Cuentos

F r iZill e PE b.E A vre 411 s -I o ELDA 1990 SECCIN DE PUBLICACIONES DEL AYUNTAMIENTO DE ELDA CASA MUNICIPAL DE CULTURA Diseo portada: Maite Carpena Ilustraciones: Carmen Prez, Maite Carpena, Jos Luis Bazn, Foncho, Yolanda Prez, Miguel ngel Maestre, Juan Martnez Lzaro, Patrocinio Navarro, Carmen Castao, Ramn Molina, Luis Torroba, Anaya Coordinacin de la edicin: EMIDESA. Empresa Municipal de Informacin, S. A. Jardn de la Msica, s/n. 03600 ELDA Fotocomposicin: ESPAGRAFIC. Alicante Impresin: GRFICAS VIDAL LEUKA, S. A. Alicante I . S. B. N.: 84-505-9365-4 Depsito Legal: A-442-1990 I r No me contis ms cuentos, que vengo de muy lejos y s todos los cuentos. No me contis ms cuentos. En Diciembre del 84, cuando se convo ca por primera vez el Premio de Cuen tos Prncipe de Asturias, 40, preten damos crear un espacio donde se pu dieran instalar todas aquellas personas que se movan dentro del complejo cam po del cuento, de la narracin corta, pues nos pareca que esta forma de ex presin haba quedado relegada al mundo de lo infantil. Queramos recuperar y fomentar esa tradicin que de forma tan sabia habamos heredado de escritores tales como Quiroga, Cortzar y Borges, entre otros. A lo largo de seis ediciones, cientos de relatos han concurrido a nuestro Premio, de todos ellos slo doce, los doce premiados, integran esta publicacin. Cuan do surgi la idea de editarlos pensamos que cada uno de los trabajos poda ilustrarlo un pintor de la zona y he aqu el flamante resultado. Por ltimo, slo nos resta agradecer desde estas l neas su valiosa colaboracin a todos los que han he cho posible este libro y desear el disfrute de su lectura. II . 11 .. . . ,, 1, 1 ld - , .1. . .... 1 .....t .- , . 5 11 -. . n .. I . I . = o., e 1 1. .7 - ...-.. , .. , I .4 .J 1 l . d o . . 1 .P 7 . . . I. ; .p5. 7 , :, - I -_, 1[. 4 r I I = . II T I 166r , . . . -1. : . 1 11 I i i i . . --,.. 1 ... : ,1 1 M1 . 1 ...., .. ; i 1 dl, 11,1.11 I .r, , - .9 .. .. L rl i I l SAT 1 , ,i j lrw rr --,-- . __ I. , . r. :-. .1.. s Z 11 : 21 . jIt h u4 ,1,, 1 r. 1 . : r 1 1 . 1. .11 . 1 .i, - i iy. 1 .,. . , .., Arry !:_. :.: - ,, , ., . . , 1.1 . . it . .0 h . .... i -.,-, . 11 i :! 11 ,.. . 1. .....1 A i. lir, .1 r. ..- .. 1 ii . - e .1.. e .. r ... ...W. 11 .. ri T .1 I . . . . i 1 : U n i r %.. :11 1 i .4 .. 1 -,, .: .. 111 1:V - 11 ` l 1: -9r.i. 1 . . : . I - I .. . . . i . ,. r ir . , o 1 ... ... ...- _io o .1 I . l 4 ::: ,i .. 7. , -- - i 1: -Y e 11 . II E. .1 . 1. 1 : . ,,- . 1 im 1 / 9 11 1 _ II . . .1 1 . I , = : ... . i . . l l 111 ! I.. 2 I. . 1 . : . .. %. r I I . I 91 I 1; [: L 1 ,n -..y... :. . . . . .... . lill . li - . 1 [AA . . .i.,. .., .,. _ . 1_ -. - - : -iill . . -i i - - 7 . .. r e i-- 17 , 1 1 P .I. 1 . r , 1 n ,:- L I .. 11 %..! . rhP 1 nF .,.. !.; , V. , 1 .1 , I T. 1 .,. ,. 4 . ,, ,, ,, -, . . Y : . 1 1 1:1.P.ir i 1 r. .. _L Y : .7u . I Virl!,, , , 5, ,-. ir r. 91, , 1 8 - , - -. g . d r Il l . 1T _ - - : 1 I i, ( y ... 1 1 7 ; -. 1 11 47 . 1_ : r . .117 . 1 1 va- i 1 r.. 1 liirltr .{ I 1 : - . . 11 ..1 r I A n . . .. 11 . i r. 11 1 .r, - I . . . II :. .. , g - % .. . El HEE .E. , r Pi !-I l . ,P , r - - Ii- srmi l l 1 . 1 41 e -., . ry I r . I 191 : . 9, ,, , , _._ i .1 lU 41 1 .1 ,- - , ., I. y 1. . 5 l - - : _ .. ,,,, e 1. . .r . .1 i %I V . 1: L 111 1 ih .9 1 NJ I .1 ,1 9 -, . . II . - I 1 . . . . P . 3 . r . - . .. 1 I .-= - 49 . : 1%1.. 1 : 1 . ,. 9. - Mi 5 : r L ,7 ihr _.,,,. .. .._._... , _...._, , !. ,, ,- _. .. . ... .-:, ._ . , -- 7, ., . .: _ .. . , I I ..W._yi r d _ffl.. a . 1- , . . ..4[._. o I r ,.. -,,, r _ 1 , ,,. 1 F . ,... . , - , .. ;: -,i11 1 ,. 4. .1. , L., , , - . L-:. , ..- --_ , . !_;.._-.4._ -.... . _. lT ! . -,-1 , 1.,_11,_% r o t. , 1, , - . -. - .....- I I -- . - 1 ; K .- .- i.. I I I 1 - J 1r--. . . 4. - U l 1 .137Ls I - i 4 rin = w .1.. ~ I _._ 1 . 1... .. 11 5 1 , i i .1 ; ,. . . r 1 .1 -. m . 9 - r I- .1 - _ 7 . -1,... , _.9d .. 1 _...1 . 1 1 a .. r iz ..1.1 -: :._Ir z,11:i i _% ,.-::. .....[ -r .. :_!rp _ ,Ir:, .... 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I ,. .flii i . : _ .d. 4 1....^5 - s jr . .i. - 1 r 1 . 1 .1. 1 1 ... r . .R E - r .-,..-. -, -.. .. y 11 - . . . 1 1. :16 i U 15i.-... 1 . 1..... .1 1 .1 -. 1 . 1 Ii i o_ re =. : - , 4 j lOsj . ..- ; .. . i 1 -.. r k : Ilustracin: CARMEN PREZ JOS ANTONIO PANERO Naci en Ponferrada (Len), en 1952. Es profesor de EGB y licenciado en Filologa Hispnica. Trabaj durante 5 arios en la R. F. A. con los hijos de los emigrantes y como profesor de espaol en la Universidad Popular de Lindau am Bodensee (Baviera). En 1977 se cas en Roma con una doctora en Psicologa Clnica. El matrimonio tiene dos hijos. Quienes alguna vez han tenido cerca a J. A. Panero slo le conocen tres pasiones: su familia, los viajes y la escritura. Desde 1981 reside en Elda, en uno de cuyos colegios pblicos trabaja. Ha obtenido, entre otros de menor importancia, los siguientes galardones literarios: Premio Ciudad de Ponferrada (1980) Premio Epifana en las Ondas (1983) Premio Villafranca del Bierzo (1984) Premio Semana Internacional de Cine Naval y del Mar (1984) Premio Casa de Galicia en Len (1984) Premio Antonio Machado (1985) Premio Cuentos de Invierno (1986) Premio El Barco de Vapor (1987) Premio C. C. E. I. al Mejor Libro Infantil (1989) Premio Centenario Caja de Badajoz (1989) VI RGO POTENS Jos Antonio Panero ver quin me debe a m este muer to. Voy a arrastrarlo sobre la con ciencia por los siglos de los siglos. Si Dios Nuestro Seor no lo reme dia, se me van a aflojar los sesos, me creo yo que se me van a hacer agua los sesos si sigo mucho tiem po as. Aunque mejor sera, y aca bar de una vez con la memoria. El que ya no sufre es l. Mralo. Parece casi que sonre, con la nariz tan afilada. Madre y Do rinda y otras mujeres lo lavaron, le lavaron la sangre y lo vistieron y ahora est aqu plido, plido, metido en la caja. Representa ms gran de. Lo han puesto en el comedor. Han corrido la mesa y los bales y lo han puesto en el come dor, porque haba ms sitio. La habitacin est llena de mujeres y de hombres, y an siguen lle gando ms. El corral y la cocina tambin estn llenos de gente. La voz de que yo lo haba ma tado los sac a todos de sus camas. Todo el pue blo ha venido a vernos. A verlo a l y a verme a m. Los que van entrando buscan primero con la mirada al muerto y despus me buscan a m. Las mujeres ms viejas me abrazan o me cogen las manos entre sus manos, y los hombres me acarician la nuca y lloran. Algunos hombres y algunas mujeres me besan o me aprietan muy fuerte, muy fuerte, durante mucho rato. Han in tentado levantarme de esta silla, pero yo no me 9 levanto. ste es mi muerto, lo he matado yo so lo, es todo mo. Apenas puedo levantar los ojos de las velas que le han encendido a los lados. Deben llevar mucho tiempo ah puestas, porque el entablado del piso est lleno de salpicadu ras de cera. A veces oigo gruir a los cerdos en la po cilga. Tambin oigo las campanadas del reloj, aunque no las cuente. Fuera est muy oscuro to dava, pero debe faltar poco para el clarear. Durante toda la noche las mujeres no han pa rado de rezar rosarios y de echar la recomen dacin del alma. Por el muerto y por m. Don Isaas fue de los primeros en venir. Primero le puso a l los Santos leos y luego me pregun t a m si quera confesar, pero yo no le pude responder. No puedo hablar ni llorar ni gritar ni moverme ni nada. Uno no mata todos los das a un hombre. Si pudiera levantarme de la silla, tirara abajo esta pared de adobes. A cabeza zos. Ha venido tambin la pareja de Benavides, pero todava no me han detenido. Poco miedo tienen de que escape. La luz de las velas relum br en el charol negro de los tricornios y por eso me di cuenta de que tambin la autoridad esta ba aqu. Adems, el cabo es largo como un ara do y al entrar tap con la cabeza la bombilla de afuera, la que da al corral. Tambin por eso me di cuenta. Debe hacer fro, aunque yo no lo noto. Por encima del muerto pasa el aliento de todos, el mo tambin, como nubes en miniatu ra que desaparecen al acercarse a las llamas de las velas. Slo de la boca del muerto no sa le nada. Debe hacer fro, pero la puerta del co medor est hasta atrs, con tanta gente. El prac ticante de Villares ha estado hablando con los 10 guardias y luego vino y me dijo que si me que ra acostar un poco, pero yo no le contest. No puedo hablar ni llorar ni nada con este muerto aqu presente. A ver quin me debe a m este muerto. Me han trado varias veces un tazn de manzanilla, pero no saben que tengo los dien tes y las muelas como pegados con cemento y no puedo abrir la boca. Alguien ha debido en cender la cocina y est preparando el pote pa ra los cerdos, para que dejen de gruir, me creo yo, porque de vez en cuando llega el olor de la pulpa y las patatas cocindose. Los bichos tie nen que comer, qu culpa tienen ellos. A ellos no les pesan los muertos en el estmago. Esta niebla mojada que viene del corral res bala por la frente del muerto y va a esconderse entre las sayas de las mujeres y se queda all, acurrucada, como en los fuelles de un acorden de luto. Talmente as estaba el da aqul, cuando apareci el primer cadver, el de Agustina Puente, la de Villarejo, la hija del Capador. Ha ba una niebla meona y fra que suba del Or bigo y se enganchaba en las ramas altas de los negrillos y en el nido de las cigeas como lana hmeda. Miguel Requejo dijo que si no llega a ser por el perro, que empez a ladrar, ni la ve. Vena de escardar el lpulo, y lo que menos. Pe ro dice que el perro venga a ladrar y a ladrar, y que no paraba, y que se ech por la cuneta de la Pontina y l detrs, a ver qu demonios quera aquel perro. Dice que la pobre Agusti na estaba con la cabeza de lado y tena los 11 pechos al aire, morados por las magulladuras y rgidos como de cristal por la escarcha. El que lo hizo le dej la falda subida y un trozo de ja bn metido en sus partes. Cuando dieron cuen ta y vino la pareja, dijeron que no era el pri mer caso, que en Villamor haba aparecido otra igual haca dos das. Despus ocurri lo de Benita Domnguez, a la semana o as, y ah arriba mismo en Valdi glesias, como quien dice a la puerta de casa. Entonces ya fue cuando no dormimos nadie en Santibez, ni hombres ni mujeres. Las mujeres por miedo y los hombres por ganas de que se nos apareciera para poder derretirle los untos y ensartarle el corazn en un bieldo. Porque con Benita no pudo, menuda es Benita con esos bra zos que tiene, que echa al carro quilmas de sie te arrobas sin pestaear, aunque lo intent, y ella despus dio pelos y seales de cmo era, mayormente de la cara, y de que era algo cojo porque cuando vio que se le escapaba y mar chaba hacia el pueblo dando voces y pidiendo favor, l sali huyendo y rengueaba. Aunque dice que a punto estuvo, porque logr romper le la blusa y le plant las asquerosas manos en cima y se los estrujaba as para arriba y para abajo, para dentro y para afuera, como si es tuviera amasando, como si quisiera arrancrse los de cuajo. Y que le deca: Reza las letanas, puta, reza las letanas de la Virgen o te mato. Venga, reza: ...Virgo Potens..., Virgo Cle mens..., Turris Eburnea..., Refugiunn Peccato rum..., Sancta Virgo Virginum..., Domus Aurea..., Virgo Potens..., y que las mezclaba y las repeta sin concierto y echando espuma rajos por la boca. Pero la pastilla de jabn 12 lo perdi: cuando meti la mano en la chaque ta para sacarla, Benita lo descabalg de un em pujn y se puso a salvo. Cuando vinieron a Val diglesias los guardias a tomarle declaracin a Benita, se acercaron hasta donde haba ocurri do todo y el nmero encontr el trozo de jabn junto a una mata de garbanzos. Entonces fue cuando el cabo nos reuni en las escuelas y nos dijo que estuviramos sobre aviso y con los ojos y los odos bien abiertos. Los primeros das, a m me daban las tan tas pensando en el asesino y en la pobre Agus tina, la del Capador, y en Benita, la de Valdi glesias, y en mi hermana Dorinda. Desde mi cuarto oa el toque de las medias y la msica del Ave Mara con las campanadas de las en punto, sin poder pegar ojo, en blanco hasta las cuatro o las cinco. As que cuando al clarear me levantaba para ir a la remolacha o a lo que fue ra, me caa de sueo sobre el aguamanil, y el barreo de sopas se me iba de los dedos de pu ro cansancio. Habl con Dorinda y le prohib que saliera sola del pueblo, aunque fuese cerca, mientras la justicia no prendiera a este loco que me ha desgraciado para siempre. Y hasta me acuer do que habl tambin con madre y con to Ben jamn y les dije lo mismo, que no la mandasen ms a ella a abrevar las vacas, que ya ira yo despus o que las llevase to si no, pero que Do rinda no saliese de casa hasta que no acabara aquello. El caso es que ayer tarde, cuando volva de la tejera, a la anochecida, notaba yo algo raro 13 en el aire, una corazonada, me creo yo, como si las benditas nimas alentasen sin fuerza, pe ro todas juntas, por debajo de las nubes. Se ve que estaba de Dios esta muerte, cuitado de m. Madre migaba sopas en la palangana y Dorinda estaba con su bombilla y su aguja co gindole los puntos a una media. To Benjamn estaba sentado en el escao y lea los chistes del calendario del Corazn de Jess. Madre dijo al go de que maana, hoy, haba que sacar el abo no de la cuadra, que estaba imposible, que se atollaba uno hasta las rodillas en la porquera y no haba dnde pisar ni con madreas. Y des pus cenamos. Me acuerdo que to y yo fuma mos un cigarro juntos mientras Dorinda termi naba de arreglar la media y luego nos fuimos todos a dormir. Me dieron las doce y an estaba despier to, dando vueltas en la cama. Cuando empeza ba a dormirme, o un ruido seco en la parte de atrs de la casa, como si hubieran golpeado el suelo con un palo muy grande. Me levant, me puse los pantalones y las botas y baj al corral. La noche estaba sola, sola. Negra. No se oa nada, slo mis pasos en el empedrado. Al lle gar junto al pozo, me acerqu a la ventana de la habitacin de madre y esper all un rato. To do segua en silencio. Sent fro en la garganta y tuve que toser. Madre me oy. Eres t, Ezequiel me acuerdo que me pregunt ella en voz baja. S, madre, yo soy. No se apure. He odo un ruido ah atrs... Ahora vuelvo le respon d yo quedo, quedo tambin. Despierta a to Benjamn, hiio, no vayas solo! dijo ella. 14 No hace falta, madre, no se apure. Aho ra mismo vuelvo. Descolgu el hocino de la lea, que estaba en el montn de escobas, junto al horno del pan. Lo empu fuerte con la zurda, que es mi mejor mano, y avanc despacio, procurando no ha cer ruido. Al pasar frente a la pocilga, la cerda rebull y gru una vez por lo bajo, pero amai n en seguida. Mir para la cuadra del gana do: las dos puertas estaban bien pechadas, pero la portilla del nial estaba abierta. Sal al huer to. Volv a notar en el aire aquel como apaga do aletear de nimas que saltaban las tapias y se perdan ms all de las vias, en el monte. Y de repente lo vi: era un perfil de sombra que avanzaba hacia la casa, cojeando al andar. Me escond detrs de la aventadora, protegido por los sacos que la cubran; el corazn me daba vueltas en el pecho como una noria de cangilo nes locos. La sombra, renqueante, pas muy cerca de m camino de la portilla. Pens que iba a escon derse en el pajar. Entonces sal y grit a su es palda: Quin va, al tiempo que le pona el hocino en los ijares. La sombra se asust y pe g un salto hacia un lado y, al hacerlo, la pun ta corva de la cuchilla le reba las entraas. La sombra herida me reconoci. ... Pero si soy yo, Ezequiel... Tena que hacer de cuerpo y en la cuadra me hunda... Qu has hecho, hijo...! Con la negrura tropec y tir al suelo uno de los postes que habamos preparado para el lpulo..., de rebote me al canz en esta pierna..., debo tenerla partida... Ay!, Virgen del Castro..., Ezequiel, me muero... Me abalanc sobre l para socorrerlo, pe ro to Benjamn estaba ya alentando nubes quin sabe hacia qu inviernos o qu crculos. 15 1 1 - . 1- . :T 1. :: u n . - : I :: ...I I . 1 - ...i - , g 1 II IIII l la L l l i a . d . 1 1 i i- - . 1 . . : 1 . .. 1 _, . .1 -. ..... 6 -9 .. . .i ... 1.1 ,..11.11. 1 .., 1 ,. . :: h ..-: . 1111 7 41 1 1. :1 i :.. 1. . IG : . . .. . p li . . . 15r Y o. 1 . T r .5 n ., 1 -1 1 1 . ,.,_ 1- . 1 7 i I i.: F T I i ..I .[T .1 . 1 . 1 . 1 . .. 1, :w o , :: : .: 1 .. . , ,. , u P. y1 `l ,- , :_na ,-:, kil ,,, , i i Pir ... 1 . ...; , .., ,, i ... h - . .. . i . - ._ IP ..T. !:,-- ,, .. ag. n o , I n di I t 1 : l o Inf 1 i r . 11 . V .- . li 9 1 W 1 1 11 . 7 ..- g TI i - d I :a lo o_ I I e 9L .. 1 ... ..1 . .. .. 4 11 ; ll ar . 91ril Y: r 1 ;7 1.11,1 L ; I --- a 1 1 1 11a1 1 .: I ii! 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L , p . .. 51 1 = r . 0.7 -1H1 . 1 .!. . , GoF L. r 91 . r - , S 11 _ 111 .71 r lo 12 kap or_L 5 r r r -n -1 Ilustracin: MAITE CARPENA VIRTUDES FRRIZ GARCA He vuelto a leer mi cuento despus de los cuatro, cinco, o los aos que haga desde que lo hice por primera vez, y he llegado al final con una sonrisa que no creo haber puesto mientras lo escriba. No guard copia ni quise saber nada de l una vez concluido. Recuerdo que met el primer folio en la mquina un da de invierno; llova y estaba deprimida. Aunque puedan no entenderse las razones, el parto fue doloroso. Hoy (cuando escribo estas lneas) tambin lluvioso y tan deprimida como aqul, su lectura me ha hecho sonrer. No quiero decir que a ti te vaya a pasar lo mismo, sobre todo si desconoces que Sara, despus de su extraa aventura, volvi con Jaime y ya no es la muerte quien ronca, sino l. 18 LA MUERTE RONCA Virtu Frriz Garca E 1 L equipaje estaba listo. Como dan do el ltimo repaso, Sara abra y cerraba cajones mecnicamente. Sin saber bien lo que buscaba re volva papeles y objetos en otro tiempo ms apreciados, maltra tando los estantes sin ningn escr pulo. En la puerta, con un rictus de disimulada sorpresa, Jaime. Con fundido y rascndose la cabeza mantena la bo ca cerrada, entre otras cosas, porque no se le ocurra nada que decir. Pero la sangre de sus venas estaba a punto de ebullicin. Algunas con jeturas precipitadas tampoco lograban sacarlo de su asombro. Sabes dnde est la cajita que me regal Lola pregunt Sara todo lo fra que pudo, sin dignarse levantar la mirada. No, no lo s contest aprovechando la ocasin para intentar una sola pregunta: Por qu te vas Ni lo mir de nuevo. En un momento desa pareci de la habitacin empujndolo al pasar por la puerta y corri a encerrarse en el vter, costumbre poco original de superar las crisis de presivas. Bonita forma de escurrir el bulto pens Jaime abatido, que haga lo que quiera. Cualquiera sabe lo que es capaz de 19 albergar su mrbido cerebro. Pero Sara tarda ba en salir y el silencio de la habitacin le de volva el eco de sus dudas. Coloc la silla de lante de la puerta y esper a que saliera. Ests harta de m pregunt sin rodeos, nada ms or el ruido del pestillo. Estoy hasta las narices de todos... Quie ro empezar de nuevo. Jaime no pudo disimular una condescen diente sonrisa, algo cruel, que a Sara no le pa s desapercibida. Eres insultantemente cnico; sa es una de las razones por las que te dejo. Unidos por un hilo de silencio, siguieron uno enfrente del otro, tirndose platos con la mira da. En un atisbo de lucidez, Jaime se dio cuen ta de que por primera vez o era la primera vez que se daba cuenta sus ojos la miraban cansados. Sara, como tantas otras veces, lo no t. Y not que l lo notaba tambin. Fue su lti mo y pequeo triunfo. Jaime la sigui mientras acababa de empa quetar. En el fondo no soportaba las medidas drsticas, y sobre todo no poda hacerse a la idea de que se fuera sin soltar prenda. Por lo menos sabrs a dnde vas, ten drs alguna direccin, algn amigo... no s, algo. De sobra sabes las direcciones que ten go. La sequedad de la afirmacin era evidente. No creers que voy a sentirme culpable Presinti que se trataba de una estrategia ms para conseguir algn trozo de su ya ruinosa dignidad. Despus de todo han sido tres aos de vivir juntos y... Un repentino bloqueo ce rebral poda traer malas consecuencias para 20 su arraigado sentido del ridculo, pero fue ine vitable. Se qued colgado de la frase. La situa cin se le escapaba de las manos, esta vez en serio. No entenda nada, hasta el extremo de quedar al aire con evidentes muestras de debi lidad. Perda los papeles y no le import recu rrir a la splica. Trataba de ganar tiempo, tor pemente. Entonces..., esto es definitivo Sara contest que s. Convencida ya de que la barrera que haba credo insalvable se de rreta como celofn. Acab de ponerse el abri go y un golpe seco de puerta fue su ltima pa labra. 