Historias de mi mochila

Edicin especial del Autor De esta primera edicin se han impreso 100 ejemplares nmerados por el autor. Este ejemplar lleva el nmero: Juan Manuel Maestre Carbonell 2 Historias de mi mochila Primera edicin 2017 Ilustraciones: Maverich Juan Manuel Maestre Carbonell de esta edicin: Cuentamontes Editado por: Concejalas de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Petrer y Cuentamontes. ISBN: 978-84-95254-57-3 Depsito Leg: A-762-2016 Impreso en ReadOnTime y Ofiprint-Elda Historias de mi mochila 3 Habiendo sido honesto, sincero, directo y cabal, quien se ofenda me da igual. Juan Manuel Maestre Carbonell 4 Historias de mi mochila 5 Historias de mi mochila Coleccin Libros para la mochila Ayuntamiento de Petrer Concejala de Cultura * Grupo Literario y Montaero Cuentamontes Juan Manuel Maestre Carbonell 6 Historias de mi mochila 7 Historias de mi mochila Juan Manuel Maestre Carbonell Juan Manuel Maestre Carbonell 8 Historias de mi mochila 9 A mis tres amores: Yolanda, Cristina y Juanma. A Lorenzo, David y Olatz, que son mi mejor razn para vivir. Y a m Maru, siempre. Juan Manuel Maestre Carbonell 10 Historias de mi mochila 11 Prlogo Cuando Maestre nos encomend escribir estas lneas, pensamos que no sera muy difcil debido al tiempo que nos conocemos col oquialmente toda una vida (pero crannos, esta vez es cierto). Sin embargo, pronto nos dimos cuenta que nada ms lejos de la realidad, ya que hablar de l sin entrar en la oera sentimental se iba a convertir en una ardua tarea. Para nosotros leer este libro ha sido como cerrar los ojos y r ecordar vivencias, relatos y charlas con l. A medida que bamos adentrndonos en la lectura, nos vena a la mente su imagen preparando la mochila, teniendo en cuenta cada det alle, el saco bien amontonado y cerca de la espalda, la esterilla, la ca ntimplora metalizada llena de abolladuras (o como dira l; repleta de aventuras). Y es precisamente a su inseparable mochila, a la que el autor er ige en narrador y protagonista para que sea ella la que nos va desgr anando pasajes de su vida a travs de pequeos relatos. Algunos de esos Juan Manuel Maestre Carbonell 12 relatos datan de una poca en la que ni siquiera l mismo haba desc ubierto su faceta de escritor. Es lo que sucede con El Bosque de la Bola, cuento no incluido en el presente libro pero s al que se hace referencia, que nuestro padre escribi cuando no ramos ms que unos cros y que durante muchos aos permaneci guardado en un cajn de la buhard illa de nuestra casa. A travs de sus relatos el lector descubrir su forma de entender la vida, vislumbrar una personalidad a veces entusiasta, a veces sent imental e incluso otras veces demasiado impetuosa pero tambin unos valores que son los que le definen como persona y como amante de las montaas, pasin sta que se ha encargado de transmitir en todo lo que ha llevado a cabo en su vida y sobre las que versan muchos de sus rel atos. Y creemos que es eso lo que el lector va a encontrar en las siguie ntes pginas: PASIN por todo lo que hace. Gracias pap por dejarnos conocerte an ms a travs de tus escritos, muchos de ellos ya ledos, vividos y escuchados, otros sin emba rgo interrumpidos con un __ Ahora no pap que tengo prisa __ Pues Ahora s! Este libro es para nosotros un regalo, un volver a escuchar tu voz a cada instante, un volver a vivir todos esos momentos especiales. Ahora desde la lejana de la niez y la adolescencia y con toda tu sab idura y tu ilusin repartida en nuestras mochilas. Gracias pap! Yolanda, Cristina y Juan Manuel Historias de mi mochila 13 Yo al vez no debiera ser yo quien os conta se estos pasajes ntimos de quien fue mi portador, a lo largo de tantos aos, y en tantas y tantas excursiones por las montaas de medio mundo, pero no hay otra manera de dar os a conocer las historias que yo he escuchado de su propia voz, ledas y reledas mil veces por l mismo hasta que stas quedaron a su entera satisfaccin. Estando tan cerca de sus pensamientos, conoc a bien las motivaciones que le llevaron a escribirlas, sus estmulos y anhelos. Estuve con l durante mucho tiempo hasta que me hice vieja y me dio descanso, rel egndome a un lugar prominente de su guarida __ as llamaba l a su l ugar de relajo, donde cocinaba sus creaciones literarias __ . Nunca me abandon, y cuando tambin el paso de los aos dej igual de desmejorada su presencia humana, gastado su armazn de huesos, entonces vo lvimos a pasar ms tiempo juntos. l, sentado delante de su vieja mquina de escribir, una Underwood tan vetusta como nosotros dos, y yo esc uchando o simplemente sintiendo sus cavilaciones, ideas y deseos. Le con oca bien. Hasta que peligr la integridad de mis lonas, y no tuvo ms remedio que cambiarme por otra ms joven y robusta, fuimos compaeros inseparables y mientras pudo caminar yo fui con l en casi todas las ave nturas que vivimos juntos en la montaa: le serv siempre bien, no slo p ara portar sus alimentos y ens eres, tambin en las noches fras ayud a reforzar su saco de dormir guardando el calor de sus pies . l sola decir con orgullo que yo vala para todo. Ya veis, a pesar de que un da me cambi por otra ms joven y m oderna, yo siempre supe que me quera, y que guardaba todos nuestros recuerdos vividos en lo ms hondo de su alma. Y no es porque escribiera para m aquel artculo que tanto me emocion, recin llegados ambos de frica T Juan Manuel Maestre Carbonell 14 A mi mochila Ya no lleva armazn de hierro. No es de lona gris ni son sus r efuerzos de cuero. Es ahora ms cmoda, ms ligera, de ms resistencia al peso, de fibra de alegres colores, de otra marca, de otro modelo pero sigue en el mismo invisible bolsillo, como oculta mquina del tiempo, guardando para su dueo los mismos instantes que antao encerrasen los primeros modelos. S, lo s, no estamos ya en aquella dorada poca del alpinismo, apellidado luego de romntico. Ya s que esto no mola, que suena a cursi y carrozn , pero tampoco estas lneas son un regreso hacia el recuerdo. Son el presente vivo de un sentimiento que queda cuando ya casi todo ha cambiado, sufriendo la inevitable transformacin que el paso del tiempo impone y as tambin la mochila es hoy diferente, en su hechura y en su forma, pero no en su alma que ha perdurado i nmune al paso de los aos, quiz porque el alma es la misma o tal vez porque es el mismo espritu el que la porta. Hoy igual que ayer, no es para el montaero un saco que se carga con ms o menos cosas dentro, no es slo un objeto, es algo ms, mucho ms que eso. En ella guard sus esperanzas de ilusionada juventud, de aquella su primera marcha; aquel su primer campamento; el maravill oso viaje al Pirineo que fue, con la alta montaa, su primer esperado e ncuentro, su anhelado y sec reto sueo De ella sigue sacando lentamente, con el cansancio del regreso, los recuerdos agradables, las vivencias de cada instante, de cada m o Historias de mi mochila 15 mento Porque estn all! Revueltas entre el equipo, entre los restos del alimento que tal vez no comi por no haber tenido ni tiempo. Ella sigue siendo sufrida cabecera de sus sueos bajo el brillante firmamento, calor para sus helados pies sobre la nieve en el invierno. Con ella, Cuntos bellos momentos vividos! Cuntos variados sent imientos!... Por eso, aunque ya no sea de lona ni tampoco los refuerzos de cuero, hoy, igual que ayer, sigue siendo la misma para su dueo, el mo ntaero. Invierno de 1980, al regreso del Kilimanjaro *** oco despus de aquel periplo africano, tambin l, qued fuera de combate. Los aos no perdonan y al poco comenzaron a pesarle las piernas. Y como ocurri con mi armazn, tambin sus huesos dieron muestras de querer quebrar sus soldaduras. El diagnstico fue claro: se acabaron las marchas por la montaa; si acaso un leve paseo de cuando en cuando y basta. Ni su viejo corazn, ni sus gastados huesos, aguant aban ms travesas montaeras. Pero l no era hombre que se rindiera fcilmente y, recordando a un viejo amigo y maestro, no tard en imitar la peculiar manera que un da aqul le ensease, para prolongar su vida en la montaa. Se le ocurri una tarde, tras haber asistido a una tertulia literaria en una tetera de nombre oriental muy literario P Juan Manuel Maestre Carbonell 16 Como en la montaa, tambin en la vida, la cumbre est siempre un poco ms all. En Las mil y una noches Entr. No conoca el local y le gust el ambiente . Las mil y una noche tiene el aire descuidado del oriente, funcional y relajado, con un ligero toque de misterio y la sensacin envolvente del mundo de la aventura. En realidad ha venido casi por compromiso. Claro que es cierto que le gustara poder expresar lo que lleva dentro. A quin no Un pe nsamiento, un cuento, o simplemente un relato sobre sus experiencias en la montaa. Pero Por dnde empezar Esto de escr ibir no le parece fcil. Mientras el presentador habla, sin darse cuenta, va encerrndose en sus propias cavilaciones. __ Para escribir hay que tener una buena idea Tal vez sea la atmsfera relajada del lugar. No s El altavoz fue convirtindose en letana mientras su mente viaj a desiertos de papel, tan blancos como el Atacama. __ Y tan estriles! Estaba equivocado. El desierto de Atacama a pesar de ser salino, tiene vida. De pronto se vio caminando por aquel altiplano andino, sin rumbo, buscando esa idea para un buen cuento o relato. As fue como, sin proponrselo, se haba convertido en su propio personaje en busca de una idea. __ Pero Dnde estn las ideas Historias de mi mochila 17 Juan Manuel Maestre Carbonell 18 Vale!, Es cierto! En la vida real, nadie, en aquella inmensa sol edad iba a contestar a sus preguntas. Pero aquello no era la vida real!; era un cuento. Bueno l quera que fuera su cuento, y por ello apareci aquel hombre, bajito, rudo y feo que, desde luego como personaje de una historia era un desastre, pero no se le ocurre otro, as que sin dil acin se dirigi a l. __ Hola buen hombre. Sabe usted donde estn las ideas para los buenos cuentos Qu pregunta tan tonta le haba hecho el recin llegado! Todo el mundo sabe dnde, pero como insisti, no tuvo ms remedio que co ntarle que las ideas se guardan en el gran libro de los relatos. __ Pero dnde se encuentra el libro ese __ Dnde va estar!, En el sagrado monasterio de las obras bien h echas! Ya te adelanto que se encuentra en el valle de la iluminacin; detrs mismo, de aquellas montaas que cierran el horizonte de tu camino. __ Qu extraas montaas! Cuando se volvi, el hombrecillo haba desaparecido. Ya se sabe, siempre pasa en los cuentos, as que sigui caminando en direccin a las raras elevaciones, y cuando estuvo cerca no pudo creer lo que sus ojos estaban viendo. __ Letras Las montaas son letras Qu hago yo con tantas l etras sueltas __ Insiste! __ Le dijo la voz que ya conoca, y no tuvo ms opcin que subir aquella desordenada mole para dar vista a un nuevo horizo nte. Historias de mi mochila 19 Aquello ya era otra cosa! Frente a l una nueva montaa le mostr estar hecha de palabras completas, pero Oh desencanto! Las pal abras son incoherentes si no se juntan acertadamente. __ Cmo ordeno esta montaa de palabras __ Cmo va a ser hombre ! __ Le respondi el extrao, bajito y feo, volviendo a ser visible __ Con sentido hombre!... Con sentido!, A ver!: Ves todas esas otras montaas que te rodean __ S, qu raras son Y se parecen mucho! __ Cmo no se van a parecer, si todas estn formadas por letras. Acaso no se parecen las montaas, hechas todas de tierra y piedras Pues eso! Mira! Aqul es un pico de citas clebres; es bueno conocerlo, pues te inspira con el pensamiento de quienes antes que t, buscaron algo en las letras. Aquellas otras cimas ms pequeas son verbos, y cada arista un tiempo verbal, all tampoco puedes cambiarte de cresta. La otra es la montaa de las palabras amables, y detrs, la de las ms la rgas voces, como electroencefalografista. Todas tendrs que recorrerlas antes de llegar al final. __ Ostras! Y aquella montaa tan grande que me aporta __ Anda! Sigue caminando, que aquello es un diccionario. Ya irs luego a conocer sus caminos, y difciles veredas. Volvi a esfumarse el hombrecillo y qued solitario. Camin e ntre montaas de puntuacin y otros signos ortogrficos menos usuales. Ni l mismo pudo decir cunto tiempo anduvo, pero cierto fue que las recorri todas, sorprendindose de cun distintas eran, aun pareci ndose en la forma. Disfrut en las suaves laderas de las palabras amables; Qu g ozada de vocablos!: amor, amistad, cario, ternura Le gust menos la montaa farragosa, pues se perdi varias veces entre: gestin, merca n Juan Manuel Maestre Carbonell 20 tilismo y oportunismo. Aquella era una tierra de vividores; palabras que todava se pierden ms, asociadas con poltica, ecologa y Ley. Haba que tener cuidado caminando por esos parajes. Le gust mucho ms la mo ntaa de los refranes Cunto disfrut en sus brillantes torreones! Pero la peor con diferencia, fue la montaa de las malas palabras. Le cost s obrepasar aquella abrupta zona de afilados trminos, como crimen, ve nganza, humillacin __ Uff, menos mal que todo acaba! Este debe ser el valle de la ilum inacin. Al fondo, vio elevarse sobre un otero, el gran monasterio de las ideas. Se aceler su corazn, memoriz cuanto haba visto en su bsqueda, y se vio luego traspasando la puerta del mtico templo. Cruz el atrio, palabra antigua que especialmente le haba gust ado, y pudo leer grabado a fuego sobre el dintel de la puerta: Cuentamontes. Entr en la oscura sala, en cuyo centro, una robusta mesa de madera ricamente tallada, serva de soporte a un libro de grandes pr oporciones. Abri la tapa de plata repujada y qued maravillado. Lo que vio era, ni ms ni menos, lo que andaba buscando. All estaba plasmada su idea; la magnfica idea por la que tantas vueltas haba dado. Levant la vista al techo dando gracias infinitas por el hallazgo, y cuando volvi a mirar el libro vio con asombro que todas las hojas est aban ahora en blanco... Sonri feliz. El libro de las buenas ideas haba funcionado. Llegar hasta l r equiere voluntad, que no es poco, pero la mente humana es capaz de r ecorrer caminos imposibles hasta alcanzar su destino; slo hace falta proponrselo, el resto, descubriris que ya estaba escrito en vuestro corazn. __ Camarero, por favor! Un lpiz y un papel. Que mi idea no se pierda. Recuerda Dentro de nosotros mismos hay una historia. Slo tenemos que encontrarla! Historias de mi mochila 21 quel sueo relatado, que ciertamente no fue tal, de alguna manera vino a ocupar su mente, tanto, que de aquel pasaje de su existencia pudo nacer la idea de seguir escalando montaas, tambin sobre el papel, contando historias, fbulas y leyendas, como hacen quienes se dedican a escribir habitualmente, por qu no Samuel, n o poda negar que el deseo de escribir anidaba en l desde su juventud. Los humanos son bastante ms complicados que nosotras, las m ochilas. Lo s bien pues , quie n siempre carg conmigo, es un claro ejemplo de ello. Poco antes de aquello, una tarde, mi compaero __ siempre le llam as __ fu e a visitar a quien l apreciaba como uno de sus mejores maestros en la montaa. Su gran amigo tena entonces noventa y cinco aos y viv a slo en una gran casa llena de libros por todas partes. Mutuamente se consideraban una especie de familia montaera ; tanto, que Samuel le llama ba pblicamente padre montaero y el nonagenario a l, su hijo de la montaa. De l deca aprender mucho cada da; de su mente privilegi ada , que a pesar de su longevidad, conserva ba gil. Daniel, que as se ll amaba el amigo, tena todava buen pulso para la escritura y un carcter apacible y bondadoso. En aquellas tertulias , mientras mi compaero h abl aba mucho, el anciano sab a escuchar le pacientemente, algo que sie mpre fue difcil para Samuel, que siempre iba apresurando sus ideas, casi amontonndolas unas encima de las otras sin darse cuenta de ello. Pero el veterano sab a mejor que nadie separar la paja del trigo y al final de las atropelladas palabras de mi amigo siempre tena un certero consejo que , aunque Daniel creyera que no se le tena en cuenta, yo s bien que luego eran la base de las actuaciones de mi portador. Aquella tarde, la mesa camilla, donde viv a Daniel sus buenos ratos de lectura y escritura, estaba un tanto revuelta y eso que el hombre e ra muy ordenado. Sobre ella, adems de varios libros de temtica variada , el atril que usa ba para soportarlos y una gran lupa con la que supl a las deficiencias de su ya cansada vista, haba un viejo y gran mapa de los P irineos, completamente desplegado. Se notaba por las roturas en los pli egues y lo ajado del papel, el gran uso que del mismo se haba hecho, seg uramente mucho tiempo atrs, sobre el terreno. A Juan Manuel Maestre Carbonell 22 En broma, le pregunt Samuel si es que se iba al Aneto. Daniel le mir con unos ojitos pequeos e inteligentes que brillaban de satisfaccin y le respondi con tono alegre lleno de sinceridad: __ Estoy haciendo una excursin. __ E s que te vas de verdad a Pirineos con tus hijas __ No, hombre no! __ Sonri y se puso las gafas. Tena que acercar mucho la vista sobre el plano y seal con el dedo ndice __ Yo sigo hacie ndo mis excursiones por las montaas . Ahora ya no puedo fsicamente m overme por ellas, pero las hago aqu en casa, con el dedo. Mi compaero Sonr i. Era como estar planeando una futura trav esa. Todos los montaeros lo hacen cada vez que pretenden recorrer una ruta por terreno desconocido, slo que l, la estaba recordando. Aquellas montaas le eran ya familiares, las haba pateado cuando todava tena fuerzas para ello. Y Daniel apostill: __ Y oye, me lo paso bomba recordando aquellas marchas y cada uno de los lugares y vericuetos. Muchos de los nombres ya los haba olv idado y ahora, al leerlos de nuevo, me transportan a esos sitios donde pas tan buenos momentos de mi vida. Aquella fue, como siempre, una tertulia aleccionadora, pues sorprendi especialmente a Samuel la manera que tena Daniel de seguir disfrutando de las excursiones, y le hizo pensar en serio sobre ello . Pero fue tiempo despus, cuando l mismo se encontr tambin frente al resultado inexorable del paso de los aos, por nuestra propia estructura fsica, cuando decidi que l sustituira el estudio de los viejos mapas por escribir; redactar sus propias vivencias, eso hara, y fue inev itable que al principio buscase recrear sobre el papel aquellos momentos que ms haban calado en sus recuerdos, despus de tantos viajes, asce nsiones y escaladas por medio mundo. Historias de mi mochila 23 Una vez resuelto a escribir, result lgico por su importancia, que pensase en el Himalaya para recrear alguno de los acontecimientos viv idos en aquella lejana cordillera . Le vi repasar primero los deportivos, los ms activos de su expedicin al pico Trisul, pero no encontr ningn pas aje que tuviera verdadero inters para l . Saba bien que sus relatos de e scaladas nunca podran tener la misma atraccin que los de los grandes alpinistas y tampoco aquella montaa, pese a su historia , contaba ya con el inters de los lectores de temtica montaera . E ra cierto que all viv i momentos mgicos, que particip en el rescate de un compaero accidentado, y que fue arrastrado por una avalancha, pero nunca consider que aquellos sucesos tuvieran en s mismos, ni suficiente inters, ni el neces ario contenido, como para merecer la creacin de un relato completo. l buscaba una historia con principio y final que, como mandan los cnones y aconsejan los expertos en narrativa, tenga todos sus ingredientes bien estructurados en una trama, un nudo y un desenlace, y para l, aquellos sucesos carecan de la paradoja aleccionadora que siempre deb a tener una historia que merezca ser contada . Y aquellas, o no la tenan o si mplemente l no lograba encontrrsela. Como mucho, todos aquellos aco ntecimientos podran formar parte del relato de aquella expedicin, como as lo recoga l ya en su diario personal, y tal vez algn da merecieran formar parte de una historia de aquella aventura. Pero yo saba que S amuel no buscaba eso. Lo que andaba buscando eran momentos nicos que por s mismos mereciesen ser contados como una gran historia o simplemente una historia que, aunque pequea, tuviera todos esos ingredientes que l cons ideraba imprescindibles . Finalmente, no s si fue por el cario que le tena a la persona o por su admiracin a los mdicos que se enrolaban en una expedicin alpina , le vino a la memoria el recuerdo de una tarde en aqu ellas montaas del Gharwal, entre altsimos barrancos y ruidosos torre ntes. Fue durante la marcha de aproximacin al pico Trisul, y s e puso a describir lo que ocurri. Aquel pasaje haba sido realmente importante para l y as haba quedado grabado en su retina Juan Manuel Maestre Carbonell 24 Cuando creemos estar solos, algo tan inerte como una roca, puede transmitirnos la fuerza necesaria para seguir en el camino. El mdico de Sotul Los mdicos cuanto ms lejos mejor! __ deca mi abuelo __ de quien seguramente hered algo ms que la natural animadversin a la enfermedad, pues a medida que han ido pasando los aos sobre el mismo chasis que por gentica me correspondi, aumentaron mis fobias a los galenos, a sabiendas de que, gracias a ellos no hice tiempo atrs, mi ltima expedicin al ms all. Aquella tarde, pens que tal vez mi abuelo se refera ms al nat ural deseo de estar sano, que a una queja sobre quienes juraban la do ctrina de Hipcrates. Slo haba que ver la entrega del mdico de nuestra expedicin, quien segua atendiendo a las gentes en nuestro tercer da de aproximacin a la montaa, con total dedicacin. La consulta mdica haba aumentado, desde que dejamos atrs la ciudad de Ghat. Se haba corrido la voz por las aldeas de las montaas, y sus gentes, generalmente familias enteras de hombres, mujeres y nios, iban llegando hasta nuestro campamento; que aqul da instalamos, en la orilla izquierda del Rhisi Ganga, cerca del pueblo de Sotul. Venan en busca del hombre que cura, un ser que al iniciar cada jornada pasaba consulta a las cinco y media de la maana a todo el personal contratado, y al final de la caminata volva a atender, no slo a los cuarenta y dos porteadores, sino tambin a sus familias, aquejados de diversas dole ncias y enfermedades. Aquel da apenas pudo comer, tarde y mal, sentado sobre la gran roca junto al ro que le serva de improvisada mesa, y a la vez camilla, donde reconocer a sus enfermos. El oficial de enlace del gobierno indio, que le serva de traductor, comenzaba a estar cansado de tanto hablar y mantener, a la vez, el orden entre aquellas gentes de gruesa, tosca y humilde vestimenta, cuyos pies permanecan desnudos sobre la hierba. Historias de mi mochila 25 Juan Manuel Maestre Carbonell 26 A media tarde comenz a llover torrencialmente anunciando el monzn que, a no muchas semanas, habra de llegar. En pocos minutos el ro aument su caudal haciendo peligrar el emplazamiento de nuestro campamento, y justificando la alejada situacin de la aldea con re specto al cauce de tan necesario elemento. El mdico segua su inacab able consulta bajo la lona, colocada para proteger a las gentes y al propio doctor de aquel chaparrn. Anocheca y todava pidi un farol de gas para poder continuar con su consulta. Yo estaba ayudando a Hemalay, nuestro cocinero, a moler la h arina con la que haramos el pan en las siguientes semanas. El arcaico molino apenas nos protega de la pertinaz lluvia, cuando lleg el joven Mambahadur a quien todos llambamos Jhonny. Traa una nota del m dico. Una mujer estaba muy enferma y no podan llevarla hasta all, as que, deba ir hasta donde ella se encontrase. Me lo comunic como responsable del grupo que yo era, y de haber podido, tal vez no lo habra autorizado. No haba descansado en todo el da: primero consulta mdica, luego cami nata y sin descanso otra vez consulta. Haca una noche de perros y le esperaba una pesada marcha. Aqu el esfuerzo podra resultarle excesivo. Los das siguientes iban a ser exigentes a causa de la alt itud que tendramos que superar en el collado del Lata Kopri, y despus la ltima y todava ms lejana y alta aldea de Ttara, antes de llegar a Chandana Ghat, al pie del Trisul, todo ello sin contar la hmeda e i ntrincada selva de Bhesarabowr, que no sabamos si lograramos atrav esar. Y tena muy claro que si alguien haba insustituible en una exped icin al Himalaya, ese era el mdico. S, tal vez deb poner reparos a su marcha pero no tuve opcin. l ya suba cansinamente por el empinado sendero hacia la humilde cab aa de adobe, perdida en la regin del Gharwal indostan, donde una m ujer enferma le necesitaba. Caminaba bajo la proteccin de un enorme paraguas en compaa de nuestro oficial de enlace y varios familiares de la enferma, uno de los cuales iba delante alumbrando el camino con el farol de gas, cuya luz agigantaba sobre la montaa la sombra del c aminante. Historias de mi mochila 27 Aquella imagen dura y a la vez tierna, de azulados tonos y difuso enfoque, qued en mi retina para siempre. Era por s misma todo un poema de entrega y dedicacin, sin cuento, a la profesin que haba el egido y que motivaba su propia vida. Luego, cuando el Doctor Rubio regres, haba dejado de llover y haca fro. Entr en silencio en la tienda. Tena pocas horas para dormir pues al amanecer le esperaba, otra vez, la consulta a los porteadores y un nuevo y agotador da de marcha. Desde mi perspectiva, dentro del saco de dormir y echado en el suelo, Alfonso proyectaba esta vez una enorme sombra sobre la pared de lona y quiz por ello, el mdico de Sotul me pareci el hombre ms grande del mundo. Dej que se acost ase creyndome dormido, cuando en realidad pensaba en las palabras de mi abuelo, y en que aquella noche, por primera vez en toda mi vida yo no poda estar de acuerdo con l. Sotul, 25 de Junio de 1983, antes del monzn. *** scribir sobre su amigo, el mdico, l e anim y l e trajo otros momentos vividos tambin en su compaa si bien, en el nuevo episodio que, seguidamente os cuento, Samuel haba participado de lleno y pudo contar en primera persona, la intensidad de aquellas situaciones que le sobrepasaron emocionalmente, amontonndose y socavando sus ms elementales conceptos de justicia y humanidad. Todo ocurri en un periodo de tiempo muy corto y por ello tard demasiado en razonar la mentalidad de una cultura que no era la suya, tan moderna, europea y bien acostumbrada. E Juan Manuel Maestre Carbonell 28 Cuando acab la nueva redaccin se di o cuenta de que simpleme nte se trata ba de la narracin de un viaje. En concreto, un corto viaje desde Nueva Delhi a la ciudad de Agra donde se encuentra el monumento fun erario ms famoso del mundo y una de las maravillas de la humanidad: el Taj Mahal. El texto, cuyo recuerdo le haba emocionado mientras lo iba escribiendo, fue el primero de cuantos haba escrito en su vida que le dej la dulce sensacin del trabajo bien hecho y durante mucho tiempo de spus, sigui encontrando en l pasajes que le conmovan, aunque a veces pensaba que no, que no e ra que estuvieran correctamente contados sino ms bien que l e seguan desgarrando el alma recordndo le la realidad que exist a, y que rara vez se puede apreciar. Especialmente si se viaja en el Taj Express rodeados de turistas, tan vidos de una mala versin de la aventura, que cierran sus ojos a una realidad que duele. Que duele mucho como ser humano. Que remueve los rganos ms vitales hasta llegar a la inocencia del nio que fue y ya no e ra. En realidad no supo nunca si aqu ella redaccin era buena o no, pero nunca le import saberlo. Para l sigu i siendo un relato conmovedor, que le haca mantener una especie de ternura e inocencia infantil ms propia del nio idealista que fue, a pesar de los avatares de una sociedad cada vez ms deshumanizada y difcil. Nunca se cansaba de leerlo La intensidad de la vida crece en el amor como lo hace en la altitud de la montaa y el tiempo pasa veloz, aunque parezca que no se mueva, sujeto por los designios de un Dios juguetn que nos detiene y acelera. Agra. El viaje intenso Relato finalista en Historias verdaderas Constant 2007 Haba que mirar bien donde poner los pies. Sobre el duro andn, acurrucados cuerpos de multicolor estampa alfombraban por completo el suelo de la estacin. A pesar del salwars, y el resto de mi indumenta Historias de mi mochila 29 Juan Manuel Maestre Carbonell 30 ria hind, el polica se percat de mis rasgos europeos y de mis dificu ltades para acceder al interior y vino hacia m dando varazos a diestro y siniestro, abriendo paso entre la maraa de pies y cabezas que pugn aban por seguir dormidos. Aquellos bultos, resignados, acostumbrados al maltrato, fueron dejando un estrecho sendero en el piso hasta que, suficiente, me perm iti llegar donde estaban mis compaeros de viaje. El servil guardia, c uya sonrisa de sucios dientes enderezaba el fino bigotillo que adornaba su cara, se qued esperando una recompensa que no obtuvo. Le di las gracias, ms por cumplido que por ganas, pero maldije la hora en la que se me ocurri intentar acceder al edificio. Algunos n ios haban comenzado a llorar; algunas madres maldijeron y un a nciano me mir con desgana, probablemente al advertir la gran verge nza que sent de mi raza. Al otro lado del alto ventanal Nueva Delhi despertaba al da en el horizonte pardo de sus grandes distancias, y el calor y la dbil luz trajeron hasta all los olores y rumores crecientes de una nueva jornada. El tren lleg con las primeras luces del alba. La gente se apart nuevamente bajo los arreos de la fina vara esgrimida sin saa, aunque con demasiada familiaridad. Segu la comitiva de turistas que circulaban por el pasillo abierto a golpes del bamb y subimos al cmodo tren que habra de llevarnos hasta la ciudad de Agra. ___ Qu agobio, por Dios! ___ coment a su marido en voz alta la rica seora, gorda, blanca y finamente engalanada, mientras sentaba sus posaderas sobre el mullido asiento del Taj Express. Detrs de nuestro tren lleg otro que puso en pie a la multitud con gran revuelo. Una marea humana se abalanzo sobre l antes de que se detuviera y nada pudieron hacer esta vez las cimbreantes varas que, rasgando el aire, creaban espacios entre una multitud, tan acostumbr ada, que haca el caso justo para evitar el golpe sin cejar en su empeo de ser los primeros en subir a los viejos vagones de enrejadas ventanas. Qu rpido comprend el misterio que la India encierra! Diez modernos vagones para doscientos acomodados turistas y nobles nat ivos de ropa de lino blanca y otros diez, de viejas maderas y enrobinados Historias de mi mochila 31 hierros, para tres mil seres de inferior casta. Durante todo el viaje tuve tanta vergenza que no escrib en mi diario nada. Me sorprendi Agra, estructurada en barrios artesanos, donde encontr un libro sobre la ciudad, tan mal escrito en castellano, que lo compr por raro antes de caer extasiado delante del mrmol y la hist oria del blanco monumento funerario. El Taj Mahal recorta sus cuatro alminares en un horizonte que cae sobre el ro Yamuna y desaparece muerto de envidia frente al h omenaje ptreo a Muntaz Mahal, la ms querida esposa del mogol Ch ajahan. Yo me negu a describir lo que han de ver los propios ojos para razonar tan marmrea belleza. Me descalc y rec admirando su gran cpula, y cuando sal, todava tard en asumir aquellos delicados trab ajos que el tiempo ha olvidado quien dirigi. Fue un da de lo ms turstico incluida la comida en uno de los tpicos comedores hindes en plena calle. Luego, semidesnudos ho mbres nos ofrecieron sus monturas y el rikshaw nos pareci el mejor m edio para recorrer aquellas calles donde el asfalto an no haba llegado. Quera comprar un s itar hind y el mismo porteador se ofreci para llevarnos a una tienda. Mis compaeros tambin buscaban comprar algn regalo y nos alejamos de encantadores de serpientes, habitantes pere nnes en las puertas de hoteles de lujo, donde los ms dispares visitantes certifican el miedo ancestral a la cobra, la diosa de los reptiles. La noche fue cayendo sobre la ciudad dbilmente iluminada y el ambiente calin oso rebos de aromas entremezclados, que envolvan el variopinto y cansino trfico. El hombre del riskshaw, ataviado con un mnimo dothi de grandes cuadros, sudaba copiosamente y su dorso desnudo, esm irriado y probablemente desnutrido, reluca empapado de efluvios que eran incomprensibles para tan famlico esqueleto. De repente sent que le estaba dando una tremenda patada a la Declaracin Universal de los Derechos Humanos, all, repanchigado sobre la banqueta del triciclo, explotando a un igual a cambio de unas pocas rupias. Mi compaero de asiento pensaba igual. Juan Manuel Maestre Carbonell 32 No pudiendo soportar esa idea le mandamos parar para seguir a pie pero, Rakehs que as se llamaba, no nos dej. Not en su mirada el miedo de ver rebajado el precio del transporte pactado y muy prob ablemente una sustancial comisin aadida que, a buen seguro, habr de proporcionarle el comerciante si finalmente gastbamos nuestras r upias en su tienda. Sus gestos, juntando las palmas de sus manos, fueron tan el ocuentes que no precisamos de mayor argumento y accedimos a cont inuar, an con remordimiento, por aquellas calles de tierra hasta apea rnos delante de una destartalada tienda, donde, queriendo lavar el ultr aje a la raza humana, pagamos el triple de lo acordado y nos despedimos antes de entrar en el modesto local. El s itar que eleg, decorado con incrustaciones de marfil, era tp ico del Uttar Pradesh y para mejorar el regalo al amigo, acept el ofrec imiento que el dueo me hizo, a costa de esperar ms de lo previsto, p ara grabar las iniciales del obsequiado, personalizando con ello el pr esente. Haban pasado ms de tres horas cuando abandonamos la hosp italidad del comerciante, saturados de t y dulcsimos pastelitos de diferentes formas, aunque idntico sabor, cuando nos tropezamos con la sonrisa franca de nuestro porteador quien, para sorpresa nuestra, no se haba movido de all esperando que saliramos para volver a prestarnos sus servicios. __ De ninguna de las maneras! __ Negamos aireadamente, en apoyo de un castellano que Rakesh no entenda pero, otra vez, sus gestos de ruego y la necesidad que vimos en sus ojos nos hicieron subir al instr umento de su tortura y la nuestra. Camino a la estacin de ferrocarril ganamos la oscuridad de la noche que fue hundiendo el horizonte luminoso de Agra. El trecho es grande, el terreno en declive y el tiempo tan largo que me permitieron ir y venir desde lo ms profundo de mi corazn, intentando encontrar el justo proceder ante el dilema que me oprima y agobiaba. Qu es lo correcto Historias de mi mochila 33 Para nuestra educacin occidental resulta humillante la imagen de un ser humano siendo cmodamente portado con la fatiga de otro y sufr, siendo yo el opulento ofensor, pero nada era tan sencillo all. Nuestro razonamiento no encajaba en Rakesh. Su percepcin de lo cabal era bien distinta de la nuestra. Para l, tal vez fue un final de da con suerte al haber conseguido unos clientes que haban multiplicado sus ingresos y minimizado su esfuerzo. Era mejor contratar un taxi, porque resulta ms presentable a nuestra conciencia ... Cesaron mis cavilaci ones cuando llegamos a la estacin a tiempo de ver las luces traseras del Taj Express alejndose en la oscura noche. Rakesh nos tranquiliz ind icndonos como pudo que pronto saldra otro. Haba sealado su mu eca, marcando crculos y dando golpecitos sobre una esfera inexistente, con tal vehemencia en el gesto, que yo habra jurado que all estaba el imaginario reloj. Pagamos su tarifa, pero esta vez la generosidad ya no pretendi lavar conciencias y obedeci a la simple reflexin de haber pagado, ms o menos lo que a un taxi, ayudando muy posiblemente, a quien ms lo necesitaba. El porteador se despidi reverenciando satisfecho y se alej difuminndose bajo el juego de luces y sombras que las escasas bombillas propiciaban. Como ocurri en la maana, otro convoy apareci pronto y aunque, esta vez, no haba tanta gente esperando su llegada, el tren me pareci el mismo. Canjeamos billete pero no asiento, pues vino completamente lleno. Gentes, animales y equipajes ocupaban todo el pasillo. Rostros cansinos y ropajes ajados lo eran en tal magn itud que seguimos el ejemplo de resignacin y permanecimos recost ados sobre una de las paredes del vagn sin movernos del escueto esp acio donde se apoyaban nuestros pies. La ausencia de tabiques entre compartimentos nos permiti ver cmo, ajemos al cansancio general, dos soldados Sikhs dorman a pierna suelta sobre unas literas de cuerda trenzada, que en las restantes divisiones acomodaban hasta ocho pe rsonas sentadas con los pies colgando sobre sus vecinos del asiento inf erior. La Kirpan de uno de los soldados se bamboleaba rozando las cab ezas de los viajeros que no hacan ningn caso a la espada que penda Juan Manuel Maestre Carbonell 34 sobre ellos. El hedor, acrecentado por el calor, denunciaba el amont onamiento humano en tan escueto espacio. Poco a poco la cansera y el movimiento acompasado propiciaron que furamos cayendo primero en cuclillas y luego francamente sentados sobre el sucio suelo. Las p aradas del convoy eran continuas y en ellas vimos rpidas y furtivas sombras que saltaban del estribo a las estrechas escalerillas que cond ucan hasta el techo de los vagones amparados por la noche y la ausencia de luz elctrica, que slo alcanzaba a iluminar la alejada estacin. Fue en una de las paradas cuando, al cesar el ruido producido por el traqu eteo, escuch un dbil gemido parecido al maullido de un pequeo gato y mir indagando la procedencia del lastimero sonido. __ Mira Alfonso! __ le susurr a mi compaero. Junto a nosotros los bellos y negros ojos de una joven, casi una nia, salieron del embozo de telas que cubran por completo su rostro, para atender mejor a la criatura que entre los pliegues de su tnica se acurrucaba, igualmente oculta, en su regazo. Sonri amablemente qu eriendo pedir perdn por el llanto del beb que despert en sus brazos. Igual gesto cruz con nosotros el chico, de incipiente bigotillo, que pr otega con un manto sus ms preciados tesoros. Nunca haba visto un beb tan diminuto. Apenas palmo y medio; ms pequeo que un pequ eo mueco, que sin fuerzas, lloraba con desconsuelo. Tom la madre la punta de un pauelo y descubriendo su diminunto seno lo impregn de la blanca acuosidad que man forzada del pequeo y juvenil pezn, y acerc luego la tela a los minsculos labios del prematuro. __ No tiene ms de un da __ not Alfonso, cuya especialidad es la de pediatra. De repente ca en la cuenta y despus de que aquella jovencita terminase de alimentar a su nio le seal a mi amigo diciendo: __ Doctor! Baby doctor! __ Mi olvidado ingls era tan malo como el de aquellos chicos pero me entendieron pues ella descubri nuevame nte al fruto de sus entraas y extendi sus brazos ponindolo a nuestro Historias de mi mochila 35 Juan Manuel Maestre Carbonell 36 alcance. Yo me abstuve de tocar tan frgil ser y fue Alfonso quien puso sus dedos en varios puntos del delicado cuerpecito. Les pregunt luego a los padres, con mejor ingls y ayudado de gestos, si le llevaban a un hospital en Delhi, cosa que l daba por supuesta, pero no. Iban a casa de la madre de ella para que les ayudase tras el feliz acontecimiento. Alfonso les sonri y se dirigi a m: ___ Dame las rupias que puedas ___ No tuve que preguntarle para qu y l hizo lo propio. No s cunto reunimos pero no era mucho despus de un da de compras. Tendi la mano hacia la chica y meti entre los pliegues de su regazo el dinero. Ambos haban visto nuestras torpes maniobras, en tan incmodas posiciones, pero sus caras no dejaron por ello de asombrarse. Le dijo que era un presente nuestro para que llev asen a su beb a un mdico. Sabamos que muy posiblemente la cantidad no alcanzase para mucho pero, sobre todo Alfonso, confiaba en el jur amento hipocrtico del homlogo que les atendiese. Todos sonremos satisfechos: nosotros, los chicos, y el resto de viajeros que haban o bservado la escena. ___ Si no lo incuban pronto, el beb no sobrevivir ___ Alfonso miraba resignado al techo del vagn y ya no sonrea. Tambin a m se me borr la alegra de la cara pero disimul delante de tanta dulzura y brillo en los ojos de aquellos muchachos que me observaban. Aprovechando una de las muchas paradas, decidimos cambiar de sitio y encaramarnos sobre el techo del tren. Como ya sabamos, no estbamos solos. Docenas de siluetas humanas se recortaban dbilme nte en la noche, sentadas tranquilamente, sobre la curvada techumbre de los vagones. Alfonso y yo aguantbamos el tipo como pudimos agarr ados a una pequea tronera de ventilacin, en medio de la velocidad y el bamboleo. ___ Esto es alucinanteeeeee! ___ grit volviendo la cara para evitar el viento y poder hablar. Los puentes venan hacia nosotros a velocidad endiablada y era imposible calcular si pasaramos o no, y aunque co nfibamos que nuestros compaeros en el techo deban conocer el rec o Historias de mi mochila 37 rrido, cada vez que veamos un puente o un tnel nos echbamos boca abajo sin soltarnos de la tronera, y con los ojos cerrados, para luego volver a sentarnos y recuperar la estabilidad. Vaya par de jubiletas estamos hechosssss!, grit satisfecho por nuestra inesperada audacia. El viaje resultaba lento por las continuas paradas en todas las estaciones. Haca muchas horas que no dormamos pero era imposible relajarse ni un momento. El tren aminor la marcha y vimos saltar a la gente que, como nosotros, ocupaban aquel techo. La altura considerable que haba hasta el suelo, y el convoy todava en marcha, converta el salto en una temeridad, ms si cabe, por la oscuridad reinante. Los que prefirieron descender primero el corto tramo de escaleras, y saltar de sde los pescantes, se haban acercado tanto al andn que all eran recib idos y perseguidos a varetazos por los numerosos militares que agua rdaban a los intrpidos viajeros. Ni Alfonso ni yo nos movimos un milmetro, a pesar de los gritos del soldado que blanda airadamente el bamb con fiero gesto. Un chico hind, que trat de explicarle que a pesar de nuestra ropa ramos e uropeos y ancianos, y que adems tenamos billete, se llev un varazo en las manos al protegerse el rostro. Mi amigo me invit a bajar. ___ Hasta que el to ese no se calme, yo de aqu no bajo ___ y los dos nos quedamos hasta que, ms tranquilo y viendo los billetes que desde lo alto le habamos tirado, se arregl los correajes del uniforme y rindi la delgada vara, que yo no dej de vigilar, mientras descendamos para recibir una reprimenda que no entend, ni apenas escuch, pues el tren nuevamente parti, y como por suerte bamos en l slo pude ver, en jarras sobre el andn, al malhumorado hombre, mientras bajaba nuestro ritmo cardaco y se vaciaban por completo de adrenalina nuestras sufridas glndulas suprarrenales. Ya no entramos al vagn. No haba manera humana de hacerlo y el viaje lo acabamos sentados sobre el estribo, fuertemente agarrados, temiendo que alguien cerrase la puerta tirndonos al terrapln de la va. Aquello fue un calvario de duermevelas y sobresaltos hasta que fina l Juan Manuel Maestre Carbonell 38 mente la mquina par y pude leer en un cartel nuestra estacin de destino. La multitud que aguardaba se abalanz sobre nosotros. Los guardias repartan golpes de caa por doquier y penosamente pudimos salir de la estacin con las primeras luces del alba. Nueva Delhi despertaba en el horizonte pardo de sus grandes distancias, y el calor y la dbil luz volvieron a traer los olores y los ru idos de una nueva jornada pero ya no los percib pues, recostado en el taxi, camino hacia nuestro hotel, simplemente me dorm para soar que viajaba, convencido de que viajar era el sueo de mi juventud que deseaba. * ** , he de reconocer que este relato le anim a continuar escribiendo ya que, adems de su certeza personal sobre la calidad del mismo, el tr abajo mereci su publicacin en un