrer, redactan una memoria valorada en la que se incluyen las actuaciones necesar ias para consolidar y restaurar el horno e integrar la sala que lo alberga en el circuito de los b ienes patr imonia les visitab les de la loca lidad. Este proyecto es asumido por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Generalitat Valenciana, que ad judica los traba jos a Alebus Patrimonio Histórico S.L. L a actuación se inició el 2 de febrero de 2015, finalizando el 1 O de marzo del mismo año. El equipo estuvo formado por la restauradora Eva Mendiola y por Miguel Ruz, Fer nando Gomis, Antonio Martínez, Francisco Pérez y Antonio Ruz, integrantes de A leb us, habiendo participado también los alumnos en prácticas Pedro Mart ínez y Miriam A lba. Estado del horno y de la sala previo al in ic io de los trab ajo s La sala donde se encuentra el horno es un bajo con acceso desde la calle Ju lio Tortosa y con fachada a ésta y a la calle La Fuente. T iene unas dimensiones aproxima das de 48 m 2 y forma rectangular (8 x 6 m). La superf icie util izable para e l público es de unos 12 m2 situados al nivel de la calle; el resto del espacio corresponde a la zona arqueológica en la que se encuentra el horno romano, a una cota inferior. 1 Queremos agradecer al personal del museo la colaboración prestada en la realización de este trabajo, espe cialmente a su director, Fernando Tendero. En la fachada sur del loca l está s ituado e l acceso, en e l extremo oeste de la m is ma , const ituido por una puerta batiente de acero y cristal con un elemento fijo lateral y otro supe rior. En esta fachada tamb ién se abren dos g randes ventana les fijos de unos 3 x 2,5 m que aportan a la sala una importante cantidad de luz natural. En la fachada este se abre otro gran ventanal, también fijo, de unos 6 x 2,5 m. El tec ho de la sala es de escayola desmontab le y en é l hay i nstala das se is lum i narias fluorescentes empotrables con louver parabólico que pueden servir como luz de servicio y/o luz general. E l sue lo de la zona pisable es de pavimento cerámico, no disponien do de ba ran dil la alguna que delimite la zona destinada a albergar a los visitantes de la ocupada por e l horn o (f ig. 1). E n e l fondo de la sala se abre un espacio coincidente con la cal le La Fuente en e l que se instaló un sue lo p isab le de vídrio con el objeto de permitir la vista cenital de la parte final del horno desde la acera de citada calle. Fig . 1. La s ala vi sta de sde el ex ter ior an tes de empezar las labor es de consolidación (A rchivo fotog ráfico Museo D ámaso Navarro) . En la zona del horno se puede distinguir dos áreas diferentes. La cáma ra de combus t ión se encuentra en la pa rte más a le jada de la p lataforma trans itab le, que tiene en pr imer término el espacio correspond iente al praefurnium, a una cota considerable mente inferior . E l muro de cierre situado en e l lateral norte está apoyado en una zapata cor rida excavada sobre e l perfi l dejado por la excavac ión. En e l latera l opuesto se aprecia la ex istencia de un muro irregular de bloques de cemento para lelo al mu ro que fo rma la fac hada exterior . Sólo se extiende hasta e l ar ranque el praefurnium, estan do oc upa do el espac io coi nciden te con esta construcción por e l corte de t ierra de la excavac ión arqueológica (fig . 2). E n lo que al horno se refie re, debemos indicar que en el momen to de comenzar l os trabajos, la cámara de combustión se encontraba re llena con grandes b loques de po l iestireno expandido que formaban un precario apuntalamiento de dudosa efectividad; e l área co rrespondiente a l praefurnium estaba rellena por un buen número de metros cúbicos de tierra que s irvieron de protección para sus zo nas más débiles ( fig. 3) . Fig. 2. Protecc ión del horno durante la construcción del edificio. Al finalizar los trabajos de excavación arqueológica, el horno quedó convenien temente cubierto por una capa de plástico y tela de rafia que, en el transcu rso de la obra, fue desapareciendo en algunos tramos. En un momento avanzado de la misma, la construcción principa l fue cubierta con chapas onduladas y tableros de madera. La convivencia del horno ya excavado con las obras de construcción del edificio trajo con sigo que, en algunas zonas, la limpieza del sobrante de las cubas de hormigón fuese a parar a la supe rficie del horno, creando unas co ladas profundas que se solidificaron, ocupando los intersticios y los espacios entre las arcadas que sostenían la par rilla , ha ciendo necesaria la retirada pormenorizada de estos vertidos (fig. 4). Para comprender mejor el proceso de deterioro sufrido por el horno desde el mo mento en el que f inaliza la excavac ión arqueo lógica hasta que comienzan los trabajos de Fig. 3. Estado del horno y la sala previo al inicio de los trabajos de consolidación . Figs. 4 y 5. Estado de la zona trasera del horno previo al inicio de los trabajos de restauración y detalle de las colonias de líquenes en los arcos de la cámara de combustión. restauración debemos tener en cuenta, en primer lugar, que esta construcción está in completa. Se ha perdido la cámara de cocción y el suelo de la misma. Se ha conservado la estructura de la cámara de combustión que soportaba la parrilla, formada por cuatro arcos de ladr illo macizo apoyados sobre los muros de cierre laterales, el muro de cierre trasero de esta cámara, y el arranque de la bóveda que forma el praefurnium, construida con ladrillos bipedales y adobes colocados en vertical sobre la cimbra. Se trata, pues, de una construcción que ha ofrecido a la intemperie su estructura interna, no preparada para resistir de forma adecuada la acción erosiva de los agentes meteorológicos ni los deterioros derivados de convivir con una obra en marcha. A este hecho debemos sumar que la sala habilitada para su exhibición y conserva ción no estaba provista de un sistema de ventilación que evitase la concentración de la humedad en el horno, máxime si tenemos en cuenta que la construcción se encuentra excavada en la base geológica, lo cual le confiere un alto grado de humedad. A este hecho hay que sumar la existencia del pavimento de vidrio antes citado, que favorece la condensación de la humedad y la precipitación de gotas de agua sobre la construcción de manera continuada, provocando la proliferación de hongos que llegaron a colonizar amplias zonas de los arcos que soportaban la cámara de combustión (fig. 5). Desarrollo de los trabajos La intervención prevista contemplaba conseguir tres objetivos básicos: - Adecuar la sala a la visit a. - Acometer la restauración del horno, garantizando su conservación . - Musealizar la sala para dotarla de los elementos didácticos necesarios para la comprensión de los bienes patrimoniales que contiene. Adecuación de la sala La primera tarea realizada fue la construcción, arreglo y adecuación de los mu ros perimetrales de la zona donde se encuentra el horno. Para ello se procedió a la ret irada de la tierra 2 que rellenaba la zona del praefurnium más cercana a los muros laterales con el objeto de despejar la zona de trabajo (fig. 6). 2 Los movimientos de tierra fueron objeto del preceptivo seguimiento arqueológico autorizado por la Dirección Genera l de Cultura y dir igido por el director del Museo Dámaso Navarro. El muro lateral izquierdo estaba construido sobre una zapata corr ida de hormigón de profund idad variable, que no presentaba una al ineac ión recta. Se proced ió a la limpieza de la pared y a la construcción de un muro de hormigón p rovisto de una armadura de hierro anclada al muro de hormigón existente. Se cons igu ió la alineación recti línea de la pared imple men tando el t ramo final mediante la co nstrucc ión de un murete de la dril lo. E l m uro late ral derec ho esta ba formado po r una a lineac ión irr egular de b lo q ues de ho rmigó n relle nos con e l mismo mate rial q ue cerraba la zona correspond iente a la cámara de combustión, no a lcanzando la que coincide con el praefurnium. Se procedió al for rado con ladril lo de la obra de bloques y a la construcción de un m uro, también de horm igón armado en la zona delante ra. F ig . 6. Proceso de construcción de los muros perimetrales . Las paredes de cierre de los lados cortos del vaso donde se encuentra el horno se levantaron a partir de la construcción de sendos muros de b loques sobre un zuncho de horm igón armado. Un a vez constr uidos y a rreg lados los muros que delim itan el á rea de l horno, se procedió a su e nluc ido con mortero de cemento y a la ap licación de dos manos de p intura blanca en la tota lidad de la sala, para lo cua l fue necesar io el montaje de un comp lejo andamiaje. Tamb ién se repintaron los marcos metálicos de los ventanales y la puerta de acceso. T ambién se dotó a la sala de instalación eléctrica propia, tramitando los boleti nes necesa rios. Se procedió a la puesta en marcha de un sistema de iluminación que baña frontalmente el horno con luz blanca, insta lando también una luz fría de co lor rojizo en el interior de la cámara de combustión q ue recue rda al fuego que se producía en su interior. Por ú lt imo, el Ayuntamiento se encargó de la sustitución de las lumina r ias del techo por otras de luz más calidad y me nor consumo que t ienen la func ión de proporc ionar iluminación general a la sa la. La restauración del horno Se procedió en primer lugar a la retirada parcial de las tierras que rellenaban el praefurnium, alcanzando la cota que permitía acceder a l interior de la const rucción pero dejando cubierta la zona correspondiente a la boca de carga para evitar que pu diese deteriorarse, destapándola en la fase final de los trabajos (fig. 7). Fig. 7 . Desarrollo de los trabajos de limpieza. Fig . 8 . Eliminación de los vertidos de hormigón. La primera tarea realizada en el horno fue la retirada de las tierras y restos de escombro acumulados sobre la estructura en la fase de obra. De igual manera, se reti raron los vertidos de hormigón mediante la utilización de un martillo eléctrico (fig. 8). Una vez comprobada la estabilidad de la bóveda y de los arcos que soportaban la parrilla, se retiraron los bloques de poliestireno colocados a modo de apuntalamien to, permitiendo de esta manera realizar una valoración del estado de conservación de la estructura. Tras una limpieza exhaustiva de la construcción a partir del cepillado, rascado con escalpelos y bisturíes para eliminación de la suciedad más adherida y aspirado de los elementos sueltos o disgregados, se pudo comprobar que el horno presentaba pérdidas de mortero de junta entre los ladrillos de la bóveda y de los arcos; los ladrillos y bipedales que forman la estructura también presentaban en ocasiones pérdidas, pudiendo comprobar además la proliferación de colonias de hongos en la zona que coincide con el suelo de vidrio que da a la calle (fig. 9) Fueron eliminadas a partir de la aplicación de un biocida y la posterior retirada de los restos, ultimando de esta manera la limpieza del horno, permitiendo acometer las tareas de restauración . Figs. 9 y 10. Estado de conservación de la bóveda del praefurnium y consolidación y fijación de fisuras. Figs. 11 y 12. Proceso de restauración de la bóveda del praefurnium y detalle del rejuntado de los arcos de la cámara de combustión. Figs. 13 y 14. Reintegración de los elementos constructivos. Se consolidó la estructura mediante la aplicación de si licato de etilo por as persión, restituyendo puntualmente los volúmenes perdidos de ladrillos y adobes con mortero de restauración . También se llevó a cabo la inyección de PLM con el objeto de conso lidar las grietas de los elementos constructivos, principalmente en el interior de la construcción (fig. 1 O ) Por último, se repusieron las juntas perdidas entre ladri llos, garantizando de esta manera la estabilidad de la estructura (figs. 11, 12, 13 y 14). Una vez acabada la consolidación, se ap licó un biocida residen te a la totalidad de la construcc ión con el objeto de retardar la proliferación de colonias de hongos. Musealización de la sala Con el objeto de dotar a la sala de los e lementos que facilitasen su explicación a l os visitantes, se llevaron a cabo · una ser ie de actuaciones, a lgunas de las cuales fueron real izadas por el Museo fuera del ámbito de actuación de la obra de restauración. Como ya hemos indicado con anterioridad, el horno sólo conserva la estruc tura de la cámara de combust ión, habiendo perdido la tota lidad de la cocción, así como la parrilla perforada que fo rma e l piso de esta segunda, donde se colocaban las piezas a cocer. Para permitir explicar la parte no conservada, se ha procedido a su recreación mediante la reconstrucción ideal de una esquina, reproduciendo parte de la parri lla y de los muros latera l y trasero. El só lido se creó a partir de la superposición de planchas de poliest ireno expand ido de alto grama je, recortadas y ensambladas hasta conseguir la forma deseada. El acabado final se consiguió a partir del enluci do de la superficie de poliestireno, procediendo posteriormente a su pintado para simular la apariencia de los diferentes elementos constructivos recreados (fig. 15). Fig. 15. Proceso de construcción de la recreación de la esquina de la cámara de combust ión . Fig. 16. Estado final del ho rno tras los trabajos d e restauración . Se instaló una barand illa metálica que separa la plataforma de acceso a los visitantes de la zona donde se encuentra e l horno, prev inie ndo de esta mane ra posib les ca ídas y perm itiendo la v isita . La bara ndilla está prov ista de una p uerta que permi te el acceso al horno para la realización de las tareas de manten im iento necesar ias. Con el ob jetivo de enmarcar la construcción y faci litar el reconocimiento de sus l ímites, se proced ió a rellena r con gravas los espac ios existentes entre los muros late ra les de l horno y los de de lim itac ió n de la sala (fig. 16). E l museo instaló en la pa red lateral de la sala un gran panel, diseñado por Pilar Más, en el que se reproduce una escena ideal de la vida cotidiana de la a lfarería a la que pertenece e l