jueves, 18 de abril de 2024

El Grupo Lírico del CEE estrena El asombro de Damasco

Elías Bernabé Pérez
27 noviembre 2015
4.621
El Grupo Lírico del CEE estrena El asombro de Damasco

Leído así, a primera vista, lo de “asombro de Damasco” puede darse a interpretaciones diversas. ¿Qué querrá decir este título?

Ciertamente escuchando alguna de las dos grabaciones discográficas (1*) que existen de esta zarzuela-opereta, no se obtienen demasiadas pistas para averiguar de qué va el asunto, entre otras cosas porque los cantables no son siempre entendibles.

Pues bien, lo del asombro viene por la belleza inusual de la protagonista, Zobeida, que por donde pasa y donde va, cuando descubre el velo de su rostro, causa un impacto entre la gente como para caerse de espaldas.

Y ahí es donde radica el meollo de todo el enredo argumental de El asombro de Damasco.

Es este el primero de los títulos de la trilogía oriental del compositor aragonés Pablo Luna, con libreto de Antonio Paso y Joaquín Abati, que se completa con El niño judío y Benamor.

Sin duda El niño judío es el que ha gozado de mayor popularidad. No la obra completa, pero sí el título gracias a su repopular canción española “De España vengo...”

De Benamor, la menos conocida de las tres, se ha popularizado en los últimos tiempos su “Danza del fuego”, merced a la versión que el director, compositor y arreglista Luis Cobos incluyó en uno de sus discos dedicados a la zarzuela, con sonsonete en la percusión. En concreto el titulado Más Zarzuela.

La opereta fue un género que hizo furor en la segunda mitad del siglo XIX, sobre todo en París y Viena. En España primero se tradujeron al castellano muchas de las obras de mayor éxito: La gran duquesa de Gerolstein, La bella Helena, La viuda alegre, Eva, El conde de Luxemburgo, etcétera.  Ya adentrados en el siglo XX, muchos compositores hispanos la fueron alternando con la zarzuela.

No obstante, algunas obras del siglo XIX calificadas como zarzuela podrían considerarse operetas auténticas. Por ejemplo, El rey que rabió, de Ruperto Chapí, El dúo de la africana y La viejecita, de Manuel Fernández Caballero, entre otras.

Pablo Luna (2*) fue uno de los compositores que mayor atención le prestaron. Ya antes de esta trilogía oriental había conocido el éxito dentro de este género con varios títulos, destacando mayormente Molinos de Viento, de 1910. Tal fue su éxito que se tradujo al italiano, siendo estrenada esta versión en el Teatro Real de Madrid en 1914. 

¡Qué narices tenía la cosa! Para que una obra de autores españoles, escrita originariamente en castellano, subiese al escenario del Teatro Real había que traducirla a un idioma extranjero. En esto no hemos avanzado mucho actualmente.

Las operetas se diferencian de la ópera por alternar las partes cantadas con breves diálogos, además de ser sus argumentos de corte cómico y, sobre todo, de enredo y de la zarzuela por esta última causa. Musicalmente son de más fácil asimilación que la ópera, al ser el vals, el rigodón, el cancán, la polka y el galop los ritmos que suelen integrar casi al completo cada partitura.

Y así ocurre con El asombro de Damasco: inocente enredo monumental y escenas cómicas desternillantes. Su libreto está inspirado en uno de los cuentos del tomo segundo de Las mil y una noches (3*). Pero solo inspirado. Y en lo musical el vals y la marcha (símil más o menos del galop) mandan de principio a fin.

No obstante, a diferencia de otras muchas operetas, en El asombro de Damasco se incluye un dúo de altos vuelos, con varios pasajes melódicos bellísimos, que no desentonaría para nada en una buena ópera, dada su duración y variedad de motivos musicales.

Con su puesta en escena este sábado 28 de noviembre en el Teatro  Castelar, la Agrupación Lírica del Centro Excursionista Eldense presenta lo que podría considerarse como un estreno absoluto en Elda. 

Carecemos de noticias que nos indiquen si El asombro de Damasco se ha representado aquí en ocasión alguna. Creo  que en los últimos cincuenta años no.

Aún cuando fue obra de éxito resonante desde la noche misma de su estreno, 20 de septiembre de 1916 en el Teatro Apolo de Madrid, tras la guerra española de 1936 apenas se ha programado. 

