Antología poética

ANTOLOGA POTICA g cr4e,04,im cp MANUEL SERRANO GONZLEZ Depsito Legal: A-573-1997 Imprime Grficas Azorn, S. L. - Elda A CAROLA GONZLVEZ A Carola Gonzlvez la conoc hace tiempo en uno de esos actos recitales que organizaba el grupo de Amigos de la Poesa de Elda. Al que ahora se le quiere resucitar animado por Santiago Sierras. Por ello me alegr mucho cuando se me avis por parte de Evangelina y Sacra as como por el caf cultural La Madrassa, que se le hara un justificado homenaje, dije que ira y all me encontr lo ms granado de la poesa actual de Elda. Fue encantador; sencillo, ntimo, humano y lleno de afecto como suele suceder cuando se renen los poetas o las personas afines a la poesa, luego los poemas de Carola, perfectamente ledos, e interpretados por Sacra y Evangelina, dieron a la noche y a la Madrassa, los tintes mgicos con los que la poesa envuelve a la noche y a la vida. Carola se nos emocion, no era para menos, el acto y el momento. Luego las placas, las adhesiones, los agasajos merecidamente ganados y los besos. All qued con Carola, tenemos que hablar, nos vemos... Ya en su casa, en una fra maana de Febrero, espeto a la poetisa tan menuda corno humana y con un enorme bagaje de vida, de experiencias, de sufrimientos como de humanidad radiante... P. - Carola: Cmo emana tu poesa intimista dedicada a Elda R. - Manolo, la poesa t bien sabes que en Elda hay que arrancrsela al paisaje, a los montes, al castillo o a las plazas. Escrib los primeros temas para el concurso de poesa que hace tiempo organizaba Alborada y era un concurso que el tema era obligado, dedicado a Elda, ya sabes lo duro que nos resulta a los poetas que se nos imponga un tema, pero as surgieron mis primeros poemas, luego vino lo dems... 5 Y luego me suelta esto: El sufrimiento genera profundidad en los sentimientos (Ah queda eso). Y me lee el poema: EL MENSAJE Cuando tu vengas aunque de m no quede nada Se reflejarn en tus pupilas estos montes, estas calles, estas plazas. Tal vez pisars sobre mis huellas en aceras ya viejas y gastadas Y mirars, tal vez, hacia los cielos como yo antao mirara Futuro caminante si del pasado te llegan mis palabras Ya que no pudimos encontrarnos mralos con los ojos de mi alma Sigo hablndole mientras le interrumpe una tos fastidiosa y molesta que ella me justifica, cariosamente me confiesa que de noche es ms fastidiosa y desea que la luz aparezca. Me confiesa que le impresion mucho la lectura y descubrimiento del poeta hispanoamericano Santos Chocan. por su sonoridad y fnerza, as como que admira la poesa intimista de Becquer y Antonio Machado. Luego me ofrece que lea un interminable manuscrito de sus poemas escritos: Amanecer, Elda en Primavera, La Siesta, Las Nueve, El Recuerdo, Jardn Muerto, ntima, Paisaje, Surrealismo, El Tiempo en el Jardn, Avenida, Verde Oro, Monte del Cid, Evocacin, A t..., El Romance del Castillo, La Campana, Alborada, Primaveral, El Columpio, Otoo, El Nido, Invierno, Septiembre, Cerdea, Domingo y Septiembre, La Paloma, Poema Gris, y tantas ms. 6 Le pregunto por la inspiracin, qu es para ella la manoseada inspiracin potica, me responde sin dudar es una mezcla del trabajo y la chispa. Me refiere que sus amigos del entorno potico y cultural de Elda han sido Alberto Navarro, Paco Moll, Guarinos y Gras. Luego me deja leer y comentar un poema muy entraable para ella, escrito sobre la Gran Avenida y que ella le titula: AVENIDA Maana de domingo, la Avenida reposa en su quietud serenamente. Coronado sus rboles de lila y abierta al horizonte su ancha frente. Palpitante de luz brotan heridas de sol en los cristales lentamente. Va despertando la ciudad dormida bajo un cielo azul opalescente. Por el oscuro seto corre un temblor de vida una puerta se abre, alguien canta suavemente, en la rama, una flor se agita estremecida en el aire, el rumor lejano de la gente. Maana de domingo en la Avenida donde la primavera lleg secretamente. Con destellos de oro en las pupilas y un aroma de campos renacientes. Despus me cuenta de su gran aprecio a Paco Moll, del poema que le dedic con emocin al fallecer su mujer Compartiendo el dolor de hombre -hermano y lo que supuso para l esa prdida: el poeta mira ya la lejana con ese mirar de hoy, triste, cansado. 7 Tambin me comenta lo que supuso para todos los amigos la prdida de este entraable poeta petrelense. Me cuenta que a la Virgen de la Salud no ha escrito, ni al Cristo del Buen Suceso, que para esto ya estn escritos los sublimes sonetos de su amigo R/G, pero que s escribi un poema muy sentido que me lo deja ver titulado El Crucifijo, con este sentimiento y emocin. Me dice como la vida ya le es muy dura y penosa ya no me queda apenas tiempo, ya no tengo energas, mi vida sin los libros sera nada... Le pregunto por la Cultura en el Elda de ahora, me dice que ahora ha mejorado, que cree que se crean mas inquietudes culturales que antes, que piensa que las actividades de la Casa de Cultura han colaborado a ello. Y descubro que detrs de esas toses ininterrumpidas hay una gran dosis de esperanza y un alma potica como un camin. Me cuentan como los polticos de antes de la guerra eran mas idealistas y romnticos que ahora. Que los polticos republicanos de Elda se casaban por la iglesia en una especie de romanticismo. Y me confiesa de modo entraable que ella cree en los Santos. Le pregunto que quines son los Santos actuales para ella, me responde que son toda persona que se entrega por caridad y se da para aliviar un dolor ajeno y curar una enfermedad. Los Santos de hoy son las 0.N.G. concluye. Luego me despido con un beso y una enorme emocin contenida. Fdo.: Manuel Serrano Gonzlez Doctor en Farmacia y Concejal de Cultura y Patrimonio Histrico del Excmo. Ayuntamiento de Elda 8 I OS HABLO DE LA VIDA 9 Estos versos Como das en flor son estos versos mos, como recin nacidos en el alba, con temblor transparente de roco en un jardn dorado, verde y malva. Como palomas blancas reclinadas en los suaves regazos de sus nidos, como rama esmeralda deslumbrada por los rayos del sol amanecido. Mis versos para nadie, para nada, para dormir acaso en el olvido y rodar como pgina manchada, al viento de un Otoo entristecido. 