i co® Z1,7D - MA. —.. Z 0 0 1951 e N. 10 AplAä1)313 La mañana de Mayo está en desvelo. Elda finge una hirviente pandereta, porque un .rarb-poeta, rapsoda audaz de un delirante Ciel o; • en loqueckide . Yiejas aftiTntias, y ha volcado -en . las . Calles su :tesbro.. de fa ntasnia-gorías: en lance altivo de Cristiano Y Moro:, La val, enternecida, se esponja remozando su aguerrida juventud belicosa, y en la ciudad en fiebre jubilosa Zoraidas y Sobeyas y castellanas de altas epopeyas, redivivas en una deliciosa floración de armonía, parecen la encantada espuma de los siglos, irisada en sedas de auroral policromía. Armas de plata en el azul en gozo bordan cruces y lunas fabulosas, y arcángeles de luz hinchen lejanos clarines de alborozo, anunciando a las rosas de todos los absortos meridianos nuevo alarde de Moros y Cristianos. JUAN MADRONA 2-67 n •• n ipiecku IlLt cret, vurniM ehe? po A SERTO NAVARRO easí la había olvidado. En el encadenamiento de circunstancias que iban amojonando mi vida no había hallado su engarce, no había encontrado sitio por donde introdn cirse esta antigua tradición eldense. Y había de ser una revista de fiestas, una de esas revístalas eldenses en las que se concentran, amontonados, desorientados y oscurecidos, los nombres de los que en el pensamiento local han pesado algo, la que arrancara de las ergástulas del olvido esta ingenua leyenda vernácula. Comenzaba así: La vi adherida como una hiedra era una grande, riscosa piedra, algo bruñida, de gris color... Todavía sigue adherida, «junto al sendero» y contempla sin ojos el pasar y repasar de los trajinantes, de los coches que van y vienen de la estación. Si concediéramos vida a las cosas, si creyéramos que los cuenpos inmóvi les pueden pensar, sentir, expresar... ¡qué coloquios no tendrían lugar entre la piedra el castillo y el río! Porque aquella piedra que hoy recibe la visita admira da de los niños, en perpetua y renovada peregrinación —sintiéndose un poco Piedra Negra de La Meca—, ha permanecido en su lugar muchos, muchísimos años. Y ha visto llegar gentes de rostros extraños, muchedumbres de vistosos atavíos y brillantes armas, ha estado durante largo tiempo sumida en la cañada de vegetación exuberante que era antes la depresión entre el Depósito y el Castillo; ha visto caer poco u poco las cañas, secarse los baladres, desaparecer los juncos, mustiados por el progresivo decrecimiento del caudal del río. Ha visto a éste reducirse poco a poco, ir a menos lentamente, en una agonía larga y ti iste, hasta quedar escondido en algunos hoyos de su anchísimo cauce. Content pió como llegaban un día algunos obreros moriscos y arrancaban los arbustos, dejand o claros en los cuales, poco a poco, iban brotando unos gigantescos y rectos árboles de piedra que allá al final sostenían unos recios arcaduces por los que cantaba el agua en su pasar alegre desde Santa Bárbara al majestuoso Alcázar de los Condes. Y ha visto nacer a éste, crecer bajo la mirada vigilante de la Reina ampurdunesa y concluirse con la presencia de la dulce Violante de Bar, la de los áureos cendales la de alegres cetrerías, la de los garridos bailes... ¿Qué coloquios se entablarían entre las piedras desmoronadas del Alcázar, las aguas del río ahora estéril, pútrido, feo, maloliente y la piedra inconmovible? Añorarían los primeros su pasada grandeza, su lejano poderío, en tristes lamentaciones de su presente torturado... Callaría la vieja piedra su amargura de haber sido siempre humilde, siempre escondida, envidiando ser alcázar que desafía a los aires ario poderoso que todo lo arrolla en su avenida. Y callaría también su gratitud por haber sido siempre igual, por no sentir la lacerante angustia del añorar lo que fué, porque para ella es y será lo mismo que fue. * * * I r ...Fué ésta donde vomitó el Señor. Era leyenda de los eldenses... ; Sí, era y es leyenda de los eldenses que en aquella pi dgi amino vomitó el Señor. ¿Qué fundamento tiene esta leyenda? Alejémonos de este desagradable tema. A las leyendas no les hace falta tener fundamento; mejor dicho, les sobra; pues si tienen base cierta, no son leyenda sino historia. El origen de esta leyenda lo dá la contemplación de la misma piedra. En su superficie, diseminados, vense como innumerables granos de arroz petrifica do. La imaginación popular, en siglos ya pasados, relacionó esta presencia maravillosa con /as agonías de Nuestro Señor en el Calvario. Mantengamos la hermosa leyenda; sigamos mirando con devoción la piedra en que vomitó el t Señor, conservándola como un monumento de nuestra tradición y nuestra fe. 1NS SOIM el 00(10f Sü1lId110 por EDUARDO GRAS N uno de los últimos números de DA HELLOS vió la luz un pequeño articulo o esbozo dedicado a la memoria de Don Andrés Salgado, médico que fué de Elda hace años Aquel trabajo no había sido redactado con pretensión biográfica alguna: para ello se requerían datos concretos de los que no disponíamos. Tan sólo nos guió el rendir un pequeño recuerdo a aquel personaje de la Elda de nuestra infancia. Parece que, arrastrados por el afán novelesco, y queriendo poner el final de la existencia de aquel hombre a tono con su vida, cometimos una evi dente inexactitud cuando afirmamos que «murió solo, más solo que nunca»... Este remate, repetimos, era un digno colofón a la vida atormentada del Doctor Salgado, y, abandonándonos un poco a la fantasía, incurrimos en la inexactitud que nos ha sido señalada. Por amor a la verdad, por considerar que debemos esta rectificación a las personas que acompañaron a Salgado en sus últimos momentos, y aunque padezca con ello la estética novelesca del relato, publicamos esta rectificación con gusto. No murió solo Salgado. Hasta su último suspiro estuvo acompañado por sus amigos y compañeros. Mientras duró su enfermedad fué solícitamente atendido y ayudado por ellos. Cuando la enfermedad que le llevó al sepulcro se declaró (o agudizó tal vez), Salgado se resistió al principio a ser tratado; a instancias de un colega y amigo consintió, por fin, en ser trasladado al Hospital Municipal, donde —pese al trastorno de aquellos últimos meses de la guerra— fué recibido y bien cuidado. Presintió y anuncié la hora de su muerte. En sus últimos momentos, quizá ante la inminencia de la gran hora, estuvo hablando de su familia, cosa ex traña en él, que siempre se mantuvo impenetrable sobre esta faceta de su vida. Así, alentado por el cariño de los amigos que supo granjearse en Elda, entregó poco después su alma a Dios. Queda cumplido nuestro deber de narradores veraces. ,,Eie&e.Artscs cd üge PEDRO 9071140 CALDERERO _ ENTRADA LIBRE SEGUNDA PARTE Segunda jornada If e p.r EL DUENDE DEL MONASTIL E cortó este verídico relato cuando mi guía me iba a explicar guié es eran aquellos seres que se revolvían en rin mar pestilente y excrementicio. He aquí lo que nie dijo: —Estos tenían a au cargo la higiene del tal que de Deportes. En su recinto, y para el servicio de varios miles de energúmenos vociferantes y pataleantea, bel° se dispunia de dos letrinas inicroacúpicas, das pocilgas con las puertas semiarrancadas, a dus metros de la línea de jue g o, que producta la muerte por asfixia a los que se acercaban. Temporada tras temporada se ofrecía a ras hinchados forasteras el más innoble aspecto de vuestra desidia y por eso quienes podían evitarlo y no lo hacian sufren ahí su merecido castigo. —Bien merecido lo tienen. Quedense ahí siglos y siglos, tantos romo afros de peste hicieron pasar a los espectadores. Después vi a unas personas de digna condición aprerujades, oprimidos y asfixiados nos una patulea an drajosa de mendigos, tullidos y lisindua que con la pul ulencia apesteaa de SUS miserias inficionaban el am biente. —¿Que es ésto? ¿Porqué se hallan esas dignas personas entre tal gentuza? —No ha sido SU falta para tanto castigo pera alguno había de llevar por la reiterada tontería de que hittieron alarde en sus programar; de Moros y Cristianos, cuando decían: «Queda prohibida la mendicidad, etc». Demasiado rabian que de cualquier furnia se volcarían sobre Eldrt todos los cojos, mancos, pustulosos, ciegos, leprosa s , etc, de la Corte de loa Milagros. Si se podía mantener la prohibicien sobraban los pordioseros y si no podía mantenerse sobraba la tal probibición. —Para ser diablo no careces de lógica; pero confío en que no estarán mucho tiempo ahí ya que esa ton tería tiene pronto remedio. Aún no habla acabado de hablar tuve que dar un salto acrobático para evitar ser arrepollado por un ar tefacto que se estrelló contra una pared. Vi con horror que era un ciclista el estrellado y tenia una pierna par tida y la cabezo separada. La bicicleta tanibión estaba hecha ochos. Pero ante mi asombt o vi que er