De la Ilustración al Liberalismo (El pensamiento de Sempere y Guarinos)

JUAN RICO GIMNEZ DE LA ILUSTRACIN AL LIBERALISMO (El pensamiento de Sempere y Guarinos) UNIVERSIDAD DE ALICANTE 1997 ISBN 84 - 7908 - 356 - 5 1. Sempere y Guarinos. Juan Pensamiento Poltico y Social 2. Poltica y Cultura Espaa Historia Siglo 18- 3. Libe ralismo Espaa Historia Siglo 19 9 I. Universidad de Ali cante. ed. 929 Sempere y Guarinos 008 (460) 1 7 329. I 2 1460) 18 O JtJAN RICO GIMEN! 1 Universidad de Alicante Publicaciones. 1997 Portada: Gabinete de Diseno Universidad de Alicante ISBN 84 - 7908 - 356 - 5 Depsito legal: S. 994 - 1997 Impreso en Espaa EUROPA ARTES GRFICAS. S.A. Snchez Llevot. 1 Telf. (923) 22 22 50 37005 Salamanca Ninguna parte de esta publicacin puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna o por ningn medio, ya sea elctrico. quimico. mecanico. ptico de grabacion o de totocopia. sin permiso previo del editor. A Colo Yo he tenido la idea, desde que comenc a es cribir, de reflejar la vida con el mnimo de prejuicios posibles, sin ocuparme para nada de si el reflejo mo es bueno o malo, pesi mista u optimista y de inters. (Po BAROJA: Paseos de un solitario) AGRADECIMIENTOS No puedo dejar de testimoniar aqu el reconocimiento a mis amigos y, a la vez, compaeros del rea de Historia moderna de la Universidad de Ali cante, y, por extensin, al resto de los miembros del Departamento de Histo ria medieval y moderna. A los primeros, Enrique Gimnez, Mario Martnez, IVP Jos Bono, Armando Alberola, David Bernab, Primitivo Pla, Jess Pra dells (el orden no altera la estima) debo, con toda seguridad, lo que soy como investigador y como universitario, y no slo en el terreno intelectual -que es mucho-, sino, particularmente en el humano, en esa vibracin sutil y coti diana que llamamos afecto y respeto. Hablo, en fin, del caldo de la amistad, compatible con la crtica cientfica e imprescindible para los trabajos y los das. Del mismo modo, debo dejar constancia de que este libro que primero fue tesis doctoral no hubiera sido posible sin el magisterio de Jos Antonio Maravall (q. e. p. d.) y de Antonio Mestre Sanchs. NDICE INTRODUCCIN 13 I. LAS RACES (1754-1765) Una familia hidalga 21 El entorno material 23 II. AOS DE FORMACION (1765-1780) Primeras letras 31 Orihuela. El seminario 32 Becado en Murcia 42 Orihuela de nuevo: la docencia y los estudios de Leyes 44 Valencia: abogado en prcticas 47 III. UN PRETENDIENTE EN LA CORTE (1781-1789) El primer destino: secretario de la Casa y estados del Marqus de Villena 51 El compromiso ilustrado 59 Los medios de la Ilustracin: tertulias, libros y prensa peridica 61 La Academia de Derecho Pblico de Santa Brbara: derecho patrio versus jurisprudencia ultramontana 70 Ilustracin y Despotismo: la Sociedad Econmica Matritense de Amigos del Pas 80 De la beneficencia cristiana a la poltica social 87 La esttica del buen gusto en la moral ilustrada 104 Apologas y nacionalismo cultural crtico 124 La economa como motor principal de progreso humano. La polmica sobre el lujo 140 12 Juan Rico Gimnez IV. FISCAL DEL REY EN GRANADA (1790-1812) El burcrata como nexo entre la Ilustracin y el despotismo. El regalismo militante 163 La historia jurdica, la educacin, la reforma fiscal, la desamortizacin y la economa poltica 179 La reforma agraria e institucional 203 V. LA INVASIN NAPOLENICA Y SUS CONSECUENCIAS(1808-1830) La Junta de Defensa granadina 211 El colaboracionismo condicionado 216 El ostracismo, las ltimas esperanzas y el fin 221 CONCLUSIONES 245 FUENTES Y BIBLIOGRAFA 253 INTRODUCCIN La biografa histrica, como la historia local, representa un aspecto sus tancial de la historia general de un pas y de una poca. Porque una poca, cualquier poca histrica, al poner en escena el movimiento de la vida social, se halla marcada por algunas concepciones del mundo predominantes frente a otras que se les oponen con voluntad de cambio. Una poca caracterizada por el cambio y, sobre todo, por la voluntad de cambio, es el siglo XVIII europeo y americano. Durante la centuria del Se tecientos la Ilustracin representa la voluntad de cambio, mientras que el Despotismo ilustrado representa su limitacin y tambin sus posibilidades. Al mismo tiempo, las fuerzas que resisten al cambio siguen siendo poderossi mas y son las que representan sustantivamente al Antiguo Rgimen. All donde las limitaciones y resistencias supusieron una barrera a la voluntad de cambio, como en los Estados Unidos y en Francia, sobrevino la Revolucin; en otros espacios geopolticos, como Espaa, las fuerzas reaccionarias y las limitaciones del despotismo condicionaron la voluntad y el pensamiento ilus trados en un sentido reformista y conservador, que no perdi, sin embargo, la querencia por la reforma de la sociedad estamental. Despus de todo, el siglo XVIII no fue en su conjunto ilustrado. Antes bien, el ideario ilustrado -que no fue homogneamente compacto al modo de una escuela de pensamiento o una ideologa-, slo fue albergado y ejercido por una minora de hombres y mujeres cultos que no pretendan, por otra parte, socavar de raz los cimientos del Antiguo Rgimen, sino que, en su miopa poltica, soaban con racionalizar, modernizar y desarrollar la estruc tura arcaica y tardofeudal de este sistema, precisamente caracterizada por la resistencia al cambio. Un empeo quimrico ante un problema que slo tena dos soluciones, segn demostr la historia: el estancamiento o la transforma cin revolucionaria. 14 Juan Rico Ginualez Comprender esta contradiccin sustantiva es crucial para captar el pen samiento y la prctica ilustrados. De hecho, los avances en la comprensin histrica del fenmeno ilustrado en el contexto del siglo XVIII y el primer tercio del XIX, han estado condicionados por la produccin historiogrfica de carcter local y biogrfico. Sin embargo, en este ltimo campo especializado existe ya un notable acervo de monografas sobre los personajes de la Ilus tracin, aunque adolezcan de una, quiz, excesiva repeticin en torno a algu nos de stos. Feijoo, Mayns, Jovellanos o Campomanes, por ejemplo, han requerido -y siguen hacindolo- la atencin de muchos estudiosos. Lo cual, dicho sea de paso, ha sido muy positivo para la comprensin general de nues tra Ilustracin, dada la riqueza de pensamiento e inquietudes de tales autores, considerados con razn los grandes representantes de este ideario. Segura mente han sido los trabajos sobre ellos los que nos han animado a otros mu chos investigadores del Setecientos a estudiar y hacer pblicas las figuras de otros miembros de esta elite reformista. Nosotros, bajo la influencia inicial de Jos Antonio Maravall y la muy di recta de Antonio Mestre -que ha dirigido este trabajo como tesis doctoral- he mos estudiado la obra y la vida de un miembro destacado del equipo goli lla del despotismo ilustrado de Carlos III y Carlos IV. Hablamos de Juan Sempere y Guarinos, de quien hemos analizado la notable produccin inte lectual que dedic a los variados temas de la Ilustracin (historia, economa, derecho, esttica, etc.), as como su labor poltica como fiscal de la Chanci llera de Granada. Todo ello desde el marco metodolgico de la biografa his trica, debido a la coherencia que ella proporciona en la descripcin general de la relacin dialctica hombre -medio -hombre. Nos apoyamos en el sentido que Dilthey di al problema, segn el cual, el curso de la vida de una per sonalidad histrica es un nexo efectivo en el cual el individuo recibe las ac ciones del mundo histrico, se va constituyendo bajo ellas y, a su vez, reac ciona sobre este mundo histrico. Es la misma esfera de la conexin csmica de donde surgen las acciones y la que recibe, a su vez, las acciones del indi viduo que la sigue plasmando. En esto reside, precisamente, la posibilidad de la biografa como una aportacin cientfica, a saber, que el individuo no se enfrenta en el mundo histrico a un juego ilimitado de fuerzas: la esfera en que vive es Estado, religin, ciencia, en una palabra, un sistema particular de la vida o una conexin de los mismos. La estructura interna de esta conexin es la que atrae al individuo hacia s. lo forma y determina la direccin de su accin: de las posibilidades contenidas en la estructura interna de un hombre histrico parten las aportaciones histricas. I DILTHEY, W.: El mundo histrico. Mxico, 1978, p.273. Introduccin 15 Lo que nos importa, pues, es el fundamento histrico de nuestro trabajo so bre Sempere, esto es, conseguir delinear un retrato cabal de quin fue y por qu fue as el personaje en el contexto de sus vnculos familiares, geopolti cos, educacionales, amistosos, profesionales, creenciales, ideolgicos y mentales; cules fueron, en los perodos decisivos de su experiencia vital las influencias que recibi y cmo se plasmaron stas en sus ideas, sus sueos y sus obras. Sealando, al mismo tiempo, la posible influencia de su pensa miento y su accin en el entorno en el que stos tuvieron peso. Pero siendo conscientes, desde luego, de los insalvables escollos que existen entre la his toria vivida por Sempere en su propia circunstancia y nuestro esfuerzo por describirla y explicarla desde el escenario, necesariamente diverso, de casi dos siglos despus. Sin contar, desde luego, con las limitaciones propias, sub jetivas y documentales, del investigador. Finalmente, todos estos propsitos se reducen al retrato de un hombre es pecfico sobre el fondo de un paisaje dado, no cualquier paisaje sino el suyo propio. El paisaje es el del siglo XVIII, espaol y europeo, como si de dos di mensiones de un mismo espectro se tratara. Porque el fondo del siglo XVIII es Europa, mientras que en su superficie se van afirmando las diversidades nacionales con sus perfiles propios. Dentro del siglo XVIII, afinamos un poco ms los rasgos del retrato y ha llamos que la paleta de colores y la esttica que predominan -no, desde luego, en todo el espacio del Setecientos, sino en la dimensin vocacional de Sem pere- son las de la Ilustracin. Ilustracin en el sentido general de luz ra zonante, iluminadora y reformadora con que la entenda aquella minora de hombres y mujeres. Cuando el siglo XVIII quiere designar esta fuerza, cuando pretende condensar su esencia en una palabra, apela al sustantivo ra zn. La razn se convierte en punto unitario y central, en expresin de todo lo que anhela y por lo que se empea, de todo lo que quiere y produce... El siglo XVIII est saturado de la creencia en la unidad e invariablidad de la ra zn. Es la misma para todos los sujetos pensantes, para todas las naciones, para todas las pocas, para todas las culturas. 2 Si algo tiene este siglo ilustrado de peculiar es, precisamente, su europe smo, la universalidad de unas determinadas creencias, de unas prcticas y hasta de una esttica. Ms europeas que estrictamente nacionales son las ideas econmicas, filosficas y pedaggicas que informan el estilo de re forma (otra cosa es la prctica) y los modos sociales de las minoras cultas de los diversos pases integrantes del mundo occidental del Setecientos. Sin que ello minimice o anule las efectivas peculiaridades nacionales, que represen 2 CASSIRER, E.:La fi losofa de la Ilustracin. Mxico, 1984, p. 20. 16 Juan Rico Gimnez tan y explicitan las maneras diversas con que se afronta ese cosmopolitismo cultural. Represe, por ejemplo, en la enorme difusin general de escritos ilustrados sobre los caracteres colectivos y diferenciados de los pueblos, que manifiestan tanto el deseo de comprender racionalmente las peculiaridades nacionales como la necesidad de su afirmacin, con la nica limitacin que la cultura europea o, mejor dicho, occidental (los Estados Unidos ya conta ban y mucho) impone. Acaso no puede entenderse el nacionalismo como un juego ordenado entre lo diferencial y lo comn De cualquier forma, un rasgo caracterstico y reivindicado de la Ilustra cin es el cosmopolitismo, que los ilustrados concilian sin ningn problema con su propia cultura nacional. No se olvide que el nacionalismo no se con vertir en un mito propio del mundo occidental hasta bien entrado el siglo XIX. Espaa, que desde el siglo XV elige su decidida vocacin europea, ya nunca va a dejar de afirmarla, por ms que la llegada de la dinasta borb nica desencadenara el mito (apoyado por el discurso de la decadencia -pro greso de los ilustrados) de que nicamente con ella se dispona de la gran oportunidad para engancharse en el movimiento general europeo de la mo dernidad. Pues si el pensamiento ilustrado espaol aceptaba tambin -y ese es un importante rasgo definitorio- el legado de la tradicin humanista y barroca hispanas (no debe olvidarse, sin embargo, el carcter eminentemente europeo del humanismo, slo parcialmente roto por la Reforma y la cultura barroca), no por ello dejaba de tomar partido entusiasta por los modelos contempor neos de sociedad que consideraba ejemplares, encabezados por Inglaterra y Francia. Dicho de otra manera, no hay escritor con mentalidad y propsito ilus trados, de cualquier zona del mundo occidental europeo, que no exprese pa recida (y entusiasta) influencia de Locke, Newton, Gassendi, Descartes, Gro cio y del resto de pensadores y cientficos que imponen su autoridad universal desde el siglo XVII. Influencia, que no mimesis, pues el pensamiento ilus trado es bsicamente utilitario, de ah que, en definitiva, se decante ms ha cia la asimilacin y traduccin, para cada caso particular, del pensamiento de los autores considerados significativos. De forma idntica a como enjuicia y asimila el legado del Humanismo renacentista. Y ello lo mismo en el terreno de la poltica, la economa, la edu cacin, la beneficencia o la esttica. Se trata, como aconteciera durante el pa radigmtico Renacimiento, de una nueva y diferente entronizacin de la Re pblica de las Letras, gracias al triunfo de las ideas elaboradas y difundidas por los philosophes y los enciclopedistas sobre las conciencias de las mino Introduccin 17 ras cultas y progresistas de cualquier rincn del Occidente cristiano. Si du rante el Renacimiento el vehculo de tal Repblica cultural fueron el latn y la imprenta, durante el Siglo de las Luces los instrumentos que avecinan los espritus son, adems de los libros, en francs y en los dems idiomas vern culos, la prensa peridica, las sociedades econmicas, las academias especia lizadas y los salones. Pero la aportacin peculiar de la Ilustracin consisti en insertar en esa tradicin cultural, desde el definitivo relanzamiento de la idea -creencia del Progreso, la fe inquebrantable en los nuevos valores sociales del trabajo pro ductivo y de la tcnica en claves burguesas. De esta manera, si partimos de la premisa de que Juan Sempere y Guari nos fue un convencido ilustrado espaol, esto es, un hombre querenciado ha cia la tradicin del humanismo y el arbitrismo de impronta hispana no menos que hacia los planteamientos reformistas provinentes de Francia, de Italia, de los Pases Bajos y de Inglaterra, hemos de convenir que elaborar su biografa slo puede consistir en reconstruir el personaje en su propia poca, en defi nitiva, delimitar su dimensin social en el ambivalente escenario represen tado por Espaa y Europa durante la segunda mitad del siglo XVIII y el pri mer tercio del siguiente. En este marco se mueve este hombre que crea de buena fe en la armo na posible entre el servicio pblico (como funcionario y como escritor), ins tigado por el celo reformista, y la propia promocin personal. Lo primero en traba en las coordenadas de la reforma de la sociedad, principiando por la educacin -era el prerrequisito- de la mentalidad colectiva, y lo segundo no significaba ms que el premio legtimo a esa labor regeneracionista. Esta con cepcin, creemos que ya plenamente burguesa, basada en el equilibrio entre el hacer para la nacin y el hacer para uno mismo, delinea el verdadero espritu ilustrado. Que es, desde luego, el de Sempere. Para quien los instrumentos necesarios son de ndole doble: unos inte lectuales, en donde predominan la labor historiogrfica y la econmica, y otros profesionales, expresados a travs de la accin propia de un magistrado pblico. La labor historiogrfica viene a ser, ms bien, el prisma -esto es, el mtodo- desde el que Sempere analiza y enjuicia los ms diversos aspectos de la cultura hispana, sea la literatura, la beneficencia, el derecho o la econo ma. Siempre desde una perspectiva crtica y comparativa, al servicio de la necesaria reforma de la sociedad espaola. Todas sus obras, sea cual fuere el tema abordado, tienen la misma columna vertebradora: la argumentacin his trica como mtodo para convencer -y justificar- la bondad de un presente, encarnado por el despotismo ilustrado borbnico, que es considerado, a un tiempo, prescriptivo e innovador. I Las races (1754-1765) UNA FAMILIA HIDALGA El 8 de abril de 1754, entre las once y las doce de la noche, naca en Elda Juan Toms Joaqun Diego Sempere y Guarinos, hijo de Juan Toms Sempere y de Josefa Guarinos. Fue bautizado al da siguiente en la iglesia parroquial de Santa Ana, sin demora, cual era ancestral costumbre de adelantarse a la Parca, no fuera que sta arrebatara al nio de los bienes del cielo. Cinco aos antes haba nacido el primognito, Manuel, y algunos ms tarde vendra al mundo la menor y nica hembra, Isabel. Con ambos mantuvo Juan -el que hizo ca rrera y estuvo casi siempre ausente del mbito familiar- una entraable y re cproca relacin fraternal. Ellos cuidaron de sus bienes, lloraron su exilio y, fi nalmente, pues que Juan no tuvo hijos, se convirtieron en sus herederos. En 1795, siendo Juan fiscal de lo civil en la Real Chancillera de Gra nada, aprovech Manuel la circunstancia para reivindicar el ttulo de hidal gua al que tena derecho el apellido Sempere. As sabemos que los de Elda provenan de unos Sampere (con a) de Villena, cristianos viejos de moderada alcurnia. La rama eldense, probablemente establecida a principios del siglo XVII tras la expulsin de los ltimos moriscos, sustituy la a por la g, iden tificndose desde entonces como Sempere. Pero leamos esa parte del expe diente, confirmado por el procurador de Villena Martn Chap Vera y as co noceremos la genealoga paterna: Que mi principal (Manuel) es hijo legtimo y de legtimo matrimonio de don Juan Toms Sempere y doa Jo sefa Guarinos; nieto con igual legitimidad de don Andrs Sempere y Amat y doa Isabel Juan; segundo nieto, con la propia calidad, de don Toms Sem pere y Amat y doa Magdalena Amat; y tercer nieto de don Nicols Sempere y doa Mariana Amat; cuarto nieto de otro don Nicols Sampere y doa Qui ten ia Corv; y quinto nieto de don Andrs Sampere y doa Isabel Ruiz, natu rales y vecinos que fueron de esta ciudad (Villena), y todos hijos-dalgo noto rios de sangre y como tales han estado en posessin de tiempo inmemorial, logrando y disfrutando cuantas honras, prerrogativas y distinciones corres ponden a los nobles de estos reinos, siendo libres y exentos de los gravme nes y contribuciones de pecheros, as en esta ciudad como en la dicha villa de Elda, sin que jams se les haya hecho la menor oposicin en estado tan dis tinguido. 3 3 Archivo de la Real Chancillera de Granada, sala 304, legajo 525, pieza 4. 22 Juan Rico Gimnez Con la experiencia nefasta de las persecuciones contra los judos desde la Edad Media, continuadas despus contra los moros, las cautelas de los re sidentes en la Pennsula sobre su pureza de sangre y de fe vironse aumenta das tras la expulsin de los moriscos. De ah que en el expediente de hidal gua que nos ocupa se aporte tambin una Informacin de limpieza de sangre y antigedad y distincin que present ante las autoridades el bisa buelo Toms Sempere el 14 de agosto de 1682. Del mismo modo, se corro bora la naturaleza y vecindad en Elda de todos los antepasados como cris tianos viejos, limpios de toda mala raza y gente principal y noble. En pueblos, como es el caso de Elda, donde la conquista cristiana es temprana -mediados del siglo XIII-, mas donde los musulmanes continuaron ejerciendo un peso demogrfico y socio -econmico fuerte hasta su definitiva expulsin en 1609, 4 resultaba lgico que unos y otros, cristianos y moros, guardaran como oro en pao sus seas de identidad y se preocuparan de sancionarlas le gal y polticamente, a sabiendas del importante papel de salvoconducto social que ello significaba en caso de preponderancia poltica. Y aunque esta le toc en suerte a los cristianos, los de Elda permanecieron en minora demogrfica y social hasta la expulsin de los mahometanos. Segn refiere un cronista el dense, muchos aos despus de la reconquista, todava los rejidores de la III lama eran todos musulmanes. 5 Una situacin de equilibrio racial, religioso y social muy comn, por otra parte, en la Pennsula hasta bien entrado el siglo XVI, pese a nuestra mani quea pedagoga de la Reconquista. Situacin en la que moros y cristianos competan, dentro de sus asentamientos, en linaje, patrimonio y peso polftico, cuando no en actividades econmicas y culturales, en tanto que sus respecti vos reyes y jefes urdan alianzas y guerras movidos, no tanto por los prejui cios raciales o religiosos, cuanto por la universal y permanente maquinaria del inters y la competencia. El caso es que, una vez expulsados los ltimos moros -embarcados en el puerto de Alicante el 4 de octubre de 1609-, el se or de Elda, conde Antonio Coloma, fue repartiendo los bienes confiscados mediante el sistema de arrendamiento enfitutico entre los moradores cris tianos que haba en esta poblacin y otros que vinieron de Villena, Onil y Biar. 6 En este contexto de repobladores nuevos con la caracterstica situa 4 NAVARRO, Alberto: Historia de Elda, 3 vols. Alicante, 1981. vol.!, pp. 87-102; SAN CHEZ RECIO, Glicerio: Carta de Poblacin del seoro de Elda, 1611-1612. Elda, 1974, In troduccin. 5 NAVARRO, A., op. cit.,!, p. 99. 6 AMAT SEMPERE, Lamberto: Elda. Edicin facsmil del manuscrito de 1875, realizada por el Ayuntamiento de Elda y la Universidad de Alicante. 2 vols. Valencia, 1983. vol. II, p. 5. La enfiteusis era un arrendamiento de muy larga duracin, en muchos casos perpetuo, por el que, a cambio de una renta fi ja o canon en dinero o especie y otras contraprestaciones menores, un Las races (1754-1765) 23 cin de propietarios de hecho, pero no de derecho, propia del rgimen enfi tutico, 7 hemos de situar a la familia Sempere, recin venida de Villena. De todas formas, los primeros Sempere de Elda entran enseguida a en grosar el status distinguido de la poblacin. Dadas las circunstancias de la re poblacin, la escasez demogrfica cristiana, los recelos raciales apuntados y las especiales coordenadas histricas del siglo XVII, todo haba de dirigirse en estos pueblos a conformar un sistema de parentesco cerrado, fruto de los matrimonios entre parientes y expresado en la repeticin de unos pocos ape llidos. As ser en Elda hasta bien entrado el siglo XIX, en el que el asenta miento del sistema capitalista marca otra movilidad social y otra historia. El propio Juan Sempere y Guarinos reproducir este esquema endog mico cuando, a pesar de su erradicacin espacio -familiar y su talante ilus trado cosmopolita, regrese desde Madrid, en 1787, -donde ya habitaba ms de seis arios- para contraer matrimonio con Teresa Bernab Guarinos, miem bro de otra de las familias acomodadas eldenses. EL ENTORNO MATERIAL Detengmonos un poco ms en otros aspectos que nos interesan del marco local que vi nacer y crecer a Sempere. Elda deba sus recursos al frtil valle sobre el que se asentaba la pobla cin, regado por las aguas del Vinalop. Este magro cauce fl uvial recoga otras aguas emanadas por la Fuente del Chopo, en jurisdiccin municipal de Villena (perteneciente entonces al reino de Murcia). Luego atravesaba el tr mino de Sax (asimismo, unido a Murcia) y an continuaba, tras cumplir su cometido fertilizador en tierras eldenses, hasta el campo de Elche, despus de recorrer tambin los actuales trminos de Novelda, Monforte y Aspe. Como era de esperar, la relativa escasez de agua y la competencia por su uso fueron causa casi constante de pleitos y discordias entre los pueblos mencionados. Sobre la cantada fertilidad del valle de Elda en la poca moderna nos ofrecen testimonios no slo los propios, sino tambin los extraos que por all pasaban. As, el viajero ingls Joseph Townsend, que visit nuestro pas en individuo y sus descendientes explotaban la tierra de un propietario de derecho (un seor, una orden religiosa, un cabildo...). Se emple como instrumento eficaz para rehabilitar las tierras abandonadas por los moros y las baldas. La peculiaridad y la duracin del contrato convirti virtualmente al enfiteuta en propietario de hecho. Para el pas valenciano, vid., entre otros, GIL OLCINA, Antonio: La propiedad seorial en tierras valencianas, Valencia, 1979. 7 Vid. BELANDO, Remedios: Realengo y seoro en el Alto y Medio Vinalop6, Alicante, 1990. 24 Juan Rico Gimnez tre 1786 y 1787, pudo admirar la feracidad del valle eldense, donde la via, los almendros, los higos, las aceitunas, el trigo candeal, el maz, la cebada y la lucerna [alfalfa] cubren la vasta extensin que a lo lejos se presenta. La bran esas vias con dos mulas, pero en los campos no se sirven ms que de un solo burro. 8 La imagen del viajero corresponde a la sorpresa recibida por un habitante de hmedas campias ante la visin repentina de un oasis mediterrneo sur gido enmedio de una tierra polvorienta y balda. Pero si esta es la relacin apresurada de un turista, ms pausada y objetiva es la de un estudioso de las cosas de su patria cual fue Antonio Jos Cavanilles. Para este otro valenciano ilustrado, concienzudo notario de la riqueza regional, la referida al valle de Elda se compona de 20.000 tahllas de riego, ricas generalmente por su va lor intrnseco y mucho ms por el esmero en que se cultivan. Hace muy vis toso aquel recinto el contraste de los cerros ridos de la comarca con la mul titud y variedad de rboles, sembrados y hortalizas. Las aguas son tan abundantes que algunos, logrndolas de sobra an en el esto, suelen vender las suficientes para regar un jornal de tierra por diez o doce reales, precio vil respecto del que tienen en la huerta de Alicante... Vnse all hermosas vias y algarrobos cultivados con inteligencia..; las moreras, frutales y hortalizas vegetan con lozana... 9 Mas, cmo se repartan esos recursos El propio Cavanilles atestigua la escasez de tierras en relacin al nmero de vecinos, unos mil (en torno a 1790), que, computados como cabezas de familia, daran un total aproximado de cuatro mil habitantes, cifra coincidente con la estimada para 1784 por Ra mos Vida1, 10 exactamente 4.040, aumentada a cuatro mil quinientos en 1794, que supona un crecimiento del 164,7 % entre 1716 y fi nales del siglo. Los datos son fiables con un pequeo margen de error, e indican una coyuntura demogrfica aplicable a toda la cuenca del Vinalop, con una recuperacin lenta durante todo el siglo XVII y un crecimiento espectacular a lo largo del XVIII, que hara cada vez ms precario el equilibrio entre poblacin y recur sos, hasta justificar el testimonio de Cavanilles. 8 Viaje de Espaa, 1786-1787, editado por GARCIA MERCADAL, Jos: Viajes de ex tranjeros por Espaa y Portugal, vol. III, Madrid, 1962, p. 1628. 9 CAVANILLES, A. J.: Observaciones sobre la historia natural, geografa, agricultura, poblacin y frutos del Reyno de Valencia. Madrid, 1797, vol. II, p. 258. Las 20.000 tahllas co rresponden a unas 2.300 hectreas, un nmero muy superior a las escasas mil que sugiere Lam berto Amat casi un siglo ms tarde. lo RAMOS VIDAL, Juan A.: Bandolerismo en la comarca del Vinalop. Alicante, 1980, p. 13; vid. tambin CASTELLO TRAVER, E.: El Pas Valenciano en el censo de Floridahlanca. Valencia, 1978, p. 455. Las races (/754-1765) 25 Es preciso tener en cuenta, por otro lado . , las vinculaciones de los elden ses con los recursos econmicos para entender la estructura socio -econmica de la poblacin en la poca que estudiamos. Si los labradores representaban el 23,37 % de la poblacin, los jornaleros sumaban el 58,75 %, lo que mani fiesta un reparto de la tierra que permita a un tercio de la poblacin un rela tivo desahogo econmico -a salvo las prestaciones propias de la enfiteusis-, obligando al resto a procurarse otros recursos con que cubrir las necesidades. Ya que, an teniendo en cuenta que los pobladores de Elda compatibilizaron durante mucho tiempo la agricultura con la industria -siete fbricas de aguar diente, una de jabn, varios telares de lienzo, un molino de papel, fbricas de teja, molinos harineros y manufacturas de lino, camo, esparto, junco, su ministrados desde la Vega Baja del Segura-, por ms que fuera una industria de tamao muy reducido, tambin es verdad que factores como el anotado au mento demogrfico a lo largo del siglo, la crisis de la industria del esparto, por la que recibi Elda un terrible golpe, segn el mismo Cavanilles, con tribuyeron a la crisis y regresin econmica del pueblo. Situacin agravada con la entrada en el siglo XIX, en que, a las causas apuntadas, se aadi la desecacin de la laguna de Villena en 1804 y 1824, con el consiguiente descalabro para el regado del valle eldense. La prueba est en el descenso sensible de la poblacin hasta tres mil ochocientos habi tantes, anotados por Madoz para 1835-40, aproximadamente. No hay que desdear, en este cmulo de causas regresivas, las consecuencias econmicas derivadas de la condicin de enfiteutas de los labradores de Elda, situacin precaria econmica y socialmente desde finales del siglo XVIII y, ms an, desde las Cortes de Cdiz, en que se plantea por primera vez polticamente la abolicin de los seoros, por ms que no sera resuelta hasta despus de 1835, con la poltica desamortizadora. De todos modos, el caso eldense no es excesivamente singular, sino parte de un fenmeno que afect casi por igual al conjunto de la cuenca del Vina lop, segn demuestran los estudios recientes. No obstante los datos apuntados, parece que en Elda funciona desde an tiguo -al menos desde el siglo XVI- un regular equilibrio entre las ocupacio nes agrcolas y las industriales, fomentando formas tpicas de produccin pre capitalista que, seguramente, tienen mucho que ver con el vertiginoso desarrollo industrial del pueblo durante el siglo XX. Sin embargo, en ese proceso de supervivencia y cambio a travs del in cremento de las actividades industriales sobre las agrarias, apenas aparecen como protagonistas los apellidos de los antiguos eldenses de alcurnia, los la bradores e hidalgos. Salvo excepciones, naturalmente. Desde luego, no hay ningn Sempere. Ciertamente, no es un fenmeno atpico, pues el proceso 26 Juan Rico Gimnez que da origen al capitalismo en cuanto a sus agentes, est suficientemente descrito desde Marx hasta el ltimo historiador de la economa, coincidiendo todos en que no son precisamente los antiguos poseedores de tierras quienes inician el modo capitalista, sino los miembros de la masa liberada de los mo dos feudal y gremial, cuyos nicos bienes son la necesidad, su fuerza de tra bajo y el espritu de empresa. Individuos, en fin, que ni siquiera ofrecan re levancia social a los ojos de Lamberto Amat hacia 1870, cuando se afanaba en hallar soluciones a la crisis econmica de su querido pueblo, mientras aquellos preparaban -quiz sin darse cuenta tampoco-, con sus incipientes y minsculas industrias zapateras, la revolucin econmica de la ciudad. Pero debemos regresar a los Sempere de la segunda mitad del XVIII. La posicin de la familia debi ser desahogada, en un nivel medio -alto dentro del conjunto del pueblo, incluso comparada con la situacin general de la clase media rural espaola de la poca. El hecho de que fueran arrendatarios enfiteutas y no propietarios de derecho, adems de responder a una situacin generalizada en la regin tras la expulsin de los moriscos, no implicaba ne cesariamente debilidad econmica ni tampoco desdoro social. Al contrario, muchos de estos enfiteutas disfrutaban de un poder adquisitivo mayor que el de otros pequeos propietarios privados de otras regiones menos frtiles, a lo que hay que aadir la estabilidad de esta peculiar relacin contractual, en mu chos casos resuelta favorablemente con las medidas desamortizadoras, al per der el seoro su base jurisdiccional y permitir a un considerable nmero de enfiteutas convertirse en propietarios de derecho. En Elda comenz este proceso de transformacin de la propiedad en 1820, culminando en 1841, en que por sentencia del Tribunal Supremo el seoro eldense revirti a la Co rona. En cualquier caso, la familia de los Sempere haba sabido o tenido la oportunidad de arrendar tierras suficientes para justificar su desahogada po sicin entre los labradores acomodados eldenses. Parece, incluso que estu vieron exentos de ciertos tributos al seor jurisdiccional, el conde de Elda. Juan Sempere, an no siendo el primognito, tuvo acceso a una buena por cin de tierras, cuyo volumen increment al casarse con Teresa Bemab. Antes de entrar en el perodo formativo de Juan Sempere conviene re cordar un hecho que pudo ser, de manera indirecta, influyente en la actitud poltica del futuro fiscal ilustrado. Nos referimos a las secuelas de la guerra de Sucesin (1700-1715), mantenida entre el primer Borbn, Felipe V y los 11 Vid. GIL OLCINA, A.: La propiedad seorial..., cit., especialmente los caps. V y VIII; NAVARRO, Alberto, op. cit., I, p. 296; RUIZ TORRES, Pedro: Seores y propietarios. Cambio social en el sur del Pas Valenciano: 1650-1850, Valencia, 1981; GRAULLERA,V.: Historia del Derecho foral valenciano, Valencia, 1994, pp. 93-104. Las races (1754-1765) 27 partidarios del pretendiente, archiduque Carlos de Austria. Sabido es que la dicha guerra tuvo cruentos caracteres de contienda civil, ms acusados en los territorios de la corona de Aragn, Catalua y Valencia que en otras regio nes. 12 Los enfrentamientos civiles son an ms trgicos cuando ocurren en poblaciones pequeas, donde alcanzan lamentos fratricidas y heridas de larga curacin. Viene esto a cuento porque fue la de Sempere una de las pocas fa milias que se decant hacia la causa austraca en Elda, donde la mayor parte del pueblo se mantuvo fiel al nuevo rey Borbn. Fue, adems, el abuelo To ms Sempere Amat quien arrastr tras de s a todos los vecinos de la calle donde habitaba. Lamberto Amat describe el fenmeno como una anomala en la general afiliacin pro -borbnica: Una tradicional excepcin cuenta que todos los habitantes de la calle de la Tripa eran adictos al Archiduque Carlos de Austria, que tambin pretenda la corona; se explica dicha excepcin, por que mi sexto abuelo materno, Toms Sempere y Amat, hombre de bastante posicin, que viva en la referida calle, haba abrazado la causa del ltimo y sus convecinos le siguieron; por lo que aqul, vencida su bandera, emigr a Roma... 13 Suponemos que medio siglo despus de la contienda los enconos veci nales se hubieran aquietado. En cualquier caso es posible que alguna noticia familiar de la contienda pudo llegar a influir en el nimo de Juan Sempere y Guarinos, quien fue siempre un encendido defensor del centralismo unifica dor representado por la dinasta borbnica y, por contra, enemigo hobbesiano de toda diferenciacin regionalista. 12 PREZ APARICIO, Carmen: Del allament maulet al trionf botifler. Valencia, 1981; PRADELLS NADAL, Jess: La guerra de Sucesin y los decretos de Nueva Planta, en His toria del pas Valencia. Barcelona, 1989, vol. IV. 13 AMAT SEMPERE, op.cit., II, p.356. Acerca del austracismo residual en la regin va lenciana vid. GIMNEZ LPEZ, Enrique:El peligro austracista en tierras valencianas tras la guerra de Sucesin, en Anales Valentinos, ng 26 (1987), pp. 315-329. II Aos de formacin (1765-1780) PRIMERAS LETRAS Nada sabemos de los estudios primarios que realizara el nio Sempere, aunque es de suponer que los recibiera en su pueblo natal. Si, como era el caso, se trataba de un nio aplicado y despierto, sus padres hubieron de ocu parse de que aprendiera tambin, adems de las nociones elementales, los ru dimentos de lo que en la poca se llamaba Latinidad y Humanidades, pro bablemente de la mano de un eclesistico. En todo caso, Sempere no nos otorga en su esculida autobiografa 14 la gracia de un simple recuerdo a esa fase de su vida. Tan pobres debieron ser, en la Espaa de los pueblos del siglo XVIII, los elementos y las oportunida des de cultivo pedaggico, que ni siquiera merecen ser recordados por aque llos pocos que lograron acceder al reducido olimpo de los ilustrados. Cuando alguno los recuerda es para aplicar a aquella etapa el desdn y el resenti miento. Y es que la enseanza en Espaa, hasta la llegada de los Borbones y, singularmente, hasta el gobierno de Carlos III -medidas de corto alcance, por lo dems-, continuaba sumida en el atraso y la mojigatera barrocas, infrava lorada por una sociedad que no necesitaba de la instruccin para reproducirse a s misma a travs de la tradicin oral y los discursos catlicos. En el caso de Juan Sempere, su edad escolar coincidira con las primeras medidas reformadoras en un sentido ms moderno y progresista, las de Car los III. Se inician en 1763 y se completan con la Real Cdula de 12 de julio de 1781, que establece la enseanza obligatoria por primera vez en Espaa. Del mismo modo, como veremos enseguida, acceder Sempere a los aires re novadores introducidos por los obispos en los seminarios, en ocasiones ade lantndose a las reformas civiles. De modo que, si nos imaginamos la lgica histrica de lo cotidiano, po demos rememorar la sana y legtima preocupacin de los progenitores de Sempere en proporcionarle los medios que pudieran encauzarle hacia un fu turo de mayor bienestar y categora social que el reservado por una sencilla y reproductora vida aldeana. Quiz no pasara de sacerdote o cannigo, lo cual no estaba mal. O quiz llegara a encumbrarse en la abogaca o en la burocra cia, y eso estaba mucho mejor. Sobre todo, haba que pensar en una educa Noticias Literarias de Sempere. Madrid, 1821. Se trata, mas bien, de unas notas curri culares (68 pginas en octavo) escritas apresuradamente, con el fin de congraciarse con el go bierno constitucional del Trienio Liberal, tras su regreso del exilio. 32 Juan Rico Gimne: cin buena y, al mismo tiempo, barata, pues las arcas familiares no soporta ran dispendios excesivos... Pero lo que, con toda seguridad, no imaginaron aquellos generosos padres fue que su hijo llegara tan lejos en la profesin y en el reconocimiento pblico. ORIHUELA. EL SEMINARIO (1767-1774) Finalmente, la eleccin se decant por el centro que ofreca las condi ciones ms favorables, al menos econmicas y de comunicacin: el semina rio diocesano de Orihuela. All funcionaba, adems, una universidad me nor, regentada por la orden de Predicadores (dominicos), uno de los grupos de mayor peso socio -econmico en la sociedad oriolana y su entorno en la poca moderna. 5 Al parecer, la eleccin de Orihuela como centro educativo, as eclesis tico como seglar, era una prctica habitual entre las familias de tipo medio de la amplia zona que luego abarcaron las provincias de Alicante. Murcia y la Mancha del sur. En ello tuvo que ver la influencia moral y social de la di cesis episcopal oriolana, de amplia demarcacin territorial, no siempre coin cidente con la administrativa, as como la situacin espacial, pues junto a la vecina Murcia (se separan unos 30 kilmetros), Orihuela era una de las dos ciudades, en el arco que va desde Granada a Toledo y Valencia, que poda ofertar servicios docentes de carcter universitario. Era, pues, un centro con ventajas comparativas para la familia Sempere. Es probable que en la deci sin paterna influyera algn pariente, como Diego Guarinos, doctor en Teo loga, que era profesor del seminario oriolano, y quien pidi en 1767 una beca de familiar para su sobrino Juan Sempere y Guarinos, que ha tres aos que es colegial porcionista. 1 6 15 Sobre la condicin de propietarios de los dominicos y como institucin influyente en Orihuela y su rea, vid. BERNAB. David: Tierra y sociedad en el Bajo Segura. Alicante, 1982: la relacin de los dominicos con la universidad y la cultura oriolanas ha sido estudiada por MARTNEZ GOMIS, Mario: La Universidad de Orihuela. 1610-1807. Alicante, 1987: con ca rcter ms general. vid. VILAR. Juan Bta.: Orihuela, una ciudad valendana en la Espaa mo derna. Murcia, 1981. s El porcionista era un tipo especial de interno, el alumno que, adems de pagarse los gas tos, no necesariamente pretenda consagrarse como clrigo, sino aprovechar, en principio, las opor tunidades pedaggicas del seminario, mejores que las de la precaria escuela pblica. Precisamente. no todos los seminarios admitan a los porcionistas, por temor a la relajacin de las costumbres de los colegiales con admitir huspedes para que estudien en el colegio (MARTIN HERNANDEZ, Feo.: La formacin del clero en los siglos XVII y XVIII en Historia de la Iglesia en Espaa. vol. IV. Madrid, 1979). El dato de la peticin de beca por parte del to Diego Guarinos ha sido hallado por Ana Snchez Montahud en el Archivo Secreto Vaticano. Expedientes varios, leg. 1 16. Aos de formacin (1765-1780) 33 El caso es que a mediados de octubre de 1764 -por San Lucas, costum bre de inicio del curso escolar-, con diez aos y medio, hallamos a Juan To ms Sempere y Guarinos inscrito en el seminario oriolano, en calidad de co legial porcionista, dispuesto a convertirse en un alumno aventajado. El seminario fue fundado en 1742 por el obispo Juan Elas Gmez de Te rn, hombre de recia moralidad y querencias humanistas, plasmadas en el programa y las constituciones del centro, que l mismo redact. El obispo Te rn, que haba nacido en Madrid, se form en la Universidad de Alcal de He nares y fue predicador de nmero y capelln de honor de Felipe V. Como pre lado de Orihuela desde 1738, fund, adems del seminario, una Casa de Padres del Salvador, una Casa de Misericordia para pobres y varias casas para mujeres de mala vida. En 1720 haba publicado la Infancia ilustrada y ni ez instruida en todo gnero de virtudes cristianas, morales y polticas, que conducen a la santa educacin y buena crianza3 7 Sin salirse de la moral y la disciplina rigurosas de la poca, Tern, que era partidario de los jesuitas y preocupado como stos por la educacin de los jvenes, parece que suaviz ciertas prcticas tradicionales y promovi mode radamente los saberes humanistas, indicando a los educadores, los pos ope rarios, 18 que tuvieran presente la funcin pblica y social futura de los edu candos, basada en el trato con las gentes y en el arte de razonar, predicar y convencer. Una actitud coherente con los aires de renovacin de la Iglesia ro mana postridentina, singularizados positivamente por muchos obispos espa oles. Pero el talante de Gmez Tern, pese a su innegable labor apostlica y pedaggica, no debe incluirse en la mentalidad ilustrada. Otro es ya el ambiente seminarista cuando Sempere comienza los estu dios, al coincidir los planteamientos reformistas del poder poltico -Carlos III lleva cinco aos como rey de Espaa- y los de la Iglesia por mano de algu nos de sus obispos. Adems, sopla tambin otro aire renovador de lo reli gioso, en el que los poderosos jesuitas y sus ramificaciones de poder declinan rpidamente. En el momento del ingreso de Sempere ocupaba la sede episcopal de Orihuela D. Pedro de Albornoz y Tapia, y tres aos despus (1767), le sucede D. Jos Tormo y Juli, un valenciano muy vinculado a otros dos obispos in 17 LVAREZ BAENA, Jos: Hijos ilustres de Madrid. Madrid, 1970, III, pp. 311-313; MARTNEZ GOMIS, op. cit., II, p.I30 y SS. 18 Los pos operarios eran los pedagogos propiamente dichos, y tenan tambin carc ter ambulante, segn las necesidades de instruccin y apostolado. Vid. MARTIN HERNANDEZ, op. cit., pp. 548-551. Agradecemos, asimismo, las precisiones hechas por el profesor Antonio MESTRE. 34 Juan Rico Gimnez fl uyentes en las esferas ilustradas del poder: Jos Climent y Felipe Bertrn, antijesuitas y decantados por el ascendiente intelectual de Mayans. 19 Desde luego, como ha sido habitual desde que la Iglesia existe como ins titucin, sus vinculaciones con el poder civil no se han caracterizado casi nunca por la colaboracin ni la subordinacin incondicionales. Los obispos espaoles del XVIII, recelosos de las querencias regalistas y secularizadoras del Estado -sobre todo en materia fiscal, que tanto afectaba al rgimen seo rial y patrimonial de la Iglesia-, no dejaron de defender lo que consideraban prerrogativas inviolables, pese a que al mismo tiempo favorecieran muchas de las reformas. Por eso el obispo jansenista francs Clment pudo hablar, un tanto superficialmente, del Tiers parti espaol al referirse a estos obispos, entre los que ocupan un lugar destacado los valencianos mencionados. 20 Lo cierto es que este maridaje Estado -Iglesia en materia cultural y reli giosa se debi en gran parte al vaco creado por la expulsin de la Compaa de Jess en 1767, un ario despus del inicio de los motines populares y de la reaccin castiza que llegaron a irritar y asustar a Carlos III y a sus ministros, hasta el punto de forzar al rey a prescindir de uno de los ms allegados, Es quilache, convertido por la reaccin en chivo expiatorio. 2 i Ambos aconteci mientos estuvieron en la base de algunas reformas y estimularon la tendencia del gobierno a controlar y organizar un poco ms y mejor la sociedad civil en el sentido del centralismo administrativo. Tendencia a la que contribuy una parte de la Iglesia con su enorme potencial material e intelectual. Pues la otra parte, ms numerosa y reaccionaria, habra de suponer en todo tiempo uno de los grandes obstculos al reformismo ilustrado y al primer liberalismo. Regresemos a Orihuela. No olvidemos que estamos entre 1764 y 1767. Sempere entra en la adolescencia y va a comenzar a formarse intelectual mente. Es la poca, crucial en Espaa, que contempla la progresiva decaden cia del influjo jesutico y de los colegios mayores en los mbitos de la edu cacin y la poltica, y su sustitucin, parcial pero considerable, por elementos de la nueva mesocracia mantesta y golilla, orientadora del ms ge nuino despotismo ilustrado con el beneplcito y premio de Carlos III. 19 MESTRE, Antonio: El mundo intelectual de Mayans, Valencia, 1978, p. 220. 20 MESTRE, A.: Religin y cultura en el siglo XVIII, en Historia de la Iglesia en Es paa, IV, Madrid, 1979, p. 620; del mismo, Ilustracin y reforma de la Iglesia, Valencia, 1968, pp. 232-234; tambin GOMEZ DE LA SERNA, Gaspar: Jovellanos, el espaol perdido, I, Ma drid, 1975, p. 42 y ss. 21 Entre lo mucho que se ha escrito sobre el asunto, vid. VILAR, Pierre: El motn de Es quilache, en Revista de Occidente, n 107 (1972); OLAECHEA, Rafael: Contribucin al estu dio del motn contra Esquilache, en Estudios en homenaje al dr. Eugenio Frutos, Zaragoza, 1977; y El motn de Esquilache a la luz de los documentos, edicin de MACAS DELGADO, Jacinta. Madrid, 1988. Aos de formacin (/765-17N0) 35 El obispo Albornoz, que mantuvo la lnea reformadora de Tern, partici paba ya, al contrario que ste, de la creciente animosidad anti jesuita. Pero an as, no merece muchos elogios de los ilustrados. En cambio, su sucesor, Tormo, reclama unnime aprobacin como reformador apostlico y pe dagogo, situndole la crtica historiogrfica entre los prelados ms sensibles al nuevo espritu de reforma. Tormo haba formado parte de la comisin es pecial creada por el gobierno con fines regalistas, esto es, la que decidi so bre el futuro de los bienes de los jesuitas expulsos. Desde luego, su labor al frente del seminario de Orihuela fue superior a cualquier otra anterior, elevando la calidad de los estudios del centro muy por encima de la que, a la sazn, proporcionaba la Universidad local. Tormo ya haba estado antes en Orihuela, reclamado por el obispo Tern, en calidad de primer catedrtico de Teologa dogmtica, durante el curso 1743-44. Luego fue catedrtico de filosofa tomista en la Universidad de Valencia. Ms tarde, visitante eventual de Madrid y sus ambientes, de la mano de su amigo y protector Francisco Prez Bayer, un valenciano del cr culo de Mayans que lleg a disfrutar de amplio poder en la corte a partir del encargo de educador de los prncipes desde 1767. Antes de ser nombrado obispo de Orihuela, Tormo haba ocupado en Valencia, entre otros cargos eclesisticos, el de rector de la Universidad y el de obispo auxiliar del ar zobispo Andrs Mayoral, otro notable miembro del grupo reformador anti jesuita. En estas circunstancias, en el nombramiento de Tormo para la sede de Orihuela debieron influir Mayoral, Bertrn, Climent y, definitivamente, el propio Prez Bayer. De esta guisa se van anudando las relaciones e in fl uencias que llevarn, unos aos ms tarde, a Sempere primero a Valencia y luego a Madrid. Sin embargo, tampoco Tormo puede ser calificado de plenamente ilus trado. El racionalismo materialista que, desde Hobbes (va Locke), Montes quieu y Voltaire se haba instalado en las mentes avanzadas de la Europa de las Luces no era, desde luego, bien visto por estos prelados, quienes, antes al contrario y consecuentemente, planteaban la necesidad de reformas en la doc trina y la prctica cristianas como el mejor antdoto contra el peligro (desta. agnstico y en ocasiones ateo) de los philosophes. Esta corriente explica, di cho sea de paso, el peculiar talante catlico -progresista de los ilustrados es paoles. A travs de los planes introducidos por los obispos Tern y Tormo co menz Sempere a familiarizarse con los nombres, escritos e ideas de los au tores que representaban una lnea anterior y relativamente diversa que la fran cesa, ya en boga. Influjo que vena de Italia, Alemania y los Pases Bajos a travs de eruditos como Manuel Mart -den que fue de Alicante- y, sobre 36 Juan Rico Gimnez todo, de su prolfico discpulo Gregorio Mayans. 22 Se trata de una corriente heredera del humanismo renacentista representado por Erasmo y Luis Vives, nutriente de una tradicin hispana desde el siglo XVI. As, rectificada la ten denciosa influencia historiogrfica de Menndez Pelayo, hoy podemos enun ciar con rigor creciente las fuentes de nuestra Ilustracin, tan deudoras del pa sado propio como de otras corrientes externas diferentes de la de Francia. Dando por supuesto lo peliagudo que resulta nacionalizar el Humanismo u otra corriente de los siglos XV y XVI, cuyo espacio vital era, como mnimo, lo que hoy conocemos por Europa occidental, con un lenguaje comn, el la tn, e integrado en un mbito ultranacional que sus cultivadores calificaban unnimemente como Repblica de las Letras. Resumiendo, los ilustrados espaoles, en su inmensa mayora y desde conductos diversos, componen su formacin crtica con aportaciones tan ge nuinamente hispanas, al menos, como lo fueran las francesas, inglesas o ita lianas. El controvertido jansenismo espaol, por ejemplo, enmascara la evi dente influencia del reformismo cristiano humanista, muy arraigado en Espaa antes de que Jansenio viniera al mundo. 23 Podemos hallar huellas de l en Valencia, pero tambin en otras regiones. Vase el caso del asturiano Jo vellanos, diez aos mayor que Sempere, influido en sus arios mozos por las mismas fuentes que en Valencia sembrarn Mart, Mayans y otros. 24 Y lo mismo podra decirse de Forner (coetneo de Sempere), segn ha mostrado Francois Lopez, 25 y de tantos otros. En todo caso, la generacin de Sempere, plenamente ilustrada y pre-liberal, intentar conciliar aquellas primeras in fl uencias de la tradicin humanista, catlica y crtica, con las que, al albur de la dcada de 1 7 80, se han impuesto en los confines civilizados del mundo: la francesa, con Montesquieu, Voltaire, Raynal, Quesnay, la Enciclopedia, etc, y la inglesa, comandada por Locke y la llamada escuela escocesa, con Gibbon, Robertson, Hume, Smith. 22 MESTRE. A.: Epistolario. III. Mayans-Mart, Valencia, 1973. estudio prelitn.; del mismo,1 listo r ia. litems y actitudes polticas. Valencia, 1970. p. 87 y ss.; del mismo. Despotismo e Ilustracin en Espaa,Barcelona, 1976, pp. 109-1 13; tambin EGIDO, T.: La religiosidad de los ilustrados, en Historia de Espaa M. Pidal, vol. XXXI, cit. 23 MESTRE, Religin y cultura... . cit., p. 639 y ss.; DIAZ DE CERIO, Franco: Janse nismo histrico y regalismo borbnico espaol a finales del siglo XVIII, en Hispania Sacra, nm. 67, vol. XXXIII (C.S.I.C., 1981), pp. 93-1 16; BATLLORI, Miquel:El problema de la Ilus tracin en Espaa y en Europa durante el reinado de Carlos III , en De la Edad Media a la con tempornea, Barcelona, 1994, pp. 83-1 14. 24 GMEZ DE LA SERNA, G., op. cit. I, p. 42 y ss.; MESTRE, Despotismo e Ilustra cin, cit., p. 161 y ss. 25 LOPEZ, Francois:Juan Pablo et la crise le la conscience espagnole auXVIII siele. Bordeaux, 1976. Aos de ffi rmacin (1765-1780) 37 Esta complementariedad genealgico -intelectual, no exenta de contra dicciones, entre Ilustracin y Humanismo cristiano se desarroll en los pa ses eminentemente catlicos de la Europa mediterrnea con una notable co herencia. No creo, sin embargo, que pueda hablarse de escuela alguna, sino de autores o, a lo sumo, de crculos reducidos por empata ideolgica, ya que en determinados temas no hay total coincidencia, bien que todos ellos sean fervientes partidarios del imperio de la Razn y de las Luces, as como deci didos enemigos de toda clase de supersticin, prejuicios u opiniones con trarias a su particular visin mecnica del progreso humano. Tratse, pues, de una Ilustracin slo relativamente peculiar, que no desde, en la bsqueda de su propia identidad, justificarse rastreando en el pasado propio, esto es, elaborando una historia nacional que ya presagia los modos del romanti cismo, llevando buen cuidado en conciliar cristianismo y racionalismo, aun que fuera preparando Qinconscientemente) el camino para la separacin de finitiva entre Teologa y Ciencia. Juan Sempere y Guarinos, creemos, representa un buen ejemplo de pen samiento ilustrado eclctico, compuesto por fuentes del humanismo cristiano -espaol y europeo-, e influencias de la Ilustracin racionalista y utilitarista. El primer contacto con el influjo humanista lo recogi en Orihuela y en Mur cia entre 1765 y 1778. Valencia, que pudo ser la prolongacin lgica de esta etapa, acab siendo un corto puente para el acceso a Madrid, a la sazn el es cenario donde ya se representaba lo ms genuino de la Ilustracin europea..., en versin espaola. De no haberle empujado la necesidad y el azar al Madrid del momento ptimo de la Ilustracin y el despotismo ilustrado (1780-1789), difcilmente hallaramos este personaje y esta obra. Lo que no invalida que fuera en Orihuela y en Murcia, pese a un ambiente intelectual autosatisfecho y mediocre (no tanto en Murcia, como veremos), donde el yo de Sempere, in quieto, inteligente y reflexivo, comenzara a soar el sueo de la Razn. Pues an admitiendo los adelantos realizados por los obispos en materia docente, otra cosa eran los hechos cotidianos. Las condiciones materiales (presupuesto, instalaciones, dotaciones) y el nivel pedaggico existentes en la prctica en aquella ciudad, ms barroca que ilustrada, quedaban muy por de bajo de las pretensiones moderadas de los reformadores. De todas formas, Orihuela no era sino un reflejo del deplorable estado de la enseanza en Es paa, asunto que determina uno de los empeos reformadores del gobierno carlotercerista y que aglutina la condena unnime de los ilustrados, que des calificaron el escolasticismo barroco 26 en el que fueron educados, al contem 26 MARAVALL, JA.: La cultura del Barroco. Barcelona, 1975. Sin embargo, como re fiere Maravall, tambin la educacin es dirigida en el siglo XVII, y con pretensiones socializa 38 Juan Rico GinuMez plarlo como uno de los graves obstculos para la reforma intelectual espa ola. El propio Gregorio Mayans, siguiendo la influencia profunda de su ma estro Manuel Mart, no slo rechazaba el escolasticismo que agarrotaba la en seanza en Espaa, sino que propuso el primer plan de estudios moderno y crtico, en el que caban autores como Gassendi y Descartes, ambos reos de Inquisicin. Para el erudito valenciano la Lgica de Gassendi era entre to das las que he ledo la ms clara, juiciosa i til para todo gnero de ciencias i, al mismo tiempo, provechosa para el trato humano. La crtica antiescolstica, por lo tanto, era ya vieja. Humanistas, novato res e ilustrados nutren en este aspecto una filiacin casi unvoca. Sempere ser uno ms en este coro crtico, como iremos viendo puntualmente al ana lizar sus escritos. Mas regresemos de nuevo a la experiencia oriolana. El acceso al seminario requera una previa declaracin de limpieza de san gre y un informe favorable del cura prroco respecto a la religiosidad familiar del candidato. Era este un requisito generalizado hasta las reformas de Carlos III y del obispo Bertrn en su seminario de Salamanca (que se convierte en modelo de todos los creados en la segunda mitad del XVIII), aunque necesit, como tantos otros asuntos, mucho ms tiempo para desaparecer en la prctica. El plan de estudios consista en un primer ao de Gramtica, que Sem pere haba iniciado en su pueblo. Esta comenzaba con lo que llamaban Ru dimentos, cuyas bases estaban publicadas por el Seminario. 27 En los estudios genricos de Gramtica, que duraban dos aos escolares, se incluan la Sintaxis, Prosodia, Metro, Buena Versin y Propiedad La tina, Potica y Retrica. Los textos eran las Fbulas de Esopo y las de Fe dro; las Epstolas selectas y Familiares de Cicern; una coleccin de Autores profanos, que dicen atribuida comnmente a Monseor Rollin; las Vidas de los varones ilustres de Cornelio Nepote; los Comentarios de Julio Csar; tex tos latinos de Crispo Salustio, algunas arengas de Quinto Curcio, Salustio y Tito Livio y el Panegrico de Plinio. Se familiarizaban con la lengua francesa mediante el catecismo del abad Fleury, e igualmente, se atrevan con el autor (protestante!) Heinecio, en su obra Fundamenta stili cultoris. Finalmente, doras: pero lo fue en un sentido masivo y corporativo, segn la lectura que la Iglesia catlica haca de la escolstica tradicional, con resultados adocenantes y crpticos, criticados ya por los contemporneos ms abiertos al horizonte europeo. 27 - Ra:n de los ejercicios que se tendrn en los exmenes pblicos de Rudimentos. Sinta xis y Propiedad Latina, Poesa y Retrica. En los que los seminaristas de la PUITSinla Concep cin y Prncipe San Miguel de la Ciudad de Orihuela darn pruebas nada equvocas de su (mil racin y aprovechamiento. bajo la dileccin de su maestm el De D. .1 oso Gerrasio Cosa/bes, Presbtero, Colegial y Catedrtico de Latinidad y Retrica en dicho Colegio -Seminario . Mur cia, sin fecha, aunque se trata del perodo 1770-77. Archivo Histrico de Orihuela. sin catalogar. Aos de forin(ci 1) ( 1705- 1780) 39 en las clases de Potica y Retrica no se olvidaban los educadores de Hora cio, Plauto, Terencio, Virgilio, Ovidio, Tbulo, Ctulo y Sneca, usando para esta ltima la Retrica de Merino. Textos que, obviamente, venan depurados de su original paganismo e irreligin, pero que no por ello dejaban de repre sentar el humanismo heredado por este grupo de obispos que apostaron por la modernizacin de la doctrina y la prctica eclesisticas. Una de las consecuencias de la prctica docente eran los exmenes de p blica audiencia. El seminario de Orihuela los llevaba a cabo en el interior de la iglesia de las santas Justa y Rufina. Era una manera -an tan barroca- de mostrar al pblico la buena marcha pedaggica del colegio -seminario. Como era de esperar, se convocaba a estas teatrales pruebas a los alumnos ms apli cados, los cuales, sealndoles a cada uno cualquiera de las Fbulas de Esopo que se contienen en el primer libro; leda una oracin o perodo, o toda la fbula, dirn las partes de la oracin, explicando su naturaleza y propieda des, o su Analoga y Anomala; dando razn del caso, nmero y gnero, de clinacin, persona, tiempo, modo, pretrito, supino, composicin y deriva cin de ellas, en la forma que arriba se ha dicho; y si se les manda dirn tambin las oraciones que hay en ella, su concordancia, regencia y adicin de partculas, en cuanto permite un simple y llano conocimiento de las partes y estructura de que consta una oracin; pues una perfecta instruccin en este punto pertenece a la Sintaxis; y, en fin, dentro de los trminos propuestos res pondern a las preguntas que se les hicieren. Podemos imaginar el espectculo: los empollones nios cantando la lec cin, embutidos en sus uniformes de gala, gravemente concentrados en la im pecabilidal de su recitacin; los maestros, bien visibles, expresando la so lemne responsabilidad de su funcin pedaggica y moral; el pblico, en fin, entre el aburrimiento y la complacencia, comparsa ineludible de toda cere monia. En cuanto a Sempere, luego de estos dos aos de iniciacin, pas al se gundo nivel, donde di principio a la Filosofa, la que curs por tres aos, y en estos defendi las Conclusiones, Sabatinas, Mensales y Generales que por constitucin le tocaban, y al fin de cada ao Tentativas tambin generales, sin ayuda de Presidente, arguyendo al mismo tiempo a sus condiscpulos en los respectivos actos que le correspondieron segn el Estatuto de su colegio; y siendo examinado al fin de cada curso por todos los maestros, consigui siempre una muy noble censura, y en el ltimo la mayor y el premio sealado por el Ilustrsimo Seor Don Jos Tormo, actual obispo de esta Ciudad. 28 28 Certificad() de estudios. dado por el rector del Seminario, Salvador Puche. el 24 de abril de 1777. Archivo Histrico de Orihuela, sin catalogar. 40 Juan Rico Gimnez Quince aos recin cumplidos contaba Sempere al concluir estos estu dios, equivalentes a la enseanza secundaria actual. Aos que, por lo visto, fueron asimilados con pleno rendimiento y fructfero resultado. Tanto es as, que decidi revalidar los mritos obtenidos con un muy rgido exmen p blico de los tres cursos de Filosofa ante todos sus maestros, los que le de clararon apto para defender un Acto General de toda la Filosofa Peripattica, segn la mente del Anglico Doctor Santo Toms, ilustrada con varios prin cipios y tratados de Fsica moderna y algunas Proposiciones Matemticas del P. Tosca, lo cual ejecut con universal aplauso en el templo de Santa Justa de esta Ciudad, habiendo precedido otro de prueba en su Colegio. Con este brillante expediente hemos de imaginar a un joven estudioso, poco dado a extraversiones tunescas. quin sabe si albergando ya secretas ambiciones en la docencia o en el foro. Pudo ser en este momento cuando el obispo Tormo pens en l con la idea de promocionarle en la docencia, como ms tarde ocurrira. La cuestin es que, inmediatamente, Sempere se dispuso a realizar, con idntica aplicacin y brillantez, los estudios superiores de Te ologa y Escritura, cuatro aos para los primeros y uno para la ltima. Tras cada curso, y como era obligado, realizaba los pertinentes exmenes pbli cos, cruentas batallas del toma y daca peripattico, que podan durar uno o dos das. Mientras transcurra el segundo curso de Teologa, con dieciseis aos de edad, se present a una ctedra de Filosofa que haba quedado vacante en la Universidad, mereciendo el segundo lugar en la censura y terna remitida a Su Majestad. Ciertamente, los acontecimientos y la tutela del obispo le orientaban hacia un porvenir acadmico. Terminados los estudios teolgicos, esto es, entre abril y mayo de 1774, se gradu de Bachiller y tambin de Doctor en Teologa en la Universidad, con los honores ex toto rigore justitiae, nullo censorum discrepante. Hemos de aclarar que Sempere, como tantos otros, alcanz sus ttulos universitarios sin abandonar las aulas del seminario. En tales casos, la Uni versidad se limitaba a sancionar y legalizar acadmicamente los estudios como si se hubieran llevado a cabo en su seno, de acuerdo con un concierto entre ambas instituciones que haba entrado en vigor a partir de 1744. 29 Poco podemos decir de los arios estrictamente universitarios de Sempere, salvo los que a la vuelta de Murcia dedic a la Facultad de Leyes y Cnones, en la que se gradu de Bachiller, segn veremos luego. Sabemos que la Uni 29 MARTNEZ GOMIS, M.:Aportacin al estudio de la financiacin y rentas de una universidad menor: Orihuela, siglos XVII y XVIII, en Mayans y la Ilustracin. Simposio In ternacional en el Bicentenario de la muerte de Gregorio Mayans. Valencia, 1981, vol. II, p. 458. Aos de formacin ( I 765- / 780) 41 versidad fue fundada por el oriolano Fernando de Loaces, arzobispo de Va lencia, en colaboracin con el papa Julio III, y ms tarde confirmada por Po V y Clemente VIII; que en 1610 fueron iniciados los estudios y en 1640 se obtuvo la concesin del Privilegio Real; que el obispo Luis Cresp de Borja dispuso sus estatutos; que la mayora de ctedras correspondan a la Orden de Predicadores, pese a la concordia con el Cabildo catedralicio y con el Ayun tamiento sobre el rgimen universitario; que las carreras universitarias que all se podan seguir eran las entonces corrientes de palie lucrando: Teologa, Leyes, Medicina y Artes; finalmente, que atraves una serie de dificultades provinentes de diversos mbitos: a) la oposicin tenaz de la Universidad de Valencia (dirigida igualmente contra otra universidad menor, la de Gan da), comenzando por obstaculizar el privilegio real; b) las pretensiones del Cabildo catedralicio, que lleg a conseguir el nombramiento de un cannigo doctor como Rector, aunque los dominicos obtuvieron a cambio facilidades para ampliar su ya extenssirno patrimonio territorial, y c) la falta de fondos presupuestarios, debido al desinters de los propios dominicos en la inversin universitaria. 30 De todas formas, las dificultades fueron creciendo mientras finalizaba el siglo XVIII, hasta desembocar en la supresin de la universidad oriolana, que sigui la suerte de otras ya entrado el siglo XIX. No olvidemos que desde los aos setenta el gobierno carlotercerista, con Campomanes al frente y la lite ilustrada apoyndoles, toma las medidas ms importantes de la centuria en orden a la reforma de los estudios universitarios. 31 La recta final del ocaso de la Universidad de Orihuela comienza en 1807 y concluye en 1835, con la supresin del propio Colegio de Predicadores. Hay que decir que las autoridades de la ciudad del Segura y, en general, los res ponsables de la institucin universitaria intentaron salvarla. Pero, como suele ocurrir, lo hicieron ya con la soga al cuello, pues a la crisis interna del centro se aadi una coyuntura econmica desfavorable, ms las consecuencias an peores de la invasin napolonica y de la guerra de la Independencia. En realidad, en el trasfondo del desmoronamiento universitario oriolano concurren dos hechos fundamentales: la transformacin operada en las insti tuciones culturales espaolas desde el reinado de Carlos III, bajo el signo de una irreversible (por muy tmida que se la valore) estatalizacin, y la contra partida derivada de la estructura social e institucional de Orihuela, aferrada a caducas situaciones corporativistas y seoriales de tono cerrado y estamental. 3 () Adems de la obligada obra de Mario MARTINEZ, vid, tambin la de VILAR. Juan Bta., cit., vol. IV, p. 7 I 3 y ss. 3 I MARTNEZ GOMIS, op. cit., 1. p. 206 y ss.: tambin LVAREZ DE MORALES, An tonio: La IlustracirM y la reforma de la Universidad en la Espaa del siglo XVIII. Madrid. 1979. 42 Juan Rico Gimnez Pero nosotros hemos de retornar al ario 1774 para continuar siguindole la pista a Juan Sempere y Guarinos, a quien an tendremos ocasin de ver en las aulas del seminario conciliar, como profesor, y tambin como estudiante universitario, luego de pasar una temporada de aprendizaje en Murcia. BECADO EN MURCIA (1774-1776) Tras graduarse de Bachiller y de Doctor en Teologa, nuestro personaje estaba ya fichado por el obispo Tormo para sus planes docentes en los es tudios superiores del seminario. De modo que el prelado otorg al joven y aplicado eldense una de las dos becas que correspondan al obispado para am pliacin de estudios en el Real Seminario de Telogos de San Isidoro de Mur cia. Este centro estaba adscrito al Seminario de San Fulgencio, que para en tonces ya tena merecida fama de heterodoxia. 32 En Murcia pas dos cursos (1774-75 y 1775-76), dedicados al estudio su perior o especializado de la Teologa y la Historia Eclesistica. La influencia ms cierta y directa que recibiera Sempere fue la tendencia filojansenista o, por lo menos, derivada del criticismo catlico francs, que inspiraba buena parte de los estudios teolgicos en Murcia debido, sobre todo, al influjo del obispo Manuel Rubn de Celis. 33 La recibi, la asimil e intent propagar en su siguiente experiencia docente en Orihuela, como veremos. Pero haba tambin otras tendencias heterodoxas en Murcia an ms pe ligrosas que el criticismo cristiano, ya que entroncan con el pensamiento de la Enciclopedia, con el de Rousseau y con el futuro liberalismo. El rector del seminario murciano, Prez Chinchilla, era un gassendista radical 34 que haba enseado Filosofa en Valencia a ilustrados reformistas como Vicente Blasco (introductor en 1786 del ms progresista plan de estudios de la Universidad de Valencia) y Juan Bautista Muoz, destacados miembros del crculo de in fluencia intelectual de Gregorio Mayans. Un poco antes de que Sempere acu 32 MAS GALVASI, Cayetano:El Seminario de San Fulgencio de Murcia: de la Ilustra cin al Liberalismo, en Trienio, nm. 12 (1988). 33 MARTN HERNANDEZ, op. cit., pp. 540, 546 y 556; MESTRE, Religin y cul tura.., cit., pp. 621, 675, 718 y 719; del mismo, Despotismo e ilustracin, cit., p. 204. 34 La razn de la enorme influencia de Gassendi en los siglos XVII y XVIII, ha sido mo tivo de polmica para la historiografa reciente. Frangois LOPEZ la ha recogido con atencin y rigor en Forner et la crise.., cit., p. 49 y ss. Esa innegable influencia se debera a la conciliacin realizada por Gassendi entre la tradicin humanista y el nuevo espritu cientfico, materialista y emprico. Influjo que, dadas las circunstancias estructurales, sera particularmente fuerte en pa ses como Italia y Espaa. Se percibe en los novatores (Mart, Zapata, Mayans, Feijoo) hasta la mitad del XVIII y, a partir de ah, la retoman los ilustrados como arma contra el escolasticismo y la cultura barroca. Aos de IOrma(in 1765-1780) 43 diera a Murcia llega al seminario otro valenciano que luego se har clebre como botnico ilustrado, Antonio Jos Cavanilles, atrado por Prez Chin chilla para que se encargue de impartir la Lgica. Cavanilles vena a Murcia probablemente recomendado por sus amigos B lasco o Muoz, quienes haban sido discpulos entusiastas del rector del seminario murciano. Por otra parte, el texto que emple el nuevo profesor de Lgica fue las Institutiones philo sophicae cid studia theologica potissinutm accomodata, del padre Francisco Jacquier, obra que estaba en la lnea de Bacon, Descartes, Newton, Leibniz, Wolf, Locke, Condillac. 35 Ser la misma obra que introduzca, entre otras no vedosas, Sempere cuando muy pronto desempee la docencia en Orihuela, lo que nos indica que en Murcia disfrut de la influencia y acaso de la amistad y magisterio de Cavanilles. Vemos aqu, desde luego, la ampliacin de la red de influencias deriva das de la Ilustracin valenciana, que no har sino crecer en el espritu de Sem pere. Hemos mencionado, asimismo, la existencia de corrientes heterodoxas en el seminario de Murcia ms novedosas, en la onda del enciclopedismo francs. En todo caso, son ideas y actitudes que se localizan un poco ms tarde, en la dcada de los ochenta. En 1788, por ejemplo, la Inquisicin abre expediente a Ramn Campos, pasante de Teologa en el seminario de San Fulgencio, como reo de proposiciones presumiblemente herticas. 36 En la misma cuerda vacilan dos colegiales, Bernardo Terri y Gregorio Montea gudo, as como otro pasante de Teologa, Fernando Prez y el catedrtico Manuel Gonzalez Verganes. El estallido revolucionario de 1789 en Francia no hizo sino avivar el foco murciano, y an ms con la invasin napolenica y el nacimiento del libe ralismo gaditano. De tal modo que en 1814, restaurada la monarqua absoluta con la vuelta de Fernando VII, hubo que enviar a Murcia una inspeccin para que rastreara la mala fama del seminario en materia de ideas polticas. En cuanto a Sempere, ni el nuevo ambiente ni otras circunstancias alte raron la disciplina de estudio del futuro ilustrado. Antes al contrario, anima ron su ansia de novedades y reforzaron su espritu segn los nuevos aires re formistas, sin que pueda afirmarse que ello fuera en un sentido radical, sino ms bien dentro de las coordenadas del humanismo crtico ilustrado, que mantendr con regular coherencia durante toda su vida. En ese sentido, mien tras estuvo en Murcia supo aprovechar cumplidamente la beca y la confianza 35 MESTRE. A., Cavanilles, entre la Ilustracin y la poltica, en SAITAB1. XXXIII (1983), pp. 157-180. 36 Archivo Histrico Nacional, Inquisicin. leg.3735. Vid. tambin MAS GALVAN, C., edicin y estudio a la obra de Ramn Campos. De la desigualdad personal en la sociedad civil, Alicante, 1990. 44 Juan Rica Gimne: de Tormo, distinguindose y acreditndose en su buena conducta y en el es tudio de Escritura, Concilios, Historia Eclesistica, Oratoria Sagrada, Moral, Mstica y Ritos Eclesisticos, segn consta por certificacin autntica de aquel Seminario. 37 Resulta claro, pues, que el joven eldense asimilaba rpi damente las perspectivas y corrientes impregnadas del racionalismo crtico que iban carcomiendo el escolasticismo barroco. El hecho de vivir la expe riencia murciana en un momento crucial de su formacin intelectual hubo de ser, indudablemente, un elemento notable en su proceso mental. En efecto, aos ms tarde, mientras recopila datos y redacta el primer tomo de su En sayo ...de los me/ores escritores... de Carlos III, tendr ocasin de recordar los aires intelectuales murcianos. ORIHUELA DE NUEVO (1776-1778): LA DOCENCIA Y LOS ESTUDIOS DE LEYES En Orihuela poco o nada haba cambiado. Sin embargo, parece que trans curre un perodo en que los responsables (ciudad. cabildo y dominicos) de la institucin hacen un esfuerzo de saneamiento y consolidacin de los estudios. En todo caso, el camino de Sempere estaba trazado por el obispo Tormo en sus planes para el Seminario, en su nivel de enseanza superior, y este centro gozaba an de buena salud. En efecto, fue nombrado catedrtico de Filosofa en el Seminario. El obispo quera consolidar la posicin social y econmica de su protegido, pues casi al mismo tiempo del nombramiento docente vemos al joven catedrtico opositar a una plaza de cannigo magistral de la catedral, una de cuyas fun ciones era la de predicador mayor. Los otros aspirantes fueron Joaqun Lo renzo Villanueva (que enseaba Filosofa tambin en el Seminario desde 1775), futuro adalid del liberalismo en las Cortes de Cdiz, y Leonardo Soler de Cornell, a la sazn cura de la vecina localidad de Almorad. Pese a la bri llantez acadmica y el empuje de Sempere y de Villanueva, de 22 y 19 aos respectivamente, sali ganando el cura, que contaba 41 aos. 38 Reorientado a la docencia, Sempere quiso demostrar en su ctedra la in fl uencia de los aires renovadores que haba respirado en Murcia. As, el nuevo catedrtico de Filosofa (en la que se incluan la Fsica y las Matem ticas segn las orientaciones cartesiana y newtoniana) fue en Orihuela, el 37 Archivo Histrico de Orihuela. Certificado de Estudios. citado. 38 BALDAQU, Ramn: La reforma de la predicacin en el XVIII valenciano: Leonardo Soler de Coi nena , en Ano/es Videnfinos. n 25 (1987), 87-137. Aos de formacin (1765-1780) 45 primero que hizo uso en su enseanza del Jacquier, Genuense y Muschem broeck, venciendo las preocupaciones que se oponan a su introduccin y acreditando con el aprovechamiento de sus discpulos en un acto general, la utilidad de las Matemticas y del verdadero mtodo de estudiar, hasta enton ces desconocido en aquel Pas. 39 Los autores mencionados eran reos de Inquisicin, siempre vigilante con los establecimientos pedaggicos. Pero representaban el nuevo filosofismo teolgico emparentado con la Ilustracin, y sus ideas encajaban perfecta mente en las inquietudes de la juventud estudiosa a la que perteneca Sem pere, que maduraba en pleno orto de la cultura ilustrada europea. Hasta qu punto resultaba novedoso (vale decir, sospechoso de hereja para el Santo Oficio) lo que Sempere enseaba entonces, se evidencia cuando sabemos que el clebre Jovellanos an intentaba, unos doce arios ms tarde (en 1790), in troducir las doctrinas de los mismos autores en el Colegio Imperial de Cala trava. En cualquier caso, aqu, en este momento oriolano de la vida de Juan Sempere, define ya sus formas un aspecto esencial de su pensamiento, carac terizado por una especie de juste milieu entre el heterogneo 40 racionalismo ilustrado de los Locke, Montesquieu, Voltaire, Raynal, Robertson, Hume, etc., y la tradicin crtica del humanismo catlico, as hispano como forneo, cuyo mximo representante en el rea valenciana era Gregorio Mayns y Ss car, acreditado ante Sempere por influjo, como hemos visto, de algunos de sus discpulos. Mayans, junto a Jovellanos y Campomanes, representar para Sempere un modelo intelectual y humano. Mayans, como est demostrando exhaustivamente Antonio Mestre, es una figura pionera de la Ilustracin his pana, pese a estar, en muchos aspectos ideolgicos, casi ms cercano al (neo)humanismo de los llamados novatores que a la Ilustracin, si es que convenimos en adscribir sta a las generaciones crticas que maduran en los reinados de Carlos III y Carlos IV. Pero, aparte polmicas historiogrficas (tan necesarias, no obstante), despus de los trabajos de Mestre y ~O no 39 Relacin de los mritos del doctor Don Juan Sempere y Guarinos.., expedida en 1794. (Archivo Histrico Nacional, Estado). Son los mismos autores que aos ms tarde propondr el gobierno en sus planes de reforma para las universidades (Vid. HERR, Richard: Espaa y la re volucin del siglo XVIII, Madrid, 1988, p. 141). 4 El club de los filsofos, del que se imaginan los bustos agrupados en los archivos de la Revolucin, no ha existido jams sino en la confusin de un pensamiento seudo -histrico; ta les verdades no representan otra cosa que ilusiones pticas, dice Georges GUSDORF, en Nais sance de la conscience romantique au Sicle des Lumires, Paris, Payot, 1976, p. 18. 41 Es preciso recordar a PESET, Vicente: Gregori Mayans i la cultura de la 11.1ustraci, Barcelona -Valencia, 1975; PESET, Mariano y Jos Luis: Gregorio Mayans y la reforma univer sitaria, Valencia, 1975; y el colectivo Mayans y la Ilustracin, Simposio Internacional en el bi centenario de la muerte de Gregorio Mayans. Valencia -Oliva, 30 septbre-2 octubre 1981. Publi 46 Juan Rico Gitnnez queda duda alguna de la importancia paradigmtica que la obra y la figura de Mayans representan en la Ilustracin espaola. Pero, sobre todo. Mayans se halla ntimamente ligado a la Ilustracin valenciana que, junto a la catalana se sita a la cabeza de las restantes regiones en cuanto a la renovacin hu manista y erudita, en el siglo XVIII. -t2 En los dos aos que an haba de permanecer en Orihuela, Sempere, al mismo tiempo que enseaba la Filosofa estudiaba en la Universidad Leyes y Cnones, de cuya Facultad recibi el grado de Bachiller nemine discre pante Evidentemente, nos hallamos en un punto de inflexin en la carrera del joven eldense. Graduarse en Leyes significaba que su vocacin se decan taba por derroteros distintos de la docencia que, a la sazn, ejerca. As lo atestiguan los pasos siguientes que dio y que le alejaran definitivamente del colegio -seminario y de Orihuela. Se hara abogado, profesin ms adecuada para abrirse camino en el mundo ms prometedor de la burocracia. Pero ser Bachiller o Licenciado en Leyes y Cnones no habilitaba inme diatamente para ejercer la prctica de la abogaca. Era preciso pasar cuatro aos por lo menos realizando prcticas o pasantas con un abogado, o bien en las Audiencias o Chancilleras. Tras la prctica haba que superar un examen, logrado lo cual haba que ser aceptado por los tribunales, realizar el jura mento pertinente e inscribirse en el libro de matrcula. Por supuesto, era ne cesario tener cumplidos los diecisiete aos, demostrar la limpieza de sangre, presentar la partida de bautismo y no haber sido condenado por algunos de litos. No era an preceptivo estar adscrito a un colegio de abogados para ejer cer, aunque para pertenecer al de Madrid era preciso tener bufete abierto. Los abogados recibidos por el Consejo de Castilla, o Reales consejos, lograban capacidad para ejercer en todo el mbito nacional. Lo cierto es que, al parecer, en septiembre de 1778 Sempere abandonar definitivamente Orihuela para dirigirse a Valencia. caciones del Ayuntamiento de Oliva, 1981, 2 vols. Organizado por A. Mestre, participaron, ade ms de l mismo, historiadores como J.A. Maravall. Miguel BatIlori, Antonio Tovar, Francois Lpez, Pere Molas, Jos Luis y Mariano Peset, Emest Lluch y otros. En cuanto a Mestre, ade mas de las obras que venirnos citando, el resto de su prolfica produccin rara vez se desprende del eje inductor que supone Mayans, cuyo hmdo documental parece inagotable; slo de su pro duccin epistolar lleva ya editados el profesor Mestre varios volmenes. 