horno restaurado, cuya planta se conoce por la excavación arqueo lóg ica realizada. De igual manera, el iminó las pi nturas que cubrían los ventanales, per mit ie n do la v is ión de la sa la de sde la ca lle. Fina lmente, instaló una vitrina en la que se expone una muestra de los ma te riales produc idos en el horno. Con e l obj eto de permitir el acceso a la sala de personas que tengan que des p lazarse con s illa de ruedas, se ha confeccionado una rampa portáti l que se puede co locar en la acera pa ra sa lvar e l escalón que separa el suelo de la zona de exposición, r e tir ándo la una vez ha cump lido s u fu nció n. U na vez fina lizados los trabajos de restaurac ión, se pudo comprobar q ue la sa la mantenía un alto grado de h umedad a pesar de haber insta lado unas re jil las en los muros exter iores para facil itar la ventilación. Este hecho podría suponer un grave problema de co nse rvación para e l horno, por lo que e l Ayuntamiento se vio en la n eces idad de i nst alar un s is tema de ventilació n forzada q ue pa rece habe r reduc ido cons iderableme nte el grado de h umedad ex istente en la sala. Valoración general El proceso que ha culminado con la integración de este horno en la oferta cul tural del municip io de Petrer constituye un claro ejemp lo de colabo ración entre ad ministraciones y particu lares . A la intención del Ayuntamiento de recuperar el horno se unió la buena voluntad del promotor de las obras, con el que se pudo acordar la reserva y acondicionamiento del espacio, y la f inanciación de la Generalitat, que corr ió con los gastos de consolidación, y al Ayuntamiento que costeó también parte de la infr aestructura didáctica y dotaciona l de la sala. Con la actuación realizada se ha conseguido un objetivo mú lt iple . Por un lado se ha frenado el proceso de deterioro del horno, garantizando además la estabilidad de su estructura a partir de la conso lidación rea lizada. Por otro, se ha dotado a la sa la de la in fraestructura que permite su visita (instalación el éctrica, rampa minusválidos, barandilla protección, ... ). Además, se han instalado los elementos necesarios para intentar paliar los efectos negativos del alto grado de humedad existente en la sala, contribuyendo de esta manera a la conservación de l bien patrimonial. Con todo, es necesario prever la necesidad de llevar a cabo un mantenimiento periódico de la estructura, única manera de garantizar un óptimo estado de conservación de la construcción. T ambién se ha dotado a la sala de la infraestructura didáctica necesaria para garantizar la comprensión de un horno incompleto que fo rmaba parte de un alfar. Para solven tar el problema de entender el funcionamiento de una construcción a la que le fa lta la mitad superior, se ha reconstruido parte de la cámara de combustión a escala real sobre el lugar donde se erigía la obra original, permitiendo de esta manera explicar el horno como s i estuviese completo . Por otro lado, la instalación de un gran panel permite entender el paisaje donde se encontraba este horno, comprendiendo de un solo vistazo que formaba parte de una a lfarería. La presencia de una vitrina con materiales arqueológicos completa una oferta didáctica que, unida a la explicación del guía, garantiz a la sat isfacc ión del visitante (f ig. 17) Fig. 17 .-Estado final de la sala. EL VERTEDERO BAJOIMPERIAL DE VILLA PETRARIA Fernando E. Tendero Fernández Museo Arqueológico y Etnológico Dámaso Navarro museo@petrer.es E n septiembre de l año 20 1 O se comenzó en la calle Luis Chorro la excavación del solar de la «Manzana cultural », un nuevo edificio municipal ideado para ampliar la dotación cultural del Ayunta miento de Petrer. En el transcurso de la misma, se comprobó cómo durante la extracción de l rel leno aparecieron restos romanos, lo que mot ivó una inter vención arqueológica de urgencia en e l mes de octubre por parte de los técnicos del Museo Dámaso Na varro para documentar las evidencias aparecidas . El estudio efectuado ha identificado estos restos como correspondientes a uno de los vertederos de Villa Petraria, con un uso centr ado entre los siglos V y V I d. C. como veremos a cont inuac ión y como ya hemos explicado en anteriores trabajos (Ten dero, 201 1, 2014 y 2015) La excavación arqueológica El solar tenía una superficie total de 671,63 m 2 , y está limitad o al este con la cal le Lu is Chorro, al oeste con la Oficina de Cultura y el Teatro Cervantes; al sur con la calle Gab riel Payá y el inmueble número 1 O de la misma ca lle. Por último, a l nor te l imita con el centro cultura l, s ito en la cal le San Bartolomé (fig. 1 ). Fig . 1. Localización del vertedero y la Villa Petraria en relación con el centro histórico de Petrer. Durante las primeras semanas de d esmonte del solar no se apreció ninguna afecc ión a restos patr imoniales1, hasta que a finales de septiembre se pudo observar en e l perfil norte de l ter reno cómo existían estratos de tierra que por su tonalidad y composición pudieran ser arqueológicos. Comprobados estos restos se confirmó que correspo ndían con un recorte antrópico excavado en el terreno y rellenado de tierra y mater iales d e cronología romana (la drillos, tejas, fragmento s de plato, o llas, etc.), lo que permitió una primera identificación como un vertedero de Villa Petraria. En octubre -con la autorización de la Dirección General de Cultura- se inició la e xcavación arqueológica de la zona que quedó en rese rva, aproximadamen te 235 m 2 , y así documentar los restos romanos que se localizaron en el transcurso del desfonde del solar . Para ello, se utilizaron medios mecánicos y manu ales apo rtados por la em presa encargada de construir el edificio (fig. 2). Fig. 2 . Proceso de excavación arqueológica de la superficie dejada en reserva. La estratigrafía genérica del ter reno se observaba desde el principio en el perfil deja do durante el vaciado del solar, con un primer relleno de unos 0,55 m de grosor, form ado por una tierra vege tal de color marrón grisáceo, de textura compacta y composic ión a re no-arcil losa, con escasos restos romanos y algunos materiales de los siglos XIX y XX ( UE 10 3). Ba jo esta prime ra capa hay ot ro relleno de unos 0,40 m con una tierra de la misma ton alidad y la misma composición, pero en este caso, se aprecia un aumento de los restos arqueológicos formados por material de construcción y fragmentos cerámicos de ánforas y cerám ica común y de cocina (UE 1 04). Este estrato es e l que sella los vertederos romanos localizados a má s profundidad. Las cotas superiores cor respond ientes a es te estrato son 1 El solar se encontraba fuera del área de protección arqueológica, pero deb ido a la proximidad con el área proteg ida y ante la posibil idad de que aparecieran restos, desde el museo se realizaban visitas periódicas a los trabajos de excavación. -0,85 / -0,90 m. Por debajo de la UE 1 04 encontramos otro estrato de re lleno formado por tierra de color marrón rojizo, donde se recortaban los vertederos (UE 105). En este estrato se comprobó una mayor presencia de fragmentos arqueológicos, en este caso únicamente de cronol ogía romana. Las cotas superiores de la UE 105 son -1,45 / -1,50 m. Por último, encontramos el relleno geológico margo-arenoso de tonalidad naranja (UE 11 O), rebajado 1,00 m hasta la cota de cimentación del nuevo edificio. S in entrar en la descripción de los restos aparecidos de cronología contempo ránea, ba jo estos se identificaron seis recortes o basureros, de forma más o menos troncocónica a lgunos e irregulares otros, con distinto tamaño y distribu idos en e l área reservada para la excavación arqueo lógica (fig. 3). ~ Vertedero 1 (recorte UE 122 - relleno UE 123} Zona rebaj ada previ am en te - 2 ,62 . ’· @·•. - ’ ~ /. -..... Vertedero 2 ~ eUE 120-re!lel’OUE121) J,9S · 1 ,26 -1 .20 / -1.27 ~ Vertedero3 ~(,OCOO,UEt- lle’osUUEEt9yt25) - 1,34 Vertede ro 4 2 g .!f! 3 j ¡reco rte Uf 115- re~eJ’IO 116 -1,45 .’ / -1,76 • ·- •• ::::’-:’~ . 55 / ~ ~ ~ Amphac1on Centro Cultural Petrer (Alicante ) -2010 Á rea de excavación arqueológica Fase romana - vertede ros 5m Fig. 3. Planta con la distribución de los seis vertederos documentados . Durante la intervención arqueológica los vertederos se fueron vaciando de la tierra y de los objetos existentes en el interior de cada uno de ellos, básicamente materia l de construcción, fragmentos de ánfora y, en menor med ida, vaji lla de mesa. Excepci onalmente aparecen algunos fragmentos de los huesos de los animales con sumidos en la v illa. De este modo, conforme se excavaban se iban remarcando en el terreno los contornos originales, tanto de tendencia circular, como de forma irregu lar de los basureros, comprobando cómo se distribuían por prácticamente todo el espacio reservado para realizar la excavación (fig. 4). Fig. 4 . E xcavación del v erteder o 6 . Estos hoyos se rea lizaron en época romana cavando primero en el estrato de tie rra marrón rojiza de textura suelta (UE 105) y, conforme iban profundizando, l legaron a l estra to geológico (UE 11 O) . Poster iormente se re llenaban con los desperdicios gene rados de la Villa Petraria . Los vertederos numerados como 1 y 2, y que están situados al norte del área excavada, son los más pequeños y los que presentan una forma más c ircular, con una tendencia troncocónica invertida, mientras que el resto de vertederos 3, 4, y 6 t ienen formas i rregulares y, salvo el 5, son más grandes. La profundidad de todos e llos es semejante, oscilando entre los 0,75 y los 0,95 m, menos e l vertedero 5 que apenas tiene unos 0,35 m de espesor (tabla 1 ). Vertedero Anchura (cm) Largo(cm) Altura(cm) Forma Abundancia material Cronologia(d.c.) 150 88 (conseruado) 100 Troncocónica Escaso (103 fragmentos) 420-450 136 (propuesto) 162 170 (conseruado) 90 Troncocónica Medio (402 fragmentos) 250-450 1195 (propuesto) 218 229 83 Irregular Alto (600 fragmentos) 400-450 4 319 251 92 Irregular Medio (436 fragmentos) 375-425 180 152 35 Irregular Escaso (67 fragmentos ) 150-250 (a) 400-600 (b) 6 293 (conseruado) 329 (conseruado) 55 Irregular Alto (632 fragmentos) 530-620 315 (propuesto) 355 (propuesto) Ta bl a 1 . Resumen con l as dimens ion es y co ntenidos de los vertederos. Estudio de la cultura ma terial recuperada E n e l estudio de la cu ltura mater ial romana se va a distingu ir entre los mater ia l es aparecidos en la estrat igraf ía genérica del solar -rellenos superiores medie va les, moderno s y contemporáneo s que sellan el ni vel romano (UUE E 103 y 104 )- y la U E 1 0 5 - en e l que se recortan los ve rtederos -, y los mater ia les apare cidos en los relle nos interi ores d e los v erte deros. L os res tos recupe rados en la intervención s uman 3588 fragmentos. De estos, 2 4 89 co rre sponden a re llenos de cronología romana: 249 (7% ) de l ni ve l de uso (U E 1 05), y e l resto, 2240 (62 % ) fragmentos, aparecieron durante la exca vació n de los seis r ecortes y que pasamos a describ ir someramente: Vertedero 1 Reco rte: U E 122 Relle no: U E 123: 103 fragmentos: 3 1 mesa (30% ); 4 cocina (4 %); 38 a lmace naje (37%) a lmacenaje; 29 construcc ión (28% ) y 1 otros (1 %). C ro nolog ía ve rtede ro: 420-4 50 d . C. Del escaso con junto ma te rial se han identif icado va rios fragme ntos de TSD -en tre l os que está un fragmento de fuente Hayes 75- que permi ten da tar el re lleno del m is mo en e l pe riodo ba joimperial , concretamente en la primera m itad del siglo V d. C. D el mismo modo, hay que destacar e l equ ilibr io porcent ual entre los fragmentos de l a vaji lla de mesa, los de almacenam ie nto (básicamente ánforas) y los ma te ria les de co nstr ucc ión, m ie ntr as que los frag mentos de pie zas de cocina y otros -fauna -so n muy escasos. Vertedero 2 R eco rte: UE 1 20 R elleno: UE 121: 4 02 fragmen tos: 89 mesa (22%); 56 coc ina ( 14%); 93 a lmace naje ( 23%); 13 1 construcción (33 %) y 33 otros (8% ). Cronolog ía ve rt edero : s. 11 1 - s. V d. C. D el conjunto recuperado se observa cómo la cronología es muy ampl ia, con un único fr agme nto de TSA -cuenco Hayes 9A - Lambog lia 1 0B -de media dos de l siglo 11 a l m ed iados de l sig lo 1 11 d. C., mient ras que e l repe rtorio de p ie zas afr ica nas de cocina es más nume roso con cazuelas del tipo Hayes 23A - Lamboglia 10 B, H ayes 23A - Lam bog lia 10B y Ostia 1 1 1, 267, con una cronología que abarca desde e l siglo 11 al sig lo V d. C. También hay platos tapadera Osti a 1, 262 y Ost ia 1 1, 302 con una cronología de m ed iados del siglo 11 1 al sig lo V d . C. y del siglo Id . C., respectivamente. C om o en este caso, el gr upo de fragmentos más nu merosos es e l de restos de ma ter ia l de const rucción, seguido por el grupo de almacenamiento -ánforas- y la v aji lla de mesa . En menor proporción tenemos las pie zas de coc ina y fragmen tos de o tros. Vertedero 3 R eco rte : U E 11 8 R el leno: U E 119: 507 fragmentos , y UE 12 5: 93 fragmentos. Total: 600 fragmentos. Cultu ra mater ial: UE 119: 88 mesa (18% ); 37 cocina (7%); 131 almacenaje (26% ); 230 co nstrucc ión (45% ) y 21 otros (4% ). UE 125: 8 mesa (9%); 1 cocina ( 1 %); 13 a lm ace naje ( 14%); 49 constr ucc ión (53%) y 22 ot ros (23%). Cro nología ver tedero: 400 -450 d. C. La exc avac ión ma nua l se rea lizó, como en los de más ve rted eros, s ig ui endo e l contor no irregular del mismo, recuperando un numeroso conjunto de restos a rqueo lógicos, con una amp lia cronolog ía que aba rca desde la segunda m itad de l siglo I d. C. hasta mediados de l sig lo V d. C. El mayor po rcentaje ob tenido co rresponde a l grupo de const ru cció n, tanto de la UE 1 19 como de la UE 12 5, con prácticamente el 50% de t o do e l materia l. E ntre los fragmentos que proporc ionan la crono logía del vertedero, se han recuperado va rios fragmentos de la va jill a de mesa, con producciones A, C y D, y de p iezas de cocina, ambas de proce dencia a fricana, y que o torgan al ve rtedero una cronología de l a pr im er a mitad del siglo V d. C., con fuentes de TSD del tipo Hayes 61 B -Lambog lia 54 (1 ª½s. V d. C.), caz uelas Hayes 23 8 -Lambog lia 1 0A y Hayes 97 y Ost ia 111, 267 (s . 