Historia de Elda. Tomo I

HISTORIA DE ELDA HISTORIA DE ELDA Coordinada por ANTONIOM. POVEDANAV ARRO Y JOSR. VALEROESCANDELL A YUNTAMIENTO DE ELDA C AJA DE AHORROS DEL MEDITERRNEO 2006 6 L a presente obra ni es la historia definitiva de la ciudad de Elda, ni lo pretende ni sera bueno que as fuera; no lo fueron tampoco las que la precedieron ni lo sern aquellas que la continen y superen. Toda historia no slo ref leja la vida del pasado, es tambin parte de la vida presente, de la manera en que una sociedad aborda sus races y se pregunta sobre aquellos problemas concretos que le preocupan en el momento que le ha tocado vivir: toda historia es tambin historia del presente. La obra que nos ocupa, a diferencia de las anteriores historias locales eldenses las de Lamberto Amat y Alberto Navarro es una obra colectiva. Ello supone evidentes ventajas pero ta mbin notables inconvenientes: puede disponer de los aportes de especialistas en las distintas pocas y temas, pero a costa de perder parte de la homogeneidad, de la coherencia interna de las obras de un nico autor. En nuestro caso, se ha recurrido adems, y voluntariamente, a colaboradores de div ersos planteamientos ideolgicos, de distintas concepciones metodolgicas y reconociendo la preeminencia de los historiadores se han buscado las aportaciones de gegrafos, economist as, fillogos y otras ramas del conocimiento; el resultado es, necesariamente, desigual, pero gana en pluralidad y permite una visin polidrica de una realidad heterognea. Como resultado de la diversidad metodolgica y de la heterogeneidad de los planteamientos, salvada la coordinacin mnima exigible, algunos autores han optado por una redaccin preocupada esencialmente por la capacidad divulgativa y otros han preferido no renunciar a la nota precisa o la matizacin concreta (las notas de aque- INTRODUCCIN GENERAL ANTONIOM. PO VEDANAV ARRO JOSRAMNVALEROESCANDELL Coordinadores El m207s antiguo escudo de Elda se Montesinos. 7 llos captulos que las utilizan se encuentran al final de cada volumen); algunos se han ceido especficamente al espacio concreto de la ciudad y otros han integrado los problemas locales en una perspectiva ms amplia; unos se han volcado en la interpretacin global y otros han preferido los lmites del hecho concreto. Por nuestra parte, hemos pretendido integrar tanto al estudioso local como a quien realiza su labor en el mbito universitario, manteniendo un cierto predominio de los investigadores de la ciudad pero abrien-do las puertas de par en par a quienes pueden observar desde fuera la realidad eldense; hemos centrado nuestro inters en integrar en esta obra a estudiosos nacidos o residentes en los municipios vecinos, aquellos que comparten actualmente la misma realidad vital q ue los eldenses. Se ha optado por trasladar al final de cada volumen la bibliografa utilizada en los distintos captulos del mismo, para aligerar el ritmo de lectura y para evitar reiteraciones, dado que eran numerosos los autores que compartan buena parte de las fuentes; se ha tratado de ref lejar exhaustivamente aquella bibliografa centrada en el estudio concreto de la ciudad y de reducir notablemente la de carcter ms general, que puede seguirse en gran medida gracias a las notas y matizaciones de los propios textos. Tambin se ha buscado, siempre que ha sido posible, la ilustracin complementaria q ue enriquezca y potencie los aportes de lo escrito, habiendo contado para ello con la colaboracin de revistas y entidades locales, que nunca lograremos agradecer suficientemente. Finalmente, muchos autores han q uerido dedicar su colaboracin a distintas personas, casi siempre familiares, casi siempre eldenses, muchas veces fallecidos. Sirvan estas lneas para recordarles a todos ellos, smbolos patentes de las races irrenunciables que nos atan a una ciudad y unas gentes. Actual escudo de la ciudad de Elda. I.S.B.N.: 84-87962-20-3 (Obra completa) I.S.B.N.: 84-87962-21-1 (Tomo I) Depsito Legal: A-119-2006 Editan: AYUNTAMIENTO DE ELDA. Concejala de Cultura C AJA DE AHORROS DEL MEDITERRNEO. Obras Sociales Diseo y maquetacin: ESTUDIO DAC, S. L. Impresin: QUINTA IMPRESIN, S. L. HISTORIA DE ELDA TOMO I De las cabaas a la villa (desde la Prehistoria hasta el siglo XVIII) ANTONIOM. PO VEDANAV ARRO Coordinador COLABORADORES: I RINAAGULLMARCOS REMEDIOSBELANDOCARBONELL MARAT. BERNGARCA LUISFERNANDOBERNABPONS JOSVICENTECABEZUELOPLIEGO AR TEMIOCUENCAPAY FRANCISCOJAVIERJO VERMAESTRE JUANCARLOSMRQUEZVILLORA ROSARIONAV ALNGARCA JESSPEIDROBLANES ANTONIOM. POVEDANAV ARRO JESSPRADELLSNADAL JOA QUNSAMPERALCZAR MARADOLORESSOLERGARCA E l lector que tenga en sus manos este primer volumen de una nueva Historia de Elda, que no es la primera ni ser la ltima, va a adentrarse en una etapa muy lejana en el tiempo pero en la cual se forjaron las caractersticas principales de la cultura y la vida que los eldenses hemos heredado en el presente, sin embargo, muchas de las cuestiones que aqu vamos a encontrar han sido olvidadas con el paso del tiempo, de t al modo que cuando ahora se lean las pginas de esta obra muchos de los lectores se sorprendern de lo mucho e interesante que hubo en la historia pasada, en los muchos siglos transcurridos desde la nebulosa fase prehistrica hasta los momentos de la Elda exultante durante su capitalidad de un Condado q ue, efmeramente, encumbr a la poblacin como nunca. El contenido de esta parte de la Historia de Elda combina varios captulos qu e retoman cuestiones ya conocidas pero que se presentan con una ptica actual, que sea suficientemente atractiva para todo tipo de pblico, especialmente para el no especializado con estos temas. Sin embargo, una de las mayores aportaciones que se pueden observar es el tratamiento que se hace de algunos asuntos nunca hasta ahora tenidos en cuenta. Del mismo modo, la document acin grfica que se presenta en muchos de los captulos es en buena medida indita, o desde luego extraa al pblico en general. Por otra parte, un igualmente importante valor aadido es que la bibliografa que aparece al final del tomo es la ms completa que se ha podido confeccionar hasta la fecha, de modo que cualquier persona que desee conocer qu trabajos se han escrito sobre el ms diverso aspecto de la historia eldense, podr saciar ampliamente esa curiosidad, cuando no necesidad; igualmente, con ese apartado se puede contemplar el numeroso elenco de buenos historiadores e investigadores que ha dado la ciudad de Elda, o que tambin desde fuera de la misma se han interesado por la evolucin histrica de sus tierras y sus gentes. Una caracterstica constante en el conjunto de esta parte de la obra es que se ha primado el contraste de investigaciones diversas, pero que tenan como objeto un mismo tema o poca, de modo q ue se ha respetado al mximo la teora o hiptesis de cada autor, dando lugar a que en ocasiones encontremos matices o apreciaciones que con sus posibles discrepancias enriquecen la bsqueda de la verdad histrica, ofreciendo al lector diversas opciones de entender la historia de Elda. Ello ha sido voluntariamente permitido por el coordinador en detrimento de su propio cometido, pero el resultado creo que ser bien valorado por todos. El captulo dedicado al medio fsico y ecolgico del Valle de Elda tena gran dificultad, pues presentar ciertos datos de cmo se form y evolucion y de sus diversas caractersticas no era fcil a la hora de aproximarla al lector profano, sin embargo, es un apartado de autntico lujo para la obra. Las huellas dejadas por las primeras comunidades humanas y su evolucin durante la Prehistoria es tambin una gran aportacin, pues su autor ha debido sintetizar en la medida de lo posible una ingente cantidad de nuevas informaciones que nos ac- INTRODUCCIN ANTONIOM. PO VEDANAV ARRO Coordinador 10 11 De las cabaas a la villa tualizan todo el conocimiento sobre el tema. Varios de los captulos, los dedicados a la cultura ibrica y la romana, han servido para presentar la gran riqueza que posee el patrimonio arqueolgico eldense, destacando, como no poda ser de otro modo, la figura y el papel que jug el principal centro urbano de la comarca, El Monastil, la antigua poblacin de Ello segn algunas fuentes latinas antiguas. La importancia de la cristianizacin del territorio del Valle tambin tiene un protagonismo especial, y seguramente sorprendente para propios y extraos. La et apa medieval es quiz de las ms ricas en sus numerosos captulos a ella dedicados, pero sobre todo por el ro de nuevas aportaciones llegadas desde el campo de la arqueologa y de los textos escritos, documentos de los principales archivos histricos del pas. Con todo ello se ha conseguido un salto cualitativo y cuantitativo increble respecto al conocimiento que tenamos hasta ahora de la fase medieval, siendo muy notable la aparicin novedosa de trabajos que profundizan en la cultura islmica del Valle. Pero no menos atractiva e interesante es la ltima parte del libro, la dedicada a la fase moderna. El amplio desarrollo de todos los aspectos que constituyeron el Condado de Elda revaloriza con mucho la historia de la Elda de ese momento, cuando la que pronto sera villa de Elda se dot de una infraestructura que tardara mucho en ser renovada o substituida, fue entonces cuando aparece un palacio en el castillo, aparece la primitiva iglesia de Santa Ana, ermitas, hospital, convento, pantano, e tc, cuyos restos lamentablemente hoy han desaparecido en su mayor parte. P or ello es valiossima la aportacin, por lo que tiene de recuperacin grfica y de la memoria, del captulo dedicado al arte de aquella sociedad eldense, es adems, la primera vez que se realiza un trabajo sobre este aspecto lo cual comport aba una gran dificultad, que parece haber sido convenientemente superada por sus autores. Tambin de la citada fase condal es reseable el captulo dedicado con gran acierto a la relacin de Elda con los sucesos de la Guerra de Sucesin. La faceta de la cultura, las creencias y las dev ociones populares no poda faltar en esta parte de la obra, y por suerte ha sido investigada y presentada con una inf ormacin muy clara y satisfactoria, que a yudan tambin a hacer ms rico y atractivo este tomo. Retra Semper historia de Elda. Introduccin Es evidente que el paisaje ha present ado a lo largo de la historia distintas formas y modos de relacin entre sus componentes. A una realidad en la que nicamente existan elementos naturales, abiticos, como las rocas, la circulacin de las aguas y las condiciones atmosfricas, se sumaron los factores biticos, como los suelos, la vegetacin y la fauna, que incorporaron nuevos elementos al paisaje, conformando el medio natural primario en el cual se basan los rasgos del paisaje. En estos medios y de ellos vive el hombre, por ello ms que un medio natural o medio fsico deberamos hablar de un medio ecolgico. En interaccin con los elementos que configuran el medio natural se superpone la actuacin humana y sta completa el cmulo de factores que nos permite interpretar la realidad actual del paisaje que contemplamos, como la suma compleja de elementos naturales y culturales en permanente relacin. Corresponde a este captulo el estudio del medio ecolgico de Elda, a partir del cual obtener una informacin suficiente que nos permita comprender mejor las formas actuales del paisaje municipal y su evolucin a lo largo de la historia. P or todo ello, abordaremos el anlisis a partir de argumentos explicativos sobre los factores y procesos que han propiciado el mosaico de usos del municipio y la distribucin de las actividades humanas. La estructura de los paisajes naturales es resultado de la concurrencia de va- rios componentes del sistema fsico que interaccionan entre s de forma dinmica en varias dimensiones. Por una parte, el paisaje vegetal est ntimamente relacionado con la naturaleza de las rocas y con las caractersticas del suelo, pero tambin con la disponibilidad de recursos de agua y con el contexto topogrfico que le envuelve. Por otra, los rasgos de los cursos f luviales son el resultado de las caractersticas climticas de un rea, de la disposicin morfoestructural de los elementos montaosos y de la cubierta vegetal, as como de los tipos y usos del suelo. Es evidente pues, la existencia de una clara interdependencia entre los diferentes elementos ambientales que intentaremos tratar de forma sinttica en las pginas que siguen. Entendiendo el paisaje del Valle de Elda como un sistema complejo, abordaremos en primer lugar el estudio de los elementos de tipo abitico, como el relieve, el clima, y las formas resultantes, para analizar posteriormente los de tipo bitico. Entendemos, no obstante, que es necesario jerarquizar todos estos factores q ue confieren complejidad para hacer ms comprensible la realidad del territorio, intentando aproximar las relaciones y subordinaciones que existen entre estos elementos. Situacin y contexto Situado en el SE de la Pennsula Ibrica, en la comarca alicantina del Medio Vinalop, el municipio de Elda disfruta de un clima de rasgos mediterr- 13 P aisaje y medio ecolgico en Elda ARTEMIOCUENCAPAY COPUT de la Generalitat Valenciana ROSARIONAV ALNGARCA Universidad de Alicante 1 neos y de un paisaje que se estructura en torno al curso medio del ro Vinalop, que acta como verdadero eje vertebrador de la vida en la comarca. El protagonismo histrico de este curso f luvial viene implcita en reiteradas referencias al Valle de Elda que sitan a la ciudad como centro de un conjunto formado por una espacio llano y frtil, circundado por la Sierra de Camara, Sierra de la Umbra, Sierra del Caballo, S del Cid, Monte de Bateig y Monte de Boln, adems de otros cerros de menor dimensin. Puede decirse, por tanto, que el eje a partir del cual se estructura el paisaje municipal es el ro Vinalop, que discurre por una de las lneas tectnicas maestras ms importantes del relieve alicantino. Esta fractura, con una alineacin NOSE ha constituido un corredor de paso natural que a lo largo de la historia ha conectado el espacio interior de la Meseta con el litoral mediterrneo. En la descripcin del paisaje eldense, de manera sinttica partimos de la distincin de un espacio claramente dual, entre el llano aluvial y los espacios de montaa, con diferente significacin para el poblamiento y el uso humano. Se ha descrito la importancia del ro como elemento articulador del territorio municipal en torno al cual se disponen los diferentes relieves. Este elemento central ha polarizado histricamente la actividad humana de la localidad, pues en torno a l se distribuyen los espacios de topografa ms relajada y, por tanto, en principio los ms aptos para el cultivo. La llanura f luvial tiene su mxima amplitud en el espacio ms meridional del municipio, donde se encuentran las partidas de Campo Alto, Estacin de Monovar, La Jaud y Almafr, pero tambin est presente en el extremo septentrional del municipio, tras la Sierra de Camara y la unidad de La Torreta-Monastil, en contacto con el territorio sajeo, donde encontramos los llanos de Camara y la partida del Chorrillo. En torno al valle las unidades mont aosas del municipio tienen su mayor protagonismo en el Norte y Oeste del mismo, donde se ubican la sierra de Camara, mxima altitud eldense, con 838 m y la Sierra de la Umbra que afecta slo parcialmente al municipio y que supera la isohipsa de 800 m. Adems, en torno a la Sierra de Camara se disponen otras dos unidades menores, que conforman el conjunto montaoso noroccidental: inmediatamente al Sur del alto de Camara, las Lomas de Prats alcanzan en el Picacho los 635 m. y en contacto con ellas, hacia el Este, encontramos las Crestas de Marn, con pendientes notables y una cota de 696 m. Cerrando el conjunto montaoso septentrional y actuando como portillo natural con los territorios del norte, se encuentra la unidad de La Torreta-Monastil, que no alcanza los 600 m. de altitud, pero que resulta de fcil identificacin por estar ceida por el ro Vinalop y por alcanzar pendientes superiores al 30 % en buena parte de su extensin. En los terrenos de la margen occidental del ro, quedan por destacar algunos relieves de menor importancia, por su altitud reducida, como son el Cerro de la Melva y Altico el Gordo, inferiores a 500 m. de altitud, a los que hemos de aadir el Monte de Boln, que alcanza los 656 m. Finalmente, en el espacio meridional del municipio, de forma independiente, aparece la Sierra de Bateig q ue, con sus 552 m de altitud, se extiende hasta el trmino municipal de Nov elda. Origen del Valle de Elda Todos estos relieves se han ido originando a travs de la historia geolgica del Valle, que se inicia en el denominado Periodo Trisico, hace unos doscientos millones de aos, con la rotura del nico continente que exista en 14HISTORIA DE ELDA Localizaci227n y contexto del municipio de Elda. aquel momento, el llamado Pangea. Por una de esas fisuras avanz un brazo de mar estrecho y poco profundo, semejante al actual Mar Rojo, incluso en clima, en cuyas mrgenes se depositaron arcillas rojas y materiales evaporticos, tales como yeso, anhidrita y sal gema. Actualmente, estos sedimentos se localizan a todo lo ancho del valle, aport ando ese tono rojizo al terreno, y hasta un cierto rendimiento econmico, ya que, en su momento, se explotaron canteras de arcilla y de yeso. Como curiosidades mineralgicas, cabe citar la espordica presencia de cuarzos bipiramidados, conocidos como Jacintos de Compostela, y de maclas de aragonito. Los af loramientos ms extensos aparecen bordeando Boln de Norte a Suroeste, por Los Corrales, Las Caadas, El Derramador y Las Canteras, as como en la zona de La Tafalera y el entorno de Bateig. El resto de la Era Secundaria es testigo de un mayor dominio marino, con aguas bastante ms profundas, a medida q ue los continentes se separan, y aparece el Mar de Tethys en lo que hoy es la Cordillera Btica. Obviando algn af loramiento aislado, los nicos testigos de ese largo periodo, en lo que a Trmino Municipal se refiere, se encuentran en la ladera Norte de Camara. All, casi siguiendo el lmite con Sax, aparecen unas calizas margosas, de edad jursica, en las que son frecuentes los restos de Belemnites y moldes de Ammonites. Ladera arriba, se pasa a unas margas de tonos verdosos y amarillos, que ya corresponden al Cretcico Inferior y Medio, substrato que ha sido colonizado por un agradable bosque de pinos, e inmediatamente surgen los acantilados en calizas dolomticas del Cretcico Superior, que continan por la ladera Sur hasta desaparecer bajo las Crestas del Marn y las Lomas de Prats, ya de edad eocena. Como curiosidad, puede apuntarse que en esa zona deben encontrarse las huellas del impacto meteortico que marc el final de la era de los dinosaurios, hace sesenta y cinco millones de aos, aunque hasta ahora no se ha encontrado, cosa que s ha ocurrido en la v ecina Agost. Dentro ya del terciario, y ms concretamente del Periodo Eoceno, cuyo mejor representante es el Cerro de Boln, se aprecia una paulatina retirada del mar, quedando el territorio emergido hasta que hace entre veinticinco y treinta millones de aos, entre finales del Oligoceno y principios del Mioceno, retornan las aguas, y dejan como testigos de su paso las formaciones de margas blancas, coronadas por areniscas y calcarenitas, de lo que hoy es la Sierra de la Umbra, la alineacin de crestas entre La Torreta y El Monastil, as como Bateig, ltimo relicto del postrero episodio marino en la zona. Esa definitiva retirada del mar tiene su origen en la actividad tectnica q ue, entre mediados y finales del Mioceno, pleg y levant los sedimentos fo rmados en el antiguo Tethys, al producirse la colisin entre las placas tectnicas Ibrica y Africana. A partir de ese momento, los relieves formados se ven fuertemente atacados por los agentes erosivos, lo que lleva a una excavacin de los materiales blandos, tales como las arcillas trisicas y las margas miocenas, respecto a los ms competentes, las calizas, calcarenitas, etc. que comienzan a resaltar en el relieve. En esas primeras etapas de la emersin no exista un sistema fluvial capaz de arrastrar los detritos erosionados, por lo que estos se van acumulando en las zonas deprimidas, de forma que el V alle de Elda presentara un aspecto semejante al de zonas prximas de di- 15P aisaje y medio ecolgico en Elda Principales top227nimos y distribuci227n del r fcil drenaje, como las de Salinas y Pl del Maa. Los pocos relictos que restan de ese episodio, aparecen hoy como capas aluviales colgadas a unos ciento veinte metros sobre el cauce actual del Vinalop, en puntos muy concretos, como La Tafalera. No hay fechas seguras para la antigedad de estos aluviones, pero es muy probable que ya se ubiquen en el P eriodo Pleistoceno, dentro de la Era Cuaternaria. La datacin mediante ESR de unos fragmentos de huesos fsiles de las proximidades de Guardamar, y correspondientes a una formacin coetnea a la aqu citada, proporcionaron una fecha de cuatrocientos noventa mil aos, pero con una imprecisin de +30% y -20%. Aparecen entonces los primeros indicios de actividad f luvial, ya que esos rellenos son excavados por unos cauces q ue se encajan hasta una profundidad de entre cuarenta y cincuenta metros aproximadamente, formando un nuevo manto aluvial que hoy aparece a una altura media de setenta y cinco metros sobre el Vinalop. Se carece de cualq uier tipo de datacin de esta terraza, pero Cuenca y Walter, analizando formaciones ms recientes y bien fechadas por C-14, encuentran que hay una elevacin de la corteza terrestre en esta zona que se produce a la velocidad de 25 centmetros por milenio, lo que dara a los aluviones colgados a ciento v einte metros una antigedad de cuatrocientos ochenta mil aos, en muy buena concordancia con la datacin ESR, resultando para estos ms recientes una edad de trescientos mil aos. Durante el penltimo periodo glaciar, la denominada Glaciacin del Riss, casi la totalidad de esas dos terrazas anteriores son erosionadas, formndose una extensa plataforma a 30-35 metros sobre el actual cauce, que desde hace ciento cuarenta mil aos, a comienzos del interglacial Riss-Wurm, y hasta hace unos cuarenta mil, se va rellenando con aluviones y algunas costras calcreas, formando unos glacis q ue recordaran a los actuales del Altiplano de Jumilla, por poner un ejemplo prximo. Sobre ellos se asentar, milenios despus, el actual casco urbano y las zonas de huerta. A continuacin se produce el ltimo interestadial de la Glaciacin del W urm, con un clima relativamente clido y hmedo, que origina el desarrollo de una red f luvial segn un trazado prcticamente similar al que puede verse actualmente. Este proceso, que comienza hace cuarenta mil aos, alcanza hasta el inicio del deterioro climtico introducido por la ltima fase glacial wurmiense, diez milenios despus. Los datos disponibles indican que el ro dej de f luir, aunque algo de agua se filtraba entre los aluviones, de forma q ue en las zonas bajas de La Jaud existieron charcas con algo de vegetacin, t al y como indican los paleosuelos encontrados. Las dataciones radiocarbnicas de elementos asociados a estos paleosuelos indican que ese episodio seco se produjo entre hace veinticuatro mil seiscientos y quince mil quinientos aos, cubriendo el periodo ms fro del pleniglacial (todas las dataciones C-14 segn Cuenca y Walker). Con el final de la glaciacin llega un periodo de grandes aguaceros que arrastran hasta el valle una ingente cantidad de aluviones desde los relieves circundantes, creando un manto que puede seguirse en numerosos af loramientos, siendo el mejor expuesto el que aparece al final de la Rambla de Bateig, poco antes de su conf luencia con el Vinalop, lugar este en el que tambin pueden apreciarse los paleosuelos antes citados. Este episodio ha sido datado entre doce mil doscientos y once mil aos. En parte de Europa, y especialmente en el entorno mediterrneo, se pasa entonces a un clima extremadamente seco, que convierte los cursos alto y medio del Vinalop en un paisaje sahariano, sin faltar los campos de dunas, como los del noroeste de Villena, y con capas de varios metros de espesor 16HISTORIA DE ELDA Vista de cerr primiti Pleistoceno Medio entr y el nor Imagen de paleosuelos con aluviones del 234ltimo per222odo glaciar de Ba de arenas elicas rellenando los valles y remontando las laderas. Hay dos fechas radiocarbnicas del mximo de ese periodo seco, una de las cuales procede de una terraza al pie del Monastil, que indica una edad de ocho mil novecientos aos, y otra de la Rambla de Caprala (Petrer) ocho mil doscientos. Los famosos Arenales del vecino Trmino de Petrer, uno ya desaparecido por la explotacin a que fue sometido, tuvieron su origen en aquellos momentos, y se han mantenido all durante ocho milenios, hasta que la mano del hombre ha destruido uno y amenaza al otro. El final de ese periodo tan extremadamente seco llega bruscamente con un paso a temperaturas altas y abundantes precipitaciones, que convierten los valles de los ros mediterrneos de la Pennsula, Vinalop incluido, en vergeles con abundante vegetacin y una rica fauna. Las fechas C-14 indican que estas condiciones perduraron desde hace algo ms de siete mil quinientos aos, hasta hace cinco mil, momento en q ue retorna la sequa durante un milenio, con el ro bajo mnimos, pasando despus a un rgimen pluviomtrico algo ms elevado que el actual, y con precipitaciones ms regularmente repartidas a lo largo del ao. La fecha C-14 para el inicio de ese milenio seco est en cuatro mil setecientos aos, y la ms prxima a su final es de tres mil novecientos. El Vinalop flua entonces por la superficie de su terraza actual ms baja, ya q ue no se haba producido esa incisin de entre ocho y diez metros de altura q ue, a modo de foso, delimit durante siglos el casco urbano por el Norte y el Oeste. No se tiene constancia de cuando se produjo ese encajamiento que lo llev a su morfologa actual, pero algunos indicios apuntan a que ocurri en poca romana o ms reciente, ya que en la zona de Aspe hay tumbas ibricas excavadas por el ro, y La Alcudia (Elche) parece que estaba rodeada por sus aguas. A la vista del registro geolgico, parece qu e esos procesos de encajamiento del cauce ocurren durante el paso de una poca fra a otra ms clida, por lo que puede plantearse la hiptesis de que este ltimo ocurriera en circunstancias similares, lo que nos llevara a los siglos VIII o IX de la Era Cristiana que es cuando se inicia un ascenso trmico general conocido como Pequeo Neotermal o Pequeo ptimo Climtico, y q ue perdura hasta el siglo XIII. Pero esto no es ms que una conjetura, sin base cientfica por ahora. Como final, puede indicarse que la morfologa actual del solar eldense es el resultado de un proceso milenario, que a escala humana se nos presenta como una foto fija, pero que seguir evolucionando y modificando el paisaje durante muchos milenios ms, cuando ya Elda no sea ms que una ruina prehistrica para nuestros paisanos de entonces, si es que los hay. Rasgos climticos actuales Los rasgos del clima de la provincia de Alicante estn ntimamente relacionados con su situacin en el espacio meridional de la gran zona planetaria de circulacin general del Oeste y con su posicin en la cuenca del Mediterrneo occidental, que propician un comportamiento de caractersticas propias. A sotavento de los vientos del oeste, tras las elevaciones de las cordilleras bticas, la comarca del Medio Vinalop se halla adems bajo la inf luencia de las altas presiones subtropicales, que se concretan para esta rea en el anticicln de Azores, cuyo balanceo estacional interviene en el libre paso o en el bloqueo de las familias de borrascas de procedencia atlntica. Pero adems la cercana del mar Mediterrneo, gigan- 17P aisaje y medio ecolgico en Elda Ar aguas a pantano de Elda, donde se obtuvo una muestra de C14. tesco reservorio de agua y caloras rodeado de elevadas cordilleras, permite una elevada evaporacin pero tambin un efecto suavizador de las temperaturas de los territorios aledaos, a causa de la inercia trmica de las aguas marinas, superior a la de la tierra, que permite un efecto atemperador de los territorios ribereos. Por otra parte, es de resaltar tambin la eficaz influencia de los relieves en los rasgos climticos, pues pueden afectar a elementos como la direccin de los vientos, la precipitacin, la temperatura, la humedad, nubosidad e insolacin, entre otros, capaces de crear un autntico mosaico de climas locales. Condicionado por estos factores y como resultado de ellos, el rea de estudio se inserta en el dominio del clima mediterrneo, caracterizado por inviernos suaves y veranos calurosos y secos; las precipitaciones son escasas e irregulares, con predominio de lluvias equinocciales que puede producir una acusada aridez estival, aunque con variaciones locales, segn la exposicin y orientacin respecto a los vientos hmedos. El espacio del municipio de Elda se haya a medio camino entre un clima continentalizado, que caracteriza los territorios de la comarca del Alto Vinalop, donde no son extraas las heladas invernales, y el clima del Bajo Vinalop con elevadas temperaturas y mayor humedad. As pues, en el curso medio del ro podemos hablar de una desnaturalizacin del clima mediterrneo litoral, debido a su mayor altitud y a su posicin ms alejada del mar, lo q ue se traduce en valores trmicos algo menores y una mayor amplitud trmica anual. Elda no posee un observatorio meteorolgico que, de manera continuada, ofrezca datos sobre las condiciones climticas del municipio, aunque s podemos contar con una serie de datos termopluviomtricos recogidos entre 1944 y 1973, a partir de los cuales se ha realizado el climograma municipal. En ausencia de datos fiables, nos basaremos en los datos del observatorio meteorolgico de Monvar, cuya proximidad y disposicin geogrfica respecto a los diferentes factores climticos, como la latitud, altitud y distribucin de los relieves, hace posible la extrapolacin de datos numricos sin demasiadas distorsiones. Te mperaturas La temperatura media es uno de los principales parmetros climticos para definir los rasgos de un rea y en sta, como ya se avanzaba anteriormente, intervienen factores como la latitud, altitud y proximidad al mar, entre otros. Estos dos ltimos son los elementos que permiten definir unas temperaturas suaves para el entorno del Medio Vinalop, con registros medios anuales entre 14 y 16 C (14,1C para Monvar), en transicin hacia los espacios de inviernos fros y rasgos ms continentalizados del Alto Vinalop. La altitud es el principal factor que explica la distribucin de las isotermas medias en el rea, que siguen un trazado similar al de las curvas de nivel del mapa topogrfico, como muestran los mapas adjuntos de temperaturas del mes de julio y enero, en las que es visible el dibujo de una cua de valores trmicos algo ms elevados afectando al territorio eldense, coincidentes con el V alle del Vinalop. Puede afirmarse que las altas temperaturas de los meses estivales responden, entre otros mecanismos, a la abundancia de cielos despejados y de horas de sol, prximo a 2800 horas /anuales, pero tambin, espordicamente, al soplo de vientos de poniente e invasio- 18HISTORIA DE ELDA Climog Fuente: Obser clima Ahorr (1944-1973) nes de aire clido y seco del norte africano, que pueden llegar a ocasionar situaciones de ola de calor. En relacin con los factores citados, los registros ms elevados se dan en los meses de julio y agosto, con datos medios que superan los 25 C y mximas absolutas que pueden rebasar los 40C (para el mes de julio en Monvar 42C de mxima absoluta en el periodo 1961-1990).En el contexto del medio Vinalop, la relativa lejana al mar hace que la inf luencia suavizadora de la brisa marina sea poco importante. A pesar de ello, el efecto de la marinada puede calificarse de moderado en este tramo del valle, debido a la disposicin de los relieves en f orma de corredor que favorece el trnsito de vientos hmedos y frescos varios kilmetros hacia el interior. Lo que sin embargo no impide que las temperaturas sean ms elevadas que en la costa causando una mayor sensacin de estrs trmico. Las temperaturas ms bajas se obtienen en enero, con registros medios entre 8 y 10 C, relativamente suaves (en Monvar 6,9 C), que constatan la inf luencia dulcificadora del mar en el espacio municipal, como espacio de transicin entre la costa, que presenta inviernos muy benignos y medias superiores a 10 C, y los registros del Alto Vinalop, debido a la altitud, pero sobre todo a la continentalidad, que le aproxima al duro invierno manchego. Ha de tenerse en cuenta, tambin el elemento de la altitud, pues segn el gradiente trmico altitudinal, que se cifra en 06 C de disminucin de la temperatura cada 100 m de ascenso, podemos encontrar en el entorno municipal sensibles variaciones en las temperaturas segn se trate de los espacios llanos, que predominan en el conjunto con cotas entre 300 y 400 m, o de las reas montaosas circundantes, donde podran encontrarse registros inferiores. Precipitaciones Un rasgo define el clima del SE espaol y este es la aridez. La situacin en la Pennsula Ibrica de la provincia de Alicante, la existencia de montaas que la sitan a sotavento respecto a los vientos hmedos y la disposicin de los relieves costeros explican la escasez de precipitaciones en el Sur valenciano y en la comarca del Medio Vina- lop. Esto se debe sobre todo a la desfavorable exposicin de este entorno respecto a la trayectoria de los vientos capaces de generar precipitacin, que 19P aisaje y medio ecolgico en Elda Te ra media del mes de julio Te ra media del mes de ener en este rea proceden del N y NE provincial.As pues, las precipitaciones son parcas y sometidas a una fuerte irregularidad anual, con una media en el periodo 1961-1990 de 321,1 mm. para el vecino municipio de Monvar, distribuida en apenas 35 das de lluvia anual de promedio. Se trata, en general, de lluvias de fuerte intensidad horaria y estacional, concentradas fundamentalmente en los meses de otoo y primavera, que acaparan la mayor parte de las precipitaciones (cerca del 65%). A esta aleatoriedad anual se suma adems una irregularidad interanual bastante acusada que hace posible que, algunos aos, en pocas horas de lluvia pueda llegar a caer cerca de la mit ad del volumen anual medio. Los meses estivales suelen ser secos, en especial julio y agosto, de forma que describimos un ritmo estacional de las precipitaciones OPIV (otoo, primav era, invierno, verano), en el cual los mnimos de lluvia coinciden con las mximas temperaturas, potenciando uno de los principales rasgos del clima de la comarca, la aridez. Escasez de precipitaciones y elevada irregularidad anual disminuyen bastante la eficacia de las lluvias, que se hallan lejos del ptimo ecolgico para el desarrollo de una cubierta vegetal importante o de una agricultura de regado rentable. De hecho, la escasa agricultura que puede encontrarse en el municipio eldense se relaciona fundamentalmente con especies leosas de secano como el almendro y el olivo. Por o tra parte, la fuerte intensidad horaria en las precipitaciones, hace que el suelo sea incapaz de retener siquiera una fraccin suficiente del agua de lluvia al rebasarse la capacidad de campo del suelo, lo que disminuye ms an su eficacia. R ed hidrogrfica La configuracin del relieve y los materiales que lo forman, junto a los rasgos del clima, ofrecen informacin fundamental para caracterizar la red hidrogrfica que atraviesa un paisaje y q ue le aporta una serie de rasgos bsicos para entender los procesos y usos humanos que sobre el territorio se asient an. En el caso de Elda, como en otros lugares, el relieve condiciona el modo en q ue se produce la escorrenta superficial, q ue constituye un agente modelador del paisaje de primer orden al sumarlo a la naturaleza de los materiales. Merece especial atencin para el Valle de Elda, la existencia de materiales trisicos del Keuper, formados por yesos y arcillas rojizas cargadas de sales, que facilitan la escorrenta concentrada y la erosin lineal, dado el carcter deleznable de estos materiales. Si a ello unimos la existencia de la ya citada gran lnea de fractura del Vinalop, que favoreci el asomo de estos materiales blandos, entenderemos mejor el encajamiento del ro a partir del portillo de la Torreta-Monastil y su orientacin NO-SE, contraria a las directrices de los relieves bticos. La red hidrogrfica del Valle de Elda se organiza en torno al eje del ro Vinalop, del que son tributarios la may or parte de los barrancos y ramblas del municipio. Se trata, en general, de un organismo f luvial de escasa import ancia al no ofrecer aportes hdricos ni abundantes, ni continuos para abastecer al consumo humano. Su denominacin de ro-rambla se haya ntimamente relacionada con los rasgos climticos de la zona de condiciones semiridas, con intensa sequa estival y 20HISTORIA DE ELDA Pr mximos equinocciales, sobre todo en otoo, cuando se registran las mayores crecidas, causantes de inundaciones y efectos catastrficos, como los acaecidos en octubre de 1982. Precisamente, para evitar la repeticin de las nocivas consecuencias de inundaciones y av enidas del ro de las que histricamente se tena constancia, se plante la canalizacin y artificializacin del cauce a su paso por el casco urbano. En este contexto de penuria en la alimentacin hdrica, pero de irregularidad notable y conocidas crecidas, en un entorno topogrfico donde no son escasas las pendientes superiores al 15% e incluso al 30%, no es de extraar la mencin reiterada en textos histricos a las tareas de prevencin de las avenidas f luviales, tal y como expresa Lamberto Amat: La industria de los labradores ha ido est ableciendo en todas las vertientes pequeas suertes de tierras sostenidas por toscos pero vistosos y seguros mrgenes de piedra, a fin de utilizarlas quitndole el peligro de los arrastres de las lluvias torrenciales y reduciendo a stas a que corran por slo tres ramblas, que son la de Caprala al NE, la de Petrel al E y la del Cid al SE, salvo dos o tres insignificantes barrancos que unos y otros desaguan en el Vinalop Al hilo de lo expresado, los cauces tributarios del ro Vinalop en el espacio eldense, no son ms que ramblas y ramblizos que llevan agua tan slo de f orma espordica, con ocasin de las lluvias de alta concentracin horaria tpicas del mbito mediterrneo. Su trayecto es corto y sus fondos suelen ser pedregosos y poco jerarquizados en general. De hecho, pocos de estos ramblizos llegan a desaguar al ro Vinalop, pues buena parte de ellos acaban perdindose por infiltracin en los materiales aluviales y coluviales de los glacis. Algunos de estos elementos, los ms relevantes, siguen lneas estructurales, coincidiendo con el sistema de fallas inversas al pie de la S de la Umbra, y con las fallas que demarcan las Lomas de Prats y Crestas de Marn. Se trata de la Rambla del Sapo y Rambla de la Melva que, desde la faldas de Camara, discurren en direccin SE hasta encontrarse con el ro Vinalop. Por o tra parte, en el espacio oriental del municipio, el Barranco del Derramador presenta una direccin SE, de la q ue son tributarios una red de canales, barrancos y paleocanales entre la S de U mbra y el conjunto del alto de Camara, hasta que se infiltra en los materiales aluviales del valle. Finalmente cabe citar la Rambla de Bateig de direccin NE que, encajada en materiales blandos, tanto trisicos como cuaternarios, llega a conectar con el ro al pi de la sierra del mismo nombre. Tras lo expuesto en relacin con los rasgos climticos y con la red hidrogrfica, parece evidente que a lo largo de la historia el hombre ha debido 21P aisaje y medio ecolgico en Elda Canalizaci227n del r222o Vinalop227 a su paso por el casco urbano de Elda. Aspecto actual de la pr pantano de Elda. realizar un esfuerzo importante para incrementar los recursos hdricos del valle para su empleo en la agricultura y en el abastecimiento humano. Si a ello unimos la preocupacin cierta por las posibles avenidas del ro, es obligada la mencin a la construccin de embalses para retener parte de las aguas corrientes en este captulo, dedicado al medio fsico como condicionante del paisaje humano del rea.De forma alargada y ms 49,5 Ha de extensin, el Pantano de Elda se halla en la vertiente septentrional de la elevacin de la Torreta-Monastil, donde se encaja. Fue construido en el siglo XVII para contener las aguas de arroyada y regular el caudal del ro, con una altura inicial de 13 y 9 m de grosor en la parte ms alta. La ausencia de aliviaderos y la desproteccin de los cimientos hizo que en 1793 la presa se rompiera, tras unas lluvias otoales de fuerte intensidad. En 1890 se inici la reconstruccin de la presa con una me- nor altura (3,96 m) pues con una dimensin igual a la que posea inicialmente el agua embalsada podra inundar la va del ferrocarril, ya construida. Con dos portillos, uno para salida de agua de regado y un aliviadero, junto a la presa se construyeron tambin canales, acequias y pasos elevados para conducir agua hasta los espacios de huerta y hasta la central hidroelctrica. Las condiciones climticas, fundamentalmente por lo irregular y espasmdico de las lluvias, junto a la capacidad de arrastre de sedimentos de las ramblas y ramblizos aledaos, entre o tros factores, propici que en la actualidad el embalse se halle colmatado y aterrado. Esta circunstancia, sin embargo, ha tenido su faceta positiva ya q ue en este paraje se ha ido desarrollando vegetacin palustre y de ribera gracias a la humedad constante del rea y a la escasa intervencin humana. Sus rasgos, paisajsticamente representativ os de los Embalses de f luctuacin escasa de la regin, con un importante valor natural, patrimonial y etnogrfico, le han hecho merecedor de ser incluido en el Catlogo de Zonas Hmedas de la Comunidad Valenciana, en desarrollo de la Ley 11/1994 sobre Espacios Naturales Protegidos, favoreciendo as una mejor conservacin paisajstica de este enclave de indudable valor, a partir del reconocimiento tcnico y social. P oblamientos vegetales Con el nimo de completar la caracterizacin paisajstica del municipio, se ha abordado el anlisis de la cubierta v egetal, a partir de la diferenciacin de una serie de unidades paisajsticas, tomando como base tanto el relieve y la naturaleza de los materiales del substrato, como las condiciones climticas generales y particulares de cada rea, que en algunos casos son determinantes de la distribucin de las especies. As ocurre, por ejemplo, en los espacios ms elevados de naturaleza caliza, en las reas de af loramientos yesferos y salinos, o en los cauces de circulacin espordica que constituyen, adems de unidades de paisaje, algunas de las principales agrupaciones vegetales presentes en Elda. A pesar de la escasa dimensin del territorio de anlisis podemos hablar de cierta variedad en las especies vegetales 22HISTORIA DE ELDA Ve etaci227n potencial de la pr del municipio, debido a la diversidad de ambientes antes citados. Pero tambin debemos hablar de una cubierta vegetal escasa y dispersa, que se relaciona con las alteraciones del municipio que el hombre ha ocasionado y con los diferentes usos del suelo que se han ido sucediendo (cultivos, ganadera, urbanizacin y construccin de infraestructuras, repoblacin, etc.) y que han determinado mutaciones en la vegetacin primitiva que ha respondido de un modo u otro, segn la intensidad de los cambios. El punto de partida para la caracterizacin del actual paisaje vegetal viene definido fundamentalmente por las caractersticas climticas del entorno, en este caso fuertemente condicionadas por la escasez en las precipitaciones y por unos registros trmicos en general suaves, sin que deba obviarse la existencia de contrastes entre diferentes sectores municipales segn la exposicin a los vientos hmedos, como clave para la definicin de dominios de vegetacin potencial en el rea. Pero a este mosaico resultante debemos adems unir los condicionantes vinculados a las caractersticas litolgicas, edficas y topogrficas del terreno, que condicionan la existencia de vegetacin de ectopos singulares, como es la rupcola, la ruderal y la de ramblas y barrancos. Segn los rasgos fsicos definidos para el territorio eldense 1, podra identificarse el dominio del coscojar continental ( Rhamno lyciodi-Quercetum coccifer ae) en los sectores ms elevados de las sierras del espacio noroccidental alicantino, entre 400 y 800 m de altitud, con unos rasgos climticos algo continent alizados. A este dominio que podra asimilarse con la umbra de la S de Camara en su sector ms elevado y con el espacio ms septentrional de la S de la U mbra, correspondera una formacin en la que predomina la coscoja (Q. Coccifera,) , junto a la cual se encuentran especies como el espino negro ( Rhamnus lycioides), sabina mora ( Juniperus phoenicea ) y enebro ( Juniperus oxycedrus ), adems de lentisco ( Pistacea lentiscus ). El matorral degradado se caracteriza por la presencia de romero ( Rosmarinus officinalis ) y o tras especies helifilas (Helianthemum sp), pasando por ltimo a un pastizal en el q ue predomina el espartizal ( Stipa tenacsima, Lygeum spartum y Brachypodium retusum). Hacia el sur, las mejores caractersticas trmicas y el predominio de unos rasgos semiridos, que podemos encontrar en las vertientes meridionales de Camara y la Umbra, junto a las Crestas de Marn, Lomas de Prats y Boln, permiten el desarrollo del dominio del coscojar sublitoral (Querco cocciferae-Pistacieto lentisci). De carcter ms abierto que el anterior, en este dominio a las especies anteriores se aaden otras ms termfilas, como pueda ser el lentisco (Pistacea lentiscus) y el acebuche ( Olea europeae var sylvestris), al que debemos sumar el pino carrasco ( Pinus halepensis), especie dominante en las elevaciones eldenses, a pesar de no aparecer en el diseo inicial de los dominios potenciales. Los matorrales pertenecen a diversas asociaciones de la alianza R osmarino Ericion , con una ltima etapa regresiva de pastizales que correspondera a gramneas del gnero Brachypodium y ua de gato ( Sedum sediforme ). P or otra parte, en los espacios municipales en los que se dan afloramientos del Keuper, la distribucin de la veget acin no sigue pautas climticas sino litolgicas, con especies asociadas a suelos yesosos y salinos. A ella aludimos como vegetacin ligada a margas yesf eras, con especies como el arnaldo ( Ononnis tridentata), Heliantenum squamatum , Teucrinum libanitis, Gypsophila struthium, as como la albada (Anthyllis cytisoides ) o el escobn ( Salsola genistoides ). Algunos de estos gneros tambin aparecen en especies vinculadas a la vegetacin de ribera y cauces de barrancos y ramblas, como ocurre en las mrgenes del ro Vinalop, en ramblas y barrancos, as como en el Pantano de Elda. En este dominio las formaciones ms abundantes son las constituidas por bosquetes de taray ( Tamarix sp ), indicadores de cierta salinidad, y adelfas ( N erium oleander ), adems de zarzas ( Rubus sp ), juncos ( Juncus sp) y caas ( Arundo donax). Es este un escenario modlico en el que definimos los dominios y reas de v egetacin primitiva, pero que en algunos casos distan mucho de asemejarse a la vegetacin actual, como resultado de las modificaciones introducidas por el hombre a lo largo de la historia, bien por agricultura, abandono, pastoreo o t alas. Todo ello ha modificado de forma sustancial la composicin f lorstica de las formaciones vegetales iniciales has- 23P aisaje y medio ecolgico en Elda ta llegar a la situacin presente en la q ue, de forma predominante, encontramos formaciones subseriales o estadios regresivos de los dominios potenciales que, de forma progresiva o regresiva ocupan el territorio. Tras lo expuesto, definimos ahora los rasgos de la vegetacin actual con una doble distincin del territorio eldense: -Por una parte, los espacios donde el grado de transformacin humana es ms acusado, como espacios de culti- vo y reas urbanizadas, que se identifican con una vegetacin ruderal o arvense. sta ocupa fundamentalmente los espacios llanos, que coinciden con espacios de glacis, abanicos aluviales, terrazas y laderas margosas. En el caso de Elda se hallan en el rea central y sudoccidental del municipio, donde encontramos matorrales de caractersticas semiridas y escasa biomasa. Prximo a los espacios serranos de Camara y la Umbra, pueden todava encontrarse algunas reas de cultivo, en pequeas depresiones intramontanas y laderas fav orables en las que, adems de cultivos de secano, como el almendro y el olivo, se encuentran tambin algunas formaciones arbustivas y de matorral en las mrgenes de ribazos y bancales. -Como segundo gran dominio de vegetacin actual, encontramos las reas menos humanizadas en las que se desarrolla vegetacin de carcter espontneo o semiespontneo. Su ubicacin predominante se da en las elevaciones eldenses, con formaciones vegetales que en su mayora podemos denominar de matorral, con porte arbustivo, subarbustivo y herbceo. Estn formadas por una asociacin en la que se incluye una variedad notable de unidades de vegetacin, como romerales (alianza Rosmarino-Ericion), aulagares (Ulex parviflorus ), estepares, coscojares, tomillares ( Thymo-Siderition) y matorrales gypscolas (de yeso). Estas agrupaciones de matorral han sustituido tericamente a los carrascales y coscojares potenciales, y son las formaciones dominantes en solanas y umbras moderadas de las sierras, donde las calizas estn cubiertas por derrubios de escaso espesor. No presentan una cubierta de suelo muy densa, en general inferior el 50%, excepto en los espacios de campos de cultivo abandonados donde adquieren mayor espesor, especialmente en el contacto entre las sierras y los glacis. Tambin cabe citar los espartizales ( S tipa tenacsima , Lygeum Spartum y Brachypodim retusum ), con especies como el esparto, albardn, bufalaga y tomillo, como formacin herbcea abierta, situada en las laderas de solana de las elevaciones eldenses, donde adquiere cierto espesor. En los sectores de mejor exposicin a los vientos generadores de precipitacin y mayor humedad en la Sierra de Camara, Crestas de Marn, la 24HISTORIA DE ELDA Imagen de la umbr222a de Camara, donde encontramos una ve ma de por Consolidaci227n de las re s f ver unidad de La T tambi216n se a de las laderas de solana pr del municipio Umbra y vertiente norte de Boln, superpuesto a estas formaciones arbustivas del dominio de matorral, encontramos reas de pino carrasco ( Pinus Halepensis ), que es la vegetacin arbrea predominante en el municipio, aunque puede encontrarse algn ejemplar de carrasca en la Sierra de Camara. En algunos casos la cubierta de pino carrasco se relaciona con repoblaciones forestales, realizadas en distintos momentos y que han ido prosperando adecuadamente en diferentes espacios como la umbra de la Torreta, Bateig o monte de Boln. 15 Debe distinguirse igualmente como v egetacin actual dominante en Elda la relacionada con espacios de naturaleza salina o vegetacin halfila, que encontramos en las reas donde afloran las margas yesferas del Keuper, en las proximidades Vinalop. Tambin prximo al ro-rambla, pero asociada a la humedad de los cauces del municipio, podemos encontrar vegetacin ripcola, de riberas y cauces de barrancos y ramblas, habitualmente secos y cubiertos de cantos. Esta formacin vegetal se compone fundamentalmente de caaverales ( Arunda donax) y tarayares, pero tambin de baladres o adelfares ( Nerium olander ), zarzas y juncos. En Elda podemos encontrarla situada en las mrgenes no artificializadas del ro, as como en cauces de ramblas y barrancos tributarios de ste y, creando un espacio de indudable calidad ambiental, tambin en el paraje del Pantano eldense. La vegetacin es quizs el componente del sistema natural ms expresivo de los rasgos del medio ecolgico, pero tambin es el ms vulnerable por su dinamismo y adaptacin a las condiciones climticas, edficas y geomorfolgicas 16y sobre todo a las modificaciones humanas. Por ello, resulta de especial inters analizar las unidades v egetales como sntesis que permite identificar las diferentes unidades del paisaje local. 25P aisaje y medio ecolgico en Elda Aspecto de un bosque de tara en el entorno del pantano eldense Fo a216r norte del municipio donde se obser ele cubierta ve concentrada sobr ver A todos los miembros de la Seccin de Arqueologa del Centro Excursionista Eldense A n estamos muy alejados de realizar una propuesta debidamente contrastada sobre el desarrollo histrico en el Valle de Elda y en las tierras meridionales valencianas para los momentos prehistricos. No por el objeto de anlisis. Ni siquiera por la escasez de base emprica, que la hay, sino ms bien, por la necesidad de elaborar un conjunto de hiptesis, lgicas y concatenadas, y empezar a dejar en un plano secundario las aburridas descripciones de evidencias materiales con las q ue los arquelogos llenamos un importante nmero de pginas, sin plantearnos realmente cul fue el proceso histrico en estas tierras. Asumiendo el riesgo que supone elaborar una propuesta basada en hiptesis, no podemos iniciarla si no es est ableciendo el marco referencial sobre el q ue podremos argumentar nuestro estudio. En primer lugar, es fundamental tener presente cul es la calidad de la informacin arqueolgica disponible, t anto en lo que actualmente ocupa el solar de Elda, como de la cuenca del ro Vinalop y reas colindantes, ya que en ellas reside la posibilidad de poder validar o refutar muchas de las hiptesis que podamos plantear, especialmente las ref erentes o relacionadas con posibles cambios en la esfera de lo social. Los conocedores de la informacin generada en estas tierras, estarn de acuerdo en que las bases arqueolgicas con las que contamos para el Valle de Elda son muy escasas, al no haberse realizado en la zona, ni prospecciones de f orma sistemtica, ni excavaciones extensas. Los trabajos de campo realizados por los miembros del Centro Excursionista Eldense hace varias dcadas, junto a la publicacin del ao 1997 sobre el poblamiento prehistrico en el Valle de Elda de G. Segura y quien firma este texto, siguen siendo la base con la que afrontar algunas de nuestras propuest as, al menos para los momentos prehistricos. La excavaciones realizadas en el asentamiento calcoltico de la Torret a-El Monastil en 1999 se debieron a una actividad de urgencia y las efectuadas en El Monastil, fueron realizadas en los aos 1960 por miembros del Centro Excursionista Eldense, y en las ms recientes, desde mediados de la dcada de los 80 del siglo XX, bajo la direccin de A. M. Poveda Navarro 1. No obstante, algo mejor articulada y elaborada encontramos la informacin disponible para el resto de las zonas colindantes, destacando por su calidad la generada en el corredor de Villena. La prospeccin del territorio y la excavacin de yacimientos han sido las tcnicas fundamentales a partir de las que se ha obtenido informacin de calidad. Se han realizado buen nmero de trabajos que han servido, en buena medida, para evaluar la informacin generada y escrita con anterioridad. Las prospecciones de superficie de carcter sistemtico realizadas hasta la f echa se han centrado fundamental- 27 La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda FRANCISCOJAVIERJOVERMAESTRE U niversidad de Alicante/Museo Arqueolgico y Etnolgico Municipal de Petrer 2 mente en la cuenca alta del ro Vinalop, mientras que las cuencas media y baja del Vinalop, aunque muy prospectadas, no han sido objeto de estudios sistemticos. Las nicas excepciones se corresponden con la prospeccin realizada por J. R. Garca Ganda en Aspe, Hondn de los Frailes, Hondn de las Nieves y La Romana. El diferente grado de prospeccin muestra la existencia, en el Alto Vinalop, de una densidad de enclaves algo mayor, especialmente para momentos como la Edad del Bronce. En este sentido, aunque son varios los yacimientos conocidos en Elda, especialmente, los de adscripcin prehistrica, es necesario en breve espacio de tiempo, iniciar la prospeccin sistemtica del trmino municipal as como emprender alguna excavacin, que a buen seguro, deparar interesantes aportaciones. Ahora bien, en la misma lnea argumental, tambin debemos sealar las limitaciones que ofrecen los reconocimientos superficiales, especialmente los efectuados en las tierras llanas y de fondo de valle, aunque stos sean sistemticos. Como ejemplo indicaremos que el rea donde se localiz el yacimiento calcoltico de La Torreta-El Monastil, justo en la terraza situada en la margen derecha del ro Vinalop, fue prospectada sistemticamente con anterioridad a su excavacin, siendo totalmente nula la localizacin de evidencias. Solamente cuando se realizaron sondeos mecnicos se pudo empezar a definir. Por esta razn, nicamente para los yacimientos emplazados en altura (sobre cerros, estribaciones montaosas) como suele ser comn en estas tierras para periodos como la Edad del Bronce y siempre, con ciertas reservas, podemos considerar que las prospecciones aportan una informacin algo ms ajustada a lo que pudo ser la ocupacin real del territorio. Otra cuestin es la informacin obtenida a travs de la realizacin de excavaciones arqueolgicas en yacimientos de la cuenca del Vinalop. Son varios los yacimientos de adscripcin prehistrica que han sido excavados en las ltimas dcadas. La documentacin arqueolgica obtenida de yacimientos neolticos como Ldua (Novelda) o la Cova Sant Mart (Agost); calcolticos como La Torreta-El Monastil (Elda), Cova del Cantal (Biar), Les Moreres (Crevillente); de la Edad del Bronce como Caramoro I (Elche), El Monastil (Elda), Tabay, La Horna (Aspe), Lloma R edona (Monforte del Cid), Pea de Sax (Sax), Barranco Tuerto, Terlinques y Cabezo Redondo (Villena); del Bronce Final como Caramoro II (Elche) o Penya Negra (Crevillent), constituyen la base emprica con la que poder contrastar las diversas hiptesis que aqu vamos a sustentar, aunque de casi ninguno de ellos ha sido publicada toda la informacin obtenida. A continuacin vamos a realizar un rpido repaso a la ocupacin prehistrica de estas tierras, tratando de analizarlo en un proceso secuencial. La primera presencia humana: los grupos humanos cazadores-recolectores P oco podemos comentar sobre la existencia o no de grupos humanos de base cazadora-recolectora en el Valle de Elda. P or el momento, no tenemos constancia arqueolgica de su presencia, aunque s se localizan evidencias claras en las tierras del entorno inmediato. Yacimientos como el Barranco de la Coca en Aspe o la Cueva del Cochino en Villena muestran la ocupacin del Vinalop por parte de grupos de Homo neanderthalensis con una antigedad superior a los 35.000 aos; los restos materiales documentados en Cova del Sol (Hondn de las Nieves) o Cueva Grande de la Huesa Tacaa (Villena), con evidencias de ocupaciones del Paleoltico superior y por grupos de Homo sapiens, as lo atestiguan. No sera de extraar q ue la realizacin de prospecciones sistemticas en el Valle de Elda permitiera localizar algn yacimiento de similares caractersticas, o al menos, correspondiente a grupos predadores. En este sentido, las piezas retocadas procedentes de la rambla de los Colegiales en Petrer podran ser un indicio nada desdeable. La reciente confirmacin de una ocupacin humana durante el VIII milenio aC en la Cova Sant Mart en Agost, junto a las ya conocidas del Fontanal (Onil), La Cueva del Lagrimal y Pinar de Tarruella (Villena) evidencian una cierta continuidad en la ocupacin de la cuenca que se mantuvo hasta la irrupcin de las primeras comunidades productoras de alimentos, como as parecen atestiguarlo yacimientos como Casa de Lara en Villena. 28HISTORIA DE ELDA 5000-3500 AC: los primeros campesinos en el Valle de Elda Como hemos visto con anterioridad, el poblamiento del ro Vinalop por parte de las primeras comunidades de Homo sapienstuvo lugar al menos, desde hace algo ms de 20.000 aos. No obst ante, la ocupacin humana ms estable del valle se tuvo que producir milenios ms tarde, con la irrupcin de comunidades campesinas, ya que por el momento, todos los estudios indican que las especies domesticadas (trigo, cebada, cabra, oveja, cerdo, etc.) fueron introducidas en la Pennsula Ibrica por grupos humanos procedentes de otros lugares de la cuenca mediterrnea, siendo el denominado modelo dual, la explicacin ms cercana a la realidad en la actualidad, al dar mayor contenido al registro arqueolgico disponible. Este modelo el conocido como dual, se ha ido enriqueciendo y perfeccionando durante ms de veinticinco aos, ya que sus primeras formulaciones cuentan ya con ms de un cuarto de siglo. No obstante, no hemos de olvidar q ue se trata de una simplificacin de una realidad que con total seguridad fue inf initamente mucho ms compleja. Hacia el 6000/5500 aC en el Levante peninsular se empieza a constatar la presencia de comunidades humanas con un modo de vida agropecuario, desconocido hasta el momento en estas tierras, q ue durante un perodo de tiempo algo impreciso convivieron con grupos indgenas con un modo de vida cazador-recolector. En efecto, durante los primeros momentos del desarrollo de la fase neoltica Neoltico Ia en la secuencia regional, asistimos a la convivencia de dos grupos culturales con distintos modos de vida. El substrato indgena, compuesto por comunidades con un utillaje clasificado como epipaleoltico geomtrico, se caracteriza por un modo de vida cazadorrecolector y una economa predadora. T estigos de sus formas econmicas son el predominio de armaduras de slex, que en ningn caso presentan lustre de cereal, la ausencia de vestigios vegetales que indiquen la prctica de la agricultura y la inexistencia de una cabaa domstica; a esta caracterizacin podramos aadir la presencia de algn objeto relacionado con las comunidades agropecuarias cermica y piedra pulida, pero su escaso n- mero podra ser explicado gracias al intercambio. Yacimientos con estas caractersticas los tenemos en el corredor de Villena, en concreto en Casa de Lara, no habindose constatado su presencia, por el momento, en el Valle de Elda. Contemporneo a este modo de vida, encontramos otro radicalmente distinto, el modo de vida agropecuario, propio de las comunidades campesinas que llegaron, al parecer, a la zonas levantinas en torno al 5800/5600 aC, ocupando buena parte del rea de la Montaa Alicantina, y cuyo yacimiento ms cercano al Vinalop es la Cova de la Sarsa en Bocairent. ste se caracteriza por la presencia de un utillaje agrcola desarrollado en el que las armaduras de hoz representan su rasgo ms caracterstico, acompaadas de un instrumental de piedra pulida relacionado con la prctica agrcola, complementado con los molinos y morteros destinados a la transformacin de alimentos, formas cermicas cerradas, un importante instrumental seo cucharas, esptulas, etc. y una manifestacin grfica rupestre el Macroesquemtico y tambin el Esquemtico que ha sido tradicionalmente vinculado con los cultos a la fertilidad propios de las comunidades productoras. Sobre el 4800/4500 aC comienza a vislumbrarse cierta homogeneidad en el registro arqueolgico, donde las diferencias visibles durante los primeros aos de coexistencia de dos modos de vida y culturas diferentes empiezan a diluirse en lo relativo a la materialidad social. Es ste el momento en el que se iniciara, siguiendo a Guilabert, Jover y Fernndez, el surgimiento de un modo de vida agropecuario de base mixta, basado en el desarrollo de prcticas agrcolas y ganaderas, pero con una destacada relevancia de los modos de trabajo predadores caza y recoleccin, patente en la disminucin de las armaduras de hoz con lustre, el predominio de las armaduras geomtricas, la progresiva aparicin de formas cermicas abiertas indicando un cambio en la dieta alimenticia, acompaadas por la desaparicin de las cucharas y tubos sobre hueso y, sobre todo, por el gran desarrollo del arte rupestre levantino, un arte f igurativo con motivos propios de grupos agropecuarios donde las actividades predadoras siguen jugando un papel destacado presente, sobre soporte mueble, incluso en la Cova de lOr, y que coexistir con el arte esquemtico, reforzando la idea de ese modo de vida donde se com- 29La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda binan las actividades productoras de alimentos y la predadoras.Aunque la base emprica disponible en la actualidad es escasa y fragmentaria, su lectura deja entrever dos f ormas distintas en las que se pudo desarrollar el proceso de neolitizacin en esta cuenca. Por un lado, encontramos los yacimientos ligados a las reas endorreicas del corredor de Villena y ms cercanas al ncleo principal de comunidades agropecuarias, en los que el conta cto con los grupos campesinos se realizara sobre una base industrial tardenoide como es el caso del yacimiento de Casa de Lara. Por otra parte, se sitan aquellos yacimientos que carecen de indicios de ocupaciones del substrato geomtrico anterior y que, por lo tanto, debieron crearse ex novo. Es el caso de los yacimientos del Chorrillo-Chopo en Elda-Petrer y lAlmorx en Petrer, Ledua en Nov elda, la Cova Sant Mart en Agost, La Cova dels Calderons (La Romana), la Alcudia en Elche y la Cueva de la Araa del Carabass en Santa Pola. La lectura de los materiales cermicos de estos yacimientos, con decoraciones con relieves, inciso-impresas y peinadas y de instrumentos pulidos con filo en el caso del Chopo-Chorrillo les colocara a partir de momentos avanzados del neoltico antiguo o neoltico medio. A un momento ms avanzado, podramos atribuir el yacimiento de las Terrazas del Pantano de Elda, ya que algunos materiales depositados en el Museo Arqueolgico Municipal de Elda, en concreto algunos geomtricos de pequeo tamao y fragmentos de cermica, plantean la posibilidad de su ocupacin desde momentos neolticos, aunque hasta la fecha, se haya considerado una cronologa ms tarda. Con todo, a raz de la base emprica disponible en la actualidad, el panorama general que parece dibujarse en el Vinalop es el de la presencia de grupos de base cazadora-recolectora substrato geomtrico tardenoide en su curso alto ms concretamente en la cubeta de Villena sobre el que llegan las primeras inf luencias y/o expansin de grupos productores cardiales, careciendo en toda la cuenca de conjuntos arqueolgicos significativos que se asocien a este complejo. En un momento cronolgicamente posterior, en torno al 5000/4700 aC Neoltico IA2-IB de la secuencia regional se producira una ocupacin o proceso de colonizacin efectiva de la cuenca, en direccin a su desembocadura, con asentamientos al aire libre, muy dist antes entre s, situados en las zonas de mayor potencialidad agrcola como es el caso de la zona del Chorrillo-Chopo en Elda-Petrer. De esta forma, al igual que ocurri en muchos otros lugares de la Pennsula Ibrica, a partir del 4700/4500 aC se iniciara un proceso de colonizacin de las tierras de mayor rendimiento agrcola cercanas siempre a cursos de agua, q ue hasta ese momento no haban sido ocupadas por comunidades humanas. Esta situacin encaja bastante bien con la idea de una progresiva segregacin y expansin por parte de comunidades familiares extensas que ocupan preferentemente las reas ms ptimas para el desarrollo de la agricultura, sin que ello implique que su economa estuviese basada fundamentalmente en la produccin de alimentos. As se explican las ocupaciones detectadas en la partida del Chopo-Chorrillo, lAlmorx y, con cierta probabilidad, en las Laderas del Pantano. El primero y el tercero en la margen izquierda del ro Vinalop y el segundo en la margen izquierda de la rambla de Caprala. Quizs el aspecto ms significativo sea la colonizacin efectiva pero de baja densidad de los diferentes tramos en los q ue se divide la cuenca. Se puede apreciar la llamativa ubicacin de cuatro de los yacimientos al aire libre en las tierras cuaternarias de los fondos de los valles, muy prximas al discurrir del cau- 30HISTORIA DE ELDA Vista general de la par Chopo-Chorrillo (F Hacha de piedra pulida pr autor). ce f luvial, reproduciendo el mismo patrn observado en otros yacimientos al aire libre en la cuenca del Serpis.Carecemos de evidencias constructivas claras para estos yacimientos. Los sondeos practicados en una actividad arq ueolgica de urgencia efectuada bajo la direccin de A. M. Poveda en el Chopo-Chorrillo en el ao 1997 no documentaron ninguna construccin, ni elementos de las mismas. Los restos de improntas y pellas de barro correspondientes a fragmentos de paredes y techumbres de viviendas sealados para Casa de Lara, en Villena, no se pueden fijar cronolgicamente con exactitud al proceder de un registro de superficie, mientras que la nica excavacin sistemtica practicada en la partida de Ldua en Novelda tan slo depar una pequea capa de piedras asociada a unos escasos fragmentos de cermica. En definitiva, las alteraciones post-deposicionales han afectado de manera importante a unos yacimientos cuyo conocimiento, en la mayora de los casos, se debe al estudio de materiales procedentes de superficie. Otro de los aspectos importantes en los que actualmente empezamos a profundizar es el referente a sus prcticas funerarias. La documentacin de evidencias funerarias de estos momentos, ya no se reduce a las parciales evidencias de la Cova de la Serreta la Vella en Monvar en la que se hallaron restos de diversos cadveres inhumados junto a un ajuar compuesto por materiales cermicos que denotan cierta antigedad, como son fragmentos en los que se combinan decoraciones impresas con incisas y acanaladas, sino que, por primera vez, y a partir de las evidencias documentadas en la Cova Sant Mart en Agost, pode- mos inferir que aquellas primeras comunidades neolticas inhumaban a sus difuntos adultos y nios en cuevas y de f orma colectiva. Por ltimo, en cuanto a la presencia de manifestaciones grficas en la zona, cabe decir que la cuenca del Vinalop se ha caracterizado especialmente por la inexistencia de arte rupestre postpaleoltico, mientras que a escasos kilmetros, t anto en las comarcas de lAlcoi como en el propio corredor de Yecla-Jumilla, son varios los yacimientos de arte Levantino y Esquemtico que han sido document ados. La nica evidencia de arte rupestre la tenemos en la sierra de Camara en Elda, en concreto en el conocido como A brigo de la Sangre. Se trata de un peq ueo abrigo situado en la vertiente septentrional de la sierra, descubierto por parte del grupo Amigos de la Historia 31La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Vista de las T (F Vista de la entrada al Abrig la Sang las pinturas r del Museo Ar Municipal de Elda). de Sax. Este hallazgo supone un verdadero avance en las investigaciones en la comarca, ya que se trata del primer abrigo de pintura rupestre esquemtica, aunq ue no podamos determinar si se trata de una manifestacin prehistrica. Las pinturas aparecen agrupadas en un solo panel sobre la pared occidental del abrigo. Los motivos representados son un cruciforme de unos 12 cm. y dos grandes manchas, muy degradadas y oxidadas, y todo ello realizado con tinta plana y tono rojizo. No cabe duda que su hallazgo deja las puertas abiertas a futuras investigaciones que puedan documentar ms abrigos con arte rupestre que no plantee dudas sobre su adscripcin cultural. 3500-2500 AC: el afianzamiento de las comunidades campesinas Siguiendo con la secuencia regional propuesta por J. Bernabeu, el Neoltico II se desarrolla entre el 3500 y 2600 aC. Se trata de una fase arqueolgica bastante bien conocida gracias a los trabajos realizados en yacimientos alicantinos como Jovades, Niuet y Cendres y complement ado para el Vinalop, por los trabajos de J. M. Soler Garca, las excavaciones en el yacimiento de La Torreta-El Monastil (Elda) y por algunas trabajos de sntesis. Dado que los registros manejados para la cuenca del Vinalop proceden fundamentalmente de colecciones de superficie, con la excepcin del yacimiento de la Torreta-El Monastil, es lgico considerar la continuidad de ocupacin en algunos de los enclaves previamente ocupados, al menos en la zona del ChopoChorrillo. En primer lugar, comparndolo con momentos anteriores, constatamos un aumento considerable de asentamientos al aire libre que no en cueva. La cifra se cuadriplica, pasando de 6 a 26 enclaves. Todas las cubetas geogrficas estn ocupadas en estos momentos. Los ncleos de hbitat se ubican en el fondo de las mismas, prximos al discurrir del ro Vinalop o en los mrgenes de zonas endorreicas, emplazndose en las mejores tierras cuaternarias. Mientras en el corredor de Villena se observa una clara continuidad en el emplazamiento de los ncleos, y es posible que tambin pueda ocurrir lo mismo con respecto al Chopo-Chorrillo, aunque los sondeos efectuados recientemente no proporcionaron evidencias; en la cabecera y desembocadura del Vinalop es donde se observa una ocupacin de forma intensa, de las mejores tierras para uso agrcola de toda la cuenca. Por otro lado, asistimos a la multiplicacin de evidencias constructivas de asentamientos al aire libre cercanos al curso del ro Vinalop, destacando la documentacin de algunas fosas, silos, posibles fondos de cabaas y segmentos 32HISTORIA DE ELDA Planimetr222a del Abrig Sang pinturas r Cor XXIV Cong de Ar (Se To rr Emplazamiento del y de la T del autor). de foso. Toda esta serie de construcciones han sido registradas por primera vez en las excavaciones efectuadas en el yacimiento de La Torreta-El Monastil. Se trata de construcciones y estructuras a modo de fosos y fosas excavadas en el substrato pleistocnico, y levantadas con materiales muy endebles, hechas con barro y materiales fcilmente deleznables y con la necesidad de un mantenimiento constante. Ello permite plantear que la ocupacin de los asentamientos era poco estable y durarera. En la Torreta-El Monastil, ubicado en una terraza de la margen derecha del ro Vinalop, una vez pasadas las estribaciones orientales de la sierra, se pudo contrastar la presencia de un amplio nmero de fosas de muy variada morfologa, un posible fondo de cabaa, del que nicamente se excav la mitad y, todas ellas, contenidas en un rea delimitada por un foso de gran tamao ms de 28 m de longitud, sobre 3 m de anchura y 1,20 m de profundidad. En prcticamente todas las estructuras existan restos de materiales arqueolgicos, aunque especialmente en el segmento de foso, destacando la presencia de un diverso repertorio de vasos cermicos realizados a mano, alguno decorado en sus paredes con tringulos incisos rellenos de puntos, puntas de f lecha de slex, lminas retocadas molinos y molederas y pellas de barro de paredes o techumbre de construcciones. No obstante, solamente se document la presencia de semillas de trigo, cebada y acebuche en la estructura n 2, interpretada como fondo de cabaa en la que, adems, se localizaba un fragmento de molino. Tambin contamos, a partir del estudio antracolgico, de la primera informacin sobre el paisaje durante el III milenio aC. Los diferentes taxones documentados nos indican el uso y seleccin de pino carrasco en su mayor parte, encina/coscoja y carrasca, madroo, acebuche, lentisco, torvisco y sauce. Aunque la muestra es escasa, debemos sealar la div ersidad y coherencia florstica del conjunto de las especies q ue vienen a definir la existencia, a nivel paleoecolgico, de dos medios claramente diferenciados: en primer lugar la ripisilva caracterizada por la presencia de sauce, y claramente localizada en las mrgenes del ro; y por otro lado un matorral abierto dominante con el resto de las especies, donde el pino carrasco aparecera como un elemento integrante del encinar/carrascal o formando rodales. Este paisaje es muy parecido al que hemos constatado en la zona de Villena para la Edad del Bronce, aunque aqu, se constatan otras especies como el fresno, taray y romero. En otro orden de cosas, a tenor de las evidencias de cultura material regis- tradas, se podra inferir que en esta fase se produjo una reduccin del uso de las cuevas como lugares de hbitat y un uso casi exclusivo como lugar de enterramiento. As, una de las caractersticas sealadas para estos momentos en el levante peninsular es la generalizacin del uso de las cuevas como continentes funerarios y siempre con un ritual de carcter mltiple. Este aspecto se constituye como una prctica social generalizada, donde los ajuares funerarios alcanzan un alto grado de normalizacin. Frente a las escasas evidencias de prcticas funerarias en la fase anterior Cueva de la Serreta la Vella de Monvar y en la Cova Sant Mart en Agost, se han 33La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Estr la T autor). Fo de delimitaci227n del asentamiento de la T Monastil (F Cer207mica decorada de la To Monastil (F autor). L207mina r Monastil (F registrado ms de 20 cuevas de enterramiento en la cabecera del Vinalop, corredor de Villena, Valle de Novelda y Elda. Todos ellos se ubican en las proximidades de asentamientos al aire libre, por lo que sera fcil poder realizar una asociacin entre lugares de hbitat y sus contextos funerarios. Es el caso de la Cueva de la Casa Color y el yacimiento de la Torreta-El Monastil. Al menos cuatro individuos fueron inhumados en estas grietas prximas al asentamiento, cuyos ajuares vasos cermicos de formas simples, diez puntas de f lecha de slex, una lmina retocada, una azuela y un hacha, un punzn seo de seccin aplanada, dos valvas de Glycymeris Glycimeris y un punzn de cobre corresponden a estos primeros momentos. No obstante, la presencia de un punzn de bronce permite deducir que algunos de los cadveres acompaado del mismo, puedan corresponder a un segundo momento de uso de la cavidad durante la segunda mitad del II milenio aC y asociado al asentamiento de El Monastil. En definitiva, el conjunto de las proposiciones observables nos permiten plantear que a partir del 3500 aC se inici un proceso de consolidacin y expansin demogrfica de pequeas comunidades campesinas que conllev la ocupacin de los fondos cuaternarios prximos al discurrir del ro Vinalop, proceso generalizado en otras cuencas del marco peninsular. Es muy probable que estas evidencias de densa ocupacin de los fondos del valle, se corresponda con la presencia de diferentes comunidades familiares extensas, que estaran implantadas en cada una de las cubetas geogrficas. Estos grupos basaran su subsistencia en el cultivo de diversas especies vegetales como el trigo, cebada y legumbres y en la cra de una pequea cabaa de vacas, cerdos, cabras y ovejas, jugando todava un destacado papel la recoleccin y la caza. Estas unidades familiares, a la vez q ue el crecimiento demogrfico les obligara a segmentarse, iran trasladando su lugar de residencia a lo largo de las riberas del ro y dentro de la cubeta geogrfica donde estaban implantados, una vez q ue las tierras puestas en explotacin del entorno inmediato en donde estaban asentados se agotaran. La disponibilidad de tierras libres, facilitara el traslado y su puesta en explotacin.2500-2100 AC: la consolidacin grupal y las primeras actividades metalrgicas A partir del 2500 aC se constata en todo el mbito regional una serie de transformaciones en el registro arqueolgico que debemos poner en relacin con cambios en las estrategias econmicas y en la relaciones de produccin de aquellos grupos. En efecto, durante la fase campanif orme y despus del amplio nmero de enclaves registrados en la fase anterior, se constata la presencia, en el Valle del Vinalop, de una reduccin del nmero de asentamientos en general de pequeo tamao, posiblemente integrados por familias extensas, que muestran un patrn de distribucin agrupado respecto de cada una de las cubetas geogrficas. Ocupan, tanto enclaves en el llano cercanos al ro o a zonas endorreicas Terrazas del Pantano en Elda o Casa de Lara en Villena, como diversas crestas en los umbrales montaosos existentes a lo largo del corredor El Monastil o El Canaln en Elda, Pen de la Zorra y Puntal de los Carniceros en Villena que constituyen los primeros asent amientos en altura conocidos en el valle. Algunos asentamientos como la Torreta-El Monastil, de gran importancia, fueron totalmente abandonados, trasladando su lugar de residencia, con mucha probabilidad, a la zona ms elevada del yacimiento de El Monastil. Estos enclaves, adems, se hallan protegidos, en algunos casos constatados, por muros de considerables dimensiones que evidencian la necesidad de proteger sus bienes subsistenciales. ste no parece ser el caso de El Monastil, aunque las transformaciones producidas por ocupaciones posteriores pudieron hacerlas desaparecer. Las nicas evidencias de su ocupacin se reducen a algunas fragmentos cermicos con decoracin incisa y pseudoexcisa de estilo campaniforme, un conjunto de puntas de f lecha de pednculo y aletas prolongadas documentadas en las excavaciones realizadas por el Grupo Excursionista Eldense y una produccin laminar dest acada documentada en las recientes excavaciones efectuadas en torno al rea de la Baslica por parte de A. M. Poveda Na varro (c.p.). 34HISTORIA DE ELDA Puntas de f ajuar de los indi inhumados en la Cue Casa Color207 (F Cer207mica campanif pr exca Monastil (F No obstante, s podemos hablar de un yacimiento empleado como lugar de enterramiento, como es la Cueva del Hacha, situado en la margen izquierda del ro Vinalop, justo en el paraje conocido como Pantano de Elda, que nos muestra las prcticas funerarias de algunos de aquellos grupos familiares asentados en la Laderas del Pantano, en el Canaln o en el propio yacimiento de El Monastil. Esta cavidad de escasas dimensiones, sirvi para inhumar al menos a cuatro individuos. Siguiendo la informacin ya publicada, todos los cadveres estaban orientados con las cabezas situadas al fondo, colocando como ajuar, a los pies de los mismos, un hacha y una azuela de piedra pulida elaboradas sobre diabasas, una varilla-punzn de hueso y un punzn de cobre arsenicado. Tambin se han documentado una punta de Palmela adscrita a estos momentos en un lugar indeterminado de las faldas de la sierra del Cid. Este hallazgo for tuito, como muchos otros, no permiten asegurar la presencia de lugares de hbitat ms all de los ya conocidos. Ahora bien, la aparicin de los ncleos de hbitat e x-novo en altura aludidos, a lo largo de la cuenca del Vinalop, responde a toda una serie de transformaciones q ue desde finales de la fase anterior se pueden observar en el registro arqueolgico del mbito regional y que, consideramos que podemos relacionar con la definitiva consolidacin del modo de vida campesino de base cerealista. La consolidacin del modo de vida campesino de base cerealista y las evidencias de procesos de intensificacin de la produccin agrcola a partir de estos momentos, basados en la mejora de los medios de trabajo, generaron un aumento demogrfico en las agrupaciones de asentamientos existentes en cada una de las cubetas que integran el corredor del Vinalop, en funcin de los mecanismos de reproduccin social que actan en el seno de los grupos de economa domstica. Al mismo tiempo, la conformacin hacia el 2300-2200 a. C. de la sociedad argrica al sur de la sierras Crevillente-Negra-Tabay hubo de repercutir necesariamente en la dinmica interna de los grupos ubicados al norte de la misma, especialmente en el Valle del Vinalop, con consecuencias no slo en cuanto a la propia articulacin del territorio, sino t ambin en relacin al acceso a los re- cursos metalrgicos y otras materias como el marfil. Ante la necesidad de intensificar una produccin agropecuaria y desarrollar las fuerzas productivas, los grupos de la cuenca del Vinalop se vieron abocados a superar esta situacin, las cuales conducan, respectivamente, hacia la concentracin poblacional es decir, hacia 35La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Cue autor). El Canal227n (F Fragmento de cr207neos de dos indi Cue la agrupacin de la fuerza de trabajo y de los medios de produccin y hacia un nuevo nivel de jerarquizacin interno capaz de superar los instrumentos polticos desarrollados a travs de las relaciones de parentesco que caracterizan a la sociedades de tipo segmentarias.Como expresin de la resistencia del grupo ante cualquier amenaza que suponga la particularizacin de la propiedad comunal de los medios de produccin y, por tanto, la aparicin de disimetras entre los distintos linajes o familias, la superacin de estas dos contradicciones se dio, muy contrariamente a la concentracin poblacional, mediante la divisin del grupo comportamiento por o tra parte caracterstico de las comunidades de tipo segmentario que paralelamente condujo a un cambio en el patrn de asentamiento y al desarrollo de un patrn de asentamiento caracterstico de la fase arqueolgica conocida como Edad del Bronce. Muchos de los asentamientos campaniformes se abandonaron. Es el caso de Les Moreres en Crevillente, Pen de la Zorra y Puntal de los Carniceros en Villena y, con mucha probabilidad, El Monastil. 2100-1100 AC: los inicios de las desigualdades sociales durante la Edad del Bronce Como ya hemos indicado, aproximadamente a partir del 2100 aC, tanto en el patrn de asentamiento, como en la fenomenologa material, se observa una profunda transformacin, proceso desarrollado a una escala en la que pare- cen estar involucrados buena parte del Levante peninsular, e incluso, de la parte meridional de la Pennsula Ibrica. Las excavaciones efectuadas en Terlinques (Villena) y las dataciones aportadas por otros yacimientos, evidencian que en torno al trnsito del III al II milenio aC se producira la fundacin de toda una serie de enclaves estables, ocupando principalmente cerros y estribaciones mont aosas distribuidas a lo largo del Vinalop, que constituiran los ncleos a partir de los cuales se estructurara el poblamiento. Los ncleos de asentamiento, muy prximos a lo que actualmente podemos entender como caseros,estaran integrados por viviendas de gran tamao, en donde se realizaran todo tipo de actividades productivas como expresin de una comunidad autosuficiente que almacena, procesa y consume la produccin generada por su trabajo en el campo y el pastoreo de ganado y que, a travs del intercambio o por medio de relaciones de reciprocidad diferida obtendran metal y algunos otros materiales forneos. Carecemos de datos sobre las unidades de asentamiento de similar cronologa en el Valle de Elda, ya que ninguno de ellos ha sido excavado. Ni tan siquiera sabemos si alguno de los asentamientos documentados en esta zona, especialmente, Cat-Forad (Petrer) por su tamao 0,20 Ha. o El Monastil podra estar habitado en estos momentos. Cabe la posibilidad de q ue el grupo humano que ocup El Monastil durante el campaniforme, lo abandonase, a tenor de los conjuntos materiales documentados hasta la fecha. De este modo, tomara cuerpo el patrn de distribucin uniforme de los asentamientos, vinculado a la consecucin de una garanta de mantenimiento y funcionamiento de la comunidad bajo relaciones sociales de carcter igualitario, impidiendo la concentracin de los medios de produccin la tierra especialmente y buscando la plena autosuficiencia de cada unidad familiar, pero cubriendo adems otros dos objetivos: la consolidacin territorial y un mayor grado de cohesin grupal. Hacia 1900-1800 aC se empiezan a observar algunos cambios en el registro arqueolgico de yacimientos como Terlinques, que permiten plantear a su vez una cierta transformacin en la organizacin socioeconmica y en la gestin territorial. 36HISTORIA DE ELDA Vista desde las terrazas del p207ntano del y Monastil (F Probablemente, el modelo de fisin de la comunidad pudo reproducirse hasta el momento en que todas las tierras de ptimo agrcola de las distintas cubetas estuvieron ocupadas. A partir de entonces los distintos ncleos se vieron abocados, o bien a plantear un conflicto con las dems familias asentadas en el territorio y con las que ocupaban las cuencas v ecinas por el dominio de sus tierras de cultivo ptimo; o bien a asumir y sostener, internamente, cada una en sus propios territorios de produccin, el incremento poblacional. El desarrollo de las fuerzas productivas que se empezaron a generar en aquellos grupos es observable a partir de div ersos indicadores: a) Con la creacin de nuevos asentamientos que, segregndose desde las unidades principales, constituiran grupos familiares ms peq ueos, pero dentro del territorio de produccin propio de cada unidad de asentamiento nuclear. En lo q ue respecta a estas tierras, se consta ta una plena ocupacin del curso del ro Vinalop. Es muy probable que los yacimientos del Pen del Trinitario y Pont de la Jaud en Elda, Sambo en Novelda-Monvar, Mirabuenos, Alt del Perri y Lloma de Castell de Petrer, ubicados en la margen izquierda de la rambla de Pua, fuesen creados dentro de este proceso. Atendiendo al tamao del Pen del T rinitario o del Pont de la Jaud que no parecen superar los 500 m 2, est amos ante ncleos unifamiliares asentados en las proximidades del ro Vinalop, en cuyas laderas cultivaran cereales y criaran un pequeo rebao de cabras/ovejas, cerdos y vacas. De todo el conjunto de yaci- mientos de la Edad del Bronce en el V alle de Elda, el nico del que poseemos una mayor cantidad de informacin es el de Cat-Forad en Petrer. P odemos plantear que al menos estuvo ocupado en estos momentos, como as lo evidencia la fecha radiocarbnica obtenida a partir de cebada carbonizada 3500150 BP/ 2202-1442 aC. Es posible que en esas fechas Cat-Forad alcanzara su mximo tamao 0,20 Ha., estando integrado por una comunidad de varias familias extensas. En ese ncleo de tipo casero, adems de las prcticas subsistencias agropecuarias, se realizaran actividades metalrgicas hay atestiguadas escorias de cobre y del intercambio, constatado en la presencia no slo de cobre cuyos afloramientos ms cercanos se ubican en la Sierra de Orihuela, sino de cermica con desgrasante de f logopita para el que se seala una posible procedencia de la zona de For- 37La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Panor207mica del P Tr initario (Monte Bol227n) (Ar del Museo Ar Municipal de Elda). Distribuci227n de y Br (Ilustraci227n de Fco Maestr tuna (Murcia) y de azuelas elaboradas sobre una roca metamrfica, cuyo origen debemos relacionarlo con zonas del sureste, alejadas del Vinalop.b) La intensificacin sobre los recursos y el posible desequilibrio econmico que se tuvo que producir ante el aumento de la presin demogrfica, supuso necesariamente un serio riesgo de entrada en conflicto entre ncleos, lo cual estimul el control ms estricto de los territorios de produccin. En relacin con ello ha de ponerse la creacin de enclaves con una clara funcin logstica para el control del territorio frente a otros grupos, e incluso tal vez tambin a niv el intragrupal, tales como el Puntal del Ginebre en Petrer o el Pen de la Zafra en Monvar, desde donde se controla visualmente, no slo la cubeta de Elda, sino buena parte de la de Novelda y el corredor hacia Villena. P ero tambin, en la propia estructuracin interna de los asentamientos, es posible advertir modificaciones en el t amao de las unidades habitacionales y en las frmulas de gestin de las reas de actividad como ya ha se evidenciado en la zona de Villena. Esta serie de grupos de carcter familiar seguiran enterrando a sus difuntos en cuevas o grietas cercanas a sus lugares de hbitat. Es el caso del Pen del T rinitario y las cuevas n 3, 4 y 6 del monte Boln, emplazadas en las proximidades del asentamiento y donde fueron localizados restos humanos, adems de algunos fragmentos cermicos. Finalmente, a todo ello habr que aadir adems el hecho ya mencionado de que, establecidos a pocos kilmetros de la frontera argrica, estos grupos se hallaban integrados inevitablemente en una dinmica centro-periferia respecto del grupo argrico cuyo incremento en su intensidad se expresa, por ejemplo, en la presencia de algunas joyas de oro y plata de clara filiacin argrica en necrpolis como la del Cabezo de la Escoba o Cabezo Redondo, cuyas primeras evidencias de ocupacin podran remontarse, precisamente, a este momento en funcin de las fechas de Carbono 14 obtenidas a travs de una muestra de carbn de un poste del Departamento VII de Cabezo Redondo c. 1870 aC. Hacia el 1500 aC este panorama presenta una radical transformacin. Esta organizacin, que parta de unas relaciones, al menos en apariencia, de carcter igualitario, no pudo reproducirse sin cambiar sus relaciones sociales de produccin, superando de este modo las relaciones de explotacin intergrupal establecidas con el mbito argrico. El desarrollo de las fuerzas productivas constatado llev, o bien a la integracin de estas comunidades en el mbito argrico, o bien a la constitucin de una nueva entidad social, aprovechando un momento de crisis de los principales ncleos argricos. Todo ello imbricado en un proceso generalizable al menos a todo el Sureste y que claramente se gest y desarroll a una escala macrorregional. La documentacin arqueolgica generada en los ltimos aos en la cuenca 38HISTORIA DE ELDA Puntal del Ginebr (F Pe n del T investig Semper Historia de Elda , T I (Na del Vinalop, nos evidencian que estamos ya en la constitucin de una sociedad clasista.El abandono de gran cantidad de asentamientos y la concentracin de la poblacin en un nmero reducido de ncleos algunos de ellos al parecer de nueva creacin gener un cambio sustancial en el modelo de explotacin del territorio. En el Valle del Vinalop este proceso de nuclearizacin poblacional alcanza su mayor expresin, conformndose un asentamiento de gran tamao en la cubeta de Villena Cabezo Redondo que sobrepasa las 2 Ha de extensin superficial y desapareciendo prcticamente la totalidad de los asentamientos sealados en el Valle de Elda, con la excepcin de El Monastil, que parece que vuelve a ocuparse. Frente a las 2 Ha de Cabezo Redondo, asentamientos comos la Pea de Sax, de nueva creacin, Portitxol, El Negret o La Esparraguera no superaran los 1.5003.000 m 2. Estos asentamientos de menor rango parecen seguir siendo plenamente autosuficientes en la esfera productiva, pues en casi todos se constata produccin metalrgica, textil y agropastoril. Los nicos asentamientos en la comarca fueron La Llometa en Monvar y El Monastil, del que no podemos determinar sus dimensiones, pero la presencia de restos cermicos en una amplia rea de la meseta superior, podra plantear un tamao similar a los anteriormente sealados. En este nuevo patrn de asentamiento, interesa ahora la ocupacin no slo de tierras de buen rendimiento agrcola, sino un control riguroso de los pasos y los corredores, establecindose as una ocupacin ordenada del territorio en la que ahora encontramos los asent amientos separados por distancias de entre 11 y 15 km. Paralelamente, el registro evidencia la llegada de un mayor nmero y variedad de productos alctonos cobre, estao, oro, cuentas de pasta vtrea, marfil, mbar de lo que se deduce una notoria ampliacin de los circuitos de intercambio a escala macrorregional. As mismo, se advierte un mayor grado de especializacin laboral de carcter artesanal. Especficamente nos estamos refiriendo a la actividad metalrgica, con un importante desarrollo de la orfebrera del oro y de aleaciones; y a la alfarera, distinguindose ya, con total claridad, la aparicin de diversos tipos de pro- ducciones con varios grados de elaboracin. Otro cambio fundamental se produce en este momento respecto a las prcticas funerarias, apareciendo las primeras evidencias claras de inhumaciones individuales en el interior de las reas de habitacin de Cabezo Redondo, algunos acompaados de ajuar. Aunque la prctica del enterramiento mltiple en covacha no se abandona, se constata la pre- 39La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Punzones de hueso de El Monastil (F Fragmento cer207mico con decoraci227n de boquique de El Monastil (F Meseta superior del y de El Monastil (Ar Museo Ar Elda). sencia de cistas de mampostera y fosas en el interior de las unidades habitacionales, as como enterramientos infantiles en urnas.Por ltimo, parece obvia la existencia de un acceso restringido a determinados recursos y productos por parte de un grupo social dominante, residente en Cabezo Redondo, enclave que parece mostrar una capacidad de centralizacin incluso superior a la de los ncleos argricos. En este sentido, se advierte una notoria concentracin incluso por primera vez atesoramiento de gran cantidad de adornos de oro en Cabezo Redondo, frente a otros asentamientos excavados como Tabay en Aspe, Illeta dels Banyets (El Campello), Pea de Sax, o El Monastil en donde no hay evidencias de oro, ni de los otros productos de alto valor social existentes en el yacimiento villenense. Cabezo Redondo parece convertirse as en un centro redistribuidor asimtrico, donde un grupo dominante pas a apropiarse del excedente de un buen nmero de comunidades campesinas ampliamente repartidas por estas tierras. Un centro, desde el cual se controlara, adems de la circulacin de una amplia variedad de productos entre el sureste y las zonas ms septentrionales la meseta, norte peninsular y levante, una amplia red de caminos custodiada por una serie de enclaves distribuidos estratgicamente sobre el territorio, como es el caso de El Monastil. Junto a ste ltimo, la import ancia que parecen cobrar enclaves costeros como la Illeta dels Banyets o Cap Prim evi- dencian adems la intensificacin de la circulacin de productos en el Mediterrneo ms occidental, alentada por la expansin de la esfera comercial micnica que implica ahora estrechos cont actos con la Pennsula Itlica y el Mediterrneo central. 1100-700 AC: hacia la formacin de los grupos iberos Sin embargo, hacia el 1200-1100 aC o incluso unos aos antes, parece producirse el colapso de Cabezo Redondo. An lejos de poder explicar las causas q ue llevaron a su abandono, es evidente que no se trata de un reajuste en la organizacin territorial comarcal, sino que los cambios en el patrn de asentamiento afectaron a todo el sureste peninsular. Factores como la intensificacin de las rut as comerciales por va martima, el est ablecimiento de factoras semitas en el Mediterrneo occidental, la configuracin de Tartesos en el suroeste de la Pennsula Ibrica, o la expansin de las poblaciones de Campos de Urnas desde la Europa continental, debieron incidir considerablemente. Todos los yacimientos del Bronce Ta rdo de la cuenca del Vinalop fueron abandonados con la excepcin de T abay en Aspe, que parece mantenerse durante la primera fase del Bronce Final. Es significativo que despus de muchos aos de prospecciones arqueolgicas, los nicos yacimientos adscribibles al Bronce Final Pleno se localicen exclusivamente en el tramo final del curso del 40HISTORIA DE ELDA Zona nor El Monastil y Camara (Ar del Museo ArMunicipal de Elda). ro Vinalop, bien en las estribaciones meridionales de la Sierra del Tabay Tabay, Caramoro II, bien en las llanuras litorales La Alcudia, bien en el piedemonte de la Sierra de Crevillente La Fonteta del Sarso, El Bosch o Penya Negra, evidencindose una clara articulacin del poblamiento hacia las zonas litorales.Esta nueva situacin, que conllev un cambio tan brusco en el patrn de asentamiento, se podra explicar si tenemos en cuenta que el intercambio por va terrestre desde el Sureste hacia La Meseta o el Levante, utilizando el corredor del Vinalop, pas a ser secundario frente a la circulacin por va martima. De este modo, Cabezo Redondo, que haba funcionado como un centro redistribuidor de productos y materias primas de primer orden, perdi su situacin de privilegio frente a las zonas costeras. Es muy probable que en los siglos de trnsito entre el II y el I milenio aC, buena parte de las tierras del Vinalop estuviesen deshabitadas y especialmente, el Valle de Elda. El Monastil parece ocuparse nuevamente en momentos indefinidos de los siglos VIIIVII aC, momento en el que se produjo un aumento en el nmero de asentamientos de nueva creacin. Quizs, adems de la cuenca del Serpis, el territorio mejor estudiado sea la V ega Baja del Segura y el Camp dElx, espacio geogrfico en el que se localiza, sin lugar a dudas, el yacimiento ms importante del mbito regional para estos momentos, tanto por su tamao, como por las reas de actividad localizadas. N os estamos refiriendo a Penya Negra. Adems, en su entorno se han localizado un amplio nmero de asentamientos en el llano, ocupando las tierras cuaternarias de la zona El Bosch, Cam de Catral, La Alcudia, Hacienda Botella, e tc., y enclaves en altura en el entorno de Penya Negra, dentro de la Sierra de Crevillente. Se trata de ncleos pequeos y con evidencias de restos murarios de considerable tamao Les Barricaes, Cantal de la Campana, que vienen a mostrarnos la importancia del enclave, de sus recursos y del contingente poblacional existente en esos momentos en la zona. Estaramos por tanto, ante un proceso que supuso necesariamente un afianzamiento demogrfico en las zonas litorales, para al mismo tiempo, iniciar la consolidacin de Penya Negra y del grupo social dominante all residente, convirtindose en el principal ncleo del mbito regional, ya desde momentos previos a la creacin del puerto comercial de La Fonteta. Los grupos dominantes consolidaron su situacin, articulando en las zonas frtiles de su entorno, a un amplio nmero de unidades agropecuarias de las que extraer excedentes, y creando una serie de fortines en sus proximidades, para asegurar el control de la poblacin y del territorio. La cuenca del ro Vinalop no fue ajena a este proceso, habindose constatado la ocupacin de enclaves como La Alcudia, de especial transcendencia para f echas posteriores, asistiendo a la fundacin en el Valle Medio del Vinalop, de dos nuevos sitios El Monastil en la Sierra de la Torreta y Camara en la sierra homnima y posiblemente un tercero, si consideramos las evidencias cermicas documentadas en el proceso de excavacin del Chorrillo en Petrer. Es muy probable que a partir del siglo VII aC, El Monastil vuelva a ser ocupado nuevamente, al tratarse de un lugar con excelentes condiciones para el desarrollo de prcticas agropecuarias y ser un punto de paso obligado en las comunicaciones entre la costa y el interior peninsular. Del mismo modo, el yacimiento de Camara se ubica en lo alto de la sierra de Camara, en un lugar de difcil acceso y con alto valor estratgico, desde donde se controla buena parte de las cubetas de Elda y Salinas. En estos enclaves se constata una importante presencia de productos fenicios, en especial de nforas recipientes y contenido, que seran redistribuidos con mucha probabilidad desde Penya Negra. A ello, debemos sumar las primeras evidencias de escritura en nuestras tierras. Se trata de grafas fenicias que aparecen incisas en las nforas y que, segn los especialistas, se trata de la inicial de un antropnimo, que se corresponde, bien con el nombre del propietario de las nforas, bien con su contenido, o incluso, la posible marca numrica como medida del producto contenido. No obstante, la articulacin del poblamiento y su desarrollo histrico a lo largo de toda la Prehistoria, nicamente se podr ampliar y conocer con el desarrollo de un proyecto sistemtico de prospecciones y excavaciones, adems del desarrollo de planteamientos mucho ms amplios que den cuenta del proceso histrico en su globalidad. 