sábado, 21 de diciembre de 2024

El daño emocional de la manipulación parental

Laura González Rico
12 noviembre 2024
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El daño emocional de la manipulación parental

Algunos padres, cegados por el rencor y el odio, usan a sus hijos como herramientas para herir al otro. No se trata de un descuido ni de una reacción impulsiva sino de un acto consciente, una manipulación cruel que deja heridas profundas en los menores. Cuando un progenitor utiliza a su hijo como arma en su guerra personal el impacto va mucho más allá de dañar al otro progenitor, es una sentencia emocional para los hijos, que terminan cargando con un dolor que no les pertenece. ¿Sabemos realmente el precio de este tipo de conductas?

¿Qué es la manipulación parental y cómo se manifiesta?

La manipulación parental es una forma de abuso emocional en el que uno de los padres busca distorsionar la percepción del hijo sobre el otro progenitor para causar daño. Lejos de ser una muestra de “protección” o “justicia,” este comportamiento es un acto consciente de venganza que explota la vulnerabilidad de los hijos.

Ejemplos de manipulación emocional:

  • Desacreditar al otro progenitor: decir cosas como “tu padre no te quiere” o “tu madre nunca está cuando la necesitas” no es protección, es envenenar la relación con el otro. Con cada comentario negativo el niño carga con una versión distorsionada de alguien que, hasta ese momento, era parte de su seguridad.
  • Bloquear las visitas y el contacto: modificar los horarios de visita, poner excusas o simplemente negar la posibilidad de que el niño vea o se comunique con el otro progenitor es un acto de control disfrazado de “cuidado”. Este tipo de manipulación le hace creer al niño que el otro progenitor no se preocupa, destruyendo una conexión esencial para su desarrollo emocional.
  • Ambiente de tensión y rechazo: mostrar desagrado o frialdad cuando el niño expresa afecto hacia el otro progenitor es una forma de castigar sus sentimientos. Así el niño aprende a reprimir sus emociones, desarrollando una necesidad de esconder lo que siente para evitar conflictos.

Estos actos de manipulación son un ataque directo al bienestar emocional del menor, independientemente de cómo el progenitor los justifique.

Consecuencias devastadoras para los hijos

La manipulación parental no es un conflicto superficial sino un abuso emocional que deja marcas permanentes en el desarrollo psicológico del niño.

  • Ansiedad y estrés constante: los niños atrapados en esta guerra emocional llevan una carga de estrés que les pesa todos los días. Esta presión se convierte en ansiedad, insomnio, dolores de cabeza y problemas digestivos. El cuerpo y la mente de un niño no están diseñados para soportar los conflictos de los adultos.
  • Inseguridad y destrucción de la autoestima: cuando los hijos escuchan constantemente que uno de sus padres es “malo” o “poco confiable,” su seguridad emocional se tambalea. Crecen con la duda constante de si realmente pueden confiar en quienes los rodean, incluido ellos mismos.
  • Culpa y conflicto de lealtades: pedirle a un niño que elija entre dos personas que ama es cruel. La culpa y el conflicto de lealtades arrastran al menor a una división emocional en la que siempre siente que está traicionando a alguien.
  • Relaciones futuras dañadas: estos niños crecen aprendiendo que el amor está teñido de conflicto, manipulación y desconfianza.

El resultado de todo esto dará lugar a adultos que temen el abandono, que tienen relaciones dependientes o, en el peor de los casos, que perpetúan el mismo ciclo de dolor.

La responsabilidad de proteger a los hijos

Quienes convierten a sus hijos en peones en su guerra personal están traicionando su deber más importante: proteger. Los hijos no existen para satisfacer las frustraciones o venganzas de sus padres, necesitan un ambiente seguro para crecer, sin convertirse en víctimas de conflictos ajenos.

Como adultos, tenemos la obligación de resolver nuestros problemas sin envenenar la vida de nuestros hijos. Si el conflicto con la expareja es demasiado fuerte, hay alternativas como la mediación familiar y la terapia que ofrecen herramientas para lidiar con el dolor de manera saludable, sin arrastrar a los hijos en el proceso.

El uso de un hijo como herramienta de venganza es un acto deleznable que deja cicatrices profundas en el menor, marcas que podrían perseguirlo por el resto de su vida. Como adultos, nuestra prioridad debe ser proteger su integridad emocional y enseñarles a construir relaciones sanas. Los hijos no son armas, ni vehículos de resentimiento. Dejemos de manipular y de cargar sobre sus hombros un peso que no deberían soportar.

Nuestros hijos merecen algo mejor que una vida en medio de un campo de batalla.

Laura González Rico
Laura González Rico
Acerca de la autora

Soy madre, psicóloga y directora de la Clínica Petrer. Con este blog, quiero invitarte a compartir conmigo las dos grandes pasiones que iluminan mi vida: la psicología y la maternidad. Ambas son para mí un viaje constante de aprendizaje y crecimiento, y es por eso que he decidido abrir mi corazón y compartir un pedacito de mí contigo. ¡Espero que disfrutes cada palabra y que este espacio se convierta en un rincón especial para reflexionar y conectarnos!

Si te interesa seguir conociendo más sobre estos temas, te invito a seguirme en Instagram: @lauragonzalez_psicologa

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