Herencia familiar

FRANCISCO LALIGA GORGUES (1861-1928) POESA Transcripcin y notas Emilio Maestre Vera Edita: Excmo. Ayuntamiento de Elda, Concejala de Cultura EMIDESA Transcripdn y notas: Emilio Maestre Vera Diseo y maquetadn: Estudio DAC, S.L. Impresin: Quinta Impresin, S.L. I.S.B.N.: 978-84-87962-25-4 Depsito legal: A-407-2007 Nuestro admirado y tristemente desaparecido Alberto Navarro en su libro titulado Eldenses Notables realiza una exhaustiva semblanza del que, sin menosprecio de otros, podemos considerar uno de los mejores poetas que Elda ha tenido. Si tenemos en cuenta la brevedad de su carrera artstica, pues una enfermedad mental le apart de la poesa a los vein tisis aos, todava esto nos sorprende ms. El libro que hoy el lector tiene en sus manos es fruto del milagro y de la perseverancia, milagro es el que gracias al celo del sobrino de Francisco Laliga, Ricardo Vera Laliga, se pudiese recopilar, en un denso volumen, compuesto por ms de cuatrocientas pginas, la obra dispersa del poeta. Arios ms tarde, quiso el azar que dicha recopilacin cayera en manos de uno de sus tatarasobrinos, nos referimos a Joaqun Busquiel Vera, quien en reuniones amistosas, les habl del poemario a sus ami gos Luis Quirante Santacruz y Emilio Maestre Vera. Desde entonces, y a pesar de que el do se trunc a causa de la temprana muerte de Luis Qui rante, Emilio Maestre ha demostrado una perseverancia digna de todo tipo de elogios, que por fi n va a ver colmada, con la publicacin del poe mario de Francisco Laliga en este volumen que hoy ve la luz. Dicho esto ya nadie podr volver a decir que Elda no ha sido gene rosa con este malogrado poeta, puesto que como responsable del rea de Cultura del Ayuntamiento eldense es un honor haber contribuido a hacer posible esta edicin, que hace justicia a la genialidad potica de Laliga, cuya obra, durante tantos arios, ha dormido el sueo de los jus tos en radas carpetas y polvorientos legajos depositados en algn hogar eldense. Carlos Guillermo Ortuo Falc Concejal -Delegado de Cultura il;r11 1 1,1Ar lii Y i 11 11,7 11-. .1 . 1 1: r 1 1. , e 1 7 , ,o 1 , e ir& r r T 5 7 r: e 1 . 5u, 1 i . T 1 IHbIL 1 o .. . 11 j J901 :JO : , 1 05. 1 0 1 1 1 1 . 1- A 1 r .i.C- 11 1 :! 1 ; 1 i , il 1 1 . ii yl , ..n . r i z li , z i ii 1 . .. 11!; 11 1 I gralit d: II: . : .il t e . . k i ll 11 .. 1:. 1 , I 7 1 -I . lil: : 14 r .4 1 -.I L .1 6 ,- . . u. jr L 1 1 1 I: 1 1 l i ii. .i , , 1 1 7.,y_,, ,. r : , 1 I I. 111 n i ir- ; 0 mr .1 . r 1.....1 - .r. 1 , 1 j1 , 1/ 1: 91 liwij : .1: 1 r il ; 01 , ;.L i I 1:Ire it : 7 1,,,, , . ; 1 : ., r p m 0 1 : ...; . i ii . Ej., 1 1 - r -. . , ,r . o . :: olln ,. 9 L ar I - 1 : 1 11 1 i L 1 . 2 l . : .1 Ci ... - V .1 1 S c 1 . t.. r i i . , -1 .r .: :. . / .1 1 d .:. ;12 1 . =. . ...4.) . .. 7 . ir,..,,1.. . 2 :-. . . .1 , t 7.: 1 m I 1 I I . I I 1-1 II -. r :. 1 . : : 1 - ... ..: . : . . .. . . li u4 r at I i , . . n ,Ill 157 i l. - m . il . I .L r 7. . . I L II . . r / -5 5 / I i .: i . 1.. . !! . . , . 1 :1,1 1. 1 I0 .1 o -. `, I I. .. IL : 1 : - r_ .1 1 .1; ; 7 1 :. ; , i , I 1 : I . ii . al: I r . q 1 - - . , : . :. . Ag. t r 1 1 o . . : .1 1 . : I I . 4.,,, I-= 0 . 11 RAI 1 11 I P .: r I P.-11 r 1 I II 1 : 1 d. o 1 NDICE GENERAL PREFACIO 11 INTRODUCCIN 13 POESAS VARIAS 23 Introduccin. 25 Una limosna por amor de Dios. 25 Dices que no te he querido. 26 El amor. 26 A una rosa. 27 Gira la sociedad en torbellino. 28 Cubre la cima erial de la montaa. 28 Tras de la noche aquella de delirio. 28 La incertidumbre. Invocacin 28 Epitafio. 29 Media noche. 29 A Filomena. 29 Plegaria. 30 La muerte de un joven. Soneto. 30 Napolen. 31 La eleccin del estado 31 Adis al fi n, vida ma. 32 El ngel de los sueos. 32 Si un movimiento de piedad te lleva. 33 Ay! 34 Armonas. 35 El amor y la mariposa. 35 PATRIA Y RELIGIN 37 Canto a la patria. 39 La Virgen de la Salud 45 Cervantes. 50 En el cementerio 54 Los hroes de Gerona. 57 A la religin cristiana. 61 Ante el sepulcro de Espronceda. 66 Ala libertad. 71 A la batalla de Calataazor. 77 A la memoria de Vctor Hugo 81 Una alborada de gloria. 85 El primer delincuente. 90 Arrepentimiento. 92 El dos de Mayo. 95 Santa Teresa de Jess. 104 Al trabajo. 111 Meditacin 118 A Nuestra Seora de la Fuen-Santa de Crdoba. 121 Impresiones de otoo. 131 A la msica. 135 El fraile de Oxford. 138 Cristo en la cruz. 139 Ala caridad. 141 Al descubrimiento de los restos del Apstol Santiago. 145 Sombras. 152 Polonia. 156 De Espaa a Cuba. 161 La Redencin. 164 A la Virgen en su denominacin de la Salud 167 A Cristbal Coln. 171 A un santuario. 174 Al pie de la cruz. 176 En la inundacin de Murcia. 180 La tumba campestre. 182 El centenario de Caldern. 184 Al nacimiento de Jess. 188 La oracin del huerto. 193 Tomas de Aquino. 195 El Pen de Gibraltar. 199 En el aniversario del fallecimiento de Po IX. 202 A la unin de las razas germana y latina. 205 Al arte. 208 En la muerte de Cubero. 214 La caridad cristiana. 219 A Santa Teresa de Jess. 221 En la elevacin a la sede orcelitana de D. Victoriano. . . 225 Al partir. 231 Nubes. 232 Al siglo XIX. 235 Al mar. 240 Impresiones del invierno. 245 Al Excmo. E Ilmo. Sr. D. Victoriano Guisasola. 247 A la Virgen de los Desamparados. 252 Brisas de otoo. 256 A Mara Santsima en su denominacin de la Salud... 259 Da nublado. 262 El ltimo canto. 264 Consuelo. 267 DOA INS Y DON LUIS 269 GLOSAS AGRCOLAS 309 LA PAZ DE LA ALDEA 317 MARIO 343 POEMAS FECHADOS 379 El despertar. 381 La primavera. 383 El trovador. 385 La despedida. 387 La vuelta de la primavera. 389 La barquilla. 392 El invierno 395 Madre. 398 El soldado. 401 El hijo de la utopa. 403 La expulsin de los moriscos. 405 La muerte de Jess. 407 Cantares. 410 A la memoria de. 412 A la Virgen de la Salud en el tercer centenario 413 Al Santsimo Cristo del Buen Suceso. 413 POEMAS SIN FECHAR EN LOS ORIGINALES 415 Como las ramas del bosque. 417 Mara Inmaculada. 420 Recuerdos de amor. Oda. 423 A la memoria del malogrado General Prim, Marques de Castillejos 426 Al nacimiento de Jess. 431 La cada de las hojas. 434 La msica y el poeta. 436 A mi amigo Emilio, en la muerte de su madre. 442 A la Pursima Concepcin 447 A la catedral de Murcia. Oda. 454 Cristo clavado en la cruz. 457 En la muerte de Jess. 460 A Amparo. 463 El arroyo. 465 El arroyo. 467 A Rosa. 469 En la muerte de la Sra. Esperanza Amat. 471 A Nuestra Seora. 474 A la seorita Guadalupe Juan y Amors. 477 En la muerte de su madre. A mi apreciable amiga D a Guadalupe Juan Amors. . 479 En la muerte de su padre. Oda incompleta. 482 Hora de siesta. 484 El mar del Norte. 484 Al sueo. Oda. 485 A Jess muerto. Soneto. 486 Ausencia. Soneto 487 Soneto 487 Mensaje. 488 Despedida. Soneto. 489 Soneto a Castelar. 489 Ya vuelve la primavera. 490 Despedida a las musas. 490 Himno en los bosques. 491 Edipo. 491 Eplogo 492 PROSA 493 La primavera. 495 El descubrimiento de las Amricas. 500 Impresiones de partida. 506 Pginas de un moribundo. 510 CHARADAS 513 Soluciones a las charadas. 526 LA BANDERA DE LA CRUZ 527 VILLANCICOS A LOS PATRONOS DE ELDA. 535 Sol de justicia. 537 Virgen Pursima. 539 Villancico a la Virgen. 540 BIBLIOGRAFA 543 La amistad nos hace a veces regalos inesperados. En 1987 durante una conversacin informal de amigos entre los que se encontraba Luis Quirante Santacruz, Joaqun Busquiel Vera nos ense una recopilacin manuscrita de poemas que su familia haba guardado con sumo cario. Se trataba del trabajo realizado por su abuelo D. Ricardo Vera Laliga, y el autor de esos poemas no era otro que D. Fran cisco Laliga Gorgues, poeta eldense de fines del siglo XIX, a la sazn to de D. Ricardo. Se abra ante m la herencia que celosamente haban salvado del olvido sus descendientes, y al comprobar que la recopilacin que D. Ricardo Vera haba titulado Patria y Religin vena acompaada de un buen nmero de manuscritos no transcritos en dicha obra, me propuse rescatar este legado del olvido. Entonces no me plante si la obra era completa o no. Era de suponer que no lo fuera ya que en la poca del autor, fi nes del XIX y principios del XX, exista la costumbre de intercambiar poemas sin guardar copia, y adems el paso de tres generaciones es justificante suficiente para la desaparicin de poemas. A estas causas habra que aadir que el pro pio Francisco Lanza intent quemar su obra, con lo que desgraciadamente, hay que suponer que algunas obras se habrn perdido para siempre. Cul no sera mi sorpresa cuando, adems de las composiciones contenidas en esta antologa, pude localizar referencias a otro centenar largo de obras atribudas a Francisco Laliga. Pero dado el volumen de obras conservadas por Joaqun Busquiel, y la dificultad para localizar origina les o publicaciones de otros poemas, decid dar a la luz exclusivamente los poemas heredados por la familia, con la esperanza de que el resto de la obra de este poeta salga a la luz en un futuro no muy lejano. Quede patente, pues, que esta recopilacin va dedicada a todos aque llos que, como Francisco Laliga, cayeron en el olvido de los archivos y a quienes como D. Ricardo Vera Laliga contribuyeron a que no se pierda esa herencia, aunque no lo puedan ver en vida. Emilio Maestre Vera Elda, abril de 2007 11 l .. . Y... -. ..111: i L ; 1 zi r L I u. E : r - . _ -1-. i . . = . r . - . - . . a I I Z . I A . . . : n i .; 1 I - . _ . .. . .,1 I % 1 . Int = : _.. 1 1 9 I 7 a 3 , -, . r_- : 2 .: 1 . : ... : Wti rl -r I: 5- - . / i. 11. - k :-. 4 I, t . - - ..- . . 1 1. r .. : . I :. 1 . . : . i 1 !, ..; Ikii ,_ 51/ a rjr ; I . I r . .. 11 :15 1 . ... 7 i i . &t . l i L i,rilli i i I I.r i .. e ,....n ....,_ It .. 1 : 1 1 ; 71 .i i I TI . .1 , I li q. 1; ii i. fili; oil t i ,..:2 : 1 , E ,...),, II., lo E z 1 .4 h 51 , ir mi : 11 m. _ 1 1,4 11 11 11 ; x7 ... : 11 . 1. i l ii i : .- I II I . --. 1 lII .,, . 1 .1 .I di l ig.2 .. 0 i I -- -In, :,,, i 1 ..1 i . . 11;d1 11 1 . - I I . . I I !ri I I 0 1 ... l 9 I I = . . . . e : . 1 1.1 : .. lAM - 2.1 ... : - e . _ ... ,0 . _ .... 1 r . .. i . 1- , h .- .; i . ... , 1 . 21. -. : .. .1L_I c .. ...... , . . 1 . i ll :,, 3 : 1 I a .i Z , 1- PtIll ,II. - ... , 1 1 - .S . 1 / .. i ll i r. i 1 1 1 -. . - , 1 41 - .. .:1 . , 1 . ri I 1 i, r, i I 1 1 j_!4 ]. 1 . : I ; I . .. [ 41 1r1 I 1 1 .11 11 IP I 9 .. So .. -1 . .. . 1 - . , . 1 . . I. Pm l a . 4.- 11 e...- ,1 7 . i: r . ri : , --, i p 1 . I .. . z z . . VI 3 -: . .-. E _i j a . .1 ,, r n . I. .. ; 7 5 , .. , - 7 . ri 11 . .. I { ji. 2 1 . l . 2 . : r71 !.- I I : :.1-b . r - - 1 - . s t : .: ... 1 . .1 .. . .. 9 1 1 . . u 1 I I . : - I 1 . . 1 i 1 1 1 Il l nuilr. II ., 1 2 . . liG . 1: . ; I. . - . I I l . 1 -1 - . - : 1 I I 114 E II I L r 2k -. ar1 . 4 1 1 , , Xlltyd l-LCLLtll , NOTAS BIOGRFICAS SOBRE EL POETA FRANCISCO LALIGA GORGUES Hablar de Francisco Laliga Gorgues es hablar de la historia de una frustracin. Naci en Elda el da 14 de Noviembre de 1861 en el nmero 14 de la calle Prim, ms tarde conocida como General Sanjurjo, y hoy calle de Francisco Laliga. Sus padres fueron Rafael Laliga, natural de Alcoy y Mara Gorgues, de Mogente, quienes formaron una familia que si bien no contaban con una posicin social desahogada, posea lo suficiente con que poder sufragarle a su hijo los gastos consiguientes a una carrera lite raria. Son palabras que recogemos de la obra de Manuel Rico Garca y Adalmiro Montero Prez, Ensayo Bibliogrfico de escritores de Alicante y su provincia. Nuestro poeta aprendi las primeras letras en las escuelas pblicas de Elda bajo la direccin del profesor D. Rafael Ayala Elull. Cursa el Bachi llerato con matrcula libre y bajo la direccin del mismo D. Rafael Ayala en el Instituto de Alicante, ingresando all en 1876 y obteniendo el ttulo de Bachiller el 7 de junio de 1880 con la calificacin de sobresa liente. Tras una ligera enfermedad curs dos arios de Filosofa y Letras en la Universidad Central de Madrid, pero al recaer enfermo de nuevo se ve obligado a trasladarse a Orihuela donde el clima le es ms benigno. En Orihuela curs estudios de la carrera eclesistica en el Seminario de San Miguel, donde lleg a dar explicaciones de la Ctedra de Retrica y Potica. Continu estos estudios de Teologa en Valencia en el Semi nario Conciliar Central, donde tambin obtuvo calificacin de sobresa liente en todas las asignaturas de segundo y tercer curso, segn nos cuentan Manuel Rico y Adalmiro Montero. En Valencia ya dio pruebas Laliga de su inspiracin lrica, dando a cono cer muchos de sus poemas en las veladas celebradas en el Centro de Ins truccin y Recreo de la Juventud Catlica de Valencia y publicando en 13 Francisco Laliga Gorgues el Boletn de este Centro varios de sus poemas. Igualmente sabemos que en esta poca se publicaron varias de sus obras en prosa o verso en las recopilaciones hechas por la Academia Mariana de Lrida, en cuyos cer tmenes anuales tambin particip Laliga. Tras su estapa valenciana se traslad a Murcia para continuar su carrera en el Seminario en 1884. Manuel Rico y Adalmiro Montero nos cuentan que en esta capital continu su actividad potica publicando en peridicos y revistas sus poemas religiosos o heroicos. De aqu volvi en 1885 a la Universidad Central de Madrid, donde cambi sus estudios eclesisticos por los de Derecho, no siendo ste el nico cambio que se produce en el poeta, ya que tambin cambia su inte rs literario, dedicndose a experimentar con el teatro, gnero hasta ahora no explorado por nuestro autor. Escribir dramas y zarzuelas. A este poca corresponden sus dramas El hijo de las lagunas, Los dos amantes, Escla vos del corazn, Un mrtir de la f, El peregrino de Cavaquolo, La voz del remor dimiento, La felicidad consiste en la virtud, y El Aroma de una fl or, y la zar zuela Aurora, con msica del mestro Sempere. Sin embargo, a pesar de la produccin teatral de aquella poca, la nica constacia de que alguna de estas obras se llegara a representar es el comentario de Manuel Rico Garca de que El hijo de las Lagunas... fue representada por vez primera en el teatro de Elda mereciendo una gran ovacin. Adems la publicacin La Ilustracin Catlica Espaola recogi alguno de sus poemas continuando as su trayectoria de publicaciones. En toda esa poca, que puede contarse de 1875 a 1886, no dej de dar a la publicidad sus obras en las reuniones de carcter catlico cele bradas por las juventudes escolares de aquel tiempo, as como en la prensa de Alicante, Alcoy, Valencia y Madrid. Nuestro poeta particip tambin en mltiples certmenes literarios obteniendo con alguna de sus composiciones premios de primer orden. Hasta el momento, tenemos constancia de que los siguientes poemas fueron galardonados en certmenes de carcter nacional: En 1881 El Centenario de Caldern obtiene un premio en Madrid. El ao siguiente, 1882, en Alcoy se le concede el mximo galardn por su obra de carcter religioso Santa Teresa de Jess. Dos aos ms tarde, en 1884, recibir dos premios, uno de ellos en Gerona por Ante el sepul cro de Espronceda, y el otro, premiado con la Corona de Laurel, en Ali cante por Canto a la Patria. Pero no termina ah su vertiginosa ascensin hacia la gloria. En el ao de 1885 obtiene la Rosa de Plata del Certamen de Cdiz por su poema Al Arte, editado en esta misma ciudad en 1886, y como colo fn a este envidiable curriculum, en el mismo ario 1885 ver premiada su composicin Al descubrimiento de los restos del Apstol Santiago en Santiago de Galicia (como l mismo denomina a Santiago de Com postela). 14 Poesa. Herencia familiar Tenemos, adems, referencias a haber obtenido premios poticos en Lrida, Mlaga y Valencia. Meterica ascensin que preconiza un futuro de gloria para un joven poeta que, antes de los 25 aos, ya ha conquistado tantos y tan variados jurados poticos. Sin embargo, en el ao 1888, hallndose en Madrid y casi a punto de terminar la carrera, fue sorprendido por una enfermedad mental que ya haba dado sus primeras muestras en 1886. Por esta causa tuvo que abandonar sus estudios, siendo trasladado a Elda como pensionado en el Manicomio Provincial de Elda, entonces instalado en el antiguo Con vento de Franciscanos. Aunque no tard en volver a casa ya no volvera a retomar su periplo universitario permaneciendo a partir de entonces en nuestro pueblo donde transcurrieron sus das hasta su muerte el 6 de diciembre de 1928. Su vida transcurri en un contraste de periodos de lucidez y otros de trastorno durante los cuales descargaba su furia contra todo, llegando a prender fuego a su obra, lo que hara que parte de ella se haya perdido para siempre. Su enfermedad mental no ha podido ser determinada, ya que, quie nes vivieron los acontecimientos no se encuentran ya entre nosotros, y aquellos que han podido darnos alguna referencia eran demasiado nios para tener plena consciencia de los sucesos. A pesar de ello, s parece claro que su enfermedad mental no era peligrosa, pues se le recuerda an tomando un solitario caf en el Casino Eldense, o encerrado en el por che de su casa en la calle Sanjurjo, o entrando en misa... pero siempre solitario, siempre silencioso. Quienes llegaron a conocerlo afirman que las nicas personas que con seguan sacarlo de su mutismo eran Ramn Gorg y Vicente Coronel, quie nes le ofrecan cuartillas para que pudiera seguir desarrollando su acti vidad literaria, cosa que, segn estos testimonios, le tenan prohibida sus familiares creyendo que sta habra sido la causa de su locura. No obs tante, debemos sealar que es gracias al celo de sus familiares que se con serva gran parte de su obra, aunque el tiempo y los propios ataques del poeta pretendan justo lo contrario. Ricardo Vera lo recuerda as: Hubo necesidad de ser trasladado a su casa de Elda, donde al cuidado de su padre y familiares pudo mejorar en parte; pero no recobr, por completo, todas sus facultades; y, en cuyo estado sigui haciendo una vida aislada de relacin con las gentes, hasta la hora de su muerte. Si bien, durante el tiempo que vivi en esta forma, no perdi su vocacin por la escritura y aficin a la lectura, en la que, la mayor parte del da, devoraba, puede decirse, entre 15 Francisco Laliga Gorgues otras, la Historia de Espaa, que, habitualmente, no separaba de sus manos. Y tambin sigui emborronando cuartillas y ms cuar tillas, con una escritura manual hecha a lpiz, en forma muy dif cil de leer y poder aclarar, por cualquiera que intentase hacerlo. Fuera de esta forma o fuera de otra cualquiera, lo que s es cierto es que despus de su regreso forzoso a Elda en 1888, no se conserva prueba alguna de actividad potica por parte de Laliga; nada, excepto un par de composiciones de 1904 en honor a los Patronos de Elda, que se impri mieron en las hojitas volanderas repartidas en la Cabalgata Histrica de 1904, celebrada con motivo del III Centenario de la Venida de los San tos Patronos a Elda, y la letra de los Villancicos a los Patronos, que com pondra a peticin del mismo maestro Gorg, y a los cuales ste pondra msica, conservndose stos en la versin musicada que todos los aos se canta a la Virgen de la Salud y al Cristo del Buen Suceso. A pesar del silencio que rodea toda esta poca, la nica obra, aparte de los dos poemitas, que podemos atribuir a Laliga son los Villancicos, que merecieron la opinin del maestro Gorg de que la poesa de Fran cisco Laliga era tan inspirada y tan meldica, que se amoldaba con la mayor exactitud al ritmo de la msica. Por ello hablamos de frustracin. Si su obra es corta, hasta 1887, su talento se deja vislumbrar en esas obras de juventud, al tiempo que poemas como los Villancicos hablan claramente de un talento que no haba muerto. No afirmaremos con D. Juan Madrona (Dahefios, junio, 1950) que Laliga pueda parangonarse con poetas de la talla de Zorrilla, Nuez de Arce o Herrera, pero s debe tenerse en cuenta que su tratamiento potico de los temas, unido a la proyeccin nacional que le confieren las obras publica das y los premios obtenidos, le hacen superar con mucho el carcter de poeta local para concederle un inters especial y el derecho a formar parte del uni verso literario de la lengua espaola. OBRA La preocupacin que Laliga siente por su obra se hace patente en el hecho de que l mismo se encarga de rehacer y recopilar los poemas que se ajus tan a inquietudes similares, y de esta forma nos ofrece algunas de sus obras corregidas y compiladas en dos obritas, ambas de 1884, que escritas en octavillas se titulan respectivamente Coleccin de Odas y Poesas Varias. Ambas recopilaciones son de 1884, y muestran que en esas fechas Laliga era ya consciente de la importancia de recopilar sus obras, aun 16 Poesa. Herencia familiar que l no podra prever que tres arios ms tarde se vera obligado a cambiar de rumbo por una imprevista enfermedad, abandonando el futuro artstico tan claramente definido en toda esta obra de juventud. Empezamos pues esta antologa por la coleccin de Laliga Poesas Varias de 1884. No es difcil detectar que en esta edicin Coleccin de Odas no cuenta con un apartado especfico. Y ello se debe a que est incluida en Patria y Religin, compilacin que despus hizo Ricardo Vera Laliga. No sabemos qu inducira a Ricardo Vera a no incluir Poesas Varias en la transcripcin manuscrita que l mismo realiz. Sin embargo, no dud en introducir los poemas incluidos por el autor en Coleccin de Odas, tambin de 1884. Es de sealar que ni siquiera las copi segui das, sino que las introdujo a lo largo del manuscrito, intercalando poe mas que el autor no haba agrupado inicialmente. He aqu una relacin de los poemas que componen dicha Coleccin de Odas: A la batalla de Calataazor El primer delincuente Arrepentimiento El dos de Mayo Sombras Polonia De Espaa a Cuba La Redencin A la Virgen en su denominacin de la Salud A Cristbal Coln A un santuario Al pie de la cruz En la inundacin de Murcia La tumba campestre El centenario de Caldern Al nacimiento de Jess La oracin del huerto Tomas de Aquino El pen de Gibraltar En el aniversario del fallecimiento de Po IX A la unin de las razas germana y latina En la muerte de Cubero La caridad cristiana A Santa Teresa de Jess En la elevacin a la sede orcelitana del Dr. D. Victoriano Guisasola Al partir. 17 Francisco Laliga Gorgues Si se compara con el ndice general se comprobar que, efectiva mente, no constituyen un cuerpo nico en la recopilacin de Ricardo Vera Patria y Religin. Patria y Religin es el segundo apartado de esta antologa. Como ya se ha indicado se trata del trabajo que Ricardo Vera realiz a lo largo de su vida para salvar del olvido la labor potica de su to. Segn l mismo, le dio este ttulo ya que patria y religin es el hilo conductor de todas las composiciones en l incluidas. En este trabajo, se recopilan 58 poemas en los que subyace siempre un concepto patritico y religioso que nos hablar del romanticismo con servador del siglo XIX. Lo ms curioso es que Francisco Laliga est invo lucrado en la corriente romntica cuando las grandes fi guras de este movi miento ya han desaparecido de la esfera literaria. Esto se entiende si pensamos que en estas fechas Laliga es muy joven, y que como poeta joven tiende a imitar a los monstruos del siglo. Todo escritor novel no puede evitar las imitaciones, y es el tiempo quien le depura y le hace conformar su propio estilo. Sin embargo, en nuestro caso, y por culpa de una enfermedad mental, se trunca la evolucin y todas las obras de Laliga tendrn ese regusto romntico, que en los primeros arios del siglo XX haba desaparecido ya de la mayora de los poetas de la poca. En la misma lnea, pero con entidad ms definida se encuentran los poemas incluidos a continuacin: Doa Ins y Don Luis Glosas Agrcolas La Paz de la Aldea Mario. Tenemos que sealar que en el caso de Doa Ins y Don Luis y de Mario los manuscritos originales estn sin titular, y nos hemos permitido la licencia de darles como ttulo el nombre de los principales persona jes que en ellos aparecen. Excepto Glosas Agrcolas, que es un canto a las excelencias de la vida rural, son obras largas de carcter narrativo en las que se repiten los temas romnticos: Don Juan, el calavera, la cndida amante, el dolor generado por sus acciones, lo inevitable del destino, la muerte... Entran dentro de una tradicin plenamente establecida. Sin embargo, es de sealar que el poema que nos hemos permitido titular Doa Ins y Don Luis termina cuando a pesar de las conside raciones morales que se extienden a lo largo de todo el poema, Doa Ins abandona a sus padres para huir con el crpula que le ha prometido el cielo, a pesar de que a lo largo de todo el poema se nos ha dejado muy 18 Poesa. Herencia familiar claro que ser vctima de un engao. Es sta una forma de conclusin que no se ha de repetir en otros poe mas de Laliga: la inconclusin. Pero, adems, es que en este poema la narracin va hacia delante y hacia atrs en el tiempo, no estando justi fi cado en el texto, simplemente se nos presenta de esa manera. Este quehacer narrativo nos habla de los experimentos literarios que Laliga deba estar haciendo por aquel entonces a la bsqueda de la per feccin de su estilo. Lo ms llamativo de este fi nal es que no hay castigo, slo hechos. En las otras dos obras del mismo estilo en las que los protagonistas parten a la bsqueda de placeres o simplemente de conocimiento, el fi nal es aleccionador, o la muerte les espera o pierden a los seres queridos por culpa de su inconsciente sed de mundo (Vase Mario y La Paz de la Aldea). La calidad de estas composiciones, sobre todo la de La Paz de la Aldea, se hace patente en que esta composicin fue publicada en un cua dernillo de octavillas en Valencia en 1884 en la imprenta de Jos Mara Blesa. No menos importante, pero s sin entidad como obra superior es el conjunto de poemas que se incluye a continuacin de estas obras. Son poemas sueltos, unos sin fechar, otros fechados (y este es el criterio que hemos seguido para su ordenacin), en los que se repiten los mismos elementos y constantes de las composiciones anteriores, reforzando con ello la teora de que despus de su retiro a Elda en 1888, o dej de escri bir, o se mantuvo dndole vueltas una y otra vez a los temas y tcnicas que germinaron en su juventud. De todo hay, pero un estudio literario pormenorizado probable mente sacar a la luz rasgos y cualidades nada despreciables. Dentro de las mismas tendencias se atrevi nuestro poeta tambin con la prosa. Slo cuatro ttulos se conservan pero son suficientes para com probar que los temas y el estilo practicado en la poesa haban calado hon damente en el hacer del poeta. Es prosa porque no est escrito en forma de verso. Pero los temas (la primavera, el descubrimiento de Amrica y sus connotaciones patriticas, la partida, y la muerte) as como el estilo aconsejaran considerarlos como prosa potica y no expositiva, que ser la que se desarrolle con el Realismo en el contexto cultural de Laliga. Ahora bien, Laliga no era ajeno a los gustos y tendencias de su poca y prueba de ello son las Charadas, de las que escribi 51. Las Charadas son unos entretenimientos literarios de los que se gus taba mucho en las tertulias de fi n de siglo XIX, consistentes en poemi llas en los que se trataba de adivinar una palabra que se inclua en un poema como el TODO, y despus cada una de sus slabas eran defini 19 Francisco Laliga Gorgues das por nmeros y con pistas. Pero nada mejor que un ejemplo del pro pio Laliga: 3 Mi primera una vocal; mi segunda interjeccin y mi todo nombre es de un animal muy feroz. (Solucin: Oso) As de simple, pero debi de contribuir mucho al entretenimiento en las veladas de los concilibulos literarios de la poca. Captulo aparte ha merecido el romance herico para ser representado La Bandera de la Cruz. Se trata de un poema con disposicin teatral que representa el episodio de la reconquista de la plaza por las fuerzas cristianas, y que muy bien podra haber ido dedicado a su hermano Rafael que fue Embajador en los actos de las fi estas de Moros y Cristianos en varias ocasiones. No lo sabemos. Lo que s es patente es el acierto de la Comisin de la Junta Central presidida por Jos Blanes Peinado que la recuper a mediados de los arios 80 eliminando el personaje del capitn cediendo sus palabras al emba jador, fundamentalmente para ahorrar un personaje que tampoco aade intensidad dramtica a la pieza. En esta recopilacin reproducimos el texto original, en el que apare cen todos los personajes ideados por Laliga, y que se conserva gracias a su publicacin en la revista de Fiestas de Moros y Cristianos de 1967 por Alberto Navarro Pastor. Por ltimo, y en captulo propio, hemos colocado las letras de los Villancicos a los Patronos que se cantan en las Fiestas Mayores de Elda en honor al Santsimo Cristo del Buen Suceso y la Virgen de la Salud, con msica del maestro Ramn Gorg. Sin embargo, cualquiera que medianamente conozca la tradicin de los Villancicos no tardar en notar que los Villancicos cantados son dos, Sol de Justicia y Pueblo Venturoso, y que en este apartado se induyen tres. La explicacin es bien sencilla, o muy compleja. Al estudiar la parti tura de los Villancicos compuesta por Ramn Gorg con letra de Fran cisco Laliga Gorgues, encontramos algo cuando menos sorprendente. La partitura correspondiente a la msica de Sol de Justicia, y fi rmada por los dos maestros, lleva una doble letra: Sol de Justicia y Villancico a la Virgen. Es decir, la letra originalmente compuesta por Laliga para aquella ocasin no es Pueblo Venturoso sino Salve del cielo. (Ambas induidas en esta edicin) 20 Poesa. Herencia familiar Junto a ella apareci una partitura, fi rmada, pero exclusivamente por Ramn Gorg, de Pueblo Venturoso con la letra y la msica que hoy cantamos todos. Es realmente la letra de Pueblo Venturoso de Francisco Laliga Gor gues Si es as, Por qu Ramn Gorg no aade el nombre del poeta De cualquier forma la tradicin ya ha otorgado la autora de la letra a Francisco Laliga y no vamos a discutirla. Por ello, induimos en este ltimo apartado las dos letras, una del villan cico hoy cantado Virgen Pursima, la otra de un villancico que pudo haber sido y no fue, como tantas otras cosas en la historia de Francisco Laliga. NOTA SOBRE EL TEATRO DE FRANCISCO LALIGA No costar mucho al lector notar que hay un gnero literario del cual no se induye nada en esta antologa: el teatro. Esta omisin es consciente. Y lo es por un doble motivo: en primer lugar, la extensin de esta recopilacin hace aconsejable que obras del calibre de una obra dramtica tengan una publicacin propia, a la espera de unas posibles Obras Completas. En segundo lugar, aunque el legado familiar de Francisco Laliga Gor gues induye dos obras de teatro, el hecho de que su identificacin no sea dara, y de que hay manuscritos fi rmados por otras personas junto a ellas, nos hace ser prudentes y esperar nuevas noticias antes de aventuramos a la publicacin de dichas obras como composiciones de Laliga. Los dos legajos teatrales que se conservan llevan por ttulo El hijo de las lagunas y De los inconvenientes de no hablar claro, pero estn sin fi rmar la primera, y precedida de un dudoso anagrama, la segunda. La nica referencia publicada que hemos podido obtener sobre el tea tro de Laliga es el artculo publicado en ADELLUM en octubre de 1988 por Alberto Navarro Pastor y titulado El teatro de Francisco Laliga Gor gues. Este artculo se basa en la citada obra de Manuel Rico Garca Ensayo bibliogrfico de escritores de Alicante y su provincia de 1888. Segn sta, Laliga habra escrito siete obras de teatro antes de 1888: El hijo de las Lagunas, Los dos amantes, Esclavos del corazn, Un mrtir en la fe, La voz del remordimiento, 21 Francisco Laliga Corgues La felicidad consiste en la virtud, El aroma de una fl or, y la zarzuela Aurora. Este testimonio da como segura la autora de una de las piezas con servadas por la familia: El hijo de las lagunas. Y a partir de aqu el nico criterio para no incluirlo, es la conveniencia de publicar las obras de tea tro por s solas o en unas obras completas. Sin embargo, la segunda obra citada por Alberto Navarro, De los inconvenientes de no hablar claro no se incluye en esta relacin de Manuel Rico. Y de hecho la prueba aportada por Alberto Navarro para afirmar que De los inconvenientes de no hablar claro es obra de Laliga, resulta impro cedente al compararla con el manuscrito original. Por todo ello nos permitimos no incluir estas composiciones teatra les en esta antologa potica en tanto no se aclare realmente el problema de la autora. Por ltimo quisiramos invitar a todos aquellos que pudieran haber tenido contacto con cualquier obra del pasado a sacarla a la luz. Si es obra de Laliga, para completar esta primera antologa. Y si no lo es, para dar a conocer al pblico en general, alguna ms de aquellas estrellas annimas que cubrieron el fi rmamento de Elda, pero que por falta de alguien que recuperara su trabajo, duermen en el plcido sueo de los ignorados. NOIAS SOBRE 1,A ORTOGRAFA: En aras de mantener un cierto sabor de originalidad nos hemos permitido algunas licencias ortogrficas del propio autor: acentuacin de pasados con pronombre, topnimos originales y uso peculiar de la exclamacin e inte rrogacin. 22 7 C 1 - -V-arVtli SU AUTOR Francisco Laliga Gorgues Octubre de 1884 .. . r.. r _ 1 L ; o . 1 I _ y Y - r l ,* 0 , ! . uI r . I , : ! .; -70.1 : . F- - 1! I g , 1g r . , ! 7 . -rv _9 , . ig 11,1 I - V 144 :1 a . .} . 1. Ir 1 II 19. 1. t g ! .1 a. -.. . .L.:; .i. 1 1 Hl m - .. - , , u 1 , q w I: N. .),_, . g .: 1 . 1 { . . i . d , - TJ . r 1 . i .. w 1 1 l k m. . m i e : .1 _ 1 1 1 . 1 .4112. 2:. , o 1 , . 1 1 1 1: 1 1. pi- - ._. lo. .. 1 r Ir , 11 a . U ... 1 1r, 0 .. - . z r .J.: - ni_ . 1, . N 1 . I I ; o 51; 1 II .. F r 5 SI . ; 1, , I I - 1 . , 4 4, r -. C : a -. -1 a - TI, - ... . . i 9 ` g i Iirm a 10,. - r .. I. wg ... g 1:F11 1. o .41 ,, % 1 -1._ r 19 4 .,. J:.i.: ig.-.. 1 .,...... ,.. . , . . 0 .. r .1-1 t 1 .. 5I 11 4 r.. Ir 1 4- , ___4 . . ,., r i . I . r Olf r . 111 1 _ l - . T . ( , V .- I - r , r : 1 . II I . w 9 . i a 1 .: i g : i 11 i m ; 1 lij i 111 m l ,14 I , r . . ,, .:. r i. I 11. . Uf dU= 411 .r. i 1 i I : 5,--. .,... ( el 1 r , r .., . it t. _ ii ; . .. , r i , . i r ...i -... it 1,, l C I g g ga ...i imi 0 I g im 9 9. g ^ g 19 -, . ! L 1 . .- I _ - a . , 1 111, 1 . . . ..4 0 7.11 a .4 . . o .1 g, .. F r : w 1 ^ ^ 91~ . ^ 5.1^ o l 1 11 ml 1r , ; - 1L -1 ^ . ._ ri Y . I- .1 ... . 14 $ 1. .. 15 . :.-.,_.:,, w ;C._ f ^ --. 7 s; g 1 1 11 , f . :^ ..1 -: 117 : 1 ,: 1, a : : , r I o z 7 , . . . i . I N. 1. -. _,p, 1 ; --i.v ,- ,..i. -, ._ .1 Ni . r _ _ 1! IS Poesa. Herencia familiar INTRODUCCIN Envulveme en tus alas vaporosas celeste inspiracin; dame esa lira que han besado las auras y las rosas porque en las playas del amor suspira: nubes, abejas, aves, mariposas todo en torno a mi mente para y gira... inspiracin, perpetua primavera, dora t de mi vida la carrera. I UNA LIMOSNA POR AMOR DE DIOS Entre el polvo que tie sus harapos un mendigo caminaba muy veloz y el hambre y el cansancio se dibujan en su rostro tratado por el sol. Junto a su lado carretela hermosa pasa soberbiamente un gran seor que vuelve las espaldas cuando escucha Una limosna por amor de Dios!. Miradlos; all estn: en torpe orga entonando una bquica cancin: ay! su ruido infernal la voz apaga de Una limosna por amor de Dios!. Prosiguiendo el mendigo su camino entra osado en magnfico saln y en vano grita con dolor profundo Una limosna por amor de Dios!. El Dios te ampare sin cesar escucha del bajo pueblo all en la habitacin y en vano corre la ciudad entera por doquier dando al viento su damor. -Es un rico; tal vez l se apiade de las desgracias que lamento yo; - Tampoco, el rico se hace sordo al grito de Una limosna por amor de Dios!. Del hambre extenuado y la fatiga en la calle el mendigo al fi n cay, y murmur, al caer, desesperado: Una limosna por amor de Dios!!!. 25 Francisco Laliga Gorgues II Dices que no te he querido, cuando te llegu a besar... si me pidieras ms pruebas no te las dara ya. III EL AMOR Amor es primavera aves y ramas vergeles encantados flores y galas amor es fuente do tiene la poesa cao perenne. Amor es luz, ternura, sed de la gloria que busca en otra esencia palma y corona: amor es alma, que se agita entre olas de besos y alas. Amor es todo germen que nunca brota como el polvo que cubre la mariposa: genio deseo que slo se evapora para ir al cielo. Amor es ngel ciego que lo ve todo, el corazn su cuna, su luz los ojos; cruel e inocente, que escribe con las lgrimas de los que hiere. 26 Poesa. Herencia familiar Amor cantan los cielos que el mortal busca: amor el grito santo de la natura: edn perdido t has sido restaurado por su gemido! Amor es primavera aves y ramas, vergeles encantados fl ores y galas: amor es fuente, do tiene la poesa cao perenne. A UNA ROSA Ayer te alzabas hermosa reina del ancho vergel; te bes la mariposa, y en ti la abeja afanosa busc una gota de miel. Yo cruc triste y doliente el solitario camino, y segu plcidamente despus de baar mi frente en tu perfume divino. Sopl el viento, cay el da, fra escarcha te cubri, y el nuevo sol no te vea, que tu aroma de ambrosa truncada, el aire llev. Yo recruc con mis penas el solitario camino, vi roto el hilo divino, y en tus hojas de agua llenas escrib nuestro destino. 27 Francisco Laliga Gorgues V Gira la sociedad en torbellino: qu quiere dnde va quin la conduce... no lo ve: en el confn de su camino ni estrella, ni fulgor, acaso luces. A los pies de una cruz pobre y desnudo repite un eco triste sus canciones: arrstranle los vientos de la duda, y le alumbra el volcn de las pasiones. VI Cubre la cima erial de la montaa copos de blanca nieve: lleva mi corazn horrible fro do vaga el alma inerte. Nada calma mi triste pesadumbre nada mi duelo oculto; para un alma que gime sin consuelo qu desierto est el mundo! VII Tras de la noche aquella de delirio y al despuntar el sol corr a mirar la fl or y estaba seca: tal vez muri de amor. VIII LA INCERTIDUMBRE. INVOCACIN Por oscura regin vaga perdida La ilusin de mi alma, seductora Nacida al despuntar de halagadora Y sonriente maana de la vida. Vega intranquila; el sol que adormecido La mir, de su luz generadora Ante el calor, la priva de ella ahora Por el manto de su nube ennegrecida. Ese sol es el sol de mi ventura; Es la fatalidad la nube impa Que su manto envolvi la desventura. 28 Poesa. Herencia familiar Concede el triunfo a la esperanza ma; Mas si en lucha vence suerte impura Ten compasin de m, Virgen Mara. IX EPITAFIO Aqu yace un corazn do no cupo odio ni engao am con honda pasin, dile vida una ilusin, y lo mat un desengao. X MEDIA NOCHE Grazn el crabo: un pilago de sombras cielo, montes, valles y praderas inundan; en los altos abismos las estrellas apenas se divisan y columbran; gime el ro, y el viento su elega entre las minas del torren murmura... horrible soledad! silencio horrible! ah! las tristezas srdidas, nocturnas, comprender me hacen, a travs del llanto la infinidad del alma que a Dios busca. XI A FILOMENA Flor hermosa del jardn Inmenso, del Dios Cupido; Luna de enero que has sido O eres, y bello jazmn. Mas bella que fl or amena En el valle; y ms consuelo No ser ir desde este suelo A la gloria, Filomena. 29 Francisco Laliga Gorgues XII PLEGARIA Al Stmo. Cristo del Buen Suceso en su fiesta del 9 de Septiembre. Oye Seor, del pueblo que te adora La ntima queja y la plegaria pa: T has dicho que feliz aquel que llora Y espera en Ti y en tu piedad confa! Alba de bendicin fue aquella aurora En que trajo tu imagen la onda fra, Para ser, con tu Madre, en este suelo Faro de salvacin, nuncio del cielo. Salva hoy a tu pueblo como en da aciago Al invocarte en su dolor ferviente; Y del mal rechazando el sordo amago Pueda exclamar postrado y reverente La copa del placer en que me embriago De lgrimas colm en mi afn ardiente: Y hoy en las alas de la fe querida Subo al reino increado de la vida. XIII LA MUERTE DE UN JOVEN Soneto En la mitad de su carrera ardiente Estaba el astro rey, y estancia umbra Con el negro capuz de la agona Comenzaba a cubrirse lentamente. Reina triste silencio; de repente La voz de la campana suena impa, Anunciando que un alma diriga Su vuelo hacia el Seor Omnipotente. Y el que se aleja en busca de reposo Volver parece de un fatal desmayo, Y en voz acongojada as exclamaba: Aire... luz... quiero ver.., el sol hermoso... Y al penetrar por la ventana el rayo De su luz, su cadver alumbraba!! 30 Poesa. Herencia familiar XIV NAPOLEN Cruzando el mar del mundo en su osada so el imperio universal un hombre: oh grandeza! la fe que persegua hace rumbo al azul como aquel da, y l muri triste y denigr su nombre. XV LA ELECCIN DEL ESTADO Desgraciado viajero de la tierra, a qu, di, tanto afn, si ni honores ni nombre ni fortuna tu muerte han de evitar Martirizas, cansado el pensamiento en pos de un ideal, y el corazn te grita a cada paso ay! pero dnde vas En vano sueas que el Edn se ha abierto y en l quieres morar si te hielan la sangre estas palabras: corre: qu hay ms all As el valle del mundo ante tu vista es pramo erial cuyos confines borra sombra inmensa el cielo al ocultar. Cmo, pues, de tu orgullo y tu grandeza alzas el pedestal si al soplar la verdad gloriosos vientos en tierra caer Quin eres con qu cuentas es la vida, da triste y fugaz... slo si a Dios tu aspiracin levantas, rer un punto podrs. 31 Francisco Laliga Gorgues XVI Adis al fi n, vida ma, ya me est esperando el tren para llevarme a otros sitios: ms no temas, volver. Que as es la vida: un adis de hoy y otro adis de ayer, y al cabo de mucho tiempo se repiten otra vez. Me voy con la primavera y al esto volver gurdame algunas violetas de tu precioso vergel. XVII EL NGEL DE LOS SUEOS Virgen, no llores, reclina En mi regazo la frente Blanca perla cuyo oriente A los astros da esplendor. Ven y mgicos ensueos Te cercarn a mi lado Al influjo regalado Del seguro bienhechor. Como crespn impalpable Flota en los aires la niebla; Y de espritus se puebla La tranquila soledad: Todo es quietud; en el ter Lejana estrella fulgura Y Dios en su excelsa altura Vela por la humanidad. Ya las tibias auras rizan La blanca espuma del ro; Ya perla a perla, el roco Entre las fl ores se ve: Enjuga el llanto y las penas, Descansa sobre mi seno, Porque yo soy tu ngel bueno Y tu sueo guardar. 32 Poesa. Herencia familiar Brilla la luna en el cielo Centinela de la noche; Abren los nardos su broche No escuchas una cancin! No llegan a tus odos En armoniosos raudales Los acordes celestiales De las arpas de Sin El arrullo de mi cntico Te guiar por el grandioso Mundo ideal misterioso Mundo sin dolo y sin hiel. Y mientras el infinito Muestre a tu esencia sus galas Los encajes de mis alas te servirn de dosel. Duerme y suea, virgen ma Y al beber las cambiantes De tus lgrimas brillantes Mis labios con su calor, Acariciarn tu frente Arrobadores ensueos: Soy el ngel de los sueos De felicidad y amor! XVIII Si un movimiento de piedad te lleva a llorar en mi tumba alguna vez canta aquella cancin de despedida, y a sus ecos quiz despertar. 33 Francisco La liga Corgues XIX AY!... Era el mes de Noviembre luto y tristeza, ni pjaros ni fl ores en la arboleda: callado en el suelo, y abrumando nuestra alma tristes recuerdos. Al pie del camposanto te habl enlutada, lgrimas de tus ojos tu faz baaban; yo mir al cielo, y se perdi en las nubes mi pensamiento. Ocult el sol su disco, cay la tarde, desierto el cementerio qued al instante; y all a lo lejos, la campana gema, con grave acento. Yo doliente y turbado cabe la sombra pregunt a los sepulcros por sus memorias: Tenis recuerdo de un amor que me mata, que no comprendo Decdmelo, que vivo desconsolado, mi corazn abrasa fuego insensato: pobre alma errante leas en mi alma cuando lloraste 34 Poesa. Herencia familiar XX ARMONAS La palma del desierto canta al oasis, el lucero del ter canta a la tarde; el mar sonoro murmura las grandezas del Dios ignoto. Canta a la luz el ave al viento el ro a la fe la campana con un taido... el arpa ma en el amor sin nombre slo se inspira. Vagas notas del campo sol de la altura arpegios de los bosques que el viento arrulla dadme esos ecos, y encindase en amores el universo. XXI EL AMOR Y LA MARIPOSA Por un hermoso jardn Salta bella mariposa Que corre de fl or en fl or Tras la dalia y tras la rosa. El nio amor que la ha visto Por cogerla no reposa Y al jardn corriendo llega En busca de aquella hermosa. Mas al quererla coger Y ya sus dedos la tocan, Cuando vuela de repente Y deja al Amor a solas. 35 Francisco Laliga Gorgues Y aunque el amor alas tiene Y valor tiene de sobra No se atreve con aquella Inocente mariposa. Triste del jardn la llama Con voces muy amorosas Y la mariposa acude Volando muy presurosa. Hcense en fi n compaeros: La mariposa se posa Sobre el clavel y el amor Canta muy tiernas estrofas. Cuando cansados se hallan Ven all una huerta hermosa Y van all dando envidia Amor y la mariposa. 36 . , Poesa. Herencia familiar CANTO A LA PATRIA Corona de Laurel en el certamen potico de Alicante de 1884. Cruzando el mar cuando la tarde expira el trovador gana la ibera playa, y templando su lira a sombra de un torren y una palmera do entre besos el cfiro desmaya, preludia el dulce son de esta manera: Alzad, recuerdos, mi alma en blando vuelo al cielo de la gloria; dadme el arpa de Herrera, resonante; decidme, oh, tumbas, hechos de su historia, y la rpida fama mi voz lleve del Cntabro ocano al mar de Atlante. Yo ensalzar tu nombre generoso oh Espaa, oh madre ma, aunque al mirar tu desventura impa al pie de tus torreones inseguros, en doloroso canto, con las amargas aguas de mi llanto riegue tu suelo y tus antiguos muros. Que en tu amor mi alma y en tu luz mi frente baados, de tus crmenes la brisa que meci tu laurel, tan verde y puro de tu poder en la esplendente aurora, sopla en mi sien al encender mi mente en rfaga de honor abrasadora. Sordo rumor escucho de cadenas, jirn sangriento ante mi vista pasa, y hervir siento en mis venas la noble sangre de tu heroica raza. Y el sol muere en ocaso y alumbra solitario tus regiones, silencio grave, universal, profundo: dnde estn tus magnficos pendones do el Tabor renombrado de tu gloria do el templo de tu fe que alumbr el mundo 39 Francisco Laliga Gorgues Patria! escucha mi voz: mi alma suspira recitando el poema de tu historia y nadie oye sus sones; incierto en derredor el viento gira... ah! djame llorar sobre mi lira al pie de tus antiguos torreones. Hundi en sus manos la cabeza el vate, mas susurr la palma, alz la frente, ardi en inspiracin su fantasa, y cant entusiasmado y sonriente: Nada en belleza y gloria igual, oh Patria, a ti: yo cruc el mundo vasto teatro de la humana historia, y repet tu nombre al monte colosal y al mar profundo. Yo vagu en la terrosa Palestina do a orillas del Jordn el lirio brota, y sorprend en su esfera cristalina la juventud del sol, de la maana la nube patriarcal, la fe divina, la edad primera de la raza humana. A par del Atlas levant mi frente como el vuelo sus guilas, al cielo: y vi desde su cumbre como enlazada flgida serpiente, la zona tropical resplandeciente, cerrando su horizonte el mar de hielo, tendindole dosel, del sol la lumbre. Yo atraves los bosques de la Grecia cuna inmortal de ciencia y poesa, y me ba en las ondas del Alfeo do la disuelta inspiracin beba y percib en su margen olorosa las trovas del Tirteo en las alas del aura rumorosa. Yo cruc con la errante caravana el lbico desierto, cuyo estrago el rabe fantico desprecia, y me mec en la gndola otomana a la luz de la luna de Venecia. De la armoniosa Italia a las llanuras baj, surcando amante 40 Poesa. Herencia familiar del Tber, la corriente azul, tranquila, y ante los muros de la antigua Roma al fulgor de la espada cruel de Atila, vi en fugaz panorama imaginario cual yerto fnix renacer el mundo, cuando el fecundo sol del cristianismo que surge del oriente del Calvario, de la conciencia ilumin el abismo. Pero arrib a tus playas deleitosas de ambiente tibio y transparente cielo; mir bordarse de tu ocaso el velo de oro y ncar y rosas, me intern en tus umbras suaves tus ros y cascadas espumosas, en tus templos or, de cuyas naves pende tu invicto acero, escal tus murallas altaneras, cruc tu suelo, pregunt a tu historia, y Oriente, Grecia, Italia, el mundo entero mir eclipsarse ante tu luz su gloria. Tiendo mis ojos, y en tus ricos valles que una vegetacin fecunda vicia, sorprendo el dolmen celta, el muro ibero, el arco griego y la ciudad fenicia. Libre, creyente, generosa y grande labras de tu almo hogar tu tumba junto, y vctima inmortal de tu civismo ya alumbran en tu infancia tu herosmo las llamas del incendio de Sagunto. Mas cuando soplan de la paz las auras luciendo soles de futura dicha, desde el rudo breal de tu existencia desciendes al vergel de la cultura, y en la dorada copa de la ciencia raudales de verdad tu labio apura. Y acrisolando tu virtud severa que de valor heroico el nombre toma, pasando de Numancia por la hoguera jams vencida, te sujeta Roma. Y cantan tus primeros trovadores tus santas creencias en su dulce idioma 41 Francisco Laliga Corgues y tu cultura aclama la voz de cien robustos oradores: la estatua, el puente, el capitel, que al viento en bruido artesn la luz derrama, te deja el monumento: y truena en Roma tu sublime acento, das fe a su templo y a su solio reyes, y ella te lega en rico testamento su religin, gobierno y sabias leyes! De sus vrgenes bosques seculares aporta el godo el levantado aliento que traduces en picos cantares enarrando titnicas hazaas, mientras a Dios al pie de sus montaas tu libre corazn erige altares. Y cuando parda bruma que alza del vicio el hlito nefando la efigie de tu gloria va velando, suena en tus playas de albicante espuma la voz conquistadora del hijo de la raza del Profeta que oculta bajo el manto del guerrero la guzla del poeta; y apuestas t la espada, y la victoria cubre tu frente en la contienda dura, y huye el rabe, al fi n, dando a tu historia el matiz de su esplndida cultura. Y celta, griega, pnica, latina, libre, guerrera, fi el, sabia y creyente, llena los mundos y las zonas baa la luz resplandeciente de la grandeza y el valor de Espaa! Oh excelsos timbres de la patria ma que as halagis mi corazn amante! Cun hermosa os ve mi fantasa! Quin habr, oh Patria! que tus lauros cante si estrecho espacio a tu poder hallando desde el Pirene duro hasta los muros do Guzmn an vela, un mundo encuentras tras el Ponto oscuro de Coln en la frgil carabela 42 Poesa. Herencia familiar Y reportando de sus playas de oro a raudales la luz y la armona, da su brisa a tus venas nueva sangre, dan sus bosques a tu arpa otra poesa y t a la raza infante que en sus praderas vrgenes se extiende, la fe le brindas y la luz radiante que el dulce fuego de tu amor enciende; y con fecundo beso bajo ese cielo que al placer convida, le infundes en el lecho de la vida el germen de cultura y de progreso. Y cantaban entonces tus poetas bardos errantes de tu antigua gloria, el triunfo de la cruz sobre la luna las guerreras leyendas de tu historia. Cantaban la fortuna con que en tu urea carroza de combate que el arcngel gui de la victoria y en siete siglos de feral jornada, sobre vencidos cetros y banderas fuiste de Covadonga hasta Granada. Y cual la fama all ment los nombres de Calataazor, Nava y Salado, y el Cid, Guzmn, Pelayo y los Alfonsos cruzaron el espacio dilatado. Y t en su torren mirando al cielo diste al aire la cruz resplandeciente que de tu gloria te encumbr a los montes, y por nuevo Josu, grande y creyente detvose a tu voz el sol de Oriente que no se puso ya en tus horizontes. As te suea oh Patria! mi deseo, as el mundo te admir tu solio santo, as te ilumin el fulgor febeo, as al pie de tus muros yo te canto. Tuya oh Patria! es mi lira, tuyo mi corazn, mi aliento tuyo, que mi cuna meci tu dulce arrullo y la luz de tu cielo mi alma inspira. 43 Francisco Laliga Gorgues Por eso lloro al recordar tu gloria: t, heredera de Roma y del Oriente, mimada de la Historia, temida por tu gente; t que en valles de paz alzas los cantos de Garcilaso y Len en la urea lira, t que al lienzo trasladas los encantos del pas hermoso que a Murillo inspira, t que de Herrera a la entusiasta trompa prestas picas frases resonantes y escribes la Araucana y el Quijote en la lengua de Ercilla y de Cervantes; t relegada a olvido vergonzoso inerte gimes en sopor profundo Oh!, surge ya de tu abyeccin sombra, los ojos vuelve a tu pasado honroso, y digna, oh Patria!, de l mustrate al mundo. Corre mezclado en sangre de tus venas germen fecundo de inmortal victoria de qu an hoy mismo tus anales llenas que an levantas hoy mismo en tus arenas el sangriento obelisco de tu gloria. Oye, oh Patria! la voz de la esperanza que despierte en tu seno eco divino: t no puedes morir, porque en tu frente Dios grab un da tu inmortal destino, y su cruz te entreg resplandeciente, y del genio la luz verti en tu mente, y alfombr de laureles tu camino. T vencers, te ampara tu hidalgua; no artera hipocresa con frase torpe tu pesar ablande, rechzala; en tus fuerzas slo fa, y libre as, renacers ms grande! Ya de tu porvenir en el Oriente brilla el fulgor de la anhelada aurora; se inclina ante ti el orbe; alzas la frente y vas a Dios magnnima y creyente, y la cruz le devuelves vencedora! 44 Poesa. Herencia familiar LA VIRGEN DE LA SALUD Pace et salus in virtute tua. En el confn hermoso de Edetania que de Espaa en la tibia luz se inunda, y en la vertiente por cuyo hondo lveo pobre en caudal Vinalop murmura, reclinado a los pies de una colina que escalando coronan casas rsticas, hay un valle que la patria historia edn llama de paz y de ventura, una aldea olvidada, aunque su nombre hijos famosos con su genio ilustran. Cun bello el pueblo aquel! Puro es su cielo cual las palomas que sus campos cruzan, difano cual sus mltiples arroyos, ya el sol le alumbre o la argentina luna. Vida vive de amor naturaleza en aquellas fructferas llanuras. Tiende la vid sus hojas de esmeralda en su terrosa sbana fecunda, y a sombra del almendro y del olivo abren las fl ores su corola pdica. Por la musgosa y empinada senda que a un alto alczar derruido encumbra, baja el viento murmullos de elegas que arranca a sus ruinas insepultas. En sus montaas de zafir luciente tiene el arroyo entre granito cuna, y baja atravesando la campia tapizado de alfombras de verdura; y en sus cauces, que a trechos llena el ro y a trechos forma en su extensin lagunas, junto al pndulo sauce el laurel crece y el junco que en las aguas se sepulta. Bosques de verdes olmos, cuyas copas, .mecidas por la brisa, odas murmuran, ms abajo sus mrgenes se extienden, o entre colinas forman bellas grutas. 45 Francisco La liga Corgues Sitios agrestes do feliz derrama la soledad sus armonas puras, y cuyos dulces ecos escuchando el alma, a Dios entre las nubes busca! En sus anchos jardines orientales que el taray cerca y el azahar perfuma, al soplo fecundante del esto, pende en racimos la amarilla fruta. Prdiga entonces, Ceres, en sus campos, en haces la urea mies dispone y junta, do la africana codorniz se esconde y donde el sol al irradiar deslumbra; muestra el granado sus carmneas fl ores y en su ramaje el ruiseor se oculta, y canta de la noche en el misterio el idilio inmortal de la Ventura. Bello es el pueblo aquel! Vaso de oro do agost sus esencias la Natura, y en cuyos bosques y hmedos collados derram melanclica sus msicas. La aurora de su cielo es ms rosada, las torres de su templo ms augustas, las fl ores de su suelo ms fragantes, las capas de su atmsfera ms puras! Cunta poesa al declinar la tarde que en luz crepuscular el valle inunda, cuando al besar las nubes el sol de ocaso las rasga en olas de encendida prpural... Entonces son las cspides de gualda, de plata el ro, azules las lagunas, y a un tiempo bosques, pjaros y fuentes elevan sus murmullos a la altura. II En este pueblo que mi lira canta nunca a las dichas de mi patria muda, elegir se dign especial santuario, de tierra y cielo, la Seora augusta. Da de gloria fue: desde Cerdea, del mar salvando la extensin oscura, a las risueas lucentinas playas dos nveas cajas arribaron juntas. 46 Poesa. Herencia familiar Algeros custodios las conducen del ancho mar sobre la blanca espuma, y la estela que en pos deja la nave tie en gotas de luz las ondas turbias. As en el mar de hielo en densa nube de informe agrupacin se alza la bruma, y corre al soplo de Euro, al alumbrarla la aurora boreal con tintas flgidas. De dnde viene De do nace el alba... A dnde va Del sol hacia la tumba, cual ave que sorprende la tormenta y el dulce nido por los campos busca. As T Oh Madre! al descender del cielo en esa imagen de la gloria tuya, te legas en herencia al pueblo amado que la alma sombra de tu manto cubra. Y en vano a otras regiones te dirigen en la frgil prisin que te sepulta, que a tu destino arribas en el carro que el buey conduce por la vega muda. El pueblo fiel que por morada eliges, en ureos caracteres que deslumbran, va escrito en la cubierta de tu caja sublime y alegrica fi gura. Y en ellas aparecen ante el pueblo, a la luz de la tarde moribunda, un Cristo magistral tallado en roca y tu divina imagen bella y pura. Y en tugurio feliz, gloria del arte, y en dos capillas de consuelo cunas, de entonces te venera el pueblo mo que su salud te aclama y su ventura. III Bajo ese templo que la fe levanta y en raudales de luz tu amor inunda, yo tambin, de mi vida en el aurora, balbuciente gem mi primer splica. De la copa vital an no en mis labios el amargor del que su esencia gusta, y an no dej del mundo en los zarzales de mi inocencia la nevada tnica. 47 Francisco Laliga Gorgues Ah! Por qu si es el hombre fl or de un da que pasa como lampo en noche oscura, envuelto de pecado en las tinieblas la breve esfera de su vida cruza Y no as y a tus plantas hoy postrado llorara yo mi inconsolable angustia Quin no lleva una lgrima de fuego entre los pliegues de tu historia oculta T eres, Oh Madre! el iris de la esperanza que disipa del mal la sombra adusta vertiendo de tu luz los resplandores de la piedad sobre la nube pura, en esas horas en que el alma gime y el tedio de la vida nos abruma, y la fe es hielo, el corazn ruinas, y el pensamiento noche y noche oscura! Cul de tus hijos que vivi a tu amparo y or llorando en tu capilla augusta, implor tu favor en sus pesares sin que T consolaras su amargura Porque en tu amor sus ilusiones cifran, y el mar del porvenir en tu fe surcan cuantos a sombra de tu excelso templo sorprendiera la luz en dulce cuna. Y el que el patrio deber llama a la guerra y por primera vez el mundo cruza: y el que impulsado de ambicin honrada va a unir a su trabajo la fortuna: y el que en pos de un ideal tus valles deja cuando la voz del corazn escucha: y el que abandona tus azules montes y la luz de tu cielo hermosa y pura buscando los laureles de la gloria que riega con el llanto de la duda, todos llevan tu imagen en el alma, tu nombre todos con amor murmuran, y eres T para ellos fuente eterna de salud y de dicha, jams turbia. Tal a mi Oh Madre! cuando en hora aciaga, abandon mi hogar y tu ternura: do ir el pjaro errante y solitario sin el calor amante de su cuna, si el mundo es un desierto tan sombro que al contemplarlo el corazn se turba 48 Poesa. Herencia familiar Por eso al patrio nido un da vuelto, entre efluvios de amor traa oculta ms luz acaso all en mi inteligencia, pero en mi corazn ms amargura. Ah! En perpetua ilusin, en sueo eterno salva el hombre llorando su ancha ruta, y cuando a la verdad cree abrir los ojos, se los velan las nieblas de la tumba. Mas qu importa si all sus hierros rompe y en espritu el ter raudo surca Tbor universal es el sepulcro do el alma para Dios se transfigura! Por eso de rodillas a tus plantas te repet mis infantiles splicas, y el llanto del consuelo ms sublime por mis ojos verti raudal de angustia. Devulveme tu amor! gem llorando como nufrago herido en honda lucha, y al pie de tus magnficos altares puerto de salvacin hall en mis dudas. Cmo olvidarte un punto, Madre ma, si fuiste isla de paz blanca y segura do hall refugio, bajo el rbol santo que al cielo eleva de la cruz la cpula Deja que en derredor se agite el mundo y ondas de odio y maldad lance a la altura... es ms grande mi amor que sus pasiones, y mi fe y tu piedad, Madre, me escuchan. Oh! A todos los que alientan ideales, y entre sombra infinita la luz buscan, almbrales as, con ese rayo que de Dios baja y hasta Dios encumbra. Y cuando suene mi hora, y tenebrosa envulvame la noche de la tumba, al elevar mis manos al empreo dir llorando en mi plegaria ltima: Pues que en eterna utopa cruc el suelo y cantando tu amor confi en tu ayuda, trueque por fi n en el laud del ngel la lira del poeta gemebunda. De tu perdn transprtame en las alas desde las sombras a la luz augusta, y en el seno de Dios, por Ti inspirado, cante la compasin, la gloria tuya! 49 Francisco taliga Gorgues CERVANTES Desde la excelsa cumbre que sobre el globo gigantesca oscila, el guila potente su pupila clava del sol en la encendida lumbre. Nubes en torno suyo, encima los planetas a millares, helechos en la falda erial del monte, de aquiln al arrullo, la tormenta arrastrando al horizonte y abajo los humanos senticares; y antes de que la hiera el gneo rayo que all rugir se siente, sacude de sus alas el desmayo y englfase en los campos infinitos en crculo nevado y refulgente. Ya se perdi... pero su estela an dura alumbrando del mundo las regiones; es el alma que crea la hermosura y el genio que a Dios pide inspiraciones. Impura realidad siempre maldita! Es el genio, la aurora do en germen la celeste luz palpita; es el numen humano que en gestacin contiene el hondo arcano y arranca a Dios su frase creadora: Dios le cede su aliento, porque hasta Dios se exalta su inmenso pensamiento que encuentra entre las nubes su camino; mas, como hijo de Dios, ve su destino de redencin y vida al bajar a la tierra, en el Calvario donde el ara terrenal brilla encendida, y de la tierra extrao peregrino le cumple escarnecido y solitario. De una prisin oscura cabe el recinto est: medita ora y es tan triste su vida, su maana, que el aura de la noche fresca y pura que besa su ventana, gime por l y por su suerte llora. De una prisin impura 50 Poesa. Herencia familiar en el ngulo yace: es inocente, pero al mundo: qu importa su amargura Anmanse las sombras de aquel pobre lugar: la fantasa tiende sus ricas alas, y el espacio palpita en luz y galas y en fuego, en sentimiento y en poesas. Cruzan all bizarros caballeros de adarga y lanza de oro, seguidos de sus fi eles escuderos, llorando su fortuna en poder de un altivo y feo moro; la virgen tras la reja que ilumina blanqusima la luna; el alczar suntuoso y deslumbrante; la mesa del festn, luces y fl ores, purpreas colgaduras, y plyade de grandes, arrogante, vertiendo sus favores y suplicando amores a cien enamoradas hermosuras. La incitante palestra que el entusiasmo en sus vapores baa do con potente diestra aplaude un pueblo singular hazaa, algo como la nave, el astro, el viento informe como el plasma, el caos, el germen invade los caticos espacios que llena el pensamiento y do un mundo de luz e ideas duermen. Luego lampo feliz en hondo surco rasg la noche, errante y en un rayo de sol puro y amante, su escudo de justicia, el bien su mote, cruz las soledades el Quijote sobre el nuevo hipogrifo, el Rocinante. La fantasa al punto le dio vida y al mirar su fi gura desdichada, solt Cervantes a su risa el dique y an escucha la tierra conmovida su homrica y divina carcajada. Ya a Don Quijote por los campos veo sublime en su locura, engolfarse en las alas del deseo 51 Francisco Laliga Gorgues en una y otra altsima aventura. Salud al ideal! Si algunas veces la bruma de la tierra le ciega con impdicos reveses, qu es entonces ante l, sino un hediondo montn de podredumbre do del bien la semilla en lo ms hondo sepulta, y del amor la santa lumbre Salud al ideal! Oh, vuela, vuela valiente caballero, aunque el Sancho del mundo, a quien la voz de tu coraje hiela, ra de tus hazaas, infecundo: que yo contigo al adorar tu anhelo odiando esa mortal torpe cordura, te he de mirar cual ruedas por el suelo llorando de impotencia y de amargura. La excelsa chispa que ilumina tu alma es bien, virtud, belleza; es del triunfo la palma, es un mundo de luz y de grandeza: que huyes el polvo humano como la nube, el ave, el astro, el viento, y en tu delirio encantador, si vano, la vencedora mano extiendes al azul del fi rmamento. Esa chispa es poesa, oh divino adalid, cristiano Marte, de los cielos reflejo y armona, y en la tierra sombra la redentora encarnacin del arte. Vuela... pero detente que con odio y amao Job, cieno todo, te combate ardiente ay! y te ha de matar el desengao!... No importa, eres eterno, desprecia en tu ilusin la fementida turba que el polvo adora, que aunque mi alma tu suerte siente y llora, t siempre has de cruzar, honrado y tierno, los campos de la vida. 52 Poesa. Herencia familiar Invade el ancho mundo la esplendorosa y merecida fama de ese genio profundo que Cervantes se llama, y habla mi patria su sonora lengua y su luz por doquiera se derrama. Pero yo en los altares de su gloria al rendir entusiasta los laureles, mis lgrimas derramo ante su historia. Hoy est enaltecida por la verdad de ojos centelleantes, mas si Dios no lo premia en otra vida, poco premio en la tierra hubo Cervantes. Su nombre!... dice el hombre con entusiasmo incierto... Y qu es al fi n el nombre, ni qu ha de importar su nombre al muerto 53 Francisco La liga Corgues EN EL CEMENTERIO Dejadme: todo el aire necesito, veo el mundo pequeo y solitario, necesito la luz del infinito, necesito la calma del osario. Dejadme en fi n: mi corazn estalla y no puedo llorar: odio la tierra, y de su impura guerra desfallezco cansado en la batalla. Dejadme que odie el mundo con un odio febril: dadme ese llanto del corazn profundo; no las mentidas lgrimas terrenas de torpe adulacin, de falso encanto, de hipocresa llenas; lgrimas de nostalgia que devora, lgrimas del proscrito que ardiente a Dios adora, y entre las tumbas alzar mi grito. Quin alab del suelo la dicha y la hermosura Quin, cual trasunto le juzg del cielo en horas de ridcula locura Dadme ms fuerte voz para execrarle y maldecir al hombre que su empeo y pasin pone en amarle. Quin dijo que la luz de su horizonte, los rboles y fl ores de sus prados que cie vano el monte, sus ciudades, sus ros y su esfera, su misma primavera eran bellos, alegres, encantados Ah! removed la linfa: ved el fondo ved lodo, corrupcin, tristeza, muerte! El rostro es bello y miente en tinta inerte, el corazn es la verdad: por eso sufre tanto, del pecho en lo ms hondo. No, apartaos de m porque os maldigo los que hacernos amar queris el mundo en mentiras y males tan fecundo slo contra la muerte sin abrigo. Dejadme que aborrezca una existencia toda miseria y llantos y dolores, 54 Poesa. Herencia familiar hoy que truena la voz de mi conciencia y el alma en su vehemencia suea con los eternos resplandores! Dejadme, s! Ya sueo que estoy solo, lejos muy lejos de la tierra oscura; ya no llega a m el eco de sus ruidos, ni me envuelve el vapor de su amargura. Estoy solo y muy triste, con esa pena germinal que anida dentro del pecho que a llorar resiente, y siente amor que su cerebro abruma, y siente horrible tedio de la vida. Ya estoy solo, Seor: tus soledades ya encaminan mi paso; van cayendo mis lgrimas tranquilas y abrazan mis pupilas, y pienso que me cerca vago ocaso. Era tu santo amor desconocido que mi espritu inquieto atormentaba al soplo repetido con que tus promisiones recordaba. Era el ngel callado de la muerte que desliz en mi odo su aleteo, y levant mis ojos y so tus delicias mi deseo; y desde aquel instante, es slo enojos cuanto en torno de m palpita y veo. Es slo pena y ansia y amargura cuanto acierto a mirar porque ha soado mi ardiente corazn en tu hermosura. Quin sino T, Dios mo, le ha inspirado tan hondo sentimiento Perdname as el odio de la tierra porque ante Ti me aterra y lloro y gimo de tu amor sediento. Dejadme ya llorar: si tu esperanza baja a fortalecer el alma ma, yo en mi destierro esperar cantando, que de este sueo infando despertar en tus brazos all un da. Dejadme ya llorar si es tu voz pa que me manda esperar ya nada importa: 55 Francisco Laliga Gorgues yo sufrir el dolor en sus mil nombres, sufrir necedades de los hombres, luchas del mundo... que la vida es corta. Nada me importa ya si tu amor santo probndome sonre en lontananza: proseguir sereno mi camino alegre en mi magnfico destino, y extrao a los rumores con que el desierto zumba... porque en el hueco mismo de la tumba yo he visto resplandor, alas y fl ores. Dejad que llore ms, ya consolado en la inmensa nostalgia que me abruma: bajo un puente de piedra cruzar creo, y me baa la espuma del Cocito, y despus la del Letes: y del sol los serenos resplandores brotan en la ribera blanca bruma do englfanse los pjaros cantores. Del ambiente enrojcense las capas y muestra el horizonte del desierto las ltimas etapas: llena una dulce voz desconocida el campo dilatado y la azul extensin indefinida, y alcanzo a ver rer tras el vallado la esplndida maana de la vida. No vengis a llorar en el sepulcro do el plasma de otro mundo se elabora; venid slo a rezar profundamente, o a estremeceros de placer ardiente, que aqu todo sonre y nada llora. sonre con sonrisa embrionaria la cruz, el capitel, la fl or, la piedra, la fosa solitaria, el soador ciprs, la amante hiedra; todo sonre en ese mundo inerte do el plasma de otra vida se elabora, porque espera en la noche de la muerte de la Resurreccin la eterna aurora! 56 Poesa. Herencia familiar LOS HROES DE GERONA Del Pirene la cumbre abandona caudal guila en vuelo liviano, y al len que reposa en el llano va sus pies acerado a clavar. Ruge el rey de las selvas, potente, su mirada revuelve furiosa, y huye el guila herida y medrosa tras las rocas su afrenta a llorar. De montaa en montaa, sonoro repiti el eco fi el su rugido, y en las alas del viento mecido a Gerona doliente lleg. Dos de Mayo... zumb el patrio genio: Libertad... grit el alma anhelosa, y a la orilla del Ter, aromosa, de ira santa la madre llor. Mas ya en vagos reflejos tras la desierta loma, la adusta frente asoma del dspota fatal. Alz al aire su ensea, y a su amenaza hirviente, grit Gerona ardiente: Espaa y libertad! Y corri de sus glorias al templo y ante el ara de Dios, solitaria, alz humilde su hermosa plegaria y la espada ci de la lid. Y al leer de su historia las obras cuyo fuego las almas alienta, se lanz a la batalla sangrienta entonando cual bravo adalid: De tu solio un jirn desprendida trajo el aura a mis hmedos llanos, y tu sangre a lavar tus tiranos a esta costa traidores vendrn. Por ti lucho, Oh mi Espaa querida; largos siglos mis hechos abonan... nuestros padres la tumba abandonan y su aplauso orgulloso nos dan. 57 Francisco Laliga Corgues La muerte, entre humo y sangre, tendi sus negras alas: silbando van las balas, tronando est el can. Y en medio a tanta ruina que su valor abona, del hroe de Gerona palpita el corazn. Otra vez de Sagunto y Numancia reverdecen los ricos laureles, que al tirano en sus odios crueles va hacinando los muertos sin fin. Otra vez San Quintn y Pava altos hechos y hazaas resumen, y en los muros con fe el patrio numen va cantando sereno la lid. Otra vez de Pelayo y Alfonso se renueva la esplndida historia, que es muy grande en la lucha tu historia pues sin sangre tus venas estn. Y tus hijas al muro se agolpan, de tus luchas el campo atraviesan, y el pual aspersimo besan que abre al pecho sangrientos raudales. Chispea el hierro duro, sacdense los montes, los anchos horizontes el humo ya invadi. Y al incendiar sus lechos herida y desarmada, Gerona atribulada su ruego a Dios alz. Mar de lgrimas son las murallas; mar de muerte el horizonte combate, cuyo sordo rugido ya late en la triste incendiada ciudad. Y al fl otar del que cae en los ojos entre el humo la santa bandera, grita en torno con voz lastimera Patria, fe, religin, libertad! Entre tanto, revuelto el ropaje, por los aires cruzaba la diosa de Lanuza y Padilla, gozosa recordando el suplicio febril. 58 Poesa. Herencia la . miliar Y alentando en la lucha a los hroes con promesas de lauro y consuelo, les gritaba mostrando all el cielo: honra o vidal.., vencer o morir! Y en los pardos torreones donde el esfuerzo espira, horrible, inmensa pira surca el espacio azul. Y entre la inquieta llama que el capitel alfombra, dibujase la sombra de la quemada cruz... Un herido Gerona! Madre ma! Cumpl cual hijo tuyo: alc mi ardiente espada de tu bandera en pos; feliz muero de tu cario santo al arrullo, y all el premio me aguarda que da a los hroes Dios. Una madre An conservo el reciente calor de tus abrazos te vuelven muerto en fin. Mi anhelo, mis caricias, de qu jams sirvieron si no evitar supieron tu suerte en la ardua lid La patria lo ha querido para salvarse ahora; conmigo, oh alma, llora mi triste soledad. Ser la gloria tuya, ser mo el consuelo... la patria es la fe, el cielo, la luz, la libertad! Coro del pueblo Este nuevo blasn engarcemos a su excelsa radiante diadema, que en la hora terrible y suprema imponente la patria se alz. 59 Francisco La liga Gorgues Y del galo las fi eras legiones ebrias de odio y de sangre y conquista, como el fuego devora la arista, con su vida y honor devor. Nunca olvides, Gerona, este da que con sangre se escribe en tu historia, y de edad en edad tu memoria de entusiasmo y amor llevar. Y al colgar en el templo la espada de tu triunfo inmortal, no vencida, al pie mismo del ara elegida hoy tu diestra el laurel coger. El patrio amor excelso abrillant tu historia: celebre tu memoria tan plcida verdad. Ser la gloria tuya, ser nuestro el consuelo... la patria es la fe, el cielo, la luz, la libertad! 60 Poesa. Herencia familiar A LA RELIGIN CRISTIANA Lumen ad revelationem gen tium. La luz se va a extinguir: del claro da llamarada postrer, gnea escarlata invade la regin del aire fra. Los anchos horizontes ya no inunda de Febo la luz grata, y va la sombra impa rodando por las faldas de los montes... La luz se va a extinguir: extrao viento por los desiertos zumba del corazn humano, macilento; apgase la luz del pensamiento... se aproxima la noche de la tumba! Qu es la vida del hombre Un da slo de fugaz carrera que, en resplandor mentido, sacudiendo su roja cabellera cruza en rpido paso por la esfera y salva los confines del olvido. Ah! Por qu no decirlo Oh Dios de la verdad! Fingid muy largo, nadando en dichas y goces, el maana: ya vendr a despertaros del letargo la dolorosa voz de la campana. Feliz quin pueda entonces alzar la frente al sol del infinito que por Oriente avanza, y de virtud el alma transparente pueda exclamar con fervoroso grito: T fuiste, Oh Dios! mi gloria y mi esperanza! Plida estrella que en el ter gira, nufrago aislado en el oleaje incierto, crcel de sombra que la luz suspira, tomo all arrojado en el desierto, el hombre, eterno idiota de su anhelo, que en lgrimas le anega; el hombre, fugaz lampo, errante nota, nauta sin rumbo fi jo que en la cerlea inmensidad navega, cruza la tierra oscura en pos de un ideal, cual solitaria ave sube al azul del firmamento, 61 Francisco La liga Golgues imprimiendo el rumor de su plegaria entre las ondas del voluble viento. Que nada le pregunten de su historia: tiene el caos por cuna; su porvenir est en el infinito, el hoy es humo infando: slo sabe oh dolor! que es un proscrito que de su patria el sol busca llorando! Salve, oh bendita Religin Cristiana, rayo de amor que bajas desde el cielo y alumbras la razn torpe y liviana, para que, en pos de tu fulgor divino, tienda el humano espritu su vuelo! T eres nico gua del hombre que al cruzar el mar del mundo, sabe que es un misterio la existencia. Salve oh consuelo y esperanza y vida, templo de paz para el que lucha y llora! El ara del amor est encendida: suena la voz en el profundo arcano, y el corazn humano se postra, y cree y adora. Mas qu rumor, cual de tormenta oscura, llega en ondas de rojo centelleo, y el templo azota y con furor murmura Es de incredulidad el corifeo... es la ideificacin de la criatura! Torpeza fue: desde el altar de gloria do al mundo se asom la efigie muda, colocado en los antros de la duda, e incapaz de entender tanta grandeza, ofreci, en su pasin, incienso el hombre a la impura belleza. Proclam Dios a su razn menguada, anul por extraos sus deberes, y ante el ara humillante y profanada, rindi culto de estpidos placeres. Sombra es el alma, la materia piensa, es el sepulcro lodazal profundo y el hombre all detrito funerario... Y en tanto en el Calvario la Cruz alzada, alumbra al mundo! ! ! Ah! bruto y ngel para qu alas eterno Job de sus miserias quiere 62 Poesa. Herencia familiar Es polvo vil la idea, polvo es la chispa que el cerebro hiere. Del mas all la aspiracin eterna que tras cada deseo se levanta, en muda lucha interna impulsa y mueve su agitada planta. Y corre necio! tras el hondo arcano... As del mar en el cerleo llano el horizonte que pint la aurora se propone alcanzar con afn vano la nave voladora. Ved al crimen aleve arrebatando a la virtud su manto; ved al error que a la verdad se atreve... ved el mal contra el Dios tres veces santo! Y el caos avanza y sobre el mundo vuelca ros de sombra y de tinieblas mares; brisas de duda el nimo respira, socava los catlicos altares de las revoluciones la piqueta, y es pagana la lira que resuena en las manos del poeta. Enciende del error la inmensa pira de fe y virtud la arrebatada lumbre, y asciende de su orgullo a la alta cumbre, y de hito en hito a Dios el hombre mira! Ah! Dios sopl en el barro, y brot el alma de su soplo a informar la inmortal vida... Sopl el hombre en el alma, y brot el barro que a eterna muerte y mezquindad convida!! Ah! Dadme el fuego del volcn gigante, dadme la voz del trueno resonante y el dolor del cristiano Prometeo, y llorando la duda, yo cantar los triunfos de la vida sobre el negro, simblico trofeo! Larva de su dolor que gime y ora, el hombre halla en la tumba su capullo, do de su alma las alas elabora de la plida muerte al sordo arrullo. Y cuando del querube al ronco grito la losa del sepulcro se levanta, su crcel rompe y vuela al infinito crislida inmortal de su fe santa! 63 Francisco Lal ga Gorgues Mas ah! doliente soledad oscura envuelve al hombre en la regin del suelo: etapa de amargura de su existencia el ignorado anhelo! Que asalta el corazn la duda impura, y est sombro el cielo y sorda est a sus quejas la Natura. Errante peregrino, a la luz de un crepsculo dudoso recorro mi camino siempre en la altura fi ja la mirada: mis pies fl aquean, mi alma est cansada. iDo hallar podr reposo, dnde descansar de la jornada... Ah! El templo de la cruz! Bendito sea el rbol del desierto de la vida, cuya rosada sombra gigantea al dulce sueo del amor convida, y en cuyo ignoto germen la fl oracin de la aventura anida! Bendito el rbol cuya excelsa copa, poblada de murmullos de oraciones, al riego de las lgrimas, fecundo, que vierte en su fe el mundo, se va alzando del cielo a las regiones!... Salve mil veces, arca salvadora del diluvio del mal en la honda noche, que abres tus puertas a la paz creadora cual del alba a la luz la fl or su broche! Salve mil veces, luminar fecundo que gua al hombre en la eternal maana, salve mil veces, redencin del mundo... salve mil veces, Religin Cristiana! T eres Oh templo! el punto de reposo en nuestro largo viaje por el suelo: t vida y esperanza, santo lazo de unin de tierra y cielo! Ah! Pedid a la historia que os relate en sus pginas de oro su inmarcesible gloria: exigid a la ciencia de sus descubrimientos el tesoro y de su salvacin la alta memoria: dejad que el arte con el mundo a coro repita sus canciones, 64 Poesa. Herencia familiar por el amor y la virtud trocados en alabanzas, gloria y bendiciones! Y all en los arenales que al Dios del Sina tronar oyeron: y en la abrasada vega do eternas elegas murmurando el Eufrates arrastra sus caudales que en el color del lirio se tieron: y en las estepas de Africa desiertas, cuyo cielo, la aurora cubre de un velo de rojiza lumbre: y al pie del Atlas, cuya excelsa cumbre al fulgor de los trpicos colora, y en cuanto cubre el cielo y el sol dora, hoy, con ardor no visto, lnzanse, Oh Religin!, tus adalides a ensear la verdad de Jesucristo; y cruzando altos montes, vencen del desierto la inclemencia, para llevar a extraos horizontes la luz de la sagrada inteligencia. Ah! T eres el amor, dicha y reposo; fuera de ti la guerra y la amargura... Mil veces venturoso quien no te escandalice en su locura! Abre oh divina Religin Cristiana! abre esos centros de virtud y ciencia, de donde a la lucha tus hijos lnzanse, tras afanes prolijos, envueltos en el manto de su creencia. Abrelos, de entusiasmo enardecida, que grite el necio o el sofista arguya, pues t eres el amor, la luz, la vida: Religin, la victoria es siempre tuya! Mas silencio!... Otra vez tormenta oscura llega en ondas de rojo centelleo y el templo azota y con furor murmura... es de incredulidad el corifeo, es la deificacin de la criatural... Perdn, Dios Mo!... Mas, callad: la esfera enluta el resplandor que la llenaba, tiemblan las almas en congoja fi era. La luz se va a extinguir: la vida acaba... Sobre su eterno trono Dios espera! ! 65 Francisco Laliga Cargues ANTE EL SEPULCRO DE ESPRONCEDA I lan de doblar a muerto las campanas y envuelto en nubes ha de estar el cielo: han de gemir en torno auras livianas que el ciprs muevan en sesgado vuelo: nveas han de mostrar sus cumbres llanas los montes que el sol cia en triste velo, y ha de reinar en tu sepulcro inerte la calma del olvido y de la muerte. As alzar mi espritu angustiado su vuelo al infinito: y as inquieta mi fantasa, en tu panten helado, el lazo romper que le sujeta, y as de inspiracin arrebatado podr cantar al inmortal poeta... Ven, genio de las sombras y la duda y dame de tu horror la lira muda. Poeta! Duerme en paz! Que extraos sones oigo cabe la tumba solitaria do la brisa repite tus canciones mientras murmura el sauce una plegaria Abandona tu numen las regiones que alumbra del Seor la luminaria, y entona, ya en la tierra, en ay! profundo, con la raza actual el Diablo Mundo Ah! Delirio eternal! Como suspira flbil brisa entre ruinas a millares, as con ecos de dolor tu lira hincha el viento de armnicos cantares: risa y risa procaz la fe te inspira, viertes doquier el desengao a mares... Ah! no era tu misin! oh vate ardiente, cantar la duda y sonrer demente! Yo s que al hombre, mientras cruza el suelo la eterna noche del dolor rodea; que el corazn en indeciso anhelo gira cual hoja que la brisa orea; que a travs de su llanto mira al cielo do la luz de la dicha centellea, sin que alumbre el abismo de su vida un rayo slo de esa luz querida. 1.- Premiada en Gerona, 1884. 