Castelar, su infancia y su último año de vida

CASTELAR SU INFANCIA Y SU ULTIMO AO DE VIDA Mancomunidad Intermunicipal del Valle del Vinalop Mancomunitat Intermunicipal de la Val! del Vinalop Ayuntamiento de Elda Ajuntament de Petrer Ajuntament de Monver Ayuntamiento de Sax Caja de Ahorros del Mediterrneo Reimpresin de este facsmil: Grficas Estilo, S.C. Alicante PRESENTACION Con motivo de los actos conmemorativos del I Centenario de la muerte de D. Emilio Castelar (1832-1899), que fuera Presidente de la Primera Repblica, ilustre catedrtico y periodista e insigne parlamentario y ora dor, la Mancomunidad Intermunicipal del Valle del Vinalop, dentro del denominado Ario Castelar, reedita en edicin facsmil, la obra del Dr. sajerio D. Bernardo Herrero Ochoa, que fuera mdico de cabecera de D. Emilio, titulada CASTELAR. SU INFANCIA Y LTIMO AO DE VIDA, cuya edicin original se public en Madrid, en 1914, por la Librera de Fernando Fe. CASTELAR SU INFANCIA Y SU ULTIMO AO DE VIDA POR BERNARDO HERRERO OCHOA DOCTOR EN MEDICINA MADRID LIFIRERiA DE FERNANDO FE PUERTA DEL SOL, 15 1914 CASTELAR SU INFANCIA Y SU ULTIMO AO DE VIDA CONTIENE DATOS DESCONOCIDOS Y ABSOLUTAMENTE 1~1 TOS ACERCA DE SUS PADRES, DE SU ESTANCIA EN TIERRA ALI CANTINA, DE SUS PRIMEROS PASOS EN LA ENSEANZA, ETC. ETC. POR BERNARDO HERRERO OCHOA DOCTOR EN MEDICINA MADRID LIBRERIA DE FERNANDO FE PUERTA DEL SOL, 15 1914 Es propiedad. Imprenta de Juan Pueyo, Mesonero Romanos, 34. Castelar los veinticuatro aos. // ) ,2 1 co cn-1040, g la memota del lnoirte ) 4.4da rr -.1)01-t Q9Pec(2o Vaie2a Q.5 7 &teM fr iefriee maeolzo de/pan eurektaz. WIWASIZASI ADVERTENCIA PREVIA Copiaramos literalmente, si fuese dable co locarlas segn estn escritas, al frente de esta obrita, las dos primeras pginas del libro de Morayta, titulado Juventud de Castelar, cuyo espritu hacemos completamente nuestro. Si, como es natural, hemos de introducir en ellas las variaciones consiguientes, al ser otros la obra y el autor, calcadas del todo estarn en aquellas pginas las lneas que escribimos continuacin. Recuerda Morayta que en elocuente discurso pronunciado por Moret en la velada necrolgica dedicada D. Augusto Comas, deca el ilustre orador que no era posible consagrar un re cuerdo los amigos muertos, con quienes estu vimos estrechamente unidos, sin hablar de nos otros mismos. All por el ao 1859 conoc Castelar, cuan do al cabo de diez aos volva pisar la tierra alicantina, y cuando yo empezaba, entrado ape nas en uso de razn, discernir y darme cuenta de las cosas. Unido ya entonces por lazos de fa milia los que l llamaba sus hermanos del alma, vine vivir desde mis tiernos aos en un 8 ADVERTENCIA PREVIA ambiente donde era un dolo Emilio Castelar; y oa hablar de sus padres, y de las conexiones que tuvo en su infancia con el pueblo de Sax; y comentar lo que haca, deca escriba Emi lio en los peridicos; y andando el tiempo fui su amigo; y pude se.;uir y contar durante cua renta aos sus excursiones la que l conside raba su tierra predilecta... De esta suerte y sin percatarme de ello, fu almacenando mi memo ria tal suma de recuerdos, que hoy me permiten escribir estas pginas, completando con datos absolutamente inditos la biografa del eximio tribuno. Huir en lo posible entrar rumiar en ajenos prados literarios, tomando de aqu y de all he chos por otros ya contados. Compondrn prin cipalmente el contenido de este libro noticias y datos que del todo me pertenecen, muchos de ellos adquiridos en mi trato con Castelar. Y ahora, refirindome la poca de su vida que trato de bosquejar, vome obligado repetir con Morayta: no hallo modo de hablar de Cas telar, sin sacar escena mi pueblo, mis pa rientes y hasta m mismo. Prometo fi rmemente huir de tal pecado, y confo en que mis lectores habrn de absolverme si en varias ocasiones lo cometo, convencidos de la imposibilidad en que me encuentro de redac tar de distinto modo los hechos que han de ser narrados en este modesto libro. 5P5U2W1421,9~~ PRIMERA PARTE INFANCIA DE CASTELAR Dos palabras al lector. Por va de introduccin. Material histrico del por venir. La autobiografa de Castelar escrita en sus propias obras . Nuestro estudio limitado su infan cia. Principales bigrafos de Castelar. Gonzlez Ara co, Morayta y Alberola.Necesidad de este libro como complemento de su biografa. Consideraciones en demostracin de este enunciado, y de la gran in fl uencia que ejerci en Castelar la tierra alicantina. Algo sobre mis relaciones personales intervencin en su ltima enfermedad. Dolores fsicos y mora les. Su constancia en el trabajo. Su acrisolada pro bidad . Contenido y plan de este libro. Existe en nosotros la arraigada idea, que toda obra humana, y aquellas en primer trmino hijas exclusivas del entendimiento, que adquieren cuerpo y forma al correr de la pluma, no deben aparecer en el campo de las letras, si consigo no traen un objeto y fi n determinado. No concebimos trabajo de ninguna especie sin fi nalidad prctica y positiva, y 10 BERNARDO HERRERO OCHOA aun en las obras de puro recreo y entretenimiento, no debe olvidarse la mxima de unir la utilidad con el deleite. Nos parece, por tanto, el escribir por es cribir, oficio deslavazado y huero, y estas conside raciones nos llevan como de la mano exponer los motivos que nos han inducido concebir y publicar estas desaliadas pginas. Copiosos y positivos materiales encontrar el es critor del porvenir al ocuparse de la historia de nuestros tiempos. Con una prensa peridica que diariamente recoge con los ms nimios detalles las palpitaciones todas de la vida; con la moderna in formacin grfica, cuyos admirables procedimientos copian como por arte mgica las ms culminantes escenas de los grandes acontecimientos y retratan al personaje clebre, ora en los actos de su vida pblica, ora en sus actos ms familiares; con los maravillosos inventos que debe la ciencia el pa sado siglo, entre los que existen aparatos que re cogen y almacenan la voz humana y reproducen los seres y las cosas en pleno movimiento; con tales elementos, podrn las futuras generaciones conocer las grandes fi guras histricas, no slo por lo que de ellas se escriba, sino que conservndose cierto remedo de su vida, cabr en lo posible ad mirar las actitudes y escuchar el discurso del ora dor las notas musicales tal como vibraban en la garganta del artista. Pero aparte de estos medios, y por lo que toca la vida pblica de aquellos hombres que desco llando del nivel comn se elevan sobre sus seme jantes, existen algunos que dejan escrita su auto biografa en sus propias obras. Bien podemos citar INFANCIA DE CASTELAR II en tal concepto como ejemplo don Emilio Castelar. Su personalidad poltica y literaria podr recons tituirse en todo tiempo, mediante su asombrosa labor de cuarenta y tantos aos, desde que, an adolescente, aparece como Mesas de la democracia espaola, con su famoso discurso del Teatro Real en 1S54, hasta que ya al borde del sepulcro lee el da 5 de Mayo de 1899 su contestacin al mensaje de las cien mil.firmas; ltima pgina de su obra po ltica, hermoso documento en el que con la lucidez y frescura que pudo escribirle los treinta arios, se ala los republicanos espaoles el camino que deben seguir para la conquista y consolidacin de sus ideales. Impresa queda en tan dilatado periodo la brillante estela de su laboriosa vida; en el peri dico, en la ctedra, en el libro, en sus discursos in comparables, en su abnegado y puro patriotismo, en fi n, ante las responsabilidades del poder y las desdichas de la patria. Mas no bajo el aspecto poltico ni bajo el aspecto literario, pretendemos nosotros ocuparnos de don Emilio Castelar: nos declaramos incompetentes en tal empresa, en la que ya han laborado al presente, como seguirn laborando en lo porvenir, las mejor cortadas plumas. Pero as el hombre que no tras ciende de la vulgar esfera, como aquel que se eleva las ms altas cumbres de la celebridad y de la glo ria, tienen su historia familiar, ntima, que no por humilde veces, y comn todos, deja de contener hechos merecedores de la posteridad, en los que ya se encuentra el germen y se modelan los ulteriores y ms salientes rasgos del individuo. Aun bajo tal concepto, creerase primera vista materia agotada, 12 BERNARDO HERRERO OCHOA 6 poco menos, los datos biogrficos de don Emilio Castelar, y quiz se piense que apenas podrn re cogerse algunas desmedradas espigas, despus de haber metido la hoz en tan feraces campos tres es critores de talla, dando luz tres libros despus de su muerte, en los que bajo distintos aspectos se es tudia su personalidad. Mas esto no obstante, exis te cierto perodo de la vida del gran tribuno ape nas conocido. Gonzlez Araco, Morayta y Alberola, son los tres escritores quienes aludimos. Estudia el primero con amplio sentido eclctico, en su libro titulado Castelar, su vida y su muerte, la historia del gran estadista, abarcndola en sus mltiples y variados aspectos. Es la obra de Morayta, Juventud de Castelar, ver dadera joya literaria, no obstante su sencillez y di minutas proporciones, en la que el ilustre catedr tico de Filosofa y Letras, pinta de mano maestra la vida escolar del esclarecido alumno de la Universi dad Central, relatando sucesos en los que fueron actores bigrafo y biografiado, y consignando los primeros pasos dados en la vida pblica por el que luego haba de elevarse como astro de primera magnitud en el horizonte de la poltica y de las letras. Alberola, en fi n, que por ms de veinte aos se sienta en la mesa del gran estadista, vive bajo su techo, y que mediante cargo tan delicado ntimo como el de secretario particular interviene en todos sus trabajos literarios y polticos, acaso no se halla ra otro ms idneo ni ms capacitado para escribir la Semblanza de Castelar, y as nos lo retrata tal INFANCIA DE CASTELAR 13 como era l: amante del hogar y la familia hasta convertir este amor en verdadero culto; esclavo de la admistad; entusiasta hasta el candor infantil en aquellos recuerdos que tan honda huella dejaron en su alma en los tiernos aos de su infancia, sin que falten en su bien escrito libro los rasgos ms salientes del literato y del hombre de Estado. Pero si tales libros, dadas las condiciones espe cialsimas de sus autores, transmitirn al porvenir fi dedignos y abundantes materiales para escribir la historia de Castelar, faltan en ellas cuasi por com pleto los datos del Castelar nio, que nosotros co nocemos, y siendo acaso el nico que puede trans mitir la historia los incidentes de su infancia, no exentos de inters, estimo deber ineludible consa grar parte de mi tiempo labor tan interesante y meritoria. Merecen mi ver los honores de la imprenta cuanto hemos podido averiguar acerca de la histo ria de sus padres; la descripcin de aquella parte abrupta de la provincia de Alicante, hermoso esce nario donde se deslizaron sus primeros arios, que tan grabado tuvo en sus recuerdos hasta los lti mos das de su vida; el ambiente de amor que all encontrara en deudos y en amigos; la atmsfera liberal que respir en ella, y cuanto atae, en fi n, sus estudios de primera y segunda enseanza. El mismo Castelar nos hablaba de la grande in fl uencia que produjo en l aquella la que llama ba su tierra predilecta. Cuando en la primavera de 1898 le llevamos Sax, buscando el remedio la cruel enfermedad que minaba su existencia, nos deca en un arrebato de entusiasmo en una de BERNARDO HERRERO OCHOA nuestras excursiones campestres: Yo debo cuanto soy haberme criado en esta tierra, donde pude desde nio identificarme con el sentimiento de la Naturaleza. Ya veremos oportunamente la protec cin que all encontr en propios y en extraos. Los que nos honrbamos con su amistad, y cono camos ciertos antecedentes de su niez, podamos apreciar cun profunda huella dej en l el medio ambiente en que vivi hasta los diez y seis arios. Fu Castelar el ms irreductible enemigo del car lismo, llegando ser ste uno de los rasgos ms salientes de su fi gura poltica, y en aquella tierra naci tal odio, echando en su alma las ms hondas races. Gran importancia entraa cuanto se refiere los estudios de primera y segunda enseanza de nues tro ilustre biografiado, y aunque no hubiese otra razn que sta, ella justificara plenamente la pu blicacin de este modesto libro. Ya Gonzlez Ara co, y aun Morayta, hacen algunas indicaciones acerca de tan interesante tema; mas quien esto es cribe, apesar de los diez y ocho aos que le aven tajaba en edad don Emilio Castelar, an tuvo la di cha de alcanzar al eminente pedagogo que fu primer maestro; aquel don Pedro Valera, sabio annimo y prez de la enseanza, de imperecedera memoria en el pueblo de Saz. Castelar encontr al maestro en toda la plenitud de sus facultades, y de l vino recibir las aguas lustrales del saber, echando los ms slidos cimientos de su carrera li teraria. Sobrados fundamentos hubo, como podr notar el lector benvolo en el transcurso de estas pginas, INFANCIA DE CASTELAR 15 para que siempre hubiera yo sido uno de los nti mos en casa de don Emilio Castelar; pero no obs tante mi adhesin inquebrantable, no sucedi as, segn vendr exponer oportunamente. Mi verda dera amistad, mi trato ntimo con don Emilio, no comenz hasta el mes de Mayo del 1898, en que con l marchamos la tierra alicantina en busca de una salud que ya no haba de recobrar. Desde tal fecha apenas me separ de su lado, hasta que, en el ao siguiente, march San Pedro del Pinatar, de donde pronto haban de traer sus restos ence rrados en un fretro cubierto de rosas y claveles. Cuando al llegar Sax me oblig la necesidad empuar las riendas en el tratamiento de su enfer medad, ms que al mdico, vi Castelar en m al amigo entraable, al hermano del alma, que hasta la sangre de sus venas hubiera dado por salvarle la vida, y desde tal punto y hora puedo decir con orgullo, que vino honrarme contndome en el n mero de sus amigos predilectos. No pensamos escribir aqu su historia clnica; llegar hasta el ltimo lmite de la parquedad en los datos que juzgue indispensable consignar so bre tal asunto; porque entre otras razones, escaso inters podran encontrar la mayora de los lecto res con minucias y detalles acadmicos, impropios de un libro como ste. Testigo constante en el ltimo ao de vida de nuestro llorado estadista, preferible creo referir las angustias de aquella alma patriota donde se junta ban los padecimientos fsicos anejos sus males y las torturas del dolor moral provocadas por las desdichas sin cuento que en aquel ao terrible llo 16 BERNARDO HERRERO OCHOA van sobre la patria. Su asiduidad en el trabajo, que nunca abandon, aunque herido de muerte, iban de da en da agotndose sus fuerzas. En el verano de 1898, don Emilio Castelar, no obstante su enfermedad, trabajaba en Sax de seis siete ho ras diarias. A las seis de la maana ya se le encon traba en su cuarto de estudio; all escribi toda la parte ae su Historia de Europa referente la Re volucin francesa. Por las tardes, su amigo Secun dino, con la solicitud del ms carioso hermano, le prohiba que escribiera, dicindole con su peculiar gracejo, que con medio jornal que ganara tena bastante. Nada arredraba t.n sus tareas literarias aquel obrero de las letras. En la gran afeccin grippal que padeci en los ltimos das de Diciembre del 98, an no haba desaparecido el peligro, cuando se empe una maana en levantarse, pues deca tena que escribir un artculo para una de las Revistas de Amrica en que colaboraba. Trabajo me costaba convencerle, cuando llag el doctor Huertas, y al fi n tuvimos que imponernos, seguros de que haba de costarle una recada. Apesar de todo, don Emi lio era un enfermo dcil y obediente, que se mane jaba como un nio, y accedi quedarse en cama, permitindole que desde ella dictara su artculo. El pjaro yanta de lo que canta, nos deca Huertas y mt, y en esta frase se condensaba una vida de laboriosidad y de honradez. Aquel hombre que haba producido centenares de libros admira bles, enriqueciendo los editores, y que haba te. nido en sus manos los tesoros de la nacin, tenia necesidad de cantar para comer con el sudor de INFANCIA DE CASTELAR 17 su frente, viejo y enfermo, los sesenta y seis arios. Quiz nos extendamos demasiado, pero hay na rraciones que no disuenan en parte alguna, y como tal consideramos un hecho que conocemos de Cas telar, merecedor de pasar la historia, por ser la demostracin palmaria de su acrisolada probidad y honradez. Tuvo por algn tiempo el deseo vehemente, como capricho de enamorado, de comprar una casita de recreo en la huerta de Alicante; y cuando ocupaba el puesto de Presidente del poder ejecutivo de la Repblica espaola, le ofrecieron en venta una par cela de terreno con un hotelito, rodeado de un pe queo jardn. Escribi su amigo Secundino, para que se enterase de aquel asunto, y ste encontr muy ventajosas las condiciones en que se poda ad quirir, y as se lo particip Castelar, dicindole, como era natural, el precio que pedan por ello, que eran 9.000 pesetas, en el que an hubieran hecho alguna rebaja. El Presidente del poder ejecutivo de la Repblica espaola contest su amigo: que no dispona de tanto dinero, y que le era imposible des prenderse de tal suma. Quiso ste comprarlo, ce dindoselo en usufructo mientras viviera; pero de tal modo se opuso Castelar ello, que tuvo que de sistir de su empeo. En resumen, nuestro libro, aparte los datos que con grandes dificultades hemos podido adquirir acerca de sus padres, comprender en su primera parte el perodo, cuasi desconocido, de la vida de Castelar, desde que le trajeron la provincia de Alicante, all por los aos de 1836 al 37, hasta que terminados en 1848 sus estudios de segunda ense 18 BERNARDO HERRERO OCHOA fianza, march Madrid continuar su carrera en la Universidad Central, es decir, en el punto en que Morayta empieza la historia de su juventud, y as podr considerarse la presente obrita como la pri mera parte tomo primero de la de Morayta, si quiera difieran muchsimo en valor literario. En una segunda parte expondremos, aunque muy sucintamente, algunos hechos de su ltimo ao de vida, que consideramos merecedores de pasar la historia, de los que fuimos testigo. Cumplir medida del deseo el fin que me he propuesto, llevando feliz trmino mi empresa T has de decirlo, lector carsimo, pues tu juicio so meto este huiiilde trabajo. V490195P-ZWI II Los padres de Castelar. Dificultades para escribir su historia. Podemos bos quejar la figura del padre basndonos en la historia del terror absolutista en Alicante, y en datos verdi cos que conocemos. Una carta de don Rafael del Val. Casamiento de les padres de Castelar; su parti da de matrimonio; error que disipa esta partida . El liberalismo de Alicante. Efectos de la reaccin absolutista Restablecimiento de la Constitucin en 1820; disensiones entre los liberales alicantinos; se unen ante el enemigo comn. Levantamiento del partido realista. Patritica conducta de la Diputa cin provincial de Alicante. Invade la pennsula el llamado ejrcito de Santa Alianza. Defensa de los alicantinos. Don Joaqun de Pablo Chapalangarra. Triunfa en todas partes el absolutismo, y es reinte grado en el trono Fernando VIL Ordena Chapa langarra entregue Alicante las fuerzas francesas que la bloquean. Desobedece ste las rdenes del Rey y se resiste hasta que, sin esperanzas, se acoge la capitulacin honrosa que se le ofrece y embarca para Gibraltar. Nada ms difcil al emprender algun trabajo bio grfico referente don Emilio Castelar, que bos quejar la historia de sus padres, y por lo que ex presamente atae al autor de sus das, ofrcese su fi gura envuelta en tan densas sombras, que pri mera vista parecen impenetrables. 20 BERNARDO HERRERO OCHOA Pertenecieron los padres de Castelar esas mi riadas de seres annimos que, sea cual fuere su po sicin social, surgen al correr del tiempo, y el tiem po luego devora, extinguindose su huella al volver al seno de la madre tierra la materia deleznable. Slo en aquellos pocos que descollaron en vida del conjunto humano, perdura nombre y fama travs de siglos y de edades. Difcil cometido el de la historia, cuando con bri llo pstumo resurge alguno de estos seres ungido por la gloria de sus descendientes, porque muy poco que nos hayamos ocupado de estas cosas, ad quirese el convencimiento de que en tal gnero de investigaciones, habranse de encontrar muchas la gunas infranqueables, as intentramos escribir la historia de nuestros propios padres, aunque fuera de las ms vulgares y sencillas. An suben de punto las dificultades cuando se trata de pocas de lucha, y raya en lo imposible hallar el menor dato docu mentado en el conglomerado del herosmo an nimo. Juzgamos deber ineludible, en quienes se ocupan de materia histrica, cortar las alas la fantasa, presentando lo cierto como cierto, y lo dudoso como dudoso. Ciertamente que en nuestra ardua empre sa cuasi carecemos de toda prueba escrita, mas po seemos por fortuna muchos indicios y algunos da tos de toda evidencia, que han de permitirnos, lle gando hasta la linde de la verdad absoluta, rehacer la fi gura del padre de Castelar. Basaremos tambin nuestra labor en el detenido estudio que hemos he cho de la historia de la reaccin y del terror abso lutista en Alicante; poca nefasta, que llen de due INFANCIA DE CASTELAR 21 lo y gravit cual losa de plomo sobre la hermosa ciudad levantina. El da 5 de Marzo de 1814, se unan ante Dios con lazo santo, los padres de Castelar, y apenas si habran saboreado las primicias del matrimonio, cuando debieron ya llegar su hogar honrado zo zobras inquietudes, y acaso persecuciones. Aca baba Alicante de festejar con patritico entusiasmo la derrota de Suchet en los campos de Castalla durante la primavera de 1813, y la evacuacin total del reino de Valencia por las tropas francesas, y venturosa era de paz pareca sonreirle; mas bien pronto vinieron truncar tan halageas esperan zas los sucesos polticos que consigo trajo la vuelta de Fernando el Deseado de su dulce cautiverio de Bayona, restableciendo el poder absoluto en el mes de Mayo de dicho ao 1814. Precsanos resear, siquiera sea sucintamente, aquel cuadro de horrores y de sangrientas luchas, cuyo recuerdo an causa pavor en los alicantinos: cuadro tan slo comparable creacin dantesca, que cual horrible pesadilla agobi la desgraciada ciudad por espacio de diez y ocho aos, desbordn dose todos los horrores durante la aciaga poca de mando de uno de los ms sombros sicarios del ab solutismo. Forzosamente habr de destacarse en tan siniestro cuadro la fi gura del padre de Castelar. Sbese de cierto que fu uno de aquellos liberales exaltados del tiempo de Riego y de Torrijos, que en aras de sus ideales, llegaban hasta el sacrificio de la libertad y de la vida. Aun prescindiendo de los datos fi dedignos que conocemos, colocad un hombre de tal condicin en el ambiente de lucha 22 BERNARDO HERRERO OCHOA que en sus tiempos respir Alicante, y faltara la lgica en el mundo si no fu partcipe en sus per secuciones, y actor acaso, en sus protestas y re beldas. Dos palabras antes de continuar. He procurado dar mis investigaciones el mayor grado de certi dumbre, y cuando escrib mi leyenda histrica titu lada Los Padres del Tribuno, trabajo rigurosamen te histrico, aun cuando principalmente afecte ca rcter literario, quise darle conocer mi buen amigo don Rafael del Val, sobrino predilecto de don Emilio Castelar, uno de los pocos miembros de su familia que le sobreviven, para el que fu un se gundo padre. En carta que acompaaba al manus crito, decale, entre otras cosas, lo que sigue: Como usted ver, me ocupo principalmente del punto, sin duda, ms obscuro, que existe en la bio grafa de nuestro inolvidable don Emilio, cual es la historia de su padre con su verosmil desenlace fi nal. No quiero que sean conocidas de nadie estas cuartillas, sin que usted de antemano las lea, y me diga si existe contradiccin entre la investigaciones que con gran trabajo, y en parte por casualidad, he llevado cabo, acerca de los padres de don Emilio, y cualquiera tradicin 6 recuerdo de familia que exista y que usted debe conocer. He aqu la contestacin de don Rafael del Val: Sr. D. Bernardo Herrero. Mi querido amigo: He ledo con la mayor aten cin y detenimiento el trabajo titulado Los Padres INFANCIA DE CASTELAR 23 del Tribuno, que tuvo usted la bondad de remitir me, por lo cual le felicito muy sinceramente. Creo que est usted perfectamente ajustado la realidad en sus citas histricas, y no encuentro la menor contradiccin entre sus investigaciones y los recuerdos de familia que yo conservo. Repito usted de nuevo que celebro muy de ve ras el trabajo que ha tomado su cuidado en me moria de nuestro amado muerto. Ya sabe cun de veras le quiere siempre, su an tiguo amigo afectsimo, ,RAFAEL DEL VAL. Cuando poco nos vimos y nos ocupamos ver balmente de este asunto, despus de corroborar el seor del Val cuanto en la preinserta carta me de ca, vino agregar los siguientes conceptos: To Emilio no conoci su padre; ya recordar usted que muy rara vez le nombraba. Creo que ha conseguido usted averiguar de su vida, tanto 6 aca so ms que to Emilio saba. Slo contamos con un dato documentado para la historia de los padres de Castelar, cual es el de su matrimonio en Alicante que, como dicho queda, tuvo efecto el da 5 de Marzo de 1814. Del archivo parroquial de la Iglesia de San Nico ls, de esta ciudad, hemos obtenido su partida de matrimonio, que continuacin copiamos, as como la de bautismo de su hija Concha, nacida el 24 de Abril de 1818. 24 BERNARDO HERRERO OCHOA Don Jos Maestre Romero, Presbtero, Teniente Cura de la Parroquia de San Nicols, Insigne Iglesia Colegial de la ciudad de Alicante. CERTIr ICO: Que en el Libro de matri monios, volumen nm. 13, al folio 57 vuel to, se halla inscripta la siguiente Partida que, copiada literalmente, dice: En la ciu dad de Alicante cinco de Marzo de mil ochocientos catorce. En presencia del doc tor don Francisco Albeza, Teniente Cura de la Insigne Colegial de San Nicols, y testigos abajo escritos, precedidas tres ca nnicas moniciones, y no habiendo resul tado impedimento; observando lo dispues to por el S. C. T., y sinodales de este Obis pado, con licencia del Vicario Forneo, se desposaron por palabra de presente, que hacer verdadero matrimonio, segn rito de N. S. M. Iglesia: De una parte Jos Ma nuel Castelar, mancebo, hijo de Francisco y Vicenta Vari, consorte, natural de esta ciudad. Y de otra Mara Antonia Ripoll, doncella, hija de Rafael y Antonia Torre grosa, consorte, natural de Villafranqueza, y ambos vecinos de esta ciudad, y feligre ses de dicha Iglesia Colegial. Siendo tes tigos Vicente Samper y Manuel Nadal. Doctor Francisco Albeza.Es copia de su original que me remito. Alicante ocho de Abril de mil novecientos trece. --Jos Maestre. Hay una rbrica. Hay un sello que dice: Parroquia de San Nicols de Ali cante. INFANCIA DE CASTELAR 25 Un error de importancia viene disipar esta par tida, pues por ella vemos cul era el verdadero pue blo de naturaleza de don Manuel Castelar. He ledo en varios lugares, y as lo consigno en trabajo que tengo publicado, y que me apresuro rectificar (I), que proceda de tierra aragonesa, y que cuando doa Antonia Ripoll march de Cdiz con sus hijos al pueblo de Aliaga, de la provincia de Teruel, lo hizo buscando el amparo y proteccin de los pa rientes de su esposo. Hoy ya sabemos con toda evi dencia que era natural de Alicante el padre de Cas telar. Igual sucede con otro error, tambin muy ge neralizado, cual es la edad de su hermana doa Concha. Se lee en todas partes que era mayor que l diez y nueve arios, y como se ve por su partida de bautismo, slo eran catorce los que le llevaba. Circunstancias especialsimas, que sera prolijo enumerar, permtenme bosquejar la personalidad de don Manuel Castelar. Era, segn los datos que poseo, persona afable y no exenta de cultura, que ofreca como uno de sus principales rasgos la ter quedad y entereza en cuanto afectaba su opinin poltica, pues presa de los fanatismos de la poca, haba abrazado con entusiasmo las ideas liberales. Sin medios de fortuna atenda modestamente las necesidades de su hogar, trabajando como agen te intermediario comisionista en los asuntos mer (1) El Porvenir postal, nmero extraordinario dedi cado por esta Revista al XI aniversario de la muerte de Castelar, publicado el 20 de Julio de 1910 (segunda edi cin). Artculo titulado Los padres de Castelar, por Bernardo Herrero, pg. 35. 26 BERNARDO HERRERO OCHOA cantiles que consigo llevaba el movimiento comer cial del puerto de Alicante, y podemos afirmar, fun dados en nuestros datos ms fi dedignos, que la cua lidad personal que ms le distingua era la honra dez ms acrisolada, por lo que todo el mundo le confiaba sus intereses sin el menor rebozo. Dos datos conocemos, odos de labios de su pro pio hijo, que son toda una revelacin. Don Manuel Castelar fu un protegido de la importante casa co mercial de los Lagier, abuelo y padre del clebre capitn don Ramn, del intrpido marino quien cupo parte tan principal en el triunfo de la revolu cin de Septiembre del 68. Eran los Lagier libera les exaltados, objeto por ende de los mayores odios reaccionarios, hasta que acabaron por consumar su ruina las brbaras persecuciones realistas de 1824. El otro dato que aludirnos, es que don Manuel Castelar tuvo trato, acaso amistad ntima, con Bar tolome Arques, patriota alicantino, al que ms ade lante hallaremos, ofreciendo su valor personal y su fortuna, dondequiera que le reclamaba la defensa de la libertad, hasta que acab por entregar glorio samente la vida en el campo del honor, peleando por la Constitucin. Queden aqu las noticias referentes al padre de Castelar para disear la fi gura de su joven esposa; y realizado esto, los restantes datos que de sus vidas conocemos vendremos exponerlos parale lamente los tristes acontecimientos de la poca del terror en Alicante, que bien pronto vamos . na rrar. Doa Antonia Ripoll, la joven doncella que vino unir su suerte con don Manuel Castelar, proceda INFANCIA DE CASTELAR 27 de Villafranqueza, pequea villa alicantina, distan te unos cuatro kilmetros de la capital. Felizmente no se nos ofrece su fi gura velada en densas som bras cual la de un esposo: la noble seora an al canz nuestros das, y pudo conocer hombre p blico y saborear los primeros triunfos del hijo que llev en su seno (1). Los bigrafos de Castelar pintan su madre her mosa y de clarsimo talento; dechado de esas altas prendas que hacen de la mujer la Providencia del hogar y la dulce compaera de la vida; cristiana fer viente, sin ser fantica, cumpliendo con sus seme jantes, como la cosa ms natural y sencilla, las prcticas piadosas aprendidas en las sublimes en seanzas del evangelio. Joven y hermosa, pudo en su viudez prematura contraer nuevas nupcias, mas renunci definitiva mente al matrimonio, como si previese la misin sagrada que le reservaba la Providencia de educar sin intervencin ajena, y formar el corazn del hijo predestinado ser gloria de la nacin, inculcndo le los santos principios de patriotismo y los ideales de libertad, que por tradicin venan perpetundose entre los suyos. No existe, en efecto, recuerdo de familia que no abone y corrobore tan honroso abolengo. Remem branzas de la niez evocaban en Castelar la vene rable fi gura de su abuela, de la madre de su madre, (1) Doa Antonia Ripoll debi fallecer en el verano de 1859. En nuestra coleccin de cartas de don Emilio Castelar guardamos una, fechada el io de Agosto de aquel ao, en la que habla de la reciente muerte de su madre. 28 BERNARDO HERRERO OCHOA austera anciana de temple espartano, en la que an funda la nieve de los aos el recuerdo de los hijos sacrificados en aras de la patria. Una una entereza varonil la delicadeza y la ternura propias de la mujer y de la madre, y de sus labios escuch el gran tribuno las primeras lecciones de patrio tismo. Viuda, y sin otro apoyo que el de sus dos hijos mayores, los dos los hizo militares, para que fue sen pelear contra las huestes de Bonaparte, y los dos sucumbieron en el campo de batalla, atravesa dos por el plomo enemigo. Mas como al recibir con el corazn desgarrado la horrible nueva oyese re convenciones, entre los consuelos de un vecino afrancesado, por haberles llevado defender una causa tan perdida como la de Espaa, secbase las lgrimas y erguase fi era en medio del dolor, satis fecha del deber cumplido. Hijos mos, amad en el mundo la patria sobre todas las cosas deca sus deudos cuando recordaba entre sollozos aque llos trgicos sucesos. Doa Antonia Ripoll hered de su madre el alma varonil y patriota, y orgullosa se senta con que sus hermanos hubieran perecido en los campos de ba talla, defendiendo la independencia de la nacin; as como por las persecuciones sin cuento que su fri el esposo por sus avanzadas ideas liberales, persecuciones de las que ella fu partcipe, hasta que vino perderle de la manera ms inslita y singular. Criada entre la guerra de la Independencia y las revoluciones modernas, segn nos la pinta su pro pio hijo, donde murieron 6 naufragaron hermanos INFANCIA DE CASTELAR 2 9 queridos, su esposo mismo, cmo mujer de tal temple no haba de amar con amor exaltado los ideales de libertad y de progreso A qu buscar pruebas escritas Los breves da tos que apuntamos derraman viva luz sobre el ho gar honrado de los padres de Castelar. La era de persecuciones que inaugur en Alicante la vuelta de Fernando VII, los dos meses de celebrado su matrimonio, no pudo menos de llevar zozobras y sobresaltos la casa de un patriota, que como to dos los de su poca, capaz sera de arrostrar el martirio y la muerte Don Manuel Castelar, en medio del ambiente de lucha en que vivia, no pudo ser extrao la agita cin poltica de tan aciagos tiempos, y su historia se calca y se desprende de la hisioria misma de la ciudad levantina. Trataremos de demostrar nuestro aserto en el curso de las siguientes pginas. La bella Alicante, la ciudad liberal por antono masia, escribi la primera pgina de su histrico libe ralismo en la guerra de las Germanas de Valencia, que vino ser la repercusin el eco del levanta miento de las Comunidades castellanas. En la llamada guerra de Sucesin abraza con entusiasmo, rayano en fanatismo, la causa de Feli pe V, considerndola la ms liberal y expansiva, y as la capital, como la mayora de sus principales pueblos, se sacrifican por ella realizando prodigios de herosmo. No eran determinados bandos polticos los que luchaban en nuestra gloriosa guerra de la Indepen dencia: nica aspiracin patritica una los espa 30 BERNARDO HERRERO OCHOA oles, que slo anhelaban hacer frente al odiado extranjero. Mas, prescindiendo del carcter de aque lla guerra, Alicante, codiciado por el invasor, escri bi una brillante pgina en la dorada leyenda de su pasado, permaneciendo cual virgen intangible, sin que la planta del francs la hollara; teniendo que contentarse Mambrun, Harispe y otros genera les de Bonaparte que la amagaran, con ver ondear desde lejos la gloriosa ensea espaola en el legen dario castillo de Santa Brbara. Seguros los alicantinos de s mismos, tanto por su valor personal, cuanto por el abrigo que les prestaban sus inexpugnables fortalezas, y dado su carcter impresionable corno buenos meridionales, acogieron con delirante jbilo la nueva aurora de libertad que conmenz brillar en Cdiz, al pro clamarse la Constitucin de 1812. Olvidndose la ciudad de recientes catstrofes, celebr con los ma yores deportes de alegra, en fi estas y regocijos pblicos, la instauracin de la nueva ley, siendo una de las poblaciones que ms exterioriz sus amores por las nacientes instituciones. Relativamente feliz transcurri para Alicante el ao 1813, y comenzaba preocuparse la ciudad de sus intereses materiales, en los primeros meses de 1814, mas pronto vino truncar sus esperanzas la era de persecuciones que consigo trajo el resta blecimiento del poder absoluto. Vdanos la ndole de este libro descender grandes pormenores, na rrando los sucesos de aquella reaccin fantica y sanguinaria, en la que se tena que distinguir Ali cante, que tan ostensiblemente se haba pronuncia do por la idea constitucional. INFANCIA DE CASTELAR Tras cinco mortales aos de persecuciones inau ditas, natural era que excitase el ms vivo entusias mo en los liberales alicantinos el restablecimiento de la Contitucin en 1820. Mas el eterno pueblo nio, entonces como siempre, vino ser instru mento inconsciente de los ocultos manejos reaccio narios. Los abusos de la libertad de imprenta, instiga dos socapa por los realistas, provocaron rivali dades, odios y divisiones entre los constitucionales; mas bast que en Julio de r822 se pi onunciara Orihuela proclamando el absolutismo, para que ante el enemigo comn se olvidaran mutuos agra vios, y obligaran las autoridades auxiliar las fuerzas liberales; y unidu el paisanaje con muchos emigrados italianos, que la sazn en Alicante ha ba, las tropas que mandaba el coronel don Anto nio Fernndez Bazn, derrotaron los realistas en el primer encuentro, persiguindoles hasta las mis mas puertas de Orihuela; derrotas que se repitie ron en cuantas ocasiones vinieron las manos. Pero las ideas liberales no podan prevalecer ante una conspiracin de que era alma el execrable Monarca, que buscaba en una intervencin extran - ra su reintegracin en el poder absoluto; y as, por esto, cuanto por los ofrecimientos de los emisarios venidos de Francia, envalentonado el bando realis ta, lanzose al campo, y las pequeas partidas, que apenas si al principio preocupaban al Gobierno, pronto se convirtieron en faccin formidable, que lleg intimidar las principales ciudades delreino. No sinti Alicante por s grandes temores, ante los primeros triunfos del absolutismo, amparado 32 BERNARDO HERRERO OCHOA en sus fortificaciones y seguro del espritu eminen temente liberal de sus habitantes; mas crecan y crecan las facciones, y no poda serle indiferente la suerte que corrieran los constitucionales lejos de sus murallas. Tenase como suceso descontado el de la inter vencin extranjera, y al recibirse la noticia de ha ber sido derrotadas las fuerzas mandadas por Fer nndez Bazn y de que la faccin se diriga Va lencia para ponerle sitio, la Diputacin provincial, atenindose al decreto dado por las Cortes en 15 de Febrero, para que se formaran Juntas de defen sa en aquellas provincias que se viesen invadidas por tropas extranjeras, se constituy en Junta au xiliar de la defensa nacional, considerando las facciones, que se hallaban sobre Valencia, como las avanzadas del ejrcito francs. Sin levantar mano, adopt aquella benemrita corporacin las ms enrgicas medidas, y ante su patritico ejemplo respondieron en masa todas las clases sociales de Alicante ofreciendo su sangre y su dinero para hacer frente los enemigos de la libertad. Con actitvidad y celo, dignos de todo enco mio, la Junta auxiliar arbitr cuantiosas sumas; reuni y equip milicias; form algunos cuerpos de veteranos convocando los retirados que estu viesen en condiciones de empuar las armas, y se cundando el pueblo tan patriticos esfuerzos, pres taba servicio activo la milicia nacional. Bartolom Arques, quien no ha mucho mencionamos, solicit permiso para formar sus expensas una partida de cincuenta 6 ms hombres, con la que corri al punto en auxilio de Valencia. INFANCIA DE CASTELAR 33 A todo esto, lleg oficialmente la noticia de que era un hecho la invasin francesa, habiendo pene trado en la pennsula el da 7 de Abril las huestes de la llamada Santa Alianza, bajo el mando del Duque de Angulema. Entraron, pues, en Espaa los Cien mil hijos de San Luis, sirvindoles de van guardia los enjambres de guerrilleros que haban sido el azote de Napolen en la guerra de la Inde pendencia. Pobres hijos de San Luis, si los hubie sen esperado en desfiladeros y encrucijadas! En tanto que los alicantinos empuaban las ar mas y corran en auxilio de Valencia, que al fi n cay en poder de los facciosos, tena Alicante casi abandonadas por falta de recursos sus obras de de fensa, y era su guarnicin tan escasa, que apenas poda cubrir las guardias de todos sus puestos, cuando ya le amagaba el serio peligro de ser ata cada por la faccin, que iba tomando gran incre mento en la provincia. Con supremo esfuerzo consiguieron autoridades civiles y militares abastecer la plaza de vveres y municiones, mas el ejrcito invasor, eficazmente ayudado por las facciones, triunfaba fcilmente en todas partes, y slo dos leguas separaban los franceses de la ciudad, que de hecho poda consi derarse bloqueada Pareca imposible que Alicante pudiera resistir por un da ms los facciosos, cuya arrogancia ya no encontraba dique en parte algu na, cuando un puado de valientes, que haba ju rado morir en defensa de la Constitucin, lograron cortar el paso, cuasi las puertas mismas de la ciudad, al general realista Samper, que avanzaba con 3.000 infantes y 800 caballos. 