libro de relatos que reuni los textos presentados a concurso en el primer certamen literario en el que partic ip . Samuel tena esa extraa cualidad de reconocer cuando algo tena calidad. Ese raro olfato le vena de su mucho tiempo dedicado a la pr oduccin en video. Ms de veinticinco aos de profesin haciendo de todo: guionista, operador de cmara, narrador, montador o director de tantas y tantas producciones, que necesariamente algunas de ellas alcanzaron premios y reconocimientos en certmenes internacionales y as, tanta dedicacin e intensidad, tenan forzosamente que haberle servido de algo, y le sirvi, pues fue en aquel campo de la imagen donde descubrira la S Historias de mi mochila 39 existencia de esa certeza incontestable cuando sta se presenta ba. Era como comprender que se haba alcanzado la excelencia, al menos pers onal, y que no se poda mejorar lo realizado; uno de esos momentos en los que gritas Bien! Y sabes que lo que has hecho roza la perfeccin y no n ecesitas que nadie te diga si est bien o est mal. Simplemente lo sabes. El libro donde se public su relato se titul Historias verdader as. Fue en una pequea ciudad catalana hasta donde Samuel viaj ilusionado por aquel reconocimiento, que no premio, y no le import hacer se en un mismo da los ochocientos kilmetros, ida y vuelta, que le separaban de ver su primer texto publicado en un libro. Lleg, leyeron un mnimo trozo de cada uno de los relatos, y tambin del suyo , le dieron un diploma de cartulina, y sin ms protocolo se volvi a casa con el libro entre sus m anos . Y aunque ya saba lo que era obtener un premio en video, acababa de conocer lo que se senta cuando alguien valor aba tu dedicacin literaria. Como un nio con juguetes nuevos, ley y reley varias veces el relato, ahora ya s, impreso en negro sobre el blanco papel de un libro encuade rnado. Haba cumplido su sueo. Creyndo se que aquello era jauja, se atrev i con la ficcin y escr ib i algunos cuentos que tambin envi a varios certmenes literarios. Y como en realidad, l era escritor monotemtico sobre montaismo, la suerte de aquellos cuentos fue desigual pues, mientras que en el nico certamen que en aquellos momento se celebraba en Espaa, organizado por una revista vasca y dedicado a cuentos cortos de montaismo , cons igui quedar en segundo lugar __ lo cual supuso un gran honor para l__ , en el resto de concursos a los que haba enviado sus obras no obtuvo ninguna alegra. Pronto deduj o que la ambientacin en la montaa, la escalada o el alpinismo, ni siquiera eran bien comprendidos por el lector no especial izado. O era eso, o que simplemente no le interesaban o le interesaban m enos que los temas corrientes de la vida cotidiana, que eran los que gen eralmente resultaban ganadores en un porcentaje alto de concursos. T emas como el maltrato, el aborto o la exclusin social y el racismo, eran entonces los que atraan a la generalidad de los jurados que los premi a Juan Manuel Maestre Carbonell 40 ban . En el caso del montaismo, no saba bien si era por culpa de la jerga especfica empleada, que e ra desconocida para el lector en general, o era que de la montaa, a la gente lo nico que le interesa ba eran las guas y pasa ban bastante de su literatura. La otra opcin e ra que realmente sus trabajos tampoco eran tan buenos como l crea. Zapatero a tus zapatos , es un dicho muy popular en donde l v iva , que es cuna de verdaderas obras de arte para los pies, y que Samuel sigui siempre a rajatabla. Algunos amigos y su propia familia le haban aconsejado que escribiera sobre otros temas; que la montaa no inter es ab a ms que a unos cuantos chalados. Y los que tambin compartan esta aficin con l, aadan que vivamos una poca de falsos montaeros. Que no todo el monte e ra organo y que , a buen entendedor sobra ban las palabras. Qu rico es el castellano! Y que bien se entiende. Incluso cuando no dice nada en concreto, sabe expresar se mediante metforas que son de autntico multiuso para cualquier cuestin. Cada da le maravillaba ms la riqueza de las palabras. Lo cierto y verdad e ra que se ha ba reducido la montaa a un e stadio donde ejercitar los msculos, sin mente y sin alma. Un buen amigo de mi compaero: Csar Prez de Tudela, lo expres mejor, aseverando que el montaismo e ra algo ms que un ejercicio fsico, y la montaa m ucho ms que un gimnasio. Desde donde ahora me encuentro colgada, escuch que en la a ctualidad salan a la montaa, al menos en la zona levantina , una ingente cantidad de gente que curiosamente respond a al perfil de persona m ayor. Cuentan que cada vez van menos jvenes a la montaa. Y digo esto al comparar el tiempo actual con mi poca de recin estrenada, cuando a lgunos todava me llamaban macuto y mis correas eran de cuero nuevo y todava reluca mi armazn de hierro. Entonces las cuadrillas o grupos se componan generalmente de gente joven que, a falta de otras actividades, encontraban en el excursionismo y el montaismo, un campo perfecto para ocupar su tiempo libre. Curiosamente, la mayora de excursionistas y montaeros que ahora salen a la montaa no lo hacan cuando eran j Historias de mi mochila 41 venes e incluso algunos de los que ahora lo hacen, llegaban entonces a satanizar esta actividad y tachaban de locos a los pocos que se tomaban esta actividad en serio. Y mira por donde, a causa de esas paradojas de la vida, ahora los locos son ellos, cargados de prisas y hurfanos de la filos ofa necesaria para entender el medio, slo atentos a coloristas mapas i mpresos en papel reciclado y a unos brochazos de pintura que insultan, c ada pocos metros, la inteligencia de los autnticos montaeros. No, tampoco quiso hacer caso a quienes l e aconsejaban escribir sobre otros temas ms cotidianos . Su vida __ eso lo s bien __ , siempre haba girado en torno a la montaa y decid i seguir ese mismo camino. Por otro lado, haba quedado satisfecho con el resultado de sus textos y creyendo que era tiempo de poner en marcha algo ms serio, se lanz a escribir el relato de su primera expedicin a las montaas del Alto Atlas marroqu. Y lo hizo, publicando as su primer trabajo en formato libro al que titul carente de rimbombancias: Mi primera expedicin . Pese a que se haba equivocado con un ttulo sin gancho comercial, a quellos das le vi contento, satisfecho de s mismo por lo realizado. Pero segua queriendo dar el salto a la fabulacin autntica, a la novela. Para l, relatar lo oc urrido no requera mayor esfuerzo intelectual que el de redactar, lo mejor posible, la realidad de una experiencia. No es que fuera fcil, que no lo e ra , pero no requera de imaginacin, por innecesaria, y a Samuel si algo apasiona ba tanto como la montaa, e ra la creatividad en cualquier act ividad ya fuere fsica, mental o artstica. En aquellos meses se inscribi en un curso de escritura para mej orar su estilo, su tcnica, o como sola decir, para aprender de verdad a escribir ya que l no tena estudios para ello, aunque estaba siempre dispuesto a aprender. Fue entonces cuando crey que mezclando sus vive ncias con fabulaciones encontrara la lnea literaria que andaba buscando, y fue entonces cuando mand su mente hasta las Montaas de la Luna, el Ruwenzori, para rescatar un pasaje de aquella aventura que slo en parte pudo vivir. El resto iba a ser, necesariamente documentacin histrica , una nueva tarea recin descubierta como escritor que se preciaba y, claro est, su pequea aportacin literaria Juan Manuel Maestre Carbonell 42 Siempre hay un tiempo en las alturas que nos permite decidir nuestro camino. Masumawezo Jacobo hace dos das que parti con Selim, su criado de confia nza. Han ido en busca de unas piezas de buen pao y una caja de cuentas de vidrio, muy apreciadas en esta regin, objetos que hemos echado en falta al hacer el recuento y que sospechamos fueron hurtados de las canoas al cruzar el Semliki. Les acompaa Ambari, el que fuera hombre de confianza de Speke, pues conoce bien la zona. Hice ver a Jacobo que no eran los ms adecuados para recuperar lo robado, si finalmente se confirmaban nuestras sospechas y encontraba oposicin, pero al final tuve que darle la razn, pues no era cuestin de enzarzarse en peligr osas peleas y crearnos enemigos en la zona. La diplomacia, era a priori la mejor opcin. No obstante, se hicieron acompaar por varios hombres de los ms robustos de la caravana entre quienes se encuentra Asmani, cuya altura supera los seis pies y sus hombros ofrecen doble ancho que dos hombres ordinarios. Partieron bien armados y pertrechados lo cual, llegado el momento, amedrentar a los ladrones. Bombay, a quien al inicio de este viaje habamos nombrado cap itn, se ha quedado conmigo al cuidado del campamento que ha sido instalado en lugar poco acertado, a juzgar por el barro acumulado tras la ltima y torrencial masika de ayer. Esta maana he mandado a los hombres esparcir hierbas y pequeas ramas sobre el fango, alrededor Historias de mi mochila 43 Juan Manuel Maestre Carbonell 44 de las tiendas y tambin en los senderos que las comunican, a fin de hacer ms confortable el lugar. Les viene bien no estar ociosos todo el da ya que salvo los que se ocupan de los menesteres de la caza y la c omida, el resto entretienen su tiempo en juegos y alegres cnticos. Si en algo hemos salido ganando, aunque slo sea por el momento, ha sido en decirles adis a las feroces y ruidosas moscas de las que tengo ident ificado el tbano africano, estando seguro que una de las otras dos es la terrible tsets. Hoy un mercader rabe, de regreso a Zanzbar, me ha hablado sobre un hombre blanco que est enfermo en una cercana aldea llam ada Oujiji. Slo puede ser el doctor Livingstone. Jacobo se pondr muy contento cuando lo sepa. Yo por mi parte, estoy empeado en subir hasta la cima de la colina que domina nuestro emplazamiento. Es alta y no hay sendero por lo que calculo habr de emplear toda la jornada entre subir y bajar, abrindome paso entre la maleza. Aun as, creo tener tiempo suficiente antes de que la partida regrese. Maana lo har en compaa de dos hombres a los que les he prometido unas varas del mejor pao escocs, a cambio de acomp aarme y ayudarme a batir la frondosa vegetacin montaosa. Espero poder divisar desde la cima aquellas altivas masas glaciares y tomar certeza de su existencia, pues sigo obsesionado por la visin de aquellas cumbres que me parecieron coronadas por la nieve y el hielo. Tan ma- jestuoso espectculo tuvo lugar a pocas jornadas de aqu, despus del habitual calabobos, cuando al despejar las nubes bajas que nos envo lvan mostraron, en la tarde limpia y fra, el esplendor de un altivo mac izo que, a mi parecer, en nada envidiaba a sus homlogos alpinos eur opeos. Mi compaero no estuvo de acuerdo y asever que se trataba de otras masas de nubes que la lejana y la luz del atardecer hicieron par ecer lo que en realidad no poda ser. Le argument que bien podamos haber divisado aquellas mo ntaas de la Luna, que el matemtico y gegrafo griego Ptolomeo, en el segundo siglo despus de Jesucristo, haba sealado como lugar de las fuentes del ro Nilo, all donde se deca que nacan los grandes ros afr i Historias de mi mochila 45 canos. Si era cierto que desembocaban en dos lagos situados al Este y al Oeste, y si el Victoria cubra una extensin considerable, ste y el Albert podran ser aquellos lagos. __ Pero Manolo! Ya han pasado catorce siglos desde aquello y nadie las ha visto __ me contest Jacobo riendo mi ocurrencia. __ Que nadie las haya visto no quiere decir que no existan, __ argument __ advierte que tambin entonces haban pasado ms de seis siglos desde que Herodoto hablara de ellas, 449 aos antes de la era cristiana y Ptolomeo no dud de su existencia. Y aunque tampoco pudiera probarlo, nunca desautoriz las informaciones de aquellos sacerdotes egipcios que fueron los primeros en dar cuenta de ellas. De haber persuadido a mi amigo, hubiramos acampado all mismo para esperar que las algodonosas nubes despejaran el cielo y nuestras dudas, pero no pude convencerle. Maana, he dispuesto que partamos con el alba, muy ligeros de impedimenta, a fin de regresar en el mismo da segn lo planeado. Tan slo llevaremos algo de mandioca para los hombres, un buen trozo de antlope que hoy ha cazado Bombay en un claro del bosque y mis dos carabinas, pues uno de los guas afirma haber visto al caer la tarde un leopardo merodeando y aunque preveo que nuestra ruta, al ser encrespada por una larga loma, no ha se ser territorio propicio para el fiero animal no he de olvidar que nos adentraremos en lugar por donde na die antes puso sus plantas y bien pudieran existir alimaas desconoc idas para el hombre. Hoy, en precaucin, he mandado doblar la guardia, y aunque espero que el leopardo no siga acechando nuestro campame nto, slo Dios sabe que instintos guan a estos temibles felinos. He mandado llamar a Bombay a mi tienda antes de acostarme y le he dado las instrucciones para mantener el campamento durante mi ausencia y una nota que entregar al bwana Stanley, si ste llegase a ntes de mi regreso. Slo yo llamo a Jacobo Rowland por su nombre de pila, pues l prefiere usar el de su padre adoptivo ante los dems. El sueo me vence. Ardo en deseos de ver aquellas magnficas montaas. Juan Manuel Maestre Carbonell 46 Antes de lo acostumbrado, abr aquella maana los ojos con s obresalto. En mi memoria permanecan todos los detalles del da ant erior . __ Qu digo, del da anterior! Del extrao sueo sufrido! Con impaciencia me he puesto en marcha remontando la inclin ada pendiente de la cercana montaa. El Masumaweso dicen que es un excelente mirador sobre el gran plat del glaciar Stanley. Voy confuso. __ Cmo puede llamarse glaciar Stanley, si todava no ha sido descubierto __ evidentemente sigo aletargado. Renzao, el gua, sigue mis pasos portando la vieja carabina y C apenet sube el primero con la fuerza que su juventud le otorga. La pe ndiente crece cuando aparece la roca, mojada y oscura, recubierta de resbaladizos lquenes. La ausencia del sol, que todava no ha rebasado el horizonte cimero, crea en mi mente soolienta infundios de peligro en los ltimos metros. __ Bwana, barafu. Capenet haba llegado el primero y llam mi atencin gritando. __ Nieve Cerr los ojos, atacados por el destello del astro, al rebasar la lnea de la cumbre y al abrirlos no pude dar crdito a la fantstica v isin. Un ambiente fro y seco, pero carente de viento alguno, pareca suspender en el espacio, y en el tiempo, al magnfico macizo montaoso. Las quietas aguas del Lago gris reflejaban el verdinal sobre las paredes de granito donde todava gigantescas lobelias y senecios desafiaban al reino vegetal, ms all de los cuatro mil metros. Desde las in hiestas cumbres cuelgan, como desbordados y estticos ros de hielo, sus perennes glaciares ofreciendo un cuadro fantstico. Increble pero cierto las Montaas de la Luna, que proclamara el pueblo egipcio antes de nuestra era cristiana, o El que hace la lluvia en la ancestral memoria de los pigmeos Batwa, asentados en sus faldas, iba a ser descubierto por el americano que inmortalizase aquella absurda frase de: el doctor Livingtone, supongo cuando no haba otro hombre blanco en toda centro frica, que ya hay que ser simple! __ sigo aturdido. __ Maldita y falsa la historia! que sirve siempre a quien la escribe. Hombre blanco de negro corazn! Historias de mi mochila 47 Juan Manuel Maestre Carbonell 48 El mundo dijo que haba sido Henry Morton Stanley, pero Sta nley no era Stanley, era Jacobo Rowland. Tampoco Jacobo est aqu co nmigo. Nunca ni l, ni su otro yo, estuvieron aqu, junto a Renzao y Cap enet, ni tampoco yo, que despierto del sueo iluso de hombre blanco, y miro incrdulo a estas montaas del Ruwenzori, las mismas que Am adeo de Saboya, duque de los Abruzos, conquistara para la corona de Italia, sin ser de nacimiento italiano, sino espaol y madrileo para ms seas. __ Pero quin escribe la historia Amenaza la cotidiana lluvia cuando desciendo del Masumawezo. Voy contento, pues he sido el primero de mi grupo en divisar las incre bles montaas. Absurdo ttulo por el que el hombre blanco pugna sie ndo histricamente tan falso como el atributo del que presumir ante mis compaeros cuando les cuente mi visin de hoy. Renzao y Capenet, van delante. Tambin bajan muy contentos pero su alegra es ms cierta que la ma, pues con los cien zaires prom etidos, a cambio de acompaarme en mi excursin, podrn comprarse zapatos nuevos que sustituyan las destrozadas botas de agua que, desde hace tiempo, atormentan sus pies. Ninguno de ellos presumir de haber sido el primero. Su piel es negra y su corazn sincero. *** Historias de mi mochila 49 o qued contento con aquel estilo tan personal y decidi inventar, o mejor fabular, con escenarios donde nunca antes haba estado. No estoy segura, pero creo que fue entonces cuando escribi su primer cuento totalmente imaginario , especialmente en cuanto a montaa se refera ya que aos atrs haba escrito algunos otros, tambin de montaismo, pero siempre basados en su propia experiencia. Tambin haba escrito, mucho antes, un cuento infantil de corte localista que lleg a presentar a un co ncurso local, esfuerzo que slo le vali para conocer mejor, aunque fuera muchos aos despus, el fofo criterio de sus cultos paisanos, apuntados a la moda que en cada momento dictaba la sociedad cosmopolita y cambiante, presuntamente literaria . Aquel cuento infantil, titulado El bosque de la Bola, La leyenda de Boln, que ni siquiera recibi mencin alguna en aquel certamen local , treinta aos despus, arras en las ventas agotando dos ediciones suces ivas y una tercera de audio y tambin en video; fue ledo y visionado en colegios de la poblacin y utilizado como elemento de trabajo en las aulas por los alumnos, siendo representado teatralmente, dejando en evidencia a las carcas fuerzas, supuestamente culturales, de su pueblo. Tampoco en el nuevo trabajo redactado intervinieron sus exp eriencias personales reales aunque, inevitablemente, volvi a caer en el tpico y construy su cuento sobre la montaa ms alta de la Tierra, el Ev erest No hay ms demonios en la montaa que aquellos que dicen salvarla, poniendo un precio por ello. El ochomilista A lo lejos, clarea el horizonte elevando el teln de la noche que inicia el orto en favor del da decisivo. Se avivan tareas en el campame nto , y bajo incendios breves de linternas, voces y chasquidos de metal, se N Juan Manuel Maestre Carbonell 50 prepara la jornada. Piolets, crampones, cuerdas y extraos utensilios que l ni siquiera conoce, se preparan para el asalto de la montaa. __ Maldicin, hoy ser un magnfico da en el Everest! __ farfulla malhumorado desde su atalaya, muy por encima del abarrotado ca mpamento base. Desde luego l no era como aquellos hombres y les ev itaba cuanto poda. Cuanto haban cambiado las cosas en aquel lugar, desde aquellas primeras expediciones de Tilman, Mallory, Hunt, Hillary e incluso el obstinado Ralph Izzard, y algunos otros ms que ahora no recordaba; romnticos exploradores, aventureros y caballeros de la montaa, cuya impronta perdur durante mucho tiempo en aquellas tierras, pero ah ora de todo aquello ya no quedaba nada. __ Ha cambiado mucho __ resolvi, lamentndose por ello. Era cierto. Nada era ya igual; especialmente la forma de vida en este apartado lugar de la tierra que, a juzgar por el hacinamiento actual de las tiendas bajo la cascada del Khumbu, haca tiempo que haba dej ado de merecer el ttulo de remoto. __ Cuntas palabras nuevas han llegado hasta esta inhspita ti erra! Qued absorto en aquel pensamiento cierto. Multitud de no mbres nuevos para definir cosas y sucesos que antes no existan all y que ni siquiera los Sherpas, pueblo antiguo y sabio, haban escuchado nunca en sus, antao, tranquilas aldeas. Extraos trminos que no faltan hoy en el nuevo y extenso vocabulario de las alturas. Con curiosidad, l mismo haba anotado durante aos todas las que pudo, como hacinamiento, una de las ltimas, cuya definicin era la causa de otras muchas. Su particular catlogo comenzaba a ser encicl opdico; tanto, que haba llegado a perder el autntico significado de a lgunos de aquellos vocablos. Subray entonces aquellas que le parecan las peores; palabras como basura , com peticin o negocio. Casi todas ellas trajeron simbiticamente pegadas de s mismas a otras. Ecologa, deshonor o marketing, eran slo unas pequeas muestras que definan Historias de mi mochila 51 Juan Manuel Maestre Carbonell 52 los cambios que el mal llamado mundo civilizado haba llevado hasta el lugar. __ Qu distintas de aquellas primeras que llegaron! __ dijo __ ilusin, deseo, esperanza Era cierto que alguna vez todava se escuchaban en el silencio de la noche, tmidamente pronunciadas por algn romntico extraviado, pero eran poco frecuentes para qu engaarnos. Aunque nadie pudiera creerlo, l se identificaba mucho ms con ellas. El movimiento en las grandes tiendas, instaladas sobre la morr ena glaciar, pronto crecera inicindose el rumor de voces en los corros de porteadores, sopesando sus mochilas entre resignaciones y risas. Comenzarn tambin estridencias musicales, fruto de inventos extra njeros, que acabarn por romper el silencio. Canciones que llenarn el espacio para habitarlo, desahuciando la quietud de las alturas, apaga ndo las voces del viento, el crujir del hielo, o el tintineo de congeladas esquirlas, que rebotarn inconstantes y nerviosas por la cascada do rmida del Khumbu. La cascada , tampoco es ya el laberinto que era gracias a los acuerdos entre agencias que ahora la mantienen perfectame nte sealizada, alejndola de incertidumbres. Sin ellas, el Circo Occide ntal parece estar ahora ms cerca permitiendo nuevos amontonamientos de tiendas, de coloristas lonas, que rompen el inmaculado blanco y n egro de estas montaas. Largas filas de alpinistas recorrern con las primeras luces, cual infecta procesionaria, el alargado circo sin pinares, tras el silencio obl igado por las grandes nevadas y los vientos iracundos. Desatada la eufo ria general por el cielo azul, bajo los brillos del sol, un ro de gentes v enidas desde los ms dispares rincones del mundo se afanarn por a lcanzar el objeto idealizado de una cima, tan vieja y cansada, que ha pe rdido ya mucha parte de su atractivo. Aun as, aunque triste y resignado, se encuentra todava por e ncima de ellos y para cuando lleguen al lugar, l estar tambin ms alto. No, no subir a la cumbre. A l no le interesa nada. Les ver, eso s, discutir airados mientras aguardan turno en las escalas metlicas de l Historias de mi mochila 53 segundo escaln, a causa de algn necio mal entrenado que ya no podr soportar ni sus propios cilindros de aire embotellado; amontonados y ridculos, seguirn persiguiendo un sueo equivocado creyendo que su conquista se parece a las de quienes les precedieron, cuando en los a lbores del himalayismo un ocho mil era una aventura cierta; verdadera proeza convertida hoy en cmulo de servicios, con la cumbre garantiz ada, si se tiene bastante dinero para poder sufragarla. l sabe que pasar esta moda loca de acoso y derribo a las mo ntaas , y soar con los silencios que devolvern la hermosura a sus h eladas tierras, y aspirar el aire limpio y puro de las alturas. Inmaculados paisajes que hombres, mal llamados cultos, han ensuciado, tal como hicieron con su nombre. No, no les guardaba rencor, ni siquiera al primero, aqul tal Henry Newman, que le llen de confusin, llamndole metch Kang-mi, ni tampoco a los Sherpas, que sindole ms cercanos, le otorgaron el sonoro yeh-teh. Ya se haba resignado a ser para todos ellos el diablo de las ni eves , o peor an el abominable hombre de las nieves que alguien tradujo como el Yeti. Definitivamente, tampoco hoy podr deambular por su territ orio. El da es ciertamente bueno y tendr que volver a recluirse en el ms recndito rincn de la montaa, para seguir siendo eterno, como los hielos que protegen el misterio, ante estos nuevos abominables hombres ochomilistas . * ** Juan Manuel Maestre Carbonell 54 esde su adolescencia el cdigo tico de las montaas, nunca escrito, pero aprendido de sus maestros, estuvo muy presente en l y de cuando en cuando, a lo largo de su vida, de alguna manera se preocup por que siguiera vigente en todo cuanto haca. Debi recordar esta mx ima cuando, una noche, encontr un antiguo cuento que ya tena olvidado. Hasta es posible que Samuel no recordase haberlo escrito nunca pues en realidad el legajo que encontr, mientras ordenaba unos viejos papeles, se trataba del guion para una pelcula que haba rodado, en su ya lejana juventud, en una montaa que pudo ser su inspiracin e iniciacin a la esc alada y que cambi definitivamente la percepcin que hasta entonces tena del montaismo cuando, siendo todava un jovencito, llego un da hasta las faldas de la Cresta de la Forad. En aquel tiempo, ya deba ir yo con l, aunque apenas lo recuerdo bien. Los dos ramos tan nuevos en su recin nacida aficin que aquellos das todava llevaba la etiqueta con el precio que pag por m, metido en uno de mis bolsillos exteriores, los cuales, todava seguan teniendo pli egues a causa del tiempo que permanec expuesta en el escaparate de la armera. Tampoco l tena entonces ninguna experiencia en montaa a juzgar por lo poco que pareca saber sobre mochilas. __ sta es la que quiero! Me enamor de ella, nada ms verla. __ Dijo. Aquella tarde, cuando entr en la armera y me eligi entre todos los modelos posibles ya me gust. Ya me haba fijado en l, pues cada vez que pasaba por delante de la tienda se detena en el escaparate y siempre tena una clida mirada haca m. Lo cierto es que aquellos papeles encontrados eran el guion de una pelcula rodada con los amigos, al principio de su etapa en la video-productora y decidi, al revs de lo que es usual, convertirlo en un cuento D Historias de mi mochila 55 Una cumbre no pertenece a quien la encuentra, sino a quien la busca . La Forad La maana es como otras muchas a las que nuestro personaje est acostumbrado. Hace fro, pero l apenas lo nota. El ritmo que i mprime a su marcha le mantiene caliente mientras, en el horizonte, c omienza a despuntar el da aclarando los azules para mezclarlos con el rojo y anaranjado del sol que nace brillante y rebota sobre las superf icies ptreas de la montaa. Es el momento ms helado. El astro empuja la noche y su calor seca la humedad del ambiente. Al llegar a la vieja construccin el montaero se detiene y busca refugio bajo el chamizo, adosado al principal edificio de la ermita, cuyas vetustas y descorchadas paredes hace aos que dejaron al descubierto la tosca y noble roca empleada en su construccin. Ha venido solo, y esperar aqu al compaero con quien ha quedado. La ermita de La Pursima, ms conocida por el nombre del paraje de Cat donde se ubica, es un privilegiado lugar. Desde all puede div isarse el mejor y ms completo panorama de todo el valle en toda su e xtensin. Acabado su visual barrido, detiene fija la mirada en la alargada cresta que recorta sobre los pinares la oscura silueta de su abombada cara norte. En el centro de la roca, a modo de gigantesca dentellada, una amplia brecha rompe la cspide dividiendo en proporcionadas formas el medio pan al cual se asemeja. Orientada al Mediterrneo, sin que ninguna otra montaa la detenga, inaccesible y area, all est su objet ivo: La Forad. ___ Qu bello lugar! ___ pens y, sintiendo el frescor de la maana sobre su espalda sudorosa, volvi al interior de la pequea choza y se acurruc en uno de los rincones del habitculo, buscando proteccin contra el leve viento que el amanecer levanta. All qued dormido y el sueo se apoder de l * Juan Manuel Maestre Carbonell 56 So con aquel da, cuando ya haba recorrido el amplio y cm odo camino hasta el collado de la pea y cruzado los yermos y descuid ados bancales a cuyo trmino el verde oscuro de los pinares arropaba la rojiza y desplomada pared. Por la marcada senda, rode la muralla p trea y al hacerlo el primer brillo del sol ceg sus ojos acostumbrados a la oscura cara norte. Al fondo, la lnea plateada del mar le dio la bie nvenida en el lado opuesto de la cresta donde la imagen fra y oscura de la piedra se torn clida y amable. Torci la senda y a los pocos metros detuvo el montaero su marcha. Haba llegado, a pesar de que la ina lcanzable cima le miraba desde cincuenta metros ms arriba de su pos icin. No tard en encontrar el viejo y oxidado recipiente que contena en su interior el libro registro de la cumbre: una especie de talonario donde anotar sus datos montaeros y cuantas apreciaciones diera lugar para dejar constancia de la ascensin a la cima de la montaa. Todava no haba terminado de escribir cuando una voz susurrante llam su atencin: ___ No es justo lo que escribes! La voz le asust. Mir a su alrededor y como no vio a nadie pens que seguramente habran sido imaginaciones suyas, o el producto del viento leve al atravesar ramas y oquedades rocosas. Pero la voz insisti. ___ No es honrado lo que en ese papel escribes! S obresaltado por la claridad con la que haba percibido el nuevo susurro, gir sobre s mismo tratando de descubrir la procedencia de aquella clida y ensoadora voz que, sin enfado, le recriminaba lo que estaba haciendo. Como a nadie vio y seguro estaba de haberla escuch ado, mirando a su alrededor pregunt angustiado: ___ Quin eres Una parte de la rocosa montaa se ilumin con destellos de color sobresaltando al montaero que, atnito por la fantstica visin, no d aba crdito a sus ojos. Ella estaba all. La serena belleza de aquella ptrea mujer de largos y rubios cabellos verta sobre l su inquietante mirada. ___ Dios mo! Quin eres t No puede ser! Historias de mi mochila 57 Juan Manuel Maestre Carbonell 58 ___ Yo soy quien t has venido a ver. Me llaman La Forad. ___ Pero! Las montaas no hablan! No puede ser! En un gesto instintivo, frot sus ojos queriendo salir del incoherente sueo en el que estaba inmerso. Pero no despert y ella segua all, y le estaba hablando de nuevo. ___ Te equivocas montaero, yo lo estoy haciendo contigo! ___ Conmigo! Por qu ___ Pregunt sin calmarse. ___ Porque hay en ti nobles aspiraciones que la equivocada codicia, con su engaoso honor, puede destruir. ___ No te entiendo. Y por qu dijiste que no era honrado lo que e scrib. La mujer dej pasar un breve pero necesario espacio de tiempo para calmar la ansiedad del montaero. Al poco volvi a decirle: ___ Porque como otros muchos que tambin inscribieron sus no mbres en ese registro, tu tampoco has subido a lo ms alto de m. No has llegado a mi cumbre como afirmas en ese pequeo papel. ___ Oye, oye! Que yo no subo hasta arriba porque el buzn de regi stro est aqu! Adems, me parece difcil y peligroso aventurarme en tus paredes. Podra caerme. Yo soy montaero, no soy escalador. Su tono era de justificacin. Era evidente que le haba molestado aquella observacin, que nunca se le haba ocurrido pensar. Cuando despus quiso disculparse su tono de voz y el titubeo de sus palabras le delataban. ___ De todas maneras ___ dijo ___ Qu puedo encontrar ah arriba que no tenga ya aqu abajo. .. ___ l mismo se contest ___ Nada! Solo darme un batacazo y a eso no estoy dispuesto. ___ Nada hay ms lejos de mi deseo, pero mi gozo es el gozo del que se encuentra a s mismo buscndose en m y tu no puedes encontrar de ti mismo ms que tu propio nombre escrito en un papel que solo vale mie ntras dure ese concurso que tu pretendes ganar y que, como ves, no en bu ena lid, con el honor que debe caracterizar al montaero. El hombre qued mudo reflexionando las ltimas palabras de aquella aparicin, mitad mujer, mitad roca. Al cabo de un rato, ms tranquilo, volvi a dirigirse a ella. Historias de mi mochila 59 Juan Manuel Maestre Carbonell 60 ___ Escucha! __ dijo ___ Yo no soy quien organiza este concurso de cumbres y no s si est bien o mal esta pequea mentira, pero si no fuera por ella t estaras aqu siempre triste y solitaria y no tendras ni siquiera el apelativo de cumbre, que no debes olvidar, fuimos los montaeros qui enes graciosamente te lo otorgamos. ___ Te equivocas montaero! Fuisteis vosotros mismos los que os disteis una cumbre sin que yo llegase a tener conciencia de tal hasta que Por fin! Algunos me hicieran sentirlo con su lucha, su amor y su entrega sin reservas ni dobleces, sin registros, sin notarios, y sin ms premio que llegar hasta lo ms alto de mi ser. ___ Qu quieres decir ___ le increp el montaero ___ Que esto de los buzones de registro es una tontera ___ No es una tontera siendo una frmula para acrecentar el ace rcamiento ms continuo y profundo con el mundo natural, pues con ello se propicia el conocimiento de uno mismo, pero se convierte en bajeza y de shonor al huir de los conceptos de honradez y veracidad que ha de acred itar a quienes practican este noble deporte. ___ Entonces segn tus palabras, t prefieres estar aqu sola y condenada al olvido de todos cuantos hasta aqu venimos, antes que p oder gozar de fama y nombre en nuestro mundillo montaero ___ Mira, mis preferencias estn donde t encuentres sin engaos la propia satisfaccin y gozo. No soy yo quien ha de decidir qu es lo mejor y lo ms sensato, sino t. Por mi parte, como cualquier otra cumbre y al igual que os ocurre a los humanos, prefiero amor y pasin antes que int ers. Yo quiero ser esa cumbre que todos suean. Motivar el fuerte deseo de superacin y lucha a quienes puedan ver en mi conquista la victoria de ellos mismos sin ms premio a su valor que la satisfaccin propia y, si acaso, la recompensa de mi mayor comunicacin Montaa-hombre sobre los vientos de mi cspide. ___ T ests como una cabra! ___ El hombre haba recobrado tra nquilidad. Haba aceptado estar hablndole a una montaa. Historias de mi mochila 61 ___ Acaso piensas que alguien con sensata cabeza va a incluirte en un calendario de cumbres donde participen nios y personas mayores, obligndoles al peligro de escalar tus paredes ___ No sera, desde luego, sensato y s ciertamente peligroso. ___ Prefieres entonces ser ignorada y olvidada ___ Prefiero, en todo caso, ser amada y conocida por aquellos que busquen en m un ms alto escaln en su vida deportiva. Dicho esto, la vaporosa imagen de mujer se esfum, difumin ndose su bello rostro, pero dejando or por ltima vez su mgica voz. ___ Haz lo que en conciencia debas hacer. Apagada la extraa voz, se rompi tambin aquel silencio vac o y casi fantasmal que haba reinado. Y volvieron al lugar los ruidos y r umores de la vida natural. Nuestro personaje qued pensativo y malh umorado, meditando sobre la absurda conversacin que haba tenido nada menos que con una montaa! No llegaba a convencerse de que realmente fuera cierto. Al rato sali de su abstraccin, tom sobre sus hombros su mochila y, rompiendo distradamente en pedacitos muy pequeos el cupn de registro, comenz a caminar guardando en un bolsillo del pantaln los restos del destrozado papel que le daban der echo al premio pese a la no conquista de aquella cima. * ___ Eh! Despierta, dormiln! El recin llegado golpea con su pie la bota del dormido monta ero que, acurrucado en su rincn, esperaba la llegada del amigo. Sobr esaltado y perezoso despert. ___ Hummm! Me he quedado dormido. Qu hora es ___ Son ms de las ocho de la maana, dormiln. Para qu queras madrugar ms y no esperarme, si luego te duermes ___ No. No es eso. Tena impaciencia por estar aqu, seguro de no p oder dormir en mi casa. Juan Manuel Maestre Carbonell 62 ___ Bueno, basta ya de chchara y marchemos, que se est haciendo tarde. ___ Has trado el material Le pregunta mientras se levantaba. ___ Pues claro hombre! Cmo sino vamos a poder escalar La For ad ___ Andando! ___ Dicho esto carga sobres sus espaldas la mochila y alcanza a su compaero que ya haba comenzado a caminar. Los dos amigos recorren, en breve tiempo, el trecho que separa ermita de la montaa. Al acercarse el gran forat que da nombre a la r oca, deja colar por l la luz del sol que calienta la vertiente sur orientada al mar. Alcanzada la base de las paredes, el amigo experto saca el mat erial y mientras se ata la cuerda sobre el pecho le pregunta a su amigo: ___ Cmo es que te ha dado ahora por escalar, a ti, que nunca te ha gustado hacerlo Y por qu precisamente te empeaste en venir aqu ___ No lo s muy bien. Creo que se lo debo a una amiga. ___ A una amiga A quin ___ Venga empieza! No perdamos ms tiempo que ya te la present ar. Con seguridad, e increble sencillez, el ms veterano de los dos va ganndole el terreno a la roca, alejndose del suelo con la armona de un bailarn de ballet, mientras torpemente asegura la cuerda el inexpe rto amigo. Aunque apenas le ve, escucha al fin su voz. ___ Ya est! Sube! El primero ha llegado a la cumbre. Le toca iniciar la escalada a nuestro personaje y nota un cosquilleo nervioso que recorre por todo su estmago hasta el momento mismo de comenzar a escalar. ___ Voyyyy! Todava no se ha elevado del suelo ms de cuatro o cinco metros cuando una sensacin de inseguridad comienza a apoderarse de todo su cuerpo hasta verse impedido de la agilidad de movimientos necesaria para continuar. Siente como si llevase en la boca una alpargata de esparto, tal es su sequedad. Sus manos se aferran a la roca con violencia y las siente doloridas y cansadas. Sus pies no se estn quietos, impr i Historias de mi mochila 63 miendo a todo su cuerpo un temblor que aumenta y hace peligrar su equilibrio sobre la pared. Las presas de la roca le parecen cada vez ms pequeas, y el suelo ms lejano. Al llegar al vrtice de la cresta, el horrendo abismo de la cara norte le hace echarse hacia el otro lado en un instinto mecnico de ev itar el peligro. Todos los cantos de roca que encuentra le parecen dim inutos. Siente que el vaco le llama y se aferra con ms fuerza. Las manos se le estn agarrotando. Est pensando en abandonar. Slo quiere olv idar que est all; salir de all. Se convence de no estar hecho para este sufrimiento y ahora slo piensa en bajarse de aquella pared, pero sigue hacia arriba. Literalmente colgado de las manos y bien apoyados los pies, le gritan que debe relajarse o caer por su propia histeria muscular. Qui ere acabar cuanto antes con aquel terror que le oprime. Sabe que no aguantar mucho tiempo en esta situacin de pnico que asalta todo su ser. ___ nimo! Reljate y sube luego con decisin ___ le gritan desde arriba . El veterano sabe muy bien por los momentos que est pasando su amigo. Su inexperiencia no le permite ver con la antelacin suficie nte el riesgo y el peligro, y su lgica carencia de la tcnica le lleva a desc ubrir esta amenaza fsica, cuando ya se encuentra inevitablemente en ella. Mientras el nefito intenta ordenar en su mente sus ideas y d eseos que, rpidos y confusos se agolpan en su cerebro, resopla inte ntando volver a una tranquilidad que por ms que se esfuerza no encue ntra. Subir, bajar, seguir, abandonar, desistir, luchar, huir, descender o superarse Es el momento crucial que solo unos instantes dura y que deciden su propio perder o ganar. Se decide. ___ Recupera que voyyy! En su cabeza el objetivo es subir y a partir de este momento se mentaliza que no cabe otra cosa que mirar hacia arriba y seguir esc alando. Con temblor fsico, pero fortaleza mental, gana el encfalo al Juan Manuel Maestre Carbonell 64 msculo una partida trascendental que finalmente resuelve la llegada a la cumbre. Su amigo le est esperando sonriente. ___ Qu Cmo lo has pasado ___ Uf Fatal! No cre que pudiera subir. ___ Pero como ves, ya ests aqu arriba. ___ Si, ya estoy en paz! ___ En paz con quin ___ Le pregunta el compaero extraado. ___ En paz con ella conmigo con todo. Qu s yo! ___ T ests como una cabra de loco, Lo sabas ___ Ja,ja.ja.ja! ___ La risotada de ambos es larga y sonora, rebotando entre los pinares. Los dos rieron largo tiempo sin saber muy bien de qu. A sus r isas espontneas, se le uni la dulce voz, que slo uno de ellos poda or. ___ Nadie goza ms, que quien arriesga lo mejor de s mismo! Volvi a pensar que soaba el mismo sueo que en la maana, pero no. Sonri para s. Meti la mano en el bolsillo de su viajo pantaln bvaro y sac unos pedacitos de papel. Los mir y los lanz al viento arremolinado que pronto se los llev lejos. ___ Qu haces Le pregunta extraado el amigo. ___ Tirar lo que ya no necesitar nunca ms! Ambos volvieron a rer igual que antes, sin saber por qu, de la forma ms sincera y natural. *** Historias de mi mochila 65 ra evidente que la escalada haba ocupado prcticamente toda su etapa juvenil y se haba prolongado durante toda su vida, en la med ida de sus posibilidades fsicas. Sola decir que escalar era como montar en bicicleta, que nunca se olvidaba. Siempre le interes cualquier cosa relat iva a ella. Vivi sus inicios en su Mediterrneo natal y en la prctica alca nz el ttulo de Monitor de la E.N.A.M. valenciana, ttulo del que nunca hizo uso, a pesar de los muchos cursillos sociales que imparti en su club de montaa, participando as en el desarrollo de este deporte en su comarca. Muy pocos escaladores de la zona le reconocan como tal, pues eran ign orantes de tal ttulo, del que nunca presumi. Aprendi los cdigos ticos del escalador de la pluma de los escritores de montaa, cuyos primeros libros cayeron tempranamente en sus manos: Gaston Rbuffat, Georges Sonnier, Frisn-Roche y el espaol Agustn Faus, creador del primer di ccionario de la montaa y con quin, por esas paradojas de la vida, co mpartira luego, muchos aos despus, innumerables tertulias literarias ante mi presencia, y tambin algunas excursiones, gracias al excelente estado fsico del octogenario escritor que incluso lleg a escalar el Nara njo de Bulnes para celebrar su ochenta y seis cumpleaos. Fruto de aquella amistad, lleg a preparar la edicin de las memorias del insigne escritor, al que haba admirado desde su ms tierna adolescencia, y se ocupara personalmente de la publicacin de su biografa titulada La larga excu rsin, setenta aos de montaas y amigos. Por ello, a nadie debe extraar que sus primeros cuentos fuesen sobre cuestiones ticas sobre la escalada en roca, el deporte que semana a semana le ocup mente y cuerpo durante muchos aos; exactamente d urante toda su adolescencia y juventud. E Juan Manuel Maestre Carbonell 66 Luego, lleg un tiempo que marc el inicio de la escalada deport iva en Espaa. Algunos recordarn que, en un primer momento, se des arroll en la misma montaa, algo que no casaba bien con el espritu tr adicional, especialmente por el gritero y el espectculo que ofrecan aqu ellas primeras competiciones llevadas a cabo en zonas donde siempre a ntes haba reinado una paz, slo rota por el estridente martilleo al clavar los pitones en la roca. No, aquellas aglomeraciones de meros espectadores vociferantes, para l, no pintaban nada en aquel terreno. La nueva moda le preocup a mi compaero, que no tard en rev elarse contra lo que a l le pareca una autntica mamarrachada, por cuanto trasgreda una de las reglas ticas ms decisivas de la escalada tradicional, tal y como estaba considerada desde los tiempos de Mu mmery. El tiempo luego le hara cambiar de opinin y fue aceptando, poco a poco, el nuevo deporte, y lo hizo cuando finalmente fue expulsado de las montaas semejante espectculo. Bien estaba que la escalada deportiva se convirtiera en una actividad de competicin, pero mejor estuvo que finalmente fuera desterrada de la montaa. l pensaba que, de esta m anera, quedaba totalmente claro el tmido parecido que exista entre aqu ella nueva actividad y la autntica escalada. Tanto le preocup aquello en su momento que escribi, no un cuento, sino toda una novela dedicada al tema a la que titul La profeca y naturalmente nunca se public pues, l mismo reconocera tiempo de spus que no era un buen trabajo. Saba que le faltaba oficio y que aquella historia haba sido prematura . Mucho tiempo despus retom aquellos olvidados folios y les aplic el borrador generosamente hasta que alcanz la dimensin que consider apropiada para aquel