Vida y versos de El Seráfico

VIDA Y VERSOS DE EL SERAFICO Seccin de publicaciones del EXCMO. AYUNTAMIENTO DE ELDA 2L 1 edicin Portada: Retrato al lpiz de El Serfico realizado por Pedro Carpena Coordinacin de la edicin: EMIDFSA. Empresa Municipal de Informacin de Elda, S. A. Jardn de la Msica, s/n, 03600 ELDA EMIDESA, 1996, de la presente edicin. I.S.B.N. 84-87962-05-X Depsito Legal: A-1.229-1996 Impresin: Grficas Daz, s.l. (San Vicente - Alicante) ALBERTO NAVARRO PASTOR VIDA Y VERSOS DE EL SERFICO 2 1 Edicin corregida y aumentada CON UN PRLOGO A ESTA EDICIN DE D. JUAN A. ROS (Universidad de Alicante) Excmo. Ayuntamiento de Elda 1996 RECONOCIMIENTO Y PRESENTACIN Intentar descubrir aqu y ahora a Alberto Navarro sera, ade ms de pretencioso por mi parte, estril y baldo. Alberto creo que es una de las personas ms aceptadas por todos los grupos ms dispares y heterogneos de Elda. Por qu Porque es una persona seria, honesta, investigadora, trabajadora, as como un intelectual de talla. Por otra parte, es un patrimonio cultural importante para Elda y su cultura. No ya por su aporte en libros, trabajos y divulgacin de todo lo eldense y eldensista, sino por que, probablemente, desde el Valle de Elda que l dirige y que ya public su ni micro dos mil, as como desde Fiestas Mayores, Alborada o la prensa escrita provincial o nacional, as como de ssus numerosos libros, ha logrado y conseguido un prestigio, una aceptacin popular total y un acreditado predicamento en todos los que le conocen a nivel personal o mediante sus trabajos, art culos, publicaciones y libros. Diramos que es tma gran persona y de fama probada, tanto en su conducta personal, como por su fama de intelectual, investigador y corredor de fondo en el campo de la Cultura. Es lo que definira Machado como una buena persona en el sentido ms claro y concreto. Por eso no es de extraar que se le aprecie mucho y bien en Elda, aprecio que se acrecienta en los que nos sentimos vinculados al numdo de la cultura. Por lo que no es raro que le brindemos este libro como reconocimiento a su prestigio y amistad, deseando que siga su itinerario profesional e intelectual por muchos arios. Manuel Serrano Gonzlez CONCEJAL DE cuuru Rx 7 PROLOGO Alberto Navarro Pastor present como primer captulo del presente libro en su edicin de 1982 el titulado Permanencia del Serfico. El hecho de que este prlogo sea el de una segun da edicin, algo inusual en la bibliografa sobre temas locales, parece dar la razn a quien habla de la permanencia del poeta eldense. El carcter y la identidad de sus versos no permiten pensar, lgicamente, en una permanencia basada en motivos lite rarios. Pero s en la imagen de un poeta popular que fi rma parte de la cultura transmitida oralmente y que pocas veces es estu diada. Esa transmisin de ancdotas o de versos de tma figura popular supone, hasta cierto punto, una sea de identidad para los eldenses. En nuestro panorama cultural estas seas por su carcter casi han desaparecido junto a las ltimas generaciones que las transmitieron. Los tiempos cambian y las seas de iden tidad tambin, pero a menudo ms que un cambio es una prdi da. Y por ello conviene apuntalar en la medida de lo posible todos los elementos que configuran una memoria colectiva. En este sentido, la evocacin de la vida y los versos del Serfico que nos presenta Alberto Navarro Pastor es una iniciativa positiva que debemos sumar a las realizadas por el mismo autor en rela cin con Elda y su historia. En un reciente libro dedicado a la literatura escrita en Alicante durante el siglo XIX he sealado que la poesa, el sim ple gusto de hacer rimar unos versos con cualquier motivo, es algo cotidiano en aquella sociedad. Haba un autntico placer por esa especie de juego literario y social que era la composicin de 9 poemitas dedicados a todo tipo de circunstancias o actos, por muy prosaicos y cotidianos que fueran. Este carcter de juego, su finalidad y sus mismos protagonistas impiden cualquier valora cin esttica, pero constituyen un documento de ciertas actitudes y costumbres de la poca. En este contexto podemos explicar la fi gura del Serfico en Elda y su comarca. No se trata de un caso aislado o singular. Los catorce tomos manuscritos e inditos del Ensayo biogrfico y bibliogrfico de escritores de Alicante y su provincia, de Manuel Rico Garca de los cuales el Instituto Juan Gil-Albert, de la Diputacin Provincial de Alicante ha rea lizado una edicin en microfichas recogen noticias de otros rimadores populares con rasgos parecidos a los del eldense. Pero sus textos se han perdido mayoritariamente y las noticias que nos han llegado son muy imprecisas. Por ello tiene un gran valor la tarea realizada por Alberto Navarro Pastor, que nos permite salvar del olvido definitivo una forma cultural ms que literaria; una fi gura curiosa, divertida y anecdtica que, por encima de la valoracin que nos merezca, merece ser recordado en un panora ma cultural como el actual, demasiado dominado por lo standar y lo ajeno. Por ltimo, quisiera aprovechar este prlogo para animar a quienes se aproximan como lectores o investigadores a los temas de historia local. Se puede dejar testimonio de personajes curio sos como el Serfico o plantearse el trabajo como un intento de documentar y matizar una realidad que va ms all de lo local, da igual. Lo importante es ser conscientes de que nuestra propia realidad no termina en lo irunediato y lo presente y que por las mismas calles hoy invadidas por coches, vdeos y hamburguesas circularon otros personajes y otras ideas. Como, por ejemplo, el Serfico y sus poemitas. Juan A. Ros. Universidad de Alicante 10 UNAS PALABRAS SOBRE ESTA SEGUNDA EDICIN Despus de la excelente acogida prestada a la primera edi cin de este trabajo por el pueblo eldense y muchas personas de otras poblaciones en las que, como en Elda, el Serfico es un per sonaje popular del que todava hoy se recitan muchas de sus composiciones, se plante por las sucesivas concejalas de Cultura (id Ayuntamiento de Elda la conveniencia de realizar una segunda edicin para atender las muchas peticiones que la tirada de la primera no haba podido satisfacer. Sin embargo el autor no de los versos, naturalmente, sino de la prosa que los acompaa y explica consideraba que este texto deba ser revisado y actualizado en cuanto a las ampliaciones, aclaraciones y modificaciones que posteriores estudios haban producido sobre el personaje y su obra. Desde siempre, el episodio del Serfico en Madrid haba estado y sigue estando confuso y poco convincente en cuanto a algunos de los aspectos que se dan como ocurridos en aquel perodo. Hemos intentado hacer algo de luz en l, planteando primero la cronologa del episodio y como consecuencia de ella intentar fi jar unos lmites entre lo posible y lo que nos ofrece dudas. Siempre hemos considerado que a una fi gura como la de nuestro bohemio vate, que nunca escribi sus versos, sino que los fue repartiendo a voleo entre sus admirados oyentes, se le haban adjudicado muchos otros versos que no encajaban con su lnea potica habitual y que no aadan mrito alguno a su propia labor 11 improvisadora. Sin embargo hemos reproducido todos los que se han publicado como pronunciados por el Serfico, atmque indi cando en algunos la duda o confirmacin de no ser originales de nuestro poeta. Adems de lo ya expuesto, hay otro punto que merece una pequea explicacin. Hay una faceta en los versos del Serfico que en la edicin anterior qued bastante soslayada, por decisin del autor de los textos, y que se refiere a los llamados versos verdes que el Serfico pudo pronunciar, pues tena fama de no tener pelos en la lengua a la hora de hacer sonrojar a las jvenes que incautamente le pedan que les echara un verso. En 1902, y en los mismos talleres que haban impreso el libro Poesas del Serfico, recopiladas por Emilio Vicedo, de Novelda, apareci otro librito con el ttulo Poesas verdes del Serfico tambin recopiladas, al parecer, por el mismo Vicedo, y del que no hemos conseguido ver ningm ejemplar, por lo cual desconocemos su contenido. Pero la voz popular ha guardado en la memoria unas cuantas poesas de esta clase, algunas de las cuales fueron apenas insinuadas en la anterior edicin, huyendo de mezclar la gracia gruesa del andariego vate con la sana chis pa e inspiracin de sus otros versos. Las observaciones y reparos que se han hecho a este enfo que, defendiendo la conveniencia de mostrar al Serfico en su total personalidad, en sus aspectos positivos o negativos, ha obli gado a atender dichas observaciones y, no de buena gana, respe tar y reproducir las expresiones procaces, a veces groseras, que segm los testimonios orales emple el Serfico en estos versos, considerando al mismo tiempo que en los tiempos actuales, este lenguaje es moneda corriente en las televisiones, en el cine, en la literatura y en la vida habitual en ciertos medios, por lo que espero no escandalizarn al lector de esta obrita estos versos que ofrecen el otro aspecto de la musa del poeta, presentndole con esta socarrona y a veces desvergonzada personalidad, como parte integrante de tma obra que merece no slo seguir perma neciendo vigente en la admiracin o curiosidad de los eldenses, sino continuar siendo objeto de estudios en sus aspectos ms 12 oscuros, contradictorios e indefinidos, completando as la visin que del Serfico les hemos tratado de mostrar en su vida y en sus versos. Alberto Navarro Pastor. Elda, diciembre de 1996 13 OPINIONES Y CITAS SOBRE EL SERFICO Si no hubieran vias conocera el mundo el mrito del Serfico. Castelar El Serfico fue honrado y tuvo un buen corazn. Era trabajador y con su oficio se ganaba el sustento; pero en tener lo bastante para unos das ya no se ocupaba de l y vagaba hasta que se le conclua, aquejndole solamente el ser devotsirno de Baco. Lamberto Amat * * * * * Poeta del pueblo, sin estudios, franciscano... Azorn ... por su versificacin repentina, vivaz y alocada, tan slo pudo ser aventajado por E,spronceda... M. Martnez -Mena 15 Bohemio y soador que no sabas quin te dict los versos que decas un milagro de Dios fueron tus dones.... Juan Sansano Poeta de altos vuelos, de brillante imaginacin, de versificacin asombrosa y vena inagotable... Emilio Vcedo * * * * * ... mas, detrs de sus burlas y su vino bien se ve al nio dbil en su anhelo con la vida por sueo y como fardo, hollando tierra, suspirando cielo. Francisco Moll ... fue el prototipo del humor eldense de aquellos tiempos... lo ms sobresaliente del Serfico es su humor, socarronera e inge nio custico de raz eminentemente popular. Antonio Escribano Belmonte * * * * * Nombrar al Serfico es hacer surgir en la imaginacin un cam pechano borboteo de vinazo tinto y de versos giles y punzantes como avispas. Juan Madrona Ibez 16 17 Captulo 1 PERMANENCIA DEL SERFICO El recuerdo de la obra de este bohemio vate eldense vive permanentemente incrustado en la entraa del pueblo eldense, aun transcurridos ms de cien arios desde la muerte del Serfico. Sus improvisados versos quedaron prendidos en la admiracin de sus coetneos, que los guardaron como un legado curioso y querido para transmitirlos a sus amigos y familiares, salvando as estos versos espontneos de su mayor enemigo, el olvido. Con una raigambre y una acogida tan popular era imposible que la original obra de El Serfico se perdiera, y as ha sido posible que un siglo despus an se escuche en cualquier reunin de amigos de recia cepa eldense el famoso exabrupto del Serfico al recibir el contenido de un cubo de agua que la mujer del sacristn de Petrel, en tiempos del clera de 1855, arroj por la ventana sin darse cuenta de que pasaba el bohemio por bajo de ella: Clera brbaro y cruel, Si te falta alguna cosa Ven y ll vate a la esposa Del sacristn de Petrel! O el comienzo de aquella ingeniosa y lastimera dcima, que a menudo brota humorsticamente de los labios de los eldenses para fingir una autocompasin: 19 Pobre de m sin ventura, Que por ser un calavera Me acuesto bajo una higuera Envuelto entre la basura. Como Dios desde su altura No me enve hasta aqu abajo Otro ms limpio trabajo Y el que tengo se me pierda Siempre estar entre la mierda Como el escarabajo. El Serfico no precisa de la colaboracin de los eruditos para conseguir su pervivencia en el tiempo; es eterno en el corazn de los eldenses por s mismo, por su misma idiosincrasia que tan bien se Compaginaba con la de sus paisanos, cuyo lema podra ser el de Vive bien, que maana Dios dir. Algo parecido a aquella cuarteta de Djame que beba vino... que Ganga dijo a su hermano que lo quera sacar de aquella vida tan desastrada e irregular que llevaba. Por esta permanente actualidad est justificada esta edicin de sus versos, recogidos todos los publicados, primero por Lambed. Amat en su semblanza biogrfica de 1888, incluida por Manuel Rico Garca en su Ensayo, y despus por la recopila cin de Emilio Vicedo en su edicin de Novelda en 1902 a los que se ha aadido algunos otros que se han podido obtener, junto con este trabajo sobre la vida del Serfico, en el que se estudia, con la mayor profimdidad y extensin que ha sido posible, lo que fue la trayectoria vital de esta curiosa y pintoresca figura eldense. Estamos seguros de que este trabajo habr de ser acogido con satisfaccin por los eldenses que ven al Serfico como el arquetipo de muchas de las virtudes propias de este pueblo y bastantes de sus defectos, algo as como una sntesis del elden se tpico y tpico. 20 Captulo II EL HOMBRE El fenmeno humano del Serfico, contradictorio y confuso, ha interesado profundamente a sus contemporneos y a quienes slo lo han conocido por las versiones orales de sus composicio nes o por la edicin que de las mismas hizo el abogado Vicedo a principios de nuestro siglo. Castelar, Narciso Serra, Juan Rico y Amat, Lamberto Amat, el obispo Cubero, don Gonzalo Sempere y Juan, el marqus de Lacy, el marqus de Salamanca y muchas otras personalidades que se asegura que lo conocieron personal mente y que pudieron comprobar la facundia, la espontaneidad, la fecundidad de su numen versificador y la bonhoma del Serfico, coincidieron en la apreciacin de sus opuestas dotes de laboriosidad y vagancia; de religiosidad y anticlericalismo; de indiferencia y politizacin; de inteligencia y tosquedad; de eleva cin y rusticidad; de seriedad trascendente y socarronera; de comedimiento y obscenidad en la expresin. Todos los que nos hemos enfrentado con la personalidad del bohemio eldense hemos quedado prendidos en la maraa de las contradicciones de su polifactica idiosincrasia, incurriendo en crear una estereo tipada imagen del Serfico que ya nos provoca la duda de si este Serfico que nosotros mostramos ser fi el trasunto del que vaga bundeaba por las tierras de nuestra provincia o si, en el caso de 21 que ste hubiera podido leer las opiniones que vertemos sobre su vida y su obra no se reconocera, sonriendo socarronamente y tal vez endilgando una custica cuarteta o una dcima con la cual burlarse de nuestro pretendido conocimiento. Porque paradjicamente, una personalidad tan sencilla y ele mental como la del Serfico presenta unas facetas tan diversas e incluso contradictorias que resisten al anlisis que podamos hacer a travs de los retazos de su vida que nos han llegado por medio de sus obras y las escasas alusiones o notas biogrficas dejadas por sus contemporneos. Pero con mayor o menor acierto, incurriendo a sabiendas en la posibilidad de que se nos escape de entre las manos la verda dera esencia humana del bohemio eldense, vamos a sondear en su peripecia personal y en las pintorescas, bellas, pcaras o rs ticas versificaciones que jalonan su vida inquieta. Los principales datos biogrficos del poeta nos fueron deja dos, como he indicado ms arriba, por Lamberto Ama.t. y Sempere, que lo conoci personalmente y que escribi una pequea biografa del poeta, publicada por el alicantino Manuel Rico Garca en su Ensayo bio-bibliogrfico de escritores de Alicante y su provincia de la cual hemos bebido todos cuantos nos hemos acercado a la curiosa vida del Serfico. Parte de estos pintorescos datos los hemos relatado en los trabajos Estampas de la vida del Serfico, El Serfico, semblanza biogrfica y seleccin de su obra y Aspectos de la vida y la obra del Serfico, publicados todos ellos en la revista Alborada de Elda, cuyos estudios son como un compendio, fuente y archivo biblio grfico y biogrfico del poeta. Eldense de pura cepa, Francisco Juan Ganga Ager, que tal era su verdadero nombre, naci en nuestra poblacin el 22 de febrero de 1812, recibiendo el bautismo en la Iglesia de Santa Ana al da siguiente y siendo la inscripcin de su nacimiento como se transcribe a continuacin: 22 En la villa de Elda a veinte y tres de Febrero de mil ochocientos doce: Yo, el Dr. Flix Martn, Rector de esta Parroquial Yglesia de la Gloriosa Santa Ana bautic y puse los Stos. Oleos de la S.M.Y. a un hijo de Pedro Ganga y Teresa Ager, consortes, naturales y vecinos de la misma, a quien puse por nombre Francisco Juan. Abuelos paternos Pedro Ganga y Ana Mara Vera; maternos Francisco Ager y Mara Manuela Conesa. Naci da veinte y dos de dho. mes y ario fueron padrinos Antonio Ganga y Ana Mara Sempere a quie nes advert el parentesco y obligaciones. Dr. Flix Mart, Cura. (Libro de Bautismos que empieza en 1808 y termina en 1813, folio 147. Archivo Parroquial de Santa Ana, Elda). Contaba Elda entonces unos cuatro mil vecinos y se encon traba en estos meses ocupada por las tropas francesas que entra ban y salan continuamente de la villa, cometiendo desmanes y exigiendo cuantiosos y repetidos donativos en metlicos y vveres que tenan arruinada a la poblacin. Perteneca Ganga a una familia notable del pueblo, no por su cuna o sus riquezas, ya que sus mismos padres eran cofmeros de oficio, sino por su viveza de carcter e ingenio que les hizo des tacar entre sus paisanos, y algunos de cuyos hechos ms curiosos hemos relatado en el artculo titulado Los Gangas, basado en los datos aportados por el citado Lamberto Amat en su esbozo biogrfico del poeta. Uno de estos Ganga fue Pedro, abuelo del Serfico, era comerciante en ropas, que venda en las ferias a las que acuda con sus mulos all por el ltimo tercio del siglo XVIII. De l se cuenta que hallndose por la serrana de Alcaraz junto con otros mercaderes vieron que se acercaba un toro, posiblemente esca pado de alguna cercana dehesa de toros de lidia. Todos se asus taron al ver llegar al astado con signos amenazadores, pero Ganga dijo, tranquilizndolos: Sosegaos, seores; dejadle llegar que yo le matar. Y sacando su espada (que como eldense poda legalmente llevar por estar as autorizados por Real Cdula de don Felipe V en 1713 para premiar los sacrificios hechos por defender su 23 causa durante la Guerra de Sucesin) se plant en medio del camino, con el aire del mejor matador profesional y al embestir el toro le dio una estocada magistral de la que cay el astado ful minado a sus pies, sin necesidad de puntilla. En otra ocasin, encontrndose en Valencia, le ocurri otro suceso que al propalarse por la ciudad del Turia le acrecent su fama de hombre decidido e ingenioso. Pasaba por una calle y vio una linda joven asomada al balcn de un primer piso, detenin dose ante el mismo y dicindole, con toda galanura y cortesa, pues los Gangas cuando queran, tenan modales y palabras de la ms exquisita educacin y mundo: Seorita; si de un salto me pongo jtutto a vos ,me permiti ris que os de mi beso Siguiendo lo que crea una broma, dada la altura entre el balcn y la calle, la joven contest: Si os atrevis a hacerlo, yo os lo concedo. Al escuchar el permiso, Ganga dio un poderoso salto colo cndose junto a la damita, que sorprendida y ruborizada dio el permiso para ser besada, lo que hizo Ganga con tanto respeto que se le permiti bajar por la escalera de la casa, siendo el suce so, como decimos, muy comentado en Valencia. Tambin fue famoso otro Ganga, llamado Antonio, hermano del anterior, a quien se le llamaba el cojo Ganga, y que, aunque no saba leer, --cosa bastante corriente entre los Gangas aunque no en el Serfico tena tanto ingenio y agudeza que viva muy bien por medio de negocios diversos, teniendo muy buena fama y encargndosele puestos y misiones de gran dificultad de las que sala airoso por su ingenio. Gustaba de vestir como un aris tcrata de los de entonces, con larga casaca y bordados chalecos de seda y a menudo se haca pasar por procurador o abogado de los que imitaba muy bien la fraseologa, ademanes y actitudes. Gracias a esto pudo ejercitarse su ingenio que tambin fue muy celebrado en Valencia, donde ocurri. En toda Espaa exista una gran expectacin respecto a los minores de haberse dictado una Orden Real, del mximo secreto, cuyo pliego deba abrirse a la misma hora y da en todas las Reales Audiencias de Espaa, hacindose toda clase de conjeturas sobre su contenido. Ganga, 24 intrigado como todos, se propuso ser uno de los primeros ente rados de su contenido y por ello el da fi jado, 1 de abril del ao 1767, se engalan