ciclista se incorporaba, buscaba a tientas la cabeza, se ia ponía en su sitio, se colocaba la pierna, le pegaba dos porrazos al biciclo, montaba de nuevo y.. otra vez tuve que dar un salto para que el eeca p itado no fuera yo. El enlo quecido ciclista se perdió por unos vericuetos de los que al puco salio un estruend• de choque y alaridos. Al andar un puco más tuvimos que esquivar otras bicicletas que se subían a las paredes y los te thos con despre cio de las %ida% de les diablos que allí montear:ea el urden», que se daban a todos los diablos por su mala suerte rle guardar a aquellos ms.nratitioa de la velocidad. En un ángulo, un muro gigante de bicicletas Lupe lis el twa loe condenados que parecían tener obligación de pasar y tropezaban con ellas, enredándose y cayeridn una y mil vecea. —Este er g el castigo reservado a los que hgciendo de las canea y aeeras pistas de carreras ponían en pe ligio la inte g ridad física y mental de los viantrantee. Estos otras condenados a pasar pur el muro ciclista sin lugrarlo IlUlles son lus que sometieron a tal tormen t o al transeúnte de la esquina del Banco Popular, cuya ransitarliairna acera obstruían v estorbaban con ene bicicletas. —Bien están ahí, V róninailae los huesos mil ve-tea. Y prosegnimes poi aquellas tenebrosas ambo donde tantus coterráneos míos llevaban el justo castigo que inseulatez le g rabia deparado. --- Z-73 11{S1liE DE {liSEIHIO POR CAROLA GONZALVEZ Luce la mañana hermosa un broche de primavera can destellos de arroiris prendido sobre la tierra. Hay clarinada!? de risas y alborozo de trompetas, jolgorio de clarinetes, tañidos de panderetas, feria de sedas y fresco gozo de herraduras nuevas. De una carroza, entre huríes, una media luna cuelga, y a. la grupa de un caballo, ruborosa y retrechera, una princesa gitana, que se olvidó ser morena. La gente va presurosa. ¡Ya están en la calle Nueva los heraldos, anunciando el comienzo de la fiesta! ¡Viene ya una abanderada!... Pero an/es, abriendo brecha, llega un capitán bizarro, dos luceros por espuelas. Los arneses del caballo jubilosos tintinean. y entre inquietos pasodobles de música revolera las capas azul y grana de los cruzados ondean. Los enfaldados navarros tras garbosas cantineras, prontas las rentas espadas, sus andares contonean. Van los estudiantes locos, metidos en SUS gorgueras, bien armados con. cucharas y al aire las capas negras. Pasan los contrabandistas, y de contrabando llevan ramos de claveles rojos, geranios y rosas frescas. Un violín habla de amores; cien panderos le contestan... Es la altiva caravana de los zíngaros, dispersa en orgía de colores que las pupilas incendian. Hay un tropel de miradas hacia un pirata que llega. El muñón horripilante de su brazo de madera va señalando el camino. hacia una isla desierta. Cuatro fornidos mulatos llevan el tesoro a cuestas. Y vienen los afric-inos, —puro, alfanje y barbas luengas—, los negros, negros, blandiendo pavorosas calaveras, entre odaliscas gentiles, que arrastran áureas chinelas, con una hirviente rascada de luces en, las diademas, quo cabrillean gozosas al compás de las zalemas Los esclavos del sultán. el trono moro rodean, y al tam-tam de los timbales las cimitarras flamean. Es una visión de ensueño la que el cortejo despliega, haciendo vibrar los aires de armonía y de belleza. Arcoiris bullicioso, que brinda en, sus calles Elda., poniéndole a la maña na un broche de primavera.. -zMic .3 -7 tr AZOR IN y ELDA EN DEUDA por ALBERTO NAVARRO EPETIDAS veces hemos leído en revistas y periódicos locales, y en programas de Fiestas incluso, una petición cuyo cumplimiento no liemos visto Mas bien podría decirse que su desestimación se debe más a falta de acció» intensa que a resistencia por parte de quienes pudieran hacer la realidad. Se ha pedido que la ciudad de Elda cristalice el sentimiento de gratitud que debe a Azorín, nuestro preclaro coterráneo, con el modesto homenaje de la dedicación de una calle, la colocación de su busto en alguno de nuestros jardines, o en otra forma en la que quede patente la admiración que el ilustre monovero merece a nuestra ciudad. Porque Flda debe a Azorín su homenaje, por haberse dedicado a describirla, a extraer de ella los matices casi imperceptibles de luz y color, a valorar su paisaje virgen, sus costumbres, su laboriosidad, en un haz de pági nas bellísimas que son una ofrenda de amor a Elda. Elda se halla en deuda con Azorín. Más pronto o más tarde esta deuda será cumplida. Pero... Azorín también tiene cuentas pendientes con Elda, pues, si es cierto el dicho de que lo prometido es deuda, Azorin contrajo un débito con nuestra ciudad. Al escribir en La Peña del Cid» (1): «Pienso escribir un libro sobre el valle de Elda; inc obsesiona ya el asunto; no puedo dejar de pensar en él...» e/ escritor hipotecó su pluma en favor de nuestro magnifico valle. Y estoy seguro de que éste, con la alta mole del Cid que lo domina, con los otros montes que le sirven de horizonte, (Holón, Kamara, Torreta, Sierra del Caba llo. Chaparrales, Hateig...), con el misérrimo Vinalapó que arrastra melancólico su escaso caudal, y con su vega frondosa y espléndida; todo el valle unido en un sólo anhelo, envía auras que atisben en los rutilantes escaparates de la sensaciones nuevas en sus contempladores, el que lo dignificará literaria ciudad y le avisen si ha aparecido ya •su libro., el que abrirá un cauce de mente y mostrará al mundo su valor plástico, su amorosa cuenca rezumante de luminosidades suaves. Elda y Azorin están en deuda mútila. Páguense una y otra, pues si la glo ria literaria de Azorin y su devoción por nuestro paisaje merece el homenaje de Elda, el Valle bien merece el libro que el eximio estilista le tiene prometido. ,Memorias Inmemorial..” Cap. LV. pag, 198. M. 1946 LOS MAYOS PARA MI PRIMO ALFONSO MORCILLO GARCIA , A vosotros, los jóvenes, os contaré hoy a la moderna una vieja y poético costumbre, ya casi perdida entre celajes de un desvaído rosicler, pero que todavía pudimos ver, y la evocamos con dulce melancolía, los que ahora lle vamos en nuestros aladares la plata en fibras de los años En los pueblos españoles de ambiente agrícola, como ha nido siempre Elda con anterioridad a nuestro siglo, era costumbre que el día de Santa Bár bara, 4 de Diciembre, las mocitas de cada casa cogieran un lebrillo u otro re cipiente ancho y de poco fondo. lo llenaran de tierra bien abonadá y sembraran en él semillas de trigo, lentejas, almorlas, guisan t es y cuantas especies encontra ban a mano. A este plantel en miniatura le llamaban i el mayo.. Lo guardaban en la bodega generalmente, o en otro rincón de la cosa adonde no llegara la luz del sol; y periódicamente las cuidadosas manos femeni les iban regándolo y observándolo con mimos de monjita jardinera Brotaban y crecían las plantas en la oscuridad; por lo que, horras de clo rofila, tenían luego un hermoso color blanco, nacarado, corno el de las pálidas vírgenes de los claustros. Era corno si en el rincón más lóbrego de la casa se es tuviera incubando con eflubios de luna la nueva primavera, que un dia había de llegar traída por caminos de ensoñación al conjuro de las milagrosas manos femeniles. Así llegaba «el mayor en su oscura cárcel hasta el 30 de Abril. ¡El 30 de Abril!... Muy de mañana las mozas de la casa sacaban «el mayo.; lo limpiaban. con lodo esmero, como a un recién nacido; ponían en el mejor orden posible la blanca maraña vegetal, y, con la misma emoción con que un sacerdote gaélico cortaba el muérdago ritual, lo colocaban suspendido en el arco, a la entrada de la caso. Y era bello, con la doble belleza de la primavera naciente y de las inge nuas ilusiones femeniles, aquel trozo de campo suspendido como una estrella ve getal, que os saludaba al abrir la puerta de cada casa y que tendía hacia vos otros sus blancos tallos impolutos, en un amable gesto de adolescencia cariciosa. Pero el rito vernal no terminaba con eso. La ceremonia druídica y emo tiva de izar e el mayo. era sólo el preludio del largo epitalamio que todo el pue blo iba a componer en la noche bruja musical. Terminada la cena, y calmosamente, como sibaritas del tiempo y del silen cio, se iban reuniendo todos los vecinos en la plaza o en la calle más ancha del pueblo. Las viejas se sentaban en corros a las puertas de las casas; los hombres, de pie, haciendo en la noche constelaciones de juguete con las punlas encendidas de sus cigarros; los mozos y mozas, posando y repasando la calle, enzarza dos en la broma que de boca en boca culebrea sobre lo que traería para cada enucho cha la noche bruja de «los mayos.. — A ti te van a poner un carro de flores. Gracia y Ilecbizo una vieja costumbre .1 ti, una torre, de plata. —A t í, por mala, le van a colgar un manojo de ortigas. ... Y así se iban deslizando las horas de espera en aquella noche insomne rn que una luna. amiga iba sembrando bellas promesas en el corazón de cada muchacha. Mientras, afuera, en las colinas protectoras del pueblo el lomillo se engalanaba ron tiernas estrellifas de luna, y el espliego se saturaba de la bendi ción de tos cielos en el cordiciaio de la noche sibilina. * * * Las once de la noche. Suena la última campanada en el viejo reloj de la torre. Dos balcones, uno frente a olro, se abren como dos nidos de gratos rumo res. Abajo, y entre ambos balcones, se apiña la gente alborozada, Preludian algo unas guitarras... Y de uno de los balcones sale un chorro fresco de armonía y de tradición rejuvenecida: un coro de muchachas que lanzan al espacio, remoza da en labios primaverales. la vieja copla. que ya cuenta siglos de ancianidad: a dt.. 110111.1•11WIMMEIMMIMM BoMilom . MIS! . 