Recordando a Alfredo Kraus a los 65 años de su debut en España
El Teatro Lope de Vega de Sevilla fue el escenario donde debutó en España, ya como cantante de ópera consolidado, y dotado de una preparación técnica completa, Alfredo Kraus Trujillo. Fue el 12 de abril de 1956, hace ahora 65 años, cantando por vez primera La traviata, de Giuseppe Verdi. Obra que junto a Rigoletto, del mismo compositor italiano, le acompañó a lo largo de sus casi 42 años de trayectoria artística.
Precisamente con Rigoletto había iniciado Kraus su carrera profesional, tres meses antes, en lugar tan poco integrado en el circuito de los grandes teatros mundiales como El Cairo. Para poder debutar en la capital egipcia tuvo que cantar otra ópera, Tosca, de Giacomo Puccini, ya que de no hacerlo así no le hubieran contratado. Poco después, y antes de presentarse en Sevilla, la volvió a interpretar en Cannes, la muy turística ciudad de la Costa Azul francesa, y ya nunca más se vistió del pintor Mario Cavaradossi (1), dado que este papel no se ajustaba a sus condiciones vocales.
Antes de estos dos acontecimientos para su futuro como cantante lírico, el de El Cairo y el de Sevilla, las actuaciones de Kraus, muy contadas, se centraron únicamente, y como aficionado, en conciertos y galas, todos en Las Palmas de Gran Canaria, ciudad donde nació el 24 de noviembre de 1927.
La primera de ellas se produjo el 18 de junio de 1949, y entre los otros cantantes que actuaron estuvo su hermano Francisco, quien desarrolló una aceptable carrera lírica, como barítono. (2)
Estas actuaciones las fue alternando con sus estudios de canto, y su debut no fue hasta que él mismo consideró que estaba suficientemente preparado para ello, de común acuerdo con su maestra en Milán, Mercedes Llopart.
Alfredo Kraus había iniciado sus estudios musicales en serio a edad algo avanzada para lo que era la norma en su tiempo, siendo a sus 17 años cuando entró a formar parte del coro de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas, junto a su hermano Francisco. Siendo niños ya pertenecieron al coro del colegio. No obstante, antes de plantearse dedicarse al mundo del canto, estudió la carrera universitaria de perito industrial.
Las condiciones canoras que había mostrado, durante su paso por el coro de la Sociedad Filarmónica, así como las de su hermano, les inclinaron a ambos a probar fortuna en el mundo del canto. Sus padres accedieron, obteniendo además una beca del Cabildo Insular Canario, lo que les permitió viajar a Barcelona. Allí recibieron clases de la excelente profesora rusa Galli Markof. El obligado servicio militar, que hubo de cumplir con retraso debido a sus estudios universitarios, le llevó a Valencia, donde encontró al profesor Francisco Andrés, lo que le permitió seguir progresando en el aspecto técnico.
Tras licenciarse regresó a Las Palmas, hasta que determinó marchar a Italia, si quería abrirse camino en la ópera. Fue en marzo de 1955 cuando viajó a Milán, a la ventura, gracias a una nueva beca del Cabildo Insular, y el apoyo familiar.
En Milán se le apareció “su” hada madrina
Nunca se sabrá si Kraus hubiera llegado a debutar como cantante de ópera, con una formación tan sólida como la suya, de no habérsele aparecido “su hada madrina”, y además española, cuando deambulaba por las calles de Milán.
Y es que los primeros días de su estancia en ciudad tan operística sufrió algunos avatares serios, o graves. No encontró a ninguno de los maestros de canto y repertoristas que le habían recomendado. Ante tal inconveniente visitó a un agente artístico, quien le informó que todos ellos, en edad avanzada, habían fallecido. Cuando ya estaba desesperado, pues el tiempo pasaba, y su permiso de residencia en Italia se cumplía, yendo a una comisaría para renovarlo, antes que abandonar, se le apareció el “hada madrina” en la persona de María Llopart, a quien preguntó por donde ir a la comisaría. Esta señora de nacionalidad española, resultó ser hermana de la excantante Mercedes Llopart (3), que ejercía como maestra de canto en Milán, desde su retirada de la escena. María se interesó por el motivo de la estancia de Kraus en la ciudad. Lo que vino después es fácil de adivinar. Todos sus problemas se solucionaron en un momento.