con su casaca de seda, su larga coleta, y el sombrero de tres picos, psose un rollo de papel muy arreglado bajo el brazo y se coloc muy serio en el atrio de la Audiencia. Cuando empezaron a acudir las altas autoridades militares y civiles, magistrados y escribanos que deban estar presentes a la lectura, Ganga se mezcl entre ellos, contestando con tono impe rioso al ujier que le intercept el paso, que era escribano actua rio del Tribunal. As, el cojo Ganga se enter, antes que ningn otro particular, del decreto de expulsin de los Jesuitas y del cie rre de todas sus casas, que aparecieron en un mismo da cerca das por fuerzas militares que sacaron a los Jesuitas de sus cel das conducindolos a los puertos fi jados para su expulsin sin dejarles llevar encima ms que sus ropas y libros. Un to del Serfico, que tampoco saba leer, Antonio Ganga, se vio en buena posicin, lo que le permiti regalar a la Iglesia del Convento de Nuestra Seora de los ngeles de Padres Franciscanos, de Elda, una capilla con la imagen del Beato Nicols. Parece ser que en su testamento dej mandado que si se extingua el Convento la imagen pasara a poder de su sobrino, el vate bohemio, aun cuando no se nos alcanza el motivo de este legado ni la vehemencia con que el Serfico lo reclamaba, salvo que fuera para convertirlo en vino. As tenemos dos testimonios en verso de este pleito que el Serfico tena por el legado de su to y que fueron pronunciados en las siguientes circunstancias: Aunque clausurado el convento, su iglesia segua sirviendo al culto y en ella se hallaba la citada imagen, que en ocasiones era sacada en procesin. Una de estas veces, el Serfico hizo parar la comitiva e improvis los siguientes versos: AL BEATO NICOLS Beato que resplandeces En el cielo segn creo; Ya ves que no te poseo Y sabes me perteneces. Di a todos una y mil veces 25 (con todo tu podero) Que te coste mi to Y que disuelto el convento Deca en su testamento Que pasaras a poder mo. * * * Bien sabes que los espejos Hoy se hallan en poder De dos ricos que has de ver Que no van de ti muy lejos. En tus msticos consejos Hazles saber a los dos Que an hay otra vida en pos De esta miserable humana, Y es muy fcil que maana Les llame a dar cuenta Dios. * * * A mis parientes avisa, Porque es segura la muerte, Que se apiaden de mi suerte, Que me encuentro sin camisa; Diles que es cosa precisa Si estiman su salvacin De que tome posesin De lo que me dio mi to. Hazlo por Dios, Santo mo Que ya es justicia y razn! * * * 26 En el Hacedor confo, Supuesto que puede tanto, Que antes de dos meses, Santo, Has de estar en poder mo. Si el Hado funesto impo Se obstina sin compasin Ver toda la creacin En mi semblante que ostento El sello del sufrimiento Y el de la resignacin. Seguramente no consigui su propsito de tener su herencia, porque en otra ocasin en que la imagen del Beato Nicols era llevada en procesin por Elda y pas ante el Serfico, ste refun fu esta cuarteta: Sigue tu ruta, Beato, No te pares un momento Que no tendr ya el convento Otro Santo ms barato. Hemos reproducido la versin que fi gura en el librito de Vicedo, pero queremos dejar constancia de la versin oral que nos ha llegado de personas antiguas, odas a sus padres y que modifica en parte los versos: Sigue tu ruta, Beato, Camina con paso lento Que no tendr ya el convento Otro Santo ms barato. El ltimo Ganga que conocemos es el hermano del Serfico del que no sabemos su nombre y de quien conocemos su exis tencia nicamente por las dos cuartetas que le dijo el Serfico, una vez que se encontraron juntos en una taberna, hallndose el hermano tan desastrado como el vate y exclamando ste, regoci jado: 27 El que vea a los dos Gangas Ha de morirse de risa Al mirar que en la camisa No tienen cuello ni mangas. Este hermano, ya que desconocemos tuviera otro, sera el que escribe Vicedo que tuvo un momento de prosperidad econ mica y le dijo a Francisco que le dara dinero para vivir sin ago bios a condicin de que no tena que beber vino, y que si lo haca que se fuera de Elda. As lo prometi el Serfico pero pocos momentos despus se lo encontr su hermano en la taberna rin diendo culto a Baco y al reprocharle su falta de voluntad, el poeta le contest airado: Djame que beba vino Tenga dinero o no tenga, Y cuando no te convenga Puedes tomar el camino. Para el Serfico, el vino era su ilusin y su alimento fi sico y espiritual, que a veces le haca incurrir en irreverencias, como en la dcima dedicada al prestidigitador MacAllister (a quien pese a su nombre escocs el Serfico hace italiano, no sabemos por qu) en ocasin en que hallndose en Madrid, en el teatro donde actuaba ste, dio de beber a todos con su botella mgica, de la que sala el licor que a cada uno apeteca. El Serfico tambin pidi y bebi cuanto quiso, por lo que sin soltar la copa improvi s esta decima: Oh, prodigioso italiano Que haces empinar los codos Dando de beber a todos Con tu botella en la mano! En todo el orbe cristiano Y hasta all en el Indostn Los hombres conocern Que tu milagro es mayor 28 Que el que hizo nuestro Seor En las bodas de Caimn. Esta desmedida aficin al mosto, que le llevaba a buscar la compaa de otros fervorosos devotos de esta bebida, le hizo improvisar, en la taberna donde estaban reunidos, esta dcima que podra tomarse como una versin literaria de lo que en pls tica son Los borrachos de Velzquez o La tertulia de Pombo de Solana: Seores, entr una vez En casa de Pepe el Dengue, Y all me vi al Perrengue, A Arpes y a Pepe Juez. As que me vi a los tres Y luego entrar a Calaco, Dije, en consecuencia saco Y no quisiera mentir Que se viene aqu a reunir La familia del dios Baco. 29 Captulo III ALL_ EN LA HABANA Al cumplir los 16 18 aos de edad, Ganga sent plaza en el Ejrcito, pasando a la guarnicin de La Habana en la cual per maneci hasta los 28 29 arios. All en La Habana, el Serfico adquiere todos los conoci mientos que durante el resto de su vida le han de servir para con vertirse en el vate popular, admiracin de la contornada. All, el joven pueblerino sin apenas bagaje cultural y sin formacin inte lectual, crecido en el estrecho marco del pueblecito que era entonces Elda, se transforma en un hombre cercano a la treinte na, que ha contemplado los amplios horizontes del mundo, la vida de las ciudades y el inmenso Atlntico; que ha amenizado las tediosas horas del servicio militar con incesantes y diversas lecturas que ha asimilado arbitrariamente y con cuyos ejemplos esmaltar ms tarde sus versos, introduciendo alusiones bbli cas, mitolgicas o histricas que causarn el asombro y la admi racin de los rsticos lugareos y la curiosidad ponderativa de los entendidos. Emilio Vicedo, su bigrafo y recopilador, dice, no sabemos con qu fundamento amigue probablemente por haberlo escu chado de alguno de los que le facilitaron versos guardados 31 durante arios, que la lectura favorita del Serfico eran las obras de Quevedo. Suponemos que esta creencia estara motivada por la semejanza en el estilo de algunos de los versos del Serfico con los que le son atribuidos al Seor de la Torre de Juan Abad y que le ganaron fama de agudeza en la rplica y en la observa cin burlona y satrica. Otro elemento de la formacin del joven Ganga ha sido su encuentro con la buena msica. All en La Habana ha cambiado los sones de la dulzaina y el tamboril de las fi estas eldenses por la armona de las Bandas y orquestas que interpretan conciertos e intervienen en comedias musicales, zarzuelas e incluso peras en el Teatro de La Habana. Su bigrafo Arnat nos dice que el joven Ganga cambiaba gustosamente a sus compaeros, diaria mente, la guardia en el Teatro para or la msica y los cantantes, teniendo buen odo para las obras y repitiendo silbando los temas escuchados. La etapa cubana, creemos que una de las ms trascendentes de su vida, termin con la repatriacin, regresan do a Elda en 1840 o 1841, segn escribe Amat, aunque bien podra haber sido en 1844 por lo que ms adelante indicaremos. 32 r n1(r 4r u..,,o-nh t 1 11 4 1 1 DE EL ER,FriF.IL:- UNA PESETA NOVELDA I/jijs e il)/;S. . Portada de la edicin de Vieedo. 1902. Captulo nr DJAME QUE BEBA VINO... Llegado a Elda, el Serfico da rienda suelta a su personali dad reprimida en sus arios de milicia. No se sabe el por qu del proftmdo cambio que experimenta el Serfico al regresar a Elda pues ya no es vuelto a ver leyendo ni un papel hasta el pimto de haberle sobrevivido la creencia de que era analfabeto, creencia totalmente injustificada. Quien ha estado tantos aos sujeto a la disciplina militar no aguanta ahora sujecin alguna, y su vida vagabunda le lleva a numerosos luga res del sureste de la provincia donde su fi gura desastrada y mali ciosa se va haciendo cada vez ms popular. Reparte a diestro y siniestro sus improvisaciones, causando la admiracin de las gentes, especialmente de las ms sencillas que son de las que se rodea principalmente, aun cuando no deja de impresionar a per sonas cultivadas por la espontaneidad, gracia, facundia y buena ordenacin de sus dcimas y cuartetas. La fama de sus obras queda permanente en las gentes de Orihuela, Torrevieja, Monvar, Aspe, Callosa, Novelda, Cox, Crevillente, La Romana, etc., siendo recibido con aprecio en dondequiera que se presentaba, igual fuera la venta de las Quebradas que el palacio del obispo de Orihuela, quien le soco rri numerosas veces. El clebre Campoamor segn cuenta el oriolano Sansano le apreciaba mucho y en ocasiones le dio 35 pie para que improvisara sobre l, ponindole en trances dif ciles por la rareza del consonante obligado y lo !Orzado de la frase escogida, de los que el Sera/ice sola salir airoso con inge nio y cachaza. Una de las cualidades que los que lo conocieron resaltan en el Serfico es la memoria, una memoria prodigiosa que igual que le haca poder repetir silbando las melodas de zarzuela u pera escuchadas en sus guardias en el Teatro de La Habana, le per mita volver a pronunciar versos improvisados aos antes, todos los cuales deba llevar en la cabeza, como se dice popularmente para exaltar la extraordinaria memoria de alguien. Prueba de esto es que una vez, el 26 de diciembre de 1870 se hallaba el Serfico en el Hospital, aquejado de una de las varias enferme dades que su vida azarosa le haba producido, y lleg el presb tero eldense don Felipe Amat y Quesada, que el da anterior haba cantado su primera misa, a visitar, con otras personas, a los pobres enfermos. Acompaaba a don Felipe un hijo de Lamberto Amat, a quien estimaba mucho el bohemio y a quien dijo: En el ao 47, cuando muri su abuelo de Vd. le dediqu este epitafio: De imperecedera gloria Para siempre est cubierto El padre de don Lamberto, Digno de eterna memoria. Su virtud fue bien notoria; Su opinin y su lealtad, Pues siempre don Jos Amat, Ajeno de miedo y pasmo Manifest su entusiasmo En pro de la libertad. Buena prueba de memoria era recitar espontneamente unos versos improvisados veintitrs aos antes. A don Felipe Amat le haba dedicado el da anterior una dcima con motivo de cantar su primera misa, que deca as: 36 Venid, cristianos, deprisa Al templo de la verdad Pues hoy don Felipe Amat Canta su primera Misa Y a la que estrellas pisa Que es de vrgenes modelo Le pido con gran anhelo, Madre del Dios de Israel, Haga nos veamos con el Eternamente en el Ciclo. Ahora, para agradecerle la visita a su lecho de enfermo le recit la siguiente dcima: Mil gracias le doy al Ciclo Porque el da de Navidad Vino don Felipe Amat A darme un dulce consuelo. Le ruego hincado en el suelo Al Dios que naci en Beln Le quiera sacar con bien De esta vida transitoria Y despus le d la Gloria Por siglos sin fin, Amn. Aunque la profesin del Serfico fue la de sus padres, o sea, hacer cofines de esparto capazos planos o ruedos que se usa ban en las almazaras para prensar oliva o hacer vino en los laga res el catlogo de sus ocupaciones en esta poca es pintoresco y variado, casi interminable: labriego, guardin de mulas, reca dero, pastor, pen de construccin, trabajador en las obras del ferrocarril, cofinero, etc. Pero la principal ocupacin de Ganga, como dice Lamberto Amat, contemporneo y bigrafo suyo, era la de estar largas horas ... en la plaza pblica, o en la taberna con sus naturales peroratas, las que le produckm comida y bebida tan insignificantes. 37 El Serfico vuelve a hacer colines y a aceptar cualquier tra bajo, que deja en cuanto ha ganado para comer unos das. Pide limosna a unos y otros; frecuenta el trato con los sacerdotes eldenses a los que saca continuamente monedas con las que acu dir a las tabernas a cultivar su mayor aficin, la del vino con la aclaracin necesaria de que nunca se le vio borracho, aficin quiz no superior a la que tena a discursear en la plaza pblica sobre cualquier tema, ensartando en su rollo versos y referencias a lo divino y lo humano que dejaban con la boca abierta a los sen cillos vecinos que lo escuchaban. Esta faceta andariega y vagabunda de nuestro poeta dej abundantes rasgos de ingenio de los que han llegado a nosotros algunas composiciones improvisadas en situaciones diversas, fatigosas las unas, divertidas las otras, pero siempre con la pecu liar nota que el Serfico imprima en sus dichos y sus hechos. Algunas de estas salidas son simples desahogos del poeta, otras son originadas por la insistencia en que verse a porfia, dndole un pie forzado del que el Serfico sale airoso gracias a su facilidad versificadora y su ingenio; otros son arrancados casi a la fuerza, al obligar al vate a que se exprese, contando con que lo har en el verso popular y sencillo que lo ha hecho famoso. As tenemos la dcima que solt cuando lleg a un casero propiedad de im tal Joaqun Molina, en el trmino de Pinos, pidiendo que le abrieran la puerta, pues haca fro. Los que se hallaban dentro, sentados alrededor del fuego, no hicieron caso a sus llamadas, sabiendo que era l, para obligarle a que solta ra una. Y el Serfico, acercando su boca a las rendijas de la puerta y en voz bien alta para que le oyeran los de dentro excla m: Tiene don Joaqun Molina En el Pinoso y Puntal Un infame mayoral Que de mala fe camina. Sentado est en la cocina 38 Y l de nada se apercibe Ni me tiene caridad; (Aplastara a ese grillo!) Don Joaqun mantiene a un pillo Sin ninguna utilidad. Su vida de caminante le proporciona ese sentimiento de fra ternidad del vagabundo, de hermandad entre compaeros de fatigas y noches al raso. El Serfico acoge con afecto al compa ero del momento, devoto como l del buen vino, y le dice, de todo corazn: Sintate y descansa, amigo, Yo rogar al Padre Eterno Que aunque sea en el infierno Me vuelva a juntar contigo. En una ocasin, probablemente en alguna casa de labor donde estaban reunidos los operarios para almorzar, haba nueve de ellos entre los que se contaba el Serfico y alguien le llam la atencin sobre la insuficiencia de la nica torta de cebada que haba para los nueve, exclamando el repentista: lie venido de la nada Al mundo; as conviene. S, una torta de cebada Es muy poco para nueve. En otra ocasin haban asado unas chuletas en tma parrilla prestada y al entregrsela a quien iba a devolverla le dijo, soca rronamente: Ves y vuelve las parrillas Y di con cara de perro: Que se coma se los hierros Y nosotros las costillas. 39 La necesidad de trabajar para poder comer pan era tan acu ciante que, como todos los trabajadores del nivel del Serfico, o sea el equivalente a peones, tena que acudir donde lo requeran y aceptar lo que buenamente le daban. As, una vez estuvo traba jando el Serfico en casa de una seora, viuda de un tal Rico, que tena fama de agarrada en lo tocante a los dineros. Esta seora le pidi al poeta le hiciese un verso a la Pursima Concepcin, de la que era devota. Ganga aprovech la ocasin para cantarle las verdades en la cara, de lo que suponemos que la cicatera que dara abochornada y que el poeta durara poco ms al servicio de la misma: Pursima Concepcin Por tu hijo te suplico Que la seora de Rico Tenga mejor corazn. Que se avenga a la razn Como ente racional; Pues la avaricia es un mal, Y a mi parecer opino Que habiendo subido el vino Debe subir el jornal. La bonachonera del Serfico y sus inagotables caudales de humor y de ingenio le granjeaban el afecto de quienes le trata ban, y cuando su incansable afn de cambiar de aires le obligaba a dejar el lugar donde haba trabajado algn tiempo siempre dejaba atrs gente amiga, como la de la venta de las Quebradas, con la nica excepcin que el mismo Serfico hace al despedirse en verso de ellos: Adis, ilustre pareja:. Adis, prole de los dos. Adis, servidumbre, adis, Que el Serfico se aleja. En las Quebradas os deja Y l parte todo angustiado, 40 Pero se va confiado En que Dios bien puede hacer Que nos volvamos a ver El da menos pensado. * * * Tambin de ti me despido; Brbara la de la venta; Que siempre vivas contenta Al Supremo Ser le pido. Adis, Frasquito querido, Y a los que contigo estn, Porque me dabas un pan Como de la nieve el ampo Cosa que por este campo En ninguna casa dan. * * * Adis, Vicente el ventero, Te quiero, lo puedes creer, Mas lo que es a tu mujer De ningn modo la quiero; T eres un caballero Por tus humanas acciones Pero aunque no me perdones A tu consorte le dices Que me toque las narices Por no decir pantalones. 41 A su vida trashumante deben pertenecer las dos cuartetas dedicadas a caballeras, elemento entonces indispensable en la vida de los pueblos agrcolas, como eran los de la comarca que el Serfico recorra. As, cuando le elogiaban una pollina bastante estropeada diciendo que era moruna, el poeta contest con su habitual desparpajo: Si esa burra es moruna Pngale usted unos cencerros Y arrjesela a la luna Que se la coman los perros. La otra cuarteta est dedicada a la boca de un borrico que por su estado famlico deba ser muy mal alimentado por su amo, el ll amado to Liborio, de Elda, y ante la que pronunci este verso: Qu boca ms desgraciada! Le persigue mala estrella Pues no se ha de ver por ella Ni dos granos de cebada. No se sabe el porqu del apodo que hizo famoso a nuestro paisano y que no se corresponda en nada con su aspecto exterior tosco y desaliado. Se ha presentado la teora de que pudo ser por ll amarse Francisco, como el poverello de Ass tal vez influi do por la cercana del Convento de Padres Franciscanos que exis ta donde ms tarde se instituy el Hospital Civil donde muri el bohemio vate. Abona tal vez esta opinin la vinculacin que tena la familia Ganga con el convento al cual legaron la imagen del Beato Nicols, protagonista de varios versos reclamatorios del poeta. Resulta por lo menos curioso y revelador de una personali dad nada comn en su medio y en su tiempo, el que en el ambiente tan rudo como el que rodeaba a Ganga y en el cual cada individuo tena un mote generalmente poco delicado, buscando ms el aspecto burlesco o denigratorio (los motes dados a sus compaeros por el mismo Serfico: Picahu.cho, Perrengue, 42 Perucho, Chamondo, Calaco, Pepondo, Dengue, etc. ya indican a personajes de contextura humana bastante tosca) el mote que ostentaba Ganga fuera de carcter anglico y enaltecedor de la persona que lo ostentaba. No obstante, este apelativo no poda venirle de su aspecto de serafn, ya que sus contemporneos nos han dejado una descripcin de l como alto, corpulento, desali ado en el vestir, de frente ancha y despejada y muy aficionado a Baco, descripcin que confirma el nico retrato existente del vate, difundido por la obrita del abogado Vicedo y cuyo original figuraba en la Biblioteca Pblica Municipal de Elda hasta hace unos aos, pintado por Pedro Carpena Tolsada, basndose en una pequea fotografa de Ganga. Mucho menos poda serle aplicado el apodo por lo piadoso y moralizador de su versificacin, pues mucha ms fama le dieron al Serfico sus salidas mordaces y sus versos que ahora diramos clasificados S que las otras poesas que han llegado hasta nosotros, por transmisin oral, de inspiracin profunda y delica da expresin. No obstante, existe un curioso antecedente que es conve niente recoger aqu por si arrojara luz sobre este raro apelativo. En algunas regiones murcianas existe gran tradicin de trove ros o sea repentizadores, improvisadores de versos que enta blan batallas lricas, a veces en concursos organizados con fmal sima incluida, lanzndose uno al otro versolari octoslabos y consonancias como armas arrojadizas. Estos cultivadores del trovo reciben en algunos lugares de dicha provincia el nombre de Serficos y no nos ha sido posible descubrir el origen de este apelativo aunque no descartamos que ste se inspirara en nues tro paisano y que por apodarse Serfico se extendiera este mote a todos los que como l improvisaban versos. Tambin podra aventurarse que en sus viajes continuos llegara a tierras murcia nas tan cercanas a su muy frecuentada Orihuela y all reci biera el nombre que le acompa toda su vida y que ha hecho olvidar el verdadero, pues aunque tal vez serficos hubiera muchos, el Serfico no hay ms que uno. De una u otra forma, el Serfico consigui, como un contras te ms de su asendereada vida, que con este nombre pasara a la posteridad su desaliada y tosca fi gura, representando a la ms curiosa personalidad de nuestro pueblo y regin circundante. 