2 El despertador llevaba un rato sonando cuando Sara se levant a pararlo. Estaba so ando y le molest que el timbre la interrumpie ra. Era demasiado pronto para no tener nada que hacer, pero se visti enseguida. Mientras pona un caf en el infernillo las imgenes del sueo reciente se agolpaban en su cabeza. Otra vez un vter, pareca una fijacin. Ella se en contraba sentada en l, como en situacin de re cibir visitas. Desde fuera la gente la miraba y los haca pasar gesticulando alegremente con las manos. Una vez estuvieron todos acomodados, como buenamente pudieron, encima del lavabo, dentro de la baera..., entonces sacaba una ca lavera, la mostraba a todo el mundo y metien do repetidas veces la mano por la boca, la sa caba agitndola mientras deca, con el tono de un gran descubrimiento: veis cmo no hay na da. Le extraaba que una cosa tan estpida 21 pudiera dejarle la sensacin agradable que te na al despertar. La cafetera empez a pitar y no pudo acordarse de ms. Con el caf humeante se encendi un ciga rro. Por la radio decan que iba a llover. Se acerc a la ventana y haca sol, terrazas, ms terrazas y la estacin de autobuses. La rutina destruye el acto, sola decirle Jaime, a menudo, como si la frase fuera suya. Pens que lo mejor era largarse. Aprovechar el sol que segn los expertos era un espejismo y patearse las calles, an ausentes de monotona. Lleg al centro des pus de varias horas de ntimo paseo y recurri al primer bar para guarecerse. Tuvo que reco nocer que la meteorologa estaba ms avanza da de lo que ella crea porque, efectivamente, comenzaba a llover. Se sent en la barra y pi di un martini para hacer boca. Era un bar de paso, como la mayora. Gente tomando cerve za y calamares refritos. Camareros gastados con chaquetas gastadas, un par de mquinas tragaperras y un vapor pegajoso de aceite de orujo fue suficiente para desvanecer su apetito. Cogi el peridico mientras beba a peque os sorbos. Por ms que quisiera no poda be ber un martini de un trago. A su lado, un viejo vestido como una mariquita obsoleta la miraba de vez en cuando, sin insistencia, como si for mara parte del decorado. Supuso que as de bian mirar a las mujeres los viejos mariquitas, pero se equivoc. El viejo estaba realmente in teresado por su cara y se lo hizo saber. Se llamaba Lorenzo Cuevas, era fotgra fo. Quera por encima de todo trabajar con ella. Sara cort sin pormenores, no necesitaba nin guna foto y no tena ganas de conversacin. 22 El viejo recurri al dinero pensando que el bri llo del metal poda influir sobre su decisin, dan do completamente en el clavo. Tal y como esta ban las cosas no iba a ir rechazando ofertas. Aunque los fotgrafos no le inspiraran la me nor confianza se guard la direccin en el bol sillo, prometi visitarlo cuando notara la nece sidad y le estrech la mano. No me interesan los desnudos. Ni a m tampoco -contest Lorenzo con una sonrisa que haca pensar que no era tan vie jo como pareca o que era ms de lo que crea. Sara sali del ruidoso establecimiento con la se guridad de que haba establecido un buen con tacto. 3 Todo le daba vueltas. La nuca helada. Un pico de gaviota hundido en el cuello. El jinete del sueo atraviesa llanuras saladas. Nidos de tiempo deslizndose entre sus cabellos. Un hilo de sangre brota de su garganta mientras cabal ga delirante las rutas gastadas del cielo. La ca beza iba a explotarle. Segua lloviendo. No saba cuantas horas llevaba all. Los cristales em paados no dejaban ver nada de fuera. Aca b la copa de un trago, en realidad tampoco le gustaba el coac. Sali, tras un largo esfuer zo, abrindose paso entre mesas y cuerpos y dej que el agua le mojara la cara. Caminaba mirando al cielo como si espera ra que en vez de agua cayeran bollos, mientras jugaba con un papel que acababa de sacar del bolsillo. Tambin estaba harta de ella y eso no se lo haba dicho a Jaime. El papel se le cay 23 al suelo, era la direccin del fotgrafo. Tras la tinta borrosa pudo distinguir el nombre de una calle; le cost unos segundos recordar de qu se trataba. Por la noche todo cambia pens; despus de comprobar una vez ms que no hay nada nuevo bajo el sol, queda la posibilidad de indagar en las tinieblas. Tena la experiencia de muchas noches de buscar en el espejo una ima gen que llevarse a dormir y de terminar cepi llndose los dientes con energa, esperando a que el sol tapara de nuevo todos los misterios. Con la certeza de que sola y a esas horas, lo mejor que poda encontrar era un tipo extrava gante con el que hablar, llam un taxi y se diri gi sin pensarlo dos veces a casa de Lorenzo. El coche se par delante de un edificio de dos pisos, con la fachada labrada en piedra y una gran puerta de madera cubierta de polvo. Una escalera estrecha con olor a humedad y sin luz era el nico acceso al primer piso, que el fo tgrafo haba escrito en el papel. No tena as pecto de poder pagar mucho pens Sara mientras haca sonar el timbre. Lorenzo abri la puerta en mangas de ca misa con una servilleta colgando del cuello. No te esperaba tan pronto dijo limpin dose la boca, estaba cenando, pero pasa, no te quedes ah pasmada. Por qu no has encen dido la luz No la he encontrado respondi Sara con timidez siguindolo por un sinuoso pasillo, apenas iluminado por un farol que penda del centro. Vena a que me explicaras algo ms del asunto ese de las fotos... La inseguridad de su voz hizo ver a Loren zo el estado en que se encontraba. 24 Primero vamos a cenar, creo que te ha ra bien acompaarme. Sara se dirigi al lugar que le sealaba con el dedo. Una mesita baja cubierta con una ser villeta como la que l llevaba colgando y dos platos. En uno, pollo; en el otro, patatas fritas. Lorenzo puso parte del pollo en el de las pata tas y parte de las patatas en el del pollo, sac un tenedor y un vaso y se lo puso todo delante. Propuso un brindis llenando los dos vasos de vino. Por la belleza dijo alzndolo. Por la belleza y por nosotros balbuce Sara, original hasta donde el alcohol le permi ta y sin plantearse las consecuencias que ms alcohol poda tener sobre su sangre. Recorri las paredes que cedan bajo el peso de tanto cuadro y su atencin se detuvo ante el nico que, por inacabado, supuso que sa sera la causa, consider bueno. Desnudo, sin marco, en medio de tanto dorado ruinoso, junto a montones de revistas esparcidas y carretes, como serpentinas colgando de un hilo, rompa la rigidez de la es tancia. Es una mujer o un hombre pregunt sealando la tela que sostena unos ojos como excusa. Qu ms da exclam Lorenzo tras un breve silencio. La belleza no tiene sexo. No tiene espacio. No tiene tiempo. Es una idea, una idea que se evapora cuando tomas alguna rea lidad como punto de referencia. He gastado mi vida hablaba mientras se acariciaba la afila da barbilla buscando ese monstruo con cabe za de len, vientre de cabra y cola de dragn en cada rostro... y puedo asegurarte que pocas 25 veces lo he encontrado. Y ha sido precisamente en mi cara pregunt Sara con sorna, intentando salir de su borrachera. Si lo tuviera ya me habra da do cuenta... No interrumpi Lorenzo, en cualquier caso slo podras verlo en el espejo y entonces depende de ti hacia dnde diriges el objetivo. Dudo que pudieras quedarte con un estado que a la mayora de la gente no le interesa ver, o no ve, sencillamente. Me parece que t vas muy lejos empe zaba a sentirse incmoda. No s qu tiene que ver ese monstruo con la belleza y menos conmi go. La belleza es frgil, irrecuperable... Es taba aturdida. Las sienes golpeaban con lenti tud su cabeza, ms le importaba un poco de aire que cualquier disertacin metafsica. Se levan t como pudo y sali al balcn, era agradable el ruido de los coches salpicando los charcos. Se apoy de espaldas a la barandilla y cerr los ojos. Desde dentro le llegaba el sonido de los platos al ser retirados de la mesa. Se pasa se interes Lorenzo asoman do las narices por la puerta. S, ya estoy mejor; el vino era lo nico que me faltaba. Se dej caer en el mismo silln bajo la mi rada de Lorenzo, que, de pie, fumando, no se atreva a sacar la cmara. Le pareca una falta de delicadeza dadas las circunstancias, pero se mora de ganas. Sara segua mirando el cua dro como si slo eso le interesara. Todava te preguntas por su sexo Se volvi extraada, por un momento ha ba olvidado su presencia. 26 No, pensaba en otra cosa. No s por qu, me he acordado del sueo que esta maana se me qued a medias. Me molestaba no saber de dnde vena esa sensacin agradable, ahora lo s y todava me parece ms absurdo. Una ri sa sardnica contrajo los msculos de su cara para acabar en una estrepitosa carcajada etli ca que anim a Lorenzo a tomar partido. De qu iba ese sueo tan gracioso dijo mientras se sentaba enfrente de ella. Pues nada continu riendo, que el v ter de mi casa se transformaba en un servicio de caballeros y all estaba yo, desnuda y comple tamente mojada, tendida en el suelo con un enor me pene entre las piernas no intentaba disi mular la gracia que le haca. Sabes algo de sueos No tanto, pero me interesan. Aunque si no me cuentas ms... Era un servicio de caballeros porque no haba puertas. Una fila de urinarios blancos y nuevos se alineaba en una de las paredes. El recinto era grande y blanco que hera los ojos. Desde donde estaba poda verme en un espejo rectangular que cubra la zona de los lavabos. Quera levantarme, pero era imposible. No en traba ni sala nadie. Mis intentos por salir de all se desvanecan cuando el espejo me devolva, con placer, mi imagen adherida a un miembro que no me perteneca. Me senta a gusto con templndome... se qued mirando al techo. Lorenzo la escuchaba atento y su interrup cin le contrari. No haba nada ms en los lavabos el tono inquisidor que utiliz la hizo pensar ms detenidamente. 27 S, una baera, pero estaba sucia. No pa reca tener nada que ver con el resto. En todo caso slo ella y el espejo eran viejos. Por qu, te aclara mucho mi sueo No, podra darte alguna interpretacin, pero lo que me interesa es el servicio que me es ts describiendo. No puedo estar seguro, pero conozco algo parecido... No creo aadi Sara, slo es un sue o. Dudo que exista nada parecido. Unos uri narios nuevos, con una baera vieja y un espe jo de camerino, no son elementos frecuentes en los servicios al uso. La posibilidad de que el escenario de su sue o se viera repetido en la vida real. Y ms, tra tndose de un lugar que con toda seguridad ella no haba pisado, le picaba en el pecho. T lo has dicho! Si no hubieras explica do que se trataba de un espejo de camerino, no habra dado con l. Conozco ese sitio, por ca sualidad pero lo conozco. Pertenece a un anti guo teatro reconvertido en cine. Quisieron apro vechar los camerinos, pero su difcil acceso hi zo que los propietarios abandonaran la idea despus de concluir la chapuza. Construyeron unos servicios nuevos en la primera planta y slo cumplieron su finalidad unas semanas, mientras terminaban los otros. Luego quedaron olvidados. Sara lo escuchaba incrdula. La coinciden cia pareca afectar ms a Lorenzo que, nervio so, se pasaba la mano por la frente dejando la reluciente calva al descubierto. Se levant con brusquedad, dio media vuelta, la cogi del bra zo y le dijo: Vamos, tienes que verlo. 28 --iAhora! Est lloviendo dijo sealando los cristales salpicados. No queda lejos. Un paseo nos vendr bien y podemos quedarnos si hacen alguna pe lcula buena... No vas a mojarte ms de lo que ests. Sara, apenas convencida de poder mante nerse en pie, sinti curiosidad por saber si era verdad lo que Lorenzo deca. Bostez un par de veces, se frot los ojos y colgndose del fo tgrafo se dej arrastrar al exterior. No puedo dejar de pensar que es un tru co para hacer que me mueva le sopl al odo mientras salan a la calle. 4 Sara caminaba ya ms derecha cuando lle garon a la puerta del cine. Los modernos mate riales con que haba sido remozado no podan ocultar las arrugas que surcaban paredes y te chos. Como si sufriera las consecuencias de una tarda operacin de ciruga esttica, el enorme teatro se resista a cualquier tentacin de dejarlo nuevo. No haban hablado prcticamente nada desde que salieron. Ensimismado cada uno en su historia, caminaban juntos sin ninguna prisa. Con pasos lentos y vacilantes, Lorenzo soport durante unas manzanas el peso de Sara en su brazo. Luego se solt y continu con las manos en los bolsillos el resto del trayecto. No haba muchos edificios nuevos por aque lla zona y la fachada del cine hera, con sus lu ces chillonas, la tranquilidad de la penumbra. Lorenzo sac un par de entradas, sin preguntar 29 el horario y subieron una decena de peldaos hasta la primera planta. Se te ha pasado ya su tono era sua ve mientras el rostro se le contraa en una mue ca de histrinica cortesa. El qu contest Sara, abstrada por primera vez en analizar la situacin en la que se haba metido. Ah! continu, estoy al go ms sobria... Es por ah pregunt sea lando una escalera ms estrecha y olvidada que la anterior. S, pero el lugar que buscamos est un po co ms alto. Cmo se las arreglaban los actores pregunt al ver que los peldaos se bifurca ban en un estrecho pasillo rematado por unos cuantos escalones todava ms empinados. Hay otra salida por detrs de la panta lla. Por all es ms fcil... La oscuridad era total. Lorenzo gir una lla ve y la expresin que puso Sara al ver cmo se iluminaba la baera que momentos antes haba descrito, fue la seal que Lorenzo esperaba pa ra actuar. Como si presintiera la gran ocasin pisndole los talones descolg la cmara del hombro, quit la funda y ajust el objetivo. Sara, perdida en el mundo de la lgica, buscaba una explicacin a lo que no la tena. Contempl el mismo espejo en el que ya se ha ba visto y descubri sin asombro que los urina rios se alineaban donde tenan que hacerlo. Des lumbrada por el azar, no segua los pasos de Lorenzo. El mo era ms blanco susurr sin atre verse a cruzar la puerta. Vmonos! Me pro duce angustia este sitio. 30 Estabas ah, no Sara no tard en saber lo que se propona, pero toda su fuerza era barrida por el miedo y los gritos del fotgrafo que llegaban como un eco a sus odos. Un golpe en la cabeza sacudi su flccido cuerpo y sinti la necesidad de des plomarse como el nico alivio a su impotencia. Encendido hasta el paroxismo, Lorenzo dispa raba sin clemencia. Los flashes la cegaban una y otra vez y a pesar de ello no poda apartar la mirada del objetivo. Con la agilidad de un gato, Lorenzo se aba lanz sobre ella. No me interesan los desnudos, pero ahora es necesario. Sara se dejaba desnudar sin resistencia, al fin y al cabo su cuerpo ya no le perteneca, no poda controlarlo. Con una torpeza infantil, Lo renzo desabrochaba los botones de su camisa. Notaba el peso del fotgrafo sobre su vientre y una lgrima le resbal por la mejilla. Nada de lgrimas o me echars a per der todo el trabajo dijo secndola con la pal ma de la mano. Lo siento, no hara esto si no estuviera seguro de que sern las mejores fotos de tu vida. 31 . 11 1 . .,, ., , ! I e . -.. - . 1 1 1. .. I . i ir 911 I +71.9 i ly. 11 1 991 r/li . 9. . n I . :,,, , -1 1 i,l. 9 1 II .. 1. , . 1 i . , 11 1 , I . , ,.. a.. , r 7 : 01 . , 1:: .. . .. hg e gi L 1 - o a lw e. I i : 1 1 . 1 ._, !, . 1 , j i .: . A I 91:..1, lli 1 . j Ln 1 9 1 1 1 -9. 1 1 7 ri - : .i l . - :u , 1 .-, II 7e, i irt i iL, I , -: 1 ,,,,,, 9 ki . !-,!.. , ..L :J . -a. 1, 1 1%0 I:, ; I 9 . .. 9 1 J. . 1 1 . ....1 .-, I 1 19 1 .: 111 ;. , I 1 H F-1 I 1 :: ;1 , :l 1 J . F 1 9 .1. .. li -in . .1 9 . 1 , 111: 1.1 U - : .;:i .1 C 1 lij 9111.1 . /1 1 . 1 i l . . . 1: 1 1 - . ., , La [11. m.. 1. , 1 7. jP I, ; 7 1. : .... 1.fc. ,1 o , ._;.,1 . rr .,,!.w 4%. L 11 1 . 1 iii .511 .: 7 . r .1 I , vi -4 .ii, ,, , ,. . ., .. .... -1,-. -. ., ..., , r 41 5 ../17, 1.:i .. 1 1 li lL 1112 7, d, 1 _ 14 , . .1 1 2 , I . 1 : 1 .1 : e l IN :/ id li : I r I I. fi , y 11 r . F n j d TI r 11 119 1 o -1 - . L (r1 1 r y h ., , -. 4 Ir: ii II n NU . r 1 . 1 .+ 5. . -l e - r . // .. r ir , i.-..,- ......, .._, i i ^- 1 ._ I i li r L ,.. . . , . . -. 1 II ... . 1 n u ; 1 1; ,: ..... 1 I II I 1ir . .I . T : PI 1.1,L 161., 1 i : ,. .. . ,,a __:, . .r - : ` .. : a .ear il 2 1 . --r . . ... I Ti - - . 1 5 - Tf . 11 .F. . -! . . di . , : 1 i 7 11 . Ir .: ., G . 5 ,. 1- 1 . .L .. [ 1 , . 1 1; E .1 d . ,, . 1 7 k . : d i _, . mi. , . . o I . .1 o . . 1. II .bi . 7 . 1 Ill 1 1 S .. . i !.,, II ,. 1 . I, . ... . 117 1, 1 1. :0 2 .. .., ii . :1: . .7 .i f . lit 1 : 1 IM% 1 9 1 , 11 . o f .1, . : r ; I T . ., - - .. 1, .. r 17 ; -I .: -II : u ` - * . . !. - - 1 1 ! - 11..., . II. . . T . pi . . 1 y . ..j - -4.1. 4, : .-:-. ..,. 1 II . 1 p. , r k, ,, . ,. PI_ . I lin _, . r,.. 1_ i .4, . ; l ! .I . y 1 . ; r , ., .., -..1 .. ,;... ... L i. ,. . ,,.. 1 . , C 7 :: I I 15 , 1 .1 , 1 1 ,7 Lr . .x r . .1 1-11 ... 1 a I . 1 - 1 . o Ir .17 -1 : ... N .,.! 1 , 1: !. . ` . .. . T ,: ,!,, G .. 