34 BERNARDO HERRERO OCHOA An contuvieron un mes la avalancha de las fac ciones, hasta que el da 5 de Agosto consigui pe netrar en la plaza al frente de r.000 hombres don Joaqun de Pablo Chapalangarra, nombrado co mandante militar de la provincia. Pudo arbitrar la Junta, venciendo hasta imposi bles, cuantos recursos se le pidieron, y resuelto el intrpido Chalangarra morir antes que someterse al yugo absolutista, levant el espritu de los ali cantinos, que ya empezaba decaer; y asumiendo el mando poltico de la ciudad, fi n de dar mayor unidad y rapidez sus medidas, hizo renacer la confianza y restablecer la calma, indispensables en tan crticos momentos. Vencida qued al fi n la Constitucin en todas partes, y reintegrado Fernando VII en el poder ab soluto por la intervencin extranjera, quien orde n por Real decreto de 3 de Octubre se entregase Alicante las fuerzas francesas que la bloqueaban. Mas el insigne Chapalangarra, quien repugnaba rendir la bandera espaola un ejrcito invasor, desobedeciendo las rdenes del Rey, an resisti treinta y tres das, acosado por todas partes y sin esperanzas de recibir auxilio alguno; desoyendo las amistosas invitaciones de M. Foullon de Don, coro nel comandante de las fuerzas francesas estaciona das en Elche, hasta que al fi n lleg con fuerzas for midables el general vizconde de Bonnemains, y con siderando Chapalangarra intil toda resistencia, y completamente estril el sacrificio de la ciudad, acept la capitulacin honrosa que le ofrecieron, que fu fi rmada el 6 de Noviembre de 1823, verifi cndose la entrega de la plaza el da x i del mismo INFANCIA DE CASTELAR 35 mes. As conquist Alicante el honroso ttulo de baluarle de nuestras libertades, siendo el ltimo pe dazo de tierra espaola que hollaron los franceses en aquella vergonzosa intervencin. En el mismo da en que stos entraron en Ali cante, embarc para Gibraltar don Joaqun de Pa blo Chapalangarrra con algunos oficiales v muchos de los paisanos que ms se haban significado en detensa de la Constitucin. He aqu la poca que atraves la ciudad levanti na y el ambiente que respiraron los padres de Cas telar en los diez primeros arios de su matrimonio; mas los hechos que acabamos de relatar, slo fue ron el prlogo de la triste tragedia que vino inaugurarse en Alicante, cuya narracin comienza en el siguiente captulo. PAn~ III El terror absolutista en Alicante (Continuacin del anterior.) Ocupan los franceses Alicante. E1 terror de 1 8 24. Sanguinario Gobierno de Irriberri.E1 26 de Di ciembre de 1823. Persecuciones sin tregua. Alza miento de Bazn en Guardamar; su derrota; 29 pri sioneros; Bartolome Arques; fusilamientos; crueldad de Irriberri.Cuadro que ofreci Alicante en la po ca del terror. Posibilidad de que don Manuel Cas telar tomara parte en el alzamiento de Bazn.Huye de Alicante con su esposa hija.Unensele dos libe rales alicantinos, tambin perseguidos, y embarca para Cdiz, donde luego se le renen con su esposa hija. Nacimiento de Castelar. Son descubiertos los fugitivos por los espas de Irriberri y huyen Gibraltar. Fin del terror absolutista en 1832. Pir dese la huella del padre de Castelar; sus compaeros vuelven la tierra natal. Intiles pesquisas para averiguar el lugar de su muerte. Opinin errnea de un escritor, que afirma viva an en Cdiz en 1839. Est demostrado no muri en esta ciudad. El da 12 de Noviembre entr en Alicante dice su cronista Jover, el vizconde de Bonnemains , y dirigi sus habitantes una alocucin en idioma francs, para mengua del monarca que escalaba el trono absoluto, buscando para conseguirlo la ms odiosa de las intervenciones extranjeras. 38 BERNARDO HERRERO OCHOA Los franceses, justo es confesarlo, durante su corta permanencia en la capital, cumplieron noble mente las condiciones estipuladas en la capitula cin: sostuvieron el orden, respetaron los hogares y guardaron toda clase de consideraciones sus habitantes. Estaba reservado los realistas espa oles iniciar la reaccin brutal y sanguinaria, que haba de sembrar el terror en la ciudad valerosa, que tan noble alarde haba hecho de patriotismo y defendido sus ideales. El da 5 de Diciembre del fatdico ao 1823, lle g Alicante, investido por Fernando VII con los cargos de gobernador militar y poltico, el briga dier don Pedro Fermn de Irriberri, y bien pronto comenz sentir la desgraciada ciudad el despti co poder de este sombro procnsul del absolutis mo, inaugurndose una era de persecuciones y su plicios, que dur nada menos que nueve aos, en la que murieron numerosas vctimas, cuyo nico crimen consista en haber sido partidarios de la Constitucin. Apenas haban transcurrido tres semanas, cuando ya Alicante pudo darse cuenta de la suerte que le esperaba ante la desaprensin fantica de su gober nador. Investido con el poder omnmodo que presta el sistema absolutista, comenz por rodearse de una cuadrilla de satlites reclutados entre lo ms per verso de la hez realista, instrumentos de los ms adecuados para toda clase de delaciones y ven ganzas. El 26 de Diciembre, siguiendo tradicional cos tumbre, haba salido al campo la poblacin en masa para celebrar la fi esta de Pascua, y mientras, los INFANCIA DE CASTELAR 39 agentes del gobernador promovieron por ftil pre texto, dentro de la ciudad, una algarada la que se di carcter de revolucin. Psose la tropa sobre las armas; se public un bando en que se impona la pena de muerte cuantos circularan por las ca lles; cerrronse todas las puertas de la muralla, y colocado Irriberri, rodeado de sus esbirros en la de San Francisco, nica por la que podan entrar las gentes que regresaban del campo, sin reparar en edades ni condicin, fu prendiendo cuantos se le sealaron como afectos las ideas liberales. Ni la crcel, ni los calabozos del castillo, fueron suficientes para guardar tantos detenidos, y hubo que habilitar otros tres edificios donde encerrar ms de seiscientos ciudadanos pacficos apresados en aquella noche funesta, en tanto que los volun tarios realistas allanaban los hogares de los libera les, cometiendo los mayores excesos. Tan inaudito atentado fu seguido de un largo y repugnante proceso, en el que se cometieron las mayores ilegalidades, fi n de que resultasen reos varios de los detenidos, y aunque nada pudo pro barse los presuntos delincuentes, muchsimos de ellos estuvieron encarcelados cerca de ao y medio. Ni por un da cesaron las persecuciones durante los aos 1824 y 25, alcanzando hasta al clero y los ms probos y pacficos vecinos; mas el ao 1826 sealse en Alicante con una de esas hecatombes, cuya sangrienta mancha as deshonra al partido que la ejecuta como perdura en la memoria del pueblo que la padece. Las enconadas luchas polticas que llenan nuestra historia en el pasado siglo, vienen siempre en 4 0 BERNARDO HERRERO MEMA gendrar odios insanos, que con la borrachera del vrtigo conducen al hombre los actos ms teme rarios. Dos mortales aos de persecuciones haban de hacer posible en Alicante cualquier intento por descabellado que fuese, que de tal modo debe ca lificarse el alzamiento revolucionario de Fernndez Bazn en Guardamar. Con un puado de valientes desembarc en este pueblo, sublevndose al grito de viva la Constitucin! Luchando uno contra ciento, pronto fueron vencidos y deshechos, que dando prisioneros en poder de Irriberri veintinueve de aquellos desgraciados. Bartolom Arques, el patriota insigne quien vi mos acudir en auxilio de Valencia y que luego pe le como un hroe durante el sitio que pusieron Alicante los franceses, muri gloriosamente en el campo de batalla manos de los soldados realistas. En el mismo da 22 de Febrero en que tuvo efecto tan triste jornada, entraron en Alicante los veintinueve prisioneros, y puestos en capilla diez y nueve de ellos, fueron fusilados al da siguiente. No pareca sino que el odioso sicario absolutista quisiera saborear sus crueldades y prolongar el sangriento espectculo, y as se repartieron los suplicios de las diez vctimas restantes en los das 24, 25 y 27. Horror causa leer los repugnantes refinamientos de crueldad del infame Irriberri, contados por un testigo ocular de la espantosa tragedia. Hemos ledo varios hechos anlogos acaecidos en nuestras luchas civiles, y aun los ms fanticos y sanguinarios solan suspender las ejecuciones hasta encontrar sacerdotes que pudieran reconci INFANCIA DE CASTELAR 4 1 liar las vctimas con Dios. Pues bien; parece que Irriberri tuvo el deliberado intento de hacer ver que iban impenitentes al suplicio. Cuando al ir notificarles la sentencia, se encontr con los sacer dotes que esperaban para auxiliarles: Poco ten drn ustedes que hacer, les dijo, porque stos no creen en nada, y trat luego de impedir que se tra jese el Vitico para ocho de los reos que lo haban pedido, so pretexto de que ya no haba tiempo para ello. Que vayan por el Vitico y que reciban al Se or replic con enrgica entereza el Alcalde ma yor de Alicante, que se hallaba presente , que si no se fusila las once se fusilar un poco ms tarde. Hizo Irriberri que su presencia se leyese la sentencia de muerte aquellos desgraciados, y ya no los perdi de vista, acompandoles en la carre ra hasta el lugar de la ejecucin. Di de palos uno de ellos, y cuando momentos antes del suplicio vi los sacerdotes que les estaban reconciliando, les dijo que ya no era tiempo de confesar. El mismo coloc los reos en el sitio en que ha ba de fusilrseles, y fu tambin quien mand ha cer fuego, y enmedio de aquel cuadro de desola cin, en que slo se escuchaban los suspiros de los que moran y los ayes de los malheridos, supli cando sus verdugos acabasen de una vez sus su frimientos, vejase al odioso gobernador entre el fuego graneado que animaba la siniestra escena, tentando con el bastn los cadveres de las vctimas por si alguno quedaba con vida. A qu , eguir contando horrores Apenas si Ali cante guarda recuerdos de otro gnero de aquella poca de oprobio. Dice Jover que, cuando no cegaba 4 2 BERNARDO HERRERO OCHOA Irriberri el fanatismo poltico, era un perfecto caballero. Posible es que as fuese, mas sintindo nos quizs tocados de cierto virus fantico, creemos que estas fi eras humanas debe llegarles el agua y el fuego la conciencia universal. He aqu trazado grandes rasgos el cuadro som bro que ofreca Alicante durante el terror absolu tista. En plena efervescencia las pasiones polticas, provocbanse terribles catstrofes entre los opues tos bandos, que si los opresores trataban de ahogar en sangre los nuevos ideales, no se resignaban los vencidos que impunemente se les arrancara des de la opinin hasta la vida, y haban de ser tremen dos aquellos choques impulsados por la desespera cin, ante la disyuntiva de la victoria la muerte. Coloquemos dentro de este cuadro un liberal exal tado, segn ccnsta lo fu don Manuel Castelar, y dgase si cabe imaginar que permaneciese indife rente en medio del fragor de la pelea. Sin duda fu hombre de accin, y es muy verosmil tomara par te en aquellos acontecimientos. Si carecemos de pruebas escritas, poseemos, por fortuna, datos de toda certidumbre, en cuya virtud nos es dable re hacer su personalidad. Cuarenta arios de adhesin don Emilio Caste lar, y unido por lazos de familia los que fueron sus amigos de la infancia, puedo hacer afirmacio nes casi categricas acerca de sus padres. An era yo un nio cuando oa referir que el padre de Cas telar huy de Alicante, embarcando para Cdiz, consecuencia de sucesos trgicos, de una subleva cin, en la que hubo derramamiento de sangre, ter minando con alevosos fusilamientos. Tena cierta INFANCIA DE CASTELAR 43 idea vaga de que haba sido condenado muerte, mas tan importante extremo viene luego confir mrnoslo su propio hijo. Entre los numerosos tra bajos que conservo, publicados por la Prensa con motivo de la muerte de Castelar, di luz la Re vista Moderna, de 1. de Junio de 1899, una carta indita, que el gran tribuno dirige desde Pars Lpez de Ayala, con fecha u de Octubre de 1868, en la que se ocupa del capitn Lagier, de la cual copiamos las siguientes lneas: El capitn Lagier, dice, es un antiguo demcrata al que yo quiero como un hermano. Su padre y mi padre fueron condenados muerte por Fernando VII. Con el mayor detenimiento he estudiado la histo ria de la reaccin y del terror absolutista en Ali cante (1), y tal sublevacin no pudo ser otra que la de Bazn en Guardamar, con los subsiguientes fu silamientos de 1326. Se hallara entre los subleva dos don Manuel Castelar Esclavo de la verdad, no puedo hacer afirmaciones absolutas; ah estn los datos apuntados dignos de toda fe; que cada cual deduzca las verosmiles consecuencias. No haba cruzado por mi pensamiento la idea de que pudiera llegar da en que se me ocurriese em prender este trabajo, cuando hizo la casualidad que un colega y amigo mo viniera ampliar las noticias que tena de los padres de Castelar, coin cidiendo exactamente con lo que llevamos relatado. Don Manuel Castelar, perseguido consecuencia (i) Para ms detalles, puede consultarse La Resea histrica de la ciudad de Alicante, por don Nicasio Cami la Jover, Alicante, 1863, de donde hemos tomado los datos histricos que ofrecemos. 44 BERNARDO HERRERO OCHOA de un alzamiento revolucionario acaecido en tiem po de Irriberri, logr escapar, sacando de Alicante su esposa hija, nia la sazn de unos ocho aos, y ocultos fuera de la ciudad, unironsele otros dos liberales alicantinos, tambin persegui dos, y de acuerdo con ellos logr embarcar para Cdiz, donde no tardaron en reunrsele su esposa hija, y sus dos amigos. Gozaban stos de gran posicin, y facilitronle los medios para instalar un colmado estableci miento de coloniales, en el que, disfrazados, fi gura ban ellos como sus criados dependientes. No eli gieron al azar como residencia la capital andaluza, y como todo lo allana y facilita el dinero, pudieron comprar algunos agentes secretos, y organizaron su espionaje, viviendo ojo avizor y maleta en mano, para huir Gibraltar al menor riesgo que correr pudiera su libertad 6 acaso sus vidas. As transcurrieron algunos arios, hasta que cuasi llega ron olvidar los peligros inherentes la excepcio nal situacin en que se hallaban (r). (1) Tenemos muy probables indicios de quines fue ron los compaeros de emigracin de don Manuel Cas telar, acaso muy prximos parientes del colega y amigo quien debo estos datos; mas razones especiales nos vedan consignar sus nombres. Posteriormente la re volucin de 1868, entre los numerosos amigos con que contaba Castelar en la provincia de Alicante, fi guraban dos hermanos ya de cierta edad y de gran influencia, que le hacan objeto de las mayores atenciones, no obs tante haber fi gurado siempre en el partido moderado. Conservo cartas de uno de ellos fechadas en Altea fi nes del 1890, sobre asuntos polticos locales, que de muestran el gran cario con que distinguan Castelar. Acaso fu el aludido colega hijo del mayor d. estos hermanos, que profesaba, cosa muy natural, las ideas INFANCIA DE CASTELAR 45 Nada coadyuva tanto que se compenetren y hermanen las almas cual la comn desgracia, mxi me si vagan perseguidas y errantes por lejanas tie rras; si juntas rememoran sus nostalgias por la pa tria chica y evocan sus amores por el terruo que prestaba jugo su carne y alegra sus sentidos. Entonces vienen ligarles tan fuertes indestruc tibles lazos, cual el nexo mismo de la sangre. Cmo no haba de crearse espiritual famila entre aquellos cinco seres, quienes habin llevado Cdiz los insanos odios de una poca, que fu para la pobre Espaa lecho de espinas, y verdadero va lle de lgrimas Haba ido el tiempo amortiguando temores, y gozbase de cierta tranquilidad en el hogar honra do de los padres de Castelar; cuasi haban olvidado los tres varones su calidad de proscritos. Pero ayl existen odios que jams perdonan ni olvidan, sin que logren siquiera atenuarlos ni el tiempo ni las distancias. Mas, antes de proseguir nuestro relato, debemos recordar un fausto suceso que produjo en aquella casa la ms pura alegra. polticas del padre, siendo un verdadero ultramontano. Cuando fui l fi n de precisar sus noticias, anuncin dole mi propsito de escribir una biografa de don Emilio Castelar, contrarile en extremo que pudiese aparecer en tal trabajo su apellido. Mi padre, me dijo, nada tuvo que ver polticamente con Castelar: fu guar dia de Corps, y perteneci siempre al partido modera do, fi gurando como senador en la fraccin de Marfori Y . de Gonzlez Bravo. Prometile solemnemente no oca sionar ni l ni sus descendientes tan atroz disgusto, mas esto no obstante, no slo confirm y corrobor las noticias que por l saba, sino que las ampli con nue vos datos acerca del desenlace fi nal que tuvieron el pa dre de Castelar y sus dos compaeros de emigracin. 4 6 BERNARDO HERRERO OCHOA Haca catorce aos que doa Antonia Ripoll no haba vuelto saborear las delicias de la materni dad, y el da 7 de Septiembre de 1832 vino al mun do el hijo de sus entraas, recibido con el mayor jbilo, quien se di el nombre de Emilio (I). No parece sino que el hado adverso elige siem pre los momentos en que sentimos el mximum de dicha, para asestarnos sus ms certeros golpes, y precisamente en aquellas horas de ntima alegra vino sembrarse la consternacin y el duelo en la morada de don Manuel Castelar. Los espas de Irriberri, violando la correspon dencia que sus compaeros dirigan desde Cdiz sus familias, descubrieron su paradero, y con el mayor sigilo trataron de prenderles, pudiendo por verdadero milagro escapar de las redes, con tiem po apenas para embarcarse y huir Gibraltar. Rudo golpe debi ser ste para don Manuel Cas telar. Aquel hombre, que apenas rebasara los cua renta aos, haba pasado la mayor parte de su vi vir arrostrando persecuciones y en lucha constante por la existencia, y era prueba harto dura tener que alejarse de la esposa amada, quin sabe si de jndola en el desamparo, cuando an no haba abandonado el lecho convaleciente de su alumbra miento. No impunemente se soportan los padecimientos morales, y las negruras de un porvenir preado de (1) Tanto se ha copiado la partida de bautismo de don Emilio Castelar, que nos abstenemos de hacerlo una vez ms. Spase que fu bautizado el xx de Sep tiembre de 1832, hallndose su partida en el archivo parroquial de Nuestra Seora del Rosario de la ciudad de Cdiz. INFANCIA DE CASTELAR 47 asechanzas debieron de abrir profunda huella en aquella alma atribulada, mientras deban transcurrir en Cdiz las mortales horas, da tras da, y un mes_ tras de otro, esperando en vano la vuelta de los fu gitivos. Comenzaron felizmente disiparse las densas brumas que entenebrecan el cielo de Espaa en las postrimeras del ao i832, y nueva aurora de liber tad colore sus horizontes con rosadas tintas. Ali cante vi huir al odioso Irriberrri que era cobarde, fuer de. cruel y sanguinario, depuesto el 30 de Noviembre de aquel ao, y libre de lo que haba credo pesadilla perdurable, pudo respirar las bri sas de la libertad que venan barrer la asfixiante atmsfera del absolutismo. Si lo que acababa entonces era slo el prlogo de nuestra azarosa historia del siglo xlx, los que han hambre y sed, y el nufrago que batalla entre las olas con la muerte, no discuten ni paran mientes en la condicin de quin les echa el cable desde la nave salvadora, les ofrece abundante el agua y el pan. Agradecidos, y entre raudal de lgrimas, be san la mano que hace renacer en ellos la alegra del vivir. La Espaa de 1833 salud con jbilo la nueva etapa que le abra el porvenir, idealizada en la tierna hija de Fernando VII; y los compaeros de don Manuel Castelar pudieron volver la tierra natal abrazar sus familias. La que no volvi abrazar su esposo, fu doa Antonia Ripoll. Nu frago de la vida, debi sucumbir la pesadumbre de sus infortunios en aquel pedazo de tierra espa ola, an extranjera para mengua nuestra. 48 BERNARDO HERRERO OCHOA Estar enterrado en Gibraltar el padre de Cas telar Si cupiese el intento en la esfera de lo factible, merecera la pena de averiguarlo. Sin forzar razonamientos, encontramos la mayor certidumbre en los datos que vino darnos nuestro amigo y colega, y es sensible no fuese con nosotros ms explcito, dicindonos si fu en efecto su padre uno de los compaeros de emigracin de don Ma nuel Castelar, pues le considerbamos perfecta mente enterado de aquellos sucesos, y explicados quedan en la preinserta nota los ms menos res petables motivos para no poder conseguir de l detalles ms minuciosos. Adems de esto, nos pa rece difcil que sin un estudio previo de la historia del terrr absolutista en Alicante, coincidieran tan perfectamente las fechas, segn nos contaba tales acontecimientos, entre la huda de los emigrados de Cdiz, el nacimiento de Castelar y las postrimeras del gobierno de Irriberri. No obstante nuestra fe en el fi n probable que atribuimos don Manuel Castelar, cuya huella se pierde totalmente en su marcha Gibraltar, quisi mos cercioramos, indagando si pudo morir y ser enterrado en Cdiz, y al efecto cremos pertinente buscar su partida de defuncin en el mismo archivo parroquial de Nuestra Seora del Rosario, donde se encuentra la del bautismo de su hijo. Sirvionos en tal cometido persona ilustrada y competente: un hijo de la ilustre escritora doa Patrocinio de Biedma, quien asesorado del cronista de la ciudad, nos deca en carta de 2 de Marzo de 1907, que don Emilio Castelar naci en Cdiz en la plaza que INFANCIA DE CASTELAR 49 hoy lleva su nombre (antigua de Candelaria), n mero 1; que fu bautizado en la parroquia del Ro sario, y que segn el cronista de la ciudad, se lo llevaron sus padres cuando prximamente tena un ao un pueblo de la provincia de Alicante, no volviendo por Cdiz ms que cuando ya era un hombre. Don Manuel Castelar, contina diciendo la carta, segn el referido cronista, debi morir dentro del ao 1834 en el mencionado pueblo de Alicante. Ciertamente que no nos parece Cdiz el sitio ms propsito para adquirir noticias acerca del padre de Castelar, pues como demostraremos en el pr ximo captulo, ya no volvi pisar la tierra alican tina desde que emigr en 1826. Es adems absolu tamente cierto que doa Antonia Ripoll sali de Cdiz con sus dos hijos, Concha y Emilio, siendo ya viuda, y la fecha de 1834, indicada por el cronista, debi ser la en que, segn nuestros clculos, mar ch la honorable seora al pueblo de Aliaga en la provincia de Teruel. Cuasi terminado este libro, publicse en Valen cia un nuevo trabajo biogrfico de don t Emilio Cas telar (1), que en lo referente . los aos de su in fancia y juventud, no es otra cosa que un resumen de lo ya dicho en los libros de Gonzlez Araco, Morayta, Alberola y otros. Es autor de este nuevo trabajo biogrfico el joven escritor don Julio Milego, quien hostigado acaso por (1) Emilio Castelar, su vida y su obra, por Julio /Allego, i906.Imprenta Alufre, Valencia. 50 BERNARDO HERRERO MEMA afanes de originalidad, viene darnos nuevas no ticias por nadie sospechadas, en pugna con cuanto han escrito los que se han ocupado de esta ma teria. Convencidos de lo errneo de sus asertos, cre monos en el inexcusable deber de refutarle y per dnenos el seor Milego, si al contender con l se nos desliza alguna palabra que pueda herir su sus ceptibilidad. Afirma el joven escritor que don Manuel Cas telar an viva en Cdiz en 1831 teniendo su hijo su lado hasta la edad de siete aos, y nos da pe los y seriales de los colegios que ste asisti, de quines fueron sus maestros, etc., etc. Aunque se reputasen falsos cuantos datos hemos aportado en el presente y en el anterior captulo, bastara haber tratado don Emilio Castelar para rechazar de plano semejante suposicin. No abrigue la menor duda el seor Milego: los documentos que cita no se ajustan la exactitud de los hechos. Que Castelar vivi en Cdiz con su padre hasta la edad de siete arios. Si esto fuese cierto, nos hu biera dado cuenta hasta de las piedras de las ca lles de su ciudad natal, y slo por excepcin se le oa nombrar Cdiz y su padre: como que no le conoci! En cambio, cuando vena la tierra ali cantina y le acompabamos en sus excursiones por Sax, Elda y Petrel, asombraban los recuerdes de su infancia que su prodigiosa memoria le evo caba, refirindolos con sus fechas, muy anteriores por cierto al 1839. Llenaramos algunas pginas si hubisemos de narrar todos aquellos recuerdos, algunos de los cuales irn apareciendo oportuna INFANCIA DE CASTELAR mente. Me limitar por el momento citar slo uno, por ser hecho que podra comprobarse documen - talmente. Castelar vi por primera vez en Sax las fi estas de moros y cristianos, de las que era gran entusias ta, el 1838, en la que este pueblo dedica su pa trono, San Blas, en los primeros das del mes de Febrero,y cuando contaba poco ms de cinco aos. En el ao 1 . 838 fi guraba como uno de los primeros nmeros del programa de las fi estas, la inaugura cin de las fuentes pblicas; tena el pueblo extra muros sus aguas potables, y venciendo mil dificul tades, y tras cuantiosos dispendios, haba lograde llevarlas al interior de la poblacin. Comenzaron. pues, correr las fuentes, en las primeras horas de la maana del da 2 de Febrero, y tal alegra pro dujo entre los vecinos, que dos de ellos se zambu lleron en el piln de la que haba en la plaza, dn dose un gran bao de placer. Castelar, que presen ci aquella escena, nos la repeta varias veces, ci tndonos hasta los nombres de los dos intrpidos sageflos, que pudieron pagar sus entusiasmos acu ticos con una pulmona. Demos fi n este asunto por el momento, hacien do bajo nuestra palabra honrada una afirmacin ro tunda y categrica: Castelar pis por primera vez las calles de Sax en los primeros das del mes de Abril de 1837, fecha sealada por un suceso trgi co, del que habremos luego de ocuparnos. El argumento capital en qtle se apoya don Julio Milego para deducir que don Manuel Castelar vi va an en 1839, es que su nombre fi gura hasta esa fecha en la lista de milicianos nacionales, y en la Gua 5 2 BERNARDO HERRERO OCHOA de forasteros de Cdiz. Nada absolutamente prueba esto, juicio nuestro, y creemos que slo demuestra la apata indiferencia del pblico y, sobre todo, la negligencia de quienes se ocupan en tales listas y documentos. Puedo citar como ejemplo que yo mis mo he estado votando, y fi gur por seis ocho aos en las listas electorales de uno de los distritos de Madrid donde ya no viva, de lo que puede dedu cirse, que si dentro de algunos aos quisiera averi guarse con estos censos en la mano los sitios don de yo haba vivido, obtendramos resultados com pletamente falsos. Igual puede decirse de las Guas de forasteros y otras anlogas publicaciones. Desde hace algunos aos vienen publicndose extensos Anuarios de co mercio, en cuya publicacin invierten grandes su mas sus editores, y est en su inters que res plandezca en ellos la mayor exactitud. Pues bien, invito al Sr. Milego que haga la prueba que yo he realizado repetidas veces: coja uno de estos Anuarios y fjese en los datos de alguna poblacin conocida, en los de Madrid mismo, donde estn im presos, y repase la lista de comerciantes, la de in dustriales, la de profesiones..., y se encontrar de seguro con que fi guran en ellas muchos individuos que desgraciadamente llevan ya algunos aos en el cementerio. Si por obligacin hemos combatido la opinin del seor Milego de que Castelar vivi con su pa dre en Cdiz hasta el 1839, henos de aplaudir sus minuciosas investigaciones en demostracin de que don Manuel Castelar ni muri ni est enterrado en esta ciudad. Nosotros, que tratamos, aunque intil INFANCIA DE CASTELAR 53 mente, de buscar su partida de defuncin, hemos de agradecer al seor Milego nos d resuelto con c ces este problema, ante el cual slo queda en pie nuestra hiptesis de que est enterrado en Gibral tar. No; don Manuel Castelar no muri en Cdiz ni sabe nadie, y acaso hasta los mismos suyos igno rasen, el lugar y la fecha en que acaeci su falleci miento. He aqu las investigaciones llevadas cabo por don Julio Milego: Revisado con minuciosidad, dice, el Registro original de los Nichos y Sepulturas, ocupadas en el cementerio de Cdiz, desde el ao 1829 1845, que se conserva en el archivo de su Ayuntamiento, no se encuentra el nombre de don Manuel Castelar. Igualmente sucede en los dos Registros de en terramientos del Cementerio, que comprenden los aos de 1817 1845, lo mismo en el de Medias se pulturas como en el de Nichos. Idntico resultado se obtiene consultando el Li bro de defunciones de la Parroquia de Nuestra Seo ra del Rosario cuya feligresa perteneca la casa que habit Castelar (y). (1) Julio Milego. Castelar, su vida y su obra. Pgi nas 18 y 19. 1A3P IV Castelar en tierra alicantina. El xodo de doa Antonia Ripoll.De Cdiz Aliaga. Castelar en tierra alicantina. Acogida generosa que encuentra en los suyos. Primera visita de Castelar Sax.Fundamento que tenemos para ocuparnos de estos hechos. Nace una amistad que perdura sesen ta aos. Comparte su tiempo entre Sax y Elda. Afecto entraable que sinti siempre por aquella tie rra, y proteccin que hall en deudos y amigos. Co rrespondencia de Castelar con sus amigos de Sax; in teresantes datos que contiene. Su entusiasmo por todo lo de su tierra predilecta. Algunas ancdotas. Recuerdos inverosmiles de su infancia de los pue blos de Sax y de Elda. Creemos muy difcil precisar la fecha en que doa Antonia Ripoll con sus hijos abandon la ciu dad de Cdiz. Ha poco citamos la opinin del cro nista de esta ciudad, quien, salvo el error crassimo de que don Manuel Castelar march con su esposa hijos un pueblo de Alicante, acaso con algn fundamento seala la del 1834; fecha que nosotros aceptamos como la ms probable, creyndola muy prxima la verdad. En los mismos das en que vino Castelar al mun do, desarrollbase en la Granja el prlogo de la 56 BERNARDO HERRERO OCHOA sangrienta tragedia, que llena nuestra historia du rante el segundo tercio del pasado siglo: all surgen perfectamente dibujados los bandos cristino y car lista, cuando la traicin y la perfidia, encarnadas en el obispo de Len y en Calomarde, creyendo Fer nando VII las puertas de la muerte y con la razn cuasi perdida, le arrancan la fi rma en el codicilo -de creto por ellos redactado, derrogando la Pragmti ca Sancin, y restableciendo la Ley Slica. Vuelto en s el rey, y mejorado de su enferme dad, tras la histrica bofetada de la infanta Carlota Calom arde, rechaza y se retracta de cuanto haba fi rmado; exonera ste y sus compaeros, y dan do su esposa Mara Cristina prueba de confianza, la encarga del despacho de los negocios de Estado. Desde el 4 de Octubre de 1832, al 4 de Enero del 1833, en que Fernando VII, aunque pasajeramente, volvi tomar las riendas del Gobierno, dict la reina muy sabias disposiciones, y entre ellas di un decreto de amnista en favor de los liberales emi grados perseguidos. A este suceso viene nues tro entender, subordinarse la partida de Cdiz de doa Antonia Ripoll. Lgico es suponer que los compaeros de emi gracin de don Manuel Castelar se acogieron esta amnista, mas aunque se halla el Real decreto ru bricado en la Granja, de mano de la reina Mara Cristina, en 5 de Octubre de 1832, no se dictan has ta el da 30 de este mes las reglas para su aplica cin, y cuasi transcurre el resto del ao para des tituir las autoridades absolutistas (1). Como recor (i) Morayta, Historia general de Espaa, tomo VI, pgina 1.089. INFANCIA DE CASTELAR 57 daremos, hasta el 30 de Noviembre no fu depues to Irriberri en Alicante. Si consideramos la lentitud y parsimonia conque se llevaran cabo estos asuntos, cuando se careca de la locomotora y el telgrafo, fcil es presumir que los emigrados de Gibraltar, no podran volver de su destierro hasta bien entrado al ario 1833, y quiz hasta entonces ignorara doa Antonia Ripoll la suerte de su esposo, y no se diera cuenta de toda la magnitud de su infortunio. Esto no obstante, doa Antonia Ripoll an debi vivir algn tiempo ms en la ciudad andaluza, y no es exagerado pensar que permaneci en ella por todo el ao 1833, y acaso parte del 34. Habra de proporcionarse los recursos necesarios para tan largo y costoso viaje, que con sus ltimas vicisitu des no estaran muy sobrados, y algunos asuntos tendra que liquidar en una poblacin donde se ha ba creado un nuevo hogar, viviendo en ella con un establecimiento comercial durante siete arios. Es asimismo indubitable, que antes de decidir su viaje Aliaga, tendra que ponerse de acuerdo con sus parientes, y en aquellos dichosos tiempos, una carta desde Cdiz la provincia de Teruel, ne cesitara un mes bastante largo para obtener res puesta. Todas estas cosas, apenas si hoy las com prendemos, en que basta la munificencia de un alma caritativa, para que en veinticuatro cuarenta y ocho horas atraviese la pennsula una familia des graciada, si no con el confort de un coche de prime ra clase en tren exprs, en un humilde vagn de tercera. Pero sera entonces empresa ardua y cos tossima empaquetarse dos seoras con un nio de 5 8 BERNARDO HERRERO OCHOA pecho en un carro, galera 6 cualquiera otro de aquellos desvencijados carricoches, llamados dili gencias, que hicieron las delicias de nuestros abue los, y devorar leguas y leguas durante das y sema nas, comiendo mal y descansando peor en camas tros de ventas y posadas. Triste debi de ser la partida de Cdiz de doa Antonia Ripoll, con su hija Concha, que contara apenas los diez y seis aos, y su hijo Emilio, de poco ms de uno. Comenzaba su xodo la venera ble seora con la prdida de un esposo y dejando un hogar abandonado, y quizs no vislumbrase al fi nal de su interminable jornada rosados horizontes que la tranquilizaran en cuanto su bienestar y el de sus hijos. Admtese generalmente que la madre de Castelar march desde Cdiz Aliaga, pueblo de la provin cia de Teruel, mas aunque aceptemos el hecho, no deja de ofrecernos ciertas dudas, mxime desde que hemos demostrado que no era natural de Alia ga don Manuel Castelar ( ). Hay quien supone que se dirigi este pueblo en busca del amparo de los parientes de su esposo; afirman otros categrica mente que buscaba la proteccin de sus deudos los (1) En un folleto publicado raz de la muerte de Castelar, del que ms adelante hemos de ocuparnos con detenimiento, dice su autor, el seor Paya Pertusa, que despus de la muerte de su padre, ocurrida en C diz, march la viuda con sus hijos, Concha y Emilio, al pueblo de Aliaga, de donde el finado era natural Res pecto al primer extremo, nos remitimos las minucio sas investigaciones que llev cabo don Julio Milego, y en cuanto al pueblo de donde era natural, vase su partida de matrimonio que copiamos oportunamente. INFANCIA DE CASTELAR 59 Guijarros, que tenan en Aliaga una Administra cin de rentas estancadas; y leyendo por fi n Albe rola, testigo de mayor excepcin, aunque aparece algn tanto confuso en este asunto, dedcese que la Administracin de rentas de Aliaga se la procu raron los Guijarros D. Mximo del Val, cuando perseguido por los reaccionarios de Elda, por sus exaltadas ideas liberales, le hicieron emigrar y con sumaron su ruina, y entonces abandonaron todos este pueblo, ya terminados los estudios de segunda enseanza de Castelar. Sea de ello lo que fuere, asunto es ste asaz mez quino para engolfamos en minuciosas disquisicio nes, y aunque admitamos con algunas reservas el viaje Aliaga de doa Antonia Ripoll, todos con vienen en que debi permanecer muy poco tiempo en tierra aragonesa, trasladndose con sus hijos la provincia de Alicante, donde encontr la protec cin de su familia, que la componan su hermano don Francisco, al que familiarmente llamaban el to Quico, su hermana doa Francisca Mara, y su es poso, don Mximo del Val, que dedicados al comer cio, se hallaban establecidos en Elda. Con los bra zos abiertos recibieron su hermana doa Antonia, y en su hogar encontraron ella y sus hijos la ms franca hospitalidad. Aparte otros fundamentos, por hechos que fre cuentemente oamos referir al propio don Emilio Castelar, debieron venir Elda del ao 1835 al 36, y bien puede decirse que comienza en tal punto lo ms interesante de la historia de su infancia, con la generosa acogida que los suyos le dispensaron. Circunstancias especiales, ya anteriormente indica 6o BERNARDO HERRERO OCHOA das, me han hecho conocer con alguna precisin esta poca de la vida de nuestro gran tribuno, y puedo por ende darla conocer. Una amistad ntima una de antiguo los padres y parientes de Castelar, y particularmente su to don Francisco, con la familia de don Joaqun Sena bre, residente en Sax, cuya muerte trgica, asesina do por los carlistas, da comienzo al relato de he chos narrados en este captulo. Su viuda, doa Ma riana Gil, viva en Sax con sus dos hijos, que al que dar hurfanos de padre contaban seis y cuatro arios de edad respectivamente. Habitaba esta familia la casa sealada con el n mero 16 de la antigua calle Ancha, hoy calle de Cas telar, donde pas ste gran parte de sus primeros aos, casa que en la actualidad se conserva exacta mente lo mismo que en aquella poca. Quien esto escribe, naci y se cri en el nm. 12 de esta mis ma calle, y siempre vivieron mis padres, como an tiguos y buenos vecinos, en la mejor armona con la familia de Senabre. A mayor abundamiento, el hijo menor de doa Mariana Gil contrajo matrimonio en 1856 con la mayor de mis hermanas, y he aqu de qu modo he podido adquirir los datos biogrficos que refiero, bebiendo en las mejores y ms verdi cas fuentes. En los primeros das de Abril del 1837, pis Cas telar las calles de Sax por vez primera, dato posi tivo y de absoluta certeza para quienes duden que en esa poca se hallaba ya en tierra alicantina. Fu en el da primero de este mes y ao cuando cay sobre Sax la horda de Forcadell, lugarteniente de Cabrera, y don Joaqun Senabre, sorprendido en rNTANCIA DE CASTELAR 6x mitad del campo, muri cosido lanzadas manos de los carlistas. Vino sin duda en visita de psame doa Antonia Ripoll, prodigar los consuelos de la amistad doa Mariana Gil en su viudez recien te, y mi madre, que trataba la de Castelar iba siempre saludarla cuando vena al pueblo, nos re cordaba aquella visita con motivo de las frecuentes excursiones que hacan Sax don Emilio y su her mana Concha. Copiamos con toda fi delidad los tr minos en que nos lo contaba mi madre. Haca muy pocos das que haban asesinado Joaqun Sena bre cuando vino por primera vez con sus hijos la hermana del Alicantino (as llamaban en Saz don Francisco Ripoll); ella (doa Concha), era ya una moza hecha y derecha; l (don Emilio), era un nio hermoso, regordete y niuy vivaracho, que tendra apenas unos cuatro cinco afics. No contaba en tonces doa Concha ms que diez y nueve aos; pero los que la hemos conocido, no puede extra arnos que por su tipo representara ms edad de la que en realidad tena. Castelar tuvo de por vida con el pueblo de Saz las mayores conexiones, mediante una amistad que l le tuvo unido con verdaderos lazos fraternales. Bastan los nios algunas horas, quiz minutos, para empezar tratarse como antiguos camaradas ntimos amigos, y aquel da de primeros de Abril de 1837, naci aquella amistad que slo poda ter minar el luctuoso 25 de Mayo de 1899 en San Pe dro del Pinatar, entre Emilio Castelar y los hurfa nos de don Joaqun Senabre; Secundino, de su mis ma edad, y Pepe, mi hermano poltico, de dos aos menos, que vive todava, frisando en los ochenta, 62 BERNARDO HERRERO OCHOA que ser sin duda uno de los contados amigos de la infancia que le sobreviven. Desde entonces, y hasta el fi n de su vida, no se interrumpieron ni por un momento las relaciones entre Sax y Castelar; y entre Sax y Elda comparti el tiempo en sus primeros aos. Su to Mximo, que como queda dicho se hallaba dedicado al comercio, tena una tienda que, como todas las de las pequeas poblaciones, consista en un pequeo bazar, con infinidad de artculos, don de podan proveerse los vecinos de cuantos gneros necesitaban, siendo el ramo de tejidos una de las principales bases de su comercio. Los mircoles, da en que se celebra en Sax mercado, concurran l sus dependientes poniendo un puesto parada, donde vendan sus gneros,. y comenz venir con ellos Castelar montado en el carro sobre las piezas de lienzos y percales; y aquellas visitas, que las primeras veces slo duraban horas, pronto se pro longaron de semana semana y aun de quince quince das, en trminos que pronto los tres nios se hicieron inseparables. Doa Mariana Gil, que era la bondad personifica da, no tard en sentir por el pequeo Emilio el ca rio ms acendrado, concluyendo por ser para l una segunda madre. Tierno y entusiasta Castelar en sus afectos; ar tista por temperamento y amante cual ninguno de aquellos quienes distingua con su amistad, natu ral era que aquel hombre todo corazn sintiese du rante su vida la pasin de un enamorado por aque lla la que llam su tierra predilecta, y en ver dad que no le faltaban motivos en que fundamen INFANCIA DE CASTELAR 63 tar tan grande y singular afecto. El tibio ambiente que, acaricindole cual beso amoroso, oreaba sus carnes y prestaba su pecho vivificador halito de vida; los deliciosos vergeles que brotan de su fe cundo seno, que al par que recrean la vista nos re galan con los ms pimos y sazonados frutos; aquella tierra, en fi n, hija predilecta de la prdiga Naturaleza, que al calor de los rayos caniculares del so! de Julio muestra la vegetacin ms exube rante bajo su cielo azul y transparente, fueron para Castelar el medio ms adecuado en los das de su niez. Si esto se agrega que all encontr en el amor de los suyos el bienestar, que tan grato ha bra de serle en su orfandad temprana, y que hall igualmente proteccin y amparo en las ms desin teresadas amistades, cun natural es que todas es tas cosas echaran en su alma tan hondas races, y que acabaran por crearle una nueva familia, la que le ligaron de por vida tan fuertes lazos como los de la sangre! Hemos hecho el propsito de copiar en estas p ginas lo menos posible de lo que otros han escrito acerca de Castelar, no ser que ello nos obligue la necesidad de refutarlo, mas citaremos no obs - tante del folleto titulado Recuerdos de Elda (1) la familia de don Antonio Garca y doa Aleja de Juan, que generosamente acogieron en este pueblo doa Antonia Ripoll y sus hijos, cuando vejado y perseguido don Mximo del Val por sus ideas li berales, tuvo que emigrar de l completamente arruinado. (i) Recuerdos de Elda, folleto, por J. Pay Pertusa. Madrid, 18n pg. 35. 