1MM PrIMP n Mbe MiZIMP . M1r . IMW. JRII• 111Mdf WIIIPUBIr.111M7411M1r1M111 MIM guww.:idurmamm n as 1181/1/MINUBielE. 1021111111•11Y1M11111•11131111MRIMB ell~111 ;,( i 4( -riI cap rti do, gep-ö4-neeg-tn je I m -res uei - do. Del otro balcón abierto .urge entonces la réplica varonil, gallat da y re eta como un roble s000ro. Son ahora. los muchachos, que contestan al reclamo Muermo de sus amigas: • areswo. amlime mmaliermemni • mama 1111111Billalla Gall11111111•11111111/41 MIS 1„ Je ti ro a , 5 , 4 -nae (4, r e y ir-pi- of .,Ia ý,_ Vuelven a cantar las chicas, y vuelven a contestar los muchachos, en jo vial competencia de fidelidad a lo. tradición, venerable. Y así prosiguen duraole una hora, lanzándose de un balcón a otro andanadas de poesía medieval, aje nos a sospechar que están realizando en rito de hondo sabor ancestral, un rito milenario, que la tradición conservó durante toda la Edad Antigua, y que en la Edad Media, en el férreo corazón, del siglo XII, tomó forma versificada y se en caramó, para segura pervivencia, en esos melosos compases musicales que se han venido repitiendo año tras año, siglo tras sijlo, en la encantada noche del 30 de Abril. * * * Las doce , Se han cerrado ya los dos balcones-escenario. Las gentes del pueblo se van. a dormir. . 4 dormir digo?... Las personas mayores y los niños si que se acogerán al regazo patriar cal de las viejas camas con somier de cuerda de esparto. Pero la. gente joven no dormirá esa noche., Ellas quedarán ocultas y vigilantes, toda la noche en. vela Iras risillos de ta ventana, en tanto que los mozos han de rondar y rondar las ralles, hasta que, ya de madrugada, las puertas se vayan abriendo para co ger la sorpresa que para cada muchacha casadera ha colgado en el picaporte el Mes de Abril, como galante despedida. Sorpresa que será muchas veces una de claración de amor con un ramo de flores o con una modesta joya, y a veces también, para castigar la soberbia de &atén adefesio, será la osamenta pálida de un jumento, que murió sin sospechar siquiera su sarcástico final. JUAN MADRONA. LAS ABANDERADAS (DESFILANDO EN LA FIESTA) En la larde de Mayo, que revienta en colores, cual pomar policromo encendido de flores, Elda PS concha soltando al azul sus tesoros; es la fiesta del júbilo de Cristianos y Moros. Y las Abanderadas.., como miel de arrebol. como risa del Alba, como espuma del sol, despliegan su película de colores feéricos. —Van detrás los guerreros, com.o sueños homéricos—. Mirad la gema exótica, la deslumbrante Mora, /a divina Zoraida, mas linda que la Aurora, encanto de Granada, orgullo del Musli. Sus ojos son estrellas de enigmas en derroche; su pelo son las tintas profundas de la noche, y tiene el cuerpo flánieo de angelical hurí Ya viene la Navarra envuelta en su bandera; de envidia está, llorando la blonda Primavera, y el céfiro relame sus besos de pasión... Milagros de virtudes resume en si esta moza; encarna en su apostura la brava Zaragoza, la indómita Agustina, el alma de Aragón. Ensueño y aventura: esta beldad Pirata recuerda mil hazañas en los mares del Plata y en las costas azules del inmenso Brasil. Al viento la bandera; mirada seductora; desfila casi ingrávida, más linda que la aurora de una mañana virgen y límpida de Abril. Gozosa de aventuras, bizarra caballista, intrépida y hermosa, la flor Contrabandista irrumpe cual estrella en fúlgida región. Despierta de la Historia encantos y bravura; que lodo lo han podido la gracia y la hermosura... ¡Decid si no. mirando la dulce aparición! La larde se suspende._ La rosa Musulmana derrama su inquietante belleza de sultana, filtrando sortilegios al lúrido arrebol. Sus ojos centellean misterios de ternura; mil himnos de aire verde entona su cintura, pedúnculo vibrátil pletórico de sol. Mirad la Estudiantina científica caterva; al frente va una ninfa más bella que Minerva, angélica figura en forma de mujer. Esfuerzo y voluntad, su clara alegoría. Parece la figura crucial de la Alegría; encarna la Constancia, la Gracia y el Saber. Los crótalos de fuego resuenan en la calle: la Zíngara es un mimbre de asombros en el Valle, y el viento es mar acústico de elástico tropel. Enciende el Sol aromas de bíblicas colinas; saudades de odaliscas descalzas y felinas, con guzla en la garganta, y en la mirada miel. ¡Silencio!.. , que ya llega la estrella soberana, la reina de los valles, la mística Cristiana, mitifica de ensueños, pletórica de luz... Los cielos han nimbado su frente nazarena; la Virgen en su seno anima una colmena, y siente el grano rútilo que derramó Jesús. Pletóricas de gracia, de hechizos, de poesía, desfilan en la tarde borracha de armonía, —inmersa en un diluvio de cálida alegría— extática de gozos, de luz y de esplendor... ¡Película cromática de náyades hermosas! Diría se un desfile olímpico de diosas camino del Epiceo... por el amor radiosas, o bien la Via Láctea deshecha de dulzor.., FRANCISCO MOLLA •. Eldenses populares /I por EDUARDO GRAS IEN está que se hable y se escriba sobre la vida y los hechos de los personajes que por algún motivo honran al pueblo que les viö nacer. Es un homenaje que se les debe y que no podemos negarles. Escribamos, pues, sus biografias, demos cuenta de sus creaciones, de sus méritos, de la influencia gne ejercieron sobre sus contemporáneos y sobre la sociedad de su tiempo. Pero, ¿por qué dejar relegados al olvido más absoluto a aquellos otros, humildes e insignificantes personajes, que si no nos legaron nada importante, contribuyeron en alguna forma a alegrar momentos de nuestras vidas y de la vida de la ciudad? No destacaron en. las artes vi en las cienciaS, ni influyeron en. el gobierna o en la política, pero si nos hicieron pasar algún ralo feliz, dno es justo que les estemos reconocidos y que los recordemos —siquiera sea de paso— al hablar de celebridades eldenses? Alentado por estas ideas, he pergefiado las dos semblanzas que van a continuación, y que corresponden a dos tipos de elevado sabor popular, repre sentativos de una época no muy lejana. No me he atrevido a llamar a este trabajo biografía porque en nada se parece a una biografía. — Pmpiezo por reconocer sinceramente que ignoro por completo lodos los datos de la vida de ambos personajes. No sé dónde ni cuándo nacieron, ni si murieron ya o viven todavía. Y por no saber, no sé siquiera sus nombres completos. Na creo, sin embargo, que paro ei fin que persigo sea ello inconveniente grave. ¿Qué nos importa la falla de las fechas de sus nacimientos? Para coda uno de nosotros nacieron el primer día, la primera vez que, con los Ojos muy abiertos, nos acercamos a sus ambulantes establecimientos, unos para envidiar todo lo que se ofrecía a nuestra vista, y otros —más dichosos— apretando entre los dedos la negra moneda de cinco céntimos que entonces era un. bono de felicidad. Y en cuanto a lo incompleto de sus nombres todos sabemos que los grandes hombres son conocidos generalmente por un sólo vocablo. ¿Qué más podemos, pues, exigir para nuestros dos modestos héroes &denles? Y sin más preámbulo, allá van estos intentos de se/ralo, que tul vez no merezcan más nombre que e/ de sombras imprecisas y desdibujadas. * • • Es el primero el del famoso lío Isidro). Sentado Iras de su carromato, se le podía encontrar lodos los días en la esquina que forman las calles .1 lleva y del Médico Retiran. Los domingos, sin emborgo,trastodaba sus recaes ante la fa chada del Teatro Castelar. Raras veces se establecía en lugares distintos a éstos. Era un viejecito alto, delgado, de carácter bondadoso y voz débil y . gangosa, algo chillona. En el invierno, se envolvía en un viejo y raído gabán de color ipdefinible y soplaba con frecuencia sus manos, mientras libraba sus pies de in congelación con un rudimentario brasero. Y en las tardes de verano, ochichorrontes y bo chornosas, dedicaba buena parte de su actividad u combatir a su peor enemigo: las moscas, que acudían atraídas por el dulce de su mercancía. 