11 -½ s. V d. C.), y p latos -tapade ra Os tia 1, 26 1 y Ost ia 111 , 332 (2 ª ½ s. 11 -½ s. V d. C.) Vertedero 4 Recor te: UE 1 13 Re lle no: UE 11 4: 436 fragmentos: 75 mesa (17,2%); 17 cocina (4%); 50 alm acenaje ( 11,4 %); 28 1 construcción (6 4,4%) y 13 otros (3%) Crono logía vertedero: 375 -425 d. C. Atendie ndo a l volumen de materia l recupe rado, e l ve rtedero 4 es el que más a pro porcionado tras el 3 y el 6. Como ocurre en la mayor ía de los basureros, e l porcenta je d e mate rial de construcc ión es el más e levado, llegando en este ve rtede ro a supo ner e l 64,4 % de la cu ltura material, con 28 1 fr agmentos de ladr il lo, tégu las, e ímb rices, mientras que los demás grupos, son muy inferiores e incluso testimoniales, como ocu rre con e l de cocina o el de varios (fig . 5). Uno de los pocos fragmentos que han perm it ido datar la co lmatación de este ver tede ro, es un fragmento de fuente de TSD de l tipo Hayes 61 B -Lambog lia 53 -54, s it u á ndo lo a finales de l sig lo IV y p rinc ip ios de l s ig lo V d. C. Fig. 5.- Planta y secciones transversal y longitudinal d el vertedero 4. Vertedero 5 Recor te: UE 1 15 Rel leno: UE 106 : 67 fragmentos: 2 1 (3 1 %) mesa; 4 (6%) cocina; 10 (15%) almacena je ; 32 ( 48%) const rucc ió n y O (0%) otros . Cro no lo gí a ver tedero: 150-250 d. C. (posib le perdurac ión en el periodo ta rdorromano). L os escasos fragmentos cerámicos de la vaj illa de mesa y coc ina que nos pueden da tar el con junto son un fragmento de cuerpo de p lato de s igil lata afr icana A, y un par de fragm entos de cazuela africana de coc ina, de l tipo Hayes 18 1 -Lambog lia 9A, y Hayes 2 3, res pectivamente, con una cro no log ía centra da e ntre e l 150 y e l 2 50 d . C. En este verte dero tamb ién se ha recuperado u n fragmento de bo rde de una pos ib le marmita, lo que podría llevar su cronología al periodo tardorromano (siglo s V-V II d. C.) , aun que el pequeño tamaño del fragmento y el hecho de ser una pieza de cocina, no nos permite afirmarlo con seguridad. El resto, corresponde a fragmentos de materia l cons tructivo, que supone prácticamente la mitad de la cultura materia l recuperada en esta unidad estratigráfica, y fragmentos in formes de ánforas y cerámica común. A demás, también en este vertedero h abía numerosos cantos de pequeño y mediano tamaño, posiblemente restos de estructuras. Vertedero 6 Recorte: UE 111 Re lleno: UE 112: 6 32 fragmentos: 134 mesa (21 %); 22 cocina (3% ); 137 a lmacen aje (22%); 323 cons trucción (51 %) y 16 otros (3% ) Cronología ve rtedero: 530-620 d. C. A pesar de la escasa profundidad del mismo, es te vertedero es el que más mate rial ar queológico ha aportad o (632 fragmentos), junto con numerosos cantos calizo s de pe queño y mediano tamaño y guijarros. La distribución de la cultura material por grupos funcionales es sign ificativa debido a que más de la mitad de l conjunto (51 % del total) co rresponde al g rupo de const rucc ión: tégulas, ímbrices y ladril los. Es de reseñar que no hay ningún fragmento de enluc ido -pintado o no-, morteros, pavimentos o teselas de mosaico. El grupo de mesa -presentac ión y el de almacenaje están equilibrados con 21 y 22 % de los fragmentos respect ivamen te. Y, como ha s ido habitua l en e l resto de los vertederos, los grupos funcionales de cocina -fuego y el de varios (básicame nte fauna), están representados muy residualmente, con apenas el 3% del total. Es de destacar que en este vertedero han aparecido las cerámicas de cronología tardo rromana más reciente como son los platos de TSD tipo Hayes 59 - Lambog lia 5 1 (320 420 d. C.) y Hayes 99 (530 -620 d. C.), y fragmentos de marmitas de cocina real izad as a mano (t ipo Gutiérrez M2 -Reynolds 7 .6), todos ellos con una datación que abarca desde comienzos del siglo V has ta comienzos del siglo V II d. C. Estos restos, junto con otros aparecidos en la excavac ión de la calle La Fuente prolongan la existencia de Vi lla Petraria durante un s iglo más, ya que hasta estas excavaciones se pensaba que el asentamiento romano perduraba hasta el sig lo V d. C. El vertedero bajoimperial de la villa La excavación arqueo lógica que se realizó en el edificio de la cal le Luis Chorro permitió conocer nuevos e interesantes datos sobre el pasado romano de Petrer al localizar el vertedero del periodo bajoimperia l, co n un u so centrado entre los sig los V y V I d. C., au nque hay materiales desde el siglo Id. C. y podría alargarse hasta comien zos del siglo VII d. C. , aunque la práctica inexistencia de materiales de este momento no perm ite, con los datos que poseemos, corro robar esta hipótesis. El hecho de que existan zonas específicas en las per iferias de las ciudades y las vil las donde arrojar las basuras (vajilla de mesa, restos de ánforas y dol ios, restos de l os anima les consumidos, etc.) y los restos constructivos como ladrillos y tejas, es una cons tante durante todo el periodo romano, sobre todo de l periodo bajo imper ial y tardorromano (s. IV -s. VI d. C.). Así, en nuestro entorno conocemos la existenc ia de vertederos de cronología tardía en el entorno de El Monasti l o en el yacim iento de la Casa Colorá, ambos en Elda (Márquez, 2006). También los encontramos en zonas más a lej adas como la parce la Pará Juan Cerdán, 103 (Aspe) (So ler, 2015), Alica nte, A lcoi y Car tage na, entre otros muchos lugares. La localización de este basurero con seis cavidades en la periferia de Villa Petra ria, a una distancia de apenas decenas de metros, y con materiales romanos de una amplia cronología aunque hemos podido centrar su uso entre los siglos V y VI d. C.2 , constituye un nuevo elemento a tener en cuenta para establecer su evolución histórica y extensión. Los resto s recuperados nos informan de los modos de vida de los romanos que v ivían en nuestras tierras, al poder reconocer los utensilios cotidianos que utilizaban para sus quehaceres diarios . Así contamos con platos, cazuelas, tapaderas, olla s, etc. con los que preparar sus guisos y los servían a los comensales. Hay fragmentos de ánforas utilizadas para el transporte de los productos agrícolas hacia !lici (La Alcudia, Elche ), la ciudad romana más importante en la actual provincia de Alicante, o su puer to (Portus !licitanus, Santa Pola). Tenemos distintos tipos de material de construcción con los que elaboraban sus edificios, y contamos con los restos faunísticos que nos informan de los animales que consumían. Además, esta intervención nos ha permitido constatar cómo la perduración de Villa Petraria se ha ampliado en un siglo, pues hasta la fecha los restos apa recidos en las excavaciones realizadas databan el final de la villa en el siglo V d. C. Atendiendo a los nuevos hallazgos cerámicos del basurero, debemos de fechar el final de la villa en el sig lo VI, pudiendo llegar a comienzos del siglo VII d. C. - TSSA -Fuente Hayes 32 segunda mitad s. 111 .. ’J:J l:Jll:J I• TSDA -Fuente Hayes 75 primera mitad s. V T SAA -Cuenco Hayes 9a -Lamb. 2 primera mitad s. 11 Africana cocina -Cazuela Hayes 23B -Lamb. 23A s. 11 -principios s. V - Africana cocina -Cazuela Hayes 23A -Lamb. 23B finales s. 1 -principios s. V -..·1:..i 1: . .111:..i11 ... Africana cocina -Cazuela Ostia 111,267 s. 11 -principios s. V Africana cocina -Plato tapadera Ostia 1,262 mediados s. 111 -s. V Africana cocina -Plato tapadera Ostia 11,302 principios s. 1 -finales s. 1 TSDA -Fuente Hayes 61 b -La mb. 54-53 primera mitad s. V TSD A -Fuente Hayes 50A -Lamb. 40B s.lV Africana cocina -Plato tapadera Hayes 182 -Ostia 111,170 princip ios s. 111 -finales s. IV - ._,,:.,a l:Jll:J 1•11 Africana cocina -Plato tapadera Ostia 11,332 finales s. 1 -med iados s. V Africana cocina -Plato tapadera Ostia 1,261 mediados s. 11 -mediados s. V Africana coci na -Cazuela Hayes 23B -Lamb. 23A s. 11 -principios s. V Africana cocina -Cazuela Hayes 23A -Lamb. 23B finales s. 1 -principios s. V ••1·1111 ·, :.iu•’ TSDA -Fuente Hayes 61 b -Lamb. 54-53 primera mitad s. V l’l· 01(:.j(l~ll Africana cocina -Plato tapadera Hayes 23A -L amb. 23B finales s. 1 -principios s. V TSDA- Plato Hayes 99 s. VI -pri ncipi os s. V II - TSDA-Plato Hayes 59B -Lamb 51 princip ios s. IV -principios s. V ’1 :.Jfl■, TSDA -Plato Hayes 48 mediados s. 11 -principios s. IV Africana cocina -Plato tapadera Ostia, 261 mediados s. 11 -mediados s. V TSDA -Fuente Ha yes 61 b -Lamb. 54-53 primera mitad s. V ■1IHl•l ■1 ••11 tll Africana cocina -Plato tapadera Ostia 111, 332 finales s. 1 -medi ados s. V Tabla 2. Resumen con los materiales más significativos de cada uno de los vertederos y del nivel de uso. 2 En otro trabajo previo (T en dero , 2011) se indicaba cómo los vertederos más próximos a la villa eran los más antiguos (s. 11 - 1’ ½ s. 111 d. C.), y los más alejados, los más recien tes (2’ ½ s. VI -comienzos s. VII d. C.) y además se relacionaba el abandono de la villa con el final del periodo bizant ino en nuestras tierras ante el empuje de las tropas bizantinas. Actualmente, y tras la revisión de la cultura material recuperada, no pode mos mantener esta distribución de los vertederos basándonos en la cronología, ya que todos, salvo a priori el vertedero 5, son de crono logía bajoimper ial. MUSEOLOGÍA, DIDÁCTICA Y DIVULGACIÓN DE VILLA PETRARIA Eloy Poveda Hernández Museo Dámaso Nava rr o eloibiar@gmail.com L a arqueología se conforma no solo como una ciencia que permite conocer cómo vivieron los se res humanos en el pasado, sino también como u na he rram ienta necesaria para transmitir a un público infantil y juvenil la historia de la zona donde viven mediante diferentes actividades didácticas que les pe rmitan considerarla como un elemento propio, en el que reconocer su origen e identidad. Por ello, todas aquellas acti vidades didácticas relacionadas con la historia de su zona , complementará y potenciará los contenidos trabajados en los centros educati vos . Actualmente, los museos son espacios donde se reúne un público muy hete rogéneo, tanto por procedencia como por interés: desde científicos hasta turistas , pasando por familias, escolares y jubilados. Este público va relacionado ta mbién con el cambio generacional y la presencia de nuevos estilos de vida que se enc uentran en las sociedades actuales, por lo que los museos están obligados a afrontar n uevos retos y a adaptarse a estos nuevos factores con el fin de atraer a la mayor variedad de púb lico. Dentro de este amplio abanico, un papel muy importante lo conforman los estudiantes que, a través de la educación que reciban en los centros edu cativo s y en el museo, son los que van a velar para que el patrimonio histórico sea un elemento de desarrollo integral en la comunidad. Partiendo de esta base educativa, es importante plantear la arqueología como un recurso de apoyo para las asignaturas que incluyan conocimientos de las culturas pasadas. Las posibilidades que nos brinda esta ciencia, adaptándola a la did áctica de forma organizada y planificada, pueden resultar satisfactorias para el alumnado de cualquier nivel, ya que establece un contacto directo entre los conten ido s teóricos de los libros de historia y las evidencias primarias. Para complementar este aprendizaje es importante que los alumnos y alumnos estén en contacto con esas evidencias, tanto con los objetos que fueron creados y usados por personas del pas ado , como v isitando los propios lugares donde desarrollaron sus vidas , es decir, los ya ci m ientos arqueológicos. Es muy común que las personas que viven en el entorno más inmediat o de los b ienes arqueológicos desconozcan y se sorprendan al reconocer lo valioso que es ese patrimonio que permanecía oculto en sus vidas y que, a su vez, estaba tan cerca. Lo que pretendemos es evitar que eso ocurra, y sólo puede resol verse medi ante l a co n cienciación sobre el valor del patrimonio histórico ya desde bien pequeños a tra vés de la didáctica, a través de las visitas a museos arqueológicos y yacimiento s, e incluso t ras ladando éstos a las aulas de forma planificada. La interacción del alumnado con la arqueología les puede proporcionar un alto grado de motivación e implicación en las actividades propuestas, por lo que ’su metodología puede ser un punto de partida para el desarrollo de las competencias básicas de la educación ’ (Egea y Arias , 2013 ). Pero no solo les puede proporcionar esa motivación e implicación, sino que también estas actividades incitan a experimentar, fomentar su creatividad, razonar y mejorar las relaciones entre el propio grupo -clase. Unos de los p rinc ipa les p ro bl ema s a los que nos podem os e nfrent ar a la hora de realizar las actividades d idácticas son los de la descontextual ización inicial y la parciali dad de la informac ión. No todos los esco lares parten del m ismo grado de conocim ien to his tó rico, inc luso entre los diferentes centros puede haber disparidad en cuanto a los co nten idos que se ofrecen en sus planificaciones didácticas, por lo que puede verse d if ic ul tada la co mprensió n ini cial de los objetos y e le m entos q ue se ut ilicen e n l a actividad. Para ev itar esa situación es necesaria una planificación inicia l tanto por parte de los docentes como por parte del pe rsona l del museo, propo rcionando ambas partes a l a lumnado las claves y conten idos bás icos que perm itan superar esa barrera de desconocimiento inicia l. Fig. 1. Fa ch ad a del Museo Arqueológico y Etnológico Municipal D ámaso Navar ro . La didáctica y divulgación del patrimonio en el Museo Dámaso Navarro El eq uipo técnico de l Museo Dámaso Nava rro t iene la funció n de conse rva r y poner en va lor todo e l rico patrimon io histór ico que existe en Petre r (f ig. 1 ). P or e llo, entre n uestras compe tencias, una parte importante está destinada a la divu lgación de la histo ria del municipio a través de sus fondos y de los bienes arqueo lógicos que se conservan. Desde hace va rios años , se vienen real izando una serie de actividades didáct icas dirigidas a los esco lares de los ce ntros educativos de Pe trer. Estas act iv ida des son o fe rtadas por e l M. l. Ayuntamiento de