miércoles, 2 de abril de 2025

El peso de las expectativas en nuestra felicidad

Laura González Rico
20 marzo 2025
480
El peso de las expectativas en nuestra felicidad

Vivimos esperando. Esperamos que nos respondan con la misma atención con la que nosotros lo haríamos, que nos agradezcan lo que damos, que nos entiendan sin necesidad de explicar demasiado. Esperamos que los demás actúen como nosotros lo haríamos, porque nos parece lo lógico, lo justo, lo correcto. Y cuando no ocurre, sentimos decepción, tristeza, incluso rabia. Nos preguntamos: ¿Por qué no hacen lo mismo por mí? ¿Por qué no les sale de dentro como a mí? ¿Por qué no ven lo que necesito sin que tenga que decirlo?

El problema no es lo que los demás hacen o dejan de hacer, sino lo que nosotros esperamos de ellos.

Las expectativas son trampas disfrazadas de justicia

Muchas de nuestras expectativas se basan en lo que creemos que merecemos:

  • Si yo siempre estoy ahí para ti, espero que tú lo estés para mí.
  • Si yo me esfuerzo en ser detallista, espero que tú lo valores y hagas lo mismo.

Pero la realidad es que las personas no actúan en función de nuestras reglas internas, sino de las suyas. No todos tienen el mismo concepto del amor, de la amistad, del compromiso o del esfuerzo.

Cuando nuestras expectativas no se cumplen, no solo nos sentimos mal, sino que terminamos interpretándolo como una falta de cariño o de respeto. Si no lo hace, es porque no le importo. Y esa conclusión nos hace sufrir más de la cuenta.

Cuando esperas demasiado, te decepcionas constantemente

El problema de vivir con expectativas rígidas es que la decepción se vuelve una constante. Cuanto más esperamos de los demás, más probabilidades hay de que nos sintamos defraudados.

Cada vez que alguien no reacciona como esperábamos, se suma un pequeño golpe a nuestra confianza en los demás. Nos vamos cerrando, acumulando resentimiento, sintiendo que siempre damos más de lo que recibimos. Sin darnos cuenta,

nos convertimos en jueces de lo que los otros hacen o dejan de hacer, midiendo el afecto en función de cuánto coinciden sus acciones con nuestras expectativas.

Lo peor es que terminamos atrapados en una espiral de insatisfacción. Creemos que nuestra felicidad depende de que los demás cumplan con lo que esperamos de ellos. Y la realidad es que cuanto más dependemos de lo externo, más vulnerable es nuestro bienestar emocional.

Las necesidades se dicen, no se adivinan

Aquí es donde muchas personas caen en una trampa peligrosa: "Si lo tengo que pedir, ya no lo quiero."

Esperamos que los demás adivinen lo que necesitamos sin decirlo. Que sepan cuándo queremos que nos escuchen, cuándo necesitamos apoyo o cuándo deseamos un gesto de cariño. Pero la gente no está dentro de nuestra cabeza. No siempre interpretan nuestras señales como nosotros creemos que deberían hacerlo.

Decir lo que necesitamos no lo hace menos valioso. Al contrario, es la única manera real de establecer relaciones sanas y sin resentimientos.

No se trata de exigir, sino de comunicar con claridad. Porque cuando lo expresamos, dejamos de acumular frustración y evitamos esos reproches que solo desgastan nuestras relaciones.

¿Qué pasa cuando reprochamos?

Cuando verbalizamos nuestras expectativas no cumplidas con reproches o críticas, generamos en el otro una sensación de obligación y culpa.

  • Si alguien siente que "debe" hacer algo para cumplir con nuestras expectativas, el gesto pierde su valor.
  • Si le hacemos sentir que nos está fallando constantemente, puede alejarse, sentirse insuficiente o desarrollar rechazo hacia nuestra demanda.
  • Lo que para nosotros es una petición legítima, para la otra persona puede sentirse como una carga o una exigencia.

Es normal expresar lo que necesitamos, pero hay una gran diferencia entre comunicar una necesidad y exigir que se cumpla nuestra expectativa.

Hazlo porque quieres, no porque esperas algo a cambio

Esto no significa que debamos dejar de hacer por los demás. Al contrario. Significa que debemos aprender a dar sin esperar recibir, simplemente porque queremos, porque nos hace sentir bien, porque es parte de nuestra esencia.

Cuando haces algo con el corazón y sin la expectativa de recibir lo mismo a cambio, todo cambia.

  • No te decepcionas si la otra persona no responde igual.
  • Disfrutas más el acto de dar, sin que el resultado determine tu estado emocional.
  • Te liberas de la sensación de que siempre das más de lo que recibes.

Al final, cuando actúas desde la autenticidad y no desde la expectativa, los vínculos se fortalecen.

Soltar las expectativas te libera

No se trata de conformarse ni de resignarse. Se trata de entender que cada persona es un mundo y que nadie está obligado a actuar como tú lo harías.

Cuando dejas de esperar que los demás reaccionen de cierta manera, cuando sueltas el control sobre lo que no puedes manejar, vives más ligero. No porque ya no te importe, sino porque aprendes a aceptar a las personas como son, no como te gustaría que fueran.

Y hay un beneficio inesperado: cuando dejas de esperar tanto, te abres a la posibilidad de ser sorprendido. Las personas pueden sorprenderte con gestos que no esperabas, con detalles espontáneos, con cariño en formas que quizás antes no habrías valorado porque estabas demasiado ocupado midiendo si cumplían con tu lista mental de expectativas.

Libérate y sorpréndete

Aprender a soltar las expectativas no significa que dejes de valorar el respeto, la reciprocidad o la empatía. Significa que dejas de hacer de ello una condición para tu felicidad.

Pero soltar expectativas no es lo mismo que callar lo que necesitas. Comunicarte con claridad, sin reproches ni exigencias, te ayudará a construir relaciones más sanas, sin resentimientos ni decepciones innecesarias.

Al soltar la necesidad de que el mundo encaje en tus esquemas, empiezas a ver con más claridad, a disfrutar más el presente y a valorar lo que los demás te dan sin el peso de la comparación.

Menos expectativas. Más paz. Más espacio para que te sorprendan.

Laura González Rico
Laura González Rico
Acerca de la autora

Soy madre, psicóloga y directora de la Clínica Petrer. Con este blog, quiero invitarte a compartir conmigo las dos grandes pasiones que iluminan mi vida: la psicología y la maternidad. Ambas son para mí un viaje constante de aprendizaje y crecimiento, y es por eso que he decidido abrir mi corazón y compartir un pedacito de mí contigo. ¡Espero que disfrutes cada palabra y que este espacio se convierta en un rincón especial para reflexionar y conectarnos!

Si te interesa seguir conociendo más sobre estos temas, te invito a seguirme en Instagram: @lauragonzalez_psicologa

Leer más

Bloqueador de anuncios detectado

Por favor, desactiva el bloqueador de anuncios o añade www.valledeelda.com a la lista de autorizados para seguir navegando por nuestra web.

Volver a cargar

Las cookies son importantes para ti, influyen en tu experiencia de navegación. Usamos cookies técnicas y analíticas. Puedes consultar nuestra Política de cookies. Al hacer click en "Aceptar", consientes que todas las cookies se guarden en tu dispositivo o puedes configurarlas o rechazar su uso pulsando en "Configurar".

Aceptar Configurar