66 Poesa. Herencia familiar Y s que el genio cuya altiva frente sobre el humano polvo se levanta, redentor de la idea, espina hiriente pisa al mover la voladora planta: y mientras en rauda inspiracin su mente a los futuros siglos se adelanta... bebe, de la existencia, en la honda gruta de su excelso ideal, la agria cicuta. Y s que es pobre mrtir el poeta que a sufrir de continuo viene al mundo, que gigante sintindose y atleta gime amarrado en lodazal profundo: y al ver tan alta la anhelada meta su herido corazn late iracundo, que es peso grave si en el alma duermen la luz de amor y de belleza el germen. Yo s que es el humano pensamiento cndor que tiende las ligeras alas y, del fulgor de la verdad sediento, llega al umbral de las empreas salas: y all, pidiendo nuevo impulso al viento, al volar entre el polvo de sus galas, choca contra el mural de lo infinito y a tierra viene con doliente grito. Mas escchame, oh vate, que delira tu espritu en su anhelo atormentado: yo vengo aqu a cantarte con mi lira que templ ardiente ante la cruz postrado: que en la fe y el amor slo se inspira y el amor y la fe slo ha cantado... Vengo a decirte que en la vida humana hay algo ms, muy ms que sombra vana. Si ese amor tierno que recuerda y llora las arboledas del Edn perdido, alas para volar pide a la aurora, pues su historia en la tierra es un gemido, y el noble corazn al que enamora sufre en nostalgia perennal sumido, cmo buscar su germen de ventura en la plasma mortal de la criatura Ah! Fnix de los aires, solitario, Dios concedi a tus alas raudo vuelo, voz dulce a tu garganta, color vano a tu pluma, a tus ojos luz del cielo: 67 Francisco La liga Gorgues no al mundo, mirar debes al Calvario, que all, en la apoteosis del consuelo, redime al santo amor la ltima gota que del pecho sangriento de un Dios brota. El mundo! ... Vasto erial que tu alma amaba vagando en su oasis de verdura sin ver que su beldad te cautivaba porque era espejo, en fi n, de otra hermosura! All tu corazn aleteaba que el placer bebi en copa de ternura, y soltabas despus tu fantasa en raudales de gloria y de poesa. Mas ay del ruiseor de dulce acento que en el vergel del mundo alz su canto y, de armonas al poblar el viento, no ensalz las grandezas del Dios Santo! Ay del vate de osado pensamiento que, al derramar desesperado llanto no levant la vista a las alturas y cant la esperanza a las criaturas! Porque al pie del sepulcro, eterno arcano do el valor se reasume de la vida, detiene y rasga el pensamiento humano si la fe santa no le da su egida. Germen de corrupcin, polvo liviano aguarda all fecunda sacudida... Pasa el soplo de Dios, que a ver no aciertan, yen fosas los cadveres despiertan! ... Truena la tempestad, cuya historia viviendo, unido el corazn se siente, y brilla all en las playas de la gloria la mirada de Dios, resplandeciente; y el hombre que en la tierra transitoria mir agotarse del amor la fuente, bebe en los mares del amor sagrado el ltimo raudal desesperado! Busca la soledad del cristianismo que calme en la esperanza su quebranto, porque es su corazn ignoto abismo do ruge comprimido un mar de llanto. All podr morir, juez de s mismo: all alzar de su amargura el canto; porque fue el mundo a su alma tan pequeo, que le hiri en su ms noble y caro sueo. 68 Poesa. Herencia familiar Y ha visto a Dios del Glgota en la cima derramando su sangre redentora, y ante herosmo tal que le sublima, transido de afliccin, reza y no llora. Del sacrificio el fuego que le anima le mueve el paso a la celeste aurora, y le hace en fi n cruzar con noble aliento el ro del humano pensamiento. Ah! vate de la duda, inquieto atleta, con tu propio sentir en lucha impa: es como el ancho mar tu mente inquieta desarrollado en olas de armona; pero el arpa divina del poeta en tus manos la informa razn fra, y as gimes sin fe ni amor ni calma... Triste es la vida cuando piensa el almal ... Triste es la vida, s, pero la esencia de lo infinito arrebol la mente, y brot el canto a la divina ciencia que el mundo rige y sus latidos siente. Triste, horrible tal vez sin la creencia que templa el fuego del dolor creciente... Horrible sin la luz de la esperanza que sonre al cristiano en lontananza! Y olvidabas, oh bardo de arpa hermosa, que, siendo de la vida, en el mar grave, slo y blanco fanal la fe lumbrosa que torna al puerto la perdida nave, debas esperar la misteriosa alba de dicha, que, entre bruma suave, muestra la religin en su consuelo, al que pisa la tierra y mira el cielo. As debiste alzar el vuelo erguido despreciando del mundo la hermosura, y cantar slo el eternal gemido de la virtud tan desgraciada y pura. Ro de honda afliccin, do sumergido se redimiera el mundo en su amargura, y con las alas del amor sin nombre, de Dios digno, el dolor alzar al hombre! ! Mas ora escucha el funeral lamento que a tu sepulcro impele el aura fra: es de la sociedad el ronco acento con que aplaude tu escptica poesa. 69 Francisco Laliga Corgues La ensea da de rebelin al viento, se llama socialismo, es lucha impa, un paso ms, y al son de tus cantares arroja al mismo Dios de sus altares! ... Oh no, vate infeliz!... Bendita sea del corazn la fe consoladora! Bendito el resplandor que ese amor crea all en el alma cuyas cimas dora! Bendita siempre la cristiana idea del Edn de los sueos redentora, y bendita la madre que del nio la derrama en la mente entre cario! Poeta! Oh. duerme en paz! Y T, Dios Santo cuya inmensa bondad sostiene el mundo: a los pies de tu cruz vierte mi llanto su perdn implorando en ay! profundo. Si un punto l te olvid, yo que te canto, en el polvo, por l mi frente hundo: oye mi voz, atiende mi deseo... T que sabes, Seor, cmo en Ti creo! ! ! 70 Poesa. Herencia familiar A LA LIBERTAD Salve, aliento divino luz del hogar y de las almas cuna, aspiracin que enlaza los sueos todos que la dicha acuna, reflejo que a lo largo del camino gua entre sombras a la humana raza! Salve t, oh Libertad por quien respiro, en quien espero y vivo y amo y creo, que unida a mi alma y mi existencia miro, y a quien tan slo en mis delirios veo! Oyeme por piedad, astro luciente que en desierto letal la tribu gua; yeme por piedad: busco tu gloria, y te quiero cantar porque mi frente baa la luz del venidero da! Yo veo tu gnea espada que un pueblo te labr en dichoso da, de tus rotas cadenas, derrocando la infame tirana, y en alas de tu clera llevada el rayo lanzas y en la nube truenas, trazando con la sangre de su gloria, de ese pueblo la historia que el mundo llama Esparta, Roma, Atenas... Y al derrumbar la valla que levant a su paso el despotismo, atraviesas el campo de batalla fantstica y veloz como el deseo, inspirando quiz a la pica trompa los acentos de Pndaro y Tinco. Pero tu antorcha de brillante lumbre velando en olas e himnos sus fulgores, gua despus los brbaros furores de loca muchedumbre. Y tras el odio que la lucha enciende y en pos del exterminio y la venganza, brilla al aire el pual que te defiende cebndose en la sangre y la matanza: que puesto a tu servicio aleves golpes por doquier reparte, y al fi n logra elevarte el trono del poder junto al suplicio; 71 Francisco Laliga Cargues y recogiendo el llanto de la vctima inerme en su agona que tus secuaces con afn te ofrecen, lavas con el tu desgarrado manto que la sangre y el lodo amarillecen. Y sta, que en pos de su incendiaria tea como torrente de encendida lava la turba arrastra, que doquier bravea de su maldad esclava, es la blanca visin, la hermosa idea que una ilusin divina en mi brotaba Jams! El pensamiento que lucha y vence a la materia impura, y en alas de su afn surca la altura para pedir a lo infinito aliento, rechaza avergonzado de esa deidad el vnculo sangriento. No eres t, oh Libertad! no eres la diosa que acepta el crimen deificando el vicio y en las playas del mal la planta posa; no eres la que arrastrando por el fango la prpura sagrada entona el himno bquico mostrando de su pudor la veste desgarrada; no eres la torpe meretriz que ofrece en su seno placeres de un segundo y en mancillado lecho abyecta mece al enervado y corrompido mundo; rastrera Mesalina que borra al paso del deber la senda, y de Luis el patbulo levanta junto al trono que mina la contienda: que de su gloria el pedestal maltrecho Briorda o Rienzi o Nern, envilecida, y del anciano en el desnudo pecho hunde Bruto el arma parricida. Dnde ests, pues Tu aliento soberano aura vital del alma, no dio al hroe espartano all entre las Termpilas abruptas del herosmo la preciada palma No es tu reflejo esplndido el que calma de Scrates las dudas vacilantes cuando exhalando el yo que en su conciencia 72 Poesa. Herencia familiar de otras ideas vencedor disputa, mira llegar la muerte a su presencia y bebe por tu amor la agria cicuta No impulsaste t el arma generosa que de Cadro y Catn cort la vida en gesto noble a tu esplendor propicio a los pies del altar del sacrificio salvando la honra o la nacin querida... A que tu luz se pierde indefinible de Grecia en las risueas soledades, y a margen del Eurotas llorando quiz fl otas junto al nio que espira bajo el hierro legal de las edades. Sagrada libertad! Tu hermosa lumbre que inunda la regin del pensamiento, tampoco va a alumbrar la muchedumbre que del romano circo con ansia aspira el hlito sangriento. All el pudor rasgando sus cendales, el rugido del pueblo o de la hiena respondiendo a los lbicos chacales, y rojos manantiales que encharcan tibios la abrasada arena. Y del vapor rompiendo la gnea capa y el pabelln de gasa purpurina, el ureo rayo que a tu luz se escapa y la frente del mrtir ilumina! A orillas de aquel Tber rumoroso sepulcro de los Csares romanos que se abri por el mundo ancho camino, y do al cielo elevabas t las manos viendo fl otar la toga que ocultaba el pual del asesino: do enterrar tu almo cetro quiso la tirana y la fortuna cuando al pie de la estatua cay un da lanzando all desde la vil tribuna, alzse entonces cual celeste solio la cruz de Cristo sobre erguida loma, y escuch este hondo grito el Capitolio: Slvese el mundo y que perezca Roma! T eres oh Libertad! ... Tu llama pura que slo el mrtir del amor percibe, 73 Francisco Laliga Gorgues all en la cripta oscura entre la fe del cristianismo vive. Intiles cadenas cie el furor a tus sagradas manos; y en vano en su crueldad te martirizan con sangrientos suplicios los tiranos: que de la espada bajo el fi lo agudo, o de la hoguera entre la llama ardiente, bello cual nunca, como nunca riente, con herosmo mudo, feliz se eleva el corazn creyente! As del hroe que te am rendido cuando la muerte al fi n brota su palma, das a la tierra el cuerpo esclavizado y a los cielos entregas libre el alma! Mas do tu cuna, Libertad querida Tienes tu asiento en las infaustas razas que del lejano Septentrin descienden, con cuyo acero trazas la nueva etapa de la Roma herida, mientras el fuego del honor encienden en el ara preciosa de la vida Dironte acaso de su aliento un soplo y un rayo de su velo las perfumadas auras de sus selvas y el sol resplandeciente de su cielo No traan grabados en sus frentes de tu amor los reflejos celestiales, como en sus pechos bravos la abrupta majestad de sus torrentes y el heroico valor de sus chacales... Mas ah! mi fantasa, ardiendo el rayo de tu pura lumbre, verte consigue al despuntar el da de enhiesto monte en la agrietada cumbre. All de Palestina en las regiones que ilumina el sol de Oriente; donde puebla el Jordn de blandos sones el encantado ambiente mientras la falda de Esdreln fl orido lamiendo en su occidente el ureo velo ve el guila cruzar en raudo vuelo al valle de las vidas, sonriente: do el Galaad en la brumal pradera 74 Poesa. Herencia familiar de cedros de sublimes armonas porque en sus ramas condensados duermen trinos del inspirado Jeremas; all envuelta en celestes resplandores, y en monte solitario, te ve mi afn del alba a los fulgores, al pie de rbol sangriento y funerario. Agtase tu antorcha consagrada y de tu amor sedientas las naciones corren al fi n con ansia atropellada: y bajo los fl otantes pabellones del santo cristianismo, miran por vez primera el alma sublimada a su santuario, en que Cristo les lega su bautismo sobre el ara sangrienta del Calvario!... Hermosa Libertad! Mi ardiente anhelo hall en tu amor cabida; eres hija de Dios, hija del cielo, que bajar has podido al hondo suelo por el hijo del hombre redimida. nica entre los seres de espritu inmortal, ya s quien eres: la fe, el amor, la salvacin, la vida! Siervo ser del crimen el que el crimen comete: alzar en vano patbulos horrendos el tirano... libres sern los que a su sombra gimen! Que tras duros tormentos el mrtir de tu amor que tu altar vela, deja al pie de la tumba sus despojos sangrientos y a los brazos de Dios el alma vuela! As el planeta entero, desde do el sol hacia el Empreo avanza hasta do muere entre purpreo manto, cruzar el verbo santo palpitando en torrentes de esperanza. Ya libre, humanidad, excelso y puro reconoces tu origen y destino, y en tu larga jornada, de hoy ms, no has de marchar desesperada por no hallar libertad en tu camino. 75 Francisco Laliga Gorgues No abdicar tu imperio quien le ama, y maldito ha de ser quien le desprecie; Mas si la esclavitud y la agona te envuelven, canta el himno del consuelo... porque tienes un alma, que all un da ha de subir desde el sepulcro al cielo! 76 Poesa. Herencia familiar A LA BATALLA DE CALATAAZOR Cantemos al Seor: himnos de gloria al Dios de las batallas poderoso! Su diestra omnipotente sepult con su ejercito al tirano, desapareciendo como el humo vano al soplo de los bregos furioso! Cantemos al Seor: triunfal aurora los campeones de la cruz alumbra, y su ensea inmortal y vencedora cubierta de laureles, de su enemigo, so el poder se encumbra. Cual guila altanera desde la cima vertical del monte que la hermosura ve de cien vergeles y a ellos vuela a travs del horizonte, as el Musln osado, cuya sed de venganza no apag el Guadalete ensangrentado, mir desde los blancos alminares que en Crdoba cre su confianza la extensin encantada de Castilla; tal vez, desnuda la crey de lanza y juzg enmudecida su cuchilla, y all en sus sueos de ambicin impura, engarzar pens a su aura diadema la perla en su fulgor ms bella y pura. Cual bramador torrente que se derrumba por ingentes grietas, y en el valle fl orido y sonriente se precipita con furor impo, devastando en su rpida corriente cuantos diques opone a su albedro, tal el rabe osado se lanz en las campias castellanas dejando tras su paso ensangrentado, desolacin, ruinas y despojos, negras cenizas, vctimas humanas. En vano se ci el casco luciente y cubri el pecho de acerada cota Castilla, y al combate ardiendo en ira se lanz: impotente es al furor del viento que la abate! ... 77 Francisco Laliga Gorgues impotente! ... Ay! La patria acongojada miraba de sus hijos la demencia romper su cetro y fraternales lazos desoyendo su voz desesperada, y repartirse ansiosos sus pedazos... Y mientras tanto el rabe atrevido a la funesta luz de la victoria, de aquel heroico pueblo enaltecido mancillaba la gloria. Lleg al altar de Dios Omnipotente escupindole al rostro su demencia; tron en las altas nubes el potente y el rayo prepar de sus enojos: entonces, contemplando su impotencia, el genio de la Patria, agonizante, implorando piedad, cay de hinojos! Quiz olvid un instante que era su Dios el de Pelayo fuerte: el Dios de la venganza que radiante fulmin en Sina, y en el mar fi ero precipit caballo y caballero. Pero al mirar la ofensa hecha a su gloria Ay! extendi sus brazos a la altura compasin demandando, y otorgsela el Dios de la dulzura. Prest Fraternidad, su brazo armando, la condujo a lucha encarnizada cubriendo el pecho la coraza dura, esgrimiendo la diestra invicta espada. Viole el hijo de Agar desde muy lejos, al frente de su hueste denodada, brillando a los reflejos del rubio sol las armas y seales; viole venir, y all en su loca mente fi ngise la victoria segura y esplendente, y vio a travs del polvo de su gloria cien triunfos y quimeras, y tomadas ciudades y torreones al raudo galopar de sus bridones. Cual sbita avalancha que con tropel, de la montaa erguida baja, y atropellndose rugiente crece y crece y se ensancha 78 Poesa. Herencia familiar y se extiende en distancia desmedida, tal Calataazor, all en sus campos, de los hijos de Agar vio las falanges brillando al sol desnudos los alfanges como encendidos lampos: con rpida carrera por el opuesto lado se adelantan las huestes valerosas que de Cristo tremolan la bandera. Visteis tal vez el Ponto embravecido que olas alza espumosas, besar las pardas brumas cuando el rudo Breas combatido sus cerleas recnditas entraas arrancan colosal brusco lamento, y oponen montes de cristal y espumas al ronco hervir del furibundo viento Los rabes as la acometida respondieron con gritos guturales, y cien nubes de polvo en espirales perdironse en la atmsfera! Retemblaron los campos y montaas al impulso tremendo y detvose el sol en su carrera por presenciar aquel combate horrendo! Mirad! Es la bandera, la sagrada bandera de Castilla: entre oleadas de furiosa gente avanza, avanza y entre todos brilla cual llevada de mano omnipotente. Crece el ronco fragor de la batalla: innmeros raudales de tibia sangre inundan los campos devastados; Agar y Yago de furor ornados del humo entre las densas espirales, que elvanse a la atmsfera, aparecen, y alientan desde all sus huestes briosas. Luchan, luchan an: los atambores responden a las trompas sonoras: un punto los fragores desmayan para abrazarse ms temibles; Cierra Castilla!; el grito de Santiago resuena entre sus fi las invencibles, 79 Francisco Laliga Gorgues y atacan con furor, con rudo estrago!... Mirad el estandarte de la cruz ondear impetuoso! Huye al fi n, huye el rabe vencido; ved, ved al fi ero Agar desesperado cual impotente y brbaro coloso; Huyen... se oye el rugido de su intil despecho: alza tu ensea lzala t, Castilla, refulgente en su esplndida gloria: Santiago!... tuya es, tuya la victoria! Ve huir ante tu vista las legiones terror del universo, que mofaron de tus creencias: contempla sus pendones que tus bravos corceles pisotearon! El Dios de los ejrcitos divino te abre el ancho camino que el sol alumbrar de la victoria, y t, de Patria y Religin! al grito, tu hermosa senda dejars sembrada de odiosas Medias Lunas de Covadonga a la inmortal Granada! Harta tu sed, Castilla, de los infieles con la sangre impura! Doquier revuelve tu tajante acero, y a costa de su vida y de su honra, a conocer aprendan por entero el poder de tu Dios y tu bravura! Sigue Oh gran pueblo! de tu ira el rayo, ya tiemblan los sectarios de Mahoma: el Califato inerme se desploma al golpe vengador de tu cuchilla, y a tus plantas, en lnguido desmayo, la Media Luna en su poder se humilla! Ensalza, ensalza a Dios... Slo l es fuerte! Slo l protegindote benigno te libr de la muerte. l te dio la victoria: negro espanto cause su ayuda al rabe maldito, y del Oriente al Sur en dulce canto lleve en sus alas cfiro tu grito: Dios slo es Grande, es Vencedor, es Santo! 80 Poesa. Herencia familiar A LA MEMORIA DE VCTOR HUGO Al pie de los mausoleos funerales que la bandera tricolor sombrea, do reposa la fama velando una corona de urea llama, vengo a repercutir los inmortales cnticos del titn rey de la idea. Vctor Hugo! Feliz sombra querida, guila que tu nido colgaste en los celajes del espacio, por sorprender las fuentes de la vida de Dios en el recndito palacio; perdona si en mi anhelo remuevo en tus cenizas tu memoria, por recorrer la inmensidad del cielo con el sol sin ocaso de tu gloria. Salve al genio! Su numen invocando, del egregio poeta, ante el sepulcro, do la brisa inquieta va misterios y dudas revelando, mi acento gemebundo, de noble admiracin, sonar henchido ante ese astro que ilumina al mundo con fulgor de sus ojos desprendido. Hoy por la vez primera, ya que por fi n dormido, fuiste al templo al fi nal de tu carrera, sacro Parnaso a tu alma merecido, te cantar mi amor y mi entusiasmo mientras elevo mi plegaria al cielo, creyente, sin mentira y sin sarcasmo. Quin fuiste t... A tu mgico conjuro esas vagas inmensas soledades, baadas de ter puro se pueblan, y abre sus nacreas puertas del arte, el regio alczar que alumbra el resplandor de otras edades. A falda de simblica montaa naciera el fnix cabe hirsuta roca; y burlando del brego la saa al fi n su vuelo suelta y su cabeza en el empreo toca; y llevando en su aliento 81 Francisco Laliga Golgues notas, suspiros y aromado el viento que recoge en esferas encendidas, cruzando por el mar del fi rmamento, llega a Dios con alas extendidas. All mira entre encantos la tpica belleza de hito en hito, y escribe con las plumas de sus alas y sombrea sus pginas y cantos la eterna proyeccin de lo infinito. Quin la robusta elica armona de su lira escuch sin que sintiera germinar la invisible primavera oculta en el vergel de su poesa Ora es manso arroyuelo que baja por los riscos murmurando; ora es hbil pintor, cuya paleta, con colores del cielo, la creacin esttica interpreta; ora es ro que se hunde al ocano, ora es titn, que, encadenado al monte, al nublado horizonte, extiende indcil la nervuda mano. Los pueblos con sorpresa vieron tal vez bajar del Solio Santo al Numen eternal, porque a Dios plugo, y sombre la tierra con su manto y el alma fecund de Vctor Hugo. Y el corazn del vate en cielo ignoto, se abri a la inspiracin de rica cuna como la fl or del loto a los plidos besos de la luna. As su fantasa engalanada reconcentrse en el inmenso abismo y el catico plasma de la nada anim su palabra creadora; y edades, razas, astros, montes, mares cruzaron el cristal de su espejismo; fundi el mundo real y el de su mente en gnesis potente, que el laurel brota de la gloria humana de su alta patria en el amante seno, y en el ambiente de su aliento lleno brot inmortal y esplndido maana. 82 Poesa. Herencia familiar Que si el poeta es serafn cado que lleva enardecido la luz del ideal en la mirada, su arpa es la excelsa herencia con msicas de amor y almas formada, que elevando hasta Dios el pensamiento, mantiene suspendida la cadena de vida y sentimiento del turbio polvo a la regin serena. Un templo se levanta de su patria en el seno majestuoso que su estilo pindrico abrillanta; 2 entreabre el corazn su sima horrenda y l oye los latidos all los siglos y siglos repetidos y los lleva a vibrar en su leyenda; 3 y por los calles lbregas y oscuras del pueblo de sus tipos admirables, vivientes esculturas, an vagan los insomnes miserables. 4 El pan de su alimento en alas transform del pensamiento, y hoy el vate sin calma busca en el ter, al volar del viento, la oculta nube en que se mece su alma. Ah! quin tendr en su lira el armnico ay! del sentimiento para decir que al corazn inspira su nombre, su alta idea y digno aliento Vasto fue y bello su ideal: de Atenas recuerda al orador su voz ardiente que funde de los pueblos las cadenas en tribuna eminente; su mano tiende y el abismo ahuyenta de tinieblas sin fi n, y cual semilla que en el hmedo surco el sol fomenta; su espritu en raudal de dulces frases el rbol germinaba, que cuajado de perlas de roco, protector de las santas libertades, 2.- Nuestra Seora de Pars, novela. (N.del A.) 3.- La leyenda de los siglos. (N. del A.) 4.- Aldese a su obra Los miserables (N. del A.) 83 Francisco Laliga Corgues tender ansiaba su ramaje umbro, que fuera, en su sentir profundo el blasn de la patria, as querida, siendo por su savia luego el mundo, perenne primavera de la vida. Regias coronas, bellas oriflamas, magnficas banderas, laureles que circundan vivas llamas todo de tu sepulcro en las riberas do el invisible fuego tus mortales cenizas acrisola, a la afanosa expectacin se ofrece envuelto del silencio en la ancha ola, como esperando la materia herida, de Dios soplo fecundo, para que alzada al reino de la vida vuelva en la muerte a redimir al mundo. Duerme ya genio augusto, escultor del humano pensamiento, duerme ya en las penumbras misteriosas los sueos de la dicha y de contento en tu lecho de mirtos y de rosas; ya el templo se acierta de la inmortalidad sobre la cumbre, vertiendo el blanco efluvio de su lumbre, y abre su ebrnea puerta; Virgilio, IIomero, Milton, Dante, el Tasso, Caldern y Cervantes, te saludan al paso desde sus ureos tronos rutilantes, en tanto, de tu historia, la inscripcin con tu nombre all esculpida lleva el mundo en un mar de gloria y vida del dolo a la urna en tu memoria. Yo al pie de tu sepulcro, lgrimas derramando de esperanza, te ofrezco de mi arpa la armona por las brisas perdida en lontananza, y elevando mis ruegos a la altura, que el gnesis vel de la poesa, do el sol benigno redencin fulgura, al Dios de la piedad y la hermosura le pido para ti su eterno da. 84 Poesa. Herencia familiar UNA ALBORADA DE GLORIA Bella la noche est, fresca la brisa los campos cruza un rumor: la luna melanclica durmese en el cielo y los bosques platea, y en tristeza mezclada a la sonrisa, la solitaria duna hiende el ro entre brumas de albo velo donde la luz quebrada centellea. Se oye en blando murmullo el canto de la trtola cuitada que gime en la alta loma, y al ruiseor que espera la alborada junto al nido en la axila de un capullo que da a la vega el delicado aroma. Interrumpe tan plcida armona quiz, fiera brava que exhala sus querellas oculta bajo el spero ramaje y entre tenue celaje alumbran el espacio mil estrellas. Y all brotando lejos, en lecho de dolor medio dormida de la plida luna a los reflejos que baan el recndito horizonte, la ciudad se levanta sus informes siluetas dando al monte: llorando de su historia el pasado esplendor y la hidalgua, y en el reposo de la inercia fra el titn de la guerra y de la gloria. Crdoba, ciudad bella, cuna de hroes y santos del cielo hispano esplendorosa estrella, cuya aureola pura ora enturbia el raudal de tus quebrantos!... que all divis el capitel brillante y la voz del faqu bajo l resuena, y oigo tu queja amante que de pesar y enojo mi alma llena. Sobre el torren vetusto su sombra, tremolando, arroja al valle altiva ensea en pedestal robusto: 85 Francisco Laliga Gorgues a intervalos chispea el corvo alfange del insomne viga, y al rumor de tus hierros la falange se aduerme en calma impa: bien entiendo tus ayes y cuidados, que en esa torre escueta ondean, por la brisa acariciados, los rojos estandartes del profeta. Crdoba, la inmortal virgen cristiana que bebi su grandeza en los raudales de la cruz, al albor de la maana: do de Osorio la pluma fue ariete que destruye la hereja como la roca la nevada espuma: donde la palma del martirio eterna, Eulogio, al pie del Tajo recoga, dndola a tantos mrtires que sembr el suelo y riegan de sangre y de color el cielo; hoy pobre sierva de la hueste mora, ve sus templos y hogares destruidos y al ronco son de sus cadenas llora. T que sus pardos muros fl bil baas Guadalquivir de las turgentes ondas, llvale t mi canto, amasndolo en gotas de tu llanto cuando entre bosques de laurel te escondas. Dile que de su amor en la nostalgia sus hijos van por la ignorada tierra, y en sus sueos mecida, el da aguardan y la santa guerra, en que puedan por ella dar la vida. Dile que solitario vago yo de la noche entre la calma por sus valles, hoy campo cinerario donde suspira su amargura el alma. Y recuerdo sus glorias y su alteza en msicas de ignota meloda, soando su grandeza y de su ansiada libertad el da: que ac en el hondo suelo donde el hombre se mueve y Dios le gua, es la existencia inslita agona si faltan libertad, fe y esperanza que engendran el Edn, copia del Cielo. 86 Poesa. Herencia familiar Mas no de mis dolores hallo el remedio en mi lamento triste: Adis, noble ciudad, que a los fulgores con que ya el alba el fi rmamento viste, percibo del Quebir en el espejo gimiendo en ansia fi era, de la luna desptica el reflejo y la imagen fatal de su bandera. Mas qu rumor se escucha... Repite estremecida la montaa los gritos de la lucha: nubes de polvo invaden el espacio trocando en triste crdeno el topacio por el vapor de sangre que lo baa; suena el clarn y el atambor responde, nuevo estandarte ondea sobre el revuelto mar de la pelea, y entre las brumas la ciudad se esconde. Ah! que el len despierto sacude airado su sopor profundo, y el tigre del desierto le oye rugir estremeciendo al mundo. Miradlos, con honor excelso, ved cmo les alumbran claros soles, hoy que a dar vida y libertad a Espaa acuden con valor los espaoles. Es la pelea en que tu brazo fuerte Oh Seor! fulminando en justo amago brinda al musln con afrentosa muerte en la espada inmortal de Santiago. Vedles luchar! Sobre el sangriento escudo choca la aguda lanza, y en el pecho desnudo sumrgese el pual que blande airado el genio del furor y la venganza: ac el chispeante acero en pavorosos crculos se abate sobre la frente del contrario fi ero; all el alfange inhbil se rompe sobre el casco del guerrero, y entre el humo del polvo y el combate, de sangriento raudal alimentada, la muerte al eco de los ayes late. 87 Francisco Laliga Gorgues El rabe adalid con rabia, en vano, del bruto los ijares espolea lanzndose al cristiano con el ardor de la ltima pelea; porque pisa los muertos de su gente y les hiere su corva cimitarra, y al fi n sucumbe ardiente del castellano len bajo la garra. Adurmese el fragor de la honda lucha: que es ya la extensa vega rojo lago por cuyas olas con ardor se escucha cruzando inmensa zona la triunfadora voz de Santiago!... Gracias, oh Dios! En luz resplandeciente, pilago de matices y colores alumbra el sol de oriente los pendones cristianos vencedores. De dulce rumor grato se inunda con el triunfo la maana... Ser ciudad de Cristo el Kalifato, y la mezquita catedral cristiana, y bblica cancin vibra la lira, notas sentidas de los patrios lares que el hondo amor le inspira, y enarbolada al fi n la cruz, se mira ,de Crdoba en los bellos alminares. Prez al tercer Fernando que tan rica corona dio a su frente do imprime la virtud ebmeas rayas, venciendo a la Damasco de occidente que abre a la reconquista la ancha puerta por do el moro saldr a sus corvas playas! Que l esper del cielo la esplndida victoria y la ciudad de generosa historia despert de la sombra de su duelo a la luz de la dicha y de la gloria! Gracias, oh Dios! resuena el aire, de ecos de placer henchido, y huye del ledo corazn la pena y golpea con frvido latido. Sobre la cumbre azul ha resurgido el fnix inmortal de su ceniza y en nuevos horizontes se ha cernido, 88 Poesa. Herencia familiar do el celaje de oro est extendido, y la fl or desde el bosque aromatiza. Y t, Guadalquivir, por la ribera que alumbra el nuevo sol, baja orgulloso, y retrata en tu linfa placentera de Cristo la bandera que dio el triunfo al creyente y al coloso. 89 Francisco Laliga Corgues EL PRIMER DELINCUENTE Con majestad, con pompa y esplendores, salvando el mar riente, surgi el globo de luz rico en ardores por los nevados crculos de oriente: inundse el espacio de armonas en vida, en movimiento y en colores; era uno de esos das de la naciente humanidad primeros, tranquilos, hechiceros, cual el amor, rico en melodas. Con el son de los cantos cuya msica rauda y voladora por los aires vagaba arrulladora, de la naturaleza los encantos gozando, caminaban por la verde pradera dos mancebos: llegaron a una plcida meseta do en listones las fl ores se apiaban y rboles corpulentos su ramaje en bosques de esmeralda entrelazaban; del sol la hermosa lumbre doraba desde el valle hasta la cumbre, la blanca oveja por all paca o ya trepaba al monte, corra en la llanura, o en la selva feraz se introduca: la nube sombreaba el horizonte... Quin de aquel bello cuadro la frescura retratara y la paz y la poesa! Llegaron: en un lado an humeaban restos de un sacrificio grato al cielo, y por otro los dones que prvidos los rboles brindaban: latieron con vigor sus corazones de diversas ideas al influjo; inclin Abel la frente gracias al cielo dando, y Can, el maldito delincuente sobre su hermano se arroj, brillando de odio y furor los ojos: cay Abel cual si tronchada rama fuera, 90 Poesa. Herencia familiar y la sangre primera manch la tierra en borbotones rojos. Huyeron las ovejas espantadas en confuso ruido: las aves asombradas cesaron en sus plcidas tonadas; suspendi el arroyuelo su corriente, de pena detenido; vel su luz el sol resplandeciente, qued naturaleza muda, espantada, absorta, balbuciente; apirironse al punto negras nubes la esfera hundindose en sideral tristeza; la trompa reson de los querubes amagando del orbe la delicia bajo el cielo sereno, y otra vez el rumor de la justicia oy la tierra en el rodar del trueno. 91 Francisco Laliga Gorgues ARREPENTIMIENTO miserere mei deus, secundum magnam misericorcliam tuam. (Ps. I. v.1). Seor! heme a tus plantas confuso y humillado; Seor! heme a tus plantas pidindote perdn: no me deseches, Padre, por el amor sagrado con que al hombre en el Glgota te diste en Redencin. Te abandon, Dios Santo: hu de tu camino llevado como en alas de un rpido huracn, y entre sus turbias ondas, errante peregrino, vagu sin rumbo cierto en doloroso afn. Yo en el vital desierto la tumba vi formarse: yo sobre el mar del mundo la ola avanzar mir ay! y arrastrar dejme y all mir quedarse llorosa y solitaria la orilla de mi fe. Mas era dulce y grato soar con los placeres y glorias y riquezas en torno contemplar y en mi fatal utopa, borrando altos deberes, mir el vergel del mundo con vido mirar. Cun rica a mis afanes la vida presentse! Cun bella a mis ensueos la tierra apareci! Cendal de la mentira sobre mi faz tendise, y a su travs mi mente las cosas contempl. Los pjaros gorjeaban en la fl oresta umbra, la fuente los collados poblaba con rumor, el cfiro los bosques al suspirar meca, y fuentes y auras y aves cantaban al amor. Y despert a los goces mi corazn sediento como a la luz del alba fantstica ciudad: y de un deseo en otro, cruz mi pensamiento los pramos informes de la ancha inmensidad. Mas ay! del tiempo en alas el desengao vino rasgando el deslumbrante cendal de la ilusin, y abandonado y triste quedando en mi camino, sent latir hastiado mi ardiente corazn. Instantes de agonal... llorando alc mis ojos: la noche sobre el mundo tenda su capuz, y del postrer crepsculo a los fulgores rojos de un claustro en los umbrales vi solitaria cruz. Vertiendo amargas lgrimas, lanzando ay! lastimero, gem con voz doliente postrndome a su pie: Salve esperanza, salve, simblico madero que enciendes sin quemarte la llama de la fe! 92 Poesa. Herencia familiar T eres verdad y vida que entre mortal sudario santific tu leo de Cristo la Pasin... Por qu olvid un momento que el largo del Calvario cual nico camino marc su Redencin Pis del monasterio el pavimento fro y vi una pobre celda de lbrego capuz, y all en el fondo, en grupo fantstico y sombro, un monje de rodillas, un Cristo y una luz. Aquel terror sublime que inslito inundaba su ambiente, de las sombras y del silencio en pos, mi espritu invada: all se adivinaba en su presencia augusta la majestad de Dios. Oh cual entonces, hondos, del pecho combatido, salieron los sollozos en lgrimas de hiel! Cul record mis sueos, mi amor desvanecido, Dios mos! Madre mal... Clamando en ansia cruel! Cual record la aldea do se meci mi cuna... azul retiro grato de dicha y de candor do extrao a los vaivenes de gloria y de fortuna mi corazn, oh Madre! mecase en tu amor!... Llevado como en alas de un viento de consuelo desde la cruz de Cristo corr al paterno hogar: y vi a Dios inclinarse piadoso desde el cielo, cuando tu santo abrazo mi brazo fue a encontrar! Tus lgrimas cayeron sobre la frente ma cual matinal roco sobre el mstico botn: y con aquel, al beso germinador del da, abrise a la esperanza mi herido corazn. Por qu olvid los rezos, la tmida plegaria que el templo de mi aldea me oy nio rezar Por qu en su paz dejando mi orilla solitaria, sobre insegura nave surqu del mundo el mar Ven, cara penitencia, con tu sayal oscuro, ven, Religin querida, con tu inefable luz: ya entre las nubes miro del cielo el azul puro, y al fi n de esta otra senda la salvadora cruz. ...Seor!... heme a tus plantas confuso y humillado: Seor! heme a tus plantas pidindote perdn... no me deseches!! Padre!! por el amor sagrado con que al hombre en el Glgota te diste en Redencin! Olvida mis pecados y mi culpable olvido; yo vengo a ti cual nio torna al perdido hogar: mis labios estn crdenos, mi espritu est herido, pero el remedio existe y est al pie de tu altar. 93 Francisco Laliga Gorgues ...Ah! las aves gorjeaban en la fl oresta umbra, la fuente los collados poblaba de rumor: el cfiro los bosques al suspirar meca; y fuentes y auras y aves cantaban al Seor! ! Cantaban tus bondades, Seor de tierra y cielo, mas yo no comprenda su cntico inmortal! Gem y esper en vano la aurora del consuelo perdido en los abismos de la ilusin y el mal. Mas ya a Ti vuelvo ardiente: perdn, perdn Dios mo T que ora ves del alma la oculta enfermedad: dame salud oh Padre! y olvida mi extravo, que si es grande mi culpa, ms grande es tu piedad. Yo te amar de hinojos: yo besar tus huellas, yo borrar con lgrimas la sangre de tu cruz, yo envuelto en el sudario donde el amor destellas, repetir el gemido del arpa de la luz. Sostnme T Dios Santo en el combate rudo, sostnme T en la lucha si vacilar me ves: si T, Seor, me amparas, ser siempre mi escudo las cndidas plegarias de mi feliz niez. Ya de inefable gozo mi corazn se agita: renueva en mis pecados tu Santa Redencin... luzca, Seor, la aurora de tu piedad bendita, y da a mi alma angustiada la calma del perdn! 94 Poesa. Herencia familiar EL DOS DE MAYO Poemita Palma de San Quintn y de Pava laurel de Ceriola y Garellano... Ayes del corazn, fnebre pompa, acompasado son del parche grave, sonora voz de la guerrera trompa, msicas de dolor inmarcesibles que el viento lleva al alma en eco suave, venid: verted en mi arpa la armona del entusiasmo y del pesar sereno, y un himno cantar a la patria ma mientras se eleva por el oriente el da de santa gloria y de tristeza lleno. Vedla all: entre las fl ores la tumba de los hroes se levanta conteniendo en sus senos la urna santa de la humana ceniza; Obelisco sangriento y solitario que un recuerdo terrible simboliza. Fueron ah! ya no son: gritos ardientes an brota la marmrea sepultura, a su sombra descansan los pendones de Vitoria y Bailn, voz que murmura se pierde en las recnditas regiones, y en prpura ceida llora a su pie la patria conmovida la muerte de sus bravos campeones. El inmenso fragor de la batalla, el spero crujir de los aceros, del guerrero clarn el alarido, silbidos de metralla, el marcial atambor con golpe herido, ronco can que zumba y el grito de entusiasmo enardecido, an modula la brisa en fl bil eco junto a la helada tumba do, a la tarde, del sol el postrer rayo, baja a anunciar la luz indeficiente a las sangrientas vctimas de Mayo. Salve amor de la patria, beso santo de paz, dicha y honor sobre la frente: horizonte sin fi n cuyos celajes 95 Francisco Laliga Gorgues de esplendor sonriente rasgan, fl otando sobre ebrnea bruma, el ngel de ilusin de dulce canto, el bajel que el ideal surca el maana, el ro de la gloria, de urea espuma, el cisne inquieto de la dicha humana, cuyo aleteo es luz resplandeciente: la cpula eminente faro de quietos mares que dibuja en inslito espejismo cuna y sepulcro, hogar, templo y altares! Salve, oh s, t que encierras cuanto es de la fe aliento, cuanto crea el amor de excelso nombre, cuanto halaga el espritu sediento, cuanto cree y siente el corazn del hombre! Rojo y triste fulgor de infausta aurora tornasola el oriente, y a su dbil, dudoso centelleo, con mal oculta saa por la ladera del Pirene veo bajar hacia los valles de la Espaa el pendn de San Luis y Clodoveo. Silencio sepulcral dirige el paso de los hijos del Sena, que en su bronco golpear semeja acaso el ingrato rumor de la cadena. ...Magnfico pensil!, Cielo radiante, que hace soar al alma en la ventura y el amor multiplica en fuego escrito; do el rubio sol fulgura colgando un pabelln en lo infinito! Inmensa fronda de fl orido suelo, rboles colosales, donde en germen tiernos idilios duermen! brisas de aroma y aves de alto vuelo! Bien de tus mares azul ribera do tu belleza ensayas, izaste un da esclava tu bandera y en lid de siete siglos arrojaste el rabe a sus playas. Bien, oh Espaa, tu suelo cual sagrado depsito defiendes, 96 Poesa. Herencia familiar que eres toda poesa, luz y anhelo, y es ara inmensa tu risueo cielo que en la llama eternal de tu fe prendes. As el galo encanto que a aciaga idea dio en su mente cabida; y en sus bosques de rosas y laureles frondosos y sombros alegres descansaron, y sus rojos y rpidos corceles baronse en las aguas de sus ros. Y ay! del cerleo olivo haciendo escudo cironse la frente, tendieron luego en amistad la mano, y all llegaron con designio mudo al pie del trono hispano; mientras con alto nombre del otro lado del Pirene rudo tan miserable ardid aplaudi un hombre. Como el arroyo que el desierto cauce invade lentamente y bajo el dique su caudal juntando suben sus olas con rumor creciente; y al fi n rebosa infando y el muro salta y destructora calle abre en la selva inculta, flores y csped en su seno oculta y hasta las rocas del abrupto valle entre sus turbias ondas insepulta, latiendo en odio y ambicin profundas tal Francia desbord en el suelo hispano, cuando el solio y el cetro de dos mundos sombre su frente y adorn su mano. Cmo al len del llano el guila apres Oprobio eterno sobre el nombre francs, que del cario rasg con pual de odio el lazo tierno! Deshonra y mengua! De amistad al nombre hidalgo el espaol le brinda entrada, y al suelo ibero llega, y al alzar para herir el brazo injusto disipando las nieblas de su historia, se mostr en lontananza el solio augusto que al cielo haba de alzar la hispana gloria. All, a la faz del mundo 97 Francisco Laliga Corgues tras valla de caones y de aceros la prfida traicin llam en su abono, desterr a sus inermes herederos, y de Fernando se sent en el trono. Y al conculcar sus leyes y sus fueros borr su libertad pura y fulgente, y la patria del Cid y de Cisneros mir el oprobio envilecer su frente. Y an para ms baldn burlan a Espaa en su dolor profundo hijos espreos... maldicin sobre ellos! Yo escupir sus frentes ante el mundo si lzanlas de mi patria a los destellos! Y ya sangre inocente inunda los hogares que a hipcrita maldad dieron cabida, y al pie de los pursimos altares la Virgen del Seor es seducida! Amontona los muertos su venganza, incendian nuestros techos los villanos, insultan nuestra fe... Dadme una lanza, que la lira se rompe entre mis manos! ! Mas do est el pueblo mo en el furor tremendo de su ira Podr callar ante el insulto impo cuando an su gloria hoy canto y al mirarla empaada, ahogado en llanto estrello en el torren intil lira Ah! no temis vosotros los grandes sin honor, que entre cadenas dbil cediendo a la opresin de Francia, el heroico espaol deje hoy de serlo... Lo pensis Vive Dios! Ir a aprenderlo a Sagunto y a Numancia! ! Y de la noche umbra rasga el silencio y la quietud serena el grito agudo de la patria ma, la voz sublime y de entusiasmo llena con que temblando de coraje, truena contra la infame y dura tirana. Noble protesta que repite el viento del orbe por los mbitos sonoros: desgarradora voz de hondo quebranto que escala el fi rmamento 98 Poesa. Herencia familiar y al cielo sube desde el templo santo! Guerra!!... Y un pueblo entero a las armas se lanza denodado: un pueblo en cuyo seno conservaba tesoros de nobleza y valenta, y en no lejano da su indomable valor te hubo mostrado... Ah! recurdalo Francia! Aqul que en San Quintn y que en Pava humill por dos veces tu arrogancia! De independencia y libertad al grito se levant magnnimo, potente: del templo de la fe, bravamente, descolg airado la invencible espada, pluma de grandes hechos, dio al aire la bandera inmaculada, y en las ruinas del trono, de sus pechos form la inexpugnable barricada! Cuadro conmovedor, cuadro sombro!... Con los ojos del alma yo lo veo, y del tiempo a travs con noble bro vuela all el corazn con el deseo. Espaa es una voz, un hombre slo... Dnde el cobarde o el traidor se esconde Independencia y libertad! murmura la patria en su amargura, y el eco al recruzar de polo a polo, independencia y libertad! responde. Y all al pie del can que ronco humea entre el vapor que los espacios baa, con sangre de sus venas, palpitante, escribi la epopeya gigantea de su inviolable libertad Espaa. Como al sereno ambiente con el humo y al golpe del acero suba la ancha nube en luciente espiral de rojas galas, do agitaba sus alas de la muerte el fatdico querube! Era la sangre de sus nobles hijos que a sombra de su ensea se batan, y que en ella, al caer, los ojos fi jos el mortfero plomo bendecan! 99 Francisco Laliga Gorgues Era el pueblo.., no importa! Mas, qu dije Era el pueblo de Navas y Lepanto, era el pueblo de Otumba, era la excelsa, la inmortal Castilla del brbaro terror, del moro tumba: el pueblo que dio a Europa un nuevo mundo, son los hijos de Alfonso y de Pelayo que estremecen al orbe al ay! profundo con que su honor responde al dos de Mayo! Allende el mar Cantbrico, en la orilla cuyo beso al Atlante se dilata, el dspota, monarca de los reyes, trazaba con su honor nuestra mancilla sobre la etapa de las rotas leyes. Ilusa gloria de mentida hazaa! El olvid que Espaa madre era de Guzmn y de Padilla! T que en vetusto imperio al sol de oriente la luz robabas de tu acero al fi lo su urea llanura al invadir potente como en su turbia inundacin el Nilo; y all de los dormidos Faraones descifraste la historia en granticos muros esculpida reportando en los cantos de tu gloria el concepto mortal de aquella vida: t que bogaste en gndola otomana que el Adritico corta en olas de oro, y ante la nueva Roma, que es cristiana, a tus hombros ceiste la prpura imperial grave en decoro: t que del Tber hasta el Rhn cruzabas triunfante en tus corceles, trocando Europa en ancho campo que fecund tus palmas y laureles, t, un pueblo sin honor te fi guraste, y a su alma libertad, con risa impura, el sangriento epitafio preparaste al pie de la cavada sepultura. Oh!... fue la de Gerona! su honra cara en el fuego acrisolan sordas brisas; sabe que va a morir, y se prepara lecho de honor, terrible, en sus cenizas! 100 Poesa. Herencia familiar Muestran los espaoles estandartes los muros de la invicta Zaragoza que tras la tumba el herosmo lleva, y cada nuevo muerto de su gente, grito es de afn que tu vergenza siente y aade a su laurel una hoja nueva! Salud, Daoiz, Velarde!... A vuestra ardiente voz, del pueblo ibero, el amor patrio despert en las almas, y en Bailn pisa su corcel guerrero de Jena y Austerlitz las frescas palmas; y a la regin serena mi patria se elev, la sien ceida con los laureles de Austerlitz y Jena! Aguila que al volar sobre los tronos posbaste en la frente de los reyes, quin abati tu orgullo dando fi n triste a tu brillante historia No eclipsars ya el astro de su gloria, ni el trono de la Espaa ser tuyo! Do ya, do ya de Albuera y de Vitoria los soberbios pendones Tiembla al fi n, que en jirones de tu Francia el poder despedazado fue, y empase el transparente espejo que copiaba tu nombre respetado: y el Manzanares, en dolientes sones y apagado murmullo, corra en su dolor con noble orgullo cantando tu deshonra y odios crueles, y arrastrando en sus ondas agitada cadveres, banderas y corceles! Gloria a Ti, patria ma, gloria a tu ilustre nombre esclarecido! Honra y prez a los hroes y soldados que por la patria libertad cayeron, y que al morir, los generosos nombres de Daoiz y Velarde repitieron! Dormid en paz!... En vuestra sacra tumba do el llorado ciprs el aura mece y en torno de la cruz trmula zumba, el laurel inmortal altivo crece. Y mi pueblo grande y nuevo, al pie de vuestro lecho funerario 101 Francisco Laliga Corgues cuelga la frrea lanza al duro roble que adorna vuestro osario, y en lgrimas de amor, mstica y pa su plegaria ferviente al Dios de paz y libertad enva!! Tumba inmortal, funreos obeliscos en que est escrita en oro su alma historia; guardad los hroes que los tiempos cruzan en la nube de fuego de su gloria. Ya est desierto el prado, distante el pueblo y mudas las plegarias; Slo el cfiro gime abandonado all en las arboledas solitarias. Ya el can sus rugidos tremebundos dolindose ha apagado; ya el sangriento recuerdo no consagra del honor de la reina de los mundos. Ya sus preces no enva al espacio la voz de la campana desde la torre umbra, ni murmura su bblica elega con ayes de dolor la fe cristiana. Slo al pie del sepulcro insomne el vate los himnos de la muerte canta y llora, mientras en el oriente de los cielos ya los nocturnos velos rasga el albor de la rosada aurora. Voz de piedad y de profunda pena desde el ara sangrienta se levanta: Espaa y Libertad! el eco truena. Ioy que al fugaz reflejo de tu historia te ensalza el bardo ardiente, despierta oh patria! a la inmortal memoria que agolpa honra y dolor sobre tu frente. Da ms fuego a mi canto, que est ronca mi voz, rota mi lira, secos estn mis ojos por el llanto, pero an tu nombre y tu valor me inspira! Por qu junto a la pira fosa al cuerpo mortal y al alma templo, del noble mrtir el recuerdo santo profanada contemplo Lleg la infamia hasta el vetusto alczar do riquezas de fama el tiempo ha escrito; 102 Poesa. Herencia familiar se estremeci su cpula elevada, y hoy guarda en sus paredes de granito el secreto y la mengua de una espada. Y del Pirene hasta el pen lejano, al agitar el spera melena, llev su hondo rugido el len hispano! Y cuenta luego la incansable historia que el Csar, el coloso, el prepotente que en su furor no visto pretendi avasallar hasta la gloria vinculada en la cruz de Jesucristo; llen la copa de mi patria el llanto y empuj el pedestal con mano fuerte, y el sol de Waterloo alumbr el espanto del hijo de la suerte. Y al fin cay!... Fue Dios: fue su decreto que mi pueblo cumpla, y las fl ores de Mayo abrojos fueron al que en sangre inocente las tea. Msera tumba entre la arena parda al campen invicto de Francia aurora en Santa Elena aguarda... En medio de los mares all de la actual raza Prometeo, devora sus pesares. Y el que por cima del poder divino pas en triunfal carrera, oy en su ruina: Slo Dios es grande! Hijo de la ambicin... vuelve a tu esfera! Y as en su afn sin nombre se vuelve al cielo en su prisin oscura, simbolizando en su dolor que aterra, que de todas las glorias de la tierra slo queda un recuerdo de amargura! Oh! ante ese mrmol que nuestra honra sella odio a muerte juremos al tirano, y de edad en edad sangrienta huella el patrio amor avive y el heroico valor del pueblo hispano. Dormid en paz, invictos campeones sobre el fnebre altar de vuestra gloria: que dora un nuevo sol nuestras regiones, el guila ha humillado sus pendones, y brilla a vuestra luz la patria historia. 103 Francisco Laliga Gorgues SANTA TERESA DE JESS 5 Funde en mis labios tu divino aliento el calor de su esencia embriagadora; pende en mi corazn la inmensa llama que el pecho te devora; vierte en mi pensamiento, que la honda niebla de lo ignoto abruma, los raudales de luz y sentimiento que manan tan copiosos de tu pluma; arrebata mi espritu anhelante con xtasis sin nombre; que en su celeste luz la mente inunde, alas de serafn prestando al hombre, una chispa no ms del sacro fuego que tu entusiasta corazn inspira, y mis trmulas manos pulsen luego del cristiano cantor la hermosa lira. Soaba yo en la gloria, en esa aspiracin indefinible que inunda de ilusiones la memoria y hace latir al corazn sensible, y Grecia y Roma, ante mis turbios ojos, de su grandeza el vuelo desplegaron, y su estandarte enarbol el guerrero, y los poetas su laud templaron, y o la voz de mi pueblo que rompa, de libertad al grito, sus cadenas, cuando al beso de paz del nuevo da del arte el templo se entreabra apenas. Pero buscando el alma el Eter ideal que transfigura la materia en su esttica corriente, y de la eterna aspiracin la colina, al soplo de su anhelo, sus grandezas raudas vio disiparse, cual la oscura noche al rer la aurora en el oriente. Y otra vez, incansable la memoria, nuevas grandezas rebusc en los pueblos aborgenes bellos de la historia; y vi del Nilo en los extensos valles alzarse cien colosos de granito, 5.- Premiada en Alcoy en 1882. 104 Poesa. Herencia familiar y una generacin y otra, sus calles cruzar, viendo en sus memorias el primer borrador de lo infinito; y de la India, en la regin distante, y sobre pea ruda, las sublimes verdades de su ciencia ondear, escritas con valor gigante, en el tosco sayal del viejo Budha: mas al tender mi espritu su vuelo mirse entre cadenas que brotaban la sangre del esclavo manchando del Egypto las arenas, y al pie del Judo-Kus la pena extraa del asceta brahman de impuro rito, del cielo se olvid en el doble mito que su moral incomprensible entraa. Doquier la sangre, el crimen, la mentira, ahogar vi el ideal entre su escoria... del mal y de error doquier la pira que quema, al alumbrar, la humana historia! Y mis ojos llorando se apartaban de tanta escena a mis afanes muda, y el corazn buscaban que el espritu humano al porvenir lanzndose afanoso rompi ya de Natura el sordo arcano y a la parlera encina de Dodona transformada juzg en cruz esplendente, y al ceirle el amor ruda corona, vio de su leo al Redentor pendiente! Hiri mis ojos esplendor sereno y un aura tibia al fi n ore mi frente, y al pie de un montecillo solitario mi alma qued en reposo: a mi odo, de alas, lleg suavsimo ruido y desmay de Amor: era el Calvario! ... Brotaba el cristianismo a sombra de una cruz toda grandeza, y una mujer, sobre hroes, sabios, reyes, dictaba al mundo, del amor, las leyes de que su libre espritu era presa, y la idea del cielo desprendida y en el cerebro humano aprisionada, de su acento a la fuerza transformada, 105 Francisco Laliga Gorgues luz, calor era y movimiento y vida. Gimi mi pecho de entusiasta goce y a un ngel escuch en grata sorpresa: alaba a Dios: do hallaste un alma como el alma de Teresa Y alc los ojos y admir el portento y ca de rodillas silencioso mientras del ngel el divino acento murmuraba con eco cadencioso: De la santa ilusin la blanca aurora la inmensidad sublime del deseo gimiendo eternamente, hora tras hora del mundo de las almas, Prometeo, el continuado xtasis divino, los vagos sueos sin color ni nombre, el soplo de amor santo que ngel despierta al que durmise hombre, los ecos del Cantar de los Cantares que las palmeras de Sin modulan, y el sonoro mugir de extraos mares que suaves auras rizan y horizontes esplndidos azulan, he aqu la ignota llama en que su mente virginal se inspira, he aqu el indefinible panorama que bosquejan las notas de su lira. Donde fi j sus ojos nacieron puras fl ores, donde pos su planta brot un altar de Dios. Mas ay! rudos abrojos pisaba entre dolores, corriendo pura y santa de la virtud en pos. En vila su cuna rod en tiempo lejano mecida por las brisas de esfera celestial. Sus gracias, una a una, le dio de Dios la mano, vertiendo en sus sonrisas la luz de lo inmortal. 106 Poesa. Herencia familiar Espritu gigante que a Dios levant el vuelo, gimiendo ac en la tierra en dura esclavitud. En su ilusin constante para escalar el cielo le dio en oculta guerra sus alas la virtud. So con el martirio al alborear su infancia; joven, ardi en el fr iego del infinito amor. Y del sagrado lirio la cndida fragancia en su alma inhal luego con mstico fervor. Pero en los sueos vagos del mentiroso suelo, mira pelea dura su humilde castidad. Y huyendo sus halagos busc la paz del cielo del claustro en la segura bendita soledad. Mas ah! que sus pasiones, genios apocalpticos rebeldes, del espritu invaden las regiones. Triunfar el mal Imprecacin severa volando a conseguir la ansiada palma surca la azul esfera desde el seno recndito del alma; que a travs de fantstico espejismo mira el dorado tlamo del mundo, y espneo lecho la virtud le ofrece de hondos pesares manantial fecundo... Mas ah! resuena el himno de victoria y el ngel de virtud tiende su vuelo, y tras la amante palma de la gloria a la puerta otra vez llama del cielo; y all do las tinieblas de la duda envolvan al alma en hondo duelo, del triunfo con la esplndida aureola, entr Teresa, iris de bonanza, 107 Francisco Laliga Gorgues derramando la luz de su consuelo y exclamando al pasar: Fe y esperanza! Dijo as el ngel, y el laud taendo, cant de amor sublime la hermosura, y el nombre de Teresa repitiendo, con blando vuelo se perdi en la altura. Volv a soar, sobre rugientes mares bogaba una barquilla, cuyas alas besaban con cantares, cuna del alba, la distante orilla. Veces mil, espumosas y violentas, sobre la dbil barca se lanzaron, e inmvil cual grantico coloso se sostuvo el esquife misterioso do ni huella dejaron. Y al ver de la onda la insistencia ruda, con rugido estrellndose en la nave, murmur el alma ma: esa es la dudal... Y al ver la marcha suave de la fuerte barquilla soberana que un rayo alumbra de la luz febea, exclam ardiente: esa es la fe cristianal... Su gua es el amor... Bendita sea! Y arribando a la orilla solitaria el nombre de Teresa hiri los vientos mientras a Dios alzaban su plegaria en la gloriosa Iberia, por un alma fundadora, cien conventos. Pis la eterna playa una mujer con clica aureola, y ley un ngel del amor conceptos en la lengua dulcsima espaola. Volvi Santa Teresa atrs, amante, los ojos de su alma cual en su meta errante peregrino, y adormecise a sombra de la palma contemplando tan recto su camino. Y... despert de mi estupor profundo: y al rer en oriente el nuevo da, vi a la inmortalidad que en doble abrazo, y ante la faz del mundo, su ilustre nombre al de mi patria una. 108 Poesa. Herencia familiar Oh! Gloria a la serfica doctora, de pureza, de amor, de fe modelo! Que las almas abrasa cuando escribe, que el mundo regenera cuando llora, que cuando canta se remonta al cielo, que a Dios pone en el suelo y es por eso esperanza, amor y aurora. Abre orgullosa, oh vila, su historia, t que meciste en su primer oriente la cuna de ese ngel sonriente, del mundo asombro, de mi patria gloria! De ese ngel, nuevo Dante que explora las regiones de ultratumba, y con la antorcha del amor radiante sus ttricos umbrales ilumina do el aura fra del misterio zumba, que d su alma virtud al fuego intenso, la cadena, en que opresa el alma gime por la duda, rompiendo bienhadada, muestra en su fe sublime la fe de sus mayores vinculada. Y t, aurora de paz, Madre querida, hoy que cual ro de humeante lava el negro escepticismo se alza y abrasa el campo de la vida, y con furia, aunque intil, ronca y brava rodea el rbol -cruz del cristianismo, opn a su corriente los raudales de tu sana inmortal fi losofa vertiendo en las esferas terrenales tu luz celeste y pa; que es tu doctrina lago peregrino que al cauce fl uye del amor profundo, y en el suelo form ro divino para que en l se regenere el mundo. Y viviendo cual t de ese amor santo, al mirar de la muerte en los dinteles all la inmensidad, el cielo oscuro, y a travs de albo prisma los vergeles del inmortal seguro, la increada ciudad sus capiteles que orla la bruma y copia el Eter puro, y en la mansin de sombras y de llanto cerca del lecho yerto 109 Francisco La liga Gorgues el ay! del corazn y el eco santo del bronce funeral que doble a muerto, las imgenes mil de extraa angustia, y del sepulcro ante la horrenda calma del ms all la espuma que remueve los abismos caticos del alma, en esa su igual tremenda hora, al invocarte en congojoso anhelo, tiende tu manto que el Eterno dora, en l envuelve mi alma soadora y espire en dulce paz mirando al cielo. 110 Poesa. Herencia familiar AL TRABAJO Silba el vapor que el mbolo levanta y al negro tubo en espiral se arroja: hierve la ancha caldera que abrillanta del horno bramador la llama roja: ejes y ruedas incesantes giran y el suelo el agua moja; all a un extremo el azadn golpea, ac, fulgor del mundo, el verbo en unos hilos aletea: resuena el frreo yunque gemebundo en ciclpea tarea... Este es el ideal inmenso do al comps de la mquina palpita el alma de la edad que forma y crea. No se oye aqu el tronar de los caones que se une al bronco son de la metralla cuando al ondear belgeros pendones cae entre humo y polvo la vencida valla; ni esclavo de un afn que no comprende, vctima acaso de ambicioso encono, sobre impuras ruinas amasadas con sangre de hermano, levanta un pueblo el trono en que sienta la fuerza algn tirano; slo el fnix cristiano en su aleteo universal se escucha; que el hombre vio el ideal que Cristo trajo, y corri desde el campo de la lucha al taller generoso del trabajo. Edad de nuevas luchas! Gime el hombre con la materia en guerra por dar, obrero de la idea, un nombre a esas informes masas que le ofrece en sus ricos senderos la ancha tierra. Y pasa aqu, a travs del vago prisma, de su aliento creador el movimiento: descbrese del arte el santuario que ilumina la luz de la maana; en el mrmol destella el pensamiento, y la fi gura humana se alza ms bella, ya inmortal, al viento. Duerme en paz la piqueta destructora, 111 Francisco La liga Gorgues y del llano en las vastas soledades, al rumor de una brisa soadora, talladas en la piedra chispeadora, se levantan magnficas ciudades. Arranca hondos secretos a natura la mano de la ciencia, y en el augusto asilo do la incansable humanidad trabaja, sus noches a alumbrar, presa en un hilo, la blanca aurora de los cielos baja. El lienzo copia aqu matiz e idea: all el gigante pino que el hacha desgaj con golpe grave, pasa del bosque al mar, y rauda nave, sobre su espalda azul se balancea. Escchase en lejano continente, de un mar que a otro se une, el sordo beso, y envuelto en rumor del himno ardiente, sobre el sereno ambiente tiende sus alas el progreso: Gloria al sol del trabajo, que ilumina con la risuea luz de la esperanza la oscura y larga mina por do la activa humanidad avanzal ... Gloria al sol del trabajo, que apacible, seca el llanto del hombre en el semblante, y en perpetua ilusin consoladora los horizontes de la tierra dora donde eterna una voz grita; adelante! Gloria al sol del trabajo que en su llama el sudor que es honrado lleva al cielo, y all a la noche, entre brumoso velo, sobre la sien del hombre lo derrama en roco de paz y de consuelo! Ley invencible de la vida humana naci al umbral de nuestro Edn perdido; y poema que en bblica pintura espera sin celajes la maana, entre su ritmo en apagar se afana el ay! que son entonces, y jams raza alguna ha interrumpido. Su germen fecund la inteligencia cuando la voz del cielo vengadora, sonando, en el erial de la existencia, 112 Poesa. Herencia familiar despert en la conciencia, adormida en la inercia de la culpa, el instinto del alma creadora. Y comenz la lucha eternamente; y el llanto al derramar de su amargura, el hombre alz la frente y un Artfice Santo hall en la altura. Y l trabaj y fue libre: duras rocas sustentaron sus rsticos hogares: torci su curso al espumoso ro y surc en tablas dbiles los mares: dio el cordero vellones nacarados, diole el ave su pluma, diole el monte granticos pilares, y a Dios erigi altares en sus valles de fl ores tapizados. Sustento el rbol diole en la ribera y en sus hogares aromosa cuna, do en sus noches de inocencia recibiera el beso carioso de la luna. Y cuando abandona su ser la vital llama al peso de sentencia que sobre l gravita, ay! y es preciso que la vida acabe, le da al pie de la tumba, en rumor suave, un jirn de una sombra que le ama y un reflejo de luz casi infinita. As bendice su destino riente cada vez ms fecundo; pues cuando va a desfallecer su aliento, nace en ignotos mares, rico en vegetacin y azules das, el mundo de Coln que Coln diera, y lnzanse a travs de nuevas vas las creadoras virtudes en grandiosa y lozana primavera! Verti en ricas ciudades la esplendorosa ilustracin sus galas, y sobre ellas, albor de otras edades, el dulce bienestar tendi sus alas. Y si brota la lucha: si cruel guerra alzando su segur siembra de escoria y de sangre y de lgrimas la tierra, agtase la gloria por su soplo divino redimida, 113 Francisco Laliga Gorgues rasga su velo el templo de la historia y huye la guerra de su luz vencida. Newton dirige su mirada al cielo y por el llano sideral pasea: observa Guttemberg su olvido infando y hndese en el abismo de la idea, y surge la palabra aleteando desde la frrea plancha que la crea. Trabajo y libertad! exclam el mundo en explosin de vida y ardimiento: y al ver la libre actividad humana transformarse en creacin, luz y acento, cruzando la regin de la maana, trabajo y libertad!... repiti el viento. As la noche de una edad oscura alumbr nueva aurora, y a su luz, por el seno de los montes, se lanz la veloz locomotora: el arte dilat sus horizontes, cruz el luciente espacio impulsada del rayo la palabra: hendi en vapor la nave, que guiaba la brjula, el mar hondo do la perla se labra: serpente el ictneo all en su fondo, surc el globo la esfera que el sol dora, y el porvenir que la existencia enlaza puso al fi n sobre el ara redentora, el Hrcules moderno de esa raza que ha de vencer por fi n, si lucha y ora! Y tremolando el lbaro divino que enciende el alma en amorosa lumbre, el hombre, vencedor de la materia, salvando del Pentlico el camino, subi de su ideal a la alta cumbre. Y oy en fl bil rumor la dulce brisa ondas de paz y bien soplando al suelo, y agitarse indecisa, y en oracin de amor subir al cielo: vio de los valles que cultiva Ceres la alfombra de esmeralda y frescas fl ores; vio el humo, en espiral, de la cabaa, los cauces de los ros tembladores y el barreno que mina la montaa, 114 Poesa. Herencia familiar y su espritu ardiente tembl de la ventura bajo el peso y cant entusiasmado y balbuciente las picas baladas del trabajo cuna de la virtud y del progreso! Entonces, paz del alma, luz e idea de la lumbre increada desprendida, fnix eterno que domina y crea fue su nombre virtud, ley de la vida. Y el hombre am su encanto y penetrando en su taller risueo, not infundido en su alma vigor santo, y sus miembros dolidos restaur con tranquilo y leve sueo. Y en brillantes crepsculos de gloria cuando en olas de fuego el Eter brilla, vio la palma del triunfo y la ventura fl otando en los espacios infinitos do el llanto se perdi de su amargura: y sorprendi el Edn tras el vallado, que ac en la tierra en el altar empieza, y se elev su mente que en noble aspiracin se lanza, y cruz de la vida los eriales, y al pie del rbol -cruz de su esperanza, en las fuentes del bien, bebi a raudales!... Oh, salve ya, titn de noble aliento cuya inmortal historia los cielos y la tierra, el mar y el viento repiten con acentos de victoria! T alzas a la verdad rudos altares sobre el eterno mar del pensamiento grabando en escultricos cantares de la belleza inmaculado aliento, t en misterio de amor y de grandeza curas con savia ardiente el organismo universal herido, brotando a su calor, resplandeciente, el gnesis de un tiempo oscurecido: t, en fi n, a la natura el arte arrancas en tu afn profundo de su alta metamorfosis escondida, y al lecho llevas de tu amor fecundo esa eternal renovacin del mundo en las mltiples cimas de la vida! 115 Francisco Laliga Gorgues Por eso de tu templo en los umbrales la humanidad que sin descanso lucha en tus vastos ardientes arsenales, tus ritmos desiguales all en su corazn sonar escucha. Y cuando alzas tu voz y en grito hirviente convocas al certamen que le inspira, cerrar el labio cabe el ara santa do el hijo de la fe ruega a Mara: pero a luz de sus altas tradiciones el genio de mi patria se levanta, y en entusiastas sones los sacros himnos de tus glorias canta. La madre de Fernando y Recaredo, la patria de las Navas y Lepanto, al pueblo de Teresa que enardecido y santo clava la cruz en las enhiestas playas que el mar de Coln besa, legar no puede al ominoso olvido maldito en su memoria, que al abrigo del templo sonriente do le inspira de Dios la luminaria, ha escrito, por creyente, las pginas ms bellas de su historia que a par es epopeya y es plegaria. Y no lo olvida, que de la alta cumbre en que se cierne vagorosa bruma a cuyo pie el Atlante se derrama en las playas que borda la alba espuma, hasta las breas en que escaso y fro, con desmayada lumbre el Sol del Norte el Pirineo inflama, el patrio numen que a los cielos mira as en himno eternal su fe proclama: T, oh Madre Inmaculada, mi aspiracin, la historia de mi vida... Fe de la edad pasada con luz celeste a la presente unida! T mi consuelo que mi voz escuchas y yo me uno por ti cual slo un hombre, y soy cruzado de las grandes luchas por tu amor, por tu gloria y por tu nombre! Que he visto que sin ti, por el desierto 116 Poesa. Herencia familiar del mundo sin conciencia el espritu vaga triste y muerto, y son focos de mal razn y ciencia si no guan a Dios que es luz y puerto. T eres mi libertad, t eres mi gloria... Feliz el pueblo que en tu amor espera y evita a sombra de tu fi el bandera las terribles lecciones de la historia! 117 Francisco Laliga Cargues MEDITACIN Para amarte Seor, todo ha nacido: las tintas de la esfera, el lucero escondido, el arroyo y la fl or de la pradera: y al hombre, nico ser que de s fuera busca su complemento, diste el ncleo de amor con que te mira al fulgor del ideal que es su sustento, y para ir hasta el cielo que le inspira alas diste a la fe del pensamiento. Pero es del corazn el hombre esclavo y vive del presente: y hay en su corazn lgrimas, cieno, y sangre impura, hirviente; y es de su triste vida incomprensible tanto el gran misterio, y tanto es el dolor que en ella siente, que al fi n ve entre alegra no mentida la paz del cementerio. Y todo en confusin: as yo he visto a la sombra apacible de tu palma en el lodo al humano, mientras la Cruz de Cristo en su eterno ideal buscaba el alma. Dolor y ms dolor en su impotencia, sombras, sombras doquier, doquier pecado... Cmo no has de tener misericordia del que ame tu clemencia, del que en ella, Seor, haya esperado! Para amarte, Seor, todo ha nacido; el guila en el viento, el ro por los llanos extendido, el sol en el inmenso fi rmamento, la palma en los desiertos arenosos, el aire en los espacios, el enorme cetceo all en los mares, el celaje en sus grutas de topacio, el poeta en sus frvidos cantares. T eres slo, Seor, luz y poesa; T el slo grande, eterno, onmipotente, creador de cielo y da: 118 Poesa. Herencia familiar toda rodilla ante tu altar se dobla... toda frente se inclina ante tu frente! Los astros son antorchas de tu gloria que iluminan tu alczar de topacio, suspendido con broches de diamantes encima de las nubes del espacio: la creacin, tu historia escrita en caracteres deslumbrantes; y mirando del cielo la armona, quin halla grande el suelo que es tienda que se monta para un da La inmensidad!... Tu nombre! La esfera que invaden las estrellas a millones, y en perpetua carrera luego planetas mil y mil luceros y luego otras esferas y regiones. El sol hacia s mismo en marcha parablica girando vertiendo un mar de luz, y gravitando en hondo, oscuro, inmensurable abismo: y all cual leve velo nuestro ambiente, el mar areo azul en cuyos senos vagamos embarcados en el globo de los lindes terrenos. La creacin es tu historia que en gneos caracteres has escrito: mas quin en ella entender tu gloria si es necesario leer en lo infinito Para adorar tu nombre Seor, todo ha nacido: mas, si intrprete tuyo el hombre ha sido, ve que te olvida el hombre. Te olvida.., oh! fuera solo testigo de sus culpas el olvido: te odia tambin: por qu... porque eres bueno; como a Jess el fariseo odiaba y el pueblo de ardor lleno, porque sus torpes vicios acusaba. Luciera aqu en mi patria horrible da: de la revolucin la hidra, sedienta de aquella sangre que por ti lata y por ti se ofreca, 119 Francisco Laliga Gorgues se lanz al templo en popular tormenta: afil el negro infierno sus puales, ceg su entendimiento, y aquella sangre se verti a raudales. Al altar del amor, la cruz volcada, subi la libertad desesperada que mata, mas no crea, y brill la razn con luz menguada en vez del ara de la fe y la idea. Y los nuevos apstoles mentidos cerraron los santuarios del consuelo, de la piedad los santos hospitales, los monasterios del amor nacidos do el arte alz su vuelo, y en su lugar abrieron complacidos la espelunca de infames saturnales. Se quem el Evangelio de la vida con sonrisa tan necia como aleve; se elimin el trabajo, la temida maldicin del Eterno, y libre se juzg la hedionda plebe. Libre, s!... Una vez ms probse entonces que quien del deber rompe las cadenas y endiosa el crimen, labra nuevos bronces que han de amarrarle a su fatal destino y labrar su desgracia a manos llenas! Para amarte, Seor, todo ha nacido; escucha de los mundos la plegaria, y mueve el corazn empedernido de quien an no elev ruego sentido de tu amor cabe el ara solitaria. 120 Poesa. Herencia familiar A NUESTRA SEORA DE LA FUEN-SANTA DE CRDOBA Hijo de las granticas montaas que en Cazorla a tu cuna dan su hielo y entre bosques de olivos y de caas sueltas tus venas por su frtil suelo: t que los altos torreones baas del pueblo cordobs, templa mi anhelo, presta a mi lira tu fugaz murmullo, y las glorias dir del pueblo tuyo. Crdoba, noble Crdoba, despierta al fl bil son de la entusiasta lira que el cantor de la fe pulsa a tu puerta hoy, porque patria y religin le inspira: yele, que al rer del alba incierta, vag en tus campos do el amor suspira; Ciudad de la Fuen-Santa, ora no llores, que aun quedan a la fe sus trovadores. Dichosa t que ante el altar cristiano has recogido las excelsas notas que envuelven luego al corazn humano cual de lluvia de paz entre las gotas! Pues ya no tantos en tu curso ufano lgnidas perlas, daro Betis, brotas, como ecos suben en eterno anhelo donde el altar del alma al Dios del cielo. Canto el amor en el Edn nacido en horas de inocencia y de ventura, proscrito ya y errante y confundido del mundo por el rida llanura: amor que presta al labio su gemido y a los ojos sus fuentes de ternura; ignoto amor como el que inspira al alma la imagen bella de la noche en calma. Y de ese amor que abandonado gime triste y perdido por la tierra umbra, nica aspiracin que le redime, el amor inefable de Mara: Amor universal, pasin sublime que es luz y vida y gloria y fe y poesa, que es alegra y paz y dicha y consuelo, que es el hombre y el mundo y es el cielo! 121 Francisco Laliga Gorgues Dnde est Vedlo: augusto santuario que la falda al pisar de la colina, sombrea el verde campo solitario y a la cumbre del monte se avecina: es el templo de Dios sobre el Calvario, copia y trasunto de Sin divina, sol de aquellas magnficas regiones que alumbra los cristianos corazones. Dilatada extensin! Floresta hermosa! Ro murmurador! Cielo sin nombre! Alczar de la Reina bondadosa y escabel de serficos querubes! Santa paloma de la paz dichosa que el verde olivo tras el Eter subes, bajando al horizonte de este suelo la luz de la esperanza y del consuelo! Dulce es cuando alborea el ancho Oriente que borda de ureos tules la montaa correr a tu santuario, do fulgente arde la antorcha de la fe cristiana: cabe la ojiva de la torre ingente puebla la vega de ecos la campana, de otros lugares etemal viga que anuncia al nuevo mundo un nuevo da. Cun bella est! Las luces de la aurora la envuelven en su velo nacarado, y el ave de sus bosques moradora la canta al par del ro enamorado: la cpula ovalada y soadora all se alza, y la cruz ante el cercado advierte al errabundo peregrino que el trmino encontr, luz y camino. Aqu de inmenso amor enajenada suea el alma recuerdos orientales al rumor de la msica sagrada del rgano en las naves colosales. Ve la fl oresta de Sin, amada, su Jordn, sus extensos palmerales, y cruzar cree, del cielo peregrina, la arena de la ardiente Palestina. Este es el carmen rico, este es el llano que el denso bosque de Efran sombrea: ste es el Getseman verde y lozano, ste es el lmpido azul de Galilea. 122 Poesa. Herencia familiar All las cumbres del Sabino anciano Sierra -Morena copia y se recrea, y a Zabuln traslada al Medio -da en sus frtiles valles Nava -fra. Doquier tu amor dirige sus miradas brota un vergel de paz y de ventura do crece, por tu mano transplantada, la palma del Edn que gloria augura. Torrentes de piedad ilimitada inundan la regin de tu ternura: que del favor divino en el arrullo, Dios da el perdn, pero el amor es tuyo! Qu el alma sin tu amor!... Feliz el da en que un hijo de Crdoba ignorado, amargo llanto de afliccin verta por sus prendas queridas angustiado: que hall tu imagen santa, hall a Mara cabe el arroyo de salud sagrado, como la fuente de Sin primera nacida al pie de la silvestre higuera. Y eran tiempos de paz y dulce calma, tras de la guerra en que el tercer Fernando en el noble entusiasmo de su alma de la ofendida patria el hierro alzando y en sangre mora la primera palma de Abderramn insigne matizando, colora la cruz santa y bendita sobre la luna en la rabe mezquita. An impregnada de sensual aroma en la aljama de patio de azahares, tras el arco ojival la frente asoma la hur all del Profeta en los altares: brilla la media luna en la alta loma entre nubes de sueltos capellares, y en la alquibla resuena la plegaria del rabe, profunda y solitaria. Crdoba, la Damasco de Occidente grande como Bagdag y Alejandra, es epopeya universal, viviente de oro y paz, hermosura y poesa. Azzhara es un vergel resplandeciente que amontona riquezas a porfa, y de Mernn techumbres y pilares an repiten aplausos y cantares. 123 Francisco Laliga Gorgues Resuena an en sus tres mil mezquitas del faqu ante el Korn el grave canto, y las hazaas de Mahomad, malditas, canta en las calles el rapsoda en tanto: historias mil de amor en oro escritas son de albos alhames rico manto, y la nueva Estambul, bella en su orgullo, durmese del Guadiaro al blando arrullo. Por entre el valle de pintadas fl ores an se ve la marlota veraniega del rabe colono a los albores de la maana, y por la extensa vega desde silla bordada de colores, fl ota el blanco albornoz que al aire entrega el potro cordobs tascando el freno indcil a la espuela y de ira lleno. La alberca de cristal que el sol colora an se eleva en el patio sonriente, y bulle el surtidor de agua sonora bajo el alero de marfil luciente: aqu el alto ajimez que habla y adora y al pie la greca de arrayn crujiente: All el pensil de perfumada alfombra y el naranjo del bside a la sombra. Metrpoli magnfica y brillante con alczares, puentes y palacios, con barios de mbar, puertas de diamante y estancias de rubes y topacios que oriental pebetero exuberante aromaba en sus clidos espacios: lujosa ilustracin a que dio vida la falange omniada y abasida. Mas sobre el polvo de su intil gloria cual desprendida desde el hondo suelo, fl ota hoy tan slo en eternal victoria la nube del martirio que va al cielo. All Eulogio entreabriendo la alma historia a Leocricia y a Florian consuelo y en pos de ellos, las palmas en las manos, la legin de los mrtires cristianos. Qu era tu alto esplendor, Crdoba ma, si la luna en tus fuertes alminares lanzaba el reto ante la luz del da a la Cruz derrocada en sus altares 124 Poesa. Herencia familiar Hora feliz en que con mano pa el santo rey la retorn a sus lares, trocando al tenue albor de la maana la gran mezquita en catedral cristiana! De entonces contempl la frrea malla en vez de los fl otantes alquifeles: irradi libertad que el alma explaya la cruz en sus vetustos capiteles: y tras la dura y desigual batalla el sol de paz ilumin a los fi eles, que por Dios combatiendo y esperando, Patria, Fe y Religin! iban cantando. Entonces diste paso a tu sonrisa, entonces, Madre, comenz tu gloria, y a los ngeles de tu grey sumisa diste la hoja ms sublime de su historia: ore tu frente del Quebir la brisa, ba su luz tus ojos, ilusoria, y el alma libre a tu piadoso abrigo so con el Edn, so contigo. Como la nube elctrica aparece del mar del Norte sobre el manto fro y esparce al soplo mismo que la mece de su roja luz flgida el roco, as en las cimas que la fe le ofrece se aparece Mara al pueblo po que apenas la divisa en lontananza canta el himno inmortal de su esperanza. Cabe una fuente de salud emblema ve la ciudad tu imagen sacrosanta y en rico camarn te alza cual lema de sus glorias cantndote Fuen-Santa. En l el arte su poder extrema, en l la religin tu piedad canta, en l el alma que angustiada llora aprende a amar a Dios y a Dios adora. As cual faro que hacia el puerto gua al marinero en las aguas inexperto, tu templo al hombre cual a selva umbra gua a travs del terrenal desierto: tus capiteles que arrebola el da brjula son del caminante incierto; es el oasis de la vida humana: el pasado, el presente y el maana. 125 Francisca La liga Cargues No en vano en estas vastas soledades te ofreci su turbulo el querube, y el rbol arraig de tus bondades cuyo aroma del alma al cielo sube. No en vano el genio, en fi n, de las edades cant tu amor sobre la excelsa nube que en voces de placer al suelo extraas el eco repiti de estas montaas. Que el pueblo cordobs corri a la sombra de tus cpulas y altos capiteles, y recogi del templo en el alfombra sus ms bellos legtimos laureles: el vate de sus glorias hoy te nombra reina preclara de sus hijos fi eles, porque las glorias del mezquino suelo slo son glorias si las ama el cielo. Cual de Galaad a la rugiente playa que el mar occidental inquieto besa, as desde el Atlante que desmaya sobre los riscos, de sus olas huesa, hasta el Terrneo que en cerlea raya marca sus lindes en la arena espesa, bajo las olas de eternal renombre vol con el de Crdoba tu nombre. Cruz tu heraldo de feliz memoria estas anchas poticas regiones que los matices de brillante historia an guarda en sus adarves y torreones: y al pie del trono en que inmortal victoria cantaban a tu amor fl biles sones, elevando sus ojos a la altura predijo al pueblo su esplendor futura: La dbil barca que surc los mares lleva brjula cierta y cierto gua, que la ha cubierto en sus serenos lares el pabelln augusto de Mara: elctricos, horrendos, luminares del mal, la noche encender sombra, y en momentos de horrible desconsuelo ver rugiente el mar y negro el cielo. Inquieto el buzo en hondo remolino enormes olas lanzar a su paso, cuando a la parda sombra abra camino el rojizo celaje del ocaso: 126 Poesa. Herencia familiar entonces la humanidad, en su destino, de tarde triste al resplandor escaso, buscar en vano en lontananza el puerto perdido ya para su afn incierto. La tromba surgir: nubes oscuras se cernirn como si nuestras aves del ocano en las linfas tan impuras lluvias salobres vomitando graves: Do estar el rubio pez de escamas puras, do la isla y el sol, las auras suaves Ah! en vano; todo gemir ruina: se desat Luzbel, y el mar domina. Arrojando fumosa llamarada crepsculo de extraos horizontes, su aliento cruzar la mar salada y all el volcn encender en los montes: cual la noche convoca la manada en lago americano de bisontes, as a las potestades del profundo convocar esta vez su aliento inmundo. El Numen del error, duda, atesmo, el Numen de las srdidas pasiones, el Numen del orgullo, que a si mismo se encadena al labrar duras prisiones: cuantos genios de mal cuenta el abismo poblarn stas frtiles regiones, y all la barca abandonada y rota ver afrentosa y cierta su derrota. Pero de pronto, tras la nube en guerra, reir el sol de victoria y de consuelo... Qu valen las pasiones de la tierra ante el designio que decreta el cielo As de nuevo cruzar la sierra nueva Judit con valeroso anhelo, y el sangriento y feroz tronco enemigo de su hazaa ser mudo testigo. Y el turbin de las nubes indecisas huir al rayo primer de la maana, y rizarn el mar sonoras brisas que el triunfo canten de la fe cristiana. en lontananza entre irisadas risas surgir ya la costa no lejana, y el marino que or en la travesa llorar de placer ante Mara. 127 Francisco Laliga Gorgues Mas t, ilustre ciudad, Crdoba bella, odalisca con sangre bautizada, luz de Pelayo, occidental estrella, Sultana al paraso destinada, t seguirs sobre la mar su huella, y el trmino al tocar de la jornada, gemirs de ventura sonriente pues bebiste el amor en rica fuente. Dijo el querube, y cabe el ara luego quem de su tunbulo el aroma, que ardi en la llama del celeste fuego do luz la inspiracin y color toma: y hendi el espacio en plcido sosiego y all, al cruzar la abandonada loma, eran campo y atmsfera y alcores un poema de notas y colores! Y all, al confn de la hondonada umbra, son esta voz de musical dulzura que hasta el umbral del templo de Mara trajo en sus ureas alas brisa pura: Sola la fe del alma al cielo gua; la luz de la razn dbil y oscura, del pantano del mundo es fatuo fuego que atrae al hombre y le sepulta luego. Crdoba, hermosa Crdoba, despierta; tus glorias ya ensalz el cantor hispano que antes de preludiar cabe tu puerta templ su lira ante el altar cristiano. Si escuchaste su ardiente voz incierta del alba riente al esplendor temprano, bandote en su luz que te abrillanta, ven conmigo a adorar a tu Fuen-Santa. Las hmedas neblinas matinales pirdense por el campo sooliento; y de bruma fl otantes espirales cirnense sobre el Betis entre el viento: los himnos de la vida, universales alzan aqu ms frvido su acento, y al cielo los enva y enajena desde su cumbre erial Sierra -Morena. En estas solitarias extensiones do se espacia el espritu divino, canta el amor proscrito tristes sones 128 Poesa. Herencia familiar buscando errante el salvador camino: le ve, al fi n, y dirige sus canciones al templo de Mara, peregrino; a la isla hermosa, al anhelado puerto, al oasis de paz en el desierto. Cuan bello est a la luz de la maana de sus altos alfizares cada, eterno asilo de la raza humana que acude all por fe, amor y vida, al eco de la mstica campana cual ngel de sus torres suspendida, que la nostalgia del Edn soado aviva en el espritu cansado! Ay! que ave herida que cay en el lago y agitando sus ondas aletea y de las aguas al inquieto halago, hundida, ms y ms se balancea, en el mar de su llanto inmenso y vago lucha as el hombre en pertinaz pelea, manar sintiendo de su alma henchida el germen del consuelo y de la vidal... Por eso solitario y doliente busca el amor en el Edn nacido, y se abreva en su lmpida corriente que ha de curar su corazn dolido: en el templo de Dios est la fuente, Mara es el raudal de El desprendido: y el pecador que all bebe una gota, a nueva vida de dulzuras brota. Porque en su umbral se regenera el alma que insomne de dolor lgrimas vierte, en bautismo de paz que da la calma del adalid, del vencedor, del fuerte. El soplo de tu gloria es, Madre, palma que fl ota en las tinieblas de la muerte, y parece que el alma a quien arrulla traspone un golfo hacia la patria suya. Crdoba, noble Crdoba, perdona si est ya ronca mi entusiasta lira que hoy que las glorias de Mirin pregona dando al mundo su voz arde y se inspira: premia su anhelo con tu fi el corona y corre al templo en que la fe respira, que radiante de amor all te espera Mara, el sol, la paz, la primavera! 