Petrer, a t ravés de la Conce ja lía de Cultu ra y Pat rimon io, siendo los centros los que escogen q ué actividades desea n rea liza r a lo largo del curso escolar. La oferta didáctica es muy variada, adaptándose ésta a todo ti po de edades y grados de conoc im ien to. El núc leo prin cip al en to rn o a l cua l gi ra n todas las act iv idades es la a rqueo log ía como herramienta ed ucativa, ya que como ante riormente hemos mencionado, la contribución de la arqueología a la enseñan za proporciona una participación directa del alumnado en la reconstrucción e interpretación del pasado ’rompiendo las barreras existentes entre el libro de texto y la simple recepción de conocimientos cerrados e inamovibles’ (Barda vio y González, 2003: 27). Estas actividades están distribuidas en edades escolares, dedicándose cada una de ellas al nivel de conocimiento correspondiente. El primer grupo de activida des está formado por las maletas didácticas, con las que de una forma participati va, empleando objetos reales, réplicas y presentaciones proyectadas, los alumnos y alumnas conocen las formas de vida y aspectos concretos de las diferentes culturas que han existido en Petrer a lo largo de los siglos, más concretamente la maleta de la prehistoria, el mundo funerario en la antigüedad y el mundo funerario romano ( fig. 2). Otra actividad se centra en la visita al castillo y a las casas-cueva de la mu ralla, donde los estudiantes visitan dos de los monumentos más importantes que conservamos en la actualidad. Esta actividad está destinada a escolares de diferentes edades, los cuales visitan en grupo ambos bienes, dirigidos por guías y técnicos del Museo Dámaso Navarro, que se encargan de introducirlos en el modo de vida del pasado y hacerles valorar el legado que nos ha llegado hasta nuestros días. Median te el taller de arqueología que más adelante desarrollaremos, también se les explica qué es la arqueología y qué labor llevamos a cabo los arqueólogos y las arqueólogas, apoyando la actividad con piezas originales y réplicas, con una presentación proyec tada y una visita al museo para que conozcan los contenidos del mismo y para que puedan rellenar unas cuestiones recogidas en el ’Cuaderno de arqueología’, que tienen que completar al final del recorrido. Fig. 2. Contenido de la maleta didáctica de la muerte en la antigüedad . Con las visitas guiadas al Museo Dámaso Navarro pretendemos que los esco lares conozcan de primera mano, observando e interactuando con piezas originales, los modos de vida de las gentes que habitaron Petrer en el pasado. En esta visita, dependiendo de la edad de los niños, se realizan diferentes explicaciones acom pañadas de actividades, como elaboración de harina con un molino prehistórico, interacción con piezas de época romana, instrumentos de percusión musulmanes y juegos de adivinar las piezas etnológicas ofreciéndoles pistas de las características más evidentes de las mismas. No menos importantes son las rutas temáticas culturales y turísticas elabo radas desde la Concejalía de Cultura y Patrimonio y que están adaptadas a todo tipo de visitantes. Existen tres rutas diferentes en las que el patrimonio histórico es el hilo conductor. En el primer caso, destaca la actividad preparada junto con la Concejalía de Turismo ’Petrer se viste de luna’. Es una ruta donde los asisten tes viajan al pasado de la mano de los guías de forma amena y cercana, apare ciendo en varios monumentos del centro histórico una serie de actores caracteri zados de personajes que relatan sus vivencias en ese mismo lugar en el pasado, a la misma vez que explican pasajes de la historia de Petrer. El segundo caso viene representado con la ’Ruta por la villa romana de Petraria’, cuyo objetivo es el de revivir una parte de la historia del municipio a través de una ruta guiada por los diversos emplazamientos romanos hallados en el centro histórico gracias a las sucesivas excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha, con la finalidad de conocerlos mediante la búsqueda de una propuesta atractiva e innovadora para el público asistente. El tercer caso lo conforma la ’Ruta por el centro histó rico’, la cual se realiza por las principales calles del núcleo tradicional pasando por todos aquellos lugares destacados en la historia de Petrer a través de los siglos. De este modo, el visitante adquiere un conocimiento global y ordenado de los diferentes momentos históricos de los que tenemos conocimiento gracias a las investigaciones arqueológicas y estudios documentales. Finalmente, otras actividades puntuales que se realizan son las jornadas de puertas abiertas del patrimonio petrerense, donde un fin de semana de septiembre al año se pueden visitar libremente todos los monumentos de Petrer e interactuar con personajes históricos que representan cómo vivían en cada época, así como varias exposi ciones temporales que acercan el pasado de Petrer a las personas fuera de las instalaciones tradicionales. Todo ello nos lleva a destacar la gran implicación con la didáctica y la divulgación del patrimonio que muestra el Museo Dámaso Navarro dentro de todas sus funciones, además de la responsabilidad social que ello conlleva, que es la de concienciar y for mar a la sociedad en el respeto y conocimiento hacia el patrimonio histórico que, al fin y al cabo, forma parte de nuestras vidas. La didáctica en torno a la arqueología romana de Petrer En todas las actividades didácticas y de difusión del patrimonio anteriormente descritas, casi siempre aparecen uno o varios elementos de la presencia romana en Pe trer. Esto nos indica que la huella dejada por la civilización romana en el municipio es muy importante y está presente en la sociedad actual. Este hecho, se debe aprovechar para que utilizando las herramientas didácticas se permita a los expertos transmitir a los visitantes y escolares la importancia d~ recuperar, consolidar y poner en valor este patrimonio clásico heredado. Coincidiendo este año con el XL an iversario del descubrimiento del mosaico romano de Villa Petrar ia, cabe destacar tanto por su tamaño como por su significa ción histórica, la importancia del mismo como elemento de la arqueolog ía romana en Petrer. En torno a este elemento desde el museo se realizan di versas acti vidades desti nadas a los esco lares de diferentes edades. Por ello, se intenta que con las actividades d ivu lgat ivas y d idác ticas que se preparan, así como con las expos iciones temporales que se montan, e l mosaico forme parte de la misma, como ocurre con la actual #algo secueceenpetrer (f ig. 3 ). En esta exposición, dividida en tres partes, se habla de la villa romana ex istente en e l centro histórico de la población, de la que procede el mosaico. Este no es e l único elemento en el que este mosaico tan representativo está presente, ya que en la exposición rea lizada en e l año 2009 con motivo de l X aniversario de la a p ertura de l museo, se rea lizó una copia a tamaño real del fragmento más grande del mosaico, colocándolo en el suelo para tener la misma perspectiva que tuvieron los dueños de la vil la en el siglo IV d. C y de los vecinos de Petrer en el momento de su descubr imiento en el año 1975 (Navarro y Tendero, 20 15). Tras esta exposición, este recurso didác tico se t ras ladó a la primera planta del museo, s iendo utilizado por los esco la res en las d ist in tas actividades d idácticas. En estas actividades, dicho mosaico cobra protagonismo, siendo los más pequeños los que, después de visitar el museo, rea lizan, como s i de romanos se tratasen, un mosaico consistente en el octógono con e l cuadrado y los hexágonos insertos, en el que se basa la decoración de una de las pa rtes de l m ismo. La base de este dibu jo se les faci lita a los niños y niñas desde el mu seo, y e llos debe n co locar las tese las cuadradas de color rojo y ama rillo en donde co rresponda. Estas teselas, en lugar de ser de piedra son ’gomets’, siendo un material al que están muy acostumbrados al utilizarlos con frecuencia en los colegios (Tendero y Valenzuela, 2008: 134-139). Fig . 3 . Escolares realizando la ac tividad d el t alle r de arqueologí a sobr e la ré p lica del mosa ico. Además de ser incluido en las actividades destinadas a los escolares más peque ños (5 años), también se emplea con los estudiantes de 6° curso de primaria, a los que se les ha preparado el taller de arqueología (fig. 4). En este taller, que resulta muy atractivo y divertido, los alumnos deben transformarse en arqueólogos y arqueólogas por un día y realizar varias de las actividades que los profesionales del patrimonio rea lizan en su día a día. La actividad consiste en una charla teórica acompañada por una presentación proyectada donde se les explica qué es la arqueología y en qué ámbitos trabajamos los arqueólogos. Seguidamente se les enseña cómo di stinguir diversa s pie zas de distintas épocas a través de una mesa con materiales arqueológicos y réplicas. Tras estas dos partes, tienen que rellenar y resolver las cuestiones que se incluyen en el cuaderno de arqueología tras recorrer previamente los contenidos arqueológicos y etnológicos que se presentan en el museo. Una de las pruebas del periodo romano consiste en contar y dibujar las diferentes figuras geométricas que están presentes en el mosaico, además de tener que d ibujar una moneda romana y contar cuántas de las expuestas en la vitrina tiene la cara del emperador hacia un lado y hacia otro. De esta forma, los escolares tienen que prestar atención a todos los detalles que conforman los diferentes materiales arqueológicos procedentes, en su mayoría, de Villa Petraria y que se encuentran expuestos en el propio museo. La parte de la cultura romana en el museo está formada por var ias vitrina s y e xpositores. Al formar parte de la colección permanente, contiene una selección de materiales arqueológicos de diferentes aspectos de la vida cotidiana romana halla dos en las diferentes excavaciones arqueológicas realizadas en la villa y en el término municipal. Al realizar las visitas al museo programadas para niños los escolares, se les e xplica de forma sencilla y participativa el mundo romano, interactuando con ellos a tra vés de réplicas de una lucerna, un plato de sigillata y var ias monedas. Estos objetos van pasándose de mano en mano entre los escolares para que puedan tocar los res tos pero sin peligro de dañar los originales, por lo que la visita ya no sólo consiste en escuchar y ver, sino en interactuar y emplear el tacto para adquirir ese conocimiento. Fig. 4 . Explicación de las vitrinas de arqueología romana en el museo. Fig. 5. Explicación de la maleta didáctica de la muerte en Roma en un instituto petrerense. Desde el museo, como se ha indicado anteriormente, también se ofertan una serie de maletas d idácticas donde el mundo romano está presente en uno de sus aspectos más importantes y perdurables en nuestra cultura actual, la muerte. Dentro de los talleres que ofrece el Ayuntam iento a los centros educativos a través de la Concejalía de Cultura y Patrimonio, se encuentra la maleta de ’Los ritos funerarios en la antigüedad’, dirig ida a a lumn os y a lumnas de 1 º de ESO. En esta actividad, en la cual e l personal del museo se traslada a las propias aulas junto a una maleta llena de objetos y réplicas arqueológicas, se lleva a cabo una presentación proyectada en la que el punto de partida es explicar qué es la arqueología, poniendo e l caso del descubrimiento del mosaico de Petrer en el año 1975. Este taller, no sólo dedicado al mundo romano, nos permite explicar a los estudian tes qué fue Villa Petraria, cómo era el mundo de la muerte entre los romanos, a través de la exp licación del ritual, modos y tipos de enterram iento, ajuares funerar ios, necrópo lis y señalización de tumbas. Todo ello acompañado de réplicas que se van distribuyendo entre los alumnos y alumnas para que puedan tocar mientras escuchan la explicación, lo que permite implicarles en la actividad. Otra de las maletas didácticas que se ofertan es ’El mundo funerario romano a través de la arqueología’, que va dirigida a estudiantes de 1 º de Bachillerato (fig . 5). Para esta act ividad, teniendo en cuenta que, en este curso escolar, los jóvenes ya están estudiando latín y griego y están adquiriendo conocimientos sobre cu ltu ra clásica, las explicaciones profundizan más en la materia. En este sentido, también se les explica el significado de arqueología y cuál es la función de los expertos del patrimo nio, poniendo como ejemp lo los hallazgos enmarcados dentro de la arqueología romana del municipio. Es necesario situarlos cronológica y espacialmente para que puedan com prender de una mejor forma el proceso histórico, es decir, la sucesión de los acontecimien tos que llevaron a los romanos a asentarse en estas tierras. Para ello, y centrando la mirada en el mundo funerario, se les explica la periodización cronológica del Imperio romano, los ritos funerar ios, la etim ología del mundo de la muerte que ha pervivido hasta nuestros días, las necrópolis y su posible ubicación dentro de Villa Petraria, los tipos de tumbas, se pulturas y ajuares funerarios, junto con la interacción de rép licas de los mismos (monedas, cerámicas, lucernas, lápidas, etc.). Un aspecto muy importante es que vean la pervivencia del mundo funerario romano dentro de nuestra sociedad, comparando los tipos de tum bas, columbarios, lápidas y monumentos utilizados en época romana y los actuales. Una activ idad nueva que realizamos en el curso académico 2014/15 , a petición del departamento de latín y griego del IES Paco Mollá de Petrer, fue la recreación de una excavación arqueológica en el patio del centro escolar durante la I Semana Cultural. Para ello, se planificó un área acotada a modo de yacimiento en el que pre paramos una tumba de inhumación romana, del siglo I d. C., con un esqueleto y su ajuar funerario, además de otra zona con fragmentos de o llas de cocina y huesos de animales junto a carbones, y un último espacio con un molino rotatorio de piedra y restos de recipientes cerámicos de almacenamiento. Por el ’yacim iento’ pasaron los alumnos y alumnas de 4° de la ESO y 1 º de bachil lerato que cursaban cultura c lásica quienes experimentaron la excavación y posterior interpretación de los restos, además de realizar dibujo técnico arqueológico y la toma de datos topográficos. A través de las exposiciones temporales que se realizan cada año en la planta baja del Museo Dámaso Navarro, se ha podido divulgar también la historia de Villa Pe traria, ya que dos de las exposiciones que se han realizado en los últimos años trataban sobre ésta. En primer lugar, en el año 20 11 tuvo lugar la inauguración de la exposición Cogito Villa Petraria (fig. 6), la cual estaba dividida en cuatro apartados dedicados al Imperio romano y a la villa romana. Esta muestra contó con la colaboración de la Obra social de La Caixa a través de su proyecto cultural itinerante Romanorum vita. Gracia s a unos mapas y g ráficos, el visi tante podía contextualizarse en el tiempo y espacio del Imperio romano, y más concretamente en el periodo cronológico correspondiente a la vida útil de la villa romana hallada en el centro urbano; también había una parte Fig. 6.