41La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda D urante los ltimos veinte aos hemos podido intuir y comprender cul ha sido el proceso de evolucin cultural desarrollado en el corredor f luvial del Vinalop, en la etapa histrica transcurrida entre el momento terminal del Bronce Final y el Hierro Antiguo, que se caracteriza por la presencia del fenmeno orientalizante como paso previo a la aparicin de una temprana iberizacin de la zona, a partir de la cual se producira una acusada inf luencia cultural y comercial pnica, acompaada por la presencia de ciertos indicios de helenizacin, principalmente en el mbito artstico. Hasta la dcada de los 80 del siglo XX, se desconoca el origen y la formacin de la iberizacin de las tierras del Vinalop, incluso no se planteaba la existencia de una fase ibrica anterior al siglo IV a.C. Sin embargo, sta situacin se va superando en la actualidad gracias a nuevas prospecciones y excavaciones arq ueolgicas, la identificacin de estructuras arquitectnicas de hbitat y la reinterpretacin de los materiales de algunas antiguas excavaciones. En estos momentos, tenemos claramente documentada la formacin de la cultura ibrica in situ, a partir de asent amientos humanos indgenas de la zona, q ue cuando estn saliendo de la fase prehistrica recibieron inf luencias culturales y comerciales del Mediterrneo oriental. Por otra parte, no parecen existir indicios reales de la presencia de relaciones con la cultura de los Campos de U rnas, pues en las comarcas meridionales de la Comunidad Valenciana (Vega Baja: Saladares, Orihuela; Bajo Vinalop: T abai, Aspe, Cara Moro II, Elche, y Pea Ne gra, Crevillente) son escasas y desnaturalizadas las piezas que se pueden asociar con ella. 43 Iberos en el Valle de Elda ANTONIOM. PO VEDANAV ARRO Universidad de Alicante Museo Arqueolgico Municipal de Elda 3 El Mediterr207neo occidental en 216poca Plena Ib216rica. El poblamiento en las fases finales del bronce A finales del II milenio, en las cuencas Alta y Media del Vinalop se reestructura el espacio habitado en dos grandes poblados ocupados con anterioridad, el Cabezo Redondo (Villena) y el T abai (Aspe), adems de otros secundarios como Laderas del Castillo (Sax), Llometa (Salinas), Pen del Trinitario y El Monastil (Elda), El Portixol (Monforte del Cid) y la Horna (Aspe). El patrn de asent amiento y estructuracin del territorio cambia sustancialmente. La gran mayora de los poblados de la Edad del Bronce Valenciano, Antiguo y Medio, desaparece en el Vinalop, la nueva dinmica de poblamiento aconsej que el hbitat se distribuyese en el eje fluvial, buscando lugares de mejores condiciones edf icas y unas reas de fciles comunicaciones, especialmente con la costa. Durante el primer tercio del I milenio este territorio presenta un modesto y reducido nmero de enclaves humanos de la Edad del Bronce Final, que en general no estn suficientemente conocidos: Tabai (Aspe), El Portixol (Monfor te del Cid), la Esparraguera (Novelda) y El Monastil (Elda). Prcticamente toda la zona conocer un significativo desarrollo de la met alurgia de bronce, gracias a la import acin de materias primas desde el rea prxima de Cartagena-La Unin, Sierra de Orihuela y Sierra de Crevillente. Esta circunstancia debi mantener o intensificar las relaciones estrechas existentes con el Bronce del Sureste, al menos desde el Bronce Tardo, en momentos avanzados del II milenio a.C. De esta forma, ya en el Bronce Final del Vinalop, en la fase precolonial, era un hecho la experiencia metalrgica en sus diversas actividades o manifestaciones (adquisicin de metales, fundicin, elaboracin y comercio). La metalurgia tendr un gran auge en el Bronce Final gracias a redes de suministro de materias primas, basadas en alianzas entre lites locales de una sociedad en pleno proceso de expansin poltica y econmica. Precisamente, en esas redes comerciales el ro Vinalop es fundamental, pues es una va de penetracin hacia el litoral desde la Prehistoria, comportndose muchas veces como frontera entre grupos culturales. En el norte de dicha cuenca f luvial est Villena, en situacin estratgica por ser confluencia de caminos entre la Meseta, Andaluca y la costa mediterrnea. Su conocido tesoro, siempre interpretado como de uso personal, ha sido entendido recientemente como ref lejo de un proceso de mercantilizacin dentro de la sociedad del Bronce Final. De modo que el caso de Villena podra ser un ocultamiento con la idea de ser recuperado. Las diversas piezas que lo componen, concebidas inicialmente, en los ss. XIII y X a.C., como objetos con valor de poder y prestigio, se habran convertido, segn esa interpret acin, en materias primas o chatarras para su comercializacin, ya en el s. VIII. La mayora de ellas habran viajado desde el Atlntico hacia Levante pasando por la Meseta y llegando por la llanura de Albacete hasta la comarca de Villena, en lo alto del Vinalop, donde seran introducidas en el comercio internacional q ue conecta el Atlntico con el Mediterrneo central, en un momento en el q ue los fenicios estn instalndose en las costas de Iberia, y lo que ms nos interesa, en la desembocadura del ro Segura, que en la antigedad evacuaba junto a la del ro Vinalop, donde se han documentado dos asentamientos fenicios relacionados entre s, La Fonteta y el Cabezo Pequeo del Estao, que parecen especializarse en la fundicin metalrgica y el control de su comercializacin. El depsito de Villena se ocultara en una zona de nadie, neutral, cruce de caminos en la cabecera de un corredor f luvial que es la mejor salida al mar, en un lugar donde no se conoce hbitat alguno entre los ss. IX y VII. Un territorio de esta naturaleza permite convertirse a un objeto considerado de prestigio, en su rea de origen, en una mercadera dentro de una transaccin comercial. El establecimiento de factoras fenicias en la costa suralicantina parece responder a la lucha por el monopolio comercial en el Mediterrneo, lo que podra explicar la ocultacin de Villena, en el retropas de esta zona litoral, en el interior del Vinalop, donde sus ncleos indgenas del Bronce Final se vieron afect ados por la penetracin de la cultura y la dinmica comercial y metalrgica fenicia, conociendo una importante fase orientalizante, que tendr sus mejores ejemplos en la Cuenca Media, en los yacimientos de El Monastil y Camara (Elda), 44HISTORIA DE ELDA situados a tan slo 35 km. de la actual lnea de costa y a 25 km. de la antigua, lo que les permitir controlar directamente el paso por ese corredor.Esta relacin fenicio-indgena tendr la gran ayuda, como intermediario, de un importante establecimiento indgena, Pea Negra (Crevillente), que recibi una poblacin oriental tan importante y significativa como para originar la aparicin de un barrio colonial, desde donde se irradiar la cultura fenicia hacia el interior del Vinalop durante el s. VII y primera mitad del VI, hecho que prov ocar el surgimiento de una etapa orient alizante intensa que desemboc en la aparicin de la cultura ibrica desde momentos muy tempranos. El poblamiento en la fase orientalizante de formacin de la cultura ibrica En el Tabai (Aspe), una de las sierras ubicadas al norte de la gran garganta del pantano de Elche, se origin una comunidad indgena protohistrica orientalizante. Su posicin era muy estratgica, pues constitua la autntica puerta de entrada para ascender por el Vinalop desde la costa, que la tena ante s. El asentamiento haba tenido una fase de la Edad del Bronce, con las facies Tarda y Final, cuyos herederos entran en contacto directo con las gentes coloniales asentadas en sus proximidades, en Pea Negra y la desembocadura del Segura. Adems de algunas cermicas de este horizonte cultural, destaca en el lugar la aparicin de dos barras planas de cobre, utilizadas como lingotes premonetales, pertenecientes a un patrn utilizado por agentes fenicios en sus relaciones comerciales terrestres y martimas. Es evidente que esas piezas son fruto de una relacin comercial directa entre los indgenas de este sitio y sus vecinos orientales. El poblado muestra algunas construcciones que hasta la fecha no pueden adscribirse a una fase histrica concreta. Ascendiendo aguas arriba, a poco ms de 20 km. de este yacimiento, se encuentra el asentamiento fundamental de El Monastil, que ocupa las estribaciones orientales de la Sierra de la Torreta, rodeadas por un gran meandro del Vinalop, y que controla estratgicamente su mejor vado en la zona, en el norte del Valle de Elda. Esta circunstancia le convierte en uno de los hitos principales de la caada ganadera ancestral que partiendo desde la Serrana de Cuenca llega por el corredor de Almansa para entrar en el del Vinalop, y tras pasar por la Sierra de Crevillente acceder a la cost a. El Monastil es un hbitat originado en el trnsito del Calcoltico campanif orme a la Edad del Bronce, de la que se tiene constancia de sus facies Tarda y Final. En un momento impreciso, pero en todo caso en la etapa de Pea Negra II, se produce el contacto con el horizonte orientalizante del Bajo Segura, surgiendo durante los ss. VII y VI un panorama cultural y comercial ligado a esa comarca, y especialmente a aqul asentamiento de la Sierra de Crevillente, del q ue dista alrededor de 25 km. Presenta sus niveles preibricos orientalizantes entre las cotas 430 y 420 m.s.n.m., donde se han registrado estructuras de aterrazamientos con ngulos rectos y en algn caso con un bastin trapezoidal, q ue se levantan directamente sobre la roca madre y la tierra virgen. Junto a un 45La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Vista a216r Monastil (Ar Ar Elda). pequeo lote de cermicas fenicias (nforas, cuencos-trpodes, platos grises y cermica de engobe rojo) destaca la abundancia de cermicas indgenas que imit an a aquellas, sobresaliendo las pintadas bcromas y moncromas, y las que presentan la pasta y textura, incluso marcas y grafitos fenicios, semejantes a los de las cermicas de Pea Negra. Se observa, por tanto, durante los ss. VII y VI, una evidente relacin comercial entre el asent amiento crevillentino, especialmente en su fase IIB, y los indgenas del norte del Valle de Elda. Este fenmeno explica bien la presencia en El Monastil de fbulas de bronce de doble resorte y una punta de flecha de bronce de arponcillo lateral. Otro dato de inters es que con estos materiales se han recogido restos seos de bvidos y escoria de fundicin de hierro. Sobre un pequeo cerro a 1,5 km. al norte de El Monastil, se ha exhumado un edificio de estructura rectangular, con paredes levantadas a partir de postes de madera, que ms adelante comentaremos, q ue pertenece a un extrao lugar ibrico, cuyo origen est en una etapa inicial, de los siglos VII y VI a.C., pues han aparecido algunas cermicas realizadas a mano cuya procedencia puede ser del ltimo momento del Bronce Final, adems de un exiguo lote de cermicas indgenas pintadas bcromas y moncromas y nforas orientalizantes de las llamadas A1/R1. El yacimiento, denominado el Chorrillo (Elda-PetrerSax), ha sido recientemente excavado y demuestra, por su localizacin junto a un vial que circula paralelo al ro, que su objetivo era controlar una rica zona agrcola y la principal va de comunicaciones de la zona. Otra nueva comunidad indgena y orientalizante se encuentra sobre una de las sierras ms elevadas de la comarca, Camara (Elda), en cuya cima, a 800 m.s.n.m., hemos localizado una estruc- tura fortificada, con un bastin semicircular, un ngulo recto, y 1,60 m. de grosor. Su distancia es de 5 km. respecto de El Monastil y 3 km. respecto del Chorrillo. Entre el material recogido en varias prospecciones arqueolgicas, dest aca la enorme presencia de nforas locales, del tipo A1/R1, tanto indgenas de Pea Negra como otras indgenas q ue posiblemente se han fabricado sobre el lugar o reas prximas, sobresaliendo q ue en ambos casos hay grafitos fenicios y marcas semejantes a las de Pea Negra y El Monastil. Tambin se ha documentado la presencia de cermica fenicia, como nforas y un plato de barniz rojo, adems de tinajas y platos grises indgenas orientalizantes. La relacin con el ltimo asentamiento es clara y obvia, pero es ms importante la evidente asociacin comercial que ostent con el primero, del que dista tan slo 25 km. recorriendo una antigua ruta natural de gran importancia ganadera, que les une directamente. La altura y posicin orogrfica de Camara debi resultar clave para el control visual del territorio y sus vas de comunicaciones, pues con la vista se alcanzan las tierras situadas a 30 km. al interior y a otros tantos de la Sierra de Crevillente, por tanto donde est aba la antigua lnea litoral. Es un poblado de gran inters para las comunicaciones, pero sobre todo para controlar el comercio de la sal y el esparto, materias abundantsimas en la zona, pero tambin de la carne, pues a los pies de Camara se ubica una gran laguna salada, con gran riqueza cinegtica (hasta al menos el s. XV d.C.), y es el punto donde coinciden las veredas ganaderas de la Alta Andaluca y de la Meseta. Aproximadamente a 5 km. al norte de Camara se ubica la necrpolis del Pen del Rey (Villena-Sax), que ocupa la cresta rocosa ms septentrional de la Sierra de Picachos de Cabrera, a 710 m.s.n.m. Muy probablemente es la nica necrpolis localizada en el interior del Vinalop que se pueda asociar a esta fase histrica, al menos a su fase final. En la parte ms elevada del lugar se pudo originar el hbitat, pues existe una planicie donde se conservan restos de muros y cermicas pertenecientes a la Edad del Bronce, cuyo asentamiento no sabemos si pudo tener alguna relacin con la posterior etapa cultural, la orientalizante. Los enterramientos de esta necrpolis consisten en colocar las cenizas di- 46HISTORIA DE ELDA Cer207micas fenicias (El Monastil) (Ar Municipal de Elda). Asas de 207nf con mar Monastil) (Ar Ar Elda). rectamente entre los huecos de la roca natural, cubrirlas con cermicas y todo ello dejarlo protegido con una serie de piedras. Para su investigadora, L. Hernndez, tienen evidentes paralelos en las sepulturas del grupo E de Villaricos, con una cronologa desde el s. VII al IV, en ambiente claramente feniciopnico, en Frigiliana y en necrpolis del norte de frica (Motya, Rachgoun, etc.). No obstante, existi otro modo de tumba, pues hay referencias a la presencia de fosas de planta rectangular, que cavadas en la roca son remontadas con muretes de piedra. Igualmente, los paralelos de las cermicas empleadas en las tumbas, bsicamente platos grises, se encuentran en yacimientos que recibieron ntidos y tempranos contactos fenicios: Pea Negra, El Monastil o Villares de Caudete de las Fuentes. Estamos pues ante cermicas locales indgenas cuya inspiracin es totalmente fenicia, orientalizante. Los ajuares son escasos, un pequeo lote de objetos metlicos: una fbula anular de bronce, de resorte tipo charnela en bisagra y puente de timbal; una punta de f lecha de bronce de tipo Palmela; un fragmento de un posible cuchillo afalcatado de hierro, de igual metal se recogieron varios fragmentos en forma de barritas y un botn o remache de igual material. Para esta investigadora y merced a la presencia de la fbula, la necrpolis datara del s. V a.C., hacia su mitad, segn o tros investigadores se podra fechar en la primera mitad de esa centuria. Sin embargo, teniendo en cuenta que hay fbulas anulares ya entre los ss. VII y VI y que las cermicas tienen un aire claramente orientalizante, hemos propuesto subir su cronologa a pleno s. VI y pensar que pudo estar en uso hasta el primer cuarto del V, datacin por la que t ambin se decantan C. Mata y H. Bonet, q uienes plantean una fecha entre el 575 y el 475 a.C. Un ltimo lugar merece ser mencionado, es el yacimiento arqueolgico denominado Pen del Trinitario, situado en las laderas meridionales de Monte Boln, a menos de un kilmetro del oeste del casco urbano de la ciudad de Elda. Es una zona donde se tiene documentada la existencia de un poblado de la Edad del Bronce Pleno y Tar do, junto al que se hallaron diversas cuevas de enterramiento, que en algunos casos presentan materiales espordicos de una posterior poca ibrica, eviden- ciando que el lugar sigui siendo frecuentado para algn tipo de uso no bien determinado. Ya en un momento fechable entre el final de la fase prehistrica y la poca preibrica, orientalizante, parece que hubo cierta actividad en el lugar, as lo indica la presencia en una de las tumbas de dos cuentas de collar de pasta de vidrio, una elipsoidal, negra, decorada con lneas blancas, y la otra de f orma de tonelete, negra decorada con lneas blancas en espiral, que han sido identificadas como piezas fabricadas en t alleres egipcios y que habran llegado a nuestras tierras a travs del comercio micnico o poco despus, con las primeras visitas fenicias precoloniales. En las reas cercanas al Monte Boln, en la necrpolis de Les Moreres, en Pea Negra (Crevillente), se ha documentado la presencia de objetos parecidos fechados 47La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda F222bula de doble r de f (Ar Municipal de Elda). Vista de un tramo de muralla de Camara (Ar Ar Elda). Grafitos y mar fragmentos de 207nf (Ar Municipal de Elda). en el Bronce Final, mientras en la Cova de la Pastora (Alcoy) aparece uno de estos objetos acompaado de nforas fenicias. Por lo tanto, creemos que entre esos momentos del Bronce Final y la colonizacin fenicia pudieron llegar las cuentas del Pen del Trinitario, lugar que era proclive a la llegada de excepcionales piezas del comercio de la poca dado que se ubicaba en la principal va comercial del momento, la que sera usada para la proyeccin econmica y cultural fenicia hacia las poblaciones indgenas del interior del Vinalop y del inicio de la Mancha. Precisamente a una fecha inmediat amente posterior, entre los siglos VII y VI a.C., pertenece otra interesante pieza hallada en superficie en Boln, a pocos metros al este del Trinitario, es una placa de bronce de cinturn de tipo cltico que parece ser indicio del contacto con la Meseta oriental, rea ganadera por excelencia desde donde llegaba su ganado a travs de la Vereda de los Serranos, que partiendo de Cuenca discurra a los pies de Camara pero tambin de Monte Boln. Es muy probable que esta pieza espordica, pero significativa, pueda asociarse a algn miembro del grupo q ue traa los animales por dicha ruta, cuyo final era llevarlos hasta la zona fenicia de la costa. La aparicin de la cultura ibrica durante su fase antigua (ss.VI-V a.C.) Entre mediados del s. VI y el V a.C., se va a producir una nueva reestructuracin del territorio, que tendr que ver con la crisis del control comercial fenicio de Iberia, con el comienzo de una helenizacin cultural de los ambientes tanto fenicios como indgenas y con la aparicin de la cultura propiamente ibrica. Es un momento en el que la comarca al sur del Vinalop y en la Vega Baja del Segura, desaparecen asentamientos tan fundamentales de la etapa anterior como Los Saladares (Orihuela) y Pea Negra (Crevillente), mientras o tros lugares adquieren o inician un desarrollo excepcional, caso de El Oral (San Fulgencio) y La Alcudia (Elche). De forma paralela, en el Valle de Elda y el resto del interior del Vinalop se produce un proceso semejante. Importantes centros de la etapa anterior son abandonados, segn nos ilus- tran los casos de Tabai (Aspe) y Camara (Elda), y otros perdurarn por un cierto tiempo, como ocurre con la necrpolis del Pen del Rey (Villena-Sax) (de hbitat desconocido), o se irn consolidando progresivamente, segn se evidencia en las zonas ms bajas y prximas a las mrgenes del Vinalop, las ms apt as para la agricultura y por donde pasan los principales viales de comunicacin, sus mejores ejemplos son El Chorrillo y sobre todo El Monastil, que separados por tan slo 1,5 km. de dist ancia estn directamente relacionados con el control y la explotacin de un mismo territorio, en el que parece concentrarse la poblacin ibera de ese momento, quizs debido a la llegada de los habitantes de los otros asentamientos ahora abandonados. Un nuevo hbitat parece formarse entre Monforte del Cid y Novelda, tambin junto a los mrgenes del ro, donde se encuentra el yacimiento de La Algualeja-El Campet, al que perteneca el Arenero en el que se hallaron varias esculturas de bvidos (cinco), restos arquitectnicos (pilar, plinto y caveto o nacela) y tres posibles busta repletos de cenizas, uno perteneciente a un gran monumento funerario del tipo pilar-estela, y dos de otros tantos basamentos o plataformas funerarias, cuyos restos pueden asociarse a las losas que forman una estructura exhumada por L. Ab ad en las proximidades del mismo lugar. En cuanto al rea donde se ubicara la habitacin propiamente dicha no se tiene ninguna certeza de su localizacin.El Monastil En esta etapa de consolidacin del sistema urbano su constatacin parece reducirse a El Monastil en la parte central del Vinalop, donde ofrece indicios de haber sido el asentamiento principal de la fase anterior, que jerarquiza todo el territorio en aproximadamente 20 km. a su alrededor y que ahora estara en franca expansin ante el empuje que comenzaba a tener su clase dirigente, su ncleo aristocrtico, que se permite crear una necrpolis cuyos indicios espordicos nos llevan a pensar que estara situada entre la parte baja del poblado y el ro, junto a la va de comunicacin que lo circunda. La informacin de ella depende hasta la f echa de hoy de hallazgos fortuitos de elementos escultricos y arquitectnicos, ya que no se ha efectuado excava- 48HISTORIA DE ELDA Placa de cintur227n de br tipo 307c216ltico310 (Monte Bol227n) y dos cuentas de pasta de vidrio de origen e Tr itario) (Ar Ar Elda). cin arqueolgica alguna. Los principales objetos recuperados son la escultura de una sirena y el ngulo de una gola con gran voluta de un pilar-estela, su estilo es jnico, con cinco ptalos, en cuya base comienza la arista de la nacela, piezas que hemos datado entre la primera parte y la mitad del s. V a.C. Respecto a la escultura hay que indicar que es un cuerpo de sirena de inf luencia helenizante, al que le faltan la cabeza, las patas y la cola, sus alas aparecen plegadas y pegadas al cuerpo, quedando visibles toda una serie de plumones sobre el mismo. La forma de la escultura es muy estilizada y rectilnea, sobre todo si se compara con las otras dos sirenas halladas en la Pennsula Ibrica, en Mogente (Valencia). En los flancos se aprecian dos hendiduras que parecen ser la huella de una abrazadera metlica de sujecin de la figura, quiz de un momento en el que ya no se tena en pie. De la misma cronologa seran varios sillares con reliev es, que pudieran haber formado parte de la ornamentacin de un hipottico heroon levantado en el interior del poblado. Se trata de un gran bloque de piedra sobre el que se ha esculpido la testa de un toro que la presenta girada hacia la posicin del observador. El otro bloque es ms pequeo y muestra una potnia theron q ue con su mano diestra toca la testuz de un quido, de factura muy tosca, mientras con la siniestra levanta una serpiente. Son temas iconogrficos que se pueden asociar con los cultos guerreros y de fecundidad que acompaan a las tpicas he- roizaciones conocidas entre la elite ibera. Una ltima pieza (indita) fue hallada recientemente, muy arrasada y formando parte del umbral de una puerta en la muralla, junto al torren rectangular conservado, en este caso es un gran bloque de piedra que presenta una labra muy esquemtica con la que se ha representado una figura femenina, al menos la zona entre su busto y el cuello, se observa que tiene los brazos pegados al cuerpo, pues as es como aparece el derecho, que inmediatamente detrs tiene parte de un ala; posiblemente estemos ante una divinidad ibrica alada o una f igura mitolgica del tipo esfinge. De la estructura urbanstica y arquitectnica del oppidumde sta poca no se conoce nada, pues las construcciones es- 49La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Plano topog de El Monastil (Ar Museo Ar de Elda). Par sir voluta de la zona superior de un mon Monastil) (Ar Ar Elda). tn ocultas por las posteriores levantadas en nuevas fases ibricas y romanas. No obstante, la aparicin de materiales arq ueolgicos muebles, mayoritariamente cermica ibrica pintada con motivos geomtricos simples, cermicas grises y nf oras, que se recuperaron entre las cotas 420 y 424 m.s.n.m., permiten ubicar el asentamiento de los ss. VI-V en su zona baja. El Chorrillo El otro yacimiento arqueolgico con una etapa adscribible a este momento es El Chorrillo (Elda-Petrer-Sax), al menos es lo que deducimos de la presencia de un grupo de cermicas ibricas pintadas y grises datables en esta fase, que se encuentra en ambas mr- genes del ro, lo que permite suponer que el extrao edificio ibrico erigido sobre el pequeo cerro del lugar pudo existir ya entonces, y lo que es ms interesante, que la escultura ibrica de un toro hallado a principios de siglo, en frente, en la orilla derecha, y cuya tipologa le hace ser catalogado en el grupo B o 1 de T. Chapa, fechado entre finales del s. VI y comienzos del V, permite confirmar la existencia de este asentamiento ibrico en esas fechas. La escultura es de gran importancia pues se asemeja a varios de los toros del citado Arenero de Monforte del Cid (en la Algualeja), que como stos se levantara sobre un monumento funerario del tipo tmulo o plataforma. El toro de El Chorrillo (mejor que las denominaciones tradicionales y errneas de Sax o de Petrel) est acostado, con boca entreabierta que deja ver sus dientes, la cola sobre los cuartos traseros y sus cuernos y orejas postizos, que al desaparecer han dejado cuatro orificios. El tipo escultrico le hace pertenecer a un grupo artstico tpico del Vinalop, con posible taller en Ilici(Alcudia de Elche). La ausencia de otros restos arquitectnicos y de indicios fehacientes de tumbas nos hacen dudar de la existencia real de una necrpolis, que por otro lado tampoco tiene una autntica zona de hbitat, al menos sta es la idea que podemos deducir despus de las excavaciones y las prospecciones arqueolgicas que hemos realizado en el yacimiento. La segura pertenencia del asent amiento a una clase dominante, nos hace plantear su muy probable dependencia del grupo aristocrtico con sede en El Monastil, del que solamente le separa 1,5 km. 50HISTORIA DE ELDA Fragmento de escultura de una figura femenina alada (El Monastil) (Ar Ar Elda). Dos sillar con la r di y ser la ca El Monastil (Ar Ar Elda). Vista panor207mica del cerr Chorrillo (ArAr Elda). La eclosin de la cultura ibrica: la fase del ibrico pleno (ss. V-III a.C.) Durante la segunda mitad del s. V a.C. la cultura ibrica ref leja, en todas sus reas peninsulares, que se ha producido una transformacin en su sociedad y en su economa, circunstancia fcil de rastrear en sus mbitos urbanos, productivos y funerarios. Los cambios son tambin evidentes en el territorio del Vinalop, que muestra un mayor nmero de zonas habitadas ibricas, al menos a partir del ltimo tercio del s. V, entre las que adems van a aparecer centros de gran import ancia y otros menores, con los que se va a disear un tipo de organizacin territorial en la que surgir un lugar central o hegemnico, que paulatinamente impondr un cierto nivel de jerarq uizacin. Avanzada la segunda mitad de ese siglo surgen nuevos asentamientos tanto en reas de llanura como de montaa, es el caso del Puntal (Salinas), la Molineta (Salinas), Batoy-La Torre (Sax) y Caprala (Petrer). Otros ncleos siguen de la etapa anterior incrementando su importancia, como ocurre con El Campet-La Algualeja (Novelda-Monforte del Cid), con El Chorrillo y El Monastil. Esa tendencia a ocupar mayores extensiones del territorio para aumentar su explotacin y el control de las mejores vas de comunicacin, parece tener relacin con la consolidacin del poder de la aristocracia dominante en la zona, q ue despus de organizar socioeconmicamente el hbitat consigue obtener excedentes productivos, que totalmente o en parte quedan a su disposicin. Como consagracin de dicha tendencia en el s. IV a.C., surgen nuevos asentamientos junto a los anteriores: Castillo del Ro (Aspe), Castillo (Monfor te del Cid), El Charco (Monvar) (indito), Boln (Elda), El Mirador (Petrer), Zaricejo (Villena) y La Tejera (Villena). Monte Boln: un posible lugar sacro En esta fase es cuando parece que existira algn tipo de hbitat modesto en la ladera sur de este monte, pues tenemos varios indicios de ello. Por ejem- plo, en la cueva n 1 del grupo de las cuevas de enterramiento asociadas al ya citado Pen del Trinitario se localiz un enterramiento infantil, al menos un crneo completo de un nio; un vaso ibrico caliciforme, realizado a torno y con decoracin pintada del tipo geomtrico simple, de finos filetes de color siena; un fragmento de pasta de vidrio verde, de un objeto indeterminado; un pequeo colgante de marfil decorado con incisiones; una aguja para el cabello, de hueso, decorada con incisiones en retcula y entre molduras, con la cabeza acabada en un apndice redondeado. Este conjunto de piezas de cronologa ibrica aparecan en la cueva junto a otros objetos cermicos y lticos de la Edad del Bronce, por lo que parece posible una reutilizacin de la necrpolis prehistrica en la fase ibrica. Las piezas de esta cultura depositadas en una cueva que tiene cerca manantiales de agua hoy secos, que en algn caso surtan de agua templada o clida, y la presencia de un caliciforme han hecho pensar que podemos estar ante una cueva santuario de las tpicas de la zona levantina. En este sentido es interesante destacar la noticia antigua recogida por E. A. Llobregat de que se hall en esa zona un exvoto ibrico de bronce, que representaba una figura oferente masculina, con tnica corta y decaluatio, es decir, con la tpica tonsura de los sacerdotes, por lo que quizs en nuestro caso se trate de un sacerdote. De este modo cobra fuerza la idea de encontrarnos ante un rea sacra ibrica por 51La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Dibujos de la escultura de tor hallada en El Chorrillo (se Herr Enterramiento funerario (P del T Museo Ar de Elda). modesta que la misma sea, al menos en lo conocido hasta hoy.De igual modo que los lugares de habitacin son ms numerosos ahora, tambin ocurre igual con las necrpolis, que en este momento ref lejan la presencia de un importante cuerpo social compuesto por guerreros, que son enterrados, por lo general, en fosas o huecos del terreno con busta, donde destaca la aparicin de armamento y ajuares cermicos en los que sobresalen las piezas de barniz negro tico, es as en las tumbas de El Campet-La Algualeja (Novelda-Monfor te del Cid) (cuatro enterramientos, de los siglos IV-II), en Botay-La Torre (Sax) (tres enterramientos, del s. IV) y en el Puntal (Salinas) (treinta y siete enterramientos, de los ss. V-IV). Es interesante destacar que en el primer lugar est documentado el uso de pebeteros del tipo cabeza de Tnit, lo que le relaciona con necrpolis murcianas y de la zona costera alicantina. En cambio, parece haber desaparecido o ser ms rara la tumba monumental con esculturas. Solamente conocemos la cabeza de len del Zaricejo, incluido en el grupo reciente de T. Chapa, que tiene una cronologa avanzada dentro del s. IV y que presenta rasgos de inf luencias helensticas. Salvo en el caso del Puntal, no est clara la adscripcin del resto de las necrpolis a un hbitat especfico. La poblacin parece concentrarse en torno a unos pocos oppidade pequeas dimensiones, pues a excepcin de El Monastil, que cuenta con algo ms de 3,5 ha., y el Puntal, con cerca de 0,4 ha., por tanto a gran distancia de aquel, el resto de asentamientos tiene entre 0,1 y 0,3 ha. De todos ellos, usan las zonas mont aosas como elemento defensivo el Pun- t al, el Mirador, el Castillo de Monforte del Cid y el del Ro, los dems se ubican en llanuras o piedemontes. El nico lugar autnticamente fortificado es el Punt al, que cuenta con una muralla reforzada con varios torreones y un foso exterior, sin embargo, tambin exista un recinto amurallado en El Monastil y en El Charco (Monvar), que bsicamente era un muro perimetral no excesivamente potente. El oppidum de El Monastil Del escaso urbanismo ibrico documentado en el Vinalop, al menos en El Monastil y en el Puntal se observa q ue son poblados cuyas estructuras se adaptan a las curvas de nivel. Por otra parte, ambos controlan los dos mejores accesos del territorio, el primero junto al vial que corre paralelo al ro Vinalop, y el segundo en el paso junto a la laguna de Salinas. Probablemente esta circunst ancia les permitiese adquirir una mayor importancia frente al resto del hbitat, especialmente en el caso de El Monastil, q ue parece asumir el papel de lugar central o de oppidumhegemnico, como refl eja la documentacin arqueolgica que nos informa de su aspecto socioeconmico. Efectivamente, en el s. IV a.C. se construiran algunos edificios, de los q ue hemos de destacar un complejo arq uitectnico en su parte baja, que parece corresponder a la familia o grupo dominante de la urbe y su zona territorial. Se trata de una gran estructura compuesta por cinco potentes muros paralelos, de direccin norte-sur, delimitados por otros dos de direccin este-oeste, q ue en ningn caso llegan a entrar en con- 52HISTORIA DE ELDA Figurilla de br Bol227n) (Ar Ar Elda). Dos vistas generales de estr sobr (Ar Municipal de Elda). tacto con aquellos. Sus mejores paralelos morfolgicos y funcionales son un grupo de edificios muy caractersticos interpretados como almacenes sobreelevados, horrea, entre los que destacan los aparecidos en Ullastret, Tornabous, Alorda Park, la Moleta del Remei, Illeta dels Banyets, La Balaguera, Torre de Foios y El Amarejo, que en algunos casos se pueden relacionar con edificios considerados palacios o templos, con los que formara un conjunto de estructuras que ideolgica y funcionalmente seran herederas de las construciones del tipo palaciosantuario, de matiz orientalizante, documentadas en Cancho Roano y la Muela de Cstulo. Un indicio de la posible existencia de un edificio que fuese la sede de un palacio/templo, o con seguridad de una estructura arquitectnica de prestigio, es el hallazgo de una basa de columna, muy desgastada por la erosin, que apareci en la reconstruccin posterior que sufri el muro que delimitaba por el norte el almacn. La existencia de un prtico con dos columnas in antisen construcciones sacras del rea siriopalestina, y lo que es ms interesante para nosotros, que en La Illeta dels Banyets, en Ullastret, en Tornabous o en Alcores de Porcuna, se documente la presencia de posibles edificios sacro-polticos con dos columnas en su prtico y en lugares prximos o asociados a edificios singulares, nos permite plantear la muy probable existencia de un rea privilegiada, de la clase aristocrtica dominante del oppidum , que ofrecera de esta forma una clara jerarquizacin urbana. En todo caso, estamos ante una infraestructura socioeconmica que sirve de instrumento para almacenar, bajo el dictado de la clase dominante, todos los excedentes obtenidos con la explotacin intensiva del territorio jerarquizado por El Monastil, que dispondra de este modo de una importante materia de intercambio comercial, principalmente, y en este caso, las cosechas de cereales y aquellas o tras producciones obtenidas en el agro circundante. El Chorrillo: un asentamiento dependiente Existe un pequeo asentamiento inmediatamente al norte de El Monastil, aguas arriba del Vinalop, que les une directamente. Se ubica en una de las zonas del Vinalop consideradas como ms aptas para la explotacin agrcola. La nica estructura localizada y exhumada est en la cima y al sur de una pequea elevacin rocosa junto al ro, 53La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Vista y planta del edificio de El Chorrillo (Ar Ar Elda). controlando el camino existente entre ambos. Se trata de los restos de un edificio muy particular, que tiene 9,3 m. de longitud por 11 m. de anchura, muy arrasado y en parte desaparecido. Est levantado directamente sobre la roca base del cerro. Su planta parece ser tripartita, destacando la estancia central por ser de mayores dimensiones (8 X 3,6 m.) q ue las otras dos que le f lanquean, y por poseer restos de un rstico hogar en su ngulo sureste. La construccin se ha logrado intercalando postes de madera, con los que se han fabricado las paredes. De todo ello solamente se conservan los orificios, que atraviesan la roca e incluso los sillares que forman el zcalo de arranque del edificio. Dichos orificios estn alineados a lo largo de las distintas fachadas, sin embargo, existe otra alineacin en diagonal que cruza desde el ngulo noroeste hacia el sureste. Posiblemente, alguno de los orificios no tengan finalidad constructiva y puedan relacionarse con ciertos actos rituales, no hay que olvidar que junto a las cenizas que acompaan al citado hogar se hallaron las dos astas de un toro joven, adems de que en el nivel superf icial de la estancia grande se recuper una campanilla ibrica de bronce, quizs perteneciente a una posible vctima animal sacrificada, por ejemplo el citado toro (tambin se hall la punta quemada de otra asta de bvido). A todas estas caractersticas especiales hay que unir q ue estamos en una construccin tot almente aislada, en lo alto de una cima q ue es el lugar hegemnico de la geografa llana que constituye su territorio. A dems, se ubica en el epicentro y parte ms baja de una zona con abundantes asentamientos ibricos, uno de los cuales, El Mirador, presenta una altura y unas dimensiones que nos hace pensar q ue sea una atalaya que al estar frente a El Monastil y El Chorrillo sirve de intermediario visual, pues stos no tienen contacto directo. Por otro lado, en las tierras situadas frente al promontorio, al o tro lado del ro, es donde se hall la escultura ibrica de toro, cuya relacin 54HISTORIA DE ELDA Campanilla de br tor Museo Ar de Elda). Selecci227n de ma en El Chorrillo (Ar Museo Ar de Elda). con el edificio nos escapa actualmente. Los mejores paralelos del uso y disposicin de orificios como los de El Chorrillo los tenemos en varios asentamientos fechados entre los ss. VII y IV a.C. Algunos ejemplos se observan en el Castellar de Librilla (Murcia), en el Templo A de La Encarnacin de Caravaca de la Cruz (Murcia), pero sobre todo en el sur de Francia, en Lattes, en una vivienda urbana datada entre los aos 375 y 350 a.C., momento en el que nuestro edificio est totalmente en uso y al que pertenece la mayor parte de los materiales muebles recogidos en su excavacin. A pesar de todo lo dicho no tenemos ninguna idea segura sobre el significado del edificio y del asentamiento. No obstante, su relacin directa con El Monastil nos parece fuera de toda duda. El Monastil oppidum central del interior del Vinalop Respecto a la organizacin territorial de las zonas habitadas y explotadas durante la fase ibrica en el interior del corredor del Vinalop creemos posible la siguiente propuesta. Por un lado debemos partir de un oppidumhegemnico, El Monastil, desde donde parece organizarse la produccin, el comercio y en general la administracin y la economa de la zona, al menos hasta una distancia de 15/20 km. a la redonda. En este mbito espacial encontramos dos pequeas atalayas, una al este, El Mirador (Petrer), que con El Monastil cierran el paso natural que comunica el Alto con el Medio Vinalop, la o tra altura viga est al sur, en Monte Boln, cuyo pequeo ncleo ibrico de su vertiente meridional tutela, ante s, el descenso desde el tramo anterior y el descenso por el otro vial existente en las comunicaciones norte-sur, es decir la ruta q ue pasa al pie del Puntal (Salinas), cuyas for tificaciones y foso reflejan su carcter de vigilante de ese acceso, de modo que este oppidum , ms modesto que El Monastil, complementara el control y la organizacin del territorio. Por otra parte, a escasamente 2 km. a su norte se encuentra una zona agraria de llanura, La Molineta, junto a la laguna de Salinas, en cuya explotacin de sal pudo especializarse, dando sentido a este asentamiento y todava ms al Puntal, autntico guardin de la explotacin de un elemento comercial clave en la antigedad como era la sal. En el norte se localiza Batoy-La Torre (Sax) que explota otra zona agropecuaria de inters, en un corredor transversal al Vinalop y con tierras altamente aptas para la agri- 55La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Ma con los asentamientos orientalizantes e ib216ricos. cultura y paso de una importante va pecuaria ancestral, desde la que se accede al territorio de Alcoy (La Serreta, El Puig, etc.) y a Valencia. Entre aquel asentamiento y el de El Chorrillo existe un lugar estratgico por disponer de abundantes acuferos y ser un hito en otro paso pecuario, en este caso de montaa y con riq ueza forestal, este enclave no es otro que el casero ibrico de Caprala (Petrer). Algo ms al norte quedan el Zaricejo y la Tejera (Villena), en una zona claramente cerealstica y de gran importancia para la introduccin del ganado en el corredor del Vinalop. Hacia el sur de El Monastil y de Boln se sita otro casero, que est fortificado, El Charco (Monvar), que def iende junto al vial fluvial una encrucijada donde se unen los caminos de Murcia (procedentes de Jumilla y del Medio Segura) y el que desciende hacia Elche y la Vega Baja del Segura. Ms al sur, a unos 20 km. de El Monastil surge otro valle especializado en las explotaciones agrarias, donde se asienta El Campet-La Algualeja (Novelda-Monforte del Cid), que contara con una atalaya-fortn en el Castillo del Ro (Aspe), q ue defiende otro vado y cruce de caminos sobre el mismo cauce del Vinalop. Otro asentamiento viga, en el Castillo de Monforte del Cid, tutelaba el acceso desde el ro hacia oriente, hacia las tierras de Agost y Alicante. La cultura ibrica ante la llegada de Roma Desde finales del s. IV y los inicios del III, se desencadena una crisis dentro de la cultura ibera, que adems de detectarse por nuevas destrucciones de esculturas, monumentos y otras construcciones arq uitectnicas en los poblados, se documenta por la desaparicin de muchos de ellos. Vemos como los asentamientos de Botay-La Torre, la Molineta, el Puntal, Caprala y el Chorrillo no llegan al s. III a.C., y dentro de esa centuria se extinguen tambin el Zaricejo, la Tejera, el Mirador y Boln. Es decir, que dos tercios del total del hbitat del Vinalop han sido abandonados, lo que implica una clarsima reorganizacin del territorio, que seguramente tendr que ver con las luchas entre las propias aristocracias locales y con las interferencias de los conf lictos pnicos. A lo largo de este proceso de reestructuracin se produce una disminucin y concentracin del hbitat ibrico. Entonces se observa como en el norte del Vinalop surge un poblado, en lo alto de la Sierra de San Cristbal (Villena) que comienza su actividad a partir de finales del s. III a.C. y entrar en contacto con la cultura romana, ya que su abandono ser en el s. I d.C. En el sur de la Cuenca se concentrar la poblacin entre El Campet-La Algualeja, que perdurar hasta el s. V d.C., consagrndose como zona de explotacin agraria, y el Castillo de Monforte del Cid, pequeo asentamiento de los ss. III a.C. y el Castillo del Ro que funcionar como un pequeo oppidumhasta el final del s. I a.C., segn ilustran los hallazgos numismticos romanos. Sin embargo, en las tierras centrales del Vinalop se consolida e incrementa la importancia de El Monastil, que en pleno siglo III a.C. su poblacin se encastilla, pues es cuando conoce un desplazamiento de gran parte de ella al sector alto del asentamiento, momento en el que se reestructura el hbitat al dotarse de una muralla de ms de 2 m. de grosor y torreones rectangula- 56HISTORIA DE ELDA Ma valencianas y sus territorios (se res, al menos dos, consiguiendo de esta forma fortificar el oppidumen su vertiente meridional. De modo que cuando nicamente se conoca de El Monastil su zona elevada, se propona una fecha para su origen en el s. III a.C., o que como mucho se aceptase que ya exista algn ncleo habitado en el IV. En cambio, en la parte baja, la ms antiguamente poblada, parecen producirse abandonos y destrucciones, al menos esto se deduce de la destruccin y amortizacin del almacn ibrico, fenmeno que parece ya consumado en el siglo II a.C. Por tanto, cuando tomen los romanos el sudeste ibrico, al apoderarse de Carthago Nova en el ao 209 a.C., en el Vinalop existen tres modestos poblados en lo alto de otras tantas sierras, San Cristbal, Castillo del Ro y Castillo de Monfor te del Cid, y un gran oppidumcentral, El Monastil, que parece alcanzar sus may ores cotas de poder, y que se ubica tambin en la cima de una montaa. Por su parte, las nicas zonas de llanura o tierras bajas que parecen en explotacin son El Charco (Monvar) y El Campet-La Algualeja (Novelda-Monforte del Cid). Conclusiones: El Monastil y su territorio Fue el interior del Vinalop un territorio indgena bien dotado de fuentes naturales de riqueza y bien comunicado, q ue permitira la formacin de ciertos asentamientos del Hierro Antiguo que como ostentadores de esos elementos econmicos, seran necesariamente visitados por las gentes orientales ubicadas en la costa vecina, junto al Segura, desde donde llegaran para comerciar y asegurarse el aprovisionamiento de materias primas ya mencionadas. De esta manera es como se formara una etapa indgena orientalizante, entre el s. VII y el VI a.C., que desemboc en la aparicin temprana de la cultura ibrica, hacia la mitad de esa ltima centuria, que al menos, en El Monastil, ya tena un grupo aristocrtico, de elite, que pudo sacar partido econmico de su relacin con las gentes coloniales. El desarrollo y la evolucin de aquellas comunidades dieron paso al nacimiento de ncleos ibricos, en poca antigua, en El Monastil, el Chorrillo, Pen del Rey y la Algualeja. Las esculturas de toros de la Algualeja (Arenero de Monfo rte del Cid) y de El Chorrillo y la sire- na de El Monastil, nos indican claramente cmo a finales del s. VI y la primera parte del V, existen grupos aristocrticos q ue estn sufriendo una helenizacin cultural y un enriquecimiento que les permite enterrarse bajo imponentes y lujosos monumentos funerarios, del tipo pilar-estela o plataformas escalonadas. Las propuestas anteriores no contemplaban una fecha anterior a los siglos V o IV a.C. Adems, con la nueva informacin aqu presentada es necesario revisar los planteamientos argumentados por algunos investigadores, como es el caso de J. Blnquez, que defiende una mayor antigedad para los asentamientos ibricos de la Alta Andaluca y el sureste de La Meseta respecto a los de Murcia y Alicante, sin embargo, al menos en el caso del Valle del Vinalop, vemos que ello no es as. Para nosotros podra existir una unidad cronoibrica en un territorio que incluira desde la desembocadura del Segura, el corredor del Vinalop, el sureste de la Meseta y la Alta Andaluca, gran rea que toda la investigacin considera excelentemente comunicada, al menos as lo ilustra la distribucin de cermicas griegas y de escultura ibrica. Este ltimo elemento artstico ha permitido, precisamente, defender la importancia de ese vial, en este caso relacionado con la helenizacin de su territorio. Posteriormente, en el Ibrico Pleno se produce un aumento considerable del nmero de asentamientos ibricos en toda la cuenca del Vinalop: La Tejera, El Zaricejo, El Puntal, La Molineta, La Torre, El Chorrillo, Caprala, El Monastil, El Mirador, Boln, El Charco, El CampetLa Algualeja y Castillo del Ro, relacionado con un inters econmico de am- 57La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Olpe decorado con un animal mitol227gico (kalathos decorado con un 207guila (El Monastil) (Ar Ar Elda). pliar y mejorar las explotaciones agropecuarias. Por ello sus hbitats aparecen en las zonas llanas junto a cursos de agua, en tierras altamente aptas para la agricultura, o en alturas que controlan las mismas y las comunicaciones del territorio, de modo que se fiscalice tambin la comercializacin del producto. Esta organizacin interesada dependera de la aristocracia dirigente de la zona, que sera tambin la responsable de planear y ejecutar las obras de fortificacin q ue ahora se detectan, cuyo mejor ejemplo es el Puntal de Salinas, pero sobre todo, destaca un grupo aristocrtico que parece hegemnico en la parte central del Vinalop, es la clase dominante de El Monastil, que construye un almacn sobreelevado y otras estructuras de prestigio q ue permiten hablar de una estrategia productiva para crear excedentes, al menos de cereales, para comercializarlos en los mercados del litoral prximo. Surgir as una clase poderosa con una economa de base principalmente agropecuaria, que con la riqueza obtenida fomentar la aparicin de nuevas tumbas monumentales, pues a esta fase pertenecen otras dos volutas escultricas de las que ornamentaran sendas nacelas de pilares-estelas, una de ellas es de estilo jnico y presenta una excelente decoracin vegetal; junto a ello llegaran t ambin otros productos suntuarios y de prestigio, como las cermicas griegas y el vino griego, que junto a otros objetos del mbito comercial pnico, encontrarn un buen mercado en los oppida ibricos del Vinalop, especialmente en El Monastil y en el Puntal. Durante el ibrico antiguo, etapa de las primeras importaciones de piezas griegas, no se registra ninguna en toda la cuenca fluvial. Sin embargo, a partir de finales del s. V y hasta finales del IV, sobre todo entre los aos 375 y 350 a.C., aparecen masivamente las cermicas griegas, ticas mayoritariamente, que se distribuyen a lo largo de prcticamente todo el Vinalop, desde Santa Pola y La Alcudia de Elche hasta Villena. En este momento del ibrico pleno vemos, tanto en poblados (principalmente en El Monastil) como en necrpolis (principalmente en el Punt al), una amplia gama de vasos ticos de figuras rojas (sobre todo crateras de campana, copas del Pintor de Viena 116, del Pintor Q, del Pintor del Ceal, escifos del Fat Boy, plato de pescado), cermica de estilo Saint-Valentin, copas Cstulo o inset-lip y de la clase delicada, y un buen nmero de bolsales. Como acerta damente ha puesto de relieve F. Sala entre esa vajilla predomina la relacionada con las libaciones y los banquetes rituales. Es decir, revela la costumbre arraigada entre las clases ms poderosas de la zona, de realizar actos sacro-sociales donde es necesaria la presencia de otro claro producto de prestigio, el vino, cuya llegada deberamos detectar en la documentacin de nforas, que son escasas, en todo caso son ms frecuentes las pnicas, entre las que se identifican algunas ibicencas y tambin del crculo del Estrecho de Gibraltar, pues hay un ejemplar del tipo Ma-Pascual A4 en el Puntal, en El Chorrillo y otro en El Monastil, cuyos habitantes, por tanto, debieron consumir salazones o salsas de pescado. De las ms escasas nforas griegas nicamente conocemos un ejemplar de un envase greco-siciliota del Puntal y o tros dos de nfora corintia del tipo B de El Monastil (inditos), ambos hallazgos constatan la llegada del vino de mbitos griegos hasta el interior del Vinalop, bien a travs del comercio pnico o ms improbable con el griego. Otras nforas importadas, aunque de reas ibricas, como el tipo I3 de Ribera, estn presentes en El Monastil, en el Chorrillo y en el Puntal. Es en esta fase cuando El Monastil parece adquirir el papel hegemnico territorial, pues de entonces data el almacn para recoger los excedentes de la produccin agropecuaria, que permitir a la clase dominante del oppidumacceder a muchos de aquellos bienes o mercancas de prestigio socioeconmico, que han de importarse del Mediterrneo. Su nivel econmico y comercial le facilitara establecer relaciones diversas con otros ncleos ibricos de gran importancia, lgicamente y en primer lugar con la vecina Ilici (Alcudia de Elche), de la que import grandes cantidades de su mejor cermica indgena, la decorada con motivos pictricos, pero tambin sobresale la llegada de varios ejemplares de un tipo de olpe con decoracin estam pillada tpica de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia). Y todava ms excepcional es el hallazgo en El Monastil de un exvoto de bronce ibrico donde se representa a una sacerdotisa encapuchada, su tcnica y tipo hacen pensar que se trajo desde las tierras de Jan, donde se fabricaron para ser de- 58HISTORIA DE ELDA Fragmento de sillar con voluta de un mon Monastil) (ArAr Elda). Selecci227n de cer207micas g de figuras r (Ar Municipal de Elda). positados en sus importantes santuarios ibricos. Como ya se seal otro exvoto de bronce se encontr a tan slo 1,5 km. ms al sur, en las laderas de Monte Boln, se trata de la figura de un orante o sacerdote. Ambas piezas votivas son excepcionales por demostrar una importacin para el culto, que deba ser hasta cierto punto costosa por ser de bronce, material inusual en la regin (lo normal son los exvotos de terracota), y por su procedencia lejana, de algn lugar de la Alta Andaluca.Al margen de los pebeteros de Tnit aparecidos en las tumbas de El Campet-La Algualeja, que reflejan la presencia del culto a una divinidad indgena sincretizada con aqulla, los nicos datos de religiosidad ibrica nos llevan de nuevo a El Monastil, donde ya indicamos la posible presencia de un templo al q ue se asociara el mencionado almacn, y sobre todo donde se descubri el ya cit ado sillar con el relieve de una diosa local del tipo Potnia Theron , que aparece danzando ante un quido y mostrndo una serpiente, tema perfectamente relacionable con la aristocracia guerrera y la proteccin y heroizacin de uno de sus miembros principales, pues en esa divinidad se identifican cultos dinsticos de inf luencia oriental que se sincretizaron entre los iberos. Tenemos as constatadas algunas de las principales manifestaciones de un poder claramente establecido en El Monastil, y en el territorio central del Vinalop que jerarquiza. Cuando J. A. Santos analiza la situacin del Segura entre fines del s. IV y la primera mitad del III, explica la recesin observada con varias razones que creemos aplicables, tambin, al Vinalop, como el expansionismo cartagins en la zona, los tratados con Roma, desequilibrio entre oferta y demanda, guerras de Sicilia y la propia crisis interna. A continuacin, durante la segunda parte del III a.C. los efectos de las guerras pnicas paralizan en gran medida las importaciones, hasta que con el final del siglo se produzca la victoria final de Roma (201 a.C.). A pesar de todo ello, se evidencian a vances en la organizacin interna de la economa ibrica en los principales hbitats del momento. Apreciamos cmo el sistema de pesos y medidas est claramente introducido, hecho que ilustran bien los ponderales de bronce y de plomo hallados en El Monastil, el Punt al y Sierra de S. Cristbal. P or otra parte, la presencia de cermicas pintadas con ornamentacin compleja de estilo vegetal y narrativo, indica el oppidum central de una comarca. De este modo se confirmara para El Monastil ese papel, pues en sus excavaciones han aparecido numerosos ejemplos de esos tipos cermicos que en algunos casos se fabricaron en el propio 59La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda Conjunto de 207nf Monastil) (Ar Ar Dibujos de una figurilla de br otra de El Monastil (der (se asentamiento, mientras en el resto del Vinalop solamente se conocen de forma testimonial.Si nos atenemos a la distribucin de esculturas ibricas del taller de Ilici, las cermicas ibricas pintadas de ste mismo centro o la posterior difusin de sus emisiones monetarias romanas, se evidencia que el corredor del Vinalop formaba parte del norte del territorio de dicha urbe, autntica capital econmico-cultural del sur de Contestania. En sus tierras encontramos una organizacin, como ya hemos visto, a partir de un oppidum principal, El Monastil, que est acompaado de otros oppidamenores, caseros y atalayas, sistema que recuerda claramente al documentado en Edetania. Hemos visto hasta ahora como los datos de ubicacin geogrfica central, la existencia de monumentos funerarios con esculturas de prestigio, la presencia de un almacn que da apoyo a excedentes de la produccin controlada por la clase dominante, la cantidad y calidad de productos importados, la circulacin numismtica, la fabricacin en el lugar de cermicas ibricas pintadas con escenas y motivos complejos que parecen indicar un carcter poliado, de oppida desarrollados, nos permiten identificar en El Monastil al asentamiento ibrico que capitaliza y jerarquiza una comarca, cuya importancia sobresale del resto de ncleos de hbitat ibrico. A esas caractersticas que ref lejan un papel hegemnico en el territorio se pueden aadir dos criterios propuestos por J. A. Santos, para argumentar la importancia central de Ilici, pero que tambin son aplicables a nuestro caso. En primer lugar, hay que tener en cuenta la extensin del hbitat, que en El Monastil es de 3,6 ha., de modo que supera con mucho la de otros centros del Vinalop. En segundo lugar, la continuidad de su poblamiento, que parece ininterrumpida desde el Calcoltico hasta el trnsito del mundo antiguo al medieval, de modo que cuando los romanos decidan ocupar un centro indgena import ante en la zona, decidirn asentarse en El Monastil, nico oppidumque se romaniz y luego atrajo el inters de bizantinos y visigodos. 60HISTORIA DE ELDA Pe s de br (Ar Municipal de Elda). Vista general de las vi la zona alta de El Monastil (Ar Municipal de Elda). I. El ro y el valle, caminos de Roma Para contar la historia romana del valle es imprescindible tener presentes los condicionamientos geogrficos: la aportacin del ro y su curso, agua y camino, va de comunicacin privilegiada enmarcada por modestos relieves terciarios y con tierras cuaternarias aprovechables para cultivos. Sobre este escenario fsico y sobre la tradicin ibrica se proyect la dinmica histrica de Roma y de su actuacin en la Pennsula Ibrica. La localizacin geogrfica del Valle de Elda, en el curso medio del corredor del ro Vinalop, fue clave en su evolucin histrica. Reformadas y ampliadas, bajo el dominio romano se continuaron utilizando vas ya existentes en la poca ibrica. El camino principal del valle fue la via Augusta. Esta calzada de primer orden a escala peninsular, activa desde inicios del Imperio, comunicaba Roma con Gades (Cdiz), siguiendo un itinerario a lo largo de la costa mediterrnea hispana. Un tramo de la calzada segua el curso del Vinalop, utilizando sustancialmente como base un antiqusimo camino que aprovechaba en gran medida el trazado del valle a travs de las estribaciones montaosas de los sistemas bticos. Con la mejorada va romana se hicieron posibles unas ptimas comu- nicaciones con el litoral, especialmente con varias de las principales ciudades del sureste, como Ilici (La Alcudia de Elche) y Lucentum (Tossal de Manises, Alicante), as como con diversos asentamientos costeros situados en el rea de influencia de la ciudad portuaria de Carthago Nova (Cartagena). El corredor del Vinalop, compartimentado en varias cubetas naturales, fav oreca, hacia el interior, las relaciones con las tierras meseteas, enlazando a la altura de Ad Turres (probablemente, Fuente La Higuera) con la via Heraklea, t ambin denominada Camino de Anbal, que conduca a travs de las altiplanicies manchegas hacia la Alta Andaluca y la rica provincia Btica. El camino romano del valle estaba jalonado por la presencia de asentamientos que actuaron como focos de romanizacin y que fueron claves en el desarrollo econmico general y en la difusin de ideas durante la presencia romana. El Itinerario de Antonino, a inicios del siglo III d. C., seala las paradas mansiones ms significativas de la ruta hacia el sureste peninsular. La calzada, desde Ad Turres, tras recorrer unas millas, se internaba en el Valle Alto del Vinalop, pasando probablemente por la actual colonia de Santa Eulalia (quiz la parada o posta citada como Ad Ello ) y dirigindose desde aqu hacia Ello(El Monastil), en un enclave estratgico q ue controlaba el acceso entre los Va- 61 La romanizacin del V alle de Elda: El Monastil ANTONIOM. PO VEDANAV ARRO Universidad de Alicante Museo Arqueolgico Municipal de Elda JUANCARLOSMRQUEZVILLORA U niversidad Nacional de Educacin a Distancia Museo Arqueolgico Municipal de Elda 4 lles Alto y Medio del ro. Ya en esta zona, el tramo principal y ms rpido y directo seguira hacia Ilicia travs de Aspis , quiz situada en el Castillo del Ro (Aspe), o ms posiblemente entre ste y El Campet, en las frtiles tierras de la conf luencia de los cursos del Vinalop, del Tarafa y de la rambla de Orito. Desde Ilici , un autntico eje viario y cruce de caminos, el acceso al mar era rpido siguiendo un camino hacia el Portus Ilicitanus (Santa Pola), pero la principal calzada segua hacia el sur, pasando por la mansio Thiar(San Gins de la Horadada) en direccin a Carthago Nova , la capital conventual y principal ciudad del sureste peninsular bajo el dominio de Roma. Un ramal secundario, relacionado con la controvertida cita en el Itinerario de Celeri/Celeret , se diriga desde el curso medio del valle, entre Aspe y Monforte, hacia Lucentum, pasando por La Alcoraya y Fontcalent, para finalmente girar de nuevo y encaminarse hacia Ilici, desde donde la ruta volva a ser la misma en direccin a Carthago Nova. Si los Valles del Vinalop favorecieron las comunicaciones entre el litoral y el interior peninsular, hay que destacar, paralelamente y de forma significativa, la situacin de la cubeta geogrfica de Elda en el entorno de los caminos que haban comunicado tradicionalmente Saiti(Xtiva) y su rea de inf luencia con los altiplanos murcianos de Yecla y Jumilla a travs de las actuales tierras de Monvar y El Pinoso, con una serie de hitos claves en El Ma y El Fond. Tambin desde la ibrica Saiti, futura Saetabis Augusta, varias rutas atravesaban la Hoya de Castalla y pasaban al Alto Vinalop por Sax, Salinas y el piedemonte de la Sierra de la Umbra. En ambos casos, estos itinerarios estuvieron asociados, probablemente ya en poca antigua, a las principales veredas y rutas ganaderas vinculadas a la trashumancia que conectaron las tierras del sur de la Celtiberia con la Alta Andaluca, y que han permanecido hasta la actualidad como vas pecuarias de primer orden. Los asentamientos romanos del V alle de Elda se situaban, pues, a mitad de trayecto entre la costa contestana y el borde suroriental de la Meseta Central. La via Augusta fue la referencia clave para la articulacin en el valle de una red secundaria de caminos difcil de detectar, aprovechando piedemontes y ramblas en torno a las que discurrieron vas pecuarias y rurales. Algunas de estas vas han permanecido fosilizadas en varios topnimos y tramos an existentes. La situacin medianera entre costa e interior y la localizacin en un importante valle transversal condicionaron favorablemente la activacin de ciertos elementos de la dinmica histrica. La plena insercin de los asentamientos del Valle de Elda en la red general de vas, constatada por la informacin que muestran las fuentes escritas, aceler y favoreci la implantacin de Roma y la integracin de la poblacin autctona en el modo de vida romano. 62HISTORIA DE ELDA Ma ciudades y mansiones r de la Comunidad V Monastil se situ227 en las inmediaciones de Ad Ello. (Ada territori, vies i centuriacions310, Romans i visigots a les terr valencianes, 152, 2003, Vancia). II. La fase final de la cultura ibrica y los inicios de la romanizacin en el valle La mayora de los especialistas coinciden en sealar, de una manera casi tpica, una rpida romanizacin de los pueblos de la costa ibrica, en general, y de los contestanos en particular, aunq ue sin duda hubo episodios de resistencia frente a Roma, as como lgicas pervivencias de la cultura local. En el cuadrante suroriental peninsular las fuentes clsicas latinas no mencionan hechos ni circunstancias que nos induzcan a pensar en dificultades significativas de aceptacin del dominio romano tras las Guerras Pnicas. En trminos globales, se puede decir que el mundo ibrico local estaba habituado a la presencia de gentes de ultramar, con intereses y aspiraciones que iban desde la actividad comercial al dominio territorial. El importante peso de esa tradicin de vnculos y contactos mediterrneos, en todos los rdenes de la vida de las comunidades locales, facilit la tarea a Roma. Las antiguas relaciones de pueblos y tribus ibricas con griegos, fenicios y cartagineses haban situado a la Iberia oriental en el seno de las altas culturas mediterrneas desde siglos atrs. La presencia de Roma, que, en definitiva, fue una potencia ultramarina representativa de la koinhelenstica, pudo ser asumida inicialmente sin grandes traumas, siempre con la prudencia que acompaa a los argumentos ex silentio. F rente a la experiencia ibrica de este proceso, la perspectiva romana de la situacin fue algo diferente. Los romanos se instalan en estas tierras como consecuencia de un conflicto militar con Carthago . Este enfrentamiento es resultado, a su vez, de su propia poltica imperialista y del expansionismo cartagins tras la Primera Guerra Pnica. Resuelta la guerra a su favor a finales del siglo III a. C., el objetivo prioritario de Roma en Hispania es la explotacin sistemtica de sus recursos naturales y humanos, y as inicia una larga, desigual e irregular conq uista que finalizar casi dos siglos despus en la cornisa cantbrica. En el rea de nuestro inters, las tierras del Vinalop estuvieron situadas en la amplia rea de inf luencia de la Qart Hadasht pnica convertida posteriormente en Carthago Nova y cercanas a la posible base car- t aginesa del Tossal de Manises (Alicante), la posterior Lucentum. Con esos antecedentes, los asentamientos del valle entraron sin duda rpidamente en la rbita romana durante las campaas de Escipin en la zona, culminadas con la toma de la capital pnica en el 209 a. C. En pocos aos, El Monastil, entre otros ncleos, qued encuadrado dentro de la jurisdiccin administrativa romana de la provincia Hispania Citerior. Apenas disponemos de noticias directas de actuaciones concretas de Roma en el Vinalop durante el primer siglo y medio de su presencia. Pero se pueden esbozar algunos rasgos distintivos de esta fase de la microhistoria del valle y su entorno. En un territorio pacificado, pronto convertido en una lejana retaguardia de otras guerras peninsulares, y aparentemente sin grandes recursos agrcolas y mineros que ofrecer a la depredacin econmica romana, los asentamientos del valle durante el perodo f inal de la cultura ibrica, que coincide con la llegada de Roma, debieron experimentar ciertas transformaciones. Los inicios del dominio romano coinciden con el final de un proceso en el que el oppidum de El Monastil ya haba consolidado, en el siglo III a. C., su papel central en el Medio Vinalop. De manera paralela a esta consolidacin, ciertos datos apuntan el abandono de algunos asent amientos indgenas de pequea entidad. Probablemente en este mundo ibrico final hubo cambios de emplazamiento de la poblacin, surgiendo modestos ncleos habitados y unidades de explotacin cercanas al ro y las tierras ms frtiles, o bien pequeas atalayas. En el Alto y Medio Valles del Vinalop, estos nuevos ncleos de menor entidad estn representados por yacimientos como El Charco (Monvar) o la sierra de San Cristbal (Villena). Sin duda detrs de estos cambios hay que buscar las primeras connivencias entre los grupos dirigentes indgenas y los nuevos conquistadores, que tantean los ajustes territoriales necesarios para los intereses de Roma. En esta etapa se observan los primeros reflejos materiales de una romanizacin incipiente que se manifiesta, sobre todo entre los siglos II y I a. C., en la integracin en una dinmica econmica nueva que da paso a un dilatado proceso de asimilacin y aculturacin. En todo el valle se constatan los primeros signos evi- 63La romanizacin del Valle de Elda: El Monastil dentes de esta romanizacin. En Ilici dest aca especialmente el denominado mosaico helenstico, que muestra nombres ibricos escritos en caracteres latinos. Es la etapa de la llegada de los primeros y heterogneos elementos de poblacin de origen itlico: personas en busca de fortuna, comerciantes, emigrados a una especie de tierra prometida con posibilidades de enriquecimiento, refugiados polticos o publicani (arrendadores de impuestos y explotaciones). Este contingente demogrfico, minoritario, se establece sobre todo en las principales ciudades y en el entorno de los grandes negocios, especialmente en Carthago Nova y sus alrededores, dada su pujanza portuaria y minera. III. El Monastil iberorromano La inf luencia de Roma A partir de la conquista romana, el papel de Carthago Nova sera intenso y determinante en el proceso de roma- nizacin de un amplio territorio. En este marco geogrfico se sita El Monastil, a pocas jornadas de la principal ciudad del sureste peninsular a travs de un tramo de la via Augusta. Entre la conquista romana y los primeros aos de la poca de Augusto el oppidum ocup buena parte de la zona ms elevada de El Monastil. Entre la segunda mitad del siglo III a. C. y mediados de la siguiente centuria se podra situar la principal fase de urbanizacin del asentamiento. Adaptndose a la irregular orografa de la colina se disponen varios conjuntos de departamentos articulados por una calle central que recorre el yacimiento en direccin este-oeste. Estos departamentos, excavados mayoritariamente entre los aos cincuenta y setenta del siglo pasado por miembros de la Seccin de Arqueologa del Centro Excursionista Eldense, proporcionaron un amplio repertorio material que se sita entre los siglos III a. C. y I d. C. 64HISTORIA DE ELDA Plano del 207r corr oppidum iber re ado en la 216poca tar Museo Ar de Elda). Fo af222a de varios departamentos del 207r Monastil tras su consolidaci227n (2004) (Ar Ar Elda). Durante esta larga fase, especialmente durante los siglos II y I a. C., el oppidum probablemente funcion como una ms de las mltiples comunidades peregrinas de la Pennsula Ibrica bajo el dominio romano, reforzando su papel central entre el Medio y Alto Vinalop respecto a la anterior etapa ibrica. El Monastil muestra varios signos de la inf luencia romana en el campo de la construccin. En los ltimos aos se ha identificado una serie de muros formados por sillares rectangulares. Uno de ellos muestra evidencias del uso de la tcnica del almohadillado. La cronologa de esta obra se sita en la segunda mitad del siglo I a. C., segn indican los restos materiales (cermica sigillata aretina y nfora campana) hallados en su cimentacin. Paralelamente, diversos testimonios arqueolgicos hallados en el yacimiento muestran un mundo en transicin, hbrido, en el que empieza a consumirse vino itlico envasado en nforas de origen tirreno y apulo, y a utilizarse vajilla cermica procedente del centro y sur de Italia (cermica de barniz negro de la Etruria, del Lacio y de la Campania, vasos de paredes finas, lucernas), as como del Oriente helenstico (boles con decoracin en relieve). En pocos aos comienzan a llegar productos de origen surhispano, como salazones y salsas de pescado elaborados siguiendo patrones y procedimientos romanos. La numismtica confirma esa inf luencia y relacin econmica. En el avance de la economa monetaria circulan ases acuados en Roma, de la serie Jano bifronte y proa de nave. Asimismo, se ha localizado un importante conjunto de acuaciones romanas preaugusteas de Carthago Nova . Las pervivencias indgenas Durante las dos centurias anteriores al cambio de era, y tambin en la primera etapa del Principado, las tradiciones ibricas continan presentes de forma significativa en la zona. Las monedas de esta poca localizadas en El Monastil, originarias en ciudades como, especialmente, Saiti (Xtiva), adems de Arse (Sagunto), Kese (Tarragona), Kelse (Velilla de Ebro, Zaragoza), Bilbilis(Calatayud, Zaragoza) u Obulco (Porcuna, Jan), muestran la circulacin de piezas acu- adas en cecas ibricas de la costa orient al, del Valle del Ebro y de la Alta Andaluca, precisamente las zonas mejor conectadas con el valle por las vas de comunicacin terrestres y martimas. Probablemente los once proyectiles glandes de plomo hallados en El Monastil pertenezcan a esta fase inicial de cont acto entre la potencia militar romana y el asentamiento indgena, seguramente entre el siglo II a. C. y el principado de A ugusto. A lo largo de esta estapa, en el Valle de Elda se consolidan unos fuertes vnculos materiales con la Iliciiberorromana que se mantendrn en perodos sucesivos. En este proceso se consta ta el elevado peso del sustrato y las tradiciones indgenas. La alfarera es un ejemplo de estas pervivencias. Una parte importante de las cermicas de este perodo muestra la fuerte impronta ibrica desde un punto de vista tcni- 65La romanizacin del Valle de Elda: El Monastil Piezas ar de El Monastil en la eta iber fragmentos de boles helen222sticos de r vaso de cer207mica de Ampurias que imita la terra sigillata ro (Ar Ar Elda). Va s cer207micos de la eta iber kalathos con escena de doma ecuestr decoraci227n de motivos ve y geom216tricos. La primera de las piezas cor denominado del Maestr Monastil (Ar Ar As ib216rico de Saiti (X210ti (Ar Municipal de Elda). co y decorativo, como ref lejan las decoraciones de vasos cermicos del estilo Elche-Archena hallados en El Monastil. Un interesante conjunto de estas piezas cermicas con decoracin figurada (animales y figuras humanas) presentan unas caractersticas especficas que permiten plantear la existencia de una produccin local propia, la denominada del taller del maestro de El Monastil . Las caractersticas de este taller son la originalidad, sencillez y esquematismo de las representaciones que adapt an los temas o tipos del estilo ElcheArchena u Oliva-Liria. Algunas de las piezas merecen atencin por las escenas y smbolos que muestran en un autntico ejemplo de arte vascular caracterstico de la ltima et apa ibrica, ya bajo el contacto y control romano. Significativamente, se trata de un perodo en el que tambin se producen cermicas romanas en El Mo- nastil, como demuestra la aparicin de un horno del que posteriormente se hablar. El primer vaso cermico q ue destacamos es un kalathos o sombrero de copa que presenta decoracin pintada de bandas horizontales y elementos vegetales entre los que aparece una escena de doma ecuestre. Se trata de un personaje masculino que se presenta con cuerpo frontal y cabeza de perfil cubierta parcialmente con un gorro. Porta una vestimenta muy tpica en la cermica de El Monastil: una tnica o jubn de franjas verticales; escote cerrado sobre el cuello; brazos alzados, con el izquierdo empuando una fusta. A continuacin surgen dos f iguras de animales: un lobo o carnicero y un esbelto caballo que corre hacia la derecha perseguido por la fiera anterior. La escena puede interpretarse como la de un hombre que sujeta las riendas del caballo que doma, mientras que un perro pastor de formas parecidas a un lobo persigue a otro caballo; el resto de la historia se ha perdido. Hay que tener presente que el caballo era sumamente importante en las culturas mediterrneas, as como el domador de f ieras o civilizador, que se asociaba con una antigua divinidad masculina protectora de los quidos. Una segunda vasija de este tipo muestra una escena esquemtica y tosca donde se aprecia, de izquierda a derecha, un caballo de largo cuello que est relinchando. Su cuerpo aparece con rayas verticales y parece estar caminando. Sobre su espalda se posa un av e con alas explayadas. Debajo del caballo aparece parcialmente el cuerpo de un pez. A continuacin, delante del quido se sita un guerrero que camina de perfil hacia la derecha mientras levanta en su mano derecha un escudo circular o elptico, la caetra; su indumentaria aparece rayada como es tpico en este taller local. Del costado izq uierdo destaca una espada falcata q ue parece estar en el cinto. La escena ha sido relacionada con una represent acin tarda de la heroizacin de un difunto, que se presenta como un guerrero acompaado por su caballo en el viaje al Ms All, hacia donde se dirigen guiados por un animal alado. Una tercera pieza de cermica dest acable es la que muestra una escena por debajo de algunas bandas horizontales. Se trata de una figura masculina que 66HISTORIA DE ELDA Vista general de la primera terraza (207r zona m207s llana de El Monastil (Ar Municipal de Elda). Vista del horno r cer207mico de El Monastil durante su pr (Ar Municipal de Elda). mira a la derecha, donde tiene a una mujer de la que est cogido de la mano. Sus ropas estn decoradas con el tpico rayado; del tocado de la representacin femenina pende hacia atrs una trenza con borla en su extremo. Sobre las manos entrelazadas de la pareja se ha dibujado un pez de cuerpo tambin rayado. Interpretamos que estamos ante una pequea parte de una escena que muestra un baile o danza contestana, donde un grupo de hombres y mujeres iran danzando cogidos de las manos al son de la msica que estaran tocando otros miembros de la comitiva que no se han conservado. Este tipo de danzas son tpicas y conocidas en varios pueblos ibricos, como los oretanos, edetanos y los propios contestanos, y se suelen relacionar con bailes propiciatorios de la fecundidad, de la abundancia y del buen curso de la naturaleza. Otras vasijas cermicas completas o fragmentarias presentan ms figuras, por regla general guerreros ibricos, aunqu e tambin suelen aparecer elementos f itomorfos vegetales y zoomorfos. En conjunto, todas estas escenas o elementos simblicos parecen decorar la cermica ibrica de la fase romana republicana, como expresin de un nuevo tipo formal y ornamental en respuesta a la llegada de las cermicas y el arte de los romanos. Sin embargo, los mensajes parecen seguir siendo los mismos de la cultura ibrica de la etapa antigua y media. Del oppidum a la civitas: un proceso inconcluso El viejo oppidum indgena experimenta importantes transformaciones a finales del siglo I a. C. Estos cambios son consecuencia del fin de las guerras civiles en Roma, la instauracin del Principado y la consiguiente estabilidad general del Imperio. El Monastil contina su conversin en asentamiento hispanorromano. Siguiendo una dinmica observada en amplias zonas de la Pennsula Ibrica, se generalizan los establecimientos en llanura que recogen parte de la poblacin de los antiguos oppida ibricos. Sin embargo, parece q ue, en El Monastil, este proceso no desemboc en la conversin del asent amiento iberorromano en un ncleo urbano durante el Alto Imperio. La parte alta se pudo comenzar a abandonar en una fase avanzada del prin- cipado de Augusto, en un proceso culminado ya en la poca julio-claudia. La parte llana, en las terrazas meridionales de la colina en direccin al ro, recogi parte de la herencia del oppidum y se transform en un tipo de asentamiento todava poco conocido que probablemente se podra relacionar con un vicus o una villadel territorium de la recin fundada colonia de Ilici, a una jornada de distancia en direccin sureste, siguiendo la via Augusta. El papel de El Monastil en el Medio Vinalop y en el principal camino de estos valles durante el perodo romano se ha relacionado tradicionalmente con algunas referencias en textos latinos romanos y medievales. El Itinerario de Antonino cita la existen- 67La romanizacin del Valle de Elda: El Monastil Plantas y secciones del horno ro cer207mico de El Monastil (Ar Municipal de Elda). cia del topnimo Ad Ello, interpretado como el nombre de una mansio de la via Augusta. En opinin de varios especialistas, este enclave de la ruta entre el interior peninsular y la costa se pudo situar en El Monastil o en su rea de inf luencia. De ah derivan los nombres Ed Elle y Eloe , recogidos respectivamente, en pocas muy posteriores, por el Annimo de Ravenna y la Guidonis Geographica . La intervencin romana al pie del oppidum La terraza inferior de El Monastil, en la zona ms llana del yacimiento (rea 1), ha proporcionado desde 1988 un interesante conjunto arqueolgico en el que se aprecia la importante huella de la presencia romana. Destacan los hallazgos producidos en un rea de produccin artesanal que cont, al menos, con dos hornos uno cermico y o tro metalrgico activos desde mediados del siglo I a. C. Especialmente significativo es el horno cermico de planta cuadrangular construido con barro, adobes y cubierta de material cermico. Forma parte de un grupo de hornos romanos que se distingue por la presencia de un tabique central de forma oblonga en el interior del hypocaustum , sin llegar hasta su pared trasera. La parrilla o pavimento del laboratorium presentaba 27 toberas. R especto a los productos elaborados por el taller, afortunadamente se documentaron dos ejemplares de ladrillos de la ltima hornada, ubicados tal y como fueron dispuestos en el ngulo noreste de la cmara de coccin. Por sus caractersticas, estos ladrillos se podran relacionar con construcciones tpicamente romanas como las termas, de modo particular para las suspensuraeo columnas de ladrillo usadas en el hypocaustum de estancias termales. Algunas evidencias halladas hacen pensar q ue el horno probablemente produjo t ambin morteros. En el interior del horno se encontraron dos inscripciones sobre cermica. La primera es un grafito realizado antes de la coccin en el fondo de un molde de lucernas. En la marca aparece el texto L(ucius) Eros . Es evidente que nos delata la presencia de un liberto propietario, de origen romano, ms 68HISTORIA DE ELDA Ma mar el horno r Monastil (ArAr Elda). Ladrillos r el horno cer207mico de El Monastil (Ar Ar Elda). concretamente un posible suritlico de ascendencia griega. El segundo grafito, en el que se lee C. Ap( ), est realizado tambin antes de la coccin sobre el hombro y parte externa de una cermica comn romana local. En este caso se podra asociar a un trabajador de igual origen heleno-latino. Diversos vestigios cermicos permiten situar su funcionamiento al menos desde el tercer cuarto del siglo I a. C., quiz algo antes. El abandono de su actividad se produjo poco despus del cambio de era. El horno y su conjunto material, son una evidencia del uso de tcnicas, hbitos y procedimientos ca- ractersticos de la presencia romana. Ladrillos, lucernas, morteros y otras piezas de cermica comn de las caractersticas halladas forman parte de la generalizacin de las costumbres romanas a travs de la cultura material. Por su parte, el cercano horno met alrgico fue construido en adobe, con planta en forma de botella, y fue destinado a la produccin de objetos de hierro. Junto a un potente estrato de cenizas asociado a la combustin del horno, se han recuperado una pileta de enfriamiento, la impronta de un crisol y un lingote de hierro para el trabajo y la elaboracin de objetos frreos. 69La romanizacin del Valle de Elda: El Monastil Horno metal234rgico r El Monastil durante su ex Ar Elda). Fragmentos de molino de cer y de base de pr almazara. Ambas piezas han sido halladas en El Monastil (Ar Municipal de Elda). Vista general de las constr del 207r durante su exca ar Ar Elda). Sin minimizar la relevancia de la actividad artesanal, la actividad econmica de El Monastil en el perodo iberorromano y los primeros tiempos del Imperio estuvo condicionada favorablemente por su privilegiada ubicacin respecto a la via Augusta, que benefici el movimiento comercial en la zona. El oppidum fue el principal centro habitado de la comarca y, as, el lugar de consumo ms importante de los productos agrcolas del entorno. Diversos testimonios arqueolgicos y algunas referencias generales de autores grecolatinos destacan el cultivo de la trada mediterrnea (cereales, vid, olivo), de la apicultura y de la arboricultura en la Hispania mediterrnea. En el yacimiento se han hallado numerosos restos de vasos cermicos para almacenar o recolectar productos del campo, as como molinos de cereal y elementos de almazaras, especialmente contrapesos y bases de prensa localizados tanto en la parte alta como en el llano circundante. Esta actividad transformadora de productos del sector primario se puede asociar, paralelamente, a su papel como centro redistribuidor de mercancas en un amplio territorio del valle. IV. El Monastil en el Alto Imperio En conjunto, el urbanismo y las construcciones que pertenecen a una efmera fase del Alto Imperio parecen mostrar una continuidad respecto a la anterior etapa iberorromana. En la llanura han aparecido al menos dos est ancias cuadradas o rectangulares, con fuertes zcalos de dos hiladas de piedra grande o mediana entre las que se efecta un relleno con piedra ms pequea. Estas estructuras sern reutilizadas en poca tardorromana. Probablemente se puedan relacionar con una villao mansio que hered una pequea parte de la actividad del lugar, junto a la va que discurra a sus pies. En pleno periodo de Augusto, y hasta mediados del siglo I d. C., circularon en el yacimiento los materiales ms tpicos de la cultura material romana del momento: cermicas pintadas romanas de tradicin ibrica junto a piezas de terra sigillata de origen mayoritariamente itlico, con algunos ejemplos del sur de las Galias y un grupo testimonial de productos hispnicos. Asimismo, hay que mencionar la presencia de vasos de cermica de paredes f inas de origen btico, lucernas de disco y de volutas, nforas surhispanas de salazones y vinos, y envases igualmente vinarios de procedencia tarraconense, junto a un amplio conjunto de cermicas comunes. Por su singularidad, hay que recordar el hallazgo de una pieza de importacin que sirvi como ent alle o piedra de anillo. Se trata de una gema de gata tallada con la represent acin de Pegaso, el caballo alado de la mitologa grecorromana. Entre este conjunto de vestigios materiales merece destacarse una pieza excepcional que form parte de un olpe cermico romano decorado donde se muestra la representacin de un personaje togado. Camina hacia la derecha acompaando a la solemne comitiva a la que pertenece, que no se ha conservado, cuyo cometido es realizar un sacrificio ritual ante la fachada de un 70HISTORIA DE ELDA Fragmentos de cer207mica terra sigillata decorada y de f vaso con mar (SEX/ANN), hallados en El Monastil, corr fa del Alto Imperio (Ar del Museo Ar Municipal de Elda). Gema de 207g la r ca gr na (Ar Museo Ar de Elda). Fragmento de olpe cer207mico con par de una escena de sacrificio (Ar Municipal de Elda). templo romano. En el relieve se observan dos de sus columnas detrs del togado, los cuartos traseros de un toro que camina hacia la izquierda, de modo q ue si recorremos toda la escena rest ante, dicha bestia aparecera conducida por algn victimariusante el comienzo de la comitiva. Probablemente se trata de una escena de suovitaurilia. Los pliegues de la toga y el peinado del nico personaje conservado permiten relacionar esta pieza con el arte escultrico tipificado por el Ara Pacisde Augusto (Roma), imitando el estilo neotico caracterstico de las primeras dcadas del Principado. Se trata, pues, de una pieza nica y de prestigio, de produccin exclusiva, realizada seguramente con ocasin de algn acontecimiento relevante, y destinada a un uso en rituales excepcionales, seguramente de culto imperial. La numismtica romana registrada de este periodo se caracteriza por la presencia de las cecas de Ilici, Carthago Nova , Tarraco, Celsay Turiaso (Tarazona, Zaragoza). Las monedas son mayoritariamente de la poca augustea, disminuyendo significativamente en perodos sucesivos. De este momento del Alto Imperio se conocen las dos nicas lpidas con inscripciones romanas aparecidas en El Monastil que ponen en evidencia el uso de la lengua y la tradicin funeraria latinas. La primera placa es de mrmol turco, gris azulado y blanco. Se trata de una inscripcin funeraria pintada datada en pleno siglo I d. C. o en los siglos II y III d. C., con una lectura dudosa: [-] Furon[ius () ]/[a]mico [-] . La segunda inscripcin, t ambin funeraria y datada entre los siglos I y II d. C., se reduce a una letra conservada sobre mrmol blanco denominado crema de Valencia. En el texto aparece el probable inicio de la conocida frmula funeraria HSE(hic situs/a est ). Desde las primeras dcadas del siglo I d. C. se detectan indicios del abandono de la parte alta del yacimiento, acentuados a mediados de esa centuria. En conjunto, los datos del estudio de un lote de piezas cermicas de mesa importadas y del anlisis de un conjunto de monedas, procedentes mayoritariamente del sector ms elevado del yacimiento (rea 5), denotan un acusado descenso proporcional de la circulacin monetaria y de la presencia de terra sigillata, disminucin que se convierte en una aparicin prcticamente irrelevante durante el siglo II y de la primera mitad del III. Esta centuria muestra la presencia meramente testimonial de tres piezas numismticas una del emperador Geta, cermica africana de la clase A y cermica corintia de relieves. En este perodo se suele situar tambin una pequea terracota con la representacin de la diosa Venus, datada en poca severiana. Apenas se dispone de datos acerca del siglo III d. C. en la parte alta de El Monastil, el solar del antiguo oppidum abandonado tiempo atrs. Un escassimo repertorio cermico y varias monedas de Galieno y Claudio II se sitan en la segunda mitad de la centuria. En la llanura contigua la documentacin arqueolgica no es mejor, aunque es posible que existiera una ocupacin ms continuada a lo largo del Alto Imperio. Tambin escasea la informacin sobre la influencia en el Valle de Elda de la situacin de crisis, inestabilidad poltica e inseguridad general caractersticos del siglo III en el Imperio. Ya en el siglo IV d. C. se observan signos de una importante reocupacin de la parte alta del yacimiento que, con altibajos, parece alcanzar la poca andalus. 71La romanizacin del Valle de Elda: El Monastil Inscripciones en piedra halladas en El Monastil, ambas de car207cter funerario (Ar Museo Ar de Elda). Fragmento de terracota con la re entaci227n de la diosa Ve (Ar Ar Elda). E l Valle de Elda form parte de un territorio romanizado desde poca temprana y heredero de una rica tradicin ibrica, situado a mitad de camino entre la costa mediterrnea y el interior meseteo. Estuvo atravesado por una importante calzada y dispuso de frtiles campos regados por el Vinalop. As podramos resumir los aspectos esenciales que marcaron la vida de las comunidades del valle durante la poca romana. Y, sin embargo, estas tierras apenas merecieron la atencin de las fuentes escritas grecolatinas, no fueron consideradas vitales ni estratgicas y sospechamos que tuvieron una modesta entidad y un escaso peso relativo a escala provincial. La limitada y fragmentaria informacin de las fuentes escritas y la creciente documentacin arq ueolgica, imbricadas en un escenario geogrfico caracterstico del sureste peninsular, hacen posible la formulacin de un discurso histrico propio en el que abundan las hiptesis y escasean las certezas. La consolidacin de la presencia romana: la colonia de Ilici y su impacto en el Valle del Vinalop El camino de la Iberia indgena a la Hispania romana, de una tierra conquist ada a una provincia del Imperio, parece acelerarse en la segunda mitad del siglo I a. C. Entre la presencia de Csar en la Pennsula Ibrica (49-45 a. C.) y los primeros prncipes de la dinasta julio-claudia, bien entrada ya la siguiente centuria, se producen cambios importantes. En poco me- nos de un siglo, el paisaje y la vida de las comunidades de estos pequeos valles experimentaron profundas transformaciones que consolidaron la presencia romana en la zona. Sin embargo, las causas ltimas de estos cambios hay que buscarlas en la turbulenta agona del rgimen republicano romano desde los ltimos aos del siglo II a. C. Roma vive un largo perodo de inestabilidad poltica y de guerras civiles que concluirn con el final de la Repblica y el inicio del Principado. Muchos de los enfrentamientos de esta fase tienen lugar en las provincias hispanas, vitales estratgicamente para los intereses de las diversas facciones que se disputan el poder. Los caudillos y prot agonistas de estas luchas entre romanos buscan el apoyo de los hispanos en sus luchas, estableciendo slidos vnculos con los grupos dirigentes de las ciudades hispanas para asegurarse fidelidades y apoy os en sus objetivos. Los enfrentamientos entre partidarios de los bandos pompeyano y cesariano en suelo peninsular son un claro exponente de este fenmeno. La actividad de Csar fue continuada durante el segundo triunvirato y renovada por Octaviano, el futuro Augusto. En esta etapa, entre los aos 40 y 20 del siglo I a. C. se desarrollar en Hispania una activa poltica de captacin de clientes, de creacin de ncleos estratgicos, de premio a las ciudades aliadas y de castigo a las rivales. La colonizacin y la urbanizacin del territorio son una parte de esta actividad poltica que se completar sust ancialmente a lo largo del principado de Au gusto, poca que cierra ms de un siglo de conflictos internos. Una vez acabadas 73 El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural JUANCARLOSMRQUEZVILLORA Universidad Nacional de Educacin a Distancia Museo Arqueolgico Municipal de Elda 5 las campaas blicas, en algunas zonas se crean colonias y municipios, ciudades que siguen modelos administrativos y urbansticos romanos, y se reparten tierras a militares licenciados con el objetivo de recompensar los servicios prestados al Est ado, tratando paralelamente de aliviar la potencial presin social de los efectivos desmovilizados y de convertirlos en punt ales de la presencia de Roma en las provincias hispanas. Slo algunos autores clsicos, posteriores a estos hechos, nos dejan algunas escuetas referencias del resultado de este proceso de urbanizacin en las actuales tierras alicantinas, que tuvo un segundo impulso en la poca f lavia, ya en el ltimo tercio del siglo I d. C. Pomponio Mela, gegrafo hispano que escribe su Chorographia (II, 93) durante el principado de Calgula, nos habla de las ciudades de Allone (probablemente, Villajoyosa), Lucentia e Ilice . Ser Plinio el Viejo, en su Historia Natural (III, 19-20), acabada bajo la dinasta f lavia, el que recoja informacin de poca de Augusto y nos cite una Contestania articulada territorialmente en torno a las ciudades de Ilici, Lucentum y Dianium . A estos ncleos urbanos, Ptolomeo aade en su Geographia (II, 6), ya en el siglo II, el Portus Ilicitanus y Iaspis. La creacin de colonias y municipios y la reforma de la estructura y de la administracin provincial constituyen parte de un proceso que representa, en definitiva, un paso ms en la romanizacin. En esos convulsos aos de fines de la Repblica y de inicios del Imperio se sita el establecimiento de la colonia de Ilici(La Alcudia de Elche) sobre una ciudad ibrica ya existente. Este hecho tuvo una trascendental repercusin en los Valles del Vinalop, el territorio natural de la fundacin colonial. En el caso ilicitano, la re- ordenacin espacial inherente a este proceso se realiz mediante una centuriacin: un reparto de tierras sistemtico, ortogonal y racional, que llev implcita una vasta operacin de reorganizacin del rea de influencia de la ciudad. En el plano social, la llegada de un considerable contingente de poblacin itlica, pero t ambin de antiguos soldados de origen hispano, como muestra la conocida placa de bronce hallada en Ilici, supuso un considerable impulso al proceso de romanizacin del territorio ilicitano. Arqueolgicamente, el alcance de estas transformaciones se observa con una intensa presencia de asentamientos rurales romanos en el campo de Elche. Por otra parte, la concesin del estatuto colonial llevaba asociada una serie de privilegios jurdicos. No hay que olvidar el carcter inmune (exenta de impuestos) de la colonia, como nos cuenta Plinio en su Historia Natural (III, 19-20). El establecimiento de esta considerable poblacin de ciudadanos 900 colonos y sus familias, segn algunas opiniones recientes, nuevos pobladores, por tanto, definidos por su carcter de propietarios y privilegiados, se reflej tanto en el campo como en la ciudad con una serie de obras de monumentalizacin y de adaptacin del ncleo urbano y su entorno al modo de vida romano. En este sentido cabe interpretar la acuacin de moneda y la actividad constructiva detectada en la Ilici de fines de la Repblica e inicios del Imperio, as como la creacin o revitalizacin del Portus Ilicitanus , en el extremo sur del valle. Sin embargo, estamos todava lejos de precisar el impacto y las repercusiones de la creacin colonial en el medio y alto Vinalop. La urbe ilicitana centraliz la administracin y el cobro de impuestos, fundamental en unos valles donde buena 74HISTORIA DE ELDA Fragmento de ta de br hallada en 1996 en Ilici y conser Monog (Elche). El documento muestra la asignaci227n de tierras, mediante sorteo di Monog Elche-Jaime Molina Vidal). parte de la poblacin viva en el medio rural, el ager ilicitanus . En ese siglo de acusadas transformaciones, es probable que las tierras centrales y norteas del Vinalop experimentaran los cambios de manera significativa. En cualquier caso, parece lgico plantear que se consolidaron ciertas tendencias seculares. Los vnculos econmicos y culturales con Ilici, existentes de f acto claramente desde la etapa ibrica plena, y acentuados en su fase final, bien pudieron convertirse de iureen dependencia administrativa y jurdica. As, partiendo de su larga tradicin como rea de influencia natural, las tierras del Valle Medio, cohesionadas en torno al oppidum de El Monastil, pudieron formar parte del territorium ilicitano. Del oppidum a las villae La significativa llegada de poblacin f ornea al sur del valle, y, eventualmente, la reordenacin territorial y el reparto de tierras del medio y alto Vinalop, son hechos coetneos de otro fenmeno relevante a escala hispana que tambin parece documentarse en la zona. Entre la mit ad del siglo I a. C. y mediados de la siguiente centuria, algunos trabajos han v enido constatando, todava tmidamente, el abandono de oppidaibricos, de establecimientos de cierta entidad, preferentemente en tierras altas y elevaciones modestas en relieves que rodean al valle, y, en general, la desaparicin de algunas entidades indgenas menores. En varios casos parece producirse una dispersin y un desplazamiento de la poblacin de esos asentamientos hacia los valles y llanuras contiguas. Estos ncleos de poblacin indgena pudieron alimentar, pues, a las ciudades del entorno y a una variada gama de establecimientos rurales entre los que destacan, significativamente, las villae , emplazadas cerca del ro, en terrazas con suelos ricos y frtiles. As pudo suceder, por ejemplo, en las tierras situadas en las laderas sur y suroeste de El Monastil, que pudieron acoger la poblacin del sector ms urbanizado y elevado del oppidum . En esa zona, los hallazgos de un horno cermico activo en el ltimo tercio del siglo I a. C., as como un pequeo conjunto metalrgico de similar cronologa, son ref lejos de estas nuevas actividades artesanales ya plenamente romanas. Probablemente, esta dinmica de abandono de asentamientos indgenas tradicionales, o incluso su conversin en vici o villae , se pueda relacionar con una reorganizacin del espacio agrario que es evidente en torno a Ilici, y que slo se intuye en varios sectores del corredor del Vinalop, pref erentemente en las zonas ms aptas para la explotacin agraria. Hay que citar, adems, la probable existencia paralela de peq ueas unidades de produccin agrcola, fundamentalmente granjas indgenas, q ue muestran una continuidad con la tradicin ibrica, incorporando, a su vez, algunas tcnicas y materiales de construccin tpicamente romanos, como depsitos de opus signinum y cubiertas de tegulaee imbrices . Estas granjas perdurarn hasta bien entrado el Alto Imperio. De este modo, la densidad de asent amientos en el valle debi crecer, ligada adems a un incremento de la actividad agrcola y de la transformacin de la produccin del sector primario. Las mejores tierras experimentaron una intensa ocupacin, testimoniada por restos arqueolgicos y por algunos topnimos que se han conservado hasta nuestros das. Este proceso se puede relacionar con la posible existencia de parcelarios de poca romana al norte de Ilici, en el alto y medio Vinalop. Estos parcelarios, signos de repartos y divisiones catastrales, han sido vislumbrados mediante la lectura diacrnica e interpretacin comparada de mapas y la fo tografa area, por la aparente fosilizacin de parte de su trama ortogonal y viaria, as como por la existencia de asentamientos rurales de cronologa romana. El medio y alto Vinalop y los posibles parcelarios romanos Un estudio de Rossell, realizado en tierras situadas entre Villena y Caudete, propuso la existencia de cuatro parcelarios romanos con una orientacin diferente, yuxtapuestos y sin conexin entre s, aunq ue posteriormente se ha propuesto su origen medieval y no romano. Poco despus, en los llanos prximos al Vinalop, ya en el trmino municipal de Sax, se hallaron ms indicios de una trama ortogonal interpretada como parte de un rea centuriada de 2488 hectreas que mostrara una orientacin diferente a la ilicitana y una fosilizacin del kardo maximus en el llamado Camino de los Valencianos. Probablemente buena parte de los asentamientos rurales romanos conocidos en el alto Vinalop, como Candela, en Caada; Casa del Cura, Casas Juntas, Casa del Padre, Casa del Alto y Casa de Nazario, en Vi- 75El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural llena; La Torre, en Sax, y la villa romana de Salinas, formaron parte de este proceso de explotacin y puesta en cultivo de tierras parceladas.Algunos aos antes, antiguos trabajos de Llobregat, entre Pinoso y Monvar, sealaron las condiciones de la llanura situada entre las sierras de la Umbra y del Rincn de Don Pedro los Valles de El Ma y El Fond para albergar los restos de una centuriacin. La trama ortogonal sigui una orientacin noreste-suroeste, articulada por el camino del Xinorlet hacia la laguna de Salinas, resultado de la fosilizacin del antiguo kardo maximus . Yacimientos como Toscar, Alciri, El Derramador, la Canyada Roja, Cases de Joan Blanc, los propios de El Fond y El Ma, El Prado, El Paredn, Malao o El Queixal, representan el testimonio arqueolgico de la explotacin agrcola de este territorio. Ms al este, superado el V alle de Elda, en la conf luencia de los trminos de Monforte del Cid, Novelda y Aspe, se ha propuesto recientemente la existencia de dos parcelarios romanos, con una orientacin noreste-suroeste ligeramente variable entre ambas. El sector parece mostrar huellas de dos centuriaciones con parcelas de menor tamao que las ilicitanas. La primera estara datada entre los siglos I y II d. C., mientras que la segunda podra situarse en el siglo III d. C. El kardo maximus pudo situarse en el llamado Camino de Elche. Asentamientos como El Campet, La Algualeja-Waleja, La R egalissia o La Morachel, entre otros, dat ados preferentemente entre los siglos II y V d. C., ocuparon estas tierras frtiles entre los ros Vinalop, Tarafa y la rambla de Orito, disponiendo de abundantes recursos acuferos. Salvo la probada existencia de la centuriacin de Ilici, el estudio de los restos de las huellas de parcelas detectados en los Valles Medio y Alto del Vinalop es todava embrionario. En varios casos falta por comprobar con ms evidencias el origen romano del parcelario. En los casos en q ue este origen parece probable, habra q ue verificar si realmente se relacionan con repartos centuriados tan amplios, q ue hubieran provocado unas transformaciones profundas y expropiaciones masivas con hondas repercusiones sociales y econmicas. En esta lnea, aunque de manera muy esquemtica, un estudio ha propuesto la existencia de restos de dos tramas de parcelario romano vinculado a centuriacio- nes en el Valle de Elda, tomando como referencia la pervivencia de algunos tramos de acequias de la antigua red de regado y varios caminos rurales todava en uso o f osilizados. El trabajo se ha centrado especialmente en los restos hallados en Petrer. El hipottico catastro romano sigue ejes en direccin norte-sur, ocupando el rea central del valle entre el ro Vinalop en su margen izquierda, las ramblas de Pua y Bateig y el camino de Salinetes. Un segundo sector, con la misma orientacin, se situara en la margen derecha del ro, al sur del monte Boln. La hiptesis se cierra con la existencia de una zona tambin parcelada, de menor extensin que las anteriores, que se extendera en el cuadrante noroeste del valle, en la margen derecha del Vinalop, yuxtapuesta a las anteriores y con una orientacin noreste-suroeste. La romanizacin social y econmica del Vinalop, a travs de una implantacin de modos de organizacin y explotacin f orneos, alcanz, probablemente siguiendo ritmos diversos, a otros aspectos de la vida de sus comunidades. En el V alle de Elda, la presencia de monedas ibricas de Saities sustituida mayoritariamente, desde mediados del siglo I a. C., por monedas acuadas en Carthago Nova , ya con leyendas en alfabeto latino. En pocas generaciones, algunas de las evidencias del estilo de vida romano aparecen en las tierras situadas en la esfera de influencia de la colonia ilicitana. La latinizacin lingstica, y, como reflejo de este fenmeno, la generalizacin de los hbitos epigrficos, no dej mucha huella en las tierras del valle al norte de Ilici, ta l vez por su carcter esencialmente rural, en consonancia con el abandono de ciertos ncleos de rango urbano o protourbano, como El Monastil, a inicios del Imperio, y la ocupacin de las tierras circundantes. Un estudio epigrfico muestra un pobre balance numrico de inscripciones latinas del territorio ilicitano fuera del mbito estrictamente urbano de Ilici y su puerto. Ciertamente, el proceso de difusin del uso del latn pudo ser ms lento en el campo que en las ciudades. P osiblemente la lengua verncula ibrica se mantuviera con cierta preferencia en varios mbitos, permaneciendo en nombres de lugar extraurbanos, ritos religiosos, o tradiciones y costumbres seculares. No obstante, en el curso de varias generaciones los nombres personales se romanizan, como se percibe en algunas inscripciones sobre piedra y en algunos grafitos 76HISTORIA DE ELDA hechos sobre cermica de mesa terra sigillata, hoy conservados en el Museo Arq ueolgico Municipal de Elda, dando paso a un largo y poco conocido proceso de generalizacin del latn como lengua propia en nuestras tierras. La villa: instrumento y ref lejo de la racionalidad de la agricultura romana Llegados a este punto, es imprescindible detenernos en un tramo de nuestro recorrido histrico. Los cambios producidos en el tramo final de la Repblica y los inicios del Principado tuvieron sus repercusiones fsicas y materiales, dejando su huella y su impronta en el territorio. N uevos establecimientos de diversas caractersticas, el abandono o reorientacin de lugares habitados, y las parcelaciones y centuriaciones, entre otros datos aport ados por la Arqueomorfologa, forman parte de un cuadro general marcado por nuevas relaciones entre los asentamientos y el medio. Independientemente de la ms q ue probable puesta en cultivo de nuevas tierras, hay que destacar el uso de criterios racionales en la explotacin de los recursos del territorio, particularmente los de carcter agrcola, con los procedimientos y tcnicas de una sofisticada agricultura helenstica. Los mejores suelos cuaternarios del valle, terrenos sediment arios prximos a las riberas del ro, muestran un amplio nmero de unidades de hbitat y explotacin que, generalmente, se han caracterizado como villae, si bien tras esta denominacin se oculta a menudo una tipologa variada de asentamientos, como vici , pagi , tuguria , simples caseros o granjas. Las villae de la poca imperial surgen en Hispania y otras provincias como la adaptacin de las diversas experiencias q ue tienen lugar en la Italia de poca republicana. La implantacin de villaeen todos los Valles del Vinalop constituye una prueba del progreso de la romanizacin en el territorio ilicitano, especialmente en el mbito rural. Se trata de unidades de explotacin y aprovechamiento de los recursos de un fundus, las tierras q ue forman parte de la propiedad. Siguiendo patrones y tcnicas constructivas romanas, con tipos y plantas arquitectnicas diversos ( villae alargadas, de corredor, con patio, con peristilo), estn articuladas funcional y fsicamente en una pars rusti-ca y una pars urbana . Columela nos describe el modelo ideal de un dominio rural de la primera poca imperial. La pars rustica es el rea de produccin, transformacin y almacenamiento agrcola y ganadero, con las estancias de residencia de la mano de obra productora, as como patios, corrales, establos y almacenes de herramient as. Este autor distingue, en el mbito de la explotacin agropecuaria, una pars fructuaria , formada por prensas, depsitos, almacenes para el vino y aceite, y silos y graneros para el cereal. Por otro lado, la pars urbana es la zona residencial del propietario y de su encargado, el villicus, en ocasiones mostrando casas con una riqueza arquitectnica y constructiva significativa, que usan materiales nobles, como el mrmol y los mosaicos, y en las que se edifican ambientes lujosos, como termas. Diversas excavaciones arqueolgicas han mostrado la vertiente material y la expresin prctica de varios tratados tericos sobre la villa. Las actuales tierras valencianas muestran una acentuada concentracin de asentamientos rurales romanos en ciertas reas, como el curso del ro Turia, especialmente la huerta de Valencia, algunos tramos del valle del ro Segura, amplios sectores del litoral, as como determinados corredores de Castelln. Ya en tierras contestanas se dispone de variopinta informacin sobre los alrededores de Lucentum, destacando algunos ejemplos como las villaede Casa F errer I o del Parque de las Naciones. Ms al norte, el ager dianensis ofrece una considerable concentracin de asentamientos rurales, entre los que sobresale la villade L Almadrava. Prxima a Villajoyosa se sita la villade les Xauxelles-Torre de la Cruz. Ya en el entorno de Ilici, lamenta- 77El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Planta general de la villa de la Pisanella (Boscor cer Par urbana: 1. Comedor; 2. Ha molinos y horno; 4. Cocina; 5-7. Te s; 8. Letrinas. B) Par rustica: 9. Almac216n de herramientas; 10. Esta Alojamiento de escla To io para el vino y el mosto 14. Almazara; 15. Dolios para el aceite; 16. Pa enterrados; 17. Graner Zona de molienda ( blemente, la arqueologa de las villaeromanas en el Vinalop no ha sido demasiado sistemtica. Existen pocos asentamientos rurales excavados de manera que permitan verificar el tipo y modelo de implantacin romana en el valle ms all de algunas generalizaciones. Una excepcin puede ser la villade la Canyada Joana, en Crevillente, documentada arqueolgicamente. El mapa de distribucin de estos asent amientos va creciendo, pero se echan de menos intervenciones duraderas y exhaustivas. Tambin faltan estudios de morfologa histrica y evolucin del paisaje en un territorio sometido a una fuerte intervencin del hombre desde la Antigedad, en un fenmeno habitual en reas muy antropizadas, especialmente en la poca contempornea, pero tambin en anteriores etapas. El uso de maq uinaria agrcola pesada y las roturaciones sistemticas han provocado profundas transformaciones que han afectado a los restos arqueolgicos. Obras pblicas de envergadura, como polgonos industriales, canalizaciones, sistemas de irrigacin y construcciones hidrulicas, y actuaciones privadas de menor rango, como edificaciones de primera y segunda residencia, entre otras actuaciones, han prov ocado una intensa urbanizacin en las ri- beras del Vinalop que explican parcialmente la caresta de datos y de restos en los asentamientos conocidos. Los agrnomos latinos y las villae El mundo romano, recogiendo una frtil tradicin de poca helenstica, prest una especial atencin al desarrollo de la agricultura. Fruto de este inters son una serie de tratados que recogen la mayor parte del saber terico y prctico sobre el campo. En la actualidad los expertos sealan cuatro de estas obras como fundamentales en la agronoma romana. En primer lugar, el tratado De agri cultura, escrito por Marco Porcio Catn (234-149 a. C.) en la poca republicana, que nos presenta la villa como un edificio o conjunto de edificaciones pertenecientes a un fundus , una propiedad formada por tierras de cultivo, pastos y bosques. Catn hace hincapi en el carcter rural de la villa, fuera del mundo urbano, aspecto en el q ue posteriormente insistirn otros autores. Muchos aos despus, Marco Terencio V arrn (116-27 a. C.), escribe De re rustica en la etapa de transicin al Imperio, acentuando la relevancia de la ganadera e insistiendo tanto en recomendaciones para lograr beneficios econmicos de la villa 78HISTORIA DE ELDA Planta general de la villaCasa Fe I (Alicante) tras la re raci227n, con indicaci227n de sus partes: calles, pa industrial y r Pa como en su carcter de lugar de placer y disfrute, de retiro y reposo.En la poca imperial, ya a mediados del siglo I d. C., el tratado De re rustica, escrito por el gaditano Lucio Junio Moderato Columela, refleja los progresos y la evolucin del campo romano en la era imperial. A travs de sus doce libros se observa una mayor concentracin de tierras con el paso del tiempo, una mayor especializacin productiva y una progresiva diversif icacin de la mano de obra empleada. Ya en el Bajo Imperio, la ltima gran obra latina sobre la agricultura sale de la mano de Paladio Rutilio Tauro Emiliano. En su Opus Agriculturae se muestran algunos de los cambios que nos preludian el cultivo de la tierra en la Edad Media. Algunos pasajes del libro I de la obra de Columela que hacen referencia a la villa son especialmente relevantes. () en una f inca, los factores a considerar eran fundamentalmente dos: la salubridad del clima y la fertilidad del terreno () () Tras estos dos f actores fundamentales, aada [Catn] estos o tros no menos dignos de tenerse en cuenta: el camino, el agua y el vecino () Ms adelante, Columela aade: () La extensin de la casa y el nmero de sus piezas ha de guardar proporcin con la totalidad del recinto, y ha de dividirse en tres partes: urbana, rstica y fructuaria () () La parte urbana ha de dividirse en aposentos de invierno y de verano () () Los baos se orientarn hacia el occidente estival () () Los lugares de paseo estarn expuestos al sur equinoccial, para que reciban en invierno la mxima cantidad de sol y en ver ano la mnima (). Respecto a la parte rstica, aconseja Columela () los cuartos para los esclavos sin grilletes tendrn perfecta orientacin si se construyen mirando hacia el sur equinoccial; para los esclavos encadenados, lo mejor es, por lo general, un ergstulo subterrneo que rena las mayores condiciones posibles de sanidad y que reciba la luz a travs de ventanas estrechas y abiert as a tal altura del suelo que no puedan ser alcanzadas con la mano () () La habitacin destinada al capataz debe ponerse junto a la puert a, para que pueda ver a los que entran y salen; la habitacin del administrador, por idnticas r azones, encima de la puerta; ste, adems, podr vigilar as al capataz de cerca; prximo a uno y otro se situar el almacn donde se guarden todos los instrumentos de labor, siendo conveniente q ue haya dentro del propio almacn un lugar bajo llave donde puedan custodiarse las herramientas (). De la parte fructuaria, dice el agrnomo gaditano: () se divide en bodega de aceite, prensa, bodega de vino, bodega de mosto cocido, heniles, pajares, despensas y graneros () Las situadas en la plana baja se destinarn a la custodia de los lquidos destinados a la venta, tales como vinos y aceites; por su parte, los productos secos como el trigo, el heno, las hojas, la paja y el resto de forrajes, se almacenarn en las altas (...). Villae y asentamientos rurales del Valle de Elda Los asentamientos rurales del Valle de Elda reflejan los caracteres bsicos del proceso histrico y la situacin que hemos expuesto, as como los condicionantes de la investigacin. Hasta el momento, de manera significativa, apenas se observan vestigios de establecimientos romanos de este tipo hasta fines del siglo I a. C. Junto a yacimientos que se podran catalogar como villae, encontramos otros ms difciles de clasificar. El recorrido que proponemos, siguien- 79El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Recr villa Casa F Imperio par, en la que destaca el pa torcularium o almazara, as222 como la par urbana , donde destaca un a los ba226os y el peristilo (Museo Ar Alicante MARQ) do los restos ms significativos, comienza en el fondo del valle y finaliza en las tierras todava frtiles de los piedemontes, pero ms alejadas del cauce del ro. Casa Color A poca distancia de El Monastil, en direccin sur, se encuentra el hoy prcticamente desaparecido yacimiento denominado Casa Color. El asentamiento se emplaza en un rea aterrazada de la mar- gen derecha del ro Vinalop. Se ubica en una zona ptima para el aprovechamiento agrcola comprendida entre el lado sur de la sierra de la Torreta y el cauce del ro. Antes de la primera excavacin de salvamento realizada en 1987, existan algunas referencias orales de aficionados locales que haban efectuado prospecciones. Entre restos diversos, destaca el hallazgo de un bside en el lado oriental de una construccin romana en la que aparecieron restos de un posible enterramiento adulto realizado en caja de ladrillos bipedales y tegula , as como parte de un pavimento de mortero. En el exterior se localizaron restos de un par de tumbas tambin expoliadas, as como dos silos. En este sentido, ltimamente se ha planteado que el fragmento de tapa de sarcfago paleocristiano con escenas del ciclo del profeta Jons, reutilizado en el castillo de Elda, probablemente pudo formar parte original de la necrpolis o mausoleo de la Casa Color, a medio camino entre la fortaleza y El Monastil. Estos vestigios citados parecen estar relacionados con los restos, recientemente localizados, de la posible cmara de combustin de un pequeo horno datado en poca romana tarda, as como una est ancia de tendencia rectangular y un peq ueo bside, muy arrasado, adems de 80HISTORIA DE ELDA Localizaci227n de algunos de los asentamientos r del V 2. Ar Agualejas. 4. Puente II. 5. Puente I. 6. El Chorrillo Petraria. 8. Ca Monastil. 10. Marina Espa226ola. 11. Castell de P Camara. 13. Laderas de Bol227n. 14. P Po de La Jaud. 16. El Char 17. I.E.S *Otr ar Cuenca y R. Na Po ble f cer207mico hallado en la Casa Color207 (ARP otras estructuras de barro muy mal conservadas. En las terrazas superiores del yacimiento, ms lejanas al ro, se ha localizado un vertedero y unas posibles estructuras aledaas (cubetas, silos, una f osa) de cronologa calcoltica. Los result ados de esta nueva intervencin arqueolgica en la zona hacen pensar en un asentamiento con un rea artesanal vinculada la manufactura de cermica, una posible rea domstica y un espacio funerario, especialmente activos en el perodo tardorromano. Los restos hallados permiten datar la principal etapa de funcionamiento de este asentamiento rural entre los siglos IV y VII d. C., posiblemente tras una cierta actividad entre fines del siglo I a. C. y el siglo II d. C. Arco Sempere y Gaius Sempronius T res excavaciones arqueolgicas de salvamento han permitido conocer, algo ms al sur de la Casa Color, el asentamiento denominado Arco Sempere, emplazado entre la ladera oriental del monte Boln y la margen derecha del ro Vinalop, en el actual barrio de la Virgen de la Salud. La zona en la actualidad aparece muy transformada, con edificaciones y una carretera que han cubierto parcialmente el yacimiento. Los trabajos arqueolgicos de 1981 y 1982 permitieron recuperar cinco estancias cuadrangulares dispuestas en torno a un espacio abierto, q uiz un patio central, as como un tramo de cloaca o acequia dirigida hacia el ro. En el lugar se hallaron teselas blancas y grises pertenecientes a un mosaico. Pocos metros al norte de las estancias se haba localizado, con anterioridad a la excavacin, una balsa de opus signinum con molduras de medias caas en sus ngulos, quiz perteneciente a la pars rusticadel asentamiento, y actualmente desaparecida. Uno de los hallazgos ms destacables de Arco Sempere es el de la inscripcin G(aius) Sem[pronius - ]()/Pro[ - ]/ -, conservada en estado fragmentario. El epgrafe alude a un personaje de la familia Sempronia, un gentilicio habitual en la zona, como muestran al menos otros once ejemplos hallados en tierras alicantinas. Esta inscripcin, que probablemente pertenezca a una zona de enterramiento prxima, est datada entre fines del siglo II y los inicios del siglo III d. C. Su hallazgo en una villa es un signo ms del progreso de la latinizacin lingstica del valle durante el Alto Imperio, y testimonio de la generalizacin de los usos funerarios romanos. Precisamente en la misma ladera oriental del monte Boln, en el lugar llamado Cerro de las Sepulturas, pudo instalarse la necrpolis tardorromana de la villa y de su entorno. Posteriormente, en los ltimos aos, se han producido diversos hallazgos en un paraje cercano, la denominada Finca del Molino de Flix. Aqu se han identificado unas estructuras interpretadas como muros de abancalamiento y de delimitacin parcelaria construidas en la poca romana, que posiblemente se mantuvieron en uso durante el dominio islmico. Debido 81El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Olla cer207mica hallada en la Casa Color207 (Museo Ar Municipal de Elda). Los ma re cuperados en este asentamiento han sido bastante heter terra sigillata g207lica y africana, cer207mica com234n, 207nf elementos de adorno de hueso una moneda de Graciano (377383 d. C 320hoces-, y objetos de br entr re 227seos humanos (ARP Pa Inscripci227n r Semper Ar Elda). al mal estado de conservacin de los restos por las constantes roturaciones agrcolas, no ha sido posible determinar la funcin y la adscripcin cronolgica clara de otro tipo de estructuras localizadas en la zona, identificadas provisionalmente como un canal de mampostera ordinaria y una cubeta de mortero, sin ms precisiones. La proximidad entre todos los vestigios citados permite plantear la idea de que, en realidad, pertenecen a un nico est ablecimiento dedicado a la explotacin agrcola de un entorno de tierras frtiles prximas al ro. En conjunto, los materiales arqueolgicos hallados permiten proponer la existencia de una probable villaque parece estar activa en dos etapas. La primera se sita entre mediados del siglo I d. C. y el siglo III d. C. La segunda, entre los siglos V y VII d. C. El solar del asentamiento, adems, fue ocupado posteriormente, dada la existencia de restos materiales de la poca paleoandalus en la zona. Las Agualejas, una asignatura pendiente para la arqueologa eldense En la margen izquierda del ro la documentacin es algo ms abundante. Des- t aca, en primer lugar, el yacimiento de Las Agualejas, situado en las terrazas existentes a pocos metros de los meandros del ro, en tierras roturadas desde antiguo. El topnimo se relaciona sin duda con su cercana al cauce del Vinalop. En la actualidad se halla oculto en tierras ocupadas por la edificacin de casas rurales o de segunda residencia que han afectado parcialmente a la villa. Su superficie es indeterminada, aunque parece que el asentamiento ocup un rea de cierta extensin. Las Agualejas se conoce desde 1963, si seguimos la informacin procedente de los partes de trabajo de la seccin de Arq ueologa del Centro Excursionista Eldense, que al menos hasta 1967 realiz trabajos arqueolgicos espordicos que dejaron entrever su importancia. En el yacimiento se hallaron diversos vestigios constructivos. Hay que destacar especialmente los restos de dos balsas o cubetas en f orma de herradura revestidas de opus signinum. El acceso a una de las cubetas, al menos, mostraba dos escalones. Junto a las balsas se identificaron los restos de una obra abovedada construida con mampostera y ladrillo trabados con cal. Se localiz, asimismo, un pilar de sustentacin en obra latericia. La descripcin del breve informe de 1964 hace pensar en ladrillos bipedales (de dos pies de largo) o una variante de ladrillos rectangulares caractersticos de la construccin romana. Sin desechar q ue los restos pudieran formar parte de una cloaca, como alternativa, estos vestigios constructivos, asociados a la existencia de las balsas, hacen pensar que los hallazgos pudieran corresponder a parte del fornax o centro generador de un sistema de calefaccin tpico de las termas romanas. Tambin apareci un vertedero con gran abundancia de cenizas y carbn junto a una de las cubetas. La asociacin de esta informacin ha hecho pensar en la existencia de unos balnea o pequeas termas, probablemente asociadas a la pars urbanade una villa . En la zona se hallaron, adems, varios muros de mampostera ordinaria y trabada con argamasa de cal, as como estucos, y, de manera significativa, una basa de columna y restos de un sillar de arenisca, indicios de la existencia de elementos arq uitectnicos de cierto nivel. El conjunto de restos arqueolgicos de Las Agualejas permite proponer una actividad datada entre los siglos I y VI d. C., en un asentamiento emplazado en tierras aptas para cultivos agrcolas que cont con un sector residencial y un rea pro- 82HISTORIA DE ELDA Te selas halladas en Ar Semper mosaico (Museo Ar Municipal de Elda). El ya ha pr adem207s, r ro fina de mesa (terra sigillata ), con piezas originarias del sur de las Galias, del norte de 347frica y de la pr Pe nsula Ib216rica, as222 como cer207mica de barniz r pompe norteafricanas, de origen local y de tradici227n ib216rica, cer207mica de par 207nf de telar re cer207micos, ha mencionar los hallazg tejas, molinos de piedra, y objetos de metal y de hueso tra Ar Elda). Basa de columna de piedra hallada en Las Agualejas (Ar Municipal de Elda). Basa de columna de piedra hallada en Las Agualejas (Ar Municipal de Elda). ductiva. Hay que recordar que, en un paraje cercano a la Pea del Sol, en la partida de Lumbos, se hallaron varias monedas romanas. Estos hallazgos y el topnimo, quiz referido a un Lumbuslatino, han inducido a pensar en la existencia de un asentamiento dependiente de la villa de Las Agualejas. En cualquier caso, estos indicios muestran la potencial y oculta riqueza arqueolgica del llano situado al sur de Elda. Puente II En pleno ncleo urbano, a menos de un kilmetro al norte de Las Agualejas, se sita el asentamiento rural romano denominado Puente II, en la margen izq uierda del Vinalop y a pocos metros del cauce del ro. Emplazado al suroeste de la ciudad, en una tradicional zona agrcola perifrica que ha sido urbanizada en los ltimos aos, Puente II se conoce desde 1984, y ha sido objeto de tres interv enciones arqueolgicas de salvamento en las que se han documentado vestigios constructivos y se ha delimitado, a grandes rasgos, una zona nuclear en torno a la actual calle Virgen del Remedio. Como elementos ms significativos, cabe destacar el hallazgo de un rea destinada a la transformacin de productos agrcolas, compuesta por una estructura rectangular que dispuso de una cisterna y una balsa contigua, ambas revestidas con opus signinum y activas desde un momento indeterminado del siglo I d. C. Si inicialmente los excavadores se decantaron por considerar la zona como un rea de elaboracin de vino, con un lagar asociado a un torcularium , ltimamente se ha planteado la posibilidad de que se trate de parte de una almazara. Hay que aadir, adems, la existencia de, al menos, una est ancia cuadrangular y una dependencia con bside (ambas quiz pertenecientes a la pars urbana ), y parte de un camino empedrado, este ltimo asociado al perodo islmico. De manera singular, destaca el hallazgo de parte de un pequeo altar de piedra caliza. Esta pieza, uno de los escasos testimonios materiales asociados a la religin romana en el Valle de Elda, probablemente form parte de un culto religioso domstico en el asentamiento de Puente II. Los datos apuntan que este enclave rural estuvo activo entre la segunda mitad del siglo I a. C. y el siglo III d. C. El funcionamiento de la villaen los ltimos aos de la R epblica es hipottico, ya que nicamente se han recuperados restos cermicos, pero parece claro que se activa a inicios del Imperio. Las estructuras experiment an en el siglo II d. C. una serie de reformas q ue cancelan el uso de la cisterna y dividen en dos la capacidad de la balsa, quiz por una disminucin de la produccin. A inicios del siglo III d. C. uno de los depsitos ya est abandonado. En el segundo de estos depsitos aparecen cermicas datadas entre los siglos X-XI d. C., halladas en su estrato de colmatacin. Estas cermicas son el ref lejo de una presencia islmica poco conocida en la zona que se prolong hasta la Baja Edad Media, como indican los hallazgos de varias monedas. Hay que recordar, adems, la existencia de noticias y escasos restos cermicos de cronologa romana ( terra sigillata y nforas), recuperados parcialmente en 1976 en la calle Marina Espaola, probablemente pertenecientes a la esfera de inf luencia del asentamiento de Puente II. Puente I En la margen derecha del Vinalop, a poca distancia de la villade Puente II, se sita el asentamiento rural de Puente I, hoy oculto bajo el tejido urbano. Su existencia es conocida desde los aos ochenta del siglo pasado, cuando tuvo lugar una breve excavacin de salvamento. Entre los escasos vestigios hallados hay que destacar una serie de muros muy mal conservados, de funcin indeterminada, fragmentos de terra sigillata glica y africana, de cermica comn y de nforas, as como monedas, clavos de hierro y agujas de adorno realizadas en hueso. Con estos datos, no es posible determinar la naturaleza del yacimiento ni su clasificacin, si bien parece lgico pensar que se trata de hbitat rural destinado al aprovechamiento agrcola, quiz vinculado a Puente II. Se ha apuntado una cronologa general que sita la actividad de este asentamiento entre mediados del siglo I y el siglo III d. C. 83El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Paleta de uso cosm216tico o medicinal hallada en Las Agualejas (Museo Ar Municipal de Elda). En los sondeos r localizar terra sigillata de origen g207lico hisp207nico y norteafricano cer207mica fina de origen mediterr207neo oriental, cer207mica com234n, lucernas, 207nf de dolium con n y molinos cir re de vidrio 320algunos fragmentos policr cla br adorno r re io se complet227 con varias monedas: 1 follis de Majencio (Italia) y da d. C acu226ado en Antioqu222a, da entr centenional de Constantino I o Constancio II (Ar Ar Elda). Fragmento de altar re ligioso dom216stico hallado en Puente II (Ar Ar Elda). El Chorrillo Diversos trabajos arqueolgicos en la partida de El Chorrillo han permitido recuperar restos correspondientes al Alto Imperio y a la poca tardorromana ( terra sigillata, cermicas comunes y de origen norteafricano), posiblemente vinculados a una unidad de explotacin situada en las terrazas de la margen izquierda del ro Vinalo- p. Estas tierras llanas y frtiles, situadas en la conf luencia de los trminos de Elda, Sax y Petrer, son aptas para el cultivo agrcola y el aprovechamiento de abundantes recursos naturales. No es casual, por tanto, que hayan proporcionado vestigios datados entre el Neoltico y la Edad Media, elementos que nos permiten sospechar la existencia de un uso continuado a lo largo del tiempo que slo ha sido conf irmado plenamente durante la poca ibrica. Pe traria Adems de las tierras llanas y frtiles de las terrazas f luviales del Vinalop, durante la presencia romana fueron ocupadas zonas del valle que mostraban buenas condiciones para el establecimiento de asentamientos y para la explotacin agrcola. En terrenos perifricos respecto al fondo del valle, especialmente vinculados a algunas de las ramblas colindantes, se sitan otros enclaves significativos para completar el panorama de la ocupacin del territorio durante la poca romana: Petraria y Caprala. Petraria, prxima a la rambla de Pua, cumple varias de las recomendaciones para emplazar una villaque nos citan algunos agrnomos latinos, como Catn (I, 1, 3): situacin al pie de una pequea colina con dominio del valle y de las tierras de cultivo, as como proximidad a acuferos y a vas de comunicacin. Oculta en la actualidad bajo el ncleo urbano de Petrer, se situ en el piedemonte del cerro del Castillo, cercana a las tierras cuaternarias situadas al sur y suroeste. Diversas excavaciones arqueolgicas de salvamento, efectuadas a partir de los primeros descubrimientos en 1975, han permitido delimitar un rea de entre 1 y 2 hectreas en el centro histrico de Petrer. Los restos hallados pertenecen a una villa que, segn Llobregat, pudo ser denominada Petraria, dando lugar y nombre al ncleo medieval de esta localidad. Sin embargo, recientemente, parece desecharse esta idea y confirmarse el origen islmico del nombre de Petrer, aunq ue la antigua denominacin del yacimiento contina en uso. Petraria estuvo activa entre mediados del siglo I d. C. y el siglo V d. C., y parece que tuvo su principal perodo 84HISTORIA DE ELDA Vista de un sector de la par rustica de la villa de Puente II, donde se pueden a dep227sitos de opus signinum de una posible almazara. El ya miento ha pr re de cer207micas de barniz ne pintada rib216rica, terra sigillata it207lica, g207lica, hisp207nica y africana; cer207mica de par cer207micas comunes, lucernas, 207nf africanas; y fragmentos de dolios, as222 como r un oscula de hueso del tipo crinalia y de costura, objetos met207licos di Bajo Imperio de f inf b227vidos, 216quidos y a del Museo ArMunicipal de Elda). Vista general del emplazamiento de El Chordestaca la zona con ma concentraci227n de r ar ap trazado del r222o Vinalop227, quiz207 el Alebus que cita Ruf Ora Mar222tima (s. IV d. C del Museo Ar Municipal de Elda). de funcionamiento en la poca tardorromana. Al menos es la conclusin que se desprende de los principales v estigios hallados. Por un lado, restos de una habitacin de planta poligonal pavimentada con un mosaico geomtrico polcromo de opus tessellatum, datado por diversos investigadores entre fines del siglo II y el siglo V d. C., si bien parece que la principal fase de utilizacin corresponde a los siglos IV y V d. C. Las excavaciones en Petraria han mostrado, adems, el funcionamiento de un vertedero y el uso de diversos materiales de construccin. Entre ellos destaca una serie de tubuliy ladrillos cuadrados y circulares relacionados habitualmente con pilares de h ypocaustum y, en definitiva, con construcciones asociadas a los posibles baos de la villa. Merecen una especial atencin las construcciones pertenecientes a un posible mausoleo familiar. Se trata de un rea de enterramiento en la que se usaron, al menos, adobes y una techumbre de tejas ( tegulae e imbrices), con una est ancia para inhumaciones infantiles. Con este conjunto funerario, datado entre los siglos II y V d. C., parecen relacionarse los dos fragmentos de mrmol q ue se localizaban antiguamente en el castillo de Petrer y que son descritos por el erudito Jos Montesinos en su Compendio Histrico Oriolano, escrito entre fines del siglo XVIII y los inicios del XIX. Estos fragmentos han sido interpretados recientemente como parte de una caja de sarcfago paleocristiano, manufacturado en Roma, denominado a porte di citt . Muestran parte de la escena denominada traditio legis, en la que aparecen, en el centro de la caja, Cristo f lanq ueado por Pedro y Pablo y, en ocasiones, el resto de apstoles, con representaciones de los difuntos postrados a los pies de Jess, as como Cristo barbado en una esquina de la tapa. Estos sarcfagos se fechan generalmente entre el ltimo tercio del siglo IV y los comienzos del siglo V d. C. Las intervenciones arqueolgicas en el centro histrico de Petrer, en definitiva, han mostrado un asentamiento probablemente surgido durante el Alto Imperio. Durante el perodo bajoimperial y, al menos, hasta el siglo V d. C., este asentamiento rural se transform y vivi su etapa mejor conocida, como testimonian los vestigios asociados a su pars urbana (dependencia con mosaico, termas) y el rea funeraria vecina. Hay que aadir que en las proximidades de la villaPetraria se han producido hallazgos diversos. La zona de la P edrera y del Instituto de Enseanza Secundaria Azornha proporcionado restos cermicos superficiales y dispersos. En conjunto, estos vestigios podran asociarse tanto a la periferia de la villa como a otro posible yacimiento. 