pasaje, que bien pudo haber ocurrido alguna vez en alguna montaa, toda vez que aquella burda novelita condensaba impl citamente no slo el inicio de la escalada deportiva, sino tambin la ete rna discusin entre la escalada libre y la escalada en artificial. l, situ aquella doble discrepancia en la Pea del Corv, (Pea del Cuervo), ta mbin conocido como Espoln de la Cruz, una roca que conoca muy bien . Historias de mi mochila 67 Huye la nocin del tiempo al llegar a la cima de la montaa. Pobres terrenales! Extraviados en el silencio indescifrable de superiores alturas, interiorizando instantes inolvidables Abstrados de lo banal para poder elevarnos hasta lo insondable. La ltima escalada Moneo y Mere llevaban slo media hora de camino desde que dejaron atrs las ltimas casas del ncleo urbano, cuyas solitarias bo mbillas acababan de apagarse. Los dos amigos conocan bien el lugar pues todos los itinerarios que recorran las ocres paredes del espoln haban sido abiertos por ellos en los ltimos meses lo cual, no les confera mayor mrito que el de haber sido pioneros de la escalada en la zona. Alcanzaron la base de las paredes y con un gesto casi gemelo d ejaron caer sus mochilas sobre el pequeo rellano de tierra pisada. Mere sac de su mochila una pequea radio de transistores y la conect pero, cuando su compaero le recrimin, la volvi a guardar aunque sin ap agarla. La msica sigui escuchndose aunque, amortiguada por la lona de la mochila, ya no resultaba tan estridente. ___ Eres un purista de la ostia! ___ lo dijo sin mostrar enfado y aadi. ___ Venga, no te enfades y a la faena! La faena a la que se refera no era otra que la de enderezar a martillazos los retorcidos clavos. Cuando Mere acab se frot las manos con una sonrisa y ante la sorpresa del otro sac unas escalerillas de cuerda, con los peldaos de madera, que haba trado celosamente guardadas en el fondo de su m ochila. ___ Chata, channnn...!, Ya estn!, y te aseguro que mi trabajo me ha costado. La madera es de fresno, como corresponde. He tenido que rebu scar por todo el taller y menos mal que encontr un tarugo perdido entr e el montn de retales. ___ No me habas dicho nada. Juan Manuel Maestre Carbonell 68 ___ Sorpresa... Made in Mere el carpintero! __ _ sonre ms todava mostrando, con su mano en alto, unos estribos cuyos peldaos de m adera haba laboriosamente lijado y pintado con barniz. ___ Y ya puede llover!, que estn hechos a prueba de diluvio. ___ Segn t, se acabaron los imposibles. ___ Ya estamos con la discusin de siempre!, Con esto y unas bu enas clavijas... ___ pero el otro no le dej acabar. ___ Se acabar tambin una gran parte de la aventura que tiene la escalada. ___ ...Tonteras. Se vencer lo que hasta ahora es invencible, pero nada ms. ___ Tambin morir el valor bajo el temple de un buen clavo de m etal ___ Mere le mir y quiso dar por terminada la conversacin con una frase, tan lapidari a como agotada en su uso. ___ Nada detiene al progreso!... Venga, vamos! ___ Se incorpor con aquel manojo de clavijas y tacos de madera, que tambin l haba fabr icado. Mere se enfrasc en la tarea de desenrollar la cuerda de camo de alta calidad, mientras su compaero ordenaba convenientemente las clavijas por tamaos. El sol comenz a llegarles tmidamente. ___ T no lo crees pero la gran revolucin llegar a este deporte y... quin sabe, si no estaremos algn da en las Olimpiadas. Moneo mir a su compaero pero no le contest, y sigui ord enando el material. Ya conoca las teoras de su compaero sobre la ev olucin de la escalada y naturalmente no las comparta. Para l la escal ada pasaba inevitablemente por la comunin ntima con la naturaleza que all, en aquel mismo momento compartan, aislados de todo el mundo que les rodeaba. Nada les distraa ni nada ajeno a aquel lugar les preocupaba, solo ellos y la montaa. Cada cual concentrado en su pr opia supervivencia pero notando... mejor an sintiendo. l, la sensacin de formar parte de la misma roca por la que suba como si realmente fuesen uno slo; un todo en la existencia; una misma cosa que est desgranada y que, cuando se une, vuelve a ser armona. Es como una ley no Historias de mi mochila 69 escrita pero que existe en la parte ms infinita del cosmos. Moneo saba que la idea era disparatada pero Era tan bella! Y desde luego no pens aba admitir que fuese locura, como casi todos sus contemporneos le achacaban cuando al final de una breve conversacin sobre el porqu de l a escalaba terminaban siempre colgndole ests loco. Aquellos eptetos no le afectaban, ya que sus interlocutores nu nca haban experimentado las sensaciones de las que l hablaba. Ms grave era cuando venan de los propios compaeros del Centro Excu rsionista pues aquellos al igual que l tenan cada domingo contacto con la naturaleza y deberan entender las sensaciones de las que l hablaba, pero no era as. La lpida final era el mote con el que les definan Chupa -rocas. Mere en cambio, defenda el avance tecnolgico por encina de cualquier cosa, subir!, vencer! era lo principal para l, a costa de lo que fuera. Esa era la mayor diferencia entre ambos. ___ Venga Moneo! Ven aqu, que d el primer paso. ___ Qu, mucho avance de la tcnica, pero al final siempre me lo cargo yo, No ___ Calla y agchate! Mientras Moneo se puso en cuclillas, el otro trep por su espalda hasta situarse encima de los hombros con las consiguientes quejas del que soportaba el peso. ___ No, si es lo que yo digo!, Venga hablar de futuro y de revolucin, mucho estribo made in Mere el carpintero y luego Moneo a cargar con el mochuelo Venga hombre! Que pesas como una vaca! ___ Calla y aguanta, que ya est... Voyyy! ___ Ayyy! Pero qu bruto eres! ___ No seas quejica que ya est ___ Dicho esto tom el ltimo impulso apoyando un pie sobre la cabeza de Moneo y, haciendo oposicin con las palmas de sus manos sobre un saliente de roca, consigui superar la desplomada panza inicial de la pared y encaramarse sobre una pequea y redondeada repisa donde, con una buena dosis de equilibrio, logr ponerse de pie. Juan Manuel Maestre Carbonell 70 Alcanz la primera clavija puesta en el intento de la semana a nterior, enganch un mosquetn por el ojo del clavo slidamente intr oducido en la pared, y desliz con la habilidad de una sola mano la cue rda que le una a su compaero. No haba ms clavijas en la pared desplomada y lisa. No exista resalte ni grieta que fuera lo suficientemente ancha para poder introducir, aunque fuera un solo dedo y las que se advertan metro y medio ms arriba del solitario clavo eran inalcanz ables en escalada libre de tal modo que el domingo pasado se haban convencido de su inaccesibilidad prometiendo volver con refuerzos. El refuerzo eran los estribos. Moneo ya se haba pasado la cuerda por encina de su hombro izquierdo y luego por debajo de su axila der echa, colocndose en posicin de poder retener cualquier eventual cada de su amigo que ya se dispona a estrenar el novedoso material. ___ Atento que comienza el baile! ___ Estoy atento. Cuando quieras! Mere coloc cuidadosamente juntos los mosquetones de los dos estribos, de manera que no pudiera pellizcarse la cuerda. Un tercer estribo colgaba por uno de sus hombros sujeto a la cuerda atada al pecho y con precisin de movimientos subi sobre los segundos peldaos del artilugio. ___ Joder, Mere! Qu tcnica! Pareces un especialista! ___ Le so rprendi la facilidad con la que haba ejecutado los movimientos su compaero. ___ Hombre! ___ contest resoplando ___ Mi entrenamiento me ha co stado. ___ Ah s! Has estado entrenando esta semana y no me haban d icho nada eh! ___ Calla y estate atento! , que ahora viene lo interesante. Con la delicadeza de un cirujano introdujo la punta del clavo en una grieta vertical de la pared y con su maza comenz a darle golpes, muy suaves al principio, y con toda contundencia despus, hasta que estuvo convencido de su solidez. Historias de mi mochila 71 Juan Manuel Maestre Carbonell 72 ___ Esto est hecho! Dame cuerda, rpido! ___ La misma operacin se repiti en el siguiente paso, pero surgi una nueva dificultad. Las nicas grietas a su alcance tenan un calibre de anchura que triplicaba el grosor de las clavijas y, aunque eso no era un impedimento para l, no le hizo gracia tener que recurrir a clavar en flor, sobre todo en una fis ura vertical. Con cuidado las introdujo juntas en la grieta y no dej de golpear con su martillo hasta que estuvo seguro de que ya no podan entrar ms. ___ T fjate que mogolln! Anda que no va a cambiar esto! Te imaginas cuando las clavijas estn siempre puestas... Pero no como ah ora, si no soldadas o pegadas, O qu se yo! Sea como sea, pero a prueba de mil kilos, por lo menos. Y si no la cuerda esta! Ya vers cuando inventen cuerdas elsticas con goma o lo que sea! ___ Venga hombre! Menos fantasas y sube, que el que tiene que ser ligero eres t. ___ Dame cuerdaaa...! ___ Grit exageradamente. Luego, ms tra nquilo ___ Esto es genial Moneo! Imagnate cuando todo esto evolucione ms todava. ___ Tu teora no me gusta nada! De su boca no sali ningn otro com entario pero la expresin irnica de su cara, que su compaero no poda ver, delataba su pensamiento ___ Tu teora la conozco bien Ho mbre, lo de la cuerda ms ligera y resistente no estara mal, pero eso de llenar una pared de hierros creo que no me gustara nada... Y lo de las Olimpiadas me parece ya una barbaridad impensable. El sol lleg con toda su fuerza hasta la base de la pared. Moneo se ha girado ligeramente, dndole la espalda para evitar la molestia que su intenso brillo le ocasiona. La maana transcurre con normalidad, como otros muchos domingos. Desde su posicin, tan pegado a la roca, no puede ver las evoluciones del compaero y seguramente habra vuelto a sus propios pensamientos, si de repente no hubiera ocurrido aquello: ___ Qu... ___ Qu pasa Historias de mi mochila 73 Todo haba cambiado. Nada, salvo la roca, era igual. Gentes de extraa vestimenta les rodeaban. El da se haba vuelto gris y tampoco el entorno era el mismo. El choque fue brutal para l y se reflejaba en la extraeza de su cara. El gento resultaba agobiante, dado el poco espacio que ofreca el lugar. El centenar de personas que all se encontraban, repartidas sobre las rocas prximas a la pared y en los pocos espacios libres que qued aban, contrastaba con la soledad que, hasta aquel momento, haba imperado en el lugar. Se dio cuenta que una carretera asfaltada pasaba ahora muy ce rcana al lugar y desde ella, un amplio camino se acercaba hasta las par edes donde l se encontraba. Moneo fij su atencin en el trazado que segua el asfalto hacia el valle, bordeando la ladera de la montaa por donde debera estar el pequeo bosque de pinar que aquella misma maana haban atravesado y que ya no estaba. Llam su atencin la ciudad, cuyas calles llegaban hasta las mismas faldas de la sierra y ms all se extendan hasta acosar, con los rojos tejados de mazacotes edif icios, las cumbres de todos los relieves montaosos que circundaban el valle. No el paisaje, pero s su nuevo contenido, era ahora desconocido para l. El suave rumor de aquel pueblo al despertar la maana, que haba apreciado al venir hasta aqu, se haba convertido en un ruido que resultaba molesto, especialmente por los coches, que se perciban ahora con desagradable nitidez. Su estupor fue en aumento al volver la mirada hacia la gente. Sus vestimentas eran de lo ms variopintas, en las formas y tambin en los colores, descaradamente chillones e incluso alocadamente brillantes. Moneo lleg pronto a la conclusin de que, a pesar de aquellas pintas eran espaoles, pues reconoca perfectamente las voces que escuchaba, pero no acertaba a comprender el significado de aquellos letreros en sus ropas, que casi todos llevaban. No los haba visto nunca: Nike, Ke lme, Adidas, Fila... Ms bien parecan gimnastas que cualquier otra cosa y lo ms extrao era que, pareciendo que aquellas prendas eran nuevas o casi Juan Manuel Maestre Carbonell 74 nuevas, la gran mayora de ellas llevaban remiendos de otro color en los codos de las chaquetas e incluso rodilleras en los pantalones. Qu poco gusto y que cosa ms extraa!, Y nadie llevaba pana! El sonido de un megfono le sac de sus cavilaciones. El pblico busc con la mirada hacia un extremo de la roca por donde aparecieron unos chicos. ___ Seoras y seores, damos comienzo a la competicin! ___ Despus de una pausa volvi a escucharse ___ En primer lugar los escaladores di spondrn de tres minutos para examinar la va y recibir de los jueces de la prueba las normas de competicin! Una msica chillona, que tampoco conoca, son por los altav oces. La gente aplaudi a los chicos que iban situndose al pie de las p aredes. Eran una quincena de muchachos cuya ropa todava le pareci a Moneo ms extraa, sobre todo por los ajustados pantalones que le r ecordaban a los trovadores medievales. Algunos calzaban sandalias o alpargatas y otros unas extraas zapatillas parecidas a las de ballet cl sico, aunque bastante ms resistentes, y todos ellos llevaban puestos unos raros cinturones que les sujetaban igualmente las perneras. ___ Primer competidor: Pachi Ramrez! Apareci un chico que vena ya atado a un extremo de la cuerda. El tal Pachi, introdujo entonces sus dos manos en una pequea bolsita que llevaba sujetada en la parte de atrs del curiosos cinturn y se unt ambas manos de un polvo blanco que a Moneo le pareci el mismo que una vez vio utilizar a los trapecistas del circo. La gente dej de hablar y prest total atencin al muchacho que comenzaba la escalada. Sus raras zapatillas buscaron los diminutos resaltes que ofreca la roca y despus de un par de pasos, ejecutados suavemente, pas la cuerda por el mosquetn que le supuso el primer seguro. Algunas personas comenzaron a animarle. Ahora vena lo bueno! Pens Moneo que conoca bien aquella roca, pero sus ojos se abrieron como platos cuando vio como el escal ador, en un movimiento absurdo, levant su pierna derecha hasta ms arriba de la cabeza y apoyando el taln sobre un canto diminuto, efe ctu un bloqueo sobre su antebrazo izquierdo y sin aparente esfuerzo Historias de mi mochila 75 dio un suave tirn con el derecho superando as el primer obstculo de la va, recuperando luego una posicin equilibrada desde la cual poder asegurar la cuerda sobre el siguiente mosquetn. Cmo la haba hecho Moneo no sala de su asombro por la i ncreble facilidad con la que aquel jovencito haba superado un paso, que a l mismo le haba costado varios intentos, y mucho esfuerzo. A la ge nte tambin le haba sorprendido la atltica ejecucin del chico y lo d emostraron con voces de nimo en una incomprensible jerga que no ll egaba a entender: ___ Guay, to!, Cmo mola!, Qu pasada! ___ palabras desconocidas, que deban servir para expresar alegra, a juzgar por las caras de las gentes que las proferan. ___ Qu flipada de paso to!, nimo!, Chapa, chapa! ___ gritaban a lgunos espectadores enardecidos por las evoluciones de aquel tal Pachi que deba ser un escalador muy bueno a juzgar por la facilidad con la que estaba resolviendo, ante el asombro de todos, las dificultades del itinerario. No lo hace nada mal!, pens, pero no era lo mismo llegar a los seguros ya puestos, pasar la cuerda y seguir, que tener que realizar todo el penoso y agotador trabajo de clavar las clavijas. Decididamente aquello no era lo mismo. El nico paralelismo existente con la escalada, era el hecho de subir por la pared y el esfuerzo fsico que haba que de sarrollar, pero las emociones eran muy distintas. Aquello era como un juego ms o menos seguro, como pueden serlo otras actividades d eportivas, donde el riesgo existe pero ha sido previamente minimizado. De repente, la exclamacin de decepcin del pblico distrajo a Moneo de sus pensamientos. Pachi Ramrez no pudo superar uno de los ltimos pasos de la escalada y cay un par de metros para quedar sujeto finalmente por la cuerda. El que le aseguraba haba reaccionado bien y el peligro haba sido conjurado, y adems ___ Qu maravilla! ___, sin esfuerzo aparente y sin dao perceptible para ninguno de los dos impl icados en el vuelo. Juan Manuel Maestre Carbonell 76 ___ Hagan apuestas!, Hagan apuestas! ___ Alguien gritaba entre la gente ___ Hagan apuestas seores!, Siete a uno a favor de Potato!, Hagan apuestas, siete a uno para Potato! El siguiente escalador haba comenzado su actuacin, aunque el pblico no le prest la misma atencin que al anterior, por lo menos no todo el pblico estaba igual de atento. ___ siete a uno, siete a uno a favor de Potato! Aquel hombre era igual que un vendedor del mercado, ofrecie ndo sus frutas y hortalizas, o mejor a un marchante de apuestas en las peleas de gallos que alguna vez haba presenciado en la feria del pueblo. Algunas personas le daban dinero ___ Siete a uno!, siete a uno a favor de Potato!, hagan apuestas!, hagan apuestas! El escalador haba cado. El rumor del pblico delat el hecho. El chico no haba logrado llegar ni siquiera hasta la misma altura que h aba alcanzado el otro, pero con igual diligencia el asegurador se ocup de descolgarle hasta el suelo. __ El siguiente escalador es Frank Potato, y entrar al set en breves momentos! El tal Frank Potato realiz con elegancia los primeros pasos. La musculatura de sus brazos le daba una apariencia de gimnasta impr esionante, y la facilidad con la que logr superar las dificultades de la roca arrancaron continuas exclamaciones del pblico. Con igual limpi eza ejecut el primero de los obstculos serios del trazado y su taloneo fue perfecto. Sin aparente esfuerzo fue ganando altura sobre la pared venciendo, una tras otra, las trampas que la va encerraba. En el ltimo paso qued colgado materialmente de un dedo, mientras todo su cue rpo penda sobre el vacio. Con tranquilidad llev la otra mano sobre la bolsita que colgaba en su espalda a la altura de la cintura e impregn sus dedos del polvo blanco que luego limpi de un soplido y, sin entr etenerse en el gesto, lanz el brazo como un golpe de ltigo al tiempo que tir de todo su cuerpo a pulso logrando asir una nueva presa a mayor altura y salvar aquel difcil y ltimo paso. Cuando se hubo asegurado al Historias de mi mochila 77 mosquetn de la cadena que marcaba el final del recorrido en la comp eticin, Frank Potato alz ambos brazos con grandes muestras de euforia en seal de victoria y luego se dej bajar tranquilamente. El escalador Pachi Ramrez se encontraba entre el pblico, junto a otra persona que pareca ser su entrenador. Ninguno de los dos p udieron evitar una muesca de frustracin y enfado ante el xito del chico, que result todava ms evidente cuando al pasar junto a ellos el esc alador, contento por su actuacin, el entrenador le sujet por un brazo lanzndole un feo gesto de amenaza. Frank Potato se liber dando un tirn y se march sin decir nada ante el monumental enfado del hombre que continuaba gesticulando con el puo cerrado, aunque no haba el evado su tono de voz. La competicin continuaba con un nuevo escalador en liza, pero la atencin de la gente haba vuelto a disminuir. Los corros eran ms numerosos y hablaban entre s, ajenos a las dificultades que estaba p asando el escalador. Pero Moneo se haba desentendido de aquella entrevista nada ms escuchar el nombre de la va que haban escalado los competid ores: Qu es eso de la va Machcate las Neuronas, Cmo es posible que llamen de otra manera a nuestra va, si se llama Va Caramelico, Qu clase de tica montaera tienen estos brbaros Pero bueno!, Ha brase visto! ___ Polos!, Hay polos!, de limn y menta oiga! Hay polos! Moneo se volvi rpidamente. Esto es ya el colmo! Dio un salto para dejar espacio al vendedor que pasaba con su carga sin ningn m iramiento y cambiaba de sonsonete al ver que su posible clientela era algo ms madura. ___ Coca-Cola, Fanta! Cerveza fresca, oiga! Moneo se convenci de que el hombre no le haba visto, y para asegurarse salud a gente muy prxima a l, pero nadie hizo ni el ms mnimo gesto. Nadie poda verle. ___ Con todos ustedes el ltimo competidor del da! Juan Manuel Maestre Carbonell 78 El escalador no tard en caer demostrando su bajo nivel tcnico frente a sus predecesores. La competicin haba finalizado y despus de unos minutos de espera, por los altavoces se escucharon los nombres de los primeros clasificados y la puntuacin que haban obtenido. La nominacin se hizo de atrs hacia delante hasta llegar al primer clasif icado. ___ Y el ganador es Frank Potato! La mayora del pblico aplaudi el resultado, que a todas luces haba sido justo, ya que el joven Potato haba sido el nico que cons igui finalizar el recorrido. Una vez entregados los premios, el pblico se fue retirando en direccin a los vehculos, aparcados muy cerca. Los que parecan ser los organizadores de la prueba estaban retirando las cintas de papel que haban pegadas por la pared para delimitar el trazado de la ruta, al tiempo que recuperaban los mosquetones que haban servido como seguros en la escalada, sin embargo, las robustas clavijas quedan all todava clavadas, o pegadas, en el mismo sitio, abandonadas. Esto es como un circo! Pens Moneo ante el ajetreo reinante. Varias personas portando unas bolsas se ocupaban de recoger toda cl ase de papeles y latas que haban quedado esparcidos por el suelo y que daban una imagen deplorable al lugar. ___ Moneoooo! ___ Mere le estaba llamando. ___ Moneoooo! ___ Ya voy! __ ___ Qu pasa. Ests sordo o qu Moneo hubiera querido explicar a su amigo aquello, pero ya no haba nadie all. Todos haban desaparecido. La claridad del da regres y todo volvi a la normalidad. El bosquecillo estaba reluciente. No haba asfalto, ni camino, ni el valle abarrotado de edificios, ni ruido de c oches... Todo estaba igual que antes Qu haba pasado all Moneo se frot la cara y tambin se toc la cabeza. La tena caliente pero eso era normal. Mir y mir hacia todas partes... Nada, ni siquiera aquellas robustas clavijas que tanto le so rprendieron y que haba visto abandonadas, estaban ahora all. Historias de mi mochila 79 ___ Moneooo! ___ Volvi a gritar su amigo ___ Subes o qu ___ Joder! ___ solt con evidente enfado ___ La gente..., el heladero... Qued un instante callado y finalmente se convenci ___ Aqu no hay nadie!. ___ Qu dicesss ___ Nadaaa, que ya voyyy! ___ Mere le haba tirado dos de los estr ibos desde arriba. ___ Arrglate como puedas que el otro lo estoy ocupando yo! ___ Le advirti. ___ Atento que voy! El primer paso le iba a costar mucho ms esfuerzo que a su am igo, pero con la ayuda que ste le proporcion con la cuerda, logr llegar con bastante facilidad hasta la primera clavija, y desde all todo pareca estar ya ms claro, y al ver el tercer punto de anclaje compuesto por tres clavijas en flor no pudo reprimirse. ___ Vaya jardn! Esto no es una flor! Es un ramillete! ___ Calla y no te quejes, que estn muy bien. Un paso ms y la verticalidad del muro le permiti estar ms cmodo. Los nudillos de su mano derecha sangraban por los fallos c ometidos al golpear, desde posicin tan incmoda, para desclavar los hierros. ___ Moneo esto funciona! ___ Le haba dicho nada ms verlo aparecer tras el resalte. Si t supieras lo que de verdad funciona, ahora el que tendra alucinaciones seras t! Mere no pudo escuchar nada pues Moneo no haba abierto la boca para pronunciar palabra alguna. Era su pens amiento, que continuaba atascado en la inslita visin que acababa de experimentar. Debo estar majareta, porque esto no tiene ni pies ni c abeza! Y volvi a concentrarse en la escalada para llegar al punto de reunin. ___ Esto ya est Moneo! ___ Mere anim a su compaero dndole unas leves palmadas en la espalda, y le seal el evidente camino ___ Descansa que yo continuar. Juan Manuel Maestre Carbonell 80 Estaba tan cansado de estar all, sentado sobre el peldao del estribo, que ya deba tener marcadas las vetas de la madera sobre su d olorido muslo. ___ Venga! Asegrame que contino. Madre ma! Como se me ha dormido la pierna de tanto tiempo aqu sentado. Subi hasta el ltimo peldao del estribo y se puso a buscar donde colocar el siguiente seguro... ___ Ostras!, Vers qu clavija! ___ El peculiar sonido del hierro al ser mordido por la roca augur la seguridad deseada. ___ Si fuese siempre as, ya no me importara tanto el progreso. M adre ma, que buena ha entrado sta! Ambos saban del valor de un buen seguro, sobre todo, cuando era el primero al salir de una reunin. Al poco rato se perdi de vista al escalador que se haba desviado hacia la izquierda y qued oculto por el gran techo de roca. El otro, colgado del estribo permaneci en posicin de asegurar atento a los movimientos de la cuerda, mientras su mirada se distraa imaginando pasos de escalada sobre el techo que estaba pr ximo a l. De repente escuch un rumor de voces que venan desde el otro lado de la arista y gir su cara instintivamente en aquella direccin. La misma sensacin que no haca mucho haba experimentado le volvi a sobrecoger. El ambiente se volvi gris y la cara de Moneo dibuj una mueca de resignacin. Haba llamado su atencin un grupo de hombres que discuta airadamente en una repisa situada en la pendiente que suba hasta el collado del espoln. Estaban muy cerca, debajo mismo de donde l se encontraba. El grupo estaba formado por cuatro hombres. A dos de ellos los reconoci. El chico al que llamaban Frank Potato era uno de ellos y el otro, aquel siniestro personaje del chndal rojo y gafas oscuras que p areca sacado de una pelcula del hampa. Junto a este ltimo otros dos hombres, de parecida calaa, le eran desconocidos. El del chndal, que daba muestra de ser el jefe, y el joven Potato, mantenan una airada Historias de mi mochila 81 conversacin con evidentes muestras de nerviosismo por parte del ch ico. ___ Sabes qu me has costado hoy ___ Vuestro...Vuestro pupilo... Se...Se cay muy pronto y... __ Potato estaba muy nervioso. ___ No me vengas con monsergas! T debas haber quedado por detrs, ese era el trato! ___ Pero...! ___ Balbuce el chico. ___ Ni pero ni nada! ___ Le replic y empuj al chico que fue a go lpearse la espalda contra la roca. A un gesto del mafioso los sicarios lo tomaron cada uno por un brazo y lo llevaron a empujones hasta el borde del areo sendero, de espaldas a la pendiente rocosa. ___ Eh!, Qu hacis ___ Grit Moneo que segua la escena. Pero n adie poda orle. El siniestro personaje tom del suelo una piedra del tamao de una pelota de balonmano y sin mediar palabra alguna, golpe con ella en la entrepierna del joven que no pudo eludir el golpe estando sujeto por los dos matones. El dolor le hizo gritar y doblar las rodillas, mome nto en el que le soltaron y cay hacia adelante queriendo evitar una cada mayor por el inclinado terrapln. Mas no logr librarse de ella pues el que le haba golpeado volvi a darle una patada en el pecho y le hizo rodar por la peligrosa pendiente hasta quedar inerte sobre el sendero, unos metros ms abajo. ___ Pero qu hacis! ___ Grit Moneo horrorizado ante la escena que acababa de presenciar. Desde arriba, Mere que haba escuchado los gritos de su amigo, tambin se haba sobresaltado. ___ Qu pasa, Moneo ___ Pero... Has visto eso! ___ Moneo continuaba alterado viendo cmo se marchan aquellos tres hombres, dejando al muchacho tirado sobre el suelo del sendero. Mere volvi a insistir: ___ Qu ocurre Juan Manuel Maestre Carbonell 82 ste mir hacia arriba al or las voces de su compaero. Se haba quedado mudo ante aquella visin que otra vez haba vuelto a desap arecer. Se percat entonces del radiante sol y comprendi que haba vuelto a ocurrir lo que antes. Desde arriba su compaero continuaba interrogndole, pero decidi no preocupar a su amigo. ___ Nada, no pasa nada. Sigue! Como poda explicarle a gritos lo que acababa de presenciar, si adems ya no haba nadie en el lugar. Seguramente pensara que estaba loco o cuando menos afectado por el calor. Mere se encontraba ya alcanzando la cima. La cumbre, pequea pero suficientemente cmoda, tena un pequeo rellano de tierra entre las rocas, que ofreca un buen punto para montar la reunin. ___ Vamos, Moneo que es muy tarde ya! Ayudado por el compaero, el segundo de la cordada no tard en recorrer el nuevo camino trazado. Un paso ms y alcanz la cima donde le recibi Mere con una sonrisa, tendindole la mano en un signo claro y ya habitual de felicitacin mutua por el logro alcanzado. ___ Lo conseguimos Moneito! ___ Si, lo conseguimos Pero Moneo no aadi nada ms. La expresin de su cara era una mezcla de esfuerzo, alegra y desconcierto y su continuo mirar h acia abajo, llam la atencin de su compaero. ___ Qu pasa..., Es que no ests contento ___ No, no pasa nada. Estoy bien. ___ Pero su alegra no era la de otras veces. l sola darle a su amigo un fuerte apretn de mano, para fundirse luego en un abrazo saltarn, de irrefrenable contento, que ac ababa siempre con la narracin pormenorizada de cada uno de los pasos ms difciles del recorrido. ___ Te pasa algo Moneo ___ No, nada en absoluto. Estoy algo cansado solamente. ___ Cmo se lo iba a explicar, si l mismo no llegaba a comprender lo que ocurra. Historias de mi mochila 83 ___ Venga descansa! Sintate que yo preparo el rappel! ___ Mere r ecobr su habitual alegra y naturalmente volvi con sus teoras de la evolucin en la escalada ___ Ya te lo dije La evolucin es imparable! Has visto como ste i nvento funciona ___ En su mano los estribos hechos un lo eran agitados como signo de victoria. ___ Ah es donde te equivocas Mere, porque tu evolucin llegar un da en el que se ver frenada para retornar a la escalada en libre, y ser fantstico; creo, aunque no todo ser bueno. ___ Pero... A ti que te pasa... Moneo haba hablado con seriedad y eso haba sorprendido al compaero que le mir intrigado, como queriendo tratar de saber si hablaba en serio o era otra de sus bromas, pero Moneo haba quedado inexpresivo y fue Mere quien sigui insistiendo ante el silencio de su amigo. ___ Te has pasado todo el tiempo renegando de la tcnica y dici ndome que esto y aquello no era escalar... Me has acusado siempre de pr ofeta y ahora el profeta eres t... Esto no hay quien lo entienda! Qu te pasa hoy ___ Oye Mere T de dnde sacas todas tus teoras sobre la evoluci n de la escalada, de los materiales, equipos y todos eso ___ Cmo que de d nde lo saco... Lgica Moneo!, pura lgica! ___ Slo la lgica ___ Moneo haba hecho la pregunta en serio y el otro le mir entre sorprendido por tan repentina seriedad y divertido por la propia pregunta, y solo se le ocurri hacer de aquello un chiste. ___ Hombre...! ___ Dijo con solemnidad y recrendose en la respuesta final ___ La pura lgica y con la ayuda de la bola de cristal de mi ta abuela, ja, ja, ja. Mo neo tampoco pudo reprimir una carcajada ante la ocurrencia de su amigo, quien de nuevo se acerc hasta l para darle el abrazo que tanto haba notado en falta y que fue correspondido como siempre. ___ Venga baja t primero! ___ Mere haba montado el rappel sobre dos buenas clavijas que ya haban sido probadas en varias ocasiones y Juan Manuel Maestre Carbonell 84 parecan suficientemente slidas, y le haba cedido el turno de bajada a Moneo que utiliz el sistema normal de descenso, que ellos llamaban quema chichi, una variante del est ilo Dlfer. ___ Ostras Pedrn, cmo fastidia esto! ___ Moneo haba comenzado a dejar deslizar su cuerpo sobre el grueso camo y saba que deba h acerlo con sumo cuidado, procurando que la velocidad de descenso no aumentase para evitar la consiguiente quemazn sobre el muslo prod ucida por la friccin constante de la cuerda. De cualquier manera l ya saba que si no andaba con precaucin, se quemase o no la pantorrilla, lo que no se salvara sera el camal del pantaln a pesar del fuerte r emiendo que ya llevaba, para cubrir los resultados de anteriores prisas. El descenso era corto. Apenas unos diez metros separaban la cumbre del collado que comunicaba las vertientes Norte y Este de la pea, pero la pared era totalmente vertical e incluso algo desplomada al fi nal, por lo que no deban permitirse prisas. Saban bien que la zapata del freno era la propia pierna. Moneo lleg sin problemas al suelo del collado. ___ Libre! Cuando quieras! ___ Se apart rpidamente de la cuerda y de la vertical para dejar espacio a su amigo que no tard en aparecer sobre lo alto de la pared, dispuesto a iniciar el descenso. Se haba par ado un momento de pie para arreglarse la cuerda porta-material que llevaba colgada en bandolera, cuan Moneo le apresur. ___ Venga, que ya es tarde! ___ Tranquilo que ya voy Profeta ___ y se ro de su propia ocurre ncia. ___ El Profeta eres t __ le contest Moneo. ___ Entonces qu...,Se acab ya nuestra eterna discusin sobre el avance de la tcnica ___ Esa discusin no acabar nunca. Venga date prisa! Trame el material si quieres. ___ No, no hace falta, ya voy ___ ya haba logrado acomodar los hi erros de manera que le molestasen lo menos posible y era evidente que la conversacin le interesaba. Por fin pareca que su amigo, aceptaba Historias de mi mochila 85 Juan Manuel Maestre Carbonell 86 con ms moderacin que nunca, la versin progresista que l defenda en este tema, tal vez por ello sigui insistindole: ___ Bueno! Por lo menos ya aceptas el cambio. Algo es algo! ___ Te equivocas Mere, yo s que el cambio y la evolucin llegarn porque son inevitables y en eso t tienes toda la razn ___ Mere desde la cumbre, no crea lo que estaba oyendo, pero sigui con atencin e i nmvil la confesin de su amigo. ___ Pero habr que tener cuidado y procurar que no todo cambie, o de lo contrario esto que hacemos ahora ya no ser escalar, ser otra cosa. ___ Otra cosa... Qu cosa ___ pregunt con inters. ___ Pues otra cosa. Yo que s! Djate ahora de preguntas y baja, que ya tendremos tiempo de hablar tranquilamente de todo esto como siempre, y te aseguro que esta vez te quedars muy sorprendido. ___ No fastidies, Moneo!, Ya me ests contando ahora mismo! ___ S, pero venga baja ya de una vez, que ya es muy tarde! ___ Venga voy, y espera que hoy te voy a sorprender yo tambin! Ninguno de los dos lo hubiera esperado. Aquellas clavijas haban resistido ms de una docena de descensos y aparentemente estaban slidamente clavadas hasta el ojal en una buena grieta, pero ocurri. Nada ms volcar su peso hacia el vaco para iniciar el descenso, una de las clavijas, la ms alejada y por lo tanto la que reciba en primer lugar la tensin, salt sin haber dado muestras de desplazarse ni siqui era un instante. Fue escupida de la roca, tan brutal como inesperadame nte, desplazando todo la fuerza sobre la otra clavija, que primero cedi lateralmente queriendo resistir el inesperado tirn, pero finalmente no pudo soportar la tensin y salt arrastrada por la cuerda... Mere debi verla resistir un instante sobre la grieta pues intent volver a recuperar el primer y nico paso que haba dado hacia el vaco, pero ya fue demasiado tarde. Moneo no quiso creer lo que haban visto sus horrorizados ojos, pero haba ocurrido. Mere estaba all sobre el suelo de aquel pequeo y solitario collado, envuelto por la cuerda que haba cado con l. Historias de mi mochila 87 Fue intil. Intil el grito que clam a Dios y que reson hasta perderse en el horizonte de los pinares. Intiles los intentos de tapar la abierta herida por donde se escapaba impiadosa y lentamente el pulso de la vida. Intiles los ruegos. Intil el llanto seco de rabia contenida. * Apenas dej atrs las ltimas calles de la ciudad tom una carr etera asfaltada que, en pronunciada cuesta, le llev en pocos minutos a su destino. En el lugar haban muchos coches y una gran pancarta que anunciaba el acontecimiento: Competicin Territorial de Escalada D eportiva, Espoln de la Cruz. Haba animacin de gente y casi todos vestan ropas cmodas, pantalones y prendas deportivas. Mir Moneo la cruz de hierro que c oronaba la cima del espoln que ahora le daba nombre, aunque el suyo verdadero era el de Penya del Corv, y record aquel da premonitorio de su ltima escalada, y a su viejo e inolvidable amigo Mere, en cuyo recuerdo se haba enclavado aquel signo cristiano. Tuvo que vivir, o mejor revivir, aquellas escenas competitivas en la misma montaa que, finalmente estaban teniendo lugar por culpa de las federaciones montaeras que no tenan, ni idea de lo que eran trad icin y tica montaera. Eran tiempos de mercantilismo en el reparto reiterativo de presidencias federativas. Un mal que contina en muchas federaciones deportivas espaolas, por causa de una mal entendida democracia y un sistema representativo deficiente, o llmesele como se quiera, que no han sabido, o no han querido arreglar los ineptos de la direccin poltica y deportiva espaola, con el consiguiente desprecio al autntico protagonista del deporte que es, incontestablemente, el d eportista, relegado sistemticamente cual si esto fuera el medievo, y aquellos dirigentes nuestros nuevos seores y, como bien hubiera dicho su amigo Mere. Sin necesidad de ejercer el derecho de p ernada, toda vez que joden por igual a hembras y varones, en todo el vasto territorio espaol. Una verdadera vergenza nacional consentida. Juan Manuel Maestre Carbonell 88 Vivi Moneo premonitoriamente aquello que iba a suceder luego y quiso estar presente en el principio del fin de aquella aberrante ofe nsa hecha a la escalada pues, inventados los rocdromos, aquella haba sido la ltima prueba oficial de una competicin que nunca debi haber tenido lugar. Al llegar al final de la cuesta que descenda por la ladera de la Sierra detuvo el coche junto a un viejo algarrobo, grande y frondoso, esboz la sonrisa ms tierna que yo nunca jams haba visto en el rostro de un anciano montaero, y sin decir nada, mir hacia la Pea del Corv y record aquella que tantos aos atrs haba sido tambin su ltima escalada. Por fin ahora, ya se senta en paz. *** a s que el lector estar pensando que Samuel era un rebelde, y est ar en lo cierto, pues nunca acept que nadie cambiase sus principios bsicos sobre el montaismo, especialmente en lo referente a lo tico. Y le daba igual que las federaciones, por mor de un aumento de sus econ omas, acogieran las carreras en la montaa y cambiasen la clara defin icin de Federacin Espaola de Montaismo, por la de Federacin de D eportes de Montaa y Escalada, con la nica intencin de acoger cuantas ms licencias mejor, vengan de la prctica deportiva que vengan. ___ Me la repantanplinfa. Esos no son montaeros. ___ Sola decir. Siempre defendi que el problema era que, aquellos a quienes daba igual ,y aquellos que defendan la moderna postura, no tenan la talla t ica necesaria para entender que el montaismo, por sus excepcionales connotaciones en lo social y en lo relativo al medio ambiente, era ciert amente algo ms que una actividad deportiva. Y precisamente, su principal Y Historias de mi mochila 89 sello de identidad, el que lo distingua de la totalidad de las restantes di sciplinas deportivas existentes, haba sido siempre la ausencia de compet itividad. Aquello, a su entender, haba supuesto un paso equivoco y prob ablemente la causa del actual desmadre, por competitivo y comercial, que haba destrozado, literalmente, la armona de la alta montaa, especia lmente en las expediciones a las ms importantes cordilleras de la Tierra. Esa haba sido la inspiracin de un cuento, o no tan cuento, que desarroll en una de las montaas ms terrorficas del Himalaya No hay gloria ms efmera que la fama y el dinero, ni instante ms sublime que una cima conseguida con el propio esfuerzo. El ltimo ochomil Segundo premio Pyrenaica 2010 Buscando buena luz y una cierta intimidad, Nacho Revuelta oc up la mesa del rincn cerca del ventanal que daba a la calle peatonal. Dict su comanda al camarero, despleg ceremoniosamente el notici ario y recorri sin prisa los titulares de la primera plana. La nota que buscaba apenas ocupaba una esquinita en la parte inferior; un titular en negrita de no ms de dos cceros y del mismo ancho que la imagen que lo ilustraba. Lo ley despacio: __ El ltimo ochomil __ En la foto estaba ella, sonriente sobre un fondo blanco desenfocado. El pie de foto ta mbin era escueto: Berna Panadesu ante su ltimo reto. Pag. 67. Reley el titular y remir la foto de su amiga, examin el conju nto de la resea: Era insignificante!, por tamao y ubicacin __ De lo tuyo, so lo hazaas o tragedias __ le haban advertido al entrar en la redaccin, Juan Manuel Maestre Carbonell 90 y en efecto all estaba la nfima referencia sobre la que, para l, iba ser pronto la mayor noticia deportiva del mundo. Bien saba que debiera estar en el Himalaya siguiendo de prim era mano la noticia, dado su amistad con la escaladora, pero su peridico no destinaba ni un euro para este tipo de deportes y como tampoco p udo convencer al productor de la televisin, que patrocinaba la exped icin de su amiga, no tena ms remedio que escribir desde la distancia, eso s, segn el plan urdido de antemano. Busc la pgina 67 y all estaba su trabajo. Omiti el texto inicial que resuma la historia del macizo. El artculo repasaba luego los siete aos empleados por Berna en coronar las otras trece cumbres ms altas de la tierra, antes de llegar al momento crucial que cambiara su vida si lograse ser la primera mujer en alcanzar la cima. Este bloque final era el ms atractivo del reportaje y haba valido a Nacho su publicacin con resea en la primera pgina. Sonri al verlo y pens que, ocurriera lo que ocurriera, l tena preparado el sorpre ndente titular que sera portada muy pronto. Dio un sorbo al cremoso caf y se recre en la lectura de su trabajo periodstico. En otro punto de la ciudad E las Pea, productor de Aventura Viva, el espacio televisivo que haba transcendido de lo meramente deportivo para colarse en el Prime Time de las audiencias, lea la misma noticia. Conoca, incluso mejor que el periodista que la haba escrito, la historia de aquella montaa y tambin fue directo al ltimo subtitular de aquel reportaje que tanto le interesaba: Quin ser la primera En los prximos das, gracias a importantes apoyos, Berna Pan adesu puede convertirse en la primera mujer del mundo que logre coro- nar las 14 cumbres de la tierra superiores a los ocho mil metros de alt itud siempre que su rival ms directa, la italiana Lana Pasarelli, no se le adelante en esta carrera por la cima que ha sido planteada en el Ann apurna, ltima cumbre que falta en el palmars de ambas montaeras. Historias de mi mochila 91 Juan Manuel Maestre Carbonell 92 Quien logre coronarse como la primera mujer en alcanzar todos los techos de la tierra, pasar a la historia del alpinismo como la ms grande de todos los tiempos y su fama transcender el mundo de las montaas. __ Qu poca objetividad! __ cerr el peridico y llam por telfono al ayudante de produccin. A Elas Pea no le sent nada bien que el periodista omitiera el nombre de su programa y dio por hecho que aquello era en represalia por no haber aceptado a enviarle al Himalaya como redactor adjunto. El ayudante cogi el telfono: __ Toms Cmo va el montaje de las distintas versiones para la s erie sobre el Himalaya... Oye, no quiero excusas! Sabes que tiene que e star acabado cuanto antes Vale... __ los tiempos de silencios se fueron acortando a medida que aumentaba su crispacin. __ No, ni hablar. Ni se te ocurra dejar aparcadas las cuas de pr esentacin. Esas cuas tienen que empezar a salir, nada ms conocerse la noticia Qu, Mira Toms! No me toques los co jo Qu dices Ah... vale, vale, pero no lo dejes para ms tarde. Escucha! Tampoco olvides los guiones alternativos. Esto es cosa de una semana, como mucho. Al colgar el telfono, Elas qued con la sonrisa de quien lo tiene todo bajo control. Slo faltaba esperar acontecimientos pues, ocurriera lo que ocurriera en el lejano Himalaya, l tendra preparado todo el s oporte publicitario para un nuevo xito de Aventura Viva. Tanto si fu ese la espaola la primera en alcanzar la cima como si lo lograse la itali ana, le daba exactamente igual. Haba negociado con ambas por separado la exclusividad para la televisin, lo cual esperaba que le reportase pi nges beneficios