AWARE KANA: Elda se puebla de haikus
El pasado viernes 17 de abril, dentro de las actividades de la 8ª Quincena cultural de Octubre Negro y tras inaugurar en Le Ore espacio multicultural una exposición de getas japonesas pintadas y decoradas por más de treinta artistas a beneficio de Asprodis, bajo el título de AWARE KANA se presentó en Sfera Café Cultural, en la plaza Mayor, una exposición de pequeñas tintas del artista Francis Morell, a cada una de las cuales le acompañaba un haiku compuesto por la poeta de Monóvar, Esther Abellán. He aquí un par de ellos:
Río sin agua.
La espalda curva,
pasos cansados.
Otoño frío,
acuciante mirada,
vuelo sin alas.
En mi breve presentación expuse que Matsuo Basho, gran renovador del haiku japonés en el siglo XVII, lo describe como “simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”. Y es que en su brevedad (3 versos de 5/7/5 sílabas) el haiku quiere captar el instante, desde el asombro y desde la intensidad. Para ello, comprime las sensaciones percibidas por el poeta con el fin de ofrecernos un sustancioso poemilla saturado de intuiciones y sugerencias. De modo que su acierto casi siempre está no tanto en lo que dice cuanto en lo que calla o sugiere. Pero además de no explicitarlo todo, deja a un lado la intelección (lo abstracto, lo conceptual) y se reduce al mínimo la personalidad del autor sobre el hecho poético. Así, sometido el ego a la mínima expresión o a las cenizas (como persigue la filosofía zen), priman en él los elementos de la naturaleza y la alusión a alguna estación. Siempre desde un presente captado por los sentidos, con el máximo despojamiento retórico, y una sencillez y precisión compositivas que lo hagan único, irremplazable.
Y concluía mi intervención con la anécdota del libro El haiku japonés, de F. Rodríguez Izquierdo, y donde se pueden apreciar en buena medida los rasgos mencionados: “Cierto día, Basho y Kikaku iban paseando por el campo y se quedaron mirando las libélulas que revoloteaban por el aire. En ese momento, el discípulo compuso este haiku:
¡Libélulas rojas!
Quítales las alas
y serán vainas de pimienta.
El Maestro Basho respondió: No. De ese modo has matado a las libélulas. Di más bien:
¡Vainas de pimienta!
Añádeles alas
y serán libélulas.”
Tras explicar Esther Abellán cómo nacieron sus haikus para acompañar las tintas de Francis (no al contrario, como suele ser habitual) y remarcar su fidelidad compositiva a la tradición japonesa entre otras características de sus breves poemas, ambos leímos y comentamos varios haikus clásicos de autores como Basho, Moritake, Issa, Buson o los mejicanos José Juan Tablada y Octavio Paz, entre muchos otros.
Como si hubiésemos sembrado el germen de una epidemia, cerrábamos con la lectura de algunos haikus escritos por los asistentes durante la velada, componentes de la Asociación Gramática Parda. Una infección febril que se prolongó por unos días más, y que incluso salpicó el encuentro de escritores del sábado, llenando así el paisaje eldense con estos poemillas llenos de aroma y fina sabiduría. He aquí varios:
Tus ojos amé.
Amor encadenado.
Eterno beso.
Octavio Jover
Lento paseo
por las esquinas rotas
corazón viejo.
Mari Cruz Pérez
La mariposa,
¿a dónde caminará
con alas rotas?
Carlos Gutiérrez
Las nubes flotan
como si fueran nubes,
el mar se mece.
Mila Ortuño
Murmullo negro
balada de silencio
canta la noche.
Marisol Puche
Gracias a tod@s ell@s por asistir y contribuir poderosamente a realzar un acto tan entrañable y participativo.
Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”