42 BATLLORI, M.: La cultura hispano -italiana de los jesuitas e.1171(1.VOS. Madrid, 1966, p. 24. 43 Relacin de mritos . ..., Cil. 44 PESET REIG, Mariano: La formacin de los juristas y su acceso al foro en el trnsito de los siglos XVIII a XIX , en Revista General de Legislacin y Jurisprudencia, LXI1(1971), p. 605-672. Aos de forniauin (765-1750) 47 VALENCIA (1778-1780): ABOGADO EN PRCTICAS Por las relaciones con Tormo y las adquiridas en Murcia. Sempere estaba al tanto de que las fuentes del humanismo ilustrado y crtico que haba bebido con fruicin se hallaban en Valencia.All se poda ver una larga lista de pro ductores de ideas, de cientficos, pedagogos y burcratas que pobl y fecund el dominio ms extenso de la Ilustracin hispana. Ignoramos casi absolutamente las andanzas de Sempere en Valencia. l mismo, en sus magras notas autobiogrficas despacha esta experiencia di ciendo que pas dos aos la prctica de abogado en Valencia, y vino a conti nuarla en Madrid en el de 1780. Nuestras propias pesquisas en la ciudad del Turia han sido poco menos que infructuosas. Nos consolamos tras comprobar que un conocedor tan profundo de la abogaca valenciana del XVIII como es el profesor Mariano Peset, ignoraba dato alguno sobre la vinculacin de Sem pere con las instituciones y los profesionales del foro valenciano. No obstante, siguiendo a este historiador del Derecho, sabemos que en su aprendizaje va lenciano Sempere hubo de estudiar, como cualquier otro abogado en prcticas, la Curia filpica de Hevia de Bolao y la Prctica de Surez de Paz. 45 Ms tarde, hallamos los papeles referentes a la solicitud de Sempere para su ingreso como abogado de los Reales Consejos. 46 All consta la certifica cin de su prctica en el despacho del prestigioso jurista valenciano Vicente Branchat, 47 llevada a cabo desde el da once de septiembre del ao mil se tecientos setenta y ocho hasta el once de junio del corriente ao mil sete cientos y ochenta. Con Branchat tuvo el joven pupilo la oportunidad de en trar en contacto con dos de los planteamientos polticos que desde entonces asumir con ms fervor doctrinario: el regalismo y el centralismo adminis trativo. En cualquier caso, hombres como Branchat influyeron en la moder nizacin e introduccin del derecho patrio, alternativa al romanista y ultra montano, en los estudios universitarios valencianos, ocurrida en 1786, con el plan Blasco, cuando ya Sempere viva ms de cinco aos en Madrid. Porque en Valencia haca ya tiempo que Gregorio Mayans y su grupo divulgaban la idea de la necesidad de ensear el derecho patrio o nacional en ctedra espe cfica, ideas que Sempere haba ido asumiendo desde los ltimos aos de Orihuela y Murcia. 45 PESET REIG, Mariano: Los estudios de Derecho. Estudio prelim. al Plan de Esta dios aprobado por S.M. v inundado observar en la Universidad de Villencia, Valencia, 1984. 46 Archivo Histrico Nacional, Consejos, Leg. 37.127. 47 Quien public el Tratado de los derechos y regalas que corresponden al Real Patri monio en el Reino de Valencia, 3 vols., Valencia, 1784. 48 Juan Rico Gimnez En todo caso, si juzgamos las inquietudes y vinculaciones del joven el dense nada ms llegar a Madrid, probablemente en el otoo de 1780, y en los meses siguientes, nos resulta evidente que la orientacin de su sensibilidad hacia los temas de la Ilustracin jurdica estaba ya fijada en Valencia. Aun que no d fe de ello expresamente, dejar muchas huellas de esa influencia en sus primeras obras, escritas ya en Madrid, en las que dedica siempre aten cin especial a sus paisanos. III Un pretendiente en la Corte (1781-1789) EL PRIMER DESTINO: SECRETARIO DE LA CASA Y ESTADOS DEL MARQUS DE VILLENA Como hemos apuntado, Valencia signific el caldo decisivo de la voca cin ilustrada de Sempere y el trampoln para el salto a Madrid, centro inelu dible de la promocin poltica o burocrtica. Qu personajes o circunstancias pudieron influir en esta eleccin es otra incgnita ms en el abundante vaco biogrfico del ilustrado eldense. Mas si una biografa depende, en gran me dida, de las huellas que el biografiado esparciera conscientemente, resulta evidente que Juan Sempere y Guarinos quiso ser recordado por sus obras ms que por sus cuitas existenciales. Por lo dems, la propia trayectoria elegida dibuja suficientemente las ex pectativas del personaje. Tenemos los ingredientes: un hombre deseoso de gloria, segn el nuevo estilo de la Ilustracin europea, marcadamente influido por la corriente del criticismo humanista, eventualmente valenciano, y un ca sual ptimo caldo de cultivo: la renovacin del elenco burocrtico, profesio nal y cientfico a favor de los miembros cultos del estado llano y la pequea nobleza en detrimento del poder tradicional de la aristocracia y la milicia; esto es, lo que se ha venido en llamar la sustitucin del poder de los cole giales por el de los golillas. 48 Desde luego, la situacin favorecedora de esta nueva mesocracia se debe, fundamentalmente, a las crecientes necesidades del estado monrquico en or den a su hegemona definitiva sobre toda la sociedad, especialmente sobre los estamentos y grupos opositores tradicionales, la nobleza y la Iglesia. Preten sin que, a la vez que presentaba la cspide del poder poltico en una cre ciente dimensin paternalista y benefactora, creaba nuevas necesidades de control poltico y financiero que, a la postre, no se resolvan sino en un au mento y una diversificacin funcional de la burocracia. En otras palabras, el Estado necesitaba agentes fieles y tcnicamente preparados para consolidar con buen fin el proceso de centralizacin poltica, que an ofreca muchas fi suras y residuos feudales. Si el Renacimiento haba supuesto el primer embate al sistema feudal al implantar el Estado territorial moderno con sus primeros instrumentos de 48 EGIDO, T., Las lites de poder, el gobierno y la oposicin , en Historia de Espaa Menndez Pidal, vol. XXXI. Madrid. 1987. p. 143. 52 Juan Rico Gintne: centralizacin administrativa y represora, no pudo, sin embargo, desterrar los poderes feudales y seoriales, que tuvieron su propia restauracin en el siglo del Barroco, por ms que esa poca histrica no consista propiamente en una re-feudalizacin, sino, ms bien, en la primera crisis histricamente mo derna, que afect, desde luego, los viejos valores de la aristocracia, pero tambin los de la burguesa y los del aparato estata1, 49 para tomar, definitiva mente, el camino del modelo simbitico Estado moderno -capitalismo. El Estado moderno en Espaa sufre la paradoja de ser uno de los prime ros territorios de la Europa medieval que inicia la unificacin poltica (hasta el punto de convertir a Fernando el Catlico en modelo de Prncipe a los ojos de Maquiavelo) y el que, sin embargo, logra ms tardamente la elimi nacin del sistema seorial, por no hablar de las dificultades de la unificacin jurdico -institucional, econmica o simplemente lingstica. Escritores, inte lectuales y arbitristas forman un nutrido coro de crticos, en los siglos XVI y XVII, de la precariedad del Estado monrquico frente a los enormes pode res residuales de la nobleza y la Iglesia, crtica que ya tambin apunta a la de sorganizada y lenta maquinaria burocrtica. Esa ser una de las herencias que recoger la Ilustracin y reanimar corno instrumento regenerador del Estado y la sociedad espaolas. La nueva dinasta borbnica traa de Francia el ms depurado estilo centralizador eu ropeo, e hizo todo lo posible por implantarlo (sobre todo tras la guerra de Su cesin), activando y tecnificando el aparato burocrtico, para lo cual slo po da echar mano de personal virgen, cualificado y culto, entre el estado llano y la baja nobleza. Con esta intencin logr atraerse a esos hombres sensibili zados por los modelos traspirenaicos de igual modo que por la problemtica de la decadencia espaola y que, adems, albergaban legtimos deseos de promocin, convencidos de su propio mrito profesional: abogados, mdicos, botnicos, gegrafos, historiadores, menospreciados por la orgullosa nobleza colegial, que les recordaba su rango inferior llamndoles mantestas y golillas. Por supuesto que esa reanimacin y modernizacin del Estado, de las instituciones y de parte de la sociedad, no hubiera sido posible sin el concurso de coyunturas favorables, como la econmica y la demogrfica, de una rela tiva estabilidad diplomtica y blica, de un desarrollo de las aplicaciones tc nicas y de las comunicaciones, de un ensanchamiento del horizonte intelec tual europeo bajo la influencia francesa e inglesa... Todo lo cual vino a 49 Vid. MARAVALL. JA.: La cultura del Barroco. Barcelona. 1981: DOMNGUEZ OR TIZ. A.: La .vociedad espaola en el siglo XVII. Madrid.1970: KAMEN, H.: Una sociedad con fl ictiva: Espaa, 1469-1714, Madrid, 1984: DOMNGUEZ ORTIZ y otros: La crisis del siglo XVII (Historia de Espaa 114. Pidal). vol. XXIII. Madrid. 1989. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 53 desequilibrar la balanza del poder en favor de la nueva mesocracia mantes ta y en contra (tmidamente, de todos modos) de los poderes tradicionales de la nobleza y la Iglesia, lo que provocar, entre otras cosas, el atrinchera miento de las fuerzas inmovilistas y el nacimiento del pensamiento reaccio nario. Los Borbones, y Carlos III ms que ninguno, siguieron el consejo del abuelo Luis XIV contra el poder de la nobleza seorial: preservar todas las prerrogativas externas de su rango, y al mismo tiempo excluirlos del conoci miento de todas las materias que pueden aumentar su prestigio o darles parte del gobierno. He aqu, dicho sea de paso, una de las grandes contradicciones de la Ilus tracin: el rey y sus burcratas teman a la nobleza por su carcter y potencia feudal, pero respetaron su carisma y casi todos sus poderes econmicos. Ello fue fatal en Francia, al provocar la violencia revolucionaria iniciada en 1789, y mucho ms en Espaa, con su dramtica dialctica revolucin -reaccin re corriendo todo el siglo XIX. En el caso de los reyes, por muy ilustrados que se reputaran, haba razones histricas e ideolgicas para que, a pesar de todo, respetaran a los descendientes de sus antiguos pares, y ahora podan ha cerlo, puesto que les controlaban mejor. La contradiccin, en cambio, es ms flagrante en el caso de los ilustrados, pues stos provenan del despreciado pueblo llano -o, como mucho, de la precaria nobleza hidalga- y tenan en la alta nobleza un tradicional opositor privilegiado contra sus aspiraciones pro fesionales. Ello indujo, como era de esperar, una sonora polmica que dividi a los ilustrados. Unos, con Jovellanos al frente, y siguiendo en buena parte las ideas de Montesquieu, respetaban el status de la nobleza siempre que sta de sempeara una funcin til en la sociedad, es decir, adoptara modos de vida productivos o de servicio al Estado y abandonara la ociosidad que la ca racterizaba. 50 A Sempere hay que incluirlo en esta corriente de crtica utilitarista pol ticamente moderada. La otra corriente, que podemos llamar radical, se halla en minora en la Espaa de Carlos III, y sus mximos representantes son un Cabarrs, un Len de Arroya o un Ramn Campos. La crtica econmica y social a la nobleza tomaba, en primer lugar, los modelos de Francia y de la propia Espaa desde el siglo XVI, una crtica que significaba un rechazo de su ociosidad y tambin una censura poltica hacia su absentismo como poder intermedio, segn soara Montesquieu. Por otro lado, los crticos moderados eran precisamente quienes haban asimilado las 5() ELORZA, Antonio: La ideo/o faa liberal en la Ilustracin espaola, Madrid, 1970, p. 347. 54 Juan Rico Gimnez ideas agronomistas y fisicratas -Campomanes, Sisternes, Jovellanos, Sem pere, Dnvila, etc.-, y a la nobleza estaba vinculada una gran porcin de las tierras cultivadas, con un rgimen de propiedad (el mayorazgo) que impeda, adems, el libre comercio de la tierra como propiedad privada. Resultaba l gica, pues, esa puesta en entredicho de los estamentos ms privilegiadamente poderosos, agravada por el ostentoso desdn que la mayora de sus miembros otorgaba a las ideas y principios ilustrados. Hubo, no obstante, algn caso de aristcrata convertido a la causa de la Razn. As ocurri con el marqus de Mondjar, que lleg a ser un notable historiador; con el conde de Aranda, de quien se ha exagerado la vinculacin con Voltaire y el enciclopedismo, o con el marqus de Villena, promotor de la Real Academia de la Lengua. Esta mnima parte de la nobleza espaola del Setecientos, por sus experiencias viajeras y su aperturismo intelectual a las corrientes novedosas forneas, fue acusada por la otra parte mayoritaria y re accionaria como la responsable de haber introducido la contradiccin espi ritual en el pas. 51 En suma, durante el siglo XVIII el carisma de la nobleza apenas dismi nuye, y nicamente cambia la estimacin social que de ella se tiene: ahora se legitima la nobleza de mrito -los ejemplos de Campomanes, Floridablanca y Cabarrs son los ms representativos-, mientras se descalifica a la de san gre. Y esa estimacin proviene de la mentalidad burguesa, sea la de los hom bres de negocios o la de los profesionales y burcratas. Tampoco habase perdido en el XVIII el procedimiento del mecenazgo o el ms corriente del asalariamiento a cambio de ciertos servicios: un abogado u otro titulado universitario se pona a trabajar como secretario de un arist crata y reciba a cambio un salario y los beneficios que se derivaban de la in fluencia social y el inters de su amo y protector. Este segua siendo el me canismo normal de ascenso profesional y social de los miembros del estado llano o la hidalgua. Si stos eran escritores, continuaba siendo muy corriente ver dedicadas sus obras a algn aristcrata que les protega o, simplemente, que poda servirles de trampoln para sus ambiciones. Sin contar con el ma gro mercado de lectores de la poca, compuesto por los elementos de siem pre, la nobleza y los eclesisticos, moderadamente incrementado por los miembros de la escasa burguesa y de la propia minora ilustrada. Todo ello haca casi una verdad axiomtica que cada artista, escritor o compositor te na que encontrar un patrn y que escriba, compona o pintaba para un mer ROMERO DE SOLIS, Pedro: La poblacin espaola en los siglos XVIII y XIX. Ma drid, 1973. p. 94. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 55 cado bastante bien definido: para la corte y la aristocracia o, ms tarde, para la burguesa. 52 Lo antedicho nos sirve para enmarcar la posicin de Sempere a su lle gada a Madrid, donde comenz a ganarse la vida como secretario de la Casa y Estados del marqus de Villena, a la sazn Don Felipe Lpez Pacheco, Manrique, Aguilar, Silva, de la Cueva. Cabrera y Bobadilla, Acua, Benavi des, Portocarrero y Girn. El marquesado de Villena segua siendo, en el l timo tercio del siglo XVIII, uno de los residuos feudales y seoriales ms im portantes de Espaa. Su inmenso poder patrimonial y jurisdiccional se extenda desde Andaluca hasta Castilla la Vieja. Slo en la provincia de To ledo, y como consecuencia de la mezcla de linajes, reuni, por tanto, la casa de Montalbn Oropesa Villena Escalona 231.855 fanegas 109.180,5 hect reas, y ello en un tiempo que ha sido calificado repetidas veces como de de cadencia de los grandes linajes. 53 A su poder econmico y social aada el marquesado de Villena un no table prestigio cultural en el XVIII. A uno de sus titulares se debe la creacin de la Academia de la Lengua Espaola durante el reinado del primer Borbn, Felipe V. As lo atestigua Sempere en el encabezamiento de su Ensayo... so bre los escritores del reinado de Carlos III, que dedica a su amo y protector el marqus, que ya haba sido tambin elogiado por el propio Jovellanos, tan sensible a la funcin y utilidad de la nobleza o a su condenable ociosidad, dejando as constancia de la importancia concedida por los ilustrados a la res ponsabilidad de mecenazgo y promocin cultural que haba de asumir aquel privilegiado estamento. En 1780, pues, llega Sempere a Madrid, 54 probablemente ya rematado el contrato con su nuevo amo. Pudo haber intervenido la recomendacin de otro aristcrata, el conde de Elda, su seor jurisdiccional, a quien Sempere haba de dedicar su libro sobre el Buen Gusto, publicado en 1782. 0 pudieron in tervenir tambin algunos de los amigos de Gregorio Mayans, que otrora ha ba estado muy bien relacionado con la casa de Villena. Hemos de pensar, de todas formas, que la querencia por Madrid fue pe rentoria, pues Sempere no quiso terminar en Valencia los cuatro aos de prc tica jurdica que haba comenzado y que se requeran para ejercer la aboga 52 RUD, Georges: Europa en el siglo XVIII. Madrid, 1978, p. 186. 53 DONZAR, J. M.: Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Rgimen. Madrid, 1984, p. 54 y SS. 54 Si nos atenemos a la incierta fidelidad de las certificaciones de prctica de la abogaca, Sempere pas casi directamente de Valencia (donde termin con Branchat el da once de junio de 1780) a Madrid (donde continu con Jos Castroverde a ltimos del mismo mes). Archivo Histrico Nacional, Consejos, leg. 37.127. 56 Juan Rico Gimnez ca, por ms que se tratara de un requisito a menudo burlado. Tambin por Sempere, ya que la prctica que haba de terminar en Madrid la soslay con una dispensa. Pese a ello, no desaprovech el tiempo en este sentido, pues asisti a un curso de Derecho Natural y de Gentes en los Reales Estudios de San Isidro en donde la Ilustracin ensay los primeros avances. 55 En cual quier caso, la dispensa le fue concedida y en diez y ocho de junio de mil se tecientos ochenta y dos fue examinado y aprobado en el Consejo para el exer cicio de Abogado. 56 Quedaba as habilitado para titularse abogado de los Reales Consejos, no precisaba pertenecer al Colegio de Abogados y osten taba el privilegio de poder ejercer en todo el territorio nacional. 57 Ello se de ba a que los colegios de abogados eran de fundacin reciente -el de Madrid lo fue en 1732-, por lo que an a finales del XVIII daba ms prestigio la per tenencia a los Reales Consejos. Desde luego, Sempere nunca necesit ins cribirse en el Colegio madrileo, si bien es cierto que tampoco abri bufete ni ejerci como picapleitos, al menos no tenemos noticia alguna de esa acti vidad. No hay que olvidar que en estos aos se reproducen las crticas y con denas contra el nmero excesivo de abogados, su escasa preparacin y su du dosa moralidad y, en fin, sobre su utilidad, de acuerdo con las premisas reformistas ilustradas. Se trata de un asunto que levanta polmica en las pro pias instituciones jurdicas, como la Academia de Derecho Pblico o pa trio, llamada de Nuestra Seora del Carmen, de Madrid, cuyas discusiones del ao 1782 parece que influyeron en las Reales Ordenes de 30 de septiem bre de 1794 y 30 de septiembre de 1798 por las que se mandaba reducir el nmero de abogados en el Colegio de Madrid y en las Chancilleras, Au diencias y capitales del Reino, respectivamente. Las circunstancias, pues, no propiciaban la vocacin jurisconsulta, y menos en alguien que albergaba 5 Mariano y Jos Luis PESET, Poltica y saberes en la universidad ilustrada, en Car los III y la Ilustracin. III. Educacin e. pensamiento, Madrid, 1990, pp. 31-135. 56 Relacin de los mritos, cit. En realidad, la prueba de admisin fue firmada el 29 de mayo de 1782 y definitivamente legalizada el 17 de junio, previo pago de las tasas. 2.200 mara vedres de velln. 57 El formulario reza as: Certifico que por los Sres. del Consejo. en . .. de este mes, fue recibido e aprobado por Abogado el Bachiller D. . ... natural del Lugar (o Villa) de .... Dicesis de el cual hizo el juramento y .solemnidad que en tal caso se acostumbra. Los dichos Sres. del Consejo le concedieron licencia y fitcultad para usar y ejercer este empleo en los Tribuna. les y .1u:gados de esta Corte. y en todos los dems de estos Reinos y seoros. Y se previene, que antes de obtener el uso, posesin o ejercicio de dicho empleo, se hace tomar la razn en la Con tadura General de Valores de la Real Hacienda, a la que est incorporada la de media anima. sin cuya formalidad ha de ser nulo y de ningn valor ni efecto este Ttulo, por estar as resuelto por S.M. Y para que conste... (Archivo General de Simaneas, Gracia y Justicia, leg. 1 . 176). El legajo, que trae certificados de abogados desde 1778 a 1809, no contiene ninguno referente a Sempere. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 57 -como le ocurra a Sempere- otros sueos profesionales, ms bien dirigidos a la tarima de la alta burocracia. Lo cierto es que nuestro hombre haba conseguido instalarse en la Villa y Corte con un salario digno y un oficio con notables ventajas, que le permi ta tiempo libre para estudiar en la excelente y nutrida biblioteca de su ilus trado e ilustrsimo amo y, lo que era ms importante para su promocin so cial, le proporcionaba estupendas posibilidades de relacin con personalidades de la cultura y la poltica. Hemos de tener presente que Sempere llega a Madrid en una coyuntura en que se funden la monarqua ms decididamente centralizadora y las co rrientes ilustradas reformistas (Campomanes, Floridablanca, Cabarrs, la So ciedad Econmica Matritense, las Academias...), dando lugar a lo que hemos dado en llamar despotismo ilustrado. Pero, lejos de conformar esta fusin un maridaje bien avenido, tambin en esta poca salen a la luz las primeras contradicciones, tanto de la praxis como del pensamiento ilustrados. Desde 1777, la ascensin de Floridablanca como primer ministro supone el triunfo eventual del partido de los golillas (con Campomanes al frente) sobre el aragons (dirigido por el conde de Aranda), que no har sino alimentar una feroz lucha por el poder entre las dos facciones; en 1778 concluye el proceso inquisitorial a Olavide ante la general impotencia de la minora ilustrada y la interesada del rey, lo que significaba un nuevo triunfo de la Espaa reac cionaria sobre la reformista; a partir de 1782, el artculo de Masson sobre Es paa desata la polmica que atrinchera a los reaccionarios, pero que divide tambin a los propios ilustrados, como veremos ms detenidamente en su momento; desde 1784 se debate, temerosamente, en el seno de la Matritense la crucial reforma agraria, finalmente aparcada hasta el siglo siguiente; ya para entonces algunas voces aisladas y airadas elaboran discursos de crtica poltica radical, como las obligadamente annimas Cartas ... al conde de Le rena y el amargo Pan y toros, ambas atribuidas a Len de Arroyal, junto a otros papeles sediciosos que manifiestan una casi total discrepancia con los modos del despotismo ilustrado carlotercerista, preludiando el liberalismo decimonono. Sin olvidar los resentimientos y temores que, tanto en la cs pide del poder como en los grupos sociales, dejaron los llamados motines de 1766 y arios siguientes. El reinado de Carlos III no fue, pues, un perodo unnimemente consen suado, y ello, precisamente, porque durante aquella treintena de aos se en frentaron ms crudamente que nunca dos sistemas de vida antagnicos, el estamental y el liberal -burgus. Y si en Espaa no se lleg al enfrentamiento abierto se debi a la escasa consistencia de una clase burguesa, cuyo papel hubo de desempearlo, con evidentes lagunas ideolgicas, la minora ilus 58 Juan Rico Gimnez trada. No obstante, es a los ilustrados a quien se debe que las crticas expre sadas legal o clandestinamente en la etapa final del reinado de Carlos III (pa saran) a constituir el arsenal ideolgico de la revolucin poltica liberal. 58 As pues, el perodo en que Sempere arriba a Madrid se muestra al joven provinciano, pese a las deficiencias y temores apuntados, como un excelente caldo de cultivo para la asuncin de las novedades cientficas, econmicas, social -filantrpicas, educativas, etc. que invaden las capitales de Europa y consiguen, incluso, la proteccin de los monarcas y de algunos aristcratas. La moda ilustrada se halla en pleno apogeo y, por ello tambin, muestra sus deficienc ias. 59 Los ilustrados fueron, desde luego, vctimas de las apariencias. Sin em bargo, no creemos que se movieran siempre en una total ingenuidad acerca de lo que podan esperar del paternalismo del poder en orden a sus sueos de reforma. Y, si ello era as, como creemos que lo fue, resulta que los ilustra dos eran hombres esencial o circunstancialmente conservadores, empero que decididamente reformistas. No vemos, sin embargo, incongruencia subjetiva en los comportamientos y escritos de estos hombres que crean posible trans formar algunas realidades amparndose en la monarqua absoluta y sus insti tuciones. Ntese, sin embargo, que empleamos el calificativo de conservadores imputado a los ilustrados en un sentido histrico muy moderno, trasladable perfectamente al siglo XIX, que es cuando las ideologas contemporneas se desarrollan como tales. Eso implica, en primer lugar, una toma de conciencia muy clara, en un sentido fundamentalmente laico, acerca de la realidad pol tica en su dimensin nacional. Es decir, que los ilustrados superan, pese a sus influencias escolsticas, el marco estamental en el que se mueven todava. Creemos que esta aseveracin vale, al menos, en lo que se refiere a los dis cursos, esto es, a los enunciados crticos contenidos en los escritos de los ilus trados. Si sus proyectos de reforma reclaman el paternalismo y la induccin del poder monrquico es porque, por un lado, creen llegado el momento de la transformacin del monarca absoluto en primer magistrado de la nacin, mientras que, por otro, desdean y temen las soluciones revolucionarias y de mocrticas. Que ello es as lo demostrarn muchos de aquellos ilustrados que so brevivieron a los acontecimientos revolucionarios de Francia y del primer tercio del siglo XIX. En mayor o menor grado, pero unnimemente, mostra 58 ELORZA, A. El tema de la monarqua en el pensamiento poltico espaol bajo Car los III, en I borbone di Napoli e i borbone di Spagna, Napoli, 1985, I, p. 114. MOUSNIER, Roland: La monarchie absolue en Europe. Paris, 1982, pp. 148-150. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 59 ron su talante reformista y conservador al condenar las revoluciones como manifestaciones de la anarqua y del caos, en el sentido de que, segn ellos, hacan tabla rasa de todo el pasado. Esa actitud les produjo problemas perso nales, al situarles entre la reaccin y la revolucin, y, desde luego, dificulta des discursivas, al tener que continuar conciliando sus viejas convicciones re formistas con su condena al romanticismo revolucionario. Asimismo, ha supuesto dificultades de interpretacin para los historiadores posteriores, que han provocado, por ejemplo, la separacin tajante y antagnica entre Ilustra cin y Liberalismo, afortunadamente en vas de aclaracin objetiva y desa pasionada. Hoy podemos entender, sin obnubilaciones maniqueas, la trayec toria poltica de Jovellanos, Campomanes, Melndez Valds, Forner, Goya, Sempere y tantos otros en quienes una poca de crisis y cambio no hizo sino expresar las contradicciones propias de lo humano, demasiado humano. Valgan estas reflexiones para situar la personalidad de Juan Sempere y Guarinos, una personalidad con pocos altibajos ideolgicos desde los prime ros aos de su afirmacin en el ambiente ilustrado madrileo hasta los fina les de su vida, pese a las truculencias y desbarajustes que indudablemente le provocaron los acontecimientos y los nueve aos de exilio poltico. Si parti mos de la enunciacin y aceptacin de las relaciones genealgicas entre la Ilustracin y el Liberalismo, podremos -como, de hecho, pretendemos hacer asimilar las contradiciones formales aparecidas en los escritos de Sempere como partes imputables a una misma y coherente personalidad, a la vez re formista y conservadora, nunca reaccionaria, como no fuera, segn la met fora potica que Machado dedicara a Azorn, por asco de la grea jacobina. Muchas veces los historiadores olvidamos que calificamos el mundo y el pa sado con conceptos elaborados hace poco ms de cien aos para explicar unas realidades y una manera de pensar inexistentes hace doscientos. LA OPCIN ILUSTRADA: EL PARTIDO DE LOS GOLILLAS En tales condiciones de conflictivo y, a la vez, esperanzado aperturismo intelectual y poltico hemos de encuadrar la madurez de Sempere en Madrid. Ello explica que su talante moderado y laborioso orientara sus ambiciones profesionales dentro del marco del poder establecido, al menos dentro de la corriente entonces dominante: la representada por Campomanes, Prez Ba yer, Roda, Horidablanca, Jovellanos, etc. Esto es, el llamado partido de los golillas o, dicho de otra manera la clase muy influyente de los abogados. 60 6 EGIDO, T., Las lites de poder, el gobierno y la oposicin, cit., p. 139 y ss. 60 Juan Rico Gimnez Con ese carcter disciplinado, laborioso y fiel, y con el patronazgo del marqus de Villena, y seguramemente con el de su seor jurisdiccional, el conde de Elda, Sempere tena el camino bastante trillado. Slo necesitaba cultivar las amistades con sus paisanos valencianos bien establecidos en la Corte, Prez Bayer, Cerd Rico, Vicente Blasco, Muoz, 61 para, a su travs, introducirse en las tertulias y en los mbitos propios de la intelectualidad or gnica, esto es, aquella que sirve al poder e influye sobre l. Por otro lado, vincularse a una corriente de poder supone, adems de ciertas ventajas, tambin algunos inconvenientes. Ya hemos apuntado ms arriba que, dentro de las minoras reformistas, los golillas estaban enfren tados en su lucha por el poder con los agrupados en torno al conde de Aranda -ex presidente del Consejo de Castilla- y el llamado partido aragons, ade ms, desde luego, de defenderse de sus enemigos naturales, las fuerzas ms reaccionarias. De tal modo que quien tomaba partido por Floridablanca y Campomanes, por ejemplo, automticamente se enfrentaba al conde de Aranda y sus aclitos. Pues aunque ambos grupos eran reformistas, se repu taban de ilustrados y tenan algn asunto en comn, como la expulsin de los jesuitas, su lucha por el poder fue constante y agria, representada por la pro funda animadversin entre el conde de Aranda, orgulloso aristcrata de san gre, y el meritorio conde de Floridablanca, a quien aqul despreciaba por su origen plebeyo. Sempere tomar, por razones evidentes de biografa social, partido por los golillas, que en los inicios de la dcada de los ochenta se hallaba fir memente asentado en el poder, basado en la accin conjunta, en el seno del Consejo de Castilla, de Campomanes y Floridablanca. Campomanes se con vertir enseguida, para el ilustrado eldense, en paradigma intelectual y refor mista. Los temas sobre la educacin utilitaria al servicio del desarrollo eco nmico, la desamortizacin eclesistica, la libertad de comercio, la asistencia y la integracin social y otros elaborados por el fiscal asturiano sern los mis mos que, casi en la misma lnea, reclamarn la atencin de Sempere. 62 En ese 61 MESTRE, A., Un grupo de valencianos en la Corte de Carlos III, cit. Tambin habla BALLESTEROS BERETTA de la plyade de ilustres valencianos residentes en Madrid, as como del gran predicamento que gozaba en la Corte Francisco Prez Bayer. (Real Academia de la Historia, Catlogo de la coleccin de Juan Bautista Muoz, vol. I, Madrid, 1954, pp. XIII XIV). 62 Vid. RODRGUEZ, Laura: Reforma e Ilustracin en la Espaa de/siglo XVIII. Pedro Rodrguez de Campomanes. Madrid, 1975; RODRGUEZ BUSTOS, Manuel: El pensamiento socio -econmico de Campomanes. Oviedo, 1982; ALVAREZ DE MORALES, Antonio: El pen samiento poltico y jurdico de Campomanes. Madrid, 1989; LLOMBART, Vicente: Campoma nes, economista y poltico de Carlos III, Madrid, 1992; CASTRO, Concepcin de: Campoma nes. Estado y reformismo ilustrado, Madrid, 1996. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 61 sentido, slo otro asturiano, Jovellanos, ocupar un puesto tan influyente en su sistema de valores y en su orientacin ilustrada. Por su parte, a Florida blanca deber Sempere su fiscala de la Real Chancillera de Granada y mu chos otros favores. Lo iremos viendo. LOS MEDIOS DE LA ILUSTRACIN: TERTULIAS, LIBROS Y PRENSA PERIDICA La moda de la reunin de eruditos, cientficos, artistas, literatos y, cmo no, damas en salones privados o pblicos, que era antigua y provena, sobre todo, de Italia y Francia, tuvo una resurreccin espectacular en toda la Europa del siglo XVIII. Espaa y, particularmente su centro poltico, Madrid, no iban a ser menos. Lgicamente, en las tertulias se manifestaba el espritu de la poca, las ideas en boga y los eventuales cnones estticos. En el siglo XVIII, adems, todos esos extremos se fijaban y tenan xito en funcin de su vir tualidad utilitaria, que era el fin ltimo de toda ocupacin y conocimiento. De ah que las tertulias ilustradas evolucionaran siempre entre la frgil frontera de lo snob y lo crtico, lo que no obst para que fueran contempla das desde el poder y la reaccin como sospechosas de contestacin o hereja. En cualquier caso, tuvieron xito y desarrollo en la Espaa setecentista, de acuerdo con el patrn francs, que no dej de ser imitado ni en la corte rusa. De acuerdo con nuestro objeto, es altamente probable que las tertulias ms prximas al espritu de Sempere y que, con toda seguridad, contaron con su presencia fueron las que se llevaban a cabo en la casa de Campomanes y en la Fonda de San Sebastin. Sin contar, por supuesto, la que ya era habitual desde principios de siglo en la Plaza de las Descalzas, en la mansin de su amo el marqus de Villena, 63 donde Sempere habra, seguramente, que asi milar sus particulares ideas sobre la relacin entre aristocracia e Ilustracin. La patrocinada por el poderoso Campomanes era una de las principales tertulias de la Villa, abierta siempre a la aplicacin y al mrito, a ltima hora de la tarde o por la noche de 10 a 11, (donde) era dable oir el tono conclu yente del clebre fi scal del Consejo, a quien rodeaban sus ntimos, gente no table, los primeros sabios de la Corte, como dira Cen, algn artista de re nombre, eruditos y hasta viajeros en trnsito que acudan a visitarle a sabiendas de ser bien acogidos. Predominaban en el primer grupo los aboga dos y gente de letras, sin que faltara algn cortesano o aristcrata... Dado el 63 PRADELLS Jess, Notas sobre los orgenes de la Biblioteca Nacional, en Revista de Historia Moderna. Universidad de Alicante. n 2 4 (1984). pp. 149-187. 62 Juan Rico Gintne: carcter diverso de los asistentes, no ha de extraar que la conversacin dis curriera sobre temas cientficos, literarios o polticos y, en general, sobre cualquier asunto de actualidad nacional. 64 Es fcil imaginarse al joven y aplicado Sempere, absorbiendo con fruicin y deleite las enseanzas de los contertulios, especialmente el estilo y la moral del gran burcrata a quien en seguida tom como modelo. Por su parte, la Fonda de San Sebastin, vitalizada por el dramaturgo Ni cols Fernandez de Moratn en el fragor de la polmica entre clasicistas y cas tizos, no era, desde luego, tan adusta como la de Campomanes y s ms l dica y esteticista. Se ubicaba en una sala que el propietario de la Fonda, un italiano llamado Gippini haba cedido a Moratn y a sus amigos. Si para al gunos las reuniones se desenvolvan en un ambiente polticamente neutro o, por lo menos asptico, dilapidadas en alegres horas..., sabrosas plticas y lecturas, con las cuales se depuraba el gusto y se ensanchaban las ideas, 65 para otros adquiri muy pronto ms grave carcter, viniendo a influir de un modo eficaz en los progresos del gusto. 66 No era de extraar, habida cuenta de la identidad de los contertulios: Eran los ms asiduos concurrentes Mo ratn el padre, don Ignacio Lpez de Ayala, catedrtico de Potica en los Re ales Estudios de San Isidro, y autor de la clebre tragedia Numancia des truida; el coronel Jos Cadalso; el botnico don Casimiro Gmez Ortega, poeta latino de escaso numen; don Juan Bautista Muoz, historiador del Nuevo Mundo; el infatigable erudito valenciano don Francisco Cerd Rico, discpulo y mulo de Mayns en volver a la luz excelentes libros antiguos; Guevara Vasconcelos, secretario de la Academia de la Historia; don Toms de Iriarte, un don Mariano Pizzi... y varios eruditos italianos residentes en Madrid, especialmente Napoli S ignorelli...; don Juan Bautista Conti..., y don Ignacio Bemascone... Por la simple enumeracin de los tertulianos se puede comprender que predominaba entre ellos ms bien la corriente latino -itlica que la del clasicismo francs, excepto en la cuestin dramtica. 67 Esta tertulia, sin embargo, sigue sin admitir a las mujeres segn la tradi cin latina, lo que manifiesta un rasgo de misoginia intelectual sublimada tras 64 ORTEGA COSTA, A. y GARCIA OSMA, Ana M.: Noticia de Cabarrs y de su pro cesamiento. Madrid, 1974. 65 CUETO, L. A.: Bosquejo histrico -crtico de la poesa castellana en el siglo XVIII. Madrid, 1952, p. CV. 66 MENNDEZ PELAYO, M.: Historia de las ideas estticas en Espaa, vol. III, Ma drid, 1962, p. 293; PALACIO ATARD, V.: Los espaoles de la Ilustracin, Crdoba, 1989, pp. 139-141. 67 MENNDEZ PELAYO, op. cit., pp. 293-294. Ms datos sobre sta y otras tertulias en COTARELO, Emilio: Iriarte y su poca, Madrid, 1897. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 63 una intencin de exigencia doctrinal: nicamente los hombres pueden discer nir rigurosamente en los altos vuelos del conocimiento y la ciencia. 68 A nosotros nos interesa la posible influencia de la tertulia en Sempere. La descubrimos en la vertiente italiana mencionada, que entronca indudable mente con Muratori y Mayans. Precisamente la primera obra que Sempere publica es la versin libre de las Reflexiones sobre el buen gusto del erudito italiano. Este autor, que una admirablemente cristianismo y espritu crtico haba sido introducido en nuestro suelo, a partir de 1732, por Gregorio Ma yns, muy impresionado por la lectura de sus obras. Si recordamos la relacin intelectual entre Mayans y el marqus de Villena, por un lado, y el ascen diente de aqul sobre los valencianos Blasco, Muoz y Cerd Rico, asiduos a la tertulia de Moratn, obtendremos las claves de esa influencia. No olvide mos que la mayor parte de los fondos documentales que Sempere emplea en sus primeros escritos los extrae de la biblioteca del marqus, su amo, que, muy probablemente, contuviera obras originales de Muratori. Mas, como he mos de detenernos en la obra de Sempere sobre el buen gusto, dejaremos para entonces otras explicaciones. En las reuniones en la Fonda de San Sebastin hubo tambin de reforzar Sempere algunas de sus amistades y admiraciones intelectuales. Entre las pri meras hay que destacar la amistad con su paisano Francisco Cerd Rico (oriundo del pueblo alicantino de Castalla, a unos 20 km. de Elda y a unos 30 al norte de Alicante), abogado, miembro de la Real Academia de la Historia desde 1775 e Individuo de la Biblioteca Real (hoy Biblioteca Nacional) desde 1782, ntimamente vinculado a Mayans y, al parecer, de espritu retrado e in dependiente, 69 semejante al de Sempere. Ser una amistad duradera, en la que no podan faltar las visitas y los intercambios intelectuales. En suma, los nombres de los asistentes a la Fonda no faltarn en el in ventario de Sempere sobre los mejores escritores del reinado, y a todos ellos dedicar especial atencin, que se trocar en admiracin cuando se trate de un hombre sobresaliente como Cadalso, el militar -filsofo: La razn y la filosofa no pueden menos de haber hecho muchos progresos en un pas en donde un intrpido Oficial, cuyo exercicio es el manejo de los instrumentos de la muerte, escribe de este modo. 70 68 VIVANCO, Luis Felipe: Moratn y la Ilustracin mgica. Madrid, 1972, p. 24. La media hermana de Olavide es de las poqusimas mujeres que logra introducir en Espaa la moda francesa de la presencia femenina en salones y tertulias (DEFOURNEAUX, Marcelin: Maride, el afrancesado, Sevilla, 1990, p. 51). 69 MESTRE, A.: Humanismo y crtica histrica en los ilustrados alicantinos. Alicante, 1980, p. 94 y SS. 70 SEMPERE, Ensayo de una biblioteca de los mejores escritores del reinado de Carlos III, Madrid, 1785, II . p. 33. En adelante lo citaremos como Ensayo. 64 Juan Rico Girnnez A este mundillo intelectual de las tertulias hay que vincular, desde luego, el de la lectura y el intercambio bibliogrfico, es decir, el de la difusin de la cultura ilustrada, que fue, desde luego, vivo y fructfero, por ms que apenas trascendiera de un mbito lector minoritario. An as, Sempere puede reputarse de afortunado, pues con Carlos III, adems de reforzarse y recibir nuevo impulso el control estatal de la censura, se manifiesta un cierto aperturismo, protagonizado por el propio aparato del poder, hacia la produccin ilustrada, nacional y fornea, aunque con las reti cencias de siempre con todo lo que se aparte de la orientacin tcnica y uti litaria. Ninguna concesin a la filosofa ni al pensamiento racionalistas e impos. Maquiavelo, Hobbes, Voltaire, los enciclopedistas, Rousseau, con tinuaban estigmatizados bajo damnatae memoriae, cuyas obras todas, apare cidas y por aparecer, estaban en principio prohibidas No obstante lo cual, El gobierno espaol, preocupado por modernizar el pas, hace venir de Fran cia no slo tcnicos sino tambin libros, y a una con los libros cientficos o tcnicos que penetran en gran cantidad en la Pennsula, se deslizan, en n mero que crece a medida que aumenta el prestigio de la Francia de las lu ces, obras sospechosas de tolerantismo, de desmo, de jansenismo o de irre ligin, contra las que la Inquisicin trata de montar una guardia vigilante. 72 As pues, este aperturismo tecncrata no deja de ser una ventana por la que penetran con cierto vigor los nuevos aires reformadores, que los ilustra dos respiran con fruicin, y no mimtica e ingenuamente, como quisieron ver Menndez Pelayo y sus adlteres, sino con todo el rigor crtico que permita la ortodoxia catlica, a la contra, y la tradicin humanista hispana, a favor. No sorprende, si se aceptan estos presupuestos, que el gobierno encargue las censuras previas, adems de a los censores oficiales del Consejo de Castilla, a miembros destacados de la lite ilustrada, de la Sociedad Econmica Ma tritense y de otras instituciones en las que predominaba el elenco ilustrado. El propio Sempere, como Jovellanos y otros socios, desempear alguna vez tal funcin. El Estado confiaba, de esta forma, en la minora ilustrada como ins trumento paralelo del aparato inquisitorial, intentando, muy tmidamente, neutralizar el enorme poder del Santo Tribunal. Cosa que nunca consigui, como se demostraba en cada ocasin (recurdense los casos de Macanaz, 71 DEFOURNEAUX, M.: Inquisicin y censura de libros en la Espaa del siglo XVIII, Madrid, 1973, p.55. 72 Ibid., p. 39. Vid. tambin HERR, R., Espaa y la revolucin del siglo XVIII, Madrid, 1988, p. 61 y SS.; SARRAILH, J., La Espaa ilustrada de/a segunda mitad del siglo XVIII,Ma drid, 1985, p. 280 y ss., y DOMERGUE, L., Secularizacin y censura en tiempos de un mo narca ilustrado, en Carlos III y la Ilustracin. III. Educacin y pensamiento, Madrid, 1990, pp. 267-278. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 65 Olavide, Cabarns) en que haba de dirimirse un asunto lesivo de la ortodo xia religiosa, del carisma del poder o de los privilegios de la aristocracia o de la iglesia. 73 Nos hallamos, pues, ante una situacin marcadamente contradictoria en virtud de las ambivalencias entre el renovado deseo de saber de nuestros ilus trados carloterceristas -que coincide ocasionalmente con la mxima fl oracin intelectual europea del siglo-, el aperturismo tecnocrtico del gobierno y, fi nalmente, el recalcitrante ejercicio fi scalizador y depurador de la Inquisicin. La libertad de expresin slo poda llevarse a cabo en privado y en las tertu lias restringidas, y eso en voz baja, probablemente, ante la interesada presen cia del delator o el comisario del Santo Oficio. Con una semejante situacin de control, persecucin y penalizacin, nada quimrica, resulta notable la recalcitrante actitud aperturista de nuestros ilustrados, slo concebible bajo su progresista fe en el poder reformador y de mirgico de la ciencia y del saber racional -emprico. Actitud que ha de ma nifestarse soterrada y sublimadamente en forma de prudente defensa de la to lerancia, cuando no, en las voces ms radicales, como reivindicacin de la libertad de expresin. Ello explica que las obras de los juristas del derecho natural, de los enciclopedistas y philosophes, de los fisicratas y econo mistas, y de otros autores estigmatizados, casi siempre filtrados a travs de las versiones francesas, 74 pasaran por las manos y la atenta lectura de estos grupos ilustrados e influyeran sustancialmente en sus premisas intelectuales y en sus escritos reformistas. Esta influencia marcar un punto de inflexin entre los ilustrados de las primeras generaciones, desde Feijoo y Mayans -por citar dos pioneros- y los que, como Sempere, Melndez Valds, Forner, Ca dalso, Moratn hijo, etc., alcanzan la madurez durante el gobierno de Carlos III. De ah que se pueda hablar de este grupo -no estrictamente coetneo, ni tampoco homogneamente doctrinario- como de la generacin ms definida mente ilustrada, con posturas tambin prximas ya a la cosmovisin liberal. Pues el enciclopedismo, como el escepticismo historicista de un Hume o un Robertson, o el librecambismo de Smith y la escuela escocesa representan un paso agigantado en la visin laica e individualista del hombre y del mundo respecto a lo que significaron las doctrinas matrices -cartesianismo, newto 73 Acerca de la ambivalencia de poder y jurisdiccin de la Inquisicin respecto al Estado desptico -ilustrado, vid. ELORZA, A., La Inquisicin y el pensamiento ilustrado, en Historia 16. La Inquisicin. Madrid, 1986, pp. 81-92. Es preciso, adems, tener presente el trabajo co lectivo Historia de la Inquisicin en Espaa y Amrica, especialmente el vol. I: La Inquisicin en la Espaa borbnica: el declive del Santo Oficio (1700-1808), Madrid, 1987. 74 DEFOURNEAUX, Inquisicion.., cit.; MESTRE, Inquisicin y corrientes ilustradas, en VV.AA., Historia de la Inquisicin en Espaa y Amrica, I, Madrid, 1987. 66 Juan Rico Gimne: nismo, criticismo histrico, mercantilismo y fisiocracia- de la primera Ilus tracin y el precedente movimiento novator. Y aunque no se trate de una ruptura radical, y menos an en el caso de Espaa, s pueden rastrearse acti tudes, sesgos de perspectiva en las generaciones ilustradas carloterceristas y posteriores que permiten situarlas en una posicin sensiblemente nueva y dis tinta a la mantenida por predecesores como Feijoo, Macanaz o Mayans. En este sentido, el racionalismo dar paso al desmo y al escepticismo, cuando no al atesmo; el regalismo se har ms radical en su exigencia de control civil de los asuntos terrenales de la Iglesia; el empirismo de base new toniana y el sensualismo de Locke y Condillac ganarn rpidamente adeptos, minorando, incluso, al cartesianismo; el librecambismo individualista des plazar decisivamente los ltimos restos de teoras reglamentistas y holistas, que nicamente mantendrn fuerza en la concepcin centralizadora del Es tado. El culto a la razn, en fin, en sus formas emprica y pedaggica, repre senta una suerte de providencialismo terrenal con el que se espera, nada me nos, que transformar la faz de la tierra, con el infalible instrumento de la razn, en el camino definitivo hacia la felicidad. Estos cambios y algunos ms se integrarn en la concepcin global del mito del progreso, desarrollado por Turgot y Condorcet y expresado filosfi camente por Kant, desde cuya balaustrada se contempla la Historia (con ma yscula) como una sucesin de etapas genealgicamente concatenadas, cada una de las cuales resulta material y moralmente superior a la que le precede. 75 Ello es as que los ilustrados, incluso los ms conservadores, cual Jove llanos, Melndez Valds, Forner o el propio Sempere, se nos muestran sedu cidos por los nuevos valores morales e ideolgicos. En su momento veremos, en muestra de esto, cmo Sempere llega a anteponer los logros de los pueblos desarrollados contemporneos -Inglaterra, Francia, Pases Bajos- frente a las estructuras materiales y mentales de pases, como Espaa, que considera ca ducas o, cuando menos, atrasadas respecto de aquellos. Y ese sesgo, marca damente progresista, lo debe, evidentemente, a las influencias aludidas de allende los Pirineos, especialmente francesas, bien que, en su caso, como en el de tantos otros, se trate de un progresismo inmaduro y delimitado, casi ex clusivamente, al campo de la economa, de la educacin o de la esttica, muy recatado en el terreno social y prcticamente mudo en el poltico. 75 Aunque un tanto dispares en sus anlisis y conclusiones, vid. BURY, John: La idea del Progreso. Madrid, 1971, y NISBET, Robert: Historia de la idea de/Progreso. Barcelona, 1980; Tambin, MARAVALL, J.A.: Antiguos y modernos, Madrid, 1986, 2 ed. Un anlisis ms ex haustivo de los temas ideolgicos de la Ilustracin en GUSDORF, Georges: Les principes de la pense au Sicle des Lumires, Paris, 1971, pp. 151-461. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 67 Es en este orden nuevo y en esta nueva mentalidad donde hay que situar tambin el fenmeno de la prensa peridica como medio de difusin de las luces y como instrumento de socializacin, que, precisamente, conoce una extraordinaria actividad durante el reinado de Carlos III, su ms propicio caldo de cultivo en todo el siglo XVIII. 76 Se trata, adems, de un tema en el que destaca Sempere como uno de los ilustrados ms sensibles hacia la importancia socio -pedaggica del periodismo. En su primera obra escrita, el Discurso sobre el gusto actual de los espaoles en la literatura, pretende, precisamente, dar al pblico una obra de divulgacin crtica que venga a suplir la funcin desempeada en pases ms desarrollados, como Francia, por los llamados entonces papeles peridicos, cuyo cometido consista ms en la instruccin pblica que en la mera informacin. En ese sen tido menciona elogiosamente a los Diaristas de Pars y de Trevoux 77 y el en cargo (no cumplido) con el que, en 1723, desde instancias reales, se instaba al bibliotecario mayor, Juan de Ferreras, a remitir a estos ltimos los resmenes de los libros que salan a la luz en Espaa, con el fin de que nuestras produc ciones literarias y cientficas fueran conocidas en el pas vecino. Con esto ca reca Espaa de la utilidad de los diarios, por medio de los cuales en otras Pro vincias de Europa eran notorios al pblico los adelantamientos de las ciencias y las artes, se daba a conocer el mrito de las obras que se impriman y se con tena en algn modo la demasiada libertad de imprimir libros intiles y nada dignos de que se gaste en ellos la paciencia y el dinero. 78 He aqu los presupuestos ideolgicos con que se contempla desde la Ilus tracin el papel que deba desempear la prensa peridica: dar a conocer a un pblico amplio las novedades cientficas y tcnicas, al mismo tiempo que controlar, mediante unos determinados cnones crticos, la produccin inte 76 Una excelente sntesis en ENCISO RECIO, Luis M.: Prensa y opinin pblica en la Espaa del siglo XVIII (1758-1800), en Historia de Espaa M. Pidal, vol. XXXI, Madrid, 1987, pp.59- 128. Enciso, gran conocedor del tema de la prensa ilustrada, matiza las tesis de Paul Guinard, ampliando el perodo de influencia ilustrada de los papeles peridicos desde 1758, con el prolfico Nipho, hasta el decreto de suspensin de peridicos de 24 de febrero de 1791. No obstante, reconoce la dcada de 1780 como la poca de dorada plenitud de la prensa. Como obra colectiva vid. Periodismo e Ilustracin en Espaa, en Estudios de Historia Social, nms. 52-53 (1990). 77 Las Mmoires de Trvoux, la ms importante publicacin peridica francesa desde fi nales del siglo XVII, cumpla bien las pretensiones pedaggicas ilustradas, pese a la perspectiva conservadora propia de sus agentes, los jesuitas (Vid. SORIANO, Ramn:La Ilustracin y sus enemigos, Madrid, 1988). All se dieron a conocer a principios del XVIII los trabajos de la re cin creada Sociedad Mdica de Sevilla y se tradujo a Diego Mateo Zapata; fue, asimismo, una fuente de influencia sobre Feijoo, Mayans y sobre el pionero de nuestro periodismo, Mariano Nipho; era, pues, sobradamente conocida y admirada en tiempos de Sempere. 78 SEMPERE, Discurso sobre el Gusto actual de los Espaoles en Literatura, Madrid, 1782, p. 213. 68 Juan Rico Gimnez lectual, dirigindola en el especfico sentido racionalista e utilitario con el que el pensamiento ilustrado soaba transformar la realidad. En este sentido se puede decir que, a partir de 1737, con el Diario de los Literatos de Espaa -a cuyos autores elogia Sempere- y, sobre todo, con la variada produccin pe riodstica de Nipho, con la sobresaliente labor de El Censor y algunos otros, como el Espritu de los mejores Diarios Literarios que se publican en Eu ropa, la labor emprendida por la prensa peridica se convierte en la ms ca bal expresin, con todas sus contradicciones, del espritu ilustrado espaol. Pero ser unos arios ms tarde, en la obra que con ms ambicin totali zadora continuar el empeo divulgador y pedaggico iniciado en el Dis curso, donde Sempere deja constancia definitiva de su determinante valora cin social del periodismo: Para los progresos de las ciencias y las artes, o a lo menos para la mayor y ms rpida extensin de sus conocimientos, han contribuido mucho en estos ltimos tiempos los Papeles peridicos. La pereza ha sido el enemigo ms te rrible que ha tenido la Literatura. Los hombres que constituyen regularmente su felicidad en no hacer nada, acostumbrados a mirar las cosas por la super ficie, y a no pararse en pensar sobre la forma del globo en que habitan, sobre la constitucin del gobierno que obedecen, ni sobre los objetos que miran y tocan continuamente, con dificultad se resuelven a devorar tomos en folio, ni a leer las obras completas de los sabios que han contribuido con sus luces a los progresos de la razn y al bien de la humanidad. Por otra parte, reducido hasta ahora el estudio de las ciencias a cierta clase de Profesores, el resto de la Sociedad quedaba en la ignorancia de un gran nmero de objetos, de lo cual resultaba, que ni los saban apreciar, ni los buscaban, careciendo de este modo de la cultura que adquiere el espritu con la extensin de los conocimientos de las cosas que pueden interesarle de va rios modos. Estos vicios no pueden desarraigarse en poco tiempo, ni con un medio solo. Entre los principales de que se han valido las naciones cultas de estos tiempos para extender ms rpida y generalmente la ilustracin a todas cla ses de ciudadanos, ha sido uno el de los Papeles peridicos. Son muchsimos los que se han publicado en toda Europa, con los ttulos de Diarios, Memo rias, Actas, Gazetas, Mercurios, Correos, Efemrides, etc., destinados unos, para anunciar los libros que se publican y censurar su mrito; otros para dar noticia de los descubrimientos en las Ciencias y Artes, o de sus adelanta mientos; y otros, finalmente, a varios objetos tiles al pblico. En Espaa se pens y practic este medio desde que el gobierno resol vi seriamente restablecer las Ciencias y las Artes, que por todo el siglo pa sado haban padecido un atraso lamentable. A poco que haba venido S.M. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 69 [Felipe V] a Espaa, empez a salir una gran multitud de aquellos Papeles, y aunque por la mayor parte fueron despreciables, no faltaron entre ellos algu nos de bastante mrito. Pero la nacin no estaba todava en estado de gustar de la crtica y de los conocimientos econmico -polticos que por la mayor parte fueron los objetos de aquellos peridicos; y as, cayeron por s mismos, porque nadie trabaja en aquello de que no espera alguna utilidad. En estos ltimos aos, y particularmente desde el de 1784, se han vuelto a renovar, al parecer con ms buen suceso, pues continan a pesar de bastan tes oposiciones y estorvos que se han puesto a algunos de ellos, y de muchos declamadores que intentan desacreditarlos. Pero no puedo menos de advertir que en este gnero de obras no puede dejar de haber algunos defectos, o por que las noticias no se comunican a sus Autores con la pureza y exactitud co rrespondientes, o porque sus fuerzas no pueden abrazar la multitud de obje tos que se suelen proponer. 79 Sempere considera, pues que existen condiciones histricas que plantean la necesidad de extender los conocimientos cientficos y tcnicos, habitual mente restringidos a los elitistas reductos acadmicos. He aqu el concepto utilitarista del saber. De ah que se valore positivamente un medio de acultu racin tan eficaz como el peridico. Al mismo tiempo que, muy lcidamente, observa lo dificultoso de su implantacin social, tanto por lo que toca a los condicionamientos naturales, esto es, histricos, tcnicos y mentales, como por las resistencias institucionales e ideolgicas -oposiciones y estorbos les llama- que tanto arraigo conservaban en Espaa y que, de hecho, convirtie ron en efmeras las mejores experiencias periodsticas del XVIII. Es de notar, adems, la importancia que, en esa perspectiva utilitaria, concede ya Sempere a los conocimientos econmico -polticos, contempla dos como la quintaesencia del saber al servicio del reformismo. La conside racin de la economa como ciencia poltica por antonomasia resulta un rasgo axiomtico de la Ilustracin avanzada y en el mismo sentido lo recoge el li beralismo. Sin embargo, no hay que olvidar que, comparada con Francia o Inglate rra, la poblacin lectora en la Espaa setecentista era muy poco numerosa, pese al relativo incremento alcanzado en torno al reinado de Carlos III. En cualquier caso, el testimonio de Sempere evidencia, ms que la importancia sociolgica real del periodismo ilustrado, uno de los rasgos representativos de la mentalidad ilustrada y, desde luego, liberal, esto es, la fe en el poder ins trumental de la letra impresa en el arduo camino de la reforma mental de la sociedad. Cincuenta arios ms tarde, el periodismo se habr ya convertido en 79 SEMPERE, Ensayo..., IV, Madrid, 1787, p. 176 y ss. 70 Juan Rico Gimne: el modo habitual de expresin e intercambio cultural de todos los niveles del conocimiento, as como en principal plataforma de la dialctica poltica, hasta tal punto que, incluso, el pensamiento reaccionario acabar adoptando la forma periodstica para desplegar su contra -ideologa antiliberal. Por otro lado, el inventario de la produccin periodstica ilustrada pre sentado en el Ensayo -como, en general, todo el contenido de los seis tomos ha supuesto una fuente primordial para la historiografa de nuestro siglo XVIII. Tenindose que sujetar en la informacin, porque haba crecido de masiado el primer borrador, an da cuenta Sempere de cuarenta y dos de los peridicos aparecidos en Espaa entre 1737 y el momento en que escribe (1787). 80 Algunos no merecen ms que la mencin titular, la fecha y el autor. Otros, en cambio, reclaman una atencin crtica ms detenida, de acuerdo con las evidentes simpatas ideolgicas hacia el editor -periodista, destacando en tre todos, El Censor -a cuyo autor, Luis de Cauelo dedica un artculo aparte por la entereza con que declamaban los Autores de aquella obra contra ciertos usos que les parecan dignos de la censura pblica, y por manifestar otras miras ms arduas y ms arriesgadas que las de los dems papeles pe ridicos, atrevindose en la denuncia de los vicios de nuestra legislacin, de los abusos introducidos con pretexto de Religin, de los errores polticos y de otros asuntos semejantes. Se trata, en definitiva, de un testimonio interesado y, a la vez, crtico acerca de un fenmeno de innegable importancia histrica y sumamente til como enunciador de muchas de las contradicciones de la Ilustracin y del despotismo ilustrado. LA ACADEMIA DE DERECHO PBLICO DE SANTA BRBARA: DERECHO PATRIO VERSUS JURISPRUDENCIA ULTRAMONTANA Una de las primeras cosas que Sempere hizo luego de instalarse en Ma drid fue intentar seguir promocionando su vocacin jurdico -poltica, no en el sentido meramente tcnico y prctico, como ya advertimos, sino en la orien tacin ideolgica con que la vanguardia jurista europea pretenda imponer su doctrina del derecho nacional racionalista. Ideario doctrinal que ya haba ca lado en el ambiente espaol, incluido el mbito del gobierno, en figuras como Campomanes, Floridablanca, Manuel de Roda y algunos ms, esto es, entre el crculo de los golillas. En este sentido, Sempere vena ya preparado y sa ba lo que quera: autopromocionarse como ilustrado avant la lettre y conse 8 Ihci., pp. 182-198. Un nretendiente en la Corte (1781-1789) 71 guir un puesto en la alta burocracia del Estado. Uno de los caminos era, desde luego, integrarse en las instituciones y los grupos que, amparados por el po der y el carisma del rey, alentaban las reformas econmicas, legales y, en suma, polticas. De ah que muy pronto veamos al joven eldense buscar su lugar en la So ciedad Econmica Matritense de Amigos del Pas y en la Real Academia de Derecho Espaol y Pblico de Santa Brbara, de la que nos ocuparemos a con tinuacin. Hay que recordar que fue en los Estudios de San Isidro donde pri mero entr en contacto con la Ilustracin jurdica, estudiando el derecho natu ral y de gentes de la mano de su primer catedrtico, Joaqun Marn y Mendoza, autor de una Historia del derecho natural y de gentes y de una traduccin ano tada de los Elementa juris natura y gentium de Heinecke (o Heinecio), ade ms de una Historia de la Milicia Espaola, todas publicadas en 1776. 81 Sempere recogi esa influencia en su inventario de los mejores escrito res del reinado de Carlos III, donde glosa las obras de Marn y el propsito del gobierno carlotercerista en verter al catolicismo espaol las obras de las grandes autoridades en derecho natural y pensamiento poltico europeo, casi todas protestantes. Se pretenda con ello actualizar la formacin de los abogados y juristas desde el patrocinio y el control del gobierno, con un carcter marcadamente elitista, pues las obras que se estudiaban en San Isidro, an depuradas, no cir culaban libremente. En lugar de la Ctedra de Poltica y Econmica, para la interpretacin de Aristteles 82 en los lugares que tratan de estas materias, se nombr un Maestro que ensee el Derecho Natural y de Gentes, demostrando ante todo la unin necesaria de la religin, de la Moral y de la Poltica. Para los mayores progresos en esta ciencia se han dado despus otras providencias muy conducentes. Tal ha sido el precisar a todos los que practiquen la abo gaca en Madrid a que asistan un ao por lo menos a aquella aula, no pu diendo recibirse de Abogado sin que se haga constar esta circunstancia. Y ta les son tambin los premios de doscientos ducados vitalicios que se han propuesto por S.M. para los discpulos que ms se aventajen en este estudio. El primer Catedrtico de esta ciencia fue el Seor Marn, quien no en contrando otro autor ms claro, ms metdico, ni ms proporcionado para aprender en un ao los elementos del Derecho Natural y de Gentes, que los de Heineccio, se resolvi a reimprimirlos. Y como este autor ensea algunos 81 Joaqun Marn era valenciano y corresponsal de Gregorio Mayans. Por otra parte, Hei necio era autor aconsejado por Mayans. Vid. MESTRE, Influjo europeo y herencia hispnica. Mayans y la Ilustracin valenciana, Valencia, 1987. 82 Que haban regentado los jesuitas expulsos en el Colegio Imperial de Madrid, recon venido despus en los Reales Estudios de San Isidro. 72 Juan Rico Gimnez principios y mximas contrarias a nuestra sagrada Religin y al Derecho P blico Espaol, para evitar el escndalo y el dao que esto poda causar en los discpulos, que por lo comn siempre miran con cierta aficin las opiniones de los autores en quienes estudian, aadi varias notas, en las cuales o im pugna aquellas opiniones, o a lo menos advierte a los lectores el peligro, para precaver el dao de seguirlas. 83 Aparte del problema del posible contagio de quienes entraban en con tacto con autores heterodoxos, lo cierto es que, pese a todas la precauciones, los ilustrados espaoles declaran unnimemente su admiracin por la lista que recoge Marn y glosa Sempere, compuesta por Grocio, Seldeno, Hob bes, Puffendorf, Thomasio, Heineccio, Wolffio, Watel, Burlamaqui, Felice, Montesquieu, Linguet, Rousseau. En todo caso, en Espaa no ser hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando se afronte con rigor racionalista la labor de recopilacin y sistemati zacin del derecho patrio o pblico. Se trata de una actitud que se corres ponde con el desarrollo del Estado central nacional frente a los residuos feu dales y con la necesidad subsidiaria de organizar la administracin de la sociedad de una forma unitaria y coherente. Necesidad tanto ms perentoria en un pas como el nuestro, cuyo abiga rramiento regional mostraba una gran diversidad cultural, econmica y legal que obstaculizaba la querencia homogeneizadora de la monarqua. Aunque la monarqua espaola haba dado muestras, desde los Reyes Catlicos, de una clara vocacin centralizadora, los intentos de homogeneizacin poltica ha ban sido siempre dbiles y escasos sus frutos, incluso en pleno siglo XVIII, situacin que se evidenci a la nueva dinasta tras la guerra de Sucesin: subsistieron las especialidades jurdicas, ms o menos amplias y autnomas de Vizcaya, Guipzcoa, Alava, Galicia, Navarra y los Derechos civiles de Ca talua, Aragn y Mallorca. 84 La diversidad legal, pues, sigui siendo durante mucho tiempo la expre sin de la heterognea personalidad colectiva hispana. De ah que el procla mado unitarismo poltico del siglo XVIII, protagonizado por los Borbones, tenga que ser valorado en sus justos trminos. La ruptura dinstica fue, sin embargo, algo ms que formal. Los Borbo nes trajeron consigo una vocacin centralizadora cuyo modelo, la Francia del abuelo Luis XIV, era el ms desarrollado en toda Europa. Con este talante, la nueva dinasta espaola no haca sino recuperar, reforzndolo, el absolutismo 83 Ensayo..., IV, pp. 8-11. 84 TOMS Y VALIENTE, Francisco: El pensamiento jurdico, en Enciclopedia de Historia de Espaa, dirigida por M. Artola. Vol.3, Madrid, 1988, p374. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 73 de los Austrias. Esta es, precisamente, una de las razones del prestigio inme diato de los Borbones entre los intelectuales y los polticos espaoles, y ella explicar una de las modulaciones fundamentales del pensamiento ilustrado. El siglo XVIII, por consiguiente, no rompe, en cuanto al talante estatalista y centralizador de la cspide del poder, sino que hereda la tradicin de los dos siglos anteriores. En cambio, s son distintos los supuestos doctrinales en los que se basa el pensamiento jurdico -poltico ilustrado, que acaba sustituyendo la concepcin teolgica del derecho natural por la concepcin racionalista y laica del Derecho y el Estado, incluso cuando se proclama la unin necesa ria de la Religin, de la Moral y de la Poltica, que, en realidad, quiere sig nificar la subordinacin de las dos primeras a la ltima, como muy astuta mente sospech siempre la Inquisicin. Desde el punto de vista del Derecho, frente a su legitimacin teolgica, el pensamiento ilustrado lo intenta fundamentar sobre el racionalismo de la historia: Una de las caractersticas fundamentales del pensamiento poltico de la Ilustracin espaola es la utilizacin constante de la historia nacional como ciencia auxiliar del Derecho. 85 Los temas sin embargo, son casi los mismos: la ley, la soberana y sus l mites, el poder poltico y la monarqua como forma institucionalizada del mismo, la comunidad internacional, la tortura y la pena de muerte, la propie dad privada -emparejada por nuestra Ilustracin a la reivindicacin desamor tizadora-,etc. Lo que el pensamiento ilustrado aade es el tratamiento de es tos viejos temas con un ms alto grado de perentoriedad reformista y un considerable rigor analtico, segn los modelos de pensamiento ingls (Hob bes, Locke, Hume, Bentham); francs (Montesquieu, Brissot de Warville, Linguet, Mably), e italiano (Filangheri, Muratori, Beccaria), principalmente. Haban cambiado las perspectivas y los mtodos, pero no los fines, que perseguan el reforzamiento del Estado y la creacin de su ms operativo instrumento, el Derecho nacional positivo. El pensamiento ilustrado mantena la conviccin de la estrecha relacin entre poltica y derecho, aunque ahora rea lizara su enfoque desde la nueva perspectiva utilitaria de la igualdad ante la ley y la del mayor bien para el mayor nmero posible. En este punto, los ilus trados consiguieron convencer, al menos formalmente, a los soberanos, quie nes se presentaron como los primeros magistrados de sus estados, dando, de esta guisa, fe de la correspondencia entre Ilustracin y Despotismo ilustrado. 85 DUFOUR, Gerard, El tema de la constitucin antigua de Aragn en el pensamiento poltico de la Ilustracin espaola, en Actas del Seminario de Ilustracin Aragonesa, Zaragoza. 1987, pp. 215-222; TOMAS Y VALIENTE, op. cit., p361. 74 Juan Rico Gimnez De ah el papel promocionador, por parte de la monarqua, de instituciones de enseanza y debate del derecho nacional unitario. El primer borbn, Felipe V, tras liquidar la rebelin austracista en tierras aragonesas, catalanas y valencianas, expres claramente su deseo de unificar poltica y legalmente todos los restos diferenciales de Espaa, segn el patrn castellano. La voluntad homogeneizadora no tuvo el correlato prctico desea do, y ello sin entrar en consideracin sobre el acierto o error poltico del plan teamiento, que decida como patrn legal -administrativo para todo el territo rio de la monarqua el de una sola de sus regiones histricas, Castilla. En cualquier caso, fueron muy pocas las voces de la lite ilustrada que pusieran en entredicho el modelo borbnico, incluidos aquellos juristas y escritores procedentes de las regiones resistentes a tal unificacin. Sempere es un ejemplo tpico, como comprobaremos en ms de una oca sin. Ello se debi, simplemente, a una general unidad de perspectiva ideo lgica: la Ilustracin -como inmediatamente el liberalismo- vea el modelo de Estado centralista como el ms capaz de organizar polticamente la vida social de una manera eficaz y estable, garantizando, as, el camino del desa rrollo propio de las naciones civilizadas, segn aserto general ilustrado. Por otro lado, se trataba de una de las tendencias bsicas del proceso histrico del Estado moderno europeo, que la Ilustracin no haca sino matizar y reforzar. Pero si Felipe V reinici esa dinmica unitarista con el vigor propio del modelo francs, se debe, una vez ms, a su hijo Carlos III el mayor empuje dado al desarrollo del Leviatn, cuyo poder soberano haba de expresarse, an tes que nada, en la vigorizacin de la potestad legislativa. Carlos III supo po tenciar los saberes jurdicos modernos y rodearse de hombres formados en ellos, quienes pusieron sus energas al servicio del fortalecimiento de la Co rona y del Estado. En cuanto al cuerpo doctrinal, el pensamiento jurdico -poltico ilustrado se nutre del iusnaturalismo racionalista elaborado por escritores del mundo protestante, lo que aada a los problemas ideolgicos una resistencia ms por parte de la censura espaola. Los conceptos axiomticos y metodolgicos de este iusnaturalismo son, segn la moda de la poca, extrados de la lgica matemtica y geomtrica. Segn ello, al menos los primeros axiomas jur dicos son universales y pueden ser descubiertos y enunciados por la razn, pues estn en la naturaleza. Al aplicar a esta primera idea el mtodo descrito se obtiene por desarrollo un Derecho natural y de gentes al que debe atenerse el derecho positivo. Las normas de ste habrn de derivarse unas de otras hasta formar un sistema y no podrn coexistir normas lgicamente incompa tibles entre s. Estas, por ltimo, debern ser claras, para su mejor inteleccin por los sbditos y para su ms fcil y segura aplicacin por el Estado, y es Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 75 casas, pues el sistema jurdico no puede formarse por acumulacin, sino por derivacin y por sucesin, lo que significa que el Derecho formulado, si no deriva del anterior o es lgicamente compatible con l, debe derogarlo... El horizonte lgico de una ciencia as concebida es el Cdigo, pero a ste se puede llegar en distintos momentos y por distintas direcciones. 86 Los doctrinarios de este sistema jurdico que ms influyeron en los ilus trados espaoles fueron, como ya hemos advertido, Hugo Grocio, Puffendorf, Heinecke (ms conocido aqu como Heinecio), Tomasius, Wolf (o Wolfio), del rea germano -flamenca, los franceses Domat, Pothier, Brissot de Warvi lle y el abate Mably, y, entre los italianos, Muratori y Beccaria. Sin embargo, ...en cualquiera de sus direcciones se introdujo en Espaa muy tarde, se en se muy poco en nuestras universidades, fue perseguido ideolgicamente, muchos de sus autores estuvieron prohibidos y, en suma, no constituy ma teria de debate entre nosotros. 87 Precisamente, esa ausencia de un debate ms amplio sobre una proble mtica decisiva en la conformacin poltica de la Europa contempornea, ser una de las razones primordiales del retraso poltico espaol. Conclusin a la que lleg tambin el propio Sempere: Tenemos en Espaa suma escasez de libros de Derecho natural y de gentes. Los principales autores extrangeros que han escrito sobre esta Ciencia, Grocio, Puffendorf, Barbeyrac, etc. estn prohibidos; nuestros espaoles de lo que menos han cuidado ha sido de ella. El Derecho Romano brbaro, afeado mucho ms con las pesadsimas y rid culas notas y exposiciones de los comentadores, es el que se ensea en nues tras Universidades, el que se estudia fuera de ellas y por el que se examina a los que han de ser Abogados y Jueces; sucediendo entre nosotros la cosa ms absurda que puede imaginarse, y que sera increble a no constar por la expe riencia, esto es, que los letrados espaoles se examinan por un derecho, no slo muy diverso del de Espaa, sino cuyo uso en los Tribunales est prohi bido repetidas veces por nuestras mismas leyes. 88 Hablaba con conocimiento de causa, cuando ya haba finalizado el go bierno de Carlos III y ocho arios despus de haber ingresado en una de las po cas instituciones que, al margen de la universidad, haba desarrollado un t mido -y vigilado- debate sobre el iusnaturalismo racionalista y sobre la 86 TOMS Y VALIENTE, op. cit., p. 372. Una exposicin ms sistemtica en DILTHEY, Wilhelm: Hombre y mundo en lo siglos XVI y XVII. Mxico, 1978; asimismo, una reciente sn tesis en ABELLN, Joaqun, El vnculo entre tradicin y mundo moderno. Las teoras polti cas del Derecho natural, 1600-1750, en VALLESPN, ed.:Historia de la teora poltica.2, Ma drid, 1990, pp. 13-68. 87 TOMS Y VALIENTE, ibd. 88 Ensayo..., VI, Madrid, 1789, p. 134. 76 Juan Rico Gimnez necesidad de elaboracin e implantacin poltica de un derecho positivo his trico nacional, sustitutorio del llamado Romano brbaro. La Academia de Santa Brbara fue constituida, bajo el Patronato Real de Carlos III, en 1763, aunque es a partir de la implantacin de las nuevas Constituciones, en 24 de septiembre de 1778, cuando toma el apelativo de Derecho Espaol y Pblico y adquiere su talante ilustrado definitivo. 89 Sem pere ingresa, en calidad de Individuo, el 13 de febrero de 1781, precisa mente, en la dcada de mayor apertura ilustrada por parte del gobierno. La ampliacin de las preocupaciones de la Academia, desde la mera prctica ju rdica hasta los debates y disertaciones sobre derecho espaol y pblico, se debe en buena parte a la influencia del ministro conde de Floridablanca y a su talante decididamente regalista, por el que resultaba conveniente al desa rrollo del Estado monrquico la formacin jurdico -poltica nacionalista y laica de los futuros miembros de la lite burocrtica. Mas, en la medida en que ese aprendizaje implicaba tambin el de las concepciones contractualis tas liberales, su enseanza resultaba, paradjicamente, peligrosa en el seno del despotismo ilustrado, lo cual explica los tibios y contradictorios refuerzos que llegaron desde el poder. Por no hablar de las sospechas que levantaba a la siempre acechante Inquisicin, que no poda ver con buenos ojos, pese al patronazgo real y ministerial, una tribuna donde una cuarentena de individuos discutan -por ms que fuese a puerta cerrada- sobre temas como el lujo eco nmicamente productivo, el derecho penal con directa influencia de Becca ria, o sobre cuestiones escabrosas como los mayorazgos y los bienes vincu lados de la Iglesia. Con un talante decididamente liberal, que inclua la influencia de Rousseau en algunos acadmicos, como Manuel de Santurio Garca Sala, quien, en 1812 recordar que, all en los tiempos de antao, en que yo escriba en Madrid mis disertaciones sobre materias de derecho p blico para leerlas en la Academia llamada de Santa Brbara, no sin peligro en que estuve alguna vez de caer en mano de la Inquisicin, me dediqu de con suno con mis ms liberales, en poltica, en economa y en jurisprudencia, que nada tenan que envidiar a las del da; y por lo cual contribuimos con esa re volucin de luces, tal cual ella sea, que se hallaba establecida cuando empez nuestra insurreccin. 90 89 El nico trabajo monogrfico que conocemos es el de Antonio RISCO: La Real Aca demia de Santa Brbara de Madrid (1730-1808). Naissance et formation dune lite dans lEs pagne du sicle. 2 vols. Toulouse, Universit Le Mirail, 1979. Los datos extrados por Risco y los que nosotros hemos rebuscado (muy escasos) se hallan en la actualidad en la Aca demia de Jurisprudencia y Legislacin de Madrid. 99 Citado por ELORZA, El tema de la monarqua en el pensamiento poltico..., cit., p. 57. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 77 Resulta evidente el camino que lleva desde las crecientes necesidades de racionalizacin, al menos tcnica, del Estado carlotercerista, a la impregna cin ideolgica de los propios agentes racionalizadores en las doctrinas lai cas de la teora poltica secular europea. Sempere ser, tambin en este campo, uno de los convertidos a tales doctrinas, pese a su monarquismo de ultima ratio, sin dejar, empero, de pulirlas y adaptarlas a la circunstancia pre sente espaola, por un lado, y a las doctrinas del iusnaturalismo humanista catlico, por otro, representado por los escritores de la llamada escuela cl sica espaola: Mariana, Vitoria, Surez, Molina, Soto, Vzquez de Men chaca, etc. Dentro de estas coordenadas doctrinales, unas de raigambre hispana y otras, las ms radicales, de origen forneo, se replante en la Espaa ilus trada, con vigor nuevo, el debate sobre la organizacin del derecho positivo nacional o civil y sus presupuestos doctrinales. Sobre el tapete de la discu sin se emplaz la validez del modelo romano como pretendido fundamento del derecho espaol. Los juristas y ministros de Carlos III, profunda y unni memente regalistas, aprovecharon la reforma de los planes de estudios uni versitarios para establecer un camino intermedio que, si no eliminaba el de recho romano, s lo desplazaba centrfugamente en favor del derecho nacional, el cual situaba sus races en la monarqua goda: el enfrentamiento docente entre derecho romano y derecho real..., se inserta dentro de una cues tin ms amplia debatida por entonces: la progresiva afirmacin de un Dere cho nacional (el real vigente y sus precedentes desde el Derecho real visi godo) frente al derecho romano y la tradicin del ius commune. 91 En cuanto a Sempere, pertenece, desde luego, a la generacin que deba ta en el seno de la Academia de Santa Brbara, coincidente con el despo tismo legal o administrativo de la segunda mitad del XVIII. Por un lado, se quiere construir un derecho patrio peculiar, que refuerce la autoridad so berana y organice racionalmente la sociedad; por otro, se lo pretende justifi car sobre presupuestos filosficos y metodolgicos estrictamente racionales y empricos, lase histricos. Y, sin embargo, los resultados apenas lograron hacer mella en el contexto jurdico -poltico estamental, aunque no dejaron de crear un estilo nuevo, cuyos frutos no granaran hasta la centuria siguiente, con el zigzagueante asentamiento de la ideologa y la praxis liberal. Lo ocurrido en la Academia de Santa Brbara, sus altibajos de concu rrencia, los temas debatidos, su escasa repercusin social y poltica, refleja cabalmente las contradicciones de nuestra Ilustracin, el desnivel entre la rea lidad y el deseo de quienes queran transformarla. Sin embargo, en su seno, 91 TOMS Y VALIENTE, op. cit., p. 375. 