y si lamentablemente alguna de las dos o incluso ambas perecan en el intento tendra ya preparados sendos bloques de imgenes que resuman la vida de las mujeres y tambin diferentes versiones del guion; incluso si una lo consiguiera y la otra falleciera en el intento pues slo habra que cambiar los nombres que, al azar, haba escrito el previsor guionista. Tena presente la fama y dinero que le haban repo rtado a Reinhold Messner, haber sido el primer hombre en ascender los 14 ochomiles de la tierra. __ Hasta se ha comprado un castillo en el Tirol! Historias de mi mochila 93 __ sola decir al hablar del talo-austriaco . __ Slo tendr que estar cerca de la triunfadora, para recoger los dividendos __ Aada. Apenas a cuatro manzanas de distancia, Pablo Bernal mantena una reunin por video-conferencia con los responsables de los depa rtamentos de creatividad y diseo, nuevas tecnologas, contratacin y marketing, que se hallaban diseminados por Europa, Estados Unidos y China. __ Tiene que ser una sola inicial! Nada de extraos galimatas A ndrea. El pblico debe reconocer la nueva marca a golpe de vista. Andrea no hizo ninguna pregunta, nadie lo haca nunca. A don Pablo, que llevaba poco ms de un ao como Director General de Alp inia nadie osaba llevarle la contraria. Bernal pas al siguiente: __ Li Xuan nuestros agentes de contratacin estn ya en el camp amento base __ Salieron en el vuelo Pekn-Katmand de ayer por la tarde. Ac aban de notificar su llegada a Pokhara y estn a la espera del helicptero que hoy mismo les llevar hasta los distintos campamentos del Annapu rna. __ Bien hecho Li Xuan! El chino no ocult su contento cuando el jefe de la multinacional con mayor implantacin en el mundo del montaismo, el Trekking y la aventura, le felicit por su diligencia, __ Jhonn Cmo va el desarrollo del nuevo tejido... Esta vez el plasma del televisor devolva la figura inmvil de un tcnico enfundado en su impecable bata blanca, cabizbajo y sin articular palabra. __ Contesta coo! Qu pasa __ le increp. __ Ver, don Pablo, las pruebas no son todava concluyen __ el am ericano no pudo acabar. __ Pero qu pruebas conclu yentes ni qu mandangas flamencas Escchame bien Jhonn! El lunes por la maana quiero tener encima de la mesa de mi despacho el nuevo tejido Confort -Alpinia. Hace semanas que esperamos unos resultados que, segn t, iban a ser la revolucin en el Juan Manuel Maestre Carbonell 94 mundo deportivo por su definitiva regulacin trmica corporal y el tie mpo expira el lunes. Recurdaselo a todo tu equipo. Pablo Bernal se dirigi luego con suavidad a la ltima colabor adora conectada. Sofa Bersateli era una de sus empleadas ms cercana __ Demasiado cercana! __ se rumoreaba en los despachos de la sede en Roma, donde eran frecuentes, y a puerta cerrada, las reuniones entre el director general y la responsable de marketing. __ Sof __ dijo sonriente __ espero que t no me falles. Tienes ya la li sta de las ciudades y locales, donde se presentar la campaa La joven se limit a afirmar con un escueto s. __ Has reservados los espacios publicitarios en los distintos medios Otro s. __ Por cierto, cerraste el trato con el cameraman italiano __ le r ecord a la bella mujer. __ S. Costar algo ms caro de lo previsto, pero nos ha asegurado que la marca Alpinia saldr distradamente, no menos de cinco veces, en la produccin italiana. Por cierto, que no es italiana. La grabacin la est haciendo una productora independiente de Roma, pero he averiguado que ha vendido las imgenes, en exclusiva, a un famoso programa de la telev isin; ah en Espaa. __ Caray con el viejo Elas Pea! Ha jugado bien sus cartas, el muy bribn. Bien, yo hablar con l. Bien hecho Sof! Recuerda que nos ver emos la semana prxima para ultimar los detalles. Bernal recompuso la seriedad y sin despedirse puls el botn que oscureci los plasmas y se recost sobre su ancho silln de cuero. Fuese quien fuese la primera, l la hara rica a cambio de convertirse en un hombre poderoso y mucho ms rico de lo que ya era. Puso los pies sobre la mesa de su escritorio y se ech ambas manos sobre la nuca, imitando el gesto ms comn del yupi triunfador. Dos semanas despus, el sherpa Nyma Puba irrumpi en la tie nda pabelln del campamento espaol, al pie del Annapurna, y habl apresuradamente con Marcelino Torres, el jefe de la expedicin que prestaba apoyo a la alpinista espaola. Historias de mi mochila 95 __ Maldicin! __ exclam ste, dirigindose a los dos escaladores que estaban con l __ Dice Nyma, que ha escuchado a un porteador de la expedicin it aliana, que Lana Pasarelli piensa a subir el ltimo tramo hasta la cima en solitario, para demostrar que es la mejor. __ No jodas! Y qu hacemos __ Debemos decrselo inmediatamente a Berna. Conect la radio y estableci comunicacin con el ltimo ca mpamento de altura, donde se encontraba la espaola preparando el asa lto final a la cumbre de la montaa. __ Qu me dices Al productor Elas Pea le dej asombrado la informacin del d irector de Alpinia. Ni en el mejor de sus sueos haba previsto que a mbas escaladoras se lanzasen en solitario hacia su ltimo ocho mil, pues la espaola haba decidido imitar a su contrincante, y escalar, igualme nte sola, el tramo final hasta la cumbre. Aquello era ms de lo que poda esperar. El reportaje ganara en intensidad y adquira proporciones de gran noticia, y representaba beneficios aadidos, teniendo cmaras a ambos lados de la confrontacin __ Un momento! __ su rostro cambi __ C mo tienes t esa inform acin __ Tengo all desde hace dos semanas a un par de agentes intenta ndo en vano conseguir los contratos de imagen para la nueva coleccin de prendas Alpinia. __ Bien. Pedro, tengo que dejarte. Debo comunicar con mi gente p ara que preparen la filmacin con una cmara ligera que ha de portar la propia alpinista __ Pero Pedro Bernal le haba llamado para algo. __ Las dos alpinistas, querrs decir Bribn! Que ya me enter hace semanas de tu gran jugada. __ Veo que ests bien informado. No digas nada todava. No quiero que ninguna televisin aterrice por all antes de aislar a las chicas de los medios. Ya haremos juntos algn negocio con esto, OK __ OK. Saba que apreciaras mi discrecin. Juan Manuel Maestre Carbonell 96 Si en la altitud geogrfica los alpinistas no concilian el sueo, en las cimas de la preponderancia aquellos que esperan la gloria, an ms efmera del poder y del dinero, tampoco abrazan a Morfeo, perdidos entre vigilias inconfesables. Todos esperan que maana sea el gran da. __ Cmoooo... Qu queee El director general de Alpinia Group International, no daba cr dito a lo que acababa de escuchar, colg el auricular y sin disimular su enfado, convoc de inmediato video-conferencia con todos los depa rtamentos de su empresa. Haba que reconducir aqul descalabro, antes de que tuviera lugar la anunciada rueda de prensa. Era preciso enco ntrar una solucin imaginativa que pudiera explicar la nueva situacin que iba contra toda natura deportiva. __ Jodeeeeerrr! Qu fuerrrrte! Tampoco al productor de televisin le dejaron indiferente las nuevas. l y todo el equipo de guionistas se haban equivocado. Nacho Revuelta ha cumplido la promesa a su amiga. Su artculo ha sido portada, y a toda pgina. __ Te mereces la portada por ser una gran hazaa, a pesar del atp ico final __ le dijo el redactor jefe, y aadi __ Pero simplemente un gol, en la prrroga de un partido de ftbol, te la habra quitado. Nacho da vueltas a la cucharilla, ayudando a disolver los tres azucarillos en el oscuro caf, que hoy prefiere dulce en exceso, como la noticia que se dispone a leer, ahora s, en la cabecera principal del p eridico donde trabaja. Inslita conquista Tuvo que ser otra vez all, donde todo empez, en el Annapurna ; diosa y por lo tanto fmina, donde tambin la humana mujer ha roto el crculo vicioso de la sinrazn deportiva, diciendo no a luchas absurdas en la montaa y rompiendo lazos comerciales opresivos, para acabar con los nmeros preferentes en el alpinismo. Esto ha sido as, porque en el da de ayer, a las 6,35 PM hora p eninsular, la espaola Berna Panadesu y la italiana Lana Pasarelli, unie Historias de mi mochila 97 Juan Manuel Maestre Carbonell 98 ron sus manos en un acto lleno de simbolismo, para dar juntas el ltimo paso que las coron en la cima de la montaa, alcanzando el logro m utuo del ltimo ochomil en la brillante carrera de ambas alpinistas, que pasado maana, a su descenso de la cumbre, darn una rueda de prensa para anunciar su expresa prohibicin a casas comerciales, medios de comunicacin y cualquier otra entidad u organismo, que pretenda e xplotar la imagen de cualquiera de ellas, bajo el pretexto de ser la prim era o la mejor, e incluso el uso de lo plural para referirse a ambas en los trminos manifestados. En la cumbre del Annapurna dejaron como ofrenda a la Diosa, una kata con un mantra escrito sobre la blanca tela, que vale la pena reproducir por su clarificador e histrico mensaje: Nunca ms lucharemos en la montaa, salvo contra nuestros pr opios miedos. No hay ms demonios en la montaa que aquellos que dicen sa lvarla, poniendo un precio por ello. La mayor hazaa del alpinismo actual, debera ser la reconquista de un deporte, sin vencedores ni vencidos. En el siglo del renacimiento de la mujer, muchos coinciden en que ellas cambiarn nuestro mundo. Doy fe de que ya han comenzado por todo lo alto. All en el Annapurna, el nuevo germen ha sido enge ndrado en el vientre frtil de la Diosa de las cosechas. Como hombre no tengo nada ms que aadir. Nacho Revuelta Portavoz del ltimo ochomil femenino. Aquella maana, el telfono de Nacho no par de registrar me nsajes que no pensaba atender: Pablo Bernal, Elas Pea... l slo puso uno muy escueto, contestando al recibido ayer de su buen amigo y n ecesario intermediario. __ Gracias Nyma. Al pulsar la tecla de envo, sonri satisfecho y agradeci que n adie marcase un gol en la prrroga, en ninguno de los partidos de esta jornada. As por lo menos, alguien podr entender lo escrito. *** Historias de mi mochila 99 l cuento, sera tambin premiado con el segundo puesto en el cert amen vasco, dos aos despus. Por segunda vez consecutiva se acerc aba su talento como escritor a la calidad que exiga un jurado especializ ado en montaismo. Antes de enviar el cuento al concurso, lo envi a una famosa alpinista contndole que haba sido inspirado en el duelo personal que aquella mujer estaba librando en las montaas ms altas de la tierra. Le haba pedido permiso para usar su nombre verdadero, pues resultaba de cualquier manera muy evidente de quien se trataba, dado que ella e staba inmersa en aquellos momentos en la llamada carrera femenina por los catorce ochomiles de la Tierra, pero nunca obtuvo respuesta y nunca supo si alguna vez lo ley, ni cul fue su opinin sobre aquel romntic o final que, curiosamente luego, habra de tener lugar en la misma mont aa que l haba vaticinado aos antes de haberse producido en la real idad, aunque no de la manera que, tan poticamente haba imaginado. Alguien le cont que ya no se poda hablar con ella, sino con su represe ntante y desisti de seguir intentndolo. Le hubiera gustado hacerle un regalo que, muy posiblemente, no le hubieran aceptado. Despus de aquel trabajo, se dedic en cuerpo y alma a preparar la biografa de su buen amigo Daniel: su padre montaero. Aquella tcnica narrativa supuso un nuevo desafo que solvent con los criterios que siempre defendi para este tipo de publicaciones, basados en que deba ser el propio biografiado quien contase, su historia y si, como era el caso, los textos provenan del propio personaje, mejor que mejor. l slo aport su mirada, casi omnisciente, del que conoce bien al personaje y las cuestiones que en el argumento pretenda tratar . El libro llev por ttulo Daniel Esteve, el hombre y la montaa. Y recordaba mucho al muy famoso y ya clsico de Georges Sonniers La montaa y el hombre, pues realmente se acercaban mucho los conceptos de uno y otro montaero, ambos de gran talla humana. E Juan Manuel Maestre Carbonell 100 Pero sigui escribiendo y escribiendo, y descubri que el medio en el que mejor se desenvolva era el cuento corto; al menos era lo que ms le gustaba y recordando un pasado viaje a las montaas bolivianas de Santa Cruz, escribi una ficcin que tena mucho que ver con los emigrantes, tema que vuelve y vuelve a la actualidad espaola, cada cierto tiempo, y que le influy siempre. Haba intentado escribir sobre el tema desde la vivencia de una anciana mujer, inmigrante china en Espaa, que nunca lleg a terminar. Pero meterse en aquel personaje oriental era para l una tarea difcil, pese a lo mucho que intent documentarse. Hacerlo en cambio con una mentalidad hispana le pareci ms sencillo. Por otro l ado, las experiencias de un viaje organizado a China, nada tenan que ver con un una expedicin montaera a los Andes, y aquel viaje a la cordillera de Quimsa Cruz, siendo ya veterano, enriqueci su espritu y acrecent su inters por aquellos hermanos en la hispanidad Un paisaje no lo es, si no hay un ser humano que lo admira. l es quien le da el alma a la montaa y la convierte en caminos para la mente soadora. Los zapatos del amor Finalista Certamen la Maleta del to Paco 2013 All estaba yo otra vez. Recorriendo las montaas andinas en el viejo y destartalado autobs que recorre la lnea El Alto-Viloco. El vehculo era algo ms nuevo; no mucho, pero el camino segua siendo tan intrincado y peligroso como lo recordaba. Las gentes me parecieron Historias de mi mochila 101 igual de gastadas por la vida al sol de la altitud, pero el revisor o ay udante del chfer me pareci distinto, y aunque su rostro me era fam iliar, sus ropas, pulcras en exceso para el viaje y la ocasin, le hacan p arecer un viajero distinguido pacense, ms que un empleado de la co mpaa que explotaba la ruta de Quimsa Cruz. Haca rato que su mirada y la ma se haban cruzado en reiterado gesto amable, tanto fue as que en una de aquellas formalidades me atrev a preguntarle qu saba sobre la historia de Luis Mendoza, y no me dej acabar. __ En su ltimo da, me sent junto a l en una butaca igual que sta __ me dijo. Luego, con atencin, escuch cuanto quiso contarme: El traqueteo de la movilidad sobre la pista de tierra, hizo brillar los diminutos ojos de Luis Mendoza con una mezcla de ilusin y cansancio. Estaba tan cerquita de los suyos, que trataba de imaginar la cara de su esposa cuando viera su regalo. Era su presente de bodas, aunque ento nces, ya hiciera ms de tres aos del casorio. La sensacin de mareo y el fuerte dolor de cabeza no le haban abandonado desde que, la noche anterior, bajase de la aeronave. Bien que le haba golpeado el soroche, perdiendo su cuerpo la memoria de estos aires, dejndole vulnerable tras su larga ausencia de esta tierra. __ A qu altura est de dnde vienes __ le pregunt. l, dud un instante y concluy no saberlo, aunque el pueblo que le acogi no estaba ni mucho menos tan alto. Debe saber usted que esta altitud por la que ahora circulamos mult iplicada por muchas veces aquella de donde l provena. Aquel da el aire era tan puro y limpio como el azul intenso de un cielo sin nubes. Las montaas se recortaban en el horizonte enmarcado por la ruidosa ventanilla de madera. Quiso evitar el tableteo apoyando su hombro sobre el cristal, buscando parar __ segn cont __ el ladrillo loco que bailaba suelto en su cabeza. Se quej, y mir luego su reloj con gesto ha stiado. Ocho horas haca que habamos salido de El Alto, en la madrugada de la populosa ciudad satlite de La Paz. Por suerte, en Caxata se baj mucha gente y aligeramos el peso, dando un respiro al viejo coche que Juan Manuel Maestre Carbonell 102 despus de la aldea, vio empinarse la pista entre estas peligrosas barra ncas. Gentes, animales y cosas, nos pudimos acomodar mejor en el auto que haba llegado hasta all cumpliendo a rajatabla el horario previsto por el chfer que manejaba. Ve usted este mismo letrero No hablar con el apiri, pues creo que Luis se dio cuenta al leer el cartel sobre el chfer, lo mucho que a oraba su lengua, pues aunque ya en todo el pas se usaba el espaol, tod ava era corriente utilizar el aymara para mejor entenderse en esta apa rtada regin. Asociar lengua, casa y familia, le hizo pensar en su cholita. Ella no saba entonces de su viaje. No hay celulares en Mina Caracoles. Si acaso no se hubiera secado las minas, all por los setenta, tal vez hoy el pueblito, aun estando escondido bajo las cumbres andinas, habra prosperado ll egando a la modernidad de nuestros das. Pero no ha sido as y Mina Car acoles, sigue siendo el paraje olvidado del mundo que siempre fue. Ya lo ver usted cuando lleguemos. No me quiso ensear el obsequio para su mujercita. Bueno! No es que no quisiera. Lo llevaba en brazos, como acunado en su regazo. Me dijo que aquellos zapatos iban tan bien envueltos que, adems de ir acolchado el interior con papel de seda arrugado, haba forrado la caja de cartn con plstico contra la humedad, luego, varias vueltas con papel de peri dico, la protegan de los golpes, y lo haba acabado de forrar con precinto, antes de meter todo el paquete dentro de un saquito de lana de vicua que era __ segn me cont __ la bolsa de viaje que le hizo su chiquita cuando al arruinarse el vientre de la montaa, l tuvo que emigrar a la madre Espaa. Me cont que aquellos zapatos eran el sueo de su amorcito desde que, siendo nia, se los viera puestos a no s qu artista famosa, en la po rtada de una revista. Luis Mendoza guardaba aquel recorte __ yo mismo lo vi, aunque estaba ya muy borroso y roto. __ Segn parece, los zapatos siendo blancos y muy bellos, eran tambin para Luis, el caprichito que no pudo darle a su amorcito el da de su desposorio, comprende por qu Historias de mi mochila 103 Juan Manuel Maestre Carbonell 104 aquella tarde estaba tan contento Por fin, cumplira la promesa que un da le hiciera! Bien saba yo de qu zapatos me hablaba, pues ahora estaban en mi maleta sobre la baca de aquel autocar. Y tambin la fotografa: la m ujer era Greta Garbo luciendo unas despampanantes piernas bellamente rematadas, en primer plano, por unos zapatos blancos de mediano t acn. Yo haba viajado desde Espaa siguiendo la pista de Luis desde el origen, hasta llegar a este autocar, para ir a sentarme __ cosas del destino __ junto al mismo revisor, aunque ms viejo. Soy de un pueblo ce rcano a Elda, una ciudad considerada, por su buen hacer, la cuna en la fabricacin de calzado fino de seora __ otra vez la casualidad __ y un da, tiempo despus de haber regresado de mi anterior periplo boliviano, hallndome en posesin de aquel par de zapatos que haban llegado a mis manos en tan extraas circunstancias, me propuse indagar sobre su procedencia a fin de saber ms de su duea y poder entregarlos a su destinataria, si fuese posible. No eran unos zapatos normales. Eso lo se bien, pues en las plantillas, debajo de la marca, llevan timbrada una d edicatoria: Para Merceditas. Un da, me llegu hasta la industrial Elda y pude encontrar la f brica. A pesar de haber desaparecido la firma comercial hall sin dificu ltad a sus continuadores hoy con nombre anglfilo, acorde con la estti- ca que un absurdo marketing obliga, en lugar de aquel otro nombre propio familiar que tanto orgullo produca a su fundador. Efectivamente los zapatos haban sido hechos all, pero aun tuve que localizar a quienes fueran compaeros de Luis veinte aos antes y pudieran hablarme de l. Ms que difcil, fue un ejercicio de memoria que se acordasen de aquel joven, cuya tez morena delataba su origen indgena. El boliviano, me dijeron que le llamaban. Supe que haba llegado a Elda buscando trabajo, cosa frecuente en ciudad tan industrializada como esta. Voluntarioso y trabajador pronto se hizo amigo de todos y, aun siendo un pen sin cualificar, un Historias de mi mochila 105 Juan Manuel Maestre Carbonell 106 da pidi permiso para hacer en la factora el par de zapatos con el que siempre so su mujer. Consigui hacerse con unas hormas viejas de madera que l mismo rectific, ya que ella tena los pies ms anchos de lo estndar. Lo hizo de memoria, cosa que recordaban con gracia sus antiguos comp aeros, y pag de su sueldo unos buenos cortes de tafilete de primera. Uno de los trabajadores cort el par de salones y tambin los forros de buena badana. Luis se ocup luego de que rebajadora, dobl adora y aparadora, hicieran un buen trabajo. Supe que l mismo mont a mano aquellos cortes a la vieja usanza. Clavete y ajust, alisando pr imorosamente la piel, y clav el tacn recortando luego el sobrante de la suela, supervisado por el encargado. Previamente haba mandado bo rdar, sobre el hueco del saln, la diminuta inicial del nombre de su am ada y Conchi, la encargada del almacn, dej el par tan perfectamente acabado que Luis Mendoza tuvo que darse la vuelta para que ella no viera sus emocionadas lgrimas. Rieron al recordar las trapisondas que unos y otros tramaron para no ser descubiertos por el jefe en horas laborables, pues faltaban pocos das para el periodo vacacional. Lo ltimo que les dijo el bol iviano, fue que por fin iba a ver a su amorcito despus de tantos meses de separacin. Acabadas las vacaciones de aquel ao, el chico ya no regres y nunca ms supieron de l. Yo mismo les cont cul haba sido su suerte y mi propsito de entregar los zapatos a su verdadera duea. __ Mire usted seor. Aqu fue! El revisor, me devolvi a la realidad en esta pista hacia Mina C aracoles que yo conoca bien. Un cartel en el borde del camino sealaba Mina Otilia. __ Aqu se averi la movilidad. __ dijo con gravedad __ no es que falte mucho pero la vuelta es muy larga. Ms de 40 kilmetros para rodear la cordillera de Quimsa Cruz, aunque en realidad Mina Caracoles est a slo unos ocho, o tal vez nueve kilmetros en lnea recta, salvando el paso e ntre el Nevado Jilatanaca y el Cerro San Luis. El inconveniente es la altitud que alcanza la collada sobre los cinco mil quinientos metros. No quiso Historias de mi mochila 107 Juan Manuel Maestre Carbonell 108 esperar el da que tardara yo, ms o menos, en regresar hasta Caxata y traerme la pieza que reponer al auto, pues tampoco haba seguridad de que pudiese conseguir all ese recambio. Yo le advert de la dificultad de caminar por el hielo pero, como l dijo conocer bien los pasos de la cord illera, se march para arriba a media tarde cuando el tiempo era bueno. Luego la noche empeor de repente. Yo mismo lo pas mal estando a m enor altitud. Desde entonces ya no se le ha vuelto ver. Iba a decirle que yo s lo haba visto, pero prefer no hablar de mi encuentro con Luis Mendoza, cundo hace un ao, durante el transcu rso de una expedicin montaera, descubr su cuerpo inerte en una gri eta del glacial de Athoroma. No haba sufrido cada alguna y ms bien pareca que, voluntariamente, haba accedido por un lateral de la grieta, que no ofreca dificultad, buscando proteccin contra la naturaleza desatada. Realmente fue una casualidad pues, igual que le ocurriera a l, tambin nosotros nos vimos necesitados de refugiarnos all buscando proteccin contra el feroz vendaval, cuya inusitada fuerza lanzaba pel igrosas esquirlas de hielo que azotaban nuestros rostros sin piedad. All le encontramos, congelado e intacto. Como si su muerte no se hubiera datado tanto tiempo atrs, el cuerpo del infortunado aprendiz de zapatero, abrazaba contra su pecho la bolsa de lana de vicua que primorosamente guardaba el par de zapatos hechos con tanto amor. Inform luego a la prefectura pero las autoridades consideraron pel igroso el rescate y cerraron el expediente sin haber localizado el cuerpo en el glaciar __ si es que alguna vez lo buscaron __ cosa que siempre puse en duda. Yo no supe qu hacer con estos los zapatos y regres con ellos a Espaa. El autocar no ces de renquear en las cuestas y la tarde transc urri bordeando aquellos altos nevados. Y cuando ya la noche pint de rosa oscuro las cimas de hielo eterno, el vehculo par en seco en aquel ensanche de tierra que la luna iluminaba. __ Seor Manuel, ya hemos llegado. Esto es Mina Caracoles. Me desped del gentil hombre agradeciendo sus noticias y saqu de mi maleta la bolsa de vicua ricamente trabajada. La colgu sobre mi Historias de mi mochila 109 Juan Manuel Maestre Carbonell 110 hombro en bandolera y me dirig al local cuya nica fachada estaba il uminada. Un joven se ofreci para acompaarme a casa de Merceditas quien, avisada de mi visita, esperaba en la puerta de su vivienda con evidente asombro. No tuve tiempo de presentarme. Pidi mi permiso con la mirada y tom el bolso que ella misma haba confeccionado para su amado Luis. Sac de su interior la caja de zapatos y la abri. Apenas tuvo que mirar aquella obra de arte, para saber de su constructor. Simplemente levant su cara hacia la luna y sonri abrazada a sus zapatos de novia. Comprend que haba cosas en la vida, hechas con tanto amor, que el tiempo perda su medida sobre ellas. *** l cuento resulto finalista en un certamen que nada tena que ver con la montaa y a l le pareca casi como un premio haber quedado e ntre los quince primeros. Le haba sabido igual de bien, por lo menos, que aquel primer cuento sobre escalada, que haba escrito en memoria de su compaero de cordada durante sus primeros tiempos de juventud; un gran amigo que se llev el mar, extraamente, y al que dedic un sentido relato que, siendo ficticio, contena la carga emocional ms sincera que haba sido capaz de escribir. Se sorprendi llorando mientras lo escriba y recordaba especialmente el da del sepelio del amigo cuando, en el mismo cementerio, intr odujo un mosquetn en el atad de su camarada y desde entonces se gua rd el otro, que durante muchos aos llev colgado de su arns de escal ada. Sola decir, refirindose al artilugio: __ por si alguna vez necesito ayuda! __ pero nadie entendi nunca que la clase de ayuda a la que se ref era no era material E Historias de mi mochila 111 Cuando escalas una gran pared, unido al compaero en quin confas, ests donde quieres estar, eres lo que quieres ser, y apuestas por ello, dando todo lo que posees. El cantal de la Berenjena Dedicado a Mere, mi compaero de cordada. Segundo premio Pyrenaica 2008 Par el motor de la California y baj sin prisas atusndose su la rgo, rubio y bien cuidado cabello, ahora algo desgreado por los vaiv enes del tortuoso camino. Coloc una cinta elstica en su frente y reco mpuso el trasnochado look de hippie que tanto gusta plagiar de su viejo, quien haba recorrido medio mundo subiendo montaas y paredes, ll enando su vida de una filosofa que fue toda la riqueza que le pudo dejar por herencia, antes de perderse en el vientre oscuro y glido del glaciar del Trisul, aquel siete mil que fue rcord de altitud durante veintin aos, los mismos que, recin cumplidos, tena el joven Timothy ahora. En realidad se llama Timoteo como su padre, quien por igual hippismo, se hizo llamar en vida Timmy, y como su abuelo aunque a ste no le habran de permitir ninguna licencia, siendo Timoteo durante toda su vida, por tradicin familiar y por sacramento en la pila bautismal de la Parroquia de Santa Ana. Eran otros tiempos. Hoy lo sajn le encaja mejor, y su espritu de trotamundos supera incluso al de su progenitor, sobre todo escalando, pues su depurada tcnica, no exenta de arrojo, le permite encadenar difciles pasos en cualquier textura rocosa, aunque prefiere el calcreo, declarndose un enamorado de la caliza mediterr nea. Tal es su seguridad en los territorios verticales que suele aullar de Juan Manuel Maestre Carbonell 112 contento, pregonando su simbiosis con la roca __ Nacido para esc alaaaar! __ grita eufrico en mitad de las paredes. Al apagarse los faros de la maqueada furgoneta la oscuridad es total. Las luces de la ciudad, por lejanas, son un tmido resplandor hacia el sur, en medio de la nada, y al norte an es mayor en ausencia de cua lquier horizonte. Sabe que sus pupilas dilatarn y la apretada nube, deshilachada al fin, permitir la luz de las estrellas pero entretanto, la fro ntal dirigida al suelo resultar suficiente para el trnsito por el sendero. Otra cosa ser cuando abandone la conocida ruta y se interne, all do nde pocos fueron, en ausencia de camino. ___ Esta vez ser el primero! __ Lo dijo en voz alta, pese a estar solo. Carg la cuerda sobre su abultada mochila y se perdi en la noche. El chico, buen escalador, no es el nico en la zona y eso le trae problemas de rivalidad, especialmente con Juan Caas. l es Timothy Cano, hijo de Timmy, el del Trisul!, llamado as postreramente y nadie iba a ser ni ms, ni mejor escalador que l ___ Faltara ms! ___ No, mie ntras fuese el ms fuerte aperturista de la comarca, cuestin en la que andaba a la grea con el tal Caas, no menos tozudo escalador y a la postre, antiguo compaero a quien, y no es guasa, Timothy llamaba hermano de cuerda, smil que defina la pasin compartida. La separ acin les vino por algo tan tonto como el orden nominal dado a una ruta abierta por ambos. Va Caas-Timothy, haba publicado el primero en el boletn social y all se acab la amistad. El valle del Vinalop es cuna de buenos y bravos escaladores desde antiguo, subsistiendo sagas familiares montaeras como la suya. Entre ellas hubo una vez un tal Meregildo, a quien para abreviar llam aban Mere, cuya fama subiendo riscos a golpe de Chirucas le acompa hasta despus de su muerte, perviviendo en sus dos hijos, que hered aron no slo el apelativo de los Meres, tambin la pasin por los hor izontes verticales, traducidos hoy en desplomes sobre la vertical, en busca del grado imposible. Ambos ponan todo su empeo en la escal ada deportiva, por lo que, no siendo competencia de Timothy, se haban convertido en sus buenos amigos, y como tales, socarronamente le pi n Historias de mi mochila 113 chaban cuando al caso vena, cosa frecuente que por ingrata, Timothy soportaba muy mal, acrecentando con ello la guasa de los Meres, que en esto de gastar la broma, haban salido bien parecidos a su difunto padre, de tal suerte que bastaba que Caas lograse abrir una nueva ruta en cualquier pared, para que Juanvi, el ms locuaz y menor de los consa nguneos, hurgase en el amor propio del amigo. ___ Mira el Caas! ___ le deca ___ Ya ha conseguido la sur del Puig Maigm, la ms difcil! ___ La ms difcil est por llegar ___ contestaba con mal humor T imothy, a quien los xitos de su antiguo compaero no le sentaban nada bien. Con seguridad, a no tardar, otra nueva ruta recorrera la sur del Puig Maigm, a ser posible, ms directa y de mayor dificultad y ento nces la gloria cambiara de dueo. As estaban las cosas. Esta rivalidad les haba llevado a escalar en solitario y ocultar sus objetivos para que ni nguno pudiera adelantarse al otro. Cada proyecto de escalada se conve rta en el mayor de los secretos, por eso Timothy no haba dicho a nadie hacia dnde se diriga esta noche. Al trasluz de la nube, la silueta menguante de la luna, vierte una claridad tan pobre sobre la rambla por la que transita, que apenas pu ede ver ms all de la puntera de sus botas. Desconoce la ruta, pero s abiendo buena la direccin, no habr de perderse barranco arriba. La frontal le ayuda a esquivar zarzales y pozas del estrecho cauce, camino hacia el Cantal de la Berenjena, su objetivo. La imposible aguja que, o lvidada y escondida en medio de la intrincada Sierra de la Xumenera, le aguarda para colmar sus ansias de gloria y ganarle la batalla al odioso Caas. Los cuarenta metros del monolito de calcarenitas; altivo, redo ndo y desplomado en el inicio y final de todas sus caras, ven rematada su cspide por el rabo de la berenjena, una compacta astilla calcrea, ligeramente inclinada sobre su vertical, de un gris tan brillante que co ntrasta con el amarillo viejo de sus paredes margas y se eleva otros ocho metros sobre el lomo circular de la antecima, en cuya repisa se adivina Juan Manuel Maestre Carbonell 114 el fin de las dificultades. Ciertamente el reino mineral haba plagiado al vegetal, con gran similitud. ___ Ah est! ___ dijo, viendo al final de la b arranca recortarse sobre los claros de nube, el raro y negro perfil de s olancea zocata. Las cuatro horas largas de incmoda marcha y la maltrecha cal idad de la roca, eran causa sobrada para el desprecio de los escaladores de la comarca, por lo general, esclavos de las zonas equipadas y mal acostumbrados al vuelo seguro, cuando el paso pintase chungo, algo que Timothy nunca podra permitirse en el Cantal de la Berenjena. Lleg. Son las dos de la madrugada en la base de un espoln que no conoce; que no est al paso de ningn lugar, ni es itinerario a ning una parte. Aislado en el corazn de un enjambre de lomas recubiertas de matorral espinoso, la zona, ni es apta para escalar, ni para marchas, ni para nada. ___ Para llegar all, hay que querer ir all. ___ Le haba dicho Pepe Poveda, el ms viejo y veterano escalador del lugar. El anciano le habl de aquel oculto cantal rodeado de montaas por cualquier direccin de la rosa de los vientos. Le cont su fallido intento cincuenta aos atrs, superando un destartalado pasaje que l llamaba la verruga y lo poco que le falt para matarse a punto de alcanzar la segura repisa, que h ubiera supuesto para l y su malogrado amigo Paco Civera, una conquista pica. No fue as y aquel rincn cay en el olvido por la mala fama de su piedra, antes incluso, de que nuevas tcnicas y modernos materiales degradasen la escalada al juego vertical que es hoy. Un sueo ladrn, le rob el brillo estelar de una noche, que al descubrirse, pint de plata el rabo de la berenjena, arrastrando su so mbra sobre l, para marcar su destino. * No ha dormido bien. La ltima conquista de Juan Caas, en el espoln norte de la Pea del Cid, le obsesiona desde hace das. Fue not icia en el club la misma noche en la que el viejo le contase su aejo inte nto de escalada. Para postre, se rumore que Caas llevaba entre ceja y Historias de mi mochila 115 ceja un proyecto, que por difcil y peligroso, l mismo defini como un bombazo para la escalada local. Haca una semana de aquello y nadie le haba visto desde entonces. Inquieto, sali del saco cuando an no haba despuntado el sol y mir la desgastada roca. Estaba bastante suelta, pero no tanto como para no poder trepar por ella. La escalada haba evolucionado mucho en cincuenta aos. Reconoce el pasaje de la verruga y concluye que el veterano h aba escogido bien. Era la nica ruta posible. El sol dibuj sobre la pared las exactas lneas de las cercanas colinas y pronto sentira su benfico calor. Sin perder ms tiempo abroch su arns, colg en sus anillas unos cuantos friends y clavijas variadas y se at a las dos puntas de la cuerda que despleg luego cuidadosamente en el suelo, abriendo bien cada brazada, asegurndose que desmadejen bien sin posibilidad de enredo. Timothy, haba desarrollado una tcnica de cuerda en solo, que sin ser segura al cien por cien, pues ninguna lo es, a l le bastaba. Un disipador fijado a su arns y un Grigri invertido, con unos metros de cuerda flotante, hacan funcionar un invento que sin embargo, l nunca prob en pared ___ Lo mejor es no tener que saber nunca cmo funciona! ___ Contestaba siempre que alguien le preguntaba. En el fondo comparta la teora del solo integral de Cesare Maestri, pero tambin crea que no estaba de ms tomar precauciones en casos como el de hoy. Comenz a escalar. El desplome inicial, muy ligero all, lo solve nt sin titubeos; meti un friend y subi unos metros ms para alcanzar el principio de la verruga, una sucesin de lajas descompuestas, amo ntonadas atolondradamente por el dios de los equilibrios, que semejaba fea cicatriz sobre la redondez del imitado fruto anual. Pens que aquello si que era de verdad, Un buen berenjenal! y sonri por la ocurrencia. El hueco donde descans era el dejado por un bloque desprendido, de tal suerte, que al quedar al descubierto roca ms compacta, una buena grieta se trag, cantarinas, dos clavijas hasta la mismsima cabeza. El sol le recarg all de energa. La dificultad no es alta pero s el peligro. El tramo siguiente ms que escalando lo pas con la suavidad de un alg o Juan Manuel Maestre Carbonell 116 dn sobre el calcreo amontonamiento. Se haba dado la cuerda suf iciente para llegar al vrtice de la verruga y all volvi a meter otra clav ija, aunque no tan slida como las de abajo. ___ Ahora viene lo bueno! ___ Observ el camino a la redondeada plataforma cimera, y aadi ___ Qu huevos tiene el Poveda! Era el paso clave de la va, liso, vertical y con mala roca. No poda pedirse escenario peor para un escalador. Meti otra clavija y ms co nfiado examin las alternativas que le ofreca la pared. No le separan ms de diez metros de la repisa pero es uno de esos momentos en los que quieres tener en la reunin un compaero del que poder tomar las fue rzas necesarias para completar la propia osada, pero all no haba nadie ms. l y el Cantal de la Berenjena. El sol cuelga en el cielo azul y l a gloria en el horizonte vertical. Sabe que si lo piensa mucho le costar ms. Revisa por ltima vez el tramo. Respira hondo ___ All voy! Lo ha susurrado delicadamente imprimiendo desde ese instante, el mismo y suave temple a sus movimientos. De vez en cuando observa el punto intermedio del pasaje donde, augura y ansa, una buena presa que rebaje la tensin psquica y muscular y tal vez, la posibilidad de meter algn seguro a su precario equilibrio sobre el delicado pasaje. El mundo se ha parado. El tiempo no existe. Las yemas de los dedos y las punteras de los pies de gato, cierran en ellos su horizonte visual a cada paso. ___ Ya est! ___ Suspira aliviando adrenalina y estira los brazos descargndoles tensin. Un microfisurero, que ya hubiera querido para s el viejo Poveda, le proporciona ms moral que seguridad efectiva. Por suerte la pared comienza all a ceder verticalidad, perdiendo grados de dificultad e inclinacin hasta morir en la impecable repisa de buena r oca. Lo ha logrado! y aunque todava queda por escalar la astilla final, la mejor calidad que observa en su caliza gris y compacta, le impide r eprimir su aullido de guerrero de las paredes, que suena claro y fuerte: ___ Nacido para escalaaaaaar! Historias de mi mochila 117 Juan Manuel Maestre Carbonell 118 Pero en el Cantal de la Berenjena, no hay eco que responda. La soledad es total. Los ltimos ocho metros no tienen ms historia que la de un p aseo entre las buenas presas que la caliza mediterrnea proporciona, pero la cumbre es tan puntiaguda e inclinada que desiste de plantarse en ella y agarrado a la ltima parte del bloque, lo rodea con un cordino y monta el corto rappel. Antes de descender se queda un instante colgado sobre la cima y deja volar la vista, que se pierde en el horizonte de familiares relieves montaosos, delatando el lugar que le vio nacer. ___ Veremos quin logra la mayor conquista! ___ Exclama para s, y lentamente, recrendose en la suerte de rapelar y adornndose con p equeos saltitos de pgil confiado, alcanza la confortable repisa donde comienza a instalar los seguros para el rappel definitivo. * Ni l mismo sabe cmo ha ocurrido, pero ya no hay remedio. La cuerda dio el ltimo tirn y salt libre y suelta al vaco, dejndole con el montaje listo y sin aquella para bajar. Con el ruido de los martillazos, no escuch el latigazo sonoro del perln cayendo a pliegues sobre un vaco, tan prximo a la lnea de rappel, que la cuerda se haba decantado por el vuelo largo, en lugar de quedar replegada sobre la repisa. Incrdulo, mir hacia arriba y vio que el anillo de cuerda estaba suelto y descansaba sobre un saliente, debajo del emplazamiento inicial que l le haba buscado. Dedujo que el ltimo saltito, de pgil agilipoll ado, acab por desatar un nudo mal apretado y maldijo en silencio. Haba escuchado historias de nudos y desenlaces similares, incluso, algunos amigos le haban asegurado estar vivos de milagro, al haberles cado la cuerda de rappel encima, nada ms llegar al suelo, y lo haba credo p osible, pero que le ocurriera precisamente a l y en aquel lugar, no lo p oda aceptar. * Historias de mi mochila 119 Juan Manuel Maestre Carbonell 120 Lleg la noche convirtiendo el da en un mal recuerdo. Acurruc ado sobre el suelo de la repisa, ya no haba lugar para ms reproches. Ausente al fro, pero tambin a la esperanza de un pronto rescate, tena hambre y rabia, mucha rabia, pero no haba nadie a quien maldecir. ___ Timothy! ___ La voz son frente a l, pero no levant la cabeza. De pensamientos, ruidos y raras voces ya haba colmado el da, pero la voz, ahora reconocible, insisti: ___ Timothy, Soy yo! ___ Era la voz inconfundible de su antiguo am igo. ___ T ___ Quera verte. ___ Para qu T y yo, ya no tenemos nada que hablar ___ Se so rprendi de no mostrar ira, a pesar de estar hablando con l ___ A qu vienes A rerte de mi mala suerteNo me dirs que tambin has coronado esta cumbre antes que yo! Porque Juan Caas neg con un gesto y su voz interrumpi la letana de quejas que Timothy ya tena preparadas en la punta de la lengua. ___ Slo quiero pedirte perdn. No llova, pero todo el horizonte visual de Timothy qued tu rbiamente mojado y apenas pudo contestar con otro. ___ Perdname t a m! Ambos fueron uno solo, firmemente apretados. La luna cruz un firmamento cuajado de explicaciones que, como estrellas, brillaron en lo ms hondo de sus corazones. El tiempo concedido aceler la noche y mutuas alegras rebotaron en la cercana oscuridad como aleteos del alma henchida de paz. Se contaron mil y una aventuras para hacerlas suyas, pero ningn proyecto. El destino cruz su propia lnea cambia ndo el orden astral de los dos amigos. Amaneca, cuando Juan Caas abraz a su amigo, antes de desaparecer atravesando la pared de roca. * Historias de mi mochila 121 El sol estaba en todo lo alto cuando Timothy despert sobresa ltado por el rugido de un helicptero, que al situarse sobre su vertical, acrecent el ruido de los rotores al estabilizar su vuelo y sumar el p otente altavoz desde el que, un piloto equivocado, intentaba tranquiliza rle. ___ Juan Caas! ___ Brruzzz, Brruzzz ___ Atencin, Juan Caas! Te h abla el Capitn Tendero de la unidad de rescate en montaa ___ Brruzzz ___ tu padre nos ha indicado tu posicin ___ Brruzzz ___ tranquilo que vamos a b ajar para proceder al rescate. Todava confuso, percibe como el copiloto ha sealado el suelo de la cara oeste, la contraria a su escalada. Timothy se asoma al abismo al tiempo que desciende el aparato hasta llegar cerca del suelo, donde yace el cuerpo inmvil de otro escalador. Cuando el helicptero volvi a elevarse hasta su altura, el Capitn Te ndero no tuvo tiempo de formularle la pregunta que l ya saba. ___ Hermaaaaaanooooo de cuerdaaaaaaaa! Eplogo Cuentan que este grito del guerrero de las paredes, simboliza desde entonces el perdn entre los escaladores del mundo que, siendo de la misma ilusin siameses, hayan sido capaces de encontrar, en cua lquier estrellado firmamento, sobre la cumbre ms ancha, o la ms estrecha aguja del universo, el silencio exacto que desde el corazn, il umina el sincero sentimiento. Dicen que este himno de lo vertical, naci aqu, en un rincn perdido y olvidado entre las redondeadas lomas del espinoso monte bajo medit errneo, en una roca bermeja, tan lejana y escondida, que slo puede ser vista por aquellos que han sido capaces de mirar en su corazn y pedir perdn al amigo, al compaero que una vez comparti ilusin, atado a su misma cuerda. Yo la he visto en una noche de luna llena, y la llam: El Cantal de la Berenjena. *** Juan Manuel Maestre Carbonell 122 omo dije, qued segundo en el premio de una prestigiosa revista de montaismo y pens que era el momento de intentar algo ms co mpleto. Se refera a una novela. Y no, no crean que lo decidi sin ms. De scubri que era cierto aquello que los escritores afamados solan contar en sus entrevistas televisivas, cuando aseveraban que los personajes se adu eaban de su historia y la escriban solos. El siguiente cuento, quera ser