7 1 i,1 :.! . %,: 2 v mi j i r , P li I . 1 1 . i r 0 . -7i . . ; L 9 V 1 5 Pia I I 7 -- u r I 1, 1 a .. . 11 . r 1 : . _5 1 ;.. I r . R. 11 :.,! ..1 1 II I r i !- 1 1 1. T I r I :1 1.. 5 01 - . 1- 1i .II 1 I . ....2,.! . . ,-... iw.!1,,p-,.,, : ::.: ...., 1 1. 1 C . ki 3 ,1; ,, .i. I . ,., A :5 if .. 7 : . , , N i, ir 1 . -. - Iii . 1 .11 %PC II d V . 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Ms tarde me licenci en Geografa e Historia por la Universidad de Alicante. He trabajado como profesor de E. G. B. en diversos colegios de Elda y Petrel. En la actualidad ejerzo como profesor de lengua y cultura espaolas en la ciudad alemana de Friburgo. Soy aficionado a escribir cuentos. Algunos de ellos han sido publicados en las revistas Alborada y Vivir en Elda. 34 VIDA, MUERTE Y MILAGROS DE SERAFN Y SU PISTOLA Manuel Gonzlez Verd Membro, a veintisis de marzo de 7956 -) Y yo que venga buscar a ver si po da verlas por la cerradura o ha ciendo un buraco en la pared, - y las otras, las hermanas, que me lo tapaban todo. Cambiaron las llaves por unas de esas pequeas que hay ahora nuevas, empape .1 1 laron el pasillo y pusieron una bombilla. As es que no haba ma nera. Venga que venga cavilar, pens que por el tejado podra ver a las nias. Hete aqu que me sub una tarde haciendo ver como que arreglaba el canal del desage de lluvias y encontr que haba all, justo alia do del depsito de agua, una trampilla de ma dera verde. La abr y vi que daba como a un tunelillo oscuro al cabo del cual se vean las du chas. Despus de dos aos intentndolo, all es taba la ocasin. Lo malo era si me vean ellas, pero no, por que en la noche estaba oscuro en el tejado. Te na que hacerlo pronto, antes de que viniese el verano y oscureciera tarde, pues haban pues to las monjas la hora de la ducha a las siete, pa ra que las nias se retirasen pronto el sbado, da de la higiene corporal, y as estuviesen el domingo descansadas y en buena disposicin de recibir al Seor. 35 Vino todo bien, pues esa misma semana se anunci con mucho revuelo que el domingo si guiente, da de San Jos, vendra el Obispo a bendecir las aguas de la Fuente del Pjaro, que bien te tengo dicho yo muchas veces que podras venir en verano, cuando estn de vacaciones las alumnas, a tomarlas, pues te haran mucho bien para los clculos que echas en la orina. Hasta dicen que son milagrosas para las mujeres, y cuentan que, hace muchos aos, se apareci aqu la Virgen Mara a una pastora muy mayor que no haba podido tener hijos, y que le dio a la mujer un pjaro con el encargo de que lo cuidara durante dos das, dndole pan moja do en leche y le rezase cinco avemaras por la maana, nada ms levantarse, y que al tercer da le dijese al pjaro lo que quera y lo echase a volar. Pues dicen que a los nueve meses tuvo mellizos. Y a este milagro, que es muy famoso por todas estas tierras, se le llam el del pja ro, y de ah el nombre de la fuente. Pues bueno, lleg el sbado y yo ya esta ba que temblaba. Cuando oscureci me enca ram en el tejado y abr la trampilla sin hacer ruido. Al poco rato entraron las muchachas tal como Dios las ech al mundo. Ay, Tobas, si hubieses estado aqu! Todas tenan una piel blanca, suave como la seda y limpia. Abrieron los chorros y se enjabonaron entre las piernas y las tetas. Y as, con retazos de jabn blanco entre los pelos, estaban an ms hermosas. Pero para qu te voy a contar La que ms me gusta de todas es una que se llama Angustias, que es hija de unos seores muy principales de Madrid y que tiene cara de pcara. Un da la mand la monja a pedirme 36 tiza y ella que venga relamerse los labios con la punta de la lengua. Se me cay la tiza por los nervios y nos agachamos los dos a la vez a recogerla. Entonces, como queriendo como que no, me arrim el seno al lomo. Es triguea y parece mayor que las otras, pero yo aqu no me atrevo a nada, Tobas, aunque ya me gus tara..., porque ya sabes que me recomend la hermana del cura, que trae las medicinas para mi madre, y si algo llegase a saberse... Yo no pude resistirlo, pues desde que estu ve en la mili, en Alcal, y me fui con una pu ta, no haba visto una mujer desnuda, as que, aunque luego me arrepent, tuve que procurar me yo mismo un desahogo con el pauelo, que luego tir al depsito de agua para que no lo viera mi madre, que siempre est indagando es tas cosas (...) Bueno, Tobas, sin nada ms que contarte, se despide tu amigo que te aprecia: Serafn Del reconocimiento mdico de las infrascri tas pacientes se desprenden las siguientes con clusiones: Que ninguna de ellas ha sufrido ruptura himeneal ni presenta indicios de haber cohabi tado con varn. Que presentan sntomas inequvocos de embarazo de aproximadamente noventa das, que se desarrolla normalmente teniendo en cuen ta la edad y circunstancias de las pacientes. 37 Reconocimiento de D.: Dolores Ingual Angustias Durn Virtudes Fuertes Inmaculada Manchn Purificacin Viola Modesta Orgils Esperanza Callado Valencia de Alcntara, 23 de junio de 1956 Por el presente informo a Vd. que, el pasa do da diecisis de los corrientes, y mientras se efectuaban las operaciones de vigilancia que re sultaban pertinentes segn su oficio nmero 106/13 del treinta de junio, se detect la pre sencia de un individuo que, procediendo subrep ticiamente, pas la frontera de Portugal a unos dos kilmetros de Herrera de Alcntara. La pa trulla bajo mi mando, segn su estricta recomen dacin, dio el alto al susodicho individuo, el cual hizo caso omiso de la orden e intent huir de nuevo hacia Portugal. Al no detenerse, el nme ro Jos Medina hizo un disparo al aire que no consigui intimidar al perseguido y, seguida mente, dispar a dar, resultando de este hecho la muerte de Serafn Ppulo Prez, que segn posteriores averiguaciones result ser vecino de Membro. Del registro del cadver result el ha llazgo de una pistola marca Star, calibre 9 milmetros, que hace abrigar la sospecha de que el finado pretenda provocar la subversin contra el orden establecido (...) Valencia de Alcntara, diecisiete de junio de 1956 38 El pasado viernes, da veinte de los corrien tes, se produjo en Membro una concentracin religiosa sin precedentes en la Historia. Miles de personas se reunieron en torno al Colegio Vir gen de la Concepcin para poder ver a las Sie te Vrgenes que, con un squito de doscientos sacerdotes, al frente de los cuales estaba el Obispo de la Dicesis, representacin de las Fuerzas Armadas y de la Excelentsima Dipu tacin Provincial, se dirigieron en procesin, co mo semanalmente viene sucediendo, hasta la Sa grada Fuente del Pjaro, donde hicieron ofren da al Altsimo de siete avecillas que portaban en sus patas mensajes al Padre Celestial. ste ha sido el ltimo acto religioso antes del Nuevo Adviento, que de seguro se producir el veinticuatro de diciembre, y para el cual se es t acondicionando, como exige este aconteci miento trascendental para la humanidad, la Ba slica del Pilar de Zaragoza. Badajoz, 22 de diciembre de 1956 ;Espaoles! Una vez ms me complace dirigirme a todos vosotros sin excepcin, pa ra desearos unas felices fiestas navideas en el seno de vuestras familias. Esta celebracin, tan querida por nues tro religioso pueblo, nos recuerda y nos se ala el camino a seguir, y nos obliga a per severar en nuestro destino de pueblo queri do por Dios y quiz sealado como nuevo pueblo elegido por El para una nueva y ml tiple Natividad que libere a los hombres del pecado y el materialismo. 39 Este ao los espaoles vamos a asistir al comienzo de una nueva era. Y esos siete Jesuses que enva la Voluntad Suprema, se rn los nuevos Mesas de un mundo que iba camino de la ceguera y la destruccin mo ral ( - ) 40 Ilustracin: FONCHO DIEGO BRAGUINSKY Nac en Buenos Aires, hace ms de treinta aos. Gracias a una temprana vocacin literaria, consegu sobresalir en la composicin de redacciones durante la poca escolar. Ms adelante escrib poesa. Tengo un cajn lleno de ellas. En la adolescencia, quiz fascinado por Cortzar y Borges, me empe en la escritura de relatos. En 1986, decid publicar siete cuentos y olvidar los otros treinta que haba escrito, como si cerrara una puerta. Editamos Cuentos redondos. Dos de las narraciones que lo componen, merecieron sendos premios (el Ciudad de Mula y el Prncipe de Asturias, 40 de Elda). Desde los veinte aos me dedico profesionalmente al teatro y hasta ahora he estrenado tres obras: Bola Taims (Festival Vila-Real), Marta (Teatre a Banda Vcia.), y Transits (Centre Dramtic de la Generalitat Valenciana). Esta ltima propici la publicacin de un disco de larga duracin, cuyas letras me pertenecen. Actualmente trabajo en Televisin Valenciana como locutor y guionista. 42 LAS ALARMAS Diego Braguinsky A ir 4-, , ste es un pueblo pequeo, de pequeas cosas, y efmeras. Don , de casi todo ni siquiera se toma la molestia en detenerse y lo que lo ,. ., rn hace no pasa, se queda. Si yo le hablo hoy no es por que tenga menos ganas de olvidar que la mayora. Es que yo estudi en la ciudad, y si no acab es porque no me dej la guerra. Terminando el bachiller me cogi por banda y se me llev un ojo. Despus me dieron una me dalla que ocult por ms de cuarenta aos y me mandaron a casa. Ahora, cuando me piden que la ensee, lo hago. Vi tanto hombre muerto que me acostumbr a su compaa, y por eso me ve usted de sepul turero. Esta gente sabe guardar silencio. Al me nos eso pensaba yo cuando solicit el puesto. En aquella poca, y de esto que le estoy con tando hace tiempo, no haba dios en el pueblo que quisiera quedarse aqu noche y da. Se na rraban cosas extraas de las costumbres de los difuntos. ste supo ser un pueblo rojo, y decan que las almas en pena se revolvan en su tumba por la injusticia. S fue, amigo mo, y justamente por eso, es imposible que suce diera. 43 Pero esto no son ms que habladuras de las gentes, que como usted sabe son muy caca readoras. El caso es que en el cuarenta y dos hubo un problema de herencias. Se haba muer to un viejo que dejaba buenas sucesiones. El po bre hombre haba vivido solo desde siempre y fue creparla y venirse toda la parentela de Ma drid, donde saba vivir, a recoger la herencia y el cuerpo. Apareci medio abierto el atad al desenterrarlo y esto alarm a la gente. Aca baron de abrirlo y lo vieron. Se le haba que dado al finado la expresin del pnico pintada en la cara. La muerte slo le haba rozado y lo haban encajonado medio vivo. El caso es que se despert preso y luch con el ahogo hasta que se le fue la vida. Fue tal la conmocin, que la familia recogi los trastos y se larg como aire que lleva el viento. Mi antecesor le ech tierra por encima y en el acto present la renuncia, no imaginaba l que debajo de la tierra podan pasar esas cosas. Luego las viejas se fueron de la lengua y crearon la leyenda de los difuntos parlantes. Yo estaba sin trabajo, y como ya le dije, la muerte era como una amiga antigua, as es que tuerto y todo, me vine a vivir aqu. Con el tiempo la historia se fue quedando en las mentes del pueblo y cada cual contaba su versin de las voces y lamentos que crean or en noches cerradas. Como ve usted, esto era campo abonado para lo que vino despus. Las casas haban ido envejeciendo conmigo, y poco a poco yo iba se pultando a los que caan, y cada uno era el aviso que la parca me daba a m. El cementerio se lle naba y era un calendario que se me enfrentaba sin contemplaciones. 44 Tengo que reconocerle a usted que alguna vez o algo, pero prefen pensar que eran gatos. Un da, de madrugada temprana y tibia, apareci el vendedor y se instal en el casino. De momento nadie le cruz palabra por aque llo de la discrecin, ya sabe. Apur un trago fuerte y se arrim a una de las mesas ms con curridas, donde servidor y unos compadres ha blbamos de nuestras cosas. Se present muy amable y pregunt por el tiempo y la sequa. Alguna voz le respondi, y en el acto fue el hom bre al grano de lo que le traa por aqu. Nos reparti a cada uno un panfleto, que an guardo y ahora mismo le enseo. EL LTIMO GRAN INVENTO DE LA CIENCIA MODERNA NO PERMITA QUE LO SEPULTEN VIVO CON LA ALARMA PERPETUA DE NUESTRA INVENCIN MUERA USTED TRANQUILO Y CONTENTO DESDE DENTRO DE SU PROPIO ATAD PODR USTED AVISAR A TODO EL PUEBLO QUE AN RESPIRA CON SLO APRETAR UN BOTN ASEGRESE DE QUE NO LE ROBAN NI UN MINUTO DE SU VIDA A PILAS A 125 A 220 GRAN DEMOSTRACIN ESTE MEDIODA EN EL CAMPOSANTO! Se nos qued mirando como si le debira mos algo. Afortunadamente, ocult yo una sonrisa, pues de completo interesados parecan los co mensales. Pregunt el vendedor por el sepultu rero y respond con un gesto. Djele que eso no era cuestin ma, que lo deba autorizar el alcalde. Y dije el alcalde, porque el cura lo compartamos con otras tres 45 aldeas y ese da no nos tocaba turno. El alcal de era persona impresionable y mstica, y al can to dijo que s y se ofreci a redactar un bando. Ah nos tiene usted a todos los pobladores, oyendo cmo cada media hora el pregonero de ca el panfleto, y el inventor que se frotaba las manos. Y digo yo que poca pinta de inventor tena, con ese diente de oro que le brillaba en la boca y unas patillas como oreja de cerdo, y perdone usted la expresin. Entre estas cuatro casas, siempre han teni do xito los timadores, y por eso me sospecha ba yo algo. Todava tengo fresca la vez que vino uno de ellos, y con un cristal turbio en la ma no, convenci a todo el mundo de que aquel milagroso vidrio hara que los televisores se vie ran todos en color. Ms de uno y ms de diez compraron el artilugio y acabaron usndolo de fuente o de ensaladera. Para encontrarle utilidades a las cosas nos han hecho a los pobres, digo yo. Pero no me quiero ir por los cerros de 1:Jipe da y le sigo relatando. El caso es que ah nos tiene usted a todos delante de una tumba abierta. El hombre que gritaba las excelencias de su avisador a toda voz y nosotros en corro. No creo que mienta si digo que habamos ms de cien aquel medio da delante del agujero. Se trajo del Ayuntamiento el atad pblico y con la ayuda de uno que saba algo de elec tricidad, el charlatn instal una lmpara ama rilla en la puerta del cementerio y un aparato que pareca una bocina. Tir de cable y se me ti en la caja con un interruptor cogido en las 46 manos. A m me toc la faena de cerrarlo y echarlo para abajo. Cuidadosamente cubrlo de la tierra que haba antes quitado y nos queda mos todos esperando lo que acontecera. Al momento empez a sonar la bocina con un ruido de tiovivo de feria y la lmpara ama rilla a encenderse y apagarse. Las gentes nos quedamos con la boca abier ta y hubo algunos que gritaron alegres y tran quilizados. Para ellos, se acabara la leyenda del pueblo y podan morirse o hacer que se moran tranquilos. Al hombre lo sacamos sonriente y ense guida. Nos agradeci el trabajo con unos billetes y se fue para el casino, seguido de casi todos. Ms de veinte Alarmas Perpetuas vendi, y los dems que no compraron fue porque no pu dieron, porque ganas y miedo no les faltaban. Dej colgada de la pared una hoja con las instrucciones de instalacin y se larg. Si no fuera por los veinte aparatos que los propietarios se llevaron a sus casas, se dira que aquello haba sido una visin. Al da siguiente, la funeraria public una nueva lista de precios, incluyendo en una de sus tarifas la colocacin del avisador. Parece que el dueo tena intuicin para los negocios y se haba quedado con el grueso de la partida. El inventor ste no viene ms deca, pero aqu nos vamos a seguir muriendo. Y se ve que acert, pues al rato de poner el anuncio, empez a desfilar por su negocio to do aquel que tuviese un deudo con un pie aqu y otro all, para informarse. 47 Para el que no tuviera efectivo suficiente, se puso en marcha un plan de crditos, conjunta mente con la Cooperativa, con el beneficio de poder reengancharse en caso de agotar el pre cio antes de que fuera necesario utilizar el aparato. De modo que si la maldita se mostraba t mida y no se llevaba a ninguno, una familia po da tener alarmitas aseguradas para todos en ocho o diez aos. Servidor estaba un poco preocupado, pues el cementerio se llenaba los domingos por la ma ana de gente alborotadora y feliz. Venan en grupos a decidir la instalacin del artilugio, co mo si estuvieran decorando un piso para recin casados. A m me tenan como al perro del hortela no, y me acostumbr a la compaa del electri cista, que se arregl un catre all en el rincn, y dorma aqu los sbados para empezar a tra bajar desde temprano. Hacamos caf y nos reamos de los temores. El muchacho quera ver la luz mala, ya sabe, ese relumbrn que sale a veces de las tumbas. Por la descomposicin de los huesos o algo por el estilo. Y trabajo no le falt. Pareca que los vivos tuvieran ganas de pro bar su compra, pues a los pocos meses empe zaron a morirse como los pajaritos en verano. Vena el cortejo por la misma calle que vino us ted, las familias y los curiosos hacan el corro, y delante iba el carruaje de la funeraria con el cajn. Arriba del cajn, como si fuera un trofeo o algo as, venan siempre la bocina y la lm para amarilla. Poda ser la ceremonia ms po bre o ms rica, de mejor madera el atad o 48 peor, pero casi todos traan su alarma. Y a lo ltimo, cerrando filas, el electricista con su mo no azul y el maletn. A m se me complic un poco el trabajo, por que haba que tener cuidado con los cables al echar la tierra, pero era el muchacho quien se encargaba de enterrar bien el cableado y de aislarlo de las humedades. No era cuestin de que el camposanto asemejara un patio de feria. Tambin fue un buen negocio para el de las lpidas, pues al poco tiempo la puerta sa es taba tapizada de lmparas y bocinas, y no ha ba dios que se aclarase con los propietarios, as que hubo que trasladar las inscripciones de las tumbas a los aparatos. Quien tena dinero de sobra, se haca dos, una para cada sitio, us ted ya sabe. Tal cual estaban las cosas, cuando pas lo que tena que pasar. Usted estar al tanto de que la carretera que pasa por el pueblo llega ah enseguida a la ciudad, bien, pues a veces pasan vehculos que van a ella. Aquella noche cerrada, todo el mundo dor ma en el pueblo, incluido uno mismo. De repente comenz a sonar una sirena co mo a lo lejos, despus se fue haciendo ms y ms fuerte, hasta que pas por el centro del pueblo y despert a todos. Luego se fue apagando el ruido, hasta que se alej y se perdi para siem pre. Me barrunto yo que sera la polica o los bomberos. Al cuarto de hora tena usted al pueblo en pleno, aporreando las puertas del cementerio. Queran desenterrar a su padre o a su abuelo, . 