Diez kilómetros intrahospitalarios
Varias semanas sin escribir. El poco tiempo y el cansancio no me lo permiten, mis días en cirugía no son los más agradables. Hasta entrar al quirófano y ayudar cada vez más. Eso sí, las palabras desagradables por parte de los doctores las hay pero no me lo tomo como algo personal. No me afecta, afortunadamente.
Por fin termino con el servicio de piso. Bajo a emergencia donde cada día vienen doctores diferentes. Todos se dirigen a los internos como “hijitos”. Es algo que personalmente detesto. Distanciamiento comunicativo porque su ego se va a lo más alto. Eso no pasa con todos, hay un par que son de lo más amable.
En la emergencia todo es muy rápido. Los procedimientos burocráticos para que se puedan realizar las pruebas son poco cómodas para el paciente y mucho menos para los internos. Demasiados papeles y protocolos sin sentido. Aunque todo vaya muy rápido, hay pacientes que se quedan en observación.
Un día de paro. Bolivia vuelve a gritar en contra del gobierno. A mí me espera un turno de 36 horas. Llegan varios hombres con cortes bastantes profundos a consecuencia de moledora (sierra de madera). Me toca suturar, las suturas que hago ahora van mejorando.
Solo puedo dormir una hora. 6:30 de la mañana. Llega Hi bastante delicado, con su abdomen muy inflamado. No puede casi caminar, su respiración está bastante alterada. Hasta la doctora de emergencias le dice al familiar que Hi está a punto de morir. Las formas no son las más adecuadas, hasta yo me quedo impactado. Comunicación brusca sin empatía.
Llegan los doctores de cirugía del nuevo turno. Deciden realizar un lavado intestinal. Estamos más de tres horas y pudimos sacar materia fecal (caca) de todo su interior. Tiene una mejoría inmediata. La verdad es que me hace feliz. He de confesar que mientras estábamos haciendo el procedimiento estaba bastante incómodo por el lugar donde estábamos haciendo ese procedimiento. Nada de intimidad para el paciente. Pero tampoco existe el espacio. Por eso, me quedo con la mejoría del paciente.
Algo que me fijo en emergencias es que muchos pacientes van a morir al hospital. Muchos de ellos son abandonados por sus familiares, otros aparecen los primeros días y después ya no vuelven. Hablando con una enfermera, ella me dice que normalmente las personas que mueren solas son mujeres. Dice que, aunque el hombre esté separado, se haya ido de su casa, siempre la exmujer está ahí para acompañarlo o las hijas. Pero si una mujer no tiene hijas, están solas.
Otro día cualquiera. Lamentablemente fallece un paciente del servicio de cirugía. Algo que me sorprende es ver cómo el doctor de turno discute con el familiar para informar de cómo sucedió.
Para terminar con este post, confieso que últimamente me está costando digerir lo que estoy viviendo, pues son situaciones muy extremas. Ya no solo en la parte de falta de material y espacio, sino por la falta de humanidad. Dije que no quería comparar realidades, pero después de vivir una experiencia con el servicio de salud en España, me siento afortunado.
Pablo Ángel Sánchez, eldense, se mudó a la zona tropical de Bolivia, a Santa Cruz de la Sierra justo después de estudiar Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia y un máster de Arteterapia Y Educación Artística para la inclusión social en la Universidad Autónoma de Madrid. La causa de su mudanza fue motivada por un voluntariado Internacional, una experiencia de un año a dos años, que se convirtió en ocho años. Ocho años aportando su grano de arena a proyectos como: mujeres artesanas, centro de día para niños trabajadores, centro de día para personas de la tercera edad, hogar para hijos trabajadores de la caña, centro cultural, entre otros. Poco después comenzó a estudiar medicina, pasión que tenía camuflada y que en su día a día fue floreciendo, rompiendo los estigmas que a veces la sociedad o uno mismo se impone. En estos momentos se encuentra en su año de prácticas para finalizar no solo su año de prácticas sino su aventura en tierras bolivianas.