inicialmente lo que podris leer a continuacin, pero ocurri algo que mi compaero no esperaba. Aquellos primeros das, le vi alterarse sobre su vieja mquina de escribir y hasta saltar de alegra como prueba de haber superado, gracias a la escritura, su idea original primera. Normalmente, al menos l, sabe que una historia le va a ocupar, ms o menos, entre ocho y diez folios. Pero aquella historia le haba inducido a escribir, de un tirn, hasta quince folios en el primer da. Aquello no era normal. Saba que haba que pulir el texto y con ello, se rebajara la extensin del cuento. Pero lo sorprendente, era que haba invertido quince folios y todava no haba conseguido entrar en la materia que era la esencia del trabajo que se haba propuesto. Descubri que era cierto aquello de que tus propios personajes se apoderen de tu historia y la lleven por senderos inesperados. Al da s iguiente el montn de papel haba crecido y la trama inicial fue engorda ndo y tomando variantes nuevas que colmaban sus ansias de creatividad. Lleg pronto a los cincuenta folios y ya supo que aquello era ms una n ovela que un simple cuento . La acab y cuando, finalmente fue publicada tena 262 pginas. Se titul Bandera sobre la cumbre y la regal a la Asociacin Espaola de Alpinistas con Cncer para recaudar fondos en favor de los nios enfe rmos. Fue despus cuando decidi acabar el cuento que inicialmente se propuso y construy este texto que, de alguna manera, aunque no exacto, forma parte de un captulo de aquella novela C Historias de mi mochila 123 Tal vez no sea la cumbre el deseo del montaero, sino el sentimiento que su logro despierta. El enamorado de plata La primera vez que vi a Miguel supe tambin que dudaba. Por qu estaba all Su largo viaje le haba llevado tras no pocas penalid ades hasta aquel lugar. El crey que encontrara las respuestas al otro lado del collado que cerraba el horizonte de su destino. Tal vez por ello estaba feliz y sigui caminando. Por fin, haba llegado al Himalaya! Desde el collado, la aldea de Rangach se ocultaba detrs de unos crestones de mediana altura. El espinazo de roca bajaba hasta besar el ro, que ganaba all caudal, y remontaba en altivas agujas de granito la vertiente opuesta de la montaa. En el horizonte, la pirmide helada de Danelik luca esplendorosa por encima de una cordillera menor, cuyo verde intenso, contrastaba con el blanco cristal de aquellos hielos ete rnos. Su soledad se agrand empequeeciendo sus ganas. Desde el da, ya lejano, que descubri la montaa, su vida haba girado en torno a ella. El excursionismo, la escalada y el alpinismo, fu eron hitos de una superacin constante, que crey a pies juntillas. La perfeccin no existe, pero hay que seguir buscndola! Sola decir. Le pareci rozarla sobre elegantes y areas calizas . O en aristas de nieve bajo un cielo limpio y azul. O simplemente en la inacabada te rtulia de un vivac, colgado en los abismos de la alta montaa. Impregnado del montaismo romntico, se dedic tambin a d ifundir y ensear; a organizar pruebas y expediciones, a ilusionar a ltruistamente a gentes de su club buscando siempre dignificar el depo rte. Luego, durante un tiempo se enfrent a conceptos crecientes de i ndividualismo y competicin hasta que, cansado de intentar preservar sus ideales, decidi abandonar. Un da regres, pero esta vez sin compaeros, sin Club, sin e mblemas ni banderas, sin tener que ensear, sin organizar para nadie, sin Juan Manuel Maestre Carbonell 124 prisas, sin condiciones, sin reloj y sin ms compaa que su vieja moch ila. No necesitaba nada ms; al menos eso crey, pero ahora volvan a l las dudas. Nada ms cruzar la gran puerta de entrada a Rangach, un monje de baja estatura que vesta una chuba de color granate intenso, le sal ud en un castellano tan prefecto que le sorprendi. Pasadas las primeras formalidades, el tibetano argument que haba vivido en Espaa de ah su dominio del idioma. Pregunt luego si haba venido a escalar a la Diosa de claro cristal y el de Alicante, sab edor del profundo respeto que le profesaban a aquella montaa , dijo que iba a rogar a los dioses que le permitieran ver de cerca su mirada. El hombre asinti satisfecho por la educada y correcta contestacin y a adi que all vera tambin al enamorado de plata. ___ A quin, ___ y Tsewan Rinzing, que as dijo llamarse, le cont que se trataba de una historia local. Luego al ver la cara de sorpresa del espaol sonri complacido, pues si hay algo que guste ms a un tibetano que una buena historia, es poder contarla, y lo hizo: ___ Una tarde, de hace aos, lleg a Rangach un ingls. Ningn o ccidental haba traspasado antes la puerta de la ciudadela, si bien tiempo atrs, en el alto collado que asla la aldea del resto del mundo civilizado, un pastor local vio a dos europeos con extraos instrumentos que apu ntaban hacia nuestra montaa. Ms tarde, nos enteramos por un mapa que llevaba el britnico, que haban reducido a nuestra Danelik al irre spetuoso nombre de Pico J-45, y su altura que siempre roza el cielo, a un nmero: 7.777 metros. Richard, que as se llamaba, lleg en los das de las grandes to rmentas. La lluvia, el viento y la nieve, le obligaron a detener su viaje a la montaa. El tiempo pas lento: sin sol, hmedo, fro y envuelto en densas nubes que ocultaron por completo el paisaje. En las noches, cuando el ci elo se cuajaba de estrellas y la luna creciente surcaba el valle, el ingls suba a la Piedra del zorro, una gran roca que, si miras bien, vers con tus Historias de mi mochila 125 propios ojos alzarse inclinada por encima de la aldea, encajada sobre la pared que domina el lugar. Una mujer le sorprendi a media noche por casualidad, con su chaqueta gris claro metalizada y la mirada fija en el pico que refulga bajo la luna. A la maana siguiente todas las mujeres de Rangach ya hablaban de l como el enamorado de Danelik. La segunda noche, la aldea entera se asom a las ventanas y subi a las terrazas de sus casas de adobe para ver, con sus propios ojos, lo que haba sido el tema de conversacin durante todo el da. Y all estaba, fiel a su cita con la luna que rebotaba su luz reflejando destellos de aquella ro pa, sobre el gesto tranquilo y amable de su cara. Fue Sherab Deki, Sab idura penetrante, la mujer del carpintero quien le llam el enamorado de plata y se habra de ser su nombre para siempre. La tercera noche fue la ltima. A nadie extra al cuarto da no ver al ingls, pero al quinto, los perros de Sonam Dorje estaban hambrie ntos y sin comida, algo que el veterano conductor de Yaks nunca hubiera consentido pues los mastines eran como los hijos que nunca tuvo y su n ica compaa desde que enviud. El pueblo entero iba a movilizarse en su bsqueda cuando alguien not que tampoco estaba la tienda del ingls, ni los Yaks en el redil. La gente pens que el arriero volvera pronto despus de llevar el equipaje del extranjero hasta la montaa donde, a buen seg uro, se haba trasladado para estar ms cerca de su amada. Pero Sonam no regres ni ese da ni al siguiente; ni tampoco al otro. Fue entonces cuando el Suba de la aldea llam a los jvenes a la sala de asambleas y eligi a los mejores poniendo al mando del grupo al veterano Kawa Tulku, un pastor conocedor de los prados ms altos y alejados de nuestras montaas. No volvieron hasta entrada la noche. Contaron, que cruzado el collado de Lata Kangri recorrieron todo el borde del glaciar buscando alguna seal en la nieve, que no encontraron. Acabado el informe concl uy el alcalde que los espritus de Danelik, se haban llevado al enamorado de plata, celosos del ingls, y tambin a Sonam Dorje, cuya difunta mujer Juan Manuel Maestre Carbonell 126 le quera tanto que, no pudiendo verle sufrir en soledad, rog a la Diosa que les volviera a unir en el camino de la reencarnacin. ___ Entonces Dnde estaba el ingls ___ pregunt Miguel ___ Simplemente no estaba. El resto es la conclusin a esta historia ___ Y prosigui: Diez meses despus los pastos estaban en todo su esplendor cua ndo yo regresaba a Rangach. Cumpla el Kora en el collado cuando vi ll egar al ingls. Entonces yo no saba nada de su historia. Me salud y se uni a m en las vueltas de oracin alrededor del chortn. Desde all vinimos juntos y al llegar, un aldeano le reconoci. Era imposible no hacerlo llevando su misma chaqueta gris metalizada. Algu nos retrocedieron con susto, pero otros le preguntaron por Sonam, y como el ingls no entenda el tibetano, se limitaba a sonrer. Fue una suerte que yo viniera con l, pues al rato, unos soldados enviados por el Suba le det uvieron y le llevaron a su presencia. Yo le acompa y fui su intrprete. E scuch cuanto haba ocurrido y las pesquisas que se hicieron para busca rles. Finalmente el Suba dijo que l haba regresado pero Sonam Dorge no , por lo que le haca responsable de su desaparicin. As se lo traduje, y l visiblemente apesadumbrado me relat su versin de lo ocurrido. Richard haba venido en busca de nuestra montaa. Averigu que se llamaba Danelik y que nadie haba subido hasta su cima, acrecentando con ello sus deseos por escalarla. Resignado a no poder llegar hasta sus faldas, suba cada noche a una desgajada roca sobre la aldea y se pasaba all largo rato, abrigado por su chaqueta trmica, intentando descifrar dificultades en el tringulo de su plateada cima. La segunda noche co ncluy que no podra llegar a ella con sus escasos medios y decidi volver a su pas para organizar una expedicin que estuviera a la altura del obj etivo. Para el regreso contrat al conductor de Yaks que llevara el equip aje hasta el collado, evitndoles penurias a los tres porteadores. Esperaba que subiendo descansados, pudieran bajar el otro valle en la misma jo rnada, alcanzar la aldea de Ghaty y salir pronto de las montaas donde se haba cebado la tormenta. Historias de mi mochila 127 Juan Manuel Maestre Carbonell 128 Cont Richard que salieron de noche y alcanzaron temprano el c ollado. All los porteadores se negaron a tomar las cargas. Una cosa era ir detrs de los yaks por el surco abierto, y otra tener que abrir huella sobre nieve fresca. Cost convencer al arriero que tena planeado volver en el da, pero acept un sobresueldo y llegaron as a Ghaty por la noche. El Ingls relat cmo, a la maana siguiente, se despidi de l para cont inuar su viaje por valles de menor altitud. Concluy diciendo que l no s aba nada ms de Sonam Dorge. Yo traslad a la autoridad el testimonio del ingls que qued en calidad de invitado hasta que recabasen informes en Ghaty. Cuando vo lvieron, tres das despus, el Suba le visit y dijo alegrarse al saber que el extranjero haba dicho la verdad. Descubrieron el cuerpo sin vida del de sgraciado hombre y tambin el de sus animales, en el fondo de un barra nco, causado por un accidente durante el regreso. As fue como el enamorado de plata, volvi a ganarse la simpata de los aldeanos. Das despus parti hacia Danelik. Se despidi de todos, y mientras l buscaba ser corts evitando falsas interpretaciones sobre su destino, acept de buen grado las bromas que le hicieron sobre su mont aa. Tres semanas despus, llegaba a Rangach la noticia de su desapar icin. Esta vez, en brazos de su amada Danelik. ___ Muri ___ A Miguel le haba sorprendido aquel final. ___ Nadie sabe dnde est, pero en Rangach prevalece el convenc imiento de que Danelik le reclam a su lado para la inmortalidad. Dos das ms estuvo Miguel en la aldea. Los preparativos le h icieron olvidar por completo aquella historia. Tampoco volvi a ver al monje, pero el laberinto de sus dudas le tena atrapado por completo. Au n as sigui adelante y al tercer da alcanz el glaciar e instal el campamento base iniciando el reconocimiento de aquella vertiente de la montaa. El tiempo fue sorprendentemente bueno y en los das siguie ntes pudo subir bastante alto y concluir su estrategia para el asalto a la cima. Descubri que la mayor dificultad era un muro de doscientos m etros de altura que rompa el ritmo alpino convirtindolo en una delic ada escalada en roca por encima de los 6700 metros de altitud. Saba que Historias de mi mochila 129 aquella pared le llevara ms tiempo del deseado. Exactamente otros tres das tard en dejar equipada la ruta e instalar el tercer y ltimo campamento a 7100 metros. La cumbre estaba casi al alcance de la mano. La noche antes del asalto a una cima la vigilia es la tnica para la mayora de alpinistas y Miguel no fue una excepcin. Negros nubarr ones ocuparon su mente, devolvindole la sempiterna pregunta Cmo haba llegado a tal soledad Ocurri en la ltima dcada del siglo. Aquellos pecados capitales para la camaradera y el bien comn irrumpieron en su entorno con la celeridad de las nuevas tecnologas y la montaa, su mundo idealizado; casi su religin, se transform y le dej fuera de juego. Lo supo el da que le invitaron a participar en una expedicin cuya primera consigna era la cumbre, caiga quien caiga y se quede quien se quede. All se sinti solo y defraudado. Ya no era lo primero el grupo, ni el compartir, ni v ivir una bella experiencia, ni cumplir el sueo comn... Lo primero era el xito. Ya no era lo normal, organizar una expedicin con tus amigos o con tu club. Lo mejor era una expedicin de dos, o mejor de uno solo, pues repartir subvenciones entre menos es salir a ms. Ya no importa el compaero y si se cubre el presupuesto, da igual quien sea! Fue e ntonces cuando dej la montaa. Quiso ser distinto, no siendo igual, ni seguir siendo el mismo. Decidi que nunca ms sera un ingenuo. Tampoco funcionaba su viaje de aventura en solitario. Todo marcha muy bien __ deca __ he llegado sin problemas: SOLO. He montado mi estrategia sin discusin: SOLO, y estoy a punto de llegar a la cima: SOLO. Realmente quiero hacerlo No supo responderse y no haba n adie que pudiera hacerlo por l. En el gris amanecer pareci que el tiempo aguantara. Desayun autmata y calz sus botas fijando crampones en sus plantas; corri las cremalleras en su hogar y apunt a las estrellas bajo la luz de su frontal. Siete mil doscientos siete mil trescientos siete mil cuatrocie ntos Lenta agona aprendida. Naci el da entre nubes negras. Ms que Juan Manuel Maestre Carbonell 130 tormenta: Huracanes sobre la arista cimera! Arreboles en las nubes; en mente la duda, y la pregunta lleg: para qu subir donde reina la nada Nada le aguarda y si llega, nadie le espera. Esa era, la otra cara de su moneda! Arremeti viento encolerizado trayendo cuchillos de hielo que hieren ms que hielan. Se par y dud, y pens que era mejor no pensar, agach la cabeza y sigui. Supo que arriba le llevara su hombra, y si fallaba, su torpeza. Le detendra la cordura o el miedo; o el fro viento que le congelaba por entero. Se detuvo otra vez, y mir pero no vea, y escuch sin or ms que azotes del viento en la ladera. Rebusc en su interior temores que no padeca, y sufri sin sentir nada. Tampoco en contr alegras. No quera pensar y lo haca. Suba y suba pero no ava nzaba, aunque tampoco se detena. El viento enfurecido iba y vena racheando esquirlas de hielo que rebotaban cantarinas como lgrimas de lmpara noble. Divis la cu mbre y le pareci oscura. Al llegar al ltimo collado, brillos de luz algod onosa reclamaron su atencin, y una cueva medio oculta por la nieve fue su salvacin. Entr para dejar fuera al viento, al fro y al miedo, pero tambin la cumbre se alejara si dejase pasar el tiempo. En el interior el calor de su propio aliento era denso empaando su visin. Fue al quitarse las gafas cuando le vio. No se mova bajo el hielo esca rchado que le cubra por completo. Un muerto no se mueve! Razon, con dificultad. Tard en ordenar ideas y recuerdos para exclamar sin sorpresa El enamorado de plata! Y lo era. Danelik, le haba retenido cerca de su altiva mirada, y aquel rostro inerte, a travs de una oquedad pareca seguir contemplndola. Recostado en la piedra y casi cubierto por la nieve arremolinada, apretaba Richard Parker entre sus manos congeladas una tela y un a carta. Miguel pens en salir y regresar. Mejor volver y resolver la hist oria, que quedarse y formar parte de ella. Si faltaba algn pretexto que Historias de mi mochila 131 Juan Manuel Maestre Carbonell 132 aadir al fro, al viento y la desesperanza, all estaba el ingls dibujando la oscura tristeza en su apagada cara. No quera hacerlo pero finalmente despeg con cuidado el sobre de aquellos guantes de cartn y sac el papel leyndolo sin ms. Qued luego pensativo y quieto. Volvieron motivaciones olvid adas: etreos anhelos envueltos en flecos de honor y sentimiento. Encaj mente, alma y cuerpo, largo tiempo desmembrados, y supo que era un hombre nuevo. Transformada su actitud, escuch un viento racheado que abri el teln de nubes y descubri el azul cobalto de las alturas. Estallaron fulgores de Diosa cimera y nunca antes fue ms difana la montaa de claro cristal. Aquello era una seal! O eso pens el alpinista resurgido, que guard la tela en su chaqueta y la carta en un bolsillo, cogi el piolet de Richard y sali en busca del sol que nunca antes tuvo tanto brillo. Un paso y luego otro, un esfuerzo y otro ms; jade Miguel buscando el aire cada vez ms caro; se detuvo, resopl, y sigui subiendo; mecnica cadencia mil veces puesta en prctica; incoherente altmetro de agolpados sentimientos, cuya aguja sube y baja, mientras la altura crece. Siete mil setecientos siete mil setecientos cincuenta La cima se presiente pero no acaba de llegar, siempre ms all; en el siguiente resalte, sempiterna cuesta sin final; un esfuerzo otro otro ms.... Y el ltimo fue para posarse en ella. Lleg y el mundo estuvo a sus pies. Puntiagudas lneas se confundan por doquier en horizontes blancos y azules, hilvanados por hilos de nube. Estaba feliz por estar all y saba que se lo deba al ingls. Sac el pao negro y lo at al piolet que abandon luego en la cima. Sonri antes de partir. Pas luego junto a la cueva y levant su mano despidindose, p ero yo ya no estaba all. Liberado al fin de mi promesa vi ondear la negra ensea, antes de seguir mi viaje camino hacia las estrellas. * Historias de mi mochila 133 Ep logo London Times La bandera de Jack, el pirata, ondea sobre un pico virgen del Himalaya El desaparecido alpinista Richard Parker cumpli la promesa dada a su hijo Crnica Un espaol la hall en la cima del Danelik Richad Parker dej clavada en la cima de esta montaa del Himalaya, la bandera de los sables y la calavera, smbolo del pirata John Rac-kham, ms conocido como Jack el Calic, que le haba enc omendado su hijo pequeo de ocho aos. Parker fue dado por desaparecido diez aos a ntes, sin que hasta hoy, se supiera nada de su escal ada. En Rangach , aldea tibetana bajo el Danelik, donde nada saben sobre el Caribe y sus historias de piratas, el pendn ondea sobre la gran puerta de entrada a la ciudad, y es conocida como la bandera del enamorado de plata. En los corrillos deportivos sorprende la honr adez del alpinista, que hubiera podido ocultar la prueba para atribuirse la primera escalada a esta cima hasta entonces inviolada. El espaol manifest que aquella bandera sup ona para l, mucho ms que la ascensin a una mo ntaa, pues le haba devuelto la esperanza. Europa Press International. *** Juan Manuel Maestre Carbonell 134 ero, luego se qued seco de ideas y hasta de ganas para seguir escr ibiendo. Pareci como si ya hubiese alcanzado la meta propuesta tiempo atrs. A partir de aquello se limit a escribir algunos artculos para las revistas y la prensa local. No le venan las ideas y supo que ta mbin aquello era cierto; lo de las musas literarias. Pero haba un tema que le vena persiguiendo desde haca mucho tiempo. Una especia de acertijo sobre una cumbre que no tena nombre y que l decidi finalmente complicar, todava ms, ocultando tambin el nombre del hombre que, a su vez, buscaba descubrirla. Tal vez una de esas paranoias de juventud o tal vez un extrao sueo sin resolver. As naci una historia, como no, ambientada en el Himalaya, que lograra igua lmente sobrepasar sus primeras pretensiones literarias, pues el cuento se fue cerrando en s mismo y fue el propio texto quin eligi un final que nunca haba sido el pretendido por el escrito. Yo pens que Samu el podra empezar a estar necesitando algn t ipo de ayuda psicolgica pues aquella, result ser una extraa historia P Historias de mi mochila 135 La bsqueda de nuevos horizontes es el reflejo de nuestra propia vida, y nos pasamos sta queriendo alcanzar otros, cuando en realidad buscamos poder vernos a nosotros mismos desde horizontes distintos., pues cada horizonte nos hace nuevos. El hombre de la montaa sin nombre La bsqueda __ Maldita sea mi suerte! Laureano Astorga casi lo haba gritado sin ningn disimulo mientras afrontaba aquella larga cuesta que pareca no tener fin. Un empinado sendero ___ otro ms ___ de los muchos que, desde haca ms de un mes se haba visto obligado a superar, casi a diario, desde que comenzase esta bsqueda. Ni en la peor de sus pesadillas hubiera podido imaginar cuando acept el nombramiento de cnsul adjunto en su nuevo destino, que entre sus funciones estara la de tener que convertirse en alpinista Qu digo alpinista! D etective-alpinista! Porque Cmo se puede encontrar, en un pas lleno de montaas, a un hombre que no tiene nombre, en una montaa sin nombre ___ Esto es de locos, locos, locos! ___ repeta oprimindose el pecho en un intento de parar el alocado palpitar de un corazn y unos pulm ones que, a pesar de sus cuarenta aos de vida, estaban prcticamente por estrenar. Digamos simplemente que la actividad fsica no haba sido nunca una necesidad vital en su vida y por lo tanto haba prescindido de ella en su casa, en su barrio, en el colegio, la universidad y tambin en su primer empleo. No es que hubiera nacido, vivido y desarrollado t odas las etapas de su crecimiento en ambientes que pudieran calificarse de pijos Es que con l se haba inventado la mismsima pi jotera! Hasta sus nuevos compaeros de trabajo no dudaban en calificarle como un Pijo!, pero Un pijo, de cojones! Visiblemente malhumorado, alcanz el maduro Astorga el alto y estrecho collado donde le esperaba su squito junto al viejo chortn, una especie de monumento funerario con forma de campana, que Juan Manuel Maestre Carbonell 136 abundaba en todo el territorio. Un pas que segn Laureano estaba d ejado de la mano de Dios; perdido en el Himalaya entre las mayores alt uras de la tierra donde las comunicaciones sencillamente no existan, o no merecan tal nombre en ausencia de una sola ruta que pudiera ser definida, ni tan siquiera, como una triste pista de montaa. Tampoco lo de squito ___ por llamarlo de alguna manera ___ resultaba exacto. El n mero de sus acompaantes ___ algo tambin inexacto, pues caminan, comen y viven siempre aparte ___ se reduca a cinco harapientos jvenes tibetanos cuya nica relacin con el rechoncho extranjero era la de ca rgar sobre sus espaldas el equipaje para aquel viaje, a cambio de un sal ario diario nfimo. Todos ellos eran porteadores, naturales de una regin prxima al Nanda Devi, la montaa sagrada hind. Uno de ellos, llamado Kumar Sing, ejerca de jefe del pequeo grupo. A l interrog el novato cnsul nada ms llegar donde todos le aguardaban, por cierto, desde haca ya bastante rato. ___ fal- ta-mu -cho ___ pregunt entrecortadamente. ___ May,may! ___ Siempre dices lo mismo! ___ protest Laureano prcticamente sin aliento dejndose caer sobre una roca que a modo de asiento haba ju nto al chortn . Realmente casi nunca entenda nada de cuanto le hablaba aquel jefe de los porteadores. Si su corta estancia en el pas le impeda conocer el idioma nacional, menos todava acertaba a comprender el extrao dialecto local que hablaban sus acompaantes. Por su parte Kumar Sing estaba tambin harto de repetirle lo mismo desde el inicio del viaje. l tampoco entenda demasiado bien todo lo que le preguntaban pero ya era zorro viejo, pese a su juventud e intua, por el tono interrogatorio de las palabras y los gestos de cansa ncio, que se trataba otra vez! de la eterna pregunta de quin llegaba al final de su resistencia. ___ Pronto llegaremos a la aldea. ___ apunt el chico. Bien le pudo entender el cnsul, habindole sealado el mont as mientras hablaba, las oscuras cabaas de adobe que, en esta poca del ao, destacaban sobre el verde claro de los pastos que las circund a Historias de mi mochila 137 ban. Al llegar al pequeo grupo de casas se repiti la tnica acostu mbrada en todas las aldeas por las que han pasado durante las ltimas tres semanas. Cambiaba el lugar y las gentes pero no las preguntas que siempre eran las mismas. En esta ocasin haban reunido a los aldeanos en un ensanche a modo de plaza que exista en el lugar. ___ Est cerca la montaa sin nombre ___ Y la respuesta, hasta ah ora, tambin vena a ser ms o menos la misma: ___ No lo sabemos. Todas nuestras montaas tienen nombre. No hay una sola en todo el contorno que no conocieran nuestros antepasados y tambin sus ancestros. Solan nombrar una retahla de ininteligibles nombres que, de haber sabido su exacta traduccin, tal vez se hubiera fascinado La ureano por la riqueza expresiva de los mismos ___ aunque no creo ___ , no mbres dedicados casi todos ellos a divinidades, generalmente femeninas, pues tan bellas como una mujer eran para aquellas gentes sus mont aas: Diosa triste, Portadora de la belleza, Trono de la divina claridad y as la prctica totalidad de ellas. La siguiente pregunta siempre iba encaminada a averiguar si haban visto pasar por all a un alpinista, haca aproximadamente un ao, de quin cuya nica descripcin conocida era su pelo negro. ___ Aqu todos somos morenos ___ vena a ser siempre, ms o menos, la respuesta, acompaada en ms de una ocasin por algunas risitas entre el grupo de interrogados. Laureano Astorga, que presenciaba siempre la parecida escena, tampoco necesitaba entender aquellas conversaciones que tenan lugar entre Kumar Sing y los aldeanos. Le bastaba con observar sus gestos de ignorancia, para comprender que nada saban, ni del hombre cuyo nombre tampoco l conoca, ni de aquella maldita montaa sin nombre que no lograban encontrar. El informe oficial El informe oficial que entregaron a Laureano aportaba muy p ocos datos. El mandato de iniciar aquella extraa e incoherente bsque Juan Manuel Maestre Carbonell 138 da, se haba recibido en la embajada procedente desde muy altas instancias, aunque demasiado tarde. Nada menos que un ao despus de la supuesta desaparicin! La peticin parta de una rica y poderosa d ama americana que el ao anterior, estando de excursin por estas c omarcas con su padre, un acaudalado tejano aficionado al montaismo, haban coincidido con el alpinista aventurero ahora desaparecido el cual, segn les cont, andaba buscando una montaa que no tena no mbre. El hecho era que, al parecer, la chica haba tenido un fugaz romance con el hombre en cuestin. Tan fugaz que todo haba durado menos que una noche, durante la cual el delicioso Chang, una especie de cerveza local elaborada con cebada fermentada, haba hecho sus efectos y el resto lo haba aportado la naturaleza nueve meses despus. Ni nombre, ni direccin nada dijo el desaparecido durante aquella cena, ni tampoco en la posterior velada que compartieron am igablemente, los tres extranjeros, entre risas, confidencias, siseos y m ucho Chang. Del resto de aquella noche bajo los efluvios del alcohol nada se supo hasta la inesperada noticia que se produjo unos meses despus. El informe deca tambin que el alpinista era espaol y que antes de abandonar el raciocinio para caer en otros sentidos puramente carn ales, le haba prometido a la chica ir a verla al lujoso hotel de Katmand, pero ya nunca apareci. Naci luego un bello beb en el plazo que la Naturaleza impone. Fue cuando a la dama le vivieron remordimientos por el desconocimiento sobre la segunda lnea hereditaria de su retoo. La nota confidencial Por otro lado, se deca en una escueta nota confidencial escrita a mano por la propia dama, que antes de venir el nio al mundo, haba fallecido el padre y abuelo, convirtindola a ella ___ adems de hurfana ___ en la heredera universal de una inmensa fortuna. Y que al poco, decidi emprender una larga bsqueda ya que, tras innumerables pesquisas a cargo de los mejores detectives, se acab dando como resultado la n ecesidad de regresar a estas tierras, con la esperanza de hallar alguna pista que le llevara hasta el paradero del espaol. Historias de mi mochila 139 Juan Manuel Maestre Carbonell 140 Y este era el encargo que le haban hecho a Laureano Astorga, recomendado como uno de los jvenes ms brillantes de la carrera d iplomtica espaola ___ cosa que debi ser alguna broma ___ , o el pretexto para quitarse de encima a semejante nio pijo, pese a su madurez e xclusivamente fsica. La primera pista En la pequea aldea ya se haba disgregado el grupo de vecinos, una vez acabado el breve interrogatorio, y el cnsul se diriga a su oc upacin preferida que no era otra que la de comer. Fue entonces cuando un tullido anciano que haba estado escuchando sin atreverse a int errumpir, le pregunt al jefe de los porteadores que se haba quedado ordenando los equipajes: ___ Por qu preguntas a quien nada sabe, y no buscas a quien tiene las respuestas ___ Qu quieres decir, viejo ___ Preguntas por un alpinista y aqu nadie sabe que es un alpinista. Yo lo s porque sub con ellos muchas montaas hasta mi accidente en el Sagarmatha, la ms alta de todas las montaas de la tierra, esa misma que los occidentales llaman Everest. Kumar Sing, vio con sorpresa que el viejo llevaba colgada del cuello la medalla del tigre, la ms alta condecoracin que el pueblo Sherpa otorga por meritos en la escalada de las grandes montaas del Nepal. Le hizo un saludo reverencial juntando sus manos e inclinando la cabeza, al que correspondi el anciano visiblemente agradecido antes de volver a hablar, sealando a las altas cimas. ___ Busca al Yogui de la montaa, all arriba, en lo alto. Slo l tiene la respuesta que buscas. No tard el tibetano en llegarse a la humilde fonda para dar cuenta al cnsul de la informacin recibida. Laureano, a quien en ese momento atenda en sus necesidades alimenticias la duea del mesn, maldijo su suerte, pues aquella montaa era realmente alta y el sendero deba ser en extremo penoso, pero saba que tendra que subir. Despus Historias de mi mochila 141 de tanto tiempo sin noticias, por primera vez tenan una pista que s eguir. Interrumpi la mesonera para apostillar el gran conocimiento de las cosas del mundo que tena el ermitao al que pensaban visitar, del que dijo conocer su historia. ___ Qu historia- Pregunt el joven porteador. ___ La del Yogui que pensis ver maana. La mujer haba logrado atraer la atencin del porteador que qu iso pronto conocerla, y ella muy gustosa, se dispuso a contarla: El triste ___ No hace todava un ao, lleg a este valle un hombre, al que pronto comenzamos a llamar el triste. Levant su tienda a las afueras de la aldea junto al arroyo. Haba llegado con un grupo de coolies pero stos regresaron el mismo da a sus aldeas, cumplida su misin de tran sportar el equipaje del triste. Sin ms compaa que su flauta de caa dulce, sus lastimeras melodas podan escucharse cada atardecer hacindole acreedor del ap elativo por el cual era entonces conocido. Tambin solo, comenz a expl orar la regin buscando una montaa de la cual no conoca su nombre, difcil tarea, pues tampoco contaba con un mapa donde poder situar el o bjeto de su bsqueda. Sus idas y venidas se fueron alargando poco a poco, hasta que un da, levant su campamento y desapareci del valle. El tibetano hizo entender en ese momento a Laureano que est aban en el buen camino, pues er a evidente que aquel hombre triste y su hombre sin nombre eran la misma persona. Rog luego a la mujer que continuara con su relato y sta lo hizo advirtiendo que lo que s egua, le haba sido a ella relatado por leadores y cazadores que c asualmente se haban encontrado con el triste durante sus andanzas en busca de la deseada cima. ___ Fue a estos lugareos a quienes interrog preguntndoles por los nombres de todos los picos de esta regin, y cuentan que a todos subi incluso a los ms difciles y peligrosos, gracias a sus artes de subidor de Juan Manuel Maestre Carbonell 142 rocas y a los hierros y cuerdas que siempre portaba en su abultado mac uto. Deca buscar el nico objetivo que daba sentido a su existencia, el cual no era otro que el de encontrar y coronar al fin la montaa tan deseada; la que deca era la cumbre de su propia existencia; la que daba color a su mundo de luchas y esfuerzos, y el aroma estimulante para su espritu aventurero ___ La encontr ___ Pregunt el chico al ver que la posadera pareca dar por acabado su relato. ___ Eso slo l o Buda lo saben. Unos dicen que se recluy en la Gruta de los cuentos sabios para penar la desdicha de no haber logrado la cumbre de su vida. Pero otros aseguran que finalmente encontr su mo ntaa, y en su cima, fue donde hall toda la clarividencia que hoy este hombre santo atesora. En cualquier caso maana mismo podris pegu ntrselo vosotros mismos . El encuentro Al da siguiente, apenas repuesto de la ltima caminata y mie ntras el resto de los porteadores se quedaron en la aldea descansando, Kumar Sing y Laureano enfilaron el spero sendero que habra de co nducirles hasta la cima. Cuando llegaron a lo ms alto descubrieron que aquella montaa era muy amplia, una especie de llanura o meseta desprovista de veget acin sobre un suelo recubierto en su totalidad por un extenso canchal de piedras de mediano tamao, en cuyo centro, una gran roca albergaba una cueva a ras del pedregal que era conocida como la Gruta de los cuentos sabios y que, segn les haban contado, serva de refugio al y ogui extranjero. Ya en la entrada y como nadie sali al encuentro, penetraron en la oscuridad de aquella oquedad natural y aguardaron a que sus pupilas dilataran lo suficiente hasta poder distinguir en la penumbra, la figura esttica del yogui, quien dej al poco la meditacin en la que se hallaba y levantndose se dirigi hacia los recin llegados. Historias de mi mochila 143 Juan Manuel Maestre Carbonell 144 Kumar Sing se adelant y le habl en tibetano, por la costumbre que tena de actuar como intrprete y el ermitao le contest en el mismo idioma, pero luego se dirigi a Laureano en castellano. ___ Soy espaol como t. En qu puedo ayudarte El cnsul agregado de la embajada espaola en Katmand relat los motivos de su viaje y le entreg el informe oficial y tambin la nota confidencial de la mujer que le buscaba, unos testimonios que se p osean de este caso. El hombre sin nombre desvel a Laureano el suyo, y Daniel ___ que as se llamaba ___ invit a los recin llegados a sentarse en una bancada cincelada en roca en la misma entrada de la cueva y les habl de aquel maravillosos lugar. El cnsul escuch al ermitao contar bondades sobre aquellos parajes y todo cuanto en ellos sorprendentemente tena vida pese a la austeridad del lugar. Pero Laureano tena fijacin solamente por dos cosas, y pronto se dispuso a saberlas. Contrariamente a lo que hubiera sido lgico imaginar, lo que m ataba de curiosidad al cnsul era saber si finalmente, haba encontrado aquel hombre la montaa sin nombre. Antes de responder, el yogui dio a su rostro la seriedad que quera imprimir a sus palabras. ___ Un da, una poderosa guila acostumbrada a las alturas, al s obrevolar un monasterio vio a travs de la ventana de uno de los salones, una maravillosa rosa depositada sobre el altar de aquella estancia, cuyas paredes estaban llenas de espejos. El guila entr en la sala y al ver en ellos reflejada la flor, las tom a todas por reales y comenz a lanzarse atolondradamente de una a otra pared golpendose contra ellas hasta que revent. Solamente entonces, ya muerta, fue a caer sobre la flor ve rdadera. Tras un breve silencio Daniel Concluy: ___ Al igual que el guila de este viejo cuento del Himalaya, tambin yo gast mi existencia persiguiendo slo los reflejos de mis propios deseos hasta que finalmente, muri tambin ___ como el guila ___ mi alma de alp inista, estrellada contra las montaas que alcanc, pero que nunca pude Historias de mi mochila 145 poseer, yendo a caer inerte en el lugar de la flor de la sabidura. Lugar donde desprovisto de todo me siento ahora renacer cada da. Era imposible que al pijo de Laureano Astorga le pudiera em ocionar aquella revelacin tan ntima y personal, y no tard ni un insta nte en plantearle la segunda cuestin que era, al fin y al cabo, la que le haba llevado hasta aquel lugar. ___ Qu piensas hacer con tu hijo ___ le solt sin prembulo ni m iramiento alguno, como queriendo desposeer a su interlocutor de aqu ella aureola con la que, aquel santurrn pens que l e haba estado vacilando. El ermitao no tard tampoco en comenzar a hablar, si bien, lo hizo pausadamente: El padre ___ Vers bien claro que yo no soy el padre de ese nio, cuya madre te ha mandado buscar. Aquella noche me retir slo a mi habitacin y en ella amanec de igual manera. Si le devolvis a la madre su propia nota confidencial podr ver que, exacta y literalmente ella misma lo desvela, pues escrito queda en el papel. Te ruego que t mismo lo repases atent amente. Comprobars que a veces podemos engaar a nuestra mente, pero nuestro inconsciente siempre dir o escribir ___ como en el caso que nos ocupa ___ , simplemente la verdad por mucho que nos empeemos, desde nuestro lado consciente en negarla. Si hubieras ledo con atencin no h abra hecho falta que llegaras hasta aqu. Se despidi muy amable y cortsmente, dejando a Laureano p atidifuso y buscando apresuradamente entre las lneas de aquella nota las palabras que haban provocado la rotunda afirmacin del ermitao quien, antes de retirarse al interior de la cueva, pronunci con suavidad unas ltimas palabras intentando aclarar la mente de aquel que, s, efe ctiv amente, result ser un raro espcimen de pijo maduro. ___ Igual que la ceguera es mirar sin ver nada; la sordera es or sin escuchar; y la mudez es hablar sin emitir voz tambin, la ignorancia, es leer sin entender nada. Desde el exterior, se escucharon las voces del cnsul. Juan Manuel Maestre Carbonell 146 ___ Qu fuerte, qu fuerte, qu fuerte! ___ exclam el pijo, que acab aba de releer y entender. Y todava aadi ___ Espero no ser yo quien se lo tenga que comunicar a la poderosa dama. Pero se equivocaba, pues aquella iba a ser la siguiente misin encomendada a Laureano Astorga, cnsul adjunto de la embajada espa ola en Katmand, y ms conocido en aquella regin desde entonces como El Pijo del Himalaya! * ** o cre que ningn lector llegara a entender el desenlace en cuestin, pues dud mucho que se tomara la molestia de volver a leer la nota confidencial para descubrir aquel incesto que no era tan descabellado en la vida real. Tampoco l crey que aquello pudiera ocurrir y, en realidad, l nunca supo si a alguien le pic tanto la curiosidad como para volver a releer aquella nota que slo al final del cuento, resultara esclarecedora. Claro que las dudas asaltan a los escritores y no una vez, sino m uchas. Tambin sobre aquello haba ledo mi dueo y compaero en muy diversas ocasiones pero, seguramente nunca pens que a l, que siempre se crey fuerte y autosuficiente, le pudiera ocurrir. De hecho, l nunca lo admiti, pero yo s que dud, y mucho. Fue en los inicios, cuando todava no tena definido cul iba a ser su estilo, si es que alguna vez lleg a tener uno propio, cosa de la que nunca le escuch presumir. Creo que nadie escapa al desnimo; un periodo oscuro del que se gusta poco hablar, pero que ocurre a los humanos a lo largo de sus vidas, y en ms de una oportunidad. A menudo, suele confundirse con un estado depresivo y puede que realmente lo sea. Lo cierto fue que, un buen da, a Y Historias de mi mochila 147 Samuel no le apeteca escribir nada, ni una sola lnea, ni siquiera acabar los artculos que ya haba comenzado y que tena comprometidos con las revistas que haban de publicarlos. Tard mucho en concluir que aquellas dudas le haban asaltado estando en la bsqueda personal de una temtica literaria, una vez hubo concluido que escribir temas de montaismo no tena ningn tipo de fut uro, pues nunca llegaran a ser historias apropiadas para alcanzar a ser un be stseller. Entonces q u hacer... Sobre qu temtica escribir No, no hubo manera de encontrar un camino, ni siquiera un p equeo sendero por el cual iniciar el recorrido literario que pudiera colmar sus ansias de escribir y entonces le ocurri. Fue en aquellos das cuando cre un extrao cuento que rene en sus textos: amigos, lugares y situaciones que le haban sido, o todava le eran comune s en su vida personal Disfruta de tu excursin, y si te pierdes, aprovecha para encontrarte a ti mismo pues perderse sin peligro es haber ganado el tiempo; el ms caro regalo de nuestros das. El cuento que cuenta un cuento Iba radiante de felicidad. Aquella maana Samuel, de mediana edad y raro carcter, sali de su casa dispuesto al recorrido triunfal ll evando bajo el brazo el abultado sobre que contena el esfuerzo intele ctual de los ltimos meses: su libro al fin acabado. Inusualmente, cam inaba con tal viveza, paso firme y jovial cadencia que delataban su co n Juan Manuel Maestre Carbonell 148 tento. Tena razones sobradas para ello. Aquella obra, haba sido su obra, no una cualquiera. Tal haba sido el esfuerzo puesto en ella, y ta nto lo que apost, que fue un alivio verla al fin acabada. Qu lejano le pareci aquel tiempo de sequedad neuronal en el que fue incapaz de llenar ni una sola lnea, y cuanto sufri por aquella causa afortunadamente ya olvidada. Haba sido como el brotar de la primavera, pues fue esa la estacin que germin y abri su mente cual delicada y persistente flor, rompiendo el maleficio del folio en blanco, el maldito folio en blanco que tantos meses de duro invierno le haba ten ido hundido en la desesperacin y al borde mismo de la locura. Samuel no haba saludado nunca a nadie hasta aquel da. A pesar de vivir toda su vida en el mismo lugar a nadie conoca lo suficiente p ara que mereciera un saludo que nunca dio, ni recibir pudo por su osco carcter. Para todos, incluidos sus vecinos, era un perfecto desconocido al que slo muy de tarde en tarde acertaban a ver; tal era su reclusin. Pero aquel da, en el camino desde su casa a la editorial fue diferente. No le import que le devolvieran o no el saludo y a todos cuantos se encontr en su misma acera les dio unos Buenos das! tan sonoros e inusuales que, extraados, slo algunos se lo devolvieron, ms por refl ejo corts que por deseo cabal. Ediciones Amarguillo haba sido desde antiguo la primera y n ica editorial que haba aceptado la publicacin de sus trabajos, y ya haca tantos aos de aquello que ni l mismo lo recordaba. El ltimo tampoco, o ms bien prefera no hacerlo para no tener que admitir sus cuatro aos de sequa intelectual. La editorial estaba regentada por unos am igos suyos: Isabelo Gmez y su mujer Aurora Prez. La editorial naci en sus inicios bajo el epgrafe de Amarguillo y luego ms tarde, cuando las rotativas crecieron tanto como su presencia internacional se convirti en la Bitter Publishing Company, con sede en Limerick, bello pueblo irlands, donde el matrimonio tena puestos ahora sus mayores inter eses. Samuel, no pudiendo resistirse al repentino regreso de su insp iracin literaria haba enviado por correo a Irlanda, la pasada semana, el Historias de mi mochila 149 primer captulo de su libro de cuentos a Aurora, que all se encontraba ocupada en tareas de marketing, ya que, mientras su esposo Isabelo llevaba la parte mecnica de la editorial en Espaa, ella haba sido siempre la encargada de dar el visto bueno a los manuscritos y decidir aquellos que, a su juicio, merecan ser publicados. Todava no tena ac abado el libro, pero estaba ansioso porque su editora supiera que lo haba logrado. No haba sido fcil, pero lo haba conseguido y especia lmente ella, deba saberlo. A pesar de los cuatro aos transcurridos, Samuel