Don Emilio Castelar. Antología de su vida y obra (1832-1899)

; 41. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832 - 1899) JOS LUIS BAZN LPEZ JOS LUIS BAZN LPEZ (Tordesil las, 1940) conferenciante, escritor e investigador, adems de colaborar en diversos medios de comunicacin ha publicado: HISTORIA DEL COLEGIO PADRE MANIN (Investigacin. Marzo de 1989); LA FIESTA DE MOROS Y CRISTIANOS DE ELDA (Investigacin. Mayo de 1997) y MAXIMILIANO GARCA SORIANO. POETA DEL PUEBLO. (Investigacin. Junio de 1998). Editan: MANCOMUNIDAD INTERMUNICIPAL DEL VALLE DEL VINALOP CAJA DE AHORROS DEL MEDITERRNEO (CAM) Coordinacin: JOS Luis JACOBO Fotografa de portada: (Imagen del busto Don Emilio Castelar de Mariano Benlliure) VCTOR HERNNDEZ ARGOTE Diseo y fotocomposicin: ESTUDIO DAC, S.L. Impresin: QUINTA IMPRESIN, S.L. Dposito Legal: A-418-1999 E n el Centenario de la muerte del insigne poltico y eldense de adopcin, D. Emi lio Castelar, se presenta esta obra escrita por nuestro buen amigo Jos Luis Bazn. Se trata de un recorrido por la vida y obra de Castelar dirigida al gran pblico, pero con una cuidada elaboracin documental e histrica que nos permite a los lectores entender a este gran hombre y poltico que muchos han dejado en el olvido. En estos tiempos donde el ciudadano parece ocupar un lugar pasivo en la po ltica, donde se valora muy poco las aportaciones y el mrito personal, la figura de Emi l io Castelar se alza poderosa en sus concepciones ms bsicas: integridad, ho nestidad, rigor, compromiso personal y una formacin intelectual envidiable, casi desconocida en la realidad poltica actual. Los eldenses debemos mantener nuestro orgullo por un hombre que, adems de ser uno de los ms bri l lantes polticos y oradores que ha dado la historia de nuestro pas, quiso a Elda de corazn y le dedic sus ms hermosos pensamientos y recuerdos. El deseo de todos con la publ icacin de la obra es extender el conocimiento de su figura y su relevante papel en un periodo muy difcil de la historia de Espaa. Elda, Abril de 1999 JUAN PASCUAL AZORN SORIANO Alcalde de Elda PRLOGO E l pasado ao la Mancomunidad de Municipios del Valle del Vinalop, integrada por los Ayuntamientos de Elda, Petrer, Monvar y Sax, se plante la conmemora cin del Centenario de la muerte de D. Emil io Castelar acaecida en Mayo de 1899, con una serie de actos en los cuatro municipios para rememorar la obra y la perso na del eminente orador, intelectual, poltico, y periodista, con una serie de manifes taciones culturales en los cuatro importantes pueblos de la geografa alicantina. Me correspondi a m como Concejal -Delegado de Cultura y por deseo del Al calde de Elda D. Juan P. Azorn Soriano, la responsabilidad de integrarme en la Comisin creada al efecto con los cuatro Concejales de Cultura de las citadas lo cal idades, as como, con el Gerente de la Mancomunidad D. Enrique Peir y pre sidida por el Alcalde de Monvar D. Jos Gins Rico. Despus de varias reuniones se realiz un programa de actos a realizar en todos los pueblos, as pues, la edicin de una bibliografa de Castelar, una exposicin con cuadros y objetos cedidos por el actual Presidente del Congreso de los Diputados Sr. Tril lo Figueroa, un Congreso de historia con la intervencin de importantes especia listas Castelarinos, la edicin de un cmic sobre Castelar para escolares, as como, la edicin facsmil de una obra de Castelar, al tiempo que se acord por la Comisin del Centenario, editar cuatro placas alusivas para colocar el mismo da del aniversario de la muerte de D. Emilio en cuatro calles de los mencionados pueblos. La autora de la biografa se encarg al profesor e investigador de Elda D. Jos Luis Bazn y hoy me cabe ya el honor de prologarla. La nueva obra D. Emilio Cas telar. Antologa de su vida y obra. 1832-1899, del profesor Bazn, es una magn fica sntesis de este eminente orador del siglo pasado, que como se sabe y es ob vio, fue uno de los cuatro Presidentes que tuvo la primera Repblica espaola. El autor desglosa la obra en los captulos siguientes: Familia, nacimiento y adolescencia, donde analiza todas las peripecias que llevan al padre de Castelar D. Manuel Castelar, funcionario liberal del puerto de Alicante, casado con Da. Ma ra Antonia Ripol l, natural de Villafranqueza a huir de Alicante perseguido por los absolutistas para emigrar a Cdiz donde parece quera pasar a Gibraltar para evi tar la persecucin. Es en Cdiz donde nace Emilio Castelar y en esa ciudad desa pareci su padre definitivamente sin conocerse posteriormente su paradero, con una serie de detal les concretos son descritos los lugares donde vivi la madre de Cas telar, as como la iglesia donde se bautiz. 7 JOS LUIS BAZN LPEZ Posteriormente regresan a Elda donde tenan unos parientes y habitan en una casa de la Cal le Coln, en cuyo lugar y en un edificio de nueva planta, se recuerda ese he cho. En Elda y Sax inicia sus estudios primarios y los medios en el Instituto de Alicante como alumno libre. En el segundo captulo que el autor titula: Integracin poltica (1848-1859), ana l iza en detal le la singladura poltica de este importante estadista y orador que junto con Cnovas son los dos personajes polticos ms brillantes y relevantes del Siglo XIX espaol; Castelar fue un ferviente demcrata; el da 25 de Septiembre Castelar pro nunci su primer discurso en un mitin del Partido Demcrata, abrindose aqu por su xito el paso en poltica y en el periodismo de la Corte, siendo muy elogiado por la prensa progresista de su poca. Castelar despus fue redactor de La Soberana y El tribuno de/pueblo, diarios di rigidos por Sixto Camara, despus pasar a la redaccin de La Discusin, cuyo di rector Nicols Rivero, que ya era diputado Demcrata, se le considera en poltica y desde ese momento el maestro de Castelar. En el ao 1857, D. Emilio Castelar gana por oposicin la Ctedra de Historia Cr tica y Filosfica de Espaa, por unanimidad de todos los miembros del tribunal; pos teriormente comienza con sus conferencias que le hicieran famoso en el Ateneo de Madrid. De todo ello y con comentarios de autores posteriores de prestigio da mereci da cuenta Bazn en sus anl isis y comentarios. En el captulo La Revolucin de 1868 (1859-1873), analiza el autor toda la evo lucin habida en Castelar en ese periodo, a partir de 1860 que algunos creen D. Emi lio se decl ina a la derecha, comienza su disputa por el poder con el ala izquierdis ta del Partido Demcrata que estaba representada por el cataln Pi y Margall, pro pulsor de un estado federal, en esa poca y en los dos polticos los debates en las Cor tes fueron muy virulentos, estando contenidos los de Castelar en la publicacin La Democracia y los de Pi y Margal I en la revista La Discusin. D. Emil io prefera la dictadura a la anarqua y fue un poltico obsesionado con el orden pbl ico y la propiedad, pero tambin fue un incansable defensor del sufra gio universal y los derechos individuales y de asociacin, de la separacin entre el po der de la Iglesia y el Estado, de la abolicin de la esclavitud, del jurado y de la Repblica. En las Cortes Constituyentes del ao 1869 y tras las protestas estudiantiles y su participacin en los incidentes de junio de 1866, D. Emilio se estrena como diputa do y demuestra con su fluida oratoria la defensa de los principios democrticos. Fue diputado por las demarcaciones electorales de Zaragoza (1871), Aracena (Huelva) (1872), Barcelona (1876), (1879) y (1881), Huesca (1884), (1886), (1891), (1893), (1896) y (1898). Segn se acredita en las credenciales revisadas por nosotros en el Ar chivo del Congreso de los Diputados de Madrid. A Castelar se le compara despus con Azaa por los comentaristas polticos de este Siglo, porque dicen confiaban su fuerza en el poder de su verbo, con una elo cuencia desbordante. En el captulo cuarto: La Primera Repbl ica, analiza el autor este periodo complejo de la poltica y sociedad espaola y la ascensin a la presidencia de la 8 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Primera Repbl ica de D. Emilio que dur poco ms de un ao, tuvo cuatro presi dentes y fue de vida efmera. Los antiguos progresistas de 1869, siguen profesando su f en aquella mo narqua y Castelar permanecer fiel a su republicanismo, pero cuando l lega la Re pblica el 11 de Febrero de 1873, se opone a los antiguos planteamientos Federa les y planta cara a Pi y Margal l de la mano de Salmern. Tras la renuncia de Salmern, l lega a la Presidencia y al poder Castelar con un programa militar y las Cortes cerradas, para poder poner fin a la insurreccin Can tonal y a las guerras Carlistas. La traicin de Salmern provoca su destitucin en 1874 y el golpe de Pava en trando a cabal lo en las Cortes, ste quiso entregar el poder a Castelar que se neg, por coherencia democrtica. Despus tomara el poder el general Serrano y tras l, la restauracin monrquica que l levara a efecto el general Martnez Campos y a C novas a la presidencia del Gobierno monrquico. En las Cortes Constituyentes de 1876 fue D. Emilio Castelar el nico diputado republicano que en solitario segua defendiendo los mismos principios de siempre. En 1888 D. Emil io Castelar se retirara de la poltica. Antes de su muerte intenta reavivar la l lama del republicanismo, tras acce der al gobierno de Espaa, el general Polavieja, creando el Partido Demcrata His trico, pero con Da. Mara Cristina instalada en la Regencia ya fue demasiado tarde. Segn los tericos de la poltica, Castelar no fue autoritario, ni monrquico, ni anticlerical, la escritora Carmen Llorca opina que fue un precursor de la Democracia Cristiana espaola que quiso siempre reconciliar la democracia con el cristianismo y la l ibertad con el orden. Todo esto, est analizado con rigor cientfico y mtodo histrico por Bazn, en los dos ltimos captulos y en Los ltimos aos de su vida, que como se sabe, ocu rri en San Pedro del Pinatar (Murcia) el 25 de Mayo de 1899 en la Hacienda de San Sebastin, hoy transformado en el flamante restaurante La Casa del Reloj, edi ficio impecablemente restaurado. El autor de esta obra incluye tambin una revisin de toda la produccin literaria de D. Emi l io Castelar en una relacin bibliogrfica de cincuenta y dos libros pu bl icados, as como numerosos trabajos y discursos parlamentarios. Como resumen conclusin y corolario de todo lo anteriormente escrito y ex puesto, hay que decir que en esta obra D. Jos Luis Bazn se supera a si mismo y salta de obras anteriores, de crnica local, a un profundo anlisis de este captulo tan importante de la historia democrtica de Espaa a finales del siglo XIX. MANUEL SERRANO GONZLEZ Doctor en Farmacia y Concejal de Cultura, Sanidad y Medio Ambiente del Excmo. Ayuntamiento de Elda. 9 INTRODUCCIN E n la realizacin de una obra de carcter biogrfico, en todas sus dimensiones, L y de un personaje de la categora de D. Emilio Castelar, me ha parecido con veniente hacer esta Introduccin, salindome del contexto habitual, porque en este tipo de obras la aspiracin del autor es que los lectores conozcan al principio, y bre vemente, la personal idad y la singularidad de un hombre que posibilit, con su em peo, mantener su ideologa y establecer, dentro de lo que cabe, una democracia que puso de manifiesto el cambio en una organizacin estatal y unas consecuen cias tan generalizadas. En el pueblo murciano de San Pedro del Pinatar mora un 25 de mayo de 1899 D. Emi l io Castelar y Ripol l. En ese momento, Espaa perda una de las per sonas ms representativas del siglo pasado, y ante todo una figura bsica si quere mos reconstruir la historia democrtica europea. La nica misin que me propon go en esta Antologa consiste en intentar remover un poco la gran mole castelari na, como escribi Benjamn James. Pretendo trazar un breve ensayo biogrfico, mos trar, dentro de la dificultad que entraa, la personalidad poltica, literaria y religiosa de Castelar, y por supuesto su oratoria. Tambin deseo analizar los hechos ms destacados en dos vertientes: de un lado enjuiciar los acontecimientos, vivencias y preocupaciones de Castelar, y de otro estudiar los hechos que rodearon a nues tro personaje, por eso creo necesario realizar en esta Introduccin unos breves co mentarios sobre su forma de ser, de pensar y actuar, dada la celeridad con que se desarrol laron los acontecimientos de su tiempo. Ferviente demcrata Snchez del Real en su libro sobre Castelar comenta que ste fue durante mu cho tiempo la lengua y el corazn de la democracia. Efectivamente, su idea de la necesidad apremiante de una Espaa eminentemente democrtica y la fe que puso en el la, iban ms all de la libertad individual y apuntaba a toda la hu manidad. Castelar recogi en uno de sus libros, titulado La Frmula del Progreso, las ba ses fundamentales que l levaran a nuestro pas a una democracia cristiana, con servadora, gubernamental y alejada de la monarqua y del socialismo. 11 JOS LUIS BAZN LPEZ Analizando este libro podemos llegar a la conclusin de que es una sntesis de las teoras republ icanas; tal idea de l ibertad pudo cuajar en Espaa al igual que la de Rousseau lo hizo en Francia. Grimaldi, en 1869, coment en su libro que Emi l io Castelar tena su puesto de honor en la democracia. Adems insisti comen tando de nuestro tribuno que la amaba como un poeta a su lira, como un pintor a su cuadro, como un msico a su instrumento, como un enamorado a su dama, como un creyente a Dios. Quiz en este aspecto, D. Emilio pec de idealista por que era casi imposible rehacer la naturaleza humana. Apuntes biogrficos Tenemos que iniciar este comentario hablando de Cdiz, su ciudad natal, puerto de arranque hacia los mundos hispanos, aunque sus padres eran levantinos. Al poco de nacer, su padre, Manuel, tuvo que huir, dejando a Emilio para siempre. Despus de una corta estancia en Aliaga (Teruel), su madre, lvti Antonia, su hermana Con cha y l fijaron su residencia en Elda; entre esta poblacin y la vecina de Sax se de sarrol l su infancia compartida. Una vez terminados sus estudios de Segunda Enseanza en Alicante se desplaz a Madrid para ingresar en la Universidad de Derecho y estudiar Jurisprudencia. Siendo estudiante (1851) consigui ganar una oposicin para Profesor de la Es cuela Normal de Fi losofa. Despus obtuvo el ttulo de Licenciado y algo ms tar de el Doctorado. Inici su consolidacin poltica con unas conferencias en el Ateneo madrile o y con unas esplndidas colaboraciones en los peridicos ms representativos de la Corte. Pero lo que le gan fama y prestigio fue sin duda su artculo titulado El Rasgo -conoceremos su contenido en el captulo correspondiente en el cual cri ticaba a la Reina, y que tuvo tristes consecuencias: la llamada Noche de San Da niel (10 de abri l de 1865) y los dos aos de exilio posteriores. Cuando volvi a Espaa fue elegido diputado y a partir de ese momento su fa ceta de orador ocup un lugar destacado. Paralelamente a esta mgica evolucin y por una serie de acontecimientos, l leg a Espaa la I Repblica. El da 8 de sep tiembre de 1873, Castelar tom posesin del cargo de Presidente del Gobierno, du rando su mandato hasta la madrugada del 3 de enero de 1874, cuando el general Pava entr en la Cmara y expuls a los diputados, suspendiendo toda la legalidad amparada por la Constitucin. Castelar comenz en 1875 a organizar un partido poltico l lamado Posibi lismo y fund un nuevo peridico, El Orden. Despus fue nombrado diputado por Barcelona y a partir de esos momentos se convirti en un orador que haca vibrar a sus oyentes o lectores. En 1888 abandon la poltica activa, si bien de forma espordica se asomaba a la vida pblica, generalmente a travs de la prensa. Pocos das antes de su muerte haba anunciado su vuelta a la poltica en cabezando un escrito, eminentemente republ icano, con un sinfn de firmas de personas que estaban convencidas de la necesidad de una nueva Repblica en Espaa. 12 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Castelar: un republicano conservador Azorn, en su libro De Granada a Castelar, nos seala las influencias en D. Emilio de personajes como Vctor Hugo, Michelet, Renan y otros, pero ante todo fue la Re volucin Francesa el hecho poltico que ms le impact. Como fiel heredero de la Revolucin de 1848 en Francia, D. Emilio contribuy de una manera importante a que en Espaa se pusiera en prctica el ideario de sta en general, y con respecto al individuo en particular. En este ltimo aspecto se defini nuestro tribuno con es tas directrices: Sufragio universal, libertad de imprenta, inviolabilidad del domicilio, asociacin pacfica, libertad de crdito y comercio. En cuanto a la l ibertad la defini como alma de su alma. Efectivamente, era para l un culto y una obsesin, prueba evidente de el lo es que siempre est pre sente en la totalidad de sus escritos. Este sentimiento de libertad democrtica par ta del estudio de la Historia, a travs del cual podan apreciarse los esfuerzos que haban hecho los hombres para alcanzar su libertad. Fue un defensor incansable de la libertad de expresin y de accin. La constante castelariana de la libertad se puso de manifiesto en la lucha con tra la esclavitud de las colonias. En defensa de la abolicin fue el discurso que pronunci el 21 de junio de 1870 y que culmin el 22 de marzo de 1873, sien do l Ministro de Estado, con otro emocionado discurso: En gratitud y enalte cimiento a la Asamblea por haber votado la ley sobre la abolicin de la escla vitud. Cuando Castelar sali del Gobierno -l lo haba advertido la Repblica y los republicanos de izquierdas tambin cayeron y, segn J. Prez de Guzmn, aquel da en efecto, muri Castelar. Castelar como escritor A la hora de estudiar a Castelar como escritor, hay que hacerlo ampliando sus tres dimensiones: filosfica, histrica y literaria. El primer aspecto lo define muy bien Me nndez y Pelayo en su libro Los Heterodoxos Espaoles: En filosofa no cre ningn sistema ni se singulariz, mostrndose unas ve ces adepto de un pantesmo ms o menos manifiesto y fluctuando otras entre el neoplatonismo y un seudomisticismo cristiano. Castelar supo dar grandes lecciones de Historia Universal en todos sus escri tos, con los que se granje una notable masa de admiradores gracias a la inmensa virtud que tena de saber comunicar un inters enorme en sus estudios histricos. Bien es verdad que su temperamento levantino le llev en varias ocasiones a inventar o improvisar textos crticos, mostrando alguna que otra contradiccin. Su labor l iteraria destac en algunas obras como Ernesto, Fray Filippo Lippi o La hermana de la Caridad, donde podemos leer pginas muy interesantes. En las dos ltimas obras, Castelar se inspir en trabajos de Lamartine, Vctor Hugo y Chateaubriand. En su faceta de crtico existen destacadas intervenciones que re 13 JOS LUIS BAZN LPEZ cibieron en su momento numerosos elogios e incluso fueron publicadas en varios idiomas. (Una relacin de toda su bibliografa se hallar en el apartado correspondiente) Castelar: Un Soldado de Dios Una manifestacin bsica del pensamiento de D. Emilio fue la libertad religiosa. Este sentimiento, que nunca trat de ocultar, aparece en sus primeros discursos: Hoy somos los soldados de la libertad y por consecuencia Soldados de Dios. Me cons ta que era un hombre profundamente rel igioso, pero cuando la Iglesia Catlica le oblig a elegir entre la fe y la l ibertad, l opt por la libertad. En unas epstolas dirigidas a un obispo nos muestra este republ icano, junto a su respeto por la religin, su oposicin a las soluciones antidemocrticas tan deseadas por los neol iberales, propugnando la bsqueda de una solucin que restaurara la conciencia, el espritu y el despertar de la idea rel igiosa en el alma. Estas aprecia ciones surgieron a propsito de aquel discurso que pronunci el 12 de abril de 1869, en respuesta de una intervencin en las Cortes del obispo Manterola. Castelar cumpli con sus principios y critic la intolerancia estructural sobre materia religiosa que padeca Espaa en aquel los momentos. El gran orador declam una de sus frases ms famosas: Grande es el Dios del Sina, a la que sigui: Grande es la religin del poder, pero es ms grande la religin del amor; grande es la religin de la justicia implacable, pero es ms grande la religin del perdn misericordioso y yo en nombre de esta religin (...) vengo aqu a pediros que escribis al frente de vuestro cdigo fundamental la libertad reli giosa, es decir, la libertad, fraternidad, igualdad entre todos los hombres. Menndez y Pelayo interpret este discurso con un sentido descaradamente par tidista, calificndolo como el mejor specimen de lucubraciones areas, cristiano musicales. El pensador santanderino quiso encontrar en el ideario religioso de Castelar una apostasa de las creencias catlicas, interpretacin con la que no es toy de acuerdo. Sin embargo, pudo tener algo de razn cuando seal que D. Emi lio practicaba un cierto misticismo sentimental, romntico y nebuloso. Podemos encontrar esta visin en su libro muy poco religioso Crnica Internacional, en el cual podemos comprobar varios ejemplos que apoyan esta teora: Evocacin mstica sobre la Semana Santa. Pensamiento sobre el carcter de las religiones. Las enccl icas sobre la unidad religiosa. Ruptura de la unidad de la Iglesia (Congreso de Jerusaln). Debemos reconocer que esta tolerancia de la religin l levaba a Castelar a propugnar la inminente necesidad de relacionar la libertad con el catolicismo, para desembocar en el entendimiento del Papa con aquellos pases donde la democra cia se estaba consol idando (Ital ia, Francia, Espaa), y de esta manera romper los vn culos negativos para llegar a establecer aquello que deseaba: una Iglesia -democracia 14 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) (sistema que ya haba iniciado el Papa Len XIII), y eliminar los conflictos y per turbaciones que existan en aquella poca. Las circunstancias obligaron a Castelar a cambiar en determinados momen tos, como es el caso. Nuestro personaje era muy europesta, y quiz el empeo de la izquierda republicana francesa en separar totalmente la Iglesia del Estado por las injerencias de la primera en cuestiones de enseanza, le llevaran a quebrar sus creencias. D. Emilio escribi: El Estado no confiesa, el Estado no comulga, el Esta do no se muere. Y, sin embargo, en 1888 declar: Si yo mandare, jams llegara yo a una idea que ha enamorado a todo el mundo; jams llegara yo a la separacin de la Iglesia y el Estado: quiero un patronato y un presupuesto eclesistico. Lo que s es cierto es que, para entender la ideologa poltica castelariana, debemos acudir a su compromiso religioso, en cuya interpretacin se encuentra la base de su culto a la libertad. Una oratoria fascinante No cabe ninguna duda de que la oratoria floreci con la democracia; Demstenes y Cicern lo demostraron hace bastantes aos. En nuestro pas, hasta principios del siglo XIX existieron pocos eruditos en esta materia, aunque anteriormente los hubo de discursos sagrados como Fray Luis de Granada o Santo Toms de Villanueva. A partir de las Cortes de Cdiz se inici un esplendor en la oratoria, aunque el nmero fue muy poco elevado, debido quizs a los gobiernos absolutistas. Castelar opinaba de esta manera sobre los oradores: No hay espectculo semejante al del orador el cual debe ser a un tiempo fi lsofo, poeta, artista, msico, tctico... y por un milagro de su inteligencia y de su voluntad, tender entre tempestades infinitas de aplausos, cadenas in visibles a las cuales se prenden los corazones muy esclavos de aquella ma gia, cuyo poder sobrenatural es uno de los misterios ms profundo del es pritu. La evolucin poltica espaola ha constituido un buen trampoln para los ora dores, cuyo inicio podemos hacerlo coincidir con D. Emilio Castelar. He pensado que es mucho mejor que definan al ms famoso orador algunas personas de cate gora intelectual (crticos literarios, escritores y catedrticos) para conocer la gran deza del levantino. Valbuena Prat nos comenta que: No todo en l era florido, aunque es la nota destacada de su oratoria. Es el gran orador del siglo XIX. En el tono grandilocuente haba tenido un precur sor, de contenido conservador muy diferente del ideario castelariano, en Juan Donoso Corts, cuyo Discurso sobre la Biblia, encierra para el mismo lector de hoy, bel lezas de imagen, e mpetu robusto. Pero Castelar sobrepasaba con mucho la cultura histrica de Donoso, que no era pequea (...). Aparte Fray Luis de Granada, en el siglo de Oro (...) no ha habido en nuestras letras una potencia retrica semejante. 15 JOS LUIS BAZN LPEZ Eitzmaurice Kel ly afirm que Castelar es: ...el primer tenor de la Repblica, maestro de elocuencia declamatoria (...) has ta sus enemigos reconocen que fue honrado y simptico representante de una poca, si bien su obra l iteraria fue efmera y pronto cay en el olvido. Jacinto Octavio Picn nos refiere su impresin despus de escucharle en el dis curso de ingreso en la Real Academia Espaola: La voz atiplada caus impresin desfavorable (...), y luego, de pronto, como cuando el agua de un surtidor ha desalojado el aire del cao en in gratos resopl idos y comienza a brotar seguida y sonoramente con dulcsi mo ruido, as aquel la voz se hizo ms grave; caldeada la garganta toma cuerpo el acento y las palabras fluyeron de los labios en nmero infinito, con orden prodigioso, vestidas de la majestad y armona que tiene slo la lengua castel lana. El gran instrumento de captacin fue su palabra, hacia la que se sintieron atrados amigos y enemigos. Su misin era despertar a los hombres, levantarles un nimo muchas veces decado, y abrir su conciencia. Para final izar esta Introduccin debo matizar que la relevancia de ciertos dis cursos, cartas o artculos de prensa de Castelar me han obligado a reproducir unas veces parte del texto y otras veces su totalidad, puesto que conocerlos es de gran uti l idad a la hora de comprender a su autor. Dada la abundancia de escritos, he pro curado real izar una justa seleccin -aunque algunos de los omitidos contengan pginas bril lantes-, que por otra parte era inevitable, y posponer para un futuro, no muy lejano, otra publ icacin para entender mejor las caractersticas del lenguaje cas telariano. La figura de nuestro tribuno tuvo en su poca una gran proyeccin, pero creo que en la actualidad no se le ha valorado debidamente. La mayora de los histo riadores se han limitado a anal izar su oratoria o el periodo en el que estuvo al fren te de la Presidencia de la Repbl ica, olvidando sus actividades polticas y su vida en general. Con este l ibro pretendo, dentro de mis posibilidades, llevar hasta el lector una ampl ia gama de circunstancias vivenciales de Castelar, para un mayor co nocimiento de una figura tan relevante y carismtica. Para final izar, quiero dar las gracias muy efusivamente a todas aquellas personas e instituciones culturales, que han participado directa o indirectamente en la pu bl icacin de este l ibro, porque sin su colaboracin me hubiera resultado imposible terminar este libro en el que he puesto mucho trabajo y muchas ilusiones. Jos Luis BAZN LPEZ 16 CAPTULO PRIMERO FAMILIA, NACIMIENTO Y ADOLESCENCIA (1814 - 1848) D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) LAS CONSECUENCIAS DEL LIBERALISMO PATERNO E l sistema poltico que naci en Cdiz plan te, con el regreso del Rey, un delicado problema de integracin, ya que Fernando VII ignoraba las bazas que tena en su poder. Los absolutistas esperaban que la vuelta del monarca poda cambiar la situacin ofre cindoles apoyos incondicionales. Una de es tas iniciativas fue el conocido Manifiesto de los Persas (12 de abril de 1814) que demostraba claramente el modo en que queran utilizar al Rey para poder realizar el cambio que ellos pretendan, cuyo postulado era subordinar a la moral del poder el bien comn. La teora central de este manifiesto dice: La monarqua absoluta (...) es una obra de la razn y de la inteligencia, est su bordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado; fue establecida por derecho de conquis ta o por la sumisin voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus reyes. As que el soberano absoluto no tiene facultad de usar sin razn de su autoridad (derecho que no quiso tener el mismo Dios), por esto ha sido necesario que el poder soberano fuese absoluto para pres cribir a los sbditos todo lo que mira al inters comn y obligar a la obediencia a los que se ni lleguen a ella. Se nota en este prrafo la influencia de la frmula de Toms de Aquino y de los neoes colsticos del siglo XVI. La poca firmeza de Fernando VII termi n con un golpe de estado en mayo de 1814 que, a cambio de unas promesas sin funda mento, declaraba nulos y sin ningn valor y efecto la Constitucin y todos los decretos de las Cortes. Este golpe reprimi toda una serie Foto 1: Fernando VII. Pintura de Goya. de actividades calificndolas de atentatorias para la Corona. Los pronunciamientos fueron un arma especfica que los liberales encontraron para combatir el rgimen monrquico, siempre a travs del ejrcito. Este instrumento de lucha fue viable porque la mayora de la oficialidad estaba enfrentada con los estamentos nobi liarios. El primer pronunciamiento se inici con la llegada de Mina a la ciudad de Pam plona, en septiembre de 1814. A ste le si gui el de Porlier, en La Corua, y otros ama gos como el de Lacy y Vidal. Hubo incluso una conspiracin denominada Tringulo que pretenda cambiar el rgimen asesinando al Monarca. Un ejrcito expedicionario que estaba concentrado en las proximidades de Cdiz, 19 JOS LUIS BAZN LPEZ para combatir las irregularidades de las po sesiones americanas, dio un giro en su plani ficacin y sus oficiales se pusieron a favor del l iberal ismo. El enfrentamiento entre absolutistas y li berales se produjo en 1814 y determin el triunfo de los primeros y la clandestinidad de los segundos. Esta lucha poltica provoc que los absolutistas tomaran el poder, echando por tierra una vez ms lo conseguido hasta la fecha por los l iberales. Paralelamente a todos estos sucesos, contraan matrimonio en Al icante D. Manuel Castelar y Va y Doa Mara Antonia Ripoll Torregrosa; era el da 5 de marzo de 1 814 como lo demuestra la siguiente certificacin: Don Jos Maestre Romero, Presbtero, Teniente Cura de la Parroquia de San Ni cols, Insigne Iglesia Colegial de la ciu dad de Al icante. CERTIFICO: Que en el l ibro de ma trimonios, volumen num. 13, al fol io 57 vuelto, se hal la inscrita la siguiente Par tida que, copiada literalmente, dice: En la ciudad de Al icante cinco de marzo de mil ochocientos catorce. En presencia del doctor don Francisco Albeza, Te niente Cura de la Insigne Colegial de San Nicols, y testigos abajo escritos, prece didas tres cannicas moniciones, y no habiendo resultado impedimento; ob servando lo dispuesto por S.C.T., y sino dales de este Obispado, con licencia del Vicario Forneo, se desposaron por pa labra de presente, que hacer verdadero matrimonio, segn rito de N.S.M. Igle sia: De una parte Jos Manuel Castelar, mancebo, hijo de Francisco y Vicenta Va, consorte, natural de esta ciudad. Y de otra Mara Antonia Ripol I, doncel la, hija de Rafael y Antonia Torregrosa, Con sorte, natural de Vil lafranqueza, y am bos vecinos de esta ciudad, y feligreses de dicha Iglesia Colegial Siendo testigos Vi cente Samper y Manuel Nadal.- Doctor 20 Francisco Albenza.- Es copia de su ori ginal que remito.- (Este documento fue obtenido por He rrero Ochoa para su libro sobre Castelar) Algunas investigaciones real izadas a principio de siglo confirmaban que Manuel Castelar proceda de tierras aragonesas, exac tamente de Aliaga (Teruel), segn la aventurada opinin de que Mara Antonia Ripol l acudi a ese lugar buscando el amparo y protec cin de la fami l ia de su esposo. Lo que que da claro, segn lo citado en la certificacin del acta matrimonial, es que el padre de D. Emi l io Castelar naci en Alicante. Investigadores insignes ponen de mani fiesto el talante l iberal de Manuel, que con frecuencia le cre problemas durante su ju ventud. Inteligencia y fanatismo por lo libe ral se traduce en protesta e indignacin ante los problemas que vive su pas. l fue as, y no poda ser de otra manera, ya que naci y se educ en una ciudad como Alicante, carac terizada por su liberal ismo. La primera pgina liberal de la ciudad de Al icante se remonta a la Guerra de las Ger manas, en lo que era entonces el Reino de Valencia, y continu ms tarde en la Guerra de Sucesin, durante la cual la ciudad se mantuvo fiel a Fel ipe V. Manuel Castelar desempe en el mbi to econmico un papel muy digno y pruden te dentro de sus posibilidades; trabaj como agente de comercio en el puerto de Alicante, conjugando siempre lo vital con el continuo oleaje de su honradez y con su ininterrumpi do fluir social. El contacto con la famil ia Lagier fue amplsimo, compartiendo su idea l iberales. Esta familia, que mantuvo una estrecha amis tad con Manuel era una de las ms conocidas en la capital al icantina, por ser defensores na tos de la idea liberal el capitn de la Marina, D. Ramn Lagier, tuvo una brillante actuacin en el triunfo de la revolucin de 1 868 y por sus actividades comerciales. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Durante esta poca el padre de D. Emi l io estaba abiertamente en contra de todo lo que significase absolutismo, al igual que su amigo Bartolome Arques, fantico l iberal, cuya defensa de sus sentimientos polticos le l lev a morir a manos de las tropas real istas. Fal leci en la noche del 22 de febrero de 1826 en la Caada del Fenol lar, cerca de San Vicente del Raspeig. Todos los bigrafos de Castelar coinci den en que Mara Antonia Ripol l era her mosa y extraordinariamente inteligente. Sus desvelos hacia su hijo ocuparon la parte pri mordial de SU vida. Herrero Ochoa nos lo ha dejado escrito: Joven y hermosa, pudo en su viudez prematura contraer nuevas nupcias, mas renunci definitivamente al matrimonio, como si previese la misin sagrada que le reservaba la Providencia de educar sin intervencin ajena, y formar el corazn del hijo predestinado ser gloria de la nacin, inculcndole los santos princi pios de patriotismo y los ideales de la l i bertad, que por tradicin venan perpe tundose entre los suyos. Emil io Castelar pronto absorbi todos es tos principios, que empez a demostrar sien do un adolescente. Esta forma de actuar y de pensar ya la haba heredado Mara Antonia de su madre, mujer de claras vinculaciones con el patrio tismo y con ideas profundas y serenas. Su es tado de nimo y su coherencia, se manifesta ba en innumerables ocasiones, como cuan do deca: Hijos mos, amad en el mundo a la Patria sobre todas las cosas. Obl ig a sus dos hijos mayores a ingresar en el ejrcito para que defendieran a Espaa en la lucha contra el invasor francs. Desgraciadamente los dos murieron en contienda. El 24 de abri l de 1818 naci en Al ican te Concha Castelar, persona llena de unas in quietudes paralelas a las de su madre y her mano. Resulta fcil imaginar la vida de esta mujer a partir de quedar hurfana de madre: afanosamente atenda a su hermano y prodi g en l todas sus cual idades. Conviene se alar que Concha era catorce aos mayor que Emi l io, en contra de la opinin de algunos investigadores que aseguraban una diferen cia de diecinueve. En 1820, al restablecerse la Constitucin, se inici una etapa parlamentaria donde los oponentes intentaron frenar las reformas que el monarca pudiera realizar, utilizando las posi bil idades constitucionales. Por no coincidir en determinados temas, los liberales se dividieron creando los primeros partidos polticos en Es paa. Los exaltados pretendan que el rey se dedicara a funciones puramente ejecutivas, reduciendo as su poder. Los moderados (de nominados doceaistas) deseaban dar una solucin basada en la participacin del mo narca en el proceso reformista. Coincidimos con Miguel Artola, que escribi en su libro La Burguesa Revolucionaria lo siguiente: Ambas posiciones corresponden a ide as opuestas acerca de la viabilidad del r gimen constitucional. Para los moderados se trata de conseguir su aceptacin por la corona, templando su carcter revolu cionario, mientras los exaltados entien den no podrn triunfar si no es sobre las ruinas del Antiguo Rgimen. Pocos meses despus del triunfo de los doceaistas, que determin un cambio de contexto en las Cortes, surgieron en Alicante y su provincia una serie de reacciones que llevaron a sus habitantes a sufrir verdaderas ca lamidades. En jul io de ese ao (1820), tras una serie de abusos en la libertad de prensa, provocaciones, rivalidades y escisiones entre los liberales, en la ciudad de Orihuela se pro clam el absolutismo. La situacin era, pues, adversa y muy complicada para los liberales alicantinos, y ms cuando conocieron la posible interven 21 JOS LUIS BAZN LPEZ cin de algn pas extranjero. Aunque en un principio aparecieron ciertos temores por el triunfo absolutistas, ms tarde se organizaron en facciones y pasaron a la clandestinidad. En aquel momento, los liberales desconocan las consecuencias que iba a tener el nombra miento por parte de Fernando VII del nuevo gobernador poltico y militar. Se trataba del brigadier D. Pedro Fermn de Irriberri, que trajo usos nuevos a la hora de gobernar. Este militar puso en prctica un sistema de poder y una utilizacin de la fuerza arma da capaz de superar cualquier resistencia, ac tuando en ocasiones al margen de la ley cuan do se careca de pruebas para establecer cul pables y aplicar sanciones. Una demostracin de su implacable fanatismo se dio el 26 de diciembre de 1823: cuando los ciudadanos estaban celebrando la Fiesta de la Pascua por las calles alicantinas, como era costumbre, Irriberri crey que tal algaraba era un cona to revolucionario y automticamente dict un bando en el cual se impona la pena de muer te a todos aquellos que circularan por deter minadas vas capitalinas. El resultado de esta barbaridad de indudable transcendencia fue la detencin de ms de seiscientos alicantinos. El desacuerdo con el brigadier Irriberri de muchos ciudadanos fue tomando forma entre los aos 1824 y 1826, radicalizndose ante sus normas restrictivas, que alcanzaron hasta al clero y a muchos vecinos que cons tituan una masa silenciosa que no partici paban en ninguna revuelta ni manifiesto. Para comprender la forma de ser y de hacer del Gobernador, vamos a transcribir un texto del libro de D. Vicente Ramos, Crnica de la Pro vincia de Alicante, donde por boca de Jover comenta: El 22 de febrero de 1826, destruida la faccin de Bazn, entraron presos en esta ciudad varios individuos de aquella. Al tenor de los Decretos de S.M., se les sentenci a pena capital. El 23 del mis mo se pusieron en capilla 19 de los fac 22 Foto 2: Don Pedro Fermn de Irriberri. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Foto 3: Puerto de Alicante. ciosos, y el mismo Gobernador Irribe rri, personndose en la crcel, hizo no tificar a su presencia la sentencia de muerte, y continu all hasta acompa arlos al patbulo. En esta ocasin al tern con ellos, dio de palos a uno y di ficult hasta la administracin del Viti co a 8 de los reos que lo pidieron, des pus alegando que ya no haba tiempo para esto, a lo que contest el Alcalde mayor Benitez que se fuese por el Viti co que el sealamiento del tiempo era accidental, que recibieran al Seor, que si no se fusilaba a los once sera des pus. Esta gestin de parte de Irriberri pareca tender a que fuesen impeniten tes al suplicio, y prueba esto el que, al ir a notificarles la sentencia, dirigindose a los sacerdotes, les habl estas pala bras:Poco tendrn ustedes que hacer porque ellos en nada creen. Habiendo salido los reos de la crcel, les sigui en toda la carrera. Llegados al sitio de la ejecucin, el mismo Irriberri dijo a los sa cerdotes, cuando les estaba reconci liando, que ya no era tiempo de confe sar, y en seguida fue colocando l mis mo a los reos en el puesto para ser fusi lados, mandando l mismo tambin ha cer fuego. Cuadro doloroso y lastimero ofreci aquel lugar, donde no se oan nada ms que gritos y clamores de los que espiraban, pidiendo unos que se les acabase de matar y otros rogando, a vis ta de sus compaeros ya moribundos, que no les hiciesen padecer. Un fuego graneado se hacia en el circo, y, en me dio de esta confusin tan horrorosa, se vea al Gobernador tentar con el bastn los cadveres de los reos para ver si al guno tena vida. La situacin que se vivi en la ciudad de Alicante debido a las diferencias ideolgi cas y las posiciones de unos y otros afect di rectamente a Manuel Castelar. En un am 23 JOS LUIS BAZN LPEZ biente donde no exista la mnima tolerancia por parte del poder y se estaba desencade nando el proceso revolucionario, los libera les promulgaban la bsqueda de un medio eficaz para al iviar la violencia a la que esta ban sometidos. El padre de D. Emil io no que daba al margen de estas circunstancias, y su inveterada terquedad le haca candidato a la pena de muerte si era hecho prisionero, por lo que se vio obligado a salir de Alicante con su esposa e hija. Al principio permanecie ron en los alrededores de la ciudad, pero te 24 miendo que su clandestinidad fuera descu bierta, se exil i a Cdiz en compaa de otros dos al icantinos, dejando a su famil ia a la espera de una pronta reunin que tuvo lu gar unos meses ms tarde. No contamos con datos precisos sobre la procedencia del capital necesario para crear una pequea empresa de alimentacin que montaron en la capital gaditana. Su estrategia consista en actuar como dependientes, nun ca como empresarios, organizar una pequea red de espionaje e intentar huir a Gibraltar. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) ( -lit 4 *loa f(1 .../..04(0436,4 1 .1Wa .04. 2 d- 4 oltl 1 4 .#4 a, 1. .4.:, 1 ,44,I. ... 1; y 1.149 to /U, 44 ci/4ftkol aridde . , 7 4d/; .9/P 4 r /11.;_`: fu (.1 hit tu. C.0 4 / 1; , 2). Po, 0.0lov.0, 21:iVult* 1;44,4 43;,. h 7 i . r.-ii.rvo irn a 1( 7 7 .4 4 ,;fe 2 .. 11 A z c-. 4 ,,:e 01 , 41 , 6 .4ilOr ir ~4 1~ 4 1 4+ 41 441 f Foto 4: Partida de bautismo. EXILIO A CDIZ Y NACIMIENTO E spaa estaba viviendo una serie de crisis monrquicas, entre las cuales quiz la ms relevante fuera la cuestin sucesoria. El mo mento lgido, por excelencia, fue a partir del verano de 1832, cuando Fernando VII se en contraba al borde de la muerte pero con la confianza necesaria para dictar la Pragmtica Sancin, e intentar buscar una salida honro sa al conflicto legal que no permita que una mujer, en este caso la futura Isabel II, ocupa ra el trono. Sorprendentemente, el rey se re cuper de su enfermedad e inici una serie de cambios demasiados bruscos, como fueron la sustitucin de todo el gabinete (1 de octu bre), el desmantelamiento de algunas institu ciones que haban sido creadas exclusiva mente para combatir la revolucin, y las me didas radicales que tom en contra de los vo luntarios realistas. En tales circunstancias naci en Cdiz D. Emilio Castelar y Ripoll, el 7 de septiembre de 1932, siendo bautizado cuatro das des pus en la Parroquia de Nuestra Seora del Ro sario: Ecnomo de la Parroquia del Rosario de esta Ciudad. Certifico: Que en el Libro 5 de Bau tismos, al folio 154, vuelto, se halla la siguiente Partida: CASTELAR (Emilio)- En Cdiz, da once de Septiembre de mil ochocientos treinta y dos, yo, D. Joaqun Dez, Te niente de Cura de la Parroquia de Nues tra Seora del Rosario, bautic por Co misin del seor Cura a Emilio Manuel, que naci el da siete de dicho mes, a las diez y media de la noche; hijo de D. Ma nuel Castelar y de Doa Antonia Ripoll, casados en el ao de mil ochocientos ca torce: abuelos paternos Don Francisco Castelar y Doa Vicenta Va; maternos: D. Rafael Ripoll y Doa Antonia Torre grosa. Fueron sus Padrinos D. Antonio Sereix y Doa Margarita Cenn; adver tirles sus obligaciones, siendo testigos D. Juan Casanueva y D. Joaqun Lavado, ve cinos de esta ciudad y lo firm ut supra. Joaqun Dez. Firmado. Rubricado. A travs de este documento podemos apreciar la fecha de nacimiento que en algu nas ocasiones no coincide con lo dicho y es crito por D. Emilio Castelar. En el libro que Carmen Llorca escribi sobre nuestro tribu no, aparece en la primera nota aclaratoria lo siguiente: Su partida de bautismo, en la que figu ra esta fecha (7 de septiembre de 1832), 25 JOS LUIS BAZN LPEZ est reproducida por Manuel Gonzlez Araco: Castelar: su vida y su muerte, Ma drid, 1900, pg. 7. Son datos a tener en cuenta, ya que Castelar ha ocasionado al guna contradiccin, sin duda alguna na cida en el calor de los discursos, como, por ejemplo, en 1873, cuando al hacer se cargo de la Jefatura del Poder Ejecuti vo el 7 de septiembre dijo que precisa mente cumpla ese da cuarenta aos dando con ello a entender que haba na cido en 1833. Aqu se cumple aquello que deca Campoamor de Castelar y era que le faltaba la moralidad de la refe rencia. Vase discurso de Pida! y Mon en el Congreso, el 20 de mayo de 1876. Igualmente reincide Castelar en el art culo que se publ ica en El Globo el 5 de febrero de 1877, inspirado por l en el que da a conocer su biografa y dice que naci el 8 de septiembre de 1832. En esta ocasin es correcta la fecha del ao, pero no la del da. En 1922, Angel Pulido hizo la Introduc cin de un libro sobre Castelar donde apare ce la Autobiografa del eminente orador (en tercera persona) inicindola con este prrafo: Naci en Cdiz el 8 de septiembre de 1832. Su padre, D. Manuel Castelar, per teneca a una honrada y modesta familia de agentes de cambio en Al icante, y su madre, D Mara Antonia Ripoll, era hija de un abogado y propietaria, de la mis ma ciudad. Contrajeron matrimonio en 1819, poco antes de la revolucin ini ciada por Riego. Podemos comprobar que existen tres errores de bulto: el primero, la fecha de na cimiento (fue el da 7, no el 8); el segundo, afir mar que Mara Antonia Ripol I era de Alican te, cuando haba nacido en Vil lafranqueza; y el tercero, datar el matrimonio en 1819, cin co aos despus de su fecha real. 26 Volviendo a la partida de bautismo, al gunos autores parecen haber ignorado o des conocido este documento, puesto que afir man que los nombres y apel lidos de los pa drinos se falsearon por el temor de stos a te ner problemas por apadrinar al hijo de un li beral. Como podemos comprobar, el matri monio aparece con sus identidades completas. Francisco Montero Prez, en si libro titulado Castelar y Alicante, seala: En Cdiz, reanudaron las relaciones que ya en Alicante mantenan los padres de Castelar con la liberal familia de D. An tonio Sereix y Sannper, lo que fue causa y origen de que, al dar a luz la madre de Castelar a este, fuera Padrino en el acto de su Bautizo, el citado comerciante alicantino. D. Antonio Sereix y Samper fue una persona muy conocida en aquel la poca por el entusiasmo que mantena en sus facetas comerciales, polticas y sobre todo sociales. En este ltimo aspecto demostr una cultu ra fuera de lo normal y unos sentimientos vinculados a todo lo alicantino. Comercial mente su empresa era una de las ms res petadas en crculos industriales, destacan do su afn de elevar el ambiente econmi co de la ciudad. A escala poltica nos cuen ta Montero que: ...era tal la estimacin que este pueblo le tena que en 1837, le eligi Diputado a Cortes, y el mismo cuerpo electoral propusose seguir eligiendole Diputado en las Cortes de 1 838 y 1839; pero a ruegos del propio Sereix, lo eligi Dipu tado suplente, y desde 1841 a 1843, du rante la Regencia del General Espartero, desempe el importante cargo de Se cretario de nuestro Ayuntamiento. Este prrafo nos lleva a una situacin comprometida, dado que a continuacin nos comenta: D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Lo mismo que a Sereix le pas al pa dre de Castelar, el que tambin se fue a Cdiz y desde al l embarcse para Am rica y ya no se ha vuelto a saber nada de l. Nos preguntamos, pues: si nunca se supo nada de l, cmo nos localiza la fecha de su muerte el 7 de septiembre de 1850 Lo que s conocemos son a sus descen dientes: la hija mayor, Aurora, se cas con D. Manuel lvarez Garca, que fue Director del Hospital Militar de Alicante; y el hijo, Antonio, se uni en matrimonio con Doa Consuelo Nez. En Al icante, Irriberri continuaba bus cando los medios para conocer el paradero de algunos l iberales al icantinos que haban hui do para salvar su vida. Parece ser que los co laboradores del brigadier interceptaron algu nas cartas que desde Cdiz mandaban a sus fa miliares los exiliados. Desconocemos si fue ron enviados hombres de confianza desde Al icante, o Irriberri comunic a los absolutis tas gaditanos dnde exista un foco de insu rrectos, conminndoles a que los apresaran. Manuel Castelar y sus amigos, sin embargo, lo graron huir a Gibraltar, donde se perdi su pista. Debi de ser uno de los ltimos fraca sos del gobernador, ya que el 30 de noviem bre de 1 832 fue depuesto en sus funciones. De acuerdo con esta cronologa, cabe la posibilidad de concluir algo que hasta la fecha no se ha publicado: Manuel no conoci a su hijo. Si el intento de capturar al padre del gran orador tuvo lugar unos meses antes de la dimisin obligada de Irriberri, su ausencia de Alicante en aquel los das es obvia, y si ocurri en una fecha no muy lejana, el con tacto entre padre e hijo tuvo que ser mnimo. Nos topamos ahora con una dificultad determinante a la hora de esclarecer la desa paricin de Manuel Castelar. De lo que no existe ninguna duda es de que se embarc con sus dos amigos hacia Gibraltar, pero a partir de ese hecho su localizacin constitu ye un enigma. Existen distintas versiones so bre el paradero del padre de D. Emilio: Que se instalase en la colonia britnica. Que se dirigiese a Amrica. Que fuera fusilado con Torrijos. La primera posibilidad parece ser la ms plausible, ya que Herrero Ochoa, cuando es taba preparando su libro sobre Castelar, pudo conectar con el hijo de uno de los compae ros de escapada de Manuel, que le confirm este punto, aunque con ciertas reticencias, ya que no quiso que se revelase el nombre de su padre, el cual segn palabras del infor mante nada tuvo que ver polticamente con Castelar. Este investigador sajeo continu su bsqueda analizando la posibilidad de que Manuel Castelar estuviera enterrado en C diz, y nos cuenta: Y al efecto cremos pertinente buscar su partida de defuncin en el mismo ar chivo parroquial de Nuestra Seora del Rosario, donde la del bautismo de su hijo. Sirvionos en tal cometido persona ilustrada y competente: un hijo de la ilus tre escritora doa Patrocinio de Biedma, quien asesorado del cronista de la ciu dad, nos deca en carta de 2 de Marzo de 1907, que don Emilio Castelar naci en Cdiz en la plaza que hoy l leva su nom bre (antigua Candelaria), nmero 1; que fue bautizado en la parroquia del Rosa rio, y que segn el cronista de la ciudad, se lo l levaron sus padres cuando prxi mamente tena un ao un pueblo de la provincia de Al icante, no volviendo por Cdiz ms que cuando ya era hombre. Don Manuel Castelar, continua diciendo la carta, segn el referido cro nista, debi morir dentro del ao 1934 en el mencionado pueblo de Alicante. Los datos que nos aporta este cronista gaditano no son, sin embargo, fiables, ya que 27 JOS LUIS BAZN LPEZ est demostrado que M Antonia y sus dos hi jos sal ieron de Cdiz con direccin a Al iaga (Teruel). Algunos autores han querido imponer la teora del viaje sin regreso a tierras ameri canas, alegando que su desaparicin no dej ningn tipo de rastro y que aqul la poda ser la sal ida ms conveniente para sus propios intereses. Es una posibi l idad que no se debe descartar teniendo en cuenta que la bsque da en los lugares ms significativos no ha dado de momento ningn resultado. D. Jul io Mi lego en su obra Emilio Caste lar, su vida y su obra, publ icada por la Im prenta Alufre de Valencia en 1906, detal la las investigaciones que l lev a cabo sobre este tema: Revisado con minuciosidad, dice, el Registro original de los Nichos y Sepul turas, ocupadas en el cementerio de C diz, desde el ao 1 829 1845, que se conserva en el archivo de su Ayunta miento, no se encuentra el nombre de don Manuel Castelar. Igualmente sucede en los dos re gistros de enterramientos del Cementerio, que comprenden los aos 1 81 7 1845, lo mismo en el de Medias sepulturas corno en el de Nichos. Idntico resultado se obtiene con sultando el Libro de defunciones de la Parroquia de Nuestra Seora del Rosario cuya fel igresa perteneca la casa que habit Castelar. El da 31 de jul io de 1875, el peridico El Globo publ ic una biografa de Castelar don de se dice, en referencia a D. Manuel, que aparte de ser comerciante desempe los car gos de comandante de la Mil icia Nacional y de secretario de la Junta Revolucionaria de C diz, que fue ntimo amigo del malogrado To rrijos y que muri cuando Emil io contaba sie te aos de edad. Basndose en esta informacin, algunos estudiosos de principios de siglo XX 28 ofrecieron, a travs de sus escritos, la posibil i dad de que fuera fusilado al mismo tiempo que Torrijos. Esta versin carece de base funda mentada, ya que fue el 11 de diciembre de 1931 cuando murieron Torrijos y sus seguido res, apresados uno y otros unas semanas antes. Hay que recordar que D. Emilio naci unos nueve meses despus de la muerte de estos l i berales. Durante mucho tiempo hemos tenido la confianza de hal lar algn documento que aclarase si Manuel Castelar se haba puesto en contacto con su fami l ia desde su obligado destierro. Las investigaciones, propias y de otros estudiosos, no han dado el fruto desea do, aunque estamos convencidos de que la primera teora es la que ms se aproxima a la real idad. tW Antonia debi de permanecer du rante cierto tiempo en Cdiz antes de buscar una alternativa al deseo de abandonar la ciudad andaluza con sus hijos. Nos imagi namos el cmulo de dificultades que en contrara en su camino, debido a las escasas posibi l idades de lugares seguros. Tambin es lgico pensar que acudira a sus contac tos sociales y familiares para pedir la ayuda que en esos momentos necesitaba. Todos los bigrafos de Castelar admiten que M Antonia sali de Cdiz con su hija Concha, que tendra por aquel entonces unos quince aos, y con Emil io, que contaba algo ms de un ao, hacia un pueblo de la provincia de Teruel l lamado Aliaga. Gonzlez Araco ase gura que: ...sali de Sax para hallar refugio en Aliaga, provincia de Teruel, donde tena una hermana de su madre, casada con el que desempeaba un modesto destino de Hacienda. Herrero Ochoa nos explica que: ...afirman otros categricamente que buscaba la proteccin de sus deudos los Guijarros, que tenan en Aliaga una Ad D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Foto 5: Fusilamientos de Torrijos y sus compaeros ministracin de rentas estancadas; y le yendo por fin Albero! a, testigo de ma yor excepcin, aunque aparece algn tanto confuso en este asunto, dedcese que la Administracin de rentas de Alia ga se la procuraon los Guijarros Mxi mo del Val, cuando perseguido por los re accionarios de Elda, por sus exaltadas ideas liberales, le hicieron emigrar y con sumaron su ruina, y entonces abando naron todos ese pueblo, ya terminados los estudios de segunda enseanza de Castelar. Creemos ms en la teora de Herrero Ochoa y de otros bigrafos, que poseen ma yores visos de realidad. En Aliaga debieron de permanecer muy poco tiempo; la mayora de estudiosos coin ciden en sealar la llegada a Elda entre 1835 y 1836. Este traslado resulta ms lgico que el anterior, ya que en esta ciudad alicantina vi van unos familiares: Se trataba de Francisco Ripoll (el to Quico) y su hermana, Fran cisca Mara, que estaba casada con D. Mxi mo del Val. Existe otra versin sobre la familia que les acogi a su llegada a Elda. En 1899 fue pu blicado en Madrid un libreto, de apenas cua renta pginas, titulado Recuerdos de Elda cuyo autor era el eldense J. Pay Pertusa. En l se especifica que D. Antonio Garca y Doa Aleja de Juan recibieron en su casa a M 1 An tonia y a sus hijos porque Mximo del Val tuvo que huir de la villa debido a sus ideas li berales. Conocemos la trayectoria humana de los Val, pero no sabemos los motivos por los cua les se asentaron en Elda. Eran originarios de Vi Ilafranqueza, como ya hemos comentado, aunque Mximo haba nacido en Tortosa (Ta rragona). Fue una persona destacada dentro 29 JOS LUIS BAZN LPEZ del ambiente eldense; adems de ser capitn de la Compaa de Granaderos de la Milicia Nacional de Elda, intervino activamente en poltica, segn lo demuestran las actas del Consistorio donde se refleja su participacin en las elecciones municipales, provinciales y nacionales, figurando como un contribuyen te de alto poder econmico. Alberto Navarro, en un artculo sobre esta fami lia publicado en la revista eldense Alborada, nos da ms informacin: El matrimonio Del Val tuvo seis hijos, Rafaela, Rafael, Eleuteria, Virginia Isa bel, Antonio y Virginia Adelina, esta l tima nacida en 1841, y todos vivan una existencia desahogada econmi camente, compartida con Doa Antonia Ripol l y sus hijos Concha y Emi l io. Todo hubiera ido muy bien sin las dra mticas peripecias en que viva la tris te Espaa de aquel los tiempos, ensan grentadas por las pugnas feroces de car l istas, isabelinos, liberales, reaccionarios 30 y dems facciones del conturbado mapa poltico de entonces. En Elda, como en todos los pueblos de Espaa, se vivan hondamente las discordias polticas, hal lndose la poblacin di vidida, especialmente en los sectores liberal y moderado (o realistas, isabeli nos, conservadores o cualquier otro nombre). Uno de los primos de Castelar, Rafael del Val, fue director de la Real Fbrica de Ta bacos de Manila (Filipinas); este cargo, al pa recer, le fue concedido gracias a la influencia del gran tribuno. Estaba casado con Doa Jus ta Escobar y de esta unin naci Rafael, el sobrino predi lecto de Castelar como han dejado escrito muchos bigrafos. Este perso naje acompa fielmente al orador durante los ltimos aos, estuvo con l en casa de los Senabre de Sax, donde hizo las veces de se cretario, y le atendi hasta el mismo momen to de su muerte. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) CASTELAR EN EL MEDIO VI NALOP C . uando la familia Castelar lleg a Elda, en Espaa estaban ocurriendo sucesos muy significativos, entre los que podemos destacar: En 1836, reinando Isabel II, la alianza permanente entre el ejrcito y la bur guesa urbana para provocar movimien tos revolucionarios estaba funcionando con verdadero xito. La incorporacin de los empresarios en determinadas asociaciones para defen der sus intereses colectivos provoc el Decreto de Organizacin de Gremios, que fue derogado en diciembre de 1836. La asociacin que llevaba muchos aos funcionando como el Concejo de la Mesta perdi sus caractersticas judicia les por medio de una orden dictada el 31 de enero de 1836, aunque continu con otro tipo de atribuciones y pas a llamarse Asociacin General de Gana deros. En plena guerra carlista, Gmez inici una expedicin (1836) que meses ms tarde consigui una serie de xitos tc ticos, aunque no de tal envergadura para ganar la guerra. La infancia de Castelar en Elda fue un periodo de su vida donde acumul experien cias que ms tarde aorara, con suave nos talgia, como lo evidencia una serie de cartas y escritos, entre los cuales sea quiz el ms destacado Recuerdos de Elda o las Fiestas de mi pueblo, donde plasma una imagen since ra de su personalidad, glosando las excelen cias de la villa y consiguiendo una semblan za de su vida profesional y poltica muy rea lista: D S FIESTAS DE ME PUEBLO MILt0 CASTELAR CON , IENE PC PIDO,. .71reto wat. rItet.o De Oil Lago. nem, a. n .1.11114.13115Til,eu O,. an. COPIPIP7... pkop p TIPOITIAPIA OB T. /11,1[13.k Olt 1.03 RIP, I 11/ 181195 , Foto 6: Portada del libro sobre Elda. Felices, muy felices los que nunca sa listeis de ese nido, ni atravessteis las tempestades del mundo. Felices muy fe lices los que consagrsteis todos los das a Dios vuestras plegarias en la misma iglesia, a la familia vuestro amor en el mismo hogar, al cielo vuestra mirada en el mismo horizonte, y casi supsteis des de la infancia el santo lugar donde haban de reposar vuestros huesos. Nosotros cambiamos de hogares como de camisas, dejndolos sin escrupu los abandonados como los avestruces dejan sus cras en el desierto, y a lo mejor nos quedamos en un abrir y cerrar de ojos, hasta sin pa tria, desdichados nufragos. Y nos cre eris felices porque os resonar por ah nombres antes oscuros, cuando los feli ces sois vosotros! Cierto que no habis 31 JOS LUIS BAZN LPEZ visto las obras maestras de arte, pero tampoco las profanaciones de la inspi racin y la servidumbre del genio; cier to que no habis probado el licor em briagante de la gloria, pero tampoco la amargura de la calumnia; cierto que no habis subido a las cimas vertiginosas del poder, pero tampoco rodado a los eriales donde se elevan las espinas de la envidia. Lo que retrata en esta visin especial, tan profunda y sentimental, es el ambiente de un pueblo alejado de las ciudades plagadas de ruidos y violencia. La vida primitiva elden se donde la industria era an rudimentaria, el comercio econmicamente dbil y todava no existan las trepidantes fbricas zapateras fue envidiada por Castelar desde su contexto cosmopol ita. Pero las palabras ms emotivas se refieren al momento de su partida: Recuerdo mi partir, en que el corazn verdaderamente se parta en pedazos. Resistme como el cordero al cuchi l lo. Baj a las bodegas, sub a los desvanes, me encerr en los escondites del lagar y de la almazara, me enterr en los pajares, pues prefiriera convertirme en la piedra del suelo, deshacerme en la ceniza del hogar, evaporarme en el humo de la chi menea, a dejar aquel los sitios ungidos con tantas lgrimas y consagrados con tantos recuerdos. Tenemos que hacer mencin a la trans cripcin que realiza Gonzlez Araco en su l i bro sobre Castelar. Este autor comenta que el fragmento citado pertenece a una carta dirigida a su fraternal amigo Secundino Senabre y Gil. Este prrafo, como el anterior, procede de la primera parte del l ibrito Recuerdos de Elda o las Fiestas de mi pueblo. Resulta difcil de ima ginar que Castelar escribiera una epstola a su querido hermano sajeo plagiada de este texto; con todo el respeto que merece Gon 32 zlez Araco, pensamos que pudo confundir se a la hora de hacer dicha transcripcin. Siempre es interesante conocer un poco ms de la despedida de Castelar, por la emo tividad que conlleva y la vivacidad en el len guaje, como se demuestra en el siguiente p rrafo: Cada rbol de mi huertecillo mereci un abrazo. Yo le recomend al azufaifillo que siguiera creciendo para dar al vien to con gallarda no usada sus hojas de ureo verde y sus frutos relucientes como granillo de prfido. Yo les ped perdn los albaricoqueros por haberles mil veces arrancado sus albaricoques antes de ma durar con desapoderada impaciencia. Yo le encargu al membril lero, entre cuyas hojas de color de las lilas brillaban los membril los del color de los limones, que se apresurara endulzar la aspereza de sus frutos con la savia. Yo me sub la copa de la higuera slo para abrazar aquellas ramas, las cuales tantas veces me haban ofrecido sabroso almuerzo, sazonado con el roco de la maana. Yo le dije una palabra cada cepa, cada arbusto, cada retoo, como si fueran una legin de amigos. Se instalaron en la casa de sus famil iares que estaba ubicada en la cal le San Roque, n 10. D. Emi l io realiz sus primeros estudios en la Escuela Municipal con D. Jos Casiano Lpez y D. Antonio Garca de Juan. Estos ma estros le concedieron meses ms tarde el car go de Pasante y curiosamente sus compae ros le apodaron el sabidil las. Hay que hacer notar que los apellidos de D. Antonio coinci den con la familia que Pay Pertusa asegura que les dio cobijo a su llegada desde Aliaga. Ser pura casualidad Nos imaginamos al nio Emilio Castelar correteando por las estrechas cal les eldenses, sus emotivas vivencias y, ante todo, la rele vancia que adquiere el entorno familiar. Su D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) trayectoria vital es muy significativa a la hora de ir marcando diferencias con los nios de su misma edad, por estar profundamente atrado por la observacin y por su capacidad de ra ciocinio. Pensemos que la asistencia al cole gio pbl ico era espordica, ya que a la menor posibi l idad se desplazaba a Sax con su to Mximo. ste era propietario de un floreciente ne gocio de ultramarinos y coloniales; deba de ser un macro -mercado de la Elda de aquel la poca. Aunque tena a la venta muchos art culos, la base de este comercio eran los tejidos. Esta mercanca es la que Mximo venda en Sax en el mercadil lo de los mircoles. As comenz Castelar a visitar esta poblacin cer cana a su residencia habitual. Puede ser que las primeras estancias duraran poco tiempo, pero l legara el momento en que se prolongaran durante semanas. Herrero Ochoa asegura: En los primeros das de Abri l de 1837, pis Castelar las cal les de Sax por vez primera, dato positivo y de absoluta cer teza para quienes duden que en esa po ca se hal laba ya en tierra alicantina. Fue en el da primero de este mes y ao cuando cay sobre Sax la horda de For cadel l, lugarteniente de Cabrera, y D. Jo aqun Senabre, sorprendido en mitad del campo, muri cosido lanzadas manos de los carl istas. Vino sin duda en visita de psame doa Antonia Ripol l, prodigar los consuelos de la amistad doa Ma riana Gi l en su viudez reciente Las largas estancias de Castelar en Sax dieron como fruto una amistad duradera con dos hermanos, Pepe y Secundino (especialmente con ste), hurfanos de Joaqun Sena bre. Como consecuencia de esta profunda amistad, D. Emi l io tuvo durante toda su vida contacto con ellos; faltando incluso pocos meses para su muerte estuvo viviendo en Sax con su hermano Secundino. (Ampl iaremos este terna en el captulo correspondiente). Las di latadas temporadas que Castelar pasaba en Sax no estaban marcadas por el ocio ni por el aburrimiento, sino que iba a la escuela del to Juan, un hombre polivalen te, ya que enseaba msica adems de los conocimientos bsicos indispensables. La idea de asistir a este colegio fue con toda segu ridad de Mariana Gi l, viuda de Joaqun Se nabre, con la intencin de que los tres nios iniciaran un buen aprendizaje. Pero el maes tro que ense a D. Emi l io todo lo necesario para su completa preparacin fue D. Pedro Valera. D. Pedro Valera Herrero naci en 1792; dedic toda su adolescencia a real izar traba jos agrcolas, adems de ilustrarse en muchas materias, y ms tarde (14 de junio de 1842) se puso al frente de la escuela de Sax, donde es tuvo hasta el 1 de junio de 1857, fecha de su fal lecimiento. Dos de los bigrafos castela rianos ms conocidos, Morayta y Gonzlez Araco, coinciden en sus respectivos l ibros (Ju ventud de Castelar y Castelar, su vida y muer te) al afirmar que Valera fue el instructor del pequeo Emi l io. Antonia estaba lgicamente preocu pada por la educacin y el futuro de su hijo, en unos momentos de incertidumbre para el pas. Como la amistad con Mariana Gil se ha ba acrecentado y su hijo pasaba ms tiempo en Sax que en Elda, optaron por mandar a Emi l io a la escuela de D. Pedro Valera, don de acudi durante tres cursos aproximada mente. En algunos de los l ibros que sobre la in fancia de Castelar se han escrito, podemos leer que ste estuvo interno en un colegio pri vado. Tal afirmacin resulta sorprendente te niendo en cuenta que en aquel la poca no exista en la vil la sajea un centro con estas ca ractersticas. Como complemento a esta etapa estu diantil, puede ser de inters conocer las mate rias por las cuales se interes el pequeo Emi l io; Herrero Ochoa que describe lo siguiente: 33 JOS LUIS BAZN LPEZ Parcenos ocioso dar cuenta detal lada de los conocimientos que adquirir pudo Castelar en la escuela de Sax. Aparte la lectura, la escritura, rel igin y moral y adems materias que comprenden las primeras letras, dbase al l con la ma yor extensin la primera enseanza, sien do objeto de las preferencias del maestro la Gramtica castel lana y la Aritmtica, que enseaba con tanta amplitud como hoy se hace en los estudios de Bachille rato. Todava recuerdo, no obstante los pocos aos con que entonces contaba, los ejercicios de Cal igrafa que se de dicaban los mayores, por lo que salan de aquel la escuela hermosas formas de le tra, que an hoy se observan en algunos discpulos, ya rayanos en los setenta, que an sobreviven al maestro inolvidable. Otra de las enseanzas, por cierto raras en establecimientos de tal ndole, eran los rudimentos de latn que solan adquirir aquel los que sus padres no tenan gran prisa por sacarles de la escuela, y per manecan en el la hasta los catorce diez y seis aos. No es una exageracin comentar que D. Pedro estuvo profundamente atrado por la capacidad y el deseo de aprender de Castelar; adems, es fcil suponer que rpidamente co nectaran el uno con el otro. Si aquel la aula de ampl ias dimensiones, enormes ventanales y cosa rara para aquel la poca unas condi ciones higinicas favorables, hubiera podido transmitir aquel los momentos vividos, apre ciaramos las innumerables virtudes del ma estro y de sus alumnos. En ese lugar D. Pedro Valera debi vislumbrar el futuro de su alum no, y lo profetiz tal como lo publ ic Gon zlez Araco: Este nio ser la estrella Polar de Europa. Con relacin a la educacin de D. Emi lio, existi determinada postura que a conti 34 nuacin anal izaremos. Nos referimos a lo es crito por Pay Pertusa: D. Emilio Castelar se cri en Elda, don de aprendi las primeras letras y latini dad, en Sax y en Elche. En ninguno de los libros consultados so bre la infancia de Castelar figura que estu diara en Elche; algn bigrafo asegura inclu so que nunca pis las cal les de Elche. Este aspecto es imposible de demostrar, y nos ser vimos de la rotundidad de Herrero Ochoa cuando escribe: ...dir que Castelar se cri en Elda, com partiendo con Sax el tiempo desde que le trajeron tierra al icantina; que perma neci luego de hecho en Sax ms de tres aos (desde el 1 842 al 45), donde hizo los estudios formales de primera ense anza, y curs los dos primeros aos de latinidad bajo la direccin nica y ex clusiva de don Pedro Valera, al que con sideramos su primer maestro. Este eminente sajeo deba de referirse a su primer maestro de segunda enseanza, pues ya se ha especificado ms arriba las per sonas que se encargaron en Elda de ensear le las primeras letras. La trayectoria del aprendizaje de D. Emi lio se iba cumpliendo como estaba previsto, el panorama de su futuro continuaba con re ferencias concretas y como resultado de toda esta atencin por parte de la familia y ami gos se traslado a Al icante para estudiar la 2 2 Enseanza. Montero Prez en el captulo VII de su li bro nos dice: Debido a la proteccin que a la familia de Castelar, despus de D. Mximo del Val, le siguiera prestando un matrimo nio compuesto de D. Antonio Garca y Aleja de Juan, pudo Castelar seguir sus estudios en el Instituto Provincial de 2`)- Enseanza de Alicante, estudios pri D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) meros que comenz en 1 846 y termin en 1848, teniendo 16 aos de edad es casamente, lo que acredita una certifi cacin expedida en 20 de Septiembre del mismo ao 1848 y en el citado ao parti para Madrid, a proseguir sus es tudios. Este autor se apoya en la teora ya co nocida de Pay Pertusa sobre la fami l ia que acogi a M 3 Antonia y a sus hijos cuando l le garon a Elda. No se puede obviar la curiosidad de rivada de que Castelar tuviera un maestro que legalmente no poda firmar ninguna certificacin para que sus alumnos optaran a realizar el Bachil lerato. El ttulo de ma estro de Instruccin Pblica que posea D. Pedro Valera no le permita impartir ningu na asignatura de 2 2 Enseanza, por lo que el certificado, para poder examinarse en la prueba de acceso tuvo que ser falseado con la firma de algn Licenciado en Filosofa y Letras 35 JOS LUIS BAZN LPEZ Foto 7: Grabado del paseo de Campoamor. ESTUDIOS DE SEGUNDA ENSEANZA EN ALICANTE S e desconoce dnde y cmo realiz Castelar los dos primeros aos de Bachi l lerato, ya que en las certificaciones que contienen su his torial detallado y completo no aparecen estos dos cursos iniciales. En aquella poca, adems, este tipo de enseanza privada estaba someti da a un mayor rigor en las inspecciones que la pblica. Herrero Ochoa nos da una posible so lucin a esta incgnita: A falta de otras pruebas, imposibles de encontrar, repetir las palabras odas sus condiscpulos y amigos de la infancia: Con lo que aqu estudi Emilio con el to Pedro Valera, le pasaron los dos primeros aos, cuando fue a examinarse al Institu to de Alicante. 36 Esta versin puede resultar coherente siempre y cuando en el instituto alicantino se ce lebraran pruebas de ingreso y de acceso. Te nemos datos de algunos planes de estudios que ms tarde analizaremos, y no aparece ningn sistema de exmenes por los cuales de terminados alumnos pudieran superar cursos completos. Lo nico que tenemos documenta do es que durante el curso 1845-46 inici Cas telar sus estudios de tercer grado. Incluso existen diferencias a la hora de fechar la inauguracin del Instituto. Julio Mile go, en su libro sobre la vida de Castelar, espe cifica que dicho centro de enseanza se cre en 1845 (el mismo ao que D. Emilio inici sus es tudios), y as pudo suceder si nos atenemos a la certificacin de las notas de nuestro orador. Sin embargo Jover, en un trabajo titulado Resea histrica de Alicante, comenta que el instituto empez su andadura el 29 de agosto de 1843. Castelar tuvo en el Instituto insignes pro fesores, personas de reconocido prestigio do D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) cente que elevaron la calidad de su ensean za a unos lmites muy destacados. Estos fueron los catedrticos: D. Francisco Lacueva, de Ge ografa e Historia; D. Jos Gonzlez Ambite y D. Manuel Escalambre, de Matemticas; D. Jos Ganda, de Latn y Castellano; D. Jos Mara Guilln, de Fsica y Qumica; D. Agus tn Gonzlez de Psicologa, de Lgica y tica; D. Rafael Chamorro, de Fsica y Qumica; D. Manuel Senante y Sala, de Retrica y Potica; y D. Manuel Aus y Monz, de Historia Na tural. Las personas que dirigieron este Centro durante la estancia de Castelar fueron D. Francisco Lacueva y D. Agustn Gonzlez, y como condiscpulo y a la vez amigo, hay que resear a D. Carlos Navarro, que fue aos ms tarde una persona muy conocida a es cala nacional. Gracias a Montero conocemos una conversacin suya con Cnovas que dice as: Yo conoc a Castelar le dijo en cierta ocasin Navarro Rodrigo a Cnovas del Castillo en el Instituto de Alicante; l estudiaba dos aos ms adelantado que yo y tendra doce o trece aos de edad. Recuerdo que D. Rafael Chamorro, nuestro Profesor de Fsica y Qumica, to del que fue hasta hace poco aqu en Ma drid, Profesor de la misma asignatura, se desesperaba contra Castelar. No haba modo de que adelantase gran cosa en su asignatura y en Mate mticas. Pero en cambio, los sbados te namos Conferencias de Religin y Mo ral, y en ellas, Castelar que, como he di cho, era un nio, pronunciaba discursos tan maravillosos, que nadie crean que fueran suyos y se los atribuyeran a D. Juan Rico y Amat, a la sazn Profesor en Elda y al que le unan una ntima amistad con la familia de Castelar. Juan Rico y Amat naci el 28 de agosto de 1 821 en Elda, fue bautizado en la Parroquia Foto 8: D. Juan Rico y Amat. de Santa Ana de la misma villa y perteneci a una de las familias ms destacadas de la lo calidad. Su padre, adems de ser un presti gioso abogado, estaba considerado como uno de los mayores terratenientes de la comarca. Juan Rico estudi Latinidad y Humanidades en Aspe, entre 1833 y 1835. Con catorce aos se march a Madrid donde inici la carrera de abogado al matricularse en la Universidad Central de Filosofa y Derecho Civil y Can nico, estudios que termin el 8 de febrero de 1844. Hemos querido dejar constancia los es tudios realizados por Rico y Amat para que el lector entienda que estaba capacitado para ayudar a Castelar, pues Montero parece igno rar que Rico y Amat nunca se dedic a la en seanza, ya que por aquellas fechas estaba imbuido en la poltica espaola. Su cultura, su brillante personalidad, su lealtad a la mo narqua y porque no decirlo las altas rela ciones que tena en Madrid, le sirvieron para 37 JOS LUIS BAZN LPEZ ser nombrado vocal del Consejo Provincial de Alicante en 1845; de esta poca es su obra Jurisprudencia Administrativa. En 1847 fue de signado jefe poltico del distrito de Alcoy, don de desarroll una reconocida labor. El 30 de junio de 1848, La reina Isabel II le nombr su secretario. Aunque pudo ocupar puestos polticos de relevancia, como la Secretara del Gobier no Civil de Zaragoza (1849), y aunque tuvo un alto cargo en el Gobierno Civil de Barcelona y fue Gobernador Civil de Alicante (1867), se CURSO Y ASIGNATURAS PRIMER AO dedic intensamente a su verdadera vocacin: la literatura. Pero Rico y Amat no pudo colaborar es trechamente con el joven Castelar, a menos que hubiera en la villa eldense algn profesor con sus mismos nombre y apellidos, extremo ste del que no existe constancia. Para conocer con detalle la estructura de las materias que componan el Bachillerato que estudi Castelar, especificamos el cuadro de asignaturas del Plan de Estudios de 1845, segn Herrero Ochoa. 1. Gramtica Castellana.- Rudimentos de Lengua Latina. 2. Ejercicios del clculo aritmtico.- Nociones de Geometra.- Elementos de Geografa. 3. Mitologa y Principios de Historia General. SEGUNDO AO 1. Lengua Castellana.- Lengua Latina.- Sintaxis y principios de la traduccin. 2. Principios de Moral y Religin. 3. Continuacin de la Historia, y, con especialidad, de la de Espaa. TERCER AO 1. Continuacin de las Lenguas Castellana y Latina.- Ejercicios de traduccin y composicin en ambos idiomas. 2. Principios de Psicologa, Ideologa y Lgica. 3. Lengua Francesa. CUARTO AO 1. Continuacin de la Lengua Castellana.- Traduccin de los clsicos latinos.- Composicin. 2. Complemento de la Aritmtica.- Algebra, hasta las ecuaciones de segundo grado inclusive.- Geometra, Trigonometra rectilnea.- Geometra prctica. 3. Continuacin de la Lengua Francesa. QUINTO AO 1. Traduccin de los clsicos latinos.- Elementos de retrica y Potica.- Composicin. 2. Elementos de Fsica, con algunas nociones de Qumica. 3. Nociones de Historia Natural. 38 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Los encargados de elaborar los corres pondientes planes de estudio durante esta poca estuvieron poco ociosos, porque en dos aos introdujeron un sinfn de reformas: la primera por un Real Decreto de 24 de julio de 1846 y la segunda el 8 de julio de 1847. La nota nica se puso en prctica durante muchos cursos, algo que l imita bastante la labor de investigacin, aunque es fci l imaginar las asignaturas que Castelar dominaba (Retrica y Potica, entre otras). A continuacin trans cribimos la hoja de estudios del orador, que consigui Herrero Ochoa a principios de siglo: Estudios hechos por D. Emilio Castelar en el Instituto de Al icante TERCER AO (1845 1846) D. Emil io Castelar y Ripoll SOBRESALIENTE CUARTO AO (1846 1847) D. Emi l io Castelar y Ripol l SOBRESALIENTE QUINTO AO (1847 1848) D. Emi l io Castelar y Ripoll MEDIANO D. Emil io Castelar y Ripol l BUENO Registro de las hojas de estudios de los cursantes de este Instituto, que da principio en el curso acadmico de 1845 1846. D. EMILIO CASTELAR Y RIPOLL CURSO ACADMICO DE 1845 1846 (Tercer ao) Asignaturas Faltas de asistencia Dos. Conducta en la ctedra Algo hablador. Castigos en que ha incurrido Reconvenciones. Premios que ha obtenido Ninguno. Disposicin intelectual Buena. Nota de exmenes Sobresaliente. Est conforme con los antecedentes que obran en esta Secretara. Alicante 20 de Junio de 1846. Manuel Escalambre Secretario D. EMILIO CASTELAR Y RIPOLL CURSO ACADMICO DE 1846 1847 (Cuarto ao) Asignaturas Faltas de asistencia Ninguna. Conducta en la ctedra Buena. Castigos en que ha incurrido Ninguno. Premios que ha obtenido Ninguno. Disposicin intelectual Buena. Nota de exmenes Sobresaliente. Est conforme con los antecedentes que obran en esta Secretara de mi cargo. Alicante 8 de Junio de 1847. Manuel Escalambre Secretario CURSO ACADMICO DE 1847 1848 (Quinto ao) ASIGNATURAS: Fsica y Qumica, Retrica y Potica, Matemticas, Religin y Mo ral, Historia Natural. Faltas de asistencia Primer trimestre Una y cinco por enfermo. Conducta en la ctedra Buena. Castigos en que ha incurrido Ninguno. Premios que ha obtenido Ninguno. Disposicin intelectual Buena. Nota de exmenes. En los del mes de Fe brero ha merecido la nota de Mediano. Cen sura de exmenes de fin de curso. Bueno. Alicante 30 de Junio de 1848 Manuel Escalambre Secretario Pasadas las vacaciones de verano, Cas telar se traslad a Madrid para incorporarse a la Universidad el 20 de septiembre de 1848 y estudiar Jurisprudencia. Tena entonces die cisis aos. 39 JOS LUIS BAZN LPEZ PREDILECCIN POR LEVANTE C uando Castelar se instal en la capital del Reino, su identificacin con todo lo mediterrneo fue mayor, debido a un senti miento nostlgico que mantuvo durante toda su vida. Siempre se sinti atrado por la na turaleza levantina, la cual le dio fuerzas para que su personal idad superara los inconve nientes que iba a sufrir. l amaba la naturale za con sutileza, sentimiento y fragi l idad. Car men Llorca nos dice: Pero el amor a la naturaleza es tan pro fundo en Castelar, que tambin la ama con la cuerda correspondiente a los die cinueve siglos del Cristianismo: No s dice en otra ocasin- qu hay para m de mstico en la naturaleza...; acaso ese cielo sereno de los campos guarda el re flejo de la primera mirada del eterno...; la verdad es que, delante de estos mara vi l losos espectculos de la naturaleza, siento una paz dulce, santa, como si to das las contrariedades de mi ser se hu bieran acabado, como si descansara en eterno y celestial reposo. Los dos sentimientos, pagano y cris tiano, sntesis de la historia transcurrida, se han formado en Castelar en aquel los primeros aos a la luz de aquella natu raleza mediterrnea que le ha desvelado el misterio de la vida, el secreto de las co sas, la pasin de los seres. La infancia de D. Emil io en tierras le vantinas se fue desarrol lando en un ambiente de luminosidad, cario y satisfaccin. La ayuda fami liar y la cal idad de las amistades hicieron que todo fuera calando en su cora zn para soportar con alegra los primeros aos de su estancia en Madrid. Su relacin 40 con Levante contribuy a la formacin de su carcter y en la ambicin para superar el l imitado crculo en que se mova en aquel la poca, para despus iniciar una escalada de xitos, siempre vinculado a su paisaje ma terno. Cabe pensar que este enclave pe ninsular constituy para Castelar un para so; en tales trminos se refiri en su despe dida a las cosas y a los paisajes de la tierra le vantina. Todo este bagaje se l lev a Castil la, ger men indudable de su famosa oratoria. A la virtud que supone el amor a la naturaleza se aade la presencia y dedicacin de NM Anto nia, persona encargada de dar fuerza a sus ideas, de formar con amor el carcter de un jo ven que uti liza el mismo lenguaje para ha blar y escribir acerca de la naturaleza y de su madre. De un largo discurso pronunciado en el Congreso el 13 de febrero de 1885, hemos entresacado algunas frases en las cuales se percibe su modo de ser y de pensar: Yo no conozco para educar nada como la mujer; tiene el ministerio esencial mente educador en la naturaleza y en la historia, porque la mujer es madre y a la madre la inspira la naturaleza el genio que necesita para educar a sus hijos (...), la cual reduce las ideas ms sublimes a sus expresiones menores a fin de drse las a sus hijuelos, como dan las aves en el nido a los suyos la comida, comple tamente apercibida para su estmago y a su estmago apropiada; luego la madre habla de Dios como no hablan los gran des telogos; la madre presiente las tem pestades del alma como no las presien ten jams los astrlogos del espritu y del firmamento; la madre, cuando despierta a sus hijos y los viste, o cuando los des nuda por la noche, les dice cosas de re l igin que jams han dicho ninguno de los predicadores ms grandes y ms elo cuentes. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) No podemos obviar el dicho de un pen sador ingls, que se puede aplicar a Castelar, segn el cual todos los hombres que adoran a sus madres suelen tener una ideologa hacia la izquierda, aquellos que quieren a sus padres su tendencia poltica es hacia la derecha. Desconocernos si esta teora resulta vl ida en todos los casos, pero resulta, cuanto menos, curiosa. La atraccin de Castelar hacia todo lo levantino actu en detrimento del afecto por su tierra natal, Cdiz. Revisando sus discursos y sus cartas, las veces en que se reconoce ga ditano escasean, en nuestro archivo personal de documentos aparece esta nica referen cia: ...aquellas reservas que solemos tener los andaluces. Sin embargo es frecuente en contrar en muchos de sus discursos alabanzas a Murcia, Aragn y sobre todo a Al icante. En este sentido, refiere Carmen Llorca una ocasin en que Castelar habla con ufana de su origen gaditano: Es a propsito de un debate, el 9 de marzo de 1880, en que el diputado por Cdiz Gonzlez de la Vega le requiere para conseguir su apoyo, y Castelar in terviene con estas palabras: El grato re cuerdo de mi nacimiento en Cdiz, de lo cual me envanezco mucho no slo por que me da derecho a pertenecer a aque l la ciudad tan i lustre en la historia de nuestras l ibertades, sino porque nac en el la a causa de los antiguos servicios prestados por mis padres a la indepen dencia y a las instituciones constitucio nales a la vuelta de una larga emigra cin. La misma autora nos trasmite la ltima vi sita de Castelar a su ciudad natal, y la dedi catoria que escribi en el l ibro de visitas del Museo Arqueolgico: La nobleza hereditaria de los individuos ha disminuido con la igualdad demo crtica, pero aumentndose la nobleza colectiva de los pueblos. Saludo estos blasones de la secular ciudad que ha sido mi patria como blasones y timbres de la nobleza histrica comn a todos los gaditanos. Unos de stos, Emilio Cas telar.- Cdiz, 25 de abri l de 1897. Quiz a sus casi sesenta y cinco aos brot su cario por Cdiz y dej reflejo de l en este texto. Pero volvamos a su estancia en Alicante donde, segn Montero, escribi su primera novela: Ernesto. Efectivamente, esta obra ini ci la fenomenal bibl iografa de Castelar, aun que conviene recordar aqu que siendo ms jo ven pudo haber escrito una pequea novela llamada Los Misterios de Elda, relato que su fa mi l ia se neg a publ icar debido a la conse cuencia que se podan derivar de unas pgi nas, donde D. Emi l io arremeta contra deter minados ciudadanos eldenses de gran peso especfico en el Consistorio. En todo caso, esta novela no se lleg a editar, y de su ma nuscrito si existe nada se sabe. Montero Prez nos habla de Ernesto: La escribi en el segundo piso de la casa sealada hoy [se est refiriendo a 1932] con el nmero 1, de la Rambla de Mndez Nez, (antes paseo de la Rei na), finca que habit en la fecha en que Castelar la escribi, (en los aos de 1848 a 1850) era propietaria la fami lia de D. Antonio Sereix, Padrino de Sacra mento del Bautismo. Durante el periodo que cita este autor, D. Emilio estaba en Madrid, a menos que ini ciara la redaccin de la novela en Al icante y la terminase despus en la capital de Espaa. De lo que s tenemos certeza es de que la en vi a la imprenta en 1855. A principios de siglo, un ejemplar de la primera edicin que se conservaba en la Bi blioteca del Casino de Alicante fue cedido al director del peridico local El Graduador, D. 41 JOS LUIS BAZN LPEZ Antonio Gald Lpez, para que este diario publicara una segunda edicin encuadernable. La aparicin de esta novela supuso un xito en toda Espaa, y principalmente los madrileos se sorprendieron ante la exquisi ta l iteratura del joven republicano. El perio dista, D. Juan Lpez Muoz, le hizo la si guiente crtica en E/ So/: un ao despus de haberse revelado Castelar corno el orador ms elocuente que haba tenido Espaa apareci su no vela Ernesto (1850), obra romntica, ju veni l, encantadora, un poco melodra mtica, algo candorosa; pero l lena de pasin, sentimiento y fuego. D. Emi l io, resignado a su destino, com prendi sin embargo que su camino no era la l iteratura, sino la poltica y la historia; tal vez por eso, cuando le preguntaron por qu haba dejado de escribir novelas, contest con una sinceridad abrumadora que fue debido a que no conoca lo suficiente el corazn humano . Para Castelar, la novela deba estar emi nentemente l lena de humanidad y escrita con el corazn. Quiz, por otro lado, tengan razn algunos historiadores, que han escrito sobre el tema que Castelar no quiso monopol izar todas las glorias. En todo caso, prefiri reservar su ge nio literario para la tribuna parlamentaria y la publ icacin de artculos excelentes en dis tintos peridicos y revistas, nacionales y ex tranjeros, aunque aos ms tarde escribira algunas novelas. En la mayora de los trabajos de Castelar aparecen detal les biogrficos; quiz los pura mente argumentales destaquen menos, pero las confesiones sentimentales van paralelas con sus vivencias. En Ernesto, el protagonista es un poeta amante de la naturaleza; as se inicia la novela: Hermosas son las noches del esto, cuando la luna huel la los cielos corona da de estrel las, y el aura pronta a obe decer sus mandatos, confa celestes se 42 cretos al cl iz de las flores, cuyos aro mas se pierden en la inmensidad como las oraciones del alma dolorida. Hermoso cuadro presentan las po ticas oril las del Mediterrneo en uno de los rincones del florido Reino de Va lencia. El sol, al dormirse sobre las olas, deja una cinta de fuego, recuerdo de sus amores, el horizonte ostenta sus galas, semejante a un hermoso rbol cargado con perlas del roco, las hojas del azahar caen como lluvia de plata sobre el verde csped y juegan cual inocentes ilusio nes en las alas de los vientos, y la pal mera se eleva al cielo, dejando caer sus lnguidas ramas a la tierra, para contar le los secretos de las nubes, que han dor mido en su dorada copa. En esta obra, Castelar nos trasmite sus caractersticas espirituales: pasiones romn ticas e idealistas, el amor que profesaba a su madre y su ambicin poltica. Describe ade ms los amargos momentos que sinti a su l legada a Madrid y el efecto negativo que le produjo la tpica sobriedad cromtica de Cas ti l la; la comparacin con su Levante le pro voc una inicial repulsa, aunque la super pronto por el ansia de conquistar Madrid. Es tamos convencidos de la influencia de su ma dre en el diseo del camino que habra de seguir su hijo Emilio, dejando muy poco al azar. Lgicamente l era consciente de la si tuacin y colabor al mximo. Carmen Llor ca nos da ms detalles: Pero anotemos por ser muy significati vo, que en todo ese mundo de emocio nes y sentimientos que agita al joven Castelar no hay posibi l idad de triunfo para el amor personal, para el ser nti mo, el yo. Todo es externo, abstracto, genrico. Este hombre no podr amar a una mujer, aunque adora a la mujer. Est posedo por la pasin de todo lo externo mundo al que vierte con toda la apote D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) osis de su oratoria; ama al pueblo, le divierte la sociedad. Para l lo comn est por encima de lo privado. En esta su primera novela, Castelar trata como un hroe a su personaje Ernesto, l leva do por la ambicin de adquirir gloria y fama en un momento y conseguir el pasaporte para la eternidad: Morir sin dejar un recuerdo en la me moria de los hombres! (...) Morir sin el amor de Dios, sin la gratitud de los hom bres... Este pensamiento le resultaba inconce bible, y est completamente basado en el enorme sacrificio que realiz Castelar, un lu chador nato. 43 CAPTULO SEGUNDO INTEGRACIN EN LA POLTICA (1848 - 1859) D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) ADAPTACIN A LA ESTRUCTURA MADRILEA C uando Castelar se desplaz a Madrid, en 1848, la situacin poltica espaola estaba caracterizada por el rgimen que haba orga nizado Narvez. La configuracin de este nue vo sistema se basaba en el control total de las formalidades polticas. Dicho rgimen no per mita la recuperacin electoral de los progre sistas; un ejemplo de lo cual es la posicin dominante de los conservadores durante todo el reinado de Isabel II. Narvez lleg al poder despus de una gran represin l levada a cabo por Gonzlez Bravo y por l mismo (algn historiador ha demostrado que fueron fusi la dos 214 personas durante el primer ao de su gobierno). La lucha armada tuvo como protagonis tas a los carl istas, a los que Mantemoln qui so movil izar una vez descartada la posibilidad de su matrimonio con Isabel II. Esta guerra estuvo activa hasta 1849 sin que existieran modificaciones en el planteamiento estrat gico ni en sus formulaciones tericas. Un ao antes, Elio fue nombrado jefe de todas las fuer zas carl istas; aunque nunca l leg a tomar el mando, lo que s publ ic fue una proclama de la que debemos citar un pequeo prrafo: Conservar en toda su pureza y esplen dor la santa rel igin de nuestros padres, respetar y proteger a sus ministros, ro dear el trono de toda la fuerza y prestigio necesarios a su conservacin, restablecer en l al soberano que la justicia y la fe l icidad de la nacin reclaman, asegurar los fueros y privilegios que han hecho por tantos siglos la prosperidad de nues tro pas, tal es nuestra misin. El movimiento progresista de aquel la poca no estuvo a la altura de las circunstan cias, al desenvolverse en una sincronizacin fatal mientras el Gobierno haba preparado las medidas necesarias para reprimirlo sin nin guna dificultad. Podemos relacionar el lti mo eslabn revolucionario de 1848 con los le vantamientos republicanos que, cada vez ms diseminados, perdieron capacidad operativa, al igual que les ocurri a los partidos carlistas. Durante el ao 1848, y ante la carencia de una infraestructura programada, personas de diversa ideologa aportaron sus propias fr mulas. Un ejemplo clarificador fue Mendiz bal, que se manifest a travs de una carta abierta a Sotomayor, en la que aconsejaba al nuevo ministro el iminar la revolucin ha ciendo determinadas concesiones. En cuanto a la configuracin social, el Estado estaba obligado a organizar la sociedad val indose del poder; los impulsores de la re volucin l iberal tuvieron que ser constantes en la tarea de sustituir un buen nmero de leyes del Antiguo Rgimen por unas normas pro pias y racionales. Las Cortes del Trienio fueron las primeras que iniciaron la labor codifica dora, pero hasta 1848 no se lleg a formular el cdigo que estableci un modelo de orde nacin penal que en muchos aspectos ha lle gado hasta nuestros das. Tena unas caracte rsticas muy peculiares, pues presentaba una definicin graduada de las penas y un con cepto de las actividades del ictivas que l imitaba la labor de los jueces tenan a averiguar el tipo de del ito a la que corresponda la accin del procesado en el cdigo. En otro orden de cosas, en 1848, el mi nistro de Hacienda adopt el sistema deci mal para la moneda, que unos meses ms tar de se extendi a las pesas y medidas. Hay que recordar que la reiterada demanda de igualacin l lev en 1 801 a la formulacin de un decreto que tom como tipos la vara de Burgos, la cntara de Toledo, la fanega de vila y el marco del Consejo de Casti l la. En el mbito rel igioso, el Vaticano se re sista a aceptar los obispos propuestos por Isa 47 JOS LUIS BAZN LPEZ bel II, a los que no reconoca su legitimidad. Cuando triunfaron los moderados se abrieron negociaciones con resultados satisfactorios, ocasionando la promocin episcopal llamada Hornada de 1847-49, a la que el nuncio Bari I i cal ific de la generacin episcopal de 1847-49, que encontr una de las notas dis tintivas en la pobreza intelectual de sus re presentantes ms caracterizados. Fueron muy pocas las intervenciones mi litares encaminadas a la expansin exterior. La situacin de las fronteras espaolas, clara mente definidas y reconocidas por todas las potencias europeas, y el desarrollo econmi co y demogrfico, no permitieron ninguna ac cin colonial . Bien es verdad que los mode rados mandaron en 1848 tropas del ejrcito como apoyo al gobierno portugus, aunque se trat de un simple paseo mi l itar; durante el gobierno de la Unin Liberal, ODonnell man d una columna de 1.500 hombres en la ex pedicin de Rigault, sin lograr ningn resultado satisfactorio. Cuando Castelar se instal en Madrid te na slo diecisis aos y lgicamente conti nuaba protegido por su madre y hermana. A partir de ese momento su mente se l len de preocupaciones y contradicciones. Aunque tena concretada su forma de actuar, en algu nos escritos aparece de una manera recurrente su obsesin por convertirse en un personaje, sin renunciar a sus ideas polticas. Si quera im ponerse a Espaa, estaba obligado a vivir en la capital del Reino y deba de empezar por conquistar su ncleo. Castelar suspiraba por Levante a lo largo de su vida y necesitaba constantemente ese re cuerdo, por eso en muchas ocasiones repro chaba el ambiente madrileo: Yo siento aqu, en mi frente, un fuego que me devora, fuego que se convertir en suavsima luz, si lo al i mentase otra atmsfera. El paisaje materno le surga en los mo mentos ms inesperados y le daba fuerza y alegra para continuar respondiendo a su fu 48 tu ro. Estamos de acuerdo con Carmen Llorca cuando dice: La realidad es que Madrid le resulta excesivamente grande para sus ojos ha bituados a las dimensiones mediterr neas y muy duro para, en el orden eco nmico, sal ir adelante con su familia. Pero todo lo soporta con el nimo pues to en el futuro. Es necesario destacar que su vida es una vida hecha, trazada de antemano, imaginada. Se procura co locar la realidad de su inteligencia en el camino de las posibi l idades de ma nifestacin. Nada se ha dejado a la aventura o la casual idad, a excepcin del juego de la suerte con el destino. Por lo dems, es una vida cuidadosa mente regulada, preparada. Desde muy joven, Castelar tiene muy claro que su naturaleza poltica se arraiga pro fundamente en el republicanismo; adems es taba eminentemente convencido de que la conjuncin entre democracia y libertad slo era posible desde el seno republicano. De to dos modos, no podemos olvidar que el joven Emilio l leg a Madrid con los antecedentes de un padre desaparecido por la implacable persecucin a que fue sometido por parte de los absolutistas. Es fci l imaginar que Castelar conectara rpidamente con los crculos republ icanos, con los que espontneamente se preocupa ra en colaborar (era muy frecuente verle vi sitando presos en la crcel madrilea). No se ra nada extrao que llevara a estos ncleos polticos unos aires renovadores, siendo su actuacin la de un hombre prudente siempre dentro de la legal idad. Dio al Partido Dem crata unos buenos principios con la intencin de alcanzar el Congreso. No tenemos ms re medio que volver a Carmen Llorca para que nos matice este punto: ...es un estadista y va a entregar al par tido demcrata, al que se adscribe para D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) toda la vida tal vez uno de los raros ejemplos de poltico espaol que no cambia de partido una categora parla mentaria y periodstica con la que ni si quiera haba soado. Saca a este partido de la agitacin revolucionaria, de la or ganizacin secreta, de la demagogia de los clubs, y a partir de su presencia acti va en el mismo todo lo hace pblico y popular. Los crculos demcratas existentes en Madrid durante aquel la poca tenan una bue na organizacin, al menos en una parcela: la ayuda a los hurfanos de liberales. Era muy fre cuente ver en los peridicos demcratas, lis tas donde aparecan todas aquel las personas que colaboraban econmicamente a favor de estos necesitados. Desconocemos si Castelar recibi alguna ayuda de estas aportaciones. Quien s pudo destacar administrando varios tipos de ayuda a favor del joven Castelar fue Antonio Aparisi y Guijarro. Jurisconsulto y poltico espaol (Valencia 1815 -Madrid 1872). Orador poltico y foren se de gran fama, fue diputado y senador en va rias ocasiones. Dirigi las revistas tradiciona listas La Restauracin, fundada por l mismo en 1843, El pensamiento de Valencia y la re generacin (1862-1872). En las Cortes defen di el poder temporal del Papa y atac las le yes desamortizadoras. En 1868 se exil i y, en Pars, intent la reconcil iacin entre Isabel ll y Carlos de Borbn. (1869). Concurri a la conferencia carl ista de Suiza (1870) y por su iniciativa se fund en Pars el directorio cen tral del partido carl ista. Muri repentinamen te despus de pronunciar un discurso en las Cortes. Entre sus obras de carcter poltico fi guran Observaciones sobre el estado polti co y religioso de Espaa (1844), La cuestin di nstica (1869) y Restauracin. Apuntes para una obra (1872). Compuso tambin poesas de tema ertico, fi losfico, religioso y patri tico (La batalla de Bailn, 1851). La edicin de sus Obras apareci en cinco volmenes en 1873-1877. La madre de Antonio Aparisi era prima hermana de M Antonia, aunque aparente mente ambas familias no tenan demasiado contacto debido a sus grandes diferencias ideolgicas. Es, sin embargo, muy posible que Aparisi y Guijarro prestase su protec cin al joven Castelar como consecuencia de un acuerdo secreto con la madre del tribuno. Este posible protector, despus de leer un artculo de Castelar en un peridico madrile o, vislumbr las grandes posibilidades del jo ven estudiante, y no tard mucho en comen tar con rotundidad a W 2 Antonia las dotes ex traordinarias que aos despus se haran uni versales: Hay que cuidar mucho a este mozo, porque, segn deduzco de este brillantsimo es tilo y de estas vagas ideas, ha de meter mucho ruido en este mundo. D. Emi l io sentira ms adelante un pro fundo dolor al enfrentarse con Aparisi y Gui jarro por motivos polticos. Mientras tanto su madre y hermana con tinuaban cuidndole, procurando solucionar los problemas econmicos que tenan. La si tuacin debi ser muy delicada y as se lo ha ca saber a sus amigos sajeos. Herrero Ochoa nos lo confirma: ... referir cuantos datos conocemos de Castelar en aquel los sus primeros aos, que aunque primera vista parezcan ni miedades, todos demuestran el amor profundo que sinti por aquel los pue blos y la decisiva influencia que en l ejercieron. Conservase en casa de mi hermana la correspondencia de sus lti mos cuarenta aos y de la infinidad de cartas que la forman, escogimos cuasi al azar dos tres docenas, que guardamos como tesoro de valor inapreciable. Pue den considerarse una veintena de estas cartas, (...) como verdaderos documentos histricos, pues en el las se pinta la tit 49 JOS LUIS BAZN LPEZ nica lucha que sostuvo en aquel los aos el i lustre propagandista de la Democra cia espaola. Sin embargo, Castelar lleg a Madrid con una preparacin cultural e intelectual muy por encima de muchos de sus compaeros. Dominaba con sol idez a los clsicos (Jul io Csar, Horacio, Rousseau...) a los que desde 50 muy pequeo vena traduciendo. Por esa po ca ya emborronaba cuartillas haciendo no velas o imprimiendo pensamientos. Los primeros aos en Madrid fueron de aprendizaje y de renuncia, dedicndose casi exclusivamente a estudiar, leer y escribir. Con todo este bagaje inici su espectacular tra yectoria que le l lev a la poltica, a la uni versidad y al periodismo. D. EMILIO CASTELAR ANTOI QUA DF SU VIDA Y OBRA (1 832-1 899) INICIO DE SU TRAYECTORIA POLTICA C uando en diciembre de 1851 se produjo el golpe de Estado de Luis Napolen, en Espaa la repercusin fue enorme. Segn Mi guel Artola en su libro La burguesa revolu cionaria (1808-1874), Bravo Murillo, ...sus pendi inmediatamente y clausur un mes ms tarde las Cortes, que no volveran a reu nirse hasta finales del 52, en una nica se sin en que el enfrentamiento con el gabine te fue causa de su disolucin. Juan Bravo Murillo haba nacido en Fre genal de la Sierra en 1803 y muri en Madrid setenta aos ms tarde. Empez a estudiar Te ologa, pero prefiri no ordenarse sacerdote y dedicarse a la prctica de la abogaca. Fue di putado en 1837; en enero de 1847 le nom braron Ministro de Gracia y Justicia en el ga binete del duque de Sotomayor, y ms tarde desempeo la cartera de Comercio, Instruc cin y Obras Pblicas bajo la presidencia de Narvez. El 19 de agosto de 1849 se hizo car go interinamente del Ministerio de Hacienda, puesto que desempeara ms tarde en pro piedad durante casi cuatro aos. Su nica ob sesin era conseguir una nivelacin de los pre supuestos; si bien no pudo realizar su sueo, lo gr mejorar una situacin harto difcil en aque llos momentos. Siendo ministro de Hacienda fue designado Presidente del Consejo (en ene ro de 1851) y se mantuvo en el poder durante dos aos. Otros aspectos que podemos desta car de este poltico fueron la negociacin con la Santa Sede, para terminar con los confl ictos derivados de la desamortizacin y el proyecto de una nueva constitucin. La Reina, aconsejada por su madre, reti r la confianza a Bravo Murillo pensando que sus actuaciones podan derivar en un golpe de estado y lo destituy el 13 de diciembre de Foto 9: D. Juan Bravo Murillo. 