129 Francisco Laliga Gorgues Corre! ... Que yo a sus pies arrodillado y hundida en tus anales la memoria, ensalzar en mi cntico sagrado la fe que da a los pueblos vida y gloria. La lira del poeta es el legado de Dios al hombre en la humanal historia; y el bardo que preludia tu alabanza, es ngel que te gua en lontananza. Te gua porque te ama en tu poesa, te ama en tu Religin y en tus lugares que reflejan la imagen de Mara levantada en magnficos altares. Que este es slo el amor, ventura y da, ilusiones, recuerdos y cantares, y el pueblo que le acata y que de l vive, en slo un nombre su epopeya escribe. T la has escrito as, pueblo querido, y por eso es tan alta tu grandeza, que el laurel de tu gloria has recogido al pie del ara en que la vida empieza. Aunque oigas de los vientos el silbido que agrupa la borrasca con fi ereza, no temas t y los tiempos desafa: que te ampara la sombra de Mara! ! 130 Poesa. Herencia familiar IMPRESIONES DE OTOO Seor! Pasan mis das sobre el suelo aves que a no volver cruzan la esfera, y en area espiral guan al cielo y dejan una sombra en la pradera: y triste peregrino yo les miro pasar siempre llorando envuelto en el ropn de mis pesares; me hieren abrojos del camino, y a los altos serenos luminares, al valle, al aura, al sol, en eco blando pregunto por mi origen y destino. ngel de la natura, yo te contemplo en tlamo de amores de pjaros poblada la espesura, de fuentes la montaa y la pradera de rboles y fl ores; yo advierto en tus hermosas soledades espaciarse un espritu ignorado que huye del sordo rumor de las ciudades, y en el ambiente mora que con rayos de ncar la luz dora. A reposar con vida el calor de tu atmsfera suave, el templado fulgor del azul cielo, y all el murmullo del torrente grave smbolo de la vida que convierte en espuma, al caer, su velo. En la falda del monte la ciudad pensativa se recuesta, y trepan blancas casas de ancha cuesta y su gasa la cie el horizonte. All la idea, el arte que estudia de los mundos la armona, que retratar el corazn ansa, descifrar tus orculos, poeta, con la pluma, el buril y la paleta, modelando lo bello el cincel de la ardiente fantasa. Prticos y obeliscos de relieves, alczares gigantes de granito, columnas matizadas de oro y nieves, y pardas y viejas torres 131 Francisco Laliga Gorgues que se elevan pensando en lo infinito, y el pincel y el buril que sus creaciones a la verdad incgnita arrancadas en mil evoluciones all imprimen de gloria aureoladas... Ah! todo muestra actividad y fuerza del espritu humano que al calor religioso, el grave arcano rodea de bellezas sublimadas, y la existencia en alegrar se esfuerza: que fuera triste el mundo sin las obras del arte, idealizadas, sin la fe que ilumina al que es cristiano. Estacin de eternal melancola y de lgrimas fuente; Salve, otoo, crepsculo que encierras luz de inmensa poesa! Preludio de tristezas tan profundo, que en tu seno se siente latir el germen que otra sangre crea, y la sublime idea que engendra tras la tumba otro mundo. El hombre en tus linderos luchando entre el recuerdo y la esperanza, ve del da los rayos postrimeros y la noche que avanza; y all en su corazn lucha, ama y llora... y al fi n a ti se lanza porque todo, Seor, todo lo ignora! Qu fuera de su espritu anhelante que devora un amor desconocido, si al fi n la religin no le ofreciera en sus penas olvido, y en el otoo de su edad errante, de dicha, la perpetua primavera... Ah! pasa como fl or, pasa cual sombra, como nave en el mar y ave en el cielo, porque hijo de mujer, Job de dolores, su vida es todo anhelo y su anhelo es un sol pobre en fulgores. Por eso devorado de amargura al fi n de su jornada profunda imprecacin escapar deja, 132 Poesa. Herencia familiar y es tan triste su queja, que la misma natura en el plido otoo la oye helada. iPor qu, Seor, -exclama en su agona me sacaste del tero materno y me diste dolor en noche y da Fuera cual si no fuese llevado de la cuna al hoyo eterno: fuera como la nube que a morir en el cielo nace y sube; y as paso entre lgrimas mi vida toda cieno y miseria, que impuro fue mi osado pensamiento, y fue impura la sangre de mi arteria: y ha visto el corazn desfallecido raudos cruzar los aos, y hora slo me restan desengaos y el sepulcro escondido. Pero, por qu, contradiccin que aterra, tormenta tenebrosa los trminos enluta de la tierra Es la razn, orgullo y egosmo que al pedestal de gloria se levanta y un cielo se labr en el lodo mismo; el mal de informe planta que surgi prepotente del abismo. Y del vicio sern las bellas fl ores, de la virtud abrojos ay! y espinas, y las sendas del bien blancas, divinas, perversidad ocupar altanera, y el polvo de sus luchas llegar a la alta esfera. Toda cosmogona lo declara; lo prueba la experiencia en sus razones: el mal, sombra y pasiones, principio que del bueno se engendrara, por usurpar combate sus regiones: as Satn insano que el odio y la soberbia simboliza, contra el pendn cristiano arm sus huestes y aprest la liza: l las pasiones deific groseras mostrando en fi n al hombre 133 Francisco Laliga Gorgues que cielo y alma y Dios eran un nombre, y al ultrajante grito an tiemblan conmovidas las esferas. l dio al hombre avaricia y egosmo, y surgi la ambicin que al bueno aterra: de su odio y furor mismo diole las chispas, y brot la guerra. Naci el crimen, la envidia, la venganza, dej en cobarde soledad el templo, dando terrible ejemplo en los sabios sin fe y sin esperanza; y el hombre odi a su hermano en el mal a buscar su bien se lanza con anhelo profundo aunque haya en sangre de teir su mano. Olvidado de Dios cruza as el mundo: y cuando ya engredo de su suerte reposa su jornada, al ver bajar al ngel de la muerte, el mal, antes inerte, lanza a su rostro horrible carcajada. Amad la luz de otoo y la natura taller inmenso donde el arte aprende el misterio creador de la hermosura que el universo enciende: Amad la luz, las fl ores, la poesa, la msica, las aves; sorprended de los soles la armona en el mar de lo inmenso y lo infinito que surcan astros -naves: Amad los soplos suaves que el nctar llevan germinal, bendito, del bien y la belleza: renacer del alma la terneza, templareis de la vida los abrojos, y en tardes otoales, de tristeza, a los pies del altar caeris de hinojos. 134 Poesa. Herencia familiar A LA MSICA No es el fl bil suspiro de la brisa que en el frondoso bosque canta o gime: no es la queja indecisa que entre fugaz sonrisa escal algn espritu sublime: no es del torrente el bramador murmullo que al desplomarse en mpetu violento presta con ronco arrullo agua a la rosa y humedad al viento: no es el himno sonoro que el ruiseor enva al fi rmamento, cuando al caer la tarde el cielo llenan celajes de rub, nubes de oro: no es tampoco el mugido de los mares si el astro asolador su espalda azota, o elctricos, discurren, luminares, del horizonte en la extensin remota: es algo ms que un himno o una queja, es ms que la alegra de un ser perdido que su esfera deja, es lago azul que eterna luz refleja, es un mundo de amor y de armona! Trmulas, dulces notas, cuyas alas de inspiracin ardiente, sus invisibles, sublimadas galas lucen al sol de la creadora mente: ora fi ngiendo desmayados sones ecos de alguna lira moribunda, ora en rpido giro, ledamente cual armoniosos, rpidos jirones, leves pasan fi ngiendo en los aires magnficas canciones. Qu fuego entraa su ignorada esencia Qu encanto esparcen en el alma absorta Oh! cantan con defica elocuencia en mgica coyunda suspendido el noble sentimiento y la armona. 6.- Poesa dedicada a la organizacin musical de Elda, y cantada por la misma en 1880. 135 Francisco Laliga Corgues Cantan en lazo misterioso unido el espritu humano a ese germen de inmensa meloda. Por eso all se ocultan los afectos del corazn: por eso sobrehumano ese mundo de notas enlazadas engendra en el alma la tristeza, inndala de imgenes amadas, o con sublime espasmo, sirviendo la pasin de ignoto gua, la hacen hervir en blico entusiasmo. Los sueos misteriosos del poeta mecindose entre brumas nacaradas: su inspiracin inquieta que en pos del ideal que la da vida elvase a regiones ignoradas: el primer beso en la divina frente de la mujer querida: la faz hermosa y la plegaria ardiente del ngel de la infancia, que al sonrer juvenil aurora bate sus alas levantando el vuelo, y recogiendo su inmortal fragancia gime y suspira y se remonta al cielo. La luz y los colores que presta a su ilusin la fantasa: los bellos resplandores con que a sus valles de pintadas fl ores crea la primavera eterno da: del porvenir los velos consagrados rotos al puro fuego de la mente: los crmenes soados que guardan entre tanto sus rumores del poeta la dicha sonriente: el primer ay! del corazn herido, el mundo de recuerdos ora de triste pena o de dulzura que en eco dolorido la pavorosa realidad evoca, y cual sombras mentidas de ventura, pasan y viendo, por la frente loca: las islas del amor, en cuya orilla crece el verde laurel de gloria emblema: 136 Poesa. Herencia familiar la dbil navecilla que en vano lucha con el viento airado por arribar al puerto ambicionado: las quejas, los suspiros, los ensueos que se albergan del pecho en lo ms hondo, todo en ecos variados y risueos con ese mar sin fondo cantas t de sonidos halageos. Os... es un volcn de meloda, es un nido de alegres ruiseores que el bosque hechizan con su dulce acento, del aura en el pensil son los rumores, es en las peas el gemir del viento, es la dulce plegaria de la maga doliente en la encantada isla solitaria, son los genios de la luz que el grato ambiente inundan del aroma de sus sones, y pueblan el espacio de fantsticas, bellas ilusiones. Oh! hermana fi el de la inmortal poesa! t que el humano corazn encantas, t que en dulce concento viertes en l raudales de alegra, le inundas de letal melancola o a la celeste esfera le levantas; t que arrastrando en pos el sentimiento en raudo torbellino dominas en la tierra nica y sola, y en el azul dibujas tu camino: sigue engendrando en el cerebro humano generosas ideas mientras indagando tu misterio en vano, repite en su emocin: bendita seas! Porque es tu esencia que la mente hiere divina y sacra irradiacin del cielo: salud al arte! el ruiseor no muere, que vino a trocar en vergel este suelo!. 137 Francisco La liga Cargues EL FRAILE DE OXFORD Airada el tiempo la verdad nos trajo sobre las alas de oro de la gloria, y al calor del estudio y del trabajo se hizo la luz sobre la humana historia. Triste ley de la vida! Nace el hombre sujeto a padecer eternamente, ms ah de l si es magnfico su nombre y del genio el fulgor brilla en su mente! As Roger Bacon su pensamiento hijo de la verdad ofreci al mundo, sol que al parecer enciende el viento, tromba que purifica el mar profundo. Tendi su vista y abarc la ciencia y le llev su vuelo a otras edades y en su alma desbord la inteligencia y a par del corazn las tempestades. A creerlo la mente se resiste... te hizo Dios superior a tu edad dura pues sufre tu cruz, genio, y muere triste en la prisin de tu destino, oscura. Llora en la tierra tus amargos duelos por slo el crimen de excitar la envidia: que nublan tu camino hacia los cielos odio, orgullo, traicin, celos, perfidia! Genio que olvida la torpeza humana Oh sabio sin igual! gloria a tu nombre! negro el presente, tuyo fue el maana que eres hijo de Dios y no del hombre! Si envuelto de tu duelo en el sudario cruzaste el mundo errante peregrino dejando de tu cuna a tu calvario regado en sangre y llanto tu camino. Y airado el tiempo la verdad nos trajo sobre las alas de oro de la gloria, y al calor del estudio y del trabajo se hizo la luz sobre la humana historia. Bendita ciencia que hasta Dios levanta! es mi siglo, Bacon, el que te admira... Lauro al poeta que tus lauros canta... Gloria a Roger Bacon! ... Gloria a mi lira! 138 Poesa. Herencia fsmiliar CRISTO EN LA CRUZ consumatum est. La voz de los profetas all en Sin retumba: ya el sacrificio santo a consumarse va: su velo rasga el templo, su seno abre la tumba, y en plidas tinieblas envuelto el cielo est. Del Glgota en la cumbre el serafn suspira cruzando su gemido los valles de Esdreln, y el viento que ora azota a la ciudad con ira tremendas voces ruge de eterna maldicin. Sombro y triste el cielo, la vega solitaria, la brisa adormecida, los bosques sin rumor, penumbras en el monte, la mar silenciaria: horas de horrible angustia, expectacin de horror!... Ah! ruge el trueno, tiembla Jerusaln deicida, que muerte y odio en pago de amor das a Jess; sacdese a tus pasos la tierra estremecida, y ocltase a tus ojos del Eter la alba luz. Dios te escogi entre todas las razas y naciones, te instituy seora feliz de su heredad, y hoy con horror el Glgota repite en roncos sones tu inexplicable crimen, tu torpe iniquidad. Mas es preciso: el alba que tras la noche oscura inundar maana los cielos de esplendor, alumbrar a la tierra sonriente de ventura... y al pueblo predilecto sin ley ni Redentor! ! Perdona a sus verdugos Jess en su agona; el mundo se congrega de su suplicio al pie: y Cristo rasga el velo que la verdad cubra, y entona himnos eternos el arpa de la fe. Sus poderosos ecos despiertan al tirano que oye en su horror las frases de amor y de igualdad; y de las Catacumbas hasta el Circo romano la tnica sangrienta rod de la Verdad. Y en vano el error se alza: sus huellas estirpando para salvar al hombre muri Cristo en la Cruz: del tigre y los esbirros triunfa el mrtir amando, que all en la altura agurdanle los brazos de Jess. De los pasados siglos la voz se oye en lo inerte, su cineraria urna vel la eternidad; se regenera el mundo, acaba en la cruz la muerte, y mira al cielo abrirse la errante humanidad. 139 Francisco Laliga Cargues Dejad que lo repita gimiendo la campana, dejad ay! que lo sienta llorando el corazn: dejad que lo preludie la catedral cristiana con lento y grave y triste, sublime y ronco son. Muere Jess Dios -Hombre: su sangre redentora en eternal misterio borr nuestra maldad; ya el sol de la esperanza nuestro horizonte dora, y nace sobre el Glgota la humana libertad. Amor, amor inmenso que abrasa tu alma santa llevndote al suplicio te levant en la cruz: y repetida luego tu frase sacrosanta amor dio a los espritus, y a las conciencias luz. Oh Padre! hoya tus plantas mi corazn suspira, tu cliz de amargura gimiendo beber: mueres, y rota salta mi desacorde lira, y canta eternos himnos el arpa de la fe! 140 Poesa. Herencia familiar A LA CARIDAD Baja, soplo de Dios, baja del Cielo; sello divino de la raza humana que te apellida con ardiente anhelo la redencin que al ngel nos hermana, desciende de la cumbre que en luz de ncar matiz la aurora, difundiendo su lumbre por los valles fl oridos de Judea, del Jordn por la margen seductora, llegue hasta ti mi voz, mi mego tierno, mi gemido profundo; encindete en los labios del Eterno, y baja luego del Calvario al mundo. Que ha vibrado en tu lira un canto nuevo, Oh dulce vate, de la fe cristiana y del amor renuevo, apagando las mil deificaciones de la musa pagana. Hero y Leandro, Safo e Ifigenia de intensas afecciones, orculo de Delfos y Dodona... arde un fuego inmortal que tierra y cielo con sidreos efluvios eslabonan y exalta las humanas sensaciones; fue volcn cuya lava rumorosa lati con ritmo blando cabe el creyente corazn del vate vuestras memorias con su ardor borrando; so en la noche, en l, y al alba hermosa termin el sueo y despert cantando. Hurfano en cuyos labios an palpita el beso de una madre moribunda, decrpito infeliz de alma doliente, virgen de amor cuya mirada agita la engaadora ola del ancho lodazal que te circunda, cuantos lloris perdido el hogar de la paz, os sonriera, y contis de la vida la carrera del triste corazn por el latido enjugad vuestras lgrimas: ya el hombre, por la sangre divina redimido, 141 Francisco Laliga Gorgues la voz ignota ha odo y su pan y su amor brinda a su hermano en estos valles de amargura llenos, descifrando el arcano al albor de crepsculos serenos. Que como el germen que el labrado surco recoge en sus entraas, se desarrolla y crece peregrino con el hilo de aljfar cristalino que mana de la roca entre espadaas; As la frase de Jess, divina, regada con las lgrimas sin nombre, brot el rbol de paz, a cuyo abrigo, pudo esperar el hombre; y de su verde pompa enamorada, as la Caridad de ojos de fuego cual fnix humanado, cruz ya el mar de las edades leve y se pos en el rbol consagrado, para formar con hlito abrasado el corazn del siglo diez y nueve. Y es ya su nombre celestial divisa de esta edad que al luchar espera y ama, dando el arado fl ores a su suelo, la mquina el sustento a sus hogares que el cario embalsama, mientras con dulces himnos y cantares ella a las puertas de los cielos llama; su plegaria resumen de su anhelo que con sus alas esparci la brisa, ahuyenta el mal, la tenebrosa nube, que de ella en torno, se meci indecisa; y al extender su mano a aquel que sufre y llora, sus lgrimas de luz forman ocano que brinda puerto en el confn lejano, y el divino Calvario copia y dora. Puro, abundoso el manantial eterno que la perpetua sed del hombre apaga, con el lodo en que vaga, en vano la maldad torpe y grosera enturbia con sus fauces los raudales, de su azucena, cual del mar, germina; que el bueno piensa en Dios, un punto espera, 142 Poesa. Herencia familiar y torna a sonrer la primavera que fi nge la corriente cristalina. Cmo ya sucumbir en el combate a que el numen incrdulo le lanza el corazn que a tus arrullos late columbrando la dicha en lontananza, si en las horas sombras que amontona el dolor sobre la tierra eleva su mirada tras el ter que de sus sueos el color se viste, y tierno y apiadado fi bra a fi bra se ve regenerado sus afectos mezclando a los del triste Ah! por los lindes de la tierra, en calma, Dios puso el templo santo del consuelo: pero encima del templo puso el alma, guila de piedad, que la urea palma ve en los espacios, porque sube al cielo! No es ese museo escultural que dora el mito de los dioses tutelares do la absorcin hiertica aminora la inspiracin del genio, y seca el corazn que en vano implora; la esperanza que dora sus pesares pira es de fuego ignoto, todo amores, evangelio de amor y sentimiento, y jardn, cuyas fl ores, embalsaman la tierra con su aliento. Salve a la caridad.., gloria a su nombre, gloria a la edad que en su calor se inspira agigantando al hombre que alientan los arpegios de su lira! Miradla tremolar sus estandartes desde el rico palacio a la cabaa, dejando en todas partes fulgor de la aureola que le baria, para que al mundo gue a esa inmortalidad arrobadora que tras las brumas del Edn sonre. Salve! de polo a polo va su nombre clemente; sea la humanidad un pueblo slo regido por su cetro eternamente. Que en la tierra por ella redimida 143 Francisco Laliga Gorgues la raza humana cantar sentida himno de gratitud bello y fecundo, cuando mire en el astro de la vida su excelso amor que purifica el mundo. 144 Poesa. Herencia familiar AL DESCUBRIMIENTO DE LOS RESTOS DEL APSTOL SANTIAGO Bajo el verde penacho de la palma que se alza en el recodo del camino, soaba yo en la gloria del suelo, vagabundo peregrino; ay! an a mi memoria acuden las imgenes dolientes de aquel ideal que comprendi una historia, an se agolpan cual lluvia de los cielos a mis ojos las lgrimas ardientes. Te busco: dnde ests yo murmuraba en las penumbras de mi afn sumido: en el ter tu nido tu belleza y creacin, mi alma tu esclava, t eres ms que la sombra y el sonido. Acaso en las minas seculares que escriben de una edad el epitafio. Babilonia, Perspolis, Palmira! se elevan tus altares en que de fuego rebos la pira. Tu obelisco en Roma al orbe espanta y en la aguja del alto Capitolio el guila imperial posa su planta: un frontn que las rosas en festones recubren entre grietas, ve al pie la ebrnea lira que en Grecia acuerda y canta en rtmicas estrofas rumorosas aquel pueblo de artistas y poetas: magnficas ciudades de roca y de basalto alargarse veo cual canasto de joyas entre fl ores, en valles seductores, do el taller de la industria y del trabajo va informando el moderno Prometeo; all ros caudales bajo artsticos puentes de granito deslizar vi sus mviles cristales, cmo arrastrando envuelto en sus raudales el reflejo inmortal de lo infinito. T- Premiada en Santiago de Galicia, 1885. 145 Francisco Laliga Corgues Luz y forma y color!... Mas todo pasa: l am mi mente herida viendo las olas sucederse eternas en el mar agitado de la vida: do est la antigua raza en la tumba se hundi, todo le olvida. No! yo al soar el cielo veo en las cimas fulgurar radiante la antorcha inextinguible del anhelo y escucho en el espritu: adelante! Mas volviendo en mi acuerdo, adusto y fro hallo a mi ardor el mundo, y el ideal generoso y pudibundo perdido con mi llanto en el vaco. Entonces en el campo de mi mente nueva etapa surgi: como la aurora cuando el ncar y el oro del oriente va en rfagas extendiendo voladora, as de otra religin las soledades de azul celeste henchidas brillaron para m las edades en las alas sin forma conducidas; all se condensaban los sueos del poder, la sed de gloria, las ilusiones mltiples perdidas, las hazaas en germen de la historia, y cual cisne del cielo la roja cruz sobre el pendn nevado fl otante al aire el manto de escarlata cual transparente velo, urea espada, chispeante la armadura, y el yelmo dorado oscureciendo el rostro la hermosura, en un corcel brioso cruz ante m aquel campo una fi gura. Parse un punto y suspir: sus ojos clavronse esta vez en mi pupila: eran nimbos de sol, mas sus enojos templaba la mirada ms tranquila. Copiaba sus contornos celestiales a su paso la bveda azulada cual la nave dorada que copia el mar azul en sus cristales. 146 Poesa. Herencia familiar Mostrando el cielo murmur: Poeta, eterno manantial de eterna lumbre, busca tu inspiracin, busca la meta de la excelsa Sin sobre la cumbre. No de la gloria humana tomes al paso el ceidor mezquino que postra y entristece; mira tras la regin de la montaa, y hallars tras las nubes tu camino. Aquel Seor cuya divina historia los muros han contado a estas riberas y de honda admiracin a su memoria an tiemblan conmovidas las esferas, si le sabe encontrar la poesa, hallar el ideal, la fe, la gloria de rientes primaveras, el consuelo, el amor, la luz y el da. 1 -lizo para l el corazn inquieto que sobre el ngel mismo le levanta, y le at al poste rudo que en la tierra le oprime y le quebranta. El dio al len su melena y su rugido porque monarca de los bosques sea, dio al mar su arrullo cual titn dormido porque albergue, sus grutas de corales, fuesen al pez que all aletea, dio al torrente su espuma y sus raudales porque el valle fecunde, dio al guila sus alas que en las alturas azuladas hunde de la creacin formando las escalas, mas dio al hombre su espritu, prendido en la fe de esperanzas genitorias, y por orle preludiar sus glorias, del Glgota en la cruz le ha redimido. T, inspirado poeta intrprete has de ser de la natura, ese cuadro fl oreal que la paleta ensay de la tpica hermosura, y has de decir al mundo la inmensa majestad desconocida del que gemir nos hace en ay! profundo: y sea lema de tu escudo en frente cantar glorias de Dios con alma hendida, 147 Francisco Laliga Gorgues combatir el error, nueva serpiente y al pie de los altares dar la vida. Ora seca tu llanto, que bajo los cielos alborea, y una ciudad, con regocijo santo, bendice el curso de la luz febea. Oye flbil sonar un nombre en tanto al argentino son de la campana con grande aclamacin: ve galas, fl ores suspender de la gtica ventana; ve y con ellos entona los himnos de la fe que Dios inspira y lleva el viento hasta apartada zona, la gloria es slo de El que galardona a quin los triunfos de su amor suspira. Loor al esclarecido y eminente Prncipe de mi Iglesia generosa que al suelo inclina la inspirada frente y al fi n descubre mi cinrea fosa! Dile que le bendigo desde mi trono sideral radiante, al ver su nave rumbo hacer conmigo al mar del porvenir jams distante. Y a la ciudad feliz, siempre adorada, donde en su tumba Santiago vela su fama acrisolada, canta en lengua exaltada que el nombre mereci de Compostela! Despert y sonre: la luz del cielo bata el viento en irisadas olas, y ante un sepulcro, en fervoroso anhelo, postrbase devoto el peregrino; rendan los ministros sus estolas, saludaban los sauces del camino, brillaban las coronas y laureles, vibraban las campanas, y cantaban las ctaras cristianas los himnos de las glorias espaolas. De all surgan como en vago germen que condensa y da forma inmenso prisma, en oleadas de bruma y de colores, los hroes legendarios, que se duermen sobre el roto pavs de la morisma, 148 Poesa. Herencia familiar los de Gormaz, Simancas y Lepanto invictos guerreadores, el rey devoto y el monarca santo, el genio del Quijote, el astro de la escena castellana, el numen del satrico poeta, la prpura cristiana; y el noble Apstol con su antorcha inquieta subiendo a enhiesto monte cual guila cernindose en la meta, mostraba al mundo la futura Espaa semejante a lumnico horizonte. Salud, perla del mar, Jaffa riente -en tanto yo escuchaba cuna del generoso Zebedeo que vol por los mares del oriente desde Joppe en las alas del deseo, hasta las playas de la Iberia ardiente. Tus ecos, tus aromas y tus brisas hoy busca Espaa por cantar la gloria de aquel mrtir de amor, cuyas cenizas Salen nos dio con inmortal memoria. De aquel hijo del trueno primer heraldo de la Cruz de Cristo, rayo del Evangelio Sacrosanto, que de luz y poder y espacio lleno surgir la esfera ha visto de la noche gentil rasgando el manto. An del Ebro en la orilla dice el Pilar su nombre, an en la historia brilla el rutilante sol de su renombre, an la primavera sangre derramada del rbol de la Cruz bajo la sombra de su mrtir primero al cristianismo, y su doctrina sella y sus caminos de laurel alfombra. An del Mediterrneo la llanura repite cuando fl ota su imagen en su costa solitaria, el rumor de la frvida plegaria y el suspiro de la mstica dulzura. Aguila de la fe, de Cristo rayo que bajo el velo del azul celeste 149 Francisco Lahga Corgues aviva de los mundos el desmayo, al frente gira de la armada hueste y por la fe de nuestra patria vela; as ante la morisma a quien su invocacin de espanto hiela, blande, Marte espaol, el gneo acero, y su furor prolijo, y el cristiano lad con regocijo, canta el triunfo guerrero del Salado, Las Navas y Clavijo. Y en la memoria del segundo Alfonso, sus mercedes sin cuento, levanta en su sepulcro de Iria-Flavia baslica a sus glorias monumento, mientras la creencia del primer Ramiro de su fortuna al seductor halago, le lleva luego de su nave a sombra con el voto entusiasta de Santiago. Oh preclaros blasones! Oh excelsos timbres de la patria amante que el urea lleva del Terrneo a Atlante y envidian a una las dems naciones!... Yo entonces conmovido, palpitante de anhelo y alegra, corr hasta el templo, henchido de aromas y de luz y de armona, y al pie del sepulcro removido la lira le ofrec de mi poesa. Y al rumor de la msica sagrada llena de sus grandezas la memoria clam con voz ahogada: Gracias, Santa Visin! la nica gloria es la que siempre defendi su espada! Yo a tu calor regenerarse veo ante el sacro panten de tus cenizas, de mi patria el amor que simbolizas, y la fe de tu Dios en quin yo creo! Gloria en las luchas hoy, gloria en la vida, que sigue tras tu huella, como hay luz en la estrella del sol a los reflejos encendida. Gloria en la fe con que se eleva el hombre del amor en las alas; gloria en la lid que pronunci tu nombre, 150 Poesa. Herencia familiar gloria en torno a ese augusto monumento que a las olas del viento su cpula alzar mir rica en galas. No me digas do est: feliz el da en que a la voz de un nclito prelado consagra as en tu honor la patria ma... ya s lo que es la gloria y la alegra, que he ledo tu historia y te he cantado. 151 Francisco La liga Corgues SOMBRAS A mi querido amigo Ventura Vera Garca en la muerte de su padre. Trmulo, acompasado y triste acento del bronce de la torre suspendido: sonoro y raudo viento que en tus alas conduces su gemido: inmarcesible coro que levantas desde el altar tu splica piadosa y al Empreo la elevas cuando canta: msica desmayada y misteriosa que al preludiar los salmos consagrados con que en las altas bvedas retumbas semejas los cantares apagados que salen de ignoradas catacumbas: venid, sonad en las vibrantes cuerdas de mi entusiasta lira, que del pesar estremecida al eco, responde y gime y con dolor suspira. Si es la vida en la tierra noche oscura de un sueo muere y otro se levanta, y entre la duda impura mueve el hombre al azar la osada planta: si es lampo refulgente la idea que sus sombras ilumina y es su ventura el sol que en el oriente alumbra apenas cuando ya declina; y batallando el alma y la materia, brilla del pensamiento en los jirones algo que le levanta a otras regiones, algo que le sepulta en su miseria, por qu contemplar un solo instante la realidad hermosa, si la fatal mentira deslumbrante no le presta su velo de oro y rosa En vano, en vano: si entre frescas flores sus cristales dilata el arroyuelo: si en mgicos colores la luz crepuscular inunda el cielo: si el monte, de arrayn su frente orna y de oscura esmeralda denso velo sus anchas faldas extendido adorna, tambin el lodo el arroyuelo empaa 152 Poesa. Herencia familiar al remover su linfa cristalina; tambin a la alba luz que el cielo baa la sombra contamina; tambin su sello destructor el cierzo del monte en la belleza imprime fuerte, y en el valle, de lgrimas llamado, todo est encadenado con el lodo, las sombras y la muerte! Dnde est el tierno padre y dulce amigo que, en no lejanos das, en el hogar de su placer testigo, renovaba al calor de amante abrazo de sus hijos las puras alegras Dnde est el rbol cuya extensa sombra la dicha de sus lares cobijaba Cay al soplo del brego saudo, y hoy sus marchitas hojas son alfombra del suelo en que lozano se elevaba. Funesta realidad! Al ronco canto que eleva en triunfo la fantasma impura, cie el hogar su negra vestidura y su guirnalda funeral: y en tanto que la alma Religin alza sus preces de vaporoso incienso entre espirales y entonan las campanas su plegaria, el alma solitaria libre por siempre de mortales lazos, huye de las moradas terrenales y en los espacios pirdese del cielo: y el que entre sombras queda, lgrimas de dolor vierte en el suelo! Llorar! ... Ay! Quin no llora si el sol de dicha que abort la mente no alumbra, agosta con su luz ardiente la flor de la ilusin encantadora Si de los muertos sueos las cenizas que al despuntar de realidad la aurora el soplo aventa de fatales brisas, sobre la frente caen cual lava abrasadora Si al da hermoso que el afn refleja negra noche sucede en lontananza, y escuchamos la queja que exhala moribunda la esperanza; 153 Francisco Laliga Cargues y al llegar al confn del ideal valle, en medio del camino teatro do placer minti el engao, planta un ciprs la mano del destino y una tumba nos lega el desengao Brilla en el cielo el alba que anuncia la partida, y las espumas besan la nave que en los mares flota: sopla la brisa y pirdese entre brumas del horizonte en la extensin remota. A qu puerto va a anclar Qu hermosas playas le brindan en su seno dulce abrigo Sordo mustrase el mar: las nveas rayas que tras s describa la recta quilla del bajel amigo, dilatan slo su memoria un dal... Cundo impulsada por el aura suave como la vez primera regresar la solitaria nave del mundo al puerto do su amor le espera Y mientras, en la ribera, triste familia su dolor esconde, olas tras olas perennal alzando, jams, jams la inmensidad responde. Plida luna cuya luz prestar parece a la dormida tumba de una vestal la tnica nevada: cipreses doloridos que al agitar las ramas temblorosas inundis los espacios de gemidos: neblinas misteriosas de la callada soledad: osmunda que das tu aroma al panten en pago del jugo germinal que te fecunda: fl bil brisa inconstante que en el triste jardn viertes las preces del sauce umbro que sonora meces: crabo solitario que turbas con graznidos pavorosos el silencio del lgubre santuario: en esas horas en que brota el suelo fugaces aerolitos luminosos: venid, dadme el idioma de la piedad y el duelo; 154 Poesa. Herencia familiar derramad a raudales en mi herido corazn, de la fe el divino aroma, y en la tumba en que lloro sin consuelo acompaad mi acento dolorido. Qu resta ya cadver silencioso y de amarilla palidez cubierto, en busca del reposo ocupa un sitio en la mansin del muerto. Y la serena frente que ayer brotaba pensamientos grandes que se elevaban sobre el polvo humano como el blanco cndor sobre los Andes, bajo el polvo se esconde de la piqueta al golpe repetido, e impnese el silencio de la muerte al aleteo inerte con que invade las cosas el olvido. No ha muerto: cree y espera! Al pie de la marmrea sepultura lgrimas de amargura vierte a mares: al pie de los altares eleva tus plegarias a la altura... slo la Religin amante y pura calma con la esperanza los pesares! Mientras que luches en la humana guerra pdele sin cesar paz y consuelo: que la dicha no arraiga ac en la tierra, y el trmino al dolor est en el cielo. 155 Francisco Laliga Gorgues POLONIA Por el Vstula undoso fecundada, santuario de valor, vergel de amores, dbilmente del Bltico arrullada y rica de laureles y de fl ores: de pompa y majestad resplandeciente coronada la sien de eterno hielo que azotaba el polar aire rugiente, fue una nacin magnnima, valiente, de levantado vuelo, rica de alto esplendor, rica de gloria de paz y de alegra, mandaba a la victoria y el laurel codiciado se cea. Sus hijos denodados y guerreros hicieron de ella una nacin brillante, y llevaron su fama hasta el Atlante sus nobles y esforzados caballeros. En sus bosques pintados de colores saltaban los veloces cervatillos, do aves canoras y olorosas fl ores rean en ocultos parquecillos. sus campias pobladas de laureles babanse de paz y de armona, y en sus gratos vergeles el canto de las vrgenes se oa. Naci, y apenas era de su vida en los mgicos albores, doraban su fantstica pradera de un sol de libertad los resplandores. Del templo de su gloria pendientes sus armas vencedoras se mostraban, y su cetro y sus leyes esplendentes corona de laurel le aseguraban. De Warta en la ribera encantadora sus hijos, yates de inspirado vuelo, daban su voz al viento, arrulladora, que se encumbraba a la regin del cielo; y el genio de las ondas repeta con plcido murmullo su alabanza, hermosura y poesa. Mas ay! pobre nacin que descuidada al borde de hondo abismo se dorma, 156 Poesa. Herencia familiar abismo que su tierra consagrada, en noche tenebrosa, al ronco son marcial tragar debal... Los viles que tu suelo rodeaban contemplaron tu esplndida belleza que doseles magnficos realzaban; y al lucir moribundo en occidente el sol que fecund la gentileza, rugi en sus pechos la ambicin latente y en su poder, Polonia, te soaron, y en su bastarda mente eterna esclavitud te prepararon! Y en tanto t, Polonia, gratamente y en brazos, ay! de tu fatal ventura soabas nuevos lauros e ilusiones en la hermosa maana de tu vida... Pero sbito, herida de los guerreros sones despertaste temblando, estremecida! Resonaron los roncos atambores, la voz de los caones extranjeros, del combate los blicos rumores y estridente chocar de los aceros!... El dspota tirano ocupaba tus valles y moradas y en su poder, insano, congregando falanges desalmadas, dirigi sus caones retumbantes contra tus baluartes y tus muros... Derrumbronse al fi n! Tus brazos puros empuaron la espada del soldado, y en Dios los ojos fi jos te lanzaste al combate encarnizado... Intil tu valor! Atropellada caste en tierra, roto el limpio acero, y en estrpito ronco desalada rugi la unin maldita... rugi! Y sobre tus muros, altanero onde el estandarte moscovita! Caste pueblo heroico, suelo henchido de fl ores y de gloria! Los laureles que en tus hermosas crmenes brotaron transformando tus valles en vergeles, las frentes coronaron 157 Francisco Laliga Gorgues de tus impos vencedores crueles. Los nobles estandartes que ondearon en tus fuertes torreones, tus gloriosos escudos y blasones los dspotas cobardes destrozaron! Cubri el ciprs tus campos devastados, Varsovia se ci negros crespones y el Vstula en su seno enrojecido, de tu honor con los plidos jirones, a tus hroes llev con gran gemido. Moriste, triste pueblo! Nacin bella de hermoso suelo y de brillante gloria: de la tirana huella no te supo librar en tu amargura, ni tu doliente y joven hermosura ni las pginas de oro de tu historia. Moriste, Oh Dios eterno! Muri tu libertad Polonia triste! De luto sempiterno tu grandioso recuerdo se reviste. Ay! que esa Europa que en tu pecho tierno hizo brotar la fl or de la confianza; que admir tu riqueza y tu cultura, que rindi a tu grandeza vasallaje, esa Europa que vio el indigno ultraje hecho a tu santa libertad y gloria por la enemiga lanza, Acudi a consolarte en tu amargura Mir nacer de la feliz victoria al corazn herido la esperanza No! que tembl al mirar la valenta del traidor enemigo en su asechanza, y an permiti la mofa en tu agona cuando moras triste y sin venganza! ! ! ... Y hoy en vez del laurel de gloria lema, crece el ciprs en tus tendidos campos, ciendo a tu desdicha cual diadema de roja nieve los sanguneos campos. Tus vrgenes de rubia cabellera la sien orlada de enlutado velo acuden a llorar a la ribera vergel en otro tiempo de ventura, y cantan el recuerdo de su patria y sus horas eternas de amargura! 158 Poesa. Herencia familiar En tanto sollozando sordamente el Vstula se arrastra por tu suelo, diciendo al mundo en su rumor doliente las grandezas de un pueblo sin consuelo. Tus densos bosques y frondosos valles yacen presas de asombro y mudo espanto, y en tus hermosas calles no suena de los pjaros el canto. Desierta tu campia solitaria no manda al viento tmidas canciones, y apaga de sus ninfas la plegaria la fatdica voz de los caones! Mudo silencio, pasmo horrorizante sordamente invadi en rfaga oscura de tus pueblos las calles destruidas... Polonia! oh Dios! ... Polonia, virgen pura iqu fueron de tus glorias merecidas I loy solamente en la callada noche a la luz de la luna misteriosa brota de las ruinas humeantes plido espectro, sombra polvorosa de ojos centelleantes, y cubierta de luto pavoroso, sentada sobre el muro ruinoso, entona una tristsima elega... En blando lecho al colosal tirano despierta su doliente meloda, y palpitante el corazn golpea y arde su frente con delirio insano. Solamente oh dolor! en noche umbra a la luz que en el Eter centellea, sobre los restos do fij su planta, la odiosa tirana ronco sonido zumba, y a su eco tenebroso el genio de la patria se levanta de su mezquina tumba y al mundo da su acento temeroso. Polonia! Noble reina destronada, virgen sin libertad, espera, espera! De Dios la profeca consagrada en las tinieblas del dolor sonando, hizo temblar al opresor cobarde 159 Francisco La liga Gorgues que cuna a su ambicin ay! te creyera: y la voz de tus hijos resonando en extraa pradera, forj otra sobre un sereno cielo un sol de libertad resplandeciente, y orlada contempl tu excelsa frente con el laurel que fecund tu suelo. Cuando en la noche oscura cansada de exhalar intil llanto hiera tu odo un canto que despierte en ti un eco de dulzura, extingue, pobre viuda solitaria, extingue tu amargura... es de tus hijos la feliz plegaria que al justiciero Dios halla en la altura! 160 Poesa. Herencia familiar DE ESPAA A CUBA (A LA MEMORIA DEL JOVEN MILITAR C.M.) De entonces no le he visto: vigoroso, rico de ensueos de salud y vida abandon sus lares y con ellos la calma y el reposo, y se arroj buscando tras los mares la hermosa luz de su ilusin querida... Parto a Amrica, Madre, el joven dijo: y en sus bosques luchando por Espaa, conquistar el laurel de la campaa y digno de tu amor se har tu hijo. Y se lanz al combate en ansia ardiente del fuego juvenil arrebatado... Angel de amor, de faz resplandeciente, vela t por la vida del soldado! Impulsadas por cfiros suaves y el noble pabelln de Espaa izando, surcan el ancho mar veleras naves su rumbo encaminando a la virgen Amrica: a la hermosa tierra que al mar hirviente en bello da arrancara Coln, y do gloriosa hoy su estatua se eleva expresando de un pueblo la hidalgua. Mas ay! que all entre el oro y la esmeralda de su virgneo manto y de los montes por la oscura falda que orna el bamb y la paloma antiguos tanto, Ganges del nuevo mundo se abren a trechos ftidos charcales que inundan la ribera, de do brota en revueltas espirales el vapor pestilente en densa nube, de muerte tenebrosa mensajera. Tibia atmsfera impura, de emanaciones ptridas cargada! Hmeda brisa que al besar la frente lleva al cerebro, ardiente, el calor de la fi ebre emponzoada! Y huyendo de aquel clima los rigores vuelven las naves descargadas tanto, 161 Frar1C sco La liga Corgues dejando a sus espaldas los honores de aciaga muerte y perennal quebranto. Vrgenes bosques donde a trechos pinta ureas ondas el sol resplandeciente! Montaas cuya falda cie oscura esmeralda en vapor cinta, imgenes de amor puro y riente que a travs de crepsculos dudosos suea el guerrero en tu virgnea frente; Oh isla hermosa y funesta! dulcifica tus iras despiadadas, y del mar en que Iberia se recuesta oye en horas nocturnas silenciosas, los ruegos de sus hijas desgraciadas que te llevan las auras misteriosas. Mas sordo a mi clamor, muerte y espanto sembrando va doquier insano el clima: por eso en la alta cima de un monte y anegado en triste llanto, el joven que recuerda el patrio suelo hondo suspiro en su dolor le enva, y la plida frente eleva al cielo presagiando su prxima agona. De la gigante torre suspendida, santo viga de la fe cristiana, los cantos funerales entona tristemente la campana. En la Iglesia, de luto revestida, los himnos sepulcrales la Religin preludia conmovida: y mientras cruza el dilatado espacio el alma del que fue buscando rauda la eterna luz del celestial palacio, en el desierto hogar triste y oscuro suenan, y el aire presurosas hienden, dulces plegarias frvidas, que ascienden en raudo vuelo al inmortal seguro. La mente absorta ante el cadver fro, interroga a la muerte en su cruel calma: la muerte nada dice: cun sombro es su silencio que destroza el almal... A qu hablar de tu pena, pobre madre, si tu angustiado corazn doliente no hallar lenitivo que le cuadre 162 Poesa. Herencia familiar A qu herir crudamente las fi bras de tu tierno sentimiento, del hijo amado al recordarte ahora la ltima queja y el postrer acento Contn el llanto: en su agona oscura, l invocando a Dios con amargura, te vio a sus pies calmando su tormento: l te envi su amarga despedida con un suspiro que su amor refleja: Madre y hermanos consolados deja! Y al morir por la patria y por la gloria el Dios de la piedad te abri sus brazos, y al desatar los terrenales lazos su triunfo coron inmortal victoria. Cese tu duelo en jbilo trocado: que hoy al dichoso trmino llegado cie su sien por el tormento pura, la esplndida aureola del soldado que eterna gloria y bendicin le augura. 163 Francisco Laliga Gorgues LA REDENCIN Noches de horror, tinieblas espantosas portadoras de plidos mensajes, ancho abismo de sombras pavorosas. A do vuestros celajes vais a grabar... En la inmortal llanura do comenz el poema ms sublime elctrico relmpago fulgura; y a su fugaz sonrisa que rueda entre los mgicos vergeles, cual grupo oscuro y vago se divisa el Santo Paraso y sus dinteles. En ellos brilla luminosa espada, y al aire la tendida cabellera dos imgenes cruzan sus umbrales: Y absorto en triste duelo, en su seno recibe el duro suelo del humano la lgrima primeral... De nuevo el caos, do la noche tiende su velo funeral!! Do fue la aurora Por qu tal duelo la natura extiende, y en su germneo lecho gime y llora Escchanse en las sombras de la nada los doloridos sones de cien generaciones! La luz se apaga; el porvenir se enluta, re la muerte y teme la existencia viendo al pecado abandonar su gruta: ruge el volcn, el astro se desploma, y all de la conciencia en el dormido campo, la inocencia arrastrndose va de loma en loma! Quin disipando las tinieblas fras la nueva aurora volver a la esfera Quin de los muertos das al mgico pensil la primavera Quin del trono que oscila vacilante a sostener acudir la planta Quin al astro radiante devolver el fulgor que le abrillanta Ah! cuando muerta la ilusin miraron los que brotaron de la luz del da y con llanto del alma contemplaron 164 Poesa. Herencia familiar la realidad sombra, al ver pasar ante sus turbios ojos del mundo venidero el panorama que erizaban los speros abrojos, slo templaron su dolor y enojos al vislumbrar de Redencin la llama! S! ya en Oriente vagos resplandores ms esplendente el porvenir anuncian: ya en el alczar santo de la esperanza el cntico resuena que de la humanidad secar el llanto!... El Dios de la Piedad desciende al suelo a ser hombre en el seno de una virgen sagrado y pudibundo; vuelca su luz el astro refulgente, oculta sus matices la alba aurora, y alza por fi n la humanidad su frente a la luz de la creencia salvadora! Llega; agtase el suelo; de amor y de humildad vierte lecciones que acoge el alma de soberbia exenta con la fe de las santas ilusiones: baja del alto cielo el ngel con el cliz de amargura; brilla del santo innovador la idea cercano al contemplar su sacrificio y enmudecen las sacras jerarquas: llega el instante ya: la pira humea, la Redencin comienza entre agonas, y ante la ruda inteligencia humana de los misterios el pendn ondea. Canta, poeta, la feliz victoria; ya en nuestra esfera su fulgor derrama la hermosa luz de libertad y gloria: ya a travs de fantstico espejismo se vislumbra la aurora de la vida, y cura al fin nuestra mortal herida el blsamo vital del cristianismo. La meta sealada tras el rudo luchar de la existencia, ya del humano puede ser tocada siguiendo el rumbo de su santa creencia: que an halla alivio a sus pesares ciertos cuando al tener que recorrer un da 165 Francisco Laliga Gorgues del sepulcro los ridos desiertos, la Religin hasta ellos le acompaa al son de sus plegarias y elegal ... ...Oh! profticas sombras que mi mente cruzis como fugaces meteoros! Brisas lejanas de rumor doliente que sus himnos sonoros llevis hasta Sin resplandeciente! Acompaad el eco de mi lira, cantad al Dios que despleg los cielos bajo las cumbres do su gloria mira velada de arreboles, porque le suba el aura que suspira el canto de los mundos y los soles! Cantadle como el Ser Inmaculado que al devolver al hombre la esperanza, se ofreci en aras del amor ms puro vctima expiatoria del pecado! Cantad la paz serena y la bonanza tras la feroz tormenta, mostrando al Enclavado con el Santo Madero de su afrenta sobre siglos y siglos elevado! 166 Poesa. Herencia familiar A LA VIRGEN EN SU DENOMINACIN DE LA SALUD T que ties de prpura los cielos cuando nace en Oriente la maana: que las cpulas de alczar diamantino elevas sobre excelsa nube do el sol enciende su fulgor divino cuando del mar al horizonte sube: t que a impulso de la fe clemente entreabriste el umbral de tu santuario a la inspirada mente del profeta de Patmos, solitario, mi pobre voz escucha: prstame, oh Dios! un soplo de tu aliento, y en la luz de tu amor mi alma se abrase y absmese en tu amor mi pensamiento. Cercad mi frente con el lauro de oro: ceidme el manto hebreo del lrico de Sin rico en decoro: rompa en ondas de luz el aire vano la inspiracin que baje al arpa ma; yo soy el joven trovador cristiano, vengo a cantar las glorias de Mara. Mstica rosa, Estrella de los mares, que al nauta gua entre las densas brumas cuando arroja el abismo la tormenta y el fulgor de amarillos luminares ve alzarse en derredor huesas espumas: aurora de bonanza que con luz de piedad el suelo dora y arrebola el matiz de la esperanza: sueo del vate ardiente que el ideal pursimo en ti adora: ilusin del profeta cuando rasgando del porvenir sus velos, ante su vista inquieta, te anunci al mundo Puerta de los cielos: Quin sin la lira del querube ardiente podr cantar tus glorias, tu hermosura Quin tu albo podero, si a Dios entre tus brazos cies apellidndole Hijo Mo Gloria es tu nombre que grabado en su alma el hombre lleva en el erial del suelo; 167 Francisco Laliga Gorgues aspiracin del cielo que entrelaza a las hojas de una palma, cuna y sudario de su humano anhelo: gloria es tu almo consuelo que das al peregrino que de rodillas a tus plantas cae, mientras el aura tibia, de su vida en el rido camino, dulces recuerdos a su mente trae: gloria es tu imagen que el poeta mira doquier, encantadora; del mundo en el vergel, cuando sonre, del cielo en el azul, cuando suspira, del mar en los abismos, cuando llora. Quin cantar dignamente tu grandeza podr con voz humana, si an al soplo creador no haba subido a las anchas esferas la maana; si an los astros en crculos eternos no haban los espacios encendido, y ya tu nombre santo era en el infinito repetido T con Dios coexistas en su mente cual prototipo de virtud gloriosa; ay! y en el da en que el Edn se perdiera, tendiste el manto a recoger piadosa del humano la lgrima primera. Y fuiste al triste suelo iris de paz y puerto de ventura que verti la esperanza a manos llenas redimiendo del hombre la amargura: esplendorosa nube que hasta el fondo baj de la conciencia, y al calor de la fe, creci velando la increada luz de la divina esencia, y as con su albo velo forj el sublime y mgico espejismo do se une en la regin del cristianismo el hijo de la tierra y el Dios del Cielo. Oh! ya pudo cruzar los anchos horizontes cargado con el peso de la vida, que isla de salvacin, en sus azares, le abri sus brazos enternecida la esposa del Cantar de los Cantares. 168 Poesa. Herencia familiar Pasa el tiempo con rpida carrera: tie en sangre la cruz el ara santa, y desde la alta esfera escala de Jacob que Dios levanta, aparece Mara ante los mundos sobre trono de puras ilusiones, por do suben, profundos, lgrimas y gemidos y oraciones. Eva de redencin, bendita seas! Bendita tu piedad eternamente! quin como t en los ojos seca el llanto Quin sublima la mente en esas horas en que el hombre eleva la vista al cielo, de luchar rendido; en que sus alas pliega indolente y oscuro el pensamiento, mientras la brisa entre sus ondas lleva a la ignota regin un ay! perdido De dnde, oh Madre! el generoso aliento que presta al corazn nuestro latido S! Yo te cantar! Mi alma inspira la fe del pueblo en que rod mi cuna, do nio, te buscaba yo en el Eter al plido reflejo de la luna. Do tu imagen feliz doquier brota, donde todo te canta: la brisa, el ave, el sol, la errante nota, el bosque, el ro, el cielo, el ara santa! Donde elev mi splica primera bajo su templo en infantil encanto, y a cuya sombra augusta tmido preludi mi primer canto. Quin, Madre, no te adora si eres eterna fuente de consuelos para el que triste llora Tu gloria es la infinita bienandanza, tu piedad es el iris de esperanza, tu amor es el camino de los cielos! Y as salva tu amor, Bendito el da en que tu imagen report a las playas de estos risueos valles la onda fra, para ser de su oriente nueva aurora que marque el derrotero de la fe hacia la cumbre salvadora! 169 Francisco Laliga Corgues Feliz el pueblo que en tu amor profundo cuando del mar el torbellino ruge en los desiertos clidos del mundo, levanta en santo anhelo el templo redentor de las creencias, do brota el germen de piedad profundo y do el sol rasga de la duda el velo crepsculo eternal de las conciencias! Salve, oh cuna en que vi la luz del da! Altar de inspiracin, hogar amante, delicioso vergel, cielo brillante baados en las glorias de Mara! Yo ensalzar tu amor que os embellece, y cuando lance al fin mi ltimo canto, colgad mi lira del ciprs funreo: poned su imagen sobre el pecho mo, y de l apartar su calor santo del caos la niebla, del sepulcro el fro. A ocaso poned mi sepultura do repita la brisa mis canciones en lnguido embeleso; para que al ir, amante, a ocultarse en antrticas regiones, baje el sol de mi patria a darme el beso que sella mis ardientes ilusiones. Que yo al sentir mi corazn helado por la implacable muerte que eterno el soplo sobre el mundo lanza, mirando al alto cielo, al caer inerte, exclamar de amor arrebatado: T eres Madre, mi fe: T mi esperanza!! ! 170 Poesa. Herencia familiar A CRISTOBAL COLN En su descubrimiento de las Amricas. Rompiendo las espumas de efervescente giro, dejando en torno suyo lumnicas estelas, el fi ero Ponto cruzan tres pobres carabelas. Cual cisnes revoltosos sobre cerleos lagos de su ondulante ensea las blancas alas tienden, y de las turbias olas que sus costados hienden el aura en torno riza la cabellera azul. Qu brjula las gua Qu mano las conduce A dnde el rumbo marcan del largo derrotero Quin el timn dirige... Sobre un bajel velero un hombre, alta la frente, mira el undoso mar; del genio los fulgores su grave sien circundan, genio en sus vivos ojos y en su actitud revela, su ardiente fantasa, que al Eter rauda vuela, que ideas cien ocupan en raudo batallar. Divino soplo en su alma prendi llama fulgrea y a sus ignotos rayos tal vez iluminada, alz la frente al cielo su inspiracin alada... Y un mundo busca de occidental confn, un mundo, que hasta entonces permaneciera oculto, un mundo, cuya idea su mente slo brota, un mundo, a cuya vista su labio ya borbota en cnticos sublimes a Dios gracias sin fi n! Negra la noche al enlutar la esfera confundi el horizonte con los mares, y en el camino de Galaxia altera las sombras con sus vagos luminares. La inmensidad desierta cuanto oscura se abre a los pies de un hombre, que burlando del Ponto la bravura busca entre nieblas lo que al mundo asombre. Mas, ay! que su existencia peligra entre la cruel incertidumbre, pues del Hado la brbara sentencia le condena a morir, si horrible duda del da alcanza la nevada lumbre. Por eso anubla su abatida frente alguna nube de pesar: por eso pregunta a los espacios dnde marcan el lmite turgente 171 Francisco Laliga Gorgues del mar que lame en prolongado beso su imaginario y bello continente. Sigue el bajel su oscuro flexuoso; el tiempo pasa y la distancia acorta: ya al fi n de su carrera de la noche tocaba el reino umbroso, cuando de iras volcn que el miedo aborta su vida amada en los marinos torpes; la luz del alba el fi rmamento baria, y l con su fe y con el peligro en guerra busca al problema solucin extraa, cuando grit el viga: tierral... tierral... Salve, Coln glorioso, que al alto templo de la Fama subes como inmortal coloso volando por encima de las nubes! Que no slo en tu ardiente fantasa el vasto continente inmaculado y virgen exista, que dio de sobra un da vida al viejo occidente; all do el cristal hmedo y bullente del mar, cubre bandadas de capriscos escualos y argonautas, que al sol roban sus mltiples colores: donde en alzados riscos que an bajo el peso del Fiat-buse gravitan, salta el gamo del alba a los fulgores: do al resguardo del monte, la aspereza huyendo, se refugia entre sbanas densas de maleza: donde a orillas de lagos encantados espejos de los anchos horizontes, para templar su sed al caer la tarde acuden en rebaos los bisontes: do en la hirviente extensin de inmensos ros forja el velo ricos lechos de esmeralda que cuelga en islas de verdor sombro: tiendo en roja gualda montaas que se pierden en las nubes para mirar al cielo; y do vrgenes bosques aromosos y enmaraadas selvas de colores cubren de informes toldos la llanura 172 Poesa. I lerencia familiar enlazando sus hilos tembladores... No slo, no, en tu mente, que al rayo de su fe, la duda oscura huy confusamente, y el estandarte de la cruz clavaste en nuevo continente cuando las luces al brillar, febeas besando el suelo de tu afn clamaste: isla de salvacin! .., bendita seas! No te olvida mi patria, aunque tu nombre consagra slo en su brillante historia... Gloria al genio que en Dios convierte al hombre! Salve oh Coln... Tu triunfo es nuestra gloria. ! 173 Francisco Laliga Gorgues A UN SANTUARIO Augusto santuario que del monte te elevas en la cumbre mostrando, solitario, en tu dintel la ensea del Calvario que dora el sol con apacible lumbre: Candor de otras regiones que al buscar afanoso las del cielo con alas de oraciones, de la cspide ingente en los peones, un punto amainas tu cansado vuelo: ngel cuya alba frente besan las auras de la santa calma, inundando el ambiente el son de tu plegaria eternamente do asume fi el su aspiracin el alma: Deja que triste y laso a tus umbrales que la fe colora llegue con tardo paso, mientras que el sol que espira en el ocaso, con vaga luz los horizontes dora. Lejos aqu del mundo, vengo a verter mi llanto de amargura doliente y gemebundo, a par del ay! profundo con que en la gruta el cfiro murmura. Ermita solitaria! Cielos sin nubes! Soledad querida! Oy Dios mi plegaria, y alumbra tu bendita luminaria el mar tempestuoso de mi vida. Dichosa la conciencia cuyo seno ilumina sonriente la luz de la inocencia! Dichoso el sabio que pidi a la ciencia el humilde sayal del penitente! Aqu el anacoreta vivi de paz santa y oscura: aqu el ignoto asceta, los cantares del bblico poeta en salmodia de honor lanz a la altura. La cruz de tu esperanza al umbral de la gruta -cenotafio, 174 Poesa. Herencia familiar do en grata paz descansa el que en ella encontr bienandanza su lecho, su sepulcro y su epitafio. Oh dulce, hermosa vida consagrada a tan puras oraciones! No la turb, temida, ni la culpa en sombra envilecida, ni el astro asolador de las pasiones. Qu inefable consuelo ofrece al alma este retiro santo Cun cerca est del cielo! Cul tiende aqu el espritu su vuelo y llega a Dios en religioso encanto! De la verdad sonora truena la voz aqu: playa serena que el sol de virtud dora! Por eso el alma en su ternura llora de amor divino y sentimiento llena. Caigo ante el ara santa y elevo a los espacios mi gemido: mi lengua Oh Dios! te canta, mi espritu a los cielos se levanta y alienta el corazn fortalecido. 175 Francisco Laliga Corgues AL PIE DE LA CRUZ Brisa de Jeric cuyo hondo seno de la tierra crmenes perfuma: blanca nieve del mar de Galilea de nacarada espuma: jardn de dicha lleno, palma que del desierto de la vida en el incierto oasis se cimbrea, por qu enluta tu frente y llena tu alma la densa nube del dolor ahora Qu sombra de pesar nubl tu calma de fatal desventura precursora Ay! entre la insultante muchedumbre que le lleva al suplicio ardiente en ira, cual del sol entre nieblas viva lumbre, el Dios eterno, t Jess querido, el hijo de tu amor, ensangrentado la prpura que cie al hombre herido, va ascendiendo del Glgota a la cumbre! Cie a su sien en torno, sombreando la frente que injuri, espnea corona: carga la cruz sus hombros y el semblante baa helado sudor: el himno entona el genio del dolor, y agonizante llega Jess a la montaa extensa. Sobre ella, en una cruz y entre ladrones del leve espacio a la extensin inmensa se eleva el Salvador: no era su hermosa faz el sol en el cnit colocado dorando con su luz vastas regiones: era el sol en su ocaso, falleciente, con apagadas tintas de oro y rosa: era el cedro del Lbano, sagrado, que brava tempestad aj furiosa: era el cisne luciente que mano aleve hiri, tendido al suelo! La infame turba con feroz sarcasmo, su brbaro tormento, burla impa, y buscando Jess dulce consuelo para su atroz pesar en su agona al deshacer el ponderoso yugo, los ojos lleva al irritado cielo implorando piedad para el verdugo! ... 176 Poesa. Herencia familiar Es l, Virgen de amor! La triste Madre no cree a sus ojos que conturba el llanto: el Hijo del dolor, plido, yerto, tras tanta pena y sufrimiento tanto, de la cruz redentora pende muerto! Frentica, convulsa, acongojada, cae a los pies del spero madero entre inmensa afliccin la voz ahogada; tiende los brazos a la cruz divina oprimindola triste y balbuciente, y fi bra a fi bra el corazn doliente desgarra del pesar la aguda espina! Es la fl or que del valle en el recinto, en rfaga violenta, trunca rugiente el vendaval furioso: ave que desde el bello terebinto en soledad amarga busca con quejas al amante esposo: es el astro apagado y coexistente que rueda por los trminos del cielo, y ve extinto el fanal resplandeciente que ciera a su sien umbroso velo! Quin clamar, oh Mara!, tu quebranto Quin a tu pena maternal, violenta, prodigar un consuelo en duelo tanto, si tu pena, en el Glgota, acompaa la negra soledad y la tormenta que se deshace y truena en la montaa Sobre los enlutados horizontes la ciudad vengativa dibujada: las tinieblas que suben por los montes y coronan su cumbre sublimada: la solitaria y lgubre pradera en espantosas sombras sepultada, silencio eterno y sepulcral doquiera, y ms all del inmortal Calvario sobre la enhiesta cumbre consagrada, la cruz abandonada do halla Jess su funeral sudario! Y es ste el que velando su faz en luminosos resplandores, las altas nubes poderoso hollando, mueve del rayo la seal luciente 177 Francisco Laliga Gorgues El que al eco sublime de su acento las ondas separ del mar rugiente precipitando en su profundo abismo ejrcito y tirano cual leve niebla que disipa el viento, en madero inhumano ora enclavado yace Y el dulce Hijo, en infernal tortura, en sacrificio, su sangre pura la justicia del cielo satisface Madre, Madre infeliz cuanto angustiosa, cuyo sensible corazn ardiente la espada del dolor hiere y destroza! Rosa agostada en su capullo tierno, virgen pura que aades a tu frente la corona del mrtir refulgente! No existe all en lo eterno un ser, ay! que se apiade de tus penas Al invadir tu acento acongojado las regiones olmpicas serenas en splica sentida, cmo no se estremece el cielo airado y torna al corazn la paz perdida Volved, Seor la luz a aquellos ojos que en tinieblas se sumen, que se apagan: disipad de aquel rostro los enojos que entre leves jirones de sombra por l vagan: haced que luzca en el tendido cielo iris de paz tras la tormenta oscura que vislumbre la calma y la bonanza... Concluelete, Seor, de su amargura y detn de la muerte la venganza! Alienta oh Virgen! la gloriosa palma que ostenta ya tu mano, y fl ota en la tormenta y trae la calma la que exhala tu alma oracin salvadora del cristiano! El monte do en la cruz inerte y laso el cadver de Cristo el viento orea, ara es de redencin que brota al paso del paganismo el tormentoso ocaso, y el blanco oriente de la nueva idea. Oye en tu ansia anhelante 178 Poesa. Herencia familiar ese inefable grito que en tremendo misterio suena a amante, cruza el espacio de una tumba errante, y pirdese gimiendo en lo infinito! Y al llorar como Madre tu agona de tu angustia en la noche sin aurora, tus lgrimas endulcen tu obra pa; que eres en tu martirio, Madre ma, de la prole de Adn corredentora! 179 Francisco Laliga Corgues EN LA INUNDACIN DE MURCIA (1879) Vana ilusin! sobre el inmenso cielo brilla el astro de vida y esperanza, y dora con su velo crmenes ricos en fragantes flores, vega do en ondas el placer avanza, pensiles del amor, encantadores. Mas ruge la tormenta: el ancho espacio entoldan negras nubes: de su luz el sol vela los raudales, y reclinan las ruedas inmortales que conducen fatdicos querubes. Lanza el reloj de arena su tomo postrimer y surge el rayo: su horror la tempestad desencadena y ved oh cielos! al romper el da y entre letal desmayo, Murcia, Lorca, Orihuela y Almera! Murcia, la que en jardines de esmeraldas recoga del sol los resplandores; que por cuna alcanz monte de gualda que esmaltaban arroyos bullidores: la ciudad del placer y la hermosura, el nido de poetas, cuyo cielo copiaba riente el Tder cristalino, ahogada entre sus brazos sin ventura! cual fl or deshojada tendida yace en su fatal camino. No lleguis a su vega dilatada ansiosos de coger fl ores hermosas vosotros, yates de inspirada lira: que entre el inmundo fango sepultada vega y ciudad veris, y all angustiosas auras el alma con dolor respira. Lo hizo Dios... l lo quiso... pues de hinojos acatemos su fallo soberano, mientras inunda los cansados ojos el llanto del pesar por el hermano. Mas, mientras gime el corazn dolido, de ese hermano la suerte recordemos, y si en la horrible noche lo ha perdido, a alzarle un nuevo hogar juntos volemos. 180 Poesa. Herencia familiar Eleva, caridad, tus estandartes; que hoy de amor palpitante tras de tu huella el corazn se lanza: tiende tus alas, y por todas partes vuela, y vierte consuelo y esperanza. Que al ver calmado el funeral quebranto y tu alba luz que nuestro globo dora, caer de hinojos y alzar mi canto: Bendito, s, el que enjuga el triste llanto del que afecto y hogar perdidos llora! 181 Francisco Laliga Gorgues LA TUMBA CAMPESTRE Luciente astro del da que al antpoda vas por el oriente Cmo viertes raudales de poesa sobre el campo tendido que te despide fl bil y doliente! Solo con mis pesares yo miro en la colina el panorama que ofrecen a mi anhelo, la doble soledad de tierra y cielo prendidos en la luz de tu urea llama. Bello cuando en la calma de la tarde se oye el rumor del lmpido arroyuelo entre bosques de lamos perdido: all el monte que al cielo enaltece su cumbre, y en la enramada umbra, en gorjeos suaves, el canto de las aves que al son se mezcla de cascada fra. Gratos, desnudos valles veo a raz de la hondonada inmensa, y ac crece el olivo en largas calles: del monte en la ladera cubierta de retamas y tomillos paciendo los alegres corderillos, y abajo en la pradera, un idilio que entonan melanclicos, dulces pajarillos. Amor de la natura que en mi alma te asientas en cuya copa bebo la ternura y que en mis horas de pesar me alientas, oh, cun grato es al pecho contemplar tu magnfica hermosura! Cmo golpea en lgrimas deshecho el corazn que siente en beso puro la luz de inspiracin que en ti fulgura! Henchido de tristezas recorro el campo y su extensin tranquila, y cual trmulas gotas de roco evaprase el llanto en la pupila. 182 Poesa. Herencia familiar Al fulgor del crepsculo medroso cuando de palo el cielo se colora, pirdome por el bosque sooliento que la ltima luz dora, y aspirando el aroma de sus fl ores espciase mi espritu encantado, y medito a su sombra reclinado a la margen de arroyos tembladores. Y parceme or blandos acentos con murmullo apagado, cntico fl bil de invisibles vientos con armonas vagas: y dbiles gemidos del genio del desierto que al Sol vuela sobre oasis por msicas mecido: y cuando arrojo mi letargo vano veo poco distante breve cruz que entre fl ores se levanta, y anuncia al caminante la tumba del aldeano, que en aquella ribera durmirase feliz como viviera. Oh! yo quiero llorar en estos bosques, quiero empaparme en la inmortal dulzura de este ritmo grandioso con que canta sus glorias la natura! Quiero exhalar mis ntimos gemidos cuando la tarde acabe, y cual sujetas hojas, los arrastren vientos doloridos del valle umbro hasta las cumbres rojas! Feliz pasar as mi vida entera en los senos de paz y amor y calma, perpetua primavera que slo en sus delirios suea el alma. Y esa alma, en el espacio de luz lleno al fi n sorprender nueva armona, y en venturoso da ir a ese Dios sereno, rebosando de amor y de poesa. 183 Francisco La liga Corgues EL CENTENARIO DE CALDERON Gloria, Gloria al genio! No de severo luto negras galas la sien circunden de la patria ma: no el claro alborear del nuevo da lleve ondas de tristeza al corazn. Hoy frvido placer, dulce contento en su plida faz se transparente, y alce llena de honor la regia frente que corona la gloria en su regin. Luz, esplndida luz que el cielo inunda de ureos colores matizando el viento: brisa sonora cuyo blando aliento la frente roza con extrao afn: melanclica voz de la campana que arrulla al alma en su misterio grave; ecos ignotos que en rumor suave del espacio a travs vienen y van. Venid, venid, y sobre el arpa tosca que pulso, arrebatado el pensamiento, la armona verted y el sentimiento que en vosotros la mente adivin. Mi espritu poblad de ideas grandes, haced latir mi corazn ardiente, y esparza el aura por el ledo ambiente los arpegios que trmula exhal. Gloria, gloria! Compacta muchedumbre al lucir de la aurora los albores, corre a depositar palmas y fl ores ante un sepulcro, de una estatua al pie. Acordes de cien msicas sonoras inundan el espacio de armona, y el febril entusiasmo en este da de un pueblo grande, Europa, absorta ve. De quin la estatua es Qu simboliza El arte, el genio, el luminar fecundo que combina y ordena y forma un mundo al calor de su sacra inspiracin. Que tiende del espritu las alas y en ngel creador convierte al hombre: 8.- Premiada en Madrid en 1881. 184 Poesa. Herencia familiar Cual se llama decs Su solo nombre hace latir de orgullo al corazn. Es un astro que cruza su ancha esfera luminosas ideas derramando, los nobles sentimientos despertando de la humana conciencia en el altar. Es guila cuyo ojo penetrante ve la luz y en pos de ella tiende el vuelo, y a buscar nuevas formas sube al cielo do puedan sus ideales encarnar. Qu es una poesa El ntimo gemido de la viandante humanidad: la estela que un fondo oscuro, indefinible vela de su hermosura con el ureo tul. El suspiro eternal de Prometeo: la mstica espiral que surge y canta la fe sublime, y desde el ara santa sube y se pierde en la regin azul. El amor, la amistad, las sacras leyes del inviolable honor: la alta hidalgua y la cristiana caridad que el da ama como el espacio ama el candor: alguna vez la angustiadora duda que asalta el corazn, ay! ms creyente, son las pasiones que en ideal torrente brotan de su arpa al mgico rumor. Nave que surca los inmensos mares que absoluto domina el pensamiento y aprende en ellos lo que dice el viento cuando besa la frente de la edad, haciendo rumbo al porvenir dudoso del ignoto horizonte en pos se afana, y en las sombras que ocultan el maana gua a la vacilante humanidad. Y reportando de lucientes playas de fe consoladora almos raudales, une en sagrados lazos fraternales formas distintas, hijas de alto ser. Filosofa y religin se enlazan en su mundo ideal con unin muda, aunque un momento la implacable duda entre ambas su cendal llega a tender. 9.- Aldese a su drama La vida es sueo (N. del A.) 185 Francisco Laliga Gorgues Dudar! Quin no ha dudado, si alma y cuerpo al hombre hacen luchar consigo mismo Cual de un prisma a travs, su escepticismo un punto ve la revelada luz. Mas este escepticismo, que combate por descorrer el misterioso velo, a las puertas detinese del cielo y de rodillas cae ante la cruzi Oh gloria, gloria! Desde la alta cumbre a que vol su ingenio soberano, formas modela su creadora mano que arranca a la candente realidad. Y engendran en su mundo las pasiones noche y contienda, y de su sombra oscura, surgen al fi n, radiantes de hermosura, la virtud, el honor, la libertad!... con fi rme vuelo en su inmortal regin. Mas ay! tambin al extender las alas sobre lo inmenso ruge la tormenta, y hiere al ave que su imperio asienta con fi rme vuelo en su inmortal regin. Y arriba entonces a la opuesta orilla 1 do la alma Religin alza su coro, y mezcla a las del rgano sonoro las preces del herido corazn. Dulce consuelo fortifica al alma ya exenta y libre de la humana lucha, y acompaando su gemido, escucha a la Inmortalidad que le habla ya. Voz de santa alegra, que preludia ante su tumba en amoroso arrullo: muere tranquilo: el porvenir es tuyo, pues de todo lo grande lo ser! Astro que el mundo de la escena doras; ave que al infinito alzas tu vuelo los misterios pursimos del cielo bajando al mundo a consagrar despus: algo en tus ecos msticos se encierra, que en vano alcanza a comprender la mente, 10. -Aldese al acto de vestir Caldern el hbito sacerdotal impulsado por las contrariedades de la vida (N. del A.) 186 Poesa. Herencia familiar cual no se ve el oasis transparente de un espejismo plido a travs. Por eso el mundo tu grandeza admira: por eso Espaa que honra tu memoria, llora de gozo al contemplar tu gloria pura, inmensa, legtima, inmortal. Y al pie de tu mausoleo venerando laureles y laureles amontona, y una vez y otra vez tu sien corona cindote en abrazo maternal. Gloria al genio! Perdname si canto, vate oscuro, sin palma y sin historia: perdname, si vengo, tu alta gloria quiz a empaar con mi apagado son. Mi bolo de entusiasmo y de cario an del mundo a la faz, rendirte anhelo: si la inmortalidad te ci el velo, qu te importa mi lloro o mi cancin Vates hispanos, descolgad la lira que al fuego se estremece de la idea: cantad, y el mundo con asombro vea vuestro noble entusiasmo y gratitud. Yo entonara tambin gloriosos himnos al pie de tu sarcfago sagrado, si un destello no ms me fuese dado de tu hoguera, oh campen de la virtud. Pero la voz espira en mi garganta cuando mi labio tmido te nombra, mientras de luz vestida, va tu sombra cruzando de los aires la regin. Y slo s exclamar vindote entonces trasponer del Parnaso los dinteles: ms palmas, ms coronas, ms laureles que arrojar a los pies de Caldern! 187 Francisco Laliga Gorgues AL NACIMIENTO DE JESS Cielo de la sonriente Galilea, de intenso azul y luz tornasolada: frtil vallado de la santa aldea que en lquida serpiente baria el ro *sonoro y transparente que baja de los campos de Iudea: palmas gentiles, terebintos rojos de resistente fl or: montes azules en cuya falda la torcaz paloma labra el nido con hojas de abedules que arrastra el viento de la enhiesta loma: errantes nubes de su hermoso espacio, gratos aromas de su fresco ambiente, arpegios de sus aves que el aura matinal blanda y gimiente mezcla al rumor de sus torrentes graves: venid, meceos en el arpa ma, prestadme en vuestra imagen vuestro acento, que hoy que al dar cuna a Dios, del mundo todo recibi el amante pensamiento; galas viste de amor la Iglesia pa que excelso triunfo en recordar se afana, y canta el vate de la fe cristiana trmulo de entusiasmo y de alegra. Dios ha nacido en Nazharet, murmura eco divino que los mundos llena; Dios ha nacido, gime la espesura, Dios ha nacido, en el Carmelo truena. Dios ha nacido, oh gloria! Qu luminosa nube del Empreo desprndese serena y en bella apoteosis del justo el alma hasta el Empreo sube Brisas de libertad besan la frente en orculo de paz a las naciones, y a su dulce violencia despierta sacudida la conciencia, del culto de su infancia a las regiones, al convertir el pedestal en ara de crmenes inmundos: extraa luz los horizontes dora, y vuela la verdad generadora seora de las almas y los mundos. 188 Poesa. Herencia familiar Como la nube en gestacin contiene el bienhechor roco que en el vapor de la atmsfera mantiene y opreso, arroja de su seno fro, as bien y virtud, verdad y dicha el mundo antiguo en embrin sintiendo, cuando desde el de Adn crimen infando fue en eterna nostalgia la esperanza sus horas alegrando y la fe en la esperanza manteniendo, el soplo salvador necesitaba que fecundase la eternal ventura con el roco de la luz celeste que hace olvidar por Dios a la criatura. As el divino acento siente con gozo que al amor le inclina, responder al sublime pensamiento que all en su libre espritu germina: . y abierto ve el abismo, pero alumbra otra luz su inteligencia, y se salva, lanzndose afanoso desde el vicioso y mltiple desmo a la Santa unidad de la creencia en el seno inmortal del cristianismo. Ya es sol la aurora cuyo albor primero brot del Paraso en los umbrales! Ya es roco el vapor tornasolado que fecund, sagrado, el rbol redentor de nuestros males! rbol cuyas races recndito soterra en lo profundo de frutos de virtud y de consuelo, cuya ancha copa se levanta al cielo, abrigo salvador prestando al mundo! rbol cuya sombra generosa descansar al humano peregrino, cuando triste y cansado en su camino llegue a inclinar la frente, y donde ha de soar eternamente con las delicias del Edn divino. Brot ya del Jordn en la ribera! Ya Dios es hombre! en la canosa cumbre lo anuncia el ngel a la tierra entera, e invaden la ancha esfera 189 Francisco Laliga Gorgues olas sin fi n de aljofarada lumbre. Humilde y pobre entre los hombres nace, que es su anonadamiento ttulo al cielo a que el mortal renace tras la ablacin del Glgota sangriento. Enjuga, humanidad, tu intil llanto, honra tan slo al Nio, Dios de reyes: no te salvan fi lsofos ni leyes... te salva su amor santo! Su frente inclina la orgullosa Roma: tiembla en el Capitolio el paganismo, y entre las nubes el fulgor asoma del sol del cristianismo! En vano el Circo juntar sus fi eras, en vano la crueldad le abrir tumbas, laureles le dar el anfiteatro, sacrificios de paz las catacumbas! Y la divina cruz de sus banderas desde el Jordn hasta el inmenso Tber, de Herodes al inmenso Constantino, lbaro triunfador cruzar eterno alfombrando de palomas su camino. Y otra vez y otras mil con sorda guerra odio y torpe razn que el vicio escuda atronar la tierra... No importa; Dios lo ha escrito: nada podr contra la Iglesia Santa la saa del proscrito. Qu importa que entre luchas intestinas ay! recorra la cruz su itinerario, si en ellas se acrisolan sus doctrinas y es su triste prisin en las colinas renovacin perpetua del Calvario Transpuesta de entusiasmo y sentimiento que en la voz de un rgano se mece, canta hoy la Iglesia con solemne acento ecos sublimes que rob al pasado y el corazn con ellos se estremece. Viste severas galas y es dulce y expansiva la alegra con que agita sus alas impregnadas de mgica armona. Y el pueblo que vagando entre las sombras 190 Poesa. 1 lerencw familiar vio la luz del ideal acariciado bajando a sonrer eternamente al hombre de la culpa rescatado, al idlatra pueblo convertido, por siempre redimido, y a dar gloria a los cielos destinado: el pueblo a quien la herencia se traspas de la nacin maldita sierva infeliz de su fatal demencia por quien de pena el corazn palpita, ese pueblo ante el ara canta hoy alegre al Dios que le redime, y es natural y es grande su alegra, y esa alegra es grave aunque sublime. Pero suena la voz de los profetas bardos sencillos de divina gloria, y el templo derruido, el cetro roto, borrado el sacerdocio soberano, y un pueblo sin historia se agolpa a la memoria del intrprete nuevo que es cristiano, y el misterio caldease en la mente y se escucha un rumor profundo y po, voz que del seno del Seor se lanza, clamando con acento de esperanza: Consolad, consolad al pueblo mo! Y el grito de las razas repitiendo el vate que cree y ora, exclama posternndose entusiasta a los pies de la cuna redentora: T, segn tu palabra, prometiste redencin al Adn arrepentido: T, segn tu palabra, lo dijiste... T, segn tu palabra, lo has cumplido! Oh! ya el ave de Patmos tiende el vuelo, ya baja al arpa inspiracin y canto, y en la falda azul de la colina ledos claman los ngeles del cielo: hossana al Nio, al Salvador, al Santo! Como el sol cuando sube al horizonte e ilumina del mar las ondas fras, as la buena nueva alegre nuestros pechos conmovidos: 191 Francisco Laliga Cargues ya somos para siempre redimidos... se han cumplido las santas profecas! Bendita en los ideales de tus sabios t oh! del politesmo noble duda! Ya la hermosa protesta de sus labios, de la verdad en alas, bajo su amparo la razn escuda. Que atruenan la alta esfera voces de salvacin y de consuelo, y entre las gasas de la luz primera, y en rpida carrera, nense all entre un cielo y otro cielo al himno que Pitgoras oyera. Gozaste oh alborada del sol de la verdad que alumbra el suelo: el justo de Platn de alto destino, el hombre de Digenes profundo, el Scrates divino, nace en Beln para salvar al mundo. Y t, pueblo cristiano, que en el erial oscuro de la vida vagabas presa de tu afn insano a la luz de una fe desconocida: pstrate ante ese Nio en gozo ardiente y alaba al sol de tu salud preciosa, mientras se anega en su fulgor creciente tu espritu creyente que ya en los atrios del Seor reposa. Canta su santa gloria y tu fortuna con himnos de esperanza y de consuelo; que hoy de Beln sobre la humilde cuna se abrazan para siempre tierra y cielo! 192 Poesa. Herencia familiar LA ORACIN DEL HUERTO Triste es la tarde, plida y callada: sepultada en tinieblas de amargura yace la tierra, cual en noche helada pudiera la desierta sepultura. La bveda azulada de tintas melanclicas teida, participa tambin de esa tristeza... horas de angustia atroz para la vida! Traspasando el Cedrn que en curso lento lame el ramaje, caas y maleza que all al Getseman forma los muros do entre espadaas vuela el manso viento, marcha Jess, seguido de sus fi eles discpulos amados que entre todos los hombres ha escogido: Amargura letal oprime su alma, y honda melancola arrebata su calma; sus sagradas doctrinas salvadoras ya doquier derram con energa: al poblado vergel como al desierto, las auras voladoras el eco de su voz divino y cierto llevaron en sus alas susurrantes: ya de uno a otro polo las ideas sembr, santificantes, que adoran a un Dios slo; prxima est a cumplir su misin santa, su difcil misin, y oh, cielo! en breve el cliz del dolor, do se reasumen todas las amarguras de la vida, ay!, apurar hasta las heces debe! Penetra en el recinto misterioso: de tristeza oprimidos sus discpulos fi eles falleciendo, buscan la dulce calma en el reposo: y al punto dirigiendo a sitio oculto sus callados pasos, el Maestro divino, de la oracin, entrgase en los brazos. Hora de angustia universal, violenta! Cien nubes de dolor pesadamente 193 Francisco La liga Corgues borran del cielo el sideral camino: ni el aire leve alienta en la fl oresta umbra: se extinguen en el suelo los rumores, y doquier sola reina la tristura: de Jess se apodera la agona, la angustia y los dolores: ngel doliente, el cliz de amargura, le present anhelante, y la sien dobla al peso del dolor que le tortural ... En la mansin divina el canto funeral entona el coro que al Cristo en su pasin grave acompaa; semeja su sonido moribundo, eco perdido de lejano lloro; un ay! fl bil, profundo, mueve del Redentor los labios fros, horrible angustia despedaza su alma, de las pasiones, desatado el viento ruge en su corazn, mata su calma... Es un punto no ms de su tormento, ms grande que reunido el sufrimiento que dio a todos los mrtires la palma! Hora solemne de dolor, bendita! Cielos, cielos, no ms! Cmplase todo! Ya la pura virtud alza su frente eterna y refulgente... que ha triunfado el espritu del lodo! Ya de Jess se extingue la amargura... su vista eleva al luminoso cielo, cesa el canto de lgubre tristura, y a su ser ordinario torna el suelo, Cmplase la sagrada profeca! Acaba la pasin y la tristeza, en el punto do empieza el sufrimiento humano y la agona. Cotas de sangre que la tierra impura regasteis, al caer de la faz santa, en la hora solemne de amargura! Regad, regad la planta de la fe que en sagrado vergel brota, llenad del hombre el celestial anhelo, y baste ya a purificar el suelo de esa sangre santsima una gota! 194 Poesa. Herencia TOMS DE AQUINO Non aliam domine nisi teipsum. (Sto.Toms de Aquino). Flbil rumor, aroma, dulce canto, aves, fl ores y brisas, a su nombre, rinden todo su amor y encanto: slo el nombre de Dios tres veces santo en su orgullo insensato olvid el hombre. No hay Dios poseso de fatal locura clam, ya roto en el Calvario el velo; y huyendo la verdad en la natura, presa de sus pasiones cruza el suelo alzando un trono a la razn oscura. Sin brjula, cual nauta peregrino en la noche eternal de sus errores surca perdido el mar de su destino, porque los ojos cierra en su camino del alba en lontananza a los fulgores. Que no cual meteoro funerario se extingue el alma con amargo duelo en la olvidada crcel del osario: si en alas de la fe subi al Calvario, del seno del sepulcro vuela al cielo! Imperio del no ser, eterna calma, el ateo en su horror la muerte explica: para el que en slo Dios busc su palma, la tumba es un crisol que purifica de las escorias del pecado el alma. Feliz aquella en cuyo templo embota sus saetas la duda envenenada como en divina invulnerable cota, y en hoguera flgida abrasada fnix de amor de sus cenizas brota! Feliz palma que de tilde exenta atraviesa los lares de la vida, rasga niebla sutil, y en ella alienta, y tras la oscuridad que le atormenta abre sus ojos a la luz querida! am liar 195 Francisco Laliga Gorgues Gloria a Toms! al guila que mora en la piedra y al Eter se levanta: que busc, fi el mortal, al Dios que adora, por la senda del bien, angustiadora, y se abras en su llama sacrosanta. Venci la seduccin embellecida con todos sus encantos naturales, y le llev hasta Dios con fe encendida, la sublime poesa de una vida concentrada en sus puros ideales. Nada quiero, Seor, sino a ti slo, en el tugurio de su celda exclama: el mundo despreci y su torpe dolo, y su nombre, en las alas de la fama, relumbrante cruz de polo a polo. Mas ah! la vida es triste: el mar se encalma, pero ruge en su seno el movimiento: el ay! esconde en su interior el alma, y oculta hondos abismos y tormento la tempestad del corazn en calma. Toms!... Miradle: el mundo le rodea; el mundo es malo y la bondad le enoja: lucha contra l el mundo en su ira atea, desnudando su soplo que bravea el rbol de su paz, hoja por hojal... El bien!... Inculto erial! Largo desierto sin oasis, que abrasa un sol candente! Roja senda de espinas!... Mar sin puerto que en sus olas repite en son de muerto los lamentos de Job eternamente! La, roca aislada en la feraz llanura, resistir al torrente desbordado que se derrumba de la pea dura Mantendr con denuedo su fe pura en el campo de Cristo el fi el soldado 196 Poesa. Herencia familiar El poder sus brillantes oropeles, el placer sus deleites que amontona, la pasajera gloria sus laureles y su virtud, van a combatir crueles, y a arrancarle su inmortal corona. La lucha estalla prepotente, inquieta; la innoble seduccin muestra su cara: no vence y lanza su ltima saeta... Es el amor carnal, que al rey profeta, en la Sima del crimen arrojara. Quin como Dios... En su angustioso anhelo abrzase a la cruz ante el abismo. Vence tambin all Toms al suelo, y murmura llorando en su consuelo: Nada quiero, Seor, sino a Ti mismo!... Y all en la altura y entre nubes de oro, son un acento de inmortal memoria: Al que obtenga en la lucha la victoria, le llevarn mis ngeles en coro al alczar eterno de mi gloria... Hoy que cantamos tu feliz partida desde la oscura noche de la muerte al da esplendoroso de la vida, repetimos con alma enternecida: Nada quiero, Seor, sino poseerte!... Oh, Padre! Ve a tu amante seminario, en ti los ojos de su dicha fi jos, erigirte un altar en su santuario: oye su acento augusto y solidario y recibe el saludo de tus hijos! Guanos t al combate: ansia vehemente ya en nuestro corazn la fe genera, ya el entusiasmo abraza nuestra frente: Qu hermoso es despertar al sol de oriente enarbolando tu inmortal bandera! 