no haba olv idado la ltima conversacin con su amiga. Fue durante la entrega de su ltimo trabajo sobre montaas y montaismo, que haba si-do hasta entonces el tema exclusivo del escritor. ___ Esto ya no se lleva. Ha dejado de ser novedad. ___ Le haba come ntado la mujer. ___ Pero yo no s escribir sobre otra cosa Aurora. No soy fabulista, soy un simple narrador que nada inventa, al que le aterra mentir o falsear la realidad. ___ Por qu no intentas escribir sobre otras cosas ___ Le propuso ella. Samuel saba que, podra seguir llevando a la editorial otras obras de montaa pero, no lo hara. Aunque Aurora le siguiera publ icando temas de su especialidad si se los llevase, no los llevar. El escr itor que llevaba dentro ya le haba marcado el camino y l saba que iba a ser as, costase lo que costase, por ello estando deseoso de que su amiga leyera su primera obra fabulada, no esper a verla acabada y le envi aquel captulo junto a una escueta carta de su puo y letra, como era su costumbre. l mismo estaba sorprendido de lo rpido que haba concluido el trabajo. Despus de cuatro aos la inspiracin le lleg de golpe y con autntico frenes acab el temario, cerrando el libro con un total de trece cuentos y ninguno de montaa. Estaba contento. Lo haba logrado. Lleg a la puerta de la editorial y como por la entrada de la oficina, n a Juan Manuel Maestre Carbonell 150 die contestaba al interfono, dedujo simplemente que su amigo Isabelo habra salido a los bancos, para las gestiones administrativas y dada la confianza con el personal de la editorial, entr por la puerta del taller siendo recibido por el tableteo de rotativas y el fuerte olor a tinta que tanto le gustaba, no en vano, en su juventud Samuel haba sido impresor cajista, oficio que haba desaparecido ya muchos aos antes. Entr con el abultado sobre bajo el brazo y lanz al personal su jovial e inusual saludo sin saber que iba a ser lo ltimo que hiciera en su vida. * Al otro lado del Atlntico, ya era medioda en la verde Irlanda. La huelga de trabajadores del Post Office haba finalizado el da antes y en la sede de la Bitter Publishing Company en Limerick se recibi toda la correspondencia acumulada a lo largo de los cinco das de paro. Aurora Prez, la baraj y separ sobre la mesa de su despacho en varios mo ntones, en funcin de su urgencia, como siempre haca, pero se detuvo al ver la carta de su viejo amigo. ___ Qu querr Samuel ___ pens para sus adentros y extraada l ey la misiva: Apreciada Aurora: Desde tu consejo he intentado por todos los medios escr ibir sobre otros temas que nada tuvieran que ver con la mont aa. Estoy en ello y de una u otra manera, ahora s que tendrs el resultado. El trabajo que te adjunto para su lectura, no tiene ttulo, ni est acabado, algo que te sorprender ms al final, si es que lo hago. Que disfrutes de tu estancia en la bella Irlanda. Afectuosamente, Samuel. Historias de mi mochila 151 Tom los folios adjuntos en cuyo encabezamiento figuraba, en ausencia de ttulo los smbolos ortogrficos de interrogacin, e intrig ada se entreg a su lectura: El smbolo haba estado presente en m siempre sin tener concie ncia del porqu. Recordaba haberlo visto una vez en el anagrama de un restaurante especializado en banquetes nupciales, en mi ciudad, donde ms que habitar, apenas subsista. Presum que con toda probabilidad el nombre del establecimiento se deba a la procedencia almeriense de su dueo. Algo haba ledo. De pasada. No saba bien si en un libro, en Inte rnet o en revista ms o menos especializada, pues era tal mi consumo de letra, a vista o impresa, que nunca acertaba a saber con certeza ni cu ndo, ni dnde, dejaba saciado mi apetito de aprender. Supe all, donde quiera que lo leyese, de su procedencia pictrica-prehistrica, superviviente a los milenios, en el abrigo de las Colmenas, del almeriense de V lez -Blanco. No encontraba respuesta al repiqueteo en mi subconsciente de aquel dibujo Neoltico tardo, y cada vez que, intilmente, me esforzaba por rellenar el blanco inmaculado de un folio de papel, all estaba; imp asible, casi risueo, mirndome descaradamente desde su posicin, que an siendo inferior sobre mi mesa de aprendiz de escritor, me desafiaba con prepotencia altanera cada vez que necesitaba expresar mis ideas o si mplemente formular conceptos generales o incluso ajenos, que por ser m enos dolorosos de parir, slo precisaban algo de memoria y el propsito de su mencin. Como un hechizo o conjuro medieval, el smbolo me produjo tal obsesin que lleg a enfermedad crnica y causa de virulentos sarpullidos Juan Manuel Maestre Carbonell 152 por el chasquear constante de las yemas de mis dedos, sudorosos, indec isos e impacientes, en mis manos quietas, tan perdidas sobre el teclado como mis ojos sobre el papel, en nervioso tic visual, saltando por las veinte siete letras del abecedario; las simples de un alfabeto, tan pulcro y limpio de trazo como moldeable, extensible, variable, y de complicada compos icin, que an se agrava ms, dando oportunidades necesarias a tildes, comas y otros signos ortogrficos que la narracin precisa. No olvid la compuesta che, muleta valenciana nuestra, ni el gracejo andaluz de la doble ele que completan las veintinueve fijadas hace ya ms de doscientos aos. No las olvid, pero tampoco ordenarlas pude de un modo ni ac admico y serio, ni genial y divertido, ni veraz y vanguardista, ni lrico y potico, ni banal y entretenido, ni locuaz e inteligente, ni esperpntico y absurdo, ni atractivo y bello No sigo. No encontraba siquiera el estilo. El papel me miraba. Se rea en dolorosa mueca de intil remedio, e inservible qued para expr esin alguna, y aunque le dominaba en el espacio, sometido me tena l y slo poda ver el Indalo que, una y otra vez cual intermitente latido, go lpeaba mis sienes vacas de ideas y muertas de cualquier muestra de genio. A veces me distraa tanto que me preg untaba quin fuera aquel ilustre y primigenio pintor que queriendo expresar, segn estudiosos eruditos del trazo, la caza del ave que vuela sobre s mismo, confundi el sa ber humano de sus descendientes desde aquella edad del cobre en la que vivi. Mensajero de los dioses podra ser el origen de la palabra q ue define como Indalo al dibujo, y que extrada del lenguaje de los beros se fusion con lo pictrico para ser, a mediados del siglo XX, bandera y s mbolo del movimiento indaliano, cuando artistas e intelectuales cerraron filas en torno a la postura vital de Jess de Perceval, para reivindicar la cosmovisin almeriense. Rele cuanto encontr sobre el dibujo. Me preocupaba lo obsesivo de la representacin sensorial del smbolo en mi cabeza cada vez que pr etenda concretar sobre un papel mis ideas. Historias de mi mochila 153 Juan Manuel Maestre Carbonell 154 En mi obsesin le hablaba al papel y no contestaba. En ocasiones, si su desprecio era grande, mayor era mi venganza y lo rompa en pedac itos tan pequeos que desaparecan entre los huecos de mi papelera ___ Para que aprendas! ___ Le deca, y sintindome ganado, apresuraba la cade ncia del chasqueo de mis dedos, convencido de que ... Ahora s! Ah llega mi inspiracin! Ya viene! la siento bailando sobre mis sienes y espero a que, a borbotones fluya viva entre mis dedos y se escuche el tamborileo del teclado, ordenando la genial disposicin de una idea. Aqu est! Ya es ma! Pero Qu No te vayas! Dnde ests, con lo clara que te senta Se fue; no toda, pero s la completa idea. Me haba dejado unos pedacitos que no lograba encajar y sufra pensando inti lmente en una solucin que no llegaba. El folio en blanco volvi a rerse en toda mi cara. No lo soportaba y acab tambin en la papelera. No estaba hecho aicos, pero lo apret ta nto entre mis manos que si alguien hubiese intentado alisarlo, quedara por viejo, inservible para plasmar cualquier otra idea. O eres mo o de nadie! , le dije y otro hermano suyo, tan blanco, l iso y limpio como los anteriores, encaj sobre el rodillo de mi Hispano Ol ivetti, para repetir el rito, en busca del momento mgico que deje seal de mi raza de escritor comprometido y genial. Pero las musas no llegaron. Ridculo y humillado, supe que no aguantara mucho antes de vo lverme loco. S, lo supe, y tal vez por ello, de un tirn saqu el papel y con nerviosismo incontrolable lo un al montoncito de los otros inmaculados folios dndole unos cachetes sobre la mesa para cuadrar sus cuatro lados y encerrarlos en el oscuro cajn. Para que aprendas!, dije a nadie, pues slo yo escuch mi enfado. Los das siguientes confieso que estuve tentado de abrir el cajn y repetir el vano intento de escribir, pero resist y no lo hice. A diario me sentaba recostando mi cabeza sobre el sof con la mirada fija en mi vieja mquina de escribir esperando una seal que nunca lleg. Una maana, no s por qu, ni tampoco me preocup el saberlo, fui derecho desde la cama hasta la mquina de escribir. Saqu de su encierro el montoncito de folios y al primero le dije: Historias de mi mochila 155 Est bien maldito! O t o yo! Insert con brusquedad el folio y mis dedos iniciaron el chasqueo acostumbrado. Dej la afilada y desnuda hoja de afeitar junto a la mquina, al mismo tiempo que mi imaginacin solt a volar en bsqueda de la inspiracin que me faltaba. Fuere cual fuere el final, yo habra ganado y el folio, dejara de ser in maculado, por la negra tinta impresa, o mi roja sangre manchado. * Aurora qued perpleja. Su amigo era capaz de cualquier cosa, ms todava, sabiendo del largo periodo de encierro y ansiedad a la que estaba sometido desde tanto tiempo atrs y lo hundido que le haba visto ltimamente. Record su consejo dado cuatro aos antes y no supo que pensar. Son el telfono y todava absorta lo cogi. ___ S! Quin llama ___ Al otro lado del hilo y del fro mar, Olebasi le daba una mala noticia a su esposa. ___ Aurora, Samuel ha muerto esta misma maana. ___ Dios mo! Ha sido el papel blanco! ___ S. Pero cmo puedes t saberlo ___ pregunt el marido aso mbrado. ___ l mismo me lo ha dejado entrever en una carta que he recibido. ___ Cmo puede ser, E s imposible! ___ Olebasi no entenda nada. Estaba tan confuso como su mujer y dijo ___ Bueno ya lo hablaremos, ahora tienes que venir a Espaa, el Juez que ha instruido el levantamiento del cadver en el taller, se ha llevado un sobre dirigido a ti, a fin de conocer la naturaleza de su visita a la editorial y ha llamado pidiendo tu presencia, toda vez que la carta est a tu nombre. ___ Pero es que ha sido en el Taller De qu carta me hablas Qu dice la carta ___ un cmulo Interminable de preguntas se agolpaban en el cerebro de Aurora que comenzaba a no entender nada. Su marido le calm antes de despedirse: Juan Manuel Maestre Carbonell 156 ___ S, ha sido esta maana en el taller. Llevaba un sobre a tu no mbre y no s lo que dice. Lo tiene el Juez y quiere abrirlo en tu presencia. Cundo vendrs ___ Coger el vuelo de Iberia maana mismo ___ Contest todava ofuscada. ___ Hasta maana! Tranquilzate que ha sido un desgraciado acc idente. Un beso. Adis! No supo que decir. Sigui un rato todava con el telfono pegado a la oreja escuchando como hipnotizada el pit, pit, pit caracterstico de una con-versacin finalizada. * Sabiendo que no lograra conciliar el sueo, Aurora haba rese rvado el primer vuelo de la maana y temprano lleg luego desde el a eropuerto a la ciudad, y como le vena de camino mand parar el taxi a la puerta del Juzgado, dispuesta a llegar hasta el final. Nada poda dolerle ms que el sentimiento de culpa que arrastraba y quera acabar cuanto antes con aquello. El Juez la recibi inmediatamente: ___ Gracias por venir tan rpido! No he querido violar la correspo ndencia, sabiendo la amistad que les una y he preferido que la abra usted, y si considera que puede tener alguna relacin con el accidente, o justif icar la presencia de Samuel en la editorial me lo comunique para cerrar las dirigencias. ___ Accidente Cmo puede ser un accidente ___ As lo ha considerado la polica de atestados tras interrogar al personal de su empresa y yo mismo pude comprobar durante el levant amiento del cuerpo que haba sido una fatal coincidencia el vuelco del toro mecnico cargado con la bobina de papel en blanco destinada a alime ntar la rotativa. El empleado sali ileso, porque pudo saltar nada ms in i Historias de mi mochila 157 ciar el vuelco el vehculo, pero Samuel, que estaba de espaldas no pudo verlo y cay aplastado en presencia de los trabajadores a quienes, en ese momento, estaba saludando. Aurora qued con la boca abierta, su ofuscacin era evidente y sin mediar palabra alguna, tom el sobre que el Juez le tenda y lo abri sacando de su interior un buen puado de folios, perfectamente ord enados numricamente. Reconoci las dos primeras pginas del libro, que ella ya haba ledo y descubri que a continuacin de lo ya sabido, el smbolo de El Indalo presida un nuevo texto que no pudo resistirse a leer: De pronto, ensimismado, con la mirada queda sobre el smbolo del Indalo, apareci la seal que tanto esperaba. No me pregunten como fue, pero all estaba. Fue un sentimiento positivo. No ms desaliento. El Indalo es tambin un ttem en el norte y levante de Almera, en especial en Moj car, donde lo han pintado o representado desde antiguo como almagre para proteger las casas de las tormentas y tambin del mal de ojo. M uequillo mojaquero familiarmente le llaman y aparece por doquier en cualquiera de las empinadas calles de aquella ciudad hecha montaa, o aquella montaa hecha ciudad, que se asoma al plateado mar y se pr oclama vecina de Orn a la otra parte del Mediterrneo azul. Ahora el papel me parece otro; positivo y expectante, dispuesto a dejarse manchar con fundamentada causa. Noto como el folio me sonre, pero ya sin guasa. Me aguarda y me anima. Espera que ponga en l mi mejor pensamiento y nada. Tampoco pasa nada ___ Ya s! Me ir a buscarlo a Mojcar! Tan convencido estaba que me propuse viajar hasta aquella plaza morisca, luego de tan leal vasallaje cristiana. Recorr sus empinadas c alles y hall por todas partes los vestigios indalianos sobre los dinteles mismos de las casas. Me colgu desde sus recoletas plazas sobre los hor izontes de azul en el oriente y de la rida sierra de la Cabrera al poniente, Juan Manuel Maestre Carbonell 158 meditando mientras admiraba la riqueza del mar y la austera tierra do nde las olas estrellan su espuma para sacar del xtasis a la contemplativa alma. El pueblo me recuerda, salvo por el blanco andaluz que predomina en todas las fachadas de las casas de techo plano, a los pueblos rabes del Alto Atlas: Aremd, Tagadirt, Acheim No es extrao que la paz y el sosi ego que se respira en sus estrechas calles de empinados escalerones sea refugio de artistas que buscan el silencio de sus cbicas y frescas con strucciones para crear desde la nada, la escultura, la pintura o la escritura, que llene de sentido la belleza del alma de esta Arcadia feliz, como otro escritor la llamara, para quienes sepan saber y entender. Sobre la pared encalada de un blanco ail, el Indalo grabado sobre una superpuesta y empotrada roca, emiti un destello que capt al insta nte. Regres. Saqu el folio del rodillo de la mquina de escribir. Estaba curvado por el tiempo transcurrido en tan esttico molde, le di la vuelta y lo volv a introducir. Pronto dej de estar limpio. De letras que formaban palabras y palabras que formaban frases, llen el papel que ya no era inmaculado. Yo haba escrito en l! La cos movisin vuelve a m y entiendo al fin que lo importante no es redactar bien. Lo importante es escribir. Hacer explotar el pensamiento humano que llevamos dentro y romper su mudez para compartirlo con otro ser humano y hacerlo universal sin necesidad del bis a bis. Que vuele la p alabra en el papel escrita, que llegue al estante y aguarde a ser descubie rta, no importa por qu generacin, que llegue de nuevo al pensamiento humano inquieto, vido de entender, cerrando el ciclo del alma y nos una en el cosmos de la inteligencia y el saber global. El Indalo, se fue de mi pensamiento obsesivo. Ya no es un int errogante, es la propia interrogacin que busca respuesta y ahora slo late en mi propio corazn. Mi musa arcaica y genial ya conoce el camino, cada vez que yo la llame. Historias de mi mochila 159 Juan Manuel Maestre Carbonell 160 Feliz, tir la afilada cuchilla de afeitar a la papelera. El negro s obre el papel estaba asegurado. Slo restaba mentar aquel periodo de mi vida de una manera tal que nunca ms pudiera olvidar. Aurora Sonri liberada del hondo sentimiento de culpabilidad que le haba asaltado durante las ltimas veinticuatro horas. Su amigo lo haba conseguido. No se haba suicidado! Busc en el interior del s obre grande y encontr una carta en cuatro pliegues doblada. La ley: Lo consegu! Mil gracias Aurora por estimular mi creatividad con tus opiniones. Aqu te entrego mi obra de fbulas acabada, ya que de una seleccin de cuentos se trata. Algunos ya los conoces, como aqul titulado El bosque de la bola o El hermano del viento que ya le una tarde en tu presencia y tambin aquel micro-cuento escrito en comn, tan tuyo como mo, que jocosamente titulamos La bella trasnochadora, algo mejorados eso s. Calculo que otros diez o doce ms se sumaran finalmente para completar el libro que pienso titular Cuentos de la casa de las prgolas. En cuanto al ttulo del primer cuento, cuyo principio te mand y que fue motor de toda la obra, expresamente lo he dejado a tu eleccin, en humilde pago por el empuje dado. Aurora entreg al Juez la carta, quien despus de leerla le dijo que no habiendo nada nuevo que argumentar sobre el accidente dict amina-do, haban terminado y le agradeci su pronta visita y colabor acin. Pero cuando la mujer ya se marchaba, el Juez le pregunt: ___ Seora Gmez, por curiosidad Qu ttulo le pondr al cuento Ella se volvi, y antes de abandonar el despacho, mir al Juez, sonro y le dijo: ___ No ser un ttulo, sino un final remarcado. Se llamar: El cuento que cuenta un cuento *** Historias de mi mochila 161 ero no, aquella historia indaliana nunca acab de convencerle, es ms, le encresp; le irrit y le hizo plantearse otras posibilidades , adems de sta que de alguna manera era la postura oficial de los escr itores; la muletilla ms usada cuando la inspiracin no llega; el manido folio en blanco . Ya os dije que mi compaero de fatigas montaeras siempre se crey autosuficiente y era lgico que pronto le diera la vuelta a aquella historia, como buen Libra que era. Acaso el miedo tena que ser una prerrogativa exclusivamente humana... El planteamiento dio de s una historia corta pero sabrosa que ahora os cuento Nunca ms luchar en la montaa, salvo contra mis propios miedos. El miedo es mutuo Somos muchos esperando y mucho el tiempo transcurrido. Amontonados aunque bien organizados y en orden, aguardamos su ll egada. Desde hace tiempo viene ocurriendo as, y es algo que todos t enemos aceptado. Nadie se queja; los ltimos de la cola siguen tranquilos sabiendo que tampoco hoy les llegar su turno pero, en los primeros, ya se advierte el nerviosismo, y algunos, impacientes, tratan de verle ap arecer por el escaso horizonte que podemos divisar. Nunca se sabe cu ntos de nosotros seremos hoy de utilidad. El hombre que tiene en sus manos nuestro destino llegar, como cada maana, afeitado y aseado; leyendo los titulares del peridico mientras camina. Le he visto repetir P Juan Manuel Maestre Carbonell 162 montonamente los mismos gestos a diario y no tengo ningn inters en volver a contemplar la escena. No negar que estoy nervioso pues, ocupo el primer lugar. Con toda seguridad hoy se decidir mi futuro, para bien o para mal! y, me gustara tanto poder hacer el trabajo, que doy por bueno el sufrimiento hasta llegar aqu. Ya casi he olvidado mi tierra donde el bosque de eucaliptos ll enaba de aroma el ambiente. Sufr lo indecible al verme arrancado del entorno que me vio nacer y destrozado qued en el largo camino de reconversin hasta ser lo que soy ___ Cunto he cambiado! ___ aunque lo digo sin pena pues acepto el destino que ya se acerca. Me siento prep arado para cumplir mi cometido. l, no tardar en llegar, lo s; entrar en la oscura estancia sin mirarnos siquiera; abrir de par en par los vent anales dejando que la luz ilumine la destartalada mesa, y encender su primer cigarrillo de la maana Ya llega. Tengo miedo y noto que l tambin lo tiene. Un solo t itubeo; un error, o un mal pensamiento, y estar perdido para siempre. Ya estoy con l, o l est conmigo Me lleva hacia la mquina sin tener el ms mnimo gesto, y me acomodo en ella esperando sus deseos. Aqu me juego mi razn de ser. Al principio el silencio se me hace eterno; luego, el tecleo e s infernal y afortunadamente largo despus otra vez el silencio, y al fin, veo que sonre. Lo ha conseguido!, Y yo, he dejado de ser un folio en blanco. *** Historias de mi mochila 163 Juan Manuel Maestre Carbonell 164 amuel, entonces, se encontraba inmerso en una fase creativa. Es c urioso como la mente humana puede pasar del letargo a la actividad frentica en un santiamn y sin ni siquiera inmutarse por ello. Como si nada hubiera ocurrido que pudiera ser la causa del notable cambio exp erimentado. Por un momento pens que haba descubierto, por fin, la pi edra filosofal que dara sentido al resto de su obra por venir, pero no, se haba empecinado en concluir historias que deban tener como premisa ser cortas; muy cortas. Dirase que, para l, el xito estaba en que la hist oria fuera contada con el menor nmero posible de palabras. Pronto de scubrira que escribir poco requera mayor esfuerzo que llenar y llegar cuartillas abusando de metforas y adjetivos que, sonaban bien expres ados en voz alta y fonticamente parecan bailar con la temtica arg umentada, pero en realidad eran simples palabras huecas, empleadas i ncluso inadecuadamente; una retrica innecesaria para alcanzar el clmax final de la obra en la que haba comprometido su razn de escribir toda. A medida que envejeca descubra, no sin asombro, que nada de cuanto crey que creaba, o que aportaba como nuevo y original al estilo literario, o al pensamiento humano, sobre lo deportivo de la montaa y del montaismo lo era realmente. Fue la etapa ms dura en la que desc ubri que, otros muchos antes que l, haban creado historias parecidas que, en definitiva, tenan un mismo mensaje. Cambiaban los tiempos; cambiaban algunas palabras nuevas; cambiaban tcnica y equipamie nto s, pero la esencia humana que haba motiva do una historia digna de ser contada, segua siendo igual o, en todo caso, muy parecida. Y descubri que, generacin tras generacin, repetimos las mismas historias; que cambian los nombres de los personajes; que cambian las motivaciones, ms o menos banales, las situaciones, pero que siempre: antes y ahora, encubren las glorias y las tragedias humanas que siguen invariables a travs de los tiempos. Concluy que era lgico que as fuera, pues la mente del ser h uma no se transmuta ms lentamente que el paso del tiempo, siendo nec esario bastante ms que un lapso generacional para su transformacin sensitiva. S Historias de mi mochila 165 S, yo tambin llegue a pensar que Samuel se estaba volviendo loco. Cada da se pareca ms al caballero andante del genial Miguel de Ce rvantes. Aquel loco por causa de la literatura caballeresca tena con S amuel un parecido asombroso. Cambiaba la temtica que, en la mente del obsesionado actual, era la montaa en lugar de las gestas caballerescas, por lo dems, tal pareca que a mi compaero slo le faltaba un Sancho pa ra lanzarse a sus propias andanzas. Yo hice lo que pude, cuando pude, y seguramente fui su mejor compaero de aventuras y desventuras, y hasta puedo aseguraros que si bien es cierto que nunca nada le dije, en cambio este nuevo Alonso Quijano nunca tuvo reparos en hablar conmigo, incluso en voz alta, como aqul, cuando nadie ms poda orle. Not como empezaron a interesarle aspectos de su deporte como el silencio, llevado a extremos exagerados, aunque tal vez no tanto, como veris en el siguiente corto Siempre es un error no querer compartir las cosas buenas que rara vez nos da la vida. El botn de Dios No haba pared de roca, ni montaa que se le resistiera. Tal era su valor y destreza que, fisuras y desplomes del ms spero granito, fueron presa fcil de su tecnificada experiencia, fruto de tanto como entrenaba, siempre en solitario, repudiando cualquier relacin ajena al silencio grave de las cimas. Mal que le pesaba, mantener equilibrados cuerpo, mente y alma, en comunin con riesgo y dificultad, exiga al solitario escalador fr ecuentar zonas deportivas donde a duras penas soportaba la mediocr idad de la muchedumbre, con sus gritos y jaranas. Juan Manuel Maestre Carbonell 166 Y tan engredo estaba de su podero que, sintindose iluminado, acab con aquella turba apretando el botn del silencio, smil del b otn de Dios; mquina de inmemorial deseo que con slo una pulsacin, lograba acabar con la imperfeccin del universo que le oprima. Se cr ey poseedor del don absoluto, dimanado de su baile entre los abismos, y lo hizo. Nunca lleg a calibrar todo cuanto perdi con tan drstica dec isin. Haba contado con sacrificar el goce auditivo y suave del viento, peinando los pinares en inigualable sinfona; el del siseo arrtmico, casi recauchutado, del roce impreciso al puntear sus botas sobre el granito, en busca del incierto camino. Perdi el ronroneo sordo de su respir acin, alterndose y relajndose, segn su propia exigencia fsica. Pero sobre todo, nunca pens que aquel da una piedra cada desde lo alto pudiera acabar con todo. Result inexplicable para los presentes, desgaitados hasta la exageracin avisando al dios-hombre de las alturas, que se haba de sprendido una gran roca sobre l. Tal vez fuera un escalador sordo, pe nsaron los incrdulos testigos. Descifr el misterio el galeno que reconoci el cadver, al obse rvar que unas pelotitas de simple algodn obstruan sus pabellones aud itivos. En su mochila, alguien encontr este fruto de las malvceas en una pequea caja, en cuya tapa, escrita sobre un gastado esparadrapo, poda leerse: El botn de Dios. *** Historias de mi mochila 167 Juan Manuel Maestre Carbonell 168 espus de mucho escribir y tambin de rebelarse contra lo escrito, qu lejos quedaban aquellos tiempos de rabia en los que la pasin era la que golpeaba las teclas de su vieja mquina de escribir, ofuscada su mente por la maldad de una sociedad que, en la misma medida que iba creciendo en falsa democracia, descubra da a da toda la porquera de sus cloacas polticas y administrativas. No se salvaba ni dios de la locura de robos continuos a un sistema social y poltico creado simplemente para los que ms chillaban, los que ms prometan y los que ms se lucraban. Como era de esperar, sus primeras rebeliones tenan que ver con la montaa y tambin lo fueron las ltimas. Luego lleg un tiempo en el que se auto-impu so negar la realidad para poder vivir en paz, incluso en su propia casa, pues no haba da en el que el telediario de turno no le ene rvase el nimo estropendole el almuerzo. Pero vale la pena recordar cuanto de verdad haba en aquellos textos que no pretendiendo ser literarios sino de denuncia, contenan su impronta en cada una de sus lneas. Creo recordar que el primero debi surgir nada ms aprobarse la nueva Ley medioambiental Todas las montaas que logra subir son importantes para el alpinista y van modelando su carcter. Con cada una de ellas algo va creciendo en su interior, que lo hace ms humano y capaz. Tribus montaeras (El ltimo Botas Negras) Jaou! Te hablo a ti hombre del llano. Mi palabra busca el corazn americanizado que mis ojos ven en tu alma. Mi piel, curtida por mil montaas cuenta por muchas lunas los reflejos plateados en mis sienes, al igual que la escarcha sobre el romero al despuntar la maana. Mis D Historias de mi mochila 169 ojos han visto nacer el esperado da en campos primaverales, y tambin en los oscuros balcones rocosos donde el guila anida. Como el oso, h ibern bajo el alto manto nivoso y aguard en silencio al brillante astro que calienta el da. Tantas han sido las pieles rotas que otrora cubrieron mis pies, que mis fuerzas ya vienen a menos, mientras mis otoos a umentan. Mi corazn est triste. Mi espritu forjado en nobles luchas, se siente acosado por un sptimo de caballera que no respeta mi no mbre. Por dominguero me tienen, sin que bien comprenda. Acaso no somos domingueros la mayora de los deportistas espaoles... Yo no tengo ms remedio. Ya sabes! Es esa historia del sustento, la casa, los hijos... En fin! no me quejo, pues an as, Manit me ha permitido se ntir la nobleza rocosa, y acariciar algodones sobre el azul de las alturas a lo largo y ancho de sus vastos dominios. Creo, que el vocablo dominguero se utiliza impropiamente co nfundiendo a ecologistas, legisladores y polticos. Si es as, inventemos otros trminos, pues domingueros somos la mayora. Distingamos a quienes respetan la naturaleza de los que no lo hacen. Por ejemplo: que se llame guarros, a los que convierten en un basurero el lugar donde han comido, o pirmanos criminales a los salvajes incendiarios. Ta mbin podemos acuar definiciones nuevas como dominguarros. Os aseguro que quienes tenemos cuidado con nuestro entorno nunca nos sentiremos aludidos. La Ley es ciega, y lo que pareca bueno no lo est siendo, por ca usa de una legislacin medioambiental basada en prohibir, metiendo en el mismo saco de las restricciones a todos, sin tener en cuenta que los que practicamos deportes en contacto con la naturaleza, ya estbamos aqu cuidando de ella sin aspavientos; respetndola y amndola, mucho antes que estas leyes y sus dictadores vinieran. Unas leyes que se me antojan sentenciadas por la influencia de desmemoriados movimientos ecologistas, ms o menos chillones, panfletarios y politizados que no tuvieron en cuen ta, que en cuestiones de respeto a la montaa, mi tr i Juan Manuel Maestre Carbonell 170 bu montaera, somos sus padres, metafrica y filosficamente habla ndo, a la vez que personalmente actuando. Y he aqu... que ahora el padre no puede deambular libremente por los territorios que desde hace ms de siglo y medio son su propia casa, antes incluso de existir ICONA o sucedneos Qu curioso! Los que defienden el hbitat natural y no natural (que ya manda huevos) de todas las especies vivientes, cogen a los Sioux de la Montaa, se ca rgan su cultura con ms de ciento cincuenta aos de historia, e intentan meterlos en sus reservas; eso s, dotadas con banquitos y mesitas, p apeleras, otras justificaciones presupuestarias y parrillas para cocinar, entre olores de basuras que slo de tarde en tarde se retiran Qu bien, No! Adis al espritu aventurero!, Hasta nunca, fuego de ca mpamento!, Adis al sueo bajo la luz de las estrellas... Y... Luego qu... El sioux de las cumbres ha muerto! Vivan sus hijos Los Verdes!... Ojal consigan un mundo mejor, aunque lo dudo. La vida est llena de ejemplos, y no se tiene por buenos hijos a qui enes destierran de su propio hogar a sus padres, ignorando siquiera que han existido; que existen y desde luego seguirn existiendo. En los ltimos tiempos, mi pueblo espiritual ha escuchado al hombre verde decir verdad sobre dominguero malo, y en silencio ha seguido fumando la gran pipa, mientras levantaba sus tiendas una y otra vez para retroceder hasta otros territorios; y lo ha hecho con com prensin, porque nadie respeta ms a los bisontes, que quienes alime ntamos nuestro espritu con su sola contemplacin, pero el hombre ve rde quiere ms. Lo quiere todo!, hasta convertir nuestra esencia ind omable, en la mansedumbre de un ganado de borregos. Espero, que algn da mi pueblo diga Basta! y responda apaga ndo la gran pipa y gritando al viento desde todas las atalayas, al oeste del gran Mediterrneo. Desde los Arapahoes del senderismo a los Apaches de las R ocosas, Todos!, Botas Negras, Pies Cortos o Garras Trepadoras, Unos! Tribus de las Montaas. Es hora de que se escuchen a los R ecio Amanecer, los Nube Azul, los Nieve Pura o los Lluvia en el Ros Historias de mi mochila 171 Juan Manuel Maestre Carbonell 172 tro, y que nuestras voces se escuchen desde los valles grises, hasta los bosques judiciales y cinagas polticas, para que reine la justicia y la verdad, de este espritu hoy oprimido, que slo pretende dejar a sus hijos el legado ms preciado que conoce; nacido desde la profundidad del respeto y la libertad de las montaas. Seguramente ser una batalla perdida, pues el General Miler al frente del sptimo de caballera con sus oficiales y falsos montaeros, viene armando mucha polvareda por los territorios de nuestros antep asados. Seguramente cuando logren arrinconar nuestro espritu avent urero en reservas y corralitos mugrientos bien organizados, estos amer icanizados, nos vendern la aventura, el amor a la montaa y el respeto a todo lo que es vida, desde detrs de mostradores con folletos a todo color; eso s, impresos en papel reciclado. Seguramente llegaremos a ver cmo se sanciona y se expulsa de los territorios, que siempre han sido suyos, a los cuatro chalados y sus viejas y libres mochilas, mientras por el horizonte, carretas de nuevos colonos, en caravanas de Trekking perfectamente organizadas, tendrn va libre con el beneplcito del guarda recoge-permisos. Seguramente todo esto ya est pasando, y moriremos pronto al ms puro estilo de Wounded Knee; eso si, en silenciosa matanza que nadie sabr como hubo comenzado, a orillas de una gran mesa de despacho y de manos de algn General Forsyt de pacotilla, que volvi a tomar mal el encargo del General Miler de turno. Yo no s qu vais a hacer vosotros, hermanos de horizontes inf initos, pero yo no puedo evitar ser un Sioux en el tema montaero, aunque el hombre verde me siga tomando por dominguero. Y lo tengo muy claro. Ya he desenterrado mi pluma de la guerra. O se respeta a mi pueblo...! O muero luchando! El ltimo Botas Negras Historias de mi mochila 173 u descontento y su lucha no fue slo contra la administracin jer rquica nacional, tambin a escala local dedic algunos artculos en la prensa local, arremetiendo en una ocasin contra la polica nacional e stablecida en su localidad, ante la vergenza implantada en aquella com isara donde se otorgaba el documento nacional de identidad repartiendo nmeros como en una carnecera y obligando, en abuso de norma, a m adrugar a los ciudadanos hasta que el guardia de turno cortaba la cola y mandaba a casa a los ciudadanos a dormir, para volver a madrugar ms al da siguiente. Aquello trajo cola, pues puso una denuncia al propio comisario de la polica y elev su denuncia al ministro del interior y, como esperaba, consigui que dotasen del personal necesario a la oficina local y acabar con aquella hum illacin a la ciudadana. La ley elemental de muvele el asiento al poderoso y caer la breva se cumpli una vez ms. No fue menor la lucha contra la caza y la corrupcin del agente de medio ambiente en el Paisaje Protegido de las Sierras del Cid y del Maigm, donde tambin sali victorioso bajo el lema que siempre le acompa Con la verdad, al fin del mundo!. En el siguiente caso, el despilfarro nacional, ejercido igualmente en las administraciones locales le llev a denunciar un proyecto que tena que ver tambin con la montaa. En este caso, la obra ya estaba hecha y como es normal en los pueblos gobernados por gente cutre, no le hicieron caso pues, realmente el gasto ya haba sido llevado a cabo, para sonrojo de todos los ciudadanos quienes, por cierto, siguiendo la tnica espaola, se quejan muy poco en lo colectivo y slo en lo personal y no siempre. Utiliz en el artculo-cuento a los personajes habituales de sus hi storietas: Bonifasi y Montaerico, vecinos de cada uno de los pueblos que hablando de manera distinta (uno castellano y el otro valenciano) fo rman, sin embargo, un solo ncleo urbano, aunque slo sea en lo fsico. De las muchas historietas publicadas yo eleg sta S Juan Manuel Maestre Carbonell 174 Un paisaje no lo es, si no hay un ser humano que lo admira. l es quien le da el alma a la montaa y la convierte en caminos para la mente soadora. La escalerica de Boln La maana es fresca como corresponde, extremo que se agrad ece al abrigo de las modernas y ligeras telas que hoy sirven al monta ero. El fro limpia el ambiente y vuelve ntidos los horizontes de inco nmensurable alcance. Los amigos caminan en silencio, cada cual en su mundo de pensamientos; inmemorial tarea de los caminantes de todo tiempo, es el mirarse en las puntas de sus botas, cual diapasn que mide el tempo de la marcha, descifrando pensamientos que van de lo banal a lo ms elevado del espritu andante, sin ms estorbo que el sonido de la pisada en los relieves del suelo donde se posa, a cada latido, el corazn de suela que redobla a cada paso. Tal vez se cruz en el pensamiento, el recuerdo aparcado que esperaba su momento, o simplemente naci en el instante ntimo que el mismo paseo propone. Lo cierto es que surgi como surgen las cosas que son aparentemente banales, y sin dejar de andar, ni aminorar el paso, fue Bonifasi quien rompi el siseo casi imperceptible del esparto, movido por la brisa que lame la inclinada ladera camino hacia la cu mbre de Boln, la aislada elevacin que en el centro del valle, obliga al reseco Vinalop a torcer su cauce en su huida hac ia el Mediterrneo. Hay que ver cmo cambian los tiempos! lo dius per la frescoreta que fa pregunt el de Elda, mientras iba contando los oscuros escalones de tosca madera, insertados en el agreste sendero en virtud de un Plan E, de economa sostenible, Historias de mi mochila 175 Juan Manuel Maestre Carbonell 176 segn reza en un gran cartel que dicho sea de paso no se sostuvo, y tumbado queda al inicio de la obra senderil. Que va! Lo digo por la diferencia entre los slidos y asentados senderos que afirmaban sobre el terreno nuestros abuelos, y esta burda manera de entender hoy, como se hace un camino en la montaa. Mantente mientras cobro sentenci Montaerico, que ta mpoco tiene claro cunto aguantarn los maderos sobre el exiguo amasijo de cemento, a pesar del anclaje con un ferro hincado en el suelo. No ser porque sea barato, pues con 37.100 euros ya podan haberse acondicionado ribazos, aunque fuera de piedra seca. Y algo de tierra y legn tampoco hubiera venido mal para suavizar el terreno. Se par Bonifasi, como consciente de lo dicho, y con un claro gesto con los dedos de su mano, dividi mentalmente la pequea fortuna empleada para tan simplista arreglo, y cambi la jocosa expresin que traa por una mueca de sorpresa ante el propio clculo matemtico que arroj inesperada cifra. Nada menos que ms de 10.000.