1852. A partir de ese momento su actividad poltica se eclips, aunque fue Presidente del Congreso en 1858 y del Senado en 1863. Cuando Bravo Murillo, en diciembre de 1851, suspendi las Cortes, se produjo el ini cio de un conflicto armado, originado por el apoyo que la corona prestaba a la poltica re accionaria basada en reducir las actividades parlamentarias a actos simblicos. Un grupo de ms de doscientos diputados y senadores exponen a la Reina la necesidad de volver a las normas constitucionales, pero no reciben respuesta alguna. Como consecuencia de esta negativa velada, se produce un buen nmero de levantamientos en Zaragoza, Barcelona, Valladolid, y Valencia. En Madrid se constituy una Junta de Salvacin, la cual, al conceder la Reina el poder a Espartero, adquiri carcter de gobierno provisional. Azorn, en De Granada a Castelar y De Valera a Mir, nos seala las influencias que D. Emilio Castelar recibi de Victor Hugo, Mi chelet, Renan, Quinet, Prevost-Paradol, su ami go Girardin, Victor Considrant y Strada. F. De Sandoval, que era un admirador del tribuno 51 JOS LUIS BAZN LPEZ (hijo de un rico espaol y de una portuguesa que haba sido diplomtico en su primera ju ventud) escribi:...y se ha situado el germen de sus primeras ideas en Chateaubriand, La martine y Donoso Corts. La Revolucin de 1 848 influy en de cisivamente para la configuracin de su ide ario poltico, corno demuestra su particular credo: Sufragio universal, l ibertad de impren ta, inviolabi l idad del domicilio, asocia cin pacfica, libertad de crdito y de comercio. Castelar comenta estas ideas: Aquel hermoso canto a la libertad re son en mi corazn de nio con tan de leitosa armona, que... me apasion con la democracia, creyendo siempre ver en el la la realizacin del Evangel io. Los aires provenientes del pas vecino, por aquel la poca, y la generacin de reno vadores que formaron las Cortes Constitu yentes francesas de 1 789 debieron de ser sus maestros y guas. El nuevo mundo que naci en 1848 fue aceptado por Castelar, como no poda ser de otro modo. Se identificaba con aquel las ma sas que, sacrificando buena parte de sus vidas, lucharon por garantizar su seguridad social a travs del sufragio universal . La versin espa ola de aquel la revolucin europea tuvo lugar en 1854, y en el la particip Castelar como militante de base de un pequeo partido de mocrtico. Tambin particip en la septem brina de 1868. J. Maldonado Macanaz, en un artculo denominado Castelar juzgado como poltico, publicado en La poca un da des pus de la muerte del poltico (26 de mayo de 1899) escribi: Alguien le ha calificado de hijo legtimo de la primera, que le abri la carrera po ltica, y padre natural de la segunda, que le franque el camino de los honores, la influencia y el poder. 52 Una consecuencia del influjo de los hombres de 1 848 en la personalidad de D. Emil io fue un confl icto interno entre demo cracia y monarqua, que slo pudo resolver cuando aos ms tarde cre su posibilismo. Otra correspondencia lgica fue su contribu cin ciertamente importante a dignificar en la vida poltica espaola las ideas, y a que s tas fueran el eje principal de la poltica na cional. No es de extraar que muchos estu diosos castelarianos maticen que sta fue su mejor obra. Actu a lo largo de su vida de acuerdo a este juicio. No era masn, sino ca tlico; demcrata histrico primero y repu blicano conservador despus, rasgos que ca racterizan los tres principios bsicos a los que consagr toda su existencia y en torno a los cuales articul su ideario poltico: libertad, democracia y repbl ica. En alguna ocasin Castelar l lam a estos principios su Santa Trinidad. Para este republ icano, la l ibertad era la base de toda su existencia. Tal sentimiento sobre la libertad democrtica, al que no re nunciara jams, naci del entusiasmo con que estudio la Historia. Una prueba contun dente encontramos en una epstola suya: el da 2 de julio de 1866, a punto de sal ir para el exilio tras su participacin en el pronun ciamiento progresista por el que poco des pus le condenaron a muerte en rebelda, es cribi Castelar una carta a su amigo Emil io Rodrguez donde deca: Te saluda el pros crito seguro de que no se ecl ipsar un mo mento ni por la sombra de la desgracia el amor a la l ibertad. Se mantuvo siempre inconmovible y convencido de que todos los caminos, hasta los ms opuestos, concluan en la libertad. La clave de la concepcin castelariana reside en una l ibertad social que pueda conducirse por medio de unas normas, al tratarse del derecho y el deber de todos los ciudadanos de acatar y obedecer la ley. De ah que Castelar mani festara su preferencia por una ley brbara, D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) una ley dura (...) a un Gobierno dulce (...), porque la ley brbara es una regla fija, mien tras que el Gobierno dulce es caprichoso y cambiante. Por eso pudo elogiar, a su muer te, al caudil lo del partido demcrata hngaro, Kossuth, proclamado dictador frente a la mo narqua reinante, quien dedic toda su vida a luchar por la libertad y la independencia de su pas. Podemos suponer que la situacin del l der magiar le recordara la suya propia, poco despus de asumir la Presidencia de la Rep bl ica en 1873. En dos de sus l ibros (El Ocaso de la Li bertad y La Frmula del Progreso) divide la l ibertad cuyo ejercicio contina engendran do superioridad poltica, en algunos casos de terminante en libertad de pensamiento y l i bertad de accin. Divide la primera en l ibertad de im prenta y l ibertad rel igiosa; y resume la se gunda en la l ibertad de asociacin. Emilio Castelar fue un incansable defensor de la l i bertad de expresin y sostuvo con pasin el principio capital que la consagraba y que mejor permita la difusin del pensamiento en el mundo moderno: la libertad de im prenta. Por cierto, el pleno ejercicio de sta le l lev a perder la ctedra en 1865 por pu bl icar un artculo El Rasgo considerado atentatorio para la Reina Isabel I I y la digni dad del trono. A pesar de lo dicho, siendo l Presidente de la Repblica, su Ministro del Interior orden, a finales de 1873, la supresin de la prensa que apoyaba a los carl istas y a los elementos de desorden. Aunque la Constitucin de 1876 resta bleca nominalmente la l ibertad de impren ta, limitada por Cnovas un ao antes, sola mente las Cortes l iberales de 1883 aprobaron el proyecto que rigi en Espaa hasta su de rogacin por Franco. Un complemento esencial en la socie dad democrtica es la l ibertad de asociacin, muy en boga en los ltimos tiempos. Este de recho lo reclam Castelar: a) Para los propietarios y trabajadores del campo y de la industria. b) Para extender y propagar el arte. c) Para cumpl ir y realizar el bien. d) Para la actividad cientfica, tan necesaria para aprender y ensear. e) Para la actividad poltica, con el fin de ex presar ms eficazmente los pensamientos y proyectos que tienden a mejorar la condicin de los pueblos. f)Para la actividad rel igiosa, por la bs queda de una aspiracin infinita. No deben extraarnos estas afirmacio nes castelarianas, ya que este tipo de l ibertad de accin es uno de los derechos consagrados por la democracia. Sera injusto obviar la lucha titnica de nuestro poltico para conseguir la abolicin de la esclavitud de las colonias, poniendo siempre de manifiesto su sentido de la liber tad. Algunos autores han comparado su em peo con la obra de Lincoln. Para Castelar no slo se trataba de una necesidad inheren te al progreso universal sino una cuestin re ligiosa, ya que coartaba la igualdad evanglica. Es el momento de recordar que Castelar escribi La Redencin del Esclavo, un exten so poema abolicionista del que A. Eiras Roel, en su l ibro El partido demcrata espaol (1848-1868) escribi: ...quiere ser el gran canto fustico de la dignidad y los derechos del esclavo, epopeya con todas las pretensiones de un nuevo Goethe. Escrito en prosa po tica, declamatoria y rimbombante, es todo un compendio del oropelesco estilo castelariano, que tanto entusiasm a los hombres de su siglo. En una biografa de Castelar nos aparece el siguiente comentario: Publ ic despus la primera parte de un poema en prosa, titulado La Redencin del Esclavo, cuya numerossima edi 53 JOS LUIS BAZN LPEZ cin se agot en pocos das. El plan de la obra es, como su ttulo lo indica, pre sentar en la historia las sucesivas trans formaciones de la plebe, de la demo cracia, desde el paria antiguo hasta el ciudadano moderno. Las pginas ms bellas que han salido de la pluma de Emilio Castelar, se encuentran en esas obras verdadero monumento de estilo y lenguaje. La pluralizacin final alude al libro men cionado y a La Frmula del Progreso. Hay que recordar aunque ya han sido citados en la Introduccin los discursos que pronunci nuestro orador el 21 de junio de 1870 y el 22 de marzo de 1873, dando las gracias a la Asamblea por haber votado la ley de la abolicin. A partir de esos momentos Espaa se acercaba cada vez ms a la realizacin de la idea del progreso, unida al derecho y a la li bertad concebida como un todo, por eso las libertades (en palabras de Castelar) no eran ms que modos de un mismo ser, y manifes taciones de una misma esencia: la democra cia que era en definitiva la verdadera liber tad. En La Frmula del Progreso nos indica cules son las bases fundamentales de la de mocracia y los motivos de esta publicacin. En un libro prologado por el senador D. ngel Pu lido que lleva el ttulo de Autobiografa y al gunos discursos inditos se comenta: El escrito que produjo una grande im presin fue La Frmula del Progreso, fo lleto, donde se resuman los principios de la democracia moderna con una gran cla ridad y una gran elocuencia. El poeta Ra mn Campoamor, el crtico Juan Valera, el economista Gabriel Rodrguez, el pensa dor Francisco de Paula Canalejas, el jo ven progresista Carlos Rubio, D. Calixto Bernald y otros muchos publicistas, todos ilustres, tomaron parte, ya en pr, ya en 54 contra, pero parte apasionada y vivsima en la polmica que suscit esta obra. Este folleto, haciendo otro tipo de lectu ra, est enmarcado en puras teoras republi canas segn las cuales la libertad espaola est por encima de todo, al igual que en Fran cia. Quiz el tremendo error de Castelar fue creer que todo poda ser factible con slo la fe democrtica; no se dio cuenta de que, para rehacer la sociedad, haba que rehacer la na turaleza humana. En su obra Defensa de la Frmula del Progreso incluye un catecismo democrtico que consta de los siguientes ca ptulos: De la democracia. De la naturaleza de los derechos indivi duales. Del nmero de los derechos individuales. Organizacin del Estado. De la Administracin de la Justicia. Independencia de la Iglesia. Reformas administrativas y econmicas. Es lgico pensar que Castelar incluyera, con el tiempo, otros aspectos en el binomio democracia -libertad. La prueba la tenemos en que dos dcadas despus contemplara, junto a los elementos anteriores, la autoridad, la estabilidad y la disciplina. Se dio perfecta cuenta de la degeneracin que estaba trans formando la democracia en demagogia, y de los atropellos que se cometan contra los prin cipios ms puros de la justicia y el derecho. Castelar propugnaba una democracia cristiana y conservadora, tan distante de la monarqua como del socialismo. Su posibi lismo posterior le hizo comprender y aceptar la monarqua democrtica, pero manteniendo un carcter eminentemente cristiano. Sin em bargo, en cuanto al socialismo fue distinto. Castelar estaba convencido de la superiori dad poltica engendrada por el ejercicio con tinuo de la libertad, razn suficiente para que no admitiera el socialismo que imperaba D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1 832-1899) en aquel la poca. En la pgina 35 de su libro Historia del movimiento republicano en Eu ropa (1875) figura el siguiente prrafo: ...una serie de escuelas ms o menos contradictorias que, ora dividiendo la sociedad en castas, ora juntando bajo un ideal religioso en comunidad de ide as y de intereses varias fami l ias, como en las primeras escuelas pitagricas, en las sectas esenias, en las gapas cris tianas; ora apareciendo como un espe jismo de soadas fel icidades en esas utopas de Toms Moro, de Campane la, de San Simn, aspiracin potica ms que aspiracin poltica, deseo de mejoramiento ms que frmula de pro greso, han venido, en ltimo trmino, a tratar exclusivamente las relaciones del capital y del trabajo, no para fundarlas en leyes del derecho, sino en leyes ar tificiales del Estado que, cuando se oponen a la naturaleza humana, cuya caracterstica es la l ibertad, han de dar por resultado inevitable, fatal, lo arbi trario y lo absurdo, generadores de toda tirana. Castelar entenda que el socialismo era antidemocrtico y reaccionario porque in tentaba resolver los problemas sociales redu ciendo la l ibertad, esclavizando al trabajo y devolviendo al Estado todo aquel lo que la Re volucin le haba quitado. Debemos tener en cuenta que admita la posibi lidad de que las metas socialistas fueran coherentes, pero re chazaba su doctrina porque estaba convencido de los procedimientos que usaban, entre el los el absolutismo. En 1892 escribi un prlogo para el l i bro El problema social de N. iV Fabra, donde hizo una drstica manifestacin sobre el so cial ismo: El absolutismo en su fondo es social ismo; y el social ismo es absolutismo. No debe de extraarnos que lo cal ificara como la mayor plaga de nuestro tiempo. En sus Discursos polticos y literarios volvi a matizar sobre este tema: En sus orge nes, esa doctrina haba sido una teolo ga, luego una cosmologa y una psico loga despus; ms tarde fue una cien cia econmica, una economa poltica, que termin transformndose en una escuela poltica, en la que el Estado le robaba el alma al individuo, al conver tirse en el pensamiento, la voluntad, el maestro del mismo, lo que conduca necesariamente al absolutismo. No tenemos ms remedio que comentar la impugnacin que realiz Castelar sobre el socialismo desde su peridico La Democra cia en su artculo Guerra, escrito para de fender sus ideas en contra de La Discusin de Pi y Margall. (Por cierto, esta batal la dialcti ca fue calificada por el ingls Grant Duff como una de las ms elocuentes de la Euro pa de la poca). Para Pi y Margal l, el socialis mo tena por objeto que se reconociera a la so ciedad como un ente real y orgnico con todos los individuos que la formaban. La argumen tacin castelariana era ms elemental que la de su oponente, que era mucho ms elaborada. Nuestro tribuno tuvo a lo largo de su vida pbl ica unas actitudes muy cambiantes con relacin al fenmeno social ista, como a continuacin vamos a demostrar. Cuando es taba al margen del Gobierno sostuvo que para eliminar las agitaciones que el social ismo ins piraba, haba que frenar las causas del ma lestar social y al iviar las condiciones de los trabajadores, sin embargo F. Romeu en su l i bro Las clases trabajadoras de Espaa comenta de Castelar: ....desde la presidencia del ejecutivo, suspendi en septiembre de 1 873 las ga rantas constitucionales ante el estal lido de agitaciones obreras y, de hecho, ame naz a los huelguistas con caonearles, si no reanudaban el trabajo. 55 JOS LUIS BAZN LPEZ Curiosamente, y a pesar de estar obce cado por la maldad social ista, defendi la legislacin en Espaa de la Internacional en la discusin parlamentaria de 1871, donde todos los diputados estaban en contra, excepto Sal mern, Pi y Margal I y l. ste defini la Inter nacional como: ...esa Sociedad de trabajadores de todos los pueblos civi l izados que se congre gan con objeto de mejorar su condicin social por medio de una grande comu nidad de esfuerzos fundada en indis pensable sol idaridad de intereses, cuya organizacin e impulso debase a Ba kounine y a los rusos. Aunque sin ser especial istas en el tema, pensamos con las matizaciones correspon dientes que Castelar no entendi el social is mo, al que identificaba con el terrorismo y el anarquismo. Afirmaba que los anarquistas (cri minales de nacimiento) eran los culpables de todas las epidemias morales. Fue tan grande su conviccin que apoy una propuesta ita l iana de crear una pol ica y tribunal interna cionales, y una legislacin tambin interna cional contra los anarquistas. Sus crticas hacia el social ismo atrave saron nuestras fronteras; en el caso alemn mantena que la reduccin de impuestos com portara una mejora social capaz de eclipsar al social ismo, y opinaba que en Francia, al aceptar las ideas socialistas, se ponan en pe l igro todas aquellas promesas polticas y so ciales. El ltimo principio de su Santa Trini dad fue la Repblica, como ya sabemos: La forma suprema de la libertad y del dere cho que supone la justicia social. Para Cas telar la Repbl ica nace en nuestro pas (1873) como consecuencia de un movimiento libe ral tan necesario como revolucionario, que se inicia a principios de siglo no para satisfacer el orgul lo de algunos hombres (...) sino para dirimir la contienda entre la tradicin y el derecho, l lamando los pueblos la prctica de 56 su soberana, que debe a un tiempo aguijo near el progreso con el movimiento de las ideas, y mantener la estabi l idad en la obser vancia de las leyes y el respeto a los legtimos intereses. En algunos escritos, Emil io Castelar co menta que l l lev a la democracia espaola un espritu conservador unido al liberal ismo y al republicanismo. Para justificar sus creencias polticas hay que tener en cuenta que el repu blicanismo espaol del siglo XIX debe inter pretarse en trminos tradicionales, ya que gran parte de su significado estriba, en el inters que sus lderes tenan para intentar romper el aisla miento con Europa y justificar que sus ideales polticos fueran paralelos a los europeos. Por eso si nos situamos en aquel contexto llegamos a la conclusin de que el conservadurismo de Castelar es una parcela evidentemente secun daria, debido a sus profundas races rel igiosas, que le obligaron con frecuencia a realizar com plicados cambios en sus razonamientos para poder mantener los fundamentos de su repu blicanismo. [1 18 de septiembre de 1869 declar con mucha satisfaccin su republicanismo con es tas palabras: Ah, seores! Ya sabis la repblica que yo quiero; yo quiero la repbl ica federal; yo defender siempre la repblica fede ral; yo soy federal. Cuando l leg la Primera Repblica y Castelar tom las riendas como ltimo de sus presidentes, tuvo que aceptar las decla raciones que haba real izado sobre el so cial ismo, dndose cuenta del enorme error cometido. Quiz fuera su principal contra diccin el intento de rectificar su concep cin federal ista, tal como expl ica en la si guiente cita: Sus largos estudios y sus reveladoras ex periencias le han dicho, que la idea de fe deracin es un retroceso respecto a la idea de nacionalidad, y que caben las fe D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) deraciones entre nacional idades forma das; pero no cabe la federacin dentro de una nacional idad sin riesgos de rom perla y destrozarla. Siempre propugn la Repblica para combatir la monarqua a la que siempre se opuso, como ejemplifican los puntos si guientes: Cuando vio la posibi l idad de que la mo narqua se afianzase despus del exilio de Isabel II, escribi a su amigo Grijalba di cindole: ...que estaba dispuesto a pres tar su voto y su palabra a una repblica bien organizada, sin aceptar cargo p bl ico retribuido ni dentro ni fuera de Es paa; si, por el contrario, traan un rey, cumplira con el deber de combatirlo hasta el ltimo extremo, aceptando des pus la emigracin. Durante los aos 1872 y 1873 Castelar aparece como un antimonrquico con vencido, y hablando en las Cortes no duda en decir: Yo no me expl ico, se ores diputados, yo no comprendo por qu causa, por qu razn, por qu justi ficante motivo esta Asamblea no ha pro mulgado ya el proyecto de ley expul sando a los Borbones. Mientras la mayora peda la monarqua, l se mantena fiel a la Repblica. En fe brero de 1873, cuando Amacleo I estaba a punto de renunciar al trono espaol, Castelar invitaba a las minoras conser vadoras y a la mayora radical a que se unieran a los pocos republ icanos para proclamar la Repbl ica. Durante una gran parte del reinado de Alfonso XI I (1875-1885), Castelar se opu so a la monarqua de una manera irre conciliable, aunque con mucha resigna cin. De algn modo entenda que de rrocarla era una utopa y al final su re publicanismo fue una postura eminen temente testimonial . Podemos pensar en otra contradiccin del personaje con relacin a su antimonar quismo. Acept la monarqua como un mal menor, considerndola, dadas las circunstan cias, la institucin ms idnea para desarrollar la democracia. Atac otras monarquas, pero no a la espaola, a cuyo Parlamento volvi cuando le quedaban apenas unas semanas de vida. Quiz traicion la pureza de algunos principios en un intento de mantener a toda costa lo ms importante de su ideologa: la l ibertad. El senador D. Angel Pulido nos descu bre algunos aspectos fsicos del Castelar de entonces: Era de corta tal la, pues no exceda de 1,60 metros la suya, grueso, adiposo ya en su avanzada edad, de cabeza redon da y con rasgos bien modelados, varonil y sl idamente asentada, facciones car nosas, nariz corta y algo socrtica, fren te despejada y noble, calvo el crneo, miope y con uso constante de lentes. Su cuerpo bien plantado y el andar suelto. Aunque hemos intentado obtener algn documento sonoro del gran orador, nuestras gestiones no han dado el fruto deseado. Acu dimos, sin embargo, a Jarns para conocer algo sobre la voz de Castelar: De l estbamos escuchando su voz, y no acabbamos de describirla. Si acer tsemos a fijar bien sus lmites, tendra mos conseguido el mejor retrato de este hombre del Sina. Pero sus lmites son difciles de abarcar; como en el piano es difci l abarcar una octava a una mano de nio. Hemos odo a quienes oyeron a Castelar. Todos coincidan en muchos rasgos esenciales. Pero ninguno, o muy pocos, haban aprovechado su expe riencia para definir a Castelar. Tena una voz atiplada, que se hencha, que cre ca hasta adquirir proporciones gigan tescas, de las que aturden y arrastran. 57 JOS LUIS BAZN LPEZ Su voz por qu no decirlo de una vez era femenina. No est aqu la raz de toda seduccin y de la especie de esa seduc cin. Su voz era de las que atraen o de las que empujan. Fue un factor bsico de su oratoria. Tal vez. Segn nuestras investiga ciones, tena una diccin pura y correcta, su timbre era neto y armnico, capaz con su ex presividad de producir admiracin a quienes le escuchaban. A estas aptitudes habra que aadir su posicin ante el auditorio: siempre erguido, con la cabeza altiva y sin grandes aspavientos con sus manos, nunca con bruscas salidas de tono ni formas violentas, con seguridad, y con delicadeza. En cuanto a la planificacin de sus discursos es preferible que nos lo cuente un amigo suyo, el diputado D. Jos Zulueta: Inicia el periodo con una oracin gra matical, simple, clara, breve, categrica, formulando una proposicin general. Si gue, para demostrar la tesis propuesta, una enumeracin de hechos, de ordina rio histricos. Estos hechos variados, has ta heterogneos entre s, quedan articu lados con la proposicin general, o me jor diramos, injertados a la misma, ya que se nutren del tronco comn y con tribuyen a la vida de la idea madre, pres tando lozana al conjunto. Estos hechos seducen por su variedad; resaltan por el corte sobrio de la frase que expresa, por lo justo del calificativo sinttico que les agrupa y les define, por la fuerza del ep teto, y por la acertada separacin de clu sulas: separacin que consiente al ora dor pausas repetidas, a beneficio de las cuales puede respirar acompasadamente y sostener el aliento necesario, la subida de entonacin declamatoria exigida por su alti-elocuencia. Cirrase el periodo con una conclusin igualmente breve, sentenciosa, absoluta, en la que aparece difana la proposicin, sentada y rema chada por modo tan terminante. 58 No cabe la menor duda de que el 25 de septiembre de 1854 fue una fecha muy im portante para Castelar. Ese da inici su ca rrera poltica y puso de manifiesto sus capa cidades oratorias e ideolgicas. Vamos a re mitirnos a su Autobiografa donde dice: ...y Emilio Castelar se revela, como ora dor, ante un pblico que no le conoca. Su discurso no fue aplaudido solamente, fue aclamado. Desde las primeras a las ultimas palabras le sigui una tempes tad de entusiasmo. Al da siguiente, la Prensa de todos los partidos le colocaba entre los grandes oradores. Y la Espaa, peridico muy literario del partido mo derado, deca: Est destinado a reem plazarlos con ventaja. Emilio Castelar public una carta dando gracias a la Prensa y diciendo que jams abandona ra la causa de la libertad y de la demo cracia. Previamente a este acontecimiento es esencial que nos vayamos a sus postrimeras. Ya sabemos que Castelar era un demcrata irreductible. En aquella poca el partido de mcrata era minoritario con relacin a los moderados y progresistas (estas fuerzas pol ticas eran las predominantes), aunque estos ltimos tenan ideas afines con los demcra tas. Carmen Llorca en su Estudio crtico es pecifica lo que supuso la figura de Castelar para este colectivo: ...va a dar al partido demcrata una ca tegora parlamentaria y periodstica con la que ni siquiera haba soado. Saca a este partido de la agitacin revoluciona ria, de la organizacin secreta, de la de magogia de los clubs, y a partir de su presencia activa en el mismo todo lo hace pblico y popular. La Revolucin de 1854 fue muy opor tuna para los demcratas, que aprovecha ron esta coyuntura ideolgica. Un ejemplo D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y 0131:A (1832-1899) claro fue la rpl ica a un manifiesto de la Unin Liberal, escrito por Sixto Cmara, don de se podan leer los principios polticos de Castelar. Eran los siguientes: 1 9 . Inviolabi l idad de los derechos indivi duales. 2 9 . Igualdad de derechos y deberes para to dos los ciudadanos. 3 9 . Establecimiento del Jurado. 4 9 . Descentralizacin administrativa, para que el Municipio entienda en los asuntos locales. 5. Reforma radical del sistema tributario. 6 9 . Reorganizacin del Ejrcito sobre la base de las milicias provinciales y abolicin de quintas. 7 9 . Desamortizacin civil y eclesistica. 8 9 . Enseanza gratuita y obl igatoria para las clases populares. 9 9 . Responsabil idad de los funcionarios p bl icos. Estas bases, al ser eminentemente revo lucionarias, hicieron reaccionar a la Monar qua, ya que buscaban su derrocamiento a travs de tales reformas; sin embargo, los pro gresistas no aceptaron este manifiesto y la Re volucin de 1 854 no l leg a cambiar nada. As lo manifest Castelar en el Congreso (7 de abril de 1869) cuando dijo: El ao 54 [el partido progresista] debi expulsar la dinasta: entonces era la sa zn; entonces, que no haba crecido tanto el partido republ icano, era la sa zn de traer otra dinasta. Ahora es tar de. Conserv la dinasta; y para qu. Para que l levsemos estos catorce aos que nos han empobrecido y deshonra do. Pero volvamos al 25 de septiembre de 1854. Este da Castelar se desplaz desde Ciempozuelos, su lugar de veraneo, a Ma drid. Lo que ms tarde sucedi nos lo cuenta el senador Pul ido: ... y se encuentra en la cal le de Ato cha a su amigo D. Faustino Bans, que le dice que, en aquel la tarde, ha de ce lebrarse en el Col iseo dicho una reu nin electoral, convocada por la juven tud l iberal de reciente formacin; y sien do aquel acto que se anuncia nuevo para l, vse en busca de su amigo Mo rayta, habitante de la calle la Magdale na, nmero 38, y resuelven ir juntos. Al gunos quehaceres, de ndole particular, entretienen a nuestros jvenes, y por eso l legan a la reunin cuando se hal laba avanzada. Habala convocado una Co misin compuesta de jvenes que ha ban de ser ms tarde i lustres figuras, y se l lamaban: Orense, 01 1er, Fernndez Cuesta, Rivero, Garrido, Cmara, Cer vera, Asquerino. Mata, Becerra, Mere lo, Martos, Roberto Robert,..etc, los cua les, a propuesta de uno de el los, Ortiz de Pinedo, aceptaron darse el nombre de La Juventud Democrtica. Tenemos noticias de que esta sesin, convocada por la Juventud Liberal en el Te atro Real, tambin llamado de Oriente, re sult un tanto movida, debido a las inte rrupciones de un conocido carpintero l la mado Miralpeix, cuando el gran poltico Gonzlez Bravo intervena. Pero lo ms in teresante l leg cuando el joven Castelar, que estaba sentado con Morayta ms o menos en la fila dcima, pidi la palabra. As lo rela ta D. Angel Pul ido: De pronto se le ocurre a nuestro jo ven levantino gritar pido la palabra. Como la voz de Castelar, por toda su vida, algunas veces en los comienzos de sus discursos sola dejar or nota diso nante, aunque enseguida se transforma ba y adquira amplsima sonoridad cuan do se abran las esclusas de su inspira cin, y se precipitaban las cascadas de su incomparable grandsima elocuencia, se 59 JOS LUIS BAZN LPEZ Foto 10: Fachada del Teatro Real de Madrid. provoc una gritera imitando su voz, castigo que se aplicaba a la osada de anunciar un nuevo discurso a una mul titud ya fatigada y deseosa de abando nar el local. Morayta cuyos son estos detalles le invit con toda energa a marcharse temiendo les dieran un dis gusto, pero Castelar no le hizo caso, y preguntando el Presidente, que lo era el seor Bona, quin haba pedido la pa labra, al responderle: Emilio Castelar, se repitieron los gritos. Concedida le fue la palabra, quiso hablar desde su butaca, pero como Cas telar era de corta estatura y con el ruido se hacia imposible orle, hubo de pasar al escenario, donde colocndose cerca 60 del palco regio, se dirigi al pblico con cierta altiva arrogancia y comenz su discurso espetndole la siguiente pre gunta: Queris saber lo que es la De mocracia. Tan atrevida interrogacin produjo su efecto: impuso momentne amente silencio en aquel auditorio bu llicioso, y la curiosidad aument cuando aadi con firmeza, respondindose a su pregunta como si el silencio fuera una contestacin afirmativa: Pues os lo voy a decir, y pronunci con voz sonora el primer prrafo que le sirvi de exordio. (...) Nadie aquella tarde haba hablado as. Jams se haba odo un lenguaje se mejante. Aquel mozalbete desconocido, D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) enfrentndose con una muchedumbre excitada y revuelta, en donde se hallaban los hombres ms expertos, los luchado res ms aguerridos y clebres de la iz quierda liberal, invitaba con energa y gallardo gesto a escuchar sus enseanzas y definiciones, como pudiera hacerlo un tribuno ya expertsimo y popular, diri gindose a un auditorio que le fuera co nocido. Hemos elegido los tres prrafos ms sig nificativos, para que el lector comprenda el porqu de las consecuencias de este famoso discurso: Voy a defender las ideas democrticas, si es que deseis orlas. Estas ideas no pertenecen ni a los Partidos ni a los hom bres; pertenecen a la Humanidad. Basa das en la razn son, como la verdad, ab solutas; y como las leyes de Dios, uni versales. Por eso la persecucin no pue de ahogarlas, ni la espada del tirano ven cerlas; pues antes que el tiempo desple gara sus alas, fueron escritas en libros ms inmensos que el espacio, por la mano misma del eterno. As, los hom bres que se pierden en el Ocano de la vida, los poetas que adoran lo eterna mente bello, los filsofos que leen la ver dad absoluta en el puro cielo de la con ciencia, no hacen ms que arrojarlas en ondas de luz sobre la mente del pueblo. (...) Yo seores, lleno de sentimientos, si desnudo de inteligencia, rine propongo resear los dogmas del partido demo crtico, ya como principios eternos de su escuela, ya como principios de apli cacin prctica en las actuales circuns tancias. Convirtamos un instante nues tros ojos a lo pasado. Qu espectcu lo, seores, tan tremendo! La imprenta, ese soldado de Dios que pelea como Ayax por la luz, encadenada al pie de los tiranos [aplausos]; la tribuna, provi dencia del pueblo, sujeta al carro del vencedor; las obras del ingenio huma no proscritas porque dan generoso alien to al pecho de los oprimidos; la idea oculta en el fondo de la conciencia, es tallando en el cerebro sin poder alzar su vuelo y perderse en lo infinito; la fe ven dida por una cartera de ministro, y la ra zn y la libertad llorando en ignominio so calvario. [Estrepitosos aplausos.] Todos hemos presenciado el marti rio de la libertad. Bravo Murillo intent matarla con el pual del materialismo, sin parar mientes en que las ideas son in vulnerables; Esteban Collantes la insul t con sus sarcasmos; Domenech fue su Judas, pues cuando la crey vencida, no dud un punto en venderla a los sei ses del absolutismo; Sartorius escribi su epitafio como antes Donoso haba es crito el evangelio de la reaccin, soste niendo que la razn y el absurdo se aman con amor invencible; que fuera de las vas catlicas nada hay tan des preciable como el hombre; que el siglo XVI con su inquisicin y sus frailes, es el ideal de la sociedad; que debamos por nobleza amar la dictadura del sable; que la humanidad es la concentracin de to dos los deberes y la teocracia el ms perfecto de todos los gobiernos. Insen satos! No saban que negando la libertad negaban al hombre, cuya esencia no es sino la libertad; que negando la razn negaban a Dios, cuya existencia no se comprende sin la razn [aplausos]. Pero hacan bien. Negando al hombre nega ban al eterno enemigo de sus conjura ciones; negaban al aterrador espectro de sus conciencias. [Aplausos prolon gados, interrupcin del orador] (...) En fin, seores, pidamos a Dios que Inglaterra sea verdaderamente aliada de la libertad; que Alemania, mente del mundo, 61 JOS LUIS BAZN LPEZ nos revele nuevos misterios de la ciencia y nuevos secretos del arte; que Francia despierte de su letargo y vuelva a ser el tri buno de los pueblos; que Hungra y Po lonia rasguen sus tnicas de esclavas, y que Italia, esa prodigiosa artista que re gala con dulces armonas el sueo de sus seores, se levante herida de sus recuer dos y recoja del suelo la lanza rota de Bruto y Cincinato , porque con ideas tan grandes y tan denonados guerreros el triunfo de la libertad ser eterno. He di cho. Es fcil imaginar las expresiones de aque llos polticos apasionados cuando apreciaron la oratoria de aquel joven prodigio, que fue capaz de entusiasmar a propios y extraos. Un cronista del peridico La poca, presente en el acto, escribi lo siguiente: Un tanto borrascosa en su principio, arrastrbase sin suceso notable (la reu nin), cuando la fcil palabra de un jo ven, que por vez primera se diriga al p blico, cautiv la atencin de los oyentes y predispuso a favor suyo a toda la con currencia. Su nombre, que todos pregun taban, corri de boca en boca, y djose llamar don Emilio Castelar y que era pro fesor de la Escuela Normal de esta Corte. Tres salvas de aplausos saludaron, al con cluir, al novel orador, que en medio de unnime aprobacin fue propuesto para diputado en las prximas Cortes, a pesar de que no llega a la edad necesaria. Las consecuencias del xito fueron in mediatas; en el mismo Teatro de la pera, una vez finalizado su discurso, le aclamaron y abra zaron la mayora de los que llenaban el local. El senador Pulido nos narra quiz-, con de masiado entusiasmo lo acaecido en aquellos momentos: El Teatro de la pera, lleno de gente, sin ti los efectos de su entusiasmo llegando 62 verdaderamente al delirio. Con este final se acab todo, porque no se pens ya ms que en ovacionar al orador. Se le aclam, le abrazaron centenares de personas, tar d una hora en poder salir del local y lo hizo en brazos del seor Bona. Todos los concurrentes quisieron acompaarle, for mndose alborotada manifestacin por los vivas y aclamaciones que no cesaban, y una masa de miles de personas, llevando consigo al hroe del da, recorrieron las calles de Arenal, Puerta del Sol, Carrera de San Jernimo, Prncipe, Plaza de Matute y Antn Martn, hasta llegar a la casa de Morayta en la calle de la Magdalena: ca rrera que fue salvada dejando por todas las calles una curiosidad y emocin pro funda, porque los comerciantes salan a la va pblica, los vecinos llenaban los balcones, y los transentes se incorporaban a la manifestacin aumentando el vocero con un contagio de multitud fanatizada. Castelar tuvo que quedarse en casa de Morayta aquella noche porque le fue im posible volver a Ciempozuelos. A partir de aquel instante el nombre de este joven desconocido se grab en la mente de los componentes de los centros culturales y polticos madrileos, y la mayora de los pe ridicos publicaron ntegramente su discurso (al gunos, como El Diario Espaol, en la portada). Este entusiasmo de la prensa madrilea oblig a Castelar a escribir una carta de agradeci miento, en la cual se trasluce parte de sus con vicciones: He consagrado a la libertad mi vida, y nunca retroceder en este mi propsito. No sern bastante a hacerme ceder ni la envidia, porque me estimo en tan poco que nunca pueda yo inspirada; ni la ma licia, que no entiendo; ni el odio, porque, cristiano de corazn y educado en la des gracia, he aprendido a amar a mis ene migos. Creo que la juventud debe, para D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) alentar a las naciones, traer en su razn una idea ms progresiva que las ideas adoradas por los hombres de la generacin que al presente se agita, y que a su vez lu charon ardorosos con lo pasado, porque de otra suerte no puedo entender a qu nos ha Dios despertado del sueo de la nada. Recib de Dios, como todos, mi po bre inteligencia, y la recib, aunque pobre, para la humanidad. Pienso conservarla sin mancha, para que no se aparte de su origen, y consagrarla a la democracia, para que no falte a su objeto. Tambin podemos destacar en este escri to la alusin a su orfandad, y que la idea de po pularidad que estaba viviendo no poda ser du radera: Llamar por un instante la atencin de la prensa es un premio que apenas acierto a creer; pero l lamarla de manera para m tan grata, es felicidad que jams so en sus ilusiones mi deseo. Yo espero que, de simpresionado el nimo de los que me oyeron, ya por el tiempo, ya por la publi cacin de mi discurso, volver a perderme en el olvido. De todos modos, estimo de m deber manifestar, en pro de la santa causa de la libertad, que jams se vio ab negacin ms admirable, cuya grandeza sube de punto cuando se considera que re cae en un joven oscuro y desval ido. Esta consagracin poltica tuvo una con secuencia muy significativa y lgica: formar parte de la candidatura que representaba a la prensa liberal en las elecciones a diputados. En dicha candidatura aparecan personas muy conocidas como el Marqus de Perales, D. Pe dro Calvo Asensio; D. Evaristo San Miguel y otros. Sin embargo, era impensable que Castelar saliera elegido diputado, aunque consigui 199 votos, algunos ms de los que esperaba. Pero quiz lo que podemos destacar por lo curioso, fue la entrevista que mantuvo con Isabel II. Parece ser que el general Linaje, amigo de Castelar, le comprometi una visita al Pala cio Real, ante el deseo de la Reina de conocer al famoso orador. El encuentro se celebr a principios del mes de noviembre (algunos au tores lo fechan en octubre), y podemos imagi nar la frialdad en que estara envuelto dadas las posiciones irreconcil iables que separaban a la Reina y a Castelar, ambos de la misma edad. Carmen Llorca describe as la entrevista: Se desarrolla en trminos corteses pero fr os. No ha nacido, al contacto de estas dos personalidades, ese calor humano que ex plica el porqu de tantas cosas al parecer ilgicas. La reina es la descendiente del soberano que persigui a su padre y Cas telar se afirma en su genealoga porque es ms noble descender de los oprimidos que descender de los opresores, como di ra ms tarde. La cordialidad de Isabel litro pieza con la evidente timidez de Castelar, y los ofrecimientos que le hace de un puesto de agregado a cualquier Embajada son corts y obstinadamente rechazados por Castelar, que aprovecha la ocasin para decirle a la reina que l profesa ide as republicanas y est seguro del fin de su monarqua. Este dilogo debi ser cierta mente curioso y slo comprensible si se tie ne en cuenta la juventud de ambos y el carcter, tan sumamente particular, de la reina de Espaa, que obstinada a su vez en ofrecerle lo que sea se empea en que Castelar no salga de Palacio sin que le haga una peticin, y que es sta: que le conceda un permiso para leer en la bi blioteca de Palacio. La sorpresa de Isabel II debi ser tal que, sin duda, al quedarse a solas lo debi de olvidar, pues Castelar jams recibi el permiso. Este encuentro, lgicamente, fue muy co mentado en Madrid, principalmente a travs de la prensa, que le estuvo recordando ese su ceso durante toda su vida. 63 JOS LUIS BAZN LPEZ LA SOBERIMI . NACIONAL. DIARIO DEMOCRATI , t. 2,11indr. 2 de DIdenelare elh 11,45.11 Prtsr.e., oti,1~ , 1 . 19 . Foto 11: Cabecera del peridico. CASTELAR PERIODISTA 0 tra consecuencia de su revelacin en el Teatro Real y el fracaso de su candida tura fue la incorporacin a la redaccin de La Tribuna del Pueblo y La Soberana, peri dicos muy conocidos propiedad de Sixto C mara. Este personaje nacido en Milagro en 1825 fue escritor y poltico, desde 1842 co labor en algunos peridicos de la capital del Reino y a partir de 1846, ao en que entabl amistad con Fernando Garrido, se introdujo dentro de los crculos polticos ms avanzados y despleg una gran actividad como organi zador del grupo democrtico. En 1849, fund el peridico La Reforma Econmica, que des pus de unirse con El Amigo del Pueblo de Garrido, se transform en La Asociacin. En 1851 fue, con Pi y Margall, uno de los fun dadores de La Tribuna del Pueblo, peridico que se encargaba de difundir las ideas del Partido Demcrata. Durante el bienio pro gresista (1854-1856) dirigi La Soberana Na cional, desde cuyas pginas combati al go bierno, que desvirtuaba la revolucin al dar le un carcter puramente poltico. En 1856, tra to de organizar en Andaluca la resistencia a ODonnell, pero al fracasar no tuvo ms re medio que exiliarse, aunque regres en 1859. Al descubrirse una posible conspiracin en 64 la que estaba impl icado se vio obl igado a abandonar de nuevo Espaa y muri en Oh venza cuando se dispona a introducirse en Portugal. Sus obras ms importantes fueron: El Espritu Moderno, donde presenta el funcio namiento de las escuelas socialistas de la pri mera mitad del siglo pasado, La Cuestin So cial y La Gua de la _Juventud. Fue el ejemplo perfecto de revolucionario a la antigua usan za, siempre envuelto en conspiraciones y mezclado con la mayora de las sociedades se cretas existentes en el pas. Castelar, una vez introducido en los dis tintos medios de comunicacin, sostuvo, des de una postura intolerante, una campaa im placable contra la monarqua y los modera dos. Estaba convencido de la defensa de sus ideas democrticas y del principio de liber tad. Anteriormente, estando en la Facultad, ya haba participado en la elaboracin de una hoja semiclandestina denominada La Voz Uni versal. Tambin haba fundado con Morayta El Eco Universitario. Miguel Morayta, gran amigo de Castelar, naci en Madrid en 1834; fue simpatizante del l iberalismo demacrtico republicano y profesor de la universidad de Madrid, hasta los sucesos de la noche de San Daniel en1865, por los que tuvo que dimitir. Actu en 1868 como secretario de la Junta Revolucionaria madrilea. Durante la Restau racin particip en la formacin del Partido Republicano Nacional y cre la asociacin masnica del Gran Oriente Espaol, de la cual D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) LA DISCUSION. un omeclince. ...4,114 11,111. canoa Ft u SUDADO 20 DE OETLEllatille DE 2401. 1. se h.. d.- otasonnt 19, *lo i.--xtlino Foto 12: Cabecera del peridico. era Gran Maestre. Propugn la ctedra libre y defendi algunas posturas materialistas. Su excomunin provoc distintas manifestado nes estudiantiles y el cierre de la universidad madrilea (1884). Ms tarde fue Presidente del Crculo hispano -filipino, desde donde abo g por la igualdad entre indgenas y espaoles, lo que le supuso ser tachado de traidor du rante la guerra de 1898, vindose forzado fi nalmente a exiliarse por este motivo. Este exi lio fue breve, y a su vuelta fue elegido diputa do republicano en distintas legislaturas. Entre sus obras cabe destacar Historia de Espaa (1886). Muri en 1917. Castelar coincidi en algunas formas de pensar con su ntimo amigo Morayta, por ejemplo en la lucha contra la esclavitud que todava exista en las colonias espaolas; para ambos se trataba de una cuestin humanita ria y tica. Estaban de acuerdo en la libertad de ctedra, pero estaban separados por la fi liacin masnica de Morayta. Aunque algunos autores han pretendido demostrar que Caste lar fue masn, estamos convencidos de que, si as hubiera sido, nos lo hubiera dejado pa tente en su obra. Por otro lado, Castelar fue du rante toda su vida un catl ico convencido. A Castelar le interesaba la pugna diaria que exista entre algunos peridicos de la po ca, disfrutaba y adems le pona todo su ca rcter y espritu, aunque slo cobraba ciento veinticinco pesetas. Fue un incansable de fensor de todo aquello que significaba I iber tad de expresin y se consagr a difundir el principio de la libertad de imprenta que l consideraba esencial para la l ibertad perso nal y de pensamiento. Tambin hay que des tacar la situacin derivada del bienio progre sista, durante el cual las autoridades fueron ms permisivas con la prensa. Nuestro per sonaje tuvo que modificar sus teoras cuando la Repblica empez a tener verdaderas difi cultades. Su ministro del Interior orden la suspensin de los peridicos que apoyaban las pretensiones carlistas mediante el decreto del 20 de noviembre de 1873, donde se es pecificaba que esta prohibicin era por de fender o estimular la rebelda, difundir noticias no legitimadas por su origen oficial e infor mar sobre movimientos de tropas. Sobre este tema hemos encontrado en el Diario de Se siones, del 25 de noviembre de 1878 (pginas de la 3.692 a la 3.698) la enrgica oposicin que hizo Castelar al Proyecto de Ley de Im prenta, al que calific de verdadera arbitra riedad sistemtica e incompatible con el sis tema constitucional, al destruir la armona n tima entre el poder y el derecho, la alianza eterna entre el orden y la libertad. La forma de actuar de Sixto Cmara no le agradaba a Castelar, que estaba en contra de la demagogia, de las provocaciones peligrosas y de la conspiracin; como demcrata, se in teresaba ms por la frmula de la lucha pol tica cotidiana, adems de contar con sus tra bajos periodsticos. Esta situacin no fue obs 65 JOS LUIS BAZN LPEZ 1 , 1rsmIr LA DEMOCRACIA .1n)L1TICO. _ . Nhm. ............. Mi. 01 . 11) Foto 13: Cabecera del peridico. tculo para que Castelar en un momento de terminado defendiera como abogado a sus amigos Sixto Cmara y Fernando Garrido, los cuales haban incurrido en delitos de imprenta al publicar un manifiesto. El rotundo xito de la actuacin de Castelar lo celebraron con un esplndido banquete. Est claro que Castelar y Cmara eran incompatibles, sus destinos eran diferentes y sus respectivas ideologas les obligaban a no entenderse, aunque parece ser que exis ta una cierta admiracin entre ambos. A la muerte de Sixto, Castelar le dedic unos re cuerdos elogiosos en el peridico La Dis cusin (17 de septiembre de 1859 y el 9 de julio de 1870). Debido a ciertos comentarios sobre esta amistad, Castelar se vio obliga do a salir al paso y definirse; lo hizo en el Congreso, el 20 de abril de 1871, con estas palabras: Hombre de palabra y de idea por edu cacin y por temperamento, ganoso de las grandes luchas de la tribuna y re pulsivo a las luchas de las calles; pro pagandista de toda mi vida; mucho ms mesurado que algunos conservadores, mucho menos anarquista que algunos ministros, yo dije siempre a mi partido que prefiriera los discursos a las pro clamas, los comicios a las barricadas, los parlamentos a las calles, los votos a las balas y las elecciones a las revo luciones. 66 Edition de le Otra consecuencia de la mayor libertad de prensa durante el bienio progresista fue la fundacin de uno de los peridicos demcra tas ms carismtico de la poca: La Discusin. Su forma de actuar estaba basada en una po ltica defensora del principio de libertad, man teniendo sus ideas sin modificaciones ni de magogia, lo que le permiti subsistir como medio de comunicacin hasta la Restauracin. Fue el comienzo de una larga e intensa carre ra por la democracia. En el Archivo del Con greso de los Diputados se encuentran las actas de constitucin de este peridico, as como las bases de su fundacin; por cierto, la primera de ellas es muy significativa por la claridad de ideas y por su estructura integral : Se constituye una Sociedad por accio nes con objeto de fundar y publicar un peridico poltico que sustente en el te rreno de los principios las doctrinas de mocrticas, y en el terreno de los he chos, la unin de progresistas puros y demcratas. La situacin de este peridico demcra ta estuvo muy por encima de otros diarios con economas dbiles. La Discusin, quiz por la alianza con los progresistas, pudo mantener su existencia por la seguridad que tena de poder hacer frente a muchos imprevistos (denuncias y sanciones econmicas), absorbiendo otros peridicos ms modestos, como fue el caso de La Democracia. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1 832-1 899) Emilio Castelar no estuvo entre los so cios fundadores porque su economa no se lo permita; quienes participaron en esta anda dura fueron, entre otros: Juan N. de la Torre, Jos C. Sord, Eduardo Ruiz Pons, Antonio Morales, Francisco Pereyra, Estanislao Figue ras, Jos Mara de Orense, Carlos Godinez de la Paz, Laureano Hernndez, Servando Ruiz Gmez y Nicols Mara Rivero. Este ltimo, que muri en Madrid en 1878, fue mdico y abogado en Sevilla y di putado progresista por cija durante un ao (entre 1847 y 1848). Poco tiempo despus, en 1849, particip en la constitucin del Partido Democrtico, intentando que ste practicara una poltica de atraccin hacia los progre sistas radicales. Durante la revolucin de 1854 ejerci como Gobernador Civil de Va lladolid y form parte de la Asamblea Cons tituyente en 1854. Consigui la jefatura de su partido gracias a La Discusin. Rivero par ticip en la sublevacin del cuartel de San Gil (1866) y una vez fracasada esta actua cin fue de los pocos demcratas que per manecieron en la capital. Durante la Revo lucin de 1868 fue vicepresidente de la Jun ta Demcrata en Madrid y tras la constitu cin del gobierno provisional fue alcalde; ms tarde fue Presidente de las Cortes Cons tituyentes, que duraron desde el 12 de fe brero de 1869 hasta septiembre del ao si guiente. El general Prim le nombr Ministro de la Gobernacin. Antes de ser nombrado por segunda vez Presidente de las Cortes, previamente haba votado a favor de Ama deo I de Saboya. Tras la abdicacin del ita liano, Nicols Mara Rivero intent unir las dos Cmaras y declarar una convencin na cional presidida por l, pero la oposicin de Martos le hizo abandonar su cargo. Procla mada la Repblica, form parte de la comi sin permanente y fue uno de los autores de la ruptura entre radicales y federales. Cuando apareci el primer nmero de La Discusin (1856), bajo la cabecera situaron Foto 14: D. Nicoias Mara Rivero. un subttulo que rezaba: Diario democrtico de la maana. Este complemento al ttulo dur pocos das en su tamao original, redu cindolo progresivamente. Desde un principio los fundadores tuvieron claras las directrices bsicas que iban a imperar en el peridico, y as se lo hicieran saber a sus futuros lectores: El peridico que tengo el honor de re mitirle est exclusivamente destinado a preparar y sostener esa poltica regene radora, que ha de asegurar a la vez dos cosas, al parecer inconciliables: la li bertad y el orden. Defiende la libertad de imprenta sin depsito, editor responsa ble ni penalidad especial de ningn g nero; la libertad de reunin y asocia cin pacficas para todos los fines inte lectuales, industriales y religiosos; la li bertad de enseanza y la de todo traba jo; la de cultos; la constitucin de todo poder pblico por el sufragio de todos los ciudadanos que estn en plenitud de sus derechos civi les. 67 JOS LUIS BAZN LPEZ A estas libertades y garantas de ben la Inglaterra y los Estados Unidos la estabi l idad de sus instituciones, el or den inalterable con que ven real izados los ms grandes progresos tanto en lo social como en lo poltico, sus inmensos adelantos materiales y la importancia de que gozan entre las naciones del mundo. Los lderes de La Discusin conocan perfectamente las ideas de Castelar, que coin cidan en gran medida con las de Nicols Ma ra Rivero, el cual an siendo un revolucio nario tpico se mantiene alejado de la de magogia y acta de manera distinta a Sixto Cmara. La diferencia entre ambos es que el primero respeta con mucha elegancia el de sarrol lo de los acontecimientos sin agresividad. Lgicamente Castelar, que conoce las caractersticas bsicas de La Discusin y la forma de pensar de sus fundadores, estuvo meditando la forma de poder abandonar La Soberana. En este ltimo peridico estuvo nuestro poltico de redactor, desde poco des pus de su fundacin hasta tres meses antes de su desaparicin (1856). Sixto Cmara, que ha ba profetizado la l legada de los aconteci mientos de jul io de 1856, intent desarrol lar su instinto revolucionario para proteger y sal var a la democracia. D. Emi lio que le conoca por otras actuaciones similares, le aconsej que no lo intentara porque iba a fracasar, y escribi un trabajo sobre la democracia don de manifestaba las necesidades ms apre miantes para salvaguardarla, entre ellas la abolicin de la pena de muerte. Coincidi que en ese mismo nmero (11 de marzo de 1856) Cmara public un trabajo en que de fenda posiciones contrarias a las de Castelar. Como consecuencia de esta polmica, Castelar escribi a Cmara pidindole expl icaciones, y al negarse ste se despidi de la redaccin de La Soberana. No faltaron quienes hicieron determinados reproches a D. Emilio, acusn 68 dole de no haber intentado convencer a C mara directamente, obviando la epstola. Anteriormente Sixto Cmara, que esta ba muy preocupado por el nacimiento de La Discusin, aprovech una coyuntura polti ca (la fusin con los progresistas puros) para atacar a todos en general. El 11 de marzo de 1850 apareci en La Soberana el siguiente prrafo: No hay que darle vueltas: las circuns tancias harn quiz preciso cortar por lo sano, echar a rodar por el suelo las ca bezas de tantos apstatas y traidores como corrompen el cuerpo social y po ltico y envenenan el aire que respira mos. Puede apreciarse claramente la alusin de Cmara a su oponente Rivero, al que con sidera un renegado por no estar de acuerdo con sus ideas. Fue motivo suficiente para que entre estos dos personajes pblicos, que tra taban de imponer sus respectivas ideologas, se iniciara una terrible discusin dialctica. Conociendo a ambos estamos convencidos de que Rivero se quedara perplejo y asusta do al leer unas frases que podan desembocar en una revolucin cruenta y en la prdida de credibilidad y legal idad del partido dem crata. Como Castelar estaba ms cercano ide olgicamente a Rivero y participaba en su for ma de pensar, no tuvo otra solucin que de jar La Soberana, con ms motivo al negarse Sixto Cmara a publ icar la carta que Castelar le haba escrito. Rivero tard muy poco tiem po en fichar a Castelar para La Discusin, e inmediatamente public una nota (15 de mar zo) cuyo contenido fue una provocacin a Sixto. Textualmente dice as: Es muy de extraar que La Soberana no haya publicado en sus columnas la carta que el seor Castelar le diriga des pidindose de la redaccin, cuando casi todos los peridicos de la Corte la han D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) publicado. Despus del desabrido suelto en que daba cuenta de la sal ida del seor Castelar, la buena fe, los sentimientos de lealtad innatos en todo corazn, exigan que se apresurase La Soberana a dar una justificacin a sus antiguos lectores, que lo han sido tambin del seor Castelar. Esperamos, pues, que La Soberana pu bl ique esa carta, siguiendo la costumbre de la prensa de todos los colores, en la cual hemos visto siempre sentimientos de deferencia hacia sus antiguos compa eros. Esto esperamos, si ya no es que las terribles sombras de sus trgicos sue os han turbado a La Soberana la men te y el corazn. No tard Cmara en responder, argu mentando contra Rivero. Sus palabras, final mente, se convirtieron en una profeca cum pl ida, ya que en 1868, cuando su antagonis ta se uni a los progresistas traicionando a los demcratas, Rivero dira desde La Discusin algo muy simi lar y con parecido contenido de lo que haba escrito Cmara en La Sobe rana. Era lgico que Rivero aprovechara su posicin y su poder para demoler cualquier opcin poltica contraria a la suya. No debe mos olvidar que era diputado en Cortes y bas tante intel igente. Bien es verdad que en esos momentos dominaban el poder los progresis tas y l tena muy pocos escrpulos a la hora de censurar determinadas ideas polticas. Es normal que esta forma de actuar le enfrenta ra mucho ms si cabe a Cmara. Tal vez Cas telar aprendiera de l esta forma de actuar, que desarrol l durante toda la Restauracin y en la que se enmarca su enfrentamiento con Pi y Margal I. Nuestro tribuno quiso marcar la diferencia entre Rivero y Cmara con unas declaraciones que causaron impacto en el ambiente poltico madrileo: Los diputados demcratas no se harn cargo de ninguna idea sustentada en la pren sa que no haya sido proclamada por el los en el Parlamento, y rechazan por anticuada toda idea de revolucin sangrienta. En jul io de 1856, el general Espartero abandon el Gobierno y tom el relevo el ge neral ODonnell. A partir de esos momentos se inici una etapa eminentemente moderada que repercuti, entre otros aspectos, en la li bertad de expresin. Esta situacin priv a Castelar de la publicacin de sus artculos tan crticos, y al peridico de insertar alguna no ticia por la que fuera cerrado. Esto oblig a los redactores a plagiarse unos a otros. El 23 de ju lio de 1857, Castelar hizo el siguiente co mentario: Desde el domingo (da 20), en que tu vimos la desgracia de que La Discusin fuera recogida por primera vez, se ha es tablecido en nuestra puerta un munici pal, con orden, segn asegura, de no de jar sal ir ningn impreso del que no se le d el recibo del Gobierno. Esta orden ha sido tan fielmente cumplida, que anoche se vieron detenidos los repartidores de varios peridicos, costndoles no poco trabajo convencer al municipal de que su oficio era repartir los nmeros, y que no entendan una palabra de recibos. Est claro que cuando los distintos go biernos prohiban la l ibertad de expresin, los peridicos buscaban otros medios para po der transmitir a sus fieles lectores las crticas sobre la poltica cotidiana. Existan pocos re cursos, pero la idea originaria consista en ir mental izando a la sociedad para pedir apoyo en determinadas circunstancias. Ante esta si tuacin Castelar no poda ser menos y en al gunas ocasiones sufri la accin de la censu ra como en aquel escrito, compartido con D. Manuel Gmez Marn, sobre los pros y los contras de la actuacin de Espartero durante los dos aos que dur el bienio progresista. Haciendo honor a la verdad, poco tiempo despus fue autorizada su publicacin. 69 JOS LUIS BAZN LPEZ La censura l leg a tales extremos que en algunas ocasiones actu con mentalidad in fanti l. Una prueba de el lo fue el comentario que hizo Castelar, aos ms tarde, cuando pronunci un discurso en las Cortes (7 de fe brero de 1888) recordando estos momentos y ejempl ific las dificultades que encontraban los peridicos a la hora de publicar alguna noticia a travs de la historia real del redactor jefe de un diario que, al no tener ninguna no ticia encima de su mesa, se le ocurri escribir un artculo sobre un juego chino y result que su diario fue recogido por atentatorio a las instituciones del Estado, a la monarqua y a la moral pblica. Cuando el partido progresista estaba en el poder y el demcrata tena pocas posibili dades, Castelar expres lo que para l signi ficaba el periodismo; fue en un discurso en el Congreso, el 8 de junio de 1872, en el que dijo: Comprendo una sociedad sin vapor y sin telgrafos, pero no comprendo una sociedad sin peridicos, sin este gran l i bro de todas las clases; comprendo un hombre que se entregue a la macera cin, al ayuno y a la penitencia en una de esas islas morales l lamadas monasterios, pero no comprendo que este hombre deje de leer peridicos, de sentir en su corazn, refluyendo la vida de toda la humanidad, de pensar con el cerebro de toda la especie, de recibir todos los das la visita divina del espritu de su siglo. Podr haber en la prensa pasin, no lo niego; pero creis que sin esa pasin se movera tan grande mquina Podr ha ber mentira, dolor e injusticia; pero no sabis que el mal persigue como una sombra a la condicional idad de nuestra naturaleza. Y as como el gran sacerdote idea do por el poeta del siglo con el l ibro en las manos, humedecido al sal ir de la im prenta, recin hal lada, vea cuartearse 70 las torres del feudalismo teocrtico, yo, con un peridico, desafo a todas las ti ranas del mundo, que un peridico es la condensacin ms alta del espritu hu mano. Yo pido, y si fuera mi partido Po der lo realizara, yo pido que fuera de la injuria y de la calumnia haya impuni dad completa para la prensa. Hacer periodismo en tales circunstan cias era casi imposible. Ante esta situacin, Castelar no tuvo ms remedio que cambiar de actividad y dedicarse a publicar en La Dis cusin, por entregas, un trabajo titulado Un hijo del pueblo. El contenido de esta obra no fue muy significativo, sin embargo resulta in teresante dar a conocer la dedicatoria que hace a Rivero a modo de Introduccin. Po demos comprobar la expresividad que Cas telar derrocha hacia su amigo, adems de elo giar su talante intransigente ante los problemas que se vivieron en aquella poca. Dice as: Yo, que hoy amo ms que nunca la li bertad porque el infortunio acrecienta a mis ojos su santidad y su grandeza, guardo un profundo reconocimiento a todos los que la mantienen con desin ters y decisin. Usted, que tantos sa crificios ha hecho por la l ibertad, com prende la admiracin que los corazo nes jvenes y desinteresados guardan siempre para todas las grandes accio nes, nico premio acaso que reciben aqu en la tierra. Slo puedo manifestar a usted mi cario ofrecindole esta po bre produccin. Castelar conect inmediatamente con Rivero, sintindose su protegido, y junto a l se introdujo rpidamente en el ambiente po ltico. Nicols Mara Rivero tena en ocasiones, sin embargo, un comportamiento ciertamen te agresivo; su carcter era casi insoportable y con muy poca capacidad de autocrtica. Una D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) prueba que puede demostrar lo que hemos comentado nos la relata el Marqus de Lema, en un l ibro titulado De la revolucin a la res tauracin: He odo y de toda autenticidad, mu chas ancdotas de don Nicols Mara Rivero. Al entonces coronel OLawlor ole referir cmo habiendo ido un da a buscar a don Nicols, ministro de la Go bernacin, por encargo del regente, cuyo ayudante era aqul, sal ieron ambos del Ministerio por la cal le del Correo en el coche oficial. La Puerta del Sol estaba completamente llena de gente y tambin las cal les adyacentes, pues tena lugar una manifestacin popular de las tan fre cuentes en aquel los tiempos. El coche no poda avanzar y las voces del coche ro y de los guardias eran desodas. Ri vero se baj y, enarbolando su bastn, empez a dar golpes con tal decisin y vigor que hizo abrirse a la multitud y, subindose en el coche, avanz ste con poca dificultad. A Rivero y a Castelar les atraa la de mocracia por varias razones: constitua la oposicin al rgimen establecido, defenda la l ibertad y posea un sentido romntico. Les apasionaba la lucha poltica, y en el la encontraban la seguridad de un duelo conti nuo, sin el cual no podan vivir. Adems, Rivero despertaba el inters y la admiracin de Castelar por su edad (era die ciocho aos mayor que ste), por ser diputa do (mxima aspiracin de nuestro tribuno) y porque, en cierto modo, lo senta como a un padre. Sin embargo, sera tambin conve niente conocer qu pensaba Rivero de Cas telar. Creemos que el diputado saba perfec tamente la gran vala de su discpulo y por eso sola marcar distancias, quiz, como dice Carmen Llorca: porque su orgullo se niega a sucumbir y formar parte del coro general de panegiristas de Castelar. Para demostrar los sentimientos que existan entre ambos polticos nos remiti mos a un discurso de Castelar, pronunciado en las Cortes el da 12 de marzo de 1870, en el cual resulta curioso apreciar las rplicas de Rivero: CASTELAR.- igame, igame el seor Ri vero dice Castelar, porque voy a dar le una grande oportunidad de prestar un grande servicio; igame el seor Ri vero. RIVERO, Ministro de la Gobernacin.- Estoy oyendo a vuestra seora hace dos horas. CASTELAR.- Vuestra seora me est oyendo hace dos horas, y yo que acariciaba la ilusin de que a su seora le gustaba orme! RIVERO, Ministro de la Gobernacin.- Cier tamente. CASTELAR.- Yo le digo a su seora que le oir tres horas, que le oir cuatro, sin cansarme nunca, aprendiendo siempre. RIVERO, Ministro de la Gobernacin.- De ninguna manera. CASTELAR.- S, seor Rivero, aprendiendo siempre, porque no soy un ingrato y no he olvidado lo mucho que de su seora he aprendido en poltica. Comprobamos en este texto la honestidad que demuestra Castelar al agradecer a Rivero tanto como de l ha aprendido. Para com plementar esta actitud, Castelar coment a unos magistrados cmo era la oratoria de Ri vero con las siguientes frases: Rivero es un portentoso orador; mientras le os os laten las sienes y os late el co razn como si oyerais una gran tempes tad. Y, sin embargo, su palabra no es f ci l, su voz no es grata... Seduce por el talento, la idea... Se ve que una organi zacin rebelde obedece a un espritu ver daderamente avasal lador. Su dialctica, como una espada de fuego, mata al con trario e i lumina el horizonte. 71 JOS LUIS BAZN LPEZ Este afecto que pareca inalterable se rompi cuando se produjo el viraje poltico de Rivero en 1868, posiblemente porque le des bordaba la popularidad de Castelar y se sen ta molesto al considerarse su profesor y ma estro. Lo que queda fuera de toda duda es 72 que Espaa y la democracia perdieron al rom perse su amistad. Castelar, aos ms tarde, continu expo niendo sus ideas a travs de los peridicos, con ms fuerza, si cabe, que en esta etapa que hemos analizado. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) CASTELAR EN LA UNIVERSIDAD M uchos de los Gobiernos existentes en la primera mitad del siglo pasado no slo se l imitaban a configurar y garantizar la su pervivencia de un modelo de organizacin so cial, sino que tambin prestaban determina dos servicios pbl icos que fueran de inters general. En la parcela educativa, la revolucin estableci unas normas de Instruccin Pbl i ca sobre la base de que la educacin es un servicio bueno y necesario que el Estado est obl igado a prestar a los ciudadanos. La pri mera enseanza se imparta en colegios p bl icos, que no eran ms que centros privados regentados por asociaciones de docentes; la enseanza superior era impartida por las uni versidades y los colegios mayores, los cuales sufragaban sus gastos con las rentas que obte nan de su propio patrimonio. Lgicamente, en estas condiciones y dadas la escasa tirada de los peridicos y su corta difusin, no debe de extraarnos que la mayora de espaoles fueran analfabetos. Ya haba dispuesto la Constitucin de 1812 la globalizacin en todo el territorio es paol de la primera enseanza. Su artculo 366 legislaba el establecimiento de escuelas de primeras letras en todos los pueblos de la Monarqua y el documento La Instruccin para el gobierno econmico -poltico de las provincias encarga su real izacin a los res pectivos ayuntamientos, que haban de aten der asimismo a su dotacin. Adems, la uni formidad de la enseanza estaba recogida de forma explcita en el mencionado reglamen to, y la disposicin de que el Estado costeara todos los gastos para hacer una enseanza pbl ica y gratuita. Por primera vez en Espaa se introdujo la articulacin de la enseanza en tres ciclos. Est claro que los puntos de mayor innovacin fueron los planes de estudio y la educacin poltica. Las ciencias desplazaron a las discipl inas filosficas tanto en la segun da como en la tercera enseanza. Como curiosidad, estando los l iberales en el poder un Decreto de fecha 7 de agosto de 1 81 3 (modificado en enero de 1837) ha ca desaparecer el castigo de los azotes como contrario al pudor, a la decencia y a la dignidad de los que son o nacen y se edu can para ser hombres l ibres y ciudadanos de la noble y heroica nacin espaola. La situacin tan conflictiva de la poca lleva a los determinados bandos a uti l izar la enseanza como medio de socializar y poli tizar a las personas en uno y en otro sentido. Mientras los liberales introducan la educa cin poltica en todos los planes de estudio, los absolutistas no dudaron en seguir el mismo mtodo, pero dotando los planes de estudio de un contenido diametralmente opuesto. El nivel educativo no rebasaba en la ma yora de los casos la primaria elemental, lo que provocaba un estrangulamiento a partir de la primaria superior, del que muchos culpaban a la segunda enseanza. La enseanza supe rior tuvo apenas l igeras modificaciones del alumnado en cuanto al nmero de matricu lados en la universidad. Los estudios de De recho y Medicina eran los ms atractivos, aun que en los ltimos aos del reinado de Isa bel II iniciaron un espectacular despegue las Facultades de Letras y Ciencias. Madrid, con 4.194 estudiantes matriculados durante el cur so 1864-65, y Barcelona, con 1.365, reunan ms de la mitad del total de alumnos del pas, en tanto que otras cuatro universidades (Ovie do, Salamanca, Zaragoza y Santiago de Com postela) no alcanzaban los 500 matriculados, ya que la mayora de alumnos preferan las dos universidades ms populosas. A principios de la dcada de los cin cuenta, Castelar haba adquirido una notable madurez. En el aspecto universitario, el da 30 de septiembre de 1851, nuestro tribuno, 73 JOS LUIS BAZN LPEZ despus de la correspondiente oposicin y siendo todava alumno, fue nombrado profe sor auxi l iar de la Escuela Normal de Fi losofa en la seccin de Literatura. Gonzlez Araco nos da ms detal les: ...con el haber anual de 1.000 pesetas, con la obl igacin de regentar, durante las enfermedades y ausencias de los pro fesores numerarios, las asignaturas de Li teratura latina, Griego, Literatura general y Literatura espaola; es decir cuando Castelar tena diez y nueve aos, edad de las pasiones en que la juventud suele fre cuentar paseos pbl icos, cafs, teatros y otros centros para dar expansin al es pritu proporcionando materiales goces al humano cuerpo, l, en el seno de la fa mi lia, consagrbase al estudio de los cl sicos para convertirse en maestro de sus condiscpulos, al mismo tiempo que se converta en profesor de sus antiguos protectores. Tres pesetas diarias gana das por su propio trabajo! Qu emo cin tan grande experiment al presen tar su madre la primera credencial con quistada en honrosa lid! Ya no soy un nio, ya soy un hombre!. La formacin intelectual de Castelar mostraba influencias principalmente de los pensadores franceses, y en menor medida de los alemanes, en especial de Hegel. Castelar se sinti atrado por las enseanzas del pen sador germano, ante todo aquella que supe ditaba los hechos a la teora: Yo creo que no hay como el mtodo hegeliano para mos trar la dialctica de los hechos. Esta forma de pensar dio pie a Menndez y Pelayo para cri ticarle con sarcasmos e ironas. En su obra Historia de los heterodoxos espaoles co menta de Castelar: Se haba pasado la vida haciendo diti rambos de hegelianismo popular e hist rico, cantando el desarrollo de los tres tr minos de la serie dialctica, poetizando el 74 incansable devenir y el influjo irrestaable de las cosas. l declaraba pertenecer al mundo de la fi losofa y de la razn, motivo suficiente para que pensemos que sus ideas polticas tuvieran que someterse a las circunstancias histricas, costumbres sociales, creencias, estado de los entendimientos y estado de los nimos. La revolucin no tena sentido para Castelar: desde el Estado, los derechos individuales, bases del progreso, deban ser transmitidos al pueblo convirtindoles en una realidad social. Se trata de una utopa, pero esto no restaba fe a nuestro tribuno. Lgicamente hizo que muchas personas que le rodeaban no comprendieran fcilmente su poltica, inspirada, segn Jarns, no en pasiones y conveniencias, sino en la reali dad. Posiblemente la decisin de hacer opo siciones a la ctedra de Historia Crtica y Filosfica de Espaa en la Universidad de Madrid, fuera un paso muy importante en la vida de Castelar. Estaba convencido de que no poda subsistir econmicamente de su carrera poltica; adems, necesitaba estar en contacto con la juventud. La inactividad periodstica y el deseo de dedicarse por completo al partido demcrata, fueron ele mentos determinantes tambin a la hora de opositar. La cantidad de reformas sobre la ense anza que fueron introducidas en la prime ra mitad del siglo pasado llevaron a la pro mulgacin de la Ley Moyano, que dio mu cho que hablar en nuestro pas por ciertas deficiencias que algunos especialistas en contraron en este reglamento. Dicha ley, cuya vigencia se prolong largamente, con figuraba una organizacin rgidamente je rarquizada en todas las reas administrativas y de instruccin pbl ica. Las autoridades que componan este sistema eran asesoradas por el correspondiente consejo, estable D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) ciendo dos niveles al situar la primera y se gunda enseanza bajo el control de los go bernadores civi les y alcaldes, segn el si guiente esquema: Ministerio de Fomento Y Director General Y Rector Y Gobernador Civil Alcalde Consejo de Instruccin Pulbica Consejo Universitario Junta Provincial de Instruccin Pblica Junta Local de Primera Enseanza La Ley Moyano confera al Consejo de Instruccin Pbl ica una importante funcin de control al atribuirle la planificacin de los pro gramas, revisables cada seis aos, as como las listas de los l ibros util izados en este tipo de en seanzas. Su control se intensific an ms al incluir la jerarqua eclesistica poco despus del Concordato. La apl icacin de dicha ley no tuvo la efi cacia que se esperaba, por cuanto el porcen taje de personas analfabetas continu siendo una caracterstica dominante en la poblacin espaola. Conviene recordar que los gastos de enseanza, incluida la paga del maestro, era competencia de los municipios, sin que es tas cargas estuviesen presupuestadas por par te del Estado (un mi l ln de reales anuales fue la cifra prevista para atender a todos aquel los municipios que no tuvieran medios suficien tes). La nmina de maestros alcanzaba los 2.500 reales para aquel los pueblos con una poblacin superior a 500 habitantes, y para los ncleos ms pequeos era competencia de los gobernadores civiles la asignacin del suel do; quiz de esta situacin surgieron las difi cultades legendarias que atravesaba este co lectivo, aunque realizaron cierta previsin que poda repercutir favorablemente: todos aquel los nios con una economa un poco saneada pagaran un complemento mnimo. Lgicamente en estas condiciones era muy difcil que los resultados fueran positivos, y al final distaron mucho de las previsiones ini ciales. Un ejemplo: en 1 859 el nmero de colegios de primaria era aproximadamente de 22.000, de los cuales el 99% no superaban el nivel ms elemental. Por si estas cifras fue ran poco explicativas tenemos que ampliar algo muy significativo: un 37% de maestros no tenan el ttulo superior. En el mbito universitario Castelar se en contr con dificultades como las anteriores. La Universidad de Madrid estaba mediatizada por la poltica, aunque tambin estaba im pregnada por una serie de profesores que im partan sus asignaturas con tesn para que la formacin de los estudiantes fuera positiva. Todas las pruebas que componan el de sarrol lo de la oposicin a la que se present Castelar eran muy complicadas. Por suerte, el peridico La Discusin estuvo al margen de este acontecimiento durante el tiempo que duraron los exmenes. El tribunal encargado de verificar sus conocimientos fue unnime a la hora de votar. Las personas que lo for maban fueron: Gil y Zrate, Moreno Lpez, Gayangos, Guerra, Cams, Ferrer del Ro, Sanz del Ro, Amador de los Ros y Nez Arenas. Gonzlez Araco es muy explcito a la hora de relatarnos este acontecimiento: Decir que sus discursos y las contesta ciones que daba los seores del tribu nal y los contrincantes fueron elo cuentsimas y convincentes, sera ocioso; aun aquellos mismos catedrticos enve jecidos en la enseanza se declararon vencidos ante la arrebatadora elocuencia del nuevo opositor. Anteponiendo la razn la conve niencia poltica, sus mismos adversarios le colocaron en el primer lugar de la terna. 75 JOS LUIS BAZN LPEZ El Ministro de Fomento, sobrio y severo castellano viejo, supo resistir las injustificadas exigencias de aquellos ms timoratos que, afectos las nuevas ide as que combatan por glotona concupis cencia, nombrando catedrtico de la Universidad Central Emilio Castelar, para que explicara nuestra historia na cional. La toma de posesin fue un acon tecimiento; su primera conferencia fue una solemnidad. El triunfo de Castelar fue celebrado por sus amigos y quienes le admiraban; este xi to era el comienzo de una mayor proyeccin social, motivo suficiente para que La Discu sin, un da despus de su toma de posesin como nuevo catedrtico (27 de febrero de 1857), comentara lo siguiente: Estas muestras de cario de parte de tantos antiguos catedrticos (...) dirigi das a un joven que tiene la significa cin poltica de todos conocida, prue ba que en la Universidad se apagan to das las pasiones y se atiende slo a la ciencia. Parece imposible que en pas tan soliviantado como el nuestro, don de todo se ha viciado, haya podido conservarse ese instinto en una regin serena y despejada, admitiendo a los que se presentan sin mirar la escarape la poltica que llevan, sino su ilustra cin y su ciencia. No podemos menos, en muestra de nuestra imparcialidad, de consignar aqu un testimonio de que el seor mi nistro de Fomento, comprendiendo en esta ocasin los deberes de su cargo y velando por la independencia tradi cional del profesorado, ha sido eficaz en confirmar el respetable fallo del ilus trado tribunal, rasgo de justicia que se debe mencionar con aplauso en estas circunstancias. 76 Foto 15: D. Ramn Mara Narvez. Debemos de aclarar que estos inconve nientes a los cuales hacia alusin el peridi co se deban en gran medida, al hecho de que estaba gobernando en Espaa una per sona que no tena demasiada predileccin por Castelar: el general Narvez. Ramn Mara Narvez naci en Loja, provincia de Granada, en 1800 y muri a en Madrid a los 68 aos. Proceda de una fami lia aristocrtica, y siendo muy joven inici la carrera de las armas. En 1822, siendo alfrez de la Guardia Real, se opuso rotundamente al pronunciamiento absolutista de ese cuerpo. Ya en Catalua, a las rdenes de Mina, luch contra las partidas realistas y las tropas abso lutistas francesas. Fue hecho prisionero y es tuvo encarcelado hasta 1824. Destac en Mendigorra (1835), ascendi a brigadier (1836) y aniquil la columna del jefe carlista Gmez de los Arcos. Su ascendencia liberal y su competencia como militar hicieron que D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) fuese aceptado por los progresistas y por los moderados. En octubre de 1838 se present en Madrid con sus tropas, lo que se interpret como un intento de golpe de estado de signo conservador. Este hecho, aadido a la hostili dad que le demostr Espartero, le oblig a di mitir de todos sus cargos y marcharse de Ma drid. Conspir para derrocar a los progresistas, siendo la principal figura entre los modera dos, y tras el fracaso del primer pronuncia miento, organiz con fondos de Mara Cristi na y de la nobleza francesa, una sociedad se creta a la que se sumaron muchos militares. Supo tener paciencia y esperar el mo mento de mximo desprestigio de Espartero para desencadenar, junto con los progresis tas y demcratas, un movimiento insurrec cional como protesta por las violaciones ins titucionales que haba cometido Espartero. En mayo de 1 844 ocup la Presidencia del Go bierno y, salvo alejamientos espordicos, se mantuvo en el poder hasta enero de 1851. Despus del golpe de estado contrarrevolu cionario de ODonnel I fue de nuevo el en cargado de formar Gobierno, dos veces ms tuvo que repetir esta misin y su muerte de rrumb el sistema poltico, donde l era pie za fundamental. Cualquier actividad cultural o poltica que real izaba Castelar despertaba la atencin de numerosas personas, y por supuesto la de los peridicos. El 7 de junio de 1857 se con virti en Doctor en Literatura gracias a la te sis que escribi sobre Lucano, apadrinada por el catedrtico de Literatura Latina, D. Alfre do Adolfo Cams. Este acontecimiento fue re flejado en todos los peridicos madri leos, que se hicieron eco del regalo que Lord How den, embajador de Inglaterra, ofreci a Cas telar: un ejemplar de Lucano de la edicin de Aldo el Viejo, impreso en Venecia en 1502. Una vez que hubo conseguido la ctedra en la Universidad madrilea, su vida social y profesional dio un cambio muy sustancial,. Sin embargo l no modific su contexto ideolgico y se mantuvo muy encima de los de rechos que haba ganado previamente. Su po pularidad fue enorme y se convirti en La Es trella Polar espaola. Octavio Picn nos narra la actuacin de Castelar en la Universidad: Cuando le conoc, explicaba en una de las aulas que tienen ventana al jardn, y recuerdo perfectamente la leccin de aquella maana. Hablaba de la lucha secular sostenida por los antiguos seo res castel lanos contra la Monarqua, y de cmo sta requera y buscaba el apo yo del Estado l lano. Iba diciendo cmo a pesar de que en Espaa no hubo nunca verdadero feudalismo, las guerras de casa a casa, y de solar a solar, y de cas tillo a castil lo, arruinaban a la patria; cmo poco a poco, unos monarcas por la fuerza y otros por la astucia, cundo con prisioneros y sangre, cundo con mercedes y honores, fueron cortndoles las garras, hasta que un fraile, nacido en tre gente pechera y miserable, les sujet a las gradas del trono, convirtindoles de guerreros en palaciegos, de batal la dores en cortesanos y de leones en pe rros. Para entender a aquel hombre era necesario haber ledo ya la Historia; pero l, en cambio, iba poniendo ante nues tros ojos la vida de la patria en una lar ga serie de obras artsticas, que eran cua dros de pintura rica en color y sabor de poca, ya eran bajorrel ieves de apaci ble y serena grandeza. Segn la ndole de los tiempos y sucesos cuyo recuerdo evo caba. Castelar pareca unas veces pintor romntico y otras escultor pagano. Sus lecciones nos deleitaban a los dieciocho aos como encantan a los ni os campesinos las consejas que al ca lor del hogar les cuentan sus abuelos. Desde que le o, siempre he considera do la Historia a travs del prisma con 77 JOS LUIS BAZN LPEZ que l me la hizo ver en el primer da; como la marcha de la Humanidad guia da por el progreso hacia las tierras pro metidas, an lejanas, de la l ibertad y de la justicia. A finales del siglo XVI I I y principios del XIX se fundaron en Francia una serie de cen tros culturales l lamados Ateneos. Como era de esperar, tanto en Espaa como en los pa ses que iban conformando su colonias suda mericanas, se imit la moda francesa de cre ar estos centros de reuniones cientficas y l i terarias. En 1820 se inaugur en Madrid el que llev por nombre de Ateneo Cientfico y Literario, por el que pasaron personajes tan importantes de la poca como Alcal Galiano, Flores Caldern o el Duque de Fras. Su acti vidad dur apenas tres aos, tras los cuales fue clausurado por el gobierno. En 1835, el Duque de Rivas volvi a reflotarlo con el nombre de Ateneo Madri leo, ayudado por Bretn de los Herreros, Ventura de la Vega, Martnez de la Rosa y Mesonero Romanos. Aos despus se convirti en centro de reunin de todos los estamentos madri leos, aunque indudablemente predominaban los literatos y los polticos. Esta institucin naci para mantener fuera de la Universidad toda co rriente de influencia no oficial, en especial si tena algo que ver con el espritu l iberal. Ya sa bemos que la Universidad madri lea no re accionaba cuando era atacada desde el Go bierno, por eso es evidente que los intelec tuales se dieran cobijo en un centro alternativo para poder expresar sus ideas y, transmitir las contadas investigaciones que les permita re alizar su escasez de medios. La forma de promocionar la cultura en el Ateneo tena sus particularidades, que llega ban incluso a rozar la clandestinidad. Por ejemplo: hubo una reunin, con votacin in cluida, donde un grupo de asociados deter minaron la no -existencia de Dios; a pesar de las cautelas lgicas, poco tiempo despus esta 78 noticia era recogida por la mayora de los pe ridicos madrileos. La Universidad de Madrid se le queda ba pequea a Castelar; por contra, el Ateneo ofreca una mayor proyeccin a las confe rencias de los catedrticos. Castelar opt, pues, por demostrar sus facultades a un p blico muy heterogneo. All se daban cita los polticos, los jvenes universitarios, los aris tcratas y personas interesadas en los temas que se discutan. Carmen Llorca nos matiza un poco ms: En el Ateneo se hablaba para los amigos y correligionarios, para el Cuerpo Di plomtico, la alta sociedad, y como era a la vez, la antesala del Congreso, serva de tribuna para los que an no pertene can a l. As, todos los intelectuales acu dan al Ateneo al anochecer, practican do ese noctambulismo esencialmente madrileo, que daba un carcter idea lista y romntico a una actividades in genuas y hermosas en la forma, s bien pel igrosas en el fondo. El da 23 de noviembre de 1 857 (el mis mo ao que obtuvo la ctedra) Castelar inici sus conferencias sobre Historia de la civili zacin en los cinco primeros siglos del cris tianismo. Aprovech la ocasin para demos trar sus extensos conocimientos y hacer alu siones polticas que eran comprendidas y aplaudidas por todos los asistentes. Mantu vo el espritu del Ateneo y le insufl un im pulso democrtico de tanta magnitud que, cuando Cnovas intent llegar a la presiden cia de la institucin, muchos se opusieron con el pretexto de que no era socio y Valera decidi su aceptacin con aquellas conocidas palabras: ...si no es socio, nuestra eleccin le har.. El peridico La poca, el 26 de mayo de 1 899 (un da despus de la muerte de Castelar), haciendo un recorrido por el quehacer poltico de nuestro tribuno, recor daba: D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) De todos modos, Cnovas en el Ate neo, donde estaba la palanca de la re volucin, no pudo, lgicamente impe dir ni San Gil ni Alcolea, las batal las psi colgicas de la democracia de Castelar. Ya conocemos que el portador de la an torcha democrtica sin lugar a dudas fue Cas telar; l despert con su sentimiento y con su palabra las conciencias de muchos hombres, principalmente estudiantes, para que partici paran en aquel la necesaria lucha democrti ca. Cuando imparta una conferencia, la sala estaba a rebosar. Intelectuales de relieve asis tan a el las: Alcal Galiano, Ros Rosas, Ca nalejas, Moret, Martos, Salmern, Giner de los Ros, Echegaray, Zorril la... Algunos de el los con una ideologa muy distinta a la de Castelar, lo que nos da idea de lo atractivo de sus discursos. Pero quiz el que ms valor es tas conferencias fue el escritor Alarcn, autor de innumerables novelas y nombrado Con sejero de Estado despus de defender la res tauracin de Alfonso XII, que coment: Vivos en mi memoria aquel los mo mentos de frentico entusiasmo que pas oyndote en el Ateneo, cuando a la ma gia de tus ideas se una la de tu palabra arrebatadora, nada se me ocurre decir que no sea vulgar y plido... Da vendr en que mi tosco pincel ensaye la ardua tarea de retratarte en la tribuna, cuando transfigurado y sublime suspendes el ni mo del auditorio, te apoderas de su razn y de sus sentidos, mago, magnetizador o poeta iluminado, y les obl igas a pensar, a sentir, a desear lo que t piensas, lo que t sientes, lo que t deseas. Hoy ha blo con el pensador, con el escritor, con tigo, Emilio... Con el otro, con el orador, con Castelar, no empleara yo argumen tos, no le escribira cartas, no investiga ra la verdad de lo que dijese: aplaudira y l lorara como todo el mundo y le dara la razn, aunque negase la luz del da. Tradicionalmente en el Ateneo se reun an las distintas hornadas de escritores libera les, que luego extendieron sus ideas a todos los estamentos sociales (incluidas la aristocracia y la alta burguesa). Hay que tener en cuenta, sin embargo, que a este reducto cultural y po ltico no tenan acceso ni la clase media -baja ni los obreros. Quiz el gobierno, que cono ca perfectamente la oposicin que practica ban, no quiso intervenir durante esta poca por temor a perder la influencia econmica de aquellos asistentes. Creemos que la adhesin de los intelec tuales al liberal ismo estuvo motivada por el continuo fracaso del rgimen parlamentario que exista en Espaa. Adems, haba recado sobre el los la fama de ser unos provocadores natos, fama que unida a la desorganizacin de los partidos haba elevado el desequil ibrio a cotas muy destacadas. Tampoco podemos ob viar la actuacin de ciertos gobernantes que olvidaron por completo a los intelectuales, a los que adems tacharon de demagogos en numerosas ocasiones. Fernndez Almagro, analizando esta circunstancia y refirindose a Isabel II, escribi lo siguiente: No minaron el trono los partidos pol ticos tanto como suele creerse. Ms bien es lo cierto que en un rgimen constitu cional bien observado los partidos ha bran sido lo bastante fuertes para este rilizar toda injerencia viciosa y anmala. Desde los tiempos de Fernando VII casi no se pens en Palacio ms que fomen tar disidencias y antagonismos persona les para que el poder real prevaleciese in contrastable, y el resultado fue que la re aleza encarnada, adems en mujer de flaqusima condicin se haba gastado an ms que los partidos y sus jefes. Si nos fijamos en Castelar como intelectual llegamos a la conclusin de que hizo poltica de la misma forma que oposit para la cte dra universitaria. El intelectual no est ni debe 79 JOS LUIS BAZN LPEZ de estar al servicio de la poltica, sino de todos los que formamos este mundo; el intelectual debe buscar la injusticia para denunciarla des pus, sin conformarse con su misin especfi ca de hacer l iteratura. Todos estos aspectos es taban en la mente de Castelar, y as lo demos tr durante la mayor parte de su vida. Aunque tuvo que interrumpir sus confe rencias en el Ateneo por razones familiares, los aos que se dedic a estos menesteres fue ron intensos y alcanzaron unos xitos ms all de lo esperado. Los partidos polticos contra rios a la ideologa castelariana no obstruye ron sus lecciones magistrales; se l imitaban a buscar la frmula para que ste ingresase en sus filas, contemporizando sin renunciar a su con versin. Esta actitud es, sin duda, una prueba de admiracin, e incluso de pasin por un hombre que daba todo por los dems. Es interesante conocer algunas frases que escribieron los peridicos ms carismticos de Madrid, y saber como reaccionaron ante ta les xitos, muchos de ellos con ideologa dis tinta a nuestro conferenciante: La poca: La simptica voz de Caste lar. La Regeneracin: Una sirena democr tica. El Fnix: Mucho sentimos que el tiem po y la experiencia no vayan modifi cando las opiniones polticas de este jo ven. La Esperanza: Si el seor Castelar no se corrige de el la podr ser un orador de ateneos, de teatros, de banquetes; no l le gar a serlo nunca de Parlamento ni mu cho menos de foro. Algunos otros, al carecer de otros ata ques ms dignos, publ ican noticias sin con trastar, como El Parlamento, que en mayo de 1858 anunci que Castelar iba a incor porarse a la redaccin de La poca. Otros peridicos moderados lanzaban frases con el nimo de enfrentar a Castelar con Pi y 80 Marga]] estos redactores desconocan el poco trabajo que haca falta para separar los. Ante esta situacin D. Emilio demos tr una buena capacidad de reaccin, porque estaba convencido de que tena una misin que cumpl ir: lograr para los espaoles las bases de una democracia social y econmi ca. Tambin es verdad que Castelar no dio la medida de su capacidad, aunque muchos amigos ntimos profetizaron a dnde poda l legar este joven l iberal. El marqus de Al baida nos lo demuestra: Sal imos admirados de or al seor Cas telar en el Ateneo. Jams ha estado ms admirable. A nuestro lado haba un ex tranjero de distincin, tan sorprendido como lo hubiramos estado nosotros si hubiera sido la vez primera que oamos a la perla de la democracia. Tan elo cuente como Lpez, pero con una ins truccin tan vasta, con un juicio tan rec to, que pareca increble a su edad. Ex puso todos los sistemas, desde el neoca tol icismo hasta el socialismo, con ras gos tales, que los mismos apstoles de estas doctrinas tan opuestas a las suyas no podan pedirle ms. Al salir del Ateneo decimos: Y este hombre no es diputado!. Castelar, el brillante joven, se limi ta a declarar, para que nadie tenga dudas: Yo demcrata siempre, por sentimiento y por reflexin, soy profundamente reli gioso. Aclaracin que deja en los ni mos de muchos ciertas perplejidades. En definitiva, l sabe que todo que digan los dems en torno a su personalidad, bien sea favorable o contrario, contribu ye a su fama, y l es, ante todo, un hom bre pblico. El cenit de esta poca castelariana fue la publicacin de su libro La Frmula del Pro greso, donde plasm las bases necesarias para que Espaa caminara por derroteros distintos D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y 0I3KA (1832-1899) del social ismo y de la monarqua. Dichas ba ses, fundamentales para el progreso que de seaba y que conducan irremisiblemente hacia la democracia son: El progreso es una verdadera filosofa y una verdad histrica. El progreso es el camino constante del hombre hacia la l ibertad. El progreso tiene en cada edad una fr mula, que tiende a la l ibertad. La frmula que sea ms l iberal, sa es la ms progresiva. La frmula ms l iberal en el siglo XX es la democracia. Castelar defendi durante mucho tiem po todas las ideas plasmadas en este l ibro, como por ejemplo, el sufragio universal, la l i bertad de imprenta, la l ibertad de crdito y de comercio, la inviolabi l idad del domicilio, la libertad de pensamiento, la libertad de accin y la asociacin pacfica. Predic con entu siasmo que la democracia era en definitiva la verdadera y necesaria l ibertad. La Frmula del Progreso es en real idad un resumen de las te oras republicanas, y creemos que no fue tan to una idea original de Castelar como un tra bajo de resumen sobre la libertad espaola. De todas formas, segn iba pasando el tiempo sus discursos sobre la democracia eran cada vez menos contundentes; el binomio de mocracia -libertad que planteaba Castelar en 1850 fue modificado dos dcadas despus in cluyendo la autoridad, la estabi lidad y la dis cipl ina. l continuaba creyendo en la impor tancia de los Parlamentos para que fueran po sibles la l ibertad y el orden, pero ms tarde, en su Crnica Internacional (septiembre de 1896), confes su pesar ante la constante de generacin de la democracia en demagogia y por ...que rodeen tantos sofismas y errores los principios ms puros y ms inmutables de jus ticia y derecho. El xito de esta publicacin se vio eclip sado por una depresin motivada por la muer te de su querida madre. Ya no volvi al Ate neo, las conferencias que le faltaron para con cluir el ciclo, las envi por escrito por temor a presentarse ante sus amigos y emocionarse hasta el extremo de malograr su oratoria. 