10 El recuerdo Quin le cerr los ojos a mi madre aquella maana de esperanzas muertas Quin roz su frente de marfil y nieve Quin cruz sus manos plidas y yertas Sonaban distantes opacas palabras nacidas insomnes de gargantas secas y en el da inmvil, velado, vaco, pasaban las horas lvidas y lentas. De plomo y de hielo y de tierra, mi sangre, cuajaba un dolor lacerante en mis venas, llenando mi ser de crispados sollozos de amarga, cruel y rebelde impotencia. Ella, la dormida en su sueo de mrmol, sus labios exanges, su rostro de cera, pareca buscar en la nada el cambio mgico y vibrante de la paz eterna. Quin le cerr los ojos a mi madre aquella maana de esperanzas muertas y de escalofros de angustia en el alma... Fuiste t, hermano mo, sin que nadie te viera 11 Hoy que tanto el recuerdo sombro me hiere, hermano querido, besarte quisiera, besarte esas manos humildes, piadosas, que rozaron su frente, ungidas de pena. 12 A todos ellos Que seris para m, mientras yo viva, muchachos de ojos dulces y brillantes, con mgicos ensueos y apurando el placer de vivir, en cada instante. En la fuente del Tiempo hemos bebido la medida cabal de nuestra historia, un sorbo de dolor, otro de angustia y el sabor de la miel en la memoria. Pues todos formis parte de mi vida; que somos peregrinos caminando hacia la eternidad la misma etapa y en el camino nos fuimos encontrando... Mas de tal modo os llevo en el recuerdo, que no veo vuestros hombros abatidos, ni la nube que os cubre la mirada, ni vuestro paso en el andar perdido; que seris para m mientras yo viva muchachos en su juventud amada; caminantes como yo en este mundo donde las almas son purificadas. 13 CALLE LA PURSIMA LAMINA N1 14 Como pude vivir... No comprendo mi vida, pero vivo viendo con estupor que cada instante un poco de mi ser queda cautivo en las fauces del tiempo alucinante. Para contar recuerdos son bastantes unas cuantas palabras insensibles. Cmo medir la pena lacerante, con que viv los aos intangibles En cada anochecer me voy perdiendo; ya no puedo esperarte en el camino; soy cual polvo de estrellas descendiendo en el viento implacable del destino. 15 La desconocida Tras los cristales, en la tarde triste, contemplabas el paso de las horas deslizarse en un plido reflejo de fantasmas de luces y de sombras. Entre tus dedos de marfil y nieve un rosario de noches sin aurora; y en el marchito brillo de tus ojos los recuerdos de amores y de rosas. Sers por siempre la desconocida, inmersa entre las nieblas del pasado en una tarde del dolor herida. Desde el fondo del tiempo te contemplan como un misterio ms dentro del alma, sorprendiendo a la muerte en aquel templo. 16 La puerta El da es un camino con mil puertas, como entradas a otro tiempo, otro espacio; cada idea, cada paso, cada gesto, es cruzar un despus desconocido. Nada importa el permanecer inmvil confiando en que las horas se detengan; cada despus es un paso hacia delante; un paso ms... la definitiva puerta. 17 El rbol Yo estoy enraizado con la vida como un rbol polvoriento, con heridas que sangraron a pualadas del tiempo. Tengo ramas desgajadas de pasin y amores muertos y hojas secas de esperanzas en los nidos de los sueos. Me doblaron vendavales de infortunio y vientos negros. .., pero tuve primaveras perfumadas de oro y fuego. Mi suelo es de roca y tierra, para crecer padeciendo. Herido y sin esperanzas, como un rbol me defiendo enraizado vidamente y enamorado del cielo. 18 La promesa Mi anhelo de ti es mstico y profundo nacido en los senderos de los oros de soles moribundos y en las fuentes de luz de los luceros. Mi silencio es en ti, t eres presencia amada y presentida, tengo el alma embriagada de tu esencia y una nostalgia azul de tu venida. De buscarte, se hizo honda mi mirada, de tanto ver sin verte; s que mi amor trascender la nada, ser yo en ti, ms all de la muerte. 19 Como rosas La hora plida ha sonado vaca, el sol est muriendo entre los grises de la melancola; por el camino viene anocheciendo. Yo tengo unos recuerdos no vividos de ti que nunca fuiste y unos aos no s dnde perdidos en un paseo solitario y triste. Te dejo mis palabras como rosas en las hojas del libro de mi vida. Yo que quise decirte tantas cosas... y cuando vengas t, estar dormida. 20 TARAY LAMINA N.2 21 Tal vez maana Te busco en las suaves transparencias del ocaso llena de lejanas la mirada, y mi anhelo se ahonda como pozo de angustia donde se ahoga de tristeza el alma. Te pienso en el silencio dormido de la noche y se agudiza la voz de la desesperanza y una oscura congoja de soledad y miedo, me cie con acero y amargura la garganta. Te venero en el santo sagrario de mi mente, all donde la aurora fl orece rosas blancas; te espero en los caminos, a ti que nunca fuiste, te espero en los futuros caminos del maana. 22 Poema del nio perdido Como nio perdido en el bosque ondulante de nieblas fantasmales, va llorando mi amor, sin encontrarte. En este cielo gris y en esta niebla que se arrastra por el aire resbalando besos fros por los desnudos cristales; como nio perdido por el bosque, va llorando mi amor, sin encontrarte. En la helada blancura de la nieve de las cumbres y del valle azotados por el cierzo y esmaltados por escarcha de diamantes; como nio perdido por el bosque, va llorando mi amor, sin encontrarte. En la azul melancola de las horas opacas de la tarde dormida en el silencio del invierno voy llorando mi amor, sin encontrarte. 