64 BERNARDO HERRERO OCHOA Ya hemos referido cun pronto vino doa Maria na Gil confundir en un mismo cario Castelar y sus dos hijos, sin que se interrumpiese la amistad y continuo trato entre los tres nios desde la citada visita de 1837; mas cuando empez preocupar doa Antonia Ripoll la carrera de su hijo, que ya iba cumplir los diez aos, con mil amores le aco gi en su hogar y le seal un puesto en su mesa la generosa viuda de don Joaqun Senabre, perma neciendo de hecho en Sax Castelar ms de tres arios, donde un maestro eminente pona mano en su educacin literaria. Daramos estas pginas extensin inusitada si furamos referir cuantos datos conocemos de Castelar en aquellos sus primeros aos, que aun que primera vista parezcan nimiedades, todos de muestran el amor profundo que sinti por aquellos pueblos y la decisiva influencia que en l ejercie ron. Conservase en casa de mi hermana la corres pondencia de sus ltimos cuarenta arios y de la in fi nidad de cartas que la forman, escogimos cuasi al azar dos tres docenas, que guardamos como teso ro de valor inapreciable. Pueden considerarse una veintena de estas cartas, que abarcan el perodo de 1956 al 66, como verdaderos documentos histricos, pues en ellas se pinta la titnica lucha que sostuvo en aquellos arios el ilustre propagandista de la De mocracia espaola. No entra en nuestro propsito estudiar Caste lar en el concepto poltico ni literario, mas como la vida individual, materia prima de la historia, no es otra cosa que una serie de actos solidarios, en que sertiejanza de sta se eslabona el hoy con el ayer INFANCIA DE CASTELAR 65 para preparar y servir de base al maana, guardan las cartas de Castelar, aun bajo el aspecto poltico, tales conexiones con los aos de su niez, que bien podemos traer este libro muchos de los datos que contienen. En ellas se ocupa de la publicacin de algunas de sus obras ms famosas, como la Redencion del es clavo (Noviembre de 1859), y all est la historia completa de su peridico La Democracia, desde que nace y cuenta su amigo las dificultades eco nmicas con que lucha para adquirir una imprenta, hasta que ya gozando el peridico de vida propia, con ms de cuatro mil suscriptores, y convertido en ariete de la Monarqua, sufre la guerra sin cuartel que le hacen los ltimos Gobiernos ultrarreaccio narios y despticos de las postrimeras del reinado de Isabel II, tratando de matarle todo trance. Agobiado por las cuantiosas multas que sobre l pesan, dcele su amigo Secundino, en carta del 19 de Mayo de 1865: Para hacer frente las cuarenta y siete denuncias que tengo, estoy reuniendo algunas cantidades entre los amigos, pagaderas al ao que viene de los productos del peridico, que tiene ya ms de cuatro mil suscriptores, y se encuentra en muy buen estado; pero las multas me asesinaran, si el auxilio de los amigos me faltase. En algunas cartas del i86i, y en cuasi todas las del 63, habla de sus aspiraciones electorales y de su ardiente anhelo por representar en el Congreso aquellos pueblos, mostrando la pasion que por ellos siente, por lo que nos parece oportuno copiar algu nos prrafos de las citadas cartas. Helos aqu: Madrid, 5 de Febrero de 461. Querido Se 66 BERNARDO HERRERO OCHOA cundino: Nada me complacera tanto en el mundo como el ser diputado por el distrito de Sax. Tengo arreglados todos mis papeles, y tengo todos los re quisitos necesarios para ser diputado. Pago de con tribucin los mil reales que exige la ley. Deseo ser diputado para defender la libertad, pero serlo por ah, sera el mayor de mis placeres. Adis, te quiere mucho, muchsimo, tu amigo. Emilio. Del 24. de Abril de 1863. Justo ser que traba jis todo cuanto fuera posible para presentarme candidato por ese distrito, aunque no hubiese espe ranza de xito. Tal vez tendramos base para otras elecciones. Aqu trabajamos con grande ahinco para lo de Cartagena. All veremos. Expresiones Pascuala, y t recibe las mani festaciones del sincero cario de tu hermano del alma. Emilio. Del 29 de Junio de 1863. Querido Secundino: Recibo con grande y verdadera alegra tu carta y la de Federico. Creo que debis comenzar pblica mente los trabajos para sacar mi candidatura, al menos de las urnas, ya que no vencedora, honrada. Debes ver Belloc de Villena y comprometerle para los votos de los progresistas. En caso de que fuera necesaria una carta de alguno de los jefes del partido progresista, dmelo, y haremos que de aqu la escriban. En Elda se puede contar con algunos votos, aunque la mayora est por Santonja. Hoy escribo Federico, y escribo tambin Francisco. Veremos qu se puede hacer. Siempre tuyo invariable amigo. Emilio. Del 25 de Julio de 1863. ...Respecto eleccio INFANCIA DE CASTELAR 67 nes, todo cuanto creis que debo hacer yo, lo har. Puedo decirte en confianza que no encontraremos una grande oposicin de parte del gobernador. Ya sabes que no aspiro ah vencer, sino consignar que en mi distrito natural hay mucha gente que de m se acuerda... Adis, herido; ya sabes que te quiere de todo corazn tu hermano. Emilio. Del 14 de Octubre de 1363. .-...Hablando de otra cosa, habrs visto cun unnime ha sido la absten cin en el partido democrtico. Sin embargo, esto no debe ser obstculo para que trabajis todo lo posible, fi n de preparar unas elecciones en lo por venir. Yo. que as que haya un poco de libertad electoral, saldra por varios distritos, yo tendra mucha honra optar por aquel donde casi he naci do; donde, al menos, tengo esos amigos de la infan cia quienes queremos como individuos de nues tra misma familia... Adis, querido Secundino; ya sabes que te quie re muchsimo tu. Emilio (f). Mas aunque encaja perfectamente en estas pgi nas su deseo vehemente, que l tena gran hon ra, de representar en Cortes estos pueblos, que consideraba como su patria chica, lo ms intere sante en esta correspondencia ntima es el hermoso alarde de amistad que campea en ella, al par que el himno de amor dedicado al pedazo de tierra que cual madre solcita le arrull en su regazo en los (r) Estas cartas, facilitadas por m, se insertaron en el nmero extraordinario de El Porvenir Postal, del 20 de Julio de Igno, dedicado don Emilio Castelar. 68 BERNARDO HERRERO OCHOA das de la niez. No son bajo este aspecto las car tas de Castelar las que un amigo escribe otro amigo, sino las que un hermano escribe otro her mano, cuyas almas se compenetran en todas sus alegras y dolores. Tu invariable, tu constante, tu siempre fi el ami go, tu hermano del alma, son, con otras frases an logas, rebuscadas en el vocabulario de la amistad ms tierna, las que sirven de antefirma en todas es tas cartas. La muerte de sus madres, la eleccin de esposa del amigo, sus propsitos de apadrinarle en la boda, que por circunstancias imprevistas no pudo ver cumplidos, etc., etc., srvenles de tema argumento. Mas cuando constituye su hogar el joven matri monio, tratase en muchas de ellas de concertar la expedicin veraniega para pasar reunidos con los amigos, El y su hermana Concha, el mayor tiempo posible, ya en Sax, bien en algn punto de la cos ta alicantina. Entonces se ve la gran pasin que sinti siempre Castelar por su querida tierra. N tase en sus cartas la nostalgia del colegial que cuenta las horas, soando en los das de asueto de las vacaciones del verano para ir correr y triscar en los campos y prados de su pueblo. Nunca decre ci esta pasin en don Emilio, sino que era en l ms intensa con el transcurso de los aos. He aqu unas cuantas lneas de una carta escrita en 1884. Si enfermedades trabajos no lo impiden, os ver sin duda este verano, pues siento el ms vivo de seo de consagraros una de sus quincenas para ver el molino y comer una gazpachada en la Tejera. Ya tabes que medida de la edad y cuanto ms INFANCIA DE CASTELAR 69 corre sta hacia la vejez, reviven los recuerdos de la infancia y el culto esa religin de la niez que nos inspiraron esos hermosos sitios consagrados por tan indelebles memorias. Temo fatigar la atencin del lector, aun cuando todo esto sea muy hermoso, y bien pesar mo omito las muchas bellezas en que abundan las car tas de Castelar; mas no puedo dejar sin mencin el entusiasmo infantil que rebosa en ellas, aplaudien do veces hasta las cosas ms nimias y vulgares. En tal concepto cuenta Alberola en su Semblanza cosas verdaderamente magnficas de nuestro gran tribuno. Decase en vida de Castelar que era el vecino de Madrid que ms contribucin pagaba por derechos de consumo, y as era en efecto. A su casa afluan de las cuarenta y aueve provincias de Espaa, y aun de nuestras perdidas colonias y del extranjero, los primeros y ms escogidos productos con que le obsequiaban amigos y admiradores. Mas entre tan to manjar delicado, entre tantas selectas viandas, le veamos veces recibir, poco menos que con hono res regios, una humilde cesta de habas tiernas y al cachofas, porque aquello tena el mrito extraordi nario de ser de su tierra, y de haberse cogido ex clusivamente para l, pocas horas antes, del huerto de sus amigos. Seramos interminables si copiramos los hiper blicos elogios con que daba las gracias su ami go, cuando le mandaba el ms pequeo obsequio; vase la muestra: Recib tu carta y los melones; no hay mieles en el mundo con que compararlos; nos han sabido gloria. Dile Ana Mara (sta era una 70 BERNARDO HERRERO OCHOA hermosa joven, la sazn de quince aos, herma na poltica de Secundino) que son tan dulces como su sonrisa. En otra carta: No puedes imaginarte cunto nos complaci ver aquella riqueza de tor tas, de anises, de longanizas, de morcillas... Tuvi mos un da de verdadera fi esta. No acabaramos nunca si siguisemos copiando pasajes de este g nero. No se limitaba Castelar en tales entusiasmos las cartas de su amigo la intimidad de la fami lia, sino que los llevaba hasta los actos ms solem nes de su vida, complacindose en recordar todas aquellas cosas de su niez y de su tierra. Tanto se ha escrito relatanto ancdotas y agudezas suyas, que aunque podramos llenar varias pginas, con tando muchas inditas, no queremos extremar esta nota, y nos concretaremos copiar slo dos tres, que son completamente nuestras. Pas un ao en Sax con nosotros los das -de Se mana Santa (debi ser el 1876 6 el 77), y el Domin go de Pascua nos marchamos al campo, rindiendo culto la tradicional costumbre, que all llaman ir comer la mona. Son las monas unas tortas pa nes, hechas de una masa especial, muy adornadas y cubiertas de huevos, tan grandes veces cuanto permite la boca del horno. En resumen, no suelen serias monas ms que el pretexto para salir al cam po de merienda francachela, pues cul ms, cul menos, procura llevarlas bien acompaadas de ri cos embutidos, fi ambres, pastas, frutas, etc. En las temporadas que pasaba en Sax Castelar pareca que se converta el pueblecillo en residen cia de prncipes, acudiendo l para saludarle los INFANCIA DE CASTELAR 7 1 numerosos amigos con que contaba en toda la re gin levantina, y aun muchas veces solan ser las primeras en acudir las autoridades de Alicante. En la tarde de aquel Domingo de Pascua lleg casual mente Sax desde Valencia su ex alcalde el probo republicano don Francisco de Paula Gras, quien, al no encontrar en el pueblo Castelar, se hizo conducir la casa de campo donde nos encontr bamos. Como era natural, sentse con nosotros la mesa el seor Gras, y mientras alababa la exquisitez de este el otro de los manjares, y admiraba el tama o y lo artstico de las monas, fi jndose en las ser pientes y pajarillos hechos con la propia masa, con granos de pimienta por ojos, que triscaban y corre teaban entre los huevos, vea con cunto deleite sa boreaba don Emilio las habas tiernas de un canas tillo que haba sobre el mantel. Pronto se percat ste de la curiosidad con que le miraba el ex alcal de de Valencia, y propsito de ello nos cont el siguiente sucedido: En uno de sus viajes Italia paseaba un da con Mazzini por la campia romana, con el propsito de ir visitar la tumba de Virgilio, y ocuniles descansar un momento en una alquera que encon traron junto al camino. Haba frente ella un her moso bancal de habas, hizo Castelar que se las trajeran y, pidiendo pan y sal, se puso comerlas delante de Mazzini. Acaso ocurriera al ilustre es tadista italiano lo propio que al seor Gras, cuando don Emilio Castelar le dijo: He aqu el almuerzo y la merienda que tena yo muchos das cuando era nio. 7 2 BERNARDO -HERRERO 00H0A Y ya que de monas hemos hablado, srvame de prembulo para referir otro hecho exclusivamente nuestro, que hasta no carece de cierta vis cmica. Fu en los das de las famosas elecciones munici pales, que se celebraron en Madrid en la primavera del ao 1886, en las que se coaligaron todos los partidos de oposicin, desde los carlistas los fe derales, acudiendo las urnas en compacto bloque, guisa de protesta la ya insoportable soberbia de Cnovas, y an ms contra el cinismo arbitrario del entonces Ministro de la Gobernacin Romero Ro bledo, y de su lugarteniente Bosch y Fustegueras, la sazn alcalde de Madrid. Formaban aquella clebre candidatura polticos de primera fi la, entre los que se contaban tres jefes de partido, Sagasta, Castelar y Pi Margall, y algu nos ex ministros, as como prestigiosos represen tantes de la industria y el comercio. El distrito del Centro haba proclamado candidatos suyos Caste lar y Sagasta. En uno de los das de la votacin me encontraba yo casualmente en un colegio electoral de la Carre ra de San Francisco, cuando acert entrar don Emilio que, acompaado de otros tres 6 cuatro ca balleros, iban recorriendo diferentes distritos. Co rr al punto saludarle, y apenas son su nombre en el local acudieron cuantos en l haba, roden dole en apretado corro. Qu noticias tiene usted de Saxme pre gunt. Le contest que haca algn tiempo no me haban escrito. A m s me dijo. -Yo he tenido carta estos INFANCIA DE CASTELAR 73 das, y me han enviado las monas; las he comido y estaban riqusimas; eran de pan quemado; de pa cremat, que dicen los valencianos. Y rengln se guido cuasi pronunci un discurso, explicando los circunstantes, que sin pestaear le escuchaban, cmo eran las monas de Pascua que en Sax se hacan. Mucho se ha contado de la maravillosa memoria de Castelar; pero era preciso acompaarle en sus excursiones por aquellos pueblos, para tener de ella perfecta idea. As en Elda como en Sax, al cabo de sesenta aos, se le vea recorrer las casas donde haba jugado cuando nio, con tanta seguridad y precisin como si hasta el da anterior hubiese vi vido en ellas; y en sta recordaba los frutales que haba entonces en el huerto; en la otra, preguntaba por el espejillo de cornucopia; y en aqulla, por los cuadros y estampas que tenan colgados en las pa redes, con otras mil futesas cuyas memorias nos pareceran inverosmiles si no hubisemos tenido de algunas pruebas materiales. Cuando por ltima vez estuvo en Sax en 1898, vino de Elda verle uno de sus amigos de la in fancia, y le record un cuadrito ante el cual la ma dre de ste, puestos de rodillas, les haca rezar la Virgen. Djole el amigo que casualmente an lo te nan en casa despus de sesenta aos, y prometi mandrselo. Opsose ello resueltamente Castelar, diciendo que no quera privarle de aquel recuerdo de familia; mas pesar de sus protestas, estaba el cuadrito en Sax al da siguiente. Nosotros, que ha bamos escuchado la conversacin, pensbamos que se trataba de una de esas preciosidades con que 74 BERNARDO HERRERO OCHOA veces se tropieza en los pueblos, cuyo valor y m rito suele desconocerse hasta por sus propios due os. Mas pareca imposible que un hombre que haba recorrido Europa, quien eran familiares las obras de arte ms bellas, y que tena en su casa un verdadero museo, guardara exacta memoria de ob jeto tan insignificante y ruin, pues se trataba de obra casera, reducindose una estampita de cuarto, colocada dentro de una urna cajita hecha con tiras de cristal. Muchas cosas parecidas podran recordarse de Sax. Conoca all por sus nombres las personas mayores que vivan en aquellos aos, y propsito de las funciones de teatro que daba la compaa de aficionados que haba en el pueblo, haca resurgir con su gracejo inimitable, como si las estuvisemos viendo, las representaciones de la Hufana de Bru selas, de Sancho Ortz de las Roelas, de Otelo, de Edipo y otras tragedias y dramones de la poca. Pero lo ms admirable era que citaba en cada una de aquellas obras, quines eran los que desempe aban los respectivos papeles. As como por casualidad se conservaba el cua drito de Elda, guardamos nosotros varios ejempla res de las obras representadas en Sax, por los aficionados, y entre ellas est la tragedia de Quin tana, Pelayo. Al margen de la lista de personajes que fi guran en esta obra, estn anotados los nom bres de los aficionados que los representaron. Son los mismos que nos recordaba Castelar. C4112491249712=122MX19 V La tierra predilecta de Castelar. Castelar alicantino, ingerto en andaluz. Influencia que pudo ejercer la tierra gaditana, y an ms la alican tina, en sus rasgos personales. Cultura de los pue blos alicantinos. La tierra predilecta de Castelar. Algunas indicaciones geogrficas relativas estos pueblos. Elda, Sax y Petrel; sus agricultores. Fraccionamiento de la propiedad. Lmites de la tie rra predilecta de Castelar. Visitas obligadas en sus excursiones. Un viaje Petrel en 1898. El ro Vi nalop.En la cuesta de Santa Brbara. Exclama cin entusiasta de Castelar. Abolengo helnico de estos pueblos. En Petrel. Recuerdos inverosmiles de Castelar. El valle de Elda. El puente de la Jau. Paralelo entre estos lugares y el Mediterrneo, visto desde el ferrocarril murciano. Dice Alberola con gran verdad, que Castelar fu un alicantino ingerto en andaluz, y nada en realidad ms exacto para quienes pudieron apreciar y estu diar de cerca aquel grande hombre. Consustancial viene hacerse el organismo con la tierra madre que di la cal sus huesos, su fs foro al cerebro, su hierro y su oxgeno la sangre; y aunque nada tenemos de materialistas, y con el mayor convencimiento proclamamos la existencia 76 BERNARDO HERRERO OCHOA de ese quid divinum, que nos da la clave de la per sonalidad humana bajo su triple aspecto de ser consciente, inteligente y libre, es indiscutible que en el misterioso acoplamiento de espritu y materia, en el mutuo concierto del cuerpo y del alma de cuyo comercio resulta la totalidad de la vida, entran por mucho los rganos que al alma sirven de ins trumento, modelados en aquel medio ambiente, que si presta al cuerpo los elementos materiales nece sarios al sostenimiento y desgaste de la vida org nica, en l recogen tambin los sentidos impresio nes y grmenes de ideas, que al despertar de la razn, han de ser la materia prima de la inteligen cia. Crean la educacin y el hbito una segunda na turaleza, y as en lo moral como en lo fsico cada regin, cada comarca, cada pueblo, marca sus in dividuos con el sello especial que emana de sus peculiares condiciones. Es ley biolgica nunca desmentida, que todo ser orgnico necesita para su desenvolvimiento un me dio adecuado su naturaleza, y esta ley se realiza invariablemente as en el mundo de lo infinitamen te pequeo, como en el mundo de lo infinitamente grande; desde las primeras formas microscpicas en que se modela la materia organizada y viva, hasta en las grandes especies zoolgicas y botnicas, y en el hombre fi nalmente, prototipo de la creacin. No germinara la semilla lanzada al seno de la tierra, extinguindose el hlito de vida que en s guarda, si no encontrara el grado de calor y de humedad, prin cipios minerales, etc., etc, que para desenvolverse necesita; y as vemos que no crece la palmera en las heladas estepas del Polo, ni ciertas especies anima INFANCIA DE CASTELAR 77 les dotadas por la Naturaleza con los adecuados me dios de resistencia para contrarrestar las crudezas de los climas glaciales, podran prevalecer en las abrasadas regiones del Ecuador. Repitamos con Alberola, que sin el medio am biente en que Castelar se criara, acaso se hubiese esterilizado aquella fecunda savia que bulla en su cerebro, y extinguido los grmenes de ideas que ya relampagueaban en brillantes pensamientos desde sus ms tiernos aos. No envidiamos Cdiz la gloria de haber sido la cuna de nuestro gran orador, y con el castizo y cul to autor de su semblanza admitimos de buen grado la influencia que en l pudo ejercer el ambiente ga ditano. Con sus mismas palabras repetir algunos de los genuinos rasgos que seala Alberola en el carcter de Castelar, que sin duda evocan el recuer do de la tierra en que abri sus ojos la luz. Era ste, dice entre otras cosas su antiguo secretario, fecundo en sus pensamientos; de exuberante fan tasa; fcil en sus concepciones; rtmico y armonio so en el decir; jovial y comunicativo; generoso has ta rayar en prdigo; franco, fogoso, apasionado, vehemente.., cualidades todas que caracterizan y se compendian en el tipo netamente andaluz. Pero Castelar slo pudo tener por referencias al guna idea de su ciudad natal, y en cambio ya hemos visto cmo vino despertar su razn en la tierra alicantina; cmo encontr en ella sus primeros go ces en el amor de los suyos, al cobijo de un hogar tranquilo con sus necesidades satisfechas; cmo, en fi n, nacieron y arraigaron en l aquellos tiernos 78 BERNARDO RERB,ERO OCROA afectos, que haban de acompaarle hasta el fi n de su existencia. Imposible imaginar un cmulo de circunstancias ms apropiadas para modelar el genio en embrin de aquel nio, al que tanta gloria reservaba el por venir. Si en lo fsico le infundi aquella tierra el calor que guarda en su fecundo seno; si en sus be llezas naturales comenz remontar su vuelo el in fantil artista; si hall en propios y extraos mode los de liberalismo que imitar, pertenece sobre todo su tierra predilecta la gloria de haber levantado los slidos cimientos de su fi gura literaria. Puede en verdad decirse, que son por lo general cultos los pueblos alicantinos, y an pudiera tildar se en estos tiempos muchos de ellos de demasia do civilizados, no precisamente los que superan en importancia muchas capitales, sino hasta las pequeas villas, que en sus usos y costumbres se han creado necesidades impropias de una vida sen cilla y reposada. Pero lo que para honra suya es tradicional en la mayor parte, hasta de los ms mo destos de aquellos pueblos, es cuanto afecta la cuestin de enseanza. Muy poco all abundan los analfabetos, siendo la escuela una de las necesida des preferentemente atendidas, y as en sus habi tantes se advierte al menos esa instruccin elemen tal indispensable, que ennoblece y dignifica al ciu dadano. Ya expondremos con amplitud en los siguientes captulos, por lo que Castelar atae, algunos de los puntos someramente indicados en las lneas que preceden; mas conste, por de pronto, la influencia decisiva que ejerci en l la tierra alicantina. All INFANCIA DE CASTELAR 79 encontr el ambiente y el alimento literario adecua do su precoz inteligencia, saliendo ya mozo . la edad de diez y seis arios, terminados sus estudios del bachillerato en 1848, en el instituto de Alicante. El valle de Elda, la hondonada, cuyo centro ocu pa Sax sobre la falda de la escarpada roca corona da por su secular castillo, fueron el escenario don de vino desenvolverse la infancia de Castelar. Pero esta tierra es nuestra propia tierra, y parece ran dictadas por la pasin las alabanzas que bro taran de nuestra pluma. Felizmente podemos citar las palabras de dos sabios de universal renombre; de los eminentes gegrafos Onsimo y Eliseo Re clus, que no obstante su condicin extranjera, pin tan, aunque muy sobriamente, con tal exactitud la regin de Levante, que ni un alicantino podra su perarles ni en la verdad de la frase, ni en el colori do de las descripciones. Al Sur de Catalua, dicen los ilustres gegrafos, al Este de la meseta castellana, y orillas del des lumbrador Mediterrneo, estn Valencia y Murcia. Son dos de los pases ms bellos de Espaa, y al gunos de sus trozos resultan semejantes al Africa, pero al Africa hermosa cantada por los poetas (I). No tan conocida, cual debiera serlo, la provincia d Alicante, nos veramos precisados citar la ma yora de sus poblaciones, si hubisemos de dar idea de todas sus bellezas; mas siendo sto difcil, nos bastar recordar la incomparable huerta de Orihue la, con sus macizos de fl ores y bosques de frutales; (1) Geografa Universal, por Onsimo y Eliseo Re clus. Traduccin de Vicente Blasco Ibaez, 1906; tomo , Europa, pgina 347. 8o BERWARDO HERRERO OCHO.A. los feraces campos de vides y olivos de Crevillen te; el vergel de Elche, pedazo de tierra africana, nico en Europa, que por verdadero milagro, cre yrase transportado Espaa; la misma capital, con su clima igual y dulce y sus inmejorables condicio nes de vida, reflejndose en las plateadas aguas de su puerto como en el terso cristal de un lago. Recrrense en las vas de esta provincia trayec tos tan bellos, como los que ofrece el ferrocarril murciano, y para no ser prolijo, me limitar citar la carretera de Novelda Elche, en la qu, ora se camina entre jardines, ora nos sorprenden en su parte rida y abrupta los ms hermosos panora mas. Muy poco tienen que envidiar estos parajes, como otros muchos que citar pudiramos, ni el valle de Elda ni los rientes campos de Sax, con su hermosa huerta, donde destacan, en primer trmino, las frondosas alamedas y huertos de frutales que se extienden por las orillas del Vinalop, que re - crean la vista y regalan al paladar con la dulzura de sus frutos. Ocpanse los hermanos Recls de un hecho pe culiar la comarca alicantina, del cual dimanan sus tpicos caracteres, ofreciendo los ms notables ejemplos; me refiero los asombrosos resultados que produce el riego en el cultivo de aquellas abra sadas tierras. En toda la regin de Valencia y Murcia, dicen, hace maravillas el riego. Junto los campos de secano, ridos, amarillentos y yermos, resplandecen la fecundidad, la frescura y la vida, en huertas llenas de arroz, naranjos, cereales, mo reras, olivos, palmeras y rboles frutales. Los te INFANCIA DE CASTELAR 81 rrenos de regado producen de lo 57 veces ms que los de secano, y, por trmino medio, 37. Apenas si existen hoy grandes propietarios en estos pueblos, los que trajeron incalculables be neficios las redentoras leyes de la desamortizacin. Acaparada la propiedad por la mano muerta, ape nas si podan hartarse algunos clrigos y mayoraz gos, y as, cuando ya libres las tierras vinieron dividirse hasta el infinito, y cada cual pudo culti varlas como propietario, con la consoladora espe ranza de que por partes iguales habran de repar tirse luego entre todos sus hijos, muchos eriales convirtironse en vergeles, centuplicndose sus productos. Esto favoreci en alto grado al desarro llo del liberalismo en aquellos pueblos, al ver des aparecer aquellas monstruosidades tan frecuentes en las familias de vinculistas, donde sola criarse un hijo inmensamente rico, vago y vicioso y aun analfabeto, entre otros varios hermanos pobres desheredados, aunque no mejores que el mayoraz go, que acostumbrados al lujo y la, abundancia en tiempo de los padres, ni stos se preocupaban de su porvenir, ni los hijos podan sentir los afanes de laboriosidad y lucro, ni importarles un ardite los cuidados de un patrimonio que, en ltimo tr mino, no haba de ser para ellos. No eran, por des gracia, raros tales ejemplos, y aun nosotros hemos conocido algunos, no obstante haber nacido bastan tes aos despus de que desapareciesen aquellas odiosas leyes. Debe, pues, la desamortizacin su prosperidad esta comarca, y aun as adolecen sus pueblos de es casez de terreno; pero lo que por sus exiguas pro 82 BERNARDO HERRERO OCHOA porciones no puede dar de s la tierra, se le arranca con un cultivo intenso y esmerado, siendo ste el principal motivo de que vivan rodeados de vergeles. Es perfectamente aplicable esta tierra lo que los hermanos Recls escriben propsito de la clebre huerta de Valencia, la primera en Espaa. El agua dicen hablando de los riegos convierte la llanura en un paraso. Con la ayuda de los abo nos, la tierra, siempre hmeda, no descansa un solo da. Acaba de arrancarse una cosecha, cuando ya se planta otra, y stas se suceden en nmero asom broso durante el ao. Este cultivo intenso hace de los huertanos valencianos los primeros labradores de Espaa. Un pedazo de tcrreno, que en otras partes apenas bastara para un corral, mantiene aqu toda una familia. No hay hiprbole en estas palabras: as son los labradores de aquella comarca, y especialmente los de Elda y Petrel, y ste es el retrato fi delsimo de la tierra predilecta de Castelar. Resultara interminable este captulo, si hubise mos de dar noticia detallada de aquellos pueblos, y as nos concretaremos describir grandes ras gos la tierra que consideraba el gran tribuno como su verdadera patria. Si quisiramos marcar los lmites de la tierra predilecta de Castelar, diramos que principia en la curva que, partir de la estacin de Monvar, forman la sierra de Bateig y la del Cid, cerrando hacia Levante el valle de Elda, y termina por la parte Norte en la enriscada montaa, cuyo abrigo se halla Sax emplazado, erguida en el centro de la extensa hondonada que forman sus campos y su huerta. Una distancia como de diez doce kilme INFANCIA DE CASTELAR 83 tros separa los dos puntos mencionados, y en tan limitado espacio concene el gran tribuno lo que pudiera llamarse sus amores por la patria chica. En las no interrumpidas excursiones que haca Castelar la provincia de Alicante, cual devoto que acude en alas de devocin ferviente, saludar la imagen objeto de su culto corra, apenas se qui taba el polvo del camino, visitar ciertos lugares consagrados por los recuerdos de su niez. Siem pre visitaba en Sax la hermosa heredad de Santa Eulalia, cuyos frondosos campos guardan la tradi cin, exornada por la leyenda, de la victoria que alcanz sobre los moros en el siglo xin el noble caudillo cataln D. Berenguer de Entenza. Pero entre todas estas visitas abra por lo comn la mar cha un viaje Petrel, subiendo directamente la plazoleta, que da acceso la ermita de San Bonifa cio, la que Castelar llamaba el balcn de Espaa, desde la que se domina completamente el valle de Elda. Tuve la honra de acompaarle en la ltima ex pedicin que hizo Petrel en 1898. Era en una her mosa tarde del bien entrado mes de Mayo, cuando marchbamos desde Sax hacia aquella pintoresca villa. Pareca que la tierra se haba ataviado con sus mejores galas pera recibir por vez postrera su preclaro husped, mejor dicho, su hijo adopti vo, que tan gran cario le profesaba. En aquel ao, 1898, de tan triste memoria para la patria, contras tando con las lgrimas de cien madres, cuyos hijos agonizaban en Cuba, diezmados por el paludismo, el vmito y las balas, haba derramado la Natura leza sus dones en aquellos campos, que ostentaban 84 BERNARDO HERRERO OCHOA la esplendidez y la abundancia. Dorbanse las mie ses en madurez completa, inclinndose la tierra al peso de sus medradas espigas, y cambiaban las fru tas en dulce nctar la acidez y aspereza de sus ju gos. En la inmensa campia, poblada de olivos y de almendros, y de dilatados viedos, aspirbanse con deleite los efluvios de la vid en plena fl orescencia, y los verdes pmpanos cubranla de alfombra de esmeralda, hasta perderse en las faldas de las sie rras, que all en las lejanas limitan el horizonte. Cruza la carretera, como blanca cinta, la feraz campia, amoldndose las ondulaciones del terre no, y as marchbamos desde el punto que da fren te la estacin de la va frrea, quedando . nuestra derecha el panorama de Sax, con su vergel de fru tales; las frondosidades de su huerta; el campo en ltimo trmino, sembrado de blancas casitas; y pa ralelas con nuestra marcha, las alamedas que cre cen orillas del Vinal op. El Vinalopl Es este riachuelo uno de los orna tos de la tierra alicantina, y no representara mayor riqueza si de plata lquida fuera su corriente. Has ta la pesca, abundante en algunos lugares de su trayecto, es medio de vida para el pobre en deter minadas pocas del ao. Desde tierras de Alcoy, hasta la presa que recoge el resto de sus aguas en la albufera de Elche, donde riega sus incompara bles bosques de palmeras, cruza toda la provincia, fecundando y convirtiendo en deliciosas huertas in mensas superficies de terreno, que al ser tan des igual y accidentado, es incalculable la riqueza que representa la fuerza hidrulica que en sus saltos de agua viene desarrollarse. INFANCIA DE CASTELAR 85 Mas volvamos reanudar el interrumpido relato de nuestra excursin Petrel. Habamos llegado ya la cumbre de la llamada cuesta de Santa Brbara, y al doblar la carretera el extremo de la sierra de este nombre, ofrcese la vista uno de los paisajes ms soberbios y hermosos. Entre la sierra de San ta Brbara, completamente rala, y la de la Torreta, que ostenta entre sus peas una vegetacin agreste de brezos, espinos, romeros y otra multitud de plan tas, hndese el terreno en profundo barranco, for mando una especie de collado, por cuyo fondo ser pea el Vinalop entre caares, tarayes y adelfas. A la derecha del camino, donde llega el traqueteo de sus ochenta telares mecnicos, presta animacin y vida el sencillo y sobrio edificio de la fbrica de lo nas de don Vicente Castell, y en la parte opuesta, desde el trozo de carretera, tallado como inmensa repisa en las primeras estribaciones de la sierra de Santa Brbara, contmplanse desde gran altura los taludes que limitan el barranco, sobre los que se alza una antigua venta, guisa de feudal castillo, y alta, en ltimo trmino, aparece el casero de Petrel, alegre y sonriente, sobre el boscaje de su huerta incomparable. Paramos junto una fuente, sita en la cuneta del camino, que al par que templa la sed del caminan te, alegra con sus murmullos tan deliciosos parajes; y no lejos, admirbamos la soberbia vegetacin de una hendidura formada por una vertiente de la sierra, en la que apareca en revuelto desorden un verdadero bosqne de vides y de almendros, de hi gueras y nopales. Ibamos con Castelar en un mismo carruaje, quien 86 BERNARDO HERRERO OCHOA esto escribe, su secretario particular, don Joaqun Ferrer y su constante amigo y correligionario el ex diputado de las constituyentes por Jorquera don Eduardo Snchez Villora. Presa del mayor entu siasmo, exclam don Emilio en aquel momento con alborozo infantil: Mirad, mirad! Qu bonito! Qu hermoso paisaje! De cuanto en mi vida he visto, comparo esta tierra Grecia, con la que le encuen tro muy gran semejanza (I). Yo debo cuanto soy haberme criado en ella, pues aqu vine identifi (I) Son varios los que, como Castelar, comparan con la antigua Grecia esta parte abrupta de la provincia de Alicante. A esto agregamos nosotros, fundndonos en estudios arqueolgicos y prehistricos, que, en nuestra humilde opinin, son de abolengo helnico los pueblos ibricos primitivos de la regin de Levante, entre los que se cuenta Sax y Elda. Parece demostrado por la Prehistoria, que seis ocho siglos antes que las colo nias griegas de Rodios, Samios y Focenses, venidas en el siglo vi antes de Jesucristo, arribaron nuestras cos tas del Mediterrneo las primitivas inmigraciones greco asiticas de Dorios y Pelasgos, contemporneas, aca so anteriores los Fenicios, provocadas por la disper sin de los Aqueos despus de la guerra de Troya, las que se cree importaron Espaa la decorativa y el arte de Micenas descritas por Homero en la lijada. En -apo yo de esta opinin citaremos los importantes descubri mientos arqueolgicos realizados en esta regin desde el ltimo tercio del pasado siglo, en los que parece for man serie, enlazada por el arte Miceniano, desde las fa mosas esculturas del Cerro de los Santos (halladas en el lmite de la provincia de Murcia) consideradas por el ilustre arquelogo Cartailhac como prehistricas, hasta el busto de Elche y la diadema de Javea, monumentos todos sin duda ante -romanos. En los desmontes prac ticados en Sax en 5906, para el emplazamiento de la fbrica de electricidad do don Vicente Amat, apareci como unos is metros de profundidad en terreno de arrastre, un muro de construccin aparejada de anti gedad incalculable, cuyo tipo de obra slo se encuen INFANCIA DE CASTELAB, 87 carme desde nio con el sentimiento de la Natura leza. Pronto entramos en Petrel, y subiendo sus calles empinadas y angostas de aspecto moruno, llegba mos la plazoleta que da acceso la ermita de San Bonifacio, desde donde abarca la vista en toda su extensin el valle de Elda. Forma ste un inmenso valo circuido por altas montaas que, partir de la ya mencionada sierra de Santa Brbara, siguen la del Caballo y la del Cid, formando la curva que ocupa Petrel al extremo Este del mayor de los di metros, y continase luego la sierra del Cid con la de Bateig hasta la estacin de Monvar, cerrando el valle por la parte del Medioda. Desde este punto completan el circuito hacia el Noroeste el alto de Boln y la sierra de la Torreta que, como ya vi mos. slo la separa de la de Santa Brbara la carre tera y el barranco por donde corre el Vinalop. Digamos dos palabras acerca de nuestra breve estancia en Petrel. No obstante lo acostumbrados que estaban en estos pueblos ver Castelar, que ellos vena como su propia casa, en todas par tes era recibido con honores extraordinarios. Espe rbannos nuestras llegada algunas personas de arraigo, entre ellas el alcalde y mi antiguo amigo y tra en Espaa en las tumbas micenianas de Andaluca, atribuidas aquellas colonias greco -asiticas. A pocos metros del citado muro, y dentro del edificio de la f brica, se encontr luego una tosca escultura de piedra, representando al parecer un toro, anloga la esfinge de Balazote (Albacete) y al len de Bocairente (Valen cia), que se guardan en nuestros museos y se creen per tenecientes al perodo greco -fenicio. 