43 Se despidi Juan Vicent de esta vida transitoria por ser tan hombre de bien Dios que lo tenga en la gloria Por siempre jams, amn. 44 Captulo V IGUALDAD ANI E, LA MUERTE, Y VARIEDAD ANTE LA RELIGIN En la puerta principal del cementerio de Elda, grabadas en sendas lpidas de mrmol gris y colocadas a ambos lados de la misma por iniciativa del concejal de Cultura don Maximiliano Aguado Bernab en 1952, fi guran dos famosas dcimas del poeta, una de ellas, la siguiente, dictada por el poeta para que fuera colocada en la puerta del antiguo cementerio eldens, situado donde hoy est el comienzo del Parque de la Cruz de los Cados y en el que fue enterrado el vate a su muerte: Vendris hasta aqu, mortales, Dejando este mtmdo ruin; Aqu encontraris el fin De los bienes y los males. Desde los ms principales Al pobre que con la azada Se gana un pan de cebada, Desde el ms sabio al ms tonto Aqu llegaris muy pronto Reducidos a la nada. 45 La otra, de similar temtica, tambin esculpida en la puerta del cementerio eldense, es la que dice: IGUALDAD ANTE LA MUERTE Mueren todos los prelados, Jueces y gobernadores Grandes, medianos, menores, Doctores y cirujanos. Abrid los ojos, mundanos, No pecar que eso es locura Y hagamos la compostura Que nos hemos de morir Y nos tiene que cubrir Una triste sepultura. La muerte ajena, naturalmente fue uno de los recursos ms empleados por el Serfico para allegarse donativos con que llevar adelante su andariega existencia. En las (-sisas en que falle ca alguna persona se presentaba espontneamente ante los acongojados familiares, valido de su conocimiento con el falleci do o sus parientes, o, incluso era requerido por los deudos del difunto para que pronunciase un elogio fnebre al muerto o dic tase un epitafio que ms tarde sera grabado en piedra y coloca do sobre la sepultura del muerto, en el recoleto cementerio anti guo de Elda o en el de Monvar u otros pueblos por los que vaga ba el poeta. Ante los restos mortales, fueran de hombres, mujeres o nios, las rimas funerarias brotaban fcilmente de sus labios. As el epitafio a don Roque Calpena, de Monvar, probablemente ascendiente de la familia del mismo nombre oriunda de la pobla cin de Azorn y avecindada en Elda desde hace muchos arios. De su familia el consuelo Fue el que aqu est enterrado, Dios le haya perdonado 46. Y colocado en el Cielo. Se port bien en el suelo Con toda la humanidad, La Divina Majestad Le d por accin tan buena La gloria a Roque Calpena Por toda una eternidad. Haba fallecido tambin en Monvar un seor, conocido por Juaneta, que haba sido el amparo de la familia de Roque Calpena, y el Serfico, al ver lamentarse a la esposa de ste por la muerte de ambos, le dijo: Mercedes, cosa es precisa Que le des a este poeta Un recuerdo de Juaneta, Aunque sea una camisa. Y a la que estrellas pisa De las vrgenes modelo Si me das este consuelo Que htunildemente te pido Al lado de tu marido Te lo premiar en el Cielo. Hallndose acompaando a un tal Juan Vicent en los ltimos momentos de ste, improvis la siguiente quintilla: Se despidi Juan Vicent De esta vida transitoria; Por ser tan hombre de bien Dios que lo tenga en la Gloria Por siempre jams, amn. Al mdico del Hospital, don Luis Cavero, se le muri su pri mera hija, dedicndole Ganga este sentido verso: 47 Qu lstima y qu dolor! En la aurora de la vida Muri tu hija querida Primer fruto de tu amor. Junto al trono del Seor Gozando est de la Gloria; Cavero, tenla en memoria, No al desconsuelo te des, Que t la vers despus De esta vida transitoria. Las siguientes estrofas estn destinadas a servir de epita fios, como hemos indicado antes: Muri la madre y espera A sus hijos en la Gloria; Vertamos en su memoria Una lgrima siquiera. Y cuando la parca fiera Con su guadaa fatal Nos corte el hilo vital, Haga la madre y doncella Que nos juntemos con ella En la mansin celestial. Se observar en este verso la gran semejanza con el dedica do a don Francisco Vera, publicado en otro lugar de este trabajo. El siguiente verso est creado como epitafio escrito por un tal Pascual Molina para la tumba de su hija, como si fuera origi nal del padre: Esta losa funeraria Cubre los restos mortales, Cristianos y virginales De mi hija Candelaria. 48 Cuando elevo mur plegaria Con evanglico celo Hacia el eterno consuelo Oigo una voz que me grita: Pascual, no la necesita, Que est su alma en el Cielo. * * * EPITAFIO A LA NIA AMALIA ARCAS Aqu yace Amaba Arcas De tres lustros no completos; Todos estarnos sujetos, Sin remedio a las tres Parcas. Pobres, ricos y monarcas, Seguid al Crucificado Y aborreced el pecado, Pues esta losa os advierte Que os sorprender la muerte El da menos pensado. La muerte del hijo primognito de la reina Isabel II en 1850, al poco de nacer, inspir al Serfico una de sus poesas en la que no falta el estrambote satrico con el que finaliza, revelador de la inquina que profesaba al general Narvez, duque de Valencia, entonces jefe del gobierno de la Reina: Preclara Isabel II Del pueblo espaol encanto, Enjuga ese triste llanto Que tu corazn inunda, Y si la parca iracunda 49 Te ha dado ese desconsuelo Alza los ojos al cielo Y vers a tu hijo amado De ngeles rodeado En los brazos de su abuelo. * * * Calina, oh, reina! ese dolor Que tanto nos ha afligido Que eso tan slo ha sido Un nuncio del Hacedor Un clico embajador Que nos trajo la noticia Tan agradable y propicia Que nos dars en pos de l Otro prncipe, Isabel, Que ser un sol de justicia. * * * En fin, reina esclarecida, Si tu hijo se muri Fue porque Dios le ll am A disfrutar mejor vida. En tu pena tan crecida Debes tener el consuelo De que su alma en un vuelo Derecha al Hacedor ira Y que abiertas hallara Todas las puertas del Cielo. * * * 50 ...Al abrir sus ojos bellos Y ver tal gente delante Quiso morirse al instante Por no vivir entre ellos. Los nobles y los plebeyos Estamos en la creencia Y en la firme inteligencia De que muri de repente Cuando vio que el Presidente Era el duque de Valencia. * * * Vicedo introduce en su recopilacin un poema necrolgico que reproducimos seguidamente, aunque con reservas de que sea original de nuestro paisano, no slo porque est compuesto en endecaslabos, forma potica solamente usada por Ganga, que sepamos, en El Padrenuestro, siendo el resto de su produccin en rima octoslaba, que se adapta mejor a la improvisacin, sino tambin por la introduccin de una fraseologa enftica y grandi locuente que no parece propia del Serfico, al igual que nos ocu rre con el titulado A unos ojos. El poema objeto de este comen tario es el que dice: EPITAFIO A LA SEORITA MARIANA VEIRDI:T ,Por qu Parca cruel osaste un da Quitar una existencia asaz temprana, Que mal fl or entreabierta sonrea Ah, es que Dios crey no convena Que un ngel habitara tierra insana! A veces, esta sombra de la muerte en los versos del Serfico adquiere acentos especialmente dramticos como en el que 51 improvis con motivo de la trgica muerte en accidente ferrovia rio, aplastado entre dos vagones, del jefe de la Estacin de Elda: Cada vez que oigo la don Quedan mis venas heladas; Pienso que son campanadas Al jefe de la Estacin. Mas como la extremauncin Tiene el pobre recibida Pienso que finaliz Y concluy con su vida. El Serfico se conmueve profundamente con el trgico acon tecimiento de ser ejecutados en garrote vil tres petrelenses, con denados a muerte por ladrones, y su verso se hace pattico al narrar la dramtica peripecia en un poema de cuatro dcimas que, segn Vicedo, est incompleto: Dicen que Jaime el Barbudo En el cadalso muri, Pues lo mismo les pas A Barbarroja y al Mudo. No dudis, como no dudo Que todo el que dao haga Para s se hace una llaga Que siempre la tendr abierta, Y parece cosa cierta Que el que la hace la paga. * * * Campana de la iglesia de Santa Ana que doblaba a muerto. 52 Quin ser el que no se espante Al ponerse en la presencia Del verdugo de Valencia, Aunque tiene buen talante Miradlo derecho a Alicante, Salir por el Chapitel Y cmo marcha con l Esa tropa tan lucida; Pues va a quitarles la vida A tres hijos de Petrel. * * * Rico, Martn y Gabriel Van a garrote qu espanto! Llenando de luto y llanto A la villa de Petrel. Oh, qu pena tan cruel Que tendrn sus corazones Si es que llegan a pensar Que los matan por ladrones * * * Al patbulo llegaron Do la justicia le plugo Que les espere el verdugo Y al verle los tres temblaron. All los reconciliaron Los padres en un momento, 53 Y mirando al firmamento Los tres dieron a entender Que llegan a fallecer Con grande arrepentimiento. * * * La muerte trgica de un tal Bacora, asesinado en Cocen taina, inspira al Serfico la siguiente cuarteta, pronunciada al ver llorar a la madre del muerto. Aqu tristemente llora Con llanto desgarrador. Dios nos libre de un traidor Como el que mat a Bacora! Como contrapimto a esta tremenda seriedad de la muerte en el verso del Serfico tenemos tambin otras improvisaciones en las que el acento fnebre se rompe con la zumbona expresin del bohemio, como en el epitafio para un tal Juan, llamado Juan el cortador que estaba muy gordo y que posiblemente fuera ten dero o vendiera mercancas al peso: Aqu yace no s quin; Un hombre de peso tal Que vivi de pesar mal Y muri pesando bien. Y la dcima creada a la muerte de un llamado Juan Cocina, fallecido el da de San Pedro: Las tres personas divinas Cuando la vieron subir Salieron a recibir El alma de Juan Cocina. Do tan ligero caminas 54 Le preguntan con enfado. Vengo de culpas cargado, En busca del Cielo eterno. Pues anda, vete al infierno, Que est San Pedro ocupado. Similar toque cmico tiene el verso dedicado a la muerte de un escribano y que dice as: Muri el padre de Peluda), De Chamanda y de Pepondo. De su salvacin respondo, Aunque respondo por mucho. Mas me parece que escucho La voz de un Dios sobrehumano Que me dice en castellano: No creas tal cosa, mortal, Que en mi corte celestial No entra ningn escribano. A la vista de estos ejemplos, la muerte es para el Serfico un tenia querido, desde el enfoque potico, que matiza con la resig nacin piadosa, y la conformidad cristiana con los designios divi nos, mostrando otro mundo mejor para los que han abandonado ste, donde gozarn de buenaventura esperando a que sus seres queridos se renan con ellos. Pura ortodoxia cristiana, una con tradiccin ms en el hombre que fue una viva contradiccin. Socorrido por el obispo de Orihuela, don Pedro Mara Cubero, que le profesaba paternal afecto e intent repetidas veces ayu darlo ; amigo del cura de Santa Ana de Elda, don Gonzalo Semperc y Juan y de muchos otros clrigos que le ayudaban en sus necesidades, el Serfico haca alarde de un anticlericalismo radical si hemos de creer en la sinceridad de lo que expresa en algunas de sus obras, como la de La limosna (de la que podran apuntarse dudas de su atribucin al Serfico tanto por su fra seologa grandilocuente, ajena a la sencillez serfica de que haca gala Ganga, como por su final moralizador y un tanto pedante) 55 as como la improvisacin dirigida a unos frailes que pedlm limosna en Monvar y a los que apostrof como veremos ms ade lante. El titulado La limosna, producido al contemplar cmo unos fr ailes negaban una limosna a un pobre, es como sigue: El que da limosna a un ciego Y visita un hospital Tendr las puertas del Cielo Abiertas de par en par. Tiene la Iglesia romana Algo brillante en su rito Y el pensador ms contrito La tiene que rechazar En su culto y servilismo, En su dogma y vasallaje. Y si de Dios el ultraje A Dios pudiera llegar Ciertamente que se ofende A la Majestad Divina Con esa sombra mezquina Que han dado a la Religin. Parece cosa imposible Que el hombre, ser tan pequeo, Se haya convertido en dueo Del poderoso Hacedor. SegiM ellos, sin el oro No concede Dios perdn; De Roma bolsn sagrado, Corre, se extiende y circula El gran papel de la bula De fcil aceptacin. Las reliquias y rosarios, 56 Los breves y las dispensas Reportan sumas inmensas A la casa del Seor. Ministros del fanatismo, Por qu adquirs falsos drechos Para analizar los hechos Del infeliz pecador Y con oculto espionaje Profanis el santuario Y vais al confesionario En nombre del Redentor. Quin sois, mseros mortales, Para juzgar los pecados Ciegos por ciegos guiados, Dios os tendr que juzgar. * * * No hagas tu casa en la arena Que el mar sus cimientos baa; Edifica en la montaa Do no corre el aluvin. Oye, siglo diecinueve! Tu adelanto es poderoso, Pero te falta oh, coloso! Ir de la verdad en pos, Moralizar las costumbres Para conocer a Dios. Viendo a otros frailes pedir limosna en las calles de Monvar, el Serfico improvis: Cubiertos de negro manto Los que odian la libertad 57 Limosna al Padre Santo Nos piden por caridad. Ellos piensan entretanto Oprimirnos la nacin; Vivamos con precaucin, Nadie viva descuidado Que el da menos pensado Nos ponen la Inquisicin. Tal vez en la mente sencilla del Serfico, en sus opiniones y actitudes, hubiera una neta divisin en la que de un lado esta ran Dios, la Virgen, el Obispo de Orihuela, el cura de Santa Ana y muchos otros sacerdotes amigos, y al otro el Papa, la Iglesia, los ,Jesuitas, los frailes y dems clrigos, alineados unos en el bando de los buenos y otros en el de los malos. Slo de esta forma, con esta barrera divisoria imaginada por el bohemio pueden comprenderse las estrofas anticlericales ya reproducidas y los versos dedicados a la Virgen de la Salud, al padre Jos Mara y otros sacerdotes, as como las dos inspiradas improvisaciones que vamos a reproducir seguidamente, dedica das al Ave Mara y al Padrenuestro, creadas en imas cir cunstancias que han sido relatadas por los que vivieron la esce na y recogidas por Amat y por Vicedo y que son las siguientes: Gaspar Santo, comerciante eldense y gran admirador del Serfico con quien estaba en la posada cuando el episodio que dio lugar a la invitacin al Serfico para que viajara a Madrid se encontr un da de 1858 con el Serfico en una tienda de comestibles de la villa y le dijo: Cundo me dices el Padrenuestro y el Ave Mara Inmediatamente el Serfico respondi: Haz que me pongan una micheta de vino, toma tintero, papel y pluma y escribe. Y sacando del bolsillo mi rosign de pan y un pedazo de toci no, fue comiendo, bebiendo y dictando los versos que improvisa ba: 58 EL AVE MARA Dios te salve, Nazarena, Fiero terror de Luzbel, Por siempre de gracia llena Cual te lo antmci Gabriel Con su cndida azucena. * * * Por tan singular favor Y tu divino semblante Eres de Espaa el honor Y el consuelo del que amante Busca contigo al Seor. * * * Bendita mil veces eres, Del cristiano norte y gua; Al abismo eterno hieres Siendo pura como el da Entre todas las mujeres. * * * Mi desconsolado luto En ti su favor encuentra Castigando al genio bruto, Bendito sea de tu vientre El preciossimo fruto. * * * 59 Santa Mara, de Dios Madre, A tu pureza loores, Y para que bien les cuadre Ruega por los pecadores Al Hijo, Espritu v Padre. * * * Ilaccdlo pues, Gran Seora, Y aliviad mi triste suerte, Ahora y en la triste hora De mi inevitable muerte I Tri pecador os lo implora. * * * EL PADRENUESTRO Padre Nuestro y Seor Dios poderoso Que en el Cielo habitis dulce y clemente Extended vuestro brazo omnipotente Dadme arrepentimiento doloroso Y libradme del sello ignominioso Con que el pecado vil marc mi frente. * * * Santificado sea Tu santo nombre, Rey de los Reyes, Dios de mis abuelos Venga a nos Tu gran Reino de los Cielos, Restaurado muriendo por el hombre, Y el dragn infernal tiemble y se asombre Al ver frustrados sus prfidos desvelos. * * * 60 Tu santa voluntad sea bendita En la tierra y en el cielo sin segundo Todo lo puede quien al globo mundo Aves y peces dio, luz, norte, vida, Fuego al sol, giro al aire en su subida, Y movimiento al mar bravo y profundo. * * * El pan de cada da, pan te imploro, Ddinelo hoy por vuestra fe. preciosa, Necesidad terrible e imperiosa Mientras en la tierra triste moro, Y acoged, Gran Seor, el pobre lloro De un alma arrepentida y afanosa. * * * Piedad, Dios de bondad y omnipotencia, Que yo, en caridad y en religin, A mis deudores doy amplio perdn Cual lo impone tu Iglesia y tu clemencia. Venga a nos, Seor, Tu providencia, No nos dejes caer en tentacin. * * * Por librar de Satans a los humanos Y por darnos un rayo de Tu luz Permitiste, Gran Dios, que en una cruz Enclavaran vuestros pies y manos. IIaced que nos amemos como hermanos, Mas lbranos del mal, Amn, Jess. * * * 61 EL SERFICO Y EL POETA CUBANO , PLCIDO Antes de seguir adelante vamos a detenernos en este episo dio de las creaciones del Serfico, que es, a mi parecer, una de las ms enigmticas de la existencia de nuestro personaje y que se refiere a la creacin del poema El Padrenuestro que acaba mos de transcribir. El conocimiento de la circunstancia en que se produjeron estos dos poemas El Padrenuestro y el Ave Mara, all por 1858, es debido al historiador eldense Lamberto Amat, que los relat as en su resea biogrfica sobre el vagabundo -poeta, rese a que Manuel Rico Garca incluy en el primer tomo de su Ensayo de Escritores de Alicante y su provincia y a cuyo traba jo nos hemos referido en otras ocasiones como base principal de nuestro conocimiento sobre el poeta eldense. Pero en ningn momento se nos explica una coincidencia de versos que se produce entre este Padrenuestro del Serfico y otra composicin, una Plegaria, muy conocida en la Amrica de habla espaola, y en especial en Cuba por las trgicas circims tancias en que fue creada. Gabriel de la Concepcin Valds, conocido como Plcido, es todava hoy uno de los poetas ms admirados de Cuba, si no el que ms, por su poesa sencilla y musical, su profunda raz popular y su amor a su tierra antillana. El 25 de junio de 1844, a los 35 aos de edad, fue fusilado por su intervencin en la insu rreccin de Matanzas en el mismo ao. Por esta muerte en tan trgicas ciretmstancias, por su amor a la libertad de Cuba y su fi lma de poeta popular, se convirti en un mrtir para los cuba nos que luchaban por la independencia de su patria, y sus poe sas, ya famosas en vida, adquirieron an mayor resonancia y popularidad despus de su muerte. Los mejores poemas suyos, segn sus bigrafos, son La fl or de la caa, La fl or del caf, el romance Jicotencal y, sobre todo, su Plegaria, improvisa da estando en capilla o en el camino desde esta hasta el lugar de la ejecucin. Este hecho ocurri en 1841, como he dicho, y si el Serfico sali de la isla tres aos antes, como escribe Amat, es muy dudo 62 so que pudiera conocer la citada Plegaria ya en su Elda natal, en la cual no se le habra dado mucha o ninguna difusin por las circunstancias poco favorables a Espaa en las que se haba pro ducido. En Elda fue el semanario El Bien General, en 1886, el que public esta poesa de Plcido, junto con otras del mismo, lo que no es extrao conociendo que el director de dicho peridico eldense, Agustn Mara Tato, padre de los periodistas Miguel y Ernigdio Tato y Amat, haba nacido en Matan7as donde naci, vivi y muri Plcido y se senta entraablemente vinculado a la isla, colaborando desde Espaa en peridicos de all, como La Aurora del Yamuri y otros. Pero esta publicacin se hizo en 1886 y el Serfico haba fallecido quince aos antes, por lo que su conocimiento de la Plegaria, si existi, slo poda ocurrir hallndose todava en Cuba, lo que equivaldra a decir que no volvi a Espaa en 1841 sino en 1844 o 1845, y que no sera exce sivamente aventurado suponer se encontrara de guarnicin en Matanzas cuando ocurri el desgraciado hecho de la muerte de Plcido. Slo as podra explicarse el que se produjera esta extraa intrusin de partes de la Plegaria entre el sentido e inspirado Padrenuestro del Serfico, ya que es evidente la imposibilidad de que esta influencia fuera en sentido contrario, es decir, que Plcido incluyera en su propia obra unos versos de nuestro vate. La Plegaria de Plcido comienza as: Ser de inmensa bondad, Dios poderoso, a Vos acudo en mi dolor vehemente, Extended vuestro brazo omnipotente, Rasgad de la calumnia el velo odioso y arrancad este sello ignominioso con que el mundo manchar quiere mi frente. Rey de los Reyes, Dios de mis abuelos, Vos solo sois mi defensor, Dios mo. Todo lo puede quien al mar sombro 63 olas y peces dio, luz a los cielos, fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos vida a las plantas, movimiento al ro. Y en el Padrenuestro de nuestro Serfico se repiten, incomprensiblemente, las siguientes frases de Plcido: Padre Nuestro y seor Dios poderoso, Que en el Cielo habitis dulce y clemente, Extended vuestro brazo omnipotente, Dadme arrepentimiento doloroso y libradme del sello ignominioso con que el pecado vil marc mi frente. Santificado sea tu santo nombre, Rey de los Reyes, Dios de mis abuelos, Tu santa voluntad sea bendecida en la Tierra y en el Cielo sin segundo Todo lo puede quien al globo mundo aves y peces dio, luz, norte, vida, Fuego al sol, giro al aire en su subida y movimiento al mar bravo y profundo Las coincidencias en determinados versos de los dos poemas son evidentes y puesto que tambin lo es que Plcido no iba a Inspirarse en el Serfico, parecera ms acertado pensar que fue este quien ley la conmovedora plegaria de aqul y se le queda ran grabadas en la mente partes de ella, que tal vez subcons cientemente incorpor a su propia plegaria en circunstancias ms felices que las del desdichado Plcido. Por ltimo, y aunque ya lo habr observado el inteligente lector, quisiera resaltar el parecido entre los sobrenombres de 64 Plcido y Serfico, parecido eufnico y de idntico significado en cuanto al sentido de lo agradable, sereno, pacfico y humilde que caracteriz a ambos poetas. * * * * * * * Vamos a terminar este captulo con la reproduccin de uno de los versos que ms se prestan a la interpretacin, ya que la versin dada por Vicedo parece que queda incompleta. Es sabido que el marqus de Salamanca, aparte de ser el creador de la lnea de ferrocarril de Alicante a Almansa, en la cual, como hemos dicho, trabaj el Serfico y tuvo ocasin de dedicarle unos versos, fue tambin alcalde de Monvar, por una de esas extraas veleidades polticas que acompaan a los pode rosos del dinero. El Serfico se encontr con el seor Salamanca y otro caballero, que iban en un lujoso carruaje tirado por caba llos y comparando probablemente su pobreza con la opulencia que se vea en aquellos caballeros, dijo, segn Vicedo: Maldigo. De quin De mi imprudencia; No he de maldecir de vos, Porque en el coche van dos Que me pueden dar sentencia. Una versin llegada a m da a esta composicin una inten cin blasfema, que no concebimos en boca del Serfico, siempre fervoroso creyente, pero que recogemos para dejar constancia de la misma y que quien se interese en el tema tenga elementos de juicio para ponderar las posibilidades de una u otra de haber sido pronunciadas por el Serfico: Maldigo. De quin De Dios. De Dios No, de mi imprudencia. 