- de las antiguas pesetas! Y volvi a caminar, estirando en la subida el paso, aunque no mucho, dado la pendiente por la que ascendan. Uno y dos: Diez mil!; tres y cuatro: Veinte mil!; cinco y seis: Treinta mil! Joooodeer! Qu fuerte es esto! Mira Montaerico, desde donde estas hasta aqu, treinta mil pelas y no han rastrillado ni el suelo. Qu fueeeeeerte! Mentes sabias nos dirigen Bonifasi. Y que lo digas. Pero qu bien se paga con el dinero ajeno! Ambos arrancaron a rer al unsono y siguieron cuesta arriba camino del leve collado donde acaba el proyectado arreglo. Y al llegar, y descubrir el hecho, fue Bonifasi quien retom el tema del sendero, asu nto que muy probablemente haba continuado lamiendo los pensamie ntos de los caminantes a medida que iban descubriendo el poco trabajo hecho para tan alto coste econmico. Anda! Y encima slo ha sido arreglado medio sendero. No querrs que hipotequemos el pueblo, pues seguro que a ms Historias de mi mochila 177 alto trabajar, ms alto habr de ser el precio. Ambos viejos rieron, y sin darse un respiro acometieron la lt ima parte de la ascensin que conduce a la cumbre de Boln. Segur amente sigui cada cual en sus propios pensamientos que, muy prob ablemente no seran reproducibles aqu en horario infantil pues, no siendo tontos, ya estn hartos de los listos que nos manejan, tal vez por eso, e influido por la desconfianza que vemos a diario en los medios de comunicacin, al llegar Montaerico a la cima le solt de sopetn al compaero: Oye, y t crees que aqu tambin habr tela de los mismos tr ajes, que en la capital del reino La risotada recorri el Valle donde Elda y Petrer se asientan, p ero nadie escuch la respuesta dada. El da haba aclarado y el calor del Sol suaviz el ambiente hasta hacerlo confortable y casi primaveral. Vino luego el almuerzo, insustituible momento que, siendo tal vez el nico motivo del viaje para otros, nunca lo ser para ellos, aunque lo aprecien y gusten con el deleite aadido de quin sazona el alimento con la visin del paisaje. No es la cumbre el destino, sino el pretexto. Es el camino, que aflora del alma con cada latir de las botas del montaero y le hace libre, como el pensamiento. *** Juan Manuel Maestre Carbonell 178 ero no siempre escribi sus denuncias en un tono mitad cuento, m itad verdad. En ocasiones, Samuel no tena el cuerpo para florituras y se lanzaba en plan periodstico, sin ser periodista, y publicaba verdad eras rebeliones contra la administracin; ya fuera Ayuntamiento, Tcnicos medioambientales o quienes fueran que quisieran seguir encorsetando al montaero o al escalador como espcimen que, segn su propia filosofa, era en aquellos momentos (todava sigue vigente hoy) el autntico an imal salvaje al que haba de proteger de tantos lameculos i noperantes e intiles que haba instalados __ mejor apoltronados __ en los distintos est amentos de la vida pblica espaola y que no tenan ni pajolera idea de lo que se llevaban entre manos, empapelados continuamente entre falsos informes de impacto medioambiental, con los que solan limpiarse sus culos cuando la ocasin (la propia) lo requera. Aquello, o sea esto que sigue, estoy segura que no slo ocurra (y sigue ocurriendo) en este pueblo concreto, sino en el conjunto de los pu eblos de Espaa. Pasen y lean Que contradiccin! pues ya inmerso en el paisaje largamente ansiado, puedo contemplar aqul de dnde vengo y al que quiero regresar. Los guilas perdiceras Hace aos con el beneplcito de la Federacin Valenciana de Montaa y el gritero de ecologistas, se prohibi a los escaladores la prctica de nuestro deporte en la Sierra de Cabreras, (entre Sax y Vill ena) en poca de anidacin de las aves, ya que, se haba instalado all el guila perdicera y, segn ellos, nuestros ruidos molestaban a sus nidos poniendo en peligro los huevos. Algunos vimos muy mal que no se tr atase igual al cazador que al escalador y montaero pero Poderoso caballero es don dinero. P Historias de mi mochila 179 Pronto, pasar pegado a la misma sierra un AVE mucho ms ru idosa y molesta, y como preguntar no es ofender, yo pregunto: Se par ar el rpido tren en la estacin de Villena en poca de anidacin y los usuarios pasarn caminando junto a la montaa en silencio cual car avana de africanos porteadores, llevando las maletas sobre sus cabezas, o Se argumentar preferente inters social, y al pjaro que le den Como quiera que no me veo llevando las maletas como los buyanguele del Congo y la va ya est prcticamente puesta, yo vuelvo a preguntar: Dnde estn ahora los ecologistas chillones, la administr acin sancionadora y la Federacin consentidora O ser que entre AVES no se molestan. Lo van pillando Y Por qu no puedo acampar en la montaa yo, si acamp d urante semanas la tramoya romana de Guerard de Pardieu en la pelcula que se rod, all en Cat frente al Puig Maigm Ser por la hermosura de Santiago Segura, Irn a ver la pelcula los miembros de nuestra federacin Tendrn butaca preferente polticos y ecologistas el da de la proyeccin Y claro, esto que parece guasa, adems de ser cierto, es la intr oduccin a un ruego que es a la vez peticin o ms bien un Ya est bien!, pues he visto hace meses en la prensa municipal y tambin en Valle de Elda, encartes publicitarios a todo color, referidos al plan de actuacin en las Caadas del Tite, sobre algo que llama mi atencin. Plan de seguimiento y proteccin del hbitat para el guila perdicera Como ya estamos otra vez con lo mismo, ahora que hay gobierno en mayora me gustara conocer el plan definitivo sobre la ubicacin del mentado animal. En cuanto a mi opinin ser rpido y directo, refiri ndome al plan. Si he de elegir, me importa un comino (dicho as por no reit erarme en el texto) el huevo del guila perdicera, pues tambin el espr itu de aventura se encuentra en peligro de extincin. Y ahora, el espc imen a proteger; de cuentos cuyo nico fundamento sea callar a falsos Juan Manuel Maestre Carbonell 180 ecologistas, que incordian a polticos absurdos, (podran ser peores cal ificativos) es el propio escalador. Conviene que stos espabilemos y empecemos a tocarles ta mbin sus temas a unos y a otros, o volvern a empapelarnos con prohibiciones por el mismo asunto de los huevos (del guila perdicera). Nada dijeron aquellos sobre el lugar donde poner el nido, pues disertar sin atinar, o lo que es igual sin decir nada, es esencia de lo pol tico, pero por si acaso y curndome en salud, cual eldense escarment ado, siendo las Peas del Marn, colindantes al terreno de los futuros go lfistas de las Barrancs y tambin a la Camara municipal, quiero advertir que all se alberga una de las primeras zonas escuela de escalada en Espaa, que nacieron por la voluntad de unos eldenses que supimos arrancar desde ellas hacia cotas de ilusin, no sin poco esfuerzo, hace ahora casi cincuenta aos; mucho, pero que mucho antes que all anid ase ave alguna. Para que conste. Por all han pasado miles de jvenes e ldenses y saben de lo que hablo. No repitan, por favor, lo de las cabras de los Chaparrales, que tampoco pintan nada all, ni sigan con la doble m oral de proteger para luego matar. Aqu, ruego abstngase cazadores de entrar al trapo por el eje mplo dicho, que tambin del que mata para divertirse, a un bicho, tengo mucho que hablar y no me trago ya, (debe ser la edad) las tan cacare adas razones del equilibrio cinegtico que alimenta y luego pum, pum. Si son tan nobles qudense en la fase primera. Mi ruego sobre este territorio que hoy tiene fama internacional, por las continuas visitas de escaladores de todas las nacionalidades, y que avalan diversas publicaciones que ya existen en todo el mundo, es para que no metan all, ni sus huevos, ni sus absurdas razones, ni sus botes de pintura, costumbre sta ltima, contraria a nuestra tradicin que, para mayor escarnio, vienen patrocinando entidades pblicas y federaciones para mantener (aqu hablo ya de pelas) a falsos monta eros y ecologistas, peseteros y trepas. Vuelvo aqu a hacer prevalecer la condicin de montaero, recordndoles a todos que aqu estbamos nosotros primero; antes incluso de nacer la palabrita, y tambin de que Historias de mi mochila 181 Juan Manuel Maestre Carbonell 182 llegase el invento francs de la brocha y el bote. En fin Que ya est bien de tanto pintamontes y tanto golfista! Y que no se entienda mal, que yo tambin quiero al animal y por eso, propongo, para mejor cuidar al pjaro, que se ubiquen los nidos en el balcn del Ayuntamiento, de la Diputacin Provincial o de la propia Generalitat Valenciana y que sean, quienes hacen esas leyes absurdas, metidas con calzador y panfletarias prohibiciones, quienes se ocupen, de verdad, de verdad, del problema del guila perdicera y de sus hu evos, que ya manda huevos (ahora se puede citar) esta repentina preocupacin institucional. Creo que ya est bien, de que nos toquen sie mpre los huevos (del guila perdicera) a los montaeros. Si alguien quiere hablar de huevos, hablemos tambin de las C aadas y del porqu de tan alejadas recalificaciones de un terreno mun icipal, que eso s que tiene narices (dicho sea por no volver a rimar) pero hagmoslo de verdad, hablando claro, llamndole al pan, pan y al vino, vino para que nadie se llame luego a engaos. Seamos capaces de llegar hasta el final y que prevalezca por encima de todo, la verdad, la tica y la honradez. (Perdn por el desuso de los vocablos). Por cierto, despus de lo dicho al principio de mi argumentacin, tambin me importa un pice, (aqu soy educado, aunque se entiende) lo que diga la federacin o los ecologistas, quienes a falta de los suf icientes argumentos (dicho as para que sea publicable) con los que atreverse a entrar en los temas de verdad importantes, se contentan con las migajas de los avispados que los apaan. Abramos los ojos de una vez, todos los montaeros y ciudadanos de corazn, los que nunca pusimos la mano para cobrar por nuestra aficin, y echemos del templo a todos los mercaderes de la montaa, que no hacen ninguna falta. De los que son de verdad, no he hablado. Lea bien el poltico, el ecologista y el montaero y colquese donde proceda, que ya est el cupo lleno de los guilas perdiceras (el pronombre lo escrib bien). *** Historias de mi mochila 183 o que le ocurri tiempo despus, con el siguiente cuento que os pr esento ahora, l nunca pens que pudiera tratarse de una vendeta, por aquellos ramalazos de sinceridad que, de cuando en cuando, regalaba a sus convecinos, pues conoca a las gentes de su pueblo y bien que saba de la manera corts que stos tenan de tratar los asuntos, por muy esp inosos que fueran. Era la ley no escrita para mantener a raya a todo aquel que osa ra criticar al sistema social, ampliamente establecido y consentido por la clase gobernante, y lo que es peor, por aquellos que sin saberlo se haban convertido, incluso sin quererlo, y sin ni siquiera intuirlo en sus me jores lacayos. Es cierto que las ridculas Leyes espaolas ya se haban encargado de anteponer palabras como supuestamente que sirvieran para poder decir verdades sin que las mismas fueren constitutivas de delitos y a la par meterle el miedo a la poblacin, referida a la manera de hablar, Por qu, el poder, le tiene miedo a las palabras Pero a Samuel aquellos trminos no le gustaba usarlos. Siempre dijo que en las narraciones, la voz omnisciente que usase los trminos: tal vez, pudiera ser, o quizs, era una mierda de voz omnisciente exactame nte igual que el adivino que, cuando llamaban a la puer ta, preguntaba quin era. Tal vez por ello recurri siempre a la fbula o al cuento, para poderse expresar sin cortapisas y como gustaba decir: llamando al pan, pan y al vino, vino. Fuere como fuere, lo que no iba a hacer nunca era d ejar de contar la verdad por muy supuestamente ofensiva que sta fuere. Era consciente de que todava haba en Espaa mierda por todos los lados que haba que limpiar y no slo en los telediarios que vemos, todos los das, en los plasmas de nuestras casas. Tambin en los pueblos haba m u-L Juan Manuel Maestre Carbonell 184 cho que denunciar. Hechos y comportamientos que siguen siendo una co stumbre perniciosa, e ilegal en muchos casos, que todos los ciudadanos conocen pero que todos tambin callan, pues resulta evidente que quienes deberan acabar con los caciques y los personajes malvados que siguen existiendo en la vida cotidiana de los pueblos y ciudades del pas, suelen mirar hacia otro lado manteniendo el entente cordial; las buenas man eras y una educacin muy mal entendida, puesta en un primer lugar que no se corresponde con la naturaleza de la gente de buena madre. Al pan, pan y al vino, vino. Hubo un tiempo en el que, llammosle fuerzas culturales de su pueblo, le pidieron a Samuel que escribiera en una de las revistas oficial es de la ciudad. l tard en hacerlo argumentando que primero debera des aparecer el sr. Obispo del saludo oficial en la cabecera editorial, pues la revista en cuestin la editaba un rgano local dependiente, de alguna m anera de la iglesia. No es que le importase, pero a Samuel nunca le gust que pudieran asociarle con ninguna secta, ni religiosa, ni de ninguna otra clase. Pero un ao accedi despus de que le asegurasen que aquella r evista estaba abierta sin censuras a todas las opiniones y que la iglesia ya no es lo que era, Ja! Ocurri, que al ao siguiente Samuel decidi que la situacin del pas ya no estaba para miramientos ni para seguir haciendo el caldo go rdo a las mentes culturales pueblerinas que insisten en seguir manteniendo unas formas educadas de hablar y de escribir, pese a las atrocidades que gobernantes, legisladores y lameculos infringen a los ms desfavorecidos del pas bajo la teora del socorro y la limosna a los necesitados, pero sin que nada cambie y que siga esta ley del embudo propiciada por los ed ucados que nos siguen robando todos los das el futuro, pero eso s, muy cortesmente. Samuel decidi que no jugaba ms con las cartas de los sinve rgenzas y se atrevi a contar cosas que ya eran por todos sabidas y sile nciadas. Naturalmente, cuando present este cuento a la redaccin de la revista, le contestaron que no lo publicaban, manteniendo para mayor Historias de mi mochila 185 vergenza de quien proceda, que le publicaban artculos a comunisto ides sin ningn problema, pero que el trabajo de mi compaero Samuel era, en palabras textuales del nclito hipcrita de turno , como ir a una boda en chndal. Lo curioso fue que hasta tres veces le llamaron para evitar que Samuel les montase alguna rplica en los medios, que era lo nico que preocupaba al impresentable en cuestin, y tanto insistieron sobre este asunto que mi amigo les tuvo que hablar claro y contestarles que estaban en su derecho, como lnea editorial, de admitir o no los trabajos, pero que ni soasen con que a l le iban a callar, y como muestra aqu queda En nuestras expediciones de montaa, unas veces se lograron los objetivos y otras se fracas en el intento, pero lo verdaderamente importante fue siempre el poder trasladar esas experiencias vividas a nuestra sociedad, contribuyendo a configurar el carcter emprendedor que tanto define al ser humano, en distintas facetas de la vida cotidiana. Quiz sea ese, el secreto aadido, que hace del logro intil de la aventura, la virtud ms generosa, y el ms preciado don del aventurero. El malvado leguleyo Cuente el lector con que, cuanto aqu cuento, contar ms que un simple cuento. Arde el valle en la mgica noche. Desde la altura, tortuosas calles y rectilneas avenidas resaltan en la oscuridad y el reflejo luminiscente de la urbe llega hasta las redondeadas formas de la milenaria montaa pintndola de un pardo claro, casi anaranjado, en contraste con el ag nico malva de un ocaso que se apaga en el horizonte y recorta la silueta Juan Manuel Maestre Carbonell 186 del ptreo crestn cimero. Al pie de la montaa, la esttica y bien traz ada iluminacin asemeja a un moderno circuito impreso donde titilan las luces rojas, apresuradas por este tiempo de epifana. La lnea divisoria entre ambos pueblos (Elda y Petrer) deja de existir surcada en todas las direcciones por las estelas rojas de menor intensidad, que circulan por los dorados canales de luz. El espectculo le hubiera resultado tan maravilloso como otras veces, pues es esta una visin que l gusta repetir en cualquier da del ao. En cualquier da, menos en este, pens. Pues siendo enemigo de aglomeraciones, en esta noche puede decirse que no cabe ms gente en la destrozada senda que conduce a lo alto del monte. Nunca antes se le ocurri venir aqu en tan sealada ocasin, pero hoy lleg de los prim eros y ha esperado hasta verle llegar. Su mano, curtida en mil montaas, aprieta con rabia el ignominioso papel. El calor de la lumbre congrega a su alrededor al gento que va llegando a la cima. Frente a l, y al otro lado de las llamas, est don Pedro Helln Vera quien, sin su toga, podra pasar desapercibido entre los mil visitantes que inundan esta noche el lugar. Pero no es as, pues la gente de este Valle le conoce bien. Mil historias corren de boca en boca y desde antao, sobre este pernicioso magistrado, miembro de una saga familiar que resulta vergonzosa para las gentes sencillas de buena m adre, que alguna vez han tenido que soportar sus malas artes leguleyas. La ltima injusticia sufrida est demasiado reciente para que Caaa, el viejo montaero, pueda olvidar el rostro de este ser maligno que marc su existencia. A diferencia de aquel infausto da, ahora la faz del juez posee una placidez amable otorgada tal vez por la luz incandescente y que, en l ugar del mazo que dict Visto para sentencia!, su mano sujeta hoy la de una nia fascinada por el fuego y el ambiente, que escucha de su pr ogenitor la leyenda de esta montaa recientemente atribuida a la obra de un gigante, en el infantil relato de un viejo escritor vinalopense, al que muchos tachan de loco. Historias de mi mochila 187 Juan Manuel Maestre Carbonell 188 La cumbre de Boln se ha ido colmando a medida que la tarde iba empujando el sol hacia el ocaso y llegan ahora los ltimos monta eros, excursionistas y simples paseantes; vecinos casi todos de Elda y de Petrer, las ciudades ms prximas que resplandecen a piedemonte en esta vspera del da de Reyes. Gentes que tienen en esta montaa un bello marco desde que en los aos sesenta del pasado siglo iniciasen, precisamente unos montaeros, la costumbre de prender una gran f ogata en su cspide como arranque de la serpiente de antorchas que s imula el descenso de sus majestades, y fascina a cuantos nios la divisan desde el Valle. Sabido es que el fuego est arraigado en la cultura de los pueblos de Espaa, especialmente en la noche de San Juan cuando el rito festeja el solsticio de verano, pero tambin en otras efemrides y no hay que ir muy lejos para ver otra de las muchas costumbres que entienden de hogueras en el monte como ocurre en Biar donde, cada diez de mayo, arden por doquier en su serrana coincidiendo con la bajada de la Vir gen de Gracia, desde su santuario, al inicio de las fiestas de Moros y Cristianos. Otra tradicin que se conserva. Pero todo esto ya fue argumentado por su abogado defensor d urante el juicio y tambin los fuegos que por razn agrcola arden, desde que el mundo es mundo, por todos los campos de Espaa y del globo terrqueo. En favor del viejo Caaa, mencion el letrado el apego al fuego en todas las culturas de la Tierra desde tiempo inmemorial y en su alegato final lleg a reclamar, como solucin a la injusta Ley m edioambiental vigente, que en los campamentos de montaa se destin asen dotaciones preventivas de bomberos como se hace en las Fallas que arden por todo el Levante, en lugar de prohibirlos tajantemente, pues aquellos tienen ms arraigo que stas. Por lo tanto, siendo beneficiarios ambos de un fuego ldico, y pagando como ciudadanos idnticos i mpuestos, lo justo es que tengan iguales derechos y servicios. Historias de mi mochila 189 Juan Manuel Maestre Carbonell 190 Era aquel un indiscutible ejemplo del doble rasero que la Ley viene aplicando, pasndose por el arco del triunfo la igualdad que fa lsamente cacarea una constitucin espaola que se desmorona y que ya nadie respeta. Pero el malvado Helln haba permanecido inmutable, sin atisbo de comprensin ni de escucharle siquiera, haciendo girar e ntre sus dedos una cara pluma Montblac que slo dej de hacer rodar cuando, acabadas las conclusiones de las partes, tuvo que usar la maza judicial para dar por acabada la vista. * Ahora, en la montaa, la oruga de luz ya ha iniciado la marcha y el oscuro Helln aguarda turno para prender las antorchas que portarn, l y la nia, durante la bajada. Sentado en el suelo, observa Caaa la escena que le repugna. La imagen de este padre inculcando a su hija una tradicin local, ni le conmueve, ni le convence, siendo el tal Helln quien es, lo que afirma y firma como palabras que se convierten en injusta ley que discrimina a los montaeros. La imagen, se le antoja al viejo una falsa copia de aquellas otras llamaradas que alumbraron los campamentos antes que se oscureciera la noche montaera, hecho consentido por la propia familia excursi onista __ Los traidores de la montaa! segn Caaa __ , por un decreto sin conocimiento ni oposicin, sin consciencia y sin decencia, que borr para las sociedades venideras la ms antigua tradicin del hombre: el fuego sin connotaciones religiosas ni festivas, desprovisto de la neces idad de alimento o costumbre agrcola, y slo para el solaz esparcimie nto del ser humano, al acabar la jornada. La ltima llama, del ltimo fuego de campamento montaero, se llev tambin las viejas palabras; vocablos que hoy estn casi en desuso: camaradera compaerismo respeto Pero entonces nadie pen s en ello y para acabar con el fuego daino, y hostigados por los falsos amantes de la montaa llamados hoy ecologistas, se mat el tiempo del Historias de mi mochila 191 fuego purificador de las ideas y los sentimientos Y ahora esto, y ms, pues la ltima de las incongruencias medioambientales que ha tenido Caaa que escuchar cuenta que, en un prximo pleno municipal, con el respaldo de sus indocumentados polticos, sin excepcin de color, se piensa solicitar, en ignorancia supina de Ley, la declaracin de Bien de Relevancia Local , para esta Bajada de antorchas, ante la Consellera de Cultura de la Generalitat Valenciana, que dicho sea de paso, es la a dministracin pblica que ms corruptos imputados y condenados tiene de Espaa. Espera el viejo montaero que, por lo menos, aqu no habr que hacer obras, como aeropuertos, fuentes, monumentos u otras inapropiadas instalaciones que siempre generan gastos extraordinarios, en medio de una crisis galopante y desenfrenada que nos deja imgenes inslitas de padres en el paro y la miseria, ocupando modernos mobili arios urbanos, mientras sus hijos, que pasan hambre y necesidad, juegan en formidables y carsimos parques infantiles. Algo que, tarde o te mprano, alguien tendr que explicarles a los ciudadanos como l, que ha tenido que posponer indefinidamente los arreglos de su casa, en esper a de esos sueldos que slo unos pocos mantienen, e incluso se autoaumentan por decreto o acuerdo plenario. Al viejo, parece quemarle el papel y lo aprieta todava ms entre sus manos. La sentencia, leda y releda una y mil veces, es un texto h umillante y discriminatorio. Cmo puede este hombre, que quiere r epresentar la voz justa e imparcial de una sociedad cabal, estar ahora en este lugar como si nada Dnde encajan, aqu y ahora, las acusaci ones que a l le han condenado como infractor Qu digo infractor!, El mismsimo Satn! Un exterminador de la naturaleza segn el enunciado de la condena que, con canalla simpleza se justific, en el hipottico p eligro (nunca real) de quemar el monte al haber encendido, como manda su tradicin montaera, aqul su ltimo fuego de campamento, cuidado como siempre con escrupulosa atencin, como lo demuestra el hecho probado de que nunca en toda la historia del montaismo en Espaa, ardi un monte por causa de un fuego de campamento. Juan Manuel Maestre Carbonell 192 Es ya noche oscura. El juez, sujeta en alto la antorcha y explica a la nia como debe portarla cuando, la sbita luz de un flash blanquea el ambiente. Tras el deslumbramiento, reconoce el leguleyo Helln al viejo montaero que ya guarda su cmara fotogrfica y, sin decir palabra, le dedica el gesto de arrojar al fuego aquella sentencia inmoral, antes de tomar el sendero hacia el valle. * Mientras desciende, ya sabe Caaa que maana probar el ma lvado Helln de su propia medicina. Est convencido de que el descrdito pblico en los medios es el ltimo recurso que le queda al ciudadano espaol, ante la corrupcin reinante en todos los estamentos del estado, tal vez el nico ya, en esta destartalada democracia donde reina la burla a la justicia real, que se viene produciendo sin decoro en los juzgados de un pas donde la corruptela alcanza, desde al mismsimo presidente del Tribunal Supremo, a la Casa Real Espaola, pasando por todos los col ores del panorama poltico sin excepcin. Acelera el paso a fin de llegar antes del cierre de las rotativas. Ya tiene pensado el titular: La poltica espaola es una vergenza, la justicia es una hoguera, y los jueces sus incendiarios Y tambin el pie de foto que acompaar a la recin captada f otografa del Juez, enarbolando una tea incendiara: El nclito Helln enciende la duda entre los montaeros. En columnas interiores aadir: y como montaero, me pregunto si debo seguir pagando los mismos impuestos que los ciudadanos de primera: esos otros contribuyentes que S tienen derecho a encender un fuego en el monte, en el campo o en cualquier ciudad o lugar, cuando lo mande su negocio, su santoral, o simplemente sus ganas de fiesta. Sonre el viejo Caaa. Cree que ya es hora de reivindicar, TAMBIN , las tradiciones montaeras, y en la cumbre de una montaa, pre Historias de mi mochila 193 Juan Manuel Maestre Carbonell 194 cisamente en esta, es un buen lugar para comenzar a hacerlo. Slo esp era que quede algn peridico sano, que no est comiendo el pan sucio y contaminado de la publicidad gubernamental y mantenga imparcia lmente incoloras sus columnas. Piensa que menos mal que siempre quedar Internet y las redes sociales. Y sabe que slo a travs de ellas se podr iniciar un cambio que acabe con los Corleone en todos los pueblos de Espaa, como este ma lvado Helln y el resto de las mafias legales que completan una sucia y larga lista de corruptos, prevaricadores, mangantes y mafiosos que quedan por descubrir. Sabe que ya no es joven y aunque le fastidia mucho que le llamen indignado trasnochado, al que entienden poco sus propios amigos, prefiere esto, a estar en el lado de los indignos. De cualquier manera, algo tiene claro ya el viejo Caana: en su prxima pernocta en la montaa, volver a brillar su fuego de camp amento. Ya dijo Montesquieu que cuando una Ley es injusta, lo correcto es desobedecerla. *** Moraleja legal: Ante una norma, ley u orden dada a la promocin de una injusticia __ por discr iminatoria __ , cesa la obligacin, para el ciudadano, de obedecer a la autoridad del Estado. Y nace la obligacin contraria. Historias de mi mochila 195 e sorprendi que fuera, precisamente Samuel quin haba escrito un cuento infantil de bastante xito local, sobre la montaa de B oln y sobre aquella bonita tradicin, quien denunciase luego el doble rasero y la falta de memoria de los gobernantes Bueno lo de los gobe rnantes ya saba que ms que falta de memoria era ignorancia supina de Ley y bien claro lo dej escrito, por no contaros otras cosas que yo escuch y que dejaran en peor lugar a los polticos locales. Le repateaba, una y mil veces el estmago, que incluso los propios excursionistas que ao tras ao colaboraban activamente con la cabalg ata para los nios, no fueran capaces de reivindicar el fuego de campame nto que les fue robado por una Ley que, obviamente slo se cumple cuando le interesa a determinadas jerarquas. Lo peor de todo era la indiferencia que haba en la defensa del legado histrico de los montaeros y la desfachatez de pedirles luego que colaborasen con algo bonito que los excursionistas del Valle haban cre ado. En otro orden, se cree que la justicia es legal, pero el estamento judicial es ms falso que judas. Mil ejemplos le escuch en muy diversas ocasiones a mi compaero, pero si he de citar alguno, me ceir igua lmente al doble rasero que tiene la justicia y especialmente al ocultismo que practican algunos juzgados, probablemente en un claro ejemplo de corporativismo cuando, por ejemplo, un juez dicta una sentencia y la firma con su nombre y su apellidos, pero cuando sta se considera injusta o, lo que es peor y bastante frecuente, dictada con prevaricacin y se recurre a la audiencia provincial, ocurre que, con ms frecuencia de la que deb era ser normal, si la audiencia superior falla en contra de la sentencia, nunca nombra al juez corrupto o simplemente tonto que juzg en falso, sino que se desestima citando al juzgado numero tal de tal y nunca al si nvergenza que, o no hace bien su trabajo, o que lo hizo ilegalmente. Encima, como ahora veris, Samuel nunca fue anti nada, tampoco anti religioso M Juan Manuel Maestre Carbonell 196 Un paisaje es lo que vemos delante de nuestra mirada, y en el caso de un alpinista, un paisaje es un horizonte de montaas a las que aspiras subir. La Muela de Satn Premio Vivac de cuento 2012 Nunca antes haba ocurrido. A pesar de su egocentrismo, jams reneg de m; hasta hoy, cuando lanz aquella injuria impronunciable. La verdad es que sta, es una montaa distinta a todas. La Muela de Satn est apartada del paso de los excursionistas y alejada del pu eblo ms cercano por hartos kilmetros de polvorientos caminos que, no obstante, nos trajeron hoy al pie de las inclinadas rampas que sostienen, cual encas de oscura tierra, el bastin rocoso e inexpugnable de esta cima caprichosamente recortada como un apndice molar. Esto, y el amoratado color de su piedra, casi sanguinolento, le hicieron merecer en boca de un cazador medieval, el topnimo por el cual todava hoy se conoce a esta inviolada montaa en la que nos encontramos. La sola y terrorfica imagen de sus ptreos perfiles ha hecho desistir a cuantos, antes que nosotros, pretendieron escalarla. Por fortuna, esta maana atacamos la pared muy temprano y ahora slo nos resta un quinto de su total longitud para llegar arriba. Un asombrado cuervo revolotea sobre nosotros. Desde mi priv ilegiada posicin, observo cmo con cada giro de sus brillantes y negras alas se nos acerca ms y ms, aleteando nervioso, sobre estas rocas que hasta hoy han sido de su exclusivo dominio: rojizas paredes, preadas de cuevas y recovecos, en las que nadie antes haba osado aventurarse. Estos descomunales desplomes son el mejor cobijo para el ave y Historias de mi mochila 197 la mejor defensa natural de esta maldita Muela de Satn donde hoy se ha visto colmada mi paciencia tras el insoportable insulto de esta m aana. Ajeno al crvido y a su mal presagio, y mientras le observo, Pepe Camuas escala tranquilo aun sabiendo que la diminuta regleta, sobre la que tiene clavada la vista para el siguiente paso, no le permitir m ayor aguante que el de servirle de impulso para alcanzar el franco agarre que ya vislumbra cercano. El apoyo es nfimo, mas siendo insuficiente para cualquier otro, a l le bastar para seguir afirmndose como el ms grande escalador de la comarca. S muy bien que estos lanzamientos, a modo de latigazo, son su manera de salvar las dificultades: a lo m acho! Y entiendo que, desde su perspectiva, la ansiada presa le anime al intento por la franqueza que le presume al futuro asidero. Esa grieta es justo lo que est necesitando despus del difcil tramo de placas inve rtidas que le han impedido descansar, y ni siquiera colocar el ms mn imo seguro. Y no es que eso le preocupe. A Camuas jams le ha importado su seguridad, confiado como est, y en exceso segn yo creo, a su depu rada tcnica y a una potente musculatura que le hace, como ahora, creerse capaz de resolver cualquier dificultad. De repente, el cuervo ha intuido mi presencia y, con gran espa nto, ha remontado el vuelo doblando la arista que cierra el horizonte de la gran pared, perdindose a mi vista. Yo sigo pendiente de la escalada de Camuas. Hace tantos aos que voy con l que ya he perdido la n ocin de este tiempo vivido junto a su persona. Y siempre atendiendo a su seguridad aunque a l nunca le import ni le escuch nunca agrad ecerlo. Por mi parte creo haber cumplido bien mi cometido. Nunca pr otest y nunca le hice saber de mi mal humor o descontento por su exc esivo protagonismo, pero lo de hoy ha colmado mi paciencia. Ha ocurrido esta misma maana tras haberse atado a la cuerda, mientras embadu rnaba sus manos con magnesio. Es cierto que le not algo ms nervioso que de costumbre pero nada me extra siendo sta una escalada de Juan Manuel Maestre Carbonell 198 tan alto riesgo. Lo cierto es que no tena ningn motivo para decir lo que dijo, pero lo dijo!, y me sent humillado. El cuervo ha vuelto a aparecer, pero ahora ya no se acerca tanto a nosotros, y se mantiene expectante sobrevolndonos. Camuas se prepara para dar el paso y, como siempre ocurre, su prepotencia esc alando parece no contemplar otro escenario posible que no sea la s uperacin de cualquier dificultad que se le oponga. Est muy tranquilo. Normalmente, es rpido de reflejos y le basta con una sola mirada a la pared para leer, como en un libro abierto, las rugosidades de la piedra. Veo que arquea su cuerpo y ejecuta luego, con precisin milimtrica y equilibrio impecable, un rpido y coordinado impulso que le permite, tras un ligero apoyo en la diminuta regleta, volar literalmente ejecuta ndo el certero lanzamiento de su mano derecha sobre aquel agarre en el que haba puesto sus dos ojos y sus esperanzas todas. Resopla satisfecho al notar su mano afianzada a la roca y coloca sin demora un mediano empotrador en una grieta paralela a la form idable presa. Chapa la cuerda sobre el mosquetn, sin prisas, y se dispo ne a echar un nuevo vistazo a la pared. Y como, desde donde l se e ncuentra, un caos de abombadas rocas y lisos desplomes le impiden ca lcular el trecho de pared que resta a la cima, echa la cabeza hacia atrs para aumentar su visual salvando los obstculos. Veo que sonre al de scubrir que lo que falta hasta la cumbre parece no ofrecer ya ninguna dificultad y se relaja. Adivino que ya sabe suya esta Muela de Satn y que pronto pasar a ser una conquista ms en su historial de grandes escaladas. Para m en cambio ser la ltima. Tengo decidido dejarle para siempre y me resulta triste. Despus de muchos aos por tantas mont aas lejanas y peligrosas me duele tener que abandonarle, y ms ahora, que se encuentra en plenitud de facultades pero ya no aguanto ms su excesiva individualidad, y lo que es peor, el desapego que tiene haci a cualquier otro asunto que no sea su obsesin por la escalada: por la d ificultad, cada vez mayor, y por el peligro que en cada nueva ruta es ms certero. Ni siquiera en eso ha sabido conservar su inicial humildad, en Historias de mi mochila 199 Juan Manuel Maestre Carbonell 200 diosndose ms y ms, tras cada una de sus conquistas, a cada cual ms estrambtica y temeraria. Recuerdo que al principio me result estimulante. Aquellas pr imeras escaladas, tan lejanas en el tiempo, tenan el encanto y la frescura de lo incipiente: de lo que comienza con ilusin, no exento del temor y las dudas. El estmulo de superacin sola estar presente en aquellas primeras escaladas y era frecuente verle vivir, apasionadamente, ese ciclo vital e inevitable en todo escalador: primero, curiosidad ante cada nuevo proyecto; luego, inters casi obsesivo por conocer hasta los ms mnimos detalles de la ruta elegida; ms tarde, inquietud por garant izarse la mayor plenitud fsica y psquica; los incansables e inevitables esfuerzos por llegar a alcanzarla y, finalmente, cuando todas estas pr emisas quedaban cubiertas aparecan esas polillas en el estmago que siempre remueven el interior del escalador justo antes de acometer la pared. Les ocurre, en mayor o menor medida, a todos. A todos menos a l, ahora. Entonces, eran impensables las risas, salvo las histrico-nerviosas, que esas s, aparecan por los motivos ms ftiles y se apagaban, sin ms, en seria mueca mientras las manos del escalador, nerviosas, se untaban una y otra vez del polvo blanco mientras dejaba volar la mir ada, perdida, sobre las invioladas paredes que se dispona a subir. Por el contrario, ahora Pepe Camuas mantiene casi siempre el rostro plano, ms que inerte, muerto a cualquier atisbo de emocin, ni para bien ni para mal, inexpresivo y hastiado. En definitiva: carente de cualquier tipo de sentimiento humano, y si sonre, yo s que nunca se debe al escenario donde se encuentra, ni al momento en el que se halla, ni al objetivo que se dispone a acometer: sus solitarias sonrisas se d eben simplemente al ingenio del letrista que compuso la cancin de turno que, por costumbre, escucha por los auriculares del walk-man acoplado al casco, nico motivo por el cual considera a ste, insustitu ible entre todos los dems tiles de su equipo. As es en realidad: casco y pies de gato son para l lo nico imprescindible: unos preciosos y col oristas pies de gato, sin cordoneras, que le aportan la gran comodidad de Historias de mi mochila 201 sus cierres mediante correas con velcro lo cual le permite quitrselos nada ms alcanzar la cumbre, liberando sus oprimidos pies. Ninguna otra cosa necesita pues la cuerda, lejos de entenderla como un elemento imprescindible, la considera como una pliza de seguro deportivo ms que una herramienta necesaria para escalar. Antes, Pepe Camuas no era as. Me refiero a antes de que dec idiera dejar a un lado a todos sus antiguos amigos y compaeros de la montaa, cosa que ocurri poco a poco aunque en un periodo de tiempo muy corto: no ms de seis meses tard Camuas en quedarse, volunt ariamente, solo. Aquellos amigos de la infancia y la adolescencia, con los que descubri primero la montaa y al poco la escalada, fueron desatndose, uno a uno, de su misma cuerda a medida que empezaron a comprender su obsesin desmedida por el peligro y la dificultad: una cosa era divertirse escalando montaas y otra muy distinta jugarse la vida cada fin de semana y acabar suplicando a la suerte un destino fav orable en cada nueva ruta emprendida. Le dijeron de todo. Usaron mil argumentos queriendo hacerle cambiar de actitud y los que se consideraban sus mejores amigos trat aron de hacerle comprender que una nueva va no vala tanto como su propia vida. Pero Camuas sigue creyendo que quienes esto dijeron exageraban y, lejos de aceptar sus consejos, se dej querer por otros escaladores que decan seguir su misma doctrina: llegar o sucumbir era el jocoso sonsonete entre los alucinados de la montaa. Pero tampoco dur mucho la compaa de aquellos guerreros de la roca, pues ni eran tan belicosos en sus batallas ante las dificultades de la pared, ni tenan el temple, ni la depurada tcnica de Pepe Camuas quien, muy pronto, se gan entre ellos el apelativo de: El mquina. As fue como a Camuas, ahora llamado El mquina, no le qu ed ms remedio que incorporar a su casco de escalada un mp3 cuyos auriculares, hbilmente, lleva acoplado entre el tringulo de las correas laterales de sujecin. Bien le vali el esfuerzo empleado en su constru ccin pues el artilugio sonoro acab siendo el nico compaero en sus escaladas. Bueno, el nico no, ya que en todo aquel proceso tambin yo segu a su lado hasta hoy. Juan Manuel Maestre Carbonell 202 Ningn grito. Ni un ruido. Nada ha turbado el silencio de esta cncava pared hasta que he escuchado el latigazo de la cuerda dinmica al recuperarse del estiramiento a la que el peso del escalador la ha s ometido tras la cada. Le aguant el contrapeso. Nunca cre que pudiera pasar, pero ha ocurrido. Olvid Pepe Camuas que no hay que vender la piel del oso antes de haberla cazado ___ en este caso lo acertado sera decir la Muela del Diablo ___ , pues tanto ha echado su cuerpo hacia atrs para descifrar el camino a la cumbre, que ha desequilibrado su carga corporal y la cua metlica ha resbalado sobre la roca donde haba sido encajada, distradamente y sin mucho tino, precipitndole al vaco inesperadamente. El vuelo ha sido largo hasta doblar los siete metros que le sep aran del ltimo friend que, afortunadamente, ha aguantado el tremendo tirn que ha frenado su cada una quincena de metros ms abajo. El golpe le ha hecho perder momentneamente el sentido pero se est re cuperando aunque ahora se encuentra aturdido y colgando del delgado hilo de perln que ha cumplido bien su cometido. Nadie, salvo yo, ha sido testigo del accidente y nadie puede por lo tanto socorrerle. Se encuentra tan separado de la pared que habra de necesitar un gran balanceo para poder acercarse a ella y retomar la escalada, p ero es muy peligroso confiar semejante maniobra a un solo friend, ya que, cualquier tirn hacia un lateral de la grieta donde se encuentra atascado podra hacer resbalar las levas del artilugio metlico entre los dos planos de roca que lo sostienen. Reconozco que yo tambin me he relajado en exceso, acostu mbrado a que nunca antes haba fallado Camuas en algo tan simple c omo otear su propio horizonte, y me ha pillado desprevenido. Ha sido el rebote contra la pared, tras el frenado y posterior chicleo de la cuerda, lo que ha propiciado el golpe y su momentnea prdida de sentido, pero s que no es nada grave y que saldr de esta. Nunca antes haba sufrido un golpe y de ah nace su prepotencia. Espero, por su bien, que esto le sirva de leccin y rebaje su habitual agresividad escalando y su excesiva confianza en s mismo. Historias de mi mochila 203 Juan Manuel Maestre Carbonell 204 Por lo que a m respecta este accidente no va a hacer cambiar mi opinin, y sta ser la ltima vez que le acompae. He viajado y co mpartido con l muchas de las grandes paredes de la tierra y siempre he estado dispuesto a ayudarle, pero esta vez no lo har. Pendiente de la cuerda y alejado varios metros de la desplomada pared, Pepe Camuas no hace ms que mirar el ligero balanceo del mosquetn que aguanta su peso. No alcanza a divisar bien el friend, y aunque recuerda que est bien colocado en su grieta no quiere que con la oscilacin, tambin ste, pueda acabar desprendindose como ha ocurrido con el empotrador. Mira sus pies y lamenta ahora que sus m odernas zapatillas de escalada no tengan unas cordoneras con las que poder hacer unos nudos prusik y elevarse, con el mnimo balanceo de la cuerda de la que pende, como hizo el escalador que vio en aquella ant igua pelcula de sper-ocho, titulada El vuelo de Sorgato donde el italiano, al que le ocurri lo mismo que a l ahora, logr salvarse izndose con la ayuda de los cordones de sus botas de la grave situacin en la que se encontraba cuando escalaba, igualmente en solitario, la cara Norte de la Cima Grande di Lavaredo, en Las Dolomitas. Tanto lamenta Camuas la inadecuada eleccin de sus pies de gato que, finalmente, no encuentra otro camino que el de encomendarse al Altsimo elevando su mirada al cielo: __ Dios mo aydame! Pero no ser yo quien te auxilie como otras veces, hacindote llegar ideas o sugerencias tiles segn cada ocasin. Debiste pensrtelo esta maana antes de vender tu alma al maligno a cambio de esta esc alada. Recuerdas Lo dijiste mientras te embadurnabas las manos de magnesio: __ Satn! Djame picar tu muela y ser tuyo para siempre __ lo r ecuerdas A ti te pareci gracioso, y hasta te reste de tu propia ocurrencia, pero te aseguro que no lo fue para m despus de tantos aos a tu lado. Historias de mi mochila 205 Ah te quedas Pepe Camuas! Ya vendr otro a socorrerte, si es que as se decide arriba. Mi contrato contigo lo rompiste esta misma maana por lo que, desde hoy, he dejado de ser tu ngel de la Guarda. Y aadi, con malicioso nfasis: Apatelas como puedas, Mquina! Un aleteo poderoso reson entre aquellas cncavas y sanguin olentas paredes alejndose hacia otros destinos. Por primera vez en su vida Pepe Camuas se asust. Nunca antes haba visto un cuervo que fuese albino, ni tampoco de tan grandes dimensiones. * ** i Samuel era o no un hombre religioso, es algo que nunca supe, ni creo que nadie lo supiera , pues nunca sobre ello se pronunci ms que con sus ntimos de confianza, esos amigos que se cuentan con los d edos de una mano. Lo que s es evidente, era el respeto que le tena a la gente constante fuere cual fuere su manera de pensar incluido, claro est , sobre lo religioso. Lo cierto es que, en este tema, siempre le note muy tranquilo y s eguro, sobre lo que quera escribir y lo que quera expresar. Recordaba bien de su infancia, el afecto que le tena a un sacerdote en especial que fue uno de los modelos a seguir en la vida, pero tambin haba conocido a otros que eran unos autnticos fantoches as que, algo le qued claro de sus experiencias con aquellos hombres. Aprendi a valorar a las personas individualmente y lo mismo le ocurra con polticos, jueces y magistrados: los haba honrados y buenos, pero tambin malvados y malas personas, as que en sus textos cuando pluralizaba, sobre el cargo en cuestin, ya fuera religin, poltica o cualquier otro oficio, lo calificaba S Juan Manuel Maestre Carbonell 206 segn el barmetro del momento que le toc vivir, y le asignaba el calif icativo que por estadstica le haba otorgado ya la sociedad. Otra cosa era cuando individualizaba, cuando conoca a la persona de la que hablaba. Era entonces cuando a cada cual le otorgaba el calificativo que le corre spondiera, segn su opinin y siempre llamando al pan, pan y al vino, vino. Sin temer a las palabras Quiero decir, y as se ve en sus textos, que tambin valor a pers onajes como el de la siguiente historia muy favorablemente, al menos en una parte de su personalidad, la que a l ms le interesaba La mayor hazaa del alpinismo actual, debera ser la reconquista de un deporte, sin vencedores ni vencidos. El olvidado alpinista Meditativo y algo errtico, recorra el viejo Achille Ratti el lab erinto rectangular del centenario jardn. Sus estrechas calles, delimitadas entre leosas paredes de boj, permanecan a aquella hora bajo la pr oteccin de frondosos pinos pioneros, y algunos cedros del Lbano que daban frescor al lugar. Con el peridico en varias dobleces y asido por ambas manos apoyado sobre su regin lumbar, el doctor caminaba r eflexivo y silencioso, solemnidad heredada, tras los muchos aos de respetuoso silencio en las salas de lectura de la biblioteca. En aquel m omento tena motivo para ello. Saba que se acercaba el que poda ser el momento ms importante de toda su vida. A veces, los estados reflexivos aportan juegos mentales insosp echados y lo bueno y lo malo aparece mezclado en nuestro recuerdo. Unos y otros son como pesas en una balanza que busca decantar futuros comportamientos afirmndose sobre los hechos pasados que mejor colmataron nuestra alma inquieta. Historias de mi mochila 207 Con la mirada abstrada se detuvo y admir el verde intenso del perennifolio como si descubriera, en las brillantes hojas de la planta, sus propios pensamientos viajando a otra poca y lugar. As, de repente, le asalt el recuerdo de Giuseppe, su buen amigo y estrecho colabor ado r en la especialidad comn que ambos ejercieran: la geologa. Giuseppe Mercalli haba dirigido el Observatorio Vesubiano e i ncluso dado nombre, con su apellido, a una escala para medir la actividad ssmica terrestre, la cual, todava convive con la ms reciente de su h omlogo Charles Richter. Si, Mercalli haba sido bastante ms rabo de lagartija que l, pero Por qu, despus de tanto tiempo, le llegaba tan ntida su semblanza Aquel hermano, y compaero de algunas correras montaeras, haba fallecido en un trgico incendio en su propio domicilio, ocho aos atrs, en 1913. Se santigu y sigui caminando. Su pensamiento, fuere cual fuere, antes de la sensorial interrupcin del espritu del amigo, vol entonces hacia Npoles, al ltimo da del pasado siglo: 31 de diciembre de 1899. Dos das antes, de aquel que marcara el final de ao, Giuseppe le haba presentado al seor Campanile, reputado alpinista y destacado miembro del Club Alpino Italiano. El encuentro haba tenido lugar en el simptico domicilio de Piazza Dante, donde se ubicaba la Seccin nap olitana del clebre club. El profesor Vincenzo Campanile comparta con ellos idnticas pasiones y era, por aquel entonces, el cerebro organiz ador de la proyectada ascensin nocturna al Vesubio que iba a tener l ugar a caballo entre los dos siglos y a la que, de inmediato, fue invitado el entonces, joven Achille. __ Qu extraa evocacin! __ pens. Ensimismado, recuper su tranquilo caminar. Pens que seran los inminentes acontecimientos los que le estaran provocando aquellas remembranzas, casi aoranzas, de tiempos pasados en la montaa Sus pasos recobraron la anterior c adencia y propiciaron que su mente repitiera el viaje a la ltima noche en la que veran agonizar el siglo. La jornada haba sido memorable. Acababan de cenar cumplid amente invitados por el seor Cesreo Fiorenza en su acogedora casita al Juan Manuel Maestre Carbonell 208 pie del volcn, y hasta