88 BERNARDO HERRERO OCHOA colega el mdico don Luis Cavero. Acompaados por ellos hicimos la sacramental visita San Boni facio, y como todo el que va Petrel, no podamos dejar de ir ver sus famosas alfareras, donde h biles obreros, con un pedazo de barro, ejecutaron presencia nuestra verdaderas maravillas, sin ms herramientas que sus propias manos y un pequeo trozo de caa. Es nmero obligado en estas excursiones la visi ta la iglesia parroquial; es la de Petrel bonita y de gusto moderno, ampliada y restaurada en 1863. Fuimos en ella recibidos por un venerable sacerdo te, que al parecer frisaba en los ochenta arios, y apenas traspusimos sus puertas rompi estrepito samente el rgano con la marcha de los Puritanos. Admiraba oir Castelar sealando los sitios donde estuvo, cuando por vez primera le llevaron fi estas all por el ario 1837, y hablando con el viejo sacer dote le trajo la memoria mil recuerdos, y entre ellos el siguiente. Se celebraban en la iglesia las Flores de Mayo, y estaba bajo dosel en el presbite rio la Virgen patrona del pueblo: Este es el mismo manto, dijo Castelar al verla, que llevaba el ao 1837, cuando me trajo mi madre las fi estas que se celebran en Octubre. El cura viejecito, que por sus aos deba ser una historia viviente, confirm este recuerdo, diciendo que no poda, en efecto, ser otro, pues cuantos tena la Virgen se le haban hecho posteriormente aquella poca. Concluyamos este captulo haciendo, grandes rasgos, la descripcin del valle de Elda. Al pie mis mo de la roca sobre la que se eleva el pretil de la plazoleta de la ermita de San Bonifacio, sea el INFANCIA DE CASTELAR 89 balcn de Espaa, empieza la huerta de Petrel, con su boscaje de olivos, almendros y nogales, desta cndose sobre el verde manto que forman viedos, sembrados y maizales; y esta vegetacin exuberan te, limitada por el circuito de montaas que hemos sealado, pirdese en las lejanas hasta donde la vista alcanza, alzndose aqu y all esbeltas palme ras que besan las nubes con el penacho de su rama je. En el centro del valle se destaca el casero de Elda, dominado por las ruinas del antiguo castillo de los condes de Cervelln, y la elevada cpula, revestida de tejas verdes, de la iglesia parroquial de Santa Ana; y all en el lmite del horizonte, en el punto diametralmente opuesto Petrel, azulea otra pequea cpula: es la de la ermita de Santa Brbara, que seala la entrada de Monvar. Mas para tener cabal idea del valle de Elda y apreciar detalladamente sus bellezas, precisa con templarle recorriendo la va frrea, desde el punto en que desemboca el tnel de la Torreta, hasta el puente de la Jau, situado al extremo de la sierra de Bateig, ms all de la estacin de Monvar. Recorre la va por sitio elevado, entre estos dos puntos, como la cuarta parte del contorno del valle, y casi de los carriles arranca el viedo, que desciende en rpida pendiente, escalonndose en varios sitios, hasta la rambla por donde corre el Vinalop6. Lo quebrado del terreno hace que se camine veces por elevados terraplenes; pero ni en las alturas, ni en los declives del suelo, se encuentra un palmo de tierra improductivo inculto; y desde all se con templa al pueblo de Elda en mitad de su huerta fe racsima, sembrada de blancas casitas, entre las 90 BERNARDO HERRERO OCHOA que se cuenta, desde la humilde choza, al elegante chalet. Son, en verdad, pintorescos los alrededores de la estacin de Monvar, y all nos despedimos de la tierra predilecta de Castelar, al cruzar el puente de la Jau, donde experimenta cierto terror quien tal paso conoce, siquiera vaya amortigundose des pus de ms de medio siglo de trfico sin ocurrir accidente alguno. Cuando se admiran las modernas construcciones de hierro venciendo obstculos, que hubieran con siderado un delirio nuestros abuelos; cuando uno corre en sus viajes el riesgo de tremendas catstro fes, no imposibles, aunque por fortuna raras, vienen sobrecoger el nimo ciertos instintivos temores que parecen la compensacin de las ventajas que nos trajo el siglo xix con sus colosales inventos. Yo nunca dejo de sentir cierto amago de terror, acor dndome de que me hallo suspendido sobre un ro caudaloso, siempre que cruzo, por ejemplo, el mag nfico puente de hierro tendido en Aranjuez sobre el Tajo; mas la sensacin que experimento al pasar el puente de la Jau, que me es tan conocido, es dis tinta todas las dems. Pese sus limitadas pro porciones y la sencillez de sus detalles, es, sin duda, la obra ms atrevida en toda la lnea de Ma drid Alicante. Alzase este puente en el sitio lla mado Estrecho de la rambla de Novelda, y frmanle tan slo dos fuertes estribos de sillera de 2o metros de altura, separados por una distancia de 30 metros, sobre los que se apoyan dos sencillas vigas de pa lastro, sin otro sostn de ningn gnero. Sobre ellas pasan y traspasan los trenes, y siempre que me he INFANCIA DE CASTELAR 9 1 visto en mitad del puente, cerrando los ojos y cre yndome suspendido en el vaco, no he podido me nos de pensar en los breves momentos que separan veces nuestra vida de la eternidad. No paso una sola vez por el valle de Elda sin que cierta asociacin de ideas me traiga la memoria otro de los ms bellos panoramas de la tierra ali cantina: me refiero al trayecto del ferrocarril de Murcia, que recorre algunos kilmetros de costa hasta cerca de Santa Pola. Qu espectculo tan hermoso y deslumbrador ofrece el Mediterrneo visto desde el interior del coche en que viajamos! Parece nos hacemos la ilusin de que caminamos sobre las olas, por puente interminable. Yo coordino en mi pensamiento el valle de Elda con este panorama, y si aqu las olas parece que ju guetean con los trenes hasta salpicar las ruedas con su espuma, all avanzan y casi llegan acariciarlas las tiernas guas de los sarmientos desbordados de aquel oleaje de vegetacin. Si aqu las aguas de manso oleaje, luego que reverberan en su superfi cie de azul plido y plata los rayos solares, van adquiriendo un tono azul intenso medida que se alejan hasta batir los promontorios que limitan el golfo alicantino, all las frondas de olivos conden san el doble matiz de sus hojuelas en faja azulada, que va perderse en la opuesta curva de monta as. Si aqu, fi nalmente, el barco costero y la lan cha pescadora, con sus blancas velas, simulan viviendas esparcidas en la superficie de las aguas, encuentran tambin su equivalente en el valle de Elda, en las blancas casitas diseminadas en su man to de verdor. W1131~151~MPAZW19 VI Ambiente liberal y de odio al carlismo que respir en Sax Castelar. Liberalismo de Castelar. Ambiente que respir en su niez. Un episodio de la primera guerra carlista. Invasin de la provincia de Alicante por Forcadell en 1837; llega Sax en la tarde del 1. de Abril. Asesinato de D. Joaqun Snabre.Escena heroica. Desmanes cometidos en Sax; cuerda de prisioneros. De Sax Almansa.Es recomendado un to mo Forcadell como liberal exaltado.Vulvense de Al mansa los prisioneros de Sax, excepto mi to, que sigue hasta el Maestrazgo con otros liberales esco gidos. Es batida la faccin, que huye la desban dada. Logra escapar mi to. Entrgase las tropas liberales, que le toman por espa carlista.Slvanle la vida un sargento y un capitn, hijos de Sax.Fu sila Cabrera los dems prisioneros compaeros su yos. Pattico encuentro que tuvo en su viaje de re greso Sax.El capitn D. Esteban Richarte. Deuda de gratitud pagada. Si Castelar no hubiese sido lo que fu, habrase realizado en l una de las mayores aberraciones de la naturaleza. Cuantos precedentes existen de pro pios y extraos, afirman de consuno y realzan su liberalismo. Mas por si algo le faltaba, para que en l arraigasen las ms fi rmes ideas liberales, vino 94 BERNARDO HERRERO OCHOA drselo la Providencia, la casualidad los azares de la vida, llevndole un pueblo donde apenas si ha existido simiente de carlismo, llegando l en el momento crtico en que acababa de invadirle la horda carlista de Forcadell; y an humeante la san gre de una de sus vctimas encontr cobijo en su desolado hogar, hallando en su viuda una segunda madre, y dos hermanos en sus hijos. Huelga todo comentario para expresar el am biente de odios que envolvera aquel pueblo, que por espacio de algunas horas haba soportado se mejante tromba de barbarie, cuyos inauditos atro pellos, sin respetar personas ni cosas, arrancaban de todoF los labios protestas y maldiciones. Sin duda quiso Dios, al reunir en Castelar tal c mulo de dones, dar con l Espaa al apstol y al verbo de la democracia; y conformes estamos, al menos por esta vez, con los irreductibles enemigos Gel liberalismo, que son los primeros en creer, al menos as lo aparentan, que Dios, que abarca de una mirada con su Presciencia el presente, el pa sado y el futuro, y que no se mueve en el mundo la hoja del rbol sin su voluntad divina, quiso in fundir en nuestro glorioso tribuno aquel soberano talento,y aquel sublime don de la palabra, para que inculcase en el alma de las muchedumbres los nue vos ideales polticos con su inimitable pluma y su arrebatadora elocuencia. No somos los contemporneos de Castelar los ll amados juzgarle, pues, como dice Renouard, en igual situacin estamos la de aqul que, colocado al pie de un edificio, quisiera apreciar todas las be llezas y detalles del conjunto. Su personalidad y su INFANCIA DE CASTELAR 95 obra, no habrn de verse en toda su pureza, hasta no poder contemplarlos en las lejanas de la his toria, libres de todo celaje de envidias y pasiones. Pero si no entra en nuestro propsito ni tampoco queremos emitir juicios concretos acerca de una fi gura histrica, que ha de agigantarse medida que transcurra el tiempo, s nos precisa, aun riesgo de incurrir en repeticiones, resumir todas aquellas circunstancias que formaron el ambiente de su niez, marcando su persona con rasgos inde lebles, que an hoy son por los ms cuasi desco nocidos. Sangre netamente liberal corra por sus venas, y aunque no fuesen muy vehementes causa de sus tiernos arios, vivos guardaba los recuerdos de las persecuciones que sufrieron los seres que le eran ms queridos; ejemplos de abnegacin le dieron sus generosos parientes, hasta verles labrar su ruina en aras de sus opiniones polticas; y en Sax encon tr un pueblo, que si ya no hubiese sido liberal en tusiasta, hubiera tenido que serlo por agradecimien to. Ya hemos dicho que, como otros varios de la tierra alicantina, toc muy pronto los beneficiosos resultados de la desamortizacin, pasando del ser vilismo y la miseria, que consigo lleva la mano muerta, al bienestar que proporciona el trabajo honrado y fecundo, con la propiedad desamorti zada y libre. En este pueblo, cuyo modo de ser tanto se aco plaba al nuevo orden de cosas que trataba de ins taurarse, haba entrado la horda del carlismo, de jando tras de s inextinguibles odios, das antes de que le pisara Castelar por vez primera, cuando an 96 BERNARDO HERRERO OCHOA no haba cumplido los cinco aos, y no hemos de repetir la acogida que encontr en la morada de una de sus principales vctimas. Los que conoca mos esta historia y tuvimos la honra de ser sus amigos, podamos darnos cuenta de la honda huella que estos sucesos dejaron en su alma. Fu Caste lar el enemigo jurado irreductible del carlismo, y hubiese sido para l el vencerle su mayor timbre de gloria. Esto constituy su verdadera obsesin durante la provechosa etapa de su gobierno, y qui z lo nico que envidi en su vida, fu el haber terminado Cnovas la segunda guerra civil. Buena prueba de cuanto queda expuesto, son los odios de ultratumba que an le guardan los car li, , ,tas y dems reaccionarios de toda clase de mar cas y vitolas. Ni Salmern, ni Pi Margall, con su descreimiento, ni otros muchos que citar pu diramos, honran los clericales y ultramontanos con su inquinia inextinguible. Y Castelar era profun damente religioso, cristiano ferviente, y aun cat li co sincero, aunque en asuntos puramente terre nales y ajenos al dogma, jams hubiese consentido las intromisiones del clericalismo, dando Dios lo que es de Dios, y al Csar lo que es del Csar. Yo mismo puedo aducir datos, testimoniando estas apreciaciones. Nunca han sido bice en mis relaciones personales las ideas polticas, y he con tado amigos sinceros entre clericales, y aun carac terizados carlistas; amistades que fueron enfrin dose desde que tuvieron noticia de que me ocupaba en escribir este modesto libro. En quien hall ma yor desvo, fu en el colega y amigo, ultramontano acrrimo, quien cit oportunamente propsito INFANCIA DE CASTELAR 97 de los datos que le debo, que me sirvieron de orientacin para rehacer la historia del padre de Castelar. Consideramos asaz importante este aspecto de la personalidad de nuestro gran tribuno, y creemos por ende, que bien cabe en su biografa siquiera sea una relacin sucinta de la triste jornada que tuvo Sax por escenario en el da I. de Abril de 1837. Arda la guerra civil, hallndose en el Maestraz go en su perodo lgido, y exhaustas estaban las provincias de Castelln y Valencia, cuando quiso Cabrera llevar efecto el pensamiento, que ha tiem po acariciaba, de invadir la provincia de Alicante, apenas hollada por las partidas carlistas que pulu laban en otras comarcas, creyendo que podra ser vir los suyos de cuarteles de invierno. Decidida la expedicin, puso al frente de ella su lugarte niente el cabecilla Forcadell, que parti hacia tie rra alicantina en el mes de Marzo del citado ao 37. Sin grandes dificultades llev cabo Forcadell la invasin, y pudo llegar hasta Orihuela, que sin resistencia alguna le abri sus puertas, y reclut un batalln de 900 hombres para las huestes del Pretendiente. No bien lleg la noticia la capital, exaltando los sentimientos patriticos y liberales de sus habitan tes, se form una columna con varias compaas de nacionales, al mando de don Ignacio Curtoy; pero encontrndose la sazn en Alicante el mariscal de campo don Manuel Lorenzo, fu invitado por las autoridades para ponerse al frente de la expedi cin, cargo que se neg aceptar por razones de 98 BERNARDO HERRERO OCHOA disciplina; pero aquel pundonoroso militar no vaci l en ofrecer su espada y march agregado la co lumna, siendo l quien de hecho dirigi las opera ciones. Con escaso esfuerzo arrojaron la faccin de Orihuela, y aun de toda la provincia, pues como bestia acosada corran los carlistas por los pueblos alicantinos eminentemente liberales, salvo muy ra ras excepciones, sin contar apenas con otra cosa que la tierra que pisaban; cometiendo sus fechoras all donde se les daba tiempo para ello; y de tal suerte aparecieron y se desplegaron por la huerta de Sax en las primeras horas de la tarde del pri mer da de Abril del 1837. Don Joaqun Senabre, persona de posicin des ahogada y bien quisto en el pueblo, ora le arras trase su pasin por la caza, ms bien fuera, coma creo un acto temerario, haba salido de su casa con la escopeta despus del medioda, desoyendo los ruegos de su esposa y los prudentes consejos de sus convecinos, pues, como era natural, haba en Sax muy fundados temores de que en el momento ms inesperado les sorprendiese la visita de la faccin. Pronto haban de convertirse en realidad seme jantes temores, y don Joaqun Senabre fu sorpren dido unos tres kilmetros del pueblo, en sitio pr ximo al cabezo, donde hoy se abre el primer des monte que cruza la lnea frrera. A juzgar por los indicios, debieron alcanzarle en la margen derecha del Vinalop, que debi vadear, subiendo la falda del citado cabezo en busca de la boca de una mina, que cerca de all se abra, en la INFANCIA DE CASTELAR 99 que sin duda pensara ampararse, y en todo caso vender cara su vida con su certera puntera. Ha ban cruzado tambin el ro en su persecucin al gunos jinetes carlistas, y algn accidente debi ocu rrirle en su huda, pues una de las alpargatas se encontr antes de llegar al sitio donde l se hallaba cosido lanzadas, en mitad de una via, pocos pasos de la mina. Hoy ha desaparecido el lugar, donde vino des arrollarse esta tragedia, con las inmensas moles de terreno que arrastr el ro Vinalop, en sus memo rables avenidas del ario 1898 y 99, habiendo sido colocada posteriormente por sus hijos, en sitio pr ximo la entrada del desmonte, una lpida que re cuerda la fecha de tan cobarde crimen. Dijrase que la casualidad quiso elegir como principales protagonistas de la sangrienta jornada del 1.0 de Abril individuos de aquella familia con la que haba de convivir Castelar por espacio de al gunos aos, pues no lejos del lugar donde fu ase sinado don Joaqun Senabre desarrollbase al pro pio tiempo una escena verdaderamente heroica, cuyo actor fu un su hermano poltico llamado Jos Gil. Divisado por los carlistas en mitad del campo parti un caballo al galope en su seguimiento, y tras de vertiginosa carrera, cruzando vias y oliva res, pudo llegar jadeante al fondo de un barranco, hasta donde fu persiguindole el carlista, que ya cuasi le tena al alcance de su lanza. En tan crtico momento pudo trepar un punto inaccesible para el caballo, siendo preciso dar un pequeo rodeo para alcanzarle; pero en vez de proseguir en su ca 100 BERNARDO HERRERO OCHOA rrera, cuyo trmino hubiese encontrado la muer te, tuvo todo el aplomo y sangre fra de esperar pie fi rme, defendindose pedradas, hasta que, cuando ya cuasi se hallaba bajo las herraduras del caballo, desandando el camino, volvi bajar tran quilamente al fondo del barranco. Vuelve el carlis ta desandar lo andado, y l encastillarse en su altura nuevamente, y en esta contradanza hubieran continuado hasta la consumacin de los siglos, si harto de tal brega el perseguidor, no hubiese echa do pie tierra, para trepar tras l al vericueto; y abalanzndose entonces, y luchando brazo parti do, con las fuerzas que presta una desesperada de fensa, logr desarmarle y hacerse dueo de la lanza. Cambiados los papeles entre el perseguidor y el perseguido, muy mal lo .hubiera pasado aquel va liente si, con la velocidad del rayo, no logra saltar la silla del caballo, y huir como una liebre po niendo pies en polvorosa. Omitimos lbs desmanes y el saqueo de que fu vctima Sax, donde vino otro asesinato marcar el paso de la faccin. Llevronse gran nmero de pri sioneros, sin parar mientes en sus ideas polticas y condicin, pues si los haba liberales exaltados, no faltaban tampoco los absolutistas. Era uno de stos un fraile franciscano exclaustrado, llamado Fray Santiago Rubio, que accidentalmente se encontra ba en Sax predicando la cuaresma, al que conoc y trat luego en Yecla, por los aos 1864 al 68, donde la sazn desempeaba el cargo de cura prroco del Nio Jess. Con pelos y seales me contaba el exclaustrado los incidentes de aquella jornada, INFANCIA DE CASTELAR 101 desde que en la madrugada del da 2 de Abril par tieron con la faccin hacia Villena, hasta que llega ron Almansa marchas forzadas, donde al anun cio de que se aproximaban tropas isabelinas, huy Forcadell, dejando libres, excepto uno, todos los prisioneros que sac de Sax. Toc los mos la mejor parte en aquella odisea, pues prisioneros iban mi abuelo, su hermano nico el primognito, que ya estaba en posesin del ma yorazgo de su padre, su hijo mayor y otro to mo llamado Julin Palacios, que era hermano de ma dre de mi madre. Mi abuelo, como segundn de casa de vinculista, era naturalmeute liberal acrri mo, mas su hermano, aunque indiferente en polti ca, y sin mostrar preferencias por partido alguno, llevaba en la masa de la sangre todas las antigua llas y rancias preocupaciones de su tiempo, y bien demostr al morir su enemiga por la obra de Men dizbal, valindose de cuantos subterfugios le ofre can las leyes, para eludir los efectos de la desamor tizacin, fi n de que su hacienda no se dividiese y continuara su nombre unido al terruo, sin que le preocupara un ardite dejar en el mundo otro hijo y dos hijas en muy mediana posicin. Mi to Julin, tambin mayorazgo, era, por el con trario, una especie de mirlo blanco con las ms exaltadas ideas liberales, no obstante que las nue vas leyes desamortizadoras le privaban del tercio de su hacienda, que corresponda mi madre y otro hermano, al tener que partirse el importante vnculo de mi abuela. Al llegar Villena, fu reco mendado muy eficazmente Forcadell, en concep to de liberalote acrrimo, por un viejo carlista oja 102 BERNARDO HERRERO OCHOA latero de esta poblacin, y desde tal momento, le colocaron buen recaudo con otros prisioneros es cogidos que llevaban los carlistas sealados con lpiz rojo, sobre los que ejercan una vigilancia es pecial. Traan ya entre stos desde Monforte un tal Jos Aracil, al que menciono, porque de l vol veremos ocuparnos al fi nal de esta narracin. Cuando corrieron en Almansa rumores de que se aproximaban tropas liberales, y decidi Forca dell abandonar precipitadamente la ciudad, ya fue se movido de piedad, porque no contara con tiempo suficiente para llevar cabo una de aquellas fechoras usuales y corrientes en tan brbara gue rra, acaso hizo la vista gorda para que escaparan la mayor parte de los prisioneros, muchos de ellos ancianos que slo le servan de impedimenta. Des de Almansa se volvieron todos los que la faccin se llev de Sax, excepto mi to Julin, oue con Ara.Il y dems liberales alicantinos escogidos, sigui con Forcadell hasta el Maestrazgo. Imposible dar idea del Via Crucis que sufrieron aquellos infelices durante una marcha penossima de una dos semanas. Procuraban los carlistas evitar todo encuentro con tropas isabelinas, cami nando por los sitios ms abruptos y extraviados, y as llegaron lacerados, hambrientos y desnudos al Maestrazgo, pues los serficos defensores del Altar y el Trono iban cambiando uno uno sus pingajos por las prendas de vestir de los prisioneros, al ex tremo de que algunos tenan que cubrir sus carnes con un harapo que por sarcasmo tena el nombre de manta. Ya se haban internado en la provincia de Cas INFANCIA DE CASTELAR 103 telln, cuando alcanz Forcadell una fuerte co lumna isabelina, con la que hubo de trabar comba. te. Oportunamente llegaron al atardecer nuevas fuerzas liberales, que atacando de fl anco los car listas, les dispersaron hicieron huir la desban dada. En aquellos momentos de contusin y pnico pudo escapar mi to, y protegido por las sombras de la noche anduvo la ventura, hasta ir ocultar se en unos matorrales. Considere el lector las ho ras tremendas que pasara, hambriento y aterido de fro; malcubriendo sus carnes con un harapo que haba sido manta; en tierra extraa inhospitala ria, donde acaso le fueran ms temibles los hom bres que las fi eras. Quiz le trajera, en tan mortal zozobra, ms te rror que alegra la claridad del alba, y cuando aga zapado en su escondite, tal vez pensara quin de mandara un pedazo de pan para aplacar su ham bre, divis lo lejos masas borrosas que al parecer caminaban, perdindose en las ondulaciones del te rreno, y reapareciendo cada vez ms cerca del lu gar donde l se hallaba. Brillaron las armas heri das por los primeros rayos del sol naciente, y al fi n pudo apreciar y distinguir con claridad los morrio nes y correajes de los soldados de Isabel II. Vena, en efecto, parte de la columna que haba batido Forcadell, y su encuentro corri con el ansia del nufrago, que lucha con la muerte asido una ta bla, cuando ve aproximarse la nave salvadora. Vena irritadsima la tropa, conduciendo algunos prisioneros, pues el triunfo de la tarde anterior les haba costado sensibles bajas, y as, al ver mi to le tomaron por espa carlista, costando no poco tra 104 BERNARDO HERRERO OCHOA bajo jefes y oficiales contener la soldadesca, que quera dar de l inmediata cuenta. Ha de re cordarse, que estbamos entonces en aquella te rrible poca de la guerra, en que no se daba cuar tel al vencido. Tras de larga marcha sin incidente alguno, llega ron Vinaroz, siendo mi to encarcelado como uno de tantos, con los dems prisioneros carlistas, y si como hemos visto debi ser tremenda la noche an terior, pasada bajo el fulgor de las estrellas, no le ira en zaga la primera que en Vinaroz le depar la suerte, mezclado y confundido con sus aborrecidos adversarios. Con sobrado fundamento le preocupa ba la idea de que vinieran ser los suyos los que perpetraran en l el crimen, que tenan por descon tado desde que salieron de Almansa; mas quiso. Dios que pronto se viese libre de aquella fatalidad que le persegua. Pens si habra en la columna al gn soldado de Sax, y por caridad rog uno de los que entraron que lo averiguase. Providencial mente se encontraba all un sargento hijo de este pueblo, llamado Lorenzo Barcel, quien march en el acto, en unin del soldado que haba llevado la misiva, al lugar donde estaban los prisioneros. Lorenzo Barcel, ms conocido en Sax por el apodo de Lorenzo Cabezn, me Contaba con todos sus detalles, despus de treinta y tantos aos, estos dramticos sucesos. Declame que mi to era una de las bellezas masculinas de nuestra tierra, y que no precisamente porque hubiesen pasado sin verse al gunos aos, sino por las hondas huellas que en l haban dejado dos semanas de horribles sufrimien tos, al presentrsele en tan msero y lastimoso es INFANCIA DE CASTELAR 105 tado, costle por de pronto algn trabajo recono cerle, hasta que al fi n le dijo: Pero cmo, Lorenzo, no conoces tu paisano Julin Palacios En estrecho abrazo se unieron, confundiendo sus lgrimas de alegra, en tanto que exclamaba el sar gento Barcel: Mtenme m y fusfienme cien veces antes que al primer liberal de mi provincia. Dile la grata nueva que tal vez pronto podra abrazar otro paisano y querido amigo, y as fu en efecto, volviendo en el mismo da Vinaroz el resto de la columna, que haba continuado en per secucin de Forcadell, con cuyas tropas vena el ca pitn don Esteban Richarte, hijo tambin de Sax. As como todo son negruras cuando la desgracia nos persigue, todo se nos presenta con rosadas tin tas al volvrsenos de cara el santo, y as la llegada de don Esteban Richarte, antiguo amigo de mi to, que di noticias de su condicin y de sus ideas po lticas, captle en el acto las simpatas de la oficia lidad. Huelga decir que proveyeron todas sus ne cesidades. comenzando por vestirle, y tres cuatro das pas con la tropa, tiempo que muy gusto hu biese prolongado, si ya repuesto de los terrores y quebrantos sufridos en su odisea, no se acordara de que tena una familia la que deseaba abrazar; que, como es de suponer, por muerto le lloraba des pus de dos semanas de dolorosa ausencia. Contemos brevemente, para terminar, dos hechos que vienen ser el complemento de este triste re lato: 106 BERNARDO HERRERO OCHOA Por fi n emprendi mi to su largo viaje, bien pro visto por la oficialidad de cuantos recursos necesi taba, y ya en tierras de Valencia tuvo que pernoc tar en una venta 6 posada. Poco despus que l lleg una seora cuyo aspecto denunciaba la deses peracin y el dolor de que era presa su alma; acom pabala un hombre con traje de pueblo, que igual podra tomarse por servidor que por pariente. Mi rbanse con curiosidad los tres viandantes desde el primer momento, y la confianza que tan pronto nace entre viajeros, necesit bien pocas insinuacio nes para que se diesen conocer aquellas tres per sonas que hacia las mismas tierras se dirigan, y se contaran los motivos que en aquel lugar les haban reunido. Era el varn un hermano del desgraciado Jos Aracil, de aquel compaero suyo de infortu nio, que ya desde Monforte traa prisionero Sax Forcadell, y la desolada seora haba sido su espo sa. Refiriles mi to con todos sus detalles las cir cunstancias dramticas, cuasi milagrosas, que ha ban concurrido salvarle la vida, luego que le contaron el trgico fi n del pobre Aracil su viuda y hermano. Marcharon stos con una fuerte suma ver si podan rescatarle con dinero; pero tuvieron que volverse al llegar la residencia de Cabrera, donde le dieron la fatal noticia de que haba sido fusilado. Lleg Forcadell con los suyos en completo des orden, despus de su derrota; y, sin duda, para mi tigar el despecho que le produjo el descalabro, fue ron inmediatamente fusilados todos los prisioneros que llevaba de su expedicin la provincia de Ali cante, que no haban tenido la suerte de evadirse. INFANCIA DE CASTELAR 107 He aqu el otro hecho: El 28 de Enero de 1844 se sublev en Alicante el coronel de Carabineros don Pantalen Bon contra el nuevo gobierno moderado, del que era alma el clebre Gonzlez Bravo. Entre los sublevados se encontraba don Estevan Richarte. Ajenos al objeto de esta obrita aquellos sucesos, cuyo fi nal desenlace fu el fusilamiento en el male cn de Alicante, el da 8 de Marzo del 44, de vein ticuatro desgraciados, entre los cuales se contaba Bon, slo nos precisa relatar una de las jornadas de aquella sublevacin, en que tom parte don Es tevan Richarte. El da 4 de Febrero marchaba Bon al frente de mil infantes, cuarenta caballos y dos caones, diri gindose Alcoy, fi n de someter esta ciulad. En el siguiente da 5 tuvo un desgraciado encuentro entre Petrel y Elda, empendose una accin que termin en las primeras horas de la tarde, en la que fueron derrotadas las fuerzas sublevadas fren te Petrel, junto la venta de Santa Brbara, lugar que hemos dado conocer en el anterior captulo. Unos doscientos prisioneros, con once jefes y ofi ciales, quedaron en poder de las llamadas tropas leales; Bon, con la mayor parte de los suyos, pudo retroceder y refugiarse en Alicante. Difcil era eva dirse en pleno da, pues la suerte se decidi las dos de la tarde en contra de los sublevados, gracias un ardid contrario las leyes del honor militar y de la guerra, ms propiamente hablando: una traicin. Don Estevan Richarte, que era uno de los que se encontraron en Santa Brbara, pudo esca 108 BERNARDO HERRERO OCHOA par por hallarse en su propia tierra y conocer pal mo palmo aquellos campos. El 7 de Febrero lleg Alicante con numerosas tropas el capitn general de Valencia don Federico Roncal intim en el acto la rendicin de la plaza. La Junta de defensa, no slo se neg ello, sino que le pas una comunicacin hacindole compren der que de su conducta dependa la vida de las pri meras autoridades de la provincia y de varios mi litares que no haban querido sublevarse, quienes tenan arrestados. Contest Roncal con un hecho brutal y temerario, enviando la lista de siete de los jefes y oficiales hechos prisioneros en Santa Brba ra, que hizo fusilar el da 14. en Villafranqueza, don de haba establecido su cuartel general. Con este acto de herosmo, las veinticuatro vctimas del 8 de Marzo, ms otros cuatro desgraciados que sufrie ron igual suerte en los das 12 y 14 del mismo mes en Cocentaina, Monforte y en el mismo Alicante, que suman treinta y cinco muertos, coloc Ronca su nombre en la memoria de los alicantinos, en la misma categora y igual altura que el del pro pio Irriberri (1). Salvo en los primeros momentos, don Estevan Richarte fu llevado con sigilo casa de mis abue los, y all le tuvieron oculto ms de un mes, hasta que pudo trasladarse sitio ms conveniente: as pagaron la deuda de gratitud que con l tenan con trada desde que contribuy salvar su hijo en Vinaroz. (1) En la ya citada obra de Jover, Resea histrica de la ciudad de Alicante, se encuentra la relacin detalla da de los tristes sucesos de 1844. Cap. XXII, pg. 213. INFANCIA DE CASTELAR 109 Hizo luego muy brillante carrera este bravo mi litar, y seguramente hubiese llegado los primeros puestos de la milicia, de no sorprenderle la muerte relativamente joven, pues ya llevaba algunos aos con el empleo de coronel cuando falleci en Barce lona, la edad de unos cincuenta arios, principios del 1859. Para hacer su apologa, baste decir que siempre perteneci al Cuerpo de Carabineros, prestando l timamente sus servicios: primero en Jaca, como jefe del resguardo de la frontera francesa, y luego en capital tan importante, bajo el punto de vista mer cantil y martimo, como Barcelona. En este pas, donde tan bonitas fortunas suelen amasarse con ciertos destinos, don Estevan Richarte, como dijo don Francisco Silvela de Castelar con motivo de su fallecimiento, muri tambin en honrada pobreza, al extremo que tuvieron que atender los amigos en los primeros momentos las necesidades de cuatro hijas hurfanas que dejaba. 1 VII Castelar ante el carlismo. (Continuacin.) Castelar nio y Castelar Presidente de la Repblica. Carcter diferencial entre la primera y segunda gue rra carlistas. Ejemplos que lo demuestran. Sucinta narracin del sitio y asalto de Cuenca por los carlis tas en 1874. Conducta incalificable de los jefes del ejrcito enviados en su socorro. La marcha de Mina ya Cuenca al mando del general Soria Santa Cruz. Opinin de un prisionero sobre el golpe que pudo darse al carlismo. Otro ejemplo acaecido en Sax so bre el modo especial de perseguir carlistas. El car lismo en la revolucin del 68. No prevalece en tiem pos de Prim.Adquiere gran incremento en el reina do de AmadeoL Instauracin de la Repblica.Difi criltades para, combatir los carlistas. Los cantona les. Cuadro que ofreca Espaa en el verano de 1873. Gobierno de Castelar. Reorganiza el ejrcito y emprende ruda campaa contra cantonales y car listas. Pensamos si el lector juzgar oportuno el relato que hemos hecho de la invasin carlista de la pro vincia de Alicante en 1837. Nos ha parecido perti nente proceder de esta suerte, puesto que tal cir cunstancia conti ibuy en primer trmino, formar el ambiente de libertad y de odio al carlismo, que 112 BERNARDO HERRERO OCHOA respir Castelar durante su niez, de donde sin duda, arranca uno de los rasgos ms caractersti cos y menos conocidos de su personalidad. En este pueblo convivi desde la edad de cinco aos hasta los trece, entre las vctimas y actores de aque ll a tragedia, edad en que se modelan y se dejan im presionar las almas cual la dcil cera. Ahora bien: cuando los que de cerca le veamos, recordamos al hombre de gobierno de 1873, con sus insomnios y sus hondas preocupaciones, acerca del problema de la guerra carlista; cuando le vemos jugarse su popularidad ante la salud de la patria, y reorganizar el ejrcito, cortando la avalancha abso lutista que vena arrollndonos; quienes podamos juzgarle con estos antecedentes, veamos destacar se en su fi gura la voluntad indomable del enemigo acrrimo del carlismo, y no podamos menos de compaginar la historia del Castelar nio de 1837, con los actos de presidente del Poder Ejecutivo de la Repblica en 1873. Y debe saberse, que la obra de Castelar, separada ya de la generacin presente por un parntesis de cuarenta aos, ne puede apre ciarse con igual vigor que los hoy ya viejos presen cibamos aquellos tiempos de lucha, pudiendo cul ms, cul menos, aportar al presente nuestro grano de arena al acerbo comn de la historia. Existe esencial diferencia entre la primera guerra carlista, la de los siete aos, y aquella otra que nos cupo en suerte, que vino desenvolverse en el pe rodo revolucionario de 1868. Fu la primera una encarnizada contienda de ideas, en la que luchaban por sus opiniones el hijo contra el padre, y el her mano contra el hermano, sin que esta consideracin INFANCIA DE CASTELAR 113 baste para amenguar sus horrores, ni disculpar su carcter sanguinario. En la primera guerra civil lu chaba de una parte el llamado partido apostlico, ultramontano y ultra -absolutista, incubado al calor de la artera poltica de Fernando VII, partido que fu alma y brazo del terror realista de 1814 y 1824; y frente l luchaban los hijos de las vctimas del absolutismo, y aquellos mrtires vejados y perse guidos que haban podido escapar del suplicio P.-1sta de penalidades. De tales premisas no poda derivarse ms que una guerra implacable y de ex terminio, pues los liberales de antao saban de so bra que tenan ante s la disyuntiva de la victoria la muerte. Pero la segunda guerra civil fu muy otra cosa. Y por qu no decirlo Hubo mucho en ella de co media sangrienta. Concluy aquella guerra cuando convino acabarla los que de ella se servan para sus fi nes polticos: eran necesarios los carlistas en el campo en tanto que maduraba la breva de la res tauracin, hasta caer en la boca del partido alfonsi no. Nosotros que, como ha poco he indicado, somos un pedazo de historia viva, que guardamos en la memoria apuntes de valor inapreciable acerca de las luchas civiles de hace cuarenta aos, podamos citar varios ejemplos, por lo que toca los carlis tas, de jefes verdaderamente liberales, que eran depuestos, apenas se les vea pegar de fi rme las facciones; mas como segn reza el adagio, basta para muestra con un botn, creemos suficiente, como prueba irrefutable de nuestro aserto, recor - dar dos hechos en uno de los cuales cuasi fuimos actor. 114 BERNARDO HERRERO OCHOA Conozco de tal modo los sucesos del asedio y asalto de Cuenca por los carlistas en 1874, que para escribir acerca de ellos slo me falta la condicin de testigo presencial. Baste decir que la que es hoy compaera de mi vida, nacida en Cuenca, arrostr los sobresaltos de aquella brbara y vergonzosa jornada durante los siete das que plugo nuestros modernos vndalos permanecer en la ciudad. Ocul - ta con su madre y hermana en la casa de un amigo, donde llegaban las noticias de los asesinatos, sa queos incendios, y oyendo los toques de corneta y las descargas de fusilera, pas horas de angus tia indescriptible, ignorando la suerte que correr pudiera el autor de sus das. No vamos relatar las escenas de salvajismo de que fu teatro la vieja ciudad castellana; queremos s hacer patente la conducta de un Gobierno que se llamaba liberal, y aun republicano, ante la tristsi ma jornada. Ocupaba la sazn el Poder uno de los Ministe rios que vinieron sucedindose despus del golpe del 3 de Enero, presididos por el Duque de la Tu rre, con Sagasta en Gobernacin, constituido por los que luego formaron la plana mayor del partido sagastino. Tenanse en Madrid noticias ms que suficientes acerca de la marcha y concentracin de las facciones para que cualquier Gobierno previsor hubiese tomado sus medidas, combinando los mo vimientos de las diferentes columnas que operaban en el Centro, fi n de acudir sin prdida de mo mento en auxilio de la desgraciada ciudad, en cu yos pueblos prximos haban reunido los carlistas el respetable ncleo de siete ocho mil hombres. INFANCIA DE CASTELAR 115 Es ms: el 12 de Julio, en vista de la inminencia del peligro, habase telegrafido desde Cuenca al Gobierno solicitando socorro, cuando al rayar el alba del da 13 vino apagar los ltimos ecos de las cornetas, al toque de diana, una descarga cerra da de fusilera. Cuenca estaba sitiada; durante la noche, y sin el menor obstculo, pudieron elegir los carlistas las posiciones ms ventajosas, ocupando las alturas de los cerros que la rodean. Slo se contaba con una guarnicin de unos 500 hombres de la clase de tropa, incluyendo en ellos la Guardia civil, al mando del gobernador militar, brigadier seor La Iglesia, cuya fuerza se agregaron unos Iso 200 paisanos, que en su ma yora haban pertenecido la disuelta milicia nacio nal, reunindose en conjunto unos 700 hombres mal contados, que desde la noche del da 12 hall banse vigilantes y arma al brazo, apercibidos para la defensa de la ciudad. Nosotros hemos estado en Cuenca y hemos po dido apreciar sus defensas naturales, que la con vierten en verdadera fortaleza, estudiando sobre el terreno la marcha de los sucesos de aquella ver - gonzosa jornada. Su exigua guarnicin, heroica mente, y con sobrehumano esfuerzo, se sostuvo los das 13 y 14, sin perder pulgada de terreno, dentro del recinto fortificado. Habase resuelto el problema ms difcil para que la derrota de los carlistas fue se inevitable, cual era sostenerse aquellos dos das, tiempo que se consideraba suficiente para que fue se socorrida la ciudad. Sostena los sitiados, despus de la pica lucha de dos das y tres noches, la fe ciega en que no po. i i6 BERNARDO HERRERO OCHOA dan menos de aparecer la vista de Cuenca, en la maana del da 15, las fuerzas liberales que obliga ran levantar el sitio la faccin. Arreciando sta en el ataque, haba sido de verdadera prueba la pa sada noche, y entre otras mil incidencias con que comenzaba el da, corri en las primeras horas de la maana, produciendo en los sitiados la mayor alegra, la grata nueva de hallarse prxima Cuen ca la columna del general Calleja. Por desgracia no eran fuerzas liberales las que la vista se pre sentaban: era el cura de Flix, que vena al frente de tres batallones y un escuadrn de caballera, re forzar las partidas que sostenan el sitio, llegando reunirse, con ste y otros cabecillas que haban ido acudiendo, el respetable contingente de 12.000 hombres. A la decepcin producida por la falsa noticia de la llegada de tropas liberales, sucedi el desaliento en aquel puado de valientes, ya exhaustos de fuer zas y extenuados, ante otra noticia, muy cierta por desgracia: la de que estaban entrando los carlistas en la ciudad. No tomaron stos Cuenca por su arrojo y valor personales: la punible conducta de los jefes que iban al frente de las fuerzas liberta doras dio margen que laborasen los numerosos adeptos con que en Cuenca cuenta el absolutismo, que en constante comunicacin con las facciones desde antes del asedio, las tenan al tanto del esta do de nimo de sus moradores y de cuantas circuns tancias podan alentarles, sealndoles por fi n el punto dbil por donde podan penetrar. Dueos los carlistas de Cuenca, y hecha prisio nera su guarnicin, permanecieron en ella cuatro INFANCIA DE CASTELAR 117 das, aprovechando los ratos de expansin que les concedi su generalsima doa Blanca, entregados al pillaje, al asesinato y al incendio, y cuando lo creyeron conveniente, y sin que nadie les empuja - ra, salieron fanfarronamente en pleno da cargados de botn, llegando sanos y salvos sus madrigue ras del Maestrazgo. Qu haca mientras tanto el Gobierno Dijrase que nuestros soldados se los haba tragado la tie rra, que no era Cuenca la capital de una provin cia espaola, sino aduar moruno al que apenas lle gaba la autoridad del sultn. Totalmente desampa rada estuvo desde la noche del 12 de Julio, en que cay sobre ella la faccin, hasta el da 19 que tuvie ron bien abandonarla, saliendo las nueve de la maana el real ejrcito de don Carlos, llevando al frente los serensimos y trashumantes prncipes, in fantes lo que fueren, don Alfonso de Borbn y doa Blanca. El gobierno cumpli con su deber en los prime ros momentos, disponiendo saliesen en socorro de Cuenca fuerzas del ejrcito, y, en efecto, el da 13 de Julio, de madrugada, se apeaba en la estacin de Minaya, con 3.500 hombres, el general Soria Santa Cruz; mas al no haberle fusilado luego sin formacin de sumaria, hzose el gobierno solidario y cmplice de su conducta. Emprendi inmediatamente el general la marcha hacia Cuenca, y asmbrense los lectores: en cinco das con sus noches recorri una distancia de cator ce leguas! Y no es que encontrara en su camino el menor tropiezo, sino que, antes por el contrario, en todos los pueblos del trnsito eran recibidas las tro i i8 BERHABDO HERRERO 0OHO.A. pas con la mayor ansiedad, y fi n de que llegasen tiempo de escarmentar los carlistas, tenan pre venidas de antemano las autoridades raciones, ba gajes, carros y cuanto se les pudiera ofrecer; indi cndoles el camino ms corto, que no siempre se gua el general, y ofrecindose desinteresadamente servirles de guas. El dia 15, en que se redujo la jornada de Caa bate Honrubia, dos leguas escasas, unironse Soria Santa Cruz, en el ltimo pueblo, las fuerzas de los brigadieres Araoz y Fajardo, formando un contingente de 7.000 hombres, con seis ocho pie zas de artillera rodada. En la ltima jornada llegan el 17 de Julio Vi llar de Saz de Arcas, distante de Cuenca slo dos leguas, y all recibe Soria Santa Cruz la noticia, por un guardia civil fugado, de que han entrado los car listas en la ciudad, y que llevan dos das entregados al pillaje y al incendio, asesinando por las calles indefensos y honrados ciudadanos. El heroico general se lamenta de tamaos males, y exclama que la cosa ya no tena remedio. Perma necen las fuerzas en el Saz de Arcas, y al siguiente da 18 contempla desde una altura la salida de al gunas fuerzas carlistas, conduciendo prisionera la guarnicin (1). (I) Uno de los sucesos de que he hecho en mi vida ms detenido estudio es el sitio y asalto de Cuenca por los carlistas en Julio de 1874. Entre los documentos his tricos consultados fi guran, en primer trmino, dos fo lletos escritos por dos testigos presenciales, el de don Germn Torralba y el de don Santiago Lpez, titulado: Los sucesos de Cuenca ocurridos en Julio de 1874. Cuenca, 1878. Imprenta y librera de Manuel Mariana INFANCIA DE CASTELAR 119 Dicho queda que el da 19, las nueve de la ma ana, evacuaba Cuenca el grueso de la faccin, llevando consigo numerosos prisioneros, dirigin dose Caete por la carretera de Valencia, y ha ra cosa de una hora cuando llegaba la poblacin una avanzada de caballera del ejrcito, por la mis ma carretera de Valencia, caminando en direccin contraria la que llevaban los carlistas. Apareci, pues, en la Carretera, llano de la ciudad, dicha avanzada, con todas las precauciones de quien es pera habrselas con un enemigo ausente. Ridcula entrada, dice don Santiago Lpez, que llena de in dignacin y coraje los que hace un instante han abrazado en despedida, quin sabe si para no vol verlos ver ms, sus hermanos, padres 6 hijos. Huelgan comentarios, que dejamos ntegros al bondadoso lector, mas por nuestra parte hemos de permitirnos algunas preguntas. Pudo el general Soria Santa Cruz llegar Cuen ca en tiempo oportuno para libertarla del asalto de los carlistas Si esto fu imposible, no pudo cogerles con don Alfonso y doa Blanca en el callejn sin salida donde se haban metido, destrozando aquel ncleo y Sanz. Don Santiago Lpez describe en este folleto, minuciosamente y da por da, la marcha de Soria San ta Cruz desde Minaya Cuenca, hasta que una hora despus de haberla abandonado los carlistas se ven lle gar las primeras avanzadas de las fuerzas del ejrcito, con asombro indignacin de sus habitantes. La ndole de este libro nos veda descender mayores detalles, puesto que slo fi guran en el los sucesos de Cuenca ttulo de ejemplo, en comprobacin de algunas afirma dones que me he permitido hacer. 