65 No he de maldecir de Dios, Porque en el coche van dos Que me pueden dar sentencia. Prcticamente, la quinteta es correcta as; si su contenido se inserta o no en la tnica general de los versos del Serfico ya es otra historia. 66 Q) ( D. MANUEL FERRANDO, PRESBTERO. 99 11 515 Habiendo de celebrar ra primera Misa, cienueder, Parroysial ceta villa de Elda ( Dios medianie ) el dio de MI de 4854; suplica V. y espera de u demi so mair acompaarlo, para mayor soimmaidad del oda, cayo favor corresponder agradecido. 2 Participaciones de celebracin de Primera Misa de dos sacerdotes eldenses de igual nombre en los aos 1854 y 1865. uno de los cuales es a quien se refiere la dcima Apenas vi tremolando.... Debe ser el que la celebr en junio de 1854 por ser en dicho mes cuando salen los Gigantes y Enanos. con las fi estas del Corpus. - &91tutIC Tx.e..51.1cto, 67 Captulo VI EL SERFICO EN MADRID Las sirenas de Ulises o Lorelei en su roca altiva del recodo del Rhin no seran tan persuasivas en sus cantos para perder a los navegantes como lo fue la llamada de Madrid para el trashu mante poeta. Ah era nada vivir sin trabajar, vestir bien, comer mejor y siempre con un duro enorme cantidad de dinero entonces en el bolsillo. Este curioso episodio de la presencia de nuestro bohemio poeta en la capital de Espaa ha llamado la atencin de todos cuantos se han interesado por sus andanzas, por lo anmalo del cambio que esta etapa madrilea introduce en la vida cotidiana del Serfico y por la dificultad, la casi imposibilidad, de imagi nar a ste trabajando colaborando en un peridico y alter nando con ministros, generales, poetas y gente encumbrada de la Corte, como leemos en las reseas biogrficas publicadas. El origen de este viaje a Madrid nos lo relata Lamberto Amat en su resea biogrfica de Francisco Ganga a la que hemos alu dido antes, publicada por Rico Garca en su Ensayo, exponin dolo tal como dice que se lo cont un comerciante de la villa, Gaspar Santo, que fue testigo de ello en la posada de la entonces villa (quien tambin fue el que arios mas tarde copiara al dicta 69 do las poesas El Padrenuestro y Ave Mara, corno vimos anteriormente). Por su interesante y minuciosa exposicin del lugar y la ocasin la transcribimos literalmente, lo que agrade cern los lectores: Cuenta don Gaspar Santo, del comercio de esta villa, que hallndose en la Posada de la misma (Elda) con el posadero y el Serfico un da de septiembre de 1854, llegaron dos seores a hospedarse en ella, que deban de ser de alta alcurnia segm su porte y el modo de producirse, y como oyeran al Serfico echar verso tras verso sin cesar, le aplaudan y estimulaban a que con tinuara como lo hizo, improvisando sobre lo que le decan, y tan prendados quedaron ambos que en el acto le dijeron: Usted se viene ahora con nosotros a Madrid y all nada le faltar, comer bien, vestir mejor y siempre tendr un duro en el bolsillo. Y no quiso aceptar por ms que le invitaron, por lo que uno de los indi cados seores sac del bolsillo una magnfica cartera de tafilete, tom de ella una elegante tarjeta de marfil con letras incrustadas y se la dio al Serfico dicindole: Tome Vd., si va alguna vez a Madrid, con esta tarjeta nos encontrar y le cumpliremos lo ofre cido. Es de suponer que por esto a los pocos das march a la Corte y all apareci escribiendo en el peridico titulado El lti go, llamando la atencin pblica sus poesas por lo patriticas y bien escritas, que suscriba con el seudnimo El Serfico. Segn este mismo relato biogrfico escrito por Lamberto Amat, el Serfico nicamente permanecera en Madrid muy pocos meses, desde septiembre de 1854, en cuya fecha sita el encuentro de ste en la posada del pueblo con los dos distingui dos madrileos. y la del 8 de abril de 1855, en la que mas ade lante dice se encontraba el Serfico ...en el camino de hierro - trabajando como un perro- por un msero jornal..., en la ocasin del encuentro del Serfico con el marqus de Salamanca y el seor Retortillo, ingeniero del ferrocarril en cuyo tendido traba jaba Ganga, en el que ste improvis la poesa sobre el pie forza do Para que coma y le sobre. Emilio Vicedo agrega a la estancia del Serfico en El ltigo este prrafo que, probablemente, le relat alguien para aumentar los mritos (Id poeta: Lo que s se sabe de cierto es que a raz de la publicacin de unos versos suyos en El ltigo, peridico que 70 por aquel entonces se publicaba en Madrid, hubo de emigrar, huyendo de los sicarios del despotismo. Seguramente sera reco gido aquel peridico por lo que no nos ha sido posible conocer tales versos. En la biblioteca del seor Castelar se conservaba un ejemplar con los versos aludidos... Un admirador del Serfico, el popular escritor monovero Jos Alfonso Vidal, que dedic al poeta eldense algunos de sus chispeantes artculos periodsticos, escribi que hallndose en Madrid consult en la Hemeroteca Nacional la coleccin de El ltigo, que deca se public de 1851 a 1853, sin encontrar en nin guno de ellos trabajo alguno fi rmado por El Serfico. Por mi parte, e Interesado en aclarar lo que hubiera de cier to en este episodio, acud a la Hemeroteca Municipal de Madrid, en el antiguo cuartel del Conde -Duque, y pude examinar uno por uno los ejemplares de El ltigo desde el 1 de diciembre de 1854 hasta el 24 de febrero de 1855, sin hallar tampoco el citado sobrenombre como firma de trabajo alguno. Lo nico que me ll am la atencin fue una seccin titulada Latigazos, pero totalmente en prosa, una de las cuales, publicada el 2 de diciem bre de 1854, fi nalfraba con esta cuarteta, que recuerda ligera mente el estilo de Ganga en los ovillejos: ...con todo se me figura que no valen una magra los discursos de La Sagra, Prim, San Miguel y Escosura. Se ha escrito, sobre esta poca del Serfico, que ste pudo recibir en Madrid apoyo y ayudas de, entre otros, sus paisanos Castelar y Juan Rico y Amat, lo que hoy nos parece poco creble, por lo que diremos a continuacin: En 1854, el que sera elo cuente tribuno y ll egara a presidente de la Repblica de 1873, era todava un estudiante que precisamente en los das en que Ganga arribaba a Madrid, haba obtenido, el 25 de septiembre de dicho ao su clamoroso xito inicial con su famoso discurso en el Teatro Real, que lo convirti, de golpe, en la fi gura ms admirada de Madrid, abrindosele innumerables puertas, inclu so la del Palacio Real, al que acudi llamado por la Reina Isabel 71 II porque quera conocerle. Pero Castelar, el que morira en honrada pobreza, sigui siendo un estudiante pobre, a pesar de su fama, de cuyos escasos ingresos dependan su madre y su her mana Concha, y que adems, estaba angustiado porque el to Quico (su to Francisco que recogi a la familia Castelar en Elda cuando la madre viuda y sus dos pequeos hijos pidieron y obtu vieron ayuda a sus familiares all por el ario 1835) estaba expues to a perder su modesto destino. Mal poda ayudar al Serfico quien, como Castelar, rechazaba, por nobleza, integridad moral y consecuencia poltica, las importantes ofertas que le llovan de partidos y ministerios, a pesar de su penuria econmica. En cuanto a Rico y Amat, que acababa de publicar su Diccionario de los Polticos en 1854-55, y ya era conocido como escritor, autor teatral, periodista y poeta, pudo, tal vez haber ayudado al Serfico si ste lo hubiera solicitado, pero no consta que hubie ra habido relacin alguna entre estos dos eldenses, cuyas opi niones polticas eran totalmente opuestas. Vicedo escribe tambin que Sagasta quiso conquistarlo para La Iberia, pero en la poca citada de 1854-55, el permanen te revolucionario que era el joven Sagasta a sus 29 arios apenas si era conocido ms que en la estrechez y clandestinidad de sus cenculos polticos avanzados, y poca ayuda hubiera podido brin dar al poeta eldense, ni siquiera en La Iberia que segn nuestras noticias fue fundada aos ms tarde. Lo cierto es que a los seis meses como mximo, pues pudo volver antes de la fecha del 8 de abril de 1855 ya estaba el Serfico otra vez en su tierra, probablemente ms pobre y mse ro que en Madrid, donde nunca le habra faltado el duro en el bolsillo que, segn Lamberto Amat, le daba el director de El ltigo, pero ms en su ambiente, entre sus gentes, sus costum bres y sus parajes queridos. En este ambiente poltico de Madrid se le despertara la admiracin por Espartero, el militar que llen un extenso pero do de la vida espaola y all le ocurri, siempre siguiendo a Lamberto Amat, el conocido episodio de que hallndose en un acto poltico improvis una poesa desfavorable para la reina Isabel II y elogiosa para Espartero, trabajo que se coment mucho. Enterado Espartero, mand detener al Serfico y ste, 72 desde la crcel, mand un mensaje rimado al general, elogioso para el mismo y destacando las cualidades y mritos de la Reina de forma tan admirativa que en cuanto lo ley Espartero orden que fuera Rayado de la crcel. La poesa que pudo originar este curioso episodio pudiera ser muy parecida a la que dice: Y t, Isabel, prontamente, Esta nacin abandona Porque a una dbil mujer No le es dado sostener El peso de la corona... pero no es la misma, puesto que este verso forma parte del dedi cado a la Reina al enterarse el Serfico de que Espaa iba a man dar un ejrcito a Roma para devolver al Pontfice Fle IX sus Estados, de los que haba sido despojado. Sin embargo esta expedicin ocurri en 1849, fecha en que el Serfico no haba pensado siquiera en que iba a tener su perodo madrileo. Muy parecido a este episodio es otro que presenta Amat, en el que comentndose en un corrillo poltico los mritos de los generales Espartero y San Miguel, el vate eldense improvis ver sos exaltando a su dolo y echando por tierra a San Miguel de forma muy desconsiderada. Enterado de ello el general San Miguel hizo llamar al Serfico, preguntndole qu motivos le haba dado para denigrarlo de esa manera. El Serfico, sin inmu tarse ante la suave reprimenda, contest a San Miguel que dichos versos eran ciertos, pero que slo le haban contado la pri mera parte y que la segunda no le haba escuchado. Y all mismo, siempre hbil y camalenico, improvis, encumbrando los servi cios de San Miguel a la Patria, sin rebajar los rendidos por Espartero, en forma tal que aqul, complacido, le despidi con buenas palabras, ofrecindose para lo que precisara de l. Para finsii7ar este oscuro, por inconcreto y falto de mayor documentacin, episodio de Ganga en Madrid, incluiremos lo que se dice tambin de que se contaba que con el famoso poeta y autor teatral Narciso Serra, pasaba el Serfico grandes ratos, 73 conversando ambos en verso, lo que llenaba de admiracin a quienes les escuchaban. 74 Captulo VII EL SERFICO, POLTICO Por si le faltaba alguna cosa, como al clera brbaro y cruel de su cuarteta en Petrel, el Serfico tuvo tambin sus veleidades polticas. No parece que pueda dudarse de ellas, a pesar de que la principal poltica practicada por el vate fuera la de la micheta de vino, mucho yantar y poco trabajar, pidiendo limosna a unos y otros, as fueran obispos, sacerdotes, marque ses o taberneros. Vicedo dice que ... parece tambin que fue perseguido por sus ideas polticas, y am se dice que mezclado en el movimien to revolucionario de Madrid de 1866 fue condenado a muerte con aquellos otros insignes patricios, Castelar, Sagasta, Garrido y algunos otros que no recordarnos, con quienes se trataba y alter naba. Lo que s se sabe de cierto es que a raz de la publicacin de unos versos en El Ltigo, ... hubo de emigrar, huyendo de los sicarios del despotismo. Hizo bien Vicedo en anteponer el dubitativo parece a su informacin sobre una inverosmil condena a muerte de nuestro poeta por participar en una conspiracin contra el Poder, repre sentado por el General Narvez. 75 Esta conspiracin en que se involucra a Ganga es la ll amada del Cuartel de San Gil, en junio de 1866, a consecuencia de la cual Castelar, Sagasta y otros fueron condenados a muerte en garrote vil aunque tuvieron la suerte de huir al extranjero. Aparte de no figurar su nombre en la sentencia del Consejo de Guerraa haba superado su efimero episodio madrileo nuestro paisano y estaba desde haca nada menos que once aos, desde 1855, Inmerso en su bohemio vagar por los campos, ventas y caseros de Elda, Monvar, Pinoso, Orihuela, Catral, La Romana y otros. No se acomodaba bien la idea de un Serfico conectado con los antros conspiradores madrileos con la de Ganga cuidando la mula de una noria en Catral y apostrofando en verso a los arrie ros que queran irse sin pagar, dicindoles aquello de: Aqu no se disimula Que se vayan sin pagar... Parece ser cierto que las ideas subyacentes del Serfico o por lo menos las expresadas en actos y momentos en que vena al caso fueran las del republicanismo idealista, casi utpico, del que considera el sistema republicano per se como la panacea para todos los males y problemas de la patria, casi comprensible en aquella poca en que an no haban surgido los fracasados expe rimentos de 1873 y 1931. Varios poemas, de inequvoca paterni dad del Serfico, nos hablan de dicho republicanismo, como los que desarrollan el cuarteto que sirve de leit motiv a una de sus versificaciones ms completas, pronunciada durante el Gobierno Provisional, o sea en 1868, con motivo de hallarse presos los sig nificados republicanos petrelenses Toms Bernab y Jos Montesinos en la crcel de Monvar. La ltima dcima constitu ye una profeca de republicanismo ms tarde cumplida, dificil de hacer en aquella poca en que todos los pases de Europa tenan Emperadores, Reyes, Prncipes o Duques a su frente: Ante el pueblo soberano El despotismo caer Milego, Castelar, su vida y su obra, pg. 77. 76 Y el pueblo espaol ser Por siempre republicano. * * * Pobre balanza de Astrea, Los que estn en el poder Te acabaron de romper En el puente de Alcolea. Seguid vuestra mala idea, Topete, Prim y Serrano, Que antes que llegue el verano De esas acciones sangrientas Tenis que rendir las cuentas Ante el pueblo soberano. * * * Hasta los que estn criados Bajo los rsticos techos Saben cules son los derechos Que les habis usurpado, Prueba que estn ilustrados Y que reconocen ya Que aproximndose va La libre emancipacin Y que por esta razn El despotismo caer. * * * Republicanos, unin, Ya veis que los espadones 77 Han echado a los Borbones Y buscan otro Borbn. Truene el horrible can Y Espaa se salvar Y este Gobierno caer Hasta dar en lo profundo Y bendecido del mundo El pueblo espaol ser. * * * Ser republicana Prusia, Republicana Sajonia, Republicana Polonia Y republicana Rusia. Y con el valor y astucia Unindonos como hermanos Demos fm a estos tiranos Y sea el pueblo espaol Por cuanto le alumbra el sol Por siempre republicano. * * * Tambin indica su republicanismo el ovillejo que hemos transcrito en otro lugar, dedicado a Topete, Prim y Serrano, en el que dice: Viva el pueblo soberano Con democrticas leyes Abajo todos los Reyes, Topete, Prim y Serrano. 78 Igualmente es una teniente profesin de fe republicana, si efectivamente fue pronunciado por el Serfico, su Brindis en un acto poltico celebrado en Alicante al que se dice que asista el poeta: Oh, musa celestial Que en el Parnaso tienes tu asiento Desciende de tu ureo palacio A aqueste aposento: Haz que mi lengua cante Los bienes, dones y gracias Que para los buenos hombres Encierra la democracia. Alma que brindar ansas A tu voluntad me rindo Por la democracia brindo, Y por su autor, el Mesas. Brindo por las tres Maras Que junto al Mrtir lloraron Brindo por los que bajaron Al demcrata Jess Pendiente de aquella cruz Brindo por los que cavaron Su terrestre sepultura. Brindo por la edad madura, Cubierta de pelos canos, Brindo por nuestros hermanos, Brindo por nuestros amigos, Brindo por mis enemigos Y por los republicanos. El general Espartero fue una figura que destac grandemen te entre las de su poca, siendo el personaje ms popular de su tiempo, hasta el punto de que lleg a ser propuesto para Rey de 79 Espaa cuando el Gobierno Provisional de 1869 busc un rey para nuestra patria que no fuera de la dinasta borbnica. El Serfico lo elogia repetidas veces y lo considera como el Mesas salvador de los males de la Patria, precisamente al frente de los republicanos, contradiccin manifiesta en quien se dice que aca rici la ilusin de ser Baldomero I, rey de Espaa. La admiracin de Ganga por el general se enciende en expre siones de exaltado lirismo en su oda A la cada del partido moderado, que era el rival de los progresistas, liberales y repu blicanos, convocando al general a encabezar la lucha contra el despotismo. Ven, general Espartero; Ven pronto, no te demores, Ven a extirpar los traidores Con tu acreditado acero. Ven, noble e ilustre guerrero, Ven, duque de la Victoria, Ven, que aadir la Historia Que venciste al enemigo O moriremos contigo En el campo de la gloria. (Don, don, don, campanada) Qu indica esa campana Que tan lgubre ha sonado Al partido Moderado Que van a enterrar maana. Quisiera de buena gana Ver la tumba de esa gente. Pues vente conmigo, vente, Y vers como no es cosa Sobre su fnebre losa El epitafio siguiente: * * * 80 Aqu yace sepultado Bajo esta losa fra Junto con su tirana El partido Moderado. Con su muerte se ha salvado Espaa por nuestro bien Pues donde quiera que estn Esos viles enemigos Sufran terribles castigos Por siempre sin fin, amn. * * * Parsitos insaciables, Antropfagos tiranos, Egostas inhumanos Con Dios irreconciliables, Os cresteis miserables Esclavos de Lucifer! Que no habais de caer, Pues os habis engaado Que Espartero ha derribado Vuestro colosal poder. * * * Espartero est en Madrid, Y todas las buenas almas Han recibido con palmas A tan heroico adalid. Huid, tiranos, huid, Huid ll enos de pavor, Huid, monstruos sin honor, A las regiones del Norte, 81 Huid, que ya est en la Corte Nuestro ngel libertador. * * * Ahora s que es verdad Que el yugo del despotismo Se ha sumido en el abismo Por toda la eternidad Ahora s que es libertad La que tiene el pueblo ibero Y ha de ver que el mundo entero Nos tendr miedo en campaa Mientras vele por Espaa El inmortal F,spartero. * * * En 1860 las tropas de Garibaldi que iban creando por las armas la Unit italiana, conquistaron Npoles, destronando al rey de las Dos Sicilias Francisco II y recibiendo aqul el ttulo de Dictador por parte de Vctor Manuel II para el gobierno del reino ocupado. Vicedo dice que un tal Juan Rico pidi al Serfico dije ra algo sobre este hecho, a lo que el poeta improvis la doble dcima siguiente: A GARIBALDI Garibaldi, por tu mano Emancipas la Sicilia, Y expulsas la Real Familia Del reino napolitano. Y t, gran republicano, Parte a Roma y no hars mal Derribando el pedestal Do el despotismo se tapa 82 Haciendo caer al Papa De su poder temporal. * * * En el reino de Judea, Cristo no quiso ser Rey Qu razn, justicia o ley Hay para que el Papa sea Ninguna, contesta Astrea, Y al decirlo se enardece. Y aunque a todo el mundo pese Y al Pontfice Po Nono, Derrbalo de su trono Porque no le pertenece. * * * Esta inquina serfica contra el poder temporal del Pontfice le inspir otra composicin, pronunciada al enterarse de que el gobierno espaol haba enviado