1?n.arbolando el mosquero de tiras de papel y mango de caña, se entreaaba sin cesar a la tarea de «losar » a las importunas visitantes, que pretendían gozar las delicias de aquel paraíso sin efectuar la debida compensación pecuniaria.. Pero lo bueno, lo verdaderamente destacable y único del « tío Isidro» era su carro, su «establecimiento.. Era una verdadera institución, aureolada con el prestigio de sus muchos años de existencia. Y para nosotros, la chiquillería de entonc e s, simboliza el .non plus ultra. de nuestros deseos y ambiciones. Su caja era de uno, madera vieja y apolillada; se apoyaba por delante sobre dos patas de molo y of otro extremo tenía dos grandes ruedas que permitían efectuar cómodamente su traslado. Su superficie estaba dividida en, un sinfín de compartimientos, cada uno de los cuales tenia su única y exclusiva misión. de contener un determinado género vendible. Aquello era un verdadero colmado ambulante, tienda de comestibles nómada almacén trashumante, en el que podían encontrarse las cosas más heterogéneas, los objetos más incongruentes, sin otro nexo de unión que el de procurar la felicidad de los chiquillos. Junto a la jofaina de los «tramusos. se veía el lebrillo de las chufas en remojo, la inunda de las manzanas en dulce, tos departamentos reservados al «meseta° »: pasas, forraos, cacahuetes, habas duras, semillas de girasol; otro departamento alojaba las dos pringosas botellas de los refrescos.; venían luego las cajas de las «boticas., de los mangos y gomas para tirador, las pelo tas de cuero sujetas por una gomita, los helicópteros de hojalata, que se lanzaban merced a la impulsión a lo largo de un eje recurvudo en espiral; luego estaba la parte literaria, con su inmenso surtido de cuentos de Calleja —los renombra dos cuentos de Calleja—, colecciones de estampas, calcomanías, cartulinas recortables, barajas diminutas; correspondía luego el turno de los globitos de goma, los pitos, las cajas de cerillas, los • mixtos de trueno, las piedras deto nantes, /os periódicos infantiles, los sobres sorpresa; y muchos otros artículos qu a no puedo recordar por más que esfuerzo mi memoria, pero que me consta contribuían a atiborrar aquel maremagnum. ¡ l tío Isidro! Figura casi legendaria para nosotros, su sola mención nos sugiere, involuntariamente, el recuerdo de aquellas dichosas tardes en las que, felices poseedores de algunos céntimos, acudíamos presurosos a él y a la vista de todos aquellos tesoros, que ahora estaban a nuestro alcance, dudábamos en la elección y allí estábamos, vacilantes y pensativos, hasta que con resolución le señalábamos lo que deseábamos y el buen * tío Isidro», siempre amable y cari loso, nos alargaba en su callosa y arrugada mano nuestra adquisición, que recogíamos con mano trémula. * * * Corresponde mi segundo bosquejo al tío 13arrachina), pero lo dejaremos para el siguiente cuaderno... otnctrice del Çi3ando Aoro Para Bando moro, bando moro, moros de guardarropía, bereberes de opereta, africana burlería; La mañana polvorienta, —por la calle nueva arriba— con diluvio de canícula lentamente se desliza. En batahola de timbales y de épiess elegías, ¡qué bullanguera que va la falaz comparsería! Fiesta que fiesta fiestera, rutilante pedrería, color, calor, epinicios, cimitarras, alegría. • * * ¡Adelante mis guerreros! El rayo de guerra guía vuestra mirada sedienta do el coraje nos envía. ¡Adelante mis jayanes; que por fin la hora es venida; el músculo en duermevela; • presta la aljaba atavía! ¡Adelante mis cegries que de granada traía! Son mis huestes y mesnadas ruda, agraz infantería. ;Almoravides y omeyas, muslimes de berbería; de Persia, Bagdad, Bizancio, nos llega ja algarabía; ¡Santiago, Santiago, cierra, que viene la morería. y ninguno de tus hijos va a quedar con la su vida! • • * Bravo moro, bravo moro, si la guerra a tí te mima, alfanje para el caído es cosa de Poca estima: Manolo Arellano en el vivir y la guerra Ja nobleza no se olvida; nobles cual nosotros son los fidalgos de castilla. Prestas adargas y lanzas de grande ira contenida, darán batalla al rumí demostrando bizarría; que ya no es moro aquel moro cuando la su sangre olvida, sangre teñida con sangre en fieras lides vertida. ¡Santiago, Santiago, cierra que viene la morería, y ninguno de tus hijos va a quedar con la su vida! * • • La mañana polvorienta esconde por sus esquinas ecos tenidos do fiesta —alegre policromía —. Aherrojados van los jeques por la Calle Nueva arriba, con arneses pavonados y vistosa sedería. Ordenados, elegantes, seguidos que son, seguida decorativa y flamante sofisticada morisma, a disputar del cristiano en guerrilla ya sabida, la Alcazaba, que es la obra de alarifes de engañifa. Fiesta que fiesta fiestera, rutilante pedrería, color, calor, epinicios, cimitarras, alegría. Quitasoles y abanicos, limón, limonada fría, rojos, blondos, blondos, rojos, pendones al viento rían. ERNESTO GARCIA LLOPREGAT AQuó amables efrits han obrado la transmutación prodigiosa? .. ll dasti, llo legendario ha redondeado sus aristas, como una mujer en plenitud de fe minidades. El áspero puente levadizo se ha hecho suave como un cuello cig cisne. Las escarpadas rocas, trocadas en tiernas esmeraldas § se cubrieron de un boscaje susurrante... Y una guapa muchacha eldertse, que por unos días se siente la bella Zoraida del viejo Dahellos, enciende nueVas llamaradas . de amor y de guerra con las antorchas de sus ojos musulmanes. La guerra, por fortuna, será hoy nada más que un bello simulacro, mientras quo el amor 4 por fortuna también, seguirá como hace nueve siglos, abatiendo torreones y eastii llos al empuje gracioso de estas cristianas que juegan a ser sultanas fastuosas en el eterno califato de sus ensonaciones exquisitas. —293 gift xfflummiew e MAGNIFICAVII DOMINUS , - -. - 4:, ) FACERE NOBISCUM I --, 4 + s n 1 d )A mañana abriie fia, empapada de litúrgicas promesas, era fresca y gozosa, como la sonrisa de la bíblica Esther. Una cándida emoción evangélica temblaba en los cielos eldenses, cual si estu vieran a punto de hacerse visibles la s lenguas de fuego. Bajo las • altas bóvedees de nuestro templo iba a te ner lugar, por única vez en la historia de Elda, un trascendental acto religioso: la inapartición de órde nes sagradas a más de me dio centenar de jóvenes orde Hados, que habían lle gado a nuestra ciudad con un enorme bagaje de piado sa s ilusiones juveniles. Alba bandada de gozo sus palomas familiares semeja. ban por las calles eldenses las blancas becas de los seminaris las. Las moradas hopalandas episcopales irisaban de religioso gozo la inquietud afanosa de nuestras calles, y ponían un se llo d.e espiritualidad sobre el tro pel de nuestros afanes cotidianos. Durante dos días Elda estuvo, inmersa en el júbilo de un reli gioso estremecinziento por la presencia en sus calles de tantos elegidos de Dios Y pié la explosión. cenital de los fervores eldenses en be ma. ñana del día diez, cuando, bojo las arcadas de nuestro venerado templo y ante una muchedumbre de creyentes sumidos en piadoso recogimiento s los labios de nues iro muy querido prelado fueron abriendo gradualmente los can_, ces de gracia del sacramento, hasta culatiaar, entre un presen tido batir dealasarcangélicas,en las tremendas palabras rituales; Tu PS 8f:cerdos ¡mi aeternurn.. Humillados en tierra, los candidatos a la más alta dignidad humana han invocado al Espíritu Santo. Y el espíritu de Dios descendió sobre hm jóvenes cabezas ungidas. Elda gozó su más destacada efemerides litúrgica. Luego, en nuestro acogedor Teatro Castelar, la amabilidad de nueslros visitantes nos obsequió bordando en oleadas de armonía un Selecto ramillete de motivos polifónicos. Y al día siguiente, nueva explosión de júbilo bajo las arcadas de nues tra parroquial. Por primera vez después de la liberación, un hijo de Elda, Don Miguel Conejero, celebra su primera misa_ entre los apretados fervores de mis paisanos. Digno broche de oro de tan áureas jornadas. Ad ?nellos a renos. .