78 Juan Rico Gimnez en unos por entretenimiento y moda, en otros -es el caso de Sempere- por conviccin profunda en la orientacin reformista, se plantearon con rigor los problemas urgentes de la poca: el Derecho nacional, el Derecho penal, la oportunidad y vigencia de determinadas leyes, cual las suntuarias, que regu laban los bienes de lujo entorpeciendo el necesario desarrollo de las fuerzas productivas, la reforma de instituciones legales, cual las vinculaciones y los mayorazgos, que obstaculizaban el camino a la propiedad privada y al libre comercio, la organizacin de la sociedad urbana a travs de la institucin de la polica, la organizacin ministerial, etc., etc. Dentro de esa actitud reformista destaca la labor de Sempere a su paso por la Academia. Fue, precisamente, en esa poca cuando se sedimentan las ideas -fuerza de su pensamiento jurdico -ilustrado, cuando elimina y pule las influencias escolsticas de su etapa universitaria, ideas que mantendr, en una evolucin coherente, a lo largo de su vida. Sin embargo, una vez ms, he mos de conformarnos con la cscara y no catar el fruto, gracias al tantas ve ces probado desinters de los espaoles por la preservacin y custodia de los documentos del pasado o, lo que es an peor, a causa de la insolidaria pirate ra biblifila. Pues de los Libros de Acuerdos de la Academia conservados podemos conocer los ttulos de las disertaciones ledas por Sempere, aunque no desentraar su contenido, debido a su desaparicin de los legajos en donde se agrupan los cuadernillos manuscritos y cosidos en que se presentaban s tas. He aqu esos ttulos y las fechas en que Sempere ley: 92 13-2-1781: Las leyes suntuarias; 19-2-1782: Leyes del Ttulo 3, Partida 3 (Nueva Recopilacin); 28-4-1783: Los lmites de la defensa nacional; 24-5-1783: La facultad de imponer penas; 27-1-1784: La polica; en qu se diferencia de la poltica, quales son los principales objetivos de una y otra; y se dar una idea de las mejores obras que se han escrito sobre ella; 11-5-1784: Sobre mayorazgo; 9-10-1784: La polica de las diversiones populares; si stas tienen influjo en las costumbres y en el carcter de las naciones y qules po drn fomentarse o debern prohibirse (merecer el premio anual); 19-4-1785: La necesidad y el plan de un cdigo legal; 92 Segn el artculo 9 de las Constituciones de 1778, En los martes y sbados de todo el ao (menos los meses de julio, agosto y septiembre) se formar la Academia a las quatro de la tarde; y la primera Junta de cada mes ser General, donde se resolvern los asuntos que exijan el conocimiento de todos los Individuos. Academia de Jurisprudencia y Legislacin, Libro de Acuerdos, ng 38, pp. 108 y ss. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 79 18-6-1785: El antiguo Consejo del Rey. Origen, progresos y estado actual del de Castilla. Divisin de sus salas con aplicacin a los asun tos respectivos que pertenecen a cada sala, modo y forma con que substancia y determina los negocios; 7-3-1786: Los ramos que comprende la polica y modo de mejorar los pue blos en orden a la salud, construccin de edificios, limpieza de calles y entradas. Los ttulos, al menos, no dejan lugar a dudas sobre los nuevos intereses doctrinales del autor. La demarcacin poltico -administrativa del Estado, su estructura legal positiva unitaria, la organizacin de una poltica social en to das sus dimensiones, incluido el control del ocio, bajo el enunciado general de polica y, cmo no, la reforma de las instituciones legales (mayorazgos, leyes suntuarias) que obstaculizaban la liberalizacin econmica de los fac tores productivos, son las preocupaciones de Sempere a los pocos meses de arribar a Madrid. De tal suerte tomar conciencia de estos problemas espa oles y de la necesidad de resolverlos que, en adelante, se convertirn en los temas recurrentes de su atencin intelectual. En realidad, Sempere, no re sulta original, sino que conecta con las tendencias y perspectivas de los por tavoces ilustrados ms sobresalientes, sobre todo, como ya dijimos, Jovella nos y Campomanes. Es difcil encontrar diferencias profundas entre las ideas de stos y las de Sempere y el resto de la lite ilustrada en torno a los grandes temas de la reforma. Por lo dems, era lgico, dada la comn con currencia de estos hombres en el seno de las Academias, las Sociedades Eco nmicas y las tertulias, as como los probados lazos de amiguismo que les unan, unas veces sincero y otras forzado por la reaccin castiza e inmovi lista, siempre acechante. Las ocupaciones de Sempere en la Academia de Santa Brbara, alterna das con las dedicadas a la Sociedad Econmica Matritense (a la que, dada su mayor amplitud de miras, otorgaba ms tiempo), nos hacen ver que seleccio naba cuidadosamente su ya laborioso quehacer cotidiano. 93 Apenas hace acto de presencia en los despachos de pleitos o asuntos comunes de trmite. Cuando no diserta personalmente, acude a las disertaciones de otros que le pueden interesar y, en estos casos, casi siempre interviene en el debate subsi guiente. La ltima noticia registrada de su paso por la Academia ocurre el 29 93 Las noticias provienen del Libro de Acuerdos relativo a los aos 1763-1796; del Li bro en que se asientan separadamente los ejercicios y empleos que cada uno de los Individuos de la Real Academia de Santa Brbara..., desde 24 de noviembre de 1773, y del Asiento de ejer cicios desde el da 2 de marzo de 1784, conservados en la Academia de Jurisprudencia y Le gislacin. 80 Juan Rico Gimne: de abril de 1786, en que se anota, precisamente, su ausencia. Desconocemos si hubo para ello razones de ndole acadmica o simplemente personales. Hasta aqu lo que sabemos del paso de Sempere por la Academia de Santa Brbara. Hemos visto que interviene activamente en los temas de ma yor inters para el pensamiento ilustrado, particularmente en las cuestiones jurdico -legales y econmicas, que en adelante sern los motivos principales de su inters intelectual; que realiza funciones de censor, como tambin har en la Sociedad Econmica Matritense, de acuerdo con la tendencia seculari zadora establecida por el gobierno carlotercerista de complementar la censura inquisitorial con la del Estado; que diserta, por sustitucin, acerca de un tema tan crucial para la reforma agraria como los mayorazgos, en el momento en que la cuestin es ampliamente debatida -con Jovellanos como actor princi pal- en el seno de la Matritense. Se nos manifiesta, en fin, la importancia de la experiencia vivida en la Academia en la conformacin de la ideologa ilus trada de Sempere. ILUSTRACIN Y DESPOTISMO: LA SOCIEDAD ECONMICA MATRITENSE DE AMIGOS DEL PAS No vamos a abundar sobre la relevancia que para los fines del despo tismo ilustrado adquirieron las Sociedades de Amigos del Pas. As, desde la fundacin espontnea y particular de la pionera Vascongada, pronto se con vierten estas instituciones en instrumentos promocionados pblicamente con fi nes reformistas. En tales circunstancias, era lgico que la Sociedad Econ mica de Amigos del Pas de Madrid se convirtiera en el prototipo de las res tantes que iban a crearse, de tal suerte que cualquier iniciativa en este sentido haba de ser considerada por la Matritense antes de la aprobacin definitiva por el Consejo de Castilla. El poderoso fiscal de esta alta institucin poltica, Campomanes, es el mximo promotor de las Sociedades Econmicas, empe zando por la de Madrid, alentado por el propio Carlos III. Campomanes quera -y ese fue el espritu desplegado por todas las so ciedades- convertir estas instituciones en una especie de escuelas tcnicas (sus Discursos sobre el fomento de la industria popular y sobre la educacin popular de los artesanos desautorizaban la sola especulacin) donde se fo mentaran los conocimientos prcticos que, aplicados a la agricultura y la in dustria, dinamizaran la deseada reforma econmica de la nacin. El saber por antonomasia, para el fi scal asturiano, era el saber utilitario. Pero si, adems del fomento de los saberes tcnicos, se estimulaban tambin otras disciplinas era, sencillamente, porque para la optimista mentalidad ilustrada todo pro Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 81 ducto de la razn era susceptible, debidamente enfocado, de ser til. La educacin en s misma, adquiere as una gran valoracin y estmulo, enten dida, fundamentalmente, como el medio ms eficaz para la constitucin de ciudadanos tiles, empezando por la recuperacin laboral de los margina dos: Comprendieron las sociedades econmicas que, a partir de la escuela, fomentando la laboriosidad y retribuyendo el trabajo de los alumnos, podra combatirse, desde la infancia, el vagabundeo y la mendicidad. De esta ma nera quedaron ligadas la enseanza y la poltica social. 94 Sin olvidar la dimensin ldica y la querencia Por la moda del momento, que, indudablemente, movi a buena parte de los fundadores de las Econ micas, en su mayora miembros de la aristocracia, es justo reconocer su de cidido papel ilustrado en la Espaa de la segunda mitad del XVIII. Pero, del mismo modo, debe tenerse tambin en cuenta aquella postura, ms o me nos snob, para explicarnos, aparte otros inconvenientes estructurales, el es caso alcance de las propuestas reformistas de las Sociedades de Amigos del Pas. En realidad, la proyeccin real de estas instituciones se debe a la mino ra realmente ilustrada que form parte de ellas y las vigoriz con su presen cia crtica y entusiasta. No hay que olvidar que las ocupaciones y la dedica cin de estos hombres en las Sociedades Econmicas era generosa y gratuita y que la nica remuneracin que podan esperar de ellas, aparte la gloria de pertenecer a tan prestigiosas instituciones, era la posible promocin en la alta burocracia, desde luego, no desdeada. Empero, no deja de ser digno de ala banza el hecho de que unos pocos individuos de algunas de las setenta y tantas poblaciones espaolas que llegaron a instituir una Sociedad Econ mica, no slo las mantuvieran vivas sino que consiguieran llevar a cabo al gunas reformas o, cuando menos, activar el espritu crtico y el avance del co nocimiento terico y prctico. Sempere y Guarinos, como miembro de esa minora de hombres nuevos, inquietos y crticos, que unan afn reformador y deseo de promocin social, representa un excelente prototipo de los amigos del pas. Fueron estos hombres, conscientes de la ntima relacin entre reforma general y ascenso social de su clase, quienes se tomaron muy en serio la aplicacin del espritu 94 CARANDE, Ramn: Estudios de historia.]. Madrid, 1989, p. 127. Vid. tambin ANES, Gonzalo:Economa e Ilustracin en la Espaa de/siglo XVIII, Barcelona, 1969, pp. 13 41; SARRAILH, Jean:La Espaa ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, 1985, pp. 230-289; ENCISO RECIO, J.M.: Las Sociedades Econmicas de Amigos del Pas, en His toria de Espaa M. Pida!, XXXI, cit., pp. 13-56; GARCA RUIPREZ, M.: Nuevas aporta ciones al estudio de las Sociedades Econmicas de Amigos del Pas, en Cuadernos Bibliogr fi cos, n 2 49 (1988). 82 Juan Rico Gimnez ilustrado. Ese fue el mvil principal de su entusiasmo y su dedicacin en las instituciones que podan introducir en Espaa las corrientes ms avanzadas de la ciencia experimental, del derecho, de la economa, de la poltica social, de la educacin, en suma, aspectos todos que, desde luego, favorecan ms el mrito que el privilegio, ms la innovacin y la reforma que la tradicin. Desde luego, las contradicciones y desniveles entre las ideas sostenidas y las realizaciones prcticas de la Ilustracin, se manifestaron claramente en el seno de las Econmicas. Por otro lado, su escasa operatividad era lgica, dado su carcter instrumental, meramente pedaggico y carente de poder po ltico -institucional. Sus miembros, an los movidos por la fe reformista, no eran agentes del Estado, sino, como ya apuntamos, generosos patriotas mo vidos por el entusiasmo. Y, sin embargo, resulta notable la importancia dada por todos, desde el rey hasta el ltimo ilustrado, a las Sociedades Econmicas, como si unni memente esperaran de la labor de stas un milagroso poder demirgico con el que transformar el talante y las formas de vida espaolas. En la base de esa actitud, evidentemente exagerada y escasamente lcida -en trminos de inteligencia poltica- se halla tambin la estimacin desde las esferas del po der, a partir de 1786, de la decadencia de las Sociedades Econmicas. Pero, acaso puede decaer algo que apenas ha alcanzado el xito Hallamos aqu un sesgo definidor del pensamiento de la Ilustracin: el sentido mult voco del concepto de decadencia, tan prolijamente usado por los escrito res ilustrados, especialmente los espaoles, con el que igual definen una poca histrica en crisis -los ltimos reinados de los Austrias, por poner el caso ms tpico- que una situacin que no alcanza los niveles previstos o so ados de operatividad, como ocurre con el caso que nos ocupa de las Eco nmicas. Seguramente el asunto es ms complejo y la atribucin de decadencia implicaba tambin la denuncia de los obstculos que las fuerzas reaccionarias y la Inquisicin oponan a la labor ilustrada en el seno de las Sociedades Eco nmicas, al mismo tiempo que se pretenda, con tal publicidad, reanimar el afn reformador, que segua siendo ms dbil de lo deseado por los ms en tusiastas. stos eran pocos y no del todo bien avenidos, con escaso refrendo del poder, salvo en cuestiones blandas para el status quo, lo que evidencia su conciencia de crisis o, como preferan calificar, de decadencia. Sempere y Guarinos ilustra nuestras apreciaciones y expresa la fisonoma atractiva y frgil de la Sociedad Econmica Matritense y, por reflejo, de to das las Sociedades de Amigos del Pas. Su trabajo se deriva de su condicin de miembro activo de la Matritense y de la labor historiogrfica que hubo de desarrollar para la confeccin del Ensayo... de los escritores de Carlos II!, en Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 83 donde, obviamente, haba de mencionar prolijamente la labor de las Socieda des. En realidad, el trabajo de Sempere es el pionero sobre el tema y el ca mino obligado para todos los historiadores que han recorrido nuestro siglo XVIII y sus logros ilustrados. En el tema de las Sociedades Econmicas, como en el del periodismo, el Ensayo es, indudablemente, la obra ms citada y utilizada. En opinin de Sempere, uno de los sucesos ms notables y glo ri osos del Reynado de Carlos III, es el establecimiento de las Sociedades Econmicas. Sin grandes gastos, sin salarios y sin los dems embarazos y riesgos que suelen ocasionar otros proyectos menos importantes, se encuen tra Espaa con un gran nmero de Escuelas utilsimas y de Ministros a quie nes poder confiar el exmen y la execucin de muchas providencias relativas al fomento de la Agricultura, Artes, Comercio y Polica. 95 El valor primordial que otorga a estas instituciones se debe, no tanto a su funcin pedaggica, cuanto a su papel ministerial respecto del poder mo nrquico, en su doble vertiente asesora y ejecutiva. Es as como el despotismo se entiende como verdaderamente ilustrado, desarrollando ramificaciones del poder central ms cercanas a los problemas cotidianos y que, mediante el compromiso patritico de unos individuos tcnicamente preparados y otros socialmente relevantes (alta nobleza e Iglesia), desarrollen un servicio eco nmico y social que funcione subsidiariamente de las instituciones orgnica mente estatales. El objetivo principal, al menos desde la perspectiva de Campomanes, Jo vellanos, Sempere y la minora ilustrada, era esencialmente productivista, se gn los cnones de la fi siocracia y el agrarismo en boga. Se trataba de im pulsar el crecimiento econmico mediante la introduccin de todos los adelantos tcnicos conocidos, la creacin de mercados libres y, sobre todo, mediante la legislacin coherente con esos principios dinamizadores. Todo ello, adems, sin atentar contra la estructura social estamental vigente. Por eso, para llevar a cabo tarea de tal envergadura empezaban los ilustrados por la educacin, en primer lugar, de los propietarios de la tierra y, en general, de los implicados en los procesos productivos. Despus, la instruccin deba ex tenderse al resto de la poblacin potencialmente activa, sin excluir a la mu jer, ni siquiera como ama de casa y trabajadora eventual. Subraya Sempere el sentido pionero que en tales principios pedaggicos mereca la Sociedad Bascongada, en la que la nobleza tuvo tan importante pa pel: Apenas se hizo presente al Rey el proyecto de los nobles Bascongados, cuando no slo condescendi benignamente con su splica, sino que cono ciendo las grandes ventajas que podan resultar a la nacin de que los nobles 95 Ensayo..., V, p. 135. 84 Juan Rico Gimnez de las dems provincias los imitaran, formando juntas y establecimientos cientficos con el mismo loable objeto, manifest su voluntad en la Carta Or den.... 96 En cualquier caso, Sempere sabe que las Sociedades Econmicas no de ben su implantacin a la nobleza, sino a la voluntad de otras mentes mucho ms innovadoras, oriundas, como casi siempre que se realizan planteamien tos reformistas, de la parcela ms ilustrada e innovadora, de la que l mismo procede y con la que se identifica. Ya que para los ilustrados tampoco es el pueblo, como colectivo instigador, el agente responsable de sta ni de nin guna otra corriente de reforma, no desempeando otro papel que el de bene ficiario ltimo -y habitualmente pasivo- de la poltica. Queda el papel del mo narca, carismtico y ejemplar, as como soberano absoluto sobre los poderes tradicionales, imaginado como motor principal de toda reforma, de acuerdo con una extendida frmula contempornea: ...los reformadores pensaron que entre tantos poderes establecidos contra los que se levantaba su programa de novedades polticas, el de ms fcil captacin para obtener su ayuda era el rey y por eso todo su esfuerzo va dirigido a tal objeto, a fin de, con sus fuerzas, poder enfrentarse a las contrarias. . 97 He aqu otra recurrencia del pensamiento del despotismo ilustrado, la creencia paternalista en el papel inductor, centrfugo y ejemplar del poder so berano sobre la sociedad. Para Sempere, la Corte y lo que all ocurre opera como el espejo en el que la nacin entera se mira y se refleja. De ah que aplauda el comportamiento del rey y su familia al hacerse cmplices del pro yecto de Campomanes y promocionar, con su presencia, con dinero y con le yes, la funcin utilitaria de la Matritense, adoptando medidas de proteccio nismo econmico, junto a otras de alcance ideolgico, como la dignificacin del trabajo manual, u otras que tocarn asuntos tan relevantes y tabs como la reforma agraria, la de la poltica social, etc. En la medida en que la mayo ra de estos planteamientos reformistas se reactivaban con la sancin del pro pio rey, Sempere crea poder albergar legtimamente profundas esperanzas de reforma efectiva. De lo que no caba duda, al menos, era de que ese era el buen camino. 98 En el papel asignado por Sempere a las Econmicas queda reflejado su ideario poltico. Estas instituciones, supliendo las deficiencias institucionales y pedaggicas que Espaa, a la sazn, padece, han de formar intelectual y 96 did. Vid. tambin ELORZA, A., La sociedad Bascong(uht de los Amigos del Pas. Educacin y poltica, vol. colectivo, San Sebatin, 1972, pp. 53-62. 97 MARAVALL,LA.: La frmula poltica del despotismo ilustrado, en! borboni di Na poli e i borbone di Spagna, cit., 1, p. 18. 98 Ensayo..., V, pp. 139-142. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 85 tcnicamente -lo que incluye un valor decisivo dado a la formacin de los ju ristas en el Derecho patrio y en la Economa, en defecto de la enseanza uni versitaria- a la lite burcrata del Estado. Desde luego, dentro de la perspec tiva del racionalismo tecnocrtico en boga en la Europa ilustrada. En todo caso, la importancia de las Econmicas es, cuando menos, com parativa, hecho fehaciente si se contempla la historia de Espaa: Si vamos a buscar los hechos, que son los que tienen ms fuerza para convencer a la mul titud, se ver que en ningn otro tiempo se han impreso en Espaa ms obras (originales o traducidas, que todas contribuyen a la ilustracin general) acerca de las Matemticas, Fsica, Chmica, Botnica y Poltica -Econmica, que desde la fundacin de estos cuerpos patriticos. En ninguno ha habido tanto ardor de promover la *Agricultura, oficios y Comercio. En ninguno se han expedido leyes ms tiles. Y en ninguno, finalmente, se han dado tantos auxilios a la industria, tanto en dinero, como en demostraciones de aprecio del trabajo y la aplicacin. 99 La necesidad y la oportunidad de las Sociedades no ofreca dudas en la va loracin de Sempere, es redundante repetirlo. Pero si en el terreno de la ope ratividad haba que otorgarles un importante papel comparativo, no caer Sempere en la fcil y acrftica apologa de tan loables cuerpos patriticos. Antes al contrario, cree necesario diagnosticar objetivamente sus carencias con el propsito de remediar su ineficacia mediante la crtica constructiva. Pero Sempere evita esta vez caer en la calificacin al uso de decadencia, re ferida a algo que est lejos de haber alcanzado su optimum. Se trata ms bien de indagar las causas por las que las Sociedades Econmicas, la mayora, no han cumplido las previsiones del gobierno ilustrado. Leamos su diagnstico, en general coincidente con el de la historiografa posterior: Yo no dir que las Sociedades Econmicas han producido todo el bien que de ellas pudiera espe rarse. Lejos de eso, muchas apenas han dado ms pruebas de su existencia que la de haberse anunciado su fundacin en la Gaceta y conservarse su nombre y los de sus directores y secretarios en la Guia de Forasteros. Esto ha provenido de varias causas, cuyo conocimiento es muy impor tante para rectificar en lo posible estos cuerpos, y tambin para abolir los que no tengan las proporciones necesarias para sostenerse y trabajar con utilidad en los objetos de su instituto. Sobradas escuelas, ctedras, oficinas y estable cimientos literarios y civiles tenemos ya intiles. La notoria proteccin que el gobierno concede generalmente al estable cimiento de las Sociedades, ha excitado a muchos a solicitar su fundacin en pueblos en donde no haba proporciones para ellas, y sin encontrarse las ca 99 lbd., p. 148. 86 Juan Rico Gimnez lidades necesarias para ejercer los empleos de Directores, Secretarios y Cen sores, para los cuales no es bastante solamente la buena intencin y el celo, si ste no va acompaado de la ilustracin y actividad necesarias para com batir y sofocar las preocupaciones daosas, resistir a los impulsos de la envi dia y romper las trabas que se oponen a los adelantamientos de la industria. El amor propio, el deseo de acreditarse, la satisfaccin de ver su nom bre en los papeles pblicos, ha sido lo que ha llenado las primeras juntas de las Sociedades y las ha dejado desiertas pasado el primer mpetu y logrados aquellos fines. La poca unin entre los individuos, los intereses particulares, la escasez de fondos y la multitud de objetos a que han querido extender sus miras, sin probabilidad de conseguirlas, han imposibilitado mucho ms su ejecucin. Por otra parte, los Tribunales superiores que han protegido general mente la fundacin de las Sociedades Econmicas, en algunos casos particu lares no les han dado el favor y auxilios que han pedido, sin duda a influjos de los jueces subalternos, que son los medios ordinarios que tiene estableci dos nuestra legislacin para la ejecucin de las providencias econmicas y autos judiciales. Los Tribunales, Ayuntamientos y dems jueces y cuerpos civiles infe riores son como enemigos natos de las Sociedades. Porque quieren mandar despticamente; y cualquiera otro cuerpo o individuo que pueda descubrir sus injusticias o disminuir en algn grado su autoridad y representacin, me reciendo la confianza del Soberano para los informes o para la direccin de algunos ramos de la polica, como recogimiento de mendigos, hospicios, lim pieza, plantos y otras obras pblicas, no pueden serle indiferentes. Los Eclesisticos, que son las personas que ms pueden contribuir con su ejemplo, socorros y persuasiones a desterrar la ociosidad y fomentar la indus tria, y de quienes ms deba esperarse que cooperaran a la propagacin de las benficas ideas de las Sociedades, como lo han hecho en algunas de ellas, en otras partes se han manifestado muy indolentes, desdendose, no solamente de asistir a ellas, sino an de contestar a las atentas cartas con que se les han pedido algunas noticias y encargado comisiones tiles y de muy poco trabajo. Estas son las causas ms radicales de que no hayan hecho mayores pro gresos algunas Sociedades Econmicas y ninguno la mayor parte. Adems de stas, ha habido otras particulares, que pertefiecen a la historia de cada una. Sera esta una obra muy til como se escribiera bien.. 100 Como vemos, Sempere conoce los problemas y, adems, se atreve a plan tearlos pblicamente. Sabe que est respaldado por Campomanes, Florida lbci., pp. 148-151. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 87 blanca y la lite de la Matritense, y que todos tienen de su lado al rey. Bsi camente, el problema mayor para l es ideolgico. En los tribunales, en los ayuntamientos, en general entre la burocracia media e inferior del Estado, y en gran parte de la Iglesia, sigue predominando la mentalidad reaccionaria del Antiguo Rgimen, aquella que basa su accin de gobierno en mandar despticamente e impedir cualquier reforma, por miedo a que se modifique su status quo. Su dedicacin a la Matritense, desde 1782 hasta que marcha a Granada, en 1790, abona sus apreciaciones de compromiso crtico y utilitarista. Pas a formar parte de la Clase de Industria, probablemente movido por el nfasis que pona en la importancia y necesidad de implantar la nueva economa po ltica y de animar las actividades industriales, entendidas como fuente pri mordial de riqueza. No obstante, la adscripcin a una Clase no era cerrada y ello le permiti intervenir muy activamente en los debates sobre la reforma agraria, o como censor de informes dirigidos a la Clase de Agricultura. DE LA BENEFICENCIA CRISTIANA A LA POLTICA SOCIAL El despotismo ilustrado fue especialmente sensible al control de las des viaciones sociales e intent poner en prctica programas de asimilacin e in tegracin de los grupos marginales: mendigos, gitanos, desertores, delin cuentes menores, vagabundos en general. El concepto que simbolizaba esa realidad anormal, extraa y antisocial era el de ociosidad, entendida como la indisposicin, ms o menos voluntaria, hacia el trabajo productivo. El despotismo ilustrado, sobre todo el de Carlos III, replantea el pro blema y define a los ociosos y mal entretenidos como todos los que viven ociosos sin destinarse a la labranza o a los oficios, careciendo de rentas de que vivir, o que andan mal entretenidos en juegos, tabernas y paseos, sin co nocrseles aplicacin alguna, o los que habindola tenido la abandonan ente ramente, dedicndose a la vida ociosa o a ocupaciones equivalentes a ella. (Real Orden de 7 de mayo de 1775). Como desarrollo hipertrofiado de la modernidad, el pensamiento re formista del siglo XVIII (especialmente en su segunda mitad), considera al pobre, no slo des -integrado socialmente, sino, sobre todo, como fuerza pro ductiva potencial. Para ello ha sido preciso el triunfo de la mentalidad bur guesa moderna sobre la medieval-estamental, con la estimacin por parte de aquella del trabajo como medio de emancipacin individual y social, as como factor productivo general, y su creencia subsiguiente en la positividad demogrfica como factor econmico de primer orden. 88 Juan Rico Gimnez Sin embargo, el planteamiento del problema no es nuevo, al menos en el terreno de la sensibilizacin intelectual, ni en Europa, ni tampoco en Espaa, donde ya en el siglo XVI es posible comprobar una actitud productivista en aquellos que, ante todo, piensan en la gran masa de trabajo humano que esos pobres suman, en la gran cantidad de fuerza aplicable al trabajo y a la pro duccin de bienes que en sus manos se encuentra, la cual, ni en bien de ellos ni de los dems, debe desperdiciarse. Es posible que el ejemplo ms claro de este grupo sea el del contador Luis Ortiz, que en 1558 propone al rey Felipe II un verdadero plan quinquenal para la reorganizacin y potenciacin de las fuerzas de trabajo. 101 En efecto, los ilustrados espaoles -y as Sempere, como veremos ense guida- podan nutrirse en antecesores ilustres ya sensibilizados ante la otra cara de la riqueza: 102 Luis Vives, ejemplo egregio para Sempere, escribi De subventione pauperum en 1526; Domingo de Soto, la Deliberacin en la causa de los pobres en 1545; Miguel Giginta, el Tratado del remedio de po bres en 1579, y Cristbal Prez de Herrera aport sus Discursos del amparo de los legtimos pobres y reduccin de los fingidos, importante para el buen gobierno de las ciudades y pueblos. Escritores y arbitristas, muchos de ellos eclesisticos, representan, pues, las fuentes autctonas del pensamiento ilus trado sobre la beneficencia y la integracin social. Ya en el siglo XVIII, los grandes mentores son Bernardo Ward, sobre todo con su Obra pa y eficaz modo para remediar la miseria de la gente po bre de Espaa (Valencia, 1750 y 1757; Madrid, 1757) y tambin con su Pro yecto Econmico (Madrid, 1762 y 1779, cap. XIX); Feijoo, con sus Cartas eruditas(tomo 3, carta I) y su Teatro crtico(tomo I y tomo VI); Campoma nes, con su Discurso sobre el fomento de la industria popular, de 1774, y su Discurso sobre la educacin popular de los artesanos(1775), que influiran decisivamente en la Real Ordenanza de Vagos de 1775, en las reales rdenes de 1777 y 1778 y en la constitucin de una Junta General de Caridad; 103 Flo ridablanca, con su Instruccin reservada de 1787. Casi ningn ilustrado sig 101 MARAVALL, J.A., De la misericordia a la justicia social en la economa del trabajo: la obra de fray Juan de Robles, en Utopa y reformismo en la Espaa de los Austrias, Madrid, 1982, pp. 207-246; el mismo autor ha tratado estas ideas en Trabajo y exclusin. El trabajador manual en el sistema social de la primera modernidad, cap. XIII de Estudios de Historia del pensamiento espaol. Serie segunda. La poca del Renacimiento, Madrid, 1984, y en su ltima y magistral obra La literatura picaresca desde la historia social, Madrid, 1986. 91 / 2 ELORZA, A. y LPEZ ALONSO, Gimen, El hierro ye! oro. Madrid, 1989, pp. 74-88. 103 Ms tarde se emitieron las reales rdenes de 1780 y 1783, la Real Cdula de 1785, las reales rdenes de 1787, de marzo y junio de 1789 y bandos en 1786, 1789, 1790 y 1798. Vid. GUILLAMON, Javier, Disposiciones sobre polica de pobres..., en Cuadernos de Historia mo derna y contempornea, n 2 1(1980), pp. 31-50. Un pretendiente en la Corte (17814789) 89 nificativo olvid este problema, desde Jovellanos a Sisternes, pasando por el peridico El Censor. Y es que, en la medida en que el proceso de desarrollo del Estado mo derno se corresponde con el proceso del modo de produccin capitalista en el mbito de Occidente, desde el principio del siglo XVI, el problema del pau perismo no ha cesado de preocupar a las sociedades europeas. Esta reflexin permanente y los mltiples puntos de vista a los que da lugar deben estar uni dos a la evolucin de las estructuras econmicas y sociales y a la de las men talidades: es en el momento en el que aparecen las primeras manifestaciones de una promocin social imposible hasta entonces, que pone la riqueza y la consideracin, antao reservadas a una clase privilegiada hereditaria, al al cance de una clase media de comerciantes y de artesanos, cuando la sociedad es abocada a interrogarse sobre la significacin de la pobreza de las clases in feriores y sobre las soluciones que conviene aportar. 104 Sin olvidar, una vez ms, las diferencias y desviaciones existentes entre la prctica poltica del despotismo ilustrado y el discurso ilustrado. Ya que (y ello marcara la diferencia entre ste y el poder), el pensamiento ilustrado em plea el concepto de ociosidad en un doble sentido de reforma social: a) como propuesta de integracin y reciclaje econmico (lo social es se cundario, aunque se enuncie como meta) de los grupos marginales impro ductivos de la sociedad (aqu coincidiran en mayor grado el pensamiento ilustrado y el poder); y b) como crftica contra la mentalidad improductiva de las clases ociosas tradicionales (nobleza y clero), con la implcita incitacin a su transforma cin e integracin en la sociedad productiva o industriosa. Contra la pros cripcin tradicional de los oficios viles mantenida por los estamentos pri vilegiados, la Ilustracin defiende la honra de los oficios, proclamando as la honorabilidad de la prctica burguesa. 105 Ya que, si alguna paternidad genealgica puede reclamar la Ilustracin, se trata sin duda de la ideologa clasista burguesa. Pues aunque entre los plan teamientos ilustrados los haya que aspiren a una reforma econmico -social que haga partcipes del bienestar a las clases pobres, 106 en un sentido de 104 SOUBEYROUX, J., Pauperisme et rapports sociaux a Madrid au XVIlle sicle. Pa ris, 1978, I, p.1. Traduccin nuestra. Soubeyroux ha publicado parte de su tesis en espaol en dos trabajos, Pauperismo y relaciones sociales en el Madrid del siglo XVIII, y El encuentro del pobre y la sociedad: asistencia y represin en el Madrid del siglo XVIII, en Estudios de Histo ria Social, Mins. 12-13 (1980) y 20-21 (1982). Precisamente este ltimo nmero se dedica mo nogrficamente al tema Pobreza y conflicto social en la crisis del Antiguo Rgimen. 105 MORALES MOYA, A.: Poltica social, en Historia de Espaa M Pida!, XXXI, cit., p. 261 y ss. 106 MARAVALL, J.A.: Estudio preliminar a las Cartas de Cabarrs. Madrid, 1973, p. 45. 90 Juan Rico Gimnez igualitarismo o nivelacin social, lo habitual -Jovellanos, Sempere, Lardiz bal, Capmany y un largo etc.- est ms acorde con el concepto burgus smit hiano de desigualdad social natural. Para esta actitud, la nocin de bienestar o de felicidad es esencialmente productivista y econmica, no socio -poltica: todo el mundo tiene el derecho y el deber de trabajar y las instituciones de ben fomentarlo; la consecuencia es una sociedad prspera donde no cabe el ocio injustificado -esto es, la falsa pobreza-, y donde todos los trabajadores obtengan unos recursos dignos, pero, cuidado!, dignos a su condicin pro pia. En ningn momento se vislumbra la ideologa del igualitarismo social, antes bien, de acuerdo con la ideologa clasista burguesa cada grupo social -a pesar de disfrutar de la libre movilidad, lo que diferencia al pensamiento ilustrado del estamental y feudal- tiene su propio papel y posicin en la es tructura armnica de la sociedad. El pensamiento ilustrado es protoburgus en su propuesta clasista, y al sostener como valor econmico fundamental no ya la mera riqueza (mercantilismo), sino el trabajo (fisiocracia, liberalismo), est reclamando para el pueblo trabajador (entindase agricultores, artesanos, comerciantes, pequeos propietarios en general) la correspondiente categora social media y, consecuentemente, la equivalente sancin moral. Dicho de otra forma, al reclamar la honorabilidad y la dignificacin del trabajo y de su consecuencia, la propiedad privada, el pensamiento ilustrado da un paso agi gantado en la distincin de clases, enfatizando en la especial respetabilidad de la clase media trabajadora. Es lo que pide un Capmany en el Discurso eco nmico -poltico en defensa del trabajo mecnico de los menestrales (1778) acerca de las virtudes del trabajo, o un Trigueros en sus farragosas e utili tarias obras de teatro. 107 Segn el ideario ilustrado, pues, el carcter de una nacin se mide, nada menos, que por el de su clase ms numerosa. Una nueva valoracin de lo so cial y de la psicologa colectiva se han impuesto. Pero son precisas la educa cin y la extensin de la virtud del trabajo para transformar la escala de va lores en favor de la clase trabajadora (insistimos en que este trmino amplio abarca a todas las clases productivas, sin distincin entre propietarios y no propietarios). As, cuando la opinin se ha hecho racional, esto es, est determinada por la pauta de la utilidad y el inters personal, estamos en pre 107 AGUILAR PIAL, Francisco, El fracaso de Los menestrales, en Coloquio Inter nacional sobre el teatro espaol del siglo XVIII, Bolonia, 1985 (edit. en 1988), pp. 31-43). Agui lar sita a Cndido Maria Trigueros en la lnea de Capmany, Jovellanos, Prez y Lpez, Meta de Monteseguro, Rom y Rosell, Campomanes, Bruna, en orden a la reivindicacin de la moral burguesa del trabajo; por su parte, SEMPERE (Ensayo, II, pp. 138-139), recoge la obra de Cap many, situndola bajo la influencia del reformismo propugnado por la Enciclopedia francesa y alabndola por sus excelentes principios para mejorar la polica gremial. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 91 sencia de una nueva estimacin de la jerarqua social, es decir, de una nueva moral. Para que la opinin se haga nacional o pblica, como se impone desde el siglo XIX hasta nuestro tiempo, ha sido preciso que la Ilustracin la haya racionalizado. La Ilustracin homologa la honorabilidad del mrito y la vir tud del trabajo a la de la aristocracia tradicional, sin pretender, sin embargo, aniquilar la estructura social existente, pero reclamando para s un lugar dis tinguido dentro de ella. Obviamente, los efectos de tales planteamientos reformistas haban de te ner consecuencias no slo econmicas (incremento de la produccin na cional, desarrollo y diversificacin de los sectores econmicos, etc.), sino, principalmente, sociales y mentales (aumento de la poblacin activa, desa rrollo de la sensibilizacin hacia la propiedad privada y, en general, exigen cia creciente de honorabilidad para el trabajo productivo). Precisamente el miedo a tales consecuencias, que suponan la desestabilizacin del rgimen estamental, provoc las resistencias de los grupos privilegiados y esta re forma social fue tambin truncada, no quedando apenas otra seal de ella que los discursos de los ilustrados. Si nos atenemos a stos, resulta bastante claro que no se orientaron simplemente a una mera racionalizacin de la sociedad de rdenes, sino que se refleja tambin en ellos una fuerte corriente an tiestamental, 108 esto es, una ideologa que trasciende el mero reformismo y apunta a la transformacin estructural de la sociedad. Distinguiendo, es preciso, los discursos de los escritores ms crticos y los de los miembros ilustrados del gobierno o de la burocracia pblica, ms moderados y orgnicos que aquellos. En este sentido suscribimos las tesis de Soubeyroux y de Elorza, resumidas en la apreciacin del ltimo: la fi lantropa prevalecer en el discurso ilustrado, pero, en cuanto a los hechos, es la represin de los ilegalismos populares lo que pasa a primer plano. La Sociedad Econmica Matritense, en esa dialctica de incitacin y re fl ejo reformista coincidente con el gobierno de Carlos III, aborda el problema de la asimilacin econmico -social de la poblacin ociosa con especial inte rs. Es evidente que ha habido un giro poltico en la consideracin de las des viaciones sociales y, en general, del tratamiento de las minoras marginales. Tal vez la expresin ms avanzada de este giro sea la Pragmtica Sancin de 19 de septiembre de 1783 sobre los gitanos, a quienes se contempla por pri mera vez como espaoles, susceptibles de integracin econmica y social, proscribiendo taxativamente, en el lenguaje comn y en cualquier referencia documental o burocrtica, la mencin de los antiguos apelativos de gitanos o castellanos nuevos, e incitando a gremios y empresarios en general (ofre 108 MORALES MOYA. op. cit., p. 258. 92 Juan Rico Gimnez ciendo, incluso, exenciones fiscales) a que les dieran trabajo y empleo. Es la culminacin de una voluntad de cambio mediante la legislacin que entronca con la Real Junta General de Caridad de 1777, con el decreto de 1778 sobre los vagabundos de Madrid, 109 la Instruccin de julio de 1780 para que se en seen oficios a los nios de los hospicios, la Real Cdula de marzo de 1783 devolviendo la honra legal a todos los oficios, etc. Los responsables del go bierno carlotercerfsta son conscientes, imbuidos de la nueva perspectiva so cial que desde el derecho penal imprimen autoridades como Beccaria y Mon tesquieu, 110 de que para lograr una eficiente y utilitaria integracin de la poblacin marginal no sirve de nada aplicar aquellas penas acres y sangui narias que reducen a los hombres a la muerte, a la afrenta o a la esclavitud, como afirmaba otro ilustrado carlotercerista, Mariano Coln de Larreategui en 1784, en el Discurso preliminar a las Memorias premiadas por la So ciedad Econmica Matritense, una de las cuales haba de ser, precisamente, la de Sempere. Antes al contrario, se trata, desde ese doble frente de integra cin tutelar del marginado y de persuasin de la conciencia del poderoso, de incrementar la poblacin activa y, por ende, la riqueza nacional y su corola rio filantrpico: la mayor felicidad para el mayor nmero posible. Sin olvidar que tambin ha cambiado la perspectiva esttica desde la que se contempla la vida social, al menos en el mbito urbano: a la moral ilustrada le repugna el espectculo deplorable de la mendicidad callejera, que atenta contra sus prin cipios fi lantrpicos. Estamos ante un innegable avance histrico, tanto en la estrategia del poder como en los enunciados tericos, pese a las magras con secuencias prcticas conseguidas. En ese sentido, y siguiendo con su vocacin inductora convoc la Matri tense en 1781 un concurso pblico sobre el problema, que dividi en cuatro asuntos, insistiendo en que su tratamiento estuviera ms orientado hacia la prctica y la utilidad que hacia la mera teorizacin. El primero mira al exer cicio de la virtud de la caridad y orden que debe tener para ser discreta y acer tada. El segundo, la aplicacin al trabajo como medio prctico de introducir y conservar las buenas costumbres, la decencia pblica y la cultura. El tercero a desterrar la costumbre de mendigar sin necesidad grave e inspirar horror a las personas que la exerciten. Y el cuarto, los estmulos para hacer a los hom bres industriosos y aplicados. Sempere decidi concursar, seguramente movido por la posibilidad, si era premiado, de convertirse en socio de mrito de tan prestigiosa institucin, 1 9 Vid. MARTNEZ RUIZ, Enrique: La seguridad pblica en el Madrid de la Ilustra cin, Madrid, 1989. no Vid. TOMS Y VALIENTE, F.: El Derecho penal de/a monarqua absoluta, Madrid, 1969, as como La tortura en Espaa. Barcelona, 1973. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 93 ms la notoriedad aadida que alcanzara su nombre entre la lite ilustrada. Recordemos que tambin por las mismas fechas (1781-82) iba en pos de esa notoriedad al realizar una versin libre de las Reflexiones sobre el buen gusto, de Muratori, en las que inclua su propio trabajo sobre el gusto de los espaoles. Pues bien, elegido el primero de los temas propuestos, present Sempere un artculo de 35 apretadas pginas, que result el merecedor, entre ms de treinta, 111 del premio ofrecido (una medalla de cuatro onzas de oro y el t tulo de socio de mrito). Tambin desde la perspectiva historiogrfica es con siderada la Memoria de Sempere como la ms notable, segn Sarrailh, de cuantas concurrieron. En la medida en que estamos ante uno de los dos primeros escritos p blicos de Sempere, frescas an las influencias oriolanas y murcianas que he mos pretendido aclarar ms arriba, la Memoria sobre la pobreza testimonia la pertenencia ... a aquel movimiento renovador del pensamiento espaol que a lo largo de la primera parte del Setecientos se haba esforzado en hallar en la cultura renacentista espaola un antecedente y un modelo cultural inspira dor. 112 En efecto, Sempere, por sus influencias humanistas e interesadamente moderado, segn sus miras de promocin socio -profesional, invoca cons tantemente, en sus eruditas citas, tanto o ms a los Padres de la Iglesia y a los telogos catlicos que a los clsicos. Sin por ello olvidar, hay que decirlo tambin, a autores contemporneos, como Brissot de Warville, Linguet, Au blet, al autor del Essai sur les intrets du commerce maritime, muy versado ene! comercio, o al jansenista (y, sobre todo, regalista) belga Van Espen, 113 o, yendo ms lejos en las influencias generales de la Ilustracin europea, a Locke y su Ensayo sobre el gobierno civil. No se olvida de Juan Luis Vives, a quien evidentemente ha ledo, pues no duda en considerarle muy po, muy cristiano y el escritor ms juicioso de su siglo.H 4 Sempere poda inspirarse en el humanista valenciano sabiendo que los planteamientos de ste aadan a su indiscutible autoridad una gran actualidad. Finalmente, en la considera cin de las fuentes utilizadas, ntase ya con mucha fuerza la celebridad que Noticias Literarias de Sempere, cit., pp. 2-3. La minuta del oficio con que se noti fic a Sempere la resolucin de la Matritense puede verse en la Sociedad Econmica Matritense, leg. 48-18. 112 FROLDI, Rinaldo: Juan Sempere Guarinos, bibliografo e storiografo dellet di Carlo III di Borbone, en! borbone di Napoli e i borbone di Spagna, vol.II (1985), pp. 375-389. 113 Sobre la influencia en Espaa de Van Espen, vid. MESTRE, Religin y cultura..., cit., p. 650, y EGIDO, La religiosidad de los ilustrados, cit, p. 418 y SS. 114 SEMPERE, Memoria sobre la prudencia en el repartimiento de la limosna, Madrid. 1784, p. 31. 94 Juan Rico Gimnez Feijoo ejerci sobre estas generaciones de ilustrados carloterceristas a que Sempere pertenece. Feijoo es el gran sabio de nuestra nacin que ms em peo puso en desmontar falsas creencias y opiniones errneas. En cuanto a Campomanes, que ha de convertirse pronto en su ms admirado modelo in telectual, aqu es nicamente recordado para abonar sus reflexiones econ micas sobre el valor -trabajo. En cualquier caso, coexisten pacficamente la tradicin clsica, la cristiana, la espaola (humanismo y escuela del derecho natural) y las fuentes contemporneas, fundamentalmente francesas. A lo que se ve, Sempere no se haba tomado su trabajo a la ligera, antes bien, haba procurado acceder a toda la documentacin a su alcance sobre el tema, por ms que se tratara de fuentes indirectas, consultadas en los fondos de la biblioteca de su amo el marqus de Villena, en otras privadas y en la Bi blioteca Real. De todos modos, lo que nos interesa destacar es esa expresa vo luntad crtica e indagadora de la verdad movida por la implcita intencionali dad utilitarista. Incluso en sus invocaciones a la autoridad eclesistica, procura manejar aquellos escritos ms avanzados y ms acordes con su pro pia visin laica y productivista del problema. Despus de todo, el protago nismo de la Iglesia, as terico como prctico, en materia de beneficencia y caridad social, haba sido desde antiguo primordial.I 5 En consecuencia -y en la obra de Sempere resulta claro- parte de los dis cursos de la Iglesia y los de la Ilustracin no estn reidos, de ah que aque llos sirvan de soporte terico a stos. Los ilustrados apelaban al pensamiento ms racional y crtico de la Iglesia para reconvertirlo en arquetipo poltico de sus propias aspiraciones utilitaristas y, de paso, procuraban neutralizar la vi gilancia inquisitorial. Sin embargo, desde el punto de vista de las propuestas de reforma prctica, en la medida en que los ilustrados adoptan el regalismo como instancia cardinal de sus principios reformistas, hallamos mltiples di ferencias con los planteamientos de la Iglesia. Comienza Sempere su trabajo planteando el problema de la pobreza y la miseria como consecuencia de la civilizacin y de la naturaleza humana. En el proceso civilizador tienen especial protagonismo la prudencia de los le gisladores, unida al talento de los particulares, siendo Inglaterra el ejemplo ms notable de esa conjuncin entre voluntad de poder e inters individual, que habra de desembocar en una sociedad en la que las desigualdades socia les son naturales. La influencia de Locke es evidente. 115 Vid. CALLAHAN, W. J.: Iglesia, poder y sociedad en Espaa, 1750-1874, Madrid, 1989. Callahan estima la beneficencia religiosa como un sistema de recursos impresionantes, en comparacin con las medidas estatales. Uu pretendiente en la Corte (1 781-1789) 95 Por otro lado, atribuye sutilmente a la religin y a la iglesia la responsa bilidad mayor en la implantacin de la creencia samaritana de la caridad y la beneficencia, creencia que se cuida mucho de atacar o impugnar frontal mente, pero a la que implica en el fomento de la falsa mendicidad y de la ca ridad indiscreta. Dicho de otro modo, la caridad cristiana, expresada en la limosna y la beneficencia indiscriminadas, provocan falsas ideas sobre el verdadero tratamiento de la pobreza, y stas opiniones se convierten en un autntico obstculo para la legislacin reformadora. Sempere pareca percibir esta peculiar forma de socorro social como una de las razones de la relativa armona entre la masa popular desposeda y los estamentos privilegiados durante el Antiguo Rgimen. I I 6 Lo que explicara, a su vez, la lasitud de los gobiernos en asimilar y fiscalizar desde el Estado las instituciones benficas tradicionales privadas y eclesisticas. Dejando, as, como en tantas otras co sas, en agua de borrajas las convencidas pretensiones reformistas de los ilustrados. He aqu la cuestin. Los caminos de la poltica pueden diferir de los de la moral cristiana cuando se trata de la felicidad pblica y de la paz social, entendidas desde la ptica reglamentista del Estado moderno. Sempere pa rece evocar el discurso de Maquiavelo, cuando desdeaba, en el Prncipe, los valores samaritanos de la caridad cristiana como inoperantes e, incluso, no civos para el desenvolvimiento secular del Estado. Desarrollando esa pre misa, para el pensamiento ilustrado la beneficiencia tradicional cristiana sus trae brazos productivos a la sociedad civil y fomenta la desorganizacin social, lo que va en contra del sentido del progreso humano. Desde muy temprano, corno vernos, antepone Sempere la ideologa burgueso-liberal de la armona social, tanto al samaritanismo cristiano, como a cualquier forma de igualitarismo, que califica de impertinentes e impracticables ... planes y proyectos de ciertos polticos, que han querido introducir en la sociedad un quimrico equilibrio entre las condiciones y los bienes de los hombres 7 El pensamiento de Sempere es inequvocamente moderno y burgus en su elo gio de la libre competencia, as como en la consideracin del trabajo como categora moral suprema y como primera fuente de riqueza. Segn l, slo desde esa perspectiva se puede plantear correctamente el problema de la po breza. Escuchemos su ardorosa proclama: Ni debe drseles ms aprecio a las vanas declamaciones de algunos filsofos hipocndricos e inoportunos, que gritan contra los ricos, pintan su conducta con los ms odiosos coloridos y de Vid. ANDRS -GALLEGO. Jos: Historia general de la gente poco importante. Ma drid. 1991, p. 243 y ss. 1 17 Memoria sobre la prudencia, p. 5. 96 Juan Rico Gimne: sacreditan los justos medios de aumentar los bienes que las leyes no conde nan ni la religin tampoco reprueba. Que el labrador cultive sus tierras con mayor esmero y con ms inteligencia que su vecino y, por lo mismo, coja do bles las cosechas; que un comerciante compre los gneros de primera mano, que haga repuestos, que calcule gastos y los riesgos y proporcione segn ellos la ganancia; que el artista[=artesanol se esmere en dar a sus piezas ms valor por la delicadeza y prolijidad de sus labores; todo esto, si en ello no se mez cla el monopolio y otras artes ilcitas, es til al Estado y le da al hombre una ocupacin decente, que lo libra de infinitos males. Habiendo ricos no puede menos de haber pobres. Pero hay un engao muy comn acerca de la pobreza, y es que se reputan por pobres general mente los que estn faltos de dinero, o que no tienen alguna renta fija en bie nes races, censos o salarios. Error a la verdad muy grande y que produce efectos muy fatales al cuerpo de la Repblica y a los particulares. Un hombre no es pobre..., porque no tiene nada, sino porque no quiere trabajar. El que no tiene bienes y trabaja vive con tantas conveniencias como el que tiene cien escudos de renta sin trabajar. Quien no tiene nada y tiene ofi cio no es ms pobre que el que posee diez fanegas de tierra y las ha de culti var por s mismo para mantenerse. El artesano que ha dado a sus hijos su ofi cio por herencia, les ha dejado un fondo que se multiplica a proporcin del nmero de ellos. No sucede as con los que tienen diez fanegas de tierra en propiedad y la reparten por igual entre sus herederos. Si se atiende al valor de todas las cosas que componen las riquezas, se ver que la mayor parte de l la producen las labores. Sin entrar an en las in finitas maneras con que las artes varan los objetos naturales y los hacen ms agradables y acomodados al uso del hombre, en sola la agricultura, advierte el ingls Locke que si hemos de apreciar las cosas juntamente y conforme a la utilidad que de ellas sacamos, computar las expensasigastosl, considerar lo que pertenece puramente a la naturaleza y lo que se debe al trabajo precisa mente, veremos que en la mayor parte de las producciones de la tierra, el 99 % deben atribuirse a este ltimo. 8 An hace unas consideraciones, propias de la escuela econmica liberal, acerca del valor aadido mediante el trabajo, para llamar la atencin sobre cunto vale el trabajo y convencerse de que no hay finca alguna ms segura ni lucrosa que la industria. Y as debe tenerse por cosa cierta y establecerse por axioma que ninguno es pobre verdaderamente sino quien no puede tra bajar. pp. 5-6. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 97 Establecido este axiomtico principio, que antepone el trabajo por en cima de la propiedad y la herencia, no queda sino elaborarlo segn la lgica del binomio poblacin -desarrollo econmico: Segn esto, son muy pocos los verdaderamente pobres; porque apenas hay alguno que no tenga aptitud para ejercitar algn oficio, a excepcin de los enfermos, estropeados o de aqullos que habiendo estado antes en una clase distinguida y con muchas conveniencias, por alguna fatalidad han venido a menos sin culpa suya. Parece que exime a los nobles desafortunados y este es un lapsus raro, slo comprensible teniendo en cuenta la vinculacin salarial de Sempere a un aristcrata. Pero no pasa de un amago contradictorio, pues acto seguido de plora el ocioso sentido del honor de la nobleza, y lo considera un error ra dicado en el cuerpo de la nacin, contra el cual es menester un gran fondo de conocimiento y mucha firmeza de corazn para oponerse a las preocupa ciones nacionales. Por eso aprovecha para recordar que, tras la Real Cdula de 18 de marzo del mismo alo en que escribe (1783), que declara la compa tibilidad entre nobleza y oficios mecnicos, tal preocupacin no es ya tan excusable. Haciendo hincapi, lo acabamos de ver, en la necesidad de la educacin como instrumento regenerador de las creencias y las actitudes co lectivas, en orden a la creacin de una mentalidad laboral generalizada. Pues la asimilacin creencial acerca de la virtud intrnseca del trabajo, estimulada por el inters hacia una vida cmoda y digna, en la que cada clase social acepta positivamente la honorabilidad de su status propio, implica el presu puesto ptimo para la organizacin econmico -poltica de la sociedad, lo que buscan coincidentemente el Estado y el ilustrado. Estas ideas es muy con veniente que se extiendan y hagan familiares a toda clase de gentes. Ricos y pobres, todos importa que sepan en qu consiste el serlo; lo cual, aunque pa rece una cosa clara, no la entienden muy bien todos. El vulgo sigue ciegamente las impresiones de los objetos que lo cercan. El que nace y se cra en la miseria, y no viendo en sus iguales los esfuerzos correspondientes para salir de ella, se cree igualmente miserable y que aquel es su destino. Contina sin hacer uso de sus facultades y sin probar hasta dnde puede llegar su industria y su talento, y se ve desdichado toda su vida, slo porque crey al principio que no lo era. Si una persona celosa hubiera procurado que esta gente hubiese tenido crianza, podan haber salido de ella eminentes literatos, comerciantes ricos, artesanos acaudalados; y cuando esto no, a lo menos hombres tiles al Estado y a s mismos. Si a los pobres hay que educarles en la virtud del trabajo y en la promesa de los beneficios personales y sociales (respetando la estructura social), a los ricos, que son quienes generalmente practican la caridad, es preciso educar les, adems, con otros criterios, pues a stos corresponde una doble respon 98 Juan Rico Gimnez sabilidad en el adecuado tratamiento de la pobreza: como sujetos caritativos y, sobre todo, como empresarios ofertantes de trabajo. Hay tanta fe en el po der regenerador de la educacin como intransigencia y dureza cuando se trata de los pobres fingidos, con quienes no existe otra frmula que la represin. Respecto al papel de la iglesia, concede una cierta tolerancia a esa cari dad cristiana indiscriminada por su misin samaritana, ante el hecho de ha berse entibiado la caridad fraterna o, como insistir arios despus, por la propia caracterstica de la condicin humana, segn la cual los hombres son generalmente ms propensos a la codicia que a la liberalidad. 119 Y, sin em bargo, reitera la necesidad del discernimiento racional del problema tambin por parte de la Iglesia, de acuerdo con su papel de institucin auxiliar del Es tado. Est claro que Sempere antepone las exigencias de la vida social a las de la conciencia religiosa. Pues del mismo modo que se afirma que la opinin comn debe estimarse en un nivel racional inferior a la reflexin, tambin la virtud religiosa posee una entidad diferente de la virtud poltica y, sobre todo, aquella no debe contradecir u obstaculizar a sta. Despus de todo, no se deja en ningn momento de conciliar laicismo y cristianismo en un precario equi librio entre el realismo de Maquiavelo y el moralismo de Erasmo y Vives, pues la balanza se decanta siempre hacia el realismo del primero. Los hom bres confundimos muy frecuentemente las ideas de las cosas, mucho ms si stas piden para su discernimiento alguna reflexin. Todos hablan, mas no to dos piensan ni hacen uso de la prenda ms noble que les ha dado el cielo, esto es, el entendimiento. 120 As, pues, la moral social ha de guiarse bsicamente por la razn y la uti lidad, lo que equivale a relativizar el papel de las creencias tradicionales, in cludas las religiosas. Las antinomias presentadas entre razn y pasin, entre virtud (racional, utilitaria) y afecto (emocional), entre entendimiento y opi nin y, en suma, entre poltica y religin, indican la fuerte influencia que so bre Sempere, y la que llamamos Ilustracin madura, ejercen las teoras del empirismo y la psicologa asociacionistas, tan vinculadas al nombre de Locke, el nico que, a la sazn, osa nuestro autor citar, gracias a un eventual lapsus inquisitorial. Haciendo gala de esa influencia, alude a los conceptos fundamentales de inters y de propiedad privada, las principales y ambivalentes causas de la conducta humana. La paternidad del mencionado Locke, de Hume, de Con dillac, herederos todos del naturalismo de Hobbes y del empirismo de Har 119 SEMPERE, Polica de Espaa acerca de los pobres, vagos y malentretenidos, Ma drid, 1801, p. 13. 120 lbd., p. 23. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 99 vey y Newton, han hecho mella definitiva en el pensamiento ilustrado, hasta el punto de imponerse a la tradicin cristiana primitiva y al humanismo re nacentista, pese a que la mayora, como Sempere, se empeen en equilibrar los, no sin caer en contradicciones. Claro que ello se debe tambin a que, junto a Locke, opera con la misma fuerza la influencia del pensamiento eco nmico de Santo Toms. En cuanto a Locke, quiz la fuente primordial del pensamiento ilustrado europeo, el hecho social que diferencia naturalmente a unos hombres de otros es la propiedad personal, es decir, la capacidad que posee cada hombre (no el hombre, en abstracto) para proyectarse sobre las cosas mediante su trabajo, definiendo esa incorporacin del trabajo a la ma teria prima como el hecho constitutivo de la propiedad privada. 12 i Es realmente notable la madurez ideolgica y el bagaje cultural adquirido por este Sempere que an no ha cumplido los treinta arios. En los prrafos ci tados quedan inapelablemente expresadas sus convicciones burguesas y, so bre todo, los fundamentos histricos y antropolgicos de stas. Nos parece oir el discurso de Hume o el del ms conservador Burke: las sociedades de sarrollan su identidad y sus formas institucionales de acuerdo con el sedi mento y la direccin que adoptan determinadas convenciones, hbitos y cre encias colectivas, dando lugar a formas peculiares de asociacin y de cultura. En el fragmento que nos ocupa, Sempere deduce el igualitarismo social, pero tambin la economa de trueque y el estancamiento histrico de americanos y antiguos germanos, de la ausencia, en las creencias colectivas, de la mo tivacin del inters por el beneficio y la propiedad privada. E, inversamente, explica el proceso de civilizacin de las sociedades europeas en funcin del asentamiento en ellas de esos mismos valores, por ms que la doble cara del inters y el egosmo desarrolle, a su vez, una moral escindida, la farisaica, una desviacin que, precisamente, han de corregir -no eliminar, puesto que resulta de la naturaleza humana- las instituciones estatales. En definitiva, se trata de enunciar el problema de la pobreza y la ociosi dad en trminos del racionalismo ilustrado, al servicio, por un lado, del desa rrollo econmico y social segn el espritu burgus, y, por otro, del desa rrollo y fortalecimiento del Estado administrador centralista. Si a la hora de la necesaria puesta en prctica de tales planteamientos fallan las instituciones estatales y los propios ilustrados se entibian, ello no indica ms que estamos en presencia de la an balbuceante modernidad. En cualquier caso, la Memoria dedica muchas ms pginas a la necesi dad del cambio de mentalidad que a la reforma de las instituciones de bene 121 LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Madrid, Alianza, 1990, pp. 56-57. 100 Juan Rico Gimnez ficencia, las que, en su manifestacin histrica, se mostraban ya incapaces de solucionar el problema en los trminos planteados por el discurso ilustrado. El cambio de las creencias es, para Sempere, ms operativo, incluso, que el de la legislacin. La creencia, que el discurso ilustrado menciona como opi nin o, tambin, preocupacin, tiene un sedimento tan profundo en la conciencia colectiva que se convierte en mito y, en la dialctica estabilidad cambio, en uno de los ms resistentes obstculos contra las reformas. La Memoria tuvo cierto xito, pues en 1788 fue publicada en Italia, con toda seguridad debido a las excelentes relaciones de Sempere con algunos je suitas exilados, sobre todo, los valencianos Antonio Conca y Juan Andrs. Segn su hbito biblifilo e historiogrfico, laborioso y fi el a los grandes temas de la reforma, no abandon Sempere el de la pobreza. Y as lo halla mos recogido en su Ensayo... sobre los escritores de Carlos III, escrito po cos aos despus. Casi veinte aos ms tarde, en 1801, publica tambin en el tomo primero de su Biblioteca espaola econmico -poltica, un trabajo titulado Polica de Espaa acerca de pobres, vagos y malentretenidos. El tiempo transcurrido ha afinado sus argumentos y su instrumental analtico, aunque no tanto sus ideas bsicas, lo que desemboca en una breve historia social de la pobreza en la que no falta (Sempere es ya un consumado jurista al servicio del Estado) la dimensin jurdico -legal e institucional. La pobreza sigue siendo conside rada un fenmeno social derivado de la propia naturaleza humana, de cuya constitucin esencialmente egosta derivan formas desiguales de vida, pero que son naturales. Sempere no hace sino repetir, an ms convencido que hace veinte arios, el mismo ideario filosfico y antropolgico. Pero a la altura de 1801 el ideario capitalista de la competencia abierta se ha impuesto y convertido en la ideologa dominante en toda Europa occiden tal, incluso, en pases de evidente precariedad burguesa, como Espaa. As se cierra en Sempere la ecuacin: la propiedad privada y el inters lucrativo son funcin de desarrollo, mientras que la propiedad comunal, el igualitarismo y la ayuda des -interesada perpetan la decadencia. Si los bienes fueran co munes, ni habra ricos ni pobres ni mendigos. Todos los hombres tendran de recho a disfrutar los productos de la tierra. Nadie podra excluir a otro del goce y aprovechamiento de las delicias del campo, de las sabrosas frutas y yerbas, la caza y las tiernas carnes, la leche y dems alimentos sencillos y na turales. Pero, qu alimentos producira esta tierra, ahora tan fecunda, tan va ria y tan deliciosa Trabajara en ella una parte del gnero humano, la rega ra con sus sudores, arriesgara su vida con las penalidades del cultivo, para que otros znganos, entregados al ocio, vinieran descansados a disfrutar quie tamente sus fatigas Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 101 La tierra sin cultivo sera una horrorosa alternativa de bosques y desier tos, por donde vagaran los hombres como ahora las fieras, tan salvajes y bru tos como ellas, sin religin, sin costumbres, y llenos de errores y preocupa ciones. Algunos poetas y filsofos se han entretenido en formar bellsimas pin turas del primitivo estado del gnero humano, en que suponen que todos los bienes eran comunes, las pasiones moderadas y en que no habiendo mo ni tuyo, cesaban los fuertes motivos y estmulos de la discordia y reinaba una paz y confraternidad inalterable. Tal estado no ha existido ms que en la fan tasa de los poetas. La historia de los viajes, que vale y ensea mucho ms que todas las pinturas e hiptesis imaginables, manifiesta con la mayor evi dencia que las naciones sin propiedad, si ha existido alguna en tal estado, han sido siempre irreligiosas, estpidas e inhumanas. La propiedad ha sido el origen y fundamento principal de la reunin del gnero humano; de todas las sociedades bien constituidas; de los progresos del entendimiento; de la civilizacin y de las buenas costumbres. Ocupada la tierra por algunos propietarios, qued un nmero infinito de persons sin derecho para disfrutarla. Pero de la misma interdiccin del do minio rural naci un nuevo manantial de propiedad, mucho ms copioso y fructfero que la misma tierra: la industria y el trabajo.I22 Se ha revisado tambin el ideario fi sicrata y agrarista de la primera Ilus tracin. La idea, evidentemente exagerada y transformada en ideologa bur guesa, de las enormes posibilidades econmicas que proporciona el sector in dustrial en orden al progreso humano, reafirma las convicciones desarrollistas de Sempere. Lgicamente, si se han abierto al gnero humano tan vastas oportunidades de emancipacin, aspectos como el de la pobreza ociosa ya no tienen sentido. Y, en caso de seguir dndose, deben ser repu tados como casos desviados y, por consiguiente, reprimidos implacable mente: En tal estado solamente deben reputarse por verdaderos pobres los nios, los enfermos y los que teniendo asegurada la subsistencia estn impo sibilitados de trabajar. Los mendigos robustos y no comprehendidos en las clases indicadas, lejos de excitar la piedad y conmiseracin, deben ser perse guidos y castigados como escandalosos holgazanes, vagos y delincuentes. En esta obra se manifiesta tambin el progresivo endurecimiento hacia la postura social de la Iglesia, fruto del regalismo activo de Sempere, 123 practi 122 SEMPERE, Polica.., acerca de los pobres, pp. 3-5. 123 Vid, la ltima e inteligente puesta en cuestin del regalismo espaol en EGIDO, Te fanes: El Regalismo, en Iglesia. Sociedad y Estado en Espaa, Francia e Italia(ss. XVIII al XX), Alicante, 1992. 193-217. 102 Juan Rico Gimnez cado desde su cargo de fiscal del Estado en Granada. Con hbil argumenta cin historiogrfica concluye que, una vez cubiertas sus necesidades, en las que, siguiendo los preceptos de San Pablo, no hay lugar para superfluida des, la Iglesia tiene la obligacin de repartir el sobrante en los pobres, prin cipales propietarios de todas las rentas eclesisticas. Pero tampoco la labor del Estado escapa a la crtica, pues se nos muestra la lamentable contradiccin creada entre una legislacin particularmente se vera para la correccin de la mendicidad y una realidad social en la que pa rece incurablemente impostada la plaga de los mendigos. El repaso histrico sobre la legislacin espaola, desde las Partidas en adelante, le lleva a dos apreciaciones crticas. Por un lado, a una clara distincin entre el poder le gislativo y el poder ejecutivo, al afirmar que no son precisamente las leyes escritas las que caracterizan a los pueblos y forman sus costumbres, sino su exacta y escrupulosa ejecucin. Y as es que se ven muy frecuentemente na ciones, cuerpos y comunidades muy relajadas con muy buenas leyes, orde nanzas y estatutos. Por otro lado, discierne muy bien, y en un sentido muy progresivo, sobre la naturaleza de las penas en relacin con los delitos, para condenar como brbaros e inoperantes los castigos (desde cortar orejas hasta matar) que en el pasado no tan remoto se inflingan a los mendigos. Llegados al siglo XVIII y al gobierno de la nueva dinasta borbnica, el acento cambia notable y positivamente, aunque Sempere procura mantener un cierto equilibrio crtico, pues sabe que no todo han sido triunfos y fl ores. Le parece innegable el avance en la polica de pobres, donde, al menos, se ha logrado tipificar la verdadera y la fingida pobreza, requisito terico previo para una reglamentacin operativa. Cita el cap. 5 de la Ordenanza de Vagos de 1745, que califica al ocioso, vagamundo y mal entretenido con notable meticulosidad, previendo hasta 16 situaciones generadoras de esa categora culpable y estigmatizada. Sin embargo, refiere el fracaso de la Secretara de Levas, que naci de la misma Ordenanza, y de las Instrucciones de 1751 y 1759 (que incluyen tambin a los estudiantes dscolos y holgazanes en la categora de vagos), debidas a la inspiracin del marqus de la Ensenada, cuyo nico inters era el reclutamiento forzoso de soldados para engrosar las filas del super -ejrcito con el que soaba restaurar el perdido rango impe rial de la monarqua espaola. Fracaso que Sempere imputa, sobre todo, al carter excepcional de aquella normativa y al conflicto de competencias que provoc con otras instituciones pblicas. Una vez ms, se apunta aqu uno de los problemas mayores del reformismo ilustrado, derivado del permanente conflicto entre la legislacin y la administracin, entre la voluntad de los po deres supremos y la disposicin de los poderes intermedios, o, en otro sen Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 103 tido, de la equvoca yuxtaposicin de competencias y jurisdicciones, que pa ralizaba la operatividad judicial y administrativa. En cualquier caso, es el reinado de Carlos III, en el que destaca la gran influencia de Campomanes en la poltica social, el que sale mejor parado de este repaso histrico. La perspectiva histrica desde la que escribe le lleva a contemplar los motines de 1766 como buenos pretextos para las grandes in novaciones que se produjeron en la polica de Madrid y de otras ciudades en orden al control de la poblacin marginal. 124 Pero tambin constata el fra caso de los objetivos propuestos en la creacin de las juntas y congregacio nes de caridad, sobre todo por su incapacidad en recabar los fondos necesa rios. Elogia el decidido regalismo de Carlos III al conseguir del papa Po VI (mediante el Breve de 14 de marzo de 1780) retener la tercera parte de las rentas eclesisticas para beneficencia social. Y elogia la propia actitud bene factora del monarca, cuyo ejemplo se propag rpidamente en sus vasallos de todas clases. Como es natural, desde la situacin en que Sempere escribe, alrededor de 1800, con todos los traumas del gobierno de Carlos IV, se ve el reformismo patrocinado por Carlos III como el ms operativo y el mejor orientado de toda la historia de Espaa. Si todo ello se trunc, no fue efecto del gobierno siguiente de Carlos IV. Tngase presente que Sempere era un alto funcionario del mismo, lo que con dicionaba su crtica poltica. Y que, adems, an poda albergar esperanzas quien tena la posibilidad de ser consecuente con su espritu reformista e ilus trado dentro de los lmites de sus amplias competencias jurdicas y adminis trativas como fi scal de la Chancillera de Granada. Por todo ello prefiere echar la culpa de los males a la guerra (contra Francia, de 1793 a 1795 y con tra Inglaterra, de 1797 a 1801) y, an as, fuerza los argumentos para deducir alguna ventaja econmica de la contienda, las derivadas del obligado protec cionismo de nuestras fbricas, porque el mayor estmulo de los fabricantes consiste en la seguridad del despacho de sus gneros. En otro sentido, no po da menos que recordar el efecto beneficioso de la primera y tmida poltica desamortizadora, amparada por Godoy, en cuya orientacin programtica l mismo haba tenido un destacado papel, como veremos en su momento. En resumidas cuentas, en este su segundo discurso sobre la pobreza y su regulacin poltica se concluye, no ya con aquella optimista exhortacin de 1783, sino con la moderada esperanza de que el gobierno de Godoy, en quien an confan algunos ilustrados, pueda contribuir mucho ms al socorro de 124 Describe la Instruccin de 21 de octubre de 1768, que organiza la polica de Ma drid, en cuarteles y barrios. 104 Juan Rico Gimnez los pobres y extincin de vagos y mal entretenidos que otros proyectos y me dios practicados en tiempos anteriores. LA ESTTICA DEL BUEN GUSTO EN LA MORAL ILUSTRADA De entre las mltiples influencias sobre la esttica ilustrada, pensamos que los discursos que acaban convirtindose en modelos de sta son los que, integrando eclcticamente las corrientes humanista, racionalista y psicolo gista, aparecen en Inglaterra a finales del siglo XVII y principios del XVIII unidos a los nombres de Joseph Addison, 125 y, sobre todo, Anthony Ashley Cooper (tercer conde de Shaftesbury, nombre ste por el que es ms cono cido) y Francis Hutchenson, el ms moderno. Segn Cassirer, Hutchenson, en su Inquiry into the original of our ideas of beauty and virtue(1726) ha sido, ms que nadie, quien ha elaborado pacientemente y ha aclarado y ex plicado metdicamente las ideas estticas lanzadas por Shaftesbury,126 pro porcionando las bases del pensamiento esttico ilustrado al plantear la nece sidad de superar la antinomia entre razn y experiencia, esto es, entre lo innato (segn la tradicin del derecho natural) y lo experimentado. Ms tarde, David Hume, realizar un personal desarrollo de la nueva esttica, de inten cin simultneamente empirista y utilitaria, 127 no del todo coincidente con la perspectiva de Hutchenson. No debemos olvidar, sin embargo, la va original 125 Addison(1672-1719), artfice del peridico londinense Spectator y admirador de Gra cin, influy en Clavijo y Fajardo, que le divulg entre el pblico ilustrado espaol en su peri dico El Pensador( 1762-1767). 126 CASSIRER,E.: La filosofa de la Ilustracin, Mxico, 1984, p. 351 y ss. De la obra de Hutchenson hay traduccin espaola: Una investigacin sobre el origen de nuestra idea de belleza (Madrid, 1992); publicada en 1725, es el primero de los dos tratados que formaban la ci tada por Cassirer. Otro autor, Henry Home (lord Kames), incluido por Cassirer en las filas de la esttica inglesa, es considerado por GUSDORF lauter dun des premiers traits desthtique, paro en langue anglaise sous le titre Elements of Criticism(1762); il caractrise sa mthode en di sant que son plan est de remonter graduellement, partir des faites el dexpriences, jusquaux principes, au lieu de commencer par les principes, traits abstraitement, e! de descendre vers les faits(Les principes de la pense au Sicle des Lumires, Paris, 1971, p. 207). 127 GARCIA ROCA, Jos, Introduccin a HUME, La norma del buen gusto, Valencia, 1980. Desconocemos la influencia sobre nuestros ilustrados de Echnundo Burke, autor de Inves tigacin sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo bello y lo sublime, publicada en 1757 y 1759, y slo traducida en 1807 por Juan de la Dehesa (Vid. MARTIN GUTIRREZ, La est tica de Edmundo Burke en la encrucijada del prerromanticismo, en Filologa Moderna, vol. 18, pp. 39-88); segn Vicente Herro (Introduccin a BURKE: Textos polticos, Mxico,1984), Burke influy hondamente en las ideas estticas de la Ilustracin europea y tambin del romanticismo, especialmente el alemn. Su influencia en Espaa es, en cambio, tarda y casi exclusiva a sus re accionarias Reflexiones sobre la revolucin francesa; en este punto, vid. GIL NOVALES, Burke en Espaa, en!! Simposio sobre el P. Feijoo y su siglo. Oviedo, 1981, pp. 63-75. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 105 de influencia representada por Locke, quien haba sido secretario, maestro y hombre de confianza de Shaftesbury. 128 En la Francia de las Luces los mximos cultivadores, a partir de Boi leau 129 y dentro ya del espritu subjetivista ilustrado, son el abate Du Bos, 130 Voltaire y Diderot. 131 Es lo ms probable que sea Diderot, de entre la gran in fl uencia francesa, quien ms pese en los ilustrados espaoles en esta nueva teora esttica que pretende conciliar dialcticamente las tres grandes orien taciones -clsica (Boileau), psicologista (Shaftesbury, Hutchenson, Fergu son) y empirista (Locke, Hume)- de la modernidad. La autoridad de Diderot pesa sobre el ms prestigioso representante de la Ilustracin alemana y uno de los hitos de la filosofa europea, Kant. La elabo racin conceptual del enciclopedista francs servir de riqusimo material para la gran construccin kantiana de la Crtica del juicio, del mismo modo que influir tambin en Goethe. 132 Aunque Kant tuvo escasa o nula influen cia en sus coetneos ilustrados espaoles, no es posible ignorarle en el terreno que tratamos. Antes de la Crtica de/juicio, que contiene los paradigmas aca bados de la esttica moderna, public Kant, en 1764, las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, que, en un estilo plenamente ilustrado, omnicomprensivo y utilitarista, trata de asuntos varios: moral, psicologa, descripcin de los caracteres individuales y nacionales; en suma, de toda suerte de temas interesantes que pueden ocurrirse alrededor del asunto princi pal. Est escrito en estilo fcil y cmodo -extraa excepcin en la obra de Kant-, lleno de ingenio, alegra, penetracin, con una sencillez encantadora, habindosele comparado por esta obra con la Bruyre en sus Caracteres3 33 128 Vid. HAZARD, Paul: La crisis de/a conciencia europea, Madrid, 1988, p. 201 y ss. 129 Boileau(1631-1711), inspirndose en Aristteles y, sobre todo, en Horacio, convirti su LArt Potique(1674) en uno de los cnones del neoclasicismo europeo, aunque dentro del matematismo deductivista cartesiano, que ser superado desde Du Bos. En Espaa, Boileau in fluy en Feijoo, en Mart y, a travs de ste, en Mayans y, sobre todo en Luzn, mximo difusor de esta corriente con su Potica (Zaragoza, 1737; Madrid, 1789). 130 En sus Reflexiones crticas sobre la poesa y la pintura(1718), Du Bos retorna el em pirismo de Newton, Locke y Hume para desplazar la reflexin sobre la esencia del arte en favor de la atencin sobre su proceso creador, con un mtodo ms descriptivo que deductivo. Du Bos dirige su atencin sobre el efecto subjetivo experimentado por el lector o el espectador; la no cin de gusto prevalecer en adelante sobre la de regla. (DESN, R., La filosofa francesa en el siglo XVIII, en CHaTELET, F.(dir.), Historia de la filosofa. 2. Los ilustrados, Madrid, Es pasa-Calpe, 1976, pp. 268-304). 131 El origen de sus Investigaciones fi losficas sobre lo bello es el artculo Bello apa recido en 1752 en el tomo II de la Enciclopedia en la que tanto protagonismo tuvo Diderot. So bre este ltimo punto, vid. VENTURI, Los orgenes de la Enciclopedia, Barcelona, 1980. 132 CALVO SERRALLER, Francisco, prlogo a DIDEROT: Investigaciones filosficas sobre el origen y naturaleza de lo bello, Madrid, 1973. 133 KANT, Lo bello y lo sublime, Madrid, 1979, p. 9. 