El Teatro de la Zarzuela de Madrid la recuperó en su temporada  2004-2005. Hacía 40 años que no se representaba allí, y tan solo en dos ocasiones anteriores había subido a su escenario. La primera en septiembre de 1925 y la segunda en diciembre de 1964.

Tan solo tenemos noticias de otras dos producciones  de “El asombro” durante los últimos veinte años. Una a cargo de Coral Crevillentina, en 1995, que pudimos ver en el Teatro Cervantes de Petrer. Y la otra en el IV Festival Lírico Jerezano (4*) del año 2000, en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera.

Veamos la trama argumental, sin contar el final.

La protagonista Zobeida (El asombro de Damasco) atraviesa una difícil situación familiar y económica. Su marido está muy enfermo, por cuya causa su negocio ha ido a la ruina. En Damasco vive un médico, Ben-Ibhem, a quien la cosas le van muy bien. Este adeuda una importante suma de dinero al esposo de Zobeida, sin que exista documento alguno que lo acredite. Desde Mosul viaja en la confianza de recuperar la suma prestada. Visita a su amiga Fahima, comerciante de perfumes y filtros mágicos, vecina de Ben-Ibhem. Las dos se dirigen a su casa y el médico accede a devolverle el dinero, ante la situación de gravedad del marido de Zobeida. Pero, siempre tiene que haber un pero, le pide que descubra el velo de su cara, y  queda tan impresionado que su rasgo de humanidad se va al garete. La cita para que ella sola le visite al anochecer. Zobeida rechaza  proposición tan deshonesta.

Un rayo de esperanza la alumbra, sin embargo, pues de inmediato  llega el Cadí de Damasco, Alí-Mon. Lo hace al son de una marcha alardeando ser el mas honrado y justo personaje de la ciudad: 

“Soy Ali-Mon, soy el Cadí, lo único bueno entre la turba de funcionarios que existe aquí. Soy el ser mas inflexible, que ha nacido en el Oriente…Ni por dádivas ni ofrendas, ni por nada se me tuerce... y en todos los casos suelo hacer justicia”. 

A pesar de su autobombo de honradez, cuando Fahima le pide ayuda y Alí-Mon le solicita que se descubra el velo, recibe idéntica propuesta que la de Ben-Ibhem.

Pero aun queda un tercer personaje del que Zobeida espera encontrar ayuda: el Gran Visir Nhuredín, que también aparece por allí. ¡Qué casualidad! Casi todos los jerifaltes se juntan el mismo día y a la misma hora en la plaza de Damasco. 

Ella le cuenta todo lo que está pasando, el Gran Visir le promete hacer justicia, pero todo se va al traste cuando le pide que se descubra la cara. Aquí no vale lo de “a la tercera va la vencida”, gana la otra cita: “no hay dos sin tres”.

A la desamparada Zobeida solo le queda el amparo del Califa de Damasco. Personaje al que resulta más que difícil tener acceso.

Entre tanto, todas estas escenas las han presenciado unos derviches (especie de mendigos persas) que estaban demandando caridad en la tienda de Fahima cuando Zobeida llegó pidiendo auxilio, los cuales tendrán un gran protagonismo en el explosivo  cuadro final. 

A instancias de un derviche Zobeida cita por separado a los tres aprovechados, en el mismo lugar y hora y allí se montará la marimorena. Este ardid es muy manido teatralmente. Sin ir mas lejos, lo encontramos en zarzuela tan popular como La revoltosa, aunque aquí en vez de ser tres los citados son cuatro. 

Como ha ocurrido en muchas zarzuelas y alguna opereta desde principios del siglo XX, esta obra también fue llevada al cine, en el año 1942, bajo el título de Sucedió en Damasco. No existe copia de la misma, que se sepa. Una lástima pues según las críticas se presentó como “Una gran superproducción”.

1*: Dos son las versiones discográficas que se registraron de esta obra a cargo de las compañías que por aquella época prestaron una atención preferencial a la lírica española. Ambos discos se publicaron en 1955, y como era norma en las grabaciones de un solo LP la partitura no está completa.

La del sello Alhambra contó con su elenco habitual: Lina Huarte, Toñi Rosado, Manuel Ausensi, Gerardo Monreal y Carlos Munguía, con dirección de Ataulfo Argenta.

