jueves, 18 de abril de 2024

Ramón, las vanguardias y la prehistoria del tuit

Rafael Carcelén
9 marzo 2017
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Ramón, las vanguardias y la prehistoria del tuit
Ramón Gómez de la Serna con otros tertulianos del café Pombo.

Pocos como él se mostrarían tan activos y juguetones o disfrutarían hoy de esas redes sociales que, como Facebook o Twitter, llegan a todas partes. Sería el ámbito natural de quien uniendo brevedad e ingenio hizo arte. Cuando se cumplen cien años de la primera recopilación en libro de las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna (1888- 1963), es indiscutible la vigencia y el valor literario de estas mucho más que brevísimas humoradas. En pocos autores la unión de tradición y vanguardia fue tan fructífera, tan nuclear, anticipando la tendencia hoy consolidada por los géneros hiperbreves en la literatura. Su influencia nunca dejó de crecer y escritores como César González Ruano, Francisco Umbral y Manuel Vicent, cineastas como Buñuel o artistas plásticos como Chema Madoz lo han tenido muy presente en sus obras.

Escritor prolífico donde los haya (sus artículos se cuentan por millares), los más de cien libros que publicó tocaron casi todos los géneros (ensayo, biografía, teatro, novela, etc.), recopilando sus greguerías en varios tomos a lo largo de su vida (1917, 1933, 1955) y dejando inéditas al morir más de 500. Sin duda, el contacto que mantuvo en París en los distintos viajes que realizó a la capital francesa le contagió el espíritu de las vanguardias por entonces en todo su esplendor: figuras como Apollinaire, Picasso, los dadaístas o el germen surrealista, serían decisivos para entender su concepción estética. Y tampoco se comprendería el giro del neopopulismo de los poetas del 27 al vanguardismo cosmopolita sin su magisterio.

Ramón, así le gustaba que le llamasen, definió su invención valiéndose de la ecuación humorismo+ metáfora= greguería. Aunque su alcance es mucho más profundo. Desde luego el humor es un factor clave; pero sin ingenio, capacidad de síntesis y a la vez asociaciones sorprendentes de imágenes, no serían lo que son. Asociaciones sensoriales (visuales sobre todo) e inversiones de toda relación lógica estarían en la base de una buena greguería. Dejó escrito que “en la aparente insignificancia de la greguería está la definición de nuestras vivencias, el ver cosas diferentes y encontrar entre ellas misteriosas analogías”.

Nuevas greguerías de Gómez de la Serna con fotografías de Chema Madoz.

Veamos varios ejemplos: una asociación visual simple está en la base de la greguería “la morcilla es un chorizo lúgubre” o “El cerebro es un paquete de ideas arrugadas que llevamos en la cabeza”. Una doble imagen encontramos en “la luna es el ojo de buey del barco de la noche”. Una inversión lógica en “el polvo está lleno de viejos y olvidados estornudos”. La asociación de elementos reales e imaginarios muy alejados entre sí, unidos ilógicamente, aportan a la greguería esa frescura siempre sorprendente. Pero además de humorísticas, hay greguerías líricas (“al cerrar una puerta cogemos los dedos del silencio” o “vivir es amanecer”), filosóficas (“los grandes reflectores buscan a Dios” o “el beso es hambre de inmortalidad”) o hasta incluso dedicadas a los números o las letras (“la A es la tienda de los apaches” o “el 8 es el reloj de arena de los números”).

Animador de tertulias como la del café Pombo, que se mantuvo hasta los años 30, o de revistas literarias como Prometeo, el exilio llevará a Ramón a Buenos Aires donde contactará con varios de los escritores entonces en alza, siendo muy fructífera la influencia mutua que generó su amistad con Macedonio Fernández u Oliverio Girondo, entre otros. Siguió escribiendo mucho y, para lo que nos ocupa, en 1955 publicó Total de greguerías, en cuyo prólogo profundizó considerablemente en la estética del género. El azar, el juego, la experimentación o la inconsciencia (similar al subconsciente de los surrealistas) estarían en su base. Llegando incluso a definir las greguerías entonces como esas “fatales exclamaciones de las cosas y del alma”, más allá del mero juego intrascendente. Mirar de un modo distinto, estableciendo asociaciones insólitas, desde luego para divertirse, pero también para entender el mundo en el que vivimos.

Ramón en su despacho y recreación del mismo en el Museo Conde Duque de Madrid.

Quien quiera conocer más a fondo la personalidad de este prolífico creador puede visitar su estudio de trabajo, una recreación del cual se encuentra en el Museo Conde Duque de Madrid. Yo lo hice el año pasado y quedé asombrado. Mucho más que un espacio propicio para imaginar y crear por parte de un coleccionista empedernido.

Les dejo con una extensa serie de greguerías, escritas a lo largo de su vida, en las que se puede apreciar la desbordante imaginación de Ramón Gómez de la Serna:

Las pirámides son las jorobas del desierto.

Abrir un paraguas es como disparar contra la lluvia.

Las gaviotas nacieron de los pañuelos que dicen ¡adiós! en los puertos.

El agua se suelta el pelo en las cascadas.

El 6 es el número que va a tener familia.

La cebra es el animal que luce por fuera su radiografía interior.

El bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie.

Las golondrinas juegan al tobogán del aire.

El mar está lleno de escalofríos.

Cuando está el armario abierto, toda la casa bosteza.

Los pulpos son los guantes del mar.

El erudito se hace la casa con ladrillos de libros.

Higos: lagrimones de la higuera.

Las palabras son el esqueleto de las cosas. Por eso duran más que ellas.

De los libros sale el olor de incienso de la poesía.

La piña es la tortuga vegetal.

Toda la noche golpeó el viento de la duda la ventana del corazón. 

Vaho en el espejo: beso del más allá.

Cuando caen los pétalos amarillos muere un recuerdo de los soles que se fueron.

Calle moderna: sopa de letras luminosas.

¿Cuál es el zapato eléctrico?: la plancha.

TV: pecera de los seres humanos.

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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