106 Juan Rico Gimnez Con toda seguridad, el opsculo de Kant hubiera tenido xito entre nuestros ilustrados de haber tenido acceso a l, pues representaba la orientacin que aqu se difundi ms. A partir de la mitad del siglo XVIII se percibe claramente, entre el pen samiento esttico ilustrado de todos los pases, la preferencia por la teora re presentada por Shaftesbury y Hutchenson. Se trata de conciliar subjetivismo y objetivismo, y la consideracin esttica se abre a nuevos campos, a tono con los planteamientos utilitaristas y pedaggicos de los reformistas ilustra dos. Ya no se busca slo la norma, la regla, sino que se quiere hacer compa tible con ella el matiz, la diferencia, esto es, la peculiaridad. La obra de arte ha de ser entendida no slo en s misma, sino en la apreciacin del artista y del proceso de creacin, donde reclama un importante papel la nueva figura del crtico, esto es, el hombre de gusto. Hutchenson -que tan honda marca ejercera tambin en la concepcin moral de Adam Smith y los economistas liberales- intenta resolver el problema de la objetividad y la subjetividad es ttica distinguiendo entre belleza original y absoluta, aquella que percibi mos en objetos sin compararlos con nada externo respecto a lo cual se su ponga que el objeto es una imitacin o copia, es decir, cuando nos enfrentamos al objeto desinteresadamente, y belleza comparativa o rela tiva, esto es, la que percibimos en objetos que generalmente se consideran como imitaciones o semejanzas de alguna otra cosa, para concluir que la be lleza es la uniformidad en la variedad, demostrable segn el smil de la pro porcionalidad geomtrica. En cualquier caso, el patrn de belleza clsico, fundado por Platn en la cualidad intrnseca del objeto, ha sido desplazado o, mejor dicho, ampliado con la estimacin que se otorga al papel del sujeto que experimenta y goza de lo bello. Objetividad y subjetividad son as concilia das more geomtrico, siendo el individuo, pensante y sensible (intuitivo), el nudo principal de la relacin. Desde luego, esta actitud significa una supera cin de la esttica barroca, pero tambin su asimilacin parcia1. 134 De manera que, en este punto ms que en otros, la Ilustracin desdea conscientemente la esttica del siglo anterior e intenta delinear la suya pro pia, siempre sujeta por las fuertes bridas de la razn y orientada segn las exi gencias de la utilidad, vale decir, del inters en la extensin de la cultura. In cluso en un pas como Espaa, que cultiv poco la nueva esttica de las Luces en su vertiente terica (aunque la acept plenamente y la divulg, como ve remos), los escritores ilustrados condenaron casi unnimemente, y con cierta 134 Los hombres del XVIII padecieron respecto a la poca anterior barroca una miopa so bre sus filiaciones culturales semejante a la sufrida por los hombres del Renacimiento respecto al Bajo Medievo. Pero el pensamiento ilustrado es heredero a su pesar de buena parte de la cos movisin barroca. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 107 irritacin, las licencias cultistas y conceptistas de sus antepasados barrocos, que incluan en el proceso general de decadencia. Sempere tipifica esta ten dencia al comparar el esplendor de nuestro Siglo de Oro con la decadencia del siguiente. Se hace as eco del triunfo de la esttica ilustrada sobre la barroca, de la regla sobre la licencia, esto es, del predominio del racionalismo utilitarista y pedaggico en los ambientes cultos de la segunda mitad del siglo XVIII. 135 Sin embargo, Sempere no necesita acudir a los mentores de la nueva esttica, prefiriendo apoyarse en Lope de Vega, contumaz crtico del barroquismo de sus contemporneos Quevedo, Gngora, Villamediana, etc. Con ello el ilus trado demuestra ser ms cauto o ms nacionalista que Leandro F. de Moratn, quien en el mismo ao (1782) en que Sempere trabaja sobre Muratori, obtiene con su Leccin potica el ccesit a un concurso propiciado por la Real Aca demia Espaola bajo el lema Stira contra los vicios introducidos en la poe sa castellana, 136 escrita con la pretensin de llenar el vaco existente ante la ausencia de un patrn como el que representaba en Francia la obra de Boileau. El buen gusto viene as a representar, adems de una nueva concepcin esttica, un programa pedaggico, una moral y un instrumento utilitario, o sea, una aspiracin y un modelo de conducta. El buen gusto debe ser trans mitido, socializado, salir del reducto de los sabios e impregnar el cdigo de valores de ese nuevo pblico, eminentemente urbano y burgus, que es visto por la minora ilustrada como el objetivo principal de las reformas. Por eso el buen gusto no slo ha de poseerse, como deca el maestro Gracin, como un arte que no puede ser aprendido por cualquiera, sino que puede y debe ser aprendido y transmitido con el ejemplo y la enseanza. Sin rechazar la idea de genio, que es la morada primera del buen gusto, y ah la Ilustracin, desde Shaftesbury a Kant, sigue siendo deudora de Gracin. El problema, pues, consiste en determinar quin posee el genio y el magisterio del buen gusto y se halla en disposicin de transmitirlo. No hay duda: es el philo sophe, el literato, el crtico, el llamado a tan alta misin. Voltaire es conclu 135 Desde luego, no se pudo abolir la tradicin barroca durante el XVIII, sobre todo en el teatro, que convivi polmicamente entre los grupos castizos y en los gustos del gran pblico contra los intentos moralizadores del neoclasicismo ilustrado. (Vid. Coloquio Internacional so bre el teatro espaol del siglo XVIII, Bolonia, 1988); sin olvidar la otra batalla del teatro, pro tagonizada por la animadversin, desde el siglo XVII, de la Iglesia contra el arte escnico (DO MINGUEZ ORTIZ, La batalla del teatro en el reinado de Carlos III, en Anales de Literatura Espaola, Universidad de Alicante, n 2 (1983), pp. 177-196). En cuanto a la pervivencia de la literatura popular frente al rigorismo moralizante del Estado y de los ilustrados, vid. CARO BA ROJA, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, 1969. 136 El premio lo gan Juan Pablo Fomer, que se present como Juan Pablo Ferrn con unos tercetos amparados bajo el mismo ttulo con que la Academia anunciaba el concurso. 108 Juan Rico Gimnez yente: El gusto es como la filosofa; pertenece a un escassimo nmero de almas privilegiadas... Es desconocido para las familias burguesas, contnua mente ocupadas en el ciudado de su fortuna. 137 El elitismo de Voltaire, ms prximo en apariencia a Gracin 138 que a Muratori, no deja de ser representativo de la mentalidad ilustrada, ingenua mente democrtica pero esencialmente paternalista. La burguesa y el comn de la gente, piensan estos reformadores, no conoce el buen gusto ya que su inters no est en la cultura y en el arte y s exclusivamente en los negocios. Pero, no querr decir tambin el padre de los philosophes que la burgue sa debe comprender, acatar y hasta avalar y proteger la funcin moralizante y pedaggica del intelectual ilustrado, su mejor idelogo, mientras ella cum ple su quehacer propio, estrictamente econmico Si en el caso espaol la presencia de la burguesa era mucho menos patente que en la Francia de Voltaire o en Inglaterra, no por ello carece de re presentatividad protoburguesa el pensamiento de nuestros ilustrados, pese a que ese mismo desnivel les lleve a una mayor debilidad terica. 139 Por tanto, la nueva mentalidad esttica tambin haba echado hondas races en la Espaa del siglo XVIII. Menndez Pelayo nos informa que Samaniego, en su pol mica con el otro fabulista, Iriarte, hace algunas observaciones literarias de ca rcter ms general, muy slidas e ingeniosas; v.gr., la de que nuestra admira cin por Homero y Virgilio se funda en razones muy distintas de las que movan a los antiguos, revelndose el progreso de la crtica en descubrir en las obras inmortales nuevos motivos de alabanza, correspondientes a la transfor macin de ideas y de costumbres. 140 Y se asombra de que un escritor tan li gero tuviera ideas tan fecundas. El erudito montas muestra aqu, como en otros lugares, su intrincado laberinto mental e ideolgico, incapaz de otor 137 Citado por DARNTON, Robert, La Ilustracin y los bajos fondos de la literatura en la Francia prerrevolucionaria, en Revista de Occidente, tIQ 41 (1984). 138 Segn F. LOPEZ(Forner et la crise, cit.,p.174 y nota), la notion de bon got est do rigine espagnol, mencionando como pioneros a Juan de Valds y a Gracin. Segn MARA VALL, en El Orculo Manual el buen gusto es buen juicio, se relaciona con el problema del co nocimiento y le vemos proyectarse sobre el trato social. En El Criticn, las referencias al tema son constantes y el buen gusto constituye criterio para decidir y ante el cual se apela. Borinski sostuvo que Gracin, con su doctrina del gusto, es el primero en resolver el teorema esttico ms importante que tenan por descubrir los modernos.(Estudios de historia del pensamiento espa ol. Serie Tercera. El siglo del Barroco. Madrid,I984, p. 372). Vid. tambin TALVET, J., Gra cin en la vanguardia esttica y fi losfica del Barroco, en AIVTHROPOS, N 2 5 (1993), 98-103. 139 De todas formas, es patente tambin en Espaa el comportamiento apropiador (de tierras y bienes inmuebles) de los ilustrados, manifestando as su peculiar manera de ser [que] contrasta radicalmente con la del noble (AGUILAR PIAL, La Real Academia Sevillana de Buenas Letras en el siglo XVIII, Madrid, 1966, p. 218). 14 MENNEDEZ Y PELAYO, Marcelino: Historia de las ideas estticas en Espaa, Madrid, 1962, vol. III, p. 300. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 109 gar determinados atributos intelectuales a quienes haba descalificado global mente como afrancesados, antiespaoles y mediocres de intelecto. Sin em bargo, l mismo recoge la definicin que Samaniego da del gusto, que re sulta ser ilustrativa de una corriente de pensamiento espaol mucho ms moderna de lo que el rgido erudito conceda. Segn el celebrado fabulista, el gusto... est sujeto a mil particularidades de tiempo y lugar, las cuales, sin que precsamente muden su naturaleza, alteran y modifican sus formas, con tal ex tremo, que algunas veces lo desfiguran hasta hacer que sea desconocido. La naturaleza permanece, las formas cambian. He aqu los componentes conceptuales de la esttica ilustrada, que va de Hutchenson a Hume, de Gra cin a Muratori y Mayans, de Feijoo a Samaniego y Sempere, dentro de ese prosasmo enftico que, segn Luis Felipe Vivanco, se desarrolla en Eu ropa desde finales del siglo XVII por influencia directa del lenguaje y el m todo de las ciencias. 141 Sin embargo, por razones de conveniencia y oportunidad ideolgica, y quiz tambin de comunicacin editorial, ser la versin del italiano Ludo vico Antonio Muratori -de gran prestigio en toda Europa- la que servir de vehculo para la introduccin de la nueva esttica en nuestro pas. En ese con texto cientifista, moralizante y didctico es donde cabe situar a Sempere y su aportacin crtica sobre el buen gusto, aadida a su versin espaola de la obra de Muratori. Por qu elegir al autor italiano y no a Hutchenson, Hume, Diderot o Voltaire La respuesta es fcil. stos eran autores descalificados por la Inquisicin, mientras que Muratori representaba un pensamiento mo derado y catlico, asociado a un espritu crtico, 142 que enlazaba muy bien con la tradicin humanista, tan admirada por Sempere. Adems, Muratori no era desconocido en el mbito cultural espaol. Al contrario, constituy uno de los puentes intelectuales entre Italia y el refor mismo hispano del siglo XVIII, precsamente a travs de escritores valencia nos, como Gregorio Mayans. 143 La obra que va a traducir Sempere fue leda por 141 VIVANCO, Luis F.:Moratn y la Ilustracin mgica, Madrid, 1972, p. 26. 142 TRUYOL Y SERRA, Antonio: Historia de la fi losofia del Derecho y del Estado. II. Del Renacimiento a Kant. Madrid, 1976, p. 238. 143 MESTRE, A., Ilustracin y reforma de la Iglesia, cit., p. 403 y ss.; El mundo intelec tual de Mayans, cit., pp. 25-98; La Ilustracin Valenciana, en Siete temas de historia del pas valenciano, Valencia, 1974, pp. 9-36; Despotismo e Ilustracin, cit., p. 40 y ss.; tambin VEN TURI, Franco: Settecento riformatore, Torino, 1984, vol. I, p. 263 y ss.; MARAVALL, JA., Mayans y la formacin del pensamiento poltico de la Ilustracin, en Mayans y la Ilustracin, Valencia, 1981, vol. I, pp. 43-80; BATLLORI, Gregori Mayans i la cultura italiana, en el mismo volumen, pp. 155-170; PESET, Vicente: Gregori Mayans i la cultura de la ILlustraci, Barcelona -Valencia, 1975, pp. 81-83; un estudio de las ediciones espaolas de Muratori en ROM RIBES, Isabel, Libros de Muratori traducidos al castellano, en Anales de Historia Mo derna, n- 4 (1984), Universidad de Alicante, pp. 113-147. 1 10 Juan Rico Gimne: Mayans en 1732, quien, favorablemente impresionado, la divulg entre sus amigos. Algunos aos ms tarde es alabada tambin por Luzn en su Potica. No es probable que el influjo para la eleccin le llegara a Sempere di rectamente de Mayans, retirado de Madrid muchos aos antes de que arrivara all aqul. Sin embargo, es seguro que el influjo mayansiano le llegara por va indirecta, ya fuera por el acceso a sus obras, o a travs de otros valencianos afincados en la capital de Espaa muy vinculados al erudito de Oliva. Pensa mos en Juan Bautista Muoz y en Cerda Rico, con quienes Sempere mantuvo estrechas relaciones eruditas y de paisanaje. O en el ex -jesuita Juan Andrs, que tanto influira desde Italia en la composicin del Ensayo de Sempere so bre los escritores del reinado de Carlos III, y que admiraba a Mayans como al introductor del buen gusto en Espaa. En cualquier caso, Muratori go zaba de gran predicamento entre la generalidad de los ilustrados espables, como ha reconocido Hans Juretschke, siguiendo la tesis de Russell P. Sebold, que ampla la influencia de Muratori desde Mayans y Sempere hasta los es critores romnticos. 144 Juretschke habla as porque no duda en situar a Muratori, junto a Vico, en la red de influencias (dentro, eso s, de una corriente ortodoxa y catlica que incluye a Mayans, a Jovellanos y a Sempere) que se imbrican en el pen samiento romntico de un Herder y que, por tanto, traspasan la esttica ilus trada, rectificndola. Hay que mencionar tambin, la muy probable in fluencia de Muratori en los contertulios de la Fonda de San Sebastin, donde, los literatos espaoles imitan ahora a los italianos ms que a los franceses, y donde culmina la posicin crtica de primera hora, lo que Cueto llama poca doctrinal, y se pasa a un nuevo momento de compromiso entre lo na cional, ya depurado en parte de los excesos de conceptismo chabacano y la influencia francamente francesa.I 45 Menndez Pelayo percibe tambin la in fluencia en Francisco Mariano Nipho, que en el cosido 4 del tomo IV fde su Caxti de sastre, de 17811 y en algunos de los siguientes insert... una es pecie de tratadillo sobre el Buen Gusto, tomado de Batteaux, de un libro italiano y de todas partes. En efecto, el influjo de Muratori se extenda a toda Europa (Voltaire se declar su reconocido admirador), siendo situado, segn Franco Venturi, en tre quienes haban abierto de nuevo en la Italia moderna la va del genio y del gusto, y entre quienes haban llevado a efecto la revolucin contra la esttica barroca. Y es que el escritor italiano representaba muy bien el mo 144 JURETCHSKE, Hans: Exmen retrospectivo de Los orgenes del Ronumticismo en Europa. Madrid, 1982. 145 VIVANCO, L. F., op. cit., p. 24. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 111 delo del ilustrado, del hombre que sabe unir la tradicin humanista cristiana (Erasmo, Vives, Gracin) con los logros del empirismo y del utilitarismo, en esa perspectiva integral del saber que complica todas las disciplinas en aras de la educacin y la reforma de la sociedad. Y ello de una manera semejante a como hiciera Shaftesbury, esto es, asimilando a la perspectiva del raciona lismo cientfico moderno los modelos clsicos (Platn, Aristteles, Plotino, Sneca, Marco Aurelio, Epcteto). No es balad, pues, la intencionalidad de Sempere para llevar a cabo su aportacin a la reforma de la cultura espaola. Adems, la posicin catlica progresista del escritor italiano refrendaba su prestigio ante los espaoles cul tos, que podan disponer de sus obras libremente y beber en su sabidura sin los peligros que comportaban otros autores ms vigilados por el panptico in quisitoria1. 146 Es del todo seguro que Sempere tena a mano, en la nutrida bi blioteca del marqus de Villena, las obras ms representativas de Muratori, quizs adquiridas gracias a la amistad y la influencia que Mayans ejerca so bre el aristcrata. Entre ellas, las Riflessioni sopra ji buon gusto intorno le scienze e le arti 147 ofrecan a nuestro ilustrado una estupenda oportunidad para traducir y divulgar unos textos paradigmticos para el ideario reformista espaol. Estamos de acuerdo con Rinaldo Froldi en que son las afinidades ideolgicas e intelectuales las que llevan a Sempere a fijar su atencin sobre el texto muratoriano, que le parece particularmente adaptado a una medita cin en tomo al estado de la literatura espaola de la poca. 148 Entendiendo por literatura, desde luego, el conjunto de disciplinas que conformaban el bagaje del saber ilustrado. En la clasificacin propuesta por Sempere tales disciplinas son: Lengua castellana; Poesa vulgar (que incluye el teatro); Len gua latina y orientales; Matemticas; Crtica; Historia; Filosofa; Teologa; Jurisprudencia; Medicina; Poltica econmica. En el mbito de la esttica, adems de las razones por las que Muratori resultaba idneo para el pensamiento ilustrado catlico espaol, el italiano no tena casi nada que aprender de los ingleses o franceses, pues desarroll sus 146 Muratori tampoco escap a la sospecha inquisitorial por algunas de sus opiniones (SANCHEZ-BLANCO PARODY, Francisco:Europa y el pensamiento espaol del siglo XVIII, Madrid, 1991,p. 145). 147 La primera parte, no traducida por Sempere, apareci en Venecia en 1708, conse cuencia del compromiso de renovacin de la esttica iniciado por Muratori en Primi disegni de lla republica letteraria dItalia (1703) y vinculado al Giornale dei letterati (vid. M 4 G. TOM SICH, Intento de delineacin del buen gusto en el Diario de los Literatos de Espaa(1737-1742), en Cahiers du monde Hispanique et Luso-Brasilien, n 31 (1978), p. 52). 148 FROLDI, Rinaldo: Juan Sempere y Guarinos, bibliografo e storiografo dellet di Carlo III di Borbone, en I borbone di Napoli e i borbone di Spagna, vol. II, Napoli, 1985, pp. 375-389. Traduccin nuestra. 112 Juan Rico Gimnez ideas por la misma poca y tena la ventaja de hallarse ms prximo a las fuentes de las nuevas concepciones, precsamente el Renacimiento italiano. Muratori introduce el concepto ilustrado de buen gusto ya en 1706, en De lla perfetta poesia italiana, definindolo, en negativo, como la capacidad de conocer y enjuiciar lo defectuoso y lo imperfecto en todos los campos del pensamiento. 149 Sempere cree ms conveniente a su propsito traducir la segunda parte del texto muratoriano, publicado en 1715. Con la vista puesta en el pblico espaol, elimina los textos que entre nosotros se tendran por impertinen tes, 150 esto es, los especficos de la cultura italiana. Le interesa sobre todo difundir la parte doctrinal, esto es, general del discurso muratoriano. Apo yado en Muratori, pasa revista a los grande temas ideolgicos de la Ilustra cin, que pueden resumirse en un epgrafe del captulo II: Que el fi n de las Ciencias y las Artes liberales es ensear con lo verdadero, aprovechar con lo bueno y deleitar con lo bello. Se trata, primordialmente, de implantar un pa trn esttico, lo que comporta un modelo de conducta moral (muy prximo ya a la moral laica burguesa) con el propsito de regular la conducta social desde las instancias inductoras de la lite ilustrada apoyada por las institu ciones polticas. Se plantea tambin de una manera ms abierta la cuestin de la autoridad crtica del intelectual sobre una opinin pblica que est por hacer, lo que su pone, en primer lugar, una afrenta a los poderes censores tradicionales. Y, en segundo lugar, supone la exigencia de institucionalizar la funcin de crtico literario al servicio del Estado, papel que ya se est ejerciendo desde que Car los III y sus ministros ms avanzados ponen freno a la funcin censora de la Inquisicin y encargan las censuras de libros a personas de reconocida com petencia en la materia (Defourneaux). En cualquier caso, la esttica del gusto es un tema en el que resulta patente la actitud de los ilustrados como agentes de produccin ideolgica. En ella asoman las contradicciones propias de la crisis del Antiguo Rgimen, al proponerse modelos de reforma que atentan contra las bases estamentales de ste y que, al mismo tiempo, pretenden ser respetuosos con la estructura misma del sistema. Pues los ilustrados estaban lejos an de los liberales ro 149 FROLDI, op. cit., p. 377. 159 . Reflexiones sobre el Buen Gusto en las Ciencias y en las Artes. Traduccin libre de las que escribi en italiano Luis Antonio Muratori. Con un Discurso sobre el gusto actual de los es paoles en la Literatura. Por Don Juan Sempere y Guarinos, Abogado de los Reales Consejos. Con las licencias necesarias. Madrid, en la Imprenta de Don Antonio de Sancha. Ao MDCCLXXXII. Se hallar en su Librera, en la Aduana Vieja. La cita est sacada del prlogo que aade Sempere. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 113 mnticos, incluso en este aspecto tan cercano a la pedagoga como era la transmisin de cnones culturales. No se trataba de asimilar y dar categora moral al gusto de la gente, de la masa, de sublimar algunos valores plebeyos en modelos literarios, como hizo ms tarde el romanticismo ms radical. Lo que verdaderamente importaba era imponer, como quera Voltaire, los crite rios de la minora ilustrada de acuerdo con una didctica que operaba de arriba a abajo, paternalmente, sin tener demasiado en cuenta las expectativas del vulgo. No es necesario deducir de ello mala fe o inters de clase. Los ilustrados vean o crean ver en las costumbres y en los usos sociales, en la moral y las creencias del vulgo, la expresin de las supersticiones que estaban empe ados en transformar. Sin embargo, no deja de plantearse la necesidad de esa transformacin profunda en el comportamiento y en las creencias generales, para lo que es preciso abrir el cerrado sistema estamental a la minora culta y profesional. El buen gusto ha de conmover todo el conjunto social. Al menos se es el sentir de Sempere: Pero el gusto de una nacin no debe medirse por los sabios particulares que, o ayudados de su singular talento, o excitados por alguna dichosa circunstancia, dirigen sus estudios con otro mtodo que el que regularmente se acostumbra. Hasta que la educacin disponga generalmente a los jvenes a pensar bien y a formar exactas ideas de las cosas, no se debe esperar que el Buen Gusto se arraigue y sea comn en ningn pueblo. As, pues, el hombre de buen gusto se converta en modelo de conducta de todos los hombres. (Despus de todo, nuestra actual poca de comunica cin y dirigismo de masas no es ms que la heredera hiperdesarrollada de aquella actitud ilustrada). Se trataba entonces de resolver un problema triple: definir qu es el buen gusto, determinar quines son sus agentes principales y resolver cmo se logra su sedimentacin social. Muratori lo plantea as en la versin libre de Sempere: El Buen Gusto, pues, consiste en saber buscar por medios proporcionados lo bueno y lo verdadero, y proponerlo en trmi nos que puedan obrar con toda la fuerza que naturalmente tienen sobre el co razn del hombre; porque tambin sucede muchas veces que una verdad til e importante no produzca efecto alguno por el desalio con que se presenta. He aqu el concepto de proporcin como axioma, trasladado de las ma temticas a la esttica, entendido como expresin formal de las cualidades que distinguen lo bueno y lo verdadero. El criterio desborda la metafsica para tener tambin presente la historia, la diversidad; ha de ser resultado, en suma, del anlisis emprico de la realidad social. Desde una perspectiva uti litaria, que es la que est en consideracin, la nocin de buen gusto no al canza sentido sin el agente que la sustenta y el medio que la transmite y sin el caldo de cultivo en el que se la quiere hacer fructificar. 1 14 Juan Rico Gimne: No son pocas las dificultades que encuentra el pensamiento ilustrado a la hora de conciliar la definicin universal con las particularidades objetivas de la realidad histrica. El empirismo subjetivista y asociacionista de impronta inglesa, que acaba imponindose en el continente a lo largo del siglo XVIII, es casi tan deductivo como la metafsica que combate, aunque tenga en su fa vor el giro esencialmente laico e historicista que imprime a la perspectiva cientfica, su atencin a los fenmenos naturales y sociales como productos peculiares de convenciones y creencias (Hume), desdeando las preconcep ciones teolgicas y naturalistas. Desde luego, el hombre de gusto de la Ilustracin ya no es slo el hu manista cristiano, preceptista y crtico, que concilia la fe con la ciencia, sino que est ms preocupado por el avance y la extensin de la ciencia -y de la tcnica- que por la reforma de la teologa y la filosofa. El hombre de gusto es ahora el hombre de mundo, el mondani de Voltaire, el ciudadano culto y autnomo, cuya gua vital es la razn y la imaginacin libre, aunque una de sus obligaciones sea todava la de salvar su alma. La vida terrenal, histrica, es para el ilustrado tan importante como la celestial, cuando no ms, y la me jor de todas las vidas es aquella que se desenvuelve en el marco de una so ciedad civilizada y adelantada, donde cada cual podr establecer su po sicin social de acuerdo con sus propios mritos y no segn valores pre-establecidos. Ello es vlido, creemos, incluso para autores, corno Muratori o Sempere, que permanecen conscientemente dentro de la moderacin catlica apuntada, pues resulta innegable su apuesta por el triunfo del nuevo espritu cientfico y utilitario. En este sentido, el pensamiento ilustrado es el fruto maduro de la semilla de Ockam, el primer terico moderno de la separacin entre la fe y la razn como dos fuentes esencialmente distintas para distintos conocimientos: la fe para el conocimiento de Dios y la razn para el conocimiento del mundo y del hombre histrico. La funcin del hombre mundano o de buen gusto resulta, por consi guiente, utilsima y necesaria polticamente para la formacin de buenos ciu dadanos, que deben aprender a distinguir lo bueno, lo mejor y lo bello. Lo bueno, lo bello y lo mejor (qu inequvoca es la valoracin utilitaria!) pue den, por tanto, instalarse en el alma de cualquiera, en determinadas condicio nes, empleando ciertos medios. Cules son stos No otros que los de la ciencia, la pedagoga y los nuevos instrumentos de aculturacin, como la prensa peridica. El pensamiento de Muratori -y, por ende, el de Sempere- es el de la ciencia moderna, racionalista y experimental. Si las ciencias de la na turaleza haban tenido desde el Renacimiento un gran avance, decisivo du rante el siglo XVII, en el XVIII se busca dotar de estatuto cientfico a las dis Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 115 ciplinas del comportamiento humano, la historia, la economa, la moral, la es ttica. Que se estaba en el buen camino resulta incuestionable para Muratori Sempere: Ya no se hace mrito de las sofisteras, de la sutileza, del remon tarse a las nubes, ni de la vana satisfaccin de querer contradecirlo todo. La razn humana ha empezado a conocer que la sola verdad es el verdadero ob jeto de las Ciencias; que ella debe ser la que ocupe toda nuestra atencin y nuestro cuidado en el estudio; que cuando no pueda encontrarse debemos de sistir de una empresa imposible y aplicar a otros ramos nuestro trabajo, con tentndonos con lo ms probable y verosmil; que la mayor parte de las cues tiones de las ciencias, no obstante el mucho ruido que hacen en el mundo, no son ms que cuestiones de nombre, que estn en pie todava porque no se ha llegado a proponer bien el asunto de la disputa, ni dar una significacin fija y determinada a los trminos equvocos; y, finalmente, que las ms de ellas son intiles, impertinentes y, acaso, tambin daosas, por tocar lo sagrado, a donde les est vedado llegar a los hombres, reservndose su conocimiento para otro tiempo y otra vida ms feliz. El prrafo sintetiza la fundamentacin epistemolgica de la ciencia mo derna. Muratori, siguiendo a Ockam, Erasmo y Gracin, pero yendo ms le jos, distingue claramente entre razn y fe, entre ciencia y religin, entre his toria y providencia; frente a lo sagrado, que exige otra categora de conocimiento no racional, la ciencia puede y debe operar sobre la inteligibi lidad y perfectibilidad del mundo natural y humano. Su instrumento es la ra zn y sus lmites la probabilidad y la verosimilitud. A Muratori slo le falta decir, profticamente, que la ciencia se halla en su prehistoria, aunque lo apunta al proponer superar las disputas nominalistas y escolsticas mediante la unificacin de los criterios epistemolgicos propios de cada disciplina. Imaginamos la honda impresin que estos axiomas muratorianos debieron causar en el joven Sempere y la impronta que ejercieron en sus principios inte lectuales y en su mtodo de escritor futuro. En el Discurso sobre el gusto de los espaoles asume sin condiciones el aparato doctrinal del italiano y ofrece al lector hispano un esbozo crtico del estado de la cultura literaria y cientfica en Espaa desde una perspectiva histrica, orientada desde el binomio de cadencia -progreso, tan ntimamente ligado al mundo mental de la Ilustracin. El procedimiento elegido responde a la figura de cuadro de los conoci miento humanos, una forma discursiva propia de la mentalidad ilustrada, como la enciclopedia o el diccionario. De esta suerte, compilacin y di vulgacin componen las dos caras del propsito pedaggico ilustrado. As lo expresa Sempere: Ultimamente, considerando que en Espaa se carece de la historia literaria del tiempo corriente, por no haber Diarios ni las dems obras peridicas con que en otras naciones se informa al pblico de los adelanta 1 16 Juan Rico Gimner mientos de la Literatura, he credo que sera muy del caso, si tratndose en la obra principal de los medios de formar el Buen Gusto, daba alguna noticia de los que se han practicado en Espaa para llevarla al estado en que ahora se encuentra. Para lo cual he escrito el adjunto Discurso... El panorama cultural espaol del primer siglo XVIII era tan deplorable y las instituciones universitarias estaban tan apegadas a la tradicin barroca y escolstica, que la crtica haba sido totalmente desplazada por la apologa indiscreta y la autocomplacencia. De lo que se adelant en el Siglo de Oro, a principios de este siglo IXVIIII apenas... quedaba mas que una confusa memoria. Sempere modera su postura criticista, positiva y patritica, adelantando que no se pondr del lado de aquellos que tienen por un rasgo de ingenio el criticar a su nacin y a sus paisanos, pero defender que no hay otra forma de discernir con rigor sobre lo bueno y lo malo de nuestra produccin inte lectual y cientfica nacional que su exposicin crtica. Y para demostrar que la perspectiva adoptada es la correcta no tiene reparo alguno en traer como abogado de su tesis crtica a un francs conocedor de la cultura espaola, el abate Vayrac, que es el extranjero que habla con menos precipitacin y con ms fundamento de nuestras cosas. Sempere suscribe los juicios de Vayrac: la filosofa, la teologa escolstica, la medicina, la jurisprudencia y la poltica mantienen vigor en Espaa, pero dentro de unos cnones estticos y unos m todos anticuados; por contra, en la literatura -poesa y prosa- los espaoles pecan por exceso, pues apegados a la pomposa algaraba del barroquismo desprecian los preceptos de Aristteles y de Horacio, es decir, los de la es ttica neoclsica. Y para no parecer parcial y afrancesado invoca las crticas del mismo tenor de otros Espaoles tan amantes de la gloria de su patria como el que ms y mucho ms sabios que los que tal vez se quejarn sin fun damento. Por ejemplo, a Manuel Mart, den que fue de Alicante y uno de los ms radicales representantes del criticismo humanista espaol, gran men tor intelectual de novadores e ilustrados de primera hora como Gregorio Ma yans. O al custico e inclasificable Diego de Torres Villarroel, de quien re coge la graciosa pintura del infeliz estado de las matemticas por los aos de 1726 en la Universidad de Salamanca. O al incisivo Cadalso, quien nos enumera una esperpntica Lista de algunos ttulos de libros, papeles y co medias que me han dado golpe, publicados desde el ao de 1757, cuando ya era creble que se hubiese acabado toda hinchazn y pedantera. 51 15 CADALSO, Jos: Gaitas mulleras. Elaboradas desde 1770 y publicadas, primero por entregas en el Correo de Madrid en 1789 y finalmente por Antonio Sancha en 1793. Nos re ferimos ahora a la Carta LXXVII: El mal gusto en las ciencias y su.s efectos . Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 117 La imagen justifica sobradamente el nutrido coro antiescolstico de la poca, as como las exigencias de reforma de unas instituciones que haban abandonado casi por completo su doble funcin cientfica y pedaggica, y ex plica que el propio gobierno se decidiera a iniciar una reforma profilctica de los estudios universitarios. El atraso cientfico y el corporativismo hipertro fi ado de las universidades eran para el propio Sempere una barrera impene trable al Buen Gusto y a la libertad e indiferencia con que debe estar dotado todo Literato. l mismo nos recuerda la desvirtuacin que hizo la escols tica del pensamiento de Aristteles, tanto en la filosofa como en la esttica literaria o en las matemticas, que eran las peor paradas: De estas slo se sa ba la poca Arquitectura que era menester para las malas obras que entonces se fabricaban, algo de Nutica que se aprenda por tradicin y la Astronoma, que se necesitaba para hacer los Almanaques. Todo lo dems de la Geome tra, lgebra, Mecnica, Esttica, Hydrosttica, Hydrulica, ptica y otras partes que son el fundamento de la verdadera Fsica y de las Artes ms tiles a la sociedad, estaba no slo olvidado sino confundido con las supersticiosas ideas de la magia, encantos y hechiceras. El nico matemtico digno de mencin es el P. Vicente Tosca (ya utili zado por Sempere en su experiencia docente oriolana), quien movido por su genio y sin ningn estmulo se dedic a esta ciencia a principios de este siglo, publicando un Compendio Matemtico, iniciado en 1707 y ultimado en 1715, con otras obras sueltas muy recomendables por la claridad con que saba proponer los pensamientos ms sublimes y los clculos ms complica dos. De nuevo elogia la labor de Torres Villarroel en este campo, aunque no deja de mencionar su otra cara, contraria ya al racionalismo ilustrado, de embaucador del pueblo con las sales y quisicosas de sus Pronsticos, jus tificando tal dedicacin slo por su calidad de finca muy lucrosa para el autor. Por ello Sempere y los ilustrados en general, censores de la mala cali dad universitaria, promovieron con entusiasmo cualquier otro vehculo al ternativo de formacin intelectual, cientfica o meramente cultural, como las Academias, las Sociedades de Amigos del Pas o la prensa peridica. Pues la formacin laica del espritu tena para ellos dos calidades, una superior, por la que la minora de los hombres de saber haban de estar a la altura de los avances del conocimiento til, o sea, cientfico y tcnico, requisito para la constitucin del elenco humano imprescindible en las altas funciones de la poltica y la cultura, y otra, ms general, orientada a la formacin de una opinin pblica de clase media que participara de la misma mitologa ilustrada. 118 Juan Rico Gilnllel Hemos visto la importancia crucial que para este ltimo cometido otorga Sempere a la prensa peridica, lo que ser una nota constante en su ideario reformador. En cuanto a la formacin superior, no puede dejar de calificar po sitivamente el reinado del primer Borbn, Felipe V, por la creacin de insti tuciones como la Biblioteca Real, las Academias Espaola (de la Lengua), de la Historia, Mdica-Matritense, la Sociedad de Sevilla, la Escuela de Ma temticas de Barcelona, la Compaia de Guardias Marinas de Cdiz, el Se minario de Nobles o la Universidad de Cervera. Elogia la Biblioteca Real, fundada en 1712, porque adems de que ella abunda de los mejores libros espaoles, cuya lectura se le permite a cualquiera, los oficiales a cuya direc cin est confiada han tomado por su cuenta un gran nmero de impresiones de obras, o inditas o muy raras y preciosas, parte de las cuales han visto ya la luz y seguirn otras sucesivamente. Uno de sus Bibliotecarios LMayansl ha sido de opinin que era este el medio ms seguro de restablecer el gusto en Espaa; y a la verdad, no es de los menos eficaces. La Real Academia Espaola, fundada en 1713, tiene un cometido an ms importante, pues las costumbres de los pueblos dependen en gran parte del estilo bueno o malo con que explican sus pensamientos, apoyndose para este aserto en Arias Montan() y en el Essai sur origine des Connois sanees Humaines, de Condillac. La mejor aportacin de la Academia fue la formacin de un Diccionario, con el que determinar, con la autoridad de los mejores autores castellanos, las voces propias de nuestro idioma, as como una Ortografa y una Gramtica espaolas, esta ltima tan moderna que puede competir con las mejores que de sus respectivas lenguas han publi cado la Francia y otras naciones cultas. Pero no deja Sempere de mirar tales acontecimientos con ojos crticos, a causa, principalmente, de la escassima preparacin que proporcionaban los estudios universitarios. Por ello ve que este medio de las Academias era muy lento para que la Literatura hiciera muchos progresos. Tales escuelas eran para ciertos hombres ya formados. Y an en stos no se poda lograr enteramente su fruto, por no haber estado bien dirigidos sus primeros estu dios debido al mal mtodo introducido en las Universidades, la preocupacin por los sistemas antiguos, el espritu de partido, la falta de conocimientos pre liminares que deben preceder a las facultades mayores, el ningn uso de los buenos autores y, sobre todo, la demasiada presuncin. No olvida otros importantes obstculos anti-ilustrados, en primer lugar la censura inquisitorial, solapada tras la negra envidia, el falso celo y la preo cupacin; tambin las falsas creencias del vulgo, su ignorancia y su fcil predisposicin a atribuir la victoria, como suele, al ltimo que hablaba. Todo ello haca tanto ms arriesgado a cualquiera particular el oponerse a la Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 119 corriente y abrir un nuevo camino a las ciencias y a las artes. El ejemplo fa tal de muchos que se haban perdido en una empresa semejante era capaz de desanimar al ms adelantado. Por eso encomia admirativamente el papel pedaggico desempeado por hombres como Feijoo en el desolado panorama cultural espaol, desde la aparicin, en 1726, del primer tomo de su Teatro crtico universa1. 152 Y va lora an ms los beneficios derivados de la polmica suscitada por el fraile benedictino en orden a la extensin del conocimiento y de la capacidad de discernir: Esta guerra literaria fue muy til: porque como para proseguirla se deban manejar tantos buenos libros, por unos para comprobar de falsas las citas de nuestro sabio y para otros siniestros fines; por otros para apoyar con ms fundamentos sus doctrinas; esta varia lectura deba producir nuevas ideas y con ellas nuevo modo de pensar y de explicarse. As se vio que, no habiendo antes quien supiera los sistemas de Descartes y de los Gasendistas, se encontraron luego muchos que los defendieron y otros que conociendo los inconvenientes a que est expuesto todo sistema se tomaron la libertad de no seguir ninguno. Aprovecha la ocasin para defender, con Feijoo, la lengua y la literatura francesas, fundando en los supuestos del poder poltico el esplendor de la cul tura gala, por la misma razn histrica que durante el siglo XVI, con el po der imperial espaol, se imponan la lengua y la cultura castellanas en la misma Francia y en otros espacios europeos. Por ello ataca los prejuicios francfobos y estimula a los espaoles a acceder al conocimiento de los bue nos libros con que aquella sabia nacin ha adelantado la Literatura. Pero si la labor divulgadora y pedaggica de Feijoo es considerada cru cial para la ilustracin de los espaoles, no olvida a otros adalides del buen gusto racionalista, igualmente pioneros de la mentalidad ilustrada, hombres particulares que, o guiados de su genio y de su talento, o movidos por alguna feliz casualidad, llegaron a manejar otros autores distintos de los que se cur saban en nuestras escuelas, y que les pusieron a la vista, con los colores ms naturales, el abuso que se haca del entendimiento, y empezaron a dirigir de otra suerte sus estudios, a hacer algn uso de la crtica y a declamar contra las preocupaciones que la ignorancia haba autorizado. El marqus de Mondjar, el Den Mart, el P. Tosca, D. Juan Ferreras, el Doctor Martn Martnez, Don Blas Nassarre, el P. Interian de Ayala, Don Ignacio Luzn, Don Agustn de Montiano, el P. Miana, Don Gregorio Mayans y otros sabios de aquel 152 El prestigio de Feijoo en las generaciones ilustradas lo revela el xito editorial de su obra. Desde el atio de su muerte, 1765, en que se edita el conjunto en 14 volmenes, aparecen reediciones en 1769, 1773, 1777, 1781, 1784 y 1787. 120 Juan Rico Gimnez tiempo, hicieron muchos esfuerzos para introducir un gusto mejor y ms con forme a la razn en la Literatura. Si durante el reinado del primer Borbn se echaron los cimientos de la Ilustracin, Sempere no duda en atribuir su alzadura a la buena disposicin hacia los saberes tiles de su sucesor, Fernando VI, un Monarca cuyas pren das le hacen acreedor a la debida estimacin de sus vasallos, siendo la ms alabada de todas, el aprecio que este gran Monarca hizo de las obras del P. Feijoo y la declaracin que remiti a su Consejo, que honrar eternamente la augusta persona que la hizo y al vasallo que la mereci. No se refleja en este aserto la estimacin que la mentalidad ilustrada otorga al poder poltico como motor de las reformas, como instancia fundamental del compromiso bi lateral entre Absolutismo e Ilustracin En el haber de Fernando VI incluye algunos hitos de esa promocin, como la publicacin de los estudios astronmicos y nuticos del tambin ali cantino Jorge Juan, y de la Relacin histrica del viaje de Antonio Ulloa, los primeros en gozar de un viaje al extranjero becado por el gobierno; o la ejem plar labor arqueolgica, historiogrfica y documental llevada a cabo por el je suita Andrs Marcos Burriel, Francisco Prez Bayer (ambos valencianos, del crculo de Mayans) y el marqus de Valdeflores, as como la creacin del Ga binete de Historia Natural, las Academias de Buenas Letras de Barcelona, Se villa y Valladolid y la de Nobles Artes de San Femando, todas debidas a su liberalidad y magnificencia o a su favor y proteccin, gracias a las cuales, la razn fue por todos estos medios adquiriendo nuevos adelantamientos, y no fue pequeo el haberse reducido la preocupacin nacional a conocer y a poner en prctica un medio que siempre ha salido bien, pero que por lo mismo ha solido encontrar una tenaz resistencia en los ignorantes. Todos los Prncipes que han pensado seriamente en introducir las ciencias y las artes en sus Reynos, o han enviado a sus vasallos a estudiar en las ms famosas es cuelas, o han convidado a los sabios estrangeros a que vinieran a establecerse en sus Cortes, hacindoles para ello las ms ventajosas propuestas, sin pa rarse en el ridculo pretexto de que es cosa vergonzosa que nos vengan a en sear de fuera de casa. Luis XIV, no obstante que tena ya en sus estados va sallos consumados en todo gnero de literatura procur atraher con sus liberalidades a Vossio y a Huygens, hbiles profesores, el uno de Matemti cas y el otro de Buenas Letras. La Reina Christina de Suecia hizo lo mismo con el famoso anticuario Samuel Bochart. Y la Reina Catlica Doa Isabel hizo el mayor aprecio de Pedro Martyr de Anglera, a quien confi la ense anza de toda la Grandeza de Espaa. Tambin nuestros Espaoles fueron llamados en algn tiempo por los Prncipes para ser maestros de las ms fa mosas escuelas. Juan Luis Vives fue Profesor pblico de Buenas Letras en las Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 121 Universidades de Lovayna y de Oxford. 153 Entre los primeros Catedrticos del Colegio Real de Pars lo fueron Agathias Guidacerio de Lengua Hebrea y Martn Poblaci de Matemticas. Juan Gins de Seplveda fue veinte y dos aos Catedrtico de Filosofa Moral en Roma; por no hablar del P. Perpin y de otros muchos. Se trata, pues, de que el gobierno fomente la investigacin en todos los ramos, poltica comn a los pases avanzados de Europa y que se reclama tambin para Espaa. Ilustrados y gobierno coinciden en la necesidad de esa tutela gubernamental sobre las actividades culturales consistente en disci plinar a las masas, poner lmites a peligrosas fantasas, predicar la sumisin al orden establecido, 154 pero tambin al orden por establecer con que los ilustrados suean, pues el dirigismo cultural desde las instancias del Estado haba cambiado en relacin a la poca barroca, en que era fundamental el apoyo de la Iglesia. El absolutismo ilustrado del siglo XVIII se quiere des marcar de la tutela eclesistica y procura planificar, dirigir, incluso censurar la produccin literaria desde una postura laica. Ello, despus de todo, explica el resurgimiento del regalismo de nuevo cuo de esta centuria, as como las resistencias de la Iglesia a abandonar parcelas que estaban tradicionalmente bajo su control. Si el nuevo ideario del buen gusto pretenda reformar las creencias co lectivas, o sea, la moral social, en un sentido laico y protoburgus, y empe zaba reclamando la libertad crtica del escritor, era obvio que se atentaba con tra el poder ideologizador de la Iglesia y contra su mano censora, la Inquisicin. De ah que desde Tanucci -ministro de Carlos III en Npoles, que ya incitaba al rey antes de acceder a la corona de Espaa-, hasta el ltimo ilustrado, soaran con la abolicin de tan nefasto instrumento opresor. Ca dalso recordar que es tan cierto este dao..., que el espaol que publica sus obras hoy, las escribe con inmenso cuidado y tiembla cuando llega el tiempo de imprimirlas. Aunque le conste la bondad de su intencin. 155 Idntica queja es la de Leandro E de Moratn en carta a su amigo Juan Pablo Forner, desde Montpellier, en marzo de 1787: Creme, Juan; la edad en que vivimos nos es muy poco favorable: si vamos con la corriente y hablamos el lenguaje 153 Sempere olvida o, ms bien, soslaya que en la poca de Vives los Estados estaban muy lejos an de haber reglamentado, en un sentido nacional, la enseanza, por lo que los hombres de saber constituan una autntica Repblica de las Letras, con un lenguaje comn, el latn, y una libertad de movimientos heredera de la Edad Media, que les permita grandes posibilidades docentes y cientficas en todo el mbito europeo, sin ms limitacin previa que su propio pres tigio. 154 DOMNGUEZ ORTIZ, Antonio: Carlos III y la Espaa de la Ilustracin, Madrid, 1988,p. 182. 155 SARRAILH, La Espaa ilustrada, cit., p. 473. 122 Juan Rico Gimnez de los crdulos, nos burlan los extranjeros, y an dentro de casa hallaremos quien nos tenga por tontos; y si tratamos de disipar errores funestos y ense ar al que no sabe, la santa y general Inquisicin nos aplicar los remedios que acostumbra. 156 En este contexto en el que la escritura necesita eludir la censura, la per secucin y el silenciamiento, valora Sempere la literatura satrica, que es con siderada ms eficaz para la reforma de ciertos abusos que las declamaciones serias de los sabios y de los filsofos. Por este medio destruy Cervantes el ridculo herosmo de los Caballeros y la perniciosa lectura de las Novelas que haba en su tiempo. No deja de expresar preocupacin por la extensin de la cultura propia del ideario liberal, segn la cual es preciso superar la situacin tradicional de elitismo del saber y buscar los medios pedaggicos para extender ste a to das las capas sociales. Por supuesto que congruentemente con la creencia ilustrada en la desigualdad natural de entendimientos y capacidades. Era admitido que el gusto del pueblo en general no alcanzara nunca la calidad del logrado por la minora culta directora. Pero entre ambos era preciso con seguir una perfecta armona, pues de lo que se trataba, en resumidas cuentas, era de crear una opinin pblica dcil a los presupuestos ilustrados. Esa pre tensin es la que aclara, ms que las ambigedades doctrinales, la naturaleza verdadera del pensamiento esttico ilustrado. En ese sentido promotor y reformista de carcter paternalista resulta ob vio el nfasis laudatorio que otorga Sempere al gobierno de Carlos III, bajo el que escribe, sin perder, pese a las legtimas loas, el espritu crtico positivo. Pues no se haban logrado an las reformas imprescindibles para que el ca mino del progreso estuviera allanado. Los obstculos mayores seguan pro viniendo de la mentalidad arcaica del pueblo y, sobre todo, de la actitud esco lstico-estamental de los centros acadmicos. Si desde Feijoo se haban desimpresionado algo muchas preocupaciones, las universidades seguan sometidas al mismo nepotismo cultural, que perpetuaba el corporativismo y eliminaba la libertad y el espritu de competencia y el estmulo del premio, necesarios para el desarrollo intelectual y cientfico. El gran golpe para per feccionar los estudios deba ser, o quitar enteramente el espritu de partido, o debilitarlo por lo menos; porque sin esta diligencia eran infructuosos todos los dems medios que pudieran discurrirse; pues estudiando sin libertad y por slo el empeo contrado con alguna de aquellas escuelas, nunca tena el en tendimiento bastante libertad y desembarazo para pensar y para explicarse. 156 Obras pstumas de Moratn, vol.II, Madrid, 1867, p. 78. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 123 Carlos III, con una resolucin heroica, que ser el asunto de los mayo res elogios que le formarn los que hablen de su Reynado en adelante, libert a la nacin de este yugo, reformando algunos de aquellos cuerpos, restitu yendo a los grandes talentos la justa y prudente libertad, y dando exemplos l mismo en la discreta imparcialidad con que ha premiado el mrito, sin dis tincin de clases, de profesiones, de estados ni de nacimiento. A esta grande obra han acompaado los nuevos planes de estudios que se han puesto ya en muchas escuelas del Reyno, y los que se estn trabajando actualmente de orden del Consejo, los que se llevarn a efecto sin mucha di ficultad, por haberse quitado ya los mayores obstculos que pudieran opo nerse a su establecimiento. El Cielo ha prosperado las intenciones de tan benfico Monarca, conce dindole acierto en la eleccin de los Ministros de que ms necesitaba para la execucin de sus sabias resoluciones. En consecuencia de estas, todas las Ciencias y Artes han tomado en Es paa un nuevo semblante y cierto gusto que acaso no han tenido hasta ahora. Una ligera reflexin sobre todas ellas har esta verdad patente. Se hace especial referencia a los planes de reforma de las universidades y de los colegios mayores, que comienzan a ser materia de poltica educativa desde 1766, un ao antes de la expulsin de los jesuitas (uno de los mayores obstculos que se han quitado), cuando Carlos III accede a escuchar los planteamientos de Gregorio Mayans, de Olavide o de Prez Bayer. Sin embargo, las intenciones eran ms sinceras en estos diseadores y en unos pocos ministros (Roda, Campomanes y algunos otros) que en el propio rey, sabedor de que, an extraados los poderosos jesuitas, quedaban muy enrgicas resistencias a tales reformas (al margen del dudoso vigor de la pro pia conviccin reformista del rey). De este modo, aunque se llevaron a cabo, no cumplieron las expectativas de sus promotores ilustrados, pese a las espe ranzas que despiertan, an en 1782, en Sempere. Actitud comprensible, sin embargo, no slo por la justa comparacin con el pasado, sino por la lentitud, habitual en la poca, con que se ponan en rodaje las reformas. Pinsese en el plan para la Universidad de Valencia, reputado como el ms avanzado de to dos, que no se implant hasta 1786. En todo caso, un cierto gusto se deja ver ya en Espaa y constituye una legtima esperanza para el ilustrado, que as lo destaca al repasar algunas dis ciplinas. En algunos temas, como el teatro, las resistencias provienen del pue blo, que sigue prefiriendo los culebrones castizos de un Ramn de la Cruz, meramente festivos y evasivos antes que las farragosas y didcticas obras de los Trigueros o Moratn, por ejemplo. Para Sempere ste era un defecto ge neral del vulgo de todas las naciones, el cual casi siempre gusta de lo peor, 124 Juan Rico Gimnez es decir, que siempre prefiere, cuando se instala frente al escenario, ms reir que admirar, salvo que se est en presencia de autores excepcionales capaces de conciliar ambos trminos, como admite que sucede con el genial Molire. En resumidas cuentas, las Reflexiones y el Discurso cumplen las hipte sis didcticas del autor. Pero acaso no hubiera pasado de ser un buen ensayo circunscrito al limitado mbito de la erudicin ilustrada si el escndalo provo cado por el artculo de Masson no le hubiera proporcionado a Sempere la gran oportunidad de reconvertirlo, generosamente ampliado y con todo el aparato que la ocasin requera, en el Ensayo de una Biblioteca de los mejores Escri tores del Reinado de Carlos ///, que seguidamente vamos a analizar. APOLOGAS Y NACIONALISMO CULTURAL CRTICO El Ensayo de una Biblioteca Espaola de los mejores escritores del rei nado de Carlos III surge en un doble espacio de oportunidad, o, si se quiere, triple: hacer mritos en la carrera burocrtica soada, abrirse camino en la profesin de escritor publicista e historiador y hacerlo dentro de la mentali dad vigente en la corriente ilustrada. Sempere desea aprovechar el clima de polmica, ms o menos chauvi nista, que se desencadena en Espaa a raz de la divulgacin del artculo de Masson de Morvilliers, aparecido, en la seccin Geografa de la Encyclo pdie Mthodique, 157 en 1782, en donde el francs, poco conocedor de Es paa como no fuera mediante una parcial experiencia libresca, quiz si guiendo la tradicin de descalificaciones anteriores (Montesquieu, Voltaire, Diderot y DAlembert, como ms prximos), 158 se pregunta aparatosa y ne gativamente sobre el papel de nuestro pas en el acervo europeo: Que se debe a Espaa Desde hace dos, cuatro, diez siglos, qu ha hecho por Eu ropa 39 Una requisitoria tan cruda no poda sino desatar los sentimientos de la vieja animosidad hispano -francesa. Pero esta vez ni siquiera al gobierno fran cs le interesaba en modo alguno apoyar o suscribir tales entredichos, habida 157 Llegaron a aparecer 166 volmenes entre 1782 y 1832 y fue conocida como Nouvelle Encyclopdie, por comparacin a la Encyclopdie iniciada en 1751 por Diderot y DAlembert, la ms clebre. Menos sospechosa que sta a los ojos censores, la Encyclopdie Mthodique en traba regularmente en Espaa sin ninguna dificultad, circunstancia que difundi ms rpida mente el artculo de Masson. 158 BATLLORI, Presencia de Espaa en la Europa del siglo XVIII, en Historia de Es paa M. Pida!, vol. XXXI, cit., p. XXIX. 159 Vid. ABELLN, Jos L.: Historia crtica del pensamiento espaol. Hl. Del Barroco ala Ilustracin, Madrid, 1981, pp. 768 y ss., y 822-838. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 125 cuenta de sus intereses con Espaa, trabados mediante los Pactos de Familia, mxime en un momento en que Inglaterra haca todo lo posible por quebrar la alianza franco -espaola. Precisamente la primera rectificacin a Masson apareci en Pars y es crita en francs, por ms que fuera debida a la pluma del botnico valenciano Antonio Jos Cavanilles, 160 a la sazn residente en la capital francesa como preceptor de los hijos del duque del Infantado. Apareci el mismo ao de 1784, cuando las reacciones a la provocacin de Masson an no se haban ca lentado y fue bien acogida por el gobierno francs y por alguna publicacin, como el prestigioso Journal des savants. Hubo otra respuesta reparadora tambin desde el extranjero, ms con tundente que la de Cavanilles, y se debi al abate piamonts Carlo Denina, 161 ocupado en la corte de Federico II de Prusia. El hecho de que la defensa de Denina se pronunciara en la Academia de Ciencias de Berln y ante un nu meroso pblico cortesano y culto (se celebraba el cumpleaos del empera dor), contribuy a dar mayor resonancia al alegato que, ya en s mismo, ex presaba un notable conocimiento de la cultura y la ciencia espaolas, debido, entre otras razones, a la influencia de los escritos de los ms destacados miembros de la extinta Compaa de Jess. An el mismo ao de 1786 pu blicara Denina sus Lettres critiques, donde insiste y ahonda en la universa lidad de la cultura espaola. Por su parte, el clima apologtico de vindicacin nacionalista que se de sata en el interior de Espaa para defender el honor mancillado complica en la pasin y la parcialidad, no slo a la multitud de aclitos del barroquismo autocomplaciente y xenfobo tradicional, sino a muchos notables ilustrados y, desde luego, al gobierno. La Real Academia Espaola, con prestancia, pero tambin dando muestras de una sutil diplomacia, convoc, a finales de 1785, un concurso acerca de una Apologa o defensa de la Nacin, cin dose solamente a sus progresos en las ciencias y en las artes, por ser de esta parte en la que ms particularidad y empeo han intentado oscurecer su glo ria algunos escritores extranjeros, que llevados de sus engaosas preocupa ciones y faltos de seguras noticias, han publicado obras llenas de injuria e imposturas. Ese fue el disparo con que se inici la competicin entre los escritores que buscaban adquirir (o aadirse) fama complicndose en asunto tan pali 160 Observations de Mr. lAbb Cavanilles sur larticle Espagne de la nouvelle Encyclo pdie, Pars, 1784. Cavanilles tuvo el cuidado de consultar antes a amigos espaoles, entre ellos, a su paisano Juan Bautista Muoz y a Cndido Mara Trigueros (COTARELO: Iriarte y su poca, Madrid, 1897, p. 312 y ss). 126 Juan Rico Gimnez tico. Unos, representados por el fogoso Forner, defienden de tal modo apa sionado el espaolismo que su panegrico casi se confunde con la postura ms tradicionalista, salvo en la evidente superioridad literaria de Forner.I 62 Sus ri vales literarios desenfundaron enseguida sus dagas. He aqu el recibimiento de Vicente Garca de la Huerta: Ya sali la Apologa del grande orador Forner sali lo que yo deca: descaro, bachillera, no hacer harina y moler. 163 Otros, tras Cavanilles y Denina, respondieron desde una perspectiva eu ropea y defendieron con una mayor porcin de ecuanimidad los mritos pro pios de la nacin espaola. Al gobierno espaol le satisfacan todos estos escritos, y, sin embargo, apoy y fi nanci el que sobresale por su fuerza apologtica nacionalista, el de Juan Pablo Forner, que tena fama de reputado francfobo. 164 El gobierno y Forner utilizaban polticamente las defensas de Cavanilles y Denina, pero lo hacan desde una postura que mezclaba ambiguamente nacionalismo mo derno y tradicionalismo xenfobo, con ms hincapi retrico en este ltimo prejuicio, polticamente ms eficaz que la defensa razonada y erudita. 165 Tambin hubo entre nosotros posturas (mnimas, es cierto) que aprove charon la recriminacin de Masson para afilar, an ms de lo que venan ha cindolo, la pluma de la crtica radical a la decadencia espaola. Destaca en esta actitud Luis Cauelo y su peridico El Censor, en cuyas pginas denun cia la incultura y el atraso general de Espaa, acumulando responsabilidades sobre las instituciones reaccionarias del pas. 161 Rponse la question Que doit-on lEspagne, Paris, 1786. 162 Para Menndez Pelayo, Fomer es el mayor adalid de la genuina tradicin espaola en el siglo XVIII; y as lo acept todo el mundo hasta los trabajos restauradores de MARAVALL (El sentimiento de nacin en el siglo XVIII: la obra de Fomer. La Torre, XV (1967)), y de LPEZ (Forner el la crise, cit.), que le sitan dentro de la mentalidad ilustrada en su vertiente nacionalista. Tambin CARBONELL: Fomer: apologtica y crtica, en Cuadernos Hispano americnos, n 2 536 (1995), pp. 69-81. 163 Reproducido por COTARELO, op. cit., p. 317. 164 PREZ DE GUZMN,J.: Veintiuna cartas inditas de D. Pedro de Estala dirigidas a D. Juan Pablo Forner, en Boletn de la Real Academia de la Historia, vol. LVIII, pp. 5-36. La Oracin apologtica por la Espaa y su mrito literario para que sirva de exhortacin al Dis curso ledo por el abate Denina en la Academia de Ciencias de Berln, respondiendo a la cues tin: Qu se debe a Espaa, fue publicada en 1786 en la Imprenta Real. 165 MARAS, Julin: La Espaa posible en tiempos de Carlos III, Barcelona, 1988 p. 47 y ss. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 127 En cualquier caso, ninguno de los extremos, el castizo y el hipercrtico, representaba bien la moderacin y mesura que requera una postura ms eclctica y desapasionada, capaz de evidenciar la realidad espaola en el con texto europeo y que al mismo tiempo planteara con un mnimo rigor la evi dente necesidad de progreso en Espaa en funcin de los criterios desarro llistas propios de la Ilustracin. Se echaba de menos, en el fragor maniqueo de la polmica, una corriente verdaderamente ilustrada que distinguiera la crtica cultural en su objetividad frente a la personalizacin de la misma que representaban Forner y sus adversarios. Un propsito que haba sido plante ado por Clavijo y Fajardo en su peridico E/ Pensador en una crtica ilustrada contra la inutilidad de las batallas literarias que slo buscan el encumbra miento del ms hbil manipulador de la pluma a costa del escarnio y ridicu lizacin del adversario. Sempere fue quien mejor logr representar esta postura pretendidamente imparcial (en la intencin, al menos, ya que no estuvo exenta de parti dismo), 166 que Julin Maras llama el examen de la realidad, llevado a cabo con un afn de ver claro, caracterstico de las mejores mentes del siglo XVIII. Tuvo para ello, aparte su propio talante moderado de historiador cr tico, tan caro a Maras, muy buenos consejeros, entre quienes destacan Cam pomanes, Jovellanos 167 y su paisano valenciano el ex -jesuita Juan Andrs, 168 a la sazn exilado en Italia. Andrs (cuyo valimiento intelectual ante Sempere se basaba en su obra Del origen, progresos y estado actual de toda Literatura, comenzada a pu blicar en 1784), fue muy meticuloso aconsejando a ste sobre el modo con que haba de enfocar su obra con el fi n, no slo de evitar la cada en la mera apologa, sino de conseguir el doble objetivo que la ocasin requera, esto es, publicar una antologa lo ms objetiva posible del estado presente de la cul tura (literaria y cientfica) espaola y, mediante ese criterio metodolgico cr tico, demostrar la existencia de una verdadera -vale decir, europea- corriente 166 Sempere era, segn Cotarelo, amigote de Cndido Mara Trigueros, que estaba ya enzarzado en una agria guerra con Forner. Y as se gana una serie de custicos varapalos de ste que finalmente culminan en el iracundo Suplemento al artculo Trigueros comprehendido en el tomo 6 del Ensayo de una Biblioteca (le los mejores Escritores del Reynado de Carlos III por el Dr. D. Juan Sempere y Guarinos, aparecido annimamente en Salamanca en 1790, ha bida cuenta de su prohibicin por parte del Consejo de Castilla (que en esta ocasin apoya a Sempere). 167 Jovellanos cede a Sempere manuscritos inditos, le hace comentarios crticos y correc ciones y, finalmente, realiza la censura, desde la Academia de la Historia, de los tomos V y VI. 1 Sobre Juan Andrs vid. MESTRE, Humanismo y crtica histrica en los ilustrados alicantinos, Alicante, 1980, pp. 136-150; y DOMNIGUEZ MOLT, El abate D. Juan Andrs More!! (Un erudito del siglo XVIII), Alicante, 1978. 128 Juan Rico Gimnez ilustrada en nuestro pas. La actitud puntillosa y prudente con que Andrs aconseja, empieza con el ttulo que en una primera instancia le presenta Sem pere y que al ex -jesuita le parece poco coherente con las premisas de impar cialidad que se acuerda para escribir la obra en cuestin. Sin embargo, Sempere crey, al parecer, ms ventajoso mantener el t tulo propuesto con el apelativo de mejores escritores, punto que haca te mer al ex -jesuita reacciones no queridas, debido al agravio comparativo que comportaba y que, de hecho, provoc en muchos autores, probablemente ms de lo que Sempere deseaba. En las recomendaciones epistolares que Andrs enva desde el exilio italiano, no esconde su propia conviccin sobre la po breza intelectual espaola en relacin a la europea. 169 Vemos que Sempere haba pedido tambin a su amigo, adems de con sejos literarios, toda la informacin que necesitaba acerca de la produccin intelectual de los jesuitas exilados en tierras italianas, buena parte recluidos en la provincia de Ferrara. Muchos de los cuales, en efecto, cumplieron el en cargo de Andrs y remitieron a Sempere noticias sustanciosas para su obra. En cuanto a la ecuanimidad aconsejada por Andrs en el tratamiento a los diversos autores, basndose tanto en los presupuestos crticos como en el he cho de que se hablaba de autores en su mayora vivos, Sempere se toma en serio las recomendaciones, seguramente porque ese era tambin su particular propsito, a salvo algn desliz combativo, como el mencionado con Forner. Pues con la tinta an fresca de la impresin, enva a Andrs el primero de los seis volmenes que habran de salir a la luz, impaciente por conocer el vere dicto del maestro. Que llega a correo seguido y llena de satisfaccin al el dense: Andrs, gratamente impresionado, le desea mil parabienes y le ase guro un xito felicsimo de toda la obra, y deseo que V. con su amistad me escriba la impresin que sepa haber producido entre los naturales. Si ya desde la primera misiva Andrs confa en la capacidad de Sempere para lle var a cabo la obra divulgadora segn los cnones de la crtica ilustrada, es porque conoca el Discurso sobre el gusto, en el que Sempere aplicaba a Es paa el mtodo y la perspectiva de Muratori. All haba demostrado Sempere las cualidades propias de un ilustrado que Andrs exiga para la crtica y la exgesis. De ah que viera ese propsito reflejado en la primera entrega y se congratulara de ello. En efecto, el Discurso preliminar que da pie al tomo 1 del Ensayo, no es ms que un resumen de aquel primer trabajo sobre el buen gusto y su evolucin en la historia cultural espaola. Como la perspectiva progresista si gue siendo la misma, lo que se dijo all contina siendo vlido para el pre 169 Las cartas las recoge Sempere en sus Noticias Literarias de Sempere, cit. pp. 23-26. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 129 sente trabajo, pues, en realidad ha pasado muy poco tiempo entre la elabora cin de ambos e, incluso, puede decirse que apenas existe solucin de conti nuidad, pues Sempere no haba cesado desde su publicacin de ir reco giendo muchas noticias, haciendo varias apuntaciones para reimprimirlo. Insiste en plantear la cuestin de la calidad de la cultura espaola segn la dialctica decadencia -progreso, acotando su mximo valor comparativo en las coordenadas espacio -temporales de la dinasta borbnica en Espaa, esto es, desde principios del siglo XVIII. Pero, sabedor de que no va a escribir la Historia Literaria de este siglo, prefiere insinuar las causas que ms han contribuido a formar el gusto que reina ahora entre los espaoles. Ese ahora apunta al reinado concreto de Carlos III, lmite incorporado interesa damente al ttulo de la obra, convencido de que, en efecto, se trata de la poca ms adelantada de Espaa y, por consiguiente, ms defendible cara al jui cio ilustrado de Europa. Para lograr ese propsito, es claro que el estilo adecuado no ha de ser el apologtico, sino el ms convincente de la exposicin objetiva de la realidad: La publicacin de la Encyclopedia Metdica, y varias conversaciones que he oido, as sobre aquella obra, como sobre las Observaciones que ha publi cado en Pars Don Antonio Cavanilles, me han hecho conocer mucho ms la necesidad que tiene el pblico de ser instruido con ms individualidad sobre el estado actual de nuestra Literatura. Una apologa no es suficiente para esto. Las discusiones precisas en este gnero de escritos, los argumentos, la erudi cin con que se procura amenizarlos, ocupan mucha parte, y por muy bien trabajados que estn, nunca son tenidos ms que por unas buenas defensas, en las que siempre se cree que tiene mucho influxo el patriotismo, espritu de partido, etc. Por lo qual lo ms que se consigue con ellos es el hacer proble mticos y probables los asuntos que los ocasionan. A m me ha ocurrido otro pensamiento, del cual se podran sacar mayo res ventajas. Una Biblioteca Espaola de los mejores Escritores del reynado de Carlos III, pondr a la vista, mucho mejor que cuantas apologas puedan escribirse, el estado actual de nuestra Literatura. Al mismo tiempo, el pblico podr formar por ella una idea ms exacta de los progresos de las Ciencias y las Artes entre los Espaoles en estos ltimos tiempos. Los que no puedan leer las obras originales, a lo menos podrn tener por medio de ella un cono cimiento de su mrito y de las materias que han sido tratadas mejor en ellos, lo que les podr conducir muchsimo para la eleccin de libros y para no em plear mal el tiempo ni el dinero. Los Espaoles tendrn proporcin para co nocer ms bien el mrito literario de su Nacin y para apreciarla. Todas estas utilidades y otras muchas puede producir una Biblioteca Es paola bien trabajada. Pero en su execucin es indispensable que se presen 130 Juan Rico Gimnez ten muchas dificultades. Dexando aparte el embarazo que ofrece por s misma la palabra mejores, y el resentimiento que puede causar a muchos en no verse comprendidos en aquella clase; an los mismos que indubitable mente tienen mrito para ser reputados de tales, es muy de temer que no que den enteramente satisfechos. Como las cualidades del espritu no estn uni das siempre con las del corazn o, por decirlo con ms claridad, como los sabios no carecen de amor propio, nunca piensan que se ha hablado bas tantemente de ellos. Y, por el contrario, en los dems apenas llegan a descu brir la menor cosa digna de alabanza. Por eso creo yo que hay ms dificultad en elogiar a los vivos que en criticarlos. Los elogios propios siempre parecen cortos y muy fros, particularmente cuando no tienen algo de hiperblicos; y los agenos se tienen por muy exagerados y prolijos, an cuando estn hechos con la mayor moderacin. Esta es la gran dificultad que se ofrece en esta obra, por cualquiera mano que haya de trabajarse. No son menores las que deben ocurrir en su execucin, as por la multitud como por la variedad de las materias que en ellas se deben comprender. Pero de stas no me toca hablar a m, porque no parezca que quiero ponderar sobradamente el corto mrito de mi trabajo. A pesar de todos los embarazos que deben ofrecerse, persuadido de las muchas ventajas y utilidades que podr producir a la Nacin, me he resuelto a presentar al pblico este Ensayo. En l procurar dar alguna idea de las me jores obras que se han publicado en Espaa en el actual reynado, poniendo los extractos, prospectos o noticias que contemple oportunas para conocer su mrito; para lo cual aadir tambin los elogios o juicios que se han formado de algunas de ellas por Autores extranjeros o nacionales de la mejor nota. Como mi objeto principal es la instruccin acerca del estado actual de nues tra Literatura, en algunos artculos insertar las noticias necesarias para este fi n, particularmente en aquellos ramos en que haya notado alguna equivoca cin en Autores nacionales o extranjeros. Tambin se informar al pblico de algunos manuscritos de Autores que se hallan ya acreditados por otras obras impresas. Las traducciones de las len guas vulgares tienen corto mrito para colocar a nadie en la clase de Autores. Y as slo se hablar de las de las Artes y Oficios, que tienen alguna mayor di ficultad, o de las que los traductores han ilustrado con observaciones propias. Si se hubiera de atender con todo rigor al ttulo de la obra, acaso pudiera acabarse con bien pocos pliegos. Los hombres grandes y los sabios de primer orden en todas partes son muy pocos; y la notoriedad de su mrito hace en al gn modo intil la recomendacin de sus escritos. Por otra parte, en incluir en una Biblioteca a todos los que se han pre sentado en el pblico con el ttulo de Escritores, sera confundir la gloria que Un pretendiente en la Corte (1781,1789) 131 se debe a los verdaderos literatos con el desprecio que deben causar los que nicamente han trabajado para desacreditar las Ciencias y para retardar sus progresos. Mi nimo es incluir en esta a todos aquellos que en sus escritos han ma nifestado algn gusto en su modo de pensar, en el estilo, mtodo y otras cua lidades, que aunque no lleguen a constituir a sus Autores en la clase de ori ginales, manifiestan a lo menos que han tenido algn discernimiento en la eleccin de libros y en el uso de su doctrina. Y as no deber extraarse el que hacindose a veces mencin de algunos Escritores de pocos pliegos, se vean omitodos otros que han publicado muchos tomos de todos tamaos. Los li bros slo se estiman po el peso en las boticas y en las tiendas, donde se ne cesita el papel para envoltorios. 170 He aqu los criterios de seleccin adoptados. Se trata de realizar una am plia antologa de la produccin intelectual espaola supuestamente ilustrada, abriendo la mano en cuanto a la calidad, ya que lo verdaderamente impor tante que interesaba mostrar a la opinin nacional y europea era la existencia en nuestro suelo de esa mentalidad y perspectiva ilustrada, que Masson y muchos haban puesto en entredicho. De acuerdo con los presupuestos del hombre de buen gusto, que ya hemos analizado, Sempere adopta el papel de instructor de sus paisanos en lo que considera el bagaje utilitario de la cul tura espaola. Pese a las inevitables ausencias -Sempere no poda conocer a todos los que entraban en la categora establecida- la obra cumple con creces el prop sito divulgador. No se olvida de la importancia erudita y crtica, en Espaa y en Itlia, de los jesuitas espaoles, expulsados apenas veinte aos antes, pese al estigma que sobre ellos haba cado. Se nutre de una obra del abate Ayme rich 171 sobre los jesuitas espaoles y actualiza las noticias a travs de sus pro pios contactos. Que Sempere intent abarcar el ms amplio panorama posible de la Ilus tracin es indudable. El material que fue recogiendo desbord sus previsio nes de incluirlo todo en cuatro tomos (finalmente fueron seis), lo que mues tra el planteamiento antolgico y vulgarizador propio del pensamiento ilustrado con que se disea la obra. La decisin misma de incluir a los auto res segn el orden alfabtico y no por otro criterio ms comprometido, indica la voluntad ecunime y abierta del autor y muestra la paradoja de una obra 17 SEMPERE, Ensayo, I, pp. 40-46. 171 Mateo Aymerich, incluido en el tomo I del Ensayo, forma parte del grupo de jesuitas catalanes que desarrollaron una intensa labor de erudicin e historiografa crtica contra la filo sofa escolstica del mundo universitario y contra las historias fabulosas que impregnaban el mundo de la religin catlica. 132 Juan Rico Gimnez dirigida a rectificar una opinin y una imagen -la de Francia respecto de Es paa-, pero que emplea para ello el instrumento metodolgico universalizado por la cultura gala. En efecto, Sempere, como ya hiciera en el trabajo sobre el gusto, aplica el mtodo compositivo propio de los diccionarios, esto es, la relacin alfabtica, tan extraordinariamente extendido en Francia a partir, sobre todo, de la aparicin de la Enciclopdie y del Dictionnaire philosophi que de Voltaire. Y lo hace plenamente consciente de esa influencia, que asume como expresin de la cultura ms avanzada de Europa. Precsamente por la asuncin de este mtodo Sempere sabe que se trata de una forma ex positiva cuyo propsito divulgador ilustrado la hace necesariamente abierta, esto es, susceptible de ampliacin y rectificacin: Aunque he puesto el ma yor cuidado para que esta obra salga con la mayor perfeccin de que es ca paz, no por eso me lisongeo de haberlo conseguido. Semejante gnero de es critos siempre tiene que aadir; porque las noticias literarias muchas veces son efecto ms de la casualidad que de la diligencia. Por esto no se publica enteramente de una vez. El intervalo que mediar desde la publicacin de un tomo hasta la de los cuatro en que pienso dividirla, me proporcionar las oca siones de recoger algunas otras y de reformar las que haya publicado en las antecedentes, si padezco algunas equivocaciones, las que no se debern ex traar en una obra que comprende tantos asuntos inconexos entre s. An cuando a pesar de toda mi diligencia incurra en algunos yerros, es toy muy cierto que esta Biblioteca producir el efecto que me he propuesto, que es el demostrar lo que ya dixe en otra ocasin, esto es, que nuestra Na cin piensa ahora bien por lo general.. No es balad, en ese sentido, la palabra Ensayo que encabeza el ttulo para una obra con tales planteamientos y que pretende continuar el egregio ejemplo de un Feijoo en su intencionalidad crtica, en su finalidad didctica y en su variedad temtica. 172 Quiz Sempere tiene presentes los dos ltimos dis cursos del tomo IV del Teatro Crtico Universal, estimulados tambin desde el poder, cuando el infante don Carlos, futuro Carlos III, reconviene al benedic tino para que presente una variante optimista a su labor crtica sobre lo espaol. Sin embargo, la confeccin del Ensayo supone una evolucin en el pen samiento del autor, desde los presupuestos del criticismo humanista murato riano hasta los contenidos propiamente ilustrados del racionalismo francs, aunque siempre tamizados por el moderantismo. Con esto termina el pliego de intenciones y comienza la obra propia mente dicha. El primer tomo, publicado en 1785, inclua 56 autores y voces, 172 PREZ RIOJA, J.A.: Feijoo, un adelantado de la Ilustracin espaola, en Estudios sobre Feijoo Sarmiento, Madrid, 1983, p. 51. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 133 desde Abreu Bertodano (Jos Antonio) (marqus de la Regala, ministro ho norario del Consejo de Hacienda y Acadmico de nmero de la Real Acade mia de la Historia, autor de una recopilacin de tratados internacionales en doce tomos), hasta el jesuita valenciano Burriel (Andrs Marcos), especia lista en Historia Eclesistica e Historia de Amrica. El prlogo al segundo tomo consiste, en realidad, en una defensa reivin dicada del plan de la obra. Principia Sempere, como es natural, aludiendo a los elogios recibidos, particularmente de los sugetos ms recomendables por su carcter, instruccin y patriotismo, y agradeciendo la colaboracin reci bida por stos y por instituciones como la Sociedad Econmica Matritense de Amigos del Pas, que haba intercedido pidiendo a las dems del Reino las noticias sobre su fundacin y principales adelantamientos, que el escritor necesitaba para elaborar el artculo correspondiente acerca de tan ilustradas instituciones. Procedimiento este, de pedir directamente a los autores e insti tuciones los extractos de sus producciones, que cree ms eficaz y rpido para sus propsitos divulgadores, aunque disguste a otros, como Fomer, a quien le parece parcial y poco digno. Por esta y otras razones reacciona con cierta irritacin contra los que ha ciendo estudio de notar defectos, los han ponderado con toda la vehemencia que suele inspirar la emulacin, el resentimiento, la maledicencia y otros fi nes que ojal no fueran tan comunes en nuestra naturaleza, y les remite al discurso preliminar del primer tomo, donde ya aclarara, dentro de las inevi tables reservas, la honestidad de su plan literario. Se apoya en Alonso Garca Matamoros, que all en el siglo XVI planteara semejantes previsiones para su Apolo gia de asserenda hispanorum eruditione. Le fastidia, asimismo, que los autores de la publicacin peridica Memorial Literario, nacida slo unos meses antes (enero de 1784), le reprochen su crtica a la falta en Espaa de obras peridicas, sintindose, por tanto, errneamente aludidos: Cualquiera conocer la impertinencia e inoportunidad de aquella nota, porque habiendo empezado el actual reinado en 1759, an cuando el Memorial Literario fuera de aquellos papeles que yo echo de menos en Espaa, no dejaba de ser cierta la falta de tales escritos por ms de veinte aos, cuyo hueco llena de algn modo esta Biblioteca. Desde luego, la importancia enorme que Sempere otorga a la prensa pe ridica como el vehculo ms idneo para la formacin de una opinin p blica ilustrada es ya ms que evidente, casi un lugar comn a estas alturas, y lo prueba la relacin casi exhaustiva que ofrece de estas publicaciones en el lugar correspondiente bajo el epgrafe Papeles peridicos. En todo caso, Sempere considera los reparos ms generales, con el propsito de darles contestacin cumplida, y de nuevo remite a una lectura 134 Juan Rico Gimnez atenta del Discurso preliminar, abundando en su defensa. En primer lugar, amparndose en la libertad del escritor para disear el plan preferido de su obra, defiende su preferencia por la descripcin del objeto antes que por la ponderacin del sujeto: ...no creo que las noticias acerca de la patria y vida de los Autores sean tan importantes como pondera cierta clase de eruditos. La preocupacin por la antigedad y nuestra desidia para no empeamos en em presas literarias ms difciles, nos hace tener por descubrimientos y servicios importantes la averiguacin de las datas y la descripcin prolija de la vida y aventuras de los Escritores. El contenido de sus obras, que es el que ms de biera interesarnos es, por lo comn, el que menos excita nuestra considera cin. De veinte que saben las vidas de nuestros buenos Escritores, apenas hay uno que pueda hablar con exactitud sobre su contenido. Esto consiste en que los Escritores de la Historia literaria siguen y se acomodan a la inclinacin general de nuestra naturaleza, que prefiere comnmente lo curioso a lo til, deslumbrndose ms de lo que sorprende a la imaginacin que de lo que ins truye el entendimiento. Si se examina sin prevencin la mayor parte de las Bibliotecas publicadas en todas las naciones se ver que adolecen del mismo vicio. 