85El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Mosaico r mosaico de la villaro de P etr muestra, como detalle curioso la ada musi que conlle cambios en el esquema compositi dejado una imagen irr los moti Ar Na Caprala Tambin en el trmino de Petrer, la rambla de Caprala ha aportado escasos pero interesantes restos arqueolgicos de un pequeo asentamiento romano algo ms excntrico que los rest antes respecto al curso del ro, situado a los pies de lAlt de la Creu, pero bien comunicado con la via Augusta por la red de ramblas, y controlando las escasas tierras aptas para la agricultura del fondo de la hoya, situadas hacia el suroeste. La zona ha sido afectada por roturaciones agrcolas y por la construccin de casas de campo. El yacimiento es conocido desde 1966 por trabajos de la Seccin de Arq ueologa del Centro Excursionista Eldense y del Grupo Arqueolgico Dmaso Navarro . Significativamente, los escasos vestigios constructivos documentados en Caprala pertenecen al mbito de la produccin agrcola. Destaca el hallazgo de bloques ptreos labrados, en especial un ejemplar de contrapeso de almazara. Este elemento est probablemente relacionado con dos depsitos revestidos de opus signinum localizados en la zona, hoy prcticamente desaparecidos. En conjunto, han dado pie para plantear la existencia de un rea de produccin vitivincola o, ms probablemente, aceitera. En cualquier caso, junto a las evidencias de actividad transformadora agrcola, hay que citar la posibilidad de q ue el topnimo Caprala ref leje la importancia histrica de la ganadera en la zona. De hecho, el asentamiento se sita en un lugar adecuado para el control de la vereda que llega al valle, sin olvidar la riqueza forestal que posee la zona. Los restos arqueolgicos hallados ref lejan un funcionamiento constatado, al menos, entre el segundo tercio del siglo I d. C. y el siglo II d. C. Como balance, la modesta envergadura y la escasa relevancia de los asent amientos rurales y villae del Valle de Elda activos durante la poca imperial romana, sobre todo si lo comparamos a escala provincial, podra ser el ref lejo arq ueolgico de una realidad compuesta mayoritariamente por unidades de modestas dimensiones, pequeas y medianas propiedades con un aprovechamiento destinado fundamentalmente al autoconsumo y a la difusin en limitados circuitos comerciales locales y regionales que, salvo algunas excepciones, no sobrepasaron los lmites del Vinalop y de su entorno inmediato. La configuracin fsica del territorio y los escasos datos directos sobre la estructura de la propiedad bajo el dominio romano no invitan a pensar en la existencia generalizada de latifundios, pero s de ricos propietarios q ue ocupan reas residenciales con un cierto lujo, como se percibe en la villa de Petrer y probablemente en Las Agualejas. El territorio y la explotacin de sus recursos Las races tintreas abundan; el olivo, la vid, la higuera y otras plantas semejantes crecen cuantiosas en las costas ibricas que bordean Nuestro Mar, y t ambin en las del Exterior. Estrabn, III, 4, 16 U na tierra frtil En el siglo XVI, el cronista Rafael Martn de Viciana escriba las siguientes palabras acerca del Valle de Elda en su Crnica de la nclita y coronada ciudad de Valencia y de su reyno : Es Varona de honor, y de grandes aprovec hamientos, porque ay buenas huertas, y fuentes de buenas aguas: y en los montes ay buenos 86HISTORIA DE ELDA Fragmento de dolio con g que hacen r su caXXIII sextarii (Museu Ar D207maso Na tra villa ro de P otr reionados con el almacenamiento de la pr citar monedas da julio-claudia y el dominado deConstancio II, a mediados del siglo IV d. C amplio r (terra sigillata it207lica, g207lica, hisp207nica y africana A, C y D; cer207mica r cer207mica de par cer207mica com234n africana; lucernas; 207nf elementos, como piedras de molino 227seos de f hierr Ar Na Localizaci227n del y la rambla de Ca Ar Na pastos para ganados: y mucha caa, y pinos donceles muy crescidos para madera. En esta Varona se coge pan, vino, azeyte, seda, miel, cera y grana en abundancia: frutas muchas de diversos generos, y muy buenas. Algunos aos antes, Fernando Coln, en su Descripcin y Cosmografa de Espaa , deca de Elda que tyene Razonable Valle de huertas, aadiendo que ay media legua llana de una valle de huertas e vyas . Poco ms de un siglo despus, Martnez Paterna nos cuenta q ue Es este valle muy fecundo de trigo, cevada, vino y aceite, y abundante en fruta, la ms sabrosa del reino de Valencia. Tiene una fuente de aguas dulces, y muy salutferas, con mucha abundancia de huvas de todas suertes, de las q uales hazen pasa, la mejor de Espaa . El viaje que hace el ingls Joseph Townsend durante el reinado de Carlos III ratifica las versiones anteriores: ...entramos en el frtil valle de Elda, donde la via, las almendras, los higos, las aceitunas, el trigo candeal, el maz, la cebada y la lucerna cubren la vasta extensin que a los ojos se presenta Los cronistas de poca moderna se preocuparon por dar a conocer las riq uezas de las tierras y pases que describan. Las someras descripciones de las bondades del Valle de Elda que hacen Viciana, Coln, Martnez Paterna y Townsend, seleccionadas entre varias interesantes referencias, bien podran haber sido suscritas, con ligeros matices y eliminados algunos anacronismos, por autores clsicos como Estrabn mil quinientos aos atrs. Sin embargo, no disponemos de textos de esas caractersticas acerca del Valle de Elda durante el perodo romano. Estamos lejos de precisar un cuadro completo de la nmina de recursos agrcolas, ganaderos y forestales del valle, as como el tipo de explotaciones y el carcter de la produccin. No obstante, se pueden aportar algunos datos de referencia, en sus rasgos generales, para toda la poca antigua del valle. Sin duda bajo el dominio de Roma coexistieron tradiciones vinculadas a la explotacin de los recursos del campo y del bosque propias de la poca ibrica, junto a otras formas caractersticas y representativas de un modelo romano articulado en villae, ms sistemtico y moderno. La agricultura El cultivo de cereal, conocido desde el Neoltico, sin duda fue una de las actividades fundamentales de los habi- t antes del valle, con un alto peso especfico en su dieta alimenticia. Desde los orgenes de la agricultura en la zona, y en consonancia con los estudios realizados en diversos lugares de la costa oriental y el sureste de la Pennsula Ibrica, datos directos e indirectos apuntan al uso de diversas variedades de trigo, cebada, escanda, centeno, avena y almort a. Disponemos de testimonios materiales de actividad recolectora desde el N eoltico, como dientes de hoz elaborados con slex. Se han recuperado se- 87El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Balsa de opus signinum de Ca Va rias pr han permitido r inter ma terra sigillata it207lica, g207lica, hisp207nica y africana; cer207mica com234n local y africana; cer207mica pintada r 207nf hierr v222tr Ar Na Contra Ca hallazg su lug (Ar Municipal de Elda). millas de cereales halladas tanto en el monte Boln como en El Monastil, as como restos de trigo en El Zambo y de cebada en Cat-Forad, todos datados en la Edad del Bronce. Junto a numerosos instrumentos de molienda y silos extendidos, al menos, desde el Calcoltico hasta el fin del mundo romano, constituyen testimonios de una actividad bien representada, en poca ibrica y con un valor singular, por los restos de un almacn de grano situado en El Monastil. Ya en poca romana destacan los restos de dos hoces de hierro halladas en la Casa Color. En el Museo Arqueolgico Municipal de Elda se conservan diversos instrumentos metlicos relacionados con trabajos agrcolas, como azadas. E, indirectamente, hay que pensar q ue un buen nmero de morteros y div ersos recipientes cermicos de gran capacidad estuvieron destinados a labores propias de la cerealicultura, como la siega, la moltura, el almacenaje y la transf ormacin de alimentos. Como hemos visto, las referencias de los cronistas que hablan del Valle de Elda durante la poca moderna coinciden en mencionar, sin excepcin, el cultivo de la trada mediterrnea. En la poca romana, una agricultura extensiva, mayoritariamente cerealista y de secano, convivi con el cultivo de los otros dos componentes de la trada: la vid y el olivar. La vid era conocida desde tiempos antiqusimos. Varios investigadores resaltan su cultivo desde el Neoltico. Numerosos vasos cermicos, tanto de manufactura local como importaciones, se vinculan a la produccin y consumo de vino, una actividad que progresivamente se ir ampliando en la poca antigua hasta formar parte de la dieta habitual de las comunidades mediterrneas. En el perodo romano, diferentes tipos de piezas pertenecientes a la vajilla de mesa, como copas y jarras, y envases para el transporte, como nforas, son los testimonios de un hbito que trascendi el mero consumo, revestido en varios casos de una marcada significacin ritual y religiosa. En la necrpolis del Camino de El Monastil, datada en el siglo VI d. C., se han recuperado semillas de uva, probablemente asociadas a restos de un banquete funerario. Restos similares se localizaron en 1991 en la Plaza de la Torreta, tambin en un posible cementerio ta rdorromano. En cuanto a la produccin y consumo de aceite de oliva, los expertos coinciden en sealar un origen claramente preibrico del cultivo y del aprovechamiento del olivo, en sus diferentes versiones. Por otra parte, los abundantes restos de lmparas de aceite lucernas y, en menor medida, de nforas import adas, nos informan del uso y consumo de olivas y aceite. Las balsas revestidas de opus signinum que aparecen en Puente II, el contrapeso y los depsitos documentados en Caprala, y quiz los restos de Arco Sempere formaron parte de infraestructuras productivas de aceite o de vino. Un pie de prensa depositado en el Museo Arqueolgico Municipal de Elda, procedente de El Monastil, constituye una prueba ms de una actividad de transformacin de productos agrcolas qu e probablemente no super el carcter artesanal. La produccin estara ms bien dedicada al consumo propio o a una comercializacin local, de radio corto. Estos cultivos estuvieron complementados por los de rboles frutales, de los que disponemos, sin embargo, de pocas referencias, como en el caso de la palmera datilera y el manzano. La higuera pudo aprovecharse desde la Edad del Bronce. Ciertas semillas halladas en el monte Boln, datadas en el mismo perodo, y a falta de anlisis sistemticos, pudieron pertenecer a cultivos arbreos. La granada aparece representada en varios vasos pintados hallados en El Monastil, de poca ibrica e iberorromana. No hay que olvidar tampoco el desarrollo de la apicultura, que ha dejado testimonios tanto escritos como en forma de caractersticos recipientes kalathoi , colmenas de poca ibrica. De nuevo la necrpolis del Camino de El Monastil muestra restos de almendras como parte de los productos consumidos en un gape fnebre tardorromano. Estudios de carcter general para el valle sealan, adems, la existencia de cultivos de leguminosas (lentejas, guisantes, habas, v ezas algarrobas), y la recoleccin de 88HISTORIA DE ELDA Ho Color207 tras su rARP del Museo ArMunicipal de Elda). bellotas, testimoniada esta ltima por hallazgos de la Edad del Bronce en el monte Boln.Paralelamente, y al margen de los productos destinados a la alimentacin, hay que citar el aprovechamiento de o tras plantas herbceas, como el lino. As lo demuestran los restos del enterramiento infantil del monte Boln. Paralelamente, la explotacin del esparto tuvo una singular relevancia. El gegrafo griego Estrabn, en su Geografa (III, 4, 9) escrita durante el principado de A ugusto, pone en evidencia la abundancia de esta planta en ciertas tierras del sureste hispano, su uso para tejer cuerdas y su exportacin a todos los pases, principalmente a Italia. La riqueza en esparto est contrastada en el alto y medio Vinalop por hallazgos arqueolgicos puntuales, pero relevantes por su estado de conservacin, como los del poblado de Terlinques (Villena), datados en la Edad del Bronce. En el Valle de Elda dest aca singularmente una suela de sandalia de esparto fechada en la poca ibrica, as como una estera del mismo material que form parte de un enterramiento infantil de la Edad del Bronce hallado en el monte Boln. El esparto, convenientemente tratado, era muy utilizado en la vida domstica sandalias, en las actividades artesanales sacos, capazos, esteras, cofines y como materia prima para la construccin naval cordajes. En el Valle de Elda su explotacin tuvo una larga tradicin, revitalizada a partir del siglo XVIII, tal y como ref leja Cavanilles en sus coment arios acerca de la manufactura del esparto, que tiene un destacado desarrollo hasta inicios del siglo pasado. La ganadera La riqueza ganadera del valle, si aparentemente no fue comparable a los recursos de la tierra, fue un complemento clsico de la economa antigua en la zona. Los restos seos procedentes de excavaciones arqueolgicas testimonian, desde la Edad del Bronce, la cra de aves, ovejas, cabras, cerdos, vacas, buey es y caballos. Restos de estas especies han aparecido en varios de los asentamientos romanos del Vinalop. De hecho, huesos de ave y cscaras de huevo han aparecido entre los restos asociados a banquetes funerarios tardorromanos en la necrpolis del Camino de El Mo- nastil. Se tiene constancia, adems, del uso antiguo de veredas ganaderas que pasan por el valle, ref lejando la import ancia histrica de la trashumancia. Como hemos citado, quiz el topnimo Caprala se vincule en sus orgenes a esta actividad. En cualquier caso, como en etapas histricas sucesivas, carne, leche y derivados, huevos, lana y pieles, grasas, huesos, entre otras materias primas, son la principal aportacin de una cabaa ganadera que se us tambin para tiro y carga. Siglos ms tarde, sern de nuevo algunos de los cronistas de poca moderna los encargados de poner por escrito la relacin de riquezas pecuarias del valle, en compaa, casi siempre, de menciones acerca de abundante caza y pesca. Especies no domesticadas, fundamentalmente asociadas a la caza menor, son conocidas en los Valles del Vinalop desde la Antigedad. De El Monastil proceden huesos de ciervo, jabal, conejo y liebre. Estas ltimas aparecen representadas en varios vasos cermicos de poca iberorromana conservados en el Museo Arqueolgico Municipal de Elda. En plena Edad Media, el infante Don Juan Manuel y, poco despus, un pasaje de la Crnica de Pedro IV, nos insinan, en un caso, y nos informan, en el segundo, de las ricas posibilidades de caza en el valle. Algunos hallazgos de anzuelos y esqueletos de peces de ro y laguna, como sucede en El Monastil y en el monte Boln, junto a decora- 89El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural Base o pie de pr almazara hallada en El Monastil (Ar Municipal de Elda). ciones pintadas representando peces en vasos cermicos de tradicin ibrica, hacen pensar que el campo romano tambin se nutri de la abundancia de recursos generada por la presencia del ro: pesca, caaverales, etc. La malacofauna caracoles es abundante en los registros arqueolgicos de los asentamientos del valle desde las etapas prehistricas: hay que recordar en este sentido los hallazgos de las cuevas 2 y 7 del monte Boln. Esta actividad recolectora se mantuvo as durante el perodo romano, como puede verse en diversos restos recuperados en El Monastil y en las villaede su entorno. Una mayor riq ueza forestal que la actual, aunque ya en regresin pino carrasco, encina, sauces en las orillas del ro, junto a la recoleccin de plantas y frutos silvestres viv orera, acebuche en muchos casos de carcter medicinal, fueron, una vez ms, una parte esencial de las principales actividades econmicas del valle. El comercio El aprovechamiento y uso de los recursos propios del valle se vio enriquecido por un abastecimiento exterior de productos deficitarios a travs del comercio, facilitado por la existencia de la via Augusta. La calzada permita una rpida comunicacin con los principales puertos contestanos Lucentum y sobre todo el Portus Ilicitanus (Santa Pola), en la entrada sur del Vinalop y con el emporio de Carthago Nova . Las villaey la poblacin del valle en general complementaron el consumo de productos autctonos con la llegada de multitud de mercancas forneas, favorecidas por la amplia integracin de las provincias hispanas en la economa romana y por una dinmica comercial que potenci el comercio martimo. Las nforas halladas tanto en El Monastil como en los asentamientos rurales del valle nos informan de los alimentos envasados importados que se consumen durante el Principado. Los vinos de Italia ya escasean en las provincias occidentales, mientras que los caldos hispanos llegan a nuestras tierras de diversas regiones de la Hispania T arraconense, como la Layetania, en la actual Barcelona, y los territorios de Saguntum (Sagunto), Valentia (Valencia) y Dianium (Denia). Las nforas de vino recuperadas en Caprala son un claro exponente de esta tendencia comercial en la q ue priman las importaciones de vinos t arraconenses. Paralelamente, de la costa btica proceden salazones de pescado y salsas derivadas, como el garum, as como espordicas muestras de olivas y aceite originario en las riberas del Guadalquivir. Junto a una larga tradicin en la difusin y consumo de moluscos originarios en el litoral prximo no hay que olvidar la mencin a las ostras ilicitanas que hace Plinio el Viejo en su Historia Natural (XXXII, 62), la sal y las con- 90HISTORIA DE ELDA 347nf CaAr Elda). servas de pescado ms cercanas, producidas en factoras de la costa contestana, sin duda se difundieron en el interior del valle, complementando la ms que probable aportacin secular de la sal procedente de la laguna de Salinas en la conservacin de alimentos.Por otro lado, algunas tierras arcillosas del valle, cercanas a ros y ramblas, favorecieron el desarrollo de una alfarera autctona que imit los tipos de cermica imperantes y las modas romanas. Sin embargo, excepcin hecha del horno de poca republicana hallado en El Monastil, nicamente se han identif icado en la Casa Color algunas limitadas evidencias de produccin cermica. La zona parece que no destac por su actividad alfarera en el perodo romano, y, aunque modestos talleres, probablemente de carcter domstico, abastecieron de material de construccin y de piezas cermicas a los habitantes del valle, los numerosos y abundantes restos hallados en El Monastil y las villae circundantes muestran un amplio y variado repertorio de piezas importadas que acompaaron como mercanca secundaria los cargamentos de barcos que llegaban al sureste peninsular. Destacan singularmente, en este terreno, vajilla f ina de mesa ( terra sigillata) de origen itlico, hispnico y mayoritariamente del sur de las Galias. Bien entrado el Imperio, las diferentes variedades de cermica ordinaria y fina de origen norteafricano se extienden en la zona, siguiendo una dinmica generalizada en el Mediterrneo occidental. Algo ms tarde, las lucernas candiles de aceite predominantes en las villae son las manufacturadas en el norte de frica. Finalmente, estas tierras, tradicionalmente deficitaria en metales, se abastecieron desde la Edad del Bronce de diversos mbitos, como la sierra de Orihuela y otros cotos mineros del sureste peninsular. Este repaso necesariamente sumario a los recursos, a su explotacin y a ciert as dinmicas de consumo no oculta la escasez informativa acerca de otros aspectos de la vida econmica del valle hace dos milenios. Resulta difcil dudar, por ejemplo, del uso de tcnicas bsicas del regado, especialmente en las tierras ms aptas y cercanas al cauce del Vinalop. Algunos de los depsitos de opus signinum hallados en los asentamientos romanos funcionaron como cisternas de almacenamiento de agua, vital para los cultivos, para la transformacin de productos y para el consumo humano. Pudo existir un sistema de riego basado en la captacin de aguas por derivacin, circunstancia que implicara un alto grado de ocupacin y de planeamiento del territorio. En esta lnea, algunos autores han indicado la posibilidad de la existencia de un sistema de irrigacin romano en el Valle de Elda, al observar que las antiguas acequias de Petrer pudieron seguir un trazado paralelo al de los ejes secundarios de una hipottica centuriacin. Este segundo extremo est por confirmar. S parece ms claro que las conocidas propiedades nitrificantes de las leguminosas, as como el uso de cenizas y de abono animal, mejoraron el rendimiento de ciertas tierras, favorecidas por la rotacin de cultivos en el marco de un ciclo agrcola anual. Las claves de la presencia romana en el Valle de Elda Como balance, partiendo de la inf ormacin bsica y directa, as como de algunas extrapolaciones generales, se puede decir que desde la segunda mit ad del siglo I a. C. tiene lugar el desarrollo de asentamientos rurales romanos en el Valle de Elda. Durante el Alto Imperio, especialmente bien entrado el siglo I d. C., las mejores tierras sedimentarias del fondo del valle y de algunos privilegiados piedemontes fueron explotadas siguiendo criterios racionales y sistemticos, propios de la agricultura helenstica y protocientfica que ponen en prctica los romanos en provincias. El fenmeno fue general en el Occidente imperial y, en ese sentido, las tierras del Vinalop fueron uno de esos escenarios de romanizacin, con una significativa concentracin y cierta densidad en la ocupacin del territorio. Las evidencias y los indicios morfohistricos, sobre todo de origen arqueolgico, permiten proponer que tuvo lugar un proceso inicial de ordenacin del territorio entre f ines de la Repblica y los inicios del Imperio. Esta ordenacin, derivada de actuaciones directas o bien como parte de un proceso de inf luencia indirecta, modific el esquema general de asentamientos del perodo ibrico final, con abandonos parciales de lugares habitados, como el oppidumde El Monastil. Probablemente se produjeron trasvases de poblacin y, como hemos visto, ocu- 91El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural pacin de nuevas zonas. El resultado final del proceso, las villaey asentamientos rurales de este perodo altoimperial, no parecen destacarse singularmente, hasta el momento, por su envergadura, su capacidad productiva, la orientacin comercial de su produccin ni el lujo de su sector residencial. Aunque resulta algo aventurado hablar de regmenes y de estructura de la propiedad, un anlisis preliminar apunta la primaca de pequeas unidades de produccin, destinadas al abastecimiento y consumo de la poblacin del valle y de su entorno, en general el territorio ilicitano. Esta difusin local aprovech la existencia de un camino principal, la via Augusta , con sus mansiones y una compleja y poco conocida red secundaria. El corredor del Vinalop favoreci la entrada y salida de personas y mercancas, de ideas y tradiciones. A escala general, si contrastamos la situacin del Valle de Elda con otras tierras peninsulares, como el norte y noroeste de Hispania, la romanizacin fue, aparentemente, ms rpida. Pero esta romanizacin, en una dimensin regional, contestana, y en un escenario fundamentalmente rural, pero sin embargo prximo a una ciudad como Ilici, fue un proceso algo ms complejo de lo que se pudiera pensar inicialmente, y sigui ritmos no siempre sincrnicos. En el terreno econmico, en la esfera de los intercambios y del comercio, del consumo y los hbitos alimenticios, de la produccin y explotacin del medio fsico y sus recursos, la inf luencia de Roma fue ms directa, visible y rpida, materializada en el modelo arquitectnico y funcional de la villa. Hubo de ser necesariamente pronta, tambin, la inf luencia jurdica y su plasmacin territorial. Tal vez algo ms lenta fue la romanizacin social, cultural, lingstica y religiosa: pocas y poco relevantes inscripciones en el medio y alto Vinalop nos remiten a un escenario, paradjicamente, menos definido de lo habitualmente aceptado por algunos convencionalismos cientficos. Las transformaciones del Bajo Imperio y de la poca ta rdorromana El inestable equilibrio que mantiene el Imperio Romano durante sus dos primeros siglos empieza a alterarse ya a f ines de la segunda centuria de nuestra era. A partir del siglo III d. C. se entra en una larga etapa de transicin que desembocar en la Edad Media. El fin del perodo romano marca, en realidad, el trnsito del mundo antiguo al medieval. Se trata de un proceso histrico caracterizado, en nuestras tierras, por una secuencia clsica que encadena la decadencia romana, la irrupcin de pueblos brbaros, la intervencin militar bizantina, la conquista visigoda y la llegada del Islam. Pero, bajo esas etapas convencionales, en el debate cientfico se discuten fundamentalmente los elementos de continuidad o los de discontinuidad entre el mundo clsico y el medieval. En la Roma bajoimperial, la crisis del modelo de ciudad antigua, con un aumento de la presin fiscal sobre ciudadanos y privilegiados, propici el abandono progresivo y dejacin de funciones de las oligarquas urbanas, que hasta el momento haban intentado mantener un precario equilibrio entre inversiones, prestigio y promocin personal. Este equilibrio se fue desmoronando durante el Bajo Imperio y la poca tardorromana. El peso especfico del Estado fue aumentando en el sistema econmico. Las administraciones imperiales hubieron de mantener unas burocracias y unos ejrcitos crecientes, en una lnea de estatalismo y militarizacin social evidentes. La necesidad de impuestos para abordar gastos crecientes se concret en un aumento de la presin fiscal, dirigida sobre todo hacia los grupos urbanos ms pudientes. Como consecuencia, fue disminuy endo la inversin de las elites locales en las ciudades. En muchos casos, este fenmeno estuvo acompaado por el abandono de la ciudad, del ncleo urbano urbs como lugar efectivo de residencia, y la eleccin del campo, de villaealejadas de la presin fiscal, que se fueron convirtiendo en clulas autosuficientes. La investigacin arqueolgica testimonia la existencia de grandes villae, especialmente activas durante el siglo IV d. C., como centros articuladores de extensos fundi . Esta huda al campo, interpretada en trminos globales como ruralizacin, f orma parte de un proceso en el que cambiaron, pero no desaparecieron, las relaciones entre la ciudad y su territorio circundante. Los mecanismos de produccin de bienes de primera necesidad y de intercambio se transformaron y atenuaron, y el gran comercio ultramari- 92HISTORIA DE ELDA no se resinti. Existi una profunda crisis financiera y monetaria que, en un largo proceso, condujo al crecimiento del autoabastecimiento y economa natural en un mundo cada vez ms regionalizado y compartimentado, con diferencias sociales cada vez ms acentuadas. Este sucinto panorama podra cerrarse con fenmenos no menos importantes, como la progresiva institucionalizacin del cristianismo y la presin exterior y fronteriza ejercida por los pueblos brbaros. El trnsito a la Edad Media en el Valle de Elda Estos procesos histricos, y sus fenmenos asociados, se reflejan tambin en el mundo rural del territorio ilicitano, aunque con ciertos matices y vacos informativos. El panorama a partir del Alto Imperio experimenta algunas transformaciones de carcter general. Algunos especialistas han destacado una evidente tendencia a la ruralizacin del Bajo Imperio al perodo islmico. El panorama en la Ilicitardoantigua muestra sntomas de degradacin de los usos urbanos ms representativos, como el abandono o desuso de las funciones tradicionales del centro de la ciudad, y elementos dinmicos, como cierta actividad constructiva y ref ormas ligadas a la institucionalizacin del culto cristiano. En el Vinalop persisten dudas acerca de la envergadura real del hipottico trasvase de poblacin de Ilici hacia las villae y los altos que la circundan. No obstante, yacimientos como la villa de Algors (Elche) o la domusde El Palmeral (Santa Pola) muestran una significativa riqueza decorativa y ornamental. En el Valle Medio, El Monastil muestra evidencias claras de su reocupacin en el siglo IV, prolongando su actividad hasta la poca paleoandalus. Independientemente de la debatida ubicacin de la sede episcopal de Elo, parece q ue El Monastil actu de facto como el lugar central del territorio, recuperando algunas funciones urbanas. Si tenemos en cuenta los limitados datos arqueolgicos, no est claro que se produjera una sustancial reduccin del nmero de villae y asentamientos durante el Bajo Imperio y la poca tardorromana, como se constata en otros mbitos. El proceso general de desaparicin de villaea partir de mediados del siglo II, sealado por varios autores, que culminara en el siglo III, no ha podido ser precisado aqu por la caresta de datos. En sintona con la situacin constatada en numerosos lugares de Hispania, durante el siglo IV algunas de las villae del Vinalop parecen mejorar sus instalaciones y equipamientos, al menos en su parte residencial. Este fenmeno se observa en Petraria, con la construccin de termas, el uso del mosaico polcromo como pavimento, tpico de las villaetardorromanas, y la ereccin de un mausoleo. Tambin se puede apreciar en la existencia de un rea artesanal y un edif icio de carcter funerario en la villade la Casa Color. Quiz deban interpretarse en ese sentido los elementos constructivos ms significativos de Las Agualejas, como los posibles baos y el columnado. Las ms relevantes de estas villaeofrecen, junto a El Monastil, los primeros testimonios de la cristianizacin, como muestran los fragmentos del sarcfago de Petraria y el del ciclo del profeta Jons, si en este ltimo caso se demuestra su asociacin a la Casa Color. Sin embargo, junto a estos elementos dinmicos, paralelamente se ha documentado una aparente reduccin de las actividades de transformacin agrcola en las inst alaciones de Puente II, y la probable desaparicin, si hacemos caso de las evidencias cermicas, de Caprala y su rea productiva. Algunos de estos asentamientos rurales de llanura, cercanos al ro, parece q ue desarrollan y prolongan su actividad hasta la poca islmica. Estos modestos indicios de continuidad en la explotacin agraria y la ocupacin del territorio, sobre todo de carcter cermico, se perciben en la partida del Chorrillo, q uiz en Puente II y en la Casa Color, y sobre todo en el rea de Arco Sempere, especialmente en el piedemonte orient al del monte Boln, zona en la que se han hallado significativos testimonios islmicos y donde se ubic posteriormente el yacimiento Galera de Jess. Junto a la evolucin de las villaey o tros asentamientos rurales tpicos de llanura y piedemonte del Alto Imperio, asistimos en esta etapa, sobre todo a partir del siglo IV, a un fenmeno paralelo de ocupacin de lugares en altura, en los relieves circundantes del valle. Para algunos expertos se trata de una autntica huda hacia lugares marginales, sobre todo de carcter econmico y 93El Valle de Elda en la poca romana: el mundo rural social. La inestabilidad general pudo condicionar as un nuevo mapa de poblamiento. Se recuperan lugares ocupados durante la etapa preibrica, o se crean pequeos y nuevos asentamientos en las laderas de estribaciones montaosas del valle y en lugares elevados, de difcil accesibilidad y fcil defensa. Se trata de pequeos ncleos de tipo variado. La mayor parte de estos lugares se sitan en puntos estratgicos, con un elevado control visual del territorio, cercanos a caminos y rutas ganaderas. As sucede, fuera del Vinalop, con los yacimientos de La Murta (Agost) y Fontcalent (Alicante).Lejos de las mejores tierras del fondo del valle, estos enclaves se vinculan probablemente a un limitado uso agrcola y a un evidente aprovechamiento ganadero y forestal, sin olvidar su papel estratgico en la vigilancia de las principales v eredas y recursos acuferos, cruces de caminos y pasos montaosos. Tampoco hay que descartar la idea de que otros asentamientos situados en pequeas elevaciones cercanas al llano actuaran, con una cierta dependencia mutua, como puntos de control y vigilancia de los asentamientos de llanura. As pudo suceder con el Pen de la Ta Gervasia, o a cotas ligeramente inferiores, las laderas orientales del monte Boln, respecto a Arco Sempere. En el Pen de la Ta Gervasia el hbitat al aire libre bien pudo estar combinado con la ocupacin tardorromana de cuevas del entorno. Paralelamente, el yacimiento de Gurrama o el cerro del Castell de Petrer pudieron tener una funcin similar respecto a Petraria. De hecho, al igual que en algunos asentamientos del llano, parece observarse una cierta continuidad en la ocupacin de algunos de estos asentamientos hasta la poca islmica, como sucede con Els Castellarets (Petrer). El papel jerarquizador de El Monastil en el medio Vinalop durante la tar doantigedad ha sido destacado sobre todo en su vertiente estratgica y militar, asociado a su papel de episcopado de frontera. Junto al control de la actividad productiva de las tierras llanas en las villae , en una etapa particularmente inestable como la de la presencia bizantina y el posterior conf licto con los visigodos, algunos de los asentamientos perifricos de tradicin tardorromana (siglos IV-V d. C.) pudieron formar parte posteriormente de un sistema defensivo tpico de guerra fronteriza de posiciones entre Bizancio y el reino visigodo de Toledo, desarrollada entre fines del siglo VI y los inicios del siglo VII d. C. Yacimientos como el Zambo (Novelda-Monvar) y Els Castellarets pudieron funcionar as como castra, vigilando las principales entradas y salidas al valle. El Zambo, apoyado por dos enclaves menores como el Pont de la Jaud y Camara (Elda), controlara el tramo sur del valle y los caminos a los altiplanos murcianos. Els Castellarets se asociara al cerro del Castell de Petrer y a Gurrama, emplazado ste ltimo en un pequeo montculo bordeado por las aguas del barranco del Badallet, desempeando una funcin similar de control con relacin a la Hoya de Castalla y el Campo de Alicante. De esta manera, si se acepta esta hiptesis, la guerra entre toledanos e imperiales condicion el poblamiento rural, favoreciendo y potenciando el papel de fortines o atalayas en vas de comunicacin estratgica. As, el yacimiento de Camara, a ms de 800 metros de altura, dispuso de una alta visibilidad del alto y medio Vinalop, actuando de viga sobre el importante paso natural hacia la laguna de Salinas, los Valles de El MaPinoso y los altiplanos murcianos de Yecla y Jumilla. Els Castellarets, localizado a casi 900 metros de altitud, al noreste de Petrer, funcion como lugar de control y vigilancia del paso natural de comunicacin hacia Agost y el Campo de Alicante y, en definitiva, hacia la costa. Simultneamente, tuvo funciones similares respecto al camino que se diriga hacia la Hoya de Castalla, atravesando el V alle de Pua. Ya sea como resultado directo de una profunda crisis social y econmica, o en el marco de una inestabilidad poltica y militar acentuada por episodios blicos, o ms bien por la interaccin de ambos procesos, el caso es que el panorama del poblamiento rural del Valle de Elda vara profundamente a partir del siglo IV d. C. La nueva dinmica histrica marc unas nuevas relaciones entre las viejas villaedel llano, en mayo r o menor medida readaptadas, y la red de nuevos enclaves emplazados en los relieves que rodean al valle. Significativamente, algunos asentamientos de ambos escenarios monte y valle mantuvieron su actividad al menos durante la poca paleoandalus, ya bajo el dominio islmico. 94HISTORIA DE ELDA E n el ao 1873, el funcionario y archivero local L. Amat y Sempere escriba la primera parte de una historia de Elda, en su manuscrito haca referencia a una colinita del partido rural del monastil sobre la que se divisaban los vestigios y escombros de un edificio, donde un labrador haba extrado un molde de piedra que debi servir para la fabricacin de campanas. Dichos restos los relacionaba con un asentamiento romano a mitad de camino entre Valencia y Cartagena, q ue segn l apareca citado en el itinerario del Emperador Antonino y donde tuvo que existir un monasterio, hecho que le explicaba que existieran documentos antiguos en el archivo del a yuntamiento de Elda donde se citaba una partida rural denominada monasteri. Evidentemente el edificio al que se refera era la arrasada estructura de una iglesia paleocristiana, que estaba siendo expoliada por los campesinos y visitantes de la zona, y por otro lado, el objeto de piedra que interpreta como molde para fabricar campanas debe ser la pileta para contener agua que se ha conservado entre los actuales fondos del Museo Arqueolgico Municipal de Elda, de la que luego nos ocuparemos. Hacia el final de los aos 20 del siglo XX, las investigaciones efectuadas en el mismo lugar por A. Sempere Rico culminaron con el hallazgo de dos sarcfagos monolticos, sin decoracin alguna, que son descritos como sarcfagos cristianos del perodo de la decadencia romana, adems, indicaba q ue exista algn objeto de poca visi- goda y que el asentamiento se corresponda con la poblacin romana de Ello , citada en el Itinerario de Antonino. En los aos 50 del mismo siglo se produca otro hallazgo relacionado con los anteriores, ahora era un nuevo enterramiento realizado en cista, formada por losas planas, que contena en su interior el esqueleto de un adulto, que estaba acompaado por dos puales. Entre los aos 50 y los 70 se produce la exhumacin de gran parte de las estructuras y objetos que hoy se conocen de El Monastil, fruto de la interv encin de los aficionados a la arqueologa del Centro Excursionista Eldense. Sin embargo, en los diversos escritos que publicaron nunca mencionaron el hallazgo o la identificacin de un edificio relacionado con una iglesia paleocristiana, en cambio s indicaron la recuperacin de objetos cermicos paleocristianos. El conjunto de restos arquitectnicos y objetos recuperados por esa actividad fueron muchos e importantes, permitiendo conocer que El Monastil fue una peq uea pero importante ciudad, ocupada desde el Calcoltico hasta la inst alacin de los primeros musulmanes, jerarquizando y organizando el territorio del interior del Valle del Vinalop, en su cuenca alta y media. Esos datos bastaron para que El Monastil fuese incluido entre los asent amientos tardorromanos con niveles paleocristianos de los siglos V y VI dC., e incluso para defender la posibilidad de que el lugar fuese la sede de un pe- 95 La cristianizacin del Valle de Elda. POCAS TARDORROMANA Y BIZANTINO-VISIGODA ANTONIOM. POVEDANAV ARRO Universidad de Alicante Museo Arqueolgico Municipal de Elda 6 queo y efmero episcopado visigodo, algunos de cuyos obispos aparecan f irmando en los concilios episcopales celebrados en Toledo como pertenecientes a la iglesia elotana, por tanto de Elo , civitas sucesora de la ad Elloaltoimperial mencionada en el Itinerario de Antonino. Adems, hasta ese momento, solamente se haba identif icado un objeto paleocristiano procedente de El Monastil, tres fragmentos de un altar sigmtico, de mrmol blanco de buena calidad. A partir del ao 1984 iniciamos personalmente las excavaciones arq ueolgicas de carcter cientfico y comenzamos a investigar la posible existencia de restos paleocristianos en El Monastil, dando como resultado los datos que ahora vamos a presentar. Todas las campaas de excavacin se han podido realizar gracias a la autorizacin y colaboracin de la Direccin General de Patrimonio Artstico de la Conselleria de Educacin, Cultura y Deportes de la Generalitat Valenciana. La civitas de Ello/Elo durante el bajo imperio y la ta rdoantigedad Despus de un periodo de tiempo q ue abarca entre el final del s. I dC. y la mitad del s. III dC., cuando la ciudad parece haber estado en parte abandonada, se inicia una tmida recuperacin hacia finales de ese ltimo siglo, mientras q ue bien entrado el primer tercio del s. IV dC. se documenta una fuerte recuperacin de la actividad humana y comercial, asistindose a un proceso que culmina a partir de mediados de esa centuria y durante el s. V, momento en el que se detecta la llegada de abundantes productos del norte de frica, fundamentalmente cermicas de la clase Clara D, lucernas y nforas, en algunas de las cuales aparecen claros motiv os iconogrficos cristianos; tambin llegan numerosas nforas del Mediterrneo Oriental, y alguna cermica fina como la Late Roman C; de la Btica llegan igualmente nforas, sobre todo de la forma Almagro 51; tambin estn presentes ahora las cermicas grises de la zona de Marsella y la Provenza francesa. Paralelamente se observa una circulacin monetaria relativamente importante. Pero sobre todo es el momento de las cermicas comunes locales o regionales para la cocina y el almacenamiento, son las clasificadas por P. Reynolds, formado por ollas y cazuelas de paredes curvas con tendencia esfrica, cuyas pastas son marrones, rojizas, grises y negras, que suelen llevar mamelones bajo el borde. Por otra parte, la circulacin monetaria aumenta en cierta medida y se documentan entonces emisiones de los emperadores Decentio, Maximiano, Constantino I, Constantino II, Constancio, Teodosio y Arcadio. En esos momentos debieron habit ar o frecuentar la ciudad algunos personajes de cierto prestigio socioeconmico, de ah que se haya recuperado un fragmento de bronce de un bocado de caballo decorado con un crismn, que se f echara en poca post-constantiniana, q ue junto a otras piezas serviran para ornamentar un quido perteneciente a uno de aqullos, pues solamente un miembro adinerado de la comunidad podra permitirse ser dueo de un caballo y adems, enjaezarlo con los bronces y adornos de su tiempo. 96HISTORIA DE ELDA Fragmentos de m207rmol de ara o altar sigm207tico (Ar Municipal de Elda). Fragmento de 207nf con el g siglos IV Museo Ar de Elda). Las viviendas de la ciudad se concentran en la parte alta, sobre la cima de la sierra, donde se agrupan estancias de f ormas rectangulares, cuyos muros se han construido con mampuestos trabados con barro, es decir, son de piedra en seco. Por regla general son estructuras levantadas sobre otras anteriores, reutilizndose algunos bloques de piedra de fases anteriores. Se observa que entonces el urbanismo se ha contrado, es decir, que como en otras ciudades el permetro de la zona urbana se reduce respecto a las fases republicana y altoimperial, debido al abandono de muchas estructuras y barrios de aquellos momentos. R especto a la muralla se tienen indicios de su posible reconstruccin o de su acondicionamiento. Se localiza en la base del cerro, en la cota 436 m.s.n.m., aprovechando las paredes rocosas naturales a las que aade lienzos formados con sillares rectangulares perfectamente desbastados, algunos de los cuales parecen estar reutilizados y haber pertenecido a una fase anterior. En uno de los tramos se ha identificado un ingreso defendido por un elemento en torre saliente o bastin rectangular. Si bien la construccin inicial pudo ser del momento final ibrico, algunos sectores parecen levantados despus de mediados del siglo V dC., pues en una limpieza q ue realizamos en una vieja cata clandestina, que afectaba a la cimentacin de la fortificacin, pudimos recoger varios fragmentos cermicos entre los que identificamos dos de formas de marmitas globulares de los tipos reconocidos por R eynolds, de una produccin tpica de toda la regin murciano-alicantina que cubre todo el siglo V y VI; todava ms ilustrativa es la presencia de un fragmento del fondo estampillado de un plato de cermica gris provenzal, que se data a partir del siglo V. El simple urbanismo de la pequea ciudad de estos momentos se basa en un asentamiento sobre una alargada meseta, que presenta una calle central que se bifurca en una especie de Y griega hacia el tramo oeste, que da acceso, en el lugar ms elevado, a una construccin que ha sido identificada con una iglesia de reducidas dimensiones que presentaremos en este trabajo, que si bien parece edif icada sobre un lugar de culto paleocristiano, los restos arquitectnicos que podemos asociar con su existencia permiten datarla en el final del siglo VI dC. El urbanismo y la zona de hbitat parece que nuevamente conoci una evolucin y transformacin, as en los momentos finales el poblamiento parece reestructurarse pues se ocupa de nuevo la llanura de la zona meridional de la sierra, configurndose una modesta civitastardoantigua. Surgen all unas rudimentarias estructuras rect angulares de muros fabricados en piedra seca y algunos elementos de adobe, q ue se superpondrn sobre construcciones antiguas romanas. La actividad humana en el lugar entre pleno siglo VI y los primeros aos del VIII, est claramente registrada por la aparicin en los niveles superficiales del yacimiento de un conjunto cermico de producciones de cocina, o comn en general, que se corresponden con las formas caracterizadas por Reynolds, de ollas cilndricas o cbicas, de tapaderas planas con estampaciones e incisiones y ollas globulares de borde engrosado. Son producciones muy caractersticas q ue posteriormente fueron recogidas, precisadas y reestructuradas por S. Gutirrez Lloret. Entre esos productos incluimos unos grandes recipientes globulares con decoracin de pellas de barro aplicadas, que Reynolds incluy entre las producciones rabes pero que Gutirrez interpreta con nosotros que se trata de una fabricacin tardorromana (siglo VII-comienzos del VIII). 97La cristianizacin del Valle de Elda Fragmento de bocado de un ca siglos IV Museo Ar de Elda). Cer207mica g pr d.C Ar Elda). Una necrpolis tarda La informacin sobre la zona de enterramientos es exigua, pues dejando de lado algunos enterramientos aislados hallados en la parte baja del hbitat y los relacionados con el edificio eclesistico, el nico lugar que podemos catalogar de necrpolis se localiz a 250 m. de distancia de El Monastil, en un punto del piedemonte a su oeste y junto a la antigua va o camino procedente de la ciudad. Esta reducida necrpolis se compona, en la zona que se pudo investigar, de diez tumbas, construidas en cistas de losas cuyo suelo era la propia tierra, q ue contenan desde un individuo hasta cinco. Presentaban una piedra vertical indicando la cabecera de cada una. En total se exhumaron diecisis cadveres con sus ajuares de vidrio y de metal. Adems, se documentaron varios silos y se descubri un hogar y una pileta para agua construida en ladrillo. Es interesante destacar la presencia de restos de cscara de huevo, granos de uva, almendras y restos de aves, que son indicios de los posibles gapes funerarios realizados con motivo de alguno de los difuntos inhumados. La podemos dat ar entre la segunda mitad del siglo VI dC. y el siglo VII dC., pues entre la escasa cermica aparecida hay una africana del tipo Clara D, forma Hayes 99B, y entre las piezas metlicas una pulsera con extremos terminados en forma de cabeza de ofidio, tpica de finales del siglo VI y sobre todo de pleno siglo VII. El rea definida como perteneciente a la necrpolis se corresponde con una superficie aproximada de 100 m2., aunque pudo haber perdido otro sector de dimensiones imprecisas. Adems de la zona propiamente de enterramientos se localiza tambin un sector destinado a funcionar como cocina, que en lo conservado est compuesto por un hogar con evidentes signos de las tpicas combustiones en l realizadas, un deposito de agua realizado con pequeos ladrillos trabados con cal que sirvi tambin para revocar sus paredes, y por ltimo existe un rea preparada para usarse de vertedero que presentaba siete silos de seccin cilndrica y piriforme, que estaban excavados en la propia tierra de la ladera. La situacin topogrfica y geogrfica de la necrpolis sigue el patrn tpicamente romano de situar los lugares de enterramiento fuera de la ciudad, adems de estar estratgicamente ubicada junto a un vial o camino importante que le una al ncleo urbano al que pertenece y a la ruta principal de la regin. Las tumbas presentan dos tipos de orientacin, cinco se disponen en sentido norte-sur y otras tantas en sentido oeste-este. El rito empleado es la inhumacin, por ello se han podido contabilizar diecisis individuos de diversas edades y distintos sexos, que se acompaan de algunos ajuares personales. Entre todas las sepulturas se han identificado dos tipos en cuanto a su estructura: a) Simple fosa de planta rectangular, excavada en el suelo base, con su espacio interior delimitado por piedras irregulares y sin ningn tipo de trabazn. 98HISTORIA DE ELDA Va rias cer207micas tar V -VII d.C Ar Elda). No presenta forma alguna de cubricin ni sealizacin en la superficie. Esta tipologa es la que caracteriza siempre a las tumbas de orientacin oeste-este, con la cabecera dispuesta hacia el oeste y por t anto los pies hacia el este. Es tambin en estas sepulturas donde se hallaron restos de madera, por regla general dispuestas longitudinalmente, pues debe relacionarse con el uso de parihuelas durante el traslado e inhumacin del cadver. b) La cista o fosa excavada en el suelo cuyas paredes son forradas con grandes y pesadas lajas de piedra caliza desbastadas y biseladas, que presentan abundantes huellas de los cinceles empleados en su diseo, circunstancia que permite constatar el trabajo de cantera y quizs podra permitir establecer una seriacin interna en cuanto al posible orden que se ha seguido para construir las sepulturas en cista. Algunas muestran una cubricin ms compleja de lo habitual, pues encima de las primeras lajas se dispuso una capa compacta de piedras de mediano tamao e irregulares, trabadas con la tierra anaranjada de la propia tierra del lugar, dotndole a la superficie de las tumbas de gran consistencia. Adems, en algunas ocasiones se recubren todava con losas de piedra de mediano tamao sobre las q ue se coloca un encachado superficial de piedras de menores dimensiones y trabadas con cal. La sealizacin exterior es igualmente a base de lajas de arenisca, a modo de lpida indicativa anepigrfica. Algunas de ellas muestran un sellado superior mediante pequeas piedras trabadas con abundante cal. Este tipo aparece siempre orientado en posicin meridiana (norte-sur), excepto en el caso de la tumba n 8, que se orienta en sentido oeste-este, situndose la cabecera al norte. R especto a los restos humanos recuperados e identificados, aparecieron t anto en posicin anatmica como amontonados en paquetes. Los dispuestos del primer modo diez de ellos se present an siempre en posicin de decbito supino con tres variaciones de las extremidades superiores: brazos alargados a ambos lados del cuerpo; con las manos sobre la pelvis; y con el brazo derecho cruzando la pelvis y apoyndose sobre el brazo izquierdo, que se encuentra alargado. Adems de otro individuo en decbito lateral izquierdo parcial, con las extremidades extendidas. Sobre los depsitos funerarios o ajuares contenidos en las tumbas, hay que indicar que en todos los casos se corresponden con elementos de uso personal y de la vestimenta, no habiendo aparecido ningn objeto de cermica o vidrio en el interior de los sepulcros que se pueda asociar a un ajuar funerario. Si se ha encontrado en alguna sepultura restos de madera y algn clavo que nos inclinan a pensar en que se usaron parihuelas y atades de madera, tambin se hallaron restos de tejido, posiblemente de la vestimenta del difunto. El conjunto de elementos personales en esta necrpolis es muy homogneo, siendo el objeto ms comn el alf iler de bronce de vstago largo y apunt ado, de seccin cilndrica, cabeza cnica invertida o semicircular en las que se engarza el cabujn semicircular de vidrio; seguidos de pendientes rematados en uno de los extremos por un engrosamiento de forma cilndrica y, en el o tro extremo de forma apuntada; y de pendientes en forma de ocho, de seccin circular, con los extremos de seccin aplanada en forma de cola de milano; y abundantes cuentas de collar de diverso material: pasta vtrea, vidrio, mbar, hueso, piedra; cuyas formas son variadas: 99La cristianizacin del Valle de Elda Tinaja de cer207mica tar decorada con 307escamas310, siglos VI-VII d.C Ar Elda). Planta de la necr227polis de El Camino de El Monastil, de 216poca bizantina (se siglo VI- inicios del siglo VII d.C (Ar Municipal de Elda). esfricas, agallonadas, bicnicas y ovoides. Adems, y quizs como elementos de uso personal ms interesantes, se debe destacar la presencia en la tumba n 2, con un nico individuo, de cuatro anillos, tres de ellos colocados juntos en la misma falange de la mano izquierda. El primero de ellos, de bronce, de seccin lenticular y abierto por su parte inferior para el ajuste digital, presenta en la parte superior un ensanchamiento romboidal en cuyo centro se ha grabado una pequea cruz con sus cuatro brazos iguales y rematados en los extremos con una flecha; por su parte, elsegundo anillo, de hierro, de seccin lenticular y cerrado, tambin presenta un pequeo ensanchamiento y aplanamiento de forma romboidal, en cuyo centro hay grabada otra pequea cruz inscrita en un pequeo rombo. El tercer anillo, tambin de bronce, es cerrado, de seccin lenticular, y al igual que en los anteriores muestra en su parte superior un ligero aplanamiento aprovechado para grabar algn smbolo, en esta ocasin se ha escrito un signo alfabtico griego, la letra sigma en mayscula. Estos materiales y las caractersticas ya comentadas de los enterramientos permiten incluir esta necrpolis entre las tpicas tardorromanas ampliamente documentadas en Andaluca Oriental y Levante. Otra cuestin de gran inters es la presencia de restos alimenticios que tienen que ver con las ofrendas alimenticias dispuestas para el difunto, o sobre todo con la tpica costumbre mediterrnea de realizar un gape funerario ante la tumba y en la que participan los parientes y amigos del individuo que est siendo sepultado y que de este modo es agasajado y preparado para que siga viviendo en el otro mundo, en el que tambin necesitar alimentos como los que consuma en vida. En cualquier caso se trata de prcticas paganas que ya eran entonces prohibidas y perseguidas por la Iglesia cristiana romano-visigoda. Los restos alimenticios documentados estaban en la sepultura n 2 (junto a la parte izquierda del cuerpo, a la altura de las costillas), donde se han identificado semillas de uva, de almendras y cscaras de huevo, y en la tumba n 9, que contena ms restos de almendras y de huevos; tambin en la zona destinada a cocina, en el silo n 13, aparecieron fragmentos de cscara de huevo, acompaados por un abundante conjunto de restos de vasijas cermicas de cocina, mezclado con cenizas y carbones cuya procedencia ha de ser el hogar prximo. A modo de conclusin y valoracin de los enterramientos se han de tener en cuenta las siguientes cuestiones. El ncleo urbano que ha determinado el origen de la necrpolis es evidentemente El Monastil, en su importante etapa histrica tardoantigua, entre los siglos VI y VII dC., cuando incluso lleg a ser por un tiempo sede del episcopado visigodo de Elo . La zona de enterramientos se dis- 100HISTORIA DE ELDA Tu de ni226o de la zona baja de El Monastil, siglos VI-VII d.C (Ar Municipal de Elda). pone a menos de 300 m., al oeste de la ciudad, junto al mismo camino que pasa por ella y sirve para adentrarse en el Valle de Elda, donde se ubican varios fundi con algunas importantes villaetardorromanas (Casa Color, Arco Sempere, Puente I y II, Las Agualejas y Pe traria), que por regla general tambin disponen de reas cementeriales. El rito de enterramiento constatado ha sido en todos los casos la inhumacin. Los fallecidos despus del bito y las exequias rituales correspondientes deban ser conducidos a la necrpolis para su inhumacin en la sepultura destinada al efecto. Ella poda ser de nueva construccin, expresamente realizada para el individuo, o ms frecuentemente, se proceda a reutilizar tumbas ya ocupadas por otros individuos. La presencia mayoritaria de enterramientos mltiples hace suponer que era una prctica habitual. La presencia en una misma tumba de dos inhumados 101La cristianizacin del Valle de Elda Tu de la necr227polis de El Camino de El Monastil, siglos VIVII d.C Ar Elda). Alfiler en la necr227polis de El Camino de El Monastil (siglos VI-VII d.C (Ar Municipal de Elda). Collar los siglos VI-VII d.C El Camino de El Monastil) (Ar Municipal de Elda). como mnimo y un mximo de cinco, permite suponer la existencia de sepulturas familiares, donde se producen sucesivas inhumaciones de los miembros pertenecientes a una misma familia. Tambin pudieron inf luir en el uso frecuente del recurso a la reutilizacin de la tumba la posible escasez y caresta del suelo dedicado a servir de necrpolis.Muy interesante es el hecho de haberse documentado restos de productos alimenticios consumidos junto a las tumbas (almendras y huevos se recogieron en las tumbas 2 y 9), incluso la existencia de un rea de servicio de cocina, con hogar y pileta para preparar y cocinar esos productos, en concreto, uvas, almendras, huevos y algunas aves pequeas. Esa zona se completaba con silos que servan de basureros puntuales, circunstancia que tambin est document ada a menos de 500 m. al oeste de la necrpolis del Camino de El Monastil, pues junto a los enterramientos del asent amiento que le era contemporneo de Casa Color (Elda), tambin se identific o tro silo de parecidas caractersticas. T odo ello es el ms evidente indicio de q ue como en algn otro lugar peninsular, en esta necrpolis se realizaban los banquetes o gapes funerarios de larga tradicin en los pueblos mediterrneos, por tanto, prctica claramente pagana, que en la etapa romano-visigoda estaba legalmente perseguida por la Iglesia. Esta circunstancia contrasta con la existencia del proceso de cristianizacin de la zona desde al menos el siglo IV dC., con presencia de un edificio de culto cristiano en El Monastil y existencia de algn enterramiento en sarcfago paleocristiano como los aparecidos con decoracin del Ciclo de Jons y de la traditio legis , o el posible mausoleo de la Casa Color. Respecto a la cultura material hallada e identificada en los sepulcros y en los silos, no cabe duda de que son objetos tpicos de la cultura tardorromana mediterrnea y de uso frecuente en el sureste de la pennsula Ibrica. Las cermicas son las propias locales/regionales a las que se suman las normales importaciones del norte de frica. Los collares, pendientes, agujas o alfileres, anillos, brazalete y broche son los habituales en las necrpolis coetneas (siglos V-VI dC.) de Andaluca oriental y el Levante peninsular. Adems, se observa la significativa ausencia de ajuares cermicos en el interior de las tumbas de la necrpolis del Camino de El Monastil, que en cambio no faltan en las sepulturas del siglo VII, tanto si son de territorios visigodos como si son de zonas de tradicin hispanorromana, circunstancia que fue puesta de relieve recientemente por diversos autores. Otra cuestin de gran inters es la presencia de algunos restos textiles en ciertas tumbas, lo que sumado al hecho de que suelen estar acompaados por objetos de ornamentacin personal, como alfileres, cuentas de collar, anillos, broche y brazalete, nos hacen pensar en la segura existencia de difuntos que fueron sepultados vestidos. En este sentido es sintomtico en la sepultura n 2 la presencia de un broche y restos de tejido, que indican claramente que aqu hubo una inhumacin con vestimenta, como tambin parece ocurri en la tumba n 12. Sin embargo, la mayora debieron ser enterrados desnudos o a lo sumo con sudarios, fenmeno que es propio de las necrpolis denominadas romanas, pues en estas escasean las inhumaciones con v estimenta. Respecto a los citados ajuares personales, hay que indicar que si bien las tumbas donde se ha documentado su presencia son las menos, las que los contienen indican que al menos existan algunos miembros de la sociedad de El Monastil con una cierta riqueza suntuaria, pues sus economas les permita abandonar una parte de sus bienes enterrados en las sepulturas. 102HISTORIA DE ELDA Restos de un 207bside con enterramiento de la villa ro mana de la Casa Color207, siglos IVAr Elda). Llegada y difusin del cristianismo: la presencia de sarcfagos cristianos El proceso inicial de cristianizacin en el litoral del sureste de la Pennsula Ibrica tiene una de sus paradas obligadas en el valle del ro Vinalop, que vertebra de norte a sur la actual provincia de Alicante. A lo largo del mismo se ubic, como en perodos precedentes, una importante ruta que comunic la costa mediterrnea y el sector sudoriental de la Meseta a travs de las estribaciones septentrionales de los sistemas Bticos. La existencia de un abundante nmero de yacimientos arqueolgicos es el ms claro testimonio del uso y trnsito de este corredor que permiti un rpido y eficaz enlace entre el litoral y el interior y la difusin privilegiada de contactos culturales y relaciones econmicas con su entorno mediterrneo, configurndose as un rea globalmente homognea. Este marco de uniformidad territorial caracterstica se mantuvo durante la poca tardoantigua. Como en fases histricas anteriores, la antigua colonia romana de Ilici (La Alcudia de Elche) fue, probablemente, el principal centro ver tebrador y el prioritario receptor de inf luencias y contactos econmicos e ideolgicos en el territorio, sin duda a travs de una intensa actividad comercial de su ncleo portuario, el Portus Ilicitanus, q ue sobre todo durante el siglo IV d.C., revitaliza su condicin de lugar privilegiado en la dinmica comercial del momento. A unos 36 km. al noroeste de Ilici, en el curso medio del Vinalop, la antigua (Ad) Ello(El Monastil, Elda), posteriormente la Elocuyos obispos visigodos firman en los concilios toledanos, desempe desde poca protohistrica un dest acado papel en el seno de este camino natural hacia tierras meseteas y, con ciertos altibajos, mantuvo en poca tardorromana y visigoda un destacado papel en la jerarquizacin territorial en este sector del valle y unas claras afinidades en el campo cultural y material con el asentamiento ilicitano, al que se una mediante el paso de una calzada romana perteneciente a la va Augusta. Estas condiciones geogrficas, la plena insercin en la vida mediterrnea del perodo, la facilidad en las comunicaciones y una dilatada tradicin de re- laciones comerciales y contactos culturales a travs del mar, condicionaron claramente la difusin de ideas religiosas de un territorio con una clara vocacin de apertura al Mediterrneo, coyuntura que permiti una relativamente temprana presencia del culto cristiano en la zona, circunstancia que explicara 103La cristianizacin del Valle de Elda Br la necr227polis de El Camino de El Monastil, siglos VI-VII d.C (Ar Municipal de Elda). Pulsera de br de ser El Camino de El Monastil, siglos VI-VII d.C Ar Elda). Ma visig sur Guti216rr la presencia de los sarcfagos paleocristianos que vamos a presentar a continuacin.La limpieza efectuada en la bveda de la cisterna subterrnea del castillo medieval de Elda, en enero del ao 1981, llevada a cabo por miembros de la Seccin de Arqueologa del Centro Excursionista Eldense, adems de la posterior excavacin arqueolgica del interior de dicho depsito, en el ao 1984, desarrollada por el equipo del Museo Arq ueolgico Municipal de Elda, dieron lugar a la sorprendente aparicin de dos fragmentos de mrmol que unan perf ectamente pues pertenecan a la misma tapa de un sarcfago paleocristiano decorado con los relieves de escenas bblicas, que posteriormente se identificaron con el ciclo del profeta Jons. La aparicin de esta pieza en una fortaleza medieval es totalmente normal, pues como indicara Palol frecuentemente los sarcfagos se hallan reutilizados en tiempos medievales y modernos. El fragmento de tapa de sarcfago se encuentra expuesto en las dependencias del Museo Arqueolgico Municipal de Elda. Debido a su inters como importante pieza de arte y su pertenencia a la cultura material paleocristiana ha dado lugar a q ue haya sido estudiada en varias publicaciones. La parte conservada tiene 66 cm. de longitud, 37 cm. de altura y 10 cm. de grosor. Es una pesada placa de mrmol blanco con vetas azules, extrado de las canteras italianas de Carrara. Posiblemente sirvi para cubrir una caja sepulcral de grandes dimensiones (de 2,10 a 2,20 m. de longitud), del tipo de sarcfago decorado con relieves en doble friso. En la zona izquierda de la tapa se observa buena parte de la tabella inscriptionis , que en este caso es una cartela anepigrfica realizada por una moldura q ue encierra un espacio rectangular o cuadrado. A sus f lancos se dispondran, simtricamente, los relieves que ornamentaban la pieza. A partir de la cartela, hacia la derecha, se observa la primera escena del ciclo seguida de la segunda, o sabiendo que se trata del ciclo de Jons y que suele ocurrir que la segunda escena aparece fundida con la tercera, podra ser la representacin de la fusin de ambas. En primer lugar, se contempla una embarcacin de vela cuadrada, que surca el mar hacia la derecha entre fuertes olas. En la nave apreciamos, desde la popa hasta la proa, el aplustre (adornado de popa), el timonel, q ue aparece asiendo con fuerza el grueso clavus del gubernaculum , enorme remo de pala, que penetra en una fuerte ola bajo la cual se divisa un pequeo pez. A continuacin, en el centro del barco, un marinero sostiene con sus axilas y manos las piernas del cuerpo de Jons para arrojarlo al mar, donde le recibe un gran ketos clsico de grandes fauces y largas y puntiagudas orejas, que est engullndolo hasta la cintura. Parcialmente oculto por Jons y el monstruo marino se ve un tercer personaje a proa (est t apado por el cetceo que inicia la siguiente escena) que lleva una mano a su frente, quizs para no ver lo que esta ocurriendo o angustiado por la zozobra de la nave en el embravecido mar. Ms a la derecha comienza la segunda escena, como dijimos posiblemente fundida con la tercera, pues reaparece el animal marino, representado como de costumbre: cabeza de jabal, cuerpo ondulado de pez, alas apenas insinuadas y patas con garras de len. Sobre sus orejas, en la misma orla que forma el borde superior de la tapa, aparece la primera cucrbita de la calabacera que cubrira a Jons en su reposo final, al modo del personaje clsico Endymion, que sera la iconografa que completaba toda la exposicin del ciclo en esta parte del sarcfago, que hasta hoy est desaparecida. Estos relieves pertenecen a la fiel representacin del ciclo o historia bblica del profeta Jons (I, 12-16; II, 1-10; III, 10; IV, 1 y 8-9). En el texto se le pregunta qu hacemos contigo para que se nos calme el mar Porque el mar segua embrav ecindose. El contest: Cogedme en vilo y arrojadme al mar, y el mar se os calmar; pues s que por mi culpa os sobrevino esta furiosa tormenta... Cogieron en vilo a Jons y lo arrojaron al mar, y el mar calm su furia. Los personajes que aparecen son los principales y los que con ms frecuencia encontramos en este tipo de composicin. V emos tres marineros a bordo sacados de una escena pagana que mostraba un momento general de la navegacin antigua y que ahora se cristianiza. El momento angustioso de zozobra de la navis oneraria a causa de la tempestad desatada est bien reflejado con el esfuerzo del gubernator por controlar el gran timn en la popa, adems de la aparicin del 104HISTORIA DE ELDA proretaque muestra un gesto de temor en su posicin de proa, que a veces ha sido interpretado como un orans en plena accin de plegaria. El tercer marinero, el que suele arrojar a Jons, era el encargado de servir de enlace entre los otros dos miembros de la tripulacin durante la navegacin. En otros casos se representan naves con solamente dos marineros y ms raramente con cuatro. Es evidente que el arte pagano helenstico y romano fue la cantera de donde el artista paleocristiano se surti, cristianizando todos aquellos elementos q ue necesitaba, en este caso la prueba es la historia de Jons. Las escenas martimas como la descrita eran ya frecuentes en sarcfagos paganos y son las que se convierten en iconografa cristiana en los principales sepulcros de la poca. El monstruo marino (ballena) q ue aparece en el sarcfago paleocristiano es del tipo comnmente representado en el mundo mitolgico pagano, de la cuenca del Mediterrneo, tal y como lo conocemos en las pinturas vasculares griegas y en las pinturas parietales pompeyanas, relacionadas con los mitos de Andrmeda y Hesione, y en el animal de fantasa, kethos, cuya forma aparece tipificada por los thiasoimarinos representados sobre sarcfagos paganos de los siglos II y III d.C. Esta bestia marina, familiarmente conocida como hipocampo, contena un concepto muy atractivo a la estrategia iconogrfica cristiana, ya que era smbolo de la regeneracin para la filosofa epicrea, adems de q ue esta idea era perfectamente asimilable dentro de la concepcin de la resurreccin cristiana. Como hemos visto es segura la presencia de la representacin del final del ciclo, es decir, la figura de Jons reposando bajo la calabacera, cucrbita o prgola, as lo indica la aparicin de una calabaza a la derecha y sobre la cabeza del cetceo cuando ste se representa por segunda vez, mirando hacia esa misma direccin. Se trata de un recurso iconogrfico de los primeros utilizados en el mbito funerario cristiano; su significado e inspiracin parecen estar en la escena del reposo y ambientacin buclica de los sarcfagos paganos con las f iguras mticas de Endymion y Ariadna, las cuales mediante sus relaciones con la divinidad aseguran al difunto que se identifica con ellas una especie de apoteosis personal. El ciclo de Jons es uno de los ms habituales recursos iconogrficos paleocristianos, que aparece abundantemente representado sobre todo tipo de modalidad artstica, as se verifica en las pinturas de las catacumbas de Roma, en algunos mausoleos; en mosaicos pavimentales y murales; en esculturas; en grafitos sobre placas de piedra; en grabados sobre vidrios; en relieves sobre objetos de marfil; e incluso en la cermica Africana Clara, algunos de cuyos grandes platos con relieves muestran este tipo de decoracin. Sin embargo, la representacin de las escenas de la vida del profeta alcanza sus ms frecuentes y mejores ilustraciones en los relieves de los sarcfagos paleocristianos, tanto en las cajas como en las tapas. Los mismos temas de las pinturas catacumbales fueron adaptados a los sarcfagos por los cristianos, al menos desde el siglo III, de modo que se convirti en una de las ms antiguas y primeras representaciones sobre sepulcros paleocristianos. El tico de las tapas de los sarcfagos ser el soporte preferido para representar el ciclo de Jons aunque sin excluir su aparicin en otros frentes de la caja sepulcral. Debido a la diversidad en la posicin de los elementos y en las variantes iconogrficas, la dificultad de datar solamente por motivos estilsticos, todava mayor en el caso de tapas aisladas, sin su caja y la lentitud de evolucin estilstica en ellas, resulta bastante difcil asignar una cronologa a la tapa de Elda, y ms si tenemos en cuenta q ue se trata de solamente un fragmento. No obstante, han habido hasta hoy varias propuestas de datacin. En primer lugar, E. A. Llobregat situ la pieza en el primer tercio o primera mitad del siglo IV, posteriormente, Sotomayor insisti en datar el fragmento en el primer tercio de esa misma centuria, 105La cristianizacin del Valle de Elda Detalle del sar donde a monstr Museo Ar de Elda). Fragmento de ta cristiano con escenas de la historia b222blica de J d.C Ar Elda). para ello se bas en la ausencia casi total del uso del trpano y en la forma del peinado de los tres personajes, con cabello ensortijado de pequeos rizos, f ormando capacete que da la impresin de dejar libres las orejas. Esta coincidencia a la hora de establecer una cronologa parece muy correcta y la hemos seguido para matizarla. Apoyados en la aparicin de la escena en la parte derecha de la tapa, en que la nave se representa casi completa, que los monstruos no dejen ver sus colas, que el personaje de proa no adopte la postura de orante y si la de llevarse las manos al rostro, adems del uso leve o inexistente del trpano, nos hacen decant arnos por asignar una datacin a la pieza entre los aos 325-335 d.C. Para interpretar el significado del tema representado hay que tener siempre presente el texto bblico, al que siguen con bastante fidelidad las representaciones iconogrficas, aunque hay variantes que se deben analizar pues se suelen emplear para insistir en otras ideas no presentes en la narracin sagrada. El profeta Jons es uno de los episodios ms tpicos y queridos en el arte paleocristiano funerario porque sealado por el propio Jess como precursor y ejemplo de su propia muerte y resurreccin (Mat. XII, 40-41), tiende a convertirse en smbolo de la esperanza de resurreccin del mismo difunto. Se trata de una historia represent ada constantemente porque era la que mejor simbolizaba esa resurreccin y la q ue mejor responda a la estrategia del arte cristiano del siglo III, que recurre a algunas imgenes emblemticas, de recuerdo alegrico, que se repiten de manera incansable para mantener siempre viva aquella esperanza de salvacin. A unque tambin es cierto que esa circunstancia est condicionada por la relativa pobreza del repertorio cristiano preconstantiniano, de modo que siempre se acude a las representaciones de Jons, pero tambin a las de No en el arca, Isaac librado del sacrificio, los tres jvenes hebreos en el horno babilnico, Daniel entre los leones, el Buen Pastor, la Orante y el Cristo-Maestro. Una ltima cuestin es dnde pudo estar ubicado el monumental y artstico sarcfago al que perteneca esta tapa, q ue como dijimos se hall reutilizada en la cisterna cristiana del castillo de Elda. En varias ocasiones hemos indi- cado la posibilidad de que su procedencia fuese la pequea civitashispanorromana de Ello/Elo, identificada con el yacimiento arqueolgico de El Monastil, a escasamente un kilmetro al norte del castillo, ubicado frente a ste y desde donde se le divisa al otro lado del ro Vinalop, lugar donde se ha documentado la existencia de una comunidad cristiana organizada en torno a una pequea iglesia. Aunque tambin hemos valorado una hiptesis ms probable como es que el sarcfago estuviese ubicado en una importante villa romana, en su posible martyriumo al menos mausoleo, que parece existi en las tierras rurales de la hoy llamada Casa Color, hbitat romano datado entre el siglo IV y el VII, que se localiza a medio camino entre El Monastil y el castillo, del que slamente dista quinientos metros y con el que tiene una clara relacin visual. En cualquier caso, se trata de dos reas cuyos restos arq ueolgicos, su cronologa y su proximidad al castillo de Elda, permite suponer que es de all de donde se expoli esta tapa. La existencia segura de un segundo sarcfago paleocristiano en el mismo Valle de Elda, nuevamente en la proximidad de la antigua Ello, en esta ocasin en la poblacin de Petrer, a escasamente un kilmetro y medio de donde apareci el de Elda, la hemos podido verificar y reconocer recientemente, despus de realizar una visita al Museo Arqueolgico Municipal de Petrer donde pudimos contemplar directamente los dos fragmentos que se conservan en la actualidad. El estado tan fragmentario y las reducidas dimensiones de sus restos ha dado lugar a que nadie se decidiese a dedicarles un estudio, por eso, la presencia de este nuevo sarcfago slo ha merecido hasta la fecha breves y escuetas referencias en la bibliografa histrica, de modo que la pieza ha pasado totalmente desapercibida para la investigacin en general. El primer indicio de su existencia lo ofreci E. A. Llobregat Conesa, que sin embargo no lleg a estudiarlo. Poco despus, hubo una corta mencin en la q ue se indicaba que se conocan un par de fragmentos con restos de togados que deben pertenecer tambin a un sarcfago y que proceden del castillo de Petrer, pero parece darse a en- 106HISTORIA DE ELDA tender que se tratara de una obra pagana. Con esta escasa informacin y sin poder ver entonces las piezas supusimos que, no siendo clasificadas como cristianas, dataran de los siglos II o III d.C. Posteriormente, su descubridora, la arqueloga Concepcin Navarro, explicaba el hallazgo fortuito y fuera de contexto de dos fragmentos de escultura de mrmol, recuperados entre los escombros de la citada fortaleza de Petrer que los relacionaba con un sarcfago romano. Indicaba que son dos altorrelieves que supona pertenecan a una misma figura humana, que iba cubierta por una toga con amplios pliegues. Tambin afirmaba, apoyndose en una catalogacin somera q ue le hiciese el catedrtico de arqueologa de la Universidad de Alicante, Lorenzo Abad Casal, que ambas piezas correspondan a un sarcfago del siglo IV d.C. de taller romano. Por ltimo, no dudaba, con buen criterio, en relacionarlas con una cita descriptiva del erudito de Orihuela Joseph Montesinos, q ue al ocuparse de Petrer informaba de la existencia de unos relieves de mrmol blanco que procedan de la ventana de una torre de su castillo. Los restos conservados son dos peq ueos fragmentos de mrmol blanco, que observados visualmente con una lente de 20 aumentos y a falta de un anlisis petrolgico, nos parecen pertenecientes a las famosas canteras marmreas de Carrara (Luni, Italia). Se observa que presentan parcialmente un trabajo de talla, con el que se han obtenido figuras humanas en altorrelieve, sin duda alguna, correspondientes a un mismo sarcfago de los talleres escultricos de Roma. La primera pieza, n. de inventario C80/77, tiene 18 cm. de altura, 13 cm. de longitud y 9 cm. de grosor. Permite identificar el tronco de una figura humana en cuya parte superior se observa el comienzo del cuello sin apreciarse velo que le tapase ni restos del cabello. La parte izquierda describe una lnea sinuosa pues la figura est arrodillada y mirando hacia la derecha. La fractura en la parte inferior impide que se observen las piernas no obstante lo poco q ue se distingue permite intuir su posicin horizontal. El personaje est vestido con una toga de numerosos pliegues, que dificultan contemplar el nico brazo conservado, que est pegado al cuerpo, formando ngulo recto y orientado hacia la derecha; despus del codo prcticamente ha desaparecido. P ensamos que se trata de una figura masculina que representara al difunto postrado ante la representacin de la imagen de Cristo. El segundo fragmento, n. de inv entario C81, tiene 11,2 cm. de altura, 11 cm. de longitud y 7,2 cm. de grosor. Esta figura est todava ms mutilada que la anterior por eso apenas se distingue que estamos ante otro personaje togado, del que se conserva su tronco entre la cintura y el comienzo de las extremidades inferiores, que no se aprecian por estar ocultas bajo los grandes pliegues de su vestimenta de tunica y pallium . La parte superior de la pieza est fracturada justo en la zona donde se representa el sinuso pliegue grueso y horizontal de la toga. Los pronunciados y largos pliegues conservados presentan una orientacin hacia la izq uierda. Probablemente se trata de la representacin de la figura de Cristo en posicin estante. La relativamente reciente edicin de parte de un manuscrito donde se contiene una valiosa informacin sobre la villa de Petrer en el ao 1794, como ya hemos mencionado anteriormente, nos ha permitido conocer que en una de las ventanas de la torre cuadrada del centro del castillo de Petrer, se encontraban colocadas como material reutilizado una serie de lapidas con sus efigies , algunas ya estaban desaparecidas cuando escribe J. Montesinos, otras han sido arrancadas, se han baxado y guardado por particulares . De una de las placas se dice que tiene de alto como palmo y medio y de latitud un palmo, presentando un trabajo de medio relieve que contiene dos figuras humanas. La primera es de un varon de pie con la cabeza sin abrigo, ... cabello algo recortado, su vestido talar modo de tunica que no llega sus pies, le cubre la capa manto, arregazado la siniestra donde dirige su aspecto, el brazo diestro se ve cubierto hasta el codo, lo restante desnudo, con las palmas de las manos que tiene juntas y elevadas mirando al lado izq uierdo, y con ellas asido un instrumento con su mango replanado... En el mismo relieve se representa otro hombre arrodillado que mira hacia la derecha y presenta la cabeza un poco elevada y desnuda, aunque poblada de pelo; su cuerpo 107La cristianizacin del Valle de Elda Fragmento de sar cristiano de P per t234nica (Ar Fragmento de sar cristiano de P per del autor). hasta cerca las rodillas con vestido estrechado, y como arregazado, y le cubre un manto arrebolado sus espaldas. Las piernas y pies estn desnudos y solo se descubre algo de los brazos para terminar all la esquina de la piedra . Este segundo personaje se puede identificar con el primero de los fragmentos que hemos presentado, que ahora se conserva ms mutilado que cuando se describi el relieve en el siglo XVIII. Adems de esta descripcin se publica un dibujo muy libre del relieve q ue sirve para poder reconocer la escena q ue se ha representado y los personajes que la forman. Estos aparecen de perfil, mirando hacia la derecha donde se encontrara el momento central de la escena, que creemos cristocntrica como luego explicaremos. La aparicin conjunta de ambos encuentra un buen nmero de paralelos en los sarcfagos cristianos de friso corrido y nico, normalmente del tipo denominado a porte di citt , que muestran en el centro del sarcfago la escena principal, Cristo realizando la Traditio Legis f lanqueado por Pedro, a la derecha, y Pablo, a la izquierda, y a veces el resto de los apstoles, tambin y postrados ante los pies de Cristo aparecen los difuntos, a la izquierda el esposo y a la derecha la mujer. Esta iconografa y tipo de sarcfago es muy comn entre mediados del siglo IV y principios del V. Entre los numerosos y mejores ejemplos podemos citar el frontal del sarcfago de la necrpolis de San Pedro en las Grut as Vaticanas, datado a finales del siglo IV, y el sarcfago de la catedral de San Salvador en Aix-en-Provence, que puede ser fechado entre el final de la misma centuria y los primeros aos del siglo V. A partir de estos sarcfagos se pueden identificar los dos personajes de la placa citada descritos y dibujados por Montesinos y de la que se conserva el fragmento que hemos presentado con el nmero uno. La figura humana de la izquierda del relieve, la que no nos ha llegado, que representa un hombre togado en posicin estante, se puede identificar con el apstol Pablo que con los brazos extendidos hacia delante, a la derecha, muestra entre sus manos el rotulus, es decir, el pergamino enrollado donde se contena la sagrada Escritura, que le acababa de entregar Cristo, cuya representacin se lo- calizara a su derecha y tambin en posicin estante. Por tanto, lo que dibuj Montesinos creyendo que era un instrumento no es tal sino el citado rollo sacro. El siguiente personaje del reliev e, el que aparece arrodillado delante de Pablo y situado entre ste y con seguridad Cristo, ante quien se postraba, es sin lugar a dudas la representacin del difunto masculino, que sera una de las dos posibles personas que yacan en el interior del sarcfago. Esta figura es la que podemos ver en el primer fragmento conservado. El otro fragmento, el ms fragmentado pertenece a un hombre togado y estante, que deja ver parcialmente su palliumy tunica , destacando la zona donde se observa parte del pliegue horizontal sobre la cintura y bajo el pecho, es decir, el sinus. Estas caractersticas junto a las dimensiones que se intuyen del personaje y por la explicacin dada para el relieve anterior, pero sobre todo despus de leer e interpret ar la descripcin hecha por Montesinos y contemplar el dibujo que hace al presentar una segunda placa, donde se representa un hombre con aquella vestimenta mencionada, nos permiten afirmar que se trata de la figura de Cristo, quien situado ante Pablo y el difunto ocupara el centro de las escenas del sarcfago, convirtindose en la iconografa principal del mismo. Obviamente, a su derecha se hallara el apstol Pedro con su cruz a cuestas y recibiendo abierto y de la mano izq uierda de Cristo su propio rotulus, adems, postrada de rodillas ante l y delante de Pedro, estara la represent acin de la difunta. Sin embargo, toda esta parte del sepulcro ornamentado no nos ha llegado. La descripcin que hace de esta lpida cuando la figura estaba ms completa es muy clarificadora y nos conf irma la identificacin que hacemos con Cristo: ...alta como palmo y medio y ancha tres quartas de un palmo, ...representa un varon con su cabeza desnuda cuya melena llega cerca de los ombros, el aspecto mira hacia la derecha la que con su mano se ve extendida y algo elevada con el dedo pulgar algun tanto separado y los demas unidos. Sus vestiduras son talares, aunque su orla en alguna distancia no llega sus pies desnudos con parte de sus piernas; la tunica constreida con un cingulo correa con su capa manto arregazado la siniestra baxo el bra- 108HISTORIA DE ELDA zo ..., barba no se le descubre por estar muy deteriorada. Este ltimo dato es de vital importancia, pues viene a informar de q ue el personaje llevaba barba, que no se aprecia bien por el gran deterioro q ue tena ya entonces el relieve. As pues, se trata de un Cristo barbado que ilustra la mejor escena cristocntrica q ue muestra la que sera la escena principal del sarcfago, la Traditio Legis . El dibujo que acompaa esta descripcin es excesivamente libre, sobre todo porq ue el mal estado de conservacin de la pieza le impidi a J. Montesinos ser ms fidedigno con ciertos detalles, por ejemplo a la hora de situar los brazos y las manos. Por ltimo, en su mismo manuscrito nos informa de la existencia de o tro fragmento del sarcfago, del que no se conserva resto alguno, pero que por la breve descripcin que realiza y el ilustrativo dibujo que le acompaa, no deja lugar a dudas de que se trata del busto barbado de un varn anciano, de los tpicos que aparecen en las esq uinas de muchas tapas de sarcfagos paleocristianos, especialmente del siglo IV. La pieza es presentada como de palmo y medio de alta, y ancha un palmo, es de medio relieve, modo de mascaron una cabeza que representa el aspecto grave y afable de un anciano cubierta de cabello y la barba prolongada Por tanto, estamos ante la evidente presencia de la parte izquierda de la tapa que cubra y cerraba la caja del sarcfago a la que pertenecen los fragmentos conservados y descritos. Despus del detallado estudio realizado de los restos conservados y del texto descriptivo del siglo XVIII, estamos en condiciones de afirmar que se trata de un nuevo sarcfago paleocristiano de friso corrido y nico, procedente de taller romano, que viene a engrosar la nmina de los que presentan la exaltacin cristolgica mediante la representacin de la Traditio Legis en el centro de la caja, adems con la representacin de Cristo barbado, caractersticas todas ellas que permite que lo datemos entre el ltimo tercio del siglo IV y el comienzo del V. El significado de esta escena y su iconografa han sido suficientemente tratadas por la investigacin especializada, por eso nos limitaremos a recordar lo esencial de su mensaje. La escena de la Traditio Legis no se relaciona con episodios recogidos en las fuentes literarias, sino que sirve para proponer al observador conceptos muy concretos, como la transmisin de la ley y la adquisicin de la sagrada Escritura. Se trata de una composicin que adq uiri forma en los ltimos decenios del siglo IV y perdurar a lo largo del V. Su representacin fue muy frecuente en los monumentos funerarios, principalmente en los sarcfagos y en general en obras cuyos comitentes pertenecan a una determinada categora social y en una poca que vio nacer los conf lictos entre el poder poltico y el poder religioso. Precisamente en ste y en esas fechas exista una disputa por legitimar la primaca de la sede de Roma frente a otras, cuestin que parece relacionada con esta escena, en la que Cristo entrega a Pedro el rotuluso el v olumen, en presencia de otros apstoles. De este hecho se desprende que Pedro recibe el encargo de guiar al hombre y a la comunidad cristiana, ostent ando la primaca y el derecho a legislar 109La cristianizacin del Valle de Elda Reconstr sar la escena de la 307T (Ar por mandato divino, lo cual equivala a establecer esa misma hegemona en la Iglesia Romana. Esta circunstancia era fundamental para la jerarqua eclesistica del momento, pues entonces ese poder estaba en juego entre el obispo de Roma, Dmaso, y el obispo de Miln, Ambrosio.El sarcfago de Petrer al que pertenecan los fragmentos descritos y reutilizados en una torre de su castillo, tuvo que servir de sepulcro al rico propietario de la villa de lujo que exista al noroeste del cerro sobre el que se alza la fortaleza, a cuyos pies se encontraba la citada finca romana de la que han aparecido restos de sus termas con mosaicos. Este asentamiento rural romano habra sido el germen de la posterior poblacin medieval (llamada Bitriren las fuentes rabes) que ha dado paso a la ciudad actual, por ello se ha propuesto denominarlo villa Petraria. Su origen parece estar en el primer cuarto del siglo I d.C. mientras que el final pudo llegar en pleno siglo V, seguramente con motivo de un fuerte incendio del que se conservaban claras evidencias en el nivel superficial del yacimiento arqueolgico, el que se apoyaba directamente sobre el mosaico, q ue incluso presentaba teselas quemadas. Precisamente las caractersticas estilsticas, geomtricas y de su policroma, y sus claras semejanzas con algunos de los mosaicos de la villa de Daragoleja (Granada), datados entre el siglo IV y el V avanzado, nos permite defender igual cronologa para los restos musivos de Petrer, que por otra parte estn en total consonancia con la f echa que proponemos para el sarcfago. Otro dato interesante es que en una de las excavaciones realizadas en el lugar se identific la estructura de un posible mausoleo familiar, que muy probablemente habra servido para albergar dicho sepulcro paleocristiano. Todava conocemos varios fragmentos de mrmol de uno o dos sarcfagos, que pudimos recoger personalmente al visitar las tierras que antao pertenecieron a una importante villa romana, que hoy constituyen la finca rural llamada La Torre, en el trmino municipal de Sax, pero en esta ocasin no se conservan elementos iconogrficos q ue puedan comentarse. La iglesia paleocristiana Ya hemos citado ms arriba la existencia de un edificio de culto cristiano ubicado en el f lanco ms elevado y occidental de la ciudad, estructura que acogi tambin algunos enterramientos privilegiados. Se trata de una construccin sumamente arrasada despus de las mltiples intervenciones que sufri, pues con la llegada de los musulmanes al lugar se produce un profundo expolio de la estructura, como lo evidencian varias fosas identificadas en distintos puntos de los restos excavados, adems de que son abundantes los elementos arquitectnicos que aparecen reutilizados en varias viviendas reocupadas en poca postvisigoda, localizadas a lo largo de la ciudad alta. Posteriormente, las excavaciones realizadas en el lugar por el ya citado erudito A. Sempere, en los aos 20 y 30 del siglo XX, dieron lugar a una profunda modificacin y degradacin de la estructura, que se vio de nuevo afectada por las actuaciones de los aficionados a la arqueologa del Centro Excursionista Eldense, durante los aos 60 y 70 del mismo siglo. Por tanto, cuando a partir del ao 1984 hemos realizado limpiezas y excavaciones arqueolgicas en esa construccin y sus anexos y zonas contiguas, nos hemos encontrado los restos de un edificio totalmente desmantelado, circunstancia que nos ha dif icultado enormemente su identifica- 110HISTORIA DE ELDA Vista de los r ca de El Monastil desde el nor (Ar Municipal de Elda). cin, interpretacin y su reconstruccin funcional.El primer elemento arquitectnico q ue identificamos fue un muro de planta semicircular, que presentaba en su sector sureste un contrafuerte realizado con mampuestos trabados con mortero de cal en la cimentacin, sobre la que se levantaba el resto de la estructura a base de grandes sillares que han dejado su huella en el espacio que ocupaban. A pesar de habernos llegado muy destruido es evidente que se corresponde con un bside ultrasemicircular, que describe una planta de herradura, tpica a partir de los siglos V y VI, que se adosa a los restos de la cabecera de una construccin de planta de tendencia rect angular. Nuevas excavaciones arqueolgicas nos han permitido exhumar los restos de la cimentacin de un muro q ue se desarrolla en sentido noreste-suroeste cruzando por debajo del ngulo interior recto en el sureste de la citada cabecera, por tanto debe pertenecer a una estructura preexistente. Lo ms interesante es que ese muro muestra otro pequeo tramo ms hacia el oeste, donde se relaciona con otra construccin, ahora tallada en la roca, en la que se ha realizado una fosa de planta pentagonal, en cuyo interior aparece un nuevo recorte q ue constituye una especie de bancada y entre el relleno que le colmataba se recuper un pequeo sillar tallado, que debi servir de peldao. Estamos conv encidos de que se trata de una piscina bautismal rupestre, que se una a los restos del mencionado muro mediante un elemento intermedio bien conservado, una plataforma o pavimentacin cuadrada de fuerte mortero de cal, que presenta las huellas en sus lados de haber servido para sujetar y soportar un sillar cuadrado, que hemos propuesto identificar con el gran bloque prismtico y vaciado interiormente para crear un depsito que pudiese servir de pileta de agua, que se encuentra expuesto en el Museo Arqueolgico Municipal de Elda, procedente de los hallazgos antiguos de El Monastil. El nivel estratigrfico al que pertenecen los restos de esta estructura preexistente lo hemos podido datar entre el siglo IV y el V dC., gracias a la presencia de fragmentos cermicos del tipo Clara D y de lucernas paleocristianas. La construccin posterior de un nuevo edificio de culto, con el que se aso- cia el bside, parece que desmantel, ocult y en parte reutiliz las estructuras de una primera iglesia. De la nueva edificacin se conservan escasos restos muy arrasados. La piscina bautismal aparece en esta nueva edificacin encerrada por el muro de cierre del f lanco meridional, que apenas conserva un corto tramo arrasado en direccin esteoeste, presentando un abundante mortero de cal para trabar los mampuestos de piedra, mostrando una fbrica constructiva idntica a la del muro que sirve de contrafuerte del bside. Tambin se conserva parte del ngulo suroeste, con escasos indicios del muro que en sentido norte-sur cerraba la construccin en su flanco oeste, del que apenas se conservan unas cuantas grandes piedras aisladas pertenecientes al inicio de la cimentacin. En este f lanco debi de existir un vano de ingreso del que hoy no se conserva ningn rastro. Por ltimo, el muro que cerraba el edificio en su f lanco norte est igualmente casi perdido, apenas conserva un pequeo tramo del arranque de su cimentacin. Hay que destacar que este muro es el que presentaba mayor can- 111La cristianizacin del Valle de Elda Planta hipot216tica de la iglesia cristiana de El Monastil a partir de los r del Museo Ar Municipal de Elda). tidad de fragmentos de material latericio entre los mampuestos de piedra, que como hemos indicado suelen presentar grumos de la cal que ha servido de mortero que sirva para trabarles. Durante el proceso de exhumacin de esta construccin se recogieron e identificaron abundantes fragmentos de tgulas pertenecientes a la cubierta o techumbre de la iglesia. Tambin es interesante destacar la aparicin de algunos fragmentos de estucos pintados en blanco y otros en amarillo, circunst ancia que permite interpretar que las paredes debieron estar revestidas de un enlucido con esos colores. La construccin se ha realizado sin fosas de fundacin, pues la cimentacin se levant directamente sobre la roca madre del monte, por ello afect a los niveles arqueolgicos de las fases preexistentes, de la ibero-romana, de la que se recuperaron materiales residuales, pero sobre todo de la etapa prehistrica calcoltica y de la Edad del Bronce, de la que han aparecido restos de estructuras domsticas y abundantes materiales, verificndose que corresponden a la primera comunidad humana que habit el lugar, cuyos restos fueron destruidos y ocultados por la obra de la iglesia edifi cada en el mismo sitio. Del mismo modo, las excavaciones arqueolgicas qu e hemos realizado en los aos 2001 y 2002, han venido a demostrar que despus de la etapa visigodo-bizantina se instalan nuevas gentes que en la fase paleoandalus se dedican a desmantelar el edificio eclesistico, expoliando sus estructuras y realizando varias fosas con sus rebuscas. Lamentablemente, los elementos arquitectnicos funcionales y decorativos fueron de esa forma expoliados, de modo que algunos se han ido recuperando durante las limpiezas y excavaciones arqueolgicas realizadas en otras estructuras urbanas de El Monastil, donde sirvieron de material constructivo reutilizado. No obstante, en la misma zona donde se ubican los restos de la iglesia se recuperaron algunos elementos arq uitectnicos gracias a los eruditos y aficionados locales. Dejando al margen la pileta para el agua ya citada, merece destacarse la aparicin en la parte exterior del bside de seis fragmentos de piedra local tallados, que presentan motivos ornamentales grabados, se trata de los restos de una posible ventana de piedra calada o fenestella confessionis , q ue parece disponer de una columnilla de la que se conserva su basa, y dos tramos de un arco que se apoyara en esa columnilla, a la vez que parece surgir sobre el mismo un entramado de encadenados, tambin hay indicios de la presencia de un entramado en retcula, o tro elemento parece que se puede asociar con el cuerpo de una paloma o ave similar. El tipo de tcnica en la talla y los motivos ornamentales son idnticos a los de las celosas o canceles calados del final del siglo VI y del siglo VII, teniendo sus paralelos ms prximos en los canceles calados o ventanas de la cercana baslica de Ilici, en la Alcudia de Elche. Entre los fondos del Museo Arq ueolgico Municipal de Elda se encuentran los restos de tres placas de mrmol argelino de la clase denominada greco scritto , que presentan una decoracin de anchas molduras. Estas piezas contienen en su parte trasera abundantes muestras del mortero de cal con el que se fijaron a las paredes, posiblemente, de alguna de las estructuras de la iglesia. Una pieza arquitectnica claramente de naturaleza litrgica que est ara, con bastante seguridad, situada en el interior del edificio de culto cristiano, es un ara sigmtica polilobulada, de mrmol blanco, de grano fino, con origen en canteras de Paros o alguna 112HISTORIA DE ELDA Fragmentos de piedras talladas de una ventana calada de la iglesia cristiana de El Monastil (Ar Municipal de Elda). isla egea prxima. El paralelo ms evidente y cercano es el otro fragmento de altar aparecido en la zona de la citada baslica de la Alcudia de Elche. El ara de El Monastil ha sido recuperada parcialmente, al hallarse solamente cuatro fragmentos de ella, dos reutilizados en una misma vivienda y el tercero y cuarto en otras estancias, pero siempre de las cercanas de la iglesia. Las partes conservadas del altar presentan labra a bisel y alvolos semicirculares, mostrando una clara tipologa oriental, con los fragmentos recuperados hemos podido reconstruir el altar, de modo que podemos proponer que dispona de nueve lbulos. Este tipo de ara a ferro di cavallo o herradura (tipo B de Chalkia), es tpico del Mediterrneo oriental y se data a finales del siglo VI dC. El altar de El Monastil haba sido datado por E. A. Llobregat en el siglo V dC. (aunque luego acept una cronologa ms tarda), sin embargo nosotros propusimos que se fechase ms tarde, en el VI, coincidiendo con Chalkia, adems de que es un tipo que perdur mucho en el tiempo. El lugar donde se suelen ubicar esta clase de mesas litrgicas es, aunque no de modo exclusivo, en el presbiterio y santuario, dentro o delante del bside de la baslica o iglesia paleocristiana. En el caso de nuestra ara parece que se ubicaba frente al bside, en su eje y cerca del muro de la fachada oeste, pues en ese lugar se ha excavado una plataforma circular que debi servir de cimentacin de apoyo a una columna de ancha basa. Son altares que se disponan sustentados por cuatro columnillas o por una basa de columna con parte del fuste, como la que creemos existi sobre esa plataforma. Precisamente en otra vivienda prxima a la iglesia se produjo el hallazgo antiguo de una gran basa de columna de mucho inters, que se encontraba colocada invertida en el centro de una est ancia donde fue reutilizada a modo de mesa. Se trata de la nica basa de columna hallada en El Monastil. La morf ologa y estilo de la misma impide que sea de poca romana o clsica, pues tiene planta octogonal que luego de fabricarse fue modificada mediante el biselado de uno de los vrtices, de modo q ue fue transformada en una planta heptagonal. Adems, presenta una compleja combinacin de toros y escocias que le dan un aspecto muy facetado. Estas caractersticas hacen que sea una basa nica dentro de la arquitectura tardoantigua de la Pennsula Ibrica, donde no tiene parangn conocido salvo en dos piezas de cronologa visigoda hallados en lugares cercanos. El primer caso es el de una basa de columna octogonal que afectada por el mal de la piedra se ha descompuesto hasta su total desaparicin. Apareci en las excavaciones arqueolgicas realizadas junto al f lanco sur de la baslica de la Alcudia de Elche. El otro caso es el de una basa f inamente trabajada, de planta heptagonal, que apareci reutilizada en un muro de una vivienda islmica del siglo X, en las excavaciones de la zona episcopal visigoda de la Almoina, en Valencia. Estos dos casos y el de El Monastil tienen en comn que se asocian a la presencia de edificios de culto cristiano que han conocido una fase visigodo-bizantina en la que han pertenecido a la infraestructura de algn episcopado de esa poca. Como ya hemos indicado en otras ocasiones, pensamos q ue son elementos arquitectnicos de tipologa bizantinizante, pues observamos que nicamente existen basas de columna de planta heptagonal u octogonal, en baslicas y edificios religiosos bizantinos tan tpicos como los de Italia y Turqua. Sin ser exhaustivos podemos citar las basas octogonales de las columnas que f lanquean el presbiterio en las grandes ventanas interiores de la baslica de San Vitale, en Rvena, del segundo cuarto del siglo VI dC.; tambin en la baslica de San Juan, en feso, construida en el siglo VI dC. por Justi- 113La cristianizacin del Valle de Elda Basa heptag columna de la iglesia cristiana de El Monastil (Ar Museo Ar de Elda). Basa de columnita o ajimez de una ventana de la iglesia cristiana de El Monastil (Ar del Museo Ar Municipal de Elda). C207liz lit234rgico de cer207mica africana hallado en El Monastil (se niano, se documenta una gran basa octogonal, situada entre una zona absidada y el baptisterio. Por tanto, insistimos en defender que las piezas de El Monastil, La Alcudia y La Almoina, son de los momentos de la presencia e influencia bizantina en la Pennsula Ibrica, durante la segunda mitad del siglo VI y los primeros aos del siglo VII. En las excavaciones arqueolgicas de los ltimos aos se han recuperado nuevos elementos arquitectnicos, que siempre aparecen reutilizados en muros postvisigodos. Este es el caso del hallazgo de la basa de una columnilla de piedra de las tpicas que se emplean en las ventanas de las iglesias de poca visigoda del tipo ajimez o parteluz. Otra pieza arquitectnica ornamental la hemos recuperado en la limpieza de otro muro construido con material reutilizado, se trata de un peq ueo bloque de piedra rectangular q ue presenta una cara decorada con un motivo vegetal muy sinuoso realizado en bajorrelieve, que es muy caracterstico de pilastras y otros elementos arq uitectnicos que sirven para ornamentar dinteles, jambas, etc., en edificios de culto tpicos de los siglos VI y VII. Con todas estas piezas tpicas de la arquitectura religiosa de esos tiempos, es relativamente fcil identificar las caractersticas estructurales y ornamentales de la iglesia desmantelada de El Monastil. Por otra parte, hay algunos materiales arqueolgicos entre los fondos del Museo Arqueolgico Municipal de Elda, que pueden asociarse al mobiliario del que pudo disponer dicha iglesia. En primer lugar, aunque es una pieza q ue nunca estuvo entre esos fondos, se conoce un cliz de claro uso litrgico que actualmente est en paradero desconocido, que segn el estudioso que la vio, dibuj y describi era de cermica rojiza, pensamos que de la clase cermica africana Clara D. Hay una forma poco habitual, identificable con un copn o cliz, a la que se le asigna la for- ma 170 de Hayes, que se fecha entre la segunda mitad del siglo V y los inicios del VI. La pieza de El Monastil parece una variante de esa forma y podra dat arse a lo largo de ese ltimo siglo, pudiendo haberse incorporado a su iglesia con la llegada de los bizantinos al sureste peninsular. La pieza es muy semejante a un cliz de vidrio hallado en las excavaciones realizadas en el antiguo Monasterio de San Vicente de la Roqueta, en Valencia, donde fue datado en el siglo VI. Otro objeto de su mobiliario es una cucharilla de bronce de las que parece se emplean en ambientes litrgicos. Se trata de otra pieza de El Monastil procedente de excavaciones antiguas. El tipo de cucharilla es el de la forma ovoidal de la pieza cncava que se engarza al vstago en una inf lexin en codo. Estas piezas comienzan a fabricarse en el siglo IV y son sobre todo habituales en los siglos VI y VII. Una pieza excepcional que podemos relacionar con el ajuar litrgico de la iglesia es una pxide de marfil, del tipo cilndrico, que sirvi de incensario o reliquiario. Lo ms destacable es que el fragmento conservado de este recipiente de lujo presenta motivos decorativos en relieve, que se pueden identificar con la escena clsica de Hrcules y la cierva, tpica de la fase tardoantigua en ambientes alicos, que suele aparecer en diversas modalidades artsticas, especialmente sobre pxides bizantinas, sobre todo del siglo VI dC. Este singular objeto haba sido considerado hasta la fecha como obra romana e incluso ms recientemente como pieza fenicia, pero definitivamente nos inclinamos por incluirla entre las obras ebrneas bizantinas, de ambiente religioso cristiano. Las ltimas piezas que podemos asociar con objetos que pudieron guardarse en la iglesia de El Monastil son t ambin bizantinas, se trata de tres exagia , dos de bronce y uno de plomo. Los 114HISTORIA DE ELDA Cucharilla de br Monastil (Ar Ar Elda). Fragmento de una pyxide de marfil bizantina con par relie Monastil (Ar Ar Elda). de bronce pertenecen al tipo esfrico, achaf lanado en los extremos del eje, que llevaran incrustadas letras griegas (normalmente de plata) en la cara o extremo superior que, al faltar, han dejado sus huellas en el metal y por ello podemos identificarlas. El mayor de los pesos de bronce llevaba las letras lambda y alfa, que son la abreviatura del valor de una libra; en el peso menor las letras eran omicrn y alfa, lo que serva para indicar que su valor era el de una uncia. Ambas piezas son frecuentes en todo el Mediterrneo bizantino y en los lugares que entraron en contacto con su imperio. Son piezas importadas desde el Mediterrneo oriental en la segunda mitad del siglo VI dC., siendo usados durante todo el siglo siguiente. El tercer peso, el de plomo, es del tipo f lan cuadrado, presenta grabadas las letras alfa y omega que f lanquean un crismn, de modo que puede identificarse con un sextans. Este tipo de pesa cuadrada con el motivo grabado de una cruz de brazo vertical ms largo que el horizontal son abundantes en Alejandra. Estos ponderales son los oficiales de la administracin estatal bizantina, que fueron adoptados por el sistema administrativo visigodo, siendo frecuentemente guardados en el templo o iglesia principal de la ciudad, que era en esos momentos la sede de la administracin local, que por regla general serva tambin de delegacin estatal. Por tanto, pensamos que las tres piezas se usaron para el control comercial y fiscal y se guardaban junto a otros ponderales en el interior de la iglesia de Ello, ciuitas ta rdoantigua que quiz en esta poca es denominada tambin Elo , pues en la obra del Annimo de Rvena (V, 3-4) se cita con igual ubicacin viaria una poblacin citada como Elley como Eloe. Esta mencin a una poblacin denominada Elo de poca visigoda, es la que ha servido para que se asocien a ella los obispos que firman como represent antes de la ecclesia elotana en las actas del Snodo de Gundemaro, del 610, y de los Concilios de Toledo de los aos 646 (X), 653 (VIII), 655 (IX), 675 (XI), 681 (XII) y 688 (XV). De modo que, aunq ue ltimamente hay un equipo de inv estigadores que est planteando que esa ciudad y su sede episcopal visigoda estuvo en otro lugar (Tolmo de Minateda, Helln, Albacete), no se puede descartar en modo alguno que la iglesia de El Monastil hubiese sido simblica y efmeramente la pequea baslica de la silla elotana, idea que ha sido asumida en numerosas ocasiones por la gran mayora de investigadores. Otra cuestin interesante es la del muy probable cambio de significado y funcin del edificio de la iglesia y sus anexos, pues antes de que llegasen los musulmanes, a partir, seguramente de q ue se le despojase de su valor episcopal o de ser sede del poder administrativo visigodo del momento, se produjo una importante transformacin, pues la ciuitas haba entrado en una fuerte decadencia que le haca quedar despoblada, en ese instante la iglesia parece q ue se convierte en un monasterio, al que perteneceran algunas de las estancias contiguas. De ser as se confirmara una hiptesis antigua de E. A. Llobregat, que valor como posible la existencia de un monasteriumen el lugar, trmino del que derivara el actual topnimo monastil. Se trata de un proceso bien conocido en muchos pases mediterrneos que vio de esta forma aparecer un buen nmero de comunidades monsticas durante los siglos VII y VIII. sta sera la razn de que al llegar los musulmanes a la despoblada Ello o Elo, denominaran a su antiguo solar con el trmino rabe al-munastir, es decir, con la traduccin del trmino latino monasterium , pues en eso se habra conver tido la zona alta de la antigua ciuitas. As se explica igualmente que el lugar continuara denominndose el monasteri, en valenciano, o el monastil , en castellano, que son dos formas toponmicas presentes en varios documentos del Archivo Histrico Municipal de Elda. Hoy el monte y la partida rural donde se ubica el yacimiento arqueolgico se denominan El Monastil. 