- Parte del montaje de la exposición Cogito Villa Petraria. dedicada a los hallazgos arqueológicos, con vitrinas en la que los objetos hablaban de diferentes aspectos de la vida romana. Mediante la recreación de una domus de la pars urbana de la villa, se expl icaban las partes que la conformaban, con difere ntes objetos y un peristilo en el centro simulando el centro de esta domus. Durante la visita, a la explicación se incorporaba Agripina, personaje creado para la ocasión que representa ba a la domina de la villa ya que explicaba a los visitantes la distribución y uso de las salas de su hogar. Finalmente, en el lugar de las cubiculae o hab itacio nes, el visitante podía entretenerse jugando a juegos romanos o ambientados en varios aspectos de la cultura romana, como los dioses, el mosaico, los números, etc. L a importanc ia de esta exposición radica en la posibilidad de introducir a los estu diantes en una s imulación a escala reducida de una domus romana como la que se halló en las excavaciones de 1975, interactuando con los espacios y los juegos que podían realizar en ella. En marzo de 2015 se inaugur ó la exposición #Algosecueceenpetrer en la que también incorporamos elementos de V illa Petraria. Se planificó coincidiendo con las labores de conso lidac ión y valorización de l horno alfarero romano de la villa, datado en los siglos 11 -111 d. C. Esta muestra ha contado con la colaboración del MARO y el Mu seo al aire libre villa romana de El Albir aportando parte de las ilustrac iones exp uestas . E l títu lo de la misma con lleva un juego de palabras en el que se combina la acción de cocer y de preparar, junto con la a lusión a la actividad alfarera y cerámica que ex istió en Pe tr er hasta el siglo pasado, incluyendo el horno romano de la ca lle Juli o Tortosa, esquina con la calle La Fuente. Esta exposición se ha estructurado en tres partes, siendo l a primera de ellas la relativa a Vi lla Petraria. El vis itante recorre la historia de la v illa de l o genera l (Imp erio romano) a lo particular, exp licándose la extensión del imperio y la ubicación de la vi lla en Hispania. Se remarca la importancia de la figura del imperator a través de las monedas como base para explicar todos los poderes que este ostentaba, empleando una imagen de un sestercio de Claudio I hallado durante las excavaciones del mosa ico romano con una rep roducción a gran esca la tanto del anve rso como del reverso. Mediante una representación gráfica de una villa romana -concretamente Casa Ferrer 1 (Alicante) proporcionada por el MARO al igual que la fotografía de la moneda se exp lican las diferentes partes que la componen, haciendo hincapié en la parte de las termas, más concretamente en el caldarium, empleando piezas originales para recrear el sistema de calefacción con suspensurae y bipedales. La economía romana, bien co nocida y presente en Villa Petraria, se representa a través del oleum et tegulae, una parte donde hay elementos de transformación y a lmacenam iento de los productos que pudieron realizarse en esta villa, junto con materiales de construcción hallados durante las excavaciones del taller alfarero. Finalmente, se explica el mosaico del sig lo IV d. C. situado en una de las paredes del edificio , junto con una vitrina de evolución del trabajo del barro en Petrer, desde una olla de la Edad del Bronce, pasando por una jarra romana del siglo 111 d. C. hasta una teja del pasado siglo. L as rutas temáticas también son ofertadas dentro de la didáctica del Museo Dá maso Navarro para todo tipo de visitantes, como la ’Ruta por la v illa romana de Pe traria’. Esta es una nueva ruta donde el visitante pone a funcionar su imaginación a partir de elementos gráficos e interactivos, pues la villa se encuentra en el subsuelo del centro histórico y actualmente tan solo se conserva el horno para cocer material de construcción, restos materiales y parte del mosaico, estos últimos expuestos en el Museo Dámaso Navarro. Por ello, se ha incorporado a la oferta turística de Petrer un nuevo recorrido dedicado a la v is ita de las zonas romanas que pertenecieron a Vi lla Petraria, es dec ir, el mosaico, el vertedero, el horno, la necrópolis y las termas (Pé rez, Fig. 7.- Actuación de Agripina durante una de las visitas de Petrer se viste de luna. 2015: 4), todo ello acompañado por guías o personajes romanos que recrean y cuentan su historia y las partes anteriormente mencionadas. En el caso de las visitas teatraliza das, e l personaje principal es un esclavo que guía a los asistentes a través de todas las zonas interactuando con el público. También se incorpora Agripina, domina de la villa, cuyo papel es el de gestionarla y mandar a los esclavos porque su marido se encuentra haciendo negocios por toda Hispania. Es una actividad muy llamativa, que se puede hace r de día o de noche, adaptada a todas las edades y visitantes, y acompañada por diferentes recursos gráficos y tecnológicos que hacen más didáctica y amena la visita . En este sentido también destaca la actividad ’Petrer se viste de luna’, que consiste en una ruta guiada por el centro histórico de noche y con luna llena, en la que diferentes personajes interactúan con el visit ante al igual que en la anterior ruta. El personaje de Agripina vue lve a aparecer cuando el visitante llega al horno romano, donde le explica la explotación alfarera y las partes que componen un horno romano típico del siglo 111 d. C. Tamb ién comenta la producción vinícola y hace una cata comentada para todos los asistentes (fig. 7). Este personaje vuelve a aparecer en las jornadas de puertas abiertas del patrimonio petrerense que se celebran un fin de semana de septiembre a l año, como se ha indicado anteriormente, en el que explica el horno romano junto a sus esclavos, que están trabajando allí mismo. El empleo de este persona je en tres rutas permite que el visitante lo asocie a la villa romana, creando una especie de icono representativo del mundo romano en Petrer personificado en la domina de la villa. Volviendo a los recursos didácticos del museo, hay que tener en cuenta las di ficultades que representan los objetos arqueológicos para que su exh ibición permita una correcta interpretación de los mismos y su consiguiente identificación por los visi tantes. Esto ha provocado que desde los últimos años las instituciones museográficas se hayan visto obligadas a avanzar en la utilización de nuevos recursos y lenguajes explicativos. En este aspecto, el uso de las nuevas tecno logías de la comunicación han permit ido el refo rzamiento de los ob jetivos previstos en el discurso museo lógico. E stos nuevos recursos tecnológicos permiten superar la barrera tradicional de exh ibi ción de las colecciones permanentes, mejorando su interpre tación histórico- funcional, convirtiéndolas en verdaderas e xperiencia s de conocim iento sensiti vo y que a yudan a transfo rma r al clásico visitante pasivo de nuestros museos, en una nueva generac ión de pú blico act iv o y participa tivo (Azuar, 2005: 47 -56) E n el caso del Museo Dámaso Navarro han sido varias las apl icaciones de la virtua lización del patrimonio que se han adaptado tanto a la colección permanente como a l recién inaugurado horno romano. En es te sent ido, gracias a la técnica de la fotog rametría d igita l, que consiste en la generación semiautomát ica de modelos tridim ension ale s a partir de foto grafías, se han pod ido rea lizar d iferentes mode los 3D de algun os ma teriales roma nos e in cluso del propio horno. Esta técnica permi te un ac ercam ien to totalmente arqueo lógico y científico a los restos materiales de nuestro pasado, y esta es prec isamente una de las cosas que más interesan de esta técnica, ya q ue deb ido a su precis ión mét rica y morfológ ica, podemos obtener una serie de datos acerc a de l bi en a rqueo lóg ico vi rtua l izado más completos que med ia nte otras té cnicas t radi ciona les. No sol o perm ite esa func ión, s ino que también podemos adapta r esos mo delos 3 D generados a la propia didáctica del museo y utilizarlo como recu rso en expl icac iones, ac tiv idades y en el discurso museográfico de las exposiciones (fig. 8 ). P o r eso, median te el vo lcado de los modelos generados a un soporte digital móv il co mo las act uales tablets , podemos ofrecer al visi tante y a los escolares la posibil idad de inte ractua r co n ellos, adq uiriendo otro punto de v ista del bien en cuest ión y hac er l os partíc ipes llamando su atención mediante las nuevas tecnologías adaptadas. En el Q Sketchfab EXP LOR E v COMM UNITY v BLOG v ( Searcn Horno romano d e Villa P etra ria •s ego Fig . 8. Virtualización del horno romano on fine (visor 3D Sketchfab) . caso del mundo romano de Villa Petraria se ha virtualizado el horno romano, con el que se puede interactuar en 3D mediante el uso de una tablet que ofrece el propio museo, y un molde de lucerna hallado en la excavación del taller alfarero de la v illa, que se puede ver tambié n en la colección permanente o a través del blog del Museo Dámaso Navarro (museodamasonavarro.blogspot.com). Otra posibilidad que nos ofrecen las nuevas tecnologías es el empleo de visores web para la difusión de modelos y escenas 3D. En los últimos años han ido surgiendo multiples plataformas online de visualización 3D en la web que podemos usar para difundir los objetos y modelos creados . Mediante este sistema, re lativamente senc illo, podemos crear un museo online y alojar de forma sencilla todos los modelos virtual i zados, permitiendo su acceso desde el museo a través de códigos QR que el visitante puede escanear desde su tablet o smartphone y moverlo en tiempo real. Finalmente, a la misma vez que se generan los modelos virtuales de los materiales arqueológicos, podemos llevar a cabo una impr esión 3D con materiales pláticos muy resistentes, los cuales permiten generar una superficie y una forma fidedigna al objeto real. Con este objeto reproducido en tres dimensiones y a escala real, se ofrece la posibilidad a per sonas invidente s de tocarlo y facilitar su comprensión, pero además, puede emplearse en talleres didácticos con alumnos y alumnas sin que peligre el material arqueológico original. Debemos tener en cuenta lo rápido que avanza la tecnología en nuestra so ciedad actual, por lo que no es recomendable llevar a cabo grandes inversiones que puedan quedarse obsoletas en poco tiempo. La mejor forma de proceder puede ser la de adaptar la tecnología de forma que los cambios que deban llevarse a cabo en un futuro no impliquen un gran gasto, es decir, que sea reversible y adaptable. En resumen, pensamos que desde el Museo Dámaso Navarro se está llevando a cabo una importante labor de divulgación del patrimonio romano de sus fondos dirigi do a un público eminentemente escolar, aunando las actividades clásicas como son las exp licaciones participativas, con otras más dinámicas -como el taller de arqueología o la recreación de la excavación arqueo lógica-, al tiempo que se están introduciendo las nuevas aplicaciones tecnológicas. El público adulto también tiene sus actividades con las rutas culturales por los monumentos de Petrer, en las que también se hace especial referencia a nuestro pasado clásico. Todo ello son los recursos de los que disponemos para acercar la comprensión de Villa Petraria a nuestra sociedad, ya que en gran me dida somos herederos de ella. VALORACIONES AL PASADO ROMANO DE PETRER Fernando E. Tendero Fernández Museo Dámaso Navarro museo@petrer. es L a historia de Villa Petraria, como se ha comentado en las páginas anteriores, se recuperó el 11 de septiembre del año 1975 con el descubrimiento del mosaico polícromo en la antigua calle 18 de julio, actual Const itución. Pero si retrocedemos en el tiempo, encontraremos cómo el erudito Josep Montesinos (1745-1828 ), desc ribió la población de Petrer a finales del siglo XV III en su monumental obra Compendio histórico oriolano, e indicó que próximo al Ayuntam iento tambi én vió un mosaico. ’( ... ) como en las inmediaciones de esta Villa en la raiz de un margen d e piedra sob repuesta que mantiene el terrapleno de un bancal de hu erta, s it uado entre la balsa y senda que guia a la rambla, cerca de med io palmo ba jo la super ficie del sue lo, se descubre un pavimiento construido a lo mosaico de chinas y piedre cillas labradas, blancas y negras por la mayor parte colocadas en proporción a manera de ramos de flores de que no puede saberse toda su extens ion por estar cubierto del dicho terrapleno ( )’ ( Navarro, 1993: 45). T uvieron que pasar casi doscientos años para el mosa ico quedara a la vista deb ido a las obras de arreglo de la ca lle, lo que supuso todo un acontecimiento para la población de Petrer. Este hecho, sumado a los hallazgos efectuados en los s iguiente s años en el entorno de la pla;a de Baix, demostraron que en esta parte del núcleo his tórico existió una villa romana, siendo Enrique A. Llobregat Conesa, en esta época