En septiembre de ese mismo año se presentó a un concurso de canto en Ginebra, con la única intención de darse a conocer, y si caía algún premio, mejor que mejor. Obtuvo la medalla de plata en la especialidad de canción (lieder) rusa. En la misma edición participó la mezzosoprano española Teresa Berganza, quien consideró que el primer premio debió ser para Kraus “por ser el mejor, con diferencia”. Esto solía ser, y lo sigue siendo, muy habitual en los concursos. Sin ir más lejos aquí en Elda tenemos a Ana María Sánchez, quien en el concurso de Bilbao tan solo obtuvo el premio a la mejor intérprete en lengua euskera, y ha sido la soprano española más importante de su generación, artísticamente hablando.
Con todo, su participación en el concurso de la bella ciudad suiza, le sirvió para ser requerido por una agencia artística y audicionar ante el empresario del teatro de El Cairo. Como no podía ser de otra manera la audición resultó del todo satisfactoria, y de inmediato se le propuso contratarlo para cantar Rigoletto y Tosca. Kraus objetó cantar la obra de Puccini, por no ser adecuada para su voz, pero no tuvo más remedio que aceptar. O cantaba las dos o ninguna.
También gracias al concurso audicionó para otra agente, muy relacionada con el Teatro Alla Scala de Milán, quien le propuso interpretar segundos papeles. Oferta que Kraus rechazó, con el consiguiente enfado de la agente, posiblemente nada acostumbrada a recibir negativas.
Poco tardó en entrar por la puerta grande de este templo de la ópera. Lo hizo el 26 de febrero de 1960, con La sonámbula, de Gaetano Donizetti.
La traviata sevillana
Pero volviendo a su debut sevillano, de aquel 12 de abril de 1956, tuvo como compañeros de reparto a otras dos primerísimas voces españolas. La soprano zaragozana Pilar Lorengar y el baritono barcelonés Manuel Ausensi. ¡ Casi nada ! Un terceto soñado por cualquier teatro, por importante que fuese, para la más popular de las óperas de Verdi.
Ausensi bisó su aria del segundo acto Di Provenza. Parece ser que no fue en el único lugar donde, al barítono que mayor número de zarzuelas nos legó en disco, el entusiasmo del público le obligó a repetir romanza tan bella. Existe testimonio de ello, mediante una grabación discográfica pirata de 1961, en el Teatro Bellas Artes de México, donde compartió escenario con otras dos grandes estrellas del momento: Giuseppe Di stéfano y Anna Moffo, a quienes eclipsó.
Kraus, unido a La traviata durante toda su carrera -fue la última ópera que cantó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1995- siempre dijo que por muy bien que el tenor lo haga, queda por debajo en los aplausos del público, si la soprano y el barítono lo hacen como debe ser. Y que, consciente de ello, no rehusaba cantarla, como así le constaba hacían otros tenores de renombre.
Y si en El Cairo fue contratado para Rigoletto y Tosca, en Sevilla también hubo de cantar un segundo título. El que más veces, posiblemente, protagonizó. Rigoletto. Y aquí no fue la angelical Lorengar pero sí otra privilegiada voz española, de gran presencia escénica, quien le acompañó: Ana María Olaria, junto a un Rigoletto de referencia, el barítono italiano Giuseppe Taddei. Marisol Lacalle y Antonio Campo (4) figuraron en el elenco. En las dos obras la dirección musical estuvo a cargo del maestro valenciano José Luis Lloret.
Doña Francisquita en Madrid, la explosión
El haber compartido escenario en Sevilla, fue esencial para que muy pronto Alfredo Kraus fuese conocido en toda España, al mismo tiempo que su nombre ya sonaba con fuerza en el panorama operístico internacional.
Ana María Olaria ya estaba contratada para cantar Doña Francisquita en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, cuya reinauguración estaba programada para el mes de octubre, coincidiendo con su centenario.
El teatro había sido adquirido por la SGAE en 1955, para evitar su demolición y que en su solar se edificasen viviendas. Tras los trabajos de reforma realizados, se eligió la inmortal zarzuela del maestro Amadeo Vives, no estrenada allí en 1923, con una producción de gran nivel, dirigida en lo artístico por José Tamayo y en lo musical por Odón Alonso.