23 Dolor Este que llora en m est cansado de vivir en tinieblas y negrura junto al pozo de agua de amargura, en un lugar secreto y desolado. No tiene futuro ni pasado, todo es silencio desde las alturas... oscuridad y umbrales de locura en su corazn de espinas coronado. En un rincn del tiempo est perdido donde vibra el temor de los ocasos y se funden las sombras del olvido y se pierden las huellas de los pasos. Temblando de ansiedad y malherido, el ser que llora en m tiende sus brazos. 24 RBOL DEL PARASO LAMINA N. 3 25 La corona Mi cielo es azul, sin nubes, sin nieblas. La brisa me llena la boca, me llena la boca con sabor a menta. Mis ojos son claros, son claros mis ojos con tonos violeta. Mis pjaros cantan, mis pjaros cantan con rabia de trinos, con rabia de trinos su boca sedienta. Yo cojo palabras, y pienso que son cielo y brisa, que son rosas frescas. Y que sus espinas coronan mi frente, coronan mi frente con gotas de sangre redondas de ideas. 26 El problema El problema de cada da oscureciendo el cielo... Ay! este dolor pequeo frenando mis pasos, encorvando mi cuerpo, deteniendo un latido... El problema diario devorador del Tiempo, acercando la muerte... (llorando por dentro este yo que se ahoga de miedo) Ay! este dolor, este dolor pequeo, frenando mis pasos, encorvando mi cuerpo, deteniendo un latido, nublando el pensamiento, quemndome la vida con su mano de fuego. 27 Este absurdo problema cada da surgiendo, cada vez una cosa, cada vez uno nuevo, con su nube de angustia oscureciendo el cielo. 28 Llamada Y un da... Reson la trompeta del ngel convocando a los pueblos hambrientos. Acudieron a cientos, a miles, llenando de sombras y espectros llanuras y fosos, montes y desiertos. Acudieron con vientres vacos, con sus plidos rostros famlicos, las madres, los nios, jvenes y viejos, los buenos, los malos. . . dejando tras de s en el camino una estela de lvidos cuerpos. Ni fronteras de balas, ni murallas de fuego, ni las falsas promesas, pudieron, al fin, detenerlos. La tierra sonaba a su paso como un ronco tambor con redoble de huesos; 29 de cobre y ceniza, tinieblas y velos, se cubrieron llorando los azules espejos del cielo. Marchaban, marchaban! cantando un himno de atroces lamentos, y al llegar a los nidos ocultos de misiles y bombas, de metralla y torpedos, devoraron saciando su hambre, los pedazos de hierro y acero. Reson la trompeta del ngel convocando a los pueblos hambrientos! 30 PEINE DE VENUS LAMINA N.4 31 Soar de noche . . .Y cuando desciende el silencio aparecen en los ojos ciegos, opacos paisajes, escenas, lugares, figuras y gestos, translcidos soles, sedeos azules nacidos de cielos, un jardn dormido, un recuerdo virgen, mil recuerdos viejos; danzar de la vida en pasos fugaces de alados momentos. Se abisma la imagen. En el remolino de los pensamientos, ecos de palabras, de indelebles frases marcadas a fuego. Inquietud y angustia. . ., la mente, abatida, huye hacia los sueos. All en los profundos del ser, en la noche, lloran en el alma temores y anhelos. 32 Soar de da ...Y oyen los ruidos y se oyen las voces en el soar del da... y se llenan de calles los ojos abiertos en el rodar del da. Un piafar de metlicos caballos, taladros sangrantes de piedras heridas, fosos de cimientos, la prisa, la espuela; galopa la vida. .. Medioda en el cielo; la pausa para la imagen repetida. Pasan los espacios, la rosa encendida... huyen las distancias, se alejan los montes; arrecifes de albas espuman las cimas. Crepsculo rosa, malva de avenidas, teln de la noche y farola triste de luz amarilla. Transitan oscuros silencios aceras de ciudad dormida. Renacen los sueos; Buscan a los dioses las almas perdidas. 33 Del otoo Los jardines vestidos de lilas y de crestas rojas, crepitantes de pias abiertas, y fragantes de rosas, sumergidos estn en espuma de nubes fras, espectrales, grises, vaporosas. Del perfil de la tarde sombra resbala redonda la lluvia sonora y la pena negra de la vieja tierra, su melancola, en burbujas llora. Que tristeza de lagos brumosos llena los espejos de las charcas rotas! La voz del otoo inclemente rueda por los cielos sepulcral y ronca. 34 Hermano -Hombre La maana ha nacido suave y hermosa, cantando los cielos! fragantes las rosas! Djame que llore, hermano, por tus ojos ciegos! La luz est ungida de sol y diamantes, de esmeralda el seto, el jardn radiante! Djame que llore tu dolor secreto! Esa honda tristeza, Ese velo negro que cubre tus ojos que mata tus sueos, que en esta maana te duele muy dentro. .. porque ests cansado..., porque ests enfermo, porque ests tan solo, porque ya eres viejo... Ojal pudiera, desde este momento, hermano del alma, darte sol y vida, darte luz y cielo! 35 El olvido Atrs quedaron paisajes Vistos con otra mirada; En el fondo de los ojos, tantas cosas reflejadas. . . Se han apagado las voces y las estrellas lejanas, se durmieron los amores en una nube dorada. Ya no duelen las heridas que antao nos desgarraran; olvidando, poco a poco, purificamos el alma. 36 El brindis Dejemos atrs ese morir sumidos en recuerdos de otras horas, otros tiempos; el presente est aqu, lleg ese momento de vivir con avidez cada latido. Recordar lo que fue, es como estar dormidos en lo ms hondo de nuestros pensamientos, arrastrando con nosotros el tormento de no poder mejorar lo ya vivido. Es vivir intensamente lo que importa para saborear el vino de la vida, en estas postreras horas ya tan cortas. Si la paz y la ocasin nos fueran dadas para colmar del anhelo la medida, no burlemos de los dioses la llamada. 