director de l Museo Arq ueológico Provinci al, quien la denominó como Villa Petraria. Sigu iendo el criterio de ser fieles al nombre cread o en 1975 po r Llobregat ’Villa P etraria’, en la presente publicación no hemos emp leado los nombres de ’Petra ria’, sin ’Vi lla’, o el de ’villa Petraria’, que se han ut ilizado en la bib liografía posterior y lo s hemos unificado como Villa Petraria para def inir el asentamiento rural romano existente en el subsuelo del centro histór ico de Petrer. Despu és de cuarenta años (1975-2015) y gracias a varios estudios genér icos ( N ava rro, 1991 ; Po veda, 1991 y Jover y Segura, 1995) y a otros específicos lleva dos a cabo por historiador es y arqueólogos, conocemos muchas de las carac terísticas de la villa, pudiendo determinar su cronología inicial y final, cómo se distribuían las es tanci as, lo s utensi lios que emplearon sus habitantes, etc. Pero también son muchas las dudas que se nos plantean como son conocer sus dimens iones rea les, la secuencia estra tigráfica de la v illa, saber cuál es el momento de mayor importancia, si el periodo a ltoimpe rial, cuando están en pleno funcionamiento el taller alfarero, o el periodo bajoimperia l, cuando se fecha el mosaico y los fragmentos del sarcófago de mármol; cómo se estructuraba el ter ritorio próximo de la villa, con sus posibles huertos, canalizaciones, caminos, etc. Villa Pet raria, atendiendo a lo expuesto por Antonio Poveda en esta publicación, fue creada por población seguramente relac ionada con El Monastil, núcleo urbano que en época ibé rica y romana verteb raba toda la comarca del Medio Vina lopó. El 125 momento se centra en el gobierno del emperador Tiberio (primer tercio del siglo I d. C.), como así lo atestiguan los restos arqueológicos recuperados en las intervenciones efectuadas en e l centro histórico (terra sigi llata, monedas de la dinastía tiberio claudia). Esto se debe, según recoge Juan Carlos Márquez, al inicio de un periodo de paz y estabilidad que permitió la llegada de un importante contingente poblacional, unido a una reestructuración del territorio, con el abandono de asentamientos tradicionales sustituidos por varios asentamientos agrícolas en el entorno del poblado eldense como son El Chorrillo, Casa Colará, Arco Sempere, Puente I y Puente 11, El Melic y Las Agualejas . En este mismo momento en el actual término municipal de Petrer existía otra vil la en el val le de Caprala, con una actividad meramente agrícola, como demuestran los restos de la balsa de opus signinum y los contrapesos de un torcularium, y que al contrario que Villa Petraria, tiene una existencia corta, finalizando su ocupación en el siglo 11 d. C. Atendiendo a los razonamientos expuestos por Jaime Malina en su capítu lo sobre qué entendemos por villa, Villa Petraria podríamos considerarla como un establecimiento rural con una orientación mercantil, permitiendo obtener una rentabilidad con la venta de sus productos agrícolas en mercados próximos a los que acceden a través de la Via Augusta. Al mismo tiempo es un lugar de recreo y esparcimiento para el dueño o dominus de la misma. La vill a, con una extens ión calculada de algo más de 1 ha, se ubicó en el mejor lugar posible para este tipo de fincas agrícolas si seguimos a los escritos de los agrónomos clásicos como Columela, Varrón o Catón, entre otros, ya que está situada en un entorno geográf ico propicio: a las faldas de la col ina, para protegerse de las inclemencias meteorológicas; junto a la rambla de Pu;a y a escaso kilómetro y medio del río Vinalopó, proporcionando agua en abundancia tanto para el uso domést ico como el artesanal; el terreno perimetral es idóneo, así como las zonas más alejadas para el cultivo agropecuario; está próx ima a las vías de comun icación (Via Augusta) y a poblados y ciudades para la salida comercial de los productos agrícolas e industriales (E/o/ El Monastil -Elda- 1,5 km, Lucentum / Tossal de Manises -Alicante- 32 km, llici / La Alcudia -Elche- 28 km). Estos mismos tratadistas estructuran la villa atendiendo al uso que se le daba a sus dependencias en dos o tres partes: Varrón o Catón la dividen en la pars urbana (donde residía el propietario y por tanto la más lujosa) y pars rustica (destinada al a lojamiento de los esclavos y trabajadores de la villa, al establos donde guardar los animales y a la cocina), mientras que Columena es el que realiza la división más clásica al dividirla en tres partes: urbana, rustica y fructuaria (esta última identificada como la zona de trabajo donde transformar los productos de las cosechas -ace ite, vino y cerea l-, de los talleres -en nuestro caso un taller alfarero para material de construcción- y su almacenamiento antes de su salida a los mercados). Esta división funcional tripartita de la vi lla podemos reproducirla en Villa Petraria gracias a las intervenciones arqueológicas efectuadas en los últimos cuarenta años y a los estudios rea lizados por los investigadores . Sabemos que la pars urbana estaría situada en el lateral oeste de la pla;a de Baix, bajo el Ayuntamiento, edificios adyacentes y plaza del Derrocat, pues aquí es donde se encontró el mosaico y evidencias arqueológicas de unas posibles termas -Casa del Roig- . La pars rustica, siguiendo la distribución tradicional de la villa entorno a un patio central que podría ser más o menos la pla;a de Baix, estaría en el lateral sur de la plaza. Estas dependencias son las más desconocidas debido a que en esta parte solo contamos con una única intervención realizada en 1980 durante los trabajos de reforma de la biblioteca municipal, actual Museo Dámaso Navarro, y en la que aparecieron restos romanos y de tradición ibérica. Por último, la pars fructuaria está perfectamente documentada en el lateral sur de la plaza gracias a la intervención arqueológica llevada a cabo por Arpa Patrimonio e n 2007/2008 y de la que se pueden ver los resultados en esta misma publicación. A grandes rasgos los autores han establecido dos momentos de uso que perfectamente se pueden generalizar para la villa: un primer momento altoimperial que abarca de mediados del sig lo Id. C. hasta principios del siglo IV d. C. en el que funciona el ta ller a lfarero con los hornos y dependencias anexas; y un segundo momento bajoimperial donde se amortiza el barrio artesanal y encima del mismo se reurbaniza con nuevas dependencias, posiblemente como área de almacenamiento, tal vez de productos agríco las. Esto nos permitiría pensar que la producción de la villa cambia a comienzos del sig lo IV d. C. de una actividad más ’industrial’ basada en la producción de material de construcción a una agropecuar ia. En lo s alrededores de la vi lla también hay elementos propios de este t ipo de asentamiento, como pueden ser la necrópolis, ve rtederos, cam inos, parce las centuriadas y huertos. E n relación con la necrópolis o cementerio, a comienzos de la década de los noventa, en la calle Mayor, los directores de la inteNención identificaron lo que podría ser un recinto funerario fechado entre los siglos 11 y IV d. C. con dos salas, una para enterramientos infantiles y otro de funcionalidad ritua l para realizar banquetes funerarios (Benito, 1995). También relacionado con el aspecto funerario de la vill a, en las labores de desescombro que se hicieron en el castillo durante su restauración, aparecieron dos fragmentos de mármol que formaban parte de l sarcófago de iconografía cristiana y que han sido estudiados por Anton io Poveda en el presente libro. T amb ié n conocemos el vertedero bajo imper ia l localizado en la calle Luis Chorro, con mater iales de una larga cronología (siglo 11 hasta comienzos de l sig lo VII d. C.), aunque su uso se centra en los siglo s V -VI d. C., formado por seis hoyos excavados en el sue lo unos junto a otros y que se rellenaron con tierra, material de construcción y restos de la vajilla desechada y de los anima les consumidos por los habitantes de Vi lla Petraria. Tenemos una hipótesis que indica que parte del trazado urbano actual y de los campos de alrededor podrían ser huella del parcelario romano (Pa yá, 1990), y, por último, conocemos la Via Augusta que discurría por el valle del Vinalopó. Los productos que se cultivarían en Vi lla Petrari a formarían la ’tríada mediterránea’ que co rresponde al vino, aceite y ce real, s iendo transportados, como se ha indicado antes, hacia e l pob lado de E/o o hacia otras ciudades más importantes como Lucentum o Jlici, y hay que añadir la producción de material de construcción (tegulas, imbrices, ladrillos) siendo ev idente, a tenor de la gran cantidad de material aparecido durante la excavación, que necesariamente habría que comercializarlo en las poblaciones o villas más o menos cercanas. Pero tampoco podemos descartar que junto a este tipo de producción, también se pudieran elaborar otro tipo de piezas cerámicas, ya que se documentó parte de un molde de lucerna que ha sid o estudiado por Anna García en el catálogo que acompaña a los artículos. Queremos terminar estas páginas de valoraciones de lo que supone Villa Petraria para e l conocimiento histórico de Petrer, ind icando que todavía quedan m uchos restos por descubrir y que en un futuro nos puedan aportar nuevos datos y evidencias materiales sobre el pasado romano de Petrer. Gracias a la Ley 4/1998, de 11 de junio, de Patrimonio Cultural Valenciano, y a sus modificaciones posteriores, se regula que para llevar a cabo cualquier tipo de infraestructura urbana y la construcción de nuevas edificaciones que alteren el subsuelo del centro histórico, hay que realizar actuaciones arqueológicas previas que permitan conocer, conservar -si los restos son merecedores de ello- y divulgar el legado milenario clásico que tenemos bajo nuestros pies. Ya se hizo en 1975 con la excavación, extracción y exhibición del mosaico romano, primero en una de las paredes del ayuntamiento durante veinte años, y posteriormente, y hasta la actualidad, en una pared de la antigua biblioteca y actual museo . Y se volvió a hacer durante la excavación del taller alfarero en los años 2007 y 2008 y la consolidación del horno de l 2015. ¿ Qué será lo siguiente? Lo que tenemos claro desde el Museo Dámaso Navarro es nuestra misión de investigar, divulgar y poner en valor los restos y los conocimientos de lo que actua lmente conocemos de Vil la Petraria, incidiendo especialmente en el público escolar, ya que captando su atención e interés a esa edad, conseguiremos que las próximas generaciones valoren como suyo este patrimonio del que todos somos responsables Estos dos aspectos fundamenta les dentro del ámbito patrimonial se han desarrollado también en la presente publicación de la mano de Eduardo López y Eva M.ª Mendiola, de Alebus Patrimonio, explicando la obra de consolidación y musea lización del horno, y por Eloy Poveda, al mostrar la función didáctica que realizamos desde el Museo Dámaso Navarro, haciendo especial hincap ié en el apartado del mundo romano. En definitiva, han pasado cuarenta años desde la aparición del mosaico y casi veinticinco del estudio realizado por Concha Navarro sobre Villa Petraria, y podemos sin ningún reparo hacer nuestras sus palabras. ’( ... ) todavía quedan grandes interrogantes, que esperamos poder desvelar, en la medida en que se vayan realizando excavaciones sistemáticas en el área del casco antiguo de la población, y salgan a la luz la catalogación y estudio de los trabajos arqueológicos ya realizados’ (1991: 42). CATÁLOGO DE PIEZAS PROCEDENTES DE VILLA PETRARIA Fondos de la colección arqueológica Museo Dámaso Navarro P resentamos una selección de piezas de la cultura romana que fueron utiliza das por los hab itantes de Villa Petraria. Todas se recuperaron en las interven ciones arqueológicas realizadas en e l centro histórico desde la década de los setenta hasta nuestros días. Se ha buscado una representatividad de la vida en la villa, con objetos que for man parte del día a día, con un uso cotid iano, como es la vajilla de mesa ; las piezas para la elabo ración de los al imentos, o monedas con las que realizar sus transacciones comerciales. También se han incluido piezas más singulares que tenían un uso espe cífico, como la placa decorada de piedra con una posible escena de iconografía cris tiana, o los fragmentos de un sarcófago pa leoc ristiano. Y, como no podía ser de otra mane ra, también se incluye una de las mejores piezas que conserva e l Museo Dámaso Na varro y que fue el inicio de los estudios de Villa Petraria el mosaico aparecido en la ca lle Constitución en 1975. En esta se lecc ión de piezas se ha perseguido que todos los periodos en los que la villa estuvo habitada estén representados, y se han agrupado en tres épocas: a l to imperia l, bajoimperial y tardorromana (sig los 1 -VI I d. C. ). Así, la pieza más antigua, que corresponde práct icamente al momento de fundación de Villa Petrar ia, es un sesterc io del emperador Claudio 1, siendo las últimas la placa calada, con una posib le representación bíb lica, y el cuenco de TSA D (Haye s 99C), pudiendo llegar ambas al primer tercio del siglo VII d. C. Los dibujos arqueológicos de las piezas y su digitalización han sido realizados por Yolanda Carrasco y las fotografías de las mismas por Eloy Poveda. L os autores y autoras de las fichas del catálogo por orden alfabético son: Yolan da Carrasco Molina (YCM), lice nciad a en Historia y máster universitar io en Arqueo logía profesiona l y gestión integra l del patrimonio por la Universidad de Alicante y colaboradora del Museo Dámaso Navarro; Anna García Barrachina (AGB ), licenciada en Historia, técnico del MARO y especia lista en el periodo romano; Gabriel Lara Vives ( GLV), licenciado en Historia con grado por la Universidad de Alicante y arqueólogo profesional; Juan Carlos Márq uez V illora (JCMV), arqueólogo municipal del Ayunta miento de E lda y profesor de la Universidad de Alicante; Cristian Martel Revert (CMR ), licenciado en Historia por la Uni versidad de Alicante y co laborador del Museo Dámaso Na varro; Antonio M. Po veda Navarro (AMPN ), director de l Museo Arqueológico