En principio Kraus no iba a estar en este acontecimiento, que lo fue por la conmemoración en sí, y por el grandioso resultado artístico que le dio su presencia. Una verdadera explosión de júbilo en cada función.
Según explicó Ana Maria Olaria hace algunos años en el programa Cine de barrio, de Televisión Española, en ocasión de proyectarse su película Música de ayer, fue ella quien intercedió para que se contratase al tenor canario, que disponía de fechas libres. Su agenda todavía no estaba muy nutrida. Incluso incidió la Olaria en que el tenor con el que tenía que cantar sus funciones de Doña Francisquita no le gustaba, “pues era muy malo” afirmó, y estaba dispuesta a renunciar.
Sus buenos informes sobre la actuación de Kraus en Sevilla, aludiendo, además, a su buena presencia para el papel del joven Fernando, fueron fundamentales para que ambos volviesen a compartir escenario. Y el acierto y éxito fueron totales.
Dos años después la Olaria y Kraus protagonizaron la grabación discográfica de la misma Francisquita, con algunos cortes al tratarse de un solo disco LP, de una hora aproximada de duración. De existir un registro sobre las ventas de discos de zarzuela en España e Hispanoamérica posiblemente esta grabación estaría a la cabeza. Coincidió con la reciente llegada a España del disco microsurco de vinilo, y la irrupción masiva del tocadiscos portátil, que llegó a los hogares de las clases trabajadoras. El popular pickup, del que se ha escrito y hablado mucho sobre los célebres guateques de los años sesenta y nada sobre que ese mismo aparato también sirvió para que las grabaciones de zarzuela de los sellos Hispavox, Alhambra, Zafiro, Regal y algún otro en menor medida, se vendiesen muy bien. Y esta Francisquita de Olaria y Kraus, junto a una excelente Dolores Pérez, dirigida por Daniel Montorio, fue plato casi obligado. Se vendió muchísimo más que la versión íntegra, en dos discos lp, dirigida por Ataulfo Argenta en 1954.
Fue esta la única zarzuela que Kraus representó en escena. La grabó en disco, ya en versión íntegra, en otras dos ocasiones. Y volvió a ella en 1987 en el Liceo de Barcelona, una de cuyas funciones emitió en directo Televisión Española. Y está disponible en youtube. Otra obra del repertorio español por excelencia para tenor lírico, que representó en varias ocasiones, es la ópera Marina. Fue una de las últimas que representó en Madrid, en mayo de 1994, en el Teatro de la Zarzuela. En 1995, y requerido por José Tamayo, protagonizó una única función de Doña Francisquita en el Teatro Nuevo Apolo, el 14 de noviembre. Tras sus vacaciones navideñas y de año nuevo volvió a La Zarzuela, para conmemorar el 40 aniversario de su debut en este teatro. Y lo hizo con una primera parte dedicada precisamente a Doña Francisquita, rememorando así su debut en el teatro madrileño.
Un cantante necesario
Con la retirada en 1950 del catalán Hipólito Lázaro,la lírica española se quedó sin un solo tenor de primera fila en el concierto lírico mundial.
Lejos quedaban los tiempos de Francisco Viñas, Miguel Fleta y Antonio Cortis. Por ello la aparición de Kraus fue saludada con gran satisfacción por todo el orbe musical. Pronto se le abrieron las puertas de los principales teatros operísticos del mundo, Scala de Milán, Metropolitan de Nueva York, Staatsoper de Viena, Opera Civic de Chicago, Covent Garden de Londres, Liceo de Barcelona, Bellas Artes de México, San Carlos de Lisboa, Colón de Buenos Aires. Pero siempre dejando fechas libres en su agenda para visitar La Zarzuela de Madrid, Arriaga de Bilbao, Campoamor de Oviedo, y otros escenarios españoles. Tardó, sin embargo, a cantar en París, a pesar de haberse convertido en intérprete de referencia de la ópera francesa. Lo mismo le ocurrió en Berlín, donde, sin embargo, cantó su última ópera completa. Y francesa precisamente. Su insuperable Werther, de Jules Massenet. Fue a primeros de julio de 1998. Tres meses antes había cantado en la misma Deustcher oper berlinesa otro de sus personajes incombustibles y de referencia, el Edgardo de Lucía di Lammemour, de Gaetano Donizetti.