37 El tiempo En vano tiendo mis manos queriendo recoger el tiempo, vivir el tiempo... Parece que est inmvil y se burla, escurrindose y cayendo en cascadas de horas y segundos, al ro que lo lleva mar adentro, a la isla del olvido, donde todos mis amados ya se fueron 38 Dioses Nadie les reza ya a los dioses muertos; un silencio de siglos les sumerge en lagunas de tiempo irreversible; prisioneros del polvo, slo un hombre araado en el mrmol o en la piedra. Los dioses de la espiga y la amapola, los dioses de las fauces escarlata...; como arboleda al viento, las plegarias, como trigo maduro que se inclina, las gentes a los pies de los altares... Lloremos por las manos temblorosas que imploran prodigios y milagros, su compasin y su misericordia, a las ptreas efigies impasibles; el ciclo consumado, un nuevo dios les derrib al abismo! Lloremos por las almas traicionadas, los dioses de los nombres, tambin mueren! 39 tomos En el camino final, me duele el Tiempo, esa medida hecha a golpe de latido que se sumerge en la esencia de lo Eterno y que se funde con Dios en su Infinito, en lo profundo de increados universos. Yo soy vibrante partcula del Cosmos engendrada de los tomos dispersos de los gigantescos soles consumidos en arcanos y divinos firmamentos. Y soy parte renacida de vosotros los que fuisteis -todos fuimos y seremos-. Tantos tomos en m para que fuera esta sustancia tan frgil que es mi cuerpo; tantas mentes esparcidas en la tierra, tanto dolor de carne y sufrimiento por el horror de perecer en el vaco, de no ser en el espacio ni en el tiempo. . . Este yo que an est vivo se rebela a regresar a la noche como un ciego. 40 El mensaje Cuando t vengas, aunque de m no quede nada, se reflejarn en tus pupilas estos montes, estas calles, estas plazas. Tal vez pisars sobre mis huellas en aceras ya viejas y gastadas y mirars, tal vez, hacia los cielos como yo antao los mirara. Futuro caminante, si del pasado te llegan mis palabras, ya que no pudimos encontrarnos mralos con los ojos de mi alma. 41 Invierno En las calles laten rojo corazones de metal y fuego, el cielo est oscuro y espeso de nubes, el viento, con alas de nieve y de hielo. Entre los latidos de hierro y acero, yo escucho el silencio de rbol dormido, del pjaro muerto. . . Murallas de niebla, donde la mirada se pierde a lo lejos, cortan los perfiles de los montes negros. Dentro de mi alma con fro de invierno, cubre cenicientos, jirones de niebla, la luz del recuerdo. 42 El sueo Yo soy el poeta de los cielos grises y bruma del alba, de los bellos caminos de luna que la mar abrazan. Yo soy el poeta del jardn desierto, de la fuente que gime y que canta, del hmedo asfalto, del rbol que mece la paloma blanca; de las hojas que ruedan al viento marrn y escarlata. Yo sueo en abrir manantiales de fe y de esperanza, de luz y consuelo, contra las tristezas oscuras y amargas. Sueo, que fl orecen en m diez mil soles de doradas llamas de amor y ternura, en el universo azul de mi alma. 43 MURAJES LAMINA N. 5 44 Caminantes Ms solo que otros das, va rezando sus versos purificadores de palabras. En sus ojos de mstico, se hace hondo el paisaje y se le ensancha ms all del tiempo y el espacio; es prado y monte en el hoy, el ayer y en el maana, y en la tierra de su carne crece el rbol, la flor nace y canta el agua. Ms solo en la ciudad, va rezando sus versos, traduciendo en palabras el vrtigo y la angustia del hermano, su dolor, su miseria y su esperanza; la loca zarabanda de las horas al ritmo de la prisa y de la mquina; la cansada inclinacin de aquellos hombros la mirada 45 vaca de horizontes, y sus noches sin estrellas y sin alba. El Poeta de los ojos claros y el de la boca amarga, caminan solitarios por la vida mientras rezan por las almas de los hombres, su plegaria. 46 Poeta A Paco Moll, con emocin Encendido en su hoguera de palabras, su corazn de nio -viejo embrujado, el Poeta mira ya la lejana con ese mirar de hoy, triste y cansado; en el duro camino de su vida, las huellas luminosas de su paso. Su voz dulce y humilde dice adioses en poemas de un amor desconsolado... Se adormece y se suea renacido en un mundo de Luz all en lo alto; ungido de pureza y de ternura, compartiendo el dolor del Hombre -Hermano. 47 A Gabriela Mistral Porque amabas a los valles y a los nios, y a la madre tierra, quiero mis versos hacer canto para t, Gabriela. T supiste de las nubes acunadas en los picos de las sierras, t supiste de la fuente, de las fl ores, del alma de las estrellas, corros de nias jugando en el cielo prisioneras. . . En las noches luminosas, t soaste con tenerlas dormidas entre tus brazos, murmurndoles ternezas. Por los montes y los riscos, los hijos de tus quimeras, rondaban entre las sombras de la madrugada incierta, sobre el fuego del volcn donde fundas, verso a verso, tus tristezas. Ya te fuiste. . . Ya te fuiste por los cielos a jugar con las estrellas. En las albas nacaradas, los hijos de tus quimeras, no rondarn por los montes, sollozando ms tristezas. Ya descansas liberada del dolor que te royera; el rumor del Padre Nuestro ha brotado de la tierra; floreciendo en oraciones por tu alma de Poeta. 