81 JOS LUIS BAZN LPEZ PROBLEMAS FAMILIARES C onviene que valoremos, llegado este punto, la actuacin de dos personas que con disciplina, cario y esfuerzo arroparon a Castelar; nos estamos refiriendo a su ma dre y a su hermana. Ya conocemos los pro blemas que tuvo Mara Antonia desde que sali de Cdiz hasta que su hijo logr ga nar mil pesetas anuales como profesor re gente de la Escuela Normal de Filosofa. Es tas dos mujeres, sin firmes apoyos econ micos, continuaron dedicando, una vez ins taladas en Madrid todo su tiempo a la for macin del adolescente Castelar, que en trara en el mundo madrileo gracias a sus propias virtudes. En un principio vivieron en un humilde piso pagado con los peque os ahorros que posean, provenientes pro bablemente de familiares y amigos; la pre caria economa, sin embargo, haca el asun to cada vez ms complicado, a pesar de los apoyos que recibiran. No eran suficientes los obsequios que reciban en su casa; al gunos autores afirman que Castelar era el vecino de Madrid que ms impuestos paga ba por derechos de consumo. Nos dice He rrero Ochoa: A su casa afluan de las cuarenta y nue ve provincias de Espaa, y an de nues tras perdidas colonias y del extranjero, los primeros y ms escogidos productos con que le obsequiaban amigos y admirado res. Mas entre tanto manjar delicado, en tre tantas selectas viandas, le veamos a veces recibir, poco menos que con ho nores regios, una humilde cesta de habas tiernas y alcachofas, porque aquello te na el mrito extraordinario de ser de su tierra, y de haberse cogido exclusiva mente para l, pocas horas antes del huerto de sus amigos. 82 Foto 16: D. Emilio Castelar. S es verdad que nuestro ilustre tribuno reciba muy a menudo de toda Espaa infini dad de regalos, pero en la poca que estamos comentando los presentes slo procedan de sus familiares de Elda y de sus amigos de Sax. En una carta a su amigo Secundino, Castelar le dice: No puedes imaginarte cunto nos com placi ver aquella riqueza de tortas, ani ses, de longanizas, de morcillas... Tuvi mos un da de verdadera fiesta. Vamos a situarnos en 1857: Castelar tie ne veinticinco aos, ha alcanzado unas metas inimaginables, ha llegado a introducirse en la vida social y poltica con esfuerzo, pero con todo merecimiento. A esa edad era lgi co que se despertaran en l deseos de amor y de compartir su intimidad, circunstancias que D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) desembocaron en un romanticismo que le dur menos de lo que l deseaba. Tenemos la prueba en unas cartas, a raz un viaje por tie rras valencianas, que escribe a su amigo Ri vero, y que le publican en el peridico La Discusin: Son hermossimas sus mujeres, delei tosos sus campos, blancos y animados sus pueblos; y porque todo me guste, me gusta hasta el lenguaje. Se lo confieso a usted, me gusta mucho, muchsimo, el habla valenciana. Tal vez sean preocu paciones de la infancia; tal vez porque desde nio lo he odo en labios de seres amados. Al ao siguiente (1858) hizo otro viaje, pero en este caso a Al icante con motivo de la inauguracin de la lnea frrea que una esta capital con Madrid. El responsable de esta importante obra fue D. Jos de Salamanca, Marqus de Sala manca. Este financiero y poltico, nacido en Mlaga en 1811 y fallecido en Madrid en 1883, se interes por las construcciones fe rroviarias obteniendo sucesivamente las con cesiones de las lneas frreas Madrid -Aran juez, su continuacin hasta Almansa, y su con clusin definitiva en Alicante. Represent a Mlaga en las Cortes en 1837, ao en que se instal en Madrid, y desde donde oper en el mundo de los negocios, convirtindose en cin co aos en una persona de gran influencia econmica. En 1842 fue comisionado por el Gobierno espaol para la conversin de la deuda exterior en Londres y Pars, y su afortu nada gestin reforz su posicin como un gran financiero. Su enfrentamiento directo con Nar vez le obl ig a tomar parte activa en la pol tica; apoyado por Serrano logr ser Ministro de Hacienda. Como tantos otros, tuvo que exi l iarse por problemas polticos en dos ocasiones y en otras tantas declin su fortuna para reha cerse ms tarde. Hay que destacar que su amor a la pintura le hizo reunir una de las colec ciones de pintura antigua ms importantes de Espaa. Alberto Navarro nos da ms detal les: Para facilitar el trabajo a la compaa formada por Salamanca y activar ms el tendido de la lnea que enlazara Ali cante con la capital de Espaa, formse en la primera ciudad una comisin pre sidida por el gobernador civil, que obtuvo la concesin de la lnea frrea Alicante Almansa, inicindose los trabajos el 29 de marzo de 1 853 a las doce del da y concluyndose el 28 de diciembre de 1857. En el trmino municipal de Elda se abri el nico tnel existente en la lnea, figurando el ao que se termin (1857) en una lpida colocada en la clave del arco de salida hacia Madrid. En los trabajos del tendido se ocup el popular versificador Francisco Ganga El Se rfico, alguna de cuyas composiciones re cuerdan los duros momentos en que se en contraba en el camino de hierro/trabajando como un perro / por un msero jornal. En estos momentos Castelar ya era reco nocido como un personaje importante den tro de la escritura y la poltica, por lo que fue invitado a este magno acontecimiento. Nos lo podemos imaginar, despus de aos de in tensa lucha, volviendo a su tierra, puede que por primera vez desde que parti. Los senti mientos y los recuerdos volveran a su mente agolpndose unos encima de otros; debi de sentir el peso de la nostalgia al no poder visi tar detenidamente sus pueblos queridos del Val le del Vinalop. A las siete de la tarde del da 3 de enero de 1858, se inici desde Madrid el viaje inau gural, en el que tomaron parte personalidades como el Marqus de Salamanca, adems de un elevado nmero de periodistas. La esta cin de Alicante (engalanada, entre otro ador nos, con los escudos de Vi l lena, Sax, Elda, Monvar, Novelda y San Vicente) recibi a este primer ferrocarril con un ambiente de 83 JOS LUIS BAZN LPEZ fiesta y con la presencia de todas las autori dades provinciales, bandas de msica y nu meroso pbl ico. De la estancia de Castelar en Alicante nos informa Francisco Montero: Entre los expedicionarios que acompa aban a Salamanca, figurando entre el grupo de periodistas contabase D. Emilio Castelar y Ripol I, el que hospedose en los breves das que permaneci entre no sotros, en la morada de su amigo de la in fancia Tono Gald Lpez, como en len guaje famil iar llamaba el elocuente ora dor al que fue siempre su ntimo amigo. Recordando Castelar que el repu tado mdico D. Manuel Aus Monz fue su catedrtico en el tiempo que hizo sus estudios en el Instituto de Alicante, le hizo una visita de cortesa que el sabio Catedrtico agradeci en extremo. Tambin visit Castelar a los en tonces abnegados demcratas los her manos Mareili, D. Gaspar Beltrn y Monl lor, D. Rafael Nogueras. D. Ra fael Jord y Gadea, al popular sastre Gar ca y a Francisco Garca Lpez. Acompaado de varios amigos, Cas telar visit los ms hermosos jardines de nuestra Huerta, y a los dos das de estancia en Al icante, sali para Madrid en el mismo tren expedicionario que hizo el viaje nues tra capital. Estamos convencidos de que se despla zaron de Elda y Sax a saludarle, aunque no conste en ninguna publ icacin periodstica. Contara Castelar alrededor de veintisie te aos cuando conoci y se enamor de su prima Benita Guijarro. Parece ser que esta ca marista de la Infanta Isabel era una mujer de singular bel leza, elegante y vivaracha, id nea para cumplir con los requisitos desea dos por nuestro joven profesor. Mantuvieron en secreto esta relacin amorosa, ocultndo la a Mara Antonia. Guarner, en la biografa de Castelar, nos detal la el asunto: 84 Tras desavenencias fami l iares, causa das por aquel los amores, cay enferma la madre de Castelar; hubieron de multi plicarse los cuidados a la anciana seo ra y fueron disminuyendo los ahorros de la casa, que lleg a situacin bien apu rada. Cuando, como triste desenlace, fa l leci doa Mara Antonia, en una tar de desapacible del invierno de 1859, Castelar sinti remordimiento de su pro ceder ligero, y con amarga pena llor en arrepentimiento cuando la madre ya no poda perdonar al hijo arrepentido. Des de entonces quedaron rotas aquellas re laciones como expiacin por su com portamiento, y olvid a aquel la mujer, con la que no volvi a reanudar sus amo res, a pesar de los consejos de familiares y amigos. Castelar renunci a una vida compartida con la mujer que amaba. Existe en este suce so una cierta y lgica oscuridad, pero nos atrevemos a decir que Castelar no actu como un hroe, sino al dictado de su que rida madre. Guarner comenta: El amor haba pasado por su vida segui do del dolor; el hombre, estoico ante el primero, llor con el segundo y fundi el amor a la mujer y el amor a la madre en uno solo, grande y nico, que ofreci a la patria, que para Castelar tuvo siempre de la mujer amada y de la adorada madre... Este episodio est lleno de contradiccio nes y dudas:. Fue correcta su actitud Hubo circunstancias que le obligaron a tomar una decisin distinta a la que l deseaba. Car men Llorca nos dice: A l, luchador de casta, slo se le ocu rre decir que el amor fi l ial es la nica pasin que no tiene espinas y esconde a su madre aquel otro amor que siente por su prima Benita Guijarro. A esta dis tancia es difci l averiguar si Emi l io Cas D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y 013RA (1832-1899) telar ocult su amor por si tena la madre, en el orden matrimonial, idnticas aspi raciones para su hijo que en el orden poltico, o bien por si era para ella un desengao sentimental. En el caso de Antonia Ripoll me incl ino por la prime ra suposicin. Respetamos, como es lgico, la teora de esta gran escritora a la hora de comentar la oposicin de Mara Antonia al noviazgo de su hijo con Benita Guijarro, pero nos preguntamos si no pudo ocurrir que Benita estuviera unida por parentesco a la famil ia de Al iaga, que les acogi y ms tarde les ech de aquel lugar. Estamos convencidos de esta posibil idad, aun que resulta difcil adentrarse en el pensamiento de una persona como la madre de Castelar. La verdad es que esta seora cay gra vemente enferma y muri el 3 de febrero de 1859. Esta circunstancia obl ig a su hijo a cambiar completamente toda su estructura social y poltica. Un hombre como Castelar, l leno de sensibilidad, del icadeza y abnegado amor hacia su madre, no poda hacerse a la idea de la falta de un ser tan querido. No tuvo fuerzas para acompaar al fretro hasta el ce menterio. Los que presidieron el duelo fue ron Antonio Aparisi y Guijarro, Juan Abela y Francisco Garca Lpez. Se debi a esta triste prdida que Cas telar empezara a enviar sus terribles y furiosos ataques a los gobiernos. A partir de este he cho luctuoso comenz a actuar demoledora mente contra todo lo que estuviera alejado de sus ideas. Perdi en determinados aspec tos su fina e irnica diplomacia, su apasiona miento, y quiz su radicalismo le llev a vivir situaciones muy desagradables, como iremos viendo. 85 CAPTULO TERCERO LA REVOLUCIN DE 1868 (1859 - 1873) D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) TENSIONES POLTICAS L a Revolucin de 1868 ha sido objeto de unos profundos estudios desde el punto de vista de los acontecimientos ocurridos y desde la perspectiva de sus causas. Quiz los trabajos de Snchez Albornoz y de Vicens hayan sido los ms destacados. Estos auto res y alguno ms, han general izado el inicio de esta revolucin asegurando que se pro dujo por la crisis financiera de 1866, y una crisis de subsistencia que tuvo lugar en los mismos momentos de la revolucin. Segn Vicens el esquema de esta crisis fue el resultado de una acumulacin de pro blemas como consecuencia del desastre eco nmico, que afect al pas a finales del reinado de Isabel I I. Esta teora es la ms clsica, aun que podramos matizar que, desde nuestro punto de vista, el origen de la revolucin pue de encontrarse en las contradicciones del r gimen de 1845. Durante esta poca no se puede entender la colaboracin del sistema poltico porque no se incrementa la repre sentatividad del propio sistema; esto trae como consecuencia que la corona pierda po der, siendo una minora de personas econ micamente fuertes quienes monopol izaron la participacin en el sistema poltico. Por tan to, la nica sal ida de los gobiernos isabelinos es buscar partidarios mediante la democrati zacin y la descentral izacin. Si anal izamos la evolucin del rgimen isabel ino en su ltima etapa, podemos ob servar el temor perenne a perder el poder y la reduccin del nmero de apoyos, con una oposicin muy numerosa e impl icada en el devenir poltico. Una vez que el iminaron a los demcratas (curiosamente la existencia le gal como partido se plante como tema de debate para propiciar su desaparicin), los progresistas, a quienes la Reina nunca dio po sibil idades de alcanzar el poder, se escon dieron en 1863. A partir de ese momento los demcra tas y progresistas no tuvieron ms remedio que iniciar una lucha contra el Rgimen. Su objetivo inicial fue planear ms bien un pro nunciamiento que una verdadera revolucin, porque esta opcin ya haba fracasado en Va lencia y Pamplona. La programacin de mo vimientos revolucionarios vena dada por la or ganizacin del partido, compuesta por las jun tas revolucionarias, progresistas y demcra tas que actuaban en distintos ncleos de po blacin junto a conspiradores mil itares. Mien tras los demcratas se dedicaban a compro meter a las guarniciones, los progresistas man tenan su actividad propagandstica a travs de declaraciones pbl icas, como es el caso de varios manifiestos elaborados por las juntas revolucionarias de Madrid, insistiendo en la necesidad de derribar a los Borbones y pro clamar la soberana nacional. En este tipo de revoluciones puede no tarse perfectamente la dual idad de fuerzas y la discrepancia de objetivos. Mientras los mi l i tares se declaran en su mayora monrquicos y tratan de cambiar el Rgimen desplazando a la Reina y a la Constitucin, las Juntas desean implantar los elementos necesarios para iniciar un periodo democrtico. En 1860 Castelar vuelve a sus actividades periodsticas y polticas con verdadera pasin; empez a mandar esplndidos trabajos a dia rios americanos con temas tan destacados como la Guerra en frica y la sublevacin carlista de Ortega en San Carlos de la Rpita. Este suceso ocurri el 2 de abril de 1 860 de bido a unas conspiraciones carlistas que eran patrocinadas por Inglaterra. En el Archivo del Congreso de los Diputados existe una carta escrita por Gonzlez Bravo en Pars para el Duque de Valencia, en la cual comenta, en tre otras cosas, la actitud de Napolen III con relacin a Espaa. El monarca francs estaba muy descontento con la Corte y el Gobierno 89 JOS LUIS BAZN LPEZ espaol, y l lega a asegurar que Inglaterra es taba de acuerdo con Don Juan (hermano del Conde de Montemoln, que haba reclamado sus derechos al Trono en una exposicin fe chada en Londres el da 2 de junio de 1860) y que antes del invierno se producira un de sembarco en Espaa auspiciado por los in gleses; a cambio de esta intervencin inglesa, Don Juan se comprometa a proclamar la l i bertad de cultos, abol ir la trata de negros y liberalizar el comercio en las Antillas. Es lgico que esta circunstancia, y el pago de los cu pones y el auxilio de los revolucionarios de toda especie que tambin pretenda don Juan, hiciera saltar del trono a la Reina. Parece ra zonable que Napolen III estuviera disgusta do con la Corte espaola si aadimos a lo an terior el recelo mezclado con un tono de su perioridad que sentan los Bonaparte hacia los Borbones. Son dignas de comentario las polmicas que Castelar sostuvo con Severo Catal ina en los peridicos El Pensamiento y La Esperanza, y los comentarios sobre la guerra de Mjico. Con relacin a este ltimo tema Castelar es cribi en La Discusin (21 de junio de 1862): Una monarqua en Amrica! Pues qu, As se improvisan las monarquas Una Repbl ica puede nacer en un da. Una monarqua es obra de muchos siglos. En la Edad Media lo ms progresivo era la monarqua hereditaria, y la monarqua absoluta. Y, sin embargo, cuanto cost arraigar la monarqual. A estas actividades periodsticas hay que aadir la campaa poltica que empez a de sarrol lar por una serie de provincias espao las, a las que deseaba l levar el sentido de mocrtico a la vez que buscaba votos, de to das formas insuficientes ya que no consigui la candidatura a diputado. Dentro del traba jo anteriormente citado, revel su triste situa cin cuando coment que su pas le estaba ce rrando todas las puertas al Parlamento por ser 90 un ferviente demcrata. Tambin especifica ba que estaba luchando con todas sus fuerzas para intentar ser elegido en la regin levanti na. Es lgico el deseo de Castelar de repre sentar en las Cortes a pueblos como Sax y Elda por la pasin que senta por el los. Para poder comprobar estas circunstancias tene mos, una vez ms, que abusar del epistola rio dirigido a su amigo Secundino y entresa car de l unos prrafos: Madrid, 5 de Febrero de 1861. Querido Secundino: Nada me complacera tanto en el mundo como el ser diputado por el distrito de Sax. Tengo arreglados todos mis papeles, y tengo todos los requisitos necesarios para ser diputado. Pago de contribucin los mil reales que exige la ley. Deseo ser diputado para defender la libertad, pero serio por ah, sera el ma yor de mis placeres 24 de Abril de 1863. Justo ser que trabajis todo cuanto fuera posible para presentarme como candidato por ese dis trito, aunque no hubiese esperanza de xito. Tal vez tendramos base para otras elecciones. Aqu trabajamos con ahn co para lo de Cartagena. Al l veremos. 29 de Junio de 1863. Recibo con grande y verdadera alegra tu carta y la de Federico. Creo que debis comenzar p blicamente con los trabajos para sacar mi candidatura, al menos de las urnas, ya que no vencedora, honrada. Debes ver Belloc de Vil lena y comprometerle para los votos de los progresistas. En caso de que fuera necesaria una carta de algu nos de los jefes del partido progresista, d melo, y haremos que de aqu la escri ban. En Elda se puede contar con algunos votos, aunque la mayora est por San tonja... 25 de Julio de 1863. (...) Respecto elecciones, todo cuanto creis que debo hacer yo, lo har. Puedo decirte en confianza que no encontraremos una D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) grande oposicin de parte del goberna dor. Ya sabes que no aspiro ah a ven cer, sino consignar que en mi distrito natural hay mucha gente que de m se acuerda.... 14 de Octubre de 1863. (...) Ha blando de otra cosa, habrs visto cun unnime ha sido la abstencin en el par tido democrtico. Sin embargo, esto no debe ser obstculo para que trabajis todo lo posible, fin de preparar unas elecciones en lo porvenir. Yo, que as haya un poco de libertad electoral, saldra de varios distritos, yo tendra mucha honra optar por aquel donde casi he na cido; donde, al menos, tengo esos amigos de la infancia quienes queremos como individuos de nuestra misma famil ia... Es fci l comprender por qu Castelar era el pedestal grantico de La Discusin, ya que estaba siempre en contacto con todos los lec tores de provincias de ideas democrticas y con antecedentes republicanos. Esta expan sin obl ig a crear una edicin reducida y econmica del peridico, que en muy poco tiempo alcanz un xito inesperado. Fue tal lo conseguido que en muchas ciudades los an tidemocrticos gobernadores empezaron a detener a los pobres vendedores, motivo su ficiente para suspender la citada edicin. Las circunstancias nacidas por la popularidad de Castelar acarrearon innumerables problemas internos y las correspondientes polmicas, quiz el ms destacado fuera la actitud de Ri vero al sentirse un poco marginado de la fama, siendo el director y quedando en un segun do plano ante su antagonista. Como era de esperar, Castelar busc una frmula para superar el alejamiento con Rivero y, en los primeros das de enero de 1864 fun d su propio peridico: La Democracia. Den tro de las tertul ias periodsticas madri leas conocan perfectamente las diferencias exis tentes entre Castelar y Rivero, si bien ambos contrincantes guardaban para el los sus dis crepancias, y se esperaba con expectacin al gn artculo de Rivero sobre el nuevo peri dico. Artculo que no tard en llegar. Lo hizo en los siguientes trminos: Precisamente aparece La Democracia cuando, sobreexcitadas las pasiones de la gente reaccionaria, se nos califica de ilegales; se predica nuestra exclusin de la sociedad espaola; se nos atribuye todo gnero de propsitos desesperados y de lo curas polticas. Qu mejor respuesta a los que niegan nuestro desarrollo y a la r pida propagacin de nuestras doctrinas que la aparicin del nuevo peridico En este prrafo podemos comprobar la elegancia y habil idad de Rivero, que no desea dar a conocer las discrepancias con Castelar y transita por otros derroteros al comentar que el nuevo peridico nace porque el suyo esta ba saturado de lectores amantes de la demo cracia. Era de esperar que Castelar diera res puesta a lo escrito por su oponente, y lo hace, lgicamente, a travs de La Democracia, de esta manera: Confesamos que pocas veces hemos to mado la pluma con una emocin tan profunda. Vamos a dirigirnos al peridi co gloriossimo, honra de la prensa es paola, en que se ha escrito la mayor parte de todo lo que hay ilustre en la de mocracia, el peridico cuya vida ha sido y es una lucha perpetua, incansable, por esta idea, que i lumina la conciencia de nuestro pueblo. Si algn da pudieran pesar los resultados de la propaganda democrtica, no dudamos en creer que a La Discusin correspondera la mejor parte. Y que diremos de su director, el seor Rivero, que no haya dicho la fama Nosotros le conocemos, nosotros que hemos compartido con l tantos aos de vida poltica, nosotros somos los prime 91 JOS LUIS BAZN LPEZ ros en admirar su extraordinario talen to, su gran palabra, su acerada dialcti ca, a cuyos filos han cado tantas veces nuestros enemigos. Nosotros recordare mos siempre con gratitud nombres que representan grandes victorias de nuestra idea. Trabajemos, pues, todos unidos; trabajemos con grande constancia y re cogeremos el fruto a que aspiramos: el bien del pas, el triunfo de la justicia, la consagracin del derecho. Podemos observar en estas lneas como Castelar contesta a Rivero con el sentimiento lgico de una persona que respeta y consi dera al oponente, y por supuesto, con since ridad y cierto cario. A su peridico le con cede la categora que merece, ya que Caste lar contaba con una gran cantidad de inter venciones en l. Tras anal izar estas situaciones llegamos a la fci l conclusin de las angustias que viene padeciendo Castelar hasta la aparicin de su diario, pero a partir de ese momento lucha denodadamente para que su proyecto cuaje, no solamente en el ideario espaol, sino tam bin en el pensamiento europeo. En este me dio escrito notamos sus artculos, fraguados con terrible audacia, al exponer y criticar unas situaciones que disgustaran obviamente a quienes ostentaban el poder, principalmente a los isabel inos, aunque debemos destacar que las intervenciones periodsticas de Castelar crearon situaciones comprometidas tambin a otros estamentos polticos. Si nos fijamos en el primer trabajo que publ ic en su peridico, dispuesto con toda bri l lantez a grabar su ide ologa desde un principio, vemos que lo ini cia con una exaltacin al hombre, tal como Dios lo hizo. Creemos que fue una idea fun damental sobre la Historia originada en Fran cia, pero transmitida a otros pases europeos con la pretensin de modificar sus formas po lticas. Vamos a realizar un pequeo resumen de lo que escribi: 92 ...Sin ligaduras en las manos, sin mor dazas en los labios, con la conciencia resplandeciendo como una aureola sobre su frente; l ibre para escudriar con su inquieto pensamiento, cuyas alas nunca se abaten, todos los misterios del infini to; dueo de sus fuerzas, gozndose en ver apagadas a sus pies las hogueras don de murieron los mrtires de la libertad de pensar, y agonizante entre sus brazos el feudal ismo; dispuesto a grabar en el seno de la Naturaleza su idea y a ilumi nar las hasta entonces negras pginas de la Historia con el resplandor de sus de rechos. (...) El mundo entero respir como si le hubiesen quitado de encima gravsimo peso. La noche del 4 de agos to de 1 789 volvi a crear el espritu per dido en el sepulcro que le haban fabri cado los tiranos. Europa entera se arroj en brazos de aquel la grande Asamblea. Al eco de La Marsellesa huan despavo ridos los ejrcitos mantenedores de las tristes sombras de lo pasado. La imagen de la justicia, de la razn, se apareci entre los hombres. La puesta en marcha de La Democracia supuso para Castelar muchos quebraderos de cabeza, principalmente en el mbito eco nmico; tuvo problemas, por ejemplo, a la hora de adquirir la imprenta, pero estaba satisfecho porque el peridico tena ms de cuatro mi l suscriptores. No tard mucho tiempo en sufrir los ataques de los gobiernos u ltrarreaccionarios, como era de esperar, y eso le supuso una serie de multas, a las que hizo frente con paciencia y la ayuda de al gunos correl igionarios. El 19 de mayo de 1 865 escribi una carta a su amigo sajeo Secundino, en la cual le especificaba con todo detalle las circunstancias por las que es taba atravesando. Cuarenta y siete denun cias formaban parte de los inconvenientes de publicar determinados artculos en su pe D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) ridico, por lo que tuvo que pedir ayuda econmica a varios amigos: Las multas me asesinaran si el auxi l io de los amigos me faltase. Est demostrado que Castelar, a travs de su peridico, fue el defensor ms enco nado de la democracia; escribi una serie de artculos entre los meses de abril y jul io de 1864 que ponan por primera vez en entre dicho el carcter inviolable de la propiedad individual, adems de atacar el dogma de la l ibertad como condicin bsica en la justicia de los contratos, y abogar por la necesidad de una intervencin del Estado en favor de las clases trabajadoras. Esta situacin provoc la rpl ica inmediata de La Democracia, que combati el social ismo en otra serie de art culos, desatando una polmica que traspas los lmites madri leos. Todas estas compl i caciones vinieron como consecuencia de que, tras la breve esperanza que signific el periodo electoral de 1863, se replante el eterno problema de la legal izacin del par tido demcrata. Fueron momentos de en frentamiento entre los demcratas social istas, encabezados por Pi y Margal l y Castelar. La polmica anteriormente citada l leg hasta Barcelona porque la fraccin socialista de aquel la ciudad se sum lgicamente a la te sis de Pi y Marga! con un manifiesto donde aparecan frases como: La democracia pro clama la l ibertad de derecho, el socialismo la traduce en hecho o La accin colectiva empieza donde sea impotente la iniciativa individual. Existan notables diferencias entre un in dividual ista como Castelar y los social istas, diferencias que aparecieron cuando se cons tituy el primer Comit Central. Entre el da 15 de mayo y el 5 de junio se celebraron tres reuniones de las cuales sal i una comisin provisional formada por Rivero, Orense y Cas telar. Las designaciones se real izaron a travs de una votacin cuyo resultado fue el si guiente: CANDIDATO NMERO DE VOTOS Rivero Orense Castelar Figueras Sorn Pi y Margal l Agui lar Guisasola Becerra Leiva Martnez Garay Garca Lpez 82 61 56 46 27 21 13 13 3 2 1 1 1 Los tres ganadores convocaron a todos los delegados de los distintos comits pro vinciales a una Asamblea Nacional, para de cidir las directrices que el partido deba de to mar. Fue el 11 de noviembre cuando se ce lebr tan deseada reunin donde Castelar de clar abiertamente su guerra particular con tra el socialismo, y Pi y Margal l se comport con una transigencia digna de mencin. La posicin de Castelar fue motivo de que al gunos redactores de La Democracia, I iderados por Salmern, se enfrentaran a l. La mayo ra de los delegados trataron de solucionar este problema y se real izaron dos reuniones en casa de Figueras, en las que adems se elaboraron las bases del programa del parti do. Entre otras cuestiones aprobaron las si guientes: La l ibertad y la igualdad son los princi pios fundamentales del derecho. El fin inmediato de la democracia es la emancipacin de las clases proletarias. El problema social se resolver sin atacar los derechos individuales y Condenamos toda organizacin que mu tile los derechos de la personal idad hu mana. 93 JOS LUIS BAZN LPEZ El resultado del desarrollo de estas ba ses fue el Manifiesto del comit central de mocrtico del 15 de marzo de 1865. La ma yor parte del texto est compuesto por for mulaciones programticas, donde el punto de vista de los socialistas qued reducido a la mejora de la condicin de las clases trabaja doras. Para iniciar una buena organizacin den tro del partido, el directorio mand a todos los afiliados provinciales una circular con el fin de formar comits y ms tarde enviar un re presentante a Madrid. Parece ser que Castelar, sin el visto bueno de los otros componen tes, haba escrito algn prrafo al final de di cha circular donde aconsejaba alejar, en la medida de lo posible, a los socialistas. Rivero y Orense se imaginaron quien haba sido el autor de estas lneas, pero no lo comentaron; sin embargo, en una reunin celebrada el 11 de noviembre, Rivero dijo que le haban lle gado escritos de algunas provincias pregun tando a la Comisin si en los trabajos que se iban a desarrollar tenan que excluir las ideas del nuevo socialismo. Orense y Rivero des mintieron su participacin en este enredo; Cas telar guard silencio. En dicha reunin, cele brada en casa de Sorn, donde haban acudi do cerca de ochenta personas, la mayora se pusieron en contra de la actuacin de Caste lar. Segn consta en el acta, el primero en ha blar fue Pi y Margall, que entre otras cosas dijo que consideraba necesario que el culpable diera algunas explicaciones y termin con esta frase: ...y, por ltimo, que l y todos sus ami gos estaban dispuestos a cooperar a la orga nizacin, aun cuando para ello fuera necesa rio retirar algunas palabras. Aparece tambin en el acta la inusual respuesta de Castelar: El seor Castelar entr en el uso de la pa labra, y, sin negar, ni conceder el hecho denunciado, dijo que las palabras de unin, consignadas en la circular, no se referan de ningn modo a los socialistas, 94 Foto 17: D. Francisco Pi y Marga. sino nica y exclusivamente a los dem cratas; que cuando el seor Pi y Margall empez a tratar la cuestin social, fue a rogarle en compaa de algunos amigos que la suspendiera, si no quera dividir el partido, y le contest: IQue se divida!; que le manifest que la democracia se iba a hundir, y que tambin le contest: iQue se hunda!. (...) Que no transigira nunca, aunque se quedase solo, con el nuevo socialismo, y que le declaraba la guerra sin tregua ni descanso. Todo lo dicho por Castelar produjo un efecto ms negativo entre los asistentes de lo que l esperaba. Desde aquel momento Sal mern, Fernando Gonzlez, Gmez Marn, Ua y Rodrguez dimitieron de la Redaccin de La Democracia. La ideologa de Castelar no estaba en sintona con las personas que componan el D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) partido. Ya conocemos lo que le alejaba de Ri vero; de Pi y Margal l le separaba el fanatismo tan radical que mantuvo durante toda su vida poltica. Francisco Pi y Margal l, nacido en Barcelona en 1 824 y fal lecido en Madrid en 1901, era hijo de un obrero textil, sargento de la Mil icia nacional . A los siete aos ingres en el seminario, donde estuvo seis aos, des pus estudi Derecho y en 1847 se instal en Madrid. Empez a colaborar en diferentes peridicos gozando de un cierto prestigio hasta que inici su participacin en la polti ca (1854). Durante este ao escribi diver sos manifiestos demcratas y se present a las elecciones a Cortes por Barcelona, en las cuales fue derrotado por Prim. Defendi su ideologa social ista basada en la existencia de un campesinado independiente junto a pequeas industrias regidas por cooperativas obreras, unidas en federaciones libres, a las que un estado descentral izado proporciona ra crditos. Aparte de su participacin en distintos sucesos, que iremos viendo en si guientes captulos, cuando volvi a Espaa despus de la revuelta de San Gil, su activi dad se centr en mantener dentro del Partido Federal su teora pacifista y su poltica de oposicin parlamentaria. Fue elegido dipu tado por Barcelona. Cuando l leg la Rep bl ica, como Ministro de la Gobernacin or den la disolucin de las juntas y restable ci los ayuntamientos. En una etapa de su vida se identific con el cantonal ismo, y una vez restaurada la Monarqua continu con su federal ismo. Como nota destacada pode mos citar la fundacin de El Nuevo rgimen, desde donde inici una fuerte campaa en pro de la independencia cubana y en contra de la poltica colonial espaola. En los ltimos aos de su vida se convirti en una figura le gendaria, reclamado principalmente por los anarquistas, los cuales estaban fascinados por su integridad y atrados por sus continuos ata ques al poder en defensa de la vida munici pal y provincial. Para conocer mejor a este personaje nos remitirnos a la opinin de Carmen Llorca: Pi y Margall era una de esas figuras de santn que, de vez en cuando, regala la Providencia a los pueblos que se en cuentran en situacin crtica. Era uno de esos hombres que no se equivocaban ja ms y que resultan sospechosos a la fuer za de ser demasiados ntegros. Digo que no se equivocaba jams, porque jams rectificaba sus errores y cuando resulta ba palpable que sus ideas estaban en evi dente contradiccin con la realidad, con sideraba que el mal funcionamiento era debido a culpas ajenas y no a personales equivocaciones. Estamos de acuerdo con esta insigne es critora, porque cuando la sociedad espaola empez a darle la espalda por la catstrofe producida por el federalismo en 1873, des preci a los que no mantenan su misma opi nin y se mantuvo firme con su idea. La mayora de los historiadores coinciden en que Castelar no tomaba en serio las ac tuaciones de Pi y Margal l, y que sus enfren tamientos se debieron al empeo del Partido Demcrata y de la masa de trabajadores es paoles por enfrentar a tan ilustres hombres. Pi y Margal l era un terrible polemista, con un punto de agresividad a la hora de estudiar si tuaciones delicadas, pero era bastante popu lar. Fue ste el motivo de la polmica entre Castelar y Pi y Margal l En la Introduccin del l ibro Antologa de las Cortes Constitu yentes de 1869 y 1870, escrito por F. Cul lar y Julio Burell, se dice: Pi y Margal l llega a ocupar en el corazn del pueblo un espacio mayor que el propio Castelar. No creemos que Castelar pudiera sentir envidia de su opo nente, ya que la popularidad de ambos era distinta. Creemos que es momento de trans cribir el breve retrato que hizo Castelar a Pi y Margal l, l leno de las clsicas ironas pero sin perder el buen gusto: 95 JOS LUIS BAZN LPEZ Hay que cuidarse mucho de ese ora dor que se os presenta de perfil, cubier ta la mirada con el cristal de las gafas, echando atrs el brazo izquierdo, en guardia el derecho, rgido el ndice es grimiendo como para perforaros el cr neo con un golpe recto y meteros dentro toda su ciencia y todo su pacto. Castelar pretende que en su peridico se publiquen un nmero amplio de colabo raciones polticas y literarias atractivas para los lectores. La Democracia cont enseguida con los artculos de Carol ina Coronado. Esta figura de la literatura espaola, nacida en Al mendralejo en 1823, fue gran amiga de Cas telar (al que dio asi lo, como ya veremos en el captulo correspondiente) y su casa madri le a se convirti en uno de los centros cultura les ms importantes de la capital de Espaa. Es autora de varias obras teatrales y en sus no velas se puede apreciar el tema amoroso con un cierto aire mstico y, por supuesto, una continua evocacin a la naturaleza. Carol ina Coronado empez a deleitar a los lectores de La Democracia con una serie de artculos muy al corriente de las circuns tancias polticas y sociales. Adems, muchas personas vieron en el la el smbolo femenino de la democracia, quiz debido a que se cas con un norteamericano y por aquel entonces Estados Unidos era, en Espaa y en muchos otros pases, la nacin democrtica de la cual haba que tomar ejemplo. Estas colaboracio nes dieron ms prestigio a su persona y al pe ridico. A este respecto, Rivero, muy inteli gentemente, no quiso entrar en la contienda entre Castelar y Pi y Margal l; aduciendo pro blemas de salud renunci a la direccin de La Discusin, y a partir del 1 de abril se hizo cargo de este puesto Pi y Margall. Algunos es tudiosos del tema han comentado que en esta maniobra pudo tener mucho que ver la ma sonera, aunque lo cierto es que la contienda empez a tomar unos derroteros muy signifi 96 cativos. Rivero, separado del peridico, no estuvo de acuerdo con ese nombramiento, porque anteriormente cuando los conten dientes estaban en plena euforia dialctica ya se encarg de mandar una carta a Pi y Margall a travs de La Discusin (26 de mayo de 1864), donde le demuestra su antipata ante una conducta que se sali de los derroteros planificados por el partido: Yo no he tenido parte ninguna en el nombramiento de usted para director de La Discusin. Es ms: me he opuesto a l cuando decorosamente pude hacerlo; y sobre otros, no sobre m, pesa la res ponsabilidad o la gloria de este nom bramiento. Mas por lo mismo que yo he previsto y anunci a todos la perturbacin que usted, por su falta de espritu prcti co y por ciertas aspiraciones, penosa mente reprimidas por m cuando era us ted redactor, iba a producir en el partido, debo ahora decir que considero benefi ciosa, eminentemente salvadora la cri sis que hoy experimenta la democracia espaola.... estoy seguro que nuestro par tido, en esta suprema lucha se depurar de los elementos heterogneos que ha can mirar su triunfo como terrible y pe ligroso. Analistas de esta situacin han configu rado el enfrentamiento entre el socialismo de Pi y Margal l y el l iberal ismo de Castelar. Lo ms curioso es que las teoras que defendan no eran nuevas; aos atrs Pi y Margal l ya ha ba escrito sobre la necesidad e importancia del social ismo dentro del partido demcrata. Unos meses despus el Marqus de Albaida trans miti una teora contraria al anterior: El so cial ismo es incompatible con la democracia. Pi y Margal l, influido por Fourier, se conside raba socialista, aunque no siempre lo demos traba; haba situaciones incluso donde escon da la palabra socialista, por evitar ciertos ries gos ante determinados amigos y lectores. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Segn pasaba el tiempo, la polmica en tre ambos polticos era cada vez ms agresi va, y el provecho que de el la obtenan los partidos opositores era cada vez mayor. Ante estas circunstancias tom cartas en el asunto el fiscal, que pretenda prohibir tales publ i caciones, aunque al final no l lev a cabo su propsito. Si en alguna ocasin la pugna era ms suave entre ambos, los obreros espaoles enviaban cartas y cartas a los dos peridicos para que continuara furiosamente. As ocu rri, por ejemplo, en junio, cuando la pol mica alcanz un nivel en el cual el respeto bri l laba por su ausencia. En La Democracia se poda leer: Tenemos el derecho de increpar a La Discusin, y de acusarle de haber pro movido, bajo las tiendas tranqui las de la democracia, inconvenientes discordias. He aqu su delito. En cuanto su socialismo, qu nos importa. Castelar no poda obviar estas palabras e intervino rpidamente publicando una serie de artculos sobre el social ismo. Cuando l leg el otoo, Pi y Margal l abandon la direccin de La Discusin y entonces final iz esta prolon gada polmica, que en determinados mo mentos pudo haber perjudicado a ambos con tendientes. Castelar, con la elegancia que le ca racterizaba, aprovech la situacin de su opo nente para despedirse de la siguiente manera: El seor don Francisco Pi y Margal l se ha separado de la redaccin y direccin de La Discusin. No damos a nuestros lectores esta noticia sin verdadero senti miento. Cualesquiera que hayan sido nuestras diferencias, por mucho que ha yamos deplorado y deploramos la actitud que crey conveniente imprimir al pe ridico que diriga, La Democracia se complace en reconocer, no ya el talento y vasta instruccin del seor Pi y Margal l, sino lo que es mejor y ms honroso to dava, la singular modestia, la probidad austera, la viril entereza que le adornan. Ardientes han sido nuestras controver sias, por lo mismo que de una y otra par te haba convicciones sinceras. Y en esta hora postrera en que el seor Pi se reti ra a su casa, amargada acaso el alma con el convencimiento de la ruina de su idea, nosotros declaramos que si hemos visto con frecuencia en l un adversa rio, jams le hemos credo un enemigo, y que si una frase, una sola palabra que tenga derecho a creer cruel u ofensiva hubiramos vertido en el calor de la po lmica, desde luego la consideramos no escrita, temeraria, injustificada. (17 de septiembre de 1864). Despus de aquel la reunin del 11 de noviembre donde Castelar sal i muy mal parado, el poltico se hal laba aparentemen te sin el apoyo de muchos de sus antiguos amigos. Orense le mantiene la amistad, pero otros le abandonan; conserva, sin embargo, mucha ms popularidad que Pi y Margal l, y acta con rapidez: organiz una reunin electoral democrtica que se iba a celebrar en el Circo de Price, pero curiosamente, la prohibi el Gobierno. En el la pretenda pre sentar una nueva candidatura, adelantn dose a sus oponentes. Lo que s est claro es que los social istas comandados por Pi y Margal l queran real izar la tpica maniobra de al iarse con los demcratas o republicanos buscando un solo fin: el Poder. Ante esta si tuacin, Castelar prefiri quedarse al margen y demostr, como en otras tantas ocasiones, que era un demcrata, que deseaba estar al margen de los manejos polticos y que se mantena dentro de sus dimensiones ideo lgicas. Carmen Llorca dice: Fue un gran sol itario. 97 JOS LUIS BAZN LPEZ EL RASGO L a situacin que, en 1864, estaba atrave sando la Monarqua era desesperante para Isabel II: no dispona de un gobierno capaz de concebir algn sistema constructivo, pero no poda prescindir de aquellos gobernantes de confusa ideologa, tan fanticos como dema gogos. Estas circunstancias llevaron al aban dono completo a la Reina, que no poda en sayar gobiernos cuya nica fuerza era el mie do a distintos partidos polticos, principal mente los conservadores, sin olvidar a la bur guesa acomodada. El 17 de enero de 1864 a Miraflores le sucede Lorenzo Arrazola, que slo se mantuvo en el poder un mes y doce das. Se coment en los crculos madrileos que Prim fue llamado entonces para constituir un nuevo gobierno, pero que, desairado por la Reina, se prepar con todas sus fuerzas conspiradoras a organizar la revolucin. Apo yado por ODonnell, D. Alejandro Mon go bern por espacio de poco ms de seis meses, pero ante la difcil situacin que creaba a un gobierno liberal el reconocimiento del nuevo reino de Italia, Leopoldo ODonnel I aconse j a la Reina que nombrase primer ministro a Narvez. En estos momentos volva al poder el partido moderado, en la ms crtica situa cin en que se haya formado gabinete alguno. Narvez saba perfectamente que su mi sin sera la de contener la revolucin y con vertirse en un perfecto polica para contro lar las intentonas golpistas de Prim, que cada vez encontraba mejor ambiente entre el ejr cito y el pueblo. Este estadista haba formado un Gobierno donde figuraban dos ministros con los cuales Castelar se iba a enfrentar, nos estamos refiriendo a Luis Gonzlez Bravo, Ministro de la Gobernacin, y a Antonio Al cal Galiano, Ministro de Fomento. Castelar conoca muy bien al primero, e incluso sen 98 Foto 18: Luis Gonzlez Bravo. ta por l un cierto afecto poltico, bien por su oratoria, bien porque siempre vea en l a un revolucionario, y posiblemente a un hombre que poda ganarse para la democracia. Gonzlez Bravo haba nacido en Cdiz en 1811 y muri en Biarritz en 1871. Siendo muy joven milit en las filas del progresismo ms exaltado y destac como periodista sat rico y demaggico a travs de El Guirigay. Cuando Espartero subi al poder fue diputa do en Cortes donde comenz su carrera po ltica. Se march a Barcelona con Serrano para encabezar la revuelta contra el regente y estuvo, junto a Narvez, en la accin de To rrejn de Ardoz. Fue el propio Narvez quien le instal en la Jefatura del Gobierno, con el fin de que realizara una serie de medidas re accionarias que de por s eran muy impopu lares: Disolvi el Congreso, desarm a la Mi licia Nacional, amordaz a la prensa, resta bleci el impuesto de consumo y colabor para que volviera a Espaa la Reina madre. Una vez que haba conseguido todo lo pro gramado por Narvez, le nombr Embajador D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) de Espaa en Portugal. Curiosamente, ni los propios moderados deseaban contar con una persona de tan mala reputacin. Ya sabemos que fue Ministro de la Gobernacin, y en esta etapa fue el responsable de los sangrientos sucesos de la noche de San Daniel que sir vieron para acrecentar su impopularidad. En 1868 pas a presidir el Gabinete y se empe en gobernar contra todo y contra todos, sin ms argumento que la fuerza, no supo ad vertir la gravedad de los movimientos polticos que se estaban produciendo a su alrededor, y como era lgico la revolucin de septiembre le sorprendi completamente desprevenido y fue la causa del hundimiento de su Gobierno y, por supuesto, de la Reina. Una vez instala do en Biarritz realiz la ltima de sus aposta sas: se adhiri al carl ismo. Castelar, que conoca a fondo a este po ltico, cada vez que le atacaba buscaba sus antecedentes demaggicos: Si para ser ministro se necesita decir lo que ayer dijo el seor Gonzlez Bravo, arrastrar por el suelo el don de la palabra, esa lengua de fuego que slo l levan so bre su frente los elegidos, presentarse como ayer se present el seor Gonzlez Bravo, bendita sea la pobreza, bendita sea la oscuridad, bendita sea la priva cin eterna de todos los poderes y de to das las dignidades del mundo. Castelar tena una cierta mala intencin con todos aquel los polticos que olvidaban su ideologa para estar permanentemente en el poder, y ste era el caso de Gonzlez Bra vo, que adems era una pieza que haba pues to Narvez en el Gobierno, como todos sab an, para poder conseguir sus propsitos. Pero con quien no tuvo reparos a la hora de com batirlo con fuerza fue con Alcal Gal iano, Mi nistro de Fomento. ste, nacido en 1 789 tam bin en Cdiz y muerto en Madrid en 1865, tom parte muy activa en el pronunciamien to de Riego y se distingui como un liberal de avanzadas ideas durante el trienio consti tucional, siendo uno de los oradores ms ca rismticos de aquella poca. Al producirse la invasin francesa tuvo que huir a Inglaterra, mientras el gobierno de Fernando VII le con den a muerte en dos ocasiones por rebelda. Cuando regres a Espaa, siete aos despus, fue elegido diputado y realiz un cambio muy brusco en su ideologa al pasarse al mode rantismo. Fue Ministro de Marina, pero por los sucesos de La Granja tuvo que volver a exi liarse, en este caso perseguido por los li berales. Cuando volvi fue nombrado Minis tro de Fomento, como ya hemos comentado; este cargo tena cuando se produjo la san grienta represin contra los estudiantes en la noche de San Daniel. Al da siguiente de este suceso sufri un ataque de apopleja, en ple no Consejo de Ministros, a consecuencia de lo cual falleci. Si anal izamos su historial es fcil llegar a las mismas conclusiones que Castelar, por que an siendo un gran orador, sus cambios pusieron en pel igro muchas de sus actuacio nes, y por si fuera poco declar pblicamen te en el Senado que era un gran apstata, y que todos eran como l. Ante dicha declara cin Castelar lo describi como orador de la Fontana, camalen poltico y apstata. Y despus de adjetivarle as dijo: Que siempre le queda el consuelo de haber manchado su palabra con ningu na apostasa, en el siglo de oro de los apstatas; el no haber doblegado su ca rcter a ninguna bajeza, en el siglo de oro de los cortesanos; y an le quedaba un refugio: la serena tranqui l idad de su conciencia. Todas las personas que conozcan la for ma de pensar y de sentir de Emil io Castelar saben que el nico que poda decir que no era apstata, sin ninguna duda, por eso estaba obl igado a enfrentarse a l de una manera di recta, aunque la diferencia de edad desmotiv 99 JOS LUIS BAZN LPEZ un poco a nuestro tribuno. Alcal Gal iano fue un gran orador en su poca, como Castelar lo habra de ser en la suya, pero el inicio de ta les diferencias se haba producido en el mismo instante que Castelar empez a dar sus confe rencias en el Ateneo madri leo. El patrimonio de los reyes espaoles es taba compuesto por un conjunto de palacios, castil los y propiedades de todo gnero que los monarcas haban reservado para el deco ro de la Corona. Narvez y su Gobierno pen saron que si ponan a la venta la mayor par te de dicho patrimonio podran al iviar la Ha cienda pbl ica y de rebote apuntalar la pre caria popularidad de la Reina. A tales prop sitos obedeci la Ley del Patrimonio Nacional de 12 de mayo de 1865, segn la cual se de limitaban los palacios, bosques y parques que haban de constituir un mayorazgo anexo a la Corona, quedando el resto como propiedad particular de la Reina, quien orden que se procediese a la venta de aquella cantidad de fincas rsticas y urbanas, entregando al erario pblico las tres cuartas partes de su importe. El pueblo estim la generosidad de la Reina, y la prensa gubernamental se encarg de exal tar este rasgo. Castelar, harto de los elogios de los mo derados, harto del engao al pueblo, public un sensacional artculo titulado El Rasgo, el da 25 de febrero, en el que impugn esas ale gras, demostrando que todo aquel lo era un re curso hbil para proporcionar algunos mil lo nes a la reina Isabel, que, como ocurra con mucha frecuencia, se hal laba por entonces en una situacin econmica muy apurada, debido en gran parte a su indiferencia por el dinero y a los caritativos sentimientos que la hicieron tan popular en Madrid. La impor tancia de este artculo nos obliga a reprodu cirlo ntegramente: Los peridicos reaccionarios de todos los matices nos han atronado los odos en estos ltimos das con la expansin de su ruidoso entusiasmo, de sus himnos 100 pindricos; verdadero delrium trmens de la adulacin cortesana. Segn el los, ni la casta Berenguela, ni la animosa Mara de Mol ina, ni la generosa Sancha, ni la grande Isabel, ni reina alguna desde Se mramis hasta Mara Luisa, han tenido inspiracin semejante a la inspiracin que registrarn con gloria nuestros ana les y escribirn con letras de oro los agra decidos pueblos en bruidos mrmoles. El general Narvez, que en esto de acha ques de Historia es muy fuerte, ha di cho, si bien con voz ms apagada que en Arlabn, ha dicho no recordar rey algu no capaz de tanta abnegacin. Don Mar tn Belda, hombre de grandes pulmones, ha gritado de suerte que bambolearon hasta las bvedas del Congreso. Don Lope Gisbert nos ha dado una muestra de oratoria bizantina, diga, por lo extraa a los Parlamentos, de eterna recorda cin. El Congreso ha sal ido de madre y di latndose por esas cal les, mereciendo de la guardia de palacio honores idnti cos a los que se tributan al liberal infan te don Sebastin Gabriel. La mano tri bunicia de Gonzlez Bravo, que en otro tiempo acariciara el pual de Bruto, ha movido los hilos del telgrafo para que la nacin entera se postrase de hinojos, y to das las campanas perturbarn los aires difundiendo con sus lenguas de bronce en ondas sonoras el entusiasmo pbl ico por la regin de las estrellas. Hasta el paraso del Teatro Real se ha contagiado: ese paraso que por su particular idio sincrasia es el infierno de las silbas. Slo falta una corona potica y una estatua. De la primera ya se han encargado los gacetilleros de los peridicos subven cionados, y la segunda ya la han pro puesto Las Noticias, de tal magnitud, que a su lado parecern enanos el coloso de Rodas y la esfinge de Tebas. Regocij monos, pues; juntemos las manos, abra D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) mos el pecho, doblemos la rodil la y la es pina dorsal, y el mundo entero sepa que aqu no ha muerto la raza de los corte sanos. Si la voz de La Democracia pudie ra l legar hasta el palacio de los reyes, ta piados a la verdad por turbas de corte sanos, seramos osados a decirles que despidieran tantos aduladores. No eran para los reyes los das del siglo decimo sptimo tan difciles como son los das del siglo decimonono, y, sin embargo, Quevedo aconsejaba a Fel ipe IV que arrojase lejos de s a los atrevidos que con la casa real comercian. El rey deca el grande escritor- puede y debe tener sufrimiento para no castigar con demos tracin por su mano en todos los casos; mas en el que tocare a desautorizar su casa y profanarla, l ha de ser el ejecu tor de su justicia. Este gnero de gente, se or, el rey que los ve en su casa no ha de aguantar a que otro los castigue y los eche. Mejor parece el azote en sus ma nos para esto que el cetro. Los modera dos, ineptos y corrompidos, que pen dientes de un cabello caan sobre el abis mo, han hecho del patrimonio de la co rona asunto de sus cbalas, alimento de sus intrigas, pedestal de su poder maldi to, y no han tirado a presentar la casa real como el escudo interpuesto entre su pecho y la justa clera del pueblo. Slo de esta suerte se concibe cuan to ha pasado aqu: la improvisacin del proyecto; el sacrificio de Barzanallana; la retirada del anticipo; la presentacin como un donativo para el pas de aque llo mismo que es del pas propiedad ex clusiva; el entusiasmo de una mayora servil y egosta; los telegramas a los cua renta y nueve procnsules, el ruido y la algazara de todos satisfechos y la vocin glera infinita de esos peridicos que slo alaban y slo creen grandes a los reyes cuando pueden convertir su cetro en l la ve del Tesoro, para dividirse los tribunos que sobre el Tesoro suda el esquilmado pueblo. Pero vamos a ver con serena im parcial idad qu resta, en ltimo trmi no, del celebrado rasgo. Resta primero una grande ilegalidad. En los pases cons titucionales el rey debe contar por nica renta la lista civi l, el estipendio que las Cortes le decretan para sostener su dig nidad. Impidiendo al rey tener una exis tencia aparte, una propiedad como rey, aparte de los presupuestos generales del pas, se consigue unirlo ntimamente con el pueblo: En Inglaterra, donde la Mo narqua tiene tanta autoridad, poder tan prestigioso, sus bienes han pasado a ser de la nacin. Diferentes alternativas tuvo la l ista civi l en el reinado de Jacobo I, de Carlos II, hasta que, por fin, los pro ductos de las tierras reales y los servi cios decretados por los Parlamentos se reunieron en un fondo comn, que se l lam fondo consolidado. Con l Ingla terra paga su salario a los reyes y parte de los intereses de la Deuda pblica. La Rei na Victoria, el jefe de aquel la aristocra cia de grandes propiedades, no tiene pro piedad. Si posee el ducado de [ancas ter, lo posee no como soberana, pues como soberana ciertamente nada posee que no sea de la nacin: lo posee como particular, como duquesa de Lancaster. La reina de Inglaterra percibe por su lista civil unos treinta y seis millones de rea les, mientras que la reina Isabel percibe cincuenta. Y en los treinta y seis millones de reales se incluyen los servicios vota dos por los Parlamentos y los productos de las antiguas tierras reales administra das por el Estado. Ahora bien: existe en Espaa una legal idad semejante Exis te. Los fundadores de nuestro sistema constitucional fueron demasiado grandes 101 JOS LUIS BAZN LPEZ para consentir un rey con dominios feu dales, alzando sobre la Constitucin de 1812 esa tumba de feudalismo. Yen vir tud de esto encargaron propiedad del pas los bienes de la corona. Ahora bien: cuando el patrimonio se ha presentado ante las Cortes, en vez de entusiasmarse y gritar, han debido decir al patrimonio, con el texto de la ley en la mano: los apuros del erario no permiten que con tine una usurpacin tanto tiempo con sentida; nos incautamos de esos bienes que son nuestros, y, desamortizndolos, emplearmoslos en deuda intransferible, y los daremos al monarca a cuenta de su dotacin, descargando al erario de los cincuenta mil lones de la lista civil que no puede sobrel levar. El rasgo del patrimo nio no ha sido ms que un rasgo de atre vimiento contra las leyes. Pues si ha sido una grande i legali dad, ha sido tambin un grande desen canto. Hace mucho tiempo que se viene encareciendo cunto podan servir para sacar de apuros al erario los bienes pa trimoniales de la corona. Y, sin embargo, nada, absolutamente nada se sacar aho ra; nada. La reina se reserva los tesoros de nuestras artes, los feraces territorios de Aranjuez, El Pardo, la Casa de Campo, la Moncloa, San Lorenzo, el Retiro, San I l defonso: ms de cien leguas cuadradas, donde no podr dar sus frutos el trabajo l ibre, donde la amortizacin extender su lepra cancerosa. El valle de Alcudia, que es la principal riqueza del patrimonio, compuesto de ciento veinte millares de tierra, no podr ser desamortizado a cau sa de no pertenecer a la corona, y, se gn sentencias ltimas, pertenece a los herederos de Godoy. En igual caso se encuentra la riqusima finca de La Albu fera, traspasada por Carlos IV a Godoy en cambio de unas dehesas en Aranjuez y unos terrenos en la Moncloa. Si despus 102 de esto se transmite a la corona el vein ticinco por ciento de cuanto haya que venderse, quisiramos que nos dijesen los peridicos reaccionarios qu resta de tan celebrado rasgo, qu resta sino un grande y terrible desencanto. Adems, resta una grande impru dencia. Se ha engaado a los pueblos inducindoles a creer que, a conse cuencia del rasgo de la reina, se retiraba por innecesario el anticipo. Los labra dores, los industriales han abrazado a sus hijos, que ya vean sin pan, y han mirado con xtasis sus propiedades, que vean ya en pblica subasta. La dona cin de la reina era popular porque es taba unida en el corazn del pueblo, a la retirada del anticipo. El hambriento ben dice como un mensaje de la Providencia la mano salvadora que le trae un peda zo de pan. Y cuando apenas acaba de difundirse la alegra, cuando el corazn descansa, cuando el sueo tranquilo se cie a los prpados antes inquietos, el Gobierno anuncia que renace el antici po con ms fuerza, con ms poder, ca yendo con doble pesadumbre sobre la mayora de los contribuyentes y aumen tando el hambre del pobre, de cuyo pan, mermado por el fisco, salen al cabo to dos los tributos. Dgasenos si al fin de todo esto las manos que han aplaudido no amenazan, los corazones que han bendecido no maldicen, las fuerzas que se han serenado no se irritan, vctimas de un engao. Los pueblos no se go biernan con el charlatanismo de los cu randeros, o con los saltos mortales de los clowns, o con los mi lagros y porten tos de los embaucadores. Los que han aconsejado todo esto, los que han tra mado todo este enredo, son, por enga adores del pueblo, reos de lesa nacin; por desleales al monarca, reos de lesa majestad. Acordaos lo que sucedi en D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) la Revolucin francesa. Las promesas no cumpl idas del ministro de Hacienda, Ca lonne, perdieron a la Monarqua. Cuan do, despus que ste prometi aliviar al pueblo y el pueblo respir, su sucesor vino a pedir el emprstito de los cuatro cientos veinte mil lones de francos, el pueblo, engaado y ofendido, comenz aquel la Revolucin que arranc de las sienes de Luis XVI la corona y de los hombros de Luis XVI la cabeza. Cuan do los pueblos reciban la noticia del nue vo anticipo, veris las consecuencias, ministros de Isabel II, de la indigna farsa en que habis comprometido para sal varos vosotros en nombre de la reina. Y, en ltimo resultado, queda una gran prdida para el pueblo, una inmen sa, irreparable prdida. Casualmente la desamortizacin del real patrimonio po da y deba hacerse con arreglo a los prin cipios democrticos y con la mira pues ta en el pueblo. Muchos de estos bienes se originan de aquel los tiempos en que el pueblo era el ms enrgico al iado de los reyes. Entre las clases inferiores, mediante un pequeo canon, deban dividirse esos dominios inmensos que ha regado tan tas veces la sangre del pueblo. Todava se pueden descubrir las huel las de las mil i cias municipales que fueron a Toledo y a Las Navas en las campias de Aranjuez. Definitivamente convertidas en sitio real, si no estarnos equivocados, por Isabel la Catlica. Nosotros deseamos la desa mortizacin fecunda, que convertira esos terrenos, hoy improductivos, en colmenas, digmoslo as, de innumerables trabaja dores. Los bienes que se reserva el patri monio son inmensos; el veinticinco por ciento, desproporcionado; la comisin que ha de hacer las divisiones y el des linde de las tierras, tan tarda como las que desl indan los bienes del clero; y, en ltimo resultado, lo que reste del botn que acapara sin derecho el patrimonio, vendr a engordar a una docena de tra ficantes, de usureros, en vez de ceder en beneficio del pueblo. Vase, pues, si te nemos razn; vase si tenemos derecho para protestar contra ese proyecto de ley, que, desde el punto de vista poltico, es un engao; desde el punto de vista jur dico, una usurpacin; desde el punto de vista legal, un gran desacato a la ley; des de el punto de vista popular, una ame naza a los intereses del pueblo, y desde todos los puntos de vista, uno de esos amaos de que el partido moderado se vale para sostenerse en un poder que la voluntad de la nacin rechaza; que la conciencia de la nacin maldice. La primera pluma de Espaa, como era conocido Castelar, demostr con este tra bajo que Isabel II no solamente no haba en tregado a la nacin nada que no fuese suyo, sino que se haba apropiado indebidamente de un veinticinco por ciento de los bienes, que en real idad eran nacionales. Desgraciadamente para la causa de la Reina, los buenos e inte ligentes polticos estaban en el bando con trario. Con este artculo empezaron los ver daderos problemas de D. Emil io Castelar. Ese mismo da interviene el Gobierno re cogiendo todos los ejemplares del peridico y al da siguiente Castelar escribi: La Democracia de ayer ha sido denun ciada y recogida, secuestrados todos los ejemplares que haba en la redaccin y enviada a provincias toda desecha y tras tornada, pues no le dejaron columna sana ni seccin donde no llegara la mano de nuestros enemigos. Aparte, en una editorial hicieron historia de todas aquel las persecuciones que fueron objeto: Durante los primeros siete meses las re cogidas eran diarias. Registrbamos a ve 103 JOS LUIS BAZN LPEZ ces tres y cuatro por da. Vinieron los consejos de guerra y nos arrastraron a su presencia. Uno de los primeros pe ridicos que cay bajo el yugo de la ley de Cnovas fue el nuestro. Hemos pro bado de una manera horrible el odio de Gonzlez Bravo. Ms de nueve causas te nemos contra nosotros, la amenaza de la crcel y del presidio sobre nuestras cabezas, todo por ejercer el ms sagrado de los derechos humanos, el derecho de emitir l ibremente esa revelacin perma nente de Dios que se l lama el pensa miento humano. El Gobierno se ensa con Castelar, y desde ese momento se desarroll una verda dera lucha sin cuartel contra el tribuno. Como la persecucin al Castelar catedrtico dur mucho tiempo y fue en vano, ahora intentaron eso s, con cautela atacar al periodista; la mayora de los polticos que formaban el ga binete gubernamental estaban decididos, sin embargo, a actuar contra el catedrtico. Cas telar se va enterando de la actuacin de sus enemigos por los peridicos. El Reino (26 de febrero de 1865) coment sobre este suceso lo siguiente: El seor Castelar est amenazado de quedarse sin la ctedra que desempea. Hemos odo que el procedimiento del gabinete para decretar la destitucin del profesor demcrata ser la siguiente: es 104 perar a que en una de las denuncias que pesan o hayan de pesar sobre sus artcu los por l firmados recaiga auto de prisin para suspenderle, y a que se pronuncie contra uno de dichos artculos sentencia condenatoria para declararle destituido completamente de sus funciones. Despus de corta meditacin, el Go bierno decidi separarle de su ctedra, y para ello nombr rector de la Universidad de Ma drid a un enemigo de Castelar, D. Diego Ma nuel Bahamonde y Jaime, marqus de Zafra. Este personaje haba creado algunos proble mas a nuestro orador y a la enseanza uni versitaria en general. Ante estas circunstan cias, todos aquel los que queran un buen fun cionamiento en la Universidad estaban en contra del nuevo rector, y Castelar ya le haba retratado pbl icamente: Neocatl ico de pelo en pecho, indivi duo de la fraccin Pezuela; uno de los hombres ms funestos que puede haber para la enseanza. Parece que el seor Zafra se prepara a hacer lo que el seor Montalbn no hubiera hecho nunca. Ahora s que podemos decir: la Univer sidad ha muerto. La actuacin del Gobierno fue desorbi tada, no slo por secuestrar muchos peridi cos sino por las consecuencias que vinieron a continuacin. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGIA DE SU VIDA Y 0I3RA (1832-1899) LA NOCHE DE SAN DANIEL E s menester que volvamos atrs unos aos,para conocer las polmicas que man tuvo Castelar en torno a la enseanza, presa gio de lo que haba de suceder en la noche de San Daniel. Ya conocemos la importancia de la en seanza para determinados partidos polticos, porque de los estudiantes universitarios de penderan las futuras formas polticas y so ciales que gobernaran el pas. Lgicamente, Castelar estaba inmerso en estos planes, pero l no solamente influa desde su ctedra, sino desde cualquier lugar adecuado para el lo. Un ejemplo fue la publ icacin en La Discusin (septiembre de 1859) de un escrito dirigido exclusivamente a los estudiantes titulado A la juventud. En l daba una leccin magistral sobre la democracia, esperando que le en tendieran y aceptaran sus ideas. Continu su labor, cuando en unas movilizaciones estu diantiles en 1 860 escriba notas annimas que alababan sus actuaciones, animando estos movimientos en beneficio propio y para la si tuacin universitaria. Sera por estas fechas cuando La Rege neracin arremeti contra las enseanzas que Castelar imparta en su ctedra. Estos ataques fueron planeados por profesores universita rios que no eran catedrticos, y deseaban por todos los medios quitarle a Castelar la ctedra que haca poco tiempo haba conseguido. Como consecuencia de esta situacin apare ci en la polmica un personaje que haba estado distante del tribuno, se trataba de su pa riente Aparisi y Guijarro, que desde la tribu na del Congreso dijo: Ese hombre, como honrado y que no miente, ensear a sus discpulos, por ejemplo, lo que fue el protestantismo, lo que fue la Revolucin francesa, y lo en sear segn su leal saber y entender, y eso me basta y me sobra. Los neocatlicos insistieron una y otra vez en polemizar sobre la enseanza, inten tando que los crculos polticos sospecharan de algunas irregularidades en las lecciones castelarianas. Un poco harto de tales insi nuaciones (curiosamente nunca fue citado por su nombre) no tuvo ms remedio que defen derse y as lo hizo desde La Discusin: El seor Castelar, que tanto ha escrito, puede vanagloriarse tanto de ajustarse a las leyes, que nunca ha sido condenado ningn artculo suyo, ni nunca ha sido prohibido ningn libro suyo. A qu vie nen, pues, todas esas alharacas de la prensa. Cuando, en 1864, Narvez nombr Mi nistro de Fomento a Alcal Gal iano, se re crudeci la lucha por separar a Castelar de su ctedra. El ministro se puso a favor de aquel los que le combatan porque ya no po dan competir en el terreno de la oratoria. Al cal tambin se uni a los catl icos y em prendieron juntos la tarea de planificar los li bros de texto en colaboracin con los obispos; stos aprovecharon la ocasin para criticar a Castelar, porque estaban convencidos de que daba clases y pronunciaba discursos l lenos de atesmo en la Universidad. Nuestro tribu no tuvo que hacerles ver que sus actuaciones slo iban dirigidas a formar en libertad y sin coaccin. Estaba claro que lo que deseaban los neocatlicos era aduearse de la enseanza, cuando ya dominaban a travs de la censura eclesistica muchos contextos culturales: te atros y novelas principalmente. Muy poco tiempo despus se tuvo noti cia de una circular que iba a aparecer relati va a la enseanza. Muchos peridicos estaban expectantes por conocer su contenido y lan zaron muchas especulaciones para saber quin era el artfice de dicha circular, o quin 105 JOS LUIS BAZN LPEZ impondra su criterio, Gonzlez Bravo o Alcal Gal iano. Castelar se adelant desde su peri dico, como en otras ocasiones, y escribi: Parece que se ha ledo en Consejo de Ministros la anunciada circular sobre en seanza pbl ica. Esta cuestin de la en seanza es gravsima. Los artculos de El Pensamiento, las intrigas de los neoca tlicos, los coloquios del nuncio, le han dado un aspecto formidable. Algunos amigos confiados y buenos que nosotros tenemos nos decan que el Gobierno iba a ser muy l iberal en la cuestin de la en seanza. Nosotros les argimos con los antecedentes de la cuestin, con la in fluencia eterna del neocatolicismo, con el carcter tmido del seor ministro de Fomento, capaz de tomar todos los co lores. Pero nos repl icaban que pecba mos de monomana oposicionista, que l levbamos para mirar a este Gobierno una ictericia en los ojos del alma. Ten amos datos para creer que la circular se ra escandalosamente reaccionaria. Pri mero, el poder que ejerce aqu la cama ri l la neocatlica. Segundo, el que la cir cular haba sido leda y consultada nada menos que al seor Nocedal que la en contraba, excelente, inmejorable. La Democracia coment que la circular sobre la enseanza ya haba sido aprobada por el Consejo de Ministros, despus de tres das largos de debate. Esta famosa circular se iniciaba con una serie de incompatibilidades de lo que un catedrtico poda decir dentro de la Universidad o fuera de el la. Peda que en los actos pbl icos cada profesor fuera conse cuente con sus ideas y que no abusara de pro pagar ninguna teora que estuviera fuera de las doctrinas que se estaban practicando y con trarias a las leyes fundamentales del Estado. Como se puede observar el nico que se en contraba en esa situacin era Castelar, moti vo suficiente para que toda la clase poltica y 106 periodstica estuvieran pendientes de la res puesta. No se hizo esperar mucho. Escribi una Declaracin, que para muchos historia dores polticos es un trabajo de importancia fundamental, donde se demuestra la valenta y el coraje de una persona que pocas veces va ri sus ideas y mantuvo su sentir democrtico. La parte final de este escrito dice: Demcrata y periodista era ya antes de ser catedrtico; demcrata y perio dista mientras hice oposiciones a mi ctedra; demcrata y periodista des pus en el ejercicio de una profesin adquirida por mi trabajo, consagrada por mi derecho. En el camino de la apostasa, tan l leno de gentes, no me he encontrado nunca. Cuando la idea liberal es signo de proscripcin, a la faz del pas que nos ve a todos, a la faz de Dios que a todos nos juzga, me de claro reo de esa idea subl ime; yo soy demcrata. Proceda el Gobierno como quiera. Le faltan ms datos para con denarme Sentado en mi ctedra, es pero a que me despoje con mano leve de mi honrada toga. Me siento fuerte con el auxi l io de mi conciencia y el es cudo de mi derecho. Fue entonces cuando se sumaron a esta lucha catedrticos, escritores y personas que estaban dentro del mbito pblico, porque deseaban defender unas ideas positivas, par ticipar de una forma directa y tomar partido. Enseguida aparecieron artculos como los de Salmern. Valera, sin embargo, se puso a fa vor del Gabinete. Esta actitud por parte del escritor resulta lgica, ya que era sobrino de Alcal Gal iano y estaba desempeando un cargo importante dentro del Ministerio de Agricultura. Los discpulos de Castelar le aplaudan y vitoreaban con entusiasmo cada vez que entraba en el aula, muestras que por supuesto agradeca y le daban ms fuerzas, si cabe, para seguir luchando. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Como era de esperar esta cuestin lleg a las Cortes y el Gobierno se encontr con ciertos inconvenientes porque no haba res pondido a ninguno de los ataques de Castelar, sabiendo adems que la citada circular esta ba dirigida exclusivamente al orador. Este si lencio era la razn de que muchos diputados y senadores estuvieran incmodos. El da 10 de enero de 1865, el senador Fernando Cal dern Col lantes real iz un discurso en el que atacaba dursimamente a Gonzlez Bravo. Este poltico no quiso recibir ms desafos pe riodsticos, y como su nica misin era man tenerse en el poder, intent que Castelar le combatiera desde la ctedra, pero ste se dio perfecta cuenta de la trampa y le escribi des de su peridico haciendo referencia a sus cla ses y criticando la famosa circular. Todos saban el mal paso que haba dado el Gobierno, que ya no poda rectificar, y te man la crisis que se avecinaba. El objetivo ltimo del Gobierno era Castelar, y hubiera sido preferible que la polmica fuese dirigida a la persona y no a la prensa en general, como ocurri, aunque no tena visos de prosperar un ataque a alguien tan carismtico y querido. El Consejo de Instruccin Pbl ica haba ela borado varios informes donde se especificaba que ningn catedrtico de la Universidad se haba quejado de Castelar. La conclusin es que el Gobierno pag muy cara esta gran im prudencia y, a corto plazo, ocurrieron los he chos que a continuacin vamos a analizar. Estamos de acuerdo en que todas estas cuestiones se hicieron legalmente, pero se nota que el Gobierno estaba ciertamente ner vioso; prueba de el lo es que Narvez se dedic casi exclusivamente a este asunto. Era nor mal que los estudiantes universitarios estu vieran a favor de Castelar y de Montalbn. A este ltimo, al haberle cesado como rector, queran darle una serenata. Llorca, en sus Dis cursos Parlamentarios de Emilio Castelar, nos presenta los prolegmenos del sangriento acontecimiento: Con objeto de solicitar permiso del go bernador civil para dar la serenata al rec tor destituido, enviaron los estudiantes a su compaero el marqus de la Flori da. Despus de seis horas de delibera cin, el permiso fue concedido y se reu nieron, en la noche del 8 al 9 de abril, unos 10.000 estudiantes en la calle San ta Clara, donde estaba el domici lio de Montalbn. Y una vez congregados los estudiantes se present el gobernador a indicarles que se disolvieran porque el acto haba sido suprimido. Narvez, haciendo caso omiso al per miso que previamente haba concedido el go bernador, lanz las tropas a las cal les saltn dose todos los trmites que se contemplaban en la administracin espaola, y la opinin del encargado del orden pblico, que se vio obligado a acudir personalmente a comunicar tan lamentable noticia. Los estudiantes se di solvieron gritando los vivas y mueras de rigor, lo que parece motiv que las fuerzas cargaran contra ellos en la Carrera de San Je rnimo y en la calle del Prncipe. Esa noche termin sin grandes incidentes y con algunos estudiantes contusionados. El verdadero pro blema l leg al da siguiente, 10 de abri l, San Daniel, cuando el nuevo rector iba a tomar po sesin de su cargo. Por la noche se produje ron cargas contra los estudiantes producin dose muertos y heridos (Castelar contabi liz diez muertos y doscientos heridos). La Democracia, durante diez das con secutivos, iba haciendo una relacin de las vctimas; iba insertando los nombres de los miembros del Gobierno y autoridades ms significativas, y desde el da 12 una breve fra se: Don Antonio Alcal Gal iano, Ministro de Fomento, en la noche del 10 de abril de 1 865 ha muerto. Otros peridicos se hicieron eco de esta muerte asegurando que fue a conse cuencia de conocer los sucesos de aquel la trgica noche. Alguien coment que la apo 107 JOS LUIS BAZN LPEZ pleja que le seg la vida solucion un terri ble problema para l y para el Gobierno. La Democracia realiz un balance de las tropas que atacaron a los estudiantes diciendo: Unos cuantos silbatos en bocas de unos cuantos nios fueron las armas que opuso anoche Madrid a las tropas de guarnicin. Este acontecimiento tan negativo im pact de una manera determinante en las fa mi l ias de los muertos y heridos, en todos los mbitos polticos y, por supuesto, en todos los madrileos, que vieron como perdan la vida unos estudiantes que se l imitaban a pro testar por la mala poltica en la enseanza. Como es costumbre, se form una comisin de asesores integrada por las siguientes perso nas: Pedro Gmez de la Serna, Olzaga, Ri vero, Joaqun Aguirre, Antonio Ros Rosas, Ci ri lo Alvarez, Cristino Martos, Jos Posada He rrera, Francisco Pi y Margal I y Fernando Cal dern Col lantes. [1 19 de abril, Fernando Cal dern abri las protestas en el Senado. Das ms tarde fue Ros Rosas el que habl en el Congreso en un discurso que podemos califi car de histrico. Villalba Hervs en su libro Re cuerdos de cinco lustros (1843-1868) lo narra de la forma siguiente: Figrense nuestros lectores el conti nente severo y un poco agreste de don Antonio Ros Rosas y al orador, en la montaa del Congreso, bajando, en direccin al banco ministerial, un pel dao cada vez que con voz tonante y crispadas las manos repeta la palabra miserable y se formarn idea del im ponderable efecto de aquel discurso, que cual l luvia de fuego cay sobre el Gobierno y sobre la mayora. Subyuga da sta, al pronto no hal l siquiera un monoslabo para protestar. Luego algu nos generales pidieron que aquel las pa labras se escribiesen, y Ros Rosas con test: Que se escriban, y si no fuesen mas pedira que se esculpiesen en bronce. 108 El nuevo Ministro de Fomento, Sr. Oro vio, fue quien mand al nuevo rector de la Universidad de Madrid la orden para sus pender de empleo y sueldo a D. Emilio Cas telar (16 de abri l). Cuatro das despus dimi tieron los profesores numerarios para no ver se obligados a sustituir al que al final iba a vencer: Castelar. Entre los profesores que pi dieron la dimisin figuraban: Nicols Salme rn, Valeriano Fernndez Ferraz, Jos de Va l le y Crdenas, Miguel Morayta y Legrain, Francisco de P. Canalejas. El sustituto de Cas telar fue un profesor muy poco conocido l la mado Campi l lo. El Presidente del Consejo de Instruccin Pbl ica, don Claudio Antn de Luzuriaga, al comprobar que dicho Consejo se haba convertido en una institucin eminen temente poltica, tambin dimiti. Dos meses despus ODonnel I sustituy a Narvez al frente del Gobierno, y enseguida devolvi la ctedra a Castelar. La lectura que se puede hacer de estas actuaciones es la poca categora de un Gobierno endeble, y la victo ria de los demcratas con Castelar a la cabeza. Curiosamente La Discusin, que continuaba en plena lucha dialctica con Castelar, rpida mente se hizo eco de esta victoria y publ ic un artculo denominado Paso a la democracia!, en el cual se puede leer el siguiente prrafo: Reaccionarios de todas las escuelas y matices, no os opongis a la marcha majestuosa y triunfante del siglo XIX, si no queris morir arrastrados por la corriente de sus ideas. Paso al siglo XIX! Paso a la revolucin! Paso a la democracial. Cul fue la situacin en que quedaron los dos bandos Pensamos que la victoria no fue de nadie, si bien es verdad que los de mcratas avanzaron en sus posiciones, pero unos y otros tenan por delante un camino l leno de dificultades, y ambos se hubieran re partido el triunfo si no se hubiera despertado la violencia. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Vamos a terminar con esta situacin tan desagradable y pasar a conocer el sentimien to de uno de los protagonistas de esta lucha, que en su discurso en el Congreso (4 de ju lio) habl de su pariente Castelar; nos esta mos refiriendo a Aparisi y Guijarro, que dijo: Este hombre se puso al frente de una publicacin que lleva el ttulo de La De mocracia. Le habis ledo Pues cono cis al hombre; despus de Rivero, el gran demcrata, es el que ha prestado mayores servicios a la causa revolucio naria. El que se ha levantado y ha dicho: Yo soy la revolucin y empe, lo sabis todos, una batal la de poder a poder con el ministerio del duque de Valencia. Fue separado, y separado como era na tural, extrem sus fuerzas y encrudeci la batalla, y la hizo ms descomunal an y gigantesca contra todo lo existente. Todo esto lo sabis; ese hombre es, por lo de ms, de ingenio bri l lantsimo, espritu generoso, pero entiendo yo que msera mente extraviado. l creer ir al bien; vosotros, ministros de una nacin cat lica y monrquica, debis saber que se precipita al mal. Sea como quiera, l em pe esa lucha descomunal contra todo lo existente: unidad catlica, trono, per sona augusta que se sienta en el trono. Y vosotros, en sustancia, en realidad, a los ojos del mundo, qu habis hecho Le habis dicho: T venciste; volvers a la Universidad y se sentar contigo en la ctedra la revolucin coronada. Esa es la verdad. No sabis bien lo que habis he cho; pero yo os digo, y no os pasmis, que jams acto de ms intolerable tirana se ha ejecutado en el mundo. Yo os lo probar. 1 09 JOS LUIS BAZN LPEZ SU VIDA EN EL DESTIERRO C astelar no slo est en la cspide de po pularidad, sino que a la vez es una pieza bsica dentro del partido demcrata. Contaba con su peridico, plataforma ideal para es cribir sin limitaciones. Algunos polticos ac tuales que conocen y admiran a Castelar, es tn convencidos de que fund su propio pe ridico para poder combatir a los gobiernos conservadores que dirigieron Espaa durante varias dcadas. Pues, efectivamente, quienes mandaban en Espaa eran los conservadores; stos tenan tambin sus problemas, al igual que ocurra al Partido Demcrata con la es cisin de los seguidores de Pi y Margall. En 1864 el Gobierno practicaba una poltica con rasgos de modernidad, pero sin embargo in tentaba por todos los medios que no se cele braran manifestaciones pblicas a favor de Emilio Castelar. ste estuvo durante mucho tiempo bajo la vigilancia gubernamental. Hizo un viaje a Andaluca, y al verse tan controla do, a su vuelta a Madrid escribi en su pe ridico lo siguiente: Obligados a explicarnos, debemos de clarar que apenas ha habido ciudad o al dea donde las autoridades no hayan he cho ridculos e intempestivos alardes con tra un viaje de puro recreo. Gobernador ha habido, como el de Granada, que ha tenido la elevacin de espritu necesaria para comprender que mejor es tolerar que reprimir las demostraciones pacfi cas de los partidos. En cuanto a las dems autoridades, no tenemos necesidad de indicar, sino que se han mostrado dignas del Ministerio Mon-Cnovas. Debemos de aclarar que este viaje de Castelar a tierras andaluzas estuvo organiza do por el Comit del Partido Demcrata, para 110 Foto 19: D. Antonio Cnovas del Castillo. intentar ampliar el nmero de seguidores en estas provincias. En muchas ocasiones se dan hechos di fcilmente explicables. Nos estamos refiriendo a la gran amistad entre Castelar y Cnovas del Castil lo. Fueron compaeros de universi dad, amigos ntimos que juntos acudan a la mayora de actos acordes a sendas ideolog as. Antonio Cnovas del Castillo naci en M laga en 1828 y muri en Santa gueda, pro vincia de Guipzcoa, en 1897. Era hijo de un maestro de escuela fallecido cuando su hijo contaba quince aos de edad. Se traslad a Madrid para estudiar Derecho, compaginan do estos estudios con el periodismo y la novela histrica. Se inici en poltica de la mano de ODonnell. Intervino en La Vicalvarada y re dact personalmente el manifiesto de Man zanares. A partir de ah se mantuvo al lado de la legalidad y repudiara los pronuncia mientos y las revoluciones. Despus de volver de Roma, donde estuvo como Agente de Pre ces, continu militando en la Unin Liberal y D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) POCO a poco iba aumentando su prestigio per sonal, lo cual le hizo ser Ministro de Gober nacin. El 22 de agosto de 1873 la exreina Isabel, presionada por sus partidarios, le otor g todos los poderes para que actuara como jefe del partido, que propugnaba la restaura cin de los Borbones en la persona del prn cipe Alfonso. Cnovas, una vez conseguida la ratificacin del nuevo monarca, se dedic a edificar un rgimen poltico estable cuyo fundamento sera la Constitucin de 1876. Se mantuvo en el poder todo el tiempo que cre y necesario para consol idar el Rgimen, sal vo dos pasajeras cesiones de la presidencia del gobierno a Jovellar y Martnez Campos, motivadas por razones eminentemente tcni cas. Despus de asumir el poder en 1895 tuvo verdaderas dificultades al plantearse el pro blema de Filipinas. En agosto de 1897 se ha l laba descansando en el balneario de Santa gueda cuando Angiolil lo, un anarquista ita l iano, le asesin disparndole tres tiros. Quiz, las discrepancias entre ambos amigos fueran motivadas por estar en distin tas ideologas, y cada uno hubiera deseado que el otro mi l itara en su mismo partido. Por parte de Castelar, estamos seguros de que le disgustaba que Cnovas no fuera adepto a la democracia, ya que esto era el signo de la ju ventud de aquel la poca. Nuestro orador co noca y estimaba la vala de su amigo y, por su puesto, reconoci el laborioso trabajo que re aliz para vigorizar la monarqua, aunque iba a retrasar su deseo personal de que l legase pronto la Repbl ica. Cuando el Gobierno entr en crisis a principios del mes de septiembre, Castelar de mostr una vez ms su ingenio y su gracia natural al escribir en La Democracia una sar cstica despedida: El seor Cnovas del Casti l lo, segn cuenta la crnica, se prepar en todo el da de ayer a dejar en buen estado to dos sus asuntos personales antes de aca bar su laboriosa existencia ministerial. El seor Cnovas hizo su testamento de ministro en la secretara de su Ministerio. Los nombramientos para sus parientes, amigos, deudos y recomendados, que firm ayer el aprovechado joven, se nos asegura fueron en gran nmero. A esto se llama gobernar. El aprovechado joven ha sabido aprovecharse hasta en los l timos momentos de su vida de ministro. Y ha hecho muy bien; algn rastro deba dejar de su celebrrima administracin el seor Cnovas. El motivo de este artculo de Castelar, lle no de alusiones ingeniosas, no fue que envi diase a su amigo por ser un joven ministro, sino porque Cnovas era un hombre impa ciente y tena grandes deseos de gobernar, aunque no estaba todava preparado para el lo; lo que s saba a la perfeccin era mandar. Castelar era ms paciente para alcanzar el po der, no tena ninguna prisa, y adems era un hombre enamorado del futuro y de todo aque l lo que significase progreso. Leamos lo que dice sobre estos dos amigos Carmen Llorca: Si en vez de estar frente a frente en la poltica, estos dos hombres hubieran es tado uno al lado del otro, la historia de Espaa hubiera sido totalmente diferen te, hubieran podido ser el Gladstone y el Disrael de Espaa. Pero los dos se pierden para Espaa. La repbl ica de Castelar, con el apoyo de Cnovas, hu biera sido el verdadero rgimen de Es paa. La Restauracin de Cnovas, sin la oposicin de Castelar, hubiera sido una dictadura. Como se ve, en los dos ca sos, actividades negativas. Cuando Isabel II quiso resolver la crisis que apareci por la cada de Cnovas y ofre ci el mando a Narvez, Castelar, que detes taba al general y admiraba a su amigo, inici una vez ms una lucha periodstica en la que el comn denominador era criticar a Narvez 111 JOS LUIS BAZN LPEZ y de una manera solapada defender a Cno vas. Quiz esta actitud de Castelar fue el de tonante para que se unieran momentnea mente los progresistas y los demcratas. Este acontecimiento se vio respaldado en un ban quete que se celebr el da 5 de marzo de 1865. Los organizadores haban buscado una razn para reunir a destacados lderes de am bos partidos, y la encontraron: conmemorar el 27 aniversario de la sublevacin de los zara gozanos en 1838, cuyo fin primordial fue lu char juntos por la l ibertad. En la mesa presidencial se sentaron Ol zaga, Rivero y Castelar, y todo el tiempo que dur dicho banquete estuvo ocupado por ha lagos y admiraciones entre los hombres ms destacados, bien por su poltica, bien por su oratoria. Tambin acudieron algunos antiguos compaeros de Castelar que se haban alejado en noviembre de 1864. Una vez hubieron ter minado, el Comit Electoral Democrtico re dact una circular en la cual se invitaba a to dos los demcratas a unirse, a evitar polmicas y a buscar la efectividad de todas sus actua ciones. Esta unin tuvo una vida muy corta, debido a las distintas ideologas entre los de mcratas de Rivero y los de la Unin Liberal. Una de las consecuencias de este ban quete fue sin duda alguna la adscripcin de Castelar por parte de sus eternos enemigos a un ideal poltico que no comparta; stos hi cieron correr el rumor de que Castelar, en di cho banquete, se haba declarado seguidor de la monarqua. No tard mucho tiempo en escribir en su peridico lo siguiente: La verdad es que por todos los medios se intenta coger en una celada al seor Castelar. Se dice ante el pblico: ha di cho que es monrquico; declaracin in ti l, al l donde nadie le preguntaba sus opiniones, al l donde slo se trataba de la legal idad de un hecho. Y para qu se hace esto Para que el seor Castelar, por ejemplo haga alguna declaracin que le comprometa y se tenga as un 1 1 2 nuevo hecho que arrojar al Consejo de Instruccin Pbl ica, donde se le quiere formar una causa por ensear; o al Juz gado de Buenavista, donde est bajo fianza carcelaria por escribir; o al Juz gado del Centro, donde se le forma otra causa por comer. Queris saber lo que el seor Castelar piensa de la monar qua Pues nunca ha variado de idea. Os remitimos a su discurso del teatro de Oriente. Al l est su creencia. Por lo de ms, el pas sabe dos cosas: primero, sus creencias; segundo, ni las varia ni las va riar nunca. Castelar pertenece a esa generacin de revolucionarios que se propusieron, entre otras cosas, atraer a las masas para que vieran la importancia del sistema democrtico, lle varlas a la participacin y mantenerlas en la lu cha hasta conseguir la victoria deseada. Exis tan ciertos medios para l legar a los objetivos previstos, como la prensa, aunque en aquella poca prol iferaban en el pas los analfabetos, y la mejor manera de l legar hasta el los era la oratoria. Curiosamente, el pueblo responde con demasiada indiferencia y en muchas oca siones se mantiene como mero espectador ante los problemas que les afectan. En el Ar chivo del Congreso de los Diputados existe una carta del general Concha en la que hay un prrafo muy significativo que dice: La situacin del Gobierno es cada da ms violenta, y con ella la del pas; de ella tiene que sal irse por una revolucin, pero sta no la har el pueblo, que en Espaa es demasiado sufrido; la har el Ejrcito, que ya no tendr bandera que seguir y seguir a los generales. Castelar nunca dese el apoyo de ningn general, siempre busc alcanzar el poder a travs de la participacin ciudadana en los procesos electorales, para poder as defender sus ideales en el Parlamento. Ya lo dijo en D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) una ocasin: Slo el partido demcrata ha te nido valor bastante para, noblemente, recha zar la espada que el general Prim le ofreca en 1854. Bien es cierto que muchos mandos mili tares estuvieron en la mente de algunos lde res polticos, incluso en personas relevantes de la Corte, debido, entre otras razones, a que el nmero de generales era muy elevado (unos seiscientos). Dentro del Ejrcito exista un alto grado de participacin soterrada en la polti ca; muchos buscaban asegurar su porvenir y no perdan la ocasin para darse a conocer pri vadamente, otros estaban convencidos de que eran los defensores y portadores de la libertad, mantenindose al margen de la poltica es paola para ser los mantenedores del orden. De 1865 a 1868, la vida poltica espa ola est inmersa en constantes conspira ciones de la oposicin y a los esfuerzos de los distintos gabinetes para intentar lo que ya no tena solucin, y ms cuando Isabel l l po na a prueba continua la lealtad de aquel los que estaban a su alrededor. La primera sublevacin progresista tuvo lugar el 3 de enero de 1866, con el levanta miento de los regimientos de Bailn, en Aran juez, el de Calatrava, en Ocaa, y el de In fantera de vi la. Estos levantamientos fue ron rpidamente reprimidos por las fuerzas gubernamentales, pero esto obl ig al Gabinete a recurrir al estado de sitio, que se mantuvo hasta el 17 de marzo. Esta larga duracin no se debi slo a las asonadas, sino tambin porque los comits de los partidos Dem crata y Progresista continuaban con sus ac ciones. Una vez que el Gobierno levant el es tado de sitio, le lleg a travs de los peridi cos demcratas una avalancha de crticas so bre sus cruentas actuaciones. Un ejemplo cla ro lo tenemos en lo que se escribi en La Dis cusin el 18 de marzo: Sin que se haya disparado un tiro, sin que los sublevados de Aranjuez hayan cometido ninguna violencia ni extorsin en los pueblos, sin que hayan derramado una gota de sangre, el Gobierno ha fusi lado en Madrid a un capitn y dos sar gentos, y un infeliz paisano, y ha hecho enmudecer la prensa, y ha deportado a Fi lipinas, a Fernando Poo o a Cuba a cen tenares de sargentos de la guarnicin de Madrid y a muchos oficiales del Ejrcito. Por espacio de dos meses y medio he mos vivido bajo el dominio del terror, y de un terror absurdo e incomprensible. Castelar, segn algunas cartas que he mos podido consultar, estaba muy contento de su participacin en esta revuelta, y lo ms destacable es que saba perfectamente que iba a producirse esta sublevacin y en vez de marcharse de Espaa, como hicieron otras personas, se qued aquel viernes 22 de ju nio, pudiendo salvar la vida gracias al apoyo de Carol ina Coronado y de la misma Isabel II. Parece extrao que la Reina favoreciera de este modo a su enemigo. Ricardo Muiz, en su libro Apuntes histricos sobre la revolu cin de 1868, nos lo expl ica: He sabido de una manera indudable que el seor Castelar, sin sol icitarlo ni saberlo, debi su salvacin a su majestad la reina Isabel. Me cumple consignarlo a fuerza de historiados imparcial y hom bre honrado. El hecho fue el siguiente: supo esta excelsa seora que el incom parable orador se encontraba escondi do en casa de doa Carolina Coronado, cuyo refugio conoca la Pol ica; y en tonces la nieta de San Fernando l lam a mi antiguo y querido amigo particular don Ramn Campoamor y le comision con urgencia para que sacara a Castelar y le condujera a una Embajada... Creemos interesante transcribir lo que nos dice Guarner, que nos ofrece ms detal les de la huida: 113 JOS LUIS BAZN LPEZ Y Castelar Asisti, l tambin, de levita y chistera, solemnemente, al turbio cuadro de la sublevacin El verbo de la demo cracia, cambi aquel la maana sus tro pos encendidos por metral la real y ver dadera Sali a la calle en compaa de varios amigos y se mezcl en el combate. [Esta frase aparece en su Autobiografa.] Pero no era aquel da para muchos dis cursos, y pronto debi de refugiarse en la Embajada de los Estados Unidos, donde Carol ina Coronado casada con el em bajador acogi tambin a Cristino Mar tos, Becerra y Carlos Rubio. Guarner comenta que sali de la Emba jada vestido de obrero y que l levaba una ex traa peluca, distintas gafas y una enorme barba. La actuacin del Gobierno fue criticada con bastante rotundidad, y trajo consecuencias muy negativas. Fueron condenadas a muerte por rebelda las siguientes personas: POLTICOS Emilio Castelar Cristino Martos Carlos Rubio Manuel Becerra Inocente Ortiz Prxedes Sagasta Francisco de Paula Jos Rivas Galo Ortega Alfonso Lpez Francisco Garca Ceferino Toirritos GENERALES Pierrad Hidalgo Eusebio Gonzlez Valentn de la Fuente Norberto Peasco Antonio Rodrguez Manuel Sorribes Enrique Mart Antonio Dvila Jos Riol Heliodoro Barbachano 114 Hemos de reconocer una situacin inu sual que se produjo al dar el Gobierno tantas facilidades para que la mayora de los cita dos en la relacin pudieran abandonar Espa a camino del exi l io. Los que no tuvieron tanta suerte fueron los veintin sargentos que murieron fusi lados tres das despus de la fracasada rebel in por unos piquetes que actuaron bajo las rdenes directas del Gobierno, que permiti a un ele vado nmero de soldados ejecutar a sus pro pios jefes cuando se sublevaron dos batal lo nes de infantera de artil lera y dos de artille ra a cabal lo, con veinticuatro piezas de arti llera, repartiendo incluso fusiles a todos los paisanos que acudieron a recibirles. Castelar, de buenas a primeras, se en cuentra en el extranjero, alejado de su patria y de sus amigos. En el exilio mantiene una gran amistad con Cristino Martos. Este polti co andaluz, nacido en Granada en 1 830 y fa llecido en Madrid en 1893, se afili al Parti do Demcrata desde su poca de estudiante, particip en las revueltas estudiantiles de 1851 y en los acontecimientos revolucionarios de 1854. Inmediatamente despus de que ODonnel I diera su golpe de estado, empez a ejercer como abogado, hasta la revuelta de 1866. Cuando volvi a Espaa se puso al lado de Rivero y pronto fue nombrado diputado y vicepresidente del Congreso. Cuando Prim subi al poder le nombr Ministro de Estado y se mantuvo en el cargo hasta enero de 1870. Cuando l leg a Espaa Amadeo de Saboya, volvi a ocupar la misma cartera ministerial. Su excelente preparacin poltica y oratoria le l levaron a presidir el Congreso, pero ense guida dimiti. Curiosamente desde finales de 1873 particip en varias conspiraciones mili tares para derribar la Repblica, lo que le va li ser nombrado Ministro de Gracia y Justicia en el gabinete constituido despus del golpe de estado de Pava. Al final de su carrera po ltica acab por unirse al Partido Liberal fu sionista de Sagasta, e intent desplazar a ste D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) de la jefatura; al no conseguirlo, qued rele gado a un segundo trmino. Este personaje fue uno de los muchos polticos que tenan bastantes posibilidades a la hora de aspirar a un cargo importante, aun que ste andaba, en ocasiones, muy deso rientado polticamente. Aun as fue de gran ayuda para nuestro tribuno en el exilio; ambos vivieron juntos en Pars y en Suiza y su pre sencia anim a Castelar aunque, lgicamen te, ste se hallaba muy afectado. El 22 de fe brero de 1869, en un discurso ante la Cma ra, describi el sentir de aquellos momentos: Cuntas veces decamos: Es verdad, todo el planeta es tierra, pero no es la tierra que llevamos en nuestras venas! (...) Los ojos se volvan tristemente a la tie rra por donde el sol se pone, y habramos dado toda nuestra existencia por vivir al gunos momentos en medio de nuestros compatriotas, que son nuestros herma nos; por tener la seguridad de que nues tros huesos no habran de estar ms fr os por estar ms solitarios en tierra ex tranjera, sino que haban de venir aqu a confundirse con los huesos de nuestros padres, aunque slo tuvieran por epita fio la yerba de los campos y por asilo una ignorada sepultura: Que nada hay tan grande y tan sublime como el pasa do o el amor a la Patria. Sin embargo l senta una profunda ad miracin por Francia y su Revolucin. Ya co nocemos la influencia del pensamiento galo en el ideario de Castelar. Los logros del pas ve cino le hicieron considerar a Francia como la nacin que ms le interesaba del mundo, despus de su propia patria. En la concep cin castelariana, este pas era el depositario del republicanismo europeo, cuya forma po ltica consideraba como un organismo vi viente de una sociedad progresiva, superior de suyo a la sociedad contempornea. El es tablecimiento definitivo de la Repblica en Foto 20: D. Cristino Martos. Francia resultaba beneficioso para la demo cracia en Europa, aunque tuvo que sortear demasiadas dificultades, principalmente, in tentos restauracionistas monrquicos y ac ciones oportunistas de algunos personajes que se llamaban republicanos. Castelar, en determinados momentos de su vida, sufri algunas dificultades econmi cas, como es notorio, pero en el exilio tuvie ron ms importancia los aspectos sentimen tales, porque l viva de sus escritos. Tuvo muchas posibilidades de instalarse en cual quier pas europeo, incluso en cualquier re pblica sudamericana, pero donde desem pe un protagonismo importante fue en Sui za, pas en el que se encontr, sin esperarlo, participando en un acontecimiento histri co: el Congreso en Berna, que haba nacido como consecuencia de la celebracin del I Congreso Internacional de la Democracias Europea. Se reunieron en dicha ciudad suiza representantes de los siguientes pases: Po 115 JOS LUIS BAZN LPEZ lonia, Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Francia, Suiza y Alemania. Estas ocho nacio nes estaban enzarzadas en una disputa por el sistema de propiedad y no se ponan de acuerdo. Castelar fue invitado y actu de me diador. Todo lo acaecido en aquel Congreso lo explic en las Cortes espaolas en 1871: Estaban las cuatro naciones frente a frente y yo era el nico espaol que se encontraba en el Congreso; y entonces me dijeron: Usted representar a Espa a y yo dije, con la sinceridad que todos reconocen en mi carcter: Yo no tengo ninguna representacin, yo no he con sultado con mis amigos polticos; Espa a est ahora al comienzo de una revo lucin y no se ocupa de si la propiedad ha de ser colectiva o individual. Por consiguiente, yo no poda votar por fal ta de poderes; y entonces me dijeron: Es que en el mismo caso se encuentran casi todos los demcratas que estn aqu reunidos; pero todos han sido periodis tas o diputados, todos son conocidos en sus respectivos pueblos, todos han in 116 fluido en su poltica, todos tienen un nombre ilustre (menos yo, que no lo te na), todos valen algo, todos significan algo, todos son odos por nuestros ciu dadanos, y, por consiguiente, su repre sentacin es una representacin colecti va. Pues, cmo no haba de ser, cuando al l estaban indudablemente reunidos muchos hombres ilustres de Europa Al darse un empate, Castelar vot, en su propio nombre, y resolvi el problema a favor de los que deseaban la propiedad individual. Poco tiempo despus estaba muy arrepentido, no por el resultado de las votaciones, sino por que las distintas actuaciones de los congresis tas no fueron de su agrado. Conocemos esta situacin porque en cierta ocasin dijo:No volver a reunirme en un Congreso de la de mocracia europea; me reunir aparte, escribi r aparte, organizar aparte, influir aparte... Mientras tanto, en Espaa triunf la re volucin de septiembre de 1868, motivo su ficiente para que todos los exiliados pudie ran volver a su pas, entre el los Castelar. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) EL GRAN MOMENTO DE SU ORATORIA E xista un problema para todos aquellos que haban sufrido el exil io: estaban completa mente desconcertados, porque la Revolucin del 68 no fue nada ms que un combate por el poder de un grupo de extraccin burguesa, que intentaba configurar un sistema poltico donde la participacin ciudadana fuera lo ms im portante. En el sufragio universal, la suprema ca parlamentaria y la l ibertad de cultos basa ban su sistema poltico, sistema que respetase el derecho de los espaoles a decidir a travs de las urnas. La inclusin de la l ibertad de cul tos se fragu al margen de la Iglesia, que ms tarde dara su opinin al respecto. La Iglesia espaola, que despus de los problemas que tuvo que sufrir en la primera poca del reinado de Isabel II, conoci una eta pa de recuperacin, se encontr, sin embargo, tras la revolucin con dos problemas: en el as pecto material, le supona una nueva desa mortizacin; y en el espiritual la proclamacin de la l ibertad de cultos. Era de esperar que tra jera la ruptura de relaciones con el Vaticano y, lo ms significativo, la tensin entre Iglesia y Estado en el plano interior. Todo esto origin que se formaran distintas asociaciones laicas que terminaran integradas en el conocido Par tido Neocatlico, el cual, entre otros medios, dis pona de dos peridicos con fuerte tirada como El Pensamiento espaol y La Regeneracin. A finales de 1868, gracias al marqus de Viluma, se constituyeron Las Asociaciones de la juventud catlica, que, aunque no se crea rn como partido poltico, intervinieron en todas las decisiones que afectaban directa mente a la Iglesia, como por ejemplo, la pro mocin de una campaa de firmas en defen sa de la unidad catl ica y, lgicamente, con tra la l ibertad de cultos. No podemos olvidarnos del carlismo, el cual haba sufrido al finalizar el reinado de Isabel II momentos de total desfal lecimiento, y que gracias a La Gloriosa volvi a resurgir a travs de la opinin catl ica. Todos los co mentaristas contemporneos sealan el fen meno del gran incremento de sus partidarios y de sus medios de accin a partir del otoo del 68. La sistemtica propaganda de los dos peridicos neocatlicos fue de gran eficacia, y se editaron por mil lones fotografas de don Carlos. La posterior aventura mi l itar no les dio resultados positivos. Debemos de destacar que slo exista un nmero muy reducido de republ icanos que seguan insistiendo y pensando en la Repblica, los mismos que fueron obviados del Gobierno provisional, que se define como monrquico, apartndose de los com promisos que previamente haba contrado con los demcratas. Muchos de los estu diosos del tema estn de acuerdo en pen sar que los verdaderos revolucionarios eran los demcratas, que de esperar un cierto tiempo hubieran tenidos mayores posibili dades de conseguir su objetivo. Creemos que as ocurri en la preparacin de la Glo riosa Revolucin, porque la mayora de los grupos, de alguna manera, ensayaron lo que iban a poner en prctica. As lo dijo Caste lar desde la tribuna del Congreso el 7 de abril de 1869: No nos equivoquemos acerca de esto; si nosotros hubiramos podido fundar la Repblica desde el primer da, la hubi ramos fundado; y si vosotros hubierais podido establecer desde el primer da la monarqua, yo os hago la justicia de cre er que la hubierais trado. Importan poco los antiguos resentimientos de los parti dos: nosotros no trajimos la Repblica porque no ramos bastante fuertes para traerla; vosotros no trajisteis vuestra mo narqua porque tampoco erais bastante fuertes para traerla. 1 1 7 JOS LUIS BAZN LPEZ Bien es verdad que la situacin estaba muy complicada y la remat la actitud mo nrquica de Prim. Juan Prim, nacido en Reus en 1814 y asesinado en Madrid en 1870, ya haba ingresado en el ejrcito isabelino a los veinte aos, y al acabar la guerra carl ista, seis aos despus, ya era coronel. Fue dipu tado en Cortes por Tarragona, siendo miem bro del partido progresista, y enseguida par ticipo en su primera conspiracin al lado de ODonnell, tras la represin por parte de Es partero del levantamiento de Barcelona. En 1847 fue nombrado Capitn General de Puerto Rico, donde intent someter a los es clavos, lo que le hizo dimitir de su cargo. Al volver a Espaa fue diputado por Vich y des pus por Barcelona, siempre apoyado por los industriales catalanes. Poco tiempo des pus el gobierno progresista le nombr Ca pitn General de Granada. Particip como comandante de la expedicin espaola en la guerra de intervencin de Mxico, sus tro pas ocuparon San Juan de Ula y Veracruz, pero ante la intencin francesa de instaurar en Mxico un nuevo rgimen, reembarc sus tropas y se retir. Esta actuacin le supuso un gran nmero de crticas en Espaa. La muer te de ODonnel l le facilit el apoyo unio nista, y con l el del ejrcito. Despus de la revolucin de 1868 defendi la idea de una monarqua constitucional y busc nuevo rey para Espaa. Muri en un atentado en la ca l le del Turco, en Madrid. Al declararse Prim monrquico, Caste lar inici su oposicin y en algunos momen tos traslad sus discursos al mbito de lo per sonal, como por ejemplo cuando remat un discurso diciendo: No queris atraeros las antiguas aristocracias, porque sois plebeyo como yo y no os aceptarn nunca. Esta fra se aluda a Prim, que haba pedido la mano de una hija del prncipe Po, negndosela ste por tener origen plebeyo. El general Prim continu en su misin de traer un rey para Espaa y busc, en primer 1 1 8 Foto 21: D. Juan Prim. lugar, una frmula para que las Cortes Cons tituyentes aprobaran como forma de gobierno la monarqua. Busc el apoyo de Serrano y entre los dos intentaron fortalecer sus ideas monrquicas; el nico que se les opuso, como de costumbre, fue Castelar. La Revolucin del 68 supuso para Cas telar una increble decepcin, ya que no logr implantar en nuestro pas el rgimen republi cano que l tanto deseaba. Cuando volvi a Espaa real iz ciertos comentarios en los cua les expresaba a la vez ideas y sentimientos: Yo estoy profundamente agradecido a todos los que nos han abierto las puertas de la patria. Y en las puertas de la Universidad de Madrid dijo lo siguiente: Pueblo de Madrid, cuando yo me ha llaba en la oposicin deca que la reac cin era la revolucin y que la monarqua era la paz; si ahora no estamos en paz, temblad por la Repblica; el primer tiro D. EMILIO CASTELAR ANIOEOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) que se dispare en Espaa herir el cora zn de la Repblica. Fue en 1869 cuando Castelar comenz una actividad que no haba practicado en su vida: fue elegido por el pueblo diputado en las Cortes Constituyentes y creemos que fue ste el gran momento de su trayectoria personal, poltica y social, ya que gracias a ello pudo de mostrar al mundo que era el mejor orador de su tiempo. Gins Alberola, en su libro Emilio Castelar (Memorias de un secretario), co ment: No solamente fueron los polticos y di putados quienes se sintieron dominados por la fuerza convincente de su palabra, sino el pblico que llenaba las tribunas destinadas a los invitados, en las que se hacan colas para ocupar los mejores puestos y se movan influencias para conseguir una invitacin. El que hablara Castelar en las Cortes se anunciaba en la prensa exactamente igual que si se tra tara de la actuacin de un famoso can tante de pera. Y l se cuidaba la voz con la misma proteccin que la usada por un tenor. Jams fumaba y tomaba una alimentacin adecuada a mantener su garganta en perfecto estado de con servacin. Entre las polmicas en que Castelar par ticip desde la tribuna de las Cortes, fue sin duda alguna la ms relevante la que mantuvo con el cannigo Vicente Manterola. Este ha bilidoso orador perteneca al partido carlista y era lgico que su posicin estuviera mar cada por la defensa doctrinal de la Santa Sede. El problema surgi cuando se estaba discu tiendo el artculo 21 de la Constitucin, que deca: La nacin se obliga a mantener el cul to y los ministros de la religin catlica. El da 7 de abril fue cuando Castelar expuso sus ide as, cinco das despus lo hizo Manterola. Dada la trascendencia poltica de esta Foto 22: D. Emilio Castelar. discusin vamos a procurar transmitir los mo mentos ms importantes de la actuacin de nuestro personaje en dicha polmica: Qu dije yo, seores, qu dije yo en tonces. Yo no ataqu ninguna creencia, yo no ataqu el culto, yo no ataqu el dogma. Yo dije que la Iglesia catlica, organizada como vosotros la organizis, organizada como un poder del Estado, no puede menos de traernos grandes per turbaciones y grandes conflictos, porque la Iglesia catlica con su ideal de auto ridad, con su ideal de infalibilidad, con la ambicin que tiene de extender estas ideas sobre los pueblos, no puede menos de ser en el organismo de los Estados l i bres causa de una continua perturbacin en todas las conciencias, causa de una constante amenaza a todos los derechos (...). Pero su discurso, absolutamente todo su discurso, no ha sido ms que una completa confirmacin de mis palabras; cuanto yo deca, lo ha demostrado el se or Manterola. Pues qu, no ha dicho 119 JOS LUIS BAZN LPEZ que el dogma de la soberana nacional, expresado en trminos tan modestos por la comisin, es inadmisible, puesto que el clero no reconoce ms dogma que la so berana de la Iglesia (...) Por consiguiente, el seor Mante rola, en todo su discurso, no ha hecho ms que pedir lo que pedan los anti guos paganos, los cuales no comprend an esta gran idea de la separacin de la iglesia y del Estado; lo que pedan los antiguos paganos, que consista en que el rey fuera al mismo tiempo papa, o, lo que igual, que el Pontfice sea al mismo tiempo, en alguna parte, y en alguna me dida rey de Espaa. Y sin embargo, en la conciencia humana ha concluido para siempre el dogma de la proteccin de las Iglesias por el Estado. El Estado no tiene rel igin, no la puede tener, no la debe tener. El Estado no confiesa, el Es tado no comulga, el Estado no se muere. Yo quisiera que el seor Manterola tu viese la bondad de decirme en qu sitio del Val le de Josafat va a estar el da del juicio el alma del Estado que se l lama Espaa. [Grandes aplausos.] (...) Por consecuencia, el seor Mante rola no tena razn, absolutamente nin guna razn, al exigir, en nombre del ca tol icismo, en nombre del cristianismo, en nombre de una idea moral, en nom bre de una idea religiosa, fuerza coerci tiva, apoyo coercitivo al Estado. Esto se ra un gran retroceso, porque, seores, o creemos en la rel igin porque as nos lo dicta nuestra conciencia, o no creemos en la rel igin porque tambin la con ciencia nos lo dicta as. Si creemos en la rel igin porque nos lo dicta nuestra conciencia, es intil, completamente in til, la proteccin del Estado; si no cree mos en la religin porque nuestra con ciencia nos lo dicta, en vano es que el Es tado nos imponga la creencia; no llega 120 r hasta el fondo de nuestro ser, no lle gar al fondo de nuestro espritu; y como la religin, despus de todo, no es tanto una relacin social como una relacin del hombre con Dios, podris engaar con la religin impuesta por el Estado, a los dems hombres, pero no engaaris jams a Dios, a Dios que escudria con su mirada el abismo de la conciencia. [Grandes aplausos.] (...) Seores, entremos ahora en algu nas de las particularidades del discurso del Sr. Manterola. Decanos S.S.: Cun do han tratado mal, en qu tiempo han tratado mal a los catl icos y la Iglesia ca tlica a los judos. Y al decir esto se di riga m, como reconvinindome, y aada: Esto lo dice el Sr. Castelar, que es catedrtico de Historia. Es verdad que lo soy, y lo tengo a mucha honra: y por consiguiente, cuando se trata de histo ria es una cosa bastante difcil al tratar con un catedrtico que tiene ciertas no ciones muy frescas, como para m sera muy difcil el tratar de teologa con per sona tan altamente caracterizada como el Sr. Manterola. Pues bien, cabalmente en los apuntes de hoy para la explicacin de mi ctedra tena el siguiente: En la es critura de fundacin del monasterio de San Cosme y San Damin, que lleva la fe cha de 978, hay un inventario que los frailes hicieron de la manera siguiente: primero ponan varios objetos; y luego ponen 50 yeguas, y despus 30 moros y 20 moras; es decir, que ponan sus 50 yeguas antes que sus 30 moros y sus mo ras esclavas. De suerte que para aquel los sacer dotes de la libertad, de la igualdad y de la fecundidad, eran antes sus bestias de carga que sus criados, que sus esclavos, lo mismo, exactamente lo mismo que para los antiguos griegos y para los anti guos romanos. [Aplausos.] (...) D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Lo detestaba, ha dicho el Sr. Man terola, y lo detesto, pues entonces debe S.S. detestar toda la historia de la intole rancia rel igiosa, en que, siquiera, sea duro decirlo, tanta parte, tan principal parte le cabe a la Iglesia. Porque sabe muy bien el Sr. Manterola, y esta tarde lo ha indicado, que la Iglesia se defenda de esta gran mancha de sangre, que de ba olerle mal como le ola aquel la c lebre sangre a lady Macbeth, diciendo: Nosotros no matbamos al reo, lo en tregbamos al brazo civi l. Pues es lo mismo que si el asesino dijera: Yo no he matado, quien ha matado ha sido el pual. La Inquisicin, seores, la In quisicin era el pual de la Iglesial. (...) Nos deca el Sr. Manterola: Qu tenis que decir de la Iglesia, qu tenis que decir de esa gran institucin, cuan do el la os ha amamantado a sus pechos cuando el la ha creado las universida des. Es verdad, yo no trato nunca, ab solutamente nunca de ser injusto con mis enemigos. Cundo la Europa entera se descompona, cuando el feudal ismo reinaba, cuando el mundo era un caos, entonces (pues qu, vive tanto tiempo una institucin sin servir para algo al pro greso), ciertamente, indudablemente, las teoras de la Iglesia refrenaron a los poderosos, combatieron a los fuertes, le vantaron el espritu de los dbi les y ex tendieron rayos de luz, rayos benficos, sobre todas las tierras de Europa, porque era el nico elemento intelectual y es piritual que haba en el caos de la bar barie. Por eso se fundaron las universi dades. (...) El Sr. Manterola se levanta y dice: Qu tenis que decir de descartes, de Mal lebranche, de Orgenes y de Tertu l iano. Descartes no pudo escribir en Francia, tuvo que escribir en Holanda. Por qu en Francia no pudo escribir Porque all haba catolicismo y monar qua, en tanto que en Holanda haba li bertad de conciencia y repblica. Ma I lebranche fue casi tachado de pantesta por su idea platnica de los cuerpos y de las ideas de Dios. Y por qu me cita el Sr. Manterola a Tertuliano No sabe que Tertul iano muri en el montaismo A qu me cita S.S. tambin a Orgenes No sabe que Orgenes ha sido recha zado por la Iglesia Y por qu Por ne gar a Dios No, por negar el dogma del infierno y el dogma del diablo. (...) Seores diputados: me deca el Sr. Manterola (y ahora me siento) que re nunciaba a todas sus creencias, que re nunciaba a todas sus ideas si los judos volvan a juntarse y volvan a levantar el templo de Jerusaln. Pues qu, cree el Sr. Manterola que el dogma terrible de que los hijos son responsables de las cul pas de los padres Cree el Sr. Mantero la que los judos de hoy son los que ma taron a Cristo Pues yo no lo creo; yo soy ms cristiano que todo eso, yo creo en la justicia y misericordia divina. Grande es Dios en el Sina; el true no le precede, el rayo le acompaa, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios ms grande, ms grande todava, que no es el majestuoso Dios del Sina, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en la cruz, herido, yerto, coronado de espi nas, con la hiel en los labios, y sin em bargo diciendo: Padre mo, perdna los, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores, porque no saben lo que hacen!. Grande es la rel igin del poder, pero es ms grande la religin del amor; grande es la religin de la justicia implacable, pero es ms grande la reli gin del perdn misericordioso; y yo, en nombre del Evangelio, vengo aqu, a pe diros que escribis en vuestro Cdigo 121 JOS LUIS BAZN LPEZ fundamental la libertad re ligiosa, es decir, libertad, fraternidad, igualdad entre todos los hom bres. Castelar recibi una gran ovacin de todos los componentes de la Cma ra y de los asistentes en las tribunas, pero cuando lleg la hora de la votacin, gan Manterola. Siempre ocurra lo mismo, se dejaban entu siasmar por la oratoria caste lariana, pero se retraan de actuar porque no eran capaces de romper la dictadura de sus partidos. A Castelar le votaron los 76 diputa dos republicanos, fieles a su voto. Esta confrontacin entre ambos orado res la analiza Julin Maras en su obra Los es paoles cuando dice: Castelar era un romntico que arras traba a la gente, pero no ofreca seguri dad, pues su amor desmedido a la li bertad llevaba a todo gnero de riesgos. Mientras tanto, Manterola, con su voz autorizada y segura, llena de prudencia y sabidura, enemiga de peligrosas no vedades, haba puesto las cosas en su punto. Ahora bien, Manterola, que pro nostica grandes catstrofes si llegaran a cumplirse determinados acontecimien tos, es quien se equivoca, pues realiza dos en 1929 no sucede nada de lo que l vaticina. El discurso de Castelar tuvo una fuerte repercusin en la prensa y fue admirado por los peridicos amigos y enemigos, como de muestran estos extractos: EL IMPARCIAL: El seor Castelar no pertenece a la mi nora, ni a la mayora, ni aun a la C 122 mara: el seor Castelar es una gloria nacional. Quiz el en tusiasmo nos arrastre a don de slo la fra crtica debe llegar, pero con la mano en el pecho creemos que pocas cosas habr en la lengua espaola ms her mosas que este prrafo; que pocas cosas se habrn escrito en la gran lengua la tina ms soberanamente gran des; que ningn orador, ni Foto 23: Medalla conmemorativa de Castelar. griego ni romano, habr aventajado en aspiraciones a esa gloria espaola que hoy se sienta en la Cmara soberana de la representacin nacional. A quien damos la enhorabue na, finalmente es a la idea democrtica. La sesin de ayer fue altamente simbli ca: el seor Manterola representa lo an tiguo; el seor Castelar, lo por venir. Paso al porvenir, paso a la nueva idea democrtica, paso al nuevo derecho! Descanse en paz todo lo antiguo, des canse el seor Manterola, que bien lo necesital. LA IGUALDAD: Desgracia inmensa la de aquel que no haya tenido la dicha de escuchar el dis curso que ayer pronunci en la Asam blea Constituyente el seor Castelar!. LA POLTICA: Nosotros hemos bajado hoy las armas delante del ejrcito enemigo y nos he mos adelantado a saludar al hroe que nos combate todos los das, viendo en l al genio antes que al hombre, al es paol antes que al adversario. LA DISCUSIN: Al escuchar anteayer su voz tempes tuosa, nos pareca asistir al ms grande de D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) los terremotos. El mundo antiguo se des ploma con ruidoso estrpito. A cada pa labra del orador caan unos tras de otros siglos y siglos. Parecanos ver desfilar por delante del tribuno, que los juzga ba en el eterno juicio final, los plidos es pectros de las antiguas tradiciones; los genios tutelares de los viejos errores, que envueltos en el fro sudario de la muer te huan a perderse en el polvo del olvi do y no del ser. Todos los tiranos se ha brn estremecido en sus soberbios tro nos; todos los pueblos habrn respirado el aire de la vida, el aire de su completa emancipacin, de su l ibertad completa. Castelar est destinado a quebrantar las cadenas de todos los pueblos. Vuelvan to dos los pueblos hacia l sus ojos y sal denle como a su libertador, con profun da veneracin y respeto. El peridico neocatlico La Regenera cin critic duramente a Olzaga y Posada Herrero por haberse dirigido a Castelar para fel icitarle. Posada coment: Jams, en cua renta aos de vida parlamentaria, he presen ciado triunfo semejante. Este peridico tam bin fel icit a Castelar, a pesar de no estar de acuerdo con sus ideas. Ya sabemos que para Castelar una gran manifestacin de la l ibertad de pensamiento es la l ibertad rel igiosa. l era un hombre pro fundamente rel igioso, debido al sentimiento que le transmiti su madre, el mismo que mantuvo durante mucho tiempo y que fue bsico en toda su vida. Siempre mostr un gran respeto por la rel igin y su disentimien to se diriga a ciertas soluciones antidemo crticos propugnadas por los neol iberales; adems, estaba en contra de la esclavitud ideolgica que naca de determinadas ideas religiosas, as como de la imposicin por la fuerza. Su visin de la rel igin indujo a Cas telar a propugnar la necesidad de compaginar catol icismo y l ibertad, por esto, una de sus pretensiones fundamentales fue romper el es trecho lazo que exista entre la Iglesia y las ideas reaccionarias, a favor de un nuevo vn culo entre Iglesia y democracia. La coherencia de Castelar se resinti en 1888 al declarar: Si yo mandare, jams llegara yo a una idea que ha enamorado a todo el mun do; jams llegara yo a la separacin de la Iglesia y el Estado: quiero un patrona to y un pensamiento eclesistico. Tal vez nuestro tribuno llev demasiado le jos la eterna transaccin que existe entre el ide al y la real idad cotidiana, que para l se con cretaba en la poltica, al convertir sus declara das convicciones anteriores en una ficcin. Volviendo a su oratoria, es incuestiona ble que para Castelar adquira tintes de ver dadero arte, si bien en alguna ocasin des menta sus condiciones, como cuando mani fest a Rivero en el Congreso: Yo no tengo ninguna de las cualidades de grande orador, ninguna, lo digo sinceramente. Sin embargo, algunos aos antes, coment: Amo mucho la democracia, pero no amo menos el arte. Ten go una verdadera pasin por la oratoria. De todas formas, al disertar, daba todo lo que tena dentro, hablaba con una fluidez ex quisita y centrada en los temas que estaba tra tando. Estamos de acuerdo con Carmen Llor ca cuando escribe sobre su sensibilidad me diterrnea: Y hay que buscar en esta pasin por la oratoria la oportunidad que tena Caste lar de transformar su ser. Su voz atiplada, que ha motivado dudas respecto a la ca l idad del sexo, quedaba transformada al hablar hasta convertirse en el medio de captacin ms fascinante. Yen la orato ria descansaba Castelar al encontrar en el la el medio ms subl ime de expresin de sus ideas, y fue esta prodigiosa fuer za espiritual la que le dio energa y con sistencia a su oratoria, toda bel leza, ar 123 JOS LUIS BAZN LPEZ mona, color. Hay que ver en esto una prueba ms de la mediterraneidad cas telarina al aparecer, a lo largo de los si glos, como un heredero de aquel las gran des figuras del mundo clsico. Si hacemos un recorrido histrico, po demos apreciar que la oratoria poltica em pez a florecer con la democracia. Dems tenes en Atenas y Cicern en Roma adqui rieron una justa fama, que ha l legado hasta nosotros por distintos caminos. Si nos situa mos en Espaa, comprobaremos que, hasta las Cortes de Cdiz, solamente hubo orado res rel igiosos, como Fray Luis de Granada y Santo Toms de Vil lanueva, despus de ese momento histrico se inici una avalancha de oradores en los periodos de cierta nor malidad poltica. No podan faltar los char latanes y demagogos, que en la mayora de los casos terminaban su discurso y se perd an en el olvido. La evolucin poltica espa ola abri el camino a los oradores, porque no se concibe que un buen poltico no sea un buen orador. Creemos que fue Quintiliano quien defini perfectamente al orador: Vir bonus, dicendi peritus (un hombre de bien que sabe hablar con pericia). El mismo Quin ti l iano dej escrito: Nacen los poetas, se hacen los oradores. De este modo, la ora toria requiere una preparacin, sobre las do tes naturales de buena memoria y serenidad. A continuacin vamos a reflejar las opi niones al respecto de cuatro personajes co nocidos, incluyendo la de nuestro tribuno: Menndez Pelayo: Entre dos hombres igualmente dotados, ser mejor orador el que sea mejor hombre. Molire: Es orador quien siempre en cuentra la manera de no decir nada con grandes discursos. Ramn y Cajal: Muchas de nuestras ce lebridades oratorias, al verse aplaudidas, cuando saben poco del tema, acaban por acostumbrarse a ignorarlo por completo. 124 Castelar: No hay espectculo semejan te al del orador el cual debe ser a un tiempo fi lsofo, poeta, artista, msico, tctico... y por un milagro de su inteli gencia y de su voluntad, tener entre tem pestades infinitas de aplausos, cadenas in visibles a las cuales se prenden los co razones muy esclavos de aquella magia, cuyo poder sobrenatural es uno de los misterios ms profundo del espritu. Hemos podido comprobar que en toda polmica y discusin poltica o parlamentaria, existe a menudo alguno de los dos contrin cantes que defiende ideas alejadas de la ver dad, manteniendo su propia infalibilidad, y como la mayora eran infatigables, el can sancio pona el final hasta la prxima sesin parlamentaria. En este aspecto tambin des tacaba Castelar, aunque no lo practicaba mu cho. A nuestros das nos han l legado nume rosos testimonios de la oratoria de nuestro personaje, pero en la actual idad prol iferan los estudios sobre esta dimensin tan destacada del ms famoso orador. Vamos a conocer la opinin de tres crticos literarios, para hacer nos una idea de la grandeza de Castelar: Fitzmaurice Kelly reconoce que es el mejor tenor de la Repblica maestro de la elocuencia declamatoria, y aade que hasta sus enemigos reconocen que fue honrado y simptico representante de su poca. Valbuena Prat dice que el famoso tri buno fue formado en el grupo krausista y que no todo en l era florido, aun que esa es la nota ms destacada de su oratoria. Es el gran orador del siglo XIX. En tono grandilocuente haba tenido un precursor, de contenido conservador muy diferente del ideario castelariano, en Juan Donoso Corts, cuyo Discurso so bre la Biblia, encierra para el mismo lec tor de hoy, bel lezas de imagen, e mpe tu robusto. Pero Castelar sobrepasaba D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) con mucho la cultura histrica de Do noso, que no era pequea... Aparte de Fray Luis de Granada, no ha habido en nuestras letras una potencia retrica se mejante. Esperab de Arteaga se fija ms en su rel igiosidad: Disgustados con l los ele mentos sectarios y anticatlicos por ha ber reanudado las relaciones con la San ta Sede, y por mantener firme la rel igin de Cristo. Los diputados le negaron su apoyo. Pi y Margall, y Pi y Asuaga, lan zaron contra el tribuno las ms grandes acusaciones y tambin fue blanco de toda la prensa avanzada. Decanle en tre otras cosas Cante usted misa, seor Castelar, usted que no tiene hijos ni mu jer, dedquese a la Iglesia. Despus de Castelar, y ya en el siglo XX, dos oradores ideolgicamente opuestos a ste destacaron en la oratoria: Vzquez de Mel la y Lerroux. El primero era un orador que arrebataba a las masas desde la tribuna, desconcertando a sus adversarios. Figura entre sus clebres discursos parlamentarios aqul que pronun ci en el Congreso pidiendo responsabilida des por las consecuencias negativas derivadas de los desastres coloniales. En un ambiente poltico hostil, la oratoria de Vzquez de Me l la l legaba al corazn del pueblo porque po na a los hombres en contacto con las cosas. Alejandro Lerroux conquistaba al audi torio con antolgicas frases lapidarias: La propiedad es un robo, Hombres que traba jan y no comen y hombres que comen y no trabajan o Donde otros tienen colgada la pila del agua bendita, yo tengo colgado el fu sil. Este poltico fue perdiendo agresividad segn iba pasando el tiempo y cuando lleg la Segunda Repbl ica era ms bien un agita dor muy cansado. Volviendo a Castelar, hemos de decir que en determinados momentos se sale fuera del contexto instrumental, l imitndose a re currir a la fuerza. Son momentos donde la ex presin enrgica de su palabra domina pro gresivamente el ambiente; hay que tener en cuenta que esto ocurra en el Parlamento, donde los oradores, en general, demostraban su preparacin intelectual, su pasin por la libertad y su ambicin. Castelar dio a la C mara una categora internacional cuando las Cortes Constituyentes de 1 869 iniciaron su recorrido poltico; entre otras razones, por que no tiene rivales (salvo, quiz, Cnovas del Castil lo). Olzaga cal ific al primero como un gran orador poltico y a Castelar como un orador sagrado. Estamos convencidos de que el naci miento de su oratoria se produjo cuando to dava era un adolescente y cursaba sus estu dios en Al icante, donde ya demostr su fuer za tan convincente a travs de su palabra. Improvisaba Creemos que en muchas si tuaciones no lo haca, y es comprensible, por que tena miedo a incurrir en un error de bul to que en poltica es negativo. El 6 de abril de 1876 dijo en el Congreso: Yo soy de antiguo enemigo de las im provisaciones polticas, y cuando las exi gencias del debate no lo reclaman, soy enemigo tambin de las improvisacio nes parlamentarias. S bien que ningn orador debe ensear a su pbl ico las in terioridades de su arte, pero en mi ca rcter hay una sinceridad irremediable. Es destacable su ingenio a la hora de dar un discurso que luego sabe que va a ser pu blicado; no improvisaba en tales circunstan cias para evitar rectificar. Conoca perfecta mente sus facultades oratorias y hubo algu nas pocas donde se le notaban ciertos fal los en el lxico y en la sintaxis; en estos mo mentos, siendo leal consigo mismo y con los dems, sabiendo que su oratoria iba decli nando paulatinamente, dijo: La oratoria es un arte de jvenes y no un arte de viejos; la 125 JOS LUIS BAZN LPEZ oratoria necesita fuerzas que an tengo, pero que se me acabarn muy pronto. Ya en 1888 daba argumentos vl idos cuando usaba las mismas palabras en casi todos sus discursos: Poda muy bien ahorrarme el trabajo de ha blaros y la pena de orme. No cabe duda de que fue durante las Cortes de 1869 a 1870 cuando Castelar al canz el cenit de su oratoria. Su inspiracin destacaba, la fuerza luchadora se mantena constante y su expresin espiritual era la pro pia de un rebelde incansable. La mejor defi nicin, de las muchas que conocemos, la dio El Imparcial en 1869: Cuando el seor Castelar habla; cuan do tomando una idea y l levndola a su laboratorio la presenta vestida con todo el lujo de su poderosa imaginacin, con todas las galas de sus vastsimos conoci mientos, con todo el fuego de aquel la organizacin esencialmente artstica, el seor Castelar sufre una transformacin, el seor Castelar se rodea de una aureo la refulgente que deslumbra y arrebata, que conmueve y agita, que obliga a su auditorio a que se identifique por com pleto con sus pensamientos. Todo lo que Castelar tiene de orador no lo tiene, sin embargo, de economista. Siempre tuvo esta carencia y nunca intent ponerle solucin, creemos que debido a su carcter y a su afn de no aprovecharse de las circuns tancias. En septiembre de 1869, Grijalba le ofreci un puesto muy destacado en el Con sejo del Crdito Comercial, con un sueldo que le hubiera evitado muchos sinsabores; no acept, y se lo dijo con estas palabras: No puede usted imaginarse cunto le agradezco que se haya acordado de m para la Junta de la Sociedad. Veinte mi l reales vendran maravi l losamente a mi presupuesto desequil ibrado, como el presupuesto espaol, por la doble deu da que engendraron la violenta ruina 126 del peridico y la emigracin. Permta me, sin embargo, que rehse un favor tan sealado. Usted ya sabe que no en tiendo ni de operaciones econmicas ni de asuntos rentsticos. Sumar y restar es para m empresa superior a los tra bajos de Hrcules. No entiendo de ope racin ninguna, u tengo invencible re pugnancia a ocuparme en esos asun tos. Cmo quiere usted que acepte una plaza que no podra desempaar en conciencia y un sueldo que, en con ciencia no habra ganado Yo, fuera del Consejo del Crdito Comercial, podr hacer y har por usted, por la Compa a, en cumpl imiento de un deber sa grado, todo cuanto est en mis manos, usando del influjo que tenga en las asambleas, en el Gobierno, en la pren sa, en el pblico. Por consecuencia, us ted dispone de m siempre y para todo. Usted no necesita colocarme en sitio oficial, que no sabr desempear, ni darme un sueldo que no habr mereci do. Queda, pues, dimitido mi cargo, y espero que mi dimisin ser de usted aceptada. Econmicamente, si el pie forzado de mi rehabi l itacin se verifi ca, estar pronto muy bien. Yo reno ocho mi l reales al mes, con los cuales puedo vivir divinamente. Si este ao viv mal y apurado, fue porque destin de esos ocho mil, cuatro mil a pagar deuda mensualmente. Pero comoquie ra que por fin qued sobre la mesa el proyecto para volvernos nuestras multas y depsitos, unnimemente aprobado por la Comisin, y aceptado por el Go bierno, yo creo que a mediados de oc tubre tendr ya diez o doce mil duros, que si bien sern pagados en papel, me darn recursos para salir de apuros y pagar todos mis deudas, con lo cual en trarn los ocho mil reales en mi casa, y vivir como un prncipe, sin duda nin D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) guna, y con una posicin no slo inde pendiente de la poltica, sino hasta in dependiente de mi patrona. Final izando la legislatura, Castelar puso el broche de oro a la sesin del 16 de di ciembre de 1 870 cuando el seor Ruiz Zo rri l la, entonces Presidente de la Cmara, le neg la palabra al gran orador, pero an pudo decirle: Por el respeto que me inspira la presi dencia, respeto casi rel igioso; por la amistad que su seora me inspira, amis tad casi fraternal, yo ruego a su seora que me oiga; y pido al seor Presidente que no se ofenda si le supl ico tambin que prescinda un poco del sistema au tocrtico que est siguiendo desde hace pocos das en este sitio. Nos ampl ia esta curiosa situacin Car men Llorca: Entonces Ruiz Zorril la propone al con greso la votacin nominal por si autorizan que hable Castelar. Realizada esta vota cin, hay 101 diputados que dicen no, contra 64 que dicen s. Entre estos l timos figuran Cnovas, Topete, Vega de Armijo, Francisco Silvela, lvarez Buga Ilal, que si en el terreno de las ideas tie nen poco en comn con Castelar, en el de la amistad y la admiracin tienen mucho que decirse. Y entre los que dicen no estn Prim, Rivero el amigo de ayer, Sagasta el enemigo de siempre, Moret que empieza, Montero Ros, Echega ray quien ms tarde deber la vida a Castelar, Romero Robledo uno de los enemigos que ms indignan a Castelar y a la vez de los que ms le quieren; dicen no y Castelar no puede hacer uso de la palabra. La Cmara le prohibi hablar y l, muy respetuoso, acept la circunstancia, pero cuando se haba real izado la votacin co rrespondiente y la Cmara acord reunirse secretamente, Castelar pidi la palabra: EL VICEPRESIDENTE, SEOR MADRAZO. No hay palabra. CASTELAR. He pedido la palabra. EL VICEPRESIDENTE No hay palabra. CASTELAR. No creo que esta... EL VICEPRESIDENTE. No he concedido a vues tra seora la palabra. CASTELAR. No es extrao que el Parlamen to de una nacin donde el jefe del Esta do no sabe hablar espaol suene mal la palabra de un diputado. El inters sobre la oratoria de Castelar no slo se dio en Espaa, la mayora de sus dis cursos se publ icaban en casi todo el mundo, y los corresponsales de pases europeos y ame ricanos siempre estaban dispuestos a abonar las cantidades necesarias para poder telegra fiar a sus respectivos medios lo que haba dicho el gran orador. Es un hecho aceptado que la venida de Amadeo I de Saboya a Espaa fue un triunfo del Partido Progresista y del hombre que siempre haba defendido la continuidad del Rgimen: el general Prim. Castelar haba tra tado con l en numerosas ocasiones, de ma nera directa e indirecta, el problema que po da acarrear la l legada a Espaa de un mo narca extranjero. En las Cortes (3 de no viembre de 1870) le record lo siguiente: Y vais a lanzar sobre un pueblo as un monarca extranjero Si no lo siente, si no se remueve, si no se levanta la na cin espaola de su indiferencia, ah!, demostrar algo bien triste, bien doloro so para todos nosotros: demostrar que Espaa ha muerto, que han muerto en Espaa sus ms nobles, sus ms anti guos, sus ms caractersticos sentimien tos (...). Yo no puedo comprender cmo hay quien se atreva a traer un rey ex tranjero a Espaa. Yo no puedo com 127 JOS LUIS BAZN LPEZ prender cmo hay rey extranjero que se atreva a venir a Espaa. A cualquier persona democrtica que es tuviera interesada por los acontecimientos po lticos de la poca, le resultara muy difci l justificar la l legada del ital iano. Amadeo I, duque de Aosta, haba nacido en Turn en 1845, muriendo en esta misma ciudad en 1890. Su padre fue Vctor Manuel II, rey de Ita l ia. Despus de triunfar la Revolucin del 68 fue elegido rey de Espaa por 191 votos a fa vor y 116 en contra. En diciembre l leg a Ma drid, poco antes de que Prim fuera asesinado. Desde los inicios de su reinado se tuvo que en frentar con una situacin muy difcil, debido a la actitud vaci lante de la burguesa, que puso demasiadas trabas a su labor. En real idad, el nico apoyo que tena era el de los pro gresistas, cuyos jefes se sucedieron en el Go bierno, y que solamente contaron con mayo ra parlamentaria mediante la falsificacin electoral, segn se ha podido demostrar. En 1 872 el cl ima de violencia l leg al mximo: los carl istas se levantaron en el nor te de Espaa y Catalua; se produjeron las in surrecciones de los republ icanos en varias ciudades, atentando incluso contra el Rey. Al no contar con los apoyos necesarios, Ama deo I present la dimisin con carcter irre vocable, tomando como pretexto la disolu cin del cuerpo de artil leros. Como hemos podido comprobar, Ama deo I no se encontraba a gusto en Espaa, al igual que su esposa, que temiendo que le pa sara lo mismo que a Maximi l iano, estaba de seando volver a su tierra de origen. Cuando sa l i de Espaa pronunci aquella frase tan co nocida: Al fin podr dormir tranquila! El Conde de Romanones estaba conven cido de que todos los discursos de Castelar dirigidos hacia el monarca extranjero minaban el nimo del Rey, aunque lo ms definitivo haba sido el asesinato de Prim. Este reinado, segn todos los estudiosos, estaba condenado 128 al fracaso desde cualquier punto de vista, por que, si efectivamente se hubiese consolida do, el Partido Progresista tena la posibilidad y la intencin de que desembocara rpida mente en una repblica, en una suerte de tran sicin oportuna y viable. Tras el asesinato de Prim, el Partido Pro gresista tuvo los clsicos problemas a la hora de la sucesin. Fue una continua disputa en tre Ruiz Zorril la y Sagasta. Al final el partido termin roto en dos partes: los radicales co mandados por Ruiz Zorril la y los progresistas acaudil lados por Sagasta. Prxedes Mateo Sa gasta (nacido en Torreci l la de Cameros en 1825 y muerto en Madrid en 1903) ingres a los dieciocho aos en la escuela de Ingenie ros de Caminos en Madrid, donde estuvo como profesor auxiliar, hasta que por moti vos polticos tuvo que abandonar este puesto. Se coloc de ingeniero en la construccin del ferrocarril entre Valladolid y Palencia y pas despus a la Jefatura de Obras Pblicas en Zamora, donde conoci a una joven mujer, hija de un mi l itar absolutista que se neg a que su hija se casara con un l iberal. En 1854 fue elegido diputado en las Cortes Constitu yentes e intervino en la fundacin de La Ibe ria, un peridico progresista que diriga Cal vo Asensio. Adquiri una buena popularidad en la Cmara motivada por su habi lidad ora toria y su violencia verbal. Al morir el direc tor del citado peridico se hizo cargo de su puesto, periodo que dur poco debido a que intervino directamente en la intentona revo lucionaria del cuartel de San Gi l y al igual que Castelar fue condenado a muerte, vin dose obl igado a exiliarse con los dems com paeros. Durante su estancia en el extranjero se puso en contacto con un grupo de conspi radores, los cuales estaban al mando de Prim, quien le envi a Londres para negociar con Cabrera y con los carl istas. Despus del pro nunciamiento de 1868, al formarse el go bierno provisional, fue nombrado Ministro de la Gobernacin, pas ms tarde a la cartera de D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Estado y volvi al ao al ministerio de la Go bernacin. Form parte del gobierno de coa licin cuando l leg Amadeo I a Espaa. En 1 871 presidi el gobierno y cuando fue acu sado de uti l izar indebidamente dos millones de reales, tuvo que dimitir. Estuvo alejado de la poltica hasta que cay la Repbl ica y re gres para ser ministro y jefe del gobierno, se resign a la restauracin borbnica. Durante algunos aos tuvo alternativas en distintas car teras ministeriales y sufri el desastre colo nial de la guerra de Cuba. Los ataques ms duros en la Cmara los recibi de Castelar, quien nunca le tuvo como una persona digna de su amistad, ni en lo per sonal ni en lo poltico. Desde la perspectiva castelariana, Sagasta diriga un partido con una ideologa poco definida, era demasiado contemporizador y por supuesto fiel a la mo narqua, reinase quien reinase. Este ltimo as pecto era el que ms le molestaba a Castelar. Todos eran conscientes de que Sagasta hubie se sido, por sus cualidades, una gran persona de confianza para un gobernante, pero a nivel poltico dejaba mucho que desear. En el Archivo del Congreso de los Dipu tados existe una carta que le escribe Nava rrete a Pi y Margal I en la que se habla de los sucesos de Jerez, en junio de 1872. En algu nos prrafos podemos observar la forma de actuar de Sagasta: Esa algarada de Jerez es el medio de que se han valido unionistas y moderados para que contine su infame poltica domi nando en esta provincia desdichada. Co nocedores de la candidez progresista, han tratado de asustarlos con el escndalo del 22, para que aqu contine todo en el mismo estado de antes, siendo los sagas tinos y unionistas, Gonzlez de la Vega y Lpez Ruiz, los amos de la situacin. Hablando yo das pasados, en C diz, de mis esperanzas de que el partido radical concluira con las guardias ne gras y los infames atentados a todos los derechos que se vienen cometiendo des de largo tiempo ha, se me contest por un unionista. Ya haremos de modo que seamos nosotros indispensables para sal var la sociedad. Hay ms todava. Han sido tan co bardes y miserables los sagastinos y unio nistas, autores e instigadores del suceso, que lo han llevado a cabo cuando ya les constaba que todos los trabajos anterio res a la cada del Ministerio Sagasta es taban suspensos con motivo de la subi da de los radicales y saban que ese es cndalo no poda ser chispa que volara la mina, pues hasta los ms ardientes, entre el los Siz, presidente del Comit de Jerez, y Balbern, me haban dicho a m no hacer absolutamente nada y dar por ahora concluido el asunto. Slo se ha querido alarmar, infundir pnico y que no sea aqu factible cambio de ayuntamiento, armamento de milicia, ni que sople un solo aliento de l ibertad; continuando la antigua canal la unionis ta con sus hordas de asesinos vestidos de municipales, siendo los dueos de la situacin y del contrabando. (...) Usted con su claro talento, aprecia r estos hechos y har si puede que llegue su exacto conocimiento a odos de Ruiz Zorri l la en el concepto de que son de grandsimo, de colosal inters para el par tido, pues de su buena o mala interpre tacin depende el bienestar de las pro vincias ms republicanas de Espaa. El partido no har nada ahora en la provincia de Cdiz que no sea dispues to y ordenado y es indispensable, que el Gobierno, si tiene sentido comn, no hiera a los republicanos por infamias de sagastinos y unionistas. Estas circunstancias y otras parecidas eran motivo suficiente para que nuestro tribuno fue ra incompatible con Sagasta, y bien pronto 129 JOS LUIS BAZN LPEZ contrast la gran personalidad de Castelar fren te una persona que no entraba dentro de sus proyectos democrticos. Vamos a poner cua tro ejemplos, con breves prrafos, para com probar la forma de trato al dirigirse a Sagasta. Le importan poco que aumenten sus enemigos en la nacin, con tal que dis minuyan sus competidores en palacio. Qu seores diputados, qu monrqui cos y qu dinsticos se estilan hoy en la monarqua espaola! Su seora siempre es ministro; unas veces ampara los ministerios desde aquel sitio; otras veces, desde este modesto asiento; su seora, por desgracia para la nacin, todava no pertenece a la Historia. Su seora ha cambiado de posi cin, pero no ha cambiado de naturale za; siempre conspirador y demagogo. En el punto en que, por nuestro mal, fue exaltado el seor Sagasta a la Presidencia de esta Cmara, el seor Malcampo a la Presidencia del Consejo de Ministros y el seor Cada al Minis terio de la Gobernacin, desde ese pun to comienza la reaccin contra los de rechos de asociacin y de reunin (...), estos ministros espaoles, eternamente demagogos en la oposicin y eterna mente arbitrarios en el Gobierno. Amadeo I inici su reinado encargando al general Serrano que formara gobierno. Fran cisco Serrano, duque de la Torre, naci en Isla de Len en 1810 y muri en Madrid en 1885. Era hijo de un militar liberal que ingres en la escuela de cadetes de Sagunto a los doce aos. En muy poco tiempo elev su categora cas trense y su popularidad la adquiri durante la primera guerra carlista. En 1840 se uni al pro nunciamiento de Espartero, quien le nombr mariscal de campo. Proclamada la mayora de edad de Isabel II, particip activamente a la cada del gabinete progresista de Olzaga, de quien haba sido ministro de la Guerra. Desde 130 Foto 24: D. Francisco Serrano. 1846 a 1848 sostuvo relaciones amorosas con la reina, que le bautiz con el apodo de el ge neral bonito, pero finalmente, ante la lgica animadversin del marido de la soberana, tuvo que aceptar el cargo de capitn general de Granada, a ruegos de Navez. Fue uno de los inspiradores del manifiesto de Manzanares, con ODonnell y Cnovas del Castillo. Tres aos ms tarde fue nombrado capitn general de Cuba, desde donde dificult la labor de Prim cuando ste fue enviado a Mjico. Cuan do volvi a nuestro pas, le fue concedido el t tulo de Duque de la Torre y Grande de Espa a. Tras vencer al Conde de Novaliches en la batalla de Alcolea, se traslad a Madrid y pre sidi el gobierno provisional. Nombrado re gente en tanto no se solucionaba la cuestin su cesoria al trono, design a Prim para la jefatura D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) del gobierno. En marzo de 1872, cuando era jefe de gobierno, acab personalmente con la sublevacin de los carlistas en el Pas Vasco y firm con el los el Tratado de Amorebieta, y considerado ste excesivamente conciliador, se vio obligado a dimitir. Recin proclamada la Repblica, empe z a conspirar contra el la en unin de Pava, Topete y otros militares, motivo suficiente para tener que exi l iarse de nuevo, hasta que Cas telar fue elegido presidente. El golpe de esta do de Martnez Campos en Sagunto, que tra jo consigo la restauracin de los Borbones y la l legada de Alfonso XII, signific el fin de su carrera poltica. Era lgico que Amadeo encargara a Se rrano la formacin de un nuevo gobierno, aunque exista un desequilibrio importante: el nuevo Rey no iba a obtener muchos apoyos a travs de Serrano ni del Partido Moderado; sin embargo, el general era insustituible. Pen saba de s mismo que estaba destinado a sal var la situacin por la que atravesaba Espaa, cosa en lo que no estaba de acuerdo la ma yora de la nacin, que estaba convencida de que Serrano siempre estara al lado del po der, viniese ste de dnde viniese. Era un per sonaje que siempre se mantena a la distancia suficiente para observar todas las situaciones e iniciar las actuaciones correspondientes en pro de su propio beneficio. Su participacin con la monarqua tuvo consecuencias nefas tas para Ruiz Zorri l la, porque Serrano con venci a la casa de Saboya de que l era la persona ms influyente dentro del partido. En este aspecto tena cierta razn, pero nunca util iz dichas influencias para colaborar abier tamente, como era su deber. Ruiz Zorrilla desempe un gran traba jo como tutor de Amadeo I. Continuamente es taba pendiente de la fami l ia real y parece ser que l leg a tal extremo su celo protector que en muchas ocasiones su presencia se consi deraba molesta. Adems, debido a ciertas sus ceptibilidades emanadas de las personas que rodeaban al Rey, l tampoco estaba muy sa tisfecho. Creemos, sin embargo, que la casa de Saboya no se port con Ruiz Zorri l la como ste se mereca. Ruiz Zorrilla fue una persona leal y capaz de consumir su vida poltica pres tando sus servicios a la familia real. A nivel poltico, Ruiz Zorrilla pretenda crear un programa de actuaciones donde pre valeca el aspecto revolucionario. Es lgico que Castelar y todos los republicanos estuvieran pendientes de lo que pudiera suceder. Se co ment por las tertul ias polticas madrileas que Ruiz Zorril la estaba de acuerdo con los repu blicanos y que actuaba con excesiva claridad cuando manifestaba su pasin revolucionaria. Muchos polticos y periodistas de la poca es taban convencidos de que esos dos aspectos fueron determinantes a la hora de la abdica cin de Amadeo I. La renuncia al trono de Ama deo I era inevitable, por estos cuatro motivos: Era una monarqua ms bien inventada e implantada por la fuerza. Se puso en prctica un intento constitu cional para salvar la monarqua espaola. El asesinato de Prim se haba consumado para impedir la monarqua de Amadeo I. El Rey, conocedor de los intentos de los extremistas revolucionarios, que quer an asesinarle, estaba asustado y con mu chas ganas de volver a su patria. Todas las piezas bsicas para formar la primera Repblica espaola estaban al al cance de los republicanos. stos conocan perfectamente la situacin, como se demues tra en la circular que envi la Junta Directiva a todos sus diputados: Madrid y noviembre 1872. Estimado compaero: En las lti mas votaciones del Congreso muchos diputados de la mayora se han unido a nosotros, contrariando los deseos del Mi nisterio, lo cual indica cunto debemos esperar en delante de esa disgregacin ha tiempo iniciada. 131 JOS LUIS BAZN LPEZ Los proyectos de ley sobre aboli cin de la pena de muerte para delitos polticos, libertad profesional, mayora de edad a los veinte aos, presupuestos, sistema de reemplazos del Ejrcito y, so bre todo, la acusacin contra el Ministe rio Sagasta, son cuestiones que acrecen tarn aquella disgregacin; y acaso en todas ellas los votos de la minora incli nen la balanza en pro de nuestras ideas. No pudiendo preverse con la anti cipacin debida en qu momento sern necesarios sus votos, preciso es que nuestros diputados se encuentren lo ms pronto posible en la capital. Esta Junta directiva, cumpliendo con su deber, as lo recomienda a todos, esperando se apresurar usted a ocupar el puesto que nuestro partido justamen te le ha confiado; y declina sobre los que en contrario procedan la responsabi l i dad que ante el pas y nuestro partido puedan caberles si algunas de las im portantes cuestiones indicadas fracasa se por la ausencia injustificada de los di putados republ icanos. Quedan de usted affmos, amigos y compaeros, F. Pi y Margal l, Nicols Salmern y Palanca. 132 No l leg a tres aos el reinado de Ama deo I (desde el 16 de noviembre de 1870 al 11 de febrero de 1873) porque la situacin espaola estaba inmersa en enormes pro blemas y lo mejor era un cambio de rgimen para intentar salvarlo de la ruina econmi ca. Lo que nos sorprende es que la Rep blica naciera de unas cortes monrquicas, como as fue. En la Asamblea haba una mi nora republicana (60 diputados) y, sin es perarlo, la Repbl ica alcanz 258 votos. Ocurri que Rivero haba preparado algn movimiento; la maniobra fue abrir la sesin de Cortes cuando todava se estaba cele brando el Consejo de Ministros. Enseguida se presentaron un nmero indeterminado de ministros en la Asamblea y renunciaron a sus cargos. Rivero se empe en que con tinuasen en sus puestos e impuso silencio a Martos, quien le replic con estas famosas palabras: Porque no est bien, seores re presentantes de la nacin espaola, que, contra la voluntad de nadie, parezca que empiezan las formas de la tirana el da que la monarqua acaba. Lo que quera Rivero era evitar por todos los medios que l lega ran al Poder los republicanos y que la Re pblica quedara en manos del partido ra dical. CAPTULO CUARTO LA PRIMERA REPBLICA (1873 - 1876) D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) PROCLAMACIN DE LA PRIMERA REPBLICA I a preparacin de la campaa electoral de la primavera de 1 873 se caracteriz por la l imitacin del nmero de partidos polti cos participantes. Los carl istas continuaban con su lucha armada y los monrquicos de todas las tendencias eligieron mantenerse al margen, al igual que parte de los radicales, aunque alguno de stos se presentaron como candidatos independientes. En estas circuns tancias, el resultado deba ser a la fuerza una victoria republicana, aunque debemos desta car la alta abstencin, que puso el nmero de votantes al nivel de las pocas moderadas. El federal ismo, claro vencedor, empez a dividirse en varias fracciones: a) La derecha, encabezada por Castelar, empez a distanciarse del federal ismo. b) La izquierda vari su concepto y se apro xim a directrices social istas. c) El centro esperaba encontrar una solu cin rpida a sus problemas a travs de una comisin federal. El lmite del proceso de radical izacin revolucionaria l leg con la subida de Pi y Margall a la Jefatura del Gobierno; la divisin de poderes, que no haba dado el resultado apetecido para contener al Gabinete, y el cen tralismo haban terminado desnaturalizando el carcter poltico del sistema. Bien es conoci do que la organizacin federal de la Repbli ca fue una alternativa que ofreca garantas desde el punto de vista de la reparticin del poder entre las distintas instituciones auton micas. Este reparto de funciones produjo un verdadero equilibrio de poderes, sin el cual los derechos individuales no hubiesen podido asegurarse. Creemos que el problema que di vidi a los federales fue el tener que decidir en tre una organizacin autonomista, sin com prometer la unidad de la patria ni la existen cia de una autoridad nacional, y sin malograr el sistema confederal de estados soberanos. Mientras tanto los lderes polticos ini ciaron una polmica y se enfrentaron en las Cortes y en la prensa. Los federalistas de va rias provincias decidieron tomar la iniciati va, constituyendo en cantones. Este movi miento se generaliz cuando se conoci la sustitucin de Pi y Margall por Salmern. La huelga de Alcoy termin con algunas fbricas destruidas y una serie de actos violentos, in cluso asesinatos. Pocos das despus, Carta gena se constitua en cantn independiente, y el cantonal ismo se extendi por otras pro vincias espaolas, como en Andaluca y Va lencia. Toda esta situacin provoc que los burgueses se aferraran a sus posiciones ms conservadoras. Pi y Margal l se encontr sin los medios polticos para encauzar el cantonalismo por culpa de los federales centristas, y Salmern se encontr enfrentado de lleno con este mo vimiento cantonalista. Este ltimo tuvo que contar con el ejrcito para resolver la situacin y, sin apenas resistencia, logr reducir las ciu dades andaluzas y valencianas, quedando fi nalmente Cartagena como postrer reducto del federal ismo. Cuando Castelar fue nombrado Presi dente hubo un desplazamiento hacia posi ciones conservadoras. Para intentar restable cer el orden, las Cortes le dieron poderes para adoptar medidas extraordinarias de guerra, como movi l izar a los reservistas, y obtener recursos por valor de cien millones de pese tas. Al mismo tiempo empieza el proceso de redistribucin de las fuerzas polticas, donde lo ms destacado fue el abandono del retrai miento de los radicales y la constitucin del Partido Republicano Unitario, que reflej los cambios sufridos por los burgueses durante el lustro anterior, cuyos estatutos aparecieron en un manifiesto que reiteraba la fidel idad a 135 JOS LUIS BAZN LPEZ la Constitucin del 69 e intentaba romper sus lazos con el federal ismo. A finales de 1873 se produjo una inten sa actividad dentro de los partidos burgueses republicanos con el fin de evitar la vuelta al poder de los federales. Esta maniobra poltica tena muy pocas posibi l idades de viabi lidad, dada la composicin de la Cmara. Fue en tonces cuando los al iados pidieron ayuda a Pa va, que era entonces muy popular gracias a las victorias cosechadas en su lucha contra los cantonal istas andaluces. Cuando en la no che del 2 al 3 de enero los diputados se ne garon a dar un voto de confianza al Gobier no, Pava disolvi las Cortes, desarm a los in quietos voluntarios y despus empez a reu nir a personajes conocidos para que formasen un nuevo gobierno. Aunque Castelar vari su idea sobre la Repbl ica a partir de su cese como Presiden te, tena muy claro su pensamiento desde muy joven. Si la democracia deriv en repblica, como as fue, l vio en esa forma de gobierno un cauce legal para que llegara una revolucin no violenta. Estaba convencido de que en el seno de la repbl ica se conjugaban la demo cracia y la l ibertad. Para Castelar este rgi men naci en Espaa como resultado nece sario del movimiento l iberal, que comienza a principios de siglo, no para satisfacer el or gul lo de algunos hombres (...), sino para diri mir la contienda entre la tradicin y el dere cho, l lamando a los pueblos a la prctica de su soberana. Hennessy, en su libro La Repblica Fe deral en Espaa, comenta que el republ ica nismo espaol del pasado siglo debe ser in terpretado en trminos de condiciones na cionales y tradiciones; gran parte de su sig nificado estriba en el inters con que sus l deres trataron de romper el aislamiento inte lectual del pas frente al resto de Europa, y justificar sus propias creencias polticas rela cionndolas con la escena europea. Si nos si tuamos en este contexto, pensamos que este 136 aspecto cobra un matiz evidentemente se cundario ante el conservadurismo de Castelar, al que arrastraban en buena medida sus pro fundas races rel igiosas, como ya hemos co mentado. Dichas races le obligaban con bas tante frecuencia a largas meditaciones y ra zonamientos para mantener en consecuencia su republ icanismo fundamental. Est claro que la l legada de la Repbli ca fue una continuacin de la Revolucin del 68. Estos cinco aos vieron como se per dan fantsticas oportunidades de mejorar la situacin econmica, la cual se vino abajo con rotundidad al no tener unas reservas que pudieran paliar en esos momentos la angus tiosa situacin. Durante dicho periodo mu chos polticos perdieron tambin su presti gio y popularidad, aunque quedaron algunos personajes importantes. Carmen Llorca nos dice: En aquel la generacin de polticos le quedan todava cuatro figuras que no han ocupado el Poder, constituyen una reserva poltica y se les va a ofrecer una oportunidad. Tendrn que demostrar que el orden es compatible con la libertad, cosa de la que dudan los monrquicos, de la misma manera que los republicanos dudan de que sean conciliables la mo narqua y la democracia. Es obvio que el Gobierno republicano deseara dar a conocer las bases fundamenta les de su programa, principalmente en lo que respecta a la libertad y al orden. As lo hizo con una serie de pancartas que situaron en las principales cal les de Madrid: Atravesamos una de las ms graves cri sis por que puede pasar un pueblo. La ms l igera imprudencia bastara hoy para comprometer la suerte de la Rep blica, la Libertad y la Patria. En nombre de estos sagrados intereses, que estamos todos llamados a defender, os recomendamos la calma y el orden. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Los momentos son supremos; grande la responsabilidad de nuestros actos. Sostened vosotros el orden en las ca lles y dejadnos a nosotros la salvacin de la Repblica. 10 de febrero de 1873 Pi y Margall, Figueras, Castelar, Sal mern, etc., etc. Estos pasquines eran necesarios, ya que la Repbl ica no contaba con el apoyo del Ejrcito y de alguna manera tena que com prometer a los ciudadanos para que el orden y la libertad fueran preservados en aras de una hermandad ciudadana. En las Cortes, los republ icanos consi guieron que el Partido Radical, monrquico, estuviera dispuesto a aceptar la Repblica, si bien se mantenan con su ideologa. Un ejem plo fueron las frases de un diputado radical cuando dijo. Nosotros, pues, sinceramente monr quicos, aceptamos hoy la Repblica por que preferimos una afirmacin honrada a una negacin vergonzosa. Sin recla mar vuestra gratitud, estaremos a vuestro lado en el peligro; sin disputarnos la glo ria de la jornada, contaris con nosotros como soldados de fila, como contaris se guramente con el concurso de todos los hombres de esta Cmara, cualesquiera que sean sus opiniones polticas, unidos en un sentimiento ms alto que todo in ters de partido, unidos en el sentimien to del amor a la patria, a la libertad y al orden social, gravemente amenazado. Podemos observar cmo los monrquicos eligieron la actitud de quedar a la expectati va, para despus buscar todos los elementos necesarios y hundir la Repbl ica. Podemos apreciar que el nuevo rgimen haba nacido de unas extraas alianzas a las que se opuso rotundamente Pi y Margall. Cas telar, sin embargo, l levado por su modera cin, deseaba que la Repblica fuera un r Foto 25: D. Estanislao Figueras. gimen que aceptara y uniera a todos los par tidos, por tanto, tambin deseaba una alianza con el Partido Radical. Pi y Margall era parti dario de una revolucin completa y del ani quilamiento poltico de la clase social vincu lada, de una manera u otra, al Antiguo Rgi men. Ambos polticos no se entendieron y po lemizaron en 1864, nueve aos despus; a pesar de todo estuvieron juntos en el primer Gobierno de la Repbl ica presidido por Fi gueras. Este poltico, de nombre Estanislao, naci en Barcelona 1819 y muri en Madrid en 1882. Se l icenci en Derecho y ejerci su pro fesin en Tarragona. Alrededor de 1844 in gres en el Partido Progresista, del cual se se 137 JOS LUIS BAZN LPEZ par para mil itar en el Demcrata. En 1848 se instal en Madrid, donde organiz crcu los polticos republ icanos. Aos ms tarde fue nombrado diputado por Tarragona. A causa de sus duras crticas contra los gobiernos mo derados, Narvez lo encarcel y desterr a Pamplona. Automticamente se refugi en Por tugal y no regres hasta la Revolucin de 1868. En octubre de ese mismo ao fue nom brado miembro del primer comit del Partido Republicano Federal, y al mes siguiente fund un peridico denominado La Igualdad. Esta publicacin, que se convirti en el medio re publ icano ms importante, alcanz una tirada de ms de 12.000 ejemplares. Proclamada la Repblica, fue elegido Jefe del Poder Ejecuti vo, lo que significaba ser Jefe de Estado y de Gobierno. Era un hombre de carcter medro so, y muy afectado por el fal lecimiento de su esposa, por lo que fue incapaz de hacer fren te a la desunin del Partido Republ icano. El 10 de junio de 1873 abandon su cargo y se mar ch a Francia. Cuando volvi intent concil iar a las diversas fuerzas republ icanas, pero fra cas. Esta circunstancia le obl ig a retirarse de la poltica activa, hasta que en 1880 fund el Partido Republ icano Federal Orgnico, cuya actividad fue muy escasa. Castelar fue nombrado Ministro de Asun tos Exteriores entonces Ministerio de Esta do, siendo su nica aportacin destacable la creacin de la Academia Espaola de Bel las Artes en Roma. El motivo principal de su es casa actividad, como en alguna ocasin con fes, fue el inters por parte de todo el Go bierno en solucionar sus problemas internos; de esto, sin embargo, no cabe interpretar que Castelar no tuviera sus propias ideas sobre la poltica exterior espaola. Su principio bsico era la neutralidad, esto es, el distanciamiento de todas las luchas europeas, lo que conllevaba lgicamente apa rejado el principio de no -intervencin, as pecto que deba estar sostenido por el cariz de mocrtico. En esa etapa afirm en una ocasin: 138 Nosotros no conspiraremos jams con tra la autonoma, contra la indepen dencia de otros pueblos, que as en nuestra poltica interior como en nues tras relaciones exteriores slo hemos de inspirarnos en el principio eterno de la justicia. La neutralidad que Castelar propugnaba estaba justificada por razones geogrficas y de abstencin de ejercitar accin alguna en acontecimientos o tendencias que pudieran perjudicar el proyecto espaol. Por eso esta ba en contra de entenderse con Alemania o con otras naciones monrquicas; prefera el contacto directo con naciones republicanas, como, por ejemplo, Francia. Los problemas dentro del Gobierno se iniciaron enseguida; todas las buenas dispo siciones de nimo empezaron a fal lar, y apa reci la primera crisis, nacida como conse cuencia del intento de Martos de expulsar del Gobierno a todos los ministros republi canos, entre el los a Castelar. Esta fue la pri mera de una serie de intrigas auspiciadas por los radicales contra la Repblica, que curio samente sali reforzada en cuanto a que se encontr con ms ministros republicanos en el Gobierno, aunque perdiera su fuerza en las Cortes. Ciertos estamentos polticos y militares, aprovechando la debil idad del poder en Ma drid, elevaron sus protestas, creando al Go bierno una situacin verdaderamente delicada, concretada en el separatismo cataln, la in disciplina del Ejrcito y el inicio del federalis mo. Estas circunstancias requeran acciones rpidas que el Gobierno republicano no pudo efectuar, debido a la falta de solidez y a que las opciones para poder actuar estaban en manos de los radicales en el Congreso de los Dipu tados. Por ejemplo, los radicales frenaron du rante casi dos semanas la Ley de Abolicin de la Esclavitud, que fue llevada a las Cortes du rante el Gobierno de Ruiz Zorrilla. La Asamblea D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Foto 26: Caricatura de la revista La Flaca. escuch uno de los mejores discursos de Cas telar sobre la abolicin (vase el Apndice do cumental), ley que fue aprobada por la mayo ra, aunque la popularidad se la llev la Re pblica. Despus de esta sesin se clausur el Congreso y se form una Comisin Perma nente que estaba compuesta, en su mayora, por radicales, con slo cinco republicanos. Los veintids miembros de la Comisin haban sido elegidos por el Presidente de la Asamblea. En el Archivo del Congreso, y den tro de la correspondencia de Rivero, apare ce el borrador de una carta de autor desco nocido dirigida al director de La Repblica Democrtica, en la cual se hace un resumen de las actividades que realizan los radicales para suspender las sesiones: rfri41titiamII! POBRE rxis!!!. Mi estimado amigo: Puesto que ha llegado la hora de hablar, explicando cada cual su con ducta, sea en buena hora. Vot la proposicin del seor Pri mo de Rivera y asist a la reunin que posteriormente se convoc a los diputa dos que formaban el grupo conciliado res, creyendo de buena fe que podra es tar al lado de un Gobierno que haba mos todos elegido; pero despus, cuan do he visto la actitud de los hombres que lo componen y el odio profundo que a todos los radicales con ingratitud notoria, profesan en unin de los federales, par dos y rojos; y, sobre todo, despus del atentado cometido con la Asamblea Na 139 JOS LUIS BAZN LPEZ cional y su Comisin Permanente, ver dadero escandaloso golpe de Estado del 23 de abril consider roto todo vnculo que por puro patriotismo pudiera tener con la situacin, aconsejndome la dig nidad poltica separarme de ese Gobier no, cuyos actos han de juzgarse algn da con mucha severidad, y mi primer paso fue escribir a mis amigos del dis trito de Navalcarnero, que todava re presento, rogndoles desistieran de pre sentarme de nuevo como candidato a la diputacin porque todo me confirmaba en la idea de la necesidad absoluta del re traimiento. (...) Fui de los que queran la menor cantidad de rey posible y no peco de in modesto si me atribuyo la paternidad de la frase: firm el 10 de febrero, y no an tes con los seores Mathet, Patio, Val ds, y Martnez Barcia, una proposicin del seor Figueras, en la sesin del 10 de febrero, para que el Congreso se de clarase en sesin permanente en vista de la gravedad de las circunstancias, por que nadie se expl icaba () indicndonos a los individuos de la mayora el rumbo que conviniera tomar, y era urgentsimo tomar alguno, y la mayora segua igno rando todo lo que en Palacio vena ocu rriendo desde algunos das antes, y si vot la Repblica el 11 de febrero lo hice de tan buena fe como el que ms, con patriotismo y con la recta intencin de evitar grandes confl ictos a mi patria. A este mismo pensamiento han obedeci do todos mis actos polticos posteriores, sin haberme separado ni un solo pice del programa poltico del partido radi cal, consignado en el manifiesto del 15 de octubre de 1871 . Para terminar dir a usted que all en el mes de enero, habindose susurra do algo parecido a suspensin de sesio nes y variacin del Ministerio, firm con 140 los seores Martos (don Enrique), Soria no Plasent, Ramos Caldern y otros una proposicin que conservo por no haber llegado el momento de usar de ella, en la que se manifestaba que siendo aquellas Cortes la expresin general del senti miento pblico y mereciendo el Go bierno su confianza, se deba declarar improcedente la suspensin de sesiones en aquel las circunstancias. Los dos primeros Presidentes del Poder Ejecutivo no pudieron solucionar los proble mas ms destacados, el balance era comple tamente negativo y la situacin empezaba a ser muy grave por el cantonalismo y la indisci plina del Ejrcito. En el primer caso, Mlaga, Sevil la, Cdiz y Cartagena se proclamaron cantones independientes. Pero el hecho ms grave ocurri en Cartagena, donde D. Antonio Glvez y D. Jernimo Poveda destituyeron al Gobernador de Murcia y crearon un cantn in dependiente del gobierno central. A cualquier persona que estuviera al margen de la situa cin le hubiera parecido cosa de locos, por que incluso formaron un ministerio presidi do por el general Contreras, y Antonio Glvez se erigi como Generalsimo de Tierra y Mar. Estos cantonalistas disponan de algunas de las unidades ms poderosas de la Armada es paola, y al carecer de recursos para proveer a su pequeo estado, se limitaron a ejercer de piratas. La tripulacin de la fragata Vitoria saque Torrevieja y se apoder de todos los fondos de la aduana, los de las salinas y la recaudacin de contribuciones. Despus, el general Contreras, con la Vitoria y la Alman sa, se present en Almera y orden la bar baridad de bombardear la ciudad. Estas actuaciones de los cantonalistas cartageneros l legaron a inquietar a determi nadas potencias europeas, tres de las cuales (Alemania, Inglaterra y Francia) llegaron al extremo de situar buques en el Mediterrneo. La fragata alemana Federico Carlos, coman D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) dada por el comodoro Warren, se apoder del Vigilante, conteniendo as la expedicin de Contreras, y apres la Vitoria y la Almansa en colaboracin de un buque francs y otro in gls. Los cantonalistas, que no se daban por vencidos, volvieron a armar otros dos buques, pero la inexperiencia de sus marineros hizo que encallaran. El general Contreras, que ha ba recobrado la libertad, intent buscar for tuna por tierra y se dirigi con su ejrcito ha cia Chinchilla, pero fue derrotado por las tro pas del Gobierno central. Otra situacin bastante peligrosa era lo que estaba ocurriendo dentro del Ejrcito, en el cual se haba sembrado el germen de la in disciplina, lo que produjo consecuencias ne gativas. En Catalua los soldados y los ele mentos populares eran los dueos de las ca lles, los militares sin graduacin abucheaban a los oficiales al grito de: Que bailen!. Todas estas circunstancias determinaron que ocurriera un suceso atpico: Estanislao Fi gueras, Presidente del Poder Ejecutivo, huy a Francia sin decir nada a sus compaeros ni dar ninguna justificacin. Entonces la Cma ra nombr Presidente y Ministro de la Go bernacin a Pi y Margall, el cual saba per fectamente de los terribles problemas por los que atravesaba Espaa. Este poltico, lleno de fanatismo, no se haba percatado de que tam bin era l culpable de esta situacin al ins taurar una dictadura de partido. Su baja po pularidad en el Congreso, donde haba per dido casi todo el prestigio, le movi a pre sentar la dimisin de su cargo el 18 de julio, apenas a un mes de hacerse cargo de la Pre sidencia. Le sucedi Salmern. Nicols Salmern Alonso, nacido en 1838 en Alhama la Seca (Almera) y fallecido en Pau en 1908, se gradu en Derecho y Fi losofa y Letras por Granada, para despus trasladarse a Madrid donde se vincul al krau sismo. Obtuvo la ctedra de Filosofa en Ovie do y Madrid y enseguida se manifest a fa vor del republicanismo; fue una de las gran Foto 27: D. Nicolas Salmern. des figuras del Partido Demcrata. Fue cola borador de los principales peridicos de la poca y particip muy activamente en algunos intentos revolucionarios. Al proclamarse la primera Repblica fue Ministro de Gracia y Justicia y en su gestin podemos destacar las reformas del sistema judicial y el estableci miento de una legislacin laica. Cuando fue nombrado Presidente form un gabinete con representantes de la faccin derechista, lo que provoc una rpida intensificacin del can tonalismo. Para dominar esta situacin se vio forzado a pactar con los militares antifedera les, lo cual, si bien le permiti dominar la in surreccin en la mayor parte de las localida des, le situ en una posicin insostenible y dimiti. Con la Restauracin, desposedo de su ctedra y perseguido, se vio obligado a mar charse a Francia. A partir de esos momentos se dedic a intentar unir a determinados secto res republicanos. A su vuelta a Espaa, resta blecido en su ctedra, fue elegido diputado y se convirti en el lder de la minora republi 141 JOS LUIS BAZN LPEZ cana del Congreso. Su enrgica defensa del ca talanismo en el Congreso y su activa partici pacin en la campaa electoral, en la que su fri un atentado, le convirtieron en una figu ra destacada del movimiento solidario. Aunque Salmern se haba mostrado es cptico sobre el porvenir de la Repbl ica, se daba perfecta cuenta de que tena que esfor zarse mucho para intentar conseguir sal ir de esas difci les circunstancias. Era demasiado intel igente para no percatarse de que la ni 142 ca esperanza era restablecer un estado fuerte y eficaz, a travs de un ejrcito discipl inado y eficiente, e intentar que los generales tuvieran mayor fervor a la Repblica. Tambin saba que la discipl ina militar estaba condicionada a la pena de muerte, pero Salmern, doctri nalmente, estaba en contra de ella y se en contr con que, como Presidente del Ejecuti vo, tena que firmar algunas sentencias de muerte formuladas por tribunales, y ante tal si tuacin opt por dimitir antes que firmar. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Yor rs. v I rf.0 l yeir nreiie / . Foto 28: Letra de cambio firmada por Castelar. NOMBRAMIENTO COMO PRESIDENTE l desengao de Salnnern le llev a reco nocer que, si la Repblica espaola deba ocupar un puesto importante entre las nacio nes civilizadas, haba que demostrar que no es inherente a la organizacin republicana el virus de la demagogia. Estas palabras abrie ron las puertas del poder a D. Emilio Castelar, que, cada vez ms escptico sobre las posi bilidades de gobernar con una libertad deter minante, se situ a la derecha de unas Cortes en las cuales estaban ausentes carlistas y al 2 _ fonsinos. Nuestro tribuno, de formacin filo sfica muy parecida a sus inmediatos ante cesores en el poder, se distingua de ellos en que no tena ese fro sectarismo que demostr Pi y Marga!l y tambin Salnnern. Su sentido romntico y revolucionario se aviv, ya que antepuso a todas las cosas su amor a Espaa. Saba que era muy difcil devolver a su patria la dignidad perdida, comprenda que exiga un poder muy fuerte, aunque le inquietaban de terminados aspectos derivados del federalismo. Su nombramiento como Presidente su puso un nuevo desplazamiento hacia posi ciones conservadoras. Para restablecer el orden en las Cortes le concedieron poderes para to mar medidas extraordinarias de guerra y mo vilizar las reservas y los recursos hasta un to 143 JOS LUIS BAZN LPEZ Mo IX. Diciembre r22 de 1862. PJFIECIO DE SIISCRICION. AtADRIN Trimestr. 10 rs, . 40 PROTINCIA9.1 Trimestr. 11e rs. Ao. . . . 40 DIARIO LIBERAL ED1CION SATiRICA, Sedo st luz, con caricaturas, todos los lunes. Nm. 2583, PZIEC10 DE 811SCRICIdN loa suscritores de las ediciones gran des y pequelias de LA IBERIA, pasado el mes de enero, reales al trimes tre en Madrid. 8 reales el trimes tre en Provincias. Foto 29: Cabecera del Peridico. tal de cien millones de pesetas. Al mismo tiem po se llev a cabo un proceso de redistribucin de fuerzas polticas donde se derivaron los burgueses hacia posiciones ms conservadoras, dicho proceso tambin llev a los radicales a dejar su retraimiento y constituir el Partido Re publicano Unitario, cuya existencia se hizo pblica con un manifiesto donde se puede comprobar los cambios de la burguesa. La presidencia de este nuevo partido la ocupaba Martos, y en l figuraban personas demcratas como Becerra y Montero Ros. Como era de es perar, tuvo una vida muy corta por el excesi vo oportunismo que representaba. Castelar se vio obligado a olvidar sus te oras y a iniciar una poltica anloga a la de Thiers en Francia, con el nico objeto de sa car al pas del caos en que se hallaba sumido. El primer objetivo de su programa de gobier no era terminar lo antes posible las dos gue rras civiles que tena planteadas el pas, y se gua con una organizacin poltica que per mitiese la compatibilidad entre Repblica y la seguridad colectiva, para construir ms tar de un espacio de convivencia adecuado, cuando los resultados de la experiencia hu bieran sido aprobados por la inmensa mayo ra de espaoles. Los puntos ms destacados de este programa fueron los siguientes: Modificacin de la Ley de Gracia de In dulto, del 9 de agosto de 1873, devol viendo al Gobierno aquella facultad. 144 Hacer desaparecer la desconfianza entre el Gobierno de la Repblica y los mili tares. Obtener la facultad de aumentar el Ejr cito, si fuera necesario. Organizar la milicia ciudadana obliga toria, compuesta por todos los ciudada nos de los partidos liberales, y comprar 500.000 fusiles para armar a esta mi li cia. Obtener un emprstito forzoso de 400 500 millones. Tener capacidad de suspender las ga rantas constitucionales, cuando lo cre yera conveniente. Destituir a los representantes de los Ayuntamientos y Diputaciones carlistas que protegan la insurreccin. Estaba claro que este programa era ex cepcional y transitorio, algo que no enten dieron muchos republicanos. El peridico que dominaba Sagasta, La Iberia, con una irona fa cilona dijo: Generoso en demasa se muestra el pre sidente, no pidiendo el derecho de acu ar moneda con su esttico busto; pero casi nos disgusta tanta generosidad, pues sin ella volvamos al feudalismo, y siem pre era una variacin, quiz una espe ranza, en un pueblo tan esquilmado como el nuestro para la idea federal. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Fueron muchas las personas que pusie ron todas sus esperanzas en que Castelar pu diera sacar a flote el pas; incluso tuvo apoyos desde el extranjero, como podemos compro bar en las frases siguientes que publ ic La Discusin (16 de septiembre de 1873) del pe ridico ingls TheTimes: Aun aquel los que han perdido su con fianza en la repblica tienen curiosidad respecto a este hombre, que fcil y rpi damente ha conquistado tan alto puesto entre sus contemporneos. Que tiene ge nio no cabe negarlo; fltale todava de mostrar que es hombre de Estado. Pero las cual idades necesarias para salvar a Espaa en estos momentos tal vez no sean las de un administrador prudente y moderado, el gua de naciones en su condicin normal; acaso sea ms bien la energa y el atrevimiento de un pa triota revolucionario. Cualquiera que sea el nombre que tome el Gobierno, Espa a necesita en estos momentos algo como una dictadura. Cont con polticos i lustres a la hora de formar gobierno, polticos que le ayudaron al mximo, aunque el que l levaba todo el peso, sin ninguna duda, era Castelar. COMPOSICIN DEL GOBIERNO Snchez Bregua Pedregal Oreyro Maisonave Santiago Soler y Pla Ministro de la Guerra Ministro de Hacienda Ministro de Marina Ministro de Gobernacin Ministro de Ultramar Estaba claro que Castelar no poda ga narse una buena colaboracin por parte de alguno de sus correl igionarios, pero s la con sigui en un pilar bsico y fundamental: el Ejrcito. Con ayuda de esta institucin, y la de Salmern en la presidencia de las Cortes, lo gr realizar algo que hacia mucho tiempo ve na pensando: suspender las sesiones. El 20 de septiembre, catorce das despus de ser nom brado Presidente, suspendi las sesiones para volverlas a iniciar en enero. Castelar consigui la colaboracin de al gunos mil itares (Serrano y Topete) y nombr Capitn General de Madrid al general Pava, tras su xito en Mlaga. Logr devolver el prestigio al Ejrcito y arregl el problema que vena arrastrando el cuerpo de Artil lera. Vol vamos unos aos atrs para analizar el moti vo de dicho problema. Baltasar Hidalgo haba sido uno de los que promovieron el alza miento del 22 de junio de 1866, durante el cual murieron asesinados por los rebeldes los oficiales del cuartel de San Gi l: Puig, Torre blanca, Casabal, Martorell y Valcrcel. Aunque parece que Hidalgo no tuvo culpa ninguna, el caso es que los oficiales de Artil lera no olvi daron este suceso, y cuando Hidalgo fue nom brado Capitn General de las Vascongadas, le hicieron los honores correspondientes todos los Cuerpos menos el de Artillera. Hidalgo decret unas disposiciones que perjudicaban a dicha Arma, motivo suficiente para que los artil leros se rebelasen. Fue Castelar quien de volvi al Cuerpo de Arti l lera todas las pre rrogativas que le haban sido arrebatadas, y los componentes de este Cuerpo nunca olvida ron la gestin a su favor del Presidente. Prue ba de el lo fue que, cuando se proclam la Restauracin, el Arma de Arti l lera le regal una bandeja de un valor considerable. Dentro del orden poltico demostr nues tro personaje tener una gran confianza en todo lo que haca. Hay que hacer constar que dentro de unos cauces normales, la vuelta del exilio de algunos polticos hubiera sido im pensable, pero Castelar lo hizo: volvieron a Madrid Figueras, Serrano, Topete, Echegaray y Manuel Silvela. Siempre actuaba con un sentido diplomtico muy hbil y con mucha energa, como demostr durante la insurrec cin cantona lista de Cartagena. 145 JOS LUIS BAZN LPEZ El Gobierno de esta ciudad, como ya he mos comentado, haba convertido su puerto en una sede de piratas. El brigadier cantonal Ca rreras bombarde Al icante, y con este des propsito se haba convertido en el terror de los puertos levantinos. Una escuadra de cua tro barcos saque el puerto de Valencia, del cual sacaron un cuantioso botn. La escuadra del gobierno central, menos poderosa, era sin embargo ms disciplinada, lo que tuvo su re flejo a la hora del enfrentamiento de ambas. Se l imitaron a bloquear por mar la ciudad, operacin dirigida por Oreivo, y el general Lpez Domnguez (sobrino de Serrano) la si ti por tierra. Esta accin blica hubiera ter minado dando los frutos deseados, pero no pudo l levarse a trmino debido a que lleg aquel da tan funesto del 3 de enero. Una vez ms nos tenemos que remitir a Carmen Llorca, que analiza admirablemente la actuacin de Castelar: Es cierto que los pocos meses que es tuvo Castelar al frente del poder ejecuti vo ni acab con los cantonales, ni liqui d la guerra carl ista, ni puso orden en el pas. Todo esto es cierto. No tuvo Cas telar ningn triunfo efectista, que son los que tienen un valor momentneo en po ltica, pero que son triunfos que permiten a un poltico imponerse a la voluntad nacional. Hasta la discipl ina en el ejrcito la impuso mediante la condena de tres soldados un Rodrguez, un Prez y un tal Risco, cuyos apel l idos, al decir el peridico La Iberia, eran reveladores de la inconsecuencia sistemtica de la si tuacin. Y, sin embargo, el Gobierno de Castelar hizo todas esas cosas pequeas, de detal les, que a la larga constituyen el verdadero bienestar del pas. Son cosas que apenas ni se ven, actitudes laborio sas cuyos resultados se valoran al paso de los aos, pero que tienen un valor ina preciable para constituir polticamente a un pas. Hay que decirlo: Castelar no 146 era el poltico de urgencia que se salta a la torera principios, hombres y leyes para imponer su voluntad a un pas sin que ste se lo pida. Era el poltico de la paz. A nivel econmico, Castelar estuvo in fluido por el dficit presupuestario que Espa a mantena con Europa; estaba convencido de que el problema fundamental era el eco nmico, de cuya solucin dependa, en defi nitiva, la de todas las dems cuestiones. Todo el lo le l levaba a lamentar, de una parte, el mantenimiento ficticio del valor de la mone da, as como todas aquel las medidas de au mento de circulacin de los valores fiduciarios, que eran los que depreciaban a la peseta en el exterior y agravaban la crisis en el interior. Castelar pensaba que si hal laba una salida fa vorable para esta situacin poda mantener perfectamente el status poltico; de lo contra rio, el descontento popular terminara deses tabi lizando el Gobierno. De ah su inters en la paz, que implicaba la el iminacin de to dos los gastos blicos y el correspondiente equilibrio presupuestario. Todo el lo pasaba por la terminacin de la guerra en Cuba, pero el problema radicaba en que los conservado res y los liberales estaban inmersos en la so lucin de sus propios problemas. Entre la acumulacin de conflictos en la Espaa de aquella poca tan desventurada no poda faltar uno de los ms espinosos y dif ciles, como fue el problema cubano. Todo se debi al liberal ismo de la metrpoli, que se traslad a Amrica, provocando fatalmente la tendencia a la emancipacin. En 1873, el fe deralismo de la Repblica se tradujo en se paratismo en las Antil las. Esta situacin en contraba apoyo en Estados Unidos, donde ha ba surgido la famosa doctrina de Monroe: Amrica para los americanos, que en reali dad deba haberse formulado como: Amri ca para los norteamericanos. Una consecuencia inmediata de este tipo de levantamiento fue el asunto del Vir D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Foto 30: Caricatura de la revista La Flaca. ginius. Se trataba de un barco mercante apre sado por el Tornado, un buque espaol, cuan do llevaba en sus bodegas a un nmero ele vado de insurrectos cubanos a la isla. Fue ron fusilados 57 tripulantes y este incidente pudo provocar la participacin de los Estados Unidos en la guerra de Cuba. Al final el bar co fue devuelto y los pasajeros supervivien tes repatriados. En este asunto Castelar triun f, porque hizo uso de la diplomacia y de sus amistades, y de esta manera evit una confrontacin blica. Desgraciadamente para l, el pueblo espaol no supo entender su actuacin ni estaba al tanto de lo que hubie ra podido ocurrir. No podemos obviar determinados as pectos de este suceso. Aos despus (el 2 de diciembre de 1876), Caldern Collantes, a la sazn Ministro de Estado, dijo al Marqus de la Habana lo siguiente: Sabe su seora cmo se trato esta cuestin Sabe su seora cmo se re solvi Sabe su seora los pel igros que amenazaban entonces a Espaa Pues bien: Mi enemigo poltico es el seor Castelar, pero yo me complazco en reconocer que una de sus mayores glorias, uno de los mejores ttulos que tiene el seor Castelar al reconoci miento del pas es el haber evitado en aquella ocasin una guerra que pareca inminente. Y no hubo ms que el apre samiento de un buque; pero el Go bierno de los Estados Unidos con ra zn o sin ella (que esto no lo discuto ahora), dijo, Mala presa; devulvame usted el buque y dme una reparacin y una indemnizacin por los perjuicios que se me han originado; de lo contra rio, acudir a los medios que me pa rezcan ms propios para obtenerla. Y el seor Castelar, con gran patriotismo (tomo la responsabilidad de aquel acto sobre m), evit una guerra, siendo ste un motivo de gratitud que le debe la patria. 