‘ I ANECDOTARIO ZAPATERO aquí una llueva sección, abierta —como todo trAHELEOS— a nues c...) da e tros lectores.Pretendemos captar en esta pagi na la •chispa» zapatera, construir un mosaico de anécdotas, sucedidos, curiosos, etc. de nuestra industria. gué fabricante, qué viajante, qué obrero no cuenta en su memoria con un archivo de hechos graciosos que le ocurrieron a él o a otros?. Pues esto es lo que queremos grabar y para ello solicitarnos de -nuestros lectores nos ayuden, enviándonos lo que crean puede contribuir a avalorar este «Anecdotario,. No es preciso que esté correctamente escrito; basta con que se relate la anécdota, que nos otros procuraremos envolverlas en un más airoso ropaje. Aquí van algunas de las recogidas últimamente: Un viajante de la ruta de Galicia encontró a un cliente poco dispuesto a dejarse convencer. Tras muchos esfuerzos y agotando su repertorio de persua siones, pudo sacarle una nota de... ¡ocho pares! Sin perder la ecuanimidad dijo el viajante: «Espere Vd. un momento que voy a por el delantal. Le haré los ocho pares en un minuto.. * * * Uno de los incontables fabricantillos —firme sostén de la industria— que en una habitación de su casa tienen la fábrica, el almacén, despacho, aparado, etc; todo amontonado en un aprovechamiento inverosímil del terre no,.hubo de recibir a su representante en Madrid, hombre acostumbrado a tratar con grandes fábricas y creído (por la manificencia y colorines de los impresos) de que en este caso era lo mismo. El fabricante, apenas se enteró de la visita, hizo cerrar todas las puertas y dejó sólo una -habitación en la que improvisó un decente despacho, en el cual recibió a su representante. Al deseo de éste de visitar la • fabrica escurrió el bulto pretextando que «estaba en las afueras». Ya en Madrid el representante y 1111H vez que salió a cuento, preguntó a otro fabricante eldense qué tal eran las naves del pequeño zapatero. Contestóle aquel que las grandes naves se reducían a una habitación del «Progreso». Fntonces creo que el representante empezó a conocer el carácter de los eidenses. * * * Otro viajante, éste de la ruta de Andalucía, no tuvo suerte en sus prime ras visitas y mandó un telegrama a la casa, pidiendo fondos. No sabemos si por casualidad o por una travesura del carácter bromista que es emblema del gremio de viajantes, lo cierto es que el telegrama salió en verso. Decía así: En Córdoba y en Genil mande fondos a Llerena, . negocio no conseguí; que aquí está la cosa buena. , Recibido este te/egrann en la cas n a, produjo un resultado desastroso, que se tradujo e esta contestación: Respuesta fina y galante para un poeta viajante: Recoja usted las maletas y váyase a la... peineta. VIDA LOCAL BIBLIOTECA Pl7BLICA MUNICIPAL.-- En la Sesión plenaria de nuestro Excmo. Ayuntamiento de 27 de Abril se aprobó por unanimidad la creación ite una Biblioteca Pública Municipal y se designó como representante del Ayuntamiento en. la Junta Rectora al prestigioso industrial D. Maximiliano Aguado Bernabd. Esta. Junta que ha de dirigir los destinos de la biblioteca y procurar su mayor efectividad para el s e rvicio cultural que tiene encomendado, está actual mente en formación, figurando en ella, además del ya citado Sr. Aguado los Sres. D. Joaquín Campos Fernández, D. Antonio Por pela Clérigo. D. Pablo Martínez Vicente, Presbítero, en representación de la autoridad eclesiástica, D. Federico Jover Cerdá como representante del Casino Elderise, un representante de F. E. T. y de las J. O N. S. todavía no designado, D. Antonio Tamayo por la C. N. S. D. Juan Madrona Ibáñez y D. Alberto Navarro Pastor. Esperamos una rápida gestión de esta Junta para que en plazo breve se instale la. Biblioteca Pública en un edificio adecuado y se abran sus puertas al pueblo eldense. INAUGURA C ION DEL • HOGAR DEL CA MA RA DA —Coincidiendo con el día de la Unificación fué inaugurado el nuevo domicilio de la Falange, debido a. la actividad desplegada para este fin por el Jefe Local del Movimiento, camarada Esteve y a la colaboración. entusiasta de nuestro Jefe Provincial, camarada Jesús Aramburu. Los nuevos torales fueron bendecidos por el .Sr. Cura párroco, D. José M. Amo,. Consta el nuevo edificio de dos plantas; en. la parle inferior el Hogar del Camarada y en el superior. las oficinas de Jefatu, a, Secretaría, Guardia de Franco, despacho para el público y amplio salón de sesiones. EXTRAORDINARIO FEST1 VAL PRO-CAMPAÑA DE LA LOSETA — En los días 29 y 30 de Abril, se celebró en el Teatro Castelar un ext, °ordinario festival artístico, organizado con el fin de allegar fondos para comenzar la segunda parle de las obras de pavimentación y estucado de nuestro Templo Parroquial. La conocida tragicomedia de Muñoz Seca «La venganza de Don Menda. fué representada por el grupo artístico. de Educación y Descanso, dirigido por los Srs. Francisco Candelas y Emilio Rico. Las funciones obtuvie ron un extraordinario exilo de público, como era de esperar dado el fin a que se destinaba la recaudación. DEPORTES: EL lIZA R.R.0 CAMPEO N NACIO VA Y. DEL F. DE JJ. Tras una brillante campaña en la que no ha perdido ni empalado ningún par tido, el equipo de futbol de la Centuria Pizarra ha ganado el titulo de Campeón Nacional del F. de JJ. al vencer en Teruel a los más destacados equipos juveni les de España. La final contra el Santander, retransmitida por Radio Elche, captó la atención. de Elda entera que estuvo pendiente de cuanto ocurría en. el campo iuro/ense. Al finalizar el partido con la victoria eldense Elda vibró de e.nlusiasnio recorriendo sus calles « jóvenes que vitoreaban al equipo campeón. La llegada de éste, el día 9 de. Abril revistió caracteres de apoleósis. Desde mucho antes de la llegada del equipo, la carretera por la que habían de llegar se en contra bu atestada de gentío que vitoreaba al Pizarro ponstantemente. A la llega da del autobús una potente traca e infinidad de cohetes atronaron el espacio mientras las arlamaciones se sucedían sin interrum.pcián ylos jugadores eran sacados del coche y llevados en hombros por los entusiastas, mostrando orgu llosos los trofeos que tan brillantemente habían conquistado. Así fueron llevados ante el altar de nuestra Patrona. la Virgen de la Salud donde se cantó una salve en. acción de uranios por la brillante victoria aleanzada. Acto seguido se ce lebró en el Teatro Castelar, que resultó insuficiente para albergar al enorme gentío, un. acto de homenaje a estos camaradas en el que tomaron parte varias personalidades cerrando el aclo el camarada E steve que tuvo elogiosas palabras para, ellos, así como para los camaradas de Alicante que figuraron en el equipo y para. el pueblo de Teruel, caballeroso y hospitalario con nuestros expedicio narios. En la Ciudad de los Deportes de la O. A. R. y durante los días primeros de Mayo se celebraron interesantes exhibiciones provinciales de la O. A .R., en los modalidades de baloncesto, tennis, ping-pong, ajedrez, fut-bol y atletismo de las que en el próximo cuaderno daremos ami más extensa reseña. 11 4G N I MICO TRIUNFO D E UN MDENSE.—Recientemente y en las tira das oficiales de pichón a brazo celebradas en Ennova (Valencia), el joven tira dor eldense A mIcor García-Carrasco consiguió un meritísimo triunfo al clasifi carse en segundo lugar, matando II palomos de 14 con uno menos que el pri mer rlasificado Participaron en la tirada, correspondiente al campeonato regio nal 172 escopetas, entre las que destacaban las mejores de la región por lo que el triunfo de este joven eldense es doblemente meritorio. EL DEPORTIVO, ABOCADO AL DES C ENSO —Finalizó la Liga en nuestro grupo y con el último encuentro, frente al Novelda, la última derrota li guera, una de las 19 que en los 32 partidos ha encajado nuestro titular. ¿Qué comentario podemos hacer si no es para repetir lo que tantas veces hemos dicho? La cosa ya no tiene solución; nos encontramos al borde de un descenso de categoría y con ello, quizá se habrá dado cima al deseo de alguien. que ha persegui do este fin desde el comienzo de la temporada. Preguntamos: ¿qué se hace actual mente para a frontar la próxima liguilla, con las debidas garantías de éxito y permanencia en la 3. a División? Porque si éstas han. de ser como las hasta ahora llevadas a cabo, ya podían dar por terminada la laboriosa gestión los Sres. que todavía rigen, los destinos del Club y dar paso a quienes pueden enfrentarse con la actual situación con todas las garantías de éxito que exigimos para Elda, para el Deportivo y para la afición. X COPA SAN PEDRO —Sigue la U D. Eldense cosechando triunfos en campos ajenos al vencer al Petrel y al Pinoso en sus terrenos. Confiamos en que este club conseguirá una brillante actuación, más meritoria que la de algunos 1 clubs, ya que en sus filas solamente figuran jóvenes valores, ninguno de los cua les ha actuado en clubs de categoría superior. VICENTE VALERO BELLOT 1, 1.1) , LA 011{HIN A LA ili15[11 po EDUARDO GRAS ¡Mañana de Mayo Mayo, mañana de Mayo en flor! ¡Calles eldenses, borrachas de primavera y de sol! A las puertas de Santa Ana lucida tropa llegó: brillos, crespones, reflejos, avalancha de color, banderas al aire abiertas, alegre milsico son. ¡Qué epilepsia de campanas a las torres