120 BERNARDO HERRERO OCHOA de 12.000 hombres, que eran el nervio de la guerra civil en las provincias del Centro Qu explicacin ni disculpa tiene que permane ciera desde el da 17 en Villar de Saz sin salir so correr Cuenca cortar por lo menos el paso la faccin Slo vamos contestar la primera de estas pre guntas. Las fuerzas que sac de Madrid Soria Santa Cruz estaban descansadas, y las que luego se le in corporaron en Honrubia, ni estaban rendidas, ni se desanimaban al tener que proseguir la marcha con precipitacin. Ejercitadas ya en la persecucin de las partidas, haban dado pruebas varias veces de que saban resistir los trabajos de la vida de cam paa, y bien pudieron llevar cabo dos jornadas de ocho leguas, para presentarse la vista de Cuenca en la maana del da 15 de Julio. A qu proseguir La opinin pblica se sobre excit ante aquel escndalo y hubo necesidad de calmarla. Cmo Celebrndose un Consejo de gue rra; pero como cuasi siempre sucede en estos casos, el Consejo de guerra dict un fallo absolutorio. Demos ya fi n estos apuntes, ponindoles como digno remate los siguientes prrafos del notable fo lleto de don Germn Torralba (1), quien describe las incidencias de tan cruentas jornadas, primero como defensor de Cuenca con las armas en la mano, y luego como uno de los prisioneros que llevaron (t) Cuenca. Episodio de la guerra civil del Centro, por Germn Torralba, empleado de Hacienda pblica, pri sionero en la toma de dicha ciudad por las fuerzas car listas al mando de don Alfonso y doa Blanca. Ma drid, 1876. Imprenta de Noguera, cargo de M. Mar tnez. Calle de Bordadores, nm. 7. Pgina 64. INFANCIA DE CASTELAR 121 los carlistas el 19 de Julio en su retirada, cuya odi sea nos pinta con los ms vivos colores. He aqu cmo se expresa el Sr. Torralba: A la media hora de camino comprend perfecta mente la ruta que llevbamos, pues dejando la ca rretera de Valencia, tomamos la de Teruel, que en distancia de tres leguas, nicas que estn conclui das, son camino de las ocho que resultan de Cuen ca Caete por aquella direccin. Las tres leguas de carretera son por camino llano, atravesando una vega de aquella longitud por una de anchura en los puntos que ms se ensancha. Ms claro: aquel te rreno, partiendo de Cuenca, forma una especie de herradura, cuya fi gura le dan por lados y frente ele vadas cordilleras. Oportuno es consignar que, aunque profano en el arte de la guerra, puedo asegurar que con slo cinco seis mil hombres, apoderados de antemano de aquellas posiciones (,por qu no lo hara, deci mos nosotros, el general Soria Santa Cruz) podan aguardarse tranquilamente veinte mil de las con diciones de los carlistas, que en mucho menor n mero nos acompaaban, no para disputarles el paso sus madrigueras, sino para batirlos y destrozar los; y si la Providencia me hubiese deparado la suerte de convertirme en general al frente del n mero de soldados indicados, con su correspondien te artillera y caballera, seguramente me hubiera permitido la honra de vengar Cuenca, convirtien do la vega en sepultura de muchos carlistas y des concertar aquel enemigo, entonces nervio de las facciones del Centro y Catalua. No sucedi as, y claro est que de nadie es la 122 BERNARDO HERRERO OCHOA responsabilidad cuando ningn culpable ha resul tado, no obstante que, por lo menos desde el da 13, se saba de un modo positivo el asedio de Cuenca, y las tropas mandadas en nuestro socorro no pudie ron llegar hasta el mismo da 19, y como una hora despus que nosotros llevbamos de marcha, que se presentaron la vista de Cuenca las avanzadas, causando la admiracin de los vecinos el que no nos hubiesen encontrado por traer el mismo camino que nosotros llevbamos. Tampoco sucedi as y lstima grande fu, aun que lo probable es que los prisioneros hubiramos fenecido, que el jefe de aquellas fuerzas, con me jores noticias que las que tena, no siguiese al des cender la carretera, por donde nosotros habamos pasado, la direccin nuestra en vez de la de Cuenca, sea la opuesta. Nada de lo natural sucedi, y claro es, por ltimo, que la fatalidad estaba con nosotros en aquellos das y la fortuna con don Alfonso y doa Blanca. No tiene desperdicio el siguiente suceso, que se ajusta como anillo al dedo en la demostracin de nuestro aserto, relativo lo que fu la segunda guerra carlista. Reune este hecho las circunstan cias de haber yo sido testigo presencial y fi gurar como protagonista hroe uno de los jefes de la brillante expedicin d Cuenca, que acabamos de na rrar, quien sin duda debi adiestrarse en el arte de perseguir carlistas al lado del general Soria Santa Cruz; nos referimos al brigadier Fajardo. Corra la primera quincena de Octubre de 1875 cuando de la provincia de Valencia se corri la de Alicante el cabecilla Cucala, al frente de 700 8co INFANCIA DE CASTELAR 123 desarrapados. Quien esto escribe ocupaba la sa zn la plaza de mdico titular de Sax, por cuyos pueblos circunvecinos andaba Cucala merodeando. Esperando estbamos de un momento otro, como era natural, la simptica visita, y por las noches, es pecialmente, quedaba el pueblo medio desalojado. Muchas familias, en particular seoras y gente me nuda, marchaban pernoctar en las casas de cam po, y los liberales ms significados andaban ocul tndose salto de mata; all quedbamos, en una poblacin abierta indefensa, el mdico, el cura, las autoridades.., resignados que hiciesen los car listas de nosotros lo que les viniese en ganas. Ya llevbamos en vela cinco seis noches, cuan do recibimos un telegrama en que se nos deca que las diez de la maana haba entrado en Elda la faccin. Dista Elda de Sax slo seis siete kilme tros; de suerte que ya considerbamos los carlis tas dentro de casa, cuando volvieron telegrafiar diciendo que haban marchado en direccin Mo nvar, donde llegaron las cuatro de la tarde. Cuasi al mismo tiempo que el segundo telegrama, lleg Sax la noticia de que se aproximaban fuer zas del ejrcito, y corriendo de boca en boca la fra se que viene tropa!, que viene tropa!, salimos mu chos esperarles. Era, en efecto, el brigadier Fa jardo, que se present la vista de Sax al frente de una columna de cinco mil hombres. Por cierto que al embocar la tropa el puente so bre el Vinalop, que da acceso la poblacin, tuvi mos una desagradable sorpresa, pensando fuesen los carlistas los que se hallaban delante de nos otros. Traa la columna de vanguardia unos sesen 12 4 BERNARDO HERRERO OCHOA ta ochenta paisanos, manta al hombro y con sus paolillos de seda la cabeza: eran liberales perse guidos de la provincia de Valencia que, no dejn doles vivir en sus pueblos, pedan un fusil y se agregaban las tropas, y segn la oficialidad con taba, vala por diez cada uno de ellos. Eran el te rror de los carlistas. Excelentes tiradores como buenos valencianos, all donde echaban el ojo po nan la bala, y ya se haban puesto prueba batin dose en Bocairente y en otros puntos con la fi ereza de sus ascendientes los almogvares. Nadie poda imaginar lo que hizo en Sax Fajar do: no traa las tropas cansadas, ni mucho menos, y forzando un poco la marcha, y aprovechando va rios atajos, pudo en media hora, lo sumo en tres cuartos de hora, caer sobre Monvar; y fuerzas llevaba ms que suficientes para haber destacado un par de batallones y algunos caballos, cortando la retirada los carlistas por la parte de Elda, donde slo existe un camino angosto, fl anqueado por ce rros, abierto entre el viedo y la arboleda. De este modo se hubiese encontrado la faccin cogida entre dos fuegos, y ni uno escapa de la ratonera en que se haban metido. Pero asmbrese quien esto lea. En vez de aqu llo, que pareca de sentido comn, el brigadier Fa jardo di en Sax siete horas de descanso c la colum na, saliendo all las doce de la noche, haciendo como que persegua la faccin, cuando ya le lle vaba seis horas de delantera, marchando por el nico escape que pudo cortrsele tan fcilmente, y as prosigui aquella parodia de persecucin, hasta que cruzaron el Jcar los carlistas por la pro INFANCIA. DE CASTELAR 125 vincia de Albacete, creo que por Jorquera, dis parndoles algunos tiros al aire desde la orilla opuesta. Cuando sal esperar las tropas, se separ de fi las y vino abrazarme un oficial: era mi compa ero y amigo ntimo Pepe Cortina, hijo de Alman sa, que haba ingresado en Sanidad militar y vena de mdico del batalln reserva de Madrid. Como era natural, me lo llev casa, invitndole que se trajera los amigos que quisiese, y por haber sitio adecuado donde acomodar los caballos, vinirbn se con l dos oficiales de caballera que casualmen te iban ya con Fajardo cuando se incorpor en Honrubia la columna de Soria Santa Cruz. Dispsose, como era natural, cena para todos, y durante ella contaron cmo en la famosa marcha de Minaya Cuenca manifestaron tropas y oficialidad ostensiblemente su disgusto ante la inconcebible conducta de su general; y comentando el extrao proceder de Fajardo en aquellos momentos, trina ban los oficiales de Caballera y se tiraban de los pelos, al ver cmo les haba privado de copar los carlistas, dando cuenta de Cucala con toda su gente. Pocos comentarios hacen falta para poner de re lieve la actitud de Castelar ante el carlismo; mas si del todo huelgan para los que fuimos contempor neos de la poca de su gobierno, transcurren los aos y pronto irn extinguindose estos recuerdos en el fondo de archivos y bibliotecas. Creemos, por ende, conveniente y til hacer un resumen, si quiera sea muy parco, de lo que fu la revolucin 126 BERNARDO HERRERO OCHOA de 1868, por cuanto atae la segunda guerra car lista. Nosotros, que slo nos proponemos en estas pginas dar conocer la infancia de Castelar, aun cuando en cierto modo hayamos de quebrantar nuestros propsitos, estimamos pertinente traer este lugar hechos de la vida poltica del gran esta dista, por las conexiones que guardan con las cir cunstancias de su niez, de que venimos ocupn donos. La revolucin del 68, sin la oportuna aparicin del general Prim bordo de la Zaragoza en la ma drugada del da 18 de Sepliembre, hubirase redu cido uno de tantos pronunciamientos de los acae cidos en el reinado de Isabel II. Quiz no hubiera pasado de un mero cambio poltico, con la cada de los moderados, substituyndoles en el Poder un Mi nisterio de la Unin liberal con ms menos lastre progresista. Sus principales iniciadores, monrqui cos y conservadores, los ms de ellos, nunca pensa ron que quedara vacante el Trono, y cuando ms se hubiera llegado la abdicacin de Isabel II en su hijo el prncipe Alfonso, al que se hubiera pro clamado rey bajo determinada regencia. Muchos de los elementos revolucionarios, y muy especialmente el partido unionista, fueron llevados A remolque por aquella corriente francamente de mocrtica que se imprimi la revolucin en los primeros momentos, y si aceptaron el destrona miento de los Borbones, fu reserva de tomar luego la revancha, cuando les brindaran la ocasin tiempos ms bonancibles, y as, aquel movimiento, grande y glorioso en sus comienzos, llevaba dentro de s el germen de su disolucin. INFANCIA DE CASTELAR 127 De vivir Prim, otros muy distintos rumbos hubie se seguido la historia de Espaa, y cuando traido ramente caa acribillado balazos, pocos pasos del templo de las leyes, no era el hroe de los Cas tillejos quien mataba el plomo de sus viles asesi nos, sino al alma y al brazo de la revolucin de Septiembre. Revolucionario irreductible, con su gran ascendiente en el ejrcito, fu el valladar don de se estrellaba todo intento restaurador y sus tres famosos jamases, poniendo el veto la vuelta de la cada dinasta, acaso fu lo que determin su sen tencia de muerte, sirviendo de brazo ejecutor en el execrable crimen, la hidrofobia de algunos locos polticos. Con el general Prim nunca prevalecieron las intentonas carlistas, y le bastaban ocho das para dar cuenta de ellas. Roto con su muerte el lazo que una los ele mentos radicales de la revolucin, tampoco hubo quien le sustituyese para aunar voluntades en el ejrcito, y as, la dinasta de Saboya, que l instau r en el Trono espaol, y que acaso hubiera con solidado, arrastr vida efmera y difcil, viendo cmo se ahondaban, hasta convertirse en abismos, las diferencias entre los partidos que haban de sos tenerla. Entonces comenz adquirir el carlismo incremento inusitado, y apareci ostensiblemente el bando alfonsino, ingresando en l desde el prin cipio valiosos elementos revolucionarios. Cuando el honradsimo y caballeresco Amadeo de Saboya, que segn frase de un escritor contem porneo rein en Espaa de mala gana, y que an tes que verse reducido ser rey de un partido, pre fi ri deponer la corona, devolvindola la Repre 128 BERNARDO HERRERO OCHOA sentacin nacional, de cuyas manos la haba recibi do, no poda ser ms sombro el cuadro que ofre ca esta desgraciada nacin. Profundamente dividi do el viejo partido progresista, ocupaba la sazn el Poder la fraccin radical ms avanzada, y en el retraimiento estaban los llamados constitucionales, luego sagastinos. Cada da ms ensoberbecidos los laborantes alfonsinos; pujante el carlismo, sobre todo en el Norte y Catalua, sin contar con un ge neral sinceramente revolucionario que oponerle; con una guerra separatista allende los mares; y cuando todos los enemigos de la revolucin apela ban al viejo sistema reaccionario de disfrazarse de demagogos, exagerando sus principios para hacer la caer en el descrdito, vino la renuncia de Ama deo I plantear inopinadamente el arduo problema del cambio de forma de gobierno. No vamos entrar en pormenores acerca de la memorable sesin de la asamblea nacional en la noche del lo de Febrero de 1873; si recrdaremos la fatalidad, que priv en sus albores la naciente Repblica, de la cooperacin personal de los dos mayores prestigios con que contaba el partido ra dical; Rivero, la sazn presidente del Congreso, y Ruiz Zorrilla, presidente del ltimo Ministerio de la monarqua dimisionaria. Un exceso de honradez poltica, y de fi delidad al rey demcrata quien ha ba servido, alejaron este ltimo de la poltica, viniendo como causa ocasional el inoportuno inci dente promovido en el Congreso entre e y Rivero, sobre si haba de seguir no en funciones el ltimo Ministerio de la monarqua, en tanto que las Cortes eligieran los ministros que haban de sustituirle. INFANCIA DE CASTELAR 129 Quedaron en cambio compartiendo por igual los puestos del gobierno, en virtud de la transaccin de republicanos y radicales que trajo la Repblica, la parte ms acomodaticia de estos ltimos, que algu nos despertaron ministros de Amadeo, y se acos taron ministros de la Repblica. Y aquellas Cortes, completamente hostiles, que fueron la rmora del nuevo orden de cosas, elevaron su presidencia al prototipo de todas las veleidades, D. Cristino Martos, cuya volubilidad corri siempre parejas con su gran talento. En conspiracin constante vivi el gobierno re publicano durante los dos primeros meses, y cuan do vencida la intentona de 23 de Abril, llamada de la plaza de toros, pudieron trabajosamente reunir se las Constituyentes de la Repblica comenzaron las disensiones entre los primates del partido, por si se haba de empezar concluir por proclamar la federal y por los grados de federalismo que ha ba de tener. Mientras esto ocurra, atados de pies y manos los gobernantes, apenas si haban tenido tiempo de organizar fuerzas y arbitrar recursos, que oponer al carlismo, que estaba llamando las puertas agresivo y pujante. Todos los partidos, empezando por los radicales, que haban coadyu bado la instauracin del nuevo rgimen, venan haciendo el vaco en torno de la Repblica, y aque llos gobiernos honradsimos, pesar de sus erro res, dondequiera que echaban mano en busca de caudillos, slo topaban con la ineptitud la trai cin. Para que nada faltase, vino la inicua, la insensa ta insurreccin cantonal, caso inslito de demencia 130 BERIYARDO HERRERO OCHOA suicida, por no darle nombre ms adecuado, en que se sublevan contra s mismas unas Cortes, unico poder y representacin legtima que la nacin tena. Pavor causa recordar la situacin de la triste Es paa en el verano de 1873. Arda la guerra separa tista en Cuba; crecan sin dique alguno las facciones en las provincias del Norte, Catalua y Centro, y la regin de Levante y Andaluca eran presa de los cantonales. Con razn deca Carlos VII, que el pri mero de sus generales era el general Repblica. Si entonces no entraron los carlistas en Madrid, y se sent su rey en el trono de San Fernando, durma mos tranquilos, que no ha de ofrecrseles ocasin ms propicia. Nos llevara muy lejos, si quisiramos profundi zar en los acontecimientos de aquellos das nefas tos, mas no debemos omitir un dato que en su ce guera no vean aquellos desatentados intransigen tes: el de que en el negocio de los cantones colabo raban muchos de los mayores enemigos de la Re pblica. Dgalo el cantn valenciano, cuyo frente estaba el Marqus de Cceres, uno de los ms ca racterizados alfonsinos. La recta conciencia de Castelar; su acendrado y ardiente patriotismo; el desamparo en que queda ban sus ideas gubernamentales entre los primates del republicanismo, no le permitan mirar con indi ferencia aquel incendio, aquellas turbulencias que estaban desgarrando el seno de la patria. El no quera, l no deba, l no poda consentir que pere ciese en sus manos su adorada Espaa: fu precisa una rectificacin de conducta, y noble y honrada INFANCIA DE CASTELAR 131 mente rectific, echando por la ventana su grande y merecida popularidad. En el Parlamento y la faz del mundo, ante la anarqua que amenazaba devorarlo todo, y la indis ciplina del ejrcito, declar con toda valenta que nos sobraba repblica y que estbamos faltos de orden y de disciplina; y en su discurso, pronun ciado en el Parlamento el da 30 de Julio de 1873, quedaron escritas estas sublimes y patriticas pala bras, en las que est condensado el fervoroso culto que senta por Espaa: Y tenedlo entendido de ahora para siempre: yo amo con exaltacin mi patria, y antes que la libertad, antes que la Repblica, antes que la federacin, antes que la democracia, pertenezco mi idolatrada Espaa. Ah! Yo no veo al patriota en el diputado que se va de aqu sublevar las provincias, que rompe la patria, que pone una bandera odiosa y odiada sobre el tope de las naves de don Juan de Austria y del marqus de Santa Cruz; yo no veo ah Es paa, yo la veo en el voluntario de Estella, que, con su mujer al lado, sobre cien quintales de pl vora, con la mecha encendida, aguarda que llegue el facineroso carlista para morir como bueno. S; all est la patria de Viriato, all est la pa tria de Pelayo, all est la patria del Cid, all est la patria de Daoiz y Velarde, all est la patria de la mrtir Gerona y de la santa Zaragoza. Jams ambicion Castelar las efmeras delicias del poder, y cuando al advenimiento de la Rep blica, dada su alta representacin poltica, hubo de aceptar una cartera, sinti verdadero miedo, y re 132 BERNARDO HERRERO 00110 huy cuanto le fu posible ocupar la primera ma gistratura de la nacin. Muy poco dur su colabo racin personal en el Gobierno, y desde su escao de diputado defendi lealmente y apoy todos los Ministerios que vinieron sucedindose. Primero apoy Figueras, luego apoy In Margall hasta el ltimo momento, hizo cuanto le fu dable para que Salmern no abandonara el Gobierno. Mas cuando el Poder vino sus manos, impuesto con fuerza incontrastable por las excepcionales cir cunstancias en que la nacin se hallaba, lo acept como compromiso de honor, considerndolo una verdadera desgracia. Nadie pudo llamarse engao, cuando lleg al Poder Castelar investido con las facultades y auto rizaciones extraordinarias que las Cortes haban votado. Todos, absolutamente todos, saban qu vena, costara lo que costase. Vena reconstituir la patria, y era preciso empezar para tan ardua empresa por reorganizar el Ejrcito y restablecer la disciplina, y reorganiz y disciplin al Ejrcito, devolviendo tambin los artilleros sus caones. Slo con sus ministros, y teniendo en frente des de los monrquicos de todas las procedencias y ma tices, hasta los exaltados federales, plante y des arroll desde el Poder aquella poltica guberna mental, que tantas simpatas vino captarle entre los elementos neutros de la nacin, y emprendise desde luego vigorosa campaa contra los cantona les y carlistas, como no haba vuelto verse desde los tiempos del general Prim. Slo restaba de la insurreccin cantonal en las postrimeras de 1873 el cantn cartagenero, que, INFANCIA DE CASTELAR 133 no obstante contar con medios de que jams dispu so sublevacin alguna, punto estaba de caer, cuando mora la Repblica mano airada en la ma ana del 3 de Enero. Castelar muy pronto hubiese dado cuenta de l, as como del carlismo, que ya se encontraba asaz quebrantado, con lo cual no hubie ra tenido que envidiar lo nico que envidi en su vida: el que terminara Cnovas la segunda guerra carlista. VIII Los primeros estudios de Castelar. Su primer maestro. Importancia de todo dato acerca de este asunto; defi ciencias y confusin. Fu Sax la cuna literaria de Castelar. Reftase el error de que estudi latinidad en Elche. Don Pedro Valera su primer maestro; toma posesin de la escuela de Sax en Junio de 1842, y permanece Castelar en ella tres arios bajo su direc cin exclusiva. Un recuerdo de Castelar en 1898. Retrato del maestro. Su historia. Es primero agri cultor. Vicisitudes de su vida . Decide dedicarse la enseanza y desempea la escuela de Agost.Im portantes estudios que realiza en este pueblo. Obtie ne el titulo de maestro la edad de cincuenta aos, y desempea durante quince la escuela de Sax.Su muerte. Sus predicciones. Castelar no pis las ca lles de Elche. No volvi ver su primer maestro, quien llora como un padre. Fu Castelar ante todo hombre de letras, y huel ga por ende todo encomio cuanto contribuya dar conocer sus primeros pasos en la enseanza. Asunto es ,te asaz confuso, y hasta el presente muy poco conocido, que bastara por s solo para justificar la publicacin de este modesto libro, que, aparte toda afectada modestia, nos consideramos uno de los pocos, acaso el nico que, con funda 136 BERNARDO HERRERO OCHOA mento, pueda acometer la empresa de escribirlo. Diez y ocho arios aqtes qu quien esto escribe, vino al mundo don Emilio Castelar, y esto no obs tante, an alcanc su primer maestro. Uno y otro fuimos discpulos de don Pedro Valera Herrero, el to Pedro Valera, como en Sax le llamaban cari osa y familiarmente; y aun hoy recuerda este pue blo con tal tratamiento y nombre, al cabo de ms de medio siglo que desapareci del mundo de los vi vos, aquel sabio pedagogo de imperecedera me moria, cuyo paso por la enseanza todava se ad vierte en la brillante estela que dejara en la gene racin que va hoy tocando su ocaso. No est al presente totalmente perdida la memo ria de aquel insigne maestro. Morayta, en su exce lente obrita, Juventud de Castelar, recuerda que le ense leer el maestro de escuela de Sax, y Gon zlez Araco, en su bien escrito libro titulado, Caste lar, su vida y su muerte, cuenta, hasta con ciertos detalles, algo de lo que se refiere sus primeros estudios, hechos bajo la direccin del mulo de Pestalozzi don Pedro Varela, que as le llama, y no Valera, cual es su verdadero apellido. As como Cdiz cupo la suerte de haber sido la cuna de nuestro excelso tribuno, cupo . Sax la glo ria de haber proporcionado el primer alimento lite rario su preclara inteligencia. Quiero y debo re cabar esta gloria, en absoluto y toda entgra, para este pueblo, y vome por ello obligado rebatir un error, que hasta ha sido reproducido en publicacin de tanta importancia, como el Diccionario enciclop dico Hispano-Amerscano. Se ha dicho que Castelar hizo sus estudios de INFANCIA DE CASTELAR 137 primera enseanza y latinidad en Elda, en Sax y en Elche; en cuanto al primero de estos pueblos ya ve remos la parte que le corresponde; mas por lo que atae que hiciera en Elche cualquier gnero de estudios, lo niego en absoluto. Castelar march de Sax Alicante en 1845, continuar con el tercer ao sus estudios del Bachillerato, sin haber conoci do otro maestro que don Pedro Valera. Parte este error sin duda del folleto del seor Pay Pertusa anteriormente citado, al que parece presta cierta autoridad el estar escrito por un hijo de Elda. Trabajo de tijera, como suele decirse en el argot literario, de las cuarenta pginas que con tiene, slo corresponden las cuatro seis ltimas la propia cosecha del autor, y en tan li mitado espa cio, si bien se encuentra algn dato biogrfico in dito de Castelar, tropizase, especialmente, en cuan to se refiere sus primeros estudios, con deficien cias inexactitudes de gran bulto. Es muy extrao que el seor Paya Pertusa, tan minucioso y detallista, ni siquiera mencione los muy importantes estudios que en Sax vino hacer Castelar, ni que tuviera la menor noticia de que su familia le llev de hecho este pueblo en 1842, per maneciendo en l ms de tres aos al lado de su maestro don Pedro Valera. En cambio nos da co nocer, con sus pelos y seales, los maestros que en Elda tuvo, sargento del ejrcito que haba sido uno de ellos por ms seas, y al otro, con el que estudi Matemciticas, cuando vendra tener ape nas de seis siete aos, ciencia que, decir verdad, no fu la que luego prest el mayor brillo al insig ne estadista. 138 BERNARDO HERRERO OCHOA Ni discutir queremos estos estudios de Matem ticas, y admitimos como bueno el importante dato de que los chicos de la escuela de Elda llamaran Castelar el sabidillas. No queremos tampoco supo ner que influyeran en el seor Pay Pertusa, res quemores ni viejas rencillas, ms menos funda das entre pueblos vecinos, y considero harto balad para la historia de don Emilio Castelar, aquilatar los grados de simpata que sentir pudo por uno otro pueblo. Mas, sin embargo, como quiera que se advierte cierto desden en el autor del folleto, en cuanto las conexiones que tuvo de por vida Cas telar con Sax, bien pudiera citarle para demostrar las multitud de datos acerca de sus amistades en Elda, que bien pudo desconocer el seor Paya Per tusa, y que acaso fueran de los ms importantes. Con cierta veneracin recuerdo el curso de 1863 al 64, que lo pas en Elda, estudiando latinidad con el clebre ciego don Joaqun Gras y Prez. Duran te mi estancia en el citado curso, las relaciones ms ntimas que all tuve, fueron con la familia de don Genaro Amors, donde sola hospedarse Castelar, y cuasi puedo asegurar que despus de su vuelta de la emigracin, en que creo ya haba muerto don Genaro Amors, ni siquiera una noche volvi pernoctar en Elda. Siempre fu Sax el centro de sus excursiones la tierra alicantina; all puede decirse que tena su casa solariega, segn podran atestiguarlo los nu merosos amigos que acudan este pueblo visi tarle, y como testigos de mayor excepcin, pudira mos citar sus secretarios particulares Solier y Alberola. Nunca, sin embargo, dejaba de visitar INFANCIA DE CASTELAR 1 39 Elda, donde an le quedaban queridos amigos de la infancia. Bien puede verse por lo expuesto, y algo ms que omitimos, atentos la concisin, que estamos bien documentados para escribir sobre este asunto, y no concebimos que ignorar tan en absoluto el seor Pay Pertusa las grandes conexiones que con Sax tuvo don Emilio Castelar, as en su niez como du rante el resto de su vida, para que no haga acerca de ellas mencin alguna, con lo que presta fl aco servicio para su historia, sembrando la confusin y la duda en asunto tan importante como el de su primera y segunda enseanza, omitiendo los prin cipales datos y contando otros del todo gratuitos, que han venido copindose en todas partes, al no existir otro documento ni bueno ni malo acerca de los aos de su niez. No pretendo al escribir estas pginas conquistar el dictado de historiador; pero materia histrica son despus de todo, que puede ser utilizada ea lo por venir por los bigrafos de Castelar, y si para esto no sirvieran perderamos el tiempo lastimosamen te. Debemos, por tanto, tener la virtud de la impar cialidad, indispensable quienes se ocupan de tra bajos de este gnero, y hartas pruebas he dado de atenerme ella por cuanto Elda se refiere, pro digndole boca llena mis elogios siempre que los ha merecido. Perdneme el lector si, aunque bien pesar mo, doy extensin inusitada un asunto que trazas tie ne de reproche contra el folleto del seor Pertusa; y perdneme tambin ste, pues no es mi intencin zaherirle, si algo molesto encuentra en mis pala 140 BERNARDO HERRERO OCHOA bras; mas juzgo indispensable sentar estas premi sas, en las que ha de basarse la refutacin de erro res que tanto afectan cuanto atae los primeros pasos dados en la enseanza por el estadista emi nente. No obstante, lo que escrito queda desde las primeras pginas de este libro, referente lo que fu Sax para Castelar, solamente una vez, y por nece sidad ineludible, aparece en el folleto el nombre de este pueblo en la lnea y media que copiamos, se gn est escrita y puntuada, donde al punto se echa de ver que no es posible elegir otras quince pala bras, ni coordinarlas de mejor manera para obscu recer un asunto y sembrar en l la confusin. Dice as el seor Paya Pertusa refirindose la ensean za de Castelar: Se cri en Elda, donde aprendi primeras letras y latinidad en Sax y en Elche. Como se ve, resulta la cosa tan clara como las lobregueces de media noche. Si hubiese al menos una coma despus de primeras letras, sabramos si quiso decir el autor del folleto que hizo este es tudio exclusivamente en Elda; y si pens dar en tender que estudi en este pueblo la primera ense anza, debi expresarlo as, pues que primeras le tras y primera enseanza no son precisamente la misma cosa. En cuanto que estudiara latinidad en Elche, huelga por el momento ocuparnos de ello, al negarlo como lo negamos de la manera ms ro tunda. Ahora bien; parafraseando las quince palabras antes copiadas, dir que Castelar se cri en Elda, compartiendo con Sax el tiempo desde que le trajeron d tierra alicantina; que permaneci luego de hecho en INFANCIA DE CASTELAR 141 Sax ms de tres aos (desde el 1842 al 45), donde hizo los estudios formales de primera enseanza, y curs los dos primeros aos de latinidad bajo la di reccin nica y exclusiva de don Pedro Valera, al que considerarnos su primer maestro. Nosotros no pretendemos que Castelar viniera Sax sin conocer el alfabeto, ni ponemos en duda que concurriera en Elda tal 6 cual escuela; con lo que no transigimos es con que se obscurezcan y ter giversen hechos de tanta monta referentes sus primeros estudios, callando, ya sea por ignorancia por lo que fuere, precisamente aquellos que son ms importantes, y sacando plaza invenciones, cual la de los estudios de latinidad que llev cabo en Elche. Si furamos tan detallistas como el seor Pay Pertusa, diramos que no fu precisamente don Pe dro Valera el primer maestro que tuvo en Sax Cas telar. En las largas temporadas que sola pasar en este pueblo, antes del 1842, concurra la escuela del to Juan el msico, tipo popular as llamado, porque ejerca el doble magisterio de ensear las semicorcheas y las letras, pues maestro director era de lo que all designaban pomposamente con el nombre de msica, consistente en media docena de pitos y un bombo y platillos. No creemos que fue se Castelar tal escuela aprender fi losofa, ni si quiera matemticas, sino que lo mandara all sen cillamente doa Mariana Gil con sus dos hijos, para verse libre por unas cuantas horas de aquellos tres diablejos que le traan revuelta la casa. Con su prodigiosa memoria nos recordaba al to Juan el msico, igual que su mujer, que por ca 142 BERNARDO HERRERO OCHOA sualidad se llamaba tambin Juana. A sta, que an alcanz nuestros das, nos la retrataba tal como ella era: bajita y regordeta y no mal parecida; tuerta por ms seas, de pelo abundoso, que si in ato tmpore le componan fi lamentos aureos, ya blanco en nuestro tiempo, habase trocado en hebras de camo; y constantemente vestida de bandera na cional, pues en toda poca del ao no usaba otro indumento que saya refajo de bayeta amarilla, con ancha faja 6 rodapi de color grana y pauelo de talle tambin encarnado. Demos, pues, por terminado este ingrato asunto, que de buena gana hubiese omitido; y al seor Pay Pertusa, quien no tengo el honor de cono cer, ni s si vive todava, y si as fuese, que Dios le depare largos aos de vida, rugole encarecida mente que si llegara sus manos este escrito no lo tome ofensa en modo alguno, sino que vea sola mente en l el justificado deseo de hacer del domi nio pblico tan interesantes cuanto desconocidos datos referentes la infancia de don Emilio Caste lar. Y ahora, tras estas francas y espontneas mani festaciones, demos comienzo la tarea mucho ms simptica de dar conocer su primer maestro. Precedido de gran fama lleg Sax el insigne pedagogo don Pedro Varela Herrero, y segn cons ta en acta guardada en su archivo municipal, tom posesin de la escuela el da 14 de Junio de 1842. Preocupaba doa Antonia Ripoll la carrera y educacin de su hijo, que ya iba cumplir los diez aos, inmediatamente determin llevarle Sax, donde permaneci de hecho ms de tres aos INFANCIA DE CASTELAR 1 43 bajo la direccin exclusiva del eminente maestro. Se ha escrito en varias partes que Castelar se le puso interno en un colegio de Sax; esto es del todo inexacto; en Sax, ni entonces ni luego, ha ha bido colegios de ningn gnero, fuera de la escue la pblica municipal, que fu donde hizo sus pri meros estudios el glorioso orador; quedando por lo dems bajo los maternales cuidados de doa Ma ana Gil, que, como oportunamente dijimos, haba concludo por confundir en un mismo afecto l y sus dos hijos. Parcenos ocioso dar cuenta detallada de los co nocimientos que adquirir pudo Castelar en la es cuela de Sax. Aparte la lectura, la escritura, reli gin y moral y dems materias que comprenden las primeras letras, dbase all con la mayor extensin la primera enseanza, siendo objeto de las prefe rencias del maestro la Gramtica castellana y la Aritmtica, que enseaba con tanta amplitud como hoy se hace en los estudios del Bachillerato. Todava recuerdo, no obstante los pocos aos conque entonces contaba, los ejercicios de Caligra fa que se dedicaban los mayores, por lo que sa lan de aquella escuela hermosas formas de letra, que an hoy se observan en algunos discpulos, ya rayanos en los setenta, que an sobreviven al maes tro inolvidable. Otra de las enseanzas, por cierto raras en establecimientos de tal ndole, eran los ru dimentos de latn que solan adquirir aquellos que sus padres no tenan gran prisa por sacarles de la escuela, y permanecan en ella hasta los catorce diez y seis aos. No puedo menos de referir un recuerdo de Cas 1 44 BERNARDO HERRERO OCHOA telar en su ltimo viaje Sax en 1898, propsito de su primer maestro. Fuimos un da de campo cierta heredad, que era uno de sus sitios preferi dos. Levantase entre sierras la casa, por cierto nada artstica, y la vegetacin exuberante, en pleno mes de Junio, prestaba la sazn la tierra sus ms hermosas galas. Los mimos y cuidados de que era objeto el ilustre enfermo, convertan para l aquel paraje agreste en verdadera Arcadia. Senta dos nos hallbamos la sombra de unos copudos olmos, y los criados de la casa haban trado de la prxima sierra grandes brazadas de plantas aro mticas que, esparcidas en torno nuestro, venan envolvernos en el penetrante perfume del espliego y la salvia, del cantueso, romero y tomillo. Frente nosotros, y al lado opuesto de unos no pales, llameaban en la era de trillar las hogueras, donde haban de cocerse las tortas para preparar nuestros clsicos gazpachos, y hasta hubo un pe queo detalle que vino dar el ms apropiado ca rcter la campestre escena. Vimos bajar desde la sierra en precipitada carrera al Capitn, que era un perro galgo al que daban este nombre, que sola marcharse slo cazar al monte, y segn se apro ximaba, bamos notando que algo traa en la boca: era, en efecto, un conejillo, y como si el instinto le enseara quin se dedicaba aquella fi esta, cuan do lleg, jadeante, fu dejarlo, todava vivo, so bre las rodillas de Castelar. Don Emilio sola distraerse algunos ratos repa sando el latn un nieto de mi hermana, y haciale traducir en aquel momento una de las fbulas de Esopo. Profundamente afectado sentase en aque INFANCIA DE CASTELAR 1 45 lbs das el insigne patricio con las desdichas sin cuento que en aquel ao fatal se desencadenaban sobre la patria, y cuando la leccin hubo termina do, cmo recuerdo me deca cuasi brotndole las lgrimas cuando me haca traducir estas fbulas el to Pedro Valera. Qu hombre aqul tan emi nente! De cunto me han servido sus enseanzas Cun otra sera hoy la suerte de nuestra pobre Es paa si cada pueblo hubiese tenido su to Pedro! Castelar encontr al maestro en toda la plenitud de sus facultades y de l vino recibir la ms sli da enseanza. Quien esto escribe, ya le conoci en el ocaso de la vida, y apenas si pudo ensearle las primei as pginas del silabario; pero aunque conta ba escasamente ocho aos cuando acaeci su falle cimiento, de tal suerte quedaron grabados en mi memoria los rasgos personales de aquel venerable anciano, que si dominara el lpiz y pudiera mi ma no disearle tal como le tengo en el pensamiento, dejara en el mundo el retrato del primer maestro de Castelar. De recia complexin y regular estatura, denun ciaban sus huesudos miembros y amplias cavida des que haba sido hombre de naturaleza atltica y robusta. An conservaba, no obstante sus sesenta y seis aos, su enrgico carcter, que impona res peto sus tiernos discpulos, aunque nunca abus del castigo, y todos los quera como sus pro pios hijos. Vesta traje de pao obscuro no muy fi no, y aca so no calz otra cosa en su vida que la alpargata, y con la cara cuidadosamente afeitada, usanza de aquellos tiempos, cubra su cabeza, ni calva ni muy 1 4 6 BERNARDO HERRERO OCHOA canosa, alta montera de felpa estilo de Felipe II, bajo la que llevaba, como indispensable apndice, un gorro negro de punto, que le daba las trazas del verdadero dmine. Serva de complemento tal in dumentaria, capa largusima, que cuasi le llegaba los talones, y que slo abandonaba durante los me ses del esto. Aunque breve y sencilla, no deja su historia de ser interesante. Vino al mundo don Pedro Valera en el ao 1792. y perteneci una generacin, de la que an quedaban en Sax algunos ancianos ya septuagenarios all por la dcada del 186o al 70, en los que se adverta un l instruccin nada comn ni vulgar. No obstante hallarse dedicados desde ado lescentes las rudas faenas del campo, observaba se en algunos que haban conocido el latn de un modo ms que rudimentario, y tenan sus peque as bibliotecas, que denunciaban el buen gusto de quienes les haba educado. Entre algunos libros msticos, sola guardarse en ellas la Gramtica la tina de Nebrij a, y no faltaba algn ejemplar de la Historia de Espaa, siendo obras obligadas el Gil Blas de Santillana y el Quijote, que lean y relean hasta aprendrselos de memoria. No carecan, al propio tiempo, de aquellos cono cimientos de utilidad prctica, indispensables para la buena marcha de sus asuntos, y ocasin he teni do de ver escritos de aquellos viejos, de hermosa letra cursiva, que revelaban de qu manera cono can la ciencia de los nmeros. Siempre se consider don Pedro Valera como uno de los ms ilustrados entre sus contempor neos, imposible me ha sido averiguar de qu INFANCIA DE CASTELAR 1 47 modo llev cabo sus primeros estudios. Slo se sabe que fi nes del siglo xvin y principios del xrx tuvo en Sax escuela de primeras letras un tal don Jos Elvira, que al mismo tiempo desempea ba el cargo de sacristn de la parroquia, la que es probable concurriera el maestro y sus coetneos, y que un sacerdote, llamado don Antonio Gil, tena un aula donde aprendan latinidad los que se dedi caban la carrera eclesistica. Pero es lo ms pro bable que los principales maestros de aquellos vie jos fuesen algunos frailes secularizados que por aquella poca en Sax vivan, entre los que oa re cordar con gran encomio, por sus vastos conoci mientos, uno llamado el Prior, y otro conocido por el Padre Birranco. Sea de ello lo que fuere, don Pedro Valera se de dic desde su adolescencia los trabajos agrcolas, y ya algo entrado en aos, pues contaba de treinta treinta y cinco, trabajaban partido como labra dores l y su padre, las tierras de una heredad pr xima al pueblo, llamada casa de Cervera del Pino, en el partido del Chorrillo, que perteneca al vnculo de mi abuela materna. Por datos adquiridos en mi propia familia puedo afirmar que, all por los aos 1825 al 30, tuvieron que abandonar aquellas tierras, por serles imposi ble vivir en ellas con las partidas de ladrones que pululaban por la provincia desde la terminacin de la guerra de la independencia, que teniendo sus guaridas en la sierra de Crevillente, traan ame drentados en sus correras los pobres moradores del campo, con sus frecuentes secuestros y exac ciones. 