197 Francisco Laliga Gorgues Alcmosla ante el mundo en noble alarde: y la senda del bien fi rmes cruzando, del mal contra el espritu.., cobarde, la Suma se alzar do eterno arde de la ciencia -verdad el fuego blando. Gloria al jerarca que en feliz momento mostr ensalzando tu saber profundo que hendido al calor de tu almo aliento, de un seminario el noble pensamiento es capaz de alumbrar a todo el mundo! Guanos t a la lucha que fomenta esa raza infeliz y descreda: danos ms luz y amor, y que ella sienta de nuestra fe el consuelo, en la tormenta, y el continuo oleaje de la vida. Mas si levanta la impiedad su cara insultando el ideal que en ti hemos visto, al invocar al Dios que te salvara, daremos nuestra vida al pie del ara defendiendo la fe de Jesucristo! Tarda en llegar el da de ventura cuyo hondo afn consume nuestra vida: mas si es cuna de paz la sepultura, luchemos en la tierra, que en la altura repetir nuestra alma conmovida: Nada quise, Seor, sino poseerte. Confi en tus promesas de victoria: luchando sucumb a la adversa muerte y hoy con las raudas alas de la muerte subo desde el sepulcro hasta tu gloria! 198 Poesa. Herencia familiar EL PEN DE GIBRALTAR (1880) All al confn del Meridin lejano a la hesperia nacin formando planta, cual grantico rey del ocano el pen gigantesco se levanta: dos mares encadena su ancha mano y crea su alta mole sombra tanta, que a sus pies cobijado y en reposo un pueblo pescador duerme dichoso. Cuenta una historia vaga como un sueo hija de alguna tradicin de oriente, que era el rudo pen de ingente ceo columna validsima y potente del levantado prtico risueo que abri el dios de la fuerza al mar riente, pero cuenta tambin que en bella cuna all meciera Espaa su fortuna. Gibraltar! Cisne inmerso cuyos lares sonoras besan las bullentes olas, que se alzan del abrazo de dos mares al son de las marinas barcarolas: un da en tus invictos alminares campearon las enseas espaolas, y ufana en el dominio que anhelabas, de Calpe el bello nombre recordabas. An tu suelo erial, la ardiente huella conservar del inmortal hispano, que al agitar su espada, fuerte sella con su sangre tu muro soberano: tu resistencia en su valor se estrella tiembla tu cima al extender su mano, y en su torren tremola, fiero Marte, el nacional magnfico estandarte. Y aunque Mahomet tu posesin ansiando en pos de tu beldad deje a Granada, slo alcanzar pudiralo, mediando la torpe cobarda de una espada; pero el genio espaol de Arcos tomando la guerra fi gura denodada, 11 .- La avaricia y deslealtad de Vasco Prez y Mira entreg la plaza a Mahomet IV en Granada en 1335 ( N. del A.) 199 Francisco Laliga Gorgues de tu conquista tras la gloria corre, y el lbaro triunfal clava en la torre. No desde el alto muro intilmente los ecos de las glorias espaolas corran de Levante hasta Occidente, entre flgidas bellas aureolas; que all cruzaban su extensin hirviente las ibricas naves ellas solas, y al beso de su amor, en luz fecundo, en ignoto confn brotaba un mundo. Entonces, centinela de Europa que con ojo avizor a Africa mira, llena hasta el colmo del poder la copa que en el festn universal la inspira, de Espaa corazn era la tropa que encenda en Lepanto inmensa pira, transformando en cenizas o en arenas, las glorias de las armas sarracenas. Quiz algn rey en tu San Jorge alzado, 12 al contemplar de Andaluca ufana el panorama arrobador, dorado por la esplndida luz de la maana, volviendo luego el pensamiento osado a la vecina costa y africana, so en unir entrambos continentes como lo estn sus mares esplendentes. Mas ah! dnde me lleva mi locura que el presente dolor leg al olvido An el Meditarrneo fi el murmura con Atlante el belgero sonido que al claro albor de una maana pura, entre el viento vagando, hiri su odo... An los montes repiten ay!, con llanto, del cisne gaditano el postrer canto. 13 Y en vano, en vano todo; tras la fi era batalla, ebria de sangre generosa, el grito de victoria, la primera, lanza la usurpadora codiciosa; 12.- Torre de este nombre, situada en el punto ms alto del Pen. (N. del A.) 13.- El poeta don Jos Cadalso, coronel muerto en el sitio de la plaza en 1772 (N. del A.) 14.- Inglaterra, que se apoder del fuerte durante la Guerra de Sucesin. (N. del A.) 200 Poesa. Herencia familiar intil fue el valor, vana la entera abnegacin, y en queja lastimosa, lamntanse los mares, en su espejo del britnico pendn viendo el reflejo. Oh Cartago cruel! Sorda Inglaterra a toda voz, que la ambicin avara, goza en tu usurpacin, goza la tierra que el hroe de Tarifa consagrara. Que algn da la voz de cruda guerra al pie de ese torren sonar clara, y si alza Dios su brazo omnipotente, ay, s, de tu poder! Ay de tu gente! 15.- Guzmn el Bueno, que la arrebat al poder de los mahometanos. (N.del A.) 201 Francisco Laliga Cargues EN EL ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE PO IX In bono vnces malun. Dadme el rumor del aura misteriosa que besando el ciprs fl bil suspira: dadme la ltima nota con que espira el himno del doliente ruiseor: quiero el eco del canto augusto y triste que eleva insomne la natura al cielo, cuando el plido otoo en fro velo apaga de sus trovas el calor... Las lenguas de metal en raudo giro voltean desde el alto campanario, y acompaan su acento funerario la capilla y los coros a comps. Viste la Iglesia en nupcias del sepulcro, y en su interior, del tmulo la calma, da el adis grave y postrimer al alma, que vol a la regin del ms all. Oh Po nono! Numen de alta gloria, iris de paz en la terrestre esfera, cuan triste nos dej, el trmino postrer! Hoy recuerda tu templo conmovido el momento feliz! de tu agona, en que la muerte su mansin te abra penumbra entre la vida y el no ser. Y escucha el alma ante tu sacra tumba do murmuran las brisas desmayadas, brotando de sus bvedas sagradas melanclicas msicas de amor. Tu humana historia con afn recuerda, y al cruzar tus virtudes por su frente, se pierde en el espacio transparente el eco de un suspiro de dolor. Tumba de honor, sarcfago inviolable que guardas en tu seno funerario los restos del varn, que en el santuario de Dios, verti ms luz y amor y fe. No te muestres tan fra a nuestro llanto, nuestro duelo acompaa con tu duelo, y dinos que nos mira desde el cielo, con regocijo, el alma del que fue. 202 Poesa. Herencia fimi1iar Faro lumbroso que en la noche oscura de la duda, verti luz a torrentes! Mar de la fe y de piedad cuyas corrientes al hombre guiaron del Eterno en pos! T, Oh Po, desde el alto Vaticano lanzaste a la verdad tu fantasa, y el Yo de la falaz fi losofa postergaste al afecto de tu Dios. Las plidas tinieblas de la duda que el horizonte de la fe empaaban, al poder de tu acento retemblaban y al fin huyeron en mm n tropel. Y qued despejado el puro cielo espejo de virtud y misticismo, y el sol de la verdad del cristianismo ilumin el catlico vergel. Mas surge el fanatismo del Averno, precipitado all desde el Calvario, y mancha los altares del Santuario la sangre del ministro del Seor. T entonces compasin, postrado imploras, las manos levantando al alto cielo, y el ngel del amor tiende su vuelo, y cesan los delitos y el horror. Brill en tu frente de la paz el astro, y fue la tierra a su feliz destello mansin de amores, paraso bello bajo un cielo de oro y de zafir. Elevaste a la altura tu mirada, y en mgico espejismo dilatado mostraste a las naciones, alumbrado por el sol de la dicha, el porvenir. Confiado en sus hlitos potentes hasta tu trono se atrevi el impo: Mir su audacia el Dios del podero, y el rayo de su enojo prepar. Y al mirarte ms grande, en crcel dura, la invencible ciudad del Capitolio, divino y santo proclam tu solio, y sus rodillas ante ti dobl. Y en alas de tu genio tu tiara se eleva sobre el trono de los reyes, y los mundos sometes a tus leyes que dictan el amor y la piedad. 203 Francisco Laliga Gorgues Derrmbase el alczar del tirano que agit contra ti turbios rencores, y circundan tu sien de resplandores la Esperanza, la Fe y la Caridad! ! Oh gloria, gloria, generoso Po, heroico campen que en lucha fiera moriste tremolando la bandera que a ti entregada por el cielo fue. T extinguiste las sombras de la duda cuando desde el sublime Vaticano, levantado en tu asiento soberano, agitabas la antorcha de la fe! Al polvo tornarn reyes e impos y coronada de divina gloria, cruzar las edades tu memoria bendita, consagrada celestial: y una generacin en pos de otra leer tu nombre en su virtud fulgente que el templo en oro guarda, y reverente tus cenizas y tumba adorar. Que en medio del mar de la impiedad sombra que olas rugientes contra ti lanzaba, su paso tu barquilla deslizaba guiada de tu ardiente corazn. Y del Arcngel santo protegido, llevando al Eterno tu plegaria, arribaste a la orilla solitaria cumplida tu magnfica misin. I loy que traspuesto el mar de la existencia en la playa eternal, resplandeciente, renovando tu dicha siempre riente, tu triunfo gozas en la azul mansin, dirige hacia la tierra tu mirada do llora tu rebao en triste duelo, y traslada tu espritu y tu celo al nuevo y admirable campen. El huracn rugiente del sofisma azota el edificio religioso... de los fieles el ruego fervoroso rpido hiende la regin azul. Mira cual siempre tu azorada Iglesia, y hoy que por ti se cie negras galas, tendiendo en derredor tus blancas alas por su triunfo intercede y vela t! 204 Poesa. Herencia familiar A LA UNIN DE LAS RAZAS GERMANA Y LATINA An brota sangre la reciente herida; an del mrtir se escucha la honda queja, cuando holocausto de su fe querida, ante el ara inmortal del cristianismo la amante vida deja. Nube fatal contuvo la tormenta: rumor de hierros, pavoroso abismo do los principios duermen que abort en su discordia el arrianismo; todo cesa: la frente del hispano, besa generadora primavera; ya mano fuerte disip la saa que sus sienes abriera, y ahuyent las tinieblas de su esfera, y libre y fuerte despertse Espaa: Bajo las anchas naves de Toledo que en Baslica inmensa al cielo mira, el Constantino hispano, el noble Recaredo, el lbaro feliz tremola ufano: la multitud le aclama en grito ledo de su gloria magnfica en los lares y al pie de los altares resuena al fi n sacrosanto credo, que redencin de Cristo vierte a mares. En las altas regiones, el azul Eter, al sonar la hora, extendi sus fl otantes pabellones, la luz verti y arrebol la aurora: la santa libertad baj del cielo rica en fecundos dones del esclavo a romper las ligaduras: el templo enton el himno del consuelo cual preludio a sus cntigas futuras: sol regenerador matiz el viento, y a su calor amante brot el rayo inmortal del pensamiento y el fuego de la idea rutilante, y rotas las cadenas, grande Iberia surgi de su abyeccin en tal momento! En vano ya violentas las torpes furias del error se agitan 205 Francisco Laliga Gorgues y entre olas sangrientas cruzan la Hispania do terribles gritan: diversidad impura, aborrecible, rmora de los pueblos, fuerzas letales de la secta horrible, son ya una sombra oscura que busca con dolor la sepultura! La muerte en raudo espasmo contempla el hecho de eternal memoria, y al hroe que alcanz tan gran victoria rinde su admiracin y su entusiasmo. El hijo de Germania valeroso con el nieto de Numa, en lazo estrecho ligando su destino, en un beso de amor funden la vida brotando de esa unin all en el lecho de entrambas razas, heredero digno, sntesis de las dos, el noble hispano: ya en sus venas germina del morador del Septentrin lejano el patrio ardor que al herosmo inclina, y del hijo de Roma, ansiando palmas, del saber el anhelo, que las almas levanta hasta la esfera cristalina. Ya de vitalidad en ancho ro se extienden por Espaa entre rumores las creencias que entraan los sociales principios redentores; y del sol del progreso a los radiantes serenos resplandores, lanzase al porvenir rica y cristiana, esa que ser en poca cercana la Espaa de Coln y de Cervantes. Victoria, s, victoria, hroe divino a quien mi lira canta: descorra el porvenir su ignoto velo, y vea en l, alumbrado por tu gloria, la ventura que hoy legas a tu suelo. Abre la humana historia y mira en ella el monumento que alzan los pueblos que bendicen tu memoria y que en gloriosos cnticos te ensalzan. Feliz, feliz mil veces t cuyos ojos a la luz buscaron 206 Poesa. Herencia ja miliar y en sus puros reflejos se inundaron! Gloria sin fi n al que en azul asiento su mano adorna con brillante palma... Glorial.., y suba hasta el alto fi rmamento, bajo las alas del sonante viento, la eterna gratitud que siente el alma. 207 Francisco Laliga Corgues AL ARTE Lema: Lo ideal sentido con profundidad y expresado con belleza, he aqu el arte. (Emilio Castelar) ... Y dijo Dios! Intrprete divino del orculo ideal de la hermosura necesito un ingenio peregrino que, al sol que en el espritu fulgura, cubra de mirtos y rosas su camino. Vuelo de ngel yo dar a sus alas, y en sus manos pondr la lira de oro y el cetro, cuyas galas agotarn mi esplndido tesoro; del alma y la natura l formar la escala refulgente y la orla de mi blanca vestidura prestar sombra a su inspirada frente Dijo y el Arte fue: las dulces brisas del hondo valle al vaporoso ejido suban indecisas entre sus tenues soplos del inocente amor fl bil latido. Sus rocas la titnica montaa agrupaba cual conchas gigantescas que all hacin la saa de terrestres mareas, y el limpio cielo pabelln radiante del panorama grato, daba fondo en magnfico espejismo de sombra y luz abismo, de la inmensa natura el gran retrato. El arpa entonces y el cincel potente y el pincel creador, la fantasa ba en su inmensa fuente, y brisas, rocas y paisajes fueron pintura, y escultura y poesa. Trocronse los campos en jardines en donde ornaba el pedestal escueto guirnalda de azucenas y jazmines, y en fondos enarcados 16.- Premiada en Cdiz en el certamen de 1885 con la Rosa de Plata 208 Poesa. Herencia familiar creca el romeral junto al abeto; all cabe los ros y los bosques que ondas vierten de aroma, por turbante cindose la nube, alzronse granticos pilares sostn de la ciudad que al aire sube. La gndola vol tras la gaviota simblico ideal de sus creaciones, surcando el mar de la belleza ignota a pedir de la mente inspiraciones; y en las playas inquietas del deseo verti llanto de luz perenne y vino, como el astro nocturno nacarado sobre el mar, el reflejo prolongado de su indcil brillante cabrilleo. En tanto en el espacio infinito en su trmino y medida, el genio fabricaba su palacio buscando la apoteosis de la vida. Caido el pensamiento en pilago sin costas y sin playa, do el mar cerleo que acaricia el viento tras el vallado sin rumor desmaya, so la inmensidad; y como el ave que ingrvida aletea cernindose en el viento al beso suave de las marinas brisas, de aquel hermoso mar rugiente y grave bebi la inspiracin en las sonrisas. Cun seductora apareci la tierra despus, a su esplendor iluminada, cuando sus venas, que el encanto encierra, solt en mil producciones ese ngel de pursima mirada! Su misterioso velo prendi del sol y su corriente undosa, sus lmpidos raudales que fecundan y copian fl or y palma, vinieron a templar la sed del cielo que en su inmenso ideal acosa al alma. Quin ya pudo narrar su excelsa historia su poder que realiza la belleza, quin ya os comprender Quin su grandeza medir por los laureles de su gloria 209 Francisco Laliga Corgues Su universal antorcha desde entonces del mundo etreo en la ignorada cumbre, al ritmo de huracanes y de broncas verti la inspiracin en llamarada de inmaculada lumbre; y en su elegida frente que sombrea el sublime pensamiento, sintile el genio que el calor reparte, y por la tierra henchida, en vergel y santuario convertida, pase victoriosa su estandarte. Cual la cascada que entre pardas breas baja al valle y se pierde en lontananza, y de su linfa en el espejo lanza rboles, cielo azul, montes y fl ores, que en vagas aureolas va retratando en iris chispeadores el cristal tembloroso de sus olas, as el arte humanado, verbo fecundo que transforma y crea, lo ideal y sensible condensado lanz al volcn de la impalpable idea, y fnix de la tpica hermosura que en los anchos espacios aletea, renaci eternamente del corazn en la penumbra oscura con destellos de luz resplandeciente! Oh sol, oh idealidad, oh amor, oh nombre! Msicas msticas de la vida cuyas sentidas notas de un cielo de placer llevan al hombre sobre las alas de ilusin querida! Msicas que agolpis el dulce llanto a la pupila inquieta dibujando en las brumas de su encanto del bien, del santo bien la cima escueta! Bien haya el alma que en su seno siente el pilago bullir de esa hermosura y oye el celeste acento que a un tiempo halaga, cual visin riente corazn, voluntad y entendimiento! Que entonces, de su empreo rumoroso se mira en los cristales cuyos dulces estticos raudales 210 Poesa. Herencia familiar la materia depuran, y al calor de sus ondas, generoso el Universo entero transfiguran! S! t eres ideal, sol y armona, guila de los vuelos ms profundos que a la noche, en la roca, espera el da, y en cuyo corazn laten los mundos del calor, la materia y la poesa! guila cuyas alas de Babilonia mece los colgantes y pasea en sus alczares las salas, bajo el esbelto prtico de Atenas que ve en la cima la marmrea Palas, con Pndaro y Tirteo en lucha y juegos se ejercita y con Safo siempre amante dando palma potica a los griegos; all Fidias esculpe, pinta Apeles y all el Partenn en los umbrales alfombra su recinto de laureles. En Roma conquistada, lanza el grito del Tber, los caudales cruzando por un puente de granito; y luego, como lampo refulgente radiando la pasin en la mirada, inunda, ya baada en rfagas de vida el occidente. Como crece la cpula dorada ante la vista errante del viajero cuando asoma de nieblas circundada tras los ltimos bosques del sendero; cual se aumenta y extiende el abismo del mar, cuando radiante el sol sus crestas lquidas enciende, as de un soplo universal en alas se dilat su esfera, viniendo el orbe a embellecer sus galas como nueva y perenne primavera; y extendise con l el pensamiento desde el hundido valle al alto monte; y form inmenso lago el sentimiento de lgrimas, expiando otro horizonte; y vise que el volcn de rojo velo del corazn ardiendo en sus amores, ah!, transformaba el suelo 211 Francisco !Alga Cargues en llama y en perfumes y en colores; y el alma solitaria lanzse a l cual ave en el altura para llorar envuelta en la plegaria la eterna aspiracin de la criatura y despert de su sopor profundo al umbral del consuelo y del reposo, para ver que su aliento generoso, era otro nuevo redentor del mundo!! Templ su lad de oro que palpita en torrente de armona, y, le llam la historia: Menfis, Atenas, Roma, Alejandra, sus torres enarbolan la bandera, aureola en el fuego de su aurora, y sus mil regiones encantando los velos de la esfera dan asuntos a sus mgicas creaciones. An poetiza el dorado buey el mito, an ora y reza Brama dentro de la hmeda gruta; la hermosa boyadera an lava al pie de la montaa hirsuta con el arroyo azul de la pradera; an Argos con decoro navega en pos del ureo vellocino; que desde el alto Capitolio bajan a conquistar del mundo las regiones; an se esparce en el viento de estas ideas el aroma ardiente... an se baa el humano pensamiento de su honda inspiracin en la corriente. Y all tras el vallado que anuncia en el oriente los albores, cuna del paraso inmaculado, veo su rumbo excelso de flgidos y augustos resplandores. Del mrtir del Calvario lo enciende la alta religin, que, pura, baj en un pliego de su casto velo un rayo de la luz de la hermosura arrebatado al cielo; y lgrimas y dudas y dolores recogi la fe en el incensario; 212 Poesa. Herencia familiar y trocados perfumes y esplendores les marc en el azul su itinerario! Salve, genio del bien, aurora inquieta, escala de otros mundos desprendida por donde en fuerte aspiracin la meta toca tal vez la raza redimida, sol que alumbras el mundo y embellece con l la humana vida! Salve! yo de tu templo en los umbrales do late el corazn de ardor henchido, aplaudir tus glorias inmortales que triunfan de la sombra y del olvido; yo buscar alimento del amor en las piras encendido para el alma que anega el sentimiento, y en esa esfera quieta do a la idea tus arcanos, te ofrecer la lira del poeta que gime y canta y llora extasiada en tus goces soberanos. Feliz si el aura que tu templo arrulla y el bien fecunda en gnesis vaciado besa mi frente, y la palabra tuya mi nombre inmortaliza, pronunciando! Yo entonces, abrasada en tus amores celestes y magnficos el alma slo aspirar a tributarte honores, y a morir renaciente en tus fulgores sobre las verdes hojas de tu palma. 213 Francisco Laliga Gorgues EN LA MUERTE DE CUBERO Prelado Orcelitano Dolor, triste dolor, cuyos crespones al hombre ay! del corazn herido del espritu enlutan las regiones que al grave y desprendido del bronce sacro funeral lamento, mezclas el estertor de algn gemido; absorbe en tu amargura el pensamiento que en tus graves imgenes se inspira, y al mecerte en las cuerdas de mi lira da vida y forma a mi embargado acento. Desierto el templo, la ciudad sombra y en lgubre silencio sepultada, slo el rumor del aura se percibe que en leve giro, incierta, suspira en la campia abandonada. Gimiendo el corazn de mudo espanto como en grata visin al alma abierta suea or exclamar al ngel santo: Jerusaln!... Jerusaln!... Despierta! Ignara muchedumbre se agolpa a una mansin, de llanto y luto y de tristeza funeral vestida, do se rinde al dolor justo tributo y la muerte se enlaza con la vida. En tmulo elevado que el blanco cirio al fl amear alumbra, estrechando la cruz de su consuelo, de sus sacras insignias adornado, yace inmvil y yerto, el ser amado que nuestro padre se llam en el suelo. Miradle, l es: su rostro venerable respira dulce calma, y an de sus labios la expresin afable conserva los vestigios que dej al cuerpo al separarse el alma. No del dolor pasado busquis la huella en su serena frente: a las ignotas cumbres transportado todo humano sufrir dejan borrado las puras aguas de la eterna fuente. 214 Poesa. Herencia familiar Vedlo, inmvil est quin ay! no llora ante el fro cadver recordando su largo sufrimiento, hora tras hora en su lecho postrado agonizando, cual moribunda lmpara que espera rudo soplo del viento que a su ignorada oscuridad primera la torne al soplo de su infando aliento Muri! Lloradle, oh s, la tumba fra ya el funerario tlamo prepara: hrrido y a la par santo problema entre materia y alma se declara sobre el ignoto abismo; no es fatal maldicin: no es anatema, que Jesucristo en bendicin trocara esa que cuna es ya del cristianismo: lnzase el alma a su ideal eterno, y el polvo se devuelve al polvo mismo. Por qu llorar si de la nueva aurora al pursimo albor surc la esfera que la increada luz inunda y dora do Sin en sus bosques atesora la ltima dicha y la ilusin primera No de la vida en los revueltos mares torci su nimbo la sombra duda, y contra el rudo escollo del sepulcro bajo el amparo de su fe se escuda. Por eso arriba a las celestes playas do del hossana el repetido canto en las etreas bvedas resuena, y alza su vuelo al inmortal seguro, mientras que dobla a muerte el templo santo en este valle terrenal oscuro! Oh s! el ensueo de la fe querida que nos conduce al cielo: las alas de nuestra alma con que del polvo humano desprendida subir puede al origen de su anhelo: as adoraste t los patrios lares, pero llora tu Iglesia sin consuelo y buscan un ministro los altares. Amor de la luz santa, esperanza inmortal, yo te saludo, 215 Francisco Laliga Gorgues pero mi lengua de pesar no canta: Qu hay en la orilla del sepulcro mundo... As yo te fi guro en tu agona dando el postrer adis a cuanto amaste, templo, cuna y hogar, brisas y esfera! La religin t fomentaste un da... cmo ya al fi n de tu vital carrera no bast a detener su oracin pa Ay! quin pregunta al ave pasajera cuando del mar del mundo se lanza a otra ribera... Cubre aplomada nube el horizonte, y en tanto ven tus hijos a la plida luz de sus pesares renovarse del Glgota la escena, sobre los anchos mares que su oleaje extienden tras el confn de la regin serenal ... Oh! mira cual llegamos a tus plantas gimiendo en triste duelo, y al elevar nuestra plegaria, damos a ti la vista, el pensamiento al cielo. Tmida brisa que en doliente arrullo oreas nuestra frente: vago y triste murmullo del genio del dolor que hiriendo el viento con graves armonas recuerdas al inquieto pensamiento la tristsima voz de Jeremas: altos cipreses que al mover las ramas no s qu murmuris que el alma gime: divino santuario do en palabra proftica y sublime reptese el rumor del arpa hebrea ante el marmreo lecho funerario que alumbra de la fe la sacra tea: decidnos dnde fue el astro querido que nuestro cielo ilumin fulgente; decidnos ay! qu ha sido del padre que adoramos tiernamente: decid si volver la hermosa nave a mecerse en el lago de esta vida del aura del amor al soplo suave; 216 Poesa. Herencia familiar y si eterno caudal vela el misterio de su fatal partida, unid al menos vuestro grave canto a nuestro triste y prolongado llanto. Ya nunca volver! ... Parti ligera el alma en pos de su eternal ventura, y para alzarse a la infinita esfera hoy sus puertas le abri la sepultura. Todo concluye all: la humana mente quirela en vano sondear: su fro la inteligencia anula, y solamente dos sombras de su fondo ve alzarse: el infnito y el vaco. Riquezas, honores, ttulos, grandezas qu sois ante la tumba... Secas hojas que el fuego del dolor torna en pavesas y el huracn de la verdad disipa de este horizonte tras las cumbres rojas. Todo hombre ha de morir: oh bienhadado t que llevaste slo el bien por gua y cuyo noble corazn honrado tan slo la virtud satisfaca. Por eso de eco en eco se repite Ay! a la nueva impa clamor universal: ya por tu gloria viste la Iglesia fnebres crespones, a tu nombre un lugar cede la historia, y rndense doquier a tu memoria lgrimas y sollozos y oraciones. Dichoso el seminario en cuyo seno reposar quisiste cabe el bello sagrario que para lecho fnebre elegiste! No de la mesa en el recinto fro tan slo yacers: no de su historia slo inscrito en las pginas brillantes: sitio el amor te dio en nuestra memoria. Por eso ante la urna cineraria do yacen tus despojos, iremos a elevar nuestra plegaria al Dios de las bondades arrasados en lgrimas los ojos. Y al entonar los himnos sepulcrales cubriendo el suelo de aromosas flores, 217 Francisco Laliga Cargues mientras brota el incienso en espirales que al solio ascienden del monarca eterno, dir as nuestra voz: La culpa humana t redimiste con tu sangre pura, y fue de entonces tu justicia hermana de tu inmensa bondad: oye amoroso la splica ferviente que con tmido labio balbuciente por quin dej de ser el alma eleva: y al trocar en tremendas realidades tu fallo a los mortales imprevisto, oye, Seor, la voz de tus piedades... acurdate, Seor, de Jesucristo! 218 Poesa. Herencia familiar LA CARIDAD CRISTIANA Cuna del sol, radiante de esplendores, atleta de altos sueos, el Oriente, fecundaba en sus senos en los albores de su lozana juventud riente, la soberana idea que erigiendo a cien dolos santuario, reina del mundo ya se hizo sagrario do el fuego santo de la fe fl amea. lzase Roma, y su fl otante solio sobre la absorta humanidad levanta, mientras que en el gigante Capitolio el Numen del error su triunfo canta: pueblo esclavo que arrolla y a sus plantas se postra envilecido y besa al fi n la degradante argolla del insultante ltigo al chasquido. Mas rueda el tiempo y en el cielo brilla de la soada libertad la aurora, y la niebla letal que le amancilla huye a su albor que el horizonte dora: conmuvese fl uctuante el universo y tiende su mirada, y despierta azorado y anhelante a la vida del alma aletargada. Derrmbase el alczar opulento do al mundo opreso se dictaban leyes, y surge la irrupcin de noble aliento que hace trozos los cetros de reyes; y libre y bella y pura la nueva sociedad siente en su alma, la fuga de una idea que tortura, y la llegada de otra que da calma. La nueva idea, salvacin del mundo, que en Oriente tambin brot divina, que templa la amargura y el anhelo, y a otra patria las almas encamina: que llena ya el vaco del corazn, rasgado el tenue velo, 219 Francisco Laliga Gorgues pues del amor el eternal roco cay en su fondo reflejando el cielo. Salve t, oh Caridad! Sobre la cumbre del Glgota, teido en sangre pura, entre olas sin fi n de blanca lumbre se alza la cruz soando la ventura; y en mltiples colores la regin del espritu inundando brota la senda del mortal, las fl ores que aroma la esperanza aleteando. Desde entonces el lema sacrosanto se repite en tiernsimas escenas, y a las horas de duelo y de quebranto otras suceden de alegras llenas; y del Norte brumoso al abrasado Sur, rfaga pura lleva un himno inmortal ledo y grandioso que en el clamor la salvacin fi gura. Arrebatado de furor saudo ruge Satn desde el profundo abismo, y al hombre enlaza en tormentoso nudo separndole as del cristianismo. Mas surge del espacio la divina deidad bella y tranquila, y derrumba el malfico palacio donde el genio del mal su odio destila. Sublime caridad, genio divino! T eres que ves nuestro pesar creciente, y apartas los abrojos de un camino que baa tu fulgor resplandeciente; y al trono de Dios subes con los ojos baados por el llanto, y sonre Jess, y los querubes repiten ya de Redencin el canto. 220 Poesa. Herencia familiar A SANTA TERESA DE JESS A mi querida ta D. C. B. Al pursimo albor de la maana, volando al contrapuesto sol de oriente que en sus reflejos de palo y de grana baa los campos de zfir luciente, sobre nubes de rosas y amaranto hoy el espacio atravesar la veo de las arpas serficas al canto. Al aire la alba tnica: en la frente la aureola divina de sus glorias; el labio sonriente como dando al hablar paso a la idea con que en sencillo y mstico lenguaje pinta su amante llama gigantea: sobre el pecho simblica la palma, y de la fe agitando la urea antorcha cuyo fuero inmortal le abraza el alma... S, miradla cruzar! Cielos y tierra envuelve en sus fulgores virginales. Quin es decs En su inmortal victoria transverberado el corazn exhibe: Amor repite el ngel de su gloria, Muero de amor una mujer escribe. La que a impulso de esfuerzo soberano del Sumo Bien que su existencia absorbe la huella celestial buscando en vano por el erial orbe, en claustro solitario se sepulta para amar a su Dios con doble celo, y del mundo la oculta el inviolable muro del Carmelo. Y canta desde all y el viento invaden suavsimos rumores y armona: no es del cielo de Jonia el ronco acento con que su creadora fantasa forma el Olimpo a los vencidos dioses de su bella y falaz mitologa: no son de Palestina los cantares que en los frtiles valles de Judea la Sinagoga exhala en sus altares al son del arpa hebrea: no son los himnos blicos, cantados en la pagoda oscura, 221 Francisco La liga Gorgues o del sagrado Ganges recitados en las riberas de eternal verdura: no son los vagos sones que al salir del recndito hipogeo del Nilo las fl orestas armonizan y al pie mueren de agrestes panteones: no son los torpes cantos religiosos que del fenicio cruento santuario las bvedas emiten y las cumbres del Libano repiten en eco dolorido y solitario; son los preludios que en sublime coro, latentes en los salmos del profeta al tiempo arranca el rgano sonoro cabe el dintel de catedral cristiana, y el inefable amanecer anuncian de hermosa y pura y eternal maanal ... Y nueva esposa, del vergel divino recorri la magnfica espesura, vertiendo a su regreso en su camino ros de luz y efluvios de dulzura. Vag por la pradera do el terebinto de Sin florece cabe la orilla del jardn sonoro, y de su hermosa virginal ribera cogi la pasionaria y su aroma aspir y envi a la esfera envuelta en piadossima plegaria, y a los retiros del Seor corriendo, ante la cruz caa, que en medio del camino de su sombra y descanso la alegra ofrece al fatigado peregrino; y preguntaba al eco del desierto y al viento equinoccial de sus montaas, dnde moraba el que encendi la hoguera del infinito amor en sus entraas. Dadme oh! dadme la lira con que sentado en coruscante nube la grandeza de Dios que Dios inspira en el Empreo azul canta el querube! Yo narrar los xtasis divinos que arrebatan el alma de Teresa: yo pintar su corazn amante que el dardo agudo que la hiere, besa, 222 Poesa. Herencia familiar y que al baarla en sus fecundos rayos, las inmortales mltiples mansiones responden a su voz en graves ecos y abren la ebrnea puerta a sus visiones. Yo ensalzar su fe y amor ardiente, aunque en desdn profundo a su sueo riente mentirosa ilusin le llama el mundo. Mentirosa ilusin!... Pregunta al eco por qu al sonido de la voz responde bajo el arqueaje de la nave, hueco: pregunta al ave osada por qu tiende su vuelo arrebatada y tras las nubes rpida se esconde: pregntale a la ola por qu nace cuando el aura en el mar su frente besa, y en la orilla en espumas se deshace buscando entre rumores fcil huesa: pregntale a la fl or por qu su broche abre al fresco roco de la aurora: pregunta al sol de oriente por qu en luz impalpable el cielo dora: y ecos y aves y sol y olas y fl ores dirn en armoniosa congruencia, que suenan, lucen, vuelan y fl orecen sujetos a las leyes de su esencia. Teresa as desde la sombra oscura ley del amor, al cielo se levanta: su alma cndida y pura que atormenta nostalgia dulce y santa, busca su patria tras la azul altura y ese ardiente, sublime misticismo que vierte urea pluma en mil raudales, que nace de la luz del cristianismo e ilumina sus obras inmortales, lo admite la veraz fi losofa, lo aplaude el mundo en su eternal memoria, la religin amante lo consagra, y lo sanciona la imparcial historia. Gloria a Teresa! Cual cristiano vate el arpa de la fe pulsando ardiente en medio del combate, yo errante peregrino le miro levantarse en las orillas de mi largo camino; 223 Francisco Laliga Gorgues y ante tu altar me postro de rodillas y persiguiendo tu ideal divino, pobre pigmeo que a los cielos mira, siento sin comprenderla, tu grandeza y en grato asombro el corazn suspira. Ah! tras esa regin donde volaste cuando la muerte te prest sus alas, en dulce y santa aspiracin sin nombre se alza tambin la mente del poeta que a Dios se acerca agigantando al hombre. Y con la frente herida cuya sangre el misterio mudo insulta, corre ansiando el velo que la esfinge a humanos ojos inviolable oculta, y abrasado en el fuego de su idea, sobre la tumba de las muertas razas su cerebro en la lpida golpea que entre los muros que elev la muerte y de la eternidad la brisa orea, all los ecos duermen que una generacin y otra atesora, de esa existencia cuyo ignoto germen del sepulcro en el seno se elaboral... Feliz t que el desierto ya cruzaste! T que en la nube del amor serena el Empreo surcaste, y una estela de luz tras ti dejaste que de santa esperanza el pecho llena; que muriendo de amor rica de gloria hoy el mundo te eleva en los altares, el serafn te ensalza en sus cantares y mi patria bendice tu memoria! Salve, oh Teresa! el fuego que me inspira cante tu amor profundo, y si mi canto en la garganta espira, pueda mi corazn decirlo al mundo. Dame de tu esperanza el gozo santo con la tierna impresin de tu hondo anhelo, y llore de placer eternamente soando con tu ideal y con el cielo; y en encantado prisma rutilante, sobre las brumas de la tierra alzado, pueda ver un instante tu traspasado corazn amante en brazos de Jess glorificado. 224 Poesa. Herencia fi nniliar EN LA ELEVACIN A LA SEDE ORCELITANA DEL DR. D. VICTORIANO GUISASOLA No ms los graves fnebres crespones del templo enluten la sagrada frente: no ms el eco de ayes y oraciones con desmayados sones retumbe por sus bvedas, doliente: no ms el albo coro preludiando los himnos sepulcrales arranque al tiempo en su letargo fro del Santo Rey las quejas inmortales: no ms la muerte sobre el templo tienda sus alas, y en dudosos centelleos sus negros y simblicos trofeos bajo su arcada gtica suspenda: no ms con golpe lento para entonar los cantos de la tumba su voz entregue el bronce al raudo viento que en el lejano panten retumba: hoy cnticos de amor, ecos de gloria el gozo traiga a reemplazar la pena, y a un suceso feliz, de orgullo llena abra sus anchas pginas la historia. Por qu Jerusaln, la cabellera suelta al aire y vestida de cilicio, con queja lastimera la muerte de tus hijos lamentando yaces ante el altar del sacrificio Seca tu llanto al fi n: grato el Carmelo te ofrece el mirto en su tendida falda, y en consagrado anhelo la azucena en sus cumbres de esmeralda. Cie con ellas tu amorosa frente que irradie alegra; descuelga el arpa que en letal silencio tras la columna mstica reposa y al taerla en tus manos, cariosa vierta doquier raudales de armona. Si a un hijo lloras de tu amor objeto que de su patria pereci en los montes, otro a quien surge del Profeta, pura la mano, con el sol de la ventura viene a inundar de luz tus horizontes. 225 Francisco Laliga Cargues As a Orihuela en su orfandad llorando a los pies del sarcfago fi guro, do del varn ilustre y venerado yacen los restos en osario oscuro. Mas sbito una voz que hiere el viento con entusiasta y mgico sonido conmueve el pensamiento y el corazn despierta, adormecido: y queda el alma herida viendo desde su umbral; contraste fuerte! dentro, el grave silencio de la muerte, fuera, el bullicio alegre de la vida. Levntase a su eco: enjuga el llanto de su rostro afligido y a recibiros con amor se apresta. Y mientras trueca su gemido en canto que el pjaro repite en la fl oresta: mientras con nuevas luces se orna el cielo cual presagio feliz de bienandanza y tiende sobre el suelo su nacarado velo la aurora del amor y la esperanza, ella elevando la gloriosa frente que la alegra trmula colora, llega con vos bajo el dosel fulgente que las riquezas de su fe atesora. Salve por fi n! los anhelantes ojos que an enrojece pertinaz el llanto, cansados de mirar guerra y abrojos a ti volvemos con fi lial encanto; y ante tus pies de hinojos resucitando al gozo ya extinguido, bendecimos tu nombre esclarecido. As tras cruda tempestad que el viento pobl de hondos rumores trocando el gneo azul del fi rmamento en pilago de sombras y de horrores, desde la selva umbra al sol saludan pjaros y fl ores con aromas y cantos de alegra. Canta, Orcels, al hroe cuya frente no cien los laureles de la guerra, sino que vierte al paso dulcemente el amor y la paz sobre la tierra. 226 Poesa. Herencia familiar El llega a tus campias seductoras con el olivo que el Seor bendijo, y de tu llanto trocar las horas en horas de entusiasta regocijo. Las mgicas auroras de dicha tienden sobre ti su velo: sopla la brisa que tu frente halaga, y en el espacio, vaga, sus alas de oro la ilusin agita y all se encuentra tras el ancho cielo; y aves y vientos y murmullos leves del hijo de tu anhelo la bienvenida con amor cantando, van sus ecos doquier espaciando; y mientras suena en noble efervescencia el grito general que as le aclama, sus hechos, sus virtudes y su ciencia repite con calor la hermosa Fama. Cantad, hijos de Zder: a su orilla volad en busca de olorosas fl ores, y la palma simblica y sencilla coged de sus pensiles seductores; pedid a vuestros bosques orientales la fl or de azahar ms pura que entre las hojas del naranjo asoma: del noble anciano echadla ante la planta, y convirtase en grato y suave aroma el leve polvo que al pisar levanta. Que no tras triunfo horrible, no tras sangrienta terrenal victoria que presagi un orculo mentido y por alarde vano, con trofeos esplndidos de gloria recibimos, de orgullo envanecido, al hroe vencedor griego o romano; que al horario del tiempo, del Dios -Hombre arrancando el acento, nuestro hroe respira igual aliento y tiene en su doctrina el mismo nombre. Por eso cruza los mundanos mares de la borrasca inslita al abrigo, y al arribar a nuestros patrios lares la bendicin de Dios trae consigo! 227 Francisco Laliga Gorgues Oh cuan grande es el da en que, sol esplendente viene a baar con sus fecundos rayos la esfera azul de nuestra dicha riente! Es un alba de gloria que como al beso de la luz las fl ores, se le abren las hojas de la historia ansiosas de gozar sus esplendores. Gloria, s, pero gloria duradera, gloria inmortal, felice: que pasar despus sobre las razas cual nevado vapor sobre los mares cuyas olas intacto calme y rice. Que arranca al arpa del cristiano bardo sus ms bellos cantares gloria a que siempre se alzarn altares, que el hombre ensalza y el Seor bendice. No esa gloria falaz mentida o vana que halla el guerrero a su sangriento paso que alumbra, viva, el sol de la maana e ilumina marchita el sol de ocaso, y que si al raudo tiempo desafa de la fama tal vez sobre la nube, con espanto los pueblos la contemplan y entre el vapor de sangre al cielo sube. Oh! no elevis estatuas de victorias a quien la destruccin lleva en su escudo, alzadlas, s, al que crea, al que alas prestando al pensamiento correr lo deja sobre el vago viento por el inmenso mundo de la idea: y all de cuanto alienta o resplandece los ecos recogiendo y los fulgores unidos al calor de un fuego santo, forman la gnea corona y el armonioso canto con que virtud y ciencia galardona. Esta es gloria, que al hombre eleva y dignifica, y el mundo de la noble inteligencia con sus flgidos rayos vivifica: que el sentimiento humano de la grandeza en el cristal retrata, y dulce al corazn y al alma grata 228 Poesa. Herencia familiar sin cesar se renueva en la memoria... que esa gloria bendita es una gloria que ms tras el sepulcro se dilata! Oh! ya mi fantasa mira tu ilustre nombre, Oh Guisasola, hendir del Eter el azul, ceido de inmarcesible esplndida aureola. Sus alas veo desplegar a la cultura bajo tu amparo protector, y en tanto la ciencia y la virtud con nueva vida alzan a ti su canto. Y en los cielos del arte, do flamea la luminosa antorcha de la idea, brilla el astro fulgente precursor de tu gloria soberana, que nace al claro albor de la maana para vivir con l eternamente: y aroma el bienestar su faz ceida del olivo felice, y a torrentes derrmase la vida ante esa puerta que tu amor bendice. Ante esa puerta en fin! Bajo sus naves fecundo germen de sin par grandeza, puras brisas suaves dan al cerebro pensamientos graves y al corazn latidos de terneza en ese umbral donde la cruz levanta centinela del mundo entre nubes de fe en ensea santa, en xtasis profundo miro en esplendorosa apoteosis cmo al celoso impulso de tu mano la bienhechora religin de Cristo vierte la paz sobre el linaje humano. Y el pilago al abrir de su hermosura en luminoso, inmaterial torrente las artes de lo bello que en rauda aspiracin surcan la altura, se baan por tu amor en su corriente: y arrancan la pureza a sus cristales y a sus olas armnicas los sones, y beben en sus corrientes caudales la grandeza inmortal de sus creaciones; y huyendo la impiedad, la indiferencia 229 Francisco Laltga Cargues que es de la inspiracin negro sudario, con levantado vuelo refgianse a tu voz cabe el santuario. As en la noche oscura de los siglos cuando sopl de la barbarie el viento que el mar del mundo alborot, su infanda muerte huyendo en su aliento, ver creo al ave hermosa de la ciencia que naufraga en el puerto literario y herida y despojada de su palma del claustro solitario busca el silencio y salvadora calma. Tiende tu brazo y brille esa alba santa que Dios desprende de su luz eterna; truquese en realidad ilusin tanta... y al que hoy en nombre del amor te canta, dale tambin tu bendicin paterna! 230 Poesa. Herencia familiar AL PARTIR Cuando silbe la audaz locomotora que me aleja de ti, y hendiendo las montaas, voladora slo en pos deje soledad traidora, ruega, madre, por m. Cuando te anuncie el sol ya moribundo la hora en que part y turbando el silencio de ese mundo escuches misterioso un ay! profundo acurdate de m. Cuando te llame la feliz campana al templo donde un por vez primera en virginal maana a la tuya mi splica temprana, ruega, madre por m. Cuando entre los acentos de ventura que vibran junto a ti escuches un acento de tristeza es mi voz que te dice con dulzura: ruega, madre, por m. Cuando veas la alegre golondrina cuya llegada vi, que surcando los aires, peregrina, a otra regin y a otro pensil camina, acurdate de m. Cuando del aura el misterioso aliento percibas junto a ti y el ruiseor con quejumbroso acento su sentida cancin entregue al viento, acurdate de m. Cuando la luna cruce la ancha esfera y al cenit do la vi la ltima tarde, llegue en su carrera, derramando tu lgrima postrera, ruega, madre, por m. Cuando te anuncien los sagrados bronces el da en que nac e inunden tu memoria mil recuerdos al toque de oracin, oh madre!, entonces ruega, ruega por m. 231 Francisco Laliga Gorgues NUBES Quin soy De dnde vengo A do camino Horas de honda y letal melancola que nublis el confn de mi destino; caigo en mi senda, dbil peregrino, por qu ests triste y gimes, alma ma Qu es la vida De lgrimas formado y de sangre y cieno, qu es el hombre En vano a la razn he preguntado, que ella su aspiracin ha mancillado sin verter una lgrima a su nombre. Sombra angustiosa y eternal misterio! Nace el hombre a la luz del sol de Oriente, anhela, llora ms, cesa su imperio, y le alumbra en el vasto cementerio con su rayo postrer el sol poniente. Nubes cubren el alto fi rmamento, la nube ocupa el valle, escala el monte, la rasga airado en el espacio el viento, y sombrea el azul su pensamiento del cerebro en el plido horizonte. Desborda del afecto la ternura ro de amor del alma por el llano; y muestra al ser lanzado en sima oscura, el insondable abismo de amargura, que oculta el dbil sentimiento humano. Extrao sueo que abort la mente es sin duda, ay de m! la humana vida: es ilusin perpetua lo presente, es nada lo pasado eternamente, y el porvenir es noche oscurecida. Sangrienta burla y torcedor horrendo esta horrible existencia, este destino: que al dolor de la duda resistiendo, ay! va el hombre sus das consumiendo sin luz y sin conciencia y sin camino. Malditos ojos que la luz anhelan y opaco encuentran de la luz el astro! Malditas sombras que mi frente velan, malditas dudas que mi alma hielan, maldita, en fi n, la vida en que me arrastro! Que en lgrimas de un fuego que me abrasa el calor de mi ideal voy consumiendo 232 Poesa. Herencia familiar sin hallar a mi afn trmino o tasa, y a cada instante en la ilusin que pasa va el dolor forma nueva recibiendo. I Iermosa ests y joven, oh, natura! bellas tus perspectivas de colores, bellas son tus auroras, tu faz pura, bella tu primavera que satura de luz el cielo y el vergel de fl ores. Dulces son los acentos de tus aves que a par resbalan de cercana fuente: dulce el rumor de tus cascadas graves, tus fl orestas son msicas suaves que pueblan de armonas el ambiente. Bella es tambin la juventud del alma mula de la luz y de las fl ores: crislida que vuela tras la palma que vio en ensueo de dichosa calma cabe oasis do ren los amores. Mas tanta luz y aromas y armona, son ms que sombra y pena y luto y muerte, si es la misma ilusin de la alegra fl or de la aurora que al morir el da a merced de los vientos vaga inerte Ah! ver la luz que el fi rmamento dora desde la oscura crcel de este suelo; gemir en la impotencia hora tras hora en ansia de gozarla, abrumadora: esta es la vida del que cree en el cielo. Mas la sangre que cruza el organismo con fuertes olas en la sien golpea: vulcase el corazn sobre s mismo, y del cerebro el tenebroso abismo se alumbra y arde al fuego de otra idea. Quiz entonces el espritu sediento sus alas presta a la materia ruda, mas intil del bien es el aliento: ciega la juventud el pensamiento y nuestra senda el polvo de la duda. Y de su ardiente afn tras el exceso palpita el corazn enternecido que lleva un nombre con su sangre impreso, cuando tal vez de la ilusin de un beso parece el universo suspendido! 233 Francisco Laliga Cargues Mas; cmo ve volar las ilusiones, de los anchos vergeles de la vida y rizados insectos juguetones, vaporosa llevndose en jirones la lgrima ms dulce y ms sentida! Lleva el viento la voz de la campana y el cielo buscan los humanos ojos: y entre la bruma plida y liviana, la luz ven reflejarse del maana del horizonte tras los velos rojos. Ah! qu valen dichas de la tierra, sus glorias, sus placeres, sus honores, si rinde al alma su continua guerra, y amargo tedio al corazn se aferra y el pensamiento es pasto de dolores Bendita la esperanza cuyo grito hizo Dios que en el pecho humano vibre moviendo el corazn donde est escrito que es luz sin nube alguna el infinito y es esa eternidad del alma libre! 234 Poesa. Herencia familiar AL SIGLO XIX Quin cantar el magnfico poema de esta edad que se afana y ora y lucha en esos valles do la mente quema de su numen el sol Guarecida su alto destino escucha, y al crepsculo vago y solitario que del ter desciende para llevarse la oracin cristiana, extingue el ritmo del taller fecundo: en su ancho itinerario que de pasadas culpas le redime al eco de metal de la campana se postra en tierra con fervor profundo, y llega el pensamiento hasta el Calvario, fuente de amor que purifica el mundo. Oh excelsa inspiracin! dame a torrentes del entusiasmo el poderoso fuego, cuyas alas potentes mi espritu remonten con sosiego por las cumbres fl oridas y esplendentes! Nostlgico gemido del poeta que el ideal en tus cantos esclavizas, tu mgica paleta pinte en la oscura meta el fnix que renace en sus cenizas. Llamarada fugaz, fanal riente que alumbra el porvenir, tu altivo canto precursor del maana Tirteo de estas luchas, gloria y llanto, es llamamiento santo de esta cruzada de la raza humana. Desciende al antro en que dej la historia con su nombre en los mrmoles grabado de su muerto ideal la yerta escoria, mientras a otras regiones y a otra gloria marcha el pueblo feliz regenerado. Desciende, s: en un ngulo escondido an arde en roja lumbre la antorcha celestial de Prometeo, se eleva all del Sina la cumbre, y arrastra el Nilo en su vapor mecido el sueo de Alejandro y Ptolomeo. 235 Francisco Laliga Gorgues Y de la enhiesta roca vislumbrando la cima soberana, en inquieta espiral traza su vuelo el guila inmortal, la idea humana enamorada del brillante cielo. Como falange de indomables olas que en su ancho mar la humanidad eleva en vagas aureolas, tras la conquista en fi n de su destino que escrito acaso lleva ya arrastrada o un punto detenida, pero amando y gimiendo en su camino, la masa de los pueblos all sube por el monte escabroso de la vida. Palenque universal! all radiante entre las ondas de extendida nube del arte el templo que su puerta abriera al mundo de la esttica gigante que rompe de los tiempos la carrera: all el ariete de la ciencia humana socavando el misterio: la natura envuelta en el vapor de la maana de fl ores la aromosa vestidura; la religin, arcngel de ventura con el divino empeo del corazn ardiente que a Dios gua, porque le ha visto en el edneo sueo y a l le lleva el amor y la poesa; cabe sus cielos de zfir brillando por mar y valle y monte el sol de libertad se va elevando para inundar de luz el horizonte, y all del alma en la azarosa duda que busca la verdad, noble si ruda, vale ms que la clmide espartana, ms que la imperial prpura romana, el msero sayal del viejo Budha o el roto andrajo de la fe cristina. De all surgi! cual germen que en el surco en embrin la planta entierra y en cuyo seno los perfumes duermen que han de inundar un da la ancha tierra. As el siglo actual recibi vida de la pasada edad entre el sudario, 236 Poesa. Herencia germinando en arteria desmedida en el hondo sepulcro cinerario y al fi n resucit: fresco roco inundle en la zona do el gnomo errante, el manantial del ro con rocas escalona, y surgi como globo al blando ambiente rompiendo el envoltorio, que vetusto, la figura hiertica aprisiona; del corazn templ las ligaduras que a la inerme materia le encadenan en las regiones del ideal, ms puras, que amor y gloria llenan su celaje extendiendo en lontananza, y palpit en sus labios encendida la llama del progreso y la esperanza. Gloria oh titn! Su fuente clara y pura brind a tu sed sus lmpidos raudales, tu redentor espritu el aliento nutri de altos ideales, y fue la libertad el rbol santo a cuya sombra augusta tu sed saciaste en infinito llanto; y su savia que es sangre de la idea, y sus aromas del Edn aroma, con esas hojas que la brisa orea, repoblaron su copa que platea la aurora que en Oriente asoma. Comienza en la caverna nuestra gloria Da en prlogo a estos das sus razas aborgenes la historia: desde toscos altares do el desmo enton sus profecas, el ngel de la lucha y la victoria con aleteo blando cruz el aire con flgido destello, en el alma animada de lo bello los nuevos ideales encarnando. Eran paz, fe y virtud, progreso y gloria, y del amor universal la llama que las historias funde en una historia, los pueblos en un pueblo que a Dios ama. Ni distancias ni edades se alz a reconocer: fue grande, activo, 237 Francisco Laliga Gorgues y pobl las llanuras de ciudades, los mares de bajeles, de globos el espacio, jams visto, los vergeles de fl ores y deidades, de rayos el vapor, y en el recodo del sendero, elev la cruz de Cristo dominando las vastas soledades. Y ardiente, universal, genio y belleza admir por doquier: el rumbo nuevo le apart del pasado mas no para execrarle, que el polen fecund de su grandeza llevndola a su altar entusiasmado. As el mrmol de Paros animado an palpita en estatuas inmortales; de Lncade en la roca an la pasin en el delirio toca por los cantos de Safo sensuales: al borde del torrente an nombra el bardo de Albin la playa cristalina do abandonada solloz Malvina. Roma an arroja desde el grave Foro la voz de sus divinos oradores, el sol con rayos de oro saluda an orientales miradores, y a sombra de las palmas del desierto, do se lamenta el rabe proscrito, despierta Farahn en su sepulcro de nuestra emulacin al hondo grito. Oh! vates de mi Iberia, meced al aire vago la estrofa escultural del alma halago, celebrando al titn que labra y ora, y cual fuente, raudales bullidores, vierta la inspiracin perlas y fl ores en ondas de armona encantadora. El rumor del taller, el comprimido palpitar de la mquina, el sonoro golpear del yunque, el srdido ruido del agudo azadn que busca el oro, del barreno en el monte el estampido, el murmullo en las fuentes y canales del agua corredora, 238 Poesa. Herencia familiar del vapor el silbido con que salva los bellos praderales alas dando a veloz locomotora, componen la balada que del moderno Alcides vela el sueo y que en ondas de luz enamorada lleva la blanda brisa porque despierte a un porvenir risueo: y envuelve al mundo la celeste lumbre, que del calor irradia, de la idea, y all de su Pentlico en la cumbre el estandarte del progreso ondea. Salve, oh siglo sin par! Alza tu frente y del Dios que marcara tu destino la redencin recibe nuevamente: la tierra sometida, la noble inteligencia levantada al pedestal entonces de tu gloria, contigo subir virtud preciada; coloso as del tiempo, excelso y fuerte, vers al fi n tu aspiracin cumplida hoy del dolor en la penumbra inerte, que es con Dios luz la sombra de la muerte, y sin Dios no es posible amor ni vida. 239 Francisco Laliga Corgues AL MAR Ciendo con encajes de espuma la urea playa por algas alfombrada lanzadas en turbin, cuando su oleaje frvido por su extensin desmaya vedlo al velar la tarde su disco cual ensaya celestes armonas o fl bil oracin. Ya por su espalda vuela la nacarada espuma que dora el sol de ocaso con apacible luz, y sus turgentes ondas de varia color suma se aduermen en los riscos en lechos de su espuma mientras la noche tiende su lbrego capuz. Celajes de oro y grana de donde el fuego brota arranca al cielo inmenso su difano cristal: la brisa vespertina su superficie azota: la barre con sus alas la rpida gaviota: la besa, de las naves el himno, en espiral. Yo, oh mar! de emocin lleno, desde la azul montaa admiro tus colores, tu plcida extensin; tu orilla en que se eleva la rstica cabaa cual cariosa amiga, y la isla que acompaa tus ecos de sus msicas con el agreste son. Yo cuando al mundo antpoda el astro rey desciende o asoma por Oriente su esplndido fanal, o en lluvia de arreboles el fi rmamento enciende, te admiro, o cuando el buque tus blandos surcos rompiendo olas plateadas en lneas de cristal. Yo al numen de tus aguas ped la ebrnea lira que oculta entre sus ondas soando el porvenir: y al derramar las lgrimas que tu hermosura inspira sentme transportado al mundo en que suspira la virginal natura de lnguido rer. Yo te amo: amo tus sirtes, tu prolongado grito, me espantan tus cerleos abismos sin color; que tal vez simbolizas la lucha en que me agito y creo que la rada que ondula en tu infinito brinda al doliente sueo del imposible amor. Informe, en negras nubes rodabas en el viento en esos receptculos de la alta inmensidad, y dijo Dios: del caos resurja el fi rmamento, abismo ser el ter y abismo el mar violento... y muros de granito lamiste en libertad. Te desplomaste al suelo: como crespn de auroras cruz por ti la tromba de horrible majestad, 240 Poesa. Herencia familiar iz tus tempestades terribles y sonoras y se perdi en volcanes de lavas quemadoras all en golfos ignotos de tu honda soledad. Mostraste al argonauta tus senos recatados donde, en lapdeas grutas, las perlas y el coral en ramas gigantescas y en rboles cuajados pendan sus racimos tal vez tornasolados de peces mil elctricos, al aletear sutil. Mostr tal maravilla tu suelo submarino de hermosura y riquezas en gnesis fl oreal; sus bosques y montaas de aspecto peregrino tan bellas se ofrecieron al buzo en su camino que fue un antro cerrado cual concha virginal. Tus montes levantando de crestas de esmeralda, qu nave ms preciosa tu seno no trag cual sobre el horizonte bajando por tu espalda peligros y temores y dudas no dej Cun dulce me embriaga la ideal melancola que en todo mi ser vierte tu lnguido rumor, con que los aires pueblas, cuando al morir el da, a la ilusin despides con fl bil elega pidindole que vuelva con el primer albor! Quin como t la mente remonta a lo infinito vagando entre tus brumas en alas de la luz, pasando por los montes de rocas de granito cuando tu hirviente seno se agita en sordo grito forjando sus penumbras de plido capuz T el idilio cantaste de cndida ternura cuando ofrecise viva la esplndida creacin, de claros horizontes, de bosques de verdura, que an no tus hondos senos la tempestad oscura rompiera al levantarse con hrrida explosin. T recogiste el llanto que la ventura encierra cuando el edn terreno de alado querubn vio la fulmnea espada, como serial de guerra; y an a las altas cumbres el alarido aterra con que tu genio su ira desencaden por fi n. Los ejes de la tierra conmueve un cataclismo: ielvanse los Andes del aire a la regin lanza el sol, destrozada, la tierra al ancho abismo Oh no! suena en las nubes la voz del cielo mismo, t eres que el crimen barres del mundo en la extensin. Dnde la rica Atlantida tu cruel furor oculta Sobre su faz tendise tu efervescente tul, 241 Francisco Laliga Cargues invdenla tus olas, tu seno la sepulta, y grande y repoblada y hermosa y libre y culta un eco de su historia tan slo hendi el azul. As en ronco murmullo tus lquidos cristales preludian su epopeya de horrible destruccin: es muerte esa agua verde que sube en espirales; tus brbaros rugidos los salmos sepulcrales, tus frvidas espumas, fnebres gasas son. Pero del hombre el genio, oh mar! venci tu orgullo; la quilla de sus naves cruz de ti a travs: y de la raza pnica al comercial arrullo, leg de ciencias y artes el bienhechor capullo que en las beras playas fructific despus. Y t en gemido eterno y en lucha singular los hombres y las glorias viste ante ti pasar; t de una y otra raza la palpitante idea has recogido, en esa tu linfa que verdea, y luego has ensayado con ellas tu cantar. Alzar viste a Neptuno su flgido tridente cruzando las espumas con carro de Zafir; geman las sirenas all en isla esplendente, las ninfas que habitaban tu alczar transparente, su cuerpo entre las ondas, sacaban a lucir. Y al pie del templo hundido del Hrcules pagano narraban las nereidas en armonioso son las glogas sentidas del cisne mantuano, las trovas escultricas del vate soberano, del ciego de la Jonia, del bardo de Ilin. Pero pas la helnica feliz mitologa y reflej tu espejo, del Glgota, la Cruz, que en su misin celeste las zonas recorra tiendo las esferas de nueva poesa, virtud dando a las almas y a las conciencias luz. Se columpi en tus aguas la nave salvadora con rumbo hacia las playas del bien y la verdad; brisa de amor la oreaba, guibale la aurora, los mitos le asaltaban de la impiedad traidora, mas de la fe al esfuerzo, gan la eternidad. Nubl tus horizontes la tempestad brava, cruz el aire el relampago siniestro en su huir, y al son del ronco trueno la ley se traduca sobre tus ondas turbias de prpura sombra, del Trirreme el velamen esclavos al cubrir. 242 Poesa. Herencia familiar En pos de tu variado paisaje submarino la nave gui sus rumbos a extica regin, y vio all entre sus olas al rpido marquino cantiles de otra Zembla, y el corte peregrino de aquella catarata del polo, en expansin. Su acceso ella impidiera: corrientes verticales, cetceos y delfines llevaban al pasar: su empuje les guiaba, y efluvios desiguales; las brumas hiperbreas, sus hmedos cristales, volando iban con gotas de perlas, a empaar. Salvaron tus linderos las naves espaolas, e ignotos continentes el cielo les brind; y luego, sus alegres marinas barcarolas, sonantes repitieron sus albicantes olas del Sur que las meca y el Norte que las vio. A par del alba estrella perdida en nube airosa se henchan los espacios de luz crepuscular del triglo al raudo vuelo de boca luminosa, que en opresin elctrica su rfaga lumbrosa deja en el aire y hndese bajo el sombro mar. Moran en tus arenas las primordiales rocas virgneas y verdosas que el cielo an no alumbr; y a fl or de agua, en tus riscos, tus ondas miran locas esplndidos banquetes de nutrias y de focas cuyos albergues hmedos tu aliento satur. No envidias a los campos su gala y su verdura: y en blandas olas meces las arboledas t, do en vez de aves hay peces, cuya coraza dura el iris vierte en tintas de gentil hermosura, que el nido a sombra ponen del lirio y del bamb. Pacfico o ya Negro con istmos y canales dilatas tus dominios por extensin sin fi n; las cuencas del Atlntico por tersos mil raudales, las costas de Noruega por brbaros caudales, en remolino inmenso pasean tu confn. T inmenso, eterno, smil del hombre soberano, del pensamiento tienes la sorda agitacin; sus glorias son fugaces, cual tu vapor insano, amargas son tus aguas como el dolor humano, volubles son tus ondas cual es su corazn. Por eso me embriaga la ideal melancola que en todo mi ser vierte tu lnguido rumor, con que los aires pueblas, cuando al morir el da 243 Francisco Laliga Gorgues a la ilusin despides con fl bil elega pidindole que vuelva con el primer albor. O cuando all en el cielo la solitaria luna se duerme en los celajes de plido color, perdida en los espacios en donde hallara cuna, como recuerdo triste de gloria o de fortuna, fl otando por tu pilago con rielante esplendor. T cantas porque sientes, oh lira!, de los mares, cuando tus cuerdas templa, del cfiro el gemir; y el llanto que me arranca endulza mis pesares, y caigo de rodillas pensando ante tus lares en el que henchi de perlas tus senos de zafir. Yo te amo, oh mar hirviente! nostalgia indefinible tu aspecto ofrece al hondo sensible corazn; por eso me devora la sed de lo imposible y en tus orillas rojas, de cielo inmarcesible, as entrego a los vientos mi pstuma cancin. Alzate y ven y arrstrame con furia bramadora; tu espuma sea mi sudario, panten tu inmensidad; sobre tus ondas cruce mi alma voladora, y encuentre en esas playas, que luz increada dora el mar de sus ensueos, la azul eternidad! 244 Poesa. Herencia familiar IMPRESIONES DEL INVIERNO Llega: blanquea el monte de nieve coronado, presntanse desnudos praderas y collado y ruge en la llanura violento el vendaval. suspenden sus tonadas los pjaros cantores cruje reseco el rbol sin pompa ni verdores a par que el valle cruza crecido el manantial. Sus congelantes hlitos la atmsfera saturan, returcense los mares que gimen y murmuran del Breas tempestuoso cediendo a la impulsin. Por tierra, mar y tierra sus velos extendidos, ante sus yertos brazos en derredor asidos se agita y palidece convulsa la Creacin. Llanuras y montaas cubre al nacer la aurora la densa niebla fra donde el roco mora, y el germen de la vida paralizado va. En destrenzados hilos la lluvia cae del cielo formando cieno inmundo sobre el helado suelo, y en rfagas letales envuelto el orbe est. Azota las murallas el cierzo embravecido que trae bajo sus alas quiz leve gemido que errante acaso vaga del aire a la regin. Fin ponen a sus himnos los dulces ruiseores, y el sitio donde ocultos cantaron sus amores, eterna sombra cubre de llanto y destruccin. Aglpanse las nubes y vuelan por la esfera fantsticos engendros, que, en rpida carrera el horizonte salvan hundindose en su tul; rojizas del crepsculo las tintas muestra el viento, cuando al caer la tarde, del ancho fi rmamento en pilagos del fuego transforman el azul. Caudal de opaca sombra, tristeza y amargura la frente vela el orbe, que moribundo apura del tiempo en el horario la copa del dolor. La noche se adelanta su luz quitando al da y con ardientes ojos la absorta fantasa tan triste panorama contempla con terror. 245 Francisco Laliga Cargues Doquier el desconsuelo, la muerte por doquiera; espira la Natura; su tumba es la pradera, sus salmos de agona la voz del huracn. Y all en la noche oscura, su alma solitaria cruza el Eter que alumbra la blanca luminaria, y en ignorado seno reposa de su afn. Invierno, helado invierno, presagio de la muerte cuya invisible sombra de tu carroza fuerte, va en pos, sembrando lgrimas y luto y afliccin! T la marmrea losa levantas, denegrida, y el sueo eterno ofreces a la agitada vida con sus eternas dudas y horrible expectacin. Y en esas tristes noches de tempestad y fro, de la exaltada mente medroso el desvaro que brota al tibio hlito del fuego del hogar, suea un ciprs distante y mi alma sin consuelo sobre l helada y triste un ay! enviando al cielo que arroja all a lo lejos fuerte huracn. Mas ah! tal vez se truecan en dulces ilusiones de aquellos graves sueos las plidas visiones, cuando a la tumba baja del alba el resplandor. Que hay algo que murmura con voz desconocida que es la sombra muerte comienzo de otra vida, eterna primavera de dichas y de amor! !... Y as lo piensa el alma: si todo cuanto existe para la vida enlaza la muerte en ley bien triste; si hay sueo en la existencia que tiene despertar, tambin lo tiene el sueo que al panten nos lleva, do de la extinta sombra renace la ley nueva que en infinitas ondas el alma ir a llenar. Por eso cuando llega con muerte y sombra oscura el cano invierno, en alas de un viento de amargura llevando mil recuerdos e imgenes en pos, con dulce llanto el hombre su frente eleva al cielo, y mira tras las nubes el sol de su consuelo, y tras la tumba impa la caridad de Dios. 246 Poesa. Herencia familiar AL EXCMO. E ILMO. SR. D. VICTORIANO GUISASOLA OBISPO DE ORIHUELA, EN SUS DAS (1885) Eructavit cor meum verbum bonum. (Salmo 44, V. I.) No morirs, Iglesia, Hija de Cristo, no morirs: tus muros almenados en la nueva Sin de Roma he visto izar tus estandartes consagrados. La parda torre del espacio hermana se eleva en la ciudad cual titn santo que escalar quiere el cielo: abre en su capitel la fe cristiana el botn de su fl or de dulce encanto que lluvias de piedad atrae al suelo, y despertando al mundo de su sueo a la luz de otra maana, lleva el viento en sus alas, errabundo, la magnfica voz de la campana. No morirs, Iglesia, Hija de Cristo: bajo tus altas naves se transmiten las razas su memoria, y canta la espesura en himnos graves las santas hermosuras de la gloria. Puerto en el mar undoso de la vida, cuya nave hace rumbo a otras regiones, fl otan all cual bruma suspendida de la esfera encendida torrentes de plegarias y oraciones; y el hombre en cuya mente el plasma se verti de lo infinito que traducido en la nostalgia ardiente traslada al corazn su grito, pstrase y llora al pie del ara santa con cndida alegra, viendo el eterno sol que se levanta rasgando el manto de la noche umbra. Iglesia! madre ma! eterna fuente que derrama en la tierra sus raudales desde el virgen peasco, nuevamente herido por la sed de los mortales: Iglesia! eterna cuna 247 Francisco Laliga Cargues de hroes y santos, consagrada esposa en cuyo lecho germinal se acuna blanca azucena y perfumada rosa: esplndido vallado que el horizonte envuelves con tus velos alas del ngel que vol a tu lado, y rizado espejismo de los cielos: Iglesia! templo de la ciencia humana que a la ciencia suprema le avecina viendo en unin cristiana la fe mortal y la ilusin divina, cuntame la grandeza de tus glorias, cuntame tus combates inmortales e innmeras victorias, cuntame lo que dicen las historias, de tu vida humanal vivos anales; quiero aprenderlo, s: quiero en mi canto el aroma verter rico y fecundo con que le embalsam el Prncipe Santo, que con sola una gota de su llanto fuera capaz de redimir el mundo. Aqu la piedra dura que escucha la oracin del cenobita, all la cripta santa que aprision la catacumba oscura, el bronce ac que canta y en el letargo de la fe se agita, el sayal, el suplicio, el derruido torren, la veste ajada, la crcel que contempla el sacrificio cual sangriento fi nal de la jornada, y luego en misteriosa apoteosis en la montaa del Tabor serena transfrmanse en las dichas que extasan todos estos reflejos de la pena, y revolar las almas junto a las puras y fl exibles palmas que de celeste luz la altura llena. As al cantar tu dicha, oh, Guisasola! en tan venturoso da, de tus glorias envuelta en la aureola vol a otra edad mi ardiente fantasa. Gloria, quise soar: mi pensamiento cual guila potente 248 Poesa. Herencia fatniliar vol en torno al vetusto monumento que el peso de la edad sobre s siente, y del templo inmortal en los umbrales donde la accin preclara se eterniza, fnix de sus ideales que a travs de las brumas terrenales siempre renacer de su ceniza, quise grabar para eternal memoria una pgina insigne de tu historia; laurel, amor e idea, donde mi nombre y tu innegable gloria la nueva raza con orgullo lea. Palma de Gades de los frutos de oro, argentino torrente que los lirios del valle fecundando copias la luz del Eter refulgente, tmido cervatillo que atraviesas jugando sus pensiles, terebintos gentiles que invads la ancha senda del castillo, plyade de ilusiones que engendra virgen la oriental poesa y disuelve en los aires la armona que hace latir creyentes corazones, dame imgenes ricas de hermosura, dadme fl biles sones, y suee mi inspirada fantasa que an atesora Edn nuestra ventura! Oh! no hemos de llorar en triste llanto: Por qu el arroyo que llen su albeo ama otro valle en tanto con las rpidas alas del deseo Por qu la golondrina cruza en Abril los africanos mares para ir a recordar que el sol declina donde puso su nido entre cantares Por qu el retoo que brot el olivo de cerlea esmeralda tie una hoja para que el viento, esquivo se doble de temor y de congoja All donde la suerte nos coloca al nacer: donde la vida para nosotros despleg su tienda puesta al sol y a la noche recogida, 249 Francisco Laliga Gorgues all cantando a Dios eternamente crucemos nuestra senda que cubren paz y amor, con esas fl ores que despiertan del aura el beso ardiente y abren su cliz rebosando olores. No en el desmayo vacilar: el alma se cierne en vuelo blando y en las mismas corrientes de las cosas un golfo hacia su patria va cruzando; as la niebla que subi del ro arrastrada por ondas abrasadas, traspone el bosque umbro y fl ota en las alturas azuladas. Esta perpetua indecisin que oprime al espritu en crcel de tristezas, de la verdad que alumbra y que redime ha escuchado la voz: en vano el Ido con majestad su trono de grandezas ha de ofrecer al Jpiter mentido: la estatua, el capitel, el monumento, el canto, el pensamiento, no con su sombra inundar el olvido, mas la sibila en Delfos ya no dama. No da Ammon al desierto su armona ni arde Apolo en su llama; que an del Sina la cumbre esplendorosa queda a la nueva luz oscurecida de aquel que en el Calvario yace inerte, extinguiendo el imperio de la muerte por darnos el reinado de la vida. Oh t ilustre Prelado a quien ama y bendice mi deseo y envidia de tu gloria los fulgores porque en el alma creo! Oye sonar mi voz en tu alabanza: t en la cruzada del error elevas de la verdad el mgico estandarte: tras tu huella se lanza falange de tus hijos a quien llevas a los palenques del cristiano Marte, y vuelve a su antro impuro el error orgulloso, ya vencido, y blasfema, y responde as al conjuro de Luzbel, por los siglos repetido. 250 Poesa. Herencia familiar yela hoy en la mente ma es de amor y entusiasmo arrebatada y as invadi radiante de alegra la henchida esfera de la edad pasada: un arpa tu voz repetir vibrando al ceir el acero en la pelea o en ritmo al cantar blando la bendicin de Dios que en ti aletea, que t, incansable y con ardiente celo, la insigne Iglesia orcelitana riges, trabajas con anhelo, y a las almas creyentes que diriges muestras en fi n la senda que va al cielo. Gloria tuya ser: bien tus afanes dice tu excelso escudo; en medio de esa lucha de titanes que el templo baten con empuje rudo, el error, la impiedad y la hereja, t ardido lo levantas y vencedor al reclinar el da de Dios el nombre inmarcesible cantas: infundes en el nimo abatido la esperanza celeste que arrulla el corazn en su latido y alumbrando las sendas de la vida de tu ciencia sin par con los raudales, de ese templo inmortal, cuyos umbrales se abren por dar cabida a tus acciones. Querube de blancas alas portador de esplendente primavera que el fecundo roco de tus galas tiendes desde la cumbre a la pradera, dame tu ebrnea lira este da en que arde el pensamiento y ante el noble Prelado que hoy le inspira sus rimas vierte cual fi lial saludo de carioso acento! As de cercos flgidos su historia ornada al eco de mi canto sea, y bendito del pueblo en la memoria, se eleve el monumento que ilumina la fe con viva tea donde su nombre y su innegable gloria la nueva raza para siempre lea. 251 Francisco Laliga Gorgues A LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS 7 Patrona de Valencia Flor divinal de esencia embriagadora que a orillas del Jordn brotaste un da; sueo del pobre vate que te adora, ensame a pulsar la lira ma: que al tenue albor de la naciente aurora un pueblo delirante de alegra pstrase ansioso al pie de tus altares, y te ensalza con frvidos cantares. Tributo de su amor fi lial ardiente en esa pompa que tus glorias canta: ecos, fl ores, plegarias, luz riente, nubes de incienso cabe el ara santa: arriba la piedad indeficiente, la fe abajo que espera y se levanta: ningn favor como el que en Dios te arrulla... ninguna gloria cual la gloria tuya! T eres ngel de bien que desde el cielo giras doquier benigna la mirada, e inundas las regiones de este suelo con los raudales de tu luz sagrada: astro de paz que tiendes ureo velo do la tormenta por Jehov lanzada disipando el temor y el negro espanto del mortal que te invoca en su quebranto. Qu iguala a tu piedad, bendita sombra de un Dios amante en el Edn de vida, donde un eco dulcsimo te nombra que al goce eterno de la paz convida, y en su alta realidad al alma asombra que ve en su anhelo y su ilusin cumplida explayada en los mares de luz pura tras de la noche del sepulcro oscura Ah! bendita verdad! Leda y hermosa de la virtud en la espinosa senda, de que tu amor cual nube vaporosa gua a la tribu errante de alba tienda: 17.- Composicin potica leda en la solemne velada de la Juventud Catlica de Valencia, del 11 de mayo de 1884. 252 Poesa. herencia Ja ni luir As doquier al mundo, bondadosa, en luz te ofreces que su afn atienda, y alza al cielo su frente el peregrino y prosigue llorando su camino. Llorar! Y quin no llora si te ama al verte interceder por el humano Ve a la incredulidad que necia clama al Jeremas del dolor cristiano: y cmo no llorar si el bien inflama, cuando alzan ellos la funesta mano que al abismo en su ndice encamina, y es ya la sociedad polvo y runa Llorar decs Llorar, oh!, que hay quien llora vagando entre las sombras en el suelo, porque esperar no sabe, y le devora la nostalgia ardientsima del cielo: el cieno vil que vuestro pecho adora engendra corrupcin, manchas y duelo; cantad, puesta en el lodo la confianza, y dejadme llorando en mi esperanza! Es posible rer eternamente si un da es la vida de tristeza henchido cuya cuna ignorada es el oriente y en poniente el sepulcro est escondido; y alma de un ser que su grandeza siente somos, no obstante, un tomo perdido pobre y que todo en su dolor lo ignora, y slo sabe en fin que duda y llora Dudaron nuestros padres, Madre ma, cuando el misterio sonde su frente, Ay! y la niebla de su duda impa oscureci nuestra mirada ardiente: germen de desconsuelo y de agona que fecund en el corazn doliente, y brot el rbol del dolor humano junto a la cruz del Glgota cristiano. Es la duda, Seora, que resulta del combate moral, cruel y certero; no es esa duda con que al mundo insulta la ctedra maldita de I,utero; es la alba nube que al pasar oculta el sol del bien radiante y placentero, huye la pena, torna la bonanza, brilla el sol, y renace la esperanza. 253 Francisco Laliga Gorgues Que si el mundo es desierto dilatado do al rugir el Simoun de las pasiones el rbol de la paz es deshojado del alma en las recnditas regiones: Si es la dicha espejismo que irisado hace en vano correr tras sus fi cciones, triste del que al fi nal de su jornada preguntando a su fe no espere nada! Porque es corta la vida y el camino largo al hombre que marcha falleciente: pasa por fi n porque cual sueo vino que all en la tumba el despertar presiente: pasa como la fl or que en torbellino trunca el sol vespertino brisa ardiente tan slo eterna es por imborrable de mal y error la mancha deleznable. No lloris ante el dolo de cieno que la torpe razn no alcanza tanto: red siempre, red, y para el bueno dejad la intil queja y el quebranto: no lloris, no! : de sentimiento lleno derrama el corazn dichoso llanto... Dios lo dijo: su herencia consagrada no ser a extraas manos traspasada! Red, que no nos hiere esa sonrisa: tenis en contra vuestra la conciencia despertada a los besos de la brisa del restaurado Edn de la existencia: la fe ardiente ideal, nunca indecisa del espacio alumbr la transparencia, y el espritu humano abri sus ojos, conoci a Dios, y le ador de hinojos! Oh! hablis en vano. Dudar el poeta que ama la idealidad encantadora espritu del canto del profeta que las simas del mundo alumbra y dora Sepulcros blanqueados, la piqueta remover la lpida opresora, y al fi n ha de mirar la muchedumbre vuestra oculta, abundosa podredumbre! Llorad vuestra maldad: la razn fra no entiende los misterios de las cosas, ni la hipcrita fe sorda e impa alzar el vuelo al Eter de oro y rosas. 254 Poesa. Herencia familiar Tan slo de los justos aquel da como al espacio van las mariposas roto de su capullo el tenue velo, irn las almas revolando el cielo. Floracin de las almas!... Sueo hermoso! Pensiles de Sin, ancha pradera que dora fecundante, esplendoroso, el sol de una perpetua primavera: aliento del Seor que misterioso embalsama la clica ribera: Sueos del corazn vate y creyente vosotros sois nuestra esperanza riente! Oh Madre! Ve a ese pueblo reverente que el himno canta de su amor humano: hered su alta fe y es an creyente; le ampar tu virtud y es buen cristiano: ve cual vuelan a ti con ansia ardiente los hijos de tu pueblo valenciano; Son sus afanes hondos y prolijos... bendcelos, Seora, son tus hijos! Piedad tambin para el inerme anciano que anuda del pesar las tradiciones, trocando en fi n el cetro soberano por el frreo dogal de sus prisiones. Alborotse el mar: tiende tu mano y acallen su rugir los aquilones, y en la dulce quietud del rumbo abierto, la nave arribe al suspirado puerto. Bendice esta Academia, Madre ma, ctedra de la fe, del bien escuela, do enarbola la ciencia ardiente y pa su pendn del progreso centinela, y brota el resplandor de esa poesa que al alma fortalece o la consuela, y que repite al traducir su anhelo: Piedad, Fe y Religin, ese es el cielo! 