Hoy miro al cielo
Hoy es 29 de agosto (aunque me estéis leyendo después). Me encuentro sentado en el suelo del aeropuerto, esperando para volver a Bolivia. Sí, volver a Bolivia. De ahí el motivo de mi ausencia en el mes de agosto. Y no, no ha sido por vacaciones.
Nunca pensé que iba a realizar un post hablando de esto. Cuando uno está lejos de casa, nunca se plantea que tiene que viajar por una emergencia a su hogar, pero eso no lo controlamos. La vida sigue avanzando y aunque uno quiera que las cosas sigan igual, o en el mejor de los casos avance de manera muy bonita, esta vez no ha sido el caso.
Todo comienza un viernes, el último viernes de julio. Me encuentro en Puerto Suárez, viajo toda la noche del jueves para que me firmen unas cartas para poder seguir con los papeleos de mis prácticas. En ese pueblo, recibo una llamada, una que de un momento a otro podría llegar, pues estábamos a la espera de unos resultados. Y a priori, la cosa no iba bien. Honestamente me costaba admitirlo.
Un mensaje que me deja helado, perdido; un buen golpe de realidad. Por un momento estoy paralizado, bloqueado. Afortunadamente, recibir esa llamada en Puerto Suárez fue acogedor, pues ese día estuve muy arropado. Lo único que me viene a la cabeza es volver a España. Después de vivir dos pérdidas importantes desde la distancia, no quería vivir una tercera.
Hay vuelo a España el siguiente lunes. Pero antes debo volver nuevamente a Santa Cruz, hacerme la PCR, solicitar un permiso en el hospital donde estoy haciendo las prácticas, hacerme la maleta (eso para mí son solo 30 minutos) e ir al aeropuerto. Esa misma noche cojo un autobús para ir a Santa Cruz, otra noche durmiendo en un bus.
Llega el lunes y todo encaja para estar sentado en el avión rumbo a España.
Martes. 2 de agosto. Llego a España. Es la primera vez que me recogen familiares en el aeropuerto de Madrid. Camino largo con parada en “los Miguelitos”.
Ya en Elda me encuentro con mi hermano, con un abrazo que me deja sin espalda. Más tarde veo a mi madre, el abrazo es más sutil y subo a la habitación del hospital para encontrarme con mi padre. Al día siguiente llega mi otro hermano, que también se encontraba fuera de España.
En ese momento no lo sabíamos. Pero era su última semana de vida. Tampoco lo necesitábamos. Pudimos cuidarlo, acompañarlo. TODOS FUIMOS UNO.
Algo que he estado reflexionando y de lo que estoy muy agradecido es el cómo nos han pasado las cosas. Hoy en día nuestros ritmos vitales hacen que no dediquemos tiempo al otro. Cada vez es más complicado cuidar. Por eso, aunque suene raro, fue un proceso bonito. Estoy contento y feliz de cómo se dieron las cosas. Acepto con mucho dolor, pero también con mucho amor la situación. Eso me ha hecho estar más tranquilo, sin obviar el dolor que puede causar una pérdida tan importante.
En cambio, hay una cruz. Uno piensa que cuando alguien muere, uno descansa. Pero los trámites acaparan todo. No te dejan sentir lo verdaderamente importante.
Aun así, tuve tres semanas para estar junto a mi madre antes de volar para seguir nuevamente con mis prácticas.e
Ya en el suelo del aeropuerto de Madrid, espero para mi nueva etapa. Conocida, sí. Con cambios. Así que volvemos a estar aquí. En parte por él. Pues mi madre siempre me recuerda que él estaba muy pendiente los domingos para leer el blog. Seguimos esta aventura.
Hoy va por ti, papá.
Pablo Ángel Sánchez, eldense, se mudó a la zona tropical de Bolivia, a Santa Cruz de la Sierra justo después de estudiar Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia y un máster de Arteterapia Y Educación Artística para la inclusión social en la Universidad Autónoma de Madrid. La causa de su mudanza fue motivada por un voluntariado Internacional, una experiencia de un año a dos años, que se convirtió en ocho años. Ocho años aportando su grano de arena a proyectos como: mujeres artesanas, centro de día para niños trabajadores, centro de día para personas de la tercera edad, hogar para hijos trabajadores de la caña, centro cultural, entre otros. Poco después comenzó a estudiar medicina, pasión que tenía camuflada y que en su día a día fue floreciendo, rompiendo los estigmas que a veces la sociedad o uno mismo se impone. En estos momentos se encuentra en su año de prácticas para finalizar no solo su año de prácticas sino su aventura en tierras bolivianas.