Un genio eldense en la reproducción de obras de arte
Si tener un don que roza la genialidad es difícil, todavía lo es más descubrirlo cuando ya estás jubilado y eres autodidacta. Eso es lo que le sucedió al pintor Rafael Sans (Elda 1910-1991). Su don para reproducir con precisión milimétrica grandes obras de los maestros de la pintura era admirable: Las Meninas de Velázquez, Lección de anatomía de Rembrandt, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci o Las tres gracias de Rubens son solo algunos ejemplos de las casi 70 obras maestras que copió en formato grande y que decoran su casa, que parece un auténtico museo.
El Ayuntamiento de Elda organizó una exposición de su excelente trabajo en la planta baja de la Casa de la Cultura en el mes de marzo de 1990 que fue un éxito rotundo. A Rafael Sans le costó decidirse a mostrar su obra porque se negaba a vender sus cuadros, ya que los quería "para verlos y disfrutarlos", comentaba en una entrevista a Antonio Santos en el programa "La Farola" de Tele Elda en el año 1989.
Orígenes
Desde pequeño destacó en el dibujo. Su profesor en el colegio lo ponía aparte para que trabajara tranquilo. Cuando era joven, los fines de semana prefería dibujar a salir con los amigos y con 16 años pintó La Inmaculada de Murillo, que aún conserva la familia. Al estallar la Guerra Civil, tuvo que dejar su trabajo de modelista. Luego se casó y retomó el diseño de zapatos, hasta que montó una pequeña fábrica de calzado para sacar adelante a su familia, formada por su mujer y sus cuatro hijos. Pero esta actividad no le dejaba tiempo pintar, así que tuvo que esperar cuarenta años hasta su jubilación para retomar los pinceles y poder dedicarse al fin a lo que de verdad le gustaba: reproducir las obras de los grandes maestros de la pintura. Según él mismo contaba, en el año 1972, estaba viendo en un libro la fotografía del cuadro Guirnalda de frutas de Rubens y su mujer le dijo que no se atrevería a reproducirlo. Para él fue un reto y el primer cuadro que copió en esta segunda etapa como pintor que se prolongó sin descanso durante 19 años.
En su vida no contó con maestro de arte alguno. En una ocasión, un profesor de la Universidad le preguntó si había estudiado Bellas Artes y él contestó que sí sin pensarlo para no dar explicaciones. Sans copiaba mirando fotografías de libros de arte, muchas veces eran imágenes en pequeño formato, lo que hace que su perfección resultara aún más increíble.
Respecto a su técnica, su hija Fini, que es la que más cerca ha estado de su padre y hoy día es la única de sus cuatro hijos que vive, recuerda la enorme paciencia de su padre, que podía invertir tres o cuatro meses en pintar un cuadro. Como nota curiosa, comenta que para difuminar algunos trazos, después de dar las pinceladas, les pasaba el dedo por encima. El propio autor decía en el citado programa de Tele Elda: "En mi interior me digo que copiar debe ser difícil, pero yo domino el retrato".
Nunca trabajó por encargo
Sans nunca aceptó encargos, a pesar de que numerosas personas se lo pidieron. Su hija recuerda que un matrimonio inglés le ofreció un millón de pesetas (6.000 euros) por la copia de la obra Jeremías prevé la destrucción de Jerusalem de Rembrandt, pero él se negó porque no pintaba con esa intención. Sí realizó, en cambio, extraordinarios retratos de su mujer, de sus hijos y sus nietos que reflejan una gran viveza, también a partir de fotografías.
En las imágenes grabadas de Sans en el citado programa "La Farola", el pintor no se arroga ninguna importancia, al contrario, es sencillo y afable, si bien, se admira de las obras de los grandes pintores universales y de que él sea capaz de reproducirlas.
El Ayuntamiento de Elda le encargó pintar el retrato del entonces rey Juan Carlos I, que presidió desde 1984 el Salón de Plenos del edificio consistorial, hasta que se sustituyó por una foto del rey actual, Felipe VI, en el año 2014.
Rafael Sans fue amigo de otro gran pintor de Elda, Gabriel Poveda "Leirbag", quien se confesaba admirador de su trabajo, "mi padre comentaba que Gabriel fue más atrevido qué él y se fue a Valencia y Barcelona, pero él se quedó aquí porque era muy familiar", asegura su hija.
De su forma de ser habla la anécdota que cuenta su sobrino Pepe Sans: "A mi tío le encantaba Velázquez y le gustaban los retos difíciles. El cuadro Los borrachos de Velázquez le fascinaba, pero no acertaba a resolver la cara del personaje central, hasta que un día se le ocurrió a media noche y dijo que ya sabía cómo hacerlo, así que al día siguiente se puso manos a la obra".
Rafael Sans siempre quiso que su obra permaneciera unida y no se dispersara, por lo que a su hija Fini le gustaría que el Ayuntamiento pudiera disponer un lugar donde quedaran expuestos de manera permanente los cuadros de su padre.