255 Franctsco Laliga Corgues BRISAS DE OTOO Ya sus ignotos lares abandona al lucir roja nube en occidente, y extiende con temor de zona a zona su manto de tinieblas levemente. Sus alas bate en la extensin del campo, y hojas y flores y beldad le toma; y all la tempestad de rojo lampo al horizonte, la cabeza asoma. De sus cavernas al romper la valla ruge ya el vendaval en la llanura, y al orle rugir, el ave calla y, plida, enmudece la Natura. En raudo y polvoroso torbellino, mustias las hojas, ruedan por el suelo, de seca alfombra cubren el camino, o enturbian su corriente al arroyuelo. Desierto va quedando el bosque de oro do extendi la esmeralda sus doseles, y ya no corre el ro tan sonoro entre verdes fantsticos vergeles. Sus tintas el crepsculo dilata dando a la tarde su sombro encanto, y el cielo cruzan nubes de escarlata cual perdidos jirones de su manto. Ah! cirnense en la esfera ya las horas en que cansado el corazn medita; en que tropel de ideas voladoras pasando por la mente el alma agita. Horas de angustia en que el sentir se trueca, en que afecto y razn, de dolor llenos, exclaman al rodar de la hoja seca: Una ilusin perdida! Un sueo menos! S, s! en la primavera de la vida, de la esperanza el ruiseor canoro al viento daba su cancin sentida all en el bosque entre esmeralda y oro. Y era su vista plcida y risuea como el albor de la rosada aurora, y era su trova grata y halagea como el amor que la existencia dora. 256 Poesa. Herencia familiar Pero el tiempo, sus alas desplegadas continu moviendo por la esfera, y las tintas del Otoo, desmayadas, inundaron al fi n la ancha pradera. El alma entonces con dolor violento corri de su ilusin al bosque umbro, y oy del ruiseor el dulce acento de la enramada en el dosel sombro. Y era su canto que el pesar reviste perdida nota que misterio entraa, y era su trova desmayada y triste como el eco que espira la montaa. Y una voz que vagaba entre la bruma all del sueo en la regin nacida, con el lento comps que el alma abruma cantaba en dulce son entristecida: Aromas, pjaros, fl ores, verdes campos, frescas galas todo al batir de sus alas la primavera cre. Mas los ardientes fulgores del ardoroso verano, fueron despojando al llano de la pompa que ostent. Suea el hombre en la ventura, y eterna juzga la aurora que el pensil mgico dora de su bella idealidad. No juzga que noche oscura viene tras el claro da, y tras la calma sombra la horrorosa tempestad. No importunes con tu acento las altas regiones mudas, que no extinguirn tus dudas pobre, ignaro trovador. Y busca en tu pensamiento la fe que las penas trueca, y a comps de la hoja seca alza tu canto al Creador. La voz celestial se extingue: el ruiseor no canta tan slo el viento entre las ramas gira, 257 Francisco Laliga Corgues y el corazn del hombre que quebranta la estril soledad, duda y suspira. Y entonces vuelve a or la voz sonora que trae el vendaval de otro hemisferio: Ay, s, del ruiseor que gime y llora, y del Seor no ensalza el gran misterio!. 258 Poesa. Herencia familiar A MARA SANTSIMA En su denominacin de la Salud, Patrona de Elda. Quin, pobre lira ma, si alzar osas tu canto te inspira los conceptos que al raudo viento das Quin a tus cuerdas cede ternura y fuego santo tras cuyos resplandores el azulado manto hendiendo, en pos de glorias, a otras regiones vas Mara! el sol piadoso que mares evapora del llanto que en la tierra derrama la afliccin; la que en las ureas cimas del alto Empreo mora, la que a su frente cie los velos de la aurora, la que al mirar enciende de amores la creacin. Ni torpe fanatismo ni brbaro sistema brotar hacen al alma sus himnos de piedad; yo te amo, y tu cario, de mis pesares lema, repite en eco al alma las frases del poema que salva por sus creencias la pobre humanidad. Ya de la fe las alas y el misterioso aliento llevaron otras veces mi canto de ti en pos: y delir en mis sueos que a ti lo elev el viento, y al repetirlo en coros del ngel el acento, sonriendo al escucharle, lo presentaste a Dios!! Ignoro si de mi arpa las desprendidas notas salvar de este ruin valle lograron el confn, ya slo s, Oh Mara!, que de roco en gotas, bajando, tus piedades la fl or divina brota cuyo perfume al pecho baa de amor sin fi n. Yo, Madre, te comprendo cadena bendecida con que la tierra al cielo por siempre se enlaz, y s que eres la esposa del que a la luz dio vida, del que en el sol la tiene del cielo suspendida y del que a eternas leyes el orbe sujet. Yo advierto de tu planta la luminosa huella entre las densas brumas cabe el undoso mar, cuando con negras trombas su ardiente furia sella y el horizonte vago fosfrico destella de nube tormentosa al hrrido tronar. 259 Francisco La liga Gorgues T extiendes del crepsculo las cintas indecisas con mgicos pinceles all en el lienzo azul; y esmaltados de nubes que con tu soplo rizas y viertes en contorno del alba las sonrisas y encirraslo en su marco de transparente tul. El ave que los bosques hechiza fantstica quimera conjunto de ilusiones que brota un ideal, de yates y pintores fuente de luz primera, que la razn no entiende y en la razn impera y arroja de poesa tras uno otro raudal. Tu santo amor de madre, cuyo dolor profundo del mrtir la corona sobre el Calvario orn; tu bello amor de esposa que salva a todo el mundo, tu dulce amor de virgen, sagrado y pudibundo, que todos los amores en uno reasumi. T, envuelta entre ureas brumas te muestras al humano consolador trasunto del, ay!, perdido Edn; y en la revuelta lucha del mundo, es tu mano del nufrago ensenada, oasis del anciano, del desvalido amparo, del hurfano sostn. Y qu exigen en pago tus ansias maternales La fe que hace a los pueblos salir de su abyeccin; la fe, que hace a los hombres al serafn iguales, que engendra en el peasco cien lquidos raudales y brota de las aguas del mundo de Coln. Mara! Iris de ensueos, aurora de ilusiones, de eterna luz y vida fecundo manantial; sol po que iluminas las mgicas regiones donde de errantes nubes los plidos jirones entraa la esperanza del msero mortal. Condensa sus vapores el soplo de tu aliento, pues quejas y plegarias les dieron forma y ser; y el suelo los reciba del alto fi rmamento, cual bienhechor roco que al corazn sediento inunda en los efluvios de clico placer. 260 Poesa. Herencia familiar Y cuando incienso y coros celebren la hermosura de la inmortal paloma del valle del Esdreln, observa cun ferviente tu nombre Elda murmura y en pago a su fe inmensa y a su filial ternura derrama sobre el pueblo tu santa bendicin! 261 Francisco Laliga Gorgues DA NUBLADO Lbrego el cielo est, fl otantes nubes lo cubren de aplomados pabellones y el trueno con que pasan los querubes baja en alas de fros aquilones. Triste la tierra est a su impresin muda, porque el hijo del hombre que la habita mira en su alma las sombras de la duda, y en mar de llanto el corazn se agita. Si sacude la inercia del reposo y al misterio fatdico se lanza, iqu ve tras el vallado rumoroso por las nubes velado en lontananza Lbrego el cielo est! los vagos ojos en vano buscan el confn borrado deshojadas las rosas, los abrojos ya brotan del camino abandonado. Y el Aquiln con agudo acento presiente el germen de borrasca insana, y tiembla de amargura el pensamiento que rueda con la voz de la campana. Horrible son conmueve el orbe en tanto, que resuena en el alma en hondo grito como al romper su vaso de quebranto el plasma hirviente que engendr el delito. Las nubes por doquier!... mas de repente brese el templo y huye la tormenta como a un conjuro misterioso y riente, claridad que los cielos transparenta. Que cual la nube en lluvia bienhechora de la atmsfera el fuego templa y calma, as la religin, la asoladora llama de las pasiones en el alma. Es da de perdn: baja el roco y el cliz de la flor baa clemente; as en la sombra del camino impo baja el perdn, y llora el delincuente. Ya no hay nubes, Seor! ... ya despejado luce el sol de tu gloria en la maana: la esperanza doquier... da nublado, t eres, imagen de la culpa humana. Calmase el mar donde el turbin azota la nave anclada y con rumor murmura, 262 Poesa. Herencia familiar y en sus hmedas playas la gaviota ya vuela con placer y con soltura. Y la nube del trueno precedida all se hunde tras el alto monte, como ha de hundirse el astro de la vida del sepulcro en el lbrego horizonte. 263 Francisco Laliga Gorgues EL LTIMO CANTO (Hojas de un lbum) Por fi n para mi mal lleg el momento: ya de despecho y de dolor y enojos, de intensa angustia devorar me siento y niganse a las lgrimas mis ojos. Adis sueo ideal, virgen querida, criminal e inocente a un tiempo mismo, por qu te vi en la senda de mi vida y entre los dos mi amor no vio el abismo Te am, pero qu menos que adorarte si eras digna de m Te so un da, tend mis alas y vol a encontrarte... eras la que cre mi fantasa! Pero no, no eras t; visin impura que forj de Satn venganza horrible me asalt entre inocencia y hermosura a mi amor y a mis ansias imposible. Cuanto tiempo llorando! T entre tanto, nunca lo dije yo, mas lo sabas: triste es amar cuando el eterno llanto acibara las noches y los das! Por qu te am Pregunta al arroyuelo si a la flor de su margen enamora: pregunta al ave por qu adora el cielo, dile al espacio por qu ama la aurora. Dios une a su placer dos corazones y en un soplo eternal crea dos seres: para romper tan santos eslabones qu son ni fe ni culpas ni deberes Ay! en vano me quejo: como el ave que en los bosques hiri fl echa traidora desmayo cuando tiendo el vuelo grave y me postra la herida punzadora. Pero voy a partir. Nada me digas, que no, no es tuya de mi amor la gloria: no quiero que manchada me maldigas, ni trocar mi amor santo en torpe escoria. Como la nave que abandona el puerto de recios huracanes combatida, sin velas ni timn ni rumbo cierto, con tal dolor te dejo en mi partida. 264 Poesa. Herencia familiar Errante y solitario peregrino, es mi horizonte de la noche el manto Ay! y me falta fe, y es mi camino senda de abrojos que fecunda el llanto. En alas de la loca fantasa vi remontarse mi ilusin al cielo: ese es puerto de paz y de alegra de las almas que lloran sin consuelo. A dnde ir a morir Deja que muera qu te importan mi vida o mi destino Tumba me ofrecer extraa ribera o la cruz del recodo de un camino. Quiz tropiece con mi cuerpo helado, e incitado a piedad algn viajero, me cavar un sepulcro abandonado en el desierto campo del altero. Quiz entre las quebradas de una sierra, midiendo de los montes el altura, cante su himno postrer sobre la tierra quien por ti la abandona con tristura. Y de tanta ilusin y de amor tanto qu quedar despus Silencio fro, soledad y vapores de mi llanto que en mi sien depositen su roco. Llorars t por m, mujer hermosa, sueo loco, imposible de mi vida Dime que has de llorar sobre la fosa que halla el alma del cuerpo desprendida. O dime que al llegar a tu memoria la triste historia del poeta amante, recordars mi amor en esa historia viendo en ella tu imagen palpitante. Dime que he de escuchar el ay! que zumba la piedad, de la calma en el arrullo, y he de temblar de gozo all en la tumba con mi amor satisfecho as mi orgullo. Mas no, no por piedad! Di que mi historia cuando llegue en lamentos a tu odo, has de arrancar piadosa mi memoria a las nieblas sombras del olvido. Y cuando el rayo de la luna llena sus horas de reposo al mundo advierte, verters una lgrima de pena sobre el sepulcro que vel la muerte. 265 Francisco La liga Corgues Bajo la cruz a cuyo pie la rosa servir a mi pasin de cenotafio, yo dormir... lee bien sobre la losa que es tu amor quien ha escrito el epitafio. Dirs, si el alma del recuerdo esclava un resto de piedad an le consiente: ser aquel corazn el que me amaba ser ma en su hielo aquella frente Ah! si el desdn tu pecho contamina no celebres, sonriendo, la victoria: si muero a tu rigor que me asesina, tuyo el crimen ser, ma la gloria. Adis: ya parto. Del destino impo me doblego a la fuerza sobrehumana; y es tan triste la ausencial ... ya, Dios mo, ya nunca la he de ver desde maana! Por siempre adis! Adis hasta la muerte! Quin mentir destellos de ventura a la visin de mi funesta suerte que devora del mal la calentura No me hables de esperanza o de alegra cuando estalla de pena el corazn, que an la dicha tal vez rechazara a trueque de morir por mi pasin. Adis! y si piedad en mis dolores no te inspirara al pie del atad, maldiga Dios la lira y los amores que ajaron mi lozana juventud! 266 Poesa. Herencia familiar CONSUELO Ya se anuncia en oriente la alborada: rasgue por fi n la noche sus cortinas y del roco el cristalino aljfar bae en vez de otro llanto las mejillas. Embellecen el campo y lo embalsaman las aves y las fl ores y las brisas, y busca el corazn sus soledades do, con la fuente compartir sus cuitas sobre el suelo de nice esmaltado por costas pintorescas y tranquilas. All titn el alma tiende el vuelo sobre las vagas y breosas cimas, con su plasma de amor, frase creadora que a un tiempo expresa y acalora y pinta y a la inmortalidad sube y se lanza en alas de sus ansias infinitas. En efluvios de luz van las miradas buscando de otros ojos la retina: y parece que hierve en nuestras venas la sangre misteriosa de la vida. Voy a la soledad a donde llevo hondos recuerdos de ternura viva; all contigo; oh Dios! se engolfa el alma en paisajes sin fi n de perspectiva: si es la fe de tu amor el dulce grito, el brillo de tu gloria es la poesa. Las lgrimas nacidas del recuerdo que brotan apagadas las pupilas, en vapor con las nieblas matinales, vagan por la extensin desconocida, y humedecen las hojas del almendro que el suelo alfombra con su fl or marchita. Siento en el corazn latir el germen del amor, que embriaga sin medida, y lo inhalo en los clidos aromas que en rfagas fl otando van continuas; y si luego, entre el polvo y el cansancio, me postro, nueva idea del fi n me anima del blando alivio y el reposo augusto que el fi n de la jornada determina. Mi alma te adora; oh plido destino! que en las selvas sonoras me acaricias; 267 Francisco Laliga Gorgues y goza en difundir con tus preludios del propio sentimiento la armona. Ya el mar inmenso a cuyo puerto boga la barca, en la maana pura y limpia, pirdese murmurando en lontananza mi blando arrullo y mi cancin sentida. 268 lv .fflo4;_ty c,D04,v 45Cw7ti, Poesa. Herencia familiar (POEMA SIN TTULO EN EL ORIGINAL) En pueblo oscuro, situado en un rincn de provincia un anciano matrimonio tranquilamente viva. Mientras el juvenil fuego hirviendo en rfagas tibias por sus venas infundi al esposo fuerte vida, empu el tajante acero y sirviendo en la milicia largos arios, se llen de honrossimas heridas. Y la patria a quien adora al mirar su valenta premi sus nobles esfuerzos con galones e insignias. As pues, en esta poca que retirado viva con una renta no escasa para su vejez tranquila compartiendo su cario con su esposa y una hija que don prdigo del cielo vino a formar sus delicias. Sus delicias, que era Ins de una hermosura infinita de un pudor sin tacha alguna y de una inocencia tmida. Criada entre frescas fl ores fervor y tiernas caricias ms amor que el de sus padres la joven no comprenda, y con tratos muy escasos de la gente, sin malicia cuidando de su jardn pasaban sus bellos das. Y solamente pensando en sus ideas benditas y en el amor de sus padres y sus fl ores embebida, su vida era la del ave que en el jardn bello anida 271 Francisco Laliga Corgues y canta al sol en Oriente al bosque, a la flor y al da compartiendo su cario con su dulce compaa. Al asomar por Oriente la blanca aurora ceida de resplandores vagusimos y dulce melancola, bajaba al jardn la joven donde la inquieta brisa las frescas fl ores orea, y entre el follaje se agita. Y al rumor de la arboleda y a la mgica armona del concierto de las aves que entre las ramas se agitan con planta breve y ligera sus mbitos recorra vertiendo lquidas perlas en la corola divina de las fl ores, saludando a la aurora renacida. Cualquiera al verla saltar por entre las fl ores tmidas mal destrenzado el cabello sobre la espalda bellsima, y en su frente irradiando la luz que despunta el da solamente la creyese una ilusin peregrina y al mirarse detenerse rociando cristalina agua las fl ores, juzgrala de la pradera la ninfa. Y en verdad que su hermosura que con la alba competa no conoci rival nunca donde con su fuego brilla. Y muchas veces su madre que la amaba con delicia descenda hasta el jardn donde triscaba la nia y contemplaba absorta callada y embellecida 272 Poesa. Herencia familiar ante una hermosa azucena que all en el jardn viva y era un especial objeto que su cario la inspira y sobre todas la adora, y sobre todas la cuida. Y as el jardn y sus padres la joven por compaa, y ellos sus dulces recuerdos y el cario de su hija, en pueblo oscuro, situado en un rincn de provincia esta familia dichosa tranquilamente viva. Canoro ruiseor que en la enramada himnos esparces hasta el vago cielo, por qu suena tu voz enamorada y tiendes tan alegre el raudo vuelo Mas ah! comprendo que placer y amores tu juventud te brinda placentera, y que de blanca aurora a los albores una ilusin formaste hechicera. Grato murmullo el arroyuelo esparce bajo un ter copioso de ventura, y en tanto gime del pomposo arce la balada eternal de la ternura. Tambin all mi corazn herido del amor por la fl echa bendecida, como t exhala arrobador gemido y a la tuya es idntica mi vida. Y ambos como el amor somos dichosos, y puros nuestros sueos e ilusiones, y plcidos acentos misteriosos brotan del corazn en las regiones. Ah! ven conmigo ruiseor amante juntos gocemos hoy nuestra alegra, y halaguen siempre nuestro amor constante cielo sin nubes, venturoso da! Por qu tan triste ruiseor hermoso al aire envas conmovido acento Por qu en el tronco de abedul aoso contemplas la campia macilento Ah! ya comprendo: la ilusin perdiste que el amor y su encanto te brindaba 273 Francisco La liga Cargues y el desengao ante tus ojos viste que furioso te mostraba. Tu cario pusiste en la alba rosa que su hermosura despleg en el prado, y miraste el encanto de la hermosa por el furioso vendaval tronchado. Ay! tambin yo cual t perdido lloro mi amor, mis sueos, mi ilusin querida, tambin yo, ruiseor perd el tesoro nico anhelo de mi triste vida! Deja que la recuerde ay! era hermosa como la luz de un sol que tibio arde, blanca cual la neblina vaporosa, pura como el lucero de la tarde!... De tu vibrante acento la ternura llena mi corazn de amarga pena, tu desgracia ve bajo el altura herida el alma y de pesares llena. Oh! ven conmigo ruiseor doliente juntos lloremos nuestro amargo duelo, y el dios de amor que nuestra pena siente otorgue al pecho celestial consuelo. Era una tarde del Abril fl orido. El sol con sus reflejos coronaba del monte altivo la gigante cumbre y el mundo adormecido al calor de la lumbre con sus delicias y placer soaba. Ufana apareca la Natura con su manto de fl ores y verdura que el bosque, el prado, el valle engalanaba. Alegre el paj arillo en la fl oresta umbra daba al viento su voz y el corderillo por el monte suba a pacer la retama y el tomillo. Todo en fi n desde el suelo hasta la altura desde el hombre al insecto se rejuveneci y el dulce afecto cantaba a la estacin de la ventura. En un postigo que a la huerta daba cercado en torno por gigante muro por cima el cual sala el aire puro 274 Poesa. Herencia familiar que a las fl ores su aroma arrebataba una joven hermosa con inquietud tal vez all esperaba. La puerta leve abra un momento en su afn detenida y otra vez temerosa la cerraba. Su vista diriga hacia el lugar remoto que ante sus plantas se tenda ignoto o bien al interior del huerto verde y an cuando mucho tarda, quien espera su esperanza no pierde. Y tornaba a cerrar y otra vez fuera asomaba su rostro candoroso y una por fi n exclamacin de gozo brotando de sus labios calm su afn calmando sus agravios. Un joven anhelante se acercaba a la puerta misteriosa cual rendido amante caa ante las plantas de la hermosa. Mas ella presurosa mirando al fondo del jardn le alzaba y en pltica sabrosa el responda y ella preguntaba: Por qu antes no viniste Hoy has tardado! -Ignoras Ins ma que preso por mis padres todo el da sufro un grave cuidado para mirar la luz de mi alegra Algunos das pasan y a estos el fuego de mi amor abrasan en que por desventura mis ojos no te ven, oh! tu no sabes cual esos das sufro de amargura, parceme que no cantan las aves ni se viste de galas la Natura ni alumbra el sol con puros resplandores ni me prestan su olor mis tiernas fl ores. No sabes Luis querido, cun humano mi amor puro ha nacido! -Ins! Tanto me amas No me preguntes, no; te adoro tanto que t la antorcha de mi vida inflamas 275 Francisco La liga Gorgues por ti mi afecto y brota mi quebranto. Me amas t de igual suerte Puedes dudarlo, ngel de mis sueos a quien juro adorar hasta la muerte T formas mis ensueos t mi ilusin, la vida que sin ti me sera aborrecida! Mas nuestro amor oh dueo idolatrado se ve a eterno silencio condenado: y hace tiempo que lucho tenazmente y al fi n tengo una idea de que a la faz del mundo libremente nuestra pasin se vea. -Ay! cmo, amado mo, si ignoran nuestros padres los amores de que hacemos alarde y tal vez fuera proceder impo... -Detn tu labio; no ms tus rigores intenten apagar un sol que arde cual intentan las nubes del esto elevndose al alto fi rmamento... En vano siempre fuera que a nuestros padres nuestro gran tormento y nuestro amor el labio le dijera; ufano con su nombre y su fortuna a todo antepusiera el mo su prosapia con su cuna; preciado el tuyo de honradez sin tacha tampoco consintiera a manos entregar de un calavera la virtud y el pudor de una muchacha. As pues, si me adoras confa en m, que si obedeces ciega tu amor ante mis ojos avaloras, y yo con mi pasin a todas horas que a tu pecho se entrega en alta voz podra proclamarla... Cul es, Luis, tu intento Huir con nuestro amor a cualquier parte donde tu imagen ver para adorarla diera por resultado nuestro arte... Oh cielos! Eso no! Yo no consiento... Quieres aqu quedarte con el crudo tormento 276 Poesa. Herencia familiar de no poderte ver para adorarte Quieres que un da (acaso no lejano) a otro hombre obligada a dar la mano arrastres una msera existencia Oh no! tampoco, cielos! -No me amas -Mucho; -Pues tu suerte fa de quien sabes te adora con violencia. Pero ah! la madre ma... Volveremos despus, cuando la ira se haya en los corazones ya calmado y habremos ya su bendicin logrado viendo cuanto el cario nos inspira. -Dispuesta estoy. -Maana vendr a la misma hora para darte detalles, no sea vana la palabra que das, Ins; ahora procura no infundir sospecha alguna y dejemos obrar a la fortuna. Se oy un adis con el sonoro mido de un sculo atrevido; con fi rme planta hiri el joven el suelo y la puerta cerrando sus ojos elev la nia al cielo. En el mismo lugar en que viva la familia descrita anteriormente su morada tena un honrado seor hombre prudente y de inmenso tesoro aunque jams gastaba locamente en caprichos su oro. Era en verdad Don Pedro varn grave de mirada severa y de tanquilo aspecto como hombre que sabe su misin verdadera cumplir del mundo y Dios con el afecto. Este Don Pedro tuvo un calavera por hijo, tan malvado y alevoso que no alcanzar pudiera la educacin y el castigo horroroso sus costumbres mirar modificadas. Empez desde nio demostrando sus costumbres e ideas tan malvadas que fue del padre el pesar cansando. 277 Francisco Laliga Gorgues Y lleg a joven y su torpe instinto ya por completo fue desarrollando camino muy distinto del que su padre riguroso doquier le fue mostrando. Y en pendencias dos mil y desafos y lances y amoros su juventud pasaba escandaloso. El juego, las orgas la vida libre y llena de placeres formaban sus completas alegras. Amaba y seduca a las mujeres por el placer de abandonarlas luego; rea a cada paso por el juego o la ms leve cosa, aunque jams su mano (al fi n como moderno calavera) vio manchada con sangre del hermano. Y era su faz hermosa y arrogante en porte y aire era y con tan bello porte y con oro sin cuento (faltndome advertir que era en la corte) pasaba su existencia muy contento. El padre que a estudiar le hubo mandado tuvo noticia de su infame vida y le llam a su lado por ver su inclinacin ya corregida. Todo intil; su hijo haba llegado al extremo del vicio y sus costumbres feas le arrastraban al negro precipicio. Mas en medio sus brbaras ideas un fondo conservaba de ternura si bien oscurecido por completo por su torpe locura. El buen Don Pedro de dolo repleto contemplaba su triste desventura y a su hijo al ver as, la calentura le arrastraba en secreto al fondo de la fra sepultura. Y lleg al fi n el da deseado de Luis, en que dejando la existencia dejle un nombre honrado, 278 Poesa. Herencia familiar y tesoros inmensos por herencia. Don Luis al desarreglo acostumbrado gastaba sin conciencia y una vida magnfica se daba. An su padre viva cuando vio a Ins, la am como l amaba; mil frases de cario y alegra pronunci en sus odos y al punto adormeciendo sus sentidos paso se abri hasta el corazn ardiente; y al marchar ya seguro de su presa a casa, murmuraba alegremente: Una conquista ms, y no me pesa. En los dieciocho abriles la preciosa Ins rayaba y en su pecho an no guardaba una idea del amor. Virgen a sus impresiones como ajena a sus engaos vea pasar los aos sin placeres ni dolor El cario de sus padres y el cuidado de sus fl ores de su jardn los primores constituan su afn. Mas, all dentro de su pecho vaga aspiracin guardaba y a quien de veras amaba como el acero al imn. Inocente y candorosa toda encantos y dulzura no comprendi la ventura ms all de su jardn. Ni comprendi ms cario que el que a sus padres guardaba y tranquila tributaba inocente serafn. De la sociedad lo inmundo y de sus padres el celo nunca permiti que el velo 279 Francisco La liga Cargues de su existencia feliz, se desgarrase, poniendo ante sus trmulos ojos de otro cario despojos, y de otra vida el matiz. Y as tranquilos pasaban los das de su existencia entre tmida inocencia y celestial ilusin. Sin ver ms luz ni ms fl ores que en su morada vea ni comprender todava su ignorada aspiracin. Slo pisaba las calles del pueblecillo ignorado los das en que el sagrado precepto yendo a cumplir de su madre acompaada o bien de su padre anciano iban al templo cercano del alba al vago lucir. De este modo no tena del mundo mejor idea que un jardn en donde orca la brisa en blando rumor, una poblacin mezquina y un templo breve y pequeo y un no interrumpido sueo del dulce paterno amor. Mas un da al ir al templo cual de costumbre sola apenas mostraba el da por el Oriente su faz vio un gentil mancebo hermoso bajo las gigantes naves que iluminaban suaves tintas de una luz fugaz. Se miraba silencioso en un pilar recostado 280 Poesa. Herencia familiar con cierto aire abandonado y en meditacin tal vez. Y al contemplarle asombrada triste el corazn deshecho sinti latir en su pecho la inocente y bella Ins. Recordbale aquel rostro de perfiles halageos otro que ella en sus ensueos del mismo modo el mirar. Se sumi en un mar de dudas tembl de placer henchida y sinti su dulce vida de repente cambiar. Le miraba como imagen que a la noche arrebatada con la luz iluminada de la aurora y su arrebol. Tal vez formaba una parte de su tranquila inocencia y quiz de su existencia sera el fulgente sol. Y la pobre Ins temblaba ya de miedo ya de gozo y en medio de su alborozo llanto quera venir. Y siguiendo los impulsos del corazn anhelante se la viera en un instante llorar triste y sonrer. Acabado el sacrificio madre e hija se levantaron y en direccin caminaron agua bendita a tomar. Antes la inocente joven or a Dios puesta de hinojos que el fuego de aquellos ojos pudiera al punto olvidar. 281 Francisco Laliga Cargues Mas ya el mancebo atrevido contemplando su hermosura a darles el agua pura comedido se acerc, y fuera impiedad no tomarla y acept, tal vez con gozo, y a su contacto amoroso la cndida Ins tembl! Y ya hablando con sus padres ya regando el huertecillo o escuchando al pajarillo tan slo pensaba en l. Era pertinaz imagen que doquier le persegua y ante sus ojos pona de delicias un vergel. Y en su recuerdo embebida volver al templo deseaba donde tal vez aguardaba aquel mancebo encontrar. Y de nuevo all mirarle un da y luego otro da y triste melancola vino su pecho a ocupar. A l por fi n acostumbrse y en l tan slo pensaba y la parte l ocupaba ms grande en su corazn. Sus padres al verla triste la causa no comprendan y en silencio padecan no juzgndolo fi ccin. Y al fi n un da en el templo donde siempre le miraba donde sufra y gozaba el hermoso serafn. Al salir, aprovechando un descuido, diligente djole l rpidamente: Esta tarde en el jardn. 282 Poesa. Herencia familiar A estas palabras la joven el rubor de su semblante brotar sinti un instante de vergenza y de placer. Y su sentido enigmtico que mucho la preocupaba descifrar imaginaba a su morada al volver. Lleg, pues, la dulce tarde y por el jardn vagando en sus ideas pensando iba Ins de fl or en fl or. Y del sol la luz dudosa y del huerto el puro ambiente dbanle aunque vagamente una idea del amor. Lo cierto es que Ins amaba a aquel joven misterioso, y un desconocido gozo senta en su pecho hervir. Y era un ideal sublime lo que en su mente vagaba y su alma se forjaba a un brillante porvenir. Y que mucho que le amase como a su misma existencia s, en sus sueos de inocencia en las tardes del Abril. Vio sonrer carioso postrarse a sus pies amante con el pecho palpitante aquel mancebo gentil! Qu mundo de su recuerdo en su pecho aposentado hubiera all encontrado un altar de adoracin si sbito en un momento el alma de amor henchida se despertaba a la vida su dormido corazn 283 Francisco La liga Gorgues Hay en la vida una poca en que el maternal cario acuesta al humano nio, y hombre despierta ya. poca en que vagas dudas penas, placeres, temores todo hacia un fin, los amores marchando constante va. La tierna Ins se encontraba en perodo tan bello porque es hermoso el destello del amor y del Edn. Y forjbase ilusiones de tranquilos caracteres e indefinibles placeres y vago e ignoto bien. Unas frases amorosas despertaron sus sentidos y por el amor heridos lanzronse dl en pos si bien ajena al engao su alma virgen inocente abrigaba amor ardiente amor que bendice Dios. Mas ay! que del mundo engaoso con su Edn de amor mentido le era an desconocido la maldad y la traicin. Y tampoco imaginaba en el hombre la falsa, pues tampoco conoca lo triste de una pasin. El amor es spid fi ero que oculto entre frescas fl ores halaga con sus colores seduce con su beldad; Mas si una mano atrevida acaso tocarlo intenta le hiere su pinza cruenta y le mata su verdad. 284 Poesa. Herencia familiar Todo esto Ins ignorando por el bello jardn vaga en la cita que le halaga pensando con inters. Y parada de repente ante su azucena bella fi ja la mirada en ella con cario y avidez. Y sus hojas de pureza consulta cual buena amiga y su aspecto al fi n mitiga algo de su ignoto afn. Un mundo desconocido giraba ya ante sus ojos y ya le causaba enojos la tardanza del galn. Pobre y tmida azucena del jardn de amor ms puro tu cliz no est seguro tu hermosura al ostentar! Y algn atrevido insecto con su aliento envenenado puede tu aroma preciado en un momento agotar. Mas ya en el oculto extremo del jardn reverdecido se oy apagado ruido; Ins la vista volvi. Y a travs la espesa reja que cerca la puerta haba con sorpresa y alegra al gallardo joven vio. Y con timidez primero despus sin tanta pavura y al cabo con gran soltura todos los das a hablar con su galn Ins iba a la breve reja oculta en que el jardn dificulta de sus padres el mirar. 285 Francisco La liga Gorgues Y un da y luego otro da de sus padres recatndose de este modo iban pasndose para la inocente Ins. Ganando el galn confianza perdiendo Ins inocencia hasta el punto de la violencia que vimos con inters. Era una noche de Mayo clara, apacible y serena; en el campo azul del cielo brillaban miles de estrellas con luz apagada y tenue cual ornando la diadema del astro -rey de la noche que su blanca cabellera tendi por el fi rmamento y derram por la tierra. Todo en el campo es poesa, la Natura soolienta descansa en los tiernos brazos que la soledad le presta; se oye en el desierto bosque el rumor de la arboleda de la dulce alondra el canto el aura que la flor besa el murmullo del arroyo la cancin de la sirena. En la puerta del jardn que las manos de Ins riegan estn sentados sus padres y con la joven conversan. Notan tal vez su alegra advierten su diferencia entre la tmida joven como hace poco Ins era y la joven transformada como hoy se les presenta ya brillante de alegra bien con innegable pena. Y como ignoran la causa que tenerla triste pueda y a qu atribuir no saben 286 Poesa. Herencia familiar su gozo otras veces, quedan siempre con amargas dudas y con ignotas sospechas. Sentados ambos a tres del jardn ante la puerta y con inquietud marcada prosiguen de esta manera: Ins, s franca; nosotros no entendemos tu tristeza nos dirs en qu consiste Padre, mis ojos se anegan en lgrimas cada vez que me hacis la pregunta esa. Ficcin de mi fantasa tal vez ilusin quimrica mas yo prosigo cual antes nada me afana ni inquieta. Juzgo que no las palabras salen de tus labios ciertas. Y por qu esa obstinacin -T mis sospechas aumentas. D: por qu al llegar la tarde cuando en el jardn te internas embebida en tus afanes te enoja nuestra presencia. Por qu tan frecuentemente ir al templo hora deseas Yo, padre mo... -Mil veces yo misma tambin inquieta te he sorprendido en el huerto do pasas horas eternas, en actitud pensativa. .. Madre, es que la primavera que llena el jardn de fl ores de ansiedad mi pecho llena; y me interno en el jardn y pregunto a mi violeta cual es el puro misterio de su ignorada existencia. Y por qu tu frente pura las meditaciones pueblan Oye, Ins; no en vano llevo largos aos de experiencia, no sin causa mis cabellos 287 Francisco La liga Cargues la nieve del tiempo llena, t has llegado a una edad en que las pasiones nuestras sin dique que las enfrene se desatan violentas; t ests en ese periodo en el que ilusiones bellas esperanzas y temores pensamientos y quimeras en vago tropel se agolpan a la frente con fi ereza; y lo mismo que a tu madre que te adora con violencia como yo te quiero tanto, consejarte me interesa. Yo he enrojecido mil veces con la sangre de mis venas los campos en que la patria me llamaba en su defensa; y en sus fi las militando largos aos, hoy me queda la honradez del caballero, del soldado la franqueza. Yo fui joven; yo segu anhelante y con viveza una ilusin misteriosa que cautiv mi inocencia, yo me lanc a los placeres y mi alma de amor sedienta ambicion los amores que el mundo ya le ofreciera. Pero todo con mis manos lo toqu al fin: era fuerza y el desengao terrible hall en vez de ilusin bella. Y al cabo de aos de lucha en el campo de la tierra me convenc que son humo cuantas dichas alimenta. Yo cien historias tristsimas relatarte bien pudiera en que el cruel desengao hiri a cien almas tiernas. Tal vez para ti enojosa 288 Poesa. Herencia niliar la larga experiencia sea que los falsos oropeles del mundo ver no te deja. Yo te adoro demasiado para imponerte mi fuerza cumplir tu voluntad en todo aquello que pueda. No envidies tal vez la suerte del que en el seno se encuentra de ese mundo corrompido de esa sociedad funesta. No has mirado en tu jardn a la plida azucena que en un rincn yace oculta cual conserva su pureza sin temor que el sol la agoste con premura su faz bella ni la piquen los insectos ni an el temporal la ofenda Y has visto tambin la rosa que cual de las fl ores reina en el centro del jardn de todas se enseorea cual por el sol agostada o por el turbin deshecha o rota por mano audaz perder toda su belleza S t la azucena siempre que lucirse no desea... no quieras, no, ser la rosa para perder tu pureza! -Esas tremendas lecciones al alma, padre, me llegan; yo a travs de mi jardn vuestro cario y ternezas, nunca el mundo comprend ni sus galas ni sus fi estas; no anhelo ms... -Elija ma, tu indeciso acento tiembla al pronunciar tales frases y tal vez sin que lo sepas te ests t misma engaando, y confundes tus ideas. Cuanto tu padre te ha dicho 289 Francisco La liga Cargues son preciosas advertencias que debes tener presentes aprovechndote de ellas. Consulta tu voluntad tus intenciones penetra y di si te es enojosa la amorosa crcel esta. Madre... -No te quejes nunca si tan severo se muestra tu padre. -S, Ins, tenemos tal vez fundada sospecha. Cmo! Dios mo! -Tu estado ocasiona nuestras quejas. Si han llegado por acaso a tu odo de amor llenas frases tal vez escapadas de unos labios de impureza procura, Ins desecharlas y que nunca te envanezcan. No creas en ellas nunca, el amor que te profesan tus padres cree siempre puro, pero nunca en aquel creas. Largo rato as estuvieron del jardincillo en la puerta conversando con calor y en preguntas y respuestas base el tiempo pasando sin advertirlo siquiera: hasta que por fi n rindiendo tributo a Naturaleza marcharon las tres personas a su habitacin diversa muy cuidadosos los padres e Ins con zozobra y pena. Sola qued en el jardn muda soledad potica que turbaba solamente el son de la fuente bella o el leve ruido del aire que los rboles menea. El joven Luis entre tanto si de Ins se acordaba 290 Poesa. Herencia familiar era porque alimentaba su deseo no muy santo Consumado calavera a tres haca el amor aunque tal ara en rigor a ninguna concediera Mas, hablador contumaz su objeto por conseguir saba muy bien fi ngir lo que sentido jams De aqu que Ins estuviera en su palabra fiada que su inocencia burlada muy fcil esto a aquel fuera La tarde en que decidido y cansado de esperar hizo en la fuga pensar a aquel ser jams querido A lento paso tom el camino de su casa donde pocas horas pasa quien nunca en ella vivi Mas entonces al llegar con sus ideas consigo se encontr con un amigo cansado ya de esperar. Tierna y amigablemente despus que se saludaron esta pltica entablaron el uno del otro enfrente: -Pues Don Luis qu os hacis voto a tal que ya he venido cuatro veces y me he ido sin hallaros. -Ya lo veis la vida del calavera ya sabis que es ocupada mxime cuando entablada 291 Francisco Laliga Corgues hay una cuestin primera. -Tenis alguna conquista en ciernes -Hais acertado y creo mal de mi grado que se me va de la vista. Es de cuenta -Una inocente. Hermosa -Como ninguna. Y de bienes de fortuna Soy yo rico inmensamente La tenis asegurada Parceme que la cojo -Pues para eso mucho ojo Est de m enamorada. -De modo que vuestra vida no ha cambiado. -No por cierto tan slo despus de muerto podra ser corregida. Y que mucho vea el cielo que piense de esta manera! La vida no es hechicera de otro modo en este suelo. Yo echado en su torbellino lleno de vida y riqueza no alcanzo mayor belleza que el placer, el oro, el vino. Me embriago por capricho, por gozar de sus placeres amo a todas las mujeres fumo y juego como he dicho. Mas vos que as preguntis es natural que yo crea que alguna mejor idea en vuestra mente abrigis. Podis hablar francamente: por mi parte, os aseguro que mientras me quede un duro seguir valientemente y a no ser por ese asunto que altamente me interesa. Amigo Luis, me pesa que hayis pensado en un punto en que de mi antigua vida pudiese yo renunciar. Queris pruebas encontrar 292 Poesa. Herencia familiar La corte no se me olvida ni un instante y he resuelto pues all hay ms confusin volver a su poblacin donde anda todo revuelto. Mas pues os detiene aqu asunto tan importante antes que marchar delante podra esperarme si conclus vuestro negocio en breve. -Bien habis dicho que no paso por capricho mucho tiempo yo en el ocio. Todo para nuestra huda quiero tenerlo dispuesto; s, esperad, iremos presto. -Con que es cosa convenida Pues adelante. -Podis entre tanto, dulce amigo quedaros aqu conmigo y conmigo comeris. Y ambos a la par galantes juntos con ganas comieron y conversando siguieron con igual calor que antes. Entre celajes de oro despuntaba la maana y alegrbase la tierra con la venida del alba. Su pereza sacudiendo la Natura se engalana presentando por doquier sus encantos y sus gracias. Trinaban los pajarillos saltando de rama en rama, murmuraba el arroyuelo bullendo entre verdes matas; susurraba el cefirillo meciendo rboles y plantas; de la cascada el ruido en el valle se escuchaba; los Genios del da bello sus cnticos entonaban 293 Francisco Laliga Cargues y todo era a la aurora cantos, murmullos y salvas. Apenas muestra del da la luz misteriosa y plida del matutino crepsculo penetr por la ventana do la triste Ins dorma, o mejor dicho, velaba, cuando del lecho saltando se visti con vivas ansias para bajar al jardn donde sin duda le aguardan las tranquilas emociones que antes experimentaba. Pero ay! mucho ha cambiado en carrera no muy larga; ya no es la tmida joven sin ms sueos y esperanzas que el cario de sus padres y de su jardn las galas. an conserva su inocencia an su virtud est intacta; pero a su odo llegaron halagadoras palabras que del mundo los placeres y dichas le revelaban, de un mundo desconocido y de una dicha ignorada y amor y vagos afanes despertaron en su alma y sinti atroces deseos de ver cuanto al pecho halaga. Por eso baja al jardn a hallar consuelo a sus ansias; que las dudas terrenales ya su corazn asaltan. Contempla el ameno sitio donde en la noche pasada sus padres le amonestaron con verdades muy amargas. Y recuerda de repente de su Luis las palabras; l le dijo, que su amor fuera siempre cosa vana 294 Poesa. herencia familiar si a sus voces obediente no haca cuanto mandara. All el amor de sus padres y de su amante le asalta; sufre y lucha y nunca vence ni se decide por nada. Y ser posible acaso que esa nia tierna y plcida sin experiencia ni juicio en brazos su amante caiga Tal vez sucedido hubiera si las frases no mediaran que sus padres dirigironle all la noche pasada. Mas el amor de Luis podra tanto en su alma que confindose a l sus padres abandonara Horror! Eso no es posible! Pobre nia desdichada! Por ti tus padres temieron y tal vez crcel ingrata te dieron en la existencia de tu tranquila morada. Tu felicidad quisieron y ellos que tanto te aman no saban que la fl or que acaso yace ignorada a un beso del aura gime suspirando ya con ansia por derramar sus olores en otra tierra ms grata. Por eso con ansiedad por el jardn Ins vaga; por eso ante su azucena se detiene y la mirada con expresin cariosa y arrasada en tristes lgrimas clave en ella preguntndole lo que en tal situacin haga. Y all la encuentran sus padres tal vez de llorar cansada que a descubrir no se atreve de su misterio la causa. 295 Francisco Laliga Gorgues Y sus sospechas aumentan de manera extraordinaria y juzgan ya realidad lo que sospecha juzgaban. Mas en vano a Ins dirigen con cariosas palabras mil preguntas y objeciones que a su incgnita no bastan. La joven sin comprenderlo cruelmente les engaa; que a veces el corazn obra por sola su causa. Finge risa en su presencia y tranquilidad y calma, y les jura que en su pecho no pasa de nuevo nada. Mas ella piensa en Luis en el amor de su alma, recordando los consejos de un padre a quien tanto amaba. Mas ay! aquellos consejos tarde sin duda llegaban; su corazn no poda darles ya digna morada. Que embebida en el recuerdo de aquel que tanto adoraba quiz juzgaba ya absurdo lo que su padre contara. Pues con tmida inocencia pudo escuchar sus palabras y despert su pasin que dormida en su alma estaba. Y ya sueos y delirios su imaginacin poblaban y ambicionaba otro mundo otro amor y otras miradas. No es que el amor de sus padres en su pecho se agotara: les amaba todava como all en su edad temprana. Pero un vago afn secreto otra vida le mostraba do vea en confusin placeres, amores, galas. 296 Poesa. Herencia familiar Y as en lucha irresistible pas entera la maana entre el amor y el deber atormentando su alma. Y padeciendo sus padres y ella con ms vivas ansias lleg la tarde apacible cual de ordinario llegaba. Y se hizo de la joven la zozobra ms marcada y sus recelosos padres mucha calma aparentaban. Y tras horas de inquietud lleg al fi n la acostumbrada y por fortuna de Ins sola en el jardn se hallaba. Aproximse a la reja y la fi gura gallarda del mancebo al otro lado asom con arrogancia. Contle Ins sus zozobras y sus inquietudes vagas, las sospechas de sus padres y el tormento de su alma. El joven se apresur a abreviar su altiva marcha. Ins qued convencida, pobre joven desdichada! De all a dos noches, las doce al tocar de la campana saldra ella del huerto por la puertecilla falsa l estara esperndola de un otro amigo en compaa y as huiran prometindole a Ins una vuelta rpida. Con lo cual ya bien calmados sus padres le perdonaran vindoles al fi n unidos de Himeneo entre las aras. Y la joven inocente crey sus falsas palabras y tras protestas de amores y juramentos y lgrimas 297 Francisco La liga Goigues apartse de la reja la joven infortunada. Era la tarde apacible que a la noche preceda en que al fi n lugar tendra aquella fuga increble. Ins cual antes estaba y sus padres como antes sospechaban por instantes que Ins fi ngiendo callaba. El sol en el fi rmamento con verdecinos desmayos enviaba al suelo sus rayos con menos vida y aliento. Entonces en la campia se agitaba dulcemente al poder del tibio ambiente todo cuanto all se apila. El alegre paj arillo en su rbol encaramado su adis daba acostumbrado del sol al trmulo brillo. Y en el campo azul del cielo nubes de arrebol pintadas se abrazan cual bellas hadas con leve y areo vuelo. Su puro azul ostentando el fi rmamento irradiaba y en su dosel cobijaba cuanto estaba pululando. Ins como un serafn de variados colores iba regando las fl ores de su precioso jardn. Pero ms lquidas perlas arrojaba por los ojos que las fl ores sin enojos bajbanse a recogerlas, que en infecundos raudales cual muestra de su quebranto corra su triste llanto aborto de negros males. Y en su triste desventura 298 Poesa. Herencia familiar desde el fondo de su alma les daba su adis sin calma desolada de amargura. Cunto la joven sufra! Cun grande era su dolor al recordar de su amor la ya invencible porfa. Apartaba de las fl ores la vista en llanto anegada clavndola en la morada de sus paternos amores! Como el campo de la nieve blanca y bella cual paloma al cruzar por la alta loma do fl ores en vez de nieve mira llena de alegra y ella su placer les cuenta as de penas exenta a sus ojos se ofreca. Cun dulce es el tierno hogar do a la luz se abren los ojos y calma nuestros enojos un amoroso mirar! Cun bello es ese santuario de nuestra dichosa infancia do se ignora la fragancia de rida fl or del Calvario. Qu melancola nos invade el corazn cuando dejarlo es razn de la suerte ingrata impa! Cul nuestro pecho recuerda sus misteriosos encantos y los armoniosos cantos que nunca es posible pierda! Helo all est: es la morada del placer y la inocencia, es un sueo de clemencia una dicha anticipada. Lugar querido y hermoso que recuerdos atesora por los que el alma que adora diera su calma y reposo. Solio del amor sagrado 299 Francisco Laliga Gorgues retiro de la virtud mansin do la juventud siempre feliz ha empezado! Qu encantos, qu dicha guardas en tu seno misterioso que en ti mira el pecho ansioso imgenes tan gallardas Por qu tras aos sin fi n el alma nunca te olvida y te ama cual de la vida bello y potico jardn Ah! T calmas los pesares que atormentan nuestra alma; t eres la paz y la calma dicha, religin y altares! Cmo olvidarte pudiera un alma de sentimiento que en ti el lema a su tormento principio a su dicha viera Cmo al enviarte su adis acaso eterno, apreciado no sentir, ay, desgarrado nuestro corazn en dos Por eso la pobre Ins con pena lucha y vacila que el tormento la aniquila y su cario al revs. El uno a voces la llama al extremo de la reja; el otro triste se queja y su compaa reclama. De sus padres el amor y el cario de su amante su pasin ya delirante no acierta el medio mejor. Que empez por chispa leve en atmsfera de fuego; y tras fomentarla luego no se mostr ya tan breve. Y se convirti en hoguera que todo lo devoraba; cuanto el paso la estorbaba aumento a su llama era. Y... Pobre Ins! Tristemente 300 Poesa. Herencia familiar recorra su jardn del uno al otro confn como dolor existente. Y en la lucha sostenida del amor y del deber empezando a comprender su situacin afligida. Oye una voz temerosa que le grita: Desdichada! antes con calma preciada pasabas vida dichosa, y hoy tan slo del amor de la lucha sostenida pierdes la paz de tu vida... nunca cedas: ten valor. Pero ms alta le grita de su amor la voz profana, y a que alejada maana de su casa est, le invita. Y como alma tenebrosa muchas veces recorri el huerto; al fi n se par ante su azucena hermosa. Y a sus plantas abatida de cansancio fatigada se sent la desdichada de pena y dudas transida. Entonces gir los ojos clavndolos en la reja; y aquel instante se queja de sus mseros enojos. Girolos en derredor; en el sol ya moribundo los clav en su afn profundo y en las ansias de su amor. Qu panorama tan bello a su vista se ofreca! El sol que despide al da con espirante destello. Los variados colores de la extensin solitaria del campo cuya plegaria llega al sol en mil olores. Flores, rboles pomposos 301 Francisco Laliga Cargues tendiendo el hermoso manto de los pjaros el canto con acordes armoniosos. El rumor del arroyuelo y el suspiro de la brisa; la dulce tarde indecisa descender del alto cielo: Los tintes arrebolados de las blanquecinas nubes do hora vagan los querubes como espritus alados. La tristsima elega que en dulce son de amargura melanclica Natura al sol moribundo enva; Los Genios de soledad bajando del horizonte poblando el callado monte y el valle con ansiedad. El espirante rumor de las sirenas del da la vaga melancola de las sombras de dolor. Cmo mirar tan hermoso cuadro potico y triste que el pecho en atar insiste su reflejo misterioso sin sentir el corazn partcipe en su amargura Pobre Ins! Cuanta tristura te prepara tu pasin! Con lgrimas en los ojos triste del sol se despide que en su pecho no reside hoy ms que dolor y enojos. Vuelve a la azucena pura su vista arrasada en llanto; y le dice en su quebranto con voz dbil e insegura: Objeto de mis amores y mi atencin cariosa: azucena candorosa bella ms que todas flores. No sabes cuan contristada 302 Poesa. Herencia familiar mi despedida te doy; yo parto, azucena, voy en pos del amor lanzada. Una pasin misteriosa mis pasos dbiles gua; no ver la luz del da en esta mansin dichosa. Ello es fuerza; que el amor con dura fuerza me impele; mas mucho, mucho me duele abandonar a mi fl or. Pues t sabes, fl or querida que al verte tan delicada de ti al fi n enamorada te hice luna de mi vida. Y en este breve pensil cuidada con ms esmero de todo tallo hechicero t fuiste la ms gentil. Y cuando la primavera mi jardn embelleciendo iba tu corola abriendo un verde dosel te hiciera donde del sol los fulgores no pudieran penetrar ni pudieran agostar en tu cliz tus primores. Y t y mis padres queridos por quienes duda mi alma fuisteis los seres en calma siempre por m bendecidos. Mas ahora, qu ser de tu fragante hermosura de tus tallos y frescura preciosa fl or, qu se har Si quien te cuidaba tanto y tanto ay! te quera te abandona en este da en medio de su quebranto Yo me ir y t quedars emblema de la inocencia llorando mi triste ausencia pues de mi te acordars. Quiz al despuntar la aurora 303 Francisco Laliga Gorgues en tu corola querida vierta su llanto afligida una madre a quien adora mi pecho... Ah! Morir me siento y cada vez crece ms este afn, pasin tenaz causa de tanto tormento. Adis, azucena hermosa quiera el cielo que algn da te contemple en mi alegra cual hoy tierna y candorosa. Yo parto: la noche oscura favorecer mi huida me alejo madre querida mas perdona mi locura. Que es el amor quien me fuerza a dejarte en soledad y no es fcil en verdad que mi voluntad se tuerza. Mas no creas que te olvido ni he dejado de adorarte; yo jams podr olvidarte como a mi padre querido. As, madre no maldigas el amor que me tuviste; te doy un adis muy triste pues la suerte a ello me obliga. Mas sin duda venturosa volver con mi pasin y entonces madre, perdn oir de tu boca hermosa. Adis padre, adis morada de mis arios infantiles; t azucena, en los pensiles siempre la fl or ms preciada, cuando al lucir la aurora vengan mis padres aqu y te pregunten por m con pena arrebatadora... diles que yo les adoro; mas huyo por mi pasin y que espero su perdn como mi mejor tesoro. Revlales t mi llanto 304 Poesa. Herencia familiar mis ocultas aflicciones mis tristes vacilaciones mis penas y mi quebranto. Y cuando un recuerdo viendo de Ins lloren ante ti, di que se apiaden de m que tal vez est sufriendo. Y con lgrimas ardientes sus frases acompaando sigui Ins reconciliando sus pensamientos vehementes. Hasta que la noche entrada rein ya la sombra oscura y transida de amargura se retir a su morada. Era la noche lbrega y oscura, las apiadas nubes cubren de negro toldo el alto cielo; Caos de confusin, tiniebla oscura por do vagan los Genios y Querubes. En el dormido suelo la muda soledad reina espantada: Natura adormecida cubrise con su velo en los brazos del sueo descuidada. De pronto estremecida la despierta la voz de la tormenta que con la tierra msera en batalla en el espacio estalla. La voz del ronco trueno violenta se oye tronar: en lquidos raudales cae la espesa lluvia despertando al pjaro en su nido y formando copiosos manantiales. Igneas, blancas culebras serpenteando sbita exhalacin cruzan la atmsfera y el rayo enfurecido baja a abrazar la cumbre de los montes. Los negros horizontes confunden a la tierra con el cielo; todo terror: la tempestad su velo tendiendo el mundo repobl de espanto. Desde su reino impo 305 Francisco Laliga Corgues antro infernal de tenebroso manto Eolo el rey funesto, a su albedro mand a Breas y Cfiro ligero que azotando los mares y la tierra con soplo rudo y fiero declarasen al mundo cruda guerra. Y oanse sus brbaros rumores los rboles tronchar que menos fuertes resistir no podan sus rigores. Ins, la pobre Ins sobresaltada y presa del terror en su morada oa rumor tanto vertiendo triste llanto, tal vez del temporal desalentada. De vez en cuando la ventana abra desde donde vea rugir la tempestad y con angustia cerrndola de nuevo inclinaba al pesar la frente mustia. Temeroso quiz de la tormenta desistira el sin igual mancebo Tambin es muy posible que presienta su padre la traicin, la infame huida. Y sigue en ronco son estremecida rugiendo atroz la tempestad horrible sin duda parecida a la que Ins sostiene all en su alma con mpetu temible. Con espanto, sin calma con locos y revueltos pensamientos la triste delibera y en aquellos momentos la hora de la fuga ansiosa espera. Calla la voz del trueno y solamente queda la fresca lluvia goteando: se oye la voz doliente de la campana doce quejas dando al viento suave ms que anteriormente: el corazn de Ins rudo golpea, la imagen de Luis ante sus ojos llevando en la alma del amor despojos trmula centellea: lanza un suspiro: abre la ventana de la triste oscuridad enojos, 306 Poesa. Ilerenc a familiar mas la palabra de Luis recuerda que no sea la tuya siempre vana; y sin temor que en el jardn se pierda con llanto de dolor y de cario cual suele acontecer al tierno nio que su madre perdi sbitamente lnzase en el jardn precipitada abre la puerta de terror helada y desaparece cautelosamente; sigui la lluvia con sonoro mido cayendo mientras tanto, y el mundo oscurecido presa sigui de receloso espanto... 307 Poesa. Herencia familiar Ya cede la cancula: oro y gualda en el vago matiz del horizonte, y el celaje sombrea la esmeralda all en la tarde hasta el azul del monte. Dulce tiempo otoal! Septiembre impera, y su trono divide con Pomona, inundando de frutos la ribera que abarca el Septentrin de zona a zona. La magnfica vid verde y lozana en vistosos colgantes cubre el prado, y los campos tapiza y engalana, y embellece en parrales el cercado. El pmpano feraz forrado en plata brinda escama a la sierpe del sarmiento, que en arcos de altitud y forma grata, al fruto codiciado da sustento. Ya empez la vendimia: la esperanza se troc en realidad de alegre hartura, y oye sonar un himno de alabanza la prvida y risuea agricultura. Da la tierra su esplndido tesoro que fecund abundoso la semilla: la uva azabache y el racimo de oro, en la campia exuberante brilla. Salve a la reina de ampeldea raza que en los llanos de Asia vio su cuna, y que los bosques de la Europa abraza bajo los cielos do el calor se aduna! En sus cortes Italia y Grecia un da le dieron acogida en el fenicio que hasta el Mediterrneo la extenda con fecundo y extico artificio. Salve! El pezn marchtase; los granos la depurada miel hincha y colora, arrllanse los tallos y lozanos los vstagos y fuertes son ahora. Ya la cosecha el labrador ana, es el momento y el lagar espera: ya con menos calor alumbra el da el sol en su fantstica carrera. Ya la de Mayo sonriente fl ora ya la hija del Canero, ardiente Ceres, 311 Francisco Laliga Gorgues fueron a esa regin en donde mora el vergel de los ntimos placeres. Y turba alegre que en los aires vanos exhala su cancin y en la campia, nios, mujeres, jvenes y ancianos, invaden en tropel la inmensa via. Crujiente el carro do la mies dorada an dej por recuerdo alguna espiga, espera en los senderos a la entrada el relleno canasto del auriga. Clmanse las espuertas de racimos cruza el carro el camino de la aldea en medio de otros frutos cual opimos, y prosigue en la via la tarea. Este corta la uva, an matizada de tenue polvo, aquel la va cogiendo este otro la envasa y preparada la va en cestos de mimbre disponiendo. En tanto en el lagar el zumo ardiente va llenando la alberca en mil canales, cual si el ro de Baco nuevamente brotara de la tierra sus raudales. Revuela en torno la zumbante abeja el tallo y la corteza se amontonan, pirmide de frutos verde deja, y el trabajo rural bien galardona. Cae el mosto: va a hervir: su movimiento se moja en el empeo que depura, la eterna ebullicin del pensamiento que acrisola el calor de la hermosura. Quin escucha ese ritmo sordo y blando y ya no admira en inquietud curiosa la manera del vino ir fecundando en gestacin augusta y misteriosa Oh! grata metempsicosis cuya alma el licor luego informa venerando, Proteo de natura, cuya palma va en esas ondas mgicas fl otando! El Lbano en su enhiesta crestera que desgarra las alas de la nube, te vio, oh risuea vid, plantada un da, por el pagano dios que hasta ti sube. La hija de los trpicos brillante am en el Meridin lugares fros 312 Poesa. Herencia familiar clidos en ocaso y en Levante, y los turbiones cant bravos. Am del rubio sol la onda abrasada que a sus venas la savia da y germina, y ansi nacer, cuando la luna helada el ltimo creciente determina. Y delicada, rica y abundante busc frtiles lechos con exceso brot pimpollos, y al olivo amante mand entre el aura enamorado beso. II Dulce como la miel, y trasparente como el limpio cristal, en torbellino desbord de la alberca, y gratamente luce en la copa el espumoso vino. Ya la bodega las inmensas cubas va en hilera formando como un foso, y el zumo depurado de las uvas propasa su ganancia al laborioso. Dar riqueza deseada; honores a esa Circe inmortal, la agricultura que entre aromas, paisajes y ureas fl ores brinda al pueblo rural plcida hartura. Arte y ciencia feliz, yo te saludo cual de mi patria porvenir risueo, cual germen de esperanza, yo a ti acudo despertando al trabajo de su sueo. Ah! Cruce la veloz locomotora por el llano trocado en praderales, do el arado fecundo cruja ahora y baen numerosos manantiales. El btulo que el mar lanz a la orilla el menhir cabe el monte solitario, no sern de tus campos con mancilla, el despreciable cetro imaginado. Que en gestacin universal, tus venas de hojas palpitarn frutos y fl ores, y en la tierra, en las pocas serenas, los verters del da a los albores. Oh poblacin rural tan fl oreciente cual la canta a mi odo un eco mudo! 313 Francisco Laliga Cargues Henchido de tus goces, en mi mente tu porvenir aplaudo y te saludo. Dios, patria, te dot de hermoso cielo porque engendres artistas y poetas, mas tambin te dio un rico y frtil suelo porque a blando trabajo lo sometas. As no han de faltar en tus vergeles haces de espigas, frutas sazonadas, ni en tus fl orestas faltarn laureles para adornar las frentes inspiradas. Ser que entonces el rumor que trajo la brisa errante fundir en un beso la gloriosa epopeya del trabajo, las sonoras baladas del progreso. Ser que entonces victorioso atleta tremoles tu estandarte en el altura, y cante en dulces himnos el poeta tus mltiples encantos y hermosura. III Oh! Las alas ideales del deseo buscan luz en el cielo de tu historia: ven y enciende mis venas, oh Lio, para cantar tu inmarcesible gloria. T de Icaro infeliz grato sustento, t admiracin del griego y del romano t del sabio No descubrimiento t fi el calor del pensamiento humano. Ven a mi labio opreso en los cristales que tu matiz multplice colora: disuelta en tus dulcsimos raudales late la inspiracin encantadora. Como el oro en el fuego acrisolado de su llama azulada a los reflejos, as en ti el corazn purificado volando con las nubes all lejos. T engendrador de excelsas ilusiones que consuelan las penas de la vida, cuna has sido de amor y de pasiones con tu aroma del cielo desprendida. T de Catn y de Alejandro el Grande de su suerte ofreciste en ti el misterio 314 Poesa. Herencia familiar y vio el uno el pual que el honor blande, y vio el otro rodar todo un imperio. Tal vez cabe la ebrnea galera umbral de los inslitos festines, la bacante aplaudiera tu alegra coronada de rosas y jazmines. lal vez del pobre y despreciado ilota que del trbol a sombra cava el suelo, calm su afn la bienhechora gota de tus raudales y le dio consuelo. Quin sabe si, oh Falerno!, en tus espumas vagaron de la noche en el exilio cual sobre un cerco de nacreas brumas, las musas de la Eneida de Virgilio! La prpura romana al regio solio subiendo entre las guilas radiosas, bendeca en el alto capitolio entre lauros, tus fi ebres deliciosas. Mas si acaso en liviano esparcimiento tent un crculo torpe tus agravios, fuiste espejo a tu propio entendimiento que arrojaba en palabras por los labios. As en torpe cancin los cantantes a Baco aplauden en la riente Grecia ornados de carmbanos brillantes de embriaguez llenos y con risa necia. No! T eres el calor, luz de la vida, la ilusin la dulzura y el consuelo, y es apoteosis tuya merecida que amas el ideal soado: el cielo! Esta es el alma que tu encanto suea gloria tuya, oh riente agricultura, y la lira de Ofis no se desdea de entonar un cantar a tu hermosura. Que es el idilio que a tu sombra brota, y es la rosa en tus crmenes nacida, el dulce canto que jams se agota, y el emblema ms bello de la vida. 315 A la buena memoria de mi querido hermano JOS LALIGA GORGUES En la primavera de tu vida, cuando todo pareca sonrerte, agit tu espritu sus alas rompiendo la carnal envoltura que la oprima, y surc las esferas de la eterna luz preparadas a los buenos por el Dios de la mise ricordia. Tu muerte, hermano mo, me hizo sentir, me hizo pensar; cruzado poeta de las batallas modernas, ms de una vez las angustias de una aspi racin infinita me hicieron llamar con la frente en la lpida de tu sepul cro buscando el fulgor renaciente de un da sin celajes tras la noche del martirio y de la duda; y los temibles problemas que hoy ms que nunca palpitan entre el polvo de las tumbas al pie de los cipreses que besan fl biles auras y alumbran los crepsculos, trasladados a mi alma por los soplos de ansia que devoran al nuevo Promete de nuestras sociedades, los sent latir concebidos en los profundos senos del pensamiento y del corazn. Despus he esperado y espero todava; he recogido inspiraciones en el nido de armonas, denominado hogar domstico, y las he dado forma y ser en la lira de la religin y la fe. Que en la incesante metamorfosis de las cosas, es la fe un faro, una luz cada vez ms brillante y luminosa. Mientras canto la esperanza, acoge, hermano mo, recordando los das felices de mi infancia, esta pobre ofrenda que a tu cario dedica tu her mano. EL AUTOR Valencia y Abril 1884 18.- Publicada en Valencia en 1884 en la imprenta de Jos Mara Blesa. 317 Francisco Laliga Gorgues LA PAZ DE LA ALDEA (POEMA) INTRODUCCIN Blanca ilusin de delicadas galas Que te alzas del oriente de la vida, Que el blando aroma de la dicha exhalas, Y el aire hiendes con ligeras alas, Y en el Eter te meces suspendida! Oleada de luz y de colores, Sonrisa del espritu primera Que abre sus ojos en Edn de fl ores, Porque oculta en su seno entre fulgores El germen de una hermosa primavera! Oracin infantil, ngel divino De bendita memoria y dulce nombre: Luz que gua al errante peregrino, Isla de paz y tienda en el camino Que te ama el nio y que te olvida el hombre: Sueo de amor, aspiracin ignota Que como un arpa el corazn agita De donde arranca un ay! nica nota Que de su fondo indefinible brota Cuando con gozo o con dolor palpita: Anhelo del placer y la ventura, Fnix de goces, insaciable anhelo Que ver su ideal quiere en su locura En el ave que canta en la espesura, O en la nube que cruza el ancho cielo: Amor del alma por sublime y santo Que todo un mundo de ilusiones creas; Que buscas la criatura envuelto en llanto, Y solo puro con fugaz encanto En los labios maternos aleteas! ... Venid en sentimientos a mi lira Cual tiernas aves al caliente nido, Y ella ser si vuestra fe la inspira, El corazn herido, que suspira Una nota, una queja o un latido. Y a la sombra del templo do mi cuna Meci la brisa pura de una aldea, Cantar a los fulgores de la luna, 318 Poesa. Herencia La historia de una vida sin fortuna Que entre las brumas de un recuerdo ondea. Y si canto a tu sombra, patria ma, Llorando y en los labios la plegaria Que me adurmi en los noches de alegra, Escucha t mi voz que triste o pa Vuela a tu augusto seno, solitaria. Y t, Dios mo, a quien el bardo errante Pide fe, inspiracin y lira y palma: A los pies de tu altar caigo anhelante Y pido acentos a tu voz amante... Oye, Seor, el grito de mi alma. CANTO PRIMERO Al pie de una colina reclinada De azul color y de planicie esbelta, Por cuya abrupta rpida pendiente Sordo torrente sus raudales suelta Y afluye al ro en la hondonada riente Formando en doble abrazo breve delta, Bajo un cielo bien digno de Judea Por puro y azulado y transparente, Do el sol, al irradiar, alumbra y crea De hacecillos de luz llenando el aire Pabelln de zafir resplandeciente, Blanca como las nubes de su espacio, Grata como las aguas de su ro, Hermosa cual sus tintas de topacio, Se alza una aldea entre verdor sombro. De una de sus laderas al extremo, Y en sendero que mira hacia el Oriente Por llanura de bosques esmaltada Que cruza cual polvrica serpiente Desde el pie de la informe barrancada, Hay una cruz de piedra, que piadosa Como oracin de la sencilla gente Al cielo se levanta conmovida, Flores brotando por su base aosa Ya del tiempo y las lluvias carcomida. Y enfrente y ms all en etapa hermosa Que mezcla entre los sauces los cipreses Para que juntos den en el esto am liar 319 Francisco Laliga Gorgues Hmeda sombra a las doradas mieses, Sencillo alczar de color sombro Que en doliente gemir besa la brisa; A cuyo umbral que plido el sol dora Y el musgo rodendole tapiza En sus bancos de piedra reclinado Se para el campesino y reza y ora Emanacin de una verdad sublime Que al despertar al alma la enaltece, Entre ingrvidas brumas de misterio, Como sueo de paz consoladora Se levanta tranquilo el cementerio. Sitios de agreste soledad bendita Do el genio universal de la ventura En las arpas del viento y de los rboles Suspira su cancin de ms ternura! Todo es hermoso all: el ave que canta Perdida por la selva rumorosa: La cspide que al cielo se levanta Con corona de nieblas vagarosa: El ro que entre cspedes y juncos Por lveo de fl ores cruza el valle; Las rocas que apartadas en su orilla Pesarosas y mudas le abren calle Salpicadas de espuma que al sol brilla: El campo verde, el cielo esplendoroso, El horizonte limpio y dilatado, Tibio el ambiente, el pueblo silencioso, Y distante y vagusimo el vallado! Todo en aquel lugar es alegra: Todo de dicha imgenes suaves, Gemidos y susurros, brisas y aves, Amor y soledad, luz y poesa! As al morir la tarde en sus espacios, En esas horas de inmortal dulzura Cuando vierte el amor su copa de oro En los senos de paz de la natura, Y al aleteo postrimer del da Los sueos brota el corazn dormido Que en ondas de feliz melancola El pensil buscan del edn perdido; Y hiende el aire vaporosa silfa A desplegar el purpurino manto Del poniente crepsculo, vertiendo 320 Poesa. Herencia familiar Sobre las fl ores su fecundo llanto, Del seno del espritu sediento Al contemplar tan apacible calma Brota este ansioso apasionado acento: Aqu vive entre amor la paz del alma! dolo eternamente venerado Del templo del hogar que vivifica Con el calor de juventud lozana Y el fuego de una ardiente fantasa, Noble de origen y de hacienda rico, Vstago solo ya de su familia, Acompaado de su anciana madre En esta aldea Garcern habita. Mortal dolencia arrebat a su padre Cuando la edad de la razn corra Ante l sus velos, y la buena anciana En l su amor reconcentr y sus dichas. Hora feliz en que en la hermosa cuna Que cario y riquezas acarician, Abri sus ojos a la luz del cielo, Abri sus labios a la pura brisa, Como el ngel del templo de la aldea, Cual la tmida alondra de sus cimas! Encantada y feliz y seductora De uno en otro placer corri su vida. As la mariposa tras las fl ores Vuela, y goza su aroma y su miel liba: As tambin en el frondoso bosque, De fresco arroyo la corriente limpia, Por benfica lluvia alimentada Renueva a cada instante sus delicias. Al sol de juventud tendi sus alas El ngel que en mortal se converta, Y abri al amor su corazn ansioso Cual su cliz la fl or a un alba tibia. Bellos entonces son cielos, y tierra, Bella es entonces la risuea vida! Semeja el alma en la penumbra vaga En que el umbral de juventud se pisa, De una ptica de dicha, deslumbrante Cristal labrado, misterioso prisma, Que con las tintas de ilusin colora Cuanto se mueve y pasa a nuestra vista. 321 Francisco Laliga Cargues Y es que en esa edad, cuando en el alma Se desborda del amor, increada chispa Que en el alma por Dios depositada Al nacer para el cielo nos aviva, Y se desborda porque sopla el verbo La eterna aspiracin que le sublima, Y el hombre ama, porque el soplo santo Ya es fuego que en su espritu germina. Y de amor late el corazn del joven Que las pasiones sin cesar agitan, Rugiendo entre tan densos torbellinos Que nublan los confines de sus vas, Y all en la esfera del anhelo, el alma A la merced de sus tormentas gira. Ama, pero es su amor slo una fase Del pensamiento aquel, eterno prisma Que con hondos deseos juguetea Como el grueso cristal con la luz tibia, Descomponiendo en cada giro nuevo Un rayo de ilusin que fugaz brilla. As el amor de la mujer hermosa A quien de su pasin da las primicias, Es la sombra del bosque, es el oasis En los anchos desiertos de la vida, Que templa los pesares y amarguras Del pecho, en la jornada que fatiga. Mas no ciis del guila los vuelos A ese valle de paz, a esa colina En cuyas pardas rocas labr el nido Que el viento de los montes acaricia, Cuando anhela salvar el horizonte, Y all en la inmensidad perderse altiva, Y al contrapuesto sol batir las alas, Y hendir las nubes do su luz se abismal ... As de aquel mancebo el pensamiento En el calor de la expansin medita, Sumergido en sus sueos juveniles: Mas qu quiere qu pide a do camina Ah! quin define el corazn humano Ola del mar que levant la brisa Y la cerlea superficie salva Y retrocede al abrazar la orilla: Floja del rbol que desnuda otoo 322 Poesa. Herencia familiar Al rugir de los cierzos desprendida Que en polvoroso crculo llevada Cruza del campo la extensin umbra: Rayo intenso de luz que el verde bosque A par alumbra y acalora y pinta, O vaga estrella entre cinreas brumas Del Eter por los mbitos perdida, Quin penetra en su fondo misterioso, Y su incesante aspiracin quin fi ja Plida como un rayo de la luna Que sonre al besar lo que ilumina; De ojos negros, rasgados e indolentes, De un alma bella luminosas simas, Esbelta cual la palma de los campos, Dulce como una queja de la brisa, Amor de Garcern y a un tiempo hermana Era la joven candorosa Elvira. Hurfana y sola al despertar del sueo En que abismada su razn gema, Qued encargada al protector amparo De la madre del joven que la cuida Viniendo entrambos jvenes a unirse En un lazo comn de amor y dicha. As dos cisnes las polares nieblas En direccin opuesta cruzar miran, Y en un mismo pen labrar el nido Al pie del lago que las auras rizan. Y juntos luego los espacios surcan, Juntos penetran en la selva fra, Su sed apagan en el mismo arroyo, Y la misma enramada les cobija. Al sol de la ilusin las leves alas Sus amantes espritus tendan, Y babanse en plcido deliquio En sus ondas difanas y tibias. Ante la cruz de piedra, al caer la tarde Que Mayo salpicaba de poesa En fl ores de la selva y luz del cielo, Y en msicas, suspiros y caricias Que al desplegar sus vaporosos mantos Genios ignotos por doquier vertan, Jurronse un cario, de sus almas Como afeccin indefinible e ntima, 323 Francisco Laliga Gorgues Jurronse el amor que sus anhelos En una sola aspiracin funda. Rpido alborear de un da hermoso De la infancia en la esfera cristalina, Que enciende los primeros arreboles Del sol de la pasin que los matiza! No lejos de la aldea, hacia Occidente, Sobre una parda desigual colina Por cuya ancha vertiente oculta senda Como blanca serpiente se desliza, De aquellos perfumados praderales Orculo a la vez y pitonisa Se eleva un monasterio, nave santa En los revueltos mares de la vida Donde las almas sin consuelo lloran Su amor perdido o su ilusin marchita, O do las almas inocentes viven Midiendo el vuelo hacia las altas cimas. A sombra de sus muros solitarios Que de Dios hablan y a rezar convidan Avivando en el pecho la nostalgia De aquellas soledades infinitas, Cuando sus velos blancos y purpreos Va en Occidente recogiendo el da Dejando en los espacios insondables Eterna oscuridad; en esa misma Hora en que abri su corazn la joven De Garcern a la palabra ntima Como el insecto que durmi en la hoja Despierta al beso de la luz del da, Sobre cerlea roca reclinados Los jvenes amantes se vean A sombra de los muros solitarios Que de Dios hablan y a rezar convidan. Lgrimas han surcado silenciosas De la joven las plidas mejillas: Ambos tristes estn, y el panorama Recorren con mirada distrada. Olvidars mi amor... ella murmura Con la cruel ansiedad de la agona: No! me ahoga esta atmsfera... anhelante El joven dice y con dolor la mira. Ah! la paz de la vida es vana sombra; No preguntis si la miris rendida, 324 Poesa. Herencia familiar Que viento aj la encina en la montaa O que piedra ceg la fuente limpia. Y ya de Garcern ruge en la mente Tempestad juvenil que su alma agita, Y arroja el corazn hondas pasiones Cubiertas de una clida ceniza. Orgullo y ambicin que le enardecen, Otro ambiente, otro mundo necesitan, Y llevado de ardor, ha proferido La palabra fatal de su partida. Si habis medido la pasin ardiente De la inocente y desgraciada Elvira, Medid si os atrevis la honda amargura Que su fi el corazn devorara. La oracin de la tarde dio a los vientos La voz de la campana conmovida, Y el raudal de su angustia desatando Cay la pobre joven de rodillas. Hora de soledad y de misterio! Cantaba el ave en la fl oresta umbra, Derrumbaba a lo lejos la cascada Mezclando sus rumores con la brisa Que cruza por los bosques soolienta Y las ramas ms pndulas agita: De la prxima cumbre del otero El sencillo aldeano descenda Salvando de su choza los umbrales A la luz del crepsculo rojiza: Aleteaban los genios de la noche Que la desierta inmensidad hendan Como una exhalacin: gema el valle De sus susurros en la tierna lira La inefable y magnfica salmodia Que es su hermosa plegaria vespertina, Y el alma libre de mortales lazos Cual guila que encuentra la salida En las revueltas del frondoso bosque Se alzaba a las regiones infinitas Sobre el blanco vapor de su esperanza Que en vagas espirales la envolva, Aquejada cual nunca en esa hora De la eterna nostalgia de la dicha. 325 Francisco Laliga Gorgues CANTO SEGUNDO Leve gasa de ntida blancura Se tiende sobre el manto de la noche, Y cargada de aromas y frescura La brisa matinal va en blando vuelo De las fl ores abriendo el tierno broche. La sien ciendo con purpreo velo Del tlamo nupcial do el sol la adora Encendidas en rosa las mejillas Sale al oriente la risuea aurora. De hmedos besos al pasar dejando De su rumbo inconstante la alba estela; Reflejando en sus vagas espirales De un tornasol verstil la urea lumbre, Van subiendo las nieblas matinales Del hondo valle a la desierta cumbre. Todo despierta y se alboroza y vive: Sonre el ancho espacio, el ave canta, Zumba el insecto que el calor percibe, Muge el ro que el ter abrillanta, Gimen las auras sus amantes celos, Y a la regin inmensa de los cielos El himno de la vida se levanta. Al primer aleteo de las aves, A la primer sonrisa del ambiente Que siente de la luz el embeleso, Sale Elvira soando eternamente Con el amor que es su nica maana; Que en Garcern pensaba, y ha sentido El beso enamorado y repetido Del ngel de la aurora a su ventana. En busca del saludo cotidiano Pasa a la habitacin do cariosa La anciana le recibe, y sculo tierno Le da, que imprime en su mejilla hermosa. Madre, no vino an l... con voz doliente Como el canto de un cisne moribundo La joven pregunt, y en su profundo Cncavo repercute la techumbre Su acento al concluir con meloda: l... No Elvira: le espero todava, La madre contest, cuando a la puerta Llam el antiguo servidor entrando Con temerosa vista y planta incierta. 326 Poesa. Herencia familiar Cual si cediese a algn presagio infando, Asaltada en sus duda de improviso Y mi hijo la anciana le interroga. Parti: contesta el servidor sumiso. Parti la madre con afn murmura Y se ahoga la voz en su garganta Embargada en suspiros de amargura. Y como pesaroso aquel responde: Para vos esta carta me ha dejado. No tan triste ve el ave en la espesura Restos del nido a su pasin robado Cual la anciana el papel: como una hoja Temblando, lo arrebata y lo da a Elvira Que yerta de emocin casi respira. Arrasados en lgrimas los ojos, Golpeando el corazn con cruel latido A impulsos del dolor y los enojos, Lee Elvira con acento conmovido: Madre, voy a partir. Perdn te pido Si hora al obrar con juvenil demencia, Lleva a tu santa ancianidad mi ausencia Una sombra de llanto o de dolor. Que a tu lado pas mi vida toda Al calor de este hogar siempre apacible, Y se cuanto es tu corazn sensible Y cun inmenso tu materno amor. Mas he de confesrtelo. Mi alma Ahogaba ya esta atmsfera tranquila, Yo buscaba con vida pupila Algo que ignoro, pero aqu no est. Algo que como en hondo torbellino En vrtigos agita el pensamiento; Que asido a mi conciencia yo lo siento, Y eternamente tras mi paso va. Algo que es de mis sueos el fantasma, Ms dulce que tu amor que me recrea, Ms bello que los bosques de esa aldea, Ms blando que su cfiro fugaz. Hondo suspiro del proscrito errante, Pgina en blanco de ignorada historia, Orgullo y ambicin y ansia de gloria, Deseo de placeres... ms, an ms. 327 Francisco Laliga Gorgues Pero en letras de fuego, madre ma, Est grabado en mi alma tu cario: Lo juro, s, por la oracin del nio Que en tu santo regazo la aprendi. Por mi fe si ms quieres, y te ruego Que por mi reces cabe el templo santo, Pues siempre por un hijo al verter llanto Las preces de una madre el cielo oy. Ah! cul recuerdo ahora las veladas En que al leer trasladaba a la memoria Las bblicas leyendas de esa historia Que Dios mand escribir para la fe! La de aquel hijo prdigo que huye De su familia, su patria y sus hogares, Y volver devorado de pesares Solitario y desnudo se le ve! Mas perdname: parto. A mi destino Fuerza secreta y superior me impele: Ruega al Seor que por tu hijo vele Que quiz un da vuelva junto a ti. Y a esa nia inocente, a ese ngel bello De quien labrar no puedo la ventura, Di tambin que perdone mi locura Y que se acuerde alguna vez de mi. Rein despus un sepulcral silencio En los mbitos vagos de la estancia, Por el ay! solamente interrumpido Del genio del dolor de negras alas. En tanto indiferente a estos sucesos En el prximo bosque el ave salta, Bajan las brisas desde el monte al llano, Y trenza en saltos de agua la cascada Sus lquidos raudales, ya irisados Por la lumbre del sol que ahuyenta el alba. Y cuando un rayo de su luz de oro A travs del cristal entr en la estancia, Ba la frente de las dos mujeres Llorando, de rodillas y abrazadas! Qu busca Garcern en las ciudades Do veloz le arrebata su deseo Qu busca en el rugiente torbellino De la presente sociedad envuelto 328 Poesa. Herencia familiar Su noble corazn, del optimismo El fuego irradia en el sensible pecho, Y su luz ilumina cuanto toca Pintndolo con tintes halageos. Utpico ideal adora su alma Que busca por doquier con paso incierto... Para tu amor el corazn humano Formaste, oh eterno Dios! y en vano anhelo Amar las criaturas, que le dejan El profundo amargor del desaliento. melas, s, como a la inestable imagen De tu amor retratada en el espejo, Y de uno y otro anhelo ir avanzando Hasta que more en tu infinito seno. As en vano se arroja a los placeres Garcern aquejado del deseo, Que no acierta a entender la doble esencia Del amor de los hombres y del cielo. Ser infeliz para llorar nacido Porque llena el ideal su pensamiento; Nuevo Adn que en el campo de la vida An del perdido Edn busca el sendero! Inocente en su ardiente fantasa, Religioso por propio sentimiento, Le aguardan incesantes decepciones En el mundo, y profundos desconsuelos. Y ama la sociedad, y a ella se entrega En la expansin de su acendrado afecto, Pero piensa, y el fondo de las cosas Rebusca desde el ter de su anhelo. Ve desde all en el fango revolcarse La humanidad con perezoso sueo, Enjambre de gusanos que alimenta Del nuevo Job el ancho estercolero. De indefinible actividad llevados, Entre sombras agtanse los pueblos Sin saber donde van ni quien les gua En su vago inconstante derrotero, Presa de incierto afn, de ansia sin nombre, De insaciables titnicos deseos, Y destinos y anhelos condensando En los vanos placeres de un momento. La sangrienta ambicin, el ciego orgullo La insaciable lujuria, el vil recelo, 329 Francisco Laliga Gorgues Y falsa y rencor, de las ciudades Hierven rugientes en los anchos senos, Desprendiendo tan ftidos vapores Que amenazan cegar el pensamiento! Se eleva un trono a la razn humana, Y el mundo en sus punibles desaciertos. Es espelunca universal que hiede Del torpe vicio con el sordo aliento, Y oscuro pastoforio de una ciencia Que niega a Dios y que suprime el cielo! Acaso en el misterio del retiro En densas sombras el amor envuelto, Busca plstica forma que condense En un nombre tan vario sentimiento. Y arroja el nombre al mundo, pero el mundo Vuelve a adorar a la materia, ciego, Y antes de remontarse a otras regiones El ngel de verdad pasa riendo, Y derrama su lgrima postrera Al pie de los sepulcros soolientos! ! !... Honda afliccin, inconsolable angustia Brotan del joven en el noble pecho, Que observa en los placeres de la vida Incurables dolores encubiertos. Torpe y falta de fe y a pesar suyo Aquejada de eterno desaliento, Mira la sociedad en sus caminos Sin amor ni entusiasmo discurriendo. Doquier lodo! el espritu ultrajado A ignorada regin alza su vuelo, Anhelando quiz reivindicarse Y en Dios buscando su perdido cetro; En ese Dios a quien por ser paciente Le desprecia el orgullo de los tiempos. Ah! el mundo tras sus yerros juveniles Buscar a ese Dios vivo, que es su centro, Cuando en la ancianidad de la conciencia Sumido en su dolor, piense a lo menos, Que en los abismos de la senda humana Puente es la religin que lleva al cielo! Esto mira en su angustia el pobre joven, Mientras bondad y genio le sumergen En el profundo mar del desconsuelo. Que ama la sociedad en que hora vive 330 Poesa. Herencia familiar Y odio a la par le inspiran sus defectos; Y al identificarse sus ideales Trocse de sus ansias en Proteo, Mirando en metempsicosis extraa La impotencia del Icaro moderno. Y al buscar con la angustia del proscrito De su patria perdida algn reflejo Que ilumine piadoso en lontananza La noche del humano pensamiento, Viendo a la sociedad rer en el lodo, Mas alta que ella se mir el mancebo. Y vio en el campo de la ciencia humana De la eterna verdad vago destello, Surgir como en dualismo irremediable La doctrina moral del Nazareno: La perfeccin que todo lo abandona, Y el que todo recgelo, progreso; El sistema social y el religioso Pugnando siempre en imposible acuerdo. Y lgrimas verti, llanto de sangre De su propia fl aqueza en el tormento, Y devorado de indecibles ansias Con muda vista interrog a los cielos, Y acall sus dolores y sus quejas Mirando alzarse en eternal misterio La fi gura simptica del Cristo Sublime y generoso, humilde y bueno, Domando las pasiones turbulentas Con los raudales de su amor inmenso, Y espirando en la cruz con mortal ansia, Salvando el mundo ante la faz de un pueblo. As la cruz que en villas y ciudades Corona excelsa el capitel esbelto, Es de la humanidad, nmada tribu Que un punto alza sus tiendas en el suelo, Gua que da el alerta continuado A la raza que duerfne en el desierto. As de su ansiedad en el vaco Ve con gozo el espritu sediento Engendrando ilusiones, agitarse De su destino el paradigma eterno, Y triunfando del barro que le oprime Cruza la tierra mientras suea el cielo! 