atacó! ¡Cómo su loco volteo alborota el corazón! Al Templo la comitiva se va entrando; ya se entró; a las puertas se quedaron Mayo, primavera y sol. ¡Lanzad, campanas. al viento vuestro sonoro din don...! * * * En la penumbra del templo se ha fundido el esplendor del tropel cristiano y moro: uno sólo son los dos. Nueve banderas erguidas guardan el altar mayor: nueve estandartes que elevan cada uno una oración. (Mientras se dice la Misa que se celebra en su honor, tras de sus cándidas barbas se sonríe el buen Antón). De la calle, amortiguado, llega un festivo rumor... * * * ¡Señora de los eldenses! Madre de su devoción. Hacia tí se han vuelto ahora ojos, alma y corazón. Nueve doncellas avanzan: llevan para tí, Gran Flor, flores blancas, flores puras que Elda en fiestas te ofrendó: (Barbas blancas, alma blanca. sonreía San Antón). A la mañana de Mayo la comitiva volvió: a las puertas esperaban Primavera, Mayo y sol. El cielo tenía del Manto de la Virgen el color. (Yo la he visto, yo la he visto ayer tarde, entre el fragor de la guerrilla estruendosa, abanderada de honor de seráfica cámparsa, al frente de una legión de querubines alados.. Un arcángel le entregó pólvora de bendiciones para su arcabuz de amor...) `Un concepio de la t ida por E. CHINCHILLA —Querida Rufina, ¡qué ganas tenía de verte! Desde que dejaste de habitar en el barrio para instalarte en tu actual residencia, parece que un muro infranqueable se ha levantado entre las dos. —Pues ya me ves, Petra, y como bien dices, por causa de una resque brajadura del muro que mencionas. Hija, desde que tengo coche, no voy apenas a pie a ningún sitio. Pero a la coincidencia de haberse puesto enfermo el chofer debes la oportunidad de pararme en mitad de /a calle. —Ya me doy cuenta de quo los tiempos cambiaron. Ahora todo es distinto; tú te has convertido en una opulenta senora que dispone de una buena mansión, que está atendida por sirvientes, y, en fiii, que los días en que me contabas tus problemas económicos ya pasaron. Yo, ya ves, sigo igual de modesta, con mis problemas que voy salvando con huella voluntad y regular acierto. —Pues, hija, yo lo siento mucho, pero ahora que la riqueza me abrió sus puertas, no quiero recordar ni por un momento, ni que me recuerden, aquellos difíciles días. Hoy tengo aspiraciones, y espero alcanzar un • nivel social que cuadre a la importancia comercial que la firma de mi esposo merece. Pues estaría bueno que yo, la esposa de D. fligoberto Esparadrapo, fulera a conformarme con aparentar una situación en la vida, por un escrúpulo estúpido, que no corresponde al capital de mi esposo. Se que procedo de humilde origen; que he pasado duras necesidades; mas los tiempos son otros. ¡Cómo han cambiado! Nada tiene que ver que mi marido para enriquecerse se viera obligado a realizar operaciones de dudosa legalidad; que, sin reparar en nada, comerciara sin conciencia, si me permites la crudeza de la frase, en una danza en /a que el más audaz y el de corazón más inconmovible era el que habla de triunfar. ¿Qué importaba todo, si la pobreza se alejaba y venia un bienestar prometedor? Comprendimos que en la vida sobran los sentimen talismos; y, ciegos a todo cuanto no fuera en provecho propio, emprendimos la carrera de la especulación. Y ahora, ya lo ves, la gente no nos mide por lo que fuimos, sino por lo que somos. Los que en otra época nos hubieran desdeñado, hoy nos reciben en sus casas, sonrientes, y hasta algunos se permiten confidencias con mi esposo, ansiosos del préstamo que puede salvar una situación. Préstamo que sabemos de antemano no hemos de recobrar, pero que olvidamos pensando que es la contribución social que para ascender a superiores esferas hemos de satisfacer. Somos recibidos por gente del gran mundo que aparenta no reparar en nuestros rústicos modales y en nuestras expresiones faltas de cierta retórica que se exige; pero ante todo éso cierran ojos y oídos y sigue la farándula, aunque entre bastidores nos pongan en la picota. La vida es así y yo no la deseo de otra forma. Conque ya lo sabes: el sol sale para todos por igual; el arte consiste en recojer la mayor cantidad de calor posible. Pero... ¿te marchas?... ¿Así?... ¿No necesitas nada?... Vuelve, mujer, y perdona si ofendí tus principios morales... Nada; es inútil; ésta no cambia, Le repugna mi modo de ver la vida. Es una triste realidad... qué me importa a mí que esta pobre mujer no comparta mis ideas? POMC1Ztt ton 34p, (LA GUERRILLA) por RODOLFO GUARINOS Cuando las torres ofrendan rotundo perfil sin sombras, cuando los soles de Mayo muelen sus risas redondas, cuando los labios, al beso, sueñan con ser amapolas y los remansos del río espejan doncellas locas, el Angel de las Batallas, con cien angustias remotas, dejó la siesta soñando largos teoremas de rosas. * * * Madre, mi sangre es tu sangre, la guerra santa una aurora. En el pulso de mi espada grita mi sangre española. Soledad, novia, azucena..,, voces de fuego me invocan. Siento en tu pecho dormido un suicidio de palomas. He de volver, os prometo, sobre un caballo de roca, laureles sobre mi frente. la Muerte atada a la cola. La tarde quedó en suspenso con un sigilio de alcoba, cuando a la carga en el llano entran cimitarras moras. Verdes banderas al viento, donde la luna se asombra, constelación de gumias, cauces de sangre remota. Ricos turbantes cruzados con ambición de corona, y armas brillantes que envuelven de diamantes a la tropa. Pero está Castilla en vela —pólvora en las amapolas — y en Levante amaneciendo la madrugada española. Y suben los estandartes, como flores sin corola, entre el trigal sin espiga de las cristianas tizonas. Sobre lanzas y cimeras la cruz de Santiago flota. Hay un romance de espuelas, lleno de inquietud sonora, cuando la tarde, de luces e impaciencia de cabriola, sintió desgarrarse al viento de los clarines las notas. Un sol de fuego dibuja sobre la pólvora rosas. Estandartes y gargantas tienen sed de caracola. Jinetes de Calatrava —viento de capas airosas— y de Alcántara y Montesa, riñen cargas jubilosas. Y hay un declinar de luna de verde esperanza mora cuando en las armas cristianas el santo furor se encona. (San Jorge reparte lanzas, escondido entre las rocas) ¡Qué atrevimiento en las cargas locas de luna señora! ¡Qué crujir el de las lanzas que no saben de derrotas! ¡Qué relámpagos de espadas, cortando voces redondas! ¡Qué gesta, de caballeros lividos de luna rota! ¡Qué fiebre de los valientes que al peligro se abandonan! ¡Qué juego audaz con la muerte, cuando la vida no importa! (San Yago pinta en las nubes con sangre su insignia roja) ¡Calla Valle, Valle calla, tus temores de paloma! Traerá la noche esta noche sobre la luna de blonda la gran Cruz de los cristianos, negra de pólvora moza, con laureles de victoria, verdes de tu verde ropa. Diré: madre, novia, Elda... —mis tres amores de roca— vuelvo y traigo frescos besos de la Victoria en la boca. * * * (San Fernando juega a lises florones de su corona) -2-9 3 Comparsas ru st ra das por ALBERTO NAVARRO eN el año 1945 se abrió la etapa radiante de las Fiestas de Moros y Cristianos, ya olvidada su lejana celebración en el pasado siglo. Cristia, nos, Contrabandistas, Estudiantes, Moros Realistas y Moros Marroquíes son los que pueden ostentar el honroso titulo de fundadores. Fueron sucediéndose los años, rivalizando las comparsas en desplegar suntuosidad, animación y alegría; cubrieron los Contrabandistas todos los % records. de lujo y colorido en sus interminables desfiles deslumbrantes; uniéronse nuevas banderas, y llegó el año 1948 con la inclusión de los Zíngaros, con sus abigarrados uniformes, sombreros tiroleses y violines mudos. Desde entonces ninguna nueva comparsa ha aportado alegría y belleza a la Fiesta; ningún grupo más de jóvenes by surgido engalanado con vistosos atavíos para disputar a los demás el cetro de la marcialidad y brillantez en el desfile. ¿.4 qué se debe ésto? ¿Se inicia acaso, como algunos pusilánimes malauguran, el ocaso de la Fiesta de Moros y Cristianos? Creernos que no Las objeciones presentadas son totalmente pueriles. La mayoría se concentran sobre la ¿falla de tradición en Elda.. Pero... ¿qué importa que las fiestas eldenses de Moros y Cristianos no tengan tradición? ¿Qué cosa es esa tradición con la que se llenan la boca? La tradición es, según el Diccionario, ¿noticia de cosa antigua, que se transmite de generación en generación.... Y... ¿afirma acaso que la tradición comi-nza en el siglo I, en el X. en el XV o en otro cualquiera? No; no lo afirma, porque no es verdad La tradición actual la hicieron. nuestros antepasados; de ellos recibimos las doctri nas, las enseñanzas, las costumbres tradicionales que hoy