jueves, 28 de marzo de 2024

“Arte, industria y cultura: las tres caras del teatro” por Álvaro Amat

Rafael Carcelén
4 mayo 2017
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“Arte, industria y cultura: las tres caras del teatro” por Álvaro Amat
Álvaro Amat pronuncia el discurso inaugural de la nueva Quincena de Octubre Negro. | Carlos Gutiérrez.

 Por su interés, le he pedido a Álvaro Amat que me hiciese llegar su entusiasta pregón en el vestíbulo del Castelar el pasado 18 de abril, con el que se iniciaba la última Quincena cultural de Octubre Negro. Su importancia, el valor, las emociones… que mueve en nosotros el teatro (un género que nunca ha visitado este blog) son puestas de manifiesto en este texto vibrante y sustancioso. Gracias Álvaro por tu generosidad al compartir tu sabiduría y experiencias. Sin más:

“Señoras y señores, bienvenidos al Teatro Castelar. La inauguración de la quincena cultural va a comenzar. Por favor desconecten sus teléfonos móviles.

Ahora sí, luces de sala fuera, última llamada a escena, oscuro en el escenario, se levanta el telón, gran foco central con luz de cañón blanca.

Sobre el escenario aparece en grandes letras, en todos los colores del espectro lumínico, la palabra TEATRO.

Me gustaría reflexionar brevemente sobre lo que el hecho teatral debe significar en la Elda del siglo XXI, que es como decir en la España, Europa, el mundo del siglo XXI.

Creo que el teatro es una de las grandes manifestaciones artísticas. El teatro ante todo tiene que ir de la mano del Arte. En un espectáculo teatral convive la literatura que impregna el texto teatral, con las interpretaciones del elenco de actores, a las que se unen las labores de músicos, escenógrafos, figurinistas, iluminadores. De esta forma el teatro, como manifestación artística, entronca con el resto de disciplinas de las bellas artes. Al levantarse el telón de un espectáculo veremos un gran cuadro que deja de estar pintado para cobrar vida y encarnarse en las palabras de los personajes que comienzan a moverse ante nosotros.

Ahí comienza esa gran mentira que, por la magia del teatro, se transforma en una gran verdad. Al producirse la magia del teatro, al romperse la cuarta pared del escenario, que es la que separa al público de los actores, al conseguir que el espectador vibre y se emocione con lo que acontece ante él, olvidándose que se está produciendo una representación, sino que es la vida propia la que está ocurriendo ante nuestros ojos, el teatro alcanza su máxima expresión artística.

Cuando el teatro pasa de verdad, lo que sucede en el escenario es pura verdad. Lo que sucede es lo que pasa en los cuerpos tanto de los actores como de los espectadores. Se trata de una experiencia física y emocional. Para mí eso es tan verdad como lo que sucede luego en la vida cotidiana.

Y os puedo asegurar que a lo largo de la vida de un espectador de teatro, como de un director, actor o actriz, hay funciones que te tocan el corazón, que te van a acompañar mientras vivas como parte de tu memoria sentimental.

Cartel de El Tartufo de Moliere, en versión de Adolfo Marsichall. | Carlos Gutiérrez.

Esa es la gran magia del teatro. Y esa es también su debilidad y su grandeza. Las dos caras de una moneda.

La representación teatral es efímera. La representación teatral nace, se desarrolla y muere ante los ojos del espectador. Una canción, un libro, una película, un cuadro, una escultura, pueden ser revisitados miles de veces. La representación de teatro, cuando ha sido pura, intensa, mágica, una vez baje el telón tras los aplausos finales, solamente vivirá en tus recuerdos, en la memoria de tu corazón. Y allí podrá seguir creciendo y afianzarse. Y pasará el tiempo, y habrá recuerdos que se borrarán y desvanecerán, pero la evocación del hecho teatral, cuando ha sido de verdad, cuando la mentira se ha transformado en verdad, te acompañará siempre. Y uno, con el paso de los años, siempre recordará aquella noche en que vio a José María Pou en “La Cabra” de Edward Albee, en que descubrió a Carmen Machi, más allá del personaje televisivo de Aida, en “La tortuga de Darwin” de Juan Mayorga, o la noche en que quedó deslumbrado por Nuria Espert en “Medea” en el Teatro Cervantes de Petrer cuando era un adolescente. 

El teatro, más allá de monólogos, de festivales y eventos sociales, es arte, arte con mayúsculas.

Pero también es, y debe ser, industria. El teatro es uno de los motores que sirven para reactivar la economía de un país. El teatro genera riqueza y puestos de trabajo. Alrededor de una obra de teatro, y más allá de su autor, actores y director, hay un sinfín de puestos de trabajo. Técnicos, tramoyistas, peluqueros, modistas, constructores de decorados, personal en giras y distribución teatral, personal laboral en las salas, publicistas, agentes. Una industria teatral sólida, consolidada, desarrollada es un motor de ingresos económicos para un país. Eso lo descubrieron hace muchos años en el mundo anglosajón. Nueva York y Londres son mecas teatrales donde el teatro está socialmente instaurado entre los ciudadanos y forma parte del desarrollo y economía del país.

