Un año entre libros
Mientras Don Quijote deja ir la mirada allá a lo alto, vagando sus pupilas por esa aventura que su imaginación cavila tras leer el último capítulo del libro que sostiene entre las manos, Sancho da buena cuenta de un enorme bocadillo con la más ruda de las glotonerías. Lo real y lo imaginado, lo terrenal y lo trascendente, lo práctico y lo mental, se unen en esa fotografía con la que Vicente Esteban abre el calendario solidario que como cada año, y ya van seis, realiza conjuntamente con Asprodis. Presentado el viernes pasado, 3 de noviembre, en el salón de actos del colegio Padre Manjón, al evento acudieron más de trescientas personas y no faltaron ni el alcalde de Elda ni la alcaldesa de Petrer. El grupo teatral Carasses, por su parte, amenizó la entrada al acto con varios personajes literarios que hicieron las delicias de los asistentes.
El título, Un año entre libros, resume a la perfección la convergencia en él de la fotografía y el mundo de la literatura, ambos para una causa solidaria: la Asociación pro-disminuidos psíquicos de Elda y su comarca. No es casual que, tratándose de libros, se eligiera el colegio Padre Manjón para su presentación, puesto que en el mismo edificio se ubica la Biblioteca Municipal Alberto Navarro, que este año cumple su décimo aniversario como tal, aunque su ubicación allí data de 1952 cuando el cronista eldense la inauguró en lo que era entonces el salón de actos del colegio.
Por cinco euros, disfrutamos de trece fotografías (las doce de los meses del año y la de la portada, sobre El Quijote) en las que usuarios de la Asociación -niños y adultos- posan como personajes de libros inolvidables de la literatura universal de todos los tiempos: El Principito, Don Juan Tenorio, La casa de Bernarda Alba, Caperucita Roja, Hamlet, Los tres mosqueteros, El club de los poetas muertos, El conde de Montecristo, Mujercitas, Sherlock Holmes, Los miserables y El cascanueces representan a cada uno de los meses del almanaque correspondiente al año 2018.
A cada fotografía le acompaña un pie con un breve texto de la obra representada, en absoluto desdeñable, y no sólo para reconocer la obra escogida. Enero, por ejemplo, se abre con este fragmento de El principito: “Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó”. Lo cierra Diciembre, con este otro de El cascanueces: “Anochece y la habitación donde se encuentra el árbol adquiere un aire misterioso, casi milagroso. Los soldados de plomo cobran vida y…”.
Viendo las fotografías, y aún habiendo elegido “referentes literarios muy visuales y rápidamente reconocibles que los usuarios pudiesen interpretar”, resulta indudable la capacidad técnica de Vicente Esteban y su delicada sensibilidad para obtener un resultado estético tan valioso. Y también se hace patente que, como dice el texto de Victor Hugo seleccionado de su novela Los miserables, “los niños aceptan inmediatamente y con toda naturalidad la alegría y la dicha, siendo ellos mismos naturalmente dicha y alegría”. El francés, que perdió a cuatro de sus cinco hijos en la infancia o la primera juventud, siempre dotó a sus personajes infantiles de la vitalidad y la esperanza que no apreció en el mundo de los adultos que le tocó vivir.
Este almanaque es una buena ocasión para que la magia aquí fundida entre palabras e imágenes nos transporten a mundos y vidas mejores. Que además sea por una causa solidaria, engrandece el proyecto. Porque, como las imágenes, también las palabras nos abren a un importante diálogo con nosotros mismos y con el mundo. Lo dice de un modo insuperable la cita de André Maurois que abre la presentación: “La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”. No veo cita mejor para abrir un proyecto más entusiasta y a la vez modesto, pero tan altruista como entrañable. Enhorabuena a tod@s.
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”