49 que los estaba llamando desde la tumba, que al pobrecito le quedara poco aire, que me die ra prisa. Yo intentaba explicarles lo del coche, pero no me dejaban hablar. Para peor, como la sirena haba pasado de largo, nadie estaba seguro de cul era la boci na que haba sonado. No haba ninguno que no estuviera seguro de que el muerto parlante era el suyo. Yo me puse firme detrs de las re jas, a sabiendas de que ningn finado haba abierto la boca, y les grit que hasta que no se decidieran y me dijeran qu caja haba que mi rar, no pensaba abrirles a nadie. La discusin dur hasta el amanecer. Y nin guna de las lmparas se encendi, ni apur un grito ninguna bocina. Al final, uno que era al go ms listo, dijo que aunque hubiera estado al guno vivo, ya se habra ido al otro mundo, ms ahogado que un besugo. En ese momento, la bu Ilera se acall, y cada cual se fue para su ca sa, convencido de que haban dejado morir al muerto. Luego fue lo del incendio. Una de las casas del final de la aldea, comenz a arder como una antorcha sobre las dos de la madrugada. Co mo en este pueblo no hay bomberos, se tiene una campana en la fachada del Ayuntamiento, a fin de avisar de las urgencias de la comuni dad. Pues qu no me veo yo el fuego y salgo pitando hacia la alcalda Pues s, seor. Me colgu como un mono de la cuerda del badajo y la mov con todas mis fuerzas. El es cndalo se habr odo hasta en el infierno. La poblacin sala a los portales a medio vestir y corra sin aliento hacia el cementerio. All los tuve que ir a buscar para avisarles del 50 fuego. Los tena usted ah, discutiendo otra vez la propiedad del difunto lengua suelta. Que es el mo! deca uno. Que mi padre era tartamudo y la campana son como temblando! Es mi ta Vicenta!, que es muy puetera y ya haba dicho que quera probar el invento dijo alguna otra. Y yo que me meto entre la gente y pego el grito: Que es la casa de la abuela Paca, que se le prendi fuego! Me miran todos, se pegan la vuelta, y sa len corriendo para el final de la calle. La abuela esperaba en la puerta y se esta ba cagando en todos los santos cuando llega mos. La casa se vino abajo como un puado de tierra que se lleva el viento. Tal como le estoy contando fueron sucedien do las cosas. Y despus de la sirena y del incendio, pa reci que el destino nos estaba jugando una bro ma, pues qu no vinieron unos caballitos a instalarlos al lado de aquella tapia que usted divisa Y no se me ra, que estoy hablando en serio. Empezaron a montarlo de madrugada, en el mismo sitio de siempre, el amo deca que era para alegrar a los muertos. Cuando se inaugur la temporada de tio vivo, se arm un tumulto alrededor de la taqui lla. El pobre hombre crea que se hara de oro, y la verdad es que la gente haba ido para echarlo del sitio, que ya estaban hartos de con fusiones. Nunca el pueblo estuvo ms unido. 51 El caso es que con el paso del tiempo, fue llegando a la aldea la modernidad, y despus de los caballitos vino la Feria, y luego de la Feria le pusieron alarma a la Cooperativa, y an ms tarde se fue llenando el poblado de coches con bocinas antirrobo. Montaron cerca de aqu la fbrica de embutidos, que cada siete horas anunciaba el cambio de turno a los trabajado res con un timbrazo de miedo. A cada rato sonaban campanillas aqu y all, las alarmas se disparaban por distraccin, o algn chaval muy borde haca ruido de cace rolas; hasta que la gente se cans de acudir al cementerio y comenz a descuidar sus muertos. Ya no se pasaban por aqu al or el escn dalo, as es que me fui quedando solo. De vez en cuando, vena alguno y preguntaba si su fi nado haba dicho algo. A decir verdad, hubo una ocasin en que se encendi una alarma. Sali un servidor co rriendo hacia la tapia y le la lpida, me acer qu hasta donde vivan los familiares y les avi s que me acompaaran. A desgana se vinie ron conmigo. Yo les oa cmo comentaban detrs: Ser una falsa alarma... Y ahora para qu le vamos a sacar... Yo ya me haba hecho a la idea... Que no habr sido la sirena de la fbrica... Y otras cosas que ahora mismo no puedo recordar. Cuando llegamos a la puerta se haba apa gado la luz y callado la bocina. Me sospecho yo que sera algn bicho que hurgaba dentro de la caja y le dio al interruptor por error. 52 Los deudos me pusieron verde, me trataron de viejo loco, y en un momento de mucho ner vio, arrancaron los cables del invento y lo tira ron por tierra. Se llevaron la lpida a casa pa ra usarla en otros menesteres y respiraron por fin tranquilos. Me dijo un nieto del finado, horas ms tar de, que por fin se haba muerto el muerto, y que ellos ya podan disponer de su tiempo sin tener que estar en guardia, por si se le ocurra resuci tar al abuelo. l mismo se marchaba a Madrid al da siguiente. As como se encendi la chispa, se apag el fuego y el inters; creo que ya le dije que ra mos gente ignorante y duros de ensear. Hicimos junta en el Casino todos los que te namos algo que decir, y tomamos la decisin. Como yo era el ms estudiado, me enco mendaron buscar el telfono en la gua que hay en el bar y mandarle venir a usted. Ahora es tn todos esperando aqu cerca, a ver qu con testa. Recuerde que va todo el lote junto, con ca bles y todo, luego nosotros nos lo dividimos. Lo nico que nos quedamos son las lpidas, pue den servir para la cocina. Es una buena oferta, barata. Que s, hombre, que se lo digo yo, que en su negocio va a quedar muy bien, son ideales para hacerse ver y or. Tenga en cuenta la fuerza que tendrn sus protestas, seor diputado... 53 Ilustracin: YOLANDA PREZ NGELES CCERES Las Mareas del Pino vino a saldar una deuda pendiente con mi sangre: me engendraron hace muchos septiembres en la misma negra Melenara del cuento, junto a un Atlntico que cada ario, por esas fechas, reclama su tributo de arenas y de hombres. Y algo queda. La inmanencia islea de la mitad de mi sangre a veces se me sube a la mquina de escribir.., y eso es Las Mareas.... Durante mi dilatada experiencia periodstica, un director del que guardo entraable recuerdo convicciones polticas aparte, Jos Sanz Moliner, me llamaba Guadiana. No encuentro un mejor calificativo para mi trayectoria profesional. Escribo a golpes (y generalmente cuando lo hago me van cayendo algunos premios) y despus desciendo a los subterrneos del trabajo, la vida, los hijos, los amigos..., para volver a aparecer sin propsito previo, simplemente cuando un tema me revienta el cerebro o las manos y tengo que sacarlo afuera para no explotar. Despus vuelvo a callarme, hasta la prxima. Como el Guadiana. 1960: Premio de Poesa Ciudad de Albacete al libro Tierra Parda. 1982: 2. Premio Narrativa del Mar, de Cartagena. 1989: Accsit Gabriel Mir de Cuentos, Alicante; Premio del Gremio de Libreros al mejor artculo sobre el libro, Alicante; accsit Ciudad de Villajoyosa, de Cuento. 56 LAS MAREAS DEL PINO ngeles Cceres u HONITA la Majorera vino a en viudar sin sospecharlo una madru gada hosca de septiembre, con las mareas del Pino; como cada ao en esas fechas, el Atlntico abri las quijadas para cobrarse su ha bitual tributo de barqueros, y por error se trag, revuelta con los cuerpos salitrosos de los pescado res, la rotunda humanidad agricultora de Ro que Santana. El Guirre, que no lleg ni a ente rarse de su propia muerte. Tan borracho estaba. Roque el Guirre (de los Guirres de Agimes, fcilmente reconocibles todos ellos por el arco buitreo de la nariz y los cuellos largos y enro jecidos) hubiera debido morir de viejo en su jer gn, entre los rezos y suspiros de sus nueve hijas solteras y bajo la manta piojosa y resobada que cobij sus arrebatos amorosos, sud sus ca lenturas cuando le atacaba un mal aire de las cumbres y arrop los partos de Chonita, sofo cando sus gritos. Pero una suerte revirada le em puj a Melenara un siete de septiembre all a la tardecita, cuando el aire se encalma y se es pesa sobre la arena negra y la playa se emplo ma toda ella, desenterrando alientos sulfurosos. La excusa fue un asunto de cobranzas anti guas con Venturita Brito, unas deudas de juego sin satisfacer. Pura historia. La realidad, que la cocinilla era un horno de fuego reverberando 57 al rente de las plataneras, y el rebumbio del mu ero familiar le saltaba las sienes con su cloquear de gallinas. Ni mejor ocasin para darse un sal tito a la pulpera de la playa, con los compa dres desfondados en las sillas, el ron estancn dose en los vasos y ese ambiente de calma que flota en las estancias donde no abundan las hem bras. Despus, la cosa vino rodada: celebracio nes y agasajos, y un trago por el compadre, y otro por el cuado, y otro ms por la madre que lo trajo. Cuando cay la noche, estaba Roque Santana tan empapado de alcohol que si llegan a arrimarle un fsforo salen ardiendo hasta las paredes. De modo y manera que entre toda la con currencia se decidieron a embromar al hombre, transportndolo en brazos para embarcarlo en la Esperanza, de Pancho Betancor, que sa la a la costa con su gente a faenar la sardina. Por ver la cara que pondra Roque cuando se le aclarase el malejn de las copas y se viera sobre la marea, bailoteando la barca entre las olas. Porque desde chiquito le tuvo al agua sa lada un respeto rayando en el pavor. Y la bro ma qued redonda porque vino a morir ahoga do, l, que nunca se meti entre las olas ms arri ba de medio muslo mientras le acompa el conocimiento. Por el aquel del reuma, segn de ca. Se ahog Roque el Guirre cuatro millas mar adentro de la Punta de Gando, cuando un gol pe de viento volte la quilla embreada y le hin ch el vientre a las mareas, chupando profun didades y lamiendo con olas gigantes la super ficie engaosamente limpia del ocano. Se ahog sin saber que se ahogaba, manoteando 58 torpemente entre redes y corchos, agarrndo se por instinto a los cuerpos de los pescadores que se hundieron con l, lastrando las espumas. Y supo Chonita la Majorera de su viudez con las primeras lechadas del alba, cuando gol pearon bruscamente el sucio cristal del ventani llo de la alcoba, para comunicarle la desgracia. Levntese, Chonita, cristiana, que hay una mala nueva para ustedes. Dicen que asom apenas medio rostro, ma lencarada y agria, enturbiecidos los prpados por el sueo tardo y a desatiempo truncado, y que casi grit, mientras se recoga las greas escapadas del moo: Malas noticias traes t, quienquiera que seas Qu pas, pues Me lo trinc la guar diacivil en una casa de putas de la Isleta Le abri los cueros a un desgraciado Suelta el bu che, carajo! Larga tu historia pronto, que no son horas de andar de conversadera con una mujer honrada. Se muri, Chonita. Se ahog el compa dre, el Santo Cristo de Telde se apiade de su alma. Mis condolencias y fortaleza y resigna cin para soportarlo: as es la vida. Ahogado dice ust Ahogado Roque Vyase para otra parte con ese cuento, dje se de bromas que no est el horno para cocer pan! Ahogado... mie ust! si por temor del agua ni se lava el hombre. Alguien vio a mi maro embarcarse vez alguna Slgase para afuera, caballero, djeme dormir en paz. 59 Le digo que se ahog, Chonita. Con la muerte no se juega, mujer de Dios, con la muer te no se gastan bromas. Ya ust es viuda, y sien to ser yo quien le traiga la noticia, pero as es la cosa. Vyase preparando los lutos, que se qued sin hombre. Mi psame, cristiana. Resig nacin. Desde el punto y hora de la desgracia un juego macabro del destino se desarbol, co mo de un golpe, la estructura toda de la fami lia. Muerto el nico macho de la casa, se con cret el descalabro en un malvender la tierra, el cercado de las papas, las plataneras descui dadas, el establo rebosante de estircol sin se car. Diez hembras desamparadas, sin norte y sin apoyo, paseando sus hipos por la casa en penumbra y sonndose las narices enrojecidas de llanto y desconcierto. La desgracia no avisa, madre. Y ahora qu hacemos. Y ahora qu hacemos, mi nia. Y ahora, qu. Las cuatro hijas mayores, bordadoras de ajuares, costureras de sbanas de hilo a la es pera del novio, paseantes de parques domin gueros donde ofrecer su honra bien guardada bajo la sombra cmplice de los tilos, se miraban las manos, desorientadas y miedosas. Y ahora, madre... Las cinco ms pequeas, jugando a la pe lota con su futuro incierto, hundiendo los dedos en el cuajo de la leche de cabra que ha de fer mentar el queso tierno de cada maana. La baifa ya no da leche, la baifa ya no da, la baifa ya no, la... 60 Ojos estr bicos de Mariquita Ins, piernas torcidas de Olga Rosa, mocos colgando de Can delarita, diez meses de diferencia entre cada hermana, Chonita la Majorera madre ubrrima de hijas multiplicadas hasta el infinito, Chonita la Majorera paridora de mujeres grafas, de mujeres hambrientas, de mujeres canarias, es tetas de la miseria y la oscuridad. All por Pascua de Resurreccin cuatro aos de sequa y el agua de los pozos del con de cotizndose como lingotes de oro se acer c hasta la casa del difunto Roque Santana un paisano suyo de Agimes, compaero de quin ta cuartelera y medianeros los muros de su ca sa en los aos de infancia. Est00000... Chonita, oiga: ya ust cono ce mi amistad antigua con su difunto, verdad S, hombre. Bueno. Ms vale. Yo quiero que ust me interprete bien, oy Quiero que ust me atien da tranquilita y se piense con calma la respues ta. Una idea que yo tengo, me comprende, una idea que me anda dando vueltas desde que ust enviud, porque me quita el sueo ver este rebao, esta jarca de criaturas sin cobijo pasan do miseria, sin nadie que les eche una manita... Estaba el cielo pardo, algodonoso. Una ca pa de brumas taponando la atmsfera, aplas tando las cumbres, como intentando hundirlas para rastrear en vano los cimientos submarinos de la perdida Atlntida. Ya la tierra no le va a dar nada, cristia na. Ya no le queda apenas puado que vender, ni ustedes pueden trabajarla, aunque quisieran. La tierra no la hizo Dios para hembras solas, oy Yo vengo a proponerle un trabajito ms 61 descansado y ms productivo. En memoria de mi difunto amigo, que Dios tenga en su gloria como se mereci. Chonita la Majorera consinti en bajarse para la costa a principios de mayo, a regentar el localito que el paisano de Roque tena en pro piedad en la playa de Melenara. Detrs del mostrador se alineaban en las estanteras las bo tellas de ron -miel, de whisky de importacin y de coac de marca y de garrafa. Se levantaba de madrugada para preparar la carajaca del aperitivo, las papas arrugadas y el mojo picn que despertara la sed de los clientes y llenara el cajn de billetes arrugados con olor a pesca recin sacada. Desde la ventana tena un marco desen cajado, hinchado de humedad, pintado de ma rrn y verde poda ver las olas reventando contra el esqueleto roto del viejo muelle, y los hijos de los barqueros jugando con los charcos de la orilla cuando se retiraba la marea. De noche, las cucas volonas surcaban el es pacio, pesadas y zumbadoras, para dejarse caer en los bordes hmedos de la pileta, o en tre las hileras de vasos puestos a escurrir. Al gunos das slo cuando haba resaca peque os cangrejos ciegos se aventuraban hasta los aledaos del escaln de la puerta, excavando cavernas en la humedad negra de la arena vol cnica. Olga Rosa, entre el aire salino y la mejora del alimento, adquiri una cierta derechura nue va y desconocida en los tobillos; Mariquita Ins quin sabe si de tanto contemplar la raya azul 62 del horizonte atlntico empez a fijar las pu pilas, posponiendo el bizqueo; las muchachas crecidas redondearon pechos y caderas senta das en la arena, calando manteleras con enca jes prolijos; Chonita se encontr un da, sin sa ber muy bien cmo fue, con el paisano de su di funto metido en cueros bajo las sbanas, y sin pedirle ms explicaciones se aprest a alargar su mano derecha toda callos y estras de sal sobre estigmas de tierra para masa jear el vie jo y lacio miembro desgastado que se le arri maba a los muslos como un gusano agonizante. Suavecito, mujer. Suavecito. Con cario. As... As. Ya uno no est para muchos trotes, toto se termina en este jodo mundo, hasta la hombra de un macho. Pero t me la puedes re sucitar con un pizquito de paciencia, oste Con paciencia y con arte, Chonita. Andale ya, mi ni a. Andale. Los trece embarazos de Chonita la Majo rera tres veces malpari y perdi de un tifus, a los veinte meses, el nico hijo varn que tuvo haban prendido en sus entraas incendiadas en tre gritos y espasmos, sacudida por las embes tidas feroces de Roque Santana el Guirre, de los Guirres de Agimes, gallo de espoln duro y potente amador hasta el ltimo da de su exis tencia. Cada noche haban crujido los somieres, haban temblado las almohadas, se haban des moronado los msculos, ahtos de victoria, so bre el colchn caliente, mientras la tierra dura y seca carbonilla y estircol, lava y piedra despeda un aliento csmico de fertilidad, al otro lado de las paredes de la alcoba. 63 Tras su viudez, la hembra presenta la no che como una pleamar helada y hmeda, y la iba colgando con desgana sobre las guitarras y los limpies que mullan las sombras borrache ras de los pescadores con una alfombra de fo las desafinadas, en la taberna de la playa. Despacito, sin advertirlo apenas, vino a en vejecer Chonita la Majorera frente al muelle de rruido de Melenara; la costa negra festoneada de barcas de bajura pudriendo al sol sus viejos madermenes; la costa engalanada de redes re pujadas con las escamas secas de capturas pre tritas. Se fueron prostituyendo una a una sus nue ve hijas, sin que la madre moviera un solo dedo para impedirlo, desde aquella otra madruga da hosca de septiembre, justamente por las ma reas del Pino, en que vio, ms all de las rocas de hule mojado del costado del muelle, a su hi ja mayor, medio desnuda y con los cabellos es parcidos sobre la arena, dejndose besar, la mer y acariciar por cinco barqueros que apes taban a ron agrio. Te desgraciaron la nia, Chona se dijo entonces a s misma, armando las palabras co mo un murmullo sordo que fue a perderse entre los rumores de la brisa salina. Y volvindose a arrebujar entre las sbanas, donde roncaba a intermitencias su decrepitud y su borrachera el paisano de su difunto, apenas si se respondi, cansadamente: Y ahora qu hacemos, vieja. Y ahora, qu. 64 tirtY loeZ VAdro Ilustracin: MIGUEL NGEL MAESTRE LUIS ESTEVE IBEZ Nacido en Elda (1957) y doctorado en Filosofa, he trabajado como profesor (interino siempre) en diversos lugares y centros. Desde nio me ha seducido la lectura, especialmente las obras de ficcin, y tengo a Jorge Luis Borges por modelo y maestro. Como autor he practicado la poesa, el ensayo, la narracin breve, los guiones radiofnicos y los artculos periodsticos. Sin embargo, no me considero un escritor de oficio, sino un curioso anotador de costumbres que escribe para quedarse a gusto tras un combate consigo mismo. Me agradara, en fin, ser tomado por un romntico ms, amante de la naturaleza y escrutador de los sentimientos cotidianos. Poco preocupado por las formas, busco una escritura clara y sencilla que me valga para plasmar situaciones fcilmente imaginables. Siendo reacio a formar parte de cualquier tribunal literario, he venido presentndome a los premios Prncipe de Asturias con el sano objetivo de evitar perdneseme la inmodestia ser recabado para formar parte de sus sucesivos jurados. Por ltimo, a la literatura le pido que me d amigos y nuevos bros para seguir soando con un mundo feliz y tierno. 