El 14 de febrero de 1997 ofreció un concierto en Bruselas, tras el cual canceló todas sus actuaciones, al habérsele detectado a su esposa, Rosa Ley Bird, una enfermedad que acabó con su vida en escasos meses. Falleció el 5 de septiembre.
El abatimiento que sufrió Kraus, por la ausencia de su fiel e inseparable compañera desde 1949, presagiaba su retirada, pues además estaba a punto de cumplir 70 años.
Animado por familia y amigos, decidió reiniciar su actividad, reapareciendo el 7 de noviembre en el Auditorio Nacional de Madrid, con un concierto todo de zarzuela, junto a la Orquesta Sinfónica de Madrid y dirección de Enrique García Asensio.
Sus actuaciones, mayormente en recital, se fueron espaciando. El 10 de octubre de 1998 en el Auditorio de Zaragoza, con motivo del centenario del nacimiento del legendario tenor aragonés Miguel Fleta. Se editó en disco compacto bajo el título de Último concierto. No lo fue, en realidad, pero ya le quedaban muy pocos. Llegó a tiempo de participar en la gala lírica conmemorativa del centenario de la Sociedad de Autores, celebrada el 5 de enero de 1999 en el Teatro Real de Madrid. Gala donde actuaron Carlos Álvarez, Ana María Sánchez, Montserrat Caballé, María José Montiel y Montserrat Martí, la Orquesta Sinfónica de Madrid y los directores José Collado y Luis Antonio García Navarro.
Este concierto que se vio en directo por Televisión Española, permitió ver el momento del reencuentro entre Caballé y Kraus, después de muchos años sin actuar juntos. Especialmente emotiva fue la comunión entre ambos, cuando fuera de programa todos los protagonistas interpretaron la mazurca de las sombrillas de Luisa Fernanda y las seguidillas de La verbena de la Paloma.
Cinco actuaciones tan solo le restaban al maestro. Sevilla, Madrid, Valencia y las dos últimas en Las Palmas, en el auditorio que lleva su nombre.
Qué duda cabe que de haber programado Kraus la fecha y el lugar de su retirada, hubiera elegido para ello este último escenario. Quiso el destino que, sin estar previsto, fuese allí su última actuación. Su “último concierto”, este sí lo fue, tuvo lugar el 21 de marzo de 1999. Tan solo dos días después, de vuelta a su domicilio madrileño, ya comenzó a sentir molestias que nada bueno auguraban. Y el día 29 tras un exhaustivo reconocimiento en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid, ya se encendieron todas las alarmas, aparecieron las primeras células cancerígenas. Viaje inminente a Estados Unidos, donde le dicen que en España puede recibir el mismo tratamiento médico que allí. Regreso a su residencia madrileña, donde cinco meses y once días después inició otro viaje, para reunirse, quien sabe, con su inseparable Rosa. Eran las cinco y media de la tarde del 10 de septiembre.
Desde mis recuerdos, de Eduardo Lucas
Para escribir o narrar hechos o detalles de la personalidad y trayectoria de Alfredo Kraus considero imprescindible el libro de Eduardo Lucas Desde mis recuerdos. Una vez leído hay que volver a él tantas veces como sea necesario.
Es un documento valiosísimo del que quienes nos consideramos Krausistas, nunca estaremos lo suficientemente agradecidos al doctor Lucas.
De entre los muchos aspectos interesantes que narra el autor, amigo íntimo que fue de nuestro personaje, y su otorrinolaringólogo de cabecera, uno de ellos trata de cómo fue contratado en 1962 para cantar Marina en Aspe. Aquí bien cerca del Valle de Elda. Tras narrar todas las peripecias que tuvieron que sortear los aspenses hermanos Prieto, que desembocaron en la firma del contrato, Eduardo Lucas añade: “Así era Alfredo Kraus, amigo de sus amigos de modo inquebrantable. Al elegirlos no miraba ni el nivel social ni el cultural ni, mucho menos, el económico. Al contrario, prefería la gente llana, del pueblo, a condición de que supieran evitar la adulación y el entusiasmo que despertaba, lo cual es algo que muchos de sus seguidores no supieron hacer y por ello no llegaron a ser auténticos amigos. Sus puertas estuvieron siempre abiertas y, si no se relacionó con la alta burguesía social o política, sencillamente fue porque no le apetecía.