147 JOS LUIS BAZN LPEZ No fueron muchos los polticos que en tendieron la importancia de Castelar; algunos partidos, sin embargo, como el Moderado, el Alfonsino y el Radical, le prestaron ayuda, bien colaborando o bien con su silencio. El Partido Radical, despus de una reunin que tuvo lugar durante los primeros das de octu bre, tom la determinacin de apoyar a la Re pblica. Pero no todos estaban de acuerdo, porque un grupo de radicales no lo aceptaron, y a partir de ah empieza una campaa de Sa gasta en contra del Presidente a travs de los peridicos La Iberia y El Imparcial. Por esas fe chas regres a Madrid Ruiz Zorril la, y dos das despus se reunieron unos cuantos polticos y tomaron el acuerdo de apoyar la gestin de Castelar. Esta situacin es aprovechada por ambas partes para fijar posiciones y organi zarse a la espera de acontecimientos. Eran unos momentos en que Salmern dominaba la Cmara, al contar con la mayo ra, y se iniciaron las presiones a Castelar para que disolviera las Cortes, lo cual no hizo de bido al empeo que estaba poniendo en so lucionar los problemas e intentar que la Re pblica no cayera en manos de polticos in transigentes, lo que l levara a que goberna ran finalmente los monrquicos. Entre los que le apoyaba estaba Antonio de los Ros Rosas. Era un l iberal de temperamento violento, que pudo tener en sus manos la salvacin de la Re pblica; pero, inesperadamente falleci en Madrid el 3 de noviembre. Lgicamente Cas telar sinti profundamente su muerte, como lo demuestra las palabras que le dedic en La Discusin: Reuna a una elevada inteligencia un gran carcter, cosa no comn en estos tiempos. Era conservador, pero no reac cionario... Sus compromisos y su falta de ambicin podan, en estos ltimos tiempos, retenerle en el partido monr quico; pero su inteligencia y su corazn estaban con la Repbl ica... Tenemos mo tivos para creer que abrigaba el proyec 148 to de atraer a la Repblica los intereses conservadores que l, con ms ttulos que nadie, representaba... Ha muerto po bre. Es el mejor elogio que, en estos tris tes tiempos, se puede hacer de un hom bre pblico. Bien es verdad que la desaparicin de Ros Rosas trajo lamentables consecuencias para Castelar, porque se qued solo ante sus propios compaeros, producindose verda deros problemas por la presidencia oficial del duelo en el entierro del fal lecido. Salme rn se ofendi al comprobar que Castelar ocup dicha presidencia, y en la primera se sin de la Comisin Permanente exigi una reparacin y proclam que a partir de esos momentos el Presidente de la Asamblea sera el encargado de actuar como el ms alto mandatario. La situacin se iba complicando a pa sos agigantados. La prensa madrilea estaba al tanto de cmo se van desarrol lando los acontecimientos, como nos lo demuestra La poca cuando le hace ver a Castelar que se est preparando una conjura contra l. Em pez entonces a los miembros del partido radical y a los liberales puestos importan tes en su administracin, buscando la for ma de atraerlos y, si hubiera sido posible, ganarlos para el republicanismo. Quiz sus mayores esfuerzos se basaron en intentar atraerse a Salmern antes de convocar nue vas elecciones para cubrir las vacantes que existan, pero sus gestiones no dieron resul tado, e incluso el distanciamiento fue mayor cuando el anticlerical ismo de Salmern sa li a relucir al firmar Castelar un acuerdo con la Santa Sede acerca del nombramien to de varios obispos. Aos despus (1885) y en el Congreso, Salmern record a sus ene migos que Castelar haba nombrado a dos obispos: el de Salamanca y el de Santiago. La Santa Sede pretenda que tambin nombra ra al cardenal Moreno para Toledo, a lo que D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Castelar se opuso, demostrando as que no haba sido coaccionado por el Vaticano, ni se haba sometido a sus deseos. La actitud de la Asamblea en contra Cas telar es evidente, Carmen Llorca nos lo des cribe: Y a mediados de noviembre en plena crisis con los Estados Unidos, los intran sigentes hacen pblica una protesta ele vada a la Mesa de las Cortes en la que se pide la convocatoria inmediata de las sesiones por haber provocado el Go bierno a los voluntarios de la Repblica en Madrid. Lo que haba sucedido es que el Gobierno suspendi el servicio de retn que los voluntarios venan ha ciendo en la Plaza Mayor. Llevada la cuestin a la sesin celebrada por la Co misin Permanente, ste rechaz por cuatro votos contra tres la peticin de la izquierda de convocar las Cortes. La Discusin tuvo que salir al paso de esta circunstancia para intentar paliar las sos pechas que existan en torno a Castelar: tos tiranos no aceptan las dictaduras, las toman. Hay quien teme un golpe de Estado (indirecta dirigida a Salmern), una insurreccin mil itar; hay quien des confa de ciertos militares que ejercen mandos importantes en la actualidad. Deber nuestros y deber de justicia es desvanecer tan infundadas sospechas que preocupan a hombres de buena vo luntad. El Tiempo anunci, tambin, que se iba a producir un golpe de Estado: La Repblica no ser para los republi canos, y Castelar, entregndose atado de pies y manos a los que aceptan la Rep blica como cualquier otro medio que les faci l itase el Poder, se hal la en peligro de cometer una apostasa que no le perdo nar nunca su partido. Tanto Castelar como Salmern saben perfectamente lo que va a ocurrir. De hecho, lo sabe todo el pas, que contempla el futuro drama con desasosiego porque comprueba que los polticos no realizan las correspon dientes gestiones para evitar a la Repblica un final trgico. Algunos historiadores han culpado de esto indirectamente a Salmern, que en esos momentos haba quedado en evi dencia pero no quera correr ningn riesgo, como dijo el peridico La Iberia: El seor Salmern y la Asamblea no pueden matar la Repblica con una in transigencia funesta; el seor Castelar y su Gobierno no han de desmayar en su patritico propsito, dejndose arrastrar por una sencillez infantil a desconfianzas que no tienen fundamento; los partidos liberales no han de consentir, por reno var enconos amortiguados y abrir heridas cicatrizadas que se pierda la libertad; los espaoles honrados de todas las proce dencias no permitirn que no tengamos patria. Empiezan los intransigentes a impacien tarse, provocando problemas en Andaluca, Catalua y Madrid. La Repblica se desesta biliza; los radicales ofrecen a Castelar el apo yo del Ejrcito, pero l se niega rotundamen te a aceptarlo porque no desea pactar un go bierno con ellos, que actan por su cuenta cuando les conviene, al igual que el general Pava. Castelar sabe lo que se prepara, pero est convencido de que Salmern no habra de llevar las cosas a tal extremo que fuera nece saria la intervencin de Pava. Imaginamos que Castelar, conociendo lo que se propona Pava, tuvo pensamientos de destituirlo de su cargo, aunque confiaba en que no osara actuar de la forma que se tema. El da de Navidad de aquel ao, Caste lar, que vena padeciendo una ligera enferme dad, convoc en su casa un Consejo de Mi nistros donde se concret la necesidad de que 149 JOS LUIS BAZN LPEZ el Presidente del Ejecutivo se entrevistara con Salmern. As se hizo al da siguiente, en una reunin que despert en muchos cierto opti mismo, pero que se sald sin ningn tipo de so lucin. Castelar continuaba buscando apoyos, por triviales que pareciesen, como hizo el 30 de diciembre con la publ icacin en La Discusin de una carta del general Espartero: Contine usted por la senda que se ha trazado para hermanar el orden con la l i bertad, y no dude que alcanzar el aplauso de los buenos y que la historia le har justicia. As y slo as podr ver re al izado su ideal. As y slo as podr con tribuir al triunfo de la l ibertad y hacer la fel icidad de nuestra hoy desdichada pa tria, nico y desinteresado anhelo de este veterano, cuya norma de conducta ha sido siempre el cumplimiento de la vo luntad nacional. Esta epstola, lgicamente, produjo un gran impacto, pero no sirvi de nada, ya que la conducta de Espartero fue siempre sospe chosa respecto a los ideales revolucionarios. Si analizramos su trayectoria poltica com probaramos que era un romntico de la mo narqua. Salmern continu en su aventura de derribar a su enemigo poniendo en su con 150 tra a la opinin pblica, prueba de lo cual es que, segn El Imparcial, hubo una persona que sigui a Castelar con nimo de matarle en caso de que no hubiera sido derrotado en las Cortes. La situacin entre los dos po lticos se agravaba por momentos: Salmern lo tena todo perdido y su prestigio estaba bajo mnimos; Castelar todava confiaba en su poder de oratoria. El 31 de diciembre se reunieron los diputados de la mayora para intentar reconcil iarlos, pero todo qued como estaba. Ese mismo da, Salmern es cribi en su diario La Repblica un texto en donde aparece un corto prrafo que de muestra que conoca a la perfeccin lo que iba a ocurrir: ...seremos los vencidos si la fa tal estrel la de la Repblica la condena a caer en manos de los sofistas o de los soldados. Castelar le contest al da siguiente desde La Discusin con estas palabras: Nosotros tambin, si l lega el caso a que alude La Repblica, seremos de los ven cidos; pero sobre el colega tendremos la satisfaccin de no ser de los arrepenti dos de nuestra conducta de estos tran ces verdaderamente supremos. Todos los crculos polticos y sociales es taban ansiosos por conocer cmo haba de ter minar esta crisis y qu consecuencias tendra. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) EL ASALTO DE PAVA na actitud muy destacable es la que se produjo a favor de Castelar por parte de todos los sectores del pas, aunque teniendo en contra a Salmern, motivo suficiente para que termine la ilusin del gran tribuno por hacer de su querida patria una nacin capaz de hacer sombra a las distintas potencias que dominaban en aquel los momentos las bases de la economa mundial. Para conocer con detalle lo ocurrido en aquel la famosa sesin, creemos conveniente seguir paso a paso todo lo acaecido, e ir ma tizando determinados aspectos. Se abri la sesin a las tres y cuarto de la tarde del 2 de enero de 1874. Previamente se dio lectura del acta de la ltima sesin (de 20 de septiembre de 1873), y una vez aprobada se inici el debate. Fue el Marqus de Albaida, D. Jos Ma ra Orense, quien, sin permiso previo para to mar la palabra, grit Viva la Repblica fe deral!. Al unsono, muchos de los diputados contestaron, y la Cmara se percat de que Orense, que en otro tiempo fuera amigo de Castelar, haba convencido claramente a los enemigos del Presidente del Ejecutivo para buscar la derrota fcil de ste. Carmen Llorca nos ampla esta situacin: El viva de Orense estaba bien elegido pues era el principio largo tiempo sus tentado por los republicanos y se que ra hacer de l el grito antiseparatista de Castelar. Que el gesto de Orense produce los efectos apetecidos est fuera de duda, pues la Cmara comienza a adquirir ese tono demaggico que es el comienzo de la justificacin revolucionaria, Salme rn, como presidente, trata de calmar los nimos y grita varias veces: Orden, seores diputados!. Incita a la modera cin y al sosiego y ruega que no se dejen dominar por las pasiones polticas. La verdad es que l tiene las cosas mejor combinadas. A continuacin, Castelar inicia la lectu ra de un comunicado sobre su gestin en el Gobierno desde el 20 de septiembre. Curio samente, no realiz un discurso de los suyos; no deseaba improvisar ni usar su retrica, no quera tampoco hacer concesiones, as que se limit a leer lo que previamente haba es crito. Entre otras cosas dijo: Fatdicas predicciones se haban di vulgado sobre la l legada de este da; fa tdicas predicciones desmentidas por la experiencia, que ha demostrado una vez ms cmo en las repblicas no em pece la fuerza del Poder al culto por la legalidad. Las generaciones contempo rneas, educadas en la libertad y veni das a organizar la democracia, detes tan igualmente las revoluciones y los golpes de Estado, fiando sus progresos y la real izacin de sus ideas a la miste riosa virtud de las fuerzas sociales y a la prctica constante de los derechos hu manos. Tal es el carcter de las moder nas sociedades. (...) Pero no basta para proseguir y ter minar la guerra con los medios polti cos: se necesitan al mismo tiempo los medios militares. Mucho se ha declara do contra el Ejrcito, pero a medida que se avanza en la experiencia de la vida se ve ms clara la necesidad imprescin dible que tienen los pueblos del ejrcito. Algunos pasos ha dado este Go bierno en el camino de afianzar el Ejr cito: primero, la rehabilitacin de la or denanza; segundo, el establecimiento de la disciplina, tercero, la reinstalacin de la artil lera; cuarto, la distribucin de los mandos entre los generales de todos los 151 JOS LUIS BAZN LPEZ partidos, lo cual da al Ejrcito un carc ter verdaderamente nacional. Es necesario cerrar para siempre, definitivamente, as la era de los moti nes populares como la era de los pro nunciamientos mil itares. Hay que destacar que esta lectura se hizo en medio de un si lencio sepulcral, y es fcil imaginarse el porqu: todo estaba ya decidi do. Castelar poda haber planteado su expo sicin de muchas maneras, pero hubiera dado igual, porque en aquel los momentos la Asam blea estaba dividida en dos facciones: los que apoyaban a Castelar y los comandados por Salmern. Los primeros, al terminar la expo sicin del tribuno, presentaron una proposi cin para darle a Castelar un voto de gracia. Aqu Salmern demostr una capacidad in creble para l levar la iniciativa y realiz, a tra vs de Santamara, otra proposicin: No ha lugar a del iberar. l saba que si despus de la lectura se hubiera producido una votacin hubiese ganado Castelar. ste, al darse cuen ta de la maniobra, dijo: Aconsejo que mi Gobierno sea sustitui do inmediatamente por otro, porque no poda responder del orden pbl ico desde el momento en que su Gobierno estaba en tela de juicio ante la Cmara. A partir de este momento empezaron los incidentes, con un despiadado ataque del di putado Corchado contra Castelar: Cree su seora que puede un hombre poltico cambiar a cada instante, porque as se le antoja, los principios para go bernar Ciertamente que no; cuando se ejerce el gobierno de esa manera, no se puede menos de caer en el desprestigio, en el desprestigio completo en que su se ora ha cado [una voz desde la dere cha dice: eso no es cierto], en que ha cado ante la opinin pblica, ante el partido republicano y aun ante las cla 152 ses conservadoras..., y ya se aprestan ellas a destruir la Repblica; mas, por fortuna, est aqu la Asamblea para salvarla, re cogiendo el Poder de manos de su seo ra antes que por una lgica evolucin vaya a las de aquel las. Empiezo a temer, tal vez no me engae, que es muy difci l crear otra situacin que no sea la del se or Castelar, porque acaso, acaso, la que constituyamos no podr contar con el apoyo de esos militares dueos ya de las principales provincias de Espaa. Castelar haba dado un buen ejemplo de republ icanismo a todos los generales, que siempre estuvieron al servicio del Presidente. Durante el corto espacio de tiempo que Cas telar mantuvo el Poder no existi ningn tipo de pronunciamientos; Pava y Moriones, in cluso, haban asegurado que no acataran las rdenes de otro Gobierno que no fuera el de Castelar, puesto que saban que el ltimo ba luarte republicano era el insigne tribuno y es taban convencidos de que colaborando con l se podra salvar la situacin. Desgraciada mente, estaba por en medio Salmern, que nunca pudo admitir que Castelar fuera una figura querida y respetada, y cuyo nico de seo era ver a ste fuera de la Cmara. El diputado Len y Casti l lo realiz en esta sesin un discurso muy honesto respon sabi l izando a Salmern de lo que estaba a punto de ocurrir: Yo entr aqu (lo recuerdo bien y el seor Romero Robledo tambin lo ha dicho esta tarde), yo entr aqu en una ocasin solemne respondiendo a exi gencias, a deseos, al mandato de mi partido, para votar al seor Salmern para la presidencia de este Gobierno, para la presidencia del Gobierno de la Repblica. Yo le vot con gusto, yo le vot con orgul lo, yo le vot con satis faccin, porque el seor Salmern en aquel los momentos era un rayo de luz D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) en medio de aquel los horizontes cu biertos de tinieblas. Yo le vot con sa tisfaccin, porque entonces aquel la po ltica simbol izaba una gran esperanza, as como hoy (y siento decirlo, porque me ocupo del seor Salmern, mi anti guo catedrtico en la Universidad Cen tral) me ocupo de su poltica, porque su poltica, en estos momentos, se pone enfrente del seor Castelar y de ese Go bierno, as como ahora la poltica del se or Salmern es el ltimo rayo de luz y la primera sombra de una noche eterna de tinieblas. Por eso y nada ms que por eso yo no estar, yo no puedo estar a su lado. Me inspira el seor Salmern, como fi lsofo profundo, grande respeto y pro funda admiracin. Pero el seor Salme rn, como hombre poltico, no puede estar, no est nunca cerca de m. Queremos destacar que este diputado perteneca al Partido Alfonsino, que, eviden temente, con la continuidad de la Repbl ica, se alejaba mucho ms de alcanzar el poder. Len y Casti l lo, adems, le dijo a Sal mern: El seor Castelar, que no representa nuestra poltica, que no simboliza en el Gobierno nuestra poltica, es la nica bandera que hay aqu de orden posible en estos momentos; por eso le apoyamos... Nosotros apoyamos al seor Castelar, que ha combatido la insurreccin cantonal, que combate la insurreccin carlista, que ha reorganizado el Ejrcito, que ha res tablecido la disciplina, que ha creado medios de gobierno para poder luchar contra la demagogia. Si en este combate con la demagogia, salvando la sociedad, salva a la Repbl ica, que la salve. En aquel la Asamblea haba demasiada envidia, mucho odio y abundantes recelos. Fue el momento en el cual muchos de los di putados aprovecharon la coyuntura para re cordar las tristes acciones de sus enemigos, o replicar a esa frase que tanto les haba doli do. El diputado que mejor refleja la situacin de aquel la sesin es un amigo de Castelar, Francisco de Paula Canalejas, que aprovech la tribuna para demostrar cmo estaban los sentimientos de los componentes de aquella Asamblea con una elegancia que, no por esto, hiri menos dialcticamente a Salmern: La ansiedad del instante, la excitacin de la opinin pblica, el afn, el dolor, la agona, la turbacin de que estamos to dos posedos, nos estn diciendo con vo ces claras que no es el combate del cen tro y de la izquierda coaligados contra la derecha lo que tiene acongojado al pas, sino que el problema se ha complicado, porque hay algo nuevo: hay un elemen to, hay un factor nuevo en esta lucha po ltica; porque hay en este debate, del cual pende la salvacin de la patria y de la Repbl ica, fuerzas misteriosas encar nadas en ese factor, an desconocido, que no viene al debate y que no se pre senta ante el pas (...) permaneciendo en las sombras y dando la batalla tras el centro y la izquierda de esta Cmara. (...) La primera condicin en todo de bate poltico y en toda contienda es que los enemigos y las doctrinas se vean las caras, porque de otra manera no habr aqu debate, sino una sorpresa. (...) Si la cuestin del da es combatir lo actual por opuesto al ideal de la de mocracia, deban haberse pronunciado esos discursos el da que se concedie ron las autorizaciones al Gabinete Cas telar. (...) Entonces era el solemne momento y la ocasin oportuna para ditirambos. (...) Y lo que su conciencia o su con viccin de pensadores, de publicistas o de maestros exiga, estaba en el caso de 153 JOS LUIS BAZN LPEZ abandonar el Poder, pero facil itando el advenimiento de otro Gobierno que lle vara a cabo la aplicacin de la pena, prometiendo y jurando apoyarlo leal y sinceramente, aun cuando apl icase la pena de muerte cuya imposicin se ha cia posible por la voluntaria renuncia del que no entenda que deba aplicarse. No lo olvidemos (...) desde all cae en un abismo tan hondo, que no volvere mos a ver libertad ni Repblica, que no volveremos a gozar Repbl ica ni libertad en lo que nos queda de vida, y seremos responsables ante Dios, ante nuestro par tido y ante la historia, de que por pasio nes mezquinas, por rival idades indignas, por escisiones y por luchas inexplicables hemos arrojado al abismo lo que tantos y tantos aos cost al antiguo partido re publ icano edificar y ennoblecer. Entonces apareci Salmern con el ni mo de contestar a Canalejas, pero lo hizo con mucha soberbia en un desagradable dis curso en el cual las contradicciones apare cieron continuamente, para final izar conce diendo a Castelar un aparente voto de con fianza. En esos momentos, el Presidente de la Asamblea real iz dicho discurso con afn negativo, porque su odio a Castelar no le permiti reconocer que la forma de gobernar de ste fue un xito en muchos aspectos: tuvo el apoyo de los militares, de los mo nrquicos y de la Iglesia. Pero l estaba de cidido a derribar a Castelar, lo que consti tua su nica misin: Dije desde aquel banco, al dejar el Po der y al reconocer entonces como reco nozco ahora, que soy inhbil, que soy incapaz para el Gobierno mientras sus condiciones no cambien... No soy, pues, un factor nuevo y desconocido en la vida poltica; no soy siquiera un sujeto que pretende y demanda el Poder; ni lo pre tendo, ni lo demando, ni lo acepto. (...) 154 Si no hay salvacin para la situa cin presente dentro de la rbita del par tido republ icano, antes que romperla no sotros con mano sacrlega, digmoslo a la faz del pas; declaramos que no es po sible gobernar con nuestros principios, con nuestros medios, con nuestros pro cedimientos; y con el patriotismo a que siempre ha respondido esta Cmara, de cidida que vengan otros hombres y otros partidos. (...) Necesitaris ms, seores diputa dos, para poder juzgar que yo ocupo la misma posicin que el 18 de julio al aceptar el Poder y que al dejarlo el 6 de septiembre (...) Sepa el presidente del Poder Eje cutivo que todava estoy dispuesto a apoyarle si, por fortuna, se decidiera ha cer una poltica que no contradiga los principios y las convicciones que toda mi vida he profesado. Mas, por doloroso que sea, tratndose de un antiguo ma estro y amigo, si se aparta de mis ideas, tendr que negarle mi humilde voto, porque sobre el culto que tributo a la amistad est el debido a la propia con ciencia.. Estaba claro que su humilde voto era decisivo; es decir, que no era tan humi lde, sino transcendental para aquello que deseaba, y eso lo saba Castelar, que tiene buena me moria y es capaz de atacar a muchos de los diputados con la energa suficiente como para arrancar los aplausos de rigor: El Poder que acept casi impuesto; el Poder que he mantenido vigorosamente en mis manos; el Poder que no entrego a ningn factor nuevo ni desconocido, sino que entrego ntegro, total, sin men gua, a esta Cmara, a una Cmara com pletamente republ icana. (...) Quin me haba de decir a m que, al cabo de tantos aos, el seor Labra, D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) monrquico dignamente hasta la hora de la monarqua y ahora desinteresado republ icano, haba, sin embargo, de ve nir a decirme a m que yo inspiro recelos a un partido por el cual he pasado toda suerte de amarguras y he sido condena do a garrote vi l por la tirana de los Bor bones! (...) La noche ms triste de la Repblica, la del 24 de febrero, en que aquel la co alicin se rompi, yo le dije a la mayora republ icana con toda la sinceridad de mi carcter, con toda la vehemencia de mi palabra, yo le dije al abismo a que se arrastraba; a que arrastraba la Repbl i ca. Y ya estamos en le fondo del abismo. Yo le dije que tenamos pocos hom bres que pudieran representar grandes agrupaciones; que estos hombres se gas taran muy pronto, que el Poder le ha bra de desacreditar injustamente uno a uno, que el da en que murieran de estos hombres tres o cuatro, como los pueblos latinos aman todava las personificaciones antes que las ideas, el da en que tres o cuatro de esos hombres estuvieran im posibi l itados o desacreditados, morira con el los la Repbl ica. Pues ya estamos desacreditados todos [Varios seores di putados: No, no, otros: S, s], todos sin excepcin... Somos ms impopulares que los conservadores, ms que los mo derados y ms que los radicales... Por consecuencia, qu va a pasar a esta Re pbl ica, que ha consumido sus dinastas de pensadores, sus dinastas de filsofos, SUS dinastas de economistas, sus dinastas de oradores Qu le va a pasar maana Dnde est el sucesor Dnde est el hombre que va a l levar sobre sus hombros la pesada carga de este monte Atlante que se l lama Repbl ica Hubo algunos diputados entre el los: Labra, Pi y Margal l y Salmern que le pi dieron pblicamente que se marchara de Espaa, como Amadeo I, a lo que Castelar contest: Porque no le interesaba tanto Espaa como a m, y que l poda irse a otra tie rra, donde encontrara los huesos de sus padres; pero yo tengo que quedarme a morir, si es preciso, para que no perezca en nuestras manos, en manos de los re publicanos, la salud, la integridad y la total idad de la patria. [grandes aplau sos]. Y me qued no solamente por re publicano, me qued como espaol. Termin su discurso con estas palabras: Yo os pido, ya que tratis de sustituirme, que me sustituyis pronto. Porque si algo me apena, es el Poder; y si algo me ha laga, es el retiro, a donde al irme tendr la seguridad de haberos dado la paz y el orden posible; y quiera Dios que os le conserve! Y no os le conservar si no segus mi poltica, porque mi poltica es la natural, y podris maldecirla, pero no podris sustituirla; porque ante la gue rra, no hay ms que una poltica: la po ltica de la guerra. Inmediatamente despus se realiz la votacin. El resultado fue: cien votos a favor de Castelar y ciento veinte en contra. Salme rn, muy satisfecho por la derrota de su ene migo, suspendi la sesin a las 5,40 de la ma ana y dio un descanso de veinte minutos. Pava, al conocer la derrota de Castelar, man d una misiva a Salmern dicindole: De saloje el local. En esos momentos se estaba real izando la votacin para un nuevo Presi dente del Poder Ejecutivo. La sesin fue derivando hacia derroteros cada vez ms crticos, llenos de una extre mada agitacin despus de que Castelar hu biera comentado: Yo, seores, no puedo ha cer otra cosa ms que morir aqu el primero con vosotros. A partir de ah se desarrol l 155 JOS LUIS BAZN LPEZ una famosa sesin, que a continuacin va mos a transcribir ntegramente: BENOT. Hay armas Vengan. Nos defen deremos. SALMERN. Seores diputados, intil sera nuestra defensa y empeoraramos nues tra causa. UN DIPUTADO. No se puede empeorar. SALMERN. Digo que nosotros nos defen deremos con aquel las armas que son ms poderosas en estos momentos: las de nuestro derecho, las de nuestra dig nidad y las de nuestra resignacin para recibir semejantes ataques. CASTELAR. Pero una cosa hay que hacer... UN DIPUTADO. Que se d un voto de con fianza al Ministerio que ha dimitido. CASTELAR. De ninguna manera; aunque la Cmara no votara, este Gobierno no pue de ser Gobierno, para que no se dijera nunca que haba sido impuesto por el te mor de las armas a una Asamblea sobe rana. Lo que est pasando me inhabilita a m perpetuamente, no slo para ser Po der, sino para ser hombre poltico. UN DIPUTADO. No, que te creemos leal. CASTELAR. As es, seores, que a m no me toca demostrar que yo no poda tener parte alguna en esto. Aqu, con vosotros los que esperis, morir y moriremos to dos. BENOT. Morir, no; vencer. CHAO. Me atrevo a hacer una declaracin y una peticin a la Cmara y al seor Presidente del Poder Ejecutivo, y es que, si lo tiene a bien, expida un decreto de clarando fuera de la ley al general Pa va, y otro decreto sujetndolo a un Con sejo de Guerra, y si es necesario, desli gando del deber de la obediencia al sol dado. SNCHEZ BREGUA. Pido la palabra. SALMERN. La tiene su seora. SNCHEZ BREGUA. Seores diputados, en este mismo momento, cumpl iendo con la 156 voluntad soberana de las Cortes, voy a extender el decreto destituyendo al ge neral Pava de sus honores y condeco raciones. FERNNDEZ LATORRE. Y que se le haga saber a la parte del ejrcito que est a las puer tas del Congreso. OLAVE. Haba pedido la palabra. SALMERN. Dispnseme el seor Olave; creo que la haba pedido antes el seor Canalejas y tiene la palabra. CANALEJAS. Era tan slo para indicar a la Cmara, si lo cree conveniente, a fin de ganar tiempo, que en estas ocasiones el tiempo es precioso, que la Cmara, co misionando desde luego a dos o tres di putados, vaya a llevarle el decreto que acaba de dictar esta Asamblea al general rebelde. CASTELAR. Yo no puedo consentir que nin gn diputado, al llevarle, pueda expo nerse... UN DIPUTADO. Yo voy. VARIAS VOCES. Yo tambin. CHAO. Venga el decreto exonerndole, y yo lo llevo. OTROS DIPUTADOS. Y yo tambin. CALVO. La Guardia Civi l entra en el edifi cio preguntando a los porteros, y di ciendo que se desaloje el edificio de or den del capitn general de Madrid. BENTEZ DE LUGO. Que entre, y todo el mundo a su asiento. SALMERN. Ruego a los seores diputados que se sirvan ocupar sus asientos y que slo est en pie aquel que haya de hacer uso de la palabra. BENTEZ DE LUGO. He pedido la palabra. SALMERN. La tiene vuestra seora. BENTEZ DE LUGO. Es para rogar a los seo res diputados de la izquierda y del cen tro que han votado conmigo, yo, que no puedo ser sospechoso, porque he con sumido un turno en contra de la poltica del seor Castelar, que en este momen D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Foto 31: Disolucin de las Cortes. to la Cmara entera d un voto de con fianza al seor Castelar MUCHOS DIPUTADOS. Por unanimidad. CASTELAR. Ya no tendra fuerza y no me obedecern. SALMERN. Ruego a los seores diputados que ocupen sus asientos. No tenemos ms remedio que ceder ante la fuerza, pero ocupando cada cual su puesto. Vie nen aqu y nos desalojan. Acuerden los seores diputados que debemos resis tirNos dejamos matar en nuestros asientos. VARIOS DIPUTADOS. S, S, todos. CASTELAR. Seor presidente, yo estoy aqu en mi puesto, y nadie me arrancar de l. Yo declaro que me quedo aqu y aqu morir. UN DIPUTADO. Ya entra la fuerza armada en este saln. VARIOS DIPUTADOS. Qu escndalo! CASTELAR. Qu vergenza! VARIOS DIPUTADOS. Soldados, Viva la Re pblica federal ! Viva la Asamblea so beranal. Otros diputados apostrofan a los solda dos, que se repliegan en la galera, y all se oyen algunos disparos, quedando terminada la sesin en el acto. Era las siete y media de la maana. Pudo ocurrir que la Primera Repblica espaola no finalizara con el golpe de Es tado de Pava, porque a partir de esos mo mentos se abri una segunda etapa, que coincidi con casi todo el ao 1874, en la que intervinieron gran parte de los perso najes de la revolucin de 1868 y del perio do de la monarqua democrtica que le si gui. Estos notables polticos (antiguos unio nistas, progresistas, demcratas y radicales) recibieron dos bazas muy importantes: la Constitucin de 1869, que haba arraigado en la poblacin espaola, y el alejamiento 157 JOS LUIS BAZN LPEZ de la escena poltica de un grupo de repu bl icanos federal istas. Aun as, los nuevos gobernantes tuvieron que abordar un pa norama muy alejado del que todos desea ban. PRESIDENTE D. Estanislao Figueras D. Francisco Pi y Margal l D. Nicols Salmern D. Emi l io Castelar MANDATO La Primera Repbl ica tuvo una corta du racin no lleg ni siquiera a un ao por lo cual creemos interesante para el lector hacer un pequeo cuadro cronolgico con los Pre sidentes de la misma. Desde el 11 de febrero de 1873 al 10 de junio de 1873 Desde el 11 de junio de 1873 hasta el 18 de jul io de 1873 Desde el 19 de jul io de 1873 hasta el 7 de septiembre de 1873 Desde el 8 de septiembre de 1873 hasta el 3 de enero de 1874 158 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) CONSECUENCIAS DEL GOLPE DE ESTADO N o se poda imaginar el General Pava que N Castelar se negase a continuar dirigiendo el gobierno del pas. Despus de las intermi nables diecisis horas que dur aquel la la mentable sesin de las Cortes espaolas, Cas telar, Salmern, Rubau, Chao y Gmez Marn estuvieron paseando hasta las nueve de la ma ana por el Prado, donde fueron alcanzados por un mensajero del general Pava, el ex mi nistro Oreyro, que portaba una propuesta para Castelar. Pero se trataba de una propuesta ina ceptable para el poltico, puesto que iba en contra de sus principios, los cuales hizo p blicos a travs de la siguiente declaracin: A la nacin: Protesto con toda la energa de mi alma contra el atentado que ha herido de una manera brutal a la Asamblea Constituyente. De la demagogia me se para mi conciencia; de la situacin que acaban de levantar las bayonetas, mi conciencia y mi honra. Madrid, 3 de enero de 1874. Emilio Castelar. Entre Castelar y Pava no hubo acuerdo, las conversaciones previas al suceso parece que estuvieron marcadas por la sinceridad de ambos, pero el general no cumpl i su promesa de res petar las decisiones que tomara la Cmara, como as le haba garantizado al Presidente del Ejecutivo. Creemos que el asalto a la Asamblea lo realiz Pava convencido de que Castelar aceptara seguir al frente del Gobierno, pero se equivoc. Claro que tambin el tribuno lament aos despus no haber aceptado el ofrecimiento del general, lo que hubiera supuesto la conti nuidad de la Repbl ica en Espaa. Manuel Pava Rodrguez de Alburquer que (nacido en Cdiz en 1827 y muerto en Madrid en 1895) particip en la sublevacin de Prim en Vil larejo, por lo que tuvo que abandonar el pas, para volver tras la Revo lucin de 1868. Reprimi el cantonalismo an daluz y ciertos ncleos carlistas en Navarra. Despus del golpe de Estado fue Capitn Ge neral de Catalua y de Castil la la Nueva, y reprimi la sublevacin de Villacampa. No podemos olvidar que fue autor de algunos li bros como: El ejrcito del centro desde su cre acin hasta 1874; La pacificacin de Anda luca y Reflexiones y Apuntes polticos para la historia contempornea. Pensamos que es importante analizar la explicacin que Pava dio en las Cortes tres aos despus, exactamente el 17 de marzo de 1876, en las que se aprecian algunas con tradicciones. Inici su relato recordando cuando estaba en Andaluca y Castelar le llam a Madrid para nombrarle Capitn General: Yo crea entonces y he seguido creyen do sin variar de opinin, que el seor Castelar hubiera pacificado el pas. Era tal la situacin y posicin del seor Castelar, tena tal fuerza, que republicanos y mo nrquicos tenan que apoyarle; los re publ icanos, porque nunca debieron du dar que en manos del seor Castelar pe reciera la Repblica; y los monrquicos, porque era el seor Castelar para ellos una tabla de salvacin, a la que estaban asidos con todas sus fuerzas. (...) Durante aquel periodo, la izquier da y el centro de la Cmara, que suma ban mayor nmero de votos que la de recha, se haban conjurado contra el se or Castelar y haban decidido derro tarle el mismo da que se reanudaran las sesiones. El pas estaba aterrorizado de que pudiera realizarse esto, y yo no po da creer que el acuerdo fuera definitivo. Pero pronto me convenc que la iz 159 JOS LUIS BAZN LPEZ quierda y centro de la Cmara, ciegos de coraje, compactos como un solo hom bre, ansiaban que l legara el da 2 para derrotar al seor Castelar; y me convenc tambin que aquellos seores diputados que iban a derrotar al seor Castelar se iban a manejar despus como lo hacen siempre los polticos espaoles: que aunque se detestan, estn unidos, asi dos fuertemente de la mano, compac tos como un solo hombre y bravos para destruir, pero sin pensamiento y en de sacuerdo para crear. No me fue posible averiguar quin sera el designado para sustituirle al seor Castelar; sobre todo, qu Gabinete se formara. Puede ser que Pava no supiera quin iba a suceder a Castelar, pero en una carta que se conserva en el Archivo del Congreso, dice entre otras cosas que, si se hubiera for mado el Ministerio Palanca, el Gabinete sera el siguiente: MINISTRO Tutu Chao Gmez Marn Fernando Gonzlez Fernndez de los Ros Portil la o Pava MINISTERIO Hacienda Estado Gracia y Justicia Gobernacin Fomento Guerra Pava reconoci que haba estado ha blando con Castelar, a quien propuso que no abriera las sesiones de las Cortes, a lo que el Presidente contest: No quiero perder, no perder un to mo de legal idad; el da 2 de enero me presentar a las Cortes, explicar mi con ducta y derrotado que sea, con amargu ra grande, l lorando sobre mi patria, me retirar a mi casa. 1 60 El general tambin haba consultado a determinados mi l itares de varios puntos de Espaa, los cuales estaban dispuestos a dar su apoyo a Castelar. Continu diciendo: Yo me encontraba en mi banco silen cioso y meditabundo, porque se me re produca a cada instante el momento so lemne en que, solo con mi conciencia y encerrado en el reducido gabinete de mi casa, me decid a llevar a cabo el acto del 3 de enero. Ah seores diputados! Si yo no hu biera ejecutado el acto del 3 de enero, la Espaa entera me hubiera despreciado y el Ejrcito me hubiera maldecido. (...) Yo no conferenci con ningn mi nistro del Gabinete del seor Castelar, ni con ningn individuo de la derecha de aquella Cmara (...) que me bastaba y me sobraba a m mismo, que no necesi taba el apoyo de nadie, y que prohiba terminantemente hasta la ms mnima manifestacin; que se fueran tranquila mente a sus casas y que cuando yo di solviera la Asamblea, los llamara y les entregara el tablero poltico tal como lo recogiera, para que formaran un gobier no que salvara al pas, que salvara la so ciedad; slo les recomend que se ha llaran reunidos en una casa contigua al Congreso el da 2 de enero y que all es peraran mis rdenes. (...) Yo, seores diputados, no me he vanagloriado nunca, ni me vanagloria r jams, de haber ejecutado el acto del 3 de enero. Ya he dicho que lo hice con tra toda mi voluntad, obedeciendo a una necesidad imperiosa; pero no me he arrepentido nunca, ni me arrepentir ja ms, de haberle llevado a cabo, y si cien veces me viese en las mismas circuns tancias, cien veces hara lo mismo. Yo situado en la Capitana General, reciba a cada momento noticia detal la da de todo lo que ocurra en el Congre D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) so, porque mand a los jefes de los par tidos que nombraran dos o tres personas de su confianza para que me transmitie ran todo cuando pasaba; y, como la po ltica no tiene entraas, nombr tambin, persona de confianza para confrontar las noticias [Risas]. Termin su exposicin confesando algu nos errores que haba cometido y convencido de su fracaso: Seores diputados: este es el acto del 3 de enero; acto que llev a cabo sin aconsejarme de nadie, sin permitir que persona alguna se tomara la l ibertad de darme consejos, sin que ninguno inter viniera y sin que ningn partido, frac cin o persona me ayudara ni me acom paara. El que haya dicho lo contrario falta a la verdad. (...) Fel izmente para m, seores dipu tados yo no hice el acto del 3 de enero con la espada, sino con el bastn de mando. Yo ni romp, ni aument, ni des tru; no hice nada ms que entregar el Poder ntegro a la representacin de los partidos. Entonces me dirig a todos ellos, a todos los representantes, y les dije que tuvieran el patriotismo de imitar la con ducta de otras naciones cuando se han visto en casos semejantes; y present como ejemplo la actual idad de Francia, en que legitimistas, orleanistas, imperia l istas y republ icanos recogieron despus de Sedn el Poder tal como lo encontra ron y luego formaron el Gobierno na cional y salvaron la nacin. Hecho este ruego me retir al saln. Debo advertir que cuando entr en la Presidencia, vi con sentimiento que faltaba la represen tacin del seor Castelar..., y vi con sor presa tambin ( y esto lo debo declarar, no por m, sino por otros hombres im portantes) que estaban sentados en aque l la sala personas a quienes yo no haba avisado y a quienes, por lo tanto, no les haba entregado el Poder, y pens en ro garles que tuvieran la bondad de aban donar el saln; pero cuando vi fracasado el Gobierno nacional, desist de mi pro psito. No era posible ni en aquel da ni en aquel momento; las contestaciones dadas por los seores Castelar y Cnovas eran tan rotundas, que no dejaban vis lumbrar ninguna esperanza. Para conocer con ms detenimiento este suceso debemos remitirnos a lo ms destacado del discurso de Castelar, donde habl largo y tendido, sin desperdiciar ese momento tan pro picio para demostrar los hechos y dar claridad a ciertas circunstancias que se desconocan: Yo nada he tenido que ver, ni directa ni indirectamente, en el golpe del 3 de enero. Si yo hubiera sabido que aquel lo se intentaba, si yo lo hubiera sabido, querindole mucho entonces al general Pava, le hubiera fusilado (rumores), por que tena poder para el lo. El general Pa va ha olvidado una entrevista conmigo el da 24 de diciembre. Yo no poda te ner, yo no tena en el Ejrcito un general que me mereciese la confianza que me mereca el general Pava; y para esto, se ores diputados, haba un sin nmero de razones. As es, seores diputados, que el da 24 de diciembre yo l lam, no a la Presidencia del Consejo, sino a mi hu milde casa, al general Pava, capitn ge neral de Madrid, y le dije que una insu rreccin militar, fuese la que fuese la so lucin de aquella crisis, nos llevaba a unas aventuras sin trmino, a cuyo fin prevea yo grandes e irremediables peli gros y catstrofes; le dije yo que como de legado mo deba seguirme, y creo que el general Pava se convenci completa mente y me dijo: Yo le seguir a usted a todas partes. 161 JOS LUIS BAZN LPEZ Restablecida por m la ordenanza, restablecida por m la disciplina (tengo que decirlo), estuve a punto de morirme el da 3 de enero cuando vi al Ejrcito en este saln, recinto de la libertad y de las leyes. [Murmul los.] Yo, cuando de un lado vi la dema gogia que se desarrol laba tanto, y de otro vi que se desarrollaba tanto el carlismo, me decid (habiendo tenido cierta fiebre revolucionaria en mi juventud, de la cual estoy completamente arrepentido[Ru mores]), me decid a sostener dentro de la legalidad a la Repbl ica. Seores, yo que haba dicho todo esto, yo que haba disciplinado el Ejr cito, yo que haba rehecho la ordenanza, haba de ser cmpl ice de la destruccin de mi obra. No lo fui. Respeto las ra zones que han invocado los que otra cosa han hecho; Respeto lo que aqu se ha dicho; pero el mismo general Pava nos ha dado la clave de todo. Yo crea que todo se curaba con la legal idad; yo crea que el mal mayor era la demagogia, que el mal mayor era des truir el respeto a la legal idad; yo crea que si se hubiera seguido la legalidad no hubieran venido las aventuras que han venido despus si nos encontrramos tantas veces a merced de los ejrcitos o de las turbas. Esta memorable sesin termin con las intervenciones de Pava y un pequeo co mentario de Cnovas. Este ltimo arremeti contra Castelar, defendiendo a Pava, algo que nos parece lgico si pensamos que el golpe de estado fue el inicio de las Restauracin. Lo ocurrido entre Pava y Castelar nos lo resume perfectamente Carmen Llorca: No hubo compl icidad de ninguna cla se entre Castelar y Pava, hay que recal carlo una vez ms. Y que tampoco tena Pava candidato para l levarlo al Poder 1 62 es prueba de lo que sucede a continua cin de la invasin de la Asamblea. Es casi seguro que si Pava hubiera sospe chado que Castelar no iba a aceptar el formar nuevo Gobierno y que el poder iba a pasar a manos del duque de la To rre, no hubiera dado el golpe de Estado. Pero tal como transcurrieron las cosas todo hace pensar que en el nimo de Pa va exista ms el deseo de asustar a Sal mern que de dar efectivamente un gol pe de Estado. Estos dos personajes se hundieron mo ralmente y quiz no supieron reaccionar a tiempo. Pava hizo todo lo posible para con vencer a Castelar de que volviera a gobernar el pas. Incluso El Imparcial, que entonces era enemigo de la poltica castelariana, le anim para que se incorporarse a la Repblica. El general no tuvo ms remedio que buscar a otras personas para demostrar a la nacin que el golpe de estado no lo haba real izado en su propio provecho. Continu manteniendo su carcter republ icano, aunque pensamos que ms en la teora que en la prctica. Castelar quedo completamente conster nado, estaba convencido de que su actividad en poltica haba terminado y creemos que en cierto modo fue as. Otra situacin hubie ra nacido de aquel los momentos si nuestro tribuno hubiese aceptado dirigir una nueva Repblica, y no le hubiera faltado valor y au dacia para resolver determinados problemas con la ayuda de algunas personas que com prendieron el error cometido por Pava. Esta mos de acuerdo con un elevado nmero de historiadores que han comentado que Caste lar perdi en esos momentos la verdadera ocasin de su vida. Castelar se sinti defraudado en muchos aspectos, pero principalmente con otros par tidos revolucionarios y con sus propios co rrel igionarios. Pocos das despus del golpe de estado escribi en La Discusin: D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Existe una verdad inmutable que los partidos revolucionarios no quieren com prender cuando son Gobierno, consis tente en que los hombres de Estado no pueden ser hombres de la oposicin; que han de modificar su temperamento; que en las realidades de la prctica han de re nunciar algunas veces, casi siempre, par te de su ideal dentro del momento his trico y de la sociedad en que sus ideas se real izan; que en algo han de transigir con las preocupaciones de su tiempo y con los temores de ciertas clases, siem pre influyentes y poderosas; que, en una palabra, han de ser conservadores en el Poder, por muy revolucionarios que ha yan sido en la oposicin, si aspiran a que sus doctrinas y sus leyes se arraiguen en los pueblos que gobiernan. En su partido pretenda modificar las ac tuaciones que haban motivado un distancia miento ideolgico y las consecuencias que aparecieron, por tanto prepar una reunin que se celebr en la Fonda Espaola, en la cual se reunieron todos los diputados que vi van en Madrid (cincuenta y cuatro en total), los mismos que dieron su voto a Castelar la no che del 3 de enero. Castelar logr en este acto que le dieran la confianza necesaria para po der continuar dentro de la poltica activa. Con sigui adems imponer nuevas ideas a los de ms y planificar la lucha desde la oposicin. Algunos de los bigrafos de Castelar ven en este acto poltico el inicio de lo que ms tar de sera su Partido Posibilista. Por aquel la poca apareci en Madrid un nuevo peridico denominado El Orden, que diriga Moreno Rodrguez, amigo de Cas telar que durante mucho tiempo desempe un papel muy importante en la vida de nues tro poltico. En este diario apareci un art culo titulado Nuestro Pensamiento donde la Redaccin protestaba enrgicamente por lo sucedido en las Cortes. De este mismo traba jo podemos entresacar algo importante: Cas telar ya estaba arrepentido de no aceptar ser el nuevo Presidente de Gobierno y, segn este peridico, si le hubieran llamado una vez ms, sin lugar a dudas que hubiese vuelto. Cnovas del Castillo apareci de modo determinante en la escena poltica, propuso la abol icin del rgimen republicano y lgica mente la proclamacin como Rey del Prnci pe de Asturias. Pero creemos que se precipi t, pues Alfonso de Borbn era todava muy jo ven y no haba completado su preparacin. Hubiera sido muy negativo para la Monar qua que este deseo de Cnovas hubiese cua jado. Sin embargo, fue el momento de Don Francisco Serrano, duque de la Torre, al cual le entusiasmaba la idea de desempear en Es paa el mismo papel que haba representa do Mac-Mahon en Francia. Salcedo Ruiz, en su libro Los anales contemporneos, comen ta que la planificacin se haba tramado den tro de la tertulia que espordicamente se ce lebraba en casa de la duquesa, la cual aspiraba a restablecer con una duracin indefinida la situacin de privilegio que tuvo el matrimonio desde la proclamacin de Amadeo I. Como a Sagasta esta idea le permita prescindir de los radicales y gobernar con los constitucionales, no le pareci nada mal y form un Gobierno que algunos autores han l lamado amadesta sin Amadeo. Este Go bierno, que se autodenomin Ministerio de Conciliacin, suspendi las garantas consti tucionales, disolvi las Cortes y separ el car go de Jefe del Poder Ejecutivo de la Presi dencia del Consejo. El nuevo gobierno tuvo que enfrentarse a dos del icados problemas: el cantonalismo cartagenero y la guerra carlista. Superar el pri mero no fue muy complicado, el segundo fue una empresa ms dura, pues mantena, para djicamente, un estado rural muy bien orga nizado; sin embargo no tena en su poder nin guna de las ciudades ms importantes del nor te de Espaa, de ah el empeo de D. Carlos 1 63 JOS LUIS BAZN LPEZ por conquistar Bilbao. Nicols 01 1o, el jefe con ms capacidad de los que seguan a D. Carlos, derrot al general Moriones cuan do ste acuda a socorrer a los defensores de Bilbao, hecho que produjo la entrada de D. Carlos en Tolosa. El Duque de la Torre y Serrano estaban deseosos de obtener un gran triunfo en el nor te para que su prestigio se elevara y poder mantenerse en el poder ante los muchos es paoles que estaban convencidos de su de rrota ante los carl istas. Incrementaron el n mero de soldados y de mil itares de alto grado. Lo ms terrible de esta guerra fue la alternan cia de victorias, las desventuras de ambos ban dos y el temor a que durara indefinidamente. Esta misma situacin estaba ocurriendo en Ca talua. Al final, quien se sinti ms perjudi cado era el Duque de la Torre, que al no haber conseguido una victoria definitiva no poda asentar su poder personal. Dentro del Ejrcito su prestigio decreca da a da y sus principa les colaboradores empezaron a vincularse a la conjura alfonsina influidos por Cnovas. Quiz el que tena ms poder fuera Se rrano, pero sus bandazos polticos lo des prestigiaron. Posiblemente su vanidad perso nal le hubiera llevado a luchar por la Rep blica, porque saba que poda perfectamente ser su Presidente, sin embargo sigui adelan te con su apoyo a la monarqua debido a las circunstancias por las que estaba atravesando el pas. Castelar colabor indirectamente en beneficio de Serrano, aunque el general no supo apreciar a su pequeo benefactor. Nues tro tribuno estaba en una encrucijada a la que lo haban abocado las opiniones, unas veces en pbl ico y otras en privado, de las personas con poder en la esfera poltica espaola. Por un lado las alternancias de Serrano y por otro las del Duque de la Torre, las discrepancias en tre los republ icanos y los monrquicos l leva ron a una crisis donde salieron perdiendo Cas telar y sus seguidores; luego la nica forma de resolverla fue a travs de la Monarqua. 1 64 Basta con que comprobemos la reaccin de Pava en algunos prrafos de una carta que public, dos das despus de su dimisin, para verificar lo anteriormente expuesto: En las conferencias que mediaron para aquel objeto (se est refiriendo a lo su cedido el 3 de enero) con el excelentsi mo seor duque de la Torre, hoy Presi dente del Poder Ejecutivo, y con otros distinguidos hombres pblicos, entre ellos el actual ministro de la Goberna cin, excelentsimo seor D. Prxedes Mateo Sagasta, mi primera pregunta, aquella en que ms tenazmente insist, fue que se me dijera si exista algn hom bre o partido bastante fuerte para que, dado el estado del pas, pudiera impo nerse y ejercer desembarazadamente el Poder con el fin de extinguir el cantona l ismo y vencer el carlismo, nicos parti dos que se hal laban en armas, dando la paz y el sosiego a nuestra desventurada patria, tan necesitada de una y de otro. Todos se hallaron unnimes en confesar que no conocan hombre y partido al guno que fuera capaz de dominar por s solo las dificultades de las circunstan cias. (...) Ni yo hubiera acometido la empre sa para entregar el pas a la dictadura de una sola de sus parcialidades, ni el pas todo, que aplaudi el acto, lo hubiera consentido. (...) Nombrado hoy un Gobierno ho mogneo con olvido absoluto de lo en tonces solemnemente pactado, contra riando el salvador objeto de la poltica inaugurada el 3 de enero, por todos en aquel entonces aceptada, un sentimien to de consecuencia y dignidad me pone en el sensible caso de presentar la di misin del cargo de capitn general de Castilla la Nueva, que ya anunci al se or presidente del Poder Ejecutivo, si a la crisis poltica se le daba la solucin D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) que ha tenido, cuando a su l legada a Madrid se dign consultarme sobre aqulla, acto que hubiera l levado a cabo igualmente con cualquier otro Ministe rio homogneo, a cualquier parcialidad que perteneciera, cuando an nos ha l lamos amenazados por el cantonalis mo y combatidos por el carlismo; es de cir, cuando no han variado las circuns tancias que motivaron el unnime acuer do del 3 de enero. Castelar no es ajeno a lo que est su cediendo y emprendi viaje a Portugal, pa sando por Granada, para dar a conocer su poltica y de paso intentar propagar sus ide as republ icanas. En la ciudad andaluza y du rante un discurso en el que dio una larga ex plicacin de su conducta durante el tiempo que fue Presidente, dijo entre otras cosas algo muy significativo: aconsej al nuevo Gobierno que pusiera en prctica estas cua tro propuestas: l ibertad de derechos indivi duales, sufragio universal, Repblica y el ju rado. De Sagasta, sin nombrarle, manifest: Lo que no tiene nombre es aceptar un car go en la Repbl ica, para conspirar contra la Repbl ica. Este viaje lo inici con grandes xitos y lo termin triunfando en tierras lusitanas. A su vuelta continu combatiendo la situacin desde La Discusin y El Orden, basndose en su discurso de Granada, algo que disgust a los alfonsinos de tal manera que lograron prohibir un nmero de este ltimo peridico. Al final, la total idad del contenido del cita do discurso fue publicado ntegro en La Dis cusin. Durante el verano de 1 874 la situacin empezaba a ser un poco del icada en el pas. Castelar comprenda que tena escasas posi bilidades e inici su veraneo por algunas po blaciones alicantinas. En una carta que escri bi Tutau a Martn de Olas, entre otras cosas se dice: Los acontecimientos se precipitan y veo inminente un gran cataclismo. Si Sagasta no est en tratos con las poten cias extrajeras se acredita de tener o muy poco talento o mucho apego al poder. No ve el imbci l, que ni el los ni los ra dicales, ni ustedes, los unitarios caste laristas, son potentes para salvar la si tuacin Pues si l no puede salvarla, qu tarda en endosar el muerto a Cas telar Yo no s cmo hay tanta ceguera. La guerra de los siete aos se concluy con 250.000 soldados y 350.000 na cionales. Para armar al pueblo se ne cesita que haya entusiasmo, y ste, cr alo usted, slo puede levantarlo la ban dera federal. No se me oculta las difi cultades que esto ofrece, los disgustos que tendramos y hasta el peligro de una intervencin. (...) Tal como est el pas y los partidos, y dada la actitud de nuestros vecinos, no veo ms que, o revolucin sangrienta y horrible, y si no hay quien en el acto la encauce una intervencin, o don Car los. Tan slo un medio habra de evitar lo si hubiera, que no lo hay, algn de sinters y ms amor a la libertad y a la pa tria entre los polticos de profesin. Este remedio sera, no le extrae usted en mi pluma, la formacin de un Gobierno na cional en que tuvieran cabida todos los elementos liberales (excepto el alfonsino), pero todos enteramente, porque elimi nado uno slo ste hara falta. Yo bien s que esto es imposible, porque la marcha seguida desde la proclamacin de la Re pblica es echar fuera de el la a los que ms ttulos tienen para estar dentro y por que las antipatas personales y la cuestin de destinos lo inutiliza todo entre noso tros. Por lo dems esta coalicin slo se ra viable como una tregua y con la in tencin de no hacer ms que dos cosas: administracin y guerra. 165 JOS LUIS BAZN LPEZ Tal vez al recibir sta no se sepa an en sa que los brbaros carl istas han fusi lado a 170! prisioneros de la columna Nouvi las, entre el los a 40 ofi ciales. Tambin se ignora en sa que do minan casi toda Catalua por el terror. Juzgue usted de el lo por lo siguiente: en Figueras, estando la columna de Ca as, se ocuparon todos los pueblos cir cunvecinos para que los payeses pu dieran ir a l levar vveres y hacer com pras. Pues bien: ni uno slo fue. Por qu Porque saben que en cada pue blo hay quien toma nota de los que van a la vi l la bloqueada y que otro da se ran fusi lados los contraventores. Otro. Yo he visto oficios de Saval ls a los al caldes que slo dicen: Si no cesa usted en el acto de ejercer su cargo, ser us ted fusi lado. D. Sayal Is. Otro. Un bando condenando a igual pena al jornalero a quien se en cuentra trabajando en la propiedad de quien no pague la contribucin a los carl istas, y la misma pena a los colonos que en el acto no abandonen las ha ciendas que en igual caso se hal len. Resultado: que todo el mundo pa gue, y en la provincia de Gerona, slo Puigcerd y Figuras se resisten; pero tendrn que ceder. Estas noticias puede usted darlas si quiere a la prensa por si pueden publ i carlas. En sta hay aparente calma, pero cuando estal le no s lo que suceder. Los planes de Camacho y una nueva reserva pueden precipitarlo todo. Volviendo a su estimada carta, no puedo estar conforme con ustedes. Cas telar y sus amigos no son federales y hacen mal en no decirlo francamente. Qu los cantonal istas han dificultado su planteamiento! Si los dems hubi 166 sernos idos compactos habramos evi tado el cantonalismo y de eso no nos hubiera alcanzado apenas la responsa bi l idad. Pero si ustedes han echado a los federalistas el muerto y adems se han separado, cmo no hemos de que dar dbi les! El castigo ya lo tienen y lo tendrn ms an, pues no queriendo la Federal, no tendrn ni la unitaria ni un rgimen liberal. Estoy menos conforme an en que Castelar no sea responsable del 3 de enero. Cmo! Ignoraba lo que se fra guaba Es inverosmil. No lo ignora ba Dnde estn sus medidas para im pedirlo l, que dio los caones a la ar ti l lera; l, que dio mando a tantos re accionarios; l, que sacrific su popu laridad para agradar a las clases con servadoras, no pudo disponer de cuatro soldados y un cabo! Ojal que pudie ra convencerme de que Castelar es ino cente de aquel atropello! Ya comprender usted por estas indicaciones que no veo posible lo que usted cree que puede hacer Castelar. Para m todo est perdido, y si l sube al poder no permanecer en l treinta das. No se tuerce impunemente una corriente revolucionaria. Hemos de caer en el abismo, y si alguna roca pue de detener el curso de la corriente re volucionaria, aunque por pocos ins tantes tal vez, esta roca no ser Emi l io. Mientras los problemas van aumentan do, Castelar, despus de un corto veraneo por tierras levantinas, se desplaz a distintas ciudades francesas e italianas. Desconoce mos el inters de este largo viaje, aunque imaginamos que fue para conocer la opi nin de un elevado nmero de estadistas y buscar apoyos para la causa republicana. Parti desde Alicante, hizo una escala en D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Barcelona y a continuacin fue a Ital ia. Para hacernos una idea de cmo resultaron sus discursos slo es necesario hojear tres pe ridicos italianos (estos prrafos fueron pu bl icados por La Discusin a partir del 17 de octubre de 1874): LA BANDIERA Recordis ciertas tempestades, en es tas tardes ardientes del esto en que aparece repentinamente una nubeci l la en los lejanos horizontes; recordis cmo aquel la nube se extiende, lanza una que otra gota sobre el polvo de la tierra, se determina la l luvia, rompe el aguacero, se anuncia el trueno desde lejos, estal la el rayo y la horrsona tor menta se presenta con toda su podero sa majestad Pues bien: lo que de labios de Castelar omos ayer no es un dis curso, es el huracn. En sus intervalos un torrente de aplausos indicaba al ora dor que sus palabras resonaban en to dos los pechos. Castelar no puede ex pl icarse, debe orsele. Ninguna pluma puede describir el torbel l ino majestuo so de su elocuencia. Comprendemos, por consiguien te, el tumulto y la agitacin producida por el afn del pueblo genovs en or al divino moderno Demstenes... Por esto comprendemos tambin con cunta ra zn los espaoles han proclamado a Castelar el primer orador del mundo. LA VOCE LIBERA Razn tiene la fama que lo declara en todas partes como el gran orador eu ropeo, como el orador del mundo. IL MOVIMENTO Un gran talento al servicio de un gran corazn. Fue a primeros de noviembre cuando Castelar volvi a Espaa y se encontr de l leno con la crisis poltica, que en algunos momentos pudo favorecer su vuelta al poder, o lo que es lo mismo, una gran oportunidad republicana. Sagasta, como Presidente del Gobierno, est sumido en un mar de dudas, porque no es alfonsino, aunque s monr quico (por lo que no hubiese extraado a nadie que estuviera buscando por su cuen ta un rey para Espaa). Los republ icanos re sidentes en la capital formaron una comi sin, que reconoce a Castelar como su l der, para intentar organizar el partido e in tentar dar el salto definitivo hacia el poder. Pero no se pusieron de acuerdo. El peridi co La Discusin estuvo pidiendo da tras da al Partido Republicano que se organizara. Sin embargo, los alfonsinos estaban ac tuando mucho mejor, como lo coment el diario republ icano (4 de diciembre), que es pecificaba que, de no lograr la unin entre los republ icanos, iban a salir beneficiados los alfonsinos, y termina diciendo: Si el partido republicano prefiere vivir en dispersin y fiar al acaso o al capri cho de ajena voluntad la suerte de la Repbl ica, hgalo en buena hora, pero entienda que la responsabi lidad de lo que suceda no pesar sobre nosotros. Los republ icanos perdieron todas las posibilidades que tenan, y con el los Caste lar. Se cerr as para Espaa una etapa de cisiva de su Historia. 167 JOS LUIS BAZN LPEZ CASTELAR Y LA RESTAURACIN A pesar de vencer la insurreccin de Car tagena el 12 de enero de 1874, y del xi to obtenido con una formacin de gobierno que aunaba importantes fuerzas polticas, se iba consumiendo progresivamente el potencial poltico de la coal icin entre demcratas y conservadores. Ante estas circunstancias, los alfonsinos trabajaban con rapidez para con seguir el poder; prueba de ello es que Cno vas prepar unas normas de actuacin del partido monrquico y envi a la academia militar britnica de Sandhurst al prncipe Al fonso. De esta ltima situacin naci el fa moso manifiesto donde se proclamaba un nuevo rgimen y retras un pronunciamiento del general Martnez Campos. En La Restauracin (periodo poltico de finido por nuestra historiografa que abarc desde el 30 de diciembre de 1874 hasta el 13 de septiembre de 1923) se dieron algunos fenmenos polticos bastante atpicos por sus caractersticas: la actitud de algunas figuras liberal -conservadoras, que desplazaron del poder a militares de alta graduacin, los pro nunciamientos de Martnez Campos y la pro clamacin de Alfonso XI I como Rey de Espa a. Tambin hay que significar que estos mis mos polticos, principalmente Cnovas, lo graron vincular a los militares con sus fun ciones exclusivamente castrenses, encauzan do la actividad poltica dentro de las discipli nas de los partidos y de las libertades ciuda danas. Alcanzaron el poder tras elaborar un concienzudo plan, muy meditado, donde es tudiaron con detenimiento los verdaderos puntos confl ictivos que podan poner en pe ligro la futura estabi lidad. Formaron un Mi nisterio -Regencia, y adoptaron una serie de 168 medidas restrictivas, proclamas y normas ju rdicas. Podemos pensar que la clave del triun fo estuvo en que se adelantaron a sus adver sarios. El ms pel igroso, en potencia, segua siendo la prensa, y contra el la se dictaron las primeras precauciones, como el rgimen pre ventivo de censura que suspendi todos aque llos peridicos de tendencia partidista, salvo la considerada prensa adicta. Dicha suspen sin se convertira en una disposicin supre soria de los peridicos republicanos, aunque tiempo despus se permiti la reaparicin de todos los diarios que previamente se haban suspendido. La libertad de expresin, bajo el gobierno de Serrano-Sagasta, fue sometida a los siguientes tipos de limitacin: Inviolabilidad de la Corona. Respeto a la familia real. Prohibicin de atacar directa o indirec tamente al sistema monrquico -consti tucional. Prohibicin de injuriar a los senadores y diputados. Prohibicin de dar noticias, promover discordias y antagonismos en el seno del Ejrcito. Prohibicin de quebrantar la disciplina militar. Prohibicin de publicar noticias de gue rra que pudieran facilitar las operacio nes del enemigo. Para defender la monarqua, y por su puesto la dinasta restaurada, realizaron otros planes muy determinantes: Acentuaron la lu cha mi litar contra el carlismo, robusteciendo al ejrcito liberal con mejores medios, y ne gociaron con las autoridades eclesisticas de Roma para despojar a los insurrectos y al pre tendiente carl ista de la investidura moral y el apoyo material con que contaban. A cambio, el Estado otorgaba concesiones a los sacer dotes y a las rdenes rel igiosas. Estaba claro que las preocupaciones de los nuevos gobernantes estaban centradas en D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) buscar soluciones para atajar los problemas in ternos, y olvidarse de la gravedad latente que exista en Cuba. A partir de 1875 se inici en Espaa uno de esos periodos de paz precaria durante el cual se intent un acercamiento a Europa, en la cual casi todos los pases reconocieron la Monarqua espaola. La paz se consigui so bre todo por el empeo de diversos estamen tos del pueblo espaol. Este ambiente propi ci que aparecieran polticos mediocres que lograron, gracias a la picaresca, adquirir un poder personal muy elevado. Bien es verdad que el pueblo espaol estaba un poco al margen de los problemas pbl icos y de las luchas polticas, pero con la l legada de la Monarqua fue distinto. Pare ce como si la imaginacin popular estuviera dispuesta a conceder una categora positiva al nuevo rgimen y se olvidase del malestar so cial que invada Espaa. Lgicamente, Cas telar estaba muy en contra del sistema mo nrquico y por supuesto de la Restauracin. En un discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados el 3 de octubre de 1869 dijo a los seguidores de la Monarqua: Los monrquicos creen que lo han di cho todo cuando dicen que el pueblo no entiende las teoras de la Repbl ica fe deral; pues qu, entiende las teoras de la monarqua constitucional, que son mil veces ms compl icadas que las republi canas. Desde Suiza opin sobre la restauracin, aunque como veremos a continuacin no fue un buen profeta. Fue en una epstola que en vi a Grijalba: La situacin de Espaa, que usted como monrquico y alfonsino impenitente, ve ahora de color de rosa, es bien terrible. Las dos restauraciones seran, cada cual por su estilo, un remedio peor que la en fermedad. El prncipe don Alfonso nos llevara indefectiblemente a la catstro fe de una nueva revolucin, catstrofe que debemos evitar a todo trance cuan tos amamos a Espaa. No lo dude usted, no lo dude. Yo he llegado a idolatrar a mi Espaa en trminos que si viera su salud en la Restauracin lo dira sin vacilar un momento. Si una generacin como la nuestra no pudo soportar los Borbones, cree usted que los soportar la venide ra generacin Imposible. Si no pode mos gobernarnos a nosotros mismos de ninguna manera. Hay que tocar a muer to por la nacin espaola. Pero la Rep blica no ser jams responsable de ma les que ha trado la intolerancia religio sa y el absolutismo brutal de nuestra Mo narqua. A los intelectuales de la poca tampoco les agradaba mucho el nuevo rgimen por di versas razones: Frenaba el impulso revolucionario. Iniciaba el camino hacia el desastre del 98. El Gobierno priv de sus ctedras a mag nficos profesores. Daba una falsa apariencia de prosperi dad. Se paralizaba el progreso. A este respecto destacamos las opinio nes de Po Baroja y de Ortega y Gasset. El pri mero estaba convencido de la falsa poltica que realizaba la nueva monarqua, a la que de fini con la frase de un escritor francs que, como valoracin del Segundo Imperio, deca que era una poca de falsa poltica, falsas mujeres y falso Imperio. Ortega y Gasset sintetiz la poca con una corta frase en Meditaciones del Quijote: Durante el la l leg el corazn de Espaa a dar el menor nmero de latidos por minuto. El nuevo rgimen, entre otras cosas, arre bat sus ctedras a Salmern, Caldern, Az crate y Giner, y muchos intelectuales no tu 169 JOS LUIS BAZN LPEZ vieron nada ms que dos alternativas: el si lencio o el exi l io. Al principio de la Restauracin, Caste lar, un republ icano de toda la vida, se sinti su mamente afectado en lo ms hondo de su ser; vea en el la no slo una gran desgracia, sino tambin una gran deshonra para su patria. Sin embargo, pronto se decidi a continuar en la poltica, pero sin aventura ni pronuncia mientos, con un programa que estableciera la separacin definitiva entre federalistas y so cial istas, y la unin de todos aquellos que si guieran el credo l iberal, la Constitucin de 1869 y las leyes orgnicas correspondientes, pretenda una presidencia fuerte de siete aos, dos cmaras y, por ltimo, consagrar la acti vidad poltica a solucionar los problemas de la hacienda, la administracin, la enseanza pblica y las colonias. Todos estos planteamientos nacieron de su mente y despus fueron transmitidos a al gunos de sus correl igionarios en las reuniones que mantenan en su casa, donde tambin se discuta todo aquel lo que sirviera para reflo tar el Partido Republ icano. Todos aquel los amigos que le seguan le concedieron la fa cultad para que se encargara de reorganizar el partido y una vez conseguido este fin prepa rarse para participar en las primeras eleccio nes que se convocasen. Cuando nuestro tribuno se percat de que ni Ruiz Zorri lla ni Salmern, y mucho menos Pi y Margal l, estaban de acuerdo en esta planificacin, se vio obl igado a buscar una solucin que justificara la puesta en prc tica de su forma de hacer y pensar. Castelar sa ba perfectamente que conforme se iba afian zando el rgimen de la Restauracin, sera cada vez ms difcil de repetir las dos revo luciones que terminaron propiciando el rgi men republ icano, reducindose en definitiva las opciones a marginarse dentro de la polti ca espaola. Creemos que con esta solucin que dio a la situacin (mantener la pureza de sus ideas republicanas en un ambiente polti 170 co monrquico) se inici el decl ive de la figura de Castelar, que hasta esos momentos era un adalid del progresismo y en buena medida haba sido la figura que mejor representaba el ideal revolucionario. Todas estas circunstancias le hicieron pensar en marcharse de Espaa antes de que hiciera su entrada Alfonso XII, y lo debi de comentar pblicamente porque el peridico de Cnovas El Diario Espaol escribi lo si guiente: Se conoce que persiste en su propsito de abandonar el suelo espaol, y esta resolucin, que no nos parece justifica da, debemos deplorarla sinceramente cuantos apreciamos en su justo valor las eminentes dotes del esclarecido tribuno que, aparte de sus errores, ha prestado a la Patria servicios que nunca se podrn olvidar. La situacin fue empeorando por mo mentos, porque los dos peridicos (El Orden y La Discusin) donde Castelar publicaba to dos sus artculos fueron cerrados; l estaba muy resentido y tom la determinacin de re nunciar: Al cargo de Presidente de la Comisin de Filadelfia. Al de Consejero de Instruccin Pblica. Al de Catedrtico de la Universidad de Madrid. El cese en la Universidad fue muy co mentado en las tertul ias polticas y culturales de Madrid, pero los verdaderos motivos de su dimisin los hal lamos en la carta que en vi al Rector, que por la importancia de su contenido pasamos a reflejar: Ilmo. Sr. Rector de la Universidad Central. Dirijo a V.S. como a mi jefe inme diato, la dimisin de mi cargo de cate drtico de Historia de Espaa en la fa cultad de Filosofa y letras de la Univer sidad central, a fin de que se sirva remi D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) tirla a la superioridad y recomendar su in mediata aceptacin. Este acto mo no es en verdad de hoy; present el da 29 de Diciembre mi dimisin al ministro ltimo de Fomento, que suspendi el cursarla, atendiendo a ruegos reiterados de anti guas maestros, hoy compaeros en esta honrossima profesin de la pbl ica en seanza. Vaci le, dud, porque apena el se pararse de aquel lo que ms honra y enal tece la vida, el renunciar al comercio diario con la juventud, que en sus i lu siones y esperanzas, siempre renacientes, trae perpetua primavera, al entendi miento del profesor, ms grata que nun ca ahora en la madurez de la edad y en la amargura de tantos desengaos como l leva consigo el haber vivido mucho. Hace tiempo que no he podido, como V.S. sabe, asistir a mi ctedra con gran dolor de mi corazn. Pero convie ne a mi decoro, conviene a la verdad de los hechos decir todo cuanto en esto ha ocurrido, a fin de dejar en su punto el mvi l verdadero y nico de la dimisin que presento. Vuelto a Espaa de largo destierro, por Octubre de 1868, fui reinstalado en mi profesin, a la cual prest hasta 1873 todo el cuidado compatible con mis de beres de legislador, deberes penossimos, pues muchas veces terminaban las se siones a las altas horas de la noche des pus de haber comenzado a las dos de la tarde. En los cursos del 68 al 69, del 69 al 70, del 70 al 71, del 71 al 72 regent mi ctedra asistiendo con puntual idad, ex cepto los das muy contados, al finalizar este perodo sobre todo, en que las tare as legislativas se agravaban, obl igndo me a enviar un sustituto de ntegro ca rcter y de sl ida ciencia. Yo en real i dad no he dejado mi ctedra hasta Fe brero de 1873, en que el voto de las Cor tes me impuso la alta dignidad y los gra vsimos deberes del poder pblico. Cuando en Enero de 1874 entr en la vida privada volv a la Universidad y a mi ctedra. Mas tuve precisin de dejarlas nuevamente a causa de pertinaz enfer medad y siguiendo consejos, hasta man datos, de diversos facultativos que me vedaron todo trabajo intelectual. En este curso de 1 874 las conse cuencias de tantos impedimentos como haban puesto a mi trabajo, primero el ejercicio del poder, luego las incomodi dades de la enfermedad, quebrant gra vemente mis escasos intereses y me im pusieron como un deber de honor y de conciencia excesivos extraordinarios tra bajos a los cuales me impedan, me arrastraban razones de orden privado, excusadas aqu, pero accesibles, Ilmo. Sr. A vuestra penetracin. Habiendo ingresado en esta carre ra por la ancha puerta de la Escuela Nor mal y siendo profesor casi desde 1850, en que adquir los derechos de tal y regen t ctedras de griego, l iteratura clsica, li teratura general y espaola; habiendo ganado mi ctedra de Historia de Espa a en pbl ica y rigurosa oposicin al l por los aos de 1856, tengo perfecto de recho por virtud de disposiciones legales a dejar un ao entero mi ctedra y en tregarla a la regencia de un sustituto nombrado por el Claustro. Imputando el ao corriente al ejercicio de esta facultad reglamentaria, me encuentro con haber cumpl ido todos mis deberes y estar en el pleno goce de todos mis derechos. Yo pens hacer valer este derecho por lo que respecta al ao corriente, y tronar sin ninguna interrupcin a mi c tedra en el ao prximo, continuando en una profesin que ha sido la ms no ble y ms grata ocupacin de mi vida. 1 71 JOS LUIS BAZN LPEZ Pero, francamente, Ilmo. Sr., las ltimas disposiciones tomadas por la superiori dad, me decidieron de una manera irre vocable a mantener mi renuncia. No tra to de discutirlas, pero si trato de justifi carme. No miro a su mrito, pero s a mi posicin. V.S. sabe que yo he consagra do todos mis desvelos a la defensa de dos l ibertades fundamentales: de la l i beral cientfica y de la libertad religio sa, necesarias a todas las naciones, in dispensables a nuestra Espaa. Pues yo creo que estas dos manifestaciones de la libertad, han sido vulneradas al poner por lmite de la ciencia, no slo ciertas instituciones, sino tambin los dogmas de la religin del Estado. Si es necesario sujetar la ciencia a la religin del Estado, cmo podr expl icar geologa un catedrtico que profese la doctrina de Lyel I; Historia Natural un ca tedrtico que profese la doctrina de Dar win o de Wallace; Derecho o Moral un catedrtico que profese la doctrina de Kant; Esttica o Literatura un catedrtico que profese la doctrina de Fischer; Filo sofa o Historia un catedrtico que pro fese la doctrina de Hegel Y no se diga que la libertad por m reclamada, slo es propia de ciertos Es tados y de ciertas instituciones polticas. Monarqua constitucional, religin cat lica hay en la ilustre Italia, y esto no obs ta para que Ferrari haya expl icado en Mi lan, Moleschot en Turin, Filopanti en Bolonia, vera en Npoles. Pero concre tndome a mi dimisin debo aseverar que no puedo concurrir a mi ctedra sin que V.S. me forme en seguida un expe diente de expulsin o falte a sus deberes. Y cuenta que jams he usado de la en seanza para tratar de asuntos polticos del da, ni para dirigir alusiones, ya di rectas, ya indirectas, ni a los que reinan ni a los que gobiernan. Eso me pareca in 1 72 digno y yo rechazo toda indignidad. Pero mi ctedra es de Historia de Espaa, y en ctedra de Historia de Espaa las ide as no pueden tener el aspecto universal, y por lo mismo un tanto vago, indepen diente de tiempo y lugar, que tienen las ideas, por ejemplo, en una ctedra de Metafsica. En Historia las ideas viven. Y en los grandes conflictos de las ideas, cmo quiere V.S. que yo prefiera la Igle sia a la Filosofa Cmo quiere V.S. que yo anteponga, por ejemplo, los derechos del Concilio de Trento a las leyes de la ra zn humana Es imposible. Yo estoy por la libertad, por el derecho, y cuando en el curso de la Historia veo que cualquier secta combate estos principios, comba to yo a esa secta. Cmo quiere, pues, V.S. que me someta a la censura de una estrecha ortodoxia Esto tiene hoy excepcional impor tancia, hoy en que los ltimos Decretos del Concilio Vaticano han dado a la Igle sia un carcter absolutista, amenazador a todas las instituciones, hasta el punto de que los poderes ms fuertes y los hombres ms prudentes hayan tenido necesidad de empear una lucha titni ca para reivindicar contra tal atentado aquel los principios que constituyen el patrimonio ms glorioso de la moderna civilizacin. Yo nunca aconsejar que a ese po der, a ese absolutismo casi asitico eri gido sobre la conciencia de nuestro siglo, se le refrene por medios violentos, los cuales no penetran jams en los domi nios, encerrando all en las profundida des del espritu humano por su derecho, inviolable, y por su naturaleza, incoer cible. Pero si exigir que me dejen a m, primero como miembro de la Humani dad, despus como parte integrante de estas instituciones sociales que se l la man Universidades y que representan la D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) eterna ciencia, cuyo criterio no puede someterse a ningn otro criterio, cuyo juicio se extiende al tiempo y a la eter nidad; que me dejen a m, para juzgar las instituciones, toda la libertad intelectual recibida de la Naturaleza y sancionada por el Derecho. Mientras no tenga esta libertad ple na, entera, no volver a sentarme en una ctedra amenazada en sus bases incon movibles por la autoridad administrativa de cualquier pasajero ministro. Yo, Ilmo. Sr., debo a V.S. particulares distinciones que me mueven a darle esta ampl ia justi ficacin de mi conducta. V.S. ha tenido a bien rogarme, con grandes instancias, que no dimitiera de mi cargo, y yo le agra dezco en el alma su benevolencia. Pero ya comprender la incompatibilidad abso luta entre mi cargo y las disposiciones vi gentes sobre la enseanza pblica. Ad junto remito a V.S. mi renuncia oficial para que pueda dirigirla a la superioridad e impetrar su inmediata aceptacin. Castelar contina aplazando su viaje al extranjero y los peridicos madrileos no ha cen otra cosa que especular las causas del re traso. Carmen Llorca nos dice algunas de las noticias que aparecieron: Un da El Imparcial da la noticia de que los insurrectos de Cuba han ofrecido a Castelar la presidencia de su Repblica. Otro da es El Diario Espaol, que ase gura que Castelar tiene preparado un manifiesto republicano que har pblico tan pronto como l legue a Suiza. Parece haberse levantado la veda contra Caste lar, aunque preciso es decir que ni si quiera cuando fue presidente del Poder Ejecutivo puso obstculos a que se dije ra sobre l lo que se quiso. Durante toda la vida afectiva de Castelar hubo momentos en los que lo importante eran para l esos sentimientos y los problemas que se derivaban del distanciamiento de algn amigo; en principio poda parecer lleno de firmeza, para ms tarde se derrumbaba. D. Emilio tena por costumbre dar un voto de confianza incluso a enemigos pasajeros, in tentando mantener por lo menos la base de la amistad. Algo as le sucedi con Ruiz Zorril la en la poca que estamos analizando. La separacin y los inconvenientes pol ticos acaecidos con anterioridad se fueron su perando y el momento ms definitivo fue cuando Cnovas firm una orden de exilio contra Ruiz Zorrilla. En dicha orden aparece un suplemento, que a modo de justificacin, dice: A consecuencia de una carta firmada por el seor Ruiz Zorrilla, en la cual se ci taba a varias personas a una reunin en su casa con objeto de defender la Rep bl ica y la Constitucin de 1869, el Go bierno ha dispuesto que esta noche sal ga desterrado a Francia. Castelar, como era de esperar, sali en defensa de su amigo y en contra de la orden del Gobierno, aunque por motivos que des conocemos no acompa a la estacin al exi liado. No creemos que le tuvieran tan obse sionado las tres cuestiones que le rondaban por la cabeza: organizar el Partido Republi cano, fundar su propio peridico y ausentar se del pas. El primer deseo lo estaba reali zando con pocos nimos, pero l saba per fectamente que su amigo Cnovas aunque permita las actividades del tribuno no esta ba dispuesto a que alguna figura destacada le creara problemas polticos; as, le puso una serie de inconvenientes como por ejemplo no concederle el permiso para levantar la prohi bicin de La Discusin y negarle la funda cin de un nuevo peridico. Castelar, a travs de Joaqun Martn de Olas y de Antonio del Val consigui el diario El Pueblo, pero la cen sura le quit toda posibilidad de escribir con 1 73 JOS LUIS BAZN LPEZ ! :. . 6 .13 11 It ! 1 , !n r N . t , , C , ) N , Foto 32: Cabecera del peridico. tinuos artculos en contra de la Restauracin, por lo que se limit a crear El Globo. Este peridico apareci el 25 de marzo de 1875, y en su editorial aparecen un prra fo muy significativo: En momentos bien tristes sale a la luz nuestro peridico. Perturbada la tranqui lidad, suspensos los derechos del ciuda dano, cortados los caminos, arruinado el crdito... El pueblo espaol ha aprendido, bien a su costa, que la grandeza de las na ciones no se funda en las conquistas, sino en el trabajo... An somos capaces de comprender el bien y de realizarlo, por s peros y difciles que sean los caminos que hayamos de recorrer para ello... Castelar, a partir del 1 de abril, empez a escribir artculos literarios o cientficos, ol vidndose de la poltica, aunque el subcons ciente le obligaba algo inevitable a adere zar con frases llenas de diplomacia algunos tra bajos: En el aula de latn aprend a leerlo y en la ctedra de usted a sentirlo y admirar lo. Espaa debe al sabio maestro la res tauracin de sus estudios, que purificarn el gusto y conservarn la lengua. Yo le debo algo ms: yo le debo el refugio de las obras inmortales en los das de mor 174 0, t A 14, t ) . 1(21, IX ) . I ....=e_r; tales angustias. Sin usted, sin sus co mentarios, sin la riqueza de sus ideas, sin la elocuencia de sus lecciones, que re formaron profundamente el estudio de las letras, y a su aspecto esttico aa dieron el aspecto filosfico y social, ja ms admirramos la antigedad en toda su grandeza. Las letras lo saben, quiz ms en el resto de Europa que en nues tra ingrata Espaa, y lo repite aqu este humilde y devoto discpulo. El prrafo anterior pertenece al anlisis que realiz sobre Mantua y Virgilio, dedicado a su admirado profesor Adolfo Cams. El da 12 de abril de 1875 sali del puer to de Cartagena rumbo a Europa. Inici su re corrido por Francia, luego fue Italia y volvi al pas galo donde visit Normanda, permane ciendo algn tiempo en la ciudad de Etretat. Castelar, cuya preocupacin europesta est perfectamente demostrada, tena la certeza del papel que Espaa poda jugar en el viejo continente, y en este particular aspecto era consciente de la reputacin universal que mantena. En Francia se senta como una figura ilustre muy por encima de otros famosos es tadistas, lo mismo le pasaba en Italia. Pero su reputacin fue tan grande que tambin en el continente americano tena un elevado n D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) mero de adictos, principalmente antes de que su colaboracin con la Restauracin le lleva ra a moderar su republ icanismo radical. Cabe destacar la admiracin que sentan por l de terminados polticos portugueses, que le die ron la razn en lo que Castelar haba profeti zado para el pas vecino. Es lgico pensar que estando en Francia tuviera determinadas reuniones con Ruiz Zo rri l la, como muchos imaginaron, principal mente el mundo poltico y el periodstico. La Bandera Nacional, peridico muy prximo a Zorri l la, public la siguiente nota: Para estar al lado del seor Ruiz Zorri l la no necesita nadie alejarse del seor Castelar. Para estar al lado del seor Cas telar no necesita nadie alejarse del se or Ruiz Zorril la. Otro peridico, El Diario Espaol, pu bl ic el 20 de agosto un artculo donde ana l izaba la nota anterior, y comprometa muy directamente a Castelar con estas palabras: Aunque no creemos que los seores Castelar y Ruiz Zorrilla piensen hoy en promover asonadas en su patria, no po demos menos de sentir que, con su con ducta en el extranjero, estn dando oca sin a que los carl istas les tomen por au xi l iares de su causa. Durante algunos meses los intentos de aunar posiciones entre ambos polticos fue ron osci lantes y siempre terminaban con ra zonamientos opuestos. Quiz el detonante fi nal fue cuando Ruiz Zorri l la firm un acuer do con Salmern, segn puede comprobarse por algunas cartas que se enviaron entre el los, con la participacin directa de Rivero. Para en tender mejor la lamentable situacin a la que l legaron, hemos seleccionado un amplio n mero de prrafos de una de estas cartas, diri gida por Rivero a Ruiz Zorri l la: A su debido tiempo recibi el nmero 5.202 (Rivero) la carta del nmero 8.151 (Ruiz Zorrilla), fecha 26 de agosto, carta que produjo en su nimo tanta sorpresa como ansiedad; sorpresa, porque se le hablaba de una transaccin, para l ines perada; ansiedad porque, conociendo el carcter de una de las partes contratan tes, tema que la otra hubiese tenido que ceder en puntos fundamentales y llegar a concesiones inadmisibles. (...) Vino en seguida el nmero 9.134 (Salmern), y a todo el mundo facilit el nuevo programa; pero ni tuvo por conve niente ver al nmero 5.202 (Rivero), ni este logr conocer el convenio sino por la sumaria resea que de sus bases le hizo verbalmente el hermano del nmero 9.134 (Salmern), ni, por otra parte, han llegado a sus manos las explicaciones anunciadas en la carta del 26 de agosto. (...) Al fin, personas secundarias le han suministrado una copia del acta, ya le da y comentada en varios sentidos por amigos y adversarios; y he aqu, expuesto con franqueza el juicio que su lectura le ha hecho formar: El nuevo programa es, esencial mente, distinto de aquel que, en 1874 acordaron los nmeros 8.151 (Zorril la), 6.140 (Castelar) y 5.202 (Rivero); en l se establecen bases distintas, se adopta pro cedimiento diferente y se seala rumbo en muchas partes opuesto al anterior. De conformidad con lo convenido desde hace dos aos, el nmero 5.202 (Rivero), venciendo grandes dificultades y desvaneciendo sospechas, hoy, por desgracia, confirmadas, ha inculcado hasta la saciedad en el nimo de todo el mundo las bases siguientes para el da en que acontecimientos extraordinarios facil iten su realizacin: Primera: Proclamacin de la Rep blica. Segunda: Consagracin inmediata, no slo de la Constitucin de 1869, sino 175 JOS LUIS BAZN LPEZ de toda legal idad existente en 12 de fe brero de 1873. Tercera: Dictadura por todo el tiem po necesario para organizar un sistema de gobierno y administracin conforme a dicha legal idad. Cuarta: Convocacin de Cortes or dinarias; reunin de ambos Cuerpos Co legisladores en uno solo, con el exclusi vo objeto de modificar el artculo 33 de la Constitucin de 1869, as como sus concordantes respecto al Poder Ejecutivo; y separacin inmediata de ambas Cma ras, para entregarse, desde luego, a sus funciones ordinarias encaminadas a con solidar una Repblica conservadora. El nmero 5.202 (Rivero) pensaba, por su parte, proponer que se suprimie se aun ese brevsimo perodo constitu yente, mediante un plebiscito que, san cionando la reforma constitucional, per mitiera convocar desde luego las Cortes nuevamente ordinarias. Quinta: Una vez establecida la for ma de gobierno, el partido republicano conservador, a cuya formacin tendan los esfuerzos de los nmeros 8.151 (Ruiz Zorril la), 6.140 (Castelar) y 5.202 (Rive ro), deba consagrarse a consolidarla so bre las bases acordadas, dejando al pac to reformista, que por ley natural haba de surgir, la tarea de propagar sus princi pios y real izar sus aspiraciones dentro de la esfera legal, por los medios ordi narios de la tribuna, la prensa, la reu nin y la asociacin pacfica. (...) Sistema era este acomodado a nuestras circunstancias y ajustado a nues tras necesidades cuando lo acordaron los nmeros 8.151 (Ruiz Zorrilla), 6.140 (Castelar) y 5.202 (Rivero); sistema es hoy que tiene en su abono los resulta dos con l obtenidos en Francia, donde aceptando una legislacin por extremo restrictiva, aplaza el partido republica 176 no no ya el planteamiento de reformas tan aventuradas como las contenidas en el Acta -Programa de 25 de agosto, sino aun el establecimiento de aquellas li bertades que, contenidas en la Constitu cin de 1869 y en las leyes orgnicas, y practicadas sin inconvenientes por es pacio de cuatro aos, son hoy fami lia res al pueblo espaol: ejemplo digno de toda consideracin y merecedor de toda alabanza en hombres que saben sacrifi car sus ambiciones ms naturales y le gtimas a la salvacin de la Repblica y a la tranqui l idad de las clases conserva doras. (...) En este sentido ha trabajado sin tre gua el nmero 5.202 (Rivero), invocan do siempre el nombre de 8.151 (Ruiz Zorrilla), y estableciendo como punto de partida que obraba de acuerdo con l, y que ambos estaban identificados en principios, en propsitos y en medios de ejecucin. (...) El convenio de 25 de agosto cambia por completo los trminos de la cues tin, estableciendo nuevo procedimien to para llegar a la Repblica, nueva base para constituirla, nuevos principios para organizarla y nuevo rgimen para afian zarla y sostenerla. Dados estos antecedentes, el n mero 5.202 (Rivero) considera, tras ma dura meditacin, que el nuevo sistema, lejos de facil itar la consecuencia del ob jeto comn, ha de dejarla indefinida mente, cuando no imposibilitarla por completo. Con el antiguo programa se procu raba suavizar el camino de la Repblica, hacindolo aceptable y aun grato a las clases conservadoras que, viendo des moronarse por s misma la situacin ac tual, miraran, como nica salvacin de sus intereses, el establecimiento de un gobierno fuerte, encargado de poner en D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) ejecucin una legislacin ya conocida y practicada, no encaminada a subvertir los fundamentos de la sociedad, no a comprometer la integridad de la nacin, no a favorecer unas clases de odio de otras clases, no a proteger unos intereses en dao de otros intereses, sino a esta blecer la igualdad sin violencias, la l i bertad sin trastorno y el orden sin arbi trariedad. En lugar de ese camino l lano y de sembarazado, se abre hoy una senda es cabrosa que conduce a lo desconocido, y en vez de un partido conservador, cu yos principios eran prenda de confianza para todos, asegurando a unos la pose sin de sus legtimos intereses y dejando a otros expedito para sus innovaciones el ancho cauce de la tribuna, de la prensa, de la asociacin, se echan hoy los ci mientos de un partido reformista y se predice el establecimiento de una Re pblica desacreditada de antemano en opinin de todo el mundo y tan inhbil para garantir el orden como impotente para consolidar la libertad. (...) No es se el final ni el procedi miento en que haban convenido los n meros 8.151 (Ruiz Zorril la), 6.140 (Cas telar) y 5.202 (Rivero); lo que antes se trataba de hacer, inspirando confianza y alegando fuerzas, hoy se quiere intentar difundiendo recelos y eliminando facto res, sin cuyo concurso es imposible la duracin de todo sistema poltico en Es paa; en vez de atraer elementos extra os, se ahuyenta una buena parte de aquel los mismos con cuya eficaz coo peracin se contaba; y si, aun reunidos todos y concertados, ofreca la empresa grandes obstculos y peligros sin cuento, con el nuevo programa, lo que antes era dificultoso, es ya casi inasequible; y dado que circunstancias independientes de todo clculo prudencial ocasionaran la cada de la monarqua, el nuevo parti do reformista, ya que no viese pasar el Poder a otras manos, slo conseguira, en un efmero triunfo, constituir un Go bierno sin fuerza y una Repbl ica sin or den y vitalidad. Si en cuanto a los medios para ha cer posible y duradera la forma republi cana no est de acuerdo el nmero 5.202 (Rivero) con el parecer del nme ro 8.151 (Ruiz Zorril la), tambin tiene el sentimiento de no poder aceptar ciertos principios fundamentales contenidos en el nuevo programa. (...) No est conforme, desde luego, con el extrao sistema que se establece para la administracin de los municipios y de las provincias. Se puede admitir un rgi men de descentral izacin administrati va, como el de Inglaterra o como el de Blgica; se puede concebir un rgimen de administracin federal, como el de los estados americanos o como el de los cantones suizos; pero barajar ambos sis temas en esa especie de federalismo em brionario es una idea quimrica que slo dara por resultado la confusin de to dos los poderes pbl icos, el entorpeci miento de todas las funciones adminis trativas y la paralizacin de todos los ser vicios generales. Entre los elementos de ese caos, merece particular mencin el mtodo adoptado para la percepcin de impuestos; mtodo desacreditado en to dos los pueblos; mtodo que, ensayado entre nosotros, dio funestos frutos, cuyo recuerdo debiera apartarnos de l para siempre; mtodo, en fin, que hoy slo se practica sin inconveniente en las pro vincias vascongadas; es decir, en las ni cas exentas de todo servicio general. (...) Ms desastroso por el momento, como ms a propsito para despertar re celos y enajenar voluntades, considera el nmero 5.202 (Rivero) al desatenta 177 JOS LUIS BAZN LPEZ do pensamiento de someter a revisin, con tal o cual formalidad, los expedien tes de venta de bienes nacionales. Si des de 1 836 ha cambiado radicalmente el estado econmico, social y poltico de nuestra patria; si se ha decuplado nues tra riqueza; si se ha establecido sobre sl idos cimientos entre nosotros el rgi men de las naciones cultas y la civiliza cin de los pueblos modernos, si se ha hecho imposible la existencia de pode res absolutos, aun en las pocas de ma yores corrientes reaccionarias, todo eso se debe, muy principalmente, a la ena jenacin de bienes nacionales. Puede decirse que hoy existe una Espaa nueva nacida de la desamortiza cin. Revisar sus ttulos de propiedad es alarmar gratuitamente a las clases pro pietarias. El nmero 5.202 (Rivero) no concibe que los enemigos del partido re publ icano pudieran sugerirle idea ms a propsito para conquistar el odio de cuantos tienen algo que perder, porque la mayor parte de los propietarios lo son, se guramente, por adquisicin de bienes, de manos muertas, y a la menor sospecha de semejante intento, la nacin entera se levantara contra los autores de esa malhadada ocurrencia. Que el Gobierno de la Repblica procure reparar, con la accin de las le yes, los daos inferidos al erario por ena jenaciones furtivas o fraudulentas, eso era intil indicarlo en un programa pol tico: gestin propia es de toda Adminis tracin solcita y moral, a que nadie se opondra y que antes haba de alcanzar alabanzas que vituperio. Pero establecer como principio la revisin es hacer odio sa la Repblica a los que ms conviene interesar en su sostenimiento. (...) El nmero 5.202 (Rivero) no se de tendr a explanar las objeciones se cundarias que le sugiere ese cmulo de 178 reformas cuya enumeracin constituye la ltima parte del convenio. De el las, unas son menudas y de escasa impor tancia; otras no se podran plantear en el primer momento, porque requieren los datos de la Administracin, el exa men del Gobierno y el juicio y delibe racin de los Cuerpos Colegisladores. Introducir reformas de esa ndole en el credo de un gran partido y como con diciones para el planteamiento de la Repbl ica, es, a los ojos del nmero 5.202 (Rivero), confundir los dogmas fundamentales del rgimen republ ica no con cuestiones secundarias o que han de ser el resultado del movimiento poltico del pas y de la accin y desa rrol lo de los poderes pbl icos. (...) Hecha esta franca exposicin de su juicio, el nmero 5.202 (Rivero) necesita decir algo acerca de la situacin en que se hal la con respecto al nmero 8.151 (Ruiz Zorrilla) y a todos aquellos con quienes, por su encargo, ha gestionado. Durante tres largos meses el nme ro 5.202 (Rivero) ha mantenido una lucha tenaz con los numerosos enemigos del nmero 8.151 (Ruiz Zorril la); sostenien do, cabalmente, que el nmero 8.151 (Ruiz Zorrilla) no tena otro programa que el acordado en 1874; que en tal su puesto no hara concesin alguna a los federales, y que, lejos de ceder a sus exi gencias, les pona condiciones duras y excesivas a juicio del mismo nmero 5.202 (Rivero). Lo ocurrido con el n mero 6.140 (Castelar) y con otros varios demuestra por una parte, que, a pesar de tales aseveraciones y protestas, mu chos insistan en considerar inminente una funesta transaccin con los federales; y que tales protestas y aseveraciones se fundaban, sin embargo, en datos positi vos y fehacientes lo demuestra, por otra parte, la postdata autgrafa de una de D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) sus cartas, donde se recomendaba en carecidamente al nmero 5.202 (Rive ro) la urgencia de poner de acuerdo a toda costa a los nmeros 8.151 (Ruiz Zo rri 1 1a) y 9.152 (Serrano). Precisamente para satisfacer ese deseo estaba concer tada una conferencia que han hecho im posible la clusulas de la reciente tran saccin. Sentados estos precedentes, el n mero 5.202 (Rivero) considera insoste nible, innecesaria e inaceptable la si tuacin en que, hasta hoy, se ha en contrado. Ni puede continuar sus co municaciones y tratos con ciertos ele mentos que, aceptando a duras penas el primitivo programa, rechazan el se gundo con indignacin; ni puede tam poco seguir en ntima unin poltica con el nmero 8.151 (Ruiz Zorril la), cu yos nuevos propsitos no considera oportunos ni admisibles. No cuadra, por otra parte, a su le altad, a su afecto, a su consecuencia, ni a su dignidad personal, levantar bande ra contra el nmero 8.151 (Ruiz Zorri 1 1a), en cuya intimidad y acuerdo ha ges tionado hasta hoy. No le queda, pues, por el momen to otro recurso que retirarse a su casa, encerrarse en el si lencio y condenarse a la nul idad. Pero entindase bien que si el hom bre pbl ico renuncia a toda gestin di recta, y el correl igionario poltico a toda mancomunidad de trabajos y aspiracio nes, el amigo particular jams renun ciar a un aspecto sincero que antepo ne a todo inters privado, y el veterano de la democracia jams renunciar tam poco a sacrificar su reposo y a derramar su sangre por la causa que durante trein ta aos ha defendido sin tregua en la prensa, en la tribuna y en las barrica das, Suyo affmo. Puede observarse que existen unos n meros cifrados que corresponden a cada uno de los protagonistas de la misiva. Para un r pido entendimiento hemos puesto sus apel l i dos entre parntesis. El significado de estas cifras era conocido perfectamente por parte del Gobierno. Quince das despus, Ruiz Zorril la en vi una carta a Rivero con el siguiente texto: Pars, 27 de septiembre de 1876. Mi querido 5.202 (Rivero): Recib oportunamente la carta de usted que me produjo hondsima impresin, ms por lo que se refiere a lo que entre nosotros ha mediado que por sus observaciones y cen suras al acto recientemente consumado. Nada hubiera usted tenido que de cirme sobre el primer punto si hubiera recibido la carta que yo escrib dndole expl icaciones y que por causas inde pendientes de mi voluntad no l leg a sus manos. Quiero que conste, sin embar go, que hoy como siempre, con usted como con todos aquel los con quienes tengo relaciones, he procedido con le altad y con franqueza; y como en una carta no se puede entrar en cierto gne ro de detal les, dejo para cuando nos ve amos el persuadirle de que es comple tamente exacto lo que acabo de afirmar. Siento con toda mi alma que no haya usted aceptado la gran transaccin l le vada a cabo, con la cual creo haber pres tado a la patria el mayor de los servicios que de m hubiera podido exigir. Tena esta conviccin antes de l levarlo a cabo y hoy adquiere la categora de evidencia al ver en el poco tiempo transcurrido con qu entusiasmo lo van aceptando todos mis antiguos amigos y la casi tota lidad del partido republ icano histrico, sin que tema la guerra de mala ley que han empezado a hacerme los que que ran que continuara la confusin en el campo poltico. 