Por su parte la versión del sello Montilla-Zafiro también presenta un reparto con los cantantes habituales de su discografía: Dolores Pérez, Isabel Garcisanz, Luis Sagi Vela, Antonio Martelo y Santiago Ramalle.

La colección de discos compactos “Zarzuela en formato de Cámara – Selecciones Originales para sexteto con piano”, interpretada por el Ensamble de Madrid, en su número 6, año 2009, recoge una fantasía de más de once minutos de duración, de El asombro de Damasco, de calidad interpretativa y de sonido excepcionales.

2*: Pablo Luna nació el 21 de mayo de 1879 en Alhama de Aragón y falleció el 28 de enero de 1942 en Madrid. Su primer gran éxito fue la opereta Musetta, estrenada en 1908, aunque su consagración definitiva llegó con el estreno de Molinos de viento. De entre sus numerosas zarzuelas la que más ha perdurado es La pícara molinera.

Como director de orquesta estuvo al frente de algunos estrenos de obras importantes en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, como por ejemplo Maruxa, de Amadeo Vives, Mirentxu, de Jesús Guridi, y el estreno en España de La vida breve, de Manuel de Falla, entre otras.

3*: Las mil y una noches es una obra monumental, editada en lengua árabe en el siglo IX, donde se recopilan una serie de cuentos medievales, muchos de los cuales han alcanzado notable celebridad: "Al-adino y la lámpara maravillosa", "Alí-babá y los 40 ladrones", "Simbad el marino"... Su primera traducción a un idioma occidental, el francés, data de 1704. De entre las traducciones a la lengua castellana, los expertos opinan que la más acertada es la del escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, publicada en 1916, el mismo año del estreno de El asombro de Damasco.

4*: El Festival Otoño Lírico Jerezano fue una propuesta del Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera de presentar producciones de lírica española de calidad, paralelas a su programación propia de ópera, con mezcla de títulos habituales y otros poco representados. Es el único teatro español de ciudad no capital de provincia donde se han representado producciones del Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Tras la reinauguración del Villamarta, el 21 de noviembre de 1996, en una gala donde actuó Alfredo Kraus, se abrió una época de esplendor para la lírica en Jerez. En 1997 nació su Otoño Lírico Jerezano, pero en 2012 desapareció de la programación por culpa de la  pérdida de subvenciones oficiales.

La situación actual que atraviesa el teatro jerezano es más que preocupante. La semana pasada sonó la voz de alarma en la persona del barítono Luis Cansino quien capitanea una recogida de firmas, a través de internet, en un intento de llamar la atención de las diferentes administraciones públicas y evitar la desaparición de la Fundación Teatro Villamarta.

Elías Bernabé Pérez
Elías Bernabé Pérez
Acerca del autor

Mis recuerdos más remotos que me atrajeron a la zarzuela me trasladan a sesenta años atrás. Primero escuchando los fragmentos que sonaban con frecuencia en la radio. También gracias a las fantasías, preludios e intermedios que interpretaban las bandas de música en los conciertos de las fiestas de octubre de Petrer. El templete donde actuaban estaba justo ante la fachada de mi casa.

Lo que más me gustaba de la Semana Santa es que en la radio solo se emitía música clásica. El viernes y sábado santo las emisoras enmudecían.

Lo más intenso vino en la época dorada del tocadiscos. Lo compró mi abuelo materno en 1963. La primera zarzuela que entró en casa fue Doña Francisquita con Kraus y Olaria. Es una grabación incompleta, pero suficiente para que me la aprendiese de memoria. Mi abuelo estaba impedido y era yo quien la ponía todos los mediodías y noches durante dos semanas consecutivas. A los quince días compramos un segundo disco: La generala, de nuevo con Kraus y Olaria. Y ya fuimos alternando. Después vino Maruxa. Y yo con solo 13 años me entusiasmé con ella y también la aprendí. Sí, digo bien. ¡A mis 13 años ya me encantaba Maruxa!

Ahí comenzó todo y ya no he parado. Siempre como aficionado.

Como le dice un padre a su hijo al final del documental de TVE sobre zarzuela La romanza de Madrid, de 1988, “Te acompañarán toda tu vida, porque son inmortales”.

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