Aún hoy he podido constatar el orgullo de algunos “supervivientes” por haber disfrutado de aquel evento en Aspe. La función se llevó a cabo con megafonía y un avispado espectador, un barítono aficionado cuyo nombre no quiero olvidar, Luis Rico Almodóvar, tuvo la feliz idea de grabarla en un magnetófono de la época de sonido más que aceptable...”.
Este testimonio del doctor Eduardo Lucas, sería suficiente para desterrar el mito de que el tenor canario fue una persona fría y carente de empatía.
Al respecto veamos que dicen ilustres personalidades de nuestra lírica, que enriquecen con sus comentarios la publicación del Doctor Lucas:
Pedro Lavirgen. Tenor.
Cuando Kraus debutó Doña Francisquita en 1956 en el Teatro de la Zarzuela, figuraba en el coro Pedro Lavirgen, que años después triunfó en los principales teatros del mundo.
“Conocí a nuestro tenor en 1956, con motivo de la nueva producción de Doña Francisquita (…) (…) En aquellos días comenzaban los ensayos y todos los componentes del teatro, coro, ballet, orquesta e incluso personal técnico, esperábamos la llegada de tan alabado tenor (…)
(…) Y por fin llegó el día; fue en un ensayo de los llamados a la italiana, donde no hay movimiento escénico y solamente se ensaya la música con cantantes y coro sentados. Ya en la primera frase: “Mírala por donde llega...” empezamos a darnos cuenta de la clase de tenor que teníamos delante y en las intervenciones que siguieron ya estimamos su extraordinaria musicalidad, impecable afinación y una línea de canto de primerísima clase (…) (…) nos dejó constancia de sus impresionantes facultades, que unido a su enorme talento artístico nos hizo apreciar un tenor de dimensión desconocida para nosotros. Y en la romanza llegó la apoteosis; un fragmento de muy difícil ejecución, que él cantó con una facilidad pasmosa. En la primera función esto se tradujo en un éxito clamoroso y al día siguiente la crítica, unánime, proclamó la aparición del gran tenor que se esperaba desde la desaparición del legendario Miguel Fleta.
Durante casi un mes de convivencia pudimos conocer también al ser humano que había dentro del tenor, jamás rehuía una pregunta de un corista sobre técnica o cualquier otro aspecto de la carrera (…) (…) Este lado afectivo del gran tenor quizá desconocido para el gran público, que en alguna ocasión lo ha tildado de arrogante y poco asequible, nada más lejos de la realidad, cosa que afirmo desde mi experiencia personal. Pude comprobarlo en el trato que daba a cualquier persona que se le acercase, sin el menor signo de incomodidad o hastío.”
Jaume Aragall. Tenor.
“El primer recuerdo que me asalta a la memoria y que nunca podré olvidar se remonta a mis años de estudiante, cuando yo nunca podía pensar que alguien tan importante como tú podría escucharme y darme consejos, un camino a seguir, algo importante en mi futuro como cantante y como persona. Este alguien fuiste tú, Alfredo (…)
(…) Tus consejos de aquel día fueron clave en mi carrera. De ese primer encuentro recuerdo tu generosidad, tu talento, tu categoría humana, tu clase... y tu modestia, cuando ya eras un gran divo. Tu trato conmigo no solo fue de maestro a alumno, sino de amigo, y esa amistad que nació de nuestro primer encuentro se convirtió en vitalicia e inexpugnable.”
Aurelio Gabaldón. Tenor y uno de sus últimos alumnos.
“Nunca olvidaré la imagen de Kraus al abrir la puerta con unos zuecos blancos, pantalones cortos de verano de andar por casa, como de deporte, una camiseta de tirantes de baloncesto (…)
(…) Medio farfullando, dije, “Don Alfredo, permítame que me presente, me llamo Aurelio, estoy aquí de vacaciones, me dijeron que esta era su casa y he venido a conocerle, soy alumno de canto”. (…) Entonces, dijo: “Ah, pues muy bien”. Respiré y continué: “¿Podemos hablar un par de minutos”. “Sí, como no, Pasa”, contestó. Y, como suelo decir cuando comento esta anécdota, desde aquel momento y hasta el día de su muerte, fue y se comportó conmigo como un segundo padre.”
