Del tiempo huye lo que el tiempo alcanza (1) Lope de Vega
LOCUS AMOENUS
¿Quién no ha sentido ni ha pensado alguna vez que el tiempo vuela, pasa deprisa, se nos escapa, huye… y no vuelve? Eso es lo que vienen a expresar los versos de Virgilio, en su Geórgicas III, 284, “Sed fugit interea, fugit inreparabile tempus ”, es decir, mientras el tiempo huye, huye de un modo irreparable . O cuando en el canto X de La Eneida , afirma con rotundidad que “breve e irreparable es el tiempo de la vida para todos”. Aunque ya Heráclito, cuatro siglos antes, había transmitido esa imagen del tiempo implacable, que pasa y no vuelve, en su imagen del río donde resulta imposible bañarse dos veces por no ser el mismo.
En esta y en la próxima entrada me propongo hablar de un tópico esencial en la Literatura, el tempus fugit , presente en todas las épocas y corrientes estéticas y que refleja el interés y la preocupación por el paso del tiempo del ser humano.
Un tópico, el del tempus fugit , muy vinculado al ya tratado del carpe diem , en tanto que ambos conminan al disfrute del ahora antes de que sea tarde, puesto que el tiempo vuela, es inaprensible, no vuelve y se lo lleva todo a su paso. Sirvan de muestra para entender esto último los siguientes versos de Horacio, extraídos de una de sus Odas: “Mientras hablo, el tiempo celoso habrá ya escapado: / goza el día y no jures que otro igual vendrá después”. Irremisible, el tiempo vivido, ni se detiene, ni vuelve, ni retrocede .
En la Edad Media , el tópico irá muy vinculado a la idea religiosa del valle de lágrimas previo a la vida eterna o a esas representaciones de las Danzas de la muerte en las que se ponen de manifiesto la llegada imparable del morir, como potencia que arrasa e iguala a todos, y la fugacidad de unas vidas siempre expuestas al albur de fuerzas omnipresentes y azarosas. Aunque en las Coplas a la muerte de su padre , compuestas en el siglo XV por Jorge Manrique, se aprecian estos rasgos, en ellas se puede apreciar también un sentido filosófico que anuncia el humanismo del XVI . Veamos las coplas II y III:
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
……….
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.
A la idea del rápido e inapelable paso del tiempo, le sucede en consecuencia la imagen del río que precipitadamente lleva al mar, aquí la muerte que todo lo iguala, en una metáfora apropiada que recoge el tópico cercano a este de la vida como un río.
Al vitalismo renacentista le sucederá la visión fatalista del Barroco, en la que el tiempo siempre es percibido como una segmentación que nos va descomponiendo paso a paso de un modo irremediable. “Hoy pasa y es, con movimiento / que a la muerte me lleva despeñado”, dirá en un magnífico soneto el mejor Quevedo. O su “Soy un fue, y un será, y un es cansado”, en otro memorable. Del mismo modo, Lope de Vega sentenciará: “Del tiempo huye lo que el tiempo alcanza”. Incluso en una pieza de tipo popular, Que se nos va la Pascua<, Góngora nos remite al tópico:
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!
Mozuelas las de mi barrio,
loquillas y confiadas,
mirad no os engañe el tiempo
la edad y la confianza.
No os dejéis lisonjear
de la juventud lejana,
porque de caducas flores
teje el tiempo sus guirnaldas
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!
Vuelan los ligeros años,
y con presurosas alas
nos roban, como arpías
nuestras sabrosas viandas.
La flor de la maravilla
esta verdad nos declara,
porque le hurta la tarde
lo que le dio la mañana.
Ante el paso apresurado y demoledor del tiempo y su mudanza, el poeta conmina indirectamente a las jóvenes al disfrute del tiempo presente (recordando el carpe diem ).
La próxima entrada la dedicaremos a ver cómo ha evolucionado el tópico en épocas más próximas a la nuestra y cómo se ha manifestado igualmente en otras ramas del arte .
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”