66 LA CARPETA DE TORRENTE Luis Esteve Ibez EL CORPUS: Prueba primera, parte primera: U LSO las teclas de la mquina dia~ que impresiona las palabras del em cuento que relata ciertos sucesos entre los que se encuentra el de unas manos que manejaban un te clado. En mi pensamiento se enca denan los pasajes de una historia, ~lb entre los que se halla el momento en el cual de una mente surgen las imgenes conexas de la ficcin. Me distrae el so nido de un televisor que en la historia que pla neo interrumpe el transcurso de la vida de su personaje. Mordisqueo la boquilla del ltimo ci garrillo, como devolvindole a ste el dao que me producir el regustillo culpable del alquitrn, adoptando as una de las numerosas actitudes contradictorias e irracionales tan caractersticas del personaje, pero impropias de m. Soy el es critor al que le supone gran esfuerzo escribir, por lo que intenta dar a luz la figura de un crea dor que en ratos dispersos construye la obra sor prendente. ste lee poco, ms bien ley; aun que ahora yo le estoy obligando a fatigarse con la lectura de lo que yo narro que l escribe. Y eso le disgusta terriblemente, tanto como a m, que odio referirme a sus magnficas cualidades 67 y a su enorme poder de seduccin. Yo le resul to pesado, y l no ha tenido ms remedio que aguantarme hasta ahora. Por eso, sospecho que es fruto de la venganza su decisin de incluir me en su ltimo relato como un ser gris, medio cre, rancio y de dudoso humor. No tiene pizca de gracia la cosa, pero no pretendo conmover me lo ms mnimo. l que mueva sus hilos, que yo mover los mos. Si le gustase el ajedrez todo podra ir re solvindose en otro terreno; y lo cierto es que sabe, entiende bastante, incluso en una ocasin lo vi sentarse (estaba como una cuba) para mo ver las piezas, justo cuando el vecino subi con el objetivo de ver el partido juntos. Al vecino un da lo asesinaremos entre los dos. Cielos!, estoy hablando de compartir algo con l, yo, el besugo, juntando mis manos con las suyas en el cuello del vecino. Bueno, creo que me es toy excitando, mientras tanto l me mira imp vido desde el reojo indiferente de su suficiencia. Jurara que est pensando: eso es, besugo, aprieta fuerte, lquida al pelmazo de tu vecino y luego deja que la ley se encargue de ti, ya vers cmo te desaparecen los michelines en la crcel. Me incita a la violencia para luego adoptar el papel de cnico moralista. Y el san guinario es l, yo me controlo e intento que en ltima instancia siempre quede manifiesta mi sen satez. No es la primera vez que un torpe escritor pretende atrapar lo que fluye de la inspiracin de un cerebro ingenioso y lcido creado por aqul en penoso proceso de defensa propia. Pero, como suele ocurrir en tales casos, no tar da en aparecer la traba de la terquedad del 68 supuesto genio que se resiste a ser comprimido en los estrechos mrgenes de una literatura me diocre. El lector debe tomar partido, bien por la espontnea gracia del uno, bien por el lasti moso trabajo del otro; aunque la cuestin se ve complicada al ser yo el primer crtico de sus tra bajos, y l el primer lector de sus propios tex tos por m transcritos. l se sabe admirado, pe ro su prosa pasa por mis manos. Por ello mis mo, el valor de lo que yo concibo descansa nicamente en su fama. Prescindir el uno del otro es difcil, casi imposible. Para l sera el suici dio (aunque l habla de ortotanasia y la pre fiere a mi compaa), para m la nusea, que detesto por experiencia sobrada. De mi volun tad depende que algo quede impreso en este papel, pero su deseo de colaboracin es indis pensable para que aqu nazca algo que le pue da interesar realmente a alguien. Si te embo rracharas en alguna ocasin, tal vez pudiera surgir un punto de encuentro entre nosotros dos, me dice, sabiendo que soy totalmente incapaz de escribir ebrio, y que en ese estado el punto de encuentro se reduce a que l me domina a su antojo, lo cual aprovecha para tratar de im buirme la impresentable opinin de que l es lo real y yo la ficcin, amn de otras ideas re lativas a la vida y al control de las pasiones. Es ts muerto me dice, porque los locos estn todos muertos, y t ests loco como todos los lo cos que estn muertos porque su cerebro ha per dido la conexin con el cuerpo, se ha deshecho el lazo, sois zombies. Bien, entonces pienso l no es sino creacin muerta de un muerto. No y no, no comprendes nada prosigue, yo ha bito en el cerebro vivo de un cadver al que no 69 le pertenece su cerebro, porque los muertos no poseen nada, pero que s me pertenece a m por que soy el nico habitante vivo de l, el nico ser autnomo de tu ex -vida. Cosas como sta son el tema de conversacin sempiterno de mis borracheras, por fortuna cada vez ms espa ciadas ya que quien las disfruta es l. Desde un tiempo a esta parte prefiero el distanciamiento de la sobriedad, que me otorga la ventaja de poder escribir con libertad, adems de su silen cio... (De Juan Barn, El escritor y el escri biente. Alhambra, Madrid, 1987, en prensa.) Prueba primera, parte segunda: Creo, querido to Fernando, que en estas pginas de/libro del pobre pap encontrars la clave de su extrao estado mental. Nadie me jor que t, desde tus profundos conocimientos teolgicos y humansticos, podr encontrar su interpretacin adecuada. Maana marcho al seminario dispuesto a entregar mi vida al servicio de Dios y de mis pr jimos en quienes l se encarna. Escrbele al pa dre director recomendndome y exhortndole para que tenga la paciencia necesaria a la ho ra de instruir y orientar a este joven devoto. Espero alcanzar algn da el estado de gra cia que me abra las puertas de la orden de los claretianos en que t ofreces la vida al Seor desde que, como yo, cumpliste los dieciocho aos. 70 Te adjunto unas letras de mi madre en las que se aprecia te ruego la bendigas la du reza de la difcil situacin por la que est atra vesando en los ltimos tiempos. Recibe un abrazo fraternal de tu sobrino. Madrid, 18 de mayo de 1987 Luis Fernando Barn Encinas Estimado cuado: Tu hermano Juan necesita urgentemente de un exorcismo. Ya sabes que yo nunca he sido muy creyente; pero las circunstancias tan adver sas a las que me he visto sometida ltimamente me han hecho recapacitar mucho. Creo que es la nica solucin viable a sus problemas. Habla con el prior de tu orden a ver si lo pudiese aten der algn doctor de Roma. Ruega a Dios por el alma de tu hermano y ve en tu triste cuada a una mujer desquiciada por la vida. Deseo ansiosamente tu intervencin. ngeles Encinas Prueba segunda: Querido hermano Fernando: Sirva sta de testamento final. Ayer mi hijo march al seminario, y esta maana mi mujer ha salido en direccin desco nocida llevndose todo aquello de valor que le interesaba. Yo, Juan Barn, deseando que mi hijo Luis Fernando sea novicio instruido teri ca y prcticamente en los deberes del estado 71 religioso, segn el espritu y las prcticas de la Congregacin de Misioneros Hijos del Inmacu lado Corazn de Mara; y que mi esposa, n geles, supere definitivamente toda controversia interna, declaro: Que mi libro es un tratado final sobre la muerte y la inmortalidad que intenta recoger los aspectos mdicos, filosficos y teolgicos de la muerte, con un estilo asequible, regular presen tacin, criterio muy seguro, y que no supone co nocimientos de filosofa profundos. Madrid, 79 de mayo de 7987 Juan Barn P. S.: El literato, con las sinceridades y con los errores vertidos en sus producciones, arrincona do en miserable zaquizam, astroso, rigiendo (porque esto hace realmente) despus de muer to, desde su sepultura, naciones y generaciones enteras qe en vida apenas se dignaron darle un mendrugo con que arrastrar la existencia, ofre ce al mundo uno de los ms interesantes cuadros. La forma de su herosmo es del todo inespera da. (Thomas Carlyle, Los hroes.) Estimado presidente de la Sociedad General de Autores: Jams supuse cuando cre el personaje de Fernando Barn, misionero en la regin brasi lea de Fortaleza, en mi libro La fuerza de la Cruz, que iban a utilizar de tan extraa mane ra su vida, como ese escritor que va a publicar un libro en Alhambra bajo el seudnimo (supon go) de Juan Barn, presunto hermano de mi h roe Fernando, y que adems se recrea en un hijo y en una esposa. 72 El CORPUS precedente, compuesto de unas pginGs del futuro libro del mencionado Juan Barn y de las tres siguientes, me ha sido remi tido a mi casa si bien dirigido a Fernando Barn en dos recientes envos, que yo he cla sificado como prueba primera y prueba se gunda. Ciertamente, mi personaje Fernando Barn dej en Espaa a un hermano casado, Juan, cuando decidi partir hacia las misiones. Quin (o quines) me ha enviado todo lo anterior Na die conoce en la editorial Alhambra la autnti ca identidad de tal Juan Barn. El manuscrito de su obra les lleg por correo y los contactos con l, escasos e interrumpidos desde hace al gunos meses, se hicieron por telfono. Yo le presento en esta carpeta las pruebas de lo que estimo que es un caso asombroso de difcil solucin. Podra hablarse de una usurpa cin de personalidad o, acaso, de utilizacin ile gal de una creacin literaria En sus manos pon go este caso que no dudo, si fuera menester, lle var a los tribunales. Atentamente, Gonzalo Torrente Ballester Madrid, 24 de mayo de 1987 73 1 ,11 7 V- 7L. , ,..L 11.. , j i . pr ili j. - ,ii, . , 1 ii l l .., .1 I : li - 1 ) : .. 9 1 ! 111 1.1 E I, - 9- A ! u . -...1 mi r7 11 ., . , -... m -i 1. r . ,1 11 1 9 , , .1 li 1.9.00 I 11 ,. A .1 111. lAl 1 f i _ 1 ., I 1 il !I I a 111 % 9 . . g i IS ; . 1:, Ir . e l. Irrlig rli . 11 J.1 i e r, . - . 19 i 1. , . . 11 ri , hl I I., I h. 1 . 11 .19 y ..1,, . :. 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Becado por la Conselleria de Cultura, Educaci i Cincia de la Generalitat Valenciana para una estancia de un mes en Toulouse, para hacer un estudio sobre la red de bibliotecas pblicas de la ciudad. Miembro del Consejo de Redaccin de la revista BraQa1, y secretario de la entidad editora Centre dEstudis del Camp de Morvedre. 76 EL MDICO ANDORAIN Albert Forment L mdico Andorain extendi su fir me y sangrienta mano hacia el res paldo del gran silln neoclsico que ocupaba el centro de su terri ble y magnfica biblioteca. Lenta mente, aspirando el aire con ale gra, agarr el brazo izquierdo de la butaca, el cual qued man chado de sangre fresca, y sonrien do, termin por recostarse como si su mueble preferido fuera una recin excavada tumba y pudiera oler el sabroso perfume de tierra hme da, gusanos vivos y flores marchitas de campo santo. Me llamo Andorain, seores, y soy mdi co. Poseo un crneo braquicfalo, unos hondos y helados pies cayos y una perseverante y dul ce cirrosis que quema a fuego lento mi hgado. Pero ante todo, seores, me descubro: si por al go me distingo es por mi enfebrecida y glorio sa pasin: conocen ustedes qu es un libro Ni siquiera lo imaginan. Pero yo s lo s. Un libro es un libro de medicina publicado entre el 1 de enero de 1890 y el 31 de diciembre de 1910, encuadernado en brillante vitela roja. Eso es un libro: el resto, escoria. Y sa es mi pasin: Jesucristo sufri la cruz unas horas, apenas unos instantes, y le protega su inmortalidad. Yo resis 77 tir mi pasin por los siglos de los siglos, mor talmente, sin soportes divinos. Y qu es un li bro Mi biblioteca, seores, mi biblioteca, la cual comprende uno y todos los libros. Conozco a Andorain desde hace ya varios aos. Hemos diagnosticado y operado juntos centenares de veces, casi desde los inicios de su carrera mdica. Es un hombre muy capaz, un gran profesional, que se ha labrado a golpe de esfuerzo y trabajo la reputacin de ser el me jor cirujano de todo el hospital. Destaca por su fina y sutil capacidad de razonar y por sus enor mes conocimientos, aunque es cierto que desde el invierno pasado, no s, parece como si ya no leyera nada de nuestra especialidad. Solamos comentar los ltimos artculos que haban apa recido en el American Journal of Bio-Medical Sciences y en otras revistas mdicas. Pero ya hace meses que no discutimos sobre estos temas, y francamente, no comprendo qu ha cambia do en l. El mdico Andorain era un profesional cons picuo, ejemplar, ilustre, sobresaliente. Algunos de sus compaeros dedicaban sus muy sustan ciosos ingresos a la ostentacin social, otros al coleccionismo de arte, y los ms rijosos, al al quiler de putas de lujo. Andorain inverta su dinero casi exclusivamente en libros. Primero ad quiri enciclopedias mdicas, estudios de pato loga, de anatoma, de farmacologa, terapu tica y toxicologa. Cuando se especializ en ci ruga, sus compras se hicieron ms concretas 78 y especficas y las palabras brotaron densas en las portadas de los nuevos volmenes: sindes mologa, aponeurosis, vianas sinoviales, siste ma hematopoytico, bolsas serosas. Se suscri bi a las mejores revistas mdicas europeas y norteamericanas. Al tiempo que sus libros m dicos se cernan y acotaban a sus necesidades de estudio e investigacin, su biblioteca, a la par que su enorme curiosidad intelectual, se abra a los libros antiguos, a los facsmiles y a la bi bliofilia. Visitaba las libreras de viejo con me cnica asiduidad, y en ellas era apreciado por su refinado gusto y sus voluminosas compras. Un lluvioso da de octubre, mientras callejeaba un tanto azorado por la zona vieja de la ciudad, medio empapado de lluvia, top con un librero conocido suyo, quien, muy contento, lo arras tr al interior de su establecimiento. All le con fes que acababa de adquirir un precioso ejem plar que poda venderle a muy buen precio: era un manual de ginecologa de 1900, cuya cubier ta, ms bien vulgar, haba sido forrada con vi tela de un color rojo brillante. Oh, seores, qu da aqul, el de mi primer encuentro, el de mi primera pasin. Cre tener una meta, un fin, y un mtodo. Mi ingenuo y de mente deseo era curar los cuerpos enfermos, traer el verdadero y real consuelo al mundo de los vivos, luchar contra el vesnico dolor que juz gaba inhumano: un tumor extirpado, un pulmn recompuesto, un corazn con marcapasos, se alaban la victoria de la Ciencia y del Siglo. Mi fin era la lucha contra la incertidumbre de la exis tencia, quera reconocer en el cuerpo humano 79 la certeza de la vida, una sstole y distole glo riosas y triunfantes. Y qu magnfico mtodo ha ba compuesto la mente de los hombres: el M todo Cientfico. Jugaba con l como luego jugue te con el escalpelo. Aprendamos paradigmas y luego los destruamos, catalogbamos snto mas y reconstruamos procesos malignos, eriga mos hiptesis y las enterrbamos con induccio nes y deducciones. Pero lo ms sublime era el milagro tcnico: el estetoscopio haba retroce dido con sus burdos mecanismos de ampliacin auditiva a la ms retrgrada edad de piedra mdica, y ahora nos extasibamos ante el nue vo dios tecnolgico informtico y seguamos asombrados las evoluciones del ltimo de sus profetas: la Tomografa Axial Computerizada. Y fue una tarde otoal, de viento y lluvia, seo res, cuando descubr la verdad. Ante mis ojos apareci, potente y furioso, un manual de gi necologa rojo sangre, palpitante, vivo, una obra maestra no de factura ni de ejecucin, pe ro s de sentimiento, de fuerza, de instinto vital. Aquel libro destroz mi alma, entr en m como el bistur incesante e inagotable que remueve las carnes doloridas del enfermo de cncer, condu cindome hacia la verdad nica de mi existencia. Mi librera, en efecto, no es un gran nego cio comercial, aunque me basta para ganarme la vida. Disfruto mucho entre estas cuatro pare des repletas de ejemplares agotados y volme nes de reventa. Los libreros de viejo somos los ltimos romnticos del libro, una suerte de an tihroes de la cultura. Nuestros clientes nos escogen a nosotros tanto como nosotros los 80 escogemos a ellos: es nuestra particular dialc tica del libro. Aqu se presentan profesores uni versitarios, intelectuales, periodistas, gentes con cultura. A muchos los conozco desde hace aos, por ejemplo, s, al doctor Andorain, que es uno de nuestros clientes fijos, y por cierto, uno de los ms raros. La primera vez que vino aqu an era estudiante de medicina, hace ya bastante tiem po de esto. Creo que estaba en el ltimo curso. Siempre fue hombre de gran curiosidad intelec tual, un biblifilo experto e inteligente, y goza ba de cierta intuicin libresca. Compraba regu larmente. Yo le guardaba aquellos libros que pensaba podan interesarle. Ahora ya no es un verdadero biblifilo, y si la palabra no fuera muy fuerte y usted me lo permite, lo definira co mo un manitico buscalibros. Es algo incompren sible. Que una persona de su talento, de su ta lla, se transforme de la noche a la maana en un vulgar coleccionista... Ahora slo adquiere libros de medicina, de finales del siglo pasado y principios de ste, pero, y esto es lo ms ex trao, rechaza todos aquellos que no estn fo rrados en vitela roja. El mdico Andorain entr en su biblioteca con el manual de ginecologa recin adquirido en la mano. Se acerc a la estantera del cen tro de la habitacin, justo delante de su mesa de trabajo, y lanz al suelo los exquisitos libros del siglo XVIII que estaban dispuestos en el es tante central. En su lugar coloc el tratado gi necolgico encuadernado en vitela roja y, a ca da lado, para mantenerlo erecto, emplazo dos estilizados sujetalibros de madera de caoba 81 esculpidos en forma de mujer: representaban a la diosa Afrodita, la diosa griega del amor. Des pus descolg el telfono y llam a una empre sa de calefaccin: esa misma tarde tres tcnicos de la empresa instalaban en un rincn de la bi blioteca una estufa de lea. Al filo de la media noche, poco despus de irse los tres empleados, Andorain recogi uno de los volmenes diecio chescos que yacan tirados entre los escombros producidos por las obras, impreso por Antonio Sancha, y arranc sin dudarlo unas cuantas p ginas, con las cuales prob el tiro de la chime nea. Lo que quedaba del ejemplar sigui el mis mo camino, al igual que los desgraciados y va liosos libros que, esparcidos, y pisoteados por toda la sala, haban sido sustituidos en la bal da por el tratado ginecolgico. Una vez caldea da la biblioteca, el doctor Andorain se apoltron en el silln neoclsico que complementaba su me sa de trabajo y all permaneci, mirando fija mente su amado libro, por el cual haba come tido tal masacre cultural, hasta