173 Solapado tras el primer argumento, emerge de inmediato un prejuicio que Sempere sostendr durante toda su vida y que informa su ideologa poltica: el unitarismo geopoltico como arma de combate frente a la tradicional diso ciacin regionalista de la Pennsula Ibrica. A todo esto puede aadirse que en la constitucin actual de Espaa, lejos de ser convenientes aquellas noti cias que se echan de menos en esta obra, podran, por el contrario, ser perju diciales. Cualquiera hombre de juicio conoce los daos que causa el espritu de paysanaje y el grande influxo que tiene, no solamente en los destinos de los sujetos, sino tambin en el concepto que se forman acerca de su mrito li terario. Un sabio de nuestra nacin se quejaba ya de semejante preocupacin a mitad del siglo XVI, atribuyndole la decadencia de la famosa Universidad de Alcal. Desde entonces no se ha disminuido; y mientras una nacin no lle gue a consolidar en su seno el espritu de unidad y de patriotismo, le faltan todava muchos pasos que dar en la civilizacin. No es el mejor medio para extinguir la rivalidad de las Provincias el referir por menor las patrias de sus Escritores. Antes, acaso, convendra sepultarlas en el olvido, a lo menos por 173 MENNDEZ PELAYO (La ciencia espaola. Madrid, 1876, 1,75-79) no duda en in cluir elogiosamente a Sempere entre los pioneros de la bio-bibliografa cientfica moderna, al adoptar como criterio metodolgico el anlisis de la materia y su vinculacin a una poca o a una regin. Alaba su notable colaboracin a la gran creacin cientfica que supone una Bi bliografa general espaola. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 135 cierto tiempo, y que de ningn hombre de mrito de nuestra nacin se pudiera decir ms que es Espaol. Mas seamos justos. Hay que decir que esa postura que identificaba uni tarismo-centralismo poltico con civilizacin -progreso, era creencia univer salmente admitida en el seno de la minora ilustrada de cualquier pas euro peo, desde Voltaire hasta Jovellanos, siendo, por lo dems, una de las herencias recibidas del pensamiento poltico moderno, desde Maquiavelo a Locke y, sobre todo, de la configuracin geopoltica de los Estados -nacin europeos desde el Renacimiento. En cuanto a la segunda objecin, defecto de crtica de las obras expues tas, vuelve a insistir Sempere sobre el leit motiv que informa su obra, basado en el valor informativo del inventario en s, no otro que dar a conocer nues tras mejores obras, para disminuir la preocupacin poco favorable que reyna comnmente acerca de la literatura espaola, no solamente entre los Estran jeros, sino entre los Espaoles mismos. Para esto no se necesita hacer crtica de ellas; basta el presentar los prospectos, extractos o noticias necesarias para formar alguna idea de su contenido y de su mrito. No deja de aprovechar la ocasin para presentar el Ensayo como un acto de contricin y rehabilitacin acerca de su propia parcialidad pretrita ante el bagaje ilustrado espaol, parcialidad derivada de su afrancesamiento juvenil: Preocupado en algn tiempo, como otros muchos, a favor de la literatura ex tranjera y particularmente de la francesa, crea que si haba filosofa y gusto en el mundo estaba contenido nicamente en los escritos e aquella nacin. Despus he visto que tambin en muchos de la nuestra hay buenas mximas y slidos principios, con la ventaja de no estar mezclados con una gran parte de cizaa, como sucede muy frecuentemente en los extranjeros. Esto, y el co nocer la importancia de que se divulgue el buen modo de pensar acerca de muchos puntos, particularmente de la poltica econmica, que tengo por la ciencia ms til al Estado, me ha movido a extenderme ms en algunos art culos. En este momento aparece el punto de inflexin en el que el entusiasta afrancesado ha dejado paso al maduro pretendiente, que sabe de la necesa ria moderacin con que ha de moverse por los vericuetos de la meretriz mi nora ilustrada. Minora que se sabe, por otra parte, en posicin precaria, pese al indudable soporte que el gobierno de Carlos III, con los Campomanes y Floridablanca al frente, eventualmente le ofrece. Por ello, tiene que solapar la influencia francesa bajo el ms neutro criterio de la utilidad con el que jus tifica finalmente el potencial reformador de prcticas econmicas frente a la mera calidad esttica: Bien conozco la gran diferencia que hay entre el tra bajo y mrito de una obra de erudicin, por exemplo, entre la Biblioteca R 136 Juan Rico Gimnez Mea Espaola, la Greca-Matritense, etc. y una pequea Memoria o tratado de Agricultura o de Comercio. No obstante, si en stas hay algunos principios que me parezca til extenderlos, me detendr ms en ellas que en las otras, sin disputarles por eso su mayor mrito. Precsamente en aras de ese propsito divulgador de lo til elije tambin un estilo expositivo con ms nervio y solidez de los pensamientos que la ca dencia de las palabras, pues el asunto pide naturalidad y sencillez en la ex presin ms que sublimidad ni grandilocuencia. Lo que no exime al ilus trado en la preocupacin por la exactitud de los datos que publica, por ejemplo, acerca de la poblacin de Madrid, en que, notado el exagerado cm puto expresado por el informante para el artculo Arriqubar, l mismo re caba datos ms seguros del Sr. Corregidor de Madrid. Finalmente, liquida el prlogo a esta segunda entrega prometiendo ha cer las adiciones convenientes en un Suplemento que ir al fi n de la obra, y jactndose de la buena fortuna de la primera allende nuestras fronteras: nada menos que la Gazeta literaria de Florencia..., una de las que se tienen por ms exactas e imparciales, en su nmero 23, de 10 de junio de 1785, incluye, en sus Novedades literarias una crtica muy favorable de la obra recin apa recida, que califica como fruto de un juicioso escritor, de estilo culto, erudi cin copiosa y fino gusto. En realidad, parece ms bien una resea en la que hubiera participado el propio Sempere (o, por lo menos, su amigo Andrs) habida cuenta del puntual conocimiento que manifiesta de la biografa litera ria del autor. Satisfecho con estas aclaraciones, procede Sempere a la elaboracin pun tual de los sucesivos tomos. La prisa con que pretende ir sacndolos a la luz le hace ser poco escrupuloso con algunas reseas, que al venir ya escritas por la mano de los propios autores, pecan (como notara Fomer justamente) de ex ceso de autocomplacencia. O tal vez, por qu no pensarlo no le mereciera la pena al compilador entrar en materia crtica con algunos textos que, de ha cerlo as, tendra sencillamente que desdear. Y, despus de todo, el plan ge neral era tan preciso como ambiguo: incluir a todos los que notaran un cierto gusto, tanto en el contenido como en la forma y, sobre todo, en la intencin. Que esta ltima era fundamental en la ideologa ilustrada lo prueba el espa cio dedicado a la produccin teatral, donde la calidad estuvo en la mayora de los casos subordinada a la instigacin pedaggica. Por supuesto, en la antologa semperiana resaltan los grandes santones de la Ilustracin hispana, Feijoo, Mayans, Jovellanos, Campomanes, Caba rrs, Cadalso, los Moratn, Melndez Valds, etc., a quienes, precisamente, dedica mucha ms atencin que a los dems. Por otro lado, la afeccin del paisanaje tambin opera, al dedicar una especial valoracin al grupo valen Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 137 ciano (Andrs, Blasco, Burriel, Cavanilles, Cerd Rico, Muoz, Prez Ba yer). Como ya adelantara en el discurso sobre el gusto, aqu se abunda mucho ms en los grandes temas de la reforma ilustrada: la economa (especialmente la reforma agraria), el derecho nacional, la poltica social, la educacin, la fis calidad, y, en sintona con todo ello, la importancia crucial de las institucio nes pblicas (Academias, Sociedades Econmicas, Universidades) creadas por los Borbones como instrumentos especialmente idneos para la induc cin de las reformas. No repara en elogios y citas de aquellos aspectos ms avanzados de la cultura nacional y extranjera en el orden necesario de las re formas urgentes que el pas necesita. Para ello no duda en defender a deter minados autores y opiniones del acoso a que les somete la reaccin. El prlogo al tomo cuarto, publicado en 1787, permite a Sempere expre sar la gran satisfaccin que le produce la exitosa acogida de la obra, anun ciada y aplaudida en varios peridicos de Italia, Francia y Alemania, pero sobre todo, felicitarse al comprobar que tal xito obedece al hecho de haber logrado los objetivos propuestos: extender la fama de muchos Escritores nuestros, a pesar de su mrito poco conocidos de los extranjeros, y refor mado de esta suerte en algn modo las preocupaciones que reynaban entre ellos contra la Literatura Espaola. Las noticias de la buena acogida extranjera son recogidas en Madrid por el Memorial Literario del mes de diciembre de 1785 y por el Espritu de los mejores Diarios que se publican en Europa de 15 de octubre del mismo ao. El Journal gneral de France, de 3 de abril de 1787, por su parte, proclama que gracias al Ensayo se ha podido subsanar un yerro en la Enciclopdie por el que se haba omitido dar cuenta de la publicacin de la Biblioteca Arbigo Hispana de D. Miguel Casiri; adems, el articulista parisino considera la con veniencia de traducir el Ensayo, que ve muy propio para hacemos conocer el estado actual de las Ciencias y la Literatura en Espaa, por lo cual exhorto a que algn hombre de letras se encargue de este trabajo. 174 Eufrico, Sempere nos anuncia el proyecto de sendas traducciones al francs y al italiano, est ltima comprometida ya por el diligente y cult simo caballero mantuano el seor marqus Bianchi.I 75 Parece ser que no Ile 174 Noticias Literarias de Sempere, pp. 26-28. En su ltima obra, recoge tambin Sem pere el elogio de M. dHautefort, que en su Coup-doeil sur Lisbonne el sur Madrid estima la uti lidad del Ensayo pour la rdaction de ma notice sur ltat moderne des sciences exactes en Es pagne y manifiesta conocer a Sempere, qui maintenant habite Paris, ceux qui sont porte de le frquenter rendent autant de justice ses talens quils apprcient sa modestie, son affabi lit el ses manires obligeants. (Considrations sur les causes de la grandeur et de la dca dence de la monarchie espagnole, Paris, 1826, p. 282). 175 Noticias Literarias de Sempere, p. 33. 138 Jun Rico Gimnez garon a materializarse. Pero lo cierto es que la obra circul muy bien entre los cenculos eruditos de la Ilustracin europea. Hemos de conceder, a la luz de la historia, que por debajo de la auto complacencia y el orgullo, el Ensayo realiza con notable inteligencia el do ble cometido de informar y hacerlo crticamente cuando la ocasin lo propi cia. En realidad, cada prlogo representa una renovada afirmacin de intenciones, que se expresan en funcin de los tonos con que reacciona el p blico (y, desde luego, las autoridades censoras). Puesto que la acogida es po sitiva y extensa, Sempere expone in crescendo su actitud reformista, en la que insiste en la ntima relacin de influencia entre las posiciones ilustradas, sean espaolas, francesas, italianas, alemanas o inglesas, y el caldo de cultivo so bre el que pretenden operar, que es bsicamente semejante: la sociedad esta mental. Es ms, quiere desmarcarse claramente, dentro de la produccin in telectual nacional, de la que representa el tradicionalismo y la xenofobia, por calificarla de obstaculizadora del progreso y las reformas, es decir, de reac cionaria. Y, en el extremo opuesto, llamar al orden a los ms radicales y ut picos (una minora ya evidente de denunciadores de los males del pas en los que Sempere ve el germen revolucionario que rechaza su mentalidad refor mista conservadora), animndoles a adoptar una postura ms pragmtica y positiva, segn la cualidad que l mismo representa. Aqu asoma otro rasgo ideolgico de este Sempere ya maduro: nada de veleidades ni ensoaciones de cariz revolucionario o utpico, que pueden causar ms daos que la ig norancia misma; 176 contra eso propone trabajo y ejemplo cvico, esto es, re formismo posibilista y respetuoso de las estructuras bsicas de la sociedad y el Estado. Actitud burkeana, que tendremos ocasin de constatar, reforzada, con toda seguridad, tras su matrimonio y la inminencia de su promocin pro fesional. Frente a revolucin, pues, regeneracionismo moderado y posibilista, una actitud que tendr honda raigambre en el futuro de Espaa. El ltimo prlogo, que encabeza el tomo V, hace el papel de eplogo con clusivo de la obra y de muestra del talante del autor, que est tan animado con el xito como para justificar su obra con el argumento irrebatible de que viene a cubrir el vaco que an no ha llenado una necesaria y magna Historia de la Literatura Espaola. Una vez ms aporta en su defensa testimonios de las cul turas contemporneas ms modernas, especialmente la francesa, y llama la atencin a los espaoles que por ignorancia o presuncin no han com prendido todava la importancia que tales medios de informacin y divulga 176 No hay que olvidar que cuando esto escribe, en 1789, la efervescencia revolucionaria de la vecina Francia est aterrorizando al gobierno espaol y tambin a sus ministros y epgonos ilustrados. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 139 cin tienen como vehculos del reformismo ilustrado. Por otro lado, las alu siones crticas al papel obstaculizador que representan las fuerzas tradiciona listas son fi rmes, aunque sostenidas en el tono moderado habitual, esto es, con el decoro debido a la nacin. En resumidas cuentas, el clima reivindicativo que provoca la polmica Masson es, como hemos dicho al principio, el elemento desencadenante del Ensayo. Pero en el resultado resaltan mucho ms otros aspectos. Uno es la voluntad de Sempere de darle a la obra un tono (estilo, mtodo, contenido) lo ms ajustado posible a la moda ilustrada, cuyo patrn era, evidente mente, Francia. Y eso le obligaba a cuidar especialmente el enfoque y a me dir las palabras, pues en realidad la obra tena una motivacin original, si no apologtica, al menos reivindicativa de lo genuinamente espaol. En este sentido, hay que creer al autor cuando nos dice que ha dedicado tiempo y dinero,m es decir, un esfuerzo notable en recopilar datos y en realizar una descripcin crtica y objetiva de los autores, obras e instituciones conside rados representativos de la corriente ilustrada. Un esfuerzo propio del in vestigador que recurre, no slo a la consulta privada (conversacin, corres pondencia), sino a la lectura de la obra necesaria (en ocasiones sobre manuscritos inditos) y al sondeo de archivos y bibliotecas, esto es, una ac tividad propia de la erudicin crtica que ya ocupaba el inters de Sempere para escribir la Historia del lujo al tiempo que los tres ltimos volmenes del Ensayo. Por otra parte, esta experiencia productiva se imbrica en el momento de la biografa de Sempere en que est ya decidida la vocacin de servidor p blico, lo que condiciona, evidentemente, la orientacin ilustrada e ideolgica. En 1789, en Espaa, con la Revolucin vecina enviando demonios por do quier, un hombre inteligente y culto, ilustrado de pro, con una capacidad de trabajo probada y con enormes posibilidades de acceso a la alta magistratura del Estado, no tena otro camino para colmar su ambicin que la moderacin y la prudencia en la expresin de sus convicciones reformistas. Tal vez, in conscientemente, viera proyectado su retrato anhelado cuando describe al magistrado filsofo, esto es, un hombre ilustrado, humano y virtuoso; ilus trado, para que conociera los defectos de las leyes; virtuoso para que supiera respetarlas; y humano para que compadeciera en alto grado al inocente que vea oprimido por el peso de ellas Las buenas relaciones con el poder permitieron a Sempere la oportunidad de escribir la Descripcin de los ornatos pblicos con que la Corte de Madrid 177 En realidad, obtuvo alguna ayuda econmica del gobierno, va Floridablanca. Ade ms, se puso a la venta a un precio que oscilaba entre los 9 y II reales de velln. 140 Juan Rico Gimnez ha solemnizado la feliz exaltacin al Trono de los Reyes Nuestros Seores Don Carlos IV y Doa Luisa de Borbn, y la Jura del Serensimo Seor Don Fer nando, Prncipe de Asturias, servicio con el que ganaba terreno en la conside racin de fi el servidor del Estado ilustrado. Fue publicada, claro est, en las prensas de la Imprenta Real en 1789 y consta de 60 pginas, includas las ilus traciones de algunos de los edificios mejor engalanados, obviamente, los p blicos y las mansiones de la alta nobleza. Comienza con la sentencia ...nec me, qui caetera, vincit mpetus. dando, acto seguido, una Razn de la obra en la que practica de nuevo el papel de pedagogo pblico del buen gusto, mediante la crtica juiciosa y bien fundada, para pontificar a favor de los cnones neoclsicos de la moda ilustrada y descalificar la esttica barroca del mismo modo que la de los nue vos ricos y la del vulgo. Con estos trabajos y, sobre todo, con la Historia del lujo, que analizamos a continuacin, se cierra la etapa de pretendiente, felizmente culminada, y se inaugura la ms prometedora de magistrado pblico. Es preciso recordar un evento emocional importante en la biografa de Sempere en orden a sus expectativas vitales y profesionales: su matrimonio, en 1787, con Teresa Bernab Guarinos, una dama de la alcurnia eldense con la que probablemente mantuviera un previo y quiz largo noviazgo. De ella y de su mutuo afecto marital slo tenemos el testimonio que el propio Sem pere dej en su testamento, otorgado en 1826, donde la menciona con nos talgia. Teresa haba fallecido en Granada en 1812. EL MERCADO Y LA LEGISLACIN COMO MOTORES PRINCIPALES DEL PROGRESO HUMANO. LA POLMICA SOBRE EL LUJO Entre las mltiples expresiones -la mayora frustradas en la prctica- de reforma econmica que las mentes ilustradas elaboraron en la Espaa de fi nales del Setecientos es preciso situar, en un lugar destacado, la Historia del lujo y de las leyes suntuarias de Espaa. 178 178 . Por Don Juan Sempere y Guarinos, Abogado, Socio de Mrito de la Real Sociedad Econmica de Madrid, Secretario de la Casa y Estados del Excelentsimo Seor Marqus de Vi llena. Publicada en la Imprenta Real de Madrid en 1788, en 2 tomos. Edicin facsmil en Atlas, Madrid, 1973. Un estudio ms exhaustivo sobre este tema lo hemos incluido como Introduccin y notas a la obra original de Sempere, que aparecer prximamente publicada por la Diputacin de Va lencia. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 141 La obra responde a la polmica que durante la segunda mitad del siglo XVIII complica a los ilustrados, no unnimemente, desde luego, y, claro, est, a sus enemigos. Partiendo del aliciente de la polmica, Sempere in tenta superarla aclarando las confusiones que aquella provoca, causas stas de la variedad con que se opina sobre el lujo, defecto de un errneo planteamiento del problema, a saber, la confusin entre las esferas de la moral y la poltica, consecuencia, a su vez, de varios factores: a) la influencia de las opiniones o prejuicios tradicionales en su rechazo de todo lo nuevo; b) la ignorancia y el desdn por las enseanzas de la historia; y c) el estado de postergacin e incongruencia de la legislacin. En lo que tiene mucho que ver otra deficiencia nacional, esto es, la ignorancia de la economia ci vil o poltica, llamada ms comnmente poltica econmica, pues con esa acepcin expresa el pensamiento ilustrado su idea del papel promotor y protector que el poder poltico ha de encarnar en la liberalizacin del mer cado. Se mezclan, en esta actitud, matices del ideario mercantilista con otros, como ya veremos, claramente orientados a la libertad econmica y de mercado. En cualquier caso, gran parte de la responsabilidad por aquellas carencias e ignorancias la atribuye Sempere al poder pblico y tambin a las minoras con funcin y deber de magisterio, por su incapacidad o falta de inters en erradicar las opiniones y preocupaciones que impiden la adecuada asi milacin de los programas reformistas ilustrados. El inters ilustrado por la reforma econmica est, en el momento en que Sempere escribe, en un estadio ptimo, dentro de las limitadas coorde nadas del absolutismo, coincidente con los diez ltimos aos del reinado de Carlos III, en que se declara la libertad de comercio con Amrica (1778), se funda el Banco de San Carlos (1782), se discute y trabaja, en fin, sobre el Expediente de la Ley Agraria, mientras que en Amrica del Norte y en buena parte de la Europa occidental se consolida el ideario del individua lismo burgus, adornado con los aires triunfales de la fraternidad entre los hombres y la demolicin de los arcasmos feudales, celebrado todo en los nuevos espacios estticos de los salones y los clubs con el beneplcito de la aristocracia y los monarcas..., al menos hasta las puertas de la Revolucin. Un momento de optimismo que, adems, y para el caso espaol, coincide con la madurez ideolgica y la promocin pblica de esta generacin de ilustrados -Melndez, Moratn, Cadalso, Martnez Marina, Sempere, etc. heredera entusiasta de los planteamientos de la anterior, ya consagrada, de Jovellanos, Campomanes, Cabarrs... Heredera, sobre todo, del empeo que estos ltimos pusieron en remover los estorbos morales o derivados de 142 Juan Rico Gimnez la opinin, y, concretamente, los obstculos que se oponen a la difusin de los conocimientos tiles. 179 La Historia del lujo representa, en este contexto, un trabajo monogrfico sobre el valor econmico de los bienes de ostentacin y tambin un ejemplo del papel que los ilustrados otorgaban al trabajo histrico como instrumento de reforma. En la produccin del autor, la obra representa el punto de infle xin de su madurez intelectual y tambin la consolidacin de su ideario ilus trado. A partir de ella Sempere mostrar, dentro de lo que calificamos como liberalismo conservador, notable coherencia y equilibrio en ambos aspectos, el intelectual y el ideolgico, siempre dentro de las coordenadas del pensa miento reformista propio de la Ilustracin espaola, enmarcada en los movi mientos liberales europeo y americano. La obra se publica en el mismo ario de la muerte de Carlos III (1788), bajo el auspicio del poderoso Floridablanca, y su publicacin le vale al autor el nombramiento de fiscal en la Chancillera de Granada. Cules fueron los mviles para escoger el tema del lujo Del contexto biogrfico se desprenden razones intrnsecas al propio proceso intelectual de Sempere, quien haba demostrado sobradamente su vocacin erudita desde edad temprana, as como su inters positivo en participar en todas las expre siones, privadas o pblicas, que tuvieran que ver con los planteamientos re formistas. En cuanto al tema del lujo, ya hemos reseado su actualidad y de bate en los crculos ilustrados, concretamente en las sesiones de la Academia de Derecho Pblico de Santa Brbara y en el seno de la Sociedad Econmica Matritense. De modo que dispona, con toda seguridad, de un material propi cio para escribir una monografa sobre un asunto acerca del cual haba ya meditado, segn l mismo nos cuenta treinta y tres aos ms tarde: ...me ditando sobre las verdaderas causas de la decadencia de Espaa, estaba muy persuadido de que gran parte de ellas dimanaban de sus errores econmicos, y particularmente de las trabas puestas a los consumos de sus frutos y manu facturas con leyes suntuarias y otras tales mistificaciones. 180 Se pretende aclarar una serie de puntos especficos vinculados a la pro duccin de bienes de alta rentabilidad econmica, como eran los de lujo, ate nindose a criterios estrictamente econmicos y polticos, antes que morales, pues de la confusin entre economa y moral poda derivarse, como ya haba ocurrido desgraciadamente en el pasado, un estado de decadencia. As, pues, la primera tarea era propiamente analtica y didctica: haba que definir clara e inequvocamente las esferas de la moral y de la polftica y la de 179 ANES, Economa e Ilustracin, cit., pp. 201-202. 180 Noticias Literarias de Sempere, p. 5. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 143 la economa como parte primordial de sta; haba que rectificar cierta concep cin moralizante del lujo, negativa y condenatoria, basada en el mito de la vida feliz, austera y frugal de la edad dorada, defendido por Fenelon y, en la Es paa del XVIII, por Jovellanos, Juan Antonio de los Heros, el Espritu de los mejores diarios, etc., y basada tambin en el otro mito del estado de natura leza creado por Rousseau y el abate Raynal, que influyera, aunque de forma diferente, en Len de Arroyal y en Forner; y, finalmente, haba que sustituirla por la consideracin meramente utilitaria y burguesa que vea en los bienes de lujo un excelente factor de produccin y consumo, esto es, de desarrollo de las formas econmicas, que empezaban a surgir entonces y que eran prec samente las formas capitalistas; por eso todos los partidarios del progreso econmico eran ardientes defensores del lujo. 181 No olvidemos que en toda Europa, no slo en Espaa, se viva una poca de transicin y de crisis, espe cialmente en el terreno econmico. La inmoralidad que muchos ilustrados (Jovellanos, Forner, Arroyal, etc.) seguan imputando al consumo lujoso deri vaba de la asimilacin unilineal y automtica de lujo con nobleza, ociosidad e improductividad, miopa justificada por el comportamiento ostentoso y pere zoso que caracterizaba tradicionalmente a la nobleza espaola. Pero, superando esa miopa, Sempere se adscribe a la postura utilitarista que vincula el lujo con el espritu empresarial al declarar que al comercio es consiguiente el lujo. La sagacidad y codicia de los comerciantes intenta con tnuamente nuevos gneros con que cebar el gusto, y ste se aviva a propor cin de la variedad de los objetos que se le presentan. Quien no conoce no desea. Las pasiones extienden la esfera del deseo en la proporcin que el alma sus conocimientos, estando convencido de que el deseo de consumir mercancas es genuino e inherente a la humana y vanidosa condicin, tanto como a las convenciones de la vida social, lo que determina la infinita va riedad de objetos agradables que el ingenio humano ha sabido aadir a las gracias de la naturaleza. Gusto, deseo de agradar, ingenio, ansia de bienestar, factores todos que conforman el espritu de las sociedades civilizadas, esas sociedades que han alcanzado un determinado nivel de desarrollo. O de sociedades, como la espaola, que, en el sentir de Sempere, sufran el reto de elegir la opcin de sarrollista burguesa o resignarse a permanecer sumidas en la decadencia. Para nuestro autor la opcin estaba clara y ah inserta su propuesta reivindicativa de la utilidad de unos bienes econmicos hasta entonces estigmatizados desde posturas mayormente farisaicas y, en unos pocos casos, (Jovellanos, 181 SOMBART, Wemer: Lujo y capitalismo, Madrid, 1979,p. 114. 144 Juan Rico Gimnez Forner, Arroyal) justificadas por una visin arcdica y moralizante de la so ciedad que no era, desde luego, la visin hobbesiana de Sempere. 182 Sempere se aplica, sin salirse de las coordenadas que limitan la Ilustra cin espaola, a la tarea de reelaborar un orden moral, apoyndose en el es quema burgus de la compartimentacin del sistema de valores. Lo que im plica una perspectiva nueva y ms cercana al espritu burgus capitalista, adoptada por la generacin ilustrada de Carlos III, mucho ms adoctrinada en las corrientes europeas (francesa e inglesa, sobre todo) que las anteriores. Sempere reclama un puesto entre ese grupo de hombres empeados en difundir la creencia en el progreso, secularizada y esencialmente burguesa, sin renunciar por ello a la herencia catlica que, por su parte, haba sufrido tambin algunas transformaciones en la conciencia de estos hombres que en contraron en el Humanismo de dos siglos atrs una eficaz gua doctrinal. Nuestro ilustrado, como la mayora de esta optimista minora, comulgaba con los aires erasmistas y jansenizantes que desde haca tiempo soplaban en Es paa. Como refiere el hispanista Franlois Lpez, Sempere es uno de los po cos que se atreve a mencionar el nombre de Erasmo de Rotterdam, que toda va en pleno siglo XVIII resultaba sospechoso ante el Santo Oficio. En todo caso, la Historia del lujo proporciona sobrados ejemplos de esa doble moral, caracterstica de la mentalidad burguesa y que se desmarca de la tradicional, reprobadora del lucro, el inters fi nanciero y el ascenso social. Desde esta nueva perspectiva se reprende, por ejemplo, la moral ortodoxa y estamental del hombre de Iglesia, acostumbrado por su profesin a un g nero de vida ms perfecto que el que observa el resto de los dems hom bres...[y que, sin embargo] es muchas veces sobradamente rgido condenando hasta los placeres y usos inocentes... [para advertir que tal actitud] puede pro ducir efectos muy funestos, tanto al Estado, por el influjo que suelen tener las opiniones en la legislacin, como a los particulares, suscitndoles persecu ciones, acaso inculpablemente. Si tenemos presente que estas reflexiones sobre la necesidad de compar timentar las distintas profesiones y de legitimarlas segn un amplio consenso moral estn ya contenidas en la dedicatoria del libro, dirigida a Floridablanca, resulta claro el convencimiento del autor acerca del crucial papel que ha de representar el poder poltico en el despliegue de las reformas. En las ltimas palabras citadas, alude indirecta pero claramente a otro valedor del lujo y de la economa capitalista, Normante y Carcavilla, profesor de Economa pol 182 En el sentido del individualismo posesivo burgus que a Hobbes y a Locke atribuye MACPHERSON, en La teora poltica del individualismo posesivo, Barcelona, 1979. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 145 tica en la Sociedad Econmica Aragonesa de Amigos del Pas, estigmatizado por fray Diego de Cdiz, insigne reaccionario y delator inquisitorial. Lo que, en definitiva, Sempere expone al poder establecido, mediante el exhorto a uno de sus ministros ilustrados, no es ms que lo que la razn mo derna dicta, a saber, que con la implantacin del ideario y la praxis burguesa salen ganando tanto el Estado como la sociedad civil en el conjunto de sus in dividuos activos, y que esos son los requisitos del desarrollo nacional. La obra, en suma, es una aportacin tpica de la Ilustracin espaola, he redera del arbitrismo del siglo anterior, resultando un discurso con intencio nalidad pedaggica doble: reformar las creencias tradicionales mediante la erudicin y la explicacin cientfica para adecuarlas a las exigencias del pre sente, y, desde luego, proporcionar al poder establecido un instrumental til para la reforma econmica. Hay, sin embargo, escasa originalidad terica, ms bien un dctil eclec ticismo fruto de influencias nativas y forneas, siendo el resultado una obra de elemental magisterio, reiterativa en el empeo pedaggico -regenerador y, fi nalmente, ms ingenua (o ms conservadora) que radical, pero eso fue la Ilustracin en su esencia. Sempere nunca fue, sin embargo, ingenuo en lo to cante a perspectivas utpicas, romnticas o igualitarias y siempre tuvo muy clara su apuesta por la opcin del capitalismo liberal -conservador, actitud que nos recuerda la de un Edmundo Burke, an salvando todas las distancias de contexto y cultura, como tendremos ocasin de reiterar ms de una vez. Es obligado situar la obra en el contexto especfico en el que surge y se desenvuelve con el fi n de delimitar las lneas de fuerza que intervienen en el fenmeno, sus escansiones y agrupamientos; explicar, en suma, los elemen tos propios de la imagen que aparece en Espaa y los reflejos -y su recipro cidad- respecto de Europa. Aqu nos interesa centrarnos en uno de los aspectos inherentes al desa rrollo del capitalismo, que sensibiliza las mentes de los ilustrados hispanos (precsamente aquellos que dan importancia especial al cultivo de la ciencia econmica) de manera muy semejante a como ocurre en Inglaterra, Holanda, Francia o Italia. Si en Espaa se da el debate entre defensores y detractores del lujo es porque, como dice Gusdorf, existen nouvelles possibilits inte llectuelles et morales en mme temps que de nouvelles conditions matrie 1les,l 83 vinculadas, sobre todo, por un gran desarrollo de las vas de comu nicacin en general y de comunicacin intelectual en particular, en forma de libros, prensa peridica, intercambio epistolar y tertulias, que supuso un nuevo espacio limitado de comunicacin que congregaba a todas las minoras 183 Les principes de la pense, cit., p. 445. 146 Juan Rico Gimne: cultas de Europa, en una especie de renovacin de la tradicin humanista - aunque ahora con ms modernos instrumentos tcnicos de comunicacin y otra posicin ante el mundo. Sempere nos ofrece su temprano inters por el tema del lujo en una diser tacin que ley en la Academia de Derecho Pblico de Santa Brbara en fe brero de 1781, recin llegado a Madrid, titulada, precsamente, Las leyes sun tuarias. Hemos de pensar que en esa sensibilizacin por el tratamiento del lujo como un bien econmico positivo tena que ver la lectura de los grandes auto res de la poca, como Bayle (Rponse aux questions dun Provincial, 1704 1707); Montesquieu (Lettres persanes, CV y CVI, 1721); Mandeville (La F bula de las abejas, 1714-1728); Melon (Essai sur le commerce, 1734); Voltaire (poema Mondain, 1736; Observations sur M.M. Jean Law, Melon et Dutot sur le commerce, le luxe, les monnais et les impts, 1738; Dictionnaire philo sophique, artculo Luxe); Diderot (Enciclopdie, artculo Luxe); Hume (Essays moral, political and !iterar y, II, 1752); Beccaria (Dei delitti e delle pene, 1764); Butel-Dumont o Pinto (Teora del lujo, 1771); Mercier de la Ri vire (Tableau de Paris, 1781); etc., as como la de sus detractores, desde Fe nelon (Aventures de Tlmaque, Livre XXII, 1699) a Rousseau (Discours sur les sciences et les arts, 1750, y Dernire Rponse [a Charles Bordes], 1752). Sobre todo, era la existencia de una sensibilizacin generalizada en el seno del espacio ilustrado madrileo la que debi influirle ms. Segn Wer ner Kraus, la polmica espaola sobre el lujo pudo ser la repercusin del de bate entablado en Francia. 184 Estamos de acuerdo, salvo que en nuestro suelo hubo tanta influencia del nomercantilismo protoindustrial anglosajn o del representado por un Genovesi (Lezzioni di commercio,) como del fisio cratismo agrarista francs. En todo caso, en Espaa alcanza tambin la polmica unos tonos que re fuerzan la tesis de Sombart, que valora estos anlisis ilustrados del lujo como uno de los factores que ha contribuido principalmente al desarrollo del ca pitalismo, hasta fines del periodo capitalista primitivo. 185 Hasta tal punto que, al decir de Palacio Atard, una de las encrucijadas tpicas del siglo XVIII, en la que vemos entrecruzarse las disposiciones mentales derivadas de la educacin catlica, la mentalidad burguesa y el pensamiento aristocrtico, es la que ocurre en el tema del lujo y las discusiones en tomo al mismo. 186 184 KRAUS, W., Sobre el concepto de decadencia en el siglo Ilustrado, en Cuadernos Hispanoamericanos, ri 5 215 (1967), pp. 297-312. Por su parte, CALATRAVA ESCOBAR, JA., ha publicado La ilustracin y la polmica sobre el lujo, en Historia 16, ao XI, n 125, pp. 94 102, aunque ha dedicado escasa atencin al eco de la polmica en Espaa. 185 Lujo y capitalismo, cit., p. 118. 186 PALACIO ATARD, Vicente: Los espaoles de la Ilustracin, Madrid, 1964, p. 77. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 147 En la polmica intervienen, como advierte el propio Palacio Atard, dos ban dos -uno de ellos desglosado a su vez-, el de los moralistas, que desde una perspectiva catlica abominan -claro est- de una fuente de vanidades, y el de los que discuten desde posturas seculares y econmicas. Entre stos, que son quienes nos interesan, unos defienden el lujo porque ven en l un impor tante factor de creacin de riqueza y bienestar social en un sentido claramente burgus, mientras que otros lo menosprecian desde una mentalidad mercan tilista estrecha, porque entienden que arruina el ahorro o hace deficitaria la balanza exterior o, con nostalgia rousseauniana, porque corrompe las dispo siciones naturales del hombre. Como se ve, casi tantas opiniones como interlocutores. En las que no deja de traslucirse, obviamente, cierta timidez moral -cuando no miedo a la condena inquisitorial- que impide afrontar el tema en trminos estrictamente econmicos. Sempere ser de los pocos, por no decir el nico que, amparn dose en la verdad incuestionable de la historia y en su determinacin bur guesa, se atrever a exponerlo monogrficamente. Arropado, eso s, por el clima propicio de apertura del reinado de Carlos III, representado por la acti tud oficialista (repleta de ambigedades, no obstante) de la Sociedad Econ mica Matritense, que en su Informe sobre el comercio libre afirma: A la sp tima y ltima que trata del luxo, no encuentra la Sociedad mejor arbitrio que la libertad. La libertad repartir las ganancias, disminuir la opulencia y de sigualdad de fortunas, nico origen del luxo, y reducir por ltimo a los que hagan comercio a una rigurosa economa, medio nico de poder subsistir 187 Ms decidida fue la Sociedad Bascongada de Amigos del Pas, que se di rigi a Melndez Valds para que escribiera una defensa econmica del lujo, empresa que no fructific al aducir el ilustrado no disponer de las obras que consideraba fundamentales, las de Hume y Melon. En la misma lnea, Cadalso, en sus Cartas marruecas considera tambin el lujo en trminos burgueses, entendindolo como sinnimo y condicin de progreso tanto econmico como social y deplorando el atraso espaol en el tratamiento racional del mismo. Desde luego, con un sesgo proteccionista. Cadalso, que es sin duda uno de los ms inteligentes espaoles de la Ilustra cin, experimentado viajero y penetrante observador, ofrece brillantes intui ciones en este terreno. As, en la esfera del comercio internacional vislumbra lo que los economistas llaman las ventajas comparativas, derivadas de la competencia econmica entre los Estados y de su demanda recproca en fun cin de los costes de produccin, ntimamente vinculados al grado de capita lizacin y desarrollo de las empresas. Aconsejando como paliativo la pro 187 Aparecido en el Espritu de los mejores diarios de 27 de octubre de 1788. 148 Juan Rico Gimnez duccin de bienes de lujo, en los que, segn l, Espaa fuera modelo de com petitividad durante el siglo XVI. El tono de Cadalso aparece ambivalente mente progresista y espartano, como si aceptara, un poco al estilo de Ma quiavelo, que si el lujo es factor y expediente de progreso su razn prctica -esto es, el bienestar general que procura- es incontenible, del mismo modo que slo despus del progreso puede haber decadencia, dependiendo sta casi ms de la imprevisible Fortuna que del diagnstico cientfico de la realidad. En consecuencia, resultan vanas las razones de quienes condenan el lujo desde esta postura premonitoria. El lujo, para Sempere, siempre es un efecto de la abundancia y del pro greso econmico, por lo que resulta intil buscarlo en situaciones de pobreza general. Desde luego, la fe en la bondad social intrnseca al desarrollo eco nmico es patente. No compartida por Jovellanos, ni por otros no siempre nostlgicos de la Edad de Oro, y s, quiz, ms lcidos en cuanto a la hipot tica bondad intrnseca del capitalismo. El propio Jovellanos reconsiderar su postura primera, y desde su encarcelamiento en Bellver (1804-1808) escribe unos Apuntes sobre el lujo en los que, mediadas las perspectivas que la Re volucin francesa y la invasin napolenica separan al Antiguo Rgimen del despertar liberal, realiza un esfuerzo dignsimo -como todos los suyos- por comprender mejor el problema desde una visin progresista. Hay que anotar en su haber, adems, que en el frrago de la polmica espaola escribe una censura condenatoria de una diatriba contra el lujo titulada Bando a favor de toda moda y Clorinda vindicada, de un tal Pedro Francisco Sotelo. Tras de plorar el estilo y el mtodo de mezclar dos asuntos -la moda y el teatro- que no tienen conexin entre s, afirma Jovellanos, que la invectiva contra la moda, objeto principal de la obra, es demasiado insulsa y trivial para que me rezca leerse. La crtica del autor es muy vaga y muy impertinente... Adems de esto, habla el autor con poco aprecio de una nacin amiga (Francia), a quien debemos estimar por muchos ttulos y cuya literatura, aplicacin y la boriosidad son muy dignas de imitacin. 188 Abigarrada, pues, se perfila la relativa originalidad de Espaa en la pol mica sobre el lujo, pese a su innegable carcter inducido. La diversidad de opiniones se explica, entre otras razones, por la ausencia de prcticas eco nmicas, sociales, institucionales, polticas, culturales y educativas relativa mente coherentes y estables que condicionaran otros tantos discursos justifi catorios. Pero, como se sabe, tales prcticas, salvo la ortodoxa catlica y, a trancas y barrancas, la del Estado en su afirmacin centralista, apenas tuvie 188 DOMERGUE, Lucien: Une censure indite de Jovellanos, en Mlanges de la Casa Velazquez, 11, Paris, 1966, pp. 311-331. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 149 ron en Espaa la persistencia necesaria para su asentamiento y desarrollo en un sentido equivalente al logrado en la Europa del norte. Ello explica la in duccin ideolgica constante que desde all se ha venido ejerciendo sobre los espaoles durante los ltimos tres siglos por lo menos. Si Sempere resulta original en el tratamiento del lujo es por dos razones primordiales. La primera, que le acerca a las posturas de un Cadalso, un Rom o un Normante, es la toma de conciencia en favor del progreso eco nmico y social, tal como lo entienden los pases que han iniciado un irre versible desarrollo de signo burgus capitalista y tal como lo enuncia ejem plarmente Adam Smith en su Riqueza de las naciones. La segunda, consecuencia utilitaria de aquella, es el empleo de los dos instrumentos que se entienden ms operativos para la explicacin y justificacin de tal actitud progresista, a saber, la historia crtica y la economa. El contexto histrico es propicio. Sempere toma la decisin de dedicar una monografa (no se olvide que auspiciada por el poder, lo que la dota de intencionalidad reformista) al tema del lujo entre 1785 y 1788, cuando ya en Francia y en la Europa del norte haba arraigado la moral utilitaria burguesa. No hay ms que ver la enorme difusin de las obras ms influyentes en este asunto, ya mencionadas. En territorio alemn, por su parte, aparece en 1787 (durar hasta 1837) un Journal des Luxus und der Moden, que adems de arremeter contra las leyes suntuarias, aconseja a los pudientes sobre cmo ha cer ms agradable su existencia cotidiana. Entretanto, la celosa Espaa estamental andaba a la grea contra los mo derados defensores del modo burgus, que no por eso cejaban en su empeo, un poco ms arropados, ya por esas fechas, por una parte de la aristocracia y, sobre todo, por las instancias ms ilustradas del poder poltico. En el caso de Sempere, por Floridablanca, a quien iba dedicada la Historia del lujo y quien obsequi al autor con grandes y repetidos elogios..., prometiendo recom pensarlo dignamente,i 89 promesa que cumpli, pese al drstico cambio de actitud del gobierno y del propio ministro tras el terror revolucionario de Francia. En todo caso, es preciso matizar el calificativo de retroceso contra revolucionario cuando se enjuician etapas como la estudiada, pues, pese a todo, la Historia del lujo vi la luz en las prensas gubernamentales y su au tor consigui la ansiada promocin a la alta magistratura del Estado. Esta mos, en realidad, ante la sutil frontera entre la reforma y la revolucin. Si nos situamos en el terreno propio de la historia crftica moderna, esto es, el del anlisis y descripcin del pasado segn documentos fidedignos y con la intencin precisa de esclarecer el presente para transformarlo, el libro 189 Noticias Literarias de Sempere, p. 35. 150 Juan Rico Gimnez de Sempere entra por derecho en este terreno, en ese historicismo de rele vante significacin del que habla Maravall. 19 La importancia de la historia crtica no es para Sempere algo accesorio, sino que, por el contrario, es el mejor instrumento para calar en el pasado se gn tal fue y, a travs de la descripcin de la linealidad evolutiva de los acon tecimientos, explicar correctamente el presente. De este modo la historia cumple su primordial funcin ilustrada, que es doble: exorcizar, mediante la verdad, las fbulas y falsificaciones del pasado que inundaban Espaa y, so bre todo, establecer una gua para las reformas. No hace sino seguir los pasos de los antecesores que sentaron las bases de la historia crtica, y as lo indica en la bibliografa espaola que cita, desde Mariana a su contemporneo Masdeu, pasando por los Mohedano, Mondjar, Ferreras, Sandoval, Zurita y en especial aquellos que probable mente influyeron ms en su concepcin historiogrfica, como Feijoo, Gre gorio Mayans y Jovellanos. De los extranjeros, David Hume, con su Histo ria de Inglaterra, es quien ms admiracin le suscita como modelo de historiador crtico. La influencia italiana se trasluce en las citas de las Anti quitates Italicae medii aevi de Muratori y el Risorgimento dItalia de Beti nelli, sin olvidar el nombre de Genovesi ni, indirectamente, el de Beccaria. Para las citas de autores franceses, haba que ser ms taimado, debido al es pecial tab inquisitorial contra los ilustrados galos y Sempere se contenta con el Trait de la Police, de De La Mare y cuatro o cinco invocaciones de Melon, ms la obligada de Montesquieu. Despus de todo, el carcter del es paol se ajustaba ms al escepticismo de Hume que al ms combativo de los autores franceses, por ms que sus obras corrieran profusamente entre las manos de nuestros ilustrados de la generacin carlotercerista, la mayora de forma clandestina. En cualquier caso, el enorme valor que todos ellos dan a la historia como fuente de conocimientos generales, como maestra de la verdad y como arma contra los prejuicios y la decadencia es idntico. La historia llega a ser tan importante para el pensamiento ilustrado que desempea el papel de la filosofa y la psicologa, pretendiendo descubrir los arcanos del comporta miento social y poltico y, con ello, los errores cometidos y las posibilidades de cambio. Ah se sita Sempere, en una clara asimilacin mixta del antro pologismo pesimista de un Maquiavelo y del pensamiento ingls que une a Hobbes con Hume y Burke: Quien lee la historia con reflexin, encuentra que en todos tiempos han sido los hombres generalmente malos, injustos, 19 . Mentalidad burguesa e idea de la historia en el siglo XVIII, en Revista de Occidente, ng 107 (1972), pp. 250-254. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 151 destemplados, inmodestos; que su propia conveniencia ha sido el dolo a quien han sacrificado sus afanes; y que los justos y virtuosos siempre han sido muy pocos, comparados con el resto de los dems. La nica salida a este cuadro poco edificante de la historia humana es la accin reformadora -legislativa, represora y pedaggica- de gobierno y parti culares: ... siendo los hombres naturalmente propensos al mal, siempre se rn malos y viciosos cuando la educacin no los acostumbre a vivir bien; y esto nunca se conseguir mientras el Gobierno no combine sus fuerzas y sus inclinaciones de modo que todos se ocupen tilmente y puedan lograr con fa cilidad los tres principales objetos de las sociedades, esto es, la subsistencia, la seguridad y la comodidad. Con tales presupuestos resulta evidente que emprendiera el anlisis del lujo bajo la forma de la historia econmica, considerada la parte ms impor tante de la historia civil que, segn l, estaba por hacerse en Espaa: Como el luxo tiene tanta conexin con la industria y el comercio, me da oca sin su historia algunas veces para notar varios yerros cometidos en diferen tes tiempos sobre las fbricas, artes y oficios, extraccin de primeras mate rias, introduccin de manufacturas y otros puntos pertenecientes a la poltica econmica, poco cultivada entre nosotros. Espaa ha sido en algn tiempo la nacin dominante y ms poderosa de Europa; y en otros una de las ms infe lices y desdichadas. Tanto de su pujanza como de su decadencia debieron existir causas naturales y polticas; porque ni la prudencia ni la infelicidad de las naciones son efectos puramente del acaso. Nada hay ms importante que el conocimiento de estas causas. Pero, por desgracia, tampoco hay cosa ms confusa y menos sabida de los espaoles. Aunque hemos tenido excelentes economistas, que han conocido bien los defectos de la administracin pblica de sus tiempos respectivos, ninguno ha extendido sus miras de propsito a los pasados. Y as tenemos incompleta y defectuosa la parte de nuestra historia civil que ms nos interesa. La autocensura que lleva a cabo seguidamente sobre sus pretensiones de historiador social no limitan el convencimiento de la novedad de su apor tacin monogrfica a la historia general de Espaa. Desde luego, Sempere analiza con notable rigor el proceso de produccin y consumo de bienes lu josos a lo largo de la historia de Espaa, desde la dominacin romana hasta el reinado de Carlos III, en que escribe. La primera enseanza de esta historia econmica y poltica del lujo es la de que se trata de un fenmeno inherente a la vida social, ya sea por razones individuales -el deseo natural de comodidad- o econmicas -la bsqueda del beneficio mediante la produccin de bienes que procuren (o que originen) esa comodidad, esto es, bienes de consumo que rebasen el llamado mnimo so 152 Juan Rico Gimnez cial de subsistencia, 191 esos bienes que, segn Sempere, ha hecho ya preci sos el uso general. Es obligado insistir en lo novedoso de la postura del ilustrado alicantino, ya que este asunto de la bondad econmica del lujo an no estaba del todo claro ni siquiera en las mentes de los pioneros de la economa moderna. No lo estaba, desde luego, en la de Adam Smith, cuya educacin moralista le lle vaba a identificar todava la parsimonia y el ahorro como los ingredientes fundamentales del desarrollo econmico. Hume, Turgot, Melon, pese a intuir el papel dinamizador per se del consumo de bienes de comodidad, tampoco estaban mucho ms avanzados que el propio Sempere. Se trata, pues, de si tuar a ste ltimo entre los pocos que, en la segunda mitad del Setecientos eu ropeo, intuyeron la virtualidad desarrollista de la produccin y el consumo a gran escala. Con este modo de anlisis -al que hay que aadir un notable cuidado por la definicin y la periodizacin-, descubre Sempere la estructura de la histo ria de Espaa, manifiesta a travs de periodos irregulares de prosperidad y decadencia, vinculados entre s de modo que la decadencia casi siempre apa rece engendrada en el seno de una poca prspera: Las grandes prosperida des de los estados suelen llevar dentro de s mismas ciertos principios de des gracia y de decadencia, que la vista ms perspicaz, deslumbrada por la fama, la gloria y la abundancia no conoce; y cuyos funestos efectos los ve y padece la posteridad. Los reinos extraos presentan varios ejemplos de esto y Espaa se ha visto tambin muchas veces en semejante situacin. As, desenvolviendo la Historia del lujo como historia econmica y so cial, llega el autor a determinar el momento culminante de la decadencia es paola: La monarqua espaola, enferma ya y debilitada desde muchos aos antes en su interior constitucin, empez entonces [reinado de Felipe II] a arruinarse visiblemente con la prdida de provincias enteras, ciudades y pla zas importantes, y lo que fue peor, con la de sus manufacturas y comercio. No se vean ya sino tristes reliquias de las famosas fbricas de paos de Se govia y telas de seda de Toledo, Granada, Valencia y Sevilla. El comercio de esta ciudad, tan fl oreciente en otro tiempo, estaba destruido. La agricultura generalmente abandonada, por falta de brazos y mucho ms por las trabas con que fue oprimida. Los artesanos, faltos de estmulo, abandonaron sus tiendas. A todas estas causas se aadan los inmensos gastos que tena que hacer la Corona para sostener su decoro y sus conquistas, los cuales se hacan mucho 191 SCHUMPETER, Joseph:Historia del anlisis econmico. Barcelona, 1971, p. 375 y nota 64. Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 153 ms pesados e insoportables por el vicioso sistema que reinaba entonces en la administracin de la Real Hacienda. Tenemos que insistir en la actitud sensible de Sempere hacia el cambio y la implicacin revolucionaria que supone el modo de vida burgus enfrentado al estamental tradicional. Este fenmeno, que ve como el efecto de la exten sin de la riqueza nacional, operara como dispositivo para una importante revolucin. Acatando las ideas de Montesquieu y Locke constata, como ele mento de tal revolucin, el papel de contrapeso poltico de la burguesa, que, a la postre, acaba redundando en beneficio de la monarqua y del Estado: El poder del pueblo empez a balancear con el de la nobleza, y en medio de los choques de estas dos clases, la Magestad fue adquiriendo el decoro y la au toridad que le corresponde para hacerse respetar y obedecer. Pero, qu es lo que hace que una parte del pueblo tome conciencia po ltica y adquiera pretensiones de participacin social Sempere lo tiene claro: es el inters egosta innato y el deseo de adquisicin de riqueza mediante el trabajo (tenido como supremo valor econmico), unidos a las nuevas relacio nes de interdependencia econmica (y social derivada): El pueblo, que ha ba estado antes despreciado y abatido, empez a respirar y concebir ideas de conveniencia y de comodidad, y con ellas, a hacerse ms sociable. Nada ci viliza ms a los hombres que la multiplicacin de intereses y relaciones entre s y las necesidades facticias o de pura imaginacin; porque al paso que stas crecen, se aumentan los motivos de comunicacin y de dependencia mutua. Quien nada tiene ni desea, debe muy poco a la sociedad; por lo cual sta no debe esperar de l ni la coartacin de su libertad ni la moderacin de las pa siones, ni menos la disposicin de nimo para servirla en los varios destinos que exije la jerarqua civil. Son muy pocos aquellos en quienes los impulsos de la virtud obran puramente y sin mezcla alguna de inters. La justificacin del modo burgus, con sus presupuestos sicologistas, no puede ser ms asumida, mxime cuando se cree ver sus modulaciones en la propia historia nacional. sta muestra, asimismo, que no slo los cambios econmicos y sociales son factores revolucionarios, sino tambin ciertos cambios polticos. Cmo no, haba de ser la nueva dinasta borbnica el prin cipal agente de esta ltima dimensin, aunque analizada en una consideracin general acerca del potencial transformador implcito que una sustitucin de esa ndole ha de provocar en la cpula del poder: La entrada de una familia extranjera en el trono de cualquiera nacin que sea debe producir natural mente una revolucin notable en su sistema poltico, carcter y costumbres. La Casa de Austria, por muerte de los Reyes Catlicos, la haba producido ya muy grande en Espaa, mudando casi enteramente su constitucin antigua. La de la Augusta familia de Borbn ha producido otra en este siglo. Es un 154 Juan Rico Gimnez problema importante y digno de resolverse: qu variaciones causaron sea ladamente la una y la otra, qu ventajas y qu daos He aqu una parcela del pensamiento poltico ilustrado: hay revolucin principalmente cuando el poder supremo cambia, pero las consecuencias no se aprecian slo en la dimensin del sistema poltico, sino tambin por in duccin, en la estructura de la constitucin civil, esto es, en el entramado histrico, social y cultural caracterstico de cada pueblo o nacin. A lo largo de toda la obra, auxiliado con el utillaje de la historia crtica, se esfuerza Sempere por hallar una definicin convincente del lujo , esto es, adecuada a sus ideas reformadoras burguesas y respetuosa al mismo tiempo con sus convicciones conservadoras y..., desde luego, con la vigilancia inqui sitorial. En todo caso, su concepcin guarda una gran actualidad. As, en tiende el lujo como todo dispendio que va ms all de lo necesario (Som bart), como excedente de recursos disponibles, reservado a una parte del grupo social (Gusdorf), esto es, como profusin o gasto mayor de lo que permiten las facultades y haberes de cada uno. Partiendo de esa definicin primaria se plantea el problema de las actitudes subjetivas, que contemplan el lujo mediante juicios de valor ticos, estticos, econmicos, etc., o bien ob jetivas, que lo analizan por comparacin o relacin, de acuerdo con necesi dades fi siolgicas (comodidad, placer) o sociolgicas (costumbre, moda, ci vilizacin, progreso). Veamos cmo opera Sempere hasta llegar a los criterios objetivos, segn los cuales el lujo resulta indisoluble de la condicin humana, por lo menos a partir de cierto estadio de civilizacin y desarrollo econmico. Resulta que esa querencia por la comodidad, la ostentacin y los placeres de la vida, ade ms de ser algo inherente a las potencialidades humanas, o mejor, por ello mismo, es un corolario del desarrollo material y cultural, esto es, una legtima sea de civilizacin. Por consiguiente, no se trata ya de justificar una de las potencialidades de la naturaleza humana, sino de cualificar la produccin y el consumo de los bienes de lujo en trminos de utilidad para el bienestar gene ral, de acuerdo con el ejemplo de las naciones ms civilizadas, que han to mado la delantera por el camino de la libre competencia y el mercado ca pitalista: Cuando las naciones estn haciendo los mayores esfuerzos para enriquecerse y sobresalir entre las dems; cuando para eso desentraan los ms remotos y ocultos senos de la tierra; cuando procuran dar a su comercio la mayor extensin posible; cuando no solamente permiten el ejercicio libre de las artes afeminadoras y de puro lujo, sino que buscan, protegen y premian abundantemente a los inventores y artistas ms acreditados en ellas, los cele bran y admiran sus obras con entusiasmo, no es una inconsecuencia notoria el prohibir con graves penas o limitar por otra parte el uso de las mismas Un pretendiente en la Corte (1781-1789) 155 Lujo y capitalismo van, pues, indisolublemente unidos a los ojos de Sem pere, y ello se muestra difanamente a quien con un espritu libre de toda procupacin y con una meditacin profunda lee la serie de la historia, coteja los tiempos y combina los hechos y circunstancias en que sucesivamente [aqulla se desenvuelven Sempere no emplea la voz capitalismo, obviamente, pues se trata de un concepto ms tardo, pero utiliza el ms amplio de civilizacin para expre sar sus ideas econmicas expansionistas y progresistas e interpretar el sen tido burgus que la historia de Europa estaba tomando irreversiblemente. 192 Por eso busca -y halla- paralelismos entre diferentes pocas y espacios donde prosperan a la par el lujo y el bienestar econmico y social, siendo la causa de ellos idntica, a saber, la competencia y el mercado libres, movidos por el inters y el clculo racional, o sea, los elementos propios del espritu capita lista. Consecuentemente, antepone el mundo civilizado al brbaro por la ca pacidad que posee aqul para aprovechar los recursos naturales y humanos en pocas de paz en el sentido desarrollista burgus. El lujo de comodidad es, pues, no slo consecuencia del estado de civi lizacin trado por el espritu burgus, sino que, por ello mismo, es el leg timo resultado de las aspiraciones del gnero humano hacia todo lo conforta ble y grato a los sentidos. El problema moral acaba siendo reducido hasta la frontera de lo calificado como excesivo, ostentoso, vanidoso, esto es, lo que afrenta la estratificacin social y excede los lmites del buen gusto. Como ya vimos en el tratamiento de este ltimo concepto, tambin con el tema del lujo y su recalificacin se enfrentaba el pensamiento ilustrado a otro aspecto de su tarea de moralizacin social o, si se prefiere, de regeneracin. Mediante el instrumental y la interpretacin histricos describe Sempere los vehculos que introducen el lujo y el espritu empresarial en la Pennsula, que desde la prdida del esplendor romano hasta el establecimiento de los rabes pasa por una poca brbara y decadente, cuyo culmen es la invasin goda y los avances de la conquista cristiana sobre los territorios rabes y la consiguiente despoblacin, el peor de los males econmicos, porque fal tando los brazos que cultiven la tierra y que ejerciten las artes faltan los dos manantiales de la verdadera riqueza. Utilizando la verdad de la historia como reparadora de tpicos, rectifica crticamente las fabulaciones que contemplan la sociedad goda como modelo de frugalidad y moderacin, siendo, en realidad, una poca de pobreza y 192 MARAVALL, J.A., La palabra civilizacin y su sentido en el siglo XVIII, en Actas del V Congreso Internacional de Hispanistas, Burdeos, 1977, pp. 79-104. 156 Juan Rico Gimne: barbarie a la que le parece cabalmente aplicable la descripcin que hace Que vedo de los Castellanos antiguos: Del mayor infanzn de aquella pura Repblica de grandes hombres era Una baca sustento, y armadura. No haba venido al gusto lisongera La pimienta arrugada, ni del clavo La adulacin fragante forastera. Carnero y baca fue principio y cabo Y con rojos pimientos y ajos duros Tan bien como el Seor comi el esclavo Y an no se hartaba de buriel y lana La vanidad de fembras presumidas. Son los moros, apoyados en una religin ms laxa y en un extraordi nario ingenio los introductores de un lujo que ha excedido al de todas las na ciones en estos ltimos tiempos, y cuya influencia civilizadora lleg pronto a los cristianos, conquistados y no conquistados, porque la novedad, el apa rato, la finura, siempre hacen impresin agradable en los sentidos y excitan el deseo. Refiere la importancia de los mozrabes como transmisores de los adelantamientos de los moros en la agricultura, industria, artes y oficios, [as como del] gran nmero de voces que conserva nuestra lengua todava relati vas a todos aquellos ramos, a los pesos y medidas, monedas, alhajas, instrumentos, vestidos, comidas, rentas, fiestas, fundaciones pblicas, y hasta de los oficios de gobierno, [que] manifiestan bien claramente el grande influjo que tuvieron las costumbres de los rabes en las nuestras. Dentro de la cultura propiamente europea cristiana, en cambio, son los italianos, los primeros que empezaron a civilizarse en esta parte de Europa. En Espaa, son, desde luego, los catalanes, quienes llaman la atencin del historiador ilustrado por su proverbial disposicin para el mundo de los ne gocios: Catalua, o por la situacin ventajosa de su terreno y su mayor apro ximacin a Italia, o por la buena constitucin de su gobierno, haba sido la primera provincia de Espaa que empez a civilizarse. Cuando el resto de Europa se gobernaba, o por la arbitrariedad de los poderosos o por unas leyes brbaras, dictadas por la necesidad en medio de la confusin de las armas y la oscuridad de la ignorancia, los condes de Barcelona trabajaban ya en re ducir a un plan uniforme y racional su legislacin y publicaron, en 1068, la coleccin de los Usages. A todos estos factores dinamizadores de la produccin, el intercambio y el consumo de bienes de lujo, siempre vinculados a sociedades cultas y civi lizadas, aade otros no menos importantes, como las relaciones cortesanas de Un pretendiente en la Corte 117814789) 157 reyes y grandes seores; el fenmeno de la galantera, protagonizado por los caballeros errantes (cuyo estereotipo grotesco ve en el Quijote), donde la mu jer desempea un papel primordial; el evento de la moda, en el que la mujer ocupa igualmente un lugar central, no demasiado lejos del pecado. Sempere, no obstante, es de los que se esfuerzan por contemplar a la mujer dentro de la estructura productivista general, de acuerdo con los cnones del utilita rismo que ya defendiera Feijoo en su Defensa de las mujeres y que recogi el reformismo carlotercerista. 193 Poco a poco, descubriendo el movimiento general de la historia de Eu ropa, inexorablemente dirigido hacia la civilizacin, pese a sus retrocesos y desviaciones, va elaborando Sempere su definicin y defensa del lujo, ba sndose en su presencia constante en la historia de la humanidad y en la his toria de Espaa, tal como luego ha constatado la historiografa moderna. Para el ilustrado, Espaa resultaba, incluso, pionera en el uso de algunos objetos lujosos, como la seda, que se encuentra introducido en Espaa desde antes del siglo X, cuando las dems naciones de Europa apenas la conocan, del mismo modo que la Espaa reflejada en las Partidas de Alfonso el Sabio se le muestra, junto a Italia, mucho ms adelantada que el resto de Europa. to dava sumergidas en la ignorancia y la barbarie . Es al final de la obra donde resume, tras apovarse en las definiciones de los ms importantes autores, lo que llama la regla general determinante, por la que no est el vicio en las cosas que usa el hombre, sino en el uso desor denado de ellas. Este desorden puede haberlo por exceso o por defecto. Para graduar el uno y el otro no se ha de atender tanto a las necesidades precisas que prescribe la naturaleza, cuanto a las que ha adoptado la costumbre de los pueblos y naciones. El tabaco en sus principios era un luxo extraordinario, y se prohibi en varias partes con las ms severas penas; y ahora se ha hecho su uso tan general, que hasta el ms pobre esporti-llero y an el ms austero Religioso llevan su caja o su fungueira. El mejor pan que comen un Obispo y un Ttulo en las provincias lo desprecia en Madrid un zapatero. Pero no estando sealadas y prescritas por la constitucin civil, ni la cantidad de bienes que cada uno puede tener, ni la forma y modo que ha de observar en el vestido, edificios, muebles, comida, diversiones y dems ra mos en que puede hacerse uso de las riquezas; el principal medio para cono cer si ste es vicioso o inocente es el examinar los afectos y fines que mue ven al corazn. Si estos son la vanidad, la glotonera y la molicie en el exceso; o, en el defecto, la avaricia y la hipocresa, semejante uso ser malo; 193 Vid. CAPEL MARTNEZ. Rosa M: La mujer espaola en el siglo XVIII: estado de la cuestin, en Carlos III y su siglo. I, pp. 51 1-517. 158 Juan Rico Gimnez y bueno cuando proceda nicamente del deseo de acomodarse a la costumbre general, subordinando este deseo a los fi nes principales para que ha sido criado el hombre, por los quales, cuando lo exija la virtud, debe sacrificar to das las conveniencias y comodidades. Astuta o, cuando menos, ambigua estratagema para justificar la ideolo ga burguesa: reinterpretando las prescripciones de la moral tradicional seala que, salvo las limitaciones propias de los excesos del corazn, el camino est allanado para que cada cual busque la felicidad terrenal siguiendo la di reccin marcada por la costumbre general, que conduce al disfrute legtimo de los bienes y frutos del esfuerzo y el ingenio humanos, producidos, antes que nada, para el bienestar individual (y, por aadidura, general), meta de la civilizacin. Las necesidades que hoy llamamos sociolgicas son, en la apre ciacin de Sempere, ilimitadas, pues expresan el deseo humano innato de bie nestar y prosperidad. En todo caso, se mueven en funcin de las posibilida des de manipulacin de los recursos materiales, esto es, del desarrollo econmico. As se llega a la justificacin histrica del lujo, entendido como el confort derivado del desarrollo econmico y social, es decir, como premio legtimo al esfuerzo civilizador del hombre moderno. En ese sentido, este lujo moderado, sinnimo de confort, no slo no es un vicio individual, ni tampoco un escollo social, sino una necesidad relativa a la sociedad y al Estado civilizados, por cuanto es la propia estructura social, basada en la pro piedad privada y en el afn de lucro y de ascenso social, la que determina su legitimacin burguesa. El realismo de Sempere es contundente, nutrido por la enseanza de la Historia, con cuyo argumento descalifica, ante todo, el utopismo platnico y cualquier otro ideario arcdico que pretendiera negar las desigualdades so ciales y el proceso objetivo de la civilizacin. Un proceso en el que no caben retrocesos nostlgicos ni desviaciones utpicas de la realidad, pues ha to mado el rumbo necesario e inmanente del progreso, la civilizacin y el bienestar general. El discurso burgus de Sempere haba de llevarle, desde luego, a la cr tica de la legislacin obstaculizadora del desarrollo econmico y social pre conizado. Las leyes suntuarias (de cuyo estudio obtiene interesantes fuentes para el conocimiento histrico de la produccin y consumo de lujo), expedi das profusamente a lo largo de la historia moderna de Espaa, le muestran su inoperancia para combatir lo que aparece como inherente al progreso hu mano. An ms, tal legislacin obstaculiza ese deseado progreso, porque prohibiendo el uso de algunos gneros comerciables y mucho ms si se fa brican en el pas, disminuyen el nmero de ocupaciones tiles y lucrativas, con las que los pobres pueden vivir cmoda y honradamente; circusncriben (la pretendiente en la Corte (1781-1789) 159 los lmites a que puede extenderse la industria y el ingenio; y amortiguan el estmulo ms fuerte del trabajo, que consiste en la esperanza del buen despa cho y paga de las manufacturas Las leyes inadecuadas no slo se ven como obstculos a la libre empresa, sino que son fuente de injusticias sociales al limitar la legtima libertad de tra bajo y el deseo de emulacin social, adems de recaer sus efectos entre los ms desvalidos econmica y socialmente, los artesanos. Es indudable que Sempere percibe el alcance indirecto de la legislacin suntuaria en cuanto imitadora de la expansin de la clase burguesa. Quiz perciba el hecho de que esa legisla cin atestigua que una nueva burguesa posee en adelante los medios finan cieros para atribuirse lo que era el signo distintivo de la nobleza en el sen tido de que la medida represiva es la expresin de una elevacin general del nivel de vida, incluso en las clases inferiores de la sociedad urbana. 1 4 Sin embargo, el ilustrado, en su rechazo de las leyes suntuarias da un paso ade lante respecto al simple mercantilismo proteccionista de un Martnez de la Mata o un Campomanes, a quienes cita, tomando, por su parte, el ejemplo in gls, que se basara en una presin fiscal especial sobre los bienes de lujo im portados, con el beneficio aadido para las arcas de la Hacienda nacional. Como no poda ser menos, Sempere aprovecha el comentario sobre la inoportunidad de la legislacin suntuaria para hacer una reflexin poltica ge neral acerca del necesario papel socializador de la legislacin en general, con lo que apunta al centro del ideario del Estado promotor en versin del des potismo ilustrado, cuya necesidad deriva del desvalimiento de la libertad na tural para garantizar la paz social y el progreso: El objeto de los legislado res es desterrar la ociosidad, promover la aplicacin al trabajo y aumentar sus rentas, multiplicando los consumos. Si tuvieran probabilidad de poder conse guir esto por los impulsos de la virtud, esto es, que los hombres se excitaran al trabajo por los justos motivos de mantener sus obligaciones respectivas, de aumentar las fuerzas del Estado y de hacer a su patria respetable y temible a los enemigos, no tendran necesidad de valerse para ello de otras pasiones. Pero como saben que aquellos afectos son muy raros o poco comunes, y que los hombres obran generalmente, no por la virtud, sino por su inters y por la vanagloria, se ven en la precisin de valerse de ellos para lograr el objetivo principal de la legislacin, que es la conservacin del Estado, la subsistencia y tranquilidad pblica por medio del trabajo, y la defensa de la nacin por medio de las riquezas. El trabajo de Sempere fue muy bien acogido entre sus amigos de la bu rocracia, algunos de los cuales se prestaron como valedores ante el poderoso 194 GUSDORF, op. cit., p. 448. 160 huta Rico Gindner Floridablanca, de quien dependa directamente la ansiada promocin. Por ejemplo, Diego Rejn de Silva, oficial de la Secretara del Despacho Univer sal de Estado, el ministerio regentado por Floridablanca, en la que da por re suelto el problema y pide la inmediata formalizacin de la solicitud e, in cluso, la posibilidad de eleccin.I 95 Es evidente, si nos atenemos al tono de sta y Otras misivas, que Sempere haba adquirido amistades sinceras, lo que expresa su talante moderado y afa ble, virtudes que, junto a una probada laboriosidad y una equilibrada dosis de inteligencia y ambicin, proporcionaban una llave segura para la promocin pblica. La Historia del lujo y de las leyes suntuarias de Espaa tuvo un cierto xito, pese al clima contrarrevolucionario que muy pronto se extendera por Espaa y Europa. Se habl elogiosamente de ella en las Noticias Literarias de Florencia, en el ejemplar de noviembre del mismo ao 1788, incluyndola en el argumento sobre el que tanto se ha escrito en nuestros tiempos y tan variamente se ha discurrido , valorando la no vulgar erudicin del autor. Este fue, seguramente, el primer paso para la recepcin de Sempere como individuo de la Academia florentina en 1790, evento en el que fue apadri nado por su amigo y paisano Antonio Conca, uno de los jesuitas expulsados de Espaa, traductor al italiano del Discurso sobre el jomento de la industria popular de Campomanes. Casi simultneamente que en Florencia, en otra obra peridica, las Eft tnrides Literarias de Roma, se comentaba la leccin de gusto y de utili dad que obtendran los polticos y economistas que leyeran la obra, que no desmereca el magisterio de Hume, Montesquieu y Melon por el fino gusto con que Sempere haba sabido tratar el tema, tanto terica como histrica mente. En Espaa, el Espritu de los niejores diarios publica, el 5 de enero de 1789, este artculo romano. Aos despus de publicada la obra, establecido Sempere como fiscal en Granada, an dedica una porcin de su incansable quehacer erudito para componer un Apndice a base de documentos, pragmticas y otra legisla cin pertinente al lujo. No vi la luz al no reeditarse la obra principal en vida del autor y pas a formar parte de la Coleccin que el ilustrado don ms tarde a la Real Academia de la Historia. Hubo, en cambio, una segunda edi cin del primer texto en 1847, includa en la Biblioteca de jurisprudencia y Legislacin y orientada a la docencia universitaria, lo que, con toda seguri dad, hubiera complacido mucho al ilustrado eldense. l )5 Noticias Litet arias SenTere, p. 35. IV Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) EL BURCRATA COMO NEXO ENTRE LA ILUSTRACIN Y EL DESPOTISMO. EL REGALISMO MILITANTE Suponemos que Sempere, no ms recibir la carta de su amigo Rejn, pre sent las solicitudes pertinentes para la consecucin de un cargo en la magis tratura del Estado. Lo lgico es pensar que intentara, en primer lugar, que darse en Madrid, en algn ministerio o en el Consejo de Castilla, que vena acogiendo a muchos de los togados, golillas o mantestas ilustrados. No pudo ser, y entre los puestos apetecibles y vacantes el que mejor le cupo acep tar fue una fiscala en la Real Chancillera de Granada. Despus de todo era un excelente primer destino y, adems, pese a todas las prisas, ya haba pa sado un largo ao desde que iniciara el camino de la solicitacin. La crisis de la monarqua espaola, por su propia dinmica, pero parti cularmente inducida por la Revolucin en Francia, es preciso considerarla en esta tesitura. 196 Una de las consecuencias de ella fue, precisamente, la cada de Floridablanca en 1792 (a la que ya haba antecedido la de Cabarrs en 1790) y la fracasada guerra(1793-95) contra el ejrcito revolucionario.I 97 No era, pues, una circunstancia ptima para el funcionamiento ilustrado de la maquinaria administrativa del Estado. La crisis hubo de influir necesaria mente en el talante del Sempere recin encumbrado. Por su condicin de go lilla y por su ideario ilustrado se hallaba en el bando eventualmente perde dor de Floridablanca. Pero si no era propenso a decantarse hacia las posturas reaccionarias, tampoco era su querencia el radicalismo crtico adoptado por El Censor, Ibez de la Rentera o Arroyal. No le quedaba otro camino que el que adopt, el de un funcionario pblico reformista apoyado en un discurso moderado mediante la justificacin crtica de la Historia y del utilitarismo econmico. Haba que hallar un difcil equilibrio entre las pretensiones pro fesionales y las creencias ilustradas. De esta forma, aunque no lograra el an siado regreso a Madrid y la correspondiente promocin, durante los veintids 196 Vid. MOLAS, Pere, La crisis de la monarqua absoluta en Espaa, en Actas del con greso internacional El Dos de Mayo y sus precedentes. Madrid, 1992; MOLAS, P.(editor): La Espaa de Carlos IV, Madrid, 19911; LA PARRA. Emilio, La inestabilidad de la monarqua de Carlos IV, en Studia Historica, vol. XII, 1994; G1MNEZ LOPEZ. Enrique: El fin del Antiguo Rgimen: el reinado de Carlos IV, Madrid, 1996. 197 AYMES, Ren:La guerra de Espaa contra la Revolucin fr ancesa (1793-1795). Ali cante, 1991. 164 Juan Rico Gimne: aos (1790-1812) de inestabilidad poltica y turbulencias que desquician Es paa, permanece en su fiscala granadina, donde dedica sus afanes al servi cio del pas y sigue las iniciativas de la generacin inmediata anterior en los programas de gobierno que reflejan el ideario de la poca y la gravedad de los problemas de la sociedad y el Estado. 198 As pues, en consulta de 16 de diciembre de 1789 en que propuso la C mara sugetos para una plaza del Consejo Real, sali nombrado para ella D. Pedro Flrez Manzano, Alcalde de Corte; y para sta D. Pedro Antonio Ca rrasco, Fiscal de la Chancillera de Granada, y para sta Fiscala(criminal) nombr S.M. a D. Juan Sempere y Guarinos. 199 Los nombramientos conllevaban un plazo previo (dos meses en este caso) a la toma de posesin, concedido para solucionar los eventos propios del traslado. Por lo dems, es un plazo que Sempere considera corto, pues so licita su ampliacin a otros dos meses, que le es concedida. Sin embargo, el agraciado (nunca mejor dicho, pues los nombramientos seguan dependiendo de la gracia real) no llega a ocupar la fiscala de lo criminal, puesto que en el mismo mes de marzo de 1790 es nombrado fiscal de lo civil en sustitucin de Francisco Antonio de Elizondo, 200 que pasa al Consejo Real de Castilla. La plaza inocupada de lo criminal ser para Alfonso Julin Sinz de Toledo (aunque en determinados perodos se responsabiliz Sempere de ambas fis calas, prctica bastante habitual en la poca). Sempere toma efectiva posesin de su cargo el 10 de junio de 1791, tres das antes del lmite prescrito. Entre los papeles relativos al nombramiento falta uno que normalmente se halla en los legajos: el certificado de haberes, con el sueldo (anual) asignado al empleo. As, en el caso del mencionado Sinz de Toledo se dice: cuyo empleo ha de gozar el sueldo de veinte mil re ales de velln. Vemos que tambin los oidores ganaban los mismos veinte mil reales, mientras que los alcaldes del crimen ganaban dieciocho mil. Ade ms, a partir del reinado de Carlos III, estos magistrados logran un Montepo 198 CARANDE, Ramn: Catlogo de la coleccin de manuscritos e impresos de Juan Sempere y Guarinos, en Boletn de la Real Academia de la Historia, t. CXXXVII, Madrid, 1955, p. 10 I99 Archivo Histrico Nacional. Consejos. Icg. 13522. 