1 4 8 BERNARDO HERRERO OCHOA Sin otros medios de subsistencia que el produc to de su trabajo, vise privado el maestro de todo recurso, y tuvo que dedicarse oficios mucho ms penosos y menos lucrativos, iba al monte arran car lea, que traa para las fbricas de aguardien te. En muy triste situacin debi encontrarse, pues aparte de las mezquinas ganancias de trabajo tan mprobo, padecase en Sax un hambre horrorosa en aquella poca, efecto de las terribles heladas que dejaron asolados los campos en los inviernos del 1829 al 30, y si esto se agrega que toda la propiedad estab acaparada por la mano muerta, entre vinculaciones, capellanas y pas memorias, se comprender muy bien que, fuera de algunos clrigos y mayorazgos, seran contadas las familias que pudieran llevarse un pedazo de pan la boca. No obstante las penalidades y contratiempos que amargaron la vida de don Pedro Valera, en su ruda lucha por la existencia, no amengu en l ni se ex tingui el cario por las letras, y aguijoneado sin duda por grandes necesidades no satisfechas, de cidi abandonar los ingratos oficios que vena de dicndose, para buscar por nuevos derroteros los indispensables recursos con que atender sus ms perentorias necesidades. Aprovechando los conoci mientos nada comunes que posea, decidi dedicar se la enseanza, y en el ao 1833, cuando ya con taba los cuarenta de edad, fu solicitado, aunque no tena ttulo acadmico de ningn genero, para desempear la plaza de maestro de escuela en la antigua villa de Agost, prxima Alicante, en cuyo destino permaneci, con gran beneplcito de aquel pueblo, durante nueve arios. INFANCIA DE CASTELAR 149 Era entonces alcalde de Agost un ilustradsimo capitn retirado del ejrcito, llamado don Nicols Castell, y como la asignacin de seis reales dia rios que daban al maestro era insuficiente para atender su subsistencia, sealle una pequea subvencin un hermano de don Nicols, que no sa ba leer ni escribir, en cambio de la cual le llevaba don Pedro Valera la contabilidad, y le despachaba la correspondencia en un pequeo trfico que tena. Debo estos datos don Francisco Castell, hijo del propio don Nicols, que ignoro si actualmente vive, siendo uno de los contados discpulos que en Agost quedaban del maestro, y uno de los pocos amigos de la infancia de Castelar, que le sobrevi vieron por aquellas tierras. Una fraternal amistad vino pronto unir don Pedro Valera con el capitn retirado y con don Vi cente Gimnez, mdico de Agost, lo que le vali extraordinariamente para ampliar los conocimien tos que ya tena, y adquirir nuevas enseanzas, pues siendo don Nicols Castell gran matemtico, y excelente humanista don Vicente Gimnez, fue ron para l, ms que amigos, dos cariosos maes tros, encontrando en su trato ntimo ctedra peren ne, por lo que bien pudo decirse que, por espacio de nueve aos, vino seguir en la villa de Agost una verdadera carrera literaria. Considerndose con conocimientos ms que su fi cientes para aspirar al ttulo de maestro de ins truccin primaria, presentse en 1842, y ya la edad de los cincuenta aos, ante la Comisin de exmenes de la provincia de Alicante efectuar el de revlida, obteniendo la clasificacin de Sobresa 150 BERNARDO HERRERO OCHOA liente. En el ttulo, expedido en Madrid en 15 de Septiembre de dicho ario 42, por la Direccin gene ral de estudios del reino, y fi rmado en primer lu gar por el laureado poeta don Manuel Jos Quinta na, se expresa haber sido aprobado con la referida nota en Religin y Moral, Lectura, Escritura, Arit mtica, Gramtica castellana, Ortografa, Mtodos generales y especiales de enseanza correspon dientes la instruccin primaria elemental, autori zndole para ensear estas materias. Acaso ms que otra cosa, el cario su pueblo natal, hizo que, en cuanto se vi en posesin del ttulo de maestro, dejara la escuela de Agost, don de se le t.na en gran estima, y viniera desempe ar la de Sax, cargo que debi otorgarle el Ayun tamiento de este pueblo apenas verific el examen de revlida, cuya fecha no consta en el ttulo pues, como hemos visto, an tardaron tres meses en ex pedrsele, contar del 14 de Junio, cosa nada ex traa si se tiene en cuenta que en aquellos tiempos necesitaban los correos por lo menos de doce quince das, para ir de Madrid Alicante. Desde el 14 de Junio de 1842 hasta el t. de Ju nio de 1857, en que dej de existir don Pedro Va lera, los sesenta y seis aos de edad, desempe sin interrupcin y con el mayor celo la escuela de Sax. An se observan en la actualidad las huellas de su labor fecunda de quince arios, dejando su muerte un vaco en aquella escuela que, salvo al guna excepcin honrosa, apenas ha podido lle narse. Pocas veces como ahora hemos echado de menos los primores de la diccin, para enaltecer cual se INFANCIA DE CASTELAR 151 merece la memoria de aquel maestro insigne, que aunque no tuviera otros ttulos, darale derecho que su nombre pase la posteridad, el haber teni do la suerte de labrar los primeros sillares del pe destal en que haba de levantarse enhiesta la fi gu ra literaria de Castelar. Fu don Pedro Valera conocedor cual ninguno del fondo psicolgico del nio, prediciendo con in tuicin maravillosa, y como por arte mgica, los re sultados en todos aquellos de sus discpulos que se dedicaron luego carreras literarias. Por lo que Castelar toca, ya Gonzlez Araco cita en su libro los vaticinios del maestro, quien de l dijo, cuando contaba apenas de diez doce aos: Este nio ser la estrella Polar de Europa. Multitud de frases anlogas se recuerdan en Sax, y corren todava de boca en boca, propsito de otros de sus discpulos, compaeros y amigos de Castelar algunos de ellos, que es muy probable hu bieran brillado en la poltica y en las letras, llegan do acaso los primeros puestos, si sus prematuras muertes no hubieran venido segar en fl or hermo sas esperanzas, cuando empezaban realizarse las clarividentes predicciones del maestro. No creemos pertinente recordarlos, pues muy poco podran in teresar al lector personas y cosas que le son del todo ajenas. Ha tiempo que desapareci la escuela que con curra en Saz Castelar. Formaba parte de un viejo edificio demolido por el ario 186o, para construir las actuales escuelas de nios y de nias, y las ha bitaciones para los maestros, situado en la Plaza de la Constitucin junto la casa Ayuntamiento. 152 BERNARDO HERRERO 00110A Era aquella escuela un saln prolongado de techo elevadsimo y excelentes condiciones higinicas, que ocupaba la parte cntrica de la planta piso principal, con entrada por la calle de las Virtudes, donde daban los ventanales que se abran en uno de sus testeros All aprendimos las primeras letras con don Pedro Valera; y sirva este breve apunte para recordar el modesto establecimiento docente, donde llev cabo sus primeros formales estudios el insigne Emilio Castelar. En uno de mis ltimos viajes Sax dije mi cu ado que recorriera la memoria, ver si tena al gn fundamento la especie de que hubiese estudia do Castelar latinidad en Elche. Como compaero de la infancia, y cuasi hermano, vino contestarme lo siguiente: Puedes asegurar, sin temor que nadie te de muestre lo contrario, que en los tres arios que estu vo Emilio con nosotros, no pis una vez siquiera las calles de Elche, ni tuvo otro maestro que al to Pedro Valera, y cuando el ao 45 fu examinarse Alicante, le pasaron los dos primeros aos, con lo que haba estudiado aqu con el to Pedro. Luego, cuando vena alguna temporada en tiempo de va caciones, an iba repasar con l el latn, y en va rias ocasiones oamos decir al maestro, que no ha ba tenido otro discpulo como Emilio, con tanta fa cuidad para aprender. Castelar, desde que march Madrid en 1848 continuar sus estudios en la Universidad Central, una vez terminados los del Bachillerato, no volvi pisar la tierra alicantina hasta mediados de Junio INFANCIA DE CASTELAR 153 de 1857, en que estando para terminarse las obras del ferrocarril, baj con don Jos Salamanca desde Albacete en una mquina exploradora. Previamen te avisados los amigos de Sax, salieron la esta cin saludarle muchos de los que haban sido sus condiscpulos en la escuela, y como es de suponer, no poda dejar de contarse entre ellos Secundino y Pepe Senabre, que siguieron con l hasta Ali cante. ,Y el maestro fu una de las primeras pre guntas que les hizo. Hace dos semanas que le enterraron, le contes taron. Brotaron las lgrimas de los ojos de Castelar, que le llor como un padre. Ya no entro en Sax, les dijo; todos mis anhelos al venir, consistan en abrazaros vosotros y abrazar al maestro, y vos otros ya os he abrazado, y l no puedo ya abra - zarle. WISIW4PAZI~122~249 IX Castelar en el Instituto de Alicante. Deficiencia de datos acerca de su segunda enseanza. Su hoja de estudios. No existen indicios de cmo curs y aprob los dos primeros aos. Castelar no poda aparecer oficialmente como discpulo de don Pedro Valera. La enseanza privada y la domstica en los antiguos planes de estudios. No menciona la hoja de estudios de Castelar la mayor parte de las asignaturas que vino cursar. Cuadro de asignatu ras del plan de estudios de I845. Sistema de exme nes seguido en aquella poca. Termina Castelar en Alicante sus estudios del Bachillerato en 1848. Fin de la primera parte de este libro. Esperbamos que en este punto concreto de la enseanza de Castelar desapareciese todo gnero de dudas, y que pudiramos escribir guiados por luz meridiana, al poder apoyarnos en documentos escritos. Acostumbrados nuestras modernas ho jas de estudios, que contienen el historial detallado y completo de la marcha escolar del alumno, sufri mos gran decepcin cuando lleg por vez primera nuestras manos la de don Emilio Castelar. Este documento, en que se inicia su historia literaria, es de lo ms deficiente que cabe imaginar, y apenas si 156 BERNARDO HERRERO OCHOA en l se ve clara otra cosa que el hecho de que es tudiara en el Instituto de Alicante el tercero, el cuarto y quinto ao del Bachillerato. El primer problema insoluble que todos se ofre ce en la historia literaria de Castelar, es averiguar dnde y en qu forma se examin y aprob los dos primeros aos, pues como se ver, su hoja de es tudios, que pronto copiaremos, comienza sin prece dente alguno con el tercer ao, en el curso de 1845 al 46. No detalla siquiera este documento las asignatu ras correspondientes cada curso, fuera de las del quinto ao, y para poder precisar las materias que estudi en la segunda enseanza, hemos tenido que buscar y leer detenidamente los planes de estudios de io de Octubre de 1843, y de 17 de Septiembre de 1845, con la radical reforma que sufri este l timo en el nmero y distribucin de asignaturas al ao de establecido, equivalente un nuevo plan de enseanza, pues nada menos que tres cambios en el plan de estudios tocaron Castelar en los cinco aos del Bachillerato. El sistema de exmenes que entonces se segua y el modo de calificar, verdaderamente pueril y absur do, tambin hace imposible deducir consecuencias acerca de las aptitudes del alumno: baste decir que se daba una nota nica, calificando en bloque como ms adelante ve ,emos, la una varias asignaturas estudiadas en cada curso, siendo veces tan hete rogneas como las comprendidas, por ejemplo, en el quinto ao, en el que, junto la Retrica y Po tica, fi guraban la Fsica y Qumica, las Matemticas Historia natural. INFANCIA DE CASTELAR 157 Creemos oportuno, para que el lector pueda juz gar por s mismo, copiar ntegra la hoja de estudios de Castelar, antes de ocuparnos concretamente de los puntos que quedan indicados. He aqu el docu mento aludido: Estudios hechos por D. Emilio Castelar en el Instituto de Alicante. Tercer ao. --1845 1846. D. Emilio Castelar y Ripoll Sobresaliente. Cuarto ao. --f846 1847. D. Emilio Castelar y Ripoll Sobresaliente. Quinto ao. -1847 1848. D. Emilio Castelar y Ripoll. Mediano. D. Emilio Castelar y Ripoll Bueno. Registro de las hojas de estudios de los cursantes de este Instituto, que da principio en el curso academice de 1845 1846. D. EMILIO CASTELAR Y RIPOLL CURSO ACADMICO DE 1845 1846 Tercer ao. Asignaturas. Faltas de asistencia. Dos. 158 BERNARDO HERRERO OCHOA Conducta en la ctedra. Algo hablador. Castigos en que ha incurrido. Reconvenciones. Premios que ha obtenido Ninguno. Disposicin intelectual Buena. Nota de exmenes Sobresaliente. Est conforme con los antecedentes que obran en esta Secretara. Alicante ao de Junio de 1846. MANUEL ESCALAMBRE SSCRISTARIO CURSO ACADMICO DE 1846 1847 Cuarto ao. Asignaturas Faltas de asistencia Ninguna. Conducta en la ctedra Buena. Castigos en que ha incurrido Ninguno. Premios que ha obtenido Ninguno. Disposicin intelectual Buena. Nota de exmenes Sobresaliente. Est conforme con los antecedentes que obran en esta Secretara de mi cargo. Alicante 8 de Junio de 1847. MANUEL ESCALAMBRE SECRZTARIO INFANCIA DE CASTELAR CURSO ACADMICO DE 1847 1848 1 59 Quinto ario. ASIGNATURAS: FSICA Y QUMICA, RETRICA Y POTICA, MATEMTICAS, RELIGIN Y MORAL, HISTORIA NATURAL Faltas de asistencia. Pri mer trimestre.... . . Una y cinco por enfermo. Conducta en la ctedra Buena. Castigos en que ha incu rrido Ninguno. Premios que ha obtenido Ninguno. Disposicin intelectual Buena. En los del mes de Febrero ha merecido la nota de Mediano. Notas de exmenes. / Censura de exmenes de fi n de curso. Bueno. Alicante 3o de Junio de 1848. MANUEL ESCALAMBRE SECRETA RIO Se le expidi certificacin de esta hoja para ir, segn dijo el interesado, incorporarse la Universidad de Madrid en 20 de Septiembre de 1848. Atento la sinceridad que adoptamos como gua desde las primeras pginas, declaro haber buscado con el mayor empeo, aunque intilmente, alguna prueba documental de los estudios heehos en Sax por Castelar, prueba que me holgara consignar en esta ocasin con gran complacencia, aunque los da tos contenidos en el anterior captulo sean de los ms fi dedignos y para m no ofrezcan la ms pe quea duda. Mas aunque parezca extrao, no s 16o BERNARDO HERRERO OCHOA encuentra, como hemos visto en el preinserto do cumento, ni el ms pequeo indicio de cmo pudo aprobar los dos primeros aos. Estudiados por en seanza privada, como entonces se deca, debi aprobarlos, sin duda, en el mismo Instituto de Ali cante, que vino crearse precisamente cuando em pez Castelar el Bachillerato (1), y acaso hallemos la explicacin satisfactoria, en cuanto la carencia absoluta de todo dato relativo este asunto, en el hecho de que hasta el curso de 845 al 46, en que fu estudiar el tercer ao, no principia el registro de hojas de estudio de los alumnos de este institu to, segn se anota en la de Castelar! Dos ejemplares S copias de su hoja de estudios guardamos en nuestro poder. Cuando la recib por vez primera no poda explicarme que sin antece - dentes de ningn gnero empezara con el tercer ao su historia literaria. Record entonces que haba un antiguo condiscpulo mo entre los catedrti cos del instituto de Alicante, y escrib un amigo para que se avistara con l y le rogara expresa mente viera si exista algn dato referente los dos primeros aos de la segunda enseanza de Caste lar. A mayor abundamiento, el aludido condiscpu lo desempeaba la sazn la secretara, y he aqu (1) Don Julio Milego dice que el Instituto de Ali cante se cre en 1845, en el mismo ao que fu l Cas telar, y as parece deducirse de su hoja de estudios an tes copiada. Creemos no deben faltar datos al seor Milego para hacer esta afirmacin. Nosotros, sin em bargo, sin que esto sea rechazarla, debemos consignar gne, segn dice Jover en su libro Resea histrica de Alicante, se cre el Instituto en 29 de Agosto de 1843. J. Milego.Castelar, su vida y su obra, pg. 34.Jover, loc. cit., pg. 210. EffEANCIA DE CASTELAR 161 lo que se me contestaba, al mandarme por segunda vez la hoja de estudios: Nuestro buen amigo don Niceto Cuenca, secre tario del Instituto, ha hecho hasta los imposibles por complacemos, buscando y rebuscando en el Archivo para ver si encontraba datos anteriores los que te envo, y poder averiguar cmo comenz sus estudios don Emilio, y cmo pudo aprobar los dos primeros aos; pero no se han encontrado otros ms que stos, y me asegura son los nicos que existen . Huelga decir que no esperaba encontrar el nom bre del maestro de Escuela de Sax escrito en nin gn documento, aunque s algn dato que viniese esclarecer este asunto. En el supuesto de que apa reciese toda la documentacin habida y por haber, Castelar no poda aparecer corno discpulo de don Pedro Valera: casualmente vengo encontrarme en caso idntico al de don Emilio, pues, como l, estu di en el curso del 1863 al 64 por enseanza priva da domstica, que era el nombre que entonces se la daba, examinndome en Alicante del primer ao, y en mi hoja de estudios consta en qu forma cur s y aprob aquellas asignaturas. Es ms: en el Ar chivo de aquel Instituto es posible se guarde la certificacin que present de haber estudiado con un Licenciado en Filosofa y Letras para ser admi tido examen; y aun cuando creo dificilsimo pue da averiguarse ms de lo que sabemos sobre la se gunda enseanza de Castelar, me parece oportuno hacer una advertencia, propsito de estas certifi caciones, aunque esto sea curarme en salud, como suele decirse vulgarmente. 162 BERNARDO HERRERO OCHOA Dondequiera que aprobara don Emilio Castelar los dos primeros arios del Bachillerato, habra de hacerlo en igual forma que yo lo hice, pues no po da presentarme examen como discpulo de don Joaqun Grs. El ttulo de maestro de Instruccin primaria que tena don Pedro Valera no le autorizaba para en sear asignaturas de la segunda enseanza, y an menos poda hacerlo don Joaqun Grs, que no po. sea ningn ttulo acadmico. Yo me examin como discpulo de un hijo suyo, que era Licenciado en Filosofa y Letras, y sin esta coincidencia, de la que pudiera surgir slo la duda de si mi maestro se llam don Joaqun don Benjamn, que era el nom bre del hijo, bien pudiera aparecer hoy como disc pulo de algn Pedro Snchez algn Juan Garca. En la poca de Caslelar estaba reglamentada con el mayor rigor la enseanza privada, intervi nindola el Estado de la manera ms absoluta, imponiendo, sobre todo, el nmero y condiciones de los profesores que haban de darla, ya se trata se de colegios particulares como de cualquiera otra clase de establecimientos no oficiales, y no poda menos de exigirse al alumno, para dar validez sus estudios, que los hubiera hecho con un Doctor Licenciado en Ciencias en Filosofa. Castelar hubo de pasar forzosamente por este trmite. A falta de otras pruebas, imposible de encontrar, repetir las palabras odas sus condiscpulos y amigos de la infancia. Con lo que aqu estudi Emilio con el to Pedro Valera, le pasaron los dos primeros aos, cuando fu examinarse al Instituto de Alicante. INFANCIA DE CASTELAR 163 No sabemos por su hoja de estudios cules mate rias curs en el Bachillerato, pues slo en ella cons tan las asignaturas del quinto ao. Creemos, por tanto, oportuno dar conocer los cuadros de ense anza de aquella poca, y al no haber podido ha llar el del plan de estudios de io de Octubre de /843, por el que estudi los dos primeros aos, co piamos el de 17 de Septiembre de /845, con lo cual tendremos idea muy aproximada de lo que fu la segunda enseanza de Castelar. Cuadro de asignaturas de la segunda enseanza, segn el plan de estudios de 17 de Septiembre de 1845. Primer ao. IP Gramtica Castellana. Rudimentos de Len gua latina. 2. Ejercicios del clculo aritmtico. Nociones de Geometra. Elementos de Geografa. 3. 0 Mitologa y Principios de Historia general. Segundo ao. I.0 Lengua castellana. Lengua latina. Sin taxis y principios de la traduccin. 2. Principios de Moral y Religin. 3. Continuacin de la Historia, y, con especia li dad, de la de Espaa. Tercer ao. 1.0 Continuacin de las lenguas castellana y latina. Ejercicios de traduccin y composicin en ambos idiomas. 164 BERNARDO HERRERO OCHOA 2. Principios de Psicologa, Ideologa y L gica. 3. Lengua francesa. Cuarto ao. 1. Continuacin de la Lengua castellana. Tra duccin de los clsicos latinos. Composicin. 2. Complemento de la Aritmtica.Algebra, hasta las ecuaciones de segundo grado inclusive. Geometra, Trigonometra rectilnea. Geometra prctica. 3. Continuacin de la Lengua francesa. Quinto ao. I. Traduccin de los clsicos latinos. Elemen tos de Retrica y Potica. Composicin. 2. Elementos de Fsica, con algunas nociones de Qumica. 3. 0 Nociones de Historia Natural. Slo rigi durante un curso el cuadro de asigna turas que precede, en el que se introdujeron radi cales reformas por Real decreto de 24 de Julio de 1846; y antes de terminar Castelar la segunda enseanza, an se decret un nuevo plan de estudios en 8 de Julio de 1847; mas aunque en l difieren al gn tanto las asignaturas, termin segn el plan de 1845, pues alguna de ellas la tena ya aprobada, y en cambio le faltaban otras que, segn el nuevo plan, haban de estudiarse anteriormente. No deja de ser curioso el sistema de exmenes que entonces se segua, que, como ya indiqu, tena INFANCIA DE CASTELAR 165 el grave inconveniente de no poder deducirse de su resultado las aptitudes especiales del alumno. En ciertas pocas del ao celebraban los catedr ticos exmenes particulares, que eran pblicos, y no podan eximirse los escolares de concurrir ellos, contndose su falta de asistencia por cuatro faltas ordinarias, y anotndose, adems, en su hoja de estudios. Al fi nalizar el ao escolar se celebraban los ex menes generales de prueba de curso, y omitiendo detalles, que haran asaz fatigoso este relato, for mbanse los tribunales con tres catedrticos, siendo el de la asignatura precisamente uno de ellos, y ac tuaba como secretario, sin voz ni voto, uno de los regentes agregados, que equivalan nuestros cate drticos auxiliares. Daban principio los exmenes el da 15 de Junio, y previamente redactaba cada catedrtico trescien tas preguntas de su respectiva asignatura, que, aprobadas por el Claustro de la Facultad del Ins tituto, se depositaban en urnas separadas que haba colocadas delante de los jueces. Al presentarse el alumno para ser examinado, entregaba al secretario del tribunal la papeleta de examen, quien la lea en alta voz, y, tomando luego cada uno de los examinadores otra papeleta im presa, de las que haba sobre la mesa previamente preparadas con sus correspondientes casillas, ano taban en ella el nmero de la de examen y el nom bre y apellidos del alumno. Sacaba ste entonces por s mismo una pregunta de una de las urnas, la que contestaba oyndole impasibles los examina dores, sin que les fuera permitido interrumpirle 166 BERNARDO HERRERO 001101, con observaciones ni enmiendas, y slo despus de concluir poda indicarle el catedrtico de la asigna tura las inexactitudes en que hubiese incurrido, sin que esto diera margen, deca el reglamento, nuevas preguntas ni contestaciones. Tenan las papeletas de los examinadores, la parte izquierda, dispuestas en columna, de la cifra primera la sexta, y cuando el alumno terminaba la contestacin, escriban en el lugar correspondiente la pregunta contestada, sin comunicarse entre s, y slo por el juicio que individualmente haban for mado, una de las letras B, R M, que equivalan las palabras bien, regularmente, mal. Seis eran las preguntas que tena que contestar el examinando: si el curso no comprenda ms que una asignatura, las seis haban de versar, natural mente, sobre la misma; si comprenda dos, tres pre guntas por cada una de ellas, y, si eran tres, sacaba dos preguntas por cada asignatura. Contestadas las seis preguntas, los jueces firma ban las papeletas que contenan sus respectivas ca lificaciones, y las entregaban al secretario, quien las una al documento que le entreg el alumno al ser llamado, formndose as su expediente de examen. Al terminar cada da los ejercicios se reunan los jueces en secreto y procedan calificar definitiva mente, segn lo que resultaba de los expedientes respectivos. He aqu de qu modo se haca la cali fi cacin: Si entre las diez y ocho notas que correspondan cada alumno haba, por lo menos, doce BB y nin guna M, se le proclamaba Sobresaliente. INFANCIA DE CASTELAR 167 Si llegaban las BB diez y haba en las restantes notas ms RR que MM, se le calificaba de Bueno. Lo mismo suceda cuando las BB no bajaban de ocho, con tal que las dems notas fueran to das RR. Se le declaraba, por fi n, Regular Mediano, siempre que las MM no pasaran de doce, en cuyo caso quedaba suspenso. Slo como curiosidad histrica, y omitiendo co mentarios, consignamos estos datos acerca del modo teatral inocente, que ms bien pudiera lla marse hipcrita y ridculo, con el que se aparenta ba la ms estricta justicia en 11 calificacin del alumno, como si no cupiesen de tiempo inmemorial convenios previos, favores mutuos entre buenos compaeros, tacto de codos y otros medios para prodigar las BB manos llenas en ciertos y deter minados casos Damos con esto cima la primera parte de,nues tra empresa, quedando escrito cuanto nos propusi mos acerca de la infancia de Castelar. En 1848, apenas cumplidos los diez y seis aos, sali de la tierra alicantina, la que no volvi pi sar, como ya dijimos, hasta Junio de 1857, quince das despus de haber enterrado su primer maes tro, lo que le priv, cuando ya el brillo de su nom bre llenaba Espaa, de estrechar entre sus brazos al venerable anciano que con verdadero don prof tico haba predicho sus futuros destinos. Y si estas humildes pginas carecen del suficien te mrito para colocarlas junto las de Morayta, sirva de disculpa sus deficiencias mi vehemente deseo de rendir este tributo de cario al gran Cas 168 BERNARDO HERRERO OCHOA telar, completando su historia en la poca de su vida ms desconocida, uniendo el ltimo eslabn de esta historia con el primero de la del ilustre ca tedrtico de Filosofa y Letras, en la que, partir de la fecha en que yo acabo, pinta de mano maes tra la vida del brillante alumno de la Universidad Central y sus primeros pasos en la poltica y en las letras. r~1~2112~1P.A19 SEGUNDA PARTE ULTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR En la primavera del 98. Mis relaciones personales con Castelar. Una visita en el mes de Abril de 1898. Impresin sufrida ante su estado fsico. Nuestro viaje Sax el 16 de Mayo. Primeras manifestaciones de la enfermedad de Cas telar. El asesinato de Cnovas. Causas morales. Su pesimismo sobre nuestras guerras coloniales. Una funcin patritica. La muerte de Gladstone. Estancia en Sax de Castelar. Sus trabajos litera rios. Visitas de amigos. Excursiones campestres. Visita de Blasco Ibez. Algunos fragmentos de su artculo -intervi, publicado en su peridico El Pue blo, de Valencia.Idern del redactor del Madrid Cmi co, seor Garca Vaso. Henos de un salto al extremo opuesto del camino recorrido por don Emilio Castelar en sus cuarenta y tantos aos de vida pblica. Expresos quedaron nuestros propsitos al dar las primeras plumadas en esta humilde obrilla, cuales han sido concretar nos cuasi estrictamente allegar nuevos datos para 170 BERNARDO HERRERO OCHOA su historia, creyndonos, sin jactancia, uno de los pocos, acaso el nico capaz de escribirlos, y que de no hacerlo nosotros hubieran cado para siempre en el olvido. Nos declaramos, por otra parte, incom petentes para tratar bajo otros aspectos de la vida de Castelar, adems que con ello ninguna necesi dad perentoria llenaramos, pues, quienquiera que en lo porvenir trate de escribir la biografa del in signe estadista, ah tiene su vida poltica y su enor me labor literaria (1). Si por excepcin me ocupo de su ltimo ao de vida, es porque en este tiem po apenas me apart de su lado, y hay algo que concepto asaz interesante, para que quede con signado en la historia. Muy poco nada podrn importar al lector curio so mis relaciones personales con don Emilio Caste lar. Creyrase que pueden deducirse de lo que que da escrito, pero no es ciertamente as: debo decla rar que no cultiv cual debiera aquella amistad tan envidiable y envidiada. Prescindiendo del perodo del 1859, en que vuelve Castelar Sax, ya hombre pblico, siendo yo an un nio, hasta el 1866, en que marcha la emigracin, y desde el 1868, en que, la revolucin triunfante, regresa Espaa, mi trato con don Emilio no empieza hasta el 1870, en que vine Madrid continuar la carrera de Medicina. Fu por el mes de Octubre cuando le visit por (i) Cuarenta y ocho obras de don Emilio Castelar, que suman ioi volmenes, en folio varios de ellos, for. maban la coleccin de mi venerable amigo don Pablo Turiel, una de las ms completas que se conocan. Una se esto su asombrosa labor como periodista, con una colaboracin asidua de cerca de cincuenta aos en los principales peridicos y revistas de Europa y Amrica. LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 171 vez primera: viva entonces en la calle de Lope de Vega, en la casa hoy sealada con los nmeros del 55 al 61, y como visita desconocida se me llev la sala, donde pronto acudio Castelar. Traa una car ta de presentacin de mis hermanos, y apenas se enter de quien yo era, apeando toda etiqueta y cumplido, me llev al comedor para presentarme . doa Concha. Hacanles la tertulia aquella noche tres cuatro jvenes de mi edad, aproximadamen te, que tambin parecan estudiantes de Facultad: uno de ellos es hoy exministro, otro supe luego que se llamaba Pepito Canalejas. Quisiera prescindir de un asunto tan personal mente mo, mas estimo necesario decir cuatro pala bros, siquiera lo haga con toda sobriedad. Ya he dicho que no cultiv cual debiera la amistad de Cas telar. Por qu causa Educado en un colegio de es colapios, llegu . Madrid lleno de encogimiento, y en absoluto ayuno en cuanto trato social, y retraa roe de concurrir aquellas veladas, en las que ha ba de resignarme al papel de mero oyente ante las materias que all se trataban, pues versaban los principales temas sobre alta poltica sobre asun tos de arte literatura. A pesar del grande afecto que se me mostraba, eran muy escasas mis visitas; y varias veces escriba doa Concha mi hermana, dicindole que haca tanto y cuanto tiempo que no me haban visto, por lo que sola recibir del pueblo algunas reprimendas. Con muy pocas variaciones transcurri mi vida estudiantil, y cuando terminada la carrera march Sax, donde ejerc cinco arios la profesin, en las constantes excursiones que haca don Emilio, fue 172 BERNARDO HERRERO OCHOA ron nuestras relaciones ms ntimas y familiares. Me establec luego definitivamente en Madrid, y, como era natural, concurra la casa de Castelar, y ste algunas veces me invitaba su mesa; mas, pesar de todo, y annque mi carcter haba cambia do mucho, nunca fui de los asiduos ntimos en aquella casa. Llegamos fi nes de 1897 cuando comenz ha blarse de la enfermedad de don Emilio, ms que por la prensa, por noticias que corran de boca en boca. La primera que m lleg la daba El Liberal del 6 de Noviembre, en un suelto que, como luego veremos, no expresaba toda la verdad. Nuestro ilustre amigo, el seor Castelar vena decir se encuentra enfermo de un catarro d la vista.La dolencia del insigne estadista ofreca algn cuidado en los primeros momentos; pero por for tuna ya ha desaparecido todo peligro. Celebramos el pronto y total restablecimiento del enfermo. Llevaba ya algunos meses sin parecer por la casa de Castelar, y aunque me cueste gran trabajo de cirlo, confieso ingenuamente que no tuve la aten cin de hacerle una visita. Srvame en cierto modo de disculpa la triste situacin de nimo en que me hallaba, ante la tremenda desgracia que haca poco haba sufrido. Haba visto morir repentinamente mi nica hija, sin esperanza de otra; hermosa cria tura de diez y nueve aos, cuando estaba en todo el esplendor de su belleza. Cierto que estos golpes nadie matan; pero quien tenga experiencia de ellos sabe que anonadan y destrozan las almas, y si no sucumbimos al dolor la desesperacin, es 17LTIMO ANO DE VIDA DE CASTELAR 173 porque otras obligaciones sagradas nos imponen el ansia del vivir. Segua yo vegetando en mi aplanamiento moral, cuando una tarde de mediados de Abril del 1898 me avisaron que tenia en casa una visita; haba dos caballeros que deseaban hablar conmigo. Corr ver quines eran, y me encontr con Secundino Se nabre y con don Eduardo Snchez Villora, como ya anteriormente indiqu, uno de los amigos ms adic tos y fi eles de Castelar. Desde las primeras pala bras comprend la catilinaria que me traa prepara da Secundino, y me dispuse oir cuanto quisiera decirme. Venimos, comenz su repulsa, ver cules son tus nimos; hace un mes que estamos aqu Pascua la y yo, y he encargado Sax que no te dijeran una palabra; le hemos preguntado por ti Emilio, y dice que no recuerda los tiempos que no has puesto los pies en su casa. No le pude dar otra respuesta, sino decirle: Ra zn tienes de sobra; dime todo cuanto se te antoje. Ni aun quise excusarme con el estado de nimo en que me hallaba. Pues s, prosigui Secundino; hace un mes que vinimos, y en tal estado encontramos Emilio, que resolvimos no movernos de aqu hasta ver el des enlace de su enfermedad, para enterrarle si se muere, para llevrnoslo Sax en cuanto est en condiciones para ello. Vas venirte con nosotros, pues quiero que lo veas; pero te advierto que, de como lo encontramos como hoy se encuentra, est como de lo vivo lo pintado. March, pues, casa de don Emilio, y me es muy 1 74 BERNARDO HERRERO OCHOA difcil dar idea de la impresin que al verle recib. Acaso hiciera ms de un ao que no le haba visto, y lo que all encontr no era ni la sombra del Cas telar de antao. En su faz demacrada se marcaban todas las prominencias oscas, y el soberbio bigote, que fu siempre uno de sus rasgos fi sonmicos, caa sobre el labio desmedrado y lacio; llevaba grandes gafas negras, y cubra su extensa calva bi rrete de torzal de seda. Usaba traje de levita, con la mano derecha en cabestrillo, y cuando se levan t para saludarme, con voz cuasi imperceptible, di jrase que estaban colgadas en caas las prendas que vesta. Hizo que le pulsara, y dada su demacracin ex traordinaria, qued admirado de su pulso. Era un pulso amplio, duro, lleno, propio de un pletrico, en el que la oleada sangunea pareca que iba en su expansin hacer estallar la arteria; era lo que llamamos los mdicos el pulso rebotante. Desde aquel da ya no dej de verle, y el diez y seis del siguiente mes de Mayo salamos con l de la esta cin de Atocha, camino de la tierra alicantina. En aquel momento comenzaba mi verdadera amistad con don Emilio Castelar. Fu verdaderamente regia la despedida que se le hizo. A la estacin acudieron muchsimos de sus amigos y admiradores; hombres pblicos de todos los partidos; ex ministros, senadores, diputados, t tulos de Castilla, escritores, artistas, etc., etc. Era aquello una manifestacin de cario y simpa ta al estadista eminente, en quien estaban puestos en aquellos das los ojos de la inmensa mayora de los espaoles; al hbil y enrgico hombre de go LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 175 bierno que, en momentos dificilsimos para la pa tria, sacrificndolo todo, supo vencer toda clase de obstculos, poniendo muy alto en Europa y Amri ca el nombre de Espaa. Dos notas igualmente simpticas ofreca aquella manifestacin. Formaban en primera fi la algunas damas de nuestra aristocracia, con la Pardo Ba zn la cabeza, y tenan representacin, igual mente numerosa, conservadores, liberales y repu blicanos. Sucdenos generalmente los mdicos, que cuando vamos ver algn amigo enfermo, es in evitable que entren en la casa en una sola pieza el amigo y el mdico, y esto, que parece primera vista una de las grandes verdades de Pero -Grullo, merece su explicacin. No podemos evadirnos de escuchar la historia clnica del paciente, y por muy grandes que sean nuestros escrpulos en achaques de compaerismo, tenemos que emitir opiniones y dar consejos; hasta se considera veces falta de amistad imperdonable si no prescribimos algn re medio. Esto fu lo que en parte me ocurri en los das de Abril que visit la casa de Castelar, y digo la casa y no el enfermo, porque vienen ser cosas muy distintas. De lo que all o poda deducirse que los prime ros sntomas de su enfermedad fueron francamente artrticos; dolores articulares ms 6 menos acentua dos, que comenzaron iniciarse estando en San Sebastin, en el verano del 97, raz del asesinato de Cnovas, de los que tal vez fueran causa deter minante las grandes emociones que le produjo la 176 BERNARDO HERRERO OCHOA sangrienta tragedia, unidas los cambios de loca lidad y clima, y al ajetreo que se trajo en aquellos das. Sabida es la entraable amistad que una Cas telar y Cnovas, y el mismo da 8 de Agosto, en que el estadista conservador caa mortalmente he rido por el plomo anarquista, recibi Castelar en San Sebastin la triste nueva, y aquella misma no che parti para el balneario de Santa Agueda, tea tro del execrable crimen, ponerse las rdenes de la viuda. Segn refiere el corresponsal de El Liberal, que le vi su llegada en la maana del da 9, andaba vacilante y como atontado, por el aplanamiento que le haba producido la trgica muerte del ami go; jams, dijo, haba sufrido una impresin tan dolorosa y honda como la que pas aquella maa na al contemplar el cadver de Cnovas. Fuse consolar doa Joaquina Osma, y du rante su estancia en Santa Agueda no se separ de ella, velando el cadver sin perderle de vista un momento, hasta que fu colocado en el fretro. No pensaba Castelar acompaar los restos, hu yendo de todo acto que tuviese carcter oficial, mas hubo de ceder las reiteradas splicas de doa joaquina, y el da lo de Agosto, en que se trasladaron Madrid, lleg en el fnebre cortejo hasta Zumrraga, en unin de la viuda, Elduayen y Castellano, y cuentan que, al ser colocado el ca dver en el coche, as aqulla como Castelar, pro rrumpieron en copioso llanto. No debieron ser muy acentuados los sntomas ar trticos que padeci en San Sebastin, pues en los LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 177 ltimos dias de Agosto y primeros de Septiembre llev cabo una pequea excursin por Burgos, Llodio y Bilbao. No tengo otros datos en cuanto la invasin de la enfermedad de Castelar, hasta que por Octubre se le present la afeccin la vista, no un catarro, como afirmaba el suelto de El Liberal, sino una iri tis provocada probablemente por el artritismo, que pudo traerle muy graves consecuencias Hubo un incidente, que produjo en l la impresin ms tre menda. Como era natural, se puso en manos de uno de los ms afamados oculistas y, despus de reco nocerle, deca deudos y amigos en sitio de donde Castelar pudo escucharle: Tal ojo est perdido; veremos si el otro se le puede salvar. Cuando entraron en la habitacin donde Castelar estaba, le encontraron echado en un divn, presa de la mayor desesperacin. Dios mo, Dios mo! - exclamaba, cogindose la cabeza entre las manos.iAhora ciego, yo que no tengo otra manera de vivir ms que la pluma! Otro dato importantsimo conoc, cuando se me habl de su enfermedad; don Emilio era diabtico, padeca de albuminuria, y ante tal noticia pregunt quines le visitaban, y con toda ingenuidad confie so, sin intencin de ofender nadie, que ech de menos el nombre de algunos, de esa media docena de clnicos de fama, que existen en Madrid en todo tiempo, procedentes de San Carlos de los hospi tales, como los Snchez Ocaa, los Saudo, los Ma riani... los que somos los mismos mdicos los pri meros en recurrir cuando se presentan en nosotros 175 BERNARDO HERRERO OCHOA en nuestras familias determinadas enfermedades. Ninguno tome ofensa mi extraeza; pero tra tndose de enfermos cuyas vidas, tanto como sus deudos interesan la patria, nosotros mismos debe mos proponer cuantos medios se hallen mano, para su ms pronta y perfecta curacin, aunque para ello hubiese que subir al cielo en busca de San Cosme y San Damin. Cada uno tenemos nuestro propio coto, y es obvio que quien padece una pul mona, no va que se la cure un oculista, ni quien tiene una afeccin los ojos se pone en manos de un especialista en partos. Factor muy principal en la enfermedad de Cas telar fu el estado moral en que se hallaba. Aquella alma sensible y patritica por antonomasia, haba divinizado la idea de la Patria, y los furiosos ven davales que se desencadenaban sobre Espaa en el terrible ao 1898, haban de herirle en lo ms nti mo, como si tales desventuras recayesen en su pro pia madre. Don Emilio Castelar, que en los trances ms di fciles de su vida poltica, se haba colocado siem pre dentro de la ms pura realidad, estaba muy le jos de sentir los optimismos de algunos generales, que una vez pacificada Cuba, iban conducir nuestro ejrcito la conquista de los Estados Nor teamericanos. Desde la voladura del Maine, acae cida en la baha de la Habana el da 16 de Febrero del 98, tena como hecho descontado el de nuestra guerra con los yankees, y conoca lo bastante la Geografa para darse cuenta de que tenamos que habrnolas con una nacin, cuyo territorio era ms de diez y ocho veces mayor que el de Espaa, es TILTIMO ANO DE VIDA DE CASTELAR 1 79 tando en la proporcin de ochenta diez y ocho millones sus respectivos habitantes. Ellos ricos y poderosos, con medios formidables y cuatro pa sos del teatro de la guerra; nosotros, distantes miles de millas allende los mares, imprevisores, pobres y esquilmados por malos gobiernos y varios aos de guerras civiles y coloniales. Pavor causa abrir hoy la historia y recordar los primeros aciagos meses del 98. Los yankees, apar te su proteccin hipcrita . los insurrectos, con in solencia inaudita venan entrometindose en nues tros asuntos exteriores, conminando y amenazando Espaa, en cuanto haca referencia nuestra gue rra de Cuba. El da 25 de Enero, en que entr el Maine en el puerto de la Habana, de hecho qued bloqueada la isla por una poderosa escuadra, en la que fi guraban cinco grandes acorazados, que, pa seando por sus costas, venan prestar alientos la insurreccin. La misteriosa voladura del Maine fu la hoja de parra con que trataron de encubrir su avaricia los Estados Unidos, haciendo salir la superficie sus mal encubiertas intenciones. Desde tal momento comenzaron las zozobras anejas toda declaracin de guerra, y los cabildeos entre nuestro gobierno y el representante norteamericano, exigindonos la inmediata pacificacin de Cuba, bajo condiciones que nos hubiesen puesto los pies dedos caballos, hasta que estall la guerra, que, haciendo justicia A nuestros gobernantes, nadie en aquel momento hubiese podido evitar. El 26 de Abril notificaron las potencias los Es tados Unidos la declaracin de guerra Espaa, i8o BERHARDO HERRERO OCHOA ipso fado se estableci el bloqueo en Cuba y Puer to Rico, partiendo una escuadra con rumbo Fili pinas, donde el I. de Mayo quedaron deshechos nuestros barcos de guerra, en la baha de Cavite, por las balas y el incendio. Vdanos la ndole de este libro descender ms pormenores, y hacemos gracia al lector del terri ble estado en que se hallaba Filipinas, con Manila bombardeada, y treinta mil soldados espaoles, sin poder recibir auxilio alguno de la madre patria, ante la insurreccin en masa de los tagalos, con ciento treinta mil hombres levantados en armas. Y la crtica situacin de Cuba invadida por los yan kees, donde en las primeras horas de la tarde del 3 de Julio, qued totalmente destruida la escuadra de Cervera. He aqu trazado grandes rasgos el cuadro que ofreca la pobre Espaa en la primera mitad del ao 98, cuadro tal vez el ms sombro que cuenta en sus pginas nuestra accidentada historia del si glo lux. Bajo tan tristes auspicios caminaba la en fermedad de un patriota como Castelar, y testigos fuimos del tremendo efecto que vino producirle la noticia del desastre de Cavite. Cuando llegamos Sax, el da 17 de Mayo, un hecho de los ms sencillos nos di conocer las hieles que rebosaban en su alma. Arda el pueblo en aquel momento en patritico entusiasmo; los afi cionados tenan dispuesta para el 19, da de la As censin, una funcin patritica beneficio de la suscripcin nacional para la escuadra. Remedo humilde de la celebrada en el Teatro Real el 31 de Marzo, que di un producto de setecientas mil pe LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 181 setas, no por humilde fu menos digna de aplauso. Cierto que all no hubo un marqus de Villamejor que diese un milln de reales por un palco; pero se vendieron en subasta los palcos y plateas de nues tro teatrillo, razn de quince cincuenta duros. Tambin tuvo la fi esta su apoteosis fi nal, con la indispensable Marcha de Cdiz, que, falta de un Benlliure, ide y dirigi, pintando el decorado, el distinguido farmacutico don Baldomero Vias. Haban trasmitido don Emilio de Madrid, pri mera hora de la noche, el telegrama del almirante Cervera, sobre su llegada la baha de Santiago de Cuba. Esta maana, deca, he llegado sin novedad con la escuadra este puerto. --Cervera. Este te legrama, al mismo tiempo que los peridicos de la noche enteraban los madrileos del fausto suce so, se lea en el teatrillo de Sax, en uno de los en treactos, entre las delirantes aclamaciones del p blico. El resultado de la funcin, deducidos gastos, fu llevar cerca de cinco mil pesetas la Junta de sus cripcin de Alicante. Don Emilio de buena gana hu biese asistido, de no impedrselo la enfermedad, y quiso al menos contribuir con su modesto bolo. Cuando se comentaba al da siguiente el suceso, aunque procuraba aparecer en pblico optimista, en el seno de la amistad dejaba desbordarse su ms amargo pesimismo. Ante aquel acto patritico de un pueblecillo de cuatro mil almas, nos deca en ternecido: Rasgos como ste nos salvaron en nues tra guerra de la Independencia; en aquel ambiente de patriotismo vinieron ahogarse las huestes de Napolen; pero el caso de hoy es muy diferente. 