Juan Angel Vela del Campo. Crítico musical.
“Se resiste uno a vivir sin el tenor canario. Compañero del alma, compañero. Kraus ha metido de lleno en los poros de nuestra existencia a personajes belcantistas, románticos franceses o protagonistas de zarzuela, con una maestría y una profundidad tan hechizantes como conmovedoras”.
Lluis Andreu. Agente artístico, director general y artístico de los teatros Liceu de Barcelona y Maestranza de Sevilla.
“El recuerdo que tengo del Kraus tenor es el de un artista completo, con una técnica impecable que él mismo hizo suya y que probablemente no tenga herederos, pues era único. Del Kraus humano tengo solo bellos recuerdos, era un auténtico señor, sin malas formas, sin desplante, nunca. Hombre de una gran integridad profesional, en más de una ocasión vino al Liceo sin el contrato firmado, lo hacía al llegar a Barcelona, y es que yo de la palabra de Alfredo me fiaba más, si cabe, que de su firma, pues como en cierta ocasión me dijo un empresario japonés, “mi firma se puede falsificar, mi palabra no.”
La verdad del canto
Otro hecho que habla bien a las claras de que como cantante siempre iba de cara, es el de las grabaciones discográficas. Dicho por él en entrevistas ofrecidas a radio o televisión, donde no hay tergiversaciones, prefería las registradas en directo que las de estudio.
Para Kraus el directo ofrece la verdad, sin tapujos, lo que el artista está mostrando en cada momento. La grabación en estudio es otra cosa. Hay lugar para trucos, se realizan varias tomas y el resultado muchas veces no obedece a lo que el autor de la partitura creó.
En sus conversaciones con Francis Lacombrade Confidencias para una leyenda bien que razonaba su criterio sobre las grabaciones en estudio:
“Reconozco que otros puedan encontrar placer en él, (se refiere al estudio de grabación) un trampolín propicio para la investigación... A mí me puede la mecánica, la vida no está allí...Porque ¿cómo se puede conseguir traducir con fidelidad sentimientos, una tensión, un personaje con semejante hándicap de partida? (…) (…) prefiero siempre, mal que le pese al establishment, los discos pirata, reflejo exacto de lo que sucedió una noche determinada, en la realidad de un artista frente a su público, en un determinado lugar... (…) (…) Mi sueño hubiera sido grabar siempre de esta manera. Así la huella que habría dejado a través del disco daría mejor cuenta del artista que soy por y para el público. (…)
(…) ¿Ha oído usted hablar de alguna ópera que se haya compuesto para uso exclusivo del disco? Vuelvo a decir que los discos piratas son el reflejo fiel de la verdad, tomado en vivo por un micrófono clandestino que es un espectador como cualquier otro. Sólo esta conserva un recuerdo más preciso, indiscutible... La única referencia de lo que ha sido un artista en un momento preciso ante su público... Lo otro constituye a mi modo de ver un oficio aparte que permite acceder a la riqueza y a la popularidad... Pero sin más...Entiéndame: yo podría perfectamente grabar el Radamès de Aida, pero eso no respondería al artista real que soy... por la única razón de que no cantaría nunca esta obra en el teatro.”
Quizá el ejemplo más evidente que sustenta este criterio de Kraus lo encontramos en La traviata que cantó en Lisboa en 1958 con María Callas. ¡Ahí es nada, con solo dos años de carrera y junto a la gran diva del siglo XX!
Kraus facilitó a la compañía discográfica Carillón las cintas de una de las dos representaciones, editándose en doble disco Lp en 1978. Posteriormente, en 1997, la compañía EMI, con la cual grabó la mayoría de sus óperas en estudio, la reeditó en dos discos compactos Y de esta forma este gran documento fonográfico, perfectamente remasterizado, acompañado del libreto, en cuatro idiomas: inglés, francés, italiano y alemán ?
Siete años antes apareció una selección, en un solo CD, de edición pirata y sello discográfico desconocido. Aun así ya constituyó una gran novedad.
No estuvo en los festivales de ópera de Elda
A alguien puede resultarle extraño la ausencia de Kraus de los festivales de ópera celebrados en Elda entre 1972 y 1978, considerando que sí estuvieron Montserrat Caballé, Plácido Domingo, Pedro Lavirgen y José Carreras, como primeros espadas de entre los cantantes líricos españoles.