una expedicin de 12.000 solda dos al mando del general Crdoba para ayudar a restaurar a Po IX en su trono perdido. Segn parece, fue pronunciada en Elda, ante un retrato de la reina Isabel II: Muy pronto, reina Isabel, Por guiarte de Po Nono, Vas a quedarte sin trono Como se quedar l. Porque aquel Dios de Israel Cuya sacrosanta ley Se esparce en la humana grey Cada da con ms medro, Puso de Papa a San Pedro, Y no lo puso de Rey. * * * 83 Republicanos al frente, Empuemos el acero, Sea si quiere Espartero Nuestro primer Presidente. Y t, Isabel, prontamente Por el bien de tu persona Esta nacin abandona. Porque a una dbil mujer No le es dado sostener El peso de la corona. * * * Este inters del Serfico por los temas polticos de ms all de nuestras fronteras le permiti soltar un exabrupto dirigido al emperador de Francia Napolen III, sobrino del Gran Corso, que despus de haber sido proclamado presidente de la Repblica Francesa se hizo coronar como emperador, lo que fue considera do por los liberales y republicanos como traicin: Napolen, deshonrado, Eres de seguro y fi jo, Y por lo tanto tu hijo Nunca ser coronado. Realmente, tomando este verso y el que anticipaba que Rusia, Polonia y otras naciones seran republicanas, como ejem plos, habra que conceder al Serfico un cierto don proftico, pues, en efecto, el hijo de Napolen III y de nuestra compatriota Eugenia de Montijo, nunca fue coronado, pues fue muerto por los zules combatiendo en las filas del ejrcito colonial britnico. Finalizamos estas notas sobre el politicismo del Serfico reproduciendo otro de sus versos calificados por Vicedo como poltico y del que abrigamos serias dudas de que fuera de l, aunque por su factura bien pudiera haberlo hecho: 84 A DON FERNANDO VII Muri el Rey y lo enterraron. De qu mal De aplopeja (sic) Resucitar algn da Diciendo que le mataron Los fi sicos le sacaron Las tripas y el corazn. Si esa sabia operacin La hubieran ejecutado Antes de ser coronado Ms valdra esta nacin. Un somero repaso a la cronologa histrica nos indica la imposibilidad o improbabilidad, si se quiere de que esta popular dcima fuera del vate eldense, puesto que el rey don Fernando muri en 1833, ao en que el Serfico estaba en La Habana, cumpliendo el servicio militar del que regres en 1841. Ni en aquel momento sabemos estuviera Ganga dedicado a la tarea versificadora que le ha ganado la posteridad, ni a su regre so, ocho arios o ms despus de la muerte del Rey, era apropia do el crear una dcima tan fuera de circunstancias. Por otra parte, hallamos en la obra de Francisco Agramonte Prim, la novela de un liberal de antao (Madrid, 1931) inserta la misma dcima, con algunas leves variantes que no alteran su sig nificado, como le engaaron en lugar de le mataron; la lnea Eso no, que le sainaron en vez de Los fi sicos le sacaron; esa bella en lugar de sabia operacin, y fi nalmente el verso Ms valdra a la nacin! entre exclamaciones y a la en lugar de esta. La dcima, escribe Agramonte, estaba atribuida a don Saturnino Lozano y alcanz entonces enorme popularidad. sta, por lo expuesto, es una ms de las composiciones adju dicadas a nuestro bohemio sin ms pretexto que su reconocida capacidad para haberla creado. 85 / 4 . rfi 4 - r Adios, ilustre pareja adios, prole de los dos, adios, servidumbre, adios que el Serfico se aleja... 86 Captulo VIII DE VUELTA A SU AMBIENTE El ambiente de Madrid asfixiaba a nuestro poeta. La estan cia all hubiera satisfecho a otro que no fuera nuestro paisano. Introducido en los elevados crculos polticos, ayudado por los seores que le haban llevado a la capital con las irresistibles promesas de comer bien, vestir mejor y siempre con un duro en el bolsillo, elogiado y requeridos sus versos por personas que utilizaban su fcil ingenio para su provecho o su diversin, con amistades como la del poeta Narciso Serra, de quien ya hemos relatado que eran amigos ntimos y que sus conversaciones eran siempre en verso; solicitada su colaboracin por polticos para sus peridicos, cualquiera que no fuera el Serfico se hubiera hallado a su gusto en la Villa y Corte. Pero, sin duda, el bohemio Ganga aoraba sus pardas tierras de Elda, la clida y fecunda compaa de las gentes de los pueblos que tanto le admiraban y con los cuales pasaba tan buenos ratos frente a un porrn de buen vino, unas habas tiernas de la huerta, un mendrugo de pan y una cebolla. Probablemente le hastiaban los ambientes enrarecidos de la capital, las ropas ajustadas y la etiqueta capitalina. Nos cuesta hacernos la idea de un Serfico como ha llegado hasta nosotros, con la efigie de un correcaminos de faja, alpargata, pantalones, 87 chaleco y camisa sin cuello, convertido, por exigencias de la vida de la capital y de los crculos polticos en que se vio obligado a mezclarse, en un hombre de ciudad, con el atavo ms o menos elegante de aquel tiempo, con cuello, corbata o lazo, levita, zapa tos y -la idea nos hace sonrer- tal vez sombrero de copa o redon do. Y un buen da, poniendo en prctica el menosprecio de corte y alabanza de aldea, el Serfico dej atrs las tertulias polticas y los ambientes sofisticados de la capital, en la que ll eg a estar pocos meses, para volver a su tierra y a su vagabun dear por los pueblos del contorno, a su trabajo en los cofines y en los que le salan al paso, como los de la va frrea Alicante Almansa que estaba construyendo el Marqus de Salamanca. A este personaje, cuando ll eg a Elda el 8 de abril del ao 1855 para inspeccionar las obras del ferrocarril que l construa, se le dijo que entre los obreros haba uno de gran inteligencia y fcil versificacin. Trado ante el marqus, pidile ste que reci tara un verso, pidindole pie el Serfico y dndole aqul el de para que coma y le sobre. Entonces el Serfico improvis la siguiente dcima: El alma ms noble y franca Porque as al mundo conviene, Sin duda alguna la tiene El marqus de Salamanca. Nunca da moneda blanca Cuando socorre al que es pobre; Tampoco la da de cobre, Que este benigno seor Da otra moneda mejor Para que coma y le sobre. Estos versos le valieron una dobla de cinco duros, moneda de gran valor para el Serfico, pero no excesivamente generosa para proceder de un prcer como Salamanca, de quien se conta ba que para ayudar al socio de un club que le molestaba buscan do por el suelo del saln una moneda de plata que se le haba perdido, encendi un billete de mil pesetas -mil pesetas de entonces, que eran una fortuna- para alumbrarle en su bsque da. Acompaaba al marqus -que despus fue alcalde de Mon var-, el inspector general de la obra del ferrocarril, seor Retortillo, quien pidi tambin al Serfico que le hiciera un verso, dndole como pie la ms desastrosa muerte. A seguido Ganga improvis una de sus dcimas ms conocidas y bien cons truidas: Hoy me encuentro por mi mal En el camino de hierro, Trabajando como un perro Por un mezquino jornal. Si el inspector general No se apiada de mi suerte Mi corto talento advierte Que en los cimientos del muro He de encontrar, de seguro, La ms desastrosa muerte. La vida del Serfico no era un camino de rosas precisamen te, sino que su estado habitual era, como l deca: trabajando como un perro por un mezquino jornal y debi verse en bastantes perodos de agobio, como el que se contiene en su lamentacin que se ha hecho famosa, cuando en unos fros das de invierno exclam: En este tiempo tan crudo En que el sol calor no presta El Serfico se acuesta En un msero peludo. Das ha que no me mudo 89 Y Inc acuesto sin cenar. Oh Dios de la gran bondad! Por qu tan pobre me tienes Ser porque. me conviene Cmplase tu voluntad! Otra de sus dcimas que se han hecho ms populares es la que improvis hallndose al cuidado de la mula que mova una noria que abasteca el lavadero de Catral: Aqu no se disimula Que se vayan sin pagar Porque es preciso sacar Para mantener la mula; Sera cosa muy chula Que en este duro trabajo Tuvierais aqu tm esclavo (Que presente lo tenis) Para que luego os marchis Sin abonar un ochavo. Y tambin pregona sus trabajos de pen la famosa dcima o imprecacin lanzada por el Serfico cuando estaba trabajando en un muro junto al Vinalop y se desencaden una tormenta: Dios inmortal que atropellas Con frecuencia a los humanos Haz que despidan tus manos Piedras, rayos y centellas, Que se caigan las estrellas Del firmamento seguro; Que se quede el mundo oscuro, Que se hunda la Torreta, Pero te pido peineta! Que no hagas dao en el muro. 90 No obstante, el temperamento bonachn del Serfico deba llevar con bienhiunorada resignacin este permanente estado de pobreza -pobre de solemnidad lo calificaron en su certificado de defuncin- como lo demuestra esta cuarteta dirigida a su her mano al escribirle una carta y no tener las obleas con que enton ces se cerraban los pliegos a enviar por correo: Hermano, para que veas, Mis bolsillos como estn Cierro esta carta con pan Por no tener para obleas. Pero esta msera condicin, que le haca desempear ocupa ciones humildes y rebajarse a pedir limosnas de ropa, dinero o alimentos, no era obstculo para que de vez en cuando aflorara el orgullo de saberse superior a algunos de los que tena que pedir favores, como en la ocasin en que un seor titulado mani festaba su duda de que el Serfico no fuera sino un plagiario de versos ajenos, por su desastrada condicin, que no daba a enten der el caudal de sensibilidad que Ganga llevaba en su interior. El Serfico contest as al mal pensado: Piensan los del don postizo Que los dems nada son; Adn fue Adn sin don Y a sus descendientes hizo. Todo ser nace castizo; Toda sangre es encarnada Y en la Historia Sagrada Los Santos no tienen don Slo Dios es verdadero Y los dems nada son. Y otras dos respuestas secas por el mismo estilo son las que espet a dos sujetos que queran burlarse de l. A uno, llamado Pascual, que se preciaba de ser superior al Serfico por haber estudiado en el Colegio de Orihuela y de hacer versos como l, diciendo al Serfico: 91 Por supuesto, ya se ve, Quin de esto tiene duda Slo una cabeza ruda Como la que tiene usted el poeta le contest, despreciativo: Pascual, aunque en Orihuela Estudiases de barato T sers siempre la suela Y el Serfico el zapato. La otra respuesta fue a un sujeto de mala fama, que al pasar el Serfico por una calle de Monvar, se burl del sombrero viejo y roto que llevaba el poeta y al que ste fulmin con esta des pectiva cuarteta: Este sombrero no es fino Pero cubre a un caballero Y a ti, siendo un bandolero, Te protege don Faustino. Suponemos que este don Faustino sera algn cacique de los de aquella poca, que eran los que ejercan el verdadero poder en los pueblos por sus dineros e influencias. Pero pese a este orgullo innato, la vida manda y el Serfico tena demasiadas pocas sin trabajo y sin recursos y por ello los ejemplos de pedir limosna a unos y otros y de reclamar comida o prendas de ropa son abundantes, como vemos en varias de sus improvisaciones, como la que recit a las hijas del alcalde de Monvar que le pidieron hiciera una poesa cuando estaban tomando chocolate, dicindoles: No recogido por Vieedo, publicado por .1053 Alfonso en el captulo El Serfico, don Maxi y un servidor, antes en ldella y Valle de Elda 92 Extrao el que me pidis El que yo verse a porfa; Es que tal vez no pensis Que todas me incomodis Con vuestras palabreras. Socorredme espero yo, Decid si me dais o no Para que el hambre mate Slo un poco chocolate De aqul que os sobr. o la que dirigi a la esposa de Roque Calpena de Monvar cuan do lloraba el fallecimiento de ste y la de un seor que haba sido benefactor de dicha familia, conocido por Juaneta, dicindole: Mercedes, cosa es precisa, Que le des a este poeta Un recuerdo de Juaneta Aunque sea una camisa... 4 Tambin era insistente en lo de pedir, ms bien diramos exigir, como en la cuarteta a una seora que le haba prometido que le dara unos pantalones y con la que haba entablado discu sin: Dejmonos de razones; Veo que razn no tengo, Pero maana aqu vengo Que me den los pantalones. Sus peticiones de limosna tenan tambin como destinata rios a sacerdotes con los que tena buena relacin aunque a veces Reproducido integro en la pgina.47 93 los zahiriera con sus versos. As a don Felipe Quesada, sacerdo te que le visit en el Hospital, le improvis una dcima para que le socorriese: A DON FELIPE QUFSADA. A un ministro del Seor Digno de serlo en verdad Imploro una caridad En el lecho del dolor. Confin en el Hacedor Que hizo el mundo de la nada Y en Masa inmaculada Que nunca pongo en olvido Que habr de ser socorrido Por don Felipe Quesada. Otro de sus sablazos rimados fue dicho a un ingeniero, lla mado don Gregorio, que diriga la explotacin de una mina en Monvar, al dirigirle estos versos: Socrrame, don Gregorio, Y no extrae que le pida Porque estoy pasando en vida Las penas del Purgatorio. Aunque es bien cierto y notorio Que tiene buen corazn Si en la presente ocasin A socorrerme se inclina Antes de un mes en la mina Se descubrir el filn. De estas peticiones de ayuda en verso, a veces teidas de una nota angustiada, como si de ella dependiera verdaderamen te el ser o no ser del bohemio, no se libraba ni el obispo de Orihuela, al que acuda de vez en cuando y de cuya bondad espe 921 raba y reciba siempre algn consuelo en forma de consejo, ayuda y limosna. As, el obispo don Pedro Mara Cubero Lpez de Padilla, quien ocup la sede orcelitana de 1859 a 1881, cuyo lema permanente fue el de la caridad, segn la leyenda de su escudo, Chantas in omnibus, y que tal vez se habra encontrado al Serfico en uno de sus habituales paseos por la huerta oriola na para hablar con los sencillos campesinos. A este caritativo prelado se dirigi el Serfico con estos versos: AL OBISPO DE ORIHUELA Exprofeso aqu he venido A postrarme a vuestros pies A tres del presente mes Extremamente afligido; Y por Jesucristo os pido No desoigis mi clamor; Escuchadme por favor, Don Pedro Mara Cubero, Si no me ampara el que quiero Qu ser de m, Seor! * * * El anillo episcopal Permitidme que yo os bese, Y que a vuestros pies confiese Lo que en el mundo hice mal. S que el Padre celestial, Desde su eterna mansin, Me conceder el perdn, Y hasta su Madre Santsima, Cuando vea a Su Ilustrsima Echarme la bendicin. * * * 95 Como maestro de escuela De hambre voy a agonizar Si no me quiere amparar el obispo de Orihuela. Pero el Seor me consuela Cada vez que considero Que es cristiano y caballero Y aunque el oro no le sobre Socorre si es bueno al pobre Don Pedro Mara Cubero. * * * Si le dais algn consuelo A este pobre desgraciado, El mismo Crucificado Os lo premiar en el cielo. No desoigis este anhelo Padre mo episcopal, Socorred a este mortal Que est en la mayor congoja Para que Dios os acoja En la mansin celestial. Siempre dependiendo de la caridad para su msera existen cia, nos dej otra quintilla que por su contenido se la dira a s mismo al escuchar las campanadas del reloj de la torre de la iglesia de Santa Ana: Las diez acaban de dar En el reloj de la torre, Corre, Serfico, corre, A que te d de almorzar El padre Toms Satorrcs. 96 Lo curioso y paradjico del caso es que el Serfico tuvo fama, y as lo hacen constar sus bigrafos, de desprendido y caritativo hasta el punto -segn Vicedo recogiendo fuentes orales- de que una vez se qued en paos menores por haber dado la ropa que ll evaba puesta a pobres que l crea lo necesitaban ms que l. La geografia andariega del Serfico no se aleja mucho de Elda, aunque tiende principalmente en direccin al suroeste pues mientras poblaciones de los restantes puntos de la rosa de los vientos, excepto Petrel, no lo ven por sus tierras, s son fre cuentes sus estancias en Monvar, Pinoso, La Romana y Orihuela. Con Novelda, donde se editara la nica recopilacin publicada de sus versos, no han ll egado noticias de contactos, aunque es posible se refiriese a esta poblacin la poesa dedica da a Santa Mara Magdalena, ya que en Elda no haba entonces ermita alguna dedicada a esta Santa, segn la relacin de las mismas hecha por Amat y Sempere en su manuscrito, y la de Novelda en la Mola es famosa por la devocin de los noveldenses hacia ella: En la margen seductora Del ro Vinalop, Una capilla ocup Tu pulcra imagen, Seora. Este pueblo que te adora En ti tiene su esperanza, Cuanto te suplica alcanza; Seamos como t, buenos, Para que despus gocemos De la bienaventuranza. * * * Oh, Mara Magdalena, Tuviste el grande honor, 97 De hablar con nuestro Seor En la noche de la Cena! La Banda de gozo ll ena Con sus instrumentos canta Y hasta los cielos levanta Haciendo or sus sonidos Para recrear los odos De la predilecta santa. * * * Santa que a Dios sobrehumano Viste en su resurreccin, Y con celestial pasin Adoraste al Verbo humano. Quiso tocarlo tu mano Y te lo priv el Seor Dicindote con amor: A mis apstoles di, Me vern, cual promet, Pronto en el monte Tabor. Las gentes de las ventas y caseros del Puntal, las Quebradas, La Romana, Monvar y Elda, contemplan regocijadas el vagar del poeta y le dan pie o le provocan para que suelte los versos que l prodiga. Es bastante que un cura amigo, el Padre Ban, pasando junto al Serfico que est haciendo capazos de esparto le diga: Dale, Serfico, dale para que ste coja el hilo y conteste rpido, completando la cuarteta: A ver si en Semana Santa, Puedes comprarte otra manta Que la que tienes no vale. Decimos antes que no le sera fcil hallar trabajo, aunque segn Lamberto Amat era buen trabajador cuando quera, 98 haciendo ms trabajo que otros, porque de su errar por unos y otros caseros, buscando alguna ocupacin que le diera de comer, tenemos varios ejemplos versificados, como en su despedida a dos conocidas o amigas llamadas Mara Juana y Teresa Calpena a las que dijo: Adis, Teresa, adis Juana, Tan enfermo como estoy Por la maana me voy Camino de La Romana. Aunque no tengo tal gana De ir a ver al Cataln, Pero las cosas ya estn Tan malsimas badajo! Que he de buscarme el trabajo Para poder comer pan. Y para recalcar su triste condicin de permanente miseria, a un seor que le dijo que si l fuera rico le asegurara el pan para toda su vida, le prometi lo siguiente: Si usted me asegura el pan Juro por el Universo Que le habr de hablar en verso Hasta al mismo preste Juan. Para el Serfico, esta etapa de su vida, que iba a durar hasta su muerte en 1871, es un camino polvoriento, que unas veces se recorre a pie y otras en carro o a lomos de una acmila, con para das, ms o menos prolongadas en alqueras, caseros o ventas de los pueblos del contorno, dejando caer por estos caminos las per las o los cardos de sus versos, a veces brillantes y pulidos como piedras preciosas y a veces toscos e hirientes como dardos enve nenados. Los epitafios salen de su boca a peticin de los deudos para obtener unas monedas o unas ddivas; las salidas de tono tambin, como la del que al pedirle pie para un verso le alarga 99 su propio pie y al que el Serfico, cogindoselo como si fuera a herrar a una caballera, le dijo, socarrn: En esto me dio a entender Esta infeliz criatura Que es un solemne animal Y le falta una herradura. Una situacin similar se haba producido en el siglo XVII, entre el homnimo del Serfico, Francisco de Quevedo y el rey Don Felipe IV, diciendo el custico seor de la Torre de Juan Abad los siguientes versos, muy parecidos a los del vate eldense: En esta humilde postura parecemos, gran seor, que yo soy el herrador y vos la cabalgadura. Las mozas campesinas le pican para que hable y han de taparse los odos entre risas para no escuchar las enormidades que suelta el Serfico, jocundo y malicioso, misgino y clibe hasta el fin de sus das. Su musa slo se sublima cuando la dedi ca a la Virgen de la Salud o al Cristo, y cobra especiales acentos de acritud y mordacidad cuando dedica sus versos a Petrel o a sus moradores, como veremos pginas ms adelante. 