331 Francisco Laliga Gorgues Mas toda esta bondad es impotente Para esa sociedad, que en sus senderos, Almbrale el volcn de sus pasiones Y de la duda arrstranle los vientos. Y siente Garcern desorientado En la tromba social, el hondo anhelo Y la nostalgia de la paz dichosa De su pueblo natal dulce y risueo: Que es una planta extica, arrancada Al patrio valle por el rudo cierzo. Y en mortal inquietud el desengao Cual spid cruel su corazn mordiendo, Va marcando el reloj las lentas horas Que mudo traga el insaciable tiempo. As en la santa soledad nocturna Levantaba hasta Dios el pensamiento, Reventando en un llanto de amargura La nube del dolor, que en su cerebro, Condensar pareca las tristezas Del amor, de la culpa y del destierro. Y cuando el alba en plidos celajes Baaba la extensin del fi rmamento, Del corazn lanzando hondo suspiro Volva en calma a la existencia, presto A recruzar los prticos de un mundo Miserable, sofstico y soberbio, Y en su aldea pensaba, como un nio Saludndola alegre desde lejos. CANTO TERCERO Hay una voz de celestial dulzura Que el hombre de su vida en la carrera Oye cuando le agobia la amargura, Y espera, dice compasiva, espera! Y el hombre de sus ansias peregrino Alza del suelo en que llor postrado, Y mira al horizonte consolado Y prosigue llorando su camino. Oh corazn en tus sueos vano! Dnde busca tu amor su ansiada palma Oh eterna luz del pensamiento humano! Por qu ese anhelo que devora el alma 332 Poesa. Herencia familiar Cae la tarde ya y el campo queda Sumido en grave soledad tranquila: Sube el vapor del fondo de los valles, Canta un himno a la noche el aura leda... Es que Dios va cerrando su pupila. All, fantasma de la vega, infando, Cual de cansancio y malestar rendido, Se ve un hombre entre nieblas avanzando Por la senda que mira hacia el oriente En llanura de bosques esmaltada, Que cruza cual polvrica serpiente Desde el pie de la informe barrancada. Y al pie de aquella cruz, que solitaria Se levanta en la senda, de aquel mundo Como oracin y antorcha funeraria, Balbuceando frvida plegaria Cae de rodillas con dolor profundo. Y corre el llanto por su rostro ardiente E inunda los espacios su gemido, Y parece que el cielo conmovido Su suerte anuncia y sus desdichas siente, Del valle al monte, de la tierra al cielo Se esparce universal melancola: Todo calla; susurros, vientos y aves... Es que al alma da un beso la poesa. Cruza el viento una voz conmovedora: El canto que en las alas de la brisa Rinde al poniente sol como a la aurora, Esa campana triste y soadora De los aires sublime profetisa. A su eco, que resuena cual gemido De dulce queja y esperanza santa Que alienta al pecador arrepentido, El recuerdo del Dios enardecido Del fondo de la mente se levanta. Y reza el hombre aquel: su pensamiento El velo descorri de su memoria, Y en sus recuerdos lee su aciaga historia, Y exclama al fi n con temblorosa acento: Salve, playa serena, amor del alma, Puerto de salvacin, dichoso nido Do entre goces y bien re la calma Del corazn ensueo apetecido! 333 Francisco Laliga Cargues Hoy vuelvo a ti cual nauta extraviado Hallado el rumbo que a tu puerto gua, Y late el corazn acelerado, Y lloro arrepentido mi pecado, Y espero al nuevo albor ms bello da! Mas yo quiero decirlo en mi agona: Piedad oh Dios! que de la duda humana El hlito no aspiro congelante Que la conciencia en apagar se afana: Pero aumenta, Seor, a cada instante De la nostalgia el ansia angustiadora, Porque el alma te suea cada hora Y t ests de nosotros muy distante! En donde ests, Seor, que te deseo Como el ciervo sediento limpia fuente Percibo en los espacios tu aleteo, Canta el cielo tu gloria eternamente, Y yo te elevo mi oracin ferviente Y espero en tu piedad porque en ti creo! Me abrum del espritu la vida De la materia en la prisin tirana: Qu mucho que mi rostro salpicase El polvo en fi n de la miseria humana Lodo he visto doquier, y estremecida La sociedad que de tu fe se aparta. Que le hablas t en la voz de la conciencia Que en sus horas de insomnio le tortura, Y resucita el Lzaro dormido Sobre el sepulcro de la carne impura! Te odia, oh Dios! y odio inspira su soberbia; Mas si humilde hacia ti se vuelve un da, Pues que es el corazn indefinible Y en sombras el maana est velado, Perdn, Seor, para la patria ma... Perdn para los hijos del pecado! Porque al pie de tu cruz generadora Que la luz muestra y el error disculpa, De tu alto juicio al acercarse la hora, Ha de entonar la raza pecadora El miserere eterno de su culpa! Y cuando a unirse con su propio cuerpo De otra esfera el espritu descienda Entre los vientos en que sordo zumbas Y las ondas de luz en que le agitas, 334 Poesa. Herencia familiar Cantar tus piedades infinitas Sobre el polvo cinreo de las tumbas! !... As doliente murmur, y el viento Se llev en torbellino furibundo Su ltima queja, y reson su acento Del monte all en el cncavo profundo. Los que en dulce ilusin pura y hermosa Concentrasteis amor y pensamiento, Y rendidos de angustia y de quebranto Lloris su muerte ante marmrea losa Que el ay! repite y que recoge el llanto: Los que al deseo que las horas cuenta Para llegar al trmino anhelado Cedis de vuestra suerte los azares, Bajel que al fi n sepulta la tormenta En el rugiente abismo de los mares: Los que en horas de insomnio, en ansia loca Os unisteis con todos los que gimen Cuando el alma se arrastra y duda y toca En las cimas satnicas del crimen: Los que en sombras de atroz remordimiento Tendis la vista al implorar clemencia, Sintiendo, heridos, la potente garra Del guila feroz de la conciencia Que con su pico el corazn desgarra: Los que dotados de alma generosa Corriendo tras la dicha apetecida Y lanzados del mundo al ocano, La sentisteis de pena sacudida, Viendo brotar entre el dolor humano Las eternas miserias de la vida, Sentid con Garcern el cruel tormento De la propia ilusin ajada y rota, Que del fondo del alma nace y brota, Y escala al desbordarse, lo infinito, Trasformado en cristiano sentimiento. Mrtir de un ideal, con recio empuje En su frente sopl contrario viento Y oculta tempestad en su alma ruge: Que acaso en el engao que desliga El amor y la fe del sueo suyo, Su propio sentimiento en l castiga El maldito pecado del orgullo. 335 Francisco Laliga Gorgues Quiz es crisol el triste desengao Que sus sueos torture y abrillante, Y otra vez luzcan de su fe en el Eter Cual sol tras la tormenta ms radiante. Mas ah! que en vano el porvenir refleja Para l una esperanza y un consuelo: Perdida la ilusin, todo nos deja, Ideales y alegra, amor y calma; Y a la mente enroscndose el quebranto, Feliz si deja de desatarse el llanto Que el mal consuela y regenera el alma! Postrado as, cual bruma del recuerdo Que al condensar el viento el agua brota, La campana del templo de la aldea Vierte en notas la lluvia del sonido Y el corazn horada gota a gota. Trmulo, agonizante y confundido Abrzase a la cruz de emocin yerto, Mientras en la calma de eternal gemido Sigue el bronce a comps doblando a muerto. No preguntis al pecho que devora El pesar, por la causa de su pena: No preguntis si el bronce reza o llora. Es que un ser de lo eterno hacia la calma Se aleja, mientras yese: hasta luego!... Es que el cielo ha vencido; es, pobre ciego, Que duerme el cuerpo y que despierta el alma! Avanza hacia la aldea: ya la noche Abre el raudal de su implacable sombra, Que trueca los espacios en abismo Y de hmedo crespn la tierra alfombra. Con inseguro y vacilante paso Llega al fi n al tugurio de su infancia, Y a la cerrada puerta en vano toca, Muda como el silencio en los dolores, Insensible a su mal como una roca. Queris decirme -preguntle a un hombre Que a pasar acert -si an esta casa Doa Leonor de Garcern habita De Garcern decs Conozco el nombre, Contest el aldeano en voz escasa: Prmiela Dios porque era una bendita. -Muri!! -Muri hace tiempo: qu os asombra Y una nia que hurfana dejaba 336 Poesa. Herencia familiar Y que Elvira, segn o se nombra, Profes en el cercano monasterio. -Qu decs Por piedad! -Extrao tono! Vuestra piedad comprendo: que es historia Que por todo el contorno se lamenta, Y tenemos grabada en la memoria. Elvira de su amor vctima era, Y encarg al confesor la buena anciana Al morir, angustiada por su suerte, Que en su nombre piadoso bendijera A un hijo ingrato que caus su muerte. Puede llorar el corazn y llora Si el pesar no le deja desgarrado: Cay el joven en tierra anonadado, Y piedad con el alma a Dios implora. Rompi el dolor por fi n enardecido El inmenso raudal de sus enojos, Engendrando al mostrarse entre gemido Miedo en el corazn, llanto en los ojos. As en la concepcin a par oscilan En consorcio feliz frase e idea; Que al copiarse la imagen en la mente La palabra en los labios aletea. Y halla el suelo una tumba el alma aquella: Y a los abismos del dolor se lanza Y le oprimen tenaces padeceres, Preludios de ese mal sin esperanza Que apartados de Dios sufren los seres Que el estigma marc de su venganza. Madre! clam con voz tan conmovida Que la noche gimi, y el aura leve Suspir como nunca dolorida: Y del dintel cabe el espacio hueco Del triste acento a la impresin sentida, Madre! temblando responda el eco. Elvira! gimi luego sollozando, Y era el dolor palpable en torno suyo, Y parecile or el sordo arrullo De la nocturna soledad medrosa Diciendo este anatema en eco blando: No supiste apreciar tu dulce calma De la culpa adorando el torpe hechizo, Y huiste, como Adn del paraso, 337 Francisco Laliga Gorgues Cuando estall la tempestad del alma! Sufre tu cruz, devora tu agona, Escarnio del deber y del cario: Envulvate el pesar en noche umbra, Y alumbre el resplandor del nuevo da Sin patria al hombre y sin hogar al nio! No pudo ms: la angustia aterradora Le hizo caer en tierra anonadado, Y exnime le hall la nueva aurora Al umbral de su hogar abandonado. EPLOGO Qu le diris al alma que sonriente Se lanza rica de ilusin al mundo, Y llora y sufre en l eternamente, Como si el mal sobre su pura frente Mintiese un beso de rencor profundo Qu le diris al triste que ha sentido Volar su fe en las luchas borrascosas, Y el cliz de las penas ha bebido, Y hora su juicio arrstrase perdido Por los cauces revueltos de las cosas Qu le diris al corazn que ardiente Cruza el mundo cual ave solitaria, De un sol ya puesto a los matices rojos, Si un amor sin objeto hondo y doliente, En los labios enfra la plegaria Y seca el llanto en los turbados ojos Qu le diris al mismo desgraciado Que sufre las angustias sin consuelo A la roca fatal encadenado, Sino que aliente y viva resignado, Porque hay una esperanza, un Dios y un cielo Que es la vida en la tierra hondo gemido Que ansa el bien de otros climas ms risueos: La ilusin de la dicha astro extinguido; Las ideas de amor, polvo cado De las alas del ngel de los sueos! Y el hombre es rey depuesto, que su senda Cruza y entona del proscrito el canto: Que oye la voz de Dios y alza su tienda, Y duerme, consolado en su amargura, 338 Poesa. Herencia familiar Un sueo anticipado de ventura A la sombra inviolable de su manto. Dejad que no contento con su suerte Y en sus dudas eternas sin apoyo Piense ya en esa muerte tan temida, Que a irrevocables juicios adherida, Hace en fi n de la tumba horrible escollo En el mar proceloso de la vida. Dejad que solitario peregrino La dulce paz buscando en la natura, La campana con eco de tristura Le sorprenda en el templo del camino: Que al fi n desbordar su fantasa Torrente de deseos de ventura, Y el corazn para la paz formado Concentrar en su voz, apasionado, El ansia eterna que al amor le gua; Y verter su llanto de consuelo Y gemir, postrndose en el suelo, La oracin de su infancia, ms ferviente, Soando en esa patria azul y riente Cuna del ngel, de los hombres cielo! Que l es ngel tambin, ngel cado Que recuerda su origen y suspira: Que recuerda su fi n y da un gemido. Y en los atrios del templo reza y llora: Que an en la voz del rgano y del coro Resuenan de la lira del profeta Los salmos de dolor, penitenciales, Con que el dolor del mundo se interpreta En las nuevas, cristianas catedrales. Y el hombre siente que el dolor le arrulla Desde la cuna en el primer lamento: Vano es que luego sus caricias huya, Que ha de purificar el alma suya El crisol de su propio sentimiento. Infeliz del que en sombras caminando Hndase del error en el abismo E indigno de ser hombre, en grito infando Negando su alma niguese a s mismo! Tendr castigo su soberbia airada Y hallar en sus rigores doble afrenta, Sorprendindole al fi n de la jornada Con la mancha del crimen que degrada El dolor de la culpa que atormenta! 339 Francisco Laliga Cargues Mas que el alma que a Dios sobre las alas De la cndida fe levanta el vuelo, Es ms grande que el mundo y sus altares Soando devorada de su anhelo, En esos valles de esplendor sin nombre De eterno goce y de apacible calma, Do la felicidad sonre al hombre En la infinita plenitud del alma. Do ante los blancos velos del sagrario, En los excesos de alegra santa, Con su lira de fuego un ngel canta La sublime epopeya del Calvario. Ved as a Garcern vagar doliente, Solitario y perdido y errabundo, Soando con su madre eternamente, Soando con su amor sacrificado, Su paz perdida y su dolor profundo. Qu es el mundo para l Ancho desierto Que oscurece una tromba de pesares: Valle, cuyo horizonte es la esperanza, Estril campo, procelosos mares De que es la fe el nico puerto. No esa fe sistemtica y sombra, Que con las armas del pavor impera Envuelta en ondas de siniestra lumbre; Abiognesis de la antigua era, Que al pie del nuevo Sina al fin cayera Al rigor de su propia pesadumbre: No ya esa fe tradicional y austera, Fra como el aliento de la noche, Que se pierde en los nuevos derroteros Que guan entre abrojos, al Calvario, Y deja en sus afanes postrimeros Triste el alma y el templo solitario: Es esa fe lozana y vigorosa En bautismos de duda generada Do el alma en nubes de dolor envuelve, Que rompe al fi n saliendo pura alada, Cual larva que se trueca mariposa: Es esa fe que sufre, ama y espera, Y del invierno del dolor humano No teme los inslitos rigores, Porque lleva en su seno entre fulgores El germen de una eterna primavera; 340 Poesa. Herencia familiar Evanglica fe bien entendida Que torrentes de luz vierte y difunde; Que en slo un lauro toda gloria funde, Y en una aspiracin toda la vida! Esta es la fe que a Garcern alienta; Ella sola le presta algn consuelo: Que maltrecho del mundo en la tormenta, Slo podr curar su herida cruenta Lo que el suea que es Dios, lo que es el cielo! 341 (SIN TTULO EN EL ORIGINAL) , Poesa. Herencia familiar INVOCACIN Numen de vida que el purpreo manto extiendes cual penumbra misteriosa en la ideal regin llena de encanto con tu pupila mgica y radiosa impregna de color mi pobre canto. CANTO PRIMERO Ro del porvenir, ro sonoro de albas olas que riza el sol en oro y va corriendo al mar de lo infinito bajo el inestable puente de la vida si el germen de la lucha en que me agito tu germen trajo en rpida corrida oye una voz al rayo de la luna que cual nimbo de amor desconocido su dulce palidez al eco junta por el panten marmreo repetido. El aroma del lirio y de la rosa que el nido al pardo ruiseor perfuma en la verde arboleda bulliciosa tomos de sus hojas o su pluma del crisol del espritu escapado en las alas del cfiro ligeras venga a nacer al valle la elega del esplndido amor de los querubes y vague en su rumor y en su armona la nostalgia del pecho enamorado y el incierto fulgor tras de las nubes. El ter en celajes purpurinos la frente candidsima envolva quebrando los destellos peregrinos en pardos muros ricos de alegra en aquella mansin de un ngel de inocencia y de hermosura cuyo espritu fl ota en el ambiente desde el atrio y la gtica portada hasta la patria cpula elevada a un espacio azulado y transparente. 345 Francisco Laliga Cargues Bellas estancias de inhalado aroma las riquezas prodigan con tersura y en blandos almohadones se recuesta la diosa perezosa que murmura himno eternal de deliciosa siesta. Atrio severo y drico artificio construyen sus marmreos umbrales un escudo ofreciendo a tanta gala y all en nubes de sueos celestiales el alma del amor agita el ala. Queris soar la imagen de la gloria en rfagas envueltas de colores la inmensa creacin canta su historia y en los vrgenes bosques an pasea su sombra paradjica entre fl ores. Vedla all en el alfizar reclinada llenando el corazn de grata idea del humano ideal enamorada suea un barco que boga en lontananza entre brumas buscando otro horizonte y deshechos en lgrimas sus ojos medita su regreso que ella espera para calma tal vez de sus enojos sesgando a flor el cabo de alto monte. La llama de los nervios desprendida que busca en la materia tortuosa de la lira sensacin indeficiente si fue acaso de lgrimas nacida gnesis dio a ilusin esplendorosa que es de placer inagotable fuente Vaporosa y sutil cual mariposa as brot de su nacrea frente y oculta de su senda los abrojos y dora los confines de su vida y reposa en sus labios y en sus ojos. La inmensa soledad en que se agita su corazn en vrtigo amoroso ya la ocupa la inercia de un olvido que simula un oasis de reposo. Autmata tal vez, pasin del alma su voluntad esplndida esclaviza como es esclavo el cielo de la aurora que cual plaustro oriental de oro matiza. 346 Poesa. Herencia All cual genio que en la vega impele la furia de los vientos otoales se ve una sombra que en la senda avanza sin que sus pasos el temor los hiele alentado al calor de la esperanza. Rndele al paso en oblacin extraa sus dones la magnfica natura y es sol entre arreboles que derrama las lgrimas sin fi n de la ventura concedida al deleite del que ama. El es que llega y el recuerdo advierte de un pasado brumoso y sin anhelo y al invierno que annciase en las crestas mira por entrever azul el cielo apartando las nieblas de la muerte. En brazos del amor centro de vida relieve que un ocaso ignoto dora que la perla de llanto ms sentida entre los goces de un templo llora henchido de ilusin en el fecundo umbral de somnolencia embriagadora quin no ve ms hermoso y grande el mundo Joven apuesto y de gentil fi gura la vvida y luciente llamarada del genio en sus pupilas aletea como irradia del trpico en la altura la blanca pira de la luz febea del dios que flota en el sereno viento envuelto en leve tnica azulada da materia a un inquieto pensamiento. Y como plectro el corazn golpea rompiendo en ritmo sonoro y blando su crislida ignara de ceniza y va en efluvios al ter revolando y la creacin entera sintetiza. Por qu no amar y al himno de natura unir del pecho el virginal murmullo que en el mgico albor de la existencia semeja de la trtola el arrullo que en el monte pos de la inocencia Las piedras de la va entre su polvo brotan tal vez races y el capullo sube al aire que un iris tornasola 347 Francisco Laliga Gorgues y en vaga y misteriosa confidencia al muro del jardn su aroma enva a travs de los campos como en ola Por qu no amar y en ntimo concierto unir el barco que en el mar se pierde a la bandera que tremola el puerto a la cima del monte vagarosa y al dosel de los bosques siempre verde Por qu no amar y el pecho acaso henchido de tristezas y plida dulzura llenando de consuelo indefinido la imagen adorar de la hermosura prototipo del suelo desprendido Desde el yermo a la estancia suntuosa pasa el noble mancebo como en alas del ngel puro de faz de rosa que cubre el artesn de ebrneas galas y como en isla que el laurel sombrea tejiendo a los amantes la corona con los cercos de espumas argentinas que recuerdan a Venus Citrea en divanes de rico terciopelo con lujo y esplendor que el arte abona rodanse de aromas entre nubes y en grata paz imaginando el cielo suean con el amor de los querubes. Plido, triste, de mirada incierta cual reflejo cristleo sobre nieve circundado de atmsfera vagosa do la estrella del alma vaga yerta de miembros escultricos, unida a su inactividad la persistencia informe y leve de la estatua erguida en Mario pobre aunque gentil fi gura ya inerme en la maana de su vida. Vivi en su aldea rico y opulento de deleites baando su morada y viendo entorno al dilatado ambiente entre las ondas del sonoro viento el ureo cetro de la paz amada. Pero ardiendo en el fuego del deseo su indcil corazn que no resiste del ngel de lo ignoto el aleteo 348 Poesa. Herencia familiar busc en el seno de ciudad inmensa antdoto a su aliento siempre triste. Tal vez es el querube de la esperanza cuyo manto cobija a todo el mundo que brota y se despliega luz celeste vertiendo sobre el pilago profundo do el espritu boga en su bonanza. Es quizs la ilusin esplendorosa que en la vida real tiene su asiento y entre dosel de ncar y de rosa con lujo y con molicie da alimento. Acaso es honda gnesis do pura late la chispa que el edn divisa tras el monte cerleo de tristura que de sangre en la clida oleada lleva del frvido entusiasmo entre la brisa de la muerte helada y buscando el confn de esa ribera de eterna dicha y deliciosa calma lnzase en la palestra de la lucha llevando su sonrisa en la memoria pues al rer su hermosa primavera viene a morir al pie de su bandera cuando le inflama la palma de su gloria. No por el yermo estril solamente ha de sonar de la ventura el canto que en grata conmocin el alma siente tambin penetra el corazn y riente hiri el de Mario en ardoroso encanto. Todo esto busca con afn creciente derramando las gotas de su llanto como la nave que abandona el puerto la tarde al declinar en sombra queda y rasga con su proa las espumas en burbuja de plata trasparente. Mario as en la carrera de su vida su edad primera al terminar ufano las velas de su espritu despliega de otro suelo en la mar desconocida luego esperando entre el brumaje insano la clara estrella de su ideal querida. Por qu no unir al himno de la esfera que irradia el resplandor de lo infinito 349 Francisco Laliga Cargues el csped virginal en la pradera la cresta de la hirsuta cordillera y an del humano corazn el grito As el hombre tal vez desde los muros de su gentil y reposada aldea de la patria vol al augusto seno cuya imagen de lejos le recrea. Era de noche: en los espacios puros del ter blanca luna centelleaba y en insondables pilagos oscuros do une los horizontes, cual fi gura que un anhlito forma; soberano o como tersa y mgica escultura que el artista labr con diestra mano en un balcn de deliciosa quinta cabe un ro cristalino y afluente una mujer asoma: el blando arrullo de la trtola se oye en la montaa y es el dulce silencio del murmullo del humo en espiral de la cabaa. ...Una sombra del alma! su cabeza como en moro ajimez descuella erguida y a la quietud de la extensin dormida del propio anhelo en la sellada fuente imprime un sello augusto de tristeza. Rpido surge de vetusto abismo un astro de fulgor resplandeciente rompiendo las tinieblas bruscamente y los bosques del plcido ostracismo con gotas de su luz fecunda y dora as nace a los clidos reflejos en la meseta azul dominadora como en la margen de Agnipe riente ngel lcida o fl or que en torno mora. Ella da a los espacios su embeleso y el manto pliega a la risuea fl ora que derrama en los crmenes su beso y desde el valle al horizonte espeso inunda la creacin, porque le adora! Sobre una roca que empolv el camino y en su glacis oscuro el tiempo olvida Mario contempla en soledad exhausta el de ncares ter peregrino 350 Poesa. Herencia familiar do van las nubes y la brisa herida cual olas de la mar de azul y plata. Rauda cruza la idea la distancia impulsada en su giro de otro anhelo y as va la de Mario en su constancia iluminada con la luz del cielo. Espritu es que fl ota en lontananza y en el bosque detiene su carrera porque observa a su paso tapizada la tierra del verdor de primavera y rene el color, la flor, el velo como en germnea sntesis de la vida que acrisola el matiz de la esperanza y vuela all tras la mujer querida en ondas de ilusin y de bonanza. La perla abre su broche purpurino y sobre el haz del agua se levanta labrndose entre espumas el camino y as responde el ngel peregrino a la impresin que su sentido encanta. Que aquella quinta es la feliz morada que acuerda el prometido paraso y en su tnica envuelta de blancura la hur risuea del gentil hechizo es del amor la genial figura. De la montaa enhiesta y delatada rueda el alud y envulvese en la bruma hmeda y densa en la maana helada y all mismo penetra la mirada que las tristezas del consuelo suma. Tal vez oiga rugir la horrenda ola en la temprana soledad callada y con gotas de llanto la acrisola o vagando del cerro entre los huecos al pie de la confusa encrucijada halla la voz del ngel en sus ecos. Ya dulce imagen que el amor refleja sube entonces del pecho que acalora que el permetro extiende hasta la cuesta ya tinta a trechos de vistosa gualda... y qu puede hacer ella, si impetuosa la tromba le envolvi que all en la falda del olimpo de amor despleg ardiente sus alas de tormenta tenebrosa 351 Francisco Laliga Gorgues Ya la vaga mirada vuela ansiosa al tiempo que par de paz henchido y en el encanto al fi n de la natura de su amor virginal mal comprendido ...ay! vierte la corriente impetuosa a solas con su amor y con su olvido. Si retorna el espritu sediento a la calma de plcidos abriles para qu deshojar en los pensiles la delicada fl or del sentimiento Vedla all reclinada en las ruinas que dora un sol risueo y apacible cabe la sombra del frutal verdosa piensa en las horas de su fe divinas mientras con feble halago bonancible preludian el dolor del alma ansiosa all lejos las auras vespertinas. La tromba desatada en la llanura que vaga rauda y espiral formando traza espejismos de sin par tersura do mira el alma en duda aleteando nunca retratar con ms fi jeza con fcil giro arrebolado y blando del corazn verstil tantos males arrullado por auras de tristeza que en las hmedas albas otoales. All olvidado de su amor primero que an recuerda su luz de sol naciente cual ya en busca de nuevos ideales la Europa olvidara al rubio Oriente entregado al sopor de sus encantos otra brisa inmortal Mario respira dimanando embelesos del sentido que trueca en besos que su amor respira. En lnguido abandono el tiempo mira sin calmar su deliquio y sus antojos pasar en mildo y vagaroso vuelo de su estancia a travs de los cristales que detienen el curso de sus ojos cual pudiera el cndor por la montaa o la plida estrella por el cielo. Ay del que en el calor de inspiraciones busca en cimas remotas las seales de un mundo que bajar a sus regiones 352 Poesa. Herencia familiar refrescado por blandos aquilones de la vida en los clidos eriales! Por disipar la pena incontrastable que nubla el resplandor de sus pupilas recuerda ansioso en placidez amable aquel dulce vigor del sentimiento en las maanas de niez tranquilas. Su hlito el germen fecundo: divino le hall luego en exticos lugares de la tierra animoso peregrino y es suyo este reflejo indeficiente e hijos suyos su anhelo y sus pesares. El goce nuevo respondi doliente nutrido de calor y fortaleza y hora busca en insomnio el eco riente que d vado a su amor y a su terneza. Oh inmensa aspiracin que vas cubriendo la creacin toda de ondulante manto cual de azul pedernal cncavo ejido por cima de las nubes de amaranto con alas de los ngeles tejido. T eres ilimitado pensamiento que brota la razn en sus caudales y vas con rumbo de guila en el viento entraando una vida de cario al hundirte tras el lgido horizonte sobre los montes de nevado armio. Su plasmtico y vago centelleo efluvios engendrando de dulzura que el bosque armoniz con su aleteo realiz la ilusin desconocida... abrazado en la fi ebre del deseo quin no toca una vez en la locura Ya el corazn en hondo remolino un circuito forja en su ignorado seno y brotan a su impulso peregrino la esplndida ambicin que halaga al bueno en las horas serenas de la vida. Los mltiples aspectos de ese orbe que retrata al trasluz el infinito cual prisma que otra radiacin absorbe al mgico palacio do atesora del sol tras la magnfica guedeja su blanco aljfar la fl uida aurora 353 Francisco Laliga Gorgues y la da a la pupila en su aleteo que el mbito cruz con el deseo. Mario la am como a la playa hermosa de la inmensa ilusin que el ser alienta con su pura fragancia deleitosa rindindola su aliento cual las fl ores del pensil a verstil mariposa. Nunca quizs el sentimiento ignoto de ms dichas inunda la ribera libre adulado en el cercano soto ya el dique a la corriente el alma ha roto y suea en el edn del inocente. Llgase a la heredad: el alto muro por las hiedras y el musgo tapizado de sus sombras ofrcele el seguro... Invocando al calor de su memoria el templo de su hogar iluminado envuelta como en rfaga ilusoria envi tras el alfizar la mirada desde la lnea ptrea del cercado. Devuelta la impresin su umbrosa pas sesgando la nocturna brisa y en sacudida elctrica apacible se dibuj en sus labios la sonrisa. Tuvo sed del amor: era imposible condensar en un ser tanta ternura como llenaba el campo de su mente y en un rayo de luz de gozo ahogado mand a su corazn toda tristura. No era el primer adis que enamorado el arroyo a la fl or tal vez enva cuando tras noche azul de encantos llena bello en albores amanece el da. Vago exordio eterno de pasin anhel que sus rtmicos vinieran a posarse despertando a otra vida por no desvanecerla. Y presa del ardor mir la lnea en que la fronda con rpido balance... y son tras las nubes... 354 Poesa. lierencia familiar y la tierra ms rica y.. As el muro al golpear que los gusanos tentaban escalar con otra calma mir tocar con sus ardientes manos aquella realidad fi ja en el alma. Absorto y concentrado en sus ideales el raudo empeo hacia la imagen gua rodeada de cercos siderales sobre la nube azul de su poesa y un beso en sus mejillas virginales deposita y murmura: ser ma...! Entretanto cual tmida corzuela en un monte al abrigo de los vientos bajo su propio manto de blancura qu pasa en ese pueblo que se vela cual ambiente vetusto de dulzura con albornoz de dulces sentimientos En una cabe elevada que la roca obstruy una artstica cara se levanta bella como el olvido de un poeta. Ah de sus amores transportada a un imposible mundo de locura mira hacia el pueblo y con dolor suspira Clotilde por su Mario abandonada. Cual paloma del guila apresada que en abrupto pen en sangre espira as en su crcel, el fulgor del cielo fi ando en la compasin desesperada la pobre joven con angustia mira. La senda que bord la primavera de blancos lirios y purpreas rosas que besaban cruzando la ribera las bandas en tropel de mariposas ya el rico calor de su encanto roto y entre las hierbas andar volcado por el soplo glacial del fuerte Noto ve brotar de los riscos y del llano la nieve que en el glaciar se amontona y da en el horizonte a la montaa lluvia de ncar la mejor corona. Desechando la inercia que le baa el espritu invade las alturas y vuelve con tenaz melancola 355 Francisco Laliga Corgues con la fuerza que en lgrimas convierte el germen de la fe que es ilusiones por emular el grito de la muerte lanzado tras los fnebres panteones. Ruge la decepcin en la fl oresta antes cercada de gentil guirnalda ya ofrecen el paisaje a su mirada de espacios candidsimos cercados do el ave del edn all apostada tras ruda tempestad cante al vallado y va el perfume de la dulce rosa mezclado con el son de los collados fl otando al giro de la luz vistosa que al ter arrebata lumbre pura en ondas de calor y de ternura sobre la blanca espuma de sus ros. Y ya adivina en su impalpable altura por qu moran los astros bajo el cielo llevado de entusiasmo o de ternura o ya por qu al primaveral regreso en los senos ms rientes de natura y en valle de esmeralda perfumado viendo la vida al porvenir abierta en los surcos incultos del pasado tal vez el ngel de ilusin despierta. No duda ya que embalsamada el alma donde la brisa ms feliz respira columbre en el fi nal de la jornada el alczar de dicha de ureo muro que forma de neblinas su turbante y a l va con paso y corazn seguro con sus propias dolencias arrogante. CANTO SEGUNDO Luchando con el spid de los celos de su dicha encontrado en la llanura tras el confn cuando el sol despert en aquel cliz la primera gota. Arrojado a otras horas no es ya aquel dbil 356 Poesa. Herencia familiar en cuyo pecho enunciaba una lnea ya lbrego al romper su genio en osadez. Amaba a Aurora con el ardor con que orgulloso el cielo el alma juvenil constante adora cuando refleja en el rasgado velo que al suelo baja la ilusin que ignora. Quin sabe si magnfico en su anhelo la vaga imagen por que oculto llora colg del porvenir tal vez dudando de tanta realidad encantadora Mas puesto de sus ansias en la pira el fuego del dolor le hiri brotando viendo robado por la infausta suerte el cliz de oro el corazn querido por quien el aura del placer respira sobre el lago fangoso aleteando y a la penumbra inslita en que espira por la humana flaqueza reducido vio en el espacio al ngel dicho, suerte de su amor por los mbitos perdidos mientras l se arrastraba dolorido por los lbregos hoyos de la muerte. Rpido surge cual la leve chispa fulmnea antorcha al palpitar del fuego del triste corazn herido entonces furor que absorbe en tortuoso juego la lgrima al dolor all arrancada y en humo resistente disipada deja como residuo envidia triste sombra de la pasin contrariada. Quin a la fuerza de su fe resiste si a la corola de la flor su esencia transmite en impresin de dulce espasmo al cierzo para dar de la existencia su encanto que rechaza la violencia y al calor de las venas su entusiasmo Rgida y fra la expresin doliente de la pasin que absorbe su mirada fi ja en las vagas nieblas vaporosas resisti a su pesar rauda emitiendo el odio de una vida desgraciada bien como el bronce que en la torre escruta 357 Francisco Laliga Gorgues queda fro el impulso resistiendo del botn que se da a la campanada mas rudo luego en concertado embate su amor desborda entre irisadas olas que condensan los hlitos del viento y entre fl ores y clidas aureolas remontan al azul del fi rmamento. Ya el blando csped de la angosta senda brota los linos que en los bordes crecen como en grandiosa esttica contienda ya de los ojos desprendi la venda y odio y venganza al porvenir ofrecen. Decorado con altos pabellones que prodigan entre oro el terciopelo paredes tapizadas de pintura donde el arte agot sus ricos dones de divanes de pluma por espalda bajo relieves en el amplio cielo y en torno de la arcada la escultura teido todo el color de gualda que arrojan tantas luces con ternura reflejadas en lmpidos cristales como vaso de msica, aquel da a travs de sus muros desiguales el saln del caf resplandeca. Y all dentro en atmsfera tan pura donde el nctar hirviente se serva que en espirales de humo perfumaba de una ciudad alegre y populosa el entusiasmo plcido cunda. De pronto dominando de tal suerte tal bullicio y opuesto sentimiento que ana tal vez el genio de la raza en sentimiento general convierte los armnicos ecos del piano arrojados en recio torbellino do late el alma de placer del arte que apresa en vuelo al corazn humano en torno al ideal por su camino entonces todo calla: el pensamiento absorto en la magnfica armona se espacia entre perfumes soberano de tan grato reposo y poesa 358 Poesa. Herencia familiar duerme el titn, sin pena la ternura y el eco de la vida es la hermosura. Una mesa de mrmol irisado sirve de centro rica de ceniza repercutiendo frases lisonjeras al prdigo placer que brota risa con que gastan el tiempo sin cuidado algunos elegantes calaveras. Ruge la tempestad cul derrotero podr seguir la tromba arrebatada que ocupa desde el monte hasta el sendero como en inmensa ondulacin formada de trueno y rayo y de aerolito ardiente y de fugaz relmpago Sentida oprime en su turbin y remolino y hunde en su propia esfera cual sin tino la fase ms hermosa de la vida. Sus burbujas de lgrimas de duelo resurgen a emocin desconocida a travs del cristal que le convida para buscar el iris del consuelo. Porque despus por triste y por borrosa tal vez se ha de extender spera bruma por la hirsuta hondonada montaosa disipando la pena entre sus velos o buscando el encanto que la asuma. Irradiando siniestros resplandores trmula la mirada centellea el papel se estremece y ve en sus lneas rastros de sangre y ros de furores cual honra su piqueta destructora no pudo socavar al golpe osado de su risa mordaz encantadora. Bien ya la senda del social Calvario asestando doquiera sus saetas engendr de su humor estrafalario los voltiles sueltos del diario que alaba de una edad a los poetas. Bien ya esto sirve cual de aislado puente para la raza actual: Boscn es alba de verano en su albor ms esplendente, Garcilaso es dulcsimo quejido desviado del pecho entre las fl ores, Ercilla de un combate es alarido 359 Francisco Laliga Cargues que vibra en un laud tro de honores, Lope es abeja que la miel libando de crmenes diversos confecciona el nctar que le ofrece un curso blando de inspiracin la mstica corona, Rioja es un suspiro que se estrella contra un sepulcro, Caldern cuyos astros de luz indeficiente el porvenir reflejan en su velo tendido del amor en la corriente. Diversa etapa: como en dura roca renace una violeta en fuerte pasmo una noticia a sus anhelos toca por dar al nuevo mundo su entusiasmo. Brot esa fl or ms culta en los renglones del centro del papel cliz de esencia que fue tal vez a herir los corazones. Son jvenes, entre ellos est Mario pensando ardido en su rival y ansioso con el amor que encanta su existencia tal la suerte del mar corta en su rumbo al bajel y desplmale furioso a la costa feraz de tumbo en tumbo. Cmo vengarse ya Frvido crece y en su alma se condensa cuando embate de vano afecto el odio que germina dentro del corazn que desfallece porque en las nieblas de la inercia bate. An irradia la estrella peregrina envuelta en los celajes mas ya helado el capuz de la noche del desprecio solo y triste en su orgullo le han dejado. Sangre fi ngieron sus ojos por doquiera porque ahogue la lbica serpiente oculta de su edn en la pradera. Ella y l...! rauda cunde la noticia y va cual ave extica trinando baja del trono el ngel y se enlaza con el joven aquel de acuerdo infando la envidia que su espritu ya vicia en turbin dichas tantas aventura que el sentimiento propio despedaza fl otando sobre un lago de tristura. 360 Poesa. Herencia familiar Reinando las postreras impresiones en su alma del amor Mario a porfa dise traza a buscar en las regiones de la turba social algo a sus males consuelo y esperanza para un da. Iz su ensea y prodigando oro con armonioso anhelo ya formando que como escudo el juvenil tesoro de sangre de talento y bizarra desde el alczar a la humilde choza todo era ley de la existencia allana ella lo hizo tal vez: doquier abiertas vio a su plcido afecto en que retoza un genio superior, las bellas puestas del ddalo social sordo al maana. En la tertulia que el saln riente con varios elementos improvisa se cre aquella atmsfera absorbente que sus dudas y afectos sintetiza. Se oye el rumor del vals; cruje la seda sobre blandas alfombras arrastrada a espaldas del jardn en la arboleda una nube de luz muestra su entrada. Bajo el frisn de cuyo centro pende el dorado fanal hierve en la copa el licor dulce que en la sangre enciende el ansia del placer: ah entre risa la stira mordaz sus alas tiende desde el lago de pastas que la hechiza y el nctar en acbar convertido como en humo del gas, la viva llama muestra al rojo crepsculo en los senos de la apagada inmensidad dormido otra erupcin que el corazn inflama en los mundos del mal jams serenos. Oh! nada tan amargo, tan sentido como la boca que amistad nos jura trasformando en placer nuestro gemido si en las ondas de tul envuelto espira o en las blondas y encajes de un vestido. La rubia cabellera... ms hirviente ya ante la mesa del caf, impasible en tablero anatmico cambiada 361 Francisco Laliga Gorgues invocando el furor en que se aplaquen detiene en actitud irreverente la noble juventud entusiasmada. Reptelo otra vez... Mario murmura con cruel ansiedad...Ellos...hermosa es la toca nupcial y con gran arte sobre la falda azul la pedrera. Se casarn con eco de tristura por lo bajo an repite en voz quejosa como un adis o nebuloso aparte y perdido el rumor de la lectura queda sola la armoniosa fbrica herida y rota. En vano apura. CANTO TERCERO El insomnio sus prpados velando como un tul de sopor de giro blando plido triste con afn doliente llega Mario al saln, as triunfando de su propia afliccin casi sonriente. Qu otra lucha inventar Ya en rudo amago como la ola traidora, los puales que su envidia pag con oro aciago fueron sangre a buscar de sus rivales trat de sobornar.., nueva cada quin a los muros del amor se opone que ilesos guardan su preciosa vida do el alma humana sus anhelos pone. Oasis de reposo y de dulzura que en una junta las delicias todas la circundan las fuentes de agua pura y canta el sol inmarcesibles bodas. Mario piensa en la ley. Augusto nombre cifra de vanidad que el hombre ha escrito que el amor fraternal da su renombre y do lucha la luz, razn del hombre con la sombra fantasma del delito. Es lnguido fanal ndice santo que seala del mundo el derrotero es un ngel de amor si vierte llanto y extendiendo sus alas sin espanto gua al hombre del bien por el sendero. 362 Poesa. Herencia familiar Ved su imagen all en la inteligencia de aborgenes razas de la historia su templo el corazn, su altar la ciencia corre tras ella el hombre, ella es su herencia y en ella con su ideal cifra su gloria. Tal vez el seno lbrego contempla que denuncia en su hedor crcel oscura donde el furor de sus ensueos templa y que condena en su infeliz locura toda su juventud de lucha impura. Cual catapulta del cenit lanzada entre las nubes espirar a ocaso marcando en ondas mgicas su paso va el sol inmenso a declinar: la tarde sola envuelta en neblinas y callada extiende su albornoz por el espacio y va invadiendo su celeste aura desde la humilde choza hasta el palacio. En una estancia de la casa aquella cuna de amor suntuosa y perfumada cual rica una mujer nunca tan bella posa en gentil mancebo su sonrisa de atmsfera tan pura rodeado el calor respirando de su aliento lejos de ella a su dicha abandonado el quite de emocin, el sentimiento que en olas corre cual brumoso ro y presta a su ilusin alas de viento. Qu hermoso es el edn de nuestra calma tras de un mortal funesto desafo... Triste, s, pero ya rpida el alma a su encanto volvi. Flgida asoma la blanca aurora del amor humano y con sueo el espritu anhelante sus ansias sume en espiral de aroma. All sola en turbin as se admira la belleza del mundo. Todo pasa todo envejece y en inercia espira si no es esta pasin: nuevo horizonte halla con el recuerdo que se amasa en extrao placer y desde el monte al bosque que da muro a la pradera insectos, fl ores y tomos reviven en esta regalada primavera. 363 Francisco Laliga Gorgues Por l el arte cclope afanoso que materia diversa diestro emplea va a formar la aureola indeficiente en que el alma del mundo se recrea: Descubierto y la prpura cada hacia atrs de los hombres con anhelo forja en su yunque escudo reluciente que ha de copiar la inmensidad del cielo porque en rtmicos golpes en su lucha el tosco barro dominando altivo descubre al fi n cuando el descanso escucha que es el alma de su obra peregrina que en la expresin moral resplende hermosa panten que resucita el genio vivo con el perfume de la virgen rosa que es fuerza del espritu divino. S! como gotas de la luz radiosa del cielo al reflejar, baj a su frente la ignota inspiracin de la hermosura y al apurar su cliz reverente palpitar vio en sus labios como verbo el amor inmortal de la natura. Grecia! Enorme Pentelico que absorbe el ardor que su tiempo diviniza cuando al pie del inarmnico intercolumnio ve al fnix renacer de su ceniza que ha de cruzar volando todo el orbe ya que su amor divino sintetiza; Virgen del mar de Jonia y de Corinto por cuyas costas de argentina espuma sobre las rubias playas esmaltadas arrastra el viento el polvo arrebatado del alto Partenn a las ruinas. Tu extremo suelo cual inmenso plinto algn dios al tallar, le orn de bosques de radio encantador donde animado canta el rapsoda homricos pasajes y las doncellas tejen la guirnalda de tnica vestal, y sus viajes enarra el nauta a juventud ansiosa a la isla de Delfos, y a la falda del Olimpo el arspice murmura rauda oracin profeta o hierofante de aquella animadsima hermosura. 364 Poesa. Herencia familiar Rota la esfinge de sus ptreas venas no ha de saltar la sangre exuberante que manche al gladiador en sus arenas forma mejor: notas confusas tenue el amor, magnfica armona con que dorando el porvenir risueo el trono de un dios saluda al da. Ornada de laurel la frente enhiesta la clmide arrollada, el labio ardiente, corto el tnico, en tanto, va a la fi esta el joven griego que la ansiada palma en los juegos mas hbiles ganando siente arder el amor dentro del alma sus patrias mil bellezas abarcando. Todo en fuego germinal lo llena en rfagas demarca el vago cerco do nese el cielo a la regin serena un ciclo forma rico de topacio, de otro forja un mundo en medio del espacio. Oh! Notas de una edad de excelso aliento que fue meciendo en la grandeza su alma cmo dais entusiasmo al pensamiento que a su calor aplaque en dulce calma. Mas qu Plcidas tardes invernales cuando en el aire del saln recrea el nctar en las tazas de corales el manjar suculento all aguardando o el humo de la oculta chimenea. Entre el vapor de tales embelesos evocada su esplndida memoria pase al templo de su digna gloria una orga de msicas y besos. Pues descogido el purpurino manto verse deja en su cuerpo la belleza grato pueblo inmortal, fl or de la forma que vence al lodo al poderoso encanto de la razn ideal en su grandeza sobre la estatua misma a quien informa. Como cndor que con sesgado vuelo va al contrapuesto lbrego horizonte y al remontarlo cuando avista el monte 365 Francisco Laliga Corgues herido de la fl echa cae al suelo, as Mario en su anhelo de su indcil pasin desesperada sin que nada en su impulso le resista por las olas sociales va llevado como entre el polvo abandonado asista. Tal vez fuera descanso a su amargura aquella ley brindndole su abrigo all en crcel oscura donde amarrado a su cadena dura vive el preso infeliz sin un amigo. Ah! La ley nada puede y en vano en su avidez ya maldecida puede absorto pedir a extraa esfera el fresco polen de la nueva vida. Ya vuelve.., no podr la herida fi era le dio temprana muerte y darle pueden en su mal consuelo las hondas soledades de lo inerte. Qu hay en su alma Crespones de la noche cuando el silencio a meditar convida oculta entre el umbro va entreabriendo la fl or su casto broche con la trmula gota de roco en alas de los cfiros trada rotas hojas de historia an de su propia inclinacin prendidas que contaban por gratos los vergeles en los campos y selvas recorridas por su doliente y perennal memoria... Trono vaco, estriles laureles columnas de ambicin, ruinas de gloria! De un alto monte en la viscosa cumbre de una lira inmortal pulsa las cuerdas un joven melanclico, los aires estremeciendo con sus vagas quejas. Corre a sus pies el tmido arroyuelo que va corriendo entre menudas hierbas y llenando la orilla su corriente cual aljfar boreal de blancas perlas. La alondra fugitiva cruza a veces de su albo espacio la extensin inmensa y se oye el canto de perdiz alegre 366 Poesa. Herencia familiar o de trtola le lauda las endechas. El raudo viento cavernoso zumba en los cncavos duros de las peas imitando el mugir del ocano que contra roca desigual se estrella. En este cuadro ensimismado el joven canta con melanclica tristeza recordando su voz y sus canciones los deliciosos bardos de Inglaterra: Lugar testigo de mi bien pasado santuario de mis glorias verdaderas cuan triste al alma es un adis postrero mandar envuelto en comprimida queja. Pasaron mis ensueos e ilusiones la juventud del alma primavera y hoy siento circular desvanecido el fro de la muerte por mis venas. La enfermedad que en humanal delito por desengao el corazn renueva aborto del pesar en que me inundo de indefinido mar ola semeja. Del mundo ya la evolucin cercana tal vez seale el fi n de mi existencia quiz maana no ver el encanto que me brinda la dulce primavera! Cun terrible es morir siendo tan joven mas fue tal del pesar la ruda fuerza que al despedirme de la odiosa vida morir joven con el alma. An una voz de clica esperanza acompaa mi son en las fl orestas y al recuerdo de aquellos das breves mi pobre lira se estremece y tiembla. No te extasies en los breves goces con que brndante aqu amor y riquezas que al evocar terrficas memorias el llanto y el pesar tu cuerpo hielan. No! Ms vale morir morir cantando cual blanco cisne en la feliz ribera do el perdn del Seor baja a tu alma cual blanda lluvia de divinas perlas. No quieras t llevar la intil carga de una vida de crimen y torpeza por el polvo arrastrndote del mundo sin alivio a tus dudas y a tus penas. 367 Francisco La liga Cargues Si as est escrito, al espirar maana tu alma ascender a la ignota esfera en medio de las ondas misteriosas del eterno perdn que Dios alienta. Vagas reminiscencias del pasado y ansia del porvenir antes risueo eso le trae con su giro alado cabe el lecho sombro a Mario el sueo. All la inmensidad, ellos amantes oreados por el ngel que les toca con sus chispas de llama palpitantes giran la vista con mirada loca en busca de sus labios anhelantes. Tinta que un boreal celaje dora que brota del oriente nacarado do la muerta ilusin lnguida mora torbellino de mal arrebatado ro de fe sonoro de albas perlas que riza el sol en oro contra la sirte cual el agua en grito por la corriente abajo adormecida que va corriendo al mar de lo infinito bajo el inestable puente de la vida mas ah qu nueva angustia turbar puede infeliz su nimo triste doblando ante l su sien cual la fl or mstica de impotencia llorando resiste En el centro de un valle solitario que forman rudas crestas desiguales de escarpadas vertientes do el arroyo corriendo por los pardos pedregales bajo un trrido sol tropieza un hoyo donde brota una fl or y es un osario rpido espacio por do el ave vuela sencilla, cuya pluma el iris borda y las nubes absorben espirales del calor que del suelo se desborda por llanos, s, tostados, do se pierde la vista al rastrear; do en el paisaje tan brumoso en las albas otoales como en Abril exuberante y verde en un escueto surco abandonado 368 Poesa. Herencia familiar buscando un claro en la feraz pradera se encuentra un raro insecto tapizado con hojas de geranio y morera. Como grupo de tmidos corderos llegados a beber en la corriente y envuelto en melanclica sonrisa que exhalan sus confines lisonjeros un blanco pueblecillo se divisa. Cual rastro de un volcn all en la calma de aquel retiro sonriente mora en casita tan bella cual la palma que se alza entre tiestos cimbreadora el que all fue a buscar la paz del alma. Ya termin la lucha asoladora como el rbol destila miel de oro en que trueca su savia nutridora como las fi bras de la caa el jugo que en azcar derrama su tesoro gotas as de un dolor sin tasa de las fi bras del pecho all exhalado Mario llev al entrar a aquella casa con su amor sin consuelo aletargado. Aquel turbin simblico en azares en sueos y suspiros enunciando forma, curso y ser dio a sus nuevos lares. Ay! Quin puede arrancar de su memoria cual bruma de un Leteo enardecido llevada por la rfaga ilusoria al mecerse en un polo all perdido la sombra eterna que el pesar refleja los ayes de tenaz melancola que raudos buscan en la vida vieja un resto de piedad cuando la aqueja del dolor sin consuelo la atona Quin por calmar su sed de lo imposible entonces, quin en su afliccin mecido podr hallar en la armnica enramada la fuente as escondida del olvido por no escuchar la voz enamorada de la amante mujer que hemos querido Rpido al engendrar sucio... grandioso fue ya el edn donde su acento blando el cristal de cascadas espumoso en su curso detuvo armonizando... 369 Francisco Laliga Gorgues Va altsimo ciprs en la llanura cual pirmide hirsuta antes sublime el trmino a marcar, con la tristura que en un extremo el cementerio imprime. Toca area de ntidos colores del oriente insondable cie el alba en columnas variables de vapores y a su anuncio las aves hacen salva desde el valle a los cielos seductores. Lnguido helado, Mario le sorprende triste cual se durmi: no encuentra nada que ya cautive su atencin ni entiende de otro modo su paz. Grata lectura darle mayor tranquilidad presume y l se abandona con feliz dulzura y lee en la soledad que le consume. Astro de gloria es la escena que con sus rasgos baaba de inspiracin su alma llena que radiante desataba en facilsima vena. Escritor incomparable de estilo castizo y puro... En un rincn ignorado que por morada tena de Espaa entera olvidado pobre y enfermo y baldado Narciso Serra viva. Dez aos, toda una vida inerme el lecho dejando con el alma dolorida y otro lugar no encontrando que el sitial do halla cabida. Viva Narciso Serra en soledad espantosa slo su madre amorosa su mal templaba en la tierra olvidadiza y odiosa. Cuntas veces tristemente en sus momentos de angustia desesperado y doliente 370 Poesa. Herencia familiar alz al cielo con faz mustia la plida y yerta frente. Cuantas veces los albores de la aurora al sol llamando su dolencia relegando al sitial de sus dolores le encontraba sollozando. Mas no a su espritu fuerte falt acaso la paciencia y si invocaba a la muerte no ms blanda era su suerte al maldecir la existencia. Pobre vate cuyo acento con la torpe duda en guerra entregado al raudo viento suba hasta el fi rmamento y eco no hallaba en la tierra. Una y mil veces llorando su mal en tristes cantares iba el tiempo, iba pasando e iba Serra devorando sus duelos y sus pesares. El con angustia inclemente miraba pasar los aos triste y enfermo y doliente dejndole solamente la hiel de los desengaos. Slo al albor de su gloria lenitivo a su sufrir hall cual dicha ilusoria al vislumbrar de la historia suyo entero el porvenir. Pobre cisne que en brumoso lago sus alas mojaba y a su estruendo rumoroso en abandono dichoso sus melodas juntaba. ...As triste y desahuciado y con su tormento en guerra lanz al fi n suspiro ahogado bes a su madre extasiado y se alej de la tierra. 371 Francisco Laliga Cargues Hoy que ya no existe el vate que dio a Espaa tanta gloria en sus das de combate se afana su patria y late por honrar su alta memoria. Y cual instintos crueles informando en la ternura que muestran sus hijos fi eles tapiza su sepultura de fl ores y de laureles. Gime Iberia: que Cervantes que tanto y tanto la honr en sus ltimos instantes de sus afanes brillantes igual premio recibi. Mas cual del genio esplendente de inmortalidad y gloria del poeta la memoria tambin orgullosamente guarda inclume la historia. Y el mundo grita en su honor hoy que distinguido brilla; paz al muerto en su capilla y eterno lauro al autor de El loco de la guardillal... Raudas deslizan las tranquilas horas que embelesan su plcida existencia el huerto, los paisajes, la azotea distraen su tenaz melancola con visiones de paz encantadoras y calman con sus msicas sonoras la incurable pasin de su conciencia. Ya nada resta: envidia le consume al corazn cual spid enroscada que en agona de dolor le sume dejando en vez de lgrimas su sangre mientras marcha al fi nal de su jornada. De pronto un ave con rasgado vuelo a una piedra que prxima divisa tendiendo en vago y sonoroso anhelo rob a Mario levsima sonrisa. Tal vez un pardo y anchuroso nido all fresco brot en la primavera 372 Poesa. Herencia familiar y l vuelve perfumando el sordo olvido que raudo le aneg con el sonido de las canciones de su edad primera. Qu destellos de plida alegra el hurfano proscrito prodigando iba en tierna voz! El como paria desterrado en su vega solitaria cunta imagen hermosa a su eco blando cunto recuerdo hiri su fantasa! De su suerte anterior naufrago errante que surgi a nueva vida igual caba hado a los dos por tinte semejante. Ya en la tromba o simm arrastrado ya en tumbos por el vrtice marino cual la carpa entre escollos, dominados del furor persistente de sus males, l iba por los mares arrastrado del Atlntico hirviente de la vida en las ondas de lquidos cristales para ser a las costas arrojado cual las pintadas algas tropicales. El pueblo que en las cimas se recuesta de un dormido pen como haz inmenso de blanca nieve, duerme en dulce siesta fngese grata solucin a intenso trabajo y es quietud tras luchas tales horas de sol en tardes invernales. A un sopor terrorfico entregado Mario entonces tambin el pensamiento sume en sus propios males dominado. Pas raudo el ayer, quin le volviera con la paz al espritu cansado si l fue su porvenir y ya brumoso cual negra realidad le ve delante y turba como sombra su reposo. Oh! Herido est y el mal que le tortura como la oruga a la magnolia erguida smil al arte gnmica su esfuerzo por impotente ya no tiene cura y va llegando al trmino su vida como arte y fl or quiz a su sepultura que tallo y simulacro destruidos por batbulos nuevos de energa han de desaparecer con sus sentidos. 373 Francisco Laliga Gorgues Lnguida an vuela la ilusin deslizando en su odo un fl bil beso helado en su contacto cual la nieve quin el fuego le vuelve de aquel da hora que ya en el lecho le devora la tisis mensajera de agona. Quietud, silencio, soledad: un vago humano y perennal presentimiento le da un reflejo en carioso amago es grande Csar; la purprea toga de la Roma Imperial fl ota en el viento salta a la arena el gladiador: ahoga el vapor en el aire condensado, no temis, todo el pueblo se divierte en un aplauso al vencedor llevado el garfio su cuerpo asi, en sangre boga. Gloria del alma no!... Blanda molicie en torno nuevamente le rodea y del mundo la vaca superficie mira al pasado revolar su idea. Cun triste tras la orga el abandono lujo, placer y esplndidos amores el alma a su ambicin abandonada oyendo en sus insomnios de ternura las notas de dulcsima balada. Inerme realidad!... All lo bello a que el bien y el deleite por su abono cual ngeles a un dios sirven de trono aqu lo feo que dolor y males distinguen con los rasgos de su sello. Y en medio, el padecer del pecho herido o el mundo -corazn de los mortales. El cerebro en su pena enardecido mira an al porvenir: Oh, fe adorada si eres hondo consuelo al dolorido que busca en ti del nuevo edn la entrada. Pero tan rauda aspiracin la mente no embarga del que espira sin saberlo cuando an se toca el corazn latente. Ay! Sol de libertad, sueos queridos que mcense en la bruma en lontananza bien es que entre el rumor de sus gemidos los ojos al mirar enternecidos sus lgrimas os rindan de esperanza. 374 Poesa. Herencia familiar Ay! Pero como volar a la altura el pobre insecto que al abrigo mora de fro inerte en la cabaa oscura Ay! Que del fondo del humano pecho tristsima elega se levanta y es que ve el cielo en lgrimas desecha con displicencia que el dolor encanta! Ya nuevo sol le alumbra: ardiente rayo penetrando a travs de los cristales cual polvo de oro anima su desmayo cuan clara la extensin a l que herido de amor en otro mora y se suea ms fuerte moribundo. Al termino del valle la cruz... bella envulvele la bruma de la tarde y al irradiar la vespertina estrella de su espalda brotar ver cobarde. S! La piadosa religin que arroja el velo azul que recubri el delito si ella en la sangre que redime moja por qu no en su consuelo le recrea... Ah! el infinito acaso le rodea y l no sabe lo que es el infinito. Duerme: vela sus prpados violados extraa palidez: risa es la vida, dicen afuera pjaros pintados y l los oye con alma conmovida. Su mundo... cual la linfa diamantina oculta un fondo de impalpable cieno bajo su faz convexa y cristalina as l brindle su encantado seno donde nadaba tan variada gloria que quit el corazn siendo veneno convertido en gemidos y en escoria oasis sea de paz y ansiada calma donde en los soplos densos aromado lnzase rauda al porvenir el alma. Con el fulgor mezclados los rumores penetran como en manga hasta su alcoba y en crculos ms rpidos avanza en torno y va a la mente donde roba el fro y deja en parlisis dulce mayor que la razn a la esperanza. 375 Francisco La liga Corgues No el organismo del dolor resiste impulso superior, y as su exceso es tras el choque de la duda triste sobre la boca enamorado beso. As ren saln y dormitorio que an al orbe potico las manos del cuerpo que del alma es envoltorio extiende de manjares antes llenas y descifra a su anhelo los arcanos. Cmo brot la chispa que le anima de ese inmenso matraz que llaman suelo donde el rebelde genio por la cima tiende despus de torturar el lodo la inenarrable prpura del cielo Alto surja el fanal: dile el oriente feliz revelacin: l es escena casi inmortal de su pasin viviente que le arrastra a la tumba en su cadena. Ay! Y rodeado de tan dulce ambiente cual tomo de oxgeno caliente que perfum tras el torren la rosa con un destello de su esencia hermosa l le hinche del deseo indeficiente en que su indcil corazn rebosa. Baja la noche: el viento solitario sus silbidos ensaya en la maleza de una toca de nubes hizo osario el monte en que escondiera su cabeza. En torno al rbol las nocturnas aves rpidos vuelos trazan y la fuente entre guijas corriendo all murmura blando sueo de paz envuelve el lecho cual perfumados blsamos suaves que se extienden en radio ms estrecho donde reposa Mario; levemente del saln una lmpara argentina enva su reflejo, el ruido cesa sus medios ya agot la medicina. An los ltimos hlitos vitales ensayan lucha intil y postrera aqu mientras natura duerme fuera y el valle helado est, ni fl ores, ni hojas el cauce seco, el pedregal volcado 376 Poesa. Herencia familiar y a espaldas los cipreses que parecen fantasmas sin color esculturales. Mario se agita: paraso eterno ve tras el prisma de inhumana suerte y los brazos bajando, yerto queda al sculo imborrable de la muerte. Pas cual meteoro por el mundo! sobre el haz de las aguas, tersa plata, en el fondo el putrlago enlodado, y en medio entre marinas aureolas un rubio pez, que, en el vaivn ahogado levanta su cabeza entre las olas. 377 . . . g il . 11 1; d N. .1 .. o h . . g . I t. . r r y .111 . ir. : . i r -0 17 As.wi n iiii41.7:ffitat h % 1 1 . E E a L .= z ~ a g i : m. p 1 :: p . z a m E Il E . M 0 E ME 1 E MMM la ~ M R A . . I at 11! ... r Y W 1 ; , -2 1 1 -Al% 1 r . - . . .. - . ... ,- 7 0,- r d - ..,.. 1 ... Le . -~ .- --: m- 4.....i.rA.: 1 , - . - 1 1. 11.111 1, E E . g t i . . . id .11 . . . . . 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I I X . : II 1 . . . z _ h . ,- z i r .. ... 1 u. .1 Poesa. llerencia familiar EL DESPERTAR Dedicado a mi querido amigo Domingo T Vera Si al salir el sol despiertas Al dulce trinar del ave Que abreviar tu sueo sabe De una manera indirecta; Y al cruzar por la enramada Ves que el ave que cantando Hizo que t despertando Participases del alba, No la ofendas con rigor, Pues que hacer favor crea, Cuando al principio del da Su llegada te anunci. Pues si el sueo es conveniente Para el descanso del hombre, Conviene, aunque te asombres, Ver la luz que el alba vierte. Que con ella inspiracin Recibe la inteligencia, Mostrando con diligencia Las obras de la creacin. Qu mayor felicidad Puede en el mundo alcanzarse Que temprano levantarse Y el Dios del cielo adorar Con esto encuentra consuelo El errante peregrino Que perdido y sin camino Vuelve sus ojos al cielo. Cuando el sol en el Oriente Su luz nos muestra altanero, Bendecir es lo primero, A nuestro Hacedor clemente. Que si a vivir nos condena Largos das sobre este suelo, Preparado nos ha un cielo Donde nos da gloria eterna. Y as cuando el ave anuncia Que es llegada la maana, Djate la blanda cama, Y el nombre de Dios pronuncia. 381 Francisco Laliga Cargues Que al proceder de este modo Y su santa ley siguiendo, Las puertas del cielo abriendo Nos perdonar de todo. Querido Toms: Torpe es mi pluma, corta mi inteligencia; pero cun grande mi voluntad, y mi aficin a las musas! Acepta este pequeo fruto de mis constantes afanes y envuelto en l, el cario de tu afectsimo amigo: Elda 1 de Octubre de 1875 382 Poesa. Herencia familiar LA PRIMAVERA Poesa dedicada a mi querido hermano Jos Laliga. Felice primavera Ya tornas primorosa Huyendo el crudo invierno Que slo nos enoja Ya las preciosas fl ores Abren sus puras hojas Y al cfiro su cliz Ofrecen candorosas. Ya el prado, antes triste Y en soledad pasmosa Risueas lo hermosean Frescas y puras rosas. La brisa las agita Con voz murmuradora, Y el sol esplendoroso Las colores preciosas. El roco del cielo Las es muy grato ahora Y hermosas y gentiles El bello prado adornan. Ya el ruiseor alegre En la enramada entona De amor muy dulces trinos Con voz halagadora. Ya su nido preparan Las aves candorosas Y saludan con jbilo La primavera hermosa. Ya la audaz golondrina De all de Africa torna Y busca do hacer su nido Inocente y preciosa. Ya en vez de blanca nieve Que los montes corona. Esplendoroso brilla El sol que as los dora. Ya el pastorcillo alegre Guiando ovejas pocas Por la montaa sube Y mil delicias goza. Ya entre flores saltando 383 Francisco I,aliga Gorgues La veloz mariposa Les roba sus colores y aspira sus aromas. Ya el lmpido arroyuelo Con voz dulce y sonora Recorre la pradera Entre fl ores preciosas. Ya vuelve la alegra A los campos do mora, Y la azulada esfera de nuestra mar hermosa... Felice primavera! Tu hermosura te abona Y al volver traes contigo La estacin venturosa Y pues eres tan grata No a mi mego ests sorda, Y s eterna en la tierra Primavera dichosa. Elda y Mayo de 1876 384 Poesa. Herencia familiar EL TROVADOR. Romance. Dedicado a mi querido amigo Domingo T Vera. Es noche de primavera; Noche halagadora y plcida; La luna en su alto trono De estrellas mil rodeada, Su esplendor difunde, bella, En el suelo con gran calma, Y todo alegre respira Una deleitez muy grata. En una desierta calle Cierto embozado Se halla Que a comps de su instrumento Con voz melodiosa y clara Entusiasmado y ardiente Esto se oye que canta: Nia hermosa, ngel risueo Bello lucero del alba; Rosa encarnada de Mayo, Joya rica y estimada: Despierta si ests dormida Flor olorosa y temprana Y escucha el dulce cantar Del Trovador que te ama. Te vi en el prado una tarde Risuea, bella y galana Como de Mayo al nacer El fulgor de la alborada, Ir de una en otra fl or Como mariposa blanca. Desde entonces nia hermosa Tus encantadoras gracias Tuve, celestial encanto, Presentes siempre en mi alma. No como, duermo ni vivo Pensando en ti, bella dalia, Y eres t, nia preciosa La ilusin de mi esperanza. Por ti a mi dulce lira Arranco notas ms claras, Por ti ms tierno yo canto, 385 Francisco Laliga Gorgues Por ti sueo dicha grata. Tu imagen encantadora Cual Venus que reclinada En su barquilla, pasea Del mar las tranquilas aguas Est fi ja en mi memoria Siempre, reina soberana, Y mi lira entre la duda Que su dulce canto para, Enamorado y ardiente Postro, mi vida, a tus plantas. Y mi triste corazn Que tal vez sin esperanza Adora, tambin entrego A tu voluntad sagrada. T puedes hacer que entone Mi lira otra vez ms grata Cantos ms dulces, ms tiernos Con voz melodiosa y plcida, T puedes hacer benigna Si ve tu belleza rara. Adis, pues, fl or purpurina, Adis, pues, rosa preciada, Ya el Trovador se despide De la que tanto idolatra. Yo me alejo y con la duda De una feliz esperanza, Y t quedas con la vida Del Trovador que te ama. Elda 30 de Mayo de 1876 386 Poesa. Herencia familiar LA DESPEDIDA. Idilio. El sol en Occidente la vega iluminaba con luz vaga, indecisa con tintas desmayadas; trinando en dulce coro su triste adis le daban las aves melodiosas las fuentes plateadas la brisa susurrante las temblorosas ramas. Del sol el postrer rayo sobre la frente casta el velo de la aurora sobre la tez nacrea y en los pequeos labios la fl or de la granada, la cndida Elvira la ms gentil zagala que en su luciente espejo Guadalquivir retrata al pie de un sauce verde con su Mirtilo habla; sus penas corroboran las transparentes lgrimas que inundan sus mejillas cual perlas delicadas. -Voy a partir, Mirtilo; mi despedida amarga es fuerza darte al cabo de angustia desgarrada; Cun tristes y cun lentas lejos de ti y mi patria ver pasar las horas que antes breves pasaban! Mas t nunca me olvides y cuando a pena amarga sucumbas, en tu ayuda invoca a la constancia. -Zagala! Y me abandonas Cmo vivir sin alma Cual quedar la vega 387 Francisco Laliga Gorgues de ti deshabitada y la colina hermosa do a la nube cantabas Ah! Para quin los nidos ni las fl ores galanas guardar si mi pecho gime en mortales ansias Zagala, no me dejes! Es fuerza que al fi n parta. Me morir de angustia. Muestra valor y calma. Y quin de ti me aleja Culpa a la suerte airada. Mi pecho se acongoja. Tambin lo est mi alma. Observa mis suspiros. -Contempla t mis lgrimas. Por Dios, no me abandones... Adis, ya el da se apaga... Cruel! -Ingrato! -Espera! Adis! -Detn tu marcha! -Adis! -Un punto slo que mi alma se desgarra. -Adis pobre Mirtilo! Adis, adis, zagala! Qued el pastor doliente baado en tristes lgrimas mientras con paso lento la tarde caminaba. Ya al fi n tras la colina desapareci la ingrata; y el eco de la selva en tanto, an murmuraba: Adis, pobre Mirtilo! Adis, adis, zagala! Elda y Abril 1879. 388 Poesa. Herencia familiar LA VUELTA DE LA PRIMAVERA lam vidas puerique legunt hilares que puelli. Ovidio Salve estacin magnfica y dichosa que en rfagas de amor el Orbe llenas! Vengas en bien con tu rosado manto que tiendes virginal sobre la tierra! La blanca alfombra de nacreas nieves que cubra collados y laderas del sol primaveral al tibio rayo del monte con tropel baja deshecha. Ya en vez del soplo vastador del cierzo que azotaba campias y praderas mueve sus formes alas leve brisa recargada de msticas esencias. El valle que desierto y solitario la tumba pareca de la vega vuelve a llenarse de hojas y de fl ores de perfumes de cantos y aves bellas! Su nvea corona la montaa arroja y su sien ornan verdes yerbas mientras al pie de su tendida falda sus claras aguas el arroyo suelta. Tapizada de fl ores y verdura hoy la campia con placer se ostenta y en sus recintos de inmortal emocin el canto de los pjaros resuena. En el reverdecido y bello bosque llnase de rumores la arboleda y en sus fl oridas y fl exibles copas su canto el ruiseor al cielo eleva. La espumosa cascada resonante derrmbase sonora de la pea y se desborda en la extensin sublime con que fl orida brndale la vega. Traspasando los mares tempestuosos la golondrina a nuestro suelo llega y al mirar tanta dicha y hermosura con dulces gritos su alegra expresa. Los lgubres crespones que cubran cual negro toldo la elevada esfera huyen a los esplndidos fulgores que el foco de calor doquier refleja. 389 Francisco La liga cargues Mares de luz desde el Empreo lanza Febo so la feliz Naturaleza formando tornasoles y topacios en la extensin del fi rmamento inmensa. Doquier dicha y amor! Aves y fl ores al frtil prado sus delicias prestan y perfumes y cantos y armonas y colores pursimos de mstica belleza! Bendita seas, primavera grata que as embelleces la dormida tierra! Benditas sean tus auras bienhechoras que dulces ilusiones alimentan! All en la brea erial y en roca abrupta saluda tu venida hasta la fi era que al descender por la ladera ignota tu panorama celestial contempla. Y en las estepas Tua y en los valles que adorna el Elimalaya con soberbia lo mismo que en los reinos tropicales admiran y bendicen tu presencia y en esas tardes de placer sin nombre y en esas horas plcidas, serenas en que sonres voluptuosamente al mirarte del ancho mundo reina; Y cuando el sol sus resplandores de oro del ilmite ocano hace presa y dibuja el crepsculo indeciso con varias tintas en la azul esfera fi guras de zafir, palo y grana; cuando la bruma entre fi ccin potica cie a la sien del gigantesco monte con forma singular urea diadema, rodando en los umbrosos horizontes precursora de sombras leve niebla; entonces ms potica que nunca levanta la Natura su cabeza y te saluda en su fervor creciente con un himno en que exhalan su armona todas las aves que el espacio llenan en que su efluvia meloda juntan los rumores del bosque y de la vega el murmurio del ro y del arroyo de la cascada la sonora queja, del torrente el estrpito sonante 390 Poesa. Herencia familiar y la voz de la brisa placentera. Y ese himno augusto que en tus blandas alas smbolo ya de gratitud eterna cobijas y conduces al Empreo; Entre sus palpables nubes cenicientas canta su dicha en ritmos armoniosos que la dulzura de su voz le presta: Bendita seas, primavera hermosa, primavera feliz, bendita seas!!!! Elda y Abril de 1879 391 Francisco Laliga Cargues LA BARQUILLA Quin te ha trado a este sitio barquilla desventurada Por qu entre rudos peascos yaces sola abandonada expuesta al furor impo del temporal que levanta cual montes de cristal olas que se estrellan a tus plantas Antes el encanto mo eras t cuando galana surcabas rauda y velera las claras ondas doradas a la luz del sol naciente que bella te iluminaba y cercada por las brumas que tu quilla disipaba. No entonces el soberbio buque con banderas gallardas y sus altsimas velas en ti la envidia creaba que sin traspasar el lmite que la prudencia te marca era el mar campo espacioso por do tranquila paseabas. Mas ahora oh! qu locura de la mente enajenada te trajo a sitio tan triste do lamentas tu desgracia. Quin en tu odo puso las engaosas palabras que obligronte a lanzarte al Ponto que fi ero brama Sin duda al mirar las naves con las velas desplegadas levar el ancla soberbia. Mas tu la voz no escuchaste de la prudencia y las aguas te vieron con hondo afn correr por su azul espalda! 19.- Esta poesa escrita en 75 fue corregida en 79 (N. del A.) 392 Poesa. Herencia familiar El lmite traspasaste de tus correras gratas atrs quedan ya los sitios donde alegre paseabas y mal dirigida vienes bogando con creciente ansia... de repente a tu alrededor se alza rugiente borrasca el embravecido Ponto rugidos de furia arranca de tu turbio y hondo seno que agita con ira y rabia montes de espuma doquiera con inmensas olas alzan y humea el rayo y las nubes descienden a la mar brava; entonces en aquel trance de angustias desesperada al ver que el rugiente abismo negro doquier te cercaba cmo tu maldeciras tu soberbia malhadada. Cul los ojos al pasado revolveras con ansia y clamaras piedad doliente, triste, espantada! Pobre barquilla infeliz, cual tarde ya suplicabas. Los furiosos elementos te combatieron con rabia y arrojronte a la costa toda rota y destrozada! Ay pobre barquilla ma! como en soledad ingrata sobre dursimas rocas de todos abandonada recordars tristemente la que posee dicha grata... Del rosado y ureo Mayo las deliciosas marianas en que a orillas de la costa dulcemente paseabas entre espumas y vapores y olas cristalinas, blandas 393 Francisco Lahga Gorgues y los rosados colores del velo que tiende el alba! Aquellas tardes tranquilas en que la extensin surcabas del breve mar que corras rica en ilusiones ureas y yo tendido a la sombra tu ventura contemplaba dedicndote cantares y dicindote mis ansias mientras que orgullosa t las canciones siempre gratas del pescador y el marino escuchabas extasiada! Recuerdas sombras fugaces que llev el viento en sus alas a perderse en el abismo del no ser y de la nada! Ah! por qu a la ruin soberbia oste msera barca Pero ya todo lamento es intil por desgracia; queda sola en tu afliccin rota triste y despreciada; Que al verte el hombre entre rocas deshecha en dbiles tablas al mirarte entre peascos ay! sin tumba sepultada aprender lo que vale la impa soberbia infausta. Elda 17 de Septiembre de 1879 394 Poesa. Herencia familiar EL INVIERNO Mi ay por la ilusin nacida. Mi corazn ha tiempo que agitaba Bello ideal que agrada. Ya puebla la letal melancola las esferas que el gozo antes llenaba y mira el amor en soledad impa desvanecerse la ilusin que amaba. Ni verdes arrayanes en el monte ni pjaros cantores en el llano; y cubren con dolor el horizonte densas tinieblas en tropel liviano. Silba el rudo aquiln, y en remolino arrastra, secas, ante s las hojas, y espntase quiz el bosque vecino que el crepsculo baa en tintas rojas. Cantos de amor, suspiros de ternura besos sonoros de la brisa suave, todo pas, y no dan a su tristura ni olor las fl ores, ni gorjeos el ave. Todo pas! La absorta fantasa ante la realidad tiembla que espanta; muri el esplendor mgico del da y la noche sus sombras adelanta. Pobre bosque sin fl ores ni verdura! Cmo no derramar amargo llanto si recuerdo al mirar tu desventura tanta ilusin perdida y sueo tanto Sueo, es verdad! La verde primavera te prest su alegra y sus colores y derram sobre tu edad primera rica lluvia de pjaros y fl ores... En aquel tiempo el Hada misteriosa por tus frondosos crmenes vagaba entre cientos rumores, vaporosa, luz y colores e ilusin te daba. Contemplando tu mgica belleza cual en horas de dulce devaneo del porvenir entre la bruma espesa se lanz a los espacios mi deseo! El arpa de Israel holl en mi mano, adorn mi laud de verde y rosa, 395 Francisco Laliga Corgues puls la lira del cantor cristiano y la guzla del rabe amorosa. Cuntos sueos de gloria y de cultura al calor de la mente en ti cifrados para ser con tus fl ores y hermosura por los furiosos vientos arrastrados! Invierno, invierno! Tu nevada frente reemplaz de mi dicha a los colores, y el de sordo rumor ciprs doliente al altivo laurel de mis amores. Deja que llore, s, bosque desierto de nuestra dicha la impensada tumba, deja que llore, mientras en eco incierto el aura del dolor en torno zumba! Por qu el humano espritu Dios mo abriga tan fatal melancola Por qu merced al desencanto impo dura tan slo la ilusin un da Alma inmortal que con osado vuelo a la emprea regin subir pretendes; pliega las alas de tu ardiente celo que an tu propio misterio no comprendes. Deja que tus ensueos y tus cantos mueran en el invierno de la vida como mueren del bosque los encantos del rudo viento a la impresin sentida. Quiz eres, alma, de dolores fuente do las lgrimas brotan cada da y fecundas con ellas dulcemente el rbol de la dicha y la alegra! Y cual tras el invierno tenebroso vuelve otra vez la hermosa primavera, otra vez tornarn con dulce gozo tus gratos sueos, tu ilusin primera! Nacrea alfombra de brillante nieve cubre del monte la cerviz enhiesta, y del sol el fulgor con huella leve en sus anchas vertientes se recuesta. Cual por un campo azul en raudo giro blanco rebao tmido y sediento as por los espacios de zafiro vuelan las nubes que amontona el viento. 396 Poesa. Herencia familiar Tal vez al condensarse vagamente tienden sobre ellos agrisado manto y gotea la lluvia lentamente y ruge el trueno precursor de espanto An del invierno plidas Deidades vagan de noche por la altura fra... an en medio sus ondas tempestades encuentra el corazn su poesa! Alicante 2 de Diciembre de 1879. 397 Francisco Lahga Gorgues MADRE! (Recuerdos de la infancia) Como los vagos ecos de una lira que ora remeda de Filena el canto, o con el aura que a la fl or suspria copia sonrisas o murmura llanto: Como las quejas que el torrente exhala, del monte desbordndose violento, o como arrullo lnguido, que escala en alas del amor el fi rmamento. As de la Madre la armona pura en la regin del alma se espacia, entre ondas de cario y de ternura irradiando la luz de la alegra. Quin ha cruzado el arenal desierto que de la vida el pramo semeja y al rudo embate del destino incierto no exhal mi madre entre angustiosa queja Quin tras pasados das de amargura no ha vuelto al templo donde nio oraba, y record la maternal dulzura cuando al Sumo Hacedor su ruego alzaba Quin no bes el sagrado pavimento empapando en lgrimas copiosas, de triste y melanclico lamento inundando las auras rumorosas Ah! El hombre es un misterio: la existencia semeja un sueo en que imagina el alma que la prdida, ay Dios!, de la inocencia no turbar del corazn la calma. ... Cruzad, cruzad la enardecida mente gratos recuerdos de la infancia ma, y presentad al corazn ardiente de ventura y amor un nuevo da! Trasladadme a los mgicos pensiles que los sueos conservan del poeta, mostrndome mis cndidos abriles sobre la bruma de sus bosques, quieta. Dejad que goce el corazn sediento del maternal cario y su dulzura aunque murmura en derredor el viento ecos de desengao y amargura. 398 Poesa. Herencia familiar Mas ay! sueos solamente que asaltan la fantasa, de la realidad sombra alejanse vagamente. Ecos de una lira son que en su melanclica calma, exhala sublime el alma y recoge el corazn. Ecos, ay, de un nombre! Quin una vez ha pronunciado sin que de amor embargado no suspirase tambin Es que un mundo de cario envuelve tan dulce nombre: Quin se resigna a ser hombre despus de haber sido nio Y con todo, es preciso que en la lucha no quede el alma del dolor sumida, pues an en medio del combate escucha esta voz por los cfiros trada. Si en Mayo el bosque hizo alarde de abandono y de ventura cuando amores y hermosura se halagaban por doquier, llegan el otoo y sus encantos lleva el viento entre sus alas, mientras llora l de sus galas el mentiroso placer. Templa la doliente lira, trovador infortunado que entonabas extasiado himno de gloria y amor; Y puebla el viento de quejas y suspiros de amargura, que se agost tu ternura como de Mayo la fl or. Calla la voz, y el corte de arma ardiente, sonre con dolor, la frente inclina, y entonando sus quejas dulcemente hacia la playa del amor camina. 399 Francisco Laliga Gorgues Ah! Dulces ilusiones misteriosas que ocupis la exaltada fantasa, velad con vuestras gasas vaporosas la triste faz de realidad sombra. No os apartis del corazn amado: y cuando toque suscribir la meta, recogeris en lgrimas baado el ltimo suspiro del poeta. 1 de Marzo de 1880 400 Poesa. Herencia familiar EL SOLDADO -Madre, la patria me llama, y aunque abandone tu amor, familia, amante y hogar, he de obedecer su voz. Volvers, hijo querido Rogadle por m al Seor. Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! Si t te vas, hijo mo a qu amparo quedo yo, si a tu anciano padre enerva el peso de su dolor Madre, mi deber lo exige; la patria lo reclam. Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! Cuando abandones el valle donde viste el primer sol besa esta imagen bendita de la Virgen del Dolor. Y piensa en m que llorando dir en angustiada voz: Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! Rugale cuando te cerquen el peligro o la afliccin, que entre lgrimas y besos all he puesto yo mi amor. Ella a mis amantes brazos te volver en tu fervor que hoy la patria me arrebata el hijo del corazn. Madre yo le rogar entre el eco del can o entre el silbo de las balas que escuche a mi alrededor. Ella apartar hijo mo de tu pecho el plomo atroz. Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! Ya el clarn suena a lo lejos ya oigo el eco del tambor... 401 Francisco Laliga Gorgues Di a mi padre, madre ma que me d su bendicin! Hijo te bendeciremos a un mismo tiempo los dos. Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! No llores ms, que mi pecho se desgarra de dolor. Djame por Dios que llore o de pena muera yo. Volver a verte, hijo mo Pregntalo por favor a esa patria que arrebata los hijos al corazn! Ay! t te vas a la guerra y la guerra es muy feroz; Todas las maanas, todas rogar por ti al Seor. -Dios escuche, madre ma Dios escuche tu oracin, Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! Dame un abrazo, hijo mo marcha del deber en pos, y que Dios tenga en tu ausencia de tus padres compasin. Ay! el da de tu vuelta cun dichosa fuera yo! Patria cruel que arrebatas los hijos al corazn! Adis ya, madre, adis padre cesad en vuestra afliccin adis hermanos y amante... Cantando a la guerra voy quiera Dios que vuelva un da repitiendo mi cancin. -Vulveme t, cara patria al hijo del corazn! Elda y Agosto de 1881 402 Poesa. Herencia familiar EL HIJO DE LA UTOPA Doliente y solitario peregrino La senda terrenal cruzando voy, Y autmata infeliz de mi destino Slo conozco de mi historia el hoy. Hijo y aborto de una utopa bella Corro doquier en pos de un ideal, Y de su paso la lumbrosa huella Es de mi noche el nico fanal. Soy alma de hombre y corazn de nio Que busco de otros mundos el confn, Que aqu me mata el hambre de cario Y de mis ansias nunca miro el fi n. Nostalgia dolorosa me atormenta, Y del mendigo cbreme el ropn; Entre espinas mi planta se ensangrienta: De llanto es manantial mi corazn. Al pie de humilde cruz en mi jornada Fatigado me siento a descansar, Y una limosna pido de su estrada Viendo a los hombres por all pasar. Mas, ay! corren mis lgrimas sin fruto Porque a nadie enternece mi dolor: En vano el aire con mi queja enluto; Slo el eco responde a mi clamor. Y ante m veo en pos de las riquezas Los que compran la vida del placer, Sin mirar que a la noche son pavesas Las galas y las dichas del ayer. Quiz me escuche el que tras fama y gloria, Se cubre del cendal de la ilusin, Sin ver que slo vivir en la historia Cuando le encierre oscuro panten. Yo busco dicha y gloria en el cario: Yo s tan slo padecer y amar; Pienso como hombre y siento como nio Y mi ser an no acierto a descifrar. Y as cruzo la tierra, solitario, Y a todo el que se acerca, amante, a m De un Dios Hombre espirante en el Calvario, Le repito la historia que aprend. 