Nicanor Parra y Claribel Alegría: se van dos grandes poetas
En apenas 48 horas, la semana pasada fallecían Nicanor Parra y Claribel Alegría, dos poetas muy valiosos y cuya obra permanecerá: el chileno, el 23 de enero, y la nicaragüense, el 25; él, con 103 años, y ella con casi 94.
De formación científica, dotado de una sutil inteligencia, una imaginación desbordante, un enorme sentido del humor y una sagacidad intelectual inusuales, Nicanor Parra (hermano de la cantante Violeta Parra) fue un gran poeta (a pesar de que, con su irreverencia característica, siempre se declarase antipoeta), un innovador incansable y un riguroso provocador de los que ya no quedan, muy alejado de esos rompemoldes previsibles y domesticados que tanto abundan hoy. Entre su extensísima obra cabe resaltar sus Poemas y antipoemas, de 1954; Artefactos, de 1972; Ecopoemas, de 1982; Chistes para desorientar a la poesía, de 1983 o su Antiprosa, de 2015. Ampliamente galardonado desde sus inicios, obtuvo en 2011 el premio Cervantes y fue propuesto al Nobel en varias ocasiones. De hecho, el académico sueco Artur Lundkvist, refiriéndose a su obra, habló de “una poesía de dinamitero, desesperadamente anárquica, que irrumpe a través de todo lo que es rutinario reduciendo a polvo la mentira piadosa y las fórmulas de consuelo desprovistas de significado, para desembocar en la nada o en el meollo de una sólida realidad”.
Claribel Alegría creció poéticamente bajo el magisterio del entonces exiliado Juan Ramón Jiménez, de quien adquirió ese gusto por lo esencial, lo sobrio y minimalista, y que junto a una actitud comprometida irrenunciable y ese vitalismo siempre lleno de gozo y optimismo, la caracterizarán con un sello tan personal como irrepetible. Con más de 50 poemarios publicados, traducida a catorce idiomas y bastantes galardones, el último el Premio Reina Sofía el pasado 2017, la obra de Claribel sirve de puente entre la generación vanguardista anterior y la del compromiso inmediatamente posterior, en un país como Nicaragua donde, como dijera José Coronel Urtecho, “la poesía es el mejor producto nicaragüense de exportación”. Junto a figuras como Rubén Darío, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal o Gioconda Belli (por mencionar a los más conocidos), la de Claribel Alegría permanecerá en el tiempo con esa poesía tan cercana, sencilla y natural, pero muy honda y emotiva a la vez, precursora de la corriente femenina en la lírica posterior de su país, siempre llena de esperanza, alegría y vitalidad.
Antes de dejarles con apenas un breve bocado de sus inmensas obras y animarles a que busquen y lean a estos dos poetas tan valiosos como diferentes el uno de la otra, quisiera compartir dos breves recuerdos: en primer lugar, mi visita en 2013 a la Biblioteca Nacional de Madrid para ver y disfrutar de una exposición retrospectiva de los escritos, Artefactos, Quebrantahuesos, Tablitas… todo un festival donde prender la imaginación y alimentar la inteligencia, elaborados por Nicanor Parra. Apenas un año después, Claribel Alegría respaldaba con sus palabras alentadoras un trabajo antológico mío sobre la poesía y los poetas nicaragüenses del siglo XX, cuyo título, Tiempo de amor, pertenece a un poema suyo.
Los dos primeros poemas que siguen son de Nicanor Parra. El resto de Claribel Alegría.
ADVERTENCIA AL LECTOR
El autor no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos: Aunque le pese. El lector tendrá que darse siempre por satisfecho. Sabelius, que además de teólogo fue un humorista consumado, Después de haber reducido a polvo el dogma de la Santísima Trinidad ¿Respondió acaso de su herejía? Y si llegó a responder, ¡cómo lo hizo! ¡En qué forma descabellada! ¡Basándose en qué cúmulo de contradicciones!
Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse: La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte, Menos aún la palabra dolor, La palabra torcuato. Sillas y mesas sí que figuran a granel, ¡Ataúdes!, ¡útiles de escritorio! Lo que me llena de orgullo Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.
Los mortales que hayan leído el Tractatus de Wittgenstein Pueden darse con una piedra en el pecho Porque es una obra difícil de conseguir: Pero el Círculo de Viena se disolvió hace años, Sus miembros se dispersaron sin dejar huella Y yo he decidido declarar la guerra a los cavalieri della luna.
Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte: «¡Las risas de este libro son falsas!», argumentarán mis detractores «Sus lágrimas, ¡artificiales!» «En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza» «Se patalea como un niño de pecho» «El autor se da a entender a estornudos» Conforme: os invito a quemar vuestras naves, Como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto.
«¿A qué molestar al público entonces?», se preguntarán los amigos lectores: «Si el propio autor empieza por desprestigiar sus escritos, ¡Qué podrá esperarse de ellos!» Cuidado, yo no desprestigio nada O, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista, Me vanaglorio de mis limitaciones Pongo por las nubes mis creaciones.
Los pájaros de Aristófanes Enterraban en sus propias cabezas Los cadáveres de sus padres. (Cada pájaro era un verdadero cementerio volante) A mi modo de ver Ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia ¡Y yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores!
De Poemas y antipoemas, 1954
LA POESÍA
MORIRÁ
SI NO
SE LA
OFENDE
hay
que
poseerla
y humillarla en público
después se verá
lo que se hace
De Artefactos, 1973
Amor
Todos los que amo están en ti y tú en todo lo que amo.
Ars poética
Yo, poeta de oficio, condenada tantas veces a ser cuervo jamás me cambiaría por la Venus de Milo: mientras reina en el Louvre y se muere de tedio y junta polvo yo descubro el sol todos los días y entre valles volcanes y despojos de guerra avizoro la tierra prometida.
Extraño huésped
Es extraño este huésped este amor cuanto más me despoja más me colma.
No preciso conceptos...
No preciso conceptos. No más divagaciones ni teólogos discursos que anestesien mi herida. Tus palabras preciso, la imagen de tu rostro entre las sábanas, tu último estertor en mis oídos.
No puede No puede conmigo la tristeza la arrastro hacia la vida y se evapora.
Nuestro amor
Es simple nuestro amor sin estallidos como una de esas casas con helechos y alguna que otra rana intempestiva.
De la Antología Tiempo de amor, 2014
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”