100 Captulo a LA OTRA CARA DEL SERFICO (Los versos malditos) Junto a la faceta que hemos mostrado del bohemio bona chn, amigo de todos, tal vez porque le convena estar a bien con los que tenan que facilitarle parca comida y sobre todo, la bebi da; de este eterno convidado en los sepelios con su dcima a punto como otros tienen los rezos, los psames o los plaidos, junto a este hombre que se conmueve al dedicar sus versos a la Virgen Mara, tenemos otro Serfico, tan conocido en su tiempo como ste, pero que hoy se nos ha desdibujado y casi extinguido. Es aquel Ganga malicioso, como imbudo por el espritu de Boccaccio, que desfoga su misoginia escandalizando a las muchachas de la comarca con sus mordacidades jocundas y obs cenas, soltndoles versos del ms acusado verdor y con la fraso logia ms rotunda que le es posible. Cualquier pie forzado que se le daba cuando se hallaba en el lugar, momento o auditorio pro picio, serva al poeta para hacer enrojecer la faz de las doncellas y prorrumpir en grandes carcajadas a los dems. Naturalmente, estos versos se han ido perdiendo al recatarse los que los cono can de dejar constancia escrita de ellos y desaparecer paulati namente quienes por saberlos de memoria podan transmitirlos por va oral. 101 En 1902, al mismo tiempo y en la misma imprenta en la que Emilio Vicedo public las Poesas del Serfico, edit tambin otro librito de similar formato, titulado Versos verdes del Serfico, que inclua 26 de estas composiciones, segn la nota que fi gura en el tomo XIV, folios 395/96, del Ensayo de Manuel Rico Garca, tomo indito pero cuya referencia obtuve gracias a la amabilidad del Instituto Gil-Albert que lo posee en microfilm. No he podido ver ningn ejemplar de este librito, por lo cu al des conozco los versos que contiene A estos versos procaces podra pertenecer el que pronunci en ocasin de que hallndose en una casa del campo de Monvar, en poca de vendimia, la seora y la criada quisieron gastarle una broma y or lo que deca, para lo cual colocaron en el dormi torio de Ganga, en la palmatoria, un nabo en lugar de la vela, con su rabito en forma de pbilo. El Serfico, al ir a acostarse e inten tar encender la vela, se dio cuenta de la jugarreta y suponiendo que las mujeres estaran detrs de la puerta escuchando, impro vis estos versos de subido tono: Triste nabo, en mi poder, Te morirs a frialdades, Yo no tengo facultades Para nabos encender. El nabo est bien colocado, De eso no hay que dudar, Aqul que lo habr inventado Bien lo sabr manejar. Pero si alguien lo requiere Con su dulce mano tierna tengo yo otro mejor que el que tiene la linterna. Tambin en esta misma lnea es la procaz cuarteta que se atribuye al Serfico al contestar a una linda joven que le pidi en la plaza del mercado que la felicitara en verso por ser el da de su santo: Quisiera del gallo el canto y del burro el instrumento... 102 Esta atribucin es incorrecta, pues esta es ima . copla popular riojana, segn refiere el escritor Manuel Alcntara en el artculo La hora de irse. (Dominical La Verdad, 23 -IV -89). Y tambin se le atribuye la dcima con la que acogi una rui dosa ventosidad que se le escap a un tal Zamarra y que dice as: La fuerza estaba en Sansn En la punta del cabello, En la joroba el camello, En las garras el len Y en la boca del tiburn. La tiene en el pico el grajo La tiene en el cuello el mulo, En las uas el halcn Este Zamarra en el culo Y yo en la punta del =ajo. Dejaremos constancia en esta relacin de versos, ms bien poro -versos, del pronunciado, segn decan, ante el juez de Monvar, en un juicio en el que el Serfico era demmciado por difamacin o calimmia por una seora, en un astmto de conduc ta deshonesta, en el que el vate declara: El Serfico: Cuatro piernas blancas vi; El juez: Carajo! El Serfico: No vi ninguno: dos pelotas s que vi que le daban en el culo a esa seora de ah. Otra improvisacin ms que se le adjudica es la que menta que caminando el Serfico por el campo vio a unas mujeres subi das en una olivera recolectando la oliva, una de las cuales al verlo pasar le dijo: Serfico, dinos unos versos. Y mirndolas el Serfico les solt lo siguiente: 103 A lo que veo, resisto, a creer... No son quimeras Cuando en el mundo se han visto brevas en las oliveras Tambin se cuenta que en ocasin en que se hallaban en la casa de un seor llamado Toms, el Serfico y otro seor llama do don Blas, se le escap a la hija del dueo un conejo. Esta les pidi le ayudaran a buscarlo y cogerlo. y mientras lo hacan el Serfico coment socarronamente: El tuno del seor Blas, y el Serfico, tan viejo, le estn buscando el conejo a la hija de don Toms. Encontrndose el Serfico algo enfermo y necesitando una ms sana alimentacin, fue a la casa de campo de un tal seor Toms, posiblemente el mismo de la anterior cuarteta, para que le vendiera unos huevos, pensando obtenerlos ms baratos. Despus, y acordndose del precio pagado, coment: Aunque soy un pobresico y trabajo en el esparto, me com por nueve cuartos los huevos de Tomasico. Y fi nalmente, como ltima aportacin a esta coleccin de versos malditos estn los que segn el malogrado Maximiliano Garca Soriano dijo a una joven que le molestaba, los que repro duciremos en la misma forma en que Garca Soriano los public en su carta rimada a Jos Alfonso de la que ya nos hemos ocu pado, sin que hayamos podido averiguar como eran los versos que aludan a los padres de la joven, aunque nos los fi guramos por el obligado consonante con peludo: 104 Sentado estaba en la plaza En una acera tranquilo Haciendo sus cofinetas Como siempre (era su oficio) Y de un lado para otro Pasaba por aquel sitio Una chica, bella joven, Repitiendo a voz en grito Dos versos de aquella dcima Que nadie tiene en olvido: El Serfico se acuesta En un msero peludo. Y sin duda molestado Al verse tan aludido Le complet la cuarteta Con dos versos muy... fluidos, Logrando que la muchacha Cerrase, tmida, el pico, Porque su padre y su madre Quedaban en entredicho Este versificador picante, malicioso y proca7, de los versos verdes, constituye otro de los aspectos diversificadores y contra dictorios de la personalidad del Serfico, huidora de cualquier molde o arquetipo en el que se le quiera encasillar. 105 Captulo X EL SERFICO Y LAS MUJERES Como ya hemos referido en varias ocasiones en este trabajo, Ganga vivi y muri soltero, cosa muy natural en quien gustaba poco o nada de la quietud hogarea y de la vida familiar, prefi riendo su desatentado caminar, su vagar incansable por diferen tes tierras y la estancia en las tabernas con compaeros de la misma aficin al vino y a la comida anrquica del pedigeo vagabundo. Es una curiosa coincidencia la de que casi todos los eldenses notables hayan sido solteros, coincidencia que no sabemos si atribuir a que no matrimoniaron porque sus aficiones y trabajos les retraan de la frecuentacin de crculos sociales y de la com paa de mujeres casaderas o, por el contrario, que una misogi nia y retraimiento ante la mujer haca a sus mentes concentrar se ms en sus trabajos, alcanzando mayores cotas de profundi dad. Lo cierto es que Castelar, eldense de corazn, no tuvo ms amores que su madre, su hermana Concha y la Virgen de la Salud de Elda, como testimonian su vida y el recuerdo de los que le trataron y conocieron; Juan Rico y Amat, introducido en los altos crculos sociales y literarios de Madrid, mojaba su pluma en vinagre cuando en sus epigramas, versos, comedias o dramas tena que tratar figuras femeninas o hechos o dichos de las mis mas; Francisco Laliga Gorgues, altsimo poeta, que enloqueci 107 joven, no tuvo tiempo para unir su vida a la de alguna mujer, cosa que probablemente hubiera hecho pues en sus versos hay muchos de indudable inspiracin amorosa, dedicados a jvenes de la lneAlidad; Antonio del Val, periodista y escritor, primo de Castelar y secretario de ste, tambin muri soltero. Los sacer dotes Agustn Cavero Casez, Pedro Rico y Amat, Gonzalo Sempere y Juan, Francisco Maestre Sempere, Jos Coronel y otros, es natural, por su condicin sacerdotal, que vivieran y murieran clibes. No obstante esta condicin, los versos de Ganga -nico medio que tenemos para intentar conocer su pensamiento- , no extreman una cierta agresividad ante la mujer en general, sino que slo aparece en casos particulares como en la mujer del sacristn de Petrel; la mujer de Vicente, el ventero de Las Quebradas -a la cual dice que me toque las narices, por no decir pantalones-, la avariciosa seora de Rico, etc. Contra estos ejemplos hay otros de elogio e incluso admira cin, que son los que vamos a recoger en este captulo, como Intento de explicacin de una especial postura de Ganga ante el tema permanente de todo hombre: la mujer. En la dcima dedicada a una tal doa Camila, que viva en Elda en aquel tiempo y de la que no conocemos otros datos, vemos que Ganga se pasa en el ditirambo, pero parece que en la poesa de elogio esto es moneda corriente: A DOA CANIILA En Elda no pudo haber Persona ms peregrina Que la seora Canilla Por su talento y saber. Jams se puede entender Desde el Polo al Ecuador Otra seora mejor Porque sus gracias imitan A los ngeles que habitan Junto al trono del Seor. 108 Tampoco se queda corto en la expresin de elogio que se encierran en estos dos trabajos dirigidos a diferentes mujeres pero tan parecidos uno al otro en forma e idea que se dira el mismo poema adaptado a dos personas diferentes, autoplagiado por su creador: A LA POLLITA LUISA MOLERA La mejor rosa cog Que haba en el Paraso Cuando en aquel compromiso Sali Dios y dijo as: - Ladrn, es posible, di Que me robes esa fl or Castigarte con rigor Tu mala accin me precisa. Y dije: Si es para Luisa. Y se ech a rer el Seor. - De ti exijo la verdad, Di, esa Luisa, quin es Y yo postrado a sus pies Le dije con humildad: - Seor, la mejor beldad Que en el mundo conoc. Y el Seor me dijo as: - Es la hija de Molera; Pues toma esta compaera, Reglasela por m. La otra a la que aludimos, ms larga y variada, est dedica da a doa Estela, esposa del ingeniero jefe de las obras del ferro carril en las que trabajaba el poeta, seora que tena fama de caritativa. Los cinco primeros versos son exactamente iguales a los dedicados a la pollita Luisa Molera: 109 A DOA ESTELA. La mejor rosa cog Que haba en el Paraso Cuando en aquel compromiso Sali Dios y dijo as: - Ladrn, es posible, di Que ejecutes tal rigor Bien el castigo mayor Mereca tu cautela. Y dije: Son para Estela. Respondindome el Seor: - Dime, esa Estela quin es Hombre sacrlego impo. Y yo le dije: Dios mo, La esposa de don Andrs. - Ese seor, es francs Y al punto le respond: - Dios mo, sabed que s. - Pues hijo, si son para esa Caritativa francesa Llvale otra por m Y dile: Dios siempre vela Por toda la Creacin Pero con predileccin Por la incomparable Estela. En este momento vuela Y advirtele que es preciso Partir a la Eternidad Y que por su caridad La espero en el Paraso. 110 Muestras varias de esta vena elogiosa en el Serfico hacia la mujer y de su habilidad en el manejo del incensario y del loor son la serie de versos que reproducimos a continuacin, todos unidos por igual temtica y con el denominador comn de la exaltacin de las cualidades morales o fi sicas de mujeres de su poca, des conocidas para nosotros: A DOA ESPERANZA POMARES Abriga desde su cuna (Sin hablar ahora de chanza) Una alma doa Esperanza Mejor que persona alguna. Es ms bella que la Luna Y ms que Venus hermosa, Es amable y virtuosa Una paloma sin hiel Y por eso don Gabriel La eligi para su esposa. Digamos de esta seora que era madre del inspirado poeta eldense Ricardo Prez Pomares, director de El Bien General, escritor y poeta, el cual falleci en 1887 a los 28 arios de edad. A LA SEORA DOA PETRA Ganga ruega en este instante Al que todo lo penetra Que salga en bien doa Petra De su estado interesante. Ella es un fi no diamante, Es el honor espaol, El ms pulido crisol Que jams hubo ni habr De donde pronto saldr Un muchacho como un sol. 111 A ISABEL MARA LA MOLINERA Bella Isabel, no te asombres Espejo de ese molino, Por tu rostro peregrino Debieran morir los hombres. Dios mo, te ruego alfombres Con azucenas y rosas Y las flores ms preciosas De tu divino vergel Por donde pasa Isabel Que es la diosa de las diosas. Posiblemente por encargo de un seor, don Jos formo, para que se lo dijera a su esposa en alguna fecha destacada, Ganga improvis esta dcima: Emilia, bello clavel, Desprecia el clera morbo Que aqu est tu Jos Tormo Para librarte de l; Y aunque se empee Luzbel, Con Plutn y su familia, Juro por la Santa Biblia Y hasta por el Padre Eterno, Que aunque sea en el infierno Aprecio estar con mi Emilia. * * * Vicedo indica en su obrita, como lugar de creacin de los ver sos que comienzan Mientras caiga la gotera y Apenas vi tan hermosas una crcel o correccional cuya ubicacin no menciona, dando al Serfico como preso all. Ello no se corresponde con la afirmacin de Lamberto Amat, mejor conocedor de la vida del 112 Serfico por haberlo tratado durante muchos aos y hasta la muerte del bohemio, de que jams se le vio cometer mala accin alguna, lo cual tampoco es garanta absoluta de que no se hubiera visto obligado a albergarse contra su voluntad en algn recinto carcelario. Tal vez sus ideas republicanas, expresadas en lugar inoportuno y en momento inadecuado, le ganaran la ene mistad de algn poltico influyente y por ello diera con sus hue sos en la crcel. Lo cierto es que Vicedo sita en un correccional los siguientes versos, uno de ellos dedicado a las hijas del comandante del mismo, don Juan Bautista Mora, que haba sali do al patio de la crcel para hablar con el vate al encomirsele la singularidad del ingenio de aquel preso. En aquel momento esta ban comiendo el rancho y el Serfico haba agujereado la cucha ra para ~lir algo de slido entre tanto lquido. El seor Mora le pidi le hiciera un verso y le dio como pie forzado Y despus lo que Dios quiera, exclamando el poeta mientras levantaba la cuchara chorreante: Mientras caiga la gotera Por efecto de las lluvias Vengan fideos y alubias Y despus lo que Dios quiera. Las hijas del comandante, al enterarse de lo sucedido, pidieron tambin su poesa, obsequindolas Ganga con esta boni ta dcima que se integra plenamente en esta seccin de elogios a la mujer, y que probablemente le ganara la benevolencia del jefe del correccional, hacindole menos penosa la estancia all: Apenas vi tan hermosas Las hijas del Comandante Me pens en aquel instante Que estaba viendo dos diosas. Venus y Flora envidiosas, Se dijeron sin demora: Ves cun hermosa es la aurora Si en ella la vista fijas Pues mucho ms son las hijas De don Juan Bautista Mora. 113 Y aun en estos versos, con los que ensalza las cualidades femeninas, ha de introducir la vena satrica, corno en los que dedica a dos jvenes, alabndolas a ellas y escarneciendo a sus respectivos novios. A ma, cuyo novio se apellidaba Flores, le dijo: Oh, reina de los amores! Son tus acciones muy finas. Te piensas coger a Flores Y vas a coger espinas. Y a otra, cuyo novio se llamaba Pascual y no deba tener muy buena fama: Es tu rostro angelical, No eres de las ms feas, Qu lstima que te veas En las manos de Pascual! 114 Aqu no se disimula que se vayan sin pagar porque es preciso sacar para mantener la mula.... 115 Captulo XI EL SERFICO, ELDENSE El refrn popular que dice No con quien naces, sino con quien paces no puede aplicarse en absoluto al Serfico, puesto que ste, nacido en Elda, fue un eldense cien por cien, a pesar de pacer con gentes de los ms diversos puntos de la regin y ser un poco ciudadano del mundo, de este mundo que para l esta ba condensado en la amplia zona alicantino-murciana entre la comarca eldense y las huertas y pueblos de la Vega Baja. As su eldensismo tiene destacada manifestacin en su famosa dcima, casi proftica en cuanto exalta la laboriosidad eldense como generadora del bienestar de la poblacin: A ELDA Elda, feliz y dichosa, Eternamente sers, Pues cada paso que das Te haces ms laboriosa. Toda la prole reposa Sin la menor inquietud, La senda de la virtud 117 No abandones, patria ma, Porque por ella te gua La Virgen de la Salud. A esta venerada imagen, patrona de los eldenses desde cerca de cuatro centurias, profesaba el Serfico una especial devocin y ante su presencia o evoracin sublimizaba sus versos, escogiendo lo ms armonioso de su vena potica para adornar sus cantos a la misma, de lo cual es una bella muestra la poesa que en 1855, cuando en plena epidemia colrica que azotaba Elda fue sacada en procesin de rogativa la imagen de la Virgen, le dedic arrodillado ante ella despus de pedir que se detuvie ra la procesin. A JA VIRGEN DE LA SALUD Ha salido en procesin Por las calles de esta villa El encanto y maravilla De la anglica mansin. * * * ngeles y serafines Tronos y dominaciones Que en las celestes regiones Estis con los querubines Acompaad con clarines En tono de sumisin A la misteriosa uncin A la emperatriz del cielo Que para nuestro consuelo Ha salido en procesin. * * * 118 Suenan tristes las campanas, Marchamos paso tras paso Y preguntamos acaso A esas gentes ms cercanas; Les preguntamos y ufanas, Nos dicen gran maravilla! Que dejando su capilla Camina con lentitud Mara de la Salud Por las calles de esta villa. * * * Desde el tierno parvulito Hasta el decrpito anciano Piden detengis la mano De vuestro hijo bendito. Oye el afligido grito Del pecador que se humilla Confiando que en ti brilla El cario, la piedad, La salud, la cristiandad, El encanto y maravilla. * * * A vuestras plantas postrados Os pedimos, madre amada, Dirijis una mirada A estos pueblos contagiados; Mirad estos desgraciados Con ojos de compasin, Sacadlos de la afliccin 119 En que se encuentran ahora Y aparezca vuestra aurora En la anglica mansin. * * * La Virgen de la Salud como sntesis inspirada de religiosi dad y eldensismo est presente en otras composiciones de Ganga, de las cuales vamos a reproducir seguidamente dos, la primera dedicada a un eldense conocido por el to Bonifacio el del Cura propietario de una almazara en Elda, a la que lleg Ganga pidiendo que le dieran de comer de unas migas que el indicado propietario haba mandado hacer para sus trabajado res. Como le ocurra al vate muy a menudo, para darle de comer le exigieron que soltara una y el Serfico, ingenioso e improvi sador como siempre, y ms cuando el hambre le estimulaba, pro nunci la siguiente dcima: AL TO BONIFACIO. La Virgen de la Salud Gua con dedo divino A Bonifacio el camino Del honor y la virtud. Ya pas su juventud En la castidad ms pura, S, Bonifacio el del Cura Es virtuoso y me fundo; Y en saliendo de este mundo Tiene la gloria segura. La otra poesa que queremos traer aqu es la que dedic como elogio fnebre -uno MU3 entre los muchos que pronunci y de los que nos hemos ocupado en otra parte de este trabajo- ante el aadver de don Francisco Vera, de cuyo personaje no conoce mos ms referencias que las de su muerte: 120 Muri don Francisco Vera, Dios que lo tenga en la Gloria Vertamos a su memoria Una lgrima siquiera; Y cuando la parca fi era Con su guadaa fatal Nos corte el hilo vital Haga el gran Dios de Israel Que nos juntemos con l En la patria celestial. * * * Slo nos queda el consuelo De que apenas expir Su alma abiertas hall Todas las puertas del Cielo. Cristo, con paternal celo, Al llegar dira Ven, Ya que te portaste bien En la vida transitoria A disfrutar de la Gloria Por siempre sin fin, amn. * * * Prximo ya al atad Y en el postrer instante Se le present delante La Virgen de la Salud Y en premio de su virtud Nuestra Seora le dijo: Ahora mismo te dirijo 121 Tu alma pura, inocente, A que goce eternamente Junto al solio de mi hijo. En aquellos tiempos en que era habitual que las gentes ll e garan al fi nal de su vida sin haber efectuado ms viajes que a los pueblos cercanos y aun, a veces, ni eso, el localismo era exacer bado y se traduca en una exagerada mitificacin de todo lo de su propio pueblo y un desprecio, hasta extremos ridculos en oca siones, de las caractersticas de los pueblos cercanos y sus habi tantes, lamentable y aldeana condicin que an hoy aflora en personas que en lo dems razonan normalmente. Por ello, en aquel tiempo, todo eldense deba manifestar una pretendida superioridad sobre los habitantes de los pueblos vecinos. Pero donde ms rivalidad exista era con los vecinos petrelenses, con frecuentes roces enconados por la cercana de los dos pueblos. Pareca axiomtico que todo buen eldense deba despreciar a los de Petrel, denigrndolos con vejaciones dondequiera que se presentase ocasin, a cuya actitud respondan los petrelenses con igual o mayor encono. Por este motivo no es de extraar que en los versos del Serfico se encuentren alusiones a Petrel en el tono de desprecio o rechifla que era habitual en las relaciones entre ambos pueblos en aquel tiempo. As la famosa cuarteta con la que el vate apostrof a la mujer del sacristn de Petrel en una ocasin, cuando el clera de 1855, en que al pasar por bajo de la ventana de la casa de aqul, reci bi una desagradable ducha al tirar la sacristana un cubo de agua sucia a la calle. Clera brbaro y cruel, Si te falta alguna cosa, Ven y ll vate a la esposa Del sacristn de Petrel! Igualmente en la propaganda que el Serfico hace de una novillada que iban a hacer en Petrel, al decir, probablemente en la plaza pblica y ante el numeroso grupo que se reuna en torno a l para escuchar sus peroratas y sus salidas en verso: 122 Jvenes de Elda, En Petrel esta tarde Hacen novillos, Pues buscan en balde Vuestros bolsillos. Se han de llevar gran pastel, Ya veis anuncia el cartel De esa gente soberana A dos reales la entrada; Pues si ver toros queris Aqu en Elda los tenis Sin tener que pagar nada. No se aclara por el recopilador ese fi nal que se nos aparece un tanto esotrico, pues no creemos que en Elda se hicieran corridas de toros en cualquier momento y sin tener que pagar nada. Ms bien parece que, conociendo la vena satrica y chusca del poeta, aprovechara la ocasin para hacer alguna mordaz alu sin a la tan socorrida imagen del cornpeta aplicada al marido engaitado, tal vez aludiendo a algn personaje conocido por los oyentes en aquellos momentos. Sin una interpretacin del ltimo terceto, del estilo de la apuntada u otra parecida, poco puede comprenderse el sentido de la terminacin. Desconocemos en qu ocasin pudo pronunciar el Serfico la chusca cuarteta que sigue no publicada hasta ahora que yo conozca con la que puso otra nota picante en sus versos contra los vecinos en este caso las vecinas del inmediato pueblo: Tengo yo para mi bien una novia petrolanca... Tiene la cara ms blanca que el culo de una sartn! Otra puntada feroz a los petrelenses, haciendo alusin a la chusma, popular comparsa que interviene en las fiestas de Moros y Cristianos de Petrel como contrapunto bromista a unas 123 fiestas dignas de admiracin en todos sus aspectos, son los ver sos que pronunci, molesto y encorajinado el vate por el parloteo de unas mujeres petrelenses que miraban la procesin de la Virgen de la Salud, haciendo comparaciones ociosas e imperti nentes sobre las imgenes de las Patronas de ambos pueblos y molestando el recogimiento de los devotos. Ganga pidi se detu viera la procesin y dirigi a la imagen de la Patrona Celestial de Elda esta dcima: Slvanos, madre y maestra De la gracia y la luz pura, Que sois la vida y dulzura Con toda esperanza nuestra. Lbranos con mano diestra A ste tu rebao fiel; Danos salud y no hiel, Para que en ninguna hora Se burle de Vos, Seora, Esta chusma de Petrel. A pesar de que el mundo del Serfico era cualquier lugar de la comarca donde encontrara el menor trabajo posible con la mayor cantidad de pan posible, la vida de Ganga transcurre en Elda en su mayor y ms importante parte. Aqu nace y pasa su infancia y juventud, aqu vuelve del servicio militar. De aqu parte a la aventura madrilea y a Elda regresa definitivamente, para seguir viviendo, trabajando, hospitnlizndose, muriendo y siendo enterrado en Elda. Al revs que Sempere y Guarinos y que Rico y Amat, preclaros hijos de Elda, los cuales desarrollaron su episodio vital fuera de su pueblo natal uno en Valencia, Granada, Madrid y Burdeos, para morir en Elda, y otro en Alicante, Alcoy, Valencia y Madrid, donde muri el Serfico es un horno eldensis de pies a cabeza y por dentro y por fuera, con sus defectos y sus cualidades que le confieren la extraordinaria personalidad que manifiesta en sus hechos y en sus versos. 