respetamos o dejamos morir estúpidamente. (Vosotros somos los artífices de la tradición del mañana: nuestros hijos, nuestros nietos y bisnietos, las nuevos generaciones que nos sucedan, serán las que respeten o dejen morir estúpidamente, rentedcindonos. las tradiciones que nosotros les dejemos. Y una de estas tradiciones, que hemos de legarles, es esta de Moros y Cristianos. No es preciso buscarle fundamentos y ramificaciones en la Historia Local (aunque bien fuertes se hallarían) para que esta Fiesta adquiera ciudadanía y raigambre en nuestro valle. Basta can su misma esencia, s14 espectacularidad y su alegría, para que deseemos siga eter namente abriéndose la primavera co el estallido de color y música de los desfiles y la atronadora algarabía de la pólvora. Pero... da qué se debe esa falta de nuevas comparsas? Elda. puede y debe mantener más agrupaciones, más conjuntos alegres y bulliciosos. Con objeto de aclarar este interesante tema festero, nos hemos interesado por él y hemos llegado a la conclusión de que no se estimulo en lo necesario a los que desean introducirse en. el marco brillante de /os desfiles. Dos son las comparsas que han nacido viables y se han frustrado poco después por diversas y lamentables circunstancias. Marinos y Vaqueros eran los que intentaban abrirse un. hueco en. la gran, familia comparsista. El hueco cariñoso no se les abrió, y las das comparsas perecieron. La bendición de la, bandera de los Mari nos figura e a el Programa de San . Anión de 1949; pero, como ignoro todos los datos necesarios para poder tratar de ello, con conocimiento de causa, prefiero ocuparme, solamente de los « Vaqueros,. • ¿Porqué no salió esta Comparsa? Se formó ron todas las garantías exigidas, reunió en sí legalidad plena. Escogió la vestimenta característica de los cabalistas y .con, -boysr cinematográficos, inexcusable en una comparsa de tal carácter. Nos han dicho los principales animadores de esta comparsa que desde aquel momento se les pusieron trabas y obstáculos a su formación y aprobación superior. Basabas« la Junta de Comparsas, al parecer, en que los uniformes vaqueros no se ajustaban a las características de la, fiesta. .. í se me ha a.segu rudo por personas dignas de crédito. Es difícil creer que el anacronismo sea tenido en cuenta por quienes dirigen nuestra Fiesta. Basta echar una mirada a los trajes de Navarros y cristianos; basta pararse a pensar qué remota e inex plicable relación tendrán los Piratas, /os Estudiantes, Zíngaros y Contrabandis tas con la magna epopeya de la Reconquista. Cuesta trabajo creer que en una fiesta que es la exaltación y gloria del anacronismo, aún haya quien pare mientes en él. Pero así ha sido, y por este absurdo, por esta contradición manifiesta tiene la fiesta una comparsa menos y unos descontentos más. Cree mos, en nuestra modesta categoría de simple espectador, que la misión de la Junta Central de Comparsas no es obstaculizar la creación de nuevos grupos, sino fomentarla, incitando a las ya existentes a mejorarse de año en año para que sean aliciente y estímulo de quienes llevan latente en su pecho un moro o un cristiano, un zíngaro o un. vaquero. Si la misión de la Junta Central que es la de procurar por lodos los medios dar brillantez a la. fiesta, sufre eclipses que redundan en su mismo perjuicio, habremos de dar la razón a quienes predicen el próximo finde la Fiesta de Moros y Cristianos en Elda; pero la culpa no será e.z,sla tradición», 41.111111 A EMBAJADA — ¡Ah, del castillo! ¡Ah, del moro! — ¡Quién a estas almenas llama? —Soy un heraldo cristiano, que traigo honrosa embajada para el Alcaide. —Al momento voy a anunciar tu llegada. * * * —Yo soy, cristiano, el Alcaide de aquestas almenas. Habla. —Me envía el muy poderoso rey de las huestes cristianas, para decirte que vienen con la cruz enarbolada, por la Jan, por el Guisney, por El Sapo y la Alfagara cien ejércitos invictos-, que no caben en el mapa, pidiendo de sangre mora verdinegra butifarra. Y antes que hacer un estrago con tu gente musulmana te piden que este castillo les entregues .. —¡Basta! ¡Basta! ¡Rendir yo la fortaleza? La tendréis cuando echen canas estas barbas de peluche, que hacen hervir de arrogancia. No se abaten medias lunas, ni aún siendo de hoja de lata, por unos versos mal hechos con hueras fanfarronadas. Dile a tu rey que aquí aguardo con mis gentes a las armas; con sus barbas., con sus puros y con sus gafas ahumadas, y que tus fieros mensajes me dan risa más que rabia. —Ay de vosotros, los moros que aquí tenéis la morada! Ya podéis comprar bramante, y atar bien las cuatro tablas de vuestro bufo castillo. Ya se oyen las clarinadas de los cristianos ejércitos por todo el valle. Ya avanzan doscientos mil zapateros —aguardentosa algazara— con mas ruido de arca buces que una tormenta en el Atlas. Todo el valle será un lago de vil sangre musulmana. ¡Hasta la cima de El Cid ha de verse ensangrentada, y el río ha de verse rojo durante treinta semanas! No os valdrán las engañifas que hacéis con los de la tasa. Vais a morir, miserables, con muerte la más amarga. Sera peor que si os dieran a beber con una caña las mil absurdas e infames porquerías de una tasca, Será peor que tragaros los escritos del programa de fiestas. ¡Será algo horrible la muerte que os amenaza! ¡Sús! ¡Los míos! ¡Al degitello!... —Cristiano, no me acobardas. Pero quisiera tan sólo saber porque esta batalla. Porqué, perro moro, dices?.. Bien sabes que Elda está en ascuas. Ni chicos ni grandes duermen, porque sabemos con rabia que ocultáis en el castillo dos estradas, ¡dos butacas!, para ir al cine el domingo. ¡Queréis razones más trágicas? EL DUENDE DEL MONASTIL EL Id sc er qi di el ci al o e 51 e F 1 A. 1 S A. J TE r.,nniNTsn EL VALLE, LA CIUDAD Y EL RIO por JOSE MIGUEL RAPON lJ} ISDE la magnífi( a atalaya de Bateig contemplé la otra tarde, tarde primaveral bien soleada, el valle profundo de la antigua Escalé los riscosos lomos de tan prominente observatorio, y sentado sobre una redonda roca, me dispuse a gozar de este bello panorama que nos envuelve. Quizás enciientres lector atento, un poco pueriles estos ligeros apuntes que en mi pensamiento quedaron; mas no me mueve otra ambición que la de distraerte un rato y recomendarte que, si alguna vez tienes ocasión, admires el suave color . de este paisaje. Mis ojos impresionaron en el diminuto objetivo de sus retinas todo cuanto nie circundaba Escudriñé en lontananza la línea torpe del horizonte, alborotada por las cimas y picachos de los montes, que con la gravedad de centinelas cierran casi todo el valle. Solamente el río abre, en las verdes entrañas del paisaje, una profunda herida. Es nuestro río tan viejo que tiene su fondo surcado de arrugas. Sin embargo cuentan quienes lo vieron antaño que siempre traía un cuantioso caudal, y que daba gozo ver sua márgenes, fértiles y exuberantes. Así me lo imaginé v la otra tarde; como una cinta de bruñida plata. Bajo el cielo de continuo azul se extiende la verde campiña. Un enjambre de sendas cuartean en parcelas de infantil geometría el limpio césped, que, al áureo roce de un tibio sol, despide vacila »tes reflejos. De entre los olivos tristones, de obscura pompa, emergen con cierto rubor tímidas casas blancas; y en el fondo, como reina y señora del valle, se asienta la ciudad de Elda. La contemplé a mis anchas y observé su altivo gesto. Su visual amplia y magnífica me llevó a abrir desmesuradamente los ojos... Porque Elda tiene, desde este fácil observatorio de Bateig, muchas y muy variadas perspectivas. Si prescindimos de las recientes construcciones y miramos solamente la parte que se agrupa al amparo del Castillo, notaremos rancie (lumbre en su color. Destaca su amarillo legendario del resto de la ciudad. Es una tonalidad que sólo los años dejan reflejada en las cosas. Esta vetusta parte hace juego con el río. Quizás porque brillaron juntos en otra época, cuando el Vinalapó, lleno de lozanía, traía abundantes aguas, y el Castillo, de enérgica y noble bizarría, era albergue de princesas. Levantaba entonces este río dulces y lastimeros murmullos, cual trovador que canta con ardoroso acento, ante la recia almena que custodia a su amada... El transcurso de los tiempos ha cambiado lo que ha sido un romántico panorama, y la civilización ha truncado lo que constituyó un idilio feliz. Pues un mal día manos sacrílegas arrancaron los bellos y costosos artesonados de nuestra fortaleza. Dicen lenguas impías que nuestro río pereció de dolor; dolor al ver desaparecer aquellos altivos torreones desafiantes y orgullosos; dolor al contemplar, deshechos en laceradas ruinas, los muros que guardaron tanta historia; y dolor al fin por creer —cuentan— que Elda tampoco sobre viviría. Sin embargo, hoy Elda vive; vive y, lo que es más, prospera con su poderosa industria. El febril canto de sus máquinas suple en el valle las sentidas trovas que cantara el río... El pobre y desencajado río que la otra tarde vi desde la magnífica atalaya de Bateig, y cuyos brazos, descarnados y escuálidos, se ciñen fuertemente a la ciudad soñada. Apretado abrazo que re sume el ultimo recuerdo de las olvidadas nostalgias del pasado. —2-7? Piehmçpntron (CONCLUSION) por JUAN MADRONA »DA VÍA bajo los efectos de su alucinación (,‚ impresionante, mi pobre amigo prosiguió uni :Ag4.,, ..2 .