del Ayuntamiento de Elda y profesor de la Universidad de Alicante y Julio J. Ramón Sán chez (JJRS ), licenciado en Historia y técnico del MARO COPA GRUPO YTIPO Terra sigillata africana C -Hayes 73. FUNCIÓN Mesa y presentación de a limentos. PROCEDENCIA Calle Mayor, 2 -4 . PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA 380 -475 d. C. MATERIAL Arci lla . DESCRIPCIÓN Fragmentos de la misma pieza que pre senta el perfil completo. Tiene una base plana con pie anular, cuerpo de tenden cia semiesférica terminado en a la estre cha y borde saliente con labio engrosado. Pr esen ta un engobe anaranjado comple to en el interior y parcial al exterior. ---===-• 3cm CONSERVACIÓN Regu lar. Pieza incompleta y muy frag mentada. DIMENSIONES Diámetro borde 18 cm; diámetro base 4,8 cm; altura 5,7 cm. OBSERVACIONES este tipo de producciones procede de los t al lere s norteafricanos, concretamente del norte de Túnez. NÚMERO DE INVENTARIO CM’90/I- 1 -12 1/42 BIBLIOGRAFÍA Na varro Po veda , C. (1993): ’La villa ro mana de Petrer, 11’, Bitrir, Petrer, p. 34 . CMR CUENCO GRUPO Y TIPO Terra sigillata africana D - Hayes 99C. FUNCIÓN Mesa y presentación de alimentos. PROCEDENCIA Inmueble delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fuente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Tardorromano. CRONOLOGÍA 560 - 620 d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Pieza de vajilla de mesa que corresponde a un plato de terra sigillata africana D, una producción típica de Cartago. Con serva el perfil completo. Tiene la base plana con pie anular, cuerpo poco pro fundo y borde engrosado al exterior de labio redondeado. Presenta barniz ana ranjado-rojizo. En su cara interna, en el centro de la pieza, tiene decoración es tampada a base de ovales concéntricos que se conserva parcialmente. CONSERVACIÓN Regular. Pieza incompleta y fragmentada. DIMENSIONES Diámetro borde 20 cm; diámetro base 7,5 cm; altura 5,5 cm. OBSERVACIONES Este tipo de producción es típica de la zona de Cartago. NÚMERO DE INVENTARIO LFUZI 18P07.UE29.35 BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológica). YCM JARRO -~--- GRUPO YTIPO Común -Vegas 44. FUNCIÓ ~N ___________ _ Mesa y presentación de alimentos. PROCEDENCIA Calle Mayor, 2-4. PERIODO CULTURAL Alto Imperio. CRONOLOGÍA Finales del siglo 111 d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Pieza que no conserva la mitad inferior. La parte superior del cuerpo es de tendencia globular, apreciándose dos perforac iones paralelas en la base del cuel lo. Cue llo troncocónico invert ido y estrangulado en una de las partes para formar e l pico vertedor . Labio ligeramente apuntado, el cual no se diferencia notablemente del cuerpo, con pico vertedor. El interior pre senta las huellas de torno muy marcadas. Posee un asa de sección aplanada situada en la parte opuesta al pico vertedor que arranca en la parte superior del cuello y termina en la parte media del cuerpo. CONSERVACIÓN Buena. Pieza restaurada parcialmente. DIMENSIONES Diámetro borde 10, 7 cm; altura conser vada 18,3 cm. OBSERVACIONES Se aprecia una reuti lización del jarro ya que las dos perforaciones opuestas que presenta en la base del cuello, sirvieron para introducir un cordel por ellas y po der usarlo como asidero para transportar o para colgar el jarro. NÚMERO DE INVENTARIO No presenta signatura. BIBLIOGRAFÍA Navarro Poveda, C. (1 993): ’ La villa ro mana de Petrer, 1 1 ’, Bitrir, Ayun tamien to de Petrer, Petrer, p. 34. CMR LEBES ·~-. . ’ .· : ~ .. :’f,,:.J ~ ..... ~ ·,,_, , - ·’’’.’ ... ;--:_’’~’ GRUPO YTIPO Común. FUNCIÓN .. --~-- ..... Mesa y presentación de alimentos/ alma cenamiento. PROCEDENCIA Inmueble delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fuente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Alto Imperio. CRONOLOGÍA Siglo 11 d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Vasija de gran tamaño de tendencia glo bular. Presenta un borde de sección rec tangular ligeramente en pendiente. No conserva el pie anular. CONSERVACIÓN -..... -- - -- ------------- --Buena, conserva restos de las bandas bruñidas en la superficie exterior. DIMENSIONES -- ----·--- diámetro borde 24, 7 cm, altura conservada 15,7 cm. OBSERVACIONES -- Posible uso relacionado con el consumo de líquido o para el trasiego del mismo. NÚMERO DE INVENTARIO --- ---- ----·-----LFUZl18P07.UE115.20. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológica). CMR COPA GRUPO Y TIPO Común. FUNCIÓN Mesa y presentación de alimentos. PROCEDENCIA Inmueble delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fuente y L a Huerta. PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Siglos 111 y IV d. C. MATERIAL Arci lla. DESCRIPCIÓN Copa de base cóncava con pie indicado, cuerpo de tendencia globular y borde li geramente exvasado y engrosado al exte rior con labio redondeado. Superficie de color ocre alisada en el exterior. CONSERVACIÓN Regular -buena DIMENSIONES ..._ =__.,,m Diámetro borde 11,8 cm; diámetro base 4,4 cm; altura 7,3 cm OBSERVACIONES Recipiente para el servicio de mesa, de uso individual NÚMERO DE INVENTARIO LFUZI 18 P07. UE80.3. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológica). YCM CUENCO CON PITORRO ,~ ·_j ~----------; GRUPO Y TIPO Común -Vegas 11. FUNCIÓN Mesa y presentación de alimentos. PROCEDENCIA Inmueble delimitado por las calles Julio Torto sa, La Fuente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Siglo IV d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Cuerpo hemiesférico de borde saliente y ligeramente engrosado, con un pitorro en la parte superior del cuerpo, por de bajo del borde, en forma de embudo y también con borde recto. --= ----’’m CONSERVACIÓN Buena, aunque falta la práctica totalidad de la pieza. DIMENSIONES Diámetro borde 18 cm; a ltura conservada 5 cm. OBSERVACIONES Este tipo de pieza se utilizaba para prepa ración de alimentos líquidos y para servi c io de mesa. NÚMERO DE INVENTARIO LFUZI 18P07 .UE60 .29. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológica). YCM OLLITA GRUPO Y ~IPO Gris de cocina. FUNCIÓN Cocina y preparación de alimentos. PROCEDENCIA Inmueble delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fuente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Alto Imperio. CRONOLOGÍA Siglo 11 d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Pieza que corresponde a una olla pe queña de base cóncava, cuerpo bitron conónico y borde ligeramente exvasado . Pasta de color gris, más oscuro en el in terior que en el exterior, con abundante desgrasante fino (1 mm) y superficie de tono grisáceo, con marcas de torno en su interior y exterior. CONSERVACIÓN Buena. DIMENSIONES Diámetro borde 9 cm; diámetro base 2,8 cm; altura 1 O cm. OBSERVACIONES Recipiente de pequeñas dimensiones para la preparación de aliment os. NÚMERO DE INVENTARIO LFUZl18P07.UE115.21 BIBLIOGRAFiA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervenc ión arqueológica). YCM CAZUELA : •. ~ ... ~á..···. · ... -~~:4~..,..,.._.:-.·-: ~•--~- .... -, ,- ::~~: :_’ . ·.. :’ . ~:~ ......... ,.,.. GRUPO YTIPO Africana de cocina -Ost ia 1 1 1, 108. FUNCIÓN Cocin a y pre parac ión d e alimentos . PROCEDENCIA Inmueble del im itado po r las ca lles Julio T o rtosa, La Fuente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Bajo Im pe rio. CRONOLOGÍA Sig los IV y V d. C. MATERIAL Arci lla. DESCRIPCIÓN P ieza co n pared vertical con borde al mendrado y atrof iado con carena exte rior y con una pequeña acana ladura para asiento de la tapadera. Muestra marcas de cocc ión y pá tina cen icienta al exterior. :::: CONSE RVACIÓ N Buena, aunque so lo conser va una parte del cuerpo y carece de la base. DIMENSIO NES Diámetro bo rde 18 cm, altura conservada 6,5 cm. OBSERVAC IO N ES Recipiente destinado a cocinar al imentos so bre e l fuego o sob re soportes N ÚMERO D E INV EN TARIO LFUZ I 1 8P07 .UE79.19. BIBLIOGRAF ÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológ ica). CMR PLATO TAPADERA GRUPO Y TIPO Africana de cocina -Ost ia 1 , 261. FUNCIÓN Cocina y preparación de alimentos. PROCEDENCIA Inmueble delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fuente y La Huerta . PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Siglo 111 - primera mitad siglo V d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Pieza con el borde ahumado ligeramente engrosado al exterior, de sección redon deada y cuerpo troncocón ico invertido. CONSERVACIÓN Buena. DIMENSIONES Diámetro borde 18 cm; altura conservada 6,5 cm . OBSERVACIONES Esta pieza se combina con la cazue la pa ra la cocc ión de los alimen tos. NÚMERO DE INVENTARIO LFUZI 18P07.UE59.25. BIBLIOGRAFÍA Pieza inéd ita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológica). YCM MOLDE SUPERIOR PARA PRODUCIR LUCERNAS DE DISCO Moldcsu¡,cnordc h..:cnll~m.,,;cal;, GRUPO Y TIPO Molde para realizar lucernas Dresse l 18 o 19 . PROCEDENCIA In m ueb le de limitado por las cal les Julio T or tos a, La Fuen te y La Huerta. FUNCIÓN Ac tiv id ad art esana l. PERIODO CULTURAL Alto Im perio/ Bajo Imperio. CRONOLOGÍA E l conjunto de materiales apa recidos en la mis ma UE que el molde se centra en el siglo V d. C. El tipo de lucerna obtenida del molde es una Dressel 18 o 19 cuya datación, sin embargo, suele ser más ant igua, pudiendo ser contem poránea al uso de los hornos descubiertos en la misma excavac ión y cuyo momento álgido se ha establecido en los siglos 1 1 1 y com ienzos del IV d. C. La cronología que le asignan los autores de la memo ria de la excavación a la pieza es de l 280 d. C. (O rtega, Esquembre, Malina y Reina, 2008) MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Fragmento de molde o negativo que serv iría para p roducir el pos itivo correspondiente a la mitad superior de u na lucerna. Aunque se conserva in comp leto se puede apreciar en su perfil la marca para producir el asa así como la fo rma del disco, que es co nvexa, sin decoración ni tampoco indi cio algu no de orificio de aliment ación, p res ent a tres círculos concéntricos que lo rodean y enmar can. Una fina línea marca el paso al rostrum que no se conserva. Los laterales o ext remos de la margo no están bien definidos. La pasta es tipo 1 sándwi ch ya que en la superficie donde se rea lizaría la impresión es de co lor rosa -anaran jado, con abundantes desgrasantes de fondo, pun teados y de pequeño tamaño de color bla nco y gris. En el ce ntro es de color gr isáceo y en la parte externa es de color marrón con numerosas con crecion es. Prese nta poros, vacu ola s y obe rtur as y abundantes marcas digitales en la zona interna, por donde se rea liza la impresión. El hecho de que la parte extern a apenas p resente digita cio nes y la ausencia de orificio de al imentación en el disco, nos lleva a pensar que este molde no se obtuvo tras real izar una copia de una lucerna ya existe nte sino que se real izó ex novo. El aca bad o del molde y los detal les son de una calidad me dia, con un regular tratam iento de las superficies. CONSERVACIÓN Regular. La pieza está incompleta y pre senta marcas de golpes en la super ficie DIMENSIONES Lo ngitu d conse rvada 11,9 cm; anc hura conservada 6,6 cm; grosor 1,9 cm. OBSERVACIONES Extraído el positivo mediante una co pia reali zada con pasta de modelar, la forma obte nida se corresponde con una lucerna Dressel 18 o 19. Se distingue la línea que m arc a el rostrum, el asa sobreelevada y con p erforación cen tra l y la margo ancha y de perfil redondeado. NÚMERO DE INVENTARIO LFUZI 18P 07 .UE86.2 8. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria fina l de l a intervenci ón arq ueo ló g ic a) . AGB FRAGMENTOS DE DOLIOS CON GRAFITOS GRUPO YTIPO Oolium FUNCIÓN Almacenamiento. PROCEDENCIA Antig ua Casa del Roig, calle M igue l Amat (actua l Ba nco Popula r). PERÍOD O CULTURAL Alto Imperio/ Ba jo Imperio. C R O NOLOGIA Probablemente, entre los siglos I y IV d. C. MATERIAL Arcil la. DESCRIPCIÓN El primero de los fragmentos (M.A./76100) conserva parte del borde y del hom bro de un da lia. M ues tra un grafito MX, con el siguiente desarrol lo: M(odii) X[ ---}. En la segunda pieza, que corresponde a un fragmento de hombro o pared de dalia (M.A./76 -104 ), aparece el grafito l/5XXIII, desarrollado [M(odii) ---} II S(extarii) XXIII. CONSERVACIÓN Buena, aunque las inscripciones no están completas. DIMENS IONES 4 1 cm altura, 40 cm anchura, 4 cm gro sor (primer fragmento); 31,8 cm altura, 26 cm anchura y 3,8 cm grosor (segundo fragmento). OBSERVACIONES L os dalias son grandes contenedores cerá micos que formaron parte del instrumen tum domesticum romano para el alma cenamiento y conservación de alimentos. Los grafitos documentados expresan la capacidad del dalia en unidades (modios y sextarios) acompañadas de numerales. Un modio (modius) equivale a 8,754 litros y a 16 sextarios. Un sextario (sextarius ) equivale a 0,547 litros. El mod io se empleaba habi tualmente en el mundo romano para medir granos y otros áridos. El sextario se usaba para medir líquidos, como el vino o el acei te. Los dos fragmento s en cuestión mues tran grafitos incompletos po r rotura. En el primer fragmento, las letras M y X aparecen conservadas parcialmente. En esta pieza, habría que esperar que la medida en mo dios se completara y fuera acompañada, a continuación, de los sextarios restantes, tal y como aparece en el fragmento M.A/76 104. Los veintitrés sextarios que aparecen en el segundo fragmento se alejan de la co rrespondencia estándar más común entre modios y sextarios en época romana. No es pos ible conf irmar que los dos fragmentos pudieran forman parte de un mismo dalia. NÚMERO DE INVENTARIO MA/76-100 y M.A./76 -104 BIBLIOGRAFIA Márquez Vi llo ra, J . C. (2006), p. 88. JCMV ÁNFORA • .. ’ . ’: . ’’~ ’¡,· ’ .. . ,•)- GRUPO YTIPO Ánfora -Dressel 2/4. FUNCIÓN -- Transporte y almacenamiento. PROCEDENCIA Antigua Casa de Maso, calle Cánovas del Castillo, 5. PERIODO CULTURAL Alto Imperio. CRONOLOGÍA Finales s. 1 a. C. -11 d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Fragment o de borde y cuello de ánfora. Cuello cilíndrico con arranque de asa ge minada, rematado en borde