jueves, 26 de diciembre de 2024

José Ortín, una vida marcada por la creatividad y la pasión por el diseño

Este creador en el campo de las artes aplicadas ha diseñado todo lo imaginable
Susana Esteve
Hace 16 horas
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José Ortín, una vida marcada por la creatividad y la pasión por el diseño
El creador eldense con uno de sus icónicos diseños.

El eldense José Ortín ha cumplido 93 años y vive en Madrid desde que se marchó a la capital para aprender a dibujar con 23 años. Es un hombre vital y moderno que tiene su propio Instagram -como Pepe Ortín- y continúa en activo, “dibujo todos los días y a todas horas, me apasiona”, afirma. Este creador en el campo de las artes aplicadas ha diseñado todo lo imaginable, desde escaparates y publicidad para el Corte Ingles, escenarios para Disney o la Warner, a telas, figurines para grandes modistos, gafas con marca propia, todo ello gracias a su imaginación desbordante. No obstante, asegura con humildad: “No sé dibujar, solo he buscado la ocasión de poder hacer cosas y he triunfado por mi creatividad”.

Ahora está viviendo “un momento dulce”, como él lo califica, porque la Fundación Lo que de Verdad Importa (que patrocina la Caixa, Telefónica y la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid) lo seleccionó para publicar un libro con su biografía. Durante meses una escritora voluntaria la puso por escrito y ya se ha presentado. El periódico El País le dedicó a este proyecto un reportaje en el suplemento dominical la semana pasada que incluye el testimonio José Ortín y una foto suya con la escritora Marian Silva.

Su último trabajo es la colaboración en el decorado del Circo Price de Madrid en su espectáculo de Navidad. También está sumergido en un importante musical del que no puede desvelar más detalles.

José Ortín con su mujer, Nieves Romero.

Madrid

Toda su vida profesional se ha desarrollado en la capital de España: “Llegué a Madrid en 1954 con poca cultura y muchos sueños para aprender a dibujar, más que nada”. Su padre no quería que se marchara de Elda, sino que trabajara en su imprenta familiar, pero él tenía otros planes, “era un buen padre, estuvo pendiente de mí, pero era un padre de antes, serio, recto y había que obedecerle; en aquella época, decir a un hijo ‘te quiero’ era un síntoma de debilidad”. Su gran memoria le ha permitido recordar las palabras que su padre le dijo en la estación de Elda-Petrer antes de subir al tren con destino Madrid: “Cuando estés en un grupo intenta ser el más torpe, así aprenderás” y esa lección no la ha olvidado nunca.

A pesar de la reticencia inicial, su padre le permitió probar suerte en Madrid después de acabar el servicio militar en verano, pero como condición le dio un plazo de tres meses, ya que era el tiempo máximo que podía costearle sus gastos allí. “Me preparé unos dibujos y busqué, busqué, y encontré un trabajo. El 18 de noviembre cobré mi primer sueldo como decorador de escaparates”, algo que había practicado en la tienda de Tejidos Valor en Elda. En Madrid “tuve la suerte de dar con un loco que me dio un mes de prueba; si lo hacía bien me ponía fijo y, si no, me pagaba y me iba”. Su jefe se llamaba José Giménez Arellano, tenía pocos años más que él y era el dueño de la tienda de tejidos MAYERLING, en la calle Montera, donde se vendían sedas naturales y telas exclusivas. En su primer día de trabajo, José Ortín le preguntó que por dónde empezaba, pero su jefe le contestó: “Si te tengo que enseñar, no me sirves; actúa como si la tienda fuera tuya. Cuando tengas una idea me la dices y lo vemos”. Lo primero que hizo fue proponer cambiar los tubos fluorescentes de la tienda por otra luz que no alterara los colores de las telas y luego diseñó un papel de envolver continuo con rayas tipo cebra que fue toda una novedad. José Ortín reconoce que la situación de postguerra le facilitó las cosas “porque todo era muy clásico por la fuerte influencia del sistema; así que lo que hicieras novedoso triunfaba. Hay que tener en cuenta que no se podía importar nada, incluso las revistas de moda nos las traían los pilotos o las azafatas como material de estraperlo”, recuerda.

Autodidacta

Los tres años que trabajó en esta tienda fueron una auténtica universidad para él, “me introduje en el mundo de los modistos, que son creadores que parecía que estaban un poco locos. Aprendí con ellos que los colores tenían nombres y que representaban algo; aprendí cosas que no estaban en los libros”. En estos años conoció el mundo, “la tienda me llevó a París con un grupo de industriales y modistos catalanes, donde no se podían hacer fotos, solo ver los escaparates”.

Con el tiempo, llegó a diseñar las propias telas y colaboró con los modistos dibujando los figurines para varios de ellos. Todos aquellos dibujos los guardó y hace unos años su nieto le animó a mostrarlos al público: “Me dijo que estaba haciendo bodegones de jubilado y me pidió que sacara mis dibujos. Y fue la bomba, monté una exposición que me ha traído mucho trabajo”, afirma.