182 BERNARDO HERRERO OCHOA Nuestros padres peleaban en su propio suelo, y nosotros hemos de subvenir, venciendo cuasi im posibles, las necesidades de un numeroso ejrci to muchos cientos de millas de distancia; y no se improvisan los formidables medios de defensa que nos apremia oponer al enemigo, aunque se dispon ga del dinero, que es nervio de la guerra. Castelar admiraba la hazaa de Cervera y sus grandes dotes- estratgicas; mas le asaltaban terri bles dudas ante la enorme superioridad de la ma rina norteamericana. En aquellas suscripciones na cionales, dignas por otra parte de toda loa, acaso encontrara mucho de infantil y candoroso: los for midables medios de defensa que habamos de opo ner al enemigo no se improvisaban, y el da en que los yankees nos abrasaban las entraas en la baha de Cavite, contbamos en la suscripcin para la escuadra, con que habamos de vencerles, con cuatro millones de pesetas, lo preciso para. adquirir algn barquito costero y algunas lanchas de pesca. Esto no obstante, tena fe Castelar en la superio ridad de nuestras fuerzas de tierra y confiaba en que los yankees, victoriosos en el mar, seran de rrotados al poner el pie en nuestras colonias. Des graciadamente no pudieron ponerse prueba sus esperanzas. Desde el desastre de Santiago de Cuba, no preocup otra cosa nuestro Gobierno que con seguir la paz cualquier precio, y oblig rendirse sin pelea nuestro sufrido y valiente Ejrcito. Tris te eplogo de estas tragedias fueron las amargas frases del general Blanco en el Senado, como an tes lo haban sido las valientes imprecaciones de Sol y Ortega en el Congreso: todo sehaba pera. LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 183 do, incluso la vergenza; pero se salvaron las ins tituciones. Demos fi n este punto con un hecho que revela ba la delicadeza de sentimientos de Castelar. El 21 de Mayo los peridicos de la tarde, de Ali. cante, trajeron Sax la noticia de la muerte de Gladstone. Afectle extraordinariamente don Emi lio, que puso su viuda el siguiente telegrama: Mi profundo psame por la muerte del primer orador de nuestros tiempos, gloria de la humanidad, verbo del progreso. Dijrase que haba fallecido uno de sus ms queridos deudos, y aquella noche, en seal de duelo, no se levant la tapa del piano. Concreta. base nuestra tertulia matar el tiempo charlando de cosas indiferentes, cuando omos de pronto debajo de los balcones al orfen de Elda, que le haba ocu rrido venir darle una serenata. Don Emilio, afec tadsimo, hizo que bajaran dar las gracias los arfeonistas, rogndoles que se retiraran: haba re cibido una mala noticia y hallbase en aquellos mo, mentos bajo el peso de una gran desgracia. He aqul sucintamente diseado el estado fsico y moral de Castelar en aquellos das. No entra en nuestro nimo escribir su historia clnica; ms de que en gran parte la desconozco, ni debo, ni pue do, ni quiero escribirla. Slo dar alguna que otra pincelada, tomada de aqu y de all, con lo que aca so demos idea de su naturaleza. Por de pronto, atengmonos la respuesta que di Alberola su mdico de cabecera: Dgame, doctor vino preguntarle. Qu enfermedad tiene Castelar Exceso de medicacin le contest. Otro que 184 BERNARDO HERRERO OCHOA no hubiera sido l ya estara completamente cura do; pero se trata de un personaje, se trata de la primera fi gura de Europa, y en nuestro afn de po nerlo bueno le hemos estragado el estmago, el r gano ms sano y ms privilegiado que tena, fuer za de medicamentos. Estamos perfectamente de acuerdo con la opi nin del mdico de cabecera: ha de saberse que en la enfermedad de Castelar intervinieron varios m dicos, y nada mejor para curar un enfermo, que le vean muchos y le jalopeen simultneamente; y suele ocurrir con frecuencia que en el frrago de drogas que se le propinan, resulten algunas, por lo intempestivas, asz dainas. Don Emilio Castelar se encontraba en Sax como el pez en el agua. Aquel ambiente tibio y acaricia dor, que rememoraba en l los ms gratos das de la niez, caa como un blsamo sobre su espritu y su cuerpo. Dijrase que el azar haba reunido en Sax todas las circunstancias favorables para el tra tamiento de su cruel dolencia. El mismo da de nuestra llegada se le dispuso el cuarto de estudio, instalando la pequea biblioteca que con nosotros lleg de Madrid (un bal mundo de libros, de 90 kilos). A las siete de la maaa del siguiente da ya estaba en su cuarto de trabajo aquel infatigable obrero de la inteligencia. Ya diji mos que all escribi la parte de su historia de Eu ropa, perteaeciente la Revolucin francesa. Costbale por entonces gran trabajo escribir, pues an andaba muy torpe su mano derecha, efec to del ataque de rema que haba sufrido en el pa 15 LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 185 Lado invierno, as que escriban al dictado su so brino Rafael su secretario particular don Joaqun Ferrer. Dictbales en alta voz, en estilo y tono ora torio, y gustbamos escuchar sus hermosos discur sos, ocultos en sitio prximo donde no pudiramos distraerle con nuestra presencia. El cuarto de estudio de Castelar era una pieza encantadora. Daba una puerta, por la que penetra ba la luz torrentes, amplia galera, desde la que contemplaba la vista el ms hermoso panorama. A los pies triscaban y picoteaban en un gran patio multitud de aves y otros animales domsticos, y continuacin vena el huerto, que bien poda lla marse frondoso parque de frutales; y luego la feraz huerta, poblada de almendros y sembrados, cruza da por la va frrea, por la que pasaban y traspa saban numerosos trenes; y en ltimo trmino apa reca la dilatada campia de vides y olivares, exten didos hasta las lejanas sierras, cuyas cumbres, de un gris pizarroso, vienen esfumarse en el azul plido del cielo. Algunas veces, se permita don Emilio el lujo de media hora de descanso en el huerto, donde sen tado la sombra de los parrales, de algn peral albaricoquero, lea la prensa de la maana; pero generalmente, hasta despus de las doce, no se abandonaba el trabajo. Las tardes las dedicaba al descanso; no le dejaba trabajar Secundino, dicindole que con medio jor nal que ganara tena bastante. Reciba en ella los numerosos amigos que en caravanas venan saludarle, principalmente de las provincias de Ali cante y Valencia y de la regin murciana. Unas 186 BERNARDO HERRERO OCHOA tardes marchbamos en carruaje al campo, y otras las pasbamos en la hermosa fi nca del molino, sita unos cien metros de la casa, donde se alza sobrio y sencillo el edificio, rodeado de huertos y alame das, cuyos linderos lamen las lmpidas aguas del Vinalop. Por las noches, despus de la cena, nos reuna mos los de la familia y algunos ntimos, y haca so nar las teclas del piano su secretario don Joaqun Ferrer, bien algunas seoritas del pueblo, nos deleitaba don Emilio con su conversacin amena, hasta que las once en punto se disolva la tertu li a, obedeciendo al riguroso mtodo que estaba sometido en el tratamiento de su enfermedad. Con algunas pequeas excursiones los pueblos vecinos, como Petrel, Monvar, Elda, Novelda, Aspe, etc., sta era la vida que hacia en Sax Cas telar, mejorando visiblemente, aunque los mdicos no pudiramos hacernos todava grandes ilusiones respecto al resultado fi nal de su dolencia. Hemos querido ser parcos en los prrafos que preceden, huyendo se consideren nuestras palabras desmedidos elogios por la patria chica, y cedemos el puesto otras plumas que supieron narrar con ms arte la estancia en Sax de Castelar. Entre las numerosas visitas que reciba, solan acudir veces varios redactores de peridicos, al gunos de los cuales publicaban luego extensas in formaciones. Elegimos entre stas la intervi del. ilustre Blanco Ibez, correspondiente al 13 de Junio del 98, publicada en su pridico El Pueblo, de Valencia, y la del Madrid Cmico del 18 del mismo mes, en la que su redactor seor Garca LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 187 Vaso, con un bien escrito artculo, ofrece una in formacin grfica completa. El eximio maestro de la novela y gran paisajista de la pluma, pinta, con mano maestra, la vida q.ue haca en Sax Castelar. De buena gana reprodu ciramos ntegro su admirable art_ulo, que ocupa la primera plana de su peridico El Pueblo, si no temiramos fatigar la atencin de los lectores. Interesante todo su contenido, sacrificamos bien pesar nuestro, dada su extensin extraordinaria y por no encajar en los propsitos de este libro, toda la parte poltica, en la que el ilustre estadista expone Blasco Ibez sus puntos de vista ante los terribles problemas de actualidad; sus trabajos literarios; sus impresiones pesimistas en cuanto al fi nal desenlace de nuestras guerras coloniales; el problema de su vuelta la poltica activa, ante el clamoreo de la inmensa mayora de los espaoles; las grandes ingratitudes que cosech en aquellos das con motivo de la publicacin de su famoso ar tculo en la Petite Revue Internationale... Mas nos otros slo perseguimos allegar datos del Castelar enfermo, y dejamos Blasco Ibez que nos pinte su vida con su inimitable pluma. Todas las maanas, comienza el escritor ilus tre, apenas los primeros rayos del sol doran las ruinas de un castillejo mornno que coronan la alta montaa, aguda y aislada como una aguja gtica, cuya sombra extiende Sax su blanco casero, se abre un balcn que avanza su balaustrada sobre pintoresco jardn. Se estremecen con la fresca brisa del amanecer las esbeltas palmeras, agitando sus surtidores de 188 BERNARDO HERRERO OCHOA verdes y rizadas plumas; cabecean majestuosa mente los severos y negruzcos cipreses, que hacen pensar en la melanclica poesa de Francisco de Ass, y los suaves paisajes de la Umbra; por las apretadas fi las de naranjos y granados se vislum bran las escamas de brillante estao del ro que culebrea all en lo hondo, exhalando la hmeda neblina que esfuma los contornos de los bosque ellos de lamos plateados; y sobre la arboleda, como seal de que el hombre, aun en medio de los ms risueos espectculos de la Naturaleza, siente la necesidad de ganar el pan, comienza lanzar sus primeras bocanadas de humo la esbelta chimenea de un molino, que se yergue en el africano hori zonte como tiznado minarete. Bajo el balcn, en los extensos corrales que pre ceden al jardn, y cuya alfombra de paja exhala un perfume de vida y fecundacin, lanza el gallo inso lente su agresivo grito, rodeado y solicitado por el inquieto harem de rubias y gordas gallinas; relin chan los caballos en las cercanas cuadras, y el pavo real, abierto al viento su gigantesco abanico de azul y oro, da vueltas en torno de s, cual nuevo Nar ciso enamorado de su propia hermosura. Con el da despierta la vida rural y vigorosa; parece que zumban en el ambiente los versos de una gloga sin fi n, y el paisaje toma una expresin de bondad, de conventual y tranquila dulzura. Es el ambiente descrito por Ercman-Chatrian en torno de su Amigo Fritz, el adorador del campo. Y esa hora en que, entre resplandores y su tiles brumas despierta la Naturaleza, es cuando se abre todos los das el balcn y aparece en l un YILTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 189 buen seor con un gorrito negro sobre la calva y espaciosa frente, al cuello un blanco pauelo, la chaqueta cuidadosamente abrochada y las mangas siempre tan subidas, que asoman por ellas algo ms que los puos de la camisa. Ese buen seor que se despierta con el da, y al cual, si las ilustraciones no se hubieran encargado en estos tiempos de pro digar hasta la saciedad las fi sonomas de los hom bres ilustres, podra confundir un transeunte con algn propietario rural, que goza al amanecer con templando desde su casa sus vastas posiciones; ese buen seor, repito, tan burgus y tan tranquilo, que todas las maanas es de los primeros quienes el sol encuentra de pie en un pueblecillo de la pro vincia de Alicante, es el hombre en quien hortiene su vista fi ja toda la prensa europea y ms de media Espaa; el que con un simple artculo, escrito sin doble intencin, remueve la bilis del monarquismo escptico; es, en una palabra, don Emilio Castelar. Poder del africano sol que tuesta la costa de Levante, de este ambiente seco y ardoroso que agrieta la roja tierra de nuestros campos y calienta la piel hasta hacer que por las venas circule fuego lquido! Hace unos meses exista en Madrid un Cas telar enfermo, melanclico, doloroso como un Cris to de Morales: la tez amarillenta, con palidez de hostia, triste por la conviccin de su estado; y el Castelar de hoy, el que vive en Sax, es un seor mo reno, bronceado por el sol como un berberisco, que todos los das camina cuatro cinco kilmetros por el campo sin experimentar fatiga, y que continua mente se palpa una mano con otra, se las mira, las mueve con nerviosa agitacin de dedos, conven 190 BERNARDO HERRERO OCHOA cindose en secreto goce de que ha desaparecido la parlisis reumtica que martirizaba su movilidad de trabajador infatigable. En su balcn de Sax se satura por las maanas de luz y de colores; comulga con la hermosura de la Naturaleza para prepararse al diario trabajo, y su desayuno es la fresca horchata del pas, servida por las criadas de la casa, muchachas esbeltas, vi gorosas y morenas, verdaderas vrgenes beduinas que se acercan al dolo con respeto y timidez, pren dindole la servilleta de los hombros con la misma uncin que los devotos muestran cuando visten y acicalan al santo del lugar. A las nueve de la noche entr en la casa de don Secundino Senabre, el amigo ntimo de Castelar, casi su hermano: un simptico caballero de rostro atezado, que, sus maneras francas y dignas de gran propietario rural, une un aspecto enrgico y resuelto que recuerda esos viejos marinos endu recidos en las luchas del mar (I). Despus de Dios, lo primero que existe para l es Emilio, el compaero de la infancia, ese grande hombre al que tutea con inflexiones maternales de voz, y el cual, durante cuarenta aos, no ha pasado por trance difcil sin que al momento su amigo de Sax no se presentase en Madrid prestarle consue lo y ayuda. (i) Adems de la parte poltica del artculo de Blas co Ibez, suprimimos varios puntos de que en l se ocupa, ya tratados por nosotros, por no dar estas citas extensin extraordinaria y evitar repeticiones, aun trueque de romper la unidad de su hermoso trabajo. LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 191 Por la anchurosa escalera descendan los soni dos de un piano. Era un fragmento de Los Hugo notes: los apasionados juramentos de Raul la reina Margarita. Castelar estaba en su tertulia, arri ba, en el saln, rodeado de unas cuantas seoras del pueblo, y del elemento intelectual de Sax: el notario, el farmacutico, el mdico y media docena de amigos. Le vi en el fondo de la habitacin, junto al piano que hbilmente tocaba su secretario, sentado al ex tremo de un sof, con el eterno gorrito en el vrtice de su lustroso crneo, el soberbio bigote cado, una mano sobre la otra, acaricindoselas, y oyendo la msica con los ojos entornados. El supremo gobernante de su pas, el orador aclamado en la Sorbona, estaba all en la tranquila tertulia, modesto, sencillo, bondadosote, siguiendo la montona conversacin como un seor de pueblo de los que fi guran en las comedias de Vital Aza, tal vez acariciando en su interior las ideas que haba de arrojar sobre el papel al da siguiente; pero em pequeecindose para estar ms en relacin con su tertulia, afable hasta ser vulgar y deferente hasta el punto de hacer chistes, para que su superioridad no pesase sobre los que le rodeaban. Y conducido por su mano, que tiene al tacto cierta suavidad y blandura episcopal, me sent su lado en el sof. Y piensa usted ir Mondriz, como han di cho Secundinodijo, mirando cariosamente su viejoamigo ,Secundino no quiere dejarme ir.Dice 192 BERNARDO HERRERO OCHOA que me tendr prisionero aqu lo menos hasta la poca en que los chicos tocan la zambomba... No pienso ir al Norte. Creo que el rema, que tanto me ha fastidiado este invierno, fu consecuencia de la gran humedad que hay en aquel pas. Estar en Sax una buena temporada; ir despus Denia, donde me esperan los amigos, y de all pasar Alcira, para estar algunos das con mi buen amigo Dolz. Alcira! Carcagente! Aquello es el jardn ms hermoso de la tierra. ,Qu pas Valencial... Tal vez vaya tambin all. Pero sin que lo sepa nadie: hu yendo de las visitas, que no son propias del estado de mi salud; mi deseo es pasar unos cuantos das en una casita fuera de la ciudad, en medio de aquella huerta risuea, que es un paraso, un ensue o de poeta. Y piensa usted volver pronto la vida activa de la poltica Hablar usted en las Cortes (1). No. Si nuevas circunstancias no me imponen el deber de mezclarme en los asuntos pblicos, permanecer retirado y dedicado en absoluto la Literatura y al Arte, las dos pasiones de mi vida. Ya ha visto usted lo que han hecho mis electores de Huesca: casi me han desautorizado consecuen cia de ese artculo mo que tanto ruido ha movido. No renunciar mi acta, porque yo no reconozco ni reconocer nunca un procedimiento tan anrquico como es el mandato imperativo; pero tampoco me (1) Hacemos excepcin de este punto por referirse la publicacin de su famoso artculo de la Petite Revue Internationale, del que hemos de ocuparnos ms ade lante. LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 1 93 sentar en el Congreso, como no lo exijan los supre mos intereses de la patria. Me asombra mucho esa extraeza que han mostrado todos los monrquicos ante el artculo de la Petite Revue, tan ruidosamente comentado. Esas gentes manifiestan inmensa extraeza ante el hecho de que yo pueda decir los reyes verda des ms menos amargas. No parece sino que yo haya dejado alguna vez de ser republicano. Jams he ocultado mi republicanismo ni he sido infiel los ideales de toda mi vida. A qu, pues, el extraarse tanto de que un viejo republicano haya podido cen surar las prfidas insinuaciones cortesanas que arra.,tran una soberana constitucional mezclar influencias extraas en los asuntos de la patria, in miscuyendo en stos al Papa Lo he dicho desde hace muenos aos en mis crnicas polticas, cuando vea nuestros gobernantes esforzarse buscando alianzas con las potencias. Asegur que no las lo graran, y as ha sido. Dicen muchos que Len XIII siente simpatas por los fi libusteros. Yo no digo que sea fi libustero dijo Castelar, sonriendo. Lo que s afirmo es que el Papa no es amigo de Espaa. Ya ve usted lo que significa en Pars el Journal des Debats: es el peridico del Quai dOrsay como quien dice, el rgano del Mi nisterio de Negocios Extranjeros; pues bien, en ese peridico he ledo, sin que nadie lo haya desmen tido despus, que Len XIII, por mediacin del em bajador de Francia en los Estados Unidos, ha pre sentado Mac-Kinley las siguientes condiciones para ajustar la paz con Espaa: 1 94 BERNARDO HERRERO OCHOA Declaracin de la independencia de Cuba. Cesin de Puerto Rico los yankees y conser vacin de Filipinas en depsito hasta que Espaa satisfaga los Estados Unidos la indemnizacin de guerra. He aqu cmo termina Blasco Ibaez su intervi: Le vi al da siguiente antes de partir de Sax la hora en que se preparaba emprender su diario trabajo. Animoso, rejuvenecido, con algo en las ve nas del ardor de aquel sol que entraba torrentes por las ventanas y con la piel jugosa y exhalando vida como los rojos campos que se vean lo lejos. Mostrbase entusiasmado como la noche ante rior con la vida que lleva en este clima clido, car gado de perfumes y de trinos de pjaros. Su nico agravio con el verano que calienta y vivifica, con este clima seco y ardoroso, son las moscas, que le molestan, que le ponen nervioso, que le obligan continuamente manotear en torno de su frente soberbia y luminosa. Al hombre quien admira Europa entera; al nico representante que queda en pie de la reduci da familia de polticos con prestigio universal; al orador que ha transformado todo un pueblo; al es critor que con slo un artculo ha conmovido varias veces su nacin, y quien no abaten los enemigos ni intimidan las desgracias, le irritan y le ponen ner vioso con su tenacidad pegajosa las moscas levan tinas, que son su tormento. Despus de esto crea usted en las grandezas humanas. La extraordinaria extensin que nos ha precisa LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 195 do dar las citas del artculo de Blasco Ibaez, y el tener que incurrir en repeticiones, vdanos ser igualmente extensos con el de el seor Garca Vaso, del Madrid Cmtco; no obstante, que por lo primo roso del estilo y la exactitud de la informacin, me recera copiarse ntegro. Con gran sentimient nuestro hemos de concretarnos ofrecer al lector slo los siguientes prrafos: Y llegamos Sax... En aquel rinconcito de la campia alicantina, donde los extensos olivares y las vides frondosas han hecho un paraso; replegndose sobre la falda del vetusto castillo, como si quisiera esquivar las caricias del ro Vinalop que lame sus plantas, est el pueblecito de Sax, aquel pintoresco pueblecito que no tiene presos en su crcel ni en sus calles mendigos, y que hoy hace menos ingrata la dolen cia del gran tribuno de la democracia Espaola. En la casa de don Secundino Senabre, amigo desde la niez del ilustre hombre pblico, y an se ra mejor decir su hermano del alma, se hospeda el seor Castelar, y halla descanso para el cuerpo ren dido por la enfermedad, y carios para el espritu conturbado por las inacabables tristezas de la patria. Pues ni aun as en tales circunstancias, tan pro psito para abandonar todo trabajo, descansa de los suyos cotidianos aquel infatigable obrer6 de la in teligencialu A la hora de comer se termina el trabajo, que ya no se reanuda hasta la maana siguiente, no 196 BERNARDO HERRERO OCHOA porque el seor Castelar no quiera trabajar por la tarde, sino porque el seor Senabre, con la tirana de su cario al gran hombre, le impone el descan so reparador. Apena ver aquel hombre debilitado por la en fermedad, aferrado al trabajo sin abandonar nunca la labor admirable... Y an se han permitido bromitas de psimo gus to, costa del ms grande de los espaoles, unos cuantos padres de la patria (aluda las sesiones de las cortes en que se trat del artculo de la Pe tite Revue), de esta patria por la que tanto ha traba jado el seor Castelar y por la que tanto se han en riquecido algunos polticos. Por la tarde, despus de las primeras horas de calor, cuando el sol desciende y se hace ms agra dable la temperatura, suele bajar el seor Castelar al jardn de la casa, y por l pasea acompaado de sus amigos, extendiendo algunas veces sus paseos hasta el molino harinero del seor Senabre, dos pasos de las pobladas riberas del Vinalop. Despus de la cena, sencilla como todas las co midas que ahora hace el seor Castelar, se compla ce en recibir los amigos, que son casi todos los habitantes de Sax; se charla un rato; se hace un poco de msica, y las once, punto ms punto me nos, termina la apacible reunin, en la cual, falta de aristocrticas seoras que hablen de poltica y murmuren encarnizadamente, hay mujeres sencillas, orgullosas de hacerle compaa al eminente repu blicano. He ah, en cuatro rasgos, la vida actual de ese gran hombre en quien nos han hecho poner los ojos LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 197 la reciente resonancia de un su artculo, y las tris tezas de un rgimen desgraciado. El eximio poeta murciano Vicente Medina, vino Sax acompaando al seor Garca Vaso, quien dice este propsito en su informacin: El seor Castelar en la reunin de anoche, mos tr deseos de oir las poesas de Medina. Que lea el poeta, dijo; pero el poeta no sabe leer sus versos, y ley el seor Vaso los titulados Canserra y Murria, que ya conocen nuestros lecto res, y los inditos de La cancin triste. Unos y otros merecieron los entusiastas elogios del seor Castelar, y los honores de la repeticin, que pidi el mismo. Medina es un gran poeta popular, dijo don Y Medina, que estaba escondido entre las som bras de su modestia, fu descubierto por aquella alabanza luminosa del gran orador, y se puso rojo rojo como los ababoles de su huerta... Esas son las impresiones que nos llevamos, ter mina el seor Garca Vaso, al dejar aquel rinconci to de la hermosa campia alicantina, donde los oli vares extensos y las vides frondosas han hecho un paraso, y en donde est, replegado sobre la falda de un vetusto castillo, como si quisiera esquivar las caricias del Vinalop, que lame sus plantas, el pueblecillo de Sax, aquel pintoresco pueblecito que no tiene presos en su crcel, ni pobres en sus calles... V1W19~ II Mi intervencin en la enfermedad de Castelar. Obligado a fortior ser su mdico. En busca de an tecedentes. Plan teraputico de imposible aplica cin en Sax.Tratamiento higinico. La albuminu ria: primeros anlisis de la orina. Trtase de pro cesar Castelar por su articulo de la Petite Revue In ternationale; influencia que pudo tener en la marcha de su convalecencia. Nuevo anlisis de la orina por el doctor Ramn y Caja!: incidencias que di mar gen y carta de Castelar sobre este asunto. Su regre so de Sax Madrid fi n de Julio y estancia en Mon driz hasta fi nes de Septiembre. Jams ambicion ser mdico de don Emilio Cas telar. En la modesta esfera en que vino desenvol verse mi vida profesional, no entr nunca en mis clculos visitar personajes, y mucho menos reyes presidentes de Repblica. Llevan anejas tales clientelas las mayores responsabilidades y pesan demasiado sus muertos, aunque ayude soportar los la mejor ganada de reputacin. Repito que jams ambicion ser mdico de Cas telar; mas al llegar Sax, falta de eminencias y de sabios consagrados, mi humilde persona no tuvo 200 BERNARDO HERRERO OCHOA otro remedio que aceptar el papel de hroe por fuer za, y empuar las riendas en el tratamiento dela en fermedad del insigne estadista. Slo tena nocin confusa de su dolencia y, como era natural, hube de orientarme estudindola con todo detenimiento, fin de proceder con el mayor acierto. El primer documento que se me puso la vista fu un plan escrito de un doctor que le vi en con sulta en vsperas de nuestro viaje, la cual se cele br por iniciativa del mdico de cabecera, siendo el consultor un joven amigo suyo que recientemente haba terminado la carrera y que luego de termina da haba permanecido dos tres meses en Alemania especializando sus estudios. Dicho plan escrito comenzaba por una larga lista dos columnas, fi gurando en la primera las subs tancias alimenticias de que deba abstenerse el en fermo, y en la segunda aquellas otras de que poda hacer uso. Partidario, sin duda, el joven doctor del mtodo de Oertel de anabasiterapia 6 terrainkuren, que dicen los alemanes, prescriba que en nuestros paseos se marchase la ida por cuestas que tuvieran una pen diente, no recuerdo bien si de un dos 6 un tres por ciento, y que al regreso volviramos por camino que tuviera tambin una pendiente determinada. Por ltimo, por toda medicacin prescriba el es trofanto (i). (i) No quisiramos descender estos pormenores, propios de mdicos ininteligibles para la inmensa ma yora de los lectores, mas los creemos del todo necesa rios, siquiera nos concretemos los datos ms indis pensables. LTIMO ARO DE VIDA DE CASTELAR 201 Apenas si pudieron utilizarse tan oportunas pres cripciones. En cuanto la lista de alimentos, as los que poda comer el enfermo como los dainos, cua si el noventa por ciento ni siquiera de nombre se conocan en el pueblo. Por fortuna, cuando en sus excursiones vena Sax don Emilio con su salud inexpugnable, jams se acordaba del salmn los faisanes, ni de ciertos mariscos y otros platos de moda, que suelen ofrecerse en las mesas de buen tono. Ya en algunos pasajes de este libro, as como en el de Alberola, se ha visto el culto que profesaba Castelar cuanto haca referencia los usos y cos tumbres de sus primeros aos, y as gustaba comer todas aquellas cosas que coma cuando nio, que venan ser comnmente el pan del pobre en aque lla tierra; y le veamos saborear con el mayor delei te las sardinas de cuba, y el famoso arroz y baca lao alicantino, y otros arroces parecidos; y los pri meros platos que haba que prepararle eran nues tros sabrossimos caracolillos chupalanderos y nues tros clsicos gazpachos. Esto no obstante, no se arreglaba del todo mal la cosa, pues aunque asaz exigua la lista de alimen tos de que se dispona, contbamos con numerosas aves y animales domsticos: con una bandada de bien cebabas gallinas que proporcionaban algunas docenas de huevos fresqusimos del da, de los que sorba don Emilio numerosas yemas, y habanse trado, adems del ganado de la casa, tres hermo sas cabras, que se las tena cuidadas cuerpo de reinas, fi n de que no faltara al ilustre enfermo le che abundantfsima y de la ms selecta. 202 BERNARDO HERRERO OCHOA Aunque Sax es pueblecillo de pesca, por los ri cos y abundantes barbos que cra el Vinalop, ve nan de Alicante diario los pescados ms fi nos y exquisitos, y desde Valencia algunas frutas, como la fresa, que en Sax no las haba. Despus de todo, aunque sea inmodestia, no me creo tan zote que fuera incapaz de dirigir la alimentacin de un albu minrico; y perdone el bondadoso lector si soy tan detallista en este asunto; ya ver los motivos ms adelante. Tampoco era posible cumplir la indicacin de la marcha en cuesta ascendente descendente en nuestros paseos; necesitbamos para ello disponer de un ingeniero, al menos de un ayudante de Obras pblicas, para que nos midiese de antemano el declive del camino que habamos de recorrer, dato que desconocamos totalmente. No hubo, pues, otro remedio que hacer las cosas as, la pata la llana, eligiendo aquellos sitios donde menos se fa tigara don Emilio, y cuando se cansaba, nos sent bamos, naturalmente, descansar en las piedras de un ribazo. Una de las cabras era siempre nuestra compae ra inseparable en los paseos. De este menester se cuidaban los nietos de mi hermana que, provistos de un vaso, la ordeaban dondequiera que se le an. tojaba al enfermo, ofrecindole la espumosa leche, y este antojo sola tenerle algunas tardes dos, tres y aun cuatro veces. En cuanto al uso del estrofanto fu verdadero dictador; ya habl en el anterior captulo de cunto me sorprendi el pulso de Castelar, cuya dureza iba, naturalmente, en aumento, medida que se nu tTLTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 203 tra y reparaba sus fuerzas, y parecime que el dar un medicamento en tales condiciones, que aumen tara la fuerza impulsiva del corazn, equivala co rrer detrs de un caballo desbocado dndole latiga zos. Fu esto un acierto, sin que por de pronto pensramos en ello. Castelar padeca una lesin al corazn, perfectamente compensada en su justa me dida por el estado del pulso, por cuya razn nadie se di cuenta de ella, hasta que el doctor Espina le sac un trazado esfigmogrfico durante su estancia en Mondriz; lesin que fu sin duda el triste ep logo de su enfermedad en San Pedro del Pinatar. Estaba, pues, sometido el enfermo un plan pu ramente higinico, que por fortuna vena dndonos excelentes resultados. Otra de las cosas que necesitaba averiguar era el estado en que se encontraba la orina, y eligiendo el camino ms corto la envi Madrid mi hijo, la sazn alumno interno de San Carlos, que termina ba la carrera en aquellos das, para que se hiciese el anlisis en la facultad de Medicina. Lleg al mis mo tiempo de Valencia, para saludar don Emilio, un colega, antiguo amigo mo, quien se llev tam bin la orina para que la analizara el doctor Peset, catedrtico de Medicina, y as, en Madrid y en Va lencia, se practicaron simultneamente ambos an lisis. Creo oportuno copiar algunas lneas de lo que en carta del 22 de Mayo escriba mi hijo. No te he mandado antes el resultado del anli sis de la orina de don Emilio, vena decir, por lo ocupado que he estado estos das con la proximi dad de los exmenes de Medicina legal. Hoy lo hago para decirte que no nos ha descubierto el mi 204 BERNARDO HERRERO OCHOA croscopio ninguna clula cilndrica ni otros restos epiteliales que indiquen lesin de los riones. Lo que te llam la atencin sobre lo sucio que se pre sentaba el precipitado en el ensayo que hicsteis casa de Garrido, consiste en los abundantes cris tales de cido rico que ofrece y uratos, y en cuan to la albmina slo contiene por litro unos dos gramos escasos. Casualmente subi Cajal al labo ratono, y le hicimos que viera las preparaciones, aunque, como me encargaste, no dije nadie de quin proceda la orina. En resumen: como aqu sospechabas, puedes asegurar que la albuminuria es puramente acciden tal, provocada por la eliminacin de los medica mentos, y sostenida hoy por el estado discrsico en que se encuentra la sangre, y, por lo tanto, es de las que pueden curarse. Por su parte, el doctor Peset deca lo que sigue: Analizada la orina, que recomienda el doctor don Alicio Caravaca, resulta de color amarillo, algo turbia, con bastante sedimento coposo -blanco, sal picado de arenillas rojas, cida, de 1,016 densidad, y contiene 37,28 gramos de residuo en litro. Con tiene una pequea cantidad de albmina (dos gra mos aproximadamente) y exceso de moco y uratos; carece de glucosa. Al microscopio se aprecian algunos leucocitos sueltos y otros apelotonados, cristalizaciones de uratos y cido rico libre, epitelio de todo el apara to, sin tubos. Aunque el catarro est bastante propa gado, parece tratarse por ahora de una pido -nefritis. Para que as conste, expido esta nota analtica, hoy 31 de Mayo de 1898. Doctor Pesa. IJLTIMO ANO DE VIDA DE CASTELAR 205 En los primeros das de Junio acaeci un suceso de los ms desagradables; suceso que viene ya insinuarse en los fragmentos copiados de los ar tculos de Blasco Ibez y Garca Vaso, que vino herir las ms sensibles fi bras de Castelar, y que bien pudo provocar un retroceso en la buena mar cha de su convalecencia. Aunque avezado aque llos lances en sus largos aos de lucha poltica, tra tbase entonces de la ingratitud de ciertos polticos, que solan acudir l en demanda de consejos y escudarse en la gran autoridad moral que prestaba su nombre; y an ms que esto, le dola que, halln dose algunos posibilistas en el Senado, no hubiese habido una voz que se levantara en su defensa. Ya comprender el lector que aludimos su famoso artculo publicado en la Petite Revue Internationale de Pars, en el que atacaba la reina regente, por ciertas intromisiones y extralimitaciones constitu cionales en que haba incurrido, con motivo de nuestra contienda con los Estados Unidos. Castelar fu denunciado por una traduccin de su artculo publicada en el peridico El Nacional, y el da 2 de Junio se llev este asunto al Senado. Atacle rudamente el duque de la Roca, al que si guieron Martnez Campos, Capdepn y Montero Ros; fu aquello un verdadero pugilato de monar quismo y de adulacin la regente. Nadie se levan t defender Castelar, y as habra quedado la cosa si no la hubiese reproducido Azcrate en la sesin del Congreso del da 4, reprochando sobre todo la conducta de Capdepn, ministro de la Go bernacin entonces, quien asegur en el Senado que Castelar sera perseguido por los tribunales 206 BERNARDO HERRERO OCHOA competentes, y que el Gobierno influira con sus amigos para que no fuese denegado el suplicatorio, que en su da haba de venir al Congreso. Con tal motivo se entabl amplio debate sobre la inmuni dad del diputado, en el que intervinieron Sagasta y Capdepn. Como era consiguiente, ocupse la prensa del ar tculo de Castelar, atacndole con verdadera saa El Imparcial, y defendindole valientemente El Nacional y El Liberal; siendo con l benvolos El Correo, La Epoca, Heraldo de Madrid y El Correo Espaol. En el mismo da en que se discuti este asunto en la sesin del Senado reunironse Sagasta, Ga mazo y Groizard para ocuparse de l, y convinieron en que no podan alcanzar Castelar responsabili - dades de ningn gnero, no slo por su inmunidad de diputado, sino por haberse publicado