el amanecer. Desde siempre, seores, he sido una perso na apasionada. Concdanme la gracia de no confundir mi particular humanidad con el estig ma de la locura. Como profesional puedo ase gurarles que su diagnstico pecara de incon gruente y falso. Intenten comprenderme. Yo pre ciso exacerbar al mximo el sentido de los actos que realizo si quiero darle alguna vitalidad a mi vida. Y no me vengan con sermones sobre la quema de libros. Me dan risa sus gritos histri cos, sus monsergas seudoculturales, sus mitos intelectuales. A m qu me importan. Vivir, 82 yo quiero vivir, y si para ello me veo obligado a lanzar a las llamas papiros, cdices, incuna bles y las obras manuscritas de Shakespeare y Cervantes: adelante con los infiernos! La cultu ra universal es una infamia, una mentira. Vol vamos todos al espritu individual y riguroso de la cultura. Escuchad atentamente, seores: slo la relacin nica y privilegiada del hombre con un objeto exclusivo y perfecto conforma la fir me base sobre la cual asentar la palabra cultu ra. Yo he descubierto, partiendo de un tratado ginecolgico impreso en 1900, encuadernado en una maravillosa vitela roja sangre, que la cul tura reside, en mi peculiar caso, en los libros de medicina publicados entre los aos 1890 y 1910. Este descubrimiento ha surgido espont neamente, de forma vital, como una revelacin. Cuando rena en mi biblioteca todos los libros existentes que renan esas caractersticas, y tar dar aos en conseguirlo, la humanidad reco nocer en m el precursor de la nueva cultura, es decir, su redentor. Pues qu quieren que les diga. El seor An dorain es muy buena persona, es buena gente. Cuando voy a su casa a hacerle las faenas del hogar, ya sabe, lavar el suelo, fregar, quitar el polvo, limpiar los cristales, en fin, ordenar un poco la casa, siempre se porta muy bien conmi go. Hace lo menos tres aos que soy su asisten ta y nunca he tenido ningn problema. Al con trario, me paga mejor que los dems. Y es un hombre que seguro que sabe mucho, porque tie ne una biblioteca muy grande, con muchos li bros. De todas maneras, ltimamente se ha 83 vuelto un poco rarillo. El otro da, sin ir ms le jos, estaba pasando la aspiradora por unos li bros (por cierto, ahora casi todos sus libros tie nen tapas rojas) cuando entr l en la bibliote ca, me vio, y comenz a chillar, a decirme que qu haca, que no volviera a tocar sus libros, que sa sera la ltima vez que entraba en la biblio teca, y tonteras por el estilo. Se ve que est muy nervioso estos das. Pobrecito, algo malo debe de pasarle. El doctor Andorain viva solo. Dos veces por semana, la mujer de la limpieza, una seora muy cuidadosa y cumplidora, pasaba por su apar tamento. No coincidan muy a menudo. Cuan do se encontraban ambos en casa, l se com portaba amablemente, con correccin, incluso con simpata. Pero ya no soportaba que entra ra en su biblioteca. Desde que sta se haba con vertido en un arrebolado mar de lomos de vite la encarnados le enervaba la idea de encontrar a alguien junto a sus amados libros. Se lo ha ba advertido, pero la asistenta, obsesionada por la pulcritud y el sentido del deber, y con vencida de que eran manas pasajeras, no le ha ca demasiado caso. As que cuando entraba en la casa y perciba que el doctor Andorain se ha ba ausentado, iba a la biblioteca y se lanza ba furibunda a una batalla campal contra la mu gre y el polvo. Un da cualquiera, mientras gue rreaba plcidamente en la biblioteca, el doctor, de improviso, volvi a casa. Oy ruidos en su biblioteca y se lanz alocado por el pasillo. Abri de un empelln la puerta y distingui c mo la asistenta le daba con el trapo al estante 84 en donde haba colocado el tratado de gineco loga. Fuera de s, el doctor Andorain tom el abridor de cartas que haba sobre su mesa de trabajo y lo hundi con precisin profesional en el tercer espacio intercostal izquierdo de la asis tenta. sta se derrumb sobre el brazo del m dico, manchndole la mano de sangre fresca. 85 :1i li . r ..,.. r L , . , ., . , _,1 , . r l o 1 ir. . : j. . u : ..i . 11_ 5 1 : i ir cl 4 1.i _ .1 .1, i , , [: ... ir ...r . . ,, , i. , , , . . 7 1 Ei a - :: . I . I II .:. 5 . .,._ . i : i l I . : 1 ,1 n . .... 11 . .., ; .1 r: 0,, .... ,_ : 4 r 4 1 ... ., . .,.. 1 , .., ., 1 I .- .. n .. 1 . . i .-. 1 . II I. I I ... s . : ; 1 1 . 1 .; l .. ... :II I I ..11 ... b .. . .. ei , . , I n ,72 . : . r: ei ,.. i Ji _: 1 , , :di i , .:.5.1 1, .. r . I . . Il . r n . u -n . ti .-, 1 1. 1 .1. 1 . !1.:, .; Fi . ..1 1 - . . 1 - . L 1. , - . s - .. . --... ...-. - -. k lW 11 1,1 . r . . 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I_ _ km+ I n I - 1 . 1 z_I TI .._ - -4 j .7 1, z .1 .41 I I I 1PR S L ilLmi I . : 1 11 : 11 o V II [ _ .. Ilustracin: PATROCINIO NAVARRO LUIS FERNANDO BERNAB PONS Nacido en 1963 en Elda. Licenciado en Filologa por la Universidad de Alicante. Trabaja en el Departamento de Estudios rabes e Islmicos de la misma Universidad. Obtuvo mencin especial en el concurso de poesa Caf Lluna de Elda. Incluido en la Antologa Escrito en Alicante. Muestra de Poesa Joven (Diputacin de Alicante, 1985). 88 TU AMANTE HERMANO Luis F. Bemab Mi muy querido hermano: N estos tiempos en que la muerte ha extendido su negro manto por todas las tierras de la cristiandad, escribo estas palabras sabiendo q ue sern las ltimas que recibas I I de m. La Parca, que pareca ha berme esquivado invocando mi condicin de extranjero en estas tierras, viendo que su labor estaba concluida con los hijos de estos lugares, ha vuelto su mirada hacia m invitndome a compartir su postrer abrazo. Porque s que estars extraa do de mi silencio durante estos aos y que te lle garn confusas noticias sobre mi persona, me dirijo a ti como al ltimo eslabn que me liga con la humana vida para darte cuenta de mis postreros alientos. Ya hace mucho tiempo que salimos de casa a recorrer las plazas primero, los palacios des pus, para cantar nuestras trovas y ganar sus tento y fama. Recuerdas nuestros versos ra mos alegres y llenos de vida, prestos a cantar a la dama ms hermosa que nos honrara con su favor. Nunca he querido ser de vos sino siempre el amigo ms solcito... 89 S, todava tengo presentes tantos versos con los que incendibamos noches fras y apu rbamos los dones del amanecer. Qu de can tar a nuestras damas! Qu de recrear su her mosura! Fueron alegres jornadas las nuestras por las principales casas de Castilla y Aragn, los dos hermanos trovadores con sus finas co plas, recuerdas, los dos hermanos Dalaiz de leitando las mejores mesas y los salones princi pales; s, buenos tiempos para dos jvenes en tusiasmados. Despus, la dura separacin; an despus de tanto tiempo no logro acertar a comprender el porqu de tu negativa a marchar a Roma con el duque de Asuncin; nuevos horizontes se abran, la fresca y radiante campia de allen de los Pirineos se ofreca sinuosa y agradable, la tierra de los divinos poetas nos llamaba a su lado y t preferiste los secos campos castella nos. Pero no te acuso de nada, t tenas a Isa bel y yo solamente nuestras trovas, as que la eleccin tena para m un solo lado posible. Creme, Alonso, fueron sos unos aos de gran ventura y prosperidad para tu hermano, y el mo tivo de no escribirte fue producto de mi natural, que tiende a no hablar de cosas graves cuando la alegra me embarga, y otros, un pequeo fas tidio que senta por ti al pensar los innmeros goces que te perdas, pensamiento que produ ce ahora en m, querido hermano, una gran desazn. Fueron tiempos de marchar de palacio en palacio con mis cantos y mis coplas, divirtiendo y alegrando a venecianos, toscanos y florenti nos por igual; todos peleaban por llevarme a sus magnas fiestas, e iba de brazo principal a brazo real hasta que ca en el ms dulce y cruel 90 de todos ellos; de pronto, una visin me dej sor prendido, abandonado, aniquilado. Juan Da laiz, cantor de las principales y ms hermosas damas de todas las cortes, quedaba deslumbra do y vencido ante la divina belleza de la con desa Marina DOrghi. Todas las mujeres de la corte toscana quedaban convertidas en rostros vulgares ante esa anglica figura; sus ojos, su boca, su pelo, todo pareca demostrar que los humanos seguimos unos planes divinos estable cidos, y el asignado a Marina era el de mostrar a los humanos la Belleza en su estado virginal, absoluto. Desde aquel momento, toda mi poesa fue para ella, con ella y de ella. Fue mi seora, la poseedora de todas mis voluntades, el lazari llo de mis actos y la musa inspiradora de mis le tras. Todo el amor que lemos vidamente de Capellanus y Hebreo lo puse a su servicio, los sonidos ms dulces de mi vihuela se tornaron pa ra ella, las palabras ms amorosas de mi plu ma eran para ella, todo yo era el ms humilde de los esclavos para ella... sin ella. A todos mis poemas y atenciones contest con fro desdn, con estudiada indiferencia, con despiadado de sinters. S, s que me dirs que era lo espera ble, pero, hermano, es difcil seguir las normas del Arte escritas en fros y muertos papeles cuan do Amor te lacera profundamente con sus ar mas. Todas estas trovas recorrieron las cortes del Mediterrneo, y posiblemente t mismo ha yas odo o ledo alguna de ellas, pero Marina DOrghi no tena odos para ellas ni merced pa ra m. Mi querido hermano, yo aprend en el nor te de frica con el duque la tibieza de una pil presta a ser ultrajada y este desprecio por el amor me era tan doloroso que slo invitaba a la 91 muerte, y a ella me dediqu de lleno de la ma nera ms dura para alguien de mi oficio, pues to que desde entonces me resolv a quedar mu do y ciego: no escribir cosa alguna, aun a cos ta de vagar de calle en calle suplicando algo de comida. Cunto se divirtieron a mi costa los perso najes que antes me buscaban solcitos; il trova dore spagnolo muore per lamore, decan en tre risas cuando rechazaba ir a sus fiestas y des preciaba su dinero. As, poco a poco, fui alejndome de aquella mi anterior vida para ir hundindome en la miseria ms terrible; con unas pocas clases de msica apenas llegaba para al go de comida y vino, pero, en realidad, no me importaba demasiado, y, por eso, cuando el te rrible mal comenz a devorar toda la tierra sin distinguir entre notables y miserables, ministros de Dios o del Demonio, lo entend como una res puesta a mis pensamientos, a mis deseos de que todo acabara en breve. Pero qu lejos estaba de imaginar lo que el Destino, con sus enigmas insondables me deparaba, qu frgiles son nuestras cavilaciones al lado del tortuoso deve nir. Cuando el Domo dio orden de que los mo ribundos fueran apilados en los portales a fin de que los carros fueran recogindolos para en terrarlos lo ms pronto posible (de tal manera les desbordaban las muertes), haba que ir con sumo cuidado por exacto medio de las calles lo ms rpido posible para evitar que la terrible enfermedad te sorprendiera desde una de esas pilas. Una tarde que marchaba a mi aposento con paso presto para evitarme el paisaje de que jidos y pestilencia, al pasar al lado de uno de estos montones de cuerpos sent un vuelco en el corazn; slo haba mirado un fugaz instante, 92 pero estaba seguro. Como un muerto que ha sa lido de su tumba me volv y me fij; s, era ella, Marina DOrghi, casi irreconocible tras las infi nitas llagas de su rostro, otrora sin par. De pron to, abri los ojos, que conservaban el plido azul que me hizo ver el cielo en ellos, y me mi r, llenndose pronto su cara de lgrimas y su cuerpo de temblores. Deb entonces perder la razn, porque en lugar de marcharme y paladear esa venganza que el destino haba puesto en mis manos apart los dos pestilentes cuerpos que ella tena sobre s y la recog cuidadosamente entre mis brazos; no senta nada, ni placer, ni pena, nada, inclu so mis sentidos corporales parecan haberme abandonado durante el trayecto hasta mi apo sento con mi adorada Marina. All fue objeto de mis mejores cuidados; va rios mdicos, y slo yo s, Alonso, lo que cost convencerlos para que vinieran, le dieron sus p cimas y remedios para que sanara; ella era to da mi vida anterior y futura, y luchaba para que no volviera a marcharse de m. Al cabo fue me jorando, y las llagas de nuevo dejaron lugar al ms maravilloso rostro que ha tenido ocasin de ver el hombre, y all, en ese miserable espacio que ahora habitaba, cant de nuevo mis mejo res canciones slo para ella, puse todo mi anti guo oficio en el empeo y de nuevo el verdade ro amor, aquel que nunca cantarn zaharrones y ministriles, me elev a las cimas del Arte, slo que esta vez tena un pblico nico, que era el que yo deseaba. En torno a la cama de mi seora fui desgra nando mi amor, mi locura, combat con saa fie ra todo aquello que nos distanciaba, afil todas mis armas como mejor saba y venc, el torneo 93 tena al fin un ganador; el antiguo orgullo y la altivez soberana haban sido derrotados por aquel que esperaba su galardn, y todos los se rafines de los reinos celestes cantaron ante m; un millar de flores se abrieron a mis pies para ofrendar su aroma prstino al campen de las justas. Al fin Marina muri, su mal estaba ya tan dentro de ella que mis cuidados slo sirvieron para dulcificar un poco su muerte, y, tranquilo, me di por satisfecho con la oportunidad que el destino hizo caer en mis manos. Yo fui de ella y ella fue ma al postrer de la vida y esto ha he cho serenar mi nimo. Ni siquiera las llagas que comienzan ya a poblar mi cuerpo me alertan o desalientan: mi seora ofreci todo su amor y yo como tal lo acept, no me arrepiento de na da puesto que fui yo quien solicit su favor; ella nada me deba y a la muerte concedi su vo luntad y la ma, lo dems poco importa ahora en este mundo que se desmorona. Por eso, hermano, mi querido Alonso, te es cribo estas lneas cuando ya la mano tiembla y Caronte aguarda impaciente mi llegada. Pien sa que muero contento y consulate con ello; no creas todo lo que se dir de m, y cuando pien ses en el futuro en tu hermano Juan, recuerda estos sus versos: Tu amor, seora, dicen que es causa de muerte; amadme entonces midons, hasta al fin poder verte, y ten presente que march de este ingrato mun do recordando a su hermano que qued en Cas tilla, haciendo caso a su vida. Tu amante hermano. Venecia, en el da de Pascua de 1369 94 Ilustracin: CARMEN CASTAO JOSEFA MARA CRESPO PREZ-BENEITO Nace en Novelda el 2 de marzo de 1961. Estudia EGB all, en el Colegio de las Hermanas Carmelitas, y en Alicante, en el Colegio Jess -Mara. Termina el BUP y el COU en el Instituto Nacional de Bachillerato de Novelda, en el ao 1979. Despus contrae matrimonio y se traslada a vivir a Elda, donde reside desde entonces ocupndose del cuidado de su familia. 96 LA AUSENC I A Josefa M. a Crespo Prez-Beneito s I EMPRE haba sido feliz. Lleg a esa conclusin tras eliminar de su memoria, uno a uno, todos los pa sajes que pudieran tener algo de tristes, de oscuros, en su niez, en su adolescencia y en el tiempo transcurrido hasta la muerte de la abuela Catalina. Sus pensamientos se detuvie ron en ese punto. Afuera continuaba lloviendo a cntaros. Fue aproximndose hasta la casa, corriendo de rbol en rbol, buscando intilmen te una pausa entre tanta agua como le estaba cayendo encima. Por fin lleg a la casa, subi a su habitacin y arropada en un albornoz, se recost en el silln del dormitorio esperando en trar en calor. Medio adormilada, dej sobre la mesilla el libro de Caballero Bonald que no con segua terminar de leer: por ms que lo intenta ba le resultaba tedioso. A continuacin fue con templando la estancia, ejercicio que la llenaba de una dulce y tibia sensacin de seguridad. Sus ojos se fijaron, por ensima vez, en la tapicera de cretona inglesa, de dudoso gusto, que como un estallido azul, lo llenaba todo. Mir la buta ca, las cortinas, el tocador y la cama. Sobre sta haba colocado un espejo, de madera sobredo rada, que perteneci a la abuela. Siempre le ha ba gustado aquel espejo, que para ello tena el magnetismo de las evocaciones indefinidas, 97 fugaces, pero absolutamente gratas. Ahora que lo miraba detenidamente, reconoci que en rea lidad se trataba de un objeto bastante vulgar. Esta idea le repugn y la desech de inmediato. El espejo reflejaba la repisa, de mrmol ver de, del tocador. Estaba llena de retratos de fa milia, referencias preciosas a otros tiempos. Le gustaban sobre todo los portarretratos de plata, en especial uno ovalado, recogido en su permetro, por un gran lirio Art-Dci5. No saba exactamente a quin haba pertenecido, pero entre todas las hiptesis peregrinas que ha ba escuchado en la casa, se quedaba, sin du darlo, con la de su padre. Segn l, fue un re galo del abuelo a la abuela Catalina, despus de su legendario viaje a Pars en el veintinue ve. Desde luego, el punzn era francs, pero co mo dira Remedios, la guardesa, haba que echarle un galgo. De inmediato vino a su memoria, inevitable mente, la muerte de la abuela. Esta idea le pro duca una sensacin terriblemente cida, pero no obstante, no poda hacerla desaparecer. Co mo en un acto de exorcismo, repas con desga na sus recuerdos, que se le aparecieron con una nitidez clarividente, quebrndole algo muy n timo. Haba estado muy unida a la abuela. Des de nia, pas las largas temporadas de vera no en la finca Los Romerales, y aquel cmulo de sensaciones que le provocaban el campo y la casa en la que se encontraba, espoleaban con fuerza en su recuerdo. Con la abuela poda hablar de todo. Era una mujer muy culta, y a pesar de su anciani dad, conservaba una envidiable memoria, que unida a su talante abierto y a su experiencia, 98 la hacan la conversadora ideal. Adems, ella nunca se extraaba cuando le cont las extra vagantes ideas que a menudo surcaban por su mente. Hasta se dira que se complaca con las excentricidades de la nieta: las llamaba cosas de los Romeros, su familia, en la que incluso haba habido algn que otro desequilibrado, aunque ella siempre tena la precaucin de pun tualizar que nada serio, ya sabes. Cuando la abuela muri a todos nos pill desprevenidos. Sus achaques eran algo ya ha bitual. Nadie les conceda demasiada importan cia, ni ella misma lo haca. La muerte le lleg a media maana: Estas no son horas para morirse; estoy decepciona da. Fue lo nico coherente que lleg a comen tar con el doctor. Cuando ste se fue, pidi a Remedios que le acercase su Libro de las Ho ras, y con l entre las manos, fue llamando uno a uno a todos nosotros. Ninguno hablamos des pus de lo que nos dijo. Estoy segura de que nunca lo haremos: a ella no le hubiera gusta do, al igual que tengo la certeza de que si hu biese podido marcharse de su propio ve:atorio, lo habra hecho sin dudarlo, en uno de sus ges tos elegantemente sorprendentes. La abuela muri con sus Horas entre las ma nos, repitiendo mecnicamente