205) Autor de Prctica universal fin cure de los tribunales de Espaa y de las Indias (Ma drid. 1788. 6 reimpresin), sobre cuyo tomo 3 pide licencia de impresin en 1782 (Archivo His trico Nacional. Consejos, leg. 5546). Elizondo es un regalista muy moderno, casi liberal: segn l. un magistrado lo es en plenitud cuando es tambin un verdadero Ciudadano que, amando la conservacin de los derechos del Rey, debe atender a un tiempo a la felicidad de la Patria; abogando, adems, por la separacin de la Iglesia y el Estado, separacin, con el mayor pulso delicadeza de los derechos del Solio y del Altar, sin confundir lo sagrado con lo profano, todo ello en aras de la felicidad general de la Nacin y del Estado. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 165 para cobertura de viudas e hijos, por ms que esta pensin, al igual que la percepcin misma de los sueldos, fuera en la larga poca moderna de natura leza ms bien precaria e irregular. En todo caso, era requisito para obtener sueldo completo el no disfrutar de rentas eclesisticas, cosa que Sempere cer tifica cumplidamente. Por otro lado, no pierde tiempo el ilustrado en hacer partcipes de su dig nsimo empleo a las autoridades de su patria chica, ofrecindoles sus servi cios. La Real Chancillera de Granada, a imitacin de la de Valladolid, y con el propsito de administrar la justicia real en los territorios situados al sur del Tajo, fue creada por los Reyes Catlicos en 1494, esto es, dos aos despus de la conquista de Granada, establecindose primero en Ciudad Real por las exigencias tcticas de la conquista. En 1505 fue trasladada a Granada, ciudad especialmente privilegiada por los reyes conquistadores, como lo expresa el hecho de que incorporaran el escudo de la ciudad al suyo regio. 201 El papel de las Chancilleras, y el de sus equivalentes, las Audiencias que poco a poco se fueron creando, fue crucial en el asentamiento y desarrollo de la poltica centralista del Estado creado por los Reyes Catlicos. Por eso, las atribuciones de estas instituciones y de sus magistrados eran mucho ms am plias que las estrictamente judiciales y abarcaban prcticamente todo el m bito de la funcin poltica. Todos estos extremos iremos constatndolos siguiendo la trayectoria del fiscal Sempere. Defendiendo la jurisdiccin centralista de este alto tribunal habr de enfrentarse con casi todas las dems instituciones granadinas, in cluida la Inquisicin. Adems, en la medida en que se trata de uno de los miembros ms ilustrados y capacitados que probablemente pasara por la Chancillera, sus empeos regalistas y, en general, en favor del ideario cen tralista del poder monrquico se hacen ms notorios. Ello tal vez explica, por lo dems, el que no llegara a ser miembro de ninguna institucin de la ciu dad, a excepcin de la Sociedad Econmica de Amigos del Pas, 202 extremo 201 GAN GIMNEZ, Pedro: La Real Chancillera de Granada (1505-1834), Granada, 1988; del mismo, Los presidentes de la Chancillera de Granada en el siglo XVIII, en Espa cio. Tiempo y Forma, n 4 (1989), pp. 241-258. Dentro de la precariedad documental sobre la Chancillera de Granada, causada por sucesivos deterioros y prdidas irreparables que nosotros mismos tuvimos ocasin de comprobar, la obra ms completa es la del prof. Gan, a la que remi timos. 202 Segn los Libros de recibimientos, en una relacin de 13 de febrero de 1798, consta entre los socios honorarios D. Juan Sempere y Guarinos, del Consejo de S.M. en el de Hacienda y su fiscal de lo civil en esta Real Chancillera. En las relaciones de vocales de la Junta parti cular de la Sociedad, de carcter anual, consta Sempere en las de 1792 y 1806. (CASTELLANO, Juan Luis: Luces y relarmismo.., Granada, 1984, p. 389). Sobre la ciudad vid. LAFUENTE ALCNTARA, M.: Historia de Granada, 4 vols., Granada, 1992. 166 ,14(117 Rico Gimne: que no nos ha de extraar si recordamos la anterior vinculacin estrechsima de Sempere con la Matritense. El rgano superior del que dependan las Audiencias y Chancilleras era, lgicamente, el Consejo de Castilla. En ese orden institucional, a la segunda fiscala del Consejo correspondern todos los negocios fiscales de las pro vincias de Castilla la Nueva, comprehendiendo el territorio de la Chancille ra de Granada y Audiencias de Sevilla y Canarias, segn regula la Nov sima Recopilacin (Lib. IV, tt. XVI, ley VII). 203 A nivel de rango, aunque dentro de la casi habitual confrontacin sobre etiquetas y otros protocolos, los fiscales entraban en la categora de minis tros superiores, por debajo del presidente y del regente, pero a la misma al tura que Oidores y Alcaldes, y por encima del Alguacil mayor, del Teniente chanciller mayor, de los Abogados, Escribanos, Relatores, etc. Por eso, el acceso a un puesto semejante supona la normal consagracin vitalicia en el estatus de la alta magistratura. En adelante todo consista en la promocin, bien dentro de la misma u otras Audiencias (segn el criterio de la antigedad y una cierta concesin a la preferencia personal), o bien en ins tituciones de rango superior judicial, administrativo o poltico. Sempere no dejar, en su caso, pasar apenas tres aos desde su toma de posesin en Gra nada sin solicitar empleo en Madrid, aunque sin xito. La solicitud es de 1794 y, ante su no resolucin, tendr que permanecer en el empleo granadino (tam poco dejar nunca de ser fiscal de lo civil) hasta 1812 en que, bajo las ex cepcionales condiciones impuestas por el gobierno Bonaparte, y ya integrado en ste desde la invasin de Granada en 1810, pasar a Madrid promocionado por el gobierno josefino a la recien creada Junta de Negocios Contenciosos. Habida cuenta del silencio que el propio Sempere mantiene (compartido por los documentos) sobre sus relaciones sociales granadinas, hemos de pen sar que stas fueron escasas y excepcionales fuera de su laboriosa actividad profesional y publicista y de su ntima y reducida vida familiar sin hijos. Desde luego, hay muchos rastros de sus buenas relaciones con miembros de la aristocracia y, ms amistosas y fructferas, con la minora de los ilustrados. Quizs ello explique la dedicacin al trabajo erudito y crtico y, en conse cuencia, el prestigio de publicista y de prbido magistrado que alcanz en la capital de la Andaluca Oriental. Acerca de ello, l mismo se jactar siempre: Promovido.., a la magistratura.., adems del pesado despacho ordinario de 2(13 Citado por FAYARD. Jeannine. Los ministros del Consejo Real de Castilla (1746 1788r. en Cuadernos de Investigacin Histrica, IV 6 (1982), p. 111. De la misma, Les Ille171 bres dii Conseil de (Tastille a linmole modera( (1621-1746), Ginebra. 1979. Fiscal del Rey en Granada (1790-i 812) 167 su oficio fiscal, escribi otras obras de particular trabajo, en defensa de la ju risdiccin real, y sobre otros ramos de legislacin e historia nacional. La primera fue una alegacin en el recurso de fuerza sobre el asilo de un cochero que mat a su amo, la cual se imprimi en Granada en el ario de 1791. Remiti ejemplares de aquel papel al conde de Floridablanca, que toda va era primer ministro de estado, y a otros fiscales y ministros de las dems audiencias, todos los cuales le contestaron hacindole grandes elogios. 2 Entre las tareas fiscales de Sempere destacan o, por lo menos, nos inte resan particularmente aquellas en que expresa su celo reformista. La mayora de ellas se conservan en la Coleccin Sempere guardada en la Real Aca demia de la Historia, cuyos ttulos y fechas, en su caso, reseamos en la re lacin de manuscritos e impresos. Adems, en los dos aos que median entre su nombramiento (1790) y la cada de Floridablanca (1792), ste no dej de proteger al ilustrado eldense. Por ejemplo, le encomend ladireccin y fo mento de algunos ensayos que hizo el fabricante de medias Miguel Melchor Romero de ciertas piezas de su invencin. Nos detendremos, de momento, en tres escritos que nos parecen repre sentativos, una Respuesta fiscal sobre honra de los oficios, una Respuesta fiscal sobre la reforma de la prctica criminal acerca de los estupros y un informe Sobre establecer presidios en lo interior del Revno. La primera en tra dentro del reformismo econmico ilustrado, que concibe el pleno empleo como primera condicin del desarrollo productivo necesario a una nacin civilizada, pero que se topa no slo con una deficiente poltica econmica, sino con un sistema de creencias arcaico que sigue descalificando el trabajo manual y artesano bajo la connotacin de vil, es decir, condenando al grueso de la poblacin trabajadora al menosprecio social, con el perjuicio econmico que de ello deriva. Sempere esgrime su defensa de la honra de los oficios a propsito de la peticin de los carniceros de Crdoba encaminada a reivindicar la condicin de honrado de su oficio, para lo que recurren al antecedente de los de Valencia, quienes disfrutaban de Gremio y sus honores y ventajas correspondientes. Invocaban la real cdula de 18 de marzo de 1783, que dignificaba los oficios de curtidor, herrero, sastre, zapatero, car pintero y otros de esta clase, y les conceda el rango de honorables y el pri vilegio de alcanzar cargos municipales. Sempere realiza su habitual recorrido histrico para comparar las pocas de decadencia que se derivaban del en vilecimiento del trabajo manual, con las pioneras medidas reformistas de los Borbones, especialmente las de Carlos III, inspiradas fundamentalmente en 204 Noticias Literarias de Sempere, pp. 6-7. 168 Juan Rico Gimnez las obras de Campomanes. Pero notando las deficiencias residuales que per viven. Las trabas principales en la necesaria dignificacin de los oficios provie nen, segn Sempere, de la tibia voluntad de los legisladores y jueces, de la actitud reticente de las corporaciones estamentales y, sobre todo, de los pre juicios del ciego vulgo. El razonamiento del fiscal se orienta a la necesidad de establecer una legislacin unitaria, homognea y clara como nico reme dio contra los particularismos, que no generan sino confusin e ineficacia en la poltica reformista. En el informe sobre la prctica criminal acerca de los casos de estupro, repasa Sempere, segn su hbito didctico y su visin del proceso de civili zacin, las sucesivas legislaciones espaolas desde tiempos de los godos, re saltando la ntima correspondencia entre el modo de aplicar la justicia crimi nal y la rgida axiologa moral de las sociedades antigua y medieval estamental, machista y muy represiva con el comportamiento femenino. En todo caso, el informe es un documento frtil para los historiadores del dere cho criminal y penal, tanto como para los historiadores de lo social, incluida la historia de las mujeres. Sin embargo, si creamos que Sempere iba a con gratularse con la prctica legal de su ilustrado siglo, andbamos equivocados. Al contrario, deplora la alternancia que ha sufrido la legislacin, que ahora hace recaer todo el peso de la ley en los varones mientras contempla a las mu jeres nicamente como vctimas sin parte en la culpa. En una reminiscencia de la tradicin que ve a la mujer como peligroso e irresistible objeto de ten tacin y deseo, Sempere apunta a la conveniencia de restablecer las casas de prostitucin como remedio contra el delito de estupro y violacin, siempre, eso s, con vistas a la salud pblica y a los ms sanos y slidos principios de la moral y la poltica. Evidentemente, nos hallarnos ante una de las caras del pensamiento ilustrado, orientado hacia lo que va a ser el ideario paterna lista burgus respecto a la condicin femenina, un ideario expresamente ra cionalizado pero profundamente machista. Sempere deplora que esta nueva prctica absurda introducida en los Tribunales sin particular decreto ni mandato del Monarca, nacida de una piedad falsa, resto de las ridculas ideas caballerescas, tenga corno conse cuencia el haber debilitado y casi extinguido la potestad marital..., uno de los fundamentos ms slidos de las buenas costumbres. Aqu tenernos, di cho sea de paso, argumentos que indican un evidente desarrollo, a finales del XVIII, de la prctica judicial y que, adems, tal desarrollo se llev a cabo con bastante independencia de la planificacin poltica. Pero debemos tener en cuenta que tal independencia era ms bien fruto de la necesidad cotidiana de Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 169 impartir justicia frente a la ausencia o, al menos, precariedad de la planifica cin poltica del gobierno. En cualquier caso, lo que Sempere pretende, ante todo, es salvar la insti tucin del matrimonio y la familia, que considera esenciales para el orden so cio -poltico. Ello le lleva a simultanear la descripcin histrico -legal con la casustica delictiva en torno al estupro (que alcanza el adulterio, la violacin y el incesto), para terminar haciendo propuestas de reforma, pidiendo la res tauracin de alguna prctica de la antigua legislacin, que era ms cauta y circunspecta en las pruebas de los delitos y favoreca ms generalmente a los reos que a los actores, al contrario de lo que ahora se practica en las causas de incontinencia. Aunque descarta en todos los casos de incontinencia la pena de muerte, es evidente que Sempere se halla an lejos del ideario liberal que reclamar la independencia del poder judicial respecto del poder poltico. En ello mues tra su apego ideolgico al sistema del despotismo ilustrado. Bien que expre sad() este en su dimensin reformista que, en el sector de la justicia criminal que nos ocupa, parece al fiscal de Granada de necesaria y urgente puesta en prctica. En la lnea ilustrada de la reforma criminal y penal est el informe so bre los establecimientos penitenciarios, escrito por Sempere como respuesta a la Real Orden de 18 de diciembre de 1801, emitida por el gobierno de Car los IV con el propsito de ampliar el nmero de aquellos y tambin regla mentar su funcionamiento de acuerdo con la tipificacin de tres clases de de litos (atroces, no cualificados y leves o de pena correccional), proyecto ya planteado y frustrado en el anterior gobierno de Carlos III. Considera el fis cal granadino tal reforma como de las ms necesarias para la seguridad p blica, primer objeto de todas las sociedades cultas. Dando cuenta del des barajuste existente, a la sazn, tanto en materia penal como administrativa, desconfa tambin de los datos manejados por las autoridades competentes y le parecen tibias sus propuestas de reforma. Algunas le parecen las cau sas principales de los problemas de este sector. La primera, el decaimiento de la autoridad de la patria potestad familiar, base de las buenas costum bres, subordinacin, modestia, laboriosidad, tranquilidad domstica y un ex tremado patriotismo. Vemos que el recurso ilustrado a la educacin para la reforma de las costumbres no es ms que un instrumento coercitivo encami nado a restablecer los principios de la autoridad propios de una mentalidad hobbesiana. En el terreno propio de la legislacin penal, las causas aducidas son la primera la impunidad de los delitos y la segunda el contrabando, sta con particular incidencia en la jurisdiccin de la Chancillera granadina. En el pri 170 Juan Rico Ginninez mer apartado, pone de relieve, con la sombra de Beccaria al fondo, el desa juste entre determinados delitos -falso testimonio, perjurio, prevaricacin no tarial- y la pena que habra que corresponderles, cuyo defecto encadena con secuencias nefastas al justo ejercicio de la justicia, a las que hay que aadir los obstculos procedentes de las jurisdicciones estamentales y forales. El convencido idelogo del centralismo poltico recuerda una vez ms que toda jurisdiccin dimana del Soberano, primer Juez de la Monarqua. No pudiendo desempear por s solo el Monarca esta esencialsima obliga cin de su Soberana, la encarga a los Magistrados. Puede tal qual vez ser conveniente delegar alguna parte de ella en otras personas para activar el curso de ciertos negocios. Mas nunca dejan de ocasionar tales jurisdicciones privativas competencias, discordias y acaloramientos que embarazan y retar dan la substanciacin de las causas y, en lo criminal, fomentan en los reos la esperanza de la impunidad. Adems de esto, los que gozan fuero privilegiado no temen ni respetan ms que a sus jueces privativos, resultando de aqu un cuerpo monstruoso de muchsimas cabezas y brazos que se hacen mutuamente una guerra peligrosa, con la qual se trastorna el orden civil, la unidad y la armona en el gobierno de los pueblos. En sola esta Ciudad se cuentan ms de 60 jurisdiciones priva tivas. Qu orden, qu costumbres ni qu temor a la . justicia pueden encon trarse en donde sus fuerzas estn tan divididas y discordes Pasemos a la consideracin reprobatoria de los delitos de contrabando. Pero la hidra ms horrible y fecunda de vicios y delitos atrocsimos es el contrabando. El solo ha ocasionado mayores males al Estado que las plagas ms funestas y destructoras. Ms de 200 homicidios y la ruina de millares de familias anualmente son las resultas ordinarias de tal ocupacin. Dos compa as de intrpidos escopeteros, no se qu tantos comisionados con numerosas partidas de escogida tropa e innumerables rondines(sic) del resguardo y pay sanage, estn persiguiendo continuamente a los contrabandistas, y lejos de disminuirse se multiplican ms cada da, insultan y triunfan de todo el poder de un gran Monarca; arrollan a la tropa; intimidan a los pueblos y hacen tem blar a la justicia. El labrador no est seguro en el campo, el artesano en su ta ller, el comerciante en su tienda, ni vasallo alguno en su domicilio. Sobre la dimensin delictiva resalta finalmente el ideario productivista del pleno empleo que, como la solucin propuesta, son de talante protobur gus. Retomando el hilo central del informe y consecuente con la anterior ar gumentacin reformista, Sempere concluye: Para mayor seguridad de los presidios, entiende el Fiscal sera conveniente quitar a sus directores o jefes todo arbitrio en las conmutaciones y rebajas de las condenas, limitando su au toridad a lo econmico y gubernativo de los alimentos y polica interior. Que Fiscal del Rey en Granada ( 1790-1812) 171 los reos no queden extraidos de la jurisdiccin de los tribunales que los sen tenciaron hasta que hayan purgado completamente sus delitos con las penas impuestas por ellos. Que los Intendentes no sean jueces privativos de fugas ms que de los reos que ellos mismos hayan condenado. Que los jefes de los presidios sean responsables de las fugas y sujetos en quanto a este delito a los tribunales de donde dimanen las condenas. Todas estas reglas estn fundadas y son una consecuencia necesaria de un principio legal incontestable. La Ley es la que condena o absuelve a los reos. Los Magistrados, en sus sentencias no hacen mas que declararlos comprendidos en los casos determinados por las mismas leyes y graduar las penas prescriptivas por ellas. Puesta y execu toriada la sentencia ya no pueden revocarla ni moderarla. Slo el Soberano es quien goza la regala de indultarlas. Y as, mucho menos podrn ejecutarlo los jefes de los presidios, cuya obligacin principal es la custodia de los reos y que cumplan sus condenas en la forma determinada por los tribunales... Para la polica y gobierno interior de los presidios, hacer esta carga me nos gravosa al Erario y ocupar a los reos con mayores ventajas suyas y del Estado, adems de los medios propuestos por las Salas del Crimen y el Sr. General Presidente, podra aadirse el establecimiento de asociaciones de ca ridad, como las dos erigidas en Madrid de algunos aos a esta parte, y los que se practican en otras Ciudades, referidos por el clebre Howard en su tratado sobre. las crceles y casas de correccin, y por Liancourt en la Noticia de las crceles de Filadelfia, impresa en Madrid el ao prximo pasado. Esto es lo que le parece al Fiscal que debe informarse al Consejo. El Real Acuerdo resolver lo que tenga por ms conveniente. Granada, 16 de Marzo de 1802. * * * La primera oportunidad que tuvo Sempere para expresar, desde las ins tancias del servicio al Estado, su credo propiamente regalista fue el caso de un cochero que, tras asesinar a su seor, se acogi a la jurisdiccin de asilo eclesistico para escapar de la justicia real, mucho ms dura que la eclesis tica. Mediante el derecho de asilo los tribunales eclesisticos imponan su autoridad sobre la justicia civil en muchos casos (siempre que no se tratara de la pena de muerte, para la que no caba apelacin eclesistica), justificando esa jurisdiccin como remedio contra la arbitrariedad y los abusos de los tri bunales civiles. Pero en la lenta afirmacin del Estado moderno, ello desem boc en una situacin de jurisdicciones mixtas cohabitantes que inevitable mente entraban en conflicto, un residuo de la vieja lucha de las Dos 172 Juan Rico Gimnez Espadas entre el poder espiritual y el tempora1 205 que la Ilustracin reanim con celoso espritu reformista. Para los ilustrados, fi rmemente partidarios del poder secular, este con fl icto creaba dos problemas principales, el de la naturaleza y alcance juris diccional respectivo de los poderes civil y eclesistico y el derivado de la falta de control sobre multitud de delincuentes que, razonable o pcaramente, se acogan a la ms benigna jurisdiccin eclesistica. Lo que les llev lgi camente a la crtica de ciertas prcticas de la Iglesia y de su instrumento ju rdico principal, el derecho cannico. Se trataba, pues, de un problema tpico de regalismo, entendido como el conjunto de derechos y atribuciones que los reyes de Espaa reclamaban en el orden eclesistico, y que comprendan, entre otras materias, el derecho de presentacin de los cargos eclesisticos, el pase regio y los recursos de fuerza. 206 Tras un decaimiento en la segunda mitad del siglo XVII, la actitud rega lista fue reanimada por los Borbones, encontrando un enorme y positivo eco en el ideario de los ilustrados. Si todos los ilustrados espaoles fueron con vencidos regalistas ello se debi tanto a su ideologa estatalista como al cri ticismo con que entendieron el humanismo cristiano. En este segundo aspecto es donde se hallan vinculaciones entre el regalismo y el jansenismo, que no hay que confundir como sinnimos, aunque actuaran complementariamente en los fines de control y reforma de la Iglesia desde el Estado, o, excepcio nalmente, desde algn sector de la propia Iglesia. El aspecto econmico, sobre todo en su versin fiscal, tampoco era ajeno ni balad en estos conflictos entre regalistas y canonistas. Aquellos tenan siempre pruebas de comerciantes, banqueros y especuladores en general que intentaban eludir sus deberes tributarios amparndose en la jurisdiccin de asilo eclesistica. A ello se aada el problema mayor que supona la tradi cional exencin fi scal que disfrutaba el inmenso patrimonio de la Iglesia, que los regalistas pretendan incluir en su plan general tributario. 205 La polmica de las Dos Espadas, tambin llamada de las investiduras, originada a fi nes del siglo V por el papa Gelasio, fue relanzada en el siglo XI por el papa Gregorio VII, dando pie a los que podemos considerar tambin orgenes del regalismo. La teora original era conciliadora para ambos bandos -el eclesistico y el secular- y estableca la necesidad de equili brio mediante el respeto y la colaboracin entre las dos jurisdicciones dentro del unitarismo cris tiano. Por eso la enarbolaron en su defensa los partidarios e idelogos de ambos bandos siempre que uno de ellos pretenda la supremaca sobre el otro. La Reforma y la Contrarreforma decan taron la balanza hacia el poder de la Iglesia romana, lo que no hizo sino reavivar el regalismo. Vid. SABINE, Historia de la teora poltica, 3 ed. Madrid, 1994, p. 188 y as. 206 DOMNGUEZ ORTIZ, El Antiguo Rgimen: Los Reyes Catlicos y los Austrias. Ma drid, 1974, p. 221. Tambin EGIDO, El regalismo en Espaa, cit. Fiscal del Re en Granada 1179048121 173 Lo cierto es que a partir del reinado de Carlos III las posturas defensoras de la jurisdiccin del Estado frente a la de la Iglesia se afirmaron de tal modo que el regalismo se convirti en una de las ms evidentes seas de identidad del pensamiento y la praxis ilustrada e, incluso, en una de las claves funda mentales de interpretacin de la historia espaola del siglo XVIII. Miembros del poder y ministros, como Campomanes, Azara, Floridablanca, Roda, se convirtieron en los adalides del regalismo carlotercerista, entusiastas suceso res de Macanaz y portavoces, junto a la figura seera de Gregorio Mayans, 207 de la minora ilustrada. Para los ilustrados, el regalismo era un asunto de competencia de pode res en el que resultaba inadmisible cualquier injerencia de la Iglesia en la ju risdiccin del Estado, esto es, en todas las esferas de lo temporal. Sin olvidar que para el pensamiento del siglo XVIII el Estado segua representando una dimensin sacralizada del poder, lo que aada al regalismo una pretensin de control poltico e, incluso, de reforma de los asuntos de la Iglesia. Afirmar que el poder de la Iglesia deba restringirse exclusivamente a la esfera de lo espiritual llevaba, desde luego, las cosas muy lejos, pues traspasaba las esfe ras jurdicas, polticas y econmicas para adentrarse en la de la religiosidad, convirtiendo a los ilustrados y al poder poltico en jueces de valor sobre la moral cristiana, no slo de los eclesisticos, del papa abajo, sino del conjunto de los fieles, que eran simultneamente sbditos. Naturalmente, tales actitu des situaban a ambos bandos en posiciones maniqueas y siempre conflictivas. Ello explica, desde el flanco de la Iglesia y sus idelogos, las califica ciones de herejes, cismticos, etc. que llovieron durante largo tiempo sobre los regalistas, fueran radicales o tibios, colaborando as a delinear una ima gen parcial de la historia. Hoy, por ejemplo, pese a los evidentes logros de los ltimos lustros, continuamos padeciendo en parte la ultraconservadora inter pretacin del regalismo que hiciera Menndez Pelayo. Sin embargo, hay que incluir tambin en las filas del regalismo espaol del Setecientos a buena parte de los obispos, influidos por la tradicin de la teora conciliar (que invocaba un gobierno representativo para la Iglesia frente al poder absoluto del papa) e inclinados hacia un episcopalismo mo deradamente nacional y regulador del absolutismo romano. Teniendo en cuenta, no obstante, que este ltimo se haba adaptado bastante a las expec tativas seculares de la monarqua borbnica con las bulas de los papas Cle mente XI, Benedicto XIII, Clemente XII, Benedicto XIV y, sobre todo, Cle mente XIV. Las presiones y las duras negociaciones de los ministros 207 De las obras completas de Mayans editadas por Antonio Mestre. vid, el t.IV: Rega lismo 1 , jurisprudencia. Oliva -Valencia, 1985. 174 Juan Rico Gintne: carloterceristas en la eleccin de los papas Clemente XIV y Po VI, supusie ron un claro triunfo de las posturas regalistas y antijesuticas espaolas. Y aunque en aspectos como el control y reforma de la iglesia nacional o la desamortizacin de los bienes de manos muertas no se consiguieran lo gros relevantes, donde ms se avanz fue precisamente en el tema de la imu nidad local eclesistica. Una pragmtica real de 13 de noviembre de 1765 re defini la legislacin en el sentido de clarificar los trminos jurisdiccionales de las iglesias en materia de asilo, con el claro propsito de aumentar la pre sin del Estado, de tal modo que si en tiempos de Felipe V se reintegraba sin castigo a sus regimientos a los prfugos refugiados en los templos, ahora se les condenaba a trabajos forzados. 208 Sempere, como ilustrado y como fiscal del rey, haba de sostener una postura moderada (por talante y por las renovadas posiciones antirregalistas del reinado de Carlos IV en el que escribe), pero firme en defensa del mono polio de la autoridad secular y de la ley por parte del Estado, de acuerdo con la tradicin de pensamiento poltico que, desde Bodino y Hobbes, invocaba la soberana absoluta, perpetua e indivisible del poder temporal. Desde esa perspectiva se fundamentaba la negacin del jurisdiccionalismo de la Iglesia en toda materia que no fuera la propiamente religiosa. De nuevo concita a la diosa Clo, con los abundantes documentos que ha ido recogiendo en ayuda de su argumentacin regalista. Y seala quejas de las Cortes castellanas desde 1525 contra las intromisiones de los tribunales eclesisticos en el espacio de la jurisdiccin real en este aspecto particular de los recursos de fuerza, y recuerda las peticiones de las mismas Cortes para que fueran los corregidores quienes entendieran de estos delitos y se refor maran otras jurisdicciones eclesisticas. En todo caso, justifica la escasa ope ratividad de tales propuestas por las circunstancias del estado y opiniones de aquellos tiempos, que decantaban todava hacia la Iglesia la balanza del po der. Pero no porque no hubiera pruebas consistentes e inequvocas del origen civil y poltico de los procedimientos de inmunidad y asilo, que las haba -nos presenta muchas-, sino debido al proceso de acumulacin de poder e in fluencia de la Iglesia en el mbito poltico y social. Poder e influencia man tenidos mediante el eficaz instrumento de la palabra escrita y oral, monopo lio casi exclusivo del clero durante la Antigedad y la Edad Media, transmitido con todas sus secuelas y equvocos a la Edad Moderna. Expre sado en no menor grado en la manipulacin interesada de la historia, ese re 208 OLAECHEA, Rafael, Anotaciones sobre la inmunidad local en el siglo XVIII espa ol, en Miscelnea Comillas, 46(1966), pp. 3-69; MESTRE, Reflexiones sobre regalismo y re forma de la Iglesia en el reinado de Carlos III, en Cuni vohis et pro vohis, Valencia, 1991, pp. 695-707. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 175 sistente enemigo que los ilustrados denominaban historias fabulosas. Sem pere no duda en invocar en su ayuda al jansenista belga Van Espen, un autor sobre cuya influencia en los ilustrados espaoles tanto tuvo que ver Mayns. Contra la fabulacin, pues, se antepone la razn metdica de la historia crtica, supuesto irrefutable del regalismo y nica arma adecuada contra la confusin: donde hay leyes claras y determinadas deben cesar las opinio nes, como apostilla acto seguido el propio Sempere. Luego reitera mediante la argumentacin histrica su ya porfiada crtica a los abusos y tergiversa ciones que el derecho cannico ha ido elaborando para el beneficio de la Iglesia. No hay ms que echar una ojeada a las leyes fundamentales de los territorios hispanos para desmontar el sistema de privilegios sostenido por la Iglesia en lo tocante a inmunidad y asilos. El regalismo toma as fundamen tacin histrica. Siguiendo su costumbre historiogrfica, concluye Sempere su registro con la poltica reciente de los Borbones. A Fernando VI y a su sucesor, Car los III corresponden, tambin en este campo de la inmunidad, los mayores lo gros. Por lo referido parece que era en el reino de Valencia donde mejor se haban resuelto los problemas de inmunidad y asilo, hasta el punto de propo nerse su prctica como el modelo a seguir. Muy probablemente ello se debi a la introduccin formal, en las Cortes de 1585, del recurso de manifiesta opresin, con el que la jurisdiccin real converta en tribunales de rango in ferior a los seoriales y a los eclesisticos. 209 Las presiones del gobierno de Fernando VI dieron su fruto en la bula Of ficii nostri ratio (1750) de Benedicto XIV, por la que se excluyen del benefi cio de la inmunidad todos y cada uno, as legos como eclesisticos, indicia dos y procesados o llamados en rebelda por pregones y condenados por causa y ocasin de homicidio cometido, tambin en pendencia con armas o instrumentos suficientemente aptos por su naturaleza para matar, como el ho micidio no fuese casual o por la propia defensa... El 26 de junio del mismo ario 1750, atenindose al contenido de la bula, apareci una real orden que in tentaba regular mediante la jurisdiccin civil todas las causas de homicidio, estableciendo las bases para el control de la jurisdiccin eclesistica. El mar qus de la Ensenada fue el ministro responsable de hacerla pblica y efec tiva..., con xito relativo, dada la magra operatividad de la administracin estatal en materia de justicia. Pero la voluntad legisladora y poltica estaba ya clara y en proceso irreversible, como lo prueba la real Cdula de 15 de marzo 2(5) Estos temas son aclarados por Primitivo PLA ALBEROLA en su tesis doctoral (in dita), Conflictos jurisdiccionales en un gran seoro valenciano: el condado de Concentaina ante la consolidacin del Absolutismo, Universidad de Alicante, 1985. 176 Juan RCO de 1787, por la que se extenda a los dominios de Amrica la legislacin so bre inmunidad y asilo. Los trabajos historiogrficos actuales dan fe del gran protagonismo re galista de Carlos III y sus ministros, entre los que destacan Campomanes, Roda, Azara y Floridablanca. Pero que la reforma de tales prcticas era lenta y dificultosa lo testifica Sempere en su Alegacin, a la altura de 1791, al te ner que aducir en su defensa los trminos de la historia expuesta. El homici dio, que para el fiscal Sempere fue notorio..., en medio de una tarde de ve rano (29 de agosto de 1791)..., a la puerta de una de las calles ms pblicas de Granada, delante de muchos testigos que lo presenciaron, no albergaba eximentes para una mentalidad ilustrada, en la que el principio de autoridad incontesable marcaba la frontera entre las clases sociales. Pues el cochero ho micida slo sac su navaja y la ensart en el cuerpo de su amo tras recibir los insultos, el despido arbitrario y los palos de ste en sucesin ininterrumpida. Claro que el inicio de la tragedia se debi a la demora del cochero en poner a punto el coche de paseo, distrado como estaba en los beneficios de una ta berna y, lo que era mucho ms grave, al descaro con que replic a su airado amo: Que no quera irse; que no le daba la gana; que era tan bueno como su amo; que en dineros podra ganarle, pero no en calidad. Evidentemente, era demasiada arrogancia e insolencia en boca de un simple criado, algo inadmi sible para la moral de la poca, moral que el propio Sempere suscriba. El caso nos proporciona, de paso, una prueba de que en el imaginario social del pueblo llano la vieja moral de la sumisin a la jerarqua estamental estaba ya seriamente deteriorada. Volviendo al asunto del homicidio, el fiscal Sempere acta con toda la di ligencia y racionalidad propias de un fiscal ilustrado para buscar pruebas, tanto periciales como de testigos directos, y elaborar con ellas su acusacin, que resulta irrebatible y consecuente con las tesis ilustradas acerca de la re forma penal. De nuevo, las voces de Hobbes y de Beccaria resuenan en el alegato de Sempere, para quien el necesario correlato entre la pena impuesta y el delito cometido no es sino la garanta de la seguridad pblica y la preservacin del orden establecido. Pero, eso s, y otra vez entramos en el rezalismo, la justi cia ha de ser uno de los instrumentos esenciales de la accin del Estado y slo de ste. La Alegacin contina insistiendo en este extremo, invocando los mismos mentores de siempre, Santo Toms, los tericos del derecho natural, as protestantes como catlicos y el inevitable Campomanes. Algunos aos ms tarde, en 1804, volver Sempere a la carga regalista en el caso de los recursos de fuerza. Esta vez se trataba de la causa iniciada por el provisor y vicario capitular del obispado de Mlaga, en la que pona en Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 177 entredicho las facultades que competen a los jueces reales para condenar en costas a los eclesisticos en los recursos de fuerza y otros casos iguales. El fiscal Sempere, en un informe manuscrito de 12 folios, 210 defiende una vez ms, con nuevas pruebas histricas y el razonamiento implacable del estatalista convencido, el mayor rango poltico y judicial de la jurisdiccin real frente a las dems jurisdicciones estamentales, sea la de seoro, sea la ecle sistica, como es el caso, o sea cualesquiera otra que no emane de la voluntad soberana de la monarqua. Se apela, incluso, a la potestad econmica y ex trajudicial que, como se sabe, fue la mejor arma de las monarquas absolutas para neutralizar e imponerse a las jurisdicciones histricas estamentales, as nobiliarias, forales o eclesisticas y, sobre todo, se apela a la retrica ms hob besiana y paternal del Estado, esto es, la defensa y proteccin de los vasallos como primera justificacin de la primaca absoluta de la jurisdiccin real. Pero, finalmente, es la propia historia poltica la que convence, pues los mu chos ejemplos inmemoriales de las regalas de la monarqua no son sino tra mos progresivos del proceso de afirmacin soberana del Estado, que, segn Sempere, ha quedado irreversiblemente consolidado por la poltica borbnica del siglo XVIII, reafirmada tras los conflictos planteados por la oposicin an tirregalista expresada en los dos Concordatos, el Patronato Universal, la ex pulsin de los jesuitas y ocupacin de sus temporalidades, la pragmtica sobre el pase de las bulas, el expediente del obispo de Cuenca, el Monitorio de Parma, el nuevo arreglo de la Nunciatura, las Tesis de Valladolid y otras de esta clase, [que] han aclarado los verdaderos lmites del sacerdocio y el impe rio y las justas regalas de nuestros soberanos y sus tribunales. Definitiva mente sancionadora de todo ello le parece la Real resolucin de 27 de no viembre de 1805 sobre recursos de fuerza y facultad para imponer a los Eclesisticos multas, condenaciones de costas y las dems penas que juzguen a propsito, que acumula a su extensa bibliografa regalista. Es ya ocioso insistir que este talante regalista impregna todas las obras -y los distintos temas- que Sempere escribi y que, con el tiempo no har sino reafirmar, en la medida en que sigue considerando insuficientes las reformas de los sucesivos gobiernos. Desde la perspectiva historiogrfica, los escritos de Sempere, junto a la abundante documentacin que ir recogiendo a lo largo de su vida, permiten fundar una versin autntica de las regalas, y es tudiar cmo se afirman en Espaa a medida que el Estado moderno rescata prerrogativas y competencias mayestticas retenidas en manos de jurisdic ciones exentas, en zonas interpuestas. 21 i 210 R.A.H., Coleccin Sempere t. XVI, ff. 409-314. 211 CARANDE, Catlogo..., cit., p. 12. 178 Juan Rico Gimnez Ms adelante, ya en pleno Trienio Liberal, doblemente condicionado por la experiencia acumulada y el resentimiento del primer exilio, escribir su ms elaborada obra regalista, la Historia de las rentas eclesisticas de Es paa, 212 donde, dadas las circunstancias, aflora tambin un talante anticleri cal. En ella se justificar ante los escassimos y timoratos precedentes sobre el tema, convencido ms de la necesidad de alguna mayor instruccin p blica sobre los orgenes, progresos y verdaderas causas de las inmensas ri quezas del clero espaol, cuya exorbitancia ha sido una de las que ms han influido en el entorpecimiento de la industria nacional, que es el manantial ms seguro y ms inagotable de la prosperidad pblica. As pues, me he resuelto a escribir sta, que podr servir de continua cin a mis Memorias para la historia de las constituciones espaolas, y tal vez tambin para facilitar algo ms el xito de los loables esfuerzos con que las Cortes actuales es de esperar que completarn el arreglo comenzado de la parte econmica de la disciplina eclesistica, muy necesario para el mejor go bierno, tanto religioso como civil de esta monarqua. Una de las ms graves enfermedades que ha padecido Espaa ha sido la enormsima desproporcin entre las rentas del clero y las del estado civil. Cuanto ms conocida ser esta desproporcin y las causas de donde ha di manado, tanto menos difcil podr ser su remedio. Con la historia en la mano, Sempere impugna implacablemente el privi legio eclesistico de los diezmos, desmontando la ilegitimidad de su origen. En cualquier caso, el argumento definitivo contra los privilegios fiscales de la Iglesia se refiere a su carcter eventual y consuetudinario, basado nica mente en la repeticin de una prctica que nunca ha alcanzado sancin legal desde las instancias del Estado secular. Pero la propuesta reformista apunta finalmente al reforzamiento fiscal del Estado, para lo que Sempere emplea, tras la apoyatura emprica de la historia, la retrica poltica propia de quien se dirige a la mxima institucin poltica del momento, las Cortes constitu cionales, a sabiendas de la oportunidad de su escrito. Sin eludir, adems, opi niones crticas sobre la labor reformadora de las propias Cortes. 212 Publicada en Madrid, en la imprenta de Sancha, 1822. Sobre esta temtica, vid. BER NAL, A.M. y LPEZ MARTNEZ, A.L., Las rentas de la Iglesia espaola en el Antiguo R gimen, en Iglesia, Sociedad y Estado en Espaa, Francia e Italia (ss. XVIII al XX), Alicante, 1991, pp. 15-40; REY CASTELAO, Ofelia, Rentas eclesisticas y conflictividad social en la Corona de Castilla durante el reinado de Carlos IV, en La Espaa de Carlos IV, Madrid, 1991, pp. 125-140. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 179 LA HISTORIA JURDICA, LA EDUCACIN, LA REFORMA FISCAL, LA DESAMORTIZACIN Y LA ECONOMA POLTICA La querencia historiogrfico -reformadora del nuevo fiscal le llevar a historiar la propia Chancillera granadina. Haca ya tiempo que proyectaba elaborar la historia del Consejo Real. El pretexto ahora es un conflicto juris diccional con la Audiencia de Valencia, que se negaba a admitir de la Chan cillera provisiones libradas en trminos imperativos. El impulso unitarista de Sempere le lleva a generalizar el tema, con su eficaz auxiliar de la historia de la organizacin legal -institucional de la sociedad, exponiendo el origen y fundamentos de la autorizada prctica de librar esta Chancillera las provi siones en trminos imperativos a todas las Justicias y personas de cualquier clase y territorio que sean, [as como] de otras varias preeminencias. 213 Ya posea un borrador manuscrito de esta obra, que al parecer pensaba publicar con otro ttulo, Memorias para la historia del Consejo de Casti lla. 214 En todo caso, era un tema que haba calado en sus preocupaciones pu blicistas ya en los tiempos de su experiencia en la Academia de Derecho P blico de Santa Brbara, como hemos descrito ms arriba. Ahora aprovecha su posicin para recabar nueva documentacin en los fondos de la propia Chancillera. Se dirige verbalmente, en primer lugar, a la ayuda que pueda prestarle el Presidente de esta, quien le contesta afirmativa mente, esperando un buen resultado, al considerar a Sempere un diligente escrutiador de la antigedad. 2 I 5 Al parecer, a Sempere le preceda antes de llegar a Granada una cierta fama de erudito e historiador prolijo. Por lo dems, del escrito del Presidente se desprende ya el descalabro documental concerniente a la Chancillera, que no ir sino a ms con el tiempo, y que explica lo magro del trabajo de Sempere e, incluso, de otros estudiosos posteriores. La contestacin de Sem pere es inmediata y como sigue: Sr. Presidente. Con el oficio de V.S. de ayer, 19 del corriente, he recibido los dos libros que en l se expresan, y me remitir a V.S a consecuencia de las instancias verbales que le he hecho, ex ponindole mis deseos de escribir una Historia de esta Chancillera, de cu yas noticias, segn en el mismo oficio advierte V.S. muy fundadamente, se ha tenido bien poco cuidado en los tiempos pasados en que era menos dif cil adquirirlas. 213 SEMPERE: Observaciones sobre el origen, establecimiento y preeminencias de las Chancilleras de Valladolid y de Granada, Granada, 1796, prlogo. 214 Puede verse en la R.A.H.., Coleccin Sempere, t. XV, fols. 217-296. 215 Archivo de la Chancillera de Granada, Cabina 321, leg. 4334-5. 180 Juan Rico Gimne: El conocimiento que tengo por mis estudios y combinaciones del grande influxo con que las Chancilleras han contribuido muy particularmente al bien general del Reyno, y al decoro y mayor firmeza de la autoridad real, y por otra parte las grandes equivocaciones que he advertido, an en nuestros ms clsicos autores en lo que escriben acerca de ellas, junto con el amor que profeso, segn debo, a nuestro Tribunal como miembro suyo, me impelen a tomarme este trabajo extraordinario, sobre los muchos que lleva consigo mi oficio. No dudo que se me ofrecern grandes embarazos, como en efecto he empezado ya a experimentarlos. Mas, con el favor de V.S. cuya propensin a fomentar todos los pensamientos tiles es muy notoria, confo guando no completar mis deseos, a lo menos esparcir algunas luzes que disipen gran parte de la oscuridad en que erramos, dimanada de la indiferencia que nues tros mayores tuvieron en conservar la memoria de sus hechos y sus ideas. Tambin espero que mediando los respetos de V.S. y la rectitud de los fines que me animan en esta obra, el Real Acuerdo emplear toda su autori dad en facilitarme los auxilios necesarios, como se lo suplicar a su tiempo. Granada, 20 de Noviembre de 1791. Juan Sempere. Nos hemos podido determinar cules pudieron ser aquellos grandes em barazos que Sempere tema y que, segn l, ya se hacan patentes. Partan del seno de la Chancillera Siempre parece, de todas maneras, que los obs tculos estimulaban al recalcitrante ilustrado en su empeo erudito y refor mador. El caso es que se puso manos a la obra y, entre las ocupaciones propias de su cargo y la redaccin de otros escritos regalistas, mas su labor constante de recopilacin de fuentes, vio aquella la luz cinco aos ms tarde. Cierta mente, la intencin erudita no era la exclusiva, ni tampoco la reformadora. Era evidente que Sempere soaba con regresar a la Corte debidamente pro mocionado. Haba fracasado el intento realizado en 1794, en que solicita el empleo con honores y medio sueldo de fiscal del Consejo Real. Fresca an la tinta impresa de las Observaciones enva ejemplares al conde de Florida blanca, a Campomanes, a Antonio Robles Vives, a Juan Pablo Forner (a la sa zn fiscal del Consejo de Castilla) y a otros personajes e instituciones. Pero el envo ms interesado fue dirigido al ya poderoso Godoy, quien ms poda hacer en ese momento para el logro de la ansiada promocin. Esperanza fundada, si recordamos el inters que despert Godoy entre los ilustrados -defraudados por el escaso mpetu de Carlos IV- al rescatar a algunos cons picuos reformistas, como Jovellanos, Cabarrs o Melndez Valds en su go bierno, no sin muchas contradicciones y serios problemas. Cabarrs, por ejemplo, cay en desgracia en 1790, dos aos antes que Floridablanca, y Jo Fiscal del Re en Granada (1790-1812) 181 vellanos ser encerrado en Bellver (Mallorca) en 1801. No eran, desde luego, mejores tiempos para la libertad de expresin ilustrada que los de Carlos III. Pese a todo, Sempere no pierde la esperanza de seguir colaborando en la modernizacin -desde luego, en trminos de eficacia administrativa, fiscal y represora- de la estructura institucional del Estado centralista, pues a eso se refiere siempre, desde luego, bajo el nombre de monarqua espaola. La gracia solicitada al Prncipe de la Paz volva a ser la del nombramiento de fis cal del Consejo con medio sueldo, lo que indica el reiterado deseo de aban donar Granada y regresar a su aorado Madrid. Despus de todo era el sis tema de promocin habitual y as lo haba disfrutado, entre los mencionados, su enemigo de antao, Forner, que en pocos aos haba ascendido desde la Audiencia de Sevilla a una fiscala del Consejo de Castilla. Desgraciadamente, entre quienes podan interceder positivamente por Sempere, cado Floridablanca en desgracia desde 1792, apenas quedaba na die, por lo que el favor dependa slo del propio Godoy, a quien apenas o nada haba tratado. Pero la camarilla cercana a Godoy era la responsable de la cada de Floridablanca, gran favorecedor de Sempere. Ello provoc el in forme hostil a la obra de ste, escrito al margen de su instancia: este sugeto ha errado mucho en lugar de acertar y se hace acreedor a un castigo en vez de premio. Spase con qu licencia ha impreso el papel y en dnde, pues aun que consta en su Impreso deber saberse por l, pero se le preguntar esto sin darle idea del desagrado. 216 Efectivamente, Sempere recibe, con fecha 22 de diciembre, desde El Es corial, una real orden por la que Godoy le previene para que responda a las mismas cuestiones contenidas en el informe privado. Suponemos el desen canto y el malhumor del fiscal granadino, que ve esfumadas una vez ms sus pretensiones y humillado su celo ilustrado. No obstante, defiende su postura en una larga misiva al Prncipe de la Paz, escrita mediante una especie de apoderado o procurador, quiz algn buen amigo que se prest a ayudarle, cuya firma no aparece. Debi ser redactada a vuelta de correo de la requisi toria, es decir durante las vacaciones navideas, pues aunque tampoco lleva fecha, s constan las de recepcin y censura en el margen final de estas, los das 23 y 24 de enero de 1797. En el escrito de desagravio se responde pun tualmente a las cuestiones planteadas por Godoy: que las Observaciones fue ron impresas en la imprenta de los herederos de Nicols Moreno de Granada; que la licencia la dio el presidente de la Chancillera, como igualmente la or den para el costo de la impresin, extradas de las penas de Cmara, conforme a la leyes, ordenanzas y practica de aqul Tribunal. Y a consecuencia de es 215 Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 2937. 182 Juan Rico Gimnez tas diligencias, lo present en el Real Acuerdo, se reparti a los Ministros y se extendi el informe al Consejo, acompandolo con un exemplar, y remi tindose a l en el Expediente a que se refiere; y que lo mismo se ha obser vado en los escritos que se han impreso de los fiscales sus antecesores. Reitera Sempere el convencimiento de la calidad del escrito, rectificador de errores anteriores, as como su originalidad y mrito particular en el m bito de la literatura jurdico -poltica; dice estar convencido de no haber con travenido las leyes de impresin; por todo lo cual, deplora que la requisito ria le ha puesto en el mayor conflicto y consternacin, hacindole dudar si a pesar de su estudio y cuidado en proponer ideas con la moderacin y de coro correspondiente, se habra deslizado en una expresin o doctrina menos conforme al servicio de S.M. Amarga irona la de este hombre, que ve rechazadas por el poder unas propuestas que slo pretenden reforzar, aunque modernizndolo, ese mismo poder. Pero el incidente nos indica el momento de desbarajuste, incompeten cia y miopa poltica por el que pasaba el gobierno de Carlos IV, al que el miedo a la revolucin vecina tena semiparalizado. Termina Sempere su defensa pidiendo que se le comuniquen los reparos vistos en la obra, para dar las explicaciones y satisfaccin correspondientes, en caso que los tengan y, en caso negativo, subsanar el malentendido y re cibir la proteccin y promocin solicitadas. Sin embargo, lo que recibe es un nuevo rechazo oficial. El tono es igualmente duro, aunque esta vez dando cuenta de los motivos censores, que expresan una postura de la ms rancia es tirpe absolutista. Veamos: El Sr. Gobernador del Consejo, que tendr noticia de la licencia y aprobacin dada al autor de la obra, podr juzgar de ella y de las razones por que se le concedi; el autor puede pensar que hace un bien y producir un mal; las cosas no se aprecian por la naturaleza de ellas cuando su aplicacin es equvoca. Los buenos vasallos no deben manifestar los vicios y reforma de ellos cuando en su publicidad puede haber degradacin de la so berana; las doctrinas deben ir con los tiempos, y no procurarse el ttulo de oradores refirindonos los usos de la ley primaria, sino confirmando la per feccin de la actual; el corto tiempo que me dejan los negocios de mi minis terio es insuficiente para hacer el anlisis de todo el papelote, pero persuadido de la extravagancia del autor, as como de la inutilidad de su publicacin, de seo del Sr. Gobernador lo examine y me diga su parecer. As que la fortuna tampoco esta vez favoreci al fiscal granadino en sus expectativas. Lo nico que logr fue rescatar la amistad con Fomer y confir mar la de algunos incondicionales. En su autobiografa de 1821 recoge la contestacin de Forner al envo del trabajo sobre las Chancilleras, decla rando que fue uno de los que ms le honraron. Recibe, desde luego, el Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 183 apoyo de Floridablanca, quien desde su semi -exilio de Helln, su pueblo, de plora que sus facultades, esto es, su poder, no corresponden ya a sus de seos de favorecer una vez ms a su antiguo protegido. Incluye all tambin el elogio y el apoyo de otro buen amigo, Antonio Robles Vives. 217 Por las Observaciones hemos de situar a Sempere como un pionero en la constitucin de la historia jurdica en tanto gnero especializado, tal como se consolidar en el siglo XIX. En cuanto a su contenido, ilustrado y reforma dor como caba esperar, tiene la pretensin de demostrar el papel crucial que desempe el Consejo de Castilla, junto a las Chancilleras y Audiencias, en la consolidacin del Estado espaol bajo la clave de bveda de la monarqua absoluta. Se trata del enfoque que dar habitualmente a la historia de Espaa, con la pretensin de justificar la supremaca del Estado centralista frerite a las instituciones y jurisdicciones privilegiadas estamentales y forales. En la Conclusin nos lo confirma: ... sin embargo del declarado nimo y deseos de nuestros Monarcas de uniformar la legislacin y prctica de los Tribuna les de la corona de Aragn a la de Castilla, quedan en ellos muchos usos y frmulas del tiempo de los abolidos fueros... Son imponderables los daos que de esta variedad ha resultado al servicio del Rey y administracin de la justicia. Esta orientacin histrico -jurdica le llevar a elaborar obras de ms en jundia, entre las que destaca la Historia del Derecho Espaol, que publicar en dos tomos entre 1822 y 1823 y de la que haba escrito un precedente en 1804 con el ttulo Apuntamientos para la historia de la jurisprudencia espa ola. Pero regresando al momento que nos ocupa, vemos a Sempere ejercer esa correspondencia notoria.., entre el ejercicio de la fiscala y la inspiracin de los estudios y el resultado de sus investigaciones en aras de la reforma ilustrada de que habla Carande. Y comprobamos que, finalmente, logra ha cerse valer ante Godoy. l mismo nos lo relatar arios despus: ..., estaba te 217 Antonio Robles Vives y Garca Alarcn (Lorca, 1732-1802), cuado de Florida blanca, oidor y fi scal de la Chancillera de Valladolid, ocup el cargo de Juez Subdelegado y Co misionado de las Reales Obras encargadas de construir dos pantanos en Lorca y otras mejoras agrcolas y de repoblacin en la comarca, que inclua la repoblacin de guilas y la construc cin de su puerto. Desterrado tras la cada de Floridablanca, es rehabilitado por Godoy en 1795. En 1802 muere a consecuencia de la rotura de uno de los pantanos que haba mandado construir ene! cauce del ro Guadalentn. (Vid. HERNNDEZ FRANCO, Una familia de la nueva clase poltica del siglo XVIII: los Robles Vives, en Cuadernos de Investigacin Histrica, n 2 11 (1987), pp. 131-152. 184 Juan Rico GinllICZ miendo alguna persecucin, cuando en 16 de Junio de 1797 recibi un oficio muy honorfico del mismo [Godoy], en que le deca entre otras cosas que para que las providencias que S.M. tuviese a bien tomar en orden al fomento de la industria, agricultura y comercio las apoyara la opinin pblica y no se vieran contrariadas y nervadas por las mismas trabas u obstculos que tantas veces haban eludido las mejores providencias del gobierno, y teniendo satis faccin de su celo y mrito distinguido, le estimara mucho que le informara lo ms conciso que le fuera posible sobre los puntos siguientes, cindose a lo que exista, se practicaba o pudiera practicarse en aquel reyno [de Gra nada]. Qu influjo poda tener la educacin que entonces reciba la juventud en la decadencia o adelantamientos de la industria y agricultura Hacia qu ramos de esta se debera llamar la principal atencin de los pueblos de aquel reyno respecto de las particulares circunstancias que concurren en ellos Por qu medios se haba de hacer Qu caudales haba en aquel reyno destina dos para la enseanza pblica En qu estudios se empleaban aquellos cau dales... Con aquel oficio sali Sempere del cuidado en que lo haba puesto la carta anterior del Prncipe de la Paz; escribi su informe, y an se le alent a presentarle su proyecto, bien peligroso en aquel tiempo, sobre la venta y ad ministracin de los bienes de patronatos y obras pias. l fue el primer autor de la desamortizacin de fincas eclesisticas vendidas por cerca de dos mil millones de reales, antes del actual gobierno [de 1820-231. 218 El Informe dirigido al Prncipe de la Paz sobre la educacin del Reyno, 219 est fechado en Granada el 15 de septiembre de 1797. Aunque cir cunscrito en principio al reino de Granada, trasciende enseguida, como era de esperar, a consideraciones generales o nacionales acerca de la estrecha vin culacin entre el desarrollo econmico, social y poltico general y la educa cin. No vamos a insistir en esa modulacin tan tpicamente ilustrada que contempla la educacin como el instrumento ms eficaz (junto a la accin le gisladora y administrativa del gobierno) para la consecucin de los plantea mientos reformistas. El meollo del razonamiento de Sempere parte de los su puestos que representan los escritos de Campomanes, Jovellanos y la Sociedad Econmica Matritense, supuestos que ya recogiera en su Ensayo sobre los escritores del reinado de Carlos III. La insistencia en los mismos planteamientos se justifica en la medida en que considera la ineficacia de las reformas planteadas. 218 Noticias Literarias de Sernpere, pp. 8-9. 219 R.A.H., Coleccin Sempere, t. VIII, fols. 4-68. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 185 El plan pedaggico puede situarse como un antecedente, salvando las enormes distancias, de los que en la actualidad se aplican a las escuelas de formacin ptofesional. Se pretenda, sobre todo, una formacin eminente mente tcnica que modernizara las fuerzas productivas de la agricultura, el comercio y la rudimentaria industria artesanal. El complemento cultural era ideologizante, esto es, orientado a la crtica de las estructuras estamentales -gremios, obstculos econmicos y legales- que impedan la libre competen cia y, por tanto, desestimulaban el inters intrnseco de los individuos a la propiedad y el bienestar. Era, pues, la asimilacin a los problemas de la eco noma espaola de las ideas de Locke y Adam Smith, con muchas timideces y contradicciones en donde caban postulados del mercantilismo, la fisiocra cia y el librecambio, rasgo por otra parte comn al pensamiento ilustrado. Mucha ms importancia tiene (y le da el propio Sempere) el Proyecto de una administracin general de los patronatos de legos y obras pias del dis trito de la Chancillera de Granada, en cuanto resulta una de las primeras obras inductoras de la poltica desamortizadora, por ms que demuestre la inoperancia reiterada del despotismo en la ejecucin de las reformas plante adas por los ilustrados. Los trminos de la propuesta reformadora (que est impulsada por el deseo de paliar la crisis fiscal que atraviesa la monarqua) los recordar Sempere aos despus: En noviembre de I797..., present al prncipe de la Paz una memoria en la que demostraba las ventajas que podran resultar a la nacin de la venta de los bienes de patronatos y obras pias, y la imposicin de sus valores a la real hacienda. Examinado y aprobado que fue, primero por la direccin de fomento general y despus por una junta de con sejeros, se mand su ejecucin. No faltaron varios sujetos que se apropiaron el tal cual mrito de aquella idea. Justo ser que no quede enteramente bo rrada la memoria de su primer autor. Esta vez tiene de su lado a sus amigos Saavedra y Jovellanos, que forman parte del gobierno. Jovellanos hace una censura favorable, convencido de las ventajas que resultarn de este pensamiento, as a las mismas fundaciones como a la nacin y a la real hacienda.., soy del dictamen que desde luego debe planificarse la administracin general que propone Sempere, encargn dosele la ejecucin, con la autoridad necesaria y condecorndole con los ho nores correspondientes. 22() Resulta evidente la importancia que pudo tener en la poltica del reinado de Carlos IV la inclusin en su gobierno del tndem Jovellanos-Saavedra (con Cabarrs de fuerte apoyo), de no haberse truncado rpidamente su po 220 Noticias Literarias de Sempere, pp. 39-44. 186 Juan Rico Gimnez der. 221 Refirindose al admirado Jovellanos, Sempere, que haba acudido a Madrid con la esperanza fundada de ver aplicado su proyecto y, quiza, de lo grar por fin el puesto deseado en la capital, recuerda que este sabio minis tro, para justificar ms la ejecucin de aquel proyecto, lo pas a nuevo exa men de una junta que nombr de varios ministros de todos los consejos, presididos por el conde de Ezpeleta, gobernador del de Castilla. En tal estado tuvo Sempere que volver a Granada a evacuar comisin que se le haba dado para extinguir el censo de poblacin de aquel reyno. Muy poco despus en tr en el ministerio de hacienda el seor Soler y cayeron los seores Saave dra y Jovellanos. Sin embargo, se llev a efecto el proyecto de Sempere, aun que con algunas variaciones de como ste lo haba propuesto. A l se le debe principalmente la desamortizacin y libre circulacin de casi dos mil millo nes de reales, producidos por las ventas de fincas de patronatos y obras pias, porque aunque en las notas ministeriales no suenan mas que 1.700 millones, es bien notoria la depreciacin que sufrieron tales ventas, por su abundancia y por las colusiones inevitables en operaciones tan vastas.222 Evidentemente, Sempere no logr convertirse en el administrador de la re forma desamortizadora, como propusieran Saavedra, Jovellanos y el respon sable de la Direccin de Fomento, Juan Bautista Vino. Tuvo que contentarse con el orgullo parcial de saberse uno de los principales promotores, y que darse, contra sus previsiones de ascenso, en la fi scala granadina (desde donde pronto alcanzar otros premios, como veremos enseguida). Por su parte, el go bierno pona sus miras nicamente en la necesidad de allegar dinero que per mitiera disminuir el dficit de la Hacienda Real, ignorando la premisa prin cipal del planteamiento ilustrado, que implicaba la desamortizacin en la reforma general de la economa espaola, a sabiendas de lo lesiva que sera para determinadas instituciones privilegiadas. La limitacin reformista y las prevenciones del gobierno explican tambin los magros resultados. 223 En el presupuesto del proyecto desamortizador 224 reanuda Sempere su talante regalista contra los privilegios de la Iglesia en materia fiscal, que ope ran en perjuicio del bien pblico y de la soberana absoluta del Estado. Com probamos, adems, la diligencia con que proceda en sus atribuciones fisca les, lo que, de paso, nos ilustra acerca de prcticas administrativo -judiciales del siglo XVIII: Esto ha sido un abuso muy perjudicial al bien pblico y 221 Vid. MERINO, J.P., La Hacienda de Carlos IV, en Historia de Espaa M. Pida!, vol. XXXI, cit., pp. 855-911. 222 Noticias Literarias de Sempere, ibd., ibd. 223 ANES, El siglo de las luces, Madrid, 1994, p. 285 y ss. 224 Publicado en el t. IV de la Biblioteca Espaola Econmico -Poltica, Madrid, 1821, pp. 227-277. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 187 contrario a la suprema potestad y regalas de V.M., que es el Protector uni versal de las ltimas voluntades de sus vasallos; y a la autoridad de los Tri bunales que representan a V.M. y ejercen en su real nombre este derecho de proteccin y jurisdiccin sobre los Patronatos y Obras pias.. Pudieran citarse muchsimos exemplos y pruebas de estos daos, dima nados de la negligencia de los Ordinarios Eclesisticos... Se vern alcances de millares de misas; perdidos los sufragios apetecidos por los fundadores y consumidas sus rentas en objetos muy ajenos de sus intenciones. Se vern bu las de composicin de las mismas misas no celebradas, concedidas en Roma por quince escudos, con vicios legales y cumplimentadas por los mismos Or dinarios sin el pase correspondiente y con cierta ciencia de los mismos vicios. Se vern administraciones en manos eclesisticas, contra el espritu de los sa grados cnones y expresas disposiciones de nuestras leyes. Se advertirn grandes informalidades en las cuentas; fincas perdidas o enagenadas sin justa causa; atrasos eternos de administradores; deudas incobrables; excomuniones y procedimientos ilegales y acalorados. Algunos de estos darlos se han remediado por la Chancillera, con la de claracin de muchas fuerzas eclesisticas y retencin de los autos de cuentas y administracin de Patronatos y Obras pias. La prctica que se observa en ella en tales casos es la siguiente. Con no ticia que tiene el Fiscal de algn Patronato de legos, Memoria u Obra pia, pide provisin ordinaria para que el administrador, dentro de veinte das, re mita las cuentas, con testimonio de la fundacin y poder a procurador, para que solicite su aprobacin. Se remite la provisin a la justicia ordinaria del pueblo de su vecindad para que se la haga saber; y no compareciendo, se li bra sobrecarta, con apercibimiento de secuestro y dem a que haya lugar. Acaece frecuentemente que los jueces eclesisticos se resisten a dar a los administradores los testimonios correspondientes a la fundacin, aproba cin de las cuentas dadas anteriormente en su juzgado y dems instrumentos conducentes para responder en la Chancillera; en cuyos casos, o se introduce por ellos mismos recurso de fuerza, o con referencia a lo que resulta de las diligencias que se remiten, se forma de oficio por el fiscal de S.M., se expide la acordada ordinaria para la remisin de autos; con vista de ellos, se resuelve el recurso, y declarando que la hace, o se remiten a la justicia ordinaria o se retienen en la Sala, lo qual es ms frecuente. Retenidos los autos, si son de cuenta se pasan a contador para que las examine y haga las liquidaciones correspondientes. Evacuadas estas, se da traslado a los patronos y administradores y, con presencia de todo, extiende su respuesta el fiscal y recae la providencia de la Sala, la qual, o se consiente o se suplica de ella, de igual manera que las otras causas. 188 Juan Rico Giinner Los mismos trmites de audiencia de los patronos, administradores y fiscal tienen los pleytos y expedientes de adjudicacin de dotes, prebendas y cumplimiento de las dems cargas de tales establecimientos: los de obras y reparos; enagenaciones de sus fincas; nombramiento y fianzas de los admi nistradores, etc. Pero no se detiene en la mera autoestima de su correcto proceder tcnico, sino que apunta a los fallos del sistema: Es cierto que con esta prctica se han aclarado y remediado muchsimos abusos; y que logran con ella grandes ventajas los Patronatos y Obras pias. Mas tambin lo es que, lejos de poder reformarse todos, la misma prctica es una carga bien pesada y costosa para tales fundaciones. En primer lugar, la astucia de los administradores o la indolencia de los jueces frustran muy frecuentemente los esfuerzos de la Chancillera desde los primeros pasos. Rarsima es la primera provisin para la remisin de cuentas que se cumplimenta, siendo necesarias, por lo regular, segunda y tercera, con conminaciones de multas y apercibimientos: y an de este modo estn sin re mitirse muchas despus de ms de veinte y treinta arios. Venidas por fin las cuentas, se procede en esta corte con mucha lentitud. Los administradores tienen inters en no promover su despacho, para dilatar el pago de sus alcances y dems procedimientos a que puede dar motivo su manejo. Los patronos, como suelen serlo de puro honor, no tienen particular estmulo para sufrir las molestias regulares de los pleitos, por lo cual obran en ellos con tibieza. Y el oficio fiscal, no habiendo parte interesada que ac tive y solicite, tampoco puede celar con la eficacia correspondiente su despa cho. De suerte que se prolongan y eternizan estos juicios y se juntan unas cuentas con otras, hacindose de esta suerte ms enredosas y prolijas. En fin, con estos argumentos justifica Sempere la oportunidad fiscal y poltica de llevar a cabo la desamortizacin de los por lo menos seis mil Pa tronatos y Obras pias laicales que existen en el territorio de la Chancillera de Granada. Como no poda ser de otra manera en nuestro prbido y patriota magistrado, una parte sustancial del proyecto la ocupa un Reglamento para la administracin de los Patronatos y Obras pias, desarrollado en 24 puntos, detallando la estructura de la administracin de los bienes y su funciona miento, con el propsito de rentabilizarlos al servicio de la Hacienda pblica y liberarlos de la administracin de la Iglesia. Al tiempo que estuvo metido en el proyecto desamortizador, El fiscal Sempere haba tenido una competencia muy empeada con el intendente de aquel reyno sobre abusos de su jurisdiccin en los pueblos gravados con el censo de poblacin, con cuyo motivo pudo instruirse de los gravsimos ma les que sufran por las vejaciones de los empleados en la administracin y Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 189 juzgado de aquella renta. Lo expuso al rey por mano de aquel ministro [Saa vedra], proponiendo para su remedio la idea de permitir a los propietarios su redencin, pagando de una vez los capitales correspondientes. Agrad el pen samiento al seor Saavedra, y habiendo dado cuenta al rey, fue comisionado su autor para su ejecucin, condecorado con los honores del Consejo de Ha cienda y el sobresueldo de veinte mil reales. La consulta que produjo aquella comisin fue la siguiente: Seor.= En el consejo de Estado de 31 de marzo resolvi V.M. que para subvenir a las urgencias, se vendiesen las casas, tierras y otras propiedades que la corona tiene en varias provincias; pues no produciendo lo que corres ponde a sus capitales, y ocasionando gravmenes, privan al estado y a la real hacienda de las ventajas de su circulacin y de ahorrar crecidas cantidades en los mayores rditos que se satisfacen por los vales reales y emprstitos. El censo llamado de poblacin, impuesto a las casas y tierras confisca das a los moriscos en Granada y dados despus en enfiteusis a los repobla dores, es una de las propiedades comprendidas en aquella real resolucin: y a fin de llevarla a efecto en esta parte; redimir los graves prejuicios que causa a la agricultura de aquel reyno y otros graves inconvenientes, que ha repre sentado el fiscal de lo civil en la Chancillera de Granada, don Juan Sempere, he extendido el decreto que V.M. se servir rubricar. Tambin debo hacer presente a V.M. que, teniendo confianza en el talento, zelo y conocimientos del mismo fiscal Sempere, me parece sera conveniente encargarle de esta comisin, para sacar todas las ventajas en favor de vuestra real hacienda de que es suceptible la redencin de los expresados censos, con cedindole los honores y medio sueldo del consejo de hacienda, a cuya gracia le hacen tambin acreedor sus buenos servicios y el zelo que ha manifestado en otros escritos interesantes a la causa pblica y a vuestro erario. V.M. se dignar resolver lo que ms fuere de su real agrado. Decreto. Resuelto en 6 de diciembre (1797) como propone Sempere, condeco rando a ste con honores del consejo de hacienda y asignndole alguna gra tificacin o sobresueldo para desempear la comisin que se le confiere de poner en prctica este asunto. La reforma, en cuanto daaba muchos intereses creados, no iba a ser f cil. Por ello recuerda que como con aquella comisin iban a reformarse los grandes abusos de algunos empleados en la real hacienda, se empearon s tos en paralizarla y an intrigaron para que se privara a Sempere del sobre sueldo de veinte mil reales que se le haba concedido. Mas aunque ste tuvo la desgracia de que cayera su protector el seor Saavedra, el gobierno cono ci la intriga y menospreci aquella vil solicitud. An la Junta Central, que 190 Juan Rico Gimnez reform todas las pensiones, mand continuar a Sempere la suya, y la estuvo cobrando hasta el aciago mes de enero de 1810, en que entraron los france ses en Granada. 225 Aciago mes, desde luego, visto desde 1821, en que recuerda su forzado juramento a Jos Bonaparte y el comienzo de su pesarosa trayectoria de afrancesado, arrastrada hasta casi el umbral de su muerte, salvo el aliviado y precario lapso del Trienio liberal. Pero, en efecto, en su cometido de reformador de la renta de poblacin, pudo Sempere poner en prctica su decidido talante estatalista y su ideario econmico liberal superando obstculos institucionales y corruptelas muy de Antiguo Rgimen. Toda la actividad desplegada en este proceso la integr en una obra, la Memoria sobre la renta de poblacin del reyno de Granada, 226 en la que su capacidad jurdica y su honrado sentido de la eficacia adminis trativa se apoyan en la argumentacin histrica y en el ideario productivista, porque la verdadera riqueza de las naciones consiste en el trabajo de sus in dividuos, como lo ha demostrado [Main] Smith con la mayor evidencia. As pues, la obra consiste en un exhaustivo repaso crtico por todo el pro ceso que, desde la expulsin de los moriscos, establece las medidas de repo blacin del reino granadino, 227 medidas legales y fi scales que a Sempere ya le parecen deficientes, inoperantes y, sobre todo, gravosas para los nuevos re pobladores, en comparacin con las llevadas a cabo en el reino de Valencia 228 que, segn l, favorecan ms la disposicin a la propiedad efectiva. Ello sin contar las malversaciones, corruptelas o, simplemente, los planes equivoca dos que cayeron sucesivamente sobre la renta de poblacin, enumerados con rigor por el fi scal. Por debajo de todo, resalta la causa principal del fracaso de todos los intentos reformadores: la desmotivacin del inters hacia la pro piedad privada y la esperanza del beneficio econmico, pues, no hay otro medio mejor de poblar y de animar la tierra que la propiedad vivificadora. Mas, guando un negocio se yerra en los principios, despus es muy di fcil enderezarlo y arreglarlo. Se resolvi vender las casas y tierras sueltas de las ciudades y villas principales, en donde haba sido menor el nmero de re beldes y expulsos, a dinero o a censo impuesto sobre las mismas fincas: y las 225 Noticias Literarias de Sempere, pp. 44-46. 226 Publicada en Granada, en la imprenta de Herederos de D. Nicols Moreno, 1799. In cluda luego en la Biblioteca econmico -poltica, t. IV, pp. 105-226. 227 Vid. BARRIOS AGUILERA, M., y BIRRIEL SALCEDO, M.: La repoblacin del reino de Granada despus de la expulsin de los moriscos. Granada, 1986. 228 Vid, versiones de ARDIT LUCAS, Els homes y la teua del Pais Valenci(segles XVI XVIII), 2 vols., Barcelona, 1993, y CISCAR PALLARES, Moriscos, nobles y repobladores, Va lencia, 1994. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 191 de los lugares de las Alpujarras, sierras y marinas, que estaban ms despo bladas, a censo enfitutico. 229 Si el canon hubiera sido moderado, con slo haber publicado y espar cido la noticia de aquel proyecto, hubieran concurrido labradores y poblado res de todas partes a solicitar los repartimientos: porque los hombres corren naturalmente a donde encuentran inters. Mas por un falso clculo y mal combinada economa, se malograron aquellas proporciones; el estado no se recompens de los inmensos gastos que haba hecho; y se priv para siempre del ms rico manantial de frutos y riquezas que acaso tena en sus dominios. Tampoco el intento reformador llevado a cabo por la dinasta borbnica obtuvo los frutos deseados. En 1760 se haba incorporado a la Corona la renta de poblacin y se haba encargado su administracin, primero a a los presi dentes de la Chancillera y luego a los Intendentes. Sempere observa una baja muy notable en los valores obtenidos por la renta en 1793 respecto a los de 1687 y an ms respecto a los de fines del siglo XVI, pese a las deficien cias apuntadas para aquellos tiempos. La causa de tales quiebras la atribu yen los dependientes del Juzgado de Poblacin a las usurpaciones de los pue blos, culpa de las justicias ordinarias y colusiones de los censatarios, que enajenan muchas fincas gravadas con censos sueltos, ocultando estas cargas para darles mayor valor y libertarse de la paga de veintenas. Si esto sucede efectivamente, la mayor culpa no est en los pueblos, jus ticias ordinarias y censatarios, sino en los empleados en la renta. Porque exis tiendo o debiendo existir en sus oficinas los asientos y escrituras correspon dientes de los censos sueltos. qualquiera omisin en su cobranza o prdida de los capitales debe ser principalmente a cargo de ellos. La verdad es que la mayor parte de las acensuaciones nuevas no lo son, sino engaos manifiestos y medios iniquos de arruinar a los labradores, como aparece del citado informe de la Contadura y se demostrar despus ms completamente. De manera que, si es verificable la existencia de atrasos y aumentos de algunos millones segn el inters y cuidado con que se ha dirigido..., no debe ponerse la menor duda en que una de las principales causas de su decadencia ha consistido en su mala administracin. Ms adelante sigue denunciando que los empleados de esta renta figu raban realengo todo el territorio de Granada, para tener facultad de acensuar quanto se solicitaba, por las utilidades que les resultaban. Constan innumera bles exemplos de acensuaciones de terrenos poseidos notoriamente por due 229 Se est refiriendo a lo planeado en la Real Cdula de 31 de mayo de 1572. 192 Juan Rico Gimne: os particulares, con ttulos indubitables y an, lo que es ms escandaloso, de uno mismo a dos y tres personas diferentes en muy pocos aos; de tierras po seidas pblicamente por los propios, acensuadas por un valor seis u ocho ve ces menor que el que producan; de dueos precisados a acensuar sus mismas heredades, habidas por ttulos justos y legtimos; de otras acensuadas al mismo que las haba vendido; de suertes primitivas recargadas con segundo censo, y otros abusos intolerables. Este era el Juzgado benfico! El protector de la Poblacin y agricultura granadina! El que se atribua los progresos de la prosperidad en este reyno, y cargaba la culpa de la decadencia de algunos pueblos a las justicias ordinarias! No es de extraar el revuelo y la animadversin que la intervencin de Sempere provocara entre los empleados del Juzgado de Poblacin, hostilidad que probablemente fue compartida por otros agentes que el gobierno haba res ponsabilizado en la resolucin del problema (alguno, incluso, miembro de la propia Chancillera) y cuyas propuestas haban sido descalificadas por aqul por incompetentes y perturbadoras de la paz social. De todas formas, Sempere no estaba completamente solo frente a las fuerzas del rgimen estamental. Te na, por ejemplo, a la Sociedad Econmica granadina de su lado, desde donde se tildaba sarcticamente de sistema de despoblacin a la prctica ilegal y subversiva que llevaban a cabo los responsables del Juzgado de Poblacin. Y, sobre todo, mantena, irreductible al desaliento, su recalcitrante fe en los impe rativos irrefutables de la razn al servicio del desarrollo simultneo (recproca conveniencia le llama) del Estado y del individuo posesivo. El Expediente elaborado por Sempere logr, con el decisivo apoyo del entonces ministro Saavedra, que haba residido largo tiempo en Granada y tiene muy particulares conocimientos e inclinacin a fomentar este reyno, remover la disposicin del gobierno, que entre diciembre y enero de 1797 se dign aprobarlo y expedir los decretos y reglamento para su execucin. Todos los buenos granadinos aplaudieron la real beneficencia. La ciu dad de Granada di las gracias a S.M., que qued muy complacido de aque lla demostracin de agradecimiento. Y a la verdad, siendo innegable la decadencia del reyno de Granada; de una de las mejores provincias de la monarqua espaola; y habindose de mostrado con la mayor evidencia que una de las principales causas ha con sistido en los errores polticos cometidos en el establecimiento y administra cin de la Renta de Poblacin, qu medio puede presentarse para el fomento de este reyno ms eficaz, ms equitativo y de ms recproca conveniencia al Rey y a los vasallos que el de pagar de una vez todo su valor, redimiendo los censos en que consiste Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 193 Resumiendo, hemos visto que en el corto transcurso de dos aos, entre 1795 y 1797, la actividad pblica de Sempere pas de la desconsideracin al apoyo y el premio por parte del gobierno. Se explica ello si lo enmarcamos en la fugaz fase ilustrada del gobierno de Godoy, simbolizada por la suerte del ilustrado ms representativo, Jovellanos, que publica su paradigmtico In forme sobre la Ley Agraria en 1795, y es l mismo encumbrado al gobierno (como ministro de Gracia y Justicia) y destituido en apenas un ao, entre 1797 y 1798. Evidentemente, la vida poltica espaola del momento -potenciada, desde luego, por el espectro de la Revolucin y la guerra contra el ejrcito re volucionario- estaba favoreciendo a las fuerzas de la reaccin y arrinconando el ideario ilustrado. Si Sempere obtiene un cierto predicamento es nicamente porque sus propuestas reformistas favorecen positivamente las necesidades fiscales del gobierno, que roza la bancarrota. Pues, en ltima instancia, la re forma econmica general de la sociedad espaola, que es la que quieren los ilustrados espaoles, y Sempere el primero, sigue pendiente, y as colear du rante mucho tiempo. Ser, precsamente, ese sentimiento de carencia el que impulsar el empeo publicista regenerador del fiscal granadino hasta su muerte. Con legtimo orgullo recordar su resistencia ilustrada en aquellos aciagos tiempos, por ms que tuviera que expresarse en el espacio del trabajo erudito, ms sosegado que el de la accin desamortizadora: El fiscal Sem pere, honrado en todas partes y con rentas muy sobradas para vivir con co modidad, pudiera ya descansar y reducir su trabajo al despacho ordina-rio de su oficio, que con la larga prctica de tantos aos cada da le era menos pe sado. Mas su genio laborioso y su ardiente celo por la mayor ilustracin p blica lo estimulaban incesantemente a meditar nuevas obras tiles a este fin. Desde muchos aos antes haba observado que una de las causas ms principales de no haber sacado Espaa todas las ventajas que pudiera de los inmensos territorios de la Pennsula y sus colonias, haba consistido en la ig norancia de la economa poltica. En su historia de las leyes suntuarias haba notado ya muchos errores econmicos que haban paralizado la industria y el comercio. Para precaver otros tales en lo posible, proyect en el ario 1801 im primir una Biblioteca espaola econmico -poltica, a imitacin de la que el conde de Campomanes haba principiado en su apndice a la educacin po pular. Present el prospecto al seor Cevallos, entonces ministro del despa cho universal de Estado; fue aprobado; se empez en aquel ao la impresin y van publicados hasta ahora cuatro tomos en octavo. 