engrosado al exterior con labio corto de sección trian gular. Superficie porosa, con placas dora das de mica en desgrasante, por tanto de pasta tarraconense . CONSERVACIÓN Buena. DIMENSIONES Diámetro de borde 1 5 cm; altura conser vada : 13 cm. OBSERVACIONES Objeto contenedor que se difunde por todo el Mediterráneo, destinado al trans porte y a lmacenaje de vino, aceite y sa lazones. NÚMERO DE INVENTARIO CM.85 A/37 BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita . YCM FRAGMENTO DE PLACA CALADA . GRUPO YTIPO Material de construcción . FUNCIÓN Decoración -religión. PROCEDENCIA Inmueb le delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fu ente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Tardorromano. CRONOLOGÍA Siglo VII d. C. MATERIAL Caliza . DESCRIPCIÓN Fragmento de placa calada, en la que se apre cia la evidencia de dos zonas: un espacio des tinado a la representación de un motivo, bas tante perdido, y otro concebido como margen o banda decorativa delimitada por la sucesión de líneas que configuran tres pequeños fi letes en la parte más externa (desde fuera hacia dentro: 0,5-0,7-0,7 cm ) que dan paso a tres franjas idénticas de mayor anchura (1,8 cm) . Sobre este margen diferenciamos un elemen to vertica l que dividiría la escena en dos pa neles, siendo la anchura de este e lemento de 2,9 cm mientras que ún icamente conserva 4,3 cm de altura. Se observa junto a él una línea in cisa que debió servir como guía para la talla. Ün icamente conservamos en uno de los cam pos la insinuación de dos protuberancias, frag mentadas, que han sido perfiladas y definen cuatro trazos en cada una de ellas , proporcio nando el aspecto final similar a unas garras, quizás relacionadas con la representación de un cánido o un gran felino. En este se ntido, las ·~ ·~· -’’ representac iones de leones encajarían con una iconografía cristiana adecuada para este t ipo de e lementos, que probablemente formaron parte de la decoración de ambientes de uso r e ligioso, bien como cance les o celosías (Gutié rrez -Sarabia, 2006 : 319). Se da la c ircunstancia adicional de que conocemos la presencia de la iconografía de Daniel entre leones en este terr itorio ( Lara, 2006 : 126-129) CONSERVACIÓN Fragmentar io, pa rcialmente erosionado. DIMENSIONES Altura 12, 1 cm; anchura 12, 7 cm; espe sor de la placa 6,5 cm. OBSERVACIONES La placa presenta una única superf icie tra bajada, tal como sucede en otros ejemp la res conocidos de La Alcudia (Ramos, 1972) y El Monastil (Poveda, 1988 ). El contexto de donde procede permite int erp retarlo como un elemento residual dentro de un estrato de amortización y relleno en el que se loca lizaron cerámicas de época islámica junto a otros mater iales cerámicos de clara filiación tardorromana TSAD Hayes 91 C, Hayes 99 C, cuencos de cerámica común con visera .. ( Ortega, Esquembre, Malina y Reina, 2008). Sin duda relacionados con la frecuentación detectada en la excavación de la cercana calle Luis Chor ro (Tendero, 2011) NÚMERO DE INVENTARIO LFUZ118P07.UE 29.109. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueo lógica ). GLV LADRILLO CIRCULAR GRUPO Y TIPO Materia l de construcción. FUNCIÓN Construcción. PROCEDENCIA Antigua Casa del Roig, calle Miguel Amat (actual Banco Popular). PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Siglo 111 - V d. C. MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Pieza completa circular maciza, aunque ligeramente ovalada. Superficie terrosa. CONSERVACIÓN Buena. DIMENSIONES Diámetro máxima 20,7 cm, altura 4, 1 cm. OBSERVACIONES Utilizado posiblemente para el hypocaus tum de unas termas que podrían situarse en la pars urbana de Villa Petraria. Este ladrillo podría haberse fabricado en el taller alfarero de Villa Petraria, ya que su producción era de material de cons trucción. NÚMERO DE INVENTARIO No presenta signatura. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita. CMR TÉGULA GRUPO Y TIPO Material de construcción. FUNCIÓN Construcción. PROCEDENCIA e Inmueble delimitado por las calles Julio Tortosa, La Fuente y La Huerta. PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Finales del siglo IV d. C. (seg ún los direc tores de la intervención arqueo lógica). MATERIAL Arcilla. DESCRIPCIÓN Pieza completa. Pasta anaranjada y su perficie engobada en la parte superior en tono ocre. Forma rectangu lar y p lana, con dos rebordes que sobresalen en los l ados mayores de la misma. En el extremo de uno de los lados mayores no llegan los rebordes para poder encajar esta tégula con otra. En la cara superior conserva digitac iones cruzadas en forma de aspa . e CONSERVACIÓN Buena. DIMENSIONES Longitud máxima 42 cm; anchura máxi ma 32 cm, grosor máximo 5,5 cm. OBSERVACIONES Esta tégula podr ía haberse fabricado en el ta ller alfarero de V illa Petraria, ya que su producción era de mater ial de cons trucción. NÚMERO DE INVENTARIO LFUZ118P07.UE48.9. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita (incluida en la memoria final de la intervención arqueológica). YCM MOSAICO POLÍCROMO EN OPUS TESSELLATUM GRUPO Y TIPO Mosaico. FUNCIÓN Construcción. PROCEDENCIA Calle Constitución, a la altura del número 6. PERÍODO CULTURAL Bajo Imperio . CRONOLOGÍA Segunda mitad del sig lo IV -primera mitad del siglo V d. C. MATERIAL Pequeñas piedras (tessellas) de mármol y de caliza. DESCRIPCIÓN Uno de los fragmentos presenta en po licromía motivos geomét ricos en forma de octógonos entrelazados obtenidos por cuatro hexágonos que rodean a los cuatro lados de un cuadrado que queda como centro de la composición; estas figuras encierran en su interior iguales motivos pero de d imensiones más pequeñas y cambiando el color de la tese la; el mosa ico estaba enmarca do por una cenefa de triángulos isósceles y otra de trenza; las líneas que delimitan estos motivos están formadas con teselas negras, las figuras son de color amari llo o rojo, el fondo es de color b la nco. El segundo fragmento contiene una parte semejante al anter ior y la otra constitu ida por cír cu los secantes, dividido cada uno en cuatro husos y un rombo de lados cóncavos en el centro. CONSERVACIÓN Buena, aunque solo conservamos una par te del mosa ico. Fue limpiado y consolidado a mediados de la década de los noventa del siglo XX. DIMENSIONES El primer fragmento tiene 4,20 m de longitud, 1,96 m de anchura, sumando 5,5 m2; el segun do fragmento tiene 2,84 m de longitud, 1,08 m de anchura, sumando cerca de 2,79 m 2 . OBSERVACIONES La forma que describe la cenefa y algunos de los motivos de hexágonos y cuadrado central ofrece la idea de que es un pavimento poli gonal, seguramente de una posible estancia octogonal, pertenecie nte a la pavimentación de una gran sala de unas termas, como las ha lladas en el lugar. NÚMERO DE INVENTARIO No presenta signatura. BIBLIOGRAFÍA Llobregat, E. A. (1980) Nuestra Historia, Va lencia, pp. 113-114; Abad, L. (1985 ): ’Cultura material romana’, en Historia de la Provincia de Alicante. 11, Historia Antigua, Murcia, pp. 326327; Poveda, A. M. (1991 ): ’La romanización de las tierras de Petrer’, Festa, Ayuntamiento de Petrer; Navarro, C. ( 1991 ): ’La villa romana de Petrer’, Bitrir 11, 1-2, Ayuntamiento de Petrer, pp. 31-32; Jover, F. J. y Segura, G. (1995) E/po blamiento antiguo en Petrer. De la Prehistoria a la Romanidad Tardía, Ayuntamiento de Petrer Un iversidad de Alicante, pp. 101-105, Jover F. J. y Segura, G. (1995 ): ’El mosaico romano de la Villa Petraria (Petrer, Alicante)’, XXII Congreso Nacional de Arqueología, Vigo, 1993; Tendero , F. E. y Navarro, C. (2 015) ’El mosaico de la villa romana de Petraria (Petrer ) 40 años desde su descubrimiento (1975-2015 )’, Festa, Ayunta miento de Petrer, pp. 23 -29. AMPN SESTERCIO - CLAUDIO 1 ·-~ =~--- ’’m GRUPO Y CECA Moneda -Roma. FUNCIÓN Económica. PROCEDENCIA Ca lle Constituc ión, en la zona del hallaz go del mosaico. PERIODO CULTURAL A lto Imperio. CRONOLOGÍA 4 1 -54 d. C. MATERIAL Bronce. DESCRIPCIÓN Anverso: cabeza desnuda a derecha. Le yenda [ti cl]AV [dius] CAESAR AVG [p m] T R [p ---]. Reverso: Spes de pie a izquier da sosteniendo una flor y levantando la falda. Leyenda [spes] AV [gvsta] S C CONSERVACIÓN Mala . La superficie está muy erosionada e impide la lectu ra de la leyenda y la co rrecta visión de las imágenes. DIMENSIONES Diámetro 35 mm; posición 6 h; peso 23 g. OBSERVACIONES Descr ita en R IC 1 99/115. NÚMERO DE INVENTARIO Sin signatura. BIBLIOGRAFÍA Pieza inédita . JJRS NUMMUS (Ae4) • CONSTANCIO 11 GRUPO Y CECA Moneda - No precisab le. FUNCIÓN Económica. PROCEDENCIA O 1cm - Antigua Casa del Roig, ca lle Miguel Amat (actual Banco Popular). PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA 348 -360 d. C. MATERIAL Bronce. DESCRIPCIÓN Anverso: busto diademado a derecha, detrás A. L eyenda : [d]N CONS TAN -TIVS [pf aug ]. Reverso: soldado con casco de pie a izquierda con escudo en mano iz quierda que alancea un jinete caído . El ji nete gira la cabeza y ext iende el brazo derecho. Leyenda: [f]EL TEMP REPARA TIO CONSERVACIÓN Regular . Presenta un punto activo de oxi dación que deteriora parte del anverso. DIMENSIONES Diámetro 17 mm; posición 11 h; peso 2,9 gr. OBSERVACIONES S in clasificar . NÚMERO DE INVENTARIO No presenta signatura. BIBLIOGRAFÍA Navarro Poveda, C. (1991 ) : ’La v illa r omana de Petrer, 1 y 11’, Bitrir, Ayunta miento de Petrer, Petrer, p. 29 y 36. JJR S PUNZÓN (SUBULAE) GRUPO Y TIPO 1 • 1 Varios -111. 2 (Tabor y Unzu) FUNCIÓN Indeterminada. PROCEDENCIA Calle Mayor, 2-4. PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Finales sig lo 111 -finales siglo IV d. C. MATERIAL Hueso. DESCRIPCIÓN útil de fo rma alargada realizado en hue so compuesto por un fuste de sección cir cula r, con paredes convergentes hacia la punta y rematado en el extremo superior con forma ligeramente ovalada. Factura cuidada. • 1 CONSERVACIÓN Buena. DIMENSIONES O 1 cm - Longitud 7 cm, diámetro máximo 0,5 cm. OBSERVACIONES Esta pieza se diferencia de las aguJas y alfileres por la ausencia de orificio en su parte super io r en el primer caso, y por te ner la cabeza diferenciada en el segundo. Aunque su uti lidad es indeterminada, se piensa que podría servir para perforar te jidos, pieles y cuero. NÚMERO DE INVENTARIO No presenta signatura. BIBLIOGRAFÍA Tabor Sa rrias, Mª A. y Unzu Urmeneta, M. (1985): ’Agujas y punzones de hueso de época romana en Navarra’, en Trabajos de Arqueología Navarra, 4, pp. 187-226. CMR FRAGMENTOS DE SARCÓFAGO PALEOCRISTIANO GRUPO Y TIPO Varios. FUNCIÓN Funeraria. PROCEDENCIA Castillo de Petrer. PERIODO CULTURAL Bajo Imperio. CRONOLOGÍA Segunda mitad del siglo IV -principios del siglo V d. C. MATERIAL Mármol de Luni (Carrar a, Italia) DESCRIPCIÓN Dos fragmentos de dos figuras talladas en alto rrelieve. El primero (C-77) muestra la represen tación parcial de una figura humana togada, de la que se reconoce su tronco sin cabeza, aunque se observa el inicio del cuello que no presenta cabello; la parte inferior izquierda describe una l inea curva, lo que permite intuir que está en genuflexión, arrodillado hacia la derecha; el per so naje muestra vestido con numerosos pliegos por lo que su prenda es una toga; por debajo de ella se intuye su brazo derecho formando ángulo recto y orientado hacia la derecha, a part ir del codo se pierde el resto; parece que se trata de una figura mascu lina que representaría al difunto postrado ante la representación de la figura de Cristo, que se ha perdido. El segundo fragmento (C-81) se conserva más mutilado y por ello solamente se aprecia el tronco de una figura estante, desde la cintura hacia abajo y el comienzo de las extremidades inferiores, es otro personaje togado con tunica et pallium; en la parte superior se aprecia el sinus o pliegue grue so y horizontal de la toga, se trataría muy proba blemente de la representación típica de Cristo. CONSERVACIÓN Regular. DIMENS IONES C-77 tiene 18 cm de altura, 13 cm de long itud, 9 cm de grosor. C -81 tiene 11,2 cm de a ltura, 11 cm de long itud, 7,2 cm de grosor. OBSERVACIONES Estos fragmentos, más completos y junto a otros dos relieves más ya perdidos, fueron vistos y dibujados a finales del siglo XVI II por el erudito de Orihuela J. Montesinos, con lo que se puede reconstruir la escena cristiana de la Traditio Legis, momento en el que Cris to está flanqueado por Pedro y Pablo, que reciben el volumen o rol lo con las sagradas escrituras, mientras a los p ies de Cr isto apa recen arrodillados un hombre y una mujer. NÚMERO DE INVENTARIO C-77 y C-81. BIBLIOGRAFÍA Montesinos, J. (1794 ): Apuntes sobre la ’Fun dación de la Ilustre Villa de Petrel.. , en Com pendio Histórico Geográfico de las Iglesias, Gobierno y Territorio del Obispado de Orihue la, Orihuela (manuscrito), tomo IX, pp. 1059 y 1064; Navarro, C. (1991): ’La villa romana de Petrer’, Bitrir, pp. 19-20, y 38-39; Poveda, A. M. (1997-1999 ): ’El sarcófago paleocristiano de Petrer y su contexto histórico-arqueológi co’, Alebus 7-9, Elda, pp. 211-225; Po veda , A.M. (2001): ’ El sarcófago del ciclo de Jonás y su contexto histórico-arqueológico’, en No guera, J. M. y Conde, E. (eds ), El sarcófago romano. 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El origen de Villa Petraria. 11 L a v illa romana y la diversidad del paisaje agrícola romano. 19 El poblamiento romano en el Med io Vina lopó 31 Historia de la investigación del Grupo Arqueo lógico: 1975-1999 ........ . .. . 53 La zona artesanal de Vil la Petraria ... .. .. .... .. . ... ..... .. . .. ... .... .. 71 Consolidación y valorización del horno romano . El vertedero bajoimper ial de Villa Petraria. Museología, d idáctica y d ivulgación de Vi lla Petraria 93 . .... 105 .113 Valoraciones al pasado romano de Petrer ...... ... ... .. . .. .. .... .... ... . 125 Catálogo de piezas procedentes de Villa Petraria ....... .. . .. .. . .. .... .... 129 Bibliografía ... 149 Este libro se term inó de imprim ir en los ta lleres de Gráficas Arenal, s.1., a finales de dic iembre de 20 15, en fechas próximas a las Saturnales, festiv idad romana que fue as im ilada por las Nav idades

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