jueves, 28 de marzo de 2024

Así se comete un asesinato

Rafael Carcelén
29 abril 2016
4.043
Así se comete un asesinato
Los participantes en los Premios GraMat 2016 escribiendo.

De este modo debía comenzar el relato que los aspirantes a los V Premios GraMat de esta edición de la X Quincena de Octubre Negro tenían que elaborar, in situ como muestra la fotografía, con no más de trescientas palabras y en tan sólo 45 minutos. Parece fácil, pero nada más lejos de la realidad. Y más tratándose de un texto de género negro, que ha de contener tensión, suspense y alguna que otra sorpresa. Fue el pasado domingo 9 de abril en el Alminar y la experiencia, como viene siendo habitual desde la primera edición, estuvo plagada de camaradería y jovialidad.

El pasado domingo 24, en el acto de clausura de la Quincena Cultural, se desvelaba el nombre de la ganadora, la ilicitana Helena Vilella y los dos finalistas, los eldenses Octavio Jover y Carlos Gutiérrez. Nuestra enhorabuena a los galardonados y el expreso deseo de que en futuras ediciones más personas se animen, se atrevan, a participar en este concurso tan original. Ahí van sus relatos:

Ganador

“Así se comete un asesinato, ¡nada más fácil! Pero después, uno no hace más que recordar... y recordar...” que el espejo del recibidor fue testigo de aquel atroz hecho y que cada vez que me pusiera ante él, su reflejo me devolvería a un momento que atormentaría mi vida.

Esta noche no he podido dormir, todo el tiempo dando vueltas y vueltas en la cama, intentando encontrar respuestas. Me he levantado de madrugada y he bajado las escaleras temblando. Es cuestión de terminar con esos gritos en mi cabeza.

He descolgado el espejo y me he dirigido al sótano para guardarlo en un baúl, y de esta forma silenciar al único testigo que me podría acusar cada segundo y hacerme enloquecer.

Mientras desayuno y leo la prensa, he pensado en cómo no mostrar en mi rostro el más mínimo signo de culpabilidad, no puede haber indicios de sospecha. Soy un hombre muy respetable y las acusaciones jamás se dirigirán hacia mí, pero... ¿y si al salir de casa a tan altas horas algún vecino de la calle me vio desde su ventana cargando un pesado bulto? ¿Y si al subir al coche a toda prisa alguien me sorprendió nervioso? ¿Y si al sacar el bulto del maletero, junto al puente, algún viandante oyó caer al agua algo muy pesado?

He llegado como cada día a mi despacho y me he quedado de pie frente a la ventana con vistas al puerto. Me he sentido algo indispuesto. He llamado a mi secretaria y la he avisado de que me ausento y no quiero recibir ninguna llamada hoy.

Al regresar a casa, abatido por un fuerte remordimiento, he entrado al recibidor, sin ánimo de encerrarme en casa. Cuál ha sido mi gran y desagradable sorpresa al encontrar de nuevo el espejo, colgado en la pared del recibidor.

Helena Vilella

Los ganadores. Mila Ortuño, que recogió el premio de Carlos Gutiérrez, Helena Vilella y Octavio Jover.

Primer finalista

- “Así se comete un asesinato, ¡nada más fácil! Pero después, uno no hace más que recordar... y recordar...”. Toda la vida he estado huyendo y estoy cansado de huir.

Primero fue aquella joven dulce, como un beso de azúcar. Nos besamos en la fiesta de fin de curso, después nos escondimos en el gimnasio del Instituto y empezamos a conocer nuestro cuerpo. Pero de pronto me rechazó. De la rabia, puse mis manos en su cuello y la estrangulé con todas mis fuerzas. A continuación, violé su cuerpo desnudo de vida. Esa fue mi primera vez.

Los ojos petrificados de Laura observaban al maníaco mientras él continuaba con su charla.

- La segunda fue una chica del pequeño pueblo de mis padres. Era la fiesta del verano y la orquesta inundaba de música las calles. La gente bailaba; se divertían, bebían hasta la saciedad y mojaban sus cuerpos de alegría, demasiada alegría. ¡Odio la alegría! Me la llevé a un corral abandonado, ella me amaba, sus ojos me miraban con deseo. Esta vez me costó más. Cogí una gran piedra y comencé a golpear su cráneo, no cesé hasta ver sus sesos. Poseí su cuerpo yerto y, es entonces, cuando todo me supo a gloria.

Después se convirtió en hábito. Hubo una tercera, una cuarta, una quinta y una sexta. Tú eres la séptima. No sé qué haré contigo... Bueno, voy a empezar por violarte.

Entonces el maníaco cerró los ojos de Laura, que ya se habían convertido en hielo, y comenzó a poseer su cuerpo sin darse cuenta del móvil en la mano de la chica muerta, ni de esa última llamada, ni de las sirenas de la policía que llenaban la noche de luz y justicia.

Octavio Jover

Segundo finalista

“Así se comete un asesinato, ¡nada más fácil! Pero después, uno no hace más que recordar... y recordar...”

Cogió el martillo de la caja de herramientas y, aprovechando que estaba de espaldas, le asestó un golpe certero en la cabeza. Se desplomó como un fardo de cualquier cosa, quedándose tendido en el suelo boca arriba. La expresión de su rostro permaneció grabada en su memoria, una sonrisa a medias y unos ojos asombrados. El chorro de sangre que manaba de su cabeza se extendía por el suelo, formando un charco rojo sobre las baldosas de cemento.

Se limpió cuidadosamente las manos en la pileta que había en el lateral del taller y, con un paño limpio que cogió del estante, limpió el mango del martillo y lo devolvió a la caja de herramientas de donde lo había sacado.

Suspiró, salió del taller, apagando las luces, y se cercioró, mirando a un lado y otro, de que nadie lo veía alejarse de allí.

Había sido fácil. Se fue a casa y se acostó a la espera de acontecimientos. Por fin se había deshecho de su socio. Lo había planeado al detalle. Habían discutido ya demasiadas veces y no llegaban a un acuerdo económico con el negocio, su taller. Ahora estaba todo solucionado, ya que ambos pusieron una cláusula en su testamento, en la cual se decía expresamente que, si cualquiera de los dos moría por la causa que fuera, el otro pasaría a ser el propietario absoluto del taller, sin que otros posibles herederos pudieran reclamar nada.

Había sido demasiado fácil hacerlo. La policía nunca descubrió quién era el asesino, y él salió impune. Pero jamás podrá olvidar la expresión de su socio al morir. Esa imagen le perseguirá el resto de su vida.

Carlos Gutiérrez

Participantes y organización en los GraMat 2016 tras acabar los relatos.

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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