Por eso es indignante ver como el teatro es tratado y ninguneado por muchos gobiernos, y no hay que irse muy lejos para ver ejemplos. Un IVA cultural  indecente, bochornoso y lamentable no es un buen ejemplo para tratar a la industria teatral.

Decía Arthur Miller, reconocido dramaturgo estadounidense, que el teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma.

Y en nuestro país es recordada la frase de Federico García Lorca: “El teatro es la poesía que se levanta del libro para hacerse humana”.

Mario Gas, actor, director, hombre de teatro, cuando recogió en el año 2013 uno de los premios Max, los premios del teatro en nuestro país, por la versión del musical “Follies”, dijo que el teatro está para decir en qué se equivocan los que mandan y que un pueblo que no ama su teatro está moribundo.

Yo no quiero pensar que el pueblo español esté moribundo.

Y he hecho referencia a estas frases porque quiero incidir en otro aspecto del teatro igual de importante que los otros dos que he reseñado anteriormente.

Si para mí el teatro es ARTE e INDUSTRIA, falta una tercera cara por descubrir. El teatro es igualmente CULTURA.

Y la cultura es incómoda para el poder. El teatro ayuda a despertar conciencias dormidas. El teatro forma espectadores críticos, lúcidos, con una mirada amplia sobre el mundo que les rodea. El teatro nos da pistas para reflexionar, para formularnos dudas, preguntas, cuestiones sobre la naturaleza del ser humano, sus pasiones, sus impulsos.

Por eso el teatro ha sido tantas veces ninguneado por los poderes públicos.

Quiero alabar la gestión privada, durante muchos años en España, de empresarios y dueños de teatros que han contribuido al crecimiento cultural de nuestra sociedad. Actualmente existen ya muy pocos teatros de titularidad privada, apenas unos pocos en grandes ciudades y alguna capital de provincia. La mayoría de los teatros, en un proceso que comenzó en los años ochenta del siglo pasado, han acabado siendo de titularidad pública.

Final de la visita guiada al Teatro Castela el pasado 25 de abril. Foto Jesús Cruces.j. | Jesús Cruces.

Corresponde por tanto a los poderes públicos dotarlos de presupuestos suficientes para una programación de calidad, atractiva para el conjunto de la sociedad.

Y corresponde a una televisión pública, financiada con los impuestos de todos los españoles, fomentar más el teatro y darle el trato y relevancia que se merece. Quedan muy lejos los tiempos de los Estudios 1 en televisión española, donde en una España en blanco y negro pudieron verse puestas en escena de auténticas obras capitales en la historia del teatro.

Y lo que es más importante, corresponde a los poderes públicos, en sus respectivos ámbitos, nacional, autonómicos y locales, nombrar gestores cualificados con capacidad y cualidades que les permitan programar en un teatro sabiendo que en cualquier localidad o ciudad, sea más grande o pequeña, un teatro deber convertirse en uno de los centros culturales de referencia para la vida social y para la vida de cada unos de los ciudadanos.

Uno de los males que han acechado al teatro en las últimas décadas son los nombramientos a dedo de gestores y programadores teatrales que eran meros cargos de confianza del político en el poder y no auténticos gestores culturales con vocación de realizar un trabajo competente y con espíritu de servicio público.

Os animo a que os encontréis con el teatro. Os está esperando con las manos abiertas. Como yo lo hice hace ya muchos años, en este mismo escenario, cuando mis padres, a los que debo mi amor por el teatro, me trajeron a ver a Adolfo Marsillach en su versión del Tartufo de Moliere.

Quiero animaros a que vayáis al teatro, a que forméis parte de la gran familia teatral como espectadores. En los teatros de nuestra provincia, empezando por éste donde nos encontramos, podéis encontrar propuestas verdaderamente estimulantes y obras en gira que han triunfado en los escenarios de Madrid y Barcelona, los grandes centros de creación teatral en España.

Animaros a que hagáis turismo teatral. A que cuando visitéis una ciudad os acerquéis a conocer sus teatros. A que incorporéis el teatro como parte del contenido de vuestro tiempo vacacional cuando viajáis fuera de Elda.

Animaros a que regaléis entradas de teatro. Si un regalo es expresión del afecto y aprecio que uno siente hacia la persona objeto de ese regalo, compartir unas entradas de teatro es una de las mejores maneras de agasajar a alguien a quien se quiere y aprecia.

De igual manera os invito a que leáis libros sobre teatro. No me refiero a estudios teóricos o técnicos sobre el hecho teatral. Me refiero a la lectura de obras de teatro en papel. La edición impresa de libros de teatro es escasa en nuestro país. Si os dirigís a cualquier librería, incluso a macro-establecimientos como FNAC, La Casa del Libro o El Corte Inglés, veréis que es muy difícil encontrar estanterías dedicadas al teatro. Sin embargo existen en nuestro país pequeñas editoriales que luchan por sacar adelante la publicación de libros con las obras que se escriben y representan. Un buen ejemplo de esas editoriales son Ediciones Antígona o la Editorial Ñaque. Tienen un catálogo de textos muy interesantes. 