48 II PLEGARIAS 49 Resurrexit T, Seor, que tornaste luminosa aquella Cruz sombra; que tu sangre convertiste en rosas y tus frases en semilla. T, Seor, que sembraste en las almas, y que fuiste como espiga, como el pan que te encerraba y tus manos de nardo repartan. T, Seor, que despus de las tinieblas resurgiste a la Vida. Vuelve hacia nosotros tu mirada, tu mirada pura y limpia, y de tu Cliz de misericordia danos a beber el agua viva. 50 Nosotros, los mendigos Todos somos mendigos, Seor, y suplicamos sin darte en cambio nada, las manos extendidas, porque somos tan pobres y tristes, que llevamos recubiertas las almas con harapos humanos, pegadas a la tierra, como viles gusanos, las carnes desgarradas y sangrientas de heridas. El enfermo te pide la salud, angustiado; y te piden amores, y te piden riquezas, poder, el orgulloso; piedad el desgraciado, el artista la gloria, la venganza el malvado; en la negra ceguera de hiel envenenado, ms sucio y miserable que su misma pobreza. Todos somos mendigos, Seor, desventurados, prisioneros del mundo, hambrientos de la Vida, revueltos en la tierra, del lodo enamorados, con odios de Canes, en mal encenagados; en pozos de tinieblas nuestras mentes hundidas. Mas cuando de amargura, doloridos lloramos, con la sed dolorosa de tu Santa bondad, temblando de esperanza, a los cielos miramos, nos decimos tus hijos, a tu nombre invocamos, 51 nosotros, los mendigos, extendemos las manos, pidiendo tu consuelo, clamando tu piedad. Nosotros, los mendigos; humildes te rogamos, sumidos en las sombras, con los brazos en Cruz, que nos saques del barro, que nos hagas hermanos, que escuches nuestras voces, porque en T confiamos, y limpias nuestras almas, y blancas nuestras manos reciban la divina limosna de tu Luz. 52 ESPLIEGO LAMINA N.6 53 El Crucifijo Crucificado en esa cruz que te sustenta tu cuerpo de marfil envejecido te miro. En la penumbra de esa luz amarillenta bajo tus dbiles brazos extendidos, te miro. Mis manos se detienen en el gesto de arrancarte esos clavos renegridos; no pienso en mis pecados al mirarte que me duele tu dolor de hombre herido. Te miro. Mido mi voluntad contra la tuya, mi compasin con tu misericordia mido, y te dejo, una vez ms, ah, clavado, dolindome tu amor cuando te miro. 54 Oracin Seor, llname los ojos de luz dorada, del azul de monte, de la calle ancha, de la copa verde, de la rosa plida, del perfil sagrado de la torre blanca, del ir y venir de las gentes de la risa clara del nio que juega; de todo lo bueno y hermoso, llname, Seor, la mirada. Y por los que sufren, los sin esperanza, por los que estn solos, los que nunca ganan, llname el corazn de tristeza y los ojos de lgrimas santas. 55 Nazareno Con rosas de luz tu frente, corona la noche parda, y cirios de velatorio alumbran tu senda blanca. Hay murmullos de rosarios en la tristeza callada de tu paso por las calles en tinieblas enlutadas. Camino de tu Calvario los rojos claveles sangran, y tus ojos luminosos van recogiendo miradas y secretos escondidos en el fondo de las almas. El dolor de la madera se te hunde en las espaldas como pual de pecados. . ., y de tu frente resbalan rosas de luz y de sangre, dejando tu senda blanca encendida de milagros, 56 de consuelo y esperanza. Camino de tu Calvario te sigue la noche parda, y las estrellas te lloran lgrimas de luz y ncar. 57 LAMINA N. 7 CARDO CORREDOR 58 La voz Quisiera crear una voz que llegue al infinito diciendo SEOR! y que llene los anchos espacios hablando con Dios. Preveo un mundo de vagos fantasmas girando alrededor y flotantes nubes de hirientes reflejos humillar mis ojos con su resplandor. Mi voz seguir resonando, pese al alma enferma por el gran temor y romper la negra inquietud de la sombras gritando SEOR! Las nubes de hirientes reflejos rasgarn su seno ardiendo de amor y la Voz del que todo lo puede contestar a mi voz. 59 Vano saber Saber surcar los cielos, mirar la inmensidad, captar de las estrellas el lejano rumor. T nos lo diste, Seor; leccin es de humildad. Pues, cmo sin Tu ayuda podra nuestra mente llegar a comprender Mas si por la soberbia pecamos nuevamente, aqu est la muerte que siempre nos recuerda nuestro vano saber. 60 El amigo Contigo, de nuevo a solas porque T s que me quieres, a Ti que todo lo puedes te vengo a rezar mi llanto. Comparte, Seor, mis horas de dolor y rebelda, pues toda esta vida ma se me fue. . . en amar tanto! 61 l He visto al Contemplador... En el centro del universo llameante de estrellas. .. En el centro del mundo palpitante de corazones. Sus pupilas, reflejo de todas las cosas... Su cerebro, pensante de Eternidad. .. Sus odos, abiertos al Infinito. Desde lo profundo.. . Cmo he podido Yo, con estos ojos ciegos, contemplar al Contemplador 62 El alba Dormida, sin sueos, sin cuerpo, sin alma, estaba la Vida, y fue Tu deseo, Tu soplo divino, el vital impulso, la santa llamada. Del polvo, del caos, del hondo vaco, la tenue materia, fl otando en su nada, respondi a Tu Voz, rod por el tiempo, y fue luz y sombra, fue cielo, fue sol, el agua, el fuego, la tierra, el germen, el tallo, la fl or, y despus, el Hombre, que lleno de asombro cay de rodillas, y Te llam DIOS. 63 III ELDA EN MI 65 IGLESIA DE SANTA ANA LAMINA N.8 66 Elda Eres blanca seora con lunares rubios de sol amarillo, y tienen tus montes, rojos arreboles en los altos picos. Sus pardas laderas alfombran marrones matas de tomillos, y verdes romeros que saben a menta, con savia de riscos. Llevan tus acequias, aguas con nostalgia de cauces marinos; las sombras de nubes, fl orecen espumas en los remolinos. Con lanzas de plata, guardan tus bancales los viejos olivos. Sedienta de lluvia la tierra, desgarra surcos doloridos, rotos en terrones, con febriles sueos de frescos rocos. Los bardos te cantan en bellos poemas, hechos luz y ritmo, acequias y montes, 67 los brillantes cobres que baan tus riscos, tus pardos bancales, donde centinelas los viejos olivos, grises por el polvo, pasan sus consignas con trinos de mirlos. En las Alboradas, adornas tu cielo, con tallos de lirios rojos de cohetes, y peinas palmeras con fl or de zafiros. Brisa de banderas rasga por las calles el viento cautivo. Arcos de ramajes, te cubren de verde gloriosos caminos. Vibra de violines la Solemne Salve que rezan tus hijos, y las almas lloran en hondo silencio, los seres perdidos. Fiestas de Septiembre, cuando los eldenses vuelven a ser nios y buscan humildes al pie del altar, amparo divino. Con gesto sublime, los brazos abiertos de tu Santo Cristo, piadoso y clemente, le brindan al pueblo su Amor infinito. 