La estación a ti debida: un verano con muchas lecturas
La entrada del verano siempre nos trae el final de un curso y esa doble necesidad de reflexionar y disfrutar. Reflexionar sobre todo lo realizado durante la temporada, qué cosas mantener, cuáles cambiar e ilusionarnos con actividades nuevas y renovadas expectativas. Y, desde luego, disfrutar del merecido descanso, del encuentro con lo que hemos demorado entre tantas ocupaciones y tanto estrés con los que convivimos. Para compensar ese tiempo que no hemos podido dedicar a nuestros escritores y libros preferidos, el verano -antídoto natural contra prisas y atropellos- es tiempo propicio para el reencuentro y los resarcimientos. Leer, alejado de todo ajetreo, también solaza y restituye.
Es momento adecuado para leer o retomar a esos autores cuya conmemoración está tan presente este año: el centenario de Gloria Fuertes y Juan Rulfo, cuyas obras van ganando enteros con la perspectiva de los años; el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández con alguna reedición crítica de sus poemas o la revisión y ampliación de su biografía por el alicantino José Luís Ferris. Momento oportuno también para retomar Cien años de soledad, de García Márquez o Tres tristes tigres de Cabrera Infante, cumplidos los cincuenta años de ambas publicaciones. Sin pasar por alto, cuando se cumplen doscientos años de su nacimiento, tres libros -entre muchos otros- de y sobre Henry David Thoreau publicados en Errata Naturae: su obra maestra Walden, la interesantísima recolección de aforismos en Todo lo bueno es libre y salvaje y la Biografía de un pensador salvaje escrita por Robert Richardson.
Muchos narradores han publicado recientemente nuevo libro de relatos o novela, por lo que hay bastante donde elegir y de muy variada estirpe. Tierra de campos, de David Trueba; Regata, de Manuel Vicent; Clavícula, de Marta Sanz; Mac y su contratiempo de Enrique Vila- Matas; La vida negociable, de Luís Landero; Recordarán tu nombre, de Lorenzo Silva… Y, si es que no lo han hecho ya, disfruten de El color del silencio de la eldense Elia Barceló, ya comentada en este blog. Yo por mi parte ya he decidido leer Vicisitudes, de uno de nuestros mejores prosistas en todos y cada uno de los diferentes géneros que aborda: Luís Mateo Díez. Y entre los extranjeros, Cáscara de nuez, de Ian McEwan; Las sombras de Quirke, de Benjamin Black; Los días de Jesús en la escuela, del Nobel Coetzee o El mapa del tesoro escondido del también Nobel chino Mo Yan. Acabo este párrafo con un entrañable homenaje a mi buen amigo Roberto Aliaga, manchego afincado en Alicante, quien ha obtenido el último premio Barco de Vapor de la editorial SM con su juvenil Cómo arreglar un libro mojado, con ilustraciones de Clara Soriano.
La semana pasada ya mencione varios ensayos en torno al centenario de la revolución rusa. Siempre es interesante leer las reflexiones de la filósofa Adela Cortina: en Paidós acaba de aparecer su Aporofobia, el rechazo al pobre. En clara referencia también al momento presente, Seix Barral edita El gran retroceso, en el que 17 autores (entre ellos Zizek, Rendueles o Alba Rico) reflexionan sobre la difícil situación actual en todo el mundo. En prosa elegante, la impecable colección de retratos en Examen de ingenios, del gaditano Caballero Bonald, también en Seix Barral. En Galaxia Gutenberg, una estimulante reflexión en torno a la figura de Albert Camus, El vacío elocuente, de José María Ridao. En defensa de las humanidades, Carlos García Gual publica en Ariel Luz de los lejanos faros. Teoría de la creatividad de Jorge Wasenberg, en Tusquets. Pensar y no caer, de Ramón Andrés en Acantilado. Palabras sin música, del compositor Philip Glas en Malpaso. La furia de las imágenes: notas sobre la postfotografía, del premio nacional de Ensayo Joan Fontcuberta…
Para los amantes de la poesía también hay buenos libros recientes donde poder escoger. Momento inmejorable para leer la reedición de la Antología poética de Claudio Rodríguez publicada en 1981 en Alianza Editorial, con el excelente prólogo ahora revisado por Philip W. Silver. Por su parte, el número 300 de la editorial Torremozas recoge la obra completa escrita entre 1978 y 2011 por Luzmaría Jiménez Faro (fundadora de la editorial) bajo el título de Mírame, tiempo, con prólogo de Javier Lostalé. Una meditación interesantísima en torno a la palabra poética a cargo de Amalia Iglesias en el libro Tótem espantapájaros publicada en Abada editores. La selección de poemas en Visor de Karmelo C.Iribarren, Pequeños incidentes. También en Visor, Barro desnudo de Hugo Mujica o el último poemario de Elvira Sastre, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, y de cuya obra en su conjunto hablaré en una entrada específica a la vuelta del verano. Regiones devastadas, de Guillermo Carnero, en Fundación J.M. Lara. Y acabo este párrafo anunciando la presentación el próximo jueves 6 de julio en la Fundación Paurides a las 21 horas, del poemario Mis estaciones de ti, en Leibros editorial, del eldense y miembro de Gramática parda Octavio Jover Rubio.
Precisamente, para apreciar la poesía amorosa tan característica de Octavio en la tradición de los más neorrománticos Salinas, Cernuda o Neruda, les dejo con este poema de su libro, al tiempo que les deseo felices lecturas a la fresca:
TODAVÍA TE ESTOY besando
y ya hace tiempo que te has ido,
beso tu rostro en el aire,
en el aire mientras suspiro.
Porque no estás y te has ido,
porque te vas y me dejas sin sentido.
Todavía te estoy besando
en la noche tras la luz de la vela
que encendiste cuando te fuiste
y que yo apago con mis labios ausentes.
Porque te los llevaste
en nuestro último beso,
porque espero que vuelvas
y contigo traigas el cielo,
la luz y el día,
la paz y el deseo.
Porque todavía te beso
aunque no estés,
aunque estés durmiendo.
Porque mi beso va más allá
del espacio, del aire, del tiempo.
Porque mi beso va
donde van tus labios
para fundirse en un beso
que todavía estoy besando.
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”