frases del Ob secro, su oracin predilecta desde que comen zara su enfermedad. Tras el impacto inicial, la mquina de ma m empez a funcionar con su eficiencia habi tual. Se puso a dar rdenes referentes al tras lado del cuerpo a la sala de abajo; la ventila cin y limpieza de la habitacin de la abuela, la disposicin del tmulo, las flores, las velas, 99 las notas a repartir, las llamadas a efectuar... Aproximadamente a las dos horas estaba todo impecablemente dispuesto, y de inmediato co menzaron a acudir a la llamada las primeras vi sitas. Entraron los De la Fuente -Vega, padre e hijo; el notario Ramn Arreces Brazo, que en otros tiempos pretendi a la abuela; D. Nico ls, el Cannigo de Berzales, y el matrimonio Fernndez de Ibarra, ntimos de la familia. Padre nos sugiri, de manera inapelable, como le era habitual, que fusemos Rosario y yo quienes recibiramos a las visitas, especial mente a los de casa. Afortunadamente stos no eran de los ms pesados. Se limitaron a to mar caf y a permanecer sentados en la sala, dando conversacin al resto de la familia. Na die pareca demasiado afectado. Se escucha ban frases como son cosas de la edad o a todos nos llega antes o despus.... La excepcin fue Remedios: la pobre llora ba sin cesar metida en la cocina, y pese a que mi hermana Rosario entr repetidas veces a con solarla, ella pareci ignorarla. Slo le habl pa ra pedirle por el amor de Dios que la dejara sola. Durante toda la noche estuvo ausente, sa liendo de su letargo para el recuento de las cu charillas de plata que acompaaban las tazas de caf, y que meticulosamente contaba cada vez que se remita un servicio a la cocina. Esta actividad tan pintoresca obedeca a que, segn contaba Remedios a menudo, durante el vela torio del abuelo, los visitantes se llevaron varias cucharillas, y eso la molest bastante. Por lo dems, la noche transcurri en un con tinuo entrar y salir de gente. Unos se quedaban media hora, otros quince minutos. Tan slo 100 permanecan inmutables en sus puestos los pri meros en llegar: los ntimos. Despus de una interminable velada, por fin amaneci, momento que aprovech para que darme a solas en el cuarto de la abuela. Era como su sancta-sanctrum. Haba oca siones en las que no sala de l en varios das, por lo que haba ido reuniendo en su interior to das aquellas cosas de las que no poda prescin dir. All estaban sus objetos ms personales, in cluidos sus libros, sus clsicos como le gusta ba llamarlos: Gngora, Juan Manuel, Valle..., entre muchos otros, en aparente desorden, y su libro favorito: una edicin de La Celestina del dieciocho que haba heredado de su madrina. Seguan all sus cuadros: aquel retrato que le hizo Macarrn en una de sus visitas a Madrid; sus acuarelas del Romeral, los aguafuertes de Monz... junto a la ventana, ocupando toda la pared, el armario entreabierto. Con slo tocar la, la puerta cedi suavemente, dejando a la vis ta las ropas de la abuela. De nia senta una gran fascinacin por el contenido de ese mue ble. La abuela me mostraba sus trajes de noche, sus estolas, sus mantones de Manila... Me gus taban especialmente los abanicos de marfil, que guardaba en preciosas cajas rectangulares de laca china, con sus iniciales C.R.A. grabadas en el centro. Aquellos abanicos se los regal a ma m en su ltimo aniversario. Mam siempre los mir con ojos de rapaz, y la abuela lo saba. Ahora estaban metidos en unas horribles aba niqueras doradas, colocados en el saln de nuestra casa. Mam se senta orgullosa por ello. 101 El sol se reflejaba en los prismas de roca de la araa de La Granja. Todo segua all, como si nada le hubiera sucedido a su duea; como si en aquella atmsfera, que an conservaba su olor fidelsimo a Je Reviens, se embalsama ran los recuerdos y la vida. Permanec sentada un momento, sobre la colcha de damasco de seda verde, y me di cuen ta de que en la mesilla de noche, alguien haba dejado sus pendientes de perlas y su alianza. Como en un hurto, cog el anillo y furtivamente lo coloqu en mi dedo anular. Entonces com prend que algo irreparable haba ocurrido. Sal a cambiarme. Mam nos avis de que el duelo se despedira a las nueve. Particip en los preparativos, pero no fui al cementerio, de sobedeciendo otra sugerencia de mi padre. No poda soportarlo ms: estaba agotada, al lmi te de mis fuerzas, pero no pude descansar. Desped a la abuela como ella sola despe dirme a m al finalizar el verano: en el umbral de la puerta, en silencio. Despus, cuando me qued sola en la ca sa, cerr los ojos y record aquel tiempo en el que todo era estable, seguro. Aquellas charlas interminables con la abuela. Su gesto, su cara, sus manos. Fui consciente de la felicidad pasa da. Romp a llorar como nunca lo haba hecho hasta entonces. Sal al campo, buscando en un cansancio sobreaadido, el anestsico a mi do lor. Infantilmente, pens que durmiendo des pus, todo aquello pasara. Regres entrada la tarde. Llova insistente mente. Entr a la casa empapada, sintiendo una mezcla de fro, cansancio, impotencia y dolor. Y miedo, miedo porque algo interior me deca 102 que con la abuela se iba una parte de m que hasta entonces me perteneca y me haca sentir feliz. Sub a mi habitacin. Recostada en el silln, cog el libro de Caballero Bonald, que saba, oh Dios!, que nunca terminara de leer. 103 VI: C. -112 - 7 , . 2 ni. Z 6.11 Ilustracin: RAMN MOLINA RAFAEL HERNNDEZ STARK Dicen que nac hace 25 aos en Dusseldorf, aunque he pasado la mayor parte de mi vida en Espaa. En la Universidad aseguran que he estudiado Medicina. Yo no les creo pero ellos insisten e incluso me han dado un ttulo que yo me he encargado de esconder para que nadie piense mal de m. Me gano la vida, o me procuro sustento (queda ms fino), trabajando como diseador infogrfico en una empresa alicantina, haciendo imagen sinttica para spots publicitarios, cabeceras de programas televisivos, etc. Slo me he presentado a este concurso literario (soy reticente a hacerlo) y de mi breve currculum literario, los relatos que ms me gustan de todos los que he escrito son: Introspeccin, Negro como el carbn, La niita del vestido azul, Slurp, Plegamientos, Juancho bocasucia, Menos que humano y Nonavidad. Tambin he escrito el guin del cmic Dulce venganza, que est siendo dibujado por la ilustradora M. Jos Rielo y comet el error de escribir una novela cuando tena 20 aos titulada 2385: Poder, que es sencillamente horrenda. Espero que alguna vez haya mejorado lo suficiente como escritor para volver a intentarlo. 106 L A N I I T A DEL VESTIDO AZUL S Rafael Hernndez Stark ON las doce del medioda cuan do sale de casa la niita del vesti do azul, de mirada dulce y pelo recogido en dos pequeas coletas. Sus diminutos zapatitos relucen a cada paso bajo el sol. Ni siquie ra el polvo osa manchar esos in maculados zapatitos de negro charol, esos zapatitos que ms que pisar flotan sobre la calzada en direccin al parque. Una sonrisa complaciente, de labios prie tos, adorna el rostro pecoso y de nariz respin gona de la niita del vestido azul. La algara ba del resto de los nios, incitndola con su gri tero a participar en los juegos, no consigue apartarla del camino, elegido con una determi nacin impropia de su edad. Se detiene bajo el frondoso ficus de hoja ancha que proporciona una agradable sombra a estas horas y que ade ms est plantado junto al riachuelo, en una zo na poco frecuentada del parque. No le impor ta esperar. La niita de acuosos ojos sabe que antes de que tenga tiempo para aburrirse al guien vendr por el sendero, siempre acontece as. Sus delicadas manitas hurgan en dos am plios bolsillos que adornan el vestido azul en busca de la moneda que suele emplear. 107 Ya se aproxima, ya distingue su figura re cortada contra el verde. Anda con pasos cor tos en espacio y largos en tiempo, por lo que ha de ser un anciano, estupendo! Prefiere a los viejos; son encantadores, con sus rostros bona chones marcados por incontables arrugas, sus ojos casi velados, y sus movimientos torpes e im precisos. Los ancianos se parecen tanto a los de ms nios.. ., pero son de mayor tamao y mu cho, mucho ms agradables. Ante la proximidad del anciano la niita arroja la moneda al centro del sendero. Mira a la moneda, que ha ido a caer junto a un gui jarro, y con un grito desgarrador, a modo de prefacio, comienza a llorar desesperadamente. El anciano levanta sus ojos y los posa so bre la nia. Se acerca a ella con nimo de ayu darla; a su bondad propia se le une aquella que suele ser innata en la mayora de los viejos y que se adquiere slo con la edad. La niita, a pesar del evidente intento del anciano por socorrerla, no ceja en sus chillidos y sollozos. El anciano la inquiere, a lo que ella responde con un incremento en el tono y frecuen cia de su llanto, slo entrecortado por patticos gritos, a la vez que seala el sendero. En gesto de buena voluntad dirige sus casi inoperantes ojos al sendero, ms por compla cer a la niita que por encontrar la solucin a su problema. El volumen de los gritos de la niita se in crementa al tiempo que agita nerviosamente su brazo izquierdo contra el vestido azul mientras el derecho vuelve a indicar una y otra vez el cen tro del sendero. 108 El anciano, incapaz de soportar por ms tiempo el desconsuelo de la niita, hace un lti mo esfuerzo y se aproxima al centro del cami no. Sus ojos siguen sin ver ms all de una ne bulosa siena natural salpicada por pequeas nu becillas ocres, pues su tangible miopa se ve empeorada por unas no menos evidentes cata ratas. Ya va a desistir cuando un rayo del sol reverbera sobre la moneda. Se inclina para co gerla, ms bien pretende inclinarse. Su artrosis se opone a ello, pero l no ceja en su empeo, consciente de que slo con el gesto ya ha con seguido sosegar a la niita. No hay lgrimas. Ya no tienen ningn sen tido. Han cumplido su misin. La moneda es por fin alcanzada por la ca llosa mano que no sujeta el bastn. En una dif cil postura de equilibrio, para el que otrora fue estable trpode, el anciano esboza una sonrisa como anticipo de su victoria. La niita, que se ha situado junto a l, des carga una patada con todas sus fuerzas al bas tn. El viejo pierde el equilibrio y cae al suelo. Todo es tan repentino que ni siquiera tiene tiem po para borrar de su faz la sonrisa antes de que la nia, de un nuevo y certero puntapi, le cer cene parte de los labios junto con la mitad de la denticin. Los fragmentos de porcelana de su venerada y nunca poco admirada dentadura se le clavan en la lengua y los carrillos. Empieza a escupir sangre espumosa, mez clada con saliva, cuando el canto de su mano derecha comprueba lo afilados que estn los cla vos que conforman la suela de los zapatos de la nia. El lacerante dolor lo deja incapaz de 109 gritar. La nia sonre con la certeza de lo apren dido por costumbre. Siempre acontece igual, no consiguen responder. Podra concluir as, pero no sera un final apropiado. Se recrea ante el futuro mientras lo deja recuperarse. El anciano trata de incorporarse, incrdulo an sobre el origen de sus dolores. La niita se sita frente a l. El viejo ha conseguido erguir se sobre una rodilla. El bastn yace en el suelo, y la mano que lo empuaba se esconde buscan do proteccin bajo el sobaco opuesto. Sus ojos estn a la altura de los de la nia, que ha con sentido agacharse en cuclillas. Ahora es el an ciano el que interpela mudamente a la niita del vestido azul, que a modo de contestacin se in corpora rpidamente, no sin antes interponer en la trayectoria de sus rodillas la mandbula del viejo. Un seco crujido junto a otro hmedo, y el exhalar compungido de aire, confirman la frac tura del hueso y la injuria infligida sobre la len gua. Es increble lo firme que puede ser la arti culacin de una niita de tan delicada aparien cia. El anciano se lleva las dos manos a la boca en gesto reflejo, mientras sofoca un grito de do lor. La niita patea con toda su energa los ino perantes testculos del anciano. Un fuerte dolor se irradia por todo el bajo vientre del anciano en direccin a los riones, al tiempo que la in continencia mancha los calzones largos con una mezcla de orina y sangre. El anciano cae sobre un costado, encogido en posicin fetal. La nii ta rodea el rechoncho cuerpo que se contrae so bre el sendero y emplazndose a su espalda le propina sendas patadas a la altura de los rio nes. Se entretiene tambin en intentar quebrar 110 las costillas. Mltiples crujidos, acompaados de lacerantes y desgarradores tirones, anuncian al anciano la rotura de muchos de los huesos que conforman su caja torcica. Ya no le quedan suficientes manos al ancia no para llevarse a los puntos en los que experi menta dolor. Babea por la quebrada comisura de sus labios, incapaz de articular palabra, mientras contempla cmo la nia se planta frente a l. Desde el suelo slo distingue los zapatitos de charol, con esos calcetines cortos blancos so bresaliendo, y unas pequeas pero bien forma das piernas. La niita del vestido azul sonre mientras ha ce estallar el globo ocular izquierdo del ancia no con una afilada piedra que ha recogido del suelo. Se da prisa entonces, no quiere que se desvanezca antes de acabar el juego. Patea fu riosamente la cara del viejo. Una y otra vez sus enfundados pies hacen impacto en el otrora bon dadoso rostro, rasgando la piel, amoratando la carne, desgarrando los msculos, maceran do los tendones. Al final subsiste un revoltijo san guinolento de huesos astillados y carne lacera da que a pesar de su aspecto debe seguir de nominndose cara. Aun con el edema fruto de la contusin tra queal, el anciano contina respirando; entrecor tadamente, eso s. Sus ojos no suplican, el que no ha estallado est amoratado. Sus manos no se agitan implorando auxilio, yacen fracturadas por los saltos que sobre ellas han ejercitado los zapatos de charol. Pero an respira. En fin, nadie es perfecto, piensa la niita del vestido azul mientras se aleja por el sende ro en direccin a su casa, agotada y deseosa de los cuidados que le prodigar su madre tras toda una jornada de juegos en el parque. 111 001~- ~ . 00 . go Ilustracin: LUIS TORROBA ELISA OLAYA TERUEL Naci en Almansa en 1971. En la actualidad cursa estudios de 1. 0 de Filologa Hispnica en la Universidad de Valencia. Premios conseguidos: 1985: Premio provincial de cuentos patrocinado por COCA -COLA en Albacete. 1988: Premio por un cuento en la convocatoria AVENTURA 92, sobre las relaciones entre Espaa e Iberoamrica. 1988-89: 1. y 2. premios en el concurso de cuentos Santo Toms, del Instituto Jos Conde Garca, de Almansa. 114 41/ Aquel hombre tena el encanto de los paisajes tristes, como si una honda capa de soledad baara su figura, y los ojos eran melanclicos y grises como las tardes metlicas de lluvia. LAS NOCH ES DE AMAR ANTA Elisa Olaya Teruel El valor del novelista no es tanto contar una historia nueva como sacar fulgores inditos de una vieja historia. Miguel Delibes pens que nunca como en los mo mentos de alucinacin que pade i ill _,, c con aquel maldito opio, haba estado tan cerca de conseguir el . 111 4 1 1 1 41 0 paraso. Y sent cmo lo estaba perdiendo por completo, irreme t4 diablemente. No es que yo fuese una de esas personas que se impactan con facilidad, pero recuerdo que nada ms conocerle supe que ese hombre tan extravagante, con ademanes de superiori dad, habra de formar parte de mi vida en al gn sentido. Tal vez slo fuera ese extrao de seo que a veces nos envuelve, ese que parece surgir de la nada, no porque no tenga un ori gen, sino porque, sencillamente, lo desconoce mos. Tal vez fuera el ambiente relajado y cli do de la sala, o el trozo de luna que salpicaba la terraza. Por los ventanales no poda ver es 115 trellas, la noche haba cado silenciosa bajo un cielo opaco. Llegaba hasta m el ritmo de una meloda casi imposible, los sones de flautas conjugando las notas frenticas bajo el comps de pande ros y campanillas. El sonido profundo surgido de cualquier rincn, se iba transformando, po co a poco, en un rumor distante y escurridizo. Estaba como ensoada, como si la msica bro tase desde algn punto de mi mente. El me hablaba y yo no lograba compren der. Deca algo de Inglaterra, de Venecia, de poemas... Las palabras se abalanzaban y slo era capaz de percibir el tono pausado y segu ro de su voz. Yo asenta, afirmaba complacida su conversacin, para mostrar un absoluto in ters, para invitarle a continuar aunque todo me resultase incomprensible. Los ojos se me cerraban y con cierta inge nuidad trataba de adoptar una postura intere sante, pero no deba parecer muy sincera. Con los ojos entreabiertos captaba su mirada, su ma no, su boca, diluidas, como si todo en l tuviese existencia propia, como si su esencia brotase de los pequeos detalles. Me despert en la habitacin, tirada sobre la cama con el vestido puesto. Senta el hasto indescriptible de una resaca. Promet no volver a fumar opio, ni a beber aquel maldito brandy ingls nunca ms, que la noche pasada habra sido la primera y la ltima, en vista de los resul tados. Pero eso lo pens ms tarde, porque al despertarme lo primero que me vino a la cabe za fue el recuerdo de aquel detalle tan raro. A veces las cosas ms evidentes pasan de sapercibidas y slo nos queda el instante. De bi ser en un momento de lucidez porque pas 116 a formar parte de esas pequeeces que acuden a menudo a mi memoria sin una razn especial. Fue su sonrisa, o quiz la frase. l me dirigi sus ojos grises y sent un ardor profundo, cido y un vuelco, como si esa vez mi cuerpo sopesa se una terrible carga. Me susurr algo as co mo: Las noches de Amaranta... Despacio, em pujando las palabras hacia lo ms hondo para que yo no pudiera olvidarlas. Luego lanz una sonrisa que fue desdibujndose en una mueca irnica. Poco despus comenz el mareo, aque llas estupideces que mi mente sacaba de las pe queas cosas, hasta que todo se oscureci. El sol era tan brillante que habra supuesto que seran las doce cuando eran ya casi las cin co. Pas la tarde sentada en el gran alfizar de la ventana con un libro entre las manos que no poda leer. Me preguntaba cmo iba a reunir el valor suficiente para bajar a cenar. Desde la ventana poda ver el patio de la casa, rodeado de columnas. Abajo, las pare des encaladas tenan los zcalos repletos de azulejos tricolores en verde, rojo y azul. Al fren te y a los lados, aparecan las ventanas de las dems estancias, abiertas de par en par, en las que slo lograba percibir los vanos oscurecidos por las sombras. En lo alto, descubra el cielo claro y all, a lo lejos, me imaginaba todo un conglomerado de cielo y tierra, tierra y cielo. La ciudad era un hervidero blanco y marrn, un puado de arena y cal, como si hubiese sido arrojado al azar en aquel lugar inslito, apar tado de