68 Amanecer Las campanas girando hacia lo alto en el oro y azul de la maana. Abiertos a la luz los montes, las verdes hojas de las ramas del almendro y del olvido, la seca tierra parda. Seor del Valle el Cid, es atalaya de espacios luminosos quebrados de montaas. Las torres de la Iglesia frente a Boln se alzan, paisaje de tejados; castillo, puente, ro, casas. A los cielos le cantan (el grito de la vida en la garganta) ejrcitos de pjaros vibrantes de alborada. La mirada del sol en los cristales. . . (La carretera de nuevo amanecer se hace ms blanca) 69 Por las grises aceras finge arroyos el agua. Pasa la bollera, su pregn estrenando la maana; en la cesta de mimbre, una estrella de azcar derramada. A lo ancho del viento, la sirena suspira anhelante su llamada. Gentes que se cruzan en las calles tempranas; un temblor de impacientes motores trepidando en las manos crispadas. El ritmo del trabajo fl uye y se ensancha por las febriles naves artesanas. Navegando en el tiempo, creadora, ferviente, obstinada, salvando los escollos de imposibles con velas de milagros desplegadas; ELDA, sigue surcando los gloriosos caminos de su ESPAA. 70 Monte Cid Monte Cid, alta cimera de nubes y cielos verdes, los crepsculos purpreos en tus laderas se duermen. Tus pinos cantan al viento un galope de corceles; azul de tarde otoo son tus rocas refulgentes. Monte Cid, larga mirada al horizonte celeste, Seor del valle dorado, de castillos y vergeles, de iglesias y campanarios que entre los pueblos se yerguen. Testigo mudo del tiempo, de avatares y de gentes que te llevaron muy hondo en el sueo de la muerte. Tambin yo llevo tu huella, Monte del Cid, en mi mente; compaero de una vida, compaero para siempre. 71 Paisaje Copa de luz este valle tierra de campos sedientos alfombra de sol las calles los olivos polvorientos dormidos en los bancales. Pinos a todos los vientos, tomillo en pardas laderas, solitarios arenales, geranios, rosas, palmeras en los cercados jardines, la tupida enredadera, el aroma de jazmines. Los montes, grises fronteras como ptreos paladines con nubes como cimeras. Rota el castillo su frente la blanca cinta del ro deslizndose doliente bajo el fuego del esto. Capa de luz refulgente, paisaje en los ojos mos! 72 Triloga apasionada de las Plazas Eldenses 1. El recuerdo (Plaza de Castelar) De la verde estatua el horizonte cierra el oro -sol violeta del ocaso. Las cumbres de los pinos avizoran panorama de torres y tejados. Balbucea el len sobre el estanque, amanece la luna, paso a paso dejando en los senderos grises ramos. La mirada de bronce se ilumina en la noche azul de los espacios. A la noble figura del tribuno le tiemblan prisioneros de los labios unos versos de amor, hondo recuerdo del valle en el ayer hecho verano. 73 2. ntima (Plaza de Sagasta) ... y tantas cosas pasando por tu corazn, mientras que el tiempo redondeaba los troncos de los rboles y se abran en lo alto verdes copas sombra y luz. A la empaada sonrisa de los azulejos, an le brilla el sol, y en el agua -espejo del redondo estanque. Renacida en Septiembre, t eres la plaza humilde, y buena, centelleante, multicolor de luces de alborada, evocadora de farolillos de verbena y banderas internacionales. Serena se recoge en ti la noche eldense, melanclica de su alegra. 74 Un crculo de rosas, todava... (y tantas cosas pasando por su corazn), te rodea la fuente; como nias que juegan el hechizo del agua. 75 3. El jardn muerto (Plaza de la Prosperidad) Ningn anciano en los desportillados bancos; ningn nio para recordarla en otro tiempo ms all de la infancia; ninguna mano para recoger el alma de las rosas. Los rboles, corteza gris del tronco sosteniendo los dbiles brazos de las ramas, imploraban al cielo; la fuente lloraba solitaria. La plaza estaba triste, plida de lunas llenas; desnuda, mancillada por los pasos del olvido, sedienta de agua y nostlgica de verde jardn sepultado bajo la losa de la tierra blanca. 76 RBOL DEL AMOR LAMINA N.9 77 Elda en primavera Las policromas y blancas mariposas te cantan en susurros, Elda ma, te cantan los jilgueros y las rosas con trinos y perfumes de alegra. En esta primavera esplendorosa, al abrir la alborada el nuevo da se mecen con la brisa los trigales vencedores de cierzos invernales, y en frases de oro recamadas, las fl exibles espigas, con ternura escriben en el aire enamoradas sus mensajes de paz y de ventura. En tus cumbres azules y rosadas por el brujo pincel del alba pura, brotan los sonidos luminosos de sus cantos de piedra prodigiosos. La tierra de los valles, sorprendida, despierta a los rboles frutales, que entonan el himno de la vida bajo el palio de los cielos inmortales. 78 Y cantan los almendros, las dormidas plantas, los verdes olivares. Gozosos tus jardines se desgarran en fl ores, en claveles, en rosas, en perfumes y colores. Primavera te llena de luz y armona, te cantan los jilgueros y te cantan las rosas, los ureos trigales, los azules montes en su lejana, los pardos bancales, y las mariposas. Te cantan con voces de piedra, cada nuevo da las rocas de tus cumbres ardorosas. Con versos apretados de alegra, en esta primavera esplendorosa, quisiera yo cantarte, Elda ma. 79 Domingo y Septiembre En el silencio de las calles dormidas, las palomas rasgan sedas en el aire; los palpitantes cristales solitarios, en amarillos reflejos de sol, arden. Con lento paso, las indolentes horas, pasean por el alma blanca de la tarde. Domingo azul, de alborada iluminado, inmvil entre la magia del instante, melanclico Septiembre deslumbrado por palmeras encendidas de diamantes. 