su artculo en el extranjero, donde no alcanzaba la accin de las leyes espaolas. He escudriado cuanto me ha sido dable todo lo referente esta cuestin, al objeto de averiguar cul fu el desenlace fi nal que tuvo, pues, pesar de la opinin de Sagasta, Gamazo y Groizard, pue do aportar un dato, del que no he encontrado indi cios en parte alguna, y es que el juez de instruccin de Villena vino Sax procesar Castelar. Siento no poder consignar aqu el nombre de aquel digno funcionario que, dentro de la desagradable misin que le traa, supo dispensar al eminente tribuno las mayores deferencias. Creo debi echarse tierra al asunto, que era lo ms conveniente para todos, y en primer trmino para el Gobierno. ULTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 207 Sin que ocurriese nada extraordinario, y siendo del todo satisfactoria la marcha de la convalecencia de don Emilio, tuve que regresar Madrid me diados de Junio, y ocurri un incidente del que de muy buena gana prescindira. Cremos oportuno que se practicara un nuevo anlisis de la orina por persona de gran autoridad cientfica, y pensamos en el doctor Ramn y Cajal; y en efecto, hice que llegara la orina al laboratorio de San Carlos, reco mendado su estudio por el seor decano de la Fa cultad de Medicina. El resultado del anlisis hecho por Cajal, no poda ser ms halageo, llenndonos todos de la mayor satisfaccin. No creo oportuno, dada la ndole de esta obrilla, insertar ntegro el concienzudo trabajo del sabio maestro, y nos limitaremos citar slo algunos de los datos principales. Haba descendido un gramo la cantidad de albmina, y no existan cilindros uri narios. Copiaremos nicamente las ltimas lneas con que termina el anlisis, bajo el epgrafe de Estimacin fi nal. En presencia, dice Cajal, de los datos consigna dos, nos es dable asegurar, que en el producto su jeto de estudio, existe disminucin de la urea con relacin la normal, y contiene albmina en la pro porcin de un gramo por litro, y que hay aumento de cido rico. Madrid, 18 de Junio de 1898. El di rector, doctor Cajal. Pero el seor decano de la Facultad de Medicina, y la vez senador del reino, con una oficiosidad imperdonable, y abrogndose facultades que nadie le haba dado, llevse el documento de Cajal al Se nado para enserselo su mdico de cabecera, 208 BERNARDO HERRERO OCHOA tambin senador, y ste, no obstante la indiscutible mejora demostrada por la ciencia, y sin ms razo nes que la poderosa del porque s, escribi una car ta don Emilio Castelar tratando de arrancarle de Sax todo trance. No quiero ahondar en este des agradable asunto, pues tendra que ensaarme con muertos, ni tampoco descender comentarios que habran de ser muy duros. A primeros de Julio vino Madrid el secretario particular de don Emilio, don Joaqun Ferrer, in mediatamente estuvo verme, ponindome en autos de la destemplada epstola. Copiara muchos datos que guarda fi elmente mi memoria, mas me limitar lo que sigue: Se haba enterado, deca el mdico de cabecera y senador, del resultado del anlisis de la orina que haba trado un tal Herrero, es decir, un pobre in documentado que tena en Madrid su cargo oficial ganado en reidas oposiciones, y luego continuaba textualmente: Vive usted, don Emilio, engaado ah con sus amigos; se est usted suicidando, y su vida no le pertenece usted, que pertenece la patria. En la conversacin que tuve con el seor Ferrer, vino decirme: Es la primera visita que hago esta de usted, y vengo para decirle que le escriba don Emilio. Se encuentra all mejor de da en da, y esta dichosa carta ha venido sembrar en l la des confianza y la duda. Escrbale, que tiene en usted gran fe y atiende mucho sus consejos. Confieso sin rodeos que me llen de indignacin proceder semejante, de cuyo mvil no quiero ocu parme, y lindome la manta la cabeza, como sue LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 209 le decirse vulgarmente, escrib una carta Castelar, poniendo los puntos sobre las tes, que le lleg al alma. En ella vea que contaba en el mundo con amigos desinteresados que hubiesen dado por de volverle la salud hasta la sangre de sus venas. Me contest con una hermosa carta, o ue copio ntegra, por ser eplogo resumen de su estancia en Sax en 1898. Slo encuentro en ella de malo los inmerecidos elogios que me prodiga; mas no quiero suprimir una palabra, pues sera mutilar tan bello documento. Deca as: Sax, 18 de Julio de 1898. Q ierido Bernard(.: No puede usted imaginarse cunto le agradezco sus cuidados y sus desvelos por mi persona, sus consejos tan sabios sobre mi enfermedad. Con ello me ha mostrado usted, no slo una profunda ciencia estimada por m en todo cuanto vale; un profundo afecto, al que toda mi vida corresponder con creces. Sabr usted cmo he decidido el viaje Mon driz. En primer lugar, convienen todos una, que tal viaje me ser muy provechoso contra:dos indis posiciones crnicas que yo tengo; el exceso de bilis y las propensiones diarreas, rayanas en di sentera. Esta razn fi siolgica me mueve mucho, razn general; pero hay una razn particular mi enfermedad: el haberme dicho todos ustedes que los restos de cido rico, los cuales pudieran pro ducirme alguna incomodidad reumtica este invier no, se van por la orina, y las aguas de Mondriz son muy diurticas. Luego, aunque Secundino y Pascuala, Pepe y 210 BERNARDO HERRERO OCHOA Concepcin se oponen mucho mi viaje, yo deseo descansen todos, no de mi persona, que de mi per sona jams se cansan, de tanta visita y visiteo y mo - lestias como llevan en todas partes aparejadas mi persona y mi presencia. Me hallo adems tan bueno, que puedo empren der un viaje as, como pudiera emprender un ver dadero viaje de recreo. Las ganas me han vuelto; el sueo tranquilo acompaa con sus beneficios las ganas; nada de perturbaciones gstricas; nada de diarreas, aunque consumo con moderacin las frutas propias en este tiempo en nuestro mara villoso clima patrio. Mi estado de gran debilidad me retrajo del viaje, y mi fortaleza de hoy me lo impone. Al fi n de Julio pasar por Madrid, usted ser la primera persona que lo sepa, y sepa el da. Pienso mandarle por consejo de Corts una bo tellita de orines para que hagan otro examen antes de mi partida; mas le ruego que no diga de quin proceden, y procure sea la operacin pagada por m, en lo cual tengo un deber indeclinable y rigu roso. Me dicen que vuelve usted para el mes de Agos to; har bien, porque Sax est de tal manera fresco y riente, que el vivir aqu el verano es una verda dera delicia. Toda la familia buena. Perdneme tanta imper tinencia, y mande su buen amigo q. b. s. m. EMILIO CASTELAR Lleg Castelar Madrid de vuelta de Sax el da 28 de Julio, y slo se detuvo hasta el 31 que mar LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 211 ch Mondriz. Cruzronse dos cartas durante su estancia en el balneario, las que nada de particular ofrecen, fuera de las buenas noticias que me daba en cuanto la marcha que segua su convalecencia, y tuvo la atencin de enviarme dos artculos publi cados por La concordia de Vigo, uno suyo del 6 de Septiembre, titulado Galicia y Mondriz, hermo so trabajo que, por ser el ltimo, poda decirse en tonces que era el mejor de cuantos haba escrito en su vida; y otro del dia. 15 sobre una excursin Tuy, del que copiamos algunas lneas por referirse al estado de su enfermedad: Sin descansar un punto, dice uno de sus prra fos, el seor Castelar se dirigi la catedral, den tro de cuyo recinto estuvo unas dos horas, exami nndola en sus detalles ms minuciosos, y reco rrindola en todos sentidos sin fatigarse, como en los tiempos de sus ms activas excursiones. Baj la capilla de San Telmo, subi la sala capitular, se detuvo largo tiempo en el maravilloso atrio, re corri el claustro haciendo las observaciones litera rias y cientficas que cada trozo del monumento y caba objeto de su arqueologa le inspiraban. El seor Castelar estuvo doce horas en movi miento al sol y al aire libre, sin que su salud se re sintiera en lo ms mnimo, pues cada da adquiere ms fuerzas y domina mejor sus antes descompues tos nervios y doloridos msculos, hacindose len guas de lo mucho que le han probado, as los aires de Alicante, como los aires de Vigo, y del alivio completo que le han procurado las aguas de Mon driz. 212 BERNARDO HERRERO OCHOA Con fecha 18 de Septiembre recib carta de Ferrer: Est muy mejorado don Emilio, me deca; sobre todo porque se ha renutrido, habiendo llegado aumentar de peso en Mondriz diez y ocho kilo gramos, y habindosele corregido totalmente la in disposicin intestinal, que tanto le debilitaba. Saldremos de aqu el 21 por la noche. WWW 19WYMPPOW194,9 II I De Octubre de 1898 Mayo de 1899. Vuelve Castelar de Mondriz.Su estado relativamen te satisfactorio . Hechos de escaso inters ocurridos en los primeros meses. Interviene el doctor Huer tas por indicacin ma en la asistencia de Castelar. Su enfermedad de fi nes de Diciembre. Interesante episodio patolgico que ofreci en la segunda quince na de Marzo del 99. Actividad poltica de Castelar durante el mes de Abril Su eleccin de diputado por la circunscripcin de Murcia. Presentacin del Mensaje de las cien mil fi rmas. Su famoso artculo titulado Poltica de Silvela y Polavieja.Viaje San Pedro del Pinatar.Su muerte. Mezquindades del Gobierno y grandiosa manifestacin de duelo que le tributa el pueblo de Madrid. Castelar volvi, al parecer, de Mondriz comple tamente regenerado. Haba recuperado sus carnes y restaurado sus fuerzas; habale vuelto su joviali dad y alegra; y lo ms importante de todo era que haba desaparecido la albuminuria. No estbamos del todo convencidos los mdicos ante este ltimo importantsimo extremo, pensando que bien pudie ra obedecer, acaso ms que al empleo de las aguas, al tratamiento (uso de las sales de estroncio) que estaba sometido. De todas suertes, y fuera por lo 214 BERNARDO HERRERO OCHOA que fuere, no era el Castelar valetudinario que lle vamos Sax el i6 de Mayo el que volva de Mon driz, era el Castelar de sus buenos tiempos. En uno de los primeros das de su regreso nos hizo reir de buena gana tres cuatro amigos, que estbamos en el comedor de su casa, contndonos como slo l saba hacerlo, un gracioso sucedido que haba tenido en Sax con uno de sus amigos de la infancia, que era siempre de los primeros en acu dir verle. Hablbale don Emilio de los motivos de sus pre ferencias por Sax, y aludiendo cierto pueblo pr ximo, vino decirle: luego un pueblo tan levtico. Ha de saberse, que en el pueblo de referencia, que constar de seis siete mil almas, tienen cuando menos unas tres docenas de curas. A esto le contest el amigo: -Pues mira, Emilio: si por lo de levtico lo dices, vente conmigo ... (aqu el nombre de su pueblo), que all nadie gasta levita; todo el mundo vamos siempre de chaqueta. Ya ves, yo he sido alcalde, veces, seis y ocho arios segui dos, y, no es porque nc la tenga; ni una vez siquie ra ha habido necesidad de sacar la levita del bal. Hallbase presente D. Adolfo Calzado, quien se levant entusiasmado y abraz estrechamente Castelar: Gracias, gracias, Emilio le deca, que vuelvo verte tal como eres! Aunque nos preocupaba el temor de un retroce so, transcurra el tiempo relativamente bien. Don Emilio tuvo empeo en que me sealara dos das la semana para ir almorzar con l, y aunque mis ocupaciones eran muchas, aquel hombre no haba otro remedio que obedecerle. Las horas que dedi 15LT1110 AO DE VIDA DE CASTELAR 215 caba la mesa eran el parntesis abierto en sus cotidianos trabajos, y en ellas, olvidado de sus ta reas literarias, gustaba departir con los amigos acerca de los asuntos ms diversos. Durante el mes de Octubre, y hasta el 28 de No viembre, que se fi rm el tratado de paz con los Es tados Unidos, cedindoles Espaa Puerto Rico las Islas Filipinas y el archipilago de Jol, fueron la obsesin constante de Castelar las noticias que ve nan de la Comisin de Pars, presidida por Mon tero Ros, que ajustaba en la capital de Francia las condiciones de la paz. Y cmo padeca el grande hombre viendo realizarse uno por uno sus tristes vaticinios! Recuerdo que en uno de los primeros das dijo uno de los circunstantes: Hemos perdido Cuba y Puerto Rico, y casi Filipinas. Qutele usted el casi repuso vivamente don Emilio. -Tan perdida como Cuba y Puerto Rico, est Filipinas. Y con maravillosa intuicin y singular clarivi dencia, como si hablase a posteriori despus de una docena de aos, nos revel el desenlace que haba de tener la llamada conferencia de la paz y la ulte rior conducta de los yankees. Se ha usado y aun abusado tanto de contar cosas de Castelar, que no quisiera ocuparme en tal con cepto de aquellos sencillos cuanto deliciosos al muerzos. Generalmente no nos sentbamos la mesa ms que cuatro cinco comensales: Rafael del Val, su sobrino, su secretario particular, D. Joa qun Ferrer, y hasta dos tres amigos, que solamos ser con frecuencia los mismos, por lo que bien pudie 216 BERNARDO HERRERO OCHOA ra decirse que don Emilio, durante aquellas horas, era completunente nuestro. Aun cuando no quisie ra volver ocuparme de sus ancdotas y agudezas, no puedo resistirme recordar un da que qued para siempre grabado en mi memoria. Nos daba en uno de los almuerzos una verdadera conferencia de Literatura, y, entre otras mil cosas, cul ms interesantes, vino hablarnos de cun difcil es puntuar el verso castellano, razn por la cual tampoco abundan los buenos actores; y guisa de ejemplos nos iba citando algunos pasajes de nuestro teatro clsico, escuchndole encantados los versos del Don Alvaro, del duque de Rivas; los de El trovador..., etc., etc. Estos versos nos deca, recitando algunos de La vida es sueo, desde que muri Mariano Fer nndez, no han vuelto decirse como l los deca. Llegle luego el turno en los ejemplos Los amantes de Teruel. Oigan estos versos vino decirnos; dichos de este modo, hacen llorar. Y recit el siguiente fragmento de la escena que tienen al fi nal del drama Marsilla Isabel: MARSILLA. Ya mi susto ces; veo en tu mano la seal de tu fe. T me esperabas, y deslumbrar mis ojos pretendiste. Este anillo es la joya que me agrada. (Le coge la mano para besarla.) No es el mo! Qu horror! Sierpe se vuelve, y devorarme viene las entraas. ISABEL. No conoces qu indica este atavo, que no puedes mirar sin repugnancia Nuestra separacin. MASILLA. Poder del cielo! S, funesta verdad! ISABEL. Estoy casada! LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 217 Suspensos y como hipnotizados quedamos todos, pendientes de aquella msica armoniosa que fl ua de los labios de Castelar, cuando al fi nal vimos que sus ojos se arrasaban en lgrimas, y, decir ver dad, bien poco falt para que nos ocurriese otro tanto cuantos le escuchbamos. Mas luego de secarse los ojos, cambiando de tono, continu dicindonos, hacindonos todos reir: Pero dichos as y volvi recitar los versos imitando un actor y una actriz famosos, horn bre, es cosa de coger el sombrero y echar correr, para que no le d uno un ataque de nervios! Corra el tiempo sin que nada sucediera digno de ser contado en la enfermedad de Castelar; y uno de los das que me tocaba ir su casa, entr mi lle gada en el cuarto de trabajo de Rafael, quien, entre otras cosas indiferentes, vino decirme lo que sigue: To Emilio no quiere que deje usted de visi tarle. Dice que le ha ido muy bien con sus consejos. Agradezco en cuanto vale, y hasta me enorgu llece, la prueba de confianza que me dispensa don Emilio Castelar le contest; mas no quisiera que nadie creyese que vena reemplazarle, ni he so ado nunca en ser su mdico, entre otras razones, porque creo que enfermos como Castelar, cuya vida tanto interesa la nacin, debe roderseles de cuantos me dios se encuentre mano en la asisten cia de sus enfermedades, llamando en cada caso, sin que sea esto ofender nadie, aquellos espe cialistas o clnicos de ms merecida fama. 218 BERNARDO HRRAIRRO OCHOA No recuerdo si hablarnos algo ms; pero aquel da nos ocupamos en la mesa de este asunto. No es cosa de referir nuestra conversacin detalladamen te, y creo baste con lo siguiente: --Ya he dicho Rafael comenc diciendo don Emilio cunto agradezco la confianza que usted me dispensa, incondicionalmente me tiene sus rdenes de da, de noche, todas horas; pero le quiero usted demasiado para tener todo el aplo mo y serenidad de nimo necesarios en el trata miento de un enfermo. Le visitar usted, y har cuanto me mande; pero deseara, para cuando la necesidad lo requiriese, tener mi lado un compa ero, que seguramente habra de ver ms claro y mejor que yo. Yo quisiera, prosegu, que usted me considerara como individuo de su familia, y en tal concepto, mejor que el papel de su mdico, desearia reser varme el de su enfermero, llenando, aunque en par te mnima y con conocimiento de causa, ciertos cui dados que hoy tendra con usted doa Concha, si estuviera en el mundo. Comprendi don Emilio desde luego la gran sin ceridad que haba en mis palabras, y como ya ha bamos nombrado varios clnicos de fama, unos con discpulos mos, y otros con los que apenas si tena trato superficial; bueno, me dijo, llamaremos al doctor Huertas, por ser con quien usted tiene amis tad ms ntima. Dentro de unos das escribir una carta para que vaya usted verle y me le pre sente. Intil decir que aquella carta, escrita de puo y letra de Castelar, cosa que ya rara vez haca, era LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 219 un modelo del bien decir, y quiso guardarla Huer tas como recuerdo. Pero tard an algn tiempo escribirse, con lo que di una gran prueba del cul to que senta por sus amistades. No la escribi has ta despus de morir sbitamente su antiguo mdico de cabecera, ya bien entrado el mes de Diciembre, consecuencia de una embolia. Sin duda no quiso disgustarle con que se viese en vida sustitudo. El estado relativamente satisfactorio en que Cas telar se hallaba en los ltimos meses del 1898, hizo que apenas necesitase de los auxilios de la ciencia, hasta que fu llamado en la madrugada de la No chebuena, encontrndole con una fuerte infeccin grippal localizada en el aparato respiratorio, cuasi equivalente una pulmona. Ofreca algn peligro al siguiente da, tanto por la extensin del mal, como por la alta fi ebre que presentaba, indiqu que se avisara Huertas, y ambos le asistimos con el mayor esmero en unin del doctor Pulido, que vino luego espontneamente. A los ocho 6 diez das estaba repuesto de su enfermedad, de la cual ya habl en las primeras pginas, propsito del em peo que tuvo de levantarse del tercero al cuarto da, dicindonos que tena que escribir un artculo para una revista extranjera, y aquello de el pja ro yanta de lo que canta, lo que tuvimos que oponernos resueltamente Huertas y yo, seguros de que haba de costarle una recada. Conservo casualmente un anlisis practicado en el Instituto de Higiene Militar, fecha 5 de Enero de 1899, que debi encargarse al fi n de la precitada en fermedad, en el que vuelven aparecer en la orina los eternos dos gramos de albmina. 220 BERNARDO HERRERO OCHOA Como planta de estufa, cuidando sobre todo de evitar el menor cambio de temperatura, tenamos en su casa Castelar, y as lleg sin incidentes la segunda quincena de Marzo, en la que su ya larga enfermedad vino ofrecernos el episodio ms inte resante. Tiene este dato el mrito de que fuimos contadsimos los que lo conocimos, pues ruegos de don Emilio, ni trascendi la prensa, no obs tante su importancia, ni nadie tuvo de l la menor noticia. De sbito, como por lo comn sucede, sintise don Emilio atacado de un clico nefrtico, y nos rog desde el primer momento que guardramos de aquello el mayor secreto. Haba cierto peridico, de cuyo nombre no quiero acordarme, que estaba en vena de adulacin las instituciones y tena el prurito de ser el primero en dar malas noticias de la enfermedad de Castelar. Spose por el sereno, que todos los das, all la madrugada, enviaba un reporter la calle de Serrano, para enterarse si durante la noche haba habido algn movimiento en la casa del gran tribuno, entrando y saliendo mdi cos, bajando la botica, etc., etc. Ms de dos das pasamos en mortal zozobra, ante un sntoma gravsimo que ofreca la enferme dad, por las fatales complicaciones que !metiera provocar, cual era la total supresin de la orina. Pasc al fi n por fortuna la angustiosa crisis, eva cuando mediana cantidad de orina sanguinolenta, y al cabo de algunas horas, cuando ya creamos con - jurado el mayor peligro, vino reproducirse la anu ria con manifiesto obstculo en la uretra. Fue aque lla segunda crisis dolorossima, y indicacin de LTIMO AO DE VrDA DE CASTELAR 221 Huertas vino verle uno de los ms eminentes es pecialistas, quien estuvo de acuerdo con nosotros en que era Castelar el prototipo del enfermo ar trtico. Por suerte, no tard en restablecerse la calma, expulsando costa de grandes dolores el cuerpo del delito, consistente en un grumo de color gris ceo del tamao de un guisante, tras del cual evacu regular cantidad de orina de aspecto normal. Examinado al microscopio por el doctor Alabern aquel cuerpo extrao expulsado por la uretra, vino darnos perfecta idea del proceso morboso que acabbamos de presenciar. Servanle de ncleo va rios cristales de cido rico, que haban herido al ureter en su descenso, produciendo pequea hemo rragia, merced la cual vinieron envolverse en aquel estroma fi brinoso, en cuyo estado cayeron en la vejiga, poniendo trmino la primera crisis; lue go, insinundose por la uretra, dieron margen la segunda que acabamos de describir. Nada me queda que decir de la enfermedad de Castelar. Repuesto de aquel accidente, que tantas horas de ansiedad nos trajo, daba en su casa el da 5 de Abril el ltimo banquete de su vida en cele bracin de su fi esta onomstica, sentando su mesa como una docena de invitados. De gran actividad poltica inmensos sinsabores, fu para Castelar el mes de Abril de t899. Haca un ao que se haba iniciado la idea del llamado men saje de las cien mil fi rmas, para felicitarle por el restablecimiento de su salud, y mostrar su adhesin los fi rmantes su inmaculado patriotismo inque 222 BERNARDO HERRERO OCHOA brantable fe republicana. Dbasele en aquellos das los ltimos toques para su inmediata solemne pre sentacin, y en l se rogaba al eminente estadista volviese la poltica activa, abandonando el retiro que haca once arios haba voluntariamente adop tado. Tal pudieran enlazarse los acontecimientos, que tuviera que hacerse oir en las Cortes, y crean sus amigos y partidarios, que lo eran la sazn las dos terceras partes de los espaoles, que deba acudir la lucha en las elecciones convncadas por el go bierno Silvela-Polavieja. Castelar, que por espacio de muchos arios vino representando Huesca, encontrbase la sazn sin distrito por diferencias surgidas entre l y su antiguo correligionario don Manuel Camo, y haba declinado al principio algunos ofrecimientos que se le hicieron. Sus amigos, no obstante, continuaron sus gestiones cerca de algunos candidatos que le deban todo cuanto eran, mas ya colocados en cier tas alturas hicieron odos de mercader tales de mandas. Qu poda ya importarles que se quedara 5 no sin acta el gran orador! A este propsito nos contaba un da lleno de amargura: Deca mi her mana Concha, que era mentira que anidaran las golondrinas en las espaldas de los caribes; yo de m se decir que anid fulano en las mas hace tan tos aos, y me debe... Aqui vino la enumeracin de las cinco seis cosas que le deba, entre las que fi guraban desde el acta de diputado hasta otras prebendas asaz substanciosas. Aunque se neg al principio presentar su can didatura, cediendo al fi n ruegos y requerimientos LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 223 de los amigos, 6 pensando acaso con mayor sangre fra, que l no poda ni deba dejar de tomar asien to en el Parlamento, decidise aceptar lo que antes haba rechazado. Si no me es infiel la me moria, dira que en el banquete del da 5 de Abril sentronse su mesa algunos amigos de Murcia, y que durante la comida se habl del asunto de las elecciones. Haba que ir luchar por el tercer lugar en la circunscripcin de la capital, y es posible que en tales momentos se decidiera acudir las urnas. El g de Abril telegrafi Castelar sus amigos de Murcia manteniendo resueltamente su candidatura, y hasta mediados de mes que se verific la eleccin y qued triunfante por una mayora de trescientos votos, vino pasando das de verdadera prueba. l, quien solan disputrselo en toda eleccin varios distritos, hubo de acudir Murcia aspirando un tercer lugar como el ltimo novato. Disputbanle el acta el romerista Revenga y el tetuanista Marqus de Benavites. Lo que ms dola don Emilio era verse com batido por los elementos liberales, por mejor de cir, sagastinos, pues hasta el ltimo momento, Sa gasta, que era el que haba recogido el mayor fruto de su retirada de la poltica activa, estuvo excitando sus amigos de Murcia para que votasen al can didato romerista. De semejante conducta, inexpli cable para la mayora de las gentes, pudimos dar nos cuenta de los motivos, por el hecho que refiero continuacin. Sabido es que la candidatura de Sagasta en Lo groo, corri tan serios peligros, que punto 224 BERNARDO HERRERO OCHOA estuvo de ser derrotado y no poder tomar asien to en el Congreso el jefe del partido liberal, no obstante que el Gobierno le prest su ms de cidido apoyo, y pudieron sus deudos y amigos ape lar toda clase de medios. Haba algunos peri dicos que se titulan liberales, pero que ejercan en tonces de silvelistas polaviejistas, que hacan varios polticos una guerra sin cuartel, y especial mente Sagasta y Castelar, acto de pasin insana y de verdadera injusticia, pues si tuvo Sagasta la desgracia de que en sus manos se perdieran nues tras colonias, despus de todo haba venido pa gar sus culpas y las ajenas, sacrificndose por las instituciones. En tales circunstancias presentse en Logroo frente Sagasta el candidato republicano, mi amigo Gmez Trevij ano, que haca en aquellas elecciones sus primeras armas en la poltica, y pesar de la larga historia de don PrOxecles, de su condicin de jefe de uno de los partidos turnantes en el Poder y de los grandes medios que puso el Gobierno en sus manos, obtuvo Trevijano la honrosa votacin de tres mil votos, contra tres mil novecientos de Sagasta, triunfando ste por una mayora de unos novecientos votos. Concurra la botica de la calle de Atocha de mi amigo Paco Garrido Mena, don Enrique Calvet, rico minero de Sierra Almagrera, emparentado con los Angladas, que gozaba en Murcia de gran influencia entre el elemento republicano y aun entre muchos liberales. Paco Garrido le insinu que apoyase la candidatura de Castelar, insinuacin que no nece sitaba por cierto el seor Calvet, que era uno de LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 225 1 ..OS ms entusiastas admiradores del gran tribuno. Contestronle algunos de los liberales quienes se haba dirigido, dicindole que era decidido empeo en Sagasta votaran al candidato romerista, obede ciendo al pacto que haba celebrado con Romero Robledo, especie de toma y daca, en virtud del cual daba ste Sagasta los votos con que contaba en Logroo, en cambio de que apoyara en Murcia Revenga. Hubo quien defendi la conducta de Sagasta, cre yndole desligado de todo compromiso, por si Cas telar dijo primero ne y luego dijo s, mas juzgue cada cual imparcialmente, pues de todas suertes haba recibido de ste los ms desintere.iados servi cios para proceder con l de tal manera. A Castelar le votaron en Murcia los republicanos en masa, excepto los progresistas, por haber acor dado el retraimiento. Salmern y P Margall, no obstante las diferencias que les separaban, escri bieron sus amigos que le votasen. Igual hizo Ga mazo, ya en disidencia con Sagasta, y pesar de las recomendaciones de ste, le votaron muchos liberales y no pocos conservadores. El marqus de Benavites retir ltima hora su candidatura, y di un manifiesto en el que afirmaba lo hacia para dejar expedito el camino la vo luntad nacional, que proclamaba el nombre del in signe patricio don Emilio Castelar. Vino luego apoyar su candidatura, votndole todos los conser vadores que seguan al duque de Tetun. El da 5 de Mayo las nueve de la noche se rea liz el acto de la entrega del mensaje de las cien 226 BERNARDO HERRERO OCHOA mil fi rmas, al que se di la mayor solemnidad. A dicha hora rebosaban de gente los salones y pa sillos de la casa de Castelar, llenndolos multitud de amigos y correligionarios, entre los que fi gura ban muchos que haban venido en comisin de los puntos ms distantes de la pennsula. Tuvo el ho nor de asistir quien esto escribe, y renuncio la des cripcin detallada del transcendental suceso, atento la lnea de conducta que me impuse de ser parco en cuanto hace refercrencia la vida poltica de Castelar, y as me limitar relatar el hecho del modo ms sucinto (I). Celebrse el acto en el saln principal de la casa, y fi guraban en la comisin del mensaje, sin distin cin de partidos ni matices polticos, las persona lidades ms salientes del republicanismo espaol. Martn de Olas, Prez Costales, Baselga, Calixto Rodrguez, Morn (don Miguel y don Esteban), So lier, Dolz, don Po Vandosell, Abad y Seller y otros varios que no recuerdo, fueron los encargados de ofrecer al insigne estadista tan merecido cuanto simptico homenaje. (i) Enemigo, como he repetido diferentes veces, de hacer un libro con materiales espigados en campo ajeno, me limito en las pocas pginas que restan, consignar datos de los ltimos das de vida de Castelar que guar da fi elmente mi memoria. En varias partes pueden encon trarse relatados con los ms nimios pormenores, los tris tes sucesos acaecidos desde el da 5 de Mayo, hasta des pus de inhumados sus restos en la Sacramental de San Isidro. A quien quiera enterarse de los hechos que pre cedieron y sigueron la muerte de Castelar, recomien do el excelente libro de Gonzlez Araco, Castelar, su vida y su muerte (pgina 201 y siguientes), cuya infor macin es de lo ms completo que puede desearse. LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 227 Levantose primeramente el exministro de la Re pblica seor Prez Costales, y ley unas cuartillas, en las que en estilo enrgico, aunque con sencilla frase, expona el objeto, transcendencia y oportu nidad d& acto que estaba realizndose, haciendo historia de los trmites por que haba pasado la evolucin del mensaje, desde que tom cuerpo la idea en el verano de 1898. Ley continuacin el joven Abad y Seller de Novelda, que haca las veces de secretario de la Comisin, el mensaje Emilio Castelar, al que con test ste con su hermoso discurso, que vino ser su testamento poltico, en el que traza los repu blicanos el camino que ha de conducirles la irs tauracin y consolidacin de la Repblica; hermoso documento escrito, cuando ya se hallaba al borde del sepulcro, con toda la fl uidez y frescura cual pudo hacerlo en sus juveniles aos. Desde tal momento vino ser Castelar el smbo lo de la democracia y del republicanismo espaol, y quien se hall su lado en sus postreros das, tiene el convenciminto fi rmsimo de que otros rum bos hubiese seguido la Historia de Espaa, de no arrebatrnoslo la muerte. En legin acudan sin dudas ni distingos engrosar la concentracin libe ral republicana, que haba de formarse bajo su soberana direccin, todos los elementos republica nos y an muchos liberales. Contaba yo entonces con numerosos amigos entre los republicanos pro gresistas, que conociendo las relaciones que me unin Castelar venan m para que se los pre sentara. Con anuencia suya, en los breves das que mediaron desde la entrega del mensaje su marcha 228 BERNARDO HERRERO OCHOA San Pedro del Pinatar, llev su casa media doce na de caracterizados zorrillistas, entre ellos al com petidor de Sagasta, Donato Gmez Trevijano. No me tome usted parecer me dijo luego don Emilio; basta que sean amigos suyos de confian za para que me presente cuantos quiera. Por aquellos das public El Liberal su famoso artculo titulado Poltica de Silvela y Polavieja, que como otros tantos suyos produjo el ms hondo efecto en la opinin. Daba en l Silvela su mere cido, por sus declaraciones vaticanistas; pero quien de veras fustigaba, ora donorosamente, ora con acerba crtica, era Polavieja, al novsimo gobernante, iucubado en estufas palaciegas, como deca en su testamento poltico, que quera dedicar se la poltica, pero sin polticos, lo que equivala acuar moneda prescindiendo de los metales, querernos dar un bario condicin de no mojarnos la piel. Sin pensarlo, y acaso sin quererlo, vino Castelar prestar un sealado servicio don Francisco Sil vela. Dos meses de vida llevaba su gobierno, y deseando estaba sacudirse la mosca del general cristiano, que dados sus humos de dictador, no slo estaba ya en disidencia con el presidente del gabi nete, sino tambin con la mayora de los ministros. Segn se contaba, durante las elecciones haba con vertido en centro electoral el Ministerio de la Gue rra, y no contento con el grupo de cuarenta diputa dos que se le dejaban, queriendo que predominasen en las Cortes sus elementos propios, persegua muchos candidatos ministeriales, especialmente los protegidos de Martnez Campos. LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 229 La significaein clerical que Polavieja llev al gobierno, pretendiendo establecer un carlismo sin don Carlos, hizo que se aprestasen la lucha en las provincias del Norte carlistas ntegros ampa rados en su influencia. Debi con esto asustarse el Gobierno de su propia obra, viendo la pendiente atrozmente reaccionaria por donde iba rodando hacia el abismo Los peridicos de fi nes de Abril hablaban de las profundas disidencias entre Pola vieja y varios de sus compaeros de gobierno, y de los deseos de Silvela de echarle por la borda, inicindose propsitos de crisis, para constituir un verdadero partido conservador con unidad de cri terio, creyndose compensaran las fuerzas que res tara el general cristiano con las del duque de Tetun, con el que era absolutamente incompatible. En tal estado de cosas, cay como una bomba el artculo de Castelar, en el que dentro de la correc cin ms exquisita, haca acerbamente la diseccin del novsimo gobernante, inutilizndole para el nuevo oficio que se haba dedicado. Hay que conceder al bravo general, que tuvo el talento suficiente para comprender que no le llama ba Dios por aquel camino, y as las primeras de cambio se retir por el foro para nunca jams volver. Hablaba yo un da de este asunto don Emilio% y decale: Cmo estar Silvela bandose en agua de rosas con el artculo de usted. Con toda la energa, con toda la entereza que pudo decirlo cuando contaba los treinta aos, me di la contes tacin ms rotunda con estas palabras: La libertad peligra, pero la salvar He aqu el entusiasmo 230 BERNARDO HERRERO OCHOA del grande hombre, viejo y enfermo, ante los ries gos que corran los ideales de toda su vida. Tena yo en aquellos das el encargo de conven cerle para que fuese Sax pasar el mes de Mayo. Psome algunos inconvenientes, que en realidad no tenan razn de ser; pero haba uno entre ellos muy digno de tenerse en cuenta, ante el cual hube de desistir. Las memorables crecidas que tuvo el Vina lop en el invierno de 1899, no conocidas por los nacidos otras semejantes, haban ocasionado en Sax verdaderas catstrofes: grandes moles de terreno fueron arrastradas por las aguas, y entre ellas un montculo sobre el que estaba emplazado el edificio de un molino harinero d dos muelas, que se lo trag la tierra sin dejar huella de su paradero. Pero lo que constitua el verdadero inconveniente para Castelar, era que entre aquellas catstrofes haban destruido las aguas los dos puentes que ponan en comunicacin al pueblo con la parte de Levante, donde radicaban las heredades en que tanto sola disfrutar, siendo la vida de campo uno de los prin cipales medios que all se buscaban para el trata miento de su enfermedad. No quedaba otro medio de comunicacin, para los que tenan, por ejemplo, que tomar el tren, que bajar por un despeadero hasta el fondo de la hondonada que recorre el Vinalop, donde se haba improvisado un puente cilio de tablas. Era este inconveniente insuperable, al que hubo que ceder. Por aquellos das, y luego de haber desistid del viaje Sax, vino decirme don Emilio: Sabe usted que quiz vaya Murcia pasar una corta temporada; qu le parece usted LTIMO AO DE VEDA DE CASTELAR 231 --Murcia en el mes de Mayo es pas delicioso y de excelente clima le contest: - me parece muy bien. No voy estar en la poblacin prosigui -; voy al campo, una hermosa fi nca que all tienen unos amigos en San Pedro del Pinatar. Nada ms se habl ni ocurri cosa alguna hasta que march Murcia en la noche del 18 de Mayo. Pareca que presenta su muerte al salir de Ma drid, pues sintise conmovido en la despedida que tuvo .l dejar su casa de la calle de Serrano, en la que haba vivido tantos aos. Senta Castelar cual ninguno el culto al hogar, y vino contristar su ni mo el mirar, quin sabe si por vez postrera, sus amados libros, sus obras de arte y cuanto encerra ba aquella mansin donde haba pasado una de las pocas ms brillantes de su existencia. En el citado libro de Gonzlez Araco puede verse con todo de talle la partida del gran tribuno de su Madrid ama do, teairo de sus glorias desde que comenz su vida pblica en 1854. March Castelar Murcia segn queda dicho, y aunque algunos de sus amigos esperbamos noti cias, si por desgracia ocurra algn accidente en la marcha de su enfermedad, nada en absoluto supi mos hasta que el da 25 public El Liberal los alar mantes rumres que empezaban correr por Ma drid. Martn de Olas envi mi casa un criado preguntar si saba yo algo de don Emilio y aparte contestarle negativamente, djele que pasara ver le aquella misma maana; yen efecto, de once doce estaba en su casa de la calle de los Madrazo, hizo la casualidad que llegase al propio tiempo y se reu 232 BERNARDO HERRERO OCHOA mera con nosotros, don Po Wandosell, que tam bin andaba en busca de noticias. Ninguno de los tres sabamos nada, y puso un te legrama Martn de Olas Rafael del Val, rogndo le contestara inmediatamente, quedando en volver reunirnos por la tarde para determinar segn la contestacin dada al telegrama y haber marchado Murcia aquella misma noche, bien los tres alguno de nosotros. Seran las tres de la tarde y estaba yo haciendo tiempo para ir casa de Olas en la botica de la ca lle de Atocha de mi amigo Garrido Mena, cuando vino traernos la fatal noticia de la muerte de Cas telar un personaje histrco. Era ste don Jos Gon zlez, juez de Instruccin que fu del distrito del Congreso, que tuvo la entereza de procesar al ge neral Pava por el golpe de Estado de la maana del 3 de Enero de 1874. Vena el seor Gonzlez de la calle de Sevilla, donde estaba entonces, en el palacio de la Equitati va, la redaccin del Heraldo, que haba puesto en sus transparentes un telegrama comunicando la tristsima nueva. Todo haba terminado! Haba enmudecido para siempre el orador glorioso y sin rival, el cantor de la democracia! El dia 27 de Mayo bajamos Aranjuez varios amigos esperar sus restos mortales, de donde re gresamos Madrid en el mismo vagn, material mente cubierto de coronas, que conduca al fretro bajo un montn de rosas y claveles. En el trayecto postrbanse al paso del tren los trabajadores del campo, de rodillas, los brazos en LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR 233 cruz y descubierta la cabeza, musitando plegarias y oraciones que no podamos entender. Al llegar la estacin de Atocha, llenaba total mente sus amplios andenes inmenso gento, com puesto por todas las clases sociales, en el que du ras penas se consegua abrir paso para conducir el fretro una de las salas de espera, que se haba convertido en capilla ardiente. De all fu llevado al Congreso, donde qued depositado. El da 29 verificse el sepelio, consagrando Ma drid al amado muerto la ms grandiosa manifesta cin de duelo que jams se haba presenciado, con trastando con la solemnidad del acto las diatribas al Gobierno, que tan mezquinamente se haba condu cido con el espaol inmortal, de cuyas diatribas diri ganse la mayor parte Polavieja, por haberse ne gado honores militares al egregio patricio, que una sus grandes ttulos de gloria el de reorganizador del ejrcito y restaurador de la disciplina. Bien tom el desquite el general cristiano del ltimo ar tculo de Castelar! Cuasi entrada la noche reciban sus restos cristiana sepultura, junto los de su hermana Concha, en el cementerio de la sacramental de San Isidro. Sales la tierra leve! FIN Terminado en Mondarla el 9 de Septiembre de i9/3. 1 0 2 WW321113~ INDICE Pgiaas. Dedicatoria don Pedro Valera 5 Advertencia previa 7 PRIMERA PARTE INFANCIA DE CASTELAR I. Dos palabras al lector U. Los padres de Castelar m. El terror absolutista en Alicante (continua cin del anterior) IV. Castelar en tierra alicantina V. La tierra predilecta de Castelar VI. Ambiente liberal y de odio al carlismo que respir en Sax Castelar VII. Castelar ante el carlismo (continuacin) VIII. Los primeros estudios de Castelar. Su pri mer maestro IX. Castelar en el Instituto de Alicante 135 SEGUNDA PARTE LTIMO AO DE VIDA DE CASTELAR I. En la primavera del 98 II. Mi intervencin en la enfermedad de Cas telar. 199 In. De Octubre de 1898 Mayo de 1899.. 213 9 37 55 75 93 135 169

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