Raisha Cosima, la eldense que triunfa en la cultura vogue
Las faldas y vestidos no son cosa de mujeres, la feminidad y la masculinidad se deconstruyen para que cada cual pueda desarrollarse como persona sin prejuicios, lejos de los estereotipos binarios, aunque todavía queda camino, eso es lo que piensa la eldense Raisha Cosima, una artista de la cultura vogue que a sus 23 años ha hecho su carrera profesional fuera de Elda, pese a que la pandemia ha frenado sus proyectos. Es modelo y bailarina, una de las mejores de su generación. El vogue es un estilo de baile que fusiona la danza y el modelaje, y que le ha permitido desarrollarse como persona, ser ella misma.
Con solo seis años y tras pasar por clases de kárate supo que eso no era lo que le gustaba, que lo suyo era el baile, y dio sus primeros pasos en la escuela de danza de Susana García, en pleno corazón de la Plaza Mayor. Consiguió los títulos de clásico y español, pero quería más, por ello, pasó a una escuela de Alicante donde conoció el estilo vogue, ese fue el punto de partida para conocer a Raisha, indica, ahora es ella misma, una persona no binaria, es decir, su identidad autodesignada no se percibe totalmente masculina o femenina.
Tras un periodo de formación, comenzó a competir. Su primera participación fue en Madrid, pero ya ha estado en numerosos países de Europa en competiciones de la cultura vogue. Su objetivo es poder llegar a América, pues allí, en la década de 1920-1930, surgió este estilo de danza entre personas gays y transexuales, que tenían que hacerlo de forma clandestina.
Ser artista en estos tiempos no es fácil, admite, pues “el no tener un sueldo base lo hace todo más complicado, la pandemia lo paralizó todo, pero hace un año tuve la oportunidad de irme a Andorra a dar clases de danza y no dudé, pero es cierto que eso me ha desconectado algo, y ahora tras el verano me iré a Madrid a seguir haciendo mi carrera”. Pronto formará parte del jurado de dos concursos en Berlín y en Suiza, además competirá en París, pero desea aprovechar el verano para recargar pilas con su familia, en casa.
Admite que vivir en Elda no es como estar en las grandes ciudades, aunque por suerte, afirma, su familia siempre la ha apoyado porque son abiertos de mente, pero admite que sufre cuando tiene que ir por la calle y recibe miradas por su forma de vestir o maquillarse, “yo estoy acostumbrada, pero lo paso mal por ellos, temo que se puedan sentir incómodos. A mí no me gustan los prejuicios, pero no me preocupo por mí, si me van a hacer algo me lo harán igual y yo no voy a dejar de expresarme como lo hago por unas personas a las que les falta información. No es su culpa, no saben cómo se deconstruye el género. Podría irme a casa, cambiarme, no ir con falda, ir siempre con pantalones, ser más normativa, pero eso no es lo que hace falta, lo necesario es ser no normativo si no lo eres, no queremos quitarle el lugar a nadie, la gente cerrada de mente lo tiene que entender”.
Admite que hay un avance en la sociedad, “sobre todo en las ciudades grandes, porque en las pequeñas como esta, en los pueblos, no llega mucha información, por eso nos sentimos cómodas en las capitales, porque aquí más que vivir, sobrevivo, se padecen ciertos ataques, no encuentro trabajo, no me dan oportunidades”. Lo cierto es que le gustaría “venir a casa, a mi pueblo, y que no me griten cosas”.
Espera que la población avance hasta que “no haya que reivindicar el día o el mes del orgullo, deseo que llegue un momento en el que todos los días del año podamos hacer lo que nos gusta sin que se juzgue. Que no seamos un cupo para no recibir críticas de colectivos, sino que cuenten con nosotras por nuestra valía, sin prejuicios”.
No sabe qué le deparará el futuro, pero tiene claro que “irá allá donde la lleven las oportunidades, soy impulsiva, en el futuro me veo recorriendo el mundo, ayudando a otras personas que, como yo, necesiten sentirse identificadas con otras, pues hacen falta referentes y ejemplos a seguir”.