80 Martillo de zapatero Cuchilla blanca de plata, cansada de recortar, hunde tu afilado pico en el blando material. Blancos zapatos de novia, para llevar al altar, son lo que te pido ahora que nos vamos a casar. Mquina de mis desvelos, gira que te girars, los latidos de mis sienes te llevarn al comps. Un vestido color rosa mis dedos soando van para mi nena chiquita que se duerme a tu cantar. Martillo de zapatero no ceses, no, de sonar, las cabezas de los clavos glorificando tu afn, irn marcando en la suela 81 caminito de tu hogar, un senderico dorado como corteza de pan. Cepillo de pelo negro, saca brillo al cepillar. Me quiere... Piensa en m... Ris, Ras, ris, ras, ris... Cundo vendr. .. Si los zapatos brillaran como brilla tu mirar! Cuchilla blanca de plata, que nos vamos a casar! El vestido de mi nena, qu bonito que ser! Martillo de zapatero, mi pedacito de pan! 82 IV ROMANCES 83 MADRESELVA LAMINA N. 10 84 El romance del castillo Senderos blancos de luna, blanco de plata el olivo, montaas de malva y fuego y el cauce seco del ro. Piedra a piedra resbalando hacia el foso del olvido, sobre la parda colina se va muriendo el castillo. Tengo ciega la mirada de buscarte en el camino; -sombras de recuerdo vagan por los salones vacos-. Amor que te fuiste lejos! tengo el corazn herido de alboradas sin retorno y de llorarte perdido... Romance de la aoranza, blanco de luna el olivo; senderos negros de noche, el cauce seco del ro; sobre la parda colina se va muriendo el castillo... 85 La ciudad extraa Pozo del cielo la noche, la luna moneda blanca, suave seda su voz suave; cantaba el agua, cantaba resbalando de la fuente en la noria de la plaza. Dormidos en el silencio, los jardines perfumaban rincones de enamorados, entre las sombras cerradas. Suave seda su voz suave; acariciaba palabras el mar entre la penumbra de las arenas doradas. A lo largo del paseo las farolas alumbraban con amarillo de soles, sus columnas plateadas. Qu fro de soledades tiene la ciudad extraa, cuando se nos va muriendo un amor dentro del alma! 86 La campana Valle del Vinalop cautivo del renegado; que velan tus aguas verdes espejos de cielos claros. Blancas cimeras y lanzas, escudos con luz de Mayo, portaban los caballeros orgullos del Rey cristiano. Por caminos y veredas bajaban los castellanos, en alazanes de cobre pulidos con sol dorado. Y lanzaron los clarines, por Espaa y Santiago, con roncas voces de hierro, los jinetes, al asalto. Los rojos alfanjes cruzan con aceros toledanos; banderas de media luna llenan temblores de raso, y se hunden en el polvo 87 todava palpitando. Valle del Vinalop, cuna de senderos pardos, no llores ms con tu ro tu dolor verde y amargo, que resuenan por tus montes y en la copa de tu llano, los trinos de la campana que canta en tu campanario. 88 CINCOENRAMA LAMINA N. 1/ 89 Desfile de ensueo Luce la maana hermosa un broche de primavera con destellos de arcoiris prendidos sobre la tierra. Hay clarinadas de risas y alborozo de trompetas, jolgorio de clarinetes, taidos de panderetas, ferias de sedas y fresco gozo de herraduras nuevas. De una carroza, entre hures, una media luna cuelga, y a la grupa de un caballo, ruborosa y retrechera, una princesa gitana, que se olvid ser morena. La gente va presurosa. Ya estn en la calle Nueva los heraldos, anunciando el comienzo de la fiesta! Viene ya una abanderada...! 90 Pero antes, abriendo brecha, llega un capitn bizarro, dos luceros por espuelas. Los arneses del caballo jubilosos tintinean, y entre inquietos pasodobles de msica revolera las capas azul y grana de los cruzados ondean. Los enfaldados navarros tras garbosas cantineras, prontas las rectas espadas, sus andares contonean. Van los estudiantes locos, metidos en sus gorgueras, bien armados con cucharas y al aire las capas negras. Pasan los contrabandistas, y de contrabando llevan ramos de claveles rojos, geranios y rosas frescas. Un violn habla de amores; cien panderos le contestan... 91 Es la altiva caravana de los zngaros, dispersa en orga de colores que las pupilas incendian. Hay un tropel de miradas hacia un pirata que llega. El mun horripilante de su brazo de madera va sealando el camino hacia una isla desierta. Cuatro fornidos mulatos llevan el tesoro a cuestas. Y vienen los africanos, -puro, alfanje y barbas luengas-, los negros, negros, blandiendo pavorosas calaveras, entre odaliscas gentiles, que arrastran ureas chinelas, con una hirviente cascada de luces en las diademas, que cabrillean gozosas al comps de las zalemas. Los esclavos del sultn 92 el trono moro rodean, y al tam-tam de los timbales las cimitarras fl amean. Es una visin de ensueo la que el cortejo despliega, haciendo vibrar los aires de armona y de belleza. Arcoiris bullicioso, que brinda en sus calles Elda, ponindoles a la maana un broche de primavera. 93 Romance de los celos Se cayeron los jazmines de tu mata de pelo y la nieve de su aroma se derram por el suelo. Rojos de clavel tus labios mordidos estn de celos porque lo he visto con otra alejarse en los senderos. Ya no brillan en tus ojos los rayos de los luceros ya no los baria la luna platendolos de anhelos; hay roco de amargura entre tus prpados muertos y garabatos de odio retorcindose en tus dedos. El galn se fue con otra Ay tus ojos que lo vieron! An te queman en la boca los carbones de sus besos. Era la noche de San Juan 94 de embrujo y sortilegios; entre la yerba escondidos cantaban los mirlos negros. En fiesta arda el cortijo y haba en tus venas fuego... ms fuego que en las hogueras, encendidas en deseos. Con tu palidez de cera te miraste en el espejo un arco hicieron tus brazos; las ajorcas retirieron al coronar de jazmines la negra mata de pelo. Pero lo viste con otra perdindose en los senderos y estaba la noche negra de embrujos y sortilegios... ! Se cayeron los jazmines de la mata de tu pelo y el roco de tus ojos... los hizo llorar de celos. 