Notario de lo mágico; archivero de lo extraño
-EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA ALLÍ-
Así calificó Ángel Olgoso, otro excepcional microrrelatista, a Manuel Moyano tras la publicación en 2011 de Teatro de ceniza, un libro que contiene cien microrrelatos y que marca un antes y un después en la evolución del género. Y subrayaba que “es envidiable su habilidad para hacer literatura de muchos quilates a partir de materiales humildes, castizos incluso”.
Cordobés de 1963, afincado en Molina de Segura (Murcia), Manuel Moyano ha recalado en casi todos los géneros narrativos (novela, relatos, cuentos y microrrelatos) obteniendo importantes galardones en todos ellos y el reconocimiento unánime de crítica y lectores. Su capacidad para asimilar los rasgos más dinámicos del microrrelato clásico (Borges, Denevi, Merino, Millás, etc.), su destreza para moverse por mundos tan distintos como el de la fantasía, el absurdo, el humor, la crítica social… o esas cualidades estilísticas hasta hacer de la depuración y la exactitud rango, lo singularizan como uno de los mejores microrrelatistas de hoy y lo catapultan a la categoría de maestro para los más jóvenes.
En el prólogo que abre el libro mencionado de 2011, Luís Alberto de Cuenca lo define como un genial “urdidor de tramas, generador de argumentos, mezclando una extrema y admirable originalidad con el estilismo más depurado”. Acertada descripción de un libro que, en el género y fuera de él, será inolvidable. Porque parece increíble cómo puede llegar a sorprendernos un argumento provisto de tan pocos elementos, muchos de ellos inadvertidos u omitidos, pero presentes durante la lectura. El manejo de lo insólito y lo misterioso, de lo aparentemente intrascendente, en estos textos, nos fuerza a mirar de otro modo una realidad que creíamos archisabida. Y nada más lejos de la realidad, valga la paradoja. Ésta es su demoledora fuerza subversiva, capaz de unir inesperadamente en nosotros la potenciación imaginativa con la más radical toma de conciencia, de un modo tan inteligente y creativo que nos asombra.
“Me causan admiración tanto los argumentos que recorren vastos territorios -de los mitos griegos a los cuentos orientales-, como las sutilezas de sus giros argumentales”, ha escrito sobre este libro Fernando Valls. Y añade que “la fantasía de sus temas, el quiebro de las apariencias y las brillantes vueltas de tuerca de estos relatos, no pueden esconder una escritura limpia y precisa. De aliento clásico diría. Lejos de recrearse, profesa la exactitud y con ello aumenta nuestra sorpresa y goce”.
Por todo lo anterior, y como colofón a este bloque, consciente de que estamos ante un excelente microrrelatista, que proyecta el género hacia un futuro muy prometedor, quisiera compartir los cinco textos siguientes y algunas mínimas reflexiones con el paciente lector que ha llegado hasta aquí:
Depresión
Roberta Scalabrini, ama de casa, cuarenta y tantos, empuja su carro por los pasillos iluminados del hipermercado mientras repasa mentalmente la lista de la compra, que olvidó en la mesita del recibidor. A saber: un paquete de café, dos de arroz, lentejas a granel, zumo de banana, harina de maíz, concentrado de carne, aceite de girasol, leche desnatada, salsa de tomate, queso parmesano, dos piezas de salami, seis tarrinas de yogur con sabor a fresa, sal yodada, fertilizante líquido para las aspidistras del balcón, alpiste para los canarios, paté de carne para el gato, dulces de crema para Renzo, una libreta de hojas cuadriculadas para Sofia, bebidas energéticas para Cosimo, unas zapatillas nuevas para Angelo, dos cajas de cerveza holandesa para su marido, una botella de raticida para ella misma, que tiene planeado ingerir esta tarde de un solo trago, antes de que los niños regresen del colegio.
Apostasía
Seis milenios después de la extinción del hombre, las máquinas que éste dejó como legado han evolucionado por sí mismas hasta desarrollar una civilización que abarca toda la galaxia. Entre los robots se ha extendido el culto de Ung, el Dios Metal. Sus sacerdotes enseñan que la Máquina Primaria, de la que todos provienen, fue modelada por el mismo Ung a partir de un informe trozo de hierro. En ciertos planetas del Brazo de Orión ha surgido, sin embargo, una secta disidente. Sus miembros postulan que los primeros robots fueron creados, en realidad, por humildes criaturas orgánicas. No habrá clemencia para estos herejes. Perseguidos sin descanso, una vez que se les dé caza serán martirizados hasta el desguace.
Damero
A Inés Mendoza
Los arquitectos de Uff, llevados por un escrupuloso afán de simetría, construyeron una ciudad reticulada de casas idénticas y rectas avenidas que nadie puede distinguir entre sí. A esto se debe la espectacular incidencia de la mendicidad en Uff. Los miles de vagabundos que merodean por sus calles son, en realidad, honrados ciudadanos que una mañana salieron a trabajar y que, desde entonces, nunca han vuelto a encontrar su hogar.
Luna pálida
Tras contemplar el delicado paisaje que se extiende más allá de su ventana, el emperador remoja el cálamo de su pluma en el tintero y escribe: “Bella flor de loto bajo la luna pálida”. Mientras relee su propia composición, una sutil lágrima se desliza por su mejilla y cae sobre el fino papel de arroz. Lo seca cuidadosamente con la manga de su túnica. Poco después, comprueba que queda suficiente tinta en el cálamo y firma con elegante trazo la sentencia a muerte de quince campesinos que esta mañana osaron pedir una reducción de tributos a las puertas de palacio.
Singladura
A Luis Alberto de Cuenca
A lo largo de ese día, el viajero recorre a pie las desoladas llanuras de la tundra, navega en una goleta sorteando gigantescos témpanos de hielo, bucea a pulmón entre silentes bosques de coral y de madrépora, se enfrenta a una horda de caníbales, asciende a la cumbre donde un ídolo de oro le dirá el porvenir, enamora a la hija de un rey, mata a un oso con el mero auxilio de una daga. Es tan sólo al término de esa larga jornada, mientras cae la noche, cuando el viajero escucha cómo alguien le indica, en tono apremiante, que ya es hora de cerrar y que debe abandonar inmediatamente la biblioteca.
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”