1 79 JOS LUIS BAZN LPEZ La situacin en que usted se coloca retirndose temporalmente de la poltica es un mal gravsimo para la revolucin y un gran disgusto para m, aunque creo que no durar mucho tiempo, despus que usted vea la marcha de los aconte cimientos y la nueva actitud clara y de finida que por precisin han de tomar los hombres y las fracciones. Le agra dezco con toda mi alma las cariosas y sentidas frases con que concluye su car ta y deseo tambin que sepa que corres pondo a su amistad y que crea en la sin ceridad y firmeza de mi afecto a usted. Lamento que no marchemos uni dos, puesto que el fin que perseguimos es el mismo, pero juntos o separados he mos de consagrar lo que nos quede de vida al servicio de la patria y de la Re pbl ica, y usted ha de poder contar siem pre con el respeto y sus servicios y con la correspondencia a su afecto de su antiguo y siempre leal amigo. M. Ruiz Zorrilla. Para comprobar que Rivero, Ruiz Zorri Ila y Castelar se separaron de una manera de finitiva y estaban condenados a no entender se, vamos a transcribir una carta que envi Ruiz Zorri I la a Castelar, en la cual le recuer da la vieja amistad y las discrepancias que existan entre el los: Pars, 5 de octubre de 1876. Seor D. Emi l io Castelar. Mi querido amigo: De propsito he dejado de pasar algunos das antes de contestar a su carta del 11 de septiembre porque no he querido que fuera dictada por las primeras impresiones que su lec tura me produjo. Hoy, con completa cal ma, y despus de haber meditado mu cho sobre las afirmaciones que hace y sobre el lenguaje que emplea en alguno de sus prrafos, voy a contestarle fijando nuestras respectivas situaciones y con la 180 franqueza que me es propia, cuando de amigos tan antiguos y tan queridos como usted se trata. No necesitaba (aunque se las agra dezco mucho por la parte que tiene de personal) las explicaciones que usted me da acerca de la entrevista con Rivero. Este escribi lo ocurrido a Carvajal y a m, y no s s alguno otro. Se lo comu nico a los individuos con quienes vena conversando en los das del suceso, y yo se lo dije a nuestro querido Anglada, ex trandome lo acaecido despus de lo que haba mediado entre nosotros, de lo que usted deca diariamente a mis ami gos ntimos, y recordando, sobre todo, lo que el mismo Anglada me haba dicho en nombre de usted. Pero no pretenda yo que a m me diera expl icaciones, sino que se las pidiera, si lo crea convenien te, a Rivero, que ciertamente no tena motivos para estar despechado, como usted dice en su carta, y que es el que ha ba hecho las rotundas afirmaciones que usted niega y a las cuales slo le obliga ba su cario y lealtad hacia m, sin que su persona tuviera nada que ver con el asunto en cuestin. Quedamos, pues, en este punto lo mismo que estbamos, pues si respetable es para m la palabra de usted, no le es menos la de Rivero, y sin que yo pueda ni quiera decidir entre ambos, dejo al tiempo la aclaracin del hecho, agradeciendo a uno y a otro el afecto personal con que me honran. Tengo el deber de rectificar las afir maciones de la carta de usted en lo que se refiere al apoyo prestado a mi polti ca y a los dos Gobiernos que tuve el ho nor de presidir. Si se tratara de mi persona hara lo que he hecho siempre, prescin dir de el la; pero se trata del partido a cuyo frente estuve, y no quiero que que de consignado que debi su vida guber namental a extraos apoyos, siquiera hu D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) biera podido ser desinteresados y pa triticos, como lo hubieran sido, proce diendo de usted, que emple siempre su gran palabra y su inmenso talento ora torio en defender la causa de la Rep bl ica y en combatir la dinasta de Sabo ya, que mi partido tena a su vez obl i gacin de defender y servir. Usted crey que serva mejor a la Repblica, y a los republicanos sobre todo, siendo benvolo con las situacio nes radicales, pero ni esto impidi que su partido le hiciera cruda guerra en la tri buna y en la prensa, ni yo tuve otro apo yo que el si lencio de usted durante cin co meses que estuvieron abiertas las l timas Cortes de la dinasta, no pudiendo tampoco ni aun prestarme aqul en mi primer periodo de Gobierno en que las Cortes estuvieron cerradas, y que termi n con la elevacin de Sagasta a la Pre sidencia, votada por la casi total idad de la minora republicana. Tampoco es cier to que una carta de usted me sacara del retraimiento y me trajera al seno de la comunin republ icana. Me negu a vol ver a la vida pbl ica cuando N. Salme rn y otros muchos amigos me rogaron que lo hiciera antes del 3 de enero, y me negu tambin cuando usted me escribi, dicindole, y as lo cumpl, que volvera cuando volvieran los Borbones, siendo grande mi pena, cuando yo le predeca a usted que esto iba a suceder, que usted no aceptase mi manera de ver, que nos hubiera salvado organizando las fuerzas republ icanas y ponindolas en disposi cin de resistir al lado del Gobierno o contra el Gobierno si ste se negaba a oponerse a la Restauracin. No es mi tenacidad la que ha im pedido nuestro acuerdo, sino la de us ted, invencible cuando se trata de pres cindir de resentimientos personales, de agrupar las fuerzas verdaderamente liberales y revolucionarias y de sumar ele mentos para ir a la lucha, sin lo cual es imposible el triunfo de nuestras ideas. De el lo son buenos testigos los amigos que nos han visitado en Pars y nos han odo al uno y al otro. Siento mucho que para juzgar el documento que firm el 25 de agosto emplee usted el mismo lenguaje que la prensa reaccionaria y que se haya usted servido de calificativos que tantas veces emplearon contra usted en las pocas en que, defendiendo el federalismo, transi giendo y aplaudiendo algunas veces a los social istas, consintiendo que la mi nora republicana se decidiera por la Commune contra el Gobierno de Versa Iles y dando a las ltimas Cortes una Constitucin federal, hubieran estado ms justificados los cargos que hoy hace usted a mi programa. A usted le consta mi lucha durante dieciocho meses con el federal ismo y los federales; mi propsito, que he con seguido, era formar un gran partido que evitara la anarqua del da siguiente de la revolucin; y es extrao que me acuse de federal, de socialista y de aspirante a re dimir el cuarto estado el que con su in comparable palabra l lam evangelio del pueblo a los folletos social istas de Ga rrido, y el que debi una gran parte de su inmensa popularidad a sus inspirados discursos sobre los sufrimientos e injus ticias de que era vctima el cuarto esta do, que para m no ha existido jams ni le encuentro en ninguna parte. Ha sido usted injusto conmigo, que tantas pruebas de afecto le tengo dadas, y debo recordarle una frase que en nues tras discusiones en Pars emple algunas veces: Usted hizo los pobres; yo estoy haciendo el hospital, y ahora debo aa dir, despus de leda su carta, que el hos pital est hecho, y que quiere usted co 181 JOS LUIS BAZN LPEZ meter el crimen de quemarle sin meditar sobre lo que despus hemos de hacer de los pobres. Yo no comprendo, dados los antecedentes de usted, su manera de ex presarse respecto de los federales, pues si alguna vez tuviera yo que ocuparme de la monarqua, no me arrepentira de ha berla servido cuando crea que era lo ms conveniente para mi pas y si mi conciencia me deca que haba hecho mal en servirla, inspirara mis palabras en el remordimiento y no en el despecho. Creo haber prestado a mi patria el mayor de los servicios con el acuerdo de Pars y el tiempo nos ha de decir pronto si me equivoco. No quiero exa minar el programa que usted me traza en su carta, y al cual puede apl icrsele cualquier cal ificativo menos el de con creto que usted da; pero no tengo in conveniente en decirle que jams aban donar lo que usted l lama, y me duele mucho, jerga social ista por las abstrac ciones que yo poda cal ificar a mi vez con ms justicia de jerga doctrinaria, in digna de sus antecedentes e impropia de su inmenso talento y merecida fama. Lamento profundamente que no es temos conformes, y s ms separados que nunca en la cuestin poltica, pero ni esto ha de evitar que yo haga justicia a sus relevantes cualidades, ni ha de dis minuir en lo ms mnimo el sincero y profundo afecto que siempre le profes su antiguo y buen amigo, Manuel Ruiz Zorri l la. La Estancia de Castelar en Francia se iba prolongando ms de lo deseado, sus correli gionarios y amigos estaban muy preocupados porque, a travs de sus escritos pbl icos y pri vados, comprobaban que su estado de ni mo rayaba en la depresin. Creemos que los republ icanos estaban en lo cierto: Castelar se encontraba confuso, decepcionado e impa 182 ciente. Menos mal que la convocatoria de elecciones en Espaa le devolvi la alegra y la esperanza. En enero de 1876 envi desde Pars un manifiesto en el cual no deca nada nuevo, simplemente se l imitaba a justificar su participacin en las elecciones dentro del r gimen monrquico. Las consecuencias derivadas del conte nido del manifiesto fueron diversas, segn el grado de amistad o ideologa poltica que exis tiera entre Castelar y los afectados. Por ejemplo, los republ icanos federalistas aconsejaron en otro manifiesto que nuestro personaje se refu giara en otros mbitos y olvidara la participa cin electoral. El Gobernador de Valencia, in cluso, intent prohibir a los vecinos de algunos barrios muy republ icanos que votasen a Cas telar. Lo cierto y verdad es que nuestro polti co sal i elegido diputado republ icano por la demarcacin de Barcelona. Curiosamente en esta ciudad, algunos republ icanos haban co locado en las calles ms cntricas unos pas quines maldiciendo a Castelar. Inmediatamente despus de saberse elegido, Castelar mand un telegrama a sus amigos ms ntimos: Desde el funesto 3 de enero, hoy es el nico da de satisfaccin que he tenido en dos aos. Barcelona me abre la patria y me devuelve la tribuna; responder a su confianza. Emilio Castelar. Castelar no pudo regresar a Espaa con la rapidez que l hubiera deseado; quiz al gunas circunstancias famil iares o sociales se lo impidieron, pero cuando tuvo la posibi l idad inici su viaje de regreso. Nos tenemos que re mitir una vez ms a Carmen Llorca para co nocer un curioso y a la vez triste suceso ocu rrido a su l legada a Barcelona: Queran los amigos de Castelar ofre cerle un banquete y prepararon, en efec to, en la fonda Peninsular una comida de doscientos cubiertos. Tena pensado Castelar asistir, adems, a la funcin del Liceo. Pero justo cuando se encontraba D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) cenando con un reducido grupo de ami gos se present un inspector de Polica, acompaado de fuerzas de la Guardia Civi l y de Orden Pblico, que procedi a arrestarles a todos. La indignacin de Castelar no es para descrita. Es muy po sible que tuviera lugar una conversacin muy curiosa entre Castelar y el inspector, y que el peridico canovista El Diario Espaol divulg malvolamente. Sucedi as: El Inspector: Me haran ustedes el obsequio de darme sus nombres y ape l l idos El seor Castelar: Antes debe usted dar el suyo. El Inspector: Mire usted que... El seor Castelar. Debo hacerle pre sente a usted que he sido presidente de la Repbl ica y tengo, por tanto, el trata miento de vuestra excelencia, que estoy actualmente investido con carcter de diputado de la nacin y tengo, por con siguiente, el tratamiento de vuestra se ora. El Inspector. Perdone vuestra exce lencia, yo no saba. El seor Castelar: No lo saba us ted Qu pol ica tenemos en Espaa! El Inspector. Me darn ustedes sus nombres El seor Castelar: No. Antes debe usted dar el suyo para exigirle en su da la responsabilidad a que se haga acreedor. El inspector no tuvo ms remedio que dar su nombre. Y el lamentable in cidente, que no tena otro objeto que im pedir a Castelar cualquier forma de ex hibicionismo, termin horas ms tarde al presentarse el capitn general interino, que levant la orden de arresto. Imaginamos que Castelar pasara un mal momento ante esta situacin, y fue una forma muy significativa de reencontrarse con su pas, donde la Restauracin era el rgimen en el poder, sistema que le creara muchos problemas. 1 83 CAPTULO QUINTO LOS LTIMOS AOS DE CASTELAR (1876 - 1899) D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) DIPUTADO POR BARCELONA D ara determinados sectores conservadores del pas, todos los vaivenes polticos aca ecidos entre 1866 y 1874 fueron de extrema pel igrosidad por la inseguridad e inquietud social, y porque la ideologa republicano -fe deral apareca continuamente como una eter na amenaza que intentaba derribar la frgil unidad nacional. Incluso el carlismo, conti nuamente levantado en armas, reclamaba sus pretensiones fueristas y nacionalistas. Los mo vimientos obreros estaban creando proble mas a la burguesa, y todo el pas estaba en trando en una fase muy delicada, principal mente porque era necesario que se desarrollara un programa coherente para hacer desapare cer la inestabilidad existente. Cnovas realiz unos planteamientos muy fieles a su formacin doctrinaria: cmo era de la opinin de que el sufragio universal habra de conducir irre vocablemente a una anarqua social. Esta cuestin qued reflejada al comienzo de la Constitucin de 1876: Don Alfonso XII, por la gracia de Dios, Rey constitucional de Espaa. A todos los que las presentes (esta expresin in dicaba las proclamas y carteles con que se anunciaba a los ciudadanos la pro mulgacin constitucional) vieren y en tendieren, sabed: Que en unin y de acuerdo con las Cortes del Reino, ac tualmente reunidas, hemos venido a de cretar y sancionar la siguiente Constitu cin de la Monarqua espaola. Dicha Constitucin recoga los derechos y libertades esenciales en su articulado; sin em bargo, en la prctica estuvieron casi restringidos a unos determinados grupos. Las promesas del poder fueron cayendo poco a poco y su man Foto 33: D. Alfonso XII. do fue repercutiendo de forma negativa, prin cipalmente, en tres sectores: la prensa poltica inspirada por radicales y republicanos; los par tidos republicanos y las asociaciones obreras. Es tas ltimas tuvieron que confinarse en la clan destinidad. La primera tentativa de aperturismo tuvo lugar cuando presida el Gabinete el general Martnez Campos, en 1879, despus de su vuel ta triunfal de Cuba. Tal apertura se vio impulsada por Silvela, a la sazn Ministro de la Goberna cin, que se decidi a regular el derecho de reunin pblica en junio de 1885. 187 JOS LUIS BAZN LPEZ La Constitucin de 1876 no introduca ninguna innovacin en las libertades polti cas, y en algunos aspectos supona un gran retroceso con relacin de lo que anterior mente se haba conquistado. Aun as la ca pacidad de adaptacin de los conservadores permiti promulgar una amplia gama de de rechos y l ibertades, como dice Martnez Cua drado en su l ibro La burguesa conservadora: La clsica trada liberal, planteada por la Declaracin de derechos de la Revo lucin francesa de 1789, segn la cual todo hombre tiene derecho a la l ibertad, la seguridad y la resistencia a la opre sin, quedaba reconocida en la parte dogmtica de la Constitucin de 1876. Tambin garantizaba la seguridad de los derechos a la propiedad y a la libertad en contra de la opresin, como lo demuestra el artculo 13: Todo espaol tiene derecho: Primero.- De emitir libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por escrito, val indose de la imprenta o de otro procedimiento semejante, sin su jeccin a la censura previa (l ibertad de expresin que inclua por tanto la liber tad a travs de la imprenta). Segundo.- De reunirse pacfica mente (l ibertad de reunin). Tercero.- De asociarse para los fi nes de la vida humana (libertad de aso ciacin). Cuarto.- de dirigir peticiones indi vidual o colectivamente al rey, a las Cor tes y a las autoridades (derecho de peti cin). El ttulo primero de la Constitucin tam bin contena otro tipo de derechos, general mente, para intentar igualar las condiciones ciudadanas; sin embargo existan otros dere chos menos expl icados como los referentes al de sufragio o eleccin de gobernantes. Es 188 tos temas se fueron marginando poco a poco y slo se hacan vagas referencias en las leyes electorales y en los correspondientes regla mentos. En cuanto a las relaciones Estado -Santa Sede, con la Restauracin se reanudaron las conversaciones, siempre interesantes para el Poder espaol. Lo ms urgente, por parte del Gobierno, era poner fin a la ayuda que esta ban recibiendo los carlistas de la Iglesia e in tentar resolver esta situacin l levndola a la Constitucin. As fue, el artculo 11 deca: La Religin Catlica, Apostlica, Ro mana, es la del estado. La nacin se obli ga a mantener el culto y sus ministros. Nadie ser molestado en territorio espa ol por sus opiniones religiosas, ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana. Est claro que se reconoca el principio de la confesional idad del Estado, al que los pa pas tanto se aferraban por aquel la poca, pero tambin se aceptaba una cierta tolerancia para la libertad religiosa. Otro aspecto que debemos de destacar es que la Iglesia espaola recibi un respaldo primordial dentro del terreno edu cativo, recobrando as una parcela que ante riormente haba perdido. Adems de esto, el rgimen canovista concedi a la Iglesia algu nas ayudas a travs del Ministerio de Fomen to, ya que ste tena adjudicada la direccin de la enseanza oficial en todas sus vertientes. Las Cortes, sin lugar a dudas, ocupaban la suprema representacin de la poltica na cional dentro de la organizacin del Estado. Las Cortes con el Rey, fue la frase que de seaba transmitir un sentido equilibrador, pero el inters de determinados gobernantes de in tentar igualarse con el Parlamento ingls no pudo cumplirse. En teora era posible, pero en la prctica las Cortes espaolas estaban muy lejanas de otras cmaras europeas. Bien es verdad que se intent, pero no supieron adaptarse a los imperativos del tiempo, y el re D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1 832-1 89 9) traso consiguiente dur ms de lo que se te na previsto. Las Cortes de la Restauracin consiguieron estabilizar un sistema parla mentario iniciado en 1810 en las Cortes de Cdiz, y todo el lo gracias a que buscaron unos equil ibrios bsicos para el sistema bicameral. Castelar se encuentra sin nada, las cir cunstancias son distintas y l slo posee su oratoria. Enfrente est su amigo Cnovas, que es quien domina la situacin. Nuestro tribuno est muy solo. El siguiente cuadro refleja la dis tribucin de escaos por grupos polticos en el Congreso de los Diputados en el perodo de 1876 a 1890, segn Miguel Martnez Cua drado: Sufragio Partidos y grupos Universal Sufragio Censitario 1876 1879 1881 1884 1886 Republicanos 1 7 32 5 22 Liberales 32 63 297 67 288 Conservadores 333 293 39 318 67 Otros (E.D. - Independientes 19 26 24 2 15 Total de escaos 391 392 392 392 392 Las Cortes de la Restauracin iniciaron su andadura el 15 de febrero de 1876, y nueve das despus Castelar empez a demostrar su capacidad y dominio de las situaciones par lamentarias. Entre otras cosas dijo: El Congreso comprender que yo no puedo tomar asiento en sus bancos ni parte en sus discusiones sin ciertas re servas necesarias a mi posicin y a mi historia, sin ciertas protestas exigidas por mi honor y por mi conciencia... (...) Si en das terribles y de crisis dije la ver dad a los mos, hoy que estn vencidos, hoy que estn derrotados, hoy que es tn confinados, tendrn mi pecho y mi palabra como un escudo para defender su tradicin y su historia. No podemos obviar lo ocurrido el 26 de febrero cuando Castelar tuvo que prestar el correspondiente juramento. No estaba con forme con la frmula oficial, que rezaba as: Juris guardar y hacer guardar la Cons titucin de la monarqua espaola Juris fidelidad y obediencia a la reina legtima de las Espaas, Doa Isa bel II (o al rey que legtimamente le su cediere) Juris haberos bien y fielmente en el encargo que la nacin os ha enco mendado, mirando en todo por el bien de la misma nacin Castelar no estaba dispuesto a real izar tal juramento, pero no tuvo otro remedio y jur, lo cual le cre un verdadero problema de conciencia cuya consecuencia fue el inci dente siguiente. En un momento, Castelar quiso hacer uso de la palabra y no se lo permitieron, dijo que la Cmara no tena reglamento y le res pondieron que rega el de 1847, a lo que res pondi: En ese Reglamento hay frmulas atentatorias a mi dignidad y a mi concien cia. El Vicepresidente Elduayen le respon di: Llamo al orden al orador. Hubo algu nos momentos de confusin por las protestas de muchos diputados. Castelar matiz: Se ores diputados, estoy en mi derecho. In mediatamente Cnovas tomo la palabra: Pero protestar! Con qu ttulo Contra el Con greso de los Diputados Es por ventura que su seora, en este da en que todo el mundo se regocija de la paz, ha querido lanzar pala bras de guerra y de discordia, para que se crea que los que tanto pbulo dieron a la gue rra civi l, despus de acabada son capaces de encenderla de nuevo Basta con esto. Si el 189 JOS LUIS BAZN LPEZ seor Castelar no hubiera protestado; si el se or Castelar, despus de haber prestado su juramento sobre los Santos Evangelios, no hu biera intentado anularle por medio de esa pro testa completamente i legtima, el presidente del Consejo de Ministros no se hubiera visto en el caso de dirigir al Congreso esta tarde las breves palabras que acabo de pronunciar. Este incidente final iz con los gritos de Viva la Paz y Viva el rey por parte de nu merosos diputados. Castelar no olvid la edicin de algunos de sus l ibros y su constante labor l iteraria, as como sus colaboraciones en revistas y diarios americanos. Por esta poca aparecieron en las l ibreras trabajos como: Miscelnea de re ligin, de arte y de poltica; Estudios histricos sobre la Edad Media; Perfiles de personajes y bocetos de ideas; Historia del movimiento re publicano en Europa; y Un ao en Pars. Re edit La rendicin del esclavo, public La cuestin de Oriente y aadi una segunda parte a Recuerdos de Italia. Puede ser que este ltimo l ibro fuera uno de los preferidos del escritor. De los dos vo lmenes de que consta, en el primero apre ciamos a un Castelar en el exilio; en el se gundo a una persona triunfante, llena de es peranza y derramando alegra por todas sus pginas, en las cuales dedic conmovedores adjetivos al cementerio de Pisa, al Dios del Vaticano, a los subterrneos de la ciudad pon tificia, a la bel la Florencia, a las islas encan tadas, a las palomas de San Marcos y a toda Italia en general. Una muestra de su fina pro sa la tenernos en un prrafo dedicado a la isla de Capri. Cmo deleita or al rumor de las ondas estrel lndose en las cavernas y pare ciendo con un tono unsono a solemne acompaamiento de una orquesta invi sible, el arrullo de la trtola y de la pa loma, el gorjeo de los jilgueros, el agudo cntico del mirlo, la oda de la alondra al sol en las alturas y la endecha amorosa 190 del ruiseor en la enramada! Cmo os animan y os al ientan las picantsimas emanaciones marinas confundidas con el aroma del lentisco, que huele a selva; del tomi l lo, que calma los nervios y en dulza los aires; de la savia, que despide como inefable incienso; del mirto, vien do al mismo tiempo los pinos salir casi de las aguas con sus copas vibrantes, la zar zarrosa entrelazarse con el loe, el al mendro y el limonero resaltar entre los suavsimos contrastes! Por aquel territo rio montuoso y pedregossimo, cuntos val les alegres y de indecible deleite! En cualquier arruga del terreno, o declive dulce, o umbra plcida; en el recodo de los cabos, en las l igeras planicies de las estras, en las rotondas de las cimas, en la espina dorsal de los montes, la ve getacin brota variamente a guisa de ca nastil los de frutos y flores que se hu bieran dado all al olvido. Las naranjas y los limones bril lan y huelen a porfa en tre las brillantsimas verdes hojas. El os curo olivo se entrelaza con las claras vi des. Las frondosas moreras producen fru tillas de un sabor agridulce incomparable y hojas para alimentar en alguna cantidad los gusanos de seda. Volvamos a sus aspectos polticos. Cas telar tiene el apoyo de su amigo Cnovas, aunque verdaderamente con muchas limita ciones: l es diputado en una Cmara donde est prohibido hacer proselitismo republicano. Acta con mucha prudencia y se dedica a va lorar aquellos estamentos a los que benefici y a recordar tristes pasajes de la historia del pas. No tard mucho tiempo en modificar su ac tuacin parlamentaria y hablar de los errores que se estaban cometiendo. El 16 de marzo denunci el exilio de Ruiz Zorrilla y el silencio del Gobierno y de la Universidad al respecto, que no aclararon los motivos de expulsin de unos buenos catedrticos. Tambin dijo: D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Repbl icas que desaparecen y monar quas que surgen, revoluciones que se van y restauraciones que las reempla zan; golpes de Estado que vencen por la fuerza a las leyes y levantamientos mili tares que destruyen la obra de seis aos; largas dictaduras y largo eclipse de las libertades pblicas. Hemos entrado en una serie de aventuras sin trmino, a cuyo fin preveo, presiento, otra serie de catstrofes sin remedio. Tan felices os creis que nada turba vuestra fel icidad Si no temis las catstrofes de maana, muy desmemoriados andis no recor dando las terribles catstrofes de ayer. Yo de m s decir que no se apartan ni un momento de mi corazn y de mi me moria. Lgicamente Cnovas, que no le permi te ninguna l icencia, se prepar unas respues tas con el nimo de irritar a Castelar. Fue al da siguiente: El seor Castelar es un hombre alta mente simptico a la nacin espaola; el seor Castelar es un hombre universal mente respetado por todos sus adversa rios; el seor Castelar es hombre a quien aplauden con gusto las clases conserva doras; un hombre que, como l mismo ha tenido ocasin de observar, es escucha do con gusto por esta Cmara, no slo conservadora, sino monrquica. Gran momento, grandes horas aquel las de arrepentimiento del seor Castelar. He dicho ya que se los envidio y los envidiar toda mi vida; esos sacri ficios de amor propio que se hacen en aras de la patria, cuando son conocidos, constituyen lo ms noble de la accin y de la aspiracin, dentro de la naturaleza humana... Podemos contar, ms adelan te, con otro hombre eminente en nuestras filas, quiz y sin quiz, el seor Castelar, en nombre de los intereses sociales de la patria, persista ya en el partido con servador hasta el fin de sus das. No me hubiera atrevido, conocien do como conozco a su seora, no digo a proponerle o a aconsejarle cosa seme jante, pero ni siquiera a sospecharla; mas debo decir con igual franqueza que tam poco hubiera sospechado nunca que lan zase aqu al viento, ntegra la bandera de los antiguos errores. La oratoria de Castelar vuelve a estar en su punto lgido. La sigue usando como una potente arma capaz de revolucionar las men tes de muchos diputados. En numerosas oca siones Cnovas l lama a sus diputados y les previene de la oratoria castelariana, porque nuestro tribuno tiende, como de costumbre, a arrasar con sus ideas ms dulces, ms se ductoras e incontestablemente ms peligro sas. Cnovas insista, intentando adiestrar a sus amigos de partido a que escucharan a Castelar con rgida desconfianza. El 10 de mayo, el diputado Pidal y Mon, cuando Cas telar intervino en la Cmara, se entusiasm: Evidente era que todos vosotros oais absortos el discurso del seor Castelar, como si creyerais ver volar por este re cinto con alas las elocuentes palabras que salan de la boca del seor Caste lar, como salen las abejas del tronco de la encina donde guardan la miel de la colmena. (...) El seor Castelar no falta de una manera terminante y concreta a la verdad en ninguna de sus aseveraciones; pero toma la verdad tales colores, sufre tales cambiantes, tales refracciones al pasar por el mgico prisma de su elocuencia, que llega a nosotros un tanto desfigura da. Una de las muchas ventajas que saca el seor Castelar de su elocuencia es que combate y ha combatido siempre a todos los partidos, y sobre todo a todas las cau sas, con sus mismas armas. 191 JOS LUIS BAZN LPEZ Debemos estar de acuerdo en que Cas telar era una pieza bsica y primordial en el contexto de la Cmara, entre otras razones porque siempre actuaba con sinceridad y era capaz, en la mayora de ocasiones, de reco nocer sus errores; siempre estaba bien situado, con elegancia y determinacin, en el lugar que le corresponda. l saba perfectamente 192 que algunos de sus conocidos y amigos en mbitos privados, solan mantener ciertas ase veraciones que le perjudicaban, pero procu raba que la amistad existente no se perdiera, pensando en un futuro. Continu luchando contra la Restaura cin pero desde una trinchera muy poco efectiva. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) CASTELAR Y EL POSIBILISMO D espus de realizar un profundo anlisis de la vida poltica de Castelar, estamos seguros que desde la madrugada del 3 de ene ro, cuando el general Pava ocup el palacio de las Cortes, se produjo un profundo cambio en la ideologa del tribuno. Creemos que fue ese el momento en que Castelar se decidi a formar un partido democrtico progresivo, de desarrollo lento y graduado, eminentemente gubernamental. Empez a propugnar una Repblica donde hubiera mucha Artillera, mucha Caballera, mucha Guardia Civil para garantizar y sostener el orden, sin temor a que los demagogos le definieran a l como demagogo y lo repudiaran. La teora poltica que desarroll para justificar ese nuevo planteamiento fue el po sibilismo, cuyo germen ya aparece en dis cursos pronunciados a partir de 1876. Esta mos convencidos de que esta doctrina se bas en una rectificacin de los errores que haba cometido durante la Repblica y pre tenda el entendimiento de los republicanos con los monrquicos, de modo que los mo nrquicos hicieran en la repblica todo lo posible por los principios conservadores, ex cepto destruirla, y que los republicanos hi cieran en la monarqua todo lo posible por los principios progresistas, excepto destruir la monarqua. Con ello los espaoles sera mos el pueblo ms libre de la tierra, como dijo Castelar a su amigo Calzado. Una prue ba de la validez de esta propuesta y de la necesidad del consenso republicano en la monarqua liberal, y viceversa, eran los ejem plos de Italia, Alemania y Austria -Hungra (monarquas recientes), el de Inglaterra (mo narqua ms antigua) y el de la Repblica francesa. Foto 34: D. Emilio Castelar. Todo ello supona la instauracin de un gobierno seguro y responsable, el reconoci miento de los derechos naturales (la libertad de pensamiento en su mayor pureza), el su fragio universal, la instruccin primaria y el ser vicio militar para todos; una democracia al margen del federalismo y del socialismo, im pidiendo de esta manera que se atentara con tra la unidad e integridad del Estado. Para contrarrestar el temperamento revolucionario del replublicanismo, ms energa y ms tena cidad, pues aunque no pudieran condenar se las revoluciones armadas por principio la libertad, la democracia y la Repblica no po dan fundarse por la fuerza. Ante el posibilismo, Castelar rectifica su concepcin federalista inicial porque sus lar gos estudios y sus reveladoras experiencias le haban dicho que la idea de federacin es un 193 JOS LUIS BAZN LPEZ retroceso a la idea de nacional idad, y que ca bran las federaciones entre nacionalidades formadas; pero no cabe la federacin dentro de una nacional idad sin riesgo de romperla o destrozarla. Estas rectificaciones de proce dimientos impl icaba terminar con la sistem tica abstencin electoral, que segn determi nados estudiosos de Castelar, haba sido el suicidio de su ideologa. Por eso lo que pre tenda el tribuno era levantar una organiza cin legal y pacfica, acudir a todas las elec ciones por muy restringidas que fueran e in tentar estar en los Parlamentos legtimos por muy apartados que estuvieran de las doctrinas e ideas republ icanas. En cuanto a las al ianzas, Castelar las que ra con todos aquel los resueltos a correr las dobles amarguras que nos obligan a devorar la profesin de una doctrina cuyo conjunto completa todas las libertades y todos los de rechos, el advenimiento de los pueblos a la vida pbl ica con las fuerzas naturales de la autoridad y la prctica inevitable de gobierno. En trminos generales, stas constituan las lneas generales de su posibil ismo, el cual supona la evolucin, el mtodo moderno y cientfico, opuesto al antiguo revolucionario, que impl icaba adems el acuerdo bsico en tre los partidos, fundamental a la hora de im poner soluciones al Gobierno y al Estado. Pensamos que el error poltico de Cas telar, necesitado de una autojustificacin, con sisti en creer que, gracias al posibi l ismo, se habra logrado restablecer las libertades de mocrticas, las l ibertades individuales y el au tntico gobierno de la nacin con el sufragio universal. Desde nuestro punto de vista, tam bin err al creer que as salvaba su memoria, cuando dio por concluida su misin en el mis mo momento que se haba aprobado el su fragio universal. Un estudioso de Castelar, Hennessy, escribi que nuestro personaje re pudi virtualmente su pasado en el discurso que real iz en Granada el 26 de mayo de 1874, donde declar su benevolencia hacia el 194 rgimen de Serrano. Estamos convencidos de que el viraje se inici en 1876 y se consolid en 1881, porque en el nuevo rgimen inter vinieron todos los grupos polticos excepto los federales. En este sentido, justificar su co laboracionismo con la Restauracin como un intento de democratizar la monarqua desde el Parlamento, no sirvi de mucho porque, engaado por su propio posibilismo, traicio n en cierto modo la democracia por la cual luch hasta 1874. Hemos de reconocer que la Constitucin canovista supona una vuelta atrs en el pen samiento de Castelar, porque la actuacin de Cnovas, siendo l iberal, careca del aspecto democrtico, y de alguna manera, cuando el sistema fue implantado, permiti a Castelar retirarse de la poltica, tras encaminar a sus correligionarios hacia el Partido Liberal. Pen samos, despus de haber analizado muchos de sus escritos, que incluso al final de sus das no admiti (ni asumi) el significado real de lo que hizo. Por ejemplo, rechaz la unin con los social istas, forzado por su renovado con servadurismo y convirti su republicanismo en una quimera, al apoyar un sistema reac cionario con el pretexto de luchar por la de mocracia. Estamos en la obligacin de co mentar que uno de los mximos logros que l se atribuy fue la aceptacin, dentro de la monarqua democrtica, de la Ley del Sufra gio Universal de 1890. Castelar nunca ad miti que fue falseada sistemticamente des de el Ministerio de la Gobernacin, lo que determin las continuas crticas de sus corre ligionarios. Poco despus de ser Presidente de la Re pblica, comentaba a un amigo que el ma yor de los males que tena el pas era la ten dencia de todos los partidos a sal irse de la le gal idad. l siempre defendi el mantenimiento de sta, lo que no le impidi seguir luchando contra el sistema impuesto por su amigo C novas para conseguir una posicin desde don de su partido pudiera tomar parte activa. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Cuando en 1885 traz las directrices que su peridico El Globo deba seguir, orden benevolencia con los partidos l iberales de la monarqua; neutral idad en la pugna entre Sa gasta y Lpez Domnguez por la jefatura del Partido Liberal, apoyando en cada momento al ms avanzado de los dos y al que ms afi nidades tuviera con sus pensamientos posibi listas; cese de las hosti l idades con los repu bl icanos y exposicin de los criterios del po sibil ismo para continuar formando lo que de ba ser el gran partido conservador de la Re pbl ica. En 1876, Castelar empiez a organizar su Partido Posibil ista y poco ms tarde iba mar cando sus directrices bsicas, como lo hizo en Murcia, a finales de septiembre, con estas pa labras: Nosotros los posibil istas, como nos lla man, palabra aceptable porque nos cua dra perfectamente, queremos hoy lo mis mo que hemos querido siempre: el su fragio universal en toda su extensin, los derechos individuales en todo su vigor y el gobierno democrtico en toda su pu reza. La injusticia de nuestros enemigos no lograr desconcertarnos, ni los hala gos de nuestros amigos perdernos. Es lgico pensar que este nuevo partido poltico tena pocas posibil idades de alcan zar el Poder; adems, debido a su posiciona miento, era difcil que Castelar pudiera optar a algn cargo pbl ico. Sin embargo, contaba con correligionarios muy adictos a su ideo loga y a su persona, que intentaron en nu merosas ocasiones (y en algunas lo consi guieron) dar a su jefe de fi las un acta de di putado, aparte de su incondicional amistad. Carmen Llorca enumera los ms allegados al tribuno: Moreno Rodrguez, cuyo consejo le acompaa constantemente y le propor ciona el apoyo de sus correl igionarios de la zona de Cdiz, Jerez, Arcos, es uno de los ms consultados amigos. Martn de Olas es el periodista dedicado al cuida do y conservacin de un rgano de ex presin periodstica. Abrzuza es el di plomtico capaz de l levar a cabo deli cadas gestiones. Aura, el comentarista de poltica internacional. Manuel Camo, el cacique de Huesca que proporciona ba indefectiblemente a Castelar la pri mera acta de diputado. Creemos que este partido es ms bien un reducto de romnticos que de personas ambiciosas, algo que impacientaba a los ver daderos revolucionarios que vean, entre otras cosas, que la juventud obviaba completa mente este posibilismo. Castelar entr en un proceso que lo an qui losaba demasiado para la vida poltica de entonces, pero mantuvo la visin de futuro que le caracterizaba; por esto vea las con secuencias que podan ocurrir en un corto es pacio de tiempo. No le preocupaba ni la pren sa ni los ataques de sus enemigos, solamente le interesaba triunfar con sus propsitos, pero estaba solo: No es un hecho evidente que el seor Castelar se encuentra, casi solo en me dio de la democracia espaola. Cnovas fue el autor de esta frase. S, estaba solo ante todos, pero bien es verdad que luchaba tam bin por todos. Tenemos que reconocer que el posibi lismo era Castelar, y slo a l se debieron to dos los triunfos y los fracasos, principalmen te estos ltimos, los cuales desembocaron en situaciones muy tristes. Segn Carmen Llorca: En Cdiz, su ciudad natal, quitaron la l pida conmemorativa que estaba coloca da en la casa donde naciera. Si bien cua tro aos ms tarde le dedicaron una se sin solemne con recital de poesas en su honor. Unos jesuitas de Ribadesella que maron en acto de fe algunas obras de Castelar, y de los grandes diarios de en tonces. La poca le designa como el an 195 JOS LUIS BAZN LPEZ tiguo tribuno de la plebe; El Tiempo, como un tribuno sin pueblo, y El Im parcial, por paradoja, le l lama el tribu no de la aristocracia. Algunos de sus co rrel igionarios de ayer decan que no ha ba ms que visitar a aristcratas y tener amistad con los duques. Y peridico hubo que dijo: A pico de oro le han ce rrado con oro el pico. Si el acuerdo de estos peridicos es invariable en la de nominacin del tribuno, respecto a la clase social no hay tal unanimidad. El Conde de Toreno, dueo del peridi co El Tiempo, us este medio para lanzar grandes ataques contra Castelar. Lgicamen te, El Globo le respondi de esta manera: Hijo de padres aristcratas, se encontr al venir al mundo con un ttulo que le eximi de adquirir los conocimientos ne cesarios para ser til a su patria y a s mismo. (...) Tuvo tiempo para escribir va rias obras cientficas, morales y polti cas, pero su modestia no le permiti ms que coleccionar las de su padre. Fund el famoso peridico The Times espaol, de cuyos ataques no se l ibraba ni la gra mtica, ni el sentido comn, ni el mismo que lo haba fundado. Castelar poda estar desencantado en muchos aspectos, sin embargo, casi nunca se arrepenta de lo hecho. En las Cortes de la Restauracin, como hemos comprobado, siempre estaba intentando hacer ver a los de ms su ideologa, dominando su oratoria y manteniendo sus sentimientos fieles a la Re pblica y a sus amigos. Su actividad infatiga ble tuvo resonancias dentro del crculo de sus amistades, que llevaron, como si se tratara de un diario, las actuaciones del tribuno. Benoist nos lo demuestra: El 17 de noviembre, discurso sobre las leyes municipales y provinciales; el 13 de diciembre, discurso sobre la Ley Militar, 196 contra la facultad del reemplazo, en pro del servicio obligatorio; el 2 de enero de 1877, discurso sobre la poltica del Go bierno conservador; el 22 de mayo, dis curso en defensa del sufragio universal, el 8 de julio de 1878, discurso sobre el rgimen a que estn sostenidos sobre la libertad de prensa; el 12 del mismo mes, don Emilio haba hablado sobre la Ley Electoral. El 2 de junio de 1879, vuelve a la cuestin del juramento, que le l lega al corazn; entretanto, y en tres ocasio nes, en aquel ao de elecciones, de nuncia las intervenciones ilcitas, que corrompen y falsean los escrutinios. El 8 de julio discute el mensaje de la coro na, con el mismo espritu que en 1876 y que en 1878, y discute tambin el 14 de noviembre de 1881, como atac, en 21 de septiembre de 1881, el juramento. Desde luego el recinto del Congreso no le basta, y Castelar l leva afuera la mgi ca potencia de una de las palabras ms ricas que hayan jams florecido en la bios humanos; ante la democracia his trica de Alcira (2 de octubre de 1880); en una reunin pblica en Huesca, cuyo diputado es (7 de agosto de 1881); sin contar lo que no ha sido coleccionado. Castelar tena momentos especialmente dignos, donde su nobleza de espritu emer ga por encima de los dems polticos. En un discurso parlamentario pidi la vuelta de sus amigos y enemigos que estaban en el exi l io; Pi y Margall, Salmern y otros ms volvieron a Espaa gracias a ciertas gestiones que haban hecho algunos personajes, entre el los Caste lar, al cual, no slo no le agradecieron su la bor para el regreso, sino que iniciaron contra l una lucha dialctica. Por eso no nos debe extraar lo que dijo un da en el Congreso de los Diputados: Yo soy aquel tan rudamente combati do que sus electores cayeron en la cr D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) cel y sus actas se presentaron aqu con tres o cuatro falsificaciones; yo soy aquel que al pisar suelo espaol se vio preso y custodiado por la Guardia Civil, con grave dao de sus prerrogativas par lamentarias; yo soy aquel a quien al presentarse en este sitio oy el califica tivo de faccioso por ciertas protestas que no recordar mi respeto a toda le gal idad existente, pero que no puede haber olvidado la vivaz memoria del Congreso; yo soy aquel a quien se con test con amenazas atentatorias a la in violabi l idad del diputado en respuestas memorables despus de su primer dis curso; yo soy aquel que an no ha po dido obtener de la arbitrariedad de los gobiernos la debida autorizacin pata te ner un rgano de sus ideas en Madrid, como lo tienen todos los partidos, ab solutamente todos los partidos en que se hal la dividida nuestra Espaa, y sin ha ber cambiado ni de poltica, ni de doc trina, ni de proceder, encontrndome donde me sobrecogi la noche del 3 de enero, me veo cal ificado, sin duda, por aquel los que no conocen mi carcter u olvidan mi historia, de cmpl ice y cor tesano de esta situacin y de ese Go bierno. No me defender. Defenderme se ra compl icarme en tan monstruosa acu sacin. El Congreso sabe el calor que pongo en la defensa de mis principios y la frialdad que pongo en defensa de mi persona. Sabemos que su lucha a favor del sufra gio universal fue titnica. Durante mucho tiempo estuvo pronunciando discursos en las Cortes, pero consigui sus propsitos. En ese momento Castelar se encontraba en la cima de la popularidad y muy cercano al poder, por que se haban producido grandes aconteci mientos, entre los ms destacados la muerte de Rivero y la llegada al Pontificado del Papa Len XII I, amigo del tribuno. Al fallecer Ri vero se inici un acercamiento de Martos a Ruiz Zorri l la, que termin con una unin de terminante a la hora de dirigir el partido hacia derroteros positivos. Tras la crisis de 1879, Castelar se separ de los dems demcratas y se dedic por completo a su Partido Posibilista, al cual le cambi el nombre por Demcrata Histrico. El da 2 de octubre de 1 881 pronunci uno de los discursos ms importantes. Fue en Alcira, ciudad valenciana, en un banquete al cual le haban invitado sus seguidores. Por la trascendencia y sus caractersticas vamos a reflejar los prrafos ms destacados: Estis colocados entre dos tierras de ex cepcional importancia: entre Catalua, cuyas caractersticas son el trabajo y la poltica, y Andaluca, cuyas caracters ticas son el arte y la inspiracin; sed su anil lo de oro, uniendo sus cualidades distintas y procurando compenetrarlas de las mismas ideas a fin de que realicen una hermandad intelectual y moral, prin cipio de otras hermandades futuras. (...) Valor de estadista debe consistir en pensar, cuando entra en una empresa poltica, que no puede pasarle nada ms al l de quedarse solo. (...) Yo no he engaado a nadie (...) los partidos suelen sumar en la oposicin para ganar el Poder, y restar en el Poder para repartirse mejor el presupuesto. (...) Para que slo queden los leales y probados; y luego sumemos para el Go bierno todos los elementos aprovecha bles, a fin de que tenga tanta fuerza y ms autoridad nuestra poltica. Y en esas bases realizaremos la unin de la de mocracia. (...) En verdad, mientras est dividida la democracia, su extrema derecha, y no abandonaremos jams esta posicin, a costa de tantos sacrificios conquistada. (...) 197 JOS LUIS BAZN LPEZ Yo declaro que aspiro, como todos los republ icanos, al Poder; y que lo ejer cera de nuevo, pero con una condicin indispensable: con la condicin de ser l lamado, no por la fuerza, por la volun tad nacional, y de ser sostenido, no por la dictadura, por el voto pbl ico expre sa y claramente manifestando en elec ciones l ibrrimas. (...) Nosotros no podemos ser ni corte sanos ni conspiradores. (...) Las revoluciones, males a veces ne cesarios, pero males siempre, no entran ni pueden entrar en el dogma de ningn partido. Lo que digo es que organizar un partido para la revolucin, no para la le gal idad me parece una demencia. (...) Todo indica que el Pontificado as pira hoy a una concil iacin en la vene rable persona de Len XII. (...) Nosotros que camos del Poder, como todos sa ben, por el nombramiento de obispos, no renegamos de nuestras gubernamen tales tradiciones. Iremos a la separacin de la Iglesia y el Estado, pero con medi da y con serie. Conservaremos el patro nato y el presupuesto eclesistico si vol vemos al Poder. Los contenidos de este discurso son va riados y espectaculares, por eso est consi derado como un texto histrico y destacable. Estamos de acuerdo con muchos investiga dores de Castelar cuando comentan que fue el acto poltico ms importante del periodo de la Restauracin. En nuestra opinin, lo que nos parece ms importante se resume en las siguientes directrices: Hermanar las tierras levantinas con Ca talua, Aragn y Andaluca. La unin, alrededor del programa de Castelar, de todos los demcratas. La aspiracin del tribuno de volver al poder. 198 La cita solapada que hace de Pi y Margall. La insistencia de Castelar en demostrar que l nunca haba engaado a nadie. El rechazo a los polticos dbi les e inde cisos, si l legara a formar Gobierno. La insistencia en sus ideas conservadoras. El ataque contra Cnovas. Los ataques contra las revoluciones y golpes de estado. El mantenimiento dentro de su progra ma de la soberana nacional, el sufragio universal, la l ibertad religiosa y de im prenta, el jurado... Dentro de la cuestin rel igiosa ve con buenos ojos el entendimiento entre la Santa Sede y el Gobierno. Cuando la mayora de los partidos pol ticos leyeron el discurso de Alcira, se inici un movimiento en contra de Castelar, con unos ataques inusitados. Desde carlistas, federales y conservadores, hasta progresistas demcra tas combatieron el nuevo giro en la actitud castelariana a travs de unos artculos que cada vez eran ms polmicos. El 22 de ene ro de 1881, Castelar escribi en El Globo: Dentro de la democracia espaola se encuentra el partido constitucional, que suspira por avivar la Constitucin del 76 con el espritu de la Constitucin del 69; dentro de la democracia espaola se en cuentra una fraccin, como la com puesta por el seor Montero Ros y por el seor Figuerola, que se ha declarado en discusiones pbl icas y solemnes dog mticamente monrquica; dentro de la democracia espaola se encuentra una fraccin tan importante como la que componen los seores marqus de Sar doal, Moret, Becerra, Gasset, San Mi guel, que no admiten ninguno de los dos manifiestos dados en la emigracin por el seor Ruiz Zorrilla; dentro de la de mocracia espaola se encuentran los de mcratas histricos, l lamados posibi listas, D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) para quienes la Constitucin del 69 es su punto de l legada, y los antiguos radi cales monrquicos, l lamados hoy pro gresistas democrticos, para quienes la Constitucin del 69 es su punto de par tida; dentro de la democracias espaola se encuentran los que quieren la Rep bl ica federal de arriba abajo, como el seor Salmern, y los que quieren la Re pbl ica federal de abajo arriba, como el seor Pi y Margal l; dentro de la demo cracia espaola se encuentran los imi tadores de la comunidad revolucionaria de Pars y los discpulos de la Interna cional nihil ista de Rusia; dentro de la de mocracia espaola se encuentran los anarquistas, los cantonales, los demago gos furiosos; porque as lo consiente la vaguedad misma de una palabra cuyo espritu se suelen apropiar desde Ro chefort hasta Cnovas. Lo que no se poda imaginar Castelar era el cambio de situacin que provoc la pre sencia de Sagasta. Cuando se estabi l iz la es tructura poltica de la Restauracin y se inici la apertura hacia ciertas l ibertades democr ticas, el lugar que tena nuestro tribuno como alternativa progresista al Gobierno de Cno vas lo ocup Sagasta, el cual consigui tener el poder en 1881 . Castelar actu con buena fe, porque su idea era apoyar al Gobierno de Sa gasta, hasta que se dio cuenta de las conse cuencias que podan derivarse de este cambio poltico. En la siguiente carta dirigida a un n timo amigo (pensamos que pudo tratarse de Moreno Rodrguez) nos expl ica hacia donde pensaba dirigir sus acciones: Madrid, 18 de febrero de 1881. Querido amigo mo: La poltica que acaba de inaugurarse me mueve a diri girle estas lneas, las cuales resumen to das mis ideas. Indudablemente, en tiem po de Cnovas, bajo su mando, nos en contrbamos ms cerca de la Repbl ica que en tiempo de Sagasta, por la deses peracin de ciertos elementos valiosos, as mil itares como civiles, que se incli naban con verdaderas e invencibles in cl inaciones a la revolucin. De aqu el porfiadsimo silencio por m guardado, pues no quera contribuir, ni directa ni in directamente, a ninguna solucin pol tica que pudiera retardar nuestra victoria y detener el planteamiento de nuestro ideal. Hablemos ahora en plata (puesto que hablamos en confianza y por me dio de una carta, la cual puede servirle de gua, mas no para darla nunca al pbli co): los que ms pronto y mejor podran traer la revolucin estn en el Gobier no. Hay, pues, que atemperar nuestra conducta a las circunstancias, pensan do que, como las causas justas y pro gresivas prosperan siempre, si el adve nimiento de Sagasta hace que la Rep blica venga ms tarde, tambin hace que la Repblica venga mucho mejor; y v yase lo uno por lo otro; pues no lo olvi de usted, de todas suertes ha de venir irremisiblemente la Repblica. Ahora bien: todo cuanto trabaje mos contra Sagasta es trabajar por C novas. Si contribuimos a la cada del par tido constitucional, contribuimos a la vuelta del partido conservador. Y si el partido conservador vuelve, acabado el argumento Aquiles de nuestra poltica, la incompatibi l idad entre los Borbones y los liberales, y esperanzados stos con su regreso pacfico al Poder, tendremos monarqua para rato. Que los constitu cionales y los conservadores se separen en esta campaa con separaciones ca paces de hacer imposible el turno pac fico de los unos por los otros. Que nues tra poltica atraiga a los constitucionales a la izquierda, hasta el punto de ser ms fci l su sustitucin por los posibilistas que por los reaccionarios. Para esto hay 199 JOS LUIS BAZN LPEZ que ahogar todos nuestros mpetus y convertirnos en ministeriales decididos y constantes sin perjuicio de nuestras ide as. Hay que trabajar con perseverancia en las elecciones y que organizarlas pacfi camente. Hay que contribuir a la con servacin del orden pbl ico. Hay que alejar toda veleidad revolucionaria. Y hay que esperar la suma de las fuerzas democrticas a nuestra poltica y que contribuir a la educacin pbl ica para que no se vuelvan a malograrse y per derse las instituciones republ icanas. Ta les son mis ideas, que espero comuni car a los amigos, evitando que sean p bl icas estas descarnadas consideracio nes, escritas en el seno de la amistad y de la confianza. Suyo siempre. Emilio Castelar. POSDATA: Le esperamos a usted en las prximas Cortes por la circunscrip cin de Jerez. Creemos que no habr los obstculos de la otra vez. Ya sabe cun to aprecia y necesita la valiosa coope racin de usted, este su amigo. Emi l io. Comentbamos anteriormente que Cas telar estaba solo, triste y desesperanzado en determinados momentos. Poco tiempo des pus estaba algo ausente de todo aquel lo que rodeaba su entorno poltico y solamen te tena una obsesin: crear una oposicin fuerte y legal para intentar una vez ms ga nar el Gobierno. As lo dijo el 7 de abri l de 1883: Nefasta estrel la es mi estrel la, seores di putados. Cuando en mi juventud, ebrio de ideal ismo, gustbame la oposicin, que opone a la real idad el ideal, vino a mis manos el Gobierno, y ahora, en la madurez de la vida, tras tantos y tantos desengaos, cuando, aleccionado por la experiencia y advertido por los sucesos, gustarame el Gobierno, hl lome con denado a triste y perdurable oposicin. 200 Estamos convencidos de que Castelar pensaba que era un poltico acabado y que su idea republ icana iba perdiendo aceptacin. La posibil idad de que volviera a Espaa la Re pbl ica era un espejismo; adems, l desea ba implantar algo que era tcnicamente im posible. De vez en cuando escriba en su pe ridico algunos artculos contra Alfonso XII intentando desprestigiarle, pero sin la pasin de otros tiempos. Lo que no se esperaba fue la rpida muerte del Rey: no estaba dentro de sus planes que a la Restauracin le fuera a sustituir una Regencia, sin embargo una vez ms apareci su forma de ser, su romanticis mo y el no analizar algunas posibil idades que le brindaba esta oportunidad. Observemos lo que dijo en las Cortes: Adems yo he decir, pues lo digo todo, que mientras el Poder est repre sentado por una cuna donde duerme la inocencia, y por una dama sola, abandonada, triste, por una mujer que l lora, yo, a impulsos del corazn que la ti en mi pecho siempre, y a impulsos de la educacin que recib, no dir de mis padres, porque no conoc al mo, sino de mi santsima madre, viuda y sola, yo no he de tener palabras ms que para manifestar un sentimiento, el sentimiento de respeto, y de mis labios no saldr nunca palabras sino reveren cia y cortesa. Yo aado un elogio ms a todos cuantos vosotros elevis a las virtudes pblicas y privadas de doa Mara Cris tiana de Habsburgo. Espaol, y como es paol cabal lero, yo no me perdonara jams a m mismo que pudiese dirigir una sola reticencia de grande injusticia y de peor gusto a la seora que ocupa hoy el trono de San Fernando. Respeto mucho la debilidad del sexo, respeto mucho la santidad de la madre, respeto mucho el dolor de la viuda, respeto mucho la au toridad de la reina. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Castelar mantuvo su deseo de acceder al poder durante la Regencia; estaba convenci do de que este sistema de gobierno era una especie de monarqua muy reducida, y se alegr por lo que poda significar para su fu turo, aunque toda su planificacin se puso en pel igro cuando Vi l lacampa, con los se guidores de Ruiz Zorri l la, organizaron una sublevacin mil itar. Por fortuna, su carcter es taba dirigido hacia la esperanza de un futuro mejor y conservaba ante todo la amistad de Martos, al que admiraba y quera. Existe una carta en el Archivo del Congreso, escrita por Castelar a un ntimo amigo, al que le hizo las siguientes consideraciones sobre su ami go Martos: La grandeza del orador es indiscutible. El reconocimiento de la poltica de revolucin por quien profes la poltica de revolucin es un adelanto, siquiera haya hecho al reconocerla un retroceso con el reconocimiento inoportuno y bal do del principio monrquico. La proclamacin de que nosotros habamos logrado predicar la Repblica sin mengua suya, dentro de la legalidad, merece alta consideracin. El declarar que se tiene derecho a sostener la Repblica en el Congreso es un inmenso adelanto. La exhortacin a los antes retrados por haber l legado a la tribuna del Con greso con la seguridad de conseguir el sufragio universal en estas Cortes mere ce tambin grande consideracin. Una gran savia democrtica circu la por el discurso. La soberana nacional est solem nemente afirmada. La observacin de que las Cortes han crecido en las minoridades de los reyes tambin tiene mucha transcen dencia. En las Cortes del 72 no habl Ri vero tan democrticamente como ha ha blado Martos en las Cortes del 86. La sublevacin de Villacampa fue acogi da por Castelar como algo sumamente negativo e innecesario, en mayor medida en cuanto que se trataba de conspiradores revoluciona rios procedentes de la coalicin de los partidos republicanos. Esta situacin nos la describe el tribuno en cartas y discursos, pero con mu cha ms profundidad en el siguiente telegrama que dirigi al director de El Globo, el 20 de septiembre de 1886, desde San Sebastin: Cualesquiera sea importancia sucesos mantenga principios orden procedi mientos legales disciplina militar. Por pronunciamientos slo seremos la Bul garia o la Turqua de Occidente. Repita que no queremos Gobierno forjado en los cuarteles. Emil io Castelar. Si matizamos el pensamiento de Castelar, estamos casi seguros de que en cierta forma es taba satisfecho de cmo se iban desarrollan do los acontecimientos, entre otras razones porque crea que las soluciones a tantos ex cesos estaban en su poltica. Su viaje a Pars, adems, fue un xito completo, y como con secuencia de esa gloria le surge, una vez ms, la ingenuidad al pensar en los apoyos que tie ne en buena parte del continente europeo. Cuando volvi a Espaa continu con sus dis cursos en las Cortes, aunque se iba notando que su vida fsica y poltica se iba acabando. Ya estaba a un paso de la retirada poltica, y el cansancio le hizo realizar declaraciones importantes y numerosas rectificaciones, como podemos apreciar en los siguientes p rrafos: Lo repito: antes que la Repblica, antes que la libertad, antes que la democra cia, la unidad, la tranquilidad, la paz de nuestra gloriosa Espaa He rectificado mis principios res pecto a las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Si yo mandase, jams, jams l le gara yo a una idea que ha enamorado a todo el mundo; jams l legara yo a la se 201 JOS LUIS BAZN LPEZ paracin de la Iglesia y el Estado: quie ro un patronato y un presupuesto ecle sistico. As como dije a los mos, y no me oyeron, en cierta noche clebre: Nues tra repbl ica ser la frmula de esta ge neracin, si acertis a hacerla conserva dora, os digo ahora a vosotros: Vuestra monarqua ser la frmula de esta gene racin, si acertis a hacerla democrti ca. Fsicamente se senta falto de fuerzas y el cansancio era cada vez ms acusado, aun que en algunas ocasiones no admita esta re al idad: ...tengo la seguridad de que vivir mucho tiempo porque me siento muy fuer te. Sin embargo, cuando la fatiga haca acto de presencia, s reconoca su desgaste fsico: Pero ya no puedo hacer esto realmente, por que la oratoria es un arte de jvenes y no es un arte de viejos; la oratoria necesita fuerzas que an tengo, pero se me acabarn pronto. Fue el 7 de febrero de 1888, un da muy sealado, cuando pronunci un gran discur so, el discurso de su retirada poltica, en el cual arroj todas sus armas y se sacrific a favor de Sagasta, que fue el verdadero triun fador. Los peridicos madrileos hicieron los siguientes comentarios: EL PAS: Al fin cay don Emilio Castelar en los brazos ardientes que le solicitaban con pasin desde hace algn tiempo. Ya no es republicano, ya ni siquiera es ben volo; es un monrquico ms. LA JUSTICIA: La evolucin del gran tribuno de la de mocracia espaola, iniciada en la ma drugada del 3 de enero de 1874, ha te nido en la tarde de ayer su trmino na tural, por muchos previsto. El seor Cas telar ha l icenciado sus tropas, plegado 202 su bandera y entregado sus armas en ma nos de la monarqua borbnica restau rada en Sagunto. LA REPBLICA: Y no hemos de decir nada de su des pedida. Nosotros por despedido le tene mos hace mucho tiempo. En fin, el seor Castelar se estaba yendo hace mucho tiempo. Huye del pueblo como se huye de un remordimiento; y, huyendo no se detiene ni aun al borde del abismo mo nrquico. EL LIBERAL: El triunfo de ayer lo debi el seor Cas telar, y solo as poda esperarle tan rui doso en una Cmara monrquica, al acto poltico que realiz, a la abdicacin completa de sus ideales republ icanos, al anuncio de que deja de ser jefe del Par tido Posibilista para convertirse en el pro tector ms decidido, ms desinteresado y ms elocuente de la poltica l iberal y de la monarqua de la Regencia... El seor Castelar no ser ministro de la Regen cia, pero licenci a los posibil istas para que lo puedan ser. Pareca como si Castelar estuviese dese ando apartarse de la poltica. A partir del fa moso discurso volvi espordicamente a las Cortes; el 14 de jul io de 1891 fue la ltima vez. El prlogo de esta situacin nos lo da Carmen Llorca: Castelar tiene una retirada que es una claudicacin, es una demostracin de inseguridad y de incertidumbre, nacida de que el Destino le ha dado mucha ms gloria que la soada, pero mucho me nos poder del apetecido. l es tambin hombre de accin y sus ideas se han vis to reducidas a la teora y teora de difcil demostracin. Adems hay en su vida una fuerza moral la muerte de su pa D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) dre por los reaccionarios que le ban dea, ante cualquier claudicacin, mu cho ms de lo que pudiera imaginarse. Por esta razn su despedida es amarga, no es gloriosa, y l lo sabe. Por esta ra zn en dicho discurso hace un resumen de las actividades revolucionarias de su vida para que sirvan como de justifica cin, de espaldarazo, de proteccin a su abandono de la vida pbl ica. Los que tenan el Poder continuaban in tentando asimilar la monarqua espaola a la inglesa; si esto hubiera ocurrido, no hubiera sido extrao ver de nuevo a Castelar como Presidente. Pero no fue as, la monarqua es paola estaba preocupada porque los l ibera les iban ganando terreno y se prevea que la coexistencia entre ambas formaciones polti cas empezaba a ser imposible. Ante esta si tuacin Castelar continua insistiendo en la compatibi l idad de la monarqua con la de mocracia, adems de otras consignas que en va, a travs de cartas, a sus correl igionarios: Madrid, 16 de jul io de 1890. Sr. Pedro Jos Moreno Rodrguez. Querido amigo: La nueva situacin poltica, engendrada por los sucesos l timos, exige de nosotros mucho recogi miento y mientras deba de durar este re cogimiento, mucha reserva y mucho si lencio. El vulgo nos cree vencidos porque se han desplomado los l iberales. Pero nunca la victoria de nuestra poltica es tuvo ms asegurada. Con una perseve rancia sin ejemplo, hemos pacficamen te fundado todas las instituciones demo crticas que forman el organismo, as de una monarqua muy l iberal como de una Repbl ica muy conservadora. Con una tenacidad incontrastable de conducta hemos establecido entre la derecha del partido republ icano, que somos exclu sivamente nosotros, y la izquierda del partido l iberal espaol, que se hal la re presentado exclusivamente por la fu sin, una intel igencia muy cordial, por la que no pueden correr peligro ninguno las instituciones democrticas, antes bien deben extenderse hasta completarse. No cabe ya dudar que la principal causa del desastre de los liberales, tan increble, ha sido el recelo de arriba por la cre ciente marea de abajo, merced al soplo de nuestro espritu y el embate de nues tras ideas. Esta conviccin debe hacernos muy cautos. Y, como todos los cautos, debemos imponernos un profundo si lencio y una grandsima reserva. Por tan to, le prohibo que lea usted a nadie, ni aun a los ms ntimos, esta carta, y mu cho menos que la publique o divulgue. Debe servirle a usted para obrar en con secuencia con sus preceptos. Y los c nones de su conducta deben ser: 1 2 .- Una gran reserva. 2 2 .- Un extremo cuidado de que ningn despecho poltico y ninguna pue ri l impaciencia le saquen a usted de la evolucin. 3 2 .- Una tendencia constante a en tenderse con los partidos l iberales ca dos y no con los que hayan a esta cada cooperado en algn concepto. 4 2 .- Una justa desconfianza de las gentes que se hal lan a nuestra izquier da, salmeronianos, pistas, coligados, los cuales despus de habernos combatido con las ms duras calumnias, para nada sirven pues no pueden intentar siquiera una revolucin que nos granjee la vic toria y de triunfar, que no triunfarn, re pito, jams podran establecer una Re pblica ordenada y respetable. 5 2 .- En las elecciones, pues tan slo de cosas electorales debemos tratar, cuan do sean locales o provinciales, enten derse dignamente con todos aquel los factores liberales que puedan al legarnos votos y prosperar nuestro influjo. 203 JOS LUIS BAZN LPEZ 6( 2 .- En las elecciones, cuando sean generales, hay que aguardar rdenes del centro Si con el censo restringido, y sin l i bertad alguna en los primeros das de la Restauracin, hemos logrado progresos tales que nuestra Espaa es una Repbli ca en su fondo, qu no conseguiremos con el ejercicio de una l ibertad absoluta y con el arma de nuestro sufragio univer sal Djolo a su consideracin y ahora como nunca le ruego la disciplina entre to dos ustedes y la confianza de su jefe. 204 Queda suyo afectsimo, Emilio Castelar. POSTDATA: Como en la provincia de Cdiz tan slo quiero entenderme con usted, pues, queridsimo don Pedro, la lealtad y la inteligencia suyas merecen representar en mi corazn agradecido no aquellas tierras, toda Espaa, le man do esas instrucciones para que usted pueda entenderse directamente con quien quiera, como quiera y cuando quiera. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) APARICIN DE LA ENFERMEDAD A finales de la dcada de los 90, Espaa ofreca a los dems pases extranjeros la imagen de una nacin con cierta armona poltica en las distintas regiones. A nivel eco nmico existan bastantes desequi librios, muy normales en la mayora de pases euro peos. Se iban asentando las libertades pol ticas y los espaoles ya tenan ciertas garan tas constitucionales. Espaa estaba algo re trasada en los aspectos sociales y econmi cos, sin embargo en los culturales y en los po lticos tena una posicin envidiable y su progresin hacia cotas ms determinantes era constante. Era una nacin colonial, aunque de bajo rango si la comparamos con otros pases que eran verdaderas potencias y cuyas econom as reciban sustanciales beneficios. Los lazos culturales, sociales y econmicos con pases iberoamericanos se estrecharon ms, si cabe, por la corriente migratoria de muchos espa oles que eligieron aquel las tierras para bus car una economa ms desahogada. En Cuba, a partir de febrero de 1895, co menz una guerra abierta y los tres lderes in dependentistas Mart, Mximo Gmez y An tonio Maceo eran los encargados de condu cir todas las operaciones con los pocos medios de que disponan, pero con buena ayuda ex terna. Cuando renunci Sagasta y el ejrcito apoy a Cnovas, ste tuvo que enfrentarse di rectamente con el problema. Envi al general Martnez Campos con una tropa expedicio naria que alcanzaba los 10.000 hombres. Sus actuaciones moderadas fracasaron y le susti tuy el general Weyler, personaje muy duro y lleno de radicalismo, el cual inici acciones enrgicas contra la insurreccin nacional is ta, desarrol lando una tctica de guerra colo nial fuera de lo normal, en la que se dispu sieron campos de concentracin y accin psi colgica sobre la poblacin adicta al campo nacionalista. Los cubanos, que haban pro clamado su Constitucin, tenan el apoyo de Estados Unidos, directamente interesado en desacreditar la presencia espaola y fomentar las ayudas a los cubanos. En Filipinas tambin se extendieron los focos rebeldes, de tal manera que las colo nias espaolas en las Anti l las y Asia entraron en el proceso de independizacin. Todas las ventajas econmicas de la colonizacin es taban a punto de desaparecer, y en el aspec to comercial todas las mercancas se empe zaron a desviar hacia los Estados Unidos. Cuando Castelar se apart oficialmente de la poltica, su vida y sus costumbres dieron un giro espectacular, pero l siempre estuvo muy atento a la marcha del pas. A partir de ese momento se dedic a escribir, a viajar y a practicar una intensa vida social. Para poder triunfar en este ambiente, Castelar tena una ventaja muy significativa: era un conversador ameno y simptico. Este ltimo adjetivo es motivado por su gran especialidad para con tar chistes, parece ser que a costa de sus ad versarios, pero tambin de sus adeptos, y en ocasiones eran sangrientos. En la mesa que Castelar ocupaba un si tio nadie hablaba, esta misin estaba mono polizada por el gran orador. El nico que po da interrumpir su conversacin era Cnovas. Como consecuencia de estas formidables ve ladas que nacan del ingenio de estos dos ami gos, la condesa Pardo Bazn les reuna a me nudo. En una carta que escribi esta dama al peridico El Liberal dijo: Estos seres excepcionales, pasmo del mundo, conviene rodearles de amor y halago en vida, con objeto de compen sar las amarguras que la envidia les de para y erigirles pedestal de oro despus que, muriendo, entran de l leno en la in mortalidad. 205 JOS LUIS BAZN LPEZ A Castelar le gustaban mucho las reu niones sociales y cultivaba la amistad de mu chos aristcratas madrileos. Tena unas ter tulias fijas a las cuales acudi durante mucho tiempo: la de Mara Buschental, la de la Du quesa de Medinacel i, y una vez a la semana iba a la comida a que le invitaba Cnovas en su domicil io. Una persona muy conocida den tro de la nobleza capitalina fue la Princesa Ratazzi, gran amiga de Castelar, lo que moti v el rumor de que ambos amigos iban a con traer matrimonio. La Princesa termin casn dose con Luis de Ruter y Giner. En la obra ti tulada Retablo Espaol, de Ricardo Rojas, se comenta algo muy curioso: Como uno de mis iberos oyese, en El Gato Negro, que pensaba ir a Toledo (el autor), en el acto me avis que al l viva una hija de Castelar, y quera ir conmigo para presentrmela. Ver usted cunto se parece a don Emi l io, a pesar de la decantada castidad del tribuno. La presunta hija del tribuno y la ca tedral eran, los motivos que, segn l, justificaban el viaje. Estamos de acuerdo con lo que comen t Carmen Llorca sobre este asunto: La comparacin de la catedral y la pre sunta hija de Castelar me parecen exce sivas y, desde luego, muy dudosa la au tenticidad de semejante revelacin. Por la sociedad que describe Ricardo Rojas en su l ibro, el lugar donde se desarrolla la escena y el incgnito de quien da la noticia, ms bien parece tratarse de una broma, ni siquiera de una calumnia. Referente a la castidad de Castelar, Ri cardo Palma comenta que era famosa. Durante muchos aos Castelar fue criti cado por mantener muy buenas amistades con los aristcratas y por la actitud que man tena con los miembros de la monarqua. 206 Siempre quisieron sus enemigos comprome terle y ponerle en contra de sus partidarios por la posible amistad con la famil ia real. Uno de los peridicos, El Espritu Pblico (de ten dencia neo), quiso demostrar que Castelar es taba unido a los cortesanos que visitaban con frecuencia el Palacio Real. Nuestro tribuno escribi: Mal ha podido ir el seor Castelar a los bailes de Palacio, cuando desde la reac cin de 1856 no le han convidado. All por los aos 1854, que le convidaban, entonces, cuando era costumbre invitar a tanta gente, tampoco iba; no he estado nunca en los bailes de Palacio, nunca. Pues bien: ahora vamos a indicarle otra cosa a El Espritu Pblico, vamos a hacer una profeca, aunque sea contraria a aquel refrn que dice: No digas nunca de esta agua no beber, el seor Castelar no ir nunca a los bailes de Palacio. Gins Alberola nos ampla este tema: Cuando lleg la Restauracin, Al fonso XII quiso conocerle, a lo que se neg obstinadamente Castelar y ante la insistencia del rey, la duquesa de Me dinaceli gran amiga de Castelar- traz un plan que consista en organizar una fiesta a la que asistira el orador y en la que se presentara, inesperadamente, el rey. Acudi Castelar a la fiesta; pero, enterado por una indiscrecin de lo que iba a suceder, escap por la escalera de servicio. El ambiente social que Castelar disfruta ba en Madrid tena su continuacin cuando acuda a Pars. En esta ciudad era esperado en las tertul ias ms carismticas, como la de Julieta Adam, las de las Princesas Ratazzi y Troubetzkoy, la de Victor Hugo y Cernuski. En el saln de este ltimo se solan reunir re publicanos de distintas ciudades europeas. Nos imaginamos a Castelar compartiendo sus opiniones con tan ilustres contertulios y Ile D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) nando de asombro, con su oratoria, a estos lderes. Las comidas en casa de Victor Hugo se celebraban los jueves, y una vez ms era Castelar el animador de estas veladas, donde su voz permaneca constantemente en activo y acaparaba toda la atencin de los distintos comensales. Est claro que a Castelar le encantaba vivir dentro de este ambiente. En su casa de ba de mantener una actitud de mayor nor malidad. Castelar confes a Gayarre, hablan do en cierta ocasin de su influencia en ge neral: Faltara a la verdad completamente, si dijese que no tengo influencia en mi pa tria, en mi tiempo y en la suerte de todos los partidos. No se poda imaginar la ancdota que le iba a suceder con relacin a tales afirma ciones. Melchor de Almagro, en su libro Bajo los tres ltimos Borbones, nos dice: Deseando Castelar nombrar alcalde de Sax a un amigo suyo, se lo pidi a Cnovas, pero ste nada pudo frente a la oposicin de Bosch, que caciqueaba por la provincia de Alicante. Entonces Castelar escribi a Cnovas: Que un hombre como yo pida a un hombre como t una cosa tan pequea y que no pue da hacerse porque se oponga un cacique pro vinciano, me da la medida de los das que vi vimos. Su casa estaba situada en la calle Serra no, nmero 40, en la cual viva desde 1868, cuando regres del exilio (anteriormente es tuvo viviendo un corto periodo en la calle Lope de Vega). Con relacin a su casa y el ambiente que Castelar mantena, en el libro Viaje por Espaa (1872), Luis Teste escribe: Castelar no posee palacio como el du que de Medinaceli, porque no tiene la fortuna de poseerlo, pero sus salones es tn cuajados de preciosas camel ias; pero... su ayuda de cmara lo asegu ro es perfecto; pero... no posee ni los gustos, ni las ideas, ni la educacin de sus electores. Foto 35: Castelar en su despacho de Madrid. Estamos convencidos de que Castelar no era consciente de ciertos lujos que le rodeaban, los cuales no eran muy bien entendidos por de terminados sectores republicanos. Lo ms des tacable de su casa nos lo narra Carmen Llorca: En su domicilio, del cual le enamoraba desde el sabor del barrio hasta el porte ro, Castelar se rode de un lujo invo luntario, ya que la mayor parte de los objetos de valor que posea eran rega los hechos por sus amigos. Por ejemplo, los muebles eran propiedad de su amigo Telesforo Garca, mejicano con quien pensaba retirarse a vivir los ltimos aos de su vida. La cama en que dorma, de madera tallada estilo siglo XVI, era re galo de sus amigos de Bilbao, y lo mismo el lavabo de mrmol y plata que usaba. Posea la coleccin de platos hispano rabes de Fortuny, y en su cuarto de tra bajo- pues no tuvo nunca propiamente un despacho- tena una mesa sencilla, 207 JOS LUIS BAZN LPEZ con un gran tintero de cristal sobre un tapete verde cubierto de manchas de tin ta. En el mismo ntimo desorden estaba, sin catalogar, la bibl ioteca de este gran hombre, infatigable en la lectura y en to das las luchas de la intel igencia. Esta misma autora nos descubre cmo Castelar era una persona muy dada a lo tra dicional y a mantener unos hbitos durante mucho tiempo: Se levantaba a las seis y media, y des pus de un t, pues no le iba el choco late, lea El Imparcial. Por las noches te na que leer La Correspondencia, y a su mesa no poda faltar en Navidad la sopa de almendras y de una manera muy asi dua no podan faltar los invitados. Le gustaba la buena comida y abundante. A su mesa, en la que se servan los platos tpicos de las regiones espaolas, prepa rados con el continuo envo de manjares que le hacan sus mltiples admirado res, se sentaban las ms dispares perso nal idades. Era como una escuela de de mocracia. Al lado del poltico sentaba al periodista, junto al aristcrata al prin cipiante l legado de provincias, al lado del escritor pona al hombre de nego cios, y as combinaba las ms opuestas profesiones y hombres que llegaban has ta l atrados por el inters, la admira cin o la poltica. Le ayudaban en esta funcin social su hermana Concha y su primo Antonio del Val . Segn iban pasando los meses, Castelar deba sentir que su oratoria se iba apagando, sus intervenciones cada vez eran ms espo rdicas. Sin embargo, ante una catstrofe na tural ocurrida en unas provincias que l ado raba (Murcia, Almera y Al icante), no dudo en poner sus cual idades a disposicin de unos fines eminentemente benficos: 208 Repugna a nuestra altivez nacio nal pedir y aceptar dinero por un dis curso, siquiera sea para un objeto tal como la desgracia que l loramos y para seres tan desgraciados como las vcti mas del Segura. Yo nunca me atrevera a intentarlo. Estando en la emigracin renunci a las ventajossimas proposi ciones de un viaje por toda Amrica, semejante al que acababa de real izar Dickens por los Estados Unidos, sin ms compromisos que dar media docena de conferencias en cada una de las grandes ciudades americanas, lo cual, segn los contratos ofrecidos, me hubiera dado la base fundamental para cuantiosa for tuna. Renunci por un sentimiento in vencible de repugnancia y por un te mor grande a que mi patria me moteja ra siempre el haber empleado mi pala bra en el enriquecimiento y comodidad de mi persona. En la Exposicin de Pa rs me instaron mucho tambin para que hablara, y no hable; primero, por el ho rror natural a expresarme pblicamen te en lengua extranjera, cuyos secretos desconozco, y segundo, porque la con ferencia haba de ser en beneficio de una Biblioteca popular, y, por consi guiente, haba de pagarse. En los preli minares del viaje a Oxford, que em prender la prxima primavera, siem pre dije a los eminentes doctores de aquel la Universidad que no me habla ran de remuneracin alguna ni directa ni indirectamente. Hay algo de teatral, que se opone a nuestro carcter severo, en un discurso anunciado por carteles y retribuido con otra retribucin que no sea el aplauso, siquiera ceda en pro de desval idos y desgraciados, tales como los de Murcia, Almera y Alicante. La retirada de la poltica de nuestro per sonaje pudo ser una tctica, para despus D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) volver con ms fuerza y con algunos posi bi l istas en el Poder. Castelar estaba con vencido de que una posible convivencia con Sagasta sera positiva, incluso determinante, porque gracias al sufragio universal poda volver, por votacin popular, la Repblica. Esta ley tan deseada por el orador fue pro mulgada en 1890, tras abandonar l la po ltica, y fue para Espaa un paso importan te. Sin embargo, como exista la mala cos tumbre de falsear las elecciones, tanto daba sufragio universal o restringido. El ambiente monrquico, quiz, no fuera el idneo para intentar democratizar el pas, aunque Castelar tuvo que aceptar esta posibi l idad y optar por un escao en el Congreso de los Diputados. En esta oca sin no lo hizo por la demarcacin acos tumbrada, que era Huesca, sino por Mur cia. Parece ser que tuvo problemas con el cacique Manuel Camo, el cual se encarg hasta ese momento de mandar el acta de Castelar a Madrid. Sobre su vuelta a la po ltica coment: Despus de once aos de abstencin electoral y parlamentaria, durante los cuales, aunque siempre me elegan di putado, no fui a las Cortes, he presen tado mi candidatura por Murcia. Aunque victorioso en el escruti nio, me retir del Congreso, cuando, establecidas las l ibertades fundamen tales, aquellas que Thiers llamaba l i bertades necesarias, vi real izado en parte el ideal de toda mi vida. Pero despus que surgi esta re accin, hoy dominante; desde que sur gi el vaticanismo, que amenaza a los derechos individuales, anunci mi retiro y vuelvo al palenque con todas mis energas, segn expl ique en el mani fiesto dirigido a mis electores. Lo ms destacado de la carta -manifies to que dirigi a los murcianos deca: Yo siempre me acordar de que Mur cia me ha recordado en estas circuns tancias, y siempre le guardar todo el cario que por esta regin y ciudad senta cuando de muchacho vagaba por esos campos, donde los helenos pusie ron sus Elseos, los rabes encontraron sus edenes, y si no hal la el cristiano su paraso, es porque lo busca en el cielo. Castelar tuvo que soportar una situa cin muy difcil con la muerte de su queri do primo Antonio del Val, fallecido en Za mora el 7 de marzo de 1886, pero su dolor se increment cuando el 25 de enero de 1 889 mora su hermana Concha. Los senti mientos que le ligaban a estas dos personas eran inmensos, principalmente a Concha. Bien es verdad que los distintos secretarios que mantuvo le ayudaron cariosamente todo lo que pudieron, aunque l personal mente administraba todos los asuntos eco nmicos. Hemos encontrado una poesa dedica da al gran tribuno con motivo de este triste suceso: CASTELAR (En la muerte de su hermana Concha) Ya un gran poeta derram en la fosa. De la que amaste inmarcesibles flores; Ruede entre el las oculta esta piadosa. Lgrima humilde humedecer la losa, La yerta losa en que las tuyas l lores. II Las tuyas! Espectculo angustioso Ver por el pie, la cumbre soberana. Temblar, al cataclismo pavoroso, Sentir fundirse el bronce del coloso, Palpitar en el dios la carne humana! 209 JOS LUIS BAZN LPEZ Llora. Mas piensa al desgarrar tu herida, Que para el alma, de infinita esencia, No puede haber ni muerte ni partida; Que es el amor la perdurable vida. Y es el recuerdo la inmortal presencia. EMILIO FERRARI Madrid, 20 de Enero de 1889. A finales de 1897, Castelar empez a sen tirse enfermo, y como de costumbre la prensa se enter e inmediatamente dieron la noticia. El Liberal, el 6 de noviembre escribi: Nuestro i lustre amigo, el seor Castelar se encuentra enfermo de un catarro a la vista. La dolencia del insigne estadista ofreca algn cuidado en los primeros momentos; pero por fortuna ya ha desa parecido todo el pel igro. Celebramos el pronto y total resta blecimiento del enfermo. Parece ser que Castelar no tena el cata rro que afirmaba el peridico, sino una afec cin de la vista que le produjo graves conse cuencias. Bernardo Herrero escribi: Como era natural, se puso en manos de uno de los ms afamados ocul istas y, despus de reconocerle, deca a deudos y amigos en sitio donde Castelar pudo escucharle: Tal ojo est perdido, veremos si el otro se le puede salvar. Cuando entraron a la habitacin donde Castelar estaba, le encontraron echado en un divn, presa de la mayor desesperacin. 1 Dios mo, Dios mo!, exclamaba, cogindose la cabeza entre las manos, Ahora ciego, yo que no ten go otra manera de vivir ms que la plu ma!. A este quebrantamiento de salud se uni la artrosis y los dolores musculares que 210 se iniciaron cuando Castelar estaba en San Sebastin, pensamos que agravados como consecuencia de la tristeza que le produjo el asesinato de su buen amigo Cnovas. Ese mismo da (8 de agosto) sal i con direccin al balneario de Santa gueda para estar cer ca de Joaquina Osma, viuda del fal lecido. Herrero comenta: Segn refiere el corresponsal de El Li beral, que le vi su llegada en la ma ana del da 9, andaba vacilante y como atontado, por el aplanamiento que le ha ba producido la trgica muerte del ami go; jams, dijo, haba sufrido una im presin tan dolorosa y honda como la que pas aquel la maana al contemplar el cadver de Cnovas. (...) No pensaba Castelar acompaar los restos, huyendo de todo acto que tuvie se carcter oficial, mas hubo de ceder las reiteradas splicas de doa Joaqui na, y el da 10 de Agosto, en que se tras ladaron Madrid, l leg en el fnebre cortejo hasta Zumrraga, en unin de la viuda, Elduayen y Castellano, y cuentan que, al ser colocado el cadver en el co che, as aqulla como Castelar, pro rrumpieron en copioso l lanto. Bernardo Herrero, fue un ferviente ad mirador de Castelar. Estando en Madrid, en su domicilio se present Secundino Sena bre para comentarle la situacin fsica del orador: Hace un mes que vinimos, y en tal es tado encontramos Emilio, que resol vimos no movernos de aqu hasta ver el desenlace de su enfermedad, para en terrarle si se muere, para llevrnoslo a Sax en cuanto est en condiciones para ello. Vas venirte con nosotros, pues quiero que lo veas; pero te advierto que, de cmo lo encontramos como hoy se encuentra, est como de lo vivo lo pintado. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Herrero fue a casa de Castelar y le en contr, segn l mismo relata, de la siguien te forma: Lo que al l encontr no era ni la som bra del Castelar de antao. En su faz demacrada se marcaban todas las pro minencias seas, y el soberbio bigote, que fue siempre uno de sus rasgos fiso nmicos, caa sobre el labio desmedra do y lacio; l levaba grandes gafas ne gras, y cubra su extensa calva birrete de tozal de seda. Usaba traje de levita, con la mano derecha en cabestril lo, y cuan do se levant para saludarme, con voz cuasi imperceptible, dijrase que esta ban colgadas en caas las prendas que vesta. Sus amigos sajeos no dudaron ni un instante en llevrselo a tierras alicantinas para intentar que se restableciera. Fue el da 16 de mayo cuando salieron de la estacin de Ato cha, en la cual se congregaron muchos ami gos para despedirle. 211 JOS LUIS BAZN LPEZ MUERTE DEL GRAN TRIBUNO E I desastre colonial no trajo las graves con secuencias que se esperaba, gracias a la fir meza del rgimen poltico. Los l iberales sa ban que despus de la firma del Tratado de Pars tenan que abandonar el poder y dejar lo en manos de Si lvela, Vi l laverde y Maura, que afrontaron el ao 1 899 con la revisin electoral, el problema econmico cataln y la reestructuracin presupuestaria. A partir de 1899 se inici una crisis en los partidos polticos motivada por la extrac cin social de quienes los integraban: perso nas de la clase dirigente, dominante o hege mnica. El Duque de Maura y Fernndez Al magro nos resumen dicha etapa en su libro Por qu cay Alfonso XIII, donde anal izan sistemticamente las circunstancias: La plana mayor l iberal, como la con servadora estaban formadas indistinta mente por generales de los Ejrcitos de Tierra y Mar, grandes de Espaa, ttulos del Reino, terratenientes, capitalistas, hombres de profesiones l iberales, muy en especial abogados, y codiciosos por el mando por el mando mismo, que, pr digos en favores, intercesiones y servi cios, prestados a los inscritos en el cen so electoral, podan ofrecer a quien les pluguiere, persona o partido, Gobierno u oposicin, la mayora efectiva de votos en uno o varios distritos, a travs de las sucesivas elecciones generales... Otro aspecto del ao 1899 fueron las consecuencias de las reformas tributarias del ministro Fernndez Vi l laverde, que provoca ron una huelga de impuestos por parte de nu merosas asociaciones de comerciantes, arte sanos y pequeas empresas independientes. 212 Castelar encontr en Sax la tranqui l idad que necesitaba; aquel ambiente le supuso un gran al ivio, porque todas las circunstancias le eran favorables. Nada ms llegar, su amigo Se cundino le prepar una habitacin que rpi damente convirti en un estudio. Nos lo des cribe Herrero: Era una pieza encantadora. Daba una puerta, por la que penetraba la luz to rrentes, amplia galera, desde la que contemplaba la vista el ms hermoso panorama. A los pies triscaban y pico teaban en un gran patio multitud de aves y otros animales domsticos, y conti nuacin vena el huerto, que bien po dra l lamarse frondoso parque de fruta les; y luego la feraz huerta, poblada de almendros y sembrados, cruzada por la va frrea, por la que pasaban y traspa saban numerosos trenes; y en ltimo tr mino apareca dilatada campia de vides y ol ivares, extendidos hasta las lejanas sierras, cuyas cumbres, de un gris piza rroso, vienen esfumarse en el azul p lido del cielo. Como tena problemas para escribir de bido al ataque de reuma que haba sufrido tiempo atrs, dictaba a su sobrino Rafael o su secretario Joaqun Ferrer, que eran los en cargados de trasladar al papel su voz y su in teligencia. As, durante el tiempo que estuvo en esta poblacin al icantina escribi parte de su Historia de Europa. Casi todas las tardes reciba las visitas de amigos o simpatizantes, con los cuales disfrutaba hablando de la si tuacin espaola del momento. De vez en cuando, siempre que su es tado fsico se lo permita, realizaba excur siones a distintos pueblos de la comarca (Pe trel, Monvar, Elda, Novelda, Aspe y otros). No hemos encontrado ningn documento que nos pudiera dar detal les de su visita a Monvar; sin embargo, de las real izadas a Petrel y Elda s poseemos constancia escrita. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Pudo ser a ltimos de mayo cuando se desplaz a Petrel junto a su secretario, Joa qun Ferrer, y sus amigos Bernardo Herrero y Eduardo Snchez Vib ra. De nio ya estuvo en esta vil la (tal vez en 1837), cuando me trajo mi madre a las fiestas que se celebran en oc tubre. Nada ms entrar en Petrel fueron di rectamente a la plazoleta que da acceso a la ermita de San Bonifacio, lugar que Castelar bautizara con el nombre de Balcn de Espa a. El recorrido termin en la Iglesia parro quial, donde les esperaba el sacerdote inter pretando al rgano la marcha de 1 Puritani. Dicho sacerdote que era muy mayor, y se que d perplejo al observar como Castelar recor daba perfectamente los lugares que haba vi sitado con su madre. Determinados autores piensan que rea liz las visitas a estas dos poblaciones el mis mo da. Segn algunos documentos que he mos encontrado, no fue as, porque el viaje a Elda lo real izaron en tren y a Petrel en ca rruaje. La l legada de Castelar y sus amigos a Elda fue impresionante, ya que, junto a mu chos eldenses, acudieron a recibirle las auto ridades de la vil la y otras personalidades de la capital que le acompaaron a casa de sus amigos y, cmo no, a la Iglesia de Santa Ana, donde or ante el altar de la Virgen de los Dolores. Castelar pudo ver el manto que su so brino Rafael del Val haba donado a la Vir gen de la Salud. Pase por las cal les Nueva y Coln, y oy cantar a Mi lagritos Gorg que, aunque ya retirada, mantena unas excelentes cual idades para el canto. Tambin nos han dejado constancia muchos eldenses de que D. Emil io estaba muy afectado fsicamente. Por estas mismas fechas, Castelar volvi a convertirse en ese periodista revoluciona rio que haba sido muchos aos atrs. Escribi un artculo en Petite Revue Internationale en el cual se haca portavoz del rumor que exis ta por todo el continente europeo de que era posible que la Reina Regente pudiera aban donar su puesto, y dejar la regencia en manos de una espaola. Este mismo artculo se re produjo ntegramente en El Nacional y trajo consecuencias muy nefastas para el autor, por que cre un conflicto poltico, que tuvo que resolver nada menos que la Justicia Militar. Increblemente todos aquel los peridicos que publicaron dicho artculo fueron confiscados. Carmen Llorca nos cuenta lo ocurrido en el Congreso: La sesin del 11 de mayo fue tempes tuosa, como corresponda a las circuns tancias, y durante los das 1 y 2 de junio se celebraron sesiones en que se mani festaron varios diputados contra Castelar. A estas votaciones en contra se adhiri el conde de Estebn Collantes en pala bras que no dejan de tener su valor y su gracia: Al dar este voto lo hago, no solo en sentido de censura, dado caso que este artculo existiese, porque a todo esto, si no estoy mal informado, todo el mundo ha tomado determinaciones sin saber, como hoy vulgarmente se dice por las cal les, dnde est la cuadra; es decir, sin saber donde est el artculo ni lo que dice. En el Senado tambin tuvo repercusiones el famoso artculo, y fue el Vizconde de mes te, quien hizo el siguiente comentario sobre Castelar: Deseara indagar cmo sera acogida en esta Cmara una proposicin de ley que no presento hoy, pero que presen tara en cuanto viese que reuna simpa tas, que seguramente reunira, as como obtendra firmas de todos lados de la C mara, para que se concediera alguna pensin al seor Castelar, puesto que el estado, de todos conocido, de su salud, sus muchas ocupaciones y dems, le han l levado a un estadio que no le permite se guir escribiendo en la prensa, y si tuvie ra esa pensin que le permitiese comer y 213 JOS LUIS BAZN LPEZ vivir, no hubiramos tenido que deplorar el artculo a que se ha aludido en la otra Cmara, por algn seor senador que al l ha tenido por conveniente dar mues tras de monarquismo. De la intervencin del Vizconde es f ci l concluir que Castelar era un hombre aca bado, y que haba sido su precaria situacin econmica lo que le haba obl igado a publ i car dicho artculo. Rpidamente El Progreso sa li en defensa de Castelar y juzg de esta ma nera la intervencin de lrueste: Insultar a los ausentes, llamar mal es paol a un hombre de cuya misericor dia ha vivido la monarqua, motejar de mal cabal lero a quien no puede defen derse, esa vi leza le cuadra muy bien al ministro de estuco que l leva en la cabe za un adoqun. El 4 de junio, El Correo intent ofrecer un poco de luz sobre la motivacin castelariana: El artculo de Castelar ha metido ruido porque lo mereca. En Espaa sabemos bien quin es Castelar, pero en el ex tranjero tienen del tribuno un concepto extraordinariamente ms alto. Y tanto ms cuanto que en el extranjero y en Es paa se sabe perfectamente que Castelar era un mantenedor de esta Regencia, un amigo de la casa, un poltico cuyo nom bre l leg a correr no hace mucho tiem po figurando, sin gran inverosimi l itud, en la candidatura de presidente de las Cortes del partido l iberal. Castelar era una especie de padri no del Nene de estos gobiernos de la Restauracin, por l atiborrada de l ibe ral ismo. La situacin creada por las palabras de Castelar a la Regencia no puede me nos de ser difcil. En Espaa puede mo ver la opinin dando a las masas y a los polticos republ icanos la unidad y el jefe 214 de que carecen. En el extranjero puede dar algo de crdito al que busque dine ro para instaurar la Repblica. Creemos que el comentario de este pe ridico fue muy acertado, porque la situacin de los republicanos dejaba poco lugar al op timismo; estaban completamente desorgani zados y surgan lentamente unas nuevas ten dencias socialistas, muy atractivas para la ju ventud espaola. La clase obrera estaba de sanimada debido al incumpl imiento de las promesas de los gobernantes y porque haban perdido aquel romanticismo poltico que tuvo en sus orgenes el liberal ismo. Nuestro mo novero universal, Jos Martnez Ruiz Azorn, que en aquel la poca estaba inmerso el am biente poltico escribi: El obrero espaol, como el obrero de cualquier otro pas, aleccionado por la ex periencia de que el Estado no ha de hacer nada o casi nada por l, trata de emanci parse por sus propias fuerzas. La poltica es, pues, para l una escuela de corrupcin, y por eso abandona la idea monrquica, primero, y despus la idea republ icana, para entregarse a un ideal ms puro, ms inautoritario, ms desinteresado. Desde el 73 ac, el rgimen repu bl icano ha perdido mucho prestigio en las masas obreras. El pueblo compren de ya a estas horas perfectamente lo que sera una Repblica, o a lo menos una Repbl ica unitaria y centralizadora. Te nemos muy cerca el ejemplo de Francia para que no sepamos aprovecharlo. El obrero ha perdido la fe en el presidente rey electivo cada tantos aos, y al per derla la ha perdido en todo el aparato gubernamental. El socialismo ha gana do, pues terreno, lo gana de da en da, y, dentro del socialismo, esa escuela que se complace en destruir la ley, la autori dad, la propiedad, esa escuela que se l lama Anarqua. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Vicente Vzquez Hernndez, en un tra bajo publicado en la revista sajea dedicada a los Moros y Cristianos y titulado Centenario de la ltima visita de Emilio Castelar a Sax, na rra un sinfn de vivencias agradables del tri buno, una de las cuales es la que recogemos a continuacin: Hubo un momento en que el gran ora dor habl de sus achaques. Las fuerzas le iban faltando. No poda casi ya gober narse a s mismo en los menesteres nti mos y cotidianos. Ni aun ponerme las botas puedo! exclam el maestro. Y aadi sonriendo: Bien es verdad que no me he puesto las botas nunca. La frase es de doble sentido. Poner se uno las botas vale tanto como enri quecerse sbitamente con algn nego cio pinge, o mediante suculentsima si necura. Castelar vivi siempre de su tra bajo. No aprovech nunca el Poder para la concusin. Escriba incansablemente. Hemos comentado anteriormente el ele vado nmero de visitas que reciba. En varias ocasiones acudan a Sax redactores de peri dicos de gran tirada. En este sentido, hay que destacar la entrevista que le hizo el escritor Blasco Ibez, publicada el 13 de junio en El Pueblo. Vamos a transcribir algunos prrafos en los que se aprecia la visin que de los pro blemas de la Espaa de entonces tena Cas telar, adems de reflejar algunos aspectos de su estancia en la poblacin alicantina (sin ol vidar los trazos de la pluma prodigiosa de Blasco Ibez): Todas las maanas, comienza el es critor ilustre, apenas los primeros rayos de sol doran las ruinas de un castillo moruno que corona la alta montaa, aguda y aislada como una aguja gti ca, cuya sombra extiende Sax su blan co casero, se abre un balcn que avan Foto 36: Fachada de la casa donde vivi Castelar en Sax. za su balaustrada sobre pintoresco jar dn. (...) Con el da despierta la vida rural y vigorosa; parece que zumban en el am biente los versos de una gloga sin fin, y el paisaje toma una expresin de bon dad, de conventual y tranquila dulzura. Es el ambiente descrito por Ercman Chatrian en torno a su Amigo Fritz, el adorado del campo. Y esa hora en que, entre res plandores y sutiles brumas despierta la Naturaleza, es cuando se abre todos los das el balcn y aparece en l un buen seor con un gorrito negro sobre la cal va y espaciosa frente, al cuello un blan co pauelo, la chaqueta cuidadosa mente abrochada y las mangas siempre tan subidas, que asoman por ellas algo 215 JOS LUIS BAZN LPEZ ms que los puos de la camisa. Ese buen seor que se despierta con el da, y al cual, si las ilustraciones no se hu bieran encargado en estos tiempos de prodigar hasta la saciedad las fisono mas de los hombres i lustres, podra confundir un transente con algn pro pietario rural, que goza al amanecer contemplando desde su casa sus vastas posiciones; ese buen seor, repito, tan burgus y tan tranqui lo, que todas las maanas es de los primeros a quienes el sol encuentra de pie en un pueblecito de la provincia de Al icante, es el hombre en quien hoy tiene su vista fija toda la prensa europea y ms de media Espaa, el que con un simple artculo, escrito sin doble intencin, remueve la bilis del monarquismo escptico; es, en una pa labra, don Emi l io Castelar. Poder del africano sol que tuesta la costa de Levante, de ese ambiente seco y ardoroso que agrieta la roja tie rra de nuestros campos y cal ienta la piel hasta hacer que por las venas circule fuego lquido! Hace unos meses exis ta en Madrid un Castelar enfermo, me lancl ico, doloroso como un Cristo de Morales: la tez amaril lenta, con palidez de hostia, triste por la conviccin de su estado; y el Castelar de hoy, el que vive en Sax, es un seor moreno, bronceado por el sol como un berberisco, que to dos los das camina cuatro cinco ki lmetros por el campo sin experimentar fatiga, y que continuamente se palpa una mano con otra, se las mira, las mueve con nerviosa agitacin de de dos, convencindose en secreto goce de que le ha desaparecido la parl isis reumtica que martirizaba su movili dad de trabajador infatigable. (...) A las nueve de la maana entr en casa de don Secundino Senabre, el ami go ntimo de Castelar, casi su hermano: 216 un simptico cabal lero de rostro ateza do, que, sus maneras francas y dig nas de gran propietario rural, une un aspecto enrgico y resuelto que recuer da esos viejos marinos endurecidos en las luchas del mar. Despus de Dios, lo primero que existe para l es Emilio, el compaero de la infancia, ese grande hombre al que tutea con inflexiones maternales de voz, y el cual, durante cuarenta aos, no ha pasado por trance difci l sin que al mo mento su amigo de Sax no se presentase en Madrid prestarle consuelo y ayuda. Por la anchurosa escalera descen dan los sonidos de un piano. Era un fragmento de Los Hugonotes: los apa sionados juramentos de Raul la reina Margarita. Castelar estaba en su tertul ia, arriba, en el saln, rodeado de unas cuantas seoras del pueblo, y del ele mento intelectual de Sax: el notario, el farmacutico, el mdico y media doce na de amigos. Le vi en el fondo de la habitacin, junto al piano que hbilmente tocaba su secretario, sentado al extremo de un sof, con el eterno gorrito en el vrtice de su lustroso crneo, el soberbio bi gote cado, una mano sobre la otra, aca ricindoselas, y oyendo la msica con los ojos entornados. El supremo gobernante de su pas, el orador aclamado en la Sorbona, esta al l en la tranquila tertulia, modesto, sencil lo, bondadosote, siguiendo la mo ntona conversacin como un seor de pueblo de los que figuran en las come dias de Vital Aza, tal vez acariciando en su interior las ideas que haba de arrojar sobre el papel al da siguiente; pero empequeecindose para estar ms en relacin con su tertulia, afable hasta ser vulgar y deferente hasta el punto de hacer chistes, para que su su D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) perioridad no pesase sobre los que le rodeaban. Y conducido por su mano, que tie ne al tacto cierta suavidad y blandura episcopal, me sent su lado en el sof.(...) Y piensa usted ir a Mondriz como han dicho Secundino dijo, mirando cario samente su viejo amigo--, Secundino no quiere dejarme ir. Dice que me tendr prisionero aqu hasta la poca en que los chicos tocan la zambomba.. No pien so ir al Norte. Creo que el reuma, que tanto me ha fastidiado este invierno, fue consecuencia de la gran humedad que hay en aquel pas. Estar en Sax una bue na temporada; ir despus a Denia, don de me esperan unos amigos, y de all pa sar Alcira, para estar algunos das con mi buen amigo Dolz. Alcira! Carcagente! Aquel lo es el jardn ms hermoso de la tierra. Qu pas Valencial... Tal vez vaya tambin al l. Pero sin que lo sepa nadie: huyendo de las visitas, que no son propias del es tado de mi salud; mi deseo es pasar unos cuantos das en una casita fuera de la ciudad, en medio de aquella huerta ri suea, que es un paraso, un ensueo de poeta. Y piensa usted volver pronto a la vida activa de la poltica Hablar usted en las Cortes No. Si nuevas circunstancias no me imponen el deber de mezclarme en los asuntos polticos, permanecer reti rado y dedicado en absoluto la Litera tura y al Arte, las dos pasiones de mi vida. Ya ha visto usted lo que han hecho mis electores de Huesca: casi me han desautorizado consecuencia de ese ar tculo mo que tanto ruido ha movido. No renunciar mi acta, porque yo no re conozco ni reconocer nunca un proce dimiento tan anrquico como es el man dato imperativo; pero tampoco me sen tar en el Congreso, como no lo exijan los supremos intereses de la patria. Me asombra mucho esa extraeza que han mostrado todos los monrquicos ante el artculo de la Petite Revue, tan ruidosa mente comentado. Esas gentes manifiestan inmensa ex traeza ante el hecho de que yo pueda decir los reyes verdades ms o menos amargas. No parece sino que yo haya dejado alguna vez de ser republicano. Jams he ocultado mi republicanismo ni he sido infiel los ideales de mi vida. A qu, pues, el extraarse tanto de que un viejo republicano haya podido cen surar las prfidas insinuaciones cortesa nas que arrastran a una soberana consti tucional mezclar influencias extraas en los asuntos de la patria, inmiscuyendo en stos al Papa Lo he dicho desde hace muchos aos en mis crnicas polticas, cuando vea nuestros gobernantes es forzarse buscando al ianzas con las po tencias. Asegur que no las lograran, y as ha sido. Dicen muchos que Len XIII sien te simpatas por los filibusteros. Yo no digo que sea filibustero dijo Castelar, sonriendo. Lo que s afir mo es que el Papa no es amigo de Espa a. Ya ve usted lo que significa en Pars el Joumal des Debats: es el peridico del Quai dOrsay, como quien dice, el r gano del Ministerio de Negocios Extran jeros; pues bien, en ese peridico he le do, sin que nadie lo haya desmentido despus, que Len XIII, por mediacin del embajador de Francia en los Estados Unidos, ha presentado Mac-Kin ley las siguientes condiciones para ajustar la paz con Espaa: Declaracin de la independencia de Cuba. 217 JOS LUIS BAZN LPEZ Cesin de Puerto Rico los yankees y conservacin de Filipinas en depsito hasta que Espaa satisfaga los Estados Unidos la indemnizacin de guerra. (...) Le v al da siguiente antes de par tir de Sax la hora en que se preparaba emprender su diario trabajo. Animo so, rejuvenecido, con algo en las venas del ardor de aquel sol que entraba to rrentes por las ventanas y con la piel ju gosa y exhalando vida como los rojos campos que se vean a lo lejos. (...) Al hombre quien admira Europa entera; al nico representante que que da en pie de la reducida famil ia de pol ticos con prestigio universal; al orador que ha transformado todo el pueblo; al escritor que con slo un artculo ha con movido varias veces su nacin, y quien no abaten los enemigos ni intimi dan las desgracias, le irritan y le ponen nervioso con su tenacidad pegajosa las moscas levantinas, que son su tormento. Otra de las visitas que debemos comen tar fue la del poeta murciano Vicente Medina, del cual tena Castelar muy buenas referencias. Esta situacin cultural nos la describe Herre ro Ochoa: El seor Castelar en la reunin de ano che, mostr deseos de or las poesas de Medina. Que lea el poeta, dijo; pero el po eta no sabe leer sus versos, y ley el se or Vaso los titulados Canserra y Murria, que ya conocen nuestros lectores, y los inditos de La cancin triste. Unos y otros merecieron los entu siastas elogios del seor Castelar, y los honores de la repeticin que pidi el mismo. Medina es un gran poeta, dijo don Emi l io. Y Medina, que estaba escondido entre las sombras de su modestia, fue 218 descubierto por aquel la alabanza lumi nosa del gran orador, y se puso rojo rojo como los ababoles de su huerta. Paralelamente a su actividad cotidiana, sus amigos iban observando su estado fsico; incluso buscaban para sus excursiones luga res propicios para evitar el cansancio del ora dor. Su amigo y mdico, el seor Herrero, es tuvo completamente dedicado a l: Fue esto un acierto, sin que por de pronto pensramos en ello. Castelar pa deca una lesin al corazn, perfecta mente compensada en su justa medida por el estado del pulso, por cuya razn nadie se di cuenta de el la, hasta que el doctor Espina le sac un trazado esfig mogrfico durante su estancia en Mon driz; lesin que fue sin duda el triste eplogo de su enfermedad en San Pedro del Pinatar. Tambin necesitaba el doctor conocer algunos datos bsicos sobre la orina de Cas telar. Recurri a su hijo, que estaba estudian do la carrera de Medicina en Madrid, y apro vech la presencia de un amigo suyo, el doc tor Reset, que haba acudido a saludar al en fermo. Herrero duplic los anlisis para tener mayor seguridad en el diagnstico; su hijo le envi los resultados obtenidos por l y el m dico valenciano hizo lo mismo. Los de este l timo concluan: Anal izada la orina, que recomienda el doctor Al icio Caravaca, resulta de color amari l lo, algo turbia, con bastante sedi mento coposo -blanco, salpicado de are nillas rojas, cida, de 1,016 densidad, y contiene 37,28 gramos de residuo en li tro. Contiene una pequea cantidad de albmina (dos gramos aproximadamen te) y exceso de moco y u ratos; carece de glucosa. Al microscopio se aprecian algu nos leucocitos sueltos y otros apeloto D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) nados, cristalizaciones de uratos y cido rico libre, epitelio de todo el aparato, sin tubos,. Aunque el catarro est bastante propagado, parece tratarse por ahora de una pielo-nefritis. Para que as conste, expido esta nota analtica, hoy 31 de mayo de 1898. Doctor Peset. El mdico sajeo tuvo que regresar a Ma drid por asuntos propios; crey conveniente re petir los anlisis y consigui que fuera el ilus tre Ramn y Cajal quien lo hiciera. Nos ha dejado escrito todo este proceso: Hice que llegara la orina al laboratorio de San Carlos, recomendado su estudio por el seor Decano de la Facultad de Medicina. El resultado del anlisis echo por Cajal, no poda ser ms halageo, llenndonos todos de la mayor satis faccin. No creo oportuno, dada la ndole de esta obrilla, insertar ntegro el concien zudo trabajo del sabio maestro, y nos li mitaremos citar slo algunos de los da tos principales. Haba descendido un gramo la cantidad de albmina, y no existan cilindros urinarios. Copiaremos nicamente las ltimas lneas en que ter mina el anlisis, bajo el epgrafe de Es timacin final. En presencia, dice Cajal, de los da tos consignados, nos es dable asegurar, que en el producto sujeto a estudio, exis te disminucin de la urea con relacin la normal, y contiene albmina en la pro porcin de un gramo por litro, y que hay aumento de cido rico. Madrid, 18 de Junio de 1898. El director, doctor Cajal. El da 28 de julio volvi Castelar a Madrid e inmediatamente sali para Mondriz (31 de julio), donde debi de guardar reposo en el balneario, segn lo que comenta La Concor dia de Vigo: Foto 37: D. Santiago Ramn y Cajal. El seor Castelar estuvo doce horas en movimiento al sol y al aire libre, sin que su salud se resintiera en el ms mnimo, pues cada da adquiere ms fuerzas y do mina mejor sus antes descompuestos ner vios y doloridos msculos, hacindose lenguas de lo mucho que le ha probado, as los aires de Alicante, como los aires de Vigo, y del alivio completo que le han procurado las aguas de Mondriz. Esto lo confirma una carta que recibi Herrero Ochoa de Ferrer, que deca: Est muy mejorado don Emilio, me de ca; sobre todo porque se ha renutrido, habiendo llegado a aumentar de pero en Mondriz diez y ocho kilogramos, y ha bindosele corregido totalmente la in disposicin intestinal, que tanto le debi litaba. Saldremos de aqu el 21 por la noche. 219 JOS LUIS BAZN LPEZ Ya en Madrid, mantuvo un estado fsico aceptable, pero el da de Nochebuena tuvo una fuerte gripe o una pulmona que le dej muy mermado; sus amigos, incluso, temieron por su vida. Rubn Daro pudo comprobar lo preocupante de su estado cuando estuvo con Castelar el 10 de enero de 1899. El gran po eta nicaragense, autor de Azul, fue nombra do en primer secretario de la delegacin que mand a Espaa su gobierno para representar a Nicaragua en las ceremonias del Cuarto Centenario del Descubrimiento de Amrica. Cuando Rubn Daro lleg a Madrid se puso en contacto con las personas ms relevantes de la vida intelectual: Menndez Pelayo, Va rela, Nez de Arce, Rueda, Zorrilla, Cam poamor y, por supuesto, Emilio Castelar. Sie te aos despus fue nombrado corresponsal del peridico argentino La Nacin, y el 10 de enero vino a realizar una entrevista a nuestro tribuno. Esto escribi el poeta: He estado en casa de Castelar. Ya con valece de su enfermedad ltima, en la que lleg momentos en que se creyera lo llevase la muerte. Fuimos tres los que en el momento de la entrevista estuvimos presentes. Uno, su amigo el banquero Calzado, que hace tanto tiempo reside en Pars y cuya intimidad con el orador data de larga fecha. Otro, el ministro de Boli via. Desde mi llegada, cumpl con infor marme en nombre de La Nacin, y propio, del estado del antiguo e ilustre colabora dor. Sus primeras palabras al verme fueron: Que diferencia del 92 cuando usted me vio por ltima vez. (...) Aquel Castelar brillaba an en la madurez lozana de una vida que ape nas demostraba cansancio, an cuando en la cpula haba nevado bastante. El orador todava se afirmaba sobre los es tribos de pegaso. Los ojos chispeantes y vivos en la cara sonrosada; el gesto ador naba la frase elocuente; la potencia tri bunicia se denunciaba a relmpagos. 220 Foto 38: Despacho de Castelar en la dudad sajea. Se trata de un testimonio que nos mues tra a un Castelar enfermo, aunque todava con sus facultades intelectuales. Fue en la segun da quincena del mes de marzo cuando el tri buno sufri un clico nefrtico del cual logr restablecerse al expulsar una piedra del ta mao de un guisante, pero tambin le preo cupaba que la prensa pudiera enterarse. He rrero nos dice: Nos rog desde el primer momento que guardramos de aquello el mayor secreto. Haba cierto peridico, de cuyo nombre no quiero acordarme, que estaba en vena de adulacin las instituciones y tena el pru rito de ser el primero en dar malas noticias de la enfermedad de Castelar. Spose por el sereno, que todos los das, all ma drugada, enviaba a un reporter la calle Serrano, para enterarse si durante la no che haba habido algn movimiento en la casa del gran tribuno, entrando y saliendo mdicos, bajando la botica, etc., etc. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Foto 39: Castelar en Sax con amigos. Herrero Ochoa fue el encargado de convencer a Castelar para que volviera a Sax, pero result que durante los primeros meses de 1899 el ro Vinalop sufri unas riadas que se convirtieron en verdaderas ca tstrofes. El problema era la rotura de dos puentes, con el consiguiente para que Cas telar llegara a casa de su amigo Secundino. Opt por irse a San Pedro del Pinatar el 18 de mayo. La familia de Servet, un conocido banquero, puso a disposicin del tribuno un hermoso chalet. Un da antes de su ltimo viaje, un amigo le visit en su casa madrilea y qued angustiado ante el estado fsico de Castelar: El rostro cadavrico, los bigotes lacios y cados, la dolorosa contraccin de los labios, la pereza de las ideas y las rebel das de la palabra, que siempre haba sido su sierva, produjronme la impresin de una vida agotada. Podemos deducir que Castelar, al salir de Madrid, presenta su muerte por la tristeza que demostr antes de partir hacia el pueblo murciano. Gonzlez Araco dej escrito: Empezse la preparacin del viaje; cada libro que se encajonaba haca echar una exclamacin de honda tristeza Castelar; cada orden que daba su sobrino y se cretario Rafael ito del Val, costaba un sus piro; cada amigo que iba darle el abra zo de despedida ocasionbale una con vulsin nerviosa; cada palabra que le daba su corta servidumbre de esperanza regeneradora, costbale un sollozo, como 221 JOS LUIS BAZN LPEZ si se despidiera de seres queridsimos de su propia famil ia. Al cruzar el umbral de su habitacin era tal la tristeza que le do minaba, que no pudo articular palabra; al poner el pie en la calle mir derecha izquierda para dar la ltima despedida aquel la acera que tantas veces haba re corrido a pie, con especialidad los das de fiesta, solo acompaado de algn ami go; al decirle Robustiano, portero de la casa hace ms de treinta aos, y por Cas telar colocado de ordenanza en el Mi nisterio de Estado: Seorito, ah est el co che; las maletas ya estn camino de la estacin, como si el magnetismo terres tre lo atrajera su centro, le contest: Djalo, vamos andando un poco pie; necesito respirar este ambiente; que siga hasta la cal le de Goya; y al l legar la esquina, as como en la puerta de su casa mir toda la cal le Serrano de Norte Sur, al llegar la de Goya mir de Este Oes te, como si su espritu echara una ltima despedida este pueblo, quien tanto quera y quien le ha tributado un home naje cual no se tribut ningn sobera no de la tierra. Estamos convencidos de que hizo el via je con mucha i lusin porque era su retorno a Levante, a SU tierra. Instalado en la confortable residencia, empez a dictar sus habituales trabajos, re queridos desde muchos puntos de la tierra; sus cartas y otros compromisos. Pero el da 24 empez a sentirse mal. Nos describe todo este proceso Araco: Un l igero catarro, tomado sin duda al guna el da 20 por la tarde, al volver de paseo desde la oril la del mar Menor, en el coche que la famil ia Servet tena pues to su disposicin, alarm un poco al doctor, quien prescribi, como medida 222 preventiva, que no saliera de su habita cin, donde podra continuar con sus ha bituales trabajos, por temor que decla ra una bronconeumona, que pudiera ser irreductible por la ciencia dado el estado patolgico en que se encontraba. Un v mito violento que le caus algo de disnea tuvo el da 24, que l lev la zozobra y el temor de un prximo desastre los pa rientes, quienes se apresuraron telegra fiar Madrid pidiendo que en el primer tren se pusieran en camino los doctores Huertas y Pulido, que, como mdicos de cabecera que haban sido en su larga en fermedad, pudieran ser ms expertos para prescribir el tratamiento que corresponda tan graves sntomas como presentaba la enfermedad. El da 25 de mayo expir Castelar; haba recibido la Extremauncin. Cuando el obis po de Cartagena pregunt, por telfono, si ha ba muerto en catlico le respondieron: Estriles para salvar su vida los recursos de la ciencia, acudi la Religin con sus espirituales auxilios, y el sacramento de la extremauncin le fue administrado por el cura prroco del pueblo, don Toms Gmez. Recibilo el moribundo con gran fervor y dndose perfecta cuenta de su estado, pues hasta pocos momentos antes de expirar conserv ntegro el co nocimiento. Carmen Llorca nos da ms detal les: La muerte se produce a la una y diez minutos de la tarde, de un modo tranquilo, en pleno conocimiento y con testando a las oraciones del prroco del pueblo, que le administr la Extremaun cin. Su ltimo acto fue besar un Cristo que le present Ricardo Spottorno. El es cultor Huertas le sac la mascarilla y el molde de la mano derecha. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) RECONOCIMIENTOS INSTITUCIONALES L gicamente, la muerte de Castelar impact en toda Espaa, y en muchas otras latitu des que presentan el desastre tras la desa paricin del poltico. No podemos olvidar el despl iegue informativo que hicieron El He raldo de Madrid, El Correo y La Correspon dencia de Espaa, que haban instalado a sus respectivos reporteros en la finca de los Ser vet para estar al corriente de todo lo que su cediera. Inmediatamente despus del fal le cimiento, El Heraldo de Madrid coloc una gran pancarta en el Saln de la calle de Alcal con el siguiente telegrama: Pinatar 25 (2,15 t.).- Urgente. la una y diez minutos de la tarde ha fal lecido Castelar. Su muerte ha sido muy tranqui la. Conserv el conocimiento hasta el ltimo instante, reconociendo cuan tos le rodeaban y contestando acorde las exhortaciones del sacerdote. Como hace poco ha ocurrido la desgracia, la consternacin de todos au menta la dificultad de adquirir noticias. El cuerpo de Castelar yace en una cama de madera, con el rostro tranqui lo y la actitud serena. Un pauelo sujeta la mandbula in ferior. Su cadver fue embalsamado por los doc tores Huertas y Pulido, que haban llegado pro cedentes de Madrid, asistidos por el doctor don Miguel Ferreiro. A continuacin se celebr un funeral en la capilla del chalet y al da siguiente le l levaron a la estacin de ferrocarril de Bal sicas, para trasladarlo a Madrid. Gonzlez Ara co nos describe lo sucedido en el hotel y en la poblacin de San Pedro del Pinatar: En la terraza del chalet el cadver fue rodeado por las seoras de la casa y los numerosos amigos que acudieron pos trarse de rodillas ante el cadver del hombre ms grande de la presente ge neracin, para elevar sus oraciones a Dios, generadas con el pensamiento, moduladas con la palabra y rociadas con las lgrimas que espontneamente brotaban de los ojos. Fuera del hotel, inmenso gento que haba acudido del pueblo y sus cercanas, esperaba en la explanada que da acceso a la suntuosa estancia, esperando respetuosamente, con el sombrero en la mano y el pensa miento en Dios, ver pasar el fretro para tributarle el ltimo y sincero ho menaje, mientras las mujeres, siempre dispuestas para expresar el sentimiento, completamente emocionadas, lanzaban amargusimos lamentos. (...) Al cruzar el fretro la puerta del hotel, un grito de dolor sal i del pecho de la inmensa concurrencia. Colocado en un pitter tirado por cuatro cabal los negros, engualdrapados de negro, fue seguido por ms de cien carruajes de las personas acomodadas de la comarca, seguidos pie de todos los habitantes, que abandonaron sus manuales traba jos para realizar el acto. Al llegar al pue blo, encontrbase ya el clero parroquial, con cruz alzada, para rezar un respon so en la puerta de la iglesia, al mismo tiempo que taan las campanas muer to para que los oyentes elevaran sus ora ciones Dios fin de que acogiera en su seno Castelar. Mientras tanto, en Madrid ya se estaban preparando las honras fnebres por parte del Gobierno, con los problemas usuales a la hora de planificar los distintos actos. Una vez llegado el fretro a la estacin de Balsicas, lo introdujeron en un furgn pre 223 JOS LUIS BAZN LPEZ parado exclusivamente para este traslado. (La Empresa de ferrocarriles haba dado rdenes a sus subordinados para que todo estuviera en condiciones a la hora de llevar los restos de Castelar a Madrid). En la mayora de las estaciones por las cuales tena que pasar el cadver de Caste lar, se agolpaban personas que se descubr an ante aquel furgn cerrado. En la estacin de Murcia tuvieron que abrir dicho furgn para poder depositar en l infinidad de flores, ante el asombro de quienes acompaaban al fretro: D. Justo Martnez, D. Sebastin Servet; D. Miguel Moya director de El Li beral, D. Angel Pulido y D. Perni Garca. Cuando llegaron a Madrid, a la estacin del Medioda, les estaban esperando multitud de personas de todos los estamentos sociales, desde generales y oficiales del ejrcito has ta polticos de todos los partidos, periodistas, representantes de las instituciones cultura les, republ icanos y no republicanos. Gon zlez Araco nos narra lo que ocurri a con tinuacin: El clero parroquial de la Concepcin, de cuya parroquia era feligrs, rez las primeras preces al descubrirse la caja en el furgn, siendo poco menos que imposible, por la aglomeracin de gente, transportarlo la capi lla pre parada, disputndose todos el honor de l levarle en sus hombros, y sola mente los lazos de ntima amistad y paternal cario dieron la preferencia los Sres. D. ngel Pulido, D. Joaqun Ferrer, D. Ramn Tubau, D. Santiago Nez Samper y D. Emilio Morayta, ahijado de pi la de Castelar, quien veneraba como maestro y como pa drino, y cuatro alumnos de la Univer sidad Central, delegados por las facultades y escuelas especiales, que quisieron asociar su nombre al home naje tributado al ilustre inolvidable profesor. 224 2 79 ES9UELA MORTUORIA El. EXCELENTSIMO SEOR 0: -: ;Mill . O astelar il,Ilipoll HA FALLECIDO Er Dr adra 051 Pinatar el dia 25 del orriante LA DNA DE LA ARDE Los escrnos. Sres. Presidente del Consejo de MiniStros, residente de la Comisidn permanente del Congreso le los 9Matados, director de la Real 21 ademia Espatiola; Rector de la Universidad Central Presidente Id fi lena de Madrid, Presiden!. do la fi sociacin de la Prensa, la seora doa Virginia del Vol y Ripoll y dems parientes y amigos, lwegaq la asistencia la conduccin ael caddver, que tendr lugar el ala 29 ()e Yayo, d las cuatro de la tarde, desde el Congreso de los 2)/pelados al cementerio de Saq .7siro. 11 bluf( se bespeteH rei si munieren. Foto 40: Esquela de defuncin. Desde la estacin fue llevado en comi tiva hasta el vestbulo del Congreso, donde se instal la capilla ardiente. En este recinto le estaban aguardando un elevado nmero de diputados y senadores, aparte de una multi tud de fotgrafos y periodistas. Recibieron oficialmente el cadver de Castelar el Marqus de la Vega, D. Lorenzo Alonso Martnez y D. Jos Gutirrez Abascal, como representantes de la Comisin Permanente del Congreso. Dicha Comisin no tuvo ms remedio que ampliar el horario previsto para los actos de bido a la ingente cantidad de personas que desfilaron ante el fretro; desde las ocho de la maana hasta las doce, y desde las dos de la tarde hasta el anochecer, ms de doscientas mil personas llegaron para presentar sus res petos al que fuera Presidente de la Repblica. Se formaron dos enormes colas: La primera D. EMILIO CASTELAR AN rolocA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) l legaba hasta la cal le Santa Catal ina, y la se gunda a la esquina del Banco de Espaa, su biendo luego por la calle de Alcal hasta la cal le del Turco. No poda faltar el respetuoso homenaje de aquel los peridicos en los cuales haba participado Castelar con sus influyentes artculos, y de algunas personas que tambin quisieron trasmitir su sentimiento por la gran prdida. Hemos elegido entre la cantidad de escritos que se recibieron, aquel los que creemos ms significativos, publ icados en El Globo: SAGASTA. Lo menos que puede hacer la nueva generacin por tan esclarecido patricio, es convertir su presuncin en re alidad, otorgndole en muerte el sepul cro honrado y bendecido con que so ara en vida, inscribiendo su pie esta severo y senci l lo epitafio: Castelar, la Patria agradecida. MARQUS DE LA VEGA. En los momentos actuales, en que todos consagran sus elogios al gran orador, pocos recuerdan sus condiciones de hombre de Estado, entre las que sobresal ieron, sealada mente, las de valor cvico y la entereza de carcter, cual idades, desgraciada mente, poco comunes en nuestros esta distas. NEZ DE ARCE. Cuando, vuelto del es tupor que me ha causado la violencia del golpe, recobr la serenidad perdi da, acaso, recogiendo mis recuerdos, dominando mi sentimiento y coordi nando mis ideas, intent rendir mi hu mi lde tributo de admiracin al artista in comparable, al eminente patriota y al amigo queridsimo que nos ha arreba tado la muerte. Hoy, ni quiero ni puedo decir nada. Adems, qu aadira mi voz desmayada y dbi l al inmenso cla mor de alabanza que levanta en honor al ilustre difunto la conciencia universal La pena que me embarga es tan profunda y sincera, que temera profa narla arrojando un puado de marchitas flores retricas sobre el fretro recin soldado, donde yacen los restos morta les del espaol ms glorioso que ha pro ducido nuestro siglo. ABARZUZA. Mi vida entera estuvo unida la suya hasta aquellos tristes das en que la enfermedad, quitndole las fuerzas, le puso en trance de muerte y en situa cin tan dolorosa para sus verdaderos amigos. LPEZ DOMNGUEZ. Same permitido, como amigo carioso y soldado vetera no, unirme al duelo nacional por el emi nente Emi lio Castelar. Hoy el mundo entero consignar elogios merecidos; la historia maana inmortal izar el nombre del que fue ora dor elocuentsimo, escritor distinguido, que am y sirvi su patria, como mo delo que todos debemos de imitar. Que callen las pasiones y se haga completa justicia al que no existe para desgracia de nuestra Espaa; y sea esta inmensa prdida que l loramos, por to dos tan sentida, como lo es por quien le admir siempre y fue constante y leal amigo en tan largos aos de convul siones polticas y de ingratitudes sin cuento. Ruz CAPDEPN. No ama Espaa, ni es liberal, quien no am Castelar, de glo riosa memoria para la humanidad ente ra, y sealadamente para todo espaol. MORENO RODRGUEZ. Qu puedo decir sobre lo dicho en alabanza de mi anti guo amigo y jefe Castelar Honrado fui por l con la direccin de El Globo en tiempos en que la pasin, inseparable 225 JOS LUIS BAZN LPEZ de la lucha poltica, le infl iga diario no pocas acerbidades; y puedo afirmar que ningn hombre poltico hizo ms completo abandono de su persona los ataques de sus adversarios. Dejadme a un lado y defender mis ideas era su mandato constante; y el cumpl irlo no fue el menor trabajo de aquel la Redaccin i lustradsima que me toc presidir. As corrieron de su cuenta responsabi l idades que nunca contrajo y cargos que fci lmente se hu bieran desvanecido. Mucho se le ha br perdonado, porque l perdon mu cho. DUQUE DE ALMODVAR DEL Ro. Entre los espritus cuya influencia se ha experi mentado en Espaa con poderosa in tensidad, nadie negar la preeminen cia de Castelar, cualesquiera sean los di sentimientos que de sus doctrinas le aparten. Maestro en las aulas universitarias, tribuno en las cal les, orador parlamen tario, polgrafo ledo en todos los terri torios poblados por nuestras razas, en todas partes, con la palabra, el libro y las revistas, hizo prosl itos, arrebat muchedumbres. Era en la propaganda infatigable. Su influjo en esta tierra, donde tanto de oriental se encuentra, semejaba los entusiasmos desperta dos por los profetas hebreos y los san tones musulmanes. Con estos privilegiados medios de accin, hirieron la imaginacin y el sen timiento para l legar las inteligencias, hizo populares en Espaa las ideas de li bertad individual y autoridad slida mente establecida que las garantice. La democracia l iberal le es deu dora de conversiones en masas en un pueblo escasamente dispuesto la vida del moderno derecho pbl ico. Su nom 226 bre quedar esculpido con fuerte rel ie ve en el templo de la elocuencia; pero la bri l lantez de aquel las imgenes que arrancaban el aplauso hasta de los ad versarios dominados por la emocin ar tstica, no valdra tanto como la obra de difusin de principios realizada. El respeto al derecho ajeno y la mutua tolerancia, bases necesarias del rgimen de libertad poltica, tuvieron en Castelar un apstol tenaz en la pre dicacin y un mantenedor resuelto des de las alturas del Gobierno. Cuando las dolorosas experiencias de un ensayo republ icano patentizaron la inadecua cin de tal forma poltica para el pue blo espaol, mostr Castelar un desin ters del cual se cuentan pocos ejem plos: renunci dirigir la Repbl ica que pona en peligro la Patria, y apli c sus energas y sus prestigios con solidar la libertad bajo la Restauracin monrquica. Hace bien Espaa honrando la memoria del hijo preclaro cuya vida fue portentoso conjunto de alma lati na y de las corrientes de pensamiento que, llegando de otras regiones, han de completarla. El l iberal ismo universal, doctrina ms que nacional, humana, pierde con la muerte de Castelar un caudi l lo necesario en estos tiempos desmayados. Sea el homenaje sus res tos aurora del nuevo siglo, para que en l la generacin naciente aproveche las victorias alcanzadas costa de labor gigantesca por el hombre ilustre que al expirar su siglo fenece. El pueblo espaol no poda imaginar lo que el Gobierno, encabezado por Silve la, iba a realizar. En un acto de verdadero egosmo acord hacer a Castelar unos ho nores puramente civiles, y para intentar jus tificar su decisin mand el siguiente docu mento a la Reina -Regente: D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Presidencia del Consejo de Ministros EXPOSICIN Seora: Ha muerto D. Emilio Cas telar en honrada pobreza. La crtica juz gar su obra l iteraria, y la historia apre ciar su obra poltica; pero nadie desco nocer que ha movido su elocuencia grandes entusiasmos en una generacin entera, y que en momentos difciles, cuando hiri su corazn el peligro de la patria como inmediato y cierto, sobre puso todo otro inters y estmulo el in ters nacional y el estmulo del patrio tismo. No debe el Gobierno de V.M. dejar de asociarse un sentimiento tan uni versal, ni omitir un tributo las singula res cual idades que en tal ilustre espaol se reunan, y proponen V.M. el siguiente proyecto de decreto.- Seora.- los rea les pies de V.M..- Francisco Silvela. REAL DECRETO De acuerdo con el Consejo de Mi nistros, en nombre de mi augusto hijo el Rey D. Alfonso XII, y como Reina Re gente del Reino, vengo a decretar lo si guiente: Artculo 1P. Los gastos que oca sionen el enterramiento y honras fnebres de D. Emilio Castelar se satisfarn por el Estado. Artculo 2P. El Ministro de Ha cienda instruir el expediente de crdito extraordinario preciso para formalizar este gasto. Artculo 3 2 . El Gobierno dar cuen ta las Cortes de este real decreto. Dado en Palacio 26 de Mayo de 1 899. A la familia de Castelar, principalmente a Da. Virginia del Val y Ripoll le sent muy mal la expresin honrada pobreza, al igual que la intencin del Gobierno de enterrar el cadver de Castelar en la fosa comn del cementerio de Nuestra Seora de la Almudena. A continuacin transcribimos la carta que escribi Da. Virgi nia al Presidente del Gobierno: Excmo. Sr. D. Francisco Silvela, Presi dente del Consejo de Ministros. Excmo Sr.: Al l legar esta maana la corte con motivo del fal lecimiento de mi i lustre y querido pariente D. Emil io Castelar, me he enterado con pena por la Gaceta de la forma en que el Gobierno de S.M. ha expresado su resolucin de tributar ho nores extraordinarios al finado. Me haba anticipado agradecer las resoluciones del Gobierno, de que tena noticia por la prensa; pero no he de ocultar V.E. la ingrata impresin que me ha producido el carcter puramente econmico del decreto relativo al asun to, que no responde los anuncios he chos y que est en desacuerdo con pre cedentes que no es preciso recordar. En su vista, la vez que expreso mi sincera gratitud por los acuerdos que antes me he referido, no puedo menos de hacer presente V.E. mi resolucin irre vocable de no aceptar el alivio que el Gobierno me ofrece, al parecer, en virtud tan slo de la honrada pobreza en que ha muerto D. Emilio Castelar. Conozco bien que en estos mo mentos ya no es posible que el Gobierno sea sustituido por m; pero me permito reclamar a V.E. el compromiso de dejar cargo de la famil ia de Castelar los gastos todos de su entierro y de sus funerales. Dios guarde V.E, muchos aos Madrid 27 de Mayo de 1899. Virginia del Val y Ripoll. 227 JOS LUIS BAZN LPEZ Era lgico que Silvela respondiera a esta misiva intentando, diplomticamente, corre gir el error: Sra. IY Virginia del Val. Muy seora ma y de mi mayor consideracin: He recibido la exposi cin que se ha servido dirigirme, en la que manifiesta haberse enterado con pena de la forma en que el Gobierno ha expresado su resolucin de tributar ho nores extraordinarios su ilustre parien te D. Emil io Castelar, por el carcter pu ramente econmico del decreto y, la vez que expresa su sincera gratitud por los acuerdos, hace presente su resolu cin irrevocable de no aceptar el alivio que el Gobierno le ofrece, al parecer en virtud tan slo de la honrada pobreza en que ha muerto. Muy doloroso es, sin duda, para todo el Gobierno, y por razones parti culares lo es an ms para m, que lo que se ha credo sobriedad y concisin propias de un acto administrativo, se in terprete en un sentido tan ajeno al nimo con que se redact; pero no puedo me nos de hacer notar que el mvil expre sado como nica causa del acuerdo era que el Gobierno no poda menos de aso ciarse un duelo universal y rendir tri buto un espaol ilustre, en quien bril l siempre el patriotismo ms ardiente, y cuya obra l iteraria y poltica no juzgaba por no ser estos juicios propios de un documento de esta ndole. Si en l se hace alusin su hon rada pobreza, no es, ciertamente, como causa de acuerdo administrativo, sino como exaltacin de un conjunto de cualidades morales que no deban ol vidarse nunca, pero menos en tiempos en los que conviene recordar un ejem plo tan insigne de hombre de intel i gencia tan poderosa, que por el la llega los ms altos puestos de su pas en 228 pocas revueltas, en las que no haba ms ley para su voluntad que las de su conciencia y su rectitud, que conserva, durante largos aos, poderosas influen cias y medios de accin en su patria, y despus de una labor incansable, mue re sin bienes de fortuna, timbre en el que se cifra un carcter moral todo en tero. Pero no pudiendo imponerse una obligacin familia contra su voluntad, y tratndose de un acuerdo que habr de someterse en su da las Cortes, fuer za ser respetad la resolucin de usted, y de ello dar cuenta S.M. y al Go bierno, para que quede sin efecto el de creto, si en ello insiste, respecto de los gastos del entierro del ilustre finado, sien do un derecho puramente familiar y dig no del mayor respeto el que ejercita en su exposicin. Mas los funerales no puede al canzar esta resolucin, pues el los son una manifestacin piadosa que el Estado, como cualquier otra personalidad, indi vidual colectiva, puede hacer sin in tervencin alguna de las familias, y no puede menos de respetarse el derecho del Gobierno consagrar un tributo la memoria de un espaol insigne y de una gloria nacional, como se respetar el de las muchas entidades que seguramente harn demostraciones de la propia n dole, y, por tanto, las honras que el Con sejo de Ministros ha acordado celebrar en San Francisco el Grande el martes pr ximo, no podrn quedar a cargo de la fami lia. Ruego usted se sirva aceptar, al mismo tiempo que mi psame ms sen tido, la expresin de mis sentimientos de consideracin y respeto. Suyo s.s.q.s.p.b.- El Presidente del Consejo de Ministros. Francisco Silvela. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Virginia del Val, respondi a Silvela con la siguiente carta: Excmo. Sr. D. Francisco Silvela. Muy seor mo y de mi distingui da consideracin: En respuesta la contestacin que usted se ha servido dar mi escrito de esta fecha, tan slo debe manifestar usted que agradezco las explicaciones que se sirve darme y de cuya sinceridad no dudo ni por un momento. Por lo que hace la resolucin del Gobierno de celebrar por su cuen ta los funerales, reconozco el derecho indudable que para el lo le asiste, por lo cual en modo alguno pretendo impe dirlo; pero como no se encuentra en el mismo caso lo relacionado con el en tierro, insisto en mi determinacin de que ste corra en todo cargo de la fa mi l ia del Sr. Castelar. Agradeciendo usted los senti mientos de psame y consideracin que me dedica, queda su atenta y se gura servidora. Virginia del Val. Pero los problemas no terminaron ah, porque el Ministro de la Guerra, el Sr. Pola vieja, prohibi a todos los militares que se pusieran el uniforme de gala en el entierro de Castelar. Como consecuencia de esta po bre actuacin, la mayora de la prensa ma dri lea escribi con el ttulo de El Fracaso de Polavieja lo siguiente: La intencin era conocida. Ni honores mi l itares Castelar, ni permiso los jefes y oficiales para asis tir de uniforme al entierro. Hasta se dijo que el cristiano Mi nistro de la Guerra haba prohibido los dignsimos miembros de un cuerpo facultativo reunirse para acordar el ho menaje con que deseaban enaltecer al que restableci la disciplina del ejr cito y devolvi al Cuerpo de artillera los caones. Para completar la empresa, diri gi un B. L. M. los generales resi dentes en Madrid, previnindoles que si iban al entierro lo hiciesen con unifor me de diario. Pero el Sr. Martnez Campos se alz al punto contra tal medida. Como capitn general est slo rdenes directas del Rey. Anunci, pues, al general Pola vieja por medio de una carta que en el entierro l levara el uniforme de gala. Idntica resolucin adoptaron los dems capitanes generales. El Ministro de la Guerra defenda su orden diciendo que el uniforme de gala se l leva tan slo cuando forma la tropa en das de fiesta. Cmo, pues, visten de gala los individuos de la benemrita que en el Congreso dan guardia de honor al ca dver El descontento entre los militares era notorio; las quejas, cuando no las censuras, unnimes. Muchos generales, entre el los no pocos que militan en el partido domi nante, hallbanse decididos no aca tar el B. L. M. del Ministro de la Guerra. El general Weyler lo haba mani festado pblicamente. El Gobierno advirti el deplorable efecto producido. El presidente del Congreso hizo comprender al general Polavieja la con veniencia de que modificara sus rde nes. Y, en efecto, anoche se repartan nuevos B. L. M. del Ministro diciendo los generales que podan l levar en el entierro traje de diario con banda. Qu msero regateo! 229 JOS LUIS BAZN LPEZ La Prensa mi l itar se hizo eco de las dis posiciones adoptadas por el general Polavie ja sobre el entierro de D. Emil io Castelar. LA CORRESPONDENCIA MILITAR Se ha dicho esta tarde que el Ministro de la Guerra ha dirigido un B. L. M. los ge nerales, autorizando stos para que asistieran vestidos de paisano; pero que el seor Martnez Campos haba contes tado que senta desobedecerle, pero que l asistir al entierro de uniforme, como militar y como espaol, rendir el lti mo tributo al cadver de un hombre que l consideraba como una verdadera glo ria nacional . EL EJRCITO ESPAOL Pagarle el entierro Castelar! Vaya un acto de desprendimiento respetuoso! Sin duda que iba faltarle al eminente patriota quien no se apresurase contri buyendo rendirle esa muestra de ps tuma consideracin. Ya sabe lo que ha hecho el Sr. Si l vela y su cortejo de monagos conserva dores, declarando al Estado primer doli do de la gran desgracia nacional: con ese golpe de astucia ha evitado la mani festacin de duelo pbl ico; pues si se hubiera abierto suscripcin para sufra gar los citados gastos, estamos firme mente convencidos de que habra arro jado cantidad suficiente para cien honras fnebres, tan suntuosas ms que las que se celebren. Qu no hay antecedentes para el caso Pero es que entre la turba de nu l idades conservadoras tienen antece dentes ni consecuentes las extraordinarias dotes del difunto Nosotros no somos partidarios de que se prodiguen los honores mi l itares, porque realmente creemos que son pom pas que aqul los pertenecen; creemos que deba seguirse igual prctica con to 230 dos lo que no hubieran fal lecido en el ejrcito de la funcin de las armas; pero habindolos tributado una vez siquiera un hombre civil, no se le podan negar al cadver del hombre ms eminente de Espaa durante el presente siglo. EL CORREO MILITAR pesar de que la llegada esta corte del cadver del Sr. Castelar ha dejado rele gadas al olvido, momentneamente, to das las cuestiones de actualidad, ha sido comentado, por cierto en trminos que no hacen ningn honor al actual Minis tro de la Guerra, un B.L.M. dirigido por ste todos los generales y jefes resi dentes en esta corte, en el que, segn nos ha asegurado, se les prohibe termi nantemente que asistan al entierro del ilustre Castelar, gloria de Espaa, vis tiendo el uniforme. Este acto del Conde Garca, unido los que ha real izado desde que en Ma drid se recibi la primera noticia dando cuenta del fallecimiento del gran tribuno, ha producido tal deplorabilfsimo efecto en la opinin, que esta tarde hasta los mismos amigos del inepto Ministro de la Guerra censuraban el acto realizado por ste, que venido a crear un con fl icto ms al Gobierno. (...) El torpe acto real izado por el Ge neral regionalista ha venido poner de manifiesto las escasas simpatas que tie ne hasta entre sus mismos compaeros. Un general i lustre, y que cuenta con grandes simpatas en las ms altas esferas, ha dado al Sr. Polavieja la me recida respuesta su circular. En carta que dirigido al Ministro de la Guerra el distinguido general que aludimos, manifiesta que el Sr. Castelar, independientemente de las ideas polti cas que pudiera profesar, era una gloria nacional, y que como tal, est dis D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) puesto acompaar al cementerio vis tiendo de uniforme. La respuesta no puede ser ms cla ra ni ms razonable, y su autor se ha he cho acreedor, con su noble actitud, los elogios de todos los espaoles. No todas las instituciones, ni todos los estamentos actuaron como el Gobierno y su Ministro de la Guerra, las manifestaciones fueron inmensas, un sentimiento de dolor in vadi Espaa y en muchos pases del extran jero se sumaron a l, y para demostrar tal afir macin nos remitimos a los peridicos ms ledos de la poca y a sus crnicas. EL GLOBO IMPROMTU (A EMILIO CASTELAR) Rosas y ms rosas deben mover sobre el insepulto cadver del gran pa gano. Ya que no sea posible mantener vivo el espritu de Castelar, porque in corporado la materia perecedera eva porse con su ltimo suspiro, es menes ter diferir la corrupcin de aquel cere bro luminoso poniendo flores cerca del lecho en que se ha apagado. Solamente una brbara pedantera pude conside rarse absuelta trayendo colacin los errores polticos de Castelar. Quin de entre los contemporneos se cree auto rizado para comprobar los errores de su tiempo En los pueblos, los desaciertos se ven la larga. La pasin envenena el jui cio y la l igereza se disfraza de severi dad. (...) En Castelar, el estadista y el poeta l rico vivieron tan ntimamente fundidos, que cuando el primero triunf; escalan do las gradas del poder, el segundo hizo lo posible para malograr su victoria. No es justo ver en l un hombre de gobierno, sino un pensador, que puso en circulacin ideas grandes, que an no acaba de ver la escuchimizada juventud contempornea. Castelar, como gober nante, ha muerto indito; ni l ni sus ide as alcanzaron la encarnadura suficiente para prevalecer o fracasar. (...) Antes que un temperamento espa ol, meridional, fue Castelar un alma la tina; generoso la manera de Garibaldi, con quien le ligo la vena emancipadora de los grandes patriotas; lrico de traza la martiniana y orador de bro fogoso como Gambetta, Castelar vino al mundo para ser el Mesas de una era que an no ha llegado. Sus ideas de libertad no encuentran en Espaa zona frtil en que retoar. La juventud actual mustrase ms dispues ta transigir con la idea de que San Isi dro renovar la leyenda del arado mila groso que fecundar slo los campos, que pronta continuar las enseanzas del Platn hispano. Eso lo saba Castelar en vsperas de morir. Antes de refugiarse en Murcia, buscando alivio su quebrantada salud, habl de reemprender una campaa de mocrtica. Y los que le vimos alejarse enfermo y desengaado, murmuramos en voz baja las frases de los apstoles Cristo en Emaus: Maestro, no nos dejes solos cuando se acaba la claridad del da. EL HERALDO DE MADRID ANTE SU FRETRO Abrumados ayer por la triste nue va que l len de luto nuestra alma, reco gimos precipitadamente cuantos recuer dos se agolpaban en nuestra mente refe rentes al hombre insigne que acababa de morir, para ofrecrselos los lecto res, que no si razn considerbamos an helantes por evocar memorias del gran tribuno. Hoy con ms reposo, pero no con menos dolor, reanudamos nuestras tare 231 JOS LUIS BAZN LPEZ as; y como para rendir homenaje esa gloria nacional que ayer entr en la in mortal idad creemos que no hay nada mejor que recordar sus obras, hemos re cogido en el vasto y precioso campo de sus discursos y de sus escritos algunos de los periodos y de los prrafos que contribuyen formar su gloria inmarce sible. (...) Desde que se present en la vida pbl ica, desde que alent, puede decir se, consagr su intel igencia poderosa, su corazn vehemente, su alma genero sa y su palabra incomparable defen der los oprimidos contra los opreso res, las vctimas contra sus verdugos, los pueblos contra sus tiranos, y le tuvo su lado Polonia infortunada, Italia an siosa de real izar la obra magna de su unidad, Francia recuperando su papel de iniciadora del progreso y de van guardia de la libertad. Su campaa a favor de la abolicin de la esclavitud fue subl ime, y su em presa de conseguir en las leyes los dere chos individuales, verdaderamente, ge nio, alma, vida, todo lo puso en el la. La tribuna espaola le debe sus me jores glorias; en el la renov los laureles de Donoso, y las palmas de Alcal Ga l iano, y desde el la proclam los princi pios ms subl imes hizo los votos ms sinceros por la vida de esta patria, que am sobre todas las cosas. Castelar ser para las generacio nes venideras el espaol ms insigne de sus tiempos; en sus discursos y sus es critos aprendern los nios del porvenir leer en el maravil loso idioma que l cincelaba, y con sus ideas educarn su espritu y nutrirn su alma para amar sobre todas las cosas Dios, la patria y la l ibertad, que fueron los ideales del gran hombre cuya muerte hoy l lora Espaa. 232 EL IMPARCIAL HOMENAJE NACIONAL Est Espaa muy necesitada de cuanto afirme nacionalidad. Las glorias militares, uno de los vnculos morales ms fuertes de los pueblos, se hallan muy marchitas. Las glorias del arte y de las letras son pocos estimadas en los tiempos que alcanzamos. Solamente el concurso fel iz del pensamiento y de la accin, la admiracin y el respeto de los extraos pueden hacer hoy de un espaol una fi gura nacional. Castelar lo es. Por lo mis mo, quitar su muerte y su entierro ese carcter es una falta, ya que no un crimen de lesa patria. En otro lugar del presente nmero ver el lector los telegramas que del Ex tranjero se reciben. Apenas hay peridi co importante que no dedique al fal leci miento de Castelar muchas y muy senti das lneas. El trgico fin de Cnovas mo tiv tambin expresivas manifestaciones de duelo en Europa. (...) Tienden que Castelar pierda esa representacin de una gloria que perte nece no un partido, no una secta, sino toda Espaa, de un lado los mi nistros con sus recelos, con sus regateos de los honores que al gran hombre han de ser tributados; de otro los egosmos de parcial idad que intentan convertir en manifestacin republicana la expresin del dolor del pas entero por la muerte de uno de sus ms preclaros hijos. Los medios oficiales pueden po nernos en ridculo ante el mundo civili zado. El afn de convertir en sustancia acontecimiento tan doloroso, puede dar un resultado peor: la medida de una ho rrible depresin moral. (...) Si el Gobierno se recela que se d al acto del entierro una significacin an timonrquica, tiene la mano el medio de impedirlo dando este acto un ca D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) rcter completamente nacional, merced la asistencia y representacin de todos los organismos del Estado. Si los repu bl icanos estiman, como dicen, al gran tribuno, la mayor satisfaccin que pueden tener es la de que, no agrupacin algu na de estas otras tendencias, sino la nacin toda, qu es algo ms! Sea quien rinda al insigne tribuno el home naje de su admiracin y de su gratitud. (...) Por fortuna, parece que no dare mos al mundo ese triste espectculo. Las corporaciones populares estn re sueltas acompaar toda hora el ca dver del gran patricio. El Gobierno, aunque con timidez, introduce en el duelo la representacin del Estado. So lamente del Ministerio de la Guerra se dice que no quiere que las tropas con curran a la ceremonia fnebre; pero si el general Polavieja recuerda que D. Emilio Castelar reorganiz el cuerpo de Arti l lera, restableci la disciplina, apli c el servicio militar obl igatorio y l lev filas aquel la conscripcin famosa de 1873, que reanim un ejrcito exan ge, comprender que nunca estuvie ron los honores mil itares ms justifica dos. Respecto la inmensa mayora de los republicanos, estamos seguros de que no habr de empaar el carcter nacional y solemne de la manifestacin de duelo. Cada cual habr de tener presente que se nos est mirando desde ms al l de los Pirineos, y que un escndalo en el entierro de un gran hombre acabara con nuestro decoro. EL LIBERAL La muerte de Castelar nos ha llenado el alma de pena. Tenamos fe grande en sus condi ciones de demcrata incorruptible, de estadista prctico y de acrisolado pa triota, y admirbamos y ambamos en l no slo al orador insigne, sino al hom bre de gobierno capaz de l levar cabo en las circunstancias ms difciles la re surreccin de Espaa. El Liberal, que ha hecho siempre profesin de independencia y que no ha aceptado nunca solidaridades de partido, ayud con todas sus fuerzas Castelar cuando ste, retirado de la po ltica militante, pareci quedarse fuera del movimiento general de la nacin, pero no hizo en realidad ms que co locarse en sitio adecuado para obser var y presidir las evoluciones venide ras. (...) Veamos en l una garanta segura para la libertad, para la paz y para el orden. Recordbamos el ao 73 y se nos abra el pecho la esperanza. Tenan entonces los carl istas 60.000 voluntarios en el Norte y en el Centro. Cartagena estaba en mano de los cantona listas, cuya esfera de accin se extenda Valencia y Alicante. Ar da la guerra separatista de Cuba. Ca recamos de escuadra, y se hal laba mi nado por la indiscipl ina, por la ausencia del cuerpo facultativo de Artillera y por la falta de direccin y administracin, el Ejrcito. Casi ninguna provincia obe deca y no llegaban diez las que tri butaban. Castelar lo rehizo todo. Devolvi los caones a los artil leros; someti los dscolos; arm, echando los ci mientos del servicio obligatorio, 200.000 soldados; puso la Repblica en tratos de amistad igualdad con las dems naciones, y sin cuidarse del cla moreo de los jacobinos restableci viva fuerza el orden y ejerci el derecho de representacin de obispos, reivindi 233 JOS LUIS BAZN LPEZ cando as las regalas del Estado, la vez que apaciguaba el sobresalto de mi l lones de conciencias. (...) A la vista estn los triunfos de la gigantesca labor por l realizada desde los comienzos de la Restauracin hasta 1900. Gracias su perseverancia basta ron quince aos de lucha para que to das las l ibertades, al parecer muertas, resucitasen y dictasen la ley sus ente rradores. (...) Le secundamos desde entonces en su tarea impersonal y altamente patri tica, marchando paralelamente con l, y bien seguros de que al hacerlo pres tbamos al inters nacional un verda dero servicio. La muerte le ha cerrado el paso cubrindonos a todos de duelo y vol viendo nublar los horizontes que por un momento se haban aclarado. Fel iz l que sucumbe rodeado de simpatas universales y pugnando por los ideales de toda su vida. Desgraciada la nacin que en ho ras tan angustiosas como las actuales pierde el ms inteligente de sus guas y al ms desinteresado de sus seguidores. Enterraremos los tristes restos, pero subsistir el espritu. Muerto Castelar, su poltica nte gramente, democrtica y sabiamente conservadora, seguir siendo un pro grama y trazando un camino. As lo cree El Liberal, que hoy l lo ra la prdida del gran patricio, y que nunca dejar de rendir culto su glo riosa memoria y su salvadora ense anza. De Europa y de una buena parte de Amrica, los peridicos tuvieron palabras de tristeza y de admiracin hacia Castelar, como a continuacin podemos comprobar: 234 PRENSA DE FRANCIA LE JOURNAL Si el tiempo estuviese para hacer frases pomposas, diramos que un gran amigo de la humanidad acaba de morir. LE PETIT PARISIEN Era una de las personalidades ms ilus tres de esta segunda mitad de siglo. LE PETIT JOURNAL Espaa acaba de perder el ms grande de sus oradores, uno de sus ms emi nentes hombres de Estado. LE SICLE La muerte de Castelar es una prdida enorme para la patria y la libertad. Cas telar era una de las grandes figuras del siglo. LA LIBRE PAROLE Queda el recuerdo perdurable de la honradez de un hombre, de su alma leal, de su gran corazn. Esto basta para ase gurarle las simpatas y la pesadumbre de todos. Era un amigo sincero de Francia, y por eso, sin distincin de partidos, los franceses saludan con profundo respeto quien baja la tumba. Espaa l lora en estos momentos la prdida de uno de sus hijos ms ilustres. L CLAIR Espaa pierde un gran ciudadano: al hombre poltico que ms ha hecho por propagar las ideas de justicia y l ibertad. LE MATNI Jams a puesto nadie en duda su pro bidad poltica. Espaa pierde un ma estro de la palabra, aunque no son pre cisamente oradores los que faltan en aquel pas. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) LE FIGARO Es una enorme prdida para Espaa y un da de luto para la humanidad, de la que era apstol ferviente y elocuentsimo, y hombre de gran lealtad poltica y de ex celente corazn. LE GAULOIS Los discursos de Castelar producan honda sensacin, aun sin conocer el idioma castel lano. Cuantos le conocan quedaban maravi l lados de sus grandes talentos, de sus entusiasmos y de la sen cillez de su alma y su desinters. Era un poeta y todo lo haca poticamente, y era un patriota verdadero, gloria de Es paa. LA LIBERT Puede decirse que le gran orador desa parece de la escena del mundo sin dejar un enemigo tras de s. (...) Era un soador de la escuela de 1848, ms terico que realista, la ma nera de Lamartine, cuya prodigiosa elo cuencia posea, con gran capacidad para el trabajo y un gran corazn. (...) Francia saluda en el hombre que desaparece una de las ms nobles figuras de este final de siglo, y recuerda con gra titud que figur en primera fila entre los antiguos fieles inalterables que con serv en la hora de sus inmerecidos re veses. JOURNAL DES DBATS. Castelar fue y seguir siendo el hom bre ilustre ms admirado de Espaa. (...) Realmente era hijo de su patria, quien amaba con todo su corazn y con todos los ardores de su alma generosa. (...) En ese hombre extraordinario ha ba dos almas y dos naturalezas, cuyos contrastes sera imposible enumerar. (...) Vease en l un soador y un hombre de accin; un mstico y un diplomtico; un idealista que sabo reaba con deleite teoras nebulosas, y un hombre prctico en alto grado, cuya penetrante mirada caa plomo sobre la realidad que l contempl en muchas ocasiones abierta y directa mente. (...) Leed sus admirables lecciones en el Ateneo, sus trabajos histricos, su am plia coleccin de discursos parlamenta rios, y encontraris siempre en cada p gina y en cada lnea Castelar, que revive con sus hermosos arrebatos de poeta, su caballeroso culto a Espaa y su fe opti mista indestructible en el avance se cular de la humanidad hacia el ideal de libertad, bondad y justicia. (...) Tal era hace medio siglo en sus pri meros escritos de estudiante. Tal era to dava apenas ocho das h. (...) Por lo mismo, la obra que deja Cas telar no pertenece solamente Espaa. (...) Tambin Francia puede reclamar gran parte de l; Francia, quien l ama ba como su segunda patria, donde hall dos veces refugio en los das del destierro; y cual consideraba como madre de sus ideas. LE TEMPS. Al expirar el siglo XIX se hace prece des por sus ms i lustres hijos imitando al vetusto roble, que se despoja en el otoo de las frondosidades que fueron su gloria y deja caer los florones de su co rona uno uno. (...) Victor Hugo en Francia, Bismarck en Alemania, Gladstone en Inglaterra, Garibaldi en Italia y Castelar en Espaa, se entregan al ltimo sueo despus de encarnar cada uno una poca, una ten dencia y una raza. (...) 235 JOS LUIS BAZN LPEZ Castelar concluy siendo un de sengaado, pero no un renegado un escptico. (...) En el fondo, y pesar de tales con tradicciones aparentes, haba en aquel alma luminosa y ardiente, en aquel hom bre, en aquel la existencia sacudida con tanta rudeza, pero que jams sali de su centro; haba, decimos, una unidad fun damental y un perfecto acuerdo con la bel leza, la verdad y la justicia. PRENSA DE PORTUGAL El da 26 de mayo, en Lisboa, apare ci en todos los peridicos el triste su ceso. Hacemos un resumen de lo ms significativo: Toda la prensa tributa grandes ho menajes la memoria del gran orador D. Emi l io Castelar, y se asocia al dolor de Espaa, que l lora en estos momentos la muerte de uno de sus ms preclaros hijos. En las Cmaras, unidas mayoras y minoras, han acordado participar su sen timiento al Congreso espaol y la fa milia del eminente tribuno. Las sesiones de uno y otro Cuerpo Colegislador han estado consagradas casi por entero al recuerdo del gran patricio espaol, y se han pronunciado discur sos verdaderamente notables. En la Cmara de Diputados han descol lado las peroraciones de los Sres. Ressano, Garcilia, y Juan Arroyo. La de este ltimo, que lleva sangre espaola en las venas, ha sido bril lantsi ma, recordando en bellsima frase las altas dotes de hombre pblico, de literato y de patriota que adornaban al seor Castelar. En la Cmara de los Pares han he cho uso de la palabra los leaders de la mayora y de la minora, y el Presidente del Consejo. 236 DESDE ALEMANIA Berln 27(1,10 maana) Seor Director de E/ Imparcial: Los espaoles hispano-america nos residentes en esta capital, deploran la inesperada muerte del eminente tri buno. Amantes de las glorias espaolas, lloramos hoy la prdida de Castelar. GASTEAZORO, representante de Nica ragua.- SANDOVAL, de Costa Rica. OBARRIO, del Ro de la Plata.- STRUNZ, de Colombia.- CUEVA de Per.- DAZ de Mjico.- CORTEZO y DOMINE, de Espaa.- KAUMAN, de Alemania. SNCHEZ de Guatemala. PRENSA DE GRAN BRETAA THE CHRONICLE. El nombre de Castelar figurar al lado de Lamartine, Bright y Gladstone. THE TIMES Castelar deja la reputacin de verda dero patriota y de perfecto hombre de bien. THE DAILY GRAPHIC Castelar era tal vez el ltimo supervi viente de los grandes oradores europeos. PRENSA DE ITALIA En la Cmara de Diputados, el Sr. Mol menti expres su dolor por la muerte del insigne orador Castelar. Sus palabras fue ron acogidas con grandes aplausos. Los aplausos se repitieron cuando el diputado Sr. Tassi propuso enviar un p same a las Cortes espaolas. A esta ac cin se unieron el Ministro y el presi dente de la Cmara. D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) ESPAOLES DESDE AMRICA Buenos Aires 26 (3,55 tarde) La Asociacin Patritica se hace in trprete de los sentimientos de la colecti vidad espaola, asocindose al duelo que sufre la patria por la irreparable prdida del eminente tribuno, ilustre, estadista y gran espaol Emil io Castelar.- SEGOVIA, Pre sidente.- ARANDA, Secretario. Fueron una lstima los problemas que surgieron como consecuencia de la ineptitud de algunos gobernantes, creemos que no es tuvieron muy bri l lantes a la hora de homena jear a un hombre que defendi la democracia, a un hombre popular capaz de l levar hasta los lugares ms recnditos la esperanza de la libertad individual. Si es verdad, que tuvo, en su tiempo la mala fortuna de vivir una cons tante lucha de pasiones, pero sal i airoso, con la cabeza muy alta y dispuesto siempre, con su oratoria como estandarte, a intentar con seguir un bienestar general. Desde nuestra poca le hemos visto como un personaje inigualable, como el por tador de unas resoluciones objetivas y serenas, que en su momento fue considerado por ami gos y enemigos; un ejemplo claro lo tenemos en el monumento que le erigieron en Madrid e inaugurado el da 6 de julio de 1908, reali zado por el gran escultor Mariano Benl liure y sufragado por suscripcin popular. Otras ciu dades, como Elda, quisieron perpetuar su me moria por medio de una estatua de bronce y ahora que nos acercamos al prximo siglo, seremos capaces se mantener su recuerdo o este personaje tiene la posibilidad de entrar en el olvido Conociendo a Castelar y valorando todas sus luchas en beneficio de nuestro pas, esta mos seguros que su recuerdo vivir eterna mente. 237 PENDICE DOCUMENTAL D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) E En la intensa actividad epistolar que Castelar desarrol l durante toda su vida, se pueden L apreciar muchos de los momentos ms significativos de su bril lante carrera, los rasgos ca ractersticos de sus estados de nimo y muchos de sus proyectos polticos y literarios. Cartas que nos trasmiten la autntica historia espaola, los pensamientos de muchos hombres de estado, unos atisbos de futuro y a veces un patetismo muy real. Podemos comprobar como mezcla su vida pblica con la privada, y aquel los lugares donde su vida va transcurriendo. Adolfo Calza do consigui guardar ms cuatrocientas cartas y noventa y dos telegramas, para ms tarde pu bl icar su Correspondencia de Emilio Castelar que se edit en 1908. El motivo de dar a conocer al lector este elevado nmero de cartas es debido a la necesi dad bsica de comprobar su grandeza, sencillez, ingenuidad, vehemencia y narcisismo. Es co nocer al personaje como si fuera la pelcula de su vida. **************************** Almansa, 8 de Junio de 1862. Querido Rivero: Despus de ocho das de viaje hoy salgo para Valencia y de al l pasar a Mal lorca. No puedo dar a usted una idea del entusiasta recibimiento que he tenido en todas par tes. Excuso decirle que todos los amigos a porfa me han preguntado por usted con una sol ici tud y un entusiasmo que no puedo expresarle. Cada da crecen las simpatas que me tienen es tos pueblos. A Paco le mando un brevsima resea de los innumerables obsequios de que he sido objeto. No dejen ustedes de publ icarla, pues, si no, se resienten con razn nuestros amigos y lo toman a desprecio. Tambin quisiera que si fuese alguna carta de estas poblaciones contndo le elogios excesivos que pondrn, la publiquen. Se quejan todos de que La Discusin nos le hace caso. Repito que debe usted corregir esta falta y encargar en el nuevo arreglo a una persona de la correspondencia de provincias. Para el da designado, y previo el aviso de usted, estar sin falta de vuelta a Madrid a fin de que usted se vaya descansado a tomar baos y a su excursin. La felicito por el magnfico escrito de spl ica en la sentencia de Ruiz Pons. Ha hecho un gran de efecto. Diga usted que me manden La Discusin a Palma de Mal lorca. Aqu pienso prohibir toda clase de obsequios y consagrarme slo al bao y al campo. Estoy materialmente rendido. En los pocos das que Concha est en Aguilas me ruega que se sirva usted enviarle La Discusin para saber con frecuencia de los amigos. Adis; dispnseme usted de la letra y borrones, pues ya sabe que no me ha l lamado Dios por el camino de los escribientes. Conozco que es una gran vergenza no saber escribir, pero ya no tiene remedio. Adis. Suyo. Emilio. **************************** 241 JOS LUIS BAZN LPEZ Cartagena, 2 de Abril de 1863. Queridsimo Rivero: Siento en el alma lo ocurrido con el dichoso esbirro, por que presumo el disgusto que habr usted tenido. Aqu hemos trabajado grandemente y con fruto. La diferencia entre el partido progresista y el democrtico ser notable a nuestro favor. A todos los amigos les he hablado de usted con el entusiasmo que usted conoce en m, cada da ms vivo y ms arraigado. Quiz tengamos otro dis trito ms por esta provincia donde poder trabajar con esperanzas de xito. A Carrasco le escribo para que ponga un suelto sobre mi recibimiento. Nada de elogios a m y grandes al entusiasmo de estos nuestros leales amigos, esto le encargo. El sba do por la noche o el domingo por la maana saldr de aqu para sa. El lunes rea nudar mis trabajos de redaccin. Ya sabe usted cunto le quiere su amigo invariable y admirador entusiasta, Emilio. **************************** Crapera, 24 de Agosto 1873. Mi querido Castelar: Mis amigos y yo no ofrecimos nuestros servicios VV. Porque no los necesi taban. Pero nuestros corazones estn siempre haciendo votos por el triunfo final de la bel la Repblica espaola, que hace la admiracin del mundo. De V. Devotsimo, G. Garibaldi. **************************** Logroo, 27 de Diciembre de 1873. Excmo. Sr. D. Emil io Castelar. Muy seor mo y de mi particular afecto: Faltara un deber de cortesa y al aprecio que V. Me merece si no me apresurase darle, la vez que sus compa eros de Gobierno, las ms expresivas gracias por los trminos benvolos con que en su favorecida del 24 me fel icitan por motivo del aniversario de la batalla de Luchana, de aquel la noche terrible en que al frente de mi ejrcito, sufrido y valiente, como espaol, disciplinado y como tal favorecido por la victoria, me cupo la glo ria de libertar la invicta Bilbao y herir de muerte la causa del absolutismo. Treinta y siete aos han transcurrido desde entonces, y - quin lo dira!- nues tros propios desaciertos han vuelto resucitar una causa que criemos muerta para siempre. De nosotros depende el que no l legue triunfar. Contine V. Por la sen 242 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) da que se ha trazado para hermanar el orden con la libertad, y no dude que alcanzar el aplauso de los buenos y que la Historia le har justicia. As, y slo as, podr ver real izado su ideal. As y slo as, podr contribuir al triunfo de la libertad y ha cer la felicidad de nuestra hoy tan desdichada Patria, nico y desinteresado anhe lo de este veterano, cuya norma de conducta ha sido siempre el cumplimiento de la voluntad nacional. Con el propio entusiasmo, con la misma fe que hace treinta y siete aos, mi corazn, joven como entonces, confa en el triunfo definitivo de la libertad y en la dicha futura del pueblo espaol, por tantos ttulos digno de mejor suerte; y si bien los muchos aos y los achaques propios de mi edad han podido debilitar mi bra zo, mi espritu inquebrantable acompaa mis antiguos compaeros de armas en sus fatigas y triunfos, y hago los votos ms fervientes y sinceros por la unin de cuan tos espaoles de liberales se precien, medio nico, pero seguro, para ver muy lue go desaparecer las nubes que hoy oscurecen el sol de la libertad y esparcen la de solacin y la muerte sobre el suelo de la Patria. Ruego V. Que sea intrprete de estos mis sentimientos para con sus dignos compaeros, y crea en el afecto que le procesa y aprecio en que le tiene s.s.s. y a., Baldomero Espartero. La Duquesa agradece las fel icitaciones de VV. Y me encarga se lo manifieste, saludndolos afectuosamente. **************************** Sr. D. Emil io Castelar. Querido Emi l io: Con satisfaccin indecible leo en una carta que recibo de Rancs lo siguiente: No tiene idea del eco que encuentran en Alemania los discursos de Castelar. Todo el mundo habla de el los y todo el mundo los lee en las infinitas traducciones que se hacen. Muchos peridicos le declaran el primer orador y el primer hombre de estos tiempos. En Viena la edicin de uno de sus discursos fue recogida, pero no por su contenido, sino porque le faltaban los requisitos legales. Un mil ln de enhorabuenas, y, sobre todo, Espaa. Suyo apasionado amigo q.b.s.m., J. de Loranzana. 26 de Junio. **************************** 243 JOS LUIS BAZN LPEZ Madrid, 27 de Enero de 1874. Queridsimo Adolfo: Teniendo tan buenos amigos cono usted, la vida es fcil, y aun placentera, hasta despus de las grandes penas que he sentido y de las gran des catstrofes por que he ltimamente atravesado. Nuestra Repblica, no nuestra Repbl ica, nuestra nacin se perda. La utopa socialista, que algunos haban acariciado, la utopa federal, que yo tambin haba con tribuido a fomentar, destrozaba una Patria, obra de tantos siglos, siempre cara nuestro corazn y nuestra intel igencia. Yo comprend que era necesario lanzarlo todo la sima donde la Nacin desaparecera: palabras, nombre, reputacin, la vida, la honra, si hasta ese ltimo supremo sacrificio nos demandaba nuestra Espa a; que no deba, no morir entre nuestras manos. No haba ejrcito, y lo reclut; no haba discipl ina, y la restablec. No haba orden, y lo fund, No haba Patria, y ya tenemos Patria. De lo dems no me curo. Si esta reaccin hubiera venido despus de las or gas de Jul io y Agosto, salta sobre la Repblica. Despus de cuatro meses de gobierno, se ha detenido ante la Repbl ica, y algunas veces acaricio la esperanza de salvar la Repbl ica. Mucho hemos hablado contra los tiranos; pero hay algo peor que los tiranos, los demagogos. Aquel los matan la libertad; stos la matan y la deshonran. Yo estoy decidido defender la l ibertad, la Repblica, la democracia; pero tambin decidido combatir la intransigencia, la demagogia, el social ismo. Cunto me acuerdo de Gustavo! Cunto deseo echar con l un prrafo en Saint-Cloud, viendo lo lejos el ocano de Pars! En cuanto V., qu le dir Si alguna vez le necesito, me aprovechar de sus ofrecimientos. Sabe que le quiere, Emilio Castelar. **************************** Madrid, 19 de Junio de 1874. Sr. D. Adolfo Calzado. Querido amigo mo: Le ruego que haga V., cuanto antes pueda, por buscarle alguna colocacin, donde se gane tranquilamente la modesta subsistencia de un emi grado, nuestro joven compatriota D. Alberto Araus que le presentar esta carta. En el lo tendrn ocasin sus elevados sentimientos de hacer bien, y su amigo de agra decerle una nueva muestra de aprecio. Queda siempre suyo amigo afectsimo, Emilio Castelar. **************************** 244 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Madrid, 9 de Enero de 1875. Queridsimo Adolfo: Ah te mando 4.000 francos, que anotars como impor te de mi trabajo durante un ao en la Nueva Amrica, de Buenos Aires. Aunque to dava no me han mandado los americanos todo el dinero que me deben, creo no recibir ahora en algn tiempo, y, por consiguiente, continuar, ya est aqu, ya est en el extranjero, librando mensualmente contra ti el dinero que necesite, reserva de mandarte el dinero que reciba. Bueno fuera que hicieses un estadil lo del dinero recibido por m y cursado por m, de los gastos, fin de tenerlo la vista, porque me han pasado tantas cosas que he perdido la memoria, y no quisiera jams perjudicarte en nada. Harto haces, que merced ti, no estoy ahora pendiente siempre de los correos de Amrica, que me hacan pasar de la abundancia los apuros con brusqusimos cambios. Por fin se perpetr la grande infamia. La restauracin ha venido y con la Res tauracin toda suerte de males sobre nuestra Patria sin ventura. Yo dejo esto para trasladarme Ginebra y decir la verdad de cuanto he hecho a toda Europa. Es de necesidad. Luego me trasladar a Pars, haciendo venir Concha y Tono una mo desta casita de Passy de Auteuil. Si me escribieras pronto aun recibira aqu la car ta. Escrbeme. Sabes que te quiere, Emilio. **************************** Madrid, 5 de Febrero de 1875. Querido Adolfo: El da 8 de Enero te mand 4.000 francos en letra de Ro I land contra Babel. Como nada has contestado del recibo de esa cantidad, hoy te mando la segunda, por si acaso no recibiste no cobraste la primera. Hoy 5 de Fe brero he librado contra ti 3.000 francos, por casa de Tutau, tres das vista. Supongo que l levars cuenta exacta de todo, pues ya sabes cun descuidado soy, y no quisiera perjudicarte lo ms mnimo. Vuelvo repetirte mi cuenta: cuan do tengo te entrego dinero, y cuando lo necesito lo tomo de tu casa. Voy dejar este infierno; y en cuanto pase por Ginebra, donde pienso escribir un Manifiesto la Na cin, me refugiar en Pars. Ya te ir escribiendo de todas las estaciones donde me pare algunos das. Sabes cuanto te quiere tu invariable Emilio. **************************** Queridsimo Pulido: mil enhorabuenas. Lleg usted ayer a la elocuencia, y a la elocuencia subl ime. Se necesita mucho para conmoverme a m, atento siempre al ar tificio de la frase y me conmovi usted con la fuerza de mi sentimiento sincero caldeado en los ardores de una fantasa luminosa y calorsima. Mil enhorabuenas. Y vamos a otra cosa. Concha y yo pensamos ver a usted en su casa esta tarde. Pero el temor de que 245 JOS LUIS BAZN LPEZ enferme, agitndose hoy viernes, da de recepcin, hacemos remitir a otro el cumpli miento de tal ceremonia. Pero Concha y yo le rogamos a usted, que sin pararse de nin gn modo en el lo, se sirvan venir hoy a comer con nosotros la seora ( c.p.b.) y usted, los ricos turrones enviados de Alicante, a donde haremos otra excursin. No admiti mos excusa y le rogamos a usted que nos enve por el dador la conformidad. **************************** Hoy Lunes. Queridsimo Doctor: estoy reido a muerte, como usted sabe, con el Globo, y no puedo enviarles, ni pedirles cosa ninguna. Pero aqu no tenemos prensa democrtica, cuando se ha dejado pasar sin mencionarla esa carta de B lasco en el Fgaro de primero de ao, la cual se presta, como usted ver, maravillosa mente a un horrible ataque, as contra la Corte de D 2 Mara Cristina como con tra la vuelta de D. Antonio Cnovas. B lasco es el pensionado de la Reina y el vo cero de Cnovas en Pars. Vea usted inmediatamente a los de El Liberal y dga les que no tienen ojos en la cara, ni tinta en la pluma, sino aprovechan esa oca sin maravi l losa de levantar la l iebre sobre tan grave asunto. No diga usted que yo le he escrito esta carta, ocltelo con reserva de verdadero estadista. Pues mu vales con todo su influjo personal a que aprovechen una pieza puesta de tal modo a tiro. Que me desempee con su talento y habi l idad habituales una co misin como sta. Deme cuenta. Suyo en el alma. Emilio Castelar. **************************** CARTA BI-AUTGRAFA DE CASTELAR A SAGASTA Mi querido Pul ido: no puedo creer que vote usted a los conservadores, hagan cuanto quieran los fusionistas. Querido Castelar: Sera una falta poltica Me dicen que Briones Que llevara usted sobre sus Y Pul ido diputados Espaldas toda la vida. Le Provinciales van Advierto anticipadamente A votar a Esteban Mi reprobacin a un acto, 246 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Col lantes como Sena Que no podra explicarse Dor,lo cual puede De ninguna manera, y en l Producir la derro Cual no quiero me coja responsa Ta de la Candida Bilidad de ningn gnero. Bien es Tura liberal. Verdad que no puedo creer haga Si hubiera candida Usted tal cosa. Suyo, Emilio Castelar. Tura posibilista comprendera Que no votase la liberal; pero No teniendo candidato no Comprendo cmo ayudan a ningn Conservador. Se lo advierto a usted por si quiere Hacerles alguna indicacin Lo que agradecer de veras Su apasionado Sagasta. Febrero, 14. **************************** Madrid, 15 de Febrero de 1 875. Queridsimo Adolfo: he recibido tu carta y he recibido la cuenta, que guardo. Me he detenido algn tiempo ms de lo que pensaba causa de mis com promisos editoriales. No quiero irme sin dejar arregladas y concluidas algunas co sas que tengo en publicacin. Pero, crelo, me asfixia la atmsfera de Madrid. Esta Restauracin me ha herido en lo ms hondo del corazn. Veo en ella, no sola mente una gran desgracia, sino tambin una gran deshonra para nuestra Patria. Y desde que desterraron Zorrilla, Izquierdo, Lagunero, francamente, no puedo vi vir aqu. Saldr definitivamente para fines de Febrero y me encaminar de aqu Marsel la, y de Marsel la Ginebra, para escribir al l una Memoria sobre mi polti ca en la oposicin y en el Gobierno, memoria que no podra publicar en Pars sin comprometer gravemente mi residencia definitiva en esa capital. No puedes imaginarte en qu psima situacin nos encontramos. Haban di cho que D. Alfonso sera la paz, y ha resultado la guerra agravada. Haban dicho que sera la reconci l iacin de todos los partidos, y es el encono y la exacerbacin de todos los odios. Adis. Tuyo. Emilio. **************************** 247 JOS LUIS BAZN LPEZ Madrid. 13 de Abril de 1875. Querido Adolfo: Salgo hoy de Madrid. Tengo ya el pie en el estribo y no po dr escribirte ms de cuatro palabras. Te remito adjunta una letra por valor de 4.527 francos. Asintame esa canti dad mi favor en la cuenta que me l levas y en concepto de atrasos cobrados de mis correspondencias la Confederacin Argentina. Deseo verte. Ahora voy Roma. Despus pasar Suiza y ms tarde quiz nos veamos en Pars. Es siempre tuyo. Emilio Castelar. **************************** Marsel la, 17 de Abri l de 1875 Querido Adolfo: Llegu ayer y te puse un parte. Al mismo tiempo que esta car ta recibirs otra de Madrid, puesta en el correo a mi sal ida mi salida, con 4.5oo y tantos francos, ocho das vista, que apuntars en mi cuenta. No voy esa capital, porque, deseoso de esquivarme un poco la vida pol tica, no encontrara el necesario descanso en esa baranda. Me embarqu en Cartagena, he arribado Marsella, despus de una trave sa incomparable, y me dirijo Roma, despus de descansar algn par de das en Florencia. De Roma, cuando el calor me eche, ir a Npoles, que es mucho ms fresco, y al l vivir hasta fines de Junio. Desde Npoles, donde vendrn al gunos amigos de Madrid, ir a Mi ln, en busca de fresco y en espera de Concha que me acompaar a Tarasp. Y desde Tarasp nos iremos Pars, con nimo de pasar en vuestra compaa el invierno. Los l ibros mos, toda la coleccin, te l legar fines de Abril, pues con la pereza espaola han tardado en encuader narlos. Dirgeme todas las cartas que tengas Roma, hotel de Europa, Plaza de Espaa. Adis. Tuyo. Emilio **************************** Etretat, 27 de Agosto de 1875. Querido Adolfo: Empecemos por lo ms enojoso, por los asuntos de cuartos. Tu banquero habr recibido 4.700 y tantos reales de la casa de Tutau, segn carta de mi habi l itado que tengo la vista. He mandado 1.000 reales mi prima Zamora. Rugote que, adems de esto, entregue 4.500 reales mi secretario D. Guillermo So lier, el cual tiene encargo mo de pagar casa, librero, sastre y algunos piquillos de deu 248 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) da con ese dinero. Escrbele tu banquero y escrbele al Sr. Solier, Serrano, 66, Ma drid, para que pase recoger ese dinero. He recibido de Mara 1.000 francos, que con 500 que t me entregaste, hacen 1.500 recibidos en Etretat. primeros de mes te mandar la certificacin para el Cnsul y recibos para que me cobren en Madrid 4.000 reales de El Globito, 1.000 de La Ilustracin y 2.700 de mi cesanta. Por ms que le rogu tu buena Mara que me dejara los gastos de la casa, en vuestra ausencia, no quiso acceder ello, y por consiguiente, con el dinero que tengo me sobrar para los cortos gastos de aqu hasta que tengamos que pagar la pensin. Me marean los asuntos de dinero y quisiera vivir del aire. Los nios muy bue nos de salud y de carcter. La pequea tiene una pasin por su padrino, y en cuan to yo me presento, no hay medio de que vaya otros brazos. Rosario discurre como una seora mayor y llora menos que antes. Liln cada da saca una nuevo mo nera. lvaro es el ms inquieto, pero tambin me parece para tu fortuna el ms in tel igente. Atormenta alguna vez sus hermanas; pero en cuanto le dirijo la menor advertencia, se pone colorado como una amapola y obediente como un doctrino. Ahora hemos encontrado una mina, las bolas de cristal, con las cuales juegan y se entretienen, haciendo yo una distribucin equitativa, que consiste en dar los ma yores las ms gordas y los menores las ms vistosas. Ayer y hoy no se han baa do, aunque Alvarito, que tosa el jueves, ha dejado de toser completamente. El tiempo est hermoso y maana vamos al Havre, fin de ensearle Toms su grandioso puerto. Los nios quedarn muy bien cuidados por Manuela y Mariana y tendrn burros y carricoche tirado por un burro. Veo lo mal que van los negocios, y siento no poder auxiliarte ms que con mis pobres consejos. Pero no necesito decirte que, en cualquier ocasin y trance de la vida, cuanto yo pudiera tener lo partira contigo y con tus hijos. Una buena salud, una buena voluntad y una grande honradez, como t tienes, pueden superarlo todo y rehacer cien fortunas. El 2 de Enero cre yo que se haban cerrado para m todos los horizontes y me anegu en mares de lgrimas y de hiel. Despus se abrie ron nuevos y ms dilatados. Procedamos bien, y no ha de faltarnos una larga co secha de bienes. Dime cuanto suceda, pues me tienes inquietsimo. Y fin de distraerte, hablarte de mis confabulaciones para casar C. Con un brasileito, que andan cada vez mejor. Yo que tengo poca vocacin de casado, con cluyo por casar todos mis amigos. Cas Paco Canalejas, cas Toms Salvany, le he buscado una novia rica G.S., y ahora voy casar C. Su ausencia me des concierta un poco, pero no me desespera por completo. El pobre es un poco ton to, pero en cambio muy bueno. La Seo no se toma. Para que te enteres de cmo se piensa en Espaa, ah te man do una carta de Paco Canalejas, sel lada, como todo cuanto l escribe, con la mar ca de su inmenso talento. Te quiere de todas veras tu fraternal y afectsimo. Emilio. **************************** 249 JOS LUIS BAZN LPEZ Madrid, 23 de Marzo de 1876. Querido Adolfo: He necesitado mucho tiempo para arreglar mi casa, mi estancia y mi posicin en Madrid. Por eso he tardado en escribirte, aunque creyendo siempre en tu bondad para perdonarme este largo silencio. Ya sabes la inundacin de gentes que sucede una larga ausencia y la inmensidad de trabajo que requiere una nueva instalacin.. En Madrid me gusta muchsimo la clara luz, que le da al cielo una incomparable nitidez no vista ni en Venecia ni en Roma. Desde la mesa en que escribo, la vista se sumerge arrobada en el fondo De horizontes maravil losos. Pero aqu da punto y final todo cuanto pueda ad mirarse. pesar de la paz, la soberbia imperiosa de los que mandan, cada da ms cie ga; la indoci lidad inquieta de los que obedecen, cada da ms patente. De una dicta dura sin lmites nos precipitaremos en una revolucin sin fondo. Ya sabes cun gran de es mi paciencia y cun decidida mi resolucin de no promover confl ictos. Pues me han hecho lo siguiente desde que llegu a Espaa: 1 2 . Me falsificaron el acta. 2 2 . Me detuvieron en Barcelona. 3 2 . Me obligaron al juramento. 4 2 . Me amenazaron con he rir mi inviolabil idad parlamentaria. 