jueves, 21 de noviembre de 2024

Estímulo - respestua

Alberto Requena
15 julio 2024
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Estímulo - respestua

La experiencia humana está inundada de estímulos sensoriales que pueden evocar una amplia gama de respuestas físicas y emocionales. Uno de los ejemplos más intrigantes de esta interacción entre los sentidos y las respuestas físicas es la manera en que el sonido del agua que cae, como el de un grifo abierto, puede incitar a orinar en muchas personas. Este fenómeno no es sólo un testimonio de la curiosidad humana, sino que abre un campo de estudio que se sitúa en la intersección de la fisiología, la psicología y la sociología.

Desde el punto de vista fisiológico, el sonido del agua que cae puede actuar como un estímulo condicionado, evocando una respuesta aprendida a través del reflejo condicionado. Al igual que Pavlov y sus experimentos con perros demostraron cómo un estímulo neutro, cuando se asocia repetidamente con un estímulo incondicionado, puede desencadenar una respuesta condicionada, el sonido del agua puede haberse convertido en un estímulo que induce la necesidad de orinar. Esta asociación podría haberse fortalecido a través de la experiencia repetida, donde la presencia de agua corriendo es a menudo seguida por la micción. Además, este fenómeno se enraíza en cómo nuestro sistema nervioso autónomo, que regula las funciones corporales involuntarias, responde a los estímulos auditivos. Los sonidos pueden desencadenar respuestas físicas involuntarias, incluida la relajación de los músculos de la vejiga, facilitando la sensación de necesidad de orinar.

Desde una perspectiva psicológica, las asociaciones aprendidas juegan un papel crucial. El ser humano desarrolla a lo largo de su vida una serie de conexiones entre estímulos y respuestas. En este caso, el sonido del agua se asocia con el acto de orinar. Esta asociación puede ser tan fuerte que la mera sugerencia del sonido, incluso sin la necesidad fisiológica inmediata de orinar, puede desencadenar el deseo de hacerlo. La sugestión también es un factor relevante. La expectativa de que el sonido del agua cause la necesidad de orinar puede, en sí misma, ser suficiente para provocar esa necesidad, destacando cómo nuestras percepciones y expectativas pueden influir en nuestras respuestas físicas.

Los factores ambientales y culturales también desempeñan un papel en la formación de estas respuestas. Las prácticas de higiene varían ampliamente entre culturas, lo que puede influir en cómo y en qué contextos las personas se exponen al sonido del agua. Además, la asociación entre el sonido del agua y la micción puede ser más fuerte en culturas donde los baños utilizan agua corriente de manera prominente. La familiaridad con el sonido del agua en contextos relacionados con la micción, como baños, puede reforzar la asociación entre el estímulo auditivo y la respuesta física, creando un ciclo de retroalimentación donde el contexto refuerza la respuesta y viceversa.

El efecto del sonido del agua que cae de un grifo sobre nuestra necesidad de orinar es un recordatorio fascinante de cómo los estímulos sensoriales pueden tener un impacto profundo en nuestras respuestas físicas y psicológicas. A través de la lente de la fisiología, la psicología, y los factores ambientales y culturales, podemos comenzar a entender este fenómeno no solo como una curiosidad, sino como un ejemplo de la complejidad de la experiencia humana y nuestra interacción con el mundo que nos rodea. Al final, este fenómeno destaca la maravillosa complejidad del ser humano, capaz de convertir incluso el acto más sencillo de abrir un grifo en una experiencia rica en capas de significado y respuesta.

Desde el nacimiento hasta la vejez, el ser humano está en constante aprendizaje, adaptándose al mundo que lo rodea a través de una compleja red de estímulos y respuestas. Esta interacción es fundamental para nuestra supervivencia y desarrollo. Los reflejos primitivos son las primeras conexiones entre estímulos y respuestas que observamos en los seres humanos. Presentes desde el nacimiento, estos reflejos son respuestas automáticas a estímulos específicos que garantizan la supervivencia del recién nacido. Un ejemplo es el reflejo de succión, que se activa cuando se toca la mejilla del bebé, guiando instintivamente su boca hacia el pecho o el biberón para alimentarse. A medida que crecemos, comenzamos a desarrollar conexiones más complejas a través del aprendizaje. Un ejemplo clásico es el condicionamiento clásico, demostrado por primera vez por Ivan Pavlov en sus experimentos con perros. En humanos, un ejemplo cotidiano podría ser desarrollar una aversión a un tipo de comida que una vez nos hizo enfermar. En este caso, la comida (estímulo condicionado) se asocia con la sensación de malestar (respuesta condicionada), aunque la comida en sí no cause el malestar en futuras ocasiones.

Imagen creada con ChatGPT con DALL-E

El condicionamiento operante, introducido por B.F. Skinner, se refiere a cómo las consecuencias de nuestras acciones afectan la probabilidad de que estas se repitan. Un ejemplo en la vida cotidiana es el elogio por buenas calificaciones. Aquí, el estímulo (elogio) sigue a la respuesta (obtener buenas calificaciones), lo que aumenta la probabilidad de estudiar duro en el futuro.