115La cristianizacin del Valle de Elda Po rales bizantinos de plomo y br del Museo Ar Municipal de Elda). L a historia islmica de Elda y del Valle del Vinalop se extiende, como en buena parte de la Pennsula, desde el siglo VIII, con la llegada de los ejrcitos musulmanes procedentes del norte de frica, hasta comienzos del siglo XVII, en que se decreta la expulsin de Espaa de los moriscos. Aunque desde un punto de vista histrico-poltico la situacin de los musulmanes peninsulares es naturalmente compleja y cambiante, desde un punto de vista religioso esta historia forma un continuo: es la historia de una comunidad concreta de crey entes en el mensaje religioso ( islam) propugnado por el profeta Muhmmad en el siglo VII en las ciudades rabes de La Meca y Medina. Espoleados por este mensaje monotesta, los ejrcitos rabes salieron de la Pennsula Arbiga e iniciaron una rapidsima conquista hacia Occidente y hacia Oriente que culmin no mucho tiempo despus. Su conquista militar y poltica fue tambin conquista cultural, y el islam y la lengua rabe atrav esaron miles de kilmetros junto a los ejrcitos para ocupar tierras extranjeras. Uno de los puntos culminantes de ese proceso conquistador fue la Pennsula Ibrica, a la que lleg a comienzos del siglo VIII un ejrcito enviado por el gobernador de Kairoun (en la actual repblica de Tnez) Mus ibn Nusayr, al mando de su liberto Triq ibn Ziyad. La rapidez que les haba empujado hasta las tierras africanas les acompa tambin en la conquista de la Pennsula, a la que denominaron en rabe Al-Andalus. Combinando las rendiciones de ciudades mediante el ofrecimiento de pactos ventajosos con las conquistas por la fuerza, muy pronto la Pennsula qued bajo dominio musulmn en su prctica totalidad. Al-Andalus se incorporaba as al territorio del islam ( dar al-islam) y como gobernorato renda pleitesa al califa omeya de Damasco. La masacre de la familia omeya en julio de 750 a manos de los abbases, que tomarn el poder, tendr como inesperada consecuencia la llegada a Al-Andalus del nico superviviente de sangre real, el prncipe Abd ar-Rahmn ibn Muwiyya. ste, conocido como el emigrante ( ad-Djil), lograr separarse del poder abbas ahora radicado en Bagdad y, aunque nunca romper sus vnculos comerciales, culturales y espirituales con Oriente, independizar a AlAndalus de sus lazos polticos. El rea del Valle del Vinalop quedar enclavada en la zona que los rabes denominan geogrficamente Sharq Al-Andalus o Levante de Al-Andalus, y poltica y administrativamente, al menos hasta el siglo XI, Tudmir. Este nombre proviene del de uno de los principales comesvisigodos de la zona, Teodomiro (en rabe T udmir ), que firm un pacto de rendicin con el general Abd al-Aziz ibn Mus de una serie de localidades, a cambio de una serie de condiciones y prerrogativas t anto para l y su familia como para los habitantes de estas ciudades, de identidad discutida. Estos ncleos pasaran as, sin derramamiento de sangre, a manos musulmanas, que les iran dotando de una particular fisonoma, que en muchos casos iba a durar bastantes siglos. Los orgenes concretos de Elda como ncleo musulmn nos son hasta cierto 117 Los musulmanes en las tierras de Elda I. ELDA ISLMICA LUISF. BERNABPONS U niversidad de Alicante 7 punto desconocidos. Aunque queda fuera de toda duda que el ncleo original de donde hoy se asienta la ciudad el casco antiguo alrededor del castillo, en el margen del ro Vinalop es de fundacin y desarrollo islmicos, existan diversos asentamientos que haban sido habitados desde antiguo, que conforman los primitivos poblamientos de la zona, y que seran aprovechados por los rabes para su primera instalacin. Aunque por su importancia arqueolgica destaca El Monastil como ncleo ocupado desde siglos antes de la ocupacin rabe-islmica, cerca de l existan fundi, diversas f incas eminentemente agrcolas a lo largo del ro, que tambin tendran habit antes y actividad econmica a la hora de la conquista. Como los datos arqueolgicos han atestiguado, en estos lugares ladera de Boln, Puente II, etc., al igual q ue en el Monastil, se produce un continuo habitacional a la llegada de los rabes. Es algo completamente normal: a lo largo de toda la fulgurante conq uista islmica desde la lejana Pennsula Arbiga siguiendo el mandato del profe ta Muhmmad, los ejrcitos rabes aprovechan todas las infraestructuras (viarias, habitacionales, acuferas, etc.) preexistentes en los pases conquistados y que les son tiles. Una de las vent ajas que les ofrece su sistema de conq uista a base preferentemente de pactos ( ahd) ofrecidos a las poblaciones susceptibles de ser atacadas, es que si se produce finalmente la firma del acto caso de la zona en la que se incluira Elda, los nuevos mandatarios tienen a su disposicin y aprovechamiento las estructuras materiales con las que se encuentran. nicamente sus necesidades cultuales derivadas de su creencia en el islam, o bien las necesidades demogrf icas o defensivas harn que se modifiq uen o sustituyan estas infraestructuras preexistentes. Sin embargo, las fuentes rabes medievales no recogen ninguna mencin concreta acerca de la instalacin de los rabes en la antigua mansin romana de Ad Ello a raz de la conquista de las primeras dcadas del siglo VIII. Los datos histricos y arqueolgicos obligan a pensar en un principio, como se ha sealado, en una cierta continuidad del primitivo poblamiento de El Monastil, cuyas construcciones seran aprovechadas por los rabes, hasta que en un momento determinado posterior se ira desarrollando una pequea estructura urbana a ras del valle alrededor de una elevacin bordeada por el ro. La mencin de una Iyyi(h) / Illa en el Pacto de Teodomiro ha sido relacionada con ese Ad Ellodel itinerario de Antonino e identificada en varias ocasiones con Elda. Esta ciudad fue una de las siete ciudades entregadas por el noble visigodo Teodomiro o Tudmir al general Abd al-Aziz ibn Mus en abril de 713, en su tratado de rendicin ante los nuevos conquistadores venidos desde el norte de frica. Dicho pacto nos ha llegado a travs de unos textos rabes bastante posteriores al documento original: las obras geogrficas de al-Udr (siglo XI) y al-Himyar (siglo XIV) y el repertorio biogrfico de ad-Dabb (siglo XII). Estos textos, sin embargo, contienen sustanciales divergencias entre s a la hora de nominar las poblaciones que quedaron englobadas en el Pacto de Tudmir, divergencias motivadas fundamentalmente por la dist ancia temporal respecto al documento original. ste, adems, estara escrito en un rabe desprovisto de los signos auxiliares de lectura que ms adelante se haran comunes, y susceptible entonces de confusiones por parte de lectores posteriores. Esto hace que existan ciertas dif icultades paleogrficas, toponmicas e histricas para encajar los lugares del Pacto de Tudmir que aparecen en estos textos rabes, cuyas identificaciones son controvertidas. Mara Jess Rubiera Mata, a la luz de la ltima edicin de la obra geogrfica de al-Himyar, que recoge los topnimos del Pacto de Tudmir como Awriyula, Laqant, Lurqa, Illa, Blntla, Nwla y Billana , identifica Illacon Elda y Nwlacon Nov elda. Para la profesora Rubiera, por razones de crtica interna, al-Himyar, que no pudo conocer personalmente las ciudades del Pacto, recogera la versin ms antigua del Pacto de Tudmir, frente a al- 118HISTORIA DE ELDA Cazuela isl207mica pr ya miento de Galer222a de J (Ar Municipal de Elda). Udr o ad-Dabb, que actualizaran el documento segn su conocimiento de dichas ciudades: de ah que en sus textos aparezca una Mwla, que ha sido leda como Mula en Murcia, pero que podra ser La Mola de Novelda. A partir de estas identificaciones, Mara Jess Rubiera ha propuesto un ordenamiento lgico de estos lugares, que se alinearan siguiendo la calzada romana de la Va Augusta en su direccin desde Xtiva hasta Cart agena: Villena, Elda, Novelda o La Mola, Alicante, Blntla, Orihuela y Lorca. Otros estudios, sin embargo, identifican ese mismo Iyyi(h) del Pacto de Teodomiro con el Tolmo de Minateda (Helln) o con Algezares (Murcia). La falta de referencias textuales acerca de la instalacin en esta zona del Vinalop de los rabes no quiere decir, naturalmente, que no podamos intentar reconstruir, siquiera de forma aproximada, cmo fue o cmo pudo ser el primitivo hbitat urbano y periurbano de la Elda islmica partiendo de testimonios indirectos y comparativos. Aparte de la propia Historia, la Toponimia, la Arqueologa o el Urbanismo musulmn pueden servir para acumular datos, explicaciones e hiptesis que pueden servir para ofrecer un dibujo aproximado de cmo debi de ser la formacin y el desarrollo de la alq uera de Elda a partir de la conquista rabe-islmica, ese perodo en el que la religin dominante y prcticamente nica pas a ser el islam, y la lengua utilizada, tanto en la religin o el derecho como en el uso cotidiano, el rabe. A falta de ms datos arqueolgicos o textuales, que pueden y deberan ir apareciendo en el futuro, las propuestas que se hagan en ciertos trminos han de ser necesariamente provisionales, aunque basadas en principios tericos de cumplimiento general, as como en desarrollos paralelos y mejor documentados. Como ya se ha dicho, el ncleo ms antiguo de poblacin documentado del trmino de Elda, aparte de algunos puntos concretos diseminados a su alrededor, es El Monastil, sito en una elevacin al sudeste de la sierra de La Torreta desde la q ue se ofrece una magnfica vista de todo el valle, controlando una porcin de la Va A ugusta, pero fundamentalmente una buena zona del valle hacia Monvar por un lado y en contacto visual con el paso hacia Sax. Poblado desde poca ibrica, ofrece un continuo poblacional en tiempos romanos y visigodos, aunque segu- ramente ya no estaba en su apogeo a la llegada de los rabe-musulmanes. Fueron stos los que otorgaron al lugar el nombre que actualmente posee, llamndolo en rabe al-munastir (procedente del griego monasterion , que pasara a su vez al latino monasterium ), nombre que evolucionara, con un cambio muy documentado en su consonante final, hasta la denominacin actual, si bien en el siglo XVII todava parece ser conocido en Elda como El Monestir. La utilizacin de este trmino para nominar esa zona poblada con la que se encontraron los conquistadores, nos enfrenta a una serie de interrogantes acerca de la concepcin de ese lugar, de su uso por parte de los musulmanes y del posible establecimiento tiempo despus de la conquista de un conjunto de poblacin a ras de valle y junto al ro: lo que ven- 119Los musulmanes en las tierras de Elda Ma (se dra a ser el ncleo originario de la Elda actual. Al-munastir es un topnimo muy presente en la geografa espaola, y que ha dado, aparte de El Monastil, los numerosos topnimos Almonacid, Monachil, o Almoster en ciudades con castillo, siendo su gran referente la ciudad de Monastir en la costa de la actual Repblica de Tnez. Ligado conceptualmente con la raz rabe r-b-t (de donde Rabat en Marruecos o La Rbida o Sant Carles de la Rpita en Espaa), que hara referencia a cada una de las celdas de un al-munastir, el trmino designa para los musulmanes arabehablantes un lugar de frontera terrestre o martima, ms o menos fortificado de espiritualidad militar islmica en donde los musulmanes pueden cumplir con el precepto espiritual y blico de la guerra santa, y no necesariamente un monasterio cristiano. Se tratara de un conjunto de pequeas celdas, situado en lugares estratgicos, a las que se retiraran personas piadosas para rezar, meditar y, eventualmente, partir al combate en contra del enemigo. Sera el caso, por ejemplo, de los famosos restos de las rbitas de poca califal conservados entre las dunas de Guardamar del Segura, conjunto de defensa militar y religiosa llamado as, Al-Munastir , por el gegrafo rabe Yaqut al-Hammaw (s. XIII). Naturalmente el topnimo designa la concepcin y utilizacin que los musulmanes van a dar a este lugar, pero no nos desvela de forma completa qu era lo que exista all en el momento de su ocupacin. La situacin geogrfica de El Monastil le hace, en efecto, particularmente til para labores de vigilancia de toda la zona estructurada por la Va Augusta, q ue una Roma con Cdiz, hacia el interior del valle. En correspondencia visual con otros puntos elevados de Villena y Monvar, y especialmente con Els Castellarets en Petrer (que vigilara ms directamente la antigua va romana, en consonancia con el nombre Bitrir, camino empedrado), El Monastil formara parte del sistema de vigilancia y defensa del valle. Este sistema, ya presente con los visigodos, ser reorganizado por el emir A bd ar-Rahmn I. El Mediterrneo se haba convertido de nuevo en una frontera con la aparicin de los abbases en Oriente y la calzada reconstituira sus defensas, que permaneceran as hasta el derrumbamiento del sistema poltico omeya en el siglo XI. Esta utilizacin religiosa y militar de El Monastil propi- cia, naturalmente, que los habitantes q ue all se vayan instalando a lo largo de todo el periodo de su utilizacin en poca islmica sea ms bien escaso, con un carcter funcional y temporal, y que deje escasos restos materiales. De hecho los datos arqueolgicos aportados por A. Pov eda Navarro y F. J. Torres Salinas delat an una continua pero siempre modesta presencia humana en El Monastil desde el siglo VIII hasta el siglo XIII, en contraste con lo que suceder en el valle, cerca del ro. Los conquistadores, y la escasa poblacin que all pudiera permanecer, los hispano-godos sometidos, que se islamizaran rpidamente, como sucedi con la familia del propio Teodomiro, tendran una tendencia natural a situarse en los lugares ms aprovechables econmica y urbansticamente del lugar: en las fincas de explotacin agrcola o las almunias que iban jalonando el ro a lo largo de su paso por el valle, muchas de ellas activas desde tiempos romanos. Una ve z superadas las turbulencias derivadas de la conquista y asegurado el sistema de vigilancia, los habitantes retomaran las actividades agrcolas y de comercio propias de la zona, en aquellos lugares dispuestos para ello. A esta tendencia completamente normal, se suma en el caso de los musulmanes un segundo elemento, de ndole religiosa, que condiciona sus estructuras urbanas: el agua, que, aparte sus funciones evidentes, es indispensable para llevar a cabo las abluciones rituales de purificacin, obligatorias para todo musulmn antes de orar. Las mezquit as, parte fundamental de la espiritualidad y del urbanismo islmicos, se han situado y se sitan siempre en las ciudades y pueblos musulmanes cerca del agua corriente o encima de las vas acuf eras. Las fuentes para la purificacin y los evacuatorios, para realizar la purificacin menor del cuerpo, exigen sistemas de captacin y aduccin del agua q ue han de estar presentes en las mezq uitas, ncleo pblico de la ciudad islmica, y por tanto la presencia del agua es un elemento de primer orden a la hora de calibrar la presencia estable de un ncleo poblacional musulmn, o bien, como demostr la profesora Rubiera Mata en el caso de Guardamar, de un lugar de espiritualidad islmica. Evidentemente El Monastil, con su situacin elevada, padecera de una mu- 120HISTORIA DE ELDA cho mayor dificultad de obtener y disponer de agua que no cualquier edificacin situada en las inmediaciones del Vinalop: si su posicin geogrfica era vlida para una misin de vigilancia y de retiro espiritual/militar de yihado guerra santa, no lo era en absoluto para el est ablecimiento permanente de una poblacin agrcola musulmana, que tena mayores necesidades agrcolas y espirituales. De esta forma, en un lapso de tiempo no determinado despus de la rendicin de Tudmir y la ocupacin de las zonas del Sharq Al-Andalus, el este de AlAndalus, El Monastil quedara circunscrito a labores de vigilancia y espiritualidad, mientras que la poblacin va concentrndose al pie del valle, en las frtiles f incas en la vera del ro. No sabemos en q u perodo este cambio se hizo ya evidente: es plausible pensar que en el siglo IX, con la zona en una situacin poltica ms apaciguada, fuera esa ya la realidad tanto de Elda como del valle en general. Posiblemente, la creacin de un primitivo ncleo urbano en lo que hoy es Elda tenga que contemplarse a partir de ese modo de instalacin: una poblacin diseminada en varias fincas agrcolas ms o menos cercanas entre s y estructuradas a lo largo del ro y entre el monte Boln y la Va. Los topnimos que se encuentran a lo largo del ro, a su paso por el trmino de Elda, confirman la importancia fundamental de la consideracin agrcola de las tierras que baaba: las Agualejas, hacia el sudeste, un meandro del ro que hace a la tierra que rodea extraordinariamente frtil (del rabe walaya , recodo, desvo); o la Jaud, ms al sur, a la salida de la poblacin hacia Alicante, que podra estar relacionado con el rabe al-Yaud, que hara referencia a la abundancia de agua que en este sitio regara la tierra. El crecimiento urbano a partir de una de esas f incas o villas, quiz una situada en la entrada norte de la futura villa, en la zona del puente que une el ncleo urbano con la carretera de Sax hacia la meseta, explicara la situacin y desarrollo del ncleo medieval de Elda, en modo semejante al crecimiento de la Villa Petrarium en Petrer. El crecimiento de una nueva alquera en la elevacin que ms tarde ocupara el castillo se explicara de forma lgica en primer lugar por el empuje poblacional y urbanstico del ele- mento militar; en segundo lugar, por el aprovechamiento de las frtiles zonas de huerta ms tarde periurbanas q ue se encontraban all y que han dejado profunda huella en la toponimia eldense (el Portal dels Orts al oeste, o el de las Heras al este); y, en tercer lugar, tambin por la bsqueda de un lugar de mejor defensa fsica, con las paredes de las casas formando una especie de muralla externa y el ro y el montculo a modo de barrera natural. Un asunto debatido desde hace algn tiempo y ya finalmente resuelto, la ubicacin de la ms antigua mezquita de Elda, puede ayudarnos quiz a contemplar el crecimiento de este ncleo urbano. Conocido que la iglesia de Santa Ana se levant sobre el edificio que ocupaba la mezquita mayor o mezquita aljama, construida por los almohades en el siglo XII en la periferia sureste de la villa, restaba por averiguar en dnde se encontraba la primitiva mezquita a la que la construccin almohade haba venido a complementar. La publicacin de la 121Los musulmanes en las tierras de Elda Plano de la Elda medie (deducido del Plano de Elda de 1916) con los principales lug isl207micos (Ar Ar Elda). parte de la dieciochesca obra del curioso y plmbeo Jos Montesinos y Prez dedicada a Elda y Salinas, ofreca una primera pista en el tiempo al sealar que la ermita denominada entonces de Santa Catalina Mrtir y San Antonio Abad, en la entrada noroeste de la ciudad, haba sido la Mezquita de los Moros. Esta noticia, que fue recogida posteriormente, aunque de forma algo confusa por Lamberto Amat y Alberto Navarro, se ha visto confirmada finalmente por un documento del siglo XV an indito, descubierto por Jos Vicente Cabezuelo y del que ha dado noticia Antonio Poveda, en el que se habla de un suceso que tiene lugar en el camino de Monvar, cerca de la mezquita vella , que estaba junto al ro. El que en el lugar de la actual ermita de San Antn, en un extremo del casco antiguo que conforma una suave pendiente que cae hasta el ro, se levantase la mezquita ms antigua de Elda, anterior evidentemente a la poca almohade, era algo que se conformaba perfectamente con el urbanismo musulmn tradicional, de villas que iban creciendo ante el nuevo establecimiento de un elemento militar. En l, las mezquitas suelen ocupar en las poblaciones rurales un lugar cerca de la entrada de la alquera, para que los habitantes de alrededor puedan acceder al lugar de culto sin tener que adentrarse en la poblacin. De la misma forma, la mezquita est cerca de las aguas corrientes, las del ro y las subterrneas, q ue la abastecen suficientemente. Finalmente, en el urbanismo islmico, hay q ue contar siempre con un espacio para los baos ( hammam), que es el lugar en donde el musulmn realiza la purificacin mayor ( gusl) de su cuerpo antes de ir a la mezquita. Los baos no se encuentran vin- culados fsicamente a las mezquitas, aunq ue s suelen estar ms o menos prximos, en lugares de trnsito o de acceso a la poblacin para las necesidades de los campesinos y los viajeros. Adems, suelen encontrarse en zonas bajas de la poblacin, o incluso algo subterrneas si la poblacin est en cuesta, para la aduccin del agua y ahorrar calor 1. Es decir, prcticamente el modelo que reproducira la mezquita existente en la ermita de San Antn: una mezquita situada al borde de la poblacin, en una ligera cuesta que acaba en el ro y en una zona con abundante agua subterrnea. Por otro lado, justo al otro lado del ro en esa zona, se ubica la zona de La Alfaguara o manantial de agua corriente en rabe ( al-fawwara), donde estuvo situado y en funcionamiento hasta muy entrado el siglo XX un edificio de baos pblicos. Es posible q ue en este lugar se ubicase el antiguo hammam musulmn que diera servicio a toda la zona y que, adems, dada su situacin, entre los caminos de Monvar - Murcia y Sax - Valencia, y enfrente de Elda, pudiera haber servido tambin de fonda para pasar la noche aprovechando su calor, como es tambin acostumbrado en el urbanismo musulmn. Esta hiptesis de crecimiento urbano de la antigua alquera de Elda significara que posiblemente lo que hoy es el casco antiguo de la ciudad habra comenzado por la mezquita (o el conjunto baos mezquita) que utilizaban todos los habitantes dispersos de la zona, en la ladera ms prxima al ro de una pequea elevacin, y los primeros habitantes del actual casco antiguo. Esta mezquita no tendra la disposicin actual, con la puerta perpendicular al eje del ro, sino que la disposicin del muro de la quibla, de obligada direccin a La Meca, hara que la pared trasera quedase frente al ro en paralelo y la entrada en el lado contrario, mirando hacia el interior. Desde esta direccin se habra ido desarrollando la pequea alquera, en forma de cua invertida, con la acumulacin de casas y otros espacios ocupados por habitantes que iran dedicndose, tanto a las labores militares de vigilancia como a cultivar las zonas de huerta que se extendan all. Esta peq uea alquera ira creciendo paulatinamente con la imbricacin de las tres categoras normales del urbanismo musulmn tradicional (unidades domsticas, espacios de servicios comunes y vas 122HISTORIA DE ELDA Va isl207mica para el dr de agua pr ex de Elda (ArAr Elda). de acceso), que han sido explicadas y desarrolladas por Mkel de Epalza2. Es difcil establecer, a falta de prospecciones arqueolgicas en el lugar, en qu perodo pudo tener lugar tanto la ereccin de la mezquita como el paulatino desarrollo de ese pequeo conjunto que f ormara finalmente el ncleo de Elda. Por los materiales que se han podido obtener en el resto de yacimientos arqueolgicos, y por la propia lgica del tiempo transcurrido tras la conquista, con la inst alacin de elementos humanos de vigilancia, puede suponerse que la mezquita estara activa ya en el siglo IX, en plena poca omeya. Es posible que un cierto desarrollo urbano a su alrededor fuera algo posterior, aunque no se puede afirmar con rotundidad. Parece lgico afirmar que los primeros lmites de ese ncleo poblacional que se ira formando los constituiran la propia mezquita y el acceso desde el camino de Sax, por el norte, mientras que el primitivo lmite sur vendra marcado por la necrpolis islmica q ue se descubri en los aledaos de la calle Independencia, al suroeste del casco antiguo. El uso musulmn de establecer los cementerios en las afueras de los permetros urbanos, hace que cuando stos crecen, las necrpolis queden englobadas intramuros de la ciudad, pero su hallazgo sirve de orientacin para marcar los lmites anteriores. La cercana de este cementerio con la llamada Puerta del ngel ( Malak en rabe clsico), y la presencia de una segunda necrpolis ms all de esta puerta, en la salida oeste de la poblacin, en una partida que sigue denominndose en la actualidad El Melic y que sera terreno agrcola periurbano, indican una lgica perfecta con las costumbres islmicas. Este ngel de estos nombres relacionados fsicamente con los cementerios hara el ngel de la Muerte, que examina al difunto acerca de su fe y sus actos islmicos hacindole una serie de preguntas que ste ha de responder. Cuando el muerto es llevado a hombros al cementerio, durante toda la ceremonia los acompaantes van recitando, junto con diversas azoras del Corn, las respuestas que el difunto debe dar satisfactoriamente al ngel para que pueda entrar en el paraso. De esta forma, el topnimo, que indica la proximidad de un cementerio o el camino para llegar hasta l, aparecera en dos formas, romance y rabe, dentro de Elda. En el caso de la puerta de salida de la poblacin, traducido al castellano, y en el caso de El Melic, camuflado lingsticamente por homofona con el cataln melic ombligo, desde la forma rabe dialectal el Milich, que es la conservada hasta el siglo XVII. Las pocas califal y taifal, en las que Elda y el Valle del Medio Vinalop formarn parte de la zona de Tudmir, vern la formacin y desarrollo de esta alquera en la ribera del ro, inserta dentro del sistema de defensa reorganizado por Abd ar-Rahmn I y seguramente reforzado durante el califato (siglo X) ante el peligro que supona el triunfo de los heterodoxos fatimes en el norte de frica. Desde su antiguo emplazamiento en El Monastil, convertido en emplazamiento de vigilancia como otras elevaciones semejantes en el valle, Elda se ir desarrollando, posiblemente gracias a un nuevo aporte de refuerzo militar, en torno a la frtil agricultura de su suelo, tambin como las poblaciones de su alrededor. El crecimiento del nuevo ncleo urbano se vio sin duda favorecido, en detrimento de las antiguas villae rusticaede la parte ms all del ro, por una mejor situacin defensiva y de cruce de caminos. A unque est todava completamente por estudiar el paulatino crecimiento de la alq uera ente los siglos IX y XII, puede afirmarse con cierta seguridad que su lmite sur ya lo conformara un hipottico eje entre la salida este hacia Petrer y Valencia, y la salida oeste (la Puerta del ngel), hacia Monvar y Murcia. Tras la guerra civil que asol Crdoba y que hizo desaparecer al Califato 123Los musulmanes en las tierras de Elda Jarritas isl207micas esg pr de Elda (Ar Ar Elda). omeya de Al-Andalus, el Valle del Vinalop pasa a formar parte del reino taifa de Tudmir y Almera, fundado por un antiguo funcionario no rabe de palacio, el ambicioso y temible Jayrn. Las dcadas posteriores, llenas de disensiones y frecuentes cambios de poder, no abundan en noticias sobre esta zona concreta, de la que en algn momento no se llega a estar seguro de a qu gobernante pertenece. En 1038, a la muerte de Zuhayr, rey de Tudmir, Almera, Baeza, Jdar y Chinchilla, el reino se desgaja entre la parte sur, que pasa a formar un reino independiente, el de Almera, y la parte norte, entre el lmite superior del Alacant y la zona de Orihuela, de la que se apodera el rey de Denia, el militar de origen sardo Muyhid. En 1076, ser el rey Ibn Hud de Zaragoza quien se apropie de las tierras de Tudmir para su reino. La conquista de Al-Andalus por parte de la dinasta berber de los almorvides, ardorosos nefitos en el islam y def ensores de una vuelta a la fe ms estrict a, acabar, no sin resistencia, con los debilitados reyes de taifas. Al-Andalus pasa a formar parte de un amplio imperio almorvide con sede en Marrakesh, que muchos andaluses vern siempre como extrao. Algunas partes del territorio andalus asistirn a rebeliones contra el poder almorvide, como sucede con Valencia y Murcia en el Sharq Al-Andalus, prcticamente independizados con la actuacin de Ibn Mardanish, el Rey Lobo, cuya resistencia en Levante se extender hasta su derrota en tiempos del segundo califa almohade (1172). La cada de los almorvides se ver acelerada por la inoperancia de un sistema de vigilancia y defensa de fronteras pequeos castillos asociados a atalayas de vigilancia que, si haba sido til en tiempos del emirato y califato, ahora ya se revelaba como anticuado. La llegada de los nuevos seores de Al-Andalus, los rigoristas almohades, a la zona, va a significar un aprovechamiento de esta leccin y una profunda reestructuracin de la concepcin defensiva del Valle Medio del Vinalop. La fallida expedicin del califa Ab Yaqub Ysuf sobre Huete (Cuenca) en 1172 y la atormentada vuelta de los ejrcitos almohades a travs del Sharq Al-Andalus, mostr a los gobernantes la inoperancia de los lugares de vigilancia que a lo largo de la antigua Va Augusta y sus aledaos se haban establecido desde antiguo, decidindose aqullos por una reorganizacin defensiva. Estos lugares (Els Castellarets de Petrer, El Monastil de Elda, e tc.) sern sustituidos por una serie de castillos de envergadura en las elevaciones donde se haban ido generando una serie de alqueras, con las que quedan relacionados: Elda, Petrer, Villena, Monvar, Sax, Chinorla, castillos que se comunican visualmente entre s y que mantendran vigilada una parte muy considerable del valle, sin que, de cualquier f orma, se abandonen completamente los antiguos puestos de vigilancia. De esta forma, algunas de las poblaciones del valle comienzan a aparecer en las crnicas rabes gracias precisamente a ser incluido su castillo en diversos itinerarios, como es el caso del castillo de Petrer en un texto del gegrafo al-Idris. Estos castillos, que no representaban ningn tipo de rgimen feudal, eran la residencia del alcaide o gobernador de turno de la zona, y podan servir de refugio a la poblacin en caso de peligro. Del mismo modo, esta presencia de alcaide y otros cargos y elementos militares, traer como consecuencia un nuevo impulso demogrfico y urbanstico de la villa. Tambin la presencia almohade va a dejar huella en la toponimia de la zona con el ltimo gobernador almohade de la zona, el seor o sayyid Ab Zayd, que va a dar nombre a la Sierra del Cid y la silla del Cid, donde tena posesiones, pese a que la imaginacin popular ha adjudicado tal nombre a la presencia en la zona de Rodrigo Daz de Vivar. Del mismo modo, el interesante y desconocido episodio de la presencia semiclandestina de la tribu berber de los Yazula en las montaas de Petrer, puesto de relieve por Mara Jess Rubiera a partir del relato del funcionario almohade Ibn Mugwir (m. 1191), parece haber dejado huella en la partida de Cachuli, en la Sierra del Caballo. 124HISTORIA DE ELDA Candil isl207mico (siglos XII-XIII) del casco antiguo de Elda (Ar Municipal de Elda). El afn constructor de los almohades una de las caractersticas ms definitorias de la dinasta, y su propio impulso militar, hizo que en muy poco tiempo el perfil de las alqueras del Valle del Vinalop variara. Aparte de los castillos, una medida tomada de forma reiterada por los nuevos mandatarios fue la rapidsima construccin de nuevas y grandes mezquitas en las afueras de los permetros urbanos, mezquitas aljamas en las que se reunira la poblacin para or el sermn de los viernes, dejando las antiguas mezquitas de tiempos anteriores para el resto de los das. El propio alcaide y las principales autoridades acudiran a ese sermn del viernes a la nueva mezquita, aunque tendra su propio espacio religioso dentro del castillo. Como es suficientemente conocido, esta mezquita de tiempo almohade se ubicaba en el espacio que ocupa la actual iglesia de Santa Ana, que constituira entonces hacia finales del siglo XII el lmite de la alquera de Elda por su lado este. Las dos mezquitas de Elda, la de fundacin almohade del siglo XII y la mezquita vieja, seguiran actuando como espacios sagrados para los musulmanes de Elda durante bastantes aos, an bajo dominio cristiano: la mezquita vieja seguramente hasta finales del siglo XIV, cuando, por orden de la reina doa Violante, fue convertida en iglesia bajo la advocacin de Santa Catalina, primero, y San Antn posteriormente; la mezquita mayor perdurara como tal hasta el mismo momento de la conversin obligada al cristianismo de los musulmanes del Reino de Valencia (1525), puesto que, como fue lo usual en estos casos, en 1528 el seor de Elda, Juan Coloma, reestructur la mezquita para convertirla en la iglesia parroquial de Santa Ana. Las ltimas modificaciones urbanas que se llevaran a cabo en el ncleo urbano de la Elda musulmana tendran q ue ver seguramente de nuevo con la implantacin ms numerosa de un estamento militar y con su consecuencia de la ubicacin de la mezquita mayor. Posiblemente los espacios comerciales de la alquera se desplazaran preferentemente al entorno de esta nueva mezquita, complementando o sustituyendo a los antiguos puestos de venta. Este nuevo emplazamiento, situado en magnfica posicin, pues en l prcticamente vienen a conf luir los antiguos caminos hacia Pe trer y Valencia, al este, y hacia Alicante, al sur, propiciara un comercio no slo local, hacia el interior de la villa, sino tambin de intercambio comercial con otras alqueras o localidades de la zona. Aunque restara por confirmar arq ueolgicamente, quiz la muy prxima Plaza del ngel, que en los siglos posteriores concentrara casi toda la actividad comercial de Elda al serle concedido un mercado en 1388, pudiera tener su primer origen al socaire de la creacin de la mezquita aljama de Elda. Pero desde 1243, con la firma del T ratado de Almizra, Elda y el valle medio del Vinalop pasarn a manos castellanas y los musulmanes que en ella habit aban pasan a ser vasallos de los sucesiv os seores cristianos. La Elda que forma parte de Al-Andalus deja su lugar a la Elda cuyo dominio se van disputando los reinos de Castilla y Aragn. Sin embargo, la Elda islmica desaparece slo de f orma aparente: los musulmanes que han decidido permanecer en su tierra, an permaneciendo bajo dominio cristiano (una rara situacin para el islam medieval), los mudjares eldenses, como los petrerenses, sajeos, etc., continan manteniendo de forma pblica su fe islmica y cumpliendo con los preceptos de su religin en lengua rabe. Como se deca al principio de estas pginas, la historia poltica de la Pennsula Ibrica se ocupa de estos musulmanes de despus de la conquista cristiana como parte minorit aria de la historia de los reinos cristianos; sin embargo, ellos, como creyentes musulmanes que viven juntos y cohesionados, siguen formando parte de la historia de los musulmanes. 125Los musulmanes en las tierras de Elda Jarrita isl207mica decorada con s222mbolos isl207micos pintados, pr del casco antiguo (Ar Museo Ar de Elda). E l Valle de Elda, al igual que la mayor parte del territorio peninsular, entr a formar parte del mundo musulmn a partir del siglo VIII. Las primeras noticias documentales q ue tenemos sobre la integracin de nuestras tierras en el entramado poltico-administrativo musulmn aparecen en el denominado pacto de Teodomiro, en el que se detalla el nombre de siete ciudades sobre las que este noble visigodo deba ejercer un control efectivo del territorio. Entre ellas se encuentra la de Iyyu(h ), que ha suscitado un amplio debate desde el punto de vista historiogrfico acerca de su ubicacin. E. A. Llobregat situ la ciudad de Iyyu (h) en El Monastil (Elda) partiendo de la identificacin de este yacimiento con la sede episcopal de Elo. Se entenda que la ciudad nombrada en el Pacto deba encontrarse igualmente en Elda. Sin embargo, los datos arqueolgicos son claros en este sentido: El Monastil en esos momentos distaba mucho de ser el ncleo urbano que haba sido en el siglo VII. Es ms, las fuentes escritas as como los restos arqueolgicos parecen confirmar sin lugar a dudas que la ciudad de Iyyu(h ) se situaba en el yacimiento de El Tolmo de Minateda (Helln, Albacete). El periodo emiral (711-929) El Valle de Elda en los primeros siglos de dominacin islmica (ss. VIII-IX) Los primeros datos arqueolgicos q ue demuestran la presencia de los musulmanes en el Valle de Elda se encuentran en El Monastil, nico asentamiento humano que ha dado una cronologa del siglo VIII en el trmino municipal de Elda. A partir de la segunda mitad del siglo VII el ncleo urbano de El Monastil se haba abandonado progresivamente, de manera que a la llegada de los musulmanes el poblado estara prc- 126HISTORIA DE ELDA Los musulmanes en las tierras de Elda II. ISLAMIZACIN DEL TERRITORIO IRINAAGULLMARCOS JESSPEIDROBLANES Museo Arqueolgico Municipal de Elda Ma Elda con los y 216poca isl207mica. ticamente deshabitado. No obstante, los nuevos pobladores del Valle creyeron ver un al-munastir (lugar sagrado y fortificado) en la antigua Ello/Elo , ya que es muy posible que la baslica estuviera an en pie, as como parte de la muralla. Esto unido a la posibilidad de que la iglesia se hubiera transformado en un monasterium podra explicar el nombre q ue los musulmanes le dieron al enclave. La presencia islmica est atestiguada tanto en la parte alta del cerro como en la llanura prxima. Se ha documentado cermica emiral y almohade asociada a estructuras de poca tardoantigua reaprovechadas en poca islmica. As, han aparecido restos de elementos decorativos de la iglesia paleocristiana reutilizados como material constructivo en algunas viviendas islmicas. En efecto, se ha registrado la presencia de varias fosas de expolio de material constructivo en el edificio de la baslica, datadas en poca emiral. De manera que tal como ha afirmado A. Pov eda, el desmonte de la baslica se produjo ya en poca islmica. En todos los casos se trata de estructuras domsticas, es decir, se ha documentado la presencia de viviendas, no de espacios pblicos. Es por ello que no podemos hablar de El Monastil como de un asentamiento con carcter urbano en poca islmica, sino de un peq ueo ncleo de poblacin rural, que subsistira gracias al cultivo de las tierras circundantes. Por su parte, el registro material cermico posee una gran homogeneidad, situndose en la mayora de los casos en el periodo altomedieval (ss. VIIIX). La cermica emiral est representada por marmitas, orzas e incluso algn fragmento de tannur u hornillo porttil. Para ofrecer un panorama general debemos mencionar que no se ha documentado la presencia de cermica vidriada y que lo ms caracterstico es la cermica de contencin y almacenamiento junto a la de cocina. El hecho de no existir restos de cermica vidriada en dicho yacimiento nos proporciona un dato significativo, ya que sabemos que este tipo de cermica comienza a aparecer a partir de finales del siglo IX y principios del X, pero su generalizacin no se produce hasta finales del siglo X y principios del siglo XI. Esto, junto a la carencia de estructuras aso- ciadas a materiales islmicos nos llevara a interpretar el asentamiento como un ncleo que mantiene un poblamiento continuado hasta el siglo X. El siglo XI, por su parte, sera un momento de abandono del yacimiento, puesto que la presencia de materiales de este momento es residual, habindose documentado nicamente un fragmento de candil de piquera larga y dos fragmentos de jarritas pintadas, una en blanco y la otra en xido de hierro. Este hecho matizara la idea de asent amiento continuado que se ha venido defendiendo hasta la fecha . P or otra parte, en el Valle Medio del Vinalop encontramos a lo largo del siglo VIII, una serie de enclaves que funcionan paralelamente y que present an una serie de rasgos comunes, sealndose por tanto un rea cultural comn a lo largo del Valle. Se trata de los asentamientos de Els Castellarets (Petrer) y El Zambo (Monvar-Novelda). En ambos casos se trata de poblados en altura, que controlan visualmente el Valle Medio del Vinalop, ocupados desde poca tardoantigua, aunque el primero se abandona a finales del siglo VIII, mientras que el otro perdura hasta comienzos del siglo X. La presencia de enclaves en altura responde a un patrn de asentamiento q ue busca por un lado escapar del poder estatal, as como controlar los caminos naturales y las vas de comunicacin. No debemos olvidar que en los tres casos se trata de asentamientos que dominan importantes vas de comunicacin con otras reas externas al Valle del Vinalop. 127Los musulmanes en las tierras de Elda Panor207mica del V donde se asentar222a la huerta isl207mica (Ar Ar Elda). El periodo califal (929-1031) El traslado del poblamiento a la llanura El abandono a comienzos del siglo X de lugares en altura como El Monastil y El Zambo est relacionado con la ocupacin de asentamientos en llano, como es el caso de Puente II, Agualejas, Arco Sempere y La Melva. La ocupacin de la llanura est ntimamente ligada a la nueva situacin poltica que se produce durante el Califato. El Est ado, tras someter una serie de revuelt as, obliga a las poblaciones establecidas en enclaves de altura a asentarse en las zonas llanas, lo que repercute en un mayor desarrollo econmico general. Se trata de un fenmeno bien atestiguado en otros mbitos territoriales, al que no fue ajeno el Valle de Elda. Se formaron dos zonas de poblamiento bien diferenciadas. Por una parte la zona de Puente II y Agualejas, situada en la margen izquierda del Vinalop, y por otra, la que se sita en las laderas de Boln, en la margen derecha del ro, formada por Arco Sempere y La Melva. En todos los casos se trata de asentamientos establecidos cerca del Vinalop, autntico vertebrador del poblamiento. En el caso de Puente II y Arco Sempere, se trata de antiguas villaeromanas y tardoantiguas, que presentan una serie de condiciones ms adecuadas para la actividad agraria, retomando as en poca islmica la misma funcin que haban desarrollado antiguamente. Puente II podra tratarse de una modesta alquera datada entre los siglos X y XV, ya que se ha documentado la presencia de cermicas islmicas y cristianas. En cuanto al material almohade destaca la presencia de cermicas pintadas, esgrafiadas, tinajas con decoracin estampillada y cermicas comunes. La cermica de poca cristiana est representada por cermicas vidriadas, comunes, pintadas... Por su parte, el sector donde se ubican los yacimientos de Arco Sempere, laderas de Boln (Pen de la Ta Gervasia), La Melva y Galera de Jess conf ormara una misma rea cultural, bastante extensa, donde han aparecido cermicas de lujo y un tesorillo numismtico de monedas de plata ( dirhems). Se encuentra situada en una zona con buenas condiciones para la prctica agrcola, as como con una buena ubicacin respecto a los caminos y vas, de manera que se ha interpretado como una almunia o finca residencial rural. La alquera situada en La Melva, a su vez, nicamente ha proporcionado materiales islmicos, destacando las cermicas esgrafiadas y las pintadas, no habindose documentado un poblamiento anterior en la zona. El yacimiento de Galera de Jess, muy cercano a La Melva, a pesar de presentar materiales de esta poca, no parece estar en pleno funcionamiento en este momento, puesto que se trata de materiales residuales en un contexto cermico muy homogneo de poca almohade. En cuanto al hallazgo espordico de un tesorillo numismtico de catorce fragmentos de dirhemsde plata, se ha localizado en el Pen de la Ta Gervasia, en la zona del monte Boln. Dos de ellos corresponden a poca califal, mientras que el resto son de pleno siglo XI. Entre los califales se incluye un ejemplar acuado en Madinat al-Zahra por al-Hakam II en el ao 970-971. La aparicin de este tesorillo numismtico en un lugar aislado no puede relacionarse, en principio, con ningn tipo de asentamiento cercano, si bien podra tratarse de un enclave inmediatamente anterior a Galera de Jess y La Melva. 128HISTORIA DE ELDA Vista de las laderas de Bol227n, con Galer222a de Je s en primer t216rmino (Ar Ar de Elda). Jarrita pr Jes (Ar Ar Elda). Una etapa convulsa. De las t aifas a los almohades El poblamiento de poca taifal en el Valle de Elda La estructura poblacional del Valle de Elda en poca taifal se mantiene bsicamente igual a la que encontrbamos a comienzos del siglo X. El nico asentamiento que prcticamente desaparece en esta etapa es El Monastil, que presenta materiales del siglo XI de forma meramente residual. Por t anto, el patrn de poblamiento a lo largo del siglo XI es el de asentamientos en llano, como los de Arco Sempere, Agualejas, La Melva y Puente II, con las caractersticas que ya presentaban en el periodo califal. La poca almohade (ss. XIIXIII) En el siglo XII entraron en la Pennsula tropas almohades para incorporar al-Andalus a su territorio. Sin embargo, pronto debieron hacer frente al peligro que supona la presencia de los reinos cristianos, que haban iniciado una poltica ofensiva hacia las tierras del sur peninsular. En el caso del Valle del Vinalop, la amenaza ms prxima vena de Castilla, sin poder olvidar, no obstante, al Reino de Aragn, que tambin tena intereses en la zona. Es por ello que el nuevo Estado almohade proyect la construccin de una serie de fortalezas def ensivas que, jalonando el Vinalop, sirvieran de elemento comn de def ensa contra posibles ataques, especialmente desde tierras castellanas. Fue en esta coyuntura cuando se edif icaron castillos como el de la Atalaya en Villena, el de Petrer, el de La Mola en Novelda y el de Elda. La fundacin del castillo y la concentracin del poblamiento Estos acontecimientos influyeron en el patrn de asentamiento del Valle de Elda, ya que desde la fundacin del castillo (finales del siglo XII) hasta el primer tercio del siglo XIII, se observa la continuidad del poblamiento en las zonas rurales que habamos descrito anteriormente. Tanto Agualejas como Puente II, Arco Sempere y La Melva, presentan materiales que marcaran la transicin del siglo XII a inicios del siglo XIII, momento en el que dejan de aparecer materiales en los dos ltimos yacimientos, por lo que podemos decir que desaparece la presencia de estas comunidades. Asimismo, asistimos a la aparicin de materiales de poca almohade en El Monastil, que parece recuperar el poblamiento con bastante intensidad, puesto que el mbito cultural almohade es el mayor representado entre la cermica islmica documentada en el yacimiento. Destaca la presencia de tinajas con decoracin incisa, cermicas pintadas en xido de manganeso, esgrafiadas, y cermica comn tanto de mesa como de cocina. Igualmente, en este momento se documenta la mayor actividad en el 129Los musulmanes en las tierras de Elda Te sorillo f fragmentos de monedas de pla dirhems) pr Pe n de la T222a Ger zona de Bol227n (ss. X-XI) (Ar del Museo Ar Municipal de Elda). Anver dirham de pla (Ar Municipal de Elda). yacimiento de Galera de Jess. Se trata de un refugio subterrneo excavado en el propio terreno, situado muy cerca de la posible alquera de La Melva. La planta del refugio presenta forma de L, con ms de dos metros de profundidad y nueve cubculos destinados may oritariamente a almacenes a los que se accede a travs de un pasillo de entrada al refugio y otro que sirve de distribuidor. Los cubculos se encuentran excavados en la tierra con techumbre abovedada, igualmente excavada. En los pasillos aparecen excavados peq ueos nichos donde se colocaban candiles para iluminar la galera, dado que las propias caractersticas del asenta- miento impedan la entrada de luz solar de forma directa. Teniendo en cuenta todo el conjunto arquitectnico y el material cermico (fundamentalmente cermicas de cocina y en menor proporcin cermicas de mesa), podemos considerar que nos encontramos ante una alquera (La Melva) o zona de asentamiento musulmn que cont ara, a su vez, con un rea de galeras subterrneas. No obstante, tanto en el caso de El Monastil como en el de Galera de Jess, los materiales no van ms all del siglo XIII, de manera que parecen dejar de funcionar ambos asentamientos en este momento. No se ha document ado materiales de poca cristiana, como cermicas vidriadas, pintadas en xido de manganeso (con decoracin propia de poca cristiana), lozas, etc. El abandono de Galera de Jess coincide as cronolgicamente con el documentado en La Melva. El caso de El Monastil supone el abandono definitivo del yacimiento despus de dos milenios de poblamiento ms o menos continuado. Por tanto con el castillo aparece un nuevo elemento vertebrador del territorio, sustituyendo en este papel a El Monastil, que lo haba desarrollado, con interrupciones, a lo largo de esos dos mil aos. El cambio en el patrn de asentamiento del valle ser fundamental para entender el desarrollo urbano posterior de Elda, al menos, hasta el siglo XVI. El castillo, vertebrador del territorio El castillo se convierte en el elemento defensivo por excelencia del valle. Hasta la fecha el nico enclave en el que existan construcciones defensivas de un cierto orden era El Monastil. Esta situacin no es exclusiva de las tierras de Elda, sino que es compartida por el resto del Valle Medio del Vinalop, como en el caso de El Zambo en Monvar-Novelda, o el de Els Castellarets en Petrer. En ambos casos, la construccin de sendos castillos igualmente en poca almohade supone un hito arquitectnico alrededor del cual girar el poblamiento posterior en la zona. Podemos observar la misma situacin con la aparicin del castillo de Elda. Se trata sin duda alguna de la 130HISTORIA DE ELDA Vista del castillo desde el nor donde se a ta del Museo ArMunicipal de Elda). Vista del interior del y subterr207neo de Galer222a de J donde se apasillo que da acceso a los nichos (Ar Ar Elda). mayor construccin defensiva del Valle de Elda desde poca tardoantigua. Asimismo, supone un punto de referencia poblacional para el valle, puesto que en sus faldas se va a concentrar la mayor parte de la poblacin, formando un primitivo ncleo que dar lugar con posterioridad a la villa de Elda.En efecto, en el interior del castillo se encontrara el gobernador de la zona con una guarnicin encargada de custodiar la poblacin de Ellay, al mismo tiempo, servir de elemento coaccionador para el pago de los impuestos, mientras que la poblacin se ira asent ando progresivamente en las faldas de la fortaleza. El castillo como construccin Centrndonos en el castillo de Elda como construccin, debemos decir que fue erigido sobre un pequeo cerro en la margen izquierda del ro Vinalop, dominando visualmente el Valle de Elda. Ha sufrido varias modificaciones en su estructura a lo largo de su dilatada vida, de manera que podemos observar varias fases constructivas dentro del conjunto arquitectnico que representa. La originaria construccin almohade era de muralla continua y planta poligonal, con un total de diez torres o cubos que sobresalan de la lnea de muralla, con el fin de facilitar su defensa. La factura de la muralla y las torres es de tapial, al igual que ocurre en otros castillos del valle. El interior de la fortificacin dest aca por el gran espacio abierto o patio de armas que es el elemento sobre el que se ordenan el resto de construcciones. Entre ellas destaca una cisterna rect angular para la recogida de agua situada en el lado este. sta ltima est construida igualmente en tapial, calicastrado por el exterior, y techada con una bveda de medio can. La capacidad de esta cisterna est estimada en unos 68 m 3de agua (68.000 litros), lo q ue nos lleva a precisar que se trata de un ncleo de poblacin considerable. La aparicin de este tipo de construcciones, tanto de la cisterna como del propio castillo, denota un importante desarrollo tecnolgico que permite acometer obras de tal envergadura. Asimismo supone una novedad en las caractersticas del poblamiento en el valle, ya que no se ha documentado anteriormente en otros yacimientos la presencia de estructuras de almacenamiento de agua, y mucho menos de las dimensiones de la cisterna del castillo. P or tanto, podemos observar la importancia que adquiere el castillo en el contexto del Valle de Elda, tanto desde el punto de vista defensivo como desde el punto de vista arquitectnico. 131Los musulmanes en las tierras de Elda Reconstr en 216poca almohade (ss. XII-XIII) (dibujo de C tra S207ez). Vista de la cisterna de 216poca almohade del interior del castillo estancia de almacenaje tras la conquista cristiana (Ar Museo Ar de Elda). Las posteriores reformas que ha sufrido el castillo han provocado que no se conozcan ms detalles de la fort aleza en poca islmica. nicamente la realizacin de excavaciones arqueolgicas en el interior del recinto puede proporcionar ms datos acerca de esta poca histrica. Entre los materiales recuperados en diferentes excavaciones arqueolgicas llevadas a cabo en las dos ltimas dcadas, destaca la gran cantidad de fragmentos de tinajas estampilladas de poca almohade, con decoracin arq uitectnica, epigrfica y vegetal. Igualmente es relevante la presencia de cermicas pintadas y abundante cermica comn islmica. Recientemente se han realizado excavaciones en el llamado espacio de liza. En ellas se document en la zona prxima a la entrada del castillo, la presencia de una estructura de uso domstico atribuida a poca almohade. Se trata de una obra realizada en tapial, al menos en su parte superior, mientras q ue en el ngulo de los muros se colocan piedras con el fin de que la construccin sea ms slida. En el interior de la vivienda (que no ha podido ser excavada en su totalidad), se ha recuperado abundante material cermico de poca almohade (tinajas con decoracin estampillada, cermicas pintadas, con decoracin incisa, cermica comn de cocina, as como cermica vidriada). Es por ello que podemos afirmar q ue nos encontramos ante la evidencia de una de las primeras viviendas islmicas que se asientan en las faldas del castillo, confirmando as la presencia de estas comunidades en el rea ms cercana a la fortaleza almohade. Es igualmente posible hablar de una ocupacin en momentos posteriores a la conq uista cristiana, puesto que aparecen algunos materiales que denotan la presencia de los nuevos pobladores de la villa, como es el caso de cermica pint ada en xido de manganeso o algunas piezas vidriadas meladas. El primitivo asentamiento islmico alrededor del castillo Son mltiples los hallazgos en el casco antiguo que nos indican la presencia musulmana en la zona a partir de momentos almohades, localizndose en el rea ms prxima a la ladera meridional del castillo. Con la construccin del castillo se observa una tendencia general en los asentamientos del valle a la concentracin del poblamiento en las faldas del mismo. Yacimientos como El Monastil, Arco Sempere, La Melva y Galera de Jess, se abandonan en el trnsito del siglo XII al siglo XIII, es decir, coincidiendo con la ereccin de la fo rtaleza. De este modo, se forma un peq ueo ncleo poblacional alrededor del castillo, que dar origen a la primitiva villa de Ella(Elda). nicamente perduran los yacimientos de Puente II y Agualejas, el primero hasta el siglo XIV, mientras que el segundo se abandona en el siglo XV. Se trata de dos asentamientos muy prximos entre s, que haban mantenido contactos tradicionalmente y que respondan a 132HISTORIA DE ELDA Fragmento de tinaja almohade con r y ar del castillo (s. XII-XIII) (Ar del Museo ArMunicipal de Elda). Ma con los puntos donde han ap os isl207micos. una misma rea cultural, como sucede con la zona de Boln.La arqueologa islmica en el casco antiguo En las ltimas dos dcadas, a raz del desarrollo urbanstico de la ciudad, se vienen realizando actuaciones arq ueolgicas de salvamento en el casco urbano de Elda. Las excavaciones estn destinadas a documentar las estructuras antiguas que puedan hallarse en el subsuelo. De todas las reas en las que se viene actuando destaca, como es lgico, el centro histrico de la ciudad. Como hemos sealado anteriormente, desde un punto de vista estrict amente arqueolgico, el casco urbano as como el castillo de Elda no han proporcionado materiales anteriores a la poca almohade. Los hallazgos de este momento son bastante numerosos. No obstante, en la mayora de los casos se trata de materiales cermicos descontextualizados, siendo abundantes los casos de aparicin de fragmentos de cermicas estampilladas (en su gran mayora pertenecientes a tinajas de grandes dimensiones), as como cermicas con decoracin pintada en xido de manganeso. En una menor proporcin han aparecido fragmentos de cermica islmica esgrafiada. Por su parte, los hallazgos de estructuras asociadas a elementos de cultura material islmica son mucho ms escasos. Entre ellas destaca la existencia de tres viviendas de uso domstico datadas en momentos almohades halladas en la calle Independencia, en la zona situada al suroeste del castillo. Se ha documentado la presencia de un fragmento de pared de tinaja estampillada almohade en el interior de uno de los muros de una vivienda. Asimismo ha aparecido cermica bcroma, pintada en xido de manganeso, y dos grandes contenedores con decoracin de festones. Todos estos materiales han sido datados entre los siglos XII-XIII, esto es, en plena poca almohade. A estas viviendas hay que aadir la presencia de silos vertederos a apenas unos metros de distancia. Entre los materiales que se encontraban en su interior destaca la presencia de tinajas estampilladas, candiles de piquera y pie alto, cermica con decoracin peinada, de cuerda seca parcial, esgrafia- da, pintada con xido de manganeso y cermicas comunes. Asimismo se ha documentado la existencia de varias bases de torno de piedra, as como restos de las ruedas de cermica colocadas en la parte superior de estos tornos, usados para la colocacin de los elementos cermicos en los procesos de elaboracin. De este modo encontramos la presencia de estructuras domsticas relacionadas con el poblamiento a las faldas del castillo, as como estructuras relacionadas con la deposicin de residuos de la misma ciudad islmica. Se ha interpretado que estos silos perteneceran a una zona periurbana. En todo caso, deben ponerse en relacin con las viviendas localizadas en la misma calle Independencia. Por otra parte, se han localizado materiales islmicos entre las calles Andrs Amado y Espoz y Mina, donde han aparecido varios pozos rellenos con una gran cantidad de material cermico, entre el que se ha documentado material almohade (ss. XII-XIII). Destaca la presencia de tinajas con decoracin estampillada de motivos vegetales y zoomorfos (representacin de un cervatillo), as como cermicas vidriadas y candiles de pie alto. En la Plaza de la Constitucin se ha localizado la presencia de otro pozo y de un depsito, probablemente de decantacin, que aparecen en un contexto cermico datado entre los siglos XII-XIV. Entre los materiales islmicos destacan las cermicas con decoracin a cuerda seca, las esgrafiadas, 133Los musulmanes en las tierras de Elda Fragmento de tinaja de 216poca almohade pr antiguo con la r de un c216r solar ubicado entr Andr216s Amado y Espo (ss. XII-XIII) (Ar Ar Elda). las estampilladas, las pintadas en xido de manganeso y las comunes. Se ha interpretado que estos restos podran pertenecer a una casa de campo situada en el extrarradio del primitivo ncleo urbano islmico.En este sentido, entre las calles Gonzalo Sempere y El Huerto ha aparecido una gran cantidad de materiales de poca islmica agrupados en bolsadas de deposicin, lo que ha llevado a interpretarse como un posible vertedero de poca islmica, situado fuera del primitivo ncleo urbano, puesto que se encuentra al noroeste del llamado Port al del ngel. De los materiales recuperados en esta excavacin destaca la presencia de un fragmento de tapadera de tinaja con decoracin epigrfica de poca almohade. Con la aparicin de estos pozos, silos y vertederos podemos observar una primera traza de lo que fue el primitivo ncleo urbano islmico de Elda. T odo parece indicar que el poblamiento se concentrara alrededor del castillo, como ya habamos apuntado. Con los datos con los que contamos actualmente resulta muy difcil establecer los lmites exactos del primer poblamiento a las faldas del castillo. No obstante, s podemos adelantar las zonas periurbanas, esto es, las que quedaran fuera del ncleo de poblacin, que es donde se concentraran los vertederos. En este sentido, las excavaciones llevadas a cabo en la calle Independencia resultan de gran utilidad puesto que nos informan de que en este sector se localizan tanto estructuras de habitacin (tres viviendas), como silos y pozos vertederos. En este mismo sentido, la aparicin de diferentes pozos en la calle Espoz y Mina y la presencia de una posible casa de campo extraurbana en Plaza de la Constitucin dan una idea de cul poda ser el primitivo permetro de la ciudad islmica. En otro orden de cosas, son muy abundantes los casos en los que se ha localizado la presencia de materiales cermicos almohades descontextualizados, sin aparecer asociados a estructuras. Los hallazgos de poca islmica se distribuyen de forma dispersa por el casco antiguo, destacando la zona situada al sur del castillo. En la Plaza Sagrado Corazn se ha documentado la presencia de materiales islmicos descontextualizados. Son fundamentalmente fragmentos de tinajas almohades estampilladas con motivos epigrficos y geomtricos, as como una pieza cermica zoomorfa de tradicin islmica, que representa seguramente a un cervatillo. Podra trat arse de un pequeo contenedor, un bibern o un silbato. Por otra parte, en el solar ubicado entre las calles Juan Vidal y Dos de mayo se recuperaron una serie de materiales situados en un arco cronolgico que podramos definir como de conquista, puesto que se puede observar la presencia de piezas de cronologa cristiana (esto es, de la segunda mitad del siglo XIII en adelante) pero que, morfolgica y tcnicamente, recuerdan a la cermica islmica. El mejor exponente de este tipo de producciones que podramos calificar de cristianas de imit acin islmica lo encontramos en una redoma vidriada en negro, cuya cronologa plantea algunos problemas puesto que se trata de una forma y una tcnica islmica aparecida en un contexto arqueolgico netamente cristiano. La imitacin de tipologas islmicas en poca cristiana es algo muy frecuente sobre todo en los momentos iniciales de la conquista. Especialmente si tenemos en cuenta que la mayora de la poblacin sigue siendo musulmana y, por tanto, conserva sus patrones culturales y estticos. Finalmente, en las calles Nueva, Coln y San Juan Bautista han aparecido materiales islmicos descontextualizados. En todos los casos se trata de materiales de poca almohade. Por tanto, podemos observar que el primitivo ncleo urbano islmico q ue se vea restringido en un primer momento al entorno del castillo, va desarrollndose hacia el sur. No obst ante, no tenemos constancia de estructuras asociadas a estos materiales, lo cual provoca que la informacin q ue poseemos sobre esa rea sea muy parcial. El rea perifrica de poblamiento Los asentamientos que denominamos perifricos son aquellos que se encuentran en la zona ms alejada al castillo. Como mencionamos anteriormente, los yacimientos de la zona de Boln (Arco Sempere, La Melva y 134HISTORIA DE ELDA Fragmento de ta tinaja de 216poca almohade con decoraci227n epig destaca la pr tipos de escritura isl207mica. Pr entr y El Huerto (ss. XII-XIII) (Ar del Museo ArMunicipal de Elda). Redoma de 216poca cristiana que imita una f Pr entr de ma del Museo ArMunicipal de Elda). Galera de Jess) se abandonan a comienzos del siglo XIII, poco despus de la construccin del castillo. En contraposicin, los ncleos que perduran, al menos hasta los siglos XIV-XV son los de Puente II y Agualejas, situados en la zona ms alejada a la fortaleza eldense. Relacionados con la alquera de Puente II se ha documentado la presencia de materiales islmicos en la Av enida de Ronda y donde hoy se ubica el Templo de San Pascual. En ste se ha documentado la presencia de algunos fragmentos de cermica islmica, totalmente descontextualizados. Estos materiales evidencian la frecuentacin del rea, que formara parte de las tierras que explotara la cercana alquera de Puente II. Asimismo, en una zona muy prxima a este yacimiento se ha localizado un camino empedrado, que estara directamente relacionado con la alquera. Por su parte, en la finca Molino de Flix se ha documentado la presencia de varios muros de abancalamiento de poca romana reutilizados en poca islmica, puesto que han aparecido materiales islmicos relacionados con estos muros. Por ltimo, debemos mencionar el abandono que sufre El Monastil a comienzos del siglo XIII. Se ha interpretado como una pequea alquera q ue dependera de un ncleo de may or envergadura. Sin embargo, con los datos que disponemos en la actualidad, no sabemos la relacin que existe entre este asentamiento y el conjunto territorial, ya que las propias caractersticas del yacimiento y la descontextualizacin de los materiales impiden ofrecer una aproximacin a la realidad de este enclave en poca medieval. En cualquier caso no se prolongara ms all de finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, momento en el que se documenta el traslado de sus habit antes a lo que A. Poveda llama ncleo protourbano de Elda, al igual que sucede con el resto de asentamientos. Morfologa de la primitiva ciudad islmica de Elda Observando el urbanismo del casco antiguo de la ciudad de Elda es posible rastrear algunas de las caractersticas del asentamiento urbano islmico situado a las faldas del castillo. Se trata de un urbanismo sinuoso, con recodos y callejuelas estrechas y con pequeas plazuelas que responde al tpico trazado urbano islmico, que todava hoy se puede apreciar en algunas zonas del casco antiguo de la ciudad. La distribucin de los hallazgos permite identificar el primitivo asent amiento islmico en la zona situada al sur del castillo. Uno de los elementos caractersticos de toda comunidad musulmana es la presencia de una serie de enclaves con una marcada funcin pblica. El punto neurlgico sera la mezquita, considerada el espacio ms importante de la trama urbana, tanto por su carcter religioso como docente y por su contribucin a la cohesin social de la comunidad. En torno a la mezquita se agrupan una serie de construcciones, tanto de carcter administrativo como de orden pblico, que constituyen las seas de identidad de cualquier ncleo urbano musulmn. Es el caso de los hamman (baos pblicos) o los zocos(mercados). Para elaborar la reconstruccin terica de la trama urbana de la ciudad islmica de Elda contamos con algunas noticias que nos proporcionan los textos de J. Montesinos y L. Amat. En ellos se menciona la existencia de una mezq uita, sita en la antigua ermita de San Antn, a la que se le denomina mezquita vella. La ubicacin de dicho centro religioso en la zona al suroeste del castillo supone un nuevo hito urbanstico que, junto a la fortaleza almohade, vertebrar el desarrollo posterior del primitivo ncleo urbano. Con la presencia de la mezquita, se compartir el protagonismo exclusivo en la ordenacin del territorio que haba desempeado hasta el momento el castillo. Hasta tal punto esto es as que cuando surge la necesidad de la creacin de una nueva mezquita, el centro ordenador del urbanismo se desplaza hacia otro eje direccional, esto es, la zona sureste del castillo. El nuevo centro religioso, de mayo res dimensiones que el anterior, se ha identificado con la llamada mezq uita aljama, el principal espacio de culto de cualquier comunidad musulmana. 135Los musulmanes en las tierras de Elda Tinaja de 216poca almohade con decoraci227n ar escritura pr Melva (ss. XII-XIII) (Ar Museo Ar de Elda). La informacin disponible sobre la mezquita aljama eldense es muy parcial. Slo contamos con algunos datos, como su planta de tendencia rect angular, su buena orientacin hacia La Meca y la disposicin de agua corriente, que resulta imprescindible para cumplir con uno de los preceptos del Islam que estipula las abluciones rituales previas a la oracin. Respecto al momento fundacional de la mezquit a, no existen fuentes escritas que ayuden a precisar la fecha de construccin del edificio. No obstante, todo parece indicar que el espacio religioso musulmn se debi levantar en torno a comienzos del siglo XV, coincidiendo con la proteccin religiosa que los seores de Elda (la reina Violante primero y los condes de Cocentaina a continuacin) confieren a sus sbditos. La construccin de una mezquita de mayores dimensiones se relaciona con un incremento de los fieles, ocasionado por un posible aumento de la poblacin tras una etapa marcada por un fuerte descenso poblacional. ste es originado por el ciclo epidmico (peste) y blico (Guerra de los dos Pedros) que caracteriza el siglo XIV en nuestras tierras. Arqueolgicamente, en el caso de Elda, resulta muy complicado documentar un aumento poblacional, puesto que los restos de poca islmica suelen aparecer muy fragmentados o descontextualizados. As las cosas, en estos momentos no estamos en disposicin de afirmar con total seguridad que la causa de la construccin de la mezquita aljama sea un aumento poblacional. Con posterioridad, ya en el siglo XVI, por orden real de Carlos I, se trans- f orman todas las mezquitas aljamas de los reinos peninsulares en iglesias catlicas. ste ser el momento en el que la mezquita aljama de Elda ser transf ormada en iglesia cristiana. Tradicionalmente, por una confusin en la interpretacin de las fuentes escritas, se haba considerado que el templo estuvo en un primer momento bajo la adv ocacin de Santa Catalina Mrtir, pasando ms tarde a estar dedicado a Santa Ana. No obstante, todo parece indicar que la antigua mezquita mayor de Elda se convirti en iglesia cristiana posiblemente sin un nombre concreto, pero a partir de 1532 aparece ya bajo la proteccin de Santa Ana. Otro de los elementos caractersticos del urbanismo islmico es la presencia de baos pblicos, denominados hamman . Estos no deben ser interpret ados slo como un elemento higinico, sino tambin como lugar de reunin de la comunidad. Arqueolgicamente estos baos no han sido documentados en el casco urbano de Elda. Sin embargo, se intuye su presencia a travs del anlisis del topnimo Alfaguara. En rabe al-fawwara significa manantial, lo cual hace referencia a la existencia de un curso de agua subterrneo cercano. Si relacionamos este trmino con la partida de Alfaguara situada en la margen derecha del ro Vinalop, podramos situar en esta zona los baos pblicos de la comunidad musulmana. Hiptesis que toma fuerza si tenemos en cuenta que, hasta mediados del siglo XX est documentada la existencia de unos baos pblicos en dicha rea. Por otro lado tambin contamos con noticias de la existencia de una necrpolis musulmana. sta se puede relacionar con el llamado fosar de fuera como se denomina en el libro de defunciones de la iglesia de Santa Ana, situado en la periferia del primitivo ncleo urbano islmico (entre las calles Lamberto Amat, Tropas Gallegas y Gabriel Mir). La zona que se extiende entre esta necrpolis y el ro se denomina El Melic, que en rabe significa ngel, esto es, el ngel de la muerte en el Corn, que recibe a los difuntos y les hace una serie de preguntas que el difunto debe responder correctamente para entrar en el paraso. Segn A. Poveda debera existir una necrpolis anterior, igualmente 136HISTORIA DE ELDA Pileta para las a rituales pr pr XIII) (Ar Ar Elda). situada al oeste del ncleo urbano. El autor cree que podra ubicarse en torno a la calle Independencia, prxima al Portal del ngel. Se tiene constancia de que en esta zona aparecieron una serie de enterramientos que, morfolgica y tipolgicamente se pueden adscibir a la cultura islmica. Se trata de enterramientos individuales, dispuestos en decbito lateral y orientados en sentido este-oeste. Esta necrpolis sera de menores dimensiones que la situada en El Melic y fue absorbida por el posterior desarrollo de la ciudad, tal como se ha documentado arqueolgicamente, con la aparicin de tres viviendas de poca almohade en la misma calle Independencia, como hemos comentado anteriormente. El fin del reino de Murcia y la conquista castellana El reino musulmn de Murcia, del q ue formaba parte el Valle de Elda, sufra continuamente presiones por parte del Reino de Castilla para conseguir q ue continuaran tributando y quedara reconocida de esta manera la autoridad del rey castellano. Las presiones castellanas pretendan asegurar un rea de inf luencia territorial en el sureste peninsular. El punto culminante de esta situacin se concret con la firma de los pactos de T orrellas (1304) y de Elche (1305) por los que el Reino de Murcia pasaba a manos del rey de Castilla. Este cambio de titularidad del poder se dej sentir al poco tiempo en la organizacin poltico-administrativa del Valle de Elda. Prueba de ello es la sustitucin de la guarnicin encargada de custodiar el castillo, cuya misin principal era proteger a la comunidad all asentada, as como de cobrar los tributos. De este modo, el castillo pas a ser definitivamente ocupado por un poder cristiano, quedando los musulmanes ubicados exclusivamente en torno a la fortaleza. A pesar de la nueva dominacin cristiana, la poblacin de Elda sigui siendo mayoritariamente musulmana, t anto desde el punto de vista religioso como cultural. Esa es la razn por la que la cultura material de poca cristiana q ue ha documentado la arqueologa urbana en Elda es muy similar a la lo- calizada en niveles plenamente islmicos (almohades), puesto que la poblacin y sus costumbres no se vieron alteradas, en un primer momento, por la presencia de los nuevos conquistadores. Conclusiones finales T ras el anlisis de la evolucin del poblamiento islmico en Elda, podemos observar la escasez de estructuras materiales pertenecientes a dicha cultura. No obstante, debemos sealar que la conservacin de los restos de poca islmica se ha visto condicionada por el desarrollo urbanstico de la actual ciudad de Elda. La continua remocin del terreno para la edificacin de viviendas as como la construccin de stanos desde finales del siglo XIX en el casco antiguo ha provocado que no se hayan conservado las estructuras islmicas, precisamente en el rea donde se concentra la mayor cantidad de ellas. Sin embargo, tal como hemos comentado a lo largo de este captulo, la presencia islmica en el Valle de Elda fue bastante importante, localizndose un buen nmero de asentamientos, que fueron evolucionando a lo largo de los siglos, hasta prcticamente desaparecer con la construccin del castillo. As, a pesar de la aparente pobreza de los vestigios con respecto a otros periodos histricos (ibrico, romano o incluso medieval cristiano), debemos sealar la importancia de la presencia islmica en nuestras tierras, manifiesta t anto en la toponimia de ciertos enclaves eldenses como en el urbanismo de la Elda medieval y moderna y en la pervivencia de ciertas tradiciones culturales. 137Los musulmanes en las tierras de Elda Cer207mica de ver de 216poca cristiana, que imita la cer207mica isl207mica. Pr casco antiguo (ss. XIII-XIV) (Ar Municipal de Elda). L os sucesos acaecidos en los aos centrales del siglo XIII constituyen posiblemente, al menos desde el observatorio de nuestro presente, el perodo de cambio ms importante q ue ha experimentado el valle medio del ro Vinalop en su desarrollo histrico. Hablamos de un cambio poltico, social, econmico, religioso y cultural ciert amente traumtico en cuanto radical, por inmediato, que arranca del dominio musulmn peninsular un territorio, el reino de Murcia, para integrarlo en un nuevo orden, feudal, y en un nuevo espacio poltico y social, en Europa. Ahora bien, un cambio de tal naturaleza no supuso la aniquilacin inmediata de los elementos sustanciales de un desarrollo histrico enraizado cinco siglos. Su desaparicin fue lenta, gradual segn la cualidad de los factores, y en algn caso, afortunadamente para nosotros, la pervivencia de los mismos nos habla de la trascendencia que la sociedad antigua, la islmica, tuvo en el desarrollo de la nueva, absorbiendo sta todo aquello que de til reciba y trasmitindolo a la siguiente para que llegase hasta el presente. Y as, si la conquista cristiana aniq uil de raz un proyecto poltico islmico, la pervivencia durante algunos siglos ms de una numerosa poblacin musulmana hizo que, al menos durante toda la Edad Media, las estructuras sociales andaluses permaneciesen con no demasiadas alteraciones, as como la religin y las formas de vida, y en algn caso estos ltimos elementos aglutinadores pervivieran ocultos hasta la definitiva expulsin de los moriscos a principios del siglo XVII. Pero, como antes apuntaba, la historia del islam en el medio Vinalop no se cierra con el embarque del ltimo de nuestros antepasados de origen islmico en el puerto de Alicante rumbo al exilio, pues aunque llevaron consigo sus pertenencias, dejaron como legado topnimos, una infraestructura hidrulica que soport buena parte de la economa local, un espacio agrario ordenado y un entramado urbano que todava pervive, as como aspectos de vida cotidiana y costumbres que nos identifican como sus herederos. Y es que, como dice Juaristi Todo choque prolongado de civilizaciones acaba por engendrar una cierta transversalidad de las culturas. Los tres captulos de Elda medieval que componen la obra son claro exponente de esa transversalidad. La conquista castellana y la ordenacin del territorio Per tenecan estas tierras en las primeras dcadas del siglo XIII al reino taifa hudita de Murcia, reino de trayectoria proabbas que inici su decadencia hacia 1230. A partir de esa fecha, granadinos y castellanos comenzaron fuertemente a presionar sobre sus fronteras. Si bien, y a pesar de que la Corona de Aragn, que acababa de conquistar el reino de Valencia, se asomaba por el norte tambin con cierto nimo expansionista, el peligro mayor lo supona Castilla. Los castellanos, a travs de la Orden Militar de Santiago, de tiempo atrs haban ido tomando posiciones en la frontera occidental en tierras de la actual provincia de Jan, intentando de esta forma aislar al reino murciano. Las campaas militares de 1241 y 1242 ordenadas por F ernando III consiguieron el objetivo 139 Elda medieval EL DOMINIO CRISTIANO JOSVICENTECABEZUELOPLIEGO* U niversidad de Alicante 8 de aislar Murcia de Granada y socavar las defensas huditas en la Mancha oriental. Es por ello que Ibn Hud, su rey, sabindose perdido no slo militarmente sino tambin por la fuerte contestacin interior que haba provocado una fragmentacin territorial desde Alicante hasta Lorca al no reconocer algunas poblaciones la autoridad del emir, decidi ofertar una rendicin, a todas luces vent ajosa para l y su familia, a Castilla, antes que una lucha abierta en la que no tena ninguna posibilidad de victoria. El resultado fue el pacto de Alcaraz, firmado en abril de 1243 por Ahmed, hijo de Ibn Hud, y el infante Alfonso del lado castellano. Tratado en el que las autoridades murcianas aceptaban el vasallaje a Castilla y convertan su territorio en un Protectorado castellano. En trminos generales, el acuerdo se reduca a la entrega de la mitad de las rentas pblicas del reino quedando la otra mitad para Ibn Hud y para los arraeces aliados; la tenencia de las principales fortalezas en manos castellanas; el cese de toda accin en poltica exterior; la obligacin de auxilio con contingentes armados en la guerra y el pago de tributos en la paz. Por su parte, los seores musulmanes firmantes vean asegurada su permanencia al frente de sus respectivas jurisdicciones, q uedaban igualmente protegidos contra cualquier accin interior o exterior; mientras que el resto de la poblacin vera respetada su religin, propiedades, gobierno y costumbres. As pues, por este tratado se abrieron para los castellanos y fundamentalmente para los caballeros santiaguistas las puertas del reino de Murcia. Una vez firmado el pacto de Alcaraz, el infante Alfonso de Castilla, futuro Alf onso X, se dirigi con sus huestes hacia el reino de Murcia con intencin de asent arse en l. Sin embargo, su ocupacin no debi ser fcil. Y no lo debi ser por un simple hecho, y es que muchos de los musulmanes no firmantes del trat ado se negaron a aceptarlo, e incluso algunos de los que lo haban firmado a ltima hora se echaron atrs. Con lo q ue el infante de Castilla se vio obligado a recurrir a las armas para hacer respetar el pacto. As lo recoge la Crnica General al sealar cmo los castellanos iniciaron sus primeras campaas contra los insurrectos a mediados de 1243: Mas dexamos agora el infante don Alfonso andar por el reyno de Murcia basteiendo fortalezas et asesegando esos moros que se le dieran, et corriendo et apremiendo estos otros logares rebeldes q ue se le non querien dar. En esta primera campaa las intenciones de don Alfonso eran las de ocupar la mayor extensin territorial posible e intentar controlar los puntos ms estratgicos, aqullos que sin lucha o con la simple presencia armada castellana se entregaban sin oponer demasiada resistencia. Lo cierto es que la escasez de tropas en ese tiempo impidi al infante atacar las principales fortalezas del reino, caso de Alicante, Orihuela, Lorca, Cartagena, Aledo o Ricote, habiendo de esperar ms contingentes para emprender una ofensiva con ciertas ga- 140HISTORIA DE ELDA Ma MurHistoria de Alicante, III, 1985. rantas de xito. Estas plazas que mencionamos como rebeldes hubieron de ser tomadas por la espada, necesitando Castilla de varios aos para conseguirlo.La primera mencin que de Elda tenemos tras las vistas de Alcaraz es justo del ao siguiente, pues con fecha de 15 de abril de 1244 el infante Alfonso, ocupado como hemos visto en la pacificacin del territorio murciano, haca donacin a el Guillermo el Alemn et a todos quantos del uinieren el castillo de Ella con su villa por heredat, con montes et con fuentes et con pastos, con entradas et con sallidas et con todos sus terminos et con todas sus pert enencias, assi como las auie Ella en tiempo de moros. Et dogelo desta guisa: que lo aya el et sos fijos et sos nietos et todos quantos del uinieren pora siempre iamas, pora uender et camiar et pora empennar et pora fazer dello como lo de so , con la obligacin por parte del beneficiario de hacer pleito homenaje al rey y colaborar con l en actividades militares. Este documento, tal y como seal en su da A. Navarro, es importante por cuanto nos refiere quin fue el primer seor de la localidad; por refutar asimismo lo expuesto por Abad Navarro en el sentido de que la primera seora cristiana viniese de la mano del infante Manuel aunque luego lo fuese. Pero a mi modo de ver lo es fundamentalmente porque apunta a que Elda fue una de la poblaciones que acataron los tratos de Alcaraz reconociendo el vasallaje a Castilla, pues no es slo que su nombre no aparezca en ningn documento que mencione a las villas rebeldes, sino tambin que sea la fecha de la donacin a Guillermo el Alemn, el mes de abril, la misma en la que el infante Alfonso iniciase su campaa militar sobre las plazas dscolas a la autoridad castellana, caso de Mula y Lorca, y que tal donacin en tal tiempo respondiese a la presencia fsica en el reino de Murcia del luego rey Sabio. La presencia de este personaje, de nombre Guillermo, y a lo que parece extranjero por lo que se deriva del apelativo el Alemn al frente de la villa y castillo de Elda est en relacin con la poltica iniciada por el infante Alfonso tras Alcaraz de control de todas las plazas fuertes del reino de Murcia para garan- tizar la defensa del territorio conquistado. Si bien, para esa tarea tan importante era asegurar que la fortaleza estuviese en manos cristianas como que el tenente de la misma fuese una personade fidelidad y capacidad pro-badas. Este sistema de te-nencia de castillos de re-alengo, ejercido por in-dividuos de ms omenos relieve peroq ue en todos los casos tenan la condicin de vasallos reales, es el que eleva a nuestro personaje, un hombre de armas por seruicio que don Guillem el Aleman me fizo et me far dice el infante Alfonso, al dominio de Elda. Pero la presencia de Guillermo el Alemn al frente del castillo y villa de Elda fue efmera, pues a los pocos meses, concretamente el 20 de enero del ao siguiente, 1245, la Orden de Santiago conveniaba con los herederos del caballero el paso de ese castillo a la milicia santiaguista, cedido a ella por Guillermo por su alma tras tomar esos hbitos. En esa carta los beneficiarios, Pelay Prez Correa, maestre de la Orden, y P edro Prez, comendador de Segura, tras recibir la plaza de don Arnalt el Aleman et de su fiio Enrrique , haban de entregar a stos tres mil maraveds alfonsinos, cuatro caballos y cinco mulas por guisamiento deste Enrrique de que ouiesse con que se guisar pora ir a so tierra lo que nos ratifica la extranjera del linaje de Guillermo, as como trescientos cuatro maraveds y 141Elda medieval. El dominio cristiano Signo r AlfHistoria de Alicante , III, 1985. Imagen del castillo de Elda desde el Este (Ar Ar Elda). medio por el cereal y vino que quedaba en la fortaleza, una mula y un rocn. El seoro del infante Manuel Tras poco ms de una dcada en poder de la Orden de Santiago estas tierras pasaron a formar parte del vasto seoro que el rey Sabio concedi por todo el Vinalop a su hermano, el infante Manuel, dominio que alcanzaba desde Yecla y Villena hasta el puerto de Elche Santa Pola actual. No conocemos con exactitud la fecha en que la villa y castillo de Elda pasan a poder del infante castellano, pero s que no fue en 1262, como algn historiador ha credo de f orma errnea al entender que esa data, en la que don Manuel recibe de su hermano el adelantamiento del reino de Murcia, tal y como apunta A. Ballesteros, es la que marca tambin el origen del seoro manuelino en el Vinalop. Nunca ms lejos de la realidad. Habra, desde luego, que retrotraer el momento a mediados de la dcada anterior, pues el 14 de abril de 1257 Alfonso el Sabio conceda a los caballeros de la Orden de Santiago los lugares de Aledo y Totana con todos sus trminos y rentas a cambio de Elda, que otorgaba a su hermano Manuel, y Callosa y Catral que quedaban para l. La mencin a Elda es clara: Et estos lugares sobredichos les do por camio de Ella que di al inffante don Manuel mio hermano . La cuestin es cundo entreg esa plaza al infante. Todo parece indicar que poco antes. De la lectura de la biografa que A. Ballesteros hace del rey Sabio se desprende que en 1256, un momento de tensin en la frontera sur valenciana por las correras de Al-Azraq que haba crispado las relaciones entre Jaime I y el rey de Castilla por la complicidad de Alf onso X con el caudillo musulmn rebelde, don Manuel ya seoreaba los dominios del Vinalop Elda y Villena dice el bigrafo del rey y desde esos dominios en la raya misma con el reino de Valencia mantena una constante relacin, aunque secreta, con Al-Azraq. Esta misma idea es defendida por el cronista Zurita, quien para ese mismo ao refiere: Persever mucho Alazdrach en su rebelin y traa sus plticas secretamente con el infante Manuel hermano del rey de Castilla que era seor de Villana . Lo cierto es que el ao 1256 es trascendente para estas tierras por cuanto fue ese verano cuando contrajo nupcias el citado infante de Castilla, Manuel, con una hija de Jaime I, Const anza, hermana de la que era su cuada, Violante. Matrimonio que se haba ideado como punto de acercamiento en unas relaciones entre Castilla y la Corona de Aragn tensas desde haca tiempo. Puestos a imaginar, si don Manuel haba de constituir el puente entre ambas Coronas, como en su tiempo lo haba sido el propio rey castellano, de infante, contrayendo matrimonio con una hija del Conqueridor , cabe pensar en la posibilidad de que Alfonso X le ofreciese entonces el seoro del Vinalop en cuanto frontera directa con el reino de Valencia. La f echa de 1256 tiene sentido. Entre 1264 y 1266 se produjo en todas las tierras del antiguo reino de Murcia la rebelin de la mayor parte de sus pobladores musulmanes contra el dominio castellano. Las razones de este gran levantamiento, como bien explic el malogrado M. Rodrguez, estuvieron en relacin directa con la poltica coercitiva hacia la comunidad islmica emprendida por el poder cristiano tras la subida al trono de Alfonso X y que supona un claro incumplimiento del Tratado de Alcaraz. La concesin de importantes dominios a grandes seores castellanos, entre ellos el infante Manuel, y al tiempo un progresivo fortalecimiento del realengo en cuanto a crecimiento de ciert as poblaciones del reino engullendo en su alfoz comunidades campesinas hasta ese momento independientes, prov oc un serio empeoramiento en las condiciones de vida de la poblacin autc- 142HISTORIA DE ELDA Imagen del castillo con la zona exca situaSanta Mar222a (ArAr Elda). tona. Este malestar fue aprovechado por un grupo de presin islmico, ajeno a las autoridades regncolas que se haban sometido a Castilla aos antes, para encender la mecha de la agitacin.La revuelta se inici de manera unsona en todo el reino murciano en la primavera de 1264. La situacin era muy difcil, pues al xito del levantamiento en s, magnificado por la importancia numrica de la poblacin rebelde, se una el hecho de que Andaluca conociera de idntica situacin y de que las tropas castellanas decidieran actuar inicialmente en las tierras de la Btica. La simultaneidad del levantamiento musulmn oblig a Alfonso X a pedir auxilio a su suegro, el rey de Aragn. ste no dud en ayudarlo y con un importante ejrcito descendi hasta las tierras murcianas para sofocar la revuelta. Previo a la presencia de Jaime I en los dominios de su yerno, su hijo el infante Pedro realiz una serie de incursiones en la primavera de 1265 para calibrar la resistencia musulmana. Ramon Muntaner, el cronista que nos narra el hecho, apunta que el infante aragons tall e afog tota la horta dAlacant, e Nompot e Agost; e puis tall Elx e la Vall dElA.la e de Noetla, Villena e Asp, Petrer, Crivilln, Cretal, Favanella, Callosa, Guardamar, Oriola, e an entr sus al castell de Montagut, qui s en la horta de Mrcia, e ell en aquell lloc tall e afog . No obstante estas escaramuzas, la ve rdadera ayuda del rey de Aragn se produjo en noviembre de ese ao cuando, solventadas no pocas controversias de orden interno relativas a esa colaboracin, Jaime I alcanz la frontera de Biar al frente de un ejrcito notable al que se haban unido contingentes castellanos. Antes de alcanzar la primera poblacin murciana, Villena, don Jaime dispuso un plan de actuacin que tenda a la obtencin de las plazas rebeldes a travs de medios pacficos, es decir de capitulaciones, antes de emplear la fuerza militar, aunque para conseguir lo primero se hubiese de amenazar con lo segundo. En la victoria ms luce la clemencia que el castigo dir Zurita siglos despus, alabando la estrategia del rey de Aragn. Y as los rebeldes de Villena, al requerimiento de Jaime I se apresuraron a presentarse ante l y hacerle partcipe de sus quejas, que mucho tenan que ver con el dominio que su seor, el infante Manuel, ejerca sobre ellos. Tras asegurarles su situacin anterior, en cuanto mantenimiento de religin, costumbres, derechos y propiedades, as como el perdn de su yerno don Manuel, los musulmanes villenenses prometieron someterse de nuevo a su seor. De Villena la tropa del rey de Aragn pas a Elda, donde los musulmanes ya haban iniciado contactos con la seora para rendirse. O al revs, solicitando su rendicin, pues sabemos que hacia el 20 de diciembre el rey Jaime enviaba un mensaje a los eldenses a travs de un trujumn llamado La Ejea con el fin de pactar su sometimiento. Acampado el ejrcito en las cercanas de la poblacin, aseguraron los moros que la entregaran dir Zurita temerosos de ver arrasados sus campos y asaltada la villa. As de explcita es la Crnica del rey Jaime: E moguem daqu se refiere a Villena e anam a Ella, e no albergam dins la vila, per o quant los sarrans encara no seren ben renduts a don Manuel, de qui eren. E enviaren-nos a pregar que hom no els tals ne els fas mal, e que ells farien a nostra voluntat. E vengren a ns que els dssem porters e hmens q ue els guardassen llur horta, e que no els f as hom mal, e faem-ho. La cercana Petrer sera el siguiente paso. A la solicitud de rendicin por parte de Jaime I los petrerenses contrapusieron ms altas reivindicaciones, haciendo llegar hasta el rey de Aragn tres negociadores designados por la poblacin rebelde, dos viejos de la comunidad musulmana y un judo, que expusieron ante el rey Conquistador las razones de la sublevacin, no siendo otras que el incumplimiento por parte de la seora, en- 143Elda medieval. El dominio cristiano Imagen de uno de los enterramientos de la necr227polis cristiana del castillo (Ar Museo Ar de Elda). carnada en Jofre de Loaysa, de los pactos habidos con ellos. Los emisarios pretendieron entregar la villa a Jaime I, pero el rey no acept, aunque les asegur que seran observados sus acuerdos con el dominus locisi rendan la plaza. Conf iados en su palabra refiere Torre Fontes entregaron el castillo a los representantes de don Jofr que iban en la hueste del rey de Aragn. El Llibre dels feits nos apunta cmo Jaime I, en el auxilio a su yerno, cruz de Villena a Alicante por Elda y Monforte y de all hasta Elche, Orihuela y el resto de tierras murcianas, sometiendo, bien por capitulacin bien por cerco, todo el territorio. Una vez conquistado el reino rebelde por los caballeros catalanes de Jai- me I, y repoblado en parte por ellos, el rey de Aragn entreg sus conquistas a Castilla, con lo que el infante Manuel volvi a recobrar todos sus dominios. Esto suceda en 1266. La recuperacin por parte de Castilla de un reino de Murcia conq uistado y repoblado por aragoneses tras la revuelta, provoc importantes cambios de todo orden; demogrficos, pues a la marcha de algunos contingentes musulmanes se unieron nuevas repoblaciones castellanas que venan a paliar la escasez de elementos cristianos as como a compensar la presencia, por o tro lado no demasiado importante, de catalanoaragoneses; socioeconmicos, con una modificacin drstica de la estructura del poblamiento que condujo a la despoblacin y ulterior abandono de aldeas y centros comarcales y la concentracin de la poblacin en las villas muradas, as como una reordenacin de la red de comunicaciones, originando un aislamiento del territorio murciano en sus frentes Norte, con Valencia, y Sur, con Granada; y finalmente, y producto de la implantacin de la hegemona feudal, un cambio cultural producido por el establecimiento de una estructura eclesistica y una poltica evangelizadora. La falta de fuentes documentales y cronsticas nos impiden conocer el alcance de tales cambios en las tierras del Vinalop, aunque no debemos dudar de los mismos, pues como veremos al tratar de los aspectos socioeconmicos ser tras la revuelta de 1264 cuando se puedan vislumbrar algunos de estos matices relacionados con una mayor presencia de poblacin cristiana, tanto en Elche, cabeza de distrito, como en Elda, aunque en esta ltima poblacin la inmensa may ora de sus vecinos segua dirigiendo sus oraciones hacia La Meca. El infante Manuel mantuvo el seoro hasta su muerte, ocurrida en 1284. En su testamento legaba las rentas de los lugares de Elda y Novelda a su hija Violante Manuel, aunque la jurisdiccin de los mismos quedaba en poder de su hermano Juan Manuel centralizada en Elche. Si bien, debido a la minora de edad de ste a la muerte de su padre contaba dieciocho meses, tambin hijo del difunto y heredero de todo su seoro, los regent la viuda, Beatriz de Saboya, segunda esposa del hermano de Alfonso X y madre del heredero. Tras el bito de doa Beatriz, acaecido en 1290, Violante Manuel se hizo cargo de su parte de 144HISTORIA DE ELDA Fr Arag227n en el sur Historia de Alicante, III, 1985.Ma Pacto de T Estal). la herencia y pas a percibir la renta del Valle Medio del Vinalop. Poco tiempo tuvo para poder disfrutarla en paz, puesto que en 1296 estas tierras de conquista cristiano-castellanas quedaron, tras una guerra relmpago, anexionadas por Jaime II a la Corona de Aragn. La incorporacin de las tierras del Vinalop a la Corona de Aragn Como seala M T. Ferrer, a pesar de que Jaime I reconquist el reino de Murcia para Castilla tras la revuelta mudjar de 1264, sus sucesores se esforzaron por corregir esa decisin y recuperar el reino. Este nimo expansionista y hegemnico sobre las tierras murcianas fue el que llev a Jaime II de Aragn a incorporarlas a la soberana de la Corona catalano-aragonesa. Para ello el rey Just, como la historiografa ha bautizado a Jaime II, hubo de abandonar definitivamente el proyecto ideado por su padre, P edro III el Grande, de dominar poltica y econmicamente el Mediterrneo centro-occidental que le haba llevado a una guerra con Francia y al entredicho del Papado. Certificada la paz con el capeto, reconocido por Roma como paladn de la Cristiandad Bonifacio VIII le concedi el ttulo de vexillarius, capitaneus et admiratus generalis Ecclesiae , el rey de Aragn proyect una poltica ms posibilista q ue alcanzaba a modificar la frontera pactada por su abuelo Jaime I con el infante Alfonso de Castilla en Almizra, para llevarla hasta el ro Almanzora, en la actual provincia de Almera, recuperando as el espacio murciano que en el primero de los tratados de frontera habidos entre las dos potencias, el de Tudilln de 1151, quedaba dentro del espacio de inf luencia y dominio de la Corona de Aragn. La conquista aragonesa del reino de Murcia. 