cualquier smbolo de modernidad. En el centro del patio, bajo el enladrillado irregular, haba una fuente redonda y peque a. Ni siquiera su chisporroteo constante logra ba romper el silencio tan especial que se respi raba. De lejos, llegaba, en un murmullo, la voz 117 de la calle, y tampoco eso era capaz de turbar el ambiente. Pareca todo tan solitario, tan so lemne, que me invadi una serenidad, de pron to, indescriptible. Y all estaba yo, invitada en casa de un an tiguo amigo de mi primer marido. Fue su nico amigo de verdad y por eso, creo yo, tuvo la gen tileza de invitarme. En Tetun. Yo, despus de todo, no era tan firme co mo la gente pareca verme. Reconozco que me cas con Pedro Figueira porque estaba segura de que slo l podra ofrecerme un porvenir se guro. No tard mucho tiempo en darme cuenta de que le odiaba. Odiaba su risa socarrona, su presuncin, las fiestas tan importantes que ce lebrbamos en Coimbra, que era donde pas bamos la mayor parte del ao. Los veranos ba mos a Lisboa y Figueira se contentaba con ima ginarse que era feliz, que se senta tan joven como yo, pese a que eran veintids aos ms lo que l tena. Siempre me deca: Amaranta, estoy mejor que nunca, aunque no lo creas. Y es que, efectivamente, yo nunca lo crea. Puede que ah estuviese su gran error: haber sido un hipcrita hasta consigo mismo. Cuando muri me leg la mayor parte de su fortuna y la casa de Coimbra porque no te na ningn pariente cercano, aunque destin una pequea parte a unas monjas a las que no co noci nunca. La primera noche despus de su muerte, me llen una extraa sensacin. Hasta entonces aquello de morir me pareca lejano, como si les sucediese siempre a otros. Entonces, lo sent tan cerca... Antes de quedarme dormida pens que 118 yo era la persona ms egosta del mundo, por que no lo senta por l, lo senta por m, por m y slo por m, porque tambin yo, tarde o tem prano, habra de morirme. Mi segundo marido tambin fue portugus. Lo conoc uno de esos veranos en que yo iba por Lisboa de viuda alegre. Me encantaba salir a la playa y sentir el aroma del mar, tan cautiva dor y la brisa salada y el sol encendindome el rostro. A los cuatro meses se anul nuestro ma trimonio. Lo cierto es que eso, lejos de ser una desgracia, fue casi un alivio porque los dos pron to nos dimos cuenta de que lo nuestro haba si do tan precipitado como caduco. Yo me march de nuevo a Coimbra, como si aquel segundo ma trimonio no hubiese sido ms que una ancdo ta. En abril de 1815, hace dos aos, recib una carta suya en la que me deca que se haba vuel to a casar con una muchacha tontorrona de lo ms vulgar que cubra bien toda sus necesida des. Estaba en Tetun desde haca tres das pe ro apenas haba tenido tiempo de fijarme en su paisaje, bordeado de huertos que fertilizaba el Martil. El ro era un autntico milagro natural, desafiando al calor irritante. Me haba fijado tambin en las murallas que cean la ciudad, aunque lo que verdaderamente me llam la atencin fue la gran cantidad de arcos que la componan. Ellos solos formaban el espritu mis mo de Tetun. Me senta tan avergonzada por lo sucedi do la noche anterior que rehus bajar a cenar, tener que enfrentarme con las miradas irnicas del anfitrin y otros tres invitados. Ya los vera 119 al da siguiente. Una muchacha me subi la ce na, una especie de tarta hojaldrada rellena de pescado y almendras y una taza de t a la menta. Despus de cenar, me sent en el mrmol blanco de la ventana. Supongo que siempre ha sido una mana, pero me gustaba asomarme a la ventana por la noche y perderme entre el cielo mientras pensaba. La noche ofrece su silencio y su magia, en vuelta en el misterio que despierta los ms nti mos sentimientos. Y comenc a pensar en l, en su conversa cin que el opio me impeda comprender. Si no hubiese estado versada en literatura no le hu biera ledo, pero tratndose de un escritor tan famoso, era imposible no haber odo hablar de l, al menos. Yo saba algo de sus excentricidades, o del melancolismo consustancial a su personalidad, o de su sarcasmo cido, o de su fama donjua nesca. Probablemente el mundo rea sus aven turas y rareza, pero yo me preguntaba si no se ra eso una excusa y si no sera l quien se esta ba riendo del mundo. Creo que nadie pudo conocerle realmente en el viaje de Tetun. Hasta a m misma, que intent comprenderle, me resulta a veces un des conocido. Puede que ah estuviese su esencia, en ese caos indefinible que tena su persona, que llenaba de matices su forma de ser y lo haca un hombre tan complicado. l era como la noche, un compendio de mis terio y deseos, oscuro y complejo; en ambos to do era posible, un aire extrao y glido los acompaaba. 120 Llevaba un buen rato en la ventana cuan do descubr el resplandor de una lmpara de gas en la habitacin de enfrente, que como yo, no tena echadas las cortinas. Le vi. Tan pecu liar, observndome, y aunque no los distinguiese por la distancia, intua sus ojos claros tras el cris tal Sent cierto nerviosismo al verle. Por primera vez tena conciencia de que haba asaltado mi intimidad, de que durante tres noches me haba estado observando desde su ventana sin que yo me hubiese percatado. El susurro que tanto me haba sorprendido la noche anterior me envolvi. Las noches de Amaranta. Comenc a pensar que aquello era una invitacin. Le mir de nuevo y descubr su sonrisa. Me haba impresionado, aunque slo recordaba sus ojos grises y su voz profunda, aquel presuntuoso de Lord Byron. Entonces, y slo entonces, comprend que ya nunca podra olvidarle. 121 Ilustracin: ANAYA CARMEN GARCA BELLVER He cultivado distintos estilos literarios, desde la novela al periodismo, pasando por el cuento, poesa, conferencias, etc. Hasta la fecha tiene publicados los siguientes libros: NOVELA: Huyendo del pasado, que obtuvo el premio Ateneo de Valladolid; La sangre intil, finalista del Planeta, y Antes del amanecer. Adems tiene en su haber cuatro novelas infantiles y con su segunda novela, Como el humo, indita, fue finalista en el Ciudad de Sevilla. POESA: El silencio acosado, premio Parera Cort del Ayuntamiento de Alcoy; Generacin sin presente; Romance de cielo y agua, premio Semana Naval de Almera; adems de conseguir el Premio de la Hispanidad, en Puerto de Santa Mara; el Azahar en Orihuela; el premio de la Asociacin de la Prensa de Murcia o el Ciudad de Cartagena con el libro Paisaje de existencia, indito. CUENTO: El hombre callado, premio Hucha de Plata y otros muchos premiados y publicados en distintas revistas y peridicos, destacando el Editorial Mateu, de Barcelona. ENSAYO: Ha obtenido dos veces el Juan Valera, que sirvieron de base a un ciclo de conferencias. En total ha obtenido 62 premios en distintas modalidades literarias. 124 EL VELATOR I O D E C E C I L I O Carmen Garca Bellver A QUELLO fue lo ms importante en el pueblo desde la muerte del to Leoncio El Asomao, precisa mente suegro del Cecilio, ocurrida cuatro aos antes. En el velatorio de Cecilio, que no era viejo como Leoncio sino cuarentn y de buen ver, se congreg todo el contorno sin distingos sociales. El cortijo de Los Asomaos, o el Cuatro L, como le haba dado por llamarlo a la gente, era grande, empleaba muchos bra ceros y daba buenas cosechas. Cecilio, que en tr de chiquillo, creci al lado del dueo y de sus hijas las Cuatro L: Leoncia, Loreto, Lui sa y Lola y pronto se vio lo trabajador y for mal que era, lo ocurrente, lo agradable, lo dis puesto... Apenas sala del cortijo, siempre pe gado a las muchachas, a punto de prestar cualquier servicio y ahorrar trabajo al viejo. ste comentaba frecuentemente en el casino de la bradores que bien poda casarse el Cecilio con alguna de sus hijas para que l cerrara los ojos tranquilo. Y ocurri as, slo que el muchacho se salt un turno y en lugar de casarse con la brava Leoncia, que era la mayor y la que to dos le adjudicaban, lo hizo con Loreto, la se gunda, ms menuda y ojizarca. 125 Cmo lloraba la pobre viuda en el velato rio de Cecilio! Y todos la comprendan de so bra. No se encontraban ya hombres como l, tan cabales, tan listos, tan buenas personas... Loreto recordaba otras prendas particulares del difunto y no hallaba consuelo. Las comadres ponderaban: Y siempre metido en el cortijo, siempre a lo suyo. La viuda corroboraba: Slo traspasaba los linderos para las co sas precisas: las compras, las cosechas, los jor naleros... Tampoco vosotras ibais mucho por el pue blo un mozo le comentaba a Lola. Apenas si bajabais a misa los domingos! La pequea mir al muerto y se restreg los ojos. Despus se dirigi a Luisa, su gemela: Verdad que estbamos bien aqu solas Verdad que no echbamos nada de menos Verdad. Nosotras somos muy nuestras y no necesitbamos a nadie. Y no pensabais en hombres, vamos, en casaros se atrevi a preguntar el mozo. Sois bonitas y jvenes, y la juventud, ya se sabe. Qu se sabe cort Lola. Nada! Ca da uno entiende su vida y a los dems no les im porta. Volvi a sollozar con ms bro. Bueno, mujer, no te enfades. Era..., pues eso, hablar por no callar. Leoncia, entretanto, reparta caf con leche y una criada haba dejado una canasta de pan de aceite sobre la mesa pequea. De ella iran tomando bollos los asistentes para pasar la no che menos desconsolados, as como copitas de ans. Era la costumbre. 126 A medida que pasaban las horas, la vela da transcurra agobiante, sin tregua ni respiro. En otras ocasiones semejantes un aire de resig nacin iba oreando las actitudes y los nimos se calmaban en ciertos momentos, aunque al aproximarse la hora del entierro arreciasen los lloros y las lamentaciones; pero en el velatorio de Cecilio no haba pausa entre llanto y llanto, no caba otra cosa que considerar la desgracia. No solamente la viuda, sino las cuadas, la gen te del cortijo, las mujeres del pueblo, estaban contagiadas de tanta tristeza y hasta a los hom bres les faltaba valor para contar los habitua les chistes o historietas sabrosas, como ocurra en otros velatorios, manteniendo entre todos la hoguera del dolor y los suspiros. El comedor -cocina, la entrada y el porche estaban atestados de amigos, parientes y cono cidos que hablaban en voz baja, mientras el po bre Cecilio, con su traje de boda azul marino, reposaba en una sala baja solo pero bien visi ble, entre cirios y ramos de flores. De vez en cuando, alguna mujer se levantaba, echaba un vistazo y haca su comentario: Qu natural est! Parece dormido. Y qu guapo! Es que el Cecilio era un real mozo... Parece que est descansando. Y como no sufri... Leoncia grua. Qu sabrn estas lagartas de cmo dorma o descansaba el Cecilio. Ay, qu amargura! El cabo de la Guardia Civil, que era nuevo en el pueblo, preguntaba: Y por qu llaman a este cortijo Los Aso maos 127 Pues ver usted. Eso viene de largo. De cuando los franceses, verdad, to Pedro ste, que era bastante viejo, se aproxi m al grupo del cabo, afirmando: S, seor. Cuentan que como la casa do mina el llano, vamos, el vuelco del cerrete por donde se llega al pueblo, pues siempre haba alguien de esta familia haciendo guardia por si se acercaban los gabachos avisar a todos. As que desde entonces los conocemos por Los Aso maos, pero sin nimo de ofender. Ya lo supongo dijo el cabo. Resulta cu rioso. Y lo de Cuatro L Eso es una ocurrencia tontorrona. Como los nombres de las chicas del cortijo empiezan con esa letra, alguien gast la broma. Se ve que hizo gracia y se qued. Ya, ya. No est mal del todo. Lola y Luisa, las gemelas, lloraban a do, y de pronto, sta dio un suspiro tremendo: Ay, qu pena, cmo nos dejas, Cecilio! Lola le dio un pellizco retorcido en el brazo. Cllate, so imprudente, que vas a armar un escndalo! Es que no puedo resistir verlo ah quieto, fro, con los ojos cerrados. Pobre Loreto! Conque pobre Loreto, eh No disimules, que yo s lo tuyo. Luisa salt: Toma, y yo lo tuyo! Qu te creas Con quin te baabas en el ro cuando ibas a lavar, y qu traje de bao usabas, di Ya no volvers a hacerlo. Lola solloz ms fuerte y luego se son la nariz. 128 Tampoco t te quedars los domingos en casa mientras l echaba las cuentas y nosotras bamos a misa. Yo s que l te ayudaba a ha cer las camas, o mejor a deshacerlas, sin so siego. Cllate, Lola, ten ms respeto! S, vamos a callar y a llorar. Es lo que nos toca. La criada recoga los pauelos empapados y traa otros limpios y agua de colonia para re frescar la frente de sus amas. El duelo segua y la noche avanzaba lenta en un clima penoso. Leoncia era la nica que de cuando en cuando entraba en la sala del difunto para vigilar las velas o arreglar algo. De paso le increpaba sin voz: Y te vas as, de pronto, dejndome he cha polvo, despus de la faena que me hiciste casndote con Loreto. Qu tuviera ella que yo no tuviera, qu Menos mal que luego arreglaste las cosas y quedaste como un hombre, y qu hombre, madre ma! Y ahora te largas y ah que da eso. Esta pasada es la peor que has hecho, grandsimo granuja. Y Leoncia sala llorando a moco tendido. Loreto explicaba lo ocurrido por ensima vez: Nos acostamos como siempre y le dio el dolor al cabo de un rato. Cremos que era de los albaricoques verdes, que le gustaban con lo cura, y le dimos friegas y paos calientes, pero aquello no se aliviaba. Por la maana vino el mdico, ay, Seor Jess!, y dijo que no haba remedio. Que era una peritonitis, se dice as, Leoncia Bueno, pues que era eso y ya no tena operacin. Ay, qu dolor ms grande! Un hom bre tan bueno, tan honrado, tan fiel... 129 Loreto se retorca en su silln y las herma nas la miraban sin chistar. Una de las viejas co ment: Y sin un par de chiquillos que os alegra ran los malos das, sin ms consuelo que voso tras mismas. Leoncia intervino: La muerte no respeta a nadie. Llega y to ma lo que quiere. Ms valdra que hubiera co gido a una de nosotras. Siempre quedaramos tres y l estara en casa. Lo que as... Por qu a Loreto aquellas palabras le hi cieron dao Por qu le sonaron a reproche Quin iba a sentir como ella, su esposa, la fal ta de Cecilio Desde luego que lo de los hijos era una pena, y todo por ella, porque necesi taba operarse y los dos haban tenido miedo. Ahora les tocara a sus hermanas y traer here deros a la finca. Ella ya haba cumplido lo me jor que pudo. Su marido siempre deca lo mis mo: Tiempo habr de zagales, mujer. No es tamos bien as Y le haca cualquier carantoa o la abrazaba con mimo, alejando la preocu pacin momentnea; pero el tiempo se les fue de las manos y los hijos no llegaron. Alguien pensaba que Leoncia le hubiera dado al Ceci lio cuatro hijos en los cuatro aos, porque era tan fuerte como l, tan saludable y tan apasio nada, pero el hombre consider que los dos eran demasiado semejantes y quiz temi a aquel matrimonio que hubiera echado chispas por los cuatro costados. Loreto le gan la partida a Leoncia por dulce, por sumisa, por aquella de bilidad suya ms aparente que real, que esta ba pidiendo siempre un brazo fuerte en el que apoyarse. El padre comprendi a Cecilio y se 130 alegr de la boda. Los muchachos seran feli ces. Sin embargo, le preocupaba la hija mayor. l saba por padre y por viejo que ella andaba loca por el Cecilio y eso le desazon hasta la tumba. Aquella noche se haba terminado todo. El Cuatro L quedaba sin conductor y Las Aso madas tendran que resolver solas sus proble mas futuros, que no iban a ser pocos. El barbero, uno de los escasos amigos del muerto, mir su reloj y dijo en tono de excusa: Tendr que irme. Son ya las tres y media y necesito dormir un rato, si no, por la maana voy a degollar a alguno. El cabo decidi retirarse con l. Despus de todo, ya haba cumplido de sobra para ser fo rastero. Se despidieron con toda clase de ofre cimientos y condolencias y tomaron el camino del pueblo a paso tranquilo. La noche era fres ca pero haba ya barruntos de verano. El cabo quiso averiguar algo. Oiga, maestro, y cmo es que el difun to, tan puesto l, no se cas con la hermana ma yor, tan buena moza Yo creo que es la ms guapa de todas. S que lo es, pero la Leoncia es una cu chara de mucho cazo, y la Loreto, un tenedor fino que cala ms hondo. El Cecilio lo entendi bien. Era muy largo! Y hay que ver cmo le lloran y qu tris teza reina en esa casa! Es algo tremendo. S, seor, s. Eran como hermanos. Toda la vida juntos. Pero, caramba, maestro, es que parece que deja cuatro viudas! 131 El barbero clav los ojos en el camino sin saber qu contestar. Era una idea extraa la del cabo, pero pareca tan lgica al ver el dolor de las muchachas... Se les unieron otros dos hombres que regre saban tambin del velatorio y la conversacin se hizo general. En un cortijo cercano cant un gallo y hubo un parpadeo de plidas estrellas despidindose del Cecilio en su ltima madru gada. 132 NDICE DE CUENTOS SELECCIONADOS 1. edicin VIRGO POTENS 9 LA MUERTE RONCA 19 2. edicin VIDA, MUERTE Y MILAGROS DE SERAFN Y SU PISTOLA 35 LAS ALARMAS 43 3. edicin LAS MAREAS DEL PINO 57 LA CARPETA DE TORRENTE 67 4. 0 edicin EL MDICO ANDORAIN 77 TU AMANTE HERMANO 89 5. 0 edicin LA AUSENCIA 97 6. 0 edicin LA NIITA DEL VESTIDO AZUL 107 LAS NOCHES DE AMARANTA 115 EL VELATORIO DE CECILIO 125 133 I . 1 I - ir k ,.. :I - I -,r r it .11 . I * t i] o. . 11 ;_ 1 1 1 . 1 = l . 1,3 .- _ 1 a N- - 1 1 1 41L LIII 1 11 1 la Ha 5 I j a p a: - - 1 n I. I E 1 . 1 w r il 71 77 11; . Il I. In 1 .5 ,P 4!. ::. .: 911 a :.A2.- .-. 1. : . ! . I II .. 91 . 9 1 le n a I = Ir a A E 114 tr.: .1 t . r - . . t: :Al 1 1 1 . :I . I _ .0 9I L , , Ji g 1 + 5 7 i 1 , - . . :. ::! Et ul E az I 7 1 11 4 n ma lli : - . 3 n l r - 1 1 1 1 1 1ll .1 _1 _Eir a a 7 - : : _1 : L .Ha Ir r - -- 1:: - 1. -I r 2 r: . V . ; z :Ir _sr . i : . ,... , ,, ,_,.. 5 ,_ __ J...- n -i r. ., : . .. - rr; . J ,:r. .r.. r t. ....., :p a _1 11, ir - I 1 7 w_i r 1 `. :,, -1_ . , , 5 _. ; = 1 0141 5 -- , 1... 1 5 : . .. . _ 1 ...1 , 3 w: ii TI. 17 ) 1 11 -1 .,1 i% 1 . .%,, ; 1 .... ..1 , , 1 _ 1 11. 6 , l l ia r E : a.. 5 , a - 1 _ 1. 11 El i 11 .._:__ 1 1 z .:,. E 7 _ 1i , 1 I , n c 1 I i -.:: _ I : a 1 il l . T. .i . I u -,il 1 .1 n : ;. _ , i i i r 1 1 ,..; ;.-rr j, _1,-.-_J . :: O - e I . i i 1 .. : : : .: , i 1 I 1 i lij 41 i _ , j , ; : S R 2, . 7,. . . . 11 . 1 w s ... I., . I . - .:, 1 1 , ,,: .... ..h. l ,_ V 7 7 ,, .1. :. -:.7.1. : ...... 7 . 1 7 j 1 1 .11 ! 71 1..: .--1 .i J1, 7 0 i --, .,,, - . .1 ., : 1-,,-. 1 , w, . 1 ; .,1:.. 1 .7 J. d : 1 i l 1 ,. .. : .{: I- ..11 a . . 1 . I I. , . a ... ,. PI J a r i A : . :. M I - ) E a T- a r ll r, r . - .,- ,, -] rw i . 2 117 w 9 1..L7.:1 :. Al .. . 1.0 _ . --h . 1 ; o. .p. ... 1 6 r ,. II -.. ,/ 5 w 1 .[ o , , i,. ur -, ..,_,,J1 .._ i Ill . E l 1 11 _I a _ na _I I E EE 1 gIl m iZ.J . E _a 9 , 1 , -J i k I I 1 1 1 . - E E al - 1 .1 11 1 11011 _ : I E a E rr il 1,1 . i.r+ -_ . :,. Iii :, z 1 i 1 0 1 1 II I. I ul

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