martes, 26 de noviembre de 2024

No hay otra vida sino esta (y 2)

Rafael Carcelén
15 febrero 2018
3.282
No hay otra vida sino esta (y 2)
El carpe diem encontró acomodo en la pintura impresionista.

LOCUS AMOENUS

Vimos en la primera parte de esta entrada la importancia del carpe diem en la historia de las artes y su presencia ininterrumpida hasta nuestros días, con diferentes formatos y lenguajes, pero constante en todos los géneros desde siempre. Y no solo en nuestra cultura occidental. La llamada a sentir plenamente el presente que, por poner un ejemplo, transmiten esas piezas tan breves que son los haikus japoneses no es ajena al tema aquí tratado. Del mismo modo, infinidad de películas o canciones, como quedó patente en la primera parte, se han servido de él para expresar un anhelo irreemplazable y realizar algunas de las obras de arte más valiosas de nuestra civilización.   

Pero si nos centramos en la historia de la literatura, y especialmente de la poesía, frente al tratamiento vitalista y hedonista que -como vimos- le dispensó el Renacimiento, en la época barroca el enfoque del Carpe diem, aunque invite al goce del momento, se mostrará con un tono más angustiado por la precariedad del vivir y la proximidad siempre inesperada de la muerte, cuya presencia en este soneto de Góngora es patente sobre todo al final:

Mientras por competir con tu cabello Oro bruñido al sol relumbra en vano, Mientras con menosprecio en medio el llano Mira tu blanca frente al lilio bello;

 

Mientras a cada labio, por cogello, Siguen más ojos que al clavel temprano, Y mientras triunfa con desdén lozano Del luciente cristal tu gentil cuello,

 

Goza cuello, cabello, labio y frente, Antes que lo que fue en tu edad dorada Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

 

No sólo en plata o vïola troncada Se vuelva, más tú y ello juntamente En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

En el Barroco, el tópico se vivirá desde una perspectiva fatalista.

Al tratamiento del tópico del carpe diem, Góngora añade el del descriptio puellae al describir  a la mujer en el primer terceto. Por otro lado, fijémonos en la repetición agónica del “Mientras” de los dos cuartetos, trasmitiendo una sensación angustiosa ante un disfrute desesperado casi. Y la contundencia del magistral y lapidario último verso que rompe con todo lo anterior.

Ya vimos en la primera entrada de este bloque el tópico Collige, virgo, rosas, muy relacionado con este del carpe diem, cabe decir que variantes el uno del otro, y cuya diferencia radica en que éste es más genérico mientras que el collige.. siempre alude a que sea la mujer quien no deje de gozar de la belleza en su juventud. En la época moderna, encontraremos en los modernistas y en los vanguardistas un enfoque diferente, en el que la sensualidad y el erotismo ocuparán el primer plano. Además, también la mujer desinhibida invitará a su amante a gozar con urgencia de sus encantos, antes de que la enredadera crezca ciprés, como subraya el poema La hora, de la uruguaya Juana de Ibarbourou:

Tómame ahora que aún es temprano y que llevo dalias nuevas en la mano. Tómame ahora que aún es sombría esta taciturna cabellera mía. Ahora que tengo la carne olorosa y los ojos limpios y la piel de rosa. Ahora que calza mi planta ligera la sandalia viva de la primavera. Ahora que en mis labios repica la risa como una campana sacudida aprisa. Después..., ¡ah, yo sé que ya nada de eso más tarde tendré! Que entonces inútil será tu deseo, como ofrenda puesta sobre un mausoleo. ¡Tómame ahora que aún es temprano y que tengo rica de nardos la mano! Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca y se vuelva mustia la corola fresca. Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves que la enredadera crecerá ciprés?

En la etapa modernista, el tòpico irá ligado al erotismo y la sensualidad.

Ya vimos el desenfado con que afrontaba el tema el poeta actual Luis Alberto de Cuenca. Concluyo con la versión del tópico, desde la serenidad, el estilo pulcro y la delicadeza más clásicos, en un poema también titulado Collige, virgo, rosas, de Francisco Brines, perteneciente a su libro El otoño de las rosas, de 1986:

Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.  Y enciéndete en la noche que ahora empieza,  y entre tantos amigos (y conmigo)  abre los grandes ojos a la vida  con la avidez preciosa de tus años.  La noche, larga, ha de acabar al alba,  y vendrán escuadrones de espías con la luz,  se borrarán los astros, y también el recuerdo,  y la alegría acabará en su nada.  Mas, aunque así suceda, enciéndete en la noche,  pues detrás del olvido puede que ella renazca,  y la recobres pura, y aumentada en belleza,  si en ella, por azar, que ya será elección,  sellas la vida en lo mejor que tuvo, 

cuando la noche humana se acabe ya del todo,  y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,  que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido. 

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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