95 Romances marineros Mil romances marineros la mar canta con voz ronca. Azules manos del agua en los brazos de las olas pulsan la lira del viento salpicndola de notas. Mil romances marineros murmuran las caracolas. Con brillo de tornasoles se mece la mar sonora. Los verdes rizos se rasgan en los picos de las rocas, y la blanca vela suea tener alas de paloma. 96 Faltaba un juglar Romances del romancero dicen que contando van, la tragedia del cortejo donde faltaba un juglar. Al castillo gris y pardo cercaba la soledad con fosos de verdes brazos, con muros sin ventanal. La dama de rosa y nieve matizaba su bordar, con los oros del ocaso, con el reflejo lunar. Poeta de los caminos lleg al castillo un juglar; su voz, la del ruiseor que quisiera enamorar, y sus frases, versos eran en cascada musical que fl uyendo por las horas llenaban la soledad 97 Un cisne de blanca nube surcaba la inmensidad de los lagos transparentes del azul primaveral, cuando la gentil seora dejaba el castillo atrs, para reinar como bella en un desfile triunfal. A su vera caminaba el trovador medieval, y la tarde verde y malva, con su cielo de cristal, sorprenda las miradas de la dama y el galn. As, cuentan los romances y cuentan que contarn, la leyenda del cortejo donde faltaba un juglar... No faltaba, no faltaba, que le mandaron quitar los seores palaciegos, celosos de su privar! 98 Y como nadie saba bellas historias contar, la dama de rosa y nardo, la hermosa, llorando est. Caballeros, caballeros! No la vais a consolar... 99 Romance del ciervo herido A Isabelita Arrez, con nuestro cario Fresca de verdes la tarde soaba en el arroyuelo, en el remanso temblaba un pedazo azul de cielo. Soplos de brisa, ondulando el csped mullido y tierno besaban de la cascada los musicales arpegios. La tarde estaba serena reclinada en el silencio, rebosante de perfumes en su palpitante seno. Un ciervo de dulces ojos lleg junto al arroyuelo, un ciervo de dules ojos tmido, medroso, inquieto. Vi reflejarse en el agua el azul trozo del cielo oli el soplo de la brisa que rozaba el csped tierno, 100 y quiso beber canciones entremezcladas con sueos. De los umbros del bosque donde el follaje es espeso, brot roja llamarada con estampido siniestro. Los pjaros, asustados, levantaron raudo vuelo, y el rumor de las cascadas. susurrante de misterios, tuvo un eco de sollozos entre las piedras del lecho. Una vereda escarlata fue tiendo el verde suelo, trboles de roja sangre tibia de horror y de miedo que marcaban el galope de la muerte, junto al ciervo. Y por fin, se abri la noche. Sobre el negro firmamento las margaritas de plata deshojaron sus reflejos. Entre las sombras oculto 101 se arrastr por el sendero el ciervo de dulces ojos cubiertos con denso velo. Vi reflejarse en el agua las margaritas del cielo. .. sinti el soplo de la brisa que acariciaba su pelo..., y apagando en el remanso la sed de su ardiente anhelo, bebi el sueo que la tarde, soara en el arroyuelo. 102 CORREHUELA LAMINA N. 12 103 Romance de la despedida Estaban secos tus ojos, tus ojos como luceros! brillantes como puales que se hundieron en mi pecho. Estaban fras tus manos, ms fras que el mismo hielo! En tus labios los reproches fustigaban mi silencio y yo... callaba apurando la hiel de mis pensamientos. Me pareca lejana la caricia de tu acento, como oculta entre las sombras de inapresables ensueos... que al despertar, nos dejaran de nostlgicos anhelos, de angustiosas aoranzas, alma y corazn enfermos! Qu largas aquellas horas... y los instantes, qu lentos! cayendo sobre mi pena 104 como zarpazos violentos de una fiera rebelda, de un insufrible tormento. Pasaban lentas las horas, y eran los minutos lentos pero lleg galopando aquel horrible momento, estrujando nuestras almas retorcidas de lamentos. Estaban secos tus ojos tus ojos como luceros! brillantes como puales que desgarran mi pecho. 105 El romance del olvido Una msica lejana, una blanca nube, un dolor de nostalgia... una rota esperanza; los recuerdos gastados, el gris de la maana, el grito de la sangre, el cansancio del alma... Las horas que transcurren, la vida que se escapa, las palabras vacas, la empaada mirada... Un velo de tristeza, la soledad amarga, tu olvido y tu silencio, el miedo de la Nada... Como un sollozo mudo tu nombre en mi garganta. 106 INDICES SUMARIO Pgina Estos versos 10 El recuerdo 11 A todos ellos 13 Como pude vivir 15 La desconocida 16 La puerta 17 El rbol 18 La promesa 19 Como rosas 20 Tal vez maana 22 Poema del nio perdido 23 Dolor 24 La corona 26 El problema 27 Llamada 29 Soar de noche Soar de da 33 Del otoo 34 Hermano -Hombre 35 El olvido 36 El brindis 37 El tiempo 38 Dioses 39 tomos 40 El mensaje 41 Invierno 42 El sueo 43 Caminantes 45 Poeta 47 A Gabriela Mistral 48 Resurrexit 50 Nosotros, los mendigos 51 El crucifijo 54 Oracin 55 Nazareno 56 La voz 59 Vano saber 60 El amigo 61 l 62 El alba 63 Elda 67 Amanecer 69 Monte Cid 71 Paisaje 72 El recuerdo (Plaza de Castelar) 73 ntima (Plaza Sagasta) 74 El jardn muerto (Plaza de la Prosperidad) 76 Elda en primavera 78 Domingo y Septiembre 80 Martillo de zapatero 81 El romance del castillo 85 La ciudad extraa 86 La campana 87 Desfile de ensueo 90 Romance de los celos 94 Romances marineros 96 Faltaba un juglar 97 Romance del ciervo herido 100 Romance de la despedida 104 El romance del olvido 106 INDICE DE LMINAS N. Ttulo Autor Pgina I Calle La Pursima Javier Garca 14 2 Taray M. Serrano 21 3 rbol del Paraiso M. Serrano 25 4 Peine de Venus M. Serrano 31 5 Murajes M. Serrano 44 6 Espliego M. Serrano 53 7 Cardo Corredor M. Serrano 58 8 Iglesia de Santa Ana Javier Garca 66 9 rbol del amor M. Serrano 77 10 Madreselva M. Serrano 84 11 Cincoenrama M. Serrano 89 12 Correhuela M. Serrano 103

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