5 2 . Recogieron mi ltimo discurso, que publicaba ntegro El Solfeo, cerrando por tres meses la imprenta y prendiendo los expendedo res y repartidores. Adems, el Sr. Cnovas ha pronunciado un discurso violentsimo , dando la razn contra m Figueras, Salmern y P Margal l. Yo, pesar de todo esto, no saldr, por nada ni por nadie, de mi paso acompa sado. Har todo cuanto est en mi mano por unir al concepto de la democracia mo derna la idea de un gobierno estable. Ah te mando el discurso tal y como sali de mis labios. Oylo la Cmara con la atencin, con la religiosidad, con el afecto, con el respeto con que me oan las Cmaras ms republicanas. Y en verdad, necesit de toda mi habilidad, de toda, para pronunciar durante cua tro horas seguidas, sin una interrupcin, sin una muestra de desagrado, sin un cam pani llazo, sin la menor incomodidad, esa tesis ma, de que la Restauracin nos l leva las revoluciones, y de que lo ms conservador hubiera sido mantener la Repblica. Cuando Cnovas vi que durante cuatro horas se sostena esa tesis sin promo ver un murmul lo, crey or los pasos del Comendador, crey or la Repbl ica que avanzaba hacia su banco. De aqu su implacable ira. Mas yo, tan bueno de salud: por que hme propuesto dar todas las pesadumbres imaginables y no tomar ninguna. Mucho siento el estado de nuestro pas; pero me consuela pensar que hice cuan to pude para evitarlo, y que no es ma la responsabilidad, sino de tantos insensatos como nos han perdido. Tambin sal del 3 de Enero y del discurso de Pava, cual yo espe raba, sin ninguna sombra, sin la ms leve mancha, porque proceder bien es llegar siempre al puerto. Por este mismo correo, y quiz con esta misma carta, recibirs mi discurso ntegro. Voy darte una jaqueca. Voy mandrtelo traducido al francs desde aqu, para que lo veas con cuidado, lo corrijas con esmero, y tirando en un fol letito 400 500 ejemplares, lo mandes de mi parte los amigos de toda Europa. Los asuntos econmicos mos van mal, causa de una falta irremediable: de la falta de tiempo. Las gentes no comprendern jams el sacrificio que yo hago yendo a 250 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) la Cmara. El mes de Enero, con preparativos de viaje, no pude hacer nada. El mes de Febrero, con el viaje, nada, y me gast 20.000 reales de extraordinario, en traer la fa milia hasta aqu. El mes de Marzo, nada, por los trabajos parlamentarios. El mes de Abril, tampoco podr hacer nada, pues necesito estudiar dos discursos: uno sobre la Cons titucin y el otro sobre la libertad religiosa. En el mes de Mayo, me pasar lo mismo. Tendr que trabajar como un negro en los meses menos propios para el trabajo, en el mes de Junio, Jul io, Agosto y Septiembre. Pero Qu remedio Si yo tuviera dos aos de descanso, tendra un ro de oro. Ponle puertas al campo, y dile los espaoles que te dejen algunos das en paz. Im posible, imposible, imposible. As es que ignoro por donde voy sal ir, aunque afor tunadamente recoger algunos cuartos de las cuartillas atrasadas, y algunos regazos de lo que todava me debe por las ltimas cartas el New-York Herald, y algn dinerillo por un tomo que pienso hacer con este ttulo: Primeros y ltimos discursos de Emilio Cas telar. **************************** Sr. D. Emi l io Castelar. Querido Emi l io: Con satisfaccin indecible leo una carta que recibo de Ran cs lo siguiente: No tienes idea del eco que encuentran en Alemania los discursos de Caste lar: Todo el mundo habla de el los **************************** Madrid, 17 de Octubre de 1876. Querido Adolfo: Dispnsame que no haya podido escribirte. Se empe Con cha en ir por los pueblos de la provincia al icantina, al regreso, y la baranda de vi sitas, de banquetes, de fiestas creci tanto, que nos dejaban todos los das como maltrechos y sin nimo para coger la pluma. Pero he llegado Madrid, y despus del descanso que exigen las incomodi dades del viaje, te escribo para reiterarte mi inalterable amistad, y para decirte con qu gusto ira pasar vuestro lado un mesecil lo en ese Pars incomparable. Ayer pensaba escribirte; pero visitas de la mayor importancia haban venido ocupndome toda la tarde. la hora del correo, precipitadamente, empaquet con esmero los dos vol menes que acabo de publ icar, despus de haberle puesto al de artes una dedicatoria para Mara y al de poltica una dedicatoria para ti. Ayer tambin pude escribirle nuestro amigo Varagnac y, copiado de un re sumen de un libro escrito por Morayta sobre mi persona y mi vida, mandarle los da tos que me peda, todos, como debes suponer, de una escrupulosa exactitud. Ausente Tono y enfermo mi escribiente, fu yo mismo el copista, y todo lo temo de mi psima letra. As es, que si algunas palabras te consulta, leselas con 251 JOS LUIS BAZN LPEZ claridad t, que descifras los jeroglficos de mi intrincadsima escritura, y perdo na este gal icismo. Ya que hablamos de los amigos, dgote que el cargo de G. Me ha asombrado. Perceme, que yo no entiendo de mundo que por servir una Emperatriz, vie ja ya y decadente, se ha cortado toda carrera y ha perdido todo el porvenir en Francia. Con franqueza te digo que su nueva posicin no me gusta nada ni favorece su carcter. As es el mundo. cada paso salta el gazapo. Y cuando ms vivo, ms veo. Y en cuanto ms veo, ser flojedad moral si quieres, pero ms tolerante soy con las debi l idades humanas. La traduccin del discurso la tengo por magistral y por magistral la impre sin. Qu diferencia de ese gusto seversimo al gusto de los ingleses, los cuales con el retrato, los crculos, las dedicatorias y los dems cascabeles, han hecho de la pu bl icacin un verdadero mamarracho! Difcil es hacer una l ista que sea completa, dadas mis numerosas relaciones en Pars. Mas voy intentar el ponerte aqu los prin cipales amigos, y luego Dios dir: Thiers; Mignet; Vctor Hugo; Ernesto Renan; Ju l io Sandeau; Legouv; Jul io Simn; Julio Favre; Ernesto Picard; Princesa Troubezkoi; Alejandro Wei l l; Mad. Dussautoy; Cernuschi; Jourdan; M. Y Mad. Durand, que vi ven al l, en el Arco de la Estrel la, y en la misma casa que Sickles; monsieur y Mad. Sickles; Mr. Washburne, ministro de los Estados Unidos; Varagac; Hbrard re dactor en jefe de Le Temps; Edmundo About; Schoerer, el judio que fue ministro de Justicia en la Repbl ica; Gambetta; Julio Ferry; Mr. Sabatier, pastor protestante, de cuyas seas te darn noticias en nuestra casa de la Avenida del Gran Ejrcito, y otros que te ir comunicando. Es tuyo siempre, Emilio. **************************** Madrid, 12 de Diciembre de 1876. Excmo. Sr. D. Emi l io Castelar. Mi respetabissimo amigo: Canalejas haba de pronunciar un breve discurso ne crolgico en honra de Bretn, en la solemnidad que se ha de celebrar, dedicada al insigne poeta, el domingo 21 del corriente, en el palacio del Senado. Canalejas no puede hacernos ese favor. Me han dicho que escribe V. Un artculo consagrado tam bin Bretn, aunque no para ese da. Perdneme V. La imprudencia de pregun tarle si le sera posible decir cuatro palabras en la funcin del Senado, en elogio de quien fue muchos aos mi jefe. Es de V. Siempre afectsimo s.s.,q.s.m.b., Juan Eugenio Hartzenbusch. **************************** 252 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Madrid, 1 8 de Diciembre de 1877. Querido Adolfo: Tono te mand la letrita para el guaja del Sr. T., y otra letrita de Mjico para que la cobraras ah por mi orden, causa de encontrarme con aquel los vmitos que tanto me alarman y que sufro con resignacin tan heroica. Ayer los tuve espantosos y hoy me encuentro como el ms sano y el mejor de los mor tales. Necesito que Vctor Hugo d la publ icacin de su libro otro editor, al que edi ta mi Fray Fil ippo Lippi. Si no pudiera conseguirse eso, dile si pudiera arreglarse que se publ icara el libro traducido en La Academia, peridico ilustrado de primer orden, y en el cual podra publicarse con los grabados del gran peridico ingls que ha tenido esa publicacin para ilustrarlo en sus columnas. Con que una noche te vayas casa de Hugo y veas Meu rica, todo se compone y arregla. Vamos ahora la poltica. Solucin admirable. Es la que yo propona, la que yo deseaba: una intel igencia del Mariscal con las izquierdas, para que este ao se celebre una Exposicin superior las del Imperio y el ao 80 una renovacin pa cfica y constitucional de la Presidencia. El Ministerio, por su personal, es inmejorable. Bardoux, Marcre, representan los impulsos y las impaciencias generosas de la juventud; Dufaure, el freno y la com pensacin de la edad madura; todos, la vida de Francia. Ahora lo indispensable es sostenerlo toda costa y auxi liarlo con toda suerte de auxil ios. Ese Gobierno debe permanecer tal como es hasta el ao 80. Si la derecha lo derribara, la poltica po dra ir ms all de la izquierda. Si lo derribara la izquierda, podra ir la poltica ms al l de la derecha. sta y no otra es la situacin. Marcre le puse un parte, al cual me respon di inmediatamente con una genti l respuesta que habrs visto en los peridicos. Girandin le he fel icitado tambin, pues las once y media de la noche recib un par te suyo dndome noticia de la victoria. Djele que as como su pluma haba con tribuido salvar la democracia en su combate, contribuira ahora moderarla en su victoria. Est muy exagerado, exageraciones inconvenientes en su edad y en su historia. Ahora la Repbl ica no tiene ms enemigo temible que los republ icanos im pacientes. Las ltimas chucheras salen de provincias y llegarn dentro de dos das. Ha ced un almuerzo espaol. Fred las morcillas, asad las longanizas, hervid las pata tas de Mlaga, coced los blancos de Elda, desgranad las granadas; reunid todo esto el turrn, y luego preguntad dnde se quedan Chevet y Compaa. Si vieras qu sol, qu cielo, qu alegra, qu aire tan picante, qu clima tan delicioso!. Tuyo. Emilio. **************************** 253 JOS LUIS BAZN LPEZ Madrid, 19 de Diciembre de 1877. Querido Adolfo: Con sta recibirs otras dos cartas. Una de mi editor, perso na de gran valer y de reconocida probidad. Desea emprender por su cuenta la pu blicacin de Historia de un crimen. T vers lo que en este asunto puede conseguirse. La otra es de nuestro antiguo amigo Pne Siefert, Pne dAst, como t quieras. Desea que le nombren Perfecto, y puesto que Gambetta es hoy omnipotente, dselo, y veamos si los deseos del buen dAst tienen realizacin fcil. Nada ms. Tuyo siempre. Emilio. **************************** Madrid, 19 de Diciembre de 1877. Querido Adolfo: Si t escribes, cosa que por todo extremo me complace, ya ves que yo contest y contesto en el acto. Que las Cortes espaolas no fueron nombradas de Real orden, bien clara mente queda demostrado con mi presencia en el Congreso. Para refrescar tu me moria, aadir que las elecciones que dieron vida la actual representacin nacional, se verificaron segn las prescripciones de las leyes anteriores al advenimiento de D. Alfonso, es decir, por sufragio universal. Cnovas no quiso hacer en este punto in novacin ninguna. El sufragio restringido es obra de las Cortes presentes. As es que las primeras elecciones que por este sistema se verifiquen, despus de 1868, sern las futuras. Creo que con esto queda dirimida la contienda suscitada en tu escritorio. Tuyo siempre. Emilio. **************************** Versalles, 30 de marzo de 1878. Habis unido, oh grande orador, a mi libro una pgina monumental. Con ver dadera emocin le vuestro magnfico prefacio, donde a porfa compiten el escri tor y el estadista. Escribs la Historia con vuestra pluma como la llenis con vues tros hechos, altamente. En vos late el alma de Espaa. Confo en que pronto nos ve amos. Ya sabis cuanto os quiero, y cuan de corazn saludo vuestros nobilsimos talentos. Victor Hugo. **************************** 254 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Roncal, 20 de Agosto de 1885. Sr. D. Emilio Castelar. Mi querido amigo: Recib su telegrama, que agradezco mucho. El domin go 16 devolv los contratos al Sr. Michelena, porque es de todo punto imposible terminar negocios teatrales ninguna fecha en pases infestados por el clera. Lo mismo he contestado la Empresa del Liceo de Barcelona, que se encuentra en el mismo caso, y no puede ser de otro modo, el clera es caso de fuerza ma yor y nadie puede responder a las consecuencias que pueden sobrevenir. Adems, ese seor tiene tiempo de sobra, porque no podr abrir el teatro lo menos hasta Noviembre, y toda vez que no me gusta hacer temporadas en teras en el mismo teatro, me da tiempo para distribuir mi gusto la del prximo invierno. Crame V., D. Emi l io, no es por la antipata que tengo ese seor que no firmo, ni le prometo nada, sino por el clera, slo por el clera, y mientras no se vaya no puedo hacer nada; todo lo que me sea posible lo har por agradar le y con mucho gusto, pero necesito tiempo. Muchas expresiones Concha, Tono, etc, etc, y V. Disponga de su verda dero amigo, Julin Gayarre. **************************** Madrid, 4 de Septiembre. Mi siempre querido Emilio: He recibido su tierna carta, dndome el psa me por la muerte de la mujer de Leandro. Este se haya en Gijn desconsolado, y hoy me escribe para que le diga V. Que h ledo su carta con enterneci miento y gratitud.. No he contestado a V. Antes, porque se me ha muerto despus una sobrina ma quien quera mucho, pues era hija de un cuado que hizo con migo las veces de padre. Esta vida no es ms que un desfile de muertos. Veo, por su carta, que desconfa V. del porvenir de este pobre pas. Efecti vamente, no somos antropfagos, pero poco nos falta. Sin embargo, no deja de haber alguna grandeza en que nos matemos gratis, y no por el egosmo de co mernos los unos los otros. Le mando a V. Esa muestra de la polmica krausista. Lo que le probar V. Que lo que pasa en el orden fsico sucede en el moral. Y que los que no nos ma tamos pualadas, nos destrozamos epigramas. Siempre la guerra. Pero en fin, no es la guerra interesada de matarse para comerse. Aqu todos buenos, y acordndonos mucho de V. Guil lermina sigue sien do una santa. Benita la vemos ahora poco, porque ya se nos han acabado los lutos, y el la es como los pjaros de mar, que slo aparece en los das de tempestad, para consolar los nufragos. La ltima vez que la vi me encarg que le dijese 255 JOS LUIS BAZN LPEZ V. Que se venga por aqu, donde todos le queremos, y donde la elevacin de su corazn y de su inteligencia le tienen encima de las miserias de los partidos para que todos le admiren y respeten. Concha, que la quiero muy fraternalmente. Tonico, que lea ese artculo, ya que V. Probablemente no podr hacerlo. Es el ms constante admirador de su talento y de sus virtudes, Campoamor. **************************** Madrid, 20 de Marzo de 1886. Mi querido Eusebio: desde que V. Se fue la ltima vez, han pasado por m tan tas contrariedades, que me han puesta casi fuera del mundo y en compaa de los muertos, pesar del ruido que acompaa siempre al nombre de uno, por desgra cia. Primeramente sucedironse unas atrs varias indisposiciones que, sin gravedad ninguna, causaban molestias verdaderas, y me traan de un mal humor endiabla do. Jornalero, Como V., ni en los das de fsica enfermedad puedo prescindir del trabajo; y esta condicin fatal de mi vida se lleva, con el tiempo, el humor. Despus, la muerte de Tono y su terrible enfermedad nos ha afl igido con aflic ciones amargusimas. Hijo menor de la hermana menor de mi madre, lo haba mos criado nosotros y me idolatraba como a un padre. Yndose para siempre, se ha llevado consigo la tercera parte de nuestra familia y me ha de un modo increble agravado el quehacer diario, falto de su colaboracin y de su auxi l io, importan tsimos en materia de cartas. La pena de Concha no tiene lmites. Lo bautiz, y le guardaba un especial afecto. Hla tenido en cama, y con las relaciones nues tras, di latadas por el mundo, no quiero decirle cmo los psames y duelos me ha brn trado de ocupado. Pregntele a Jos Luis, y le dir que habindome hace meses dirigido cartas, no ha visto contestacin ma por sus ojos hasta ayer. Ade ms, en el asunto que me encargo, como deseaba tanto complacerle, no quera decirle nada sino cuando pudiera ser favorable. Por desgracia, debo al fin escri birle y despus de haber atravesado Espaa y sus colonias en busca de un distri to, decirle cmo ha sido imposible de toda imposibi l idad de encontrarlo. Fjese V. Bien, amigo mo, en lo que ha pasado con mis amigos en las Cortes. Fuimos dos en la primera Cmara de la Restauracin; en la segunda fuimos seis sola mente; fuimos diez en la tercera, y en la ltima retrogradamos tres. Como V. Com prende, al darse tan corto nmero, la casi totalidad tiene sus distritos antiguos, y con dificultad se hal la uno que otro nuevo. Pero en estas elecciones la tal dificultad ha crecido de punto. El partido progresista sale de su retraimiento, y nos lleva dos distritos, antes nuestros, como Valencia y Alcira, por donde sacamos Olas en otras elecciones. Sagasta le ha cogido un miedo cerval la Repbl ica, y pone obs tculos todos los republ icanos como le digo a Jos Luis en carta escrita lti mamente. Luego, ha cado una nube de candidatos sobre todas las regiones ; que 256 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) hacen imposible lucha ninguna para partido tan mermado en las listas como el partido republ icano. Creo que no traer los diez trados las segundas Cortes de Sagasta. Con decirle V. Que Moret no trae arriba de cinco amigos suyos; que Mar tos no trae quince; que los izquierdistas sern tres cuatro; que Pepe Canalejas no tiene an distrito, a pesar de ser segundo en la fraccin martista, y que no es tn seguros de venir ni Salmern, ni P Margall, le digo V. Bastante. As he ido como desalado de puerta en puerta buscando un distrito para V., y no he podi do hal larlo. Husme que los literatos les guardaban ciertos puestos olmpicos en las colonias, y fui a pedirlo, en nombre de las letras para V., que descuel la por SU ingenio tan gal lardamente, hoy, as en la Prensa como en el Teatro. Pero dij ronme, al or su nombre, que guardaban esas sinecuras para literatos poco mili tantes en poltica, cual Sel ls Galds. Pero V., zorrillista, segn ellos me dec an; V. Republ icano, V. Militante, V. No poda ser tal lado en el mrmol de Paros, guardado para hombres menos belicosos y ms serenos. Por este largusimo relato vendr en conocimiento de las dificultades que me han sal ido al paso, y no extraar mi silencio, guardado hasta poder darle una de finitiva respuesta. Me parece que si V. Me ha escrito muchas cartas, yo en una sola me desquito y le pago con creces las suyas. Hay una supersticin ah, como aqu, la cual conviene en honor a la verdad. No es cierto que las oposiciones ven gan del Gobierno cual se cree generalmente, ni que los distritos se parezcan los tornos de la Inclusa, donde se pone al primer invenido. Yo no fui diputado has ta el 69, la edad de treinta y seis aos, y Martos la edad de cuarenta. Estas Cor tes, y ya ver V. La exactitud matemtica de mis juicios, son para los dos partidos que acaban: para el partido conservador y para el partido fusionista, por tener el primero la administracin municipal y provincial, mientras el segundo la admi nistracin pblica. Pero este segundo habr de darnos, y pronto, el sufragio uni versal, pues le ser imposible retardar el cumplimiento de tal promesa. Y para en tonces, que podr tener distritos, y muchos, le ofrezco uno de los nuevos, pues de los viejos, ya ocupados, crea V. Que ha sido imposible, y mucho ms con la poltica de Sagasta, inclinada por completo los conservadores, de los cuales ven drn 60 ortodoxos, y no cuento los que pueda traer Romero Robledo. Me pare ce que la carta pide punto, y se lo pongo, repitindome su admirador y amigo, que tanto y tan de veras le quiere y le estima, Emilio Castelar. **************************** Madrid, 8 de Mayo de 1886. Mi querido Adolfo: Siento de todo corazn tu enfermedad y me atrevo ro garte que veas, en esos centros de la ciencia, doctores capaces de darte preserva tivos los cuales debas librar la confianza de que tamaos ataques no puedan re petirse. Me parece bien que vengas, pero no con detrimento de tus intereses. Re serva para ms tarde tu viaje, si alguna operacin te detuviera en Pars. Envote la 257 JOS LUIS BAZN LPEZ carta de gracias para nuestro buen amigo Freycinet. Dile que si l legan a cumplirse mis propsitos, le ver con espacio este Octubre cercano, el cual pienso acompa aros un par de quincenas ah en Pars, fin de orientarme antes de la campaa par lamentaria decisiva, que debo comenzar principios de invierno. Los libros que deseo me traigas, redcense estos; Memorias de un catedr tico ginebrino, el cual creo que se llamaba Amiel. En la Librera Nueva del Bou le vard hay un seor que te dar, con estos confusos informes, razn del deseado li bro, y te lo buscar en seguida. No sali Ladiko, por quien trabaj como por nin guno de mis candidatos. Para que veas cunto entra en estas cosas la suerte. Mucho te quiere tu invariable y afectsimo Emilio. **************************** San Sebastin, 26 de septiembre de 1886. Querido Moreno: Llego en el expreso martes y saldr jueves para mi viaje a Pa rs. Dgaselo a Troyano, Cel leruelo, Vicente, los amigos ms ntimos, pero que no lo publ iquen, pues difcilmente podra volverme con tantas visitas como suelen abru marme ah. Acabo de leer una carta de Celleruelo medianamente y me maravilla la tranquil idad con que habla del cumplimiento de la frmula y del plan de los ministros como si desde la madrugada nefastsima del ltimo lunes aqu no se hubiera cam biado todo tan radicalmente como se cambi en la madrugada del 3 de enero y del 29 de diciembre. Todo eso de que las tropas se sublevaran y no los paisanos est bien para los expedientes de partido, no significa nada en la poltica real y de lgi ca inflexibles, procedimientos que siguen las naciones. Desde la noche del veinte nos hal lamos en plena guerra civil y se impondr la poltica de guerra. No volveremos a ver la libertad en Espaa. Viene una Repblica, en la cual slo habr vctimas y ver dugos. La dictadura de la cobarda y de la barbarie. Tal es nuestro porvenir. Emilio. **************************** Pars, 9 de octubre de 1886. Querido Moreno: desde la noche del jueves, en que llegu, hasta el medioda de hoy, sbado, en que trazo estos renglones, las visitas no me han permitido repo so alguno, y se necesita mi cabeza de bronce y mi cabeza de Krup para pensar y de cir cuanto he dicho y pensado. Le mando tres artculos sobre Bulgaria, que creo in teresantes a los lectores ahora, pues apena la ignorancia de los extraos sucesos en esa nuestra patria. Todos los propsitos de cal lar me los ha llevado el viento. No hay medio humano de resistir a tantas visitas e interrogaciones. Lo tengo por imposible. Los peridicos reaccionarios se aprovecharon de alguna falta de expresin o descui 258 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) do en el artculo de El Globo y quisieron echarme sobre las espaldas toda la prensa de Pars, diciendo que yo la calificaba de mentirosa sin excepcin. Vuelva usted a leer el artculo y encontrar fundadsima la maniobra, por falta de claridad en la expresin. Lo que aseverado respecto del tipo menchetesco de los reporteros era una justicia seca, dicho respecto de toda la prensa parisiense y francesa sin atenuante alguno, como El Globo lo trajo, es una temeridad tremenda en vsperas de llegar a un pueblo republicano y amigo. Perdneme la inmodestia, pero no hay en todo el continente seis personas cuyas palabras se recojan como mas, a pesar del estado nacional nuestro, y precisa proceder en todo lo referente a m con extrema prudencia. Esos artculos que le man do, en opinin ma, deben reproducirse con las rectificaciones puestas al margen. Son artculos de apostolado y propaganda que sirven mucho a nuestra causa y se parecen a los discursos de verano. Yo los publicara todos; ustedes, como siempre, harn lo ms til al peridico y a m. Intil ocultarle que sin ver a Zorril la, ni siquiera consentir que me vea, s cuan to sucede y se habla en la calle, muy prxima de la ma, donde reside. Y se dice lo que usted leer con asombro. A principios de verano, 184 sargentos de Madrid se di rigieron a Salmern prometindole sublevarse. Acept el filsofo de pega la criminal oferta y se puso a conspirar de lo l indo. Adelantada su conspiracin, la comunic a Zorri l la, quien le mand una l ista de los elementos por l reunidos, pero previnin dole que no aprobara jams el tomar la iniciativa en Madrid, donde un golpe en vano destruira toda la conspiracin y frustrara los trabajos de tantos meses. El gran filsofo no hizo caso al gran conspirador y se puso a tejer la urdimbre. Zorrilla quera que un general se pusiese al frente. Salmern escogi a Villacampa, por enemigo de Zorri l la, con quien estaba muy disgustado, y prescindiendo de los generales propuestos. Algo de esto me pareci entrever en la jaqueca que me dio el (ilegible) don Emilio Prie to, durante mi almuerzo de Angulema, contndome particularidades varias de la in tentona suicida. El furor de Zorril la contra Salmern exceda a cuanto pueda pensar se. Durante los minutos de angustia pasados entre los desvelos del remordimiento, so la murmurar el nombre de Tablada y decir que daba su campaa revolucionaria en tera y su poltica futura por la cabeza de sus comprometidos. Tambin hablaba de so meterse a nuestro proceder y programa sin condiciones, l lamndonos los nicos re publ icanos de juicio. Si hubiera sido posible urdir un contrato sobre la vida de tan tos infelices, crea usted que se hubiera entregado. Ayer ya respiraba de otra suerte. Ni aprenden ni escarmientan; son siempre los mismos. Reirn en privado y se abraza ran en pbl ico. Diciendo las unos infamias horribles de los otros, quedarn juntos has ta el da en que, llegados al Gobierno, sus celos precipiten la patria en el abismo y la Repblica en el deshonor. De todas suertes conviene recordarles la promesa dada de respeto a la legalidad y sostener cada da con ms vigor nuestros principios y nues tros procedimientos. Ya sabe usted que esta carta es tambin para Eleuterio, Celleruelo, Troyano, Vicentn, Pacheco, Martnez Alvarado y dems amigos. Suyo. Emilio Castelar. **************************** 259 JOS LUIS BAZN LPEZ Pars, 11 de noviembre de 1886. 64, A. Bois de Boulogne. Querido Moreno: Creo que mi presencia no urge ah. Ya sabe usted el voto que hice la madrugada clebre de no atacar al partido liberal en el Gobierno, y ya sabe tambin cmo cumplo mis votos polticos, bastante mejor de lo que cumplan los frai les nuestros sus votos monrquicos, quiero decir monsticos. As es que cumplir mi propsito de no hallarme ah hasta principios del prximo diciembre, pues me hallo resuelto a callarme como en tiempo de Ruiz Zorrilla. He hablado aqu por tanto ex tremo y con tal fecundidad, as en pbl ico cual en privado, que me creo con algn derecho al silencio y al descanso este invierno. Ventura lleva mis instrucciones para senadores y diputados, mientras Gil Berges tendr que ir a Madrid si quiere que yo le arregle aqu cuestin tan pel iaguda y difcil como su dichoso ferrocarril de Canfranc y el indulto de nuestro segundo gran elector Lapetra. Las tres cosas nicas de algn pel igro para nosotros, la inteligencia entre los dos malagueos, la persistencia de una coal icin entre los republicanos revolucionarios, el aplazamiento de las reformas polticas, estas tres cosas llegarn a disiparse por s mismas y sin necesidad alguna de tocarlas, a guisa de aquellas partes del enfermo que se caan por su propio naturalis mo mal . Adems est el pandero, nuestro verdadero instrumento ahora El Globo, en tales manos, que no ha menester ni el auxilio de La Tribuna. Ventura y yo almorza mos ayer en el caf y casi todo el almuerzo se redujo al elogio de ustedes. Ah les man do nuevos retratos, aunque ignoro si recibieron ustedes los mandados en otra ocasin. Podra remitirlos de todos los tamaos y suertes, pero los mando iguales para evitar celos. Qu Pars! Imposible, ni la imaginacin ms creadora podra decir lo que Pa rs hace conmigo. Desde los tiempos de Franklin, jams se ha visto cosa igual, y como aquel trajo la Repblica de los americanos a Francia, se cree aqu por todos que yo les traigo las alianzas latinas. Y me parecen que aciertan. Ah le mando varios pe ridicos. El cuento de Jul io Simn sobre el reportero que tom a Zorrilla por Caste lar se ha reproducido en toda la prensa. Los artculos italianos y portugueses sobre alian zas latinas hay que reproducirlos. El prrafo de una revista de tanta importancia y tan por extremo conservadora como la Revista Britnica no tiene precio. Debe reprodu cirse tambin el artculo de La Democracia, de Oporto, peridico que nos hacia dao en Portugal por sus propensiones zorrillescas y que ahora se ha pasado por completo al castelarismo. He visto en el mundo pocas escenas tan tiernas como la fies ta de los poetas meridionales anoche. Haba para perder la cabeza de vanidad y so berbia si no la tuviera yo tan firme sobre los hombros, Qu himnos! Qu poesas! Qu cnticos en coro! Qu discursos a nuestra Espaa! Qu aclamaciones a las alian zas latinas! Mis protestas calurosas al separatismo cataln y provenzal encendieron una tempestad verdadera de loco entusiasmo. La poesa y la juventud meridionales me han pagado mi heleno -latinismo con un entusiasmo sin lmites. Hay que darles gra cias, pues hubo un brindis a El Globo de un diputado republ icano. Tuyo de corazn. Emilio **************************** 260 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Pars, 13 de noviembre 1886. 64, avenue du Bois de Boulogne. Querido Moreno: Comoquiera que hoy tendr un poco de vagar, pinsome ir a comer con Ventura en el Continental y darle mis instrucciones definitivas respecto del proceder a seguir en las primeras sesiones del Parlamento. Me tienen indigna dsimo los procederes del papanatas Sagasta conmigo en la prensa, no porque ti ren a disminuir cosa tan patente como el entusiasmo de Pars por m, sino porque tiran a desconsiderar la nacin y a imaginarse que quien ha hecho por el progreso universal en toda la tierra desde hace treinta y dos aos lo que yo he hecho, y quien ha escrito lo que yo he escrito, y quien ha hablado de lo que yo he hablado, poda pasar como un Ferreras por este suelo de la civilizacin universal sin ser ad vertido porque es un espaol. Ya sabe usted mis sentimientos patrioteros y lo deploro, no por m, por mi patria. Va el texto semioficial de los brindis y telegramas que creo debe usted publ icar en su total idad, anunciando al mismo tiempo la publ icacin del discurso que saldr de aqu el prximo lunes, y podr usted publicarlo para el jue ves, atenindose, por Dios, a las instrucciones que irn adjuntas y que le ruego siga con la mayor escrupulosidad posible. Tendr banquete de la juventud republicana y me propongo pronunciar un discurso que levante ampollas a derecha e izquier da. Con el Gobierno, grande neutral idad, pero de ninguna manera hosti l neutrali dad armada. Suyo. Emilio. **************************** Pars, 15 de noviembre de 1886. Querido Moreno: El horror que me caus la carta de marras a la Petite Repu blique, por sus innumerables erratas, hame, obl igado, bien contra mi voluntad, al retardar el envo de mi discurso y a copiarlo escrupulosamente por mano ajena en la ms lmpida letra posible. No hay corrector ni regente capaces de sacarnos un texto l impio y poner mis escritos de una manera legible, no obstante los sumos cuidados que ustedes todos, y muy especialmente usted y Troyano, se toman por la pureza y correccin del texto. Ciertos modismos contemporneos sacados de las cien cias modernas no entran en la cabeza de nuestros correctores y regentes. Deci mos el medio cambiante para expresar, por ejemplo, aquel lo que nutre y determi na la permanencia de una especie, y nos ponen el medio ambiente, sustituyendo una gran verdad cientfica con un contrasentido vergonzoso. Cuide usted, pues, que mi discurso, cuya reproduccin me ha costado enorme trabajo, salga bien corregido, pues en los periodos ms intrincados un mero punto y coma decide por completo todo su organismo. Rugole tambin que sea servido darlo pronto a las cajas y en viarle una prueba completa y entera a El Imparcial para que lo publique, si lo de sea, el da mismo que El Globo. Sin El Imparcial, este magnfico viaje, tan contra riado por intransigentes y monrquicos, hubiera quedado referido solamente por El 261 JOS LUIS BAZN LPEZ Globo. Dando las noticias al mismo, y a veces con mayor encarecimiento que no sotros. El Imparcial nos ha prestado un gran servicio y es necesario agradecrselo. Regularmente para l no tendr el inters que para nosotros el texto y el discurso. Pero eso es cuenta suya y no ma. Si quiere lo publ icar y lo dejar si no quiere. Mas precisa enviarselo, tanto ms cuanto que yo le he prometido en mis cartas a Mellado ah, as como en mis conversaciones al corresponsal aqu. Ventura llegar el da mis mo que llegue esta carta. Lleva mis instrucciones, excuso repetirlas. Vayan ustedes a verlo y rugueles a Eleuterio, Celleruelo y dems amigos de una y otra Cmara que hagan lo mismo. El entusiasmo con que soy acogido en dondequiera que me he pre sentado no tiene lmites. Dentro de unos das ir el discurso relativo a la cuestin armenia, que hoy he telegrafiado. Ms tarde ir otro discurso poltico. Y por ltimo ir el discurso pronunciado en la gran reunin de la Sociedad Hispanoamericana, que promete ser la ms bril lante fiesta celebrada en Pars hace tiempo, pues irn se oras y tirarn, como saben hacerlo nuestros compatriotas de al lende los mares, la casa por la ventana para chafar la guitarra a todos los extranjeros. Y habremos de mostrado que representamos en el mundo las grandes causas y habr visto Espaa lo que es un republ icano como yo en esta incomparable capital de la Humanidad. Suyo siempre afectsimo, Emilio Castelar. Postdata: Que salga el jueves sin falta el discurso y envelo a El Imparcial sin falta. **************************** (La carta que a continuacin transcribimos fue encontrada por Carmen Llor ca, sin fecha ni direccin, posiblemente dirigida a un periodista que haba dado unas noticias falsas sobre Castelar. Pudo ocurrir que no fuera enviada.) Particular. Reservada. Muy seor mo: El artculo publ icado por usted hace das ha suscitado muchos comentarios en la prensa y tenido declaraciones tanto de la derecha como de la iz quierda que le convendra mucho a usted apreciar, prestndome a m, al mismo tiem po, y grande y verdadero servicio. As como el artculo, tan l isonjero para mi per sona, de usted en el domingo ltimo, por el cual rendidamente le doy las gracias, no fue sugerido ni de lejos inspirado por m, pues ni siquiera tengo el honor de co nocer a usted personalmente, quisiera que las rectificaciones indispensables que daran tambin como obra suya y no como sugestin ma, por lo cual he puesto a la cabeza estas dos indicaciones de particular y reservada. Copio a usted el telegrama publ icado en Le Matin de hoy para que pueda convencerse de la importancia que ha tomado la cuestin en Espaa. Mucho le agra decera que usted dijese cmo no he pronunciado yo discurso ninguno en Pars, ni de poltica espaola ni de poltica francesa. Cuando los reporteros de varios peridicos europeos me han preguntado, les he respondido con arreglo a mis convicciones. Yo 262 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) no hago campaa ninguna en Pars a favor de la Repblica francesa, que no lo necesita, y a Pars he venido a descansar un poco del mucho trabajo que me tomo por la Repblica espaola en la misma Espaa. Pero yo tengo fe viva en la forma republicana y ya saben cmo la esperanza es compaera inseparable de la fe. Di cen los peridicos ministeriales que no se cumplir nada de lo que yo anuncio. Y como yo he anunciado solamente que se cumplir el programa del seor Sagasta, entre cuyas principales ideas se halla el sufragio universal, quiere decir que no se cumplir el programa del seor Sagasta, en lo que yo podra pasar por mal profe ta, pero el seor Sagasta pasara por hombre sin palabra, en cuya alternativa no ha bra descrdito para mi persona y para mi partido, mientras lo habra muy grande para la persona y para el partido de Sagasta. Que se halle decidido el seor Sagasta a favor de la monarqua nadie lo ha puesto en duda; pero la mayor decisin humana, por mucho que valga, no puede impedir el cumplimiento de leyes necesarias. De cidido estaba 011ivier a salvar el Imperio y no pudo salvarlo. Es muy extrao que los peridicos ministeriales de Espaa se maravillen de que no repita en mis con fidencias de Pars lo mismo que digo a voces todos los das en la tribuna de Madrid, sin que me l lame al orden el presidente, y es a saber: Cmo la Repblica se impo ne por necesidad a Espaa.. la poltica reaccionaria de Cnovas traer la Repbli ca lo ms pronto, pero por la violencia y por la revolucin, que yo detesto; mien tras la poltica de Sagasta la traer ms tarde, pero por los medios legales, en que yo confo y espero. Cnovas nos dara la Repblica ms pronto por medio de una coalicin que se formara en cuanto llegase al Poder: Sagasta, en vez de acercar la Repbl ica, la aleja mucho, pero yo prefiero una Repblica lejana, pero normal, a una Repblica prxima, pero intransigente y roja. He ah todo. Tambin es muy ex trao que digan los peridicos sagastinos cmo la Repblica nos l levara dere chamente a la barbarie. La primera Repblica nos llev al seor Sagasta. En los dos aos que dur esta forma de gobierno, durante once meses mandamos los repu bl icanos y durante trece mand el seor Sagasta. Por consecuencia si la Repbli ca trae la barbarie, le toca mucho de esa barbarie al seor Sagasta, la mayor par te. Ah! Es bien extrao que haya podido yo el otoo anterior predicar la Rep blica en seis provincias espaolas bajo un ministerio de Cnovas, con el cual estaba en una guerra implacable, sin alarmar a los diarios ministeriales de ahora; y no pueda hoy decir confidencialmente a mis amigos del todo el continente europeo que quiero la Repbl ica y confi en su victoria. Pues lo mismo dir siempre. Los com bates asestados contra m por los rganos del seor Sagasta no lograrn que yo cambie respecto de l mi poltica de benevolencia y de concurso. Como l no cambie de programa, yo no cambiar de proceder. Si usted quisiese poner en su es tilo claro y parisiense, iluminndolo con su ingenio tico, estas palabras, sin decir que yo las he inspirado, sino que usted las deduce de cuanto sabe de m, yo se lo agradecera mucho, Y despus de leer su artculo ir a demostrarle mi gratitud y mi estima en que tengo sus talentos. **************************** 263 JOS LUIS BAZN LPEZ Madrid, 7 de Enero de 1887. Querido Adolfo: Gracias por la dil igencia con que habis publicado mi art culo, pero no est bien traducido. Procurar mandarlo con la traduccin hecha de aqu otra vez. La carta de hoy no tiene ms objeto que remitirte los turrones y ro garte los distribuyas de la siguiente suerte: Mad. Floquet le mandas la caja de to ledano mazapn, que l leva su nombre, y la mitad por mitad, as de los turrones como de las peladi l las. Ya le escribo dicindole que lo mandars t. Aquel los son turro nes de Al icante, los que van en las cajas grandes, y turrones de Jijona los que van en las cajas pequeas. Te quedas para tu casa la cajita de mazapn que dedico Mara, con la mitad completa de los turrones y de las peladillas, la caja de man darinas, las limas y las granadas. Mad. Peyrebrune le mandas la caja de puro ma zapn que l leva su nombre solamente, y es lo prometido por m. Quisiera que vieses, por lo menos, Mad. Floquet, dama de mrito sumo, bien superior su marido, y le preguntaras por mi carta, que va escrita en castel lano, y se la tradujeras, caso de no haberla entendido, pues ya sabes cmo ignoran ah el castel lano. De aqu nada. Escapronse unos seis sargentos de las prisiones mil itares, lo cual prueba cmo se hal la el Ejrcito. La disolucin del zorrillismo, completa. Mathet mis mo lo ha dejado en una epstola, que se asemeja de suyo la epstola de un suici da. Salmern, excomulgado. Azcrate pronunciando un discurso posibi l ista en Len. Muro y los dems, fugitivos. La Asamblea progresista consumar el da 8 la separacin irreconcil iable de los dos bandos. Becerra se le ha trado todos los Co mits de Lpez Domnguez la benevolencia con Sagasta. El Ministerio cada da ms resuelto favor de nuestro programa. Ya se cansa el partido conservador de su actitud, y una incl inacin hacia las intransigencias de su parte traer el Gobierno de nuestro lado. Cada vez me hal lo ms contento de nuestro estado poltico. Te quiere... Emilio. **************************** Madrid, 4 de Julio de 1889. Mi querido seor Guyot: Gracias mil por el cuidado y la puntualidad con que V. Inserta mis cartas en su autorizado peridico. Mas, como en toda obra que co mienza las dificultades cada instante saltan, mi fraternal amigo Adolfo Calzado, diputado Cortes, y tan conocedor del francs como del castellano, le har por en cargo mo varias observaciones sobre traduccin, que espero V. Atienda. Muy agradecido, se repite de V. Siempre amigo y colega. Emilio Castelar. **************************** 264 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Madrid, 15 de Jul io de 1889. Querido Adolfo: Mando esas cuartil las para que las traduzcas y las lleves Rei nach el da mismo en que las recibas. Dile Reinach le ponga una cabecita de su fructfera cosecha, diciendo que un espaol muy patriota le habla en esos trminos, para que pueda distinguirse del boulangismo francs la historia militar espaola y la intervencin de nuestros militares en la poltica; los cuales nunca jams aspira ron la dictadura y nunca jams combatieron las Cortes. Con este motivo, puedes poner empeo en que recuerde Reinach lo inolvidable; que si la continua intervencin de nuestro Ejrcito en la poltica espaola es frecuente, nunca se ha perdido, nunca, el rgimen parlamentario sus golpes; ese rgimen cada vez ms pujante. Rugale que hable algo de las virtudes mil itares del Ejrcito espaol: que convienen tales palabras, as la presente Repblica francesa como la futu ra Repbl ica espaola. Haz esto. Tuyo. Emilio Castelar. **************************** Las Navas, 30 de Jul io de 1889. Querido Adolfo: te maravi l lar mi continua peregrinacin por los alrededores de Madrid. Pues no vas creerlo. Voy de ceca en meca, huyendo de vosotros. La idea de ver a Mara y las chicas, sin que la pobre Concha me acompae, no pue do remediarlo, me horroriza, y retraso cuanto es dable su irremisible realizacin. Cuando cmo la cuidaron en su penltima enfermedad, y cmo la dieron vida con sus cariosas atenciones y su dil igencia en acogerla y servirla, l lor gritos y sol lozos como en la noche que se muri. No hablemos de todo esto. No veo las le tras detrs de las lgrimas. Luego, hay dos das espantosos muy cerca. Es uno, el san to de Mara; es otro mi cumpleaos. Yo me conozco y os conozco; no hara ms que amargarlos. Vamos, hasta el 10 de Septiembre no podemos vernos. Para tal fecha, yo me presentar dondequiera que vosotros estis, en San Sebastin, en Pars, en la China, y si los deberes polticos no lo impiden, yo me pasar medio ao segui do en vuestra casa y junto vosotros. Pero ahora no tengo valor de veros, no lo ten go, por lo mucho que os amo, por lo mucho que os amaba mi querida muerta. Co menc hace una hora la carta, y no hago ms que dejarla y tomarla, reprimiendo mi l loro, fin de que Carlos Medinaceli, vecino mo de cuarto, no me oiga gemir. No me aguardes hasta el 10 de Septiembre, pues pienso pasar el 8 de viaje hacia dondequiera que vosotros estis. Vamos la cuestin econmica. Habl con D. Venancio y con Baer en La Granja. Me volv luego desde Segovia con D. Venancio en el coche de los Minis tros hasta Villalba, y tuve tres horas de conversacin. Yo no veo que tenga em prstito alguno la vista, ni con Rothschild ni con nadie. Vivir como pueda. Con llevar el Tesoro cual Dios le d entender, y no pasar de ah. El Banco, por su par te, buscar expedientes hasta que logre aumentar capital y emisin, para lo que ne cesita de las Cortes. El Consejo que anteayer da El Correo al Banco de disminuir el 265 JOS LUIS BAZN LPEZ descuento, me parece cocido en las oficinas de Hacienda. Las economas nuevas hanse decretado, no para el alivio de nuestras cargas dentro, para el restableci miento de nuestro crdito fuera. D. Venancio quiere abrir pronto las Cortes, poner Vega Armijo de Presiden te, recabar en una votacin que se destinen cuatro horas diarias la ley del sufra gio y leyes del Tesoro. Debo aadirte que tiene fe viva en la conversin y en el impuesto sobre uti lidades. He ah cuanto s. Comer con l y Baer viernes prximo y te comunicar mis impresiones. La Duquesa no sabe como agasajarme. La posesin de su compaa parece un paraso. Tuyo, Emilio. **************************** Madrid, 4 de Enero de 1 893. Querido Adolfo: Ms vale tarde que nunca. Debo decirte cmo los liberales me han cado encima del crneo guisa de teja, partindolo en mil fragmentos. La posicin de Gambetta, cuando no era nada oficialmente y tena que ocurrir todo, es mi posicin personal, con una diferencia, que nuestro amigo tena todos los destinos su disposicin, porque sus ahijados le tenan causa de su poder mate rial y de su mayora dcil, mientras yo tengo el poder y la mayora en manos del Sr. Sagasta y no puedo disponer de cosa alguna. Pero el tiempo me lo quitan como si fuera Presidente y cobrara. Quitndome as el tiempo, calculo que me ha costado 20.000 reales el Gobierno l iberal en este mes de Diciembre, y anuncio que, si as continua, me costar la ruina total y no podr levantar cabeza nunca, y tendrn que enterrarme de limos na, y morir insolvente, cosa que no me hace maldita de Dios la gracia, teniendo, como tengo, en mis l ibros un ro de oro: 1.600 volmenes me quedan de los 8.000 tirados de mi Historia del Descubrimiento de Amrica. Me creo, pues, una casa de liquidacin, y en cuanto los amigos del alma os coloque por cualquier camino y de cualquier modo en el futuro Parlamento, pien so venirme mi del iciosa bibl ioteca del cuarto tercero, donde respiro, escribindote, un aire pursimo, y descubro la cordillera nevada reverberando un cielo y un Sol dig nos de nuestra madre Grecia, el cual me inspira una compasin sin lmites de los que vivs, pedazos de mi alma, en ese Pars, en la capital del Sena y del Pana m.Qu asco! Cunto canalla! No s cmo podis vivir en ese inmundo cenagal, compuesto por excrementos de viejas chismosas y dignos de los poemas zolbicos. He jurado no volver Pars tras lo sucedido. Entre mis trabajos de Hrcules no ha sido el menor encontrare un distrito. Ya lo tengo, s D. Venancio no me falta. Es Almansa, de cuyos electores dispone Sn chez Villora, nuestro amigo de Jorquera, el cual te ser conocido por habernos acompaado durante todo el duelo de nuestra Concha. 266 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) En cuanto Gamazo, habrs de hal larle muy dispuesto al bien. Curado de su persticiones respecto del impuesto sobre la renta, y con algunas utopas como el ataque la contribucin de consumos, ataque incomprensible, del cual tambin le haremos desistir, pues se reduce una simple supersticin proteccionista y un ilu sorio cambio del mercado exterior en el mercado interior para los vinos. Ya le ha blars cuanto quieras. Emilio. **************************** Madrid, 1 6 de Enero de 1893. Querido Adolfo: El Sr. Sol, nuestro amigo, te llevar el distrito de Tremp, uno de los mejores de Espaa, pues lo tuvo Madoz muchsimos aos y nunca se lo pudo arrancar la reaccin. Vete al nmero 11, palco platea de la Comedia, donde os aguardamos los dos el doctor y yo para la primera de Galds. Ya sabes cunto te quiere, tu invariable afectsimo. Emilio **************************** La Corua, 1 3 de Agosto de 1893. (Granja de Meirs) Sr. D. Emilio Castelar. Si no escribo ni doy seales de vida ( respetando sus tareas y hasta l lorando sus retraimientos polticos), no crea por eso, admirado amigo de mi alma, que soy des memoriada, ni que me estremezco de orgullo al leer mi nombre estampado por esa pluma, con elogios debidos al cario, pero suficientes reanimar el espritu de la escritora. Aqu, cada vez que pensamos en remplazar con un Pazo nuevo y decoroso la viejsima y mal dispuesta vivienda en que pasamos el verano, nos sirve de estmu lo, antes que la propia comodidad, la esperanza de que l legue el da en que podamos recibir el favor de que V. La consagre con su presencia y la deje sealada con el ms glorioso recuerdo. Aquel da ( alba notanda la pillo) ser memorable para la casa y para sus due as, y ms si V. Cumple sus halageas ofertas de estarse quince veinte das ale jado ( lo posible) del ruido, trabajando y sin que le quite tiempo nuestra presencia ms que las horas en que la sociabilidad pide compaa. Nuestros planes y pla nos tienen todos este sentido: llegar poseer un Pazo donde haya estado Castelar!. Si estos propsitos fuesen extensivos al Dr. M ( entre parntesis), nos habamos lucido. Le tenemos una legua, y aun no hemos logrado, pesar de invitaciones 267 JOS LUIS BAZN LPEZ corteses, echarle la vista encima. Qu idilio, qu diablura nos le robara Dara algo bueno por ver el gesto que V. Har al leer este prrafo y or los comentarios sabrosos que ha de ponerle. Su retirada de V., sea estratgica no, me ha sabido quina, rejalgar y acbar. fe que estamos, como el jndalo de Santander, para ir perdiendo paolitos de seda. Y fe que nuestra situacin nacional es como para que nos den de alta los gran des mdicos. Usted sabr y esto se comprende- si personalmente acierta: yo des de afuera, no me resigno. Y me l lamo legin. Mi madre enva V. El ms amante saludo. Yo soy suya de todas veras. Emilia Pardo Bazn. **************************** ( De Alejandro Pidal Castelar.- Confidencial) Mi querido amigo: Aunque vengo de la Junta central de or las lucubraciones de su amigo Nicols y voy al Congreso escuchar los razonamientos de su amigo de V. D. Gumersindo, abrevio el almuerzo para contestar lo ms precisamente po sible su carta de V. Cnovas, irritado con la conducta dbil de Sagasta, que despus de todo lo con venido con l y de ser Sagasta casi el autor de la ley de tarifas de ferrocarri les, por no saber ejercer su autoridad en el descompuesto partido liberal y por no querer sus traerse la direccin de la minora republicana, est haciendo todo lo contrario de lo que ofreci, haciendo el papel ms triste que ha hecho jams jefe de partido al guno, jura y perjura (Cnovas) que no cerrar las Cortes hasta sacar las leyes con venidas, hasta que nadie dude en Espaa y en el extranjero que si no salen aho ra no es por culpa suya, miedo al calor ni sacrificios imposibles de la mayora, sino porque Sagasta falta su palabra, hace obstruccin y se deja dirigir por los re publicanos, poniendo ( hoy por hoy) por lmite su tentativa todo el mes de Julio (Cnovas). No s lo que ante esta resolucin harn las oposiciones, pues Azcrate obstru ye sosteniendo que jams ser obstruccionista, y Sagasta, lamentando lo que pasa por las simpatas que pierde en Bilbao, Catalua, Asturias, etctera, etc., no se siente con fuerzas para resolver nada, y slo trabaja para que el Gobierno suspenda las sesiones, fin de poder luego echarle la culpa, porque cerr cuando se iban sacar las leyes. Por todo esto, que sustancial y compendiosamente le apunto, creo que aun du rarn las Cortes bastantes das, no ser que el calor creciente liquide las oposi ciones y la mayora, pues Cnovas est decidido que se vea que los males eco nmicos que van venir no deben pesar sobre l, sino sobre el obstruccionismo de las oposiciones, y stas no parecen dispuestas no dejar que se entre en el orden del da. As pues, mi opinin es que hasta fines de Julio tendremos sesiones, Cnovas ha decidido que se puede ir la Corte San Sebastin, como antes se fue Aranjuez, y seguir las Cortes abiertas. 268 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) He dado leer su carta de V. Z, que est muy contento de lo que usted dice, y pierda V. Cuidado respecto los reporters, porque yo no veo ninguno. Perdone V. La letra; le escribo escape y entre un abejorreo imposible de este enjambre de diputados que me asedian y marean. La envidia V., que est lejos de este horno, su afectsimo amigo. Alejandro. **************************** San Sebastin, 13 de Agosto de 1895. Querido Adolfo: En verdad tienes razn para quejarte de mi si lencio; pero yo tengo medios tambin de atenuar el fundamento de tus quejas con slo recordar te lo atareado de mi vida y la mana, en m crnica, de no escribir nunca si no acier to escribir largo. Debo dirigirte una pregunta para mi gobierno: Te conviene no ser diputa do en las prximas Cortes Quieres ir no al prximo Congreso De tu respuesta dependen mis combinaciones. No me gastes retrica. Dime s no como Cristo nos ensea, sin distingos, sin reservas, sin atenuaciones. Ya sabes cunta franqueza rei na entre nosotros y cmo debes hablarme cual si hablases tu propia conciencia. Yo cada da ms atareado. Sacar de pobre pluma espaola, esgrimida por una mano fatigadsima por los sesenta y dos aos, 6.000 duros anuales para mi vida y mi hogar, con otros 6.000 para tapar agujeros y satisfacer atrasos, es un problema que slo resolvera mi tenacidad. Aqu mismo, en la Villa Triana, me pongo de seis doce al trabajo por la maana, y de tres seis por la tarde, sin levantar cabeza. Y lo mismo pienso hacer en todas mis excursiones, trabajar nueve horas dia rias diez. propsito de excursiones, realic la ofrecida para enterarme del nio Tapias: un model ito de buenos estudiantes, como su padre lo era de hombres buenos y justos. Y ahora te voy comunicar mis planes hasta Diciembre, mes en que pienso volver Madrid, pues aquel la vida, por los pretendientes y las visitas y las impor tunidades, se me hace cada da ms insoportable. Pasar todo el mes de Agosto en San Sebastin. Ir la quinta de Salvany todo el mes de Septiembre. Ir casa de Puig, en Esparraguera, todo el mes de Octubre. Desde Barcelona, en Octubre, me dirigir a Pars, acompaado de J. Y C., para estar los seis das de la fiesta del Ins tituto l indos y morondos. Ya sabes la tristeza que ahora me da Pars. Yo me ir vivir contigo dondequieras ests. De Pars pensamos ir Londres, en cumplimiento de una palabra dada Tood hace mucho tiempo; yo estar en casa del visitante. Pensamos estar de incgnito y consagrarnos unos diez das consecutivos ver y estudiar la gran ciudad, con todo lo principal en ella notable. Si puedes acompaarnos, mucho nos alegraramos. Luego mediados de No viembre, tomaremos el camino del Mediterrneo, volviendo por Barcelona, Va lencia, Elche y Sax, Murcia y Crdoba, para irnos, hasta muy entrado Diciembre, la casa de nuestro amigo D. Regino Ayala, en la sierra. 269 JOS LUIS BAZN LPEZ Ya tienes todo el programa, que no cambiar sin que algn caso de fuerza ma yor me obl igue al cambio. De poltica no s qu decirte. Public la Revue Politique mi artculo, que mete aqu un ruido de todos los demonios, por lo referente la Regencia. Me pa garon el artculo muy bien y me lo tradujeron muy mal. Nuestros imbciles amigos han colocado las cosas de suerte que, Cnovas sal va hoy Cuba, en cuyo caso se queda el Gobierno hasta la consumacin de los tiem pos, pierde Cuba, en cuyo caso el demonio se l leva la Regencia, Monarqua, par tidos gobernantes, Martnez Campos, todo, todo, todo. El esfuerzo hecho es tan ma ravilloso que debe, como espaoles, ufanamos. Cunto herosmo! Aun hay Patria. Tuyo. Emilio. **************************** 10 de Enero de 1896. Querido Adolfo: La salud continua inalterable, segn la dejaste. Continua el hormigueo de la mano, pero sin adelantar ni retroceder. Yo he tomado tres disposi ciones nicas: la primera, salir dos horas paseo todas las tardes; la segunda, no co mer por las noches cosa mayor, ni mezclar vinos en las comidas, y la tercera, retirarme dormir despus de las once y media, sin trabajar por la noche. Creo que con esto la salud continuar como siempre. Y cuando he pasado sesenta y tres anualidades com pletas de robustez inquebrantable, no hay qu clamar, ni creer que ha nacido uno, res pecto enfermedades, con un bill de indemnidad expedido por la Providencia. Los peridicos han armado una terrible contra Martnez Campos. Pero yo creo el remplazo suyo imposible. Creo ms, creo que no hay partido separatista en Cuba, y que si aqu van el Gobierno y la poltica con un poco de sentido comn, all no puede acabar aquello en catstrofe. Lo peor de estos das ha sido la mala suer te del doctor M., quien le ha tocado la china de ir Cuba. En cambio, el chifla do de Berthelot me ha puesto a nivel de F., hacindome Comendador, despus de haberle yo renunciado el gran Cordn al bueno de Spuller y Ferry. Heme redo, y me propongo olvidarlo, para que no tomen soberbia la renuncia. Tuyo.. Emilio. **************************** Hoy sbado. Querido Adolfo: Un da sin verte! Vente hoy comer y al palco de la pera. Oirs la Pinker. Yo, forzado de Echegaray, escribiendo su discurso, para complacer El Imparcial. Habrs visto suerte ms perral. Tuyo del alma. Emilio. **************************** 270 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Hoy sbado. Querido Adolfo. Tienes razn. Vale ms escribir diario que no ponerse tra zar mamotretos como el comenzado por m hace quince das y que no he podido concluir todava. Respecto de El Globo, no teniendo t ahora medios de comprar lo, y no encontrando resuelto nuestro amigo Hilario en una operacin como esta, he hecho que lo compre Toms Abad, el amigo potentado de Novelda, que es como si fuera yo mismo, y que nos lo ceder por muy poco dinero, y lo podremos tener en propiedad directa cuando se nos antoje. Ahora lo organizaremos nuestro gus to y luego podris venir, bien lvaro, bien t, regentarlo. El libro va cada da mejor, y, en combinacin con otros cosas, podra tambin constituir esta serie de publicaciones otro elemento de fortuna. El viaje no pasar de Toledo hasta que t puedas venir en mi compaa. La Duquesa de Santoa quisiera encargar la venta de sus objetos preciossimos, en Pars, una casa de confianza y crdito: hay maravillas. De poltica, te mando mi artculo de hoy, publicado por toda la Prensa, y te digo que todo el partido republicano y una parte del partido fusionista, estn resueltos la obstruccin. Cnovas tiene organizado y comprometido el emprstito de 500 millones de re ales con la casa que se titula Banco de Pars. En el Memorndum ir todo pasado maana; entre las balumbas del Centena rio y el presupuesto de la paz, no tengo tiempo de concluirlo. Tuyo. Emilio. **************************** Querido Adolfo: Maana ir la carta. El berenjenal en que me he metido, es ma ravi l loso. Te mando cuanto dicen los peridicos de hoy ms importantes. Est resuelto Cnovas al emprstito, pero las oposiciones resueltas la obs truccin. Ya vers mis impresiones. Hasta maana. Te quiere. Emilio. **************************** Hoy 24. Queridsimo Adolfo: Contaba con acabar la carta hoy, concluirla maana sin aplazamientos nuevos. Las provocaciones hanme trado unos das de polmicas cual no he tenido en mi vida otros. La casa no se vaca un momento y el ardor po ltico ha vuelto como en los tiempos de ms actividad. Maana va el Memorn dum. Te aconsejo mucha serenidad de nimo y que creas que ni el genio nativo tuyo puede apagarse, ni tu estrella extinguirse. Este mal tiempo traer otro bueno. Te quiere tu amigo del alma. Emilio. Te mando datos para que veas cmo va todo. **************************** 271 JOS LUIS BAZN LPEZ Madrid, 6 de Octubre de 1897. Querido Adolfo: Al sal ir de San Sebastin escribte largusima carta; el da de la Virgen psete para Rosario un telegrama; ayer acab un artculo sobre tu mara vil loso discurso italiano, artculo que se publ icar en La Ilustracin Artstica, de Barcelona, por los ltimos das de mes; hoy le digo D.P. que te visite y te abrace y te cuente cmo estamos, reserva de escribirte yo. Mucho te quiere, tu afectsimo. Emilio. **************************** Madrid, 12 de Octubre de 1897. Querido Adolfo: Consideraciones sobre Cuba. Yo me temo que la guerra de Cuba d al traste con la Monarqua, como la guerra carl ista dio al traste con la Re pbl ica. Yo me temo que, as como para concluir la guerra carlista hubo necesidad de una media Monarqua con D. Alfonso, para concluir la guerra cubana sera ne cesaria una media repblica con cualquier general. En lo que no puede pensarse ya es en nuestra Repblica, parlamentaria, democrtica, liberal: sta fue derrotada el da en que la guerra de Mel illa derrot el presupuesto de la paz. De la guerra cubana sale hoy el Ejrcito como clase predominante sobre la Na cin: el Ejrcito slo. Si vence, nuestro redentor; si vencido, nuestro mrtir; el Go bierno le toca por todos los caminos. La dictadura militar est en puerta. Y esta dictadura se fundar sobre la destruccin de todos los republ icanos his tricos, federales y unitarios; pero especialmente de los republicanos posibilistas, quienes la plana mayor del Ejrcito no puede ver ni pintados por su frmula salva dora, que ninguna fraccin republicana quiso adoptar: por el presupuesto de la paz. Como no se llegase pronto una transaccin, mediante la cual Cuba se go bernase s misma, y la guerra se concluyese para siempre, no hallo puerto la com batida nave de nuestro Estado. Pero esta transaccin de paz slo cabe con Gobierno muy avanzado. Amrica dice lo siguiente: Dar largas la resolucin definitiva, como he dado largas al debate sobre beligerancia. Pero si en fines de Junio estuviera el conflicto en un estado agudo presente, volverame Europa y le pedira en cir cular -nota que me ayudasen las grandes potencias al arreglo de Cuba con Espaa contra Espaa. Tal se presenta el cielo de nuestro porvenir. Y ante tal nublado, nuestro nimo se apena de modo que todo lo ve negro por fuera y por dentro apura la hiel cn taros. Yo me quedo de republicano suelto para siempre. Tuyo, Emilio **************************** 272 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Madrid, 22 de Marzo de 1898. Querido Adolfo: Te mando la carta adjunta que contesto por el correo de hoy, pues tratndose de ti, estas cosas no deben dejarse para maana. Tu triunfo por Balaguer es cosa asegurada, pues tanto Sagasta como Capdepn as me lo tienen ofrecido. Celebro mucho que sigas mejorando y que, ya repuesto por completo, nos ve amos pronto. Yo tambin estoy mucho mejor. Se fueron los dolores, ya que no me atormentan; hace muchos das duermo ocho horas, como con apetito y trabajo en mi despacho de siempre. Slo necesito que el tiempo se afirme para empezar salir todos los das darme un paseo, con lo cual puedo asegurarte estar por completo dentro de mi vida ordinaria. Saluda todos los tuyos y recibe un fuerte abrazo de tu invariable amigo, Emilio. Te doy un apretadsimo abrazo. **************************** Madrid, 25 de Marzo de 1898. Querido Adolfo: Sin prdida de momento, tan pronto como llega hoy tu car ta, escribo Sol y Agelet, recomendndoles tu candidatura con todo empeo y corno si se tratara de mi propia persona. No pierdo de vista un momento cuanto se relaciona contigo en este asunto. Mucho me alegro que sigas mejor y que tan buen resultado te hayan dado esas pldoras inglesas. Yo mejoro tambin mucho, y en cuan to el tiempo lo permita y pueda sal ir la cal le, estar completamente repuesto. Ya sabes que te quiere Emilio. **************************** Sax, 10 de junio de 1898. Querido Adolfo: Gracias por tus di l igentes recuerdos. Ya sabes que cada da te quiero ms. Los desengaos concentran el cario en aquel las amistades leales, tan perdurables, que vencern la eternidad, como el amistoso afecto tuyo m, el mo ti. Me dol i el dichoso artculo por el ruido armado, cuando yo busco la oscu ridad y el silencio. Desprecio los que me han insultado; y los olvidadizos les pago en su moneda; sin esfuerzo los olvido. Mi salud cada da mejor. Uso ya mis dos manos, como ves, y rijo mi desata do vientre. Duermo y como bien. Hago expediciones de largas horas y suma fati 273 JOS LUIS BAZN LPEZ ga, sin fatigarme. Trabajo como siempre. No tengo ms dolores que los dolores patrios. Estos contrastan un poco la eficacia del aire puro, del agua clarsima, del alimento sano, del ednico follaje, del afecto sin lmites que me rodea en esta casa y entre esta famil ia. Slo deseo que me dejen de ah en paz. Te quiere de todo corazn y con toda su alma. Emilio. **************************** Sax, 18 de julio de 1898. Querido Bernardo: No puede usted imaginarse cuanto le agradezco sus cuidados y sus desvelos por mi persona, sus consejos tan sabios sobre mi enfermedad. Con el lo me ha mostrado usted, no slo una profunda ciencia estimada por m en todo cuan to vale; un profundo afecto, al que toda mi vida corresponder con creces. Sabr us ted cmo he decidido el viaje a Mondriz. En primer lugar, convienen todos una, que tal viaje me ser muy provechoso contra dos indisposiciones crnicas que yo ten go; el exceso de bi l is y las propensiones diarreas, rayanas en disentera. Esta razn fisiolgica me mueve mucho, razn general; pero hay una razn particular mi enfermedad: el haberme dicho todos ustedes que los restos de cido rico, los cua les pudieran producirme alguna incomodidad reumtica este invierno, se van por la orina, y las aguas de Mondriz son my diurticas. Luego, aunque Secundino y Pascuala, Pepe y Concepcin se oponen mucho a este viaje, yo deseo descansen todos, no de mi persona, que de mi persona jams se cansan, de tanta visita y visiteo y molestias como llevan en todas partes aparejadas mi persona y mi presencia. Me hal lo adems tan bueno, que puedo emprender un viaje as, como pudie ra emprender un viaje de recreo. Las ganas me han vuelto; el sueo tranquilo acom paa con sus beneficios las ganas, nada de perturbaciones gstricas; nada de dia rreas, aunque consumo con moderacin las frutas propias en este tiempo en nues tro maravi l loso clima patrio. Mi estado de gran debilidad me retrajo del viaje, y mi fortaleza de hoy me lo impone. Al fin de jul io pasar por Madrid, usted ser la primera persona que lo sepa, y sepa el da. Pienso mandarle por consejo de Corts una botellita de orines para que hagan otro examen antes de mi partida; mas le ruego que no diga de quin proceden, y pro cure sea la operacin pagada por m, en lo cual tengo un deber indeclinable y riguroso. Me dicen que vuelve usted para el mes de Agosto; har bien, porque Sax est de tal manera fresco y riente, que el vivir aqu el verano es una verdadera delicia. Toda la familia buena. Perdneme tanta impertinencia, y mand su buen amigo q.b.s.m. Emilio Castelar. **************************** 274 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) HOJA DE SERVICIOS PRESTADOS En la enseanza desde el ao 1 851 a 1 874 Alumno de la Escuela Normal de Filosofa, seccin de Literatura, con 1.000 pe setas anuales, previa oposicin, nombrado por Real Orden de 30 de septiembre de 1851, desde el 1 de octubre a 26 de febrero de 1857 3 aos, 4 meses y 25 das. Tom posesin de la plaza de catedrtico de Historia en la Facultad de Filo sofa y Letras de la Universidad Central, despus de la correspondiente oposicin, fue nombrado por real orden de 18 de febrero con el sueldo de 4.000 pesetas, has ta el 22 de junio de 1866 que fue dado de baja 9 aos, 8 meses y 26 das. Reintegrado en su cargo de profesor de la Universidad por el Gobierno pro visional, orden de 19 de octubre, posesionndose el 1 de noviembre 4 aos, 3 meses y 11 das. Nombrado ministro de Estado por la Asamblea Nacional -Congreso y Senado reunidos- el 12 de febrero de 1873 hasta el 13 de junio siguiente que resign sus poderes en las Cortes Constituyentes el Gobierno de la Repblica... 4 meses y un da. Desde el 14 de junio que se hizo cargo nuevamente de su ctedra hasta el 7 de septiembre, que por acuerdo de las Cortes fue nombrado presidente del Gobierno de la Repblica 2 meses y 24 das. Presidente del Poder ejecutivo de la Repbl ica desde ese da hasta que vio lentamente fueron disueltas el 3 de enero de 1874 por el general Pava 3 meses y veinteseis das. Reintegrado a su ctedra hasta el 10 de mayo que fue clasificado como ex mi nistro 4 meses y siete das. TOTAL 20 aos y 3 meses. **************************** 275 JOS LUIS BAZN LPEZ DOLORA Honrando los muertos tendremos derecho la consideracin de los vivos. Emi lio Castelar ha abandonado el mundo de los vivos para entrar triunfalmente en el mundo de la inmortal idad. El recuerdo de su nombre y el ejemplo de sus actos servirn de lenitivo los sinsabores mi l, que nos origina la lucha corporal para realizar una nobi lsima as piracin y de luminoso faro que gue las venideras generaciones por el camino que ha de conducirlas al templo de la felicidad. Hombre de gran relieve, como no lo adquiriera otro igual en esta centuria, su valor cvico, digno de imitar, es un ejemplo prctico de lo que puede la voluntad individual hermanada con la perseverancia. Impersonal como nadie, todos sus trabajos consagrralos remediar males aje nos, sin preocuparse jams de los que le eran propios y tanto contribuan las tri bulaciones de su espritu. Si en el mundo humano hubo un Redentor que ofreciera en holocausto su vida derramando su preciosa sangre crucificado en el Calvario, creando la religin del espritu para practicar el amor y la caridad, en el mundo poltico -social ha habi do un Emilio Castelar que desde sus juveniles aos consagrara su vida la defensa de los principios democrticos basados en relativa y culta igualdad social, decla rando perpetua guerra la razn de la fuerza para entronizar la fuerza de la razn. Abrumados los espaoles todos por la inmensa pena que nos agobia con la prdida de nuestro imperio colonial, no lo estamos menos por la orfandad en que quedan sus amigos y correl igionarios, si las ilusiones del pasado sustituyen las impurezas de la real idad en el porvenir, no sirviendo de dique al desbordamien to de las pasiones en una indispensable transformacin en nuestro modo de ser para el acto de gobernar: hoy no es da de pensar; hoy es da de sentir. Las leyes positivas podrn declarar inviolables inconmovibles las instituciones y las personas; pero el sentimiento pblico y el sentimiento universal; acatando y reconociendo el relevante mrito y los eminentes servicios prestados la huma nidad para el mejoramiento de su personal idad jurdica, haba de antemano de clarado inviolable Emilio Castelar. Muchos eran sus amigos; eran pocos, muy pocos, sus enemigos; podra tener adversarios, en cuanto le consideraran infranqueable muro que se opusiera sa tisfacer la codicia el desordenado apetito; pero eran muchos, muchos ms sus admiradores, puesto que, lo mismo en Espaa que en Amrica, pronunciaban su nombre con respetuoso cario, que tocaba los lmites de religioso culto, aproxi madamente la idolatra por haber dado la libertad, nicamente con su palabra, mi les de esclavos. Habrnse levantado estatuas de bronce hombres de deleznable barro quienes la diosa Fortuna repartiera con prdiga mano inmerecidos favores; pero Castelar no necesita estatua alguna quien rendir pagano culto, porque su impe recedero recuerdo, como todo lo que es eterno, vivir en la humanidad siendo or gul lo de sus contemporneos y admiracin de venideras generaciones. 276 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) No se pronunciar jams el nombre de Espaa sin recordar al eminente Cas telar como nico verbo de la democracia gubernamental. Castelar nos abandona en la mejor ocasin para conservar inmaculado su nombre por haber cumpl ido su misin en este mundo terrenal; que no nos aban done su recuerdo, ni olvidemos sus ideas, cuando tengamos que desarrol lar nues tras actitudes en funcin de gobierno para regenerar este desventurado pas, nece sitado ms que nunca de adquirir la influencia que deber tena por la que ha con tribuido al progreso de la humanidad. Los hombres pasan; las ideas, como las plantas, fructifican; el amor divino que por la patria sentimos es inmanente. 25 de mayo de 1899. **************************** CASTELAR Castelar! Un hombre que ya no existe: un nombre de eterna gloria. Vemos la muerte todos los das y nunca creemos en el la. Para mucha gente, se comprende; para Castelar, por qu Con qu razn Con qu derecho De modo que ya no le veremos nunca! Su voz no resonar con las sublimes palpitaciones del genio! Sus labios permanecern fros inmviles! Se acab el prodigioso orador, el inconmovible demcrata, el gran tribuno! Se acab el nico Castelar del mundo, el de Espaa! El que llen el espacio de luz y de colores, en las negruras de la fosa para siempre! El de los grandes ideales, el de las grandes esperanzas, el de los inagotables al ientos. Ya, nada! Ni para el ideal, ni para la esperanza! Y sus al ientos se hela ron! Esto parece imposible, debe ser imposible; la muerte de Castelar es una ilusin de nuestros sentidos. Quien fue tan grande, tan notable; quin l lev bajo su divi na frente todas las energas del pensamiento y en sus labios todos los asombros de la elocuencia, y en su corazn tanto amor por su patria!, no pude haberse anula do sin derecho la resurreccin. Que se anule el mal, que el ser ruin se haga polvo, bueno: si siempre anduvo entre polvo, qu mucho que con l se confunda! Pero al que fue todo luz y no se hart de volar sobre las cimas y de aspirar al cielo, con qu justicia se le convierte en tierra No; esto debe ser un sueo. An le veo en el viejo Ateneo de Madrid, entrar, seguido de Rivero, rompien do penosamente por entre la multitud para llegar la tribuna del saln de confe rencias y enloquecer todos con aquel los admirables cuadros de los cinco prime ros siglos del Cristianismo. 277 JOS LUIS BAZN LPEZ An lo veo en el Congreso defendiendo los ideales democrticos en una se rie de discursos inmortales, y elevando la elocuencia espaola adonde no ha l le gado ningn orador ni aun en las edades de mayor elocuencia An le veo cuando, con riesgo de su propia vida, salv la ma en la noche del 23 de Abril. Pobre Castelar, pobre Castelar, que bueno y que bravo era cuando lle gaba la ocasin! Le veo, le veo siempre, y ya no le ver. Le vi hace dos meses por ltima vez y qued aterrado. No, aquel no era Cas telar: la cara arrugada, consumida y terrosa, las manos temblonas, encorvado el cuer po, la voz dbil. Dnde estaba aquella potente voz que sacuda los nervios de mi l lares de espectadores y les hacia romper en delirante aplauso Tuve una visin dolorosa; al verle as, encorvado y hablando en voz baja, me pareci que hablaba con alguien que del fondo de la tierra le llamaba, dndole pri sa. Cuantas crueldades hay bajo tierra! Pobre Castelar! Qu espritu tan enrgico! No se renda, no quera rendirse! Pocos das despus le los dos ltimos documentos que ha escrito, y sent una alegra inmensa, porque era el Castelar de siempre, quiz ms sobrio, ms enrgico que nunca. No, Castelar no se mora! Su pensamiento se mantena firme; no, su pensa miento no se encorvaba, qu se encorvase el cuerpo! : no, su fe se mantena viva: era el demcrata leal; no, si la palabra era dbi l en sus labios, sobre el papel era vi brante de fuerza. Cundo se piensa as, y se escribe as, y el espritu se levanta con esa gallar da, hay Castelar para algunos aos!, me deca mi mismo. Qu traicin tan infame es la de un cuerpo que se muere cuando el espritu no quiere morirse! No; y Castelar no quera morir! Daba de lado la muerte y llamaba la vida con todos los alientos que le que daban. Y la vida, ingrata!, la vida, de quien Castelar haba dicho cosas tan hermosas, le volva la espalda. Ah! La vida, infame, lleva emborronado en su espalda un esqueleto! De qu le ha servido pintar tantas veces y con tanto amor la primavera con su resurreccin de hojas y flores, si una primavera le mata, y la tierra de la alegra y de las flores quiere retenerlo y aprisionarlo con su pegajoso terruo! De luto viste hace tiempo Espaa. Qu no se quite los lutos, que otros como aquel los merece Castelar, y ms! Perdimos tierras ingratas! Hoy perdemos una gloria del siglo XIX, es cier to; pero perdemos un gran espaol, un espaol leal, un espaol glorioso! Inmensa herencia de gloria deja Castelar su Espaa. Y sta s que nadie puede quitrnosla! Su gloria, bien est. Ah queda. Y tiene resplandores para muchos siglos. Pero, y l l, mezcla de nio y genio..., l, incapaz de hacer dao nadie...., dnde est Ni le veremos en el Congreso, ni en el Ateneo, ni en la Academia; ni se anun ciar un artculo de Castelar, ni el da de su santo iremos su casa. Todo esto pas para siempre. Es un hecho: lo imposible, lo inverosmil, lo ab surdo; que Castelar no existe! Es un hecho. 278 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) Nos lo traern a Madrid; seguiremos por ltima vez sus restos mortales: en pos de su silencio, como antes en pos de su elocuencia, ir Madrid entero, y si pudie ra Espaa, Espaa ira! Y ms que Espaa; que Castelar pertenece a la humanidad y es de los escogidos de Dios! Despus la Historia nos arrebatar la gloria del genio para su coro inmortal. Pero el recuerdo del amigo, del compaero, del hombre honrado, ah!, con ese recuerdo se quedan nuestros corazones. Pobre Castelar; perdona estas lneas confusas! Para decir lo que t fuiste era preciso otro Castelar que lo dijera! Yo hoy no puedo ms ni s ms. La amistad no puede dar coronas al genio, no puede dar ms que un grito de dolor y muchas lgrimas. Te doy lo que puedo. Adis, Castelar!. Jos Echegaray. **************************** PRRAFOS MS DESTACADOS DEL DISCURSO PRONUNCIADO EL 21 de junio de 1870, SOBRE LA ABOLICIN DE LA ESCLAVITUD EN LAS COLONIAS. Seores diputados, para comprender el fondo de mi discurso se necesita leer el texto de mi enmienda. Dedcese por completo de todos los artculos de la ley, de todo su sentido, que el Gobierno quiere la abolicin, pero gradual, y nosotros pedimos la abolicin tambin, pero la abolicin inmediata. Ya manifest la otra tar de que el problema de la abolicin de la esclavitud se ha planteado en un terreno muy distinto del terreno en que anteriormente se hallaba planteado. Antes haba ene migos de la abolicin; pero unos quieren la abolicin gradual, que es tanto como mantener la esclavitud y sus horrores, mientras otros queremos la abolicin inme diata, que es tanto como extirpar de raz esta llaga. He aqu, seores diputados, toda la cuestin. Yo no doy ms tiempo al Gobierno que el necesario, atendida la distancia que nos separa de las Antillas, a l levar a cabo el grande acto de l lamar a la vida civil, de llamar a la vida del derecho, 400.000 hom bres. (...) La gran raza latina brill en el mundo cuando el principio de una unidad poltica o unidad espiritual atraa as todas las conciencias. Pero desde el momen to que este principio se rompi, el cetro del mundo ha pasado a la racionalista Alemania, a la constitucional Inglaterra, a la revolucionaria Francia, a la puritana y republ icana Amrica. Dadle a un pueblo una grande idea, y en ella le habis dado el poder y la riqueza. Pues bien: lo que vengo a pedir hoy es que la nacin espaola se levante a la altura de los grandes principios sociales, en la seguridad de que sirviendo a la ci vilizacin, sirviendo al progreso encontrar la fuerza, encontrar la riqueza, encontrar el bienestar, encontrar el influjo de la humanidad, a que por tantos ttulos tiene de recho su gloriosa historia. La nacin espaola fue el asombro del mundo al co mienzo de la Revolucin de Septiembre. Pero la admiracin provino, en verdad, no 279 JOS LUIS BAZN LPEZ de que se hubiese hecho la Revolucin con ms o menos orden, con ms o menos calma, sino de que nuestro despertamiento a la vida moderna desconcertaba todas las teoras polticas, fi losficas, sociales e histricas, fundadas en nuestra irremisi ble decadencia. (...) Se sbito, en septiembre, esta nacin se levanta, expulsa su vieja dinasta; rompe el yugo de la intolerancia religiosa y anuncia al mundo que se apercibe a en trar en la vida de la democracia, en la vida del derecho. Los opresores pal idecie ron; los oprimidos esperaron. S; aquel pueblo de gran territorio y mucha poblacin que real ice formas sociales radicalmente, como es la abolicin de la esclavitud; aquel pueblo que sepa prescindir de una dinasta histrica, de una Iglesia oficial, de un ejrcito numeroso; aquel pueblo que sepa ejercer la libertad de imprenta sin es cndalo, la l ibertad de reunin sin excesos, el sufragio universal sin cesarismo, ser en Europa lo que Estados Unidos son en Amrica: ser el ideal y la esperanza de todos los pueblos. (...) Seores, en el instante mismo de la Revolucin de Septiembre ( y yo no quiero reconvenir con esto a nadie, porque empiezo por reconocer los mviles patriticos y los sentimientos de conviccin que tal conducta dictaron), en el mo mento de la Revolucin de septiembre, digo pudimos cambiar por completo el sentido de Amrica respecto a Espaa, cambiando el sentido de Espaa respecto a Amrica. Las reformas debieron ir, como va a todas las partes la luz, con celeridad. La Providencia nos haba servido mucho. Despus de tentativas ineficaces y de re sistencias incomprensibles, terminamos el cable, el cual era una especie de espina dorsal puesta al planeta, una nueva mdula de la humanidad, que derrama por to das las regiones de la tierra los mismos sentimientos y las mismas ideas. El Leviat han lo haba arrojado en los en los profundos senos del mar, que tanto se haba re sistido a ser encadenado. El milagro mayor de nuestra industria estaba hecho. La primera vez que el cable uni las costas de Amrica y de Inglaterra, los je fes de los dos Estados dirigieron una oracin a Dios. Qu mejor oracin podamos haberle dirigido que mandar por el cable el fin del rgimen colonial y el fin del r gimen servil ! No lo hicimos; nos arrepentiremos bien tarde. Yo lo siento, no tanto por m; yo lo siento, no tanto por los esclavos, lo siento principalmente por mi Patria. Y, seores, qu pensar cuando despus de haber hecho esto, se levanta todava una voz de los bancos conservadores; voz elocuentsima, que nos dice: detengamos esta reforma, esa reforma, seores, que yo llamo dbil y doctrinaria: esperemos a que vengan los representantes de Cuba! Cmo! Los representantes de Cuba! Y lo decs vosotros, los conservadores! Vosotros, que en veinte aos no habis suspendido su rgimen excepcional! Sometisteis Cuba al despotismo mi l itar, nuestros reyes, que eran aqu consti tucionales, eran all absolutos; nuestros ministros, que eran aqu responsables, eran al l arbitrarios; tenais su prensa bajo la censura y su opinin con mordazas; dis ponais de sus derechos sin orlos y de sus tributos sin consultarlos; la tierra de la l ibertad conclua en las islas Canaria, y cuando comenzaba el Nuevo Mundo, co menzaban los dominios del absolutismo, que ningn pueblo puede soportar sin gan grenarse; jams reconocisteis el derecho de verse aqu representados a nuestros colonos; y cuando nosotros pedimos que se reconozca en los ms desgraciados de 280 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) todos ellos un derecho que no deben a nadie, que recibieron de la misma natura leza, proclamis vuestra incompetencia y peds que vengan los blancos a decidir la suerte de los negros, que vengan los amos a decidir la suerte de los esclavos, ah!, de los esclavos, l ibres sin el los y sin nosotros; libres a pesar de ellos y a pesar de no sotros; l ibres por hijos de Dios, por soberanos en la naturaleza, por miembros de la humanidad; y todo poder que desconozca esos derechos primordiales, sea cualquiera el pretexto que invoque, comete el asesinato de las conciencias, el asesinato de las almas, crimen que castiga la clera celeste y que se purga con una eterna infamia en el eterno infierno de la historia. (...) El partido conservador quera la renovacin de la Monarqua; el partido ra dical, la salud del pueblo; el partido conservador, la educacin progresiva de las de mocracias; el partido radical, el advenimiento sbito de las democracias; el parti do conservador, el derecho escrito; el partido radical, el derecho eterno, el partido conservador, la l ibertad, pero ponindola ciertas l imitaciones legales; el partido radical, la l ibertad, pero extendindola hasta los mismos lmites adonde se extien de la naturaleza humana; el partido conservador, las reformas graduales, el parti do radical, las reformas instantneas. Fuerzas opuestas, enemigas, que creyeron haber firmado en la Constitucin de 1869 un pacto, cuando slo haban firmado una tregua, y que creyeron haber encontrado en la Revolucin de 1868 un cauce don de mezclar sus corrientes, cuando slo haban encontrado un nuevo campo de batal la donde medir sus fuerzas. (...) Y cambiando las circunstancias, el medio que nos rodea, temblad todos; temblad entre todos vosotros los que vivs en las Antillas rodeados de razas ne gras, de colonias negras, de imperios negros, teniendo muy cerca el frica, Jamai ca, Santo Domingo y cuatro millones de negros en los Estados Unidos; temblad, no sea que llegue uno de esos momentos en que la clera divina rebosa y suscita gue rras sociales, tras las que vienen las grandes irrupciones; temblad, no sea que en tonces los negros busquen vuestras palabras, y con esas mismas palabras justifiquen la esclavitud de vuestros hijos. (...) Porque, despus de todo, en la abolicin de la esclavitud hay tres intere ses: el inters del propietario que quiere conservar su propiedad; el inters del ne gro que quiere recobrar su l ibertad, y el inters de la sociedad que quiere que su or den econmico y moral no se perturbe. Pues no se ha encontrado el medio toda va de armonizar estos intereses en la emancipacin gradual que propone la ley; no se ha encontrado todava, no se encontrar nunca. (...) No quiero hacer elegas, no quiero conmover vuestros corazones; yo s muy bien que los corazones de los legisladores suelen ser corazones de piedra. La es clavitud antigua tena una fuente, al fin heroica, que era la guerra. La esclavitud mo derna, la esclavitud contempornea, tiene una fuente cenagosa que se llama la tra ta. Comprendis un crimen mayor Creis que hay en el mundo algo ms horri ble, algo ms espantoso, ms abominable que el negrero El monstruo marino que pasa bajo la qui l la de su barco; el tiburn que le sigue, husmeando la carne, tiene ms conciencia que aquel hombre. Llega a la costa, coge su alijo, lo encierra, aglo merndolo, embutindolo en el vientre de aquel horroroso barco, atad flotante de gentes vivas. Cuando un crucero le persigue, aligera su carga, arrojando la mitad 281 JOS LUIS BAZN LPEZ al ocano. Al l los pobres negros no comen ni beben bastante, porque el sustento y la bebida es cara, y su infame raptor necesita ganancia, mucha ganancia. Bajo los chasquidos del ltigo se unen los ayes de las almas con las inmundicias de los cuerpos. El negrero les muerde las carnes con la fusta, y el recuerdo de la patria au sente, la nostalgia, les muerde con el dolor los corazones. (...) Yo me acuerdo que el seor Ministro de Fomento, que no se hal la presente, entusiasmaba a las muchedumbres con su pintoresca elocuencia, reivindicando la abolicin inmediata Por qu, pues, no ha de votar mi enmienda Yo recuerdo que el seor ministro de Hacienda, que tiene tan fino escalpelo, di secaba con es arte de la realidad que le distingue los sentimientos del corazn y ha ca estremecer a todos los que le escuchaban con la descripcin de los horrores de la esclavitud y peda tambin la abolicin inmediata. Por qu no ha de votar mi en mienda Del seor ministro de Ultramar no quiero decir nada, porque no quiero ser demasiado insistente en mis reconvenciones. Pero est moralmente obligado a votarla. Ahora bien: grupos de esta Cmara, no tenis todos el sentimiento de hu manidad Y en qu consiste ese gran sentimiento que distingue a los pueblos mo dernos de los pueblos antiguos Consiste en ponerse en la condicin de aquellos que lloran, que padecen. Acordmonos los que tenemos hogar de los que no lo tie nen; acordmonos los que tenemos fami lia de los que carecen de familia; acord monos los que tenemos libertad de los que gimen en las cadenas de la esclavitud. (...) Yo observo que hay en esta Cmara, lo digo para concluir, algunos sacer dotes. Yo creo, seores diputados, que los sacerdotes han venido aqu para algo ms, para mucho ms que para pedir la resurreccin de la Monarqua y la continua cin de la intolerancia rel igiosa. Yo no disputar, no quiero entrar en eso, ni es de este sitio, ni es de esta ocasin; yo no disputar sobre si el cristianismo aboli o no aboli la esclavitud. Yo dir solamente que llevamos diecinueve siglos de cristianismo, diecinueve siglos de predicar la libertad, la igualdad y la fraternidad evanglica, y todava existen esclavos; y slo existen, seores diputados, en los pueblos catlicos, slo existen en el Brasil y en Espaa. Yo s ms, seores diputados, yo s ms; yo s que apenas llevamos un siglo de revolucin, y en todos los pueblos revolucio narios, en Francia, en Inglaterra, en los Estados Unidos ya no hay esclavos. Die cinueve siglos de cristianismo y an hay esclavos en los pueblos catlicos! Un si glo de revolucin, y no hay esclavos en los pueblos revolucionarios!. (...) El seor Plaja nos deca la otra tarde: Bien se conoce que los seores de enfrente no tienen esclavos! No los tenemos, no; lo hemos sido nosotros, nosotros hemos sido esclavos, y por eso reivindicamos la libertad de nuestros hermanos. Nosotros pertenecemos a la clase servil, nosotros pertenecemos a la clase plebeya, a la clase emancipada, que ha de emancipar a los suyos. S; los plebeyos hemos sido parias en la India, nos han arrastrado a la cola del caballo persa, nos han ofrecido en sacrificio a dioses implacables, hemos derramado nuestra sangre en el circo, he mos sido azotados sobre el terruo; una parte de nuestra alma, de nuestro ser, pa dece en el Nuevo Mundo con los negros, sombra de nuestros dolores, y queremos redimirlos nosotros, los redimimos por la Revolucin. Hijos de este siglo, este siglo os reclama que lo hagis ms grande que el si glo XV, el primero de la historia moderna con sus descubrimientos, y ms grande 282 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) que el siglo XVIII, el ltimo de la historia moderna con sus revoluciones. Levanta os, legisladores espaoles, y haced del siglo XIX, vosotros, que podis poner su cspide, el siglo de la redencin definitiva y total de todos los esclavos. He dicho. 283 JOS LUIS BAZN LPEZ TTULOS MS DESTACADOS DE SU BIBLIOGRAFA HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMRICA. (Publicada al mismo tiempo en ingls y castel lano.) ERNESTO. D. ALFONSO EL SABIO. ( Escribi esta obra en colaboracin con su amigo Canalejas). LA HERMANA DE LA CARIDAD. ( influencia de Lamartine). IDEAS DEMOCRTICAS. COLECCIN DE ARTCULOS LITERARIOS Y POLTICOS. CARTAS A UN OBISPO SOBRE LA LIBERTAD DE LA IGLESIA. CUESTIONES POLTICAS Y SOCIALES. SEMBLANZAS CONTEMPORNEAS. VIDA DE LORD BYRON. MISCELNEA DE ARTE, RELIGIN Y POLTICA. ESTUDIOS HISTRICOS SOBRE LA EDAD MEDIA. CARTAS SOBRE POLTICA EUROPEA. PERFILES DE PERSONAJES Y BOCETOS DE IDEAS. HISTORIA DEL MOVIMIENTO REPUBLICANO EN EUROPA. UN AO EN PARS. RECUERDOS DE ITALIA. LA CUESTIN DE ORIENTE. EL OCASO DE LA LIBERTAD. FRAY FILIPPO LIPPI. ( Novela histrica). ENSAYOS LITERARIOS. RECUERDOS Y ESPERANZAS. LA RENDENCIN DEL ESCLAVO. UN VIAJE A PARS DURANTE EL ESTABLECIMIENTO DE LA REPBLICA. LA REVOLUCIN RELIGIOSA. DISCURSOS LEIDOS EN LA ACADEMIA ESPAOLA. ANALES POLTICOS. LA RUSIA CONTEMPORNEA. EUROPA EN EL LTIMO TRIENIO. TRAGEDIAS DE LA HISTORIA. LAS GUERRAS DE AMRICA Y EGIPTO. RETRATOS HISTRICOS. DISCURSOS PARLAMENTARIOS Y POLTICOS EN LA RESTAURACIN. EL SUSPIRO DEL MORO. (Leyendas, tradiciones e historias de la conquista de Granada.) HISTORIA DEL AO 1883. HISTORIA DEL AO 1884 284 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) LA FRMULA DEL PROGRESO. REVISTA DE POLTICA EUROPEA. GALERA HISTRICA DE MUJERES CLEBRES. MISCELNEA DE HISTORIA. HISTORIA DE EUROPA. RICARDO. LOS CINCO PRIMEROS SIGLOS DEL CRISTIANISMO. DENTRO Y FUERA DEL PARLAMENTO. DISCURSOS DE LAS CONSTITUYENTES DE 1869. RECEPCIN DE ACADMICO EN 1880. CONTESTACIN A ECHEGARAY EN SU RECEPCIN. DISCURSOS DURANTE LA MONARQUIA DE AMADEO. DISCURSOS DURANTE LA REPBLICA. DISCURSOS DURANTE LA RESTAURACIN. DISCURSO RETIRNDOSE DE LA POLTICA. Esta relacin bibliogrfica est extrada del libro de Manuel Gonzlez Araco Castelar, su vida y su muerte y de la Nueva Enciclopedia Larousse. 285 JOS LUIS BAZN LPEZ CRONOLOGA FAMILIA, NACIMIENTO Y ADOLESCENCIA. 1814: Marzo.- Matrimonio de Manuel Castelar y Mara Antonia Ripol l. Abri l.- Manifiesto de los Persas. 1818. 1821: 1823: 1831: 1832: Abril.- Nacimiento de Concha Castelar en Alicante. Agosto.- Nacimiento en Elda de D. Juan Rico y Amat. Diciembre.- Fermn de Irriberri detuvo a ms de seiscientos al icantinos. Diciembre.- Fusilamiento de Torrijos y algunos seguidores. Septiembre.- Nacimiento en Cdiz de Emilio Castelar y Ripol I. Noviembre.- Ces como Gobernador poltico y militar, D. Pedro Fer mn de Irriberri. 1836: Enero.- Orden por la que el Consejo de la Mesta perdi sus ordenanzas jurdicas. 1842: Junio.- D. Pedro Valera, maestros de Castelar, se puso al frente de la es cuela de Sax. 1845 . Septiembre.- Inici Castelar el curso en el Instituto de Alicante. 1846: Julio.- Primera reforma del plan de estudios de Bachillerato. 1847: Julio.- Segunda reforma del plan de estudios de Bachillerato. 1848: Septiembre.- Castelar se traslad a Madrid para incorporarse a la Uni versidad. INTEGRACIN EN LA POLTICA 1849: Finaliz la formacin episcopal, llamada Hornada de 1847-49. 1851: Septiembre.- Castelar fue nombrado profesor auxiliar de la Escuela Normal de Filosofa. Diciembre.- Golpe de Estado de Luis Napolen en Francia. Diciembre.- Bravo Murillo suspendi las Cortes. 286 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) 1854: Septiembre.- Castelar se hizo muy conocido por su participacin en la sesin convocada por la Juventud Liberal en el Teatro Real de Madrid. 1855: Publ icacin de su novela Ernesto. 1856: Jul io.- El general Espartero abandon el Gobierno. Sali de imprenta el libro D. Alfonso El Sabio que escribi Castelar en colaboracin con Canalejas. Apareci el primer nmero de La Discusin. Desapareci el peridico La Soberana. 1857: Febrero.- Tom posesin como catedrtico. Junio.- Present su tesis doctoral sobre Lucano. Noviembre.- Inici sus conferencias en el Ateneo Madrileo. Publ ic La Hermana de la Caridad. 1858: Enero.- Viaje inaugural del ferrocarril entre Madrid y Alicante. En las libreras apareci su l ibro titulado Ideas Democrticas. 1959: Febrero.- Fal lecimiento de Mara Antonia Ripol l. Aparicin de una Coleccin de arlculos literarios y polticos. LA REVOLUCIN DE 1868 (1859 1873) 1860: 1861: Abri l.- Sublevacin carl ista de Ortega en San Carlos de la Rpita. Febrero.- Castelar desea ser diputado por el distrito de Sax. 1864: Enero.- A Miraflores le sucedi Lorenzo Arrazola. Enero.- Fundacin de La Democracia. Publicacin de Cartas a un obispo sobre la libertad de la Iglesia. Narvez nombr Ministro de Fomento a Alcal Galiano. 1865: Febrero.- Apareci en prensa El Rasgo. Marzo.- Manifiesto del Comit Central democrtico. Abri l.- La trgica noche de San Daniel. Abri l.- Castelar fue suspendido de empleo y sueldo. Mayo.- Ley de Patrimonio nacional. 1866: Enero.- Se produjo la primera sublevacin progresista. Junio.- Castelar tuvo que huir de Espaa. 287 JOS LUIS BAZN LPEZ 1868: Septiembre.- Triunfo de la Revolucin. 1869: Abri l.- Expuso sus ideas religiosas a Manterola. Septiembre.- Grijalba ofreci a Castelar un puesto en el Consejo de Cr dito Comercial. 1870: Edit sus Cuestiones polticas y sociales. Noviembre.- Inicio del reinado de Amadeo 1 de Saboya. Diciembre.- Sesin memorable en las Cortes cuando el Presidente le neg la palabra. 1871 : Termin de escribir Semblanzas Contemporneas. 1872: Noviembre.- Circular enviada a todos los diputados republ icanos. 1873: Febrero.- Final del reinado de Amadeo I de Saboya. LA PRIMERA REPBLICA (1873 1876) 1873: La campaa electoral tuvo un reducido nmero de partidos partici pantes. Febrero.- Colocacin en las calles de Madrid de unas pancartas con las bases fundamentales del Gobierno republicano. Febrero.- Toma de posesin como Presidente de la Repblica Estanislao F igu eras. Junio.- Se hizo cargo de la Presidencia Pi y Margall. Jul io.- Nicols Salmern es nombrado Presidente. Agosto.- Modificacin de la Ley de Gracia de Indulto. Septiembre.- Castelar se convirti en Presidente de la Primera Repbl ica. Septiembre.- El peridico La Discusin publ ic los apoyos que tena Cas telar en Inglaterra. Septiembre.- Castelar suspendi las sesiones de las Cortes. 1874: Enero.- Se abrieron las sesiones en las Cortes. Octubre.- La Discusin public una opinin sobre Castelar de peri dicos ital ianos. Diciembre.- Nacimiento de la Restauracin. 1875: Marzo.- Aparicin del peridico El Globo. Abri l.- Castelar empez a escribir artculos literarios. Abri l.- Castelar sali de viaje a Francia e Italia. 288 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) 1876: Enero.- Castelar escribi un manifiesto, desde Pars, justificando su participacin en las elecciones. Marzo.- Pava dio explicaciones de su actuacin en el asalto al Con greso. Diciembre.- Caldern Col lantes habl de la forma que Castelar puso en prctica para resolver la posible guerra contra los Estados Unidos. LOS LTIMOS AOS DE CASTELAR ( 1876 1899) 1876: Febrero.- Iniciaron su andadura las Cortes de la Restauracin. Febrero.- Problemas para Castelar por protestar el texto de su jura mente como diputado. Marzo.- Castelar denunci el exilio de Ruiz Zorril la. A partir de este ao empez nuestro tribuno a pronunciar discursos so bre el posibilismo. 1881: Octubre.- Pronunci en Alcira uno de sus mejores discursos. 1885: Traz las directrices en las cuales se iba a basar su peridico El Globo. 1888: Febrero.- Pronunci un discurso donde anunci su retirada de la po ltica. 1891: Julio.- Su ltima presencia en las Cortes. 1899. Enero.- Rubn Daro le visit en su casa de Madrid. Mayo.- Muerte de Castelar en San Pedro del Pinatar. Mayo.- Decreto de la Reina Regente por el cual los gastos de su entierro corran a cargo del Estado. 1908: Julio.- Inauguracin del monumento de Castelar en Madrid. 289 JOS LUIS BAZN LPEZ BIBLIOGRAFA ALBEROLA, GINS. Emilio Castelar (Memorias de un secretario). Madrid. 1950. ALMAGRO SAN MARTN, MELCHOR DE. Bajo los tres ltimos Borbones. Aguado. Madrid. S.F. ARCHIVO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS. ARTOLA, MIGUEL. La burguesa revolucionaria. (1808 1874)Alianza Editorial Alfaguara. 1973. BENOIST, CH. Cnovas del Castillo. Ediciones Literarias. Madrid. 1931. CASTELAR Y RIPOLL, EMILIO. El Ocaso de la Libertad. Librera Miguel Guijarro. Madrid. 1877. La Frmula del Progreso. San Martn y Jubera. Madrid. 1870. La Redencin del Esclavo. San Martn y Jubera. Madrid. 1873. Crnica Internacional. Editora Nacional. Madrid. 1982. Ernesto. Coleccin Austral. Espasa Calpe Argentina. S.A.1947. 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LA IGUALDAD. LA POLTICA. LA IBERIA. EL GLOBO. EL ESPRITU PBLICO. EL GRADUADOR. EL SOL. LA POCA. EL DIARIO ESPAOL. LA SOBERANA NACIONAL. LA REPBLICA DEMOCRTA. EL FENIX. LA ESPERANZA. EL PARLAMENTO. EL PUEBLO. Todos estos peridicos se encuentran en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. 291 JOS LUIS BAZN LPEZ FUENTES FOTOGRFICAS FOTO N 9 1.- Fernando VII a caballo. Marqus de Lozoya. Historia de Espaa. Tomo Sexto. Pg. 3. Salvat Editores. Barcelona 1967. FOTO N 9 2.- D. Pedro Fermn de Irriberri. D. Vicente Ramos. Crnica de la Pro vincia de Alicante. Pg. 174. Excma. Diputacin Provincial de Al icante. 1979. FOTO N 9 3.- Puerto de Alicante. D. Vicente Ramos. Op. Cit. Pg. 210. FOTO N 9 4.- Partida de Bautismo. Archivo de la Parroquia de Nuestra Seora del Rosario. Cdiz. FOTO N 9 5.- Fusilamientos de Torrijos y sus compaeros.leo de Antonio Gis bert. Diario Informacin. FOTO N 9 6.- Portada del libro sobre Elda. Archivo particular de D. Manuel Se rrano. FOTO N 9 7.- Grabado del Paseo de Campoamor. Al icante. D. Vicente Ramos. Op. Cit. Pg. 394. FOTO N 9 8.- D. Juan Rico y Amat. Portada de la revista Alborada. Comisin de Fiestas del Excmo Ayuntamiento de Elda. 1982. FOTO n`J 9. D. Juan Bravo Muri l lo. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 129. Foto N 9 10. Fachada del Teatro Real de Madrid. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 128. FOTO N 9 11. Cabecera del peridico La Soberana Nacional. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. Madrid. FOTO N 9 12.- Cabecera del peridico La Discusin. Hemeroteca de la Bibl io teca Nacional. Madrid. FOTO N 9 13.- Cabecera del peridico. La Democracia. Hemeroteca de la Bi bl ioteca Nacional. Madrid. FOTO N 9 14.- D. Nicols Mara Rivero. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 199. FOTO N 9 15.- D. Ramn Mara Narvez. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 184. FOTO N 9 16.- D. Emi l io Castelar. Archivo del autor FOTO N 9 17.- D. Francisco Pi y Margall. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg.222. FOTO N 9 18.- D. Luis Gonzlez Bravo. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 181. FOTO N 9 19.- D. Antonio Cnovas del Castillo. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 248. FOTO N 9 20.- D. Cristino Martos. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 284. FOTO N 9 21 .- D. Juan Prim. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 177 FOTO N 9 22.- D Emil io Castelar. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 227. FOTO N 9 23. Medalla conmemorativa de Castelar. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 200. FOTO N 24.- D. Francisco Serrano. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 197. FOTO N 9 25.- D. Estanislao Figueras. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 218. FOTO N 9 26.- Caricatura de la Revista La Flaca. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 223. 292 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) FOTO N 27.- D. Nicols Salmern. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 224. FOTO N 28.- Letra de cambio firmada por Castelar. Archivo de la Familia Vera. FOTO N 29.- Cabecera del peridico La Iberia. Hemeroteca de la Biblioteca Na cional. Madrid. FOTO N 30.- Caricatura de la Revista La Flaca. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 228. FOTO N 31.- Disolucin de las Cortes. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 234. FOTO N 32.- Cabecera del peridico El Globo. Hemeroteca de la Biblioteca Na cional. Madrid. FOTO N 33.- D. Alfonso XII. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 247. FOTO N 34.- D. Emilio Castelar. D. Manuel Gonzalez Araco. Castelar su vida y muerte. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid. 1900. FOTO N 35.- Castelar en su despacho. D. Jos Ramn Valero Escandell. Portada de su libro La palabra de Emilio Castelar. Excmo. Ayuntamiento de Elda. Universidad de Alicante. 1984. FOTO N 36.- Fachada de la casa donde vivi Castelar en Sax. D. Vicente Vz quez Hernndez. Centenario de la ltima visita de Castelar a Sax. Revista de Fiestas de Moros y Cristianos. Pg. 188. Mayordoma de San Blas. 1998. FOTO N 37.- D. Santiago Ramn y Cajal. Marqus de Lozoya. Op. Cit. Pg. 302. FOTO N 38.- Despacho de Castelar en la ciudad sajea. D. Vicente Vzquez Hernndez. Op. Cit. Pg. 186. FOTO N 39.- D. Emilio Castelar en Sax. D. Vicente Vzquez Hernndez. Op. Cit. Pg. 183. FOTO N 40.- Esquela de defuncin de Castelar. D. Manuel Gonzlez Araco. Op. Cit. Pag. 279. 293 JOS LUIS BAZN LPEZ NDICE SALUDA 5 PRLOGO 7 INTRODUCCIN 11 CAPTULO I.- FAMILIA, NACIMIENTO Y ADOLESCENCIA. (1814 1848) Las consecuencias del l iberalismo paterno 19 Exilio a Cdiz y nacimiento. 25 Castelar en el Medio Vinalop. 31 Estudios de Segunda Enseanza en Alicante. 36 Predileccin por Levante y su novela Ernesto. 40 CAPTULO II.- INTEGRACIN EN LA POLTICA. (1848 1859) Adaptacin a la estructura madrilea. 47 Inicio de su trayectoria poltica 51 Castelar periodista. 64 Evolucin universitaria. 73 Problemas familiares. 82 CAPTULO III.- LA REVOLUCIN DE 1868. (1859 1873) Tensiones polticas. 89 El Rasgo 98 La noche de San Daniel. 105 Su vida en el destierro. 110 El gran momento de su oratoria. 117 CAPTULO IV.- LA PRIMERA REPBLICA (1873 1876) Proclamacin de la Primera Repblica. 135 Nombramiento como Presidente. 143 El asalto de Pava. 151 Consecuencias del golpe de Estado. 159 Castelar y la Restauracin 168 294 D. EMILIO CASTELAR ANTOLOGA DE SU VIDA Y OBRA (1832-1899) CAPTULO V.- LOS LTIMOS AOS DE CASTELAR (1876 1899) Diputado por Barcelona. 187 Castelar y el posibi lismo 193 Aparicin de la enfermedad. 205 Muerte del gran tribuno. 212 Reconocimientos institucionales 223 APNDICE DOCUMENTAL. 239 TTULOS MS DESTACADOS DE SU BIBLIOGRAFA. 284 CRONOLOGA 286 BIBLIOGRAFA 290 FUENTES FOTOGRFICAS. 292 295 Se acab de imprimir en Alicante, en los talleres de Quinta Impresin, S. L., el 25 de mayo de 1999, centenario de la muerte de Don Emilio Castelar.

Don Emilio Castelar. Antología de su vida y obra (1832-1899)

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