El aprendizaje observacional, o modelado, ocurre cuando aprendemos y replicamos comportamientos observando a otros. Un ejemplo típico es un niño aprendiendo a atarse los cordones de los zapatos después de ver a un adulto hacerlo. El niño observa el estímulo (la acción de atarse los zapatos) y reproduce la respuesta (atarse los zapatos por sí mismo).

Desarrollamos fuertes conexiones entre estímulos y respuestas emocionales a lo largo de nuestra vida. Por ejemplo, un aroma particular puede evocar recuerdos de un ser querido o un evento significativo. En este caso, el estímulo (aroma) desencadena una respuesta emocional (nostalgia o alegría), demostrando cómo nuestros sentidos están profundamente entrelazados con nuestras experiencias emocionales.

Las conexiones entre estímulos y respuestas son fundamentales para entender la experiencia humana y nuestra interacción con el entorno. Desde reflejos primitivos hasta complejas asociaciones emocionales, estas conexiones guían nuestro aprendizaje, comportamiento, y adaptabilidad. A través de la exploración de estos ejemplos, podemos apreciar la complejidad del desarrollo humano y la capacidad innata para adaptarnos y crecer a partir de nuestras interacciones con el mundo que nos rodea. Este entendimiento no solo nos permite apreciar la riqueza de la experiencia humana, sino que también subraya la importancia de los estímulos en nuestro desarrollo y bienestar.

Los sonidos, en frecuencias, que están más allá del alcance de la audición humana, específicamente los infrasonidos (por debajo de 20 Hz) y los ultrasonidos (por encima de 20,000 Hz), ejercen un impacto significativo en nuestro organismo, aunque no seamos conscientes de ellos. Estos sonidos, inaudibles para el oído humano, pueden inducir una amplia gama de respuestas fisiológicas y psicológicas

Los infrasonidos son ondas sonoras de baja frecuencia que, a pesar de ser inaudibles, pueden afectar al cuerpo y la mente de formas sutiles pero significativas. Un ejemplo notable de su impacto se encuentra en la naturaleza: antes de un terremoto, los animales a menudo exhiben comportamientos de inquietud debido a su sensibilidad a los infrasonidos generados por los movimientos tectónicos. En humanos, la exposición a infrasonidos puede causar sensaciones de desasosiego, ansiedad, o incluso miedo, sin que la persona esté consciente de la fuente de estos sentimientos. Estudios han demostrado que los infrasonidos pueden influir en el sistema nervioso autónomo, resultando en cambios en la presión arterial, el ritmo respiratorio y la sensación de malestar.

Por otro lado, los ultrasonidos tienen aplicaciones más reconocidas y aprovechadas en el campo de la medicina, particularmente en la formación de imágenes diagnósticas como las ecografías. No obstante, más allá de su utilidad en la visualización de tejidos blandos, los ultrasonidos también pueden tener efectos directos en el organismo. Investigaciones han indicado que la exposición a ultrasonidos a ciertas intensidades puede promover la cicatrización de heridas y aliviar el dolor, a través de su capacidad para estimular los tejidos y mejorar la circulación sanguínea. Sin embargo, una exposición excesiva o a intensidades muy altas puede tener efectos adversos, como el calentamiento de tejidos o la formación de burbujas de gas que podrían dañar las células.

La comprensión de cómo los infrasonidos y ultrasonidos afectan al cuerpo humano tiene implicaciones importantes en diversos campos, desde la seguridad y salud pública hasta el diseño arquitectónico y la medicina. Por ejemplo, en la industria de la construcción y el diseño urbano, es crucial considerar la exposición a infrasonidos generados por el tráfico o la maquinaria, para minimizar sus posibles efectos negativos en los residentes. En el ámbito de la medicina, la utilización controlada de ultrasonidos ofrece potentes herramientas para el tratamiento y diagnóstico, resaltando la necesidad de un uso informado y cuidadoso para maximizar los beneficios mientras se minimizan los riesgos.

Los infrasonidos y ultrasonidos desempeñan papeles significativos en nuestro entorno, influenciando el organismo humano de maneras que a menudo permanecen invisibles a nuestra percepción consciente. Aunque estos sonidos existen fuera de nuestro rango auditivo normal, su capacidad para inducir respuestas fisiológicas y psicológicas resalta la compleja interacción entre los seres humanos y su entorno sonoro. Al avanzar nuestra comprensión sobre estos fenómenos, podemos aprender a aprovechar sus efectos positivos mientras mitigamos los negativos, abriendo nuevas vías para el bienestar humano y el progreso tecnológico.

En el fondo, el agua que cae de un grifo, no es más que una llamada a la Naturaleza.

Alberto Requena
Alberto Requena
Acerca del autor

Este blog pretende ser una depresión entre dos vertientes: la ciencia y la tecnología, con forma inclinada y alargada, para que por la vertiente puedan circular las aguas del conocimiento, como si se tratara de un río; o alojarse los hielos de un glaciar de descubrimiento, mientras tiene lugar la puesta a punto de su aplicación para el bienestar humano. Habrá, así, lugar para la historia de la ciencia, las curiosidades científicas y las audacias científico-tecnológicas. Todo un valle.

El eldense Alberto Requena es catedrático emérito de Química de la Universidad de Murcia.

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