403 Francisco Laliga Cargues Oh t del aire alegre viajero Que tus alas agitas con rumor: Muero de sed: di al msero extranjero Do est la fuente del eterno amor. Quiero baarme en su agua cristalina Quiero en ella mis lgrimas borrar; Y en su corriente mgica y divina Mi sed y mis angustias terminar. Orihuela y Mayo de 1882. 404 Poesa. Herencia familiar LA EXPULSIN DE LOS MORISCOS Fue el consejo ms osado y brbaro de cuntos hace mencin la historia. (Richelieu) A dnde va la loca incertidumbre llenando el aire de vibrantes gritos Quin es, de dnde viene, a d camina esa turba con lgubres quejidos Ay! Son de Espaa impropios moradores forasteros, sin patria, los moriscos! Lejos del culto que al Creador se debe y mostrando doquiera sus instintos, huyen de aquella que acogioles madre por no abjurar de sus impuros ritos. All en la mar soberbia y espumosa y junto al puerto de tristeza henchido les aguardan las naves valerosas que les conducirn a extraos sitios. Mcense acariciadas de la brisa que agita leve y trmula su lino cercadas de nacreas espumas con dulce y melanclico ruido... Deben partir en ellas! Los expulsos contmplanlas con nimo tranquilo y la frente que surcan hondas huellas se revela feroz contra el destino. Van a partir! Los plcidos vergeles encanto de su pecho hoy dolorido las dilatadas vegas y los bosques que les prestaban sus encantos msticos la dulce patria cariosa un tiempo que en materno seno les dio abrigo van a dejar y para siempre! El cielo por su error se les muetra hoy dursimo. En vano algunos con fi ngido gozo bendicen los intrpidos navos y la dorada arena de la playa besan, mostrando as su regocijo! Ay! que bien pronto a la espantosa idea de una maternal separacin, impos se revelan los tiernos sentimientos que abriga el corazn en su recinto... 405 Francisco Laliga Gorgues La unidad religiosa al suelo hispano con vosotros ordena ser inicuos; no llores, pues, si el pecho error abriga pobres esclavos del Corn maldito. II En tanto cual gaviotas voladoras anhelando la marcha los navos sueltan el blanco lino al raudo viento y llaman a su seno a los moriscos. Tristes cual recuerdo de una dicha que al nacer disipose en el vaco, saltan a los bajeles los expulsos de triste pena el corazn transido. El sol pronto a ocultarse en occidente baria el cielo con rayos diamantinos y un manto de oro tiende sobre el suelo pintando con su luz valles y riscos. Al ver el panorama sorprendente que fi ngen de esa luz los varios giros se sienten los muslimes extasiados respirando un placer vago, divino. Los bellos campos que ese sol alumbra guardan en sus recnditos asilos las sagradas cenizas de sus padres; ah queda el techo de su amor testigo que cobij su infancia bienhadada... Cun triste es este adis y cun sentido! Mas resuena la serial: La rauda nave se dispone a lanzarse al mar sombro... Doliente, universal, interminable sale del barco clamoroso grito; el triste adis que a su perdida patria dan los pobres moriscos fugitivos. Corta la amarra, leva anclas la nave y aumenta estrepitoso su quejido... y pirdense veladas por las brumas del resonante mar en lo infinito. Alicante, 1883 406 Poesa. Herencia familiar LA MUERTE DE JESS Himnos dolientes, sacrosantos ecos msica triste, meloda oscura que de la tumba en los espacios huecos percibe el alma en horas de amargura: Venid; verted con lnguidos rumores vuestra pena letal sobre mi lira al arrancarla arpegios tembladores... slo el dolor mi corazn inspira! Pero, por qu llorar Sobre la cumbre del Glgota do impera la Cruz Santa, cuando de Febo la extinguida lumbre del Redentor las agonas canta; A comps que del cielo los enojos calma Jess con infinito anhelo surge una sombra entre vapores rojos que es esperanza del azul del cielo. Llena el espacio su impalpable esencia y al exhalar Jess su ltimo aliento ya re del mortal en la conciencia ya la entrev el calor del sentimiento. Y el sol en tanto moribundo vaga por un mundo de sombras misteriosas mientras el rayo flgido se apaga de Dios en las pupilas amorosas. Caliginatas nieblas ennegrecen en confusin fatal el horizonte y los nocturnos genios aparecen aleteando sobre llano y monte. Horrible soledad! Doquier sus alas tiende el silencio lgubre espantoso doquier mostrando sus medrosas galas lo sublime, lo inmenso, lo monstruoso. Truena la tempestad: sbito rayo por el Eter fatdico serpea y abatindola al polvo vil desmayo su altiva torre con su fuego humea. Revuelve en torno el aquiln violento: Jehov, Jehov la tempestad retumba y al eco sordo de su impuro acento dejan los muertos la callada tumba. 407 Francisco Laliga Gorgues En torno al Calvario los profetas velados entre nubes acudieron y pulsando sus liras los poetas con gritos de dolor el valle hirieron. Fue misterioso resplandor y en tanto murmuraron su mstica plegaria las tristes quejas de su triste llanto recogi la llanura solitaria. Se estremeci la tierra dolorida, al escuchar su fnebre lamento, y al seno infiel de la ciudad deicida las notas de Isaias llev el viento. II Muri Jess su centelleante idea hiri a par de la culpa los pesares y el mundo antiguo que el desmo orea y el velo descorri de los altares. La evanglica frase en el altura muestra la senda al hombre solitario canto o lira abrevada de amargura la divina epopeya del Calvario. El alma en brazos de la fe se goza cae del trono la materia herida muere Jess y sale de su fosa el eterno raudal de eterna vida. III Mas cun costosa a Dios nuestra ventura le es al que por el hombre en la cruz pende Oh! Coronad mi frente de amargura ella las iras del dolor comprende. Venid en torno del cadver santo vrgenes de Sin que en feliz da cruzabais la campia del encanto donde el Cedrn sus aguas extenda. Esparced la fl otante cabellera y de adelfa la ornad en vez de rosa juntad Ay! a mi queja lastimosa el dolor de vuestra alma generosa. 408 Poesa. Herencia familiar El fuerte Sabahot el prometido el que las iras apag del cielo exhal ya su postrimer gemido llora prole de Ahotom tu desconsuelo. 1884 409 Francisco Laliga Gorgues CANTARES El corazn es un nio mal educado; por ms que le reprendas se hace el callado... Ay pobre nio cuntos pesares refrendas con tu cario! El amor es un jardn dnde hay fl ores y zarzales. Si en l llegas a entrar, al fin, quizs muy herido sales. Dice que mucho me quiere y, as, lo creo, atento; porque si no lo creyere me morira al momento. En el jardn del amor ortigas debe de haber; yo le visit y an me escuece el alma, desde que en l entre. Si una pasin es amor y el odio otra pasin, no es difcil se sucedan las dos en el corazn. Que te odi nunca lo digas slo pienso algunas veces, que, cada cual, en el mundo, tiene lo que se merece. El cario es una expansin; T eres la pura reserva. Es que no tienes cario, o es que eres el viceversa Que indiferente o igual dices: te es odio o amor... Quisiera poder odiarte, por ver tu contestacin. 410 Poesa. I lerencia familiar Dices que unas veces me amas y que me odias otras veces; lo primero me es igual: lo segundo indiferente. Todos dicen que responden si a la amistad preguntamos; yo pregunt, y oh desdicha! me contest el desengao. Es el amor un jardn en el que hay varias puertas; slo la del desengao ha estado para m abierta. Si alguien me preguntara por qu te aborrec... Mi respuesta sera clara: Porque en ella amor no vi! A todo amor que es grande el mo no corresponde: yo, que de noble hago alarde, lo sentir o no Responde! Pregunto por preguntar pues s la contestacin: Podra vivir un hombre con alma y sin corazn Aunque por estar en l me es muy grato Alicante deseo salir de aqu; y pronto salga, fugaz y anhelante. Mil veces me has dicho ya que ni tienes confianza; yo qu quieres que te diga... Siempre lo he tomado a chanza. Para querer necesitas no s de qu conveniente: eso es prueba y re -que -prueba, de que t no quieres siempre. 411 Francisco Laliga Gorgues A un corazn. Epitafio. Aqu yace un corazn do no cupo odio ni engao; am con honda pasin, dile vida una ilusin y le mat un desengao! Elda 1886. A LA MEMORIA DE... Tu espritu de amor informativo en ti infundi la plcida belleza que en la interna vida de tristeza ofreciera a tus penas lenitivo. Supreternatural ideal activo simboliz la dicha y la pureza y hoy en el polvo de la tumba reza por ti quien te am tanto en dolor vivo. Ya el ter que el camino es, si del cielo rauda cruzado, habas, y tus pesares en el seno de Dios tendrn consuelo. Mas hoy se estremecen tu hogar, lares, se llenan las lgrimas de duelo, y el ngel de tu guarda llora a mares. El Vinalap. 28-12-1902 412 Poesa. Herencia familiar A LA VIRGEN DE LA SALUD EN EL TERCER CENTENARIO DE SU VENIDA A ESTA CIUDAD De los blancos peregrinos El legado, que es del Cielo, Ya transporta a nuestro suelo La cerlea inmensidad. T de Jess Madre santa, T de Jess Madre pura, Por nuestra fe y tu ternura Ah, nuestra madre sers! T encerrada en el recinto De esa caja de bonanza, Nueva arca de la Alianza que es de nuestra excelsa fe. Nuestra madre y protectora Vienes a ser, Madre amada, En nuestro valle adorada Como nuncio del Edn. (1904) AL SANTISIMO CRISTO DEL BUEN SUCESO Con los brazos extensivos Y abiertos para abrazarnos Quiz, expira al realzamos Trasfixo y Santo Jess. Y le adoramos nosotros Que hay en este augusto da Santo en el suelo alegra Y en las esferas ms luz. Abogando con clemencia Por mezquinos pecadores Empapado, s, en dolores, Y sangre, expira Jess. Y nuestras culpas repara En propiciacin sublime. Y en herencia nos da y gime La redencin de la Cruz. (1904) 413 , . .e. l ..1 . . 1. ^. I FI. I L. f.1 o . - o u . z 1-111 .hr.L1 ; - - U. g. II II, . m i - r . _ . l . I z r I ..1 1 1 i. ,- ..:L. , , - , _ E ,, 1 - 7 j,. n 1 1- _ . , L I . i .1, 1 . L .... . i . 0 0 1 - 1 1 - 7.or .-- r - 7 ^ . 1 : , L -L :-..... ..1 . ./M .- ., 11- 0. : -1.- al meg . 4 91 1 . . I - I .1 . 7 1 - V , 1 -2 . . M9.II k G. , - ,..-= - ,..k , ,_ . 4.__ . .. _ ; ,,.. . ._ % ,.._ . 5, 1 __. _ ..._[ -2 lr . a. 1 .r 1 . 1 : . i j I . , .. o.. : .c .- - 1 1=1 I:L 1. It 5.1 1. 1 11 6 r - 1 - .1 l 1 . . f. . _ . 1 . 1 1 UI Y2 m-~,,,itu. .L.,,r,..z. Poesa. Herencia familiar COMO LAS RAMAS DEL BOSQUE... 2 Como las ramas del bosque por el cfiro agitadas de tu pasin al acento se han movido mis entraas. Yo he visto en ella grandezas que me extraan y halagan porque la informan deseos y la nutren esperanzas y tiene para volar con las alas desplegadas cielos de color de rosa con nube de nieve y grana. Me ha recordado tu voz soando en la noche grata el cantar de las sirenas en la isla solitaria al montono murmullo con que balancea el agua la indcil barca dormida sobre sus olas de plata. No lo repitas: es grande como el abismo en que vaga y hiere en ocultas fi bras del sentimiento la magia. Como radiacin nocturna por las esferas del alma va el hlito de tu amor entre suspiros y lgrimas que son perlas de riquezas y soplos de bienandanza. Cmo no amarte tan noble Cmo no atender tus ansias 20.- Sin ttulo en el original. 417 Francisco Laliga Cargues II Raudas del pasado tiempo las varias memorias giran por tu espritu impulsadas como en cicln las aristas y cruzan ante mis ojos recordando aquella vida Con tu fuego la embelleces y yo con mi poesa y sus inmensas lagunas do fl otan miserias dignas de tu piedad en el gnesis renaces en otros climas en espumas de oro y ncar todo cascadas convertidas. Y aguja tu pensamiento mi imaginacin perdida por la extensin solitaria de un mundo cruel y egosta y surgen por ti evocadas imgenes de otras dichas brindndome los placeres de su gloria y sus delicias y ante el recuerdo de tanta de tanta ventura perdida reconcentrado en s mismo triste el corazn suspira. Astro en el ayer radiante que en parbolas declina y son sus sombras las mas que mis penas sintetizan. Hoy tu pasin me levanta sobre el pavs de mi vida y yo tu mano bendigo con afliccin y fe viva que no s como he pasado tanto tiempo en la atona. 418 Poesa. Herencia familiar III An no es tarde: sus perfumes vierte la nacida fl or porque el llanto de mis rimas rebosa del corazn. Semilla de mis venturas ser la del dulce amor que en reflejos de esperanzas mi mente alumbra veloz. Realidad demos al cuerpo del Edn que renaci y el solio all levantado lo ocuparemos los dos. Yo descender tan slo con la gloria y la ambicin a aadir nuevos fulgores de nuestras dichas al sol. Mas tu amor tempestuoso penumbra rauda engendr; tengo miedo, no me dejes a solas con mi dolor. 419 Francisco Laliga Cargues MARA INMACULADA Ni el claro sol desde el sagrado monte vertiendo llamaradas de luz pura; ni el astro que surgi del horizonte presagiando a la esfera nueva aurora mensajera de paz y de ventura; ni la rojiza mancha que colora el velo del altar del sacrificio donde serena Deidad es inmolada; ni el horror del cercano precipicio si lo cubren las nieblas del sofisma nada al mortal ser pnele en dulce anhelo para hacerle seguir la luz del cielo de la fe contemplado tras el prisma. Mas luce la serial: all en Judea cual paloma inmortal que tiende el vuelo, entre nacreas brumas centellea un ngel de alas de color de rosa, sus labios son de grana, su frente es el espacio nacarado de sus ojos la luz esplendorosa, en Ella se condensan los colores, lo bello, lo impalpable, lo infinito, su aliento es el aroma de las flores y en derredor la cerca gneo circuito con vagos e impalpables resplandores. Contmplanla los pueblos con sorpresa elevarse al Empreo entre armona, cien cascadas de luz doquier vertiendo, y no la niebla de la noche espesa a manos llenas derramando el da. El rayo celestial de su mirada en grato afecto el corazn asombra y al buscar la Verdad cuyos fulgores disipan del espritu la sombra leen en su trono flgido: Maral ... y un eco que se pierde all en la nada les repite tambin: Inmaculadal... Bendita sea! Claman las naciones vislumbrando an sus mgicos destellos llenos de dulce amor los corazones y en los del sol mirando sus cabellos. Y desde aquella hora 420 Poesa. Herencia familiar templos levantan erigiendo altares al ngel bello que sus alas dora con el grato matiz de la esperanza, y la brisa plegarias a millares tras de los velos del Empreo lanza. Salve estrella de amores, fresca fuente de la vida en el pramo abrasado! T entre el capuz del Porvenir velada al mundo te anunciaste alba riente, y lo que nunca consigui en venganza del fuerte Sabahot el gneo cuero, lo consigui tu amor, sol de esperanza! Que despus de ceir a tu sien pura anen coronas de infinita gloria y colmen bajo tu sacro manto los ruegos de cien nclitas naciones, prevs el da de mayor victoria: Un rayo de luz la mente alumbra del Vicario de Dios, y a las regiones del puro azul con tu favor se encumbra Y all en el Venerable Vaticano y ante el ara sagrada pstrase el santo anciano y grita al mundo fi el: Inmaculadal... Inmaculada! Cien sonoros ecos repiten a comps por las regiones y hasta a los hondos huecos de las ms apartadas raudos llegan; y aves y rayos y torrentes graves y gritos y suspiros y canciones con tiernas voces suaves Inmaculada dicen en sus sones. Augusto resplandor tie la esfera borda el cielo su manto de oro y rosa y el horizonte de fl agrante gualda, y la Natura hermosa orna su rico traje de esmeralda. Y all en la azul regin de Galatea salpicada de nardos y jazmines la antorcha centellea que agitan los alados querubines. Canta, musa cristiana la victoria inmortal: feliz mil veces 421 Francisco Laliga Gorgues el ngel que antes de los siglos era, y el que primero de la prole humana llev al Seor las fervorosas preces! Bendito s, el alczar sacrosanto donde hall la virtud sagrado asilo, y que al tender su manto derram dulce blsamo tranquilo so las heridas del mortal quebranto! Acoge, Madre ma mi cntico de amor humilde y puro y al brillar en la altura nuevo da y a su seno me llame osario oscuro tu luz me gue al inmortal seguro y termine en el cielo mi armona. 422 Poesa. Herencia familiar RECUERDOS DE AMOR ODA De tus sueos las plidas visiones oh amor! oh sentimiento! en el silencio de la noche dura sin alas en tropel mi pensamiento brota la chispa entre la sombra oscura que enciende el corazn y a otras regiones vertiendo ardientes lgrimas lo lanza en pos tal vez de gloria y al estertor profundo de ese germen de dicha gemebundo comprende al fi n de la creacin la historia. An antes de nacer creo que amaba an antes en mi sangre el ritmo impreso conservaba indeleble de la oleada de pasin esclava o del efluvio y el calor de un beso. Rpido va el espritu en las olas de los vientos fl otando como al eco de alegres barcarolas cabe el puerto el bajel de curso blando y en pos trae el recuerdo de un alma fi el que all en estancias solas por su amor imposible est llorando! Volcn en erupcin que ruge ardiente y el latir y los miembros paraliza con angustia inclemente por renacer inmenso y sonriente como el fnix tal vez de sus cenizas. Faro de albos fulgores brinda a la par dolor y primavera al corazn que pinta sus colores y que reanima su existencia entera. Oh! Todo para amar todo ha nacido amor el orbe ha sido dude el ocaso a donde el alba asoma amor los valles la extensin el cielo el amor de las fl ores el aroma del pjaro el amor a canto y vuelo y el amor humano es sordo grito que va de un alma a otra alma enamorada 423 Francisco Laliga Cargues concentrando en su fase novelada la esttica inmortal del infinito. No siempre de un prpura prendido abandona un esplndido palacio y trocndose en ngel pone el nido cual plumazn de un cisne en el espacio, no siempre desde all la tierra mira y en recuerdos sumido ahogado de dolor gime y suspira tambin es tempestad: tambin derrumba como aluvin que por la pea gira y el hondo praderal convierte en tumba arrebatado en ira va luego menguando en su corriente y al fi n exiguo y sin rumor avanza copiando all en linfa transparente el iris del color de su esperanza. Trueca tal vez su afecto cruel de gloria en ansias de ambicin y de grandeza buscando en el Parnaso la rama de laurel que en el ocaso su frente ceir con la victoria o de ese anhelo escaso sube a la augusta villa donde con ciencia y con audacia humilla a un vasto pueblo que le aplaude el paso. Ay! Qu le importar si un hondo anhelo tras el objeto amado all se lanza y ve el vaco y llora y mira al cielo, viene quiz cargado con el peso infeliz de una memoria fi ngindose viendo en lontananza las pasadas venturas que renueva el soplo alentador de la esperanza y derramando lgrimas de angustia por su inmensa pasin transfigurado, mas con pena profunda cae en tierra agitado y en el mismo sepulcro antes helado ve rumor de fuego que su alma inunda. Ay! por qu de sus dichas olvidado alza entonces la frente y vuelve su mirada a lo pasado y si no halla el recuerdo idolatrado prosigue su camino indiferente. 424 Poesa. Herencia familiar S! Brotar en su espanto el retoo de ese dolor que purifica y crea pasando ante sus ojos las tardes melanclicas de otoo perdido por los campos de su aldea. Es tal vez maldicin que lleva el mundo en la frente grabado su delito y aquel amor fecundo que en desamparo yace en l profundo es del ngel del bien el ms bendito. Por eso ruge en cndido egoismo su violenta pasin que el mundo enfrena risas ah! para enfrenarla besando humilde la feral cadena que l solo por su dolo, la vida ama latiendo a su recuerdo el pecho titn que labra con el alma herida el edificio santo amasado con gotas de su llanto como en la roca cabe golfo estrecho construye el bello eider su fresco nido ruda seda de sus plumas hecho. Duro por eso el corazn golpea y en el nocturno insomnio solitario a distante regin manda su idea y el viento que le orea y es de sus tristes penas solidario, parece que repite amargo grito cual de un amor que devora el osario. Oh! Si la vida es corta para agotar los mltiples raudales de esa fuente magnfica que aborta la tierra en sus eriales y se difunde al hlito encendido con que el aire surc genial deseo y todo dice al dolo querido fl ores, aves y luz, pueblos y valles yo te amo tanto que doquier te veo. Ay! es el alma agitada pensando en Dios que al mundo redima creando la divina primavera en tanto que se lleva brisa alada su insomnio de tristezas y amargura bendice el despertar de la natura que enciende tras las cumbres la alborada. 425 Francisco Laliga Gorgues A LA MEMORIA DEL MALOGRADO GENERAL PRIM, MARQUS DE CASTILLEJOS ELEGA Ese pueblo que agtase a mis ojos sin gloria y sin fortuna por camino de abrojos que alumbra en el oriente turbia luna menguante disco a su pasada historia dime oh t anciano que la cana frente inclinas con tristura al aerolito plido que brota del pie de la marmrea sepultura quin es Cmo se llama Y el simblico viejo a quien inflama al vate respondi libre y creyente: Esta es Iberia la nacin que un da la prpura real ci altanera y mand a conquistar de gente en gente con armas de hidalgua su escudo y su magnfica bandera que fue recorrida por un genio ardiente y fi el, sabia y guerrera la admiracin corri con sus hazaas dando a sus nobles reyes el cetro y el poder de dos Espaas y por senda de sangre saturada trep a la cuesta de la excelsa cumbre del perfecto ideal enamorada y a su ignorada lumbre ofreci la extensin de sus espacios do el fecundado y perennal progreso levantar forzado sus palacios de sus preclaros hijos la memoria rebosa de la urna cineraria y la esculpe en sus pginas la historia entre un blando murmullo de plegaria. Cmo de tal grandeza slo quedan ruinas y tristeza de otro mundo que en calma se elabora y all va con sus dudas y su alteza por los bosques del Cenit que el sol dora como cargada del detrito yerto 426 Poesa. Herencia familiar en las lanchas de Amrica la tribu lanzada cruza el clido desierto. Tanta nobleza y tanta valenta cual a ser le prestan un meteoro dur lo que la luz de un bello da. Fronda uncida de corriente grata cuyo verde ramaje en primavera copia en su linfa de bruida plata ms que fl ores, ms que muertos en tu tierra tipos valientes cra que no su templo dejarn desierto de recuerdos de gloria entre armona. Ah ruge: los tiranos, s, la escoria que en Roma domin como en Menas labrando pedestal a su memoria de un pueblo infeliz con las cadenas arrancando a raz del horizonte el sol que abrase el cielo sobre el monte con resplandor fecundo concentrando la vida en sus ardores faro de libertad que alumbra al mundo. Sarcfago que encierra el herosmo en sus cenizas de memoria santa bajo el argnteo pabelln labrado por el hondo calor del arte mismo ese tmulo al aire se levanta cual su cncava cuna a los espacios cinreo otero ofrece que visten sus declives de topacios as el hroe su pecho ofreci un da a la fecunda libertad su aliento, subindola al calor del pensamiento al seno augusto de la patria ma. Nio le am con plcida hidalgua y creci cual arbusto en la meseta ofrecindola el brazo denodado que reemplaz esforzado con el fuego de rpida energa a la alta fantasa del poeta la ruda fantasa del soldado. Alz su vista osado dentro del patrio templo a los altares lgrimas al verter: vieja y rasgada vio la gloriosa virginal bandera 427 Francisco Laliga Gorgues sombras quiz en el trono de sus reyes sangre haba en la cpula severa sangre en la alfombra ornada y al pie de la tribuna de las leyes de sangre vio la prpura manchada. De miedo y duda y odio rodeada cual la piedra arrojada en el ahoguo de espuma nacarada en la corriente del undoso ro l a sus plantas con fervor postrado en deliquio que inflama su vida entera la ofreci extasiado y ya al alzarse de su honor cruzado arda dentro el corazn honrado del patrio amor la esplendorosa llama. Ella puso en sus manos la bandera y le mir marchar a la campaa desde el sitial tranquila cmo no darle proteccin la esfera si el rayo al aletear de su pupila se mova luchando en la montaa del noble pueblo hispano la honra entera Ya en tu dolor prolijo un momento de angustia conturbado y el llanto de dolor tu vista empaa a la heroica matrona consagrado ella te anima an en su pasado cun presto iba a llamarte el mejor hijo! Ya retumba el can: bajo el celaje de un cielo casi azul el campo humea viste la guerra su purpreo traje sobre el escudo argnteo desceida y en chispas el acero centellea las falanges se mueven como inmensa la tromba peri-atlntica llevando fuego y gritos y sangre all reunido que en rudo empuje al estallar vomita llena el radio el gento, el clarn suena y tras el corcel se precipita la atmsfera sofoca antes serena ya es todo caos, confusin, pelea y caen por la arena los combatientes sobre clido rastro en espirales de serpientes de polvo el campo humea 428 Poesa. Herencia familiar traza la espada all la humana historia hiere al hroe una bala y sus triunfales mares an sigue o mira balbuceando cual la brisa rugiente que le orea mientras dice all el eco de la gloria Mjico, Castillejos, Alcoleal... Por qu hollar de la muerte los furores en defensa del solio de sus reyes que envuelto en los albores de vetusto ideal orna de fl ores el numen tutelar de altivas leyes Ya ceida al costado la espada fi el que ante el peligro ondea del marcial caballero denodado smbolo en su camino de popular aureola circundada ascendi el escabel de la tribuna para dar a su genio peregrino en su amor y fe y sangre saturado la rpida expresin de la fortuna. Ay! Cual glacial arbusto all cual polvo que en un suelo grantico levanta su fl bil copa que doblega el viento luego la tempestad, la nieve y sola ve estremecer su planta y demanda un consuelo sin aliento as Espaa en el impacto violento de cien revoluciones en intiles luchas consuma corazn y valor y entendimiento. Quin la podr salvar Ya en los umbrales del pueblo destrozado, el hroe junta de entusiasmo y de anhelo y de nobleza con el calor henchido por llenar una hoja en sus anales el matiz rubio que en oriente apunta l concentra la vida de todo un cielo y mira al horizonte y envuelto en un grandioso pensamiento rompiendo osado al fi n la niebla fra con entusiasmo ardiente vio tras las cumbres de la patria ma como disco de paz resplandeciente el sol de libertad que amaneca! 429 Francisco Laliga Gorgues Cmo pudo morir con tal grandeza -Matle con traicin la tirana y ora en su panten viuda enlutada absorta en su recuerdo Espaa reza con el llanto de su ltima jornada. Sus restos que son polvo an saturado de sangrienta gloria dicen tal vez en ecos gemebundos quin en naufragio de infeliz memoria fl otando entre las olas de la muerte sostuvo la corona de dos mundos. Ya veis paz, blanca estrella que rasgando las brumas del olvido al patrio cielo te remontas bella y yerto, inmvil, fro quiera Dios que an tu acento por la oscura noche ardido sonando como un da escudo al porvenir lleve a segura rada el bajel entre el oleaje impo y al romper a un paso la onda pura mediante l la ominosa tirana. 430 Poesa. Herencia familiar AL NACIMIENTO DE JESS Hendiendo el ter plida la nube fue de paz precursora! Ya ha nacido en medio de una calma halagadora qu himno de gozo sube por los inmensos mbitos perdido desde la tierra que de gozo llora Natura revestida con encajes de ncar desiguales con que el traje se cie en monte y llano de las frgidas noches invernales sbito conmovida por auras eternales parece renacer a nueva vida y ostenta en aureola indefinida corona de grandezas naturales. Oh! Ya ha nacido, s! Trmulo ondea el estandarte nuevo an no venido en humana pelea. Cueva distante oscura triste al cazarle ha sido entre unas pajas heladas en su humildad de lecho le han servido envuelto en el sayal de su pobreza con que al mundo al venir se ha presentado naciendo en un letargo de tristeza el Profeta, el Virgilio, el Deseado. Salve, feliz momento smbolo divinal de la ventura que el pueblo de tu aliento recoge enalteciendo tu ternura por ti la humanidad que marcha errante interrumpe el camino y vagando entre fl ores adelante ve perderse en las nubes su destino. El pueblo de Israel! Ya cruz un da el rido desierto protegido por el Dios de sus padres; la armona del arpa soadora del Profeta dominaba sus torpes bacanales que el dolo interpreta y en ecos divinales 431 Francisco Laliga Gorgues bajo la tienda resonar se oa que inspirada traa a la sombra esperanzas celestiales. En torno al tiempo con veloz carrera los siglos a los siglos sucedieron la vida de los pueblos derramando el fuego que colora los montes de Judea. Bendito el que a la tierra descendiendo nuncio es de paz y libertad y aurora de eterna bienandanza. Ya tuvo ser la mstica esperanza que all brotara un hora del malogrado edn en los dinteles ya que el da de paz de nuevo alumbra los humanos vergeles! Oh! en lontananza el porvenir columbra ya el corazn inquieto orlado de celestes resplandores himnos sin fi n al Redentor divino que a librar viene al mundo de pecado porque de su piedad que vierte calma del mundo en el destino con santo afn el nfora ha volcado! La mente acalorada llega a l trasponiendo el leve espacio y penetra en la cueva iluminada con la pira del clico palacio. Smbolo de ternura su cetro depondrn ante l los reyes dictar al mundo venturosas leyes ardido disipando del maldecido error la nube oscura y de su amor cargado con el yugo bello plcido y suave cruzar el orbe extenso de su doctrina santa raudales esparciendo con voz grave en valle y monte en la ciudad y aldea do su misin acabe y el fuego de la idea veris de otra fe! Los corazones inmensa llenar do centellea y mrtir inmortal los ricos dones 432 Poesa. Herencia familiar de su justicia en fi n legando al mundo en torno del madero sobrehumano tras suplicio profundo raudal de sangre verter fecundo que ha de dar nombre al desolado humano. Ya es tangible la fe que alienta el alma con vvidos ardores fndense en uno solo el polen virginal de los amores y el mundo va a inundar de polo a polo! Oh inmensa gloria! un Dios si le ha criado con cario fecundo otro Dios le redime de pecado vida al verter espiritual al mundo de vapores de muerte circundado la tribu humana incierto no marca el rumbo ya: su blanca tienda eleva en el desierto que ofrece al hombre por la duda ahogado un trmino su senda el rbol de la cruz en el vallado. 433 Francisco La liga Cargues LA CADA DE LAS HOJAS Ya los vientos del otoo soplando con ruda fuerza despojan el tierno campo de su gala y sus bellezas. Ya en remolino violento desciende de la alta sierra el vendaval que en el llano desata su furia nueva. Pobres campos arrasados! triste y desolada vega! Ya sin ramaje ni fl ores yace tu hermosa arboleda. El sol del esto ardiente agost sus galas bellas y de color amarillo junt el rbol y la yerba. Y hoy el otoo rugiente despoja con rara fuerza al rbol de su vestido de esmeralda y su belleza. Y una tras otra cayendo las hojas el suelo pueblan y el aquiln las arrastra por la muda y triste selva. Pobres hojas desprendidas del rbol amarillentas! Cun fugaz vuestra ventura y vuestra suerte que adversa! Vosotras, que adorno y gala del titn de Caribera os contemplabais mecidas por las suaves brisas frescas. Vosotras, que blando lecho disteis al ave hechicera y osteis su meloda y su dulce cantilena. Vosotras antes nutridas en el rbol que refresca con su corriente el arroyo y el roco con sus perlas, hoy mustias y desmayadas rodis por el suelo yertas y arrastradas por el cierzo 434 Poesa. Herencia familiar sobre la infecunda tierra. Vais a ser del Valle escarnio de la impa suerte befa y smbolo de la vida y de la ilusin emblema. Hojas del rbol cadas dnde el vendaval os lleva qu leccin tan manifiesta ofrecis a nuestros ojos Oh! Como el alma contempla embebecida en recuerdos vuestra marchita belleza, as pasa del humano la juventud altanera; en la Primavera hermosa luce el sol de su existencia llena de ardor y el Otoo tras rpidos aos llega y el rbol del corazn desierto de fl ores deja. Id, por el viento arrastradas hojas del Abril diadema. Tomad al cruzar el ro las lgrimas de sus perlas, y demostrad al tirano y al que de orgullo se llena lo que vale su ambicin lo que vale su soberbia. Mientras llora el alma errante su soledad y tristezas all vais en torbellino mientras la muerte contempla cmo vuelan sus recuerdos cmo mueren sus ideas. Su llanto entonces es fuego que no fecundiza, quema y es un pensamiento el crter por donde el dolor revienta. Ay eterno del otoo fro que el alma congelas crepsculo de la muerte que sus miradas enseas Qu es en el mundo la vida, y la visin del poeta 435 Francisco Laliga Gorgues Boceto de un poema titulado en cuatro cantos Primavera, Verano, Otoo e Invierno. Dedicado a DIJE. a cambio de una serenata LA MSICA (Salud, arte divino y sublimado sobre todos los artes de la tierra! Lenguaje del espritu animado y contra el vil materialismo en guerra! Salud! Hoy el poeta cuya lira himnos y hermosos cnticos no exhala pues tu armona celestial le inspira...) Introduccin El coro armonioso de clicos querubes el himno desmayado del arpa de David la voz del ronco trueno que ruge entre las nubes es poco, poco coro para cantarte a ti. La dulce armona que en gratos excesos el viento repuebla con eco impar; concierto de quejas, suspiros y besos rumores perdidos del himno fugaz. El susurro del cfiro amoroso que tibio crea la fragante fl or. El murmurar del ro estrepitoso corriendo por la vega con furor. Quejas, trocad, gemidos y suspiros Ecos, ruidos, canciones de amor, Himnos, cnticos, trinos, respiros Melodas, murmullos, rumor, 436 Poesa. Herencia familiar EL POETA (Primavera) Los plcidos ensueos misteriosos de la ardiente elevada fantasa: del sol de amor los rayos majestuosos vertiendo resplandor y poesa: la de laurel magnfica corona que circunda la sien del hroe invicto, el blico estruendo de Belona de libertad al poderoso grito. El pincel del artista cuya mano desarrolla sublimes panoramas, los vuelos del ingenio soberano de alas de oro con fulgentes llamas. La lira del poeta a cuyo acento brotan las ilusiones y las fl ores; Sus trovas que hasta el alto fi rmamento suben vertiendo amor y resplandores. En el espacio la perdida estrella que rueda por los mbitos del cielo: el resplandor fbeo que destella iris rosados sobre el bajo suelo. La primer queja del amor primero el porvenir de bienestar henchido: el acento sublime y hechicero de la ideal mujer que hemos querido. Ciclos arrebolados y esplendentes caminos tapizados de oro y fl ores tropa de ilusiones refulgentes glorias, felicidad y resplandores. (Verano) Los rosados colores de la aurora matizando el tendido fi rmamento, el sol, globo encendido que colora en listas la regin del vago viento: El rumor de la hirviente catarata despendose atroz de excelso monte al rugido del mar que se dilata hasta el confn del plido horizonte: 437 Francisco Laliga Gorgues Sobre henchida montaa al pie de un ro pulsando el bardo su inspirada lira su eco doliente que en el bosque umbro a las fl ores el cfiro suspira: Del mundo encantador el panorama cuando all en el tendido fi rmamento luce del sol la refulgente llama y gime entre los rboles el viento: Sus naves y sus fuentes y sus ros sus valles, sus campias, sus praderas sus bosques solitarios y sombros sus gigantes y extensas cordilleras: Cunto cre la ardiente fantasa cunto halaga y seduce el pensamiento cuntos tomos bellos de poesa ruedan por la regin de tierra o viento! (Otoo) El canto de la trtola doliente en solitario monte abandonada; el eco que se apaga lentamente, el suspiro del aura en la enramada. Del encantado valle en el recinto la voz de misteriosa profeca; el trueno desgarrndose sucinto sobre las alas de la nube fra: La vibracin de la campana aguda al misterioso toque de oracin; el raudo giro de su lengua muda voz de remordimiento y de perdn. El viento de amor sobre la frente del nio do campea la inocencia; en el bosque del sol en occidente el postrer rayo en flgida indolencia: La estrella vacilante y desmayada en la tarde cubierta por las brumas; la extensin del Ocano dilatada sin reflejos, vapores ni espumas: Los Genios del amor en el desierto ceidos de enlutada vestidura prontos a hundirse en el abismo incierto lamentando su prxima amargura: 438 Poesa. Herencia familiar Cuntos signos de calma o de grandeza cunta tristura plcida y quebranto el hombre sorprendi en Naturaleza al derramar las gotas de su llanto! (Invierno) Sobre una tumba el rayo de la luna reverberando en misteriosa calma: las prendas del amor y la fortuna los sublimes espasmos de nuestra alma. El recuerdo infeliz del bien perdido la luz crepuscular que lenta muere del relmpago el trueno precedido, la sombra oscura que los montes hiere. En la isla desierta y misteriosa de la maga a la lgubre elega cuando desciende la tiniebla odiosa ocultando feroz la infame orga: En el silencio de la noche oscura la imagen del dolor y el desconsuelo al pie de la marmrea sepultura elevando sus ojos hacia el cielo: Cuntas lgrimas, penas y dolores cunta tribuna y funeral quebranto encontramos del mundo en los favores tristes recuerdos de pesar y llanto! Coros (Coro de la primavera) De Abril somos el coro radiante que de fl ores y luces matiza de ilusiones el cielo azulado doquier derramando placer y armona y al alma ansiosa amor, fe y vida y al pensamiento luz y poesa goces al pecho, blandas caricias y a nuestros pies el Orbe entero adranos y admira. 439 Francisco Laliga Gorgues Trovador que en el bosque sombro tus pesares ocultos mitigas nuestro encanto inmortal viendo dinos qu ideas cruzan raudas tu ardiente fantasa. (Coro del verano) Del Esto formamos el coro de ms fuertes y plcidas voces y cruzamos ligeros el viento vertiendo perfumes y amores. Y vida a mares damos al hombre y le brindamos mil nuevos goces y an ve en nosotros sus ilusiones, por eso conseguimos que la tierra callando an nos adore. Trovador que en la selva umbrosa tu alma elevas a ignotas regiones, que a tu mente se agolpa mirando fi guras tan lucientes, tan puros resplandores! (Coro del Otoo) Tristes himnos repueblan el viento con que al plido Otoo cantamos fugaz sombra de dicha mentida an muestra a los ojos potico encanto. Mas, ay!, los dulces ensueos gratos las ilusiones del coro almo y el bien perdido tristes cantando en medio nuestra fnebre elega con llanto recordamos. Dulce vate de acento sonoro que contemplas absorto hoy los prados con tan plidas tintas luciendo en la regin area, qu ideas te inspiramos 440 Poesa. Herencia familiar (Coro del Invierno) De la muerte el medroso fantasma en el suelo enlutado ya reina; ronco el brego zumba en los montes y al mar amenaza terrible tormenta. Doquier espanto muerte doquiera; triste agoniza Naturaleza, slo gemidos el viento lleva y slo desengaos y dolores la faz del suelo pueblan. Tu elega tristsima entona en tu angustia y tu duelo de poeta de tu suerte agitada exhalando los tristes pensamientos, las lgubres ideas qu imgenes sombras tu fantasa llenan Ese es el coro divino que al ensalzarte en el suelo puede encontrar el camino por do remontarte al cielo! La ardiente fantasa vislumbra el resplandor del coro de armona escucha ya el rumor, si el viento suspira lleva al cielo azul quejas de la lira himnos del laud. Sbito el cielo con majestad de rojo velo se cubre ya. Cien rumores de placer, resplandores por doquier. Dulzura, belleza, fulgor, ventura, riqueza y amor!! 441 Francisco La liga Gorgues A MI AMIGO EMILIO, EN LA MUERTE DE SU MADRE. El ngel de la muerte pavoroso sus negras alas con placer agita, y en su faz retratndose est el gozo que a mostrar mas crueldad duro le incita. Blande su arpn terrible, su mirada cual relmpago vivo centellea, y al descargar su fuerte diestra armada el golpe, en su victoria se recrea. Quin es el infeliz que la saa prob! ay, dbil, triste y desgraciado del horrible furor de su guadaa Dnde su duro golpe ha descargado Oh vedlo, s! Al resplandor medroso que arrojan de s dos blancos cirios se ve el lgubre cuadro majestuoso; horrible, de la mente en los delirios. El pavoroso lgubre aposento se advierte por los cirios alumbrado do no respira ni siquiera el viento por no turbar la paz que lo ha adornado. Lleno est de tranquila y dulce calma que engalana tan slo la materia, do batallar parece la eterna alma por demostrar del cuerpo la miseria. Sobre un lecho tendida, inmvil, fra de una mujer el cuerpo se advierte, en quien con mano brbara e impa su huella estamp la dura muerte. An advirtese, ay, en su mejilla y en todo su semblante seco y fro, los signos de una grande pesadilla al espirar de muerte el golpe impo. Quin eres t, Oh, Muerte pavorosa que lo mismo tu huella estampas dura, en la del pescador msera choza que en la alczar del Rey de ms bravura Eres acaso el sueo pavoroso que agita al criminal con cruel tormento pues que abres con trazo poderoso la puerta a eternidad con doble intento No eres del pecador el triste espanto 442 Poesa. Herencia familiar No eres del justo, t, siempre esperada tranquilamente con deseo santo de volar a seguir ms adorada Es mostrarnos palpable, tu destino la triste realidad de nuestra nada Quin eres que el cansado peregrino te halla siempre al fi n de su jornada Eres obra de Dios; t a los mortales la verdad les enseas infalible y breles las regiones inmortales del bien celeste o de la pena horrible. Imagen que en su hora postrimera ve el mortal muy pequea desde lejos, y ya le aterra su mirada fi era y deslumbran sus lgubres reflejos; Y que con rapidez se va acercando extendiendo hacia l su mano fra, descomunal gigante le mirando que le condena a msera agona. Tu huella por doquier estampas dura. Tras ti dejando slo luto y llanto; por eso en este cuadro tu hermosura se muestra del mortal con triste espanto. Esa mujer a quien tu arpn ha dado la muerte, era madre; todava decir parece a quien est a su lado y que una nia es: ven, hija ma, que no podr la muerte arrebatarme tu amor como mi vida; desde el cielo con cario infantil podrs amarme lo mismo que me amabas en el suelo. S, Emilio, es verdad! Tu idolatrada madre al cielo vol, luto dejando y dolor en tu pecho; la sagrada voluntad del Eterno, arrebatando de tu pecho la prenda ms querida sin duda el pensamiento llevaba de probarte; debes estar tranquilo y resignado, y tu alma agradecida al Sumo Ser amado que al humano dio vida, sin que acontecimiento 443 Francisco Laliga Gorgues tan deplorable para ti, cansarte pueda dolor tan crudo e inhumano y tanto sentimiento que en medio de la pena que te aqueja de Dios la sabia mano tu corazn no admire y bendiga: una madre l te dio y l soberano ahora te la quita: l su suerte cambi de pobre en rico: as mitiga tu dolor, que la muerte que para nuestra dicha Dios la hizo del dolor terminando la fatiga la puerta abre al mortal del paraso. Ves Escuchas.. .Acaso exclamars transido de amargura; S! el redoblar de funeral campana que llega a nuestro odo con tristura, caminar ves tambin con lento paso su cancin funeraria entonando benignos los del Eterno Ser, ministros dignos; Y acaso exclamars Dolor tan fuerte tan profunda tristeza no parte el corazn Por qu la muerte tan sauda se muestra ahora conmigo Que si un tiempo goc de la ventura que el maternal cario proporciona con bastante largueza, ahora, y con dolor cruel, verdadero la expo, arrebatndome la muerte vengativo enemigo, la prenda de mi amor ms duradero con sin igual tristura... Yo al mirar la dulzura del amor maternal, cuya preciosa planta frot en mi pecho infelice, para ser, ay, tronchada por el viento de la suerte, enemiga poderosa forj un lazo de amor cuya felice mira, proporcionndome contento largo tiempo durara... Mas ay! la muerte impa rompi esos puros lazos de mi madre en la lgubre agona... 444 Poesa. Herencia familiar Ayer miles de abrazos me daba sonriendo y muy serena, y hoy inmvil y fra ya no quiere tenderme, ay, sus brazos... No hay motivo sobrado, ay, dura pena, para que el corazn hecho pedazos su sentimiento arroje desdichado al arrojar las lgrimas amargas Oh, s, Emilio, llora; el dulce llanto consolador felicite nuestra alma al consolar benigno su quebranto vuelve al pecho la calma; mas el ondoso Dios, al arrancarte la planta del amor materno puro del pecho est seguro que es porque as conviene debes, pues, resignarte a la sagrada voluntad divina del que las riendas tiene de la tierra en su mano bondoso soberano! Nuestra vida, qu es Arbol frondoso que en primavera plcida de verde revistiose pomposo; pero llega el invierno y le despoja de todos sus encantos y atractivos el violento huracn hoja tras hoja. Qu somos, di, los mseros desdichados humanos mas que viles gusanos en msero solar. Qu asquerosos y dbiles en el fango vicioso del mundo peligroso nos vamos a engolfar Qu valen las efmeras numerosas riquezas las galas y grandezas de este mundo qu son Cuando la muerte rgida con austero semblante al ponerse delante blandi su duro arpn Pero si fuerte y rpida 445 Francisco Laliga Gorgues su guadaa blandiendo y con ella hiriendo prenda de nuestro amor, turba la paz domstica y trueca la alegra que en la hogar exista en cruento dolor tambin tendida y plcida termina los dolores de este mundo y rigores con inmensa bondad Del Dios Justo y Santsimo al mando soberano abriendo con su mano la puerta a eternidad. Bendice. Emilio, A Dios eterno y santo y obedcele humilde porque bueno no dudes te lo ordena: cese el llanto de tus ojos, y el pecho ya sereno quede, de l desterrado el quebranto. 446 Poesa. Herencia familiar A LA PURSIMA CONCEPCIN Ab eterno et ante secula creata sum. Iris del cielo, virginal belleza de incgnita atraccin embriagadora que envuelta entre cendales de ternura del estrecho recinto se retira y armonizando mi ideal, sonora en la arboleda del Edn suspira grata revelacin imperceptible que el delicioso xtasis entraa si concentrando su atencin le baria como un punto lejano y refulgente encantadora historia de tan hermosa y plcida influencia que luego representa la memoria. T eres la paz. Cascada que desploma como ideal ignorado sobre el desierto cual desde la loma cual celaje a los cielos usurpado y son vagas neblinas inundadas de gotas de roco nacidas al albor de la maana las vaporosas nubes blanquecinas que te sirven de ingrvida peana. Y tu excelsa alabanza da comienzo en las sombras impalpables de vaguedad velada cual detrito y a su fi n propendiendo va a terminar al lbrego infinito. An la densa oleada de donde brota el da del fi at inenarrable el augusto concento estremeca y dijo Dios para medir el increado aliento del orbe en el espacio sostenido necesito un portento en el soplo encendido del vagoroso viento de las altas regiones desprendido. Vaso precioso de eleccin sagrado 447 Francisco Laliga Cargues de gracia seductora como basa de alczar soberano en ella verter mis altos dones como blanca columba enamorada y agotar su perfeccin el arte inimitable de mi mano. Flor de grato perfume y redentora de la primer mujer no maldecida ser ya ante los siglos y en los siglos sin mancha del pecado concebida De majestad inmensa rodeado en la cuna mecindose del da sobre un solio de marfil sentado recamado de oro y pedrera del caos la penumbra iba Dios apartando con la vana creacin de giro blando que un camino sideral alumbra. Y de invencible claridad dotada cuando era del rbitro escogida de inefable Parclito morada y cuando estaba la eternal presencia de su dominio omnimodo y profundo deleitndose en dcil complacencia fue tu venida al mundo una revelacin de la inocencia. De las brisas al lnguido desmayo que en el bosque fl ebsimo levantas an coronan la luna de tus plantas como el laurel de Mayo. Mecindose indeciso como racha de esencia evaporada la niebla de su luz abrumadora en el hilo indeciso apareci la celestial Seora anunciando el perdido Paraso que el brisero fresco de las fl ores sobre el lecho de cspedes y mirto amaneci la hermosa reclinada. De su grfico acento la dulzura como el objeto cambia de colores de reflexin en frente pasajera. 448 Poesa. Herencia familiar Y en aquella deidad inconcebible cuya forma es la lnea cabe el arte que en los celestes crmenes anida se junta en produccin encantadora con feliz actitud distribuida la innata seleccin de lo divino que el arcngel con cnticos arrulla de corte peregrino la dulce idealidad de lo imposible y el cfiro apacible halagando el candor del alma suya. De do tu origen tpico dechado Ingentia criatura que con nimbo de estrellas resplandece cual arquetipo ideal de la hermosura apenas en lo humano no acontece brotando al reasumir su pensamiento en un cclico estudio en donde el alma espera adormecida para inspirar un hlito de vida la sntesis divina de aquella perignesis velada trasunto inestimable y aureola que aclarando la duda va arrojada como va deslizndose la ola del mar sobre la espalda que matiza sus bordes esmeralda y cuando nota acaso que a su infinita perfeccin faltaba para ser templo digno distintivo crisol de su grandeza la concedi la mstica Pureza. No al cincelar con adorable encanto la estatua del Pentlico celeste su morbidez constil descubriendo tras el blancor de su azulada veste de amor santo llevado y en amor encendido por tu seno virgneo alimentado tiendo de zfir el ledo espacio y de luciente gualda el borde horizontal del fi rmamento mas distante infecundo cual torre de David te iz en el viento 449 Francisco Laliga Gorgues dando a su obra admirable complemento para ser el palacio donde habitara el redentor del mundo. La voz de la piedad orse deja en el umbral de la ciudad sagrada y el venerable anciano a quien la sombra cubre de Pedro el augusto Vaticano lleva al cielo la esttica mirada con anhelo profundo y luego vuelto hacia el creyente mundo grita con emocin: Inmaculadal... Y hoy el moderno paladn amado que se llama Len XIII y que la adora la nombra apasionado escudo protector y salvadora. Inmaculada s! como la nieve que el barranco tapiza como la gota de la escarcha leve que oscila en el clavel bajo la fronda ms que el aura y el sol ms que la onda del blando arroyo que la arena embebe. Cual de taller de violas y amaranto la vaporosa fi ligrana nube vela el umbral de oro sacrosanto de su materia clica fl uida los grmenes recogiendo de anloga extraccin proporcionada la fuerza ilimitada en un todo armonioso y progresivo el alma vinculando los arcanos primeros de la alta Omnipotencia as velando la gracia virginal el alma pura da a aquel ser venerando hermosa criatura slo para esparcir paz y consuelo bajada desde el cielo y ms que el sol inmaculada y pura. El creador espritu derramado considerando objeto preferente aquel tan digno del Dios vivo humanado concentra su actitud y su energa 450 Poesa. Herencia familiar haciendo converger la luz fulgente con toda su potencia en el punto informado cuyo nombre es Mara y siente por su frente que ya acaricia la celeste brisa el soplo deleitoso y elocuente que la mortal sustancia diviniza. Blsamo de ternura vierte el ngel aquel y su pureza es superior a toda la natura 21 Qu instante dichossimo te engendra No: que an antes que el viento con sus alas barriese al fi rmamento de etreo resplandor espaciado y de calor la vibracin sonora antes que la recgnita criatura del Hacedor hechura abrasada en fulgor de aquella hoguera de la inmensa vorgine naciera entre la plasma por el lodo impura Inmaculada y pura ya en la mente de Dios la Virgen era. Dando en contra la paz al rico Oriente que el crespn refulgente retuerce cual fantstica aureola enuncia levantndola otra idea cual la verde marea la calurosa y plateada ola. Escudo embrionario de almo celo que en seculares cmputos an dura rebosando ventura perfume de clemencia la sonrisa posee de la inocencia, o de la fl or renace del Carmelo. Las luces argentinas que quiebran en la gruta sus cristales o impulsadas por ti semidivinas la esparcen en magnficos raudales siempre, siempre ondulando al acento supremo 21.- Scotto (N. del A.) 451 Francisco Laliga Cargues su fulgor va la gloria denunciando y cuando espacio en que caer le falta como espumosa catarata salta de la roca del mundo al infinito. La niebla recogindose enfriada la muestra sobre el campo donde pronto obsequiada de polvo oro llena cimbrea sostenida como Virgen su corola de tmida azucena. Olvidando dudosa indiferencia y sin vacilacin an afirmamos el misterio inefable cuya esencia por privilegio sin igual contamos con abundante claridad, concepto que aumenta el propio honor de la Seora se unen en esta Concepcin, dictamen favorable emitiendo la nobleza de la Iglesia y el Papado cuyo eco apostlico simula del Deus Inefabilis la bula definicin del dogma que delata su empeo y armona por dar gloria a Mara por dar lustre mayor a sus virtudes. Hermoso monumento por la piedad ingnita exigido de un Dios ante la aurora donde la fe le adora como Hijo humanado y renacido! !! Esclarecida prez de tu progenie palmera de Sin, ciprs que mece la lbrega tormenta sin que jams sus ramas estremezca t eres sin par modelo que al unir esta tierra con el cielo que la ventura prometida ofrece en el umbral del nuevo Paraso con un soplo indeciso, la apstrofe o sobrenombre de Dpara con que el rbol marchitado reverdece. Pltano perfumado y oloroso cuya esencia del viento el vago arrullo por el jardn frondoso 452 Poesa. Herencia familiar pasea y hasta el alto fi rmamento pregonando el loor y el nombre tuyo inquieto el pensamiento busca en tu Concepcin feliz murmullo. Yo te ofrezco del pecho el entusiasmo con que admir tu gracia inmaculada y am el tinte indecible de tanta apoteosis adorada. Y como dulce amante despedida no realizada ni jams querida como ofrenda de plcida ternura una lgrima pura en su crcel de afecto contenida. 453 Francisco Laliga Gorgues A LA CATEDRAL DE MURCIA ODA Mole santa, templo augusto del Omnipotente gloria.... Duque de Rivas Permite que un momento absorto ante tu mole gigantesca, el eco dbil de mi pobre acento al chocar en tus bases de granito mi grata admiracin ledo te ofrezca. Permite que extasiado una vez y otra vez la vista eleve por inmenso entusiasmo saturado a la segur del abrigo animado donde termina tu espiral ms breve. Permite salve aguja que marca en beso eterno y placentero vago al ter azul que la dibuja de la aturdida humanidad que puja por el mar de este mundo el derrotero: Qu mente portentosa te diera concepcin Cclope fuerte en Pentlico inmenso me fi guro con su cincel en piedra modelaste sobre el radio seguro agotando en tu gnero inerte toda la hermosa inspiracin del arte. Luego en un plano de fragantes fl ores que vierte la profusa primavera por faldas y declives de colores formando a un pueblo el corazn creyente que se aduerme en insomnios de infinito brotar cual rica y caudalosa fuente la sed calmando en tu cristal bendito. Rayo de luz sereno atraviesa tu espacio de armona lleno fl ota ante el arco la penumbra y sube la espiral del incienso all tranquila que emocin roto se dej el encanto parecido al cario del querube que el alma absorbe por inmenso manto baado en el Jordn del sentimiento. 454 Poesa. Herencia familiar Son ecos de demencia. Parece un pensamiento criminal que ha manchado una conciencia y la vez te pidi de la inocencia para borrar su germen con su aliento. T eres manto de prpura en granito tallado en que a su paso por la tierra la fe se envuelve hollada para huir de los furores de esta guerra sealando el fi nal de la jornada. Oh Gloria! Fue en el suelo cielo de redencin el bello da que te baj el Parclito del cielo fe, luz, consuelo, religin, poesa. Todos hijos de Dios, por l hermanos surgi nueva alborada y a su calor el egosmo propio el pan de caridad mir en sus manos. En blando halago el porvenir dichoso al mundo sonrea desde la hartura de su hogar hermoso y el alma del poeta vio fl otar a la altura la palma a la corona entrelazado de Dios junto a la blanca vestidura y mir a su luz pura la dicha de la tierra asegurada... Que ms pudo ya el genio, con su plasma de ideas peregrinas poniendo en vez del dolo vetusto en pie ante las minas fruto del mismo gusto, la estatua en tus cristianas hornacinas. Su hlito fue tromba de todo rumbo que surgi en la meseta y abri el vrtice vago y rauda perfum todo el planeta. Oh inmensa idealidad de todo halago feliz el que en natura lleve tu luz y redencin fulgura y por ella en sus lgrimas vislumbre la nacarada aurora que en germen de grandeza encantadora tie del monte la fragosa cumbre, 455 Francisco Laliga Gorgues Que es la alta religin vergel divino primavera del mundo que siembra de laureles el camino y de un amor fecundo y es su palabra que la dicha encierra la mano que abre el eternal maana y son grandes los pueblos de la tierra bajo el amparo de la fe cristiana. Ornadle en torno del ramaje verde Como los cedros de Caot las rosas y las silvestres vidas orientales que ya cual viento en espiral se pierde ofrendas generosas de vuestra eterna gratitud gloria todo y piedad en su ardor universales y vivid a su sombra protectora ricos con la paz de la conciencia que os torna hermoso el suelo si en momentos ms tristes va la duda a empaar vuestra esencia rechazadla! y pensad que vuestra potencia es esa torre que vigila el cielo. 456 Poesa. Herencia familiar CRISTO CLAVADO EN LA CRUZ Llegad, llegad, pecadores del Glgota a la alta cumbre, veris al que sus colores dio al cielo y al sol su lumbre. Vereislo inmvil, clavado en afrentoso madero, sufriendo por el pecado quin fue inocente cordero. Sangriento el rostro divino que las espinas coronan, al mrtir noble adivino cuyas heridas le abonan. Del monte Calvario al pie est un pueblo turbulento, que an no escucha con la fe la voz del remordimiento. Si eres hijo del Seor -dice a quien form la luz no padezcas tal dolor, baja, baja de la cruz. Y el trmulo labio fro el Cristo mueve y murmura: Perdnales, Padre mo por mi amor y mi amargura. Y al cielo eleva sus ojos secos a fuerza de llanto, y hasta el mundo, sin enojos, baja el perdn sacrosanto. En tanto aquel pueblo loco, del crimen deicida autor, prolonga ya poco a poco su gozo entre tanto horror. La hiel, las cuerdas, la lanza que da a la vista a un insano, son episodios que alcanza aquel drama sobrehumano. Y Jess, herido y fro, de su angustia atormentado, dama febril: Padre mo, por qu me has abandonado. Su voz estremece al mundo en sus ejes de granito, 457 Francisco Laliga Gorgues y en desconsuelo profundo mudo el cielo oy su grito. Su voz la creacin conmueve: no a la turba despiadada, que al fi n le responde aleve con cnica carcajada. Y al pie de la cruz Mara les ve con duelos prolijos, porque aquella turba impa, le da el Redentor por hijos! Entonces Jess, que, en calma todo cumplido lo mira, a Dios encomienda el alma, dobla la frente, y expira. Jess ha muerto! con duelo dice el orbe en orfandad, y as lo anuncia del cielo la furiosa tempestad. Lbregas siniestras nubes invaden los horizontes y el rayo de los querubes la cumbre abrasa a los montes. La voz del trueno retumba por los espacios oscuros y despiertan en la tumba los muertos con ayes duros. Noche el da se troc; todo era luto y quebranto, el sol su disco vel, y el suelo tembl de espanto. Del templo rsgase el velo estremeciendo el santuario porque ha abierto Cristo el cielo muriendo sobre el Calvario. Entre la atmsfera oscura y en alas del aura fra vaga un eco que murmura de Daniel la profeca. Ya vencidas frreas vallas su frase cumplirse ve: son la plaza y las murallas del alczar de la fe! Huy el pueblo Do se esconde un sepulcro en la ciudad: 458 Poesa. Herencia familiar Huye de la muerte Adnde Le aterra la realidad. Velada en tormenta impa sola han dejado la cruz, y a sus pies est Mara, y arriba yerto, Jess. Y all fantasmas movidos del viento en rudo vaivn, las lneas indefinidas de las torres de Saln. Paisaje que el rayo dora, cuadro de excelso terror, de la mente soadora inspiracin del dolor! ... Ya est el Edn rescatado tras sangriento, eterno afn, por el hombre inmaculado que es descendiente de Adn. Fluye en raudales, bendita sangre, de su corazn, que en esa sangre palpita del mundo la redencin! Fuego de la penitencia que el espritu acrisola, vulveme de mi inocencia la pura y cndida estola! Si desde el trono bendito que te dio el leo sangriento escuchas, Seor, mi grito, yo me postrar sediento. Yo dir en mi frenes como la turba traidora: ah! tu sangre sobre m... mas tu sangre redentora! ! 459 Francisco Laliga Gorgues EN LA MUERTE DE JESS Llegad, llegad pecadores Del Glgota a la alta cumbre. Veris al que sus colores Dio al cielo y al sol su lumbre. Lo veris inmvil, clavado En afrentoso madero Sufriendo por el pecado Quien fue inocente cordero Sangriento el rostro divino Por espinas coronado Nos demuestra verdadero Al mrtir pobre adivino Que padece por nosotros Cuyas heridas le abonan El inocente cordero. Si gems Padre y Seor! Sufres penas y dolores, Porque eres el Redentor De los pobres pecadores. Del monte Calvario al pie Esta un pueblo turbulento Que an no escucha con la fe Que ofendindote otra vez La voz del remordimiento Insulta a Jess diciendo: Si eres hijo del Seor, Dice a quien form la luz No padezcas tal dolor Por qu tan cruel dolor Padeces y no te vengas Pero mi Jess querido Contesta con piedad santa: Perdnalos, Padre Mo Ignoran lo que se hablan. Y al cielo eleva sus ojos secos a fuerza de llanto Levanta para rogar A su Padre por nosotros Con cario sin igual. En tanto aquel loco pueblo Autor de tan grande horror No prestndole consuelo 460 Poesa. Herencia familiar Para calmar su dolor. Pues en su dolor gozaba Y en aquel suplicio atroz, Con escarnio apresuraba La muerte del Redentor. Mas, clemente Jesucristo Los mira con gran consuelo Y exclamando un suspiro Levanta su vista al cielo. Todo est ya concluido: Jess dice al Padre Eterno. En tus manos Padre Mo Mi espritu ya encomiendo. E inclinando la cabeza Sobre su pecho excelso Un dbil gemido que era Oh! seal de que expir. Ha muerto Jess! El pueblo Exclamaba sin cesar Y as lo anuncia el cielo. La furiosa tempestad Numerosos nubarrones Por doquier cubren el cielo. Se oyen con espanto entonces La hrrida voz del trueno, El rayo su horrible fuego Exhala con mucha ira, E ilumina por momentos La tierra triste y sombra. La luz ya se oscureci: Todo era luto y quebranto: El sol su luz ocult, Y el suelo tembl de espanto. Do est aquel pueblo villano Brbaro, infame y atroz Que se complaca inhumano En atormentar a Dios Dnde se encuentra ahora Dnde Ah! Conoce su delito Y atribulado se esconde Temiendo el justo castigo. Miserables! Comprendis Que al que habis atormentado Es Jess, a quien debis 461 Francisco Laliga Gorgues todo cuanto ya os es dado Comprendis que el Salvador Nuestro Salvador amado Ha sido ya el Redentor De nuestros grandes pecados Dios es justicia! Qu hacis Que no dejis arrasada A la tierra, y an tenis Piedad para ella y gracia Oh s! Que vuestra clemencia Ordenaos que perdonis Y Vos con santa paciencia Dios inmenso, as lo hacis. Oh gran Dios! Si desde el trono Donde os hallis rodeado De Serafines que entorno Vuestro, os estn alabando Si desde el trono, repito, Escuchis mi pobre acento Acogedlo, Dios bendito Con afecto verdadero. Que un msero pecador Os lo ruega desde el suelo: Mitigad pues su dolor Dando a sus ansias consuelo. Que si al morir, Dios clemente Nos librasteis del pecado; Mis pecados por tu muerte Tambin me sean perdonados. Y si al morir, tu palabra A tus verdugos bendijo, Ten clemencia, y te apiada De un desobediente hijo. Y as como al buen ladrn Perdonaste, Dios eterno, Goce por tu grande amor De tu cario en el cielo. 462 Poesa. Herencia familiar A AMPARO Amparo tu mismo nombre Significa proteccin Y este pobre corazn No ha nacido para pobre, Y espero escuches Amparo Mis grandes penas de amor, Porque si no de dolor Me vers morir amando. Muy bien Dios adivin Tu hermosura sin igual Y tu grande caridad Pues ese nombre te dio. Siendo pues tan desgraciado Puesto que Amparo te llamas Y al desventurado amparas, Amparo, dame tu amparo. Que yo espero oh ngel que amo! Que pronuncies ese s Para ser el ms feliz De los que conozco, Amparo. Al son de mi lira en tanto quiero una estrofa cantar Para poderte explicar Lo que te idolatro, Amparo. Dios a la mujer cri Para la amiga del hombre Y as Amparo no te asombre El saber que te amo yo. Eres fl or de la pradera: Bonita rosa de Abril, Hermoso y gentil jazmn Clavel de la primavera. Eres clavellina hermosa Dalia del jardn de Venus: Y que eres, aadiremos, Azucena primorosa. Tus ojos daran envidia A Jpiter, en su trono, Y tu boca sol hermoso Suave aroma que respira. Tu frente que a amar provoca Es espaciosa y bonita, 463 Francisco Laliga Gorgues Y ms no se necesita Para amarte, Amparo hermosa. Bien sabes cuanto te amo: Dame el s que tanto anhelo Y que envidie el mismo cielo Nuestra dicha, bella Amparo. Y en tanto que llega el da De mi gran felicidad, A tu ventana cantar Me vers, hermosa ma. Y cuando llegue el da aquel Da de eterna memoria, T me habrs dado la gloria Y yo te dar el Edn. 464 Poesa. Herencia familiar EL ARROYO Un hermossimo arroyo por las montaas corra con tan cristalinas aguas que el verlas daba alegra. Nunca enseado a salir pasaba su alegre vida, siempre junto al pastorcillo a quien haca compaa. Mas, deseos le vinieron para su eterna desdicha de ver aquel grande mar que en su loca fantasa pensaba hallar a los dioses marinos, que no existan. Y con pasos cautelosos sus aguas hermosas gua por el valle y el arroyo llega del mar a la orilla. Qu cuadro tan espantoso a su vista se ofreca! De naves que naufragaron restos mortales haba. Por una parte cadveres; por otra parte vea tablas a quien destrozaban los olas con fuerza impa. El mar terrible bramaba y las olas a porfa se estrellan contra las rocas que dejan estremecidas. Con mucho espanto todo esto, un pobre arroyuelo mira, en vez de hermosos palacios que ver se fi gurara. En aquel trance apurado a dar un paso no atina y ruega a Dios Poderoso con vocacin humildsima. Mas a la piedad se niega en su justicia divina Dios, y mi pobre arroyuelo deja de ser la alegra 465 Francisco Laliga Gorgues del pastorcillo inocente que al monte luego suba y que triste y sin consuelo ni un instante slo olvida a su querido arroyuelo por quien ahora suspira. El hermoso ruiseor que de sus aguas beba salta triste y solitario sin hallar su compaa. Y el pato que se baaba en sus aguas cristalinas, lo busca en vano, y tambin por el arroyo suspira. Cunto bien, arroyo mo perdiste por tu desdicha! Por qu diste arroyo odos y en tu loca fantasa pensaste hallar una gloria donde slo infierno haba Mas ya no tiene remedio la desgracia sucedida y de ejemplo sirvas t a aquel que luego te siga. Pues ay! del hermoso arroyuelo que por los montes corra, slo de recuerdo queda la triste memoria ma! 466 Poesa. Herencia familiar EL ARROYO Claro, transparente, puro retrato del mismo cielo bajaba por la ladera de un monte gigante excelso con estrpito sonoro lmpido hermoso arroyuelo. Mira en la falda del monte y horizonte libre extenso por do su vuelo tender en la campia teniendo jams de sus breves lmites, ms all lanz el deseo corra por la llanura con curso variable y bello cintas de plata tendidas en su camino pintoresco y el aroma de las fl ores y del aura el tibio beso las caricias de la bruma y del alba el blando velo el misterio de la niebla del rubio sol los reflejos y el rayo argentino y puro de la luna y sus destellos, brindbanle sus encantos y su aroma y su embeleso y a su orilla solitaria que el verde csped cubriendo verde cuanto le ofreca iba el ave en blando vuelo por gozar de sus espumas y de sus aguas lo fresco; y en la copa de la palma que mecida por el viento elevaban a sus pies fl bil, armonioso y tierno de aquella que enamorada coronaba el dulce acento. Peregrino a aquel sitio sin ro deslizndose soberbio pagaba tributo al mar 467 Francisco Laliga Gorgues con su caudal turbulento. De lejos viole el arroyo con impetuoso estrpito guiar su arrogante curso en espacio ancho y extenso viole asaltar retumbante cuanto se opone a su encuentro, y sus aguas compar con las del ro tremendo y compar sus rumores con su resonante estrpito; y vio que l se deslizaba sin ruido, leve y sereno y el ro brotaba hirviente blanca espuma de su seno, y la ambicin insensata asalt su loco pecho; y fi jo en su idea infausta de poder en breve tiempo ser cual el ro sonoro y caudaloso y soberbio sus raudales dirigi por ignorados senderos y preso de l tributario se hundi del ro en el lecho. Tembl de espanto al orse confundido en el estruendo de aquel coloso del prado; sigui y sigui turbulento y por fi n horror, horror! divis el Ocano inmenso giro la vista hacia atrs desesperado; cien ruegos no bastan a devolverle aquel bien que perdi ciego. Todo para l concluy... Sigue con el ro huyendo y se precipita en el mar con espantoso estruendo, al tiempo que en su castigo sonaron estos acentos: Dichoso el que en paz oscura no ambiciona goces nuevos! Infeliz del que pretende Dominar destino y tiempo!. 468 Poesa. Herencia familiar A ROSA Eres, Rosa tan hermosa que no pinto tu hermosura pues para ser bella y pura basta con que seas rosa. Rosa, s, de ureo botn y de embriagadora esencia que en deliciosa turgencia electriza el corazn. Flor nacida en los pensiles que el amor cultiva tierno donde riegue un Mayo eterno a cien constantes abriles. Donde el sol dora y no quema, la fuente leve murmura, y do la azucena pura es de la pasin emblema. Pensil donde en halageos bosques de esmeralda riente embargan el alma ardiente deliciossimos sueos. All bellas ilusiones y eterna y dulce alegra calman la melancola de los tristes corazones. All del aura el aliento besa a la fl or, no la agosta; ni el sol las praderas tosta ni ruge furioso el viento. All es todo dulce calma felicidad y armona; sucede un da a otro da siempre en el placer el alma. De all eres t la belleza preferida a otras mil fl ores que ni gozan tus colores ni renen tu terneza. Muchas hojas de esmeralda son cambuj de tu capullo a quien da el ave su arrullo y el sol sus rayos de gualda. Sus alas para tintar despreciando ncar y oro 469 Francisco Laliga Gorgues un serafn sin desdoro fue colores a buscar. Y en el ameno jardn do a su vista se ofrecan entre otros sobresalan el cinreo y esmaltn. Ms de todo el fl orilegio primaveral, no hubo una que por su buena fortuna obtuviese el privilegio; Cuando ante el querube sus galas mostr la rosa orgullosa y al punto l tom la rosa para recamar sus alas. Fueses la fl or preferida por tu fortuna y colores a otras magnficas fl ores en el pensil de la vida. Amor, nos dicen tus hojas si el aura leve las riza amor, cuando al alba en vira presentas tus manchas rojas. A ti el insecto amor zumba amor el ave te canta y el arroyuelo que encanta y halla en tu lveo la tumba. Y aves y brisas e insectos transformados en amantes a tus odos constantes murmuran tiernos conceptos. Mas ceso ya en mi cancin que al contemplarte tan bella entre suspiros en ella exhalo mi corazn: Que eres, Rosa, tan preciosa que no pinto tu hermosura, pues para ser bella y pura basta con que seas rosa. 470 Poesa. Herencia familiar EN LA MUERTE DE LA SRA. ESPERANZA AMAT ELEGA DEDICADA A MI AMIGO FRANCISCO A. Recuerdos de placer, ecos sublimes Ilusiones de amor, tropel divino Que sembrasteis de perlas y de fl ores Su plcido camino; Que all en el horizonte dilatado El cielo ornasteis de juvenil Ventura, Hogar sitio sagrado Do sus puros fulgores derramaba; Venid, venid henchidos de tristeza Y ved a la que tanto os adoraba; Decidme donde est la hermosa estrella Que cubre los astros del tendido cielo Quiz resplandeca la ms bella, Decidme do el encanto Do la hermosura que de la que un da Alzaban rodeada de alegra Y entonaba de dicha alegre canto Ay! Esperanza! Ah! Yo la vi! Apagada Cual extinguida lmpara yaca La luz de su mirada Fijos cristalizados, ay! los ojos Que antes vvidos rayos destellaban; Su mano estaba fra cual la marmrea losa de una tumba; Y todo el resto de su ser, despojos de la muerte feroz slo se hallaban. Pobre Esperanza! Joven sin venturas, Madre infeliz y desdichada esposa! Era esa la suerte Que te aguardaba tu desgracia impura Ver a su soplo atroz desvanecida Cual nube que se pierde en el vaco La ilusin ms querida, Dicha, placer, ensueos, goce, amores Martirio crudo, impo! Ay! Cual de tu agona En el postrer instante Tu corazn herido sufrira! Viste a tus pies ansioso, delirante Viejo por el dolor que as le hera Al adorado esposo 471 Francisco Laliga Gorgues Viste a la hija adorante ngel de paz, consuelo en tu amargura Tender a ti sus manecitas blancas Con infantil mas no menor tristura Viste rodeado el lecho funerario Por los seres queridos Que para siempre ay! triste abandonas; Y en frvidos latidos Tu pecho palpit con doble pena Oh dolor! Aquel instante Debi ser para ti de horrible duelo Elevse a los cielos delirante... Y de ti se apiad benigno el cielo. S, se apiad! Magnfica, radiante Surcaste el altura Y exenta de pesares tu alma pura Fue a reposar en la regin divina. Mas ay! qu de dolor, cuanta amargura Tu partida caus: oyes el lloro Que empieza con el sol y triste aumenta cuando la tarde lnguida declina Quin el pesar ahuyenta De pechos que perdieron su tesoro Quin al desierto hogar su dulce agrado Y al corazn la calma tortura Quin al astro apagado Su luminoso fulgor devolver Hoy Esperanza... grita la campana con funeral acento consagrado: Esperanza! Murmura el aura pura Que en torno orea la sagrada tumba. Seres que entre quebranto Tumba erigen a sus despojos yertos En la mansin oscura de los muertos; Cesad en vuestro llanto, Qu es el suelo decidme sino lugar de luto y desventura Senda de abrojos, manantial eterno De afliccin y amargura Los ngeles como ella Slo en la tierra moran breve instante, Pasan... como el relmpago brillante Dejando tras de s plida huella. 472 Poesa. Herencia familiar No! La luminosa estrella De su regin distante No vierte en paz sus msticos fulgores; Por eso ella alz el vuelo Y hendiendo los espacios de colores Elevse al cielo 473 Francisco Laliga Gorgues A NUESTRA SEORA Esposa del Dios eterno Madre del Divino amor; Un msero pecador Os ruega desde este suelo. Virgen que fuisteis la madre Del Divino Redentor; Virgen sin ningn dolor Madre, y esposa del Padre. Vos que sois el manantial Constante de la virtud, Madre del Hijo Jess Nuestro Padre celestial. Vos que del inmenso cielo Donde siempre habitaris Con gran piedad socorris Las miserias de este suelo. Vos que la nica esperanza Sois del pobre peregrino Que aunque ha perdido el camino Tiene en vos gran confianza. Vos que del excelso trono Veis del pobre la agona Que falto de pan un da Os ruega con triste tono. Vos que nave salvadora Sois de marinero audaz Que en noche de tempestad Humildemente os invoca. Vos que compasiva madre De hurfano desdichado Sois que ha quedado el cuitado A los seis aos sin padre. Vos que al Otoo racimos A la Primavera fl ores Y al Verano sus primores Dais, y al Invierno sus fros. Vos que dais luz a la estrella Que de noche alumbra el cielo Y para alumbrar el suelo Brilla la luna muy bella. Vos que dais al ruiseor Su canto en extremo bello, 474 Poesa. Herencia familiar En que refleja un destello Que nos convida al amor. Vos que al clavel dais primor, Y a la azucena blancura, Y a la dalia su hermosura, Y a la rosa su color. Vos que al campo sus verdores, Al ave bellos colores, Y a ese sol sus resplandores Dais con muy grande ternura. Vos que del Empreo veis Al msero pecador Y con un inmenso amor Vuestra mano le tendis, Dejaris Oh Virgen Pura! De a un miserable escuchar Que hasta vos llega a implorar Vuestra piedad y ternura Dejaris que en triste llanto Llanto que ya al alma anega Gima por ver que no llega Hasta Vos con su quebranto Oh no, Virgen adorada! Reina de la tierra y cielo: Dadme por Dios el consuelo Que necesita mi alma. Ved que tengo traspasado Mi corazn de dolor Y anhelo por vuestro amor Tengis piedad de un cuitado. Slo anhelo virgen pura Que de vuestro excelso trono Tornis vuestros bellos ojos A mirarme con ternura, Ved que soy un pecador Que por mis grandes pecados, Merezco no ser escuchado: Mas miradme con amor! Tened compasin de un siervo Que de hinojos os adora: Sed mi madre salvadora Como sois del marinero. Dirigid vuestra mirada Al que no encuentra consuelo 475 Francisco Laliga Corgues Y al que ya desde este suelo Os invoca, Madre Amada. Y en tanto que llega el da De merecer vuestro amor; Exclamar con ardor: Gloria a Dios! Gloria a Mara! 476 Poesa. Herencia familiar A LA SEORITA GUADALUPE JUAN Y AMORS En la muerte de su madre Qu me anuncia esa campana Que sus lgubres lamentos Oigo que ya da a los vientos En una hermosa maana Me anuncia acaso la muerte De un vctima desgraciado En quien ella se ha ensaado O no me habla de esa suerte Ay! Que por desgracia es cierto: La muerte estamp su huella en una tarde muy bella En una madre modelo. Y esta madre desgraciada Ha dejado en este mundo Tres seres que con profundo Dolor, contemplan su marcha. S, Guadalupe, es verdad! Tu madre ya vol al cielo Dejndote sin consuelo Y en lgubre soledad. Ya no volvern los das En que de tu madre al lado Gozabas y sin cuidado Y muy dichosa vivas... Aquellos das felices En que con tu madre as Gozabas ya para ti Se tornaran infelices... Y ahora habrs de renunciar A aquel placer inocente, Oh Dolor! porque la muerte su puesto vino a ocupar. Doloroso sacrificio! Oh Seor! Por qu nos disteis El ser y la muerte hicisteis En pago a tal beneficio Ah! Pero no! Que la muerte Si es cierto que nos espanta Pone fi n a pena tanta Cual tenemos: no es gran suerte! 477 Francisco Laliga Gorgues Y as, Guadalupe yo Te aconsejo que a tu llanto Tregua des y a tu quebranto Y mitigues tu dolor. Que si es cierto que has quedado Sin tu madre, tu paciencia, Y de Dios la omnipotencia Te colocar a su lado. 478 Poesa. Herencia familiar A MI APRECIABLE AMIGA DOA GUADALUPE JUAN AMORS En la muerte de su padre Yo tambin s llorar: eternas horas al peso del dolor rend mi frente, y sufr las tormentas bramadoras del alma, en esas noches sin auroras cuando sus penas solitarias siente. Yo tambin s del tenebroso luto que all en el corazn derrama el duelo cuando el ltimo llanto an no bien enjuto al nuevo y cruel dolor dando tributo a Dios buscamos a travs del cielo. Ah! Cun triste es vivir!... Ven lira ma t en cuyas cuerdas vagan los pesares que endulzan la esperanza de otro da y una vez ms entona tu elega al pie de los catlicos altares. Genio! No existe ya! Sol en ocaso menguado en su lucir, la vida humana: nace sin rumbo fi jo, ave de paso que huyendo de ese valle en luz escaso lanzas a los albores del maana. Consulta a esa armona misteriosa que trae en sus alas gemebundo aliento: interroga a esa luz esplendorosa! que disipe tus dudas: cuna y fosa, y qu hay entre las dos: Sombras y viento! Mas el recuerdo... Ah, s! plegado manto que oculta el testimonio de la vida. Mausoleo intil de sombro encanto que el mundo exige pasajero llanto y que a la voz del tiempo el mundo olvida. Oye mi voz y calma tus pesares, bendito el fuego de la fe cristiana faro de salvacin de ignotos mares, que convierte las tumbas en altares. de donde vuela a Dios el alma humana... 479 Francisco Laliga Gorgues Nacer, sufrir, pasar...y esto es la vida! pensar, soar, gemir... y esta es la gloria quin vio su dicha o ilusin cumplida quin no lleva una lgrima escondida en los ocultos pliegues de su historia Mas perdona a mi triste pensamiento imgenes tan llenas de amargura desborda as en el alma el sentimiento pues el hombre su voz trueca en lamento cuando en su lengua natural murmura. Pero hoy todo se duele en torno tuyo: el ay! ahogado que del pecho mana; del ala de la muerte el fro arrullo, del aura de tu hogar triste el murmullo, y el eco funeral de la campana. Yo entiendo tu dolor. No en vano celo me diste el nombre de leal amigo, y hoy que te cercan sombras de hondo duelo yo sabr darte mi nico consuelo triste llorando mi dolor contigo. Deja que los recuerdos... Hermosos das dorados por el sol de dicha pura que alumbr nuestros duelos y alegras, bajo ese techo de correr veas tus horas de expansin y de ventura. Quin podr devolvernos con su encanto tan risueas y gratas veleidades quin las recordar sin verter llanto quin del presente y lgubre quebranto ay! pudiera borrar las realidades. Muri tu padre. Con dolor profundo gime tu voz en el hogar desierto: miras en derredor: sola en el mundo! y espira tu sollozo moribundo y sigue el bronce cruel doblando a muerto. 480 Poesa. Herencia familiar Sola en el mundo Ah, no; Cual lenitivo a tu amargo pesar la vista tiende que el amor fraternal en tu alma vivo desde lejos te abraza compasivo pues t ay! escucha y tu dolor comprende. Feliz el que toc la humana meta cabe los muros de su patria amante! su historia generada en trova quieta canta amigo laud... su voz escueta demanda una oracin al caminante. Ah Cesa en tu dolor y espera y ora! slo en la religin tendrs consuelo, ya en tu horizonte brilla nueva aurora: ya tu senda en la tierra la paz dora... ya tu plegaria reson en el cielo. 481 Francisco Laliga Gorgues ODA INCOMPLETA Cul humanado acento pudiera interpretar con honda calma la embargada emocin del sentimiento que va a buscar para el amor aliento metido en lo recndito del alma Del pramo agitado que en sus linderos asemeja el mundo de brumas nebulosas circundado cual eco tremebundo al mar azul lanzado de la cuerda de un plectro suspendida compendia en grave anhelo la grandeza innombre de una vida Albo cliz de aroma llenado un da en la invisible fuente bajo la cima donde el da asoma y sobre el corazn en la haz del santo por ignota corriente; quin de tus aguas el feliz murmullo de linfa transparente y entre el csped brotado de uno tuyo mejor copi en su apreta demente Vedla ante alana santa que toda inmensa aspiracin asume y el incienso del polvo al fi n levanta trocndolo en sus manos en perfume. Grandioso, inmortal, puro; Quin ofreciera parangn Ahora su amor es el trasunto que avalora de la creacin celestial seguro en el lgido anhelo de una madre que adora y secunda en m un ser de desconsuelo la vida ofrece en holocausto al cielo y con la luz para su hijo salvadora. No mas all se lanza, el corazn que la creacin crea; sus lgrimas reasumen la esperanza que del alma en el mbito aletea. Oh! El Jpiter pagano ha dormdose a mis gritos en el Ida que el poder custodiaba Cesariano 482 Poesa. Herencia familiar y all absorto en un mstico conjuro, no vio fl otante el pabelln cristiano que en blanda sacudida la oracin cobijaba del humano de la celeste bveda prendida. De pronto en remolino que baja torrencial de la montaa mirando el nuevo polen el camino, la ciudad, la cabaa y a su impulso con vaga meloda quien al viento se pierde la fe que al ter agua se derram como a labor del da lquidas perlas en la hierba verde. Las fl ores su corola abrieron al espacio embalsamando que cual dormida ala lleg su soplo al corazn dormido y bebi fecundo el germen suave gotas de sangre rica destilando. 483 Francisco Laliga Gorgues HORA DE SIESTA Aura que vagas placentera y fl bil con plcido murmullo halagadora, del prado amiga y del rosal amante, oye mi ruego. Ven, y mis nervios deliciosa y blanda refresca con tu aliento perfumado, y al grato arrullo de tu voz suave quede dormido. EL MAR DEL NORTE Arde el sol y su tersa superficie rayos de oro refracta y no se moja: tibio ambiente aromado: all a lo lejos vergeles de cipreses y de rosas. Yo cual bajel tranquilo me recuesto viendo bullir las incesantes ondas, que las brisas marinas van rizando, que dora el sol y agitan las gaviotas. 