124 Captulo xn LOS OVILLEJOS El ingenioso escritor monovero Jos Alfonso Vida!, que cul tiv con personalsima gracia y estilo el artculo periodstico sobre un temario prcticamente universal, dedic varios de sus trabajos al vate eldense. A Alfonso, que aunque no le dio por el verso tena numerosas coincidencias con el Serfico, le haca gra cia la vena chusca y zumbona del bohemio, tal vez porque en su andariega vida, en su humor inagotable y en su aficin por ex traer a la vida sus ms elementales placeres se vea retratado en sus propias aficiones. Por esta identidad de gustos, Jos Alfonso dedic varios de sus artculos a honrar a Ganga, publicados en El Cronista de 1933, El Espaol (Madrid), Valle de Elda y Alborada. Uno de stos, titulado El Serfico, don Maxi y un ser vidor, est dedicado a la vez a exaltar al vate eldense y a otro vate, eldense de corazn, cuya obra aunque no su vida, tena tanta identidad con la del Serfico: Maximiliano Garca Soriano, y en el artculo indicado apunta una poesa como probablemente original del bohemio, no recogida por Vicedo en su recopilacin. Cuenta Alfonso que en el semanario Idella public una Carta abierta a Maximiliano Garca Soriano en la que narraba sus bsquedas en la Hemeroteca Nacional de Madrid. En la sec cin de peridicos se le facilit la coleccin de El Ltigo de 1851 125 a 1853, en los que busc vidamente las poesas de El Serfico, no encontrando ninguna con este apodo. Slo hall una sin fi rma, un ovillejo, que transcribi y que deca as: Quin de polaco da fe Jos. Quin es su antorcha y su gua Mara. Quin merece un albardn Bremn. Digamos en conclusin, Que hay un polaco en campaa; El director de La Espaa Jos Mara Bremn. (Aclaremos que entonces se llamaban polacos a los com ponentes de un partido poltico que gobern en Espaa desde 1850 hasta 1854). El motivo que indujo a Alfonso a adjudicar este ovillejo an nimo al Serfico es su construccin y fraseologa que resulta familiar a los que conocen los restantes ovillejos de Ganga, gne ro potico que ste cultiv en forma muy correcta y del cual nos han llegado varios ejemplos que vamos a reproducir seguida mente, como constancia de la perfeccin con que el Serfico los creaba, indicacin clara de que su cultura no era tan elemental y rstica como se ha querido presentar El Serfico fue a visitar al presbtero eldense don ,Jos Mara Sempere, para felicitarle en el da de su santo, y en la habitacin donde se encontraban haba tres cuadros con las imgenes del Seor, de la Virgen Mara y de San Jos. El poeta, dirigindose a dichas estampas, exclam: Quin del Verbo te hizo Madre El Padre. Tu casto esposo, quin fue ,Jos. 126 Y tu nombre, Virgen ma Mara. Hasta que la losa fra Lo cubra en el cementerio Defender este misterio El Padre Jos Mara. En otra ocasin fue a visitar al sacerdote eldense don Antonio Pachol que se encontraba en su esisa de esta poblacin, hallndole acompaado de los tambin sacerdotes don Jos Navarro y don Pedro Olcina y stos le excitaron a que les hiciera algn verso, respondiendo el poeta as: Quin reluce ms que el sol Pucho!. Quin dirige su ureo carro Navarro. Y quin con ellos camina Olcina. La Providencia divina Haga que por muchos arios Vivan sin penas ni daos Pachol, Navarro y Olcina. Los dos restantes ovillejos pertenecen a la categora de ver sos polticos en cuyo gnero tiene el Serfico varios ejemplos, posiblemente resabios de las andanzas madrileas entre parti dos liberales de los que consigui salir sin contaminacin men tal ya que su vida muestra bien a las claras el escepticismo sobre las contiendas polticas, aun cuando su trasfondo fuera republi cano, como hemos indicado en el correspondiente captulo. As, probablemente ante un corrillo donde se debata la situacin poltica espaola, pronunci el Serfico su verso contra Topete, Prim y Serrano: 127 Quin al pueblo compromete Topete. Quin le conduce a mal fin Prim. Quin es su mayor tirano Serrano. Viva el pueblo soberano Con democrticas leyes. Abajo todos los reyes, Topete, Prim y Serrano. Seguidamente le pidieron otro ovillejo con los nombres de otros tres personajes de la poltica de entonces a lo que el Serfico correspondi con su irmata facilidad diciendo: Mucho te gustan los cuartos, Martos. Tu opinin no ha sido casta, Sagasta. Los tres vais por mal sendero, Rivero. Ya conoce el pueblo ibero Que sois por lo variables Tres entes muy despreciables: Martos, Sagasta y Rivero. 128 En esto me dio a entender esta infeliz criatura que es un solemne animal y le falta una herradura. 129 Captulo XIII VERSOS ATRIBUIDOS En el valioso trabajo de recopilacin de versos de Ganga rea lizado a primeros de siglo por Vicedo y publicado en 1902 es fcil que se le colaran, con el marchamo serfico, algunos trabajos ori ginales de otros poetas, tal vez publicados o recitados annima mente y que si bien no merman en nada el mrito de las legti mas composiciones de Ganga Ager, s creemos conveniente una labor depuradora de los mismos, basada en una investigacin, no exhaustiva naturalmente, de las composiciones publicadas en los peridicos de la poca para separar lo que haya sido producto de otra inspiracin. Ya hemos apuntado la improbabilidad de que fuera de Ganga el verso Muri el Rey y lo enterraron... por evidentes motivos de cronologa y por su utilizacin en obras publicadas por autores que pocas probabilidades habra de que tuvieran conocimiento del verso atribuido con escasa fortuna al Serfico. Otra de las composiciones que presenta serias dudas sobre la paternidad serfica es la titulada Estrellas y calabaza que aparece en la pgina 78 del repetido librito de Vicedo, cuando para poner a prueba su ingenio y facilidad en versificar le dieron como pie forzado la frase del ttulo: 131 Caminaba un peregrino Una noche muy serena Con la calabaza ll ena De un recomendado vino. La sed le dio en el camino Y con la sed que tena Como no ll evaba taza Hizo al cielo puntera Y al mismo tiempo vea Estrellas y calabaza. Esta duda la present el poeta oriolano Juan Sansano en su artculo El poeta trashumante de Elda, publicado en el diario Informacin en 1946 y en el que relataba que en sus investiga ciones literarias encontr una revista de Madrid y del pasado siglo, que publicaba una seccin titulada Rebusco de poesas inditas o poco conocidas insertndose en ella variadas compo siciones de autores desaparecidos, algunos con reconocida fama de poetas y otros desconocidos o poco menos. Entre los trabajos insertos en dicha seccin encontr el que acabamos de reprodu cir bajo el ttulo de Estrellas y calabaza, presentando algunas variaciones en los versos como se comprueba en esta reproduc cin: Caminaba un peregrino En una noche serena Con la calabaza ll ena De un avejentado vino. La sed le sali al camino Y l de apagarla dio traza, Como no tena taza Al cielo hizo puntera Y a un mismo tiempo vea Estrellas y calabaza. Esta dcima era atribuida a un literato de mediados del siglo XIX, don Jos Mara de Carnero, fallecido antes del ao 1853, ya que el nmero de la revista en que fi guraba la dcima 132 (La Ilustracin nmero 223 de 4 de febrero de 1853) public tra bajos de varios poetas, todos fallecidos. Este seor Carnero era hombre de fcil ingenio, creador de muchas composiciones bre ves, epigramas, refundiciones de piezas para el teatro, traduc ciones, artculos, etc. Y en el aspecto de los versos era tenido como fcil improvisador, a veces con pie forzado. De esta especie es la titulada Estrellas y calabaza que se publicaba bajo su nombre. Sansano no se decide por quin plagi a quin, pero creemos ofrece pocas dudas que esta dcima se le col a Vicedo, reci bindola como tantas otras composiciones, como original del bohemio eldense, sin que ste tuviera arte ni parte en su atribu cin. Esta suposicin tiene por fundamento, una vez ms, la cro nologa, ya que si se public en el peridico madrileo en 1853 no se puede pensar se la copiaron al Serfico, que an iba a tar dar un ario en ll egar a la villa y corte, y a no ser que se encontra ran vnculos que relacionaran a Camero con esta regin donde el Serfico iba y vena, y se apropiara de esta composicin, es difi cil poder atribuirle la dcima al buen vagabundo eldense. Para mayor abundancia de testimonios de las pocas posibili dades de que esta dcima fuera del Serfico, indicaremos que la misma, fi gura en el libro de Antonio Gala Cantar de Santiago para todos, y que fue emitida en Televisin Espaola en enero de 1972. Sin que hayamos encontrado los mismos versos en ningn otro lugar, ni tengamos base alguna para esta suposicin excepto el que desentonan del resto de su produccin, debemos conside rar como de dudosa atribucin al Serfico las que inserta Vicedo en su recopilacin bajo los ttulos A unos ojos y A una flor en una calavera, sta ltima inspirada, segn nota del recopilador noveldense, en la visin de una fl orecilla que haba nacido en la cuenca del ojo de una calavera, que se hallaba en el cementerio de Alicante. Estas composiciones son las que dicen as: Oh, flor bella y desdichada! Cruel, fealdad espantosa; Todo lo que eres de hermosa Has de vivir asustada. 133 A dnde irs, fi ja o cortada Cul ser lance ms fuerte Arrancarte es darte muerte, Dejarte, muerte crecida, Pues dejarte con la vida Es dejarte con la muerte. A UNOS OJOS Ojos que enojos me dais De tanto estar enojados, Por qu me miris airados Cuando yo os quiero mirar Si en mi desdicha pensis Ojos claros que sabis Lo poco que me queris Bien de m podis huir Que el gozar en m es sufrir; Ojos, cun poco valis. No vemos al impenitente bohemio, amigo del mosto, crean do o recitando versos ms propios de un estudiantino enamora do como ste ltimo, por lo que dudamos haya salido de su inge nio que tantos versos cre, de forma y fondo totalmente alejados de stas dos composiciones. A la obra autnticamente propia del Serfico no le hacen falta incrustaciones extraas por interesan tes que stas sean. Otra cuarteta que se le atribuye, que recogimos hace tiempo por versin oral y que andaba extraviada entre mis papeles, es la que sigue, de la que desconocemos si sera localizada en Elda o en algn otro pueblo de los que gustaba recorrer. Saba el Serfico que en el pueblo se haba comprado el tronco de una higuera para tallar un santa, y una vez que vio a la imagen de dicho santo recorriendo en procesin las calles pronunci: Santo que fuiste higuera y de tus brevas com; 134 los milagros que t hagas que me los claven aqu (y se daba una sonora palmada en la ancha frente). Sin embargo, aunque bien podra haber sido de nuestro bohemio poeta, parece que debemos considerarla como otra de las atribuidas, pues encontramos una muy parecida en un librito escolar, titulado Lecturas graduadas. Libro 2 (F.T.D. , Barcelona,1925). en el captulo Origen de algunos refranes, fi r mado por Fernn Caballero, y que cuenta el mismo episodio con la variedad de ser un ciruelo en vez de una higuera el rbol esco gido para tallar al santo. Los versos dicen as: Gloriossimo San Pedro, Yo te conoc ciruelo y de tu fruta com. Los milagros que t hagas que me los cuelguen a m Tambin de procedencia oral me lleg una oracin necrol gica y una cuarteta, que por su forma potica en la primera y por la espontaneidad y llaneza de la segunda considero muy proba ble el que fueran pronunciadas por Ganga, aunque no figuren en ningtmo de los repertorios conocidos de versos del Serfico, anteriores a la primera edicin de este trabajo. La primera de ellas me la relat mi madre, hace muchos arios, que se la haba odo referir muchas veces a su padre, mi abuelo Eduardo Pastor Juan, artfice de la antigua Carabela San Eduardo, destacada fi gura de la Cruz Roja en sus orgenes en Elda y que tuvo sus ribetes de poeta, de cuya obra solo conser vamos los versos que junto con otros muchos fueron lanzados en hojitas volantes al paso de las imgenes de los Patronos en las grandes fi estas del III Centenario. Ambos antecesores mos vivieron en la Plaza de Arriba y, como es sabido, muy cerca de la Plaza de Abajo donde se sita el recitado de la antedicha elega necrolgica. Muri en la Plaza de Abajo un nio, muy querido en la vecin dad, llamado Rafael, y el da de su entierro le dijeron al Serfico, 135 que se hallaba presente, dijera algn verso para consolar a Mercedes, la madre del nio. Y el Serfico recit estos versos: Ya se va el sol de la plasa camino del Camposanto, llenando de luto y llanto a todos los de su casa. Permite, Dios de Israel, t que al fin todo lo puedes, Juntar cuanto antes a Mercedes con su hijo Rafael. La segunda parece haber sido pronunciada al ser besado en la cara por una popular mujer, tal vez la tonta del pueblo como en aquellos tiempos no faltaba en ninguna pequea poblacin: Victoria la Pascualona Con sus trminos tan locos, Vino a besarme la cara Y me la ll en de mocos. Y para dar fi n a este captulo incluiremos otra cuarteta, tam bin recogida por m en versin oral de antiguos eldenses, y que como las dos anteriores tampoco figura en ninguna anterior coleccin publicada de versos del Serfico. Su autenticidad como obra de este poeta popular la considero muy posible mientras tanto no se encuentre dato alguno que invalide esta atribucin: La cuarteta dice as: Tengo una tierra en Orn, y otra en la plaza de Abajo; Que se vayan al carajo, que ninguna me da pan! 136 Captulo XIV REVOLTILLO DE VERSOS Por miles consideran sus contemporneos los versos que el Serfico fi ie repartiendo a diestro y siniestro a lo largo de su vida, y muy , pocos de ellos son los que han llegado a nosotros, gracias a la admiracin de muchos de los que le conocieron que se Cuidaron de escribir y dejar constancia de los que haban escu chado. Varias de estas improvisaciones, pronunciadas en tiem pos y ocasiones diversas, son las que vamos a recoger en este revoltillo, completando as el catlogo de composiciones conoci das que hemos ido reproduciendo a lo largo de estas pginas para dar una visin total de cuantos trabajos del Serfico han podido llegar a nuestros das. Alguna de estas composiciones tiene relacin con otras de las anteriormente transcritos, como la que reproducimos segui damente, pronunciada ante el juez de Monvar, en cuyo juzgado se tramitaba una reclamacin de El Serfico sobre la herencia de uno de sus tos, mencionados en el captulo sobre los Gangas, y posiblemente originado por el mismo pleito que perdi el Serfico por la posesin de la imagen del Beato Nicols, del con vento de Nuestra Seora de los ngeles de Elda, y unos espejos que tambin menciona rencorosamente. Tal vez fuera curioso el indagar en los legajos de pleitos del antiguo juzgado de Monvar 137 y ver la clase de pleito y sus incidencias, que tratndose de demandante tan original como Ganga debieran ser pintorescas. Pero pasemos al trabajo indicado, que es como sigue: Nobles seores que veis Mi grande infelicidad, Por el Dios de la verdad Os suplico me escuchis. Si de m os compadecis Y vens en mi defensa A Astrea no haciendo ofensa Ni a Jesucristo tampoco Este mismo Dios que invoco Os dar la recompensa. Vengo cercado de penas Y mortales agonas Porque haciendas que son mas Estn en manos ajenas. Me amenazan con cadenas Si reclamo lo que es mo. Pero en ustedes confio Y en la justicia tambin De que en mi pueblo me den Lo que me dej mi to. Ya sabemos que esta pretensin de Ganga no tuvo xito, lo que le produjo el reconcomio que se trasluce en alguna de sus composiciones y a cuyo estado de nimo atravesado se debiera tal vez la respuesta que dio a un personaje de Monvar, don Joaqun Alfonso, que iba por la ciudad acompaado de un sacer dote. Al encontrarse con Ganga le dijo aqul: ste es el padre vicario Devoto de la Mara... 138 a lo que contest el Serfico, con mal genio: Mejor para m sera El que fuera boticario. Respuesta poco propia del Serfico, siempre respetuoso con los sacerdotes, corno hemos constatado repetidamente en los versos dedicados a ellos en diferentes ocasiones y como la dci ma que sigue, improvisada con motivo de cantar la primera misa don Manuel Ferrando, sacerdote eldense, en la iglesia de Santa Ana, probablemente en las fiestas del Corpus, ya que es entonces cuando se acostumbra a sacar en Elda los figurones de los Gigantes y Cabezudos: Apenas vi tremolando Una bandera en la torre Dije, Serfico, corre, Que canta misa Ferrando. Me dirig cojeando Entre Gigantes y Enanos Al templo de los cristianos Y all vi que don Manuel Tena al Dios de Israel Entre sus msticas manos. Tambin era mstico para el poeta lo que en este caso quie re decir que se le tena por profundamente religioso un vecino de Elda apodado El Real de Plata, al que conocemos por la recomendacin de Ganga a un mozo que estaba cantando frente a la casa de este vecino, tal vez una de aquellas serenatas a las que tan dados eran los mozos de Elda hasta los arios veinte de este siglo en que poco a poco se fue perdiendo la costumbre, y al que dijo: De ser muy mstico trata En las canciones que cantes Porque te hallas delante De casa de real de plata. 