La causa principal puede encontrarse en que aquellos festivales contaron con el respaldo del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, con su empresario Joan Antoni Pàmias al frente. Y dio la casualidad de que Kraus estuvo entre 1965 y 1977 sin actuar en el coliseo barcelonés, por algunas divergencias con el citado empresario, según indica el crítico y musicólogo Roger Alier en el libro de Eduardo Lucas.
Sabemos que hubo gestiones con el representante de Kraus para que pudiese actuar en alguno de los festivales, pero quizá la causa apuntada motivó que no cristalizasen.
Donde sí actuó fue en la vecina Monóvar. El mismo año que visitó Aspe por vez primera, y con la misma obra Marina. Mis padres y mi hermana mayor estuvieron allí, y Kraus estampó su firma en el reverso del abanico de mi madre, quien todavía llegó a tiempo de verle en una nueva Marina, en 1994, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, esta vez acompañada por mí.
Respecto a lo de su presencia en Aspe, en 1962, posteriormente actuó en varias ocasiones, y el auditorio municipal, al aire libre, anexo al Teatro Wagner, lleva su nombre. Se inauguró el 21 de septiembre de 1998, con un concierto en el que junto al maestro actuaron sus alumnos Alicia García, Simón Orfila y Aurelio Gabaldón, junto al violonchelista Asier Polo y el pianista Edelmiro Arnaltes.
Epílogo
Son tantas las citas y hechos protagonizados por Kraus a lo largo de su carrera, que podríamos extendernos y hacer este artículo interminable. Lo que no va a ocurrir. Sin embargo, si quiero dejar constancia de que la escuela que creó no fue fruto de la casualidad.
Veamos qué dice el experto en voces, e historiador, Joaquín Martín de Sagarmínaga: “Es difícil trazar el perfil vocal de un tenor que no se parece a ninguno ni, por otra parte, deja herederos (…) (…) lo cierto es que estamos frente a un tenor de cuño absolutamente personal. Kraus jamás ha imitado a nadie (…) (…) El cantante canario posee una voz clara y muy alta de posición que él ha ido maleando (…).
(…) Además de la pureza de su línea de canto, del señorío de una escuela de aristocrático cuño, lo que más impresiona en Kraus, ya que muchas virtudes se generan a partir de esta fuerza motriz, es el implacable perfeccionismo de su técnica vocalque nunca ha dejado de crecer y desarrollarse. En lo que atañe al estilo, hay que destacar que estamos ante un maestro del “recitar cantando”.”
No quiero olvidarme de otro especialista en voces, realizador de programas líricos en Radio Clásica de RTVE Ricardo de Cala, quien en la actualidad dirige y presenta los sábados por la tarde Maestros Cantores, que incluye la emisión de una ópera completa, bien en directo o en diferido.
Persona muy avezada en el tema que trata, su entusiasmo y apasionada forma de explicar las obras y presentar a los intérpretes, nos contagia. Y cuando tiene la oportunidad de dedicar alguno de sus programas, o parte de ellos, a Kraus, le faltan calificativos para elogiar su calidad y maestría. Siempre con una emoción a flor de piel desbordante.
En otra dimensión Alain Pâris en su Diccionario de Intérpretes tan solo le dedica catorce líneas, a una columna. Y gracias, pues algún otro cantante español de trayectoria internacional más que reconocida ni aparecen. Por ejemplo, Antonio Cortis, Victoria de los Angeles y Manuel Ausensi. Y el diccionario consta de más de 830 páginas de texto. Sin comentarios.
Y una última consideración personal de quien suscribe. En la era del marketing, en tiempos donde para triunfar hay que vender la imagen en los medios y tener muy buenos padrinos dentro de ellos, Kraus no precisó nada de esto. Triunfó y nos obsequió con su arte y maestría, sin necesidad de tener detrás una potente empresa o agencia artística que le allanara el camino.
Y así lo hizo desde sus inicios, pues no le tentó lo de alternar la escena con el cine, lo cual hubiera ido en detrimento de su calidad como cantante. Y con sus dos únicas películas, muy oportunas sin duda para darse a conocer, Gayarre en 1958 y El vagabundo y la estrella, de 1960, se dio por satisfecho.
