"Joaquín Sorolla generó mucha envidia entre quienes no pudieron conseguir el éxito"
La doctora en Historia del Arte Ana Valtierra dará una conferencia esta tarde a las 19:30 horas en el salón de actos del Museo del Calzado bajo el nombre "Joaquín Sorolla y la Antigüedad: Valencia como la nueva Atenas". Esta charla se enmarca dentro de las conferencias "Los lunes de la UNED".
¿Sobre qué hablará en su charla?
Mi conferencia tiene el título de “Joaquín Sorolla y la Antigüedad clásica” y va a ahondar en uno de los aspectos menos conocidos de uno de los pintores más importantes de nuestro panorama. Es un aspecto que llevo unos años investigando y que saldrá publicado dentro de poco en formato de dos capítulos de libro, uno de ellos en una editorial inglesa, lo cual nos da la dimensión que tiene Joaquín Sorolla a nivel internacional.
El tema concreto versará sobre la importancia que tuvo en la obra de Sorolla el arte griego y romano. El ambiente valenciano de la época impulsaba este conocimiento del mundo clásico: de ahí que mandaran a los estudiantes a Roma con una beca. Sorolla viajó a Italia y recorrió los yacimientos arqueológicos y los museos, dibujó ávidamente todo lo que vio. Todo ese aprendizaje lo incorporó a su pintura, a su vida cuando construyó su casa, y lo podemos ver a lo largo de toda su obra. La influencia de los colores, la forma de pintar, o incluso la decoración de su casa en Madrid.
¿Cómo definiría a Sorolla?
Un genio, en el sentido amplio de la palabra. Supo crear un arte que se ha convertido en atemporal. Ahora celebramos el 100 aniversario de la muerte de Sorolla, que se produjo en 1923. Sin embargo, su pintura está en plena actualidad, sigue siendo un pintor “moderno” que trascendió todas las fronteras. Tuvo éxito a nivel internacional y cosechó muchos premios. Gracias también al tándem fantástico que hizo con Clotilde García, su mujer. Es imposible entender el éxito de Sorolla sin ella, el mérito es de ambos.
¿Por qué es el pintor de la luz?
La luz fue una preocupación constante a lo largo de toda su vida. Desde las primeras obras, las que le valieron la pensión de la Diputación de Valencia para viajar a Italia. Incluso en esas primeras obras de carácter histórico, porque eran exámenes donde se les daba el tema que pintar, Sorolla se preocupó por hacer estudios de la luz natural. Es algo que incrementó a lo largo de su obra y una de las grandes inquietudes de su pintura.
¿El ser valenciano se percibe en su obra?
Sí, por supuesto que sí. Aparte de porque pintó con frecuencia en Valencia y sobre temas valencianos, donde pasaba largas temporadas, porque Sorolla está imbuido en esa corriente de la época que se movía en Valencia de respeto hacia la Antigüedad clásica. Allí tenía un círculo de amigos que promovían el estudio de esta época. De hecho, hay una frase maravillosa que Sorolla le dijo a su amigo Vicente Blasco-Ibáñez, otro ilustre valenciano: “Ya verás cómo hacemos de Valencia una Atenas”.
Le acusaron de ser un pintor comercial, ¿qué opina?
Que el éxito a veces genera mucha envidia entre aquellos que no lo consiguen. Su pintura tiene una personalidad propia enorme y su estilo es tremendamente particular. Fue un gran dibujante y pintor que cosechó muchos éxitos en vida: premios, exposiciones y encargos a nivel internacional. Supo triunfar, pero la prueba de que no es un mero pintor comercial es que, si eso fuera así, 100 años después no seguiríamos fascinándonos con Sorolla en todos los países del mundo: España, Inglaterra, EEUU.
¿Está suficientemente valorado?
Algunos aspectos de Sorolla todavía están poco valorados, por ejemplo y por citar alguna, su faceta como dibujante. Es fascinante la facilidad que tenía para dibujar y lo resolutivo que era. Con dos trazos hacía un dibujo. Es una parte de Sorolla muy desconocida e interesante.