139 Y a este innominado seor, en ocasin de que se le quem la casa, dedic el Serfico la siguiente cuarteta, al parecer exhor tando a los vecinos a acudir a apagar el fuego: El infierno se desata, Venga el que no sea cobarde, Porque ya vemos que arde La casa de real de plata. Siempre corts y amigo de sus amigos, el Serfico acudi a felicitar su santo a un Antonio, hacindolo de la mejor forma posible, esto es, en verso, como sigue: Hoy es San Antonio Abad, A quien devocin le tengo, Y a felicitarte vengo Porque te aprecio en verdad. Su Divina Majestad A quien mis preces dirijo Te saque como le exijo Bien en cuanto mano metas Dndote muchas pesetas, Salud y fuerza de hijos. Resaltemos en esta dcima lo inapropiado del imperativo exijo, dirigido a la Divina Majestad, ripio intercalado por la necesidad de consonantnr con dirijo e hijos. * * * * * Un fabricante de licores de Orihuela, llamado Manuel Escudero, escribi al Serfico pidindole le recomendara algn conocido de l que entendiera de aguardientes, cosa no dificil en Elda donde haba o haba habido varias fbricas de este licor. A esta demanda respondi el Serfico en verso, como era su cos tumbre: 140 A tu fbrica, Manuel, Ir esta semana un chico, Que se llama Gaspar Rico Y puedes fiarte de l, Porque es un hombre muy fiel A la par que inteligente, Muy bien hablado, obediente, Y s que te ha de agradar Porque sabe fabricar Toda clase de aguardiente. * * * Mi corazn slo anhela (No contando con la muerte) Dentro de un mes ir a verte A la ciudad de Orihuela. Dile al maestro de escuela Que observe fiel mis consejos Y no se vaya muy lejos Si quiere soltar la perra Que yo s que (en) esa tierra No le han de faltar conejos. * * * Durante las pocas dificiles para la economa eldense, por contratiempos en la escasa agricultura local, ya que en la poca en que vivi Ganga la industria zapatera era incipiente, artesanal y limitada al mbito familiar, se registraba una emigracin de temporada a Castilla, Andaluca, sur de Francia e incluso a Orar donde la emigracin de trabajadores alicantinos era frecuente por la cercana de sus costas. Es posible que el Serfico, como tantos eldenses, fuera tentado por la emigracin a la colonia fran 141 cesa, porque segn Vicedo, se encontr en un barco de emigran tes a Orn, sin llevar dinero para el pasaje, por lo que se presen t al capitn espetndole esta quintilla, de la que ignoramos el resultado, ya que este viaje martimo, si existi, no dej ms hue lla en la vida y obra del bohemio que estos versos: Entre los hijos de Adn, Uno que no paga porte, Y a usted, seor capitn Le entrega su pasaporte Para que lo lleve a Orn. * * * Un tOnelero de Monvar pidi al Serfico que le echara una como solan hacer los que le conocan. El Serfico, proba blemente despus de hacerle prometer una compensacin con el rico mosto que contenan sus toneles, le pidi pie, dndole aqul el de hago toneles y botas. Entonces el Serfico dijo: Fortuna, por qu me azotas Con tanto poder y afn Ya de sangre sudo gotas Pues para ganar el pan Hago toneles y botas. * * * La chispa satrica del Serfico brota en cualquier parte y por cualquier motivo. Su ingenio y socarronera surgen irunediatos en la ocasin ms poco trascendente o apropiada. As la dcima que pronunci al ver que el padre Toms tal vez el padre Toms Satorres que fi gura en los versos las diez acaban de dar iba de Elda a Caudete con su carretero que era tuerto y a quien en el pueblo llamaban Barrabs: 142 Mirad al padre Toms Con qu cachaza y qu calma Ahora mismo, en cuerpo y alma Se lo ll eva Barrabs. Decidle se vuelva atrs En ll egando a San Antn Reunidos en pelotn Que habis de saber por cierto Que es un demonio ese tuerto, Emisario de Plutn. * * * Otra muestra de esta improvisacin aguda e instantnea la tenemos cuando vio que iba uno corriendo a ver un usurero y prestamista de Elda, al que llamaban el cojo Juan Toms, y lla mndole le dijo: A dnde corriendo vas Sin poderte detener A ver si puedes coger Al cojo de Juan Toms! Pues hombre, vulvete atrs, No sea cosa que tropieces Porque tocando a intereses Bien puedes ir contemplando Que anda l ms cojeando Que t corriendo mil veces. * * * En aquellos tiempos de permanente presencia del carlismo, que dio lugar a incursiones y escaramuzas por estas comarcas, hallbase un quinto preso por haber gritado Viva Carlos 171. El 143 recluta se llamaba Carlos, por lo que Ganga le dijo que cuando fuera al tribunal que alegara en su defensa lo siguiente: Llamndome Carlos yo, Y siendo quinto en verdad, No he de tener libertad Para decir Viva yo! * * * Recogemos de un interesante trabajo publicado en la revista Alborada de 1970, 5 original de Jos Alfonso, el inolvidable escri tor monovero fallecido hace unos aos, y a cuyo artculo nos hemos referido en el captulo Ovillejos, irnos versos desconoci dos del Serfico, salvados del olvido por el versificador yeclano eldense Maximiliano Garca Soriano, que se los escribi en verso a Alfonso. La musa popular de este vate es merecedora de que se recojan los versos aludidos en la misma forma en que l los trans miti, que es como sigue: Y a propsito del vate Recuerdo unos sucedidos Relatados por un viejo Eldense ya fallecido: lJna seora ya anciana Al Serfico le dijo En su casa, ante una mesa Con la figura de mi indio: chale mi verso y te obsequio Con mi vaso de buen vino. Y exclam alzando la vista Y sonriendo ladino: Una vieja dijo rindio En vez de decir rindi El Serfico, Don Maxi y un Servidor 144 Y al instante apareci En esa mesita un indio. Y tras de la redondilla Se redonde un cuartillo Hacindole los honores A su licor preferido. Para que viese su nueva Casa le llev un amigo Y al inspeccionar el patio Le ense excusado sitio. Y al largarle la petaca Algo socarrn le dijo: chale un verso adecuado. Diciendo al instante mismo: Lo que se cuece en el horno Y en la cocina se guisa Si no queda en la camisa Aqu viene de retorno. Lstima de don Maxi, desaparecido con una muerte cruel! De su amor por las cosas eldenses y su vena satrica, que le hizo crear las zarzuelas de costumbres de Elda Rosafia y Pcdrote, se poda esperar muchos trabajos de mrito y vala para los interesados en las costumbres, hechos y gentes elden ses. Tena por el Serfico una verdadera admiracin que le hizo glosar, all en 1903 en las, pginas de El Centenario el famoso poema serfico titulado En este tiempo tan crudo... y que como curiosidad literaria y colofn a este captulo reproducimos nte gro seguidamente: DESPACHO DEL OTRO MITNI)0 (Cablegrama de ultratumba) Hasta mi oscura mansin Donde el silencio es profundo Y de las cosas del mundo 145 No llega la confusin El murmullo, animacin, De la vida toda llega Y de entusiasmo me anega En este tiempo tan crudo Y es que viene, no lo dudo, Con las auras de esta vega. * * * Me despojo del sudario Que me tiene tan cautivo, Tomo la pluma y escribo Al mensual Centenario Aunque yo fui estrafalario En la temporada sta En que el sol calor no presta De mis Patronos cantor Quiero ser cual ruiseor De vuestra sin par fl oresta. * * * Es mi fuerte improvisar, Mas rehso el escribir, Por eso deben venir Taqugrafos a escuchar. An no han podido olvidar Las lindas hijas de Apolo Cuando acongojado y solo El Serfico se acuesta Y lo que a luz d su testa Se leer de polo a polo. * * * 146 Ahora hincando la rodilla En un msero peludo Buscando fe santa acudo A la eterna maravilla A la Virgen que esa villa Festeja con tanto anhelo Porque ella presta consuelo Y transporta su memoria, Porque ha sido y es su gloria Porque es la reina del Cielo. El Serfico. (Por la rbrica: MAXEMILIANO GARCA SORIANO) 147 Captulo XV EL SERFICO SE MUERE La desordenada existencia de El Serfico, su vida trabajosa por huirle al trabajo, las penosas condiciones de su alimentacin, el exceso en el consumo de mosto, quebrant su salud de forma tal que tuvo que ser internado en el Hospital de Distrito, insta lado donde antes fue convento, que diriga don Manuel Ferrando Prez y cuyo mdico era don Luis Cavero, tal vez pariente de don Agustn Cavero Casez, ms tarde cannigo y Den de la Catedral de Orihuela. En dicho Hospital ingres Ganga en diciembre de 1870, con 58 aos de edad, y de l ya no sali vivo, pues falleci de apo pleja el 30 de mayo del siguiente ario 1871, despus de haberse preparado espiritualmente, comulgado y despedido en verso, como veremos seguidamente. El Serfico ya se haba visto anteriormente en otros quiebros de salud, naturales en vida tan penosa y aventurera como la que l arrastraba. Ya hallndose en Monvar se haba sentido mal y haba comentado su dolencia con sus amigos, como siempre, en verso, con la siguiente dcima: 149 La pierna me duele tanto Que ya casi muerto estoy Y a cada paso que doy Me aproximo al camposanto. A Dios dirijo mi llanto Con el corazn sincero Y digo: Dios justiciero, Aliviad mi padecer Que pronto me voy a ver En las manos de Valer. (Este Valero era el enterrador de Monvar en aquel tiempo, segn Vicedo). Aunque enfermo y en el Hospital, el Serfico tena perodos de mejora en los que poda gozar divisando el hermoso panora ma del valle que se extenda a los pies del edificio, e igualmen te poda apreciar la sustanciosa comida que en el Hospital se daba a los enfermos. As pudo dedicar a un tal Jos Jover, de La Romana, esta composicin que posiblemente hiciera escribir para que se la mandaran, invitndolo a venir al Hospital de Elda: Jover, si quieres ventaja, Y no quieres estar mal, Pide al mdico la baja Y el alta en este Hospital Aqu se pasa tal cual Con el mdico Cavero; Vente, Pepe, que te espero, Que aqu nos dan blanca ropa Por la maana la sopa Y al medioda el puchero. * * * 150 De aqu se ven olivares Y una huerta muy frondosa Y es su vista tan hermosa Como la de los Pomares Nos dan los panes a pares Y garbanzos de . Castilla, Tambin alguna morcilla Bien cocida en el puchero Y de carne de carnero Asada alguna costilla. Pero los momentos de tregua han pasado y el Serfico sien te que ha ll egado su hora, en la tarde del 30 de mayo del ao 1871. El que ha estado tantas veces en presencia de la muerte, ante amigos y conocidos en cuyos rostros haba impreso la Parca su amarillenta huella y a los cuales haba dedicado emocionados versos y epitafios, la conoca muy bien y ya la senta acercarse hasta su cama de moribundo. Fiel a s mismo, como lo ser hasta el ltimo minuto de su existencia, pide en verso confesin: Enfermo estoy qu dolor! Yo quisiera confesarme, Porque veo va a agarrarme Vicente el enterrador; Aunque con mucho rigor En contra la Parca lucho Porque me ha dicho el Perucho A su corto parecer Que pronto me voy a ver En manos del Picahucho. Este apodo se corresponda al enterrador de Elda, cuyo cementerio se hallaba a pocos pasos del Hospital. El cura de Santa Ana, don Gonzalo Sempere y Juan, amigo del poeta, a quien socorri numerosas veces, ll ev la Sagrada Forma y al ir a recibirla el Serfico se arrodill en la cama y con voz sentida exclam: 151 Mil gracias os doy, Seor Porque dejando el altar Me vens a visitar En el lecho del dolor. De haber sido pecador Mucho en el alma lo siento Y ya que en este momento Me separo del pecado, Creo estar purificado Por el arrepentimiento. Y al recibir la hostia sagrada continu: Jess, hijo de Mara Toda pulcra e inmaculada Entra en mi pobre morada Y consuela el alma ma. Ya est el Serfico preparado para su ltimo viaje, el postre ro de su peregrinar incansable por pueblos, masas y caseros labriegos. El mdico Cavero ya ha considerado su estado irre mediable. En sus ltimos momentos de lucidez, el Serfico pro nuncia sus ltimas palabras: El Serfico se muere, Cavadle la sepultura Y ll amad al seor cura Que le cante el Miserere. Un momento despus el Serfico ya no existe, ya no es ms que un cuerpo inerte del que ha huido esa indefinible esencia que hizo de un tosco vagabundo, dado al mosto y a las chanzas de subido tono y gruesa gracia, una fi gura apreciada e incluso admirada por los que le conocieron, tanto en estas tierras, que recorri incansablemente, como en las altas esferas de la capital de Espaa. 152 Al da siguiente, el director del Hospital acudi al Juzgado de la villa de Elda a dar cuenta de la muerte del Serfico, exten dindose la siguiente acta, transcrita literalmente de la original existente en el Registro Civil del Juzgado Municipal de Elda: En la villa de Elda y hora de las seis de la tarde del da de hoy, 1 de junio ao 1871, ante don Antonio Alonso, Juez Municipal suplente y de D. Jos Mara Vera, secretario: Compareci don Manuel Ferrando Prez, natural de esta villa, mayor de edad, casado, Director del Hospital de este Distrito, vecino de esta villa, manifestando que FRANCISCO GANGA Y AGER, de 65 arios de edad, natural y vecino de esta villa que fue, soltero, pobre de solemnidad, falleci en el citado Hospital de su direccin a consecuencia de un ataque de apople ja que vena sufriendo desde que ingres en dicho Centro. En vista de esta manifestacin y de la certificacin facultativa pre sentada, el seor Juez Municipal suplente dispuso se extendiera la presente acta de inscripcin consignndose en ella adems de lo expuesto y en virtud de las noticias que se han podido adqui rir, las circunstancias siguientes: El dicho finado era hijo legti mo de Pedro y de Teresa, consortes, naturales y vecinos que fue ron de esta villa; que muri abintestato y que a su cadver se habr de dar sepultura en el cementerio de esta villa. Fueron testigos presenciales I). Vicente Maestre Sempere y I). Manuel Sempere y Arnat, naturales, propietarios y vecinos de esta villa. Leda ntegramente este acta e instadas las personas que deben suscribirla a que la leyeran por s mismas, se estamp en ella el sello del Juzgado y lo fi rmaron el seor Juez, el declarante y tes tigos, de que certifico. Antonio Alonso. Vicente Martnez. Manuel Sernpere. Jos Mara Vera. A su fallecimiento, el Serfico tena 58 arios y tres meses, no los 65 que se indican en el acta de su defuncin. Tal vez su aje treada vida y trabajos hubiera gastado su naturaleza hacindole parecer de mayor edad a la que tena. Dada la honrada condicin del Serfico y su sincera y pro funda religiosidad, estamos seguros que como l dijo ante el cadver de don Francisco Vera: 153 de que apenas expir su alma abiertas hall todas las puertas del Cielo. Y de que all encontrara la sonrisa amorosa de la Virgen de la Salud, protectora de los eldcnses, para lo cual el rstico poeta guard lo ms florido y emocionado de su inspiracin. 154 BIBLIOGRAFA Jos ALFONSO VIDAL.- El Serfico, gran poeta alicantino ignorado.- El Cronista, Elda, 1933. (Tambin ms exten so en El Espaol, Madrid). El Serfico, don Maxi y un servidor (Revista Alborada. Elda, septiembre, 1970). Lamberto AMAT Y SEMPERE.- Francisco Ganga Ager, El Serfico (En Manuel Rico Garca: Ensayo biogrfico bibliogrfico de escritores de Alicante y su provincia. Tomo I, Alicante, 1888). Jos Luis BAZN LPEZ.- Los caminos del Serfico, Semanario Valle de Elda, n 2 1937.- 9 -XII -94. Alberto COLAO: Centenario de un trovero: el Serfico.- La Verdad, 11 -VII- 1971. Antonio ESCRIBANO BELMONTE.- El humor eldense: El Serfico, humorista representativo. Valle de Elda, Extra Septiembre 1974. Maximiliano GARCA SORIANO.- Despacho del otro mundo (Versos). Revista El Centenario, Elda, 1903. Miguel LUENGO.- El Trovo. Bosquejo de una historia. Rey. La Voz de la Pea.- Cartagena. (s.a.) 155 Juan MADRONA IBEZ. y Amat y el Serfico. bre, 1950. Miguel MARTNEZ -MENA. los versos del Serfico. mayo de 1952). Dos glorias eldenses: Juan Rico Revista Dahellos. Elda, septiem - En Elda y Monvar se recitan (Semanario Ases. Alicante, 25 de Francisco MOLLA. MONTESINOS.- El Serfico (Poesa). Alborada, Elda, 1957. Evocacin del Serfico (Jilguero errante...). Revista Alborada, Elda, 1969. Alberto NAVARRO PASTOR.- Evocacin del Serfico. Semblanza, biografia y seleccin de su obra. Albrada, Elda, 1969. Los Gangas. Valle de Elda, n 9 - 315, Elda, septiembre, 1962. El Serfico se muere. Valle de Elda, 11. 1 628, septiembre, 1968. Versos del Serfico en Televisin. Valle de Elda, n 803, Elda, 15 de enero de 1972. Estampas de la vida del Serfico. Revista Alborada., Elda, 1976. Aspectos de la vida y la obra de El Serfico. (Primer premio de ensayo del I Concurso Literario El Serfico). (Primera parte en Alborada, Elda, 1978 y segunda en Alborada, 1979). Vida y verso del Serfico.- Ayuntamiento de Elda.- 1982. Preguntas sobre una hipottica influencia del poeta cubano Plcido en el Serfico.- Rey. Fiestas Mayores, Elda, 1990. 156 Octavio J.PEIDR: Los caminos del Serfico (Escenifi cacin de estampas de la vida y versos del Serfico), pre sentada en la sede de la A.C.M.E. Santa Cecilia, el 1 -XII 94. Juan SANSANO BENISA.- Por las rutas floridas. Alicante, 1921. Francisco Ganga Ager, El Serfico. (Soneto). El poeta trashumante de Elda (Diario Informacin. Alicante, 1 febrero 1946). Emilio VICEDO.- Poesas del Serfico.- Novelda, Hijos de A. Cant, impresores, 1902, 89 pgs., 18,5 cms. Poesas verdes del Serfico.- Novelda.- Hijos de A.Cant, impresores.- 1902.- 8 21 , 30 pgs. (Manuel Rico Garca Ensayo... t.X[V, 395-396. escribe: Contiene 26 compo siciones satrico -festivas de varios motivos) 157 Indice de Poesas Para facilitar al lector el hallar prontamente culaguier poesa de las contenidas en este libro hacemos fi gurar seguidamente el ttulo de la misma o el primero de sus versos cuando carece de dicho ttulo: Pg. A don Antonio Puchol 127 A don Felipe Quesada 94 A don Fernando VII 85 A don Jos Amat 36 A dnde corriendo vas 143 A doa Camila 108 A doa Esperanza Pomares 111 A doa Estela 110 A doa Isabel II en la muerte de su hijo 49 A Elda 117 A Garibaldi 82 A Isabel Mara la Molinera 112 A la cada del Partido Moderado 80 A la muerte de Juan Cocina 54 A la muerte de un escribano 55 A la muerte del Rey don Fernando VII 85 A la pollita Luisa Molera 109 A la primera Misa que cant don Felipe Amat Quesada 37 A la seora doa Petra 111 A la Virgen de la Salud 118 A lo que veo, resisto 104 159 Pg. A Napolen III 84 A Santa Mara Magdalena 97 A tu fbrica, Manuel. 141 A un Antonio en el da de su Santo 140 A un ministro del Seor. 94 A unos ojos 134 Adis a los habitantes de las Quebradas Adis, ilustre pareja 40 40 Adis, Teresa; adis, Juana 99 Al Beato Nicols 25 Al cantar su primera Misa don Manuel Ferrando 139 Al obispo de Orihuela 95 Al padre Jos Mara 126 Al padre Toms 142 Al seor Retortillo 89 Al seor Salamanca 88 Al to Bonifacio 120 alma ms noble y franca, El 88 Ante el pueblo soberano. 76 Apenas vi tan hermosas. 113 Apenas vi tremolando 139 Aqu no se disimula 90 Aqu tristemente ll ora 54 Aqu yace Amalia Arcas 40 Aqu yace no s quien 54 Ave Mara, El 59 Brindis. 79 Cada vez que oigo la don 52 Caminaba un peregrino 132 Clera brbaro y cruel 19 Cuatro piernas blancas vi 103 Cubiertos de negro manto 57 160 Pg. Dale, Serfico, dale 98 De imperecedera gloria 36 De ser muy mstico trata 139 De su familia el consuelo. 46 Djame que beba vino 28 Dejmonos de razones. 93 Despacho del otro mundo (De M.G.S.) 145 Despidindose de Mara Juana, la ventera 99 Dicen que Jaime el Barbudo 52 diez acaban de dar, Las 96 Dios inmortal que atropellas 90 El alma ms noble y franca 88 El que da limosna a un ciego. 56 El que vea a los dos Gangas. 28 Elda, feliz y dichosa 117 anilla, bello clavel 112 En este tiempo tan crudo. 89 En esto me dio a entender.. 100 En la margen seductora 97 En unos das de invierno 89 Enfermo estoy, qu dolor...! 151 Entre los hijos de Adn 142 Epitafio a Jos Amat 36 Epitafio a la nia Amalia Arcas 49 Epitafio a la seorita Mariana Verd 51 Epitafio a Roque Calpena 47 Es tu rostro angelical 114 Esta losa funeraria. 48 Estando enfermo 151 Este es el padre vicario 138 Este sombrero no es fino 92 Estrellas y calabaza 132 Extrao el que me pidis. 93 161 Pg. Fortuna, por qu mc azotas 142 fuerza estaba en Sansn, La 103 He vellido de la nada 39 Hermano, para que veas 91 hl oy es San Antonio Abad. 140 Hoy me encuentro por mi mal 89 Igualdad ante la muerte 46 infierno se desata, El. 140 Jess, hijo de Mara. 152 Jvenes de Elda. 123 ,llover, si quieres ventaja. 150 limosna, La 56 Lo que se cuece en el horno. 145 Llamndome Carlos yo. 144 Maldigo, De quin 65 Martos, Sagasta y Rivero 128 mejor rosa cog, La 110 Mercedes, cosa es precisa 47 Mientras caiga la gotera. 113 Mil gracias le doy al Cielo 37 Mil gracias os doy, Seor. 152 Mirad al Padre Toms 143 Mucho te gustan los cuartos: 128 Mueren todos los prelados 2 16 Muri don Francisco Vera 121 Muri el padre de Perucho.. 55 Muri el rey y lo enterraron. 85 Muri la madre y espera 48 Muy pronto, Reina Isabel. 83 162 Pg. Napolen, deshonrado 84 Nobles seores que veis. 138 Oh, fl or bella y desdichada. ! 133 Oh, musa celestial. 79 Oh, prodigioso italiano. 28 Oh, reina de los amores. 114 Ojos que enojos me dais. 134 Padrenuestro, El 60 Pascual, aunque en Orihuela 92 Piensan los del don postizo. 91 pierna me duele tanto, La 150 Pobre de m, sin ventura 20 Preclara Isabel II. 49 Pursima Concepcin 40 Qu boca ms desgraciada. ! 42 Qu lstima y qu dolor. . 48 48 Quin al pueblo compromete. 128 Quin de polaco da fe 126 Quin del Verbo te hizo Madre 126 Quin reluce ms que el sol 127 Quisiera del gallo el canto 102 Slvanos, madre y maestra. 124 Santo que fuiste higuera 134 Se despidi Juan Vicent.. 47 Sentado estaba en la plaza (De M.G.S.) 105 Seores, entr una vez 29 Serfico se muere, El 152 Si esa burra es moruna. 42 Si usted me asegura el pan 99 Sintate y descansa, amigo.. 39 Sigue tu ruta, Beato 27 Socrrame, don Gregorio. 94 163 Pg. Tengo una tierra en Orn 136 Tengo yo para mi bien 123 Tiene don Joaqun Molina 38 Topete, Priin y Serrano. 128 tres personas divinas, Las 54 Triste nabo, en mi poder 102 tuno del seor Blas, El. 104 Una vieja dijo rindio 144 Vendris hasta aqu, mortales 45 Venid, cristianos, de prisa 37 Ven, general Espartero 80 Ves y vuelve las parrillas 39 Victoria la Pascualona 136 Virgen de la Salud, La 120 Ya se va el sol de la plasa 136 164 Indice de Captulos Pg. Reconocimiento y Presentacin,por Manuel Serrano Gonzlez . . Concejal de Cultura 7 Prlogo, por Juan A. Ros 9 Unas palabras sobre esta segunda edicin 11 Opiniones y citas sobre el Serfico 15 Captulo I. PERMANENCIA DEL SERFICO 19 Captulo II. EL HOMBRE 21 Captulo III. ALL EN LA HABANA 31 Captulo IV DJAME QUE BEBA VINO 35 Captulo V. IGUALDAD ANTE LA MUERTE Y VARIEDAD AN TE LA RELIGIN 45 Captulo VI. EL SERFICO EN MADRID 69 Captulo VII. EL SERFICO, POLTICO 75 Captulo VIII. DE VUELTA A SU AMBIENTE 87 Captulo IX. LA OTRA CARA DEL SERFICO.(Versos malditos) 101 Captulo X. EL SERFICO Y LAS MUJERES 107 Captulo XI. EL SERFICO, ELDENSE. 117 Captulo XII. LOS OVILLF.JOS 125 Captulo XIII. VERSOS ATRIBUIDOS 131 Captulo XIV REVOLTILLO DE VERSOS 137 Captulo XV EL SERFICO SE MUERE 149 Bibliografia 155 Indice alfabtico de poesas 159 Indice de captulos 165 165

Vida y versos de El Seráfico

Más documentos

La prensa periódica en Elda (1866-1992)

Las bandas de música en Elda (1852-1995)

Las fiestas de Elda

Álbum de EldaTomo V

Historia de EldaTomo I

Biblioteca Pública

Álbum de EldaTomo I

Historia de EldaTomo II

Bloqueador de anuncios detectado