484 Poesa. Herencia familiar AL SUEO. ODA Ya la inmensa cortina de poniente transparent el crepsculo de ocaso y ora al bajarse tras el sol ardiente cierra a la luz el paso. Invade ya la sombra la llanura Callan las dulces aves no da el bosque rumor: ecos y brisas aduermen la natura con sonidos montonos y suaves todo entra en los dominios de la calma todo a la paz convida, serena majestad desconocida que abre la puerta al alma y un crespn denso por el aire fl ota y el ancho valle se une al horizonte y el ltimo vapor del lago brota y hunde en las nubes su cabeza el monte. Duerme naturaleza en brazos de la noche regalada y el ngel de los sueos deleitosos por la esfera sacuda la lluvia de sus dietas anhelada! Ha cerrado la noche: en la campia la brisa placentera se mezcla al murmurar de la corriente o al eco de los pasos de la fi era. Todo silencio y soledad medrosa oscuro el ter, sin rumor el viento cuadro de una hermosura misteriosa que en rfaga asombrosa har el hondo sopor del pensamiento. Todo silencio y soledad tranquila que en vago encanto el corazn recrea en que Dios va cerrando su pupila do la luz increada centellea. Ven, oculto poder, ven, soplo ignoto con el fresco aromtico que exhalas ven a acallar mis penas mis prpados cerrando con tus alas. 485 Francisco La liga Gorgues A JESS MUERTO Soneto Padeciendo la culpa del pecado en afrentoso secular madero, pende rasgado el celestial cordero a la justicia ltima inmolado. No all les basta el pecho lacerado que el esplndido bien obr primero salir del hoyo de su rumbo empero tesofo o krausista iluminado. En absorcin magntica embebido admira la ciudad idolatrada el que entregse por la humana gente: Mana la acerba hiel del pecho herido y le rinde su prez el alma helada por sabio, por afable y por creyente. 486 Poesa. 1 lerencia familiar AUSENCIA Soneto (Al distinguido y apreciable artista M. Onda) Cuando en el seno de ciudad extraa halles tal vez a tu fortuna abrigo solo y cansado llorar tu amigo por los valles magnficos de Espaa. Busca mi alma el placer que nada empaa, de mi amor cuna y de tu amor testigo, y an imagina por estar contigo la luz del cielo que tu rostro baa. De mi hondo mal la incurable esencia sube del corazn hasta los ojos en lgrimas de ignota trasparencia. Sueo tus formas que tus labios rojos y el oculto dolor de la conciencia las fl ores de mi senda torna abrojos. SONETO Del corazn en la escondida fuente gnesis de fulgor, raudal de llanto brotaba el himno pudibundo y santo de mi amor ms inmenso y ms ardiente. Un trono de oro te elev en mi mente do brillar cual perla el dulce encanto del ser hermoso que adorara tanto mi beso al ostentar sobre su frente. Qu bruma melanclica y helada te rob de mi lado en un instante triste dejando el alma enamorada T no le escuchas porque ests distante mas yo en alas del alma perfumada te mando mis recuerdos anhelante. 487 Francisco Laliga Gorgues MENSAJE Ve cndida mariposa y pues juegas con las fl ores, revlale mis amores en tu lenguaje a una Rosa. Dila que desde el momento en que por dicha la vi, Brotar el fuego sent de un oculto sentimiento. Y que trocado en amor sentimiento tan fecundo no existe nada en el mundo que pueda extinguir su ardor. Que estoy dispuesto a adorarla, como a Dios el ngel bello: que ese amor es un destello de lo que yo puedo amarla. Que de mi pasin la muestra est en este ardiente fuego, y...hazla en fi n volverme luego una agradable respuesta. Advirtele que mi vida de su boca est pendiente y una palabra demente cicatriza mi alma herida. Ve, cndida mariposa t que juegas con las fl ores, y este mensaje de amores lleva a mi adorada Rosa. 488 Poesa. Herencia familiar DESPEDIDA A la simptica seorita S.A.G. Soneto Nia de amores, peregrina estrella que alumbraste un momento, bendecida la noche oscura de mi triste vida con los raudales que tu albor destella: Si por ltima vez te admiro bella al darte mi postrera despedida cual se la doy a mi ilusin querida, acoge cariosa mi querella. Y pues esa ilusin que me alimenta se va perdiendo en el inmenso espacio al perderse la luz que la sustenta, No temas que en partir ande reacio: pero en el alma do tu amor alienta tu recuerdo alzar eterno un palacio. SONETO A CASTELAR Ven a los valles de tu dulce infancia Se desliz en corrientes de ventura; An sta es de aquel cielo la hermosura Y sta de aquellas fl ores la fragancia. An de tu amiga voz la resonancia Ledo y sonoro el cfiro murmura, Que ondas de fama, a tu ribera oscura, Trajeron con tus lauros tu constancia. Para escalar el solio de la gloria, Inspiracin divina te dio el arte; La ciencia universal alas de fuego; Y hoy, al narrar al pueblo tu alta historia, Aqu donde el amor su luz reparte Del amor te brindamos el sosiego. 489 Francisco Laliga Gorgue,s YA VUELVE LA PRIMAVERA Ya vuelve la primavera, ya luce brillante el sol; ya reverdecen los campos ya se eleva mi alma a Dios! DESPEDIDA A LAS MUSAS Glorias del arte, etreos resplandores que iluminis el mundo de las almas y en vergeles de rosas y de palmas me dormisteis con sueos seductores: Despierto a la verdad: las gayas fl ores con que cubres mi senda y mi afn colmas con el oasis, oh poesa! empalmas que brot en el sepulcro sus verdores. Qudate al pi del cedro oh lira ma que de Dios entonabas la grandeza: Yo volver a pulsarte en el ocaso. Que hoy, siervo de la ciencia excelsa y pa cedo al altar do la verdad empieza, los que ce, laureles del Parnaso. 490 Poesa. Herencia familiar HIMNO EN LOS BOSQUES Despunta plida la aurora de una maana de Mayo, y en las ramas de un almendro despierta el ave cantando. Le da el arroyo su ritmo montono, dulce y claro, la brisa rica de aromas aletea en giro blando, canta ms distante el ro canta al cimbrearse el rbol, y hasta las brumas que pasan parece que van cantando. EDIPO Maldito de los dioses en su sino que alczares ricos abandona y ciego, solitario, triste y pobre atraviesa los valles de Colonna. Abatida Yocasta le acompaa su amante y a la vez madre y esposa, y la fatalidad les encamina marcndoles sendero con su sombra. 491 Francisco Lal ga Gorgues EPLOGO Acepta afable, oh hermana! estos cantos y estas quejas brotadas en el hogskipar nido de armonas tiernas. Son de la alba mariposa el roce con que aletea, son los besos de las auras, son los rayos de luz bella, hojas de fl ores, corolas de pura fragancia llenas. Plegue a Dios que tu cario en mis versos esto vea y envueltos en mi recuerdo dentro de tu alma quepan! Los he escrito para ti como fraternal ofrenda de mi pobre inspiracin que esta rima por ti crea! As si el mundo me aplaude, te aplaude a ti, hermosa y buena, y aplaude nuestro cario que el corazn alimenta. Mas yo del mundo deseo que olvide cuando los lea, los ttulos de los versos, y el nombre de su poeta. 492 p t/tt,,,t1, 1 2 r. . . I r kr: :4 1 a 5 1 r I I . - 1 41 -4, 1 ii .. --t : w.. 411 1: 1: 1 , ;1 , 1 , 1. ._ ,7 1 . . . %a id . 1 al . . 1 - :9 : 1 I : ..= I 1 1 , 1 1 .fl ..... - n . ; . ... , . 5 S r , - 1 - 2 a L a : . , i, k i ...:... 1 ..... 1 .. ., . ,_....!:., ..._. , :.: :. .. .0 ; . .. 71 zi, ..: . , .--.. . a ., -1 ,...7a r . t .._,_ _. ,i .. .. _ . %, 1 . . .- . . , , 1 .., , J., ... ,-;;;. 1 1 ... 7 ,, ......... , ... r, . -... , I = IP li I O:: s ir I I 1 , R , .. . a - . - - = ,- - i - -. - - 1. ! ---..- 1, . ~r --ri. -: - 5. - MI = T I ! .. 1 ..W ri ll i kj .j r:1 1. A 1 1 . 1 . Ti- - y = = - , _ % . I . I % . a I a . 1 I L a I - .. ., ... a 5 4 5 ! 4; .0 zw ,. . in 1. - ! o .. ,-, Ir I %I% 11 - Y . : l u.. I - Ta - . : L 1 ; - . 91 a . : J. Nir% n . J . : 9 1 1 mi 1 r 7 . . 1 .. I J 11 . r 1 i m a 1 w. 1 II. : 1 . I r~ . n . In ., .1%,,, u . -.=. -- a 1~1v.... lir . 2: 11 . 1:1111 1 . 1 .NIC 1 7 1. . L -K h. . !_., .... 1 .,........ ,, .. .... 11 . . in la r nm,:y :-, ,, ..rt, al r ,. -, .1- , I . a _ o . u I r . . , - e . , . _ -11111 1 11r 111111 .151111111 . 11-1 Til 11~ 4, 11 YA ii III ; 1 .11 - u 101=11. rilan . .141 14+11%.1 1 91. A Pri:LI .1 . 41;i w i a I APE 1..11 O roa v.rs pm z 115 . u, L y 1.., - la . L-. . . -, a . o . .. - - . - - - . r- .1M .1 P, kr , . I r l k % l .. l Y : II O. : II .. o .. . , __..i n 1 . . . . . .. .0 1.1.11 1.1IMA a .i 1i I ..om m ..M 1 i . -., FE .1 MI . 1 .1.1 11 . =i0 2 m 7 - 1 I i . 1 n L I 4 . , . , .,..,1 ni 11 I f.: ., . a . . I . .. In ni .a. 1 . . 1 . ... .- . , ,-_: d .. ,,e a I . 1 1 ni .: . - h 1 . . .1 m ni ni ; I I _1.1 , . ... . . I. P C 1 .1 I .. 1 ., . Id l ii , 1 1 . .1 . . . k , 1. .1 . I ttkr . 1. 11 1 i . 2. --u.. . T II I . 1. ..e.. . 1 l hi . a . I :: I IVO ff . n. I . ; . I I _ N . S . 81 . = n. = , 1. - . II _ u o . ni II . - . a 1 ...... O 11 .. :, , . -: - % . 1 .... . , , .. . , . . . .31 L - ! I lin y ..ii. y . ro . ;., ;FI; ir ..1,.. . 0 . -u, 1-a.- , L__ 1 1 -. a -,_:1 1 , L pi u j ... ._ e ,. , la .. . .. . . je . . I - . . =I ,- M 1 - ..: .- . - .. I , h .. . r . ...I I : : I I Poesa. Herencia familiar LA PRIMAVERA I. En el campo Bajo un inmenso pabelln de inflamado azul cuyo testero es el sol y cuyas orlas son las blancas nubes que por el horizonte vuelan; en bellsimo lecho de esmeralda exuberante de lozana y perfumes, despus de arrancar de marzo el primer soplo de las clidas auras el nveo sudario en que la envol viera el invierno despierta la naturaleza al beso virginal y fecundante del ngel de la primavera. Y alza su frente, y saluda a la Creacin con seduc tora sonrisa, y un himno de eterno jbilo se exhala de todos los ngu los de la tierra. Qu hermosa expectativa! Los cielos cubiertos de trans parente y encendido velo de oro parecen lanzar sobre la tierra como una incesante lluvia de blanca luz que descompuesta entre los montes al refle jarse sobre los lagos o al atravesar las selvas, prodiga con un lujo encan tador todos los colores del iris. All lnguidamente reclinados sobre el limpio horizonte alzan las montaas su cerlea frente que el arrayn corona y dilatan sus faldas entre bosquecillos de fl oridos y ramosos arbustos. Los valles compiten en frescura y belleza: por todas partes se ven encantadores grupos de linos, geranios y lilas: la sobria albahaca crece ignorada perfumando cuanto cerca de ella vive, las azuladas fl ores del mio sotis o no me olvides brotan a orillas del camino, las tempranas rosas mzclanse an con el resistente elboro a la margen del arroyo, la an mona descubre sus ricas variedades desde azul a nacarado y la verde madreselva escala los muros para ir en busca de la luz ofreciendo entre sus muchas hojas dulce abrigo al alhel que brota en las terrosas grietas de aquellos. A orillas de los ros que el csped limita y la espesura borda mcense en largas hileras los copudos lamos entre cuyas ramas va a fabri car su nido el amante ruiseor. El ruiseor! el prncipe de la fl oresta, el interprete de la muda naturaleza, la lira de los bosques, el eco del amor en la soledad del campo. Ama la aurora y le precede anuncindola a los campos con sus dulcsimos acentos, y a veces parece desafiar a algn ngel cuando eleva al empreo su canto posado en la copa de algn abedul gigantesco. Pero ved: los vientos se pueblan de agudos y dulces gritos y leve y rpida sombra se proyecta sobra la tierra a orillas del lago. Salud a las viajeras africanas. Son las golondrinas que vuelven a buscarse a nues tro suelo y a fabricar sus duros nidos en el alero de nuestras casas o en el muro de nuestros jardines, y atraviesan el conocido cielo con un atur dimiento encantador. Los gafarrones y los petirrojos y los jilgueros las ven llegar con alegra pero con expresin casi burlona como dicindo les: Daos prisa, se hace tarde. Pero ellas sin atender a la indirecta comien zan sus investigaciones y reconocimientos con una franqueza y libertad que asombra a cualquiera menos atrevido que ellas. Esto a orillas del ro, que la primavera da a la creacin todos los grados y tonos de la belleza 495 Francisco La liga Cargues desde lo burdo, desde lo gracioso hasta lo sublime, desde lo simplemente agradable hasta lo embelesador. En el centro del valle, ligera bandada de inquietas mariposas luciendo ya tnica de esmaltada prpura, ya ricos briales de seda blanca, ya bonitos velos de encaje y oro, ya capotas de deli cados colores, cruzan en inconstante vuelo en busca de las fl ores como pudieran cruzar un grupo de castas ilusiones la mente de una virgen, un tropel de luminosas ideas el cerebro de un fi lsofo, una constelacin en pleno da el sereno azul del cielo, una agrupacin de ensueos la ima ginacin de un nio, o un conjunto de tiernsimas notas el arpa de un poeta. Ah! al lado de lo superficial, de lo sonriente, lo profundo, lo grave, lo sublime. Ese montn informe de corrompida materia transformndose incesantemente en el eterno laboratorio de la naturaleza bajo el poder de sus fuerzas evolutivas va en perdurable y terrenal metempsicosis siendo caaveral, rbol, fl or, ave, cntico, respiracin, idea... y la idea rec gela el hombre en el nico receptculo a su modo de ser apropiado en su cerebro, y all al calor del pensamiento que eleva el alma a las regio nes de lo infinito, contina aadiendo los ltimos eslabones a la cadena de esencias que en misteriosas relaciones van subiendo de grado en grado y de sustancia en sustancia hasta unirse en la inmortalidad del ser con su eterno e inmutable arquetipo. Cuntas relaciones entre espritu y naturaleza! La cal de nuestros huesos, la sangre de nuestras venas, el aire de nuestros pulmones y la electricidad de nuestros nervios esparci dos por el universo material y la idea de nuestro cerebro, el afecto de nues tra alma, el eco de nuestro sentimiento esparcido por el universo espi ritual. As el hombre: la madre tierra diole el ser de su cuerpo, es decir, diole la material sustancia y Dios sopl informando en ella la actividad de la vida, el alma en fi n. Por la materia dbese a la tierra como el ms degradado irracional y por el espritu dbese a Dios como el ms enno blecido serafn, y entre estas dos terribles extremidades en la lnea del ser mezcla y aborto de cualidades ambas, lo vago, lo indefinido, lo incom prensible, el rumor, la penumbra, el claroscuro, lo simplemente inma terial, el hombre sin conciencia de su porvenir. Eterno misterio y eterna hermosura! Mas no contemplemos el misterio encarnado en la natura leza consciente, pues entonces de la unicidad sublime de la esencia des cenderemos a un pantesmo ms o menos expreso pero siempre con tradictorio y no nada bello, bien lo busquemos en el mundo oriental entre aquellas montaas gigantescas y aquellos valles inmensos ricos en secu lares cedros y bambs donde el hombre se desvanece por completo en el seno de la Naturaleza, ya le busquemos en el mundo del clasicismo cruzando los hermoso bosques del Atica a travs de las encinas de Dodona o los olivos de Minerva donde naturaleza se personifica en el hombre, ya queramos mirarle copiado en las doctrinas de algn modemo fi lsofo en fi n: nada bello es, pues miente realidades e inventa relacio nes y a cambio de frvola importancia despoja a la Creacin de la her 496 Poesa. Herencia fi imiliar mosura y majestad de sus poticos misterios. Es como ella, es la Natu raleza que yo contemplo restaurada a su ser primordial y verdadera por el Cristianismo y as y slo as contemplrsela puede: la primavera bate sus alas, el sol luce ms puro, las tierras recubre de esmeralda y perlas, cada rbol es un organismo que labora el oxgeno de nuestros pulmo nes, cada fl or un pebetero que perfuma el ambiente, cada ave un eco de dulce gozo en el concierto universal, y la clida brisa de los campos vuela cargada de aromas y armonas repitiendo: Primavera, sensacin, activi dad, vida, ilusin, amor, bendita seas! II. En la ciudad Terminaron aquellas puestas de sol tan tristes en que las calles veanse teidas por el rojo fulgor del vespertino crepsculo y parecan alumbradas por el resplandor inmenso de un incendio celeste. Terminaron aquellos das menguados y plidos como todo lo pobre en que la esfera se tea de un color cinreo y el horizonte entoldaban eternamente nubes plo mizas y el ambiente saturado de congelante humedad se haca palpable, y el huracn ruga azotando en las afueras las murallas o quejbase con titnica y desgarradora voz al pie de los cipreses que murmuraban ple garias: terminaron aquellas alboradas vagas y tristes como la incertidumbre y fras como el desengao: la sombra y la luz han reido larga batalla y la luz ha triunfado y a torrentes se derrama por nuestra esfera. La ciudad se regocija al ver a los campos despertar de su letargo para ceirse bri llantes vestiduras y echarse (es decir, sus habitantes) a las calles a gozar de aquella atmsfera trasparente de aquel ambiente perfumado y suave de aquellas brisas impregnadas de calor y armona. Por donde quiera las fl ores hijas del campo luciendo sus colores y gallardas, en los artsticos paseos pblicos, en los jardincillos particulares, en las macetas de los bal cones; y por donde quiera tambin las fl ores hijas de la ciudad, fl ores ani madas que en busca van de aquellas como orculo de sus amores o de sus esperanzas, como en otro tiempo los guerreros hijos de Grecia iban a consultar a Delfos los accidentes de lo futuro. Ah! es la ilusin que sale a saludar a la primavera. Nueva y ms pura luz en la inmensidad del ter, nueva y ms fecundante savia en el organismo del rbol y nueva y ms ardiente sangre en la longitud de las venas. Hermoso cuadro! La alegra ha invadido todos los corazones: pululan por todas partes el gozo ino cente, el ensueo dichoso, la seductora confianza, la ilusin redentora, el amor apasionado. Oh! la brisa se excusa de crear perfumados billetes, de or citas galantes, de conducir besos ideales, de acariciar risueas frentes... T tambin bellsimo ensueo mo, ideal que atesoras y resu mes todos mis anhelos y aspiraciones, concepcin seductora de la mente del poeta, imposible que adoro ms que a mi propia vida, t tambin 497 Francisco La liga Gorgues al regalado beso de la primavera creces y te agrandas en la esfera del esp ritu, creces y te extiendes en el cuadro de la fantasa, creces y te agitas en el lago del corazn! Oh pensamiento mo! amante majura de una fl or que slo brot en tu mente y en vano buscas en los mundanos vergeles, amaina tu vuelo o transforma tu aspiracin que sin objeto esos escon didos tesoros de tu cario han de convertir en incesante tormento tus aspi raciones, tus deseos, tu vida... Ah! llora en silencio; o ms bien convierte a Dios tus ideas todas y sobre las alas del amor divino y de la fe religiosa canta al umbral de lo infinito la llegada de esa eterna aurora de eterno amor y felicidad! ... III. En el templo El dulce influjo de la primavera sintese en todos los lugares y las esfe ras de la vida. El templo parece rejuvenecerse como la naturaleza y el tiempo: la salvia y el mirto alfombran el pavimento y embalsaman la atmsfera: los altares se muestran adornados de hermosos jarrones de olorosas fl ores y la luz bajar en torrentes sobre las columnas y retablos a travs de las entreabiertas celosas. La Creacin que en sus mltiples fases comienza una nueva vida, que se alza desde su cuna anual a la voz de la primavera y como Adn sin culpa en el Edn despierta para amar, y pensamiento, luz, espritu, materia, aroma, canto, color se vivifica y alienta en atmsfera embriagadora para llegar al templo verdadero del nico Dios para manifestarle su amor y su gratitud. El templo cristiano! Ms sonriente que las capillas griegas, ms grave que los hipogeos egip cios, ms sublime que las pagodas indias, ms potico que las mezqui tas rabes, ms seductor que las grutas drudicas, ms respetuoso que la Sinagoga hebrea, ms rico que los oratorios prsicos. Ah! la historia de las generaciones palpita toda entre las paredes que les oyeron balbucear las plegarias a su Dios, las quejas de su vida, las aspiraciones de su alma; que en su significacin puramente sensible, el mundo es el cuerpo, el tem plo es el corazn. Y ese corazn rejuvenecido en nuestra imaginacin al menos al llegar la primavera, a su seno nos llama y como en celestial espe jismo nos presenta recobrados para nuestra eterna felicidad el misterioso y bellsimo Edn en que los ngeles se complacan en coloquiar con el hombre sin pecado y en que el espritu de Dios vagaba a la sombra de sus bosques. Ah! el templo cristiano! la sntesis de cuanto grande ama, siente y piensa el hombre, la verdadera cuna de la inmortalidad, el tugu rio venerado que la fe ilumina, que la esperanza vivifica y la caridad per fuma, el vetusto agrario bajo cuyas naves duermen en condensadas ondas como las guilas sobre las rocas los sentimientos y las aspiracio nes de tantas razas y de tantos pueblos. Vedlo: ilumnale las primeras tin tas de la sombra: sobre un altar que la Cruz corona, blanco como la ino 498 Poesa. Herencia familiar cencia y elevado como la virtud, renueva el sacerdote en simblica e incruenta ofrenda el sublime sacrificio del Glgota: la primavera ha impregnado la Iglesia de fl ores y aromas, la melanclica voz del bronce suena con alegra convocando al pueblo, los pjaros revolotean y can tan sobre sus cpulas y el templo presenta un aspecto encantador. El sacer dote se inclina, la multitud cae de rodillas ante la majestad del Crucifi cado, un rayo de sol que a travs de las altas rejas penoso ilumina la Santa Hostia que el sacerdote levanta y el inmaculado cordero desciende hasta el altar cristiano para ser inmolado de nuevo! Solemnes momentos! Las brisas y los perfumes de la maana primaveral, las espirales de consagrado incienso que en alegrico mensaje suben desde el seno del templo hasta el seno de Dios y los mil y mil colores y reflejos que forma el sol sobre pilastras y columnas, y la voz de la campana, y el llorar del rgano, todo grave, y todo sonre... Pero, vedla! casi envuelta en su muro de fl ores y luces elvase tierna, encantadora, sonriente la inocente paloma de Esdre Ion, la pursima azucena del Carmelo, la incomparable rosa de Jeric, la Santa Madre de Jess! Sepranse casi con terror los ojos de la Cruz y al posarlos en su altar el alma se enternece, el corazn se ensancha... Ah! Mara es la eterna primavera del templo! Tambin bajo el influjo de los hlitos primaverales llega ceido de tosco sayal que duro cordn sujeta el humilde monje, el benemrito franciscano violeta de las virtudes y pensamiento del amor. Los alegricos abrojos con que tropieza en su camino hieren sus desnudas plantas pero la fe ms viva le sostiene y alienta. Blanca barba cubre su venerable semblante y su dies tra empua el pendoncillo de la cruz que mostraba este sublime y divino lema: Chantas. Es una fl or temprana que nos trae sobre sus alas la primavera del cielo. Oh Primavera! infancia de la vida en la Naturaleza, prolongado suspiro del amor, aurora de la felicidad, preludio de los eternos himnos, sonrisa de la Creacin, como eres bella en el campo, en la ciudad, en el templo, en todos los lugares y las esferas de la vida desde el ignorado bos quecillo que pinta el musgo y baa el arroyo hasta en la inmensidad de los cielos que el sol enciende y tu soplo transparenta. Y en el templo y en la ciudad, y en el campo tus clidas brisas halagando los sueos y las ilu siones del hombre, tus rfagas luminosas dorando las cimas de su esp ritu, sus brumas de fuego encendiendo los abismos de su corazn. Y el hombre aquejado incesantemente de sus deseos inextinguibles y de sus aspiraciones infinitas, sublime titn de sus ideas, inmortal Prometeo de sus anhelos, eterno Job de sus dolores, buscando por todas partes en con tinua y desgarradora nostalgia el oxgeno de su alma soadora, y bendi ciendo en un rapto de inmenso amor a esa dulce Primavera que entre fl o res y cantos viene a verter sus poticos colores en la terrible y vasta extensin de la materia, y sus pursimos y consoladores reflejos en las inmensas soledades del espritu. Elda 2 Abril 1883. 499 Francisco Laliga Gorgues EL DESCUBRIMIENTO DE LAS AMRICAS Lema: Bendito sea Dios que da el triunfo y la victoria a quien sigue sus caminos (Cristbal Coln). Pasando por una ancha calle de la vieja Valladolid detiene al curioso via jero vido de noticias histricas y antigedades, dilatado y medio des vencijado casern en cuya fachada que adornan cuatro balcones y algu nas ventanas y alumbra de noche un pobre farol, lese en una lpida: Aqu muri Cristbal Coln; y ms all sobre el dintel de la puerta aparece menor un rtulo con esta inscripcin: Leche de vacas y de burras. Se sirve a domicilio. El forastero llega a dudar si aquel Cristbal Coln ser el que dio a Europa un mundo, hasta que la historia se encarga de no permi tirle dudar: y la triste impresin recibida le llega a sugerir reflexiones tales que vierte una lgrima tal recuerdo y se lanza a estudiar su vida, o sea la peregrinacin del genio por la tierra. De humilde cuna, abri sus ojos a la luz en Cagoreto, pequea villa de la repblica de Gnova desde donde hubo de pasar a Pava a estudiar las bellas letras, astronoma y matemticas y a los catorce aos de edad dedicse a la vida martima en que se ejercit durante veintitrs aos. Era por entonces Portugal centro y emporio del arte de la navegacin, que haba ya producido excelentes y atrevidas empresas; y a Portugal pas Coln donde cas con Felipa hija del argonauta Moiz de Perestrelo con cuyos mapas, diarios y apuntes enriquecise. Eminente gegrafo y profundo matemtico, al punto de deber a estos conocimientos su manutencin en tal perodo de su vida, sus confirmados estudios animados por las des cripciones poticas que de las fabulosas regiones del Asia, Cipango y el Cathay, haca el veneciano Marco Polo, y en correspondencia con el clebre marino Jos Arrelli y otros, todo esto fue semilla que comenz a germinar en su privilegiada imaginacin bajo la forma de nuevas tierras al otro lado de los mares de Occidente: y como era entonces general deseo el de descubrir el derrotero por mar a las Indias Orientales, concibi la posibilidad de descubrirlo. En efecto, la existencia de las Antpodas en que haba de basar sus clculos apoyabanla en sus tratados siquiera vagamente Plinio, Sneca, Estrabn, Aristteles y el mismo Ptolomeo, y Coln, fundado con irresistible tenacidad en la esfericidad del globo terres tre convencise a par, de que caminando siempre con direccin Oeste halla ra un camino a las Indias Orientales ms corto y distinto del que seguan portugueses y venecianos, y que allende el Atlntico, necesariamente deban existir otros pases que colocados en opuestas direcciones al con tinente conocido, hiciesen regular el movimiento de rotacin. Esta concepcin que brot en su inteligencia como parto de luz viv simo alimentado por la combustin moral, as hablando de tan varios 500 Poesa. Herencia familiar elementos como estudi, y cuya realizacin por otra parte le aseguraba en imperdible derrotero la invencin de la brjula y el astrolabio, fue desde aquel momento el motor de su actividad el foco de sus inspiraciones y hasta la misma esperanza de su vida. El haba navegado durante aos, mucho ms tiempo haban durado sus estudios, y al fi n con la intuicin vivsima del genio, sorprendi del otro lado de los mares aquellas tie rras riqusimas perfumadas y vrgenes cuyo descubrimiento tantas lgri mas y horribles amarguras habale de costar, cuya redencin habale de cargar como un da a Jess la culpa humana fue pesadsima cadena, y cuya gloria an haba de serle terriblemente disputada. Concebido el proyecto, necesitaba Coln para realizarlo el apoyo de algn estado, y a buscarlo se dirigi resueltamente. A Gnova su patria, hzole en primer lugar la proposicin y su patria la rechaz sin tomarse casi la molestia de estudiarla. Acudi a Don Juan II de Portugal que reci bile afablemente pero al fi n no acept su propuesta, y en su corte hubosele de tratar de visionario; y entonces, y en compaa de su pequeo hijo Diego, lleg Coln a Espaa el 1489 y al convento de la Rbida en Andaluca cuyo guardin Fray Juan Prez de Marchena, anti guo amigo de Coln, recibi con los brazos abiertos a aquel hombre extra ordinario en cuya mente bulla el abrasador pensamiento que Dios mismo encendi, y que cruzaba helado de tristeza aquellas inmensas sole dades. Pero al carioso regazo de la amistad y del calor de los aplausos que los marinos le prodigaron, expuso sus teoras, y por esta vez no infruc tuosamente, pues al genio, escuchaba entonces la religin. Fray Juan Prez de Marchena interesse y no hemos de seguir paso a paso las penalidades de Coln, que luch como soldado en la con quista de Granada, y presentse dos veces ante la asamblea de Salamanca. Ya hemos consignado con detencin que a pesar de que la idea de Coln en la esfericidad de la tierra era no slo nueva sino que contra deca muchas opiniones de Santos Padres, con todo creemos que el consejo salmanticense en su mayor parte instruy favorablemente acerca del proyecto, o cuando menos creyeron que era realizable, y as lo afir man el P. Remesal en su Historia de las Indias, Pizarro en sus Varones Ilus tres y ms recientemente el Sr. Doncel y Ordaz en su Universidad de Sala manca sota el tribunal de la Historia. Porque en efecto la opinin seguida era de que la tierra era plana y los cielos especie de tienda o pabelln segn el Gnesis extendido sobre ella. Y estaba en la parte ms baja del mundo y se prolongaba ms de Oriente a Occidente, cosa de un tercio, de donde nacieron segn Eforo de Cumer las expresiones de longitud y latitud y aun cuando esto algo habase reformado en aceptacin de informes nunca, ignorando las leyes de la gravedad y atraccin terrestre vean con todo que si alguien se trasladaba hasta las antpodas se desprende ra de la tierra fi rme en expresin de Rabelais para caer en los abismos del espacio. 501 Francisco Lahga Cargues De todas estas ignorancias triunf ante el consejo como creemos la voz de Coln y si alguien movido de un sentimiento anti-religioso sos tiene lo contrario, pues todo es casi hipottico, recuerde que la religin comprendi y acogi en su seno a Coln en el P. Marchena, y la religin le dio medios para realizar su idea en la magnnima catlica Isabel. En efecto, tomando sta sobre s todos los gastos de la expedicin con sigui de su apoyo el permiso, y celebraron el tratado entre el marino y los reyes, tratado en que se le conceda el ttulo de Almirante y Virrey de cuantas islas descubriese con otros privilegios que deban ser vinculados en sus descubrimientos. Procedise pues a hacer los preparativos de la marcha, y diose orden a los magistrados de apoderarse de los buques nece sarios que fueron dos carabelas que el puerto de Palos estaba obligado a mantener para el servicio pblico y otra que proporcion el mismo Coln con ayuda de Marchena y de los dos Pinzones, ricos comercian tes de dicho puerto. Pero tan impopular era aquella expedicin en Anda luca que hubo de concederse a cuantos se embarcasen seguro por cuan tos crmenes hubieran cometido hasta dos meses despus de su regreso. Al fi n el 3 de Agosto de 1492 se hizo en Palos de Moguer a la vela la pequea fl ota que compona la Pinta, la Nia mandadas por Alonso y Francisco Pinzn y Santa Mara en que se haba izado el estandarte de Castilla, con una tripulacin de unos ciento veinte hombres y vveres para doce meses. Navegaron los tres buques con viento favorable sobre una mar tran quila y despus de anclar en las Islas Canarias por una avera que sufri la Pinta, continuse aquel viaje terrible y misterioso. A los tres das comenz a notarse la desviacin de la brjula y cundi el descontento en la tripulacin que lleg a creer al insigne genovs mucho ms loco de lo que tantos pueblos le haban calificado. En este estado de diaria agi tacin que no bastaba a calmar las promesas ni los ingeniosos recursos de Coln, transcurri un mes al cabo del cual una noche estall la terri ble insurreccin que peda la muerte de aquel aventurero que les haba arrastrado a tan loca y fatal expedicin. Su serenidad y presencia de nimo salvaron al almirante que pidi a los amotinados tres das de espera, pasados los cuales, si nada se descubra habran de volver a Espaa, o dis pondran de su propia vida. Pero los decretos de la Providencia son irrevocables, y al segundo da los besos de las olas acariciaban en torno de los buques trozos de madera labrados, nidos de pjaros, y caas, y multitud de aves de extraos colo res cruzaban la serena atmsfera perdindose en el horizonte. La espe ranza invadi los corazones pero ya terminaba el plazo concedido y nada se haba descubierto y la amotinada muchedumbre sobre cubierta mez claba sus imprecaciones con el rumor de la plegaria que Coln alzaba a Dios en su camarote, cuando retumb en el espacio el trueno del can y desde las gavias de la Pinta oyse gritar: tierra, tierra! 502 Poesa. Herencia familiar Oh delicia! los rayos esplendentes del sol reflejaban su matiz purpurino sobre una dilatada costa exuberante de verdura surgiendo de Occidente cuyos bosques como pequeas colinas all se levantaban, cuyas precio sas aves hasta ellos llegaban y cuyas blandas brisas les llevaban sus embriagadores aromas. Al da siguiente, el eximio genovs, el inmortal marino, Cristbal Coln, la espada en una mano y la bandera de sus reyes en la otra saltaba a aquella conseguida tierra de promisin, de cuyas reve laciones fue tan feliz intrprete. Era una isla llana y frtil que sus natu rales llamaban Guanahan y que llamse desde entonces merced a su misin providencial, San Salvador. Eran sus habitantes de tez cobriza sin vello ni barba, rudos pero ignorantes y tmidos; andaban desnudos y sus armas consistan en caas terminadas en maderas o huesos afilados. Al saltar a tierra, los torpes marineros que antes trataban de matarle, le acla maban con frenes besando sus manos y vestidos, afirmando en momento tan solemne y una vez ms cmo en la tierra nombre y fortuna y a veces la vida dependen en fi losfico problema resuelto, del Dios Cristo. De todos modos los sabios y el siglo haban sido derrotados y Coln con los ojos arrasados en lgrimas postrse en tierra y murmur vuelto al cielo en expresin de gratitud despus de sufrimiento tanto: Bendito sea Dios que da el triunfo y la victoria a quin sigue sus caminos. Dndose nuevamente al mar, descubri Coln otras tres islas a que dio los nombres de Santa Mara de la Concepcin, Fernandina e Isabel. Desde all, hizo rumbo al Sur siempre en busca de las ricas y frtiles regio nes que l se haba imaginado y lleg a una isla mucho mas vasta y pre ciosa llamada Cuba y que l llam Juana en honor del Prncipe de Astu rias. Siguiendo la exploracin abord en la de Hait que denomin La Espaola, recibiendo despus el nombre de Santo Domingo y como all perdiera en naufragio su nave, y por desavenencias se hubiese alejado Alonso Pinzn con la Pinta, volvi a Europa con la Nia en Enero de 1493 y luego se le uni aquella. El 12 de Marzo hallbanse a la altura de las Azores descubiertas por los portugueses y admirado Coln de no hallar las islas fi jadas en el mapa de Toscanelli que le guiaba quiso dirigirse hacia el Este en cuyo caso hubiese arribado seguramente a las costas de Virgi nia pero como ya otra vez le disuadi Pinzn. All sufrieron tan recia tor menta que Coln arroj al mar en dos barricas embreadas dos pergaminos con la relacin de su viaje. Calm la borrasca y Coln lleg a Lisboa en la Pinta donde recibi de D. Juan II las ms fi nas atenciones no obstante haberle aconsejado sus vasallos movidos de envidia que le matase, y el 15 del mismo Marzo arrib al puerto de Palos con multitud de riqusi mos presentes que eran otras tantas pruebas del feliz xito de su viaje. Escribieronle los reyes desde Barcelona y all le colmaron de honores y distinciones, y le permitieron grabar en su escudo: Por Castilla y por Len nuevo mundo dio Coln, ennoblecise su linaje y cresele Duque de Vera 503 Francisco Laliga Cargues guas y Gran Almirante de las Indias Occidentales, nombre que se dio a las tierras descubiertas por la hiptesis errnea de suponerlas en las costas de Asia contiguas a las opulentas regiones pintadas tan brillante mente por los escritores de la Edad Media. Tres expediciones ms realiz Coln. En la inmediata hzose a la vela desde la Baha de Cdiz con una escuadra de 17 naves y 1500 personas el 29 de Septiembre de igual ao (1493) y en 2 de Noviembre abord a una isla que llam Dominica por ser Domingo, otra que de su buque nombr Marigalante y en seguida la Guadalupe que pareca desierta y estaba habitada por caribes. Deseando Coln saber la suerte de los expe dicionarios que dej en la Espaola, naveg al Noroeste de Guadalupe descubriendo una cadena de pequeas islas que nomin sin detenerse (Monserrate, Santa Mara la Redonda, San Martn, Santa Cruz, Santa Mara de la Antigua y otras), y luego divis otro grupo de las que a la mayor dijo Santa LIrsula, y a las otras las Once Mil Vrgenes, arribando al fi n a una grande y pintoresca, cuyo nombre de Boriquen cambi en el de San Juan Bautista y hoy es Puerto Rico. En 27 de Noviembre llegaron al fi n a la Espaola y al fuerte de Navidad que hallaron destruido: los 39 espaoles que dej trataron de explorar las montaas de Cimba y haban perecido en guerra con los indios. Coln visit a su cacique como la vez primera y edific la primera ciudad del Nuevo Mundo que denomin Isabela enviando despus a Espaa gran parte de sus buques llenos de piedras jaspeadas con venas de oro, polvo de este metal y grandes trozos hallados en los cauces de los ros y torrentes. Empeorando la situacin de la colonia hubo de volver Coln a Espaa a hacer un des cargo a los reyes y comenzar una tercera expedicin: y aunque se le reci bi muy bien por los reyes, hasta principios de 1498 no estuvo equipada la fl ota saliendo de Sanlucar el 20 de Mayo con seis buques y descubriendo la isla de la Trinidad y lleg a tierra fi rme. Entonces fue cuando obser vando el inmenso caudal del ro Orinoco y la latitud de las costas inme diatas se convenci de haber descubierto no un nuevo y ms breve camino para el Asia, sino un Nuevo Mundo. Cuando lleg a la Espaola hall a los colonos entregados a todos los excesos y con justas medidas de rigor, hicieron que fuese Bobadilla en nombre de los reyes a saber la verdad y cuando lleg, deshonra de un nombre!, mand a Espaa a Coln cargado de cadenas. Los reyes rompieron aquellos hierros vergenza de Espaa y monumento singular de la recompensa a sus servicios. Restablecido en la opinin y estimulado por Vasco de Gama que acababa de cruzar el cabo de Buena Esperanza, cifr Coln en su ltimo viaje las dos ideas que entonces le subyugaban: llegar al Asia sin doblar Africa y rescatar el Santo Sepulcro de Jerusaln: los reyes accedieron a medias dndole cuatro carabelas y 150 tripulantes con que emprendi su ltima expedicin. En sta despus de descubrir la Guayana y de atravesar el Golfo de Honduras, lleg al de Dasien explorando la costa 504 Poesa. Herencia familiar del continente meridional y haciendo varias excursiones al interior sin poder hallar el estrecho que buscaba: y no pudiendo establecer colonia en la provincia de Veragua y perdidos sus buques en las costas de Jamaica en 1503 lleg como nufrago a aquella isla donde el nuevo gobernador Ovando le retuvo un ao pasando luego a Sanlucar donde le sorpren di la muerte de Isabel su magnnima protectora. Desde entonces comienza su periodo de olvido y oscuridad que es el ltimo de su vida y que pas entre sus reclamaciones y el casi desdn de la corte, y al fi n consumido de tedio y amargura, el clebre argonauta, el eminente sabio, el descubridor del Nuevo Mundo, el gran Cristbal Coln, exhal su ltimo suspiro en Valladolid el da de la Ascensin 20 de Mayo de 1506. Triste es decirlo: Coln era un genio y vivi en dolorosa peregrinacin en la tierra eternamente combatido por sus enemigos. Espaa fue ingrata con l, pues ni perpetu en su familia sus honores ni atendi sus justas exigencias, y hasta la gloria de dar nombre a su descubrimiento le fue arre batada recibiendo el Nuevo Mundo nombre de un mercader fl oren tino, Americo Vespucci, y hasta el mrito de haber sido el primero que pens en las Antpodas le quiere ser sustrado. Tanta contradiccin aumenta a no dudarlo su honor y fama en gigantescas proporciones y la Historia le ha hecho justicia protestando de aquellas enrgicamente. Coln fue enterrado despus de un funeral modesto en las cuevas del con vento de Santa Mara la Antigua por los PP. Franciscanos: all descansan sus restos: su memoria vol al templo de la inmortalidad que le ci su ms pursima aureola, y as ha llegado hasta nosotros el virtuoso, el sabio, el prudente, la inmensa inteligencia, el gran corazn del preclaro geno vs descubridor de las Amricas. 505 Francisco Laliga Gorgues IMPRESIONES DE PARTIDA Y ello haba de ser; no en vano desde el tomo ms imperceptible pre sentado a nuestra vida por el microscopio hasta esos plidos o brillan tes globos que describiendo universales elipsoides giran por el azulado espacio tienen marcada una ley eterna, inmutable, a la cual se ajustan y por la cual realizan su fi n a travs del tiempo y del espacio. El hombre, ser de ignorada cuna, extraa mezcla cuanto perfecta de espritu y mate ria, dirige sus pasos por la tierra impelido por la voluntad a la cual rige un principio superior: el destino. Oponerse a que se cumpla esa ley hija y seora del ser humano por cuanto es creador por sus actos, sera empe arse en que la tierra se estacionase en un punto de su cielo areo y lumi noso, o en que las leyes naturales dejasen de ser lo que son. Partir! Abandonar el suelo natal, el valle tranquilo y feliz de nuestra infancia, aquel valle tan rico de luz y de colores, henchido de perfumes y armo nas, donde cada piedra, cada arroyuelo o cada rbol nos recuerdan una escena tiernsima de nuestra niez venturosa! Dejar de ver aquel cielo de azul tan puro tantas veces contemplado a travs de los cristales bajo el carioso abrigo del hogar paterno; cielo donde un Artfice tan grande como incomprensible verta los nacarados tintes de la aurora, a par que la ale gra en nuestro pecho, las impalpables ondas por medio de aquel astro bendito y amado, a par que las expansiones de cario y dicha en nues tra alma, y las rojizas tintas crepusculares a par que la melancola en nues tro corazn! Dar, con los ojos arrasados en lgrimas el adis a todo aque llo que formaba nuestro encanto; dejar all, entre los ecos de las quejas que suspiran en la garganta y el rumor de los sollozos que suenan entre los labios, vivas, hermosas, nuestras ms caras afecciones, nuestros ms puros ideales, para marchar a otro pas distante y extrao, a vivir solos en medio de la multitud, aislados en medio de la comunicacin, sin un objeto que nos recuerde nada de lo que tanto amamos! Bello, repito, era fuerza; y entre el corazn y la cabeza empez una lucha en que no obs tante, de antemano era la segunda vencedora. Y al fi n lleg el instante; siempre la tarde precedente al da de partida es nebulosa y triste, como queriendo establecer relaciones entre lo fatalmente insensible y lo esen cialmente afectivo. Sabis lo que es una despedida Figuraos una noche ms o menos oscura y fra y fi guraos tambin una pobre estancia a cuya puerta llega el monstruo de alas de hierro a recoger su encomendado car gamento viviente. Se estrechan sin decir una palabra unas cuantas manos, silba la locomotora desgarrando su sonido el pecho, y un instante des pus nada ms que rumor acompasado y sordo, le limitarn su cuna Sabis que cada uno de estos objetos representan hoy para l, una his toria de felicidad y cario, que no sabe si encontrar en los sitios a que el destino le impulsa Pero basta: la debilidad debe alejarse de su cora 506 Poesa. Herencia familiar zn toda vez que le embaraza y dificulta para conseguir sus anhelados fi nes, sus sueos queridos, sus realizables ideales, sus ms caras ilusio nes. Queden en paz los deliciosos crmenes de nuestra niez, en paz quede el hermossimo valle que atesoraba bellezas que extasan de tal modo al espritu que fuera indisculpable la fl ojedad de nimo cuando apenas se han dado algunos pasos en el largo camino: el hombre, bien tranquilo y manso arroyo que lame sonoroso las fl oridas plantas, ya majestuoso ro que se desliza inundando la pradera, ya en fi n desbordado torrente que arrebatado marcha a encontrar el fi n de su camino, doquier que va, deja en pos de s interminable estela de afecciones y recuerdos. D el infe liz hebreo el ltimo adis a su querida patria, y corra a donde el viento de la suerte le conduzca! A cada estacin que a su paso encuentra, saluda la locomotora parn dose y lanzando un silbido; cada una de estas paradas produce en el alma una emocin penosa, pues nada distingue y si ve algo le es desconocido e indiferente; la voz de los avisadores rompiendo el sublime silencio de la noche, el murmullo sordo producido por la despedida o advertencias de los que se marchan; los bultos informes de los caseros destacando entre las sombras, semejan algo extrao, algo que la imaginacin siem pre despierta de una realidad objetiva, trayendo a la memoria las deli ciosas leyendas orientales, los mgicos cuentos de las mil y una noches, y personificando cada uno de los seres que contempla con fi guras fan tsticas de genios, hadas y palacios encantados, o bien escenas interesantes arrebatadas a las heroicas tradiciones de la edad de hierro, pero subjeti vndolo todo en el molde del sentimiento y las pasiones. Al fi n comienza la claridad del alba a disipar las tinieblas nocturnas y el fro de la maana lleva a la mente otras ideas menos profundas pero no menos tristes; poco a poco comienza el espacio a hacerse transparente y al fi n las arrebola das ondas luminosas de matinal crepsculo corren a anunciar a la esfera la majestuosa salida del astro rey. La naturaleza ha desechado su letargo, los cielos han sonredo, los seres vivientes se han agitado en sus respec tivas esferas, y este conjunto de encantadora y entusiasta poesa hace olvi darse por un momento de sus penas al corazn. Al fi n el sol inunda de repente con un mar de luz los espacios brotando a su vista la vida a torren tes por todas partes, y los mil ecos de la naturaleza corean un himno de jbilo con que le saludan alborozados. Eterno contraste de la humana vida! All en los bosques cantan las aves, suspiran las brisas, gimen los arroyos, sonren los rboles, murmura el torrente y todo respira felicidad y contento en esta prisin invisible y cerca de las viviendas de los hom bres, atmsfera pesada, edificios odiosos, ruidos artificiosos, todo cons pira a aumentar la melancola. De un lado la alegra, de otro la tristeza, por una parte la atraccin de la novedad, la variedad de la juventud, por otro, el cansancio de la monotona y la aridez del artificio. Y entre una y otra y en el trmino lmite de entrambas, el corazn humano partici 507 Francisco Laliga Cargues pando intensamente de los sentimientos que las dos expresan. Otra vez el dolor de la partida inunda el alma, otra vez la congoja de la nostalgia atormenta el corazn. Oh! vuela, hiende de un modo vertiginoso los espa cios, frreo monstruo, y treme otras impresiones con otras esencias. Es otra de las contradicciones de la vida. Por qu en la relacin armnica de espritu y materia, cuando aquel tiene desplegadas sus fuerzas varias, sta le niega un apoyo, tendiendo a su fi n subjetivo, al reposo, y a la inmovilidad La fantasa quiz ms que nunca est despierta a las emociones e ideas, pero rendido el cuerpo de cansancio cirranse los ojos y un sopor lnguido, un crepsculo de sueo viene a batir sus alas, sobre los prpados. Es la ilusin de un olvido de la realidad; pero cuando aquella tenue sombra desaparece y despierta la materia de su letargo, an oscila una lgrima en los cristales de los ojos. Qu pensa mientos ha elaborado el espritu, sus obras, ya ensueos, ya ilusiones, ya realidades ideales, durante el breve reposo de la materia Si la memoria no conserva sus caracteres, quin sabe hasta donde pueden haber llegado las relaciones que los sueos establecen entre el mundo anmico y el abs tracto. Y muchas veces que las conservas, cul se hacinan en ellas elementos reales e ideales, restos de placeres y escorias de pasiones. Ah! Qu com placencia tan cruel la del misterio que por doquier nos asalta! Qu empeo tan vano el de la mente humana por ir ms all de su limitada esfera! Y sobre todo, qu indisoluble cadena une los seres todos con lazos siempre inmateriales, forjados en el mundo de la abstraccin y presen tados en el mundo de las ideas! Al fi n la locomotora lanza un prolongado silbido, respira violenta mente unos instantes y queda inmvil: hemos llegado al trmino; el ro ha desembocado en el mar, el reloj ha agotado sus momentos, y el des tino ha sobrevivido, presentando un nuevo decorado en el teatro de la humana individual existencia. Dominado de emocin el viajero, se apresura a estar pie a tierra, sale al aire libre, y un panorama completa mente nuevo se presenta a su vista. Sin poder evitarlo, hondo suspiro sale de su pecho, y dos lgrimas ruedan por sus mejillas. Qu impetuoso viento arrastr a la alegre, calurosa golondrina a estriles y fras regiones Quin trasplant la magnolia de su austero valle, privndola del calor porque ahora ajena Do est su nido pobre ser errante, cuya frente, tan vida de la luz, velan las sombras opacas e indelebles All tras el vagusisimo hori zonte, lejano, muy lejano, queda aquel pedazo de tierra, teatro hasta ahora de tu paz dichosa, con l abandonaste creencias primitivas, patria, fami lia, religin y amigos! Ms cmo de nuevo la melancola avasalla el sen timiento varonil que pareca haber desplegado el corazn Cmo el punto engendra la lnea y la lnea a su vez la superficie, as la idea engen dra el pensamiento y ste la tristeza, que en la vaguedad de los afectos traduce el alma por nostalgia. Y sin embargo, no hay otros seres en tu caso, pobre hijo de la utopa, que no suspirar por la luz de su cielo patrio 508 Poesa. Herencia familiar Ah! Una misma es la naturaleza, y de cuan distinto modo presntase a la observacin del naturalista y a la elucubracin del poeta! Pero basta; a la dulcemente, deliciosa esttica de la infancia hora es ya de que sus tituya la noblemente discursiva lgica de la juventud; el hombre no puede conservar perennemente unos mismos sentimientos, y quiz lo que hoy le subyuga y le atrae, sea para l maana objeto de indiferencia, olvido. No ms vagar por el mundo de los afectos, cuando ya el de la inteligencia comienza a descorrer sus velos ante los ojos, ofreciendo nuevas y pro fundas ideas al alma y nuevas y gratas emociones al corazn. Olvidemos, pues, en parte al primero recordando que en el hombre no ya espritu y materia, sino que muy diversas modificaciones del primero, libran muchas veces fuertes luchas en que no pocas sale vencido el libre senti miento. Pongamos indestructible dique a los recuerdos que perturban el organismo psquico, y pensemos en volver a ese mundo sensitivo y con l a ese horizonte del valle natal, cuando podamos llevarle la pura y rena ciente luz de otros ignorados, presentndonos ante el santuario de nues tro eterno cario y nuestras primitivas creencias, sin el vaco de espritu que acusara culpa o debilidad, llevara sbitamente las lgrimas a los ojos y el pesar al corazn, bien as como el interior lenguaje lleva a los labios el sonido y la imagen a la fantasa. Quin seala el punto lmite en que una edad acaba y otra empieza, en que una muere y otra nace, ni quin tampoco el momento en que la humanidad, y con ella cada individuo, trueca unas ideas por otras Quin, ltimamente adivinar el ideal que por destino cada generacin realiza o cumple, hasta despus de cumplido Ah! En la generacin actual han llorado los poetas, se han lamentado los fi llogos, pero la nueva doctrina no ha producido todava ningn Budda, ningn Moiss, ni muchsimo menos ningn Jesucristo. Cualquiera que sea el destino que la Providencia nos designe, cami nemos a realizarlo llevando siempre de frente y en perfecto paralelismo la fe y el deber. La primera llena de inmensos vacos, el segundo es el que da forma a la felicidad sin ser la felicidad misma. Y cuando la frente pegada al suelo, y el alma elevada a lo infinito, oiga mos el sordo rumor de los que vienen a despertar en nosotros la idea de ignoradas, radiantes y eternas playas, cuyo arribo cuesta siempre la noche de la muerte; en ese lmite vago que penumbra y crepsculo a un tiempo, separa un mar de otro mar, permtanos el Dios de las bonda des or las dulcsimas preces y las santas salmodias que grabadas con ine fable encanto en el corazn del nio y repercutidas por los sagrados bron ces, hallan un eco de gozo sublime, de ntegro y arrebatado cario en el corazn del hombre; y entonces, al exhalar el grito de victoria el esp ritu triunfante de la materia, pueda, en una explosin de luz contemplar extasiado el lazo divino que une el pensamiento humano a su eterno Hacedor. 509 Francisco Laliga Corgues PGINAS DE UN MORIBUNDO (Novelita para un lbum) Ha llegado el momento: en torno de mi lecho de muerte esprcese esa penumbra triste y misteriosa que semeja el crepsculo que viene por el alma: son las ltimas horas de la tarde: ha llegado el momento. Dios mo! plida, oscura la tez, la voz ahogada, el corazn seco, inmvil y angustiado, veo pasar como a travs de un espejismo prism tico mi breve vida: mi juventud lucha por descifrar ahora los mil problemas que otro tiempo han agitado mi pensamiento... All veo la fl oresta per fumada rica de cfiros y de cantos entre la cual se levanta la cpula del templo de mi aldea: all en brazos de mi madre recit la primer plega ria religiosa y habl la primera palabra de amor: all por vez primera cant a margen del arroyo la primera cancin de mi lira, vivac encendido de los recuerdos de mi espritu, herldica de los innmeros placeres de mi amante pecho, torneo magnfico de las ilusiones de mi corazn!... Hora pasa como envuelta en un sudario de brumas la diosa de mi adolescencia con inusitada pompa y esplendor semejante a un globo de luz de alas de oro y tachonado de flgida pedrera, y a su paso siento renacer en mi memoria el gnesis fecundo de esa hermosa y precoz primavera que des pierta encima de sueos mecida por el ngel del Edn, como el capullo por la gota de roco, y siento latir en mis entraas los desconocidos mun dos del amor y de la gloria. Aquel ser cuya sonrisa fue la aurora de mi esperanza, la palma del desierto ante el simn de mis ardientes pasio nes, y a quien rend aquel bito, aquel sacrificio oculto que mi orgullo crea inmerecido, pura como la mariposa, como la estrella, como el ave, dejando estela de polvillo de oro, de olas de luz y de rfagas de armo na, y yo suspiro, abrindose a un paso el inmenso falansterio de mis dul ces o amargas memorias.., y he de morir. Dios mo! Ah! que hermosa es la vida al umbral de la muerte! La vida! la muerte! dos incgnitas en la ecuacin del alma, dos fas tigios en las pirmides de la idea, dos sombras en el espejo de la razn. Glorias, ilusiones, recuerdos, esperanzas mas, dnde habis ido Dnde podr buscaros pues en la vida todo es negativo No soy en modo alguno racionalista, no soy materialista, no creo en esa metempsicosis absurda que marca al hombre como trmino de su destino la hedion dez y podredumbre del sepulcro, no! el ideal nutre y alienta mi corazn, y con l vuelo por los espacios ceido de aspiraciones como la Venus de Ddalo y Andros en el globo de cristal coronada de mirto y rosas... y he de morir, Dios mo! La tarde ha cado: la noche con sus alas de brumas ha surgido del hori zonte y las estrellas comienzan a lucir: entra mi querido amigo el doc tor M. y me observa: no puedo hablarle pero tengo perfecta conciencia 510 Poesa. Herencia familiar de m. Mueve la cabeza: no temas amigo mo, la inmortalidad sonre acaso al pobre poeta cansado de los hastos de la vida, de la endemia de los sentimientos mundanales. Se aleja, y con l los sirvientes todos: estoy solo enteramente, me rodea la oscuridad quebrada por un plido reflejo de una luz lejana: esta soledad me envuelve como un sudario de misterios. S que voy a morir, que voy al fi n a comparecer ante ese Dios terrible cuyo temor toma ahora en m proporciones fabulosas, voy a morir, voy a cono cer tantos enigmas cuya curiosidad sola otras veces a la muerte me impe lan. Ah! pasar como sombra, como la fl or, como el viento. Quin luego se acordar de m Quin verter una lgrima a mi memoria Quin al cruzar los bosques del mundo henchidos de luz y notas y per fumes, se postrar al pie de la escueta cruz que corone mis restos y entregar a las brisas una oracin por mi reposo Seor, Dios mo, voy a comparecer ante tu solio y te repito desde el fondo de mi alma: An no, Seor, dame an algn tiempo porque aprenda a conocerte y a amarte mejor, y luego llvame a Ti. An no, Seor; deja que largamente pregone al mundo tus alabanzas, deja que algo ms haga en tu servicio, que si es poco y breve todo lo que pasa con el tiempo, yo quiero prepararme an a implorar tu infinita misericordia! La enfermedad llega a la cima de un periodo lgido, los sufrimientos han atrofiado mi inteligencia, nada s, nada recuerdo, sombra, mucha sombra, miedo, dolor, confusin inexplicable, parntesis tremendo entre el tiempo y la eternidad en que se mece el mundo de los recuerdos encan tado con no s que extraas y dulcsimas melodas que avivan la idea de la nostalgia, de otros pases... He aqu un jirn de nube que cubre mis ojos, he aqu una ola de fuego que seca la ltima lgrima en mi pupila; y bien, en mi tristeza, qu podr decir Preguntar con el fi losofo romano: Quin soy De dnde vengo A dnde voy Fuissem quasi non essem de utero translatus ad tumulum Oh, Dios mo, qu sueo tan triste y miserable el de la vida, donde la carne lucha con el espritu y el esp ritu con la carne, dnde la maldicin que an fl ota sobre las enramadas del Edn no permite a nuestra fl aqueza una hora sin pecado! El rumor del mar se asemeja al del mundo que ahoga la voz de la verdad: as cuanto en l existe es apariencia y engao y la nica verdad empieza cuando todo concluye. Qu tristes pensamientos: Y quin se salvar Quin visitar aquellos pensiles de Sin cuyas palmeras cargadas de racimos de oro hacen sombra a las fuentes del consuelo y de la eterna dicha Quin se engol far en aquellos pilagos de increada luz donde cantan los ngeles con sus arpas diamantinas el eterno hosanna Quin subir su vuelo en irresistible impulso de amor hasta la cima ideal de toda creacin, de toda vida, del Dios cuyas obras son los cielos y cuyo soplo es lo infinito El viento y el trueno tartamudean su nombre por el espacio, el sol prelu dia sus glorias, el alma crece en su piedad, su voz hace palpitar cadve res y sepulcros, y la Naturaleza toda esboza sus inmortales bellezas en 511 Francisco Laliga Gorgues cuadros tan ricos de colores como de armona. Cun grande!, Dios mo, quin te comprende Cun lejos de la verdad todo lo que no es revelacin suya en la his toria! Hora crome transportado un momento a otras edades: aqu los persas en el monte con la tiara coronada de mirto preparando el sacri fi cio: all, Budha en las grutas hindes forzando el cielo y deificando cua tro verdades sublimes: despus Zorohastro con su dualismo irremedia ble, despus mil y mil naciones idlatras en cuyos muros ruinosos se posan hoy las guilas y los buitres, y de cuyos lagos ftidos salen vapores que empaan sus horizontes. Ah! y luego el Oriente todo, y luego Grecia, y en sus anales seculares desplegndose la trinidad del poder, la inteligencia y el amor, y los mundos sensibles, etreos y eternos, y en la moral y en los dogmas de su majestuoso Oriente rasgos sublimes, como las almas errantes que manchadas por la pasin que propende al cieno reencmanse para su purificacin, para unirse al fi n en lugar invisible a la esencia divina, mientras los brahmanes recopilan la ciencia general y afrmase en mag nfico pensamiento que nuestro alejamiento de Dios nos quit las alas, y nos precipit en tierra de muerte, donde asent sus reales el Mal que teme a la inmortalidad, y cuyas alas slo las virtudes nos las pueden devol ver!... Oigo un suspiro: una sombra cruza a mi lado, un nuevo y tierno y con solador grito de la muerte: es mi madre que vela junto a m cuando todos se retiran, madre ma, yo creo en esa eterna regeneracin, yo creo en la primavera del cielo, yo creo por tu amor en la piedad de Jesucristo! No importa que yo muera: haz un legajo de mis poemas, de mis escritos y colcalos cuando espire junto a mi corazn que all tuvieron cuna: mi lira colgada del ciprs que da sombra a mi sepulcro, la cruz entre mis manos, y tu santa plegaria; madre ma, cmo me enajeno de mi alma que sube a Dios. No hay esttica que no agote el abismo de esta inefable incer tidumbre, ni hay dolor que se compare al nuestro... ! El rumor como de un mar lejano retumba en mis odos: mis ojos an no apagados vis lumbran a travs de los cristales la noche que se va retirando: cuando las perlas y las fl ores, llanto del alba, cubran los campos, yo estar muy lejos de ti, madre ma. Entonces cuando este triste alborear engendre la ale gre maana y los rayos del sol alumbren las viviendas de los hombres, no tiendas en torno la mirada llorando en la amargura de tu soledad: no me llames, ni el pesar embargue un momento tu amable y sensible corazn; reza slo: que Dios se habr compadecido de nuestras miserias, y el hijo purificado por el dolor habr volado a su seno en alas del goce pursimo rescatado por las oraciones de la madre y una inmensa polva reda de luz habr brotado de su sepulcro y el poeta huyendo de las decep ciones del mundo, habr subido a conocer el eterno arquetipo de la belleza. 512 por Francisco Laliga y Gorgues y Snchez Poesa. Herencia familiar 1 Reclinado en primera y en segunda bebiendo agua en segunda y en tercera, vi pasar a mi todo, placentera de color de tres dos, con gran presteza. 2 Mi primera y mi segunda son nombres de una mujer; tres y cuatro hace cualquiera al recibir un placer, y el todo, de una ciudad de Espaa el nombre es. 3 Mi primera una vocal; mi segunda interjeccin y mi todo el nombre es de un animal muy feroz. 4 Mi primera y mi segunda son encendido color; tercia imperativo, cuarta adverbio de negacin, y mi todo un lujo es de un reino de esta nacin. 5 Bebiendo yo mi primera vi un hombre que trabajaba en mi segunda y tercera; o entonces que bramaba tercia y dos y a poco el todo tranquilo haca en la cama. 515 Francisco Laliga Gorgues 6 Mi primera es una vocal mi segunda una consonante cuatro y tres color brillante, y el todo es un animal. 7 En fuerte segunda y prima una primera y tercera dej el chaleco tres y una de mi prima, dos y tercia. 8 Tres y una hacen los ladrones tres y dos es nombre propio, y en el todo ves un hombre muy rico y muy poderoso. 9 Prima y dos todos tenemos; mi prima tambin es letra; mi tercia es cierta verdura que guisada est muy buena; y mi ms sabroso todo se cra all por la sierra. 10 Es una letra segunda; por beberme vasos dos de mi prima que es muy fuerte se puso el todo mi voz. 11 Prima doble llama el nio; mi segunda es una letra y mi primera con tres en mi todo te lo encuentras 516 Poesa. Herencia familiar 12 Mi primera es un artculo; mi segunda es una letra y mi tercera y mi cuarta en todos los ros encuentras. Un duro diera a las almas si mi todo me cayera. 13 Mi primera es una letra; mi tercera musical, y mi primera y segunda del todo es lo principal. 14 Advirti muy prudente en el camino un hombre que sali de prima y cuarta, que iba llenado de prima repetido, y en la primera acequia que hall para, dos y tres hace donde estaba sentado con su pauelo, y luego con gran rabia y despus de limpiarse tercia doble hace prima y segunda y al momento con tercia y dos su escopeta carga; oye mugir tercera con primera y hace en ella su tercia con la cuarta. Despus volviendo, vio dos o tres hombres que en mi primera y tercia trabajaban y acercndose a ellos, se ech un trago del todo que a sus pies llenita estaba. 15 Prima doble pide el nio; Prima, segunda y tercera son nombre de mujer; en tercia y cuarta otro encuentras, primera, segunda y cuarta nombre de mujer revela; y el todo tambin es nombre de una mujer muy bella. 517 Francisco La liga Cargues 16 Mi primera es una carta y mi segunda una letra; mi primera y mi segunda pueblo es de la provincia esta; dos y tres siempre se ha dicho que est algo todo, aunque es buena. 17 Mi primera es una letra; tercia nota musical; y mi primera y segunda en mi todo encontrars. 18 Mi primera es una letra; la dos nota musical; mi primera y mi tercera un tierno fruto nos da; mi tercera y mi primera bien puedes grato aspirar, porque es un polvo muy fi no, y mi todo rbol frutal. 19 Con mi primera y segunda una tarde paseando en mi tercera y mi cuarta juntos los dos penetramos, y observamos a mi todo entre el verde destacando. 20 Mi primera es consonante; musicales dos y tres; y es el todo, a quien admiro una bonita mujer. 518 Poesa. Herencia familiar 21 Prima es nota musical; segunda una letra es; otra letra es la tercera; cuarta musical tambin, y en el todo observars el nombre de una mujer. 22 Mi primera es consonante; y mi segunda y primera es una piedra muy fuerte; el todo al hombre pasea. 23 Es muy grande mi primera; cual letra mi segunda; nota musical tercera, y el todo nombre de mujer que abunda. 24 Dije yo amorosamente a mi segunda y tercera: me amas y te dar tierno segunda y primera que aunque pobre para ti con l saciar tu hambre puedas Y si esto aceptas, en cambio dame una dos y tercera que yo la conservar, cual de tu cario prenda devolvindote yo un ramo de prima, segunda y tercia No respondi dos y tres y quedndose suspensa de alegra hizo una y dos y sin que yo lo advirtiera, pero a tiempo me volv y la encontr el todo hecha. 519 Francisco Laliga Corgues 25 Mi primera una vocal; mi segunda una nota musical; prima, segunda y tres un nombre de mujer sin duda es; cuarta de negacin adverbio, y todo el nombre de un varn. 26 Mi primera una vocal; consonante mi segunda; tres es nota musical; y el todo es nombre que abunda de mujer bello ideal. 27 Mi primera es una vocal; consonante prima y dos; otra vocal la tercera y cuarta es de negacin; quinta doble es un defecto de mujer: tiempo veloz tercia y quinta y el todo una mujer de primor. 28 Una vocal es mi primera; mi segunda est en el mar; mi tercera una consonante; una nota musical es mi cuarta, siendo quinta una cosa tan igual; con ella el enamorado mi todo debe de estar. 29 Mi primera una nota musical; artculo segunda debe ser; mi tercera el nombre de un animal y mi todo es un nombre de mujer. 520 Poesa. Herencia familiar 30 Es un verbo mi primera, una y dos en las entradas de todas las casas hay; dos y tres por nombre pasa de un animal muy ligero; mi nombre todo, horror causa. 31 Prima doble tiene hijos; prima y dos es una tela; con cuarta y prima abrigmonos mi tercera es una letra, y mi todo hace un manjar que es el principal de una mesa. 32 Mi primera es una letra; la dos virtud; musical una nota es mi tercera siendo la quinta otra igual; tercia y cuarta es un camino subterrneo y adems es prima y cuarta mujer; mi todo no quiero estar. 33 Mi primera es musical; y me sirve dos y tercia para la cintura; el todo en la habitacin lo encuentras. 34 Es mi primera una vocal; segunda verbo; tercera otra letra; cuarta doble defecto de mujer bella; dos y quinta el alguacil en general dice o echa; tres y quinta est en la mano; 521 Francisco Laliga Cargues primera y quinta es mi estrella; quinta musical y el todo en el ejercito encuentras. 35 Mi primera, mi segunda y tercera son tres letras; la cuarta un signo de msica; quinta doble fruta buena cuarta y quinta un animal que de hombre tiene seas, y mi todo es profesor de ciencias y de lengua. 36 A mi tercera y mi cuarta hago primera y segunda porque es buena dos y cuatro con pasin todo y fecunda. 37 Primera doble es esposo de tercera, repetida; la segunda es un artculo; si eres de mi prima y dos vctima te compadezco; segunda y tercia es sierra no erguida; tercia y prima est en el mapa y el todo es ave muy tmida. 38 Prima es letra; la dos verbo; tres cuatro tiempo veloz; y en mi todo encontrars a ministros del Seor. 39 Mi primera y mi segunda es animal harto fi ero; mi tercera con mi cuarta 522 Poesa. Herencia familiar un breve espacio de tiempo, y es mi todo cualidad que al valiente le concedo. 40 Prima es letra; la segunda cual pronombre clasifico, primera y segunda es verbo; tercia y primera es el ro; es segunda con mi cuarta un pas moro conocido que goza celebridad por lo grande y por lo antiguo cual mi todo aunque este es nuevo tercera y cuarta, y bonito. 41 De su pasin como emblema prima un mancebo a mi dos con sumo gusto mi todo que es una bonita fl or. 42 Es un verbo mi primera mi segunda negativa, y mi todo no me gusta aunque es frecuente bebida. 43 Mi primera son letras varias segunda verbo; tercera un pronombre; cuarta y quinta parte de mar que entra en tierra, mi quinta es verbo tambin; doble tambin verbo suena, dos tres y cuatro es la dicha por quien muchos seres llevan segunda y quinta en los ojos; no cuarta doble os parezca la relacin que yo os hago; es verbo dos y primera; 523 Francisco Laliga Gorgues segunda y tercia con cuarta los fuertes rigores prueba de mi prima dos tres cuatro y est la pobre el todo hecha. 44 Es un verbo primera; otro segunda, dos y tres en el cuerpo bastante abunda, fragante el todo lo hallars en el campo verde y hermoso. 45 Es mi primera pronombre; segunda verbo; la tres adverbio como la cuarta; dos y tercia un pueblo es que si se halla en un tres cuatro gran vista debe tener. En cuarta segunda y tercia un animal hembra ves muy fi ero; de cuarta doble al arrullo dormir. Mi todo lo encontrars en mi prima dos y tres. 46 Jugaba un da con mi prima y cuatro que me cost tercera, dos y cuarta y psele mi cuarta con primera hacindole una tercia y prima larga y all en la oscuridad lo ves que hace tercera con primera; ya le daba con tercera y segunda, hasta que al cabo de mi segunda con cuarta que as estaba se enfureci cual cuarta con segunda dando mil vueltas a mis carcajadas. Despus quise escribir, y de la risa mi todo en el papel haciendo estaba. 524 Poesa. Herencia familiar 47 Bail una noche mi segunda y prima tercia doble a la luz de tercia y una y enfermo de una dos una y tercera; pero bebi mi cuarta por fortuna y fue a curarse al todo, do los mdicos, de esta terrible enfermedad abundan. 48 Mi primera es una letra; sencillo verbo la dos; tercia lo mismo, y el todo nos causa pena y horror. 49 Prima y segunda ser debe primera segunda y tercia; cuarta y quinta est en el ro, tercia y quinta son dos letras y cosa con que se alumbra; dos y quinta es una tela, quinta con primera es verbo y apellido tres primera; mi todo es cierta fi gura que el espaol mucho aprecia. 50 Mi prima es signo de msica; segunda otra nota lrica, mi tercera es un adverbio y el todo ave de rapia. 51 Mi prima es letra; segunda verbo, y el todo, cntico que mucho aprecio. 525 Francisco Laliga Gorgues SOLUCIONES CORRESPONDIENTES A LAS CHARADAS 1 Pjaro. 26 Adela. 2 Zaragoza. 27 Eleonora. 3 Oso. 28 Amartelado. 4 Granadino. 29 Dolores. 5 Roncaba. 30 Bgamo. 6 Abejorro. 31 Panadero. 7 Torero. 32 Afeminado. 8 Banquero. 33 Recinto. 9 Caracol. 34 Abanderado. 10 Ronca. 35 Acadmico. 11 Maceta. 36 Amorosa. 12 Lotera. 37 Paloma. 13 Casado. 38 Abada. 14 Calabaza. 39 Osada. 15 Mariana. 40 Amrica. 16 Aspera. 41 Dalia. 17 Tejado. 42 Vino. 18 Perera. 43 Desventurada. 19 Madreselva. 44 Verbena. 20 Camila. 45 Sevillano. 21 Micaela. 46 Garabato. 22 Carro. 47 Alicante. 23 Marcela. 48 Cadver. 24 Llorosa. 49 Galantera. 25 Emiliano. 50 Milano. 51 Oda. 526 Z Li.ffe. z et. 7 Episodio histrico -dramtico (Conquista de Elda por el Conquistador) Poesa. Herencia familiar ESCENA PRIMERA (Embajador cristiano, solo) Del ro de mi patria en las orillas donde entre brumas los recuerdos fl otan contemplo la bandera mahometana en los torreones de la villa mora. Elda infeliz! Al corazn ardiente asaltan tus dulcsimas memorias viendo cmo a comps de tus cadenas extranjera en tu hogar gimes y lloras. Dnde estn los cristianos campeones que en tamaa ignominia te abandonan Lloran an cual dbiles mujeres del Guadalete la fatal derrota. Oh, no! Jams! Que al Dios de sus mayores pidiendo esfuerzo, en alas de su gloria del gran Conquistador bajo la ensea van en la lucha a recabar su honra. Oye el blico son de sus clarines! Lleg, patria infeliz, la ansiada hora! Seca tu llanto que en tu oscuro cielo despunta el bello sol de la victoria. A la muralla me acerco a cumplir el real mandato. ESCENA SEGUNDA (Embajador cristiano y viga moro) EMBAJADOR (acercndose al castillo): Ah del castillo! VIGA: Quin va EMBAJADOR: Un caballero cristiano hablar con tu Capitn desea. Avise el soldado. VIGA: De parte de quin vens 529 Francisco Laliga Corgues EMBAJADOR: Del Rey, mi seor, y es vano preguntar, que os es su nombre conocido y respetado. Don Jaime el Conquistador me enva y urge su encargo. Avisa que salga pronto el capitn mahometano. (Retrase el vigia, apareciendo luego el Capitn y Emba jador moros). CAPITN MORO: Al ah, cristiano te guarde. EMBAJADOR CRISTIANO: Dios te d, moro, su amparo y acierto en la real propuesta que hoy a haceros soy llamado. CAPITN MORO: Ya s quien te enva y pienso lo que imaginis en vano Vais a imponer condiciones a mi victorioso brazo EMBAJADOR CRISTIANO: Escucha, moro, y evitar procura intil efusin de sangre humana. Cerca de aqu y en la extensin hermosa de estos frtiles valles desplegada al viento la seera, horror y espanto de la gente indomable de tu raza, las tropas de mi Rey mi vuelta esperan frente al muro y en orden de batalla. Don Jaime de Aragn que etapa inmensa entre laureles de correr acaba, cuyas conquistas dieran ya corona a ambicioso y magnfico monarca, el que lleva la cruz en su seera, la victoria en la punta de la espada, ese me manda a proponerte ahora la rendicin de la eldense plaza. Injustos poseedores sois hoy de ella 530 Poesa. Herencia familiar y doleros no debe el entregarla. En su gran corazn el Rey desea vctimas evitar y la matanza, la destruccin y horrores de un asalto. Sus condiciones son humanitarias: elegiris del rabe dominio el sitio o el lugar que ms os plazca, respetadas sern vuestras personas y empea en ello su formal palabra; vosotros mismos fi jaris el tiempo en que devuelta nos ser la plaza y sin que esto os deshonre o ignominie vuestra prudencia apreciar el Monarca. A la sombra de la cruz de sus banderas los hijos de Elda ayer se cobijaran y al prometerles l su noble amparo jur davar su ensea en tus murallas. Elda cima me di; por eso hoy vengo a haceros or la voz que en su desgracia al cielo eleva y que su Dios escucha mirndola llorar al pie del ara. Su Dios, moro, su Dios, el que en castigo cedi a vuestra invasin la cara Espaa pero que no a un olvido doloroso la releg despus en su ira santa. l desde Asturias anim a Pelayo a desnudar su acero por la Patria y brot la espaola Monarqua sobre sus cumbres de granito speras. Palmo a palmo, encharcndola de sangre, os arranc la tierra que pisaba trazando la gloriosa Reconquista en el mapa inmortal de sus hazaas. Fue cuando el velo funeral, al borde del panten se descea Espaa, y de l formando el lbaro asturiano el grito libertad! lanz indignada. Y ayer Pelayo fue y tras l cien hroes terror y asombro de tus gentes bravas la cruz de su victoria tremolando su historia ilustran con brillantes pginas. Y hoy es el adalid Fernn Gonzlez 531 Francisco Laliga Cargues y es el famoso y bravo Cid maana que escriben con la punta de su acero tinto en sangre sus blicas hazaas. Ms, cmo con recuerdos de otros das olvido la presente y cruel desgracia, ni cmo de otras glorias hablar puedo cuando el Conquistador aqu se alza No queris ocultar vuestros temores slo a su nombre que aclam la fama; de las islas Baleares, de Valencia, dganlo las conquistas arriesgadas. se me enva, pues; ni un solo da Elda sigue vertiendo vanas lgrimas; slo es tiempo de obrar, y as al momento contestacin espero a mi Embajada. CAPITN MORO: Siento mi frente arder, temblar mis manos cual nunca me ocurriera en las batallas y es que la indignacin que mi alma siente hace latir mi corazn de rabia. Dbiles y soberbios aun vencidos jams humillaris vuestra arrogancia, nadando estis en vuestra propia sangre y recordis an victorias falsas. Hora es ya que al alfanje de Mahomat rindis vuestra cerviz antes que caiga. Contesta, embajador, di a ese cristiano Cual sus conquistas el muslime guarda y a sus recuerdos de infecunda gloria contesta con las glorias de mi raza. EMBAJADOR MORO: Jams pens, espaol, que en este dia osara a tanto tu innegable audacia derrotados ayer, vuestras banderas como alfombras pisaron nuestras plantas. De mi caballo los ferrados cascos pisotearon vencidas vuestras armas y a proponernos vienes hoy la entrega de Elda con tal bravura conquistada Preciso es oh, cristiano! que te ciegue 532 Poesa. Herencia familiar ese indomable orgullo que os abrasa; la plaza no se entrega; el que la quiera por encima del muro ir a tomarla. Por qu evocar estriles memorias de hroes a quienes dais mentida fama De Almanzor slo el inmortal renombre basta a eclipsar vuestras proezas vanas. Mas no me pierdo como t en recuerdos para probar as que Dios te ampara. Tu Dios, es cierto, el Dios de Guadalete, de Alarcos, de Zamora o de las Galias. EMBAJADOR CRISTIANO: Qu osas decir Minti tu labio impuro! Mi Dios es el Dios fuerte de la Navas, de Calataazor, de Covadonga, de Clavijo, Gormaz y de Simancas! EMBAJADOR MORO: Qu importa! Por Alah! No han de vencernos esos nombres que ciego t proclamas. Venga el Conquistador, vengan sus huestes cargadas de laureles y de fama. Dejen la intil fama al pie del muro y truequen sus laureles en espadas, que la muralla que asaltar pretenden erizada estar de cimitarras. Y en estas frases que el valor me dicta doy la contestacin a tu embajada, mientras viva uno solo de los mos jams se entregar de Elda la plaza. Ve, pues, y di a ese Rey que aqu te enva lo que los hijos de Mahomad declaran. Ante el Profeta, de tu Dios la ayuda, orgulloso espaol, no vale nada. EMBAJADOR CRISTIANO: Insultos y desprecios devorando no te puedo escuchar ms tiempo en calma; sube la sangre a mi encendido rostro y se ahoga la voz en mi garganta. Mucho de tu valor fas, y mucho te ciega una victoria desgraciada 533 Francisco Laliga Corgues cuando as contestando a mi propuesta no temes y aun desprecias mi venganza. Ay de vosotros! Pero t lo quieres. No ms sufrir ofensas tan villanas; hoy de mi Dios conocers las iras que en nuestra ayuda a Santiago manda. Sectarios del Islam, guerra sin tregua... guerra! murmura en derredor el aura guerra! repite el torren eldano y hasta el cielo en sus tintas de escarlata ... Alza Vinalop la oculta frente que an tibia sangre de sus hijos mancha y sorprendido del marcial estruendo grita en hondo rumor: Guerra y venganza! Y a tantas voces de furor sublime sordas estar pudieran nuestras almas No ser, no, que arrebatado en ira dentro del pecho el corazn estalla. Cubierto de rubor y de vergenza el sol de ayer salv nuestras montaas hoy nos ver lavar de sangre en ros la mancha que en la faz la afrenta marca. Cabe los valles que nacer nos vieron hoy desnudamos la heredada espada; Elda, libre sers o al pie del muro vers nuestros cadveres, esclava. Pero no as, que en el tendido cielo ya luce la seal tan suspirada en ese fuerte que Mahomat deshonra la Cruz de Cristo campear maana. Ea, pues, necio moro; ya al combate. (desnuda la espada) a tus soldados con valor prepara y t mismo desnuda el corvo acero y a encontrarte ven luego con mi espada. Soldados, a la lucha, a la victoria; suene el ronco clarn, cunda la alarma y del yugo afrentoso mahometano libertemos por fi n a nuestra Patria. 534 el Santsimo Cristo del Buen Suceso y la Virgen de la Salud Poesa. Herencia familiar SOL DE JUSTICIA Sol de justicia, Dios humanado en la Cruz Santa que es el altar. Transfixo augusto te adoraremos y ofreceremos fe y ansiedad. En la cruz santa y en sacrificio puro te ofreces al padre all Del monte santo sobre la cima del cielo el iris t eres al fi n. Sol de justicia, Dios humanado en la Cruz Santa que es el altar, en la Cruz Santa que es el altar. Transfixo augusto, te adoraremos, y ofreceremos, fe y ansiedad fe y ansiedad, te ofreceremos fe y ansiedad. Dios de los cielos omnipotente augusta frente que al inclinar salvas al mundo t la Hostia Santa eres que encanta luz celestial. Augusta frente que al inclinar salvas al mundo, t la Hostia Santa 537 Francisco La liga Gorgues eres que encanta luz celestial. De nuestras culpas solo, abrumado, por el cansado peso eternal, en holocausto te ofreces vario en el Calvario que ara es, y altar. De nuestras culpas, solo abrumado por el cansado peso eternal en holocausto te ofreces vario en el Calvario que ara es, y altar, en el Calvario que ara es y altar. Sol de justicia, Dios humanado en la Cruz Santa que es el altar. Transfixo augusto te adoraremos y ofreceremos fe y ansiedad. En la cruz santa y en sacrificio puro te ofreces al Padre all Del monte santo sobre la cima del cielo el iris t eres al fi n. Sol de justicia, Dios humanado en la Cruz Santa que es el altar, en la Cruz Santa que es el altar. 538 Poesa. Herencia familiar Transfixo augusto, te adoraremos, y ofreceremos, fe y ansiedad fe y ansiedad, te ofreceremos fe y ansiedad. VIRGEN PURSIMA Pueblo venturoso, bendice a Mara que es tu eterno gozo salud y alegra. Por manos anglicas de faz peregrina hoy tiene este pueblo la perla ms fi na. Por manos anglicas de faz peregrina hoy tiene este pueblo la perla ms fi na, la perla ms fi na, la perla ms fi na. Pueblo venturoso bendice a Mara que es tu eterno gozo, salud y alegra, salud y alegra, salud y alegra. Virgen Pursima Madre amorosa bella y gloriosa de puro amor. Virgen Pursima Madre amorosa bella y gloriosa de puro amor. Oh, dicha hermosa que a Vos os cabe de ser la Madre de ser la Madre del Salvador. 539 Francisco Laliga Gorgues Oh dicha hermosa que a Vos os cabe de ser la Madre de ser la Madre del Salvador, del Salvador, del Salvador. Oh dicha hermosa que a Vos os cabe de ser la Madre de ser la Madre del Salvador, del Salvador. VILLANCICO A LA VIRGEN Salve del cielo reina y seora luz precursora de redencin. Tu amor inmenso, redimi al mundo numen fecundo del corazn. Rosa purprea de oro adornada, y perfumada de Jeric. Blanca azucena del valle puro, nuestra dulzura es slo tu amor. Salve del cielo, reina y seora, luz precursora de redencin, luz precursora de redencin. Tu amor inmenso redimi al mundo, numen fecundo del corazn del corazn, 540 Poesa. Herencia familiar numen fecundo del corazn. Puerta del cielo del mar estrella, tras de tu huella marcha el mortal y la luz pura de tu mirada de la ventura es manantial. Tras de tu huella marcha el mortal, y la luz pura de tu mirada de la ventura es manantial. Desde el mar sardo las oleadas siempre azuladas te traen aqu para la madre ser de tus hijos los ojos fi jos por siempre en ti. Desde el mar sardo las oleadas, siempre azuladas te traen aqu para la madre ser de tus hijos, los ojos fi jos por siempre en ti los ojos fi jos por siempre en ti. Salve del cielo reina y seora luz precursora de redencin. Tu amor inmenso, redimi al mundo numen fecundo de corazn. 541 Francisco Laliga Gorgues Rosa purprea de oro adornada, y perfumada de Jeric. Blanca azucena del valle puro, nuestra dulzura es slo tu amor. Salve del cielo, reina y seora, luz precursora de redencin, luz precursora de redencin. Tu amor inmenso redimi al mundo, numen fecundo del corazn del corazn, numen fecundo del corazn. 542 Poesa. Herencia familiar BIBLIOGRAFA Fillol Martnez, Vicente. Elda hace cien aos. 1884. Club de Campo. Elda. 1984. Navarro Pastor, Alberto. Historia de Elda. CAPA. Alicante. 1981. Navarro Pastor, Alberto y otros. Elda durante el primer tercio del siglo XX. 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Valle de Elda, 29 de Julio de 1967. Casa de Cul tura de Elda. El primer delincuente. Alborada, 1964. Bib. Emilio Maestre. El ltimo canto, fragmentos. Dahellos, Junio 1950. Bis. Privada Joaqun Busquiel. La bandera de la Cruz. Moros y Cristianos, 1967. Casa de Cultura de Elda. La expulsin de los moriscos. Rico Garca, Manuel y Montero Prez, Adalmiro. Ensayo biogrfico de escritores de Alicante y su provincia. Ins tituto Juan Gil Albert. Alicante, 1986. Con referencia a haber sido publi cado en El Eco de la Provincia de Alicante en 1883. La paz de la Aldea. Valencia. 1884. Bib. Privada Joaqun Busquiel. La virgen de la Salud, fragmentos. Dahellos, Sept. 1951. o, Idella, 129, 1928. Bib. Privada Joaqun Busquiel. La vuelta de la Primavera. Ilustracin Popular, 14 de Julio de 1879. Biblioteca Pblica de Alicante. Toms de Aquino. Rico Garca, Manuel y Montero Prez, Adalmiro. Ensayo biogrfico de escritores de Alicante y su provincia. Instituto Juan Gil Albert. Alicante, 1986. Con Rerefencia a haber sido publicado en el Boletn Revista de la Juventud Catlica de Valencia. 544

Herencia familiar

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