230 230 Noticias Literarias de Sempere, pp. 10-1 1. 194 Juan Rico Gininez En efecto, continuando la querencia por el valor pedaggico -reformista de recopilaciones o bibliotecas del estilo de la dedicada a los escritores del reinado de Carlos III, inicia Sempere su Biblioteca espaola econmico -po ltica. Era un viejo proyecto, ya pergeado en un borrador manuscrito que ha ba enviado al conde de Floridablanca en 1786 bajo el ttulo provisional de Coleccin de las Leyes de Espaa pertenecientes a la poltica econmica, con la historia de todos sus ramos. 231 En aquel momento (Sempere tena 32 aos y el despotismo de Carlos III actuaba en la orientacin reformista ilus trada, como nunca haba pasado ni volvera a pasar), el diagnstico sobre los males de Espaa era el de un joven animado por el ambiente entusiasta y abierto en que se mova la minora ilustrada. All apunta directamente a la responsabilidad primordial del poder poltico en la consecucin del bienestar general, rectificando el excesivo naturalismo de Montesquieu y de sus vulga rizadores: De cualquier modo que se hayan formado la naciones, el gobierno de ellas ha sido la principal causa de las prosperidades o desgracias en que se han visto alternativamente. El intluxo del clima, la calidad de los terrenos, el genio de los naturales, las leyes, las costumbres, todo ha cedido al talento y a la actividad de los buenos legisladores. La poltica de stos ha transformado el semblante de la tierra, variado el curso de las aguas y forzado en cierto modo a todos los elementos: ha suavi zado la fiereza de los salvajes, domado el orgullo de los grandes imperios y elevado sobre sus ruinas el de otros pueblos antes pequeos y deconocidos. Algunos escritores han ponderado extremadamente en este siglo el in tluxo del clima en el genio y las costumbres. Es indubitable que las causas phisicas influyen mucho en las disposiciones de la naturaleza humana para ciertas impresiones. Pero as como el arte y el cultivo superan muy fre cuentemente la disposicin de los terrenos, y de eriales e infecundos los con vierten en fructferos y amenos, del mismo modo la Poltica, cultivando las disposiciones naturales del corazn del hombre, ha hecho las ms asombro sas transformaciones en el espritu, en el genio, en las costumbres y hasta en las mismas inclinaciones de los Pueblos. Tres lustros ms tarde, desde el ms confortable y seguro cimiento de la magistratura (enmarcado, no lo olvidemos, en una fase de retroceso de la Ilustracin) Sempere barniza aquel diagnstico con una retrica historicista ms conservadora: Espaa, como todas las dems naciones, ha tenido alternativas y varias pocas de prosperidad y decadencia. De una y otra han debido existir causas ciertas y determinadas: porque nada en este mundo es efecto de pura casualidad. 231 Una copia se halla en el Archivo Histrico Nacional, en la Seccin Estado. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 195 Todos los acaecimientos naturales y polticos tienen sus enlaces y conexiones con el orden universal, fsico y moral, aunque nuestra ignorancia y desidia en es tudiarlas y descubrirlas nos las oculta y hace desconocer frecuentemente. 232 Sin embargo, por debajo de la variacin de los diagnsticos, lo que per manece es la insistencia en los mismos remedios, si acaso ahora ms ponde rados. Se trata, como antao, de seguir ilustrando, esto es, educando a los responsables directos del poder poltico en las mximas irrefutables de la ra cionalidad reformista. Y, lo que es fundamental, hacerlo mediante un plan formal y, sobre todo, un lenguaje adecuados a los tiempos, superando el mal gusto literario de la pasada poca del arbitrismo y el tacitismo, causa prin cipal del poco fruto que han producido hasta ahora nuestros buenos escritos. Estas son las premisas de la obra, que pretende suplir en algn modo la falta de una historia poltica de Espaa, a imitacin de la que escribi David Hume de Inglaterra, y una coleccin de nuestros autores econmicos, de di versos tiempos, ilustrados con notas y observaciones crticas, segn la reco mendacin que hiciera Campomanes en los Apndices (1775-1777) al Dis curso sobre la educacin popular de los artesanos y su fomento. Persuadido de la grande importancia del estudio de la poltica -econmica en los juris consusltos, que son los que en Espaa tienen ms influxo en la promulgacin y observancia de las leyes, hace bastantes aos que muchos ratos, que otros desperdician en ocupaciones ftiles, los he empleado en formar extractos y apuntamientos de escritos y datos econmicos de autores espaoles; cuya co leccin podr suplir en algn modo la falta de las dos obras indicadas; por lo qual he resuelto a publicarla por subscripcin..., y baxo del plan siguiente. Se imprimirn cada mes dos nmeros, de quatro a seis pliegos cada uno, los quales tendrn dos partes. La principal constar de extractos de obras eco nmicas de autores espaoles, por orden cronolgico, con algunas notas lite rarias y crticas. La otra ser una coleccin de memorias, apuntamientos y re flexiones sobre varios puntos de nuestra legislacin agraria y mercantil, datos y estados comparados de poblacin, frutos, precios, fundaciones y estableci mientos patriticos, polica, y de quanto pueda suministrar materiales tiles para la historia econmico -poltica de Espaa. El realzar y ponderar las obras propias, aunque es bastante comn en sus autores, an los ms respetables, no por eso dexa de ser una fatuidad ridcula. El pblico es quien debe juzgar los escritos: y el tiempo el que los acrisola y rectifica los juicios del pblico. La subscripcin es de 40 reales por cada medio ario para los subscripto res de la Corte, y 52 reales francos de porte para los de fuera. Se subscribe en 232 Biblioteca econmico -poltica, t. 1, pp. 1-2. 196 Juan Rico Gimne: Madrid en la Librera de Sancha, calle del Lobo; en Sevilla en la de los se ores Berard y Blanchard; en Cdiz en la de Pajares; en Granada en la de Garca Tejada; en Valladolid en la de la Viuda e hijos de Santander; en Sala manca en las de Alegra y Reyes; en Zaragoza en la de Polo Monge; en Bar celona en la de Suri y Burgada; en Murcia en la de Benedicto, y en el Ferrol en la de Laine. Al principio del primer tomo viene, en efecto, la Lista de los seores subscriptores, nada menos que 91 (ampliados a 98 tras la aparicin de los dos primeros tomos), lo que indica el inters de Sempere en hallar lectores entre las fuerzas vivas de la Ilustracin y del Estado, as como la buena respuesta a su convocatoria. El orden est encabezado, por supuesto, por el an todopo deroso Prncipe de la Paz, seguido por los ministros de Estado (Pedro Ceva llos), de Gracia y Justicia (Jos Antonio Caballero), de Hacienda (Miguel Ca yetano Soler), los gobernadores de los Consejos de Castilla y de Indias, etc. Estn los obispos de Guadix (Fr. Raimundo Mag), de Mlaga (Jos Vicente La Madriz), de Valencia (arzobispo, Fr. Joaqun Company) y de Orihuela (Francisco Cebrin); y algunos eclesisticos relevantes de Granada, Mlaga y Murcia. Hay una sola mujer, D Micaela Tud. 233 Tambin algn miembro de la aristocracia. Un par de suscriptores, el embajador de Francia y el presidente de la Chancillera, piden dos ejemplares de cada entrega. Pero es del lado de la sensibilidad ilustrada y del futuro liberalismo donde existe mayora de sus criptores: las Sociedades Econmicas de Madrid, Valencia, 234 Granada y Jan; Jos Canga Argelles, a la sazn oficial de Hacienda; Jos Clavijo; Diego Vi llafae; Floridablanca; Francisco Saavedra, ex -ministro de Hacienda, a quien regala la suscripcin por los favores recibidos recientemente; 235 y, en fin, otros 233 Esposa del ex -gobernador de Mlaga, Pedro Trujillo y hermana de Pepita Tud, amiga de Godoy. En junio de 1808 fue acusada de espa de los franceses y de amante de Mu rat, y el populacho granadino, ya muy soliviantado desde abril, rapt y apual saudamente a su marido, arrastrando el cadver por las principales calles de la ciudad hasta despedazarlo. La descripcin en GALLEGO BURN, A., Granada en la Guerra de la Independencia, Granada, 1923; Ed. facsmil de Cristina Vies Milet, Rey. Archivium. Universidad de Granada (1990). 234 Sempere, que siempre tuvo en gran estima a la Sociedad Econmica valenciana por expresos sentimientos de paisanaje, se dirige a ella de nuevo (2 mayo 1801) recabando datos para su Biblioteca. La Sociedad le comunica (13 mayo) su deseo de suscribirse, elogia la novedad del trabajo y acuerda remitirle la coleccin completa de Actas y Memorias impresas. Al ao si guiente, entre abril y mayo se cruza nueva correspondencia: Sempere remite ejemplares de al gunas obras; la Sociedad le contesta en los trminos ms atentos y expresivos y agradece los opsculos, que sern colocados en la Librera de este Cuerpo. Sociedad Econmica de Ami gos del Pas de Valencia, Actas, V (1793-1803). 235 Saavedra acepta gustossimo la suscripcin, perv no en que sea graiiS, pues todos, y mucho ms los que hemos sido del oficio, debernos contribuir al costo de una obra en que se re nan y encomienden a la posteridad los materiales por cuya escase: o,falta han errado muchos cl culos polticos. Ay, amigo, cuntas veces los he echado de menos!. Noticias Literarias..., p. 47. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 197 individuos menos conocidos que se suscriben desde Ocaa, Bilbao, Monforte de Lemos, Coca, Oviedo o Guadalupe. Lo que nos da una amalgamada red de relaciones, sustentada por el ideario ilustrado, el escalafn profesional o, ms a menudo, el status socio -poltico, muy en consonancia con el estilo societa rio de la repblica de la Razn y las Luces. En el acopio documental de Sempere hay que sumar lo que ya incor porara en su Ensayo sobre los escritores de Carlos III en materia econmica, que es sustancial, como prueba su referencia concreta, bajo el epgrafe Eco noma poltica, en el ndice de los autores y materias, adems del espacio que dedica a los escritores de esta materia. En este sentido, la Biblioteca eco nmico -poltica es una ampliacin especializada de aquella obra. El procedimiento de la entrega peridica (quincenal) por suscripcin fue cumplido de manera irregular. El propio autor se excusa en la Advertencia del tomo II, atribuyendo el retraso a obstrucciones administrativas y del pre cario servicio de correos, y no por falta de original ni de diligencias. Sale al paso tambin ante quienes piensan que la obra ha sido intervenida por el gobierno, alegando que est amparada por la censura de la Sociedad Econ mica Matritense y la licencia de S.M.. As pues, contra viento y marea, contina con su proyecto, como confirma en el prlogo al tomo III (aparecido en 1804): He dado fin a los doce nmeros ofrecidos en la subscripcin a mi Biblioteca, y aunque en las entregas ha habido mucha retardacin, sin culpa ma, creo que no he faltado a los suscriptores en la parte ms esencial, que es el desempeo del plan propuesto y ofrecido en el prospecto. Los informes de la Sociedad Econmica y del ilustre Colegio de Abo gados de Madrid, que han censurado mi obra, de orden de S.M. y los dict menes de otras personas doctas e imparciales, me confirman en el juicio que he formado de su importancia y me estimulan a su continuacin. La economa poltica es una ciencia nueva. Algunos Autores no le dan ms que siglo y medio de antigedad. 236 Y a la verdad, si se registra la his toria literaria universal, apenas se encontrar algn autor que merezca el nombre de poltico economista antes del siglo XVII. No faltaron antes de aquel tiempo algunos arbitristas, los quales se ocupaban en discurrir y pre sentar proyectos para recoger dinero, como los haba tambin para encontrar la piedra filosofal. Pero tales proyectistas estn tan lejos de merecer el nom bre de buenos polticos como los alquimistas de buenos filsofos... En una ciencia nueva, y no enseada en las escuelas ni escritos de au tores particulares, no es extrao que se cometieran errores y equivocaciones. 236 Cita a SAY y su Tratado (le Economa poltica, lo que, de paso, confirma la asimila cin del liberalismo econmico. 198 Juan Rico Gimner As se han formado todas las artes y ciencias. Pocos hechos, no bien obser vados por unos, rectificados por otros, comparados por sus sucesores e ilu minados por ciertas circunstancias favorables, tales han sido los orgenes y progresos de todos los conocimientos tcnicos y cientficos; y tales lo han sido tambin los de la Economa poltica. No es poco lo que adelantaron en ella Moncada, Navarrete, Cevallos, Mata, Osorio y otros buenos espaoles del siglo XVII. Sin ms auxilios que su talento, estimulado por el patriotismo. Mayores hubieran sido los progresos de la Economa poltica si las obras de aquellos bien intencionados escritores fueran leidas y apreciadas. Pero como la materia sobre que trataban era nueva, no se enseaba en las es cuelas, ni entraba en el plan de los estudios prescriptos para el goce de Pre bendas y empleos civiles, se miraban con indiferencia y como de mero pasa tiempo; las leian pocos, y an algunos las despreciaban como sueos y delirios... Para los mayores adelantamientos de esta ciencia propona el Dr. Mon cada el establecimiento de una Ctedra de Poltica en cada Universidad de Espaa y la fundacin de otra nueva Universidad en la Corte, destinada ni camente a su enseanza. Con efecto, en los Estudios Reales, erigidos por Felipe V en el Colegio Imperial de Madrid, a cargo de los jesuitas, el ao 1726 se puso una Ctedra de Poltica y Economa. Mas aquella Ctedra lo fue slo en el nombre, por las razones que refiere el Seor Casafonda en su Dilogo sobre la literatura espaola. Sera muy conveniente su restablecimiento y propagacin en las dems Universidades del Reyno, en lugar de otras muchas Ctedras que existen de Jurisprudencia, mucho menos importantes para la debida instruccin de los Jueces y Ministros. Los que han de ser Corregidores, Alcaldes mayores, Intendentes o To gados, dice tambin el Sr. Campomanes, necesariamente estn en obligacin de conocer el sistema poltico de la Monarqua; los principios de su felicidad; su estado actual, y los medios de favorecer la causa pblica, en los casos que les ocurran o prevean respectivamente. De otra manera, rigindose por prin cipios tradicionarios y casuales, se incide tal vez en contradiccin involunta ria, y no se logra la utilidad comn que desea el mismo que, sin quererlo, la retarda, por falta de una instruccin slida de la Economa poltica. El gobierno ha dado ya algunas rdenes para suplir de algn modo la falta de esta enseanza en las Universidades, fomentndola en las Academias de Jurisprudencia y mandando que los pretendientes a los Corregimientos y Alcaidias mayores, entre otras diligencias, presenten una disertacin o co Fiscal del Rey en Granada 079048121 199 mentario sobre las leyes y captulos de Corregidores que por la mayor parte tratan de la polica y gobierno econmico de los pueblos. 237 Para llevar a efecto estos buenos deseos de S.M. y del Consejo, ser muy conveniente esta Biblioteca, en la qual se encontrar resumido lo mejor de quanto se ha escrito en Espaa sobre Polica y Economa poltica, como puede comprehenderse por la lectura de los tres tomos que quedan publicados. Su autor ha puesto, y pondr particular cuidado en escribir con la mo deracin correspondiente a su naturaleza y a su destino. La primera obliga cin de un vasallo, y mucho ms de un Magistrado es respetar las leyes, cos tumbres y opiniones de su Nacin; y an cuando crea que algunas deben corregirse, proponer su dictamen sin aspereza ni acaloramiento. Ah est, ms expresa que nunca, la declaracin formal de una muy ca racterstica variante de la ideologa ilustrada. Reformismo sin aspereza ni acaloramiento, esto es, el difcil equilibrio entre lo prescriptivo y lo posible. El problema para hombres como Sempere y sus planteamientos de reforma era -y fue, segn los resultados- que lo prescriptivo, el statu quo del absolutismo, se mostr siempre demasiado resistente a lo posible. Pero ello no empaa el innegable carcter racionalizador que impulsaba el posibilismo de aqullos. Vuelve con toda su fuerza la fe en la educacin, esta vez en la educacin especializada para los profesionales de la poltica y de la burocracia estatal. Sempere escribe, recopila y glosa pensando, precsamente, en ofrecer un ma nual til para este menester. De ah su contenido, que nos parece multidisci plinar, si comparamos con nuestra poca, pero que es, en realidad, muy pro pio de la visin ilustrada. De acuerdo con las categoras actuales, podramos calificarlo como un texto para oposiciones a tcnicos del Estado compuesto por nociones de derecho pblico, derecho administrativo, estructura econ mica, todo traducido desde la perspectiva diacrnica en orden a conseguir una buena capacitacin tcnica y una moralizacin patritica del servicio pblico, dentro, por supuesto, de las coordenadas del ideario protoburgus ilustrado. Interesante es tambin la Memoria sobre las causas de la decadencia de la seda en el reino de Granada como excelente muestra del liberalismo eco nmico de Sempere. 238 Mirando retrospectivamente, deplora de nuevo el descalabro econmico habido despus de la expulsin de los moros, que eran, con mucho, los mejores labradores de esta vega. Descalabro que imputa a la psima gestin de las instituciones posteriores y, sobre todo, a la falta de 237 Se refiere al Real Decreto de 1 de octubre de 1783. 238 Fue escrita en 1806. pero no se atrevi a publicarla hasta 1821, incorporada al ltimo tomo de la Biblioteca. 200 Juan Rico (Jimnez incentivacin del inters privado. Pues el problema de la prosperidad econ mica est en si conviene dar reglas y ordenanzas para el planto de morales y moreras o debe dexarse la direccin de este ramo de agricultura a la abso luta libertad de los propietarios. La alternativa es clara: propiedad privada y libertad del propietario frente a intervencionismo estatal, privilegios estamentales o cualquier otra alterna tiva comunal. ... el fundamento principal de la agricultura consiste en afir mar ms y ms la propiedad, de la que es inseparable el derecho de cercar o cerrar cada uno su tierra, y excluir a los dems de su aprovechamiento. Co munidad de pastos y propiedad son tan incompatibles como libertad y escla vitud, o como la luz y las tinieblas... ...los cuerpos polticos nunca se mueven ni obran con la viveza y ener ga que los individuos... La causa ms radical de la decadencia de la seda fue la exorbitancia de las contribuciones y formalidades de su trfico... Fuera de esto, bien notorio es que no obstante las citadas leyes, ms favo rables a los ganados que a la agricultura, no han dexado de multiplicarse las vi as y los olivares. Las utilidades que perciben los hacendados del vino y del aceite les mueve a plantar dichos rboles y a guardarlos, sin necesidad de orde nanzas, ni comisionados, ni jurisdicciones privativas, ni fueros privilegiados... Ni con comisiones ni sin ellas puede prometerse el restablecimiento de la seda en pocos aos. A las causas expresadas de su decadencia se aade el que la agricultura ha tomado su rumbo por otras partes y cosechas, que se pre sentan a los labradores ms fciles, ms lucrosas y menos arriesgadas. A esto se agrega que los consumos de las manufacturas de seda se dis minuyen contnuamente, por la preferencia que va dando la moda y el capri cho a otros texidos de lino, lana y algodn. Pero, corno quiera que sea, si se ha de fomentar la plantacin de mora les y moreras, no ha de ser con ordenanzas, comisiones, oficios, apremios, denuncias, extorsiones, sino con plena libertad a los dueos para plantar en los sitios que les acomode; arrancar los que les parezcan intiles y facultad de impedir la entrada de ganados o concederla a su arbitrio... Seores: en otros tiempos, por mas que estuviese convencido de la evi dencia de los principios que acabo de manifestar, tal vez no me resolviera a pu blicarlos y preconizarlos, porque siendo opuestos a los de los ministros pasados de esta Junta, podra temer que se expresaran e interpretaran siniestramente. Mas, tengo la satisfaccin de que, segn lo que he advertido en nuestras conferencias ordinarias, los actuales pensamos del mismo modo, y que nues tro ilustrado Ministerio slo desea el acierto, y que los vasallos de las pro Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 201 vincias, que ven y palpan ms de cerca las causas de nuestros males en este y otrso ramos, le propongan los verdaderos medios de remediarlos. Buena prueba es la discrecin con que la Junta de Comercio consult y S.M. tuvo la generosidad de decretar, no solamente la abolicin de los insen satos derechos y trabas en la cra y trfico de la seda de este Reyno, sino tam bin los auxilios pecuniarios, ya de los pueblos, ya de su Real Hacienda con que promueve su cultivo. Por desgracia, un resto del antiguo espritu reglamentario ha inutilizado en gran parte la beneficencia de S.M. Los cinco mil doblones puestos a dis posicin del Sr. gmez para fomentar los plantos de morales y moreras, pres tados con prudencia o repartidos a los labradores que acreditaran haber co gido mayor cantidad de seda, adelantaran infaliblemente su cra y perfeccin en las hilazas mucho ms que las ordenanzas y comisin privativa... Seamos conseqentes, y ya que con la muerte del Sr. Gmez ha cesado el principal motivo de consideraciones personales, y que de todos modos est para espirar el quinquenio que se le fij para la comisin privativa, represen temos a S.M. que esta comisin ni ha producido, ni puede producir las ven tajas que ponderaron sus autores. Que para el fomento de la seda de este reyno bastan las franquicias concedidas por la generosidad de S.M. Que aun que estas franquicias obren lentamente, su eficacia y sus efectos son ms in falibles y seguros que los de las visitas, denuncias y dems violencias a los hacendados. Y que en caso de que S.M. quiera acelerar ms el restableci miento de las antiguas cosechas de este fruto, ningn medio ser tan eficaz para este interesante fin como el proponer algunos premios anuales a los la bradores que acrediten haber cogido mayor cantidad de seda, que no baje del nmero de libras que se seale. En ntima conexin con el primer tema de este captulo -el trabajo sobre las Chancilleras-, hemos de sealar, incluida en la Biblioteca, una obra que servir como borrador o bosquejo de una de las ms ambiciosas del ilus trado, la Historia del Derecho Espaol, que escribir en el primer exilio y pu blicar en dos tomos en pleno Trienio Liberal. Nos referimos a los Apunta mientos para la historia de la Jurisprudencia espaola. Con ella engarza Sempere, segn estamos viendo, lo jurdico con lo econmico dentro de la es trategia orientada a instrumentalizar tradiciones genuinamente nacionales dentro del plan general pedaggico -reformista, cuyo fin primordial es el for talecimiento del Estado. As, pues, nos encontramos como teln de fondo la crtica a la jurisprudencia ultramontana, crtica que Sempere fundamenta en la tradicin antirromanista espaola, representada en el siglo XVIII y, par 202 Juan Rico Gimnez ticularmente, en el reinado de Carlos III, por Mayans, Campomanes, Jovella nos, Finestres, Casafonda, Robles Vives, Sisternes, etc. Evidentemente, la es timacin no es slo doctrinal, sino poltica, esto es, apunta a la influencia per niciosa que esta jurisprudencia extraa ha tenido en los planes de estudio universitarios y, consiguientemente, en la formacin de los juristas. Eliminar esa mala influencia y restaurar -en muchos casos, mas bien crear- el derecho nacional o patrio es una de las necesidades ms urgentes del reformismo ilustrado. En ese sentido desarrolla Sempere su propuesta, que implica una estrategia dirigida en tres frentes: reforma doctrinal -legal, reforma de los es tudios y reforma consecuente de la prctica judicial y administrativa. Si los Apuntamientos, son una continuacin de las Observaciones sobre las Chancilleras y una preparacin de la Historia del Derecho, las limitacio nes de las dos primeras estn cimentadas en la precaria fase del proceso po ltico en que se escriben, caracterizado por la paralizacin del relativo desa rrollo ilustrado del Antiguo Rgimen absolutista, mientras que la ltima cae de lleno en la fase de los primeros intentos serios de sustitucin de la juris prudencia ultramontana por la nacional, protagonizados por los gobiernos li berales. Los prrafos fi nales de los Apuntamientos nos aclaran la actitud es cptica de Sempere en orden a la inoperancia de la poltica universitaria del despotismo ilustrado: En el reynado de Carlos III se trabaj muchsimo para mejorar el estudio de la Jurisprudencia, as por el gobierno, como por escri tores particulares, que esparcieron grandes luces para demostrar la inutilidad del Derecho romano como se enseaba, y necesidad del estudio del pblico y espaol... El Consejo, excitado por el Soberano y auxiliado de sus doctos e infati gables fiscales [Campomanes y Floridablanca], promovi la reforma general de los estudios, y particularmente de la Jurisprudencia, encargando a las Uni versidades la formacin de nuevos planes y mtodos de enseanza, estable cimiento de ctedras de Derecho natural, pblico y espaol, y protegiendo las Varias Academias que se erigieron en la Corte. Mas, con todos aquellos esfuerzos, tampoco pudo acabarse de comple tar la reforma deseada. Las universidades tuvieron en cierto modo por afren tosa injuria que se creyeran atrasadas en ellas los estudios; y as la resistieron directa o indirectamente... Despus del ao de 1770 en que se escribi aquel plan de Estudios, oigo decir que se ha mejorado mucho en la Universidad de Salamanca el de la Ju risprudencia. Por lo dems, los testimonios citados de nuestros autores ms clebres y ministros antiguos y modernos, y Autos acordados del Consejo, manifies Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 203 tan bien claramente su imperfeccin y necesidad de mejorarla, por mas que aquella Universidad se empeara en presentarla como muy fl oreciente. 239 LA REFORMA AGRARIA E INSTITUCIONAL En el proceso productor de Sempere ocupa un lugar especial la Historia de los vnculos y mayorazgos, publicada en 1805-, por cuanto es una especie de caja de resonancia del conjunto de su ideario ilustrado -liberal. De ella nos he mos ocupado en otro lugar, por lo que resulta poco til la repeticin aqu. 240 La preocupacin de Sempere por el tema se remonta a sus experiencias en la dcada de 1777-1787 en el seno de la Sociedad Econmica Matritense y de la Academia de Derecho Pblico de Santa Brbara, sobre todo, donde la minora ilustrada debata en torno a la reforma agraria y a las instituciones y leyes que obstaculizaban la puesta en prctica de su programa econmico productivista. En tanto que Jovellanos se convirti en portavoz de todos con su Informe sobre la Ley Agraria, unnimemente aplaudido, Sempere desvi su atencin hacia otros temas, como hemos visto, sin dejar por ello de reco pilar datos y acopiar ideas sobre la cuestin agraria. De este modo, cuando concibi la idea de publicar la Biblioteca econ mico -poltica, consider la oportunidad de incluir este tema pendiente, ya bajo la orientacin especfica de los bienes vinculados y los mayorazgos. El hecho de que el trabajo hubiera crecido demasiado fue lo que le decidi fi nalmente a publicarlo monogrficamente. As concebida, la Historia de los vnculos y mayorazgos resulta ms bien, como observa Bartolome Clavero, una historia general de la propiedad de la tierra, 24 I en cuanto a que toda la argumentacin se pone al servicio de la defensa de la propiedad privada, justificada como la tendencia natural pri maria de la condicin humana, y tambin como el estmulo fundamental en el proceso positivo de la civilizacin. Sempere, en esto como en tantas otras cosas, no hace sino seguir a Locke. En ese sentido identifica las naciones ci vilizadas con la existencia de la propiedad privada y el individualismo pose sivo, y a los pueblos atrasados con formas de propiedad comunal. Cabe de cir, pues, que all donde no destacan las formas privadas de apropiacin y mercado, no hay posibilidad de progreso. 239 Biblioteca econmiw-poltica, tul, p. 122-126. 240 RICO GIMNEZ, Juan: Estudio preliminar a SEMPERE Y GUARINOS, Juan, His toria de los vnculos y mayorazgos, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1990. Con un excelente prlogo de Antonio Gil Olcina, que viene a ser una primera introduccin. 241 CLAVERO, B.: Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla. Madrid, 1974, p. 323. 204 Juan Rico Gimne: Pero mediante tal argumentacin econmica liberal, con la que la defensa de la propiedad privada y el libremercado deriva en la condena de sus ele mentos contrarios -propiedad comunal, Mesta, privilegios feudales y esta mentales, etc.-, se desemboca, implcita, pero claramente, en la condena glo bal de las instituciones propias del Antiguo Rgimen. A salvo la monarqua, de la que se espera siempre un comportamiento, no slo arbitral y pacifica dor, sino promotor de las reformas. El poder soberano del rey, especialmente en su accin legislativa, es reclamado por Sempere en su doble vertiente: eli minar obstculos al libre juego del individualismo posesivo, y crear el dere cho que lo sancione positivamente. El discurso y el mtodo -los propios de la historia crtica- son los mismos que empleara en la Historia del lujo, y que Sempere seguir aplicando en to das sus obras, dada su virtualidad, que permita defender las tesis reformistas bajo un lenguaje razonado y razonable, de sentido comn. La retrica del sen tido comn, casi convertida en tica por Locke y el pensamiento ingls poste rior, tiene en los ilustrados espaoles un poder de seduccin equivalente al de los conceptos de razn y utilidad, conformando una especie de trinidad mtica cuyo dogma, aplicado a cualquier realidad social, habra de operar efectos casi milagrosos. Eso explica muchas de las ingenuidades de los ilustrados respecto a la permeabilidad del sistema estamental para las reformas que proponan, slo explicables por sus extravagantes esperanzas en la razn. 242 En todo caso, la intencin primordial del ilustrado alicantino era demos trar, con irrebatibles argumentos histricos, jurdicos, polticos y econmicos, la falsedad de las tesis que pretendan justificar, desde el derecho natural o cualquier otra postura, la legitimidad de los bienes vinculados y de los ma yorazgos. Y ello desde una perspectiva doctrinal que convierte la Historia de los vnculos y mayorazgos en una traduccin a la narracin histrica de la ideologa liberal, segn Clavero. Teniendo presente las teoras polticas al uso, la del pacto social y la de la violencia acerca del origen de las sociedades y de la propiedad, Sempere toma el camino de enmedio, segn convenga a los derroteros de su argumen tacin, para interesarse en las formas histrico -jurdicas que ha adoptado la propiedad en diferentes pocas y lugares. Se advierte la influencia del Mon tesquieu del Espritu de las leves en el anlisis sociolgico comparativo de las formas sociales conocidas, lo que permite distinguir pueblos civilizados de pueblos brbaros, o para discernir, dentro de los pueblos civilizados, el movimiento pendular de las fases de esplendor y de decadencia. Hallarnos, asimismo, en esta obra las claves del ideario poltico de Sem pere, en el que las influencias de Bodino y Hume son patentes. Segn ello, el 242 GRAY, Johnliberalismo. Madrid, I994,p. 38. Fiscal del Rey en Granada (1790-1812) 205 origen histrico del poder poltico no es precisamente el pacto social, sino una mezcla de violencia y coercin en competencia, con factores derivados de la utilidad y la conveniencia capaces de unir a los hombres en proyectos de vida comn. Sobre estos supuestos, la evolucin de las sociedades podr dirigirse hacia la civilizacin y el progreso o bien hacia el estancamiento y la barbarie, en funcin del acatamiento o el desdn a las obligaciones legales y morales que exige la vida social ordenada. Y, desde luego, no puede haber vida social orde nada sin la presencia permanente (perpetua la calificaba Bodino) de la auto ridad soberana del Estado, nica garanta contra la precariedad de la naturaleza humana abandonada a los instintos y a la libertad natural. Es la necesidad, el inters y el temor los que conducen a los humanos a reglamentar la vida comn y a aceptar, como garanta de la seguridad y el orden, el gobierno, las institu ciones y las leyes; lo dems lo hace la costumbre, esto es, la historia, y no hipotticos pactos entre hombres buenos. Tales son los planteamientos de la ide ologa liberal conservadora que, heredera de la Ilustracin, se asentar en Europa desde la serie de racciones a la Revolucin francesa iniciadas por Ed mund Burke. Ya para Sempere es imaginario y falso el supuesto y exagerado pacto social acerca de la reversibilidad de bienes regios enagenados a la corona. El que se hubiese acostumbrado en la monarqua gtica, y muchos siglos des pus, a aquella reversin no es suficiente motivo para creer que fue en virtud de un pacto expreso, a no ser que quieran llamarse tambin pactadas e irrevo cables todas las leyes de aquellos tiempos, promulgadas en los concilios o jun tas generales y sancionadas con la larga observancia de muchos siglos. No existe pacto expreso, pues, en la constitucin poltica y jurdica de la sociedad, ya que lo constituyente es nicamente la larga observancia de las leyes promulgadas por el poder establecido. La soberana se confunde con el soberano, el rey, y ste, por esa condicin, es el primer legislador y la fuente histrica del derecho positivo, lo que vale decir del Estado mismo. En todo caso, Sempere acepta a regaadientes el pacto de cesin irreversible como un elemento -moral y creencial, no jurdico- moderador del despotismo absoluto. En definitiva, la actitud poltica de Sempere va ms all de la mera iden tificacin de los intereses del Estado con los de la Corona. Antes bien, supera las pretensiones y el papel histrico de la monarqua al indicar que sta debe supeditar sus intereses a la utilidad pblica, entendiendo dentro de este axioma los intereses de la clase propietaria productiva, que excluye, por oposicin, a las clases ociosas e improductivas del rgimen estamental As, pues, la Historia de los vnculos y mayorazgos hay que situarla en un lugar destacado entre los escritos que, a partir del reinado de Carlos III, elevan propuestas de transformacin de las estructuras agrarias y productivas espaolas en el sentido del modelo burgus capitalista que se estaba implan tando al norte de los Pirineos, sobre todo en Inglaterra y los Pases Bajos. 206 Juan Rico Gimne: Sempere siempre situar la obra entre las ms estimadas de su produc cin, tal vez por la carga instigadora y reformista que le atribua y probable mente por ser una de las que elabor con ms esmero. As lo recordar ante el gobierno liberal del Trienio 1820-23 en sus Noticias literarias de Sempere, donde la presenta como promotora de la reforma de los mayorazgos y de la amortizacin eclesistica de los bienes races, al mismo tiempo que como una historia adecuada para el conocimiento de la legislacin agraria de Es paa, felicitndose de la excelente crtica que le concedi el peridico El Universal de Madrid de 30 de abril de 1821. Era un orgullo legtimo en un contexto en que, por Decreto de 12 de octu bre de 1820, las Cortes liberales haban suprimido los mayorazgos, fideicomi sos, patronatos y otras vinculaciones de bienes, afirmando as la tradicin re presentada por Sempere. Aunque, a la postre, fuese una medida aplazada una vez ms por las fuerzas de la reaccin, mediante la Real Cdula de 11 de marzo de 1824 de Fernando VII, por la que se invalidaban todas las reformas desa mortizadoras. Las quejas levantadas en el Trienio Liberal contra este nuevo fre nazo as lo prueban. Un vecino de Alcoy present la suya a la Comisin de Legislacin de las Cortes, enumerando mucho los perjuicios que se seguan de las vinculaciones...1y1 deduca de sus reflexiones la absoluta e imperiosa nece sidad de la abolicin de ellas, proponiendo que al reducirlas a la clase de libres se cobrase un 15 % de su valor en beneficio de la hacienda pblica. 243 Alejado por segunda vez en el exilio parisino, volvi Sempere a mencio nar la obra en un resumen bibliogrfico aadido al ltimo de sus escritos, las Considrations sur les causes de la grandeur et de la dcadence de la mo narchie espagnole, publicada en Paris en 1826, poco antes de abandonar de finitivamente su largo destierro y regresar a su patria chica. Sin embargo, en esta ocasin no se limita a repetir el extracto de 1821, sino que adopta una postura ms liberal al poner el acento, no ya en el papel reformador de la Co rona, sino en los esfuerzos hechos en pocas diferentes por las Cortes para la reforma de estas instituciones.244 Por lo visto, la recalcitrante mentalidad ilustrada de Sempere se haba es caldado mucho ya a estas alturas ante el evidente curso de la historia europea, que haba visto asentarse de manera irreversible el liberalismo, emerger los na cionalismos y asomar las primeras protestas proletarias y socialistas. El proceso natural o, ms exactamente, lgico del pensamiento anti-feudal del siglo XVIII iba desde el reformismo ilustrado hasta el liberalismo conservador, mbito en el que Sempere hubiera madurado de haber nacido medio siglo ms tarde. 243 Diario de las Cortes. Sesin 2 agosto de 1820, p. 19. 244 Hemos realizado la traduccin, introduccin y notas a esta obra en su publicacin por el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Diputacin Provincial, Alicante, 1997. V La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) LA JUNTA DE DEFENSA GRANADINA Todos conocemos el trauma que provoc en el proceso de la historia de Espaa la invasin napolenica, el cambio de dinasta y de gobierno impues tos por Bonaparte y el enfrentamiento civil en que desemboc la guerra de la Independencia, bajo la apariencia de resistencia general al invasor. All ger min, para desgracia de los espaoles futuros, el mito y la confrontacin de las dos Espaas, que sigue agonizando, ojal hacia el bito final, casi dos siglos despus. Sempere fue una de tantas vctimas de la radicalizacin ideolgica que reaviv la intervencin napolenica y la guerra de la Independencia. Es el destino de quienes hacen del progresismo moderado -el verdadero libe ralismo, segn algunos- su ideario vita1. 245 Porque ese peculiar talante acaba rompindose cuando sobreviene un conflicto lo suficientemente grave como para poner en entredicho una ideologa sostenida en un curriculum profesio nal sustantivamente conservador, cual es el vinculado a la burocracia estatal. Y eso fue lo que ocurri en 1808. A medida que la invasin se iba consoli dando y establecido el nuevo gobierno del hermano de Napolen, Jos Bo naparte - rey con el nombre oficial de Jos I, y castizo de Pepe Botella-, muchos de los funcionarios y polticos ilustrados fueron adoptando la causa afrancesada, unos obligados por el apremio en preservar el puesto de trabajo, otros por verdadero afrancesamiento, y otros que aceptaban el modelo bona partista de mala gana pero como mal menor, en la medida en que se presen taba como continuacin, incluso ms firme, del reformismo borbnico. Des cartamos aqu el vagn de los que en todas las pocas de ro revuelto estn prestos a medrar junto al poder establecido, de cualquier color que ste sea. En los ltimos aos los estudios sobre este tema han ido matizando y ca lificando los diferentes tipos de adhesiones al gobierno bonapartista. 246 Pa rece que todo el mundo est de acuerdo en distinguir a los juramentados 245 Es la calificacin de Julin Maras en sus numerosas obras sobre los espaoles, del si glo XVIII ac, en la misma lnea de Gregorio Maran en el prlogo al libro de Miguel AR TOLA, Los afrancesados, Madrid, 1976. 246 A partir del primer estudio riguroso del tema que supuso el libro de Miguel Artola mencionado en la nota anterior, hemos manejado tambin los de JURETCHSKE, Los afrance sados en la Guerra de la Independencia, Madrid, 1962; DUFOUR, Los afrancesados, en Cua dernos de Historia /6,(1985) y La Guerra de la Independencia, Madrid, 1989; y BARBASTRO GIL, Los afrancesados. Primera emigracin poltica del siglo XIX (1813-1820), Alicante, 1993. 210 Juan Rico Gimne: -tambin llamados infieles o colaboracionistas- de los afrancesados, sobre el criterio de que aqullos se adhirieron al gobierno intruso por necesi dad e inters profesional, mientras que stos lo hicieron por mera adscripcin ideolgica. En el primer bando se instalan los funcionarios y empleados p blicos, los militares y pequeos propietarios y, en general, todos los que cumplieron las rdenes que recibieron sin discutir su origen ni legalidad; 247 por su parte, entre los afrancesados conscientes y voluntarios se alinearon muchos ilustrados y buena parte del clero, ste por diferentes motivos. Sempere une, sin embargo, ambas condiciones, la de juramentado y la de afrancesado, aunque es preciso poner el acento en la primera adscripcin, por causas que intentaremos explicar a continuacin. En primer lugar, por motivos meramente espaciales. Sempere segua en Granada en 1808, desempeando su oficio fiscal en la Chancillera y la ciu dad permaneci libre de la conquista francesa hasta 1810. De haber desem peado su profesin en Madrid, es muy probable que su infidencia hubiera sido tan temprana como la que decant a otros ilustrados de la Corte -Azanza, Urquijo, Cabarrs, Moratn, Melndez Valds, OFarrill, etc., a jurar al nuevo gobierno josefino. Porque resulta evidente que todos los ilustrados, sin ex cepcin, tenan desde siempre en altsima consideracin a la cultura francesa. Adems, al menos en sus convicciones ntimas, interpretaban (no aprobaban, desde luego) la Revolucin francesa como la consecuencia histrico -poltica de la confrontacin entre el ideario ilustrado y la sociedad estamental. Y. fi nalmente, Napolen significaba a sus ojos la consecuencia ms prxima a su ideal ilustrado. A lo que hay que aadir algo que no es balad en la toma de posicin de los ilustrados: la renuncia pblica de Fernando VII, que pone la corona en manos de Napolon en mayo de 1808. Oigamos a Sempere: Todava no exista la santa Constitucin. Adems de esto muchos bue nos espaoles crean que la causa ms radical de los males de su patria no di manaba de que fuera dominada por una u otra familia, sino de la supersticin y el bartolismo. Que nadie poda sofocar estos dos monstruos sino un Hrcu les; y que el nuevo Hrcules no poda ser otro que Napolen. Y as juraron a su hermano, no por perfidia ni odio a su rey legtimo, sino por la firme per suasin de que habiendo renunciado la corona Fernando VII, era el nico me dio de salvar su patria y de curar las profundas heridas con que la tenan pos trada la impericia y la perversidad de los gobiernos anteriores. 248 Pero el hecho fortuito de que Sempere permaneciera en Granada dos aos antes de que fuera conquistada por la retrica de quince mil bayonetas 247 ARTOLA, Los afrancesados, cit., p. 53. 248 Noticias Literarias de Semperc, p. 14. La invasin napolenica y sus consecuencias (/808-1830) 2 1 1 con que el general Sebastiani predicaba la conveniencia de la nueva dinasta (ihd.), no provoc precisamente su indecisin. Antes bien, se apresur a for mar parte de la primera Junta Suprema de Gobierno de la ciudad, que tan im portante papel desempeara en la formacin de la Junta Central y en la de fensa del gobierno provisional nacional contra la alternativa intrusa bonapartista. 249 Como en casi todas partes, fue la presin popular, en este caso encabe zada por un fraile jernimo, el P. Puebla, la que decidi la fra disposicin del capitn general, Ventura Escalante, y produjo la creacin de la Junta Suprema con un consenso institucional que pronto se manifest precario. 250 En la Proclama a los valerosos espaoles dirigida a los granadinos el 18 de junio de 1808, se emplaza en primer lugar a los Magistrados: Es paoles, vosotros estis entusiasmados por el patriotismo: habis concebido el justo horror a la infame felona y a la perfidia sin exemplo del Emperador de los Franceses: Temblad y horrorizaos tambin de las duras vejaciones que os estn amenazando, que comenzis ya a sentir, y que llora, maldiciendo hasta el nombre de su autor, toda la Europa. Lejos de vosotros la debilidad y la torpe vileza de dexaros dominar tan vergonzosa y tiranamente. Anmeos slo el valor, el exemplo de vuestros antepasados, vuestra gloria nacional, la conservacin de vuestra independencia y libertad, el zelo de la Religin, que va a ser escandalosamente atropellada y escarnecida. La posteridad tiene la vista sobre vosotros; todo el Universo fija su atencin en la pennsula, y vais a decidir en estos das de vuestra eterna gloria o del oprobio eterno del nom bre Espaol. Magistrados, Ministros de la Justicia: Vosotros a quienes la Patria ha confiado el sagrado depsito de su gobierno, vosotros que habis jurado sa crificaros por su felicidad, teneis el primer deber de procurarla y de sostener su libertad. Anmeos el espritu de unin y el zelo patritico: acordaos del glorioso exemplo que os dieron los Senadores Romanos guando la invasin de los Galos. Vosotros sois igualmente los Padres de la Patria, y por ella de bis sacrificaros. El Pueblo est lleno de un noble entusiasmo, del que no po dis dudar; slo teneis que protegerlo y dirigirlo: emplead en ello vuestros ta lentos y adquiriris el dulce nombre de libertadores de la Patria. 249 Sobre la Junta granadina, vid. PALANCO ROMERO, Jos, La Junta Suprema de Gobierno de Granada, en ARCHIVIUM. Revista de Estudios Histricos de Granada y su Reino, n (1911), pp. 109-121, 186-196v 279-287, y 11 5 2(1912). pp. 40-50 y 129-144. 25)) En el trabajo citado en la nota anterior se describen los conflictos de poder y jurisdic cin entre las Juntas provinciales y la Central, entre las mismas provinciales y entre las institu ciones locales, en donde se manifiesta la vieja competencia interregional e institucional espa ola, un tema sustantivo de nuestra historia poltica que aqu no podemos abordar. 212 Juan Rico Gimnez La paternalista soflama se dirige, igualmente, a todas las clases y esta mentos, compendiadas finalmente en la nueva calificacin liberal de Ciu dadanos de todas clases, y remata como Dada en el Templo del Patriotismo a fines de la existencia de Espaa, para principio de su restauracin.- Por mandado de la Razn y la Justicia.- EL VALOR. 251 La Junta que inmediatamente se form estuvo compuesta por las autori dades constituidas, con fuerte presencia eclesistica y algunos prohombres de la vida urbana. En total, 18 eclesisticos, sin contar al inquisidor decano, 4 militares, 4 magistrados de la Chancillera, el Intendente Corregidor, 2 vein ticuatros, 1 maestrante, 1 sndico, 2 comerciantes, 2 catedrticos de la Uni versidad y 2 representantes del Colegio de Abogados. Pronto aument con la presencia de otro militar y tres o cuatro miembros de la Chancillera. Se estructur esta nueva institucin de gobierno provincial, dada la complejidad de los asuntos encomendados, en una Junta de Guerra, una Junta de Hacienda y una Junta de Secuestros. Sempere entra enseguida a for mar parte de la de Hacienda por su probada experiencia y su condicin de Consejero de la Hacienda estata1. 252 Este prestigio le vali el importante en cargo de administrar los psitos, la fuente ms importante de abastecimiento del grano. 253 Preocupaban desde su creacin a la Junta los grandes abusos que se cometan en la administracin de los Psitos, a pesar de los varios regla mentos dados para ordenarla; y deseando terminar con tal estado de cosas y a la vez evitar los males que podran originarse de la independencia de las subdelegaciones de este ramo de la Contadura General de Madrid, dispuso con gran acierto nombrar a D. Juan Sempere, que era consejero honorario de Hacienda y fiscal de lo civil de la Chancillera, por superintendente y visita dor general de todos los del Reino [de Granada], con toda la autoridad ne 251 Coleccin de proclamas, bandos, rdenes, discursos, estados de exercito y relaciones publicadas por las Juntas de Gobierno, o por algunos particulares en las actuales circunstan cias. Cdiz, 1808, t. I, pp. 49-54. Incluida en Guerra de la Independencia. Proclamas, Bandos y Combatientes, edicin de Sabino DELGADO, Madrid, 1979, pp. 110-116. 252 PALANCO ROMERO, cit., n 5 1, pp. 112-113. 253 Los psitos venan siendo, desde los Reyes Catlicos, la fuente municipal y local ms importante de almacenamiento, distribucin y crdito en especie. Los ilustrados dudaron en su condena radical debido a su papel de socorro del labrador en momentos de crisis y caresta de grano, especialmente de trigo, el factor alimenticio bsico. Sin embargo, fueron unnimes en cri ticar su mala administracin y sus corruptelas, por lo que, en general defendieron su sustitucin por el libre comercio. Sempere sigue en este punto la postura liberal de Campomanes y Jovella nos, como puede verse en su Discurso sobre los psitos(R.A.H., Coleccin Sempere, t. VIII). Vid. ANES, Las crisis agrarias de Espaa, Madrid, 1970; ARTOLA, Antiguo Rgimen y Revo lucin liberal, Barcelona, 1978, y la obra colectiva Estructuras agrarias y reformismo ilustrado en la Espaa del siglo XVIII, Madrid, 1989. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 213 cesaria para su gobierno, cobranza de los dbitos y reformas que tuviese por conveniente 254 Nada ms sabemos, aparte lo referido, de la gestin de Sempere y los re sultados de la misma, pero es lcito sospechar su escasa operatividad en se mejante situacin, apremiada por las urgencias blicas y, en no menor me dida, por el mantenimiento del orden interior, seriamente amenazado por las tendencias contrapuestas de la reaccin y la revolucin o, simplemente, por la anarqua inducida ante el descalabro de la autoridad tradicional, que pro voc alteraciones y tumultos, el desorden y el pillaje [que] llegaron a Gra nada a un grado extraordinario en los primeros tiempos de la Junta. A fina les de 1809 se recrudece el desorden, y los escndalos pblicos eran cosa frecuentsima, y los sentimientos religiosos de los catlicos fervientes ve anse a menudo ofendidos por la profanacin de los lugares ms santos, con todo gnero de deshonestidades. 255 Por no hablar de los eternos y barrocos contenciosos entre las diversas autoridades locales por cuestiones de preemi nencia y ceremonial, aumentados ahora con la recin creada Junta Suprema, que provoc la interminable serie de cuestiones de etiqueta y competencia que aquel cuerpo se vi obligado a resolver, apartndose con harta frecuen cia, por tal causa, del cumplimiento de su cometido. 256 Pero, en medio de todo este caos, la lgica de los acontecimientos obligaba a la resolucin de un gobierno efectivo que centralizara las acciones contra el invasor. Al mismo tiempo, un nuevo sentimiento federal creca, con tonos di ferentes, en las Juntas Provinciales y ello di pie a diferentes propuestas. La de Granada expresa bien estos matices, haciendo hincapi en el consentimiento con que el pueblo soberano delega su poder en una instancia central: Habiendo estado en la mano de las Juntas Provinciales el haber formado un Gobierno Fe derativo para poder conseguir el triunfo y la felicidad de su Nacin, eligieron mas bien, y como medio ms conducente a este importante objeto, el reunir en un solo centro su autoridad y soberana que el conservar en s mismas las que el Pueblo haba depositado en ellas, no dudando preferir el inters comn del Reino al inters particular de sus legtimos derechos. 257 Fueron Granada y Sevilla las que llevaron a cabo los primeros pasos en orden a buscar la frmula de la unificacin poltica, pero quiz fue la Junta 254 PALANCO, cit., n 5 1, pp. 117-118. Recoge la noticia del Diario de Granada de 28 de julio de 1808. 255 Ihd., p. 115 y 195. Vid. tambin GALLEGO BURN, Granada en la Guerra de la Independencia, cit. 256 Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 78-A, n 5. Vid. tambin PALANCO. op. cit., n 2, p. 40 y ss. 257 Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 78-A, n 2. 214 Juan Rico Ginzne: de Murcia la que expres ms claramente la tendencia centralista en una cir cular que envi el 22 de junio de 1808 a todas las Juntas constituidas: Ha gmonos grandes y dominemos las pequeeces que ocupan los nimos dbi les sobre superioridades; formemos un gobierno slido y central a donde todas las provincias y Reynos recurran por medio de representantes y de donde salgan las rdenes y pragmticas baxo el nombre de Fernando VII. 258 La frmula consensuada segua siendo, pues, la del despotismo ilustrado, pero con la importantsima modificacin de que basaba la legitimacin de ste, no ya en el derecho divino, sino en el consentimiento del pueblo. Claro que el concepto pueblo tena las restricciones doctrinales de la tradicin del derecho natural, que lo reduca a los representantes legtimos, esto es, las autoridades constituidas. La prueba de esta influencia est en la relativa faci lidad con que se lleg, sin disturbios graves, a la frmula elegida, al fin y al cabo, la nica que exorcizaba el orgullo diferenciador y federal con la sola mencin de Fernando VII, el Deseado, y la que, en efecto, di lugar a la Junta Central Suprema no sin recelos y asperezas. 259 Sempere (que no albergaba precisamente ideas federalistas, como sabe mos) quiso participar en este gobierno central provisional como representante de Granada, para lo que present su candidatura por el estamento civil en la consulta que a tal efecto se llev a cabo en agosto de 1808. Mas no obtuvo los votos suficientes, que fueron a parar al regente de la Chancillera, Rodrigo Riquelme. 260 En consecuencia, pronto le vemos encargado de otros asuntos patriticos. Destaca especialmente el relativo al ramo de la guerra, que ha de ocuparse del reclutamiento y la fabricacin de armamento y utillaje y en la que la aportacin de Granada sobrepasa con mucho las previsiones. La Junta comision, a fines de 1808, a algunos vocales a organizar estos asuntos en las demarcaciones que previamente haba determinado. A Sem pere se le hizo responsable de los partidos de Mlaga, las Cuatro Villas y Ronda. 2(1 Sobre las recomendaciones de la Junta Central a las locales para que en los distritos de su jurisdiccin respectiva se emplearan todos los maestros y oficiales armeros, herreros y cerrajeros en hacer fusiles y baquetas, 262 las au toridades de la Junta granadina vieron sus primeros intentos de montar una fbrica de fusiles frustrados por falta de personal tcnico. Las necesidades de la guerra apremiaban, dado el escaso utillaje del ejrcito del Sur y la imposi 258 Citado por PALANCO, op. cit., ng 1, p. 118. 259 DUFOUR, La Guerra de la Independencia, p. 108 y SS. 29) Archivo Histrico Nacional, Estado, 78-A, n 184. 2 PALANCO, op. cit., IV I, p. 285. 262 IbM., p. 286. La invasin napolenica y sus convecuencias (/808-1830) 215 bilidad de recurrir a la zona armera tradicional, Vizcaya, a la sazn ocupada por las tropas francesas. En tales circunstancias, la Junta granadina aduca las favorables condiciones locales, fsicas y estratgicas, para la creacin de una fbrica de armas, en virtud de la abundancia y declive de las aguas para dar fcil movimiento a sus mquinas; por las copiosas minas de hierro que se ha llan en sus inmediaciones y porque su localidad la hace menos accesible a los enemigos. 263 Sempere, investido con honores extraordinarios de consejero de Estado y capitn general, como los dems comisionados, haba salido hacia su de marcacin con la ardua misin de reunir, sin la menor dilacin, todos los hombres, solteros, viudos y casados sin hijos que hubiere de diecisis a cua renta aos de edad, de cinco pies menos una pulgada de estatura a lo menos, con su robustez proporcionada para el manejo de las armas, sin admitir otras excepciones que la de enfermedad, vicio corporal visible, ser vecinos de casa abierta, labrador o comerciante, y los empleados pblicos o en oficinas con ttulo y sueldo; que reunidas doscientas personas de las no expresadas, las remita V.E. inmediatamente a esta capital, socorrindoles por el camino con cuatro reales diarios a cada una, que har V.E. se les faciliten de cualquier fondo pblico. Asmismo, ha acordado esta Suprema Junta que V.E. haga recoger en los expresados partidos todos los fusiles, pistolas, espadas anchas de a caba llo, sillas y arreos de montar que puedan hallarse, y los remita a esta ciudad, ejecutando lo propio con los caballos que estime V.E. proporcionados para el servicio; haciendo que todos los oficiales y maestros armeros y silleros o guarnicioneros que hubiere, vengan igualmente sin dilacin para trabajar en la habilitacin de armas y monturas; para todo lo cual se confieren a V.E. las ms amplias facultades..., y dando las ms eficaces providencias para la me jor y ms pronta recaudacin de los caudales pblicos y su remesa a esta te sorera principal. 264 Difcil tarea doble -reclutador militar y recaudador financiero-, que Sem pere desempe con eficacia (pese a los inevitables roces de protocolo y ju risdiccin con que top, sobre todo, en Ronda y Mlaga), segn lo sealado por la Junta granadina a la Centra1. 265 Las dificultades mayores eran, como se ha dicho, hallar personal cualificado para el funcionamiento de la fbrica pro yectada. Hasta que, segn informa la Junta a la Central, una feliz coinciden cia, o por decirlo mejor, la Divina Providencia que protege y dirige palpable 263 Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 78-A, u 5 122. 264 Archivo Histrico Nacional. Estado, leg. 80-F, n 5 69. 265 Archivo Histrico Nacinoal, Estado, leg. 78-A, n 70. 216 Juan Rico Gitnnez mente nuestra justa causa, di a conocer a nuestro vocal Don Juan Sempere, en Con] donde menos se esperaba, al Maestro armero Juan Gmez; y as por las noticias que haba adquirido de su habilidad, como por lo que l mismo vio y observ personalmente en su pequeo taller y su trato, conoci que no slo era capaz de construir un fusil completamente y con la mayor perfeccin, sino tambin toda clase de herramientas, mquinas y utensilios para dicha fbrica. Di inmediatamente parte a esta Junta; se le mand venir; present muestras las ms convincentes de su habilidad y excelente disposicin para dirigir esta grande empresa; y qued decretada por esta Junta, con la aprobacin de V.M., ponindola al cargo del mismo Don Juan Sempere. 266 As, pues, bajo la supervisin de Sempere se instal la fbrica, en un lu gar del Este de Granada designado con el nombre del Banco. Despus de grandes trabajos empleados en construir y montar la maquinaria, comenzaron a fabricarse fusiles con tanta perfeccin, que la Central no tuvo reparo alguno en aprobarlos. Sin embargo, los progresos de la fbrica de fusiles de Granada fueron sumamente lentos y cuando con razn podan esperarse sus mejores frutos, la invasin francesa vino a matar todas las esperanzas. 267 En efecto, resulta muy corto el lapso de poco ms de un ao (teniendo en cuenta, no slo las limitaciones impuestas por el acoso blico, sino las tecno lgicas propias de la poca), para lograr el xito armamentstico buscado. Pero los esfuerzos patriticos de la Junta granadina y de Sempere en particular re sultan irrebatibles. En el caso de ste ltimo, es preciso tenerlos en cuenta a la hora de situar y entender su posterior colaboracionismo afrancesado. Las ltimas medidas militares de la Junta granadina aparecen en el Dia rio de Granada de 23 de enero de 1810. Las noticias de la creciente proxi midad de los ejrcitos franceses no pudieron sino alimentar la consternacin y el mal gobierno de la Junta Gubernativa, que nunca haba dejado de tener problemas con las otras autoridades tradicionales, entre ellas, la propia Chan cillera. 268 EL COLABORACIONISMO CONDICIONADO El 28 de enero de 1810 entraban en Granada las tropas del gobierno in truso josefino al mando del general Sebastiani y se adueaban de la ciudad sin 266 IbcI.. ibfil. 267 PALANCO, op. cit., 0 1, p. 286. 260 Adems del trabajo citado de PALANCO ROMERO. vid, el de CAPARROS, J. M, La Chancillera de Granada durante la dominacin francesa - . en ARCHIVIUM, cit., n I, pp. 197-207. Lo invasin napolenica y sus con.vecuencias (1808-1830) 217 resistencia alguna. Toda la poblacin, pues, se convirti en afrancesada ante la que Sempere calificara de retrica de quince mil bayonetas. Y es que el herosmo y la predisposicin al martirologio no son, precisamente, actitudes socialmente generalizadas, pese a las retricas patrioteras que surgieron en tonces y despus. La preservacin de la vida y, por qu no, de la posicin social se anteponen casi siempre a los peligros seguros del herosmo. Lo cierto es que, ... a finales de 1809 y primeros meses del ao siguiente, la divisin del pas se consolida. Ha pasado el tiempo de las dudas y los cambios de par tido. Nadie renegar de las filas en que se ha alineado voluntariamente. 269 Esta aseveracin vale, desde luego, para Sempere. Ya hemos sealado las estrechas vinculaciones entre su ideario ilustrado y la accin de gobierno de Bonaparte, que su hermano Jos se tom en serio en su experiencia espaola, cosa que Sempere -como los dems ilustrados- perciba bien, aunque en un pri mer momento apostara por la experiencia poltica estrictamente nacional y, por ende, ms legtima, de las Juntas. Pues la experiencia del nuevo gobierno pro visional de las Juntas deba ir dirigida a continuar en ese mismo sentido ilus trado de profundizar en las reformas que el pas necesitaba, para lo que haba que aprovechar el excepcional protagonismo de las Juntas y el impulso social en que se apoyaban, que los ilustrados -y tambin los primeros liberales- pre tendieron controlar y dirigir en todo momento. Desde luego, esto es evidente a la luz de la historia. Del mismo modo que hay que tener en cuenta las lecturas que ilustrados y liberales hicieran, en tan graves momentos, de la evidente fuerza de la reaccin, apoyada en todo momento en la Iglesia y en gran parte del pueblo ms castizo para reanimar su ofensiva contrarrevolucionaria y contrailustrada. En tales circunstancias, no era un mal menor, esto es, una tran saccin razonable, el gobierno decididamente ilustrado de Jos Bonaparte As pensaba Sempere, y a consecuencia de su opinin jur a Jos y con tinu en su oficio fiscal, aunque de mala gana pero de buena fe. No se dis culpar alegando que hizo su juramento con restricciones mentales, con se gundas intenciones y con nimo deliberado de aparentar obediencia a aquel gobierno para venderlo clandestinamente. Tal jesuitismo nunca convendr con sus principios. 270 Desde luego, el rastreo de los acontecimientos que en Granada siguieron a la ocupacin demuestra este talante honorable. No es posible encontrar a Sempere vinculado a ningn cargo prominente bajo el gobierno de ocupacin en los dos aos largos que an permaneci en Granada, salvo el de su oficio fiscal que fue, como todos los dems, respetado por Sebastiani, siguiendo la 269 ARTOLA, Los afratu . esados, cit., pp. I 65-166. 270 Noticias Literarias de Sempere. pp. 14-15. 218 Juan Rico Gimnez estrategia conciliatoria de Jos 1. Y eso que por las responsabilidades que de sempeara en la Junta provincial era uno de los personajes ms notorios en la lucha contra el invasor. Porque, adems de las responsabilidades hacendsticas y blicas que he mos descrito, Sempere cumpli una misin ms estrictamente poltica, nti mamente vinculada con la aportacin de la Junta granadina al modelo que se planteaba el movimiento juntero y que pensaba encauzar la Junta Central ha cia el futuro gobierno de Espaa una vez expulsados los franceses. Nadie me jor que el propio Sempere nos puede explicar este punto, en el que se mues tra su visin poltica, ms ilustrada que liberal, que le llevar a cometer errores partidistas y a sufrir malentendidos y expiaciones no siempre mereci das. En cumplimiento de las rdenes de la Junta Central, para que las pro vinciales le informaran sobre el modo de celebrar Cortes, la de Granada en carg este trabajo a Sempere, quien lo tena casi concluido cuando los franceses entraron en aquella ciudad. La idea principal que se propuso de mostrar en aquel escrito fue que ni acerca de las Cortes, ni de otras leyes e instituciones muy fundamentales, se haba observado siempre en Espaa un sistema fijo, sino que haba variado este muchas veces, segn la influencia de algunos grandes y extraordinarios acontecimientos. Sempere pensaba que uno de los mayores obstculos para llevar a efecto ciertas reformas muy necesarias, haba consistido en la anticuomana o ciega preocupacin por las costumbres de nuestros mayores. Ya en otros escritos haba combatido algunas de estas preocupaciones; pero extendi ms sus ideas en sus Observaciones sobre las Cm tes y sobre las leyes fundamentales de Espaa, impresas en la misma ciudad de Granada el ao 1810. Entretanto, el seor Marina escriba su Teora de las Cortes, que se im primi en Madrid en 1813. Ledas por Sempere, aunque encontr all un de psito de noticias muy tiles para el mayor conocimiento de los orgenes y vicisitudes de la legislacin espaola, le pareci que todava podra ampliarse ms con algunas otras. As se resolvi a escribir la historia de las Cortes, y las public en Burdeos en 1815. 271 No siendo esta obra bastante conocida en Espaa por haberse introdu cido muy corto nmero de ejemplares, podr formarse algn juicio de ella por el extracto siguiente... 272 271 Las public durante su primer exilio, en francs, con el ttulo Histoire des Cortes dEs pagne,par M. Sempere, de lAcademie de lHistoire de Madrid, ci-devant Procureur du Roi dans la Chancillerie de Grenade, et membre honoraire du Conseil des Finances dEspagne. A Borde aux, chez Pierre Beaume, imprimeur-libraire. Alles de Tourny, IV 6. 1815. 272 Noticias Literarias de Sempere, pp. 52-53. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 2 1 9 Aunque volveremos sobre esto ms adelante, la tesis del fiscal granadino niega, con la historia de Espaa en la pluma, que en las Cortes medievales pueda hallarse antecedente poltico -ideolgico alguno de las Cortes que se plantean de Cdiz. Y, paradjicamente, critica, contra la novedad que repre sentan stas y contra sus defensores, con Martnez Marina a la cabeza, el pre juicio de anticuomana que les mueve. La retrica ideolgica no tiene l mites. Por eso, queriendo ser legitimista y conservador, Sempere resulta, como historiador, ms objetivo y riguroso que sus adlteres liberales. En cualquier caso, Sempere no slo no fue represaliado por el gobierno josefino, sino que, al parecer, tras haber prestado juramento a ste, encontr facilidades para desenvolver su registro ilustrado, como el permiso para im primir sus Observaciones sobre las Cortes, al poco tiempo de la ocupacin. Y as, en marzo, recin salida la obra de la imprenta, enva un ejemplar al mi nistro de Gracia y Justicia, Manuel Romero. No hay nada de raro en tal circunstancia, que corrobora las fuertes relacio nes ideolgicas entre el pensamiento ilustrado y el gobierno josefino. Que, como ya advertimos, se nutri desde su asentamiento en Madrid, con personajes de la Ilustracin. Uno de ellos, Mariano Luis de Urquijo, ejerca de ministro de Es tado y era amigo de Sempere. De la comunicacin entre ambos y del antiguo de seo del fiscal granadino de regresar a Madrid, surgi la mediacin de aqul -y de otros, como OFarrill- para que esto se llevara a cabo con el honor que le co rresponda, esto es, consiguindole una plaza en la alta burocracia estatal. El 26 de julio de 1 8 10, Urquijo solicita al ministro de Gracia y Justicia una plaza para Sempere en el proyectado Tribunal de Reposicin. Previamente, el 14 de julio, el propio Sempere haba enviado su solicitud con el correspondiente curriculum. Sin embargo, pasaron dos aos sin que nada de esto ocurriera, y s, en cambio, el doloroso trance de la muerte de la esposa, Teresa Bernab Guari nos. Nada sabemos de estos acontecimientos domsticos ni de otra actividad de Sempere en este tiempo esquizofrnico para Espaa, dividida entre tres porciones enemigas e irreconciliables: la nueva Espaa liberal, constituida en Cdiz; 273 los restos de la Espaa ilustrada, paradjicamante sostenida por un gobierno intruso e imperialista, 274 y la Espaa castiza y reaccionaria, agaza pada en todas partes, esperando su oportunidad. 275 El triunfo final de esta l 273 Sobre las Cortes de Cdiz, vid. ARTOLA, Las Cortes de Cdiz, Madrid, 1991; tambin el colectivo monogrfico de la Revista de Estudios Polticos, IV 26 (1962), y la obra colectiva Ma teriales para el estudio de la Constitucin de 1812. Ed. de J. CANO BUESO. Madrid, 1989. 274 Vid. MERCADER RIBA, Jos Bonaparte, rey de Espaa (1808-1813), 2 vols. Ma drid, 1971. 275 Vid. HERRERO, J.: Los orgenes de/pensamiento reaccionario espaol. Madrid, 1973; LOPEZ. Francois. La resistencia a la Ilustracin: bases sociales y medios de accin, y El pen samiento tradicionalista, ambos en Historia de Espaa M. Pidal, vol. XXXI, Madrid, 1987. 220 Juan Rico Gimne: tima lo pagaron con moneda idntica los otros dos bandos, que no supieron rentabilizar en un movimiento general lo mucho que tenan en comn. En el gobierno josefino se haban creado las Juntas de Negocios Conten ciosos, una especie de Consejo Superior del Poder Judicial, con atribuciones parecidas al antiguo Consejo de Castilla, tan largamente solicitado por el fiscal granadino. El 16 de junio de 1812 fue nombrado juez del mismo Sempere, ya viudo. Tena 58 aos. La experiencia, que suponemos realizada con la escru pulosidad profesional de siempre, fue fugaz y dolorosa, pues a aquellas alturas el gobierno intruso tena ya los das contados. Una de las pocas satisfacciones que obtuvo Sempere fue la del nombramiento, el 16 de julio del mismo ao, de acadmico supernumerario de la Real Academia de la Historia, superando el de correspondiente con el que fuera nombrado el 27 de junio de 1803. Era una pequea contrapartida a las prdidas habidas. La ms dolorosa e irremediable, la de su esposa. Pero tambin la de su patrimonio, que fue con fiscado como represalia a su adhesin al gobierno intruso. 276 Sempere posea la mayor parte de sus bienes en Elda, compuestos por su patrimonio familiar y el de su esposa, que lo convertan en uno de los ricos del pueblo. Haba comprado tambin un trozo de tierra en Gjar Sierra, un pueblecito primo roso y frtil de los tantos que hay en la parte septentrional de Sierra Nevada, a pocos kilmetros de Granada, por el que perciba una renta de ocho reales diarios. Posea tambin inmuebles en Granada y Madrid y rentas por depsi tos en deuda pblica. 277 Pero incluso antes de la confiscacin, sus notables honorarios eran tan precarios que hubo de recurrir a un prstamo de su her mano y administrador, Manuel. Parece que ya admita la posibilidad de tener que huir de suelo espaol. Querido hermano Manuel: he recibido la tuya con la cuenta adjunta de los productos de mis bienes y su inversin hasta fin del ao 1811, y quedo en terado del alcance que resulta contra m de cinco mil trescientos veinte rea les. Ten paciencia y no te enfades de que te pida ms de lo que producen mi haciendas, porque la larga y penosa enfermedad de mi infeliz Teresa (que Dios haya), su funeral, etc., el atraso en los pagos de mis sueldos y otros con tratiempos me han atrasado de manera que, cuando antes me sobraba mucho para vivir con mucha decencia, ahora me encuentro lleno de deudas y sin lo necesario para los gastos ms precisos. Aunque con haberme quedado en esta sin seguir a los franceses en su retirada a Valencia he dado una prueba bien convincente de mi verdadero pa 216 Archivo Histrico Prov. de Alicante, Hacienda, FIG/28 277 Estas noticias estn contenidas en el testamento otorgado por Sempere, guardado en el Archivo Histrico de Protocolos de Madrid. Protocolo 23.519, pp. 542 y ss. La invasin napolenica y SUS conseciwneias 0808-1830) 221 triotismo, y los seores Espaa y Cortabarra me han dicho que no tengo qu temer, no s lo que suceder con mi persona y mis bienes. Por todo lo dicho, he tomado.a tu cargo veinte y dos mil reales de velln por va de prstamo, cuya cantidad te irs reintegrando del producto de mis bienes, y si estos no bastaren, veas qu fincas quieres que venda o que te ceda, y para tu seguri dad, a ms de lo que te digo en esta, te incluyo el recibo de los 22.000. Memorias a tu mujer, hermanos y dems familia y rogad todos a Dios por tu querido hermano. Madrid, 20 de agosto de 1812. Juan. 278 El exilio, la confiscacin -que dur hasta julio de 1819- y los intereses que en torno a ella complicaron an ms a la familia de Elda, y supeditaron a Sempere a tal extremo a sta que al regreso del exilio hubo de legar todos sus bienes a sus sobrinos y depender econmicamente de ellos. Adems, dise la paradoja de que, mientras perda el control de sus bienes eldenses al quedar estos del lado patritico, colaboraba con las rentas que estos genera ban a la causa antifrancesa, esto es, en contra de la que l haba elegido. Ar gucias del destino. EL OSTRACISMO, LA LTIMA ESPERANZA Y EL FIN A las limitaciones ilustradas del gobierno de Jos I se unieron los reve ses materiales, como la crisis de subsistencias de los aos 1810 al 1812, y los polticos: en el interior, el descontento generado por la desamortizacin ecle sistica y el aumento de la presin fiscal; en las fronteras, la ofensiva de la Espaa no ocupada, apoyada por los ingleses. En los niveles de la Espaa profunda, el odio apasionado e irracional que las fuerzas reaccionarias lo graron incubar en amplias inasas populares, se convirti en el mayor enemigo de los ilustrados afrancesados. A esas alturas ya no era posible desdecirse im punemente de los compromisos adquiridos. Sin embargo, resulta sorpren dente la ingenua esperanza de Sempere -y de otros muchos- en sobrevivir a la crisis final amparndose en la nueva legalidad constitucional, que, en l tima instancia, daban por seguro que iba a ser sancionada por Fernando VII. Pero este Deseado rey slo necesit dos meses para auscultar el ruido de los ancestros reaccionarios de Espaa, coreado por iglesia y pueblo y acla mado por los Persas en Valencia, y con ello desdecirse de sus pblicas pro mesas constitucionalistas, abandonar la senda de la Constitucin y restau rar la alianza del Altar y el Trono. As de fcil, el pueblo espaol que aclamaba idolatradamente al Deseado, que haba derrotado y expulsado en 27i Archivo Histrico Prov. de Alicante. ibd. 222 Juan Rico Ginine: seis aos al ms poderoso caudillo europeo..., regresaba cantando y rezando a la vieja sociedad barroca e inquisitorial. Donde, desde luego, no caban re volucionarios, pero tampoco reformistas de ningn tipo. Pero regresemos a los ltimos das de Sempere en su patria. Cuando los franceses salieron, por ltima vez de Madrid, creyeron mu chos que aquella retirada no sera mas que un movimiento militar, como otras anteriores. En la que haban hecho a Valencia en el ao antecedente, Sempere no los haba seguido. 279 Aunque haba sido promovido al tribunal supremo de la justicia, se qued en Madrid, confiado en la salvaguardia de la Constitu cin, que manda no prender ni castigar a nadie sin observar en los procesos reglas muy justas para precaver la arbitrariedad de los magistrados. Pero bien presto tuvo un nuevo desengao de lo poco que valen las leyes donde reinan las pasiones. Cuando ms descuidado estaba tratando con su familia de reti rarse a Elda, para vivir all con alguna ms tranquilidad, cultivando su patri monio, fue sorprendido una noche en la cama; conducido preso al Retiro; de positado con otros desgraciados compaeros en una inmunda caballeriza; y mortificado de mil maneras, hasta que habiendo vuelto los franceses poco despus huyeron sus jueces y se le puso en libertad. Con tal escarmiento se vi Sempere forzado otra vez a seguir a Jos en su salida, segn se dijo, por Valladolid; luego al otro lado del Duero; despus a Vitoria, muy ageno de pensar que podra llegar el caso de dejar a Espaa, hasta que sin saber cmo se vi confinado en Francia. 2 Esta resistencia moral de la mayora de los casi 12.000 obligados al exi lio ante la evidencia de los acontecimientos, les mantuvo errantes por territo rios al norte de los Pirineos hasta que, consolidada la situacin de extraa miento, las autoridades francesas, de mala gana predispuestas a su acogida, les obligaron a determinar el lugar de asentamiento. 28 i Sempere permaneci en Burdeos -entre otros, tambin Goya- hasta, por lo menos, 1817, en que pudo trasladarse a Paris, donde se hallaba la fl or y nata de los afrancesados y donde las condiciones del exilio eran mucho ms llevaderas. Mientras permaneci en Burdeos parece que disfrut del subsidio francs de 3 clase, 1200 francos anuales hasta 1817, en que fueron rebaja dos a 600, no percibiendo ayuda en el exilio parisino. 282 279 La retirada del gobierno josefino a Valencia dur desde el 12 de agosto hasta el 2 de noviembre de 1812. 2 Noticias Literarias de Sempere, pp. 16-17. La batalla de Vitoria, que oblig al go bierno bonapartista al abandono definitivo del suelo espaol, se di el 21 de junio de 1813. 