Cirugía
Comienza la rotación de cirugía tras un mes desconectado de la rutina boliviana. Primer día, voy a la reunión y percibo el ego de los cirujanos, pero al día siguiente debo volver.
Martes, me despierto a las 5 de la mañana. Me toca emergencias, mucho movimiento, muchos papeles. Tienen a los pacientes en los pasillos, lo que me sorprende. Veo que hay dos pacientes complicados, uno de ellos necesita una cirugía y solo veo obstáculos para ingresarlo a quirófano. No sé de quién es la culpa pero el ritmo de hacer papeles no me permite entender esos obstáculos.
Entender el ritmo de hacer papeles es difícil, y más aun cuando no te explican las cosas. Te hablan como si uno supiera cómo es el funcionamiento de todo. Aun así, el día termina. Menos mal.
Día siguiente. El hombre del pasillo sigue sin entrar a quirófano y veo que hay residentes consiguiendo las cosas. Aun así, siguen poniendo complicaciones los encargados del quirófano. Sigue entrando gente y sigo viendo las complicaciones en la gestión para los pacientes. Tienen que ir de un lugar a otro para hacerse las pruebas que los médicos les solicitan.
Algo que no me gusta de emergencias es que no da el tiempo para ver al paciente. Tampoco a que te explique. Aun así, intento ver lo que les están haciendo, diciendo.
En el servicio de cirugía, aparte de emergencias, está el piso de internación. Dicen que varios abandonan las prácticas y no me sorprende. El ritmo es bastante intenso y los horarios no se respetan. Me dicen que suba a piso, llego y es una locura. Todo desorganizado, los residentes solo gritan, te mandan sin sentido. Solo piensan en que las cosas estén hechas. Da igual cómo las hagas, pero que en la historia clínica esté escrito cómo ha pasado la noche. Aunque no se vea al paciente.
Camino a casa. Pienso que no quiero hacer las cosas de esa manera, que quiero aprender. Si no es con el apoyo de los residentes que sea con lo que me aporta el hospital.
Por eso decido que las 4 de la mañana será mi hora de entrada para poder leer bien la historia clínica y hacer las evaluaciones diarias tranquilamente.
Durante los siguientes días voy viendo que la decisión de ir muy temprano me ayuda a estar tranquilamente con el paciente, preguntarle y ser un apoyo. La cosa va bien y poco a poco me va gustando más el servicio de cirugía. Pero no por los residentes, sino por los pacientes.
Me implico con ellos, hasta quiero entrar a sus cirugías. En una de las cirugías, el doctor me deja que ayude. Hasta ahora solo había suturado. Ahora, había introducido un objeto punzante en el abdomen de una persona.
Honestamente, las primeras semanas en cirugías han sido bastante intensas, hasta con la sensación de que me colapse y piense que no es lo mío. Pero, solo son personas que aparecen en el camino, que te ayudan a reafirmar que es lo mío y que no quiero ser lo que me están mostrando.
Pablo Ángel Sánchez, eldense, se mudó a la zona tropical de Bolivia, a Santa Cruz de la Sierra justo después de estudiar Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia y un máster de Arteterapia Y Educación Artística para la inclusión social en la Universidad Autónoma de Madrid. La causa de su mudanza fue motivada por un voluntariado Internacional, una experiencia de un año a dos años, que se convirtió en ocho años. Ocho años aportando su grano de arena a proyectos como: mujeres artesanas, centro de día para niños trabajadores, centro de día para personas de la tercera edad, hogar para hijos trabajadores de la caña, centro cultural, entre otros. Poco después comenzó a estudiar medicina, pasión que tenía camuflada y que en su día a día fue floreciendo, rompiendo los estigmas que a veces la sociedad o uno mismo se impone. En estos momentos se encuentra en su año de prácticas para finalizar no solo su año de prácticas sino su aventura en tierras bolivianas.