Asimismo los grandes centros estatales de creación teatral y compañías públicas, como el Centro Dramático Nacional o la Compañía Nacional de Teatro Clásico, publican ediciones muy cuidadas de los montajes que en cada temporada representan, ediciones donde se encuentra el texto íntegro de la obra junto con fotografías, diseños y bocetos del montaje.

Os aseguro que leer teatro es gratamente estimulante. Si cuando uno lee una novela juega a imaginar cómo serán físicamente los personajes, los paisajes, los lugares donde se desarrolla la acción que estamos leyendo, ese juego, a la hora de leer teatro, crece hasta límites insospechados. Leyendo teatro vais a tener la oportunidad de ser los directores teatrales de ese texto. En vuestra cabeza estarán los personajes con sus diálogos, y vosotros podréis decidir el decorado, la iluminación, el vestuario, el movimiento de ellos sobre el escenario mientras cómodamente en vuestros sillones o butacas disfrutáis de la lectura del texto teatral.

Leer teatro es un viaje directo al centro de vuestra imaginación. ¿De verdad que os lo queréis perder?

De forma personal quiero agradecer a todos aquellos propietarios de librerías que siguen manteniendo en sus establecimientos una sección dedicada al teatro. Gracias a la librería “Martín Fierro”, cuando la misma se ubicaba en la Plaza Sagasta, pude leer todas aquellas obras de teatro que no llegaban hasta Elda. En aquellos tiempos Martín Fierro fue pionera en traer hasta Elda una colección de libros de teatro, de formato pequeño, pero grandes e inmensos en su contenido interior, con los que muchos lectores de mi generación pudimos formarnos como espectadores de teatro.

Os invito también a que conozcáis los múltiples blogs de teatro que hay en internet, algunos de ellos francamente interesantes. No quiero extenderme demasiado, si a alguno le interesa, después de forma privada le paso algunos enlaces.

Marcos Ordóñez, autor de la columna semanal Puro Tetaro, en Babelia.

Y os invito a que leáis las críticas especializadas que sobre teatro se publican en los principales periódicos de tirada nacional. España ha tenido grandes críticos teatrales. En el siglo pasado nombres como Eduardo Haro-Tecglen, Lorenzo López Sancho o Eduardo Llovet marcaron a toda una generación con sus críticas certeras y motivadas acerca de cuantos espectáculos se estrenaban en nuestro país. Actualmente Javier Vallejo en el diario El País, Juan Ignacio García Garzón en el ABC o Miguel Ayanz en El Mundo son dignos herederos de los que he nombrado anteriormente. Y por encima de ellos destaca un auténtico maestro, Marcos Ordóñez. Leer la columna de Marcos Ordoñez en el suplemento cultural Babelia todas las semanas es un soplo de aire fresco para quienes amamos el teatro. La prosa de Marcos Ordoñez, en su columna llamada PURO TEATRO, destila amor por el teatro por los cuatro costados.

Quiero terminar compartiendo con todos vosotros una noticia que tan solo hace unos días ha circulado por todas las redacciones de periódicos e informativos y por las redes sociales.

Sucedió la semana pasada en el Teatro del Popolo de Gallarate, un municipio de Lombardía, de unos 54.000 habitantes, en el norte de Italia. Como protagonista un actor de teatro muy conocido en dicho país. Su nombre: Giovanni Mongiano. Como actriz secundaria, la taquillera del teatro. Cuando el actor acudió al teatro se le informó que no se habían vendido entradas para la función de ese día. El intérprete se quedó en silencio, miró al suelo y, de repente, lo tuvo claro. “El espectáculo se hace igualmente”, dijo Mongiano. Y cumplió con su palabra.

En declaraciones al Corriere della Sera, Mongiano manifestó después que “fue una decisión que tomé de golpe. Fue un impulso irresistible, tenía que hacerlo. Un acto de amor hacia el teatro y un acto de resistencia frente al ninguneo que sufre la cultura. Para un actor de teatro no importa cuánta gente hay en la sala. Se trata del respeto por el teatro y el público”.

Esa noche Mongiano interpretó su monólogo, de una hora y veinte minutos, con la única presencia de la taquillera en el patio de butacas y los técnicos de la sala.

Creo que ante esto, poco más debo de añadir.

Ahora, a continuación vamos a disfrutar de una lectura dramatizada de “Usted tiene ojos de mujer fatal” a cargo del grupo El mundo de Calíope.

Me gustaría despedirme con dos frases del autor de dicha obra, D. Enrique Jardiel Poncela:

“La llamada vida fácil suele ser la más difícil”. 

“Los políticos son como los cines de barrio. Primero te hacen entrar. Y después te cambian el programa”.

Amigos, aquí está mi brindis final. ¡Larga vida al teatro! ¡Y mucha mierda para este Teatro Castelar!

Muy buenas noches. Y gracias por su atención.

Se hace oscuro en el escenario.

Cae el telón.”Lectura dramatizada del texto de Jardiel Poncela por el grupo El mundo de Calíope. Foto Carlos Gutiérrez..

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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