José Ortín reconoce que los primeros tres años en Madrid fueron duros: “Yo buscaba las rendijas para hacer cosas que estaban por hacer”, asegura. Terminó dejando su empleo en la tienda de telas “porque quería aprender más y me marché al Corte Inglés para decorar sus grandes escaparates”. Allí conoció a Ramón Areces, fundador de estos grandes almacenes, lo cual representó su consolidación profesional ya que lo contrató para crear los dibujos publicitarios de la importante empresa, que se publicaban en los periódicos y revistas: “Me pasaba casi todo el día en su despacho, tenía que hacer un dibujo por cada periódico, lo cual suponía ocho cada vez, así que los calcaba con carboncillo y luego los pasaba a tinta china sobre cartulina y quedaban impecables”, declara.

Ha colaborado con el proyecto "November" de la Fundación MD Anderson.

José Ortín conoció a su mujer, Nines Romero, en el Corte Inglés. Se casó y se quedó a vivir definitivamente en la capital donde nacieron sus cuatro hijos y sus cinco nietos. Desde que murió su esposa vive solo y continúa trabajando porque ha recibido importantes encargos en los últimos años, “estoy muy feliz, orgulloso y feliz, pero tengo el regusto amargo de no tener conmigo a mi mujer, pero así es la vida”, se lamenta sin dejar que le invada la tristeza.En el Corte Inglés trabajó durante tres años, pero parecieron muchos más: “Me he dejado media vida allí. A veces lucía el sol y estábamos anunciando paraguas, así que había que cambiar la publicidad. Yo me quedaba solo en el despacho trabajando hasta altas horas con las señoras de la limpieza. A las 2 de la mañana venía don Ramón Areces a traerme un termo de café. Ha sido un amigo, un compañero”, recuerda.

Esta intensa experiencia acabó porque, como José Ortín comenta, “si no me ha gustado un sitio, me he ido. Me fui porque don Ramón me puso en un sitio en el que salía mucho en la foto, así que desperté muchas envidias, pero yo no quería pelear con nadie ni quedar mal con él”. Ramón Areces aceptó su marcha “a cambio de que dejara a alguien en mi puesto. Me dijo que El Corte Inglés estaba por encima de ambos”.

Continuó su carrera para diseñar la publicidad de la firma Revlón, que se estaba introduciendo en la desaparecida Galerías Preciados. Posteriormente trabajó en diferentes proyectos y firmas: “He disfrutado con mi trabajo porque, aunque no siempre he hecho lo que he querido, he sido muy atrevido cuando en España no se podía hacer nada, por ejemplo, en televisión no se podían contratar extranjeros y solo salían Lola Flores o Paquita Rico”.

José Ortín conserva una memoria prodigiosa. Entre sus proyectos de decoración, recuerda que en los años 60 una casa de discos francesa quiso abrir una oficina en Madrid, pero no encontraban decoradores, así que se presentó allí y se mostró decidido a improvisar ante el responsable: “Rápidamente dije que colocaría butacas en lugar de sofás, compraría en un anticuario sillones estilo Luis XV, les cambiaría el tapizado y pondría encima capotes de torero usados, manchados de sangre. Me dijeron que sí y en un mes el trabajo estaba hecho”, asegura.

El diseñador tiene un gran talento.

Gafas para ministros

También ha diseñado gafas con la marca René Pierre que se fabricaban a medida de la cara de cada cliente y costaban como el sueldo de un mes entonces (14.000 pesetas de 1960), que compraban ministros o artistas de la época.Su vida, que ha dado para un libro más voluminoso de lo que es habitual en el proyecto Tu Historia de Verdad Importa, se podría resumir en esta frase: “He ayudado mucho y a mí también me han ayudado”. Valga como ejemplo que Disney organizó una cena en Madrid y necesitaban decorar el salón del hotel a toda prisa: “Me llamaron, habían puesto manteles blancos y les dije que parecía de una comunión, porque no me gusta mentir, así que había que meter colores, platos blancos con filo dorado, piedras lavadas y pintadas, pero no flores”, comenta divertido.En su larga y prolífica trayectoria ha sido profesor en varias escuelas de diseño y publicó un libro de relatos con el título El dibujo de 20.805 días sobre su vida.

Su ciudad

En Elda ha realizado algunos eeeargos como la portada de la revista Fiestas Mayores o una exposición de sus diseños en el Casino Eldense en los últimos años, pero José Ortín se merece que sus paisanos lo conozcan mejor. El artista eldense nunca ha perdido la vinculación con su ciudad natal, de hecho, recuerda con orgullo que es el único de los fundadores de la comparsa de los Moros Musulmanes que sigue vivo.

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