• su relato: . Aquellos hombres extraños, de culis fioo, ui gres vestiduras y complicadas cabelleras en arlisticln bucles, llegaban a . rinestro valle siguiendo el curso suave del Vinalapó. Le S pareció hermosa nuestra tierra., con la dulce y liviana hermosura de los prona. sus que empiezan a cumplirse. 4 Era en el mes que ellos llamaban. Ardhesterion; cuando los frutales ya muestran la realidad de sus frutos en agraz; cuando en las tierras hay un pleno de verdes tonalidades impacienles, y en las colinas un trepar jubiloso de tornillos florecidos bajo un sol fanfarrón. que va encendiendo farolillos de oro en todas las aristas de las piedras. 4 Desde la cumbre de Robín vimos cómo la vistosa caravana precedida por los sacerdotes y por los flautistas, se adentraba en nuestras tierras, basta detenerse junio a ht curva con que el río quiere abrazar a la montaña que nosotros llamamos La Torreta. ( Proldo hubo allí un pacifico poblado de aquellas gen/es Ira ficantes y soñadoras, que llenaron los límpidos aires levantinos con el increaso isivisible de sus alegres mitologías y con el tullicio afanoso de sus negocios. • Nucstro valle pe, diri su quietud milenaria. Largas monas de aquellas gentes amables arañaban hora tras hora las próximas colinas, extrayendo mi ve arcilla con. la que luego modelaban una infinita variedad de exquisitos vasos, cuyos restos ha venido arrastrando, siglo a siglo, nuestro viejo Virola pri. Y un dio, como amable centinela de las tierras desprevenidas, surgió sobre fo alto de /a montaña una extraña flor de piedra, un bel l o templo, quena enrula con gracia de ciprés, poniendo en el terso azul del horizonte la rúbrica de su elegan cia, tan sugestira, tan. bella, que parecía como si una dulce musicalidad emana ra de sus cándidas piedras albea ole». * * * Guardó mi amigo un breve silencio, como queriendo degustar el embeleso da un grato recuerdo, que le rebosaba en mieles de interior armonía. Luego prosiguió. e Yo me vi entre aquellos hombres de bolo amistoso, que sabían embellecer la existencia con alardes de fantasía desbocada. Las piedras ya no eran pie dras; el río ya no era una estólida corriente de agua; los árboles no eran ya mudos vegetales clavados en la tierra inerte. So. Al soplo genial de aquel pue blo todo palpitó lleno de poesía. y de vida. Las colinas fueron ninfas oréade.s., que jugaban entre si en un sabio encantamiento El río se hizo femenino, y fui una náyade temblorosa de adolescencia virginal. En cada árbol, en cada pie dra, en cada soplo del viento que pasaba, sensitivo y emocionado, nosotros ?relamas la sonrisa de una divinidad protectora. Y era bella nuestra existencia, eran incesantes las ofrendas que llevábamos a nuestro templo en lo alto de la. colina, donde nuestros dioses mayores moraban en un nimbo de amable bea titud. • Pero una noche... Sonaron cuernos de alarma por todo el valle estrene ni do . p incendiaron el cielo fantástieas hogueras encendidas en. lo alto de lo que ahora llamamos Santa Bárbara, donde había una de las famosas torres que tue go se llamaron turres Hannibalie,. La presencia de un peligro inminente. había encendido en la cumbre aquellas trágicas luminarias de alarma. :Vnevas gentes extrañas llegaban amenazantes e ineonlenibIes. Por vez primera los gritos de guerra desgarraba . » la suave virginidad de nuestra. tierra. Y ya no hubo paz en el valle. Eran bestiales y odiosos aquellos hombree púnicos cine llegaban con inhumano despotismo, y tuyo látigo había de restallar durante cieil años de Imitar Y d e m•l e r l s s obre las carnes mordidas de nuestro paisaje martirizado. «También ahora, y acaso más que antes, lleonban ni templo de los dioses tus ofremlas votivos; pero eran ofrendas abominables, manchadas por la sangre J a guerra y por el hollín de la rapiña. • Los wi elos moradores de las cavernas milenarias y las artífices de la pe queña urbe junte al río odiaban a los crueles advenedizos. Y un día fuimos a. 1//ice, la egregia, para herirles allí de muerte con el furor de los toros de testis ces ardidas; y una y mil veces nos revolvimos en sacudidas desesperadas con ira aquellas gentes que habían turbado para siempre nuestra inocente beatitud. «Pero nada pudimos cont, a ellos Su orgullo y su despotismo fueron ciclones de horror sobra la candidez de nuestro vivir ingenuo. Hasta que un día, con eslmendo de trompas y brillo de aceros irri g a rientes, llegaron al valle unos emisarios, reclutando hombres para nuevas guerras en. lejanos países. ¡La gue rra , ¡Sólo la guerra!... Y con promesas primero, con amenazas después, y con fe roces trallazos al fin, lodos los hombres fuimos arrastrados a la turbonada de un ejército que había de ser conducido a muy lejanas tierras por un genio de la guerra, cuyo nombre, Hannibal, pronunciaban los emisarios con un respeto faná tico «Salimos estallando de rabia hacia las altas tierras frías, dejando atrás lo graciosa silueta de nuestro templo y un reguero de amables recuerdos, que nunca ya volveríamos a revivir. , Una nube de desolación y de abandono se extendió por el valle prodigio so. En las grutas de Botón se refugiaron con sus niños, tímidas y llorosas, algu nas mujeres, que pronto hubieron de seguir tras de nosotros, dejando en las cum bres nuestros dioses familiares, nuestras creencias religiosas, nuestros parvos ajuares domésticos, en espera secular de esos hombres que llaman arqueólogos. • Mientras allá en. la lejanía, trizando pasmados meridianos, avanzaba, Immbién hacia estas tierras, una selva de roncas trompetas belicosas bajo el sig no de hierro de un águila imperial,. 1 . 7 que mi amigo Verdú, sufría con un. dolor casi físico al evocar las ex trañas alucinaciones sufridas en las entrañas de Botón aquella larde de mo nas, y no quise que prosiguiera su relato. Le pregunté tan sólo: —¿Volverías a entrar en la cueva? --Sí Volveré. Claro es que con mayores precauciones para no sufrir nue vos desvanecimientos. Pero volveré. A ver ei, despierto, encuentro los vestigios de lo que siguió acuso a mis visiones delirantes. * * * PO EM A DE LA VE O 11111 ¡Cante todo! ¡Riscos, montes, nubes, arroyos y cielo! ¡Cante la gloriosa España la libertad de su suelo! ¡Cante todo en altos himnos la victoria de la Cruz! Hecatombe hay en los cielos, eclipse de medias lunas. Húndense en el acre polvo ecos de guzlas morunas y toda Iberia se inunda de nueva y celestial luz. Ocho siglos tenebrosos que las hordas de la Hircania crismaron de medias lunas los caminos de la Hispania, ofrendando sus banderas a la luz de nuestro sol. Mas retumba en las almenas ronco grito de victoria; son los cristianos que escriben con sus espadas la Historia, la historia noble y gloriosa del gran solar español. Del Guadalete la ofensa su respuesta halló en Granada, y entre un nombre y otro nombre llora España desgarrada, añorando la arribada de su cristiano adalid. Humillada su soberbia por la gesta castellana, como mujer temblorosa, vibra España musulmana y palpitante se ofrece a su vencedor, el Cid. ¡Vuelve, moro, a tus desiertos! No añores ya las delicias del paraiso cristiano; pues si retornar codicias no podrás hacer esclava a la ibérica nación. Que si hubo un Don Rodrigo, de nuestra historia man ejércitos de Pelayos —recias piedras de Castilla— (cilla, ahogarían en tu sangre tu desatada ambición. Hoy retornan con la Fiesta, los Moros y los Cristianos. (Nos traen ecos de romances de aquellos tiempos lejanos y añoranzas desbocadas de un pasado evocador). Truena el Valle en estampidos -bodas de pólvora y aire Van pasando las comparsas con lujo, gracia y donaire; salta y brilla en las banderas, —rey absoluto—, el color. Nuevamente los castillos, bufas moles de mulera, saben de fieros asaltos de la morisma altanera y conocen la amargura de la negra rendición. Pero su poder es breve, pues rehechos los cristianos, abren surcos de laureles con ensangrentadas manos y tremolan en las torres su victorioso pendón. Y la Fiesta así termina y simbólica nos muestra que siempre estará la Cruz, tras de la lucha siniestra, elevada, vencedora, del mundo en el torreón. ALTO NAVARRO Zer0