281 Vid. BARBASTRO GIL, op. cit., pp. 1 1 y ss. 282 BARBASTRO GIL, op. cit., pp. 1 18-1 19. Aqu se dice que Sempere regres del exi lio en 1823, cuando en realidad lo hizo definitivamente en 1826, tras haber disfrutado amnista durante los tres aos que dur el Trienio. =1 .M111111~ La illlaSi(511 IlapOIMIliCa y MIS C011recuencias (1808-1830) 223 Prcticamente nada sabemos de los aspectos sustantivamente biogrficos de este exilio, salvo las noticias puntuales que Sempere mismo nos da en sus magras Noticias literarias. Desde luego, pronto debi darse cuenta de lo equivocado que haba estado esperando la rehabilitacin dentro del gobierno espaol restablecido, al comprobar que este no era ni liberal ni tampoco ilus trado, sino radicalmente reaccionario y teocrtico. Los procesos de confiscacin de bienes y de purificacin ocuparon el tiempo de los espaoles durante bastantes aos. La mayora de los antiguos ministros y prohombres ilustrados y todos los liberales se hallaban, como Sempere mismo, en el exilio o haban muerto. Y poco poda esperar de este renovado despotismo inquisitorial quien haba propugnado y llevado a cabo reformas que perjudicaban los privilegios materiales e institucionales de la Iglesia, adems de haberse distinguido en el movimiento de las Juntas Pro vinciales y, lo que era el ms fariseo argumento patriotero, en la infidencia pro-bonapartista. La coherencia moral, intelectual y profesional mostrada por Sempere a lo largo de toda su vida -incluso en el exilio-, no eran un buen sal voconducto en semejantes pocas de radicalizacin maniquea y de reduccio nismo ideolgico. (Y conste que no es, precisamente, la identificacin con su ideologa conservadora la que nos mueve a esta caracterizacin, sino el mero respeto por la evidencia histrica). Sempere se sobrepuso a la ignominia de un ostracismo en principio in definido, de la nica manera que saba: escribiendo -reescribiendo, cabra de cir- obstinadamente su visin personal de la historia poltica de Espaa. En su destierro, suspirando siempre por su amada patria, no ces de servirla con su pluma. En la Historia de las Cortes, dio muy buenas luces a este ramo in teresantsimo de la legislacin peninsular, exponiendo cronolgicamente sus diversas pocas, con noticias y observaciones poco comunes sobre los varios estados de la monarqua espaola. Pero aunque el historiador de las Cortes procur escribir su obra sin fal tar a la verdad, que debe ser el alma de tales escritos, no poda gustar a todos. Fernando VII se haba negado a suscribir la Constitucin de Cdiz, prome tiendo otra, tambin liberal, pero ms acomodada, segn deca, a las circuns tancias de la nacin. Yo os juro y prometo a vosotros, verdaderos y leales espaoles -as ha blaba- que al mismo tiempo que me compadezco de los males que habis su frido, no quedareis defraudados en vuestras nobles esperanzas. Vuestro sobe rano quiere. serlo para vosotros; y en esto coloca su gloria, en serio de una nacin heroica, que con hechos inmortales se ha grangeado la admiracin de todos, conservado -su libertad y su honra. Aborrezco y detesto el despotismo. Ni las luces y cultura de las naciones lo sufren ya... Yo tratar con los procu 224 ./uan Ri(.o Gimne: radores de los pueblos de Espaa y de las Indias; y en Cortes legtimamente congregadas, compuestas de unos y otros, lo ms pronto que restablecido el orden las pudiere juntar, se establecer slida y legtimamente cuanto con venga al bien de mis reynos... Las leyes que en lo sucesivo hayan de servir de norma para las acciones de mis sbditos, sern establecidas con acuerdo de las Cortes; por manera que estas bases pueden servir de seguro anuncio de mis re ales intenciones en el gobierno de que me voy a encargar, y harn conocer a todos, no un dspota ni un tirano, sino un rey y un padre de sus vasallos. Aunque Sempere no ignoraba que tambin en las palabras de los reyes legtimos caben subterfugios y restricciones mentales; sin embargo, atendido el estado de Espaa en aquel tiempo le pareca imposible que retrogradaran las luces; que volviera a triunfar el despotismo; muy probable el cumpli miento de las promesas reales contenidas en aquel decreto; y poco cuerda la conducta observada por los corifeos de Cdiz en aquella crisis. La censur, pues, francamente; y aunque fue muy murmurado, no por eso los verdaderos sabios han dejado de aplaudir el mrito de su historia de las Cortes... Concluida la historia de las Cortes, indica Sempere la opulencia a que, no obstante su degradacin [sobre todo, tras la derrota del movimiento co munero[, lleg la Espaa en el siglo XVI; las causas de su decadencia en el XVII, y los medios de que usaron los Borbones para su restablecimiento. Finalmente, da una idea de la revolucin del ao 1808; de la astucia con que Bonaparte introdujo sus tropas en esta pennsula, llev engaada la fa milia real a Francia, la oblig a renunciar la corona y sus derechos a la suce sin, la traspas a su hermano Jos; y de los varios gobiernos y partidos que agitaron la Espaa hasta la restitucin de su trono a su rey legtimo el seor don Fernando VII. Es casi imposible hablar con imparcialidad de sucesos muy recientes, y ms los que han ganado o han perdido en ellos. Sempere se encuentra en este ltimo caso. Qu extrao ser que en esta parte su desgracia lo haya des lumbrado Pero no obstante cualquier error que pueda haber cometido en esta ltima parte de su obra, el anlisis que precede podr dar a conocer si merece algn aprecio. 283 Efectivamente, desde una visin pesimista de la historia -basada, a su vez, en la concepcin pesimista y conservadora de la naturaleza humana que la Ilustracin inglesa convirti en filosofa-, Sempere rechaza las ideas y los principios republicanos de los corifeos de Cdiz, y de la Constitucin que crearon, cuyo Discurso preliminar fundamentara la ficcin de una falsa 23 Noticias Literarias de Sempere. pp. 17-19 y 63-64. La invasin napolenico y sus consecuencias (1808-1830) 225 historia de Espaa, slo, en cualquier caso reconocible en algunas ciudades y provincias, pero nunca generalizable. Nos quedamos, pues, con la preferencia de Sempere por una monarqua constitucional moderada y conservadora, que no rompiera con la legitimi dad monrquica, sino que, incluso la afirmara con el refrendo de la repre sentacin parlamentaria. 284 La diferencia entre esta concepcin y la de los liberales de Cdiz estriba, precisamente, en que para stos el actor princi pal de la soberana es el parlamento y no el rey, aunque no rechacen de plano la monarqua. En otras palabras, Sempere no quiere la ruptura con la tradicin del despotismo ilustrado, sino su desarrollo reformista dentro de la constitucionalidad histrico-prescriptiva, mientras que los liberales de Cdiz pretenden sustituir el viejo sistema poltico de la autoridad por el nuevo de la representacin nacional. Frente al pragmatismo conservador de Sempere, el romanticismo revolucionario de los liberales. Ah acierta Sem pere cuando les imputa su republicanismo vergonzante. Y, sin embargo, el suyo es un legitimismo que se basa en una paradoja: la negacin de tradi cin representativa y la aceptacin de la novedad que representa el consti tucionalismo del siglo XIX. En este sentido, no deja de ser curioso que fuera precisamente de Ingla terra que le llegaran a Sempere apoyos hacia su postura poltica: El seor Cohuen, ingls, visit a Sempere en Paris el ao 1818. No debi quedar des contento de su visita cuando, al ao siguiente le regal un ejemplar del Edim burgh review, peridico ingls en que se habla de la Historia de las Cortes, acompaado de esta carta. Muy seor mio: aprovecho esta ocasin para re mitir a usted el ltimo nmero del Edimburgh review (uno de nuestros dia rios literarios) en donde encontrar usted una noticia de su obra sobre las Cortes de Espaa. Si usted pudiera cederme un ejemplar de su tratado sobre los vnculos y mayorazgos, me dara un gran placer. Es una excelente obra, de la que yo quisiera aprovecharme, mas por desgracia no se encuentra en Londres. Espero que usted contine las tareas que suavizan el destierro que tan poco ha merecido. Dgnese usted permitirme que le renueve las seguridades de la alta consideracin, con la cual soy su muy humilde y obediente servi dor. Fracis Cohuen. 285 284 Las primeras transformaciones del despotismo ilustrado en monarqua parlamentaria, al mismo tiempo que suponen una merma en la facultades soberanas del monarca, tambien re velan a veces un poder expansivo, en beneficio de la institucin y de sus JUnciones en un orden constitucional - (SANCHEZ AGESTA, Los perfiles histricos de la monarqua constitucional en Espaa, en Revista de Estudios Polticos, ny 55 (1987), p. 11 y ss.) 255 Noticias Literarios de Senipere, p. 64. 226 Juan Rico Gimne: En efecto, The Edirnhurg review de diciembre de 1818 afirma que Sem pere es uno de los espaoles que por sus talentos y sus tareas pueden dar honra a cualquier nacin, y que se hallan ahora desterrados de su patria por la mala voluntad de los que all gobiernan. Se da la casualidad de que la Edinthurgh review era una prestigiosa pu blicacin peridica liberal -conservadora de la que Edmund Burke era uno de los colaboradores ms influyentes. Aqu tenemos un espacio limitado de co municacin ideolgica que sobrepasa las fronteras nacionales y que, even tualmente, expresa las coincidencias entre tradiciones polticamente distintas. Es un corolario ms de nuestra tesis central: Sempere es, polticamente, un conservador moderno, de registro burkeano, aunque dentro de las coordena das histricas de Espaa, notablemente distintas de las de Inglaterra. Cuando Burke habla de tradicin se est refiriendo mayormente a lo transcurrido desde la Revolucin de 1688 y al reformismo representado por su partido whig como contrapeso y complemento de la tradicin monrquica. Sempere, por su parte, suple la ausencia de revolucin espaola con el cambio de di nasta y atribuye a los Borbones y al despotismo ilustrado que encarnan el ini cio del reformismo moderno que acabar situando a Espaa dentro del con cierto de las naciones civilizadas, de las que Inglaterra es considerada pionera. Las diferencias histrico -polticas son sustantivas, pero no tanto las ideolgicas, si nos atenemos a la idntica manera de entender las reformas, desde la econmica a la esttica, a la manera de entender la historia como prescripcin, a la manera de rechazar la revolucin, a la manera, en fin, de entender patrimonial y censitariamente la representacin poltica y de insistir ms en los deberes que en los derechos de los ciudadanos. La modulacin final de esa ideologa conservadora es, esencialmente, el miedo al cambio, a la revolucin. Por eso en momentos de crisis poltica, en que aparecen los actores de la revolucin, estos pacficos liberal -conservado res se vuelven reaccionarios. A partir de 1815, Sempere abandona la batalla de la reforma que le mantuvo hasta 1810 y se pasa a la barricada de la tradi cin. Si antes propugnaba sin desmayo e, incluso, criticaba la lentitud de las reformas del despotismo borbnico, ahora considera ste como el mejor sis tema poltico de la historia de Espaa y el que hay que mantener sustancial mente en su lento, aunque seguro, desenvolvimiento hacia el progreso. Es, una vez ms, la afirmacin del principio de reforma gradual segn criterios de utilidad. En su defensa de la monarqua ilustrada borbnica frente al re publicanismo revolucionario habla como un autntico tecncrata conserva dor: Las rentas ordinarias de la corona, que eran apenas de veinte millones de ducados al final del siglo XVII, excedan de sesenta millones en el mismo periodo del XVIII. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 227 No se hubieran podido obtener progresos tan grandes y tan rpidos en la poblacin, las rentas y las fuerzas del Estado sin multiplicar los medios de hacer subsistir y de enriquecer a las familias, extendiendo y mejorando la agricultura, la industria, las ciencias y las artes. Una nacin podr, en una poca determinada, hacer esfuerzos extraordinarios y sacrificios heroicos para defender su independencia o para figurar y brillar entre las otras poten cias; pero si carece de las verdaderas fuentes de la opulencia y la prosperidad comn, que consisten en la abundancia de los productos del suelo y de la in dustria y en su trfico activo, todo el genio de los ms hbiles polticos no bastar para conservar mucho tiempo su dignidad. Los Borbones hicieron grandes mejoras en todas las ramas de la admi nistracin civil sin buscarlas precisamente en las instituciones antiguas ni en las asambleas nacionales. Las Cortes no se reunieron mas que tres veces du rante el siglo XVIII, y antes como solemnes formalidades para la prestacin del juramento a los prncipes hereditarios de la corona, que como necesarias para nuevas leyes y contribuciones. Fue estudiando los gobiernos de las naciones ms distinguidas por su proteccin a las ciencias y artes tiles, como los Borbones espaoles hallaron los medios de restaurar y hacer florecer su Estado. Ellos fundaron diversas academias y escuelas para perfeccionar la lengua espaola, la historia, la te ologa, la jurisprudencia civil y cannica, la medicina, la ciruga, las bellas artes, las matemticas, la ciencia nutica, la artillera, la fsica experimental, la botnica, la qumica y otras, si no desconocidas, al menos muy atrasadas hasta entonces en la Pennsula. Ellos confiaron la enseanza de los menos cultos a buenos profesores extranjeros y pensionaron a muchos espaoles para estudiar en Roma, Pars y Londres; dieron planes nuevos a las universi dades; encargaron a algunos sabios reconocer los archivos, copiar un gran n mero de documentos y manuscritos muy valiosos y purgar la historia de una infinidad de fbulas; hicieron a sus expensas ediciones magnficas de ma nuscritos griegos, rabes y hebreos y promovieron igualmente otras grandes empresas literarias; crearon ms de cuarenta sociedades econmicas, fomen taron diversas fbricas de seda, lana, lino, algodn, metales y otras manufac turas; rectificaron las ordenanzas de todos los gremios de oficios; comenza ron la reforma de la legislacin agraria y mercantil; y activaron de mil maneras la industria y el trabajo, que son la base ms slida de las buenas costumbres y de la felicidad social. En la parte religiosa, donde los gobiernos catlicos encuentran a me nudo escollos muy peligrosos, los Borbones espaoles, sin olvidar los dere chos inherentes a su soberana, procuraron zanjar las dificultades y evitar los escndalos dirigindose con delicadeza a los Pontfices, obteniendo bulas y 228 Juan Rico Gimnez concordatos y observando la mejor armona entre el poder espiritual y el tem poral.286 As, pues, para Sempere la situacin crtica que Espaa atraviesa desde 1808 necesita de patriotas como l que sepan hallar la va media poltica que necesitan los tiempos: puesto que parece llegado el momento del constitu cionalismo liberal, es preciso explicar y defender el nico posible..., para la ideologa liberal, que no es otro que la monarqua legtima apoyada en la la bor legisladora de las Cortes, pero sin perder ni un pice aquella de su ca risma paternalista. De ah que la Constitucin que no sea aceptada por el rey legtimo slo puede ser antinatural y republicana, esto es, revolucionaria, algo que Sempere no est dispuesto a aceptar. La restitucin en 1820 del constitucionalismo liberal engendrado en C diz significa la amnista general a los exilados, aunque no sin restricciones. La primera amnista, segn un decreto de 8 de marzo, favoreci nicamente a los liberales. Los afrancesados seguan teniendo que soportar el estigma de traidores a la patria, tanto para los liberales como para los absolutistas. El Real Decreto de 23 de abril concedi, en principio, amnista a los afrancesados josefinos residentes al otro lado de las fronteras, si bien un nuevo decreto, fechado tres das ms tarde, limitaba la clemencia, obligndo les a establecerse obligadamente en las provincias de Vizcaya, Guipzcoa, lava y Castilla desde el mar hasta Burgos, lo cual origin las lgicas tribu laciones entre los que daban por seguro el regreso a sus hogares sin traba al guna. El resentimiento de los liberales contra los afrancesados provoc enco nados debates en las Cortes sobre la repatriacin de stos. Finalmente, triunf el talante indulgente, representado por las peticiones del diputado Moreno Guerra hechas en las sesiones del 11 y del 15 de julio. 287 En septiembre de termin el Congreso que los adictos a Jos regresaran, pero prohibiendo que pudieran integrarse en sus antiguos empleos: Don Fernando VII, por la Gra cia de Dios y por la Constitucin de la Monarqua espaola, Rey de las Es parias, a todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Que las Cor tes han decretado y nosotros sancionamos lo siguiente: Las Cortes, despus de haber observado todas las formalidades prescri tas por la Constitucin, han decretado lo siguiente: Artculo 1 9 . Se permite volver a Espaa a todos los que emigraron por haber obtenido encargo o destino del gobierno intruso, o manifestado de otro modo su adhesin al mismo. 285 Histoire des Cortes dExpugne, pp. 270-272. 287 DELEITO Y PIUELA, Jos: La repatriacin de los afrancesados espaoles, en Nuestro Tiempo, vol. CCLXII (1921). Estos hechos tambin son notificados por El Censor de 23 de septiembre de 1820. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 229 2 2 . A las personas comprendidas en el artculo anterior se les restituirn los bienes que se les hubieren y existan secuestrados. 3 2 . Se concede a los mismos los derechos de Ciudadano; pero sin que por esto se entienda que quedan reintegrados ni con derecho a reclamar los empleos, condecoraciones, gracias, pensiones o mercedes que obtenan al tiempo de decidirse a tomar destino o servicio del gobierno intruso de Jos Bonaparte; pues que aquellos para que se les habilita y declara capacidad, como Ciudadanos espaoles, son los que merecieren de ahora en adelante por su idoneidad y servicios que la Patria espera de su parte. 4 2 . Lo dispuesto en los artculos anteriores es y se entiende quedando a salvo el derecho de tercero. Madrid, 26 de septiembre de 1820. Por tanto, mandamos a todos los Tribunales, Justicias, Gefes, Goberna dores y dems autoridades, as civiles como militares y eclesisticas, de cual quiera clase y dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar la presente Ley en todas sus partes. Tendreslo entendido para su cumplimiento y dispondreis se imprima, publique y circule.= Est rubricado de la Real mano. En Palacio a 10 de octubre de 1820.288 No regres Sempere a Espaa, pues, antes de bien entrado octubre del primer ao de la restauracin liberal. Y la decisin que tom refleja clara mente el registro de su ideologa, basada en el equilibrio entre la Ilustracin y el Liberalismo, con ms inclinacin hacia aquella. Intentemos situarla en el momento que nos ocupa. Sempere consider la circunstancia espaola: el rey, por fi n, haba jurado la Constitucin, y ello atemperaba la tendencia radical del liberalismo; por fi n se le presentaba al pas un sistema poltico legitimado por una tradicin y moderadamente representativo. Todo ello encajaba a la perfeccin con su concepcin poltica. Pues resulta evidente la influencia de muchos postulados ilustrados en los textos constitucionales, de los que el pri mero a considerar es la Constitucin de Bayona. 289 De modo que la decisin estaba tomada. Se quedara en Madrid y de mostrara al gobierno liberal su idoneidad para merecer un puesto digno y acorde a su capacidad en el servicio del Estado. As, sin perder ni un minuto, comenz su galanteo vergonzante con los liberales, convencido de que el fu turo poltico de Espaa tena el rumbo definitivamente marcado. No hemos de olvidar que para entonces Sempere tena ya muy cumplidos los 66 arios, lo que confirma su recalcitrante voluntad de seguir en la brecha de la activi dad profesional y pblica, l, que haba sido tan timorato en los momentos 288 Este y otros documentos relativos al exilio, proceso de purificacin y repatriacin de afrancesados y liberales los hemos visto en el Archivo de la Villa de Madrid. 289 Vid. ARTOLA, El Estado liberal, en Historia econmica y pensamiento social, Ma drid, 1983, p. 159, y FONTANA, La crisis del Antiguo Rgimen, 1808-1833, Barcelona, 1983. 230 Juan Rico Gimne.: crticos de la eleccin patritica. Tal vez la mala conciencia le empujaba ahora a redimir su pecado de antipatriotismo. Como siempre, los instrumentos de que se vali para ganarse la con fianza del poder establecido fueron, aparte los modos habituales del ami guismo y la instancia personal, las obras escritas. En los primeros meses del ao 1821, present a las Cortes, segn todos los indicios, dos obras: en un primer momento, las Memorias para la historia de las constituciones espa olas. Memoria primera sobre la constitucin gtico -espaola; un poco ms tarde, las sesenta y ocho pginas curriculares escritas en tercera persona -para darles una impresin mayor de imparcialidad- tituladas Noticias Literarias de Sempere, publicadas en Madrid en las prensas de Len Amarita. 290 La pri mera haba sido publicada en Paris un ao antes y en espaol, lo que indica que fue elaborada mientras el autor esperaba el desenlace de su exilio, tras apresurarse a jurar, en Paris mismo, la nueva Constitucin. Pero aqu hemos de referirnos a una serie de malentendidos, probable mente creados por el peridico El Censor (en reseas aparecidas en los n meros 33, de 17 de marzo de 1821, y 35, de 31 de marzo), segn los que se atribuyen a Sempere dos obras que por las mismas fechas present tambin a las Cortes un personaje con el seudnimo de Don Mariano Amadori. Se trata de la Memoria sobre seoros territoriales y solariegos, y de Los principios de la Constitucin espaola y los de la justicia universal aplica dos a la legislacin de seoros, o sea, concordia entre los intereses y dere chos del Estado y los de los antiguos vasallos y seores. Precede un discurso histrico -legal sobre la feudalidad y los seoros de Espaa. Dedicado a las Cortes por un jurisconsulto espaol. Ya Palau Dulcet, en su inventario bi bliogrfico, atribuye slo la segunda obra a Sempere, aunque l mismo re fiere que en un ejemplar que posey haba una nota manuscrita que consig naba que el autor se llamaba Cambronen, pero una gran mayora sostiene que es Sempere y Guarinos. 291 Nosotros tenemos ms fundadas razones para creer que ninguna de estas obras es de Sempere. En primer lugar porque, aun que sea comprensible que en esa primera entrega no se las atribuyera por cuestin preventiva, dada la animosidad de los liberales contra los afrancesa dos, tampoco pasado el tiempo lo hace, ni siquiera en el apndice bibliogr fico que aade en su ltima obra, escrita en 1826, antes de regresar de su se gundo y ltimo exilio. Adems, si la primera obra que presenta a las Cortes, 290 En 1927 se hizo una reedicin (Valencia, Tip. de Gtemberg) a cargo de Gabriel Amat y Amat, que la prolog y probablemente sufrag para que fuera gratis para los hijos de Elda. El ejemplar que hemos manejado se halla en la Biblioteca Municipal de Elda. 291 PALAU DULCET, Antonio: Manual del librero hispanoamericano, t. XX, Barcelona, 1968, p. 272. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 231 esto es, las Memorias para la historia de las constituciones, lo hace con su nombre, dado que ya estaba publicada un ao antes, por qu solapar las otras Y, definitivamente, la lectura de Los principios de la Constitucin es paola nos aclara ms las cosas. El estilo ni la sintaxis son las de Sempere. Adems, el annimo autor atribuye la propiedad de la tierra a la segunda clusula del pacto social, cosa que Sempere nunca hizo, sino, al contrario, mostr siempre su desdn hacia cualquier teora contractual; y, pese a la coici dencia en sostener parecida tesis respecto al feudalismo espaol y la negacin de la pretendida (por Martnez Marina) genealoga entre las Cortes medieva les y las liberales, difieren en las influencias forneas: el annimo autor (acaso estuvo exilado en Inglaterra) cita a Bentham y al incomparable Gib bon, a Robertson y a Hume con mucha ms familiaridad y admiracin que nunca lo hiciera Sempere; y, en fin, en las pginas 20 y 46 cita la Memoria de la Constitucin gtico -espaola del seor Sampere, con a! 292 En cual quier caso, nos atenemos a nuestra primera duda: es poco verosmil que desde 1821 hasta el momento de su muerte en 1830 no desvelara el propio Sempere ese anonimato. No encaja en su habitual forma de proceder. Tal vez el Cam bronen que ley Palau Dulcet en el ejemplar que manej fuera Manuel Ma ra Cambronero, otro ilustrado exilado por afrancesamiento. Ah queda la cuestin, que nosotros no hemos tenido tiempo ni demasiado inters en re solver. Sigamos, pues, con el Sempere acreditado y sus intentos de ganarse el fa vor de los liberales del Trienio. l mismo refiere el primer contacto: Los ma los consejeros de Fernando VII lo haban retraido de cumplir la palabra so lemne que haba dado a sus pueblos de gobernarlos con una constitucin sabia y acordada en las Cortes. El despotismo haba vuelto a ocupar el trono con ms descaro que nunca. La inhumana inquisicin haba sido restablecida. El gobierno apenas trataba mas que de propagar la ignorancia y la babarie cuando, de repente, la divina Providencia, apiadada de tantos males, se vali para contenerlos de los mismos instrumentos que preparaba la poltica para completar el triunfo de la supersticin y el bartolismo. Las bayonetas desti nadas a afirmar la esclavitud conquistaron la libertad. La Constitucin de C diz fue suscrita y jurada por el rey, y de un monumento de escndalo y del odio ms implacable contra sus autores se convirti en un ttulo de gloria y de herosmo. Tales milagros sabe obrar el Todopoderoso. Sempere, aunque notado de servil, por el lunar citado de su historia de las Cortes, es bien notorio que abund siempre en principios liberales. As, 292 El ejemplar que hemos manejado se halla en la Biblioteca Universitaria de Granada. Sig. C-35-148. 232 Juan Rico Gimnez luego que jur en Paris la Constitucin, se crey ms obligado que otros a manifestar su adhesin al nuevo sistema y a cooperar en cuanto pueda a su ms firme consolidacin. Para esto, pensando que uno de los medios ms ti les podr ser la comparacin de la actual con las anteriores y la demostracin de sus ventajas sobre todas las dems, se determin a escribir la historia de las antiguas, que hasta ahora ha estado muy confusa. La Memoria sobre la constitucin gtico -espaola parece que ha hecho desear su continua cin. 293 La irona amarga sobre los vaivenes de la poltica y, sobre todo, del pue blo espaol, atribuidos a los milagros de la divina providencia, muestran el resentimiento de un racionalista que se siente preso de un destino cruel e in justo, encarnado, segn l, en la reaccin poltica ms que en el propio Fer nando VII. Que le ha perseguido, incluso, en el exilio parisino, donde las fuerzas reaccionarias francesas y sus medios de comunicacin pretendieron asimilarlo en sus filas, entre otras cosas, manipulando sus escritos (lo que no era difcil, en verdad), pero encontrando la resistencia de Sempere desde el momento en que se cumpli su ideal de ver legitimada la Constitucin con la tradicin monrquica. Los peridicos ultras de Paris haban dado en la mana de apoyar sus invectivas contra los liberales de Espaa con citas y pasajes copiados de la historia de las Cortes, por lo cual Sempere, luego que jur la nueva Consti tucin, escribi una carta al redactor de la Gaceta de Francia, advirtindole que si en la citada obra la haba censurado era porque careciendo por aquel tiempo de la sancin real y del consentimiento de toda la nacin, no la tena por una ley; pero que habiendo cesado ya aquellos motivos, le rogaba que en adelante no lo considerara como su censor, ni lo citara como su enemigo, por que, al contrario, nada deseaba ms que el cooperar a su consolidacin. El gacetero imprimi la carta de Sempere, pero fue alterando algunas clusulas y aadiendo la nota siguiente: Despus de habernos valido del li bro de M. Sempere, pudiramos negarnos a publicar su carta. Ayer no que ra la Constitucin; hoy la quiere, N. semper bene. Deseamos que la sumisin de M. Sempere le asegure en su patria el reposo y la felicidad. Mas nosotros, que no tenemos los mismos motivos para mudar tan bruscamente de opinin; nosotros que no tememos ser desterrados o ahorcados por los liberales de Madrid, nos apoyaremos en la misma carta del historiador de las Cortes para corroborar nuestras anteriores objeciones. Sempere escribi segunda carta al gacetero, manifestando en ella la mala f con que haba procedido, alterando muchas expresiones de la pri Noticias Literarias de &amere, pp. 19-20. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 233 mera, y concluy dicindole: Monsieur, mi suerte ser en Espaa, como en todas partes, la que Dios quiera; pero supuesto que usted desea mi felicidad, debiera ser ms escrupuloso y ms fiel en la copia de mi carta, no alterando mis expresiones para deducir consecuencias muy opuestas a mis sentimien tos actuales. Por lo dems, si ayer no amaba la Constitucin, y la amo hoy, ya le he dicho a usted en mi carta original los justos motivos que han produ cido una conversin tan repentina. El redactor de la gaceta de Francia hubiera extraado menos la conver sin de Sempere si supiera o entendiera bien la regla del derecho que dice: Distingue tempora, et concordabis jura. 294 Bien. Aqu tenemos, si creemos a Sempere (j,y por qu no habramos de creerle), el testimonio sustantivo de su particular manera de entender la ne cesaria simbiosis entre Ilustracin y Liberalismo. Claro que para entenderlo hemos de distanciarnos crticamente de las visiones reduccionistas que sepa ran tajante y sustantivamente ambas ideologas y las hacen incompatibles. Y admitir que en ese reduccionismo ha colaborado activamente buena parte de la historiografa, tanto la que ha dirigido su atencin al fenmeno ilustrado como la que lo ha hecho sobre el movimiento liberal, que ha restringido ste exclusivamente al engendrado en Cdiz. Visin maniquea en la que colabo raron ya desde el principio sus actores principales, los que, desde Cdiz, en tendan el cambio segn el modelo rupturista y constitucionalista y los que, desde la Ilustracin, slo aceptaban ese cambio si era el resultado continuista de una Constitucin sancionada por la monarqua. En realidad, slo tenemos que aceptar esta opcin reformista y antirre volucionaria como otra posibilidad de liberalismo, en lugar de calificar a quienes, como Sempere, lo sostuvieron, como simples cambiachaquetas por motivos meramente circunstanciales. Ser un liberalismo todo lo conservador que se quiera, pero hemos de admitir que se trata de una visin del mundo que tiene ya muy poco que ver con la del Antiguo Rgimen. Se trata, adems de un liberalismo cuyo tono conservador estar siempre condicionado por el contexto espaol, esto es, por la ausencia de una clase burguesa con sufi ciente entidad econmica y social, por un lado, y por la pervivencia y vigor de las fuerzas reaccionarias tradicionales, por otro. A partir del Trienio Libe ral, esta postura continuista se integrar en los partidos liberales de ideologa moderada, que apoyan sus ideas en el concepto de fuste milieu , o justo medio del liberalismo doctrinario francs. 295 294 Ihd., pp. 21-22. 295 ELORZA, La ideologa moderada en el Trienio Liberal, en Cuadernos Hispanoa mericanos, n 288 (1974), pp. 584-650. 234 Juan Rico Gimnez En estas coordenadas hay que integrar a Sempere y Guarinos. Si la pri mera oportunidad, en 1809-10, le hubiera llevado primero a la Junta Central y luego a Cdiz, es seguro que hubiera defendido, con el argumento histrico legal habitual en l, la opcin que defendi desde 1820. Que no era un bluf espordico esa postura, ni siquiera atribuible a unos cuantos despistados de la Historia, lo prueba el eco que los planteamientos liberal -conservadores de Sempere tuvieron en su momento: Presentada esta memoria [sobre la constitucin gtico -espaola] en la sesin de las Cortes de 27 de marzo de este ario [1821], fue recibida con agrado; y en los peridicos ms acreditados de esta corte ha sido aplaudida con los mayores elogios. 296 En ella se separa Sempere de la opinin comn acerca de la excelencia de la Constitucin visigoda. Pero si la verdad se ha de indagar y juzgar, no por el respeto servil a otros escritores, por muy sabios que sean, sino por la razn, se ver que el nuevo sistema de Sempere no es improbable. Puede formarse una idea de este sistema, y del estilo de su autor por la muestra siguiente: La teocracia suaviz algn tanto la ferocidad goda. El odio natural entre los vencedores y vencidos fue calmando. El orgullo de los opresores, y su alto desprecio de los oprimidos se fue disminuyendo. Al fin se reuni y amalgam la nacin dominante con la dominada. Mas no por eso se moderaba el despotismo. Los obispos consagraban a los reyes; los llamaban Cristos y vicarios de Dios; y los defendan con sus ex comuniones decretadas contra los traidores. Pero, qu valan las leyes, ni los cnones, ni los anatemas contra el despotismo Los reyes y sus confidentes no tenan ms freno que el temor a las insurrecciones, castigo bien incierto y contra el cual se crean seguros y escudados con los juramentos de sus vasa llos y la proteccin del clero, que nunca se negaba a los tiranos astutos o afor tunados... Es bien digno de notarse que tres de lo mejores reyes godos catlicos, Suintila, Tulga y Wamba fueron depuestos por los grandes, sin que el clero se empeara en protegerlos; y que otros muy despticos fueron sostenidos y ce lebrados por los concilios. Se atribuye comnmente la ruina del trono godo a los vicios de Witiza y don Rodrigo. Se han inventado mil fbulas para desacreditar a aquellos dos reyes, hasta que la mayor crtica de estos tiempos ha demostrado su falsedad. Mas hasta ahora no se han aclarado bien las verdaderas causas de aquella ca tstrofe tan funesta. 296 En El Censor, n 35; en La Miscelnea de 21 de abril; en El Universal de 30 de abril. La invasin napolenica y SUS consecuencias (1808-1830) 235 Cmo veinte o treinta mil moros pudieron derrotar el ejrcito de Ro drigo, compuesto de ms de ochenta mil espaoles, no menos valientes que ellos Cmo en dos aos los musulmanes pudieron apoderarse de toda la pe nnsula, cuya conquista haba costado cerca de doscientos a los romanos y otros tantos a los mismos godos... Si la nacin espaola gozara una buena constitucin; si amara su gobierno; si tuviera un grande inters en sostenerlo; si la animara un noble patriotismo, sucumbiera ni se dejara subyugar tan presto por tan pocos enemigos... Las causas polticas obran de una manera muy semejante a las natura les. Una tierra abandonada produce nada o pocas y malas yerbas, cuando, bien cultivada, se cran en ella abundantemente los frutos ms sabrosos. Una nacin bien gobernada puede multiplicar al infinito sus riquezas y sus fuer zas; y al contrario, sin buen gobierno se empobrecen, decaen y se anonadan las ms fuertes y opulentas. Los espaoles resistieron a sus enemigos y de fendieron su independencia mientras gozaron libertad; mientras podan unirse y comunicarse francamente sus ideas; mientras eran juzgados pblica mente por leyes o costumbres inalterables; mientras tenan una verdadera pa tria. Mas luego que una larga y triste experiencia les haba hecho ver que su cdigo, y an su religin, no servan muy comnmente sino de pretextos al inters privado, a los vicios de sus superiores y de escudos a la tirana, se en tibi su patriotismo y miraron con indiferencia el ser subyugados por natura les, o por extranjeros... 297 Es fundamentalmente del estudio de la historia de donde extrae Sempere su visin pesimista, conservadora y elitista de la evolucin de las sociedades. Y, en el caso de la historia de Espaa, siempre sobresale la injerencia nefasta de la Iglesia en los asuntos del Estado: la historia de la Iglesia espaola est sustantivamente ligada, para Sempere, a la historia de la reaccin espaola -calificada por l de supersticin y bartolismo-, sobre todo en su concepcin del derecho divino de la monarqua. Esta recurrencia crtica, casi permanente en todos sus escritos -precursora del anticlericalismo espaol decimonono ser la que ms pesar sobre las desgracias polticas del ilustrado eldense. Quien en su perseverante accin por acomodarse a los nuevos tiempos li berales comenzar la publicacin de la obra ms ambiciosa de esta etapa fi nal, la Historia del Derecho Espaol, que no es sino la suninta de toda su pro duccin histrico -legal y poltica. Consta de dos volmenes, el primero de los cuales apareci en 1822 y el segundo en 1823, despus que los Cien Mil Hi jos de San Luis restauraran de nuevo la monarqua teocrtica y la dcada 297 Noticias Literarias pp. 66-68. 236 Juan Rico Gimnez ominosa en Espaa, 298 lo que le oblig a revisar a la baja, esto es, humi llndose, la obra, con la desesperada esperanza de evitar -infructuosamente un nuevo exilio. Pero la primera edicin signific un triunfo en las expectativas liberales del autor, pues consigui la proteccin y la financiacin del gobierno. El gobierno constitucional haba creado un nuevo plan de estudios uni versitarios de los que la enseanza del Derecho espaol y de su historia de ba ser una parte. M. Sempere escribi entonces la Historia del Derecho Es paol, la present al ministro del Interior y, pese a que fuera tachado de servil, se orden su impresin a expensas del tesoro pblico. 29 La acogida del gobierno liberal significaba una autntica rehabilitacin y el bueno de Sempere agradeci la magnanimidad forzando su liberalismo con una vuelta de tuerca ms retrica que seguramente sentida. Leamos el pr logo al primer tomo, que auspicia con la sentencia de San Agustn, Remota justitia, quid sunt regna, nisi magna latrocinia Los viejos que se pronuncian de veras por la causa de la libertad, ha di cho el Espectador 359, 1822], son ms ardientes que los jvenes. Sin duda, obra en ellos una razn ms que en los otros, a saber, el justo enojo de que no se haya destronado antes el monstruo del despotismo, para haber vi vido ms tiempo bajo el reinado de las luces, de la virtud y de la justicia; y el sentimiento de quedarles pocos aos para poder disfrutar del beneficio de unas instituciones tan anlogas a sus ideas. Yo soy uno de los viejos indicados por el Espectador, no solamente por las razones que expone, sino tambin por otras muy particulares. Desterrado, despojado de mis bienes y de mis honores por el gobierno absoluto, a la Constitucin debo el dulce consuelo de respirar otra vez los aires puros de mi amada patria; la devolucin de mis bienes; la ms estimable de los inapre ciables derechos de ciudadano espaol; la satisfaccin de que las Cortes ha yan admitido con agrado dos obritas que les he presentado; que el gobierno me haya otorgado cuanto le he pedido; y que las personas ms ilustradas de todos los partidos, en que desgraciadamente est dividida esta Pennsula, no desconozcan mis antiguos mritos. Adems de esto, si por desgracia volvieran a triunfar el absolutismo y su compaera inseparable la supersticin, qu suerte podra prometerse el autor del proyecto sobre la venta de bienes de patronatos y obras pas, por el 298 Vid. SANCHEZ MONTERO, Los cien mil hijos de San Luis y las relaciones franco espaolas. Sevilla, 198 I. Como obra de conjunto, La Espaa de Fernando VII. Historia de Es paa M. Pu/al, vol. XXXII. Madrid, 1989. 299 SEMPERE, Considrations sur les causes, cit., p. 290. Traduccin nuestra. La invasin napolenico y sus consecuencias (1808-1830) 237 cual han sido desamortizados y puestos en circulacin cerca de dos mil mi llones de reales en bienes races, estancados antes en el clero Y qu suerte el escritor de la memoria sobre la Constitucin visigoda y de la historia de las rentas eclesisticas de Espaa, en las que se descubren y manifiestan los vi ciosos orgenes de la teocracia o preponderancia del clero en el gobierno ci vil y de la adquisicin de inmensas riquezas que ha gozado escandalosamente por tantos siglos Cuando escriba la citada memoria sobre la Constitucin gtico -espa ola pensaba en continuar dando la historia de las dems Constituciones ob servadas en esta Pennsula, para que comparada con ellas la actual resaltaran ms su racionalidad y sus ventajas sobre las antiguas. Despus he reflexio nado que podr ser ms til para el mismo fin y para la instruccin pblica la Historia del Derecho Espaol, que abrace aquella idea y, adems, la de las causas de las variaciones de las leyes y sus cdigos. 300 El comentario que nosotros podemos hacer, mas la enumeracin de la no table influencia que la obra de Sempere tuvo desde su publicacin hasta nues tro siglo XX entre los historiadores del derecho, vamos a resumirlos en la re sea crtica que hace tres lustros realizara de ella uno de los ms conspicuos juristas, historiador de la Espaa moderna, poltico y pionero de nuestra Constitucin democrtica, desgraciadamente borrado de la vida por la ret rica absurda y enajenada de las pistolas: Francisco Toms y Valiente. Valga este recordatorio como homenaje. Ms importante que su Memoria primera sobre la constitucin gtico hispana... es su Historia del Derecho Espaol(dos tomos, 1822-1823). Ya en 1804 haba publicado un opsculo titulado Apuntamientos para la historia de la jurisprudencia espaola, claro entecedente de sta, que es en muchos as pectos su obra ms madura y acaso la ms importante para nosotros, a pesar del escaso aprecio en que se la tiene. Sin embargo, durante la primera mitad del XIX la Historia del Derecho Espaol circul bastante, como lo prueba el hecho de que adems de la citada edicin se publicara una segunda, en Ma drid, 1844, con un apndice de autor annimo, y otra en 1847, en que la obra de Sempere era continuada hasta nuestros das merced a otro apndice es crito por Teodoro Moreno... Ya en sus Apuntamientos se da un paso importante para la construccin de la Historia del Derecho como gnero propio. Por esa misma direccin ca mina su posterior Historia del Derecho Espaol. En ambos libros es notorio su espritu contrario al Derecho romano, sobre todo en la versin del mismo 3(1) Historia del Derecho Espaol, I, Prospecto (publicado antes de ver la luz el libro, y luego incluido en l). 238 Juan Rico Gimne: facilitada por los juristas de los siglos XVI y XVII. Frente a la jurispruden cia de tradicin romana, Sempere defiende la necesidad de un Derecho nuevo, que l considera debe estar impulsado por el poder real, por un esp ritu regalista y antieclesistico. Este tema, constante en toda su obra, se per cibe tambin en su libro de 1822-23. Al margen de este lei motiv, la His toria del Derecho Espaol de Sempere es una obra llena de mritos. Abarca todo el proceso histrico desde la dominacin romana hasta la Novsima Re copilacin de 1805; alterna con fluidez y segn el hilo de la cronologa el es tudio de las principales fuentes y el de las instituciones con preferencia por las poltico -administrativas, pero sin olvidar otras de Derecho privado, como el matrimonio o los mayorazgos; analiza tales instituciones en funcin de lo que sobre ellas dicen las fuentes legales; desmitifica muchos tpicos libera les, en casi constante polmica con Martnez Marina; 301 dedica atencin a la historia de la ciencia jurdica y a la enseanza del Derecho y supera la limi tacin cronolgica medieval, acercndose hasta sus das con el estudio del Derecho en los siglos XVI a XVIII. La Historia del Derecho Espaol es, en fin, una visin de conjunto de tal materia, que concediendo mucha atencin a temas de Historia Constitu cional, los engloba en un examen ms amplio. Sempere escribe Historia del Derecho como ciencia o rama de la ciencia de la Historia, atento a las cone xiones econmicas y sociopolticas del Derecho, y no por ello menos atento a la tradicin tcnica o conceptual en la que se inserta el trabajo de los juris tas. Libro injustamente olvidado, lo cierto es que pasaron muchos aos en nuestro pas antes de que fuese mejorado. 302 Huelgan, por nuestra parte, los comentarios. Nos toca seguir husmeando los ltimos rastros de la etapa efmeramente liberal de Sempere. Ya hemos advertido lo poco que le valieron, ante la nueva inminente reunin del trono y el altar, los retoques a la Historia del Derecho dirigidos exclusivamente a evitar un nuevo destierro. Imposible deseo, si aadimos a esta obra y su con tenido la publicacin en 1822 de la Historia de las rentas eclesisticas de Es paa, mucho ms lesiva para el sistema reaccionario que se avecinaba. Una vez ms, su destino haba sido subrayado por l mismo. Pero esta vez no se humill como en 1810. Antes bien, cuando lleg el momento, parti con el gobierno liberal al reducto simblico de Cdiz, 301 Precisamente uno de los ltimos trabajos de Toms y Valiente, con el que ingres en la Academia de la Historia, fue el discurso Martnez Marina, historiador del Derecho (Madrid, 1991), en el que tuvo la contestacin de Miguel Artola. 302 TOMS Y VALIENTE, Francisco: Manual de Historia del Derecho espaol, Madrid, 1981, pp. 47-48. La invasin napolenica v sus consecuencias (/808-1830) 239 acompaado de la milicia de Madrid a defender la santa Constitucin. 303 Segn Gabriel Amat, paisano y posiblemente pariente, ante el acoso de las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luis 3 tuvo Sempere que abandonar C diz y, en lugar de refugiarse en Gibraltar como otros muchos liberales, 305 re gres a Madrid de nuevo, desde donde pas a Paris con las tropas francesas, agotadas todas las posibilidades de permanecer en Espaa. Ya que aqu se im puso de nuevo la ideologa teocrtico -castiza del Ejrcito de la F espaol y no la que aconsejaba el gobierno francs, que prefera para su vecino trans pirenaico un rgimen moderado en el que convivieran pacficamente la mo narqua y la representacin parlamentaria, esto es, un sistema poltico bur gus acorde con el instaurado en la Europa desarrollada a partir del congreso de Viena (1815). Segn comunicacin del cnsul espaol en Paris, Justo Ma chado, al secretario de Estado Evaristo San Miguel (8 mayo 1823), entre las intenciones del gobierno francs mientras preparaba la invasin de los cien mil hijos de San Luis, una sera eliminar de la escena poltica a los reaccio narios exaltados -les hommes de la foi devront disparaitre, pone en boca del omnipotente Chateaubriand-, y establecer un gobierno liberal -conserva dor que contente a la clase media espaola y evite la radicalizacin de los exaltados de uno y otro bando. Un gobierno en el que, desde luego, hubieran tenido buen acomodo hombres como Sempere. Sin embargo, lo que triunf, como sabemos, fue la reaccin violenta e implacable representada por el ejr cito de la f y la reaccin del pas, sustentados, segn vean los soldados y la generalidad de los franceses, por las aclamaciones de un populacho exci tado por los Curas. 306 Esta vez son los liberales moderados y los antiguos ilustrados quienes exteriorizan su esperanza en el mal menor francs para evitar la vuelta del rancio -aunque reciente- despotismo fernandino. En efecto, Paris acogi de nuevo al desgraciado Sempere. Con ms de 69 aos, mal se poda sobrellevar un segundo destierro tan afrentoso como te mido. Qu poda esperar de aquella dcada ominosa que acababa de co menzar en su patria y que restauraba, ajena a la historia europea y alejndose 3 3 AMAT Y AMAT, prlogo a Noticias literarias de Sempere, Valencia, 1927. cit., p. IV. 304 El acoso de las tropas de Angulema y las condiciones exigidas por los liberales, que se haban llevado consigo a Fernando VII a Cdiz, y que duran desde el 15 hasta el 27 de sep tiembre de 1823, estn recogidos en el Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 31 18, donde tambin pueden verse muestras del furor reaccionario de la muchedumbre. 3 5 CAMPOS, Jorge, prlogo a las Memorias de Alcal Galiano, B.A.E., I, Madrid, 1955. Vid. tambin SANCHEZ MONTERO, Gibraltar, refugio de liberales exilados, en Revista de Historia Contempornea. Univ. Sevilla, n I (1982), pp. 81-107. Consta en sta un liberal el dense, Juan Rico, acompaado de su familia, localizado por las autoridades el ltimo trimestre de 1823. 306 Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 6226. 240 Juan Rico Gimnez peligrosamente de ella, la tctica siniestra del palo a la burra blanca y palo a la burra negra que no sirvi ms que para aislar el trono y generar, a su derecha y a su izquierda, una oposicin creciente que presagiaba el clima de guerra civil en que el pas se vera envuelto desde 1833 307 El desencanto poltico parece que hizo mella definitiva en su fatigado es pritu. Todos sus esfuerzos se orientaron a conseguir el perdn para regresar al ltimo reducto afectivo que le quedaba, su familia y su pueblo. Pero para eso tuvo que esperar an dos largos aos, pese a las instancias diplomticas del gobierno francs en orden a que el de Fernando VII amnistiase a los afrancesados. 308 Por el contrario, precisamente a partir del verano de 1824 vemos aumentar el nmero de los reprobados en las peticiones de purifica cin y amnista. Dos aos en los que intent exorcizar la melancola trabajando esparta namente, como siempre, en su inacabado discurso de la historia de Espaa y ponindolo al alcance de quienes podan valorarlo. En esos amistosos con tactos intelectuales franceses lograba, al menos, atenuar la sombra fatal del ostracismo. Sabemos, porque l mismo nos dej noticia, de la clida acogida que tuvieron las obras que present a la Biblioteca Real de Paris, por boca de su archivero y administrador, Raoul Rochette, que le insta a servir de inter mediario con la Academia de la Historia de Madrid y a que Sempere le auxi lie con sus consejos y a iluminarme con sus luces. 309 An tuvo Sempere arrestos para escribir unas densas Considrations sur les causes de la grandeur et de la dcadence espagnole, movido por un pre texto que le poda servir de salvoconducto para la amnista: una nueva desca lificacin de la cultura espaola que rezuma ecos de la polmica que medio siglo antes desencadenara Masson de Morvilliers. Como hiciera antao, re surge el nacionalismo cultural de Sempere con nuevo y ms interesado bro. Fue escrita en espaol y vertida al francs por un amigo de Paris, publicada all en 1826, pocos meses antes del fin del destierro. Pero de esta obra, la l tima de Sempere, especie de compendio de su ideologa, no hablaremos aqu, pues est pronta a ser publicada por la Diputacin de Alicante con traduccin y estudio crtico nuestros. Podemos decir, sin embargo, que se sirvi de ella, sobre todo en su dimensin patritico -apologista, para hacer mritos en su anhelada repatriacin. Se vale, para ello, del embajador espaol en Paris, duque de Villaher mosa. ste remite el 15 de septiembre de 1826 al primer Secretario de Estado, 307 PALMER, Diccionario de historia moderna. Barcelona, 1971, pp. 102-103. 308 Actas del Gmsefo de Ministros. Fernando VIL T. 1, Madrid, 1989, pp. 26-27. Biblio teca del Senado. 3 9 SEMPERE, Considrations, pp. 292-295. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 241 un pliego que le ha entregado D. Juan Sempere para el Sr. Ministro de Gra cia y Justicia y cuatro ejemplares de una obra que ha publicado, uno para S.M., otro para S.E. y los otros dos restantes para los seores Calomarde y Vilella. Parece que el embajador est interesado en ayudar a Sempere y as lo deja traslucir el ltimo prrafo de su carta: Espero que V.E., en el caso de que S.M. d una favorable acogida a la solicitud de esta antiguo Magistrado tendr a bien comunicarme su Real re solucin, a fin de que pueda hacerla saber al interesado. 310 De todos los destinatarios, es evidente que Sempere esperaba los favores de Calomarde y de Vilella (a quien conoca personalmente), quienes, apoya dos por el Secretario de Gracia y Justicia -no estamos seguros si era Manuel Gonzlez Salmn- habran de interceder ante Fernando VII, pues de la vo luntad paranoico -reaccionaria de ste poco se poda esperar, y mucho menos que resolviera el perdn de la lectura de las Considrations, habida cuenta de que la nica aficin del rey para con los libros no pasaba del entretenimiento de despegar las hojas. 31 1 En realidad, el asunto se remonta a marzo de 1824, en que Ignacio Mar tnez de Vilella, Gobernador del Consejo de Castilla, se interesa por el des tino de Sempere y as se lo comunica epistolarmente. Pero, por una razn u otra, o, ms bien, por un conjunto de sinrazones, tuvo ste que esperar a 1826 en que, el 3 de septiembre, le escribe a Vilella la siguiente carta: Excmo. Sr. Amigo y muy Sr. mo: uno de los mayores consuelos que he tenido des pus de mi ltima salida de Espaa ha sido la apreciabilsima carta de V. de 3 de marzo de 1824, en la que me deca V. que no olvida nuestra antigua amistad, ni dud ni duda de mis opiniones, honradez y servicios y que si en contrase ocasin de hacerlos valer no la perder. Que est usted cierto del aprecio que mis obras merecern pues que mis luces las sabe hace mucho tiempo [subrayado de Semperel. Como no debo dudar de la veracidad de V. y adems mi compaero y protegido de V., el Sr. Ferrer me ha asegurado varias veces de la estimacin con que V. me honra, viendo que en tanto tiempo no haba encontrado V. al guna ocasin favorable al cumplimiento de su buen deseo, he atribuido esta tardanza a mi descuido en no haber solicitado mi purificacin. He pensado al gunas veces en volver a Espaa para solicitarla personalmente, conociendo 31(1 Archivo Histrico Nacional, Estado, leg. 5326. 31 1 Vid. CARANDE, Ballesteros en Hacienda , en 7 estudios de la historia de Espaa. Barcelona, 1969, p. 188. 242 loan Rico Ginine: las dificultades del buen xito de tales negocios siendo dirigidos por manos de agentes, pero me han retraido de mi viaje las razones que expuse a V. en mi carta de 21 de mayo de 1824, de la que, aunque mi amigo Ferrer me dijo que V. me haba contestado, he tenido la desgracia de no haber llegado a mis manos tal contestacin. En tal estado, y sindome cada da ms imposible la ausencia de mi amada patria, me he resuelto a solicitar mi purificacin por un medio extra ordinario, pero ms digno de un magistrado, y menos falible que otras prue bas en las cuales nadie sabe tanto corno V. por sus talentos y por sus largas experiencias, los engaos y los ardides con que pueden desfigurarse los he chos ms criminales y justificarse los reos ms culpables. Este medio ha sido el de escribir una nueva obra en defensa de las regalas de la corona y de la potestad absoluta de nuestros soberanos, bajo el ttulo de Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia de la monarqua espa ola. La he publicado en francs para vindicar al mismo tiempo a nuestro go bierno de las gruesas calumnias con que es ultrajado fuera de Espaa por la ignorancia de nuestra historia y nuestra legislacin. En estos peridicos se ha anunciado ya esta obra como muy realista, se gn podr V. ver en la adjunta copia de un artculo de Aristarco, que es uno de los ms antiliberales. 312 Como tal ha sido tambin considerada en la em bajada, en donde he puesto un ejemplar para el Rey N.Sr., dos para los Sres. Ministros de Estado y de Gracia y justicia y otro para V. y se me ha prome tido su direccin (lase gestin] a la mayor brevedad posible. El ejemplar para el Sr. Calomarde va acompaado de un memorial en el cual suplico a S.M. que en consideracin a este nuevo escrito se digne decla rarme purificado de cualesquiera errores u opiniones menos conformes a su real servicio que puedan encontrarse en otros anteriores. Mi nueva obra abunda en sentido tan realista que me temo que no agrade a muchos de los ms preciados de tales, porque est dictada por el mismo espritu de Fiscal del Rey que V. presenci cuando en tiempos ms tranquilos merec por el grandes aplausos, y ser premiado extraordinariamente con los honores de Consejero de Hacienda y una pensin de 20.000 reales. Pero teniendo la for tuna de ver a V. cabeza del Consejo y de ser, como se me ha asegurado, muy amigo del Sr. Calomarde, confo que su proteccin vencer todos los obst culos que pueda oponer a mi justificacin la lastimosa divergencia de las opi niones, an entre los ms fieles vasallos de S.M.. Quiera Dios no privarme de 312 En efecto, de nuevo se aprovechan de Sempere los monrquicos franceses, sin recibir esta ve! rplica del autor, a quien interesa esa adscripcin meramente realista para el cometido repatriador que se propona. La invasin napolenica y sus consecuencias (1808-1830) 243 este consuelo, que es el que ms deseo para acabar la corta vida que me queda menos tristemente. No s si se han remitido ya o cundo se remitirn por la embajada los ejemplares que he entregado. Si V. tiene la bondad de contestarme, vivo en Rue Saint Honor, ri`- 314, para lo que V. quiera mandarme. Dios gue a V.Md., como se lo ruega su desgra-ciado compaero y siem pre affmo. amigo de V.q.s.m.b. Sempere [rubricado1 313 Sempere es consciente de que se humilla una vez ms ante el despotismo y sus bastiones, pero mayor deba de ser la humillacin del destierro, adobada por la vejez. nicamente le queda el refugio de la razn histrica con la que escribe esa ltima obra, una ms en la reivindicacin regalista de la nacin espaola encarnada en la monarqua borbnica, aunque esta vez condicio nada por el inters casi exclusivo de la repatriacin. Pero an as, es tambin consciente de que los reaccionarios de ahora, como los de ayer, movidos por estmulos ajenos a la sensibilizacin histrica nacional, no comprendan su evidente patriotismo liberal -conservador. Ese fue su destino: ser un conser vador reformista repudiado y desterrado por las fuerzas ms reaccionarias y teocrticas, incapaces de comprender el movimiento de la historia de Espaa dentro de la cultura europea. Por lo menos surti efecto positivo esta gestin. Antes de finalizar el ao 1826, Sempere obtuvo la gracia de la purificacin solicitada y pudo regre sar a su patria. Sali de Paris el 12 de noviembre, arrivando a Madrid el 27, donde primero tena que poner en orden sus asuntos. Muy pronto, el 8 de di ciembre otorga testamento. Con tal calculadas prisas, es de suponer que pre tenda instalarse cuanto antes en su pueblo, junto a sus ancestros, definitiva mente. Pas ya esas mismas Navidades con los suyos No disponemos de otros datos sobre esta etapa que los que aporta Lamberto Amat en su crnica de Elda, que deben ser los ms seguros, habida cuenta de la proximidad, en el tiempo y en la parentela, de Amat con Sempere. Segn aqul, ste , ... permaneci en la Corte hasta el 26 de mayo de 1827, en que sali para Elda, donde entr a los tres das, o sea, el 29 a las diez de la maana, siendo recibido con los brazos abiertos por dos sobrinos carnales, otros parientes, to das las personas visibles y el pueblo en general, con las mayores muestras de alegra y respetuoso cario. 314 Refiere Amat en tono panegrico la feliz estancia de Sempere entre pa rientes y amigos, entre ellos bastantes instruidos y sabios, y, lo que ms nos 313 Biblioteca Nacional, Manuscritos, 18.692 2 314 AMAT: Hiswria de Elda, cit., tu , p388 y ss. 244 .luan Rico Girnne: interesa a nosotros, alude a la laboriosidad del viejo ilustrado, que, de ser cierta, no ha llegado a la posteridad, pues han desaparecido todos los rastros, incluso ya en 1875, en que escriba el propio Amat, lo que no deja de ser algo extrao y hace dudar de la verosimilitud de tal produccin. ... y aunque nuestro D. Juan Sempere padeca ya los achaques propios de la edad y de los acervos disgustos que haba sufrido, su amor al cultivo de las letras le ocup todava, empleando varios escribientes, y debi dejar bas tantes buenos manuscritos, que no sabemos qu se habr hecho, pero que es de sentir que el pblico se vea privado de ellos, y al mismo tiempo acaso de pinges utilidades sus herederos, lo cual atribuimos a incuria de alguno de s tos. (lbfil.) Sea como fuere, e independientemente de lo valioso que fuera lo que es cribi en estos ltimos aos, no debi ser muy diferente de su temtica co nocida y, a esas alturas, archirrepetida. Por otro lado, es lgico que un hom bre como l empleara el ocio a que le forzaba ese ltimo, libre y dulce destierro, explayando sus querencias de lector y escritor infatigable. Donde naci y apenas vivi, acab muriendo este hombre al que el des tino mim primero para luego someterle a una serie de pruebas inextricables y arduas que sorte como mejor pudo y supo, manteniendo una actitud, pese a muchas contradicciones y derrotas, coherente con sus presupuestos ideol gicos y morales. Talante poco comn en la Espaa de su tiempo, radicalizada en posturas extremas, antagnicas e irreconciliables. As le fue. Sin embargo, la labor y el talante moral de hombres como Sempere, justo es reconocerlo, han hecho posible, en la lenta pero testaruda sedimentacin del tiempo hist rico, el avance de la ciencia y de la tolerancia en Espaa. Muri Juan Sempere y Guarinos de muerte natural, entre sus herederos y los objetos clidos de la niez, el 18 de octubre de 1830. Haba vivido setenta y cinco aos y medio. Conclusiones Hemos intentado en las pginas precedentes situar la vida y el pensa miento de Sempere en el contexto cultural de su tiempo. El planteamiento ini cial es biogrfico, condicionado simultnamente por lo contextual y por lo textual, segn las posibilidades documentales, mayormente inclinadas al se gundo aspecto. Luego, el desarrollo propiamente dicho del trabajo, esto es, la narracin histrica, ha sido analtico -descriptiva, tomando como referencia bsica el ideario reformista de Sempere. Finalmente, el resultado habra de ser, as lo esperamos, la delineacin de la imagen de un ilustrado espaol so metido ya a las influencias sustantivas de lo que va a ser el primer libe ralismo. Y como ocurre con toda peripecia vital estimulada por un proceso histrico marcado por la crisis, se nos manifiesta una imagen compleja y en ocasiones contradictoria. No poda ser menos, si nos atenemos -como hemos procurado en todo momento- al inevitable caldo de cultivo sobre el que esa peripecia existencial se ha movido y desde el que ha sido condicionada. Ya que la circunstancia de Sempere -esto es, los condicionantes histricos que le hicieron ser como fue y no de otra manera- era con toda seguridad ms compleja y contradicto ria que su propia personalidad. Se trataba de un entramado histrico en el que convivieron, no siempre pacficamente, los restos del Barroco, la Ilustracin en todas sus fases y el primer Liberalismo. Modos de vida y pensamiento que en sus aspectos ms problemticos dieron pie, en orden ascendente de truculencia y de transfor maciones estructurales, a las tres grandes revoluciones modernas, la inglesa, la americana y la francesa, que produjeron las tres vas de consolidacin de lo que Hegel bautiz triunfalmente como Estado homogneo universal bur gus. Los frutos de esas profundas transformaciones, que impregnaron diversa, pero profundamente todo Occidente, los recogieron principalmente dos de los agentes ms importantes de la historia europea de los ltimos cuatro siglos: el Estado y la burguesa capitalista. Los dos grandes estamentos privilegiados del Antiguo Rgimen, la nobleza y la Iglesia, fueron los perdedores, aunque con distinta suerte: la nobleza perdi los privilegios o mercedes del seoro jurisdiccional, pero conserv gran parte de su poder material (en muchos ca sos lo aument), sigui copando durante mucho tiempo los altos cargos de Administracin y la milicia y mantuvo, asimismo, con el beneplcito de los monarcas y de la alta burguesa, el lustre y el carisma de clase superior; la 248 Juan Rico Gitnne: Iglesia, en cambio, tuvo que ceder mucho ms, en primer lugar, riqueza y pa trimonio, pero tambin en otras esferas en las que su autoridad haba sido in discutible, como la enseanza y la beneficencia, lo que acab cercenando tambin su misin pastoral. La base sociolgica que haba de sostener los nuevos rdenes estatal y burgus no poda ser otra que una clase media compuesta por propietarios vinculados a los cuatro sectores no privilegiados de la sociedad: agricultura, comercio, industria y burocracia. Que eran, por otra parte, los que soportaban la mayor carga fiscal. En esas condiciones, el Estado slo poda tomar una direccin: la del Es tado administrador del bienestar general y represor, al mismo tiempo, de toda desviacin perturbadora del orden burgus, es decir, garante del derecho a la propiedad privada de los medios de produccin. La filosofa poltica de Hob bes y de Locke o, dentro del catolicismo, de Muratori y Beccaria, marcaban claramente esa direccin, que la Ilustracin y el Liberalismo no hicieron sino impulsar. Las monarquas absolutas, tan hondamente arraigadas en el imaginario social europeo, hubieron de ceder su carcter sagrado y su simbologa de mirgica en favor del concepto ms abstracto y racional del Estado soberano, que, por debajo de las diferentes formas de gobierno que lo representaran, ha ba de conservar su preeminencia soberana sobre todas las dems institucio nes y poderes. El liberalismo revolucionario, que mantuvo un fondo conservador en el terreno poltico, respet parcialmente, en un primer momento, la tradicin al plantear su versin del Estado bajo la forma de monarqua constitucional y parlamentaria, lejos an de las soluciones republicano -demcratas ms radi cales, pero, desde luego, con una visin nueva sobre la divisin del poder so berano. Dentro de ese tejido de transformaciones econmicas, institucionales, polticas y mentales de signo progresista burgus hay que situar la peripecia vital de Sempere. Su voluntad libre estuvo marcada siempre por el signo de la renovacin, fuera en el mbito del cambio social como en el del progreso intelectual, que perciba como aspectos indisolubles del movimiento general del progreso humano. Podremos discrepar y matizar -y esa es la obligacin del cientfico social y del historiador como tal- acerca de la virtualidad de la frmula o frmulas adoptadas por Sempere para enjuiciar los problemas de su tiempo y dar las soluciones que crea oportunas. Es lo que hemos inten tado con mayor o menor fortuna a lo largo de nuestro estudio. Pero eso no quita para intentar comprender a un hombre y una poca en su propia cir cunstancia objetiva. Conclusiones 249 En el balance fi nal parece evidente que el talante reformador de Sempere fue autntico, es decir, albergado en sus ms ntimas convicciones. En ese sentido, cabe decir que fue un hombre consecuente con las ideas que en su cesivos momentos de su vida alberg acerca de las reformas que Espaa ne cesitaba. Y que, por debajo de esas modulaciones sucesivas, que le conduje ron pausada y lgicamente desde los postulados ilustrados a los del liberalismo, se percibe siempre una impronta conservadora. Conservadurismo liberal o liberalismo conservador, si se prefiere (ya lo hemos apuntado en varias ocasiones), de impronta burkeana. El escocs Ed mund Burke fue un prestigioso parlamentario whig, defensor ardoroso de los colonos americanos frente a la presin fi scal de la metrpoli e igualmente ra dical en la defensa de las prerrogativas del parlamento frente a la corona, mu cho antes que adalid de la reaccin contra la Revolucin francesa. 315 Pero, como dijo de l Tierno Galvn, no fue Burke un contra -revolucionario, sino ms bien un anti-Revolucin francesa, en la medida en que consideraba que sta pretenda hacer tabla rasa del pasado, esto es, anular la historia, lo que equivala a crear un orden totalmente nuevo desde el caos producido por la revolucin. Para l, en cambio, la verdadera tradicin inglesa parta de la Gloriosa Revolucin de 1688 y de la historia del pueblo ingls. Todas sus ideas acerca de la constitucin prescriptiva objetivada en la historia y el peso moral de la costumbre, de la representacin parlamentaria, hasta de la esttica, las desarroll dentro del marco de la revolucin burguesa triunfante. Slo que desde una postura conscientemente conservadora y evolucionista. Pero, y esa es la novedad en la historia europea desde el siglo XVIII, se trata de un conservadurismo moderno, inserto en los modos de la Ilustracin y del primer liberalismo. Y aunque el pensamiento de Burke es indisociable de la historia moderna de Inglaterra, notablemente diversa de la continental y, no digamos, de la espaola, no olvidemos tampoco el indeleble eco que la In glaterra del siglo XVIII tuvo entre los ilustrados continentales, empezando con Montesquieu y Voltaire y, en nuestro pas, con Jovellanos entre otros muchos. ...Burke era al mismo tiempo un defensor de un orden social y poltico jerrquico tradicional y un creyente en la necesidad y equidad de un orden econmico capitalista puro. Poda adoptar coherentemente ambas posiciones en la medida en que la economa capitalista se haba insertado dentro del or den social tradicional y haba modificado el contenido pero no la forma de este orden. 316 315 Vid. SABINE,G.H., Historia de la teora poltica, pp. 461-471; y MACPHER SON,C.B., Burke, Madrid, 1984. 316 MACPHERSON, Burke, cit., p. 105. 250 Juan Rico Gimnec Los ilustrados espaoles vieron los cambios revolucionarios producidos en Inglaterra, aunque hay que admitir, con Fontana, que no supieron enten der el nexo que exista entre revolucin y progreso, y trataron de alcanzar los mismos resultados por medio de un programa de reformas compatible con el orden social vigente. 317 Tambin se puede interpretar esto estableciendo las vinculaciones entre una visin reformista, bsicamente homognea, y la es tructura sociopoltica a la que pretende aplicarse Acaso es responsabilidad primordial de la miopa ideolgica de los ilustrados espaoles el que la Es paa del XVIII no llevara a cabo su Revolucin Creernos que no. Cree mos, incluso, que los ilustrados espaoles fueron muy lcidos sobre la direc cin burguesa que tomaban las sociedades europeas y se subieron a ese tren con el mismo entusiasmo que ingleses, franceses o alemanes. Las pruebas las est mostrando nuestra historiografa dieciochesca de las ltimas dcadas. El problema de los ilustrados espaoles es que tenan ante s una sociedad, por arriba y por abajo, mucho ms reaccionaria y tradicional, incluido el subde sarrollo de las fuerzas productivas, que la inglesa y la francesa. Por eso tam bin los ilustrados espaoles vean con ms intensidad los obstculos, tra bas y preocupaciones -para emplear sus mismos trminos-, que se interponan a sus ideas y planteamientos de reforma. Quiz se percibe con ms claridad la diferencia entre el pensamiento ilus trado y el liberal si manejamos conceptos como intervencin, dirigistno, re presentacin y laissez laire, aplicados a la forma poltica y a la instrumenta lizacin de las reformas. Es evidente que los ilustrados se decantan hacia los dos primeros en orden al papel motor que atribuyen al gobierno monrquico para la puesta en prctica de las reformas; pero tambin se apoyan en el l timo concepto cuando proponen la libertad econmica como primera condi cin del desarrollo, del mismo modo que cuando reclaman la libertad de ex presin y libre comunicacin de las ideas. Por su parte, el liberalismo poltico -y esa sera su novedad revolucionaria- propugna el papel fundamental del parlamento en el intervencionismo poltico, mientras que, en materia econ mica minimiza la intervencin poltica al nivel del Estado gendarme (que, por otra parte, nunca ha funcionado en la prctica). En este sentido afirmamos que Sempere sostiene un tipo de conservadu rismo ilustrado burkeano que va decantndose, a medida que contempla la evolucin poltica europea y espaola, hacia un liberalismo creciente y mo deradamente asumido. Quiz su mala conciencia respecto de sus primeras re sistencias ideolgicas hacia el liberalismo se refleje en su voluntad final tes Al / FONTANA, Historia, cit., p59. Conclusiones 251 tamentaria de legar un donativo para los fines benficos instaurado por las extinguidas Cortes de Cdiz, lo que es todo un smbolo. Pero como mejor se resume la ideologa profunda de Sempere es oyn dole a l mismo, a la altura de 1823, en que ya le ha pasado casi todo lo que tena que pasarle, incluida la Revolucin, la Guerra de la Independencia y el ostracismo forzado: El gobierno ha sido y ser en todas partes el que pro duzca la desidia o energa, la felicidad o infelicidad de la naciones. Grecia y Roma fueron brbaras y sabias, valientes y cobardes en diver sas pocas. Espaa fue tambin industriosa y culta cuando la dominaron los romanos; y lo fuera igualmente en los siglos posteriores, si el gobierno g tico, feudal y austriaco no entorpecieran los talentos y los brazos de sus ha bitantes. Las cortas variaciones que los Borbones introdujeron en su gobierno mejoraron su estado de tal manera que en menos de un siglo se vieron incal culables progresos en su agricultura, fbricas, comercio y literatura. Todava fueron mayores y ms permanentes aquellos adelantamientos, si acabaran de llevarse a efecto las reformas proyectadas. Mas, no habindose arrancado de raz las principales causas de nuestros errores y preocupaciones, volvieron a producir los mismos males en el reinado de Carlos IV. ... En un estado libre la impericia de un privado no es bastante para arruinarlo si no se agregan otras causas. Mas en un gobierno monrquico un solo ministro inepto puede destruir en pocos aos las leyes e insituciones ms tiles de muchos siglos. As sucedi en el reinado de Carlos IV. La Revolucin de Francia ha sido efecto, no tanto de la filosofa a que se atribuye comnmente, como de los errores y caprichos de su corte. La nuestra estaba llena de vicios muy se mejantes a los que haban producido all tan memorable crisis. Los adulado res, ignorantes y fanticos, interesados en el desorden, temieron su propaga cin en esta Pennsula y pensaron atajarla impidiendo los progresos de las luces. Se prohibi la enseanza del derecho natural y de gentes. Fueron jubi lados y perseguidos los consejeros y ministros ms doctos y virtuosos. Y vol vieron a prevalecer en la jurisprudencia las antiguas mximas y opiniones ul tramontanas. 3 I 8 No obstante, si, atenindonos a las categoras historiogrficas de las lti mas dcadas sobre el siglo XVIII y el fenmeno de la Ilustracin, hemos de hacer balance o diagnstico final (nada hay, sin embargo, final) del pensa miento de Sempere, siempre hallamos ms peso en lo ilustrado que en lo li 3 18 SEMPERE, Historia del Derecho Espaol. II, pp. 386-388. 252 Juan Rico Gitnlie: beral, al menos sustantivamente. Posicin ilustrada que se percibe en el an lisis de la fase del Sempere burcrata, en la que le vemos crecerse ante el c mulo de problemas, prcticos y doctrinales, que se le plantean cada da en su oficio fiscal. Donde muestra una capacidad de trabajo y una sensibilizacin en las propuestas reformistas que rayan el entusiasmo si no fuera por su per sonalidad siempre moderada y prudente. Y es claro que tal actitud slo deriva de un convencimiento profundo en la potencialidad reformista del poder es tablecido. Aspecto que define la mentalidad bsica ilustrada, tan impregnada del voluntarismo poltico de tradicin clsica y renacentista (especialmente de Maquiavelo). Una impregnacin ideolgica que, despus de todo, declaran los ilustrados de todas las tendencias y latitudes, incluso los ms radicales, al repetir incansablemente la invocacin a los monarcas absolutos como mo tores y nervios principales de la incitacin reformadora. Desde luego, una de las explicaciones de tal querencia por el poder ab soluto es la falta de sensibilizacin de los ilustrados hacia la doctrina de los poderes intermedios, basada en la divisin de la soberana en los tres poderes -ejecutivo, legislativo y judicial-, que ser, como se sabe, la principal doctrina del liberalismo poltico. En este tema los ilustrados estn ms cerca de Hob bes que de Montesquieu, y, como aqul, temen que la divisin de la sobera na produzca ms sedicin que orden. Puede comprenderse tal temor si nos situamos en la circunstancia del An tiguo Rgimen espaol, donde los conflictos residuales de poderes y juris dicciones estamentales estaban lejos de haberse resuelto en favor del Estado homogneo nacional. En Sempere, este matiz es esencial para entender su pensamiento poltico. En ltima instancia, todas estas variaciones del talante reformista de Sempere nos procuran el perfil histrico e ideolgico del personaje. Se nos muestra, pues, como un ilustrado -tipo y, dentro de esa caracterizacin histo riogrfica, como un burcrata escrupuloso, un trabajador tenaz y, sobre todo, un hombre honesto, consecuente con una visin progresista y conservadora a la vez del mundo y de la vida social. No en vano proclamar siempre la admiracin por los tres personajes quiz ms honestos y ejemplares de toda la Ilustracin espaola: Gregorio Mayans, Gaspar Melchor de Jovellanos y Pedro Campomanes. Fuentes y Bibliografa FUENTES CONSULTADAS I. ARCHIVOS Academia de Jurisprudencia y Legislacin. Madrid Archivo Chancillera de Granada Archivo General de Palacio. Madrid Archivo General de Simancas Archivo Histrico Provincial de Alicante Archivo Histrico Nacional. Madrid Archivo Histrico de Protocolos. Madrid Archivo de la Villa. Madrid Archivo Histrico de Orihuela Archivo Municipal de Alicante Archivo Municipal de Elda Archivo Municipal de Granada Ateneo de Madrid Biblioteca Nacional. Madrid Biblioteca Universitaria de Granada Hemeroteca Municipal de Madrid Real Academia de la Historia Sociedad Econmica Matritense Sociedad Econmica de Amigos del Pas de Valencia 2. OBRAS DE SEMPEREI 2. I . IMPRESAS Reflexiones sobre el buen gusto en las ciencias y en las artes. Traduccin libre de las que escribi en italiano Luis Antonio Muratori. Con un DiSCUrS0 sobre el gusto actual de los espaoles en la Literatura. Madrid. Imp. de A. Sancha. 1782. 1 La relacin ms actualizada la hace AGU1LAR PINAL: Bibliografa de autores espa oles del siglo XVIII, tomo VII. Madrid. 1993. En cuanto a la catalogacin de las obras que con forman la Coleccin Sempere, que ste don a la Academia de la Historia y que all se con servan, remitirnos a las de Ramn CARANDE (Madrid, 1955) y MATALLANA HERVS (Rey. ALEBUS, Elda, 1991, pp. 295-346) 256 Juan Rico Gimnez Memoria sobre la prudencia en el repartimiento de la limosna. Madrid, Imp. Real, 1784. Disertacin sobre la Polica: en qu se diferencia de la Poltica y cules son los prin cipales objetos de una y otra. Publicada en el peridico Memorial Literario, enero 1784, pp. 25-26. Disertacin sobre la Polica de las diversiones populares: si stas tienen algn influjo en las costumbres y carcter de las Naciones y cules debern fomentarse o prohibirse: Conclusiones de esta disertacin, leda el 9 de octubre de 1784 en la Real Academia de Santa Brbara. Publicada en el Memorial Literario, n 2 III, oc tubre 1784, pp. 19-20. Ensayo de una Biblioteca Espaola de los mejores Escritores del Reynado de Carlos N. 6 tomos. Madrid, Imp. Real, 1785-1789. Historia del luxo y de las leyes suntuarias de Espaa. 2 tomos. Madrid, Imp. Real, 1788. Descripcin de los ornatos pblicos con que la Corte de Madrid ha solemnizado la feliz exaltacin al trono de los reyes Don Carlos IV y Doa Luisa de Borbn, y la jura... de Don Fernando, Prncipe de Asturias. Madrid, IMp. Real, 1789 Alegacin por la jurisdiccin real en el recurso de fuerza sobre la inmunidad de Francisco de Anze y Torres. Granada, 1791. Observaciones sobre el origen, establecimiento y preeminencias de las Chancilleras de Valladolid y de Granada. Granada, 1796. Memoria sobre la renta de poblacin del Reino de Granada. Granada, 1799. Biblioteca Espaola Econmico -Poltica. 4 tomos. Madrid, Imp. de A. Sancha, 1801 1821 Memoria sobre la necesidad de una exacta descripcin fsica y econmica de Espaa. Madrid, 1801. Polica de Espaa acerca de los pobres, vagos y malentretenidos. Madrid, 1801. Apuntamientos para la historia de la jurisprudencia espaola. Madrid, 1804. Historia de los vnculos y mayorazgos. Madrid, Sancha, 1805. Memoria sobre las causas de la decadencia de la seda en el reino de Granada. Gra nada, 1806. Observaciones sobre las Cortes y sobre las leyes fundamentales de Espaa. Granada, 1810. Histoire des Cortes dEspagne. Burdeos, 1815. Lettres MM. 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Juan del Ro, Marqus de Campoflorido.S.f. D. Bernardo Fco. Aznar. S.f. D. Gernimo de Uztriz. S.f. D. Josef del Campillo y Cosso. S.f. D. Bernardo de Ulloa. S.f. D. Miguel de Zavala y Aun. S.f. D. Martn de Loynaz. S.f. D. Melchor Rafael Macanaz. S.f. D. Zenn Somodevila, Marqus de la Ensenada. S.f. D. Josef Carbajal y Lancaster. S.f. El P. Andrs Marcos Burriel. S.f. D. Pedro Campos Bentez. S.f. D. Bernardo Ward. S.f. D. Nicols de Arriquivar. S.f. D. Pedro Rodrguez Campomanes. S.f. D. Enrique Ramos. S.f. Informe dirigido al Prncipe de la Paz sobre la educacin del Reino. Granada, 15 septbre 1797. Representacin sobre los lastimosos abusos, atrasos y desrdenes que causan la renta y juzgado que llaman de Poblacin del Reino de Granada. S.f. 2 Seguimos la misma relacin con la que aparecen en la Coleccin Sempere de la Real Academia de la Historia. 258 Juan Rico Gimne: Proyecto de una administracin general de los Patronatos de legos y obras pas del distrito de la Chancillera de Granada. S.f. Respuesta fiscal sobre rompinnento de la dehesa de Zalarraya. Granada, 29 julio 1799. Memorias de la historia de la caballera espaola (sobre la Orden de Banda). S.f. Discurso sobre la importancia del cultivo de las vias y del comercio del vino. S.f. Discurso sobre los psitos. S.f. Reflexiones sobre los terremotos de Granada. Si. Memorias para la historia del Consejo de Castilla. S.f. Respuesta fiscal sobre el aumento de los salarios a los ministros de esta Chancillera. Granada, 26 junio 1792. Respuesta fiscal sobre honra de los oficios. Granada, 7 agosto, 1794. Respuesta fiscal sobre reforma de la prctica criminal acerca de los estrupos. Gra nada, 16 junio, 1796. Informe sobre establecer presidios en lo interior del Reyno. Granada, 16 marzo 1802. Respuesta fiscal sobre recursos de fuerza en lo representado por D. Juan Feo. 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