1*
Mario Cavaradossi en el tenor protagonista de Tosca.
2*
Los hermanos Kraus actuaron juntos en muy pocas ocasiones. Cuando lo hicieron fue mayormente en la ópera española Marina. En youtube se puede ver la que protagonizaron en Caracas en 1980.
En el terreno discográfico la grabaron en un doble disco LP. Tambien registraron, en versión recortada, la zarzuela de Ruperto Chapí, La tempestad.
3*
Mercedes Llopart nació en Barcelona en 1895 y murió en Milán en 1970. Su carrera como cantante se desarrolló principalmente en el Teatro Alla Scala. Retirada de la escena en 1945, se estableció como maestra de canto. Además de Kraus fueron alumnos destacados suyos Renata Scotto, Fiorenza Cossotto, Anna Moffo, así como los españoles Ana María Olaria, Lina Huarte, Conchita Balparda, Antonio Campó y Francisco Ortiz.
Asimismo, impartió clases a Francisco y Carmen Kraus. Carmen, como mezzosoprano, llegó a intervenir en algunas producciones operísticas, entre 1962 y 1970, cometido que abandonó pasando a ser la representante artística de su hermano Alfredo.
4*
Antonio Sánchez Camporro, de nombre artístico Antonio Campó, es el padre de la cantante Marta Sánchez, cuyo padrino en la pila bautismal fue Alfredo Kraus.
Bibliografía.
Eduardo Lucas
Desde mis recuerdos Alfredo Kraus
Alcalá Grupo Editor y Distribuidor de Libros, S.L.
Alcalá la Real (Jaén) 2007.
Francis Lacombrade
Alfredo Kraus Confidencias para una leyenda
Conversaciones con Francis Lacombrade
Ediciones del Cabildo de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.
Primera edición, 1997.
Reimpresión, 2000.
Joaquín Martín de Sagarmínaga
Diccionario de cantantes líricos españoles
Acento Editorial.Madrid. 1997
Diego Requena
Radio Clásica de RTVE.
Programa La Zarzuela. Emisión del 24 de noviembre de 2019.
Alain Pâris
Diccionario de intérpretes y de la interpretación musical en el siglo XX
Èditions Robert Lallont,S.A. París 1985
Edición en lengua española: Ediciones Turner S.A. Madrid 1989
Videos incluídos
1- Sombra del Nublo. Con Los Sabandeños. TVE 1993.
2- Pasodoble Islas Canarias. TVE 1982.
3-Rigoletto. De la película Gayarre. 1958.
4- Doña Francisquita. Las Palmas 1991.
5- Marina. “Costa la de Levante”. Oviedo 1987.
6- Granadinas. Teatro Real 1984.
7- Marina. Brindis. Oviedo 1987.
8- El trust de los tenorios. Las Palmas 1995.
9- La fille du regiment -París 1986.
Mis recuerdos más remotos que me atrajeron a la zarzuela me trasladan a sesenta años atrás. Primero escuchando los fragmentos que sonaban con frecuencia en la radio. También gracias a las fantasías, preludios e intermedios que interpretaban las bandas de música en los conciertos de las fiestas de octubre de Petrer. El templete donde actuaban estaba justo ante la fachada de mi casa.
Lo que más me gustaba de la Semana Santa es que en la radio solo se emitía música clásica. El viernes y sábado santo las emisoras enmudecían.
Lo más intenso vino en la época dorada del tocadiscos. Lo compró mi abuelo materno en 1963. La primera zarzuela que entró en casa fue Doña Francisquita con Kraus y Olaria. Es una grabación incompleta, pero suficiente para que me la aprendiese de memoria. Mi abuelo estaba impedido y era yo quien la ponía todos los mediodías y noches durante dos semanas consecutivas. A los quince días compramos un segundo disco: La generala, de nuevo con Kraus y Olaria. Y ya fuimos alternando. Después vino Maruxa. Y yo con solo 13 años me entusiasmé con ella y también la aprendí. Sí, digo bien. ¡A mis 13 años ya me encantaba Maruxa!
Ahí comenzó todo y ya no he parado. Siempre como aficionado.
Como le dice un padre a su hijo al final del documental de TVE sobre zarzuela La romanza de Madrid, de 1988, “Te acompañarán toda tu vida, porque son inmortales”.