hubo brindis por el alpinismo italiano que con el Duque de los Abruzos impulsaba entonces la conquista del Polo Norte. Apenas se haban volatilizado el humo y el olor a la plvora de los morteretes, en ruidosa bienvenida al nuevo ao, cuando parti la caravana tomando, bajo alargadas volutas de humo y la luz rojiza de las antorchas, un aspecto de leyenda. Varias horas de caminata fueron necesarias para llegar a la cresta y alcanzar finalmente el borde del crter. El recuerdo del momento qued escrito y bien que lo recuerda!: nos acogi con fuerte estruendo, seguido de una explosin que, ilum inando todo el fondo, toda la cavidad del crter nos hizo permanecer at nitos ante la terrorfica grandeza del espectculo que se desarrollaba ante nuestra vista. Aquella noche, la materia incandescente vomit reiteradame nte sobre la vieja montaa dejando en la comitiva, y tambin en l, una mezcla de estupor, miedo y desbordante belleza, que no le han aband onado nunca. Sin detener el paso, apareci una expresin de intriga en su rostro. Acaso eran aquellos, pensamientos premonitorios Su condicin de hombre reflexivo le hizo plantearse el dilema: primero un fuego, que acab con la vida del amigo, y luego el volcn Poda haber alguna relacin entre aquel fatdico incendio y la evocacin del magma ardie ndo en la negra noche del Vesubio, con el inmediato futuro al que, prob ablemente, tendr que enfrentarse en las prximas horas... Por un instante vacil pero no, no crey que pudiera existir vnculo alguno: el nefasto accidente del amigo y aquella tierra ardiendo, ciertamente se le antojaban, cual obra del maligno, el mismsimo infierno en la tierra pero l, en aquel momento, no contemplaba otro futuro que no alcanzase lo divino. Historias de mi mochila 209 Regres a su realidad cuando sali del laberinto vegetal y, em ocionado, divis el edificio de evocacin salomnica cuya altura y prox imidad le obligaron a levantar la cabeza para lograr posar su mirada s obre los altos tragaluces de la histrica construccin. A pesar de la inm inencia que le presupona a su destino todava ignoraba que cuando traspasase el umbral del templo, ms que ningn otro da, se detendra el tiempo para l, y tardara ms de cinco das en volver a disfrutar de aquellos apacibles verdes, bajo el fro del recin inaugurado febrero. O tal vez no vuelva disfrutarlos nunca ms Al menos como ese da. Afectado por las desconcertantes regresiones mentales, que no saba si estaba gozando o sufriendo, se sent en uno de los envejecidos bancos de mrmol liso que previamente ha limpiado con su pauelo. El diario La repblica, su favorito cada vez que iba a Roma, mitigara la espera de tan importante reunin. Lo desdobl y, entre otras noticias en portada, llam su atencin la de un alud en los Alpes, muy cerca de la cabaa Marinelli, que l conoca bien. No ha habido que lamentar vctimas pero la avalancha se acerc tanto al refugio que hizo temer por las vidas de cuantos alpinistas se e ncontraban all en tan milagrosa ocasin. Volvi como en una regresin hipntica al pasado: cunto tie mpo haca de aquello... Y se sorprendi notando que ya haban pasado ms de treinta y tres aos desde aquella magnfica travesa: la primera llevada a cabo por italianos, desde Macugnaga a las cimas del Monte Rosa. La cabaa haba sido construida en 1886 en honor de Damiano Marinelli, sepultado por otro alud cinco aos antes, en una canal cerc ana que tambin lleva su nombre. Suspir otra vez: Qu tiempos! Corra el verano de 1889 cuando, junto a su incomparable camarada de excu rsiones alpinas, el sacerdote y profesor Luigi Grasselli, proyectaron aquella aventura. Les acompaaban el formidable y muy querido gua de Courmayeur, Giuseppe Gadin y, en calidad de porteador, el joven Juan Manuel Maestre Carbonell 210 mozo Alessio Promet, recin inscrito como gua de la misma ciudad a lpina. Qu bella travesa! Y qu sabias palabras haban nacido de su pluma durante aquella reflexiva actividad! La prctica totalidad de los compaeros del Club Alpino se haban hecho eco de ellas tomando c omo propia la esclarecedora y definitiva explicacin del comportamiento alpinista en la montaa, rompiendo conceptos falsamente acuados, en ignorante opinin: Me he extendido un poco en estos primeros detalles para que se vea inmediatamente que ni siquiera nos haba pasado por la cabeza la idea de intentar, como suele decirse, una empresa de desesperados. Y aun me parece que en rigor, si en conjunto fuimos afortunados, no fuimos n ada temerarios ni, para hablar con propiedad, audaces. Y no digo esto po rque lo crea necesario para los alpinistas de profesin que quieran leerme, sino, perdneseme la expresin, para los profanos, si es que hay modo de convencer a stos como estn convencidsimos todos aqullos de que el alpinismo no es ciertamente cosa de atolondrados sino, al contrario, cue stin solamente de prudencia y de un poco de valor, de fuerza y de con stancia, de sentimiento de la naturaleza y de sus ms recnditas bellezas, cuanto ms tremendas ms sublimes y ms fecundas para el espritu que las contempla Los textos, publicados en la Rivista mensile del club, le traan la imagen del amigo ausente. Pronto se cumpliran diez aos de su muerte. Grasselli tena sesenta y cinco aos cuando hizo su ltima gran asce nsin a los cielos donde, probablemente, seguir loando las altas regi ones alpinas que l recorri hasta el mismo da de su muerte. Ambos h aban nacido el mismo ao y tenan prcticamente la misma edad, y ah ora Achille pronto cumplira los setenta y cinco aos, y muy pocos de sus antiguos compaeros de cordada seguan con vida, casi ninguno. Una mueca de tristeza asom a su rostro mientras asinti con la cabeza el dictado llegado desde lo ms hondo de su ser: saba bien que Historias de mi mochila 211 Juan Manuel Maestre Carbonell 212 con la desaparicin del compaero, tambin l haba comenzado a m orir al alejarse de aquellas grandiosas montaas Tan asombrosamente magnficas!... Y regres su mente sobre aquella noche, tantas veces a orada y aclamada, sobre la estrecha cornisa rocosa, en aquel vivac a 4600 metros bajo la cumbre de la Ostspitze, acurrucado junto a sus tres c amaradas. All nacieron reflexiones, tambin publicadas; escritas para las sucesivas generaciones de alpinistas, como dogma del sentimiento que la montaa inspira: En semejantes condiciones de lugar y de temperatura hubiera sido suma imprudencia dejarse vencer por el sueo. Pero quin hubiera podido dormir con aquel aire pursimo que se nos adentraba en las fibras y c on el espectculo que tenamos delante A aquella altura en el ce ntro de aquel teatro alpino grandioso entre los ms grandiosos en aqu ella atmsfera completamente pura y transparente, bajo aquel cielo del ms profundo zafiro, iluminado por un filo de luna y todo centelleante de estrellas hasta donde el ojo alcanzaba aquel silencio Basta! No inte ntar describir lo indescriptible. Cuntos recuerdos se agolparon en su mente! Casi treinta aos de ascensiones y escaladas le haban proporcionado muchos momentos gloriosos. Pocos veranos falt Achille a su cita con su amigo y con sus montaas, recorriendo comarcas, altos collados y agrestes picos. No se libraron a sus ansias cimeras ni el Cervino, ni el Mont Blanc, ste ltimo en repetidas ocasiones: como aquella en la que juntos, e igualmente acompaados por los guas Gadin y Proment, acometieron la ascensin del ms alto pico de Europa partiendo desde Courmayeur, y pasando por la Cabaa Sella. En la cima, el mal tiempo les aconsej regresar por el Coll de Dme du Goter en direccin a Francia, hasta el refugio Vallot, donde amablemente les permitieron dormir los obreros que estaban acabando la construccin del pequeo pero slido refugio, encargo del profesor de Grenoble M. Jules Vallot, que se convertira pronto en el ms alto ob Historias de mi mochila 213 Juan Manuel Maestre Carbonell 214 servatorio para medir las radiaciones solares (4362 m). La construccin haba comenzado en julio de aquel mismo ao de 1890 con la ayuda de 110 guas, inscritos para hacer los transportes gratuitamente, al mando del gua jefe Michel Savioz y estara acabado muy pronto, por ello, al da siguiente, se esperaba la llegada del seor Vallot y su seora. El alpinista recuerda bien la descripcin que l mismo hizo de aquella constru ccin: Es (o al menos era cuando nosotros estuvimos en l) una con struccin pequea, solidsima y muy cuidada, que se eleva sobre la roca, que se alza sobre la nevada meseta o plateau que se extiende entre los Bosses y el Dme du Goter. As, a simple vista, me pareci su superficie un cuadrado de dos metros y medio de lado con otro tanto, o algo ms, de altura hasta el vrtice o sea hasta el ngulo formado por el encuentro de las dos vertientes del tejado. La pequea capacidad, iluminada por dos ventanillas, est casi duplicada por un entablamento que la divide a poco ms de un metro del suelo. __ Y aadi __ Al ver aquellos obreros trabajando con sus altos morriones, las gafas negras, los guantes gordos y pesadas botas, en medio de aquel inmenso teatro, todo nieve, todo hielo, en verdad me pareca releer un informe ilustrado de un viaje polar. Al da siguiente, descendieron por el glaciar du Dme y por la A iguille Grise que domina la cabeza del Glaciar del Miage: peligrosa ruta, amenazada por la cada de enormes bloques de hielo que les tuvieron en vilo durante todo el descenso. No obstante, y con la equidad que siempre le caracteriz, de aquella nueva va dej plasmado con humi ldad que no tena mayor peligro, ni dificultad seria, fuera de lo que era ordinario en alpinismo. Aquel nuevo itinerario al Mont Blanc por la ve rtiente italiana, se llam va Ratti-Grasselli conservando unidos, durante un tiempo, los nombres de aquellos inseparables amigos. Regres el anciano de sus sueos alpinistas. El ajetreo en la n oble plaza haba comenzado. Acab el tiempo reflexivo cuando el espera Historias de mi mochila 215 do acontecimiento llegaba. Volvi a doblar cuidadosamente el peridico que durante todo el tiempo de xtasis haba estado abierto, y colocan dolo esta vez bajo el brazo, se uni a los monseores para traspasar con ellos el prtico de la Capilla Sixtina. Pronto dara comienzo el Cnclave. Sus temores y alegras s eguiran otros cuatro das durante los cuales el humo sera oscuro, y aquel repaso a su vida entera, en los llanos y en las cumbres de toda su existencia, habran de prepararle para el sacrificio personal que le esp eraba, pues al quinto, la fumata bianca anunciara al mundo la llegada de un nuevo Pontfice, y l, dejara para siempre de ser llamado Achille Damiano Ambrogio Ratti, para ser aclamado S.S. PAPA PO XI. Nunca olvidar a sus buenos amigos y compaeros de la mont aa, y les dar a todos los alpinistas del mundo un patrn: San Bernardo de Mentn, y aquella ruta a la montaa ms alta de Europa pasara a llamarse, tiempo despus, la va del Papa. Pero a pesar de todo ello, seguir siendo para muchos: El olvid ado alpinista. *** Nota: Los textos en cursiva entrecomillados, corresponden al libro Escritos alpinistas del sacerdote Doctor Achille Ratti (S.S. Po Papa XI), recogidos y publicados con motivo del cincuentenario de la Seccin de Miln del Club Alpino Italiano, en una edicin de lujo de 300 ejemplares en castellano, numerados, con dedicatoria del pontfice, versin autorizada y escrita por Giovanni Bobba y Francesco Mauro, editada por la Editora Internacional (ao 1925). Notas tomadas del ejemplar nmero CCXCII de la biblioteca personal de Montaismo del autor. Juan Manuel Maestre Carbonell 216 lgo con lo que mi amigo experiment poco fue con el humor. No se consideraba l un autor humorstico, ni siquiera un poco jocoso, au nque as lo fueran algunos de sus prrafos, especialmente cuando quera dejar en evidencia las verdades acuadas desde algunos estamentos o por algunas personas de dudosa reputacin moral o social. El caso es que Samuel siempre intent crear situaciones humorst icas, pero saba que no lo haca con la necesaria conviccin como para que le llegase al lector. Aun as, escribi algunos trabajos, como el que viene a continuacin, que desde un principio busca rerse del propio protagonista, como ya intentase en ocasiones anteriores, pero siempre desde el pla nteamiento de una situacin que puede perfectamente ser real. Quiero decir, que Samuel era prcticamente incapaz de trabajar sobre lo absurdo lo cual, si se emplea bien, resulta siempre hilarante para el lector. A Historias de mi mochila 217 En el caso de un alpinista, un paisaje es el perfil de una montaa a la que aspira subir . El buzn de la cumbre __ Qu, qu es eso... Un buzn de cumbre! Qu curioso! Apenas se encuentran ya, y menos en estas cimas rocosas donde no suben los excu rsionistas. Qu petaca tan bonita! Parece de cinc, si por lo menos hubiera dentro un telfono mvil Naturalmente que no Faltara ms! Habra sido ya el colmo de mi buena estrella, pero no, ni rastro: un bolgrafo, un libro, y nada ms debo ser gilipollas; hasta llegu a creer posible lo del telfono. Camuas, ests peor de lo que te creas! A la vista est, que ya hablas solo Humm Han escrito muy poco en este cuaderno, debe ser reciente, a ver Hombre!, la letra es muy bonita y se puede leer perfectamente, debe tratarse de un escalador culto veamos: Qu alegra! Por fin cumbre! Hace tanto tiempo que so con esta cima que mi alegra es ahora infinita. No he podido evitar gritarle al viento, un sonoro hurra! con todas mis fuerzas, nada ms llegar aqu arriba __ Maldita sea mi estampa, ya me gustara a m poder decir lo mi smo! Teresa tambin ha gritado y con tanta fuerza que deben haberse doblado las copas de los bosques que nos rodean Je, je! Ambas est amos muy contentas por haber podido superar con xito la escalada. El da ha sido luminoso y ha hecho bastante calor, a pesar de la poca en la que nos encontramos. Hemos tardado ms de cuatro horas en hacer los siete largos de cuerda de la pared, por la va Hipertechada y __ Qu casualidad, tambin yo he subido por la misma ruta, claro que, yo lo he hecho en solitario y estas pibas son dos y se lo tienen que h aber pasado b omba, sin parar de charrar, seguro ya me las imagino d ndole a la lengua, como hacen las mujeres cuando estn juntas, sea donde sea Yo en cambio no he hablado con nadie, claro que, yo mismo me bus Juan Manuel Maestre Carbonell 218 qu la soledad que ahora detesto a ver qu ms dice la nena sta. Con razn escribe tan bien, ya deca mi padre que las chicas tienen buena l etra, ms clara y mejor gusto que los chicos a la hora de escribir aunque nos ha costado, especialmente el cuarto y el quinto la rgo desplomados, a partir de la reunin el resto ha sido coser y cantar hasta la cima. Ahora estamos en la gloria y disfrutaremos un poco del sol en esta aislada cumbre, y en topless, Je, je!, aprovechando que abs olutamente nadie puede vernos. Qu gozada! Toi y Teresa, disfrutando del sol. Cabeza del Fraile, 17 de mayo de 2001 __ Qu morro! Y encima se han despelotado las gachs! Cunto me habra gustado haberlas pillado infraganti con mi rpida escalada en solitario, y por sorpresa, claro que, seguro que la sorpresa me la habra llevado yo si me las encuentro aqu tumbadas, en pelota picada, y con buen solecito Slo faltara que, encima, estuvieran buenas Jodeeer!, me estoy poniendo hasta cachondo Pero qu Ostras Pedrn!, la fecha es de hace cuatro meses Hace ms de cuatro meses que no sube nadie a este espoln! Estoy acabado!... Qu hacer... Voy a escribir yo tambin algo en este libreto, por qu no, no tengo nada mejor en que matar el tiempo en estos momentos. Hola: soy Pepe Camuas y hace ms de veinte horas que estoy en esta cumbre; exactamente desde ayer __ Joder! Y qu escribo aqu... O mejor dicho para qu escribir nada en este libro de mierda... Claro que, siempre ser mejor escribir y desahogarme, aunque sea en un papel, que seguir con esta espera absu rda. Coo! Estoy ya paranoico! Ser mejor que me distraiga garabatea ndo el libro este Yo no acostumbro a escribir en los buzones de las cumbres que subo; es ms, ni siquiera los busco cuando llego a la cima pues sencill amente ni me acuerdo que existen y casi siempre son otros a quienes se les ocurre ojear estas pginas, bastante sosas por cierto, dedicadas a enumerar siempre lo mismo: he subido, he tardado equis tiempo, hace Historias de mi mochila 219 Juan Manuel Maestre Carbonell 220 sol y todas esas majaderas que se acostumbran a escribir en estos cu adernos, pero ahora no encuentro mejor manera de ocupar el absurdo tiempo que me reste de estar aqu, que el de dejar constancia escrita de mi estpido comportamiento. Espero que sirva, por lo menos, como ejemplo de una vida equivocada persiguiendo una gloria que, ahora descubro banal. __ Joder! Qu profundo estoy. Jams pens que escribira nada en estos cuadernos de las cumbres y heme aqu, bolgrafo en mano, buscando el desahogo que necesito Por dnde empezar Si ya es difcil expresar los pensamientos, no veas lo jodidamente extrao que me resulta escribirlos. Al final entender que la gente, cuando llega aqu, se limite a enumerar horarios, temper aturas y todas esas chorradas Ayer maana, cuando me diriga hacia este lugar, ni remotame nte hubiera podido imaginar lo ocurrido; mucho menos hubiera credo posible que yo, un negado de las letras, iba a ponerme a escribir en un libro de cumbre, y todava menos, sospechar, que hacerlo servira para calmar la angustia que ya noto me atenaza. Siempre he sido impulsivo y, en el decir de mi abuela, un poco atolo ndrado. Yo que siempre pens que en mi casa exageraban ahora tendr que acabar dndoles la razn, qu otra cosa, si no, ha sido la causa de mi situacin... __ S, s que dudo, que vacilo al escribir lo que realmente pienso, y que ser una vergenza para mi historial deportivo Je, mi historial d eportivo! Menuda la hice!... Camuas, a lo hecho pecho!, si nunca en tu vida fuiste cobarde ahora no puedes rajarte y callar lo que, por otro lado, tarde o temprano tendr que saberse de ti, slo faltaba que se tergiversara tambin este suceso! Segu ir escribiendo: Al llegar al pie de la pared el da estaba precioso. El verano t odava no acaba de irse en estas montaas mediterrneas y haca calor. __ La madre que me pari! Tanto criticar a los dems y empiezo con lo mismo. Mejor ir al grano. Historias de mi mochila 221 Eleg la va Hipertechada que ya conoca bien por haberla subido encordado con otros amigos, a la manera tradicional. Sin embargo, ah ora era un reto personal en mi trayectoria de escalador solitario. La esc alada en solitario integral es la manera en que, desde hace un tiempo, vengo practicando con buena fortuna; hasta hoy claro. La ruta no es excesivamente difcil y en los tres primeros largos de cuerda la dificultad no es mucha; transcurren por una sucesin de fisuras y chimeneas que me dieron buenas vibraciones y, en todo m omento, mucha seguridad. La franqueza de la roca, una excelente caliza mediterrnea con buenas presas, me permiti una rpida progresin hasta situarme al inicio de las dificultades serias de la pared que, a pa rtir de la tercera reunin, comienza a desplomarse sin dar respiro hasta acabar en un gran techo con buenos agarres, ms tcnico que difcil, pero un extraordinario techo, en definitiva, que justifica el topnimo dado a este itinerario: la va Hipertechada. Esos dos largos son la clave de toda la ruta. La pared trasgrede los noventa grados de verticalidad y se va desplomando incesantemente enfrentando al cuerpo del escalador con la imparable fuerza gravitat oria que sigue su natural tendencia de atraer a la tierra todo cuerpo ms pesado que el aire; lamentable mxima para el escalador que ha de oponerse a ello, aferrado con sus solas manos y pies, en este mundo fuera de la vertical. No dir que no me cost lo mo. Me cost, y ms de lo que haba calculado. Escalar en solo integral, desprovisto de una cuerda con la que auto asegurarme, si por una parte es cierto que me permite mayor lig ereza, al no tener que cargar con ningn artilugio sobre el que pasar la inexistente cuerda, la carencia de sta, aunque asumida, de alguna m anera influye en mi estado de nimo y hay momentos en los que noto ese nervioso cosquilleo en la boca del estmago, especialmente cuando descanso colgado de una buena presa. Esta indeseada sensacin deja entrar en mi cerebro a mi mayor enemigo, la duda, ella es la que me obliga a no demorar los descansos; bueno ella y que realmente no es un descanso ya que, ms bien se trata de una parada tcnica que permite a los msculos estirarse para recuperar la potencia que van perdiendo metro a metro a lo largo de la pared desplomada Juan Manuel Maestre Carbonell 222 __ Todava hoy, tengo unas agujetas de narices por los dos dichoso s largos. Qu hambre tengo! Ya me com anoche los cinco caramelos que traje por todo alimento en el bolsillo de mi pantaln. Qu fro he pasado esta noche. Seguir escribiendo, Por dnde iba... Luego, el famoso techo, aunque espectacular por su grandio sidad, cuando se lo conoce ya no resulta tan impresionante. Tiene exc elentes agarres para las manos y buenos apoyos para el taloneo y se puede pasar de un tirn, naturalmente, si conoces la bondad de las pr esas que son imposibles de adivinar cuando te encuentras todava por debajo de ellas. Yo las conoca bien, pero tengo que decir que superar el techo sin cuerda, en solitario, te produce una descarga de adrenalina que te carga las pilas y la descomunal visera se atraviesa, aunque mediante orden ados y sincronizados movimientos, en un santiamn. Superado el techo, el jadeo llega casi al punto de explosin del pecho y se impone un momento de descanso para soltar toda la tensin acumulada dejando relajar la musculatura, aunque no del todo, mie ntras la vista se entretiene en divisar el gratificante panorama de la ruta que resta, desprovista ya de dificultades extremas. Y fue all, en ese punto de inflexin de la va, donde me di cuenta del grave problema. All descubr que mi torpeza era descomunal. Vi el vaco que, desde el canto de la visera, baja hasta el suelo sin tocar la pared en imaginaria plomada, convirtiendo aquellos dos largos en imposibles de rapelar pues, con la longitud de las cuerdas normales quedara el escalador suspendido en el aire, alejado de la roca sin pos ibilidad de continuar el descenso, y colgado de los extremos de la dobl ada; si acaso con dos cuerdas de sesenta metros, tal vez se podra lograr. Naturalmente ya habr deducido quien esto lea que el descenso del espoln no se efecta por esta cara sino por la vertiente contraria, de unos cuarenta metros de altura que, siendo igualmente desplomada en los primeros veinte de descenso, permite realizar sin problemas un segundo rapel con slo una cuerda de cuarenta metros. Ese es el problema! Maldita sea! All descubr mi torpeza. Increble error, pattico olvido, impe rdonable falta: La cuerda!... Historias de mi mochila 223 Juan Manuel Maestre Carbonell 224 Escalar en solo integral quiere decir precisamente eso: sin nada; ni material, ni cuerda, ni nada, pero Coo! Es que luego, tena que bajar esta Cabeza del Fraile, que ya saba era desplomada por todas sus c aras!... En qu estara yo pensando en el preciso momento de empezar a escalar y no colgar sobre mi espalda mi pequea mochila; la que siempre llevo con mi cuerda, un poco de agua y un pequeo bocata Y esta es la historia de mi torpeza y mi obsesin por la escalada en solitario. Aqu me encuentro ahora: solo, sin comida, sin agua, y lo que es peor: sin futuro, pues ya veis lo poco concurrido que est este maldito espoln. En fin, espero que quienes lean esto no me juzguen mal, ni se tomen a chufla, esta, mi segura muerte en esta cima, por in anicin o despeamiento por locura o... Lo que el destino quiera!... Dos das ms tarde, volvi la actividad al lugar: __ Toiiii, ya puedes subiiiir. Esta va es muchsimo ms fcil que la Hipertechada. Ya estoy arriba. Subeeeee! Cuatro meses despus, aquella era la segunda vez que ambas amigas coronaban la Cabeza del Fraile. No tard mucho su compaera en llegar a la cima y ambas quedaron sorprendidas al ver all, medio atontado por el hambre, la sed y el miedo, al solitario escalador. __ Hola! Parece que lleves aqu mucho tiempo. Ests bien __ Pregunt Teresa. Camuas, alucinado, sonri con cara de bobo, inmvil delante de aquellas chavalas en las que no haban dejado de pensar, en sus delirios, durante los dos ltimos das. Concluy para sus adentros, aunque br evemente y muy de pasada, que realmente aquellas pibas estaban bastante buenas aunque sus ojos se clavaron sobre las mochilas que porta ban tratando de olfatear o adivinar de qu companaje vendran repletos los bocadillos, que a buen seguro portaban. Ya vera luego, mientras las chavalas empezasen a despelotarse cmo, emulando a Prez de Tudela en el Aconcagua, conseguira l h acer desaparecer el libro de aquel dichoso Buzn de la cumbre. * ** Historias de mi mochila 225 eo que se agotan los folios que fueron depositados en mi bolsa int erior por el propio Samuel, poco antes de decirme adis parta sie mpre. Lo hizo en silencio. ltimamente siempre conversbamos as, sin hablar. Ya no era necesario entre ambos. A veces l, se levantaba de su butaca para descansar sus riones y me lanzaba un gesto que yo interpr etaba siempre como de cario; de aoranza por los tiempos mejores, cua ndo l, y tambin yo, estbamos pletricos de facultades y ganas de oler a tomillo y a romero; a tierra mojada Los ltimos das ya no escribi nada y simplemente sonrea. De cuando en cuando tomaba algunos de sus viejos libros de montaa, los ms antiguos, aquellos ms aejos y, sin leer ni una sola de sus lneas, simplemente meta su cara entera entre aquellas hojas marrones, por el peso de la edad, y olindolos, pareca extraer el tiempo que en aquellas colecciones de palabras pervivan escritas en negro, sobre un blanco efmero que ya no lo era, demostrando la relatividad de la verdad, cuando el tiempo pasa por ella. Os dejo el ltimo de sus cuent os o tal vez no lo fue. @l lo valoraba mucho, no en vano haba ganado, al fin, aquel premio vascuence que ta nto se le resista. Habla de jugar. De jugar a elucubrar situaciones extremas y no es cuento vano V Juan Manuel Maestre Carbonell 226 Una bella escalada, se proyecta primero en el corazn. Jugando con los sentidos Primer premio Pyrenaica 2012 __ Todo fue muy rpido... bamos sin encordar, cuando llegamos b ajo el resalte donde ocurri. Cre que tambin yo sera arrastrado al abi smo, pero la placa de nieve se cort por debajo de donde me encontraba y qued all, anclado a la pendiente con mi piolet, horrorizado y sin poder evitar la catstrofe que estaba presenciando. Aunque apagadamente, reconozco la voz de mi amigo Patxi, all arriba, al final del helado tnel en el que me encuentro. No siento ms dolor que la incertidumbre, ni mayor herida que la de mi ego, y espero aletargado y paciente, aunque preso de extrao agotamiento, el incierto devenir Mikel est aqu conmigo y quiere que me levante, pero no puedo. Qu da tan largo el de hoy!... Lo present al alba y logr sobreponerme; ahora s que no deb hacerlo Me haba ocurrido otras veces en la montaa con desigual desenlace y no, no lo puedo explicar razonadamente. No es una cie ncia exacta, es algo indescifrable como un sueo, o una rara pesadilla. S, eso es, como una pesadilla. Con el nuevo da el hormigueo intranquilo anud mi estmago hacindome dudar. Instintivo, y ajeno a m estado fsico, el insistente y premonitorio sentir me llen de dudas y malos augurios, tan inminentes como inconcretos, arrojndome a un extrao juego de contradictorios sentidos. Mariposas inquietas bailaron incontroladas en mi interior agud izando temores gestados durante el sueo; desasosiego que asalta por igual en la precariedad del vivac, que en el confort del refugio y que, cuando aparece, ser siempre antes de acometer una ascensin de riesgo como la de hoy. Historias de mi mochila 227 Aunque no s si dorm o no. No lo recuerdo Ahora ya no i mporta. Tal vez ocurri buscando en algn rincn de mi cerebro, una ce rtera solucin a los peligros que mi juicio advirti en la ruta. Habitual ejercicio que hacemos los alpinistas, aunque despiertos. Deb no hallar solucin a los problemas, de lo contrario nada extrao hubiera prese ntido... Pudo ser un onrico momento donde, tras abrir mis ojos a la m aana, quedase en ellos grabada tan intensa y fracasada vivencia que aun siendo irreal la present cierta, traspasada ya la ilocalizable lnea entre sueo y realidad S, me haba ocurrido antes, y alguna vez el presagio fue tan br utal que renunci a la escalada ese da. Lo he visto tambin en otros compaeros que, sin motivo aparente y llegado el momento de e mprender la ascensin, desistieron argumentando un socorrido No me encuentro bien. Otros, directamente lo confesaron: No las tengo todas conmigo hoy, y prefiero no subir, o No s qu me pasa, y otras respuestas que ms o menos queran expresar, no tener clara la idea de arriesgarse en aquella ascensin. Y ocurre. Os aseguro que ocurre! Los habr que piensen que el peligro es algo que no depende de ellos, y no harn caso alguno, de tal suerte que, despreciado el mensaje ignorarn sus sntomas y, al no sufrirlos, evitarn su mal. Otra cosa ser si el nefasto vaticinio se cumpliera. Pero cuando se consigue ignorar este sentimiento, la intranquilidad va quedando atrs a medida que se desarrolla la ascensin, y luego, si la cumbre se alcanza sin que nada suceda, se hablar de superacin; de haber ve ncido el miedo a lo desconocido, un temor inherente a la mayora de los seres humanos... Aventajados cientficos probaron que el miedo es un mecanismo natural, defensor del cuerpo fsico, si bien, est mejor documentado ante un peligro inminente, e incluso una vez ocurrido ste. Sntoma sutil Juan Manuel Maestre Carbonell 228 que parece no afectar a todos por igual, pero que est ah. Eso lo sab emos bien los alpinistas Yo ahora, tambin lo s. Al levantarme esta maana no s bien, si despierto o no , las mariposas iniciaron su danza. Aleteaban en mi interior durante el fr ugal desayuno, imposible de tragar, y tambin en la misma puerta del refugio, cuando ataba mis botas y crampones bajo el fro intenso de la madrugada. Luego, los lepidpteros se alejaron al despuntar el sol. Qu ir ona tan grande! Ellas que aman la luz, murieron en mis sentidos cuando stos se avivaron __ pletricos! __ , al nacer el nuevo da. Recordarlo ahora me reconforta a pesar de lo ocurrido La nieve dura hizo que las puntas de mis crampones mordieran bien sobre la inclinada pendiente del glaciar asegurando mis pasos. Pronto superamos la primera barrera rocosa que defiende la montaa, y un campo de nieve se abri en abanico mostrando las grietas y seracs que debamos sortear para conjurar los peligros objetivos; esos que no dependen de nuestra propia accin y que se desencadenan por s mismos. Subamos rpido y todo iba bien. Haba comenzado a bajar, perfe ctamente delimitada, la viva lnea que trajo luz al sombro mundo por donde estbamos subiendo de repente ocurri __ El dbil corrimiento fue acrecentndose. La avalancha tom v olumen y velocidad, y su fuerza se volvi irresistible. Todo se hizo confuso y grit sobre el rumor de aquella ola blanca precipitada Montxoooo! M ikeeeeel!... Pero fue imposible hacer nada Yo me di cuenta inmediatamente; antes incluso que Patxi c omenzase a gritar Un Clac! apagado, y un sutil tintineo de finos crist ales de hielo arrastrndose por la pendiente me alertaron. Not desliza rse el blanco elemento pero no me preocup, creyendo que aquel dbil manto de nieve fresca desprendida, quedara en nada. Confiado, supuse que aquella papilla blanca me sobrepasara, y que yo permanecera all, aferrado a mi piolet Historias de mi mochila 229 Juan Manuel Maestre Carbonell 230 Me equivoqu. Al instante vi aumentar la masa nivosa y cua rtearse su helada capa superior, que fue arrastrada por aquel mar glido, de cincuenta y cinco grados de inclinacin. No tom consciencia de lo que estaba ocurriendo. En mi mente de alpinista cre tenerlo todo controlado Pero esta vez no fue as. S, que son situaciones que llevan implcita la aceptacin de un riesgo, asumido con automatismos a lo largo de cada escalada. La act itud de control se regenera en nosotros continuamente, buscando d ominar todas las situaciones mediante ordenados y aprendidos mov imientos Es la tcnica. S, que de su correcta y decidida ejecucin, dependen los est mulos que orientan al alpinista a cada paso; ejercicio mental, continuo y automtico que implica reconocimiento, aceptacin y ejecucin. As es el juego hasta que sobreviene el fallo: por cansancio, despiste o falta del adiestramiento necesario. En realidad es tan simple como compl ejo Y ocurri Uno de nosotros, no s cul, cort la placa desenc adenando la avalancha. En mi caso, deb distraerme con aquella par anoia vespertina pues, sinceramente, ni estaba cansado ni me falt la experiencia para subir por esta ruta que ya conoca. Todo pas muy rpido y me vi sorprendido __ No contestan. Patxi parece preocupado por mi situacin, pero yo estoy bien, s lo quiero descansar. Mikel est aqu conmigo y hace lo que puede para que me ponga en pie y le siga, per o no quiero... y aunque no siento dolor, tengo mucho sueo S que la cada ha sido importante Cuando ya me vi arrastrado por la pesada y blanca masa, record los movimientos natatorios que recomienda la literatura de montaa para estos casos: permanec er en la superficie de la avalancha es fundamental; claro que, lo que no se cuenta en esos libros, es que en la superficie todo adquiere mayor cr udeza, y te das perfecta cuenta del imparable deslizamiento; hacia dnde me diriga, y las pocas posibilidades que tena de evitar despearme por Historias de mi mochila 231 Juan Manuel Maestre Carbonell 232 aquel trampoln que corra hacia el precipicio. Fue todo, tan fugaz, y tan inevitable Me contaron una vez que desde que se desencadena el accidente hasta que el alpinista toma verdadera consciencia del peligro, el tiempo de transicin puede ser mnimo; incluso igual a cero. Pero no ha sido as en mi caso. Me salt tambin la segunda de las fases en la que, segn algunos testimonios, se contienen las vivencias que van desde la pe rcepcin del peligro y su aceptacin, hasta el reconocimiento del frac aso Reconozco que en ningn momento pens que aquello pudiera acabar mal. Tampoco llegu a perder el conocimiento. Viv impasible todo el proceso de la cada, pero no tuve ningn miedo ni preocupacin, simplemente me dej llevar por los acontecimientos. Me pareci algo irreal, como un sueo, pero ni siquiera un mal sueo; simplemente e speraba que todo aconteciera como si fuera yo un mero espectador Dicen que el que cae desde una gran altura deja de vivir la real idad, hasta que pierde el conocimiento. De esa manera cuando despierta si ha logrado sobrevivir creer que lo ha soado, lo cual impedir que aparezca un trauma, justificando as, que un alpinista accidentado pu eda volver a escalar montaas tras una grave cada. Los expertos afirman que es ms traumtico para los testigos presenciales de un despe amiento, que para quien lo ha sufrido y, que segn crea el despeado que puede o no evitar la muerte, tendr posibilidades de que sta se pr oduzca o que, finalmente pueda salvarse, independientemente de sus heridas. Esto que, en su momento, me pareci una adaptacin cientfica de nuestro refranero espaol: mientras hay vida, hay esperanza tiene hoy, para m, bastante credibilidad Debo estar herido pues el salto al precipicio ha sido grande, au nque no s cunto ni tampoco el tiempo que ha durado Not un golpe violento contra una roca sobresaliente de la pared, que pas ante m como el vuelo rasante de un avin de combate en un videojuego Escuch el ruido del golpe, per o ningn dolor y, salvo el Historias de mi mochila 233 Juan Manuel Maestre Carbonell 234 sonido opaco del impacto, el silencio ha sido total durante un salto que me ha parecido placenteramente largo. Pese a la velocidad a la que deb precipitarme al vaco, nunca perd el sentido. Otros salvados de cadas como la ma, cuentan que vi eron pasar delante de ellos todas las imgenes de su vida; imgenes, que van desde la infancia hasta el momento actual. Pero yo no he visto nada. Mi mente ha estado ocupada, preparndose para el impacto que saba iba a llegar. He intentado calcular la trayectoria y el punto de llegada. Eso era lo realmente importante para m! Al principio, intent frenar lo irremediable, pero cuando lleg el pretil del barranco y en el salto, el aire qued bajo mi cuerpo, dej de preocuparme. Pens que iba a morir y supe que absolutamente nada poda hacer para evitarlo Lo curioso es que lo acept sin temor, y desde ese momento, todo lo calcul con absoluta calma. Cuando se cae al agua, spase o no nadar, se mueven instintiv amente los brazos para evitar ahogarse; si el fuego nos quema, buscamos huir de l, espolsndonos las brasas; un soldado durante una batalla, se protege contra la metralla agazapado en su trinchera Tambin contra un animal salvaje se lucha con pies y manos para escapar de su feroc idad. Y as, en todos los casos, intenta uno aferrarse a algo slido que suponga un salvavidas, sea de la clase que sea Pero cuando ests v olando ya sabes que, en el aire, no hay nada a lo que uno pueda aferrarse y debe asumir lo fatal e inevitable. Not luego, el choque contra la pendiente de nieve y tampoco sent d olor. Esta vez ni siquiera escuch el sonido del impacto, slo mi cuerpo, como un pingajo, resbalando antes de volver a caer en esta oscuridad donde ahora me encuentro. Frenada la vorgine del movimiento, sent al instante la tibieza del fluido sanguneo resbalando por mi sien. S que estoy herido, pero la ausencia de dolor me impide cuantificar la gravedad. Noto mayor movimiento de gente. Supongo que han venido a s acarnos de aqu. Mikel insiste en que me levante y le siga. Me zarandea levemente, pero yo lo nico que tengo es sueo mucho sueo Historias de mi mochila 235 Debe ser cierta la teora de aquel investigador americano que afirm, que el sistema nervioso de las personas en situacin lmite, c omo la que acabamos de vivir, produce unas sustancias similares a la morfina, que amortiguan el dolor y provocan sentimientos de felicidad, y que el grado de shock, depender siempre de la consciencia del pel igro mortal que se tenga durante la cada. Al menos no he cado en los clichs del alpinismo clsico, y pr ometo no relatar a nadie aquello de que mi vida pas por delante de m. Siempre dije que la muerte en la montaa no es la muerte de un hroe sino la de un tonto, pues cuando debimos encordarnos no lo hicimos, y es seguro que si hubiramos estado atados, Patxi, que se hallaba en t erreno firme, hubiera retenido nuestro deslizamiento por aquella blanca papilla que acab por atragantrsenos. Ser el Sol, pues un dbil rayo de luz alcanza a llegar hasta donde nos encontramos, pero no siento su calor. El tiempo pasa inexorabl emente No tengo prisa Estoy bien Patxi, all arriba, sigue lament ndose, y Mikel ha dejado de insistir. Noto como su luz se aleja se ap aga No te vayas Mikel, espera! Creo que yo tambin voy contigo La plcida oscuridad parece borrar de mi mente todos los r ecuerdos, todo lo sucedido, todo lo que soy y todo lo que he sido pero estoy bien Ahora, parece que vuelve la luz hacia m desde la oscuridad o igo el susurro de una voz apagada que me reclama Y a voy Mikel, ya voy __ Venga Montxo! Despierta coo! Que se hace tarde y pronto amanecer. __ Qu Qu pasa __ Es tarde. Levanta. Reconvertida la luz espectral, en una simple lmpara frontal, veo a Mikel entre la penumbra del sollado. A su alrededor, nerviosas linte rnas iluminan cuerpos semidormidos, afanados en vestirse sin salir del clido plumn. Despierta el refugio al bullicio montaero. Rebota una Juan Manuel Maestre Carbonell 236 bota sobre el suelo de abedul, y una risa se esfuerza, intilmente, en ser ahogada. Vuelvo a la vida en la madrugada, aunque no s bien, si reco nfortado. No dudo cuando miro a mi mochila, decidiendo darle hoy descanso, ni vacila mi voz cuando serio de solemnidad comunico mi dec isin. l, no insiste; comprende con su mirada; me sabe fuerte en la d eterminacin: ya sea para apretar el paso y cumplir horario, o los dientes para superar un tramo agreste y delicado. Mikel me conoce bien y, cuando emulando a Mecano le he recitado aquello de hoy no me puedo levantar, supo acabada nuestra ascensin. Ni una queja, ni un repr oche, ni una pregunta. Patxi tampoco dijo nada. Son ms que amigos: compaeros de cordada! Saben ver en mis ojos, el estado inquieto de mi alma y en silencio, se marchan. Veo por el ventanuco de la habitacin comunitaria, crampones sobre el glaciar que delatan a la cordada que parte. Tres haces de luz dibujan sobre la nieve claroscuros; siluetas recortadas sobre el dbil rosa, que va pintando en la noche los colores del nuevo da. Temo por ellos, aunque tal vez no hay razn sin presagio, y cuando finalmente alcancen la cima, habrn escrito una nueva pgina en la historia de su propia superacin. Quin lo sabe... El alpinismo es la eleccin libre de un camino de rosas y espinas que, como la propia vida, alcanzar al llanto y a la risa, al placer y al dolor, al miedo o al exultante goce de los sentidos. Siempre ser nuestra la eleccin. De errar o acertar depender nuestro futuro, pues nuestro sino es tan personal, como el propio instinto Y el mo me ha dicho que hoy, no deba jugar con los sentidos. *** Historias de mi mochila 237 A modo de epitafio Juan Manuel Maestre Carbonell 238 La guarida de Samuel Historias de mi mochila 239 A modo de epitafio obre un simple trozo de papel, a modo de epitafio, escribi Samuel su ltimo deseo y ello fue cuanto qued de su lucha por la montaa, fsica, literal y literariamente. No me busques en los valles grises, ni entre polticos y mercaderes. Bscame entre las agujas de los pinos, en las oscuras rimayas del Pirineo, entre los azules seracs del Himalaya o, simplemente en los libros montaeros, pues aqu te espero. Llegaron luego familiares y gentes que yo nunca antes haba visto. Comenzaron a desmantelar aquella guarida amontonando sobre el su elo todos aquellos volmenes que haban sido los tesoros de Samuel y v aciaron completamente aquella estancia que pronto qued desnuda de todo vestigio de vida, de su vida! Lo ltimo que vi, antes de quedar sepultada por viejas ropas y otros anticuados enseres montaeros, fue su cuerda de camo, su otra inseparable compaera. Todava le pareci til al hombre encargado del transporte, por lo menos, hasta lo que habra de ser el ltimo y desagradable destino de aquellos testimonios de nuestras vidas. Qued luego la redaccin de la esquela en manos de sus hijos que la convirtieron en el prlogo de esta historia de historias que llenaron los postreros das de nuestras andanzas montaeras, tambin sobre las pr aderas del blanco papel , juntos, como siempre el montaero y su insep arable mochila pues tampoco yo, nada soy sin l. FIN S Juan Manuel Maestre Carbonell 240 Historias de mi mochila 241 ndice 9 Dedicatoria 11 Prlogo 13 Yo 14 A mi mochila 16 En las mil y una noches 24 El mdico de Sotul 28 Agra, el viaje intenso 42 Masumawezo 49 El ochomilista 55 La Forad 67 La ltima escalada 89 El ltimo ochomil 100 Los zapatos del amor 111 El Cantal de la Berenjena 1 23 El enamorado de plata 13 5 El hombre de la montaa sin nombre 14 7 El cuento que cuenta un cuento 161 El miedo es mutuo 165 El botn de Dios 168 Tribus montaeras 174 La escalerica de Boln 178 Los guilas perdiceras 185 El malvado leguleyo 196 La muela de Satn 206 El olvidado alpinista 217 El buzn de la cumbre 226 Jugando con los sentidos 2 37 A modo de epitafio 241 ndice Juan Manuel Maestre Carbonell 242 Historias de mi mochila 243 Este libro fue presentado en Petrer el sbado, 21 de enero de 2017, en el saln de actos del Centro Cultural Juan Manuel Maestre Carbonell 244

Historias de mi mochila

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