1296-1304. V arias fueron las razones, o los motivos si se quiere, que indujeron al rey de Aragn a conquistar las tierras que su abuelo tan generosamente entreg a Alfonso de Castilla. Encontramos rupturas de alianzas, rupturas matrimoniales, falta de descendencia de legtimo matrimonio, intrigas nobiliarias y un largo etctera de causas. Si bien, la ms fundada de ellas quiz fuere la guerra civil que se inici en los ltimos das de vida del rey Sabio motivada por la lucha de dos facciones por la conquista del trono castellano y la donacin por tres v eces de una de las facciones la de los infantes de la Cerda al rey Jaime de Aragn de las tierras del reino de Murcia a cambio de su apoyo militar para hacerse con la corona. No encontr el rey de Aragn mejor excusa para lograr algo q ue catalano-aragoneses soaban como suyo. De tal modo fue as que en la primavera de 1296 entr con sus tropas en territorio castellano-murciano, despus de haber creado un clima de opinin fav orable a sus intereses a travs de emisarios, y en muy poco tiempo logr someter toda la regin, salvo bastiones castellanos, caso de Lorca y Mula, que s le resistiran. Centrndonos en los sucesos del Vinalop, en los momentos iniciales de la conquista, 28 de abril de 1296, el rey Jaime comunicaba por carta al infante Alf onso, hermano de Dins, rey de Portugal, y esposo de la infanta Violante Manuel, seora de Elda y Novelda, que tras haber recibido el reino de Murcia del rey de Castilla evidentemente se trata de un eufemismo, entendiendo como tal a Alfonso de la Cerda y disponindose a tomar posesin del mismo, haba de reconocerlo como legtimo soberano en virtud de esos dos lugares que le pertenecan en concepto de dote. En principio, al igual que su cuado don Juan Manuel, seor de Elche, el infante portugus fue reacio a reconocer a los aragoneses como nuevos seores, si bien, no tuvo ms remedio que hacerlo a los pocos meses si, como seala Muntaner, vio peligrar sus dominios E dins aquell temps q ue el setge se tenia (Elche), hac tota la Vall dE- 145Elda medieval. El dominio cristiano Fragmento de enlucido de una de las estancias del castillo con un g del Museo Ar Municipal de Elda). tla e de Noetla, e Nampot, Asp, Petrer, la Mola. A primeros de junio Jaime II conceda guiaje a los musulmanes de Elda y Novelda durante el tiempo acordado con sus seores, Violante Manuel y Alf onso, para que le reconociesen como rey de Murcia. El 27 de julio los procuradores de don Juan Manuel se presentaron ante el rey y se acord que, como aqul todava no tena edad suficiente para pronunciarse en uno u otro sentido en cuanto al reconocimiento al monarca aragons hasta que no contase con veintin aos an le restaban siete, su seoro pasara a la soberana de la Corona de Aragn en t anto don Juan Manuel no tuviese esa edad. Cumplidos los veintin aos, si el infante reconoca a Jaime II como rey recobrara sus posesiones. En este acuerdo quedaron igualmente aseguradas las posesiones que su hermana Violante tena en el Vinalop: E como non aya ay emos assegurado por amor de don John de dona Yolant su hermana por raon de los buenos deudos que an con nos los logares de Elda de Novelda, aun los asseguramos, as como toda la otra tierra del dicho don John que ha en el regno de Murcia. Durante esas dos fechas, es decir, entre abril y julio de 1296 los pobladores musulmanes de Elda y Novelda, junto con los de Petrer, quedaron asegurados en sus bienes y posesiones sub nostra proteccione et guidatico speciale dira Jaime II. El alcaide de estos lugares era Juan Garca de Loaysa, a la vez que alcaide y seor de Petrer. La tregua entre rey e infante finalizaba el 27 de julio de 1303, por cumplir ste en ese ao la edad establecida en el acuerdo. Sin embargo, y como don Juan Manuel todava no haba reconocido la soberana aragonesa, dos meses antes se reunieron ambas legaciones de nuevo con objeto de alcanzar otro acuerdo, est ablecindose la boda del infante con doa Constanza, hija del rey Jaime. Boda q ue se hubo de aplazar por espacio de ocho aos, dada la corta edad de la novia. Durante todo ese tiempo, en teora, las cosas con respecto al seoro del Vinalop haban de quedar como estaban anteriormente. De este modo, el 13 de mayo de 1303 Jaime II ampliaba la tregua que haba concedido a las poblaciones de Elda, Novelda y dems lugares q ue componan su seoro en tierra murciana.El fin de la guerra: la sentencia arbitral de Torrellas El fracaso de la candidatura de Alf onso de la Cerda a causa de la bula papal que legitimaba a Fernando IV como rey de Castilla, junto con problemas nobiliarios en el seno de Aragn, condujo a que Jaime II, ya en los primeros aos del naciente siglo XIV, se replantease su poltica con respecto a Castilla. La solucin a la guerra castellano-aragonesa se produjo en 1304, cuando en virtud de la sentencia arbitral de Torrellas y luego del posterior acuerdo de Elche el ao siguiente el reino de Murcia en disputa fue dividido en dos mitades, una para cada rey, quedando como divisoria el curso del Segura en su parte baja; si bien, Guardamar, en el margen derecho de su desembocadura, tambin quedaba para la Corona de Aragn. Lo cierto es que las tierras norteas del reino de Murcia, entre las que se encontraban: Alacant, Elche con su puerto de mar con todos los lugares que recuden ell, Ella Novella, Oriolla con todos sus terminos pertinencias, quantas han deben haber asi como taja lagua de Segura enca el regno de Valencia entro al mas susano cabo el termino de Villena, sacada la ciudat de Murcia Molina con sus terminos ... . pasaron a formar parte a partir de ese mismo instante de los dominios del rey de Aragn. Esta sentencia fue firmada el 8 de agosto de 1304. Seala E. Abad que ese mismo da 8 Jaime II concedi procuracin a Gonalvo Garcia para recibir del rey de Castilla los lugares de Elda y Novelda, los quales deven seer livrados nos segunt el arbitrio sentencia dada entre dicho rey de Castiella e nos, y encomendarlos a Pere de Montagut para que los tuviese segn la Costumbre de Espaa. Sabemos q ue se estableci una comisin formada del lado castellano por Diego Garca, consejero del rey de Castilla, mientras que del aragons por el mentado Gonalvo Garcia, quienes acudiran al reino de Murcia para proceder a su divisin, quedando encargado entonces Diego Garca de hacer entrega a Gonalvo de los dichos lugares de Elda y Novelda. Dos das despus, Fernando IV de Castilla liberaba del juramento de fidelidad que le deban a todas las villas que corresponda pasar a la soberana aragonesa. Sin embargo, a mediados de noviem- 146HISTORIA DE ELDA bre de ese ao los lugares de Elda, Novelda y Elche todava no haban ingresado en el seoro del rey de Aragn. El da 15 de ese mes Artal de Huerta, comendador santiaguista de Montalbn, declar haber estado preparado para recibirlos de manos de Juan Osores, maestre de Santiago, cosa que no ocurri. El tiempo transcurra y las tierras del medio Vinalop no se incorporaban al dominio de Jaime II; todo por culpa del rey de Castilla. Tras la sentencia de Torrellas se acord que las propiedades de Violante Manuel haban de pasar con toda la jurisdiccin a la soberana aragonesa, y en compensacin Fernando IV prometa indemnizar a su duea con otras heredades. Debi el rey Jaime ese otoo intentar desposeer a la infanta de sus propiedades. Entonces, el 21 y el 28 de noviembre, primero doa Violante y despus su hermano don Juan Manuel suplicaron a Jaime II, como primos que eran, que no actuase de ese modo hasta verse indemnizada con otras tierras en Castilla. El 14 de diciembre Jaime II paralizaba el embargo de las rentas del medio Vinalop. En febrero de 1305 Fernando IV ofreca a doa Violante Manuel a cambio de Elda y Novelda los lugares de Medelln y Arroyo del Puerco, en la Extremadura castellana. Sin embargo, en el verano de ese ao todava no se haba solucionado el conf licto; al parecer, el rey de Castilla no entreg todo lo que haba prometido. Este hecho lleg a poner en peligro el Acuerdo de Elche que vena a adecuar el lapso de Torrellas vinculando Cartagena a la Corona de Aragn, al dar orden Jaime II de no devolver la plaza murciana hasta no haber obtenido Elda y Novelda. Pidi asimismo la intervencin del rey de Portugal a fin de q ue intercediese ante Castilla para resolver el problema, habida cuenta de q ue era su hermano el gran perjudicado, pues poda perder las posesiones del Vinalop antes de haber recibido la compensacin castellana. El asunto alcanz t al hasto del lado aragons que Jaime II se plate, incluso, tomar esas poblaciones por la fuerza; medida que terminara desestimando por razn de la amistad y vnculo familiar que le una con sus seores. Tras varios meses de espera demostrando paciencia y buena voluntad con sus primos, finalmente se decidi por arrebatar los lugares a sus dueos. Por tal motivo, el 11 de agosto el infante don Juan Manuel se diriga al rey de Aragn para apelar en favor de su hermana. No obstante, Jaime II se mantuvo inf lexible y en septiembre le contestaba que, aunqu e no estaba dispuesto a desprenderse de ese territorio, escribira de nuevo al rey de Portugal para que ste intercediese ante el de Castilla a fin de que doa Violante recibiese al completo lo prometido 147Elda medieval. El dominio cristiano Ma Cartagena en la Baja Edad Media. Historia de Car , VI, 1986. en Extremadura. Mientras trascurra ese tiempo, Jaime de Aragn dispuso que todas las rentas de esos lugares impagadas hasta la fecha fuesen satisfechas a sus seores. La solucin final vino en febrero de 1306, aunque poco tiempo le qued a la hija del difunto don Manuel para disfrutar de sus posesiones extremeas, ya que a principios de ese otoo fue asesinada por o a instancias de su esposo, Alfonso de Portugal, en un episodio nada claro que el rey Dins, aun reconociendo el clamor que relacionaba a su hermano con tan tremendo homicidio, notif ic a su cuado Jaime II como bito tras una grave enfermedad. Los ocho aos de guerra con Castilla por el control del territorio murciano provocaron una importante sangra demogrfica en estas tierras, afectando, como es de imaginar, a los colectivos ms desfavorecidos. Es as que tras la f irma del tratado de Torrellas, Jaime II iniciase una poltica de captacin de todo ese capital humano, sobre todo en los mbitos de dominio real. A finales de ese ao escriba a los musulmanes qui son salidos de Elda y Novelda para sealarles que en los pactos habidos con el rey de Castilla esos lugares quedaran pora siempre en sus dominios, pidindoles por ello que regresasen a sus casas y pusiesen en cultivo sus campos. R einas, primognitos, infantes. Los nuevos seores del Valle de Elda P ero, no permanecieron en el realengo las tierras del Vinalop. An antes de haber sido recuperadas para la Corona catalano-aragonesa, Jaime II conceda los lugares y las rentas de Elda y Novelda a su esposa doa Blanca. Esto suceda en abril de 1305. La reina Blanca desarroll una poltica de mejora de sus dominios del Vinalop, invirtiendo importantes sumas de dinero en la rehabilitacin y mejora del castillo, la alhndiga y los baos de ambas poblaciones. Fue precisamente en estos aos, hablamos de marzo de 1308, cuando decidi activar la capilla del castillo financiando la presencia de un presbtero para que celebrase misas de manera continuada, en un intento de atraer y cohesionar al elemento demogrfico cristiano, tan necesario en un espacio mayoritariamente islmico. Doa Blanca muri en 1310, con lo que estos lugares volvieron de nuevo al realengo. Si bien, en 1314 sus rentas, junto con las de Aspe, pasaron a formar parte del patrimonio del primognito de Jaime II, el infante Jaime, hasta un total de 54000 sueldos. Como ste no lleg a ceirse la corona, pues renunci a ella y entr en religin, quedando entonces como primognito el infante Alf onso, Jaime II le entreg esas rentas y derechos en febrero de 1320. Parece que las rentas de estos valles quedaron adscritas durante algn tiempo a los primognitos de la Corona de Aragn, ya que cuando a la muerte del rey Jaime 1327 su hijo Alfonso ocup el trono stas pasaron a manos del infante Pedro, tambin primognito. Aunque disfrutase de ellas poco tiempo. A primeros de 1329 Alfonso IV de Aragn contraa segundas nupcias con una infanta castellana, Leonor, hermana de Alfonso XI. De ese matrimonio naca el infante Fernando, a quien su padre, el 28 de diciembre de ese ao, concedi el ttulo de marqus de Tortosa y en franco y libre alodio, junto con las ciudades de Tortosa y Albarracn, casi la totalidad de las tierras localizadas al sur de la lnea de Jijona, las mismas q ue haban sido recuperadas para la Corona de Aragn en 1304 por Jaime II et etiam castra et loca nostra de Oriola, Caylosa, Guardamar, Alacant, Nompot, Etla, La Mola, Novella et Ap, in regno Valentie situata . Este vasto seoro le fue concedido a don Fernando con todos sus trminos, pobladores, rentas y jurisdiccin, habiendo, no obstante, el infante de respetar y observar ciertas prohibiciones, como la extraccin de cereal y de diversas cosas prohibidas caballos, alquitrn, armas, hierro, e tc., los Usos de Barcelona, los fueros y costumbres, etc.; recogindose finalmente en el privilegio que en caso de que l o sus sucesores muriesen sin descendencia masculina legtima, o fuesen promovidos al trono, la donacin revertira ntegramente a la Corona. Como el infante todava era muy pequeo, el 11 de enero de 1330 su madre, doa Leonor, fue nombrada tutora y administradora de esos bienes, con facultad para nombrar o revocar alcaides u oficiales de ese dominio. Das antes, el 4 de enero, se comunicaba a las poblaciones antedichas que el 21 de 148HISTORIA DE ELDA Jarra (siglos XIV de las ex antiguo (Ar Ar Elda). ese mes haban de comparecer sus procuradores ante el rey para prestar juramento de fidelidad y homenaje al pequeo infante. Igualmente, con idntica fecha se ordenaba a los alcaides de los castillos que haban de presentarse ante l para entregarle las fortalezas. De este modo Fernando de Aragn, primero a travs de su madre y posteriormente por l mismo, mantuvo en seoro las tierras extremo meridionales de la Corona de Aragn ms de treinta aos. Los conf lictos blicos del siglo XIV: la guerra con Granada y la guerra de los dos Pedros El reinado de Alfonso IV de Aragn se inici con graves problemas con el reino de Granada, suceso que puso en estado de alerta a las tierras del infante Fernando, dada la proximidad con el dominio nazar. A principios de 1331 el pacto castellano-aragons signado en 1329 contra los nazaritas qued hecho aicos cuando Alfonso XI f irm por su cuenta una tregua de cuatro aos con Muhammad IV. Ello permiti a Granada centrar sus operaciones sobre las tierras de la Corona de Aragn. Tal fue as, que en octubre de 1331 un contingente granadino compuesto, a juicio de Zurita, por cinco mil jinetes y quince mil peones entr por tierras de Orihuela talando su huerta hasta alcanzar Guardamar, lugar que fue saqueado y destruido por estar muy mal reparado y no nada fortalecido. Segn el mismo autor, estuvo a punto de perderse en esta entrada mu- sulmana todo el seoro oriolano de don Fernando. Al parecer, el ataque granadino se hizo atendiendo la peticin de los pobladores mudjares de est as tierras: que los moros de los valles de Riqu ote y de Elda y Novelda y de los lugares de Elche y Crevilln y universalmente todos los del reino de Valencia solicitaban cada da al rey de Granada que fuese con su poder con muy grandes ofertas que le entregaran a Alicante y a Elche y Crevilln y La Muela con el v al de Elda, y que se alzaran todas las aljamas. En esta entrada las fuerzas nazaritas utilizaron para abatir los muros pelotas de hierro que se lanzaban con fuego, tras la q ue regresaron a sus posiciones con el f in de preparar una gran ofensiva por las tierras alicantinas. Mientras, el rey de Aragn orden la concentracin de sus tropas en aquella frontera. Esta correra fue muy provechosa para el rey de Granada, pues segn conoci Alfonso IV por carta de Llop Ximenis de Perencisa, lugarteniente del procurador del reino de Valencia, los musulmanes consiguieron mil quinientos cautivos entre hombres, mujeres y nios, ochocientas yeguas, dos mil vacas y un nmero importante de ganado menor, adems de viente mil cahices de trigo. Cuatrocientos mudjares ilicitanos, con ochocientas acmilas, marcharon v oluntariamente con ellos, apuntando Bellot que tambin hizo lo propio un importante nmero de musulmanes del Valle de Elda. A principios de 1332 se conoci q ue el rey de Granada preparaba una 149Elda medieval. El dominio cristiano Jarra decorada con 227xido de mang pr en el Casco Antiguo (Ar Museo Ar de Elda). nueva incursin a territorio valenciano, motivo por el cual se orden que toda la frontera quedase bien pertrechada y alerta. Sin embargo, fue a primeros de abril cuando se produjo. En esas fechas, los granadinos entraron en el seoro del infante Fernando para poner sitio a la villa de Elche con una tropa superior en nmero a la utilizada en la campaa anterior. Al conocer de la llegada a la comarca de un ejrcito catalano-aragons que comandaba el propio Alfonso el Benigno, Ridwan, el caudillo granadino, decidi retirarse sin lograr su objetivo. La paz definitiva entre Granada y la Corona de Aragn fue signada en junio de 1335. El ao siguiente mora Alfonso IV sucedindole su hijo Pedro, que sera conocido como Pedro IV el Ceremonioso. A partir de estos momentos y hasta mediados de la dcada de 1350 son ciertamente escasas las noticias que tenemos acerca de las tierras del Vinalop, sin lugar a duda debido a que pertenecan al seoro de don Fernando de Aragn, razn por la que no aparecen si no de forma espordica en la documentacin de la real Cancillera. Ser a partir de 1356 cuando estos enclav es resuenen de nuevo, y lo harn con ocasin de la guerra que sostuvieron los reyes de Castilla y de Aragn conocida como guerra de los dos Pedros. Fue en los primeros das de agosto de 1356 cuando, tras un desafortunado incidente en aguas gaditanas prov ocado por marinos catalanes contra algunas naves italianas aliadas del reino castellano, Pedro I de Castilla orden la confiscacin de todos los bienes de aragoneses en sus dominios y manif est su enemistad a los estados de la Corona de Aragn. Era esto una declaracin de guerra. Muchos fueron los argumentos aducidos por Pedro I en esa declaracin de enemistad, si bien, el motivo real fue el intento de recuperacin por parte de Castilla de las tierras murcianas que en virtud de la sentencia de Torrellas quedaron integradas en la Corona de Aragn. En aquellas fechas, mientras Pedro IV se aprestaba a la defensa de su territorio, su hermano Fernando, enemigo por entonces del rey de Aragn, dispuso similares medidas defensivas en su seoro de la Gobernacin de Orihuela. En defensa del Valle de Elda qued como frontero Joan Ximenis de Perencisa, baile general del seoro y alcaide del castillo de La Mola. Desde esos mismos instantes hasta finales del ao siguiente, el seoro oriolano del infante don Fernando sirvi en el conf licto al lado de Castilla. Durante ese tiempo las tierras del medio Vinalop, y ms concretamente sus fortalezas de 150HISTORIA DE ELDA Ma I en el Sur Historia de Car, VI, 1986. La Mola y de Elda, junto con las plazas menores de Monvar y Chinorla, sirvieron a su seor como base de operaciones para intentar alguna accin diplomtico-militar en las comarcas valencianas al norte de Jijona, como el intento de toma del castillo de Biar en octubre de ese ao.En mayo de 1357 los reyes litigantes firmaron una tregua por un ao, tregua que cada monarca aprovech de distinta manera. Algunos meses despus, los procuradores de Pedro el Ceremonioso entraron en conv ersaciones con su hermanastro Fernando con el fin de que el seor de Orihuela y del Valle de Elda volviese a prestar servicios a la Corona de Aragn. La avenencia entre rey e infante se produjo en diciembre de ese ao, lo que signific que desde ese mismo instante y hasta la muerte de ste, producida en el verano de 1363, sus dominios allende Jijona se convertan en bastiones def ensivos valencianos contra Castilla, pues incluso Petrer, villa y castillo propiedad de Garca Jofre de Loaysa, que prestaba servicio del lado de Castilla, a mediados de 1359 se avino a la obediencia del rey de Aragn de la mano del infante Fernando. En ese lapso temporal de 1358 a 1363 se intercalaron acciones blicas con treguas entre los dos contendientes. Si bien, en las tierras del medio Vinalop tales acciones no fueron ms que r azzias o entradas de castigo de caballeros murcianos con nimo de saquear y destruir. Fue en los meses siguientes a la muerte de don Fernando cuando la guerra penetr abiert amente en estas comarcas. A pesar de las medidas defensivas ordenadas por Pedro IV, a primeros de diciembre de 1363 entr el rey de Castilla con un importante ejrcito y en muy poco tiempo logr la conquista de gran parte del territorio alicantino. Las poblaciones de la vall Elda, Novelda y Aspe no ofrecieron resistencia alguna a las tropas castellanas rindindose al verlas, salvo La Mola, q ue cay despus de un fuerte asedio en el que intervinieron numerosas mq uinas de guerra. Los hechos que a continuacin sucedieron fueron muy tr- gicos para Elda. Con un nmero de def ensores muy exiguo, que no superara la docena de hombres, los habitantes del lugar entendieron que no tenan ninguna posibilidad de resistirel envite de un ejrcito cas-tellano que ascendaaguas arriba desde El-che. Entonces para evi-t ar ser masacrados se alzaron contra la guarnicin del castillo con ayuda de uno de esos defensores, Rodrigo de Ganga, q ue asesinaron y decapitaron para ofrecer sus cabezas, junto con las llav es de la fortaleza, a Pedro de Castilla. Hasta la finalizacin del conf licto, en el verano de 1366, estas tierras estuvieron controladas por Castilla. Si bien, y como dato curioso, en su recuperacin por parte del rey de Aragn no se volvieron a emplear las armas. La entrada, en los primeros das de 1366, de un ejrcito de mercenarios al servicio de P edro IV y la guerra civil que se desat en Castilla entre petristas y trastamaristas provoc el abandono de casi todos los lugares controlados por castellanos. Tal es as que en el verano de ese ao, concretamente desde el 15 de julio, las poblaciones del Vinalop haban vuelto a la soberana de la Corona de Aragn. Del dominio extranjero a la dote de reinas. Elda en la segunda mitad del Trescientos An antes de terminado el conf licto con Castilla, el 9 de enero de 1366, Pedro IV conceda a Bertrand Duguesclin, uno de los capitanes mercenarios a su servicio, por la ayuda que le habra de prestar, el seoro de los Valles de Elda y Novelda en feudo de honor y en la misma forma que lo haba posedo el infante Fernando. Duguesclin fue un famoso guerrero francs de noble linaje que particip de forma activa en la guerra de los Cien Aos al frente de un ejrcito de mercenarios denominado las Compaas Blancas y cuya colaboracin contra Castilla y sus aliados ingleses pag Pedro IV a precio de oro. Sin embargo, este caballero disfrut, siempre desde la distancia, muy 151Elda medieval. El dominio cristiano Copia del sello de P Cer de V poco de sus rentas, pues si el 27 de noviembre de ese ao tomaba posesin de esos castillos y lugares, el 15 de marzo de 1367, tras un acuerdo con el rey de Aragn, los Valles de Elda y Novelda pasaban de nuevo a la jurisdiccin regia. Tambin por poco tiempo. El 9 de junio de ese mismo ao el lugar y trmino de Novelda fue concedido a Matthew de Gournay, otro de los caballeros mercenarios; mientras que el 12 de agosto Elda y La Mola pasaban a poder de Hugh de Calviley, de igual condicin que los anteriores, que un ao despus, en julio de 1368, se haca tambin con Aspe, con lo que todo el Valle Medio del Vinalop quedaba de nuevo en manos extranjeras.Transcurridos seis aos, en 1377, ambos caballeros ingleses concertaron con Pedro IV la venta a la Corona de sus posesiones en el Vinalop. Matthew de Gournay lleg a un arreglo rpido, y en los primeros das de 1378, el 28 de enero, el rey Ceremonioso conceda el V alle de Novelda junto con el castillo de La Mola a su esposa la reina Sibil.la, de por vida, con todas sus rentas, trminos y habitantes. Pero no sucedi lo mismo con respecto a las posesiones de Huhg de Calviley, entre las que se contaba Elda. La Corona ofreci a Calviley 40.000 florines pagaderos en Brujas a cambio de esos ttulos de propiedad, y el ingls estaba dispuesto a acept ar la oferta. Pero el problema se suscit cuando la esposa del seor de Elda, Constanza de Aragn, pariente de la reina difunta Leonor, haba de renunciar a sus derechos dotales para alcanzar ese acuerdo, derechos que precisamente descansaban sobre las rentas de Elda y Aspe. Tras arduas negociaciones que llevaron su tiempo, las tierras del Vinalop regresaron de nuevo a la Corona, con la inestimable colaboracin econmica de las comunidades locales, en septiembre de 1383, aunque casi de inmediato pasaron a formar parte del dominio de la reina Sibil.la. A juicio de E. Abad la gestin de doa Sibil. la al frente de este seoro fue muy favorable, aunque ciertamente brev e, pues a la muerte de su marido, Pedro el Ceremonioso, ocurrida en 1387, fue procesada por su hijastro, Juan I, perdiendo sus posesiones del Vinalop en favor de la esposa de su rival, Violante de Bar, que en febrero de ese ao ya estaba al frente del seoro nombrando a oficiales de su confianza. A causa de serias dificultades econmicas, transcurridos cinco aos doa Violante se vio obligada a vender parte de su dominio levantino, en concreto Novelda y la fortaleza de La Mola, al noble Pere Maa de Liana por la cantidad de doce mil f lorines, suma q ue fue pagada con la entrega de un dbito del rey que estaba en poder de dicho noble. El 1 de mayo del ao siguiente Juan I conceda a Pere Maa esos lugares en libre y franco alodio en atencin a los servicios prestados por su padre en la pasada guerra contra Castilla. Se daba as inicio al dominio noveldense de los Maa de Liana. Pero mantuvo las tierras de Elda y Aspe. Durante algo ms de tres dcadas Violante de Bar ejerci como seora de la vi- 152HISTORIA DE ELDA Ma arag Historia de Alicante, III, 1985. lla y castillo de Elda, seoro que, junto con Aspe, quedara en cierta manera vinculado al de la barona de Cocentaina. Durante todo ese tiempo, la seora se ocup y preocup de que sus dominios del Vinalop le asegurasen una renta ptima. Pero la obtencin de tales beneficios acarreaban inversiones, condonaciones y fundamentalmente proteccin; y todo ello fue atendido de modo conveniente por doa Violante. En esos ms de treinta aos fue incorporando a lugareos al aparato administrativo seorial, caso de los miembros de la familia Alputi; luch contra la despoblacin que afectaba a todas las moreras del reino con una poltica fiscal ciertamente atractiva que basculaba entre la condonacin y la exencin en los momentos de mxima precariedad; y protegi a la poblacin en los momentos de peligro por la presencia en la comarca de almogvares, gentes dedicadas al robo de animales y rapto de personas con nimo de obtener rescate por ellas, para lo que se crear a finales del siglo XIV una Hermandad de musulmanes y cristianos en las tierras de la Gobernacin de Orihuela, o de tensin con los vecinos, pactando o directamente amenazando con duras acciones al marqus de Villena para que impidiese que del lado castellano de la frontera sajeos y villenenses ocasionasen daos a su poblacin de Elda, as como a los seores de la tierra, los Loaysa de Petrer y los Maa de Liana en cuanto propietarios de las vecinas Novelda y Monvar. El siglo XV. La centuria Corella A finales de octubre de 1424 la reina Violante, viuda de Juan I desde haca treinta aos, vendi sus posesiones del Vinalop a Ximn Prez de Corella, caballero y copero de Alfonso el Magnnimo, y a Francesc dAriny, secret ario del rey. A partir de ese instante la familia Corella ser la que rija los destinos de buena parte del medio Vinalop, pues a Elda y Aspe pronto se unira la villa y castillo de Petrer al desaparecer el linaje Loaysa y quedar vinculado al oriolano Rocafull, con el qu e emparentara nuestra familia. Ximn Prez fue uno de los personajes ms inf luyentes en la corte de Alfonso V. Con l particip en la toma de Npoles a principios de la dcada de 1440, destacndose en el asalto a la ciudad por la puerta de San Genaro, y su valenta y lealtad le valieron a su linaje el uso de las armas reales as como una importante renta sobre la ciudad italiana. La nmina de cargos que desempe en vida, algunos de los cuales pudo traspasar a su sucesor, dicen mucho del personaje: gobernador general del reino de Valencia, virrey de dicho reino, as como circunstancialmente capitn de tropas terrestres y navales o embajador ante cortes como la castellana o la papal. En agosto de 1448 ampli sus dominios valencianos con la adq uisicin de la villa y barona de Cocentaina a su seor Alfonso V, quien le conceder el ttulo condal. A su muerte, producida una dcada despus, en 1457, su familia se haba convertido en una de las ms importantes e inf luyentes del reino. Fue precisamente la trascendencia de su linaje la que le acarre innumerables enemigos, precisamente en su propio entorno, el nobiliario, y en esas luchas se vieron involucradas sus tierras del Vinalop. Largo sera de explicar las difciles relaciones polticas del linaje Corella con otras familias dentro del t ablero de influencias que haban de proyectar los linajes hacia la Corona. Los oponentes a una presencia poltica t an avasalladora no dudaron en utilizar todas las armas que tenan a su alcance para damnificar a Ximn Prez y sus descendientes, pero stos lograron zafarse de tales acciones gracias a la proteccin regia. Dos fueron las familias que se alzaron frente al poder Corella, y ambas con intereses en las tierras de la Gobernacin de Orihuela. Los Maa de Liana utilizaron sus posesiones de La 153Elda medieval. El dominio cristiano Ra ola con el escudo de la fa milia Cor (Ar Municipal de Elda). Mola, Novelda y Monvar, as como el oficio de gobernador de las tierras allende Jijona de que goz uno de sus familiares, para lesionar los intereses Corella en el Valle de Elda, perjudicando de forma notable a sus vasallos. Algo similar ocurri con los Cornell, quienes igualmente desde la Gobernacin de Orihuela y el ejercicio de cargos pblicos procedieron contra los intereses Corella en Elda y Aspe capturando y apresando a sus habitantes y penalizndolos econmica y judicialmente. Es as que durante buena parte del siglo XV la documentacin nos muestre un rosario de actuaciones blicas de unos y otros sobre las tierras del Vinalop, bien eldense bien noveldense, capturando musulmanes y destruyendo cosechas e infraestructuras de regado. Del lado de Castilla fueron igualmente tensas las relaciones con el marqus de Villena, con idnticos resultados: asaltos, violencias, robos y muertes en ambas vertientes de la frontera, marcada fsicamente desde finales del reinado de Pedro el Ceremonioso por una torre que haca las veces de aduana y atalaya viga en la loma del Portitxol o Fora dElda y q ue ha dejado su huella fsica y toponmica como La torreta. A Ximn Prez le sucedi su hijo Joan Roi y a la muerte de ste en 1478 su hijo con idntico nombre. Si bien por entonces la inf luencia poltica de la familia ya no era la de antao y menos an su fortaleza econmica. En diciembre de 1488 el tercer conde de Cocentaina arrendaba las rentas del Valle de Elda a un grupo de caballeros valencianos por la cantidad de 64.000 sueldos durante cuatro aos. Lo cierto es que Joan Roi no solucion con esta medida sus grav es problemas financieros. Trascurrido algo menos de una dcada se vio obligado a vender parte de su seoro en el Vinalop, en concreto el lugar y trmino de Aspe a Gutierre de Crdenas, seor de Elche, a finales de 1497. Al ao siguiente firm un precontrato de v enta de la barona de Elda Elda, Petrer y Salinas a favor de la familia Coloma, que se hizo con la villa al hacer efectiva la compra en 1513, quedando as desmembrado el patrimonio de los Corella en el Valle del Vinalop. Desde el punto de vista de proyeccin exterior quiz fuesen los aos centrales del Cuatrocientos cuando la villa y castillo de Elda alcanzaron su cnit medieval de la mano de los Corella. Asent ada en la capital de reino por razones polticas, la familia cont con un imponente palacio en la villa de Cocentaina, cabeza de su seoro, haciendo levantar o tro no menos importante en tierras del V alle de Elda sobre el castillo de la localidad que fue fuertemente remozado. Fo rtaleza-palacio visitado con frecuencia por sus seores, que acudan a l para practicar el deporte favorito de la nobleza: la caza. A este respecto sabemos que la residencia de Elda acogi en 1427 a la persona real de Alfonso V, que acudi invitado por Ximn Prez para cazar en sus pinadas, ya por otro lado referenciadas por don Juan Manuel en su Libro de la Caza . 154HISTORIA DE ELDA Imagen de los r de la a (Ar Municipal de Elda). L a conquista cristiana del Sharq al-Andalus a mediados del siglo XIII provoc una ruptura profunda en el desarrollo poltico de una comunidad islmica que, en su conjunto, haba venido conociendo un modelo de sociedad tributario-mercantil a lo largo de quinientos aos de ubicacin en suelo ibrico. El dominio f eudal hizo aicos este modelo en el qu e espacio rural y mundo urbano, campo y ciudad en definitiva, se constituan como los ejes vertebradores de una sociedad que, aunque marcadamente de vocacin urbana, industrial y comercial, necesit del fuerte empuje de la agricultura para conseguir ese objetivo. El dominio cristiano, primero castellano y despus aragons, aniq uil de raz, como abundamos, ese modelo social para implantar el propio, el feudal, basado en el seoro y en la renta feudal. No obstante, conviene apuntar que los cambios, traumticos para las comunidades que los sufrieron, como no poda ser de otro modo, fueron sobre todo cambios hacia el exterior, es decir, modificaciones de conductas de las comunidades hacia el mundo dominante, el cristiano, pero no lo fueron tanto respecto de s mismas, o al menos que aun existiendo tales transformaciones se produciran de forma ms paulatina. Esto fue as porque como se ha dicho de forma reiterada al explicar el impacto de la conquista cristiana, al da siguiente de la misma los espacios afect ados seguan siendo bsicamente islmicos; al menos su poblacin, su modelo social interno, sus costumbres y su religin lo eran.Cuntos habitantes R esulta imposible en la actualidad conocer cuntos eran, numricamente hablando, los pobladores cristianos 155 Elda medieval ESTRUCTURA SOCIAL Y A CTIVIDAD ECONMICA EN UN ESPACIO RURAL DE FRONTERA JOSVICENTECABEZUELOPLIEGO* U niversidad de Alicante 9 Ma en la Gobernaci227n de Orihuela (se y/o musulmanes de Elda en los siglos bajomedievales por una razn obvia: la inexistencia de fuentes al respecto. Como datos generales se podra decir que, con toda seguridad, el lugar comenzara a perder pobladores en el momento mismo de su incorporacin a Castilla; perdera igualmente tras la conquista aragonesa, tras cada incursin granadina, seguramente tras la peste de 1348 y, sobre todo, tras las guerras con la vecina Castilla, la de los dos Pedros de mediados del siglo XIV y la de f inales de la dcada de los veinte de la centuria del descubrimiento de Amrica. Ello sin contar con la sangra que suponan los constantes ataques de almogvares raptando a vecinos que terminaban siendo vendidos en los mercados de esclavos peninsulares y extrapeninsulares y, sobre todo, la emigracin legal y la salida ilegal, la fuga en definitiva, de los musulmanes que desde el mismo momento en que se supieron dominados por el infiel decidieron vivir en una tierra plenamente islmica, Granada o Berbera. Si bien, y pese a todos estos inconvenientes, es posible conocer, ya no slo el tipo de poblacin mayoritariamente musulmana sino para determinadas fechas una aproximacin cuantitativa que muy bien nos pueda dar una idea acerca de ese imposible. El siglo XIII castellano es, sin duda, el perodo ms oscuro para conocer cualquier cifra. Advertimos, eso s, que durante el seoro del infante Manuel Elda contaba con una poblacin casi en su totalidad mudjar, aunque se debi ver afectada en algn grado por el f enmeno repoblador cristiano, pues ciertos textos mencionan la existencia, imaginamos que muy marginal, de cris- tianos residiendo en ella. En un documento de Alfonso X fechado en 1268 se seala lo siguiente: que todos los christianos de Elda se iudguen poral fuero et por los alcaldes de Elche . El pasaje no deja lugar a dudas acerca de la existencia de una pequea comunidad cristiana, a mi entender no vinculada en exclusiva a la guarnicin del castillo, que el rey quiere que en lo procesal se le aplique la norma castellana y que precisamente por su bisoez numrica los actos judiciales los realice en Elche, dominicatus loci manuelino en el Vinalop, pues sabemos que Villena, la otra poblacin importante aguas arriba de ese ro, cont con una poblacin exclusivamente musulmana al menos hasta la finalizacin de la revuelta anticastellana de 1264-66. En Elche, en cambio, parece que desde la conquista hubo una mayor concentracin de pobladores de origen cristiano y obviamente con ellos la estructura eclesistica y administrativa necesaria para su desarrollo. Esta vinculacin judicial de la poblacin cristiana de Elda respecto de Elche se mantendr durante el dominio castellano. As se lee en el testamento del infante Manuel, de 1283, cuando tras legar las tierras de Elda y Novelda a su hija Violante refiere e que las alzadas de los pleytos destos logares que las aya a Elche assi commo agora las an. Resulta harto complicado especular con el desde cundo Elda cont con poblacin cristiana susceptible de ser reconocida como tal por las autoridades polticas. Es posible que desde finales de la dcada de 1240, aunq ue resulte ms factible creer que pese a ello el grueso de ese prrico conjunto de pobladores acudira tras la revuelta de 1264-66, momento que utilizaron los castellanos para afianzar su pre- 156HISTORIA DE ELDA Tinajas cristianas pr de las exca Antiguo de Elda (Ar Ar Elda). sencia en suelo murciano. De todos modos su nmero fue siempre reducido si lo comparamos con la poblacin musulmana y ciertamente difcil de cuantificar por las escasas referencias de conjunto y la dificultad de extrapolar cifras debido a las posibles exenciones fiscales que algunos de sus componentes pudieran disfrutar. De la centuria siguiente tenemos, afortunadamente, ms datos al respecto de la poblacin residente en la frontera sur del reino de Valencia, aunque como refiero se trata siempre de datos aproximados sujetos a la interpretacin del historiador al no aludir a personas fsicas de forma especfica sino que lo hacen de manera indirecta a travs de los impuestos pagados. Y ello sin cont ar a aqullos que estaban exentos de pago, bien porque ejercan distintos cargos pblicos, bien porque los reyes les haban, a ellos y/o a sus familias, agraciado con tal franquicia, que evidentemente no computan. O el caso, por qu no decirlo, de aquellos otros q ue se ocultan de la fiscalidad para evit ar contribuir. La primera de las datas de la que tenemos informacin fiscal susceptible de ser interpretada en base demogrfica es 1315. En ella podemos calcular una poblacin mudjar para Elda de alrededor de mil doscientos habitantes. A mediados de siglo, con pocos aos de diferencia, las mismas fuentes nos arrojan cifras bastante significativas. Utilizando como base los diferentes impuestos pagados por los mudjares eldenses y siempre en referencia a esta poblacin, nos presenta para 1353 unos setecientos cincuenta habitantes, para 1356 algo ms de ochocientos vecinos de ese credo (830), mientras que para 1366 el total es algo menos de la mitad, alrededor de trescientos cincuenta. Est as cifras, similares por otra parte en proporcin en las poblaciones vecinas del valle de las que tenemos noticias, Nov elda y Aspe, son realmente significativas, pues la primera de ellas indicara la poblacin habida tras la peste negra de 1348, aunque desconocemos si la pandemia afect, y si lo hizo en qu grado, a las tierras del Vinalop aos despus se procedi a reparar la tinajera de la localidad abandonada desde los aos de la epidemia por qu. La de 1356, pese a la cercana cronolgica, present ara un repunte demogrfico quiz re- lacionado con los sucesos pestferos de f inales de la dcada anterior. Mientras q ue la tercera, fechada en el mismo inst ante en que finaliza la guerra con Castilla, ref lejara la incidencia del conf licto en la aljama eldense, con una prdida poblacional de ms del cincuenta por ciento. Sabemos que buena parte de la poblacin desampar el lugar, a la par que algunos de sus habitantes fueron muertos o vendidos. Sin embargo, gracias a una inteligente poltica repobladora de concesin de privilegios y exenciones de impuestos propiciada por Pedro IV el Ceremonioso en los aos inmediatamente posteriores a la finalizacin de la guerra de los dos Pedros, la Corona volvi a ver repoblada la aljama. Lo pone de manifiesto la informacin fiscal de 1396, de cuya evaluacin obtenemos que la poblacin musulmana de Elda habra alcanzado a f inales de esa centuria casi los niveles demogrficos anteriores a la guerra de Castilla, con un total de 196 casas computadas en el impuesto de las gallinas, q ue arrojaran alrededor de setecientos habitantes con un multiplicador de 3,5. En ese mismo ao abonaron cabezaje 204 eldenses. Como se trata de un impuesto que pagaban los varones mayores de diecisis aos y las viudas, podemos entender la pequea variacin respecto del impuesto de las gallinas, una por casa, dado que en una misma familia podran haber uno o ms varones que superasen esa edad, junto con el padre, al tiempo que se haban de aadir las casas en las que las viudas eran las cabezas de familia. A partir de ese instante la comunidad islmica de Elda inici una lenta recuperacin demogrfica paralela a una cierta prosperidad, si bien en un ambiente de clara discriminacin respecto de la minora cristiana. Esta recuperacin se constata en la centuria siguiente, aunque con un valor numrico relativo a todo el Valle de Elda. El 5 de abril de 1460 Juan II enviaba una carta a Jaume Roca, baile general del reino de Valencia dell Xixona, para poner en su conocimiento los temores de las autoridades locales de Alicante y Orihuela ante el hipottico peligro representado por unas muy pobladas moreras del medio Vinalop, que alcanzaban una cifra de entre setecientas y mil casas, alrededor de tres mil habitantes. T ales miedos estaban relacionados con 157Elda medieval. Estructura social y actividad econmica la ubicacin fronteriza de esas poblaciones, va directa al reino de Granada a travs de un despoblado territorio murciano en 1450 los granadinos planearon una entrada a estas tierras con el fin de llevarse consigo a la poblacin musulmana del valle, hecho que en buena medida abunda en su importancia numrica, y la facilidad con la que almogvares nazares ingresaban en estas tierras, convirtiendo en temerario el paso de cristianos por dichos valles. Esta recuperacin en el sentido de aumento tambin debi constatarse respecto de la comunidad cristiana. As lo manifiesta un censo de cristianos elaborado en los albores del siglo XV que arroja para Elda una cifra de entre 130 y 140 individuos. Un ltimo censo, que viene a cerrar el perodo medieval, realizado en 1510, ofrecera una poblacin cercana a los 1.500 vecinos, con lo que observamos que en el inicio de la Modernidad la villa de Elda alcanza una poblacin muy similar a la que contaba al arrancar el perodo que aqu estudiamos. Haciendo, pues, un anlisisde la poblacin de Elda medieval distinguimos claramente, obviada la oscuridad del Doscientos, dos momentos disimtricos desde un punto de vista demogrfico; el siglo XIV, siglo de prdida de efectivos humanos motivada por los conf lictos blicos y la peste bubnica, y el Cuatrocientos en cuanto centuria de recuperacin demogrf ica relacionada con una mayor estabilidad poltica y, producto de ello, de un cierto crecimiento econmico. Hablamos de cristianos y de mudjares, pero y los judos hubo judos en Elda La respuesta es s. Se trata de una comunidad muy pequea en lo q ue refiere al nmero de sus miembros q ue debi contar con algn tipo de franquicia impositiva porque su relacin fiscal con la seora, ya fuese rgimen real o dominical, en los casos q ue conocemos quedaba reducida a la mnima expresin. As, por ejemplo, en 1315 de los 24.000 sueldos con que deba pechar la villa de Elda los judos contribuyen con 100 frente a los 3.900 de los cristianos a los 20.000 de los musulmanes. Este sera el caso de la familia de Jacob Menahim, judos residentes en Elda, a quienes Jaime II concede franquicia en 1315 de no pagar pecha ni contribuir de ninguna manera con sus correligionarios de Elche ni con sus convecinos musulmanes eldenses, al tiempo que les haca donacin de numerosas viviendas en la poblacin, algunas de las cuales confrontaban con los baos. Pero a pesar de ello las fuentes de Cancillera constatan su existencia, a lo que parece anterior a la propia presencia cristiana en estas tierras. Sabemos incluso que contaron con un lugar propio para el culto, una sinagoga situada a las afueras de la villa, que terminara siendo reconvertida en iglesia cristiana bajo la advocacin de Santa Ana a finales de 1402 lo que nos ubica exact amente el emplazamiento del templo, ante la falta de poblacin hebrea. La existencia de una sinagoga, de un lugar sagrado de oracin y de reunin, nos apunta a la necesidad de que la pequea comunidad mosaica eldense contase con al menos diez varones para orar quiz guarismo imperativo en el momento de la fundacin, lo que en proy eccin podra suponer de cuarenta a cincuenta judos entre hombres, mujeres y nios. Acaso pudiera parecer exagerada la cifra de medio centenar 158HISTORIA DE ELDA Ma la Gobernaci227n de Orihuela (se de individuos de credo hebreo, si bien no hay que olvidar una constante relacionada con este colectivo, como es su aparente facilidad para enmascarar su presencia, individual y colectivamente, logrando cierta opacidad en las fuentes administrativas y fiscales.En los libros de cuentas de 1353 los judos eldenses contribuyeron con trescientos sueldos a la boda de su seor el infante Fernando y con idntica cantidad a los tambin esponsales de Pedro de Castilla. A travs de esa cantidad de numerario resulta difcil proyectar un resultado demogrfico, puesto que el paralelo, la comunidad musulmana, aunq ue contribuy a la primera de las citas con cuatro mil sueldos, si bien el clculo inicial le llevaba a los diez mil, no lo hizo a la segunda. Si entendemos esas cantidades en su conjunto la relacin sera 600 frente a 10.000, es decir alrededor de 1/17. Si bien, si utilizamos otra comparativa, como por ejemplo el servicio prest ado por judos y musulmanes eldenses a la esposa del infante Fernando, doa Blanca, en 1356, iramos de 300 sueldos a 2000, con una proporcin a 1/7, con lo q ue las cifras seran otras. En esa documentacin se nos muestra a alguno de los miembros de la pequea comunidad juda eldense participar en operaciones de cierto calado econmico, como es el caso de Rouben atorre, que puj y consigui el cereal procedente del diezmo de la cebada del secano y del regado de Monvar y Petrer en 1353 y el arrendamiento del tercio diezmo de los cristianos de ese valle en 1356. Un correli- gionario y vecino de atorre, Ybram Abedelell, se hizo con el trigo candeal de Elda, Petrer y Monvar, el derecho de alcanda de Elda y el tercio diezmo de los cristianos de Elda, Salinas y La Mola en 1353. Aparece tambin un Jafuda Francs como colector de las rentas de Elda en esas fechas, con un salario de 200 sueldos. No sabemos cmo afect a esta peq uea comunidad el pogromo de 1391, f echa en la que se produjeron furibundos asaltos a las juderas de buena parte de la Espaa cristiana. Ni si producto de ellos la judera o comunidad hebrea de Elda se desvaneci como formacin social. Podemos pensar que tales conmociones, provocadas por cristianos, no tendran un gran eco en las tierras del Vinalop precisamente por su limitacin numrica. Conocemos, eso s, que estas tierras sirvieron a muchos judos valencianos para escapar de la opresin fantica cristiana tras los terribles acontecimientos de 1391, siendo, como ya hemos indicado, la va de escape hacia Castilla y Granada. Es as que en marzo de 1394 la reina Violante ordenase a uno de los oficiales en su seoro del Vinalop, Ferran Prez, ve cino de Aspe, capturar y castigar a todos los conversos de judo que hallase en ese valle intentado salir sin licencia de los dominios del rey de Aragn, pues lo que trataban de conseguir era seguir celebrando lege ebraycaen o tros territorios. Desde luego, quiz ms que la influencia negativa de ese antijudasmo que se desboca en 1391 ha- 159Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Jarra decorada, de los siglos XIV XV ex (Ar Municipal de Elda). bra que poner en relacin la merma de efectivos hebreos en Elda con la inseguridad que conoci la regin por causa de la guerra de los dos Pedros, momento en que las comunidades del Vinalop perdieron a gran parte de su poblacin por muerte o exilio y que, como en el caso de la mosaica, no pudo ser repuesta finalizado el conf licto.Lo cierto es que a pesar de haber reconvertido la sinagoga eldense en iglesia cristiana por ausencia de fieles al T almut, la reina Violante no tena la certeza de que hubiesen desaparecido tot almente. Y as en 1419 ordenaba al receptor general de sus haberes en el reino de Valencia, Lluis Domnguez, conocer el nmero de stos residentes en el Valle de Elda en cas quen hi haje de juheus . Esas dudas al respecto de la existencia de un colectivo hebreo en los dominios que doa Violante posea en las tierras valencianas allende Jijona tenan cierta lgica, como qued demostrado a fines de esa misma centuria cuando, poco antes de la expulsin general de los judos dictada por los Rey es Catlicos, e inserta en una gracia regia tendente a su conversin religiosa y rehabilitacin social en las coronas de Castilla y Aragn, ante dos inq uisidores del obispado de Cartagena en la ciudad de Orihuela se presentaron ms de una treintena de personas que se decan vecinos de Elda para satisfacer la cantidad estipulada, moneda de V alencia, en relacin al patrimonio declarado. La organizacin socioadministrativa He apuntado hasta la saciedad el hecho de que Elda, junto al resto de poblaciones del valle que de ella recibe el nombre, cont con una poblacin may oritariamente musulmana. No fue necesario, pues, como en otros lugares, disear mbitos especficos, generalmente en la periferia urbana o extramuros, para su ubicacin. Tras la conq uista cristiana los musulmanes eldenses se organizaron como el resto de comunidades mudjares: en aljamas. Del rabe al- yama-a , la aljama era eso, la comunidad de los creyentes, la reunin de los fieles que observan y mantienen las leyes y costumbres islmicas en territorio hostil. Desde un punto de vista institucional la aljama se asimilaba a un rgano municipal, al Consellde los cristianos, con una composicin funcionarial variada. Pese al dominio cristiano las autoridades locales aplicaban la ley islmica, sunnay xara , a toda la poblacin musulmana y nicamente la legislacin foral, administrada por el representante de la seora, el baile, cuando una de las partes era cristiana. Al frente de la aljama se encontraba el alamn, que elegido durante un perodo determinado de tiempo para regir la vida comunitaria, actuaba de enlace entre la comunidad musulmana y la seora cristiana. Era el encargado, entre o tras cosas, del reparto y percepcin de los impuestos entre los vecinos de la aljama, adems de tener jurisdiccin sobre delitos menores. Por debajo del alamn se encontraba el consejo de viejos, equivalente a los jurados de los municipios cristianos como quedan denominados en algunos documentos. Designados por la comunidad su nmero era diferente en cada aljama y su funcin era la de ayudar al alamn. En 1356 aparecen mencionados tres viejos para la aljama eldense, Ali Aracim, Abrafim Abdulahe y Atech Atablia, aunque la cifra estndar fue cuatro, como se observa en 1401 en que Hamet Barberuz, Mahomat Pigat, alias Aljumelli, Hatet Abenmanquo et Caat Alexbili hacan de tales por ese ao; cifra idntica para las vecinas aljamas de Aspe y Novelda. No obstante, la autoridad ms importante en las aljamas del Valle de Elda debi ser el cad o juez ordinario, ya q ue son mucho ms numerosas las noticias que tenemos referentes a l que sobre el alamn. El oficio de cad era concedido por el rey o el seor del territorio, si bien, nicamente conocemos los de nombramiento regio. Durante algunos momentos este oficio fue otorgado a oficiales musulmanes de la casa real, concretamente a manescales, con jurisdiccin sobre todo el Valle Medio del Vinalop, como por ejemplo a Hamet Abenxoa en los inicios del reinado de Alfonso IV, a Faraig de Bellvs tras la guerra de los dos Pedros, o a un familiar de este, Ubequer de Bellvs a finales del reinado de Pedro el Ceremonioso. En esos casos, y para que pudiesen seguir ocupando sus respectivos oficios de manescales, los reyes les permitieron regir el cadiato de los Valles de Elda y Nov elda a travs de sustitutos idneos. Sin embargo, y durante otros momen- 160HISTORIA DE ELDA tos, nos encontramos cades diferentes para Elda, Novelda y Aspe. La importancia del cadiato haca que slo accediesen a l personas de nombrada y reconocido prestigio dentro de la propia comunidad. As lo seran, adems de los ya referidos, Mafumet Abambanicha bajo la seora de la reina Blanca y Sahat Abenzina en 1312, Cireg Abayuig en 1356, bajo el dominio del infante Fernando y at Abdulehep diez aos despus, Juce Abenareix y Amet Alputi, cadi y su lugarteniente a principios de la dcada de 1390, otro miembro del linaje Bellvs, Al, nombrado en 1399, contando como lugartenientes a los hermanos Amet y Yasit Alputi, este ltimo en solitario al menos desde 1403 por muerte de su hermano. Ejerci asimismo como lugarteniente del cad en Elda, Cilim Benayat, que desempeando de manera torticera su oficio tom mediante fraude cierta cantidad de dinero producto de una herencia, por lo q ue fue reprendido por la reina Violante. Fue sustituido de esa lugartenencia en 1419 por Cereg Motarref, q uedando como tal de Al de Bellvs. Durante la accin de su oficio quedaban eximidos del pago de ciertas imposiciones fiscales, con lo que el cargo, adems de aquello que reportase a quien lo detentaba en concepto de salario, ofreca esa variable de exencin fiscal, sugestiva en una comunidad como la musulmana acuciada en lo impositivo con un sin fin de gravmenes. El almedina era otro oficial, encargado de poner en la prctica las disposiciones del cad, alamn y de los viejos. Tradicionalmente en las tierras del V alle de Elda este oficial ejerca de fiscal, pero tras la conquista feudal hubo algn intento por parte de la nueva autoridad local de que fuese un cristiano q uien ejerciese de fiscal, lo que yendo claramente en contra de la costumbre per lur una e antiga consuetut fue vedado por la seora para as evitar conflictos con la poblacin. Pero, la administracin del lugar correspondi casi siempre a oficiales cristianos: bailes nombrados por los rey es cuando el territorio perteneca al realengo y procuradores nombrados por los seores cuando quedaba dentro de la jurisdiccin dominical. Conocemos los nombres de algunos de estos personajes. El primero del que tenemos constancia es Bernat Granyana, que ejerci las bai- las de Elda y Novelda tras la firma de los acuerdos de Torrellas bajo el dominio de la reina Blanca. En la siguiente dcada se ocup de esa baila Joan Prez dAv esques. Joan Enric en la siguiente. Esos bailes contaron con su lugarteniente. En 1328 lo era Arnau Ramon respecto de Enric. Algunos de esos oficiales utilizaron el oficio de plataforma hacia cargos ms elevados. Fue el caso del mentado Joan Enric, que su buena gestin al frente del oficio en las tierras del Vinalop le catapult en 1329 a la bailia general de las tierras allende Jijona. En 1381 obtiene la baila de Elda y Aspe Domingo Borrs, a beneplcito y con 161Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Ma Orihuela (se el salario acostumbrado. Durante el dominio de la reina Sibil.la se hizo cargo del oficio Llop Ximenis de Perencisa, siendo sustituido por Jaume Escriv en 1387 tras adquirir el seoro Violante de Bar. En 1402 aparece como baile de Elda Jaume Muntros, aunque vena desempeando el cargo desde tiempo atrs en calidad de sustituto. La reina le concedi un salario anual de 300 sueldos a percibir en tres tandas. En 1418 lo hace un escudero local, Llop Gonalvez, tras cese de Muntros. Este Gonalvez cometi ciertos atropellos durante el ejercicio de su oficio, por lo que la seora orden en 1421 su apresamiento, quedando en libertad si satisfaca la suma de 3000 f lorines para presentarse ante ella donde y cuando le apuntase, siempre dentro de territorio valenciano. Si esto acaeca en agosto, en octubre de ese ao ejerca la baila un tal Llop Gonalvez de Cadalo, escudero, que imaginamos el mismo que sucedi a Muntros. Definitivamente fue revocado en el oficio en diciembre de ese ao, siendo nombrado baile de Elda y de sus trminos Bernat Bonhivern, vecino de Alicante. En 1425 ejerca como alcaide y baile local Sanxo Sadurn, quien conoci el traspaso de poderes del seoro de la reina hacia el Corella. Ya bajo el control de Ximen Prez actu de procurador dominical Joan Caravallo.Durante una temporada el propio procurador de los dominios valencianos de doa Violante, Vidal de Blanes, hizo residencia personal en Elda. En 1408 fue conminado por la seora a trasladarse hasta all por razn de la tensa situacin que viva la aljama de la localidad debido a su situacin de frontera y a los peligros de sta, ya que la hermandad firmada entre los cristianos de Villena y Orihuela con una duracin de ocho aos haba concluido. Para facilitar su residencia en un espacio tan conf lictivo la reina le ofreci un incentivo econmico, 800 sueldos que le satisfaran los musulmanes del lugar. Sabemos de la existencia de un lugarteniente del procurador seorial en Elda, Joan de Fontes, al menos desde 1403. Este individuo, vecino de la localidad, debi caer en desgracia pues en 1406 la reina orden al procurador q ue cuando hubiese de abandonar la poblacin por cualquier motivo encomendase la lugartenencia de su oficio al baile eldense o bien al alcaide del castillo pero nunca a Fontes. La falta hubo de ser grande dado que al ao siguiente la seora del lugar le revocaba todas las comisiones de oficios y prohiba q ue en adelante se le encomendase o tuviese acceso a cargo alguno. Asimismo el Valle de Elda cont con una escribana ubicada en la poblacin que le daba nombre. La necesidad de contar con un oficial que diese validez a los actos civiles y administrativos realizados por los vecinos de 162HISTORIA DE ELDA Ma de la villa de Elda en 1428 (Ar Elda). las comunidades del medio Vinalop hizo necesario que se contase con una escribana donde expedir documentos oficiales. Desconocemos el momento exacto en que se establece, y nicamente identificamos a sus titulares a partir del ltimo tercio del siglo XIV. Tras hacerse con las posesiones del Vinalop la reina Violante encomend la escribana de los Valles de Elda y Novelda a Sanxo Soriano, pero justo al da siguiente de ese nombramiento, 21 de febrero, y una vez vista una carta de la reina Sibil.la por la que se conceda esas escribanas a Joan Didac, escribano regio, con fecha de 1 de enero del ao anterior, confirmaba tal concesin anulando la primera. En 1393 el notario era Pere Gavet, que fue reprendido al exigir un salario inmoderado por sus servicios. En realidad era el regente de esas escribanas. Elda por entonces contaba con un notario vecino de la localidad, Castell de Bellver, que durante cierto tiempo ocup el cargo al disfrutar de la amistad de Arnau Escriv, lugarteniente del procurador general de la reina Violante e hijo del procurador Jaume Escriv, que destituy a Gavet para ofrecer las escribanas del valle a su amigo. La actuacin injusta y abusiva del lugarteniente seorial no pas desapercibida a doa Violante, que dej a Gave t al frente de las mismas y amonest al joven Escriv. Lo cierto es que en octubre de 1395 era Bellver quien desempaaba el cargo. En 1409 era Jaume Piquer el titular de las escribanas de Elda y Aspe, aunque las rega Bernat F erri. Mientras que en 1421 lo era Bernat Bertran, vecino de Biar, a quien el entonces baile local le abri proceso en octubre de ese ao. Sabemos que antes de que los Maa de Liana se hiciesen con parte del Valle de Elda, en concreto Novelda, La Mola y Monvar, Joan Roi, de la tesorera del rey, ejerci de escribano en esas latitudes, con un salario de 30 libras. La nueva seora se neg a pagar el salario al escribano, que doa Violante estimaba en la tercera parte, 10 libras. Junto a las autoridades, existieron en la poblacin personas de cierto renombre. A mediados del siglo XIV hubo un mdico llamado Mahomat. En los primeros aos del Cuatrocientos dos importantes sndicos locales, Mua Alazdrach y Daimon Abendaimon, negociaron en nombre de la aljama cier- tos censales con que se carg la comunidad con operadores cristianos. Es precisamente en estos aos cuando conocemos la nmina de los principales nombres de la aljama local, ms de una cincuentena: Datno Aljumelli, Cereig Almotarrif, Hahie Abamir, aat Azquer, Mahomat Alexbili, Abdulmalich Almoatdi, Axer Abeniz, Hamet Abeniazit, alias Alputi, Abrahim Jamil, Ahmet Catba, Al Axat, Mahomat Datno, Abdalla Hamet, Cilim Alazdrach, Caat Almohatdim, Mahomat Abenyunit, Mahomat Arrequiri, Caat Abenxuait, Caat A bdulmagit, Mahomat Demem, Hamet Abzeyt, Mahomat Tayamin, A brahim Ambatoix, Al Cergebi, Al Alazdrach, Mahomat Abenzarquo, Axer Alidelli, Caat Uzeyma, Mahomat Abenaxem, Caat Abarraxim, Caat Abenmelich, Abdulmelich Ben Abdulmelich, Mahomat Celle, Abrahim Elbuu, barbero, Datno Aljumelli, Caat Hilel, Mahomat Tergebi, Hamet Toledano, Hamet A benyunit, Hahie Thoro, Mahomat A benahuyet, Caat Alazdrach, carnicero, A bdalla Lorqui, alias Pero Piqua, Caat Arrecli, Hamet Abeyunit, alias Dalil, Hamet Abentalema, Mahomat Cereig, Hamet Abentalema Alepquem, Caat A benmelich, Caat Abenxeon, aat Zahaya, Mahomat Amianar, Hamet Almotarrif, Hatet Arrenqui, Abdalla El F errer, Caat Axat, Hamet Xeep, Hatet Axat, Mahomat Axat, Hamet Tayamin, Mahomat Algochi, Caat Tobarri, Mahomat Alcolobri, Hamet Acella, Abdalla Cafar y Hamet Alcolobri, todos ellos v ecinos de Elda, quines junto al sndico Alazdrach, el cad y los cuatro viejos f irman en enero de 1401 la escritura de un censal a favor de Bernat Garrigs. Desde el punto de vista jurdico, y pese al dominio cristiano, las autoridades locales aplicaban la ley islmica, sunna y xara, a toda la poblacin musulmana y nicamente la legislacin f oral, administrada por el representante de la seora, baile o procurador, cuando una de las partes fuese cristiana. As debi suceder desde los primeros tiempos de la conquista, aunque slo conocemos confirmaciones de la utilizacin de la normativa tradicional musulmana despus de la guerra con Castilla en 1367 y posteriormente por la reina Violante en 1421. El choque entre dos construcciones polticas tan diferentes como la islmica y la cristiana convirti a la primera en subsi- 163Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Men Museo Ar de Elda). diaria de la segunda y, al respecto del cumplimiento de la legalidad establecida, la administracin cristiana ira mermando de contenidos el ejercicio de las autoridades musulmanas en el desarrollo de su propio marco normativo, sobre todo en los aspectos de perfil econmico. Sucedi, por ejemplo, que la reina Violante en cuanto seora de este valle hubo de pedir a sus oficiales cristianos que respetasen la costumbre antigua segn la cual en las causas entre musulmanes y musulmanes y cristianos como acusadores y musulmanes como acusados haba de actuar un notario o escribano musulmn, y no cristiano como de un tiempo a esta parte se haba establecido, quien, a su vez, exiga un salario inmoderado por la prestacin de sus servicios. La limitacin de derechos fue una constante de la sociedad mudjar valenciana respecto de la minora cristiana, y su restriccin se evidenci cada v ez ms con el paso del tiempo. En lo genrico los musulmanes tenan prohibido el contacto sexual con cristianos, portar armas y beber vino fuera de su aljama, invocar en pblico el nombre de Mahoma y el de Al, la libertad de movimientos por las tierras de la Corona de Aragn y la emigracin. Estos dos ltimos aspectos se aprecian de modo muy sensible en la frontera meridional valenciana, en funcin, sobre todo, de su proximidad con el reino de Granada. En 1315 Arnau de Torrelles, procurador del reino de Valencia dell Sexona, public unas Ordenanzas contra los musulmanes de ese distrito en las que se prohiba que transitasen por senderos y atajos, nicamente lo podan hacer por caminos mayores, que circulasen de noche, que acogiesen a correligionarios extranjeros, que saliesen de su trmino para coger lea o cazar, y que si en sus trminos fuese cautivado o muerto algn cristiano los mudjares del lugar donde se hubiese producido ese hecho habran de satisfacer el dao con fuertes multas, imponindose pena de muerte o de cautividad a todo aquel q ue fuese contra estas Ordenanzas, que fueron confirmadas por Pedro el Ceremonioso en 1375. Una normativa tan estricta afectaba sobremanera a las comunidades del medio Vinalop, dado su nmero y ubicacin en la misma frontera con las despobladas tierras murcianas por el f lanco jumillano y con el hostil marq uesado de Villena. Si bien las autoridades cristianas entendan que haba razones para ello. Desde prcticamente la conquista hubo quien dud de la f idelidad de las comunidades musulmanas hacia el nuevo poder, con lo que el problema que supona la fuga de capital humano y sus negativas consecuencias en la economa de los lugares afectados por tales desafecciones, se tornaba en miedo cuando esas comu- 164HISTORIA DE ELDA Pe o con el pleito de lindes de Elda con Mon227var y Novelda en 1428 (Ar Fundaci227n Paurides Gonz207lez Vidal). nidades actuaban como quintacolumnistas de los nazares, quienes al atacar los dominios del rey de Aragn contaban con la complicidad de los mudjares valencianos, sobre todo los del dominio allende Jijona. Este era el verdadero problema, con lo que a la destruccin de los campos y al robo de animales y bienes se una el rapto de personas de todo tipo, condicin y credo q ue en muchos de los casos no se lograban rescatar. Y se saba que para que la efectividad de esos asaltos granadinos fuese alta haban de contar con ayuda interior: localizacin de objetivos, ocult acin, ofrecimiento de vituallas, inf ormacin acerca de las defensas y los pasos seguros e incluso la participacin indirecta en esas operaciones como guas fueron actuaciones regulares de los mudjares de estas latitudes. Son muchos los documentos que apuntan a la participacin de los musulmanes valencianos en hechos de ese calado, entre ellos eldenses, a ttulo particular, como el caso del moro que fue acusado en 1315, precisamente el ao en que entraron en vigor las ordenanzas del procurador oriolano, de colaborar con los granadinos en determinadas acciones violentas en estas tierras. O casi comunitario, como cuando en 1386, tras un asalto a dos vecinos de Biar y la posterior persecucin de los delincuentes, creyendo que a stos se les haba dado cobijo en Elda, la tropa perseguidora, formada por hombres de aquella poblacin, arrasaron los campos circundantes as como la villa, no a sus habitantes, que tuvieron tiempo de protegerse en la barbacana del castillo. Sucesos como los referidos convirtieron la frontera sur valenciana en un espacio de rapia frecuentado por almogvares cristianos y musulmanes ante lo lucrativo del negocio del rapto, en el que incluso participaban autoridades locales, como es el caso del alcaide de la torre de Salinas a mediados del siglo XV. Tales violencias atemorizaban no slo a los lugareos, sino tambin a los viajeros, como reconoca Bernat Claver, receptor de los bienes y rent as de doa Violante de Bar, que dispuso de la cantidad de 130 sueldos para pagar a una escolta compuesta por hombres de a pie y a caballo tota via que yo vayg a la vall dElda, e a per tal com los camins sien fort perillossos, car pochs son los dies q ue nos saltegen en la dita vall . Pese a lasterribles penas que caan sobre los acusados de tales crmenes, la muerte en la horca, era mayor la tentacin por el dinero fcil que el miedo al castigo. Y ejemplos de lo segundo los hubo. En esa direccin mand proceder en 1328 Alf onso IV a Joan Enric, baile de los valles de Elda, al respecto de los cuatro almogvares que penetraron en ese valle y raptaron a dos hombres y tres asnos con todos los bienes que portaban y q ue posteriormente el baile captur y encarcel. De demostrarse su culpabilidad acabaran in forchis suspendi ita quod moriantur. Con el nimo de poner fin a esas violencias, al tiempo que aliviar la tensin que exista entre el colectivo mudjar y el cristiano, a finales del siglo XIV fueron firmados unos pactos de hermandad entre ambas comunidades con la idea de crear un clima de seguridad en toda la regin bajo el signo de la corresponsabilidad, es decir los musulmanes seran los responsables de los asaltos realizados sobre cristianos y stos de los practicados sobre mudjares, hacindose cargo cada colectivo de sufragar los rescates de sus convecinos de credo contrario. A este presupuesto, pactado en 1394, se aadi en 1399 el de la valoracin de las vctimas en esos ataques granadinos. Si la vctima era un cristiano de la Gobernacin las aljamas musulmanas habran de pagar dos mil sueldos a sus herederos, mientras que si se trataba de un cristiano de fuera de la Gobernacin seran mil sueldos para los herederos y los otros mil para el rey o el seor del lugar donde se 165Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Peinf econ227mica de Elda en el siglo XV (Ar Gonz207lez Vidal). cometi el crimen. En caso de resultar muerto un mudjar de la Gobernacin las comunidades cristianas tendran que pagar a sus herederos la cantidad de mil doscientos sueldos, mientras que si se tratase de un musulmn de otro territorio esa cantidad se dividira en dos partes iguales, una para su familia y la o tra para el rey o el seor del lugar donde se cometi el delito. Esa diferencia cuantitativa entre cristiano y sarraceno no fue ms que otro signo de la discriminacin sufrida por esta comunidad. Las hermandades se mantuvieron en los primeros aos del siglo XV, con la participacin incluso de las poblaciones del Marquesado de Villena Villena y Sax foco potencial de conf lictos con las tierras del Valle de Elda. Quiz por ello tanto doa Violante como sus sucesores en el dominio del medio Vinalop, la familia Corella, alentaron a las autoridades del Marquesado a continuar con esa poltica que mancomunaba un problema, la almogavara, el rapto de personas con nimo de obtener rescate, que afectaba a ambos lados de la frontera, pues lo rentable del ilcito negocio haca q ue no slo lo practicasen los granadinos, sino tambin cristianos y no nicamente sobre las tierras del vecino sino t ambin sobre las propias. Pero lo cierto es que a pesar de tales pactos intercomunitarios e internacionales la violencia fronteriza no ces y pese a los esfuerzos de villas y pobladores por su erradicacin mantuvo su actividad hasta bien entrado el siglo XV. El fenmeno fue languideciendo en la frontera valenciana al tiempo que lo haca el ltimo reducto del islam andalus, Granada. Los aspectos econmicos Ni que decir tiene que el motor de la economa eldense durante la baja Edad Media, como el de todas las economas preindustrailes, fue la tierra, a la que quedaba dedicada la mayora de la poblacin. Una agricultura practicada tanto en el secano como en el regado. En el secano predominaban los distintos cereales trigo, cebada, alcanda, centeno, panizo, avena en asimismo distintas proporciones, la vid y el olivo, cuyas producciones eran bast ante considerables, tal y como ponen de manifiesto los diezmos. Una buena parte de la cosecha de vid, al igual que en casi todo el mundo islmico peninsular, se secaba al sol para la produccin de pasas alimento con una gran proy eccin comercial, mientras que el resto se destinaba a la elaboracin de vino. En estas tierras la pasa, tanto por su innegable calidad cuanto por una esmerada elaboracin, fue el producto estrella del campo eldense, elegido como t al por los seores al obtener de l pinges beneficios tras su comercializacin, producida por lo general desde el puerto de Alicante, aunque durante el dominio manuelino lo pudiese hacer desde el cargador del Cap del Aljub, la actual Santa Pola. Productos especulati-vos igualmente cultivados en el secano fueron el azafrn,el ans, el comino,los higos, frescos y secos, y plantas tintreas como la grana o el alazor o azafrn bastardo. Algunos de ellos fueron requeridos como productos navideos por la seora de turno. Conocemos el caso de doa Violante, que solicitaba a las comunidades islmicas del medio Vinalop que cada ao por noviembre le enviasen una remesa de higos, pan de higos, pasas y azafrn. En el regado destacan las huertas, irrigadas mediante acequias con el agua del Vinalop. La rentabilidad de las producciones del regado era ms alta, pero el lquido elemento no siempre f luy con la misma intensidad. Efectivamente, el principal problema que tuvo el campo de Elda, que es como decir el de todo el Vinalop, fue la ausencia de caudal de agua, ya fuese por motivos naturales, los menos, o por la mano de hombre, los habituales. Lo cierto es que los problemas intercomunales respecto del agua curiosamente no aparecen en las tierras del medio Vinalop hasta casi finales del siglo XIV. Hasta esa fecha el agua procedente de la Fuente del Chopo, en trmino de Villena, flua en direccin a Elche irri- 166HISTORIA DE ELDA Pla las exca Antiguo de Elda (Ar Ar Elda). gando toda esa cuenca. Si bien fue a principios de la dcada de 1380 cando sajeos y villenenses cegaron el paso de agua a Elda, perjudicando hasta tal punto a la poblacin que en 1389 la reina Violante la entenda en pas de despoblaci. La seora del lugar y su esposo, Juan I, solicitaron a las autoridades del Marquesado el compromiso por su parte, en aras a la buena vecindad, de permitir el paso del lquido elemento aguas abajo como haba sido costumbre, ni siq uiera alterada durante los tumultuosos aos de la guerra de los dos Pedros. El problema de la falta de agua se agrav cuando en 1392 los petrerenses cegaron la acequia que desde las fuentes de la localidad conducan el agua hasta Elda. No falt imaginacin para salvar las dificultades, como la construccin en 1393 de un safareig, una alberca para recoger aguas de lluvia. Pero no era suficiente, con lo que en 1403 doa Violante dio permiso a la comunidad para poder pactar un precio con sajeos y villenenses por el servicio de agua. La cuestin del agua se mantuvo, con mayor o menor intensidad, durante todo el siglo XV, quedando resuelta en la centuria siguiente tras la construccin de la Acequia del Conde, que aportara caudal al Vinalop con agua procedente de las fuentes de Villena. El regado afectaba bsicamente a los productos hortofrutcolas. La huerta eldense, irrigada a travs de una amplia red de acequias que los seores protegieron, hoy prcticamente desaparecida, fue en los tiempos medievales de una gran feracidad. All se cultivaban distintas hortalizas y algunos frutales. A unque sin duda ninguna la principal produccin, reflejada incluso en las fuentes fiscales de la poca como partida propia, fue la de habas, artculo de consumo muy del gusto de los musulmanes. Como es de imaginar los mudjares eldenses cultivaran bsicamente las tierras que se encontraban dentro de su trmino. No obstante conocemos la presencia de musulmanes de comunidades vecinas como propietarios de tierras en el trmino de Elda, caso de monoveros, noveldenses y petrerenses, sobre los que en ocasiones se practicaban cargas impositivas ilegales que la seora local prohiba tras su conocimiento. Y lo haca por que, a la rec- proca, musulmanes eldenses tambin posean tierras de cultivo en los trminos v ecinos. Incluso hacan residencia en esas poblaciones, como sucedi a Famet A blalmidini, moro de Elda que acostumbraba hacer residencia en Petrer y q ue decidi vender todas las posesiones q ue all tena, para lo que la reina Blanca, seora de Elda, solicit el plcetde Juan Garca de Loaysa, seor de Petrer. La pericia de estos trabajadores, y en cierta medida su nmero, les llev a ser reclamados durante el Cuatrocientos por las autoridades de Orihuela para participar en la recoleccin del cereal oriolano. De la ganadera son pocas las noticias que tenemos. Los mudjares cont aran con asnos y mulas como animales de carga por excelencia, empleados t anto en labores agrcolas como en el transporte. Existiran igualmente algunos rebaos de cabras y ovejas, siendo este ganado, denominado menut, el ms importante, tal y como recogen las fuentes fiscales a travs del impuesto correspondiente, el atzaque del bestiar menut , que en 1353 referenciaba fiscal- 167Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Imagen de la a Torr EMIDESA). mente1448 cabezas, tres aos despus 2280 mientras que en 1396 el nmero haba descendido notablemente hasta las 858 cabezas. As como ganado vacuno y cierto tipo de aves de corral. Una relacin de ese ganado se observa en la solicitud que Alfonso IV remiti al baile de estos valles en marzo de 1328 para los festejos de su coronacin en la ciudad de Zaragoza: de doscientas a trescientas vacas, de mil a mil quinientos carneros y de quinientos a mil machos cabros. En las tierras incultas aparecera un semibosque o monte bajo de arbustos, pinos y encinas utilizado por los lugareos para el pastoreo de sus rebaos, la recogida de lea, grana, esparto, sosa relacionada con la industria del jabn y la caza. La madera fue una produccin susceptible de ser comercializada, de ah que aparezca en los arrendamientos. La actividad cinegtica sera un valioso complemento de la economa campesina a la par que el deporte favorito de la nobleza feudal. Las tierras de la Gobernacin de Orihuela en general, y las del Vinalop en particular, contaban con abundante caza menor, como ponen de manif iesto tanto don Juan Manuel en el Libro de la caza como Pedro el Ceremonioso en su Crnica.La amplitud del trmino de Elda, que alcanzaba hasta las fronteras jumillanas, englobando las actuales tierras de Pinoso y Salinas, ofreca un paisaje geogrfico y faunstico de lo ms variado. Y as, mientras q ue las sierras que encajonaban el ro entre Sax y Elda don Juan Manuel las entenda como inapropiadas para la caza con halcones, el espacio que se abra hacia la laguna de Salinas y los llanos murcianos ofreca al cazador un verdadero catlogo de piezas menores, mamferos y voltiles tanto autctonas como estacionales vinculadas a la laguna , entre las que se contaban liebres, perdices, conejos, nades y garzas. La existencia de distintos veneros junto a importantes pastizales convirti a la zona en un territorio agroganadero en el que se concentraban para hibernar cabaas de toda la Corona de Aragn, amn de las locales y comarcales. La presencia de estos pastores junto a sus ganados atrajo hasta estas latitudes a gran nmero de almogvares, que seducidos por el lucrativo negocio del robo de ganado y el ms rentable to- dava de rapto de personas con nimo de obtener botn, pusieron cerco al territorio. Un ejemplo de los muchos golpes que se planearon y ejecutaron en esta comarca fue la accin llevada a efecto a primeros de 1328 por treinta y seis almogvares murcianos, que recorrieron el rea occidental del Valle de Elda, entre los actuales trminos de Salinas, Monvar, Chinorla y Pinoso, capturando en un slo golpe la friolera de 2750 cabezas de ganado y los pastores q ue lo guardaban, de los que se pudieron restituir nicamente la mitad. Es poco lo que sabemos acerca de la actividad comercial eldense en la baja Edad Media. Es de suponer que se desarrollase un incipiente comercio de base local y comarcal que pusiese en contacto las economas vecinas del propio valle y de la Gobernacin de Orihuela a travs de artculos perecederos y de uso cotidiano. Desde prcticamente la conquista catalanoaragonesa del reino de Murcia observamos a comerciantes del espacio allende Jijona acudiendo a Elda y a las poblaciones circunvecinas a adquirir productos locales. No obstante, y aunque los datos todava son pocos, conocemos igualmente de ciertos vnculos con el comercio internacional desde estas tierras. Numerosos indicios nos apuntan hacia un relativamente f luido intercambio de mercancas con el vecino reino de Murcia castellano, en concreto con las aljamas musulmanas del Valle de Ricote cuyas gentes entendan como cercano, fsica e mentalmente, el Valle de Elda. Tambin se utiliz la va martima. Sabemos que algunos productos especulativos como la grana, las pasas, el azafrn y el alazor fueron comercializados a gran escala hacia el exterior a travs del puerto de Alicante. Lo ciert amente interesante es constatar que en este comercio martimo participaron agentes locales, no slo la seora. P or cierto documento fechado en 1310 se apunta que desde tiempos del infante Manuel y su hijo Juan Manuel musulmanes de Elda y Elche sacaban sus productos al Mediterrneo a travs del cargador del Cap del Aljub Santa Pola actual. La informacin es importante por cuanto inserta las producciones eldenses dentro de los circuitos comerciales mediterrneos en los que puertos como el Cap del Aljub se convertan en puntos base de un cabotaje costero que 168HISTORIA DE ELDA comunicaba econmicamente a todo el Mediterrneo occidental.Si bien, junto a este comercio legal existi otro que no lo era, basado en la exportacin de productos calificados de prohibidos armas, animales, vituallas y cereal entre otros y que, evidentemente, dejaba dividendos ms suculentos a quienes lo practicaban, aunque con bastante ms riesgo, la confiscacin del producto y de los bienes del transgresor. La situacin geogrfica del Valle de Elda, una de las puertas hacia Castilla y el reino de Murcia, hizo que fuesen muchos lo que se prodigasen en esa aventura y no siempre comerciantes, tambin autoridades pblicas, como Domingo Llorens, de Valencia, aunque avecindado en Elda, que en 1372 haca de baile de las tierras del valle y fue condenado por exportar a Castilla productos prohibidos y acuar moneda falsa. O las propias comunidades musulmanas, quienes en esa misma fecha compusieron su falta con el baile general de Orihuela por valor de 700 f lorines, una cantidad ciertamente elevada. La actividad comercial fue favorecida por los monarcas y los seores del valle, dada la repercusin econmica q ue sta tena en sus rentas. As, por ejemplo, Juan I en 1387 y posteriormente Martn I en 1402, enfranquecan a los habitantes del medio Vinalop con un privilegio por el cual sus mercancas no pagaran tasa alguna. No obstante, el mejor reclamo para un cier- to desarrollo comercial y del consumo interno vino de la mano de Juan I cuando en 1388 conceda a Elda la celebracin de un mercado semanal todos los viernes y de una feria anual que dara inicio con el ao nuevo con una duracin de quince das. Estas instituciones econmicas volvieron a ser concedidas a la vuelta del siglo XV por la corona. Y as si Alfonso V confera de nuevo privilegio de mercado semanal en 1426 manteniendo el viernes como da, cuarenta aos despus Juan II ofrecera el de feria anual a celebrar el primero de octubre, fecha que pasara a diciembre tras confirmacin del privilegio ferial por la reina Juana en 1518. Muy relacionada con el comercio estuvo la actividad industrial. Para el caso de Elda es muy poco lo que sabemos al respecto de este sector, sin duda alguna debido a su escaso peso en la economa local. La existencia a fines del perodo de diversas imposiciones sobre la alfarera, en lo concreto sobre olleries, gerreries , teuleries y cantereries , que gravaban la produccin de ollas, jarras, tejas y cntaros y el derecho de aboneries por la produccin de jabn, muestran una cierta actividad industrial en la zona del Valle de Elda, especialmente en el sector de la cermica. A mediados del siglo XIV sabemos que se arrendaba una tinajera en Elda y que en 1353 de las arcas del infante Fernando salieron 275 sueldos 6 dineros para costear una serie de reparaciones, dado q ue se haba derrumbado en parte y 169Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Olla encontrada en las ex To eta (Ar Ar Elda). haba quedado inutilizada desde los tiempos de la peste bubnica. Tres aos despus se aplicaron 69 sueldos 7 dineros con idntico fin. Conocemos tambin de la existencia de molinos en el trmino de Elda, que pese al poco caudal del ro molan cereales locales y f orneos. Y a pesar de que la documentacin no ofrece noticia alguna existira tambin alguna artesana relacionada con el esparto, muy abundante por todo el trmino, material utilizado para la cestera, esteras, calzado, etc. Dejo para el final quiz el signo ms inequvoco de la discriminacin sufrida por los musulmanes, eldenses en este caso, respecto del mundo cristiano: la fiscalidad. La comunidad musulmana aparece gravada con un sin f in de impuestos y diezmos que mermaban bsicamente su capacidad econmica. Los haba comunitarios, familiares y personales, los haba igualmente sobre la tierra, el agua, los productos agropecuarios, el ganado, el comercio, el uso de monopolios, habiendo de contar tambin los subsidios y donativos, los derechos judiciales y ciertas prestaciones seoriales. T odas estas rentas, que pasaban a manos de la Corona o de los seores, empobrecan sistemticamente a una poblacin deprimida, marginada y con escasos recursos. Si bien, es tambin cierto que sus propietarios, reyes, reinas, infantes o seores, en los perodos ms desafortunados sobre todo du- rante y tras los conf lictos blicos procuraban favorecer el desarrollo de la aljama a travs de la concesin de privilegios, fundamentalmente de carcter econmico, que impidiesen la despoblacin del lugar y lejos de ello la atrajesen, como se ve por ejemplo tras la conquista del reino murciano por Jaime II y sobre todo la guerra de los dos P edros por parte de Pedro el Ceremonioso. La necesidad de tener poblada, aunque fuese de musulmanes, un rea t an delicada como el Valle de Elda por la tan mentada situacin de frontera, oblig a la autoridad cristiana a ofrecer compensaciones a esos habitantes en forma de exenciones parciales o temporales de impuestos y de disposiciones que les aseguraba el mantenimiento de sus costumbres con las menores alteraciones posibles. Es por ello que a pesar de esa onerosa y variada fiscalidad, los seores se cuidaron de que no excediese los lmites soportables de unas no muy boyantes economas rurales, y as lo recordaban a sus recaudadores de impuestos, pues el primer signo de alarma era la queja y a sta en ocasiones se le superpona directamente la despoblacin. Este equilibrio permiti durante el Cuatrocientos a la comunidad islmica eldense cierta prosperidad, visible en la realizacin de operaciones econmicas de alguna envergadura, como la carga de censalesprstamos por cantidades ciertamente elevadas para la mejora de la vida econmica local. 170HISTORIA DE ELDA Pe (Ar Municipal de Elda). Mezquitas, sinagogas e iglesias La conquista cristiana de mediados del Doscientos no cambi el ritmo vital de los musulmanes. Trabajaban en los mismos campos que antao, aunque ahora sus rentas se las llevasen otros los enemigo de fe, hablaban la misma lengua, celebraban las mismas fiestas, y crean en lo mismo, en que Allah era el nico Dios verdadero y Muhammad su profet a. El Islam no es slo una religin, es una forma de entender la vida, de incardinarse en el mundo teniendo como eje a Dios, a Allah. La religin marca la vida del musulmn, y aunque cualquier lugar es bueno para orar, el ms adecuado es la mezquita. La mezquita tambin es ms que un lugar de oracin, es un lugar social, es un espacio para la comunidad. All el buen musulmn aprende la lengua rabe, se acerca al libro sagrado, el Corn, y conoce de las grandes cuestiones que ataen a su comunidad. Es el corazn de la poblacin. La villa medieval de Elda cont con ms de una, si bien son muy pocas las fuentes que refieren a ellas directamente. La mezq uita ms antigua de la localidad, la que las fuentes denominan vella , y que ubican en las proximidades de lo riu, en lo cam q ue va a Monnver, sera el primitivo centro cvico-religioso de la poblacin. Su ubicacin podra coincidir con el de la ermita de San Antn, por cuanto ese emplazamiento prximo al castillo responde a la perfeccin al propio origen urbano de Elda. Hubo otra mezquita, denominada mayor, que tradicionalmente ha sido situada en el lugar que hoy ocupa la iglesia de Santa Ana. Los cronistas e historiadores que han afirmado tal ubicacin lo han hecho utilizando la escritura mandada redactar en 1528 por Juan Francisco Prez Calvillo, seor de la villa, en la que, en palabras de A. Navarro, mandaba instituir una iglesia en la que haba sido mezquita mayor de la villa. La existencia, como veremos, de una sinagoga en lo que sera la iglesia a que se refiere el cronista antes citado, subsidiario en esta idea de L. Amat, y su ubicacin perifrica, me llevan a entender que la mezquita mayor no pudo quedar tan a las afueras de la poblacin, abogando ms por situarla en el entorno de la antigua plaza del ngel. Algunos documentos abonaran esta hiptesis, como que en 1387 el procurador de la reina Violante soli- citase en nombre de su seora el reconocimiento de su dominio como nueva propietaria en la mezquita de la plaza de Elda, que no era otra que la del ngel. T ambin la arqueologa apunta en este sentido, pues a mediados de los aos ochenta del siglo pasado se excav un solar a espaldas del Ayuntamiento, saliendo a la luz una pequea estructura absidal orientada hacia el Este y que los arquelogos no supieron en su momento vincular a ninguna estructura constructiva. Quiz el mirhabde la mezquita mayor de Elda La pequea comunidad mosaica eldense tuvo asimismo un templo en la localidad, hecho importante por hasta la fecha desconocido. Como hemos apuntado pginas atrs la falta de fieles llev a la seora en diciembre de 1402 a reconvertir la utilidad de ese lugar de culto, ofrecindolo a la cada vez mayor poblacin cristiana de la villa. La sinagoga fue entonces consagrada como iglesia bajo la advocacin de Santa Ana. La existencia de una iglesia bajo esa misma advocacin, ubicada en lo que sera las afueras del recinto urbano medieval de Elda, nos vincula la primitiva estancia hebrea con la actual cristiana y la proyecta en su uso para culto qui- 171Elda medieval. Estructura social y actividad econmica Plano medie Museo Ar de Elda). z hasta los tiempos de la fundacin del lugar.El colectivo cristiano eldense, minoritario durante toda la Edad Media, t ambin cont con lugares para la oracin. El primero de ellos se edific dentro del castillo, en fecha indeterminada. Qued bajo la advocacin de Santa Mara, como lo hicieran multitud de iglesias valencianas y murcianas tras la conquista cristiana Cocentaina, Alicante, Elche, Orihuela o Murcia, debido a la difusin del culto mariano de la mano de los conquistadores. Pero, frente a lo sucedido en esas y otras poblaciones, donde la consagracin de los templos a Santa Mara se haca sobre las antiguas mezq uitas mayores, la capilla eldense fue construccin ex novopor razn, bsicamente, de la escasez de poblacin cristiana frente a una abrumadora mayora islmica a la que los conquistadores respetaron sus templos. La ubicacin dentro del reciento militar parece tener cierta lgica atendiendo a que en un principio la feligresa estara vinculada a la guarnicin de la fortaleza y a algunas pocas familias enclavadas en sus proximidades. Esa misma ubicacin la encontramos en Benejama, Denia, Tibi, Petrer, Sax y otros lugares de la geografa valenciana, siendo ref lejo igualmente de una pequea comunidad cristiana. Similar localizacin encontrarn los primeros cementerios, como ocurre en Elda. Nos consta, si embargo, que esta capilla a fines de la Edad Media cambi su advocacin por la de Sant Antoni, pues en 1478 se nos apunta en un inventario del castillo la existencia de una capilla bajo tal advocacin que contaba con altar, crucifijo, misal, candelabros y cofre donde se guardara el ajuar litrgico. A. Poveda entiende que seran los Corella quienes introdujeron el culto a Sant Antoni en el Valle de Elda. Lo cierto es que durante el seoro de Violante de Bar el alczar de Cocentaina cont con una capilla en su interior consagrada al santo anacoreta, y dicha seora lo fue al tiempo de las tierras del Vinalop; aunque a fines del siglo XIV la capilla del castillo eldense segua bajo la advocacin de Santa Mara. La primera noticia conocida es de 1308, cuando la reina Blanca, seora del lugar, seala a Bernat de Granyana, baile de Elda y Novelda, que iba a destinar 200 sueldos para financiar a un presbtero que de manera continuada celebrase misas en la capilla del castillo de Elda en servicio de Dios. Al entender que esa cantidad era insuficiente ordenaba a su oficial que pusiese 100 ms. Para uso de ese clrigo dispona de otros 100 sueldos con el fin de adquirir un breviario. Resulta evidente que la capilla castral es anterior a la presencia de este presbtero, y que desde antes de esa fecha se vena empleando, de manera discontinua, para la celebracin de la eucarista. Lo que resulta difcil de calibrar no es tanto ya la fecha de construccin de esa capilla, imaginamos que en tiempos del dominio manuelino, sino la necesidad de asegurar la celebracin de misas, que podra entenderse relacionada con la presencia de una ya incipiente comunidad cristiana a la que se haba de garantizar un servicio religioso completo, dirigido no nicamente a la administracin de los sacramentos sino tambin a la instruccin de los fieles. Al mismo tiempo, esa peq uea capilla se converta, en el plano de lo poltico, en eje articulador del dominio cristiano sobre una poblacin may oritariamente islmica. Conocemos el nombre del primer clrigo eldense, Miq uel Prez dAquen, a quien al ao siguiente se le haba de satisfacer la cantidad antes mencionada, 300 sueldos anuales, en tres pagas. Lo cierto es que pese al inters de doa Blanca porque la comunidad cristiana de Elda contase con clrigo propio, la situacin no cambi. As lo manifiestan las rentas del infante Fernando en algunas de sus entradas, apuntando para los aos 1353 y 1356 pagos a dos clrigos de La Mola, Gonalvo Garcia y Antoni Prez, por un valor de 200 sueldos anuales que cubran las misas celebradas en Elda. Con lo que hasta al menos bien entrado el siglo XIV la iglesia eldense fue subsidiaria de La Mola a efectos de celebracin eucarstica. A finales de ese siglo el panorama es bien distinto. En esas fechas se origin un pleito entre dos clrigos que se atribuan los derechos de la celebracin de misas en Elda. La disputa gir en torno a saber si era necesaria, o no, la provisin o investidura del obispo para hacerlo. Lo sucedido arranca de 1396, fecha en la q ue doa Violante, al creer la capilla vacante nombr capelln de esa iglesia castral a Ciprs Arau, clrigo de la casa del marqus de Villena. Pero, a lo que parece s lo haba; su nombre era Antoni Meseguer y en febrero de 1397 protestaba ante la reina por tal usurpacin. Doa Vi- 172HISTORIA DE ELDA lante le mand llamar a su presencia, solicitando a los diputados del reino de Valencia que durante el viaje de Meseguer se le pagase a razn de 12 dineros diarios, cantidad que perciba por la celebracin de sus misas. Antoni Meseguer era de la opinin de que tal beneficio no fue creado o instituido sino a beneplcito de la seora del lugar, quien lo sufragaba de sus rentas a razn de 20 libras, siendo l el primero cronolgicamente en recibirlo y en disfrutar de l celebrando misas. Ciprs Arau, por el contrario, argumentaba a su favor que tras la concesin de doa Violante haba sido investido por el obispo de Cartagena. Ante tal desencuentro la reina dispuso en 1397 que una vez analizada la cuestin se permitira celebrar en esa capilla a quien ms derecho tuviese. La investigacin corri a cargo del vicario de Villena, Gonzalo Lpez, comisionado a tal efecto por el obispo cartagenero. La cuestin era alcanzar a saber si se trataba de un beneficio creado y perpetuo con colacin e investidura eclesistica o una simple celebracin de misas mandadas cantar por los seores del lugar a beneplcito. El instructor, tras estudiar la cuestin a travs de testigos y documentos, dictamin q ue fueron los seores de Elda quienes dispusieron la celebracin de misas en la localidad, pagaderas al clrigo por ellos de sus rentas, y no beneficio creado y perpetuo por el que el obispo ni sus predecesores debieran por derecho hacer colacin ni investidura al estilo de la que le fue hecha a Ciprs Arau. Por ello el vicario de Villena mand que fuese Antoni Meseguer quien se ocupase de la celebracin de esas misas como antes estava por carta de la gracia que la dicha celebracin le fuere fecha por la reyna de Aragn, condenando a Joan Gros, clrigo de La Mola, como procurador de Arau, en los costes del proceso. La reina entonces orden q ue se cumpliese la sentencia y que Meseguer, por la celebracin de esas misas, percibiese 20 libras valencianas, segons es acustumat e fer se deu. Solventado ya el asunto en ese mismo ao de 1398 la reina Violante designa a Antoni Meseguer de por vida clrigo de las iglesias eldenses y le adjudica una retribucin de 400 sueldos anuales. En este ltimo documento, fechado en 1398, se apunta que la poblacin ya contaba con dos templos cristianos bajo la advocacin de Santa Mara y Santa Ana respectivamente. Cuestin sta de no poca importancia, no tanto por el nmero de iglesias sino antes bien por su advocacin, dado que la iglesia de Santa Ana la localizamos creada en 1402 sobre el lugar ocupado por la antigua sinagoga hebrea, aunque aqu se nos refiere existente cuatro aos antes, al menos. Meseguer se mantuvo durante algunos aos como capelln en Elda, pese a sufrir algn contratiempo, como cuando, por razones desconocidas, le fue embargada la tercera parte de su retribucin en esa capellana, que la seora le reintegr en julio de 1403. En 1407 obtuvo licencia de la reina Violante, en cuanto clrigo de la capellana de Santa Ana de Elda, para poder habitar en cualquier o tro lugar que l eligiera per fer statge e per servir altre o altres benifets; si bien de hacer eso los servicios diarios de la capilla quedaran para Pelegr Ballori, presbtero, no pudiendo ser removido de esa capellana por nadie. En 1421 la capellana eldense qued vacante por muerte de su titular hasta entonces, pasando a manos de Guillem Urballa, presbtero, tras concesin de doa Violante. Urballa era un clrigo que vena sirviendo de tiempo atrs a la reina, quien cuatro aos antes le design para ocupar la rectora de la villa de Cocentaina tras fallecimiento de su entonces titular. No sabemos si en esas fechas segua administrando los sacramentos en Cocent aina, porque lo cierto es que no pudo regir personalmente la capellana eldense y eligi para ocuparse de ella al clrigo local Joan Rodella, a quien, junto al titular de la misma, se haba de responder del dinero para su mantenimiento. Al ao siguiente Guillem Urballa abandon la capellana, concedida en ese momento a Joan Muncau, clrigo que doa Violante consideraba como persona capaz. La llegada de los Corella al Vinalop traera consigo el nombramiento de nuevos clrigos, as como una mayor actividad de los templos, que slo la exhumacin de nuevas fuentes escritas nos permitirn conocer con mayor extensin. Sera en ese tiempo, al alborear la Modernidad, cuando la mezquita vieja de la localidad fue consagrada como iglesia cristiana bajo la advocacin de Santa Catalina mrtir, a la que se le aadira ms ta rde la de Sant Antoni, pese a la creencia de L. Amat de que esta ermita sirvi de templo a los primeros cristianos que se asentaron en Elda. 173Elda medieval. Estructura social y actividad econmica L a imagen de Elda como poblacin va unida a la del castillo, siendo ste el origen de aqulla. Su trascendencia va mucho ms all de su significado en el pasado. En aquellos tiempos el castillo irradiaba seguridad a la par q ue temor; era la residencia de la autoridad. Con el transcurrir de la historia vari tambin su funcionalidad, hasta no ser ninguna, y su simbologa, pasando de encarnar poder, de unos pocos, a conver tirse en smbolo de todos. Su imagen, malherida por el paso del tiempo y de los hombres, sus propios hijos, sigue evocando entre ellos, entre nosotros, un sentimiento que entronca directamente con la raz misma de lo eldense y que te lleva desde su presente roto a un mundo onrico donde su existencia da sentido a todo. El castillo de Elda, como otros tantos que jalonan el curso del ro Vinalop, es de origen islmico, almohade para ms seas. A lo que parece, tras la derrota musulmana de Huete (1172) el califa almohade procedi a una reorganizacin defensiva de su dominio que en las tierras del Vinalop supuso la ereccin de una serie de fortalezas que aunaban vigilancia y defensa en cuanto cometido existencial. En torno a esos enclaves defe nsivos se ira agrupando la poblacin dispersa que desarrollara la topografa urbana de las comunidades rurales. Con la conquista cristiana del reino de Murcia las plazas fuertes del Valle del Vinalop, como prcticamente las del resto del territorio valenciano y murciano, vieron expulsadas a sus defensores musulmanes para ser sustituidos por los conquistadores. As lo refera el tratado de Alcaraz de 1243, que si bien per- mita a los lugareos permanecer en sus casas y tierras, exiga el control cristiano de todos los castillos. El perodo de dominacin castellana resulta especialmente parco a la hora de ofrecer noticias que refieran a la fort aleza. Sujeto al dominio de Guillermo el Alemn, la Orden Militar de Santiago y el infante Manuel, y regido quiz personalmente por el primero, y desde luego por alcaides nombrados por el maestre santiaguista y don Manuel, el castillo de Elda se convirti en el elemento clave para la defensa del territorio, pues el hecho de que la poblacin no contase con muralla defensiva, a diferencia de lo sucedido en poblaciones cercanas, aunque de mayor importancia, caso de Alicante, Elche, Crevillente u Orihuela, convertan a la fortaleza en la primera y nica proteccin en caso de ataque. A lo largo de los siglos medievales son numerosos los casos en los que la poblacin eldense habr de protegerse dentro del castillo. Pero, pese a la no existencia de muralla la villa medieval de Elda presentaba un tipo de cerramiento sobre la base de los muros exteriores de las viviendas que daban al campo, roto nicamente por las puertas que ponan en comunicacin las principales arterias de la poblacin con los caminos. Cerradas esas puertas al caer la noche o en caso de peligro, el mundo intra muros, sin haberlos, quedaba protegido del peligro exterior, aunque slo cuando ste careca de entidad. Hablo de puertas en plural atendiendo a lo que sugiri el equipo de urbanistas y arquitectos que realiz la Diagnosis del Plan General de Ordenacin Urbana de 1984, del que se desprenden seis posibles accesos al recinto 175 Elda medieval EL CASTILLO JOSVICENTECABEZUELOPLIEGO* U niversidad de Alicante 10 urbano. Nmero, a mi juicio, elevado para una poblacin tan pequea, fundamentalmente por su difcil defensa. Me inclino a pensar que seran uno o lo sumo dos los accesos a la poblacin. As, por ejemplo, en 1478 a la muerte del segundo conde de Elda, el hijo y heredero de ste, del mismo nombre que su padre Joan Roi se person junto a sus procuradores para tomar posesin del castillo y villa, y tras acudir a iglesia y mezquita para que cristianos y musulmanes le reconociesen como seor se encamin en comitiva a la puerta de la villa, y el documento recoge una sola, q ue abri y cerr en seal de posesin, y tras ello a la huerta para igualmente tomar posesin de ella. La localizacin de esa puerta quedara al Oeste y se abrira cercana a la mezquita vieja, luego ermita de San Antn, para enlazar con el vial q ue conduca a Monvar. El gobierno del castillo Durante los siglos medievales el castillo de Elda, al igual que el resto de plazas del Valle del Vinalop, qued adscrito al rgimen de tenencia conocido como ad Consuetudinem Yspanie o segn la Costumbre de Espaa. La Costumbre de Espaa es un rgimen de tenencia de fo rtalezas de origen incierto cuya aplicacin supona un control casi total por parte del concesionario sobre la plaza q ue entregaba. La vinculacin del propietario de la fortaleza sobre la misma y las obligaciones del tenente respecto del cedente hicieron de este derecho frmula magistral para que la monarqua encontrase el antdoto a las ambiciones de los feudales, limitando su control a una clase que converta los castillos en instrumentos de dominacin poltica e invirtiendo el proceso en su propio favor. El hecho de detentar la alcaida de un castillo segn la Costumbre de Espaa supona una fuerte atadura al beneficiario de la tenencia. En qu se traduca la Costumbre de Espaa Bsicamente en recalcar la supremaca del otorgante respecto del beneficiario sobre la base de una serie de elementos que refieren a la nominacin del alcaide, al vnculo entre cedente y beneficiario, al tiempo de disfrute de la alcaida, que poda ser prefijado o de por vida, a la potestad del cedente de ser recibido en la fortaleza tantas veces como lo solicitase y fundamentalmente a la garanta de recuperacin de la plaza concedida. Dentro de este rgimen tenencial conocido como ad Consuetudinem Yspanie exista una frmula jurdica aplicada a fortalezas de menor categora, denominada pro domo plana o por casa llana y que bsicamente difera de la anterior en que los alcaides perciban una cuanta econmica inferior para el mantenimiento de la plaza. La adscripcin a una u otra denominacin estaba en funcin de la calidad defensiva de la plaza fuerte, con lo que un castillo poda pasar de una a otra en funcin de sus defensas. Este fue el caso de Elda, cuya fortaleza, aunque considerada de las importantes dentro del concierto defensivo de la frontera sur valenciana, en algn momento y debido fundamentalmente al estado de sus defensas qued bajo la amenaza de ser rebajada a la categora inferior. As lo recordaba en agosto de 1312 Jaime II a F errer Descortell, baile general de las tierras allende Jijona, al referirle que pese a que en ese momento el alcaide de la fo rtaleza eldense perciba una cuanta determinada, ese monto podra verse aminorado si l decida degradar la plaza a la categora jurdica inferior. En los castillos del Valle del Vinalop aparecen los dos tipos de concesin, ad Consuetudinem Yspanie y pro domo plana , y su adjudicacin va a estar en relacin 176HISTORIA DE ELDA Vista a216r (Ar Municipal de Elda). nicamente con la importancia de la plaza, dado que ninguno de ellos puede denominarse roquero y aunque aparecen enclavados en un alto, ste, a excepcin del cerro de La Mola, no presenta una dificultad orogrfica notable. As las fortalezas de Petrer, Elda y Monvar, que se muestran coronando un pequeo cerro, la torre de Salinas en una ladera, o el antiguo castillo de Monforte claramente en el llano, se encuentran a caballo entre la altura y la planicie. Es por ello, que los dos ms importantes, Elda y La Mola, quedarn en lo genrico adscritos al rgimen ad Consuetudinem Yspanie , mientras que los de Monvar y Chinorla, en el nico momento q ue los conocemos vinculados a la Corona tras su incorporacin por Jaime II en 1296 y antes de ser concedidos en seoro eran tenidos pro domo plana. De los de Petrer, Monforte y Salinas, vinculados al seoro, desconocemos cmo se gestion su tenencia. Atendiendo a las dos frmulas jurdicas antes sealadas, la concesin de la alcaida se realizaba normalmente a beneplcito, es decir, durante el tiempo que el rey considerase oportuno y revocable a su voluntad. En este sentido habra que resaltar una obviedad, y es que solamente los cristianos tenan acceso a la alcaida as como a formar parte de la guardia que los custodiaba, ya que, como qued establecido tras el pacto de Alcaraz y posteriormente en els furs, la normativa legal valenciana, ni moros ni judos podan desempear cargos pblicos. Los alcaides Los alcaides, obviamente, eran personas de condicin militar y lo ideal es q ue tuviesen experiencia en ese campo, al tiempo que hombres de confianza de q uines les promovan a la alcaida. Para el caso del castillo eldense conocemos los nombres de algunos de ellos as como ciertas actuaciones que nos revelen ese perfil militar. Durante la etapa de dominacin castellana slo sabemos de la alcaida de Guillermo el Alemn, primer seor de la villa, concedida por el infante Alfonso en 1244, desconociendo los nombres de los tenentes designados por los santiaguistas y don Manuel. El grueso de la informacin relativa a este asunto la tenemos durante el dominio de la Corona de Aragn, y en concreto del Ca- sal de Barcelona. Sabemos que a la llegada de Jaime II a estas tierras en la primavera de 1296 era Juan Garca de Loaysa, seor de Petrer, quien tena a su cargo los castillos de Elda y La Mola. Tras la sentencia de Torrellas qued como alcaide eldense Pere de Montagut, nominado en abril de 1305. Le sustituy siete aos despus Miquel Vidal de Llibi, por razones que desconocemos, aunque sabemos que a los pocos meses Montagut fallecera. No volvemos a tener informacin al respecto de la tenencia del castillo de Elda hasta pasadas cuatro dcadas. Desde al menos los primeros aos de la dcada de 1350 vena ejerciendo de alcaide Berenguer Togores, nominado como tal por el infante Fernando, seor de la villa y de casi toda la Procuracin de Orihuela, ejerciendo de subalcaide en esas fechas Gonalvo Sanchis. En 1357 lo haca Gonalvo lvarez dEspejo, fiel vasallo del infante Fernando, que por entonces pas a defender el castillo de Elda en cuanto punto de vanguardia del seoro oriolano frente a los dominios valencianos de Pedro IV. Desde los primeros aos de la dcada siguiente, al menos desde 1363, ocup la alcaida P ere Sala, que a la muerte de don Fernando y junto a los alcaides de las principales fortalezas de la Procuracin de 177Elda medieval. El castillo Alf Historia de Car , VI, 1986. Orihuela Orihuela, Callosa, Guardamar y La Mola fue llamado a la presencia de Pedro IV. En 1366 era el ilicitano Sanxo dEspara quien la detentaba. Como bien sabemos, tras la finalizacin de la guerra de los dos Pedros las tierras del Vinalop pasaron a manos de los capitanes de las famosas Compaas Blancas, tropa mercenaria que colabor con Pedro el Ceremonioso contra Castilla. Desde luego no seran sus seores q uienes se hicieran cargo personalmente del dominio, ni por supuesto de sus castillos. En el caso del bretn Bertrand Duguesclin, nomin a una serie de funcionarios para que administrasen el seoro del Vinalop recibido de Pedro IV, y entre ellos a alcaides. nicamente conocemos en esta faceta a Mart de Morera, que ejerci tal funcin en la fortaleza eldense hasta la llegada del nuevo seor, el ingls Hugh de Calviley. Calviley asimismo tom posesin del castillo y villa de Elda a travs de su procurador, John de Brighton, y procedi a nominar un alcaide del que no nos ha llegado su nombre tras recibir el castillo de Joan de Salazar, subalterno de Mart de Morera en aquella alcaida. Durante el dominio de la reina Sibi.la fue Llop Ximenis de Perencisa el alcaide de Elda. Cuando el seoro pas a manos de Violante de Bar, Ximenis de Perencisa cedi la posesin a Jaume Escriv, de la casa de doa Violante, teniendo aqul como subalcaide a Ramon Morera. A Escriv le sucedieron en la tenencia del castillo Miquel de Po la, a mediados de los noventa de siglos XIV; a ste en fecha indeterminada Joan de Fontes, que ces en julio de 1403 ante Pere Massa. Massa muri a los pocos meses y en octubre de ese ao ejerca de alcaide Gonalvo dAlmenara, sucedido por Berenguer Gorch, muerto en la primavera de 1410, con lo que su subalcaide, Bernat de Gallach, qued al frente de la fortaleza hasta que la seora nombrase a otro. La presencia de Gallach fue larga, pues fue sucedido por Jaume Diona ocho aos despus. El ltimo nombramiento realizado por doa Violante fue Sanxo Sadurn, en 1425, antes de que el dominio eldense pasase a manos de la familia Corella. De este perodo nicamente conozco el nombre de un alcaide, Mateu Vilar, que lo vino siendo desde fecha indeterminada hasta al menos 1478. El componente humano y material del castillo En estas fortalezas, al menos en las de realengo, el alcaide nombrado por el rey estaba obligado a residir en el castillo con un contingente militar y a mantener la plaza en ptimas condiciones, para lo cual reciba de la Corona una cantidad de dinero la retenencia de la q ue sala su salario, el de los soldados a sus rdenes y los gastos de mantenimiento de la plaza. Esta retenencia oscil durante el siglo XIV entre los dos mil y tres mil sueldos anuales para los castillos de Elda y de La Mola, normalmente siempre en funcin de mayores o menores gastos defensivos. As, por ejemplo, mientras que durante la guerra de los dos Pedros la Corona concedi tres mil sueldos anuales para el mantenimiento del castillo de Elda, una vez finalizada, la cantidad se vio reducida en quinientos sueldos y al poco en otros quinientos, quedando fijada en dos mil. Sabemos que a principios del siglo XV la cantidad en concepto de retenencia se vio disminuida en ms del 50%, pues Joan de Fontes pas a percibir 40 libras anuales en 1402, lo que equivala a 800 sueldos. La guarnicin de cada fortaleza, al igual que la retenencia, variaba ostensiblemente en su nmero dependiendo de si era tiempo de paz o tiempo de gue- 178HISTORIA DE ELDA Di sur del Reino de V siglos XIII-XIVHistoria de Alicante , III, 1985. rra, aunque en ningn caso los castillos del Vinalop acogieron un contingente militar numeroso, al menos durante un perodo de tiempo considerable. Sabemos, por ejemplo, que durante la guerra de los dos Pedros, en la primavera de 1359, lleg Garca Jofre de Loaysa a su castillo de Petrer con cien jinetes para desde all hacer guerra al rey de Aragn; si bien, lo habitual era la carencia de fuerzas. La realidad fue que los castillos del Vinalop, como prcticamente el resto de castillos de la frontera sur valenciana, no est aban en absoluto preparados para afront ar con garantas una alarma militar imprevista. La precariedad en el nmero de def ensores era alarmante. Conocemos cmo, en los das finales de 1363, cuando mayor era el peligro y ms fuerte la presin ejercida por los castellanos a las fronteras de Orihuela, el castillo de Elda contaba con un contingente militar no superior a la docena de hombres, incluy endo al propio alcaide. No nos sorprende, pues, el hecho de que los pobladores musulmanes del lugar, aterrorizados por la cercana presencia de Pedro I de Castilla, que asediaba Elche, ayudasen a Rodrigo de Ganga, convecino cristiano y quiz miembro de la guarnicin o al menos con fcil acceso a ella, a asaltar el castillo, asesinar a sus def ensores y entregar las cabezas de stos, hincadas en unos palos, junto con las llaves de la plaza, al monarca castellano. Es por ello que ya en 1367, cuando los rumores apuntaban hacia una nueva guerra con Castilla, Pedro el Ceremonioso ordenase que se enviasen al castillo eldense quince hombres de a caballo para ayudar en la defensa del mismo, habiendo de permanecer all mientras durase la contienda. Esta tropa de refresco acuda a reforzar una plaza situada en la misma frontera castellanomurciana y contrarrestar los miedos de una poblacin musulmana poco colaboradora. Aos despus, 1384, la guarnicin de los castillos de Elda y de La Mola era de diez hombres en cada uno contando al alcaide. Fue entonces, ante las noticias que llegaban de una posible guerra con el reino de Granada, cuando la reina Violante, seora de ambos lugares, orden que los alcaides respectivos contratasen a sesenta hombres, cristianos, y los repartiesen entre las dos fort alezas para su defensa, pasando as a contar cada una de ellas con cuarenta soldados. Aunque hay que destacar que se trat de una disposicin extraordinaria q ue dur mientras lo hizo el peligro. Slo en los momentos de mximo riesgo se proceda a aumentar el nmero de defensores de las plazas fuertes. En 1358, en pleno conf licto con Castilla, Pedro IV decidi pertrechar la vecina Caudete con veinte ballesteros, obligndose el seor de la plaza, Garca Jofre, a satisfacer el salario de cinco caballeros. Al ao siguiente, para que no se perdiese el castillo de Crevillente, se pusieron dentro de sus muros cincuenta ballesteros y diez caballeros. Idntico nmero de defensores quedaron en el roquero castillo de Alicante bajo en mando de Joan de Bellvs en 1363 para frenar el ataque castellano. El peligro, o su ausencia, era directamente proporcional a la presencia de defensores en los castillos. Diez aos despus de q ue fuese fortalecida de defensores y material blico la fortaleza crevillentina, hablamos de 1368, la guarnicin con q ue contaba estaba formada por cuatro hombre y un perro, un mastn. Es importante indicar, como curiosidad, que los castillos del Vinalop no contaron, al menos a efectos administrativos, con perros, tal y como suceda en otras fort alezas de la geografa valenciana, como Castalla, Alcal, Gallinera, Sagunto, o la cercana Crevillente donde los canes suplan la no presencia de hombres. Canes por los que la Corona pagaba igualmente retenencia, en una relacin desfavorable de dos a uno, es decir, dos perros equivalan a un hombre. Guarnicin, por lo dems, compuesta por pocos defensores con una f ormacin militar bastante deficiente q ue dispondra de un armamento defensivo y ofensivo insuficiente y en la mayora de los casos en psimas condiciones. El equipo de los ballesteros no ira ms all de una coraza y un casco junto a la propia ballesta, y por lo que sabemos de los escasos inventarios de castillos q ue han llego hasta nosotros, al menos del territorio, su conservacin era bastante deficiente. El inventario realizado en 1387 en el castillo de Elda para formalizar el paso del seoro de Sibil.la de For ti a Violante de Bar revela esa pobreza y ruina material de los recintos fortificados al ref lejarse en esos informes la existencia de ballestas rotas, escalas quebradas, lanzas y f lechas oxidadas o di- 179Elda medieval. El castillo rectamente sin punta y un sin fin de situaciones verdaderamente patticas, imagen viva del lamentable aspecto en que se encontraban las armeras castrales. Frente a esa imagen de realidad, la teora apuntaba que en los castillos deba existir madera y hierro para fabricar armas, piedras para arrojarlas al enemigo, forraje para el ganado, alimento para los defensores, y sobre todo agua. A la general penuria material se una en alguna ocasin el absentismo de los alcaides. Los responsables de las fortalezas tenan obligacin de residir en ellas, pero esto no debi ser muy habitual, prefiriendo hacerlo fuera del recinto junto a sus familias. Pero se lleg a ms, hasta el punto de abandonar el cargo temporalmente para solucionar asuntos personales nombrando en su lugar, de forma ilcita, a sustitutos. Esta situacin la sabemos desde fechas relativamente tempranas. En los primeros das de su gobierno, Alfonso IV el Benigno encarg un estudio acerca de la situacin de los castillos valencianos. Por l supo que ninguno de los alcaides del Valle de Elda haca residencia personal dentro de la fo rtaleza, lo que las pona en grave peligro. Del mismo modo la cantidad anual q ue reciba en concepto de salario propio, de la tropa que capitaneaba y de a yuda para el mantenimiento de las inst alaciones, era normalmente retenida por este funcionario en su totalidad. En ocasiones ocurra que ni siquiera se cont aba con numerario suficiente para satisfacer ese pago, llegando a plantearse desde la Corona, si bien de modo coyuntural, delicadas estrategias para ob- tener dinero, como sucediese en 1329, cuando tras los pactos habidos entre Castilla y la Corona de Aragn para reemprender la accin militar contra Granada, Alfonso IV el Benigno dispuso la saca de cereal de la Procuracin de Orihuela para con esas ventas solventar los pagos de las retenencias de los castillos del distrito. Esto haca que los soldados, lgicamente mal pagados, pusiesen poco celo en su actividad defensiva, cuando no ninguno, abandonando el puesto ante la desidia que observaban en sus superiores y la falta de medios materiales. No obstante, la arqueologa ha puesto de manifiesto la existencia en la may ora de castillos de diversas habitaciones que serviran como dormitorios de la tropa, seguramente separados de la est ancia adjudicada al alcaide, almacn de armamento, cocina con un gran hogar, horno, posiblemente molino, as como cuadras y corrales para aves y o tros animales. Se contara tambin con todo el utillaje necesario para el uso cotidiano: platos, ollas, jarras, tinajas, candiles, agujas, etc. La existencia de tales artculos en un castillo dedicado nica y exclusivamente a la defensa devena no slo de la necesidad de contar con ellos, sino tambin porque muy posiblemente las fortalezas contaron, al menos en algunos momentos, con mujeres residiendo en su interior. La document acin nos muestra que en castillos como el de Alicante la corona obligaba a los alcaides a residir con su familia para evitar su no presencia. Nada se dice del resto de la fuerza militar, pero no se- 180HISTORIA DE ELDA Planta del castillo de Elda con su evoluci227n ar (Ar Municipal de Elda). ra descabellado pensar que sucediese algo similar, al menos en determinados momentos, puesto que durante todos los reinados se tomaron medidas contra el absentismo, incentivando la residencia de los alcaides en las fortalezas con la presencia de sus familias. Para el caso de Elda, adems de los perodos lgidos de conf licto blico en que la poblacin se protegiese en su interior, circunstancias coyunturales de ms largo plazo que apuntaban al castillo como el refugio ms seguro de los vecinos de la villa hicieron que en el interior de la fo rtaleza se construyesen viviendas a t al efecto. De este modo, tras las graves tensiones existentes entre las comunidades musulmana y cristiana desde finales del siglo XIV, y la necesidad de proteccin de la primera de ellas ante las turbas cristianas, la reina Violante, seora de Elda, facult en 1420 a los musulmanes de la villa que en lo castell del dit loch puxats licitament e sens alguna pena hedifficar e construir cases e hedifficis per tuici de vostres persones e bens. Salvada la celloquia, que haba de quedar franca para el alcaide y ajena a los musulmanes, stos podan realizar a su costa todo tipo de obras: puertas, muros, etc. para su seguridad siempre que no se pusiese en peligro la de la propia fortaleza; obras que haban de ser avaladas por el procurador de la seora. Cada individuo o familia obrara segn su potencial econmico. Si bien, a algunos de ellos se les permita alguna licencia, como al cad local, Cereg Motarrif, a quien la seora le obseq uiaba con una vivienda sobre dos torres del castillo junto a un porche contiguo a esas estancias en la part e sobre lo portal vulgarment apellat dels molins . A estos problemas se una otro, quiz de mayor calado en cuanto a su significado y trascendencia, y es la debilidad de las fortalezas. Los castillos del Vinalop, al igual que casi la mayora de los de la frontera sur valenciana, se hallaron en lo genrico a lo largo de la Edad Media en unas condiciones materiales, tanto en su arquitectura entindase defensas cuanto en su armamento y contingente humano, bastante deplorables. Lo que les converta en objetivos fciles por parte del enemigo. Esta percepcin, compartida por propios y extraos, se tornaba en honda preocupacin por razn de su situacin rayana y lo inestable de la frontera, no slo en los momentos de guerra abierta sino tambin en los de paz o tregua. La descripcin que de castillos y torres hacen autoridades y vecinos apunt en algn momento hacia, incluso, su destruccin, por ser ms perjudiciales que beneficiosos para la poblacin que se abrazaba a ellos como puntal defensivo. Este fue el caso de las plazas de Aspe, Monforte y Chinorla respecto de sus recintos urbanos y los vecinos, los del Valle de Elda durante la guerra de los dos Pedros. La situacin de debilidad defensiva de las fortalezas del Vinalop se constata ya desde el mismo momento en que Jaime II conquista el reino de Murcia en los ltimos aos del siglo XIII. Quiz el caso extremo de ese estado de ruina es Monforte, cuyo castillo a fecha de 1300 se encontraba todo caydo e derribado y por tal inservible est desenparado e yermo, que no y est ninguno , siendo necesaria una gran labor de reconstruccin. En o tros castillos de la comarca tambin se realizaron importantes obras durante todo el perodo, ref lejo de su mal est ado. Tal sucedi en Elda y La Mola, donde entre 1308 y 1310 la reina Blanca, esposa de Jaime II y seora de ambos lugares, se dirigi en varias ocasiones a las autoridades locales y regncolas para q ue atendiesen de modo conveniente a la defensa de ambas fortalezas dado el lamentable estado en que se encontraban. Para ello arbitr ciertas cantidades de dinero procedente de las rentas de esos lugares. A finales de la dcada de 1320, y tras la firma de un tratado entre las Coronas de Aragn y de Castilla para hacer guerra al rey de Granada, Alfonso IV el Benigno orden la fortificacin de todas las plazas situadas al sur de la lnea de Jijona. As, en su misiva a Jofre Gilabert de Crulles, procurador del territorio, en f ebrero de 1329 le sealaba que reconociese todos aquellos castillos, en especial los situados en los Valles de Elda y Nov elda, debiendo atender al estado de las construcciones, hombres que las def endan, armas con las que contaban y vituallas. No hubieron de ser muy importantes estas obras, en caso de que se realizasen, pues al poco, y ya en pleno conf licto granadino, Alfonso el Benigno recibi una comunicacin de Guillem de Senesterra, quien por entonces inspeccionaba los castillos de la frontera meridional valenciana, sobre el estado de los mismos. En su informe al rey, fechado en noviembre de 1331, el inspector consi- 181Elda medieval. El castillo Fragmento de pintura mural de la ca XV (Ar Municipal de Elda). deraba que los castillos del Valle de Elda se encontraban en condiciones desiguales, pues mientras que Monforte, el primero en ser visitado de los del valle, era considerada curiosamente como una plaza fuerte y bien defendida que mejorara con ciertas obras, Elda y La Mola estaban mal obrat dins e de fora y fort mal hobrat e mal endreat respectivamente, es decir, eran dos castillos poco seguros q ue se encontraban en peligro en caso de no ser reparados de modo conveniente. Misin fundamental por parte de los alcaides era vigilar el estado de sus fort alezas, y de resultar necesario procurar su restauracin. Para tal fin la Corona, e imaginamos los distintos seores, arbitraban cantidades de dinero a tal efecto siempre y cuando se hiciesen necesarias dichas obras. A principios de la segunda dcada del siglo XIV el entonces alcaide eldense Miquel Vidal de Libi estimaba necesarios 300 sueldos para reparaciones en el castillo que regentaba. En algunas localidades cercanas, caso de Orihuela, se estipulaba una cantidad anual que proceda del impuesto de cabezaje pagado por los musulmanes del lugar. Para el caso del Vinalop, y concretamente de Elda, conocemos de una disposicin de la reina Violante en 1407 por la que estableca que de las rentas satisfechas por la comunidad islmica se retuviesen anualmente 20 f lorines a emplear en el castillo, as como que en el resto de lugares del valle fue tambin la poblacin musulmana con sus impuestos la que contribuy al mantenimiento de las defensas locales. Lo que s sa- bemos es que tales cantidades resultaban claramente insuficientes para la reparacin de muros y castillo. Las rentas seoriales del infante Fernando, de mediados del siglo XIV, apuntan a ciertas sumas que fueron empleadas en el acondicionamiento de la fortaleza eldense, y stas estaran en funcin de las propias necesidades, casi siempre mayores que las acciones, y de la disponibilidad pecuniaria. As, por ejemplo, mientras que en 1352 se emplean 419 sueldos en el castillo, tres aos despus, en el inicio de la guerra con Castilla, slo 25 sueldos 4 dineros, frente a los ms de 400 sueldos q ue se utilizaron para fortificar La Mola. Junto al dinero para las reparaciones se sumaba el monto dedicado a la adquisicin de viandas y armas para los def ensores de la fortaleza. En 1356 se le entregan al alcaide eldense diez cahices de cereal, cinco de trigo y otros tantos de cebada, pero cuando hasta all se desplaza un grupo de caballeros fronteros como refuerzo militar se necesitan ms alimentos y la seora se ve obligada a aadir doce cahices cuatro barcellas de cebada, as como varias docenas de lanzas y fechas para los fronteros. Por esas mismas fechas Pedro el Ceremonioso ordenaba a Pere Maa reparar y avituallar convenientemente de pa, daygua, de vinagre e de totes altres coses a Monvar y abandonar el lugar de Chinorla, aunq ue no su torre en caso de poder resistir, es decir, en caso de estar en buenas condiciones. Por el tipo de construccin empleada, la necesidad de inversin en las def ensa fue constante. De ah que cada cierto tiempo observemos acciones de restauracin o afianzamiento. Sabemos q ue durante la alcaida de Llop Ximenis de Perencisa, en los aos de seora de la reina Sibil.la, ste realiz ciertas obras de acondicionamiento y mejora en el castillo, haciendo llamar a un piq uero o bombardero de Valencia para restaurar la bombarda de la fortaleza. Aos despus, la tambin reina y seora, Violante de Bar, orden la reparacin de torres, aljibes y otros elementos q ue necesitasen intervencin urgente. Para las tierras del Vinalop no cont amos con ningn documento donde se expresen las obras a realizarse. Normalmente se solicitaba el engrosamiento de los muros y su alzada a una determinada altura. Los espacios ms expuestos deban fortalecerse de modo 182HISTORIA DE ELDA Alf Nuestra Historia, III, 1980. conveniente. En aquellos lugares donde la orografa lo permita se mandaba construir otro muro delante que impidiese un ataque en primera oleada. Dentro de cada castillo se haban de derruir hasta una determinada altura las edificaciones ms altas a fin de no servir como punto de referencia a la artillera y de que su derribo, en caso de verse afectadas por las catapultas enemigas, no causase demasiado dao. Haba igualmente que hacer provisin de agua, viandas, forraje para los animales y sobre todo armas lanzas y fechas fundamentalmente. De la fortaleza militar al palacio condal A finales del Trescientos en algunas de estas plazas se une a la defensa otra caracterstica, la residencia. Nace entonces en estas tierras un nuevo concepto de castillo, el residencial, acogiendo a nobles o a sus sirvientes. Comienzan a aparecer elementos ajenos a la actividad miliciana, como es el caso de las capillas localizadas en algunas de estas plazas, dotadas de capelln, libros religiosos, adornos, etc., aunque desconozcamos desde cuando contaron con t al espacio, al tiempo que estancias nobles. Esto es as porque algunos de estos castillos sufrieron una notable mejora cuantitativa y cualitativa durante el Cuatrocientos al aadir a su condicin de fortalezas defensivas la de recinto residencial de dos grandes familias nobiliarias del reino de Valencia: los Maa de Liana como seores de La Mola y los Corella, condes de Cocentaina, de la vecina Elda. Esos trabajos de restauracin consiguieron ampliar los recintos y sobre todo mejorarlos, tanto en sus defensas, debido bsicamente al desarrollo de la artillera, como en los interiores. Se crearn nuevas salas, mucho ms dignas que las existentes hasta la fecha, donde los seores pudiesen residir temporalmente para darse a su deporte fav orito, la caza. La presencia de ambos linajes en estas tierras para practicar la caza fue una constante durante todo el siglo XV, llegando incluso Ximn Prez de Corella a invitar a Alfonso V a visitar sus posesiones del Valle de Elda para cazar juntos. En cuanto a los espacios interiores, van a ser lujosamente decorados, tal y como se ha puesto de manif iesto en estos castillos, con la apari- cin de cermicas de lujo, tapices, cortinajes, muebles y adornos valiosos como un reloj de contrapesos. En un inventario realizado a fines de la Edad Media se apunta la existencia de treinta estancias, distinguindose dependencias de corte militar, como las torres, seis a fines del siglo XV cuatro de ellas con nombre: la redona, la del pont de la celoquia, la del colomer y la mocha , la prisin o la armera, las dedicadas a las tareas de servicio y al descanso de ese personal y de la propia guarnicin, del tipo cocina, horno o bodegas , y las nobles, entre las q ue se contaban la gran sala, las habit aciones y la capilla. La presencia de los propios seores les llev a no reparar en gastos, como se observa en el material que Joan Roi padre mand llevar hasta Elda para restaurar la gran sala de su nuevo palacio, donde a la madera en una cantidad asombrosa y el alabastro para los ventanales se unan dos mil azulejos. Del mismo modo que esas visitas ciertamente prdigas de la seora a Elda hicieron necesario aumentar la seguridad del castillo. As sabemos de la existencia de dos accesos al mismo, uno al propio recinto militar y un segundo a la celoquia, o lo que es lo mismo la parte destinada al alcaide, y bajo ambas puertas es posible que hubiese un f oso defensivo dado que en el mencionado inventario de finales del Cuatrocientos se apunta la existencia de cadenas elevadoras de los puentes levadizos. A ello se aadir el aumento del personal adscrito, apareciendo personajes q ue no se haban mostrado siglos antes como cocineros, sirvientes, administradores, ayas, etc. Ser entonces cuando las edificaciones se eleven algn que o tro piso ms. En ese trnsito de fortaleza a palacio de la mano de los Corella, la plaza fuerte de Elda abandon su hasta entonces lgubre fisonoma remozando sus formas, aunque siempre guiada por el pragmatismo antes que por la esttica o el sentido ornamental, al tiempo que desapareci su desolada carencia de medios materiales y humanos. Los seores de Elda, de la mano de Ximn Prez, procedieron, entre otras muchas cosas, a cuidar de sus castillos. Motivos tenan para ello, pues sus desavenencias con o tros linajes valencianos, como los Maa de Liana, seores de Novelda, hizo que las poblaciones del Vinalop, de uno y o tro dominio, villas y hombres, cono- 183Elda medieval. El castillo cieran de violencias continuadas y necesitasen garanta de proteccin. De ah que en el antes mencionado inventario de los castillos de Elda, Petrer y Sax en el paso del segundo al tercer conde Corella, 1478, se detecte un gran nmero de armas de todo tipo, que en el primero de los casos supera con creces el mnimo exigido a una armera castral de la poca para convertirse en un verdadero arsenal. Una veintena de ballestas con varias cajas de saetas, lanzas, azagayas, hondas, ms de sesenta escudos y multitud de piezas para la proteccin de los defensores y sus cabalgaduras. Aunque sin duda las piezas ms destacadas eran las artilleras en una variedad ms que not able: cincuenta y una espingardas, diecisis cerbatanas, trece bzanos junto a un par de serpentinas, pasavolantes y falcones napolitanos. Y todo ello junto a cuatro barriles de plvora, dos de ellos vacos y uno a medias, as como alrededor de seis arrobas de azufre para su fabricacin. Este elemento, la plvora, t ambin lo localizamos en la cercana Sax en esa misma fecha una arroba o algunos de sus componente en Petrer media arroba de azufre y otra media de salitre, lo que nos habla a las claras no t anto de la importancia cuanto de la generalizacin de las armas de fuego en ese tiempo. Defensas menores: casas fortificadas, torres, atalayas diurnas y escuchas nocturnas En las tierras del Vinalop existi en los siglos medievales un tipo de construccin defensiva de menor rango al denominado castillo para en algn caso cumplir idntica misin. Junto a las plazas fuertes de Elda, Petrer, La Mola, Monforte y Monvar, dentro del dominio de la vall, que alcanzaba un amplio espacio lindando con los trminos de Alicante, Elche y la murciana Jumilla, se edificaron casas fortificadas en los lugares de Chinorla y Salinas para vigilancia y proteccin de la escasa poblacin que los habitaba y torreones vigas para el control de los caminos pblicos. Entre estos ltimos se ubicaban en tierras de la Gobernacin de Orihuela dos principales, que de Oeste a Este dominaban el acceso al Vinalop. Uno denominado La Torreta, en la sierra del Por titxol o fora dElda , ordenado construir por Pedro el Ceremonioso en el camino q ue comunicaba a esta poblacin con la v ecina y castellana plaza de Sax, al trat arse, como reza el documento por el q ue se ordena su edificacin, de un camino en esas partes solitario, distante de los lugares poblados y por consiguiente habilitado a los robos y depredaciones. Y el otro, tambin denominado del Por titxol, dispuesto en 1401 por Martn el Humano en el camino que comunicaba Elche con Alicante y desde ah con el Vinalop, por seguridad de los viandantes. Torres ambas que contaban con una pequea guarnicin militar y que haban de mantenerse con el peaje de los transentes. El sistema defensivo se completaba f inalmente con la existencia de una red de puestos de vigilancia, fijos y mviles, ubicados en los principales caminos, en los pasos de montaa, en las veredas y en los valles, para ver y escuchar; se trata de lo que las fuentes denominan talaies y escoltes . Las primeras referan a la vigilancia diurna, emplazadas en puntos de excelente visibilidad, mientras que las escolteso escuchas referan a la nocturna, y como su propio nombre indica estaban encaminadas a escuchar cualquier ruido sospechoso, pues la oscuridad de la noche sola ser utilizada por el enemigo para adentrarse en el espacio donde quera producir daos. Para estos ltimos servicios se solan emplear almogvares, es decir gente preparada para sobrevivir a la intemperie as como para escabullirse si los enemigos los descubran. Gente, por otro lado, habituada a los rigores de la guerra, atendiendo a que era su medio de vida. A este respecto conocemos de forma pormenorizada la ubicacin y el sistema de comunicacin establecido para la vigilancia de un territorio muy concreto, el tringulo formado por el Valle de Elda al Oeste contando con las avanzadillas de Monvar y Chinorla, el campo de Alicante al Este y al Sur la villa de Elche, a mediados del siglo XV. Este espacio, que se corresponde bsicamente con el Valle Medio del Vinalop, contaba con una serie de puestos de vigilancia diurna y nocturna para desde ellos, y a travs de un sistema de seales con un cdigo preestablecido a base de ahumadas diurnas y alimaras nocturnas, comunicar la presencia de enemigos y su punto de entrada, ya fuesen almogvares, nazaritas o castellanos. 184HISTORIA DE ELDA Alf con la le (1440-1444) (ArAr Elda). Alf de Elda, siglo XV (Ar Ar Elda). L a consecucin de la conquista cristiana de los territorios del levante de al-Andalus a los almohades en la primera mitad del siglo XIII, va a suponer la incorporacin a los reinos cristianos de una serie de poblaciones habitadas en su integridad por musulmanes. Conceptuadas como propiedad real o bien cedidas a un seor a quien el rey o torga el lugar caso de Elda y las poblaciones del Valle, las nuevas poblaciones se integran en su nueva realidad poltica mediante una serie de capitulaciones o convenios establecidos entre los representantes de las poblaciones y las autoridades cristianas. Aunque existen diferencias entre esos convenios dependiendo de la zona y de la poca en que son acordados, son muy homogneos en una serie de puntos, que, as, pueden servir como denominador comn para conocer las formas de vida de los musulmanes en aquellos lugares de los que no se tiene demasiada noticia. La originalidad de dichos pactos entre el seor cristiano y sus sbditos musulmanes en el contexto de la Edad Media europea ha sido muchas veces puesta de manifiesto. Constituye el eje vertebrador de la coexistencia de las dos religiones en el medievo peninsular por cuanto reconoce una serie de derechos legales, religiosos, culturales, sociales... a los nuevos sbditos, derechos que estn garantizados por la legislacin cristiana y la propia accin del seor. Por parte islmica, tambin esta situacin es de radical novedad en el contexto del pensamiento religioso tradicional, que sostiene sin excepcin que un musulmn slo puede vivir bajo poder islmico y que, por tanto, es completamente ilcito para el creyente permanecer en territorio dominado por el infiel ( kfir, de donde el espaol cafre). El buen musulmn ha de salir con toda urgencia de estas zonas, sin excusa ninguna, y dirigirse a tierras del islam. No fue esa, sin embargo, la eleccin de los musulmanes que, desde el siglo XI, iban quedando englobados dentro de las conquistas cristianas. Por ms que un buen nmero de ellos s que emigrase hacia el sur peninsular y posteriormente al Mgreb en especial las lites econmicas y religiosas, las poblaciones islmicas conquistadas prefirieron aceptar el pacto que se les ofreca. En l vean un paralelo con la situacin tradicional de judos y cristianos en las sociedades musulmanas: aqullos, las gentes que poseen un Libro Revelado ( ahl al-Kitab), pueden conservar su religin, lengua, costumbres y otros derechos, a cambio fundament almente del reconocimiento de la au- 185 La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) LUISF. BERNABPONS U niversidad de Alicante 11 Repr del siglo XV en el que se obser la parte superior de la Ka325ba. De La Alhambra, 1974. toridad islmica y de pago de un tributo (dimma).La historiografa ha consagrado el arabismo mudjar para referirse a estos musulmanes de la Edad Media que viven sometidos a la autoridad cristiana, pero con un estatuto pactado y reconocido. Participio rabe proveniente de la raz d- -n, que significa permanecer, establecerse, denomina a esas comunidades islmicas que optan por no emigrar de sus tierras conquistadas y permanecer en ellas siguiendo con sus actividades ancestrales. Esencialmente se trata de las mismas comunidades que vivan libremente en al-Andalus, bajo poder islmico, si bien descabezadas de sus autoridades polticas, militares o religiosas. Reorganizadas en estos aspectos y reguladas sus relaciones con la nueva autoridad a travs del reconocimiento de su autoridad y de una muy fuerte carga impositiva, seguirn siendo en muchos lugares la mayora de la poblacin, si no sus nicos habitantes, algo especialmente notorio en las tierras de Valencia. Un posible principio que parece guiar los pactos establecidos entre los reyes y las comunidades musulmanas es el de intentar mantener en lo posible la organizacin de stas anterior a la conquista. El importante peso demogrfico de los musulmanes, con extensas zonas habitadas exclusivamente por ellos, har que se favorezca el manteni- miento de sus estructuras e instituciones islmicas. Los mudjares tienen as reconocidos y protegidos aun con diferencias segn las zonas el derecho a tener casas y tierras por labrar, a regirse por la ley musulmana; a practicar el islam, transmitindolo de padres a hijos; a mantener las mezquitas y sus cargos; a nombrar sus jueces y autoridades; a utilizar la lengua rabe tanto entre ellos como con los cristianos; a circular libremente e incluso viajar a tierras musulmanas, y a ser protegidos de ataques y abusos. Estos derechos sern respetados y hechos respetar por parte de las autoridades a lo largo de los aos, si bien determinadas circunstancias harn que a partir de momentos determinados los reyes hagan desaparecer varios de ellos, como el de la libre circulacin o algn aspecto del ritual religioso. Por otro lado, la propia evolucin poltica, social y demogrfica de los reinos hispnicos hasta la Edad Moderna, har que stos tiendan cada vez ms a una visin residual de los musulmanes viviendo en suelo hispano. Los mudjares se encontraban agrupados municipalmente en aljamas o universidades, como seala la documentacin cristiana traduciendo el trmino rabe. La aljama (de la raz rabe -m- reunir) hace referencia, desde una perspectiva cristiana, al conjunto de los musulmanes de un lugar determinado y, por metonimia, al lugar donde viven esos musulmanes (la morera). Desde una perspectiva islmica, la aljama, aparte de la reunin fsica de un grupo de creyentes, es tambin una institucin espiritual que cohesiona a los habitantes de un lugar por su reconocimiento mutuo dentro de la fe en el islam. Es un vnculo espiritual que har que el islam logre perdurar, incluso en condiciones difciles, hasta comienzos del siglo XVII, cuando los musulmanes ya deban vivir y comportarse como cristianos. Los mudjares mantendrn sus creencias islmicas mediante el libre ejercicio de su religin, amparados en sus privilegios: las principales obligaciones de todo musulmn (la profesin de fe en el Dios nico, la limosna, las oraciones, el ayuno del mes de Ramadn y la peregrinacin a La Meca), as como todo el universo ritual y de creencia propio del islam, est aban garantizados por el trasvase, generacin tras generacin, de las enseanzas y costumbres islmicas en mez- 186HISTORIA DE ELDA Repr un librjue isl207micoLa Alhambra, 1974. quitas, escuelas, con maestros particulares o en el mbito familiar. La lectura y estudio del Corn y de los textos fundamentales se mantendr entre los musulmanes hasta el mismo momento de su expulsin, como lo muestra la biblioteca islmica que se le requisar a Juan Maai, morisco de Monvar, en 1592. El funcionamiento de la institucin de la aljama, unido a las condiciones polticas, sociales y demogrficas del reino de Valencia, har que, en las zonas de mayor implantacin mudjar, ste se configure como un mbito de larga permanencia de ciertos rasgos culturales frente a otras zonas de la Pennsula: el caso ms claro es el del mantenimiento del uso de la lengua rabe entre los musulmanes levantinos hasta el momento de su expulsin en 1609. La aljama estaba regida por un consejo de ancianos los viejos o vells q ue elegan a una serie de cargos rectores internos, mientras que otros podan ser designados por el rey o el seor del lugar. El alcad sola ser el cargo fundamental de la aljama: era el encargado de la administracin de justicia, emitiendo sentencias segons una e Xara, como dice la documentacin de la poca, segn la legislacin islmica ( Sunna, Sharia ); sola ejercer, adems, debido a su educacin, de escriba o notario. La documentacin nos ha dejado una lista de cades de la aljama de Elda a lo largo del siglo XIV: Sahat Abenzina (1312); Hamet Abenxoa (1327); ahat Ariduan A benfayren (1329); Cireg Abayuig (1356); at Abdulehep (1366); Faraig de Bellvs (1367); Juce Abenareix (1392); Amat Alpuc (1401). Por su parte, el alamn era la autoridad ejecutiva y el responsable del pago de los impuestos reales 1, pudiendo ser asimismo el tesorero de la aljama. El zalmedina era el encargado del orden dentro de la aljama, los fraudes y la crcel, ejecutando los mandamientos de los viejos y del cad, incluso actuando como fiscal y sustituyendo en algunos lugares al alamn 2; los adelantados o jurados, que asesoraban al alamn. Existan asimismo, como en toda sociedad musulmana, autoridades religiosas, alfaques y muftes, que velaban por el correcto cumplimiento de las obligaciones de los creyentes, presidan las ceremonias religiosas en la mezquita y, en general, impartan las enseanzas islmicas. Como conexin entre las aljamas y el poder real se encontraba el bayle, que representaba al monarca en las aljamas, vigilaba por que se cumplieran pactos y ordenanzas, defenda a las aljamas de posibles abusos, supervisaba sus cuentas e intervena en pleitos que fuesen de cierta importancia: es el caso del juicio seguido en 1360 contra un mudjar de Elda, Al Fat. El baile de Xtiva le condenar por robo al pago de una multa y al no poder pagarla se entregar como cautivo. Sin embargo, el baile general de Valencia, Pere Boil, revisar el proceso y declarar inocente al mudjar, permitindole regresar a Elda. El Valle de Elda y la zona de Elche eran zonas de alta concentracin de poblacin musulmana, tanto en ciudades y alqueras como en el campo. No pare- 187La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) Ma aljamas mud216jar Gobernaci227n de Orihuela en los siglos XIV 1975). ce haberse producido en el Medio Vinalop con la conquista ningn vaciamiento poblacional mudjar, ni tampoco ninguna llegada masiva de repobladores cristianos. Primero bajo dominio castellano, las moreras del Valle de Elda conformaban la zona ms populosamente poblada por mudjares de toda la gobernacin de Orihuela, que sera incorporada a Aragn a comienzos del siglo XIV. Aunque es seguro que debi de haber intentos de repoblacin, primero en tiempos de Alfonso X y, ms tarde, tras la revuelta de los mudjares de 1265-1266, duramente sofocada por Jaime I, lo cierto es que la repercusin repobladora no fue nunca especialmente intensa en Elda, Novelda, Aspe o Monvar, a diferencia de lo sucedido en Alicante, Elche o en la Marina Alta. Segn el documento rescatado por Juan Bautista Vilar, a comienzos del siglo XIV, Elda asuma en tributaciones 24.000 sueldos (el doble que Novelda y casi ocho veces ms que Monvar); Antonio Poveda ha desglosado esa cifra segn las comunidades existentes en la villa, result ando un pago por parte de los mudjares de 20.000 sueldos, 3.900 para los cristianos y 100 para los escassimos judos, lo que arrojara para 1300 aceptando una cierta igualdad fiscal para la poca que habra de ser confirmada, un porcentaje de cinco a uno de presencia de habitantes musulmanes frente a los cristianos. La documentacin acerca de algunos de los impuestos pagados por la aljama de Elda a lo largo del siglo XIV, recogida y analizada por Mara Teresa Ferrer, permiten seguir la evolucin demogrf ica de los mudjares eldenses, en la que resalta cmo inf luan enormemente los f enmenos como las epidemias (en especial la de peste negra de 1348 y el rebrote de 1363) y las guerras (con Castilla, de 1356 a 1366): en 1315 la morera de Elda tendra entre 1200 y 1260 mudjares; en 1355 contara con 830 y en 1366 nicamente con 351 musulmanes. A partir de finales de siglo la recuperacin demogrfica de la aljama de Elda es paulatina durante el siglo XV: en 1430 el rey Alfonso V escribir sobre la conv eniencia de poblar las villas de Elda, Pe trer y Aspe, fronterizas con Castilla, puesto que la poblacin se ha reducido en grado sumo debido a las incursiones castellanas. Dos aos antes, de hecho, Elda haba sido objeto de un duro asalto. El nmero de mudjares nacidos o es- t ablecidos en Elda y el Valle debi de elevarse considerablemente hacia la mit ad del siglo, puesto que en abril de 1460 el rey Juan II le expona por carta al baile general de Valencia, Jaume Roca, los temores de las autoridades locales de Alicante y Orihuela ante el peligro representado por unas moreras del Valle de Elda muy pobladas, con una cifra entre setecientas y mil casas. Las autoridades resaltaban el peligro existente por la situacin fronteriza de la zona, la frecuente entrada de almogvares granadinos y la connivencia de la poblacin mudjar. El nmero de musulmanes en Elda, sin embargo, no aumentar demasiado, seguramente debido a emigraciones y repoblaciones 3. En 1597 el censo de poblacin de la gobernacin de Orihuela arroja, para un total de 440 v ecinos de Elda, 360 moriscos y 80 cristianos viejos, porcentaje algo superior al de Novelda (400 / 100), aunque inferior al de Aspe (386 / 70) o Monvar (250 / 30). El porcentaje de cinco a uno q ue se observaba a comienzos del siglo XIV segua mantenindose casi tres siglos despus. Como se desprende fcilmente de est as cifras, buena parte del trabajo y la economa de la zona y de las rentas de los reyes y seores, estaba en manos de los mudjares. La agricultura era la actividad fundamental en todo el Valle del Vinalop: alternando secano y regado, los cultivos fundamentales eran, entre o tros, trigo, centeno, cebada, azafrn, vid y olivas, por los cuales se pagaban una serie de impuestos en moneda y en especie. El agua, naturalmente, se converta en un elemento primario, dndose una importancia enorme al mantenimiento y reparacin del sistema de acequias, al funcionamiento de los molinos de agua y, en general, al aprovechamiento de los recursos acuferos de la zona, una cuestin importante que emerger problemtica en varios siglos 4. Tambin la actividad artesanal cobrar cada vez ms importancia dentro de la aljama eldense, a tenor de los escasos datos que al respecto ofrece la documentacin, donde se recoge la existencia de zapateros, panaderos, alpargateros, herreros, etc. La artesana del barro y la albailera parecen haber sido de cierta importancia dentro de la morera: exista, de hecho, una tinajera en Elda que era monopolio del seor. Dentro de la albailera, Ahamet Alpuc era nombrado en 1393 por 188HISTORIA DE ELDA la reina Violante como obrero de las obras del castillo de Elda, sin que sepamos qu supona exactamente ese cargo. Lo que delata el nombramiento, sin embargo, es que la familia Alpuc deba de ser de peso dentro de la aljama de Elda: desde 1392 un Amat Alpuc fue lugarteniente del cad hasta 1401, fecha en la que fue nombrado cad de la aljama, colocando a su vez como lugarteniente a un Yazit Alpuc, posiblemente pariente suyo.Toda esta actividad laboral y econmica va a redundar en una intensificacin de la actividad comercial de la zona. La cercana del carregador dAlacant beneficiaba el trajineo y comercio de productos por todo el valle y los reyes y seores van a procurar tomar medidas q ue fomentasen esas actividades que animaban a la poblacin de las aljamas y que tambin les procuraban pinges beneficios. As, por ejemplo, Juan I otorgar en 1387 a las moreras de Elda, Aspe y Nov elda una franquicia sobre los impuestos que gravaban la circulacin de bienes, de la que ya disfrutaban las aljamas de Monvar y Chinosa, y en 1389 concedi a la aljama de Elda la celebracin de un mercado semanal los viernes y una feria anual cada primera quincena de enero 5. No se sabe si dichas citas se establecieron con regularidad o decayeron al cabo del tiempo, puesto que en 1426 el rey Alfonso V vuelve a conceder a la aljama de Elda un mercado semanal, tambin los viernes, y en 1466 Juan II le otorga una feria anual, a celebrar en esta ocasin durante el mes de octubre. Lmite meridional del reino, una de las funciones fundamentales del Valle de Elda era la seguridad de su frontera con Murcia y la defensa ante la no extraa presencia de los ejrcitos y destacamentos granadinos. Los ataques de los ejrcitos castellanos y las incursiones desde territorio de Granada sern en efecto dos de las obsesiones que mantendrn a la zona fronteriza de Elda constantemente en el pensamiento de las autoridades. El territorio del Valle de Elda ser de esta manera un lugar que conviene mantener no slo con vigilancia, sino t ambin convenientemente pertrechado: ya en 1331 Guillem de Senesterra informaba al rey Alfonso el Benigno del mal estado interior y exterior del castillo de Elda y de la necesidad de repararlo para evitar peligros. Para conjurar tales peligros, las autoridades cristianas haban de recurrir a sus propios medios, a veces alejados de la zona en cuestin, porque siempre existan recelos hacia el nivel de colaboracin de la poblacin mudjar, que en ciertos asuntos sola estar siempre bajo sospecha. As, el rey P ere el Cerimonis mandar en 1367 a los diputados para la guerra del General de Valencia que enven quince hombres a caballo al alcaide del castillo de Elda, Mart de Morera. Estos jinetes debern ayudar a defender la fortaleza, que es un lugar fundamental para la seguridad del Reino de Valencia, y el alcaide no puede confiar dels moros de la dita vall, per o que han fet en temps passat. Las cosas deban de estar ms o menos parecidas aos despus, puesto q ue en 1386 el mismo rey Pere dispondr que se destinen dos personas para la guarda de la torre de vigilancia del Portitxol (y que acabar dando el nombre ac- 189La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) Figuras de pinturas de par (siglo XV) que ilustran guerr musulmanes (se 1995). tual al monte: la Torreta), con el fin de vigilar el camino entre Elda y Sax, camino solitario donde los musulmanes granadinos se esconden para capturar a los viajeros y llevrselos a Granada.Las relaciones entre los mudjares y los cristianos durante la Edad Media fueron siempre bastante complejas. All donde haba vecindad entre musulmanes y cristianos la desconfianza era el elemento reinante: los cristianos envidian las habilidades de los mudjares y, especialmente, la proteccin que gozan por parte de los poderosos. En las ciudades viven vidas casi completamente segregadas y en muchas zonas prefieren no vivir por la abundancia de musulmanes: sin ser para ellos unos desconocidos, abominan de sus creencias, de sus costumbres y, finalmente, de ellos mismos. Para los mudjares, la situacin es similar: ven en los cristianos a unos privilegiados con menos impuestos y a unos enemigos religiosos y polticos. Conforme pasa el tiempo, adems, se va uniendo un elemento de cada vez ms fuerza y presencia y que terminar determinando sus vidas: la accin evangelizadora de la Iglesia, que buscar atacar a veces con la connivencia de los seores, otras veces en su contra las manif estaciones religiosas islmicas. As suceder con la prohibicin de la llamada a la oracin por parte del almudano, impuesta por Roma en 1311 y aplicada por Jaime II a partir de 1318: en agosto, los representantes de las aljamas de Elche, Elda, Novelda, Crevillente, Aspe, Chinosa, Monvar y Orihuela, seis por cada una, sern convocados a Valencia para explicar que el rey no poda negarse a una orden papal y que nicamente sera prohibida la llamada a la azala. Es decir, para tranquilizar a los musulmanes de sus reinos ante lo que era una patente vulneracin de sus privilegios. Y es que las relaciones de los mudjares con sus seores tambin tenan muchas aristas. En lneas generales, los reyes y seores de mudjares hacan respetar los derechos de sus vasallos mudjares, que constituan para ellos una importantsima fuente de ingresos. Los def endan de abusos e intromisiones de o tras autoridades civiles o religiosas y procuraban recompensarlos por servicios prestados o por calamidades sufridas, generalmente con exenciones temporales de impuestos, como en el caso de ahit Abenlorcha, mudjar de Elda, liberado de ciertos impuestos en 1311 por servicios al rey, o las exenciones a toda la aljama de Elda en 1367 de los impuestos de quirat y alfarda, en atencin a las prdidas que haban sufrido durante la guerra con Castilla. Del mismo modo, los reyes podan acudir a los mudjares para solicitar hombres y apoyo para la guerra, o para alguna misin determinada, como hace con frecuencia Jaime II. El 14 de enero de 1301, por ejemplo, el Conquistador enviar cart as a unos mudjares de Elda, pidiendo su presencia en Murcia en plena guerra de conquista; sus nombres eran: Mahomat Abentafii, Abdounaah, Milich, Jamer, Abnelguitib, Taif Abenalfaqui, elim Abenelim, Ali Abencafii y Mahomat Abenquitib. Pero es que el 3 de enero el rey haba convocado a los mudjares de las aljamas de Elda, Novelda y Elche a incorporarse al ejrcito destacado en Mula y, por lo que parece, los de Elda y Nov elda fueron bastante remisos, puesto que el 11 de enero Jaime II vuelve a escribir para amenazarles con penas corporales y pecuniarias por no haberse incorporado al ejrcito. Esa confrontacin entre seores cristianos y vasallos musulmanes, en la q ue unos intentan mantener sus ganancias y otros apuntalar su seguridad, ser una de las caractersticas que atrav esar las relaciones entre unos y otros a lo largo del tiempo. Incluso cuando la situacin legal de los mudjares cam- 190HISTORIA DE ELDA Ilustraci227n de guerr musulmanes del siglo XIV (se Nicolle, 1995). bie radicalmente en el primer cuarto del siglo XVI, los seores de las tierras, especialmente en Valencia y Aragn, seguirn manteniendo ese tipo de relacin con sus sbditos: proteccin ms o menos decidida de determinados rasgos propios de los musulmanes a cambio de seguir obteniendo los mismos beneficios del trabajo de stos. Ms all de las discrepancias religiosas o las diferencias de costumbres, que inciden ms bien en las relaciones con la Iglesia o los convecinos cristianos, los seores v en en los mudjares una poco problemtica fuente de ingresos que conviene mantener razonablemente tranquila dentro de sus comunidades: as se explica el proceso en 1569 del Almirante de Aragn, Sancho de Cardona, condenado por ser demasiado complaciente en cuestiones de fe con sus moriscos de Guadalest, o el inters del Conde de Cocentaina en que no se importunara a sus vasallos musulmanes de Elda cuando guardaban el ayuno del mes de Ramadn. Pero ese comienzo del siglo XVI marcar en otros muchos aspectos un cambio sustancial, si no en los medios de vida de los hispanomusulmanes, s en sus modos de existencia. La conq uista del Reino de Granada en 1492 va a traer como una de sus consecuencias el fin del estatuto mudjar que durante toda la Edad Media haba enmarcado las relaciones entre musulmanes y cristianos. La desaparicin del islam como poder poltico en la Pennsula va a impulsar a una parte de las autoridades religiosas cristianas a intensificar de forma drstica la presin evangelizadora, primero en el antiguo reino nazar y ms tarde en toda la Pennsula. A unque las conversiones al cristianismo no tardaron en llegar y, de hecho, se venan produciendo desde tiempo atrs, el fruto fue estimado como pobre y de poco fiar y, en el gozne de ambos siglos, la predicacin pacfica y doctrinal fue desechada a favor de medidas coercitivas. De esta forma, en 1501 se promulg un decreto que obligaba a los moriscos que vivan en los territorios de Castilla a convertirse al cristianismo o a emprender una emigracin imposible. En 1515, este decreto fue aplicado a la recin conquistada Navarra y en 1525, tras la guerra de las Germanas, o tra disposicin similar ser decretada en la Corona de Aragn, que hasta ese momento se haba amparado en sus fueros para resistirse a la medida. Con la aplicacin de las rdenes reales, desapareca el viejo orden jurdico q ue acoga a los musulmanes en la Pennsula y se borraba la existencia legal del islam en Espaa. Los mudjares pasaban a ser cristianos nuevos de moro o moriscos, que es el trmino que se ha consagrado para hablar de la minora musulmana a partir del siglo XVI. Los moriscos, naturalmente, son la misma realidad demogrfica, social y econmica de tiempo atrs: es la visin cristiana sobre ellos la que se ha modificado, con sus consecuencias legales. Como cristianos, han de participar de la vida cristiana de la comunidad y despojarse de cualquier rasgo de creencia musulma- 191La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) Escena con moriscos de Georg Hoefnagel (1564). Escena con f C. W na, comenzando por las mezquitas, smbolo externo mximo de la presencia del islam, que sern generalmente convertidas en iglesias, como suceder en Elda con la antigua mezquita mayor, convertida en iglesia de Santa Ana en 1528. Cualquier sospecha de mantenimiento de su antigua fe, conducir a los moriscos ante el tribunal inquisitorial, que no haba tenido en los aos anteriores jurisdiccin sobre los mudjares.El factor religioso cobra entonces una importancia fundamental en la vida de los moriscos respecto de lo que haba sido su existencia anterior: por un lado, deben replegar su fe y ceremonias isl- micas a un mbito cerrado de seguridad, ntimo o comunitario; por otro, los sacerdotes y clrigos cristianos, vigilan para que cumplan con sus deberes como cristianos; finalmente, sus relaciones con sus vecinos cristianos quedan enrarecidas por este ambiente denso. La situacin general va deslizando al morisco hacia una pendiente de culpa y sospecha: de mal cristiano, de enemigo de Espaa, de connivencia con piratas y turcos, etc. Por ms que su mayora demogrfica en ciertos lugares como el Valle de Elda u otras zonas del Reino de Valencia, les proporcionara un cierto entorno protector, y que los seores de estas zonas no se mostrasen demasiado preocupados por sus creencias mientras continuasen con sus trabajos y sus tributos, la situacin del morisco se iba complicando hacia una condicin de vctima propiciatoria en la que la religin serva de estandarte para otros problemas aadidos. La situacin de Elda y su Valle, excepcin hecha de aquellos lugares, como Salinas, en los que no podan residir moriscos, era precisamente la de una zona donde la poblacin morisca ocupaba ms de las dos terceras partes de la poblacin, porcentaje que en algunos lugares se superaba ampliamente. Los moriscos ocupaban empleos concejiles y puestos de confianza de los seores y en muchos casos la justicia de la zona suele ponerse de su lado. Aun sin llegar quizs a los casos extremos de otras zonas de Valencia, donde, segn las denuncias inq uisitoriales, se practicaba abiertamente el islam, los moriscos del valle mantuvieron activa, aunque prudentemente camuf lada, su vida como musulmanes. La existencia de una dinasta de barberos en la segunda mitad del siglo XVI en Elda que, generacin tras generacin, practicaban la circuncisin a los moriscos, no es sino un indicio claro de este est ado de cosas. La institucin islmica de la aljama, la situacin social y demogrfica de los moriscos del valle, el mantenimiento en el uso del rabe en Valencia, su papel de productores de beneficios para los seores y los concejos..., son todos elementos que contribuyeron a la persistencia de la personalidad islmica de los moriscos eldenses. Su vida como cristianos nuevos les obligaba a participar de los ritmos y ritos de la Iglesia, aunque tuvieran asignado un cementerio especial, el fosar de fuera, 192HISTORIA DE ELDA Relie moriscos g Real de la Ca Mujer morisca con traje de paseo (de C detrs de la iglesia de Santa Ana. Lamberto Amat recoge de los registros parroquiales alguno de esos nombres moriscos como protagonista de ceremonias cristianas: Martn Alasla, enterrado en el cementerio de fuera en 8 de agosto de 1578; o el hijo de Bentalfa, que se casa con la hija de Bentarif el 21 de agosto de 1571, con las bendiciones del prroco Pedro Avelln.No era sta una situacin que, evidentemente, escapase de la atencin de la Iglesia, que continuamente cuestionaba la situacin de estos nuevos cristianos como poco deseable para la salud de la cristiandad. No se ponan, sin embargo, medios reales como para que se llevase a cabo una accin evangelizadora coherente y de envergadura: los predicadores y sacerdotes muchas veces en territorio hostil eran muy mal pagados; la doctrina islmica apenas era conocida por stos; desconocan no slo el rabe dialectal hablado por los moriscos, sino incluso el valenciano que podan entender algunos de stos; la legislacin aprobada no era llevada muchas v eces a la prctica; quedaban lugares desasistidos de sacerdotes, etc. La coexistencia de cristianos viejos y nuevos se iba envenenando cada vez ms durante el siglo XVI, y vino a darle el golpe de gracia la rebelin de los moriscos granadinos en Las Alpujarras (15681570). A partir de este momento, se asume que la asimilacin de los moriscos de algunas zonas iba a ser muy lenta, y por v ez primera comienza a hablarse de una expulsin definitiva de los moriscos espaoles. Las autoridades eclesisticas se dividirn entre aqullos partidarios de proseguir con la evangelizacin sin perder la fe en la asimilacin y los que pref ieren una medida radical con los moriscos, convencidos de la inutilidad de los esfuerzos pastorales y de la irreductibilidad de stos. Estas posturas, representadas en Valencia, entre otros, por el obispo de Orihuela Jos Esteve o Esteban (1594-1603) para la primera, y por el arzobispo de Valencia Juan de Ribera para la segunda, se irn contraponiendo durante todo el cambio de siglo. El obispo de Orihuela redactar en 1595 para el rey un extenso informe sealando las dificultades que se tienen en su dicesis para una correcta evangelizacin: la densa poblacin morisca de su jurisdiccin, la proteccin de los seores, la ausen- cia de escuelas cristianas, la ostentacin de cargos pblicos y la persistencia en rasgos musulmanes son sealadas como los principales obstculos para lograr la conversin real de los moriscos. En una carta posterior, de 1599, el obispo Esteve seala que, con todo, se haban obtenido algunos resultados en su dicesis: se haban convertido algunos moriscos y varias mujeres haban cambiado sus vestidos por los que llevaban las cristianas. Sin embargo, apostillaba, las mujeres de Elda y Petrel haban vuelto a tomar el vestido morisco tras una junta secreta tenida por los principales moriscos del lugar. Finalizaba su carta solicitando que la instruccin de los moriscos se llevasse adelante con mucha blandura y suavidad. Fue sin embargo el celo inquisidor del Patriarca Ribera el que acabara imponindose como lnea de actuacin. ste, defraudado ante lo que consideraba fracaso de la misin apostlica, acab por convencerse de lo que se llamaba en la poca la pertinacia morisca y de pastor de ovejas descarriadas como se tena al principio de su mandato pas a ser un feroz apologista de una solucin definitiva para con los moriscos. En los comienzos del siglo XVII, ser el ms f irme partidario de que los moriscos sean expulsados en masa de Espaa, empezando adems por los del Reino de V alencia, a quien vea como los ms numerosos, irreductibles y peligrosos dada su cercana a la costa y sus frecuentes 193La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) Mujer y ni226a moriscas con traje de casa (de C Mujer morisca con traje de paseo (de C contactos con los piratas norteafricanos.Aunque haca ya dcadas que esa medida haba sido propuesta, nunca haba sido llevada a la prctica por Felipe II. Sin embargo, en abril de 1609, coincidiendo con la firma de la Tregua de los Doce Aos con Holanda, Felipe III decretar la expulsin total de los moriscos de la Pennsula. sta se llevara a cabo por los puertos de Los Alfaques, Vinaroz, El Grao, Denia y Alicante y comenzara precisamente por los moriscos valencianos. Para ello se concentraran en los puertos las galeras reales venidas desde Sicilia y el Atlntico, parte de esta ltima al mando del conde de Elda. Adems, se permita que naves particulares transportaran a los moriscos que pudieran pagar el pasaje. Los impresionantes cuadros conservados en Valencia que plasman y narran la expulsin de los moriscos, pint ados contemporneamente por una serie de pintores valencianos por encargo del rey, son un buen testigo de esa expulsin 6. Descontando una evidente carga ideolgica antimorisca, los cuadros nos muestran la llegada de los moriscos desde sus pueblos a los puertos de embarq ue, la llegada de los moriscos a Orn, donde varios grupos de moriscos sern atacados por los beduinos seminmadas (los alrabes de las crnicas), y las revueltas subsiguientes de los moriscos en Laguar y Cortes. En el cuadro que representa el embarque en Alicante, se ve a los moriscos esperando pacientemente en el puerto a los pies del Benacantil a que las barcazas los acerquen a las galeras, fondeadas mar adentro, ante la mirada de los habitantes y del comisario real para la expulsin, don Baltasar Mercader. El primer embarque en Alicante subi a las naves a los moriscos de Elche, Crevillente, Elda, Novelda y Albatera y zarp el 6 de octubre de 1609, al mando de Luis Fajardo, asistido por el conde de Elda y D. Pedro de Leyva, con ms de 8.000 personas a bordo, pero el mal tiempo oblig a su vuelta. La segunda salida tuvo lugar poco despus, llegando las naves a Orn entre el 11 y el 13 de octubre. Orn, plaza espaola en el norte de frica, era el destino natural de estas naves que, por razones evidentes, no podan atracar en ningn puerto musulmn. La imprevisin espaola a la hora de buscar destino a una masa de miles de expulsados, hizo que muy pronto la ciudad q uedase desbordada de moriscos y los que llegaron ms tarde fuesen simplemente arrojados a las afueras de la ciudad, a merced de las tribus beduinas no controladas por las autoridades. Sin embargo, las primeras negociaciones que el gobernador de Orn haba mantenido con los mandatarios otomanos de la R egencia de Argel hicieron que los moriscos de Elda y Novelda, acompaados por el Conde de Elda, se establecieran sin mucho contratiempo en Tremecn y Mostaganem. La pista de los moriscos expulsados de Elda y Novelda se pierde en el territorio de la Regencia otomana de Argel: no se ha encontrado ninguna referencia segura, ni histrica ni onomstica, de su establecimiento all. Siguiendo las lneas generales de la implantacin de los moriscos en la actual Argelia menos conocidas, con todo, que las de Tnez o Marruecos, posiblemente las autoridades otomanas los distribuiran por las zonas frtiles de la Regencia, para aprovechar sus conocimientos de cultivo y regados en la todava incipiente agricultura norteafricana. En el alfoz de Argel, en la llanura de La Mitidja, los moriscos sern instalados en zonas agrcolas periurbanas, cercanas a la ciudad, en sus colinas o en el Valle de La Mitid- 194HISTORIA DE ELDA Mujer morisca con traje de casa (de C Ju de Ribera (cuadr Ribalta). ja, alrededor de las ciudades de Blida y Kolea. Argel va a beneficiarse enormemente de los conocimientos agrcolas de los moriscos valencianos entregndoles las zonas ms frtiles del pas para q ue stos les sacasen todo el rendimiento q ue la poblacin autctona no estaba en disposicin de obtener. Los viajeros extranjeros dan cuenta en sus relatos de la fertilidad de las colonias agrcolas moriscas en los alrededores de las ciudades, de la diversidad y abundancia de productos que debido a sus habilidades agrcolas obtienen (frutales, maz, arroz, legumbres, vias, etc.). Con la instalacin de los moriscos valencianos en est as zonas frtiles de Argelia, comienza a producirse no una economa agrcola de subsistencia que era lo acostumbrado por los grupos autctonos, sino una actividad agrcola de mercado. Los moriscos, que siempre tuvieron un gran inters en este aspecto de su economa en Argelia y Tnez, crean y desarrollan en estas colonias una agricultura que abastece a las ciudades de las que dependen para su seguridad: se produce un intercambio de materias primas que permite a los moriscos integrarse rpidamente en el rpido desarrollo socioeconmico de la Argel del siglo XVII y participar de su esplendor. La expulsin de los moriscos supuso un dursimo golpe para la demografa y la economa de Elda y del Valle Medio del Vinalop. Henri Lapeyre da la cifra, para el conjunto Elda-Petrel, de 700 casas de moriscos en el ao 1609: cuarenta y cinco aos ms tarde, las casas sumaban en total 170. Los censales, las recaudaciones, los negocios comerciales y la agricultura de toda la zona sufrieron las consecuencias de la prdida en muchos lugares de las dos terceras partes de la poblacin, precisamente aqulla que sola suministrar una buena parte de la mano de obra. Algunas actividades econmicas tardaran varias dcadas en recuperar los niveles de comienzos del siglo XVII. Tras la expulsin, muy pocos moriscos fueron los que pudieron quedarse en sus tierras de origen. Un edicto de septiembre de 1609 haba recogido una excepcin del 6 % de moriscos que podan permanecer en su tierra para mantener las cosechas y ensear las tcnicas agrcolas y artesanales. Sin embargo, pronto se vio que los seores iban a aprovechar esa excepcin en su beneficio: el Conde de Elda hizo descender de las mismas galeras en Alicante a 28 familias de Petrer y a 17 de Elda para que regresaran a sus hogares. En enero de 1610 un nuevo edicto suprima la excepcin de ese porcentaje y parece que se procedi a una nueva recogida y expulsin de moriscos, aunque en octubre del mismo ao, el obispo de Orihuela informa de que en Elda quedaban 43 familias de moriscos y en Monvar otras 30, es decir, aproximadamente un 10 % de la poblacin original. Por otra parte, el edicto de septiembre de 1609 permita quedarse a los nios menores de cuatro aos, con el consentimiento de sus padres; el edicto de 1610 ampliaba esa edad hasta los doce, ya, evidentemente, sin permiso de los padres. Las medidas respondan a una situacin de factoen la que muchos nios moriscos haban quedado hurfanos, abandonados por sus padres, secuestrados y vendidos por soldados o retenidos por familias o particulares para que crecieran dentro del cristianismo. En agosto de 1610 el obispo de Orihuela contabiliza en su dicesis 241 195La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) Fe lipe III a ca Ve quez, Museo del Prado). nios menores de 12 aos en situacin irregular, ms 14 provistos de licencia. La documentacin allegada por Franois Martnez nos proporciona algunos de los nombres de estos nios que, separados definitivamente de sus padres, residan en casas de Elda y Petrer: es el caso de Francisca, morisca de cinco aos, que en 1610 vive en Petrer en casa de Gins Rico, mientras que su hermano F rancisco, de 6 aos, vive con Benito Crespo en Elda; Felipe Fellete, de 14 aos, que vive en Elda en casa de Andrs Monlamer; o Miguel Tillet, morisco de 14 aos natural de Guadalest, que vive en Elda con Andrs Morla. Los nombres de estos moriscos sern la ltima representacin de los musul- manes que en Elda vivieron durante siglos; unos pocos moriscos que a la altura de 1611 vivan o, al menos, pretendan permanecer en su tierra de origen: Francisco Alpal, de 60 aos, que vive, con licencia del obispo, en Elda con su mujer, Leonor Merita de 50 aos y la hermana de sta, sorda y ciega; Francisco Burillo, de 60 aos, casado con una cristiana vieja, y sus hijos Francisco y Pedro, de 20 y 16 aos respectivamente, que pretenden no estar afectados por las pragmticas de expulsin; Tal Carrana, de 40 aos, criada de pequea en casa de los Condes de Elda y que est casada con Juan Carrana, cristiano viejo; Juana Morisca, de 60 aos, casada con el cristiano viejo Juan Gonzales y con hijos y nietos que son buenos cristianos; Jusepe Cucuma, de 17 aos, que vive con licencia del obispo en casa de Juan Olivares. Uno de los ltimos casos en el tiempo es tambin simblico de los tiempos pasados para el islam hispano y de los que transcurran en la primera veintena del siglo XVII: Joanna Anna, morisca vecina de Elda que en 1617, contando 18 aos, se presenta espontneamente ante el tribunal inquisitorial de Valencia, reconociendo la educacin musulmana que haba recibido de pequea y su voluntad de permanecer en el cristianismo; su condena, como la de otros jvenes moriscos en circunst ancias parecidas, ser leve: abjuracin de levi , absolucin ad cautelame instruccin cristiana. Su infancia islmica hasta los 10 aos haba de ser borrada para ingresar en el mundo oficial. 196HISTORIA DE ELDA Desembar valencianos en el Norte de 347frica. Escena de danza con moriscos (de C I. Introduccin: el origen del condado El condado de Elda estaba formado por los territorios de los seoros de Elda y Petrer, en el primero de los cuales se inclua el trmino del lugar de Salinas. Ambos haban pertenecido anteriormente al condado de Cocentaina, cuyos titulares los Corella los haban adquirido por sendas compras, el primero a D Violante de Bar, viuda de Juan I de Aragn, y el segundo a D. Pere de Rocafull y D Violante, su mujer, vecinos de Orihuela. El seoro de Elda se v endi en 1424, junto con el de Aspe, a Eiximeno Petri de Corella y a Francisco de Arinyo, Secretario del Rey, pro indiviso, por 43.000 f lorines de oro de Aragn, equivalentes a 23.650 libras, moneda de Barcelona. De ellos, 15.000 f lorines eran para redimir un censo cargado sobre dichas villas, otros 15.000 para D Violante y el resto para subvenir a las necesidades del erario regio. Y en cuanto al de Petrer, vendido en 1431, su precio qued fijado en 121.000 sueldos, moneda de Valencia. Los seoros de Elda, Petrer y Aspe pertenecieron al linaje de los Corella durante gran parte del siglo XV, hasta que la grave situacin financiera de Joan Ros de Corella y Moncada, tercer conde de Cocentaina, y los cambios en los intereses geoestratgicos y familiares de la casa condal contestana, centrados ahora en el Comtat y en la capital del reino, condujeron a la progresiva enajenacin de sus posesiones en el Valle del Vinalop. En ambos casos la venta se hizo a destacados personajes al servicio de los Reyes Catlicos con pretensiones de ennoblecimiento y fijacin territorial en las tierras valencianas de la Corona de Aragn. As, Gutierre de Crdenas, Maestresala de la Reina Isabel y seor efectivo de Elche desde 1481, cuyo linaje sera ennoblecido en 1520 con el marq uesado de Elche, adquiri el seoro de Aspe por 41.000 libras reales de Valencia, mediante escritura pblica otorgada en Alcal de Henares el 20 de noviembre de 1497. Y en la misma fecha y lugar se configura el precontrato de enajenacin de los seoros de Elda y Petrer a favor de Mosn Juan Coloma. Compraventa formalizada en 1513 por la cantidad de 48.000 libras valencianas, segn escritura otorgada entre Juan Coloma y el III Conde de Cocentaina, el 4 de septiembre, en el Monasterio de S. Jernimo de la Murta de Xtiva, ante el notario Miguel Frgola. Mosn Juan Coloma (I seor de la barona de Elda, 1513-1517), natural de la ciudad de Borja (Zaragoza) y de origen plebeyo pero cristiano viejo, entr al ser- 197 El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. DE LA EXPULSIN DE LOS MORISCOS A LA DESAPARICIN DEL SEORO (I) REMEDIOSBELANDOCARBONELL Universidad de Alicante 12 Sellos de la f (F Escudo de la f (T G. , 1999). 198HISTORIA DE ELDA 347rbol geneal227gico de la fa milia Coloma (siglos XVI-XIX). (Modificado a par Po veda, C vicio de Juan II de Aragn en 1458 y ejerci como secretario desde 1469, cargo que desempe tambin en el reinado de su hijo y sucesor, Fernando II el Catlico, y que le permiti intervenir en los principales asuntos de las Coronas de Aragn y de Castilla. Viudo y sin sucesin de su primer matrimonio, en 1493 contrajo segundas nupcias con Mara Prez Calvillo, hija de Juan Prez Calvillo y Beatriz de Heredia, seores de Maln y Bisimbre respectivamente. Esta unin aport sangre juda al linaje de los Coloma ya que Mara era descendiente por lnea materna de ricas y antiguas familias judas aragonesas que ocuparon altos puestos en el gobierno del Reino de Aragn y en el municipio de Zaragoza. Ascendencia que cre dificultades aos ms tarde a algunos miembros de la familia. En pago a los servicios prestados a los monarcas aragoneses, Juan Coloma fue recompensado con numerosas ddivas y honores. Uno de los privilegios fue la merced regia otorgada en Barcelona, el 13 de enero de 1506, por la que Fernando II conceda ttulo de nobleza de Aragn a su esposa, Mara Prez Calvillo, al hijo de ambos, Juan Francisco, y a los descendientes de ste. Este ascenso a la baja nobleza hizo que hasta 1577, ao de la creacin del condado, fuera habitual en la familia Coloma, en especial por los titulares de los seoros, anteponer el apellido materno Prez Calvillo al paterno Coloma. Seor de la Barona de Maln (Zaragoza), por matrimonio, con abundantes y rentables negocios en las ciudades de Borja y Zaragoza, y con un reconocido prestigio y elevada posicin social al servicio de la Corona, Juan Coloma, de acuerdo con el plan de ennoblecimiento de personajes y estirpes familiares, caracterstico de la Edad Moderna, adquiere los seoros de Elda y Pe trer en el Reino de Valencia. Uno de los procedimientos para progresar en la escala social era la compra de jurisdicciones seoriales para convertirse en seor de vasallos e intentar ingresar en las filas de la alta nobleza titulada. Pero antes de la adquisicin de estos seoros valencianos, en 1512, y con motivo del acuerdo matrimonial para casar a su hijo, Mosn Coloma funda mayorazgo a favor de su nico hijo y de los descendientes de ste con la finalidad de vincular todos sus bienes races al patrimonio familiar. El cursus honorum de la llamada nobleza de servicio culminaba con la obtencin de un ttulo que ratificaba los honores y mercedes dispensados por los monarcas a quienes estaban al servicio de la administracin real; y Mosn Coloma puede considerarse paradigma de este proceso social. Una vez retirado en Zaragoza, despus de recibir mltiples testimonios del aprecio regio y tras ser llamado por Fernando el Catlico para a yudarle en las tareas de su segunda regencia castellana (muerto Felipe el Hermoso e inhabilitada D Juana), el monarca le concede, el 20 de enero de 1516, el ttulo de Conde de Elda o Salinas, a su eleccin, para l y sus descendientes. Merced que no lleg a ser ratificada porq ue el Rey muri tres das ms tarde y, por lo tanto, el nombramiento qued sin efecto legal. Despus de la muerte de Fernando el Catlico, Mosn Coloma regresa a Aragn, se establece en su Borja natal y muere poco despus, en 1517. Al primer Coloma, seor de Elda, le sucedi su hijo Juan Francisco (15171539), heredero universal de todos sus bienes y de sus posesiones en los reinos de Aragn y de Valencia. Hasta 1520, Mara Prez Calvillo ejerci la tutela de su hijo, aos en los que los Coloma fijaron su residencia en tierras valencianas, en la capital del Reino y en el castillo de Elda. En 1518, durante la regencia materna, Carlos I y su madre, la Reina Juana, confirmaron el privilegio otorgado por Juan II de Aragn, en 1466, para que se celebrara en Elda una feria anual en los primeros quince das del mes de diciembre. Durante el seoro del segundo Coloma el Consell eldense compr la Fuente del Chopo al concejo castellano de Villena, en 1535. Era una surgencia na- 199El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Detalle del castillo de Elda de la fo to de Laur tural, ubicada junto al santuario de Las Virtudes, que los agricultores eldenses haban aprovechado desde el siglo XIV para sus riegos y que continuarn utilizndola hasta el siglo XIX, aunque esta compra no supuso el fin de los continuos litigios por el uso de las aguas con los municipios situados aguas arriba y abajo del ro Vinalop. Asimismo, acontecimiento importante para la poblacin de la villa de Elda fue la institucin de la iglesia parroquial, en cumplimiento de la Real Orden de Carlos I, de 1525, que obligaba a la conversin forzosa de la poblacin mudjar en los reinos de la Corona de Aragn e impona la confiscacin de las mezquitas para convertirlas en templos cristianos. De acuerdo con ella, mediante escritura pblica otorgada en Elda por Juan Francisco Prez Calvillo ante el notario Pere Joseph Olcina, el 6 de noviembre de 1528, la mezquita aljama de Elda se convirti en templo cristiano bajo la advocacin de Santa Catalina Mrtir, probablemente en relacin con el patronazgo religioso de su segunda esposa, Catalina de Cardona.El segundo seor de Elda no goz de la fama y el buen hacer de su progenitor ni de la de su primognito y sucesor, Juan Coloma, hijo nico del primer matrimonio de Juan Francisco con Mara de Cardona. Juan Coloma, tercer seor de Elda y I conde (1539-1577-1586), fue un personaje notable de las armas y las letras del siglo de oro espaol, al servicio de Carlos I y Felipe II, y fue objeto de las envidias y los elogios de sus contemporneos, tal como lo dej entrever Miguel de Cervantes en el canto de Calope de La Galatea . En 1561 le fue concedida la alcaida del castillo de Alicante, cargo que los condes de Elda ostent aron ininterrumpidamente hasta 1639, y en 1577 obtuvo el mayor reconoci- miento a los mritos acumulados al servicio de las armas y de la administracin regia. En ese ao, despus de su segundo mandato como Virrey de Cerdea y tras regresar a Espaa para inf ormar al Rey de su gestin en aquel reino italiano, Felipe II le concedi, mediante privilegio otorgado en Aranjuez, el 14 de mayo, el ttulo de Conde de Elda para l y sus herederos. Condado erigido sobre las baronas de Elda y Petrer. El ascenso a la alta nobleza conseguido por Juan Coloma supuso la culminacin del proceso de ennoblecimiento familiar y distincin social iniciado por Mosn Coloma a finales del siglo XV. Este estatus social se consolidara cuatro aos ms tarde, en 1581, con la fundacin del mayorazgo, al otorgar los captulos matrimoniales para el enlace de su hijo y heredero Antonio Coloma con Beatriz Corella, hija de los condes de Cocentaina. Por otra parte, todos estos hechos se enmarcan en un proceso ms amplio de renovacin de la alta nobleza en el Reino de Valencia, q ue Gil Olcina ha estimado comparable al registrado en la Corona de Castilla. La fundacin de vnculos, frecuente en el siglo XVI y muy generalizada en el siglo XVII, confera a los patrimonios nobiliarios una estabilidad de la que hasta entonces carecan. Fruto del matrimonio de Juan Coloma, en terceras nupcias, con la dama portuguesa Isabel de Saa, fueron sus catorce hijos: siete varones y siete mujeres. Descendencia en la que se aprecian a la perfeccin los mecanismos de regulacin social de la nobleza: entre los varones, el primognito heredaba los mayorazgos y bienes vinculados, pero no poda enajenarlos slo poseerlos en usufructo porque pertenecan a la familia (el heredero fue Antonio ya que 200HISTORIA DE ELDA Detalle de la iglesia de Santa Ana de la f 1858. Grafitos de una de las par de la ca con los nombr Saa y de su hija D273 Isa Coloma y Saa (Ar Ar Elda). Juan, el primognito, muri antes que su padre); y el resto de los hijos, denominados segundones, con una situacin econmica y social muy limitada, eran destinados a la carrera militar (Carlos, retratado por Velzquez en el cuadro de Las Lanzas, y Francisco) o a ocupar altos cargos de la jerarqua eclesistica (Alonso, Diego y Luis); y las mujeres, a contraer matrimonio con miembros de otras casas nobles (Mara e Isabel) o a la vida religiosa (Mara Ignacia, Guiomar, Ana Mara, Blanca Teresa y Luisa). Este mecanismo perpetuaba el sistema porque mantena indivisa la mayor parte de las propiedades familiares y aseguraba el potencial econmico de la rama principal de un linaje, an en el caso de una mala administracin. Durante todo el siglo XVI los Coloma mantuvieron su residencia en la villa cabeza del condado. La casa solariega fue el castillo de Elda, convertido a lo largo de dicho siglo, y en especial durante el gobierno del primer conde, en lujoso palacio de regustos gticos. Adems de estas obras, Juan Coloma sufrag tambin las realizadas en la Iglesia parroquial de Santa Ana, destinadas a borrar toda huella de su pasado musulmn y darle f orma y aspecto de templo cristiano. Muestra del potencial econmico del condado y de las altas rentas de que dispona en la coyuntura econmica favorable del siglo XVI, en 1562 procedi a la fundacin del Convento de franciscanos de Elda, sobre la ermita de San Sebastin, bajo la advocacin de Nuestra Seora de los ngeles. La fundacin de este convento por los condes tena una doble finalidad: religiosa, para facilitar la predicacin franciscana y afianzar el cristianismo entre los moriscos, que constituan dos tercios de la poblacin del condado; y familiar, porque el conv ento albergara el panten de los Coloma. Con estas construcciones, adems, se pretenda dotar a Elda, como cabeza del condado, de una serie de edif icios que fueran representacin intemporal del poder del seor. Juan Coloma gobern sus seoros durante cuarenta y siete aos, desde 1577 como primer conde de Elda. Falleci en su residencia del Castillo el 9 de octubre de 1586, tres aos despus que su esposa Isabel de Saa, y ambos fueron enterrados en el Convento de los ngeles.II. Expulsin de los moriscos y repoblacin Antonio Coloma (II conde de Elda, 1586-1619), como sus antecesores, est aba destinado a servir a la monarqua mediante las armas y la diplomacia, para lo que se haba formado y adquirido experiencia junto a su padre, especialmente en los territorios italianos. Su trayectoria diplomtica culminara con el cargo de Virrey de Cerdea, que desempe entre 1594 y 1604. A su regreso a Espaa, y camino de la corte, pas por Elda para supervisar el gobierno de sus seoros, visita con la que la tradicin relaciona la llegada de los Santos Patronos a la villa (la Virgen de la Salud y el Cristo del Buen Suceso). En Madrid, el Rey le encomend el mando de las galeras de la escuadra de Portugal, lo que le permitira intervenir directamente, unos aos ms tarde, en el traslado de los moriscos del Reino de Valencia al norte de frica, por el exilio forzoso que se les impuso. As pues, Antonio Coloma intervino en la expulsin de los moriscos por su doble condicin de seor de mo- 201El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Retra (Ar Municipal de Elda). Po rtada de la Carta de P de Elda (1611-1612), con un estudio intr S207nchez Recio Ayuntamiento de Elda en 1979. riscos, y por lo tanto afectado por esta decisin poltica, y autoridad militar, encargado de trasportarlos. Como se ver ms adelante, en un documento q ue antecede a los textos de las Cartas de P oblacin de Elda y Petrer, el Rey pide al conde que participe lealmente en aquella operacin para servir de ejemplo a o tros seores; por lo que tanto l como los dems seran generosamente recompensados. Antonio Coloma, adems, tiene una importancia mayor en este trabajo porque con la repoblacin posterior, que l proyecta y aplica, comenzaba una etapa nueva en la historia del condado. Por un decreto de Felipe III, del 4 de agosto de 1609, publicado en Valencia por el virrey, marqus de Caracena, el 22 de septiembre, era expulsada del Reino la poblacin morisca (musulmanes convertidos al cristianismo). Las repercusiones de esta decisin fueron muy graves en todos los rdenes: el Reino de Valencia perdi ms de 125.000 personas, en torno al 30% del total, cay la produccin agrcola y cambiaron las relaciones entre los distintos grupos sociales ante el aumento del poder de los seores de la tierra. En los ltimos decenios del siglo XVI la poblacin de la villa de Elda haba experimentado un crecimiento importante, segn se desprende del recuento de bautismos de la iglesia parroquial de Santa Ana, realizado por J. A. Ramos Vidal: de una media quinquenal de 65 entre 1572-1576 pasaron a 89,80 entre 1602-1606; por lo que los habit antes de Elda, en el momento de la expulsin, superaban los 2.000, tomando como criterio una tasa de natalidad elevada, propia de una poblacin del antiguo rgimen. El vaco demogrfico creado por la expulsin, que en la villa de Elda dobl la media general del Reino, se intent cubrir mediante la atraccin de repobladores procedentes de ncleos con mayor densidad de poblacin. Esta funcin se cumpli con la publicacin de las Cartas Pueblas, documentos dados por los seores, titulares de la tierra y la jurisdiccin, en los que se establece el procedimiento a seguir en la repoblacin, la relacin jurdica entre los pobladores y la seora, y las cargas econmicas que los primeros haban de satisfacer. Casi todas las cartas de poblacin conocidas se publicaron entre 1610 y 1612. La de Elda se dio el 11 de noviembre de 1611 y se corrigi y complet el 21 de octubre de 1612, y la de Petrer se otorg el 19 de agosto de 1611 y fue modificada el 27 de octubre de 1612. Estos documentos son de gran trascendencia porque regularon las relaciones de produccin y la administracin de una gran parte del campesinado valenciano por espacio de dos siglos, hasta la primera de las disposiciones abolicionistas; y, por tanto, resultan indispensables para conocer el funcionamiento del rgimen seorial establecido, de nuevo, a raz del extraamiento de los moriscos. La Carta de Poblacin fue dada por D. Antonio Coloma Calvillo, conde de Elda, seor de la barona de Petrer y del lugar de Salinas, a quien se haban entregado las tierras y haciendas de los moriscos, tal como estableca el decreto de expulsin de 1609 y se recoga en el texto (...y los bens sitis de aquells aplica als seors de les viles y llochs hon havitauen ). El documento va precedido de una introduccin en la que hay que destacar una carta del Rey al conde de Elda, de 11 de septiembre, en donde Felipe III explicaba de manera pormenorizada las razones de la expulsin: la obstinada resistencia 202HISTORIA DE ELDA Detalle del convento de Nuestra S273 de los 347ngeles (izquier la parr (der de 1858. a la conversin al catolicismo y los contactos tenidos con los turcos y con otros prncipes herejes (protestantes) solicitndoles ayuda; por lo que el Rey pide al conde que diera ejemplo a los dems seores de vasallos moriscos, acatando lo dispuesto en el decreto de expulsin, y que se pusiera a las rdenes del Maestre de Campo, General D. Agustn Mexa, del Consejo de Guerra, y del Virrey del Reino, a la vez que le aseguraba: la parte que hos ha de tocar de las haziendas de vuestros vasallos estas cierto de que acudir a reparo del dao y descomodidad que de la falta de vasallos se os siguiera por todas las vas que pudiere. A continuacin se da la fecha, el 4 de octubre de 1609, en que los moriscos de Elda y Petrer fueron conducidos a Alicante para ser embarcados rumbo al norte de frica en las naves que mandaba el propio Antonio Coloma. Segn el texto de la introduccin: Lo dit Seor Conte porta tots los moriscos sos vasalls de les Viles de Elda y de Petrel a la ciutat de Alacant y los embarcara a aquells portara a les costes de Berberia hon los desembarcara. La relacin que se creaba entre el seor y los repobladores en las cartas de poblacin era de carcter enfitutico, por lo que se estableca un rgimen de propiedad compartida o dividida entre el seor, que conservaba el dominio directo (nuda propiedad), y el nuevo poblador que reciba el dominio til (usufructo), a cambio del cual tena que satisfacer una serie de cargas econmicas; sin embargo, dado que el seor era due- o al mismo tiempo de la jurisdiccin, la enfiteusis seorial impona otras prest aciones que eran ajenas al simple contrato entre particulares. Una vez otorgada la Carta de Poblacin y aceptada por los nuevos pobladores, cada uno de stos f irmaba un contrato con el seor (establiment) en el que se especificaban los bienes (casas, tierras y agua) que reciba, las rentas y otras cargas econmicas que haba de satisfacer y la ratificacin de aceptar todas las dems condiciones contenidas en la Carta de Poblacin. Los seoros de Elda y Petrer, hasta su disolucin, pertenecieron a los condes de Elda, a la familia Coloma, aunque en sucesivos momentos histricos, cuando el titular era una mujer, los Coloma entroncaron con otras familias nobiliarias, por lo que el siguiente titular antepona al de Elda otro ttulo heredado por lnea paterna. As, en 1729, Gonzalo Joseph Arias-Dvila Coloma, VII conde de Elda, us el ttulo de conde de Puoenrostro porque, al morir sin descendencia el VI conde, hered los derechos por va femenina; en 1799, la XII condesa de Elda, Laura Mariana Castelv y Mercader, antepuso el ttulo de condesa de Cervelln, que transmiti a sus sucesores; y en 1859, ya abolido el seoro, el ttulo del condado pas a la casa ducal de Fernn Nez. As pues, los condes de Elda ejercieron el poder seorial en los seoros de Elda y Petrer permanentemente, a excepcin del periodo 17061725 en que sus bienes fueron secuestrados y administrados por la Corona 203El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Dibujo que r ser222a la villa de Elda en 216poca condal (T 2002). ya que su titular, Francisco Coloma Pujades y Borja, haba defendido la causa austracista en la Guerra de Sucesin. El conde sera repuesto en sus derechos en abril de 1725, en cumplimiento de las clusulas del Tratado de Viena. III. Las cartas de poblacin del condado Las cartas de poblacin presentan tres partes fundamentales, aunque no aparezcan desarrolladas sistemticamente en los documentos, como se ver en los apartados siguientes. Tratan, en primer lugar, del gobierno y la administracin de las villas respectivas, que el seor ejerca, como dueo de la jurisdiccin, a travs de sus representantes y de los representantes de los vecinos, bien entendido que stos haban jurado previamente fidelidad al titular del seoro. La segunda parte es la dedicada al reparto de los bienes (casas, tierras, agua) qu e haban pertenecido a los moriscos y a estipular las condiciones bajo las cuales se entregaban, aplicando distintos procedimientos como se ver ms adelante. La tercera es la dedicada a las rent as por la ocupacin de las casas y cultivo de las tierras, la no sujeta a revisin q ue se pagaba en dinero ms los diezmos y otras cargas y exacciones relacionadas fundamentalmente con la jurisdiccin, como el luismo y la fadiga y las regalas seoriales. Por ltimo, las cartas del condado de Elda, adems de la introduccin a la que ya se ha aludido, concluyen con un protocolo segn el cual los v ecinos presentes en el acto de proclamacin expresan pblicamente su acept acin a todo lo capitulado, al tiempo que se declaran vasallos y rinden homenaje al seor. Cuestin importante a tener en cuenta es la respuesta obtenida por la Carta de Poblacin de Elda. Al final del documento aparecen relacionados 138 vecinos y habitantes de la villa, que dicen representarse a s mismos y a los ausentes, ser la mayor parte y estar convocados en consejo general. De ellos slo en cuatro casos aparece sealado el lugar de procedencia: uno de Agost, dos de Villena y otro de Ganda. Por tanto, aplicando el coeficiente 4,5, en Elda habra unos 620 habitantes, prximos al anterior 25% de cristianos viejos que haba en el momento de la expulsin de los moriscos. Pero, segn el recuento de los bautizados en la parroquia de Santa Ana de Elda, en la segunda dcada del siglo XVII la poblacin se situara ya en torno a los 800 o 900 habitantes, y as se mantendr durante toda la primera mit ad del siglo; sin embargo a lo largo de la segunda mitad se dio un fuerte crecimiento de la poblacin, sobre todo en las tres ltimas dcadas, llegando al final de la centuria a las cifras anteriores a 1609. IV. El gobierno y la administracin El gobierno y la administracin de la villa de Elda pertenecan al conde como titular de la jurisdiccin. El seor estaba investido de la suprema jurisdictio mer y mixti imperi (cap. 6); por lo que su poder iba ms all de lo establecido en la Carta de Poblacin, pudiendo juzgar e imponer penas en lo civil y en lo criminal. Estos poderes los ejerca personalmente y a travs de su representante directo, el Procurador General y Baile, y de los magistrados elegidos y nombrados. Al desempeo de estas funciones podan concurrir en igualdad tanto los nuev os pobladores como los vecinos antiguos (cap. 1). Los magistrados elegidos y nombrados por el conde eran: un justicia mayor, que a su vez nombraba dos lugartenientes y un regente, y cuyas funciones eran las de determinar totes les causes civils y criminals que per furs y privilegis del present Regne li toquen y son de sa jurisdici ; cuatro jurados, un mustafat (encargado de los mercados y del control de los pesos y de las medidas pblicas), y un sobrecequier y repartidor de las aguas (cap. 2). Las anteriores magistraturas se completaban con la eleccin y nombramiento de 24 consejeros (cap. 5), y la duracin de todos los cargos, a excepcin del procurador y baile, era de un ao (cap. 2). El sistema previsto para la sucesiva eleccin y nombramiento de los magistrados era: cada uno de los que haban de cesar entregaban al conde, al procurador general o a la persona que tuviera orden o autoridad para ello, una lista de personas honrades y benemerites para q ue de entre ellas eligiera y nombrara a los magistrados entrantes. La lista estara compuesta por seis individuos para el cargo de justicia y de doce para los de los cuatro jurados (cap. 3). Por ltimo, los veinticuatro consejeros eran nom- 204HISTORIA DE ELDA brados por los jurados y dems magistrados, el da de Pentecosts, despus del acto de juramento de los primeros; pero este nombramiento deba ser aprobado por el seor o el procurador, pudiendo stos reducir en dos el nmero de consejeros (cap. 5). Este era tambin el sistema de la administracin y gobierno en la villa de Petrer, con ciertas diferencias en el nmero de titulares de algunos cargos; sin embargo, en la cercana villa de Monver el procedimiento previsto para la designacin de los magistrados era el de la insaculacin, tradicional en la Corona de Aragn. V. El reparto de casas y tierras En cuanto al reparto de los bienes concedidos por el conde a los nuevos pobladores, la Carta de Poblacin de Elda estableca que lo dit seor conte, a su elecci, haja de donar y done lo numero de tafulles de terra, vies, algolejas, olivars y figuerals que ben vist li ser, a cascun de dits pobladors... (cap. 7); es decir, que lo que entregaba el seor a cada uno de los pobladores dependa estrictamente de su voluntad. Los veintinueve establiments firmados, en 1612, entre el conde y los nuev os pobladores de la villa de Elda son la mejor prueba de las caractersticas del reparto. En cada uno de ellos se describen las distintas parcelas asignadas, con su localizacin y linderos, tipo de cultivo, justiprecio y censo (renta en dinero); la extensin, en tahullas o jornales, slo aparece en algunos casos y la mayora de las veces se emplean expresiones tales como un bancal, un trozo de tierra, un olivar... A travs de estos datos se puede ver la desigual distribucin de las haciendas, porque mientras los justiprecios de tierras oscilan entre 91 y 643 libras, los censos van aproximadamente de 1 a 14 libras, en ambos casos con gran diversidad de los valores intermedios, lo que, por o tra parte, tambin ref leja una clara div ersificacin social. En cambio, en Petrer, se hicieron cien suertes, cada una de las cuales consista en dos tahullas de huerta con agua..., siete tahullas de vias y treinta pies de oliver as y los jornales de secano... y una casa (cap. 7), que se han de dar a cien pobladores o entre dos una suerte, y por cada suerte... hayan de pagar... quince libras al dicho Seor Conde (cap. 14). Este sistema era semejan- te al aplicado en la cercana barona de Monver, en donde el reparto de bienes era por igual y por sorteo entre los nuev os pobladores. En la carta de poblacin de dicha barona se deca que la distribucin de los bienes haba de hacerse ... per a cent pobladors per eguals parts, de les ortes major y de Chinosla, olivars y vinnes de regadiu y del sec y del aygua..., con el nombramiento previo de varios vecinos, labradores expertos, que se encargaran de dividir los cien lotes y de efectuar el sorteo. Por otra parte, la concesin y el mantenimiento del domino til exigan cumplir una serie de condiciones porque, de lo contrario, se ejecutara la confiscacin o comiso de los bienes establecidos. De acuerdo con la carta de poblacin de Elda, los nuevos pobladores estaban obli- 205El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Elda: Primer (1612) (Belando gados a residir de ordinario en la villa, por lo que se les conceda un plazo de un mes, desde la publicacin de la carta puebla, para darse de baja en sus lugares de origen y avecindarse en el nuevo domicilio. Todas estas diligencias haban de registrarse en un libro para controlar las posibles infracciones y actuar en consecuencia (cap. 27). Una vez avecindados, los repobladores haban de cultivar la tierra a us y costum de bons llauradors . La negligencia en este cometido sera causa de confiscacin (cap. 24). Los captulos de 1611 exigan, sin o tra condicin, licencia del seor para v ender o alienar las tierras, excepto en los casos de testamento o donacin a los hijos por matrimonio (cap. 24); pero la rectificacin de 1612 introduca algunos cambios y estableca la prohibicin de vender casas y tierras durante los cuatro primeros aos, manteniendo las anteriores excepciones. Pasado ese tiempo se podan enajenar contando previamente con la licencia del seor. Con est as restricciones el titular del seoro pretenda dar estabilidad a la repoblacin y evitar el negocio fcil que poda suponer la venta del dominio til adquirido de forma gratuita. Por ello expresa su v oluntad de que ... ninguna persona ab nimo solament de vendre les terres, horta, plant ats y sec que los sern establides, vinga a demandar aquelles... (cap. 14). Asimismo, quedaba prohibido hipotecar casas y tierras sin la previa licencia seorial (cap. 26). Por tanto, la peticin de licencia era la condicin primordial para proceder a la enajenacin de estas propiedades, lo q ue tiene relacin con el luismo y la fadiga como derechos inherentes al dominio directo. El primero era la cantidad que se pagaba al seor por la transmisin del dominio til y el segundo consista en la obligacin de avisar, antes de la operacin, con el fin de que quien posea el dominio directo pudiera ejercer el derecho preferente de adquisicin. El prof esor E. Cscar Pallars, despus de un estudio exhaustivo de numerosas cartas de poblacin, afirma que todos los bienes establecidos lo eran con luismo y fadiga. Eran tan inseparables de la enfiteusis que poda darse el caso de su inexistencia, pero haciendo mencin expresa de ello, como ocurre en la barona de Monver. Por lo tanto, en el condado de Elda el seor disfrutaba de aquellos derechos a pesar de no figurar de for- ma expresa en la carta de poblacin. No obstante, cuando el seor llamaba a cabrevar, exigiendo de esta forma a los enf iteutas el reconocimiento de su dominio directo, se encontraba con la oposicin de los vasallos, quienes negaban al mismo tiempo la existencia de aquellos derechos. Por ltimo, eran asimismo causa de confiscacin o comiso de los bienes establecidos, el comportamiento belicoso de alguno de los pobladores y los crmenes cometidos contra el seor, su casa y los miembros de su familia (cap. 24 y Millora). VI. Las rentas del condado VI.1. Los pechos El pecho consista en un censo anual y perpetuo, a percibir en moneda, que los nuevos pobladores deban satisfacer por las casas y tierras que se les establecan. P or su carcter de renta fija en metlico, el seor tena garantizado su cobro independientemente del resultado de las cosechas, aspecto positivo si se tiene en cuenta el carcter aleatorio de las mismas; pero tambin llevaba consigo el inconv eniente de la desvalorizacin, que progresivamente la ira situando entre las rent as seoriales de menor peso. A pesar de existir variedad de frmulas impositivas, lo ms frecuente era que casa y tierra pecharan por separado, como ocurra en Elda o en Novelda. No as en Petrer y Monver, donde el reparto se haba hecho en lotes iguales que llevaban incluidos ambos conceptos. En Elda ya se ha visto que, de acuerdo con la Carta de Poblacin de 1611, la cuanta de las concesiones dependa de la voluntad del titular del seoro, quien, con el fin de evitar agravios comparativ os en el pago de los censos, estipulaba q ue stos seran proporcionales al valor de los bienes establecidos y que este valor se haba de estimar de acuerdo con un apeo realizado por personas expertas e inteligentes (caps. 7 y 8). Una vez hecho el apeo, la cuanta de los pechos quedara de la siguiente forma: las casas pagaran tres dineros por libra (1,25% sobre el valor estimado); las huertas y vias, seis (2,5%); las algualejas y tierras campas y de regado, cuatro (1,66%); y los olivares y secanos, tres (1,25%). Pero unos meses despus, octubre de 1612, se firmaban nuevos captulos cuya finalidad era, segn el texto, lograr una pronta 206HISTORIA DE ELDA repoblacin de estas tierras ... millorant la dita poblaci y responcions de les dites terres, cases y heretats que se han repartit y de nou se han de repartir..., para lo cual se introducan algunas modificaciones que, en principio, iban a suponer mejoras con respecto a lo acordado en 1611. Por lo que se refiere a las casas, ahora se ordenaban en tres categoras, buenas, medianas y malas, debiendo pagar por ellas cada ao, ocho, cinco y tres reales castellanos, que equivalan aproximadamente a 16, 10 y 6 sueldos respectivamente. Y en cuanto a las tierras, se reduca el censo de ... les hortes, vies, algualeges, figuerals y terres blanques... en una cuarta parte, quedando, por tanto, segn nuestros clculos, en 4,5 dineros por libra (1,875%) para las huertas y vias; y tres dineros (1,25%) para las algualejas y tierras campas de regado. Se suprima el de los olivares a cambio de aumentar el diezmo (de 1/8 a 1/7); y finalmente, quedaban tambin exentas ...les terres y secans de la present vila y terres de Salinas ..., de tal f orma ...q ue sols paguen per rah del delme y part de fruyts la huytena part, o es, de huyt hu .... Por ltimo, el pago de esta renta se haba de hacer en dos entregas, la primera en la cosecha de granos y la segunda en la de la pasa o, en su defecto, en la de cualesquiera otros frutos, dejando dos aos de franquicia a los secanos, que por su mal estado empezaran a pagar en 1614 (caps. 9 y 10). Pero no parece que todas estas modificaciones se cumplieran. Por ejemplo, en los establiments de 1612, en los q ue aparece tanto la estima como el censo a que quedaba sujeta cada partida, no queda ref lejada esa reduccin en la proporcin a pagar. Sin embargo s quedaban exentos los olivares y las tierras y secanos de Elda y Salinas. A este respecto conviene recordar que, muchos aos despus, el representante de la villa, en uno de los pleitos que mantenan con el Conde, deca que los captulos de 1612 haban quedado ... en termens de gracia no executada ..., al menos en lo concerniente a la cuanta de los censos. Por o tra parte, este sistema de imposicin de pechos a partir de la estima del valor de la propiedad, escasamente empleado, ser otro de los argumentos que los vasallos exhiban a su favor en aquel mismo pleito, por lo que consideraban que estimar la cosa establecida y pagar el precio exclua, a su juicio, todo derecho de rigurosa seora directa. P or ltimo, en Elda existan dos tipos de pechos, el nuevo y el viejo: el nuevo es el que pagaban los nuevos pobladores por las tierras y casas que se establecen de acuerdo con la Carta de P oblacin de 1611; y el viejo era una imposicin que afectaba a las tierras de natural (francas o libres, que no pechaban), es decir, las que pertenecan a los cristianos viejos desde antes de la expulsin. VI.2. Los diezmos La renta anual en metlico fijada en los establiments valencianos iba acompaada habitualmente de una particin de frutos que consista en la entrega al seor (el estabiliente) de una parte alcuota de la cosecha. Con anterioridad a la expulsin de los moriscos, los seores haban constatado una desvalorizacin de los censos en metlico, y esta experiencia les condujo a una reestructuracin de las rentas en la que, salvo excepciones, la particin de frutos pas a ser el ncleo fundamental de las prest aciones y la principal fuente de ingresos. Sin embargo, esta renta no exista en varios de los seoros meridionales del R eino de Valencia, como el Marquesado de Elche y las Baronas de Aspe y Monvar, seoros en los que, con excepcin de Elche y junto a la barona de Novelda, sus titulares eran los nicos perceptores de los diezmos. Este era tambin el caso del Condado de Elda, en el que la percepcin de la renta decimal por el dueo del lugar compensaba en buena medida la ausencia de la particin de frutos, puesto que a ella estaban sujetas todas las tierras, las de poblacin y, desde 1684, las de natural. La concesin real de todos los diezmos y primicias a las villas de Elda, Petrer y Salinas se remonta a 1449, cuando todas ellas y Aspe pertenecan al Condado de Cocentaina. La Iglesia, por concesin pontificia, donaba esta renta decimal a los monarcas para estimularles a la adquisicin de tierras ocupadas por los mudjares, y los reyes, a su v ez, la concedan a algunos de sus sbditos por los servicios prestados a la Corona. As, Eiximeno Pedro de Corella la recibi de Alfonso V de Aragn y, posteriormente, el Conde de Cocentaina obtuvo la aprobacin pontificia a cambio de algunas contrapartidas: fundar y erigir al menos tres iglesias, dotndolas 207El condado de Elda, siglos XVII-XVIII de 50 libras anuales y de todo lo necesario para el culto divino, y pagar a perpetuidad 70 libras anuales al Obispo y cabildo de Cartagena. Aos ms tarde, tratando de poner fin a las diferencias surgidas entre el Conde de Cocentaina y el prelado de Cartagena por la percepcin de los diezmos, se firm una concordia entre ambas partes (Aspe, 30 de agosto de 1494) que estipulaba las condiciones en las que deba llevarse a cabo dicha percepcin. A pesar de que esta transaccin no evit los pleitos entre la Iglesia y los seores temporales, fue un documento de larga vigencia que sobrevivi, incluso, al que se firm en 1769 entre el Conde de Elda y D. Jos Tormo, Obispo de Orihuela.Con algunas excepciones, segn los lugares, el diezmo gravaba todos los productos de la agricultura y la ganadera aunque la cuanta de la tributacin no era igual para todos los cultivos. El diezmo no afectaba a las propiedades sino al producto de las cosechas y, por lo t anto, estaban sujetas a l todas las propiedades cultivadas, independientemente de su naturaleza. De ah la importancia que esta renta representaba para los seores y especialmente para aquellos que, como el Conde de Elda, no haban incluido la particin de frutos en los captulos de 1611. As pues, en el condado de Elda pagaban el diezmo las tierras pechadas y, a partir de 1684, las francas o alodiales (de natural). La Carta de poblacin de 1611 est ableca que de qualsevols fruyts que posehiran, aixi de gran com pansa, oli, vi, y q ualsevols altres que dir y nomenar se puixen, hajen de pagar y paguen la huitena part, o es, set parts per a dits nous pobladors y una per a el Seor Conde y sos successors (cap. 15). En el caso de los granos la particin se hara en la era, despus de la trilla, y el producto deba llevarse hasta el granero de la Seora, lo mismo que en Nov elda y Monvar. Respecto a la pansa , se utilizaba el sistema del alfarrs, modo de particin que consiste en valorar o estimar un bien de forma aproximada sin proceder a su peso y medida exactos. Operacin que llevaban a cabo dos personas, elegidas por el Conde y los jurados de la villa respectivamente, cuando el fruto estaba en los seq uers (cap. 23). Noticias posteriores indican que el alfarrsse empleaba tambin en el condado en otros productos como la hoja de la seda y los panizos. En cuanto al diezmo de los olivares, si el seor cobraba sus rentas y derechos por medio de un administrador, poda hacerlo en olivas o en aceite; pero si tena arrendados esos cobros, el pago se hara en olivas ... ab pacte que lo remoldre y piol sia de dits pobladors francament... (cap. 29). Y por lo que respecta al ganado, los captulos de 1611 establecen un diezmo de 10 cabezas una (cap. 21). Finalmente, la millora de 1612 slo introduca un cambio respecto al diezmo del olivar, en el que se eliminaba el pecho y se elevaba el diezmo de 1/8 a 1/7, ms cuatro libras de aceite por el uso de la almazara. Pero estas proporciones no iban a ser las definitivas por los cambios que comenzaron a introducirse pocos aos despus. Cambios que podan perseguir una pronta repoblacin, favorecer la extensin de determinados cultivos, atemperar la oposicin antiseorial o, sencillamente, conseguir un aumento de la recaudacin. A ttulo de ejemplo, en 1616 se habla de una serie de concesiones del Conde a las villas de Elda y Salinas entre las que se incluyen algunas relativas a los diezmos. Faculta a sus vasallos de Elda a plantar vias y moreras pagando 1/12 en concepto de renta decimal, y la misma proporcin se aplica a todos los menudos, ... dit lo paner ques fruyt que no va al mol ; y da licencia a los de Salinas para que puedan plantar vias y altres arbres ...en los secans del terme de Salines tan solament... , pagando t ambin 1/12 de la cosecha, y haciendo especial hincapi en que esta concesin se refera tan slo a los secanos. Los vecinos de Petrer se quejaban en 1631 porque el Conde no cumpla lo capitulado por su antecesor, el que haba o torgado la Carta de Poblacin, y pretenda cobrar 1/8 del diezmo de la barrilla (estipulado antes en 1/12). A las q uejas se une la villa de Elda; por lo q ue el titular del seoro ofrece una nueva transaccin para que ese diezmo quedase efectivamente como contribucin decimal, es decir, de diez una. Sin embargo, Elda renunciara a todo lo capitulado despus de la nova poblaci para atenerse estrictamente al contenido de esta ltima. A finales de 1638, y con motivo de la muerte del tercer Conde de Elda, Petrer segua mostrando su malestar por la inobservancia de algunos captulos de 208HISTORIA DE ELDA la Carta de Poblacin, actitud que desemboc en una nueva transaccin, en 1640, que respecto a los diezmos estableca: Que les plantes que criarn en los secans y que nos poden regar ni se an acostumat regar fins hui, es pague per dret del delme y partii de fruits de deu hu, y ax mateix de barrelles, matalafua, tot gnero de llegums, cardo, salicorn, sosa y de tot altre gnero de fruits, axceptant les grans que van al mol q ue son de huit hu . Y en 1639 la Seora haba concedido a los vecinos de Elda ...que totes les novals e incultes que nostaran plantades ni cultivades y aquelles que no seran bones per a panificar, que plantant aquelles de vinyedo sien franques del delme per temp de huit anys... ; pero con la condicin de que esas tierras fueran reconocidas previamente por un representante del Conde, que haba de comprobar que en efecto era mes util y profits en ser plantades de vinyes que no per a panificar ni altres fruyts... . Las concesiones de 1639 fueron anuladas por el Conde en 1678, en circunstancias de gran tensin con los vasallos de Elda por el proceso de la seora directa. Precisamente, con la Concordia de 1684 finalizaba este proceso y se daba un nuevo paso en la cuestin de los diezmos, desapareciendo el pecho viejo de las tierras de natural a cambio de someterlas a la renta decimal. El inters por fomentar la extensin de determinados cultivos aparece nuevamente en un consejo general de la villa de Elda (4-II-1691). La bajada de los precios de la pansa obligaba a los vecinos de la villa a buscar otros cultivos ms rent ables, por lo que proponan al Conde ... que admetent a que pagasen delme de deu hu se animarien totts los vassalls de la present vila a plantar almellers y garrofers... . Esta propuesta, que unos aos antes no lleg a buen trmino porque el seor pretenda el diezmo del octavo, se acepta ahora, pero ... ab la obligaci que tots junts y en com han de fer de plantar de estos generos de arbres en ses terres, ax naturals com de poblaci . La medida tuvo sus detractores en q uienes, estando de acuerdo con el pacto, pensaban que deba ser algo volunt ario, pero estas opiniones minoritarias no fueron aceptadas. Por otro consejo posterior (11-X-1693) se sabe que este acuerdo haba quedado plasmado en una transaccin, porque tratando del avituallamiento de las carnes pretendan hacer nuevos captulos, argumen- t ando ...que en la horta y bovalar se han fet y han de fer plantades de almellers y garrofers, segons la concordia otorgada entre parts del Conde, mi seor, y la present vila... . A lo largo del siglo XVIII las rent as del condado se vieron tambin afect adas por varios cambios en la proporcin de los diezmos. Hay modificaciones que ataen a Petrer y que, segn la Concordia de 1727, pretendan evitar fraudes en el modo de medir los granos de trigo, centeno, cebada y avena, as como beneficiar a los vecinos de la villa en el pago del diezmo de estos cereales. Con este fin se establece que los vecinos ... no paguen de oy en adelante, de los granos de trigo, cebada, avena y centeno solamente ms que de diez una... . Hasta entonces pagaban de ocho una, segn los captulos de poblacin; pero, continuaba el texto de la Concordia: ... devindose diezmar astta de las gramas, sin dejar parte ni porcin alguna que no se mida y pague el diezmo en la conformidad que se concede . A pesar del estricto control que supone para la medida de los granos, se trata de una rebaja importante por incidir en los cultivos de subsistencia, siendo la primera vez que el cambio en la proporcin decimal afecta a estos productos. Uniendo esto a las mejoras que Petrer haba obtenido en la Concordia de 1640, puede concluirse que todos o casi todos los frutos de la villa, a partir de 1727, contribuiran con la dcima parte de sus producciones. El otro cambio afect a Salinas, segn se deduce de la Concordia celebrada entre el Conde y el lugar en 1760. Po rque en el primero de sus captulos consta que el seor seguir percibiendo ...los diezmos de todos los frutos y hortalizas, de cada diez uno, a excepcin del panizo que se paga de cada ocho uno, segn y en la conformidad que hasta ahora se ha acostumbrado ; es decir, que esta modificacin v ena de alguna transaccin anterior. Como conclusin puede afirmarse que, a mediados del siglo XVIII, tanto en Petrer como en Salinas, el diezmo haba quedado como verdadera contribucin decimal (de diez una) para casi todos los productos; en cambio, la villa de Elda, cabeza del condado, segua estando ms cerca de lo capitulado en 1611; es decir, que de no existir o tras concesiones, aparte de las citadas, el diezmo era en general de 1/8, con alguna excepcin como la de los almendros y algarrobos. 209El condado de Elda, siglos XVII-XVIII VI.3. Las regalas Las regalas suponan una import ante fuente de ingresos para el titular del condado y con el paso del tiempo se convirtieron en los montantes ms elevados despus de la renta decimal. En las regalas se incluyen los monopolios seoriales y el aprovechamiento de montes y pastos. Respecto a los monopolios seoriales , tras la expulsin de los moriscos, en la Carta de Poblacin de Elda de 1611, el Conde se reservaba el monopolio absoluto de ...la flaqueria, tav erna, hostal, forns, molins, almaseres y q ualsevol altres venderies per menut... , excepto las tiendas, de forma que las vent as al detalle del pan, vino y otros productos corresponda a la persona o personas designadas por aqul. No obstante, los vecinos podran entrar vino de fuera del trmino, pero slo para su consumo privado (cap. 22). La tienda pasaba a ser administrada como propio del Ayuntamiento. Esta concesin del seor tena como f in ayudar a la villa en los gastos que supona la conduccin del agua desde Villena, pero a cambio los vecinos haban de corresponderle perpetuamente con el pago de cien libras anuales. Si la comunidad no poda hacer frente a estos pagos se le facultaba a cobrar la sisa de la carne y a imponer una treta moderada sobre todos los frutos del trmino, incluidos los del seor y los que ste percibiera por los derechos dominicales de Elda y Salinas (caps. 31 y 34); pero el seor y los justicias y jurados de la villa podan prohibir este impuesto sobre los productos considerados de primera necesidad (cap. 25). El captulo 19, referido a los molinos, establece que, por el uso de los que el Conde posee en la villa (el de Arriba y el de Abajo) se haya de pagar por maq uila ... la setsena part, o es, tres almuts per cafs ..., tanto los nuevos como los antiguos pobladores, renunciando estos ltimos a cualquier derecho adq uirido con anterioridad; y se les facultaba para poner un peso pblico con el fin de controlar los granos que se haban de llevar a esos molinos (cap. 35). La millorade 1612 detallaba tambin la maquila impuesta por el uso de la almazara, de cuatro libras de aceite, quedando para los vasallos lo remoldre y piol . La importancia de estas regalas derivaba, por tanto, del control que el seor estableca sobre algunos de los sectores ms importantes de la economa, de forma que acaparaba una serie de actividades bsicas para el campesino; aunq ue en ocasiones le resultaba difcil que ese control fuera realmente efectivo y, en ltimo extremo, se vea obligado a acudir a los tribunales cuando quera hacer valer estos derechos. Tambin sobre los monopolios hubo modificaciones posteriores a la Carta de Poblacin. En uno de los captulos de la concordia celebrada entre la villa de Petrer y el titular del seoro, ste dona llibertat als vehins de la dita y present vila q ue vajen a moldre alla ahon ben vist los sia, y el que moldra en sos molins pague maquila doble conforme fur, que son tres almuts per cafs ; es decir, que la cuanta de la tributacin segua siendo la misma que en Elda pero esta regala perda el carcter de monopolio en Petrer. Cuestin importante respecto a los monopolios es conocer el grado de acept acin entre los vasallos y si existi algn tipo de oposicin frente a estos derechos del seor. La documentacin consultada confirma la existencia de esa oposicin antiseorial: las referencias a las almazaras de particulares aparecen en la escritura de arrendamiento del condado de 1757, en donde se dice que hay algunas , y que sus dueos, adems de sus cosechas muelen las de otros labradores que q uieren acudir a ellas . Por ello se haba recurrido a la Real Audiencia de Valencia para que las mandara cerrar, por no dev er haver mas que las de la seora . Sin embargo, antes de hacer referencia a estas almazaras privadas se alude a las quejas q ue vienen formulando los cosecheros sobre el funcionamiento de las seoriales, y se pide al arrendatario que las moleduras se hagan segn la prctica antigua, dando las vueltas necesarias con el fin de apretar las vigas y producir el mximo de aceite. Asimismo, para evitar las sospechas de fraude, se establece que los almazareros no puedan vivir en las almazaras y que stas tuvieran dos llaves, una para aqul y otra para el cosechero que la estuviera utilizando en el momento; y por ltimo, que se guardasen turnos rigurosos segn el da y hora en que cada cual llegase con la aceituna. Estas condiciones se repiten en el arrendamiento de 1766, donde se dice q ue, adems de las almazaras de parti- 210HISTORIA DE ELDA culares, hay tambin un horno de pan cocer en dicha villa de Elda y la regala de la panadera sin uso ; por lo que se segua un pleito en la Audiencia con los fines ya expuestos. En 1773, conocida la sentencia de la Audiencia que daba a los vecinos de Elda la franquicia de tener almazara para sus usos propios , el seor exige al arrendatario de las rentas del seoro q ue cuide de que los propietarios slo las utilicen para sus cosechas, pagando antes el diezmo de 1/8 segn los captulos de poblacin; y lo mismo en lo referente a los hornos. Pero, a la vez, en aquellas f echas, el seor mantena otro pleito con un presbtero de la parroquial de Elda que pretenda hacer granjera con una almazara y un horno, conf licto similar a los anteriores. Posteriormente, algunos de estos particulares arrendarn sus almazaras y hornos a la seora o a los arrendatarios del condado, como ocurre en 1799, en que se firma el contrato entre stos y Antonio Ganga. Este vecino les arrendar una almazara que posea en la calle Nueva porque las dos del seor no eran suficientes para cubrir las necesidades de Elda, lo que haba motivado las quejas de algunos cosecheros. Lo mismo suceda con el horno de pan cocer de la plazuela de Sta. Ana. El contrato feneca a los cuatro aos (1-I-1799 a 31-XII-1802) y como contrapartida, durante ese tiempo, los arrendatarios del condado haban de dar y ceder a Antonio Ganga todos los frutos y productos del huerto llamado del Conde, de plena propiedad del seor, con el agua que tena asignada. Probablemente estas instalaciones de particulares dejaron de ser rentables desde el momento en que se hizo efectiva la prohibicin de utilizarlas otros que no fueran sus dueos; por lo que stos opt aron por arrendarlas manteniendo, en el caso de las almazaras, la licencia para hacer el aceite de sus cosechas sin pagar derecho alguno o venderlas al seor territorial, el nico que en aquellas condiciones poda obtener beneficios. Este debi ser el caso de Antonio Ganga ya que en el inventario de regalas seoriales de 1816 consta una almazara que era de Antonio Ganga y un horno con el nombre de Santa Ana. La concordia firmada entre el conde y el ayuntamiento de Salinas, en 1760, es otro ejemplo claro de los enfrentamientos surgidos entre el seor y los vasallos por la utilizacin de una serie de derechos y regalas, que aqul se arrogaba y stos ponan en entredicho. La transaccin pona fin a los pleitos desencadenados por las pretensiones de los vecinos del lugar: en detrimento de la casa-mesn, stos pretendan admitir pasajeros en sus casas; el comn de Salinas tena abierta una tienda que perjudicaba los intereses seoriales; y se resistan al pago por el derecho de cabezaje (4 dineros por cabeza de ganado cabro) y por el aprovechamiento de las hierbas del trmino. La concordia citada, apoyndose en una resolucin de la Audiencia de Valencia, estableca que el horno de vidrio y la casa-mesn los seguira teniendo el seor privativa y prohibitivamente, sin que ningn vecino pudiera admitir pasajeros a cambio de alguna utilidad por el hospedaje (cap. 4). P ero se traspasaban a favor del comn la tienda, panadera y taberna, que desde la f echa seran administradas como propios a cambio de pagar 65 libras anuales a Su Excelencia. Este traspaso se aplic tambin al derecho de cabezaje y al aprovechamiento de las hierbas durante los nueve meses que correspondan al seor, pero tambin con contrapartidas. Y en cuanto al aprovechamiento de montes y pastos, la Carta de Poblacin de Elda estableca que tanto los v ecinos de esta villa como los de Petrer podan llevar a pastar sus ganados, indistintamente, a los alts y montanyes de ambos trminos. Slo constituan una excepcin los bovalares,que haban de ser distintos y estar separados y el ganado de una no poda entrar en el bovalarde la otra sin exponerse a las penas impuestas por el conde (cap. 20). Lo capitulado con Petrer coincide en esencia con lo anterior: aprovechamiento comn de los pastos, incluida la sierra del Cid, siempre que no perjudicase al a vituallador de la carnicera de Elda, y prohibicin de que los ganados entrasen en las huertas, vias y plantos de ambas villas, pero dejando claro la libertad del conde y sus sucesores para ordenar ... en ao lo que li parexera... (cap. 19); adems de hablar de las licencias que el seor conceda para ... tallar fusta per a obrar y reparar ses cases y de ... que fasen cendra y carb y porten llea sens fer dany a pins de obratge.... Despus, en la concordia de 1640 con la villa de Petrer, el seor se comprometa a no arrendar ... les herbes del 211El condado de Elda, siglos XVII-XVIII terme de Petrer per a els bestiars..., siempre y cuando el ganado de sus vecinos llegara a las 1.000 cabezas y ms de la mitad correspondieran al lanar. Pero se reservaba la facultad de pasto para su propio ganado y la de conceder licencia al de algn amigo. Asimismo, la concedera a cualquier vecino para cortar madera sin recibir por ello compensacin alguna. Si el disfrute del herbaje estaba reservado a los vecinos de ambas villas, no ocurra as en Salinas, donde ya en 1618 se arrendaba el herbaje de invierno a los serranos (gentes que venan de zonas ms fras) por 122 libras y 10 sueldos, y el de verano a 4 dineros por cabeza; con lo que se privaba a los lugareos del libre aprovechamiento de estos pastos. Esto debi motivar enfrentamientos entre el conde y sus vasallos q ue desembocaron en la concordia de 1760, en la que se parta de la premisa de q ue el seor estaba ... en la quieta y pacf ica posesin, de inmemorial, del dominio, seoro y vasallaje, jurisdiccin civil y criminal, mero y mixto imperio de dicho lugar y trmino ..., y por ello tena, entre otros derechos, el del uso de las yervas del trmino de este dicho lugar en nueve meses de los doce del ao y el derecho de arrendarlas a cualq uier ganadero, y de persivir el cabesaje, que son cuatro dineros por cabeza de ganado cabro.... El resultado fue que el seor traspasaba a favor del comn el derecho de cabezaje a cambio de 5 libras anuales, y t ambin ... el aprovechamiento de las yerbas de su trmino en los referidos nueve meses... con la condicin expresa y no sin ella de poder tener Su Excelencia, en el mismo, un rebao de ganado lanar de 200 cabezas en los tiempos que quiera Su Excelencia (a excepcin de la Redonda) y de conceder para ello su licen- cia y permiso a la persona que bien visto le fuera, obligndose, adems, dicho comn al pago de 20 libras anuales. VII. La cuantificacin de las rentas a comienzos del siglo XVII (1618) Conocidas las rentas que pertenecan al titular del condado, pueden cuantificarse para valorar la parte proporcional q ue corresponda a cada una de ellas dentro del conjunto de las percepciones dominicales. El procedimiento recaudatorio seguido en el condado de Elda era el arrendamiento de los derechos dominicales y decimales, sistema generalizado en los lugares de seoro. Una vez realizada la subasta para fijar la cuanta, el arrendamiento se adjudicaba al mejor postor, a quien se otorgaba la consiguiente escritura. En sntesis, el seor arrendaba los derechos del seoro del condado de esta villa de Elda, que se compone de ella, la de Petrel y lugar de Salinas, con las regalas ... comprendiendo tambin los derechos de luismo y f adiga en aquellas piezas donde Su Excelencia tuviese el dominio mayor y directo ... comprendiendo tambin el diezmo de todos los frutos que se cojan y perciban en las tierras de los trminos de las tres poblaciones y particin de ellos, segn y en la forma que Su Excelencia, mi seor principal, para s, sus causantes y arrendadores los ha percibido hasta el presente de los vecinos y terratenientes, comprendiendo asimismo los censos y pechos que produzcan las casas y hacienda de dicho condado, que consta de los libros capatrones y gir adoras y las yervas de los trminos de las mismas ... . Y se reserva expresamente los derechos que corresponden y competen a su Palacio de esta villa de Elda y habit acin del mismo, la paja que le contribuyen a Su Excelencia los vasallos y terratenientes para el consumo de sus caballeras durante su residencia y la de sus dependientes y subalternos en dicho condado; el producto de penas de Cmara y de las escribanas con todos los derechos. Las licencias de hacer carbn y cortar madera, el derecho de la borra y el de la facultad para conceder licencias en las enajenaciones de las piezas sujetas al dominio mayor y directo, y las jurisdicciones, civil y criminal, tiles y emolumentos de ellas, y los regalos que dicha villa y lugar acostumbran a hacer a Su Excelencia por Navidad de cada ao. 212HISTORIA DE ELDA Rentas del Condado de Elda (1618) (Belando Los datos utilizados, de 1618, proceden de las cuentas presentadas por el arrendatario del condado al titular del mismo e incluyen los tres conceptos por los que el seor recibe todos los ingresos: De acuerdo con los cuadros anteriores, en 1618 el Conde perciba, por los censos en metlico, una mdica cantidad en Salinas, un montante mucho ms elevado en Petrer y todava mayor en Elda; y slo en esta ltima se especifica la cantidad que procede de los pechos viejos (252-5-9) y la que corresponde a los nuevos establecimientos derivados de la Carta de poblacin (1448-9-4), o pechos nuevos, que constituyen el grueso de la partida. El conjunto de lo recaudado por este concepto supone el 41,36% del total de las rentas pero presenta variaciones importantes en cada una de las poblaciones del condado. Respecto a las regalas, en Salinas su valor alcanzaba poco ms de 281 libras, en las que se incluyen los arrendamientos del horno, tienda, panadera y ta berna, los de los herbajes de invierno y verano y del pinar. La cantidad mayor procede del herbaje de invierno (12210- ) que, junto al de verano, sern modificados en la Concordia de 1760. En Petrer, el valor no llega a las 300 libras y no incluye el derecho de almazara, probablemente comprendido en el diezmo del aceite. Por ltimo, en Elda esta renta supera las 1.300 libras, correspondiendo al derecho de almazara 379, la cantidad mayor por este concepto; pero, como contrapartida, no consta ingreso por el diezmo del aceite, lo contrario a lo que sucede en Petrer. En total, las regalas aportaban el 24,27% de todas las rentas del condado, pero, igual que suceda en el apartado anterior, el peso relativo era distinto en cada una de las poblaciones. En lo que se refiere a los diezmos, stos constituan la renta ms importante del lugar de Salinas, de los que la principal aportacin corresponda a los cereales, algo ms de 453 libras. En Petrer, las 1320 libras de esta renta procedan fundamentalmente de los cereales, la pansa y el aceite; y en Elda, asimismo, casi la totalidad de esta renta proceda de los cereales y de la pansa, ya que no se incluye el diezmo del aceite. La renta decimal, por tanto, supona el 34,37% del total de las rentas del condado, pero distribuida de forma desigual en cada una de las poblaciones, como suceda en los captulos anteriores. De lo expuesto se desprende que en el condado de Elda, pocos aos despus de promulgarse las cartas de poblacin, la primaca de los ingresos seoriales corresponda a los pechos, seguidos de la renta decimal y de los monopolios y regalas pertenecientes al seor; pero la importancia relativa de los tres apartados variar con el paso del tiempo, hasta el punto de que las rent as que comienzan aportando el mximo del numerario a las arcas seoriales sern desplazadas por otras que, en 1618, contribuan con cantidades menos elevadas. 213El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Rentas se226oriales de la villa de Elda (1618) (Belando I. El crecimiento del siglo XVIII El siglo XVIII fue para el Reino de V alencia una etapa de gran crecimiento demogrfico, y aunque los distintos autores difieren en su cuantificacin, todos parecen coincidir en que fue posiblemente el ms importante del conjunto peninsular; y el condado de Elda, en la comarca del Medio Vinalop, formaba parte de las tierras valencianas meridionales, donde se alcanzaron los ndices de crecimiento ms elevados. Los datos de poblacin de Elda sealan que a lo largo del siglo XVII se haba producido una recuperacin del vaco dejado por el extraamiento de los moriscos. En consecuencia, el crecimiento del siglo XVIII no tendra su origen en la fuerte despoblacin inicial ni estara claramente relacionado con el decreto de expulsin de 1609. V olviendo de nuevo al recuento de los bautismos celebrados en la iglesia parroquial de Santa Ana de Elda, se observa que durante el primer tercio del siglo XVIII las cifras fueron semejantes a las de los ltimos decenios del siglo anterior; pero a partir de los aos treinta se dio un aumento continuo, desde los 107 bautizados de esa dcada a los 140 de los sesenta y los 166 de los nov enta, lo que supuso duplicar los nacimientos a lo largo del setecientos. As pues, la poblacin de Elda que, a comienzos del siglo XVIII, superaba los 2.000 habitantes y que alcanzaba los 3.734 en 1787, segn el Censo de Floridablanca, el ms fiable de los realizados en la centuria, al finalizar el siglo estara en torno a los 4.000 habitantes. Partiendo, pues, del elevado incremento demogrfico, cabe pregunt arse si, de forma simultnea, se produjo un aumento de los ingresos dominicales y, en caso afirmativo, por las causas que propiciaron esa expansin de la economa seorial. El acceso a las escrituras de arrendamiento de las rentas del condado nos permite establecer su evolucin desde finales del siglo XVII a travs de las cantidades rematadas en las subastas. Recordemos que eran contratos a todo riesgo y que de esta for- 215 El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. DE LA EXPULSIN DE LOS MORISCOS A LA DESAPARICIN DEL SEORO (II) REMEDIOSBELANDOCARBONELL Universidad de Alicante 13 Censo de Florida ma el seor se aseguraba el cobro anual de las rentas al margen de cualquier tipo de contingencia.Los datos sealan que a lo largo del siglo XVIII hubo una elevacin importante de las cantidades que el seor perciba anualmente, pero confirman tambin la aseveracin de Gil Olcina de que los arrendamientos entran en crisis a medida que los decretos abolicionistas fortalecen la oposicin antiseorial. Precisamente, el de 1816 es un documento que ref leja fielmente el impacto de la legislacin liberal y, por lo tanto, la resistencia de los colonos a pagar despus del decreto de las Cortes de Cdiz de agosto de 1811. Pero esta cuestin se ver ms adelante al tratar de los aos finales del seoro. Confirmado el incremento de los ingresos seoriales durante el siglo XVIII, es preciso tratar de sus causas, y se ha de sealar, en principio, que no fue una sola sino varias e interrelacionadas. Al crecimiento demogrfico se unieron la expansin de las tierras cultivadas y la intensificacin de los cultivos, q ue fue impulsada por la construccin y puesta en funcionamiento del pantano de Elda, adems del alza de los precios de los productos agrcolas. Al aument ar la produccin y los precios creca el valor de la renta decimal que perciba el seor y los ingresos por las regalas. Esta situacin motiv tambin que fuera preciso revisar las obligaciones contradas por el conde con la jerarqua eclesistica ante el aumento de las necesidades pastorales; por lo que en 1769 se firm una concordia entre el conde de Elda y el obispo de Orihuela, D. Jos T ormo, gran valedor de los derechos de la Iglesia, con la que se trataba de actualizar los acuerdos anteriores y subsanar las deficiencias en las dotaciones para culto y clero. La ampliacin de la superficie cultivada es la consecuencia directa del proceso roturador llevado a cabo a lo largo del siglo XVIII. El procedimiento empleado para la puesta en cultivo de nuevas superficies inclua un permiso previo del conde como dueo territorial, del que se dejaba constancia en un contrato que contena las condiciones a que quedaban sujetas las nuevas explotaciones. El anlisis de estos contratos ha permitido conocer, en primer lugar, el nmero de establecimientos y la superficie que ocupan. Es evidente que el municipio en el que se efectuaron ms roturaciones fue el entonces lugar de Salinas (521 habitantes en 1787), que tena menos poblacin que Petrer (2.635 en la misma fecha) y Elda pero cuyo trmino era ms extenso que el de esta ltima. A finales de siglo, el botnico valenciano Cavanilles deca, al describir Salinas, que ... todo el trmino es capaz de muchas mejoras pero faltan brazos... ; y respecto al de Elda, que ... tiene apenas una hora de dimetro, corto en v erdad para los mil vecinos de la villa... . El mismo autor sealaba que la escasa 216HISTORIA DE ELDA Arr Elda. El pr XVIII en el Condado de Elda (Belando poblacin de Salinas se deba a los efectos perniciosos de su laguna y en este sentido hay que destacar que no toda la tierra roturada se establece a vecinos del lugar, ni siquiera del condado, sino a otros de los pueblos limtrofes. El propio ayuntamiento, en un informe de 1747, deca que Salinas tena un total de ochenta vecinos porque ...aunque el trmino ste parece algo dilatado, la mayor parte la posehen terratenientes... ; y segn el Padrn de Riqueza de 1818, la mayora de sus terratenientes eran vecinos de Monvar, Sax y Villena. Siguiendo la evolucin de las concesiones a lo largo del siglo, el mayor nmero se alcanza en la dcada de los aos cuarenta en los tres municipios: 65 de los 121 establecimientos y 762 de los 1.373,5 jornales y 36 tahullas, de toda la centuria. En esos mismos aos, en la villa de Elda, los datos referentes a los bautismos, como se ha visto, indican un mayor despegue de la poblacin. En segundo lugar, los contratos permiten conocer tambin el rgimen de tenencia de estos nuevos establecimientos. En el antiguo Reino de Valencia fue norma generalizada la imposicin de condiciones similares a las contenidas en las cartas de poblacin, y el condado de Elda no fue una excepcin. Todos deban pagar diezmo pero slo algunos estaban sujetos al pecho (23, 7 y 13 en Salinas, Petrer y Elda respectivamente), y esta exencin se otorg ms veces en los aos cuarenta, cuando se realizaron un mayor nmero de roturaciones. Al enfiteuta se le concedan uno o varios aos para poner en cultivo las tierras establecidas, pero no hay que olvidar que los trabajos conducentes a este fin corran tot almente a su cargo y que, segn el tipo de suelo, podan exigir esfuerzos considerables. En cuanto al resto de imposiciones, estas tierras quedaban sujetas a las ... condiciones, captulos y circunstancias prevenidas en los dems establecimientos antiguos de poblacin... y, por tanto, equiparadas a las que el seor entreg a los nuevos colonos despus del extraamiento de la poblacin morisca. Por ltimo, los contratos incluyen t ambin el nombre de las partidas rurales donde se ubican estos nuevos esta blecimientos. El cuadro anterior ilustra sobre las partidas del trmino de Elda en las que se concentraron estas concesiones. En Camara se sita un establecimiento, en 1771, que puede dar idea de la escasez de tierras frente a una demanda creciente por el aumento de la poblacin. Se trataba de un vecino, padre de diez hijos, que peda que se le estableciera un llano sin cultivar, localizado en la senda que sube a la cumbre. La concesin no especifica la superficie y la carga se reduce al diezmo, pero con tres aos de exencin para su puesta en cultivo. En Salinas, el mayor nmero de rompimientos de tierras (con los calificativos de secana, realenga, inculta, balda, erial u otros de esta naturaleza) se localizaban en la vertiente meridional de la sierra de Salinas, la occidental de Camara, sierra de Cabrera y en la de la Umbra, rebordes montaosos del municipio con amplias zonas de glacis que descienden hacia la parte deprimida donde se encuentra la laguna. Hay tambin 17 establecimientos (34 jornales y 5 tahullas) q ue constan como tierra almarjal, situados, por lo tanto, en la zona palustre, con una superficie media reducida y dedicados probablemente a la siembra de cereales y al cultivo de la barrilla. 217El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Distribuci227n de esta por partidas r t216rmino de Elda (Belando 1990). II. Las aguas de riego. El pantano de Elda La escasez de recursos hdricos, denominador comn en el mbito climtico mediterrneo, ha dado como resultado una lucha secular y una compleja problemtica en torno a la utilizacin del agua, el bien por excelencia en palabras del gegrafo francs J. Brunhes. En Elda, la casi totalidad de los conf lictos tienen su origen en el aprov echamiento de los sobrantes de Villena y, en especial, de la fuente del Chopo, caudales que secularmente, y conducidos por la acequia del Conde y el ro Vinalop, haban regado las huert as de Sax y Elda. Los problemas entre Elda y otras comunidades de la cuenca se suceden casi sin interrupcin por los constantes dficits hdricos y las subsiguientes necesidades de riego, que sobre todo en los meses de verano resultaban imperiosas. Elda, a veces junto con Sax, mantena constantes litigios con Villena porq ue sta pretenda en unos casos modif icar y mejorar en su provecho las condiciones de lo pactado en concordias anteriores y en otros apremiar al pago de los censos a los que Elda se haba obligado por el uso y disfrute de las aguas. En estas relaciones de Elda con Villena la primera fecha significativa es el ao 1392, cuando Juan I de Aragn dona a la villa de Elda las aguas de la fuente del Chopo y las sobrantes de Villena, caudales q ue haba aprovechado Elche desde la segunda mitad del siglo XIII. La razn de este cambio habr de buscarse en el hecho de que el seoro de Elda perteneca ahora a D Violante de Bar y con esta donacin Juan I contribua a aumentar las rentas de la reina consorte. Pero el documento fundamental es la escritura fechada en 1535, por la que la ciudad de Villena restitua y entregaba a perpetuidad al conde y a su villa de Elda todo el agua de la fuente del Chopo, para que la pudieran sacar y llevar hasta sus tierras por la misma acequia y de la forma y manera que hasta entonces lo haban hecho; ms el ... agua que saliere de las otr as fuentes e huerta desta dicha ciudad, que se suele allegar en los Carrizales . A cambio de ello, Elda se comprometa a limpiar y mantener la acequia, a pagar un censo anual y perpetuo de 80 ducados y a donar cuarenta das seguidos de agua q ue Villena tomara a partir del 20 de octubre de cada ao. Un ao despus de esta transaccin Elda construy la acequia del Conde que estuvo en uso hasta comienzos del siglo XIX. A su vez, eran continuos los enfrentamientos entre Sax y Elda porque esta ltima, en definitiva, reciba los caudales que dejaba pasar la otra; y en este caso se ha de citar otra fecha importante, la del 29 de febrero de 1512, cuando las dos villas firman una capitulacin referida al aprovechamiento de 218HISTORIA DE ELDA Restos ar pr (Ar Municipal de Elda). la fuente del Chopo y al de la fuente de la Torre, en el trmino de Sax. Mediante esta transaccin Elda se comprometa a llevar el agua de la fuente de la Torre hasta la Cruz del Picayo, a su costa y con el caudal necesario para abastecer de agua potable a los vecinos de Sax. Pero tambin se obligaba a mantener la obra construida a tal fin y a satisfacer los daos y perjuicios que ocasionara en las tierras por las que deba discurrir el agua. Y en cuanto al reparto del caudal para el riego, se estipulaba que, todas las noches, el agua del Chopo junto a la de Sax, fuese a la villa de Elda, y a la de Sax desde el amanecer hasta la puesta del sol. Adems, las heredades de la huerta del Almorchn podran regar con este agua todos los das del ao, excepto de San Juan a San Miguel en que el ro quedara abierto y slo tomaran tres noches y tres das de diez y ocho en diez y ocho das. Ambos documentos, el de 1512 (Elda-Sax) y el de 1535 (EldaVillena) contienen las directrices sobre las relaciones respectivas en cuestiones de aguas, y las posteriores capitulaciones consistirn en retoques ms o menos importantes pero siempre tomando como referencia las anteriores. Por ltimo, no podemos obviar el papel desempeado por la villa de Elche, que por estar situada en el curso bajo del ro Vinalop ser siempre la gran perjudicada. Recordemos que Elche dispona de las aguas de Villena desde el siglo XIII, pero como estos caudales fueron disminuyendo pro- gresivamente por las apropiaciones de los pueblos intermedios, intent incrementarlos mediante varios proyectos de trasvase, aunque sin resultado positivo; por ello, en 1589 decidi construir un pantano, en la lnea de otros coetneos, cuya obra comenz en 1632 y concluy ocho aos ms tarde. Posteriormente, en 1669 y ante la extrema necesidad de agua, el consell ilicit ano se plante de nuevo el trasvase del Jcar al Vinalop pero antes deba pactar con los pueblos por donde haban de conducirse las aguas para evit ar conflictos posteriores. Con ese fin, en la transaccin firmada con Elda, sta conceda permiso a Elche para que las aguas del ro de Jcar o de otras partes pudieran discurrir por su trmino y por la acequia que llevaba el agua del Chopo, pero con una serie de captulos qu e eran especialmente favorables a los eldenses. As, el agua que Elche consiguiera se mezclara con la del Chopo y sobrantes de Villena para que Elda pudiera regar sus tierras, de da y de noche, como hasta el momento. La nica limitacin era que, una vez regado su trmino, Elda no pondra obstculos al curso del agua y la dejara pasar libremente hacia el de Elche; pero este trasvase del Jcar al Vinalop, como otros intentos posteriores, tampoco se llev a cabo. Finalmente Elche, adems de oponerse a la construccin del pantano de Elda, seguir luchando por las aguas villenenses a lo largo del siglo XVIII; y en este caso 219El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Pr siglo XIX (Ar Ar Elda). sus intereses irn muy unidos a los de Villena, que pretenda desaguar su laguna. El proyecto de desage cont siempre con la oposicin de Sax, Elda y Novelda, tanto el de 1760, de Marcos Evangelio, como el intento de 1770, con la mediacin del obispo Tormo, y otros posteriores. Pero la tenacidad de Elche y Villena obtendr sus frutos en 1784, cuando logren interesar a la Corona, aunque otros acontecimientos posteriores postergarn la obra hasta 1803. Parte de este proyecto fue la construccin de la acequia del Rey, que desde entonces sustituir a la del Conde construida por Elda en 1536. La Carta de Poblacin de Elda, despus de referirse al establecimiento de casas y tierras, hablaba del reparto de las aguas. En el captulo 12 se acordaba que ... les dites hortes y demes terres plantats y terres campes se donen y hajen de donar ab aquella aigua part y portio que f ins huy de aygua han tengut y tenien al temps que les posseien los moriscos segons lo repartiment que Sa Seoria manara fer en la forma desus dita. Y el captulo XIII lo completaba al decir que ... los dits nous pobladors y a q ui se establiran les dites terres hortes y secans no puixen ahenar ni transportar en manera alguna la terra sens aigua ni laigua sens la terra ... sots pena de perdre la dita terra y aygua. Y en un conf licto posterior, en 1616, cuando el procurador del conde intenta que los vecinos paguen el agua porque haban gastado ms de la que tenan asignada, ellos contestaban que ... Sa Seora, el Seor Conde, ha establit a tots los vehins de la present vila de Elda les ortes y vinyes y terres blanques ab sa aygua, conforme la tenien dites terres los moriscos ans de la expulsi.... La Carta Puebla sealaba tambin q ue los nuevos pobladores estaban obligados a ... portar a sa despesa laygua que naix en Nostra Seora de les Virtuts, que es terme de Billena, y tener en conreu aquella y la equia per hon discorre ... (cap. 17), y a pagar anualmente la cantidad estipulada por el disfrute de esos caudales (cap. 18); y estableca el oficio de sobrecequier y repartidor de les aiges , encargado de la jurisdiccin y superintendencia en todos los asuntos concernientes a las aguas de riego (cap. 2). As pues, en Elda el agua segua unida a la tierra despus de 1609, y la organizacin del riego continuar res- petando el legado morisco hasta el final del seoro. El total de horas de agua que componan el riego de Elda era de quinientas setenta y seis, divididas en 24 das o tandas y subdivididas en 48 medias tandas administradas por otras t antas cabeceras. Cada media tanda regaba, una en las doce horas del da y otra en las doce horas de la noche, por lo que esta subdivisin responda al objeto de que cada propietario, en lugar de regar cada veinticuatro das, como corresponda, pudiera hacerlo cada doce pero con la mitad de su agua. Eran, pues, cuarenta y ocho crculos de doce horas regidos cada uno de ellos por el propietariocabecera. Y cada hora estaba subdividida en ocho azumbres, palabra que procede del rabe y que signif ica un octavo. Gran parte de este agua estaba, como se ha dicho, en manos de particulares, ahora bien, comprendidas en las 576 horas haba 24 divididas en azumbres sueltos llamados del Rey, aguas disociadas de la tierra, de origen comunal, cuyo producto se destinaba a cubrir las necesidades del sistema de riego. Pero pronto estas porciones suelt as acabaron tambin en manos de particulares, ya que se vendieron para enjugar deudas o hacer frente a algn desembolso extraordinario. Segn Amat, esto ya era un hecho a finales del siglo XVII, porque, concluida la obra del pantano, el comn de regantes volvi a ceder 72 horas de agua para satisfacer sus necesidades. Estas 72 horas las llamadas tres tandas se arrendaban anualmente, y el arrendatario, entre o tras condiciones, estaba obligado a sacarlas en pblica subasta y a dar una parte para el riego del huerto del conv ento de los ngeles, porque as lo tenan concertado la villa y los franciscanos; y no poda reclamar por los das de agua que, desde inmemorial, se cedan a Petrer por la acequia de Arriba. En 1842, decidido a reconstruir el pant ano y de acuerdo con los regantes, el a yuntamiento las vender a particulares con el fin de recaudar fondos para la obra; por tanto, estas 72 horas de agua, como antes las del Rey, quedarn sueltas y disociadas de la tierra. El pantano de Elda es uno ms de los construidos en la zona levantina durante los siglos XVI Almansa y Tibi y XVII Elx, Petrer, Ontinyent y Re- 220HISTORIA DE ELDA lleu. Se trata, en general, de presas de gravedad, donde el empuje del agua, horizontal al paramento, es contrarrestado verticalmente por el peso del muro, por lo que ste, casi siempre de mampostera, haba de ser muy ancho en la base y estar slidamente cimentado. Eran, asimismo, de vaso reducido, y la mayora funcionaban como presas-vertedero, es decir, sin trastallador o aliviadero para las crecidas, lo q ue, con el tiempo, supondra un grave problema para su estabilidad. Son obras, adems, debidas a iniciativas locales, con la previa autorizacin de la Corona en las zonas de realengo y el acuerdo entre el titular y los vasallos en las de seoro; y en este segundo caso se encuentran las dos construcciones del condado. En Petrer, los vecinos haban mostrado inters por la construccin de un pantano en lo estret de Cat, para que no se perdiese el agua de esta partida y al tiempo aumentar los caudales de la villa que cada da eran ms escasos. El conde no dud en dar su conformidad al proyecto e incluso se comprometi a pagar la mitad de un censal con que se haban de cargar los vecinos; no olvidemos que, como nico llevador de los diezmos, tanto en Elda como en Petrer, sera el ms beneficiado por estas obras. En 1680 los constructores dieron por finalizada la obra pero a los pocos aos qued aterrada e intil porque no dispona de sistema alguno para eliminar los barros del vaso. La presa de Elda es posterior a la de Pe trer y su construccin es el resultado de una concordia, de 24 de enero de 1684, que pona fin a los pleitos mantenidos entre el conde y sus vasallos. En la dcada anterior se haban desencadenado una serie de conf lictos de carcter antiseorial, a los que se unieron los litigios que Elda mantena con Sax por la permanente cuestin de las aguas. De los cinco captulos que constituyen la parte esencial del documento, el primero se refera al pleito de las tierras de natural o proceso de los diezmos. A partir de esta transaccin desaparecan los pechos viejos que gravaban esas tierras y a cambio sus propietarios haban de satisfacer un diezmo del octavo (de ocho uno) sobre todos los frutos, conforme a lo acostumbrado en las tierras de poblacin, equiparndolas tambin a estas lti- mas en lo referente al vino y las pasas. As pues, las tierras de natural slo pagaran el diezmo. En el segundo apart ado se intentaba poner fin al proceso de la seora directa, que haba comenzado en 1673, y cuyo detonante haba sido un pregn en el que se deca que todos los vasallos de Elda deban acudir al castillo a cabrevar, porque todas las casas, tierras y posesiones del condado estaban sujetas a diferentes censos en reconocimiento de la seora directa; sin embargo los vasallos no est aban dispuestos a reconocer la seora directa, concepto distinto, segn ellos, al de dominio directo. A partir de la concordia, el conde renuncia a proseguir este pleito, pero como contrapartida se acuerda que ... dita vila y sos vehins fassen y fabriquen un pantano per a recullir en ell les ayges del rech de la horta de dita vila, de cantitat de sis mil lliures de moneda, y donarlo acabat dins quatre anys, sens contribuir cosa alguna Sa Seora... . Sin embargo la obra, q ue se construy en el lugar denominado Charco de Domingo, no pudo acabarse en esos cuatro aos ni seran suficientes las seis mil libras, por los problemas surgidos con Elche y porque posteriormente se le aadiran nuevas filas. Segn Cavanilles, el pantano estaba f ormado por un muralln de cincuenta y seis palmos de altura (12,88 metros) y cuarenta de grueso (9,20 metros) en la parte superior; y, como la mayor parte de la alimentacin corresponda a manantiales perennes, no fue necesario darle una gran cabida para recoger las pluviales. Por ello, ante lluvias fuertes las aguas rebosaban enseguida. Para evitar este y otros daos, sigue diciendo el botnico valenciano, se levantaron sobre la terraza dos paredes, de cuatro pies de altura, q ue formaban un canal a manera de vertedero, mucho ms ancho hacia el norte. Pero l no estaba de acuerdo con esta ltima parte de la obra porque, deca, el agua, al caer, socavaba los cimientos del muralln, y para solucionar este problema propona destruir el canal y levantar el muro, excavando, adems, un aliviadero lateral en la roca para conducir las aguas sobrantes al fondo de la rambla. Lamberto Amat lo describe como una pared o muro que horizontalmente cortaba el ancho del ro, bien estribada en las sierras colindantes, pero de una altura per- 221El condado de Elda, siglos XVII-XVIII pendicular, sin ms salida que la del agua y, por consiguiente, sin derrunador....A pesar de considerarla una obra slida, el ver tido del agua, destruyendo el muro y socavando los cimientos, fue, segn Amat, la causa de su ruina, confirmando de esta forma los temores expresados por Cavanilles. Y en 1842, al plantear la reconstruccin, se describa la obra antigua como un paredn arruinado de 240 pies de longitud, 48 de altura y 30 de espesor, lo que equivaldra a unos 67, 13 y 9 metros respectivamente. En los Captulos para la construccin del pantano, que se conservan en el Archivo Municipal de Elda, se especifican, primero, los materiales que se haban de emplear, su calidad, procedencia y forma de trabajarlos; y despus, la construccin de cada una de las partes de la presa y las obligaciones que correspondan al maestro y a la villa. Ahora bien, datos posteriores inducen a pensar que la obra no se ajust plenamente a lo capitulado. Por ejemplo, en el captulo tercero, al tratar de la piedra de mampostera, se habla de ... la ala-da de 80 palmos que es a la linea e/o nivel q ue puede tener y allegar de alada el paredn..., altura mxima prevista que no se alcanz, segn las descripciones anteriores. Asimismo, en el captulo catorce se obligaba a los maestros a ... plantear cada ylada, de la parte y cara de la cayda del agua, dndole de retiro proporcionalmente lo que le toca, al respecto de q ue en dies palmos de alada a de retirar la pared un palmo, que vendr a tocarle cada ylada dos dedos y dos quintos..., lo que, segn Amat y el citado proyecto de reconstruccin tampoco se cumpli porq ue, la obra se construy vertical por el par amento exterior, de la misma manera que el interior, desde la base al coronamiento, sin acompaar a la masa de obra aquellos estribos y contrafuertes que el arte prescribe, a fin de q ue tuviera la suficiente oposicin a una opresin tan descompasada de 48 pies de columna de agua. Adems de carecer t ambin de escalones o retallos para q ue el despeo de las sobrantes en toda la elevacin no socavasen los cimientos. Por ltimo los captulos hacen continuas referencias al desenrunador o desage de fondo, muy importante en 222HISTORIA DE ELDA Memorial de censos car la villa de Elda, assi para av llar como para la f207brica del pantano. Fuente: Libr Pensiones que la villa de Elda pag 1; F pr todas estas obras porque la abundancia de arrastres hace que el vaso del embalse quede pronto enrunado o colmatado por los depsitos. Puesto que Amat niega su existencia, se podra pensar que no lleg a construirse o tambin que el estado de las ruinas no le permitiera detectarlo cuando lo supervis. Lo cierto es que en el cabildo celebrado el 12 de septiembre de 1777 se acord el modo de efectuar la limpia del pantano, ya que las aguas ... q uedando cerradas o estancadas, dexaban gran depsito de runa o lgamo... . El procedimiento que consideraron ms adecuado fue el de abrir el portn de la presa cada tres aos ... logrndose durante dicha apertura avenidas de aguas pluviales q ue facilitasen dicha limpia..., y establecer, como regla para el futuro, que el portn se abriera, hacia el 20 de septiembre, durante dos meses, a no ser que las lluvias permitieran efectuar la limpia en menos tiempo. Si no se lograba en el plazo establecido se abrira de nuevo en los aos siguientes hasta conseguirlo; de la misma forma que si, por estar el pantano lleno o por cualquier o tra emergencia, no interesara abrir el portn, an pasados los tres aos, la villa y dems interesados en el riego quedaban facultados para prorrogar este plazo. En cuanto a la fecha exacta de su construccin, sabemos que la presa no se hizo en los cuatro aos siguientes a la concordia de 1684, como estaba estipulado, aunque la demora no debi afectar al conjunto de lo capitulado entre el conde y sus vasallos de Elda porque los motivos del retraso fueron totalmente ajenos a la voluntad de las partes. En efecto, poco despus de firmada la concordia, Elche interpuso un pleito ante la Audiencia de Valencia oponindose a que Elda edificara la presa. El procurador de la marquesa de Elche y el sndico de dicha villa acudieron a la Audiencia (27-X-1684) pretendiendo derechos sobre las aguas de Villena, derechos que, en su opinin, se v eran menoscabados si Elda llevaba a cabo el proyecto. Y como tambin pedan que no comenzaran las obras en t anto no se pronunciase dicha instancia bajo pena de demolicin, ese comienzo se hubo de demorar hasta despus de la sentencia que, en trminos favorables a Elda, se dict en 19-I-1692. As pues, el pleito se prolong duran- te unos ocho aos, lo que motiv que algunos vecinos de Elda presentaran q uejas a los jurados de la villa por la lentitud del mismo. Por ejemplo, en el cabildo celebrado en 9-VII-1687 deciden q ue el sndico viaje a Valencia para ver en qu estado se encontraba la tramit acin del litigio; y dada la dilacin y la necesidad de agua que tena la villa, proponen pedir licencia a la seora para construir un azud en la Alfaguara o donde se considerara ms conveniente. Los censales cargados por la villa de Elda y las cuentas de distintos aos presentadas por el clavari confirman asimismo que la obra se inici una vez f inalizado el pleito con Elche. Por esas cuentas sabemos que Elda necesit comprar tierras que en su mayor parte quedaron anegadas por el embalse, y tambin por ellas conocemos los nombres del maestro y del arrendador de la obra y fbrica del pantano, Joseph Campos y Pere Gras respectivamente. Dos campaneros de Valencia, Thoms Lafuente y Joan Lavia, hicieron las paletas de bronce, y como colofn se colocaron las armas de la villa. A fines de 1698 o comienzos de 1699 la obra estaba concluida. No obst ante, en esta primera fase, la ms importante, el muro no debi alcanzar la altura que requeran las necesidades de los regados eldenses, ya que en 7-XI1700, en una reunin de los officials y elets de la obra y fbrica del pantano se habla de aadir nuevas filas. Concretamente se dice que el conde haba dado licencia en este ao para que Elda se cargase cuatro mil libras a censal, pero a cambio se haban de hacer otras cuatro f ilas en el pantano porque no haba agua suficiente para la huerta. Deciden hacerlas, dos en cada ao (1701 y 1702), y el conde, ahora s, contribuira con cuatrocientas libras. En esta segunda fase la obra tambin comenz con algn retraso porque a finales de 1701 todava se plantean si la adjudicacin se haba de hacer mediante remate ab canela encesa o si nuevamente se le daba a Joseph Campos. Y como estaban satisfechos con lo realizado hasta entonces tratan con dicho maestro el precio (340 libras cada f ila) y la duracin de la obra; dos filas se acabaran obligatoriamente en San Juan de 1702 y, dependiendo de los intereses de la villa, las otras dos podr- 223El condado de Elda, siglos XVII-XVIII an estar concluidas para esa misma fecha siempre y cuando se avisara al maestro con el tiempo suficiente. Adems, y para ese ao de 1702, resuelven tambin imponer una derrama de seis reales por cada hora de agua. A la construccin del pantano seguir la del Molino Nuevo, muy cerca de la presa, aguas abajo del ro; y a su altura se situaba el partidor que distribua el agua a las acequias llamadas de Arriba y de Abajo, para regar las tierras localizadas al este y al sur de la poblacin; y la toma de la acequia del Campo estaba en el mismo ro, a su derecha, en el punto denominado la Alfahuara. La existencia de este embalse permitir dar mayor seguridad a los regados de Elda hasta finales del setecientos, porque en octubre de 1793, despus de una serie de avenidas y fuertes temporales, el agua derrib el muro y el pantano qued intil, no inicindose la reedificacin hasta medio siglo ms tarde (1842). III. Los cultivos en los siglos XVII Y XVIII La fuente ms completa para conocer la distribucin de los cultivos, despus del extraamiento de los moriscos, es la referente a las cuentas del arrendatario del condado de 1618 , ya citada. Lgicamente, las cantidades recaudadas por el arrendatario, en concepto de diezmos, corresponden a un solo ao pero, a pesar de los inconvenientes que esto supone, esas cifras proporcionan una visin bastante completa. La clsica triloga mediterrnea, cereales, vid y olivo, ejerce un claro predominio en el mapa de cultivos del condado. La huerta, como el secano, se dedicaba bsicamente a la produccin de cereales para la subsistencia del campesino, y, en las cifras totales, el trigo tiene una importancia muy marcada. Dobla la produccin de cebada en Salinas, casi la multiplica por cuatro en Pe trer y slo es inferior en Elda, pero an en este ltimo caso siempre es superior su valoracin en dinero, puesto q ue se trata del cereal panificable de mayor precio. As pues, trigo y cebada, por este orden, eran los cereales que ocupaban las mayores extensiones, seguidos a distancia considerable por el panizo, en las tierras regadas, y por o tros ms pobres, como la avena y el centeno, que alcanzaban producciones mnimas. El viedo ocupaba un lugar muy destacado y, tanto en Elda como en Petrer, se destinaba, en su mayor parte, a la produccin de pasa. Antes de la expulsin de los moriscos, este producto, elaborado a partir de la uva de la variedad valens, era muy estimado y constitua el captulo ms importante de las rentas del condado, tal como se desprende de una orden del procurador, de 1585, en la que deca expresamente: 224HISTORIA DE ELDA Restos de las estr ar Canto (T y Soler ...lo dit rahim de valeni, sia e haja de ser per a fer pansa, en la qual consisteix la principal cobrana del pecho y alfarda y altres drets de la Il.lustrisima senyoria e de dites viles, si no ser ab llicencia del dit col.lector.... Aadiendo a continuacin que: ... tots faen bon llexiu..., que la pansa que ser ron per f alta de bon llexiu, aconeguda de dits magnifichs jurats, no entrar en la avinenia de tota la pansa, sino que vendr a part, a dany de son amo... . El proceso de elaboracin que apuntan estas fuentes parece coincidir con el que describen algunos viajeros extranjeros de la poca refirindose a los valles moriscos, procedimiento adems que difiere poco de los actuales. En otro orden de cosas, el inters que por la produccin pasera demuestra la administracin seorial hace suponer que se trataba de un producto rentable y, al menos en parte, destinado a la comercializacin. As pues, en este cultivo no se haban dado cambios significativos. Su valoracin en dinero ocupaba el segundo lugar, despus del trigo, pero exceptuando el aceite porque en ste se inclua el derecho de almazara. Sin embargo el predominio de la pasa no impide que el vino aparezca tambin en la contabilidad seorial, aunque de momento se trate de una cantidad exigua. El inters por el viedo se ref leja tambin en otras fuentes documentales del siglo XVII, donde, como se ha visto al tratar de los diezmos, el conde fomentaba este cultivo reduciendo la renta decimal. P ero a finales de dicha centuria, con la misma condicin de rebajar el diezmo, se decida, a propuesta de los vecinos, la plantacin de almendros y algarrobos, debido a los precios tan bajos en que se haba situado la pasa. Y en cuanto a los cultivos arbolados, en 1618 quedaban reducidos al olivar y al higueral, pero probablemente entre los diezmos menudos se incluan los productos de algunos frutales. El valor de esos menudos no era muy elevado en Elda y Petrel, pero s en Salinas, donde es posible que la barrilla ocupase un lugar privilegiado. La Giradora de Elda de 1673 puede dar tambin una distribucin aproximada de los principales cultivos a partir de los censos o pechos pagados por cada uno de ellos. Los datos obtenidos repiten bsicamente el esquema de comienzos de siglo, pero al distinguir entre pecho nuevo y pecho viejo se pue- de conocer tambin el aprovechamiento de las tierras de natural: el pecho nuevo indica que las mayores superficies est aban dedicadas a la tierra blanca, o lo q ue es lo mismo, al cereal, mientras la vid ocupaba un segundo lugar, aunq ue tambin importante. Esta relacin se invierte en las tierras de natural donde era mayor la cantidad percibida por el viedo. Los pechos del olivar quedaban muy por debajo, pero este dato es poco significativo porque segn la carta de poblacin quedaba exento. Finalmente, el higueral era el ms importante entre los cultivos minoritarios. Para mediados del siglo XVIII existe una relacin de cultivos ms detallada, pero slo referida al trmino de Salinas. En 1747, en cumplimiento de un Real Despacho del Gobernador del Consejo de Castilla, dos labradores peritos, vecinos del lugar, declaraban el est ado de todas las cosechas y frutos y sus precios regulares. Los cultivos eran: trigo, cebada, centeno, avena, ans, barrilla, vino y panizo. La recoleccin de aquel ao era superior en todos los productos a la de los aos anteriores, a excepcin del trigo que no variaba desde tiempo atrs y era siempre escasa ... a causa de los hielos y escarchas . Comparados estos datos con los de 1618, la nica novedad entre los cereales era la aparicin de la avena y el panizo; y en cuanto al resto, la cebada y el centeno haban experimentado proporcionalmente un aumento mayor q ue el trigo. Era importante tambin el ascenso de la vid, que no apareca a comienzos del siglo XVII y ahora contaba con una produccin de 2.500 cnt aros de vino. Los otros cultivos, ans y barrilla, estaran incluidos, en 1618, entre los menudos. Los datos que aporta Cavanilles, a finales del siglo XVIII, resultan bast ante incompletos si se comparan con los que se obtienen de los libros de cuentas de los arrendatarios del condado en los primeros aos del siglo XIX. A grandes rasgos, el estado de la agricultura en el condado, a comienzos del siglo XIX, indica que, durante el setecientos, adems del aumento de la superficie cultivada se han experimentado algunos cambios en las producciones agrcolas, no tanto por la introduccin de nuevos cultivos como por la redistribucin de los ya existen- 225El condado de Elda, siglos XVII-XVIII tes. Entre los cereales, el trigo y la cebada siguen siendo, en conjunto, los ms importantes, pero hay que destacar el gran despegue del panizo, cuya produccin en esos momentos alcanza e incluso supera a los anteriores en el trmino de Elda, donde eran mayores las superficies regadas. Otros ms pobres, como la avena y el centeno, se mantienen pero con cantidades menos significativas. De espectacular puede calificarse t ambin el crecimiento de la vid, cuyo fruto se dedicaba ahora, mayoritariamente, a la produccin de vino. Cava- nilles ya asignaba a Elda un total de 50.000 cntaros, pero las cantidades eran mucho menores en Petrel (15.000 cntaros) y Salinas (1.200 cntaros). Y, efectivamente, los diezmos de 1805-10 indican claramente que la mayor produccin era la de Elda pero, al mismo tiempo, desmienten el dato que el botnico valenciano asigna a Salinas. A este respecto, hay que recordar que, segn la fuente citada en lneas anteriores, en 1747 este lugar produca ya 2.500 cntaros y, adems, en 1805-10 llega a los 1.500 2.000 slo lo percibido en concepto de la renta decimal, canti- 226HISTORIA DE ELDA Rentas se226oriales de la villa de Elda (1805-1810) (Belando 1990). dad, por otra parte, superior a la de Petrer. Y por lo que se refiere a la elaboracin de pasas, se puede afirmar q ue, a comienzos del siglo XIX, haba q uedado como algo meramente residual y slo en el trmino de Elda. Los cultivos arbreos con mayor implantacin son el olivo y el almendro. Si se tiene en cuenta el diezmo del aceite, el primero se halla implantado en los tres municipios, pero la produccin es ms elevada en Elda; por el contrario, el almendro, en sus distintas variedades, aunque presente en todo el condado, ocupa el lugar ms relevante en Pe trel. En el conjunto de las rentas, los productos procedentes de la huerta, frutas, hortalizas e, incluso, forrajes, suponen un peso relativamente importante, principalmente en Elda, que durante el siglo XVIII vio aumentar sus riegos a partir de la construccin del pantano, y con menor incidencia en Pe trer. Especial mencin merecen las habas tiernas, la uva, la alfalfa, los cardos y los nabos. Finalmente, hay que resear, sobre todo en Elda y Salinas, el cultivo de la barrilla que, asociado frecuentemente al ans y los cominos, segn los aos, mantena una aportacin destacada, a pesar de hallarse evolucionando hacia su declive y desaparicin. IV. Las rentas a comienzos del siglo XIX (1805-1810) Se ha visto que, pocos aos despus de comenzado el proceso repoblador del siglo XVII, los pechos o censos en metlico constituan el mont ante ms elevado de las rentas seoriales, seguidas de diezmos y regalas. Se ha comprobado asimismo la evolucin ascendente de los ingresos del seor a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX. Cabe preguntarse ahora, tomando como referencia los datos de 1618, cul era el estado de esas rentas despus de dos siglos de funcionamiento del seoro bajo las condiciones de la Carta de Poblacin y, concretamente, por la forma en que el aumento global repercuti en cada una de ellas. La respuesta se halla en otra fuente de caractersticas similares a la de 1618, por tratarse de los libros de cuentas de los arrendatarios del condado de 1805 a 1810. De estos seis aos se han tomado como muestra los de 1805, 1807 y 1810 y en cada uno de ellos consta lo que dichos arrendatarios ingresaban en concepto de pechos, diezmos, regalas y otras rentas. Comparando ambas fuentes puede establecerse el peso de las distintas rentas en los aos inmediatamente anteriores a las primeras disposiciones abolicionistas y los cambios experimentados durante los doscientos aos q ue median entre las dos series de datos. Respecto a los censos en metlico, en Elda, el total asciende a unas 1700 libras, cantidad igual a la recau- 227El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Rentas se226oriales de la villa de Elda (1805-1810) (contin dada en 1618, aunque desde 1684 haban desaparecido los pechos viejos que pagaban las tierras de natural; en Pe trer, poco ms de 1400 libras, inferior a la cantidad percibida dos siglos antes; y en Salinas no existe un apartado de pechos en las cuentas de principios del siglo XIX, pero cabe la posibilidad de q ue estuvieran incluidos en los de Elda, porque en 1618 suponan una mdica cantidad y muchos de los establecimientos posteriores del lugar, de los siglos XVII y XVIII, quedaban exentos de esta imposicin. En cualquier caso, la renta en metlico apenas vari en lo referente a la recaudacin, lo que, despus de dos siglos, implicaba una progresiva desvalorizacin de esta fuente de ingresos. Por el captulo de las regalas, lo recaudado en 1618 supona unas 1900 libras (1320 de Elda, 294 de Petrer y 281 de Salinas). En la primera dcada del siglo XIX esta renta alcanzaba las 3000 libras, sin contar las arrobas de aceite por el derecho de almazara. El porcentaje ms elevado se recaudaba en Elda, en donde slo los molinos producan entre 1000 y 1500 libras, seguidos de la posada y los hornos, como apartados ms rentables; en Petrer, esta renta oscilaba en torno a las 500 libras, que procedan de los molinos, hornos, casa-tienda y piln; y en Salinas, la recaudacin se reduca a la tienda y al horno de vidrio. De estos datos se desprende que las regalas haban evolucionado al alza, doblando los ingresos de 1618, a pesar de las modificaciones introducidas en las distintas tran- sacciones o concordias en las que el seor haba hecho algunas concesiones. P or ello, este captulo de la renta se haba convertido en el segundo en import ancia, despus de la renta decimal. Los diezmos constituan, a comienzos del siglo XIX, el componente principal de las rentas seoriales. Como eran una renta en especie, proporcional al producto de las cosechas, no haban sido afectados de forma negativa por el proceso inf lacionario y la consiguiente desvalorizacin. En Elda, entre 1805 y 1810, slo se pagaban en dinero los diezmos de los menudos, y ya ascendan a sumas que igualaban o superaban al total recaudado por los diezmos en 1618. Pero t ambin resulta muy ilustrativo comparar las cantidades de los percibidos en especie, en particular las de los cultiv os ms importantes. Eran cantidades muy variables por depender de algo tan aleatorio como las cosechas, pero lo cierto es que la produccin aument en esas dos centurias por expansin de la superficie cultivada e irrigada, y esto repercuti directamente en el producto decimal. As, conviene destacar las elevadas recaudaciones de algunos cereales t an importantes como el trigo o el panizo y subrayar especialmente la del vino, que de los 210 cntaros de 1618 pas a superar los 3000. De todo lo cual se puede concluir que en vsperas de las primeras disposiciones abolicionistas se haban producido cambios sustanciales en los componentes de las rentas seoriales. Los diezmos se haban convertido en la aportacin ms 228HISTORIA DE ELDA Rentas se226oriales de la villa de Elda (1805-1810) (contin cuantiosa, desbancando a los censos en metlico que eran el principal componente en los primeros aos del proceso repoblador y que, al comienzo del siglo XIX, formaban el captulo ms reducido, por debajo de las regalas. Esta era la situacin sobre la que poco tiempo despus actuara la legislacin liberal. V. El final del seoro V. 1. La repercusin del decreto abolicionista de 1811 La publicacin del decreto de las Cortes de Cdiz, del 6 de agosto de 1811, sobre la abolicin de los seoros jurisdiccionales, marca el comienzo de la desaparicin de los seoros, a pesar de las posteriores reposiciones de F ernando VII en 1814 y 1823. La tray ectoria seguida por el condado de Elda es un ejemplo ilustrativo de aquel proceso, en el que se muestran los intereses y planteamientos de los pueblos y la resistencia ofrecida por los seores. El decreto abolicionista dispona q ue se incorporaban a la Nacin todos los seoros jurisdiccionales de cualquier clase y condicin que sean (art. 1) y que los seoros territoriales y solariegos quedan desde ahora en la clase de los dems derechos de propiedad particular , a excepcin de aqullos que por su naturaleza deban incorporarse a la Nacin o de los en que no se hayan cumplido las condiciones con que se concedieron , a la vista de los ttulos de adq uisicin (art. 5). Por lo tanto, los contratos, pactos o convenios que se hayan hecho en razn de aprovechamientos, arriendo de terrenos, censos u otros de esta especie, celebrados entre los llamados seores y vasallos, se debern considerar desde ahora como contratos de particular a particular (art. 6). De acuerdo con el artculo 7, eran abolidos asimismo los privilegios llamados exclusivos, privativos y prohibitivos que tengan el mismo origen de seoro (regalas). La distincin entre el seoro jurisdiccional y el territorial y el desdoblamiento entre jurisdiccin y dominio solariego dentro del seoro dieron lugar a serios problemas de interpretacin jurdica e histrica. En la base del largo y profundo debate se halla la estrecha relacin entre la jurisdiccin, el dominio territorial y los contratos establecidos entre el seor y los vasallos, hasta tal punto que, abolida la primera, los vecinos de los pueblos que f ormaban el condado de Elda suspen- dieron el pago de los pechos que correspondan al seor. A partir de 1811 no se recuper la normalidad administrativa anterior porque los seores no recuperaron la jurisdiccin ni el poder coactivo que sta les proporcionaba. El texto del decreto del 6 de agosto se recibi en Elda el 6 de noviembre y se public en la plaza mayor al da siguiente. De acuerdo con l, ces inmediatamente el procurador general del seor y se elaboraron las listas de los cargos municipales que deban ejercer sus funciones a comienzos de 1812, envindolas a la Audiencia de Valencia para que efectuara los nombramientos. Los libros de contabilidad de los arrendatarios de los derechos seoriales y decimales de los pueblos del condado son una clara muestra del impacto del decreto abolicionista. Los antiguos vasallos dejaron de pagar los pechos y adoptaron, de acuerdo con los ayuntamientos respectivos, algunas innovaciones para la entrega de la renta decimal. Segn una resolucin del a yuntamiento de Elda sobre el pago de los diezmos y su recoleccin , de 20 de junio de 1812, con la que se pretenda conciliar la libertad de los vecinos y la debida seguridad del diezmo , se estableca una nueva normativa para la medida de los granos y la recoleccin de los diezmos del trigo, cebada, avena y centeno, por la que los vecinos tendran libertad para trillar las mieses en las eras que prefiriesen y no estaran obligados a utilizar la barchilla titulada del seoro para medir los granos ni realizar esta operacin en presencia del colector o su representante, pero haba que avisar al colector la vspera de la trilla para que pudiera asistir y recoger el diezmo de las eras. Para fijar el diezmo del resto de los productos, el ayuntamiento acord, en octubre de 1813, dirigirse a los pueblos v ecinos para informarse de su modo de proceder en esta materia ... con el objeto de conciliar en lo sucesivo los nimos de estos labradores, que no se les siga el menor perjuicio y quebranto en su pago, ni al ramo de los diezmos en el modo de su recoleccin . El golpe de Estado de Fernando VII, en mayo de 1814, y la Real Cdula del 15 de septiembre, en la que se mandaba ...q ue los llamados seores jurisdiccionales sean reintegrados inmediatamente en la percepcin de todas las rentas ... y derechos de su seoro territorial y solariego, y en todas las dems que hubiesen disfrutado 229El condado de Elda, siglos XVII-XVIII antes del seis de agosto de mil ochocientos once..., no consiguieron recuperar la normalidad anterior porque no se les o torg de nuevo a los seores la jurisdiccin y, por lo tanto, los antiguos pueblos de seoro continuaron regidos por autoridades reales que actuaron, adems, como iniciadores y mantenedores de los conf lictos antiseoriales, y ante los que, adems, tenan que presentar los seores sus apelaciones en primera instancia. Entre 1814 y 1820 se mantuvieron conf lictos permanentemente entre los vecinos del condado y los representantes de la administracin seorial sobre dos captulos de las rentas: los pechos y los diezmos. En aquellos mismos aos el ayuntamiento de Elda utiliz el procedimiento mximo de presentar el recurso de tanteo o reversin de la villa a la Corona ante el Consejo de Castilla. El conde, por su parte, como otros nobles, se dirigi al Rey solicitando medios para someter la actitud de rebelda de sus antiguos vasallos. En el conf licto de los pechos se observa una completa connivencia del alcalde de Elda con los vecinos que se resistan a pagar. El conf licto se present en la Audiencia de Valencia en noviembre de 1814 y, el 14 de marzo de 1815, el alcalde reciba un escrito de la Audiencia en el que se le conminaba para que en el plazo de tres das los vecinos y terratenientes pagasen al colector ... las pensiones arrendadas de los censos, bajo la pena de 25 libras, al tiempo que haca responsables de su incumplimiento a las autoridades locales, con la pena de 200 libras. La orden se comunic a los vecinos por bando en la plaza mayor, el da 19; pero el alcalde, aconsejado por el asesor judicial, introdujo un prrafo sobre el significado de los censos en los siguientes trminos: ... y no reconocindose por tales derechos en la presente villa que los comnmente llamados de seora directa; con lo que se desenterraba un viejo pleito de finales del siglo XVII q ue se resolvi mediante concordia. El bando, por otra parte, no fue tenido en consideracin por los vecinos. El 27 de marzo de 1817, la Audiencia de Valencia instaba al pago de los censos con un nuevo decreto, en el que, adems, de deca que el alcalde sea el primero en cumplir lo que adeuda desde el citado ao (1811) bajo la pena de 50 libras . En un escrito que el conde de Cervelln dirigi a la Audiencia, en agosto de 1817, calif ica como tergiversacin la actuacin del alcalde de Elda en 1815, porque con la frase introducida en el bando se excluan ...las dems pensiones de la mayor consideracin, que aunque se conocen con el nombre de pechos no son otro que unos censos irredimibles impuestos sobre las tierras en el tiempo de la encartacin... . En mayo de 1818 el alcalde de Elda diriga un escrito a la Audiencia de Valencia comunicando que estaban dispuestos a pagar lo que legtimamente resulten en deber, por razn de pechos , aadiendo que no haban pagado antes por no habrseles pedido con arreglo a la prctica y costumbre en que se halla amparado. Antes de materializar el pago, los vecinos y terratenientes fueron citados ante las autoridades municipales para que reconocieran la deuda y justificaran su resistencia al pago, llegndoles a amenazar con el embargo de sus bienes en la parte necesaria para saldar el dbito. El testimonio de uno de los vecinos, dado el 5 de noviembre de 1818, aparte de lo anecdtico, ref leja perfectamente la situacin al tratar de implicar al propio colector (D. Pablo Vidal) en la resistencia al pago de los censos en metlico. Al ser requerido de manera inf ormal por el colector, dice el declarante: Esto es una bufonada o de veras, a lo que contest el Vidal que lo deca de veras. A lo que le replic el declarante, como la otra v ez que te encontr me dijiste que no era nada y a otro sujeto le has dicho que esto no lo hacas ms que por cumplimiento, y que t anto se te daba que pagasen como que no pagasen los pechos, pues que t te alegraras de q ue no los pagasen, por eso cre que hablaras de bufonada, pero ya que dices que lo hablas de veras, as que paguen los otros pagar yo. A lo que no le contest . Unos meses ms tarde como consecuencia del pronunciamiento de Riego Espaa entraba en otra etapa de gobierno liberal y de nuevo se suspendi el pago de los pechos en el condado de Elda. El conf licto en torno a los diezmos no se origin por el derecho del conde a cobrarlos de hecho los cobr entre 1811 y 1814 sino por el modo de recibirlos. El pleito comenz en 1815, a raz de un escrito de la Audiencia de Valencia que, en respuesta a una instancia del conde de Cervelln, instaba al alcalde de Elda a que los labradores cosec heros observen la costumbre que se guardaba hasta el seis de agosto del pasado ao 230HISTORIA DE ELDA 1811 en llevar los frutos del diezmo a la casa colecta..., comisionando a dicho alcalde ordinario para que ... la cumpla y haga cumplir dentro del trmino de tercero da. El 12 de julio se comunicaba por bando a los v ecinos la resolucin de la Audiencia y ese mismo da los sndicos de la villa procurador general y personero comenzaban las gestiones para recurrir contra lo anterior. Sus argumentos se basaban en que no era cierto que el conde hubiese estado en la quieta y pacfica posesin de percibir los frutos decimales en la forma mencionada, ni el alcalde deba ser el comisionado para tal efecto, a lo que se aada la ausencia de presentacin previa de poderes por el representante del conde. Lo primero se justificaba con las declaraciones de algunos testigos, segn los cuales la nica obligacin de los cosecheros era avisar al colector el da antes de la trilla. Los representantes de la villa utilizaron t ambin en este pleito todo tipo de prcticas de dilacin. El 31 de octubre de 1816 se acogan a otro argumento, solicitando de la Audiencia que declar ase el procurador del Sr. Conde, con instruccin de ste, de ser cierto penda en el Supremo Consejo de Hacienda demanda de t anteo contra el referido Sr. Conde. A lo que el Conde contest ser cierta la demanda de tanteo, y que esto no perturbaba la posesin de percibir diezmos en los trminos que los percibi hasta el 6 de agosto de 1811. A pesar de que la Audiencia emiti un nuevo decreto, a finales de ao, inst ando al pago de los diezmos, los representantes de la villa fueron retrasando su cumplimiento hasta comienzos de 1820 en que se restableci el rgimen liberal. Por ltimo, el Ayuntamiento de Elda, en 1815, present el recurso de tanteo o de reversin a la corona de la villa ante el Supremo Consejo de Castilla, como nico medio de librarse de las exacciones seoriales que pesaban sobre los vecinos, una vez abolida la jurisdiccin seorial. Para ello el Ayuntamiento se dirigi al Capitn General de Valencia solicitando la autorizacin del Real Acuerdo para celebrar una junta general de vecinos, como era preceptivo. La concesin se otorg el 4 de abril de 1815 y la notificacin lleg a Elda el da 14. El mismo da se public el bando convocando a los vecinos y terratenientes a la junta general a celebrar el da 16 ... despus de haber alza- do a Dios, y para ms solemnizar el acto se cite al clero de la parroquial iglesia por medio de recado . Comenzada la junta general, el alcalde inform a los vecinos y terratenientes de la finalidad de la misma y les invit a emitir libremente su voto y opinin; y el Sr. Cura tom la palabra para exponer las ventajas de la incorporacin de la villa a la Corona, diciendo que estimaba muy conveniente, til y ventajoso para este pueblo y su comn, as en cuanto a lo poltico como en cuanto a lo eclesistico, el que se llevase adelante el t anteo o incorporacin de esta villa a la R eal Corona, de la que segn se halla entendido sali por venta o enajenacin, y q ue esta libertad se halla por las leyes autorizadas y concedida a todos los pueblos enajenados de la Real Corona por el derec ho que tienen a ser redimidos, y unirse al inmediato y suave dominio de su soberano, obrndose en todo con arreglo a las mismas reales disposiciones que tratan de la materia. Y para que pueda con ms facilidad tener su curso el expresado remedio ... conceptuaba por conveniente el que se eligier an cuatro sujetos de celo e instruccin...; y al efecto nombraba.... Lo expuesto fue aceptado unnimemente por los asistentes de manera que todos a voces manifestaron se conformaban con dicho voto del Sr. Cura y que se llevase a efecto . V. 2 . Los efectos de la legislacin del trienio liberal La recuperacin de la legislacin abolicionista en 1820 fue muy bien recibida por los vecinos de los pueblos del condado y sirvi para alentar los conf lictos con el seor territorial. El pueblo de Elda fue uno de los muchos que f elicitaron a las Cortes del trienio por la aprobacin y aplicacin de la legislacin de seoros, a la vez que se quejaban de los titulares de los mismos. El primer decreto fue el aclaratorio del de 6 de agosto de 1811, elaborado en 1813, en el que se estableca que los seores deban presentar previamente los ttulos de adquisicin para que los seoros territoriales y solariegos se consideren en la clase de propiedad particular (art. 2); y en la ley de 3 de mayo de 1823, aparte de lo anterior, se introducan otros elementos de gran inters, como la reduccin de los laudemios (art. 7) y la posibilidad de redimir stos y cualesquiera otras pensiones o pres- 231El condado de Elda, siglos XVII-XVIII taciones en dinero o frutos y los censos perpetuos (art. 9). Ante la nueva situacin poltica y legal la villa de Elda emprendi una serie de acciones contra los derechos del seor territorial en torno al cobro de los diezmos y la explotacin de las instalaciones de las antiguas regalas. El a yuntamiento de Elda acord en la sesin del 28 de mayo de 1820 que sin ser visto acrecer ni decrecer derecho a las partes interesadas en la percepcin de los diezmos de los de esta villa, se depositen por ahora en persona de las cualidades prevenidas por derecho y bajo las fianzas correspon- dientes hasta la decisin del tribunal superior territorial en vista de los ttulos que debern presentarse por los que se consideren con derecho a su percepcin... . Y en la misma sesin se acordaba nombrar colector a Luis Bernab Maestre, labrador y vecino de la villa, comunicndoselo al apoderado, arrendatario o colector del conde de Cervelln. Estos acuerdos dieron lugar a un pleito con el conde que dur los tres aos del rgimen liberal. El conde calific de secuestrola actuacin municipal sobre el cobro de los diezmos y el ayuntamiento respondi pidiendo al representante del seor la entrega de la nmina de pagos que se deben en justicia de la masa dominical y las llaves de la casa colecta, a lo que se niega el demandado pero lo efectan los arrendatarios. El ayuntamiento, adems, dio cuenta de estas actuaciones a la Diputacin Provincial y a la Diput acin Permanente de las Cortes. En 1821 el cabildo de la catedral de Orihuela y la junta diocesana, en virtud de sus derechos histricos, nombraron un colector de diezmos que el ayuntamiento reconoce y entrega una memoria sobre la administracin de los diezmos de 1820 y 1821. Los enfrentamientos antiseoriales de los pueblos durante el trienio liberal no se redujeron al pago de los pechos y al secuestro de los diezmos sino que se extendieron a la paralizacin de las instalaciones que haban constituido las regalas y que ahora necesit aban recursos del comn para su funcionamiento, como era el caso de los molinos. De ah la prohibicin que el a yuntamiento de Elda impuso al arrendatario del molino harinero de Arriba de utilizar agua para moler por la prioridad que tenan los regantes de la villa, lo que dara lugar a otro pleito con el representante del conde. De todo lo cual se deduce que, a juicio de los vecinos de Elda y de los otros pueblos del condado, la jurisdiccin era el factor fundamental del seoro y que sobre ella se apoyaban los dems privilegios seoriales; por lo que la incorporacin de la misma a la Corona impuls el surgimiento de numerosos conf lictos entre los pueblos y los seores. Cado el gobierno liberal, por Real Cdula de la Regencia del Reino de 15 agosto de 1823, se restableca la de 15 de septiembre de 1814, y Fernando VII, el 1 de octubre, mandaba que todo vol- 232HISTORIA DE ELDA Elda. A226o 1860. Pr Conde de Cer 1990). viese a la situacin en que se hallaba antes de marzo de 1820. Todo parece indicar que en la etapa que comenzaba entonces no faltaron los conflictos con el conde. El ayuntamiento de Elda, por su parte, mantuvo el recurso de reversin de la villa a la Corona. V.3. La desaparicin definitiva del seoro Los seoros fueron abolidos definitivamente por la ley de 26 de agosto de 1837 y los diezmos lo haban sido poco antes por la ley de 29 de julio del mismo ao. A pesar de ello, Elda mantuvo el recurso de reversin a la Corona, sobre el que el Tribunal Supremo dict sentencia favorable para la villa en 1841. A raz de esta sentencia los vecinos de Elda y de los otros pueblos del condado quedaron exentos de pagar los pechos y se convirtieron en propietarios de pleno derecho. De esta forma, a partir de un rgimen de tenencia, de unos contratos enfituticos que deparaban una gran est abilidad al campesinado, se llegar a una configuracin del terrazgo donde las estructuras de propiedad ref lejarn la fragmentacin preexistente en el dominio til. El palacio de los condes, que pas a propiedad del Estado, sali a subasta en 1848 y se remat por 121.000 reales y las propiedades del antiguo seor quedaron reducidas a aqullas sobre las que tena el dominio pleno, especialmente los locales donde anteriormente se perciban las regalas, pequeas porciones de tierra y algunos lotes de agua. A partir de entonces la funcin principal de los apoderados del conde era administrar esos bienes y explotarlos mediante arrendamiento, e intentar cobrar las deudas anteriores que todava pesaban sobre los vecinos del condado, cometido que resultara difcil de cumplir. En una carta que el apoderado de Elda enviaba al administrador del conde de Cervelln, a primeros de abril de 1850, deca: Ayer estuve en Elda y Petrel a reconvenir a los colectores para que formen y remitan el estado de resultas, hasta el pasado ao 1849, que Ud. tiene prevenido, para en su vista hacer la clasificacin de deudores en cobrables y de mediana calidad e incobrables. Desde el 42 a la fecha podrn cobrarlos con exactitud, y desde el 14 al 41 encuentran mil dificultades y no saben como aclararlas... . En julio de 1880 algunas de aquellas propiedades salieron a subasta pblica y, al finalizar la centuria, el conde (duque de Fernn Nez) haba enajenado gran parte de las reducidas posesiones que haban quedado al margen de los efectos de la legislacin liberal. 233El condado de Elda, siglos XVII-XVIII Elda. A226o 1900. Ex Duque de F (Belando D esde la Carta Puebla (1611) hasta la Constitucin de 1812, la estructura del gobierno municipal en Elda a lo largo de toda la Modernidad viene a ser prcticamente la misma, puesto que los Estatutos (1702) la amplan y concretan y la Nueva Planta (1707) cambia lo superficial, es decir, la f orma, pero mantiene inalterable lo esencial: el poder jurisdiccional del seor para ejercer las competencias administrativas y judiciales, cosa que realiza a travs de su derecho a elegir los cargos municipales, bien personalmente, bien a travs de sus representantes, su Administrador y su Alcalde Mayor. El primer documento en el que se especifican los cargos municipales es en la CA RTA PUEBLA, publicada el 11 de noviembre de 1611, corregida y completada el 21 de octubre de 1612. En sus cinco primeros captulos se establecen los siguientes oficios municipales: Justicia Mayor, cuatro Jurados, un Mustaaf, un Sobrecequier, un Clavario y 24 Consejeros I Primerament es pactat avengut y concordat entre Sa Seoria y dits nous pobladors q ue aquells y los antichs vehins naturals de la present Vila de Elda en respecte del Regiment de la Cosa publica hajen de fer un cost al al manera que aquells y dits nous pobladors sens distinsio ni differencia concorregen en los officis de Justicia Jurats mustafat sobreequier y en altres que convendra establir en lo modo y forma que baix se explicara. 235 El gobierno municipal de Elda en poca Moderna JOA QUNSAMPERALCZAR I.E.S. Sagrada Familia de Elda 14 Carta Puebla de Elda publicada el 11 de noviembr el conde Antonio Coloma (Ar Elda). II Item es consertat que perpetuament per lo dit Seor Compte de Elda y sos Sucessors y se hajen cascun any de elegir y nomenar un Justicia Major Lo qual tinga facultat de fer y nomenar dos lloctinents y un R egent que ajude en les absencies y empediments al dit Justicia Major y en son cas los lloctinens hajen de determinar totes les causes civils y criminals que per furs y privilegis del present Regne li toquen y son de sa Jurisdicio quatre juats un mustafat un clavari un sobrecequier y repartidor de les aigues tots los quals aixi elets hajen de juran e juren en ma y poder del procurador y baile de sa Seoria segons estil del dit Condat y aquells servisquen los dits oficisis respectiv ament desde el dia que juraran fins que hajen jurat los officials del any susequent de manera que lo exercit de dits officis dure y haja de durar un any entregament. III Item que aixi mateix per a la eleccio de dits officis hajen los officials que han de exir de son Regiment una memoria de persones honrades y benemerites o es sis per a el offici de Justicia e per al offici de Jurats dote o es tres cascum Jurat y la memoria de aquells se done al dit Seor Conte o a son procurador general o a la persona que tindra orde y poder de Sa Seoria o de sos sucessors per a dit efecte pera que de aquells sien nomenats officials per a lo any subsequent y si lo Procurador dit General o altra persona tenint orde fara dita eleccion aixi mateix puixa nomenar una de les persones que hi eran proposades nomenades per los officials anteriors. IV Item que aixi mateix los dits officials nomenats hajen de jurar e juren en ma y poder del Procurador General del dit Seor Conte de haverse be y llealment en dits off icis respectivament y demes coses que son obligats jurar e guardar segons fur del present R egne o es en lo dia e festa de Nadal de cascun any lo justicia, Mustafat y sobreeq uier dia de Sent Miquel y en lo dia e festa de Pasqua de Pentecostes los Jurats de manera que la administracio de dits officis respectivament durara desde lo dia de la eletsio en un any. V Item que apres de la primera eleccio de vint y quatre concellers que han de respetar fer e nomenar a dit Seor Conte lo dit dia de Pentecostes apres de haver jurat los quatre Jurats nomenen vint y quatre concellers los ditsJurats y los demes officials y dita nominacio haja de aprovar Sa Seoria o son Procurador General y li resta facultat de poder llevar fins lo numero de dos y fer que los dits Jurats ne posen altres dos en son lloch.Estatutos y ordenaciones En mayo de 1702 las potencias de la Gran Alianza encabezadas por Inglaterra y las Provincias Unidas declaraban la guerra a Francia y a Espaa, con lo que la guerra de Sucesin espaola comenz en su faceta internacional. An deberan transcurrir tres aos hasta que se introdujera la guerra civil en Espaa con el levantamiento de Valencia y Cat alua a favor del pretendiente austraco, el archiduque Carlos. Era seor de Elda don Francisco Coloma Pujades, Alpont y Borja, V conde de Elda, casado con doa Mariana de la Cerda y Leyva, V condesa de Baos y que por entonces tena fijada su residencia en la Corte. Con fecha 27 de mayo de 1702, don Carlos Coloma, Arcediano Mayor de Xtiva, como procurador general del conde de Elda, nuestro sobrino, firma en V alencia los Estatutos y ordinaciones para el buen gobierno de la villa de Elda , ya que segn se dice en su prembulo: Por cuanto los Oficiales y Consejo de dicha Villa de Elda hasta aora se han gov ernado solo por sus dictamenes, no por tener Estatutos, ni norma, que pudiera conducirles al acierto; de que se han seguido algunos inconvenientes: y deseando la dicha Villa el que se hiziera por Nos nueva planta y disposicion para los Oficios, y saber cada uno lo que le toca, como nos lo ha suplicado: Y atendiendo a la dicha Splica y a q ue con los dichos Estatutos estara mas bien governada aquella Villa, lo hemos tenido por bien Llama la atencin en los Estatutos el primer apartado, titulado De los impedimentos para ser insaculados ya que la villa de Elda no contaba con el procedimiento de la insaculacin, y la provisin de oficios municipales se haca a propuesta de los cargos salientes. Se trata de los impedimentos legales para ser propuestos: no tener 25 aos cumplidos; no est ar casado por la Iglesia; no tener un patrimonio de al menos 300 libras, sin la dote de la esposa; haber hecho cesin de sus bienes a la esposa; haber sido condenado por delito que conduzca a infamia; y los que se habrn valido de la exencin de la Corona Estos impedimentos se complementaban con los que incapacitaban para ejercer los cargos: ser deudor de la villa; ser arrendador, administrador o fia- 236HISTORIA DE ELDA dor de las regalas, derechos y sisas; y no poder ostentar ms de un cargo a la vez.Los Oficios que se describen el los Estatutos son: JUSTICIA. Es la mxima autoridad municipal y ejerce funciones de juez en causas civiles y criminales. Preside los Consejos y las Sitiadas con voz y voto, siendo nulas cuantas se celebraran sin l, o en su defecto, su regente, cargo ste que, con dos lugartenientes, estaba facultado para nombrar. Era responsabilidad suya el mantenimiento del orden pblico en la villa y en la huerta para que personas, ganados, ni cavalgaduras no hagan dao; para este cometido poda nombrar juramentados, procurando que stos sean de aquellas primeras personas de dicha Villa. Es elegido por el seor o por su representante, el Bayle, entre cinco individuos propuestos por su antecesor que juran su cargo ante el Bayle el da de Navidad. Se le asignan 10 libras de salario ms los tercios de las multas impuestas de sesenta sueldos abaxo. JURADOS. Padres de la Repblica como los califican los Estatutos. F orman el rgano decisorio del municipio y sobre ellos recaa casi todo el peso del gobierno municipal. Administran las rentas y bienes propios de la villa; controlan la calidad de los productos q ue se venden en las regalas seoriales, con la obligacin de verificarlas dos v eces al ao para procurar que esten bien provedas de bastimentos, y que no se vendan cosas sofisticadas, ni mezcladas. El incumplimiento de esta obligacin llevaba aparejada una multa a ellos de 5 libras. Cuidan que se paguen puntualmente los arrendamientos bajo pena de pagarlos ellos de su bolsillo, obligando a los arrendadores a entregar la fianza en el plazo de tres das desde que les sea adjudicada su explotacin. No podan hacer gastos superiores a 5 libras sin la autorizacin del Consejo, excepto para asuntos relacionados con las aguas de riego. Ejercan el control sobre los precios de las mercancas que se vendan en la villa y custodiaban los patrones de pesos y medidas para comprobar los del Almotacn sus reuniones se denominan sitiadas; sus decisiones eran colegiadas y se necesitaban al menos tres de los cuatro para que fuesen vlidas. Al trmino de su ao de Regimiento deban rendir cuentas a sus sucesores en el plazo de 20 das. Eran elegidos por la Seora a propuesta de los salientes que presentaban dos candidatos para cada puesto. Una vez elegidos juraban ante el Bayle el da de Pentecosts. Los estatutos les asignas un salario de 10 libras anuales. CONSEJEROS. Propuestos por los Jurados despus de su toma de posesin, y por el Justicia, que les toma el juramento. Eran 24, incluidos el Justicia, el Sndico, el Almotacn y el Sobreceq uiero, que iban los primeros en la list a. La Seora poda quitar a dos, en cuyo caso la villa poda poner otros t antos. Formaban el Consell particular de la presente villa de Elda; eran el rgano de la expresin popular y representaban al pueblo. Reunidos mediante convocatoria por el Justicia, Jurados y Sndico, convocados por Campana, Pregn o Boleta, tenan la obligacin, bajo multa de una libra de cera, de acudir al Consejo, cuya orden del da era preparada por el Jurat en cap o primero, y en su ausencia por el segundo. Una vez reunido el Consejo nadie se poda ausentar de l sin licencia del Justicia. Para tener validez sus resoluciones se requeran al menos 13 vo tos. La independencia del voto de cada consejero se garantiza mediante una multa de 5 libras a quien intente impedir que disientan o protesten. Para asuntos como el cargamiento de censos o nuevos impuestos era necesaria 237El gobierno municipal de Elda en poca Moderna Llibr Elda (Ar Municipal de Elda). la convocatoria del Consell General, con licencia seorial y asistencia del Bayle.SNDICO. Este cargo es nuevo con respecto a los establecidos en la Carta Puebla. Su nombramiento corresponde al Consejo, del que forma parte. Debe ser convocado a todos los Consejos, Sitiadas y Juntas, donde tiene v oz y voto. Su principal cometido era de cuidar de la observancia de los Est atutos y del beneficio de la villa y est aba facultado para elevar instancias a las autoridades superiores de Valencia, en cuyo caso tena asignada una dieta de 10 reales. CLAVARIO COMN. Era el depositario de las rentas y Propios de la villa. Cobraba las deudas y fianzas, y deba tener las cuentas hechas veinte das despus de Pascua del Espritu Santo. Pagaba las partidas ordenadas por los Jurados, que adems eran quienes lo nombraban, asignndole un salario de 15 libras, complementado con la administracin del trigo y de la carnicera. En caso de enfermedad estaba previsto que pudiera tener un sustituto. ALMOTACN. En los Estatutos Amotezen. Era el Mustaaf de la Carta Puebla. Sus competencias eran muy amplias: abarcaba los mbitos del urbanismo, salubridad y mercados. En materia urbanstica tiene competencias ... en todas las causas de obras, port ales, ventanas, lumbreras, estilicidios, paredes, medieras, calles y otras semejantes, haziendo derribar las obras que son hechas contra fueros. Cuidaba del buen estado de los caminos de la huerta, y pada imponer multas de hasta 5 libras a los infractores. Tambin entraban dentro de sus competencias aspectos referidos a la limpieza y salubridad, procurando que las calles no se estrechen ni empeoren, ni pongan en ellas suciedades, ni gatos ni perros muertos. En materia de mercados conocer de pesos y medidas falsas y no buenas, y de mercaderas y otras cosas sofisticadas. En caso de infracciones, tena la facultad de tomar medidas al respecto, como romper los pesos falsos e imponer multas. Sus decisiones tenan recurso ante los Jurados, aunque ningn Oficial poda impedir que cumpliera sus obligaciones. En caso de impedimento o incapacidad, sus funciones eran ocupadas por el Jurat en Cap (primero). No tena asignado salario alguno, pero tena derecho a cobrar por el derecho de peso o medida una libra de las vituallas que se traxeren a v ender (...), quatro dineros de cada persona que los conduxere (...) Y de tozino y carne de venado cobre solo ocho onzas. Su nombramiento lo efectuaba la seora de una lista de cinco candidatos confeccionada por el Justicia y los Jurados, y juraba el cargo ante el Bayle el da de San Miguel. SOBRECEQUIERO. Este oficio municipal tena jurisdiccin delegada sobre todo lo relacionado con las aguas del riego, que por privilegios particulares tienen los Jurados y Consejo. La importancia que tena el agua de riego queda de manifiesto en la cantidad de multas que se prevn, tanto para los infractores y desobedientes en materia de riego, como al mismo Sobrecequiero si era negligente: por el mal estado o roturas en la acequia principal, por mala limpieza en las aceq uias y brazales, por hurtar agua, por no cerrar los partidores, por romper azudes, etc.. Era propuesto por el Justicia y los Jurados en una lista de cinco individuos. Juraba el cargo ante el Bayle el mismo da que el Almotacn. ESCRIBANO DE SALA Y CONTA DOR. La provisin de este Oficio era una Regala seorial y su salario, no especificado en los Estatutos, deba pagarlo la villa. Su funcin era doble: como Escribano tena que llevar el Libro de los Acuerdos del Consejo y las cuentas de los Jurados y del Clavario, y asistir a las Sitiadas y Juntas de cuyos acuerdos daba fe; y como Contador, llevaba el libro-registro de las propiedades y riqueza de los vecinos (Giradora) para sacar las cuentas de lo que deban tributar al seor. Por este trabajo cobraba 10 libras de salario. ALCAIDE DEL PANTANO. Es un cargo menor, de corta tradicin teniendo en cuenta que el pantano se termin de construir en 1698. Su nombramiento corresponda a la villa y juraba ante el Justicia. Deba atender a la vigilancia del pantano al menos dos das por semana, con especial atencin a los das de tormenta o riesgo de avenida, para proceder a desaguar. Asimismo, con orden del Justicia, Jurados y Sndico, deba proceder a vigilar el agua concedida para los riegos y cuidar de que no se sacara ms agua de la autorizada. 238HISTORIA DE ELDA Nueva Planta Cuando el 29 de junio de 1707 se promulgaron los Decretos de Nueva Planta, la organizacin municipal foral desapareci oficialmente, dejando paso a un tipo de organizacin basada en el modelo de Castilla. El Concejo, Justicia y Regimiento de la villa qued formado por el alcalde ordinario, cuatro regidores, el sndico procurador general, el alcalde de la hermandad y el alguacil mayor, oficios a los q ue se acceda a travs de la propuesta hecha por los cargos salientes y la posterior confirmacin seorial. Complet an la nmina municipal el secretario, q ue autoriza los acuerdos, da fe de los mismos y redacta los documentos oficiales; y el mayordomo de propios, que se encarga de la contabilidad de los mismos. El procedimiento para la provisin de los oficios era el siguiente: alcalde, regidores y sndico salientes se reunan en cabildo de propuesta a lo largo del mes de diciembre. Cada uno de ellos preparaba una terna con los individuos q ue le parecan oportunos para ocupar el cargo durante el siguiente ao; a continuacin, todos juntos, elaboraban las ternas para cubrir los puestos de alcalde de la hermandad y alguacil mayor. Est as propuestas eran remitidas al seor para que procediese a la eleccin de las personas que considerase adecuadas. U na vez nombrados, y reunidos en cabildo de oficios, juraban el cargo y tomaban posesin a finales de diciembre o principio de enero. A partir de 1766, y enmarcado en las reformas llevadas a cabo por el ministro Campomanes, se crearon nuev os cargos elegidos por el comn de los vecinos: dos diputados del comn y un sndico personero del comn. La poltica del gobierno en materia de abastecimiento se refleja en la Pragmtica de 11 de julio de 1765 que abola la tasa de granos y autorizaba el libre comercio en su venta y compra, y en la Provisin Acordada de 30 de octubre del mismo ao que aada las reglas para la poltica interior del grano. Si se quera que esta poltica liberalizadora tuviese xito, se deba establecer un estrecho control de los psitos municipales regentados por las corporaciones de los pueblos y las autoridades locales encargadas del abas- tecimiento y que detentaban su monopolio, por lo que era necesario que alguien controlase la gestin de los regidores. Es aqu donde entran los Diputados, a los que se dota de competencia en materia de abastos, educacin y sanidad, y con poder para denunciar la mala administracin de justicia y las irregularidades en la recaudacin de los impuestos. El Sndico, cuya funcin consista en defender los intereses del comn de los vecinos ante el Ayuntamiento cuando las decisiones del cabildo perjudicaran a los vecinos, tena como facult ades ms importantes la de elevar recursos y presentar pleitos ante el Consejo de Castilla y el Real Acuerdo de la Audiencias de todo lo que considere un atropello para el comn. En las reuniones donde se traten asuntos de su competencia, tiene voz, pero no voto, y su accin se centra en encauzar y promover las reclamaciones y peticiones de los vecinos; en aquellas otras reuniones del Ayuntamiento donde no se tocar temas de sus competencias, puede acudir, aunque sin v oz ni voto. Las diferencias entre el Sndico Procurador General y el Sndico Personero del Comn son: al primero lo elige el seor de una terna propuesta por el cabildo saliente, al segundo lo eligen los vecinos del municipio; el primero no tiene limitacin alguna en su intervencin, el segundo tiene un mbito ms restringido y concreto. 239El gobierno municipal de Elda en poca Moderna Pe 222guez, Conde de Campomanes (1723-1802). Ministr re nsa re ilustradas de su re ado La eleccin era censitaria: con derecho a votos todos los vecinos seculares y contribuyentes, agrupados por parroq uias o barrios; inorgnica, indirecta y en segundo grado. Y por supuesto, masculina. A lo largo del periodo, sucesivas disposiciones legales, bien de la Audiencia de Valencia, bien del Consejo de Castilla, introducirn algunas modificaciones o ampliaciones en las incompatibilidades y condiciones para ejercer los cargos municipales. Estructura de la sociedad Los 3.734 habitantes con que cont aba la villa eldense, segn el Censo de Floridablanca de 1787 , formaban una pequea comunidad eminentemente agrcola con la siguiente distribucin por actividades: ciento noventa y un (191) labradores, es decir, propietarios de tierras; cuatrocientos cuarenta y siete (447) jornaleros; sesenta y siete (67) artesanos; cuatro (4) fabricantes de papel; un (1) mdico; noventa y cuatro (94) criados; tres (3) abogados; tres (3) escribanos; tres (3) boticarios; veintitrs (23) comerciantes; un (1) cura; cuatro (4) beneficiados (de cura); dos (2) tenientes de cura; dos (2) sacristanes; dos (2) aclitos (monaguillos); ocho (8) ordenados; seis (6) empleados con suel- do del rey; (109) con fuero militar; uno (1) dependiente de la Inquisicin; veintisiete (27) estudiantes; un (1) sndico de religioso; un (1) dependiente de Cruzada; datos que nos permiten obtener una clasificacin aproximada de los sectores econmicos. El sector primario, es decir, las actividades agrcolas estn representadas por labradores y jornaleros y supone el 63,8%; en el secundario incluimos artesanos y fabricantes y a l se dedica el 7,1%, mientras que el resto de las actividades, que difcilmente podramos denominar sector servicios, representa el 29,1% de la poblacin ocupada. Siempre con carcter estimativo, por supuesto con las debidas precauciones y teniendo en cuenta que los criados tambin tendran como actividad prioritaria la agricultura, ya q ue normalmente eran jornaleros fijos que vivan en casa de sus amos. La misma precaucin habra que tomar con los que estn sujetos a fuero milita r, una gran parte de los cuales son jvenes incorporados al servicio milita r. La pequea nobleza de la villa est representada por D. Joaqun Linares y Sempere, ciudadano honrado de inmemorial que disfruta de rentas y may orazgo; y por D. Agustn Vidal, ciudadano honrado y doctor en Derecho. Junto a ellos, el grupo social de mayor importancia en la villa era el de los labradores propietarios de tierras, entre los que el seor sola encontrar al administrador de sus propiedades y regalas, y que, junto con campesinos y jornaleros, componan la mayora de la poblacin eldense. Estos dos ltimos grupos subsistan gracias a su trabajo como arrendatarios y asalariados; y dada su triple condicin de sbditos del rey, vasallos del seor y vecinos del municipio, deban satisfacer los tributos estat ales, los derechos seoriales y las derramas o repartos para hacer frente a los gastos municipales. El Concejo, Justicia y Regimiento de la villa estaba formado por el alcalde ordinario, cuatro regidores, el sndico procurador general, el alcalde de la hermandad y el alguacil mayor, oficios a los que se acceda a travs de la propuesta hecha por los cargos salientes y la posterior confirmacin seorial. Completan la nmina municipal el secretario, q ue autoriza los acuerdos, da fe de los mismos y redacta los documentos oficia- 240HISTORIA DE ELDA Jo Mo226i226o y Redondo de Florida Ministr Historia de la pro Alicante (Mestr les; y el mayordomo de propios, que se encarga de la contabilidad de los mismos.El inters demostrado por mantener estos cargos, o incluso con hacerse con ellos cuando por cualquier motivo se produca una vacante, demuestra la importancia que tenan para las lites locales, por cuanto era una forma de asegurarse tanto el control municipal a travs de los fondos de propios, los psitos de grano, el reparto de sal y nieve, la recaudacin, los abastecimientos, la imposicin de tasas, las subastas para el arriendo de tiendas pblicas, etc. Los abusos en este sentido fueron una de las causas por las que en 1766, y coincidiendo con una grave crisis de subsistencias, se sita la creacin de nuevos capitulares: diputados y sndico personero del comn. Estos cargos, elegidos por el vecindario, tenan v oz y voto en los cabildos sobre todo lo referente a los abastos, y su creacin obedeci a un intento de la administracin central de controlar ms de cerca a las oligarquas locales. En una villa de seoro como Elda, la manera de conseguir que el control no saliese de un crculo de intereses, estaba asegurada por la forma de acceder a los oficios municipales: los cargos salientes proponan al conde los candidatos para sucederles, aunque esta frmula estaba tamizada por la eleccin que deba efectuar el seor y por ciertas condiciones legales tendentes a impedir el acceso a los cargos a familiares de los cesantes. Ya en 1719, don Francisco Mara Spnola, gobernador y capitn general del reino de V alencia, dispona que no fueran propuestos: (...) para empleos de oficios de concejo () parientes en los grados prevenidos por derecho, grados que un decreto del Real Acuerdo de Valencia con fecha 3 de octubre de 1748 concret como padres, hijos, hermanos, primos hermanos, suegros, cuados o concuados; pero las constantes denuncias de su conculcacin demuestran hasta qu punto estaba arraigada esta prctica; la trama familiar y de intereses es tan fuerte que lograr mantenerse a pesar de los intentos de la condesa que, en su propsito de romper la estructura de poder, consigui del Consejo de Castilla el procedimiento de insaculacin para la renovacin de los oficios municipales en 1790. La existencia de una oligarqua local es un hecho observable con slo echar un vistazo sobre la frecuencia con que determinadas familias ocupan los cargos municipales durante un periodo de tiempo que abarca unos aos antes y unos aos despus del cambio legal que supuso la Nueva Planta de 1707. Algunos de estos apellidos pertenecen a familias que, como Sempere, Guarinos, Amat, Vera y Aguado, ya encontramos entre los veintinueve establiments de nuevos pobladores en 1612. En 1771 vuelven a aparecer Sempere, Guarinos, Amat, Vera y el vnculo de Li- 241El gobierno municipal de Elda en poca Moderna Cer207mica de T re entan di la 216poca. Escudo de la villa de Elda se Jo s216 Montesinos (s. XVIII). De Las excelencias y fundaci227n de la mu oble y f Elda, su parroquial iglesia, er otras cosas , Elda, 1997. nares como propietarios de tierras en las mejores partidas de Elda.El dominio que estas familias ejercen sobre el gobierno municipal, evidentemente derivado de su posicin econmica como grandes propietarios, permanece al margen de las variaciones polticas del reino, incluido el traumtico cambio de dinasta tras una sangrienta guerra civil. No tenemos ms que observar cuatro momentos significativos y comparar los componentes del organismo poltico municipal: ltimo Consellforal (sep. 1707 marzo 1708): Amat, Crespo, Bernab, Guarinos, Vera. Primer Ayuntamiento borbnico nombrado durante la ocupacin militar (1709): Bernab, Juan, Amat, Pay, Guarinos. Primer Ayuntamiento nombrado por el poder civil (1710): Bernab, Chico, Cerdn, Grau, Amat. A yuntamiento nombrado por el conde tras su restitucin como titular del condado (1725): Juan, Vidal, Vidal, Bernab, Juan. V emos como se repiten Bernab (4 v eces), Amat (3), Juan (2), Guarinos (2), familias que encontramos en el cuadro superior ocupando regiduras 24, 22, 29, y 25 veces respectivamente, y q ue, junto con Sempere y Crespo, tienen prcticamente monopolizado el A yuntamiento. Eso sin contar las relaciones familiares que deban existir entre estos y los dems; como ejemplo, tenemos a Gabriel Amat de Cerdn, Juan Garca de Cerdn, Pascual Bernab de Amat, Antonio Juan de Vidal, nombres que nos indican el grado de parentesco existente entre miembros de la corporacin. A modo de hiptesis, se puede apuntar que, dado el escaso nmero de vecinos de la villa por estas f echas, entre 441 y 462, los mismos apellidos perteneciesen a la misma familia en mayor o menos grado de proximidad. A lo largo del siglo estos apellidos se encuentran relacionados entre s constituyendo un verdadero entramado familiar: Bernab y Guarinos, Bernab y Amat, Amat y Guarinos, Amat y Sempere, Amat y Maestre, Amat y Rico, Amat y Amat, Amat y Roque, Amat y Juan, Sempere y Juan, Sempere y Amat, Guarinos y Amat, Guarinos y Bernab, Guarinos y Sempere, Juan y Juan, Juan y Tormo, Juan y Maestre, Juan y Rico, Juan y Maestre, Linares y Sempere, Rico y Amat, Maestre y Guarinos. Como conclusin podramos decir q ue esta pequea oligarqua rural pudo f ormarse gracias a las especiales caractersticas de la enfiteusis valenciana, rgimen contractual que se origin con la Carta Puebla y que, al permitir que el dominio til de la tierra pasase de pa- 242HISTORIA DE ELDA VECES QUE OCUP FA MILIA Aguado 3-3 Ama 71522 Berna 112 Burgue226o 2-2 Candell 527 Castell227 3-3 Cer 358 Cr 9312 Chico 426 Gar 112 Grau 325 Guarinos 141125 Ju 292 Na -11 Pa -11 Ri 1-1 Rico 6-6 Ruiz 2-2 Semper 6814 To -22 Ve 123 Vidal 347 dres a hijos termin consolidando una clase de pequeos terratenientes u oligarqua local que controlaba la principal fuente de riqueza, el agua, a travs del sistema de cabeceras, y el poder municipal gracias al sistema de ternas propuestas por ellos mismos al conde y q ue les permita la perpetuacin en los cargos, bien personalmente, bien a travs de amigos o familiares. Cmo fueron las relaciones entre esta oligarqua y el seor en la poca que nos ocupa Con la nueva organizacin borbnica los seores haban dejado de tener significacin poltica; administran sus territorios y ejercen una jurisdiccin intermedia entre el rey y los vasallos, bien personalmente, bien por medio de representantes nombrados y pagados por l: alcaldes mayores, procuradores y colectores de los derechos dominicales. En cuanto al gobierno municipal, el seor sigue disfrutando del derecho de eleccin de los cargos propuestos por los salientes. Es fcil deducir que quienes constituyen el poder fctico del municipio son los representantes del seor y quienes representan al vecindario, siendo de lo ms lgico que se produjeran situaciones de conf licto entre ambas partes. Ya en el siglo XVII numerosas cuestiones entre villa y seor tuvieron que ser resueltas mediante sentencia dict ada por los tribunales. Se trata fundamentalmente de pleitos conocidos como proceso de la seora directa y proceso de los diezmos, tambin conocido como de tierras de natural, relacionados con los derechos sobre la tierra, cobro de censos, percepcin de diezmos, etc., y que se resolvieron con la concordia de 1684 firmada por el conde de Elda y el representante de la villa, en la cual ambas partes renunciaban a seguir pleiteando, el seor ceda en gran parte de sus pretensiones y la villa se comprometa a construir una pantano a sus expensas. Bien entrado el siglo XVIII, las tensas relaciones se enmarcan en la coyuntura desfavorable de los momentos en que mayor era el precio del trigo y se corresponden con una actitud antiseorial generalizada. La raz de los pleitos hay que buscarla en la poca aceptacin que entre los vasallos tenan los monopolios seoriales, sobre todo los hornos, molinos y almazaras, es decir, aquellos relacionados con los aspectos econmicos ms importantes. La frmula habitual que tena el seor de hacer efectivas sus rentas era a travs del arriendo a particulares de sus derechos seoriales. Esta prctica se efectuaba mediante subasta y se adjudicaba al mejor postor, a quien se le entregaba la correspondiente escritura en la que se haca constar la cuanta y la duracin del arriendo. A cambio, el arrendatario se comprometa a hacer efectivos al seor los pagos acordados en dos plazos anuales, a pagar las cantidades destinadas al subsidio, los diezmos y el cuatro por ciento (impuestos), los salarios de los empleados seoriales, las cantidades destinadas al hospital, convento y clero de la iglesia. Tambin se comprometa a no pedir rebaja en el precio del arriendo si por cualquier circunstancia se produjese escasez de cosecha. A este respecto hay constancia de q uejas de los cosecheros de aceite sobre el funcionamiento de las almazaras seoriales, monopolio del conde, en el sentido de que haba que apretar ms la aceituna con el fin de conseguir ms aceite. Quizs por esto comenzaron a utilizarse almazaras particulares. En 1773 se entabl un pleito en la Audiencia cuya sentencia concedi a los v ecinos la franquicia de tener almazara, pero con la condicin de que slo se usara para usos propios. Otro tanto pas con los hornos de cocer pan. Con todo, al serles prohibido utilizar las instalaciones con fines de lucro, sus propietarios terminaron vendindolas al conde. En septiembre de 1786 el marqus de Villena, marido de la condesa de Elda, interpuso un pleito a los cultivadores de camo de Elda. Este cultivo serva para confeccionar alpargatas, capazos, cuerdas, cofines, objetos de uso personal y de trabajo, y era la materia prima de los telares de lienzo. Los labradores se negaron a entregar al colector de los derechos dominicales la parte correspondiente de la cosecha alegando que lo necesitaban para uso personal. Tambin el marqus peda q ue la particin se hiciera en los mismos campos de cultivo y no en la casa de los cosecheros, como stos pretendan y que ocasionaba ocultaciones en perjuicio del seor. La sentencia de la A udiencia fue favorable al marqus. 243El gobierno municipal de Elda en poca Moderna Pero el pleito de calado ms profundo fue el que enfrent a la villa con la condesa de Elda por el control municipal. Su gnesis y desarrollo nos ha permitido observar de cerca los mtodos utilizados por el alcalde mayor para servir a los intereses de su seora, que no fueron otros que la concesin de la insaculacin para proveer los oficios municipales y romper as el sistema de propuesta, con el consiguiente reforzamiento del poder seorial. Debido a la dispersin territorial de sus estados, el seor suele delegar sus funciones en el alcalde mayor, figura procedente de la administracin castellana e implantada en las tierras de la Corona de Aragn como consecuencia de la aplicacin de los Decretos de Nueva Planta. Este funcionario era un letrado al servicio de la administracin y el cargo representaba un peldao ms en la carrera burocrtica. Sus funciones eran fundamentalmente el control de las corporaciones locales, el mantenimiento del orden y v elar por los intereses seoriales, an cuando tuviesen que emplear mtodos poco ortodoxos. El objetivo ltimo era la sujecin del territorio al orden y a la autoridad legtima y a este respecto hay que decir que el respaldo de las autoridades superiores, Audiencia y Consejo de Castilla, al corregidor y a los alcaldes mayores era norma cuando se enfrentaban a los regidores, pues desautorizar cualquier tipo de autoridad iba contra los presupuestos de jerarqua que informaban la estructura de poder en el estado borbnico. En el origen del problema eldense estaba el cambio de titularidad en el seoro del condado: Juan Bautista Centurin y Velasco, X conde de Elda, muri el 10 de diciembre de 1785 despus de haber ostentado la titularidad del condado nicamente durante dos aos. Le sucedi su hermana Mara Luisa Centurin y Velasco, XI condesa de Elda. La nueva seora, marquesa consorte de Villena, y sobre todo su marido, un noble castellano, no estaban acostumbrados al tipo de relaciones que tenan los vasallos eldenses con sus seores. Se trataba de dejar bien asentado el poder seorial. El instrumento ser el alcalde mayor, don Gernimo Sirvent y Vicua, cuyas acciones se encaminaron a provocar el proceso que desemboc en la insaculacin. Pleito de insaculacin Los primeros roces comenzaron en febrero de 1787, cuando en un acto religioso, el alcalde mayor cedi su sitio en la iglesia de Santa Ana al procurador de la marquesa, Manuel Sempere y Guarinos, y luego intent desplazar del suyo al alcalde ordinario. Este hecho, aparentemente balad, debi ser la gota que colm un vaso lleno de malas relaciones, ya que el alcalde ordinario llev el caso ante la Audiencia al considerar que tal hecho era un desaire y menoscababa su jurisdiccin. La Audiencia se pronunci a travs de un Decreto que ordenaba al alcalde mayor respetar la costumbre de q ue el sitio de presidencia corresponda al alcalde ordinario de la villa. Tanto el alcalde mayor como el Ayuntamiento en pleno fueron informados del Decreto y se acord incluirlo en la Mano de Cabildos para que en lo sucesivo, fuera quien fuese el alcalde mayo r, lo tuviera presente. A partir de este momento se desencadena una serie de roces y enfrent amientos entre los representantes de la marquesa de Villena, a la sazn seora jurisdiccional de Elda, y parte de la peq uea oligarqua local, que ponen al descubierto la pugna por controlar la gestin municipal. 244HISTORIA DE ELDA Fa chada del antiguo Ayuntamiento de Elda (Ar del Museo ArMunicipal de Elda). El asunto se centr el derecho del A yuntamiento saliente a proponer las ternas de entre las que la condesa elegira los cargos entrantes. A pesar de varias sentencias favorables a las posturas municipales por parte de la Audiencia de Valencia, los enfrentamientos derivaron en la divisin del pueblo e incluso se produjeron incidentes de orden pblico, lo que motiv la intervencin de instancias superiores: el gobernador militar y poltico de Orihuela orden suspender las propuestas hasta que lleg la resolucin del Supremo Consejo de Castilla que dispona el mtodo de insaculacin para proveer los cargos municipales, ante lo cual, el alcalde mayor de Orihuela, D. Antonio Maci de Areny, abogado de los Reales Consejos, regidor perpetuo de la villa de Talar en el principado de Catalua, teniente de corregidor y alcalde mayor por Su Majestad de la ciudad de Orihuela, juez subdelegado de los Psitos de la misma y su partido, y comisionado por el Real y Supremo Consejo de Castilla para formar insaculacin en esta dicha villa de Elda (...) teniendo presente los informes del ayuntamiento, como las deposiciones de los hombres provectos de esta villa a consulta de personas imparciales y timoratas, como igualmente el hasiento de haciendas de cada uno, procedi a elegir a treinta y dos v ecinos, a los que destin a la bolsa de alcaldes ordinarios; a cincuenta y tres para la segunda bolsa de regidores may ores y sndicos; a cuarenta y nueve para la tercera bolsa de regidores segundos, terceros y cuartos; y por ltimo, a treinta para la cuarta bolsa de alcaldes de la Hermandad y alguaciles mayores. El procedimiento fue el siguiente: los nombres de todos ellos fueron escritos en tarjetas de pergamino, numeradas, dobladas e introducidas en terhuelos de madera que a su vez se colocaron en las bolsas respectivas. T odo el conjunto fue introducido en un arca que, cerrada con tres llaves, se mand guardar en el Ayuntamiento. U na llave se entreg al alcalde ordinario, otra al regidor decano y la tercera al sndico procurador general. La extraccin la efectu un nio en pupilar hedad, Antonio Moreno, de cinco aos, quien, despus de contestar correctamente a las preguntas q ue se le hicieron de la doctrina christiana , y de revolver bien el contenido de los sacos, extrajo de cada bolsa las tarjetas correspondientes a los cargos municipales. El proceso se llev a cabo, aunque no faltaron los correspondientes incidentes, altercados, alegaciones e impugnaciones, como la que presentaron los Diputados y Sndico del Comn contra el funcionario encargado del procedimiento, al que acusaron de imparcialidad, abuso de poder, amenazas al escribano del Ayuntamiento, prohibicin al personero de asistir a los actos, utilizacin de los servicios del escribano de Petrer en detrimento del de Elda; de no haber insaculado a personas ms aptas, de haber impedido la actuacin del sndico en el momento de la insaculacin bajo multa de doscientas libras, as como de negarle la certificacin correspondiente a sus reclamaciones; de no permitirle hablar bajo multa de cincuenta libras ni de dirigirse a l en ningn trmino bajo amenaza de prenderle; de mandar insacular en la bolsa de alcalde a partidarios de la marquesa, algunos sin ninguna aptitud para el cargo, otros procesados por causa criminal, otros administradores de Rentas Reales, como el administrador de Correos, el interv entor, el administrador de la Real Lotera y Estancos de Municiones, otros a sueldo del seor jurisdiccional, como el apoderado general, y la mayora deudores del Psito; de insacular en la misma bolsa a ocho sujetos de una misma familia: padre, dos hijos, dos yernos, hermano y dos consuegros; de haber dejado fuera a las mejores y ms principales personas de la villa; del poco tiempo empleado en valorar los mritos de los candidatos y de que slo se tuvieron en cuenta los informes de los funcionarios, de sus parientes y de sus amigos. Por ltimo, los reclamantes acusaban al comisionado y a sus seguidores de alardear pblicamente de conseguir el permiso real para cobrar los derechos de la comisin de los fondos de propios y arbitrios municipales, est ando dichos fondos destinados por R eales rdenes al pago de los acreedores de la villa. Por todo ello rogaron a la Audiencia que recusara al juez comisionado y diera por nulo todo el acto de la insaculacin. 245El gobierno municipal de Elda en poca Moderna La Audiencia curs informe de las reclamaciones al Supremo Consejo, q uien a su vez desvi el asunto de los impedimentos a la Audiencia. A juzgar por los libros de cabildos posteriores a la insaculacin, raro fue el ao en q ue no se presentaban recursos por encontrarse parentescos entre los salientes y los entrantes. Pero nunca se tuvieron en cuenta. Conclusin o fallo del Consejo El 5 de agosto de 1790 el Consejo de Castilla expidi una Real Provisin: Y visto todo por los de nuestro Consejo, teniendo presente lo representado en el asunto por el Doctor Don Agustn Vidal, alcalde ordinario de dicha villa de Elda, y lo expuesto por el nuestro Fiscal por Auto q ue proveyeron en 12 de junio prximo (entre otras cosas) se acord expedir esta nuestra carta, por la cual aprobamos las diligencias que ban insertas practicadas para la insaculacin y desinsaculacin de oficios de justicia de la villa de Elda, por el nuestro alcalde mayor de la ciudad de Orihuela. Y mandamos se pongan en posesin en primero de enero del ao prximo los electos por el dueo jurisdiccional, y que sobre las tachas legales que exponen los diputados y sndicos del comn de dicha villa, usen de su derecho sobre el particular en la nuestra Audiencia de Valencia. Y tambin mandamos que del caudal de propios y arbitrios de la misma villa, se satisfagan al comisionado las dietas que ha debengado hasta el da doce de Junio en que concluy su comisin, con las de otros tres das ms por razn de gastos de buelta y regreso a Orihuela, sin abonarle cantidad alguna por el auxilio de la tropa que dice lleb en su compaa. Y en su concurrencia, mandamos al nuestro governador, capitn general del Re yno de Valencia, presidente de la nuestra Audiencia de el regente y oydores de ella, justicia, ayuntamiento y junta de propios de la villa de Elda, y adems nuestros juezes, justicias, ministros y personas a quienes en q ualquier manera corresponda la observancia y cumplimiento de lo contenido en esta nuestra carta, que sindoles presentada, o con ella requeridos, la vean, guarden, cumplan y egecuten; y hagan guardar, cumplir y ejecutar en todo y por todo, segn y como en ella se contiene, sin contrabenirla ni permitir su contravencin en manera alguna. Que as es nuestra voluntad. Y que de esta nuestra carta se tome la razn en la cont adura general de propios y arvitrios del Reyno, para que conste en ella esta Resolucin. Dada en Madrid a cinco de Agosto de mil settecientos y noventa. Firmas de los seores del Consejo La insaculacin se practic en 1791, 1792, 1793, 1794, 1795, 1800, 1801, 1802 y 1803. 246HISTORIA DE ELDA Documento original del Pleito de insaculaci227n (1790) (Ar Hist227rico Municipal de Elda). La Guerra de Sucesin: de conf licto internacional a guerra civil Durante el reinado de Carlos II (1665-1700) la Monarqua hispnica se convirti en sujeto paciente de las ambiciones territoriales y mercantiles de las potencias europeas. La previsible falta de sucesin directa al trono espaol moviliz un juego de combinaciones diplomticas entre las potencias europeas q ue fueron plasmadas en distintos planes de reparto de la monarqua hispnica. La prematura muerte de Jos Fernando de Baviera, en 1698, el heredero que haba representado una opcin para la esperanza en la corte espaola cuando Carlos otorg testamento en su favor dos aos antes, volvi a poner en primer plano la cuestin sucesoria en la q ue se enfrentaran los derechos sucesorios alegados por el Archiduque Carlos de Austria y por Felipe dAnjou. En un intrincado ambiente de intrigas diplomticas y cortesanas en torno a las candidaturas de Viena y de Pars, Carlos II otorg finalmente testamento, el 2 de octubre de 1700, en favor de Felipe de Borbn. Para algunos grupos de la Corte la dinasta francesa no slo representaba la mejor opcin para garantizar la integridad territorial de la Monarqua sino tambin una esperanza de regeneracin frente a la decadenciade los ltimos Austrias espaoles. Establecido Felipe V en el trono, la estrecha sumisin de su gobierno a las directrices de su abuelo, la erosin de los privilegios del comercio ingls en Es- paa y sus colonias en beneficio de los franceses, la prctica incorporacin de los territorios italianos y de los Pases Bajos espaoles a la tutela francesa, la posibilidad de una reunin efectiva de ambas coronas despus de la muerte de Luis XIV determinaron finalmente la reaccin de los Aliados mediante la formacin de una nueva coalicin antifrancesa. La Gran Alianza de la Haya integrada en septiembre de 1701 por Inglaterra, Holanda y Austria fue completada, en 1703, con la incorporacin de Portugal, Saboya y algunos prncipes imperiales. Las campaas militares de mayor relieve contra la Francia de Luis XIV tuvieron lugar en los frentes europeos, mientras que las operaciones de guerra en el territorio peninsular fueron se- 247 La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) JESSPRADELLSNADAL Universidad de Alicante 15 Retra cundarias hasta 1705. En 1702 fracasaba un ataque de la armada inglesa a Cdiz, pero se produjo un desembarco en el Puerto de Santa Mara. Poco despus fue interceptada en Vigo parte de la f lota procedente de Amrica. El territorio peninsular se convirti en un escenario directo de la guerra en la primavera de 1704 con la llegada del Archiduque Carlos y los primeros contingentes de tropas aliadas a Portugal, el territorio que deba de servir de base para la ofensiva militar sobre Castilla. Con la asistencia militar francesa la primera campaa militar borbnica se centr en el frente portugus sin lograr consolidar los avances iniciales. Por el contrario, la superioridad naval anglo-holandesa permiti a los Aliados desarrollar tambin operaciones de acoso en las costas del Mediterrneo. Barcelona fue bombardeada por primera vez el 30 de mayo de 1704. En agosto de ese mismo ao fue capturada la posicin de Gibraltar, y poco despus las f lotas francesa y aliada se enfrentaban en las costas de Mlaga. En la campaa de 1705, adems de en la frontera portuguesa, los principales recursos militares de que dispona F elipe V se concentraron inicialmente en la proteccin de Cdiz y en el intento de recuperar Gibraltar, pero la resistencia que los Aliados encontraron para entrar en Castilla desde Portugal fue compensada con la apertura de un segundo frente en el Mediterrneo. El Marq us de San Felipe ref lejaba en sus Comentarios de la guerra de Espaa las distintas opiniones acerca del mejor modo de conducir la guerra para afirmar a Carlos en el trono. El prncipe Jorge de Hesse dArmstad, que haba sido virrey en Catalua, defendi la oportunidad de ir contra Barcelona, donde, segn manifestaba, Carlos era esperado con ansia, y exista una conjura de la mayor parte de los nobles y ciudadanos sostenidos por las casas de Centellas y Pinos, esclarecidas y autorizadas en aquel principado. La comarca de Vic estaba ya sublevada y el impopular virrey Velasco contaba con poca tropa. Por otra parte, los reinos de Aragn y Valencia se haban adherido al deseo de cambiar de dominio, pues los eclesisticos, con la excepcin de los jesuitas, estaban por la casa de Austria. Por el contrario, el Almirante de Castilla, defendi la conveniencia de centrar las operaciones sobre Andaluca, llave de Amrica y su comercio, porque nunca obedecera Castilla a rey que entrase por Aragn . El 26 de julio de 1705 la armada aliada zarp de Portugal con el Archiduque Carlos a bordo. Despus de refor zar la guarnicin de Gibraltar, alardear en Alicante el 9 de agosto y desembarcar al agente austracista Francisco Garca de vila en Altea, la armada prosigui ruta hasta Barcelona donde arrib el 22 de agosto. El 13 de septiembre era capturada la fortaleza de Monjuic, y el 9 de octubre Barcelona capitulaba ante Carlos III. La Guerra de Sucesin en Va lencia Cuando Felipe V accedi al trono lo hizo de acuerdo con los requerimientos constitucionales de los reinos. En 1701 fue reconocido por las Cortes Castellanas y, en 1702, se celebraron las de Catalua y Aragn. Slo las que deban de celebrarse en Valencia queda- 248HISTORIA DE ELDA Desembar Car Luis XIV pr Retra ron pospuestas por el viaje del nuevo monarca a los territorios italianos. Desde la proclamacin del Archiduque en Viena, en septiembre de 1703, y particularmente desde que comenzaron los alardes de la armada aliada en la costa mediterrnea, aumentaron las preocupaciones del virrey de Valencia, marq us de Villagarca, por el incremento de las manifestaciones favorables a la dinasta austriaca, especialmente por parte de algunos miembros del clero. A pesar de gozar en teora de una amplia autoridad, la capacidad efectiva del virrey sobre los recursos militares del reino era limitada y requera de la colaboracin de los Estamentos. Hasta 1705 los principales esfuerzos se haban concentrado en procurar mantener prevenido el resguardo de la costa frente a las posibles acciones de la Armada Aliada, reprimir algunas de las ms llamativas manifestaciones a favor del Archiduque y en levantar los tercios de acuerdo con los requerimientos del Gobierno y las leyes del reino. El ltimo tercio formado en Valencia fue destinado a la def ensa de Cdiz y las operaciones contra Gibraltar en 1705. La aparicin de la Armada de los Aliados en Altea, el 10 de agosto de 1705, represent el inicio de lo que el P. Miana denomin la guerra campesina de Valencia. La intervencin de los Aliados actu como un catalizador de un amplio conjunto de tensiones sociales que se manifestaron en forma de conf licto civil. La sublevacin del campesinado de La Marina se extendi rpidamente por las comarcas de La Ribera y La Safor, y cuatro meses despus capitulaba la ciudad de Valencia. El P. Jos Manuel Miana describa cmo despus del pronunciamiento de Altea, y de la cada de Denia en agosto de 1705, empez a cundir y extenderse la rebelin. Las acciones represivas llevadas a cabo por las tropas borbnicas, comandadas por Luis de Ziga, en el entorno de Denia quedaron desbaratadas por la defeccin del coronel Rafael Nebot, el 9 de diciembre, lo que permiti el rpido progreso de los sublevados hasta V alencia, que prcticamente indefensa, capitul ante el general Basset el 16 de diciembre. El rpido derrumbamiento de la autoridad borbnica en gran parte del territorio valenciano ha sido explicado como una conjuncin de causas de di- v ersa naturaleza. Las consignas populistas realizadas por los enviados del Archiduque, que ofrecieron promesas de liberacin de impuestos y cargas seoriales, se convirtieron en la bandera de enganche de las clases populares. Para el P. Miana otros elementos fueron la existencia de sentimientos xenfobos contra los franceses; la adhesin de parte del clero y de hombres de gran autoridad en los pueblos a la dinasta austriaca debido a la memoria del benigno gobierno de la Casa de Austria. Joan R egl y Carmen Prez Aparicio destacaban tambin, al igual que Vicns Vives en el caso de Catalua, los recelos ante el presumible absolutismo centralizador del gobierno borbnico frente a los ordenamientos forales de carcter pactista. En opinin de Henry Kamen la guerra civil valenciana fue precipitada por la interv encin militar de los Aliados y favorecida por las escasas tropas regulares borbnicas destinadas en Valencia debido a la prioridad concedida a la defensa de Andaluca y a la reconquista de Barcelona. 249La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) Fe lipe V en Madrid en 1701. Fe lipe V en Italia en 1701. El avance de la rebelin campesina encontr una fuerte resistencia a su expansin, en el norte en la plaza fuerte de Pescola, y en el sur en los lmites de las antiguas gobernaciones de Alicante y Orihuela, donde los pronunciamientos que tuvieron lugar antes del verano de 1706 fueron inicialmente reprimidos por la intervencin conjunta del marqus de Rafal y del obispo Belluga. Las noticias de los rpidos progresos de los sublevados poco antes de la capitulacin de Valencia pusieron en marcha los mecanismos tradicionales de auxilio recproco entre las poblaciones del sur del territorio valenciano. A finales del mes de diciembre las tropas comandadas por F rancisco Garca de vila fueron rechazadas en Xixona, que slo pudo ser tomada en una segunda operacin despus de que gran parte de su poblacin la abandonase para buscar refugio en Villena y Biar. La mayor parte de las poblaciones de la Hoya de Castalla permanecieron bajo el dominio de los partidarios de Felipe V, y en Biar fij su residencia el Arzobispo de Valencia, Antonio Folch de Cardona, quien no reconoci formalmente al Archiduque como soberano hasta 1710. Alicante, que haba sido sitiada por las fuerzas comandadas por Garca de Avila en los primeros das de enero de 1706, fue socorrida por las tropas reclutadas por el Gobernador de Orihuela, marq us de Rafal, y por las que acudieron desde Murcia a las rdenes del obispo Belluga. El 9 de enero de 1706 Rafal sofoc la agitacin de los austracistas en Crevillente, y dos das ms tarde asegur tambin Elche, antes de dirigirse a levantar el sitio de Alicante. Desde el 16 de enero las tropas del marqus de Rafal y del obispo Belluga desarrollaron por separado una activa campaa sobre San Juan, Busot, Muchamiel, Villafranq ueza, Agost, Monforte y Novelda, que haban acogido a los dispersos partidarios del Archiduque, antes de regresar a Orihuela el 26 de enero. El P. Miana, por su parte, ref lejaba la dureza con que se llev a cabo la reduccin del pronunciamiento austracista en Onteniente, una campaa. La difcil situacin de las poblaciones del Valle del Vinalop Hasta el verano de 1706 la mayor parte de las poblaciones del Valle del Vinalop comprendidas en el mbito de la gobernacin de Orihuela no vieron seriamente comprometida su alineacin en el bando borbnico, pero durante las campaas militares de 1706 y 1707 fueron desbordadas por la secuencia de acontecimientos derivados de las operaciones de los ejrcitos del Archiduque y de Felipe V. El fracaso de la ofensiva desencadenada en 1705 por los borbnicos para recuperar Barcelona represent un cambio favorable para las aspiraciones del Archiduque Carlos. En el verano de 1706 las tropas Aliadas avanzaron desde Portugal hasta las proximidades de Madrid. En Aragn, Zaragoza se pronunciaba a favor del Archiduque el 29 de junio, y los contingentes militares de los Aliados en V alencia se vieron reforzados para preparar la conquista de Alicante. La def eccin de Santa Cruz de los Manueles signific la proclamacin de Carlos III en Cartagena, mientras las tropas Aliadas a vanzaban ya sobre Alicante en la ltima semana de junio. Villena, al otro lado de la frontera con Castilla, que se haba convertido en el centro de las operacio- 250HISTORIA DE ELDA Ataque a Gibraltar en 1704. Jaime Rossell, Mar Palacio R nes de resistencia desarrolladas por Daniel Mahony con las escasas tropas disponibles, fue sitiada por los Aliados.A lo largo del mes de julio las tropas aliadas y las milicias austracistas se fueron adueando de Sax, Elda, Monvar, Monforte y Novelda antes de que el dest acamento de caballera de Rafael Nebot fuera bien acogido en Elche. El 24 de julio el marqus de Rafal reconoca tambin la soberana del Archiduque Carlos. Un conde austracista y un condado mayoritariamente borbnico Desde la declaracin de guerra de los Aliados la participacin de las poblaciones del condado de Elda discurri acorde con las obligaciones previstas en el ordenamiento foral y la costumbre. En 1703 la Generalitat reclam a las poblaciones las cantidades correspondientes para levantar y mantener el Tercio del reino, al que Elda deba contribuir con sesenta y cinco libras. El 7 de septiembre de ese mismo ao el marqus de Rafal, en su calidad de Gobernador, requera al Batlle y procurador general del condado, Antonio Valera, para que se aprestasen las milicias con armas y bandera. Desde entonces los milicianos de Elda y Petrer participaron en las diversas acciones llevadas a cabo por orden del virrey ante los alardes que las escuadras de los Aliados realizaron en la costa valenciana. Desafortunadamente, la escasa documentacin municipal que se ha conservado, y la falta de investigaciones especficas en los archivos nacionales han contribuido a consolidar la creencia de q ue las poblaciones de Elda, Petrer y del lugar de Salinas permanecieron fieles a la causa borbnica como reaccin al austracismo de su seor, Francisco Coloma, conde de Elda y Anna. Sin embargo, a pesar de los conflictos existentes entre los vasallos y su seor especialmente los referidos a la demarcacin de los lmites entre Elda y Petrer y los derivados del uso de las aguas del marquesado de Noguera, a los que se refiere con detalle el cronista Lamberto Amat un primer examen de la cronologa de los acontecimientos hace difcil mantener que la causa principal de la adhesin de la may or parte de la poblacin de Elda y Petrer a Felipe V estuviese originada en la oposicin de los vasallos a su seor, puesto q ue Francisco Coloma no abraz la causa austracista, al menos no lo hizo pblicamente, hasta el verano de 1706, una v ez reconducida la revuelta social desencadenada en la capital del reino. Las aspiraciones campesinas que animaron inicialmente la revuelta en gran parte del territorio valenciano se vieron pronto defraudadas. Con el nombramiento del conde de Cardona como virrey despus de la llegada de las tropas inglesas de Peterborouhg, las promesas de conceder franq uicias sobre las cargas seoriales que haban sido realizadas por Basset en nombre de Carlos III fueron expresamente rechazadas, el propio general Basset fue conducido a prisin, y se puso en prctica una poltica dirigida a atraer a la causa del Archiduque a las clases privilegiadas. Una poltica que fue especialmente activa durante el periodo en que V alencia se convirti en la corte del Archiduque, desde el 30 de septiembre de 1706 al 3 de marzo siguiente. El conde de Elda y Anna figura entre los aristcratas cuyos bienes fueron secuestrados por los austracistas durante el corto periodo en que el gobierno de la ciudad de Valencia estuvo en manos de Basset. Sin embargo, Francisco Coloma aparece ya en la amplia nmina de generales y oficiales que asistieron al Consejo de guerra que presidi el Archiduque en Guadalajara, el 10 de agosto de 1706, cuando todava se debata la conveniencia de retirar el ejrcito a Valencia o forzar su permanencia en Castilla. Luego, des- 251La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) Car Bombar 1705. de la llegada de Carlos a Valencia, el 30 de septiembre de 1706, el conde prest sus servicios en la Junta de Estado y Guerra, primero, y posteriormente en el Consejo y Junta de Guerra hasta 1711. No deja de resultar una paradoja que la grandeza de Espaa le fuese concedida el 26 de abril de 1707, un da despus de la batalla de Almansa. Hasta el verano de 1706, pues, es posible mantener la hiptesis de que, ms que una reaccin inicial de la poblacin contra el austracismo de Francisco Coloma, hubo otros factores que contribuyeron de manera ms inmediata a la fidelidad de gran parte de la poblacin de Elda y Petrer a la causa de F elipe V. En la antigua Gobernacin de Orihuela los primeros intentos de pronunciamiento en favor del Archiduque fueron reprimidos por la intervencin del gobernador, marqus de Rafal, y posteriormente por las escasas tropas de que pudo disponer el gobernador militar de Alicante, Daniel Mahony. Otro factor clave para la alineacin inicial de las poblaciones del Vinalop en el bando borbnico fue la proximidad de Villena y Sax, poblaciones entonces de Castilla, y de las tierras murcianas, desde las que su obispo desarroll una notable actividad antes de ser nombrado virrey y comandante general de Valencia y Murcia, en julio de 1706. El socorro de Alicante en enero de 1706 y la ya mencionada campaa de represin del austracismo desarrolladas por Belluga y Rafal contribuyeron de manera decisiva a mantener la autoridad de Felipe V en el sur del territorio valenciano. Las posiciones monolticas en fav or del Archiduque o de Felipe V no fueron una realidad en ninguna de las poblaciones del reino. A pesar de estar situadas en la zona ms alejada de los principales focos de la inf luencia austracista, y depender en lo militar de las directrices emanadas del virrey y comandante militar por medio del gobernador de Orihuela, se conocen algunos indicios puntuales de la existencia de partidarios de la causa del Archiduque en Elda. As, por ejemplo, segn narra el jesuita P. Lorenzo Lpez, despus de la sublevacin de La Marina, fueron encarcelados en Elda dos villanos que tuvieron la osada de fixar de noche un pasqun contra el Rey. Igualmente, segn relata Lamberto Amat, los habit antes de la calle de la Tripa siguieron el partido del Archiduque por haber seguido a Toms Sempere y Amat, hombre de bastante posicin, que viva en la referida calle y que, junto con su pariente, el marqus de Sanz, fueron declarados austracistas. El compromiso de las elites y las autoridades locales, el predicamento del clero, las fidelidades clientelares, el control ejercido por los gobernadores sobre el territorio y la presencia de fuerzas regulares aparecen con frecuencia como elementos esenciales en los pronunciamientos de las poblaciones en favor de F elipe V o de Carlos III. No obstante, la documentacin disponible permite afirmar que en Elda y Petrer la opcin austracista fue minoritaria. El propio P. Lpez resaltaba la fidelidad de la mayor parte de la poblacin a Felipe V hasta su conquista por las tropas inglesas en el verano de 1706. A pesar de existir algunos signos de divisin interna, sobre otras poblaciones del Reino escriba el cronista jesuita se esmer Elda, que continu las rogativas desde el [mes de] octubre [de 1705] hasta el julio siguiente. Y no es para dexar en silencio lo que el da 14 de octubre sucedi en la parroquia, expuesto el Sacramento, y concurriendo a la funcin el clero, los religiosos, y todo el pueblo. Predic el retor, y probando, q ue era pecado grave desear, que el seor Archiduque reinase en Espaa, en alta voz dixo un religioso, que el retor estaba borracho, y se desboc contra l en dicterios y contumelias. Alborotse el auditorio. Hicieron callar al fraile con ame- 252HISTORIA DE ELDA Retra Peterbor nazas; formole proceso el Obispo, le quit las licencias de confesar, y par todo el castigo en desterrarle a otra parte, donde pudiera desvergonzarse sin ningn temor.El prroco de Elda, el doctor Jos Maestre, se caracteriz, pues, como uno de los agentes ms decididos de la causa borbnica, por lo que, despus de la entrada de las tropas inglesas en Elda, en julio de 1706, fue desterrado de la poblacin junto con otros miembros del clero, y sustituido por el Dr. Juan Vera, vicario de la parroquia de Monvar, hasta q ue regres a principios de octubre de ese mismo ao, la primera vez que la poblacin fue recuperada por las armas borbnicas. Ms tarde, despus de la bat alla de Almansa, don Jos Maestre fue el encargado de acudir a la Corte para representar la fidelidad y los servicios prest ados por Elda a Felipe V durante la contienda. Entre las armas de austracistas y borbnicos La noticia de la entrada de Basset en V alencia el 16 de diciembre de 1705 represent un momento de tensin especial para las poblaciones del condado. En Elda se decidi prepararse para la defe nsa, y las investigaciones de Vicente Prez Medina han puesto de manifiesto q ue en el Consell general convocado en Pe trer el 18 de diciembre, a pesar de cont ar con una reducida participacin, se trat acerca de la conducta que se deba seguir en el caso de ser amenazada la poblacin por los rebeldes. Adems de la sujecin a la autoridad q ue representaban los gobernadores de Orihuela y de Alicante, tambin funcionaron los mecanismos tradicionales de confederacin y auxilio mutuo entre las poblaciones vecinas, que se plasm en la formacin de la denominada Unin de Castalla , en las que, adems de Elda, Castalla, Onil, Ibi, Tibi, Banyeres, Biar y Monvar se comprometan en su def ensa mutua y en favor de Felipe V. Durante los meses siguientes se mantuvieron tambin muy activas las milicias de Villena, Sax y Yecla. Hasta que los ingleses entraron por primera vez en Elda en julio de 1706, segn los datos recopilados por Lamberto Amat y por Navarro Pastor a partir de las escasas fuentes locales disponibles, los milicianos del condado ha- ban participado en las principales acciones militares llevadas a cabo por los borbnicos. En enero de 1706 estuvieron presentes, bajo el mando de Rafal, en el socorro de Elche, y posteriormente en el de Alicante. Ms tarde en la defensa de Fuente la Higuera frente a las tropas de N ebot hasta que finalmente se entreg la poblacin; en la conquista de Onteniente, y en la custodia de Villena y Jijona. A finales de marzo de 1706, el mariscal Mahony, despus de haber refo rzado la guarnicin de Alicante, inst al su cuartel general en Villena, en la q ue, de acuerdo con el Obispo de Cart agena, comenz a reclutar y aprovisionar fuerzas con idea de marchar con ellas a Valencia. El mariscal irlands exigi al marqus de Rafal el cumplimiento de las rdenes recibidas del Secretario de Guerra, marqus de Grimaldo, para q ue con las fuerzas disponibles se dirigiese a Villena. Una orden que signif icaba desguarnecer por completo Orihuela, y que el marqus se mostr poco dispuesto a cumplir, alegando los preceptos forales y los privilegios de la ciudad. La presencia de fuerzas regulares, por modestas que fuesen, result tambin decisiva a la hora de mantener las fidelidades polticas. En el mismo mes de marzo de 1706 const an en los libros de Clavera de Elda los abonos realizados a tres capitanes q ue, de orden de Mahony, el gobernador militar de Alicante, dirigieron las disposiciones de fortificacin y defen- 253La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) Ba Balaca. sa de la villa. As, pues, el control de las milicias formadas en las poblaciones del Vinalop qued bajo el bastn del mariscal Mahony, y Navarro Pastor recoge su participacin en la guarnicin de Baeres, desde el 29 de abril al 30 de mayo. Un escuadrn de dragones abandon la poblacin poco antes de la entrada de las tropas inglesas en Elda. Hasta ese momento los efectos de la guerra se haban dejado sentir fundamentalmente en los gastos ocasionados por las contribuciones militares y el mantenimiento de los milicianos, pero con el avance de las tropas aliadas del mando de Peterborough, la regin se convertira tambin en un escenario directo de la guerra. El repliegue de los Aliados y la batalla de Almansa Los inicios de la campaa militar de 1706 estuvieron protagonizados por un doble avance de los ejrcitos que apoyaban al Archiduque Carlos. Desde Por tugal el ejrcito comandado por Das Minas y Galway penetr en Castilla hasta alcanzar las inmediaciones de Madrid, que fue abandonado por Felipe V en el mes de junio. El grueso del ejrcito del Archiduque permaneci acampado en las inmediaciones de Guadalajara y las primeras tropas aliadas entraron en Madrid el 25 de julio. En Aragn, la ciudad de Zaragoza haba reconocido a Carlos III el 29 de junio, y la accin conjunta de las tropas y de la Armada inglesa en las costas del Mediterrneo permiti consolidar la autoridad de Carlos III en la mayor parte del sur del territorio valenciano. Mientras tanto escribe Pardo y Manuel de Villena ya haban salido de V alencia las tropas del Archiduque, y despus de algunos pequeos encuentros con los dragones que haba dest acado de Alicante Mahony, se haban apoderado de Elda, Monvar, Monfor te y otros lugares, ocupando sin resistencia, el da 16 de julio, la Villa de Nov elda, desde donde el destacamento de caballera de Rafel Nebot pas a Elche, facilitando el pronunciamiento de la ciudad. All acudi tambin el marqus de Rafal a tratar acerca de la adhesin de Orihuela. No son muchos los testimonios de que disponemos acerca de este periodo de la historia de Elda. Segn Na- varro Pastor, los austracistas llevaron a cabo algunas incursiones sobre la poblacin, en julio de 1706, en busca de provisiones, pero no llegaron a ocuparla de manera efectiva hasta el 9 de agosto. Segn la narracin del P. Lorenzo Lpez, las tropas enviadas por Pe terborough llegaron a Elda, que se resinti un poco, y passando algunas horas para tratar de la capitulacin, se cans el Brigadier Ingls, y mand entrar espada en mano: executaron muchos desrdenes, dieron de palos a los del gobierno, robaron las armas, que pudieron, saquearon de la ropa, y se llevaron ochenta cabalgaduras. Despedaz la furia de los Ingleses muchas imgenes de Christo y de los Santos, y hicieron otras insolencias. Reducida a la obediencia pasaron luego a Nov elda, donde, segn el cronista jesuita, fueron bien recibidas. Navarro Pastor recoge tambin los nombres de las nuevas autoridades, designadas entre los adeptos a la causa austracista. Pedro Juan, Bonifacio Vidal, Antonio Juan y Vicente Guarinos-fueron nombrados Jurados, mientras Alonso Garca Menor ejerci el cargo de Clavario. Los ms destacados partidarios de Felipe V abandonaron la ciudad o fueron desterrados y se llevaron a cabo las imposiciones y requisas necesarias para el abasto de las tropas. Por su parte Prez Medina refiere q ue, ante el avance austracista, en el Consell general de Petrer se trat, el 13 de julio de 1706, acerca de la reciente rendicin de Sax, y aunque se acord resistir o tratar de conseguir una capitulacin honrosa si la poblacin fuese atacada por un enemigo muy superior, fueron los coroneles Corb y Aurelio, que mandaban una partida de dragones, q uienes aconsejaron la rendicin de la poblacin ante la falta de guarnicin suficiente y tratarse de poblaciones abiert as. Desde entonces y hasta la batalla de Almansa las operaciones militares de ambos bandos marcaron la pauta de los acontecimientos en las poblaciones del Va lle del Vinalop por encima de cualesquiera otras consideraciones. Para Elda, como para otras muchas localidades valencianas, el verdadero drama fue q uedar en una situacin fronteriza entre dos ejrcitos y sufrir alternativamente los requerimientos y requisas de abastos para el mantenimiento de las tropas de 254HISTORIA DE ELDA ambos bandos. Una circunstancia que quedara ref lejada en una conocida composicin popular: Els botiflers y maulets, b nos ferem la tirana, uns, esquilant.nos del tot, i altres, venent-nos la llana En los ltimos das del mes de julio los Aliados comenzaron las operaciones q ue culminaron con la conquista de Alicante. La Armada comenz el bombardeo de la plaza el 31 de julio, y el asalto de la ciudad se produjo el 8 de agosto, aunque la fortaleza no capitul finalmente hasta el 7 de septiembre. Mientras t anto las tropas aliadas afirmaron su dominio en la mayor parte del sur del territorio valenciano. El 7 de julio los aliados pusieron sitio a Villena, aunque sin llegar a rendir su castillo. Pocos das ms tar de, el 12 de julio, el brigadier Georges saqueaba Sax. El 24 de julio, el nuevo virrey de Valencia, el obispo Belluga, resuma la situacin militar en los trminos siguientes: Lo que ocurre digno de la real noticia de SM es que habiendo las tropas enemigas levantado el sitio de Villena y rendido al paso la villa de Sax, lugar de mi dicesis, la de Elda, Novelda, Monvar, Monforte, Aspe, Agost y Crevillente, todas lugares abiertos i del R eino de Valencia, termin en Elche (avindose dos das antes salido el Seor Obispo y pasdose a Jumilla, lugar de mi dicesis), quien dio la obediencia y donde pas in continenti el Marqus de Rafal a solicitar que los enemigos viniese a Orihuela y de all a Murcia, como por varias cartas lo ava instado. La restauracin de la autoridad de F elipe V en el territorio valenciano pas a depender de las armas de Berwick. La ofensiva desencadenada por los aliados en Castilla no logr el objetivo de sentar a Carlos III en el trono. Cuando el Archiduque se incorpor al ejrcito Aliado en Guadalajara, el 8 de agosto, despus de haber permanecido algn tiempo en Zaragoza, la situacin militar haba cambiado. Felipe V haba recibido un importante socorro de tropas francesas, cifrado en 12.000 hombres, comandadas por el duque de Berwick, con el que fue posible romper las comunicaciones entre el ejrcito aliado y sus bases portuguesas. La impopularidad de los Aliados en Castilla, las dificultades que encontraron para el abastecimiento del ejrcito y la creciente presin ejercida por el ejrcito borbnico comandado por Berwick llev finalmente al mando Aliado a adoptar la decisin de retirarse hasta Valencia. Una retirada que qued prcticamente completada en el mes de septiembre. El Archiduque lleg a Valencia el da 30 de octubre, y permaneci en la ciudad hasta el mes de marzo de 1707, en que decidi ir a Barcelona. El ejrcito de Berwick haba avanzado al comps de la retirada de los Aliados. Un destacamento borbnico reconquist Cuenca el 8 de octubre de 1706, que haba sido utilizada por el ejrcito Aliado como depsito para gran parte de sus bagajes de guerra. Tres das antes, el 5 de octubre, las tropas borbnicas del mariscal Medinilla haban entrado en Elda, a la que impuso un tributo de rescate de 590 doblones. La poblacin qued al mando del comandante Domingo Rogere, que se encarg de prevenir la defensa mediante la construccin de un muro. El da 15 las tropas del obispo virrey Belluga recuperaban Orihuela. El da 21 Berwick conquistaba Elche, y en noviembre era recuperada Cartagena. No era ya tiempo para la estacin para la guerra, escriba el marqus de San F elipepero no se dio en toda Espaa cuarteles de invierno a las tropas . Prcticamente finalizada la campaa de 1706 F elipe V haba recuperado Castilla, Murcia y el sur del reino de Valencia, mientras Aragn y Catalua continuaban en poder de los Aliados. El abastecimiento de las tropas se plante como una necesidad prioritaria por ambos bandos, sin embargo, los Aliados estaban en inferioridad de condiciones. Desde el acantonamiento de los Aliados en Valencia el problema de conseguir provisiones para el ejrcito ocup la mayor parte de la atencin de las deliberaciones del Consejo de Guerra del Archiduque, segn han puesto de relieve los minuciosos estudios de Virginia Len. La primera sesin se celebr el 30 de octubre, en el que se plante una vez ms la superioridad de la caballera borbnica, el problema de la falta de caballos y de la perentoria necesidad de adq uirir cebadas en Aragn, Castilla y Mallorca por ser cada vez ms difcil encontrarlas en Valencia. Despus de la conquista de Alicante, la Armada inglesa haba puesto de nuevo rumbo a Italia, y dejado en la ciudad muy poca guarnicin. Ante la creciente presin ejercida por Berwick para los austracistas era esencial mantener la posicin de Ali- 255La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) cante hasta recibir el auxilio de la Armada y un nuevo refuerzo de tropas, as como salvaguardar Xtiva, considerada la puerta de Valencia.En el Consejo de Guerra del 22 de noviembre Gallway mantuvo que, aunque el enemigo avanzase desde Elche, si el brigadier Georges resista en la fortaleza de Alicante, sera posible desplegar el ejrcito por tierras de Villena y Biar, con lo que se cubra tambin Xtiva, y con ella la ciudad de Valencia. En la misma ocasin el general ingls consider tambin la posibilidad de mantener Villena y Biar, y si no saquear aquellos lugares para que no puedan suministrar asistencias al enemigo . Los proyectos de los Aliados no pudieron llevarse a efecto, puesto que, dos das despus de celebrado el Consejo de Guerra, llegaban noticias de que las tropas de Berwick est aban ya en Villena y pasaban a ocupar Nov elda. En la reunin del 10 de diciembre se trat en el Consejo de Guerra la conveniencia de conquistar Villena con la finalidad de asegurar el abastecimiento de las tropas y abrir el paso hacia Murcia y Castilla. El plan fue rechazado finalmente, pues, en opinin de Gallway, era improbable que los enemigos no se hubiesen servido ya de los mantenimientos, ni se conoca tampoco con seguridad la situacin y fuerzas del enemigo. Con la negativa se daba por acabada la campaa de 1706 y el Consejo se concentr en la preparacin de la siguiente campaa. Los primeros meses de 1707 fueron t ambin de gran tensin en toda la regin, en la que se sucedan las escaramuzas entre las vanguardias de las tropas austracistas y borbnicas, al tiempo que las poblaciones eran objeto de requerimientos de abastos y contribuciones por parte de ambos bandos. En febrero de 1707 desembarc en Alicante, al mando de milord Rivers, un nuevo contingente de tropas aliadas, cifradas en alrededor de 6.000 hombres, un nmero menor del esperado por Gallway. En el Valle del Vinalop las incursiones de los imperiales escriba Barcel Verd volvieron a repetirse por febrero de 1707. Las tropas del Archiduque Carlos tomaron como base de sus operaciones la zona de Elda y con 4.000 infantes y 500 de caballera volvieron contra Sax. Pero los movimientos de Berwick se anticiparon a los proyectos de los Aliados. Mientras el Consejo de Guerra del Archiduque Carlos se reuna en Valencia el 26 de febrero para fijar el calendario de operaciones y atacar Orihuela, Berwick maniobraba ya en Villena. La situacin de los Aliados resultaba comprometida. Acosados desde La Mancha por el ejrcito de Berwick, se saba que no tardaran en llegar nuevos refuerzos de tropas francesas al mando del duque de Orleans. La situacin de Catalua se haba complicado con los preparativos franceses para atacarla desde el Roselln. Carlos abandon Valencia para acudir a la defensa de Barcelona, mientras que los generales Galway y Das Minas permanecieron en Valencia para hacer frente a la ofensiva borbnica. En su toma de posiciones ante el a vance de Berwick, las tropas de los Aliados volvieron a entrar en Elda en febrero de 1707. En esta ocasin se trataba de un cuerpo de 6.000 hombres entre los que f iguraba el conde Francisco Coloma, el q ue tan amargo recuerdo haba dejado entre los vecinos de Elda por su arbitraria e injusta fijacin de lmites entre la villa y Petrel. Al igual que en el caso de Petrel, la resistencia a ultranza ante fuerzas mucho ms numerosas fue desaconsejada por los propios militares borbnicos. En esta ocasin la ocupacin de la poblacin se mantuvo desde el 26 de febrero al 18 de abril de 1707. Los aliados volvieron a sitiar Villena en abril de 1707, pero la victoria lograda por Berwick el 25 de abril en Almansa dej abiertas las puertas para la recuperacin del territorio valenciano. El duque de Orleans entr en Valencia el 8 de mayo para proseguir luego su avance hasta Zaragoza y la frontera 256HISTORIA DE ELDA Explosi227n de una mina en el castillo de Alicante (1709). de Catalua. La resistencia que DAsfeld encontr en Xtiva fue castigada con la destruccin de la ciudad, convertida desde entonces como un smbolo de la extrema dureza con que actuaron las tropas borbnicas, y que fue puesta de relieve incluso por el marqus de San F elipe, que no dud a la hora de escribir q ue: As era feo escarnio de la suerte el reino frtil y hermoso de Valencia, que no guardaban los vencedores para el Re y; si slo la destinaron para msero despojo de su codicia, porque igualmente franceses y espaoles cometieron t antas tiranas, robos, extorsiones e injusticias, que pudiramos formar un libro entero de la vejaciones que Valencia padeci, sin tener noticia alguna de ellas el Rey, porque a los vencidos no se les permita ni el alivio de la queja () mancharon sus manos los que las haban gloriosamente ilustrado con la espada. Asegurar por completo el territorio valenciano requiri tres campaas militares sucesivas hasta culminar con la rendicin de la guarnicin inglesa de la fort aleza de Alicante en abril de 1709 despus de hacer explosionar una mina excavada en el castillo. Una labor en la que t ambin participaron como auxiliares los milicianos de Elda. La abolicin de los fueros y la Nueva Planta En 1707 las necesidades militares se superpusieron a cualesquiera otras consideraciones, incluidos los servicios prestados. La imposicin de rescates, donativos y contribuciones de guerra se hizo general. As Navarro Pastor se ref iere al requerimiento de 40 doblones por parte del mariscal Antonio de la Cerda y Leyva como mediador para evitar el saq ueo de la poblacin despus de haber sido recuperada por las armas borbnicas, y a la imposicin de un donativo v oluntario para el mantenimiento de la guerra de 1.100 doblones. Adems de los requerimientos particulares, la poblacin hubo de pechar con la parte correspondiente de las contribuciones impuestas por el duque de Orleans despus de entrar en Valencia, que fueron f ijadas en 50.000 doblones para el conjunto del reino. El 29 de junio de 1707 fue publicado el decreto por el que se abolan los fueros, usos y costumbres de los reinos de V alencia y Aragn en virtud de la infidelidad del reino y el derecho de conq uista. Un mes despus, se rectificaba el contenido del decreto abolicionista, al reconocer que gran parte de la nobleza y muchas poblaciones del reino se haban mantenido fieles o haban sido reducidas por la fuerza a la obediencia de los Aliados. A pesar de la activa participacin de gran parte del clero valenciano a favor de la causa del Archiduque, tampoco la Iglesia poda quedar incursa en el delito de rebelin. No suceda en cambio lo mismo con quienes haban sido declarados traidores y reos de lesa majestad por haberse levantado en armas contra el Rey. El conde de Elda haba pasado a f igurar en la lista de traidores que haba sido elaborada por el gobierno de Felipe V en 1707, por lo que las rentas del condado fueron confiscadas. El conde de Atri, Jos Cardona y Aragn, recibi en calidad de merced todas las rentas q ue en Valencia gozaba el conde de Elda. Del conjunto de las rentas del conde en otros mayorazgos se asignaron posteriormente, adems de una pensin para el mantenimiento de la condesa de Elda, otros 500 ducados anuales a D. Juan Mateo Hurtado de Mendoza sobre las rentas de todos los mayorazgos del conde. Tambin fue consignada sobre las rentas de Elda y de otros caballeros valencianos la pensin de 7.000 pesos anuales concedida al italiano marqus de Laconi. Otros bienes le fueron confiscados en Aragn, aunque, en 1713, arrojaban un saldo negativo de 2.000 reales. En 1720 el valor anual de las rentas del conde en Aragn se estimaba en 10.000, y descontadas las cargas y mercedes, quedaba un saldo lquido para la corona de 4.100 reales. En la relacin general de bienes confiscados de 1724, un ao antes de que el Tratado de Viena suscrito entre el Emperador Carlos VI y Felipe V acordase la restitucin a sus dueos, de todos los bienes confiscados, el volumen del conjunto de las rentas conf iscadas al conde de Elda se estimaban en 135.000 reales anuales. La administracin del condado y el gobierno de las poblaciones qued su jeta a una estrecha supervisin por parte de las autoridades militares borbnicas. Los gobiernos municipales hubieron de adaptarse tambin rpidamente al modelo municipal caste- 257La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) Retra Retra (an227nimo). llano y la constitucin de los nuevos ayuntamientos, integrados ahora por regidores y un alcalde mayor, fueron designados entre personas de fidelidad probada. La situacin de las poblaciones, al menos hasta 1713, result muy difcil. El invierno de 1708-1709 se caracteriz en toda Europa por una especial dureza q ue comprometi las cosechas y caus una fuerte hambruna, que fue acentuada por los estragos causados por una epidemia de langostas. A las prdidas ocasionadas por la guerra, los donativ os y las constricciones no tardaran en sumarse las nuevas contribuciones destinadas a sufragar los cuarteles de invierno durante los aos siguientes. Las victorias alcanzadas por las tropas de Felipe V en Brihuega y Villaviciosa en 1710 y la proclamacin del Archiduque Carlos como Emperador en 1711 vinieron a afianzar a Felipe V en el trono de Espaa. A pesar de la tenaz resistencia que mantuvo Barcelona hasta el 11 de septiembre de 1714, el rgimen borbnico se hallaba ya prcticamente consolidado, por lo que la dureza extrema de la represin que haba caracterizado los tiempos de la guerra en Valencia encontr tambin signos de moderacin. Muchas de las poblaciones del reino de Valencia vieron reconocida su fidelidad a la causa borbnica con diversas distinciones que tenan una especial significacin frente a la consideracin general de rebelda q ue se haba invocado en el decreto abolicionista del 29 de junio de 1707. Tanto Elda como Petrer haban hecho const ar despus de la batalla de Almansa su fidelidad y servicios. Elda encomend al rector Jos Maestre, y a Juan Mateo Grau, para representarla ante la Corte en 1709. Unas gestiones que duraron siete meses y que se saldaron finalmente con el reconocimiento y diversas medidas de gracia en favor de la poblacin. El primer reconocimiento efectivo de la fidelidad fue la concesin de la autorizacin a sus vecinos para tener armas a pesar de la prohibicin general Segn los datos proporcionados por Amat y Navarro Pastor, los gastos efectuados por la poblacin de Elda durante la guerra se calculaban en 65.477 pesos, y el endeudamiento del municipio alcanzaba niveles de autntica bancarrota, a la que pronto se aadiran las contribuciones de guerra y la in- troduccin de los nuevos impuestos como las alcabalas y cientos y el papel sellado. Petrer, segn Prez Medina, solicit como contrapartida a los servicios prestados durante la guerra la cesin de les rendes feudals de la taverna, la f leca i tenda 80 lliures, les 30 lliures dels forns, les 70 dels molins fariners i la supressi o reducci a la meit at de les 1.676 lliures que els petrerins pagaven anualmente al comte dElda per ra de rendes de les terres, aiges i regalies. Concepcin Navarro Poveda hace referencia a una real cdula por la que Petrer quedaba libre de franq uicias, alcabalas y cientos, por un periodo de diez aos, que empezara a contar desde el primero de septiembre de 1708. Algunas otras peticiones realizadas por las poblaciones del condado fueron reconocidas en 1713. Por un Real Decreto de 23 de mayo de 1713 se conceda a Elda el ttulo de Fidelsima y el derecho a ostentar una f lor de lis en su escudo. Igualmente era confirmada en todos los privilegios de que haba gozado antes de la guerra. Otras concesiones parciales venan tambin a representar un considerable alivio, entre ellas moratoria de dos aos, concedida en virtud de una real orden de 12 de julio de ese mismo ao, para que los acreedores de la villa no pudiesen ejecutar judicialmente sus deudas. Tambin se concedi a Elda la prctica condonacin de una deuda histrica que pesaba sobre las rentas de villa, al decret ar el 18 de diciembre de 1713 que las 15.000 libras que haba prestadas a censo el conde de Elda y Baos para servir el virreinato de Cerdea a mediados del siglo XVI se pagasen en adelante de las rentas del condado. Para los territorios de la Corona de Aragn la Guerra de Sucesin represent una dura prueba. Una guerra civil en la que muchas de las aspiraciones y esperanzas que contribuyeron a encender la guerra en Valencia se vieron defraudadas. Si la revuelta campesina en V alencia fue aprovechada con fines polticos, la victoria borbnica de Almansa fue tambin utilizada por los sectores ms radicales del gobierno borbnico para intentar acabar de un solo golpe con los ordenamientos forales de Valencia y Aragn, que se juzgaban incompatibles con la afirmacin del absolutismo monrquico. 258HISTORIA DE ELDA La enseanza primaria en Elda durante el Antiguo Rgimen Durante el siglo XVIII, y ya con la dinasta borbnica plenamente asentada en Espaa, se produce un crecimiento econmico y demogrfico acompaado por el impulso de las ideas ilustradas, con lo q ue la educacin va a experimentar un nuevo auge. El Estado estaba interesado en la alfabetizacin porque as contribua a mejorar las actividades intelectuales y productivas que redundaban en el beneficio econmico del pas. Con la Ilustracin la educacin alcanza un papel protagonista y es uno de los campos donde los gobiernos ensayarn nuevas teoras, al mismo tiempo que se converta en la base sobre la que descansaban muchos planteamientos reformistas. Los planes de estudio sern objeto de grandes debates y los mtodos educativos, as como el mismo concepto de educacin, fueron sometidos a revisin partiendo de las propuestas roussonianas contenidas en el Emilio. La felicidad de los ilustrados se concibe como algo alcanzable en este mundo a travs del progreso econmico y cientfico y la educacin aparece como uno de los medios tiles para conseguir esta felicidad. Pero el panorama educativo espaol era desolador a todos los niveles. La U niversidad era impermeable a la renovacin, los centros educativos de grado medio estaban controlados por los refractarios a las reformas y la enseanza primaria contaba con centros que, o bien eran insuficientes o bien se encontraban en un deplorable estado de abandono, penuria econmica e indigencia intelectual. El gobierno se desentenda de la enseanza primaria; eran los municipios quienes la controlaban y, en algunos casos, subvencionaban. La Iglesia hizo algo ms: en algunas iglesias y conv entos los sacristanes y los frailes ense- 259 Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) JOAQUNSAMPERALCZAR I. E. S. Sagrada Familia de Elda 16 Te xtos escolar aban primeras letras a las clases econmicamente dbiles. nicamente los que disponan de medios econmicos contrataban educadores privados para sus hijos. Tampoco se exiga titulacin para ejercer de maestro. As que el impulso haba que darlo desde la Corona, siendo ejemplos las Reales Provisiones de 1771 y 1780 y la Real Orden de 1806, que entendan de la seleccin y nombramiento de los docentes de primeras letras y el contenido de los textos escolares. La enseanza estaba muy controlada por el Estado y por la Iglesia para evit ar desviaciones de la ortodoxia imperante; de ah la abundante normativa, criterios de seleccin de enseantes y control sobre las traducciones de la Biblia y textos que servan de base. Por otra parte abundaban los casos de intrusismo y de leccionistas, cuyo control ms eficaz vena de las autoridades municipales y de los maestros autorizados, que ya en 1666 haban conseguido agremiarse en la Hermandad de San Casiano. Durante el reinado de Carlos IV fueron notables los intentos de Godoy en el campo de la renovacin pedaggica. La idea perseguida de regenerar al pueblo con a yuda de las leyes tuvo su campo de experimentacin en el Instituto Real P estalozziano, creado en Madrid en 1806 para hijos de nobles y militares a fin de comprobar la bondad del mtodo de enseanza postulado por Pestalozzi. Este mtodo haba sido el elegido por una comisin designada por Godoy de entre o tros utilizados en Europa. Pero pese a los esfuerzos del ministro, los planes de enseanza se reducan al arte de leer, escribir e iniciacin a la aritmtica. As que la enseanza primaria sigui siendo una asignatura pendiente del Gobierno durante todo el siglo y parte del siguiente, ya que hasta adelantado el siglo XIX, y a pesar de las reformas liberales de las Cortes de Cdiz, se continuaba sin ninguna reforma. Durante esta poca conocemos la existencia de tres escuelas pblicas en Elda: una de Primeras Letras, otra de Latinidad y otra de Costura, para nias. De la de Primeras Letras tenemos constancia para el ao 1702: una CasaEscuela para nios en la Plaza del ngel, sostenida con fondos y atendida por un mestre de Escola , Marcelo Lpez, que adems era organista y relongier. Esta doble faceta de organista y maestro de primeras letras se prolonga a lo largo del siglo, durante el cual el Ayunt amiento paga los dos salarios. En la concordia de 1769 entre el conde de Elda y el obispo de Orihuela, el primero se comprometa a dotar a la iglesia de organista, que deba de ser tambin maestro de escuela, mientras que su salario sera pagado entre el conde y el Ayunt amiento. En alguna fecha comprendida entre 1771, en que la tarea de ensear se independiza del organista, y 1786, fecha desde la que tenemos documentado que el magisterio de primeras letras recae en frailes observantes del convento de Nuestra Seora de los ngeles, es cuando se establece el convenio educativo entre A yuntamiento y comunidad religiosa. El acuerdo contemplaba el procedimiento para designar al maestro, que pasaba por la eleccin municipal y el refrendo de la autoridad conventual. La cuanta econmica con la que estaba dotado el puesto de maestro vara con el tiempo, desde las 52 libras que cobra como maestro-organista en algn momento de finales del XVII, las 100 como maestro-organista-relojero a principios del siglo XVIII, las 75 como maestro y organista durante el primer tercio del Setecientos y los 20 pesos, hasta q ue se regul por ley la partida econmica q ue cada Ayuntamiento deba asignar al maestro: 451 reales de velln con 26 maravedes En cuanto a horario y metodologa, los nios eldenses entraban en verano a las siete de la maana y a las tres de la tarde; y en invierno a las ocho y a las dos. Desde el punto de vista didctico el punto X de la Provisin de 1771 estableca como libros de texto para escolares el Catecismo Histrico de Fleury, el Compendio Histrico de la Religin de Pintn, un compendio de Historia de la Nacin elegido por los corregidores de las cabezas de Partidos y un catecismo sealado por el ordinario de la dicesis. El programa educativo eldense estaba un poco mermado en relacin con el oficial, ya que las materias impartidas se limit aban a rudimentos de lectura, escritura y clculo de las cuatros reglas segn el mtodo de don Torcuato Torio de la Riva, obligatorio en todas las escuelas del reino por orden del Consejo de Castilla de 23 de septiembre de 1802; y la doctrina cristiana del Padre Vives, catecismo sealado por el ordinario para toda la dicesis. 260HISTORIA DE ELDA Catecismo Hist227rico del a Fleur Ar de T de la Ri Una prctica relacionada con la costumbre de celebrar certmenes o concursos pblicos como parte de la demostracin de los conocimientos adq uiridos por los nios, consista en que los jueves, el maestro seleccionaba a los mejores alumnos para salir por las calles explicando la doctrina cristiana. Tambin a principio de siglo cont aba la villa de Elda con un maestro de Gramtica, aunque no era propiamente una escuela, sino unos estudios preparatorios, unos rudimentos que permitan continuar los estudios en o tros centros ms capacitados, como el Seminario de Orihuela, a aquellos nios cuyos padres disponan de cierta holgura econmica y pretendan para sus hijos un porvenir distinto al de la agricultura, bien por cierto prurito personal, bien por no poder repartir el patrimonio familiar entre varios hijos. De todos modos no eran muchos: de treinta y tres estudiantes que siguen estudios de Latinidad entre 1801 y 1810 salan cuatro o cinco que continuaban estudios. Este tipo de estudios no est financiado de forma oficial por el Ayunt amiento que, sin embargo, lo mantena a travs del concepto de limosna. Al menos durante algn tiempo, las clases de Gramtica eran impartidas por un padre franciscano del convento que, a cambio, reciba una remuneracin municipal. En realidad esta escuela de Latinidad se trataba de una iniciacin al conocimiento del latn, utilizando como texto base la Gramtica de Nebrija, obligatorio desde 1598 por orden del Consejo de Castilla, y complementado con el estudio de las obras clsicas de autores grecolatinos, doctrina cristiana y algo de retrica y filosofa. Los mtodos eran los mismos que en las escuelas de primeras letras pero aplicados con mayor rigor. Rega el mismo horario que en la escuela de Primeras Letras y la enseanza se basaba en el Artede Antonio de Nebrija y en la construccin de selectas profanas. El Arte de Nebrija, con la explicacin y notas del padre Agustn de San Juan Bautista, religioso escolapio, reducidas a compendio por el padre Pedro de Santa Mara Magdalena, tambin escolapio, resumido a principios del siglo XVII por el padre Luis de la Cerda, ser la base de los conocimientos gramaticales posteriores. Este texto fue el propuesto para la enseanza de la Gramtica en el seminario de Orihuela fundado por el obispo Gmez de Tern y, por tanto, seguido en todas las escuelas de la dicesis. La construccin de selectas profanas se refera al uso de Epstolas y Oraciones selectas de ciertos clsicos, como Cicern, Horacio, Ovidio, Marcial, etc., usados en todas las escuelas del reino. Las cartas selectas de san Jernimo y san Po V son tambin Epstolas. La educacin correspondiente se refiere a las reglas de cortesa y urbanidad. ste es el bagaje cultural con el que los nios eldenses salan de las au- 261Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) Antonio de Nebrija (1441-1522), autor de la primera g de la lengua espa226ola. Ju er 1830), ilustrado eldense (Ar EMIDESA). las, unos para incorporarse al mundo laboral y otros, muy pocos, para continuar estudios fuera de Elda, como el caso de Sempere y Guarinos, quien a los 10 aos ingresa en el Seminario de Orihuela para estudiar Gramtica propiamente dicha despus de las primeras letras y los rudimentos de la Gramtica impartida por los religiosos del convento.La enseanza femenina estaba al cuidado de dos maestras nombradas y financiadas por el seor de la villa. La educacin de las nias tambin se regul en 1771. Su objetivo era simplemente instruirlas en los rudimentos de la doctrina cristiana y labores propias de su sexo. Por la maana luego que estn juntas la nias, la oracin de S. Luis de Gonzaga, luego toman la labor y por ambas Maestras reunidas avan a cada nia en la hacienda q ue hacer. A las 9 las oraciones de la Doctrina Cristiana diciendo una nia delante y repitiendo las dems sin dejar la labor; a las 10 una parte de rosario a Mara Santsima sin dejar la labor; concluida sta se les lee un punto de meditacin y leido se les hace guardar silencio por un rato para que mediten; al concluir el Bendito y una salve; por la t arde semejante distribucin de horas a la de la maana aadiendo los dolores de S. Jos y los de la Virgen. La enseanza es una tarea irrenunciable de la Iglesia casi siempre ejercida por eclesisticos o religiosos y centralizada en el convento, pero financiada con fondos pblicos. Educacin y formacin cristiana eran dos conceptos indisolublemente unidos, cuya enseanza estaba encomendada a la Iglesia que as ejerca su labor de control sobre las conciencias formndolas en el respeto a los valores tradicionales. La inspeccin se efectuaba a travs de las visitas pastorales realizadas por un Visitador que recuerda a los maestros y maestras, (...) el mayor esmero y ciudado en el cumplimiento de su deber e instruccin de los Nios, principalmente en la Doctrina Cristinana y buenas costumbres (...) Al menos hasta 1707 la lengua v ehicular eldense era el valenciano, por lo que es de suponer que la enseanza se impartira tambin en dicha lengua. A partir de dicha fecha, y al menos de f orma oficial, se adopta el castellano, aunque su implantacin se debi hacer de forma progresiva y no de forma sa- tisfactoria para el gusto de las autoridades, ya que una Real Cdula de Carlos III con fecha 23 de junio de 1768 ordenaba que la enseanza de Primeras Letras, Latinidad y Retrica se hiciese en Lengua Castellana, y el 16 de abril de 1787 lleg a la villa de Elda una Carta Orden de Valencia especificando una serie de obligaciones sobre la instruccin escolar, como la obligatoriedad de asistencia a las escuela a los menores de 12 aos, el horario de alumnos y maestros, las multas a los padres responsables del absentismo de sus hijos y la prohibicin expresa de usar el valenciano: ...y no permita que los nios ablen en el idioma valenciano, s que les instruya en el castellano para la mejor pronunciacin Con todo esto, podemos esbozar un pequeo mapa escolar en el que reconocemos una enseanza pblica impartida por religiosos y subvencionada con fondos de propios del Ayuntamiento, que era quien asignaba las plazas. El modelo es el propio del siglo XVIII espaol (y de todo el Antiguo Rgimen) en el que toda la enseanza giraba en torno a la religin. Elda presenta, a pequea escala, el ref lejo de lo existente en Orihuela y Alicante; la primera, antigua capital de la Gobernacin y sede universitaria; y la segunda, sin llegar a la categora de Orihuela, ambas con predominio dominico y jesuita. La enseanza eldense est en manos de los franciscanos, orden que no contaba con tradicin docente, pero cuya condicin de religiosos era suficiente o llevaba implcitas las condiciones para ejercer la docencia a un nivel element al, como era, en lneas generales, el req uerido para una juventud que, en su inmensa mayora, estaba destinada a las labores del campo. R eligiosidad popular y panten eldense Es indudable que la expulsin de los moriscos y la subsiguiente repoblacin supusieron un punto de inf lexin en la historia moderna de Elda. Desde el punto de visto religioso no fue una excepcin, ya que los nuevos pobladores, cristianos viejos, independientemente de su lugar de procedencia, trajeron consigo su propia espiritualidad que, unida al sustrato existente, configur la cultura religiosa eldense. 262HISTORIA DE ELDA El tiempo agrario se mide por los astros y las estaciones, y las fiestas constituyen intervalos rituales que lo fracciona. El ao agrcola comienza en invierno, cuando San Antn bendice los animales domsticos y se preparan los campos; la cosecha recin sembrada o a punto de serlo se pone bajo la proteccin de Santa Catalina en primavera. Pero el futuro depende de que la cosecha fructifique, y esto no ser posible con sequa o con plaga de langostas, por lo que durante el verano se recurre a implorar el beneficio divino o a conjurar la plaga, desplegando para ello los ms variados rituales. Por fin, cuando termina la recoleccin, vienen las fiestas patronales que se celebran como culminacin del ciclo productivo y en accin de gracias por las bondades recibidas. Estas fiestas sern tanto ms fastuosas cuanto mejor haya ido la cosecha. El ciclo se cierra con las f estividades de Todos los Santos y de Difuntos. Al margen de todas estas celebraciones agrario-religiosas, el calendario civil eldense tambin contiene otras fechas importantes que comparten esa ambivalencia, como la toma de posesin de los oficios municipales forales: Justicia, Jurados, Mustaaf y Sobrecequier, que juran sus c argos respectivamente el da de Pentecosts, el de Navidad, el de Pascua del Espritu Santo y el de San Miguel; o el pago de arrendamientos y contratos, que se haca por San Juan y por Todos los Santos. El panten sagrado eldense Las devociones eldenses se localizan en la iglesia, en el convento y en las ermitas. Pero adems, existen unas dev ociones callejeras representadas por los retablos cermicos, aunque de estos ltimos no quedan ms que dos del perodo que estamos estudiando: un Cristo del Val y una Santsima Trinidad. Con todo el conjunto se puede obtener una clasificacin (como se puede observar en las tablas 1, 2, 3 y 4): Frente a la abrumadora mayora de santos y vrgenes, Dios Padre, la ms alta jerarqua del panten divino, est pobremente representado; es un concepto demasiado abstracto para la mentalidad campesina que prefiere acogerse a lo conocido. Con todo, su celebracin es una de las ms importantes en todo el orbe catlico: El Corpus Christi, que representa la afirmacin religiosa por 263Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) Ta Capillas en la ig Capillas en el conv Sant222simo Sacramento Ntra. Sra. de los 347ngeles Pur222sima Concepci227nAlmas del Purg Pur222sima Concepci227n Virgen del RosarioStos. Cosme y Dami207n V Virgen de la SaludSan Crist227bal V Virgen de los DolorSto V. Esperanza Nombr San Pascual S Cristo del Buen Suceso S San JSan Antonio de Padua S San JSanta Apolonia S San MiguelSan Blas Sta. Rosa de Viterbo Bea Planta de la iglesia de Santa Ana, se (1875) con la distribuci227n de las ca definicin. Es una fiesta urbana trasplantada al mundo rural en virtud de su oficialidad, pero no arraigada en la tradicin agraria del pueblo. En cambio, el concepto tutelar de Madre tiene un componente psicolgico importante para el subconsciente colectivo, y esto se ve ref lejado en la cantidad de advocaciones marianas. En Elda, el lugar privilegiado dentro de la religiosidad popular est ocupado por una Virgen. Es de sobra conocido que tanto su imagen como la del Cristo fueron impuestas por el seor feudal a una comunidad formada por una mayora de moriscos deficientemente cristianizados y por una exigua minora de cristianos viejos, con la clara intencin de incorporar a la recin construida iglesia los dos mximos smbolos de la religin oficial. Estamos a finales del siglo XVI y el problema morisco se encontraba en un momento crucial de su desarrollo; mientras muchas voces clamaban por la expulsin como solucin definitiva, el recin coronado rey Felipe III dicta una serie de instrucciones a Juan de Ribera, Patriarca de Valencia, para proceder a la correcta evangelizacin de los moris- cos. En este contexto histrico hay que situar la llegada a Elda de las imgenes de los Patronos. En la relacin Virgen-Elda se produce un proceso de apropiacin del smbolo sagrado por el pueblo que comienza con el episodio de la llegada, al que la tradicin popular adorn con la narracin fantstico-piadosa de los misteriosos peregrinos que entregaron las dos cajas con el conocido Para Elda. Este elemento confiere la inequvoca vinculacin de las imgenes al territorio. El paso siguiente consiste en la imposicin de un nombre concreto y dif erenciador; se desarrolla en plena repoblacin y coincide con la peste de 1648 de la que la poblacin eldense sali bastante bien parada. Esta circunst ancia favorable fue atribuida a la mediacin de la Mare de Deuque, consecuentemente, pas a ser invocada como de la Salud. Desde este momento se irn estrechando los vnculos de Elda con la Virgen hasta situarla en el lugar ms preeminente dentro del panten sagrado: el patronazgo. Una vez elevada a esta categora, la Virgen de la Salud se hace omnipresente en todos los aconteci- 264HISTORIA DE ELDA Ta Er R S.n y Sta. Ca Pur222sima Concepci227n San BlasCristo del V V. de los Dolor V. Salud El Salvador Ta DIOS CRIST V352R ALMAS Sant222simo Sacramento DD Sant222sima T El Salvador De la Salud Nombr De la Pur222sima Concepci227n De los Desamparados Del P227pulo De la Esperanza De los 347ngeles Ta SANT SANT347NGELES San Ant227nSan Pascual Sta. Ca San Miguel San BlasSan Sebasti207n Sta. Ana San R San JSan Die Sta. B207rbara Stos. Cosme y Dami207n Sta. Eulalia San Crist227bal StoS San Vicente F San J San Francisco mientos o circunstancias que sobrepasan la capacidad de control del pueblo: epidemias, plagas, sequas, guerras, etc., episodios en los que se solicita su intercesin y de los que se obtiene una lectura de relacin excluyente, pues ante determinados hechos de carcter general y enfermedades epidmicas, se obtiene un beneficio particular y exclusivo para sus devotos. En esto se diferencia la Patrona de los santos, que slo valen para una necesidad concreta; y aunque se les dota de virtudes teraputicas, como a los santos especializados San Joaqun o San Roque, cuando acten como protectores, ser la Virgen quien presida las procesiones y a quien se le agradecer su intercesin si las plegarias y el ritual tienen xito.En el caso del Cristo, la apropiacin del smbolo universal tambin pasa por asignarle un nombre concreto: tras varios aos de permanecer prcticamente de incgnito, en 1714 el rector de la parroquia pens que deba tener un ttulo, y para ello se design a un nio de cuatro aos que extrajo el nombre de entre los cien que se haban introducido en una vasija. Pero tratndose de una imagen tan importante como la de un Santo Patrn, haba que aadir el elemento sobrenatural, y de esta forma, la extraccin varias veces seguidas de la invocacin Cristo del Buen Suceso fue calif icada de prodigio y se reconoci en la eleccin la disposicin Divina. A travs del nombre, los eldenses convierten un smbolo universal en su Cristo particular, capaz de excitar ms la devocin popular y a travs del cual recibe el acercamiento y la devocin popular. Su papel, dentro del juego de las devociones, es de mero acompaante de la Virgen en las procesiones y rogativas, y no se conoce ninguna ocasin en que se resalte su protagonismo en solitario. La apropiacin del smbolo se refuerza con la atribucin de un patrimonio de cuya custodia y mantenimiento se encarga un grupo social organizado en Mayordoma. Gracias al patronazgo, la Virgen de la Salud, y en menor medida el Cristo del Buen Suceso, se convierten en elemento de cohesin social entre una poblacin de variada procedencia y en la sea de identidad de todo el pueblo. Entre la gran diversidad de advocaciones y patronazgos eldenses relacionados con los santos, los que go- zaban de mayor predicamento eran los relacionados con la actividad primordial del campesino: la agricultura. As tenemos a Santa Brbara como protectora de tormentas y pedriscos, San Antn es el patrn de los animales y protector de las cosechas y San Vicente Ferrer tena encomendada la proteccin sobre las aguas. Como santos considerados teraputicos tenemos a San Blas, encargado de los males de garganta; a Santa Apo- 265Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) Bea franciscano muy venerado en el convento de Nuestra Se226ora de los 347ngeles de Elda. Una de las m234ltiples re entaciones de San Antonio Abad. lonia, invocada contra el dolor de muelas; a San Roque, universalmente considerado como protector contra la peste y a quien en Elda se le une San Joaqun.Algunos santos ejercan funciones ms terrenales: es el caso del popular San Antonio de Padua, casamentero y buscador de objetos perdidos. Y por supuesto todo lo relacionado con la muerte tiene su correspondiente referente sagrado, comenzando con la figura de San Jos, a quien se invoca a la hora del trnsito como ayuda para tener una buena muerte; la relacin con el ms all se prolongaba con el culto a las Almas del Purgatorio, un culto que relaciona a los vivos con los muertos y que tiene su punto culminante en la celebracin del da de Todos los Santos y el de Difuntos. Su celebracin en noviembre coincide con el fin del ciclo agrario. En un plano paralelo se encuentra la dev ocin a Santa Rosa de Viterbo que se veneraba en el convento, culto relacionado con el terror ante la descomposicin de los cuerpos. Los tres devociones ms antiguas en Elda: San Antn, Santa Catalina y San Blas, responden a un sistema devocional que propone un orden en la formacin del culto popular en Espaa: mrtires, ermitaos o anacoretas, Mara, Cristo y santos epidmicos. A este sistema se ajustan Santa Catalina y San Blas, mrtires; San Antonio, anacoreta. El da de San Antonio abre el ciclo productivo agrario con la bendicin de animales, y en el de Santa Catalina, 29 de abril, cuando ya se han acabado las tareas de siembras, se invoca la proteccin de la futura cosecha. Adems de las hogueras de San Antn, los ritos relacionados con el fuego tambin se prolongan con las velas de la Candelaria (2 de febrero) y San Blas (3 de f ebrero), festividades dispuestas a mit ad de camino entre el solsticio de invierno (Navidad) y el equinoccio de primavera (Pascua de Resurreccin), ambas fechas claramente relacionadas con el ciclo agrcola. Por lo que respecta a Elda, llama la atencin la disposicin geogrfica de las ermitas de San Antn y de San Blas, ambas en las dos entradas al pueblo. El espacio sagrado Desde el punto de vista meramente geogrfico los lugares de culto presentan una disposicin espacial que permite distribuirlos en tres mbitos: la periferia, el interior y el exterior. En muchos casos su situacin est condicionada por la funcin atribuida al ser sagrado, como ocurre con Santa Brbara, cuya ermita se encuentra en un lugar elevado al tener encomendada la proteccin contra tronadas y pedriscos; o el caso de San Roque, encargado de una cuestin t an tpicamente urbana como la peste, q ue debe tener su lugar de culto en el interior, en retablo y capilla, hoy desaparecidos pero perpetuados a travs de una calle que recuerda su pasada dev ocin. 266HISTORIA DE ELDA Ta CALLES PLPOR Horno de San Ant227n San Ant227nS Horno de Santa Ana San PascualSan Ant227n La Pur222sima Virgen del RosarioSan Blas La T Del 347ngel Del V San Ant227n San Roque Santa Ca San Francisco Actual ermita de San Ant227n (Ar Municipal de Elda). La periferia est representada por los portales de San Francisco, San Antn, San Blas y del ngel, que permitan el acceso al interior y que al encomendarse a seres divinos quedaban imbuidos de un cierto sentido protector. Dos de ellos, adems, se ubican junto a sendas ermitas, San Antn y San Blas, que as ven reforzado su carcter sagrado. En el caso de la de San Blas, esta sacralidad trascendi a su propia desaparicin, perpetundose hasta nuestros das a travs de la Cruz q ue se erigi en su lugar y que dio nombre al posterior barrio circundante. El interior del pueblo presenta algunos puntos de devocin particular representados por los retablos o paneles cermicos citados ms arriba, por las ermitas interiores de la Pursima Concepcin y del Hospital, por el oratorio de la Virgen del Rosario en el castillo y pore lpropioca lleje ro(ver tabla 5): En el espacio interior, el centro neurlgico y eje que articula la devocin de todo el pueblo es la iglesia de Santa Ana, el tercer edificio importante del pueblo junto al castillo, que representa el poder seorial, y al ayuntamiento, que representa el poder civil. Es el lugar donde se celebran los actos ms significativos en la vida de los habitantes: bautizos, comuniones, confirmaciones, bodas y funerales; donde se dan cita el pueblo y las autoridades para las celebraciones litrgicas, acontecimientos en los que rige un protocolo tan celosamente respetado que la mnima alteracin era argumento legal en cualquier pleito; donde reposan los antepasados y donde se encuentran representadas la mayora de advocaciones. Como es suficientemente conocido, el templo se construy sobre la mezq uita mayor y se puso bajo la advocacin de Santa Catalina, titularidad que se mantuvo hasta algn momento entre 1532 y 1534, en que fue sustituida por Santa Ana, pasando Santa Catalina al segundo templo eldense: Puede que esta permuta de santas titulares tuviese como motivo el que Santa Ana era por entonces la Patrona de la villa, y, como tal, era lgico que se le dedicara el templo de ms importancia. Es en la iglesia donde se encuentran las devociones cuya imposicin podramos decir que es de carcter oficial (San Jos, la Concepcin), las regncolas (San Jos, San Vicente Ferrer y la Virgen de los Desamparados), las de carcter privado (Virgen del Rosario, Santos Cosme y Damin) y, sobre todo, donde se encuentran los Santos Patronos, aquellos a cuya intercesin se recurre en casos de males y desgracias colectivo El espacio sagrado exterior est constituido por el convento y las ermitas. Dejando al margen el convento, cuyas imgenes sacras obedeceran obviamente al mbito de la comunidad franciscana, las ermitas son los lugares donde se debe hallar la verdadera raz de la devocin popular y en los cuales se manifiesta todo un subconsciente primitivo que escapa de las normas de la Iglesia oficial, aunq ue en el caso de Elda, su rpida transf ormacin de comunidad rural a urbana con el consiguiente aumento poblacional fue la causa de su prdida cultural y material. La ermita ms antigua de la que tenemos noticias era la de San Sebastin, aunque lo nico que sabemos de ella es q ue sirvi de base para la fundacin del convento franciscano hacia mediados del siglo XVI. En el siglo XVII la villa de Elda contaba con las de San Antonio y la de San Blas, ambas formando parte de lo que hemos denominado espacio perifrico; y el resto, empezando por la de Santa Brbara, pertenece a la categora de rurales y conforma el espacio sagrado exterior: La de Nuestra Seora de la Piedad, conocida con esta advocacin desde 267Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) Una de las m207s antiguas ad del Rosario 1653, pero desde el ao 1678, de la Salud, aunque este cambio de titularidad no fue afortunado, pues a partir de esa fecha comenz su abandono y deterioro hasta su demolicin en 1773; evidentemente no pudo resistir la competencia sanitaria de la patrona con la misma advocacin. Igual suerte corri la ermita de Santa Eulalia (1698) situada en las Salinetas y demolida por orden del obispo Gmez de Tern en 1739, al parecer por ser lugar donde se escondan y refugiaban ladrones y salteadores de caminos. Las partidas rurales de Las Caadas y de El Chorrillo contaban respectivamente con las ermitas de fundacin ms tarda: la de los Dolores (1716) y San Salvador (1721), la primera de las cuales existe an. Evidentemente cubran las necesidades espirituales de unos fieles que vivan bastante alejados del centro oficial. Al igual que pas con las devociones de la iglesia, tambin las ermitas sufrieron variaciones a lo largo de estos dos siglos. En el siglo XVI hay una sola ermita, en el XVII existen tres o cuatro, en el XVIII han aumentado a once, mientras que en el XIX nicamente quedan cinco. Sin duda, es un fenmeno relacionado con la cada vez ms intens avidaurbana. Patronmicos eldenses Podra pensarse que una manifest acin de la devocin o proteccin que se esperaba de un determinado santo consistira en la imposicin de su nombre a los nios cuando se les bautizaba; ahora bien, una vez efectuada una bsq ueda y recuento en los libros de bautismo observamos que esta suposicin no es vlida en el caso eldense. La primera columna corresponde a la poca morisca; las dos siguientes a la repoblacin. Entre 1635 y 1685 no hay series bautismales. Son nombres claramente moriscos Juan, Martn, Pedro, Gins, Alonso y los q ue corresponden a los tres Reyes Magos. De estos ltimos, alguno aparece de forma espordica en aos posteriores; Martn, Gins y Alonso desaparecen; pero Juan se mantiene a lo largo de todo el perodo estudiado, aunque en claro descenso. Hay un evidente paralelismo entre el elevado nmero de Juan y la casa Coloma, pues entre los ocho seores de Elda pertenecientes a esta familia (15131729), cinco llevan por nombre Juan: el I y II seor y el I, III y IV conde. Es el q ue goza de mayor aceptacin hasta la centuria del Setecientos, en que comienza a perder presencia. Jos y Francisco son los nombres q ue, estando pobremente representados en poca morisca, experimentan un impulso con la repoblacin; el primero, en franca progresin, se convertir en el ms usado por los eldenses del siglo XVIII; el segundo domina, junto con Juan, los aos centrales del periodo estudiado; curiosamente, el auge de Francisco coincide con el seoro de los V y VI condes, tambin del mismo nombre. Vicente es un nombre que entra con fuerza en los primeros momentos repobladores, aunque su poca incidencia posterior nos induce a pensar en el poco arraigo que tuvieron en estas tierras los santos regncolas homnimos San Vicente Mrtir y San Vicente Ferrer. Antonio y Joaqun son los antropnimos que con ms frecuencia estn presentes en la pila bautismal eldense en la segunda mitad del XVIII. El primero es de clara implantacin repobladora; el segundo es de aparicin ms tarda. A travs de los libros de Bautismos de la iglesia de Santa Ana observamos que a partir de 1623 comienza la costumbre de imponer a los nios ms de un nombre. A partir de 1681 se generaliza el empleo de tres nombres de pila y encontramos a Antonio repitindose con una frecuencia del 38% hasta 1700. Entre 1701-1718 la frecuencia aumenta hasta el punto de representar el 60% de los bautizados, Lo sorprendente ocurre en 1755 cuando, entre alguno de los tres nombres impuestos a los nefitos, aparece Joaq un con una frecuencia del 93%. Hasta f inal de siglo ambos nombres sern una constante en las pilas bautismales eldenses con un ndice en torno al 50%. 268HISTORIA DE ELDA Una ermita r Chorrillo (r ar Las er de la pro (Candelas Orgil216s, 2004). Otro dato destacable es la ausencia de nombres asociados a santos venerados en Elda, como Blas, Roque, Miguel o Brbara, y lo ms significativo, la ausencia de Salud, lo que nos lleva a pensar en la poca relacin que existe entre el panten sagrado y la pila bautismal. Entre las mujeres, ngela, Leonor, Isabel y Catalina son los nombres que con mayor frecuencia se repiten en poca morisca; pero mientras que el primero experimenta un descenso significativo hasta quedar como algo residual y el segundo desaparece totalmente en la primera mitad del Seiscientos, los dos ltimos perduran entre las mujeres eldenses, particularmente Isabel, que consolida su presencia con un alto ndice de aceptacin durante todo el perodo. El punto de inf lexin de ngela coincide con el momento del despegue de Ana, nombre de la primera patrona de la villa, pero que se ve superado por el de Catalina en la preferencia de los eldenses moriscos a la hora de imponer un nombre a sus hijas. Ser con las primeras oleadas de cristianos viejos cuando se invierta la tendencia y Ana se convierta en el ms utilizado. Josefa, Vicenta, Antonia y Francisca siguen una tendencia pareja a sus homnimos masculinos, y tienen el siglo XVIII como poca de mxima presencia. Despus de haber permanecido casi indito durante todo el perodo estudiado, Mara irrumpe con notoria frecuencia en el ltimo tramo. Es de resaltar la absoluta falta de presencia de Salud durante todo el tiempo, mxime teniendo en cuenta la significacin de este nombre entre los eldenses. 269Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) Nombr 1572 1609 347ngela Leonor Bea Ju 8510,6 Isa Ca Ana8 Mar222a Jo 14,6 Vicenta Antonia Francisca Jo-- 6,7 Fuente: Libros de Bautismos de la Ig Nombr 1572 1609 Ju34,5 Pe 10,7 Mart222n Gin216s Alonso R.R.M.M.* Jo2 10,8 Francisco Vicente Antonio Joqu222n Fuente: Libros de Bautismos de la Ig (*). En esta fila se encuentran los bautizados con alguno de los nombr Introduccin A la hora de hablar del arte de poca Moderna en Elda debemos tener en cuenta dos hechos fundamentales; por un lado la escasez documental existente en cuanto a aspectos artsticos se ref iere y por otro la desaparicin o profunda transformacin que han sufrido la may ora de las manifestaciones por el paso de los aos. Hemos pretendido, por tanto, hacer una sntesis del patrimonio artstico eldense de la Edad Moderna, que esperamos pueda servir de base para posteriores trabajos e investigaciones. Contexto histrico-artstico Las corrientes artsticas que se manifiestan en la poca que tratamos son el Renacimiento (siglo XVI), el Barroco (finales del siglo XVI, siglo XVII y primera mitad del XVIII) y el Neoclasicismo (segunda mitad del siglo XVIII). La plasmacin de estas corrientes no se produjo de igual manera, ni al mismo tiempo en todos los lugares, ya que las circunstancias de cada zona inf luyeron notablemente en su manifestacin. Nos encontramos en unos siglos impregnados por una profunda religiosidad de la sociedad. En Europa, el Protestantismo estaba en auge y en este contexto se celebra el Concilio de Trento (1545-1563), con la finalidad de rehacer la unidad religiosa. Es el momento de la Contrarreforma y el arte ser el vehculo de propaganda de la Iglesia contrarreformista, lo que se traducira en la aparicin de numerosas construccio- nes y manifestaciones artstico-religiosas promovidas esencialmente por la nobleza y la jerarqua eclesistica. As, la renovacin de la Iglesia tras el Concilio de Trento encontrar en los artistas barrocos de la Europa catlica los propagandistas ideales del nuevo espritu. Conventos, iglesias y ermitas llenarn nuestras ciudades y pueblos obrando como lugares de culto cristiano. En Espaa, el siglo XVI estuvo marcado por la imposicin de la conversin de la poblacin musulmana al cristianismo, pasando a denominarse a partir de ese momento moriscos. Hecho que se acentu en la siguiente centuria, en concreto a partir de 1609, con su expulsin definitiva. Esta nueva situacin en la Espaa del XVII tuvo una serie de consecuencias que se vern plasmadas t ambin en el arte. 271 Arte en los siglos XVI-XVIII MARAT. BERNGARCA Museo Histrico de Aspe M DOLORESSOLERGARCA Museo Arqueolgico Municipal de Elda 17 Panor207mica de la villa de Elda de 1858 en la que se obser los tr castillo de los Coloma, el convento de Nuestra Se226ora de los 347ngeles y la iglesia de Santa Ana. F 1858. En Elda, desde el siglo XVI ser la familia de los Coloma, Condes de Elda desde 1577 por concesin de Felipe II, q uien rija y controle la vida de la villa y de su territorio. Tendrn su residencia en el castillo-palacio situado en un pequeo cerro en la margen izquierda del ro Vinalop. Esta familia llev a cabo las fundaciones cristianas ms notables del XVI: el convento franciscano de Nuestra Seora de los ngeles y la iglesia de Santa Ana, antigua mezquita mayor de la villa. Ambas sufrieron a lo largo de su vida profundas transformaciones, hasta su total desaparicin. La iglesia de Santa Ana sera reedificada tras su destruccin en 1936 durante la Guerra Civil, inaugurndose de nuevo el 6 de septiembre de 1944. Tanto la iglesia como el convento tenan como objetivo primordial cubrir las necesidades espirituales y morales del condado, que lo componan adems de Elda, Petrer y Salinas. Durante el siglo XVI y principios del XVII la V all dEldase encontraba may oritariamente poblada por moriscos y esto condicion la ausencia de una religiosidad cristiana fuerte hasta bien entrado el siglo XVII. Ya que aunque en teora profesaban la fe cristiana, en la prctica seguan el Islam. En ese contexto Felipe II cre en 1564 la Dicesis de Orihuela, cuyo objetivo era el de inculcar y hacer efectiva la conversin a la fe cristiana de la poblacin musulmana. Ello explica que muchos elementos de religiosidad popular, tales como ermitas e incluso podra ser el caso de alguna de las cruces de trmino, proliferasen a partir de la expulsin (s. XVII) y no antes. De este modo, la construccin de ermitas se generaliz en el XVII como veremos ms adelante, aunque algunas son anteriores. Tenemos noticias de la existencia de un total de once construidas entre los siglos XVI y XVIII. Actualmente slo se conservan dos, la ermita de Los Dolores y la ermita de San Antn. Un f enmeno asociado a la religin y que alcanzara gran apogeo a partir del siglo XVI fue el de las Capellanas. Eran fundaciones o beneficios irregulares que hacan los feligreses para recibir, despus de fallecidos, a cambio de donaciones bien en especie (propiedades) bien en metlico, los frutos de unos bienes con la obligacin de celebrar misas u otros actos religiosos que previamente se determinaban. El nombre de este fenmeno proviene de la palabra capilla, donde se celebra la misa, a cuyo cargo haba un capelln. En Elda, las primeras capellanas documentadas fueron fundadas en 1566 por Don Juan Coloma, III Seor de Elda, y por su esposa Doa Isabel de Saa, en la iglesia de Santa Ana. Estas aportaciones hechas por particulares permitieron construir numerosas capillas y restaurar y mantener lugares de culto como ermitas u oratorios. Se generalizaron a lo largo de toda la Edad Moderna hasta que en 1820 una ley mand suprimir todos los patronatos y vinculaciones y prohibi la fundacin de nuevas capellanas. En la iglesia de Santa Ana se fundaron la Capellana de Nuestra Seora del Rosario (1600), Santsimo Cristo (1663), Santo Toms Apstol y Mara Magdalena (1701 1708), Pursima Concepcin, Santsima Trinidad (1580 1709) y Nuestra Seora de la Salud (1744). De igual manera, se establecieron beneficios para la realizacin de misas como la Misa de Alba (1665), la Misa de once (1712) y la Misa cotidiana en el alt ar de Nuestra Seora de Dolores (1742). Arquitectura En la Elda renacentista del siglo XVI arquitectnicamente destacaban tres edificios de considerable notabilidad: el castillo-palacio, la iglesia y el convento. A lo largo de los aos, debido a los cambios en los gustos artsticos sufrirn transformaciones en su estructura primigenia. 272HISTORIA DE ELDA Castillo-palacio de Elda en 1858. Laur To rr XVI (Ar Ar Elda). Arquitectura civil El castillo de Elda (siglos XVIXVIII) Aunque originariamente fue construido como fortaleza en poca almohade a finales del siglo XII y principios del XIII, la parte que a nosotros nos concierne es la referente a los siglos XVI, XVII y XVIII. En el siglo XVI el castillo se transf orm en Palacio condal, pasando a conver tirse en residencia palaciega de la familia de los Coloma y sede del Condado de Elda. Fue entonces cuando el edificio sufri profundas transformaciones, tales como la construccin de una de las torres circulares de sillera, el antemural en talud y la mejora del acceso con un puente y una torre barbacana. En el interior se construy una cisterna subterrnea de gran capacidad y se mejoraron las estancias nobles. Ya en siglos posteriores, XVII y XVIII, el castillo se abandonar paulatinamente al establecer los condes su residencia en la Corte. Arquitectura religiosa U na de las caractersticas de la arq uitectura religiosa desde la conquista cristiana ser que gran parte de los edif icios ms relevantes destinados al culto cristiano se originaran sobre los de culto musulmn, es decir, sobre las mezq uitas. stas se fueron modificando y transformando segn los estilos artsticos del momento hasta convertirse en iglesias. Este fenmeno se produjo tanto en las grandes poblaciones como Alicante, Orihuela, Elche, como en poblaciones menores. Fue el caso de Elda, cuya iglesia principal se construir a partir de la mezquita aljama. La iglesia parroquial de Santa Ana El 6 de diciembre de 1528 el Seor de Elda Don Juan Francisco Prez Coloma Calvillo mand convertir la mezq uita mayor de la villa en iglesia, para hacer cumplir una Real Orden del Emperador Carlos I. Se levant bajo la advocacin de Santa Ana y hasta 1532 fue regentada por el Reverendo Pedro Celles de la Orden de San Agustn del Monasterio de Alcoy, posteriormente sera el Doctor Toms Crespo quien la dirigiese. El nombre de Santa Ana es el que tena el edificio hasta 1492, cuando funcionaba como sinagoga juda. Tras la expulsin de esta comunidad se convirti en la mezquita mayor de la villa, pasando a cubrir las necesidades espirituales de la sociedad musulmana que hasta entonces eran aten- 273Arte en los siglos XVI-XVIII Arriba izquier at aludado del siglo XVI (Ar del Museo Ar Municipal de Elda). Arriba der cisterna de la f XVI) (Ar Ar Elda). Abajo izquier g227tica del interior de la torr cir Ar Elda). Abajo der ideal del castillo en 216poca condal (Ar Ar Elda). CRIST356BAL LL Pintor nacido en V de J t216cnica del dibujo y era especialista en el dorado y el estof cas extendidas en la 216poca. Entr sus obras destacan: el r Descendimiento de la Ig Castalla y el de Nuestra Se226ora del Rosario de la Iglesia de Vinar didas en la mezquita vella (antigua ermita de San Antn).Desde principios del siglo XVI y hasta f inales del XVIII la planta de la iglesia cambi sustancialmente su forma, debido a continuas reformas y ampliaciones provocadas esencialmente por las nuevas necesidades que el culto iba imponiendo. Evolucin arquitectnica Durante el siglo XVI sufri una profunda transformacin que borr y cambi su primitiva forma islmica. A principios del XVII era un edificio de planta basilical con bside poligonal en la cabecera; con tres naves, la central precedida de un prtico o nrtex; y con dos torres cuadradas de sillera, entre las que estaba la puerta principal de influencia renacentista. Esta puerta era de orden drico incompleto, con un frontispicio circular en el que se abra una capillita con la imagen de Nuestra Seora Santa Ana. En una de las torres se localizaba el campanario. En el siglo XVIII se produciran los mayores cambios en la fisonoma del templo, ya que las posteriores reformas del siglo XIX no afectaron a su estructura, sino a la ornamentacin interior. La planta de la primera iglesia mantena la forma cuadrada de la antigua mezquita y con el tiempo se le fueron aadiendo las capillas, dependencias y torres. Segn Lamberto Amat la iglesia comprenda el mismo espacio que la mezquita, o sea, un rectngulo con un modesto altar (Altar Mayor) y dos pequeos altares o capillitas (el de N uestra Seora de la Concepcin y el del Santsimo Crucifijo), a derecha e izquierda, junto con la pequea capilla de la Virgen del Rosario. Entre las pinturas de esta capilla exista un magnfico retablo de Cristbal Llorens de 1592. En la primera mitad del XVII se dot a la iglesia de un nuevo Altar Ma- 274HISTORIA DE ELDA A la izquier Ana. Laur A la der la antigua iglesia de Santa Ana. De 347lbum hist227rico de Santa Ana, 1954. Evoluci227n ar planta de la iglesia de Santa Ana desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. T 1997. Modificada por las autoras. VENTURA R Fue uno de los m207s destacados ar quitectos espa226oles del sig Fue disc222pulo de maestr afincados en Espa226a como F Juvarra y Gio ti. Repr nico de transici227n entr y el Neoc conocido como Indi to de la Academia de San Lucas de Roma. Nombrado Director de la Academia de Bellas Artes de San Fe do en dos ocasiones y Arquitecto de la Cor 1759 con Fernando VII. Entr obras m207s importantes destacan: el Palacio Real de Madrid (17381764, junto con el ar Sachetti), la Ca rag del Prado de Madrid. En tiempos de Car 226anza de ar ri esta 216poca destacan las obras de la Iglesia de los Agustinos de V dolid (1760), el A To ro (1776) o la fachada de la Ca tedral de P y or (sustituido por otro en 1836) de madera tallada, dividido en tres cuerpos de orden compuesto con columnatas y capiteles, decoradas con vides y dorados. El primer cuerpo dedicado al Santsimo Sacramento y el segundo con una talla en madera de Santa Ana. Sobre cada uno de los capiteles estaban las estatuas de San Pedro y San Pablo. Y en el tercer cuerpo un leo de la escuela sevillana con Santa Ana y San Joaqun. En 1677 se le encarg al escultor Antonio Caro un retablo para el Altar Mayor. En 1604 se introdujo el culto a las imgenes del Crucificado (denominado Cristo del Buen Suceso a partir de 1714) y de la Madre de Dios (Virgen de la Salud a partir de 1648). Estas imgenes son probablemente las que se nombran en la visita del Obispo de Orihuela Don Jos Esteve en 1607 como de Nuestra Seora de la Concepcin y el Santsimo Crucifijo. Se trata de dos t allas de bulto redondo realizadas en madera y policromadas. Procedan de Cerdea, por tanto, se realizaron en algn taller italiano a finales del siglo XVI o principios del XVII. La veneracin a dichas imgenes y su nombramiento como los Santos Patronos de la villa supusieron una serie de transformaciones en la planta de la iglesia, ya que se construyeron dos nuevas capillas para albergarlas. Siguiendo las influencias barrocas de la poca, se levantaron la Capilla de la Virgen de la Salud, obra dirigida por el maestro en arquitectura Vicente Mingot y la Capilla del Cristo del Buen Suceso, por el maestro Miguel Francia Guilln. Ambas se hicieron con piedra de las canteras de Bateig. La capilla de la Virgen se empez a construir en 1747, en el lado noroeste de la iglesia, al mismo tiempo que la llamada Puerta de la Virgen, en el lateral sureste. La portada se finaliz en 1751 y se dot de varias esculturas, la de la Virgen realizada por el escultor Antonio Perales y las de San Joaqun y Santa Ana f lanquendola, realizadas por el artista Ignacio Estevan. La capilla se acab entre 1777 y 1779. Se adorn t ambin con estatuas de San Joaqun y Santa Ana y un retablo del escultor F rancisco Mira, as como con seis leos del pintor Antonio Villanueva, representando a los Doctores de la Iglesia, la Virgen y San Jos. Entre 1770 y 1773 se erigi la Capilla del Cristo del Buen Suceso, en el lado noreste, junto a la Puerta de la Virgen. Se adorn con esculturas encargadas en 1777 al imaginero valenciano Jos Esteve Bonet. Representaban a la Dolorosa y a San Juan a ambos lados del Cristo y dos esculturas en mrmol blanco de los profetas Isaas y Jeremas. Tambin contaba la capilla con dos leos, uno con el Cristo y la 275Arte en los siglos XVI-XVIII Ta lla original de la Virgen de la Salud (siglo XVII) (Ar Fiestas Ma. Ta lla original del Cristo del Buen Suceso (siglo XVII) (Ar Fiestas Ma). JOS203 ESTEVE BO Escultor nacido en V pulo de Ignacio V co Este su estilo como un Bar cional y otros lo sit234an en un Bar tar coc227 hasta el Clasicismo primiti Se especializ227 en la escultura de im207genes r Fue Dir Bellas Artes de San Car lencia (1781-1784). Nombrado Es cultor de C207mara Honorario en Ma drid (1790). R mer Valenciana e inc Argentina o Filipinas. Magdalena y otro representando al Padre Eterno. Pero la gran reforma de la iglesia se producira en el ltimo tercio del siglo XVIII (1778-1799) y ser Ventura Rodrguez, director de arquitectura de la famosa Academia de Bellas Artes de San F ernando, quien realizar el proyecto con el fin de convertirla en la iglesia principal del condado. De este proyecto se conservan una planta del edificio y dos secciones, una transversal y otra longitudinal que nos muestran una obra qu e sigue las lneas del barroco clsico. Pero el proyecto de Ventura Rodrguez no se lleg a ejecutar. Finalmente, fue Miguel Francia Guilln quien dirigi las reformas, dando lugar a uno de los ltimos ejemplos barrocos de la arquitectura alicantina. La iglesia lugar de enterramiento Las iglesias adems de servir como lugar de culto eran usadas como cementerios. En la Parroquial de Santa Ana se empez a enterrar en el siglo XVI, abandonndose as el cementerio ubicado en el castillo. En el interior de la misma se daba sepultura a los cristianos viejos en una gran cripta subterrnea; mientras que los moriscos conver tidos en cristianos nuevos eran enterrados extramuros, en dos grandes f osares: el fosar de las espaldas de la iglesia tambin llamado fosar de los moros convertidos y el fosar de fuera o de Diego Daroca. Con el paso de los aos el espacio interior de la iglesia quedara reservado para las personas ms ricas o de mejor posicin social de la villa. Esta prctica finaliz en 1813, cuando el Gobierno Superior Poltico de la Provincia de Alicante prohibi los enterramientos en las iglesias argumentando q ue la casa que deba ser todo pureza no deba ser seno de cuerpos en descomposicin y putrefaccin. Convento de Nuestra Seora de los ngeles En 1562 a peticin del recin nombrado Conde Elda, Don Juan Prez Cal- 276HISTORIA DE ELDA Detalle de la decoraci227n de la puerta de la Virgen de la antigua iglesia de Santa Ana. Del 347lbum hist227rico de Santa Ana , 1954. A la izquier de la Virgen de la Salud. De 347lbum hist227rico de Santa Ana , 1954. A la der Sant222simo Cristo del Buen Suceso 347lbum hist227rico de Santa Ana, 1954. villo de Coloma y su mujer Isabel de Saa, se fund el convento franciscano de Nuestra Seora de los ngeles. El 24 de agosto de ese ao tomaron posesin del mismo dos religiosos, Fray Sebastin Alemany y Fray Rafael Escobar. La comunidad constara de un total de catorce monjes. Se construy en una colina a 2 Km. al norte de la villa, en la zona del actual barrio Virgen de La Cabeza, junto a la ermita de San Sebastin que pas a convertirse en un anexo del convento. Su fundacin responda al inters de cubrir las necesidades espirituales de la poblacin y al de ejercer de lugar de formacin de otros religiosos. Estuvo en funcionamiento hasta la Orden de exclaustracin de 1835, provocada por la desamortizacin de Mendizbal. El edificio se abandon, habilitndose de nuevo en 1862 cuando fue declarado Hospital de Distrito por una Real Orden y posteriormente Hospital Provincial. Entre 1892 y 1939 fue el Manicomio Provincial y finalmente quedara desasistido en 1939. El historiador Lamberto Amat nos hace una descripcin del convento tal y como se encontraba hasta 1875 y a ella nos referiremos, ya que como decamos en prrafos precedentes el edificio ya no existe. La construccin se compona de dos partes: iglesia y convento. A la izquierda se situaba la parte destinada a los monjes y a la derecha la iglesia. La fachada principal tena 43 metros de longitud y 55 de fondo. Delante haba una plaza rectangular adornada con cipreses y acequias. La iglesia era de dos naves abovedadas divididas por tres arcos de medio punto que se sostenan con columnas rematadas con capiteles cuadrados; el suelo era de losas cuadradas. Sobre la entrada principal se situaban el coro y el rgano cuyas puertas estaban decoradas con pinturas que representaban al Santo Rey Profeta y a Santa Cecilia. Contaba con varios altares decorados con imgenes en talla de madera y leos. Haba una escultura de San Diego, encargada en 1788 por el sacristn del convento al imaginero Jos Esteve Bonet. Destacaban dos capillas principales: la ms antigua con una imagen en madera de San Francisco y un lienzo de N uestra Seora de los ngeles con el mismo santo y en la ms moderna un lienzo del Beato Nicols Factor. El convento de planta rectangular constaba de tres pisos y una fachada que presentaba tres rdenes de ventanas. En la planta baja se encontraba el ref ectorio, la cocina, la bodega, una sala 277Arte en los siglos XVI-XVIII Planos del pr ar To mado de Se Convento franciscano de Nuestra Se226ora de los 347ngeles. Laur que se destin a escuela de primeras letras y latinidad, varias habitaciones y una cisterna que recoga agua del manantial de Santa Brbara. Entre las habitaciones exista la celda del encargado de la portera, diferente al resto ya q ue el techo se compona de una bveda con adornos en yeso. Los claustros est aban cubiertos con bvedas ojivales con aristones de yeso. Los dos pisos superiores estaban destinados a celdas para los monjes. Las ermitas Las ermitas son pequeas edificaciones de carcter rural que se crean por la necesidad popular de tener un lugar prximo para celebrar el culto y mantener las relaciones sociales con los vecinos. De hecho, como nos dice el gegrafo Madoz, eran pagadas por el comn de los labradores. En ocasiones, eran utilizadas como puntos de encuentro o de reunin para comunicar algn acontecimiento o asunto de inters general. Su f isonoma es la de construcciones sencillas y funcionales muy modestas y sin apenas decoracin que responden a una arq uitectura rural acorde con el entorno en el que se las ubicaba. Normalmente son de planta rectangular de pequeas dimensiones, con una cubierta de teja a dos aguas. En la parte ms alta de la zona central de la fachada tienen una espadaa (abertura a modo de ventana) en la que se deposita la campana. El interior suele ser tambin muy austero, limitndose la ornamentacin a la zona del altar. Como sealbamos en pginas precedentes, slo se conserva en Elda una ermita original que es la de Los Dolores o Las Caadas, la cual nos puede servir de referencia para imaginar como podan haber sido el resto de estos edif icios de devocin popular citados en las fuentes. Ermita de Los Dolores Fundada, segn Montesinos, en 1786 bajo la advocacin de la Virgen de los Dolores. Segn Candelas Orgils podra ser del siglo XVII, pues responde al estilo de las ermitas de reconq uista. Se encuentra en el paraje de Las Caadas, a las afueras de la ciudad. Es una construccin de una sola nave de planta rectangular, realizada en piedra y yeso. La fachada tiene espadaa para la campana y en la parte inferior una hornacina donde se colocara una imagen. En su interior un arco apuntado atraviesa la nave transversalmente. El suelo est compuesto de yeso en forma de cuadrculas. El altar est decorado con frescos que representan querubines con lanzas y motivos f lorales. En la parte superior est escrito INRI. En el centro de la pared haba un leo del siglo XVIII con la imagen de la Dolorosa. Ermita de Santa Catalina, mrtir, o San Antn La ermita de San Antn, como actualmente se la denomina, se construy sobre la mezquita vella de Elda a finales del siglo XV. Originariamente se la llam de Santa Catalina, mrtir, nombre que coexisti con el de San Antn durante algn tiempo. Se situaba al lado de una de las puertas de entrada a la villa, el portal de San An- 278HISTORIA DE ELDA Dibujo de la ermita de San Ant227n, se Ermita de Los Dolor Ca226adas (ArAr Elda). tn, junto a la placeta del mismo nombre, pero en una ubicacin distinta a la que tiene hoy en da. Fue derribada en la segunda dcada del siglo XX y reconstruida posteriormente en un solar cercano al que ocup antao. Lamberto Amat la describe diciendo que es de mediana capacidad, con un altar en el que estaba la imagen de San Antonio Abad y en los laterales dos altares pequeos con la Virgen del Buen Parto y la del Rosario. Ermita de San Sebastin La ermita de San Sebastin se situaba en el lugar que ocupa hoy el barrio Virgen de la Cabeza. Se levant en el siglo XVI y fue elegida por el Conde de Elda para construir en el mismo solar el convento de Nuestra Seora de los ngeles, por lo que se convirti en un anexo del mismo. Ermita de San Miguel Fundada en 1713, se encontraba en el exterior de la villa, en el paraje conocido como Altico de San Miguel. Segn Montesinos tena mediana torre y campana. En 1816 ya no aparece citada en el Libro de Visitas de la iglesia de Santa Ana, por lo que ya no existira. Ermita de San Blas Se erigi en 1683 y fue demolida en 1776. Estaba en una de las entradas a la villa, junto a la Cruz de San Blas, en la actual C/ La Cruz. Ermita de Santa Brbara Edificada en 1649, estaba situada en el exterior de la villa, en el Marquesado de la Noguera (partida rural de Santa Brbara). Fue convertida en una casona privada en la que se pueden observar todava la huella de algunos arcos de la antigua ermita. Ermita de Santa Teresa Esta ermita se ubicaba en la partida rural de El Chorrillo, en la conf luencia con el trmino municipal de Sax, donde todava quedan algunos restos arquitectnicos de la misma. Tenemos dos fechas posibles para su construccin: 1721 1728. Estaba bajo la adv ocacin de Santa Teresa, aunque Montesinos la nombra como Hermita del Salvador . Se sabe que tena un lienzo de Santa Teresa de Jess en el altar. Ermita de La Concepcin Parece que existieron dos ermitas bajo esta advocacin. Por un lado, el erudito Lamberto Amat habla de una ermita de la Concepcin en la partida rural de La Jaud, es decir, en la periferia de la villa, la cual tena un retablo en el altar, sacrista y una torre mediana como campanario. Dice que es ms moderna q ue la del Salvador, por tanto, posterior a 1721 1728. Jos Montesinos nos cita t ambin una ermita con este nombre y dice que se encontraba en una de las principales calles de la villa. Pensamos que podra tratarse de la misma. Por otro lado, exista otra ermita de la Concepcin ms antigua que la citada anteriormente, que sera construida en torno a 1641. sta formara parte del Hospital de Pobres construido por Doa Beatriz Corella en el siglo XVI. Junto al hospital mand levantar una ermita en 1584, aunque no se ejecutara hasta 1641. En 1673 se puso bajo la advocacin de la Pursima Concepcin. Era un edificio de planta rectangular con altar, coro y transcoro, situado en la actual C/ San Roque. Ermita de Nuestra Seora de la Salud Fundada en 1653 y demolida en 1773. Se situaba en uno de los caminos de entrada a la ciudad. Estuvo sujeta a la advocacin de Mara Santsima de la Piedad hasta que en 1678 se cambi a la de la Virgen de la Salud. Su altar estaba decorado con un lienzo de la Virgen de la Salud que tras su demolicin fue llevado a la iglesia de Santa Ana. 279Arte en los siglos XVI-XVIII Ca del Rosario del castillo de Elda (Ar Municipal de Elda). Ermita de Santa Eulalia, mrtir Construida en 1698 y derruida en 1739. Ubicada a las afueras de Elda, en el lugar conocido como las Salinetas. Capilla de Nuestra Seora del Rosario La ermita de Nuestra Seora del Rosario se encuentra en el interior del castillo-palacio, por tanto, podemos decir q ue se trata ms bien de una capilla u oratorio. Es una dependencia englobada dentro de la parte seorial del castillo. Se piensa que debi construirse en el siglo XV, ponindose bajo la proteccin de San Antonio Abad; pasando en el siglo XVI a la advocacin de la Virgen del Rosario. Est situada en la planta baja del castillo y su acceso era desde el primer piso. Es de planta rectangular y tiene una hornacina en la cabecera donde est ara colocada la imagen del santo o de la virgen. Arquitectura pblica hidralica La huerta form parte esencial de la economa eldense, y para su ineludible desarrollo fue imprescindible un buen abastecimiento de agua a lo largo del trmino. Ya en el siglo XVI hay consta ncia de que Elda contaba con una red de acequias (creada en poca musulmana) y acueductos a travs de los que se administraba y conduca el agua. Pero la ver- dadera solucin en cuanto a suministro de agua vino dada a finales del XVII con la construccin del pantano. En el transcurso del siglo XVII se acometieron dos obras arquitectnicas hidrulicas de envergadura: el pantano y el acueducto de Pua. El pantano El pantano de Elda est ubicado en el cauce del Ro Vinalop en la zona norte de la ciudad, en la vertiente septentrional de la Sierra de La Torreta. A finales del siglo XVII, tras varios aos de litigios del conde de Elda con o tras villas y con los propios habitantes de Elda, se erigi una presa con su consiguiente embalse para el acopio de agua y se hizo a imagen y semejanza del pantano de Tibi, edificado un siglo antes. El 19 de enero de 1692 empezara su construccin terminndose a finales de 1698. El coste de la presa fue de 6000 libras y corri a cargo de la villa despus de la renuncia seorial al dominio directo de las tierras. La obra inicial fue recrecida en varias ocasiones debido a la necesidad de aumentar su capacidad. Prueba de estas obras de ampliacin son dos inscripciones de f inales del siglo XVIII con referencias a dichas obras que se conservan en el propio paramento. En 1793 se produjo una gran avenida f luvial que inutiliz la presa. No fue hasta el ao 1842 cuando se acometi su re- 280HISTORIA DE ELDA Izquier pr al fsiglo XVII (Ar Der de la pr (Ar construccin, finalizndose en 1890. Es la presa que se conserva actualmente. De la obra del siglo XVII solamente quedan restos de los estribos o cajeros del muro asentados en las rocas laterales, en los mrgenes del cauce.Sabemos por la documentacin existente que la presa original alcanzaba 12,8 m. de altura y su grosor superior era de 9,12 m. Era una presa de estribo de planta recta con paramentos verticales. El paramento hmedo del muro era de sillares y el seco (laterales) de mampostera y piedra picada, teniendo en el interior una codolada rellena con cantos rodados y argamasa para impermeabilizar. Contaba con aspilleras para la toma de agua que iba a parar a un cubo que desaguaba en una galera abovedada. El acueducto de la rambla dels Molins o de San Rafael Este acueducto se encuentra en la Rambla de San Rafael junto al barrio del mismo nombre en el trmino municipal de Petrer. Tambin se le denomina Acueducto de la rambla de Pua. Se conserva parcialmente, nicamente queda en pie la parte central del mismo con tres arcos (de los seis que tena). Parece que lleg a alcanzar los 30 m. de longitud y una altura de 8 m. desde el suelo de la rambla. Est realizado con una tcnica constructiva mixta que conjuga sillera y mampostera trabada con argamasa. Los machones troncocnicos q ue lo sustentan estn construidos con sillares rematados por una moldura en f orma de toro desde la que arrancan los arcos ojivales o apuntados hechos con mampostera colocada a sardinel. Remata el acueducto una canalizacin de 25 x 25 cm. que est realizada con piezas cermicas y tiene una seccin en U. Sobre la cronologa de esta obra se ha especulado en demasa. Aunque sus arcos ojivales hicieron pensar en una atribucin gtico-mudjar del siglo XV, estudios recientes apuestan por fechas posteriores que se remontan al siglo XVII, concretamente entre 1615 y 1622, cuando se realizaron las canalizaciones para la conduccin de agua potable para Elda. 281Arte en los siglos XVI-XVIII Inscripciones del siglo XVIII con re ncias a las ampliaciones de la pr Ar y EMIDESA). Acueducto de la R Ra etr Museo Ar de Elda). Escultura Una ciudad como Elda, cabeza de condado en los siglos que estamos trat ando, con toda seguridad tendra en su haber interesantes manifestaciones artsticas. Sin embargo, las noticias que tenemos de las mismas son escasas, cuando no nulas. En la actualidad conocemos la existencia de varias obras de carcter sacro, como son el Cristo de la Inmaculada, la Virgen del Populo , la escultura de un monje franciscano del convento de N uestra Seora de los ngeles y varias cruces de trmino. Cristo de la Inmaculada Este Cristo crucificado se encuentra en la actualidad en el altar de la parroq uia de la Inmaculada Concepcin, aunq ue anteriormente estaba ubicado en la ermita de San Antn. Se trata de una talla en madera, de bulto redondo, de la que se ignora su cronologa exacta y procedencia. La imagen muestra de manera naturalista el conmovedor momento del sacrificio en la cruz, en la que los ojos cerrados y la cabeza cada de Cristo muestran la intencin del artista por plasmar el momento de la muerte de Cristo, la Crucifixin. En lo referente a su autora, ha habido voces a favor de atribuir esta labra escultrica al renombrado escultor Nicols de Bussy. Este escultor nacido en Estrasburgo, desarroll gran parte de su vida profesional en la Espaa del siglo XVII, concretamente entre Murcia y Valencia. Aunque la atribucin de esta obra a Bussy no es descabellada, pues a parte de haber trabajado en localidades tan cercanas como Aspe (donde particip en la fachada de la iglesia de Nuestra Seora del Socorro) o Elche (Santa Mara), tambin guarda paralelismos estilsticos con otras obras del autor. No obstante, tenemos cierta s reservas al respecto ya que pensamos q ue seran necesarios mayores estudios e investigaciones para aseverar tal atribucin. Y ms tratndose de un escultor del que han llovido tantas asignaciones de obras que con el tiempo han sido desestimadas. Virgen del Populo Se trata de un altorrelieve que representa a la Virgen con el nio. Se encuentra incrustada dentro de una hornacina de piedra con unas medidas de 140 x 190 x 60 cm. La nica ref erencia historiogrfica de esta pieza la hemos encontrado en Lamberto Amat, donde se alude a su ubicacin en el atrio de entrada al castillo. Tambin precisa la procedencia de la piedra con la q ue sera labrada, del monte de Boln. A unque el mismo autor afirma que ya en el siglo XIX se encontraba en la iglesia parroquial de Santa Ana, concreta mente en el altar de San Blas. Posteriormente, se sabe que pas a manos de los seores Amat Quesada, q ue procedieron a su restauracin y dorado en la ciudad de Valencia. En la actualidad la pieza se encuentra en manos privadas. Monje franciscano A partir del XVII las rdenes religiosas protagonizaron un papel destacado. La construccin de conventos fue frecuente, al igual que los encargos iconogrficos basados en las imgenes de sus fundadores o de alguno de sus miembros santificados. Tal puede ser el caso de la escultura que describimos a continuacin. La pieza, localizada durante unas obras realizadas en el solar del convento, se encuentra en el Museo Arqueolgico de la localidad y representa probablemente a un monje franciscano del convento de Nuestra Seora de los ngeles. Se trata de una escultura en piedra, de bulto redondo a la que le faltan la cabeza y las manos. Tiene unas dimen- 282HISTORIA DE ELDA Cristo de la iglesia de la Inmaculada a de Bussy (ArAr Elda). siones de 45 x 89 cms. La talla fue realizada meticulosamente recogiendo todos los detalles que caracterizan a un monje franciscano; vestido con el hbito de estamea, consistente en una muceta (llamada ucloma) con capucha pequea. En la cintura porta un cordn con tres nudos, simbolizando el compromiso de su fe. Se pueden observar en superficie restos del pigmento gris con el que ira recubierta la pieza. Por la talla tosca de su parte trasera y por la factura de la base sobre la que se sustenta, pensamos que estuvo colocada para ser vista frontalmente y encastrada en alguna superficie, probablemente en la fachada del edificio. Cruces de trmino Antiguamente se las denominaba Humilladeros y son originarias de Aragn. Dependiendo de la regin, las conocemos con nombres diferentes: Peirs en Valencia, P eironesen Aragn o Pedrs en Catalua. Principalmente estaban situadas en cruces de caminos o en las entradas a los pueblos, aunque en ocasiones aparecen en el interior urbano. La funcionalidad de las cruces de trmino pudo ser la de servir de delimitacin territorial, adems de tener una clara finalidad religiosa teniendo lugar en ellas la bendicin de trminos o rogativas. Construidas en piedra, estaban formadas por una columna, sustentada normalmente sobre un pie o base que poda ser escalonado y rematada por una cruz, una urna o azulejos de cermica. En Elda, al menos, existieron tres: la Cruz de la Trinidad, la Cruz de San Blas y la Cruz del Convento. Ninguna de ellas ha llegado hasta nuestros das pero sabemos que la primera se encontraba situada entre las calles Pedrito Rico y Jardines, junto a la carretera general Madrid-Alicante, antiguo Camino Real. Fue construida bajo la adv ocacin de la Santsima Trinidad, de ah su denominacin. Tambin era conocida como Cruz del Cementerio y Cruz del Camino Real. No nos han llegado fotografas en las que se pudiera v er la parte superior de la misma, aunq ue en la imagen s podemos observar una delicada decoracin vegetal en la parte inferior de la columna, caracterstica del siglo XVII. La Cruz de San Blas, conocida t ambin como Cruz del Panadero, Cruz de Gimnez o Cruz del Chapi- tel, estaba cercana a la ermita del mismo nombre y al Camino Real, en la actual conf luencia de la Avenida de Chap y la C/ La Cruz. No existe ninguna descripcin ni imagen de la misma por lo que desconocemos como era. De la Cruz del Convento, prxima a ste, nicamente contamos con la inf ormacin que nos ofrece la fotografa. R ealizada en piedra consta de una base cuadrada sobre la que se sustenta una columna sin decoracin que est rematada por una cruz ornamentada en una de sus caras con la imagen de la Virgen. Su ubicacin, muy prxima a la Cruz de la Trinidad y en los lindes del convento, hace pensar que su funcionalidad sera ms religiosa asociada al convento que no una cruz delimitadora del trmino. 283Arte en los siglos XVI-XVIII Relie Po (Ar Escultura de monje franciscano (Ar Municipal de Elda). Pintura La pintura enmarcada dentro de los cnones del Renacimiento (siglo XVI) y el Barroco (centurias posteriores) tendr como temtica principal la sacra, est ablecida por la Iglesia. De este campo nicamente hemos encontrado referencias de un pintor eldense del siglo XVII llamado Pablo Madrigal. Seguidor de la obra de Juan de Juanes, aparece citado en 1657 en el Concejo de la villa de Biar donde se le encarg la pintura y dorado del retablo de la Puridad para la iglesia de la villa. En cuanto a la existencia de obras pictricas, al igual que ocurre con la escultura, son muy escasas, slo hemos tenido noticias de dos. Se trata de dos leos sobre lienzo, uno de la Virgen de la Salud y otro de la Virgen de Los Dolores, ambos del siglo XVIII, obras annimas de propiedad particular. El primero, del cual desconocemos su ubicacin original, nos muestra a la Virgen de la Salud con el nio en brazos como motivo central. La figura est sobre una nube f lanqueada por dos querubines y en la parte superior aparecen representadas las cabezas de cuatro ngeles, dos a cada lado. El segundo sabemos que decoraba el altar de la ermita de Los Dolores, est aba enmarcado en el centro de la pared frontal, a su vez pintada con motivos f lorales y querubines. Representa a la Dolorosa en el momento que recoge en su regazo a su hijo muerto, recin descolgado de la cruz. Orfebrera En la Edad Moderna la orfebrera espaola sufri un gran apogeo debido a la bonanza econmica del momento y a la ingente llegada de plata desde Amrica en el siglo XVI. Se construyeron catedrales y palacios que haba que equipar. As desde los sectores religiosos se encargaron numerosas piezas de orfebrera de carcter sacro. Realizadas con piedras preciosas, oro y plata proliferaron durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Los orfebres se guiarn por las modas artsticas vigentes aplicando a sus trabajos las caractersticas de la arquitectura y la escultura. Exista una reglamentacin rigurosa para el gremio de los orfebres que deban marcar sus obras como smbolo de calidad. Se realizaron tanto objetos de uso laico para la vajilla de mesa, tocador y adorno como de uso religioso. Destaca la elaboracin de clices, custodias, cruces procesionales, etc. que se decoraban profusamente aadindoles en ocasiones piezas aplicadas. Este es el caso del objeto que nos ocupa a continuacin. Aplique decorativo Se trata de un hallazgo exhumado durante los trabajos de excavacin de un solar de la C/ Coln en el Casco Antiguo. Est realizado en coral rojo, material muy utilizado en los siglos XVI y XVII en la orfebrera. Es una placa cuadrada en la que est tallada minuciosa- 284HISTORIA DE ELDA Cr al antiguo convento franciscano (Ar Cr conf Jar EMIDESA). mente en altorrelieve la cara de Cristo. Tiene unas dimensiones de 2,6 x 2,7 x 1,7 cm. Se desconoce la autora de la pieza. A este tipo de tallas en las que slo se representa una cara se les denominaba rostrillos y empezaron a fabricarse en el siglo XVII. Formaban parte de la ornamentacin de objetos mayores; sola tratarse de apliques decorativos para ser engarzados. Pensamos que esta pieza podra haber estado entallada en una custodia o en un cliz litrgico. Cermica La cermica espaola hasta el siglo XVI estuvo notablemente inf luida por las tcnicas hispano-moriscas. A partir de entonces se producira un cambio radical al imponerse las tcnicas renacentistas en la industria alfarera, siendo los hornos talaveranos los pioneros en su implantacin. Centros como los de Paterna, Manises, Teruel, Mlaga y Sevilla dominaron el mbito de la cermica y la azulejera. Los dos primeros fueron los q ue marcaron tendencias en la zona valenciana, en la que se incluye la Vall d Elda . En las ya numerosas excavaciones realizadas en el Casco Antiguo de Elda se han sacado a la luz cuantiosas piezas cermicas de poca Moderna, de las que sobresalen en mayor nmero las de funcionalidad domstica. Las formas predominantes para la vajilla de mesa son los platos y las escudillas; y en cermica de cocina encontramos ollas y cazuelas de cermica vidriada. Destacan tambin los recipientes de almacenamiento decorados con festones y motivos incisos como tinajas o lebrillos. En el XVI y XVII resaltan por su decoracin y tratamiento las lozas doradas profusamente ornamentadas con motivos vegetales, geomtricos y figurativos y a partir del siglo XVII llegarn cermicas desde Italia que se caracterizarn por su intensa policroma. Otra de las producciones import antes en la industria alfarera valenciana fue la de azulejos o taullels, que alcanzaron gran fama por su riqueza decorativa y calidad siendo exportados a o tros lugares. Realizados para enlosar y pavimentar habitaciones de iglesias, conv entos o palacetes, servan a su vez de elementos decorativos. En el siglo XVIII la azulejera experiment un gran apogeo y a partir de la segunda mitad de dicho siglo se produ- cira en Valencia y, sobre todo en Manises, un tipo especfico de azulejos ornamentados con motivos sacros (figuras o escenas). Con ellos se confeccionaban los llamados paneles cermicos devocionales que eran retablos cermicos 285Arte en los siglos XVI-XVIII 356leo sobr de la Virgen de la Salud. Del Ca Iconog de la Salud y el Cristo del Buen Suceso , 2004. Aplique decora encontrado en las exca de la C/ Col227n (Ar Museo Ar de Elda). Detalle del 227leo del siglo XVIII con r de Los Dolor Antonio Mar que se solan colocar al aire libre, en las fachadas. Eran una forma ms de devocin religiosa popular. Las fbricas que los realizaban tenan que cumplir una serie de normas estticas para que las representaciones fuesen atractivas para los creyentes. Los temas representados eran, en su mayora, copia de grabados y pinturas de notables maestros, en los q ue a lo sumo, el ceramista incorporaba elementos decorativos secundarios como cenefas u orlas. Existen varios de estos paneles en las calles de Elda pero slo uno de ellos pertenece al perodo que aqu nos ocupa. Se trata del retablo cermico de la Santsima Trinidad. Panel de la Santsima Trinidad Este panel cermico se encuentra en la C/ La Pursima, n 12. Se trata de un retablo rectangular de 72 x 83 cm., compuesto por doce manises de 21 cm. de lado, aunque ha perdido uno de la parte inferior central. Est realizado con azulejos policromados. Su datacin atendiendo a los aspectos decorativos sera de la ltima dcada del siglo XVIII. La escena plasma un tema cristolgico, el de la Santsima Trinidad. La iconografa siempre lo representa sobre trono de nubes en el que Dios Padre est a la derecha y Dios Hijo a la izquierda (a su derecha), y el Espritu Santo en forma de paloma siempre entre ambos y en lo alto irradiando haces de luz. 286HISTORIA DE ELDA Cer207mica de pr italiana del siglo XVII del Casco Antiguo (Sede Realistas) (Ar del Museo ArMunicipal de Elda). Panel cer207mico con la re entaci227n de la 307Sant222sima T rinidad310 (siglo XVIII). T de Samper Cer207micas de lo siglo XVI del Casco Antiguo (Sede Compar (Ar Municipal de Elda). Notas al captulo 1 1. Para la definicin de estos dominios se han empleado las aportaciones de MARCO, J. A. y PADILLA, M. A. (2000, pp. 40-43) que, en parte, se basan en trabajos de Costa y Rivas Martnez para su definicin de los dominios de vegetacin de la provincia de Alicante, as como la aportacin de PADILLA, M. A. (1998). Not as al captulo 2 1. Agradecemos a todos los miembros del Museo Arqueolgico Municipal de Elda, Juan Carlos Mrquez, M Dolores Soler, Jess Peidro y muy especialmente a su director, Antonio M. Poveda Na varro, tanto su invitacin a participar en esta publicacin, como el facilitarnos el acceso a la informacin y materiales del Museo Arqueolgico Municipal de Elda y de las excavaciones arqueolgicas desarrolladas en los ltimos aos en el yacimiento de El Monastil. Not as al captulo 7 1. Resumo muy esquemticamente algunas de las explicaciones ofrecidas por Mikel de Epalza, Un modelo operativo de urbanismo musulmn, Sharq Al-Andalus. Estudios rabes , Alicante, 2 (1985), pp. 137-149; Espacios y sus funciones en la ciudad rabe, La ciudad islmica , Zaragoza, 1991, pp. 9-30; Baos rabes en el Pas Valenciano, Valencia, 1989. 2. Ver, por ejemplo, Algunos elementos constantes del urbanismo musulmn, en: A. Prez Jimnez-G. Cruz Andreotti (eds.), De la Aldea al Burgo. La ciudad como estructura urbana y poltica en el Mediterrneo, Madrid-Mlaga, 2003, pp. 283-312, y la abundantsima bibliografa all citada. Notas a los captulos 8, 9 y 10 * Para la realizacin de los tres captulos relativos al medievo eldense he contado bsicamente con documentacin original procedente del Archivo de la Corona de Aragn correspondiente al perodo 1296-1410, localizada en las distintas series de la Real Cancillera, Cart as Reales y Maestre Racional. El siglo XV, sin embargo, se ha nutrido de la Real Cancillera del Archivo del Reino de Valencia y fuentes municipales procedentes del Archivo Histrico Municipal de Orihuela y del Archivo Histrico Municipal de Elche. En lo que refiere a la bibliografa, muchas han sido las obras consultadas. Si bien, al no entender operativa una relacin extensa de las mismas he preferido apuntar hacia una bibliografa seleccionada que sirva al lector para ampliar de modo conveniente cualesquiera de los aspectos tratados en esta obra. Not as al captulo 11 1. Hamet Baberu parece desempear este puesto en Elda a comienzos del siglo XV, mientras que un Yaye Melich es elegido sndico y procurador por parte de las aljamas de Elda y Petrer en 1504: Manuel Ruzafa Garca, Aportacin documental a la historia de Elda en la baja Edad Media, Alborada, Elda, pp. 77-84. 2. Cargo de importancia esencial para la integridad de las aljamas, stas tenan entre sus privilegios perpetuos el 287 Notas nombramiento de un mudjar para el cargo: en 1393 la aljama de Elda har llegar una queja a la reina Violante porque el procurador haba confiado esta labor a cristianos, usurpndosela al almedina musulmn que haba nombrado la aljama: M. T. Ferrer, Les aljames, p. 78. 3. Sera el caso de la morera de Monfor te, establecida en 1459, que tuvo que ser poblada con musulmanes procedentes de Elda, Novelda, Crevillente, Aspe y otros lugares: M. Gual Camarena, Mudjares valencianos, datos para su estudio, Saitabi, Valencia, 7 (1949), pp. 165-199. 4. La reparacin del sistema de aceq uias del valle, por ejemplo, fue una medida urgente tomada por el rey en 1367 tras la guerra con Castilla (Jos Vicente Cabezuelo, Documentos para la historia del v alle de Elda 1356-1370 , Elda, 1991, pp. 152153). En 1493, Joan Roi de Corella, escribir desde Elda a las autoridades de Villena solicitando para sus mudjares el aprovechamiento de aguas sobrantes all (J. B. Vilar, Los moriscos, p. 329). 5. Mara Teresa Ferrer i Mallol, Les aljames , p. 75. En 1392 un mercader de Elda, Abdalla Manona, denunciar a un cristiano por haberle robado una cantidad de dinero y mercancas que haba obtenido en Alcoy ( ibid), pp. 121-122. 6. Puede verse el catlogo de la exposicin La expulsin de los moriscos del R eino de Valencia, Valencia, 1997. 288HISTORIA DE ELDA A.A. V.V. (1954): lbum histrico de la reconstruccin del templo parroquial de Santa Ana, de la ciudad de Elda. Ao Santo y Mariano de 1954 , Elda. 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VALEROESCANDELL Introduccin: de las cabaas a la villa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 por ANTONIOM. POVEDANAV ARRO 1. Paisaje y medio ecolgico en Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 ARTEMIOCUENCAPAYy ROSARIONAVAL NGARCA 2. La ocupacin prehistrica en el Valle de Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 FRANCISCOJAVIERJOVERMAESTRE 3. Iberos en el Valle de Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 ANTONIOM. POVEDANAV ARRO 4. La romanizacin del Valle de Elda: El Monastil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 ANTONIOM. POVEDANAV ARRO YJUANCARLOSMRQUEZVILLORA 5. El Valle de Elda en la poca romana: El mundo rural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 JUANCARLOSMRQUEZVILLORA 6. La cristianizacin del Valle de Elda. pocas tardorromana y bizantino-visigoda . . . . . 95ANTONIOM. POVEDANAV ARRO 7. Los musulmanes en las tierras de Elda, I. Elda islmica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 LUISF. BERNABPONS Los musulmanes en las tierras de Elda, II. Islamizacin del territorio . . . . . . . . 126 IRINAAGULLMARCOS YJESSPEIDROBLANES 8. Elda medieval. El dominio cristiano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 JOSVICENTECABEZUELOPLIEGO 9. Elda medieval. Estructura social y actividad econmica en un espacio rural de frontera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 J OSVICENTECABEZUELOPLIEGO 10. Elda medieval. El castillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 5 JOSVICENTECABEZUELOPLIEGO 11. La comunidad mudjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) . . . . . . . . . . . . . . . . 185 LUISF. BERNABPONS 12. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsin de los moriscos a la desaparicin del seoro (I) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 R EMEDIOSBELANDOCARBONELL 13. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsin de los moriscos a la desaparicin del seoro (II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215 R EMEDIOSBELANDOCARBONELL 14. El gobierno municipal de Elda en poca Moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235JOAQUNSAMPERALCZAR 15. La Guerra de Sucesin y Elda (1700-1714) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 JESSPRADELLSNADAL 16. Cultura, religiosidad popular y panten eldenses (siglos XVII-XVIII) . . . . . . . . 259JOAQUNSAMPERALCZAR 17. Arte en los siglos XVI-XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271 MARAT. BERNGARCAy M DOLORESSOLERGARCA Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287 Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289

Historia de Elda. Tomo I

Más documentos

Transformación del espacio público de Elda

Episodios que conmemoran las Fiestas de Moros y Cristianos

Iconografía de la Virgen de la Salud y el Cristo del Buen Suceso

Memoria Resumida de la Operación